con la tierra que bebemos - candaya.com · muchos niños, poseía los po-deres de todos los héroes...

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Maracay, Sábado 17 de diciembre de 2011 Crónicas del Olvido Con la tierra que bebemos ALBERTO HERNÁNDEZ FOTO ALBERTO H. COBO 1.- E n la esquina del Indio Bastardo solía instalarse la ensoñación. Del abajo de la mirada, donde el mundo gi- raba en torno de todos los esta- llidos, la calle La Mascota de Va- lle de la Pascua nos llevaba a con- vertirnos en un instante, en un sol a punto de agotarse sobre la superficie de la Laguna Nueva. Entonces corrían los años sesenta y, tripón yo, como dice Luis Alberto, oía de boca de los más grandes, adoles- centes engreídos y rebeldes a lo César Vallejo, que el mun- do era un incendio por esos montes de Dios. El país se agitaba como un animal enfermo. Sucumbía ante las heridas, unas abiertas, otras por abrirse. Desde la in- fancia, era imposible ver más allá de cualquier paisaje. El pueblo que me habitaba era el centro del universo. Y como muchos niños, poseía los po- deres de todos los héroes del momento. A poco de morir frente a una roca de kriptoni- ta, me topé con los libros, y entre papales, notas y pérdi- das momentáneas, comencé a oír el nombre de Angel Eduar- do Acevedo, un muchacho fundador de un pueblo por los lados del río Tiznados, cerca de Guardatinajas. Un rebelde, hijo de Changuelito, como un día me lo confió mi hermano Hernán, hermano también de Angel Eduardo, como el negro Acevedo de los demás herma- nos del poeta. Descubiertos sus afanes, Valle de la Pascua -ya en la le- janía de Valencia donde llega- mos a vivir- se nos hizo mito, gracias a Fui enviado a la ciudad porque en ella no existen rebaños de ganado (sólo de gente). Para que fuese sabio o doctor o no vistiera más de dril o no calzara sino zapatos. Para que cambiara tristeza por riqueza. Pero recuerdo un muchacho loco un hombre tan loco que sólo es posible llamarlo muchacho. Hombre pensando en frutas consintiendo pájaros un loco. Silbaba solo en los caminos y hacía clarinetes de carrizos. A veces se perdí con el alba mientras los hombres labraban la tierra y aparecía al anochecer con huevos de perdices Un loco. Y yo no he querido sino ser como él. 2.- De allí, de esa consagración verbal, viene el nombre de An- gel Eduardo Acevedo en la fa- milia, en ese llano que crece cada vez que el poeta lo nom- bra. De allí, de esa peregrina- ción, de ese loco magistral, de ese muchacho recolector, nos viene a los pascuenses, a los calaboceños, a los de Guardati- najas, a los de San Juan de los Morros, a los de Sabana Gran- de, a los de Mérida, Trujillo y Barinas ese sabor a Angel Eduardo, esa pasión por la amistad, por su poesía, por ese primigenio Mon Everest, por años bajo la luz amarillenta de un bombillo, por años referen- cia que se convirtió en fuente de consulta afectiva, de búsque- da de un origen que se nos pier- de en las estrías de las manos. En esa esquina, en la del In- dio Bastardo, en la que fue la Avenida Táchira, supe de esas frecuencias de un hombre que se llevó al poeta campesino a la ciudad, que no abandonó sus costumbres, que jamás ol- vidó la calle y la habitación donde lo concibieron, por mucho París que haya pasado por su espíritu, por muchas páginas que lo hayan arropa- do más allá del techo familiar. Y si la ensoñación tenía lu- gar en las calles de Valle de la Pascua, una suerte de Anteo se le reveló para crear un pue- blo durante aquellos años también ensoñados. "Solamente vivía cuando despegaba de la tierra y, coli- brí humano, me sujetaba una fragancia de los follajes en- cumbrados". Todavía en Monte Oscuro conservan un violín que Angel Eduardo regalara, como para sellar para siempre su compro- miso de pionero y de forjador de amistades y cantos. 