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Documentos 8 Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración Dominus Iesus sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia Cristo, el Salvador Cristo, el Salvador

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Page 1: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

Documentos8Congregación para la Doctrina de la Fe

Declaración

Dominus Iesussobre la unicidad y la universalidad salvífica

de Jesucristo y de la Iglesia

Congregación para la Doctrina de la Fe

Declaración

Dominus Iesussobre la unicidad y la universalidad salvífica

de Jesucristo y de la Iglesia

Cristo, el SalvadorCristo, el Salvador

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1. El Señor Jesús, antes de as-cender al cielo, confió a susdiscípulos el mandato deanunciar el Evangelio al mun-do entero y de bautizar a todaslas naciones: Id al mundo en-tero y proclamad el Evangelioa toda la creación. El quecrea y se bautice, se salvará;el que se resista a creer, serácondenado (Mc 16,15-16);Me ha sido dado todo poderen el cielo y en la tierra. Id,pues, y haced discípulos a to-das las gentes bautizándolasen el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo, yenseñándoles a guardar todolo que os he mandado. Y heaquí que yo estoy con voso-tros todos los días hasta el findel mundo (Mt 28,18-20; cf.también Lc 24,46-48; Jn17,18; 20,21; Hch 1,8).

La misión universal de laIglesia nace del mandato deJesucristo y se cumple en elcurso de los siglos en la pro-clamación del misterio deDios, Padre, Hijo y EspírituSanto, y del misterio de la en-carnación del Hijo, comoevento de salvación para to-da la Humanidad. Es éste elcontenido fundamental de laprofesión de fe cristiana:Creo en un solo Dios, Padretodopoderoso, Creador decielo y tierra [...] Creo en un

solo Señor, Jesucristo, Hijoúnico de Dios, nacido del Pa-dre antes de todos los siglos:Dios de Dios, Luz de Luz,Dios verdadero de Dios ver-dadero, engendrado, no cre-ado, consustancial con el Pa-dre, por quien todo fue hecho;que por nosotros los hombresy por nuestra salvación bajódel cielo, y por obra del Es-píritu Santo se encarnó deMaría, la Virgen, y se hizohombre; y por nuestra causafue crucificado en tiempos dePoncio Pilato: padeció y fuesepultado, y resucitó al ter-cer día según las Escrituras,y subió al cielo, y está senta-do a la derecha del Padre; yde nuevo vendrá con gloriapara juzgar a vivos y muer-tos, y su reino no tendrá fin.Creo en el Espíritu Santo, Se-ñor y dador de vida, que pro-cede del Padre, que con elPadre y el Hijo recibe unamisma adoración y gloria, yque habló por los profetas.Creo en la Iglesia, que es una,santa, católica y apostólica.Confieso que hay un soloBautismo para el perdón delos pecados. Espero la resu-rrección de los muertos y lavida del mundo futuro1.

2. La Iglesia, en el cursode los siglos, ha proclamado ytestimoniado con fidelidad el

Evangelio de Jesús. Al finaldel segundo milenio, sin em-bargo, esta misión está toda-vía lejos de su cumplimien-to2. Por eso, hoy más que nun-ca, es actual el grito del após-tol Pablo sobre el compro-miso misionero de cada bau-tizado: Predicar el Evangeliono es para mí ningún motivode gloria; es más bien un de-ber que me incumbe. Y ¡ay demí si no predicara el Evan-gelio! (1 Co 9,16). Eso expli-ca la particular atención queel Magisterio ha dedicado amotivar y a sostener la misiónevangelizadora de la Iglesia,sobre todo en relación con lastradiciones religiosas delmundo3.

Teniendo en cuenta los va-lores que éstas testimonian yofrecen a la Humanidad, conuna actitud abierta y positiva,la Declaración conciliar so-bre la relación de la Iglesiacon las religiones no cristia-nas afirma: La Iglesia católi-ca no rechaza nada de lo queen estas religiones hay desanto y verdadero. Conside-ra con sincero respeto los mo-dos de obrar y de vivir, lospreceptos y las doctrinas, que,por más que discrepen en mu-cho de lo que ella profesa yenseña, no pocas veces refle-jan un destello de aquella

Verdad que ilumina a todoslos hombres4. Prosiguiendoen esta línea, el compromisoeclesial de anunciar a Jesu-cristo, el Camino, la Verdady la Vida (Jn 14,6), se sirvehoy también de la práctica deldiálogo interreligioso, queciertamente no sustituye, si-no que acompaña la missio adgentes, en virtud de aquelmisterio de unidad, del cualderiva que todos los hombresy mujeres que son salvadosparticipan, aunque en modosdiferentes, del mismo miste-rio de salvación en Jesucris-to por medio de su Espíritu5.Dicho diálogo, que forma par-te de la misión evangelizado-ra de la Iglesia6, comporta unaactitud de comprensión y unarelación de conocimiento re-cíproco y de mutuo enrique-cimiento, en la obediencia ala verdad y en el respeto de lalibertad7.

3. En la práctica y profun-dización teórica del diálogoentre la fe cristiana y las otrastradiciones religiosas, surgencuestiones nuevas, las cualesse trata de afrontar recorrien-do nuevas pistas de búsque-da, adelantando propuestas ysugiriendo comportamientos,que necesitan un cuidadosodiscernimiento. En esta bús-queda, la presente Declara-

Declaración Dominus Iesus 3

La Iglesiaen el curso

de los siglos,ha proclamadoy testimoniadocon fidelidad el Evangelio

de Jesús. Al final

del segundomilenio,

sin embargo,esta misiónestá todavíalejos de su

cumplimiento

ΑΩ

IntroducciónIntroducción

El Santo Padre Juan Pablo II,

en la audiencia del día 16 de

junio del año 2000, concedida

al Prefecto de la Congregación

para la Doctrina de la Fe,

Cardenal Joseph Ratzinger,

ratificó y confirmó, con ciencia

cierta y con su autoridad

apostólica, la Declaración

Dominus Iesus sobre la

unicidad y la universalidad

salvífica de Jesús y de la

Iglesia, y ordenó esta

Declaración, cuyo texto integro

Alfa y Omega ofrece a sus

lectores La Última Cena. Sant´ Angelo in Formis. Campania, Italia (siglo XI)

Page 4: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

ción interviene para llamar laatención de los obispos, delos teólogos y de todos los fie-les católicos sobre algunoscontenidos doctrinales im-prescindibles, que puedanayudar a que la reflexión teo-lógica madure solucionesconformes al dato de la fe,que respondan a las urgenciasculturales contemporáneas.

El lenguaje expositivo dela Declaración responde a sufinalidad, que no es la de tra-tar en modo orgánico la pro-blemática relativa a la unici-dad y universalidad salvíficadel misterio de Jesucristo yde la Iglesia, ni el proponersoluciones a las cuestionesteológicas libremente dispu-tadas, sino la de exponer nue-vamente la doctrina de la fecatólica al respecto. Al mis-mo tiempo, la Declaraciónquiere indicar algunos pro-blemas fundamentales quequedan abiertos para ulterio-res profundizaciones, y con-futar determinadas posicio-nes erróneas o ambiguas. Poreso el texto retoma la doctri-na enseñada en documentosprecedentes del Magisterio,con la intención de corroborarlas verdades que forman par-te del patrimonio de la fe de laIglesia.

4. El perenne anuncio mi-sionero de la Iglesia es pues-to hoy en peligro por teoríasde tipo relativista, que tratande justificar el pluralismo re-ligioso, no sólo de facto , sinotambién de iure (o de princi-pio). En consecuencia, se re-tienen superadas, por ejem-plo, verdades tales como elcarácter definitivo y comple-to de la revelación de Jesu-cristo, la naturaleza de la fecristiana con respecto a lacreencia en las otra religio-nes, el carácter inspirado delos libros de la Sagrada Es-critura, la unidad personal en-tre el Verbo eterno y Jesús deNazaret, la unidad entre laeconomía del Verbo encarna-do y del Espíritu Santo, launicidad y la universalidadsalvífica del misterio de Je-sucristo, la mediación salví-fica universal de la Iglesia, lainseparabilidad –aun en ladistinción– entre el Reino deDios, el Reino de Cristo y laIglesia, la subsistencia en laIglesia católica de la únicaIglesia de Cristo.

Las raíces de estas afirma-ciones hay que buscarlas enalgunos presupuestos, ya seande naturaleza filosófica oteológica, que obstaculizan lainteligencia y la acogida de laverdad revelada. Se puedenseñalar algunos: la convicciónde la inaferrablilidad y la ine-

fabilidad de la verdad divina,ni siquiera por parte de la re-velación cristiana; la actitudrelativista con relación a laverdad, en virtud de lo cualaquello que es verdad para al-gunos no lo es para otros; lacontraposición radical entrela mentalidad lógica atribuidaa Occidente y la mentalidadsimbólica atribuida a Orien-te; el subjetivismo de quien,considerando la razón comoúnica fuente de conocimiento,se hace incapaz de levantarla mirada hacia lo alto paraatreverse a alcanzar la ver-dad del ser8; la dificultad decomprender y acoger en laHistoria la presencia de even-tos definitivos y escatológi-cos; el vaciamiento metafísi-co del evento de la encarna-ción histórica del Logos eter-no, reducido a un meroaparecer de Dios en la His-toria; el eclecticismo dequien, en la búsqueda teoló-gica, asume ideas derivadasde diferentes contextos filo-sóficos y religiosos, sin preo-cuparse de su coherencia yconexión sistemática, ni de sucompatibilidad con la verdadcristiana; la tendencia, en fin,a leer e interpretar la Sagra-da Escritura fuera de la Tra-dición y del Magisterio de laIglesia.

Sobre la base de tales pre-supuestos, que se presentancon matices diversos, unasveces como afirmaciones yotras como hipótesis, se ela-boran algunas propuestas teológicas en las cuales la re-velación cristiana y el miste-rio de Jesucristo y de la Igle-sia pierden su carácter de ver-dad absoluta y de universali-dad salvífica, o al menos searroja sobre ellos la sombrade la duda y de la inseguri-dad.

I. PLENITUDY DEFINITIVIDADDE LA REVELACIÓNDE JESUCRISTO

5. Para poner remedio aesta mentalidad relativista, ca-da vez más difundida, es ne-cesario reiterar, ante todo, elcarácter definitivo y comple-to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto,firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio deJesucristo, el Hijo de Dios en-carnado, el cual es el Cami-no, la Verdad y la Vida (cf.Jn 14,6), se da la revelaciónde la plenitud de la verdad di-vina: Nadie conoce bien alHijo sino el Padre, ni al Pa-dre le conoce bien nadie sinoel Hijo, y aquel a quien el Hi-

jo se lo quiera revelar (Mt11,27). A Dios nadie lo havisto jamás: el Hijo único,que está en el seno del Padre,Él lo ha revelado (Jn 1,18);porque en Él reside toda laplenitud de la divinidad cor-poralmente (Col 2,9-10).

Fiel a la palabra de Dios,el Concilio Vaticano II ense-ña: La verdad íntima acercade Dios y acerca de la salva-ción humana se nos mani-fiesta por la revelación enCristo, que es a un tiempomediador y plenitud de todala revelación9. Y confirma:Jesucristo, el Verbo hechocarne, «Hombre enviado a loshombres», «habla palabrasde Dios» (Jn 3,34) y lleva acabo la obra de la salvaciónque el Padre le confió (cf. Jn5,36; 17,4). Por tanto, Jesu-cristo –ver al cual es ver alPadre (cf. Jn 14,9)–, con sutotal presencia y manifesta-ción, con palabras y obras,señales y milagros, sobre to-

do con su muerte y resurrec-ción gloriosa de entre losmuertos, y finalmente, con elenvío del Espíritu de la ver-dad, lleva a plenitud toda larevelación y la confirma conel testimonio divino [...] Laeconomía cristiana, como laalianza nueva y definitiva,nunca cesará; y no hay queesperar ya ninguna revela-ción pública antes de la glo-riosa manifestación de nues-tro Señor Jesucristo (cf. 1 Tm6,14; Tit 2,13)10 .

Por esto, la encíclica Re-demptoris missio proponenuevamente a la Iglesia la ta-rea de proclamar el Evange-lio, como plenitud de la ver-dad: En esta Palabra defini-tiva de su revelación, Dios seha dado a conocer del modomás completo; ha dicho a laHumanidad quién es. Estaautorrevelación definitiva deDios es el motivo fundamen-tal por el que la Iglesia es mi-sionera por naturaleza. Ella

Declaración Dominus Iesus4

El diálogointerreligioso,que ciertamenteno sustituye sino queacompaña lamissio ad gentes,comporta una actitud de comprensióny una relación de conocimientorecíproco y de mutuoenriquecimiento,en la obedienciaa la verdad y en el respetode la libertad

ΑΩ

Maiestas Domini. Panteón Real de San Isidoro, León (siglo XII)

Page 5: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

no puede dejar de proclamarel Evangelio, es decir, la ple-nitud de la verdad que Diosnos ha dado a conocer sobresí mismo11. Sólo la revelaciónde Jesucristo, por lo tanto, in-troduce en nuestra historiauna verdad universal y últi-ma que induce a la mente delhombre a no pararse nunca

12.

6. Es, por lo tanto, contra-ria a la fe de la Iglesia la tesisdel carácter limitado, incom-pleto e imperfecto de la reve-lación de Jesucristo, que se-ría complementaria a la pre-sente en las otras religiones.La razón que está a la base deesta aserción pretendería fun-darse sobre el hecho de quela verdad acerca de Dios nopodría ser acogida y manifes-tada en su globalidad y ple-nitud por ninguna religiónhistórica, por lo tanto, tam-poco por el cristianismo nipor Jesucristo.

Esta posición contradiceradicalmente las precedentes

afirmaciones de fe, según lascuales en Jesucristo se da laplena y completa revelacióndel misterio salvífico de Dios.Por lo tanto, las palabras, lasobras y la totalidad del even-to histórico de Jesús, aun sien-do limitados en cuanto reali-dades humanas, sin embargo,tienen como fuente la Personadivina del Verbo encarnado,verdadero Dios y verdaderohombre13 y por eso llevan ensí la definitividad y la plenitudde la revelación de las víassalvíficas de Dios, aunque laprofundidad del misterio di-vino en sí mismo siga siendotrascendente e inagotable. Laverdad sobre Dios no es abo-lida o reducida porque sea di-cha en lenguaje humano. Ella,en cambio, sigue siendo úni-ca, plena y completa porquequien habla y actúa es el Hijode Dios encarnado. Por esto,la fe exige que se profese queel Verbo hecho carne, en to-do su misterio, que va desde

la encarnación a la glorifica-ción, es la fuente, participa-da mas real, y el cumpli-miento de toda la revelaciónsalvífica de Dios a la Huma-nidad14, y que el Espíritu San-to, que es el Espíritu de Cris-to, enseña a los Apóstoles, ypor medio de ellos a toda laIglesia de todos los tiempos,la verdad completa (Jn16,13).

