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1 Conflictos comerciales con Brasil Integrantes: Lisandro De Vincenti (Estudiante de Ciencia Política -UBA) Marcelo Pagni (Estudiante de Ciencia Política - UBA) Daniel Frabotta (Estudiante de Ciencia Política - UBA) Mauro Tassone (Estudiante de Ciencia Política - UBA) Adrián González (Periodista especializado en Economía – Estudiante de Ciencia Política - UBA) Palabras clave: Conflicto, comercio, balanza, Brasil, Argentina. Universidad de Buenos Aires Facultad de Ciencias Sociales Ciencia Política Año 2012

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Conflictos comerciales con Brasil Integrantes:

Lisandro De Vincenti (Estudiante de Ciencia Política -UBA)

Marcelo Pagni (Estudiante de Ciencia Política - UBA)

Daniel Frabotta (Estudiante de Ciencia Política - UBA)

Mauro Tassone (Estudiante de Ciencia Política - UBA)

Adrián González (Periodista especializado en Economía – Estudiante

de Ciencia Política - UBA)

Palabras clave: Conflicto, comercio, balanza, Brasil, Argentina.

Universidad de Buenos Aires Facultad de Ciencias Sociales

Ciencia Política

Año 2012

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ÍNDICE

- INTRODUCCIÓN

- La necesidad de equilibrar el comercio internacional:

¿Capricho o política de Estado?...........................................................................2

- Extranjerización de la economía……………………………………………..…………………....3

- La concentración económica en cifras……………………………………..…………………...3

- La balanza de pagos: definición………………………………………………….………………….4

- Conflictos comerciales con Brasil –

Una aproximación a las causas: ¿socios o competidores?..................................6

CAPITULO I

CONTEXTO EXTERNO E INTERNO

I.1- Un poco de historia………………………………………………………………………………….8

I.1.2- Deuda externa y fuga de capitales………………………………………..…………..….9

I.1.2.3- Determinantes del endeudamiento……………………………….…………….…..13

I.1.2.4- La política de desendeudamiento…………………………………………...……….15

I.1.2.5- El pago al FMI…………………………………………...……………………………………..16

I.1.2.6- Bonistas: una nueva renegociación………………………………..…………….....16

CAPITULO II

COMPORTAMIENTO DEL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO

(1991-2000/2001-2010)

II.1- Exportaciones durante la convertibilidad (1991-2001)……………….……..….17

II.1.1- Rasgos generales de la industria en los ´90…………………............………...18

II.1.2- Exportaciones en los ´90………………………………...…………………………………20

II.1.3- Argentina-Brasil: la interdependencia……………...…………………….………...21

CAPITULO III

COMPORTAMIENTO DEL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO (2001-2010): TIPO DE CAMBIO COMPETITIVO

III.1- Comportamiento de la industria…………………………………………………..…….25

CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………….……33

BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………….…..37

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INTRODUCCION

La necesidad de equilibrar el comercio internacional: ¿capricho o política de estado?

La crisis que golpea al hemisferio norte iniciada en 2007 hace necesaria la implementación de

políticas que tiendan a evitar el impacto en la economía local. Dicho impacto podría contagiarse

fundamentalmente por dos vías: la financiera y la comercial.

Nuestro país no se halla en la actualidad expuesto a los vaivenes de un contagio por la vía

financiera en razón de las políticas de desendeudamiento, como se explica más adelante, puestas

de manifiesto con el pago al contado de U$S 9500 M. al FMI en enero de 2006 en primer término -

lo que impidió que el organismo tuviera injerencia en la política económica interna-, y la

renegociación con los tenedores privados de bonos efectuada en 2005 y 2010 mediante un canje al

que adhirieron casi el 93% de los acreedores en segundo, deuda derivada de administraciones

anteriores. El 7% restante se encuentra en poder de los “fondos buitre” 1 que no entraron al canje y

decidieron litigar contra el Estado argentino. La renegociación se llevó a cabo logrando una quita

cercana a los U$S 70.000 M. considerada la renegociación de deuda más importante de la finanzas

internacionales.

Sin embargo, el contagio podría producirse a través del comercio internacional. En efecto, una

Europa en crisis y con varios de los países miembros de la UE en recesión, es evidente que

reducirá su consumo, por lo que, consecuentemente importarán menos afectando al comercio

internacional. Al mismo tiempo, Europa tratará de colocar sus excedentes exportables en el mundo

para amortiguar la crisis y los países a los que el viejo continente deje de comprar, por ejemplo,

China; buscarán nuevos destinos para sus productos.

Esto significa que si Argentina, cuyas compras crecieron en el último año un 30%, importara más

de lo que vende tendrá un indefectible deterioro en la Balanza Comercial y por lo tanto un impacto

en su Balanza de Pagos. Consecuentemente, un saldo neutro o negativo en esta última repercutirá

en el nivel de reservas internacionales debilitando al país para enfrentar los vencimientos de la

deuda externa durante el presente año y evitar cualquier especulación monetaria o financiera, como

la mini corrida cambiaria y la fuga de divisas ocurrida en oportunidad de las elecciones del 2011.

Es evidente que un deterioro del sector externo obligaría al país a realizar un ajuste ortodoxo

clásico como es la reducción de la inversión pública y la demanda agregada, u obligar al país a

1 Un fondo buitre es una cartera de inversión con gran respaldo financiero que compra deuda pública a precio vil de una entidad considerada débil, en cesación de pago o cercana a la quiebra y luego litiga contra el emisor para cobrar la deuda a valor nominal. El nombre es una metáfora que compara a estos inversores con los buitres sobrevolando pacientemente, esperando para lanzarse sobre los restos de una compañía que se debilite rápidamente o de las deudas soberanas de un país deudor.

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volver al mercado de capitales exponiéndolo a la crisis financiera internacional, situación

que condicionaría el crecimiento de su economía y distraería recursos al desarrollo.

Extranjerizacion de la Economía

Generalmente las inversiones extranjeras no están destinadas a crear nuevas empresas ni al

desarrollo tecnológico, sino a la adquisición de empresas ya existentes o la intervención en

empresas públicas privatizadas. Utilizando, en este último caso títulos públicos devaluados en el

mercado, pero que son aceptados a valor nominal en el país de destino, tal el caso de las

privatizaciones llevadas a cabo en los ´90 en nuestro país.

La mayoría de ellas tampoco permiten aumentar exportaciones con mayor valor agregado ni

estimulan la economía local, ya que tienden a la explotación directa de recursos naturales, que son

exportados en bruto y procesados industrialmente en sus países de origen o terceros países donde

se benefician con bajos costos laborales.

Como lo demuestra la experiencia en Latinoamérica, confiar en la inversión extranjera como único

motor de desarrollo ha llevado a una mayor exclusión social y concentración de la riqueza,

aumento sideral del endeudamiento externo y la pérdida de soberanía en la toma de decisiones.

La concentración económica en cifras

Según la CEPAL, sobre las 100 empresas más importantes de servicios de América Latina, la

participación extranjera pasó del 10% en el período 1990-94, al 38% en el 2000-02. En Argentina,

luego del programa de apertura comercial y financiera, que profundizaron la extranjerización de la

economía, la Inversión Extranjera Directa (IED) pasó del 8% del PBI al 22%.

La mayor parte de esa inversión (49%) se empleó en compras y fusiones de empresas ya

existentes, incluidas las privatizaciones. El 33% se dedicó a la ampliación de plantas y sólo el 18%

a instalación de nuevas empresas.

Según estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),

para 1997 la extranjerización de la economía argentina era mayor que la de países considerados

abiertos al capital externo y al comercio. Ese año, la participación de las empresas transnacionales

en las ventas llegó al 57%, porcentaje mayor que el de Brasil (50%) y que el de Malasia ó Hong

Kong. En el Reino Unido o Francia el porcentaje era del 30% y en Alemania del 13%. Además, la

participación de las transnacionales en el valor agregado llegó al 79%, una porción superior a la de

países como Irlanda, Singapur, Malasia, Hong Kong y Brasil (50%). Las exportaciones de ese año

fueron realizadas en un 50% por transnacionales.

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La extranjerización del sistema financiero también sufrió cambios. Entre 1990 y finales de

esa década, los bancos extranjeros pasaron de tener una participación moderada a controlar la

tercera parte del sistema de recolección de depósitos y asignación de crédito bancario en la región.

Del 5% del mercado que ostentaban entre 1990-1994, pasaron a controlar el 35% entre 1999-2003.

El control de los flujos financieros internos y externos por entidades extranjeras sería aún mayor si

se sumara la aparición de sistemas de jubilación privados en Chile, Argentina, México y otros

países (luego derogado en nuestro país).

En Argentina, según el BCRA, en 1990 los bancos privados extranjeros tenían el 15% de los

depósitos, cifra que se elevó al 52% al finalizar la década.