3.- Razón existe para haya di- cho o escrito en las hojas fina- les de Mont Everest sobre su relación con la patria chica y sus efectos: "Mi padre apremia en este remolino, en este em- bestir y retroceder, antiguo callejón de los castigos, de la más vieja bestia amante y de la primera serpiente. Mi padre es un dios que está en la casa gobernando por en- tre sus pestañas y está a la vez ecuestre allá lejos, donde se quiebra en alto el camino, oteando y silbando toros. Yo desespero a pie, mi potro zaino, mi saeta arrebatada por un joven demonio..." De esos sonidos, en medio del llanto, el poeta nos prepara: "Lloro, pa- dre que estás aguardándome, pues el diablo anda en mi ca- balgadura, el que desportilla potreros, barajusta rodeos y rompe las compuertas del agua. Lloro, pues hay que ser hombre y el diablo vuela en mi caballo", y así hasta mero- dear el final y volverlo comien- zo. Este padre, lejano y cerca- no, es el mismo del cual nos habla Pepe Barroeta en su en- sayo sobre la constante bús- queda de esa imagen del poe- ta venezolano. 4.- Se aparecieron los años de Calabozo. Allá, con José An- tonio Silva Agudelo y Marco- la Hernández, nos reconoci- mos en el pasado y en el pre- sente, gracias a la poesía, a la enorme necesidad de pesar el tiempo que nos legó el llano. En algún lado andaban Efraín Hurtado y Alberto Patiño. Por eso, Jesús Sanoja Her- nández, en la contraportada de Papelera, tanteos estéticos sobre el vivir, escribió: "No es lo mismo haber nacido a ori- llas del Sena que en la con- fluencia del Apurito con el Guariquito, y no lo es, esto debe aclararse, para Angel Eduardo Acevedo, amarrado al botalón de la infancia, pren- dido en soles que hacen ardo- roso hasta al Everest suyo, y amante de las garzas como cualquier Bolívar Coronado. ¡Vaya, un poeta sin cisnes y un raspador de violín sabanero que se atreve a juntar, en una misma página, a Beethoven con Angel Custodio Loyola". Digo y redigo que Angel Eduardo Acevedo, de los Ace- vedo de los montarascales de Infante, sigue siendo pariente, como él mismo lo reconoció, del Jorge Luis Borges Aceve- do de Buenos Aires, como lo ha sido de Efraín Hurtado y Luis Alberto Crespo, de quien esto dice en juntamiento con Pedro Ruiz y otros de los tantos que loquean por este mundo. ¿Cómo hablar de la poesía de Angel Eduardo? ¿cómo hacer- lo si la cercanía es tan evidente que nos hace resbalar sobre sus versos y convertirlos en atajos, en espejismos en el fondo de los ojos? ¿cómo decir desde algu- na academia de la poesía de este creador cuya impertinencia ra- dica en ser demasiado humano, demasiado celestial y terrenal a la vez? 5.- La larga sierpe carretera que une a El Sombrero con Valle de la Pascua nos da la medida de su afán, ese de an- dar cobijando palabras, enal- teciendo giros y creando imá- genes para su felicidad y la de los otros. En un texto inicial, el poeta Acevedo nos arranca de la piel: Sólo existe un tiempo y sus poderes la tormenta de olor de los montes que se sumergen o arden. Con furia irrumpe el agua, el sol. Me encomendaba a ti y te ensoberbeces. Por ti rogué y me incendias pero no puedo sino venerarte porque mi pulso es ya tu resplandor que me envuelve.

