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Comercio justo desde la Soberanía Alimentaria: Herramientas para un análisis crítico Material para la Educación al Desarrollo Xarxa de Consum Solidari Espacio por un Comercio Justo

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Comercio justo desde la Soberanía

Alimentaria: Herramientas para un análisis crítico

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Educación al Desarrollo

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Material para la Educación al Desarrollo

Xarxa de Consum Solidari Espacio por un Comercio Justo

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Alimentaria: Herramientas para un análisis crítico

Material para la

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Xarxa de Consum Solidari Espacio por un Comercio Justo

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Autores del texto y del material didáctico:

Dogliotti, F.; Gascón, J.; Montagut, X. Imágenes:

FOBOMADE; Fundación Terranueva; Xarxa de Consum Solidari; Campaña No Et Mengis El Món Edición:

Espacio por un Comercio Justo; Red de Consumo Solidario – Xarxa de Consum Solidari

Pça. Sant Agustí Vell, 15 – 08003 Barcelona Barcelona, 2010 Esta publicación ha sido realizada con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID). El contenido de esta publicación es responsabilidad exclusiva de sus autores y autoras y de las organizaciones que lo editan, y no refleja necesariamente la opinión de la AECID.

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ÍNDICE

Introducción

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Sección 1. Un análisis del Comercio Justo desde la Soberanía Alimentaria

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Sección 2. Propuestas didácticas

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Bibliografía de referencia

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Introducción

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Con este manual se quiere poner a disposición de docentes y técnicos/as del ámbito del comercio justo las principales propuestas que académicos y movimientos sociales están planteando frente a los problemas generados por el modelo agroalimentario dominante. Más allá de exponer un inventario de estas proposiciones con una breve definición de cada una de ellas, el módulo quiere profundizar en aquellas que más conciernen actualmente al consumo responsable: la Soberanía Alimentaria, paradigma que defiende el modelo de producción y comercialización campesino frente al modelo agroindustrial; y el Comercio Justo, movimiento impulsado por organizaciones sociales que reclama reglas más justas en el comercio internacional. El manual tiene dos partes. La primera es una introducción a la Soberanía Alimentaria y a una visión del Comercio Justo que asume como principio esta paradigma, y tiene como objetivo a dar los elementos básicos a

los y las docentes y técnicos para su trabajo tanto en la educación formal como en la no formal. Dividida en cinco secciones, las tres primeras se centran en el principio de la Soberanía Alimentaria. La primera seccion la define, y expone cómo surgió, con qué objetivos y cuáles son sus principales propuestas. La segunda se centra en las estrategias que han ido surgiendo, tanto en el Sur como en el Norte, para su defensa. La tercera explica cómo y con qué limitaciones ha llegado a ser considerado el paradigma de las políticas agrarias por los gobiernos de algunos países latinoamericanos. La cuarta sección explica qué es el Comercio Justo, su alcance, y algunos de los debates en los que se ve envuelto actualmente resultado de la aceptación o no del paradigma de la Soberanía Alimentaria. Finalmente, la última sección nos introduce en las posibilidades y trabas con que se encuntra la defensa de un consumo responsable en un contexto de crisis como el que padecemos actualmente. La segunda parte recoge diversas

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propuestas didácticas para la aplicación en el aula de los conceptos planteados y temas explicados en la primera. Encontraremos propuestas basadas en el uso de material fílmico (no ficción, y de acceso fácil online), en el análisis de textos, y en juegos visuales. Esta tercera se remite a un material ya publicado previamente por

la plataforma No Te comas el Mundo, en la que participa la Red de Consumo Solidario-Xarxa de Consum Solidari, y que está también en libre acceso online. Son propuestas didácticas de naturaleza diferente (en su complejidad y duración) que debe permitir a los y las docentes su uso a las características del taller que dirige.

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Sección 1

Un análisis del Comercio Justo desde la Soberanía Alimentaria

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Índice de la sección 1. Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado

1.1 De la seguridad alimentaria a la soberanía alimentaria 1.2 ¿Qué reclama la Soberanía Alimentaria?

2. Estrategias a favor de un consumo responsable

2.1 Cambios en los hábitos de consumo y organización entre productores y consumidores

2.2 Modelos comerciales alternativos 3. América Latina: la Soberanía Alimentaria como paradigma político

3.1 La Soberanía Alimentaria en las nuevas constituciones latinoamericanas 3.2 ¿Revolución o reforma?. Limitaciones de los nuevos gobiernos

nacionalistas a la hora de incluir la agenda política campesina e indígena 3.3 Conclusiones

4. Comercio Justo: una visión desde la Soberanía Alimentaria

4.1 Qué es el Comercio Justo 4.2 La Soberanía Alimentaria frente a los productos de “vocación exportadora” 4.3 Debates y controversias en el Comercio Justo 4.4 La importancia de la educación en el consumo

5. Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo responsable

en periodos de crisis 5.1 Sin agricultura no hay futuro 5.2 El derecho a la alimentación, parte del buen vivir 5.3 Enfrentado la crisis ecológica 5.4 Defendiendo el desarrollo local 5.5. Una vida que merezca la pena ser vivida 5.6 Consumir más o consumir de otra manera 5.7 La Soberanía alimentaria un camino que ya ha empezado

Siglas utilizadas

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1. Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado Un grupo de de organizaciones campesinas, mujeres y hombres, procedentes de los cuatro continentes, fundaron La Vía Campesina en 1993 en Mons, Bélgica. En aquel momento, las políticas agrícolas y la agroindustria se estaban globalizando y los campesinos necesitaban desarrollar una visión común y luchar por ella. Las organizaciones campesinas y de medianos productores también querían que se reconociese su voz y participar directamente en las decisiones que afectaban a sus vidas. Actualmente La Vía Campesina es un movimiento social que agrupa campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Defiende la agricultura sostenible a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad. Se opone firmemente a los agronegocios y las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la naturaleza. La Vía Campesina agrupa unas 150 organizaciones locales y nacionales de 70 países de África, Asia, Europa y América. En total, representa a alrededor de 200 millones de campesinos y campesinas. Es un movimiento autónomo, pluralista y multicultural, sin ninguna afiliación partidista, económica o de cualquier otro tipo, pero que asume como principio político la Soberanía Alimentaria. De hecho, este concepto fue creado por La Vía Campesina, y es su principal bandera. La Vía Campesina lanzó la idea de Soberanía Alimentaria en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996. La idea fue creciendo y actualmente forma un movimiento popular global promovido por una gran variedad de sectores sociales

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tales como pobres urbanos, grupos medioambientales, grupos de consumidores, asociaciones de mujeres, pescadores, pastores y otros muchos. Además, cuenta con el reconocimiento de numerosas instituciones y gobiernos. La soberanía alimentaria se define como el derecho de los pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos sostenibles, así como su derecho a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios. Desarrolla un modelo de producción campesina sostenible que favorece a las comunidades y su medio ambiente. Sitúa las aspiraciones, necesidades y formas de vida de aquellos que producen, distribuyen y consumen los alimentos en el centro de los sistemas alimentarios y de las políticas alimentarias, por delante de las demandas de mercados y empresas. La soberanía alimentaria da prioridad a la producción y consumo local de alimentos. Proporciona a un país el derecho de proteger a sus productores locales de las importaciones baratas y controlar la producción. Garantiza que los derechos de uso y gestión de tierras, territorios, agua, semillas, ganado y biodiversidad estén en manos de quien produce alimentos y no del sector empresarial. Así, la implementación de una auténtica reforma agraria constituye una de las prioridades del movimiento campesino. (Texto adaptado de la página web de La Vía Campesina: http://www.viacampesina.org)

1.1 De la seguridad alimentaria a la soberanía alimentaria El problema de la pobreza y de la escasez de alimentos ha puesto desde

hace años sobre la mesa internacional el concepto de seguridad alimentaria:

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la idea que está detrás de esta formulación es la de asegurar los alimentos imprescindibles para todos. Todo el mundo, desde gobiernos, ONG o instituciones internacionales, habla de soluciones a la tremenda inseguridad existente en el planeta por lo que se refiere a los alimentos y todo el mundo parece haber asimilado el concepto de seguridad alimentaria. Hasta la OMC dice elaborar sus políticas de apertura de los mercados del Sur en nombre de esta idea. Sin embargo, el contenido de las palabras «seguridad alimentaria» se ha desvirtuado bastante, volviéndose un paraguas muy amplio donde pueden caber distintas actitudes: se trata de garantizar alimentos suficientes para todos, pero no se dice ni cómo, ni cuáles, ni de dónde deben proceder. Tras la seguridad alimentaria se plantean a menudo importaciones de alimentos, ayudas humanitarias y otras acciones que, sin ir al fondo del problema, constituyen, en el mejor de los caos, el típico «pan para hoy y hambre para mañana». Por ejemplo, unos de los argumentos más sencillos —y algo ingenuos— de una cierta interpretación de la seguridad alimentaria es que los alimentos importados, al ser baratos, deberían ser más asequibles a la población más pobre. La realidad no es ésta. Los bajos precios de los alimentos importados (y hablamos de los alimentos básicos) producen una competencia desleal con los alimentos locales: los pequeños agricultores pobres que no se arruinan por no poder competir, se ven impulsados a producir más y más para la exportación para intentar sobrevivir a la competencia, abandonando los cultivos de subsistencia para sus familias y los mercados locales. Las ganancias de las exportaciones, sin embargo, en la mayoría de casos, o

bien no llegan para comprar cantidades suficientes de alimentos importados (que, una vez llegados a los mercados locales, tampoco no son tan baratos) o les supeditan a fluctuaciones incontrolables que acaban arruinándolos. Otra idea que parece lógica es aquella que afirma que una mayor producción global de alimentos tendría que solucionar el problema de la seguridad alimentaria: de hecho, es uno de los argumentos preferidos de los partidarios de la revolución verde. Es cierto que hoy, a nivel global, se producen bastantes más alimentos de los que se consumen. Sin embargo, en el mundo real esto no quiere decir nada: la sobreproducción de la agricultura no está destinada a alimentar a los pobres. Muchos países del África subsahariana, tradicionalmente y tristemente famosos por sus hambrunas, desde hace años son productores netos de alimentos y han llegado a exportar cantidades inimaginables de productos agrícolas, incluso durante los períodos más negros de sequía y hambre.¿Cómo se explica esto? Fundamentalmente por el hecho de que las políticas de fortalecimiento de la agricultura de exportación en estos países han desplazado en muchas regiones la agricultura y la ganadería tradicionales de subsistencia, que eran las que daban de comer a la gente. ¿Y las ayudas humanitarias? El programa de ayuda alimentaria de Estados Unidos a los países del «tercer mundo», por ejemplo, no es otra cosa que una herramienta directa para apoyar la penetración económica de las empresas agrícolas norteamericanas en los países en desarrollo. La misma administración estadounidense no tiene problemas en reconocerlo:

El principal beneficiario de la ayuda

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exterior ha sido siempre Estados Unidos... Los programas de ayuda exterior han ayudado siempre a Estados Unidos al crear importantes mercados para nuestros productos agrícolas, nuevos mercados para nuestras exportaciones industriales y centenares de miles de empleos para los estadounidenses (USAID Developments. 1977. Cif. en Lappé, Collins y Rosset, 2005)

Finalmente, en el Norte del mundo, el concepto de seguridad alimentaria (aquí más o menos todos comemos, aunque la cantidad de personas que padecen problemas de escasez alimentaria es mucho mayor de lo que normalmente imaginamos) se solapa a menudo con la idea de salubridad alimentaria. Pero tampoco en este caso podemos estar satisfechos: si hay una cosa poco salubre en estos tiempos son los alimentos industrializados que consumimos a diario. Las estadísticas sobre enfermedades crónicas (obe-sidad, problemas cardio-circulatorios, diabetes, etc.) imputables a nuestros hábitos alimentarios y a la pésima calidad de lo que comemos son escalofriantes. Pero sobre este tema volveremos más adelante. Desde hace tiempo, los movimientos campesinos han elaborado otra estrategia, la de soberanía alimentaria. Este concepto amplía y complementa la idea de seguridad alimentaria, abordando todos los aspectos vinculados al problema, profundizando en ellos y superando de hecho el concepto de seguridad alimentaria, que en este marco cobra un nuevo sentido. Soberanía alimentaria significa devolver a cada pueblo y nación el control sobre los alimentos que produce y consume, recuperando todas

las herramientas jurídicas, técnicas y políticas que necesite, incluyendo el control de los precios y los circuitos de intercambio. Adquiere su sentido en ámbitos locales, nacionales o regionales, que es donde debe ir dirigida fundamentalmente a la producción de alimentos. Sobre todo, este concepto supone entrar directamente en las decisiones de qué alimentos se producen, en qué manera y en qué cantidad, es decir, en las políticas agrarias de los estados. La alimentación de un país no puede depender de los caprichos del mercado internacional ni de las estrategias geopolíticas de una gran potencia: es una cuestión básica de supervivencia. Es decir, la alimentación y los sectores a ella ligados (la agricultura, la ganadería, la pesca...) son una cuestión de seguridad e independencia nacional. De soberanía, en definitiva. Son las personas, los pueblos, los que han de tomar en sus manos las decisiones de la política alimentaria. Son ellos, a través de sus decisiones democráticas, los que han de decidir qué, cómo y quién produce. De esta manera, el concepto de soberanía alimentaria no se reduce a una fórmula genérica más que presume resolver el problema de la escasez de alimentos, sino que es una herramienta metodológica para analizar y comprender una serie de fenómenos complejos, una estrategia de lucha para abordar los problemas de la agricultura mundial y del hambre a principios del siglo XXI y un planteamiento radicalmente opuesto a la lógica neoliberal del desarrollo.

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Cuadro 1 – Diferencias entre el modelo agroalimentario neoliberal y la Soberanía Alimentaria (Peter Rosset)

TEMA MODELO NEOLIBERAL

MODELO SOBERANÍA ALIMENTARIA

COMERCIO Libre comercio para todo. Alimentos y agricultura fuera de los

acuerdos comerciales.

PRIORIDAD PRODUCTIVA

Agroexportaciones. Alimentos para mercados locales.

PRECIOS DE LOS CULTIVOS

“Lo que el mercado dicte” (dejar intactos los mecanismos que imponen precios bajos).

Precios justos que cubren los costos de producción y permiten a los agricultores una vida digna.

ACCESO A LOS MERCADOS

Acceso a los mercados externos.

Acceso a los mercados locales y fin del desplazamiento de los agricultores de sus propios mercados debido a la industria agropecuaria.

SUBSIDIOS Mientras se trata de prohibirlos en el Tercer Mundo, muchos subsidios están permitidos en los Estados Unidos y Europa, aunque se pagan sólo a los agricultores más grandes.

Los subsidios que no perjudican a otros países (vía dumping) son aceptables. Por ejemplo garantizar que los subsidios sean sólo para agricultores familiares, para comercialización directa, apoyo de los precios y/o ingresos, conservación del suelo, conversión a la agricultura sostenible, investigación, etc.

ALIMENTOS Principalmente una mercancía. En la práctica esto significa alimentos procesados, contaminados, llenos de grasas, azúcar, con residuos tóxicos.

Un Derecho Humano. Específicamente deberían ser saludables, nutritivos, asequibles, culturalmente apropiados y producidos localmente.

PRODUCIR Una opción para los más eficientes.

Un derecho de los pueblos rurales.

HAMBRE Debida a la baja productividad.

Un problema de acceso y distribución, debido a la pobreza y a la desigualdad.

SEGURIDAD ALIMENTARIA

Se logra importando alimentos desde donde son más baratos.

Es mayor cuando la producción de alimentos está en manos de los pobres mismos y cuando los alimentos se producen localmente.

CONTROL SOBRE LOS RECURSOS PRODUCTIVOS

Privatizado. Local. Está controlado por la comunidad.

ACCESO A LA TIERRA

A través de los mercados. A través de una Reforma Agraria genuina. Sin acceso a la tierra lo demás carece de sentido.

SEMILLAS Una mercancía patentable. Una herencia común CRÉDITO E INVERSIONES

Del sector privado. Del sector público. Dirigidos a la agricultura familiar.

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DUMPING No es una problema Debe prohibirse. MONOPOLIO No es un problema. La raíz de la mayor parte de los

problemas: los monopolios deben ser prohibidos.

SOBREPRODUCCIÓN No hay tal cosa, por definición.

Conduce a una baja de los precios y lleva a los agricultores hacia la pobreza. Se necesitan políticas de manejo de la oferta en los EEUU y la Unión Europea.

ORGANISMOS GENÉTICAMENTE MODIFICADOS

Una propuesta de futuro. Refuerza la agroindustria y el monocultivo.

Peligrosos para la salud y el medio ambiente. Deben ser prohibidos.

TECNOLOGÍA AGROPECUARIA

Agrotóxicos y OMG Modelos agroecológicos y sustentables. No usa OMG.

AGRICULTORES Anacronismos. El que sea ineficiente desaparecerá.

Guardianes de la biodiversidad de los cultivos, administradores de los recursos naturales productivos, depositarios del conocimiento, el mercado interno y la base para un desarrollo amplio e incluyente.

OPCIONES DE CAMBIO

No es posible. No tiene interés.

Es posible y ampliamente demostrado.