7. La respuesta adecuadaa la revelación de Dios es laobediencia de la fe (Rm 1,5:Cf. Rm 16,26; 2 Co 10,5-6),por la que el hombre se confíalibre y totalmente a Dios,prestando «a Dios reveladorel homenaje del entendimien-to y de la voluntad», y asis-tiendo voluntariamente a larevelación hecha por Él 15 . Lafe es un don de la gracia: Pa-ra profesar esta fe es necesa-ria la gracia de Dios, que pre-viene y ayuda, y los auxiliosinternos del Espíritu Santo,el cual mueve el corazón y loconvierte a Dios, abre losojos de la mente y da «a to-dos la suavidad en el aceptary creer la verdad» 16.

La obediencia de la fe con-duce a la acogida de la ver-dad de la revelación de Cris-to, garantizada por Dios,quien es la Verdad misma17.La fe es, ante todo, una «ad-hesión personal» del hombrea Dios; es al mismo tiempo einseparablemente «el asenti-miento libre a toda la verdadque Dios ha revelado»18. Lafe, por lo tanto, don de Dios yvirtud sobrenatural infundi-da por Él19, implica una do-ble adhesión: a Dios que re-vela y a la verdad reveladapor Él, en virtud de la con-fianza que se le concede a lapersona que la afirma. Por es-to, no debemos creer en nin-gún otro que no sea Dios, Pa-dre, Hijo y Espíritu Santo20.

Debe ser, por lo tanto, fir-memente retenida la distin-ción entre la fe teologal y lacreencia en las otras religio-nes. Si la fe es la acogida en lagracia de la verdad revelada,que permite penetrar en elmisterio, favoreciendo sucomprensión coherente21, lacreencia en las otras religio-nes es esa totalidad de expe-riencia y pensamiento queconstituyen los tesoros hu-manos de sabiduría y religio-sidad, que el hombre, en subúsqueda de la verdad, ha ideado y creado en su refe-rencia a lo divino y al Abso-luto22.

No siempre tal distinciónes tenida en consideración enla reflexión actual, por lo cuala menudo se identifica la feteologal, que es la acogida de

la verdad revelada por DiosUno y Trino, y la creencia enlas otras religiones, que es unaexperiencia religiosa todavíaen búsqueda de la verdad ab-soluta, y carente todavía delasentimiento a Dios que se re-vela. Éste es uno de los moti-vos por los cuales se tiende areducir, y a veces incluso aanular, las diferencias entreel cristianismo y las otras re-ligiones.

8. Se propone también lahipótesis acerca del valor ins-pirado de los textos sagradosde otras religiones. Cierta-mente es necesario reconocerque tales textos contienen ele-mentos gracias a los cualesmultitud de personas, a tra-vés de los siglos, han podidoy todavía hoy pueden ali-mentar y conservar su rela-ción religiosa con Dios. Poresto, considerando tanto losmodos de actuar como lospreceptos y las doctrinas delas otras religiones, el Conci-lio Vaticano II –como se harecordado antes– afirma que,por más que discrepen en mu-cho de lo que ella [la Iglesia]profesa y enseña, no pocasveces reflejan un destello deaquella Verdad que iluminaa todos los hombres23.

La tradición de la Iglesia,sin embargo, reserva la cali-ficación de textos inspiradosa los libros canónicos del An-tiguo y Nuevo Testamento, encuanto inspirados por el Es-píritu Santo24. Recogiendo es-ta tradición, la Constitucióndogmática sobre la divina Re-velación del Concilio Vatica-no II enseña: La santa MadreIglesia, según la fe apostólica,tiene por santos y canónicoslos libros enteros del Antiguoy Nuevo Testamento con to-das sus partes, porque, escri-tos bajo la inspiración del Es-píritu Santo (cf. Jn 20, 31; 2Tm 3,16; 2 Pe 1,19-21; 3,15-16), tienen a Dios como au-tor y como tales se le han en-tregado a la misma Iglesia25.Esos libros enseñan firme-mente, con fidelidad y sinerror, la verdad que Dios qui-so consignar en las sagradasletras de nuestra salvación26.

Sin embargo, queriendollamar a sí a todas las gentesen Cristo y comunicarles laplenitud de su revelación yde su amor, Dios no deja dehacerse presente en muchosmodos, no sólo en cada in-dividuo, sino también en lospueblos, mediante sus rique-zas espirituales, cuya expre-sión principal y esencial sonlas religiones, aunque con-tengan «lagunas, insuficien-cias y errores»27. Por lo tanto,los libros sagrados de otras

Declaración Dominus Iesus 5

La presenteDeclaración

interviene para llamar la atención

sobre algunoscontenidosdoctrinales

imprescindibles,que desde la fe

respondan a las urgencias

culturalescontemporáneas

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Iglesia de San Clemente de Taüll (Cataluña, siglo XII)

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religiones, que de hecho ali-mentan y guían la existenciade sus seguidores, recibendel misterio de Cristo aque-llos elementos de bondad ygracia que están en ellos pre-sentes.

II. EL LOGOS ENCARNADO Y ELESPÍRITU SANTOEN LA OBRA DE LA SALVACIÓN

9. En la reflexión teológi-ca contemporánea, a menudoemerge un acercamiento a Je-sús de Nazaret como si fueseuna figura histórica particu-lar y finita, que revela lo di-vino de manera no exclusiva,sino complementaria a otraspresencias reveladoras y sal-víficas. El Infinito, el Abso-luto, el Misterio último deDios se manifestaría así a laHumanidad en modos diver-sos y en diversas figuras his-tóricas: Jesús de Nazaret seríauna de esas. Más concreta-mente, para algunos Él seríauno de los tantos rostros queel Logos habría asumido enel curso del tiempo para co-municarse salvíficamente conla Humanidad.

Además, para justificar,por una parte, la universali-

dad de la salvación cristiana y,por otra, el hecho del plura-lismo religioso, se proponencontemporáneamente unaeconomía del Verbo eternoválida también fuera de laIglesia y sin relación a ella, yuna economía del Verbo en-carnado. La primera tendríauna plusvalía de universali-dad respecto a la segunda, li-mitada solamente a los cris-tianos, aunque si bien en ellala presencia de Dios sería másplena.

10. Estas tesis contrastanprofundamente con la fe cris-tiana. Debe ser, en efecto, fir-memente creída la doctrina defe que proclama que Jesús deNazaret, hijo de María, y so-lamente Él, es el Hijo y Verbodel Padre. El Verbo, que es-taba en el principio con Dios(Jn 1,2), es el mismo que sehizo carne (Jn 1,14). En Je-sús el Cristo, el Hijo de Diosvivo (Mt 16,16) reside todala plenitud de la divinidadcorporalmente (Col 2,9). Éles el Hijo único, que está enel seno del Padre (Jn 1,18),el Hijo de su amor, en quientenemos la redención [...]Dios tuvo a bien hacer resi-dir en Él toda la plenitud, yreconciliar con Él y para Éltodas las cosas, pacificando,

Declaración Dominus Iesus6

La Declaraciónquiere confutardeterminadasposicioneserróneas o ambiguas y corroborar las verdadesque formanparte del patrimonio de la fe de la Iglesia

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Tabla con la Ascención del Señor(detalle). Iglesia de Eke, Estocolmo Maiestas Domini. Iglesia de San Clemente de Taüll (Cataluña)

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mediante la sangre de su cruz,lo que hay en la tierra y enlos cielos (Col 1,13-14.19-20).

Fiel a las Sagradas Escri-turas y refutando interpreta-ciones erróneas y reductoras,el primer Concilio de Niceadefinió solemnemente su feen Jesucristo Hijo de Dios,nacido unigénito del Padre,es decir, de la sustancia delPadre, Dios de Dios, Luz deLuz, Dios verdadero de Diosverdadero, engendrado, nohecho, consustancial al Pa-dre, por quien todas las co-sas fueron hechas, las que hayen el cielo y las que hay en latierra, que por nosotros loshombres y por nuestra salva-ción descendió y se encarnó,se hizo hombre, padeció, y re-sucitó al tercer día, subió alos cielos, y ha de venir a juz-gar a los vivos y a los muer-tos28. Siguiendo las enseñan-zas de los Padres, también elConcilio de Calcedonia pro-fesó que uno solo y el mismoHijo, nuestro Señor Jesucris-to, es él mismo perfecto en di-vinidad y perfecto en huma-nidad, Dios verdaderamente,y verdaderamente hombre[...], consustancial con el Pa-dre en cuanto a la divinidad,y consustancial con nosotros

en cuanto a la humanidad[...], engendrado por el Pa-dre antes de los siglos encuanto a la divinidad, y elmismo, en los últimos días,por nosotros y por nuestrasalvación, engendrado deMaría Virgen, madre de Dios,en cuanto a la humanidad29.

Por esto, el Concilio Vati-cano II afirma que Cristo nue-vo Adán, imagen de Dios in-visible (Col 1,15), es tambiénel hombre perfecto, que hadevuelto a la descendencia deAdán la semejanza divina, de-formada por el primer pecado[...] Cordero inocente, con laentrega libérrima de su san-gre nos mereció la vida. EnÉl Dios nos reconcilió consi-go y con nosotros, y nos libe-ró de la esclavitud del diabloy del pecado, por lo que cual-quiera de nosotros puede de-cir con el Apóstol: El Hijo deDios «me amó y se entregó así mismo por mí» (Gal 2,20)30.

Al respecto Juan Pablo IIha declarado explícitamente:Es contrario a la fe cristianaintroducir cualquier separa-ción entre el Verbo y Jesu-cristo [...]: Jesús es el Verboencarnado, una sola personae inseparable [...] Cristo noes sino Jesús de Nazaret, y és-te es el Verbo de Dios hecho

Declaración Dominus Iesus 7

El perenneanuncio

misionero de la Iglesia

es puesto hoy en peligro

por teorías de tipo

relativista, que tratan

de justificar el pluralismo

religioso, no sólo de facto

sino también de iure (o de

principio)

ΑΩ

San Pedro y un grupo de Apóstoles.Frontal del Apostolado (Cataluña,

siglo XII)

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hombre para la salvación detodos [...] Mientras vamosdescubriendo y valorando losdones de todas clases, sobretodo las riquezas espiritualesque Dios ha concedido a ca-da pueblo, no podemos diso-ciarlos de Jesucristo, centrodel plan divino de salvación31.

Es también contrario a lafe católica introducir una se-paración entre la acción sal-vífica del Logos en cuanto tal,y la del Verbo hecho carne.Con la Encarnación, todas lasacciones salvíficas del Verbode Dios se hacen siempre enunión con la naturaleza hu-mana que Él ha asumido parala salvación de todos los hom-bres. El único sujeto que obraen las dos naturalezas, divinay humana, es la única personadel Verbo32.

Por lo tanto, no es compa-tible con la doctrina de laIglesia la teoría que atribuyeuna actividad salvífica al Lo-gos como tal en su divinidad,que se ejercitaría más allá dela humanidad de Cristo, tam-bién después de la Encarna-ción33.

11. Igualmente, debe serfirmemente creída la doctri-na de fe sobre la unicidad dela economía salvífica queri-da por Dios Uno y Trino, cu-ya fuente y centro es el mis-terio de la encarnación delVerbo, mediador de la graciadivina en el plan de la Crea-

ción y de la Redención (cf.Col 1,15-20), recapituladorde todas las cosas (cf. Ef1,10), al cual hizo Dios paranosotros sabiduría de origendivino, justicia, santificacióny redención (1 Co 1,30). Enefecto, el misterio de Cristotiene una unidad intrínseca,que se extiende desde la elec-ción eterna en Dios hasta laparusía: [Dios] nos ha elegidoen Él antes de la fundacióndel mundo, para ser santos einmaculados en su presencia,en el amor (Ef 1,4). En Él,por quien entramos en he-rencia, elegidos de antema-no según el previo designiodel que realiza todo confor-me a la decisión de su volun-tad (Ef 1,11). Pues a los quede antemano conoció [el Pa-dre], también los predestinóa reproducir la imagen de suHijo, para que fuera Él el pri-mogénito entre muchos her-manos; y a los que predestinó,a ésos también los justificó;a los que justificó, a ésos tam-bién los glorificó (Rm 8,29-30).

El Magisterio de la Igle-sia, fiel a la revelación divi-na, reitera que Jesucristo esel mediador y el redentor uni-versal: El Verbo de Dios, porquien todo fue hecho, se en-carnó para que, Hombre per-fecto, salvará a todos y reca-pitulara todas las cosas. ElSeñor [...] es aquel a quien el

Padre resucitó, exaltó y colo-có a su derecha, constituyén-dolo juez de vivos y de muer-tos34. Esta mediación salvíficatambién implica la unicidaddel sacrificio redentor de Cris-to, sumo y eterno Sacerdote(cf. Heb 6,20; 9,11; 10,12-14).

12. Hay también quienpropone la hipótesis de unaeconomía del Espíritu Santocon un carácter más univer-sal que la del Verbo encarna-do, crucificado y resucitado.También esta afirmación escontraria a la fe católica, que,en cambio, considera la en-carnación salvífica del Verbocomo un evento trinitario. En

el Nuevo Testamento, el mis-terio de Jesús, Verbo encar-nado, constituye el lugar dela presencia del Espíritu San-to y la razón de su efusión a laHumanidad, no sólo en lostiempos mesiánicos (cf. Hch2,32-36; Jn 20,20; 7,39; 1 Co15,45), sino también antes desu venida en la Historia (cf.1 Co 10,4; 1 Pe 1,10-12).

El Concilio Vaticano II hallamado la atención de la con-ciencia de fe de la Iglesia so-bre esta verdad fundamental.Cuando expone el plan salví-fico del Padre para toda laHumanidad, el Concilio co-necta estrechamente, desde elinicio, el misterio de Cristocon el del Espíritu35. Toda laobra de edificación de la Igle-sia a través de los siglos se vecomo una realización de Je-sucristo Cabeza, en comunióncon su Espíritu36.

Además, la acción salvífi-ca de Jesucristo, con y por

medio de su Espíritu, se ex-tiende más allá de los confi-nes visibles de la Iglesia y al-canza a toda la Humanidad.Hablando del misterio pas-cual, en el cual Cristo asociavitalmente al creyente a símismo en el Espíritu Santo,y le da la esperanza de la re-surrección, el Concilio afir-ma: Esto vale no solamentepara los cristianos, sino tam-bién para todos los hombresde buena voluntad, en cuyocorazón obra la gracia demodo invisible. Cristo muriópor todos, y la vocación su-prema del hombre en reali-dad es una sola, es decir, ladivina. En consecuencia, de-

Declaración Dominus Iesus8

Se elaboranalgunaspropuestas en las cuales la revelacióncristiana y el misterio de Jesucristo y de la Iglesiapierden su carácter de verdadabsoluta y deuniversalidadsalvífica, o al menos se arroja sobre ellos la sombra de la duda y de la inseguridad

ΑΩ

Última Cena. Capitel del claustro de Santa María L’Estany, Barcelona

Curcificado. Cristo de Vallejo. Museo Diocesano, León

Page 9: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

bemos creer que el EspírituSanto ofrece a todos la posi-bilidad de que, en la forma desólo Dios conocida, se aso-cien a este misterio pascual37.

