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Cátedra de Comunicación Visual “B” Equipo de Investigación y grupo de IV año Responsable: Profesora María Branda La Comunicación visual en la ciudad de La plata El fenómeno de comunicación visual urbana en La Plata está compuesto por diversos elementos que se articulan en la expresión visual y gráfica, conformando un conjunto identificatorio. Esta imagen integral se fue desarrollando en el devenir del tiempo, con el accionar cotidiano, desde la fundación. La historia visual está representada en la síntesis simbólica y funcional que visualizamos en las calles, los edificios, los monumentos, la señalética, la información publica y la cartelería comercial. Abordando un estudio de este tipo, estamos abarcando ejes que atraviesan la cuestión urbana, el campo de la cultura y el imaginario colectivo en la construcción del espacio público y las identidades. La información pública y la publicidad privada, tienen una presencia contundente en la calle y compiten con un conjunto de mensajes dirigidos al receptor que circula cotidianamente estos espacios. La dimensión comunicacional tiene un lugar y un lenguaje en la ciudad, que va cambiando constantemente. En muchos casos los mensajes se adaptan a las características del contexto y en otros son discordantes, contaminando la comprensión del receptor, desvirtuando el sistema señalético público y los rasgos que manifiestan la cultura urbana, las identidades. Patrimonio cultural y comunicacional

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Cátedra de Comunicación Visual “B”

Equipo de Investigación y grupo de IV año

Responsable: Profesora María Branda

La Comunicación visual en la ciudad de La plata

El fenómeno de comunicación visual urbana en La Plata está compuesto por diversos elementos que se articulan en la expresión visual y gráfica, conformando un conjunto identificatorio. Esta imagen integral se fue desarrollando en el devenir del tiempo, con el accionar cotidiano, desde la fundación. La historia visual está representada en la síntesis simbólica y funcional que visualizamos en las calles, los edificios, los monumentos, la señalética, la información publica y la cartelería comercial.Abordando un estudio de este tipo, estamos abarcando ejes que atraviesan la cuestión urbana, el campo de la cultura y el imaginario colectivo en la construcción del espacio público y las identidades. La información pública y la publicidad privada, tienen una presencia contundente en la calle y compiten con un conjunto de mensajes dirigidos al receptor que circula cotidianamente estos espacios. La dimensión comunicacional tiene un lugar y un lenguaje en la ciudad, que va cambiando constantemente. En muchos casos los mensajes se adaptan a las características del contexto y en otros son discordantes, contaminando la comprensión del receptor, desvirtuando el sistema señalético público y los rasgos que manifiestan la cultura urbana, las identidades.

Patrimonio cultural y comunicacional

El patrimonio cultural de La Plata se compone de un de diseño urbano, cuyo trazado conserva las características fundacionales, la arquitectura que fue una propuesta adaptada a las necesidades urbanas de la modernidad, los monumentos y los elementos que desde entonces se fueron constituyendo como mensajes. En su crecimiento se reemplazó gran parte de la construcción fundacional y de la propuesta visual. La escultura, los murales, el mobiliario urbano, la señalética, la forestación y las manifestaciones eventuales como, los carteles, los graffiti, la imagen preparada para las festividades, el lenguaje visual urbano espontáneo, se modificaron y continúan cambiando.La ciudad de La Plata tiene características apropiadas para el ejercicio del encuentro social, desde sus inicios. Plazas, parques, ramblas, áreas verdes, avenidas anchas, invitan a la gente a compartir los espacios públicos, las fiestas, a pasear o sentarse en las veredas y los parques. El diseño urbano y sus dimensiones, ofrecen las condiciones propicias para que los habitantes de distintas edades, ocupen los ámbitos recreativos y los sientan propios. La actividad cultural, el esparcimiento, la convivencia cotidiana, son las formas en que la vida social se recrea, integrando a los individuos en una dinámica colectiva.

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El proyecto urbano concebido a fines del siglo XIX, tuvo como perspectiva pensar una ciudad cuyos espacios públicos, fueron planteados para el esparcimiento y las actividades abiertas, como para las organizadas. Museos, bibliotecas, teatros, parques, iglesias, escuelas, contribuyen a dar un perfil de identidad a la ciudad, donde aun se conserva una vida vecinal propia de una población mediana. El modelo neoliberal actual, el fenómeno de la globalización y su tendencia al aislamiento del sujeto social, son una realidad donde el consumo es el eje de las expectativas. El uso de la informática, la televisión, el servicio domiciliario, instalan hábitos de vida donde no es necesaria la presencia del otro, ni el riesgo de salir a la calle. Se promociona la búsqueda de la seguridad individual que ofrecen los lugares cerrados, la casa, el trabajo y los ámbitos privados. La desigualdad y la exclusión presentan un panorama de fragmentación social, que en los países desarrollados ha transformado a las ciudades. El shoping y el country son formas de segmentar la experiencia colectiva. La tendencia de la posmodernidad, es revertir la inseguridad, generando lugares confortables y seguros, para unos pocos que pueden pagarlos. De esta manera se convierten en protección las opciones privadas. Estos lugares contemplan los temores del ciudadano y le ofrecen resguardo, confort y status. La elección es selectiva porque implica costos altos y no incluye a toda la población. En los países latinoamericanos la realidad se presenta conflictiva y contradictoria. Conviven las formas antiguas con las nuevas ofertas. Los grandes supermercados, los barrios cerrados, con las ferias, los tradicionales mercados populares y la vida barrial. La opulencia y la miseria.Simultáneamente aparecen tendencias que rescatan su propia historia, sus costumbres y tradiciones, generando así espacios de encuentro, de ejercicio colectivo, de búsqueda de la memoria. Se van recuperando los festejos en las conmemoraciones de aniversario de la ciudad, las fiestas de mayo y de diciembre, el carnaval, como expresiones colectivas de relación y ejercicio social.

La ciudad como texto social.

