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Con los más pobres de entre los pobres Madre Teresa de Calcuta (1910- ) J. A DE PRADA La presencia viva de M. Teresa de Calcuta impone un cierto respeto a la hora de escribir sobre ella. A pesar de las aparien- cias, es la muerte quien suele descorrer el velo de las más pro- fundas intimidades personales. No obstante, 'Vamos a acercarnos a M. Teresa para intentar presentar un bosquejo de su vida y las constantes que mueven su asombrosa actividad". 1. DIOS SE MANIFIESTA EN LOS POBRES Nace en Skopje (Albania) en 1910. Sus padres le ponen el nombre de Inés. Tiene dos hermanos mayores. Es muy feliz en su familia. Recibe la primera formación en Ulla escuela no católica. A los 12 años oye hablar a un misionero jesuita y se queda con esta ,frase: "Cada uno debe seguir su propio camino". Siente ya la inquietud de hacerse misionera para entregarse al servicio de los demás. Pide consejo y lo recibe: hay que esperar. A los 18 años siente de nuevo, y con más fuerza, la llama- da. El jesuita le habla de unas religiosas irlandesas, las Herma- M. Teresa de Ca1cuta es un personaje popular. Abunda sobre ella una lite- ratura también popular, pero no científica. Todos los libros cuentan las mismas cosas sin otra garantia crítica que las comillas que abren y cierran un párrafo. Por eso en las páginas que siguen prescindimos de notas. El lector de lengua castellana puede consultar los siguientes libros: GoNZÁLEZ BALADO, José Luis, Cristo en los arrabales, Madrid, Ed. Paulinas, 1974 (4." ed. 1977); GONZÁLEZ BALADO, José Luis, La alegria de darse a los demás, Madrid, Ed. Paulinas, 1977; GORRÉE, G.·BAR- BIER, J" Amor sin fronteras, Bilbao, Mensajero, 1975; MUGGERIDGE, Ma1colm, Madre Teresa de Calcuta, Madrid-Salamanca, Atenas-Sigueme, 1974 (2." ed. 1977).

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Page 1: Con los más pobres de entre los pobresCon los más pobres de entre los pobres Madre Teresa de Calcuta (1910- ) J. A DE PRADA La presencia viva de M. Teresa de Calcuta impone un cierto

Con los más pobres de entre los pobres Madre Teresa de Calcuta (1910- )

J. A DE PRADA

La presencia viva de M. Teresa de Calcuta impone un cierto respeto a la hora de escribir sobre ella. A pesar de las aparien­cias, es la muerte quien suele descorrer el velo de las más pro­fundas intimidades personales. No obstante, 'Vamos a acercarnos a M. Teresa para intentar presentar un bosquejo de su vida y las constantes que mueven su asombrosa actividad".

1. DIOS SE MANIFIESTA EN LOS POBRES

Nace en Skopje (Albania) en 1910. Sus padres le ponen el nombre de Inés. Tiene dos hermanos mayores. Es muy feliz en su familia. Recibe la primera formación en Ulla escuela no católica.

A los 12 años oye hablar a un misionero jesuita y se queda con esta ,frase: "Cada uno debe seguir su propio camino". Siente ya la inquietud de hacerse misionera para entregarse al servicio de los demás. Pide consejo y lo recibe: hay que esperar.

A los 18 años siente de nuevo, y con más fuerza, la llama­da. El jesuita le habla de unas religiosas irlandesas, las Herma-

• M. Teresa de Ca1cuta es un personaje popular. Abunda sobre ella una lite­ratura también popular, pero no científica. Todos los libros cuentan las mismas cosas sin otra garantia crítica que las comillas que abren y cierran un párrafo. Por eso en las páginas que siguen prescindimos de notas. El lector de lengua castellana puede consultar los siguientes libros: GoNZÁLEZ BALADO, José Luis, Cristo en los arrabales, Madrid, Ed. Paulinas, 1974 (4." ed. 1977); GONZÁLEZ BALADO, José Luis, La alegria de darse a los demás, Madrid, Ed. Paulinas, 1977; GORRÉE, G.·BAR­BIER, J" Amor sin fronteras, Bilbao, Mensajero, 1975; MUGGERIDGE, Ma1colm, Madre Teresa de Calcuta, Madrid-Salamanca, Atenas-Sigueme, 1974 (2." ed. 1977).

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nas de Nuestra Señora de Loreto, que tienen una casa en la India. El mismo religioso escribe una carta de presentación a Inés Gonxha Bojaxhiu y queda admitida como postulante en la casa de Rathfarnham, próxima a Dublín. Permanece allí cerca de un año y pasa después a la India para hacer el Noviciado.

