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Compañías pesqueras Compañías pesqueras, pesca de altura y ciencia en el puerto de Buenos Aires a principios del siglo XX Por Susana V. García En 1895, el director del Museo Nacional de Buenos Aires, Carlos Berg, publicó una enumeración de 108 especies de peces marinos y de aguas salobres registradas en las costas argentinas y uruguayas (Berg, 1895). Este primer esfuerzo por sistematizar el conocimiento sobre los peces marinos de esta región, se basó principalmente en el estudio de ejemplares capturados por los pescadores de Montevideo, Mar del Plata y Bahía Blanca y comercializados en Buenos Aires. Cuarenta años después, naturalistas del museo porteño publicarían una nueva enumeración de la fauna ictiológica del “Mar argentino” (Pozzi y Bornalé, 1935), registrando 261 especies, es decir más del doble que lo señalado al terminar el siglo XIX. El

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Compañías pesqueras

Compañías pesqueras, pesca dealtura y ciencia en el puertode Buenos Aires a principiosdel siglo XX

Por Susana V. García

En 1895, el director del Museo Nacional deBuenos Aires, Carlos Berg, publicó unaenumeración de 108 especies de pecesmarinos y de aguas salobres registradas enlas costas argentinas y uruguayas (Berg,1895). Este primer esfuerzo porsistematizar el conocimiento sobre lospeces marinos de esta región, se basóprincipalmente en el estudio de ejemplarescapturados por los pescadores deMontevideo, Mar del Plata y Bahía Blanca ycomercializados en Buenos Aires. Cuarentaaños después, naturalistas del museoporteño publicarían una nueva enumeraciónde la fauna ictiológica del “Mar argentino”(Pozzi y Bornalé, 1935), registrando 261especies, es decir más del doble que loseñalado al terminar el siglo XIX. El

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crecimiento de las colecciones ictiológicasy de otros animales marinos en ese museoasí como la ampliación del conocimientosobre la presencia de diversas especies enel litoral marítimo se dieron de formaparalela al desarrollo de la pescacomercial en la Argentina. En efecto, en elperíodo transcurrido entre ambos catálogos,las actividades pesqueras y las áreas depesca en el litoral atlántico seincrementaron a pesar de diversasdificultades y fluctuaciones (cf. Mateo2002, 2004, 2013; Villemur 1993).

Al iniciarse el siglo XX, se empezaron aemplear embarcaciones a vapor y apracticarse de forma incipiente la pesca dealtura desde el puerto de Buenos Aires,posibilitando la explotación de nuevasáreas y la captura de organismos hastaentonces desconocidos para el público y laciencia argentina. A través de los mercadosurbanos y la organización de la pescacomercial marítima, los zoólogos accedierona diversos ejemplares de peces y otrospequeños animales marinos, aumentando lascolecciones de las institucionescientíficas (García, 2009, 2014). En esesentido, el inventario de la fauna marinaargentina iría tomando forma en la

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intercesión entre diferentes actores yespacios, y entre las prácticascientíficas, el acceso al mar y laexplotación de los recursos. En estetrabajo se busca explorar algunas de lasinteracciones entre los naturalistas y lossectores pesqueros, tomando como caso deestudio los inicios de la pesca conembarcaciones a vapor desde el puerto deBuenos Aires. En particular se examina laincipiente organización de la pesca dealtura y las relaciones entre lasprincipales empresas pesqueras de BuenosAires con los sectores científicos. Estasinteracciones, lejos de una cooperaciónutópica, abarcaron una variedad deactitudes y colaboraciones, dadas en muchoscasos por los vínculos personales quepodían generar los científicos con elpersonal directivo de esas compañías o conalgunos capitanes de los barcos. Engeneral, los naturalistas reconocieron ensus publicaciones las contribuciones de losactores ligados a las actividadespesqueras, no obstante estas vinculacioneshan sido poco estudiadas en la historia delas ciencias marinas. Tampoco se conocedemasiado sobre las primeras empresaspesqueras que introdujeron en la región del

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Plata nuevas tecnologías y exploraronnuevas zonas y la pesca de nuevas especiesen alta mar en las primeras décadas delsiglo XX. En este trabajo focalizaremos enlas compañías que operaron desde el puertode Buenos Aires, aunque como se muestra enlas siguientes páginas, entre fines delsiglo XIX y hasta 1930 su historia esindisociable de lo que ocurría en la otramargen del Río de la Plata.

La División de Caza y Pesca y losprimeros permisos para emplearvapores pesquerosAl terminar el siglo XIX, algunosempresarios solicitaron permiso al gobiernoargentino para operar con embarcaciones conmotores a vapor y redes de arrastre. ElPoder Ejecutivo nacional autorizó estesistema de pesca en el Río de la Plata y ellitoral bonaerense a barcos de banderaargentina que llevan por lo menos unatercera parte de marineros argentinos. Esosbarcos debían operar por fuera la zona delas 10 millas contadas desde la costa,luego reducida a 5 millas, que se reservópara los pescadores costeros y las lanchasa vela. Una nueva repartición estatal, laDivisión de Caza y Pesca, dependiente del

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Ministerio de Agricultura creado a fines de1898[1], se encargó de efectuar losinformes correspondientes para elotorgamiento de esos permisos y el estudiode las redes y arte de pesca. Esta División(luego transformada en la Oficina deZoología aplicada) fue dirigida por elnaturalista francés Fernando Lahille y seocupó de difundir los potenciales recursosdel litoral atlántico y formar coleccionesde referencia y para distintasexposiciones. Las actividades de laDivisión de Caza y Pesca, sin embargo, nocontaron con la suficiente autonomía, losrecursos necesarios ni el constante apoyode los ministros y otros funcionarios deturno para llevar a cabo lasinvestigaciones y proyectos previstos porsu jefe. Especialmente las investigacionesmarinas fueron limitadas por la falta deembarcaciones y otros elementos. En esesentido, Lahille reconocería tiempodespués:

“el poco interés que se presta al estudiode las riquezas del mar no me ha permitidorealizar aún las campañas de pesca quesolicito desde tantos años […] elconocimiento de casi todas las especiesnuevas para el país o para las ciencias lo

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debemos al concurso benévolo de nuestrosescasos pescadores” (Lahille, 1913, p.19).

