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CONFERENCIA PRONUNCIADA POR JAVIER GARIN EL 26 DE ABRIL DE 2012 EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES DURANTE LA PRESENTACION DE LIBRO DE LEON POMER "CONTINUIDADES Y RUPTURAS: DE LA COLONIA A MAYO" (ED. COLIHUE) Por Javier Garin. Buenas noches a todas y a todos: Es un enorme honor para mí haber sido invitado a presentar junto a mi colega un libro de un verdadero maestro de historiadores, y por qué no decirlo también, un compañerazo, como es León Pomer. León es un maestro no sólo por su vasta trayectoria, su gran cantidad de trabajos y publicaciones en castellano y portugués, su tarea académica en universidades de Argentina y Brasil, su participación en infinidad de conferencias, disertaciones y congresos, sino fundamentalmente porque es uno de aquellos historiadores que siembran ideas, interpretaciones, motivos, que sirven de inspiración a otros estudiosos. Su actitud generosa es la de quien concibe la disciplina que practica, no como un objeto de iniciados, sino como un bien que debe ser compartido para contribuir a la generación de conciencia popular. Y León es un tambien un compañerazo en el sentido que los militantes populares reservamos a esta expresión: un hombre solidario con una causa compartida, en el que sabemos que podemos confiar, y que merece toda nuestra estimación y cariño. Por eso, antes de referirme al libro que hoy presentamos, quisiera hacer algunas observaciones sobre el autor. Hoy está de moda hablar de revisionismo. Frente a la llamada “historia oficial” de matriz oligárquico-liberal, se alzaron muchas escuelas desde perspectivas muy diferentes. Hubo revisionismos conservadores, tradicionalistas, prohispánicos, federalistas populares, católicos, marxistas, etc., etc. Algunos de esos revisionismos, críticos de los mitos liberales, crearon a su vez sus propios mitos. León pertenece a una modalidad de revisionismo con la cual cada vez somos más quienes nos identificamos: un revisionismo de matriz popular, democrática, federal, latinoamericanista, humanista, fervientemente antiimperialista, de clara opción por los oprimidos, en abierta defensa de la igualdad – ese “santo dogma” del que hablaba Moreno y repetía el Monteagudo juvenil- y en valiente denuncia de todas las formas de sometimiento y explotación. Aunque posee una notable formación teórica y abundantes pergaminos, León no aborda la historia desde una presunta neutralidad académica. Sabemos muy bien que esa neutralidad no existe en el terreno de la Historia, como no existe en el de la Economía o de cualquier otra disciplina que, teniendo directa vinculación con la discusión de las formas organizativas de la sociedad, se halla impregnada de inevitable “ideología”. Pero una larga tradición de historiadores burgueses u oligárquicos han pretendido mostrarse como los portadores de un saber científico aséptico, supuestamente no ideologizado. Esa pretensión de cientificidad persigue la finalidad de erigir sus posicionamientos tendenciosos en postulados indiscutibles, sus opiniones en dictámenes irrecusables fundados en “hechos objetivos”. Presunta neutralidad que no es sino una maniobra más en la disputa cultural y política llevada al campo de la Historia. León, sin abandonar el rigor crítico y sin renunciar a la sólida fundamentación y documentación, en todo momento se presenta ante el lector con la franqueza de un posicionamiento para nada neutral. En efecto, ¿cómo podría ser neutral al estudiar los mecanismos de opresión, la explotación inhumana y el exterminio de pueblos enteros durante la Colonia? ¿Cómo podría ser neutral frente a la puja de sectores que, dentro mismo del proceso independentista, enfrentaba a quienes abogaban por una Revolución profunda, política, económica y social (una verdadera “revolución”, como la concibe y define León en este libro), y quienes sólo aspiraban a usufructuar la nueva situación dejando incólumes las estructuras de injusticia heredadas de la dominación española, o peor aún, a quienes no perseguían más que ofrecer América a los apetitos del acechante imperialismo inglés? Por esta