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Maracay, Sábado 17de diciembre de 2011

Crónicas del Olvido

Con la tierra que bebemosALBERTO HERNÁNDEZ

FOTO ALBERTO H. COBO

1.-

En la esquina del IndioBastardo solía instalarsela ensoñación. Del abajo

de la mirada, donde el mundo gi-raba en torno de todos los esta-llidos, la calle La Mascota de Va-lle de la Pascua nos llevaba a con-vertirnos en un instante, en unsol a punto de agotarse sobre lasuperficie de la Laguna Nueva.

Entonces corrían los añossesenta y, tripón yo, comodice Luis Alberto, oía de bocade los más grandes, adoles-centes engreídos y rebeldes alo César Vallejo, que el mun-do era un incendio por esosmontes de Dios.

El país se agitaba como unanimal enfermo. Sucumbíaante las heridas, unas abiertas,otras por abrirse. Desde la in-fancia, era imposible ver másallá de cualquier paisaje. Elpueblo que me habitaba era elcentro del universo. Y comomuchos niños, poseía los po-deres de todos los héroes delmomento. A poco de morirfrente a una roca de kriptoni-ta, me topé con los libros, yentre papales, notas y pérdi-das momentáneas, comencé aoír el nombre de Angel Eduar-do Acevedo, un muchachofundador de un pueblo por loslados del río Tiznados, cercade Guardatinajas. Un rebelde,hijo de Changuelito, como undía me lo confió mi hermanoHernán, hermano también deAngel Eduardo, como el negroAcevedo de los demás herma-nos del poeta.

Descubiertos sus afanes,Valle de la Pascua -ya en la le-janía de Valencia donde llega-mos a vivir- se nos hizo mito,gracias a

Fui enviado a la ciudadporque en ella no existen rebañosde ganado (sólo de gente).

Para que fuese sabio o doctoro no vistiera más de dril

o no calzara sino zapatos.

Para que cambiara tristeza porriqueza.

Pero recuerdo un muchacho locoun hombre tan locoque sólo es posible llamarlomuchacho.

Hombre pensando en frutasconsintiendo pájarosun loco.

Silbaba solo en los caminosy hacía clarinetes de carrizos.A veces se perdí con el albamientras los hombres labraban latierray aparecía al anochecer conhuevos de perdices

Un loco.

Y yo no he querido sino ser como él.

2.-De allí, de esa consagración

verbal, viene el nombre de An-gel Eduardo Acevedo en la fa-milia, en ese llano que crececada vez que el poeta lo nom-bra. De allí, de esa peregrina-ción, de ese loco magistral, deese muchacho recolector, nosviene a los pascuenses, a loscalaboceños, a los de Guardati-najas, a los de San Juan de los

Morros, a los de Sabana Gran-de, a los de Mérida, Trujillo yBarinas ese sabor a AngelEduardo, esa pasión por laamistad, por su poesía, por eseprimigenio Mon Everest, poraños bajo la luz amarillenta deun bombillo, por años referen-cia que se convirtió en fuentede consulta afectiva, de búsque-da de un origen que se nos pier-de en las estrías de las manos.

En esa esquina, en la del In-dio Bastardo, en la que fue laAvenida Táchira, supe de esasfrecuencias de un hombre quese llevó al poeta campesino ala ciudad, que no abandonósus costumbres, que jamás ol-vidó la calle y la habitacióndonde lo concibieron, pormucho París que haya pasadopor su espíritu, por muchaspáginas que lo hayan arropa-do más allá del techo familiar.

Y si la ensoñación tenía lu-gar en las calles de Valle de laPascua, una suerte de Anteose le reveló para crear un pue-blo durante aquellos añostambién ensoñados.

"Solamente vivía cuandodespegaba de la tierra y, coli-brí humano, me sujetaba unafragancia de los follajes en-cumbrados".

Todavía en Monte Oscuroconservan un violín que Angel

Eduardo regalara, como parasellar para siempre su compro-miso de pionero y de forjadorde amistades y cantos.

3.-Razón existe para haya di-

cho o escrito en las hojas fina-les de Mont Everest sobre surelación con la patria chica ysus efectos: "Mi padre apremiaen este remolino, en este em-bestir y retroceder, antiguocallejón de los castigos, de lamás vieja bestia amante y dela primera serpiente.

Mi padre es un dios que estáen la casa gobernando por en-tre sus pestañas y está a la vezecuestre allá lejos, donde sequiebra en alto el camino,oteando y silbando toros.

Yo desespero a pie, mi potrozaino, mi saeta arrebatada porun joven demonio..." De esossonidos, en medio del llanto, elpoeta nos prepara: "Lloro, pa-dre que estás aguardándome,pues el diablo anda en mi ca-balgadura, el que desportillapotreros, barajusta rodeos yrompe las compuertas del agua.

Lloro, pues hay que serhombre y el diablo vuela enmi caballo", y así hasta mero-dear el final y volverlo comien-zo. Este padre, lejano y cerca-no, es el mismo del cual noshabla Pepe Barroeta en su en-sayo sobre la constante bús-queda de esa imagen del poe-ta venezolano.