Efectivamente, durante la primera décadadel siglo, las especies marinas descriptaspor los naturalistas de las institucionesargentinas fueron las remitidas por lospescadores y los consignatarios de pescadoo las observadas en los mercados porteños(García, 2014). Entre otras actividades,Lahille promovió el estudio sistemático depeces, proponiendo planillas ictiométricasy un “ictiométro” para homogeneizar losprocedimientos de medición de los peces yregular el tamaño de los ejemplares acomercializar (Lopez y Aquino, 1996).También insistió en la necesidad de adoptarun mismo sistema de medidas y registrossiguiendo las convenciones internacionales,para uniformar la terminología empleada yla anotación de datos durante los viajes debarcos mercantes, pesqueros o militares, deforma tal que pudieran combinarse confacilidad para producir mapas yconocimientos oceanográficos quepromovieran las “industrias del mar” desdeuna “verdadera base científica”. Para ellopublicó planillas de registro y lasinstrucciones para confeccionar un atlas“talosográfico” (Lahille, 1901),

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insistiendo que la barcos pesqueros conredes de arrastre, precisaban cartasnáuticas más detalladas que las provistaspor el Servicio Hidrográfico, conindicaciones sobre la disposición de losfondos submarinos y su naturaleza.Vinculado con esto, preparó un planoisobático de las costas de la Provincia deBuenos Aires, que por falta de recursossolo pudo imprimir en un tamaño reducido.Esas planillas de registros y planos delrelieve submarino, preparadas por laDivisión de Caza y Pesca, fueron entregadosa algunas de las primeras empresas devapores pesqueros. Asimismo, estarepartición procuró la colaboración deestas compañías que comenzaron a explorarnuevas zonas de pesca, estableciendoalgunas clausulas en los permisos de pescaconcedidos por el gobierno:

“el concesionario estará obligado a admitirá bordo de sus buques en cada expedición unempleado […] encargado de la inspección dela pesca y efectuar los estudios que seencomienden […] de todas las especiesdesconocidas para los pescadores quellegase a conseguir el concesionario, leentregará varios ejemplares á la Direcciónde Comercio é Industrias para las

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colecciones de la División de caza y pesca.Llevará también una estadística de lascantidades de pescado extraídas por susbuques con expresión de las diferentesespecies y apuntes de los lugares de pesca,y las migraciones de peces más comunes,datos que comunicará mensualmente á dichaDirección” (Registro Nacional, 1899, p.95).

Esta normativa se concretaría parcialmente.Algunos de los primeros empresarios quesolicitaron permisos para pescar convapores no llegaron a desarrollar estaactividad o no duraron mucho tiempo. Lasprimeras compañías se circunscribieron a laboca del Río de la Plata y principalmente ala explotación de las corvinas ypescadillas, los principales productospesqueros introducidos en el mercadoporteño desde Montevideo. Al terminar elsiglo XIX, el empresario más importante eneste rubro fue Pedro Galcerán, quien desdemediados de la década de 1880 se dedicaba aproveer de pescado fresco a Buenos Airesdesde la capital uruguaya. Inicialmente,ese negocio se apoyó en la compra a lospescadores costeros de Montevideo. Lopescado en el día, luego de ser clasificadoy agrupado en “colleras” (conjunto de treso cuatro pescados unidos por una cuerda),

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era embarcado en los llamados “vapores dela carrera” para el mercado porteño. El maltiempo, el viento contrario y otras causasdemoraban con frecuencia los botes de lospescadores y el vapor salía sin conducir lapesca del día, pero cobrando el fleteestipulado por contrato y generando que laempresa no cumpliera los compromisosasumidos con los compradores porteños. Acausa de esos problemas, la firma deGalcerán decidió hacer la pesca por sucuenta, utilizando personal propio yvaporcitos que arrendó en Montevideo.Asimismo, introdujo el empleo una gran redde arrastre llamada “bou”, operada porlanchas a vapor. Este sistema, que en undía superaba ampliamente las capturas delas embarcaciones a vela o la pesca desdela costa, generó la protesta de lospescadores uruguayos que no podían competircon la empresa ni obligarla a seguircomprándoles el pescado[2]. Tras una huelgaen 1898, los pescadores de Montevideoconsiguieron que el gobierno atendiera susquejas contra el sistema de pesca de lafirma Galcerán, aduciendo que perjudicaba alos pescadores en bote y destruía enormescantidades de pescado y sus crías. Lasredes de arrastre fueron prohibidas en

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Uruguay, medida que se mantuvo en otrodecreto de 1903 y en otro posterior de1914, a pesar de los pedidos de la firmaGalcerán[3]. Tras la finalización de laGran Guerra, el gobierno se dejó sin efectoesas restricciones (Martinez Montero,1940).

Cabe señalar que en otros países y regionesse dieron grandes discusiones entre por unlado, los pescadores costeros, quienes sequejaban del empleo de redes de arrastretiradas por vapores, atribuyéndoles unaacción destructora; y por otro, losempresarios o promotores de ese sistema,quienes negaban ese efecto pernicioso yresaltaban ciertas ventajas, como obtenerpescado con menor costo y abaratar elconsumo de ese producto. Al terminar elsiglo XIX, el aumento de la cantidad ytamaño de los vapores pesqueros y el uso degrandes redes de arrastre en los mares delNorte al igual que la introducción de estatecnologías en otras regiones, generódebates alrededor de los efectos de esesistema de pesca sobre los fondos marinos,los stock y la reproducción de pecescomerciales que llevarían a la propuesta deprogramas de investigación, la creación decomisiones internacionales e instituciones

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científicas dedicadas al estudio de estascuestiones. En la Argentina, laintroducción de vapores y grandes redes dearrastre no pareció suscitar las quejas delos pescadores costeros, en tanto que lasprincipales comunidades se ubicabandistantes del puerto de Buenos Aires, basede operaciones de las primeras firmas queemplearon vapores pesqueros.