Hace votos de pobreza, castidad y obediencia renovándolos cada año, hasta que en 1937 emite los votos perpetuos. Toma el nombre de Teresa en recuerdo de santa Teresita, pues la Santa abulense le parece demasiado para ella. Estudia magisterio y obtiene el título de maestra. Es nombrada profesora de la St. Ma­ry's High Schoo1, propiedad de su congregación. Enseña geogra­fía y sus alumnas, hijas de las mejores familias bengalíes, la aprecian. Ella aprecia también a sus alumnas y se entrega de lleno a su trabajo.

Obsesión para no dormir

En el mes de septiembre de 1946, y en el tren correo Cal­cuta...,Darjeeling, ciudad a la que va a hacer sus ejercicios espi­rituales anuales, no consigue dormir. Le preocupa la situación de los más humildes, que viven en los arrabales de Calcuta en condiciones infrahumanas. No logra acostumbrarse a los espec­táculos que observa en sus salidas del convento. La visión repe­tida de las necesidades le obsesiona. Como le obsesiona la indiferencia y olvido de los hombres. Una frase le golpea con fuerza: "hay que hacer algo".

Cuando vuelve de sus ejercicios visita al Arzobispo de Cal­cuta. Quiere vivir sola, fuera del convento y teniendo a Dios como única ayuda en medio de los pobres más pobres. El Arz­obispo considera prematura la resolución. Madre Teresa lo com­prende: "no podía haber sido otra su contestación. Un Obispo no puede autorizar a la primera religiosa que se le presente con proyectos raros bajo el pretexto de que talle parece la voluntad de Dios".

Camino abierto

Madre Teresa vuelve a sus clases. En medio de sus alumnas, limpias y con uniformes intachables, sigue sin abandonarle la imagen de los moribundos en las aceras, las miles de manos tendidas en petición de ayuda y las miradas suplicantes de los niños.

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Ha pasado un año y vuelve a ver al Arzobispo. Este le manda que se dirija a su superiora general solicitando el permiso de­seado. La superiora contesta: "Si tal es la voluntad de Dios, no puedo sino autorizarte con toda el alma. Recuerda que gozas del afecto y consideración de todas nosotras. Si algún día, por la razón que fuere, volvieses sobre tus pasos, sabe que te aco­geremos con amor de hermanas". Con este permiso, Monseñor Perier, Arzobispo de Calcuta, redacta la carta pidiendo autori­zación a Roma para que la religiosa pueda poner en marcha su proyecto. El 12 de abril de 1948 Pío XII le autoriza a dejar su orden de Loreto, pero manteniendo sus votos. El día 8 de agosto de 1948, cuatro meses después de recibir la autorización de Roma, hace uso de la licencia. Deja su convento y se traslada a Patna para realizar un curso acelerado de prácticas sanitarias con las Medical Missionary Sisters. El 21 de diciembre está de nuevo en Calcuta. Reúne unos cuantos niños y les da clase al aire libre, enseñándoles el abecedario y las primeras nociones de higiene. En unos cuantos días se multiplican por diez.

Camino difícil

Los comienzos fueron duros. Madre Teresa 10 cuenta así: "tuve la sensación de 10 insoportable que tiene que ser, para muchos, su pobreza, mientras a la busca de una casa o de un refugio daba vueltas sin rumbo fijo. Mis piernas y mis brazos llegaron a sentirse rendidos. Pensé cuánto les tiene que doler el alma y el cuerpo a los que van en busca de casa, de alimento o de salud. El recuerdo del convento de Loreto se presentó ante mi espíritu en forma de tentación. Me libré de aquel agobio con esta oración que me brotó del rf'olldo del alma: por libre elección y amor hacia ti, Dios mío, quiero permanecer fiel a mi decisión y hacer sólo tu voluntad".

Su obra comienza, a llamar la atención. La primera en visi­tarla es una antigua alumna. Viene comisionada por sus com­pañeras para que vuelva a su antigua ocupación. Pero es atra­pada por la experiencia de alegría de Madre Teresa: quiere que­darse con ella y servir a los más pobres de los pobres. Madre Teresa recuerda su caso y recomienda 10 mismo: hay que pen­sarlo mejor y dejar pasar algún tiempo. La joven vuelve con­vencida el día de san José de 1949 y se queda con Madre Tere-

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sao Luego se le unen diez y una antigua compañera, hermana de Loreto.

El 7 de octubre de 1950 fue aprobada la nueva institución, que recibe el nombre de Misioneras de la Caridad. Tiene por misión, en palabras de M. Teresa: cardes of Christ's love in the slums: portadores del amor de Cristo en los suburbios. Adopta corno hábito el sari indio de las mujeres pobres, porque "el sari permite a las Hermanas sentirse pobres entre los pobres, identi­ficándose con los enfermos, con los niños, con los ancianos des­amparados, compartiendo en el mismo vestido la forma de vida de los desposeídos de este mundo".

