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PARADOJAS
DE
UN
GIMEN
PREPOSICIONAL
REVERSIBLE
EL CONOCIMIENTO DE LA MENTE:
MIQUEL ANDEL
Universitat de Barcelona
RESUMEN
El artculo pasa sucintamente revista a las principales teoras sobre la naturaleza de
la mente, desde la Antigedad clsica hasta nuestros das, y toma partido por una concepcin
monista materialista que, sin embargo, preserva la especificidad de la mente (el
yo
como
nudo relaciona1 y centro irreductible d e perspectiva que, precisamen te por e so, no pued e
nunca adquirir un a visin objetiva d e s mismo co mo puro sujeto.
ABSTRACT
This paper succintly reviews the main theories concerning the nature of mind, from
the Antiquity to the present day, and adopts the view of a kind of materialistic M onism,
which, this notwithstanding, preserves the specific character of mind (the selJ as a relational
node and a n irreducible centre of perspective. This is the very reason for the fact that it can
never get an objective vision of itself as a p u re subject.
Del mundo de las sombras al mundo de las formas
Desde que Aristteles escribiera su clebre tratadoPeripsychi?~ De anima
la mente se ha convertido en uno de los temas filosficos por antonomasia.
Y
no
slo por la inercia de los comentaristas antiguos, medievales e incluso modernos,
con su machacona
y
reiterada (aunque no siempre reiterativa) exgesis de ese
revolucionario texto. Motivos muy distintos de los que inspiraron a Aristteles
movieron a los estoicos y a pensadores cristianos seminales, como Agustn de
Hipona, a buscar en el interior la clave de la sabidura (es decir, el objeto por
excelencia de la filosofa): la seguridad que ofrece esa ciudadela interior frente
1 Vase la obra homnirna de
Piene
Hadot:
L a citadelle intrkre Pars,
Fayard,
1992. El di
1ogoAlcibides , atribuido a Platn, anticipa ya esta orientacin de la fdosofa hacia el autoconocimento.
Canvivium
16:
175 196 2003)
O
Depandmeni dr Filosofia Teoreiica PrhcDca Facultdt de Fil o~ of ia
Cni\en itai de Barcelona lSS 0010 8235
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a la tornadiza suerte que condiciona cualquier proyecto vital hace que la niirada
introspectiva pase a ocupar lugar preferente entre los esfuerzos del ser humano
amante del saber.
Pero no se puede decir que esa interioridad sea un punto de partida, el
hogar familiar del ser humano, al que peridicamente regresa a reposar de su
fatigosa lucha por la vida. Es, en todo caso, un hogar que el ser humano se
ha ido construyendo lentamente a partir de una visin casi totalmente opuesta,
segn la cual el mundo circundante estaba animado desde dentro por un (con-
junto de) espritu(s) mientras el ser humano era apenas una marioneta cuyos
miembros se hallaban temporal y extrnsecamente unidos por un soplo vital
precario hasta que otro soplo, el de la negra muerte, los ~ e p a r a b a . ~n esa
primera etapa de lo que Bruno Snell llam el descubrimiento del espritu,3el
alma
(psychq
no era la intimidad constitutiva del yo, sino un vnculo extrn-
seco entre las partes del cuerpo
y,
tras la muerte, una lnguida sombra que se
arrastraba a duras penas por los desolados pramos del Averno.
Tuvo que sobrevenir un drstico cambio social en lugares como Atenas
(pero ya antes en los em porios mercantiles de Jonia y la Magna Grecia) para
que el alma dejara de ser un simple h l i t ~ , ~s decir, una corporeidad vaga y
blanda (animula
vagula blandula, la llamar el emperador Adriano) y se con-
virtiera en una singularidad para la que haba que habilitar nuevos espacios
conceptuales (y ontolgicos). El mencionado cambio social fue el ascenso de
clases no vinculadas directamente a la econom a agraria, con la consiguiente
introduccin, en la visin de la realidad, de paradigmas formales que ponen
en primer plano la relacin y el orden entre los elementos constitutivos de las
cosas y relegan al trasfondo los elementos mismos. De ah teoras como la
citada por Aristteles en De anima
1
4 segn la cual el alma sera la armo-
na de los elem entos integrantes del cuerpo. El propio Aristteles, recogiendo
el testigo de Platn, acabar calificando el alma de:
2.
Com o med ita el personaje de Julio Csar en la homn ima pera de Handel:
Misera vita,
O quanto
t
fral tuo stato
Ti
forma un soJio
E
ti distrugge unfiato .
(Acto
1
escena
111
3.
Die Entdeckung des Geistes, Hamburgo, 1946 (Lasfuentes del pensamiento europeo,
Madrid, Razn y Fe, 1965 ).
4. Esa, l fin y al cabo, es la etimologa
depsych.
Con posterioridad a Aristteles, los estoi-
cos recuperaron (en lo que no hay ms remedio que considerar como un retroceso intelectual) el
concepto de alma-aliento* con su nocin de
pneuma,
tradicionalmente vertido al homlogo
latino de hlito : spiritus (de donde nuestro espritu ).
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77
ugar
e
las formas
Dicen bien los que dicen que el alma es el lugar de las formas, si excep-
tuamos que no lo es toda ella, sino slo la intelectiva y que no es las formas en
acto, sino en potencia.>? En efecto, tras una diseccin de las funciones del
alma,6Aristteles centra su anlisis en la llamada facultad intelectiva, o no ,
que la tradicin llamara en latn intellectus o mens, intelecto (entendimiento)
o mente.
Y
desarrollando la concepcin anaxagrea de la mente7 al hilo de su
teora hilemrfica, caracteriza el nous como un reverso inmaterial de la mate-
ria primera, con la que comparte, paradjicamente, la total carencia de form a
propia:
Por lo q ue se refiere a aquella parte del alma con q ue el alma conoce y
piensa -ya se trate de algo separable, ya se trate de algo no separable en
cuanto a la m agnitud, pero s en cuanto a la definicin- ha d e ejtaminarse
cul es su caracterstica diferencial y c mo se lleva a cab o la actividad d e
inteligir. Ahora bien, si el inteligir con stituye una operacin sem ejante a la
sensacin, consistir en padecer cierto influjo bajo la accin de lo nnteligible
o bien en algn otro proceso similar. Por consiguiente, el intelecto
-siendo impasible- ha d e ser capaz de recibir la forma, es decir, ha d e ser
en potencia tal como l a forma pero sin serlo eila misma, y ser respecto de
lo inteligible algo anlogo a lo qu e es la facultad sensitiva respecto d e lo
sensible. Por consiguiente y puesto que intelige todas las cosas,
necesariam ente ha de ser sin mezcla -como dice Anaxgoras- para que
pueda dom inar o, lo qu e es lo mismo, conocer, ya q ue lo que exhibe su
propia forma obstaculiza e interfiere a la ajena. Luego no tiene naturaleza
alguna propia aparte de su mism a potencialidad. As pues, el denom inado
intelecto del alma -me refiero al intelecto con qu e el alma razona y
enjuicia- no es en acto ninguno de los entes an tes de inteligir.'
Este texto inaugura un enfoque muy particular del estudio de la m ente.
Enfoque que, sobre una base que podramos llamar materialista en la con-
cepcin de la relacin alma-cuerpo, admite la peculiaridad del intelecto como
aquella funcin del alma que carece de vnculo esencial con el cuerpo (aunque
no necesariamente de vnculo espacio-temporal: no separable en cuanto a la
magnitud [mgethos], pero s en cuanto a la definicin [Zgon]) y que, a dife-
5 De anima III
4,429a27-29.
6
El trmino 'diseccin' propone una metfora muy impropia para reflejar el sentido del
anlisis aristotlico , ya que la distincin entre las funciones mmicas no es la qiue se da en tre las
partes coo rdinables de un todo (partes que se hallan, por as decir, en el mismo p lano), sino la
existente entre los grados de una escala, donde los grados superiores contienen los inferiores .
7. Frs. DK 12
B
y 14
B.
8
De anima 111
4,429a10-24.
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rencia de los sentidos, no slo no se deja impresionar de manera duradera por
la forma del objeto conocido, sino que carece por s mismo de cualquier clase
de forma; en efecto, de tener o retener a lguna forma, sta podn a obstaculizar,
como ocurre con los sentidos, la percepcin de o tras formas diferentes.
