como acostumbran hacerlo - comunión de gracia internacional · dramático triunfo de jesús sobre...
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“No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo
algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que
vemos que aquel día se acerca.”
Hebreos 10:25
COMUNIÓN DE GRACIA INTERNACIONAL
Viviendo y Compartiendo el Evangelio
© 1999 Grace Communion International
Editado por la Comunión Peruana de la Gracia Lima, 2012.
Los textos bíblicos se citan, salvo indicación contraria, de La Santa Biblia,
Nueva Versión Internacional, © 1999 Sociedad Bíblica Internacional.
Contenido
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Nos sentimos complacidos de que nuestros amigos expresen interés en nuestra
denominación. Nos gustaría compartir con ustedes algunos de nuestros valores
básicos y nuestra visión acerca de la obra de la iglesia.
Todos los cristianos, dondequiera que confraterni-
cen, participan en la labor de cumplir con la gran
comisión de Jesús para su iglesia. “Vayan y hagan
discípulos de todas las naciones”, ordenó nuestro
Señor, “bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer
todo lo que les he mandado a ustedes” (Mateo
28:19-20).
Todos los cristianos, colectivamente, comparten esta
carga. Tomar parte en la predicación del evangelio
de Jesús a todas las naciones y enseñar a sus discí-
pulos a obedecerle es una responsabilidad desafian-
te.
Como una comunidad de creyentes llena del Espíritu
Santo, reconocemos que Dios no quiere “que nadie
perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro
3:9). Por consiguiente, vemos que nuestra misión
incluye tres dimensiones importantes. Enfocamos
hacia arriba, exaltando a Jesucristo en nuestra ado-
ración y en nuestras actividades de servicio a la co-
munidad. Igualmente, enfocamos hacia adentro,
sirviendo a todos aquellos llamados a nuestra her-
mandad. Y enfocamos hacia fuera, evangelizando al
mundo alrededor y exhortando a todos los que escu-
chan para abrazar el don de Dios de la salvación por
gracia, mediante la fe en Jesucristo.
Ofrecemos los siguientes dones y distinciones:
Énfasis en la absoluta soberanía y posición
central de Jesucristo en toda nuestra adora-
ción.
Reverencia y dedicación a las Sagradas Es-
crituras, el fundamento inspirado de la fe y
las prácticas cristianas.
Disposición de ser transformados continua-
mente por el Espíritu Santo, comprendiendo
que el crecimiento espiritual y la santificación
exigen arrepentimiento y cambio constantes.
Firme adhesión a la certeza e importancia de
la segunda venida de nuestro Señor y Salva-
dor.
Miembros dedicados que siguen a Jesucristo
fielmente y que se dedican a sí mismos a
proclamar el evangelio a todo el mundo.
Alta estima de la santidad y valor de la es-
tructura familiar en el cuerpo de Cristo.
Administración confiable y responsable de
los recursos financieros que Dios pone a
nuestra disposición para la proclamación del
mensaje de Jesucristo. Él los hace posibles
por medio del generoso sacrificio y las con-
tribuciones de nuestros colaboradores, y es-
tamos profundamente agradecidos por el
apoyo de tanta gente que a lo largo de los
años nos ha respaldado en la obra que ha-
cemos en el nombre de Cristo.
Estamos trabajando para ofrecer un ambiente positi-
vo y seguro, en el que los miembros se apoyan, se
fortalecen, se sienten estimulados y animados entre
sí en la fe y en la obra para el reino.
Nos esforzamos por conocer y hacer la voluntad de
Dios. Estudiamos su Palabra para mejorar continua-
mente nuestra manera de entenderla, y para actuar
de acuerdo a esta.
Agradecemos la oportunidad de compartir la verdad
de Dios con todos aquellos que quieren sinceramen-
te conocer, adorar y obedecer a Jesucristo. Conta-
mos con ministros ordenados y congregaciones loca-
les alrededor del mundo que están a su disposición.
Estos artículos le darán más información acerca de
nuestra iglesia. Y si desea más información sobre el
arrepentimiento, el bautismo, el estilo de vida cris-
tiano y la obra de la iglesia, o si desea visitar alguna
de nuestras congregaciones, no vacile en ponerse en
contacto con nosotros.
Lo invitamos a participar en la misma aventura transformadora de vida que Jesucristo
ofreció a sus primeros discípulos.
Hace aproximadamente 2000 años, un hombre de
Galilea proclamó la necesidad de hacer cambios
dramáticos en el orden establecido. Abogaba por el
regreso a algunas de las leyes y mandamientos de
Dios. La gente empezó a seguirle. Sin embargo, no
pasó mucho tiempo antes de que terminara en ma-
nos del poder civil de Roma. Su nombre era Judas, el
Galileo (Hechos 5.37). El mundo lo olvidó de él hace
mucho tiempo.
Poco después de la infortunada carrera de Judas,
hizo su aparición otro hombre de Galilea. También él
atrajo seguidores con un mensaje acerca de un reino
muy diferente del mundo circundante. También él
halló la muerte en manos de los romanos. Su nom-
bre era Jesús de Nazaret, un nombre bien conocido
por el mundo:
“Los nombres de los estadistas antiguos
griegos y romanos vinieron y se fueron. Los
nombres de los científicos del pasado, de fi-
lósofos y teólogos, vinieron y se fueron; pero
el nombre de este hombre abunda más y
más... Herodes no pudo destruirlo, y el sepul-
cro no pudo retenerlo” (Josh McDowell, Evi-
dence That Demands a
Veredict, (‘La evidencia
que exige un veredicto’)
Vol. 1, p. 135).
Existe una razón por la cual el
mundo recuerda a Jesús de
Nazaret y no a Judas de Gali-
lea. La razón es la resurrec-
ción de Jesucristo de los
muertos. El evangelio que
proclamamos —la dramática
reaparición de Jesús, des-
pués de haber sido muerto
públicamente en presencia
de muchos— impulsó a sus
seguidores.
Hechos 1:3 nos dice que Je-
sús “se les presentó dándoles
muchas pruebas convincen-
tes de que estaba vivo”. Entre
estas pruebas, no fue la me-
nor la disposición que tuvieron hombres y mujeres
muy cercanos a Jesús de entregar sus vidas como
testimonio de su victoria sobre la tumba.
Doce personas —cual jurado dispuesto a testificar el
dramático triunfo de Jesús sobre la muerte— se con-
virtieron en el núcleo de la iglesia del Nuevo Testa-
mento. El último sobreviviente entre los testigos ocu-
lares de la resurrección de Jesús escribió de manera
conmovedora acerca de sus experiencias, del inolvi-
dable encuentro entre los seres humanos falibles y
aquel que había triunfado sobre la muerte:
“Lo que ha sido desde el principio, lo que
hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
propios ojos, lo que hemos contemplado, lo
que hemos tocado con las manos, esto les
anunciamos respecto al Verbo que es vida.
Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos
visto y damos testimonio de ella, y les anun-
ciamos a ustedes la vida eterna que estaba
con el Padre y que se nos ha manifestado”
(1 Juan 1:1-2).
El nacimiento, vida, muerte y resurrección de Jesu-
cristo son la sustancia del
verdadero evangelio —el
evangelio que abrazamos y
proclamamos.
LA AVENTURA CRISTIANA
Jesús ofrece gratuitamente
vida eterna a todo aquel que
entre en una relación fiel,
obediente y amorosa con él:
“Y ésta es la vida eterna”,
dijo, “que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien tú has
enviado” (Juan 17:3).