1.2 Qué reclama la Soberanía Alimentaria A continuación exponemos algunos de las principales factores que la Soberanía Alimentaria considera esenciales para la defensa de un modelo de producción y consumo sostenible y que defienda el modo de producción y los ecosistemas campesinos. 1.2.1 Democratización de la economía Al situar en el centro las decisiones democráticas de la población, la idea de soberanía alimentaria se enfrenta a la lógica neoliberal, para la cual los alimentos y la agricultura representan unas mercancías más, sujetas a las leyes del mercado y no a los derechos e intereses de las poblaciones; asimismo se enfrenta a los mecanismos y organizaciones impulsoras de esta lógica neoliberal

de mercantilización de los alimentos y la agricultura: la OMC y las políticas de ajuste económico internacionales impulsadas por el FMI y el Banco Mundial, sobre todo en sus efectos sobre las políticas agrarias de muchos países. Al elaborar esta visión estratégica, los movimientos sociales que integran Vía Campesina parten de una consideración muy clara: el mercado internacional de productos agrícolas no es ningún motor de desarrollo. En el terreno del comercio, es más bien la apertura de los débiles mercados del Sur al impacto de las exportaciones de excedentes de los países dominantes la que crea y reproduce la espiral de pobreza e inseguridad alimentaria. Mantener esta dinámica significa mantener y perpetuar el fracasado modelo

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agroexportador, en que el agotamiento de la tierra y el empobrecimiento de la población sólo benefician a pocas empresas transnacionales que se aprovechan de precios cada vez más bajos y que de forma cada vez más rápida deslocalizan sus producciones, buscando nuevas posibilidades de explotación de tierras y gente,

dejando tras de sí pobreza y recursos esquilmados. Por ello, cuando se plantean cambiar las reglas del mercado mundial, la primera norma que proponen cambiar es que el centro de la actividad agraria no sea el mercado mundial, sino que la política económica retome el lugar decisivo que nunca debió abandonar.

Ésta es la razón de fondo de la propuesta de Vía Campesina respeto a las negociaciones en la OMC: la agricultura y los alimentos deben estar fuera de la agenda de esta organización. Es decir, deben ser sustraídos de los mecanismos del mercado mundial, con sus precios agrícolas en caída libre, su dependencia alimentaria y la barbarie ecológica y social que conlleva. Esta propuesta es una de las

reivindicaciones históricas de los movimientos campesinos (al menos, desde que existe la OMC) y cada vez tiene más peso. Hablando de ello, quizás sea oportuno hacer una rapidísima mención a un debate que existe entre algunos sectores de la solidaridad internacional. No es extraño que exista un liberalismo con rostro humano, un nuevo keynesianismo

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que quiera limitar los efectos nefastos de la liberalización, complementándola con reglas más justas: los efectos más nefastos del capitalismo salvaje siempre ha levantado voces críticas hasta en sus propios rangos. Tampoco resulta sorprendente que estas posturas se defiendan en nombre de los intereses de los agricultores de los países del Sur. Cada cual argumenta como cree. Pero ¿qué significa que, ONG de desarrollo, que se reclaman como organizaciones solidarias con los movimientos campesinos del Sur, estén centrando sus campañas de comercio con justicia en la reforma de la OMC, para darle unas normas más justas, sin poner en cuestión e incluso reforzando el papel del comercio internacional? ¿Creen que sus políticas de lobby y presión pueden contraponerse a las posturas de los movimientos campesinos mayoritarios en el Sur? En el fondo de la cuestión hay un debate sobre el papel de las ONG de desarrollo y si su papel puede ser contrapuesto a lo que defienden los propios movimientos sociales del Sur. ¿Son los campesinos del Sur los protagonistas o unos simples beneficiarios? 1.2.2 Vocación hacia el mercado local La soberanía alimentaria propone la reconstrucción de un modelo de intercambios agrícolas que se base en los mercados locales, regionales y estatales, capaz de vitalizar el desarrollo económico interno. No rechaza en absoluto el comercio internacional, pero redimensiona su importancia: tanto los precios como la producción deben ser regulados y orientados por las necesidades locales y no por los mecanismos de un mercado dominado por las

grandes corporaciones. ¿Autarquía? No: autosuficiencia en alimentos básicos, como mucho, y prioridad al desarrollo local. Nadie piensa prohibir el comercio internacional, pero sí reducirlo y eliminar sus efectos perversos. Los críticos algo interesados que caricaturizan la soberanía alimentaria como una propuesta de cierre de fronteras y de autarquía deberían recordar que en el origen de la PAC europea estaba la loable y legítima preocupación por la independencia y la suficiencia alimentaria, aunque, dado el modelo agroindustrial que se impuso, al final haya producido excedentes y hoy ataque con ellos la autosuficiencia de otros países. Estados Unidos, con toda su agresiva política de agroexportación y defensa del libre mercado, tiene muy clara la importancia de su independencia alimentaria. Citaremos a George W. Bush, presidente de los Estados Unidos:

Es importante para nuestra nación cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura norteamericana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional (Discurso del presidente George Bush del 27 de julio de 2001).

Y, sin que sirva de precedente, estamos totalmente de acuerdo con él. Las preocupaciones de George W. Bush (que no es el primero ni el único en expresarlas) hacen que el

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mercado norteamericano esté prácticamente blindado ante los efectos dañinos de las importaciones agrícolas. Es una vieja historia. La protección de las agriculturas locales ha sido una constante del desarrollo de los países capitalistas: muchos autores están de acuerdo en afirmar que este fenómeno ha acompañado siempre las primeras fases del crecimiento económico e industrial de estas naciones. En un país en desarrollo, con una presencia mayoritaria del sector agrícola, el hecho de proteger la agricultura de los riesgos del mercado internacional significa permitir rentas viables a los campesinos. Estas rentas, a su vez, permiten la creación de un sólido mercado interno, inversiones en el sector (llegando a mayores rendimientos) y la liberación de recursos para la industria y los servicios. Al menos, éste fue el mecanismo del desarrollo de casi todos los países occidentales europeos durante el siglo XIX. Y, cien años después, continúa siendo el mecanismo del desarrollo de países como Taiwan o Corea del Sur.6 ¿Por qué los países del Sur de hoy no tendrían que beneficiarse de mecanismos similares para hacer despegar sus economías? No estamos hablando de un «desarrollo capitalista para todos» (que nadie desea, y menos los capitalistas, por muy paradójico que parezca), sino de la posibilidad para estos países de llevar a cabo políticas económicas y de desarrollo que fortalezcan sus mercados internos. Además de garantizar una efectiva seguridad alimentaria para sus ciudadanos, la protección de la agricultura permitiría probablemente una dinámica de desarrollo real y menos dependiente.

1.2.3 Proteger el sector agrario Sin embargo, hay más razones para proteger la agricultura. Si es verdad que se trata —como cree el mismísimo presidente de Estados Unidos— de un sector estratégico desde el punto de vista político y económico y, en definitiva, de la fuente de la producción de alimentos, la agricultura y todo el conjunto de prácticas, conocimientos y actividades que gira a su alrededor deben ser considerados como un inalienable e importante bien público. Entonces no hablaremos únicamente de protección, sino también de cuidado. Cuidar de la agricultura, a nuestro entender (y al entender de unos cuantos millones de agricultores), significa —por ejemplo— una política de subven-ciones que se centre en los aspectos esenciales de la cuestión, ya que el debate más importante sobre las ayudas a la agricultura es hacia dónde se dirigen. Ya hemos argumentado abundantemente el fracaso del modelo agroexportador y los desastres provocados por la industrialización de la agricultura, tanto en el terreno ecológico como en el social. En primer lugar, pues, hay que subvencionar y apoyar a los agricultores y no a las industrias del campo. Una eficiente agricultura campesina es la única garantía de una producción de alimentos equilibrada, ajustada a las necesidades reales de la población, atenta a los equilibrios de los ecosistemas y capaz de gestionar armoniosamente el territorio rural. No se trata de volver a un pasado de penuria o de renunciar a la tecnología, todo al contrario. Se trata de buscar alternativas válidas a un modelo que ha demostrado

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ampliamente toda su ineficiencia, su peligrosidad, su injusticia. En el Norte, esto significa principalmente cambiar 180º el rumbo de las políticas de subvención: abandonar la lógica de la sobreproducción y de la financiación de las exportaciones de excedentes mediante una rigurosa política de control de los volúmenes de producción, el establecimiento de precios agrícolas relacionados con los costes de producción, ayudas a las zonas más desfavorecidas y finalmente una política de prioridad de los mercados y mecanismos de comercialización locales. En segundo lugar, la agricultura no consiste meramente en la producción. La agricultura ha sido históricamente el principal vehículo de las relaciones de los hombres y de las mujeres con su entorno natural. Los principios y las técnicas de la agricultura, de la pesca y de la ganadería tradicionales representan una elaboradísima síntesis del aprovechamiento y de la conservación de los ecosistemas: sólo la locura del beneficio económico rápido y a toda costa ha sido capaz de empezar la destrucción de la biodiversidad del planeta después de milenios de equilibrio. La financiación de la agricultura debe estar ligada al cumplimiento de estrictas normas que protejan la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos naturales. En tercer lugar, agricultura significa empleo y ocupación sostenible del territorio. El proceso de industrialización y especialización de la agricultura no sólo ha marcado el declive de las pequeñas explotaciones, con la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo, sino que nos ha dejado un mundo rural profundamente en crisis. Una crisis de abandono en las

zonas menos interesantes, desde un punto de vista económico, y una fuerte crisis de identidad en las zonas donde más se ha desarrollado el sistema agroindustrial. Subvencionar la agricultura significa entonces garantizar realmente su multifuncionalidad: financiar prioritariamente el modelo de la pequeña y mediana explotación, fomentar el empleo en el campo y la revitalización de las sociedades rurales alrededor de las actividades agrícolas, recuperar el equilibrio medioambiental a través de prácticas agrícolas sostenibles. Es resumen, reconocer concretamente las funciones sociales y ecológicas que la agricultura posee. En Europa, aunque las últimas reformas del Programa Agrario Comunitario (PAC) pongan mucho énfasis sobre estos aspectos, la política de distribución de las subvenciones contradice totalmente la letra. A través del desacoplamiento de la financiación se sigue sosteniendo el sistema agroexportador, otorgando cada vez más importancia a las grandes empresas transnacionales. El discurso aparentemente avanzado sobre la multifuncionalidad esconde, en realidad, la total ausencia de mecanismos concretos para llevarla a la práctica. Se disfracen de un color u otro las subvenciones, mientras se mantenga como fundamental su orientación agroexportadora, éstas acaban posibilitando la exportación por debajo de los costes de producción. La única forma de acabar con el dumping subvencionado es acabar con cualquier subvención (tenga el nombre que tenga) a cualquier producto que se exporte.

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1.2.4 La defensa del mercado local frente al dumpling Si todos estos argumentos son válidos para los agricultores y las políticas de subvenciones agrarias del Norte del mundo, a mayor razón su filosofía es válida para los países del Sur. Aquí más que en otros lugares, las políticas de protección de la agricultura son totalmente indispensables. Estamos hablando de países donde la mayoría de la población es rural, y es ésta —la que tiene la posibilidad de producir alimentos—, la que está padeciendo mayoritariamente los problemas de desnutrición y hambre que afectan a 800 millones de personas en el mundo. Si los países del Norte pueden

proteger los intereses de sus empresas agrícolas mediante subvenciones y barreras tecnológicas, los países del Sur difícilmente tienen la capacidad económica para mantener un nivel significativo de subvenciones. Por si fuera poco, las políticas de ajuste estructural y la espiral de la deuda externa impiden que se dediquen recursos significativos a subvencionar los productos básicos. De hecho, durante las dos ultimas décadas del siglo XX, los planes de ajuste estructural han significado, en la mayoría de países, unos recortes drásticos de las subvenciones a los productos alimentarios básicos, motivando muchas veces importantes revueltas populares. Las políticas de limitación a las

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importaciones mediante cupos y aranceles en las aduanas son políticas que tradicionalmente se han utilizado para proteger sectores importantes de un país sin que significaran un gasto económico importante. Podríamos decir que son las políticas agrarias de los pobres las que están al alcance de cualquier economía. Quizás por ello estas medidas son las más demonizadas por el liberalismo y sus instituciones internacionales. El discurso neoliberal mantiene ambigüedades cuando habla de subvenciones y de tecnologías, es decir cuando habla del proteccionismo que practican los ricos. En cambio, se vuelve radical cuando se opone a aranceles y cuotas, es decir, a las medidas proteccionistas que pueden utilizar los pobres. Como siempre, la práctica neoliberal respeta bien las correlaciones de fuerza del mercado, es decir a los ricos, y sus teorías sólo se aplican a rajatabla con los pobres. Una política de soberanía alimentaria por parte de los países empobrecidos deberá recurrir a medidas proteccionistas de tipo arancelario y de cupos. Sin embargo, también muchos de estos países practican, de una u otra forma, políticas de subvenciones. Pero los planes de ajuste estructural y las presiones de los organismos internacionales reorientan las subvenciones y otro tipo de facilidades hacia las exportaciones y la integración en el mercado mundial, es decir, en la dirección totalmente contraria a los principios de la soberanía alimentaria. Pequeñas medidas sin un excesivo gasto pueden ser puestas en marcha. Túnez emprendió un sistema de recogida de leche subvencionado que

motivó la cría de ganado vacuno por parte de pequeños agricultores y cooperativas, a través de mecanismos análogos a los que se utilizaron en su tiempo en los países desarrollados. Para reforzar el mercado interior se recurrió a una medida esencial de protección: la imposición de un arancel del 15% a la leche en polvo importada. Gracias a ello las centrales lecheras dejaron de reconstituir la leche en polvo importada y privilegiaron la leche fresca nacional. Una política realmente importante en muchos de estos países es la política de alimentación básica. Diferentes programas se plantean la intervención pública para combatir el hambre y la desnutrición. La mayoría de veces, las condiciones internacionales de dichos programas, la escasez de recursos de los gobiernos del Sur, las necesidades clientelares de muchos de dichos gobiernos (que necesitan contentar en lo inmediato a las clases medias urbanas sobre las cuales apoyan sus regímenes poco democráticos), cuando no la corrupción de los gobernantes, constituyen un conjunto de condicionantes que llevan a comprar alimentos baratos en el mercado internacional, empujando a sus propios agricultores a la ruina y generando a medio plazo las condiciones para un incremento del hambre y la malnutrición que dicen combatir. Sin embargo, diferentes experiencias locales demuestran que la compra pública de los programas de lucha contra el hambre pueden hacerse fortaleciendo el tejido productivo local, siguiendo criterios de soberanía alimentaria y generando una solución a la malnutrición no sólo a corto plazo, sino durante un largo período.

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El caso de Belo Horizonte, la tercera ciudad de Brasil, es significativo. Aquí, en 1993, se creó la Secretaría Municipal de Abastecimiento (SMAB), con el objetivo de centralizar la planificación, coordinación y ejecución de políticas de abastecimiento y seguridad alimentaria. Después de unos primeros intentos de distribución de alimentos básicos a la población más desfavorecida (que no tuvieron mucho éxito), el Ayuntamiento decidió cambiar de estrategia. La SMAB coordina ahora 19 programas que contemplan aspectos de producción, mercadeo y consumo. Se trata fundamentalmente de un sistema de apoyo a pequeñas y medianas explotaciones de las zonas rurales cercanas a la ciudad, que venden sus productos en unos centros municipales en los barrios más pobres a unos precios pactados (que pueden llegar a ser diez veces más bajos de los del mercado normal) contando con medidas públicas de ayuda a la comercialización. Es, en síntesis, la creación de un verdadero mercado local directo, sin intermediarios innecesarios y con un control por parte de la administración. Y los resultados son excelentes. Los almacenes ABasterCer (tiendas de frutas y verduras cuyos precios están fijados por la administración de la ciudad) comercializan alrededor del 60% de la fruta y de la verdura de Belo Horizonte. 1.2.5 Un giro en el paradigma investigativo En la lógica de orientarse fundamentalmente a los mercados locales se podrían situar todas aquellas medidas que ayuden a desarrollar dichos mercados para los productos de la agricultura familiar.

Este discurso nos lleva muy lejos y es una de las claves de un nuevo modelo de agricultura bajo la estrategia de la soberanía alimentaria. Aquí se inserta, por ejemplo, toda la problemática de cómo recuperar modelos de comercialización alternativos a los dictados de las grandes cadenas de distribución alimenticias, que condicionan totalmente la producción, los precios y las condiciones del mercado local en los países del Norte. Seguramente, el apoyo a los circuitos cortos de comercialización, al pequeño comercio y a las formas de ventas directa de los agricultores puede recorrer múltiples caminos. Uno de ellos es replantearse todo el conjunto de leyes sanitarias relativas a los alimentos, desde la utilización de productos químicos en la agricultura hasta la manipulación industrial de los productos alimenticios. Son normas pensadas y elaboradas exclusivamente en favor de la gran industria, en que las enormes cantidades de productos más o menos tóxicos que se emplean en todos los procesos de producción y transformación no constituyen un problema. En cambio, a las producciones artesanas que han estado funcionando durante siglos se les exigen unos niveles de control claramente desproporcionados con el trato de favor reservado a la industria. Por ejemplo, las normas sanitarias que la OMC ha impuesto a todos los países del mundo en tema de alimentos derivan directamente de las normas del Codex Alimentario. Este organismo de Naciones Unidas, fuertemente influenciado por las grandes corporaciones del sector, establece los valores aceptables de elementos tóxicos en los productos agrícolas y, por ende, en los alimentos. Sin embargo, sus

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evaluaciones siguen criterios muy particulares: se establecen los límites de cada sustancia por producto sin tener en cuenta ni su efecto acumulativo, ni los riesgos para grupos humanos más débiles (los estudios están pensados para adultos sanos), ni los derivados de la exposición prolongada a agentes tóxicos. Es un sistema evidentemente moldeado sobre las necesidades de la agroindustria, que tiene como base el empleo masivo de productos químicos: no se trata de prohibir las sustancias contaminantes presentes

en los alimentos (empleando el principio de precaución), sino de fijar unos dudosos límites «compatibles» con la salud humana de estas sustancias. El cumplimiento casi obligado del Codex Alimentario por parte de los estados (a través de las presiones de la OMC, que lo utiliza como instrumento para hacer saltar obstáculos al libre comercio, como un etiquetado que señale la presencia de transgénicos u hormonas) hace que sea muy difícil aplicar políticas sanitarias realmente eficaces por lo que a alimentos se refiere.