En otras palabras, la capacidad de conocer (mediante) las formas, objeto
(o, mejor,
medio)
de conocimiento por an to no m a~ ia ,~resupone una absoluta
versatilidad en el propio ser de la facultad cognoscente, que la distingue radi-
calmente de cualquier ente material (pero la coloca al mismo nivel de absoluta
potencialidad que la materia). Podamos decir, pues, que para Aristteles la
mente es inmaterial a fuerza de ultramaterial. Porque, por otro lado, sin per-
der en modo alguno su potencialidad, se identifica en cada caso (en cada acto
de conocer) con el objeto conocido.
Pero la peculiaridad ontolgica del
nous
no se reduce a su identifica-
cin con el objeto inteligible, facilitada, en ltimo trmino, como veam os
en la nota anterior, por el carcter instrumental del objeto. Esa trampa-
rencia que lo caracteriza lo hace identificarse en definitiva consigo mismo.
Es decir, por ser inmaterial, el intelecto es inteligible exactamente como lo
son sus objetos; en efecto, tratndose de seres inmateriales, lo que intelige y
lo inteligido se identifican toda vez que el conocimiento terico y su objeto
son idnticos.1
Seguramente no hay que entender esto como una formulacin anticipada
de la autoconciencia fichteana, sino como la de una -para nosotros, moder-
nos- paradjica heteroconciencia radical que lleva al entendimiento, plena-
mente identificado con su objeto, a reconocerse plenamente en l. Slo la esen-
cia del Motor Inmvil cosmolgico, definida como inteleccin de la
inteleccin
nesis noseos), parece ser propiamente autoconciencia en
cuanto que su objeto es totalmente interno e idntico a su acto de conocer.
En cualquier caso, a partir de este atisbo de interiorizacin o repliegue de
la mente sobre s misma, la tradicin platnico-aristotlica converger con la
estoica para dar origen al llamado neoplatonismo, que tanto en sus variantes
9. En efecto, tal com o se desprende de la nocin m isma de abstraccin
apharesis)
que
maneja Aristteles, las formas universales no son tanto aquello que la mente contempla directa-
mente como aquello a travs de lo cual o en virtud de lo cual la mente hace suyos los contenidos
singulares qu e le suministran los sentidos. Esto ya es a s en el mism o Platn, por ms q ue la
visin tpica de la teora de las ideas (visin a cuya propagacin contribuy no poco el propio
Aristteles) las presente com o contenidos epistmicos de superior grado de pureza
y
claridad,
pero tan singulares como los contenidos de la percepcin sensorial, es decir, como paradigmas
(vase: Candel, M.,
El nacimiento de la eternidad,
Barcelona, Ideas Books, 2002, cap. 111 . El
carcter de objeto slo lo pueden adquirir las llamadas formas inteligibles)) en tanto q ue
abs-
tracciones, es decir, como objetos indirectos o de segundo orden.
10.
De anima
4 430a2-5.
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pagana como cristiana (particularmente, la agustiniana) acabar substanciali-
zando el nous como segunda hypstasis del absoluto (o segunda persona de la
Trinidad), despliegue de su unidad inefable a la vez que eslabn del hombre
con la divinidad, a la que ste conocer conocindose a s mismo.
el sujeto de atributos al sujeto de representaciones
Las filosofas musulmana y cristiana de la Edad Media proseguirn la tra-
dicin neoplatnica en su concepcin del intelecto como doble va de descenso
y ascenso entre Dios y el hombre, combinada y complicada con la asociacin,
al menos en el caso musulmn, de las diversas esferas celestes con otros tantos
intelectos (esa funcin la cumplen, en el cristianismo, las llamadas jerarquas
anglicas o celestiales). Comn a casi todas esas concepciones es la convic-
cin de que el entendimiento, aun cuando se halle individualiza.doen mltiples
seres inteligentes, es en el fondo uno, como unas son para todos las formas
inteligibles (universales).
El norninalismo ockhamiano romper esa tendencia al postular el carc-
ter singular de todo contenido de conocimiento, incluido el intelectual, y la
naturaleza meramente objetiva de los llamados universales. Como es
natural, la singularidad de lo conocido se contagia al cognoscente: el
nous
universal acaba estallando, al llegar la Edad Moderna, en una mirada de inte-
lectos individuales, centros independientes de percepcin y apercepcin, trans-
parentes a s mismos pero sin comunicacin directa alguna entre ellos. Las
mnadas leibnizianas constituyen el ejemplo ms acabado de la nueva con-
cepcin de la mente. Ellas suministran el paradigma de lo que ser la mente
moderna, centro de perspectiva y ncleo existencia1 por antonomasia; razn
por la que acabar apropindose en exclusiva del caracter de sujeto, que hasta
entonces era comn a toda realidad subsistente por s misma, y recibir el
caracterstico nombre de yo.
Suele decirse que es en Descartes donde se opera la transformacin del
pensar en sujeto, previa substancializacin de su actividad, ti1 como parece
indicar la definicin de la mente como res cogitans. Semejante tesis, amplia-
mente admitida, se basa en una interpretacin literal, cosista, del trmino
11.
Entindase por objetivo, al menos en e l uso ockham ista, aquello que no tiene ms
realidad q ue la de s er objeto de la mente, que slo existe en el seno de sta (acepcin que es, prc-
ticamente, la anttesis del uso actual del trmino). Por contra, subjetivo , en ese mism o uso ock -
hamista, es todo aquello que subsiste independientemente
(y,
en primer lugar, independientemente
de nuestro conocimiento). Es se el sentido original de sujeto
hypokemenoiz)
en Aristteles,
qu e identifica en ltimo trmino
sujeto
con
existencia
propiamente dicha: existir subsistir (cf.
Candel, M.,
op. cit . ,
cap.
VII .
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res .Ahora bien, dado que el contenido que Descartes asigna al acto cogitans
es polifactico, constando de elementos que la tradicin consideraba propios
de facultades del alma d istintas e irreductibles (desde la sensacin hasta la
volicin, pasando por la imaginacin y por todos
y
cada uno de los fenmenos
que hoy consideramos patrimonio de la vida
consciente),12parece ms correcto
sostener que Descartes concibe el
yo
del pensamiento, no com o una substancia,
sino como una actividad pluriforme aunque unifocal,13 y que e l uso de res
obedece simplem ente a necesidades lgico-gramaticales, a saber: la im posibi-
lidad de indicar la sustantivacin de la forma verbal cogitans mediante el sen-
cillo expediente de anteponer un artculo (disponible en casi todas las lenguas
modernas pero inexistente en latn).
En Kant, finalmente, aparecen unidas de manera explcita las nociones
de yo como centro de perspectiva incom unicable y de sujeto como base de lo
existente por s mismo. Vase al respecto la exposicin del primer paralogismo
de la razn pura:
Szlbstancia
es aquello cuya representacin constituye el
sujeto absoluto
de
nuestros juicios, aquello que no puede, por tanto, ser empleado como
determinacin de otra cosa. Yo, en cuanto ser pensante, soy el
sujeto
absoluto de todos m is juicios posibles, pero esta representacin de
m
mism o no puede ser usada com o predicado de otra cosa.I4
Claro que este razonamiento de Kant tiene, como paralogismo que es,
una conclusin rechazada por el propio Kant, a saber: que el yo (o, en termi-
nologa tradicional, el
alma)
es
substancia.
Pero eso no obsta para que tenga-
mos consumada, a partir de este planteamiento, la revolucin copemicana: el
substrato ltimo de lo real (que es a lo que corresponde el uso filosfico del
trmino sujeto ) pasa a ser el
yo,
cuyos
objetos
de conocimiento ocupan el
mismo lugar respecto de l que las
propiedades
respecto de la
substancia.
El
idealismo posterior no har sino llevar el proceso hasta sus ltimas conse-
cuencias: del mismo m odo que las propiedades son aspectos constitutivos de
la substancia, por lo que estn, de hecho, incluidas en ella, as tambin los obje-
tos de conocim iento quedan absorbidos en la esfera del
yo,
como momentos
de su actividad autoconsciente. El esquema ontolgico plotiniano se ha inver-
12
Res cogitans. Quid est hoc? Nempe dubitans, intelligens, affirmans, negans, volens,
nolens, imaginans quoque, et sentiens.(Meditaciones metafisicas, meditacin segunda, [9 ] .
13
A favor de esta interpretacin no substancialista parecen hablar pasajes de la medita-
cin segunda como aqul en que sostiene: existo
mientras
pienso
(existo
...
quandiu cogito,
[7] ,
relativizacin temporal incompatible con la categora de substancia, al menos tal como se
entenda desde A ristteles.