Por su parte, la firma Galcerán buscóoperar en el Río de la Plata bajo el amparode las autoridades argentinas. En enero de1899, obtuvo la autorización del gobiernoargentino para pescar en el estuario delPlata y la costa atlántica por fuera de las10 millas de la costa argentina, utilizandobarcos con bandera argentina. Unos mesesdespués, Galcerán colaboró con la Divisiónde Caza y Pesca, facilitando una de suscostosas y cuestionadas redes de arrastrepara estudiar su uso, durante unaexpedición marítima que realizó Lahille ysus ayudantes. Este empresario tambiénbuscó el apoyo del primer ministro deAgricultura, Emilio Frers, cuando fuedetenido por las autoridades uruguayas unode sus barcos autorizado por el gobiernoargentino[4]. Las operaciones de lasembarcaciones de esta firma pusieron en

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evidencia los problemas no resueltos de lasjurisdicciones sobre las aguas comunes conla República del Uruguay. A mediados de1907, otro incidente ocasionado por lapesca con “bou” en el Río de la Platarealizado por embarcaciones argentinasdentro de los que se considerabajurisdicción uruguaya inicio un nuevodebate periodístico sobre el tema, agravadopor el naufragio y auxilio a un vapor.

La empresa Galcerán mantuvo sus actividadesen el puerto de Montevideo, desde dondecontinuó remitiendo pescado al mercadoporteño[5]. Hacia mediados de 1905, partede esta empresa y su permiso de pesca delgobierno argentino, fueron transferidos enBuenos Aires a la compañía naviera deErnesto Arana (Fermepin y Villemur, 2004).Esta empresa operó desde el puerto porteñocon tres pequeñas embarcaciones a vapor,denominadas Trucha, Pirán y Gaviota. Estosbarcos se dedicaron a la captura corvinas yen forma secundaria reunieron pescadillas ypalometas. Sus áreas de pesca secircunscribieron a la desembocadura del Ríode Plata, entre las 5 a 15 millas dedistancia de la costa, llegando frente a lazona de Punta Piedras y el Cabo SanAntonio. Esta compañia facilitó datos

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estadísticos de pesca a Lahille y elembarque de empleados de la Oficina deZoología en alguno de los viajes. Noobstante, esta actividad duró poco. En1909, la empresa de Arana solo se dedicabaa la navegación, manteniendo un vapor decarga al Brasil, mientas el resto de suflota (ocho barcos) estaba arrendada a laempresa de Nicolás Mihanovich, la másimportante compañía naviera de la época[6].

Por entonces habían aparecido en el puertode Buenos Aires otras firmas con vaporespesqueros, incentivados por los beneficiosque prometía el comercio de pescado frescoen la plaza porteña y el “lujo del consumo”de ciertos productos. Tal como reconoció uninspector de los mercados porteños dealimentos:

“en nuestro país el consumo de pescado selimitaba, hasta hace poco, al que nosllegaba de los ríos de la Plata, Paraná,Uruguay, las lagunas de la Provincia deBuenos Aires, y como productos de mar; elde Montevideo y Mar del Plata. Lostrasatlánticos modernos con susinstalaciones frigoríficas nosproporcionaron más tarde el lujo delconsumo de salmones, merluzas, langostas,

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etc., al estado fresco, pero á un preciotal, que sólo estaba al alcance de laspersonas pudientes. La merluza traída deEspaña se vendía hasta hace poco á $6 m/nel kilo. Ante la perspectiva que estosignificaba, se establecieron entrenosotros Sociedades capitalistas que seproponían explotar esta industria, tomandocomo punto de mira nuestro inconmensurableAtlántico, con todas las perspectivas de uncriadero inagotable” (Zabala, 1910, p.5).

Según los comentarios de la época, losproductos del mar eran una mercancía caraen Buenos Aires y su consumo se restringíaa los sectores más acomodados, los hotelesy restaurantes más lujosos y algunossectores inmigrantes que mantenían suscostumbres alimenticias. Hacia 1904, losgrandes transatlánticos habían comenzaron atraer desde Southampton y luego del puertode Vigo, salmones, merluzas y langostasrefrigerados. También se recibirían ostrasen estado “fresco” de Brasil. Laposibilidad de explotación de la merluza,sería uno de los objetivos de algunosviajes de exploración enviados por lasprimeras empresas pesqueras que seorganizaron a ambos lados de Río de laPlata.

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La Pescadora ArgentinaEl 11 de mayo de 1906 se conformó en BuenosAires una sociedad de armadores, conocidacomo “La Pescadora Argentina”, con uncapital autorizado de 1.000.000 de pesosm/n. Esta empresa, presidida por FranciscoDumas, fue la primera en este puerto enemplear barcos a vapor construidosespecialmente para la pesca con grandesredes de arrastre de fondo. Estasembarcaciones eran conocidas con el nombreinglés de trawler, o chalutier en lenguafrancesa, siendo posteriormente llamadas“arrastreros”. En 1907, un decreto delPoder Ejecutivo mantenía la prohibición deutilizar redes arrastradas por vaporesdentro de las primeras cinco millas desdela costa, agregándose que esa distancia seaumentaba a 10 millas en las zonas dondeexistieran comunidades de pescadores. Otrodecreto del mismo año, otorgó franquiciaaduanera a los productos obtenidos por losvapores pesqueros de bandera nacional.Considerando a los buques de matrículanacional como una porción del territorioargentino, se estimó lo pescado fuera delmar territorial como productos nacionales alos efectos aduaneros (Fermepin y Villemur,2004).