Y la crítica a las políticas sanitarias (que han demostrado todos sus límites durante las crisis de salubridad alimentaria que han sacudido a Europa en estos últimos años) se une necesariamente a la crítica a las políticas de investigación

y de formación en los sectores ligados a la agricultura. Desde los centros universitarios especializados en técnicas agrarias o veterinarias, cada año salen miles de profesionales educados en los principios productivistas de la «revolución

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verde». Las horas y cátedras que se dedican, por ejemplo, a la agricultura ecológica o al estudio de los ecosistemas locales son escasos espacios fruto de esfuerzos heroicos de algunos y no de los planes de estudio oficiales. De la misma manera, la recuperación del saber campesino o la investigación conjunta con los agricultores representan únicamente la preocupación de cuatro locos en las estructuras de la Academia que, además, están destrozando su currículum. Con esta clase de formación, es evidente que la investigación científica sólo puede orientarse en un sentido. Y si pensamos que el volumen principal de la investigación en temas de agricultura y ganadería se lleva a cabo directamente en las grandes empresas del agrobusiness (o bajo su tutela), está claro de qué lado pende la balanza del desarrollo científico. 1.2.6 Reforma agraria Como hemos visto, la idea de soberanía alimentaria ordena y da sentido al conjunto de la política agraria. Recuperar la posibilidad de los pequeños agricultores de producir en condiciones dignas y de forma sostenible plantea fundamentalmente el problema del acceso a los recursos. Está claro que el problema de la tierra y de la reforma agraria no sólo sigue pendiente en todo el mundo, sino que se agrava. El desarrollo de la agroindustria y de la producción intensiva para la exportación está agudizando la concentración de la propiedad de la tierra en todos los países del mundo, desde Estados Unidos a África. Al mismo tiempo, los

programas de acceso a la tierra promocionados por el Banco Mundial, lejos de afrontar el problema desde sus raíces, no hacen más que introducir una visión estrictamente de mercado, agravando aún más la disparidad de la propiedad de la tierra. Este estado de cosas implica cada vez más la expulsión de las poblaciones rurales con fenómenos migratorios masivos e imparables, la degradación acelerada del medio ambiente y el acceso cada vez más difícil de los campesinos a tierras productivas. Dificultad de acceso que no se limita a ser un problema de los agricultores del Sur. Comprar tierra cultivable de calidad en el Norte del mundo es toda una empresa. Los precios del suelo, condicionados por décadas de especulación sobre la plusvalía (especialmente en las zonas de más desarrollo), hacen inaccesibles la compra de tierra a los pequeños agricultores, sobre todo a los más jóvenes y a los que deciden empezar desde cero una actividad agropecuaria. Sin embargo, el reparto de la tierra, en condiciones equitativas y garantizando mecanismos para su estabilidad, aunque sea tradicionalmente la cuestión de fondo de toda reforma agraria, no agota el problema. El acceso a los recursos hay que entenderlo de una forma integral: ¿qué puede significar la posesión de una parcela de tierra si es imposible acceder libremente a recursos tan fundamentales como el agua, las semillas, los créditos, los sistemas de seguro o unos mercados locales en condiciones? Por estas razones, dentro de la estrategia de la soberanía alimentaria, la reforma agraria adquiere un sentido más global, que

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trasciende la mera propiedad de la tierra. Una primera aproximación a esta idea nos llega de Vía Campesina, que ha establecido unos principios de fondo: – La posesión y el uso de la tierra

están reservados a quien trabaja en ella y vive de ella. Es decir, la tierra no puede considerarse como una mercancía, sino como un bien común al servicio de la sociedad. Se defiende el principio de la propiedad social de la tierra, que impide la especulación financiera y su uso desproporcionado por parte de empresas e industrias.

– Además de la distribución de la

tierra, los gobiernos deben desarrollar una política de precios remunerativos y garantizar la democratización de los medios de producción, el control de los mecanismos de comercialización, una política de créditos accesibles y de seguros agrarios. Al mismo tiempo se debe estimular la agricultura familiar y cooperativa y el control —por parte de los agricultores y de los trabajadores— de las empresas y procesos transformadores.

– Acceso a la educación y a la

seguridad social para todos los agricultores y sus familias.

– Creación de bancos de semillas

públicos, controlados y gestionados por los agricultores. Desarrollo de modelos tecnológicos que no perjudiquen la salud y que sean respetuosos con el medio ambiente.

– Uso público y democrático de agua

de buena calidad y lucha contra los procesos de privatización de este recurso.

– Una política de reordenación

territorial que delimite las zonas agrícolas y que asegure una política eficiente de infraestructuras: caminos rurales, electrificación, regadío, etc.

– Ordenación de los cultivos para

impedir la imposición de cultivos no tradicionales o apropiados a las distintas regiones del mundo.

– Control de la producción para

limitar la producción especializada para la exportación y asegurar la soberanía alimentaria.

En síntesis, y según la expresión de los mismos movimientos campesinos:

La soberanía alimentaria implica la puesta en marcha de procesos radicales de reforma agraria integral adaptados a las condiciones de cada región y país, que permitan a los campesinos e indígenas —considerando a las mujeres en igual de oportunidades— un acceso equitativo a los recursos productivos, principalmente tierra, agua y bosque, así como los medios de producción, financiamiento, capacitación y fortalecimiento de sus capacidades de gestión e interlocución. La Reforma Agraria, en primer lugar, debe ser reconocida como una obligación en los estados nacionales donde este proceso es necesario en el marco de los derechos humanos y como una eficiente política pública de combate a la pobreza. Dichos procesos de reforma agrarias deben estar controlados por las organizaciones campesinas —incluyendo el mercado de los arriendos—, garantizar los derechos individuales de los productores con los colectivos sobre los terrenos de uso común y

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articulados con políticas agrícolas y comerciales coherentes (Declaración final del Foro mundial sobre soberanía alimentaria. La Habana, 2001)

Una cuestión de fondo que los movimientos campesinos se plantean cuando hablan de reforma agraria es, más bien, una cuestión de carácter político: la única garantía de que una reforma agraria sea verdaderamente aplicada y responda a las necesidades reales de las masas rurales empobrecidas es el control directo sobre ella y sus procesos de desarrollo por parte de los mismos agricultores. Todo esto nos conduce a otra discusión de carácter más general sobre las relaciones políticas y sociales en los países en desarrollo. Nos quedamos con la consideración de que unos procesos sociales complejos (como los que una integral y auténtica reforma agraria necesariamente supone) sólo pueden ser llevados a cabo eficazmente a través de una participación y un control democrático de los principales interesados: hombres y mujeres del campo, aliados a otros grupos de la sociedad, organizados en fuertes movimientos campesinos. Desde este punto de vista, la larga experiencia del MST brasileño es especialmente significativa. 1.2.7 Derecho sobre los recursos agrarios El acceso a los recursos vitales de la agricultura es uno de los temas más importantes de la idea de reforma agraria desarrollada por los movimientos campesinos internacionales. En el caso de las semillas, la concepción de fondo que se abre camino es la de la propiedad y uso colectivo de este bien. Las semillas no son únicamente un

enorme recurso productivo de la agricultura: constituyen un insustituible patrimonio cultural de los pueblos, visualizan la riqueza de la biodiversidad y representan el legado más importante del trabajo de generaciones y generaciones de agricultores. Abren y cierran el ciclo de cualquier producción campesina y por esto, además de su fundamental valor en la alimentación (abundante y variada) de la humanidad, representan un hecho cultural importantísimo, como demuestran los rituales y los mitos ancestrales a ellas ligados en todos los pueblos del planeta. Por estas razones, no pueden transformarse en un bien de intercambio regulado por los mercados y controlado por empresas especializadas. Son un bien común. Son la base material y cultural de la soberanía alimentaria. La lucha contra la apropiación, intelectual y material, de la biodiversidad en agricultura por parte del capital no es sólo una batalla de principios en las instancias internacionales: forma parte de la vivencia cotidiana de los movimientos campesinos y alrededor de ella se articulan diferentes prácticas y objetivos. En primer lugar, la idea de que el patrimonio de conocimientos campesinos y populares sobre semillas es de exclusiva competencia de campesinos y pueblos indígenas, los únicos que pueden preservar y conservar realmente la biodiversidad y un uso racional y democrático de este recurso. Conocimientos que, por otro lado, no necesitan del aval de ninguna corporación o institución científica. A partir de aquí, las campañas de Vía Campesina hacen hincapié en la construcción y la consolidación de redes específicas

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sobre el tema de las semillas: valoración de los expertos (y expertas, de forma especial) tradicionales, reconstrucción de los saberes y los usos populares, reactivación y defensa de los mecanismos de creación y transmisión de los conocimientos locales. Los mismos principios se tienden a aplicar al agua. El agua de calidad y el acceso a ella son, al mismo tiempo, un patrimonio universal (y entonces no puede ser una mercancía privatizable, tal como plantea la

OMC) y un derecho humano fundamental. Todo esto no significa únicamente un problema de distribución y utilización más equitativa de este recurso, sino ir a las raíces mismas de las desigualdades existentes en este terreno. La política de salvaguarda y restauración de los ecosistemas fluviales es, por ejemplo, uno de los puntos clave de esta estrategia sobre el agua, junto con la lucha, local y global, contra los grandes proyectos de desarrollo industrial (presas, embalses, trasvases).

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2. Estrategias a favor de un consumo responsable En los años ochenta y mediante la ecología política, aprendimos la importancia de la batalla también en el terreno de los modelos de consumo. Como señala el economista Enric Tello, “mientras los tipos de demanda de bienes y servicios por parte de la población consumidora permanezcan inalterados, el capitalismo seguirá imperando (...) Reconocer eso no supone claudicación alguna en la voluntad transformadora. No es más que la constatación, nada trivial para la práctica política, de lo que en análisis es mera tautología: el capitalismo es el mejor sistema para satisfacer los tipos de demanda que él mismo ha generado e impuesto históricamente (...) Una sociedad distinta precisa de consumidores y consumos de otra clase. Requiere el renacimiento de una economía moral de los trabajadores.” La práctica diaria de las multinacionales nos reafirma en dichos análisis. 2.1 Cambios en los hábitos de consumo y organización entre productores y consumidores Para hacernos una idea de la importancia que las multinacionales dan a nuestros hábitos de consumo, lo necesario que son para mantener el tipo de negocio que tienen en marcha, sólo hay que echar un vistazo a las cifras que dedican a condicionar e influir en nuestro consumo. En Estados Unidos, The New York Times, en su edición del 5 de diciembre de

2000, preveía para el año 2001 un gasto publicitario mundial de 494.000 millones de dólares. Una comparación que permite situar esta cifra: con la factura publicitaria mundial podríamos invitar a 450 millones de latinoamericanos, cifra equivalente al 90% de la población de toda América Latina y el Caribe, a comer durante todo el año tal como lo hicimos

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nosotros durante 2001. Por cierto, el primer anunciante mundial es Unilever, una empresa muy bien asentada en el mercado alimentario (sus marcas más conocidas son Knorr, Flora, Ligeresa, Tulipán, Hellman’s, Calvé, Lipton, Findus, Frigo, Dove, Ponds, Rexona, Timotei, Axe, Calvin Klein y Skip). En el Estado Español, la cifra de gasto publicitario alcanzó recientemente 11.420 millones de euros. Con este gasto publicitario podríamos liquidar todas las facturas de alimentación de todos los hogares españoles prácticamente durante un trimestre. Para cambiar el modelo de consumo, la

actitud práctica de aquellos que no producen alimentos en tanto que consumidores es de vital importancia. El hecho de orientar los consumos alimenticios hacia criterios más sostenibles no es ningún lujo: es una acción consciente de salvaguarda de la vida, de solidaridad con el mundo de la agricultura tradicional y familiar, de respeto a los ecosistemas y de lucha por un mundo más libre y más justo. Y la solución no es conseguir productos sin química de síntesis a base de pagar mucho más a los de siempre (que ahora han descubierto un nuevo nicho de mercado para continuar sus negocios sin cambiar fundamen-talmente nada).

Lo realmente deseable es reconstruir los vínculos humanos y comerciales con los agricultores, consumiendo productos de temporada que se

cultiven o se críen en el entorno más próximo y en armonía con él, estableciendo una nueva relación solidaria entre el campo y la ciudad. Es

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recuperar toda una cultura de la alimentación, dando valor a las producciones y elaboraciones artesanas. Evidentemente, hay que rechazar alimentos contaminados por trans-génicos y envenenados por productos químicos, pero, si queremos controlar la salubridad de lo que comemos de una forma global, la relación de proximidad, conocimiento y confianza con los productores es fundamental. En otros casos, nuestra actitud como consumidores responsables, por las circunstancias concretas a que nos obligan el trabajo, el entorno urbano, la escasez de tiempo, etc., no puede ir tan lejos. Pero sí puede priorizar la adquisición de productos locales y de temporada y las tiendas y el pequeño comercio de proximidad. Optando por estos últimos, aunque no aseguren tantas garantías sobre la transparencia de todo el proceso comercial, como mínimo no apoyamos a aquellas estructuras —las grandes cadenas de comercialización y distribución— que, como hemos visto en otros apartados, son el auténtico motor y los principales beneficiarios del modelo agroindustrial. Pero si bien es verdad que no cambiaremos el modo de producción y de comercialización sin cambiar el modelo de consumo, el razonamiento inverso también es cierto. Para cambiar los modelos de consumo es necesario organizar otros mecanismos de relación entre productos y consumidores, otros mecanismos comerciales. En efecto, si queremos consumir frutas y verduras totalmente regulares y del mismo calibre, que se conserven largo tiempo sin variar su apariencia, que se

puedan servir directamente del envoltorio sin tener que arreglarlas, cortarlas y lavarlas; si queremos consumir platos preparados que, al añadir agua caliente, ya se puedan comer, entonces el modelo agroindustrial es el adecuado para este tipo de alimentación. De la misma manera, si queremos encontrar leche fresca o simplemente en botella de vidrio; si queremos comprar algunas frutas que hayan madurado donde las hace madurar la naturaleza, es decir en los árboles y no en cámaras frigoríficas; si queremos un queso verdaderamente artesano que tenga su origen en un conocido del pueblo vecino; si queremos un azúcar que no esté controlado por las grandes multinacionales, nos será práctica-mente imposible conseguirlo en las grandes superficies, a pesar de la aparente variedad que ofrecen. Es decir, será un esfuerzo inútil tratar de conseguirlo a través del modelo comercial dominante. Resumiendo, si queremos impulsar los criterios de proximidad, trabajo digno en toda la cadena y transparencia deberemos crear también mecanismos alternativos de comercialización o recuperar y dar un nuevo sentido a mecanismo tradicionales que hoy están siendo atacados por los grandes monstruos de la distribución. Las alianzas ciudadanas (agricultores, consumidores, movimientos sociales ...), junto con su trabajo para cambiar las políticas globales, deben y pueden empezar una aplicación de prácticas y actividades locales que permitan pequeños cambios que favorezcan los objetivos de la soberanía alimentaria, que demuestren su viabilidad y se constituyan en espacios de resistencia.

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2.2 Modelos comerciales alternativos 2.2.1 Ejemplos en el Sur En los de países del Sur la inmensa mayoría de los productos todavía se comercializa en mercados locales. Hay, pues, una tarea de defensa de los mercados locales tradicionales en todo el mundo. Estos mercados permiten un mayor control por parte de los campesinos y los consumidores y posibilitan que el dinero sigua repercutiendo en la economía local. Con ello abren la posibilidad, que niegan las grandes cadenas alimentarias, de una retribución digna de los campesinos y una producción respetuosa con la naturaleza. Pero, por sí solos, no lo garantizan; es necesario un trabajo consciente para conseguirlo. En este sentido, miles de experiencias se están dando en todos los países del Sur. Bien impulsadas por las propias organizaciones campesinas, bien en el marco de proyectos agroecológicos, de proyectos de comercio justo o de economía solidaria, existe una gran variedad de experiencias adaptadas a cada situación concreta. En algunos casos se refuerzan por medio de coordinaciones, encuentros y otras formas de trabajo en red. Un ejemplo que nos puede servir para acercarnos a estos procesos es el de RELACC (Red Latinoamericana de Comercio Comunitario). Se trata de una red presente en doce países latinoamericanos (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil y Ecuador) a través de diferentes organizaciones nacionales, integradas por movimientos y sectores populares autogestionados que trabajan en torno a la comercialización comuni-taria.