La Balanza de Pagos: definición

La balanza de pagos es una cuenta que registra todas las transacciones monetarias entre un país y

el resto del mundo. Estas transacciones pueden incluir pagos por las exportaciones e importaciones

del país de bienes, servicios, capital financiero y transferencias financieras. La cuenta de balanza

de pagos resume las transacciones internacionales para un período específico, normalmente un

año, y se prepara en una sola divisa, típicamente la divisa doméstica del país concernido. Las

fuentes de fondos para un país, como las exportaciones o los ingresos por préstamos e inversiones,

se registran en datos positivos. La utilización de fondos, como las importaciones o la inversión en

países extranjeros, se registran como datos negativos.

Cuando todos los componentes de la balanza de pagos se incluyen, el total debe sumar cero, sin

posibilidad de que existe un superávit o déficit. Por ejemplo, si un país está importando más de lo

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que exporta, su balanza comercial estará en déficit, pero la falta de fondos en esta cuenta

será contrarrestada por otras vías, como los fondos obtenidos a través de la inversión extranjera, la

disminución de las reservas del banco central o la obtención de préstamos de otros países.

Si bien la cuenta de la balanza de pagos general siempre tiene que estar en equilibrio cuando todos

los tipos de pagos son incluidos, es posible que existan desequilibrios en las cuentas individuales

que forman la balanza de pagos, como la cuenta corriente, cuenta de capital excluyendo la cuenta

de las reservas del banco central, o la suma de las dos. Un desequilibrio en la última suma puede

resultar en un país superavitario que acumule riqueza, mientras que una nación deficitaria puede

devenir progresivamente endeudada. El término "balance de pagos" a menudo se refiere a esta

suma: se dice que el balance de pagos de un país está en superávit (equivalentemente, la balanza de

pagos es positiva) por un determinado importe si las fuentes de fondos (como las exportaciones de

bienes y bonos vendidos) exceden el uso de esos fondos (como el pago por bienes importados y el

pago por la compra de bonos extranjeros) por ese importe. Se dice que hay un déficit de balanza de

pagos (la balanza de pagos es negativa) si ocurre el fenómeno inverso.

Bajo un sistema de tipo de cambio fijo, el banco central acomoda esos flujos mediante la compra

de cualquier flujo de fondos que entra en el país o a través de la provisión de fondos en divisa

extranjera en los mercados de divisas, de modo que haga coincidir cualquier salida de capitales al

exterior, previniendo así que los flujos de fondos puedan afectar al tipo de cambio entre la divisa

del país y otras divisas. Así, el cambio neto anual en las reservas de divisas extranjeras del Banco

Central se denomina en ocasiones superávit o déficit de balanza de pagos. Existen alternativas a

los sistemas de tipo de cambio fijo, como un régimen de gestión flotante donde se permiten cierta

flexibilidad en los tipos de cambio, o en el otro extremo un sistema de cambio flotante puro

(también conocido como tipo de cambio puramente flexible). Con un sistema de cambio flotante

puro, el banco central no tiene necesidad de intervenir para proteger o devaluar su divisa,

permitiendo que su tipo sea fijado por el mercado, y las reservas de divisas del banco central no se

alteran.

Históricamente, han existido diferentes enfoques para la cuestión de cómo o incluso si sería

necesario eliminar los desequilibrios de cuenta corriente. Existiendo desequilibrios récord en la

balanza comercial de numerosos países, y siendo este uno de los principales factores que han

contribuido a desencadenar la crisis financiera de 2007-2010, los planes para corregir los

desequilibrios globales de balanza de pagos se han mantenido entre las prioridades de los

gobernantes.

Conflictos comerciales con Brasil

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Una aproximación a las causas: ¿Socios o competidores?

Mucho es lo que se ha discutido (y se lo sigue haciendo) sobre la relación comercial entre los dos

principales socios del Mercado Común del Sur (MERCOSUR). En el presente trabajo, se

intentarán establecer las causas del déficit comercial con Brasil, que ha adquirido ya el carácter de

estructural.

¿Por qué durante la década del ´90, nuestro país tuvo superávit comercial bajo un tipo de

cambio fijo y desfavorable; mientras que desde la salida de la convertibilidad y con un tipo

de cambio competitivo Argentina arroja resultados negativos en su saldo comercial?

Exportaciones, Importaciones y Saldo Comercial con Brasil (1990-2010)

Fuente Elaboración propia en base al CEI

Al establecer cualquier análisis sobre si ambos países tienen más de socios que de competidores o

viceversa, no pueden (ni deben) soslayarse las políticas macroeconómicas de un lado y del otro,

que dificultan por momentos la necesaria integración y transita por senderos oscilantes entre la

complementariedad y una espinosa competencia. “La vecindad no alcanza si los tejidos

productivos y sociales de los socios tienen poco que intercambiar y, consecuentemente, cuentan

con una estrecha frontera de especialización intraindustrial”2.

2 Aldo Ferrer, “Hechos y ficciones de la globalización. Argentina y el Mercosur en el sistema internacional”, Fondo de Cultura Económica 1998.

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Brasil ocupa hoy el lugar de la 6ª economía más grande del mundo y la primera de

América Latina. Sin embargo, si se mide el PBI/per cápita desciende a un cómodo tercer puesto

luego de Argentina y Uruguay.

Algunos autores confunden la supremacía económica del Brasil (que de hecho existe) con una

suerte de subordinación comercial que debería adoptar la Argentina, más cerca de una visión

“ricardiana” sobre las ventajas comparativas de los procesos productivos como condición

necesaria de una relación sin forcejeos. Otros, más pesimistas, sostienen que el MERCOSUR

resultará una entelequia mientras alguna de las dos economías más grandes del Cono Sur no

relegue su aspiración de conseguir el estatus de “nación industrializada”.

La hipótesis de trabajo sobre las razones del déficit comercial argentino durante la etapa post

convertibilidad tiene raíces en la transformación de la estructura productiva de cada uno de los

países bajo análisis.

Una primera observación supone que durante los ´90, Argentina mostró resultados superavitarios

debido a las políticas económicas implementadas bajo el paradigma neoliberal que terminó con la

destrucción de su ya debilitado complejo industrial y condujo a una reprimarización de su

economía, o dicho de otra forma, “las diferencias en la formación histórica, la inserción

internacional, los patrones culturales y políticos, el peso relativo de las fuerzas sociales actuantes,

la dotación de recursos naturales y otros factores contribuyeron a marcar diferencias profundas en

las orientaciones estratégicas de largo plazo de los dos países. Brasil es, tradicionalmente, más

industrialista que Argentina y más proteccionista de su mercado interno”3.

En realidad, la destrucción del aparato industrial fue iniciado en 1976 con la dictadura militar que

zanjó el “empate hegemónico” a favor del sector agro exportador y la apertura indiscriminada del

capital extranjero abandonando la política de sustitución de importaciones por el modelo de

valorización financiera. Políticas económicas aplicadas en la última década del siglo XX bajo el

Consenso de Washington, paradójicamente, por un gobierno democrático.

Contrariamente, Brasil aún bajo gobiernos militares nunca perdió sus aspiraciones de desarrollo

industrial, lo que hizo que nuestro principal socio tuviera una superioridad en su desarrollo.

Además de su política industrial consolidada, Brasil ha exhibido también en los últimos tiempos

una reprimarización de su economía 4 atraído por los altos precios internacionales de los

comodities captando inversiones agrícolas (incluso desde Argentina) debido a la maximización de

3 Aldo Ferrer, Op.cit.

4 El Economista, 28 de marzo de 2012, sección Economía Internacional

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ganancias que encuentran los “pools” de siembra ante la inexistencia de derechos de

exportación, aunque con un tipo de cambio sustancialmente menos competitivo que en nuestro

país.

Esta situación condujo a que Brasil dejara de depender en gran medida de los productos primarios

argentinos hasta casi lograr su autoabastecimiento complementado con la importación de

productos agrícolas desde los Estados Unidos en virtud de sus compromisos en la relación bilateral

con el país del norte. Al mismo tiempo, la Argentina viene desplazando sus compras de bienes de

capital hacia Brasil, disminuyendo su dependencia de los EE UU y otras grandes potencias, y en

segundo lugar, a la disminución de nuestras ventas de derivados del petróleo, por la declinación

hidrocarburífera, que se ha puesto a plena luz estos días.

Otro factor que no debe soslayarse encuentra raíces en el crecimiento dispar que han mostrado

ambas economías en los últimos años. Mientras Argentina ha crecido a los últimos años a una tasa

promedio del 8%, Brasil ha perseguido “metas de inflación”, subordinando a estas el crecimiento

de su PBI. Esta diferencia explica también el déficit de la balanza comercial con nuestro principal

socio. El crecimiento argentino a “tasas chinas” ha requerido satisfacer la mayor demanda interna

con compras al exterior, principalmente de Brasil.

CAPITULO I – CONTEXTO EXTERNO E INTERNO

I.1. Un poco de historia

Con la caída del muro de Berlín, de la URSS, y del llamado “socialismo real”, fueron proclamados

el fin de la historia y de la lucha de clases, la muerte de las ideologías y la aparición de un

comando unipolar del mundo, con la supremacía de los Estados Unidos como única potencia, y de

la elite anglosajona como regente del orden mundial. Reagan y Tatcher en Estados Unidos y Gran

Bretaña fueron los representantes emblemáticos.