14
Kant, I. Cnic a de la razn pura, libro de la dialctica transcendental, primer paralogismo.
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tido por com pleto y la moderna versin del no , en lugar de aparecer como
exhibidor que despliega en forma discursiva y ad extra el contenido del ine-
fable Uno absoluto, usurpa la posicin central de ste y lo convierte en con te-
nido de su propia actividad centrpeta.
Obv iamente, en la medida en que ese sujeto, tras la crtica kantiana, ha
dejado de ser substancia, carece del espesor ontolgico que caracterizaba el
viejo nous (al menos el plotiniano, aunque dudosam ente el aristotlico). Por
ello no es casual que hayam os dejado de referirnos a l con un nombre para
designarlo con un simple pronombre: yo, cuya referencia ca.mbia constante-
mente en funcin de l reparto de papeles en el discurso. sa es la precaria
morada interior que el ser humano empez a construirse ya antes de aban-
donar las cavernas y que a duras penas remat la Ilustracin.
Pero la filosofa del siglo XX, como reaccin en gran parte al desmedido
interiorismo psicologista de finales del XIX, em pez a derribar ese precario
edificio cuando apenas su arquitecto haba logrado cubrir aguas. Wittgenstein
(al menos, en sus
Investigacionesfilosficas
ent las bases para reducir el yo
del yo pienso al del yo digo y ste, en ltimo trmino, al se dice. Y Gilbert
Ryle, iniciador de la escuela de
Oxford , en paralelo a la evolucin de la psi-
cologa emprica hacia el conductismo, ofici (con gran uncin, eso s, a dife-
rencia de iconoclastas posteriores) el funeral por el cogito cartesiano en su
decisiva obra
The Concept of Mind,15
verdadera carta fundacioinal del conduc-
tismo filosfico. Pero ese paso ltimo hac ia el definitivo vaciamiento ontol-
gico de l sujeto, lejos de ser simple estacin trmino en el trayecto conceptual
del yo, se convirti en punto de partida de una profunda renovacin de la psi-
cologa, tanto filosfica como em prica.
a naturalizacin de la mente
Dice Ryle, al comienzo de la obra, ya clsica, antes citada:
Existe una doctrina acerca de la naturaleza y el lugar de la mente que tiene
tanto predicamento e ntre los estudiosos, e incluso entre los profanos, que
merece el calificativo d e teora oficial.
[ ]
La doctrina oficial, qu e procede
bsicamente de Descartes, viene a decir ms o m enos l o siguiente:
[ ]
todo
ser humano pose e un cuerpo y una m ente. Algunos preferiran decir que
todo ser humano es un cuerpo y una mente. Su cuerpo y su mente estn
normalmente comb inados en un todo, pero despus de la muerte d el cuerpo
su mente puede seguir existiendo y funcionando.
15. Londres, Hutchinson, 1949 (reedicin en Penguin Books, 1990).
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Cande1
Los cuerpos hum anos estn en e l espacio y s e hallan sujetos a las leyes
mecnicas que gobiernan todos los dems cuerpos en el espacio. Los
procesos y estados corporales pueden ser examinados por observadores
externos. As, la vida corporal de un hombre es un asunto pblico en igual
medida que las vidas de los animales y los reptiles e incluso que la
existencia de los rboles, los cristales y los planetas.
Pero las mentes no estn en el espacio ni sus operaciones se hallan sujetas
a las leyes mecnicas. El funcionamiento de una mente no es observable por
observadores ajenos; su existencia es privada. Slo puedo tener
conocim iento directo de los estados y procesos de mi propia mente. Cada
persona, pues, vive dos historias paralelas: una q ue consiste en lo que l e
ocurre a su cuerpo, otra que consiste en lo que ocu rre en su mente y con su
mente. La primera de esas vidas es pblica, la segunda, privada. Los
acontecimientos de la primera historia son acontecimientos del mundo
fsico, los de la segunda son acontecimientos d el mundo mental.
sta es, en sntesis, la teora oficial. A menudo me referir a ella,
exagerando deliberadamente, como el dogma del Espritu [Ghost]16 en la
Mquina*. Espero probar que es completamente falso, y no falso en
cuestiones de detalle, sino de principio. No es simplemente una
combinacin de errores parciales. Es un gran error, error de un gnero
especial. Es, en otras palabras, un error categorial [category-mistake].
Representa los hechos de la vida mental com o si pertenecieran a un tipo o
categora lgica o gam a de tipos o categoras), cuando en realidad
pertenecen a
otro diferente. El dogma es, por consiguiente, un mito
filosfico.
l
Qu es lo que Ryle entiende por error categoriab. l mismo da una
serie de ejemplos como el siguiente: si un nio que contempla el paso de un
desfile militar tras haber odo decir que lo que desfilar es la divisin nmero
tal, al ver pasar antes sus ojos grupos de soldados y armas que la gente llama
compaas, batallones, bateras, etc., pregunta:
Y
cundo va
a
pasar
la divisin?, la criatura incurre precisamente en ese tipo de error que el autor
llama bastante aristotlicamente, por cierto) categorial.
Es fcil deducir de ah que Ryle entiende que la contraposicin entre
mente y cuerpo efectuada por los filsofos dualistas
a l
Descartes
y
por la
filosofa cristiana en general) es una burda confusin consistente en poner en el
mismo plano ontolgico dos aspectos formales diferentes de un mismo objeto
material, con la consiguiente divisin de ste en dos objetos. Por desarrollar
16. El trmino ingls, ghost sugiere peyorativamente la nocin popular de espritu como
fantasma, espectro, etc.
17
Ibd.,
pp. 13y
15
de la edicin de 1990.
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un ejemplo m s sencillo, aducido por Aristteles al comienzo del
De anima 18
la confusin de la que hablam os sera aqulla en que incurrira quien a la vista
de un edificio dijera ver slo un montn de ladrillos y preguntara dnde estaba
la casa. La m ente, pues, segn Ryle, est con el cuerpo en una relacin an-
loga a la existente entre, pongamos, el funcionam iento de un motor y el con-
junto de las piezas que componen ste. El error de los dualistas consistira en
convertir en otras tantas substancias dos aspectos form almente diferentes de lo
que no sera sino una sola y m isma entidad material.
Com o veremos hacia el final de este artculo, la crtica de Ryle es esen-
cialmente atinada y se basa en una acertada comprensin del problema filos-
fico de fondo que plantea la reflexin sobre la mente. Com o lo es tambin el
enfoque de l tema por Wittgenstein. Al menos en la m edida en que rechaza los
planteamientos tradicionales y, muy particularmente, los del psicologismo
decimonnico. Pero lo cierto es que la terapia destinada a curar la bu limia
psicologista ha acabado degenerando, a mi modo de ver, en una especie de
anorexia reduccionista que seguram ente permite decir una vez m s aquello
de que ha sido peor el remedio que la enfermedad.
En primer lugar, el estricto conductismo filosfico nacido al socaire de la
obra de Ryle aboca el estudio de la mente a una circularidad. explicativa sin
salida, como han mostrado desde finales de los aos cincuenta sus crticos,
Donald Davidson entre ellos.lgAl pretender reducir toda descripcin de los lla-
mados estados mentales al anlisis del com portamiento socialmente obser-
vable se incurre en un crculo vicioso hermenutico entre,
l
menos, la carac-
terizacin de las
creencias
y la de los
deseos.
As, por ejemplo, la supuesta
creencia
de Pedro en una inm inente lluvia slo se puede identificar con su
accin de tomar el paraguas l salir de casa si se presupone sin fundam ento
conductual alguno) que Pedro
desea
evitar mojarse; de no ser as, la accin de
salir a la calle provisto de un paraguas podra identificarse con cualquier otra
creencia por ejemplo, que el paraguas puede resultar una buena arma defen-
siva en caso de un encuentro desagradable al atravesar ciertas calles donde sue-
len operar delincuentes). A la inversa, la interpretacin de esa m isma accin
de Pedro como plasmacin de su
deseo
de no m ojarse slo puede sostenerse
en la previa asuncin inverificable dentro de este planteamiento) de que Pedro
cree que va a llover.
18
e
un
1
1,403bl-10 .