toma de partido, por esta ausencia de neutralidad, León no rehúye las valoraciones rotundas de las figuras históricas que aborda ni pretende diluir sus diferencias en una insulsa galería de próceres más parecida a un cambalache en que se mezclan los dignos con los indignos, los héroes con los traidores. Basta leer su apreciación de la actuación política de Saavedra y de Moreno para comprender con qué sector están sus simpatías, lo cual no le impide deslizar las críticas que se merecen, desde su perspectiva, incluso aquellos personajes que suscitan su valoración más favorable. Como comprende perfectamente que la Historia es un campo de disputa, su mirada es profundamente apasionada: apasionamiento quizás atenuado por el don de la ironía, que implica una toma de distancia. Pero hasta la ironía, tan frecuente en su estilo, la convierte en un arma de combate. De allí que su lectura resulte tan entretenida, cosa poco común en los historiadores. CONTINUIDADES Y RUPTURAS: Todos estos rasgos, creo yo, se evidencian en el libro que hoy venimos a presentar, cuyo título es más que ilustrativo de su intención: “Continuidades y

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CONFERENCIA PRONUNCIADA POR JAVIER GARIN EL 26 DE ABRIL DE 2012 EN LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES DURANTE LA PRESENTACION DE LIBRO DE LEON POMER "CONTINUIDADES Y RUPTURAS: DE LA COLONIA A MAYO" (ED. COLIHUE) Por Javier Garin.

Buenas noches a todas y a todos: Es un enorme honor para m haber sido invitado a presentar junto a mi colega un libro de un verdadero maestro de historiadores, y por qu no decirlo tambin, un compaerazo, como es Len Pomer. Len es un maestro no slo por su vasta trayectoria, su gran cantidad de trabajos y publicaciones en castellano y portugus, su tarea acadmica en universidades de Argentina y Brasil, su participacin en infinidad de conferencias, disertaciones y congresos, sino fundamentalmente porque es uno de aquellos historiadores que siembran ideas, interpretaciones, motivos, que sirven de inspiracin a otros estudiosos. Su actitud generosa es la de quien concibe la disciplina que practica, no como un objeto de iniciados, sino como un bien que debe ser compartido para contribuir a la generacin de conciencia popular. Y Len es un tambien un compaerazo en el sentido que los militantes populares reservamos a esta expresin: un hombre solidario con una causa compartida, en el que sabemos que podemos confiar, y que merece toda nuestra estimacin y cario. Por eso, antes de referirme al libro que hoy presentamos, quisiera hacer algunas observaciones sobre el autor. Hoy est de moda hablar de revisionismo. Frente a la llamada historia oficial de matriz oligrquico-liberal, se alzaron muchas escuelas desde perspectivas muy diferentes. Hubo revisionismos conservadores, tradicionalistas, prohispnicos, federalistas populares, catlicos, marxistas, etc., etc. Algunos de esos revisionismos, crticos de los mitos liberales, crearon a su vez sus propios mitos. Len pertenece a una modalidad de revisionismo con la cual cada vez somos ms quienes nos identificamos: un revisionismo de matriz popular, democrtica, federal, latinoamericanista, humanista, fervientemente antiimperialista, de clara opcin por los oprimidos, en abierta defensa de la igualdad ese santo dogma del que hablaba Moreno y repeta el Monteagudo juvenil- y en valiente denuncia de todas las formas de sometimiento y explotacin. Aunque posee una notable formacin terica y abundantes pergaminos, Len no aborda la historia desde una presunta neutralidad acadmica. Sabemos muy bien que esa neutralidad no existe en el terreno de la Historia, como no existe en el de la Economa o de cualquier otra disciplina que, teniendo directa vinculacin con la discusin de las formas organizativas de la sociedad, se halla impregnada de inevitable ideologa. Pero una larga tradicin de historiadores burgueses u oligrquicos han pretendido mostrarse como los portadores de un saber cientfico asptico, supuestamente no ideologizado. Esa pretensin de cientificidad persigue la finalidad de erigir sus posicionamientos tendenciosos en postulados