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La actividad de la Pescadora Argentina seinició a mediados de 1907 con la llegada dedos trawlers de 195 toneladas, bautizadosUno y Dos, cuya construcción se habíaencargado al astillero escocés de HallRussell y compañia, especializados en lafabricación de este tipo de embarcaciones.El primer viaje de estos barcos duró unasemana y se realizó a principios de juliode 1907, volviendo “cargados de merluzas,rubios, meros, calamares, sargos ypescadilla. Muchos de estos ejemplares erandesconocidos, por lo que debieron venderseá un precio irrisorio por negarse elpúblico á comprarlos, debiendo una granparte inutilizarse por falta desolicitantes” (Zabala, 1910, p.6).

Las operaciones de pesca con los trawlersimplicaron la explotación de zonas másalejadas de la costa y fondos de mayorprofundidad que los alcanzados por lospescadores costeros y lanchones a vela deMar del Plata, que por entonces no pescabanen profundidades mayores de 20 metros. LaPescadora Argentina comenzó explotando lacorvina y pescadilla en la desembocaduradel Río de la Plata y ensayando la pesca deotras especies en varios sitios delAtlántico frente al litoral bonaerense.

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Allí encontrarían variedades de peces queal principio resultaron difíciles decomercializar por ser desconocidas para elpúblico. Para facilitar las ventas en losmercados, las nuevas formas ictiológicasfueron bautizadas con nombres conocidos porlos consumidores (García, 2014).Paralelamente, fueron remitidos ejemplaresa la Oficina de Zoología del Ministerio deAgricultura para su determinación ypublicidad y otros al Museo Nacional deHistoria Natural de Buenos Aires. Estacompañía colaboró con la formación decolecciones y la identificación de nuevasespecies, pero evitó comunicar lascoordenadas de los lugares de pesca portemor a la competencia con las otrasempresas que fueron apareciendo en BuenosAires.

Aunque al principio hubo algunasdificultades para vender las nuevasespecies capturadas por los trawlers, laactividad pareció redituable. Entre 1908 y1911, la Pescadora Argentina adquirió otroscinco barcos construidos en el mismoastillero escoses[7]. Estas embarcacionestenían entre 35 y 40 metros de eslora,casco metálico, bodegas con capacidad para90 a 130 toneladas de pescado conservado

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con hielo y algunos contaban con máquinasrefrigeradoras. Estaban equipados conpotentes motores para navegar a 10 o 11millas por hora y regular la velocidad parael arrastre en profundidad de la gran red,contando además con guinches a motor parasu izado. En cada lance, se remolcaba lared por dos horas, llegándose a obtener:

“hasta 4.090 k de pescado; sin embargo,transcurren días enteros sin que serecojan, hasta dar con el cardumen. Si sedaba con este, se podía cargar por completoel buque en poco tiempo. Se recogíancorvina, pescadilla, palometa, besugo,merluza, langostino, calamares, brótolas,caballas, sargo, rubio, bacalao patagónico,mero, bonito, pargo, congrio, anchoas,raya, borriqueta, centolla, tortuga, cazón,tiburón y otras varias sin importancia ódesconocidas.” (Zabala, 1910, p.7)

Lo obtenido con la red se volcaba encubierta, donde los especímenes eranlavados y clasificados por especies,devolviendo al mar los que no secomercializaban o consumiéndolos a bordo.Como en los mercados, las tareas deselección y clasificación de los animaleshabituarían la mirada de los pescadores a

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detectar las variedades comunes en ciertaszonas y los especímenes anómalos o raros,algunos de los cuales se guardarían paraser determinados por los científicos. Lasespecies comercializables se acomodaban encajones con hielo machacado, para lo cualse llevaban entre 8 a 15 toneladas dehielo. Los viajes duraban de cinco a nuevedías. Los productos de la pesca sedesembarcaban en el puerto de Buenos Aires,ya sea la Dársena Sur o la Boca delRiachuelo. Posteriormente, se le concedió aesta empresa, al igual que a otras firmas,un espacio fijo en el puerto para lasoperaciones de sus buques[8]. Hacia 1909,comenzaron las inspecciones sanitarias enesos lugares al igual que en la estaciónferroviaria de Constitución, donde llegabala pesca marítima y de las lagunas de laProvincia de Buenos Aires. De formaparalela, continuaron las denuncias por losproblemas en el transporte ycomercialización de los productos pesquerosfrescos por las precarias condicioneshigiénicas y de refrigeración.

En esa época, otras compañías pesquerasoperaron desde el puerto de Buenos Aires,aunque tuvieron una vida efímera oproblemas financieros. Hacia 1908 trabajó

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una compañía alemana con dos trawler asícomo otra francesa. Al año siguiente,comenzó sus actividades la firma LaPorteña, que alcanzó a tener cuatro barcospequeños. También apareció una empresa deorigen inglés, River Plate Trading Company,que en 1911 transfirió su permiso de pescaa la Compañía Anglo-Argentina de Pesca.Esta, luego, se unió o vendió sus barcos ala Pescadora Argentina, que llegó a contarcon once trawlers. Para 1913, esta últimaera la compañia pesquera más importante deBuenos Aires. En esa época, una empresanoruega dedicada a la fabricación de redesy otros aparejos para la pesca de alturapensó en ampliar su negocio en la Argentinapor las perspectivas que parecía tener estenegocio. No obstante, según mencionaVillemur (1993), la rivalidad comercialentre esas compañías pesqueras finalizó conel quiebre de algunas y la absorción deotras por parte de la Pescadora Argentina,que quedó dueña de la plaza y de imponerlos precios sobre ciertos productospesqueros. Al comenzar la guerra mundial,aprovechó el incremento de los precios delos barcos para vender su flota: uno de lospesqueros fue adquirido por el gobiernouruguayo[9] y los otros fueron comprados

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por gobierno ruso, siendo utilizados comobarreminas en el Ártico. En los años de laGran Guerra, la Pescadora Argentina dejó deoperar y no se registró la actividad deotras compañías pesqueras en el puerto deBuenos Aires hasta finalizado el conflictobélico europeo, cuyo escenario de accióntambién se extendió a los mares de estaslatitudes.