Los más pobres de en'tre los pobres

M. Teresa comenzó cobijando niños, y en 1952, después de recoger a una mujer que agonizaba entre escombros, roída por las ratas y llena de hormigas, a la que lleva a un hospital, donde no la admiten por carecer de sitio, se dirige a la Munici­palidad, solicitando un local donde atender a todas las personas que diariamente agonizan o son abandonadas en las calles de Calcuta. "Yo me encargo de lo demás", les dice.

Le ofrecen el Dormashalab (Casa del Peregrino), dentro de las dependencias del templo de la diosa Kali. Eran dos gran­des salas tamizadas con difusa luz, donde llegaban los ruidos de los coches y el griterío de los vendedores de la calle. M. Te­resa le pone el nombre de Hirmal Hriday (Casa del moribun­do). Pronto se llenó de pobres, que en lugar de agonizar sobre las aceras y solos, lo hacen, no todos, ya que algunos logran ser salvados, rodeados de amor y con un mínimo de dignidad.

Además de los moribundos, se ocupa también de salvar la vida de los miles de niños recién Ylacidos, que lleva a sus guar­derías y orfanatos. Para M. Teresa "los niños son como las estrellas del cielo: nunca hay demasiados". Muchos de los niños que nacen en la India -aproximadamente dos millones al mes­son indeseados. Las Misioneras de la Caridad protegen su vida, porque son el "futuro de la India". En sus Slums los cuidan con todo el cariño posible y procuran hacerles felices, sin des­conocer que nadie puede sustituir a la verdadera familia. Cuenta M. Teresa: "Un día descubrí a un pequeño que se había que­dado sin humor y sin apetito porque su madre había muerto.

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Una de nuestras Hermanas se parecía a ella y el niño recobraba su humor y las ganas de comer sólo cuando estaba ella. Se lo confié, quitándola de otros quehaceres. Fue la manera de ha­cer recobrar la salud del pequeño huérfano."

Para cada niño recogido abre una libreta de ahorro. Cuan­do es mayor, si tiene capacidad para el estudio, recibe ense­ñanza superior; si no, procura encaminarlo hacia 1ma actividad manual que sea capaz de hacerle ganar el pan de cada día hon~· radamente.

Los niños recuerdan a M. Teresa el problema del aborto. Su pensamiento es contundente: "Para mí, si se permite el abor­to en países ricos, abastecidos de todos los medios y riquezas que el dinero puede proporcionar, esos son los más pobres en~ tre los pobres. Quisiera poder abrir en tales países muchas casas para niños y así poder acoger y proveerles de lo necesario a todos estos indeseados para que tales hechos no se produje­ran. Lo más maravilloso es que cada niño que ha logrado evadir la muerte de la mano de sus propios padres, ha encontrado un hogar con nuevos padres que lo han acogido. Hace años que en Calcuta venimos realizando esfuerzos para evitar los abor­tos por medio de adopciones y, a Dios gracias, hemos podido ofrecer a muchos niños que hubieran muerto, un padre y una madre que los amen y les ofrezcan cariño y cuidados."

Otro campo donde actúa M. Teresa son los leprosos. Todos huyen de ellos. Todos les condenan al ostracismo por el exage­rado temor del contagio. Hay casos ya incurables. Pero hay muchos en los que la lepra puede ser curada. Hay matrimonios con hijos de corta edad que no han sentido todavía el contagio, pero que, por carecer de medios, están irremisiblemente con­denados a padecerla.

Los leprosos abundan por lall afueras de las ciudades, en lugares donde no estorben ni constituyan peligro de contagio. Se les condena ya en vida a una muerte segura. Se les priva de alimentos y tienen que huir del desprecio y de la persecu­ción.