Queda claro, por lo tanto,el vínculo entre el misteriosalvífico del Verbo encarna-do y el del Espíritu Santo, queactúa el influjo salvífico delHijo hecho hombre en la vidade todos los hombres, llama-dos por Dios a una única me-ta, ya sea que hayan precedi-do históricamente al Verbohecho hombre, o que vivandespués de su venida en laHistoria: de todos ellos es ani-mador el Espíritu del Padre,que el Hijo del hombre donalibremente (cf. Jn 3,34).

Por eso el Magisterio re-ciente de la Iglesia ha llama-do la atención, con firmeza yclaridad, sobre la verdad deuna única economía divina:La presencia y la actividaddel Espíritu no afectan úni-

camente a los individuos, sinotambién a la sociedad, a laHistoria, a los pueblos, a lasculturas y a las religiones [...]Cristo resucitado obra ya porla virtud de su Espíritu [...]Es también el Espíritu quienesparce «las semillas de laPalabra» presentes en los ri-tos y culturas, y los preparapara su madurez en Cristo38.Aun reconociendo la funciónhistórico-salvífica del Espíri-tu en todo el universo y en lahistoria de la Humanidad39,sin embargo confirma: EsteEspíritu es el mismo que seha hecho presente en la en-carnación, en la vida, muertey resurrección de Jesús y que

actúa en la Iglesia. No es, porconsiguiente, algo alternativoa Cristo, ni viene a llenar unaespecie de vacío, como a ve-ces se da por hipótesis, queexista entre Cristo y el Logos.Todo lo que el Espíritu obraen los hombres y en la histo-ria de los pueblos, así comoen las culturas y religiones,tiene un papel de preparaciónevangélica, y no puede me-nos de referirse a Cristo, Ver-bo encarnado por obra delEspíritu, «para que, hombreperfecto, salvara a todos y re-capitulara todas las cosas»40.

En conclusión, la accióndel Espíritu no está fuera o allado de la acción de Cristo.

Se trata de una sola economíasalvífica de Dios Uno y Tri-no, realizada en el misterio dela encarnación, muerte y re-surrección del Hijo de Dios,llevada a cabo con la coope-ración del Espíritu Santo, yextendida en su alcance sal-vífico a toda la Humanidad ya todo el universo: Los hom-bres, pues, no pueden entraren comunión con Dios si noes por medio de Cristo y bajola acción del Espíritu41.

III. UNICIDAD Y UNIVERSALIDADDEL MISTERIOSALVÍFICO DE JESUCRISTO

13. Es también frecuentela tesis que niega la unicidady la universalidad salvíficadel misterio de Jesucristo. Es-ta posición no tiene ningúnfundamento bíblico. En efec-to, debe ser firmemente creí-da, como dato perenne de lafe de la Iglesia, la proclama-ción de Jesucristo, Hijo deDios, Señor y único salvador,que en su evento de encarna-ción, muerte y resurrecciónha llevado a cumplimiento lahistoria de la salvación, quetiene en Él su plenitud y sucentro.

Los testimonios neotesta-mentarios lo certifican con

claridad: El Padre envió a suHijo, como salvador del mun-do (1 Jn 4,14); He aquí el cor-dero de Dios, que quita el pe-cado del mundo (Jn 1,29). Ensu discurso ante el sanedrín,Pedro, para justificar la cura-ción del tullido de nacimien-to realizada en el nombre deJesús (cf. Hch 3,1-8), procla-ma: Porque no hay bajo elcielo otro nombre dado a loshombres por el que nosotrosdebamos salvarnos (Hch4,12). El mismo apóstol aña-de, además, que Jesucristo esel Señor de todos; está cons-tituido por Dios juez de vivosy muertos; por lo cual todo elque cree en él alcanza, por sunombre, el perdón de los pe-cados (Hch 10,36.42.43).

Pablo, dirigiéndose a la co-munidad de Corinto, escribe:Pues aun cuando se les dé elnombre de dioses, bien en elcielo bien en la tierra, de for-ma que hay multitud de diosesy de señores, para nosotrosno hay más que un solo Dios,el Padre, del cual procedentodas las cosas y para el cualsomos; y un solo Señor, Jesu-cristo, por quien son todas lascosas y por el cual somos no-sotros (1 Co 8,5-6). Tambiénel apóstol Juan afirma: Por-que tanto amó Dios al mun-do que dio a su Hijo único,para que todo el que crea enÉl no perezca, sino que ten-ga vida eterna. Porque Dios

Declaración Dominus Iesus 9

Para ponerremedio

a la mentalidadrelativista,

cada vez másdifundida,

es necesarioreiterar,

ante todo, el carácterdefinitivo

y completo de la revelación

de Jesucristo

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Iglesia de San Pantaleón, San Pantaleón de Losa (Burgos)

Virgen de Ambasaguas. Museo de los Caminos, Astorga (León)

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no ha enviado a su Hijo almundo para juzgar al mun-do, sino para que el mundose salve por Él (Jn 3,16-17).En el Nuevo Testamento, lavoluntad salvífica universalde Dios está estrechamenteconectada con la única me-diación de Cristo: [Dios]quiere que todos los hombresse salven y lleguen al cono-cimiento pleno de la verdad.Porque hay un solo Dios, ytambién un solo mediador en-tre Dios y los hombres, Cris-to Jesús, hombre también, quese entregó a sí mismo comorescate por todos (1 Tm 2,4-6).

Basados en esta concien-cia del don de la salvación,único y universal, ofrecidopor el Padre por medio de Je-sucristo en el Espíritu Santo(cf. Ef 1,3-14), los primeroscristianos se dirigieron a Is-rael mostrando que el cum-plimiento de la salvación ibamás allá de la Ley, y afronta-ron después el mundo paga-no de entonces, que aspirabaa la salvación a través de unapluralidad de dioses salvado-res. Este patrimonio de la feha sido propuesto una vezmás por el Magisterio de laIglesia: Cree la Iglesia queCristo, muerto y resucitadopor todos (cf. 2 Co 5,15), daal hombre su luz y su fuerzapor el Espíritu Santo, a fin deque pueda responder a su má-xima vocación, y que no hasido dado bajo el cielo a laHumanidad otro nombre enel que sea posible salvarse(cf. Hch 4,12). Igualmentecree que la clave, el centro yel fin de toda la historia hu-mana se halla en su Señor yMaestro42.

14. Debe ser, por lo tanto,firmemente creída como ver-dad de fe católica que la vo-luntad salvífica universal deDios Uno y Trino, es ofreciday cumplida, una vez parasiempre, en el misterio de laencarnación, muerte y resu-rrección del Hijo de Dios.

Teniendo en cuenta estedato de fe, y meditando sobrela presencia de otras expe-riencias religiosas no cristia-nas y sobre su significado enel plan salvífico de Dios, lateología está hoy invitada aexplorar si es posible, y enqué medida, que también fi-guras y elementos positivosde otras religiones puedan en-trar en el plan divino de la sal-vación. En esta tarea de re-flexión la investigación teo-lógica tiene ante sí un exten-so campo de trabajo, bajo laguía del Magisterio de la Igle-sia. El Concilio Vaticano II,en efecto, afirmó que la única

mediación del Redentor noexcluye, sino suscita en suscriaturas una múltiple coo-peración que participa de lafuente única43. Se debe pro-fundizar el contenido de estamediación participada, siem-pre bajo la norma del princi-pio de la única mediación deCristo: Aun cuando no se ex-cluyan mediaciones parcia-les, de cualquier tipo y orden,éstas sin embargo cobran sig-nificado y valor «únicamen-te» por la mediación de Cris-to, y no pueden ser entendi-das como paralelas y com-plementarias44. No obstante,serían contrarias a la fe cris-tiana y católica aquellas pro-puestas de solución que con-templen una acción salvíficade Dios fuera de la única me-diación de Cristo.

15. No pocas veces algu-nos proponen que en teologíase eviten términos como uni-cidad, universalidad, absolu-tez, cuyo uso daría la impre-sión de un énfasis excesivoacerca del valor del eventosalvífico de Jesucristo con re-lación a las otras religiones.En realidad, con este lengua-je se expresa simplemente lafidelidad al dato revelado,pues constituye un desarrollode las fuentes mismas de lafe. Desde el inicio, en efecto,

la comunidad de los creyentesha reconocido que Jesucristoposee una tal valencia salví-fica, que Él sólo, como Hijode Dios hecho hombre, cru-cificado y resucitado, en vir-tud de la misión recibida delPadre y en la potencia del Es-píritu Santo, tiene el objetivode donar la revelación (cf. Mt11,27) y la vida divina (cf. Jn1,12; 5,25-26; 17,2) a toda laHumanidad y a cada hombre.

En este sentido, se puedey se debe decir que Jesucristotiene, para el género humanoy su historia, un significadoy un valor singular y único,sólo de Él propio, exclusivo,universal y absoluto. Jesús es,en efecto, el Verbo de Dioshecho hombre para la salva-ción de todos. Recogiendo es-ta conciencia de fe, el Conci-lio Vaticano II enseña: El Ver-bo de Dios, por quien todofue hecho, se encarnó paraque, Hombre perfecto, salva-ra a todos y recapitulara to-das las cosas. El Señor es elfin de la historia humana,«punto de convergencia ha-cia el cual tienden los dese-os de la Historia y de la civi-lización», centro de la Hu-manidad, gozo del corazónhumano y plenitud total desus aspiraciones. Él es aquela quien el Padre resucitó,

exaltó y colocó a su derecha,constituyéndolo juez de vivosy de muertos45. Es precisa-mente esta singularidad úni-ca de Cristo la que le confie-re un significado absoluto yuniversal, por lo cual, mien-tras está en la Historia, es elcentro y el fin de la misma:«Yo soy el Alfa y la Omega,el Primero y el Último, elPrincipio y el Fin» (Ap22,13)46.

IV. UNICIDAD Y UNIDAD DE LA IGLESIA

16. El Señor Jesús, únicosalvador, no estableció unasimple comunidad de discí-pulos, sino que constituyó ala Iglesia como misterio sal-vífico: Él mismo está en laIglesia y la Iglesia está en Él(cf. Jn 15,1ss; Ga 3,28; Ef4,15-16; Hch 9,5); por eso, laplenitud del misterio salvíficode Cristo pertenece tambiéna la Iglesia, inseparablemen-te unida a su Señor. Jesucris-to, en efecto, continúa su pre-sencia y su obra de salvaciónen la Iglesia y a través de laIglesia (cf. Col 1,24-27)47, quees su cuerpo (cf. 1 Co 12, 12-13.27; Col 1,18)48. Y así co-mo la cabeza y los miembros

Declaración Dominus Iesus10

La creencia en las otrasreligiones, esuna experienciareligiosa todavíaen búsqueda de la verdadabsoluta y carentetodavía del asentimientoa Dios que se revela

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Majestad (Cristo crucificado). Batlló (Cataluña, siglo XII)

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de un cuerpo vivo aunque nose identifiquen son insepara-bles, Cristo y la Iglesia no sepueden confundir pero tam-poco separar, y constituyenun único Cristo total49. Estamisma inseparabilidad se ex-presa también en el NuevoTestamento mediante la ana-logía de la Iglesia como Es-posa de Cristo (cf. 2 Cor 11,2;Ef 5,25-29; Ap 21,2.9)50.

Por eso, en conexión conla unicidad y la universalidadde la mediación salvífica deJesucristo, debe ser firme-mente creída como verdad defe católica la unicidad de laIglesia por Él fundada. Asícomo hay un solo Cristo, unosolo es su cuerpo, una sola essu Esposa: una sola Iglesiacatólica y apostólica51. Ade-más, las promesas del Señorde no abandonar jamás a suIglesia (cf. Mt 16,18; 28,20) yde guiarla con su Espíritu (cf.Jn 16,13) implican que, segúnla fe católica, la unicidad y launidad, como todo lo que per-tenece a la integridad de laIglesia, nunca faltaran52.

Los fieles están obligadosa profesar que existe una con-tinuidad histórica –radicadaen la sucesión apostólica–53

entre la Iglesia fundada porCristo y la Iglesia católica: És-ta es la única Iglesia de Cris-

to [...] que nuestro Salvadorconfió después de su resu-rrección a Pedro para que laapacentara (Jn 24,17), con-fiándole a él y a los demásApóstoles su difusión y go-bierno (cf. Mt 28,18ss.), y laerigió para siempre como «co-lumna y fundamento de la ver-dad» (1 Tm 3,15). Esta Igle-sia, constituida y ordenada eneste mundo como una socie-dad, subsiste [subsistit in] enla Iglesia católica, goberna-da por el sucesor de Pedro ypor los obispos en comunióncon él54. Con la expresión sub-sistit in, el Concilio Vaticano IIquiere armonizar dos afirma-ciones doctrinales: por un la-do, que la Iglesia de Cristo, noobstante las divisiones entrelos cristianos, sigue existiendoplenamente sólo en la Iglesiacatólica, y, por otro lado, quefuera de su estructura visiblepueden encontrarse muchoselementos de santificación yde verdad55, ya sea en las Igle-sias que en las Comunidadeseclesiales separadas de la Igle-sia católica56. Sin embargo,respecto a estas últimas, es ne-cesario afirmar que su efica-cia deriva de la misma pleni-tud de gracia y verdad que fueconfiada a la Iglesia católi-ca57.

17. Existe, por lo tanto,

una única Iglesia de Cristo,que subsiste en la Iglesia ca-tólica, gobernada por el Su-cesor de Pedro y por los obis-pos en comunión con él58. LasIglesias que no están en per-fecta comunión con la Iglesiacatólica, pero se mantienenunidas a ella por medio devínculos estrechísimos comola sucesión apostólica y la Eu-caristía válidamente consa-grada, son verdaderas iglesiasparticulares59. Por eso, tam-bién en estas Iglesias está pre-sente y operante la Iglesia deCristo, si bien falta la plenacomunión con la Iglesia ca-tólica al rehusar la doctrinacatólica del Primado, que porvoluntad de Dios posee yejercita objetivamente sobretoda la Iglesia el Obispo deRoma60.