Por su resurrección de los
muertos, Jesucristo dio eter-
na garantía de que él es el
Hijo de Dios y que se puede
confiar en su Palabra. “Y por-
“Esta Es la Vida Eterna” 3
que yo vivo, también ustedes vivirán”, Jesús les dijo
a sus discípulos (Juan 14:19). Ese mismo Jesucristo
quiere asegurarnos hoy que nosotros también po-
demos recibir la vida eterna.
La vida cristiana, disponible para nosotros mediante
Jesucristo, es verdaderamente una aventura. La vida
eterna en Jesucristo y mediante él es la esencia de la
Biblia y el núcleo de su mensaje.
En pocas palabras, Jesús declaró la voluntad de Dios
para nosotros. Dijo: “El ladrón no viene más que a
robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan
vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Leon
Morris arroja más luz sobre este punto vital:
La vida es uno de los conceptos característi-
cos de Juan. Usa el término 36 veces, en tan-
to que cualquier otro escrito del Nuevo Tes-
tamento no lo tiene más de
17 veces… Así, en este solo
escrito está más de la cuar-
ta parte de todas las refe-
rencias a la vida en el Nue-
vo Testamento. ‘Vida’ en
Juan típicamente se refiere
a la vida eterna… el don de
Dios mediante su Hijo… Es
solamente porque hay vida
en el Logos (vea Juan 1:1-
18) que hay vida en la tie-
rra (The Gospel According
to John, ‘El evangelio Se-
gún Juan’, en El Nuevo
Comentario Internacional
sobre el Nuevo Testamen-
to, en inglés; p. 82-83).
Esta buena nueva gloriosa es el eje de la Escritura:
Dios se propone que los humanos tengan vida con
una riqueza y plenitud tales que, básicamente, está
más allá de la comprensión humana.
“Yo soy… el que vive,” dijo Jesús glorificado a Juan
en una visión: “Estuve muerto, pero ahora vivo por
los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muer-
te y del infierno” (Apocalipsis 1:18). Jesucristo, alre-
dedor de quien giran las Escrituras, es también el
centro del plan de salvación de Dios. William Barclay
escribió:
Ser un seguidor de Jesús es conocer quién es
y qué significa, es tener sobreabundancia de
vida… Cuando caminamos con Jesús, viene
una nueva vitalidad, vida sobreabundante.
Sólo cuando vivimos con Jesucristo, la vida
se vuelve realmente digna de vivirse y co-
menzamos a vivir en el verdadero sentido de
la palabra” (The Gospel of John, ‘El Evangelio
de Juan’, Vol. 2, de la Serie de Estudios Bíbli-
cos Diarios, Ed. Rev., pág. 60).
Juan también hace hincapié en el papel de Jesús
cuando recibimos la vida eterna: “Si alguien recono-
ce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en
él, y él en Dios” (1 Juan 4:15). También: “Y el testi-
monio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y
esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”
(1 Juan 5:11-12).
Esta verdad es reforzada por el llamado ‘versículo de
oro’: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su
Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se
pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). La
palabra eterna en Juan 3:16
señala hacia la única meta de
veras noble en la vida: la espe-
ranza de vivir eternamente con
Dios como uno de sus hijos,
gozando con él en una nueva
vida hecha posible a través de
Cristo.
La comunión de la humanidad
y su Creador, destrozada en el
Edén por el pecado, esta sien-
do restaurada a través de la
expiación y el sacrificio de Cris-
to Jesús. La finalización de esta
reconciliación está anunciada
en Apocalipsis 21 y 22, el glo-
rioso apogeo de la promesa de
vida del Nuevo testamento: “El Espíritu y la novia
dicen: ‘¡Ven!’; y el que escuche diga: ‘¡Ven!’ El que
tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamen-
te del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17).
¡SEA USTED BIENVENIDO!
El sentido de renovación y vitalidad resultante de
aceptar a Jesucristo como Salvador personal, y de
vivir con él cada día, es algo que para apreciarse a
plenitud tiene que ser vivido. La vida en Jesucristo
está en el núcleo de todo nuestro conocimiento, en-
señanzas y práctica. Otros artículos en esta serie le
dirán más acerca de nuestra denominación, su histo-
ria, misión y actividades actuales. Lo invitamos a que
comparta con nosotros la misma aventura de una
vida transformada que Jesús ofreció a sus primeros
discípulos.
He aquí por qué cada cristiano necesita la iglesia —y por qué la iglesia necesita de
cada cristiano.
¿Qué le viene a la mente cuando escucha la palabra
iglesia? Mucha gente piensa en un edificio. La es-
tructura puede ser sencilla, o adornada. Puede que
tenga vitrales, altísimas agujas o un órgano. Muchos
se imaginan la iglesia como el edificio al que van los
feligreses.
La Biblia, sin embargo, apli-
ca la palabra iglesia no al
edificio en sí, sino más bien
a los mismos adoradores. La
palabra castellana iglesia
proviene de la griega ekkle-
sia, que significa ‘aquellos
llamados a congregarse’. Se
refiere a los cristianos. Ellos
son la iglesia; son los llama-
dos a congregarse por Dios.
No importa si se reúnen o
no en un edificio para tener
un servicio de adoración,
ellos son la iglesia las 24
horas del día, los siete días
de cada semana de todas
sus vidas cristianas.
‘AQUELLOS LLAMADOS A
CONGREGARSE’
Es elocuente el hecho de
que ekklesia se refiera a los
creyentes ‘llamados a con-
gregarse’. El arrepentimiento, el perdón concedido
mediante el sacrificio de Jesucristo y la recepción del
don de la vida eterna es sólo el principio del llama-
miento cristiano. La conversión —un renacimiento
espiritual— transforma a una persona en un hijo de
Dios. Coloca a la persona dentro de la familia de Dios
junto con muchos hermanos y hermanas que tam-
bién nacieron de nuevo.
El apóstol Pablo escribió: “Ustedes ya no son extra-
ños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos
y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Por
medio de la conversión, la persona se convierte en
miembro de la comunidad de creyentes —una comu-
nidad conocida como la iglesia.
Si bien cada cristiano individualmente es responsa-
ble de ocuparse de su propia salvación (Filipenses
2.12), el cristianismo no es un estilo de vida inde-
pendiente. Algunos cristianos están aislados geográ-
ficamente. Pero espiritualmente hablando, todos los
cristianos son llamados a reunirse, a juntarse. El
mismo Espíritu —el Espíritu
Santo— está en cada uno de
ellos, para unirlos como uno
solo.
Aunque la iglesia no es una
estructura física, Pablo se
refirió a ella como un edifi-
cio espiritual —un templo.
Los cristianos individuales
son las diversas partes y los
componentes de esta es-
tructura, “edificados sobre
el fundamento de los após-
toles y los profetas, siendo
Cristo Jesús mismo la piedra
angular. En él todo el edifi-
cio, bien armado, se va le-
vantando para llegar a ser
un templo santo en el Se-
ñor. En él también ustedes
son edificados juntamente
para ser morada de Dios por
su Espíritu” (Efesios 2:20-
22).
MIEMBROS DE UN CUERPO
Usando otra analogía, Pablo comparó la iglesia con
un cuerpo humano (Efesios 1:22-23). Un cuerpo sa-
ludable funciona como una unidad. La cabeza decide
adónde ir, y el resto del cuerpo responde armónica-
mente yendo en esa dirección. Si la cabeza decide
que hay necesidad de sentarse al escritorio y escribir
una carta, el resto del cuerpo coopera en el esfuerzo.