indiscutibles, sus opiniones en dictmenes irrecusables fundados en hechos objetivos. Presunta neutralidad que no es sino una maniobra ms en la disputa cultural y poltica llevada al campo de la Historia. Len, sin abandonar el rigor crtico y sin renunciar a la slida fundamentacin y documentacin, en todo momento se presenta ante el lector con la franqueza de un posicionamiento para nada neutral. En efecto, cmo podra ser neutral al estudiar los mecanismos de opresin, la explotacin inhumana y el exterminio de pueblos enteros durante la Colonia? Cmo podra ser neutral frente a la puja de sectores que, dentro mismo del proceso independentista, enfrentaba a quienes abogaban por una Revolucin profunda, poltica, econmica y social (una verdadera revolucin, como la concibe y define Len en este libro), y quienes slo aspiraban a usufructuar la nueva situacin dejando inclumes las estructuras de injusticia heredadas de la dominacin espaola, o peor an, a quienes no perseguan ms que ofrecer Amrica a los apetitos del acechante imperialismo ingls? Por esta toma de partido, por esta ausencia de neutralidad, Len no rehye las valoraciones rotundas de las figuras histricas que aborda ni pretende diluir sus diferencias en una insulsa galera de prceres ms parecida a un cambalache en que se mezclan los dignos con los indignos, los hroes con los traidores. Basta leer su apreciacin de la actuacin poltica de Saavedra y de Moreno para comprender con qu sector estn sus simpatas, lo cual no le impide deslizar las crticas que se merecen, desde su perspectiva, incluso aquellos personajes que suscitan su valoracin ms favorable. Como comprende perfectamente que la Historia es un campo de disputa, su mirada es profundamente apasionada: apasionamiento quizs atenuado por el don de la irona, que implica una toma de distancia. Pero hasta la irona, tan frecuente en su estilo, la convierte en un arma de combate. De all que su lectura resulte tan entretenida, cosa poco comn en los historiadores.CONTINUIDADES Y RUPTURAS:Todos estos rasgos, creo yo, se evidencian en el libro que hoy venimos a presentar, cuyo ttulo es ms que ilustrativo de su intencin: Continuidades y rupturas: de la Colonia a Mayo. Ya el tema constituye un acierto, porque en tiempos del Bicentenario resulta indispensable abordar el perodo fundacional de nuestra nacionalidad, y en un sentido ms amplio, de la gran nacionalidad continental. As como en las discusiones furiosas y sangrientas de la Revolucin Francesa se hallaban ya contenidos todos los dilemas polticos y sociales del mundo moderno (y de las Revoluciones que estaban por venir), as tambien en el proceso de la Revolucin Continental Hispanoamericana -del cual el mayo porteo fue slo un captulo- aparecieron en germen las preguntas que an hoy intentamos responder acerca de nuestro destino colectivo. Como bien seala Len, no hubo un solo Mayo y no hay un solo legado de Mayo. Eran muchas las visiones y muchos los legados, a veces antitticos, y es otro acierto la invitacin de Len a preguntarnos cul de esos legados hemos recogido o queremos recoger. Por mencionar algunos ejemplos: nuestro legado es la actitud de Saavedra y los sectores que l representaba, deseosos de reemplazar al Virrey en el poder, pero no dispuestos a aceptar cambios reales en la sociedad? Nuestro legado es la postura de Saavedra, Funes y Campana, que llamaban terroristas, adeptos al sistema robespierreano y jacobinos a sus compaeros Moreno y Castelli, aplicndoles los mismos motes que utilizaban los espaoles para descalificar la Revolucin, como preanunciando la acusacin de subversivos, de tan funesto recuerdo en nuestra historia reciente? O nuestro legado ser el de los propios Moreno y Castelli, ansiosos por destruir el orden colonial pegando en lo ms profundo, incluso imprudentes para algunos, arriesgndolo todo en un frenes a la vez destructor y creador? Ser nuestro legado el de Belgrano, con su insobornable apuesta por la Libertad y la Independencia de Amrica del Sur? O el de las elites locales, que boicotearon la unidad continental para salvar su poder en alianza con Inglaterra? Nos reconoceremos en el sinuoso