Por el contrario, las Co-munidades eclesiales que nohan conservado el Episcopa-do válido y la genuina e ínte-gra sustancia del misterio eu-carístico61, no son Iglesia ensentido propio; sin embargo,los bautizados en estas Co-munidades, por el Bautismohan sido incorporados a Cris-to y, por lo tanto, están en unacierta comunión, si bien im-perfecta, con la Iglesia62. Enefecto, el Bautismo en sí tien-de al completo desarrollo de

la vida en Cristo mediante laíntegra profesión de fe, la Eu-caristía y la plena comuniónen la Iglesia63.

Por lo tanto, los fieles nopueden imaginarse la Iglesiade Cristo como la suma –di-ferenciada y de alguna ma-nera unitaria al mismo tiem-po– de las Iglesias y Comu-nidades eclesiales; ni tienenla facultad de pensar que laIglesia de Cristo hoy no exis-te en ningún lugar y que, porlo tanto, deba ser objeto debúsqueda por parte de todaslas Iglesias y Comunidades64.En efecto, los elementos deesta Iglesia ya dada existenjuntos y en plenitud en la Igle-sia católica, y sin esta pleni-tud en las otras Comunida-des65. Por consiguiente, aun-que creamos que las Iglesiasy Comunidades separadastienen sus defectos, no estándesprovistas de sentido y devalor en el misterio de la sal-vación, porque el Espíritu deCristo no ha rehusado ser-virse de ellas como medios desalvación, cuya virtud derivade la misma plenitud de lagracia y de la verdad que seconfió a la Iglesia66.

La falta de unidad entre loscristianos es ciertamente unaherida para la Iglesia; no enel sentido de quedar privadade su unidad, sino en cuantoobstáculo para la realizaciónplena de su universalidad enla Historia67.

V. IGLESIA, REINO DE DIOS Y REINO DE CRISTO

18. La misión de la Igle-sia es anunciar el Reino deCristo y de Dios, establecer-lo en medio de todas las gen-tes; [la Iglesia] constituye enla tierra el germen y el prin-cipio de este Reino68. Por unlado, la Iglesia es sacramento,esto es, signo e instrumentode la íntima unión con Diosy de la unidad de todo el gé-nero humano69; ella es, por lotanto, signo e instrumento delReino: llamada a anunciarloy a instaurarlo. Por otro lado,la Iglesia es el pueblo reunidopor la unidad del Padre, delHijo y del Espíritu Santo70;ella es, por lo tanto, el Reinode Cristo, presente ya en elmisterio71, constituyendo, así,su germen e inicio. El Reinode Dios tiene, en efecto, unadimensión escatológica: Esuna realidad presente en eltiempo, pero su definitiva re-alización llegará con el fin yel cumplimiento de la Histo-ria72.

De los textos bíblicos y delos testimonios patrísticos, así

Declaración Dominus Iesus 11

Los librossagrados de otras

religiones, que de hecho

alimentan y guían la

existencia desus seguidores,

reciben del misterio

de Cristoaquellos

elementos de bondad

y gracia que están

en ellospresentes

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Cristo. Calvario de Corullón (detalle). Museo de León

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como de los documentos delMagisterio de la Iglesia, nose deducen significados uní-vocos para las expresionesReino de los Cielos, Reino deDios y Reino de Cristo, ni dela relación de los mismos conla Iglesia, ella misma misterioque no puede ser totalmenteencerrado en un concepto hu-mano. Pueden existir, por lotanto, diversas explicacionesteológicas sobre estos argu-mentos. Sin embargo, ningu-na de estas posibles explica-ciones puede negar o vaciarde contenido, en modo algu-no, la íntima conexión entreCristo, el Reino y la Iglesia.En efecto, el Reino de Diosque conocemos por la Reve-lación, no puede ser separadoni de Cristo ni de la Iglesia...Si se separa el Reino de lapersona de Jesús, no es ésteya el Reino de Dios reveladopor Él, y se termina por dis-torsionar tanto el significadodel Reino –que corre el riesgode transformarse en un obje-tivo puramente humano e ide-ológico– como la identidadde Cristo, que no aparece co-mo el Señor, al cual debe so-meterse todo (cf. 1 Co 15,27);asimismo, el Reino no puedeser separado de la Iglesia.Ciertamente, ésta no es un finen sí misma, ya que está or-

denada al Reino de Dios, delcual es germen, signo e ins-trumento. Sin embargo, a lavez que se distingue de Cris-to y del Reino, está indisolu-blemente unida a ambos73.

19. Afirmar la relación in-divisible que existe entre laIglesia y el Reino no implicaolvidar que el Reino de Dios–si bien considerado en su fa-se histórica– no se identificacon la Iglesia en su realidadvisible y social. En efecto, nose debe excluir la obra deCristo y del Espíritu Santofuera de los confines visiblesde la Iglesia74. Por lo tanto, sedebe también tener en cuentaque el Reino interesa a todos:a las personas, a la sociedad,al mundo entero. Trabajarpor el Reino quiere decir re-conocer y favorecer el dina-mismo divino, que está pre-sente en la historia humanay la transforma. Construir elReino significa trabajar porla liberación del mal en to-das sus formas. En resumen,el Reino de Dios es la mani-festación y la realización desu designio de salvación entoda su plenitud75.

Al considerar la relaciónentre Reino de Dios, Reinode Cristo e Iglesia es necesa-rio, de todas maneras, evitaracentuaciones unilaterales,

como en el caso de determi-nadas concepciones que in-tencionadamente ponen elacento sobre el Reino y sepresentan como «reinocén-tricas», las cuales dan relie-ve a la imagen de una Igle-sia que no piensa en sí mis-ma, sino que se dedica a tes-timoniar y servir al Reino. Esuna «Iglesia para los demás»–se dice– como «Cristo es elhombre para los demás»...Junto a unos aspectos posi-tivos, estas concepciones ma-nifiestan a menudo otros ne-gativos. Ante todo, dejan ensilencio a Cristo: El Reino,del que hablan, se basa en un«teocentrismo», porque Cris-to –dicen– no puede ser com-prendido por quien no profe-sa la fe cristiana, mientrasque pueblos, culturas y reli-giones diversas pueden coin-cidir en la única realidad di-vina, cualquiera que sea sunombre. Por el mismo moti-vo, conceden privilegio almisterio de la creación, quese refleja en la diversidad deculturas y creencias, pero nodicen nada sobre el misteriode la Redención. Además elReino, tal como lo entienden,termina por marginar o me-nospreciar a la Iglesia, co-mo reacción a un supuesto«eclesiocentrismo» del pa-

sado y porque consideran ala Iglesia misma sólo un sig-no, por lo demás no exentode ambigüedad76. Estas tesisson contrarias a la fe católicaporque niegan la unicidad dela relación que Cristo y laIglesia tienen con el Reino deDios.

VI. LA IGLESIA Y LAS RELIGIONESEN RELACIÓN CON LA SALVACIÓN

20. De todo lo que ha sidoantes recordado, derivan tam-bién algunos puntos necesa-rios para el curso que debe se-guir la reflexión teológica enla profundización de la rela-ción de la Iglesia y de las re-ligiones con la salvación.

Ante todo, debe ser firme-mente creído que la Iglesia pe-regrinante es necesaria parala salvación, pues Cristo es elúnico Mediador y el caminode salvación, presente a no-sotros en su Cuerpo, que es laIglesia, y Él, inculcando conpalabras concretas la necesi-dad del bautismo (cf. Mt16,16; Jn 3,5), confirmó a untiempo la necesidad de la Igle-sia, en la que los hombres en-tran por el bautismo como poruna puerta77. Esta doctrina nose contrapone a la voluntadsalvífica universal de Dios (cf.1 Tm 2,4); por lo tanto, es ne-cesario, pues, mantener uni-das estas dos verdades, o sea,la posibilidad real de la sal-vación en Cristo para todoslos hombres y la necesidad dela Iglesia en orden a esta mis-ma salvación78.

La Iglesia es sacramentouniversal de salvación79 por-que, siempre unida de modo

Declaración Dominus Iesus12

Los fieles están obligadosa profesar que existe una continuidadhistórica–radicada en la sucesiónapostólica–entre la Iglesiafundada por Cristo y la Iglesiacatólicagobernada por el Sucesorde Pedro y por losobispos en comunión con él

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Vista aérea del Coliseo de Roma, durante la conmemoración de los mártires del siglo XX

Jóvenes peregrinos en camino

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misterioso y subordinada aJesucristo el Salvador, su Ca-beza, en el diseño de Dios,tiene una relación indispen-sable con la salvación de cadahombre80. Para aquellos queno son, formal y visiblemen-te, miembros de la Iglesia, lasalvación de Cristo es acce-sible en virtud de la graciaque, aun teniendo una miste-riosa relación con la Iglesia,no les introduce formalmenteen ella, sino que los iluminade manera adecuada en su si-tuación interior y ambiental.Esta gracia proviene de Cris-to; es fruto de su sacrificio yes comunicada por el Espíri-tu Santo81. Ella está relacio-nada con la Iglesia, la cualprocede de la misión del Hijoy la misión del Espíritu San-to82, según el diseño de DiosPadre.

21. Acerca del modo enel cual la gracia salvífica deDios, que es donada siemprepor medio de Cristo en el Es-píritu y tiene una misteriosarelación con la Iglesia, llegaa los individuos no cristia-nos, el Concilio Vaticano IIse limitó a afirmar que Diosla dona por caminos que Élsabe83. La Teología está tra-tando de profundizar este ar-gumento, ya que es, sin du-da, útil para el crecimientode la compresión de los de-signios salvíficos de Dios yde los caminos de su reali-zación. Sin embargo, de todolo que hasta ahora ha sido re-cordado sobre la mediaciónde Jesucristo y sobre las re-laciones singulares y úni-cas84 que la Iglesia tiene conel Reino de Dios entre loshombres –que substancial-mente es el Reino de Cristo,

salvador universal–, quedaclaro que sería contrario a lafe católica considerar la Igle-sia como un camino de sal-vación al lado de aquellosconstituidos por las otras re-ligiones. Éstas serían com-plementarias a la Iglesia, oincluso substancialmenteequivalentes a ella, aunqueen convergencia con ella enpos del Reino escatológicode Dios.

Ciertamente, las diferen-tes tradiciones religiosas con-tienen y ofrecen elementosde religiosidad, que procedende Dios85, y que forman partede todo lo que el Espírituobra en los hombres y en lahistoria de los pueblos, asícomo en las culturas y reli-giones86. De hecho, algunasoraciones y ritos pueden asu-mir un papel de preparaciónevangélica, en cuanto sonocasiones o pedagogías en lascuales los corazones de loshombres son estimulados aabrirse a la acción de Dios87.A ellas, sin embargo no se lespuede atribuir un origen di-vino ni una eficacia salvíficaex opere operato, que es pro-pia de los sacramentos cris-tianos88. Por otro lado, no sepuede ignorar que otros ritosno cristianos, en cuanto de-penden de supersticiones o

de otros errores (cf. 1 Co10,20-21), constituyen másbien un obstáculo para la sal-vación89.

22. Con la venida de Jesu-cristo Salvador, Dios ha esta-blecido la Iglesia para la sal-vación de todos los hombres(cf. Hch 17,30-31)90. Esta ver-dad de fe no quita nada al he-cho de que la Iglesia consi-dera las religiones del mun-do con sincero respeto, peroal mismo tiempo excluye esamentalidad indiferentistamarcada por un relativismoreligioso que termina porpensar que «una religión estan buena como otra»91. Sibien es cierto que los no cris-tianos pueden recibir la gra-cia divina, también es ciertoque objetivamente se hallanen una situación gravementedeficitaria si se compara conla de aquellos que, en la Igle-sia, tienen la plenitud de losmedios salvíficos92. Sin em-bargo, es necesario recordara los hijos de la Iglesia quesu excelsa condición no de-ben atribuirla a sus propiosméritos, sino a una gracia es-pecial de Cristo; y si no res-ponden a ella, con el pensa-miento, las palabras y lasobras, lejos de salvarse, se-rán juzgados con mayor se-veridad93. Se entiende, por lo

tanto, que, siguiendo el man-damiento del Señor (cf. Mt28,19-20) y como exigenciadel amor a todos los hombres,la Iglesia anuncia y tiene laobligación de anunciar cons-tantemente a Cristo, que es«el Camino, la Verdad y la Vi-da» (Jn 14, 6), en quien loshombres encuentran la pleni-tud de la vida religiosa y enquien Dios reconcilió consigotodas las cosas94.

La misión ad gentes, tam-bién en el diálogo interreli-gioso, conserva íntegra, hoycomo siempre, su fuerza y sunecesidad95. En efecto, «Diosquiere que todos los hombresse salven y lleguen al cono-cimiento pleno de la verdad»(1 Tm 2,4). Dios quiere lasalvación de todos por el co-nocimiento de la verdad. Lasalvación se encuentra en laverdad. Los que obedecen ala moción del Espíritu de ver-dad están ya en el camino dela salvación; pero la Iglesia,a quien esta verdad ha sidoconfiada, debe ir al encuen-tro de los que la buscan paraofrecérsela. Porque cree enel designio universal de sal-vación, la Iglesia debe sermisionera96. Por ello el diá-logo, no obstante forme par-te de la misión evangeliza-dora, constituye sólo una de

Declaración Dominus Iesus 13

La falta de unidad entre

los cristianos es ciertamente

una herida para la Iglesia;

no en el sentidode quedar

privada de su unidad,

sino en cuantoobstáculo para

la realizaciónplena de su

universalidad en la Historia

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Panorámica de Conques (Francia), un pueblo cristiano

hacia la basílica de San Pedro, Roma

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las acciones de la Iglesia ensu misión ad gentes97. La pa-ridad, que es presupuesto deldiálogo, se refiere a la igual-dad de la dignidad personalde las partes, no a los conte-nidos doctrinales, ni muchomenos a Jesucristo –que es elmismo Dios hecho hombre–comparado con los fundado-res de las otras religiones. Dehecho, la Iglesia, guiada porla caridad y el respeto de lalibertad98, debe empeñarseprimariamente en anunciar atodos los hombres la verdaddefinitivamente revelada porel Señor, y a proclamar la ne-cesidad de la conversión a Je-sucristo y la adhesión a laIglesia a través del bautismoy los otros sacramentos, paraparticipar plenamente de lacomunión con Dios Padre,Hijo y Espíritu Santo. Porotra parte, la certeza de la vo-luntad salvífica universal deDios no disminuye, sino queaumenta el deber y la urgen-cia del anuncio de la salva-ción y la conversión al SeñorJesucristo.

CONCLUSIÓN

23. La presente Declara-ción, reproponiendo y clari-ficando algunas verdades defe, ha querido seguir el ejem-plo del apóstol Pablo a los fie-les de Corinto: Os transmití,en primer lugar, lo que a mivez recibí (1 Co 15,3). Frentea propuestas problemáticas oincluso erróneas, la reflexiónteológica está llamada a con-firmar de nuevo la fe de laIglesia y a dar razón de su es-peranza en modo convincen-te y eficaz.