Damaris Aguilar, directora ejecutiva de la Red Nicaragüense de Comercio Comunitario de Nicaragua (RENICC), explica cómo se aplica en su país la filosofía de la RELACC:

“El objetivo de la economía solidaria es fortalecer la economía local, la economía campesina, la economía del sector rural, que es el sector que produce la riqueza del país. Con la economía solidaria fortalecemos los lazos de cooperación entre productores y consumidores. En la RENICC llevamos más de ocho años trabajando y desarrollando procesos de economía solidaria; esto lo estamos haciendo a través de la creación de mercaditos campesinos, apertura de tiendas regionales y tienditas comunitarias a lo largo del territorio nacional. La idea de estos espacios es crear una articulación entre el mercado comunitario y el mercado convencional. Por ejemplo, los centros de acopio comunales que están en manos de pequeños productores funcionan como tiendas comunitarias que venden directamente al consumidor, pero a la vez abastecen a las tiendas regionales y a ECOMERCO, que es la empresa que tenemos y que se encarga de distribuirlo y comercializarlo en el país. Entonces estos pequeños espacios funcionan como una red de comercialización campesina. Para nosotros el desarrollo y fortalecimientos de los mercados campesinos es claramente una propuesta viable de desarrollo económico que puede hacerle frente a los tratados de libre comercio; de esta manera los campesinos se pueden ir apropiando de la producción y comercialización de sus productos

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y el consumidor además de obtener productos a precios más accesibles puede establecer relación de confianza y comunicación. (...) Nos hacen falta recursos y espacios, sin embargo, creo que hemos logrado mucho... hemos apoyado la apertura de cuatro alforjas que son las tiendas regionales, tenemos la Alforja Segoviana, La Leonesa, La Caraceña, La Esteliana y la Alforja Rameña; tenemos las tienditas comunales y Ecomerco. Ahora aquí en Managua tenemos el mercadito campesino que funcionará cada 15 días, aunque la idea es que funcione de manera semanal como el mercadito de León y Estelí. Ahora estamos coordinando acciones con la alcaldía de León y con algunas cooperativas para conformar los mercaditos móviles que funcionaran en los barrios de León; y con la UNAN de León estamos viendo la posibilidad de que los mercaditos se conviertan en el canal de distribución y comercialización de los productos que ellos procesan (salsa, pinol, mostaza, etc.). Entonces esa es la idea, trabajar con las organizaciones, con los gobiernos locales, con las universidades e ir creando espacios de concertación e incidencia que permitan fortalecer los vínculos de trabajo en pro de contribuir a mejorar las condiciones del sector rural en Nicaragua e ir preparando las condiciones para que los productores puedan posicionarse en el mercado nacional!

Otros ejemplos importantes se pueden encontrar en México. Allí existen desde hace tiempo redes de producción y comercialización campesina, que actualmente representan una de las experiencias más significativas de resistencia a los

efectos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Se trata de un tejido muy extenso de cooperativas, alianzas entre grupos productores, puntos de distribución y prácticas comerciales alternativas. Una de las experiencias más significativas, sobre todo como modelo de comercio justo Sur-Sur y por las implicaciones que tiene como aplicación de los criterios de la soberanía alimentaria, es la actividad de ANEC (Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo), miembro fundador de Comercio Justo México. Una de sus preocupaciones principales es el sector del maíz, dramáticamente afectado por las importaciones bajo dumping procedentes de Estados Unidos. Con los bajos precios que el maíz norteamericano ha impuesto al mercado mexicano, buscar una salida comercial digna al maíz local —de calidad muy superior— producido por pequeños agricultores y comunidades indígenas es prácticamente imposible. Fijar un precio para los productores sobre la base de los costes de producción y de vida de los agricultores equivaldría a superar de tres o cuatro veces los precios corrientes. Entonces, ¿cómo crear un circuito de comercio justo para el maíz mexicano? La solución ha sido desarrollar una red de establecimientos locales, en régimen de franquicia, que producen y distribuyen las tradicionales tortillas, base de la alimentación de los mexicanos, elaboradas con variedades autóctonas de maíz (libres de OGM) y según los viejos métodos artesanos. Tradicionalmente, la harina de maíz para preparar tortillas se elabora según un proceso manual o

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semiautomático (la «nixtamalización ») que añade importantes calidades nutricionales al maíz. Es un proceso antiguo, realizado en todos los pueblos del país en molinos especiales, que confiere a las tortillas su característico sabor y textura. Con la introducción de las baratas y transgénicas harinas norteñas, esta tradición artesana ha ido desapareciendo para dar espacio a una producción industrial y de baja calidad. Así, las tortillas, los totopos y las tostadas de ANEC acaban siendo productos de gran calidad con mucha aceptación comercial, que recuperan la cultura alimenticia local y cuyos precios de venta cubren los precios dignos pagados a los productores. Este ejemplo nos parece muy significativo por muchas razones. Más allá de la recuperación de un rasgo muy importante de la cultura campesina, la iniciativa de ANEC construye todo un entramado de relaciones y una cadena (desde el cultivo del maíz —realizado según los principios de la agroecología— hasta la transformación de la materia prima y la comercialización del producto final) que añade a la operación un valor económico, político y solidario no indiferente. 2.2.2 Ejemplos en el Norte Como hemos dicho en páginas anteriores, en los países del llamado Primer Mundo recuperar la importancia de la producción agrícola exige un esfuerzo consciente por parte de las organizaciones ciudadanas. Y ello, fundamentalmente, porque la complejidad y la extensión del modelo dominante requiere una lucha y una reflexión igualmente compleja y extensa.

Aquí, pues, las distintas experiencias parten de una voluntad política expresada de forma organizada para crear alternativas a los modos comerciales tradicionales. La experiencia más extendida es lo que se ha llamado comercialización de contrato. Es un concepto que nació en Japón hace más de cuarenta años, después de la catástrofe de Minamata (unos vertidos industriales de mercurio en el mar envenenaron en pocos años a miles de japoneses a través del pescado contaminado). Unas personas se reúnen y deciden contratar a un agricultor para que produzca los alimentos que ellos necesitan sobre la base de un precio fijado anteriormente por las dos partes. En este sistema (Teikei en japonés) participa hoy, de alguna forma, uno de cada cuatro hogares del país. Hablamos probablemente de más de 30 millones de personas, una cifra impresionante. Y el fenómeno se está expandiendo rápidamente a otros países. En Estados Unidos y Canadá existen más de 1.400 CSA (Apoyo Comunitario a la Agricultura, unos centros de consumo directo) que reagrupan a 100.000 familias; en Gran Bretaña existen 1.000. En Francia y Suiza funcionan desde hace años estructuras y asociaciones parecidas, como las AMAP (Asociación para Mantener una Agricultura Campesina) francesas. Este sistema permite a los consumidores comer unos productos frescos, de temporada, cultivados en sitios cercanos, según métodos que conocen —y en los que confían— y a unos precios transparentes y garantizados, fuera del mercado mundial. Además, participan del apoyo a una agricultura duradera y de proximidad. Por su parte, el agricultor conoce con antelación su

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volumen de producción y el precio que le será pagado. Su trabajo es reconocido y remunerado con un precio justo, que es un factor importante si pensamos en las fluctuaciones de los mercados

internacionales. Finalmente, este tipo de intercambio participa en el mantenimiento o en la mejora de los importantes vínculos entre el productor de alimentos y los consumidores.

En el Estado español existen diferentes cooperativas que funcionan con contratos entre los productores y los consumidores y a un precio pactado de común acuerdo. Su funcionamiento es variado: con una cesta de productos o con pedidos sobre una lista, con trabajo totalmente voluntario o combinando con algunos trabajos renumerados. Con un local que sólo funciona alguna tarde, gestionado por los propios cooperativistas, o con un local abierto al público y con horario comercial. Las cooperativas están agrupadas en una coordinadora

estatal y en algunas coordinadoras autonómicas. Quizás, hoy la más desarrollada es la catalana, Ecoconsum. Es una coordinadora que agrupa cooperativas, grupos de consumo y entidades de comercio justo y que ha apostado por un modelo de autogestión. Hablaremos de sus principios más adelante. Sin embargo, junto a diferentes formas de organización «de contrato» de consumidores, la implementación de alternativas comerciales desde el punto de vista de la soberanía alimentaria plantea una gran cantidad de acciones posibles.

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El lugar donde tal vez este conjunto de alternativas a la comercialización local —concebidas como formas complementarias— está más desarrollado, es Ginebra, en Suiza. Damos espacio a esta realidad porque pensamos que constituye un muy buen ejemplo de red de consumo y comercio alternativo, donde el acuerdo y el trabajo conjunto de distintos actores han dado vida a una rica experiencia, viable y apoyada por las instituciones locales y nacionales, que se inspira directamente en los principios de la soberanía alimentaria. En la ciudad de Ginebra, una cooperativa (Jardins de Cocagne), a parte de su funcionamiento tradicional como cooperativa con una relación de contrato con varios agricultores, participa semanalmente en los mercados de varios barrios. Esta presencia se explica a través de la voluntad de la cooperativa de ampliar su ámbito de relaciones y ventas, acudiendo a una forma tradicional de intercambio entre ciudad y campo, como los mercados de barrios. Se crean así unas citas semanales con los consumidores, donde ellos mismos pueden escoger los productos que más desean. Por otro lado, y mediante la plataforma Genève Région – Terre Avenir, que agrupa desde instituciones oficiales hasta campesinos comprometidos, se ha desarrollado un conjunto de acciones: – Creación de una marca de

garantía. Este sello certifica el origen local y la producción ecológica de los productos distribuidos, pero sobre todo garantiza la transparencia de la información al consumidor y que a lo largo de la cadena (producción, transformación, transporte,

conservación) se han respetado criterios ecológicos y de soberanía alimentaria (y éstos comprenden unos precios justos y dignos para los productores). Evidentemente, los productos certificados no pueden contener aditivos químicos ni transgénicos. Los exhaustivos reglamentos de esta marca han sido elaborados por instituciones locales, sindicatos agrarios, asociaciones de consumidores y productores, y son ellos, a través de diferentes comisiones, quienes controlan el desarrollo de esta iniciativa y la aplicación de los reglamentos. – Se ha creado un club que

promociona la agricultura de proximidad mediante una serie de actividades: visitas guiadas a las explotaciones campesinas, conferencias y charlas sobre las actividades del campo y los alimentos, cursos de formación, jornadas de degustación. El objetivo fundamental del club es acercar a los consumidores de la ciudad a los productores locales, intentando dar a conocer la riqueza de la biodiversidad del área ginebrina y sus tradiciones agrícolas.

– Asimismo, se ha creado un

Village en la Feria de Ginebra con el objetivo de informar sobre las actividades de la plataforma y de los agricultores. El stand recrea las condiciones de un pueblo campesino, con sus productos, sus animales, sus procesos de elaboración, y constituye un espacio de intercambio (de información y productos) entre campesinos y consumidores.

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– Se realiza un trabajo

permanente de información sobre la agricultura de la región a través de páginas web, publicaciones, organizaciones de tours y visitas, actividades escolares, etc.

– Finalmente, se da apoyo y se

promocionan las diferentes formas de comercialización alternativa exis-tentes:

• La cooperativa Les Jardins

de Cocagne, de la que ya hemos hablado anteriormente.

• Las explotaciones agrarias

que realizan venta directa a los consumidores en las propias granjas.

• La compra estacional de

algunos productos mediante el Affaire Tournereve. Esta iniciativa consiste en un contrato de preventa entre determinados productores y consumidores a nivel individual. Estos últimos se comprometen a pagar una cifra pactada para recibir dos cestas de productos de temporada al momento de la cosecha. Durante todo el ciclo de cultivo, los productores los informan del estado de la explotación, que es posible visitar periódicamente. Este sistema favorece, evidentemente, la creación de un vínculo humano,

además de comercial, entre los unos y los otros.

• Las posibilidades de

catering y restauración que aplican los principios de soberanía alimentaria.

• La tienda cooperativa,

situada en el centro de Ginebra, que vende productos certificados de la región y de otros productores de Suiza, nacida del acuerdo de varias entidades cooperativas. La tienda desarrolla una función muy importante como lugar de encuentro de productores y consumidores, y todos sus productos incluyen la información detallada de su trazabilidad, es decir el camino que han hecho desde su cultivo hasta la mesa de los consumidores.

En resumen, los principios de transparencia y equidad, cultivo armónico con la naturaleza, remuneración digna para los productores, eliminación de intermediarios innecesarios, es decir, los principios tradicionales del comercio justo, aplicados a cultivos de proximidad y con campesinos locales. Comercio justo Norte-Norte sobre los productos básicos de la alimentación y organizados de forma alternativa al mercado dominante. ¿Qué mejor aliado para el movimiento de comercio justo tradicional?

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3. América Latina: la Soberanía Alimentaria como paradigma político El surgimiento de nuevos gobiernos nacionalistas antineoliberales en América Latina es un fenómeno aún muy reciente como para que hayan podido teorizar y consolidar un modelo económico alternativo. Venezuela es el que presenta una trayectoria más larga (desde 1999), pero en Ecuador y Bolivia estas propuestas alcanzaron el poder en 2007 y 2006 respectivamente, y cerraron sus procesos constituyentes a finales del 2008 y principios del 2009. En otros países, como Paraguay o El Salvador, aún está por ver por qué derroteros se adentrarán los gobiernos de la plataforma Alianza Patriótica para el Cambio de Fernando Lugo y del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional respectivamente. Concretamente en el ámbito agrario, la afirmación de que no se ha establecido un modelo político claro es aún más oportuna, por cuanto Venezuela, el país con mayor trayectoria en este tipo de gobierno, también es el que presenta menos tejido campesino. Un factor esencial en este contexto es el papel de los movimientos sociales campesinos e indígenas, que aparecen hoy fuertemente estructurados y con una agenda propia, la Soberanía Alimentaria, lo que les convierte en actores muy influyentes en este proceso. 3.1 La Soberanía Alimentaria en las nuevas constituciones latinoamericanas 3.1.1 Los movimientos sociales campesinos en América Latina Ni los autores más optimistas

consideran hoy un éxito las reformas agrarias del siglo XX en América Latina para los intereses campesinos. A largo plazo parecen no haber tenido un

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efecto destacado en las condiciones de vida de la población rural. Y es que estas reformas agrarias no tenían como finalidad apoyar el modelo productivo campesino. La Reforma Agraria tenía objetivos subsumidos a las necesidades del modelo industrializador que muchos países intentaron implementar en esa época: el llamado Modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Entre ellos: a) mejorar las condiciones de vida de la población rural para aumentar su capacidad adquisitiva y convertirlos en consumidores del mercado interno que se quería desarrollar; b) obtener apoyo político por parte del sector campesino que compensase la oposición de la oligarquía tradicional y de las potencias extranjeras, cuyos intereses se veían dañados por las políticas económicas de los gobiernos nacionalistas; c) debilitar a esta oligarquía que históricamente basaba su poder político y económico en la propiedad de la tierra. Pero más allá del cambio de tenencia de la tierra, las políticas agrarias también tenían otros objetivos que casaban mal con el modelo de producción campesino y lo ahogó: a) modernizar el agro a partir de los principios de la Revolución Verde entonces en boga (grandes unidades productivas, tendencia al monocultivo, mecanización, uso de insumos industriales, etc.); b) mantener, en una estrategia para intentar alcanzar una balanza de pagos positiva, su vocación exportadora; y c) producir alimentos baratos destinados a una población urbana en rápido crecimiento. Aún con todo ello, en los últimos años hay una revalorización de ciertos efectos colaterales generados por esa ola de reformas agrarias. En este sentido, se recupera como una

importante consecuencia positiva la formación de los nuevos movimientos sociales de raíz campesina e indígena que, afirma, no se podrían entender sin esas inconclusas reformas agrarias que en parte los engendró. La Reforma Agraria, o la lucha por ella, convirtió a medio plazo a la población campesina en agente político al fortalecer su capacidad de organización e incidencia. Refiriéndose al caso boliviano, pero en una afirmación que se puede extrapolar a buena parte de América Latina, el actual vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera asegura que a diferencia de lo que sucedió en el siglo XX, cuando los movimientos sociales fueron articulados alrededor del sindicalismo obrero y de organizaciones populares urbanas portadoras de un ideario de mestizaje modernizador, los que actualmente tienen mayor poder de interpelación política son las organizaciones de base indígena y campesina. Por poner algunos ejemplos, en el caso ecuatoriano las organizaciones campesinas que conforman la Mesa Agraria (FENACLE, FENOCIN y CNC Eloy Alfaro) tienen mucha influencia en las políticas agrarias del gobierno de Rafael Correa a cuyo partido (Alianza PAIS), de manera más o menos clara, apoyan. La relación entre el MAS, el partido que encabeza Evo Morales, y las principales organizaciones campesinas e indígenas bolivianas es mucho más explícita, casi orgánica, por cuanto su presidente surge de ellas. El CONALCAM, plataforma creada para apoyar los cambios políticos que propugna el gobierno de Evo Morales, está formada mayoritariamente por movimientos campesinos e indígenas como la CNMCIOB Bartolina Sisa, la CSUTCB, la CIDOB o el CONAMAQ.

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Hay una característica común a todas estas organizaciones y que es preciso destacar. Políticamente hablando ya no

son, como fueran antaño, sujetos pacientes. Ahora se tratan de actores propositivos.

Los movimientos campesinos e indígenas del siglo pasado que se iniciaron con la revolución mexicana y se alargaron hasta la década de los ’80 no habían desarrollado un modelo teórico más allá de considerar que sus problemas radicaban exclusivamente en la tenencia de la tierra y/o en la obligación a prestar servicios y pagar rentas abusivas. La Reforma Agraria, entendiendo como tal la simple distribución de tierras entre los campesinos, y la abolición de estas prestaciones, marcaban el horizonte de sus reclamaciones. Pero en la década de los ’90 en América Latina surgen o maduran una nueva generación de movimientos sociales,

muchos de ellos de campesinos e indígenas, bien organizados y con objetivos ambiciosos. Y es que el campesinado (con o sin tierra, indígena o no) ha dejado de ser aquella masa informe que los gobiernos nacionalistas del siglo XX intentaron convertir (o convirtieron) en su base social inculcándoles una agenda política ajena. Ahora se estructura en organizaciones con capacidad de decisión e influencia política, al punto de haber sido capaces de poner en jaque y tumbar con sus movilizaciones diversos gobiernos en Ecuador y Bolivia en los últimos quince años. Y lo que es más novedoso, posee una agenda política propia: la Soberanía Alimentaria.