En las Misioneras de la Caridad encuentran amor y aten­ción sin temor al contagio. Disponen de clínicas especiales. Para ellos han construido un poblado, el "Shanti Nagar" (ciudadela de la paz), en las afueras de Calcuta. Tiene capacidad para 400 familias. Se empezó a construir con el dinero recaudado en

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la rifa del Lincoln blanco que Pablo VI regaló a M. Teresa en el Congreso eucarístico. El terreno fue donado por el go­bierno indio. AHí se han instalado algunas pqeueñas industrias para ocupación de los leprosos: horno para cocer ladrillos, car­pintería, imprenta, cestería, zapatería, granja, arrozales, campos de trigo y árboles frutales. En Calcuta se ofrece asistencia a más de 10.000 leprosos. En la India hay unos cuatro millones.

n. EN LA CIMA DE UN MONTE

"El Reino de Dios viene sin dejarse sentir" (Le 17, 20); pero "está ya dentro de vosotros" (Lc 17, 21), Y es tan per­ceptible en el cuerpo de la Iglesia como 10 fue en la palabra, en las obras, y en la presencia o persona de Jesús (LG 5). M. Teresa es una ciudad colocada en la cima de un monte. No ha podido ocultarse como la sombra; más bien, se ha con­vertido en referencia de orientación para quienes buscan. ¿Hay teología del encuentro que pueda compararse a esta cita viviente con los hombres?

Sabemos que no puede valorarse la obra de amor realizada por un cristiano por los premios y honores que recibe. Sin em­bargo, es un hecho que M. Teresa los ha recibido y no pode­mos menos de contarlo.

Justo a la entrada de la Nirmal Hriday (casa del moribundo) hay una vitrina iluminada, en la que descansa una imagen de la Virgen María, muy distinta a cualquier otra, pues lleva el lazo de la Padmashree, la orden india del Loto, que le fue con­cedida a M. Teresa en 1962; fue la primera extranjera en re­cibirlo (es ciudadana india desde 1948).

En los treinta años que han pasado desde que dejó el con­vento de Loreto, ha recibido diversos premios: El Padma Shi (Orden del Loto, 1962); Premio Magsaysay (1962); el Buen Samaritano (1971), en Boston; el Juan XXIII de la Paz (1971); el de la Fundación Kennedy (1971); el Premio Templeton (1973), reconociendo la cruzada que ha llevado a cabo entre los más desafortunados de la sociedad; el Mater et Magistra (1974), en Estados Unidos; el Albert Schweitzer (1975); últi­mamente la F AO ha acuñado una medalla con su efigie.

Un premio totalmente diverso fue le fastuoso coche rega-

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lado por el Santo Padre Pablo VI a M. Teresa al final del Con­greso Eucarístico de Bombay en 1964. Era un Ford Lincoln 1964, especialmente diseñado y fabricado para esta ocasión del Congreso, y donado por los americanos. El Papa, después de usarlo durante breves horas, se lo dió a ella diciendo: "Para participar en la misión de amor que lle'Va a cabo." Ya conoce­mos el destino de este coche.

Durante un tiempo se habló insistentemente de que el nom­bre de M. Teresa había pasado a la final de todos los propues­tos al Premio Nobel de la Paz. Ella ha manifestado que de obtener tal premio lo emplearía en la construcción de más ho­gares para moribundos, niños abandonados, alcohólicos, droga­dictos, leprosos y, en general, para los más pobres de los pobres, donde quiera que estuvieren.

Estos premios no hacen olvidar que su lugar central es la India. Y la India lo sabe. Allí se le considera como un avatara de la divinidad, igual que cuando le fue cedida la hospedería de la diosa Kali, en Calcuta, a ella se la empezó a llamar la diosa Kali, por la impresionante obra que estaba llevando a cabo, recogiendo moribundos y llevándolos a dicha hospedería. Ahora se la considera avatara de la divinidad, como lo fue Cris­to, lo fue Gandhi. Su nombre despierta veneración y respeto por donde quiera que pasa.

Hoy el monte es la Televisión

No demos explicaciones. Constatemos el hecho: hoy el mon­te de la popularidad pasa por la Televisión. M. Teresa también se ha visto reclamada por este medio de comunicación. Su pre­sencia humilde no ha dejado de proclamar siempre el mismo mensaje: que Jesús hoy tiene hambre, sed, frío, está solo, des­nudo. Y que alguien debe ir a cuidarle, porque, repite ella, al final no se nos pedirá cuenta ni de lo que hayamos producido, inventado o creado; simplemente, del Amor que hayamos pues­to en las pequeñas y grandes obras que se nos haya encomen­dado realizar.