Los Padres del ConcilioVaticano II, al tratar el temade la verdadera religión, hanafirmado: Creemos que estaúnica religión verdadera sub-siste en la Iglesia católica yapostólica, a la cual el SeñorJesús confió la obligación dedifundirla a todos los hombres,diciendo a los Apóstoles: «Id,pues, y enseñad a todas lasgentes, bautizándolas en elnombre del Padre y del Hijo ydel Espíritu Santo, enseñán-doles a observar todo cuanto

yo os he mandado» (Mt 28,19-20). Por su parte todos loshombres están obligados abuscar la verdad, sobre todoen lo referente a Dios y a su

Iglesia, y, una vez conocida, aabrazarla y practicarla99.

La revelación de Cristocontinuará a ser en la Historiala verdadera estrella queorienta a toda la Humani-dad100: La verdad, que esCristo, se impone como au-toridad universal101. El mis-terio cristiano supera de he-cho las barreras del tiempo ydel espacio, y realiza la uni-dad de la familia humana:Desde lugares y tradicionesdiferentes todos están llama-dos en Cristo a participar enla unidad de la familia de loshijos de Dios [...] Jesús de-rriba los muros de la divisióny realiza la unificación deforma original y suprema me-diante la participación en sumisterio. Esta unidad es tanprofunda que la Iglesia pue-de decir con san Pablo: «Yano sois extraños ni foraste-ros, sino conciudadanos delos santos y familiares deDios» (Ef 2,19)102.

El Sumo Pontífice JuanPablo II, en la Audiencia deldía 16 de junio de 2000, con-cedida al infrascrito Carde-nal Prefecto de la Congrega-ción para la Doctrina de laFe, con ciencia cierta y consu autoridad apostólica, haratificado y confirmado estaDeclaración decidida en laSesión Plenaria, y ha orde-nado su publicación.

Dado en Roma, en la sedede la Congregación para laDoctrina de la Fe, el 6 deagosto de 2000, Fiesta de laTransfiguración del Señor.

Joseph Card. RatzingerPrefecto

Tarcisio Bertone, S.D.B.Secretario

Declaración Dominus Iesus14

Para aquellosque no son

formal y visiblemente

miembros de la Iglesia, la salvación

de Cristo es accesible

en virtud de la gracia que,

aun teniendouna misteriosa

relación con la Iglesia,

no les introduceformalmente

en ella, sino quelos ilumina de maneraadecuada

en su situación interior

y ambiental.Esta graciaproviene de Cristo

ΑΩ

Cristo, con los discípulos de Emaús. Claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos

Cristo, el centro y el fin de la Historia. Monasterio de Irache (Navarra)

Page 15: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

ΑΩ Declaración Dominus Iesus 15

(1) Conc. de Constantinopla I, Symbolum Costantino-politanum: DS 150.

(2) Cf. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 1: AAS83 (1991) 249-340.

(3) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes y Decl. Nos-tra aetate; cf. también Pablo VI, Exhort. ap. Evangeliinuntiandi: AAS 68 (1976) 5-76; Juan Pablo II, Enc.Redemptoris missio.

(4) Conc. Ecum. Vat.II, Decl. Nostra aetate, 2.(5) Pont. Cons. para el Diálogo Interreligioso y Congr. pa-

ra la Evangelización de los Pueblos, Instr. Diálogo yanuncio, 29; cf. Conc.Ecum. Vat II, Const. past.Gaudium et spes, 22.

(6) Cf. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 55.(7) Cf. Pont.Cons. para el Diálogo Interreligioso y Congr.

para la Evangelización de los Pueblos, Instr. Diálo-go y anuncio, 9: AAS 84 (1992) 414-446.

(8) Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 5: AAS 91 (1999)5-88.

(9) Conc. Ecum Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 2.(10) Ibíd., 4.(11) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 5.(12) Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 14.(13) Conc. Ecum. de Calcedonia, DS 301. Cf. san Ata-

nasio de Alejandría, De Incarnatione, 54,3: SC199,458.

(14) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum,4

(15) Ibíd., 5.(16) Ibíd.(17) Cf. Catecismo de la Iglesia católica, 144.(18) Ibíd., 150.(19) Ibíd., 153.(20) Ibíd., 178.(21) Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 13.(22) Cf. ibíd., 31-32.(23) Conc. Ecum. Vat.II, Decl. Nostra aetate, 2. Cf. tam-

bién Decr. Ad gentes, 9, donde se habla de todo lobueno presente en los ritos y en las culturas de lospueblos; Const. dogm. Lumen gentium, 16, dondese indica todo lo bueno y lo verdadero presente en-tre los no cristianos, que pueden ser considerados co-mo una preparación a la acogida del Evangelio.

(24) Cf. Conc. de Trento, Decr. De Libris Sacris et deTraditionibus recipiendis: DS 1501; Conc. Ecum.Vat. I, Const. dogm. Dei Filius, cap. 2: DS 3006.

(25) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 11.(26) Ibíd.(27) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 55; cf. tam-

bién 56. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi,53.

(28) Conc. Ecum. de Nicea I, DS 125.(29) Conc. Ecum. de Calcedonia, DS 301.(30) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Gaudium et spes,

22.(31) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 6.(32) Cf. san León Magno, Tomus ad Flavianum: DS 269.(33) Cf. san León Magno, Carta Promisisse me memini ad

Leonem I imp: DS 318: In tantam unitatem ab ipsoconceptu Virginis deitate et humanitate conserta, utnec sine homine divina, nec sine Dio agerentur hu-mana. Cf. también ibíd.: DS 317.

(34) Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes,45. Cf. también Conc. de Trento, Decr. De pecca-to originali, 3: DS 1513.

(35) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,3-4.

(36) Cf. ibíd., 7.Cf. san Ireneo, el cual afirmaba queen la Iglesia ha sido depositada la comunión conCristo, o sea, el Espíritu Santo (Adversus haereses III,24, 1: SC 211, 472).

(37) Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes,22.

(38) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 28. Acercade las semillas del Verbo, cf. también san Justino, 2Apología, 8,1-2,1-3; 13, 3-6: ed. E. J. Goodspe-ed, 84; 85; 88-89.

(39) Cf. ibíd., 28-29.(40) Ibíd., 29.

(41) Ibíd., 5.(42) Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes,

10; cf. san Agustín, cuando afirma que fuera deCristo, camino universal de salvación que nuncaha faltado al género humano, nadie ha sido libe-rado, nadie es liberado, nadie será liberado: De Ci-vitate Dei 10, 32, 2: CCSL 47, 312.

(43) Conc. Ecum. Vat.II, Const. dogm. Lumen gentium, 62.(44) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 5.(45) Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes,

45. La necesidad y absoluta singularidad de Cristoen la historia humana está bien expresada por sanIreneo cuando contempla la preeminencia de Jesúscomo Primogénito: En los cielos como primogénitodel pensamiento del Padre, el Verbo perfecto dirigepersonalmente todas las cosas y legisla; sobre latierra como primogénito de la Virgen, hombre justoy santo, siervo de Dios, bueno, aceptable a Dios,perfecto en todo; finalmente, salvando de los in-fiernos a todos aquellos que lo siguen, como pri-mogénito de los muertos es cabeza y fuente de la vi-da divina (Demostratio, 39: SC 406, 138).

(46) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 6.(47) Cf. Conc. Ecum. Vat.II, Const. dogm. Lumen gentium,

14.(48) Cf. ibíd., 7.(49) Cf. san Agustín, Enarrat.In Psalmos, Ps 90, Sermo

2,1: CCSL 39, 1266; san Gregorio Magno, Mo-ralia in Iob, Praefatio, 6, 14: PL 75, 525; santoTomás de Aquino, Summa Theologicae, III, q. 48,a. 2 ad 1.

(50) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,6.

(51) Símbolo de la fe: DS 48.Cf. Bonifacio VIII, BulaUnam Sanctam: DS 870-872; Conc. Ecum. Vat. II,Const. dogm. Lumen gentium, 8.

(52) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegra-tio, 4; Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 11: AAS 87(1995) 921-982.

(53) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,20; cf. también san Ireneo, Adversus haereses III, 3,1-3: SC 211, 20-44; san Cipriano, Epist. 33, 1:CCSL 3B, 164-165; san Agustín, Contra advers. le-gis et prophet., 1, 20, 39: CCSL 49, 70.

(54) Conc. Ecum Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 8.(55) Ibíd., Cf. Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 13. Cf. tam-

bién Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gen-tium, 15, y Decr. Unitatis redintegratio, 3.

(56) Es, por lo tanto, contraria al significado auténtico deltexto conciliar la interpretación de quienes dedu-cen de la fórmula subsistit in la tesis según la cual laúnica Iglesia de Cristo podría también subsistir enotras Iglesias cristianas. El Concilio había escogi-do la palabra «subsistit» precisamente para aclararque existe una sola «subsistencia» de la verdaderaIglesia, mientras que fuera de su estructura visible exis-ten sólo «elementa Ecclesiae», los cuales –siendoelementos de la misma Iglesia– tienden y conducena la Iglesia católica (Congr. para la Doctrina de laFe, Notificación sobre el volumen «Iglesia: carismay poder» del P. Leonardo Boff, 11-III-1985: AAS77 (1985) 756-762).

(57) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegra-tio, 3.

(58) Cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Decl. Myste-rium Ecclesiae, n. 1: AAS 65 (1973) 396-408.

(59) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegra-tio, 14 y 15; Congr. para Doctrina de la Fe, CartaCommunionis notio, 17 AAS 85 (1993) 838-850.

(60) Cf. Conc. Ecum Vat. I, Const. Pastor aeternus: DS3053-3064; Conc. Ecum. Vat. II, Const dogm. Lu-men gentium, 22.

(61) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegra-tio, 22.

(62) Cf. ibíd., 3.(63) Cf. ibíd., 22.(64) Congr. para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium Ec-

clesiae, 1.(65) Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 14.

(66) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 3.(67) Congr. para la Doctrina de la Fe, Carta Commu-

nionis notio, 17.Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Uni-tatis redintegratio, 4.

(68) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,5.

(69) Ibíd., 1.(70) Ibíd., 4. Cf. san Cipriano, De Dominica oratione, 23:

CCSL 3A, 105.(71) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,

3.(72) Cf. ibíd., 9. Cf. también la oración dirigida a Dios,

que se encuentra en la Didaché, 9, 4: SC 248,176: Se reúna tu Iglesia desde los confines de la tie-rra en tu reino, e ibíd., 10, 5: SC 248, 180: Acuér-date, Señor, de tu Iglesia... y, santificada, reúneladesde los cuatro vientos en tu Reino que para ella haspreparado.

(73) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 18; cf. Exhort.ap. Ecclesia in Asia, 6-XI-1999, 17: L'Osservato-re Romano, 7-XI-1999. El Reino es tan inseparablede Cristo que, en cierta forma, se identifica con Él(cf. Orígenes, In Mt. Hom., 14, 7: PG 13, 1197;Tertuliano, Adversus Marcionem IV, 33, 8: CCSL1, 634.

(74) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 18.(75) Ibíd., 15.(76) Ibíd., 17.(77) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,

14. Cf. Decr. Ad gentes, 7; Decr. Unitatis redinte-gratio, 3.

(78) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 9. Cf. Ca-tecismo de la Iglesia católica, 846-847.

(79) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm., Lumen gentium,48.

(80) Cf. san Cipriano, De catholicae ecclesiae unitate, 6:CCSL 3, 253-254; san Ireneo, Adversus haeresesIII, 24, 1: SC 211, 472-474.

(81) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 10.(82) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 2. La conoci-

da fórmula extra Ecclesiam nullus omnino salvaturdebe ser interpretada en el sentido aquí explicado(cf. Conc. Ecum. Lateranense IV, Cap. 1. De fide cat-holica: DS 802). Cf. también la Carta del SantoOficio al Arzobispo de Boston: DS 3866-3872.

(83) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 7.(84) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 18.(85) Son las semillas del Verbo divino (semina Verbi),

que la Iglesia reconoce con gozo y respeto (cf.Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 11, Decl.Nostra aetate, 2).

(86) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 29.(87) Cf. Ibíd.; Catecismo de la Iglesia católica, 843.(88) Cf. Conc. de Trento, Decr. De sacramentis, can. 8

de sacramentis in genere: DS 1608.(89) Cf. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 55.(90) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,

17; Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 11.(91) Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 36.(92) Cf. Pío XII, Enc. Mystici Corporis: DS 3821.(93) Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium,

14.(94) Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Nostra aetate, 2.(95) Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 7.(96) Catecismo de la Iglesia católica, 851; cf. también,

849-856.(97) Cf. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 55; Exhort.

ap. Ecclesia in Asia, 31, 6-XI-1999.(98) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, 1.(99) Ibíd.(100) Cf. Juan Pablo II, Enc. Fides et ratio, 15.(101) Ibid., 92.(102) Ibíd., 70.

Notas

Page 16: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

ΑΩDeclaración Dominus Iesus16

Segador.Pintura

del PanteónReal de San

Isidoro, León

Ilustraciones tomadas de Evangelio Románico (Ed. Mensajero) y de El despertar de Europa (Ed. Encuentro)

ÍndiceÍndiceIntroducción 3l. Plenitud y definitividad de la Revelación de Jesucristo 4ll. El Logos encarnado y el Espíritu Santo en la obra de laSalvación 6lll. Unicidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo 9lV. Unicidad y unidad de la Iglesia 10V. Iglesia, Reino de Dios y Reino de Cristo 11Vl. La Iglesia y las religiones en relación con la Salvación 12Conclusión 14Notas 15

Page 17: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,

ΑΩ

Queridos amigos que habéis re-corrido con toda clase de me-

dios tantos y tantos kilómetros para ve-nir aquí, a Roma, a las tumbas delos Apóstoles, dejad que empiecemi encuentro con vosotros planteán-doos una pregunta: ¿Qué habéis ve-nido a buscar? Estáis aquí para ce-lebrar vuestro Jubileo, el Jubileo dela Iglesia joven. El vuestro no es unviaje cualquiera: Si os habéis puestoen camino no ha sido sólo por ra-zones de diversión o de cultura. De-jad que os repita la pregunta: ¿Quéhabéis venido a buscar?, o mejor,

¿a quién habéis venido a buscar? La respuesta no puede ser más

que una: ¡habéis venido a buscar aJesucristo! A Jesucristo que, sin em-bargo, primero os busca a vosotros.En efecto, celebrar el Jubileo no tieneotro significado que el de celebrary encontrar a Jesús, la Palabra que sehizo carne y vino a habitar entre no-sotros.