La globalización adquirió su identidad y apellido: la globalización financiera neoliberal. Con la

firma del Consenso de Washington5, se abrió la vía para el fortalecimiento del proyecto neoliberal,

nacido en los ‘80. En esa corriente, los gobiernos de América Latina aplicaron políticas de

desregulación, apertura comercial y financiera, y privatización de empresas públicas que

transformaron radicalmente la estructura económica e institucional de los países de la región.

5 Consenso de Washington, John Willianson. Medidas aplicadas en América Latina que incluyó las privatizaciones, la reforma del Estado, el equilibrio fiscal, la estabilidad, la apertura y la desregulación financiera. Esta estrategia cuenta con el apoyo de los organismos internacionales de crédito y las autoridades estadounidenses. El único punto del decálogo incumplido fue el referido al tipo de cambio.

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De esa forma se produjo una gran concentración del poder económico en el mundo y en

la región. Mientras que las burguesías nacionales comenzaron a perder relevancia frente al avance

de las empresas transnacionales, especialmente en las actividades de servicios y las finanzas, la

liberalización de los flujos de capital hizo vulnerables a las economías. Las decisiones sobre

cuestiones fundamentales de las políticas de estado comenzaron a tomarse en los grandes centros

del poder financiero cuya consecuencia resultó la concentración y extranjerización del poder

económico. Los Estados perdieron toda capacidad de negociación y de regulación de las

economías locales, agudizándose en los países con una elevada deuda externa. Si bien los

preceptos del Consenso de Washington, las recetas del FMI y del Banco Mundial y el paradigma

neoliberal fueron iguales para todos los países de la región, no todos aplicaron estas políticas con

el mismo entusiasmo. Argentina fue considerada el mejor alumno y Menem-Cavallo los artífices.

Durante esos años de discurso único, se nos quiso hacer creer que si nos abríamos al mundo

aplicando una economía de mercado –con todo lo que ello implica-, llegarían inversiones

extranjeras como “único” motor para el desarrollo y el crecimiento económico. Sin embargo, esta

apertura verificada en la década del ´90 trajo aparejada una catástrofe económica y social que

colapsó en diciembre de 2001, dejando en evidencia que las economías cuanto más desreguladas

resultan más vulnerables. Esto es así porque han perdido la capacidad de controlar los flujos

comerciales o financieros a través de medidas arancelarias o controles cambiarios.

I. 1.2 - Deuda Externa y Fuga de Capitales

En la historia de nuestro país la deuda externa ha sido la columna vertebral, el eje en torno al cual

ha girado toda la economía. Ese ha sido el condicionamiento estructural de los factores que

frustraron los proyectos de nación soberana e independiente.

Esa deuda externa, que atraviesa la historia desde 1824 hasta nuestros días, fue siempre generadora

de conflictos, y condicionó en forma irreversible el desarrollo de toda nuestra economía. La

riqueza que se genera se transfiere al exterior en concepto de pago de intereses y amortizaciones, y

permite que la deuda opere como una forma determinada de control económico.

La deuda externa es el mecanismo por el cual los mercados financieros y las empresas

transnacionales desarrollan activamente sus proyectos de sustracción de capital, transfiriendo todos

los recursos que se generan en los países periféricos a aquellos lugares donde centralizan sus

actividades comerciales, mediante el crecimiento constante de la obligación originaria y que,

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resulta imposible de cancelar, generando así intereses capitalizables en una espiral

creciente a la que en nada afectarán los pagos que puedan efectuarse. Sobrevienen las

refinanciaciones, reestructuraciones que siguen incrementando el capital originario, y que a través

de una retorcida maniobra financiera hace que la deuda sea impagable.

La historia de la deuda sirve para explicar porqué la Argentina siempre mantuvo un notable grado

de dependencia económica con las potencias hegemónicas y no pudo desarrollar un proyecto de

país alternativo. Refiriéndose a esa dependencia Scalabrini Ortiz escribió: “La inmensa mole que

nos abrumaba fue el resultado de la contabilización, a favor del extranjero, del producto de la

riqueza y del trabajo argentino”.

Desde aquel primer empréstito con la Baring Brothers, firmado por Bernardino Rivadavia en 1824,

hasta la actualidad, el endeudamiento argentino ha transitado los turbios rincones de la usurpación

y el fraude. Sin embargo fue a partir de 1976 cuando el endeudamiento se tornó más pesado,

hundiendo al país en las profundidades.

Para una mejor comprensión tomaremos entonces desde esta etapa que lleva más de tres décadas y

que amenaza todavía con recorrer algunas más.

Desde entonces se visualizan cuatro etapas perfectamente definidas: la dictadura militar (1976-

1983), el gobierno radical de Raúl Alfonsín (1983-1989), la larga década de los ´90 con Carlos

Menem (1989-1999) que incluyó el breve paso de Fernando de la Rúa (1999-2001) que persistió

en la misma política que su predecesor; y la que se inicia en el 2002 con la salida de la

convertibilidad, una nueva cesación de pagos y la crisis institucional.

A mediados de los años setenta, la economía internacional mostraba elevados índices de liquidez,

bajas tasas de interés y bancos ansiosos de obtener nuevas plazas, cuando comenzaron a confluir al

mercado doméstico (en general a toda América Latina) importantes flujos de capital. En Argentina,

el ingreso de esos capitales ocupó primeramente la forma de préstamos al sector privado, en un

marco en que la economía había reducido drásticamente sus niveles de protección y encaraba un

proceso de apertura. A ello se agregó la reforma financiera, concretada en 1977, que liberalizó la

actividad financiera, transfiriendo al sector privado el control bancario y cambiario.

El negocio del endeudamiento consistía, básicamente, en el aprovechamiento de la diferencia entre

las tasas de interés locales e internacionales. Las divisas ingresaban al país, se cambiaban al

sobrevaluado tipo de cambio vigente y se colocaban en el mercado financiero local, maniobra que

arrojaba cuantiosas ganancias y que posteriormente eran remitidas al exterior; iniciándose una

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etapa en la que predominaría la acumulación a través de la valorización financiera, la

desindustrialización, la centralización del capital y la concentración de la producción y del ingreso.

Evolución de la deuda externa (millones de U$S)

Fuente: Elaboración propia en base a Mtrio. de Economía

Para 1981, ya inviabilizado el plan de Martínez de Hoz por el alza de las tasas de interés

internacionales, se produjo una devaluación que puso al borde del colapso al sistema financiero. El

presidente del BCRA, por entonces un joven economista, Domingo Felipe Cavallo, produjo la

estatización de la deuda privada implementada a través de un seguro de cambio cuyo interés fue

licuando la inflación y las posteriores devaluaciones. Se vieron beneficiados así 28 grupos

económicos y más de 100 empresas transnacionales que concentraban el 64% de la deuda externa

privada.

De esta forma, la deuda externa que antes del golpe de estado no superaba los U$S 7.800 millones,

al asumir del gobierno democrático de Raúl Alfonsín llegaba a los U$S 45.100 millones.

Restaurada la democracia, el primer ministro de Economía de Alfonsín, Bernardo Grinspun,

emprendió duras negociaciones con el FMI proponiendo formalizar un “club de deudores” con

otros países en similar situación. Pero la recesión en la que estaba sumergida la economía nacional

hacía imposible cualquier acuerdo y las posiciones del gobierno se diluyeron frente a las presiones

y los atrasos acumulados en los pagos. Grinspun se fue del palacio de Hacienda un año más tarde y

al finalizar el mandato de Alfonsín, en 1989, Argentina acumulaba ya unos U$S 63.000 millones

de deuda.

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A partir del gobierno de Carlos Menem se producen cambios estructurales de corte

neoliberal, siguiendo los postulados del Consenso de Washington: privatizaciones, desregulación,

apertura de la economía y liberalización de los flujos financieros. En abril de 1990 se restablecen

los pagos de la deuda, y en 1993 se implementa el Plan Brady, que lejos de terminar con el

problema de la deuda externa –como predijeron funcionarios de entonces-, significó más

endeudamiento al capitalizar los intereses.

Mientras la deuda creció un 10,2% entre 1990 y 1993 (a un promedio del 3,4% anual

acumulativo), entre 1993 y 2001 lo hizo un 126,6%, a una tasa media anual del 14%. También en

términos del producto bruto interno se produjo un crecimiento notable: pasando del 27% en 1993

al 53,8% en 2001. De igual forma con relación a las exportaciones de bienes y servicios, donde

pasó del 390% en 1993 al 471% en 2001.

El canje de deuda del Plan Brady implicaba, además, atomizar el universo de acreedores, por

cuanto ya no se trataba de deudas contraídas con grandes bancos comerciales (como en la década

del ochenta) sino con tenedores de bonos que podían ser negociados en diversos mercados, tanto

por inversores locales como del extranjero, lo que tornaba difuso el concepto de deuda externa.

En efecto, los bonos públicos que representaban el 15% entre 1991 y 1993 alcanzaron el 66% entre

1993 y 1995, llegando al 73% entre 1996 y el 2001. Situación similar sucedió con la exposición

frente a los organismos de crédito multilateral, pasando del 13% al comienzo de la década al 18%

a su término.