De tal modo que un pie no decide que sería preferi-
ble tomar un paseo, mientras que uno de los brazos
quiere jugar al tenis.
Cualquier actividad que el cuerpo realice implica un
esfuerzo de grupo por parte de cada uno de sus
miembros. Pablo escribió:
Aquellos Llamados a Congregarse
5
“De hecho, aunque el cuerpo es uno
solo, tiene muchos miembros, y todos
los miembros, no obstante ser muchos,
forman un solo cuerpo. Así sucede con
Cristo. Todos fuimos bautizados por un
solo Espíritu para constituir un solo
cuerpo —ya seamos judíos o gentiles,
esclavos o libres—, y a todos se nos dio
a beber de un mismo Espíritu. Ahora
bien, el cuerpo no consta de un solo
miembro sino de muchos… Ahora bien,
ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada
uno es miembro de ese cuerpo”
(1 Corintios 12:12-14, 27).
CONGREGARNOS
Como un organismo espiritual, la iglesia es
el cuerpo de Cristo. Debe hacer lo que él haría si
estuviera en persona, como hizo hace alrededor de
2000 años cuando estuvo aquí. Él predicó el evange-
lio —la buena nueva— de salvación (Lucas 4.18-19), y
“anduvo haciendo el bien” (Hechos 10:38).
Poco después de su resurrección, Jesús comisionó a
su cuerpo, la iglesia. La comisión es “vayan y hagan
discípulos de todas las naciones” (Mateo 28:19).
Este es un esfuerzo de grupo. El Espíritu Santo moti-
va a cada cristiano a que haga su parte para que el
cuerpo como un todo pueda cumplir la instrucción de
Jesús.
Una parte vital del servicio y adoración a Dios consis-
te en participar en las reuniones de adoración. El
libro de Hebreos señala: “No dejemos de congregar-
nos, como acostumbran hacerlo algunos, sino ani-
mémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que
vemos que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).
Los servicios de adoración son oportunidades valio-
sas para que los cristianos se reúnan. Son gozosas
celebraciones de la fe cristiana, y como tales, rinden
importantes beneficios.
Los servicios de adoración son oportunidades para
que la comunidad de creyentes adore al gran Dios
Creador y a su Hijo Jesucristo. También ofrecen a los
cristianos la ocasión para ejercitar el compañerismo
y animarse unos a otros. Durante los servicios, los
cristianos unen sus voces en alabanza a Dios y can-
tan, entonando los hechos de Dios pasados, presen-
tes y futuros en sus vidas. Oran juntos, dan gracias y
dejan conocer sus peticiones. Reciben igualmente
instrucción espiritual útil basada en la Palabra de
Dios, mediante sermones y estudios bíblicos.
Jesús tomó las medidas para proveer a su iglesia un
ministerio organizado, que incluyera pastores y
maestros, “a fin de capacitar al pueblo de Dios para
la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.
De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe
y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humani-
dad perfecta que se conforme a la plena estatura de
Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las
olas y llevados de aquí para allá
por todo viento de enseñanza y
por la astucia y los artificios de
quienes emplean artimañas
engañosas. Más bien, al vivir la
verdad con amor, creceremos
hasta ser en todo como aquel
que es la cabeza, es decir, Cris-
to. Por su acción todo el cuerpo
crece y se edifica en amor, sos-
tenido y ajustado por todos los
ligamentos, según la actividad
propia de cada miembro” (Efe-
sios 4:12-16).
6 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo
Jesús hizo hincapié en la responsabilidad del minis-
terio del pastor hacia los demás miembros. Comparó
a los creyentes con ovejas y a los ministros ordena-
dos con pastores. La palabra pastor significa hombre
que cuida el rebaño. “Apacienta mis corderos”, le
dijo Jesús a Pedro (Juan 21:15). “Cuida de mis ove-
jas”, le volvió a decir (v. 16) y, “apacienta mis ovejas”
(v. 17).
Los pastores sirven al pueblo de Dios cuando ense-
ñan, predican, aconsejan y dan ejemplo de servicio
cristiano. Cuidan de cada persona que Dios ha lla-
mado, tomando con seriedad la advertencia de Pa-
blo: “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el reba-
ño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como
obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él ad-
quirió con su propia sangre” (Hechos 20:28).
LA FAMILIA DE CREYENTES
Pero no es simplemente la
cuestión del beneficio que
recibe un cristiano cuando se
reúne con otros cristianos en
adoración y compañerismo.
Otros cristianos necesitan de
usted: necesitan sus oracio-
nes, por ejemplo.
Cada cristiano tiene la respon-
sabilidad de orar por los de-
más. Santiago dirigió esta
advertencia a los miembros de
la iglesia: “Oren unos por
otros” (Santiago 5:16). ¿Cómo
es posible orar por otros cris-
tianos si no es familiarizándo-
se con ellos por medio del contacto y compañeris-
mo? Pablo declaró:
“Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y
así cumplirán la ley de Cristo… No nos can-
semos de hacer el bien, porque a su debido
tiempo cosecharemos si no nos damos por
vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos
la oportunidad, hagamos bien a todos, y en
especial a los de la familia de la fe” (Gálatas
6:2, 9-10).
Vemos, pues, que los cristianos son miembros de
una familia muy unida, que tienen responsabilidades
unos con otros. Pablo escribió a los cristianos de su
tiempo: “Anímense y edifíquense unos a otros, tal
como lo vienen haciendo” (1 Tesalonicenses 5:11).
Todos los cristianos tienen la categoría de hijos en la
familia de Dios. Cuando se congregan, comparten
experiencias. Aprenden juntos. Crecen juntos. Adoran
a Dios juntos. Son la iglesia de Dios.
La necesidad de evangelizar y hacer discípulos es el llamado y el reto para cada
cristiano.
Como discípulos de Jesucristo, apreciamos profun-
damente las riquezas de la gracia de Dios. Hemos
recibido su amor, y ese mismo amor nos motiva a
compartir el evangelio con otros. Queremos que los
demás también tengan la oportunidad de disfrutar la
misma relación que tenemos con Jesucristo. No po-
demos mantener como secreto este precioso enten-
dimiento.
Jesús nos invita a todos a venir
a él:
“Vengan a mí todos uste-
des que están cansados y
agobiados, y yo les daré
descanso. Carguen con mi
yugo y aprendan de mí,
pues yo soy apacible y hu-
milde de corazón, y encon-
trarán descanso para su
alma. Porque mi yugo es
suave y mi carga es liviana”
(Mateo 11:28-30).
Como aquellos quienes han
aceptado el llamamiento de
Jesús, creyendo en él y com-
prometiendo nuestras vidas a
él, ya hemos respondimos a su
invitación al reino de Dios. Cris-
to nos encomienda ahora hacer extensiva esta mis-
ma invitación a otros.
HACER DISCÍPULOS
Como cristianos, vamos al mundo con las buenas
noticias del evangelio de Jesucristo. Compartimos las
buenas noticias de salvación, la reconciliación y el
perdón. Proclamamos a todos aquellos sin esperan-
za en un mundo deshecho y pecaminoso, las rique-
zas de la gracia de Dios. Al hacerlo así, es necesario
tener ciertas prioridades en mente.