Las anécdotas, llenas de humanismo cristiano, serían aquí inacabables. M. Muggeridge nos cuenta ésta: "Apareció Madre Teresa en uno de esos programas que ayudan a los americanos a digerir el desayuno. Era la primera vez que ella estaba en unos estudios de Nueva York, por lo que no estaba preparada

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para las continuas interrupciones de los anuncios. También le sorprendía la presencia del monitor, que hacía aparecer a su interlocutor con la cara de diversos colores. Precisamente aque­lla mañana todos los anuncios eran de distintos tipos de pan y otras comidas, propuesto todo ello como antiobesidad y no alimenticio. La ironía tardó poco en ser percibida por los tele­videntes, pues siendo la constante preocupación de M. Teresa el luchar por alimentar a tantos hambrientos e intentar poner algo de carne en los esqueletos de tantos seres desfigurados, allí sucedía 10 contrario. Cuando ella se dio cuenta de lo que sucedía, se la oyó comentar en voz suave, pero perfectamente inteligible: 'Veo que también Cristo es necesario en los estu­dios de televisión'. Fue una ocurrencia sin precedentes. En todo el estudio se hizo un silencio sepulcral. Parecía como si las luces se hubieran apagado y el director se hubiera quedado mudo. Los anuncios seguían. Esta anécdota, que desde luego quedó escrita en el Libro de la Vida, y también en el New York Time, es digna de tenerse 'en cuenta."

También queremos recordar esta otra anécdota. Sucedió en Canadá. Apareció M. Teresa en televisión junto a J acques Mo­nod y J ean Vanier. Ena estaba sentada con la cabeza ligera­mente inclinada hacia adelante en actitud de oración, mientras el ¡famoso biólogo molecular francés y premio Nobel hacía dis­quisiciones sobre cómo el futuro de la raza humana estaba en­cerrado inexorablemente en nuestros genes. Cuando su interlo­cutor le urgió a ella a que diera su parecer, dijo únicamente: "Yo sólo creo en el amor y la compasión"; y continuó sumida en su meditación. Su intervención, reforzando el poderoso tes­timonio cristiano de Jean Vanier, fue decisiva. Después se le oyó decir al profesor Monod que un poco más de este trata­miento que ella le había dado suavizaría en gran manera su postura marcadamente atea.

La televisión se ha convertido en ciudad sobre el monte. Pero no es quizá lo más importante. Es un hecho innegable. Pero hay otros hechos. Sin espacio para terceras entidades, impres­cindibles por otra parte, queremos recordar a los Colaboradores de Madre Teresa. Es un ejército, con divisiones y misiones dis­tintas, lo que se mueve en torno a esta mujer que pide de todo, porque de todo necesita y todo lo agradece: unos rezan, otros

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ahorran, otros administran. Sí, éstos también son Legión. Aun­que de la otra.

La luz de esta ciudad en la cima del monte que atrae a tantos viajeros no puede medirse en números. Pero tenemos que dar unos números. 1975 coincide con las bodas de plata de la Congregación, y es una fecha importante para hacer balance, incluso dentro de una sociedad en la que no son los balances su principal documentación y atractivo. En esos días las cuen­tas eran éstas: 28 casas para niños abandonados, con 1.864 aco­gidos; 335 dispensarios (unidades móviles), con 1.598.894 ca­sos tratados; 67 leproserías, con 43.363 enfermos; 32 casas para moribundos desasistidos, con 2.008 pacientes; 23 centros de planificación familiar, con 5.277 casos de tratamiento; 65 centros de socorro, con 21.435 beneficiarios; 8 escuelas infan­tiles, con 8.515 alumnos; 84 talleres de costura, con 2.402 apren­dices; 10 escuelas de mecanografía, con 285 alumnos.

La lista es incompleta. Dejamos la acción directamente pas­toral. Con todo, creemos que la luz se distingue a distancia y es una llamada bastante clara a unir el doble y único prin­cipio del amor.

Camino iluminado

¿Qué es lo que ilumina M. Teresa desde la luz encendida en la ciudad del monte? Trataremos de verlo después. Aunque quizá lo principal está ya dicho. Porque M. Teresa es una pro­fecía en acción. No ha escrito apenas nada. Alguna conferencia y respuestas a las entrevistas que le hacen son todo su patrimo­nio 1. Lo suyo no es escribir. Hasta parece que no le sientan bien los teólogos que se preocupan más de hablar de Dios que de hablar con Dios. Pero creemos que las palabras pronunciadas al recibir el Premio Templeton pueden quedar aquí como conte­nido de esa luz que alumbra caminos a tantas personas como se sienten llamadas a seguir a M. Teresa: "Al darme este pre­mio se lo habéis dado a todas las personas que comparten con­migo este trabajo en todos los rincones de la tierra, sembrando el amor de Dios entre los pobres. Nosotros estamos en contacto con el cuerpo de Cristo. Es Cristo, que tiene hambre, a quien damos de comer. Es Cristo desnudo a quien vestimos. Es Cristo

1 Una interesante entrevista: J. J. MORALES, Madre Teresa de Calcuta, en Vida Nueva, n. 1.035 (19·VI·1976), 1253·1256.

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desalojado a quien ofrecemos cobijo. Pero la suya no es sólo hambre de pan, desnudez de ropas, necesidad de una casa de ladrillo. Cristo tiene hoy en nuestros pobres (e incluso en los ricos) hambre de amor, de cuidados, de calor humano, de al­guien que se ocupe de ellos como algo propio. Hoy como ayer, Jesús viene a los suyos y éstos no le reconocen. Viene en los cuerpos purulentos de nuestros pobres. Viene incluso en los ricos, que se están dejando sofocar por las riquezas en la sole­dad de sus corazones y no tienen quién los ame ( ... ). Nuestros moribundos y abandonados, nuestros leprosos, nuestros niños desasistidos, paralíticos, tienen sed de amor, de compasión, de calor humano. No nos limitemos a dar dinero; no basta."