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Además se empezaron a coordinar a nivel internacional hasta cuajar, en 1993, en la creación de La Vía Campesina, actualmente la plataforma antiglobalización más grande, que reúne asociaciones y sindicatos agrarios de todos los continentes, y que fue impulsada por organizaciones campesinas latinoamericanas. El objetivo de La Vía Campesina es enfrentar el modelo agroindustrial dominante que convierte la producción y los recursos agrarios en mercancías adecuadas para la especulación financiera, enfrentamiento que personifican en la Organización Mundial del Comercio, la institución multilateral que más activamente promueve este tipo de agricultura desde el advenimiento del Neoliberalismo. Para La Vía Campesina existen dos modelos de producción agrario mútuamente excluyentes: el agroindustrial, basado en la tecnología de la Revolución Verde, y el de la Soberanía Alimentaria, concepto presentado en 1996 por esta plataforma y que defiende el modelo de produción campesino. Mientras que el primero se sustenta en el comercio internacional, el segundo revaloriza los circuitos cortos de comercialización; mientras que el primero pide que el acceso a la tierra se establezca a través de las reglas del mercado, el segundo reclama una Reforma Agraria genuina; mientras que el primero se basa en la mecanización, el uso de insumos industriales y el monocultivo intensivo, el segundo aboga por la agroecología como técnica productiva. Pero lo interesante de la Soberanía Alimentaria es que no es un mero pliego de reclamaciones o un recetario de buenas prácticas, sino que es el constructo teórico de una propuesta

que integra todos los elementos que participan en el proceso productivo agropecuario y en la vida rural: los insumos (agua, tierra, semilla), la tecnología, el ecosistema, el mercado y los consumidores, la fuerza de trabajo, el acceso a créditos y subsidios, la calidad de la producción, el acceso a servicios públicos, etc. Y lo hace reclamando el reconocimiento de derechos (derecho de un país a definir sus políticas agrarias, derecho a los recursos productivos, derechos de la mujer campesina, derechos indígenas, derecho a la alimentación, derecho al acceso al mercado local, derechos del consumidor, etc.), y sólo secundariamente capital para la producción. Y es que se trata de una propuesta política, y no de un modelo productivo o de una estrategia destinada a acceder a recursos financieros públicos. En resumidas cuentas: las organizaciones campesinas e indígenas que se han convertido en el principal sustento de los gobiernos nacionalistas del post-neoliberalismo son estructuras autónomas del poder político, fortalecidas a través de redes internacionales, y con una agenda política propia. Y esto hace que su apoyo ya no sea ciego. Estas organizaciones reclaman que las políticas gubernativas consideren el mundo rural campesino como sector prioritario y la Soberanía Alimentaria como el paradigma agrario a privilegiar. 3.1.2 La agenda política campesina en los nuevos gobiernos nacio-nalistas Los nuevos gobiernos nacionalistas han requerido el desarrollo de un aparato legislativo que les facilitase la aplicación de sus propuestas políticas. En algunos casos se abrieron nuevos

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procesos constituyentes que culminaron en la aprobación en referendum de nuevas cartas magnas (Venezuela en 1999, Ecuador en 2008 y Bolivia en 2009), que posteriormente han sido o están siendo seguidas por la elaboración de nuevas leyes destinadas a hacer operativo el articulado constitucional. En este proceso han participado activamente los movimientos sociales, y especialmente los de base campesina e indígena. Y eso se ha reflejado en las nuevas constituciones y leyes. En este sentido, destacaríamos tres puntos que caracterizan estas propuestas legislativas en relación a la cuestión agraria: 1. Papel central de la agricultura_ La

política agraria ya no aparece subsidiaria del sector industrial o de otro considerado la piedra angular del desarrollo, como sucedió en el modelo ISI. En realidad, la agricultura, y en concreto la agricultura campesina, es uno de los sectores (no el único) que ahora asume este rol.

2. Soberanía Alimentaria_ El

tratamiento de la política agraria es holística, y ya no se centra sólo en la tenencia de la tierra, sino en todos los factores que afectan a la producción. Y es que se asume explícitamente como principio rector de la política agraria el paradigma de la Soberanía Alimentaria, cuyo objetivo es revalorizar y defender el papel del modo de producción campesino.

3. Políticas relacionadas_ El nuevo

aparato constitucional también establece otras políticas (medioambiente, derechos indígenas, política macroeconómica,

etc.) que inciden positivamente en el modelo propugnado por la Soberanía Alimentaria.

Recapitulando, parecería que si la CEPAL fue quien estableció el marco teórico de los gobiernos nacionalistas de hace medio siglo, ahora son las propuestas surgidas de los movimientos sociales los que generan los principios ideológicos de los gobiernos nacionalistas post-neoliberales. Pero esto no es así: igual que los primeros asumieron los principios cepalinos de forma irregular y fragmentada, las propuestas de los movimientos sociales tampoco parecen ser asumidas por los segundos en su integridad. Y es que el establecimiento de un nuevo ordenamiento legislativo no siempre se materializa en políticas acordes. Más aún: podemos observar contradicciones en las misma leyes y constituciones promulgadas. Así por ejemplo, la nueva constitución boliviana, a la vez que plantea la Soberanía Alimentaria como principio rector de la política agraria, acepta la existencia de la gran propiedad (hasta 5.000 hectáreas), lo que es incongruente. Esta ambivalencia llega incluso a la contradicción en el texto, como sucede en relación a los organismos genéticamente modificados (OGM): mientras que el artículo 255 prohibe la importación, producción y comercialización de OGM, el artículo 409 manifiesta que “será regulada por ley”. Una situación parecida es la de Ecuador. La Ley Orgánica de Soberanía Alimentaria promulgada tras el proceso constituyente declara al país “libre de cultivos y semillas transgénicas”. Sin embargo, Rafael Correa impuso una serie de modificaciones al texto original aprobado por la Asamblea Nacional por las que, entre otras cosas, se permite la importación y procesamiento de

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materia prima que contengan insumos de origen transgénico siempre y cuando “cumplan con los requisitos de sanidad e inocuidad y que su capacidad de reproducción como semillas sea inhabilitada por trozamiento” (art. 26). Esto da pie a la introducción de OGM de tecnología Terminator (tecnología que permite el diseño genético de semillas programadas para ser estériles en su segunda generación). Las modificaciones presidenciales también inciden en algunos elementos que contradicen los principios de la Soberanía Alimentaria, como la posibilidad de ampliar los subsidios a los grandes productores agropecuarios, la legalización de los manglares ilegalmente ocupados por empresas camaroneras, o la posibilidad de

producir agrocombustibles con recursos de vocación agrícola. Ante esta situación, los nuevos gobiernos nacionalistas encuentran en la oposición a sectores de los movimientos sociales, descontentos por la lentitud o por el carácter poco drástico (poco socialista o poco indígena) de las medidas emprendidas. El caso de la CONAIE en Ecuador es paradigmático, si bien se encuentra en una profunda crisis desde su temporal y fracasado apoyo al gobierno de Lucio Gutiérrez en el 2002. En Bolivia esta oposición es también limitada, pero eso no es óbice para que los mismos movimientos sociales que dan apoyo al MAS y que se encuadran en el CONALCAM puedan criticar las políticas gubernamentales.

En abril del 2009, por ejemplo, una de estas organizaciones, CIDOB, abandonó temporalmente el CONALCAM y afirmó que iba a

estudiar su relación con el gobierno por la decisión del Congreso controlado por el MAS de reducir a siete, de los dieciocho reclamados, el número de

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escaños indígenas en la Asamblea Legislativa Plurinacional que se iba a formar. ¿A qué se debe esta discordancia entre propósitos y resultados? En parte se puede achacar a que los equipos de los nuevos gobiernos nacionalistas no están formados por personas con planteamientos ideológicos homogéneos. Entre sus filas podemos descubrir desde líderes con posicionamientos radicales de izquierda hasta cargos con leves principios reformistas que no desean enfrentar el paradigma neoliberal, pasando por dirigentes indígenas que abogan por un modelo socioeconómico de naturaleza diferente. Otro elemento que explica esta contradicción radica en entender que detentar el control del aparato del Estado no implica tener el poder, al

menos de forma absoluta. Los nuevos gobiernos nacionalistas se hallan, así, entre dos aguas. Por un lado están presionados por el poder oligáquico local con el apoyo internacional de los países occidentales, que exigen respeto al status quo establecido por el Neoliberalismo. Por otro, lo están por los movimientos sociales en los que se sustentan y que les reclaman más decisión y radicalidad en sus políticas económicas. Sea por el motivo que sea, estas políticas agrarias están lejos de ser tan radicales y revolucionarias como aparentan. Y es que para ello los nuevos gobiernos nacionalistas tendrían que romper con dos obstáculos que parecen, hoy, infranqueables: el limitante desarrollista y el limitante capitalista.

3.2 ¿Revolución o reforma?. Limitaciones de los nuevos gobiernos nacionalistas a la hora de incluir la agenda política campesina e indígena Es difícil definir “radicalidad” o “reformismo”, básicamente porque son de esos conceptos que W. B. Gallie denomina conceptos esencialmente debatidos (essentially contested concepts); es decir, conceptos alrededor de los cuales se genera un debate inacabable ya que pueden dar pie a definiciones incompatibles pero válidas, dependiendo de los aspectos que se enfaticen y el contexto en el que se planteen. En términos prácticos, aquí consideraremos que la radicalidad de las políticas gubernativas se pueden alcanzar mediante dos vías, que son las reclamaciones que predominan en los movimientos altermundistas: proponiendo un modelo económico basado en una estricta sostenibilidad de los medios productivos (vía

ecologista), o enfrentando la estructura de clase y étnica (vía socialista e indigenista). Ninguna de las dos opciones parece asumida por los nuevos gobiernos nacionalistas. Por un lado, los planteamientos macroeconómicos siguen siendo productivistas: el crecimiento continúa siendo el credo de la política económica. Por otro, aunque en su retórica han recuperado el término “socialismo”, están muy lejos de ser propuestas dirigidas a terminar con las diferencias socioeconómicas. a) Mantenimiento de los principios desarrollistas Exceptuando Cuba, los países que a

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día de hoy están aplicando de manera más decidida medidas anti-neoliberales en América Latina (Venezuela, Bolivia y Ecuador) cuentan con grandes reservas de hidrocarburos y de otras materias primas extractivas. Esto se convierte en un cuchillo de doble filo. Por un lado, estos recursos generan (cuando de nuevo son controlados por el Estado) unos ingresos que favorecen el cambio del modelo económico: permiten destinar recursos a cubrir las necesidades de las clases populares que son la base social del gobierno nacionalista, a afrontar las obligaciones con las instituciones multilaterales permitiendo romper con las políticas económicas a las que éstas obligan, o a iniciar procesos de re-nacionalización de sectores estratégicos privatizados durante la hegemonía neoliberal. Pero por otro lado esta dependencia dificulta que el nuevo modelo económico que se quiere implementar, y que en realidad está en formación, rompa con la premisa desarrollista-productivista. Los nuevos gobiernos nacionalistas han abandonado las antañas esperanzas depositadas en el sector industrial, pero también la confianza en reducir sustancialmente la dependencia de las exportaciones. Y más contando con estos recursos naturales de gran valor estratégico y cuyo cotización no deja de aumentar en el mercado internacional. Si bien la agricultura no aparece hoy como un sector subsumido a otro al que se considere el eje del desarrollo económico del país, como sucedía con el modelo ISI, es cierto que la minería y la industria petrolífera perjudican

los principios de Soberanía Alimentaria. Ecuador nos permite ejemplificar esta situación. La Ley de Explotación Minera promulgada en el 2009 por el gobierno de Rafael Correa en Ecuador defiende la minería incluso por encima de preceptos establecidos en la Constitución del 2008. Por ejemplo, mientras que ésta cierra toda posibilidad a cualquier tipo de actividad extractiva en áreas protegidas, en la ley se establecen diversas excepciones que lo autorizarían. Esta nueva ley no es más que la continuación de una política gubernamental de defensa de concesiones mineras de empresas extranjeras que afectan gravemente el medioambiente y la Soberanía Alimentaria de la población local, y que ha generado una fuerte respuesta por parte de la sociedad local afectada y de organizaciones ecologistas como Acción Ecológica e indígenas como la CONAIE. No olvidemos que el paradigma de la Soberanía Alimentaria no es desarrollista. Bien al contrario. Frente a la idea de producir mercancías, aboga por la función social de la agricultura, que debe ser la de producir alimentos. En consonancia con ello, frente a la idea de producir “más”, Soberanía Alimentaria aboga por producir “mejor”: productos de calidad, producción sostenible con el medio, etc. Frente a la búsqueda del mercado más rentable en términos monetarios, Soberanía Alimentaria aboga por el control del mercado por parte de productores y consumidores, por lo que prefiere los circuitos cortos de comercialización, más allá del precio coyuntural del producto. Como hemos dicho, el modelo

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económico del nuevo nacionalismo está aún en construcción. Pero el proceso no parece exento de contradicciones importantes, como el de querer conjugar dos paradigmas, la Soberanía Alimentaria y la minería extractiva, mútuamente excluyentes. El concepto de sostenibilidad en el que se basa Soberanía Alimentaria se opone al uso de los recursos naturales que hace la minería extractiva. Sobre el terreno (en lo local) y en la legislación ya se está poniendo en evidencia esta incongruencia. El espacio ALBA-TCP, que agrupa países que desean apostar por propuestas económicas antineoliberales, muestra una gran indefinición en sus políticas alimentarias y agrarias (Montero 2010). Así pues, si bien en un acto de ilusión hemos denominado a los nuevos gobiernos nacionalistas como “post-neoliberales”, difícilmente los podríamos considerar gobiernos del “post-desarrollo” en el sentido que Arturo Escobar da a este término. b) Un nuevo modelo capitalista “Socialismo del siglo XXI” es un concepto muy utilizado por los principales dirigentes nacionalistas latinoamericanos actuales. Pero lo cierto es que a día de hoy nada indica que los nuevos gobiernos nacionalistas se dirijan realmente hacia una sociedad socialista. El aparato legislativo con el que se han dotado no busca romper en ningún momento las diferencias sociales: las nuevas constituciones aceptan y favorecen la propiedad privada de los

medios de producción. Sus acciones políticas más radicales tampoco van por ese camino. Y es que considerar como socialistas el antiimperialismo (enfrentamiento con los Estados Unidos, Europa e instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o la OMC), la nacionalización de recursos estratégicos o las políticas de Reforma Agraria conlleva caer en el riesgo de confundir dos debates diferentes: el de proteccionismo versus librecambismo, por un lado, y el de socialismo versus capitalismo, por otro. El primero responde a la pregunta de cómo se ha de crear la riqueza, mientras que el segundo enfrenta el tema de cómo se ha de distribuir la riqueza creada. La mejora de las condiciones de vida de los sectores populares a costa, tal vez, de reducir los beneficios de la oligarquía por parte de los gobiernos nacionalistas, es resultado de las exigencias del modelo económico proteccionista que propugnan y que requiere la formación de un mercado interno fuerte, así como de su necesidad de hacerse con una amplia base social de apoyo. Pero no de la aplicación de un modelo político socialista que busque romper las diferencias de clase. En otras palabras, las acciones más radicales de los gobiernos nacionalistas son consecuencia o necesidad de la adopción de un modelo económico proteccionista, pero no por ello menos capitalista.

3.3 Conclusiones La agenda política de los movimientos sociales campesinos, la Soberanía

Alimentaria, ha sido asumido formalmente por los nuevos

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gobiernos nacionalistas latinoamericanos. Pero en los hechos esta política pro-campesinista es dubitativa. Diversos factores pueden explicar estas vacilaciones. Por un lado, estos gobiernos están en proceso de consolidación, una consolidación especialmente complicada ya que reciben una fuerte presión por parte de los sectores oligárquicos nacionales, y de gobiernos y transnacionales foráneas, que dificultan el desarrollo de su agenda político-económica y les obliga a la negociación. También incide que, resultado de esta presión interna y externa, los movimientos sociales en los que se sustentan se encuentran en la tesitura de cerrar filas a favor del gobierno por razones tácticas; es decir, se ven impelidos a reducir su horizonte de reclamaciones y críticas, y con ello el empuje del proceso hacia posiciones más radicales. Además estos gobiernos nacionalistas aglutinan en su seno muchas sensibilidades políticas, en algunos casos incluso opuestas. Otro elemento que influye es que esta nueva oleada de gobiernos nacionalistas aún no ha definido un marco conceptual de política económica. Finalmente, no podemos olvidar la dependencia del sector minero y de los hidrocarburos, sectores incompatibles en la práctica con los principios de la Soberanía Alimentaria; pero es que no es fácil prescindir de unos recursos naturales que generan ingresos cuantiosos y rápidos. A parte de su incapacidad de romper con el principio desarrollista, otra característica de este modelo económico es que, más allá de la retórica, no se trata de un modelo socialista. Los procesos constituyentes han marcado las bases para mejorar las condiciones

de vida de sectores sociales históricamente marginados (indígenas, afrodescendientes y campesinos, entre otros), pero no han pretendido romper el sistema de clases. La gran desigualdad socioeconómica que caracteriza América Latina (la mayor del mundo según el Coeficiente de Gini) se debe tanto a que es una sociedad diferenciada como a que los mecanismos de compensación no están institucionalizados o se encuentran en crisis. Parecería que los gobiernos nacionalistas de antaño y los actuales luchan sólo por establecer o restablecer estos mecanismos de compensación, pero no por acabar con la desigualdad, sea por debilidad política, por incapacidad mental para romper con los preceptos desarrollista y capitalista, o porque su objetivo es cambiar el modelo librecambista por otro proteccionista (para lo que sólo requieren mejorar las condiciones de vida de la población para potenciar el mercado interno). Elemento diferencial del actual contexto político es el rol que juega la población indígena y campesina. Las organizaciones y movimientos sociales que los agrupan están hoy mucho más organizadas que hace cinco décadas. Incluso aparecen estructuradas a nivel internacional a través de plataformas como La Vía Campesina. Y cuentan con una agenda política propia, la Soberanía Alimentaria. Esto les convierte en un factor propositivo con fuerte capacidad de incidencia en las política públicas. Esta fortaleza de los movimientos sociales actuales, actores ahora muy influyentes en las esferas gubernamentales, puede enfrentar las limitaciones que se han señalado

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y radicalizar los procesos políticos que se están viviendo. Así por ejemplo, si bien es cierto que la constitución boliviana acepta la concentración de la propiedad en latifundio, también lo es que impone

la “utilidad social de la agricultura”, lo que puede convetirse en una puerta abierta a una Reforma Agraria radical si se llegara a considerar que el monocultivo para la exportación no es útil socialmente.