Rivadavia, amigo de todo lo ingls y todo lo europeo, portavoz del apetito de dominacin de la burguesa comercial portea? O en Artigas y su voluntad democrtica, caudalosa, profundamente autctona en su afn transformador? Y en qu tradicin situaremos algunos de los hitos del presente? Fue mezquina continuidad u osada ruptura el juzgamiento de los genocidas, la constitucin de la Unasur, la expropiacin de YPF? Qu legado de Mayo se trasunta en ellos? Cuando uno concluye el libro, experimenta la inquietante sensacin de que el proceso de Mayo e Hispanoamrica, tan justo y legtimo en sus argumentos contra la dominacin colonial, qued a media agua. Por imperio de las traiciones, de las voluntades polticas claudicantes o reaccionarias, de las relaciones de fuerza insuficientes, de las interferencias extracontinentales, de las contradicciones sociales internas, del influjo de un sistema de dominacin mundial que pona sus ojos en nuestro continente como un vasto campo de operaciones, o de las mltiples fuerzas que van emergiendo a la luz tan pronto como se desmorona el orden colonial hispnico, las promesas de Mayo van quedando incumplidas, se van desgarrando, son abandonadas o slo parcialmente perseguidas, y el sueo de Independencia y Libertad de que hablaba Belgrano al izar la Bandera parece esfumarse ante nuestros ojos. Por momentos son mayores las continuidades, en el terreno de las injusticias, que las rupturas. Por momentos uno siente que las rupturas se han dado ms en las formas que en el fondo, en las superestructuras que en las estructuras. Por momentos el sueo de Mayo parece sepultado por los acomodamientos de un continente entero a un nuevo orden mundial, a un sistema econmico el naciente capitalismo global, encabezado por Inglaterra-, que no concibe a los pueblos sino como mercados para la colocacin de sus manufacturas y a la tierra sino como la tributaria de materias primas para su insaciable hambre de ganancias y de dominacin. La autoridad colonial ser expulsada observa Len-. Lo no expulsable ser la sociedad colonial. Y ms adelante agrega: Los cambios en el poder que producir Mayo no honrarn a la palabra revolucin. En lo inmediato dejarn intocada la realidad econmica, las clasificaciones y jerarquias sociales, la estructura de relaciones entre estratos superiores y subalternos. Es cierto, todo quedar conmovido, habr crujidos, pero el poder mercantil engendrado en la colonia ser ahora el poder en cuyas manos quedarn las decisiones fundamentales, aunque otras manos fueran las ejecutoras. Y ya casi sobre el final del libro, cuando completa su periplo, Len volver a afirmar: La profundidad de una revolucin se mide por lo que intenta superar y reemplazar y acaba superando y reemplazando. Pero cuando en el revolucionado organismo social lo viejo persiste en algunos de los rasgos que mejor lo fundamentan y caracterizan, la revolucin ser un trmino engaoso. Este juicio, que podra sonar categrico y desalentador, es rpidamente retrucado por la esperanza militante del propio autor, quien aade: Observando el devenir de la historia en una perspectiva temporal menos inmediatista, habra que considerar que frustraciones iniciales no son ms que el comienzo de un prolongado, sinuoso y contradictorio proceso, que en tanto albergue en sus contradictorias entraas grupos humanos con vocacin popular - transformadora, ser fiel a la herencia de los subversivos de Mayo. Y de all se sigue una sentencia que prolonga sus ecos hasta el presente: La historia no estar cerrada.LA OPRESIN COLONIAL HISPNICA NO FUE UNA LEYENDA NEGRAUna de las partes ms movilizadoras del libro es la diseccin que Len realiza de las estructuras y mecanismos de dominacin colonial en Amrica. En las antpodas de los historiadores negacionistas prohispnicos y nostlgicos del orden colonial, quienes pretenden que la sociedad colonial era un lecho de rosas y las matanzas de millones de indgenas constituan una mera leyenda negra hecha circular por los ingleses, Len denuncia con toda claridad los extremos de crueldad, salvajismo e inhumanidad que la dominacin espaola asumi en Amrica. Basta leer los datos que nos proporciona acerca