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I.1.2.3 - Determinantes del Endeudamiento

En marzo de 1991 se sancionó la Ley de Convertibilidad, cuyo rasgo más conocido establecía la

paridad cambiaria de U$S 1= $ 1. No obstante, no se trataba de un simple instrumento de

estabilización monetaria y cambiaria, ya que al articularse con la implementación de un programa

profundo de reformas estructurales (como ya se dijo apoyado sobre la liberalización financiera y

comercial, la desregulación de una amplia gama de actividades económicas y la privatización de

empresas públicas), ocupó las características de un modelo económico.

El lugar reservado al BCRA fue el de una caja de conversión al que no le era permitido monetizar

la economía sin el previo encaje por la misma cantidad de dólares, lo que desvirtuaba el control

local sobre la cantidad de dinero existente.

En efecto, la creciente necesidad de divisas para financiar el circulante y las reservas, se hicieron

extensivas al funcionamiento de la economía en su conjunto.

La economía argentina necesitaba generar un creciente superávit comercial para financiar la

acumulación de reservas y garantizar el sostenimiento del esquema convertible. Pero como

concurrentemente el atraso cambiario y la apertura de la economía causaban una realidad hostil

hacia la producción de bienes exportables y una creciente ola de importaciones, la balanza

comercial comenzó a presentar déficits, que sólo eran sostenibles por la vía de mayor

endeudamiento externo.

A ello se sumaba la creciente fuga de capitales locales hacia el exterior por parte de grupos locales

y transnacionales cuya consecuencia fue un saldo deficitario en la balanza de pagos, que debía

cubrir el Estado con más endeudamiento. En efecto, durante el período 1992-94 la remisión de

utilidades se ubicó en un 45% promedio, entre 1995 y 1998 ese coeficiente se elevó al 70%, para

terminar en el 90% en el período 1999-01. Es decir que mientras a comienzo de la década la mitad

de las ganancias era reinvertidas, al finalizar la misma eran remitidas a las casas matrices casi el

total de las utilidades. Actualmente, las transnacionales remiten alrededor del 62% de las

utilidades.

El endeudamiento externo del sector público fue el factor que permitió compensar el desequilibrio

externo privado durante los años de la convertibilidad, con un esquema de acumulación del capital

por parte de la elite empresaria estrechamente ligada a la valorización financiera. En otras

palabras, el endeudamiento público externo fue el motor que permitió que la convertibilidad

sobreviviera durante más de 10 años. Una vez cerrados los canales del financiamiento externo, el

régimen monetario se derrumbó.

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En diciembre de 1999 asumió el gobierno Fernando de la Rúa (nombrando a José Luis

Machinea como su ministro de Economía) con un déficit fiscal del orden de los $ 10.000 millones

(pesos/dólares de la época) y vencimientos por unos U$S 12.000 millones. Ante esta situación, el

gobierno –en cuya campaña había prometido sostener la convertibilidad a rajatabla-, aplicó un

severo programa de ajuste que incluyó la ortodoxa reducción del gasto público y la ampliación de

la base imponible del Impuesto a las Ganancias.

Sin embargo, la recesión hacía lo suyo y la recaudación fiscal conseguía magros resultados. En

este contexto el gobierno inició un pedido de financiamiento al FMI que se conoció como

“blindaje” y consistía en un desembolso de U$S 39.700 millones durante el bienio 2001-02. Tras la

renuncia de Machinea en su lugar asumió Ricardo López Murphy, quien propuso un nuevo plan de

ajuste que fue resistido, por lo que tuvo que renunciar 15 días más tarde. Asumió en su lugar

nuevamente Domingo Felipe Cavallo, quien aplicó un programa todavía mucho más drástico que

el de López Murphy y que contempló la “ley de déficit cero” que implicaba destinar la recaudación

al pago de deuda y el sobrante a los gastos del Estado; además de la reducción del 13% en

jubilaciones (que estaban congeladas desde hacía más de una década) y salarios de empleados

públicos, agravando aún más la recesión.

Ante la falta de financiamiento, Cavallo propuso un nuevo canje de bonos por unos U$S 33.000

millones (conocido como “megacanje”), que consistía en la vieja receta de refinanciar

vencimientos. Para ello fueron seleccionados siete bancos que cobraron jugosas comisiones de más

de U$S 150 millones (llegándose al absurdo de bancos que cobraron comisiones por canjear títulos

que tenían en su propia cartera), mientras que la deuda externa tuvo un incremento del orden de los

U$S 50.000 millones.

Sin embargo, el severo ajuste fiscal no hizo más que profundizar el círculo vicioso: al no existir

políticas que reactivaran la demanda (las distintas medidas aplicadas contribuían a profundizar su

contracción), la restricción en el gasto agudizaba la recesión, hecho que derivaba en una caída en

la recaudación con la consecuente necesidad de ajustar aun más las erogaciones del sector público,

a tal extremo que Cavallo impuso lo que se conoció como “el corralito”, que congelaba la libre

disponibilidad de los depósitos bancarios de cajas de ahorro. Se incrementó la fuga de divisas y el

default de la deuda se respiraba en el establishment financiero. Era el principio del fin de la

convertibilidad que llevó arrastrado al ministro Cavallo primero y al gobierno radical de Fernando

de la Rúa horas más tarde.

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I.1.2.4 - La Política de Desendeudamiento

El 25 de mayo de 2003 asumió el gobierno Néstor Kirchner dispuesto a llevar adelante una política

de desendeudamiento.

Argentina se encontraba con todas las fuentes de financiamiento cerradas por el default declarado

en 2001, que en rigor sólo alcanzó a tenedores de títulos públicos (U$S 81.800 millones) y Club de

Paris (U$S 6700 millones). Si bien los organismos internacionales seguían cobrando los

vencimientos de intereses desde el 2002, para fines de 2004, la deuda rondaba los U$S 191.000

millones. Las políticas aplicadas por el gobierno comenzaban a alumbrar crecimiento y superávit

fiscal y comercial, fruto de la buena performance que comenzaba a tener el consumo interno, la

política de sustitución de importaciones y el comercio exterior, que permitieron una incipiente una

recuperación de las reservas internacionales.

El gobierno retomó la renegociación de la deuda, logrando una reprogramación de los

vencimientos con el FMI, el BM y el BID; y un canje de los títulos públicos en manos de

acreedores privados por una suma de U$S 81.800. Inicialmente, la quita de capital propuesto se

ubicaba en el orden del 75% lo que generó polémicas con el fundamentalismo neoliberal que

opinaba que ningún acreedor aceptaría semejante propuesta.

Sin embargo, y pesar de los pronósticos pesimistas, al término de la ronda de negociaciones más

del 76% de los bonistas aceptaron las condiciones del gobierno argentino, lográndose una

reducción del capital inicial que finalmente llegó a los U$S 66.000 millones. Mientras que el 24%

restante, decidieron esperar la evolución de los juicios declarados contra el país en tribunales

extranjeros.

De esta manera, la deuda, que superaba los U$S 191.000 millones, se redujo a U$S 125.000

millones (sin contabilizar la deuda flotante de quienes no habían aceptado el canje, cifra que

alcanza unos U$S 18.000 millones más los intereses caídos). La deuda pasó de representar un

139% del PBI, a un 74%, al tiempo que los pagos de intereses, que en 2001 equivalían al 38% de

las exportaciones, se ubicaron en un 9% del total exportado. Además, la deuda nominada en pesos

pasó del 3% al 37% al finalizar el canje, cuyos vencimientos Argentina pagó regularmente.

I.1.2.5 - El pago al FMI

Si bien el gobierno –como ya se dijo- había reprogramado los vencimientos con el FMI, las

condicionalidades que este le imponía al país significaban una clara intromisión en la política

económica interna, actuando como brazo ejecutor del G-7, países cuyas empresas tienen intereses

en nuestro país a través de las privatizaciones, la apertura al capital extranjero y las

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desregulaciones aplicadas en los ´90. Estas condicionalidades significaban en la práctica

aumentar las tarifas de los servicios públicos, eliminar los derechos de exportación, ampliar la base

imponible, congelar salarios, liberar precios de servicios y bienes esenciales sin control del Estado

y formalizar un acuerdo con bonistas que no entraron al canje, además de someter al país al control

trimestral de las variables macroeconómicas de los enviados del organismo a Buenos Aires.

Fue así que en diciembre del 2005 el gobierno anunció el pago de toda la deuda con el FMI

mediante la utilización de reservas internacionales. El BCRA había acumulado entonces unos U$S

28.000 millones (U$S 8000 millones en 2003) a través de una política monetaria expansiva y con

tipo de cambio de flotación administrada que tornaba competitivas las exportaciones argentinas. El

3 de enero de 2006 se realizó el pago por un monto cercano a los U$S 9.500 millones, lo que

permitió que el gobierno retomara el timón de las decisiones económicas sin injerencias externas,

además de representar un ahorro de U$S 1000 millones en concepto de intereses. En forma casi

simultánea también cancelaron la totalidad de sus deudas con el organismo Brasil (U$S 15.500

millones) y Uruguay (U$S 1.500 millones).