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4. Comercio Justo: una visión desde la Soberanía Alimentaria El Comercio Justo es una relación de intercambio comercial basada en el diálogo, la transparencia y el respeto que busca una mayor equidad en el comercio internacional. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de los pequeños productores y trabajadores marginados, especialmente del Sur. 4.1 Qué es el Comercio Justo La definición de la WFTO Las organizaciones de Comercio Justo, tienen un claro compromiso con el Comercio Justo, como el núcleo principal de su misión. Apoyadas por los consumidores, están activamente comprometidas en apoyar a los productores, sensibilizar y desarrollar campañas para conseguir cambios en las reglas y prácticas del comercio internacional convencional. Pueden reconocerse por la Marca OCJ.

El Comercio Justo va más allá del intercambio: demuestra que una mayor justicia en el comercio mundial es posible. Resalta la

necesidad de un cambio en las reglas y prácticas del comercio convencional y muestra cómo un negocio exitoso puede también dar prioridad a la gente.

La World Fair Trade Organization (WFTO), asociación internacional que trabaja por el Comercio Justo creada en 1989 y que agrupa más de 300 organizaciones de más de 70 países, prescribe 10 estándares que deben seguir las Organizaciones de Comercio Justo en su rutina de trabajo diaria y sigue un sistema de monitoreo constante que asegure el cumplimiento de los mismos:

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Oportunidades para productores en desventaja económica. El Comercio Justo es una estrategia para aliviar la pobreza y para el desarrollo sostenible. Su objetivo es crear oportunidades para productores que se encuentran en desventaja económica o marginados por el sistema de comercio convencional. Transparencia y rendición de cuentas. El Comercio Justo requiere una administración y relaciones comerciales transparentes, para trabajar de forma justa y respetuosa hacia los socios comerciales. Desarrollo de Capacidades El Comercio Justo es un medio para desarrollar la independencia del productor. Las relaciones de Comercio Justo otorgan continuidad, durante la cual los productores y sus organizaciones de mercadeo pueden mejorar sus habilidades en administración y su acceso a nuevos mercados. Promoción del Comercio Justo Las Organizaciones de Comercio Justo generan conciencia sobre el Comercio Justo y sobre la posibilidad de una mayor justicia en el comercio mundial. Suministran a sus clientes información sobre la organización, sus productos y en qué condiciones son fabricados. Utilizan técnicas honestas de publicidad y mercadeo y apuntan a los estándares más altos en calidad y empaquetado del producto. Pago de un precio justo Un precio justo en el contexto local o regional, es aquel que se ha acordado a través de diálogo y participación. No solamente cubre costos de producción sino que también permite

una producción socialmente justa y ambientalmente responsable. Ofrece un pago justo a los productores y toma en consideración el principio de igual paga para igual trabajo tanto de mujeres como de hombres. Quienes Comercian Justamente aseguran un pago al día con sus socios y, en lo posible, ayudan a los productores a obtener acceso a financiamiento para las fases previas al cultivo y la cosecha. Equidad de Género Comercio Justo significa que se valora y recompensa debidamente el trabajo de la mujer. Las mujeres siempre son retribuidas por su contribución en el proceso de producción y empoderadas en sus organizaciones. Condiciones de Trabajo El Comercio Justo también se refiere al trabajo de los productores en un entorno seguro y saludable. La participación de niños (si la hubiera) no afecta adversamente a su bienestar, su seguridad ni sus requerimientos educacionales y recreativos y se adhiere a la Convención de los Derechos de la Niñez de las Naciones Unidas así como a todas las leyes y normas en su contexto local. Trabajo Infantil Las Organizaciones de Comercio Justo respetan la Convención de las Naciones Unidas para los Derechos del Niño así como las leyes locales y normas sociales para asegurar que la participación de niños (si la hubiera) en los procesos de producción de artículos comerciados justamente no afecte adversamente su bienestar, su seguridad ni sus requerimientos educacionales y recreativos. Las Organizaciones que trabajan directamente con productores

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organizados informalmente deben hacer explícita la participación de niños en la producción. El medio ambiente El Comercio Justo promueve activamente mejores prácticas medioambientales y la aplicación de métodos de producción responsables. Relaciones Comerciales Las Organizaciones de Comercio Justo, comercian con una

preocupación por el bienestar social, económico y medio ambiental de los pequeños productores marginados y no maximizan sus ganancias a costo de ellos. Mantienen relaciones a largo plazo basadas en la solidaridad, la confianza y el respeto mutuo que contribuye a la promoción y al crecimiento del Comercio Justo. Se contribuye a los productores con el acceso a un pago por adelantado en las fases de pre-cosecha y pre-producción.

4.2 La Soberanía Alimentaria frente a los productos de “vocación exportadora” 4.2.1 El caso del café y el cacao Si en la concepción de la soberanía alimentaria lo fundamental son los mercados locales, ¿qué pasa con

aquellos cultivos que tradicionalmente participan, total o en una parte muy importante, en los mercados internacionales? También aquí la estrategia de la soberanía alimentaria ofrece una visión de cómo

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abordar el problema. Veámoslo para algunos de los cultivos más significativos. Hasta 1989 se mantuvo el acuerdo de precios y cuotas que vendía cada país productor dentro de la Organización Internacional del Café (OIC), lo que permitió mantener los precios estables. El fin de dicho acuerdo coincide con la irrupción en el mercado del café robusta, procedente de Asia (Indonesia, la India, Laos y Vietnam fundamentalmente), que representó un aumento del 50% del café comercializado mundialmente sin que hubiera un aumento de la demanda. El fin de la cuotas y la sobreproducción está en el origen de la caída de precios que desde entonces caracteriza el mercado mundial del café. A lo largo de estos años, se ha hablado de diferentes soluciones: diversificar los tipos de café comercializados (ecológico, cafés de degustación), la apertura de nuevo mercados en los países del Sur y en la Europa del Este... Sin embargo, ante una crisis de sobreproducción, la única posibilidad de ir a la raíz del problema es arbitrar mecanismos de intervención político-administrativa que puedan regular el sector con cuotas de producción y garantizando unos precios dignos. Vuelve a ser necesario poner los mecanismos de decisión política, de soberanía de la ciudadanía, por delante de los estrictos mecanismos del mercado. En este caso, dadas las características del café, producido en países tropicales y consumido fundamentalmen te en países del Norte, este reequilibrio sólo se puede —parcialmente— reestablecer volviendo a un acuerdo internacional del café que asigne cuotas y garantice precios, como fue hasta 1989. La

aplicación de estas cuotas se tendría que realizar minimizando su impacto social y ecológico, preservando y desarrollando las funciones básicas que debería tener la actividad agraria: producir alimentos de calidad a un precio razonable, conservar el medio y articular el territorio en condiciones dignas de vida y de trabajo. Evidentemente, esta reconversión de importantes zonas productoras de café, si se quisiera realizar ofreciendo salidas dignas a los pequeños campesinos, tendría un coste monetario importante. Sería deseable que, por una vez, se invirtiesen los papeles. Si hasta hoy los aranceles que los países del Norte han impuesto al café transformado han beneficiado las grandes multinacionales del negocio del café (no hay ningún agricultor cafetero que proteger en el norte), mañana podría existir una política impositiva que favoreciese que la transformación (con el valor añadido que significa) se quedara lo más cercana al productor del Sur, fortaleciendo así el tejido campesino y gravando a las multinacionales que han realizado sus pingues beneficios sobre los sufrimientos de los campesinos del Sur. Sería de justicia un comercio que compensara a los campesinos perjudicados por la crisis del café, restableciendo una equidad que no debió romperse. Poner impuestos a las multinacionales permitiría financiar una reconversión que se hace necesaria por la desregulación y expansión del mercado que ellas y los organismos internacionales han impuesto en las últimas décadas. Las multinacionales del café tienen una deuda histórica con los campesinos que deberían saldar. El peculiar ecosistema que requiere el cultivo del

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cacao hace que ocho países (Costa de Marfil, Ghana, Indonesia, Nigeria, Brasil, Camerún, Ecuador y Malasia) produzcan el 90% de todo el cacao del mundo. Poseen lo que los economistas llaman una ventaja comparativa que, siguiendo el credo liberal, los haría muy fuertes en el mercado internacional. Nada más lejos de la realidad: los países productores son la parte mas débil del sector del cacao. Para mantener unos precios estables, se firmaron diferentes Acuerdos Internacionales del Cacao (AIC) desde 1972. Se regulaba así el volumen de las exportaciones por medio de contingentes y, dado que el cacao es un árbol y la gestión de stocks y excedentes no se puede hacer regulando cada año el volumen cultivado, se crearon stocks reguladores gestionados por la Organización Internacional del Cacao. Sin embargo, cuando hubo excedentes de este producto, no hubo suficientes fondos para absorberlos. Los precios cayeron en picado y con ellos los AIC. Se impusieron entonces las «leyes del mercado», es decir las grandes multinacionales de la transformación que sí tenían el dinero que no tenía la OIC. Sus existencias llegaron a 1.328.000 toneladas en 1990-91, es decir el 67% de la demanda total anual. Gracias a su capacidad de almacenaje y financiera las multinacionales de la transformación impusieron su oligopolio —y por tanto sus precios— a los productores de cacao. Costa de Marfil y Ghana, al ser responsables del 55% de la producción mundial de cacao y debido a que por medio de la intervención estatal podían controlar la oferta de cacao de sus países, jugaron un papel regulador en el

mercado mundial. Sin embargo, para determinar el mercado mundial les faltaba una posición económica dominante, que no tenían en absoluto. La presión del FMI y del Banco Mundial, en el contexto del problema de la deuda y de los Planes de Ajuste Estructural, impusieron sus leyes de mercado, impidiendo la regulación estatal en dichos países. Como es habitual, el discurso liberal fue el complemento ideal para facilitar el camino de las multinacionales, que hoy dominan el mercado del cacao. Es necesario volver a unos acuerdo internacionales que regulen la oferta y garanticen precios dignos para que los países productores puedan vivir dignamente de los cultivos del cacao. Pero ello requiere que el poder de decisión, la soberanía, se vaya del oligopolio de las multinacionales agroalimentarias y vuelva a las manos de los productores. 4.2.2 El caso azúcar Los diferentes climas que permiten la producción de azúcar y la diversidad de cultivos de donde se puede extraer hacen que el comercio internacional del azúcar sea especialmente complicado. Un producto que en la época colonial era exportado por los países tropicales, hoy es sobreproducido por la UE, donde es uno de los sectores agrícolas que recibe mayores subvenciones. También se produce en Estados Unidos, donde igualmente está protegido y subvencionado. Un exceso de oferta debido al productivismo y a la substitución por otros productos, especialmente para usos industriales, una invasión del mercado mundial con excedentes subvencionados por parte de la UE y

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un proteccionismo por parte de Estados Unidos, han hecho que el precio del azúcar en el mercado mundial haya caído cerca de un 75% en los últimos veinte años. Realmente, las subvenciones

europeas al azúcar que se exporta son totalmente criticables, pero este hecho no se puede aislar de un análisis detallado de todos los actores e implicaciones que existen en el tema del azúcar.

Cuando la OMC critica las subvenciones y el proteccionismo de la Unión Europea, está proponiendo una liberalización del mercado del azúcar que, al igualar los precios a los del mercado mundial, significaría la ruina de centenares de pequeños campesinos europeos y un desastre para los países ACP (Países de África, Caribe y Pacífico con los que la UE tiene unos acuerdos preferenciales), que hoy exportan a la Unión Europea con unos precios dignos. ¿Quién se beneficiaría de esta liberalización? En primer lugar las

grandes empresas transformadoras. Actualmente, el 70% del consumo de azúcar lo realizan las industrias agroalimentarias. Coca Cola, Danone, Unilever y numerosas empresas agroalimentarias se beneficiarían de una bajada importante de los precios del azúcar. Coca Cola consume en la Unión Europea un millón de toneladas al año por un valor de más de 720 millones de euros. Una bajada del 10% del precio supondría un ahorro de 72 millones de euros. En segundo lugar, se beneficiarían los grandes terratenientes brasileños que basan su competitividad en la

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sobreexplotación de los jornaleros (llamados boas frias). En los últimos años y previendo la evolución del mercado mundial, las grandes empresas europeas están consolidando alianzas con los hacendados brasileños. Así, Sucden (franco-inglesa), primer actor en el mercado internacional, ha creado un partenariado en Brasil en forma de co-empresa. Louis Dreyfus (franco-inglesa) ha tomado el control de Coinbra en Brasil. Tate & Lyle (GB) ha entrado en el capital de Cosan aproximadamente en un 10 %. Glencore (Suiza) controla el 51% del capital de la Refinadora Catarinense. Unión SDA (Francia) ha cerrado un acuerdo con Sucden y con el primer productor brasileño COSAN. Beghn Say (franco-italiana) controla la empresa Guaraní, número tres del Brasil. En este contexto resulta miope afirmar que la crítica a las subvenciones de la UE por parte del panel de la OMC sobre el azúcar «constituye una victoria moral y legal para los países en vías de desarrollo y debería fortalecer su voz en las negociaciones de la OMC» como hace Intermon-Oxfam en su nota informativa de abril del 2005 titulada ¿El fin del dumping del azúcar europeo? Parece que la obsesión de centrar su campaña «comercio con justicia» en facilitar el acceso de los productos del Sur a los mercados del Norte12 no les deja ver el complejo bosque de las relaciones comerciales internacionales. Una visión más compleja y que permite combinar los intereses de los pequeños productores, tanto europeos como de los países del Sur, es la de la Plataforma Europea para la Soberanía Alimentaria que, ante la propuesta de reforma del azúcar que

el 22 de junio de 2005 publicó la Comisión Europea defendiendo los resultados del Panel de la OMC, decía:

“La Comisión Europea impone su postura, que consiste fundamentalmente en rebajar drásticamente el precio del azúcar y de la remolacha europeos con el fin de acercarlos a los precios mundiales. Esta reducción de precios será compensada sólo parcialmente con pagos directos a los productores de Europa. La caída de los precios tendrá efectos económicos y sociales severos en muchas regiones europeas y de los países en vías de desarrollo que dependen de la remolacha azucarera y de la caña de azúcar, los cuales no tienen otra alternativa rentable. Esta reforma tendrá consecuencias dramáticas en el día a día de cientos de miles de pequeños agricultores y trabajadores de Europa y de los países en vías de desarrollo, cuyas explotaciones dependen de la producción de azúcar. Esta situación conduciría a la desaparición del sector en muchas regiones o países, causando desequilibrios territoriales y problemas socioeconómicos. La propuesta de la Comisión también afectará directamente al medio ambiente, ya que concentrará toda la producción de la UE en unos pocos países europeos. También favorecerá las plantaciones de caña de azúcar que hacen un uso insostenible de la tierra y que explotan la mano de obra local en algunos países en vías de desarrollo, pues éste es el único modelo de producción de azúcar que se beneficiará de la reducción de precios. Esta reforma causará una reorganización brutal en la industria azucarera de manera tal que los productores europeos recibirán una

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compensación irrisoria o casi ninguna, y los productores del Sur ni siquiera eso. Además, la reforma no beneficiará a los consumidores. Lejos de esto, más probable será que las grandes industrias consumidoras de azúcar (el 75% del azúcar europeo se utiliza en productos transformados, tales como refrescos) y la gran distribución aumenten sus márgenes de ingresos antes que reducir el precio del producto final. Basada en criterios de competitividad por los bajos precios, la reforma definitivamente no servirá a los objetivos de desarrollo y de erradicación de la pobreza. Realmente, esta reforma no tiene en cuenta las grandes cuestiones para el empleo, las explotaciones agrarias y la seguridad alimentaria”

Por ello, «se oponen a una reforma que confirma la desregulación del mercado y la progresiva alineación de los precios a los bajos niveles de los mercados internacionales. Solici-tamos el mantenimiento de precios remuneradores tanto para los productores europeos como para los de los países ACP que se benefician

del Protocolo del Azúcar. Además, los PMA (Países Menos Desarrollados) deberían poder adherirse al Protocolo del Azúcar, en las mismas condiciones que los países ACP». A cambio, solicitan «una regulación coherente de la producción europea y de sus importaciones. La reforma debe incluir para ello un techo a la producción europea, para que ésta no exceda los niveles de consumo interno, permitiendo una cierta cantidad de importaciones preferen-ciales (contingentes), provenientes tanto de los países ACP como de los PMA, a precios remunerativos y que cumplan las condiciones medioam-bientales y laborales. Las propuestas deben perseguir el objetivo de beneficiar efectivamente a los modelos de producción agrícola sostenibles tanto en Europa como en los países en desarrollo». El control de los mercados por medio de acuerdos internacionales en beneficio de la mayoría de pequeños productores vuelve a ser la piedra angular de las diferentes propuestas, como en los casos del café y del cacao antes mencionados.