El primer requisito para cualquiera que desee com-
partir el evangelio y hacer discípulos es que él mismo
sea un discípulo. Aquellos que proclaman el amor de
Cristo deben creer en él, aceptarlo y seguirlo como
discípulos. Debemos primero experimentar la gracia
salvadora de Jesucristo antes de que podamos com-
partirla con otros. Únicamente los discípulos pueden
hacer discípulos. Jesús nos llama a aceptar nuestra
cruz y seguirle (Lucas 14:27). Acerca de este pasaje,
William Barclay comenta:
Es posible ser un seguidor de Jesucristo sin
ser su discípulo, sin ser un soldado del reino;
es posible ser un parásito en una gran obra
sin comprometerse a arras-
trar su propio peso. Alguien
le hablaba a un erudito
acerca de un joven: “Fu-
lano me dijo que él había
sido uno de sus estudian-
tes”. El profesor respondió
de manera tajante: “Puede
que él haya asistido a al-
gunas de mis conferencias,
pero no era uno de mis
estudiantes”. Uno de los
grandes perjuicios que
soporta la iglesia es que
hay muchos seguidores a
distancia pero muy pocos
verdaderos discípulos (The
Gospel of Luke, The Daily
Study Bible Series; ‘El
Evangelio de Lucas’, Series
de Estudio Bíblico Diario,
ed. rev., p. 196).
ENSEÑAR LO QUE CRISTO ENSEÑÓ
El segundo requisito necesario para hacer discípulos
es estar seguros de que conocemos, entendemos y
creemos el mensaje. La gran comisión no meramen-
te nos dice que salgamos a hacer discípulos. Se nos
manda hacer discípulos y enseñarles aquellas cosas
que Jesús ordenó y enseñó.
El mundo está lleno de personas discípulas de al-
guien más, o que hacen discípulos para sí mismos.
Esa no es la comisión de los cristianos. Hacemos
discípulos para Jesucristo. Nuestro llamado es a
atraer gente para él. Aquellos que hacen discípulos
necesitan recordar que deben proclamar a Cristo
crucificado. Los cristianos son agentes de salvación,
8 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo
delegados por Cristo para el propósito de hacer dis-
cípulos a todas las naciones.
La tercera prioridad e instrucción en cuanto a la pro-
clamación del evangelio de Jesucristo es la necesi-
dad de ser fieles. Como embajadores de Cristo, so-
mos llamados a serle fieles. Pablo comparte este
sentir: “¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación
humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar
a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería
siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). Quienes comparten
el evangelio de Jesucristo necesitan valor y convic-
ción. Necesitan hacer el compromiso de ser fieles y
proclamar únicamente el verdadero evangelio.
CUMPLIR LA MISIÓN
¿De qué manera podemos los cristianos individual-
mente cumplir la gran comisión? El primer paso es
entender que no es suficiente ser un miembro de la
iglesia y esperar que sea su cuerpo directivo el que
asuma la responsabilidad de evangelizar.
El llamado a evangelizar impone una exigencia per-
manente sobre la iglesia local organizada. La iglesia
debe examinarse a sí misma para revisar la manera
como está cumpliendo las metas y objetivos de la
gran comisión. Del mismo modo, los miembros indi-
viduales del cuerpo de Cristo deben examinarse a sí
mismos para ver la manera como están llevando
adelante el encargo de Jesús.
Los creyentes observan su entorno en busca de
oportunidades para evangelizar. Los campos ya es-
tán blancos para la siega, y motivan a los discípulos
de Cristo a entrar en acción. Algunos de los campos
que están necesitados del evangelio de Jesucristo
son nuestras familias, lugares de trabajo, vecindarios
y círculos de amistades.
Aun la misma iglesia es un buen lugar para compartir
el evangelio de Cristo Jesús. Ser miembro o asistente
no implica necesariamente que la persona ya sea un
discípulo de Jesús. Los que más necesitan ser minis-
trados y ayudados suelen ser aquellos que, según
suponen los demás, no necesitan ayuda. A veces
algunos asistentes regulares a la iglesia tienen poco
entendimiento del evangelio, y nunca han hecho el
compromiso de seguir a Cristo.
Con frecuencia nos conmueve la situación de las
desesperadamente pobres regiones del mundo que
necesitan el evangelio de Jesucristo. Si bien estas
oportunidades pueden ser aventuras emocionantes,
no debemos ignorar a aquellos que están cerca de
nosotros y que también necesitan ayuda.
El mundo occidental se convirtió en una aldea global.
Continúan existiendo regiones del mundo que son
decididamente no cristianas, y que necesitan deses-
peradamente del evangelio de Cristo. La economía
global, la superautopista de la información de los
medios y la tecnología, junto con las migraciones
masivas, todos contribuyen al pluralismo cultural
existente en muchos de nuestros países occidenta-
les. Los cristianos son minoría en una gran parte del
mundo occidental.
El reto de evangelizar a todas las naciones no impli-
ca necesariamente viajar a lejanas regiones. Las
oportunidades de compartir el evangelio están a
nuestro alcance. Hacer discípulos es un llamado y un
reto para cada cristiano, y es una urgente necesidad
hoy como lo ha sido siempre.
Lo que más valoramos refleja lo que somos como individuos y como una iglesia.
Los miembros de nuestra denominación son diferen-
tes en edad, origen social y cultura. Provenimos de
diferentes partes del mundo. Tenemos miembros en
todos los continentes habitados de la tierra. Somos
ricos, pobres, jóvenes, viejos, hombres, mujeres.
No obstante nuestras diferencias, todos tenemos
algo profundamente personal que nos es común a
todos. En última instancia, eso que compartimos
tiene que ser experimentado para que se entienda
de veras. Una joven mujer
quien es una miembro en
Inglaterra, escribió lo siguien-
te:
Un ejemplo se destaca en
mi mente. Hace dos años
visité la isla de Sri Lanka.
El ambiente no podía dife-
renciarse más de aquel
donde me crié, en Inglate-
rra. Los recuerdos de mi
niñez se desenvuelven en
medio de colinas y árbo-
les, días grises de in-
vierno y suaves primave-
ras. En Sri Lanka, había
lagunas y cocodrilos, pal-
meras, templos y planta-
ciones de té. El sol alum-
braba todo el día y la llu-
via era un torrente desbocado. Social y cultu-
ralmente, era otro mundo.
A pesar de todas las diferencias, yo me sen-
taba a conversar con una mujer mayor —una
miembro de la iglesia quien vivía con su hijo
minusválido en la ciudad capital de Colombo.
Hablábamos estupendamente, no sobre lo di-
ferentes que éramos sino sobre lo que te-
níamos en común. No nos movía la curiosi-
dad de comparar culturas. En cambio, po-
díamos mirar las experiencias de la vida des-
de una perspectiva parecida.
UNA PERSPECTIVA COMPARTIDA
La experiencia de esta joven miembro no es inusual.
Muchas personas comentan acerca de esta perspec-
tiva compartida sobre las cosas que más nos con-
ciernen. Los valores cristianos no dependen de la
edad, el tiempo o el lugar, pues los cristianos no
permiten que estas barreras sean un obstáculo —
ellos tienen que ver con el espíritu.
Se ha dicho que los hermanos y hermanas no siem-
pre nacen bajo el mismo techo, dando a entender
que aquellos que componen una verdadera familia
no siempre tienen los mismos padres. Nuestro apre-
cio mutuo es de otro modo —
es asunto del espíritu, lo que
valoramos más. Hay amigos
que pueden estar más cerca-
nos a nosotros que nuestros
hermanos y hermanas físicos
pueden estar.