La ciudad sintetiza la diversidad de la vida humana, esta proyección dinámica se expresa como contenidos sociopolíticos, económicos, productivos y culturales. Cada uno de sus componentes está impregnado con el sello de las acciones humanas individuales y colectivas que a través del tiempo, han consolidado sus formas y su contenido, en suma su perfil cultural.El orden político dejó sus marcas según las etapas, el autoritarismo generó todo tipo de interferencias para una verdadera construcción colectiva, la participación democrática recupera la ciudad como bien común y debe poner en equilibrio los intereses públicos y privados confirmando su legitimidad.El poder económico sustentado en el progreso tecnológico dio lugar a las grandes transformaciones. La tecnología posibilitó mejores niveles de eficiencia, para una vida más confortable. Paralelamente introdujo graves desequilibrios, provocó diversas fracturas y contaminaciones visibles: ambiental, vehicular, auditiva, visual, el desborde poblacional, la marginalidad y la violencia urbana. El orden cultural construye cotidianamente la formas de vida que se expresan

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desde las concepciones del mundo, religiosas y políticas hasta las más sencillas y sutiles formas de relación y convivencia humana. La ciudad articula la complejidad de los acuerdos y conflictos de los distintos intereses sociales, pero más allá de la extensión del término cultura, su manifestación más nítida se expresa mediante la necesidad siempre renovada, de la producción simbólica. Lo urbano se expresa en los simbolismos, las marcas identitarias que están presentes en la historia política, económica y cultural. La conciencia de los ciudadanos esta presente en los elementos que lo identifican, instalados en la ciudad y expresando su historia, las etapas que configuran su desarrollo en los signos, los símbolos, la arquitectura, la plaza, el barrio, que representan, más allá de su materialidad y sus funciones concretas.Los objetos y las funciones urbanas y arquitectónicas tienen básicamente un uso, una utilidad práctica, que frente a la inmediatez de la vida cotidiana son sólo eso: cosas y usos de las cosas. Pero frente a esta aparente certeza se oculta un universo de múltiples significaciones.En realidad la complejidad de los códigos culturales se transforma en signos, podemos decir que desde su materialidad utilitaria son significantes, portadores de significados, denotan su referencialidad directa y se abren a un espectro de connotaciones posibles permitiendo una multiplicidad de lecturas.Desde esta óptica podemos considerar a la ciudad como un texto social, un texto donde el conjunto urbano desborda de significación, donde distintas materias significantes concebidas intencionalmente o no, nos colocan bajo el dominio de los signos y los símbolos.La calle, dice Henri Lefevbre, es "lugar de paso, de interferencias, de circulación y de comunicación, la calle representa la cotidianeidad de nuestra vida social".A partir de estos conceptos, podemos decir que el texto social urbano posee una diversidad que se expresa en la vida misma de la ciudad: categoriza los lugares, símbolos del poder, del consumo, de la vivienda. Sectoriza y a la vez articula, la riqueza y la pobreza. Expresa la violencia y también garantiza la seguridad colectiva. Une y separa a los distintos sectores sociales que conviven en los espacios de uso publico.Existe una ciudad que no miramos, sobre la cual podemos preguntarnos ¿cuánta riqueza queda reducida a la indiferencia?, como si parte de ese texto cayera en la insignificancia para dar paso a otras lecturas donde la significación está condicionada por las rutinas, la prisa, el fetichismo del consumo, la especulación económica, una especie de acoso de la trivialidad. Pocos reparan hoy en los símbolos de la nacionalidad, en las marcas históricas impregnadas de sus funciones y sus estéticas, en los árboles y las flores, en la calle como un espacio público de encuentro y socialización. Recorrer las calles, leer sus textos permite vivenciar y categorizar la multiplicidad de sentidos que éstos expresan. Calles donde el privilegio mercantilista minimiza otras lecturas. Calles donde la magnificencia de los edificios muestra los privilegios sociales. Calles de casas simples y de movimientos lentos. Avenidas con ramblas arboladas que permiten la distensión y la mirada pausada, avenidas despojadas de ramblas y de forestación donde automovilistas y peatones se sienten compulsados a dejar el lugar lo más rápido posible. Donde la seguridad se ha vuelto un fantasma que hace que la gente se desplace a grandes velocidades. Calles de barrio donde

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la vivienda y el comercio conviven. De esta manera se pueden leer diariamente las rutinas cotidianas, la vereda, el encuentro y la charla. Se puede hacer una lectura selectiva de la multiplicidad de acontecimientos que conforman la ciudad.

La comunicación visual en la ciudad y su legibilidad.

El concepto de texto social nos permite comprender que la dinámica compleja de la ciudad no se agota en sus funciones. La ciudad es un fenómeno cultural que otorga a sus componentes la validez de los signos, todos los hechos culturales son ante todo comunicación. Muchas ciudades se definen por la relevancia de sus signos.Sobre este espacio de protagonismo del sentido se puede establecer la especificidad de la comunicación visual. Los pioneros del diseño moderno entendieron que la planificación de la comunicación visual debía ocupar un lugar importante en la proyección y en la vida urbana. Las complicaciones de la ciudad moderna, el aumento demográfico, la construcción de vías rápidas en función de un crecimiento desmedido de los medios de transporte, sobre todo el automóvil, las estaciones, los aeropuertos, etc., requerirá de criterios ordenadores, hasta el momento la respuesta fue dada en el marco conceptual y proyectual del funcionalismo. La tarea del diseño visual se concentró en la creación de sistemas de señalización. En la mayoría de los casos la gráfica de vía pública, utilizada fundamentalmente como publicidad, es considerada otro aspecto del diseño gráfico, que si bien forma parte del diseño urbano, está encarado desde un lugar parcial en la práctica del diseño.Las teorías racionalistas y las urgencias concretas legitimaron un imaginario que sobredimensionó una visión conductista de la comunicación, la señal fue su protagonista principal. Otros aspectos de la comunicación fueron minimizados en este marco proyectual. Lo simbólico quedó como perteneciendo a otra época, a otro momento de la historia. El estilo fue definitivamente desestimado. El avance tecnológico y consecuentemente los cambios que se produjeron en la vida cotidiana privilegiaron la inmediatez, las reacciones automáticas necesarias para sobrevivir en el vértigo de la ciudad. Adrián Frutiger ubica la importancia de las señales destacando su hegemonía como algo incuestionable que pertenece a la razón misma de nuestra época: "Con la segunda revolución industrial, con el desarrollo de la tecnología, el concepto de signo ha sido transformado en sus mismos fundamentos. Si el mundo de la Fe se caracterizaba por la preponderancia del símbolo, y el de la Razón Ilustrada lo fue por el uso del signo, nuestro mundo de la comunicación omnímoda y de la transmisión inmediata aparece regulado y estructurado por la señal".La exaltación de la sociedad tecnológica, y sus consecuencias en la vida urbana, sin ninguna alternativa crítica, puede llegar a la conclusión de que nuestro "mundo de la comunicación" está “regulado y estructurado” por los sistemas de señales que ordenan, prohíben y orientan las conductas humanas en las calles, los edificios, las fábricas, etc.Es verdad que las señales y los sistemas de señales no existían en el mundo medieval cristiano, ni en el siglo de la luces, con la importancia regulatoria que hoy tienen, pero no podemos llegar a creer que la capacidad emocional y