La pesca de altura en la posguerraEn la década de 1920 algunas empresas denavegación y armadores comenzaronnuevamente a explorar la pesca de alturadesde el puerto de Buenos Aires, ofreciendooportunidades para el embarque denaturalistas y aficionados a la biologíamarina y contribuyendo a incrementar lascolecciones del museo porteño. La compañíade navegación Gardella, cuya fundacióndataba de mediados del siglo XIX, inicióestas actividades con dos trawlers alcomenzar la década de 1920, incorporandoposteriormente otros barcos. También porcerca de once años mantuvo una sucursal enMontevideo, administrada por un miembro dela familia Galcerán, donde llegó a operarcon cuatro vapores pesqueros con banderauruguaya, los cuales en 1931 fueron

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matriculados en el puerto porteño alcerrase esa agencia. Al finalizar la guerraeuropea, el gobierno uruguayo habíaautorizado el uso de redes de arrastre,como medida para incentivar elabaratamiento de estos alimentos[10]. Aambos lados del Plata, se instalarían otrasempresas pesqueras cuyo principal mercadocontinuó siendo el puerto de Buenos Aires,hasta las restricciones a la importación depescado fresco desde Montevideo con losimpuestos que se comenzaron a aplicar entre1930 y 1931, generando una “desigualdadeconómica” en la explotación de la pescacon bandera uruguaya frente a la mismaactividad con bandera argentina (MartinezMontero, 1940). De hecho, la importación depescado “uruguayo” en la Argentinadisminuyó drásticamente con esas medidas:de 3.444.317 kg introducidos en 1928, sebajó en 1932 a 29.640 kg.

En esos años aumentó el número de barcospesqueros y la competencia con otrascompañías dedicadas a la pesca de altura.En 1928 se contaban siete trawlers operandodesde el puerto de Buenos Aires. La empresaGardella tenía cuatro vapores; la sociedadde Cantú y Ribatto[11] contaba con el Adelay el Victoria, y Manuel Rodríguez Giles,

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había adquirido el Honora, que se hundió en1933. En ese momento, este fue el barco másimportante en tonelaje e instalaciones,incluyendo dos cámaras frigoríficas y unsistema de radiotelegrafía con un alcancede 400 millas, permitiendo en alta mar lacomunicación permanente con su armador(Carpio, 1928). Por esa época, se suma aesta actividad la sociedad anónima“Industria Pesquera Argentina”, con cincobarcos pesqueros. Este tipo deembarcaciones llevaban una tripulación de15 a 20 hombres (pescadores, maquinistas,foguista, carbonero, cocinero y mozo decocina) de distintas nacionalidades,principalmente italianos, seguidos deespañoles y algunos suecos, dinamarqueses,alemanes, portugueses. En una mínimaproporción se encontraba algún argentinoentre la tripulación. Las comodidades abordo no eran muchas, resaltaba la “buenacocina” y “a toda hora mate o té” (Reel,1934).

Hacia 1934 se registraban 15 trawlers,aunque trabajaban regularmente nueve odiez: tres de ellos en la zona deconfluencia de las aguas del Plata y elAtlántico, donde se pescaba corvina,pescadilla y otros “peces comunes” y los

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restantes mar afuera, dedicados a laexplotación de la merluza, capturandoparalelamente diversas especies de peces,calamares y centolla. (Cabeza, 1938). Lacasi totalidad de la producción de la pescade altura se comercializaba en estadofresco para el consumo alimenticio,principalmente a través del Mercado internode consumo “Intendente Bullrich” de BuenosAires, un lugar de concentración de lapesca desde 1915, hasta su reemplazo por unnuevo mercado con instalacionesfrigoríficas en 1935. Por entonces, loobtenido anualmente por los vaporespesqueros continuaba siendo menor que loque llegaba a Buenos Aires desde Mar delPlata. Según informaba la Oficina de Pescadel Ministerio de Agricultura en 1932, laproducción de Mar del Plata y la de lostrawlers, no sobre saturaban el mercado, yaque se alternaban en la época queintensificaban la pesca: “en invierno Mardel Plata produce poco y los “trawlers”mucho. En verano ocurre lo contrario,obligando a las empresas a desarmar algunosbarcos y dedicarse casi exclusivamente a lamerluza” (Ministerio de Agricultura, 1933,p. 282). Hacia fines de la década de 1930,se fomentó la utilización de la merluza en

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la fabricación de conservas de pescado enMar del Plata, por lo que las empresaspesqueras comenzaron a mandar algunostrawlers a descargar ese producto a laciudad balnearia para los establecimientosde congelación y fabricación de conservas.Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, elaumento de los precios de combustible,sumado la escases de repuestos y elementosde pesca, generó que las compañíaspesqueras redujeran las actividades de suflota. La empresa Gardella dejó de operarhacia 1942 (Fermepin y Villemur, 2004).Parte de su flota e instalaciones fueadquirida por el gobierno nacional, pasandoa integrar la División Pesca de la FlotaMercante del Estado.

La colaboración con los sectorescientíficosDurante las décadas de 1920 y 1930, lafirma Gardella (luego llamada Pesgar S. A.)fue la empresa más importante en la pescade altura de Buenos Aires, contando con lamayor cantidad de barcos y llegando aadministrar a otras compañías pesqueras deeste puerto. También fue la principalcolaboradora de los museos de cienciasnaturales de la Argentina y Uruguay. El

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gerente de sucursal en Montevideo, LuisGalcerán, fue un “entusiasta colaborador”del Museo de Historia Natural de la capitaluruguaya, enviando diversos ejemplaresobtenidos por los vapores pesqueros ycontribuyendo al catálogo sistemático delos peces uruguayos. Una colaboraciónsimilar, recibió el museo de Buenos Aires.De esta forma, las institucionescientíficas de ambos lados del Río de LaPlata contarían en esos años con la ayudade la misma empresa y con los especímenesobtenidos por los mismos barcos pesqueros,que al incorporarse a las colecciones y loscatálogos publicados por cada museo,pasarían a formar parte de la fauna de cadapaís.