VALORAMOS NUESTRO
LLAMAMIENTO
Cualquiera que sea nuestra
edad, origen o posición en la
vida, el don más precioso que
cada uno tiene es la relación
con Dios. Basamos nuestras
vidas en nuestro vínculo con
él. Valoramos la Biblia, por
ejemplo, porque creemos que
a través de estos escritos
inspirados, Dios nos muestra
quién es él. No quiere decir que podamos entenderlo
completamente, sino que aprendemos a medida que
avanzamos. Aquí y allá podemos entrever a un Dios
más grande de lo que alguna vez podamos imaginar,
que ya no podemos volver a ver al mundo del mismo
modo.
A medida que aprendemos acerca de Dios, apren-
demos a valorar sus cualidades en nuestras vidas.
Valoramos la compasión, porque vemos la compa-
sión de Dios para nosotros. Valoramos el perdón,
porque hemos sido perdonados. Valoramos la justi-
cia, porque sabemos que, en el largo plazo, Dios es
justo. Valoramos la paz, la variedad, la verdad y la
libertad.
Cuando estas verdades se hacen más y más parte
de nosotros, empiezan a definir quienes somos. La
10 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo
naturaleza de Cristo está formándose en nosotros
(Gálatas 2:20; 4:19). Cuando mostramos amor unos
por otros, el amor de Dios se perfecciona en noso-
tros (1 Juan 4:12).
VALORAMOS EL SACRIFICIO DE JESUCRISTO
Dios envió a Jesús a la tierra a vivir, sufrir y morir en
lugar nuestro. Jesús, siendo completamente Dios y
completamente humano al mismo tiempo, estuvo
gustoso de morir por nosotros. Juan 3:16 nos dice
que lo hizo así para que pudiésemos tener vida eter-
na. La sangre derramada de Cristo cubre nuestros
pecados y nos permite tener acceso al Padre. La
gracia se nos da solamente mediante el sacrificio de
Cristo.
El sacrificio hecho en nuestro favor es un valor que la
iglesia toma muy en serio y del que se siente agrade-
cida. Conmemoramos el sacrificio de Cristo al obser-
var la Cena del Señor, y cuando permitimos que Dios
nos cambie para que seamos más como su Hijo. Con
este sacrificio, Dios demostró su amor insondable.
NOS VALORAMOS UNOS A OTROS
Dios creó y escogió a cada uno de sus hijos. Envió a
su Hijo para que pudiésemos vivir. Esto nos da la
razón más poderosa para valorarnos unos a otros. Y
porque Dios ama a cada uno lo suficiente para dar-
nos vida y redimir esa vida para un propósito maravi-
lloso, valoramos a todos los seres humanos.
VALORAMOS NUESTRO FUTURO
Por último pero no menos importante, valoramos el
futuro. No solamente el nuestro, pues no somos un
club exclusivo. Dios ama a toda la gente que creó.
Ansiamos el tiempo en que el conocimiento de Dios
llenará toda la tierra como las aguas cubren el mar
(Habacuc 2:14).
Nos aferramos a esta esperanza cuando vemos alre-
dedor de nosotros tanto sufrimiento. Sabemos que
Dios puede estar, y de hecho está con nosotros
cuando sufrimos. Pero también sabemos que el su-
frimiento no es un estado permanente. Vendrá el
tiempo cuando las lágrimas y la congoja desaparece-
rán de nuestro maltratado planeta. Ni siquiera la
muerte es el final de la historia.
Esta es una visión que ningún partido político puede
prometer, y que ninguna organización humana pue-
de nunca cumplir. Muchas personas han dado sus
vidas por causas mucho menos gloriosas que esta
que Dios ha prometido a su pueblo.
Así pues, nuestros valores —los que realmente nos
importan— están basados en nuestra fe en Jesucris-
to. Dios dio a su Hijo para que pudiésemos tener
gracia. Nos dio la Biblia para que pudiésemos enten-
der la verdad acerca de su Hijo. Y envió su Espíritu
Santo para que pudiésemos ser santificados.
Somos gente común y corriente. Si usted está bus-
cando gente perfecta, con seguridad no la encontra-
rá en nuestra iglesia. Cometemos errores. A veces
somos débiles y necios. Pero se nos ha dado el más
grande don imaginable, y nuestras vidas han cam-
biado para siempre.
La creencia en Jesucristo llama a la acción.
Creemos en un Dios, aquel que se reveló a sí mismo
como Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Creemos en un
Dios que se dio a conocer a sí mismo por medio de
las páginas de la Santa Biblia y de la creación mis-
ma. Él es quien nos creó, nos ama y nos salvó me-
diante Jesucristo.
La Biblia nos relata que en el principio los seres hu-
manos creados por Dios ejercieron su derecho a
escoger. Y que ellos recha-
zaron el protagonismo de
Dios —su autoridad y amor—
en sus vidas. Este relato,
llamado ‘la caída del hom-
bre’, se encuentra en Géne-
sis 3.
El resultado fue enorme:
ruptura de la relación entre
la humanidad y Dios. Los
humanos nos apartamos de
su guía e inspiración. Nos
convertimos en enemigos al
resistir a nuestro Creador.
Nuestra separación de Dios
se reflejó en el complicado
sistema de sacrificios, leyes
y culto que se le dio al pue-
blo de Dios del antiguo pac-
to, la nación de Israel.
En el diseño del tabernáculo
y el templo, y en los sacrificios y rituales, a los israeli-
tas se les recordaba el abismo existente entre Dios y
la humanidad. Al Lugar Santísimo del tabernáculo,
símbolo de la presencia de Dios en la tierra, se en-
traba solamente una vez al año, y sólo podía hacerlo
el sumo sacerdote, después de lavatorios y sacrifi-
cios especiales.
¡Qué contraste con el Nuevo Testamento! Esta parte
de la Biblia insiste no solamente en el hecho de la
vida, muerte y resurrección de Jesús, sino en la razón
de su obra. Nosotros somos esa razón. El amor de
Dios por nosotros es la razón de que tomara la inicia-
tiva para reconciliarnos con él (Juan 3:16). Somos
reconciliados —por medio de Jesucristo, personas
anteriormente hostiles a Dios se convierten en sus
hijos, sus adoradores y amigos.
Esa obra de reconciliación nos da la posibilidad, aun
ahora, de vivir en la presencia de Dios, y él con noso-
tros. Y la promesa se extiende hasta el futuro eterno
como hijos glorificados de nuestro Padre celestial.
Ya no es necesario seguir separados de Dios. Tam-
poco es necesario que nos acerquemos a él a través
de esmerados sacrificios y rituales físicos. La rela-
ción de amor que los humanos hemos diseñado para
tener con Dios, es restaura-
da por medio del sacrificio y
la vida de Jesucristo, el Hijo
de Dios. Esa es la relación
que él nos está llamando a
compartir.
ESTO ES LO QUE CREEMOS
Creer en Jesucristo exige
acción —exige una respues-
ta. Dios está llamando a
seres humanos a su reino.
Está llamando gente para
que crean en él y respondan
a lo que él dice. Del modo
que él nos amó, por amor a
Cristo estamos obligados a
amar a los demás. Cierta-
mente, la señal del discipu-
lado que Jesús dio poco
antes de su muerte fue que
“se amen los unos a los
otros” (Juan 13:34-35).