4.-Se aparecieron los años de

Calabozo. Allá, con José An-tonio Silva Agudelo y Marco-la Hernández, nos reconoci-mos en el pasado y en el pre-sente, gracias a la poesía, a laenorme necesidad de pesar eltiempo que nos legó el llano.En algún lado andaban EfraínHurtado y Alberto Patiño.

Por eso, Jesús Sanoja Her-nández, en la contraportada dePapelera, tanteos estéticossobre el vivir, escribió: "No eslo mismo haber nacido a ori-llas del Sena que en la con-fluencia del Apurito con elGuariquito, y no lo es, esto

debe aclararse, para AngelEduardo Acevedo, amarradoal botalón de la infancia, pren-dido en soles que hacen ardo-roso hasta al Everest suyo, yamante de las garzas comocualquier Bolívar Coronado.¡Vaya, un poeta sin cisnes y unraspador de violín sabaneroque se atreve a juntar, en unamisma página, a Beethovencon Angel Custodio Loyola".

Digo y redigo que AngelEduardo Acevedo, de los Ace-vedo de los montarascales deInfante, sigue siendo pariente,como él mismo lo reconoció,del Jorge Luis Borges Aceve-do de Buenos Aires, como loha sido de Efraín Hurtado y LuisAlberto Crespo, de quien estodice en juntamiento con PedroRuiz y otros de los tantos queloquean por este mundo.

¿Cómo hablar de la poesía deAngel Eduardo? ¿cómo hacer-lo si la cercanía es tan evidenteque nos hace resbalar sobre susversos y convertirlos en atajos,en espejismos en el fondo de losojos? ¿cómo decir desde algu-na academia de la poesía de estecreador cuya impertinencia ra-dica en ser demasiado humano,demasiado celestial y terrenala la vez?

5.-La larga sierpe carretera

que une a El Sombrero conValle de la Pascua nos da lamedida de su afán, ese de an-dar cobijando palabras, enal-teciendo giros y creando imá-genes para su felicidad y la delos otros. En un texto inicial,el poeta Acevedo nos arrancade la piel:

Sólo existe un tiempo y suspoderesla tormenta de olor de los montesque se sumergen o arden.

Con furia irrumpe el agua, el sol.

Me encomendaba a ti y teensoberbeces.Por ti rogué y me incendiaspero no puedo sino venerarteporque mi pulso es ya tu resplandorque me envuelve.

Contenido Maracay, Sábado 17 de diciembre de 201110

Un libro fundamentalpara entender la obra de Villoro

Este libro propone unacercamiento íntimo y riguroso al singular

universo literario de JuanVilloro, uno de esos autoresque, como dijo Javier Marías,"siempre da extraordinariassorpresas". Materias dispues-tas: Juan Villoro ante la críti-ca recoge algunas de las re-flexiones que la obra de Vi-lloro ha suscitado en otros es-critores contemporáneos:Balza, Skármeta, Martínez dePisón, Enrigue... y las lectu-ras de críticos tan destacadoscomo Juan Antonio Masoli-ver Ródenas, Cristopher Do-mínguez, Mihály Dés o Igna-cio Echevarría. Las semblan-zas más personales y emoti-vas de amigos y maestroscomo Roberto Bolaño, SergioPitol o Alejandro Rossi; los

ensayos académicos escritosespecialmente para la pre-sente edición y las valiosasaportaciones del propio Vi-lloro, que conversa con Ri-cardo Piglia y algunos de suslectores, completan la bio-grafía literaria de este fasci-nante escritor mexicano, alque Javier Cercas definió re-cientemente como "el hom-bre de letras más importantede mi generación". "Por esacombinación de cotidianidady rareza, melancolía y humor,leemos a Villoro con avidez"(Hugo Hiriart). "Relatos ex-cepcionales con ese raro po-der que tiene el escritor mexi-cano no para asomarse al abis-mo sino para permanecer enel borde del abismo, durantemucho rato, balanceándose ypor lo tanto haciéndonos ba-

lancear a nosotros sus lecto-res con movimientos que sur-gen de la duermevela o tal vezde una lucidez extrema. Suscuentos están entre los mejo-res que se escriben hoy en len-gua española" (RobertoBolaño).José Ramón Ruisán-chez (Ciudad de México, 1971)estudió letras hispánicas en laUNAM y la maestría en Lite-ratura Comparada y el docto-rado en Literatura Latinoame-ricana en la Universidad deMaryland. Es assistant profes-sor del departamento de His-panic Studies de la Universidadde Houston. Ha publicado, en-tre otras, la novela Nada cruel(2008).Oswaldo Zavala (Ciu-dad Juárez, México, 1975) en-seña literatura latinoamerica-na en el College of Staten Is-land, City University of New