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seductora de los símbolos o la racionalidad de los signos no forman parte sustancial de la “estructuración de la comunicación social contemporánea”.Una propuesta con mayor perspectiva, que apunte a una visión integral del problema, tiene necesariamente que reconocer la complejidad e interrelación de las diferentes modalidades de comunicación, teniendo en cuenta la estructura social de producción, circulación y consumo de los mensajes.En este contexto, los objetos o mensajes específicos de la comunicación visual adquieren una significación que desborda la visión unilateral del diseño como un sistema autosuficiente. Hoy más que nunca es necesario ver el fenómeno desde una visión integradora, por un lado sustentando un marco teórico que sea capaz de integrar la diversidad de la comunicación, y por otro la formación de equipos interdisciplinarios que puedan abarcar la complejidad del problema urbano.Henri Lefevbre en su teoría del campo semántico, desarrolla las especificidades de señal, signo y símbolo:"Las señales. La luz doble (roja, verde) es experimentalmente para cada uno de nosotros el prototipo de la señal. Binaria y disyuntiva, obedece a leyes estrictamente lógicas, el "todo o nada", el "bien o mal". No soporta intermediario, ni transición, ni evolución. Abre o cierra un camino. Indica una bifurcación o un cruce. Designa una opción y la suprime. Un tercer término (la luz amarilla en la circulación de las calles) puede intervenir para suavizar la dureza imperativa de la señal. Comparándola, este tercer término disminuye su eficacia; es un tema de discusiones perpetuas. La señal no puede dirigirse mas que a un único órgano sensorial. Es visual o auditiva. La ambigüedad de la señal no se tolera, no puede darse. No tiene, por otra parte, relación alguna con lo que significa imperativamente. Su arbitrariedad es completa. Un timbre obtiene los mismos resultados que una señal óptica, supuesto que comience y termine distintamente. Teóricamente, una corriente de aire perfumado podría tener la misma eficacia. Enteramente externas a la conciencia, las señales dejan exterior y pasivo al "sujeto" actuante, que se vuelve su objeto inerte. Y sin embargo la señal no sigue siendo exterior al objeto-sujeto humano sobre el cual ejerce su acción. Produce un efecto muy definido: el condicionamiento. Sin perder mi tiempo en reflexionar, freno ante la luz roja y paso con la luz verde. Adquiero un reflejo. Estoy condicionado por las repeticiones de la señal. Y está bien que sea así. ¿Cómo conducir un automóvil de otra manera que con un encadenamiento de reflejos, encadenamiento en el cual se insertan las señales de circulación? Yo las he aprendido. Constituyen un código. Una vez aprendidas, las señales pasan por así decir a mis manos, a mi cuerpo y a mis pies, por una práctica bien determinada, en relación con una técnica o técnicas determinadas. Simples, evidentes (claras y distintas a la perfección), las señales deben también poseer la estabilidad perfecta. Un cambio de señales desconcierta; perturba profundamente una serie de actos sociales constituidos y estables, por ejemplo la circulación callejera o ferroviaria. Constante y repetitiva por esencia, siempre ahí, la señal es automática. Funciona según una frecuencia regulada, sin que voluntad consciente alguna intervenga, al menos cuando su funcionamiento es impecable. Debe considerarse que la señal no informa, o muy poco; prohíbe o autoriza: incluye o excluye nunca se sabe por qué y por otra parte no se tiene necesidad de saber por qué. La señal perfecta,

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perfectamente impersonal, se repite indefinidamente, incluso cuando no hay nadie frente a ella. Define una redundancia, no una información. Si se la concibe y utiliza bien, no aporta sorpresa alguna: siempre en el mismo lugar, reiterando sin comienzo y sin fin la orden imperiosa o la prohibición. En la señal, la significación coincide con la cosa, es decir el signo. Luz verde, luz roja, la orden dada (o la prohibición) está totalmente dada por la cosa. No se necesita distinguir la significación. En y por la señal, la significación unida a una cosa tomada arbitrariamente como signo, coincide con la cosa sin significación. La racionalidad perfecta y el absurdo perfecto se encuentran. Si la señal significa otra cosa -o alguna cosa distinta - para mí, es que en lugar de obedecer la interrogo, la desafío y mas allá de lo que esta, enteramente presente o ausente, me pregunto lo que quiso alguien inaccesible, que precisamente no está aquí y del cual no se nada. "Ellos pusieron una luz en este cruce...". “Aislada en su funcionamiento a la manera de una pura cosa, la señal no esta, sin embargo, sola. Siempre forma parte de un sistema y de un sistema definido (codificado). Así, el código caminero, el sistema de señales ferroviarias, u otros sistemas mas curiosos, el de los guardabosques, el de los scouts, etc. Un sistema bien combinado puede pretender alcanzar una gran generalidad, e incluso la "mundialidad" (señales camineras, código Morse, por ejemplo). En un sistema, dada la multiplicidad de situaciones practicas, la pureza objetiva de la señal (brutalmente binaria y disyuntiva) se altera. Junto a las señales propiamente dichas, se ven aparecer otros elementos (las palabras: "peligro", "parking"; signos o símbolos: la calavera, etc.) lo que, oscurece la definición del signo y del sistema. Estos elementos se cargan de cierta información (mínima, enteramente cognoscible por adelantado, que no deja lugar a ninguna incertidumbre ni a ninguna interpretación discutible, sin lo cual el sistema es defectuoso). Tal sistema debe, pues, ser cerrado, estar saturado, ser coherente, riguroso. Puede haber conflicto en él entre las exigencias de la práctica y las del rigor, lo que no debe ocultar a nuestros ojos la naturaleza (perfectamente abstracta y antinatural) de la señal y del sistema de señales. No examinaremos aquí el caso de sistemas altamente complejos, ya transicionales hacia otra cosa. Nos ocuparemos de esto a propósito del "modelo de las comunicaciones". Así, el sistema de los números telefónicos, cada uno corresponde a una señal posible (llamada o respuesta). Ellos constituyen un conjunto riguroso, que deja poco lugar al error (al "ruido", en el vocabulario de la teoría de la información). Por otra parte, el conjunto de los números refleja una trama. Cada uno corresponde a un lugar determinado en un espacio determinado y también a un tiempo determinado (lineal, discontinuo, pues no puedo llamar a éste o responderle más que después de haber respondido a aquel y así siempre, por disyunción). Al ser cada llamado o respuesta un acontecimiento posible, el conjunto de los números define un espacio de acontecimientos.