19. En el nm ero 12 de sus Essays o n Actions and Events Oxford , Clarendon, 1980 1982),
p. 236), D avidson cuenta cmo, a raz de su participacin en un experimento destinado a estu-
diar ciertas condiciones del comportamiento racional humano, la incoherencia de los resultados
obtenidos si se los juzgaba con criterios conductistas) le impuls a abandonar de una vez por
todas esos planteamientos y, con ellos, la prctica de la psicologa experimen tal).
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Cande
Nada de extrao, pues, que el conductismo estricto desapareciera poco a
poco de la literatura dedicada al estudio de la mente. Desaparicin que hay que
circunscribir, sin embargo, a su forma cannica, tal como aqu se ha expuesto ,
pues en form a larvada o atenuada sigue presente en mayor o menor grado en
casi todos los tratamientos naturalistas del problema de la mente y, tal como
veremos, con razn).
Al emplear la expresin tratamiento naturalista en el prrafo prece-
dente hemos aludido al rasgo esencial de la filosofa contempornea de la
mente que permite distinguirla tanto de la antigua filosofa del nous que en su
mayora, desde Anaxgoras, contrapona mente y naturaleza) como de la
moderna filosofa del yo-sujeto . En efecto , el actual tratamiento
estndar del
problema de la mente o, como se formula otras veces, de la relacin
mente-cuerpo) se diferencia de los anteriores por partir del supuesto, al nienos
metodolgico pero tambin, casi siempre, ontolgico) de que la mente es una
realidad natural cuyo estudio es inseparable de la investigacin sobre el mundo
material. Tal com o lo form ula Galen Strawson:
Hay una cierta versin del monismo qu e es verdadera y
[...]
a pesar de toda
la variedad de l mundo, en algn sen tido fundamental hay slo una clase de
estofa.
[ ]
los sucesos mentales humanos son realizados ntegramente por
sucesos fsicos o son realizaciones de stos, en do nde realizar tiene un
sentido qu e tendr que analizarse.
[ ]
la teora de la evolucin da una
explicacin verdadera aunque hasta ahora incompleta) de la manera en que
seres como nosotros advinieron a la existencia en un mundo fsico existente
con anterioridad y [ ]
debemos adoptar un enfoque naturalista de la
cuestin de la naturaleza de la mente. En realidad, el trmino naturalismo
no es ms prec iso que los trminos fsico o m aterial. Lo nico que
implica realmente es el rechazo de cualquier cosa qu e se clasifique como
sobrenatural en relacin con una concepcin dada de lo natural. Pero no
conocemos los lmites d e lo natural.20
La ltima proposicin del pasaje anterior refleja la postura agnstica
agnsticamente materialista) del autor, postura no compartida por la m ayo-
ra de quienes hoy estudian la mente desde un punto de vista naturalista. En
general, un observador externo de la evolucin contempornea de los traba-
jos tericos en este cam po sacara la imp resin de que naturalismo e s
sinnimo de fisicismo reduccionista. No simplemente reduccionismo,
como suele decirse, porque ste puede practicarse en cualquiera de estos dos
sentidos: reduciendo lo fsico a lo m ental -como, en lneas generales, hacen
20.
Strawson,
G.,
Mental Reality Cambridge MS), The
MIT
Press, 1994 versin caste-
llana:
a
realidad mental Barcelona, Prensa Ibrica, 1997; pp. 19-20).
-
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El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
85
el idealismo y el empirismo radical- o reduciendo lo mental a lo fsico, que
es la tendencia predominante hoy en da.
Al decir reduccin nos referimos a una aparente equivalencia que, en rea-
lidad, opera en el sentido siguiente: se afirma la fusin de ambas entidades
equivalentes en una sola, a la vez que se niega toda realidad a las propiedades
de una de ellas en beneficio de las de la otra. En el caso que nos ocupa, lo que
se intenta habitualmente es mostrar que las propiedades especificamente men-
tales carecen de realidad (seran, segn eso, ilusiones) y que las nicas rea-
les son las propiedades
no mentales.
Paradjicamente, no son los au tores que
ms abiertamente propugnan la llamada teora de la identidad (en general,
los de la llamada escuela australiana) quienes incurren eri este
reduccio-
nismo de propiedades. As, por ejemplo,
J.J.C.
Sm art, en Sensations and Brain
Processes, dice simplemente:
Si el dolor es idntico a un estado
B
del cerebro, debe haber una
concomitancia entre los casos de dolor y los casos de estado cerebralB [. ]
As, una condicin necesaria de la identidad entre el dolor
y
el estado
cerebral es que las dos expresiones, tener dolor
y
hallarse en el estado
cerebral B , tengan la mism a extensin.21
Tener la misma extensin no equivale a tener la misma comprensin. No
slo eso: la identidad extensional no puede deducirse analticamente de la com -
prensin de ambos trminos, sino que son precisos criterios empricos que
acrediten la identidad:
Hemos sostenido que cualquier teora satisfactoria de la mente ha de adm itir
la posibilidad lgica de m entes sin cuerpo. [...] Si hay algo seguro en
filosofa, podemos tener por segu ro que [la proposicin] la mente es el
cerebro no e s una verdad lgicamente necesaria. C uand o Aristteles deca
que el cerebro no era m s qu e un rgano para refrigerar el cuerpo no se le
poda ciertam ente acusar de negar una verdad necesaria. Su error era de
ndole emp rica. As, si es verdad q ue la men te es el cerebro, habr q ue
encontrar un mode lo entre los enunciados d e identidad contingentes. [
]
Pero si la mente es el cerebro es un enunciado contingente, se sigue de
ah qu e ha d e ser posible dar explicaciones lgicam ente independientes (o,
alternativamente, definiciones ostensivas) del significado de las palabras
mente y cerebro .22
21. Sensations and Brain Processes, Philosophical Review 68 1959), 141-156.
22. Armstrong, D.M. A
Ma tenalist Theory of the Mind
Londres, Routledge, 1963 1993),
pp. 76-77.
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186 Miguel Cande1
De hecho es aqu donde se apoyan los dualistas residuales para defender
su posicin. Basndose en el reverso negativo del principio de identidad de
los indiscernibles, formulado por L e i b n i ~ , ~ ~lgunos autores, empezando por
Descartes en el
Discurso del mtodo,
construyen el siguiente argumento:
D I )
l Es posible que yo no tenga cuerpo duda metdica)
2
No es posible que yo no tenga mente evidencia del cogito)
3
Luego m i cuerpo y m i mente son distintos
El prop io Leibniz rechaza esa utilizacin de su principio argumentando
que en la primera premisa hay un paso implcito e ilegtimo) de la posibilidad
epistmica a la ontolgica, o de la duda a la negacin si dudo de mi cuerpo
es que no tengo cuerpo). No obstante, es posible reformular el argumento de
manera que se evite la equivocidad denunciada por Leibniz, a saber:
0 2 )
1. Es posible que yo sea una mente pero no tenga cuerpo
duda metdica)
2. Si la mente es idntica al cuerpo, necesariamente todo
que sea mente ser tambin cuerpo aplicacin de la teora de la
identidad de Saul K r i ~ k e ) ~ ~
3. Luego el cuerpo y la mente no son idnticosz5
Cabe asimismo la posibilidad, siguiendo a descarte^,^^ de formular esta
otra aplicacin del principio de identidad de Leibniz que tiene adems la
estructura de un silogismo aristotlico del modo
Cesare
de la segunda figura:
0 3 )
l
Ninguna mente es divisible
2. Todo cuerpo es divisible
3
Luego el cuerpo y la mente no son idnticos ning n
cuerpo es una mente)
El problema con todos estos argumentos es, tal como advierte Annstrong
en la obra arriba citada, el siguiente:
23. El principio de identidad de los indiscemibles establece que: si dos cosas son idnti-
cas, han de tener en comn todas sus propiedades; si negamos el consecuente, habremos de
hacer otro tanto con el antecedente: dos cosas que tengan siquiera una propiedad no comn han
de ser diferentes.
24. Kripke, S., Naming and Necessity, Carnbridge MS), Harvard University Press, 1972
1993), pp. 97-105.
25. Bealer,
G.,
Mental properties~, oum al of Philosophy 91 1994), pp. 185-208. El pro-
pio Bealer, sin embargo, considera el argumento no concluyente.