I.1.2.6 - Bonistas: Una nueva renegociación

Ya en el gobierno de Cristina Fernández, cuyas políticas económicas fueron en la práctica una

continuidad; y luego del canje del 2005 (en el que un 24% de los tenedores de títulos públicos no

aceptaron ingresar) el gobierno llamó a formalizar una nueva reestructuración de esa deuda

flotante del orden de los U$S 18.000 millones más los intereses caídos, después de reabrir la

negociación que había sido clausurada por la llamada “ley cerrojo”.

Una porción de estos títulos se encuentran en manos de los denominados “fondos buitre”, que son

grandes fondos de inversión que adquieren títulos públicos devaluados y que compran a precio vil

para luego iniciar demandas judiciales contra el país emisor para cobrarlos a su valor nominal.

Por otra parte, resultaba evidente que las condiciones de este nuevo canje no debían superar a las

del 2005 para no defraudar a quienes en aquella ocasión habían ingresado aun sin saber si

Argentina iba a cumplir los compromisos.

En esta ocasión un 70% de los títulos, por una cifra de casi U$S 13.000 millones, ingresaron a la

operación, con lo que si se considera el total de los bonos que entraron en cesación de pago en

2001, el 92,4% ha comenzado a normalizar sus acreencias con el país.

CAPITULO II - COMPORTAMIENTO DEL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO

(1991-2000 / 2001-2010)

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El presente capítulo está destinado a describir el comportamiento del comercio exterior

argentino diferenciando dos períodos perfectamente definidos. El primero, sintetizará la década del

´90, en la cual nuestro país –como ya se dijo- realizó profundos cambios en su estructura

productiva, bajo el paradigma neoliberal, cuyo rasgo más notorio fue el anclaje a un tipo de

cambio fijo pero que por su impacto tuvo las características de un modelo económico.

El segundo, que será desarrollado en el Capítulo III, abarcará la salida de la convertibilidad luego

del colapso del país en diciembre de 2001y los cambios operados en las variables

macroeconómicas a través de un tipo de cambio administrado hasta el 2010.

II.1 - Exportaciones durante la convertibilidad (1991-2001).

La puesta en marcha del Plan de Convertibilidad en abril de 1991, es el punto de partida de un

programa de política económica cuyo objetivo principal es la estabilización inflacionaria. Su

fundamento es la fijación del tipo de cambio fijo por ley (U$S 1= $ 1), por el que el Banco Central

estaba obligado a garantizar la base monetaria con reservas suficientes, en un contexto de total

eliminación de restricciones al movimiento de divisas y la limitación de la creación de dinero a los

resultados positivos del balance de pagos o el endeudamiento externo.

Al mismo tiempo, la política de ingresos estaba orientada a eliminar la inercia del proceso

inflacionario mediante la prohibición legal de indexar contratos y permitir aumentos salariales sólo

fundamentados en incrementos de productividad. Paralelamente, el proceso privatizador generó

una nueva fuente de financiamiento. La sucesiva refinanciación de la deuda externa en el marco

del Plan Brady, la baja de la tasa de interés internacional y el nuevo clima macroeconómico son

determinantes de un cambio sustancial en el financiamiento externo.

II.1.1 - Rasgos generales de la industria en los ´90

Durante el período comprendido entre 1990-1994 se observa una fuerte reactivación económica,

aunque el PBI industrial no verificó el mismo desempeño. Durante el período el crecimiento

acumulado no alcanzó el 14%, que caracterizado por habitante decayó a razón de un 0,6% por año,

destacándose fuertes disparidades sectoriales.

Después de la recesión ocurrida a finales de los 80 y comienzos de los 90, el liderazgo fabril fue

asumido por las ramas productoras de bienes de consumo durable y, en menor medida, por las

ligadas a la industria de la construcción. Entre 1990 y 1994 han surgido como sectores ganadores

los productores de bienes de consumo durable y, en particular, la industria automotriz; mientras

que entre los perdedores podemos ubicar a los fabricantes de bienes de capital. Por último, hay

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sectores que quedaron estancados, no avanzaron ni retrocedieron, como lo demostrado

por las actividades elaboradoras de bienes intermedios, aunque con notables disparidades.

El proceso de apertura económica del sector industrial bajo la convertibilidad se ha caracterizado

por un disciplinamiento en el proceso de formación de costos y precios bajo un contexto de

creciente concentración y extranjerización de la producción.

En general, se observan dos tipos de transformaciones en el tejido industrial. Una de ellas se la

puede caracterizar de reestructuraciones “ofensivas” de algunos sectores, mientras que en otras la

modalidad ha sido básicamente “defensiva” en los denominados sectores sensibles, coexistiendo

ambos comportamientos en una conformación heterogénea de la dinámica industrial.

En 1995, año en el que se produjo el llamado “efecto tequila”, y aunque la economía argentina

evidenciaba ya en 1994 síntomas de enfriamiento y crecientes dificultades en el orden fiscal,

aceleró y profundizó los desequilibrios existentes cuyo impacto produjo una caída del nivel de

actividad industrial del orden del 5%. Uno de los sectores más afectados fue la producción de

bienes de consumo durable que, hasta el ´94, habían liderado la reactivación industrial desde el

inicio del Plan de Convertibilidad.

En segundo término, sufrieron el impacto los productores de bienes de capital que dependen,

directa o indirectamente, de la disponibilidad de crédito que se vio encarecido por el costo del

dinero. Se plantea entonces una paradoja. Resultaba muy difícil alcanzar la competitividad

necesaria para mantener los mercados domésticos ante la avalancha de importaciones y, al mismo

tiempo se destruía el tejido industrial para pretender un dinamismo exportador de bienes con valor

agregado sin programas de inversión que modifiquen la estructura productiva.

A diferencia del modelo sustitutivo que operó hasta 1976, el comportamiento empresarial

característico durante los ´90 estuvo atado a la creciente incorporación de insumos y partes

importadas y por la inclusión simultánea de productos no elaborados en sus establecimientos.

En efecto, hasta mediados de los ´70, el perfil productivo local estaba constituido, en rasgos

generales, de cuatro actores: las empresas estatales divididas en las ramas de transporte, energía,

comunicaciones e industrias básicas; las subsidiarias de empresas extranjeras cuya radicación

dependía de una aprobación previa regulada por la Ley de Radicaciones Extranjeras sustituida

luego por la dictadura; los grandes grupos económicos locales; y las PyME, numéricamente

mayoritarias, que constituían la base de la incipiente trama industrial y la generación de empleo.

Para mediados de los ´90, el perfil empresario presenta una composición y eficacia diferentes al de

la década del ´70. En primer lugar, como consecuencia de las privatizaciones realizadas, se verifica

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la desaparición de las empresas estatales en el sector industrial. En cuanto a las empresas

transnacionales, mientras que hasta la primera mitad de los ´80 se produce una significativa

disminución de su inserción industrial, en los primeros años de la década del ´90 la situación se

revierte.

Este cambio estructural tiene como resultado una mayor apertura exportadora e importadora,

principalmente al interior de las propias corporaciones y en el Mercosur. Se estima que las

empresas transnacionales explican alrededor de un 30% de las exportaciones argentinas en los ´90

y se observa una importante transferencia de empresas locales a las empresas transnacionales,

incrementándose la participación del capital extranjero en el sector industrial. En este contexto,

muchas empresas de capital nacional, adoptan dos direcciones: algunas fueron absorbidas por la

corriente de inversiones externas y otras evolucionaron hacia la conformación de los grupos

económicos de capital nacional. Comparten con las empresas transnacionales el predominio de los

mercados industriales más relevantes y extienden sus actividades a la producción primaria y a los

servicios, siendo los principales adquirientes de las empresas privatizadas.

Finalmente, las Pyme fueron las más afectadas por las condiciones macroeconómicas de los 90. Su

desempeño no tuvo la capacidad de generar incrementos de empleo y la producción, y no

constituyeron un sector sólidamente competitivo frente a los desafíos de una economía abierta.

En este marco comienza a operar una dinámica de fusión de firmas, concentración de mercados,

acuerdos con el Mercosur, ventas de paquetes accionarios, negociaciones empresas del exterior,

desarrollo del sistema de franquicias, y otras modalidades de gestión; que no tienen precedentes en

la historia industrial del país. Se verifica en particular un interés por parte de las empresas

transnacionales para invertir en la industria. Este interés está relacionado, entre otros motivos, por

su estrategia de inserción en la “valorización financiera” atada a las altas tasas de interés locales

con un tipo de cambio fijo, la inexistente restricción financiera (entrada irrestricta de entrada y

salida de capitales) y sus posibilidades de integrar las actividades domésticas a sus estrategias de

globalización.

II.1.2 - Exportaciones en los ´90

El comportamiento de las exportaciones durante la década del ´90 tuvo diferentes etapas entre las

que se pueden observar en forma genérica las siguientes características. En el trienio 1991/93,

mostraron un crecimiento inferior al 2% anual, mientras en el período 1994/96, el crecimiento

estuvo cercano al 22% anual.