Los signos

El prototipo del signo es evidentemente la palabra, cuya definición no es sencilla. La palabra tiene ciertas cualidades de la señal, o más bien la señal tomó algunas de sus propiedades de la palabra. En el límite, la palabra dirige. Imperativa, transmite una orden: "significa" una dirección. Ante la palabra

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"¡Pare!" me detengo; pero la palabra "¡Siga!" provoca más o menos poderosamente y según el contexto, un sentimiento de aceptación o de evicción. Sin que haya un poder de las palabras, ciertas palabras tienen poder; esto no es más que un polo o un límite que no podría ser suficiente para definir el signo y lo que conviene a la señal. La palabra es auditiva y también visual. Desde que la escritura existe, la lectura se mezcla estrechamente con la audición y la contamina. A tal punto que los lingüistas, para aprehender la lengua como forma (estructura), deben realizar primeramente esta operación a la vez concreta y abstracta: separar la cadena del lenguaje de su contorno y de su contexto visual, poner este contexto entre paréntesis. Realizada esta operación, los lingüistas no tienen más que una abstracción: la lengua como sistema verbal. La palabra como signo se esfuma o se oscurece desde que se la reduce al signo puramente verbal. La lectura, experiencia práctica precoz, aunque un poco posterior en el niño al aprendizaje auditivo, forma parte del lenguaje como instrumento de acción y de comprensión. ¿No es acaso muy curioso que lo audiovisual, actualmente, sacuda al lenguaje en la práctica luego de haber contribuido fuertemente a constituirlo, hace muchos siglos?En la lengua hablada (o escrita), los elementos deben ser claros, fáciles de distinguir entre si, comprensibles con la mayor economía de esfuerzos y el menor riesgo de error, por ello disyuntivos (exclusivos fonéticamente y semánticamente). Sin embargo, nunca el elemento último alcanza la simplicidad de la señal. Este elemento último, desprovisto de significación (no significante), a saber el fonema, no aparece como tal en el lenguaje. La lingüística estructuralista contemporánea puso claramente en evidencia estos fenómenos. La doble articulación, al implicar una diferencia interna caracteriza al signo lingüístico: la palabra. Su análisis revela, pues, dos niveles: el fonema (desprovisto en sí de significación) y el morfema (significante). El primero, en la práctica, no aparece más que en el seno del segundo, y sólo el análisis los separa. Esta dualidad de niveles establece la irreductibilidad del signo a la señal, a pesar de las analogías. El signo tiene una especificidad, que se manifiesta por la triple determinación que no tiene la señal: signo, significante, significado. Aunque teniendo un contenido, tanto del lado del sujeto (movimientos de la faringe, de la glotis, de la lengua) como del lado del objeto (las cosas y objetos designados, con sus conexiones, sus relaciones propias de acción recíproca, de presencia y de ausencia, de inclusiones y de exclusiones), esta triplicidad tiende hacia la pura forma. Se vuelve entonces lo que Roland Barthes llama un torniquete (3). El contenido no determina, pues, el empleo de las palabras su orden y sus conexiones aunque entra en la estructura lógica de este empleo. Por otra parte, el orden formal de los signos deja lugar a lo imprevisto (a lo aleatorio) y las combinaciones -aunque fuertemente estructuradas aportan sin cesar lo nuevo, salvo en el discurso chato, trivial. Aquí lo repetitivo deja lugar a la invención sin desaparecer, lo que plantea curiosos problemas. Esta novedad perpetua del discurso posible tiene ella misma sus leyes (la ley de Estoup-Zipf sobre la frecuencia de las palabras empleadas). El orden de los signos deja lugar a la incertidumbre, a la espera a lo imprevisto, por ello al juego y al hallazgo. La elasticidad de la frase es grande, mientras que la de la palabra es muy reducida. La palabra debe tener un sentido definido, convencionalmente fijado,