4.3 Debates y controversias en el Comercio Justo 4.3.1 Dos modelos de Comercio Justo Explicaremos una pequeña anécdota para iniciar esta sección. Hace unos años, en Nicaragua, una asociación de campesinos cafetaleros nos solicitaron una reunión. Pensaban que podríamos darles pistas para enfrentar un dilema en la que se veían inmersos. El sector del café se había hundido en 2001, resultado de las políticas

transnacionales que buscaron aumentar la producción mundial del café para bajar su precio. Ahí jugó un papel importante Vietnam, que pasó en pocos años de ser un productor testimonial de café a ser el segundo después del Brasil. Para los pequeños productores nicaragüenses fue un desastre. Mucho café se quedó en los matorrales, porque era más costoso su recolección que el precio que iban a obtener por su venta. Algunos tuvieron la suerte de acceder al mercado alternativo del comercio

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justo; fue su tabla de salvación. Este fue el caso de la asociación campesina antes mencionada, que pudo establecer un contrato con una organización no gubernamental que trabajaba en este ámbito. Cuando me reuní con los representantes de esa asociación cafetalera, el contexto había cambiado. Una reducción drástica de la producción mundial del café, resultado de la crisis del 2001 y de una serie de malas cosechas, hizo que los precios del café se recuperasen. Y se habían recuperado de tal manera que una conocida corporación transnacional de la agroindustria les estaba ofreciendo un precio muy ventajoso por su cosecha, superior al que tenían pactada con la ONG. Los representantes de la asociación cafetalera querían saber mi opinión ante la disyuntiva que se les presentaba: ¿vendían la cosecha a la ONG al precio convenido, o aprovechaban la oferta de la transnacional? Detrás de las dos ofertas se encontraban dos modelos de mercados totalmente diferentes; en realidad, contrapuestos. Uno establece el precio del producto a partir de sus costos de producción. Si estos no varían, el precio final tiene que mantenerse constante en el tiempo. Y el precio final del producto no puede ser universalmente homogéneo, ya que los costos de producción son diferentes de unas regiones a otras, porque también lo son el valor de mercado del suelo y del agua, la capacidad productiva del agroecosistema o el costo de la mano de obra. El otro modelo de mercado, en cambio, establece el precio de los productos a partir de la oferta y la demanda internacional, y especialmente a través de mecanismos especulativos bursátiles

como los denominados contratos a futuro. Por lo tanto, el precio del producto tiende a ser homogéneo a nivel internacional. De hecho, este precios se establece en bolsas como las de Londres o Nueva York. Y obviamente, sin considerar los costos de producción. La primera reacción fue aconsejarles vender la producción a la ONG con la que estaban comercializando su café en los últimos años. Se trataba de una alianza estratégica a largo plazo, que les aseguraba un precio justo sobrepasando los vaivenes que caracterizan el mercado agroalimentario convencional. Por el contrario, la otra oferta provenía de una multinacional que había jugado un papel destacado en el hundimiento de los precios del café en 2001 y que casi los había arruinado. Además, la multinacional no aseguraba el precio del café para la siguiente temporada; su política corporativa siempre es obtener los precios más bajos posible. Sin embargo, ¿se les podía decir que no aprovechasen las condiciones de un mercado que, tal vez por primera vez en su vida, les era coyunturalmente favorable?. En contra de lo que muchas veces se da a entender, el comercio justo no es una apuesta de mercado epistemológicamente sencilla, consistente simplemente en pagar un sobreprecio para asegurar una condiciones de producción sociales y ecológicamente sostenibles. Por el contrario es un movimiento (o mejor, tendríamos que hablar de “movimientos”) que se enfrenta a numerosas complejidades y retos. Por ejemplo, ¿es lógico exportar mercancías a destinos en los que también se elabora ese producto, por mucho que la mercancía sea de

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comercio justo? ¿es ecológicamente sostenible un mercado que desplaza productos a miles de kilómetros del lugar de producción? ¿Qué riesgos puede suponer para el mercado local destinar parte de la producción a un mercado extranjero? ¿Es conveniente y eficaz establecer certificaciones de comercio justo para generar confianza en el consumidor final? ¿O por contra, los sellos de garantía comportan problemas como el encarecimiento del producto o la marginación de campesinos que no pueden asumir el costo de la certificación? ¿Es oportuno que las transnacionales agroalimentarias comercialicen productos de comercio justo? ¿O esto hace perder legitimidad al comercio justo en su denuncia del modelo agroindustrial que domina las relaciones comerciales internacionales? Además de complejas, las soluciones a estos y otros interrogantes no son únicas. Por el contrario, cada pregunta plantea un debate entre concepciones diferentes del comercio justo. Hay un modelo de comercio justo que aboga por la concertación con el sector agroindustrial. Su objetivo es aumentar el volumen de ventas, y como el mercado dominante está controlado por unas pocas transnacionales del sector agroalimentario, se valora como una estrategia acertada establecer alianzas con ellas. Esta concepción del comercio justo busca aprovechar los modelos de consumo denominados post-fordistas: aquellos que optan por productos especializados dirigidos a un perfil concreto de consumidor. En este caso, un consumidor preocupado por las consecuencias sociales y medioambientales de su consumo, y que ha dado lugar a un nicho de mercado en crecimiento. Esta

concepción del comercio justo, por tanto, quiere acceder y potenciar ese nicho de mercado comercializando a través de las grandes cadenas de distribución (supermercados), o certificando líneas de productos de comercio justo a transnacionales como Procter&Gamble, Nestlé, McDonalds o Starbucks. El otro modelo de comercio justo, en cambio, se plantea consolidar un mercado alternativo. Considera que el comercio justo no supone sólo aplicar condiciones de sostenibilidad social, económica y medioambiental a la primera fase del proceso de comercialización (la que relaciona el productor de la materia prima con el primer intermediario), sino en toda la cadena: desde el campesino al consumidor. Y que eso no es posible participando en el mercado convencional a través de empresas transnacionales. Además, para esta concepción el comercio justo es una propuesta política que busca no sólo mejorar los ingresos a unos pocos campesinos, sino denunciar los modelos dominantes de producción y comercialización de alimentos para cambiar políticas nacionales y multilaterales. A continuación vamos a repasar algunos de los debates y controversias que hay entre estos ambos modelos de Comercio Justo. 4.3.2 El Comercio Justo frente a las transnacionales agroalimen-tarias Hemos visto que la soberanía alimentaria pone la decisión ciudadana por encima del mercado. Es pues en dicho terreno, el de la acción social y política, donde se han de librar las batallas decisivas. Las estructuras injustas del mercado

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internacional no se cambiarán única ni fundamentalmente por introducir algunas prácticas alternativas dentro del mercado. Hay que cambiar las mismas características de este mercado, y ello se hace poniendo la política en el puesto de mando y la alimentación local por encima de la comercialización de excedentes en

mercados más amplios. Mientras nuestra fuerza en el mercado esté en los recursos monetarios que tenemos, siempre estaremos en desventaja... en la acción política, en cambio, nuestra fuerza está en que somos la mayoría de los ciudadanos. Es sin duda un terreno más favorable para los cambios sociales.

Por tanto, pensar que el objetivo de unas prácticas alternativas sea ocupar cada vez más espacio hasta conseguir que dichas prácticas sean dominantes en el mercado es una idea como mínimo ilusoria. Lo es no sólo por irrealizable, sino porque marcarse este objetivo puede desenfocar las prácticas de comercio justo, introduciéndolas por caminos que, en el mejor de los casos, no llevan a ninguna parte y, en el peor, a maquillar «éticamente» estructuras y

prácticas que globalmente no sólo no tienen nada de alternativo, sino que son las que queremos sustituir. Cuando el criterio de aumentar las ventas se vuelve absoluto y no se tienen en cuenta los límites de la práctica del comercio justo y su supeditación a otros objetivos del movimiento, se cae fácilmente en posturas totalmente contraproducentes. Así, hemos visto argumentar que una forma de hacer

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crecer el comercio justo es hacer que esta práctica sea asumida en algunos productos por parte de las grandes multinacionales de la transformación. El pequeño olvido es que dichas multinacionales, en lugar de vender un pequeñísimo tanto por ciento de un producto llamado de comercio justo porque trata mejor a unos pocos productores del Sur (más adelante analizaremos qué concepción del comercio justo es ésta), deberían aceptar la regulación de los mercados mediante acuerdos internacionales. Acuerdos que ellos han saboteado sistemáticamente y están impidiendo. Ésta es la lucha y la denuncia en la que debemos centrarnos, sin permitir que se desvíe a otros campos. Si tomamos el ejemplo del café, producto paradigmático del comercio justo y que sufre una grave crisis, ya hemos visto que las soluciones no pueden ser diferentes a las que siempre se han tomado delante de crisis agrícolas en que hay un exceso de oferta. Sería necesario un amplio y nuevo acuerdo internacional sobre este sector, en que se establezcan cupos de producción y se empiece un proceso de reconversión. Evidentemente, tal reestructuración masiva tendría que ser financiada por las empresas transnacionales del sector, las únicas que hasta hoy se han beneficiado escandalosamente de la crisis del café. No es equitativo hacer pagar los costes de la reconversión a los productores empobrecidos: que las multinacionales les devuelvan las ganancias realizadas sobre sus espaldas. Aunque a primera vista pueda parecer sorprendente, los adalides de la reestructuración salvaje que está llevando a la ruina a miles de

campesinos y esquilmando la tierra recomiendan certificaciones ecológicas y de comercio justo. El Banco Mundial y la administración norteamericana, a través de su programa USAID, están apostando por la certificación de los cafés «sostenibles» como la forma de salir de la crisis. Éste sería café producido de manera sostenible, cultivado en fincas tradicionales bajo sombra, que necesita mayor tiempo de maduración y, supuestamente, reduce el impacto del medio ambiente. La Asociación Nacional de Café (NCA) de Estados Unidos aconseja a los estados latinoamericanos que se especialicen en el sector de cafés de calidad como oportunidad de aumentar sus ventas. El Banco Mundial se adhirió a la campaña mundial en favor de los productores de café del Sur en desarrollo al alentar el pago de un precio justo por el grano y su cultivo ambientalmente sostenible. Llamó al establecimiento de políticas y criterios más estrictos para etiquetar o certificar café como «orgánico», de «comercio justo», shade grown («cultivado a la sombra», o con métodos que no dañan el ambiente) o «sostenible». Procter&Gamble (P&G), la mayor compañía de café de Estados Unidos y una de las cuatro que controlan el mercado mundial, ha empezado a suministrar café certificado de comercio justo a 15.000 supermercados norteamericanos. No le basta controlar y sacar provecho de la crisis del mercado mundial, también quiere hacer negocio con las buenas conciencias que quieren pagar algo más. ¡Y hemos oído a certificadores de comercio justo decir que esto era una conquista! Por supuesto se trata de una conquista

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para P&G, que por unos cuantos dólares transferidos a una minoría de productores de café oculta sus responsabilidades centrales en la crisis mundial que afecta a la inmensa mayoría de productores. Encima, esos dólares los saca de su nueva línea de negocios con los consumidores de buena fe, gracias a los certificadores del sobreprecio, que «garantizan» que P&G tiene «café justo» según «los estándares internacionales». Que estas empresas quieran cooptar la conciencia crítica de los consumidores convirtiéndoles en un refuerzo de su imagen es, en parte, lógico, y demuestra hasta cierto punto la fuerza de los elementos críticos. Que el movimiento de comercio justo se dedique a certificar dichos lavados de imagen (como hacen los sellos tipo FLO, que certifican sólo los productos por los precios que se han pagado en origen) es lamentable. Que se haga con el objetivo de aumentar ventas o para hacer avanzar los criterios del comercio justo, aunque sea parcialmente, demuestra la nula percepción que algunos tienen de los límites y de las prácticas del comercio justo. Este olvido de los límites lleva a su vez a olvidar —u ocultar— las batallas políticas y sociales, a nuestro entender fundamentales, y a las que una prácticas comerciales alternativas han de estar supeditadas. 4.3.3 Qué productos son adecuados para el Comercio Justo Si entendemos la práctica comercial como un ejercicio de coherencia y sobre todo de fortalecimiento de las organizaciones capaces de liderar una lucha por la soberanía alimentaria, deberíamos profundizar

las prácticas consolidadas del comercio justo en relación a los productores y a la producción. No se trata sólo de garantizar mejores condiciones de venta para los campesinos del Sur asegurándoles beneficios mayores, sino trabajar con todos los aspectos de su condición de protagonistas de una estrategia de soberanía alimentaria. A menudo, las organizaciones con más capacidad para exportar los llamados productos internacionales han hecho de su eficacia en este terreno su único leitmotiv. Si únicamente miramos la eficacia comercial, quizás sean estas organizaciones las más interesantes para establecer con ellas una relación comercial. Sin embargo, si tenemos en cuenta las dependencias que encierran los cultivos de exportación, y el carácter prioritario desde una perspectiva de soberanía alimentaria de la producción para los mercados locales, deberíamos priorizar el trabajo con organizaciones que tengan una visión de diversificación productiva para incrementar la producción de alimentos para el mercado local, rompiendo la dedicación exclusiva o prioritaria a los monocultivos de exportación (aunque sean del mercado de comercio justo). No siempre es posible empezar por el camino más difícil, pero demasiadas veces las necesidades de viabilidad hacen priorizar a las organizaciones de comercio justo del Norte los caminos más pisados, que no siempre y no necesariamente son los más inte-resantes. Una cooperativa vinícola chilena, que con mucho éxito ha entrado en el mercado internacional de comercio justo, ha llegado a producir en 2004 un millón de litros de vino para la

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exportación. Ahora bien, hace siete años, cuando entró en este circuito solidario, todavía producía un 20% de los alimentos para sus miembros. Hoy, la producción de vino, por muy «justa» que sea, ha expulsado cualquier otro tipo de cultivo. En este sentido, el impacto que determinadas políticas de comercio justo tienen sobre el desarrollo local de las comunidades es, como

mínimo, contradictorio. En las relaciones que se crean entre las organizaciones de comercio justo del Norte y las organizaciones de base del Sur, a menudo surge la posibilidad de colaborar en mejorar las capacidades productivas de las organizaciones campesinas aprove-chando el acceso a las fuentes de financiación que acostumbran tener las asociaciones del Norte.

Este hecho abre nuevas posibilidades de colaboración y de enriquecimiento mutuo en una relación que debe fortalecer y empoderar a todas sus partes. Sin embargo, junto a las posibilidades, están también los peligros. Los proyectos de cooperación tradicionalmente conllevan una serie de problemas que en esencia tienen que ver con la

aparición de una fuerte financiación ajena a los procesos orgánicos de desarrollo. Los objetivos y ritmos de los proyectos difícilmente se ajustan a los complejos problemas del desarrollo. La multiplicidad de objetivos, problemas y tareas que requiere una dinámica de desarrollo poco tiene que ver con el «cortoplacismo» y la búsqueda de

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resultados parciales cuantificables que caracteriza los proyectos (abordar esta temática en profundidad nos alejaría del objeto de este libro). A todo esto hay que sumar los problemas específicos de proyectos ligados al comercio justo. Existe una necesidad de mejorar la eficacia en los cultivos de exportación (calidad, homogeneidad, etc.) y parte de los proyectos deben contemplar estas necesidades y estos objetivos. Sin embargo, no deberíamos, a través de la financiación, cambiar las prioridades de una organización que debe fortalecer esencialmente sus criterios, marcados por la producción alimenticia local y donde los criterios de eficacia no tienen por qué corresponder necesariamente con los exigidos por la exportación a los mercados internacionales. Estas dificultades en equilibrar las necesidades dictadas por mercados internacionalizados y las prioridades locales se pueden observar claramente en los temas relacionados con una visión agroecológica. Si bien es cierto que el movimiento de comercio justo y la existencia de mercados con capacidad de compra y preocupados por temas ecológicos han ayudado en muchos casos a introducir la problemática medioambiental en la producción de determinados cultivos, también es cierto que lo han hecho influidos por los parámetros en los cuales se mueve dicho mercado en Europa y Estados Unidos. Así, estos segmentos de mercado dan una gran importancia a certificaciones que, aunque garantizan que los productos han sido cultivados sin química de síntesis y por tanto no contienen restos de la misma, no garantizan ni inciden en aspectos que también son fundamentales para una visión

agroecológica (que hayan sido producidos con procesos capaces de regenerar y mantener los suelos y las aguas, que mantengan y fortalezcan la biodiversidad de los cultivos, etc.). Además de parciales, los criterios certificadores que requieren los mercados europeos y americanos conllevan unos costes importantes para los productores del Sur. A veces tienen criterios de verificación que corresponden más a agriculturas industrializadas o como mínimo más adecuadas a los estándares de países desarrollados y que difícilmente son aplicables a agriculturas familiares en climas tropicales y que constituyen una nueva dificultad para los campesinos del Sur. Por ello, el trabajo a favor de la agroecología en el comercio justo constituye un trabajo algo más complejo que favorecer y comercializar los productos certificados. Requiere apoyo a visiones agroecológicas concretas, aunque no se correspondan con los parámetros y exigencias de eficiencia de los mercados internacionales. Esto no excluye la utilización de sellos orgánicos, pero, a la vez, requiere una importante información al consu-midor y un trabajo educativo para intentar crear garantías de confianza que vayan mucho más allá de los sellos «bio» al uso. Requiere una labor de crítica y presión sobre determinados mecanismos de certificación biológica que favorecen mecanismos de industrialización y occidentalización de la agricultura, obviando los mecanismos locales, la diversidad cultural y los procesos artesanales. Desde una estrategia de soberanía alimentaria no tiene ningún sentido importar productos que deberían ser suministrados por el mercado local.