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Hasta 1993 hubo un pobre crecimiento de las exportaciones, a una tasa incluso menor que

el de la economía en su conjunto. Mientras que el período 1983-1993 las exportaciones argentinas

crecieron un 67%, durante 1993-1996 lo hicieron un 82%. Durante este período Argentina atrajo

una rápida entrada en capitales con la sobrevaluación del tipo de cambio. En general, existe una

relación lineal entre tipo de cambio y exportaciones. A tipos de cambio devaluados se verifica un

crecimiento exportador con la ganancia de competitividad y viceversa.

Esto es así porque la sobrevaluación ejerce presión sobre los productores locales, que deben

ajustarse a los costos de exportación. Es decir, deben enfrentar la competencia en el mercado

doméstico de los bienes importados más baratos, y reducir los costos para ser competitivos en el

mercado internacional ante el deterioro de los términos de intercambio.

En este sentido, a principios de 1995 se produce un ajuste para eliminar estas distorsiones que

enfrentaba el sector exportador vinculadas con las cargas impositivas sobre el trabajo (reducción

de aportes patronales), que según el paradigma reinante perjudicaban la competitividad de las

industrias exportadoras.

Por otra parte, la paridad cambiaria modificó la situación de las exportaciones sensibles a los

movimientos del tipo de cambio y, en la medida que fue percibido por el sector privado, obligó a

buscar mejores fundamentos para vender en el exterior. Es por ello que las mejoras en la

productividad y las reducciones en los costos se transformaron en los elementos centrales de las

exportaciones. A partir de allí, las exportaciones crecen a tasas elevadas, con un rango que va del

13% en 1996 al 32% en 1997, sumado al Plan Real de Brasil que mejoró los términos del

intercambio.

Fuente: CEI (Centro de Economía Internaciones – Mrio. RR.EE.)

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II.1.3 – Argentina-Brasil: la interdependencia

En esos años las exportaciones de la Argentina han estado influidas por dos hechos fundamentales:

la implementación de un tipo de cambio fijo y la profundización de la integración regional.

“Cuando la interdependencia era insignificante, las asimetrías entre Argentina y Brasil eran

irrelevantes. En el nuevo escenario de una aproximación creciente, tales asimetrías plantean

problemas nuevos de cuya remoción depende la profundidad y la orientación del proceso

integracionista”. 6

Argentina maximiza su competitividad en el Mercosur, que se consolida como primer destino de

las exportaciones argentinas, participando con el 33%, representando esta cifra cerca del triple de

lo exportado como promedio de la década del ´80 hacia ese destino (en 1997, Brasil ya adquiere

algo más del 27% del total de las exportaciones). Las exportaciones argentinas se concentran en

esta etapa mayoritariamente al Mercosur, en detrimento de las ventas a los EEUU y la Unión

Europea. Mientras que la tasa de crecimiento de las importaciones desde el Mercosur para el

período 1991-1996 es de 220%, esa tasa para las provenientes del resto del mundo alcanzó al

178%.

No obstante el crecimiento de las exportaciones argentinas a Brasil se destaca que la industria

automotriz, que incluye vehículos y autopartes, concentra mayoritariamente el rubro de sus

exportaciones que goza de acuerdos específicos.

Se observa que la Argentina es muy importante como destino de las exportaciones brasileñas y que

es el principal mercado de los estados más desarrollados y ocupa un lugar significativo como

comprador para sus productos manufacturados. Es decir que Argentina es vital para la industria de

Brasil: la expansión de las exportaciones brasileñas hacia la Argentina se basó fundamentalmente

en el aumento del comercio de productos industriales.

6 Aldo Ferrer, Op. Citada

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En consecuencia, el boom exportador argentino durante la década del ´90 vino acompañado –como

se dijo- de una creciente regionalización de nuestras exportaciones, en especial hacia Brasil. Sin

embargo, esta dimensión de nuestras exportaciones no vino acompañado de una menor

primarización y concentración de las mismas. Por el contrario, si excluimos al sector automotriz,

nuestro perfil exportador a Brasil a mediados de la década del 1990, muestra una preeminencia

mayor de productos de bajo o nulo nivel de elaboración con una escasa participación de bienes de

alto o muy alto nivel de elaboración, similar al que se evidencia en las exportaciones al resto del

mundo.

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Es decir, que las características que la relación comercial con Brasil reproduce la misma debilidad

que se evidencia globalmente, con Argentina como proveedor de materias primas o productos

básicos.

La estructura de exportaciones argentinas a Brasil desnuda la gran diferencia entre los aparatos

productivos de ambos países. En Argentina, las mismas han sido tan solo un apéndice del Plan de

Convertibilidad, no llegando nunca a constituir una política articulada, en Brasil las mismas

siempre han tenido un espacio de importancia dentro de la política económica.

El aumento del peso de los primarios nos lleva al tema que se ha identificado como “proceso de

primarización de las exportaciones argentinas” como resultado negativo de la evolución de la

economía a lo largo de la década. Este argumento plantea que como resultado de la combinación

de la apertura y de los precios relativos resultantes del Plan de Convertibilidad existiría una

tendencia natural por la cual la Argentina se insertaría en el comercio internacional siguiendo un

patrón de especialización basado en la producción de recursos naturales con un mínimo nivel de

valor agregado.

En síntesis, la relación bilateral con nuestro principal socio del Mercosur durante la década del ´90,

si bien ha tenido un impacto notable en el volumen de comercio, no pudo alterar la baja

complejidad de nuestro perfil exportador. Por el contrario, entre las exportaciones con bajo o nulo

nivel de elaboración, se concentra el 71% de las exportaciones a Brasil lo cual refleja una clara

especialización hacia el interior del Mercosur con Argentina en el rol de proveedor de productos

básicos y de escaso valor agregado y, por lo tanto, con poco impacto en términos de generación de

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empleo. Esto implica un rol de clara debilidad estructural en la relación con nuestro

principal socio comercial durante el período bajo análisis.

CAPITULO III

COMPORTAMIENTO DEL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO (2001-2010): TIPO

DE CAMBIO COMPETITIVO

III.1 - Comportamiento de la industria

La devaluación monetaria que se produjo en enero de 2002 marcó no sólo la salida de

convertibilidad, sino el fin de un modelo de acumulación basado en la especulación financiera y el

desmantelamiento de la estructura productiva que persistió en las Argentina –salvo honrosas

excepciones- durante casi 30 años.

A partir de entonces, comenzó a plasmarse un nuevo régimen económico, que tuvo inicio concreto

en 2003 y derivó en cambios sustanciales en la dinámica socioeconómica. Al respecto, en el

periodo comprendido entre este último año y el 2010, la economía argentina tuvo una expansión a

una tasa anual cercana al 8%, a la vez que se generaron aproximadamente cinco millones de

puestos de trabajo7.

7 Sin lugar a dudas, la aguda contracción que había experimentado la economía argentina en el marco de la crisis final del régimen de convertibilidad determinó la existencia de un elevado grado de capacidad instalada ociosa. Si bien ese proceso facilitó la recuperación económica en los primeros años tras el colapso del régimen de convertibilidad, no alcanza por sí solo para explicar las elevadas tasas de crecimiento alcanzadas en el conjunto del periodo 2003-2010.

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La nueva estructura de precios tras la salida del tipo de cambio fijo fortaleció la

expansión de los sectores productores de bienes al encarecer las importaciones y hacer más

competitivas las exportaciones, que combinada con reducidas tasas de interés en el mercado local

favoreció aún más la actividad productiva, tanto por el lado de la oferta como por el de la

demanda, al hacer más barato el crédito para la producción y el consumo. Esta medidas de política

económica hicieron posible una marcada recuperación de la rentabilidad de las inversiones

productivas por sobre las financieras, lo que significó el punto de inflexión más trascendente con el

periodo precedente.

Sin embargo, la devaluación real de la moneda a comienzos de 2002 implicó también una elevada

transferencia de ingresos desde el sector trabajo hacia el capital. En efecto, se produjo una

reducción del poder adquisitivo por el cual los trabajadores vieron reducido su salario real en un

tercio, aproximadamente. Esa reducción, producida por el efecto del aumento de los precios

internos sin que se ajustaran los salarios nominales en la misma proporción –dados los elevados

niveles de desempleo–, produjo una rápida y sustancial recomposición de la tasa de ganancia en el

conjunto de la economía, especialmente para las firmas oligopólicas, y en particular de los sectores

productores de bienes que lideraron la expansión económica cuyo crecimiento fue de casi del 7%

anual entre 2003 y 2010, excepto para el año 2009 cuya expansión se redujo al 3,5% por impacto

de la crisis internacional.

Esta conducta tuvo sustento en la recuperación del nivel de actividad apoyada fundamentalmente

en la demanda experimentada en mercado interno, y en la extraordinaria capacidad ociosa –

superior a 50%– que el sector había experimentado durante la recesión iniciada en 1998 y que

persistió hasta el final de la convertibilidad.