York (CUNY). Obtuvo el doc-torado en letras hispánicas enla Universidad de Texas enAustin y en literatura compa-rada en la Universidad de Pa-rís III, Sorbonne Nouvelle. Esautor de la novela Siembra denubes (2011).

Incluye Villoro en Villoro(31'), un documental dirigidopor Juan Carlos Colín.Críticosy amigos de Juan Villoro -in-cluida su hija Inés, de diezaños de edad- conversan conel autor sobre su arte poéticaen uno de sus restaurantes fa-voritos de Coyoacán, el barriode la Ciudad de México dondereside. Villoro se convierte enmateria dispuesta para quesean otros los que intentenahora, dentro y fuera de estelibro, la experiencia infinita dela lectura.

Juan Rulfo (1918 - 1986)

Una tarde de otoño de1970 mantuve en México un encuentro con

Juan Rulfo. El autor de adolo-ridos relatos como El llano enllamas (1953), y la impresio-nante novela corta Pedro Pá-ramo (1955), me recibió en elInstituto Indigenista del Dis-trito Federal de la capital az-teca. Pasamos a la sala de jun-tas. La conversación discurriópor cauces normales, hastaque llegó la última pregunta.En ese momento, mi interlo-cutor dijo de improviso, "mellaman por teléfono", y salióprecipitadamente...

Quedé desconcertado, sincomprender la razón de su in-tempestiva marcha. En aque-lla sala no había teléfono al-guno a la vista. La preguntaque provocó su salida fue lasiguiente: "perdóneme que seaalgo brusco y no sé si entro-metido, pero le aseguro que

Un encuentrocon Juan Rulfo en México

JOSÉ LUIS MERINO somos muchos los que admi-ramos su obra y nos pregun-tamos por qué lleva tantosaños sin escribir ni publicar".

Pasados quince minutos,contados uno a uno, volvióRulfo. Mientras daba cuerpo asu respuesta iba derramandoceniza sobre su realidad escri-turaria: "Yo creo que en micaso lo tratado hasta ahora esun principio. Es tal vez verdadaquello de que una obra no seamás que un fragmento de loque un autor quiso decir. Cla-ro, si los demás dicen que enesa obra se completó un ciclo,una determinada etapa, tal vezel autor se puede desorientar.Esto le puede llevar a seguirrodando por esas sendas,como a intentar buscar otras.Ya he dicho que en mi caso lotratado hasta ahora es un prin-cipio; sin embargo, me detu-vieron allí, y me dijeron: 'bue-no, hasta allí éste quedó liqui-dado; acabó una fase, tieneque seguir la siguiente'... Des-graciadamente, hay personasque nos dejamos influir mu-cho por lo que se dice, por loque dicen los demás. Aunqueno soy de esas personas, por-

teando soluciones ni denun-ciando hechos. Lo que puedohacer es dar testimonio de queexisten esos hechos. Tengoalgunas cosas que todavía nohe publicado, porque no tratade esos mismos temas de miobra anterior, pero sí estánubicados en esos mismos am-bientes, se desarrollan lejosde la ciudad. Y están sin pu-blicar, tal vez, por ese temor aque digan: ese señor nos estádando la misma cosa, nadamás que con otra forma".

Lo dijo un hombre tristecomo una pared de adobe, enapretada y flébil defensa de símismo. Luego se ofreció parallevarme en su automóvil has-ta mi hotel. Invirtió más deuna hora de volante. Tras ladespedida, sentí que con él ibalo más parecido al desgarrónde una estrella.