26. Meditaciones metajfsicas,meditacin sexta [33].
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El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
187
Si tiene sentido decir La m ente es el cerebro*, ha de ser posible tratar los
trminos mente y cerebro de la misma manera [que el enunciado El gen
es una molcula de
A N D D ~ ~ ] .
a palabra cerebro no plantea ningn
problema. Est claro que es posible explicar su significado de manera casi
ostensiva. El problema lo plantea la palabra men te . Q u explicacin
verbal o definicin ostensiva podemos dar de l significado de esta palabra
sin presuponer una toma de postura que nos aleje de la concepcin fisicista
del mundo?28
En efecto, aqu est el quid de la cuestin. Armstrong l o apunta, pero
acaba ignorando la fuerza de su propio argumento, al creer que es posible la
redefinicin de mente como el nexo causal entre los estmulos y las respues-
tas del organismo humano.29Redefinicin que le permite, sin dificultad alguna,
identificar ese nexo causal,
y
por tanto la m ente, con el sistema nervioso cen-
tral. Aqu es, en definitiva, donde volveremos a la hora de formular nuestra pro-
pia tesis l respecto.
Las posiciones de los partidarios de la teora de la identidad se endure-
cen hasta el extremo en el caso d e los llamados elirnitativistas (o, mejor, eli-
minacionistas).Esta corriente, representada paradigmticamente por los espo-
sos canadienses Patricia y Paul C h ~ r c h l a n d , ~ ~ostiene que, a travs del estudio
del cerebro
y
sus ramificaciones nerviosas con arreglo a modelos com putacio-
nales de tipo especial -no secuenciales, como en los ordenadores convencio-
nales, sino concebidos para trabajar en paralelo como las neuronas (procesa-
miento distribuido en paralelo, PDP)- es perfectamente factible obtener una
nueva visin d e los procesos m entales que permita eliminar el actual voca-
bulario m entalista, carente de rigor, y sustituirlo por otro, rigurosamente cien-
tfico, en que expresiones del tipo creo que , deseo que , correspondientes a
las llamadas actitudes proposicionales, cedern su lugar a descripciones pre-
cisas de la actividad de determinados grupos neuronales. Consideran esos auto-
res que, de la mism a manera que la teora geocntrica fue abandonada al des-
cubrirse que la tierra
y
los dems planetas orbitan en torno al sol, as tambin
lo que ellos llaman psicologa popular31 que conciben como una teora de
27. Es decir, se ha de poder explicar el significado de cada uno de los trminos de manera
lgicamente independiente como paso previo a determinar si se refieren a la misma cosa.
28. Armstrong,
Op. c it.,
p. 77.
29.
Ibd.,
p. 78.
30. Vase, del segundo, Scientijc Realism and the Plasticity of Mind, Cambridge (MS),
Cambndge University Press, 1979, y
The Engine of Reason, the Seat of the Soul,
Cambridge
(MS), The
MIT
Press, 1995; y de la primera,
Neurophilosophy: Toward a U ni jed Science of the
Mind-Brain,
Cambridge
M S ) ,
The MIT Press, 1986, y
The C omputational Brain
(con T.J.
Sej
nowski), Cambndge (MS), The M IT Press, 1992.
31. Que es, por cierto, el ttulo de la obra magna de W ilhelrn Wundt (1910), mximo exponente,
junto con W fiam James, de la psicologa introspectiva de finales del
XDL
y principios del XX.
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188 Migue l Cande1
la m ente implcita en nuestro uso lingstico convencional, quedar relegada
al ms absoluto olvido en cuanto tengamos listos los nuevos modelos descrip-
tivos neuro-com putacionales.
Se trata, obviamente, de un proyecto radical que supone una enorme sim-
plificacin del problema: no hay ya que esforzarse en buscar correlaciones
entre nuestras actitudes proposicionales y nuestras pautas de actividad neuro-
nal; basta con m ostrar cules son esas pautas y describirlas con lenguaje pura-
mente extensional de tercera persona, eliminando sin ms la teora implcita
en la expresin de actitudes proposicionales. Pero la simplificacin cae aqu
en el simplismo: el eliminacionismo topa con dificultades tan obvias com o la
de conciliar la determinacin ltima del significado en funcin del contexto
(en sentido amplio, no m eramente lingstico) con la unicidad y regulandad de
los procesos de excitacin neurona1 considerados en s m ismos, despojados de
toda descripcin m en ta l i ~ ta .~ ~or no hablar del problema que plantea eli-
minar de Pa jerga cientfica y filosfica trminos com o verdadero , falso , etc.
Pero el enfoque naturalista de la mente que seguramente cuenta con ms
adeptos es el llamado funcionalismo, cuya tesis principal, enunciada en su
momento por Jerry F ~ d o r , ~ ~s la siguiente: la distancia aparentemente insal-
vable que separa el lenguaje ordinario acerca de los procesos mentales y su
implcita teora de la mente, por un lado, y los complejos y an mal conocidos
procesos electroqumicos que tienen lugar en las fibras nerviosas del cerebro
y el sistema central, por otro lado, se reduce considerablemente si postulamos
la existencia de un eslabn intermedio, una especie de lenguaje de la mente34
capaz de traducir los distintos procesos fsicos que tienen lugar en el cerebro
humano a unos esquemas que senan las matrices de todas nuestras represen-
taciones y experiencias, incluida la comprensin y el uso del lenguaje. En rea-
lidad, ese eslabn intermedio desempeara la funcin que los programas o
aplicaciones informticas desempean en los ordenadores. Y de la m isma
manera que el usuario de un ordenador no ve el funcionam iento interno de
32. Ob jeciones de este tipo las plantea, por ejemplo, Davidson en relacin incluso con ver-
siones reduccionistas ms mod eradas, como la de Srnart, con su pretensin de que sea posible
descubrir leyes psicofsicas estrictas que establezcan correspondencias biyectivas entre procesos
neuronales y significados.
33. Vase su The Language of T hought
Scranton (PA), Thomas Y. Crowell, 1975 (versin
castellana: El lenguaje del pensamiento Madrid, Alianza Editorial, 1984); as mismo: Psycho-
semantics: The Problem of Meaning in the Philosophy of Mind
Cambridge (MS), The MIT
Press, 1987.
34. En la jerga especializada se lo designa, a imitacin de las denom inaciones de los idiomas
conocidos, con el nombre de mentals (lenguaje de la m ente). La h iptesis del mentals tiene uno
de sus puntos de apoyo en las teoras lingsticas de Noam C ho m se , con su postulado (anticipado
ya por los antiguos estoicos) de la existencia de una facultad innata y especfica del lenguaje.
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El
Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
189
su mquina, los flujos electromagnticos que circulan en e l interior de innu-
merables y enrevesados microcircuitos, sino slo la informacin grfica, inte-
ligible por l o ella, que aparece en la pantalla, as tambin ocurre de hecho
con nuestra actividad consciente: no tenemos la ms remota nocin de la
estructura y actividad electroqumica de nuestras neuronas, ni falta que nos
hace, para sentir emociones, entender y articular oraciones; esos estados men-
tales consisten en unas determinadas pautas o reglas de funcionamiento de
naturaleza relaciona1 algortmica, que manifiestan por s mismas cmo senti-
mos, pensamos, deseamos y nos expresamos; pautas que podran, adems,
darse de la manera que se dan con total independencia de cul sea el material
de que estn hechos los mecanismos materiales que utilizan, de la misma
manera que las reglas del ajedrez no dependen de si las piezas son de un
tamao absoluto u otro s cuenta, obviamente, el tamao relativo que pennita
distinguirlas) o de si estn hechas, por ejem plo, de madera, metal o plstico.
Lo cual abre, obviamente, un amplio campo a la investigacin en la llamada
inteligencia
artificial^ ^^
En efecto, el funcionalismo, al menos en la variante
defendida en sus primeros tiempos por P ~ t n a m ? ~ace suya una analoga segn
la cual la mente es al cerebro lo que el programa informtico el software) es
a la mquina que lo ejecuta el hardware). Las ventajas de este planteamiento
con respecto al eliminacionismo son evidentes:
a
Legitima al menos en la versin del funcionalismo propugnada por
Fodor) nuestro vocabulario mentalista tradicional, para el que nadie ha encon-
trado todava sustitutos aceptables sustitutos, por ejemplo, que superen ese
vocabulario en flexibilidad y econom a de recursos).
b
No elimina datos del problema para facilitarse la solucin, como hace
el eliminacionismo
y,
en parte, tambin el conductismo.
c )
Admite y subraya, frente al ep if e n ~ m en is m o ,~ ~l papel causal de los
estados mentales, sin echarse en brazos del dualismo aunque algn funciona-
lista atpico, como David
J.
