cómo educar a una generacion sin futuro
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Cómo educar a una generación
sin futuro.
Debería ser obligatorio empezar así las clases cada día:
“Buenos días, ¿os ha sucedido algo interesante?
¿tenéis interés por hablar sobre algún asunto en particular?”
Es incuestionable que a partir de ahí, de los intereses reales de los alumnos,
es como puede construirse mejor
una sesión de aprendizaje, o bien,
como puede crearse el clima de motivación adecuado
para iniciar la labor docente.
El problema surge cuando los alumnos
están tan desorientados, tan “perdidos”
que no son capaces de encontrar motivación por nada.
Los jóvenes de hoy tienen la sensación de haber llegado
a un Point of No Return, y si el futuro no existe, su única preocupación
es vivir el momento sin interés por nada
que no sea inmediato.
En los tiempos que corren, una
de las funciones esenciales de la docencia es
recuperar la ilusión por el mañana de los millones de jóvenes
que son incapaces de vislumbrar
un objetivo de futuro, que no creen en unas
instituciones que no les representan
que no encuentran ninguna razón
para luchar por un mañana que es demasiado incierto.
Educar a una generación “perdida” es una dificultad más
en la ya de por sí difícil tarea de educar.
Educar a la generación del “aquí y ahora”
significa intentar que los jóvenes no queden al margen de la sociedad, no opten por
una actitud de pasotismo o de destrucción compulsiva.
Nuestra obligación como educadores es formar a estos jóvenes
para que se enfrenten de forma constructiva
y con espíritu crítico
a un sistema que no funciona, a una realidad injusta que prioriza el beneficio de unos pocos
en lugar del bien común,
que facilita que la riqueza se acumule en unos pocos
en lugar de repartirse de una manera más equitativa y justa.
Por mucho que se empeñen algunos,
la educación debe mantener
su función de equilibrio social, de ascensor,
de facilitar que no se pierda
para la sociedad el talento de ninguna persona.
La función de la educación no es solo alfabetizar,
o preparar para el futuro laboral, educar es también
dar esperanza, preparar a los alumnos para un mañana mejor.
No está dentro de las posibilidades de los docentes
dotar a la juventud de un futuro mejor, pero sí
que lo está el luchar cada día para que estos no caigan en el desánimo, en la desesperación, en el pasotismo absoluto
y dotarles de las herramientas necesarias
para que tengan espíritu crítico ante una sociedad que
no funciona.
Para ello es necesario que los docentes sean cada día más profesionales,
es decir,
reciban un formación cualitativa y cuantitativamente mejor,
y, a la vez, mantengan el entusiasmo intacto...
aunque esto no sea tarea fácil
en los tiempos que corren.
Mª Ángeles