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Es decir, no podemos importar productos que, en las mismas condiciones ecológicas y sociales, se producen aquí. Es el caso de algunos productos alimenticios (miel, vino, zumo de naranja, mermeladas, etc.). Hay que consumir, en la medida de lo posible y de lo razonable, productos de proximidad. La solidaridad se debe basar en el respeto de los mercados locales y de todos los agentes implicados y no puede crear injustas condiciones de competencia entre productores. Si esto es valido cuando nos enfrentamos a las exportaciones del Norte hacia el Sur, tampoco falsos criterios de solidaridad pueden entrar en competencia con el trabajo digno de nuestros pequeños agricultores. El comercio justo tampoco puede prescindir de calcular los costes ecológicos del comercio. Así, traer fruta fresca de miles de kilómetros de distancia implica unos costes ecológicos (transportes, cadena de frío, etc.) que, desde el punto de vista nutricional, están plenamente compensados por los productos de temporada de nuestra dieta local. Algunos productos (flores cortadas que en algunos países europeos se importan y comercializan como de comercio justo), tanto por el criterio social como el ecológico, deberían ser descartados en el movimiento de comercio justo. Si la práctica del comercio justo expresa claramente la voluntad de fortalecer a aquellas organizaciones que dinamizan una lucha por la soberanía alimentaria en su país, el movimiento de comercio alternativo deberá entonces trabajar prioritariamente con contrapartes comprometidas socialmente y políticamente con los derechos de los trabajadores y de los campesinos, las

luchas por la democracia y la igualdad de género en sus sociedades. El compromiso político de las personas, tanto individual como colectivo, es la mayor garantía de un proyecto de transformación social y de una sociedad libre. En algunos casos, las organizaciones con mayores capacidades de exportación son también aquellas que están menos comprometidas con las luchas sociales de sus pueblos y, en algunos casos, inclusive tienen lazos relativamente estrechos con sus gobiernos. Por ejemplo, hoy podemos encontrar varios cafés de comercio justo de la región de Chiapas. Sin embargo, en Chiapas hay pequeños cultivadores de café y cooperativas comprometidas con la lucha zapatista. En cambio, hay otras que o no se posicionan, o mantienen ambigüedades ante un conflicto como el que se está viviendo en la región. Todos estos cafés se presentan como de comercio justo pero, evidentemente, la importancia de apoyar a las comunidades comprometidas de Chiapas es doblemente importante: se trata de apoyar un modelo de desarrollo más sostenible y redistributivo de los recursos, pero también apoyar una experiencia de autoorganización y de lucha popular y un proyecto de transformación social, aunque sea más difícil desde el punto de vista de la eficacia comercial. Como dice el movimiento de solidaridad zapatista, un café rebelde debe ayudar a crear espacios de rebeldía. Esta peligrosa dinámica de optar por organizaciones quizás más capaces de responder a un mercado de exportación que a las exigencias comerciales y de lucha en sus propios países llevó a constatar en la «Síntesis de la mesa redonda y de los

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talleres sobre comercio justo, consumo ético y cooperativismo» del Foro Social Mundial de 2003 que: «Frecuentemente, los productores del Sur aliados del comercio justo tienen más aliados en el Norte que en sus propios países, y desarrollan entonces pocas alianzas a nivel local». Una constatación que debería hacer replantear una parte importante de la práctica que está llevando a cabo el movimiento de comercio justo. También la necesaria centralización y concentración de recursos que requiere trabajar en mercados internacionales lleva demasiadas veces a que se creen estructuras verticales. Se llega así a estructuras de tercer nivel donde el control de los propios campesinos, más allá de los mecanismos formales, se diluye. Incluso los sobreprecios pagados por el comercio justo pueden quedarse a veces en estructuras excesivamente infladas y sólo una parte muy pequeña llegar a los propios campesino —y de forma asistencial— fortaleciendo así la estructura burocrática. Vemos, pues, que la relación que establece el comercio justo a través de la importación de productos es una relación muy compleja, que no se puede simplificar con unos pocos estándares, como pretenden algunos certificadores más preocupados por aumentar ventas que por enriquecer las relaciones comerciales entre organizaciones del Norte y del Sur. Esta relación requiere un esfuerzo permanente de debate e información. En esto consiste la dificultad y la complejidad de las relaciones que debe intentar establecer el comercio justo, pero también su gran atractivo para aquellos que queremos trabajar para otro mundo y otras relaciones entre personas y pueblos.

4.3.4 La comercialización final: el dilema del supermercado Sin embargo, el meollo del problema está en otro lado. Este tipo de certificación está cortada sobre un patrón muy claro: favorecer la adopción de unas líneas de «comercio justo» por parte de las grandes empresas del sector alimentario. Para estas empresas, pagar un precio algo más elevado a algunos productores no es un problema. Si esto les garantiza captar el segmento de consumidores más conscientes y críticos cada vez más numerosos en nuestras sociedades y a la vez barnizar de ética su imagen. El esfuerzo vale la pena, no hay dudas. Los productos de «comercio justo» serán más caros (este tipo de consumidor está dispuesto y acostumbrado a pagar más) y el círculo se cerrará: la mayor inversión al origen se verá compensada por mayores beneficios al final. Por otro lado, es suficiente ojear algún dato sobre las prácticas comerciales de las grandes superficies, en especial sobre el asunto de las llamadas «marcas blancas», para darse cuenta que el futuro de una «marca blanca» de comercio justo podría acarrear consecuencias desastrosas tanto al movimiento de comercio alternativo como a productores y consumidores.

“Casi una cuarta parte de los productos congelados o transformados se venden bajo marca blanca... se trata de un fenómeno en expansión que pone en peligro la supervivencia de segundas marcas e incluso de muchas empresas. El peso de estos productos supera el 50% en conservas vegetales congeladas, galletas o aceite de oliva... muchas

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empresas han pasado a trabajar a maquila para la gran distribución con quien tienen una situación de gran dependencia. Los precios de estos productos son artificiales, ya que no se incluyen costes que se aplican a las marcas del fabricante, como lineales, cabeceras, publicidad o promoción. Ramón Tais estima que todos estos conceptos suponen rebajar casi un 30% los precios. Con las mismas se alienta una política de precios bajos y una deslocalización de producción de los productos, ya que bajo esa enseña se compra algo que no se sabe muy bien de dónde viene o quién es el responsable de su elaboración (El País, domingo 14 de agosto de 2005)”

La trágica ironía de esta «penetración» del comercio justo —a través de sellos de certificación u otros mecanismos— en las grandes empresas de distribución y de transformación es que estas últimas pueden legitimarse a los ojos del mundo —y de los consumidores— como campeonas de la solidaridad, mientras, en realidad, son las mayores y directas responsables de la miseria y el hambre de millones de campesinos. Por un 0,5% de productos comprados a un precio supuestamente más equitativo por las grandes superficies, seguirá existiendo un 99,5% de productos adquiridos a precios de hambre. De hecho, no vemos cómo una empresa del tipo Carrefour o Wall-Mart podría realizar una auténtica campaña de sensibilización sobre comercio justo sin ir en contra de sus propios intereses. La información y la transparencia sobre la cadena del comercio equitativo, la explicación de

sus motivaciones, principios y luchas son incompatibles con las estanterías de las grandes superficies. Lo que sí es compatible es transformar el comercio justo en una nueva caridad y un nuevo paternalismo. Un comercio justo desposeído de su carácter transformador y que además vende. Una cooptación perfecta. Las razones que una serie de organizaciones de comercio justo proponen para justificar su política hacia las grandes cadenas de distribución no hacen más que tomar las distancias de una concepción alternativa de las relaciones comerciales y, además, no convencen demasiado. Uno de los mitos más potentes de esta política, por ejemplo, es que la presencia en las grandes empresas, transformadoras y distribuidoras ayudará a los productores del Sur a vender más. ¿Quién lo dice? El gran volumen de mercancías requerido por estas empresas, sus ritmos y condiciones comerciales podrán ser soportadas sólo por algunos grandes grupos de productores de comercio justo en el Sur, los más estructurados y competitivos en el mercado internacional. ¿Y los demás? ¿Y a qué opciones de producción llevará el hecho de trabajar para estas empresas? La extensión de los cultivos para la exportación y políticas de reducción de costes serán, muy posiblemente, las elecciones obligadas, enviando al traste buena parte de los principios el comercio justo. La dependencia que se creará será muy fuerte y dará origen a un proceso casi irreversible: volver atrás comportaría acciones de reconversión muy complejas y caras, tanto económicamente como socialmente. Harriet Lamb, presidenta de Fairtrade Foundation

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del Reino Unido, evidentemente no opina lo mismo. El entusiasmo con que ha acogido la decisión de Nestlé de lanzar un café soluble de comercio justo (Partner’s Blend) es digno de las mejores causas, desde luego. «Esto simplemente demuestra lo que nosotros, el público, podemos lograr

—ha declarado a la prensa— tenemos a una importante multinacional escuchando a la gente y dándoles lo que piden». Y seguramente no se sonrojaba mientras afirmaba tales barbaridades, tal vez porque su fundación es la que certifica el nuevo café de la multinacional.

La decisión de Nestlé, acogida con moderada satisfacción también por Oxfam, marca efectivamente un antes y un después en la historia del comercio justo. Nestlé, el paradigma de la explotación de los campesinos del Sur, la empresa más boicoteada del planeta, la envenenadora de miles de niños y niñas del Tercer Mundo, por fin se apunta a nuestro movimiento. Los directivos de la multinacional, más allá del lenguaje «solidario» que han aprendido en algún seminario de Fairtrade

Foundation, admiten cándidamente la verdadera razón de la creación de un café de «comercio justo». Existe un mercado que está creciendo, sensible a la imagen del comercio justo. Posiblemente empiece a ser un mercado suficientemente atractivo como para movilizar el departamento de marketing de Nestlé, a pesar de todo. Otro mito, estrechamente ligado al primero es que la introducción de productos de comercio justo en las

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grandes superficies significará una expansión geométrica del comercio alternativo, de su modelo y de sus contenidos. Es posible que la presencia de algunos productos de comercio justo en las estanterías de los supermercados haga subir las ventas de algunas organizaciones, pero este fenómeno se puede convertir pronto en un potente boomerang. La filosofía de una gran distribuidora es vender cualquier cosa que se pueda vender, y generalmente a un precio más bajo. Inevitablemente, nuestros productos seguirán el destino de los demás: ofertas, descuentos, 3x2, marcas blancas, etc. La insidiosa ideología de los precios bajos, que informa todas la políticas comerciales de las grandes cadenas de distribución, se acaba imponiendo con sus graníticas reglas. Y no es un escenario de

mañana, es el presente: la multinacional Kraft Foods, que ha empezado a comercializar su propio café «ético», lo tiene muy claro. ¿Quién ha dicho que hay que pagar un sobreprecio a los productores? «la gran mayoría de los consumidores no estaría preparada a pagar el café al precio requerido, aunque se convirtiera totalmente al comercio justo» (Le Monde, 8 diciembre de 2004.) En este sentido, pensar en poder determinar o influenciar las políticas comerciales de las grandes cadenas de distribución es totalmente ilusorio, más bien puede ocurrir lo contrario. Entonces, todo el potencial del comercio justo, su poder crítico y pedagógico, incluso el discurso sobre los márgenes económicos más altos para los productores, puede fácilmente desaparecer de un día para otro.

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A la larga (y puede que no tanto), las grandes superficies prescindirán también de las importadoras de comercio justo: será mucho más conveniente importar directamente, si el negocio se demuestra rentable. Y los mecanismos de un sello como FLO o de una institución como Fairtrade Foundation se lo permitirán sin ningún problema, como hemos visto. Pero esto no significará que el comercio justo por fin se haya impuesto en el mercado: sólo será el comienzo de una gran mistificación a costa de los productores y de los consumidores. Entre otras cosas, esto puede llevar a la muerte de toda experiencia autónoma e independiente de comercio justo, sobre todo la de las redes de tiendas solidarias. Sin embargo, la razón principal para oponerse a esta estrategia es que el modelo de relaciones comerciales y humanas que propugna el comercio justo es opuesto al modelo de las grandes distribuidoras. Como hemos sugerido al principio, no se pueden denunciar los oligopolios de las grandes empresas multinacionales sus conexiones con las instituciones internacionales y sus responsabilidades en los desastres que produce la liberalización de los mercados y después aliarse con ellos para vender algunas toneladas más de cacao o café. Sindicatos agrarios y organizaciones campesinas europeas y norteamericanas denuncian con fuerza desde hace tiempo el papel que las grandes distribuidoras juegan en el mundo de la producción agrícola: explotación sin límites de los productores, pérdida de empleo, condiciones comerciales inaguantables. La Federación Nacional de

Agricultores francesa (FNSEA) no tiene dudas en denunciar enérgicamente el interés de los hipermercados hacia el comercio justo:

“La gran distribución realiza nuevamente una «bella» operación de comunicación alabando las virtudes del comercio justo. ¿Han olvidado la palabra «justo» para quedarse con el «comercio»? El comercio justo no es una moda como otra, que la gran distribución puede recuperar en su marketing de cara a los consumidores. El comercio justo representa a unos campesinos del mundo que reciben una justa remuneración por su trabajo. Significa menos sufrimiento. Si la gran distribución quiere realmente hacer un comercio equitativo, que empiece a parar las prácticas comerciales abusivas que utiliza cada día. La FNSEA denuncia estos márgenes arrières y otras malas prácticas desde hace tiempo; la presión sobre los campesinos y la pequeña empresa que crean empleo existe también en Francia y es escandalosa (Comunicado de prensa de la FNSEA, «Commerce équitable: l’esbrouffe de la grande distribution», 5 de mayo de 2004.)”

Es evidente que Carrefour, WallMart y el Corte Inglés (o Nestlé, aunque no sea un distribuidor) no son los aliados naturales del movimiento de comercio justo. Si la distribución de los alimentos tiene la tendencia a desplazarse hacia las grandes superficies, no quiere decir que tengamos que seguir obligatoriamente esta corriente. El argumento «vender los productos allí donde la gente va a comprar» puede parecer razonable, pero encierra una

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incomprensión profunda de los mecanismos de dominación económica que se han desarrollado en este sector en los últimos años. En lugar de avalar con una cierta ligereza este fenómeno, sería necesario empezar a analizarlo seriamente y darse cuenta de su consecuencias reales. En lugar de flirtear con las grandes superficies, sería hora de empezar una lucha a fondo contra su modelo comercial. Por ejemplo, no podemos quedar indiferentes ante la desaparición del pequeño comercio local, primera consecuencia de la expansión de las grandes superficies. En muchas ocasiones, el pequeño comercio representa el vehículo principal de una distribución de proximidad, con una relación mucho más equitativa con productores y consumidores. Ayuda al desarrollo de un tejido social mucho más rico y de relaciones más humanas, además de crear bastante más empleo que una gran cadena de distribución. A pesar de no representar ningún modelo de intercambio alternativo ni de prácticas especialmente solidarias, el pequeño comercio puede constituir un interlocutor mucho más valido para el comercio justo. ¿Por qué hay organizaciones poderosas de comercio justo que crean o avalan este tipo de prácticas? La respuesta no es simple. Siempre han coexistido, en el movimiento de comercio justo, sectores con una concepción muy simplificada de las relaciones económicas, que han tendido a exaltar determinadas dinámicas. Desde el inicio de los años noventa existe una práctica y un sector del movimiento bien definidos, conocidos como «Ethical Trade» (comercio ético), que basan su acción sobre la presión que ejercen (o

pretenden ejercer) en el mundo empresarial para corregir prácticas poco éticas o introducir elementos de mayor equidad en el sistema comercial existente. Es obvio que, con tales premisas, las relaciones de este sector con el mundo de las grandes empresas se privilegia más allá de cualquier otra consideración. El desarrollo casi natural de esta concepción es ganar cuotas de mercado a cualquier precio, aunque para ello haya que evitar enfrentarse a la lógica neoliberal. Aunque coincidamos con dichos sectores en que hay que pagar precios más dignos y respetar los derechos elementales de los trabajadores, no creemos que estas condiciones basten para creer que el comercio internacional (a secas) sea un motor de desarrollo. Los que así piensan centran su trabajo en el hecho que los países pobres deben competir más en el mercado internacional, eso sí, sin trampas, y que la OMC debe reformarse en un sentido más equitativo. Esta lógica los lleva a estrechar lazos con «compañeros de viaje» absolutamente repugnantes, como las grandes cadenas de distribución o con el símbolo mundial del consumo irresponsable, Mac Donald, o con los muy poco virtuosos directivos de Nestlé. Una cosa que parecen ignorar es que, por muy grandes que sean sus organizaciones, nunca podrán influenciar sustancialmente las políticas de las grandes empresas y menos en el terreno comercial. Lo habitual es que acaben siendo cooptados por el monstruo. Olvidan la visión, quizás porque nunca la compartieron, de que la fuerza alternativa y los cambios se producen por la movilización social y no por los acuerdos comerciales.

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Cuadro 2 – Diferencias entre los dos modelos de comercio justo (Esther Vivas)

TEMA SECTOR TRADICIONAL Y DOMINANTE DEL CJ

SECTOR ALTERNATIVO DEL CJ

CRITERIOS DE PRODUCIÓN

Listado de criterios. Eje angular desu definición del comercio justo.

Imposibilidad de simplificar el comercio justo a una serie de criterios. Perspectiva global de toda la cadena, no sólo de la producción de origen.

RELACIÓN CON LOS PRODUCTORES DEL SUR

Asistencialismo. Transferencia monetaria Norte-Sur. Perspectiva cuantitativa.

Aliado estratégico. Solidaridad internacionalista. Perspectiva cualitativa Soberanía alimentaria.

COMERCIO INTERNACIONAL

Liberalización comercial. Aperturade los mercados del Norte a los productos de los países del Sur.

Descarrilamiento de la OMC. No deben