Este amor por otros es el resultado de nuestra doci-
lidad ante la obra del Espíritu Santo en nuestras vi-
das; es un reflejo de nuestra oración de que se haga
su voluntad en la tierra. Le permitimos que nos cam-
bie para que seamos más como él. Cuando acepta-
mos el inapreciable don de la salvación, nos conver-
timos en discípulos de Jesucristo y aceptamos some-
ternos a la voluntad de Dios, sin insistir en seguir
haciendo la nuestra.
¿Nos hace eso perfectos? No. La realidad de nuestro
llamamiento cristiano es que renacemos espiritual-
mente, y Dios nos manda vivir en este mundo. Toda-
vía tenemos que batallar con las tensiones y tenta-
12 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo
ciones de la vida física, pero lo hacemos con una
nueva fuente de apoyo, orientación y fuerza.
Dios no cambia nuestras circunstancias; nos cambia
a nosotros. Eso nos da la fuerza para vivir como cris-
tianos, cualesquiera sean las circunstancias que
enfrentemos. Ciertamente, algunos de los más inspi-
radores ejemplos de vida cristiana provienen de per-
sonas que viven en situaciones de privación, limitati-
vas y opresivas. Ellos viven la realidad de la vida
nueva ahora, y la esperanza segura del retorno de
nuestro Salvador.
Jesús dijo que la obra de Dios era que creyésemos
“en aquel a quien él envió” (Juan 6:29). Cuando
creemos en él, creemos que es Señor y Salvador.
Creemos lo que él dijo. Sometemos nuestras vidas a
él. El discipulado implica arrepentimiento de nuestra
pasada manera de vivir, aceptación del don de la
vida eterna, rendición a la influencia del Espíritu San-
to y vivir para la gloria de Dios.
Eso es lo que Dios quiere de nosotros Eso es lo que
nos ofrece. Este es el mensaje del evangelio: Nues-
tros pecados son perdonados, y vivimos en la gracia
de Dios. Esto es la buena nueva. Esto es la salvación.
La vida centrada en Cristo, basada en la Biblia, es nuestro legado y nuestro futuro.
Seguimos adelante, motivados por nuestro supremo llamado de Cristo.
Basamos nuestra fe y estilo de vida en la Biblia. Re-
currimos al Espíritu Santo para que nos dirija y nos
transforme para ser más como Cristo. Así resumimos
nuestro lugar de procedencia, y hacia donde nos
encaminamos espiritualmente.
Aunque nuestras raíces se encuentran entre la gente
del pueblo de Dios del Nuevo Testamento, nuestra
historia más reciente está enraizada en la Norteamé-
rica del siglo XIX. Predicadores de varias denomina-
ciones abogaron
por la restauración
del cristianismo
bíblico.
Las predicciones
acerca de la se-
gunda venida de
Jesucristo estaban
ampliamente di-
fundidas. Algunos
creían que su re-
greso tendría lugar
en 1844. A pesar
de la Gran Desilu-
sión resultante
cuando Jesucristo
no regresó en la
fecha que se esperaba, el interés por la Biblia conti-
nuó siendo grande. Grupos comenzaron a formarse.
Uno de esos grupos estimuló a Herbert W. Armstrong
a empezar sus estudios bíblicos en 1926. Su recién
iniciado celo por la Biblia lo motivó a enseñar a otros
e iniciar un ministerio de evangelización, el cual fi-
nalmente se convertiría en una denominación.
Después de una serie de conferencias bíblicas en
Eugene, Oregon, formó una pequeña congregación.
Con su apoyo financiero, empezó a predicar en una
pequeña estación radial. Su programa produjo inte-
rés y respuestas. Muchos radioescuchas solicitaron
más información, de modo que el señor Armstrong
inició una revista. El apoyo financiero que recibía
permitió que el programa de radio se expandiera y
que más personas recibieran la revista gratis.
En los programas de radio y en las conferencias pú-
blicas, el señor Armstrong desafiaba a su audiencia
para que “sacudiera el polvo de sus Biblias” y la es-
tudiara para ver si “era verdad lo que se les anun-
ciaba” (Hechos 17:11). “No me crean a mí,” decía
con frecuencia, “créanle a la Biblia”.
Como respuesta a la entusiasta predicación del se-
ñor Armstrong, miles de personas empezaron a es-
tudiar la Biblia. Se convencieron de que la Biblia es
la guía autorizada para la vida y la fe. Revela nues-
tras necesidades de salvación y que, mediante Jesu-
cristo, Dios responde a nuestra necesidad. La Biblia
nos conduce a la fe en nuestro Salvador y nos guía a
responderle.
SE ESTABLECEN CONGREGACIONES
Miles de personas empezaron a respaldar el ministe-
rio radial y de publicaciones del Señor Armstrong. Se
arrepintieron y aceptaron a Jesucristo como su Sal-
vador y fueron bautizados. Se formaron congregacio-
nes, y se nombraron pastores para ayudar a estos
nuevos cristianos a consolidarse en la fe. Se reunían
cada semana para adorar, aprender y animarse unos
a otros.
En 1947, se estableció un colegio universitario en
Pasadena, California, con el propósito de entrenar
pastores y a otro personal de la iglesia. Si bien la
Biblia era de primera importancia, los estudiantes
tenían un régimen curricular en artes liberales de
cuatro años, para prepararlos para el mundo polifa-
cético al que eran llamados a servir.
En la década de los años 50, el programa radial con-
tinuó expandiéndose en Norteamérica, después a
Europa, Australia y Latinoamérica. Luego vinieron
bautismos, iglesias y oficinas internacionales. El co-
legio universitario también se expandió, y entrenaba
más personas para el crecimiento de la obra. Se
agregaron más idiomas y oficinas en la década de
los años sesenta.
En la década siguiente, continuó el crecimiento,
aunque a paso más lento, a medida que la iglesia
aprendía importantes lecciones acerca de evitar la
14 Bienvenidos a Nuestro Compañerismo
conjetura profética. Cristo no regresó cuando se le
esperaba, pero condujo a la iglesia a una compren-
sión más profunda de la Biblia.
SEGUIR PRIMERO A CRISTO
Nuestros errores con la profecía nos motivaron a
concentrarnos en Cristo y la Biblia, en vez de concen-
trarnos en personalidades humanas o doctrinas que
en realidad no están en la Biblia. Seguimos primero
a Cristo, y a nuestros líderes humanos en tanto estos
sigan a Cristo (1 Corintios 11:1).
Aunque nuestra historia reciente tiene importancia
para nosotros, somos una iglesia que mira hacia
adelante. No asumimos haber alcanzado la perfec-
ción y, a la manera de Pablo, no nos gloriamos en
nuestro pasado, sin importar lo honroso que haya
sido. Mas bien, avanzamos hacia nuestro llamamien-
to superior en Jesucristo (Filipenses 3:12-14). No
queremos que nuestras tradiciones nublen el enten-
dimiento adicional que Dios quiera darnos.
Jesucristo es la Cabeza de la iglesia (Colosenses
1:18), y continúa dirigiéndonos por medio de la Biblia
(2 Timoteo 3:16-17) y el Espíritu Santo (Juan 16:13).
El Sr. Armstrong murió en 1986, y el liderazgo de la
iglesia pasó a Joseph W. Tkach, quien era el asisten-
te ejecutivo del señor Armstrong. Bajo el liderazgo
del señor Tkach, la iglesia aprendió mucho más de la
Biblia. Lamentablemente, muchos miembros no
aceptaron estas enseñanzas bíblicas y muchos de
ellos dejaron la iglesia. Al morir el señor Tkach en
1995, el liderazgo pasó a su hijo, Joseph Tkach,
quien continuó dirigiendo a los miembros hacia la
Biblia, a Jesucristo, y a la obra del Espíritu Santo en
nuestras vidas.