III. CONSTANTES DE UNA ESPIRITUALIDAD

En M. Teresa todo recibe un sello muy personal. No se pue­de ir con un esquema previo; al menos, no se puede ir con el esquema previo que llevaría un clásico. Cuando nos acercamos a la espiritualidad de una persona solemos acercamos a sus es­critos. Quizá hemos pensado que sólo en los escritos puede di­bujarse una espiritualidad. j Como si la persona, con su vida corriente y palpable, no fuese más expresiva que la página de un libro! Es una tiranía más de la letra sobre el espíritu.

Sin entrar en polémicas, sí es cierto que nosotros tenemos que acercarnos más a M. Teresa, observando su vida y activi­dad que descifrando sus escritos. Ya hemos dicho que M. Tere­sa apenas ha escrito algunas páginas. Incluso es posible que de­ban revisarse con el tiempo las florecillas que en torno a ella van surgiendo. Lo nuestro va a ser descubrir algunas constantes que están ahí, en el libro abierto de una vida que aún anda y vuela por los caminos y cielos de este mundo.

En una metodología así quizá no se pueda proceder con una lógica impecable. N o se busque, pues, esta lógica. Por otra parte, es también evidente que vamos a limitarnos a aquellos aspectos que nos perecen más fuertes en M. Teresa. Si además pueden echar una mano a quienes tratan de clarificar el pano­rama de nuestros días, tanto mejor.

1. ¿Fundamentalismo evangélico? Hablar de fundamenta­lismo es referirse a esa tendencia que toma el texto evangélico

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como suena, sin pretender ulteriores disquisiciones. Normal­mente el fundamentalismo afecta más a los que menos saben, a los indoctos. Y es algo que no suena bien. '

No creo que M. Teresa se haya puesto este problema. Más bien puede haber sucedido que ella ha seguido otro camino dis­tinto, el camino de una experiencia que se le presentaba con especial claridad. M. Teresa no desprecia la cultura. Quien co­nozca que sus religiosas, en el ritmo trepidante de su actividad, dedican un día entero a la semana a la adoración y a la lectura, podrá vislumbrar la importancia dada a la cfonnación. Sin em­bargo, lo suyo no es la sutileza, sino la entrega a la evidencia. Pongamos un ejemplo: Mt 25, 31-46. M. Tercsa "ha visto he­ridas hormigueantes de gusanos y de moscas, habitaciones in­fectadas, farmacias vacías, médicos asustados, guardianes arma­dos, enfermos desnudos, alelados, gritando su desesperación y su hambre en un mundo de miseria, de suciedad y de moscas". ¿No sería humor negro en este contexto vital preguntarse qué significan las diversas categorías de esta parábola? No se nece­sitaba mucho para saber, con la sapiencia del encuentro, que ciertamente ésos estaban entre los hermanos más pequeños de Jesús. Y tampoco se necesitaba mucho para saber, con la sa­piencia de los hechos, qué significaba hambre, sed, frío. Todo esto era algo muy claro.

2. Amor a Dios y al prójimo. Con mucha frecuencia a la pregunta de porqué hace lo que hace, es decir, sirve a los pobres más pobres, M. Teresa ha respondido: "Por amor de Dios". La antinomia de la vida espiritual, amor a Dios y amor al prójimo, queda también aquí superada. M. Teresa no discute sobre las dos dimensiones de la caridad; sencillamente, las vive.

Una prueba es la configuración de su obra de fundadora. Se ha ido desarrollando poco a poco, naciendo de la vida, no de un programa bien elaborado. Ha ido naciendo a impulsos de las exigencias. En la actualidad está así: Hermanas activas (Congregación de Derecho Pontificio desde elIde febrero de 1965); Hermanos activos (23 de marzo de 1963, cuyo superior es Brother Andrew, cofundador de los Hermanos con M. Tere­sa); Hermanas contemplativas (desde 1975; cofundadora es la Hermana Nirmala, hindú conversa); Hermanos contemplativos

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(desde el verano de 1977. Se ha cumplido así un deseo expreso de Pablo VI. Cofundador es el Hermano Devananda). Todas estas ramas son hijas de la misma madre y fruto del mismo co­razón. Añadamos que el 26 de marzo de 1969 M. Teresa fun­daba la "Asociación internacional de Colaboradores de Madre Teresa" .