En la década de 1920 se amplió el número delos pocos aficionados y naturalistas que seinteresaron por el estudio de la faunamarina en la Argentina y en reunircolecciones embarcados en barcos pesqueros,militares o veleros deportivos. Muchos deellos fueron colaboradores, adscritoshonorarios o empleados del Museo Nacionalde Buenos Aires, donde se promovieron estasinvestigaciones, especialmente a partir de1923, cuando asume como director MartínDoello Jurado. Este zoólogo generó una

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estrecha colaboración con varios oficialesde la Armada así como con la CompañíaArgentina de Pesca Gardella, quienesayudaron a reunir colecciones y a embarcarempleados y colaboradores del Museo. Conalgunas contadas excepciones, lasactividades que pudieron desarrollar losnaturalistas embarcados fueron colateralesy subordinadas a las tareas y los tiemposdel trabajo pesquero o las misionesnavales. No obstante, gracias a esacolaboración las instituciones científicasargentinas podían suplir la falta derecursos y embarcaciones para conocer yrecoger ejemplares de la fauna marina.Asimismo, a partir de 1928 el museo porteñopudo contar con una pequeña estaciónmarítima en el puerto de Quequén. Allí, lasinteracciones de los naturalistasvisitantes con los pescadores localesayudaron a la formación de colecciones y elestudio de varias especies.

Las publicaciones de los naturalistasargentinos de la época dan cuenta de loslugares y la forma de obtener losejemplares estudiados, mostrando cómo secombinaban distintos sitios de observacióny la importancia de la pesca comercial paralas investigaciones de la fauna marina.

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Así, por ejemplo, el zoólogo Tomas Marinimencionaba: que además de efectuar visitarperiódicas al mercado Bullrich:

“he continuado mis visitas periódicas almercado Bullrich, de esta Capital, y me hasido dado encontrar ejemplares de especiesque no figuraban en las colecciones delMuseo Nacional de Historia Natural deBuenos Aires y que son, también, nuevaspara nuestra fauna. Asimismo, he tenido lasuerte de coleccionar algunas novedades envarios viajes efectuados a bordo delAngélica, barco pesquero de la empresaGardella y compañia. Por otra parte, elcapitán don Carlos Alexandersson, de lamisma compañia, persona de ponderadoespíritu de observación, tuvo oportunidadde favorecernos con numerosas piezas desumo interés, además de datos de muchaimportancia para el conocimiento de nuestrafauna marina y su distribución geográfica[…] en el mes de marzo último concurrí alpuerto de la Capital, en momentos en que sedescargaba el pescado procedente de unviaje, efectuado en el Atlántico por elvapor Maneco; en esta oportunidad observévarios cajones de rayas” (Marini, 1928,p.274-275)

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Como menciona este naturalista, paracoleccionar “novedades” se podía recurrir apaseos matutinos en los mercados y hurgaren los puertos de venta; embarcarse envapores pesqueros y aprovechar acoleccionar los ejemplares que sedescartaban por carecer de valor comercial;o visitar el puerto cuando los pescadoresdescargaban la pesca clasificada porespecies. Los ámbitos portuarios ofrecieronun espacio de sociabilidad, donde losnaturalistas pudieron contactar lacolaboración de capitanes y marinos yencargar la búsqueda de ejemplares sobredeterminado grupo biológico. Algunoscapitanes de vapores pesqueros, como elsueco Oloff (argentizado Carlos)Alexandersson, acumularon años deexperiencia y observaciones sobre lascondiciones, zonas y estacionalidad de lasespecies de mayor valor comercial y otrassin importancia económica, pero queaparecían juntas en la red de arrastre.Este capitán donó y vendió colecciones depeces, aves e invertebrados marinos alMuseo de Buenos Aires En varios trabajoscientíficos se agradecería la información ylos ejemplares facilitados. Alexanderssonpescaba en esta región del Atlántico desde

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1908 y lo haría por lo menos, por tresdécadas más, formando a su hijo en el mismooficio. Fue capitán de los pesqueros Undiney Maneco de la compañía Gardella, donde seembarcaron empleados y colaboradores delmuseo porteño, así como otras personas yperiodistas que promocionarían la pesca dealtura.

Los capitanes de los vapores pesquerosfueron acumulando observaciones sobre lostipos de fondos, las temperaturas y lasprofundidades donde abundaban los pecescomerciales, como la merluza. A mediados dela década de 1920, las zonas de pesca ya nose mantenían en secreto. Los barcos seencontraban en esas áreas y permanecíanvarios días a la vista unos de otros. Engeneral, se estacionaban a unas 200 a 300millas de la costa (a unas 30 horas denavegación de Buenos Aires) en parajesdonde abundaba la merluza. Para entonceseran conocidas dos zonas bien delimitadasde captura de estos animales, pescándosemás al norte en el invierno y más al surentre septiembre y mayo. También se sabíaque abundaba a determinadas profundidades(entre 74 a 185 metros) y a ciertatemperatura del agua, medida contermómetros de fondo que disponían algunos

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barcos (Carpio, 1928). La medición de latemperatura del agua como la detección dela naturaleza del fondo podía ayudar adetectar los cardúmenes, que no seobservaban a simple vista desde cubierta.Por otro lado, el conocimiento de losfondos marinos podía ayudar a evitar eldeterioro de la red. Las operaciones depesca incluían sondear la profundidad delárea, ya que la longitud de los cables dela red de arrastre guardaba relación con laprofundidad donde hallaban los animales quese procuraban. Asimismo, los capitanesmanejaban un saber práctico sobre lascondiciones meteorológicas de la zona y delas corrientes que tenían en cuenta para ellanzamiento de la red. Por cada lance, seregistraba en los diarios de pesca: laposición del barco (el punto de observaciónde la latitud y longitud, desde el cual sedesplazarían durante el arrastre de lared), la hora, la temperatura, laprofundidad en brazas y los kilos depescado obtenidos (cf. Carpio, 1928).