El más grande legado del señor Armstrong es su
compromiso de vivir por cada palabra de Dios —
creerle a la Biblia y obedecer sus enseñanzas fiel-
mente. Retenemos diligentemente ese compromiso.
La Biblia es para nosotros la autoridad final en mate-
ria de fe y doctrina.
LAS METAS DE LA IGLESIA
Al ser dirigida por Cristo, la iglesia mantiene el legado
del cristianismo basado en la Biblia. Trabajamos
conformándonos a la enseñanza bíblica. La Biblia
continúa desafiándonos a sujetar todo pensamiento
a Cristo (2 Corintios 10:5). Él es nuestro Señor y Sal-
vador.
La iglesia tiene metas propias y para sus miembros.
Nuestra meta colectiva es predicar el evangelio de
Jesucristo, hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles
el camino de vida cristiano (Mateo 28:19-20).
“Ésta es la obra de Dios,” dijo Jesús, “que crean en
aquel a quien él envió” (Juan 6:29). Por esa razón, la
obra de la iglesia de Dios es traer personas a Cristo,
a que crean en nuestro Salvador.
Como un Cuerpo colectivo, la iglesia predica el evan-
gelio y anima a las personas a convertirse en discípu-
los de Jesucristo. Acogemos a otros que vienen a
adorar y aprender con nosotros. Proveemos congre-
gaciones y pastores y ministros que ayudan al creci-
miento personal y estimulan las obras de servicio.
Joseph Tkach estableció la pauta y la dirección que
tendrá la iglesia en el siglo 21:
Un cristiano es alguien como Cristo. Mi direc-
triz básica para la iglesia es que esta ejempli-
fique las cualidades y el amor de Cristo. Quie-
ro que cada uno de los miembros de la igle-
sia sea sincero, servicial, humilde, que sea
una persona amorosa cuya luz personal ilu-
mine y traiga gloria para Cristo y a la iglesia.
Veo una iglesia que está a la altura de su
llamamiento. Veo una iglesia que vive dentro
de sus posibilidades y se comunica con efi-
cacia para cambiar las vidas de las personas.
También veo congregaciones locales que es-
tá participando activamente en la predica-
ción del evangelio, y no son simples clubes
sociales.
De Dónde Venimos; Hacia Dónde Vamos
15
Veo una iglesia llena de per-
sonas celosas, convertidas,
cariñosas que de veras viven
la vida de Cristo, que viven el
evangelio, que aman a su pró-
jimo y lo demuestran.
“De este modo todos sabrán que
son mis discípulos, si se aman los
unos a los otros”, dijo Jesús, en
Juan 13:35.
Para saber más acerca de nues-
tra historia, vea el artículo ‘Breve
Historia de la Comunión de Gracia
Internacional’ (A Brief History of
the Grace Communion International).
¡Es una experiencia cálida, que cambia la vida!
Lo recuerdo como si hubiese sido ayer —mi
primera visita a esta iglesia. Debo admitir que
sentía un poco de aprensión. Algunas pregun-
tas pasaban por mi mente: ¿Cómo será? ¿Seré
aceptada? ¿Me sentiré cómoda?
Pues bien, déjeme decirle, me hicieron sentir
como en casa, como si estuviera entre familia.
Había gente de diver-
sas edades, distintos
orígenes y culturas. “Ya
no hay judío ni griego,
esclavo ni libre, hombre
ni mujer, sino que todos
ustedes son uno solo
en Cristo Jesús” (Gála-
tas 3:28).
Aunque han pasado
muchos años desde mi
primer contacto, nunca
olvidaré a las personas
que me hicieron sentir
como en casa. Había
una dama de edad que
fue como una abuela
para mí. Siempre tenía
tiempo para escuchar-
me, lo cual me animó en gran manera.
Había también una joven que dejó lo que es-
taba haciendo para entablar amistad conmigo.
Se convirtió en mi amiga y consejera. ¡Qué
bueno fue tener una igual que me apoyara
mientras aprendía a aplicar los caminos de
Dios! La iglesia proporcionó un ambiente cáli-
do y nutritivo en el cual Dios pudo ayudarme a
madurar en Jesucristo.
Y además estaba el pastor. Tenía un corazón
cálido y dedicado para la gente. Le pedí que
me visitara para hacerle algunas preguntas.
Pudo ayudarme a relacionar y entender la Pa-
labra de Dios más claramente. Me sentí de ve-
ras inspirada después de la visita. Pocos me-
ses después me bautizó en Jesucristo. Fue una
ocasión que nunca olvidaré mientras viva.
(Carta de una miembro de Georgia)
EQUIPANDO A LOS SANTOS
Es función del ministerio “capacitar al pueblo de Dios
para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de
Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad
de la fe y del conocimiento
del Hijo de Dios, a una huma-
nidad perfecta que se con-
forme a la plena estatura de
Cristo” (Efesios 4:12-13).
Procuramos cumplir con esto
mediante varios servicios de
apoyo. Entre los más impor-
tantes están los servicios
religiosos semanales. El énfa-
sis de nuestros servicios está
centrado en el discipulado y
la enseñanza, en un ambien-
te de adoración y alabanza a
Dios.
La alabanza es un medio de
inspirar nuestros corazones y
concentrar nuestras mentes
en Dios. Así que empezamos nuestros servicios ala-
bando a Dios con gozosos cánticos congregaciona-
les. Luego, una o dos personas pueden hablar. El
mensaje principal, por lo general dado por el pastor,
puede tratar acerca de un capítulo de la Biblia, o de
cualquiera entre un amplio rango de temas que in-
cluyen nuestra relación con Dios, la familia y la co-
munidad. En todos nuestros mensajes, Jesucristo es
el centro y el enfoque, por ser él quien nos capacita
para vivir la vida cristiana. Después del sermón can-
tamos un himno final y cerramos el servicio con ora-
ción.
AYUDARSE UNOS A OTROS
Después de la oración, tiene lugar una sección in-
formal de nuestros servicios —el compañerismo.
Nuestros miembros disfrutan pasar tiempo reunidos
La Adoración en la Comunión de Gracia Internacional
17
en amistosa conversación. Dios inspiró la frase
“unos a otros” que se usa muchas veces en la Biblia.
Tenemos responsabilidades “unos con otros”. Dios
quiere que nos relacionemos unos con otros para
animarnos mutuamente en nuestro caminar con él.
Hebreos 10:24-25 nos dice:
“Preocupémonos los unos por los otros, a fin
de estimularnos al amor y a las buenas
obras. No dejemos de congregarnos, como
acostumbran hacerlo algunos, sino animé-
monos unos a otros, y con mayor razón ahora
que vemos que aquel día se acerca.”
SERVICIOS DE APOYO
También mantenemos varios
servicios de apoyo que ayu-
dan a nutrir a las personas.
Para los niños damos clases
que exploran el modo en que
la Biblia y el estilo cristiano
de vivir son importantes para
sus vidas. Les enseñamos
verdades bíblicas con pala-
bras y actividades que les
ayudan a entender el amor
de Dios por ellos.
Muchos miembros también
se reúnen unos con otros en
pequeños grupos en algún
momento durante la sema-
na. Oran juntos, discuten
enseñanzas bíblicas, se ani-
man entre sí, y construyen
lazos de amor y amistad que
los acercan más entre sí.