En lo que precede nos interesa observar la unidad entre la contemplación y la acción. En la obra de M. Teresa no hay exclusiones monocolores. Es quizá quien mejor manifiesta que es "contemplativa en el corazón del mundo".

Quizá, no obstante, a nivel interpretativo sí se pueda decir que M. Teresa ha llegado a la contemplación desde la acción. No intentamos con ello insinuar que M. Teresa no hubiera des­cubierto la oración hasta que entró en contacto con las nece­sidades del mundo. Queremos sólo indicar que en orden de apa­rición fuerte ha sido primero la acción, el amor directo al pró­jimo, y después la contemplación, el amor directo a Dios. Que­rer convertir este hecho en tesis, sería salirse de lo justo. Querer esconder el hecho, sería ocultar la verdad.

3. Pobreza. Debo confesar que hubiera querido adjuntar al sustanti'Vo un adjetivo. Lo he hecho; pero al fin lo he tachado. Vamos a dejarlo en pobreza, sin más. Que así lo escribió el pri­mer evangelista.

M. Teresa ha introducido en su congregación ese cuarto voto, tradicional en cuanto a cuarto, y que suele especificar una vida. Ese voto consiste en dedicarse de por vida al servicio de los más pobres de los pobres. Como sucede siempre -aunque a veces no aparezca claramente- se ha intentado profundizar más en uno de los votos tradicionales, aquí el de pobreza. Es el modo de buscar la victoria sobre la concupiscencia de los ojos por encima de todo, con todas sus consecuencias persona­les y sociales.

La pobreza comienza en M. Teresa y en su congregación -que es ella misma prolongada-, por lo que concierne al en­torno vital. Es casi de rigor conocer el ajuar de una Misionera de la Caridad: "es corta la lista de sus bienes: plato esmaltado y cubierto, dos saris de 50 pesetas cada uno, un trozo de jabón metido en una cajetilla de cigarriUos, un cubo metálico con su número, un colchón y almohadilla muy delgados, con un par

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de sábanas. De esta manera, con el colchón enrollado debajo del brazo y el resto metido en el cubo, la Hermana que viaja lleva todos sus bienes de un golpe". La pobreza llamada socio­lógica parece asegurada y profunda. Casi radical.

Es una pobreza consciente y querida. Existen razones para ser pobre. Primera razón: "Cuando se entra en contacto con el dinero, se pierde el contacto con Dios. Que El nos libre de ello. Es preferible la muerte. ¿Qué se puede hacer con el dinero que sobra? ¿Meterlo en el banco? No caigamos en los hábitos del prestamista. No hay razón para ello, pues Dios vela por nos­otros. Un día brota el deseo del dinero y de todo lo que puede procurar: lo superfluo, el lujo en la comida, los vestidos, etc. Esto va produciendo una insatisfacción incontenible. La pobreza nos hace libres". Segunda razón: "Para comprender y ayudar a los que están faltos de todo, debemos vivir como ellos".

La pobreza sociológica, como cualquier otro tipo de pobreza, no es amada por sí misma. De lo contrario, nada se haría por ayudar a quienes la sufren. La pobreza sociológica es la forma de comunión que une a los hombres más dejados de la mano de sus hermanos. Es una expresión de fraternidad siempre ame­nazada, pues instintivamente nos convertimos en hermanos las­timeros, pero no comulgantes. M. Teresa ha cuidado este extre­mo de una forma rígida y consciente: "Nuestra rigurosa po­breza es nuestra salvación. No queremos, como han hecho otras órdenes religiosas en el curso de la historia, comenzar por servir a los pobres para derivar insensiblemente hacia el servicio de los ricos".

Hay también otra pobreza más interna; no digamos si más o menos importante. No hagamos comparaciones. Ni digamos que más bíblica. Digamos sencillamente que es esa pobreza que viene a indentificarse con la humildad más serena. Se vislumbra, más que ser tratada, esta faceta de la pobreza al hablar M. Te­resa de la intercesión de María en favor de los hombres: "pe­didle a la Virgen que le diga a Jesús: 'no tienen vino'. El vino de la humildad y de la sumisión, de la bondad, de la dulzura ... "

4. Alegría. ¿A quién no ha sorprendido el rostro de ale­gría que tiene siempre M. Teresa? Parece como si viniese siem­pre de una fiesta. Nadie diría que viene normalment de remover

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tragedias y miseria. La alegria quedará siempre como uno de los capítulos centrales en la espiritualidad de M. Teresa. Para ella "la alegría es amor". "Un corazón alegre es el resultado normal de un corazón que arde de amor".