A partir de su muerte, sesupo que no había dejadonada escrito, con la excep-ción del prodigio de lo ya pu-blicado. Para Jorge Luis Bor-ges, Pedro Paramo es una delas mejores novelas de la lite-ratura en lengua hispánica, yaún de la literatura.

que casi no me oriento por lasopiniones ajenas, sino por mispropias convicciones. Trato,simplemente, como es natu-ral, de ver que yo no he agota-do todo lo que quería decir.Yo siento que todavía tengocosas que decir; quiero queno me dejen con la palabra enla boca o hablando solo. Tam-bién puede suceder, en casode que yo insistiera en tratarlos temas rurales, que son los

que he tocado hasta ahorita,puede suceder que digan porahí que la literatura urbana hadesplazado a la literatura ru-ral, porque está liquidado elproblema de lo rural. En Amé-rica Latina, y en especial enMéxico, el problema rural esuno de los difíciles de resol-ver, justamente porque esdonde están las causas másgrandes de la miseria y sub-desarrollo. Yo no estoy plan-

Maracay, Sábado 17 de diciembre de 2011 Contenido 31

José Saramago: El AmorPosible. Juan Arias. Edi-torial Planeta. 192 Pág. En

el mes de septiembre del año1997 Juan Arias emprende latarea de entrevistar al escri-tor portugués vivo de masnotoriedad. En primer lugarpor lo polémico y en segundolugar porque desde el año 95era una fija en las quinielas delos jurados del nobel de lite-ratura. Como se suponía unaño después(1998) el Nobelrecayó en el lusitano y conesto el entrevistador se adju-dicó una calificación de porlo menos excelente por elacierto de haberle sacadotantas palabras a quien se leconsideraba hasta hace pocode su muerte: incomodo, eva-sivo y complejo para los gus-tos convencionales.

Lo cierto que en esta entre-vista Saramago cuenta de suinicial oficio: mecánico cerra-jero, que nunca le impidió serun lector por los cuatro cos-tado. Después vino sus coque-teos con el periodismo que lepermitió ser hasta director deperiódicos en Lisboa y esa en-vidia ciega de la que todavíaes víctima y de la que hablacon dejo de aburrimiento ensu país, al que comprendepero no perdona en el fondo.Esta entrevista no toca conprofundidad su inclinación alpesimismo ilustrado quesiempre lo acompañó, tampo-co esa relación manifiesta co-munista que para mí era unaevasión al tema ideológico,digo esto porque no hay em-butido ideológico más opti-mista que el que se macera enesas bodegas que ya están pi-ches de tanto derrumbe y fra-caso. Es entonces cuando vie-ne esa pregunta terrible pare-cida a la sombra que traenconsigo las tormentas: ¿Es lacondición humana que es in-saciablemente estúpida y legusta vivir entre el lodo de laviolencia y la irracionalidadque trae consigo?.

Admito que Saramago no esun escritor por mí trasegado

Dos conversacionescon José Saramago

FRANCISCO ARÉVALO

con facilidad o agrado, su es-tilo todavía no me seduce, heleído dos de sus novelas : Me-morial del Convento y EnsayoSobre la Ceguera, la primerala recuerdo con mas agrade-cimiento y la segunda está enespera de una relectura. Lootro es que confronté Las Pe-queñas Memorias, periodo delos 4 a los 15 años de vida ypude notar un ser nostálgicoen el centro de la nada que separece mucho a esta conver-sación realizada en su casa deLanzarote (Islas Canarias) enmedio de una absoluta cordia-lidad por donde en ningúnmomento el entrevistadorbuscó puntos divergentes, di-ríamos que lo light prevaleciósobre las explicaciones que élle debía a un numeroso públi-co que ha seguido con acucio-sidad su prolífica obra. Meimagino que son cosas de in-troducción a la mercadotec-nia, que se preocupa mucho

por cómo viven los generado-res de noticias o es posibletambién en el orden de las elu-cubraciones que el entrevis-tador no dio para ir más allá.