Las palabras del Prólogo de SanJuan, que acaban de ser proclama-das, son en cierto modo su tarjetade presentación. Nos invitan a fijar lamirada en su misterio. Estas palabras

son un mensaje especial dirigido avosotros, queridos jóvenes: En el prin-cipio existía el Verbo y el Verbo es-taba con Dios y el Verbo era Dios. Élestaba en el principio con Dios (Jn1,1-2).

Al hablar del Verbo, la Palabraconsustancial con el Padre, de la Pa-labra eterna engendrada como Diosde Dios y Luz de Luz, el evangelistanos lleva al corazón de la vida divi-na, pero también al origen del mun-do. En efecto, el Verbo está en el co-mienzo de toda la Creación: Todose hizo por Él y sin Él no se hizo na-

da de cuanto existe (Jn 1,3). Todo elmundo creado, antes de ser reali-dad, fue pensado y querido por Dioscon un eterno designio de amor. Portanto, si observamos el mundo enprofundidad, dejándonos sorprenderpor la sabiduría y la belleza que Diosle ha infundido, podemos ya ver enél un reflejo de la Palabra que la re-velación bíblica nos desvela en ple-nitud en el rostro de Jesús de Naza-ret. En cierto modo, la Creación esuna primera revelación de Él.

El anuncio del Prólogo continúaasí: En Él estaba la vida y la vida era

Anexo: XV Jornada Mundial de la Juventud 17

Palabras de Juan Pablo II a los jóvenes

La doctrina permanente y perenne de la

Iglesia, reafirmada en la Declaración

Dominus Iesus, es la que Juan Pablo II

ha predicado por todos los rincones del

planeta, desde el primer No tengáis

miedo, abrid las puertas a Cristo de su

servicio como Papa al Pueblo de Dios.

De manera especialmente incisiva, su-

gestiva y apremiante lo hizo ante más

de dos millones de jóvenes en la Jor-

nada Mundial de la Juventud del Jubi-

leo del Año 2000 de la encarnación y

del nacimiento de Nuestro Señor Jesu-

cristo. Muchos cientos de miles de aque-

llos dos millones rezan a Dios en cas-

tellano llamándole Padre. La demanda

que parte de muchos de ellos, y sobre

todo la más numerosa de los que no

pudieron estar allí, nos ofrece la inme-

jorable ocasión de completar nuestro

gozoso servicio a los lectores recogien-

do las palabras del Papa a los jóvenes

en aquellos días de gracia

La Iglesia osnecesita.: El Papa

contempla emociona-do cómo le saluda el

millón de jóvenesreunidos en la plaza

de San Pedro, elpasado 15 de agos-to. Abajo, una chicabesa la Cruz coloca-

da en el centro delCirco Massimodurante la XV

Jornada Mundial dela Juventud

Queridos jóvenes: Os cuento mi feSaludo del Santo Padre Juan Pablo II, en el rito de acogida. Plaza de San Pedro, martes 15 de agosto de 2000

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ΑΩ

la luz de los hombres y la luz brillaen las tinieblas y las tinieblas no lavencieron (Jn 1,4-5). Para el evange-lista la vida es la luz, y la muerte –loopuesto a la vida– son las tinieblas.Por medio del Verbo surgió toda vi-da en la tierra y en el Verbo encuen-tra su cumplimiento definitivo.

Identificando la vida con la luz,Juan tiene también en cuenta esa vi-da particular que no consiste sim-plemente en las funciones biológicasdel organismo humano, sino que bro-ta de la participación en la vida mis-ma de Cristo. El evangelista dice: ElVerbo era la luz verdadera que ilu-mina a todo hombre viniendo a estemundo (Jn 1,9). Esa iluminación lefue concedida a la Humanidad enla noche de Belén, cuando el Verboeterno del Padre asumió un cuerpo deMaría Virgen, se hizo hombre y nació

en este mundo. Desde entonces to-do hombre que, mediante la fe, par-ticipa en el misterio de ese aconte-cimiento experimenta de algún modoesa iluminación.

Cristo mismo, presentándose co-mo luz del mundo, dirá un día: Mien-tras tenéis la luz, creed en la luz, pa-ra que seáis hijos de luz (Jn 12,36). Esuna exhortación que los discípulos deCristo se transmiten de generación engeneración, buscando aplicarla a lavida de cada día. Refiriéndose a estaexhortación, san Pablo escribirá: Vi-vid como hijos de la luz; pues el frutode la luz consiste en toda bondad,justicia y verdad (Ef 5,8-9).

El centro del Prólogo de Juanes el anuncio de que el Verbo se hi-zo carne y puso su Morada entre no-sotros (Jn 1,14). Poco antes el evan-gelista había dicho: Vino a su casa,y los suyos no lo recibieron. Pero a to-dos los que lo recibieron, les dio po-der de hacerse hijos de Dios (Jn 1,11-12). Queridos jóvenes, ¿estáis vo-sotros entre los que han acogido aCristo? Vuestra presencia aquí ya esuna respuesta. Habéis venido a Ro-ma, en este Jubileo de los dos milaños del nacimiento de Cristo, paraacoger dentro de vosotros su fuerzade vida. Habéis venido para volvera descubrir la verdad sobre la Creación y para asombraros nueva-mente por la belleza y la riqueza delmundo creado. Habéis venido pararenovar en vosotros la conciencia dela dignidad del hombre, creado aimagen y semejanza de Dios.

Y hemos contemplado su gloria,gloria que recibe del Padre como Hi-

jo único, lleno de gracia y de ver-dad (Jn 1,14). Un filósofo contem-poráneo ha subrayado la importan-cia de la muerte en la vida humana,llegando a calificar al hombre comoun ser-para-la-muerte. El Evangelio,por el contrario, pone de relieve queel hombre es un ser para la vida. Elhombre es llamado por Dios a parti-cipar de la vida divina. El hombrees un ser llamado a la gloria.

Estos días, que pasaréis juntos enRoma en el ámbito de la JornadaMundial de los Jóvenes, os tienenque ayudar, a cada uno de vosotros,a ver más claramente la gloria que espropia del Hijo de Dios, y a la cualhemos sido llamados en Él por el Pa-dre. Por eso es necesario que crezcay se consolide vuestra fe en Cristo.

Esta fe es la que deseo profesarante vosotros, amigos jóvenes, ante

la tumba del apóstol Pedro, al cual elSeñor ha querido que sucediera co-mo Obispo de Roma. Hoy yo deseodeciros, el primero, que creo firme-mente en Jesucristo Nuestro Señor.Sí, yo creo y hago mías las palabrasdel apóstol Pablo: La vida que vivo alpresente en la carne, la vivo en la fedel Hijo de Dios que me amó y se en-tregó a sí mismo por mí (Gal 2,20).

Recuerdo cómo desde niño, enmi familia, aprendí a rezar y a fiarmede Dios. Recuerdo el ambiente de laparroquia, San Estanislao de Kost-ka, que yo frecuentaba en Debniki,Cracovia, dirigida por los padres sa-lesianos, de los cuales recibí la for-mación fundamental para la vida cris-tiana. Tampoco puedo olvidar la ex-

periencia de la guerra y los años detrabajo en una fábrica. La madura-ción definitiva de mi vocación sa-cerdotal surgió en el período de la se-gunda guerra mundial, durante laocupación de Polonia. La tragediade la guerra dio al proceso de ma-duración de mi opción de vida unmatiz particular. En ese contexto seme manifestaba una luz cada vezmás clara: el Señor quiere que yosea sacerdote. Recuerdo conmovidoese momento de mi vida cuando, enla mañana del uno de noviembre de1946, recibí la ordenación sacer-dotal.

Mi Credo continúa con mi actualservicio a la Iglesia. Cuando, el 16 deoctubre de 1978, después de ser ele-gido para la Sede de Pedro, se me di-rigió la pregunta: ¿Aceptas?, respon-dí: Obedeciendo en la fe a Cristo,

mi Señor, confiando en la Madre deCristo y de la Iglesia, a pesar de lasgrandes dificultades, acepto (Re-demptor hominis, 2). Desde entoncestrato de desempañar mi misión en-contrando cada día la luz y la fuerzaen la fe que me une a Cristo.

Pero mi fe, como la de Pedro ycomo la de cada uno de vosotros,no es sólo obra mía, adhesión mía ala verdad de Cristo y de la Iglesia. Lafe es esencialmente, y ante todo,obra del Espíritu Santo, don de sugracia. El Señor me concede, comotambién hace con vosotros, su Espírituque nos hace decir Creo, sirviéndo-se también de nosotros para dar tes-timonio de Él por todos los lugaresde la tierra.

Queridos amigos, ¿por qué alcomenzar vuestro Jubileo he queridoofreceros este testimonio personal?Lo he hecho para aclarar que el ca-mino de la fe pasa a través de todolo que vivimos. Dios actúa en las cir-cunstancias concretas y personalesde cada uno de nosotros: a travésde ellas, a veces de manera verda-deramente misteriosa, se presenta anosotros el Verbo hecho carne, que vi-no a habitar entre nosotros.

Queridos jóvenes, no permitáisque el tiempo que el Señor os con-cede transcurra como si todo fuesecasualidad. San Juan nos ha dichoque todo ha sido hecho en Cristo.Por tanto, creed intensamente en Él.Él guía la historia de cada persona yla de la Humanidad. CiertamenteCristo respeta nuestra libertad, peroen todas las circunstancias gozosaso amargas de la vida no cesa depedirnos que creamos en Él, en suPalabra, en la realidad de la Igle-sia, en la vida eterna.

Así pues, no penséis nunca que soisdesconocidos a sus ojos, como sim-ples números de una masa anónima.Cada uno de vosotros es precioso pa-ra Cristo, Él os conoce personalmentey os ama tiernamente, incluso cuandouno no se da cuenta de ello.

Queridos amigos, proyectadoscon todo el ardor de vuestra juventudhacia el tercer milenio, vivid inten-samente la oportunidad que os ofre-ce la Jornada Mundial de la Juven-tud en esta Iglesia de Roma, que hoymás que nunca es vuestra Iglesia.Dejaos modelar por el Espíritu Santo.Haced la experiencia de la oración,dejando que el Espíritu hable a vues-tro corazón. Orar significa dedicar unpoco del propio tiempo a Cristo, con-fiarse a Él, permanecer en silenciosa

escucha de su Palabra y hacerla re-sonar en el corazón.

En estos días, como si fuera unagran semana de Ejercicios Espiritua-les, buscad momentos de silencio,de oración, de recogimiento. Pedidal Espíritu Santo que ilumine vuestramente, suplicadle el don de una fe vi-va que dé para siempre un sentido avuestra vida, centrándola en Jesús,la Palabra hecha carne.

Que María Santísima, que en-gendró a Cristo por obra del EspírituSanto, María Salus Populi Romani yMadre de todos los pueblos, que lossantos Pedro y Pablo y todos los de-más santos y mártires de esta Iglesiay de vuestras Iglesias os acompañenen vuestro camino.

XV Jornada Mundial de la Juventud18

¿A Quién habéisvenido a buscar? A Jesucristo que, sin embargo,primero os busca a vosotros

Se me manifestabauna luz

cada vez más clara:

el Señor quiere que yo seasacerdote

No tengaís miedo de ser los santos del siglo XXI. Juan Pablo II saluda a los más de dos millones de jóvenes, en la Vigilia del pasado 19 de agosto, en el campus de Tor Vergata

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ΑΩ XV Jornada Mundial de la Juventud 19

Yvosotros ¿quién decís que soy yo?(Mt 16,15). Queridos jóvenes, con gran ale-

gría me reúno de nuevo con vosotros,con ocasión de esta Vigilia de ora-ción, durante la cual queremos po-nernos juntos a la escucha de Cristo,que sentimos presente entre nosotros.Es Él quien nos habla.Y vosotros¿quién decís que soy yo? Jesús planteaesta pregunta a sus discípulos en laregión de Cesarea de Filipo. SimónPedro contesta: Tú eres el Cristo, elHijo de Dios vivo (Mt 16,16). A suvez, el Maestro les dirige estas sor-prendentes palabras: Bienaventuradoeres Simón, hijo de Jonás, porque note ha revelado esto la carne ni la san-gre, sino mi Padre que está en los cie-los (Mt 16,17). ¿Cuál es el significa-do de este diálogo? ¿Por qué Jesúsquiere escuchar lo que los hombrespiensan de Él? ¿Por qué quiere saberlo que piensan sus discípulos de Él? Je-sús quiere que los discípulos se dencuenta de lo que está escondido ensus mentes y en sus corazones, y queexpresen su convicción. Al mismo tiem-po, sin embargo, sabe que el juicioque harán no será sólo el de ellos,porque en el mismo se revelará lo queDios ha derramado en sus corazonespor la gracia de la fe.

Este acontecimiento en la regiónde Cesarea de Filipo nos introduce,en cierto modo, en el laboratorio dela fe. Ahí se desvela el misterio delinicio y de la maduración de la fe.En primer lugar, está la gracia de larevelación: un íntimo e inexpresabledarse de Dios al hombre; después,sigue la llamada a dar una respuesta;y, finalmente, está la respuesta delhombre, respuesta que, desde esemomento en adelante, tendrá que darsentido y forma a toda su vida. Aquítenemos lo que es la fe. Es la res-puesta a la palabra del Dios vivo porparte del hombre racional y libre. Lascuestiones que Cristo plantea, las res-puestas de los apóstoles y la de SimónPedro son como una prueba de lamadurez de la fe de los que estánmás cerca de Cristo.

El diálogo en Cesarea de Filipotuvo lugar en el tiempo prepascual,es decir, antes de la pasión y resu-rrección de Cristo. Convendría re-cordar también otro acontecimientodurante el cual Cristo, ya resucitado,probó la madurez de la fe de susapóstoles. Se trata del encuentro conTomás Apóstol. Era el único ausentecuando, después de la resurrección,Cristo fue por primera vez al Cená-culo. Cuando los otros discípulos le di-jeron que habían visto al Señor, él noquiso creer. Decía: Si no veo en susmanos la señal de los clavos y no me-to mi dedo en el agujero de los clavosy no meto mi mano en su costado,no creeré (Jn 20,25). Ocho días des-

pués, estaban otra vez reunidos losdiscípulos y Tomás estaba con ellos.Entró Jesús estando la puerta cerra-da, saludó a los apóstoles con estaspalabras: La paz con vosotros (Jn20,26), y acto seguido se dirigió aTomás: Acerca aquí tu dedo y miramis manos; trae tu mano y métela enmi costado, y no seas incrédulo sinocreyente (Jn 20,27). Tomás le con-testó: Señor mío y Dios mío (Jn20,28).