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sin lo cual los interlocutores no se entienden. Toda conversación oscila pues, entre dos polos. En los alrededores de uno, las oportunidades de malentendido se minimizan, pero la conversación permanece trivial. En los alrededores del otro, el crecimiento del azar y de las oportunidades de malentendido aumentan las oportunidades de invención, de descubrimiento, de reconocimiento recíproco y de victoria sobre los obstáculos a la comprensión. En el nivel del discurso, el margen de incertidumbre y de libertad es considerable; en el nivel de los signos (palabras, morfemas), es débil. El papel del lenguaje en la vida cotidiana resulta de esta dualidad, o doble posibilidad. Oscila entre la chatura y la retórica, entre lo trivial y lo expresivo. Se deduce que los signos (repertorio, vocabulario, léxico) con sus reglas formales de empleo (sintaxis gramática) forman un sistema coherente: una lengua. Este sistema tiene una eficacia análoga a la de un sistema de señales; dirige; ordena tanto los sentimientos y las emociones como los objetos, porque contiene un orden y la impone al caos de los estados fugaces; manda porque une estrechamente y porque desune Abre los posibles y luego los cierra. El orden en una lengua, determina las palabras y de las frases; forma parte de un orden mas amplio, en la práctica social. Imperioso e imperativo el lenguaje obliga a través de las palabras a discernir los sentimientos y los actos. Sin cesar elimina las ambigüedades y los malentendidos, que por otra parte renacen siempre. En el tumulto y las vibraciones de la vida cotidiana, tiende a crear estabilidades, estados estacionarios determinados, a pesar de sus resonancias ilimitadas y sus armónicos sofocados. Hablar es actuar. Emplear palabras y frases (incluso hablando consigo mismo), influye sobre quien habla tanto como sobre aquel a quien se dirige el discurso. Lo que se dice cambió por el hecho de decirlo o más bien por el hecho de haber sido dicho. Separado de la inconciencia y del desconocimiento, distinguido del ciego tanteo y aclarado por el discurso, lo que se dice se discute, se clarifica, se empobrece, se vuelve común - y sin embargo se enriquece con su presencia en la claridad social: de todas formas, hay que decirlo, y pasar por aquí para someter lo fugaz y lo oscuro a la prueba del lenguaje y saber lo que subsiste de él. Acontecimiento y acto, el discurso anuncia la acción; la prepara; obliga a actuar y a elegir, a menos que el decidor se contente con hablar y que lo previo a la decisión le baste. Hablar, decirse, estimula y daña. La continuidad de los discursos lleva a entrar en la trama de estos discursos, y en consecuencia de los actos sociales que ellos refractan y estipulan; esto está permitido; aquello prohibido. La discontinuidad del discurso pasa por la criba de los términos distintos, en un conflicto constante y real, lo que surge de los niveles inferiores. El Logos no es sólo un medio de comunicar. Es un filtro para los sentimientos y las emociones que lo provocan y que él reglamenta. Por esto, es una especie de ser, una forma. Llevar al lenguaje lo que no fue dicho aún, es seguramente una victoria y un éxito. Este acto, en si mismo, crea algo y abre nuevas posibilidades; preludia sorprendentes creaciones. En tal acto consiste tal vez lo esencial de lo que se llama tradicionalmente filosofía. Cuando la praxis permite y cuando sus problemas exigen que un sector importante pase al lenguaje, es una fecha en el conocimiento. Y sin embargo, ¿cómo habría victoria absoluta, ganancia sin pérdida? Lo que se dice, lo que fue dicho está ahora aquí, ante nosotros. Antes, se realizaba en el silencio, espontáneamente, felizmente, quizá armoniosamente- o no se realizaba, pero el sufrimiento no era más que sordo.

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Nunca lo que fue dicho se hará espontáneamente. Habrá que reflexionar y, si se trata de una exigencia (de una función ) ponerla a punto por tanteos y por errores corregidos, luego ordenar pacientemente su ejecución consciente. Lo dicho es ahora abstracto: planteado en el plano de la abstracción, en el nivel del lenguaje y del signo. Un poco más de la espontaneidad y de la infancia, y también de la naturaleza o del "ser", se pierde.Sabemos bien que es necesario arriesgar, perder todo para poder ganar todo. El riesgo y la pérdida no son menos riesgo y pérdida. El sistema de los signos (lenguaje, discurso) semeja, pues, un sistema de señales, pero tiene incomparablemente mayor amplitud y flexibilidad. No puede concebirse a partir de esta analogía. Es un sistema abierto, que una coherencia casi lógica domina Esta aproximación, este casi, tiene una importancia capital En el lenguaje como forma, el elemento no significativo (el sonido, la sílaba, el fonema) figura pero siempre desconocido como tal. En la palabra efectiva, práctica y social, este elemento desempeña un papel considerable y conciente. Es la interjección, la exclamación: "¡Oh! ¡Ah!", etc. En este empleo de lo no significante (que se opone al estructuralismo dogmático), la expresión triunfa sobre la significación. Ahora bien, el discurso efectivamente hablado, tomado en su contexto integral - gestos, músicas, muecas -, es expresivo. Las inflexiones de la voz sostienen sin cesar las relaciones formales de los términos del discurso. Así y sólo así entra en el tejido de la cotidianeidad, del cual constituye la trama pero no la totalidad.

El símbolo.

El símbolo tiene ciertas cualidades o propiedades de la señal y del signo, diferencialmente. El símbolo incluye y excluye, pero es a los miembros de un grupo a quienes él une y a otros individuos o a otros grupos a quienes él separa. Ordena o prohibe, pero son actos complejos, que comprometen dramáticamente y a veces implican una concepción del mundo y de la vida. Revela y disimula, pero la pertenencia a un grupo, las razones de esta pertenencia y las razones mismas del grupo. Entra en una forma, pero esta forma se desarrolla alrededor del símbolo, concretamente: rito, ceremonial. El símbolo inicia e inhibe. El símbolo difiere del signo y más aún de la señal en que parece inagotable. Lo es, efectivamente. La señal pasa enteramente en su función y se agota; el signo (la palabra) no vale más que por su lugar en la serie de los signos y en su reciprocidad de acción. Hecho y valor ilimitado, el símbolo (incluso cuando no es religioso y sagrado), se impone. Se presenta. Es presencia y presente. Rico de sentido y desbordando por este carácter la "re - presentación". Expresaría tanto y más de lo que significa. En el signo de la cruz, para un cristiano, la evocación de la cruz importa mas que el gesto formal; el creyente traza sobre su propio cuerpo el instrumento del suplicio redentor; se santifica identificándose por la intención con el dios crucificado. Si él se significa afuera, al ser el gesto prueba y manifestación de pertenencia, adentro el creyente realiza un acto de fe, y mas aún, de participación. Se une a la Palabra absoluta, al Verbo encarnado y muerto por él. Examinado desde afuera, el gesto revela una multiplicidad de significaciones, pero desde dentro es propiamente inagotable. El contenido simbólico tiene, pues, más realidad y valor que el signo como tal. Un símbolo es mucho más que un signo en el sentido preciso.