Este perfil de crecimiento implicó un giro respecto de la situación vigente durante la década

pasada, en la cual la elevada rentabilidad de la especulación financiera, la apertura indiscriminada

al capital extranjero y la sobrevaluación de la moneda determinaron la contracción de los sectores

productores de bienes, cuya excepción la constituyeron las actividades ligadas al procesamiento de

recursos naturales en manos de empresas multinacionales y aquellas que actuaban bajo regímenes

especiales, como el sector automotriz.

Si bien los precios internacionales jugaron un rol propicio en esta etapa, al analizar el incremento

de la demanda en el periodo comprendido entre los años 2003 y 2010, se observa que el consumo

doméstico (público y privado), y la inversión tuvieron un rol protagónico en términos de

expansión.

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Se debe destacar además el significativo crecimiento de la exportación de bienes en la

economía argentina, que pasó casi de U$S 30.000 millones en 2003 a poco más U$S 68.000

millones en 2010. Por tal razón, puede decirse que el crecimiento sostenido por la economía local

se debió no sólo al alza de los precios externos, sino además a la adopción de un tipo de cambio

competitivo y la diversificación de sus exportaciones.

Como se dijo anteriormente, el alza de los precios internacionales de los comodities y sus

derivados produjo un ingreso extraordinario de divisas en las economías de la región provocando

una tendencia hacia la apreciación de sus monedas y una aceleración en el ritmo de variación de

los precios internos. En este marco, Argentina se diferenció de la mayoría de las economías de la

región y persiguió una estrategia centrada en el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo a

través de la absorción de las divisas por parte del banco central y la esterilización del circulante

siguiendo el camino inverso a los países que dejaron apreciar sus monedas, como es el caso de

Brasil, que registra por primera vez un prolongado proceso de revaluación del tipo de cambio con

consecuencias sobre su competitividad y equilibrio de sus pagos internacionales que están siendo

intensamente debatidos en el país 8.

Brasil y Argentina implementaron políticas macroeconómicas absolutamente diferenciadas, cuyas

discrepancias comerciales se agudizaron ante la mejora de los términos de intercambio externo a

partir de estos hechos.

La economía argentina, tuvo en la política monetaria el fundamento de su expansión a través de

una tipo de cambio alto, mientras que su principal socio basó su política a sostener moderados

niveles de inflación aplicando medidas ortodoxas y metas de inflación. Estas diferencias en uno y

otro lado dieron lugar a crecimiento y variación de precios diferenciales.

El objetivo de preservar un bajo nivel de inflación determinó la necesidad de una sensible

apreciación de la moneda, de modo de reducir el impacto de la suba de los precios internacionales

sobre la economía local y evitar la inflación importada, incrementando las tasas de interés e

incentivando el ingreso de capitales especulativos, lo que agudizó la apreciación nominal del real

cerca de un 21% entre 2007 y 2010. Una política que nuestro país transitó en dos etapas durante

los últimos 35 años dando lugar al modelo de “valorización financiera”.

8 Aldo Ferrer, Op. Citada

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Apreciación que hizo que Brasil perdiera 6 posiciones en el ranking de competitividad

internacional, pasando desde el puesto 38 a ocupar el 44, según el Institute For Management

Development (IMD) de Suiza.9

Si bien la política de metas de inflación contuvo las tensiones inflacionarias, condujo a una

significativa pérdida de competitividad de la economía brasileña, la reprimarización de sus

exportaciones y una menor expansión de su industria; cuyo efecto más sobresaliente fue la

reducción del saldo de la balanza comercial y un déficit de cuenta corriente que superó en 2010

los U$S 55.000 millones, aunque consiguió abaratar sensiblemente los bienes transables en la

economía local.

Contrariamente, Argentina hizo frente al proceso de desindustrialización cuyo inicio data del año

1976, y mantuvo desde el 2003 una la política macroeconómica destinada al sostenimiento de un

dólar competitivo favorable a las actividades productivas, de fomento a la producción y generación

de empleo. El país, no sólo no permitió que se apreciara su moneda, sino que elevó el tipo de

cambio nominal un 29% entre el 2007 y el 2010, que potenció el aumento de los precios locales sin

poder aumentar las alícuotas de los derechos de exportación como freno a los precios

internacionales, luego del extendido conflicto con las patronales agrarias iniciado el marzo de

200810, lo que agudizó la puja distributiva.

Nuestro país mantiene niveles de competitividad monetaria bastante más elevados que los

registrados en la economía brasileña, ya que el proceso de apreciación del real ha sido notorio a

raíz de los flujos de capital hacia Brasil tras el aumento de las tasas de referencia. Argentina

mantuvo elevados superávits tanto comercial y de cuenta corriente, aunque este último presentó

una tendencia decreciente, entre otras razones, por efecto del creciente drenaje de divisas asociado

a la remisión de utilidades y dividendos por parte del capital extranjero (*).

9 Ismael Bermúdez, Diario Los Andes 22 de mayo de 2011.

10 En marzo de 2008, apenas 3 meses después de haber asumido el gobierno Cristina Fernández, se desató en el país un conflicto con las 4 patronales agro-ganaderas constituidas en lo que se conoció como la “Mesa de Enlace”. La Sociedad Rural (SRA), Confederaciones Rurales Argentina (CRA), la Federación Agraria Argentina (FAA) y Coninagro, no dudaron en generar el mayor desabastecimiento de la historia con un gran impacto en los precios internos. La discusión de fondo giró sobre el establecimiento de derechos de exportación móviles –en virtud de los altos precios internacionales- de los 4 cultivos clave: soja, trigo, maíz y girasol. En la madrugada del 17 de julio de ese año, y habiendo sido votado en la Cámara de Diputados un proyecto de ley en ese sentido, en el Senado se produjo un empate que –en un hecho insólito en la historia- el vicepresidente de la Nación, Julio César Cleto Cobos zanjó a favor de las patronales agrarias, perjudicando a los pequeños productores.

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Por otra parte, y a pesar del aumento de los precios internos y Argentina no se encuadró en

enfoques ortodoxos ni persiguió metas de inflación como objetivo central de la política económica

como sí hizo su socio principal. Por el contrario, el patrón de crecimiento se basó en una elevada

competitividad externa de los sectores productivos y permitió la expansión económica más

significativa de la historia argentina, a una tasa anual del 7,5 por ciento promedio entre 2003 y

2010, que casi duplicó al crecimiento de la economía brasileña que con una estrategia centrada en

el control de sus precios internos, lo hizo a un promedio de 4 por ciento anual.

Es evidente, no obstante, que el desarrollo industrial que afiance la inserción argentina en un

marco de competitividad externa no puede estar atado únicamente al tipo de cambio.

Por otra parte, “la industria automotriz, -“colada” entre complejos exportadores dominados por

producciones de comodities u actividades capital-intensivas, tiene hoy una participación en el

comercio exterior argentino que no solamente permite cierta complejización del entramado

industrial, sino que por primera vez le permite a la Argentina atenuar el peso de las exportaciones

derivadas de la producción primaria típica de los países emergentes. Sin bien muchas provincias

siguen siendo esencialmente productoras de bienes primarios y materias primas, la mayor

participación de manufacturas de origen industrial en las exportaciones constituye una diferencia

notable con etapas anteriores del país, donde sólo predominaban los productos primarios y las

manufacturas de origen agropecuario”11.

11 Trinelli, Rohmer y Arias, “Las causas de fondo del conflicto comercial con Brasil”, 2011

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Fuente: CEI (Centro de Economía Internaciones – Mrio. RR.EE.)

De la evolución en la composición del las exportaciones de Brasil, uno de los datos más

destacables es la importancia relativa que cobraron las exportaciones de combustibles, pasando de

representar menos de un 1% de la canasta en 1998 a casi un 10% en los años 2008/2009. El otro

dato significativo es que los productos primarios que solamente representaban un 19% de las

exportaciones totales hace diez años, hoy representan un 26%. Mientras que la participación en la

canasta exportadora de los productos manufacturados de origen agropecuario se ha mantenido

constante durante todos estos años.

Por otra parte, los productos de origen industrial han ido reduciendo progresivamente su

participación. Mientras que en 1998 las exportaciones de Brasil estaban compuestas en casi un

60% por manufacturas de origen industrial (MOI), en el año 2008 estas representaban menos del

49%. Durante el año 2009 la crisis financiera global golpeo duramente a las economías

exportadoras y Brasil no fue la excepción a la regla. Mientras que la demanda de alimentos se

mantuvo estable en gran medida gracias a las compras de China, la demanda de productos

industriales se contrajo debido a la fuerte retracción del consumo operada principalmente en los

Estados Unidos. Este cambio operado en la demanda global provoco una fuerte reducción de las

exportaciones de productos industriales, los cuales en el año 2009 representan menos del 43% del

total.12

12 abeceb.com, 2009

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Brasil: Exportaciones totales por grandes rubros. En %.

18,97% 16,99% 21,17% 26,03%

21,99% 22,44% 20,49%22,98%

58,35% 55,38% 48,90%42,91%

0,69%8,08%9,44%5,19%

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

1998 2003 2008 2009

Productos Primarios Manufacturas de Origen Agropecuario

Manufacturas de Origen Industrial Combustibles y Lubricantes

Fuente: abeceb.com

La recuperación y el crecimiento de las importaciones argentinas a partir de 2003 fueron

acompañados de algunos cambios considerables en la participación relativa de los principales

socios comerciales a favor de algunos socios regionales y China a expensas, particularmente, de

las compras provenientes de los países del NAFTA, la Unión Europea, Japón y el Sudeste

Asiático.