Chalmers, sostiene posturas que rozan el dualismo).
35. La investigacin en es te campo fu e iniciada por quien hasta hace poco, al menos, era
su figura ms seera y su apstol ms entusiasta, Marvin M insky, quiene en colaboracin con
John McCarthy puso en marcha en 1959 el Proyecto de inteligencia artificial del M.I.T. Un ao
ms tarde, Hilary Putnarn publicaba su cleb re artculo Minds and Machines Mentes y mqui-
nas ) , verdadero manifiesto inaugural del fun cionalismo computacionista.
36.
Quien luego, sin embarg o, cantara la palinodia retractndose de sus tesis funcionalis-
tas en obras como Representation and Reality Cambndge MS), The MIT Press, 1988) .
37. Son epifeno men istas aquellas teoras de lo mental qu e niegan a los es tados mentales,
en cuanto tales, cualquier poder causal sobre nuestros actos, reservando dicho poder en exclusiva
para los procesos fsico-qumicos de nuestro cuerpo , respecto d e los cuales lo mental es un sim-
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Miguel Candel
Claro es que hay autores en la periferia del funcionalismo, como el muy
prolfico Daniel Dennett,38 los que podramos llamar eliminacionistas con
piel de func iona lis tas ~ . n efecto, proponiendo aparentemente caminos para
establecer un algoritmo que permita pasar sin prdida de grupos de cone-
xiones neuronales a hechos de conciencia, acaban negando la existencia de sta
como tal, con sus propiedades experienciales,su peculiar contenido cualita-
tivo los qualia omo se dice en la jerga especializada), que cualquiera ve,
intuitivamente, que no puede sustituirse por descripciones externas al sujeto
consciente, como a ningn ciego puede sustitursele la experiencia visual de
una puesta de sol mediante la lectura de descripciones literarias del ocaso. Den-
nett, concretamente, habla en los ltimos tiempos de heterofenomenologa
como mtodo de anlisis objetivo de la e ~ p e r i e n c i a . ~ ~
Com o seala con especial agudeza John R. Searle en su crtica del fun-
cionalismo, especialmente en su versin computacionista conocida como Pro-
grama fuerte de inteligencia artificial abreviado,
I
fuerte), el hecho de
seguir fielmente las instrucciones de un programa para el manejo de los signos
de un lenguaje no equivale en absoluto a entender dicho lenguaje. El argu-
mento empleado a tal fin por Searle ha alcanzado gran notoriedad y se lo
conoce com o la Habitacin China. En sntesis: el propio Searle estara dis-
puesto a someterse al experimento de responder con ideogramas chinos a pre-
guntas formuladas por el mismo medio, a condicin de disponer de unas tablas
que correlacionaran todas las preguntas posibles con las posibles respuestas;
salvo error accidental, Searle funcionara perfectamente como interlocutor
de una comunicacin en chino, slo que, segn confesin propia, Searle no
sabe una palabra de chino. En sus propias palabras:
La tesis de la IA fuerte no es que un computador pueda generar o tener
estados mentales como propiedades emergentes:O sino que el programa
realizado por si mismo es constitutivo de poseer una mente; que poseer
ple acompaamiento o sombra de la verdadera actividad, que es la corprea. Suele, por ello,
recibir tambin el nombre de
paralelismopsicofsico.
Una versin extrema, aunque no exenta de
fecundidad terica, de esta concepcin sera la clebre doctrina leibniziana de la
armona prees-
tablecida.
38.
Vase sobre todo: Consciousness Explained Boston, Little, Brown Co., 1991 ver-
sin castellana: a conciencia explicada: una teora interdisciplinar Barcelona, Paids, 1995).
39. Una brillante exposicin de este mtodo por el propio Dennett tuvo lugar en la Facul-
tad de Filosofa de la
U
en el primer semestre de
2001
organizada por el grupo de investiga-
cin en filosofa del lenguaje y ciencia cognitiva LOGOS, dirigido por el profesor Manuel Gar-
ca Carpintero.
40. Se suelen llaman emergentes aquellas propiedades adquiridas por o manifestadas
en) un objeto como consecuencia de sufrir ste una serie de cambios ninguno de los cuales, por
separado, permite predecir la aparicin de alguna de) esas propiedades.
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El Conocimiento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
191
una mente consiste en eso. El programa realizado por
s
mismo garantiza
la vida mental. Esa es la tesis qu e el argumento de la Habitacin China
refuta. La refutacin nos recuerda que el programa est definido en trminos
puramente sintcticos y qu e la sintaxis, por s misma, n o basta para
garantizar la presencia de contenido mental, semn tico.
[
]
Eri cualquier
caso, a estas alturas me parece q ue el argumento d e la Habitacin C hina
concede demasiado a la I fuerte, pues concede al menos qu e la teora e s
falsa. Ahora pienso que e s incoherente. H e aqu por qu. Pregntese cul es
la razn por la que la mquina con la que estoy escribiendo ahora hace q ue
sus operaciones sean sintcticas o simblicas. En lo que respecta a su fsica,
esa mquina no es sino un circuito electrnico muy complejo. El hecho que
convierte sus impulsos elctricos en simblicos pertenece a la m isma clase
de hechos que convierten en smbolos las marcas d e tinta estampadas en las
pginas d e u n libro: nosotros hemos diseado,
impreso y
manufacturado esos sistemas: por eso vodemos tratar Y usar esas cosas
com o smbolos. En una palabra, la sintaxis no es intrnseca a la fsica del
sistema, sino que est en el ojo del observador. Salvo en los pocos casos de
agentes conscientes que proceden a una computacin sumando 2 2 para
obtener
4,
por ejemplo), la computacin no es un proceso intrnseco a la
naturaleza, como lo son, en cambio, la digestin o la fotosntesis, sino que
existe slo en relacin con algn agente que da una interpretacin
computacional a la fsica. De m odo qu e la computacin no es intrnseca a
la naturaleza, s ino que es relativa al observador o al usuario.41
El
conocimiento de
l
mente presupone
la
mente
La segunda parte del pasaje de Searle arriba citado da la clave para enten-
der dnde reside el verdadero problema de la filosofa de la mente: en su insos-
layable carcter
autorreferente
En efecto, el conocimiento de la mente geni-
tivo objetivo) slo puede ser conocimiento de la mente genitivo subjetivo).
Dicho sin retrucano: slo la mente puede conocer la mente. Pero, a la vez, no
puede conocerse como tal. Es esa circularidad de la que no podemos salir la
que convierte en misterio un fenmeno natural como sin duda es la actividad
cognoscitiva. De hecho, es se el
nico m isterio
con el que topa la filosofa la
ciencia, propiamente, no topa con l: pasa a su lado, porque de entrada
y
por
principio no busca vivencias sino evidencias: stas, aunque slo se presentan
a la conciencia, pueden observarse haciendo abstraccin del observador; las
vivencias, contenido directo de la conciencia, slo pueden vivirse, y la filoso-
fa debe ocuparse tambin de ellas, porque la filosofa no sera fiel a s misma
si dejara de entrada algo fuera de la rbita de sus intereses).
41. John R. Searle, heMystery of Consciousness Nueva York, The New Review of Books,
1997,
pp.
26-27 de la versin castellana: El misterio de la conciencia Barcelona, Paids, 2000.
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192 Miguel Cande1
Digo que la naturaleza y funcin de la mente es el nico
misterio na tu-
ral porque es el nico fenmeno de la naturaleza que no podemos observar con
naturalidad, es decir, con perspectiva: no hay perspectiva posible para obser-
var -desde el nico observatorio posible, que es la mente- la mente en ejerci-
cio; al menos si lo que se qu iere observar realmente es su ejercicio y no sim-
plemente las condiciones materiales de ste. Y aqu la diferencia entre
observacin desde fuera y observacin desde dentro introspeccin) es
finalmente irrelevante. La observacin externa slo puede descubrir, en el
mejor de los casos, el funcionam iento sensorialmente perceptible de la micro-
estructura material en que se realiza la actividad mental; en el peor d e los
casos, se ha de limitar a registrar el comportamiento macroscpico del
cuerpo. Pero la introspeccin, aunque capta y registra sin duda todo el cm ulo
de experiencias vividas que constituyen el flujo de cada conciencia individual,
no es menos ignorante acerca de la estructura profunda, la tramoya de ese
espectculo que desfila ante ella sin mostrar nada m s que una superficie feno-
mnica tras la que suponemos la presencia de objetos independientes de nues-
tra observacin a la vez que nos reconocemos incapaces de concebirlos si no es
como potencialmente observables.