Algunas iglesias también
tienen grupos para servir las necesidades especiales
y los intereses de las personas solteras y de los an-
cianos. Los seminarios educativos proporcionan ins-
trucción acerca de la vida familiar, éxito en el trabajo
y las relaciones interpersonales.
El propósito de estos programas es equipar mejor a
los cristianos para que alcancen y ayuden a otros
con el amor de Jesucristo. Tenemos que marcar una
diferencia en las vidas de las personas. Somos lla-
mados a ser participantes, no sólo espectadores.
La asistencia a la iglesia y sus programas no son un
fin en sí mismos, sino que son medios de cumplir la
comisión que Cristo le dio a su iglesia:
“Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas
las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ense-
ñándoles a obedecer todo lo que les he man-
dado a ustedes. Y les aseguro que estaré con
ustedes siempre, hasta el fin del mundo”
(Mateo 28:19-20).
Venga y adore a Dios con nosotros. Hallará que es
una reconfortante experiencia.
He aquí por qué todo cristiano necesita la iglesia —y por qué la iglesia necesita de
cada cristiano.
La Comunión de Gracia Internacional refleja en su
nombre estar activa en más de 100 países y territo-
rios, con personas que asisten a los servicios sema-
nales en cientos de congregaciones alrededor del
mundo. Desde Bangladesh hasta la Columbia Britá-
nica, las personas se ponen en contacto con la igle-
sia, reciben ayuda y se transforman a causa de la
influencia privada y pública de la iglesia y sus miem-
bros.
La iglesia asume dos principios básicos en su propó-
sito de compartir las buenas nuevas del reino de
Dios:
Aborda los desafíos y problemas que la hu-
manidad enfrenta hoy, dirigiendo a las per-
sonas hacia la fe en Jesucristo.
Enseña y ayuda a los interesados en conver-
tirse en discípulos de Jesucristo.
La iglesia es un ministerio cuyo compromiso es vivir
por la palabra revelada de Dios, tal como está reve-
lada en la Biblia. La iglesia basa sus doctrinas y en-
señanzas en la fe y práctica del Nuevo Testamento.
Coloca la revelación bíblica por encima de la tradi-
ción y la costumbre.
UN ENFOQUE PRÁCTICO
Durante más de 60 años de ministerio, la literatura y
otros esfuerzos de la iglesia han ayudado a miles de
personas a apreciar cómo la Biblia es relevante en el
mundo de hoy. Aunque la Biblia no siempre es un
libro fácil de entender, es la revelación del Creador
de la información que la humanidad necesita saber.
Por esta razón la iglesia hace tanto hincapié en la
necesidad que tienen los cristianos hoy de estudiar y
familiarizarse con sus contenidos.
La Biblia está llena de principios doctrinales, de sa-
biduría práctica y notables historias de la manera
como Dios trabaja con la humanidad. La Biblia tam-
bién contiene impresionantes relatos que inspiran e
instruyen a los discípulos de Jesucristo. Como médi-
co misionero, Sir Alfred Greenfell dijo una vez: “Teo-
logía es lo que uno comprende, religión es lo que uno
hace”.
Nuestro ministerio se concentra en lo que Jesucristo
hizo por nosotros, y cómo hemos de responderle.
Ayudamos a las personas a que vivan vidas más va-
liosas a medida que siguen a Cristo.
La visión totalizadora de la iglesia acerca de las Es-
crituras nos lleva a concluir que Dios es compasivo,
bueno y justo, y que un día futuro él establecerá un
mundo mejor. Confiamos en que un mundo mejor ha
de venir. Este panorama optimista del futuro inspira
a la iglesia en
sus esfuerzos
por hacer bue-
nas obras.
La iglesia cree
firmemente
que la salva-
ción prometida
por Dios es una
oportunidad
abierta a las
personas de
todas las razas
y culturas.
ÉNFASIS EN LA FAMILIA
También tenemos el compromiso de estimular fuer-
tes lazos familiares. Consideramos la unidad familiar
como un eslabón vital que ayuda a integrar la socie-
dad. Buena parte de nuestros ministerios están de-
dicados a proveer información y material sobre el
matrimonio, la crianza de los hijos y sobre la manera
de mantener a las familias unidas en tiempos de
dificultad. La iglesia enfatiza la necesidad de que sus
miembros dediquen tiempo y energía para mantener
y mejorar las relaciones familiares.
Los miembros de la iglesia vienen de orígenes muy
diversos. Entienden la necesidad de ayudar a sus
comunidades. Algunos sirven en comités en sus loca-
lidades. Otros ayudan reuniendo alimentos, o patro-
cinan actividades deportivas para ayudar a niños
necesitados. Algunos de nuestros adolescentes lim-
pian la basura de las vías públicas. Tratamos de par-
ticipar, pero no defendemos puntos de vista o plata-
formas políticas particulares.
Usted cree en Dios. Dedica tiempo a estudiar la Biblia. Dedica tiempo a orar. Pero le
falta algo —reunirse con personas que piensan del mismo modo.
Lo invitamos a reunirse con nosotros para servicios de adoración. Usted escuchará el evangelio de Jesucristo.
Escuchará música inspiradora y sermones basados en la Biblia, y conocerá a otros cristianos que han asumi-
do seriamente su compromiso con Jesucristo. Así como usted.
Desde su fundación, la iglesia ha suministrado un ambiente
positivo en el cual las personas que desean desarrollar una
relación personal con Dios, mediante Jesucristo, pueden ado-
rar y compartir unidas.
Si usted quiere saber más acerca de nosotros, nuestras
creencias, o dónde están nuestras congregaciones hispanas,
diríjase a las siguientes direcciones:
Argentina: Iglesia de Dios Universal
http://comuniondegracia.org/iglesias/argentina/
Colombia: Iglesia de Dios Universal
http://comuniondegracia.org/iglesias/colombia/
Chile: Iglesia de Dios Universal
Casilla 11, Correo 21, Santiago.
El Salvador: Comunión de la Gracia El Salvador
http://comuniondegracia.org/iglesias/el-salvador/
España: Comunión Internacional de la Gracia
http://comuniondegracia.org/iglesias/espana/
Estados Unidos: Comunión de Gracia Internacional
http://comuniondegracia.org/iglesias/ee-uu/
Guatemala: Iglesia de Dios Universal
Apartado postal 2489, Guatemala.
Honduras: Iglesia de Dios Universal
http://comuniondegracia.org/iglesias/la-democracia-san-
pedro-sula-honduras/
México: Comunión Internacional de la Gracia en México
http://www.comuniongracia.org.mx/
Perú: Comunión Peruana de la Gracia
http://comuniondelagracia.pe
Puerto Rico: Iglesia de Dios Mundial
HC 1 Box 5129
Barranquitas, PR 00794
Él está allí.
Él sabe cómo te sientes.
Él te conoce.
¿No es el momento para que logres conocerlo?
Él cambió el curso de la historia.
Él cambió millones de vidas.
Él murió para cambiar tu vida, también.
Él murió para darte vida eterna.
“Y ésta es la vida eterna:
que te conozcan a ti,
el único Dios verdadero,
y a Jesucristo,
a quien tú has enviado”
Juan 17:3
Viviendo y Compartiendo el Evangelio
Para información respecto a las congregaciones más cercanas,
sírvase consultar en http://comuniondegracia.org/iglesias/