Como en otras partes del mundo, los diariosde pesca y registros diarios que llevabanlos buques pesqueros proveyeron deinformación a los científicos interesadosen determinar la presencia, las migraciones

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y la estacionalidad de ciertas especies asícomo para la confección de las estadísticasde pesca. Las coordenadas geográficas y lasprofundidades de pesca de los ejemplares depeces, moluscos y otros invertebradosmarinos remitidos por los capitanes o lafirma Gardella al museo porteño, seconsideraron datos “aproximados” perosuficientes para los estudios generales.Las anotaciones de estos marinos aunque noeran consideradas tan exactos como losdatos obtenidos en las expedicioneshidrográficas y los buques de la Armada,ofrecían información sobre zonas nofrecuentadas por la navegación mercante omilitar. Además brindaban observacionesrepetidas a lo largo de varios años ydecenas de viajes. Por otra parte, losregistros y los comentarios orales de loscapitanes y pescadores se combinaban conotras fuentes de información y lasobservaciones de los naturalistasembarcados, tal como señaló el encargado dela Sección de Peces del Museo de BuenosAires, Antonio Pozzi (1945, p. 367):

“en los sucesivos viajes que he realizado abordo de los buques oceanográficos de laArmada Argentina, y en los barcos pesqueros“Trawler” de la compañia Pesgar; a la vez

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que el estudio comparativo de losresultados obtenidos por los barcospesqueros Maneco y Undine en más de ochentaviajes efectuados de 1925 a febrero de1934, se ha podido establecer la amplitudde los desplazamientos o movimientosmigratorios que cumplen las merluzas”.

Las observaciones y experiencia empíricaque iban adquiriendo los capitanes en cadaviaje al ser registradas en diarios depesca y planillas, luego compilada ysistematizada en tablas y mapas, podíatransformar los informes de los pescadoresen información científica. En 1935, Pozzi yLuis Bornalé publicaron una nuevaenumeración de los peces marinos de laArgentina, ampliando el listado publicado40 años atrás. El “Cuadro sistemático delos peces de la República Argentina”constituía una síntesis de las especiesidentificadas en viajes a bordo de losvapores pesqueros y barcos de la Armadaargentina y en las colecciones del Museo deBuenos Aires, junto con lo mencionado encatálogos previos y en los informes de lasexploraciones extranjeras que habíanrecorrido “nuestra meseta submarina” (Pozziy Bornalé, 1935). El nuevo catálogo fueacompañado de un mapa hidrográfico de la

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plataforma submarina con las divisionesbatimétricas y el rumbo de las corrientesllamadas “Malvinas” y “Brasil”. Los autoresjustificaron el límite elegido en el mapa:

“siendo la plataforma continental unacontinuación del territorio, pertenecientepor lo tanto a la soberanía nacional, lasriquezas que ésta encierra son una fuentede recursos que contribuyen a la economía yprosperidad de la nación. Este argumentonos parece bastante sólido para fundamentarla elección de la zona marina hasta laisobara de los 200 metros” (Pozzi yBornalé, 1935, p.146).

Por entonces, ese espacio se habíacomenzado a llamar la “pampa marítima”,considerándoselo parte del territorioargentino y fuente de grandes riquezas. Eldesarrollo de la pesca comercial hizovisible una parte de esas presumidasriquezas, acercando especímenesdesconocidos a la mesa de disección de loscientíficos y contribuyendo a la ampliaciónde los acervos de los museos y laidentificación de nuevas especies para lafauna “argentina”. La actividad de losvapores pesqueros llevaría a la revisión dela jurisdicción marítima y a una paulatina

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ampliación del considerado mar territorial.

Consideraciones generalesLos trawlers dedicados a la pesca de alturafrente al litoral bonaerense y quetrabajaron desde el puerto de Buenos Airesfacilitaron a los naturalistas la formaciónde colecciones, el “descubrimiento” denuevas especies y los registros acumuladosen años de sondeos y pesca en la mesetacontinental. Para los historiadores de laciencia, esto remite una cuestiónhistoriográfica importante: el ladocolectivo y burocrático de la compilaciónde datos y la organización delconocimiento. En los últimos años, lacuestión de la participación ciudadana enla actividad científica, especialmente enel “trabajo de campo” y la recopilación deobservaciones en grandes espaciosterritoriales se ha vuelto un tópicoimportante en la historiografía de laciencia. Esto ha llevado a una revisión dela relación de las prácticas científicas de“campo” y la producción de conocimientoscon diversas actividades de explotación derecursos u otras de carácter recreacional oturístico. Paralelamente se ha idoprestando más atención a los intercambios,

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intermediarios y espacios concretos deinteracción entre los científicos y lossectores ciudadanos que participaron ofueron convocados para la recopilación deinformación.

Los espacios portuarios, como en este caso,Buenos Aires de las primeras décadas delsiglo XX, conformaron un nodo en las redesde intercambio y circulación de informaciónentre marinos, pescadores y naturalistas,donde además, se ofrecieron y contratabandiversos servicios. El estudio de estosespacios permite observar la intersecciónde mundos sociales diferentes y lastransformaciones en el significado de lascosas. Entre ello, se incluyeron lastransacciones comerciales en torno a laadquisición de colecciones y los pedidos alos capitanes para la obtención dedeterminados ejemplares y otrasobservaciones o registros de datos. Como haseñalado algunos autores, tanto la escaladel espacio marino como la opacidad de susprofundidades generaron que la comprensióndel ambiente marino fuera mediada pordiferentes tecnologías y sistemas deconocimiento, incluyendo el equipo y lossaberes de los pescadores, navegantes yotros agentes que trabajan en el mar. En

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ese sentido, la pesca de especies deprofundidad con vapores y redes de arrastreconstituye un caso interesante paraexaminar algunas de estas cuestiones, asícomo las vinculaciones entre esta actividadcomercial y el conocimiento del mundomarino.