de la espantosa mortandad de los pueblos originarios en las distintas regiones para comprender que la Colonia fue uno de los sistemas de opresin ms sanguinarios de la historia de la Humanidad, sobre el cual asent Espaa su engaosa elevacin a la categora de potencia mundial mientras que el flujo ininterrumpido de riquezas, metales preciosos y materias primas arrancadas del seno de nuestro continente iba a alimentar las arcas de ingleses, franceses y holandeses y a conformar lo que Marx denomin el proceso de acumulacin originaria sobre el que se apoy el desarrollo del sistema capitalista mundial. (No tienen desperdicio las citas que hace Len de Adam Smith). Len no slo examina con rigor la maquinaria de la opresin sino que desmenuza sus races ideolgicas. Encuentra que en Amrica el sometimiento brutal se halla revestido bajo la apariencia de un choque de razas o civilizaciones. Observa las racionalizaciones y pretextos de los colonialistas para su inhumanidad y rebusca sus orgenes hasta la antigedad clsica, hasta las disquisiciones de los antiguos griegos y su oposicin entre civilizados ellos- y brbaros todos los dems- (Sarmiento no fue para nada novedoso), hasta los filsofos y telogos medievales que van a darse finalmente la mano, a travs de los siglos, con los idelogos de la modernidad europea. La materia comn de la ideologa del desprecio como acertadamente la define Len- es la negacin de entidad humana al hombre americano. Vemos a los escritores, economistas, cronistas y hasta naturalistas de Europa dejar a un lado sus diferencias nacionales e ideolgicas para coincidir unnimemente en la descalificacin moral, espiritual y fsica del hombre americano, reducido a la condicin de bestia, como denunciaba Belgrano, destituido de su humanidad, convertido en parte del paisaje, catalogado como una infrarraza, un subhombre, una degeneracin, un cuerpo sin espritu, una cultura inferior, brbara e idoltrica, incapaz de pensamiento abstracto y bellas artes, unos individuos indolentes y vagos, renuentes a trabajar, torpes y rudimentarios. A los incontables ejemplos que cita Len deseo agregar uno: las razas ms degradadas de la tierra, llamaba Darwin a los pobres onas y yamanas fueguinos, como legitimando por anticipado su exterminio. La descalificacin de la humanidad americana era el arma ideolgica por excelencia de la opresin europea, que se apoyaba as en presuntas superioridades raciales y culturales para justificar sus crmenes y la explotacin feroz de los nativos. Y he aqu que Len tiene un ojo en el pasado pero otro en el presente. Porque es imposible para el lector atravesar estas pginas sin preguntarse si realmente ha habido un cambio en la mentalidad del desprecio. Las argumentaciones de los usurpadores europeos persisten en los colonialistas de hoy Pero adems han echado races en nuestra propia cultura. Renacen bajo las nuevas repblicas independientes en los idelogos de las oligarquas racistas enceguecidas de odio contra los indios, los gauchos, los negros y todos los sectores sociales a quienes aspiran a someter y explotar. Mitre, Sarmiento, Roca, aparecen hermanados con Pizarro y Corts. El llamado conquistador del desierto con su poltica de exterminio de los indios se presenta como un mero precursor de la dictadura genocida. El racismo colonial se prolonga en el racismo de nuestras clases alta y media del presente, que siguen empleando las mismas ideas de presunta superioridad y desprecio para reclamar la subordinacin o exterminio mediante la llamada mano dura- de aquellos descendientes de los antiguos pobladores americanos a quienes llaman negros, cabecitas negras, villeros, o bien estigmatizan con xenofobia por haber nacido en Bolivia o Paraguay. Qu lejos este racismo de los ideales gloriosos de Mayo, del santo dogma de la igualdad, del reglamento para los indios de las Misiones hecho por Belgrano, de la Proclama de Emancipacin de los Indios redactada a cuatro manos (como dice Len) entre Monteagudo y Castelli y leda frente a las tropas y los pueblos originarios en las ruinas inmemoriales de Tiwanacu el 25 de mayo de 1811! Al pensar en ese luminoso momento emancipatorio, uno