Saramago: "soy un comu-nista hormonal". Jorge Halpe-rín. Ediciones Le Monde diplo-matique. 97 Pág. En esta se-gunda entrevista nos conse-guimos con un Saramago yadistinguido con el Nobel y porsupuesto propositivo al pun-to del descalabro y la contrac-ción, cosa que él admite comosaludable, eso de permanecerfiel a fósiles ideas lo manejabacon códigos un tanto liberalespor no decir que rayan en elmuro de las abstracciones. Sufalta de creencia religiosa quelo ubica en el campo del des-concierto y la angustia ya queaseveraba que las religiones,todas ellas, no han hecho nun-ca nada para acercar a los se-res humanos. Al contrario, lareligión es motivo de división

. Ese manejo de la verdad queha sido en mi caso personalmotivo de discusión en parti-cular con un amigo que insisteen la nadaría de la verdad, desu inexistencia. Porque la ver-dad es siempre la verdad de al-gunos, que aceptan que losotros tengan su propia verdado, al contrario, imponen suverdad a la verdad de los otrosy para muestra nuestro paísque en los actuales momentossufre una seria crisis por esode las verdades siempre aso-madas, nada en primeros pla-nos, porque en el fondo es queadmitir matices trae consigopensar en el otro como ser ge-nerador de propuestas que nonos pueden gustar y por lotanto las descalificamos o in-tentamos ignorar.

Saramago se pregunta y no-sotros también si tiene soluciónel ser humano, si toda la imper-fección e imbecilidad que nosacogota no es sino la parte peor

que se desarrolla en estos tiem-pos ahora postmodernos o lostiempos del apocalipsis suma-do a esa demoledora asevera-ción que ubica a la izquierda enruinas, porque en el fondo lacrisis es de ideas ya que las de-rechas no piensan: actúan. Enese sentido la izquierda es comoel amor, va y viene.

Sin duda que esta conver-sación con este prolíficoautor(conté en internet 26obras en venta) es más sustan-cial y de gran ayuda para en-cender lumbre en su túnelcreativo. Nos ubica en su granpreocupación por la humani-dad, por el porvenir y por esemito de hombre solitario quesiempre le ha acompañado.Saramago nunca estuvo sólo,siempre iba de la lectura a laescritura como un acróbataen busca de alejar esa incerti-dumbre que lacera pero quetermina muchas veces apri-sionada por la certidumbre.

Contenido Maracay, Sábado 17 de diciembre de 201132

siempre activoPoemas de un ausente

Omar Gutiérrez (1968-1991)Para quese entiendalo pesado.

Cuando salgamosa caminarlas ropas irán como quieras,

en los túnelescon acento y prefabricadosviviríamosa no ser por el sol,

venda los ojospara chocar de frente,sumándonosa la monotoníade un viernes por la tardeen traje formal.

FOTOGRAFÍASA cualquiera,por ejemplo a ti.

Le dije a mi alma, permanece tranquilay deja que dé contigo la oscuridad.

EliotSería interesanteobservar el gato negroque espacio se desarmay parece sólo un monosílabo.

Cuando vienen las interrogacioneslas compañías retardanconjugando argumentos.

Entonces aparecenlas disculpas,cada una de la mano correspondiente.

El sexo del gatoes inverso al que le designamos,podríamos especular estrellas.

Pero está ahíhaciéndose cacasin pantalonesy en la plaza pública.

CUADRO DE FAMILIAVálido es que hable en primer personade mi casay si aún vive en la misma direccióncon su techo agujereado de pelotas.Hace un trimestre huíde un carro de velocidad histéricay la policía sospecha consuetudinariamentede mi bolso.Llega la época en que se me agotanlos cosméticos básicosy no sé si mis ascendientespodrán hablar de mis tallasy de la marca de helado que prefería.Sin embargo retomomi cama y la habitación.A tres cuadras la escuelaque no me añora.Hay una llamada perfumadaen el teléfono de la residenciay es que mi casa ha viajado acácon su árbol de mangoal ser vendida,nada tengo que contar ahora de ella.

MAÑANA VERÁ LA LLUVIA a Rosana HernándezUn hombrecon tres litros de ginebraen el corazónes un enamorado.Pinta el cielo de besos,asume los crímenes a despecho.Nadie da tres pétalos de rosas por él,a desmorir de alegría se invitay un tranvía no lo suicida.Sólo ustedhembra de mirada algebraicasabe lo difícil que es un hombre enamoradoarrojando fuego extintoa su infarto al miocardioo cuantos puños lluevanpor la incidencia azul de mis calzones.Sepa que admirosu olor de zapatos de varios díasen toda la extensión.La reconozco, aunque se embriaguey pierda en llanto su monederosus documentos, el código y todos sus númerosy hasta mi nombre.