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Expresa, al tener la expresión primacía sobre la significación que la manifiesta para el afuera. Cuando el signo como tal se basta, la forma y la letra triunfan sobre el "espíritu". Sociólogos y etnógrafos observaron en los hechos las propiedades opuestas y complementarias (disyunción e inclusión en la práctica social) de los símbolos. En cuanto a su carácter inagotable, diferente de lo que el discurso y la representación elaboran, distinguiéndolo y decantándolo, próximo a la participación oscura y casi mágica, los filósofos lo han aclarado. Especialmente Hegel hizo, en su Estética un análisis de la diferencia entre el símbolo, la alegoría, la comparación, la metáfora, la analogía. Si digo de alguien: "Es un zorro astuto", le atribuyo cualidades que posee (en mi opinión) el zorro. Seguramente, sé que un ser humano no es un zorro y se también que no hay en ninguna parte una idea platónica de la astucia, en la cual participarían los zorros entre los animales y ciertos individuos entre los hombres. Sin embargo, yo permanezco más acá de estas representaciones claras, demasiado claras, cuya clarificación devela la incoherencia lógica. En un nivel afectivo, próximo, a pesar de lo que me separa de ello, a lo infantil (cuentos y fábulas) y a lo arcaico (mitos), y también a lo imaginario (historias extraordinarias), digo que este hombre tiene algo en común con el zorro, realmente - al punto que me comporto con él como ante un animal astuto y carnicero, peligroso para mis bienes y para mí, y ante el cual aconsejo mucho a otros (a aquellos a quienes hablo) que se comporten como yo. El símbolo atribuye una comunidad de naturaleza afectiva, real, práctica, a dos seres diferentes en apariencia y en realidad, pero que declara menos diferentes en apariencia que en realidad. Identifica parcialmente estos dos seres. Indica una participación del uno en el otro. Evoca al uno a propósito del otro y recíprocamente. Al contrario, la comparación los deja exteriores y no los une más que por la relación "como", "tal como". En cuanto a la analogía, proseguida a título de razonamiento, pone en evidencia las diferencias. O bien se resuelve en un simbolismo que la orienta. Podriamos dar una lista de estos símbolos. Enumerar, es decir nombrar en número limitado una cantidad de símbolos. Probablemente sea útil a efectos del estudio, aunque siempre será parcial. Se trata evidentemente del sol, de los astros y de los signos del zodíaco, y también del mar y de la montaña, de los elementos (agua, fuego, tierra, aire) y de las direcciones del espacio, del padre, de la madre. etc.Cada uno, tomado aisladamente, tiene su eficacia y su prestigio. Provoca directamente emociones e incluso sensaciones. Interviene en el discurso como una exclamación: ¡La tierra!... ¡El sol!... ¡La noche!... arrastran su cortejo afectivo e imaginario. Sin embargo, los símbolos no se aíslan. Podemos decir que constituyen sistema. El término no vale más que para las representaciones elaboradas, y por ello verbalizadas y formalizadas. Los símbolos se agrupan. Diremos que constituyen configuraciones o constelaciones: simbolismos trágicos, simbolismos cósmicos, simbolismos religiosos, etc. La elaboración sistemática puede yuxtaponerse a una configuración simbólica. Por ejemplo, la astrología (tal como la encontramos actualmente en la prensa - cotidiana, semanal o mensual- y sobre todo en la prensa femenina) se vuelve un sistema elaborado de interpretación psicológica de la vida cotidiana, son temas bastante bien definidos, es un sistema superpuesto a antiguos simbolismos cósmicos, siempre eficaces en la afectividad. ¿De dónde vienen los símbolos? ¿De las profundidades de un "inconsciente"

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colectivo o individual? ¿De arquetipos misteriosos, de matrices emocionales o existenciales ocultas? ¿De frescos descubrimientos de la infancia o de la desesperación ante la vejez y la muerte? ¿De magias arcaicas o de la poesía involuntaria y espontánea? ¿De los impulsos o de los fracasos? ¿Del "mundo" o del hombre y sus relaciones primitivas y oscuras? ¿Del poder sobre la naturaleza o de la impotencia, o del esbozo de un poder? Lo importante de estas aproximaciones en lo concerniente a nuestro proyecto, es poner el acento sobre la especificidad del símbolo, sobre su carácter inagotable para la reflexión que se aplica a él y su eficacia emocional (afectiva) directa". Señales y señalética

Los códigos de señalización:

A.) Señal, forma y percepciónMarcar, señalar es una práctica humana que forma parte de su propia organización. Lo inmediatamente utilitario y las ritualidades requirieron de la utilización de materias significantes para ordenar y posibilitar lecturas del entorno. Localizar lugares y objetos, el traslado de un lugar a otro requirieron de orientación y certezas. La necesidades vitales de comunicación generaron las soluciones adecuadas a cada caso.Las señales fueron el instrumento que sirvió para delimitar el espacio, se anticiparon a la construcción de los caminos, las marcas fueron la anticipación de su trazado. Las organizaciones políticas y militares en Roma, en la Edad Media, y sobre todo en la época napoleónica estructuraron sistemas de señalización organizados para las necesidades de la época. En nuestro país, todavía existen localizadas en su lugar original viejas señales del siglo XIX que han perdurado en lugares desolados por la indiferencia y por la solidez y calidad de su material. Se trata de estructuras de hierro de fabricación inglesa vinculadas, probablemente, a la época de las construcciones ferroviarias.Siguiendo el desarrollo económico y social vemos como crecen los requerimientos de señalización. En la sociedad tecnológica todo se fue complicando, la ciudad, las autopistas, los medios de transporte, la tecnificación de la producción, etc., pero además de complicado, es riesgoso, ya en 1924, Le Corbusier describía con temor el espectáculo de la calle, tenía la sensación de que al salir de su casa iba a ser aplastado por el tráfico.La dinámica de la ciudad a partir del automóvil y la velocidad trató de dar respuestas y organizar los conflictos cada vez más graves de peatones y vehículos. La fugacidad, la rapidez y necesidad de provocar reacciones inmediatas dio a las señales un estilo visual muy singular: la simplicidad y el contraste. El paisaje urbano está poblado de estos mensajes que tratan de exhibir la mayor claridad perceptual posible en competencia directa y permanente con las condiciones más adversas que pueda presentar el contexto. La simplicidad para los pioneros del diseño moderno fue un condicionante fundamental de su imaginario formal, la concepción funcionalista se sustentaba básicamente en la teoría de la Gestalt (claridad, orden y legilibilidad).Los mensajes visuales exigían la rapidez de lectura, el contraste y tamaño de los titulares de periódicos, el afiche del cual se exigía que produjese "un grito en la calle". Las señales deberían ser el modelo de simplicidad.