El laboratorio de la fe

También el Cenáculo de Jerusalénfue para los Apóstoles una especiede laboratorio de la fe. Lo que allísucedió con Tomás va, en cierto sen-tido, más allá de lo que ocurrió enla región de Cesarea de Filipo. Enel Cenáculo nos encontramos anteuna dialéctica de la fe y de la incre-dulidad más radical y, al mismo tiem-

po, ante una confesión aún más pro-funda de la verdad sobre Cristo. Ver-daderamente no era fácil creer que es-tuviese vivo Aquel que tres días an-tes había sido depositado en el se-pulcro. El divino Maestro habíaanunciado varias veces que iba a re-sucitar de entre los muertos, y ya ha-bía dado también pruebas de ser elSeñor de la vida. Sin embargo, laexperiencia de su muerte había sidotan fuerte que todos tenían necesidadde un encuentro directo con Él paracreer en su resurrección: los apóstolesen el Cenáculo, los discípulos en elcamino a Emaús, las piadosas muje-res junto al sepulcro... También To-más lo necesitaba. Cuando su incre-dulidad se encontró con la experien-cia directa de la presencia de Cristo,el Apóstol que había dudado pro-nunció esas palabras con las que seexpresa el núcleo más íntimo de lafe: Si es así, si Tú verdaderamente

estás vivo aunque te mataron, quie-re decir que eres mi Señor y mi Dios.

Con el caso de Tomás el labora-torio de la fe se ha enriquecido con unnuevo elemento. La revelación divi-na, la pregunta de Cristo y la res-puesta del hombre se han completa-do con el encuentro personal del dis-cípulo con Cristo vivo, con el Resuci-tado. Ese encuentro pasa a ser elinicio de una nueva relación entre elhombre y Cristo, una relación en laque el hombre reconoce existencial-mente que Cristo es Señor y Dios; nosólo Señor y Dios del mundo y de laHumanidad, sino Señor y Dios de es-ta existencia humana mía concreta.Un día san Pablo escribirá: Cerca deti está la palabra: en tu boca y en tucorazón, es decir, la palabra de lafe que nosotros proclamamos. Por-que, si confiesas con tu boca que Je-sús es Señor y crees en tu corazónque Dios lo resucitó de entre los muer-tos, serás salvo (Rm 10,8-9).

En las lecturas de la Liturgia dehoy están descritos los elementos delos que se compone ese laboratoriode la fe, del cual los apóstoles salencomo hombres plenamente cons-cientes de la verdad que Dios habíarevelado en Jesucristo, verdad quehabría modelado su vida personal yla de la Iglesia en el curso de la His-toria. Este encuentro romano, queri-dos jóvenes, es también una especiede laboratorio de la fe para vosotros,

Juntos, a la escucha de CristoTexto íntegro del Discurso del Santo Padre Juan Pablo II. Vigilia de oración en Tor Vergata, sábado 19 de agosto de 2000

Queridos jóvenes, con gran alegría mereúno de nuevo con vosotros, con ocasiónde esta vigilia de oración, durante la cualqueremos ponernos juntos a la escucha de Cristo, que sentimos presente entre nosotros

En vosotros veo a los centinelas del mañana. Vista aérea del campus de Tor Vergata donde se desarrollaron los dos últimos días de la Jornada Mundialde la Juventud

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discípulos de hoy, para quienes con-fiesan a Cristo en los umbrales deltercer milenio.

Cada uno de vosotros puede en-contrar en sí mismo la dialéctica depreguntas y respuestas que hemosseñalado anteriormente. Cada unopuede analizar sus propias dificulta-des para creer, e incluso sentir la ten-tación de la incredulidad. Al mismotiempo, sin embargo, puede tambiénexperimentar una progresiva madu-ración de la convicción conscientede la propia adhesión de fe. En efec-to, siempre en este admirable labo-ratorio del espíritu humano, el labo-ratorio de la fe, se encuentran mu-tuamente Dios y el hombre. Cristo re-sucitado entra en el cenáculo denuestra vida y permite a cada unoexperimentar su presencia y confe-sar: Tú, Cristo, eres mi Señor y miDios.

Cristo dijo a Tomás: Porque mehas visto has creído. Dichosos losque no han visto y han creído (Jn20,29). Todo ser humano tiene ensu interior algo del apóstol Tomás.Es tentado por la incredulidad y seplantea las preguntas fundamenta-les: ¿Es verdad que Dios existe? ¿Esverdad que el mundo ha sido creadopor Él? ¿Es verdad que el Hijo deDios se ha hecho hombre, ha muertoy ha resucitado? La respuesta surgejunto con la experiencia que la per-sona hace de su divina presencia.Es necesario abrir los ojos y el cora-zón a la luz del Espíritu Santo. En-tonces a cada uno le hablarán lasheridas abiertas de Cristo resucita-do: Porque me has visto has creído.Dichosos los que no han visto y hancreído.

Se os pide fidelidad

Queridos amigos, tambiénhoy creer en Jesús, seguir a Jesússiguiendo las huellas de Pedro, deTomás, de los primeros apóstoles ytestigos, conlleva una opción porÉl y, no pocas veces, es como unnuevo martirio: el martirio de quien,hoy como ayer, es llamado a ir con-tra corriente para seguir al divinoMaestro, para seguir al Cordero adondequiera que vaya (Ap 14,4).No por casualidad, queridos jóve-nes, he querido que durante el AñoSanto fueran recordados en el Co-liseo los testigos de la fe del sigloXX. Quizás a vosotros no se os pe-dirá la sangre, pero sí ciertamentela fidelidad a Cristo. Una fidelidadque se ha de vivir en las situacionesde cada día. Estoy pensando enlos novios y su dificultad de vivir,en el mundo de hoy, la pureza an-

tes del matrimonio. Pienso tambiénen los matrimonios jóvenes y en laspruebas a las que se expone sucompromiso de mutua fidelidad.Pienso, asimismo, en las relacionesentre amigos y en la tentación dedeslealtad que puede darse entreellos. Estoy pensando también enel que ha empezado un camino deespecial consagración y en las di-ficultades que, a veces, tiene queafrontar para perseverar en su en-trega a Dios y a los hermanos. Merefiero igualmente al que quiere vi-vir unas relaciones de solidaridad yde amor en un mundo donde úni-

camente parece valer la lógica delprovecho y del interés personal ode grupo. Asimismo, pienso en elque trabaja por la paz y ve nacer yestallar nuevos focos de guerra endiversas partes del mundo; tambiénen quien actúa en favor de la li-bertad del hombre y lo ve aún es-clavo de sí mismo y de los demás;pienso en el que lucha por el amory el respeto a la vida humana y hade asistir frecuentemente a atenta-

dos contra la misma y contra el res-peto que se le debe.

Queridos jóvenes, ¿es difícilcreer en un mundo así? En el año2000, ¿es difícil creer? Sí, es difí-cil. No hay que ocultarlo. Es difícil,pero con la ayuda de la gracia es

posible, como Jesús dijo a Pedro:No te ha revelado esto la carne ni lasangre, sino mi Padre que está enlos cielos (Mt 16,17).

Esta tarde os entregaré el Evan-gelio. Es el regalo que el Papa osdeja en esta Vigilia inolvidable. Lapalabra que contiene es la palabrade Jesús. Si la escucháis en silencio,en oración, dejándoos ayudar porel sabio consejo de vuestros sacer-dotes y educadores, con el fin decomprenderla para vuestra vida, en-tonces encontraréis a Cristo y lo se-guiréis, entregando día a día la vidapor Él. En realidad, es a Jesús a quienbuscáis cuando soñáis la felicidad; esÉl quien os espera cuando no os sa-tisface nada de lo que encontráis;es Él la belleza que tanto os atrae; esÉl quien os provoca con esa sed deradicalidad que no os permite deja-

ros llevar del conformismo; es Él quienos empuja a dejar las máscaras quefalsean la vida; es Él quien os lee enel corazón las decisiones más au-ténticas que otros querrían sofocar.Es Jesús el que suscita en vosotros eldeseo de hacer de vuestra vida al-go grande, la voluntad de seguir unideal, el rechazo a dejaros atraparpor la mediocridad, la valentía decomprometeros, con humildad y per-severancia, para mejoraros a voso-tros mismos y a la sociedad, ha-ciéndola más humana y fraterna.

Queridos jóvenes, para estos no-bles objetivos no estáis solos. Convosotros tenéis a vuestras familias, avuestras comunidades, a vuestros sa-cerdotes y educadores y a tantos devosotros que, en lo oculto, no se can-san de amar a Cristo y de creer en Él.En la lucha contra el pecado no estáissolos: ¡muchos como vosotros luchany con la gracia del Señor vencen!

Queridos amigos, en vosotrosveo a los centinelas del mañana (cf.Is 21,11-12), en este amanecer deltercer milenio. A lo largo del sigloque termina, jóvenes como vosotroseran convocados en reuniones ma-sivas para aprender a odiar, eranenviados para combatir los unos con-tra los otros. Los diversos mesianis-mos secularizados, que han intenta-do sustituir la esperanza cristiana, sehan revelado después como verda-deros y propios infiernos. Hoy estáisreunidos aquí para afirmar que, en elnuevo siglo, no os prestaréis a serinstrumentos de violencia y destruc-ción; defenderéis la paz, incluso acosta de vuestra vida si fuera nece-sario. No os conformaréis con unmundo en el que otros seres huma-nos mueren de hambre, son analfa-betos, están sin trabajo. Defenderéisla vida en cada momento de su de-sarrollo terreno; os esforzaréis contodas vuestras energías en hacer queesta tierra sea cada vez más habi-table para todos.

Queridos jóvenes del siglo quecomienza, diciendo sí a Cristo de-cís sí a todos vuestros ideales másnobles. Le pido que reine en vues-tros corazones y en la Humanidaddel nuevo siglo y milenio. No ten-gáis miedo de entregaros a Él. Él osguiará, os dará la fuerza para se-guirlo todos los días y en cada si-tuación. Que María Santísima, laVirgen que dijo sí a Dios durantetoda su vida, que los santos após-toles Pedro y Pablo y todos los san-tos y santas que han marcado elcamino de la Iglesia a través de lossiglos, os conserven siempre en es-te santo propósito. A todos y a ca-da uno de vosotros os imparto conafecto mi Bendición.

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No se os pedirá la sangre, pero síciertamente la fidelidad a Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir

en las situaciones de cada día

Los diversos mesianismos secularizados,que han intentado sustituir la esperanzacristiana, se han revelado después comoverdaderos y propios infiernos

Diciendo «sí» a Cristo decís «sí» a todos vuestros ideales más nobles. Una joven besa, después de confesarse, la Cruz de los Jóvenes instalada en el centro del Circo Massimo

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Señor, ¿a quién vamos a acudir?Tú tienes palabras de vida eter-

na (Jn 6,68).Queridos jóvenes de la decimo-

quinta Jornada Mundial de la Juven-tud, estas palabras de Pedro, en eldiálogo con Cristo al final del dis-curso del Pan de vida, nos afectanpersonalmente. Estos días hemos me-ditado sobre la afirmación de Juan: ElVerbo se hizo carne y puso su Mo-rada entre nosotros (Jn 1,14). El evan-gelista nos ha llevado al gran miste-rio de la encarnación del Hijo deDios, el Hijo que se nos ha dado através de María al llegar la plenitudde los tiempos (Gal 4,4). En su nom-bre os vuelvo a saludar a todos conun gran afecto. Saludo y agradez-co al cardenal Camillo Ruini, mi Vi-cario General para la diócesis deRoma y Presidente de la Conferen-cia Episcopal Italiana, las palabrasque me ha dirigido al comienzo deesta Santa Misa; saludo también alcardenal James Francis Stafford, Pre-sidente del Consejo Pontificio paralos Laicos y a tantos cardenales, obis-pos y sacerdotes aquí reunidos; asi-mismo, saludo con gran deferencia alSeñor Presidente de la República yal Jefe del Gobierno italiano, así co-mo a todas las autoridades civiles yreligiosas que nos honran con su pre-sencia.

Hemos llegado al culmen dela Jornada Mundial de la Juventud.Ayer por la noche, queridos jóvenes,hemos reafirmado nuestra fe en Je-sucristo, en el Hijo de Dios que, co-mo dice la primera lectura de hoy,el Padre ha enviado a anunciar laBuena Nueva a los pobres, a ven-dar los corazones rotos; a pregonara los cautivos la liberación y a losreclusos la libertad..., para consolara todos los que lloran (Is 61,1-3).

En esta celebración eucarística Je-sús nos introduce en el conocimientode un aspecto particular de su mis-terio. Hemos escuchado en el Evan-gelio un pasaje de su discurso en lasinagoga de Cafarnaúm, despuésdel milagro de la multiplicación de lospanes, en el cual se revela como elverdadero pan de vida, el pan ba-jado del cielo para dar la vida almundo (cf. Jn 6,51). Es un discursoque los oyentes no entienden. La pers-pectiva en que se mueven es dema-siado material para poder captar laauténtica intención de Cristo. Ellosrazonan según la carne, que no sirvepara nada (Jn 6,63). Jesús, en cam-bio, orienta su discurso hacia el ho-rizonte inabarcable del espíritu: Laspalabras que os he dicho son espíritu

y son vida (ibíd.) Sin embargo, el au-ditorio es reacio: Es duro este len-guaje. ¿Quién puede escucharlo?(Jn 6,60). Se consideran personascon sentido común, con los pies en latierra, por eso sacuden la cabeza y,refunfuñando, se marchan uno de-trás de otro. El número de la muche-dumbre se reduce progresivamente.Al final, sólo queda un pequeño gru-po con los discípulos más fieles. Pe-ro respecto al pan de vida Jesús noestá dispuesto a contemporizar. Es-tá preparado más bien para afrontarel alejamiento incluso de los más cer-canos: ¿También vosotros queréismarcharos? (Jn 6,67).

¿También vosotros? La preguntade Cristo sobrepasa los siglos y lle-ga hasta nosotros, nos interpela per-sonalmente y nos pide una decisión.¿Cuál es nuestra respuesta? Queri-dos jóvenes, si estamos aquí hoy es

porque nos vemos reflejados en laafirmación del apóstol Pedro: Señor,¿a quién vamos a acudir? Tú tienespalabras de vida eterna (Jn 6,68).

Palabras de vida eterna

Muchas palabras resuenan en vo-sotros, pero sólo Cristo tiene pala-bras que resisten al paso del tiempoy permanecen para la eternidad. Elmomento que estáis viviendo os im-pone algunas opciones decisivas: laespecialización en el estudio, la orien-tación en el trabajo, el compromisoque debéis asumir en la sociedad yen la Iglesia. Es importante darsecuenta de que, entre todas las pre-guntas que surgen en vuestro interior,las decisivas no se refieren al qué.La pregunta de fondo es quién: haciaQuién ir, a Quién seguir, a Quiénconfiar la propia vida.