Las importaciones originadas en Brasil pasaron del 26% en 2001 al 40% en 2005; en gran parte, el

aumento relativo de estos orígenes se corresponde con la pérdida de participación de Estados

Unidos y la Unión Europea, que bajó entre tales años del 22% y 23%, respectivamente, a menos

del 17%, a raíz de la influencia que ha tenido la evolución de los tipos de cambio bilaterales

durante este período.

El pasaje de un régimen con déficit externo a otro con superávit (entre otras características que los

diferencian) estuvo acompañado de cambios significativos en el signo de los flujos netos con los

diversos socios comerciales. Por un lado, el saldo comercial con el Mercosur (más precisamente

con Brasil), ininterrumpidamente superavitario desde 1994, pasó a ser claramente negativo desde

mediados de 2003. Para la economía argentina, en las condiciones predominantes durante la

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segunda fase de la Convertibilidad, la relación comercial con el Mercosur constituyó una

fuente importante, si bien insuficiente, de financiamiento de sus cuentas externas.13

Ya en 2010, Argentina destinó el 21% de sus exportaciones totales a Brasil y el 42% de sus

exportaciones de manufacturas. En ese mismo período, Brasil representó el 31% de las

importaciones de Argentina y se consolidó como el principal proveedor de ese país. En cuanto a

las importaciones de Brasil, en el 2010 Argentina ocupó el tercer lugar en importancia, con una

participación del 7,9% del total, por debajo de los Estados Unidos (15%) y China (14,1%), según

datos del sistema Aliceweb. Al mismo tiempo, en los dos últimos años, Argentina se ha convertido

en el principal destino de los productos de origen industrial provenientes de Brasil. De esta

manera, en los últimos años, el aumento de la participación de las ventas brasileñas a Argentina se

duplicó, pasando de 10% en 2003 a un 20% en 2010.

Para el caso de Brasil, se nota una regresión de las exportaciones industriales y por tanto la clase

industrial exige medidas para devaluar el real y reactivar la inversión productiva. Por otro lado,

existe el interés de los consumidores, que habían logrado un aumento de su capacidad adquisitiva

en los últimos años, y que no están dispuestos a perder.

13 CEPAL, Evolución reciente de la balanza comercial argentina. El desplazamiento de la restricción externa. Carlos Bianco, Fernando Porta y Felipe Vismara.

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De hecho, la economía brasileña se encuentra bajo presión, sobre todo en la balanza de

pagos. Con una cuenta corriente estructuralmente deficitaria, se registró un récord de más de US$

47.000 millones en 2010. Las exportaciones, a su vez, están registrando una tendencia a la

“reprimarización” en vista de la caída de la participación de los productos de origen industrial en

las exportaciones totales, mientras que Argentina es el país que menos “reprimarizó” sus

exportaciones, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe

(CEPAL).14

CONCLUSIONES

Como generalmente ocurre en materia económica, -en este caso el déficit comercial con Brasil,

nuestro principal socio del Mercosur- responde a razones multicausales para los períodos

seleccionados, es decir, la década del ´90 con un tipo de cambio fijo y el período que abarca la

salida de la convertibilidad con un tipo de cambio competitivo.

La evidencia hallada permite verificar que durante la década del ´90 Argentina manifestó un perfil

exportador ligado fundamentalmente a productos primarios sin elaborar o con bajo valor agregado

y combustibles y energía, mientras que Brasil –cuya estructura industrial se encontraba más

desarrollada- era proveedor de manufacturas. Al decir de Aldo Ferrer, “a pesar del fuerte proceso

de desindustrialización experimentado por Argentina en la últimas dos décadas, el país conserva

aun un parque industrial considerable y una oferta diversificada de manufacturas exportables.

Cuenta, además, claro está, con su competitividad tradicional en productos agrícolas de clima

templado y más recientemente, en la exportación de energéticos”.15

Argentina tuvo dos instancias en su historia reciente en que abandonó el sistema de

Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). La primera, con el golpe de Estado de

1976 y la segunda a partir de la implementación de políticas de apertura al capital extranjero, tipo

de cambio fijo, privatizaciones y desregulación de sus principales variables en 1991.

Al anclar el tipo de cambio las exportaciones no tuvieron incentivos y hubo un primer impulso del

mercado interno que duró hasta 1998 cuando el agotamiento del modelo se hizo evidente al

cortarse el financiamiento externo -y no quedar empresas por privatizar- con que se mantuvo el

esquema del 1 a 1.

14 Demián Dalle y Juliana Peixoto, Brasil y Argentina: interdependencia basada en estrategias nacionales.

15 Aldo Ferrer, Op. Citada.

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La apertura indiscriminada con el abaratamiento del las importaciones relegó todo

proyecto de desarrollo fabril. El único sector exportador con una matriz industrial fuerte lo

constituía la actividad automotriz que gozaba de protocolos específicos. Sin este sector, las

exportaciones argentinas a Brasil estaban conformadas en un 71% por productos de escaso o nulo

valor agregado.

Por otra parte, Argentina era exportadora neta de combustibles y energía, que por entonces

contaban con altos grados de producción en un contexto donde la energía como insumo industrial

no tenía una gran demanda interna.

En este marco, nuestro país mostraba una balanza superavitaria con Brasil, aunque deficitaria con

el resto del mundo.

Fuente: elaboración propia en base al CEI

Contrariamente, a partir del abandono de la convertibilidad, si bien no se abandona por completo el

sesgo exportador de productos primarios, comienza un período de reindustrialización basado en un

tipo de cambio alto que encarece la importación de bienes, entre otros los de consumo, con

tendencia a la sustitución y favorece las exportaciones tornando competitivos los productos

argentinos. Recordemos que Brasil había abandonado en 1999 el tipo de cambio fijo logrando una

ventaja respecto de nuestro país.

Argentina comienza así a recomponer sus industrias livianas que prácticamente compiten con las

brasileñas y que se convierten en sectores sensibles para ambas economías cuya variación de

precios o volúmenes se convierten en factores desestabilizadores para sostener la balanza de pagos

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y los niveles de empleo en uno y otro país. Estos sectores lo componen el sector de la

industria blanca (heladeras, lavarropas), la industria textil y del calzado, y obviamente, la industria

automotriz (fuerte de la relación comercial bilateral).

Es decir, de una complementariedad intersectorial -compatible con la teoría neoclásica-, en la cual

Argentina era la proveedora de materias primas y energía que Brasil industrializaba, se pasa a un

modelo intraindustrial, de producción y exportación de iguales productos.

Por otra parte, como ya se ha dicho, Brasil también verifica una reprimarización de su economía

atraído por los altos precios internacionales que toman los comodities.

Reprimarización de las exportaciones brasileñas (2000-2010)

Fuente: Ministerio do Desenvolvimento, Industria e Comércio Exterior

Así, mientras para el año 2003 el perfil de las exportaciones a Brasil estaban constituidas por un

23% de Productos Primarios (PP), un 19% de Combustibles y Energía (CyE), un 11% de

Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) y un 46% de Manufacturas de Origen Industrial

(MOI); para el año 2010 estas últimas crecen hasta ocupar un 69%, perdiendo 12 pp. los Productos

Primarios y 10 pp. el rubro Combustible y Energía, permaneciendo iguales las MOA.

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Así mismo, el perfil importador desde Brasil se ha visto modificado. Esto se encuadra en la

desigual expansión económica de ambos países. Mientras el PBI argentino mostró un crecimiento

promedio del 7,5% anual; Brasil los hizo al 4% anual. Nuestro país necesitó acrecentar sus

importaciones para satisfacer la demanda creciente de su mercado interno, manifestada en casi

todos los rubros de usos económicos, fundamentalmente en Bienes de Capital, Bienes Intermedios

y Repuestos y Accesorios para Bienes de Capital, desplazando sus compras desde los Estados

Unidos a Brasil, tal lo expresado Juan Matías De Lucchi al sostener que “dadas las exportaciones y

las elasticidades de importación de ambos países, si la Argentina crece más que Brasil, aumentan

sus importaciones brasileñas netas. La Argentina mantiene saldos comerciales superavitarios con

Brasil relativamente estables en productos primarios y manufacturas de origen agropecuario. Sin

embargo, el déficit en manufacturas de origen industrial se ha acelerado en los últimos años

acompañando la tasa de inversión”16 o, dicho de otra manera, “en el caso de los bienes industriales,

el resultado comercial negativo se incrementó porque la Argentina compra más ahora que en la

década del ‘90, pero sus importaciones de estos productos provienen más de Brasil que de otros

países”.17

16 El Economista, 28 de marzo de 2012, sección Economía Internacional. 17 Natalia Donato, “Comercio con Brasil: un vínculo condenado al déficit estructural”, El Cronista, 31 de enero de 2011

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