siente, una vez ms, que aquellos ideales fueron traicionados. No eran espaoles coloniales sino oligarcas bolivianos quienes reemplazaron las mulas por indios para mover las norias de la casa de la Moneda en Potos, ante la falta de animales provocada por las guerras civiles argentinas. No eran espaoles sino oligarcas argentinos quienes encomendaron a Roca masacrar a nuestros indios, a los cuales la propia Constitucion por ellos sancionada mandaba integrar, no asesinar. Continuidad o ruptura? La balanza se inclina por la continuidad de las estructuras e ideologas de opresin. Y sin embargo, hoy vemos renacer a esos mismos pueblos sepultados durante quinientos aos, ninguneados, exterminados, y aparecen como portadores de un nuevo estado de conciencia, reclamando su lugar y sus derechos en la nueva realidad continental. Los caminos son sinuosos, como advierte Len, y as, doscientos aos despus, un descendiente de los indios que escuchaban entre atnitos y suspicaces a Castelli y Monteagudo ha jurado como Presidente de Bolivia en las mismas ruinas de Tiwanacu donde se proclam en apariencia estrilmente- su emancipacin. Logros o frustraciones? Len nos recuerda que ya en 1810 Moreno discuta en un clebre escrito la posibilidad de una Confederacin continental. En 1810! Y ms adelante, al resear la lucha de Castelli, nos vuelve a recordar que fue tambien all, en el Alto Per, donde el diablico representante de la Junta revolucionaria se atrevi a imaginar una sola patria desde el Caribe hasta Chile. Idea que sistematiz Monteagudo en 1813 en su Constitucin para los Estados Unidos de Amrica del Sur. Sueo que revivi Bolvar en la otra punta del continente y que qued destruido por el trabajo combinado de las oligarquas y de la descuartizadora Inglaterra por aquello del famoso divide y reinars, que en otras oportunidades tambin examin Len como experto en esa obra maestra del fracticidio alentado por Gran Bretaa que fue la Guerra del Paraguay Y sin embargo, doscientos aos despus, el sueo vuelve a florecer de la mano de la Unasur, la CELAC y los cada vez ms sostenidos esfuerzos en pos de la unidad definitiva de nuestros pueblos en un solo gran pueblo continental. Tal vez por eso es que Len nos dice que su libro no tiene final. No lo tiene porque el proceso iniciado en mayo an no ha concludo, y es a nosotros hoy, y no a nuestros prceres de hace doscientos aos, a quienes corresponde escribir las pginas finales y decidir entre un desenlace de continuidad en la dependencia colonial y uno de ruptura liberadora.UN HISTORIADOR MILITANTE MERECE LECTORES MILITANTESLos historiadores de la oligarqua o la burguesa tienen allanado el camino para la difusin y circulacin de sus obras. Son los heraldos del esquema de dominacin en el campo de la historia y contribuyen a la batalla cultural por mantener la hegemona de las clases que representan. Los historiadores que, como Len, optan por el pueblo, no encuentran la misma facilidad para hacer conocer sus ideas: son vistos como peligrosos, como subversivos, tal cual define Len a los revolucionarios de Mayo. Por tanto, los lectores de un historiador militante debemos tambien ser lectores militantes y comprometernos a la difusin de estas ideas y de este libro. La batalla cultural en el terreno de la historia no es un entretenimiento de eruditos, sino parte de una batalla ms amplia por la hegemona y el proyecto que busca en el pasado las races del presente. Slo mediante la generacin de conciencia popular puede Amrica Latina unirse y liberarse de la opresin colonial que an persiste y la amenaza. Slo mediante la lucha de un pueblo concientizado pueden abolirse las injusticias sociales an vigentes. De all la importancia del conocimiento de la Historia, de la verdadera historia como dice la cancin popular. Los invito a ser lectores militantes del libro de Len Pomer y a contribuir as a esta batalla cultural tan necesaria para profundizar las rupturas, para sofocar las continuidades, y para que la Historia, como esperanzadoramente nos dice Len, no quede cerrada, sino que permanezca abierta a la voluntad emancipatoria de nuestro pueblo. Muchas gracias.