Y es que, en el fondo, como seala Roger
Penrose en sus escritos sobre la mente,42 uestra ignorancia sobre la naturaleza
de la mente es indisociable de nuestra ignorancia sobre la naturaleza profunda
de la m ateria, naturaleza que no se deja apresar sin ms en las frmulas mate-
mticas de la fsica newtoniana o einsteiniana.
Porque eso es as, es decir, porque la introspeccin nos deja en el fondo
tan insatisfechos como la observacin externa, la filosofa contempornea de
la mente, bajo la gua de Wittgenstein y de los psiclogos conductistas, ha sido
predom inantemente externalista, ya que en ese enfoque la filosofa parece
contar al menos con la com paa de la ciencia y compartir con ella sus gozos
y, sobre todo, sus penas. En ltimo trmino, podra pensarse en un reparto del
trabajo entre ciencia y filosofa que asignara a aqulla la tarea de observar
desde fuera la plasmacin neurofisiolgica de la actividad mental
y a sta
una tarea introspectiva de registro
y
anlisis de experiencias mentales.
Pero eso sera renunciar lisa y llanamente a hacer filosofa de la mente
y sustituir sta por un hfi rid o de neurociencia m s o menos rigurosa y psi-
colog a descriptiva totalmente carente de rigor. Mie ntras el cientfico se
dedicara a buscar la frmula de la sopa renunciando de entrada -segn el
dicho de Einstein- a que dicha frmula supiera ella misma a sopa, el fil-
42. Penrose, R., The Emperor s New Mind, Oxford, Oxford University Press, 1989 versin
cast.:
La nueva mente del emperador, Madrid, Mondadori, 1991); Shadows of the Mind, Oxford,
Oxford Un iversity Press, 1994.
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El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
93
sofo se entregara a saborear distintos tipos d e sopa para tratar de descubrir
qu relaciones guardan entre ellos y si participan o no de una misma sopa
universal.
Pero tanto la frmula de la sopa como su sabor son objetos de la m ente, no
la mente misma. Ahora bien, acaso es posible investigar la mente misma? Los
antiguos neoplatnicos y otros muchos filsofos posteriores, como D escartes,
pensaron que esa investigacin poda llevarse a cabo sin esfuerzo porque ella, el
nofis era transparente a su propia mirada. Muchos contemporneos se dejan
engaar por una imagen especular de ese mismo espejismo: la mente, como para
los neoplatnicos, se identifica con su objeto,
l
menos cuando ese objeto es el
sistema nervioso central o el programa con arreglo el cual funciona. Para
aqullos, la mente absorbe el objeto; para stos, el objeto absorbe la mente. El
resultado es en ambos casos el mismo: una pretendida transparencia de la mente
a s misma que en realidad es la autodisolucin de lo mental.
Porque la mente no es nada ms (ni nada menos) que la referencia de ese
insignificante pronom bre de primera persona desde cuyo punto de vista senti-
mos, deseamos, pensamos y hablamos. Referencia, por cierto,
que no tiene ubi-
cacin en n inguno de los fenmenos de la experiencia, ni externa ni interna,
por lo cual no m erece siquiera el nombre de referencia. Referencia que, aun-
que la haya, cambia constantemente de asiento en el curso de un dilogo. Refe-
rencia que remite siem pre, en ltimo trmino, a algo que est m is all de nues-
tro estado psicolgico de cada momento, a un trasfondo que ni siquiera est
todo l dado, realizado en el pretrito y el presente, sino que incluye la posi-
bilidad y el futuro . Referencia, en fin, que parece circunscribirse al espacio del
cuerpo de quien habla pero que en realidad se extiende a todos los espacios
que el hab lante ocupa, ocup y ocupar y que, por tanto, habita con ms pro-
piedad en el tiempo, un tiempo sin lmites definidos.
Eso y no otra cosa es la m ente, al men os la m ente hum ana.43 Por
supuesto, ese centro de perspectiva est c o n ~ t i t u i d o ~ ~or una base material
(un cuerpo y, ms precisamente, dentro de l, un cerebro con todas sus rami-
ficaciones n erviosas). Pero la relacin de constitucin es asim trica y no
43. En los anim ales, al menos en los mamferos, es ms qu e probable q ue no falte tampoco
un centro de perspectiva en tom o al cual se organice la experiencia. Pero en el ser human o ese
centro puede a su vez simbolizarse y convertirse en obje to de atencin por s mismo, hecha abs-
traccin de la experiencia: es este
yo
totalmente explcito el que Lynne
R.
Baker considera pro-
piamente c entro de perspectiva d e primera personan (vase su
Persons and B odies
Cambndge,
Cam bridge University Press,
2000 .
44. En el elaborado sentido de constitucin expuesto en el libro de L.R. Baker mencio-
nado en la nota anterior, acepcin qu e incluye no slo las propiedades intrnsecas d el material
constituyente, sino tamb in su s propiedades relacionales.
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194
Miguel
andel
debe confundirse con la relacin de identidad . As, pues, la perspectiva d e
primera persona est constituida en cada caso por un cuerpo pero no se iden
tifica
con l.
Esto nos lleva de la mano al pasaje de la ob ra de David Armstrong citado
ms arriba, donde reconoce que no parece posible explicar el trmino 'mente'
sin recurrir a expresiones especficamente m entales : Q u explicacin ver-
bal o definicin ostensiva podem os dar del significado de esta palabra sin
presuponer una tom a de postura que nos aleje de la concepcin fisicista del
mundo? En efecto, ms all de afirmar que est constituida por tal o cual sus-
trato material, con el cual no se identifica sin m s, nada significativo podemos
aadir. Salvo, quiz, una cosa: que el centro reflejo de perspectiva que abre-
viadamente llamam os
yo
es esencialmente un
nudo de relaciones.
la rela-
cin, como dice Aristteles, es la categona ms alejada de la substancia. Una
concepcin, pues, de la mente com o entramado de relaciones no precisa aadir
nada substancial, ni siquiera cualitativo, al m aterial constituyente (de natura-
leza neurona1 o de cualquiera otra, con tal de que sea capaz de soportar aque-
llas determinadas relacione^).^^
Desde este punto de vista, la hip tesis funcio-
nalista de un nivel intermedio entre soporte fsico y estados m entales resulta
superflua. Pero tambin resulta desencaminada, en parte al menos, la crtica de
Searle a la idea funcionalista de que la mente es el programa que ejecuta el
cerebro. Esto ltimo es inadm isible si se entiende por programa lo que suele
entenderse en informtica: un algoritmo que permite e jecutar ciertas operacio-
nes en un determinado orden con vistas a obtener unos resultados computables
(es decir, previsibles). Pero no lo es tanto si se entiende como un conjunto
abierto de operaciones de diversa ndole que incluyen particularmente eso que
vivimos como experiencia.No hace falta ningn nivel intermedio de tipo algo-
rtmico para exp licar los procesos mentales como constituidos por procesos
neuronales. El problema que le planteaba a Armstrong la asimetra en la defi-
nicin , respectivamente, de 'cerebro' y 'mente' no es tal problema, es precisa-
mente la va de solucin: la mente es un determinado cmulo de relaciones que
el cerebro puede establecer dentro de s, con el resto del cuerpo y, a travs de
ste, con e l mundo exterior. Es lgico que haya asimetra entre el concepto de
un rgano
y
el de su funcin.
45
No hay motivo para rechazar la posibilidad de construir artificialmente verdaderas inte-
ligencias: si la evolucin ciega lo ha hecho, por qu no h ab na d e poder hacerlo una estrategia
consciente?
o
que o curre es que, hoy por hoy, lo qu e se sabe sobre el funcionamiento de las neu-
ronas y sus asociaciones e s una nfima parte d e lo qu e debenam os saber para reproducir, incluso
con otros materiales, todas las relaciones constitutivas de un hecho experiencial. Adems, con
toda seguridad, esas relaciones form arn un con junto abierto, no computable, sin lo cual parece
inconcebible el aprendizaje.