Pensáis en vuestra elección afecti-va e imagino que estaréis de acuerdo:lo que verdaderamente cuenta en la vi-da es la persona con la que uno de-cide compartirla. Pero, ¡atención! To-da persona es inevitablemente limita-da, incluso en el matrimonio más en-cajado se ha de tener en cuenta unacierta medida de desilusión. Pues bien,queridos amigos: ¿no hay en esto al-go que confirma lo que hemos escu-chado al apóstol Pedro? Todo ser hu-mano, antes o después, se encuentraexclamando con él: ¿A quién vamosa acudir? Tú tienes palabras de vidaeterna. Sólo Jesús de Nazaret, el Hijode Dios y de María, el Verbo eternodel Padre, que nació hace dos milaños en Belén de Judá, puede satis-facer las aspiraciones más profundasdel corazón humano. En la preguntade Pedro: ¿A quién vamos a acudir?está ya la respuesta sobre el camino

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¿A Quién confiar la propia vida?

Santa Misa: clausura Jornada Mundial de la Juventud. Texto íntegro de la Homilía del Santo Padre Juan Pablo II. Tor Vergata, domingo 20 de agosto de 2000

Muchas palabrasresuenan en vosotros, pero sólo Cristotiene palabras que resisten al paso del tiempoy permanecen para la eternidadPoned la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria. Sobre estas líneas, Juan

Pablo II dando la comunión durante la Misa en Tor Vergata. Arriba a la derecha, un sacerdotedando la absolución a un joven en uno de los confesionarios instalados en el Circo Massimo

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que se debe recorrer. Es el caminoque lleva a Cristo. Y el divino Maestroes accesible personalmente; en efec-to, está presente sobre el altar en la re-alidad de su cuerpo y de su sangre. Enel sacrificio eucarístico podemos entraren contacto, de un modo misteriosopero real, con su persona, acudien-do a la fuente inagotable de su vidade Resucitado.

Ésta es la maravillosa verdad,queridos amigos: el Verbo, que sehizo carne hace dos mil años, estápresente hoy en la Eucaristía. Poreso, el año del gran Jubileo, en elque estamos celebrando el misteriode la Encarnación, no podía dejar deser también un año intensamente eu-carístico (cf. Tertio millennio adve-niente, 55). La Eucaristía es el sa-cramento de la presencia de Cristoque se nos da porque nos ama. Élnos ama a cada uno de nosotros deun modo personal y único en la vi-da concreta de cada día: en la fa-milia, entre los amigos, en el estudioy en el trabajo, en el descanso y en

la diversión. Nos ama cuando llenade frescura los días de nuestra exis-tencia y también cuando, en el mo-mento del dolor, permite que la prue-ba se cierna sobre nosotros; tambiéna través de las pruebas más duras, Élnos hace escuchar su voz.

Sí, queridos amigos, ¡Cristo nosama y nos ama siempre! Nos ama in-cluso cuando lo decepcionamos,cuando no correspondemos a lo queespera de nosotros. Él no nos cierranunca los brazos de su misericordia.¿Cómo no estar agradecidos a es-te Dios que nos ha redimido llegandoincluso a la locura de la Cruz? ¿Aeste Dios que se ha puesto de nues-tra parte y está ahí hasta al final?

Disponibilidad

Celebrar la Eucaristía, co-miendo su carne y bebiendo su

sangre, significa aceptar la lógicade la cruz y del servicio. Es decir,significa ofrecer la propia dispo-nibilidad para sacrificarse por losotros, como hizo Él. De este testi-monio tiene necesidad urgentenuestra sociedad, de él necesitanmás que nunca los jóvenes, tenta-dos a menudo por los espejismosde una vida fácil y cómoda, porla droga y el hedonismo, que lle-van después a la espiral de la de-sesperación, del sin-sentido, de laviolencia. Es urgente cambiar derumbo y dirigirse a Cristo, que estambién el camino de la justicia,de la solidaridad, del compromi-so por una sociedad y un futurodignos del hombre.

Ésta es nuestra Eucaristía, ésta esla respuesta que Cristo espera de no-sotros, de vosotros, jóvenes, al finalde vuestro Jubileo. A Jesús no le gus-tan las medias tintas y no duda enapremiarnos con la pregunta: ¿Tam-bién vosotros queréis marcharos?Con Pedro, ante Cristo, Pan de vi-

da, también hoy nosotros queremosrepetir: Señor, ¿a quién vamos a acu-dir? Tú tienes palabras de vida eter-na (Jn 6,68).

Queridos jóvenes, al volver avuestra tierra poned la Eucaristíaen el centro de vuestra vida perso-nal y comunitaria: amadla, ado-radla y celebradla, sobre todo eldomingo, Día del Señor. Vivid laEucaristía dando testimonio delamor de Dios a los hombres. Osconfío, queridos amigos, este donde Dios, el más grande dado a no-sotros, peregrinos por los caminosdel tiempo, pero que llevamos en elcorazón la sed de eternidad. ¡Oja-lá que pueda haber siempre en ca-da comunidad un sacerdote quecelebre la Eucaristía! Por eso pidoal Señor que broten entre vosotrosnumerosas y santas vocaciones alsacerdocio. La Iglesia tiene nece-

sidad de alguien que celebre tam-bién hoy, con corazón puro, el sa-crificio eucarístico. ¡El mundo nopuede verse privado de la dulce yliberadora presencia de Jesús vivoen la Eucaristía!

Sed vosotros mismos testigos fer-vorosos de la presencia de Cristo ennuestros altares. Que la Eucaristíamodele vuestra vida, la vida de las fa-milias que formaréis; que oriente to-das vuestras opciones de vida. Quela Eucaristía, presencia viva y realdel amor trinitario de Dios, os inspireideales de solidaridad y os haga vi-vir en comunión con vuestros herma-nos dispersos por todos los rinconesdel planeta. Que la participación enla Eucaristía fructifique, en especial,en un nuevo florecer de vocaciones ala vida religiosa, que asegure la pre-sencia de fuerzas nuevas y generosasen la Iglesia para la gran tarea de lanueva evangelización. Si alguno devosotros, queridos jóvenes, siente ensí la llamada del Señor a darse to-talmente a Él para amarlo con cora-

zón indiviso (cf. 1 Co 7,34), que nose deje paralizar por la duda o elmiedo. Que pronuncie con valentíasu propio sí sin reservas, fiándose deÉl que es fiel en todas sus promesas.¿No ha prometido, al que lo ha de-jado todo por Él, aquí el ciento poruno y después la vida eterna? (cf.Mc 10,29-30).

Al final de esta Jornada Mun-dial, mirándoos a vosotros, a vuestrosrostros jóvenes, a vuestro entusiasmosincero, quiero expresar, desde lohondo de mi corazón, mi agradeci-miento a Dios por el don de la ju-ventud, que a través de vosotros per-manece en la Iglesia y en el mundo.¡Gracias a Dios por el camino delas Jornadas Mundiales de la Juven-tud! ¡Gracias a Dios por tantos jó-venes que han participado en ellasdurante estos dieciséis años! Son jó-venes que ahora, ya adultos, siguen

viviendo en la fe allí donde residen ytrabajan. Estoy seguro de que tam-bién vosotros, queridos amigos, es-taréis a la altura de los que os hanprecedido. Llevaréis el anuncio deCristo en el nuevo milenio. Al volvera casa, no os disperséis. Confirmady profundidad en vuestra adhesióna la comunidad cristiana a la quepertenecéis. Desde Roma, la ciudadde Pedro y Pablo, el Papa os acom-paña con su afecto y, parafraseandouna expresión de santa Catalina deSiena, os dice: Si sois lo que tenéisque ser, ¡prenderéis fuego al mundoentero! (cf. Cart. 368).

Miro con confianza a esta nuevaHumanidad que se prepara tambiénpor medio de vosotros; miro a estaIglesia constantemente rejuvenecidapor el Espíritu de Cristo y que hoy sealegra por vuestros propósitos y devuestro compromiso. Miro hacia elfuturo y hago mías las palabras deuna antigua oración, que canta a lavez al don de Jesús, de la Eucaristíay de la Iglesia:

Te damos gracias, Padre nuestro,por la vida y el conocimiento quenos diste a conocer por medio de Je-sús, tu siervo.

A ti la gloria por los siglos.Así como este trozo de pan esta-

ba disperso por los montes y reunidose ha hecho uno, así también reúnea tu Iglesia desde los confines de latierra en tu reino [...]

Tú, Señor omnipotente, has crea-do el universo a causa de tu Nombre,has dado a los hombres alimento ybebida para su disfrute, a fin de quete den gracias y, además, a noso-tros nos has concedido la gracia deun alimento y bebida espirituales yde vida eterna por medio de tu sier-vo [...]

A ti la gloria por los siglos.(Didaché 9,3-4; 10,3-4).

Amén.

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Entre todas las preguntas que surgen en vuestro interior,las decisivas no se refieren al qué. La pregunta de fondo es quién: hacia Quién ir, a Quién seguir, a Quién confiar la propia vida

¿No ha prometido al que lo ha dejado todo por Él, aquí el ciento por uno y después la vida eterna? Juan Pablo II sigue el ritmo de la música durante laVigilia del 19 de agosto en Tor Vergata

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Contad esta experienciaPalabras de Juan Pablo II durante el rezo del Angelus. Tor Vergata, domingo 20 de agosto de 2000

Al final de esta celebración euca-rística, nuestro pensamiento se di-

rige a la Mujer, de la que nos hablasan Pablo en la segunda lectura de laMisa (Gal 4,4), es decir, la VirgenMaría, en cuya fiesta de la Asunciónse ha iniciado esta decimoquinta Jor-nada Mundial de la Juventud. Consu presencia solícita y materna, Ma-ría ha presidido estas jornadas ro-manas de intensa experiencia de fe.A ella queremos manifestar todo nues-tro agradecimiento por aquel sí quedio al inicio de la aventura de la Re-dención.

Mientras pido a la Santísima Vir-gen que vele sobre los jóvenes y lasjóvenes del mundo, doy las graciascordialmente a todos vosotros, quehabéis tomado parte en la decimo-quinta Jornada Mundial de la Juven-tud. Saludo y doy las gracias, antetodo, a quienes han organizado esteevento: el Consejo Pontificio para losLaicos, presidido por el cardenal Ja-mes Francis Stafford; el Vicariato deRoma y la Conferencia Episcopal Ita-liana, presidida por el cardenal Ca-millo Ruini; el Presidente y los miem-bros del Comité Italiano para la de-cimoquinta Jornada Mundial de la Ju-ventud, así como también lascomunidades parroquiales de Romay de las diócesis limítrofes, sus aso-ciaciones, movimientos y grupos que,desde hace tres años, han rezado ytrabajado con entusiasmo para pre-parar este evento. Pido a todos queno se deje desperdiciar el rico patri-monio de bien que el trabajo comúnha producido. Mi agradecimiento sedirige también a las autoridades pú-blicas, que con gran esfuerzo se hanocupado de que la compleja orga-nización de la Jornada Mundial dela Juventud se desarrollase lo mejorposible. Saludo, finalmente, a tantoscardenales y obispos presentes, a lossacerdotes, a las religiosas y religio-sos, a los educadores y a vosotros, jó-venes del mundo, mi gozo y mi co-rona (Flp 4,1). Antes de concluir estagrande y bella asamblea, deseoanunciar que el próximo EncuentroMundial de los Jóvenes tendrá lugaren Toronto, Canadá, en el verano de2002. Al invitar, ya desde ahora, alos jóvenes del mundo a encaminarsehacia aquella meta, dirijo un saludoespecial a la Delegación canadiense,que ha estado presente en esta cele-bración para recoger el testigo de sufuturo compromiso. Sobre ellos y elencargo que hoy asumen invoco laprotección de la Santísima Virgen.

Quiero saludar ahora a los pre-sentes en las diversas lenguas.

(inglés)Queridos jóvenes, debemos des-

pedirnos hasta la próxima vez. Vues-tra peregrinación tras las huellas de Je-sús debe proseguir dondequiera quevayáis. Llevad con vosotros las pala-bras de vida de Jesús y difundidlaspor doquier. ¡Dios esté con vosotros!

(francés)Queridos jóvenes, ¡feliz regreso a

vuestros países! Sed entre vuestroshermanos y hermanas testigos cadavez más audaces del amor que osimpulsa en vuestra vida. ¡Que Diosos bendiga!

(español)Saludo ahora a los jóvenes de

América Latina y España presentesen la Jornada Mundial de la Juven-tud. Al regresar a los lugares de ori-gen, contad a vuestros coetáneos laexperiencia vivida y dadles un abra-zo del Papa.

(alemán)Queridos jóvenes, sed en vuestro

ambiente la carta viva de Cristo, la

tarjeta de visita de Jesús. El Señor osnecesita, heraldos de esperanza. Vol-ved a vuestra patria. Sois enviados.Con una bendición especial.

(portugués)A los jóvenes de lengua portu-

guesa y a los guías que los acompa-ñan y ayudan, les digo: ¡Gracias porvuestra peregrinación, con mi bendi-ción para el camino de vida que osespera! Sed la tienda del divino Em-manuel en medio de vuestra gente ypermitid que entren los que tienenhambre de Dios.

(polaco)Os saludo a vosotros, jóvenes pe-

regrinos procedentes de Polonia yotros países del mundo. Pido a Diosque este encuentro jubilar dé frutosen vuestra vida diaria. Permaneceden unión con Cristo y con vuestroshermanos. Llevad a vuestros coetá-neos la paz y la alegría de estos días.

(ruso)Queridos jóvenes, ¡feliz regreso a

vuestros países! Sed en medio devuestros coetáneos testigos valientesdel Evangelio. ¡Que Dios os bendi-ga!

(suahili)Queridos jóvenes africanos, lle-

vad la alegría de Cristo a vuestrospaíses. El Papa os acompaña con suoración.

(tagalo)Queridos amigos de Filipinas y de

Asia, conservad en el corazón la ale-gría de estos días y dad testimoniode Cristo, salvación del mundo.

(italiano)Saludo a todos con afecto y gra-

titud. Invocamos ahora todos juntosla protección de la Virgen sobre elcamino de cada uno de nosotros.

Una vez más quisiera dar gra-cias al Señor, nuestro Dios, por estaexcepcional y espléndida asambleaque ha superado todas nuestras ex-pectativas. Roma no sólo ha sidoconquistada por vosotros; ahora hallegado a ser vuestra, porque aquíestá Pedro. Vosotros sois el corazónjoven de la Iglesia. ¡Id por todo elmundo y llevad la paz! El Señor haresucitado y camina con vosotros.Sed sus testigos entre vuestros coe-táneos en el amanecer del nuevomilenio.

Si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero! Un momento del saludo de acogida a los jóvenes de todo el mundo, el pasado 15 de agosto, en la Plaza de San Pedro

Page 24: Congregación para la Doctrina de la Fe Declaración … · to de la revelación de Jesu-cristo. Debe ser, en efecto, firmemente creída la afirma-ción de que en el misterio de Jesucristo,