ReconocimientosEste trabajo forma parte del Proyecto PIP0153: “La burocracia, la comercializaciónde la naturaleza y el caráctertransaccional de la ciencia”, financiadopor el CONICET. También se relaciona conlos proyectos PICT 2015-3534: “La faunamarina del Atlántico Sur en la ciencia, elderecho y el comercio” y ECOS- SUD: Cienciaciudadana: los espacios de los aficionadosen la práctica de la ciencia, 1850-1950”.

Gran parte de los folletos, publicacionesde la época y otros materiales utilizadosen este trabajo fueron consultados en laBiblioteca del Museo de La Plata y en laBiblioteca Pública de la UniversidadNacional de La Plata. Agradezco al personalde ambas instituciones así como al jefe dela División Zoología Vertebrados del Museode La Plata, Dr. Hugo López, por

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facilitarme bibliografía e información.

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Citas[1] En 1898, el Poder Ejecutivo nacionalamplió su gabinete a ocho ministeriosnacionales, creándose el de Agricultura, elde Marina y el de Obras Públicas. En lospapeles, los dos primeros compartirían lajurisdicción sobre las cuestiones de caza ypesca marítima. En la práctica, estos temasfueron inicialmente incluidos en elprograma de trabajo del Ministerio deAgricultura.

[2] “Pescado de Montevideo”, La Nación,14/10/1898.

[3] En 1907 hubo un intento de autorizar la

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pesca con redes de arrastre fuera de unazona de cinco millas de la costa. Lospescadores de Montevideo se declararon enhuelga para protestar contra esa resolucióndel gobierno uruguayo que permitía el usodel “bou”, alegando que eso arruinaba a lospescadores de palangre, destruía las críasy amenazaba el porvenir de una gran fuentede riqueza. Las autoridades uruguayasencargaron practicar estudios al respecto,suspendiendo esa autorización.

[4] Con fecha del 6 de julio de 1899, elministro de Agricultura remitió una nota alde Relaciones Exteriores, advirtiendo sobrela necesidad de un convenio con laRepública del Uruguay en relación con lapesca: “con motivo de varios permisos depesca en el Rio de la Plata y el OcéanoAtlántico, acordados recientemente por elP.E, se ha suscitado la cuestión de lajurisdicción de nuestro país y de laRepública Oriental del Uruguay sobre lasaguas del primero. Una de las empresasconcesionarias en particular, la de losseñores Pedro Galcrán y Cía., fundándose enque las autoridades orientales la hanhostilizado, llegando hasta apresarle susvapores, se ha presentado al Ministerio ami cargo manifestando que consideran

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indispensable para la seguridad de susderechos y el desarrollo consiguiente de laindustria a que se dedican que se lleve acabo un acuerdo entre los gobiernos deambos países, sea para determinar sudeslinde definitivo en las aguas del Río dela Plata, sea para establecer un modusvivendi privisorio” (Frers, 1921, p.267-268).

[5] A principios de 1906 uno de losayudantes de la Oficina de Zoología delMinisterio de Agricultura informó sobre laactividad pesquera en Montevideo: “existendos empresas de pesca, estando organizadasde distinta manera” (Valette, 1906). Unaestaba constituida por un “sindicato”,dependiente de la firma Galcerán ycompañía. Contaba con dos vaporcitos y 10lanchas a vela, tripuladas por un centenarde pescadores que recibían un sueldo fijo,y los productos obtenidos se exportabancasi exclusivamente a Buenos Aires,remitiéndolos diariamente en los vapores dela compañía Mihanovich. El otro grupo sedenominaba “Gremio de pescadores deMontevideo”, una asociación cooperativa depescadores que disponían de 64 pequeñasembarcaciones, algunas palangreras y otrasque pescaban con trasmallos. Este grupo

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trabajaba “a la parte”, dividiendo lasganancias obtenidas de la pesca. Solodisponía de los servicios de un vapor queno salía diariamente para los envíos aBuenos Aires. El consumo local estaba sobrecubierto y el mantenimiento de estos gruposdependía de la exportación a la capitalargentina.

[6] Los barcos usados por la empresa Aranapara la pesca serían utilizados comoremolcadores por la compañía Mihanovich.

[7] Las características de estasembarcaciones pueden consultarse en:www.histarmar.com.ar

[8] En las inmediaciones del puerto, una delas compañias pesqueras había establecidouna gran dependencia para la conservacióndel pescado por salazón y ahumados. Estasactividades eran realizadas por las mujeresde los pescadores, las cuales se ocupan delimpiar el pescado y seccionarlo de formasimilar al procesamiento del llamado“bacalao” que llegaba del exterior. Estosproductos, según se mencionaba en la prensade la época, eran remitidos a lasprovincias.

[9] Hacia 1914, uno de los barcos fue

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vendido al gobierno uruguayo, para serviral Instituto de Pesca de ese país. Laembarcación fue rebautizado: Instituto dePesca N° 1.

[10] Con fecha del 9 de julio de 1920, elgobierno uruguayo dejo sin efecto laprohibición del uso de redes de arrastre,lo que generó reclamos de los pescadores,pidiendo que se prohíba su empleo o sepermitiera solo fuera de los cabos. En 1922se limitó el permiso para usar estas artesde pesca en la zona comprendida al este delMeridiano de la cabecera Oriental del BancoInglés (Martinez Montero, 1940).

[11] Hacia 1926, la firma Cantú, Ribatto yCía. presento un proyecto de instalar unausina en el puerto de Mar del plata, parala industrialización del pescado. Esteproyecto paso a la Oficina de Pesca delMinisterio de Agricultura.

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