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El Conocim iento de la Mente: Paradojas de un rgimen preposicional reversible
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Por qu insisto en el aspecto relacional? Porque slo una relacin se
puede superponer a cualquier tipo d e realidad material sin aadirle materia-
lidad, requisito imprescindible para no recaer en e l dualismo, del tipo que sea
muchos autores contemporneos, en efecto, huyendo del dualismo de subs-
tancias, caen en el dualismo de atributos o propiedades, o hablan de propie-
dades emergentes , lo que , en coincidencia con Colin M ~ G i n n ~ ~Thomas
Nage1,47 considero una forma subrepticia de dualismo ontolgico por etapas
o, peor incluso, de creacionismo). De
ah
el fondo de verdad que creo hay
que reconocerle al conductismo, sobre todo en su vertiente crtica de las con-
cepciones substancialistas de la mente.
Pod na parecer que las relaciones tienen tan poca entidad intrnseca en
principio, ninguna) que reducir la mente a un conjunto de ellas es tanto com o
recaer en el ep ifenomenismo. A esto hay que responder.que la asimetra subs-
tan cid cu alid ad relacin ha sido exagerada por la tradicin esencialista-
fixista que arranca de Platn o de una cierta interpretacin dominante de su
filosofa). En realidad creo que la substancia de la substancia ha d e consi-
derarse ella misma relacional: lo es, si nos atenemos a la concepcin hile-
mrfica aristotlica d e las substancias materiales, en lo q ue respecta a la
materia, que es pura relacionalidad espacio-temporal, y de manera algo dife-
rente en lo que respecta a la forma, que es estructura ordenada y, por tanto,
expresable como un conjunto de relaciones de orden entre los elementos
estructurales. Segn esto, la matriz del sistema categorial de Aristteles sera
en realidad la relacin, pues todas las dems categoras se
puieden definir a
partir de e lla.
Vista as, la asimetra mente-cuerpo resulta mucho m enos escandalosa, y
se hace mucho ms fcil encontrarle acom odo a la mente en una metafsica
monista no idealista.
D e todos m odos, siendo la mente el yo, sujeto ltimo de toda represen-
tacin, centro de perspectiva del que no podemos abdicar por ms que recu-
rramos a subterfugios infantiles como intentar traducir todo nuestro lenguaje
mental a expresiones en tercera no hay miedo de que lo mental
aparezca en competencia con lo material a la hora de explicar los hechos del
46. McGinn, C., Can We Solve the Mind-Body Problem? , Mind 98 (1989).
47. Nagel,
T.,
Panpsychism , en:
Mortal Q uestions
Cambridge, Cambridge University
Press, 1979.
48.
Es infantil en sentido literal, pues son los nios los nicos humanos que, antes de
aprender el uso de los pronombres personales, se refieren espontneamente (no aviesamente,
como ciertos filsofos) a s mismos mediante un sujeto nominal y un verbo en tercera persona.
Pero, por supuesto, si se ven a s mismos en tercera persona es porque, aun antes de dominar
la expresin verbal correspondiente,estn ya
si tuados en
la primera.
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96 Miguel Cande
mundo en los que intervenimos los hum anos. Porque como dice Wittgens-
tein en la proposicin 5 641 del Tractatus
Existe pues realmente un sentido en el que en filosofa puede tratarse no-
psicolgicamente del yo. E l yo entra en l a filosofa por e l hecho de que el
mund o es mi mundo. El yo filosfico no es el hombre ni el cuerpo
humano ni el alma humana de la que trata la psicologa sino el sujeto
metafsico el lmite; no una parte del mundo.
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NORMATIVA PARA LA COLA BORACIN EN C ON VIVIUM
A)
Normas generales sobre los trabajos, su recepcin
y
publicacin:
1. CO NV IVIUM publicar tres tipos de trabajos: estudios, notas o discu-
siones y reseas. stos podrn estar escritos en cualquiera de las lenguas
latinas, en ingls o en alemn.
2. Los autores de las colaboraciones debern enviar a la redaccin de la Revista
-o a cualquiera de los miembros de su Com it de Redaccin- dos copias de
su trabajo escrito pulcramente a mquina en hojas de tamal10 DIN-A 4 por
una sola cara, con buen m argen, con interlineacin a doble espacio, y de una
extensin que no sobrepase, en general, las 35 pginas (o sea, alrededor de
las 14.000 palabras si la redaccin es en castellano); adems, grabado en un
disquete; sistem as: Word 95 o posteriores.
3 Cu ando el trabajo sea del tipo estud io, el autor incluir un resumen del
mismo que no exceda de las 150 palabras y que se publicar precediendo al
cuerpo del artculo.
4- Junto con las 2
cop ias del original de su trabajo, los autores enviarn a la
Redaccin los datos relativos a sus titulaciones acadmicas, cargos y docen-
cia -si los hubiere-, direccin actual y n. de telfono.
5
En cuanto obre en su poder un trabajo, la Redaccin notificar a su autor la
recepcin del mismo.
6 Los originales recibidos no sern devueltos, pero la R edacci'n se reserva el
derecho de acep tarlos o no en orden a su efectiva publicacin segn su con-
veniencia y oportunidad para cad a nme ro de la Revista. Con este fin, al
recibir cada trabajo, la R edaccin encargar a dos lectores o revisores cuali-
ficados e independientes que enjuicien los m ritos del m ismo.
7
En el caso que, cumplidos los anteriores requisitos, un trabajo vaya a formar
parte de uno de los nm eros de la Rev ista, la Redaccin notificar a su au tor
la fecha p revisible de su publicacin.
8 La R edaccin no se solidarizar en ningn caso con las opiniones expuestas
en los trabajos que en la Revista se publiquen, y sobre este particular no m an-
tendr correspondencia de ningn gnero.
9. Los autores recibirn gratuitamente 20 separatas de los trabajos del tipo estu-
dio, 10 de las notas o discusiones y 5 d e las reseas.
B Normas especzjicas sobre presentacin de origina les
10. Para una mayor claridad expositiva, se aconseja el uso de suficientes divi-
siones y apartados en el texto.
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198 Miguel Cande1
Para las citas muy largas que se incluyan en el texto se aconseja emplear
prrafos en letra pequea, particularidad que se indicar para la imprenta
poniendo una lnea vertical, a lo largo de toda la extensin de la cita, en
el margen izquierdo.
Toda abreviatura, a s como toda referencia textual o bibliogrfica, deber
figurar como nota al pie de pgina.
En el caso de texto o trminios griegos, estos habrn de ir trasliterados segn
los convencionales al uso.
Las llamadas a las notas a pie de pgina se escribirn en el texto del cuerpo
del trabajo con sucesivos nmeros volados y sin parntesis. El contenido de
las notas a que tales nmeros remitirn se dar a la Redaccin en pginas
especiales que vayan al final de cada trabajo, procurando que su numeracin
corresponda exactamen te con la de las respectivas llamadas.
En las notas a pie de pgina, las citas debern ser completas y exactas; se las
redactar del siguiente modo:
Para libros: Apellido s) del autor, iniciales de su nombre, ttulo del libro
subrayado lugar de la edicin , editorial, ao de la edicin, pgina o pgi-
nas citadas.
Para citar artculos de revista: Apellido s) del autor, iniciales de su nombre,
ttulo entre comillas del artculo, nombre de la revista subrayado nmero
del volum en, ao entre parntesis, paginacin del artculo o nm ero s) de
la s) concretamente citada s).
Se usarn las com illas para citas de textos -cualquiera que sea el idioma en
que se hagan- y para los trminos empleados en sentido poco frecuente o con
intencin especial. La letra cursiva, que se indicar para la imprenta mediante
subrayado, se reservar para destacar dentro del texto determinadas palabras
o frases y tambin vocablos extranjeros.
Las listas bibliogrficas qu e se juzgue preciso o conveniente adjuntar irn
ordenadas alfabticamente por autores y, si es posible, repartidas en seccio-
nes segn los temas o materias.
Las instrucciones especiales para el impresor debern encerrarse en crculos
puestos al margen, a ser posible con una grafa que se destaque por su color.
Los originales que no se ajusten del todo a estas normas, supuesto que la
Redaccin los estime publicables, quedarn expuestos a graves retrasos de
publicacin; pero, si se le pide al autor que los enmiende conforme a estas
normas, no ser sobre los ya enviados por l, sino que la Redaccin habr de
recibir nuevo ejemplar doble del original as enmendado, La Redaccin slo
man tendr correo de ida
y
vuelta para las pruebas d e imprenta, no para que
se co m jan originales defectuosos segn los presentes requisitos.
Cfr. supra:
2)
acerca del envo en soporte informtica: Word 95 o SS.