Hasta psicológicamente la alegría se hace necesaria para quien da y para quien redbe. El contacto permanente con la mayor miseria imaginable no puede soportarse sin alegría. Ma­dre Teresa lo sabe. Y por eso la mantiene en sus casas. Aun­que ... quizá no sea sólo por eso. Puede haber razones más es­pontáneas (tampoco discutamos ahora si es una misma realidad expresada en dos lenguajes). Quizá la razón más espontánea es ésta: "no dejéis que nada os entristezca tanto que os haga olvi·· dar la alegría de Jesús resucitado". La expresIón es adecuada no sólo para formular una motivación profunda, sino incluso para formular una motivación que nunca se hará vacía, porque expresa el misterio central del cristianismo: la muerte y resu­rrección de Jesús, con la perspectiva final de la resurrección.

Hay, a veces, una alegría tópica, que infunde tantas sospe­chas como la tristeza. Es la alegría del despreocupado, del indi­ferente, del ignorante. Es la alegría de quien piensa que la amis­tad es sólo comunión con el lado agradable de las cosas. Es una alegría egoísta, que se busca en las cosas. M. Teresa sabe de tristezas que son comunión con el que sufre. Sólo desea que esa tristeza no tenga la dominante, porque no tiene que tenerla. Quiere que por encima del dolor aparezca el gozo de la espe­ranza, hecha ya realidad en Cristo Jesús.

5. Obsesión por Jesús. Entre las constantes no es pre­ciso andar a la caza de "virtudes". Quizá hay algo más im­portante en estos tiempos de actitudes. Y puede afirmarse, sin más, que la obsesión por la presencia del Señor es un hecho palpable en M. Teresa.

Esta obsesión se manifiesta doblemente. Primero, en cuanto que los pobres son encarnación de Jesús. Es algo que hemos visto antes, y que M. Teresa repite sin descanso. Y segundo, en cuanto que las mismas manos bondadosas son prolongación de su presencia ~n el mundo: "pongámonos bajo la influencia de Jesús, para que sea El quien piense por nosotros, trabaje por nuestras manos, porque todo lo podemos, si su fuerza está con nosotros" .

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La idea no es nueva, desde luego. Pero no andamos detrás de ideas nuevas, sino de ideas que mueven una vida con pro­yección de presente. Y está bien que se nos haya indicado tanto la presencia de Jesús en los pobres, como la presencia del mismo Jesús en quien atiende a los pobres de este mundo.

A modo de resumen. Las conversaciones con M. Teresa son muy espontáneas. Como es su vida, llena hasta rebosar. En esas conversaciones afloran consejos tan sencillos como es su vida. Y tan cristianos como toda su existencia. Recordamos los más frecuentes: hablar lo menos posible de sí mismo, evitar la curiosidad, no meterse en cuestiones ajenas, aceptar las con tradicciones de buen humor, no pararse en los defectos de los demás, aceptar los reproches aunque sean inmerecidos, ceder frente a la voluntad de los demás, aceptar los insultos e injurias, aceptar verse descuidadas, olvidadas y despreciadas, ser corteses y delicadas incluso si alguien nos provoca, no tratar de ser ad­miradas, no atrincherarse tras la propia dignidad, ceder en las discusiones aunque se tenga razón, escoger siempre lo más di­fícil.

CONCLUSIÓN

En el esquema dado pro formula para la redacción de estas páginas había una pregunta que hacía referencia al pensamiento de M. Teresa sobre el papel de la mujer en la Iglesia y en el mundo.

M. Teresa no ha hablado al respecto. Algo tiene que decir el hecho de ser fundadora indistintamente entre mujeres y hom­bres. Y más aún tiene que decir su propia presencia en el mundo. Probablemente no se habrá puesto el problema, porque ha en­contrado abierto un inmenso campo a la presencia de la mujer, campo previo a cualquier posible discusión: el campo en que está inmersa. Pero tampoco valdría aquí alinear a M. Teresa entre los enemigos de un feminismo progresista. Dejémosla aquí en su clásico recogimiento.

El final de estas páginas quiefe resaltar sólo algo que es auténticamente medular en M. Teresa, razón de toda su traba­jada existencia y clamor al mundo: Cristo continúa necesitando

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muchas cosas; hay que hacer algo; yo sólo creo en el amor y la compasión.

Este móvil es una máquina revolucionaria puesta en marcha. y una mujer, ya envejecida, continúa su labor de maquinista intrépida.