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El requerimiento de ser protagonista principal visible y semánticamente inconfundible de la mirada urbana, potenció las cualidades de la comunicación visual a un sitial privilegiado de la comunicación social con pretensiones universales. Los sistemas de señales deben responder a una decodificación inmediata e unívoca, utilizando la mayor economía de medios (5). A partir de estas consideraciones, se elaboraron un conjunto de argumentos para fundamentar las condiciones de su funcionalidad:• Información inequívoca• Reacción automática• Lenguaje monosémico - no retórico• Excluye la atracción estética, es el ejemplo de mensaje funcional• Mayor información, menor cantidad de elementos• Esfuerzo mínimo de captación y comprensión• Las señales deben formar parte de un sistema• Tender a dar universalidad al sistema.

Señales y universalidad

Desde los orígenes de los sistemas de señalización viales se planteó la necesidad de universalizar el código. La importancia creciente de la comunicación visual, la relevancia que fue adquiriendo la imagen en nuestra cultura de los medios, dio lugar a generalizar esta concepción y pretender que los signos gráficos superen las barreras idiomáticas.La cultura de la imagen alentó la posibilidad de crear un sistema universal de signos. En 1964 la antropóloga norteamericana Margaret Mead propuso la creación de este sistema, a partir de un número limitado de signos que la Dra. Mead denominó glifos y planteó la posibilidad en estos términos: "Durante los últimos años se han discutido ampliamente la necesidad del desarrollo sistemático de lo que actualmente denominamos glifos es decir, representaciones gráficas que signifiquen cada una, una idea: masculino, femenino, agua, veneno, peligro, pare, siga, etcétera... En escala internacional lo necesario es un conjunto de glifos que no haga referencia a un sistema cultural particular de imágenes, sino que forme un sistema de signos visuales de referentes universalmente reconocidos. Sin embargo, hasta el presente por lo menos, no se han intentado de manera consecuente los esfuerzos conducentes a explorar la cantidad mínima de glifos que serían necesarios, o a seleccionar un conjunto de éstos tal que contenga significados claros e inequívocos para todos los pueblos del mundo, que hablan distintos idiomas, viven en distintos climas y están sometidos a la influencia de distintos sistemas de símbolos".(6)Si bien este universalismo comunicacional no se ha llevado a cabo, en el campo de la señalización vial se han logrado ciertas unificaciones de código mediante distintos convenios internacionales que se vienen realizando desde hace varias décadas. (7)

Tendencias actuales de interpretación de la problemática

Daniel Bell, desde una visión posmoderna aporta su interpretación al marco global de la comunicación social. En contra de la concepción holista de la

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sociedad, considera más útil concebir la sociedad contemporánea (dejando de lado la cuestión de si esto puede aplicarse en general al carácter intrínseco de toda sociedad) como formada por tres ámbitos distintos, cada uno de los cuales obedece a un principio axial diferente. Divide la sociedad, analíticamente, en una estructura tecnoeconómica, el orden político y la cultura. Estos ámbitos no son congruentes entre si y tienen diferentes ritmos de cambio; siguen normas diferentes, que legitiman tipos de conducta diferentes y hasta opuestas. Son las discordancias entre esos ámbitos, las responsables de las diversas contradicciones dentro de la sociedad.Al orden tecnoeconómico concierne la organización de la producción y la asignación de bienes y servicios. Forja el sistema de ocupación y estratificación de la sociedad y supone el uso de la tecnología para fines instrumentales. En la sociedad moderna, el principio axial es la racionalidad funcional y el modo regulador es economizar. Esencialmente, economizar significa eficiencia, menores costes, mayores beneficios, maximización, optimización y otros patrones de juicio similares sobre el empleo y la mezcla de recursos. Se comparan los costes con los beneficios, que habitualmente se expresan en términos monetarios. La estructura axial es la burocracia y la jerarquía, ya que estas derivan de la especialización y de la necesidad de coordinar actividades. Hay una medida simple del valor, a saber, la utilidad. Y hay un principio simple de cambio, el principio de la productividad, o sea la capacidad para sustituir productos o procesos por otros que son más eficientes y rinden mayor beneficio a menor coste. La estructura social es un mundo dosificado, porque es una estructura de roles, no de personas, lo que se expone en los documentos organizativos que especifican las relaciones jerárquicas y de funciones. La autoridad es inherente a la posición, no al individuo, y el intercambio social (en las tareas qua deben ser ensambladas) es una relación entre roles. La persona se converge en un objeto, o una "cosa", no porque la empresa sea inhumana, sino porque la realización de una tarea está subordinada a los fines de la organización. Puesto que las tareas son funcionales e instrumentales, la administración de la empresa es, primariamente, de carácter tecnocrático.El orden político es el campo de la justicia y el poder sociales: el control del uso legítimo de la fuerza y la regulación de los conflictos (en las sociedades libertarias, dentro del imperio de la ley), a fin de realizar las concepciones particulares de la justicia encarnada en las tradiciones de una sociedad en su constitución, escrita o no. El principio axial del orden político es la legitimidad, y en un orden político democrático es el principio de que sólo puede ejercerse el poder y el gobierno, con el consentimiento de los gobernados. La condición implícita es la idea de igualdad, según la cual todos los hombres deben tener voz por igual en este consenso. Pero la idea de ciudadanía que encarna esta concepción ha sido ampliada, en los últimos cien años, hasta incluir la igualdad, no sólo en la esfera pública sino también en todas las otras dimensiones de la vida social - la igualdad ante la ley, la igualdad de derechos civiles, la igualdad de oportunidades y hasta la igualdad de resultados - para que una persona pueda participar plenamente, como ciudadano, en la sociedad. Mucho de esto puede ser formal, pero es siempre la fuente a la que recurren los grupos oprimidos cuando buscan justicia en la sociedad. La estructura axial es la representación o participación: la existencia de partidos políticos y/o grupos sociales que expresen los intereses de sectores particulares de la sociedad, y

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sean un vehículo de representación o un medio de participar en las decisiones. Los aspectos administrativos del orden político pueden ser tecnocráticos y, a medida que los problemas se hacen más técnicos, se da la tendencia a la difusión de los modos tecnocráticos. Pero puesto que la acción política trata, fundamentalmente, de reconciliar intereses en conflicto y a menudo incompatible, o de establecer la autoridad de un estatuto amplio o un modo constitucional como base del juicio, las decisiones políticas se toman mediante acuerdos o por ley, no por la racionalidad tecnocrática.Entiende por cultura, el tercer ámbito, menos de lo que contiene la definición de cultura del antropólogo como el conjunto de artefactos y modos pautados de vida de un grupo, y más de lo que suponen ideas refinadas como, por ejemplo, la de Matthew Arnold, para quien la cultura es el logro de la perfección en el individuo. Bell, entiende por cultura, en parte dentro de las ideas de Ernst Cassirer, el ámbito de las formas simbólicas, y, en el contexto de la argumentación de este autor, más estrechamente, el campo del simbolismo expresivo: es decir, los esfuerzos, en la pintura, la poesía y la ficción, o en las formas religiosas de letanías, liturgias y rituales, que tratan de explorar y expresar los sentidos de la existencia humana en alguna forma imaginativa. Las modalidades de la cultura son pocas y derivan de las situaciones existenciales que afrontan todos los seres humanos, en todos los tiempos, en la naturaleza de la conciencia: cómo se hace frente a la muerte, la naturaleza de la tragedia y el carácter del heroísmo, la definición de la lealtad y de la obligación, la redención del alma, el sentido del amor y del sacrificio, la comprensión de la piedad, la tensión entre la naturaleza animal y la humana, los reclamos del instinto y los frenos. Históricamente, pues, la cultura se ha fundido con la religión.

Estos conceptos definen el pensamiento de los intelectuales vanguardistas del poder hegemónico que rige actualmente los destinos del mundo, y por lo tanto deben ser analizados para ubicar un estudio de la comunicación que intente buscar algunas líneas de análisis que superen la discusión instrumental, dentro de un campo tan abarcativo y actualizado como el de la comunicación.

Algunas conclusiones preliminares sobre comunicación y ciudad.

Necesidad de una planificación integral.

En el estudio desarrollado hasta esta etapa, podemos decir que el estado actual de la comunicación visual en las ciudades, tanto en nuestro país como en toda Latinoamérica es muy deficiente en los aspectos que hacen a la información publica y privada, como en los elementos que constituyen la identificación de la población con su lugar. Observamos como resultado la incidencia de esta situación en lo referente a la calidad de vida y a la identidad. Es evidente que no existe una voluntad planificadora desde los lugares de decisión, que tenga en cuenta la necesidad de ordenar los distintos niveles del fenómeno comunicacional urbano. Los mensajes públicos: identificación, información y señalización pública, muestran un descuido que afecta el funcionamiento urbano. En el caso de La Plata, es necesario conformar un sistema con continuidad, dotado de los recursos necesarios para mantener su actualización material y comunicativa.

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La realidad muestra el bajo valor que se le asigna a un tema tan importante para el ordenamiento de la ciudad.Los mensajes privados, institucionales y comerciales constituyen un impacto dominante de la comunicación urbana. En este sentido identificamos que la cantidad, el tamaño, la acumulación, no se normatizan todavía en la ciudad, pese a existir una reglamentación que lo regula. El comercio ocupa su espacio propio e invade el espacio público. No se trata solamente de un empaste visual que llega a lo ilegible, la saturación de la información provoca la desinformación, que es más grave aún, provoca la destrucción y desvalorización del patrimonio arquitectónico, en este caso está en juego la pérdida de identidad de la ciudad. En alguna arterias comerciales la mirada queda desconcertada, es imposible orientarse, las fachadas desaparecen detrás del gigantismo de los carteles, aunque debemos destacar que paulatinamente se va aplicando la ordenanza y comienzan a ponerse en escala la cartelería comercial. No se detecta un correlato con la adecuación de una información pública en jerarquía y escala acorde con la actualidadLa indiferencia en la planificación y cuidado de los mensajes públicos y el caos que produce la resistencia de los sectores privados, pone a la ciudad en una situación cuyas consecuencias son en muchos casos irreversibles.Estas consideraciones de la comunicación visual en el marco de la ciudad, aparentan ser males menores frente a la carencia de servicios básicos, el crecimiento del parque automotor, la organización del transporte, la contaminación ambiental, el descontrol de las construcciones en altura, la superpoblación, la marginalidad social, etc. Pero si consideramos los altos índices de accidentes, vinculados a los problemas de una señalización y educación vial pertinentes, podemos ver la dimensión del tema. A pesar de la urgencia de estos problemas y la cantidad de discursos y argumentos que los señalan como prioritarios no han sido solucionados y en la mayoría de los casos la solución es por lo menos muy lenta.La ciudad surgió como una concentración humana organizada, en busca de una mejor calidad de vida.En los distintos modos de convivencia las dificultades se plantean como un conjunto complejo, la organización y selección de las soluciones, debe buscarse tratando de construir el mejor equilibrio posible para mejorar la calidad de vida de la población.La comunicación visual es un fenómeno que de no tener soluciones mínimas es fuente de permanentes desequilibrios en el funcionamiento urbano.Una mirada sobre la distribución cuantitativa y cualitativa de la comunicación en la ciudad presenta zonas donde la comunicación está sobredimensionada, es un elemento perturbador que satura el espacio. En otros se produce la desinformación como producto de la insuficiencia de un sistema comunicacional apropiado, siendo descuidado e ineficiente y en la periferia es casi inexistente, allí la marginalidad y la pobreza que han aumentado, significan todas las carencias.

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Apunte realizado en base a Investigaciones sobre el tema de CVUDirectores de los proyectos: Prof. María Branda y Prof. R. RolliéParticipan en este trabajo el grupo de Investigación y el equipo docente de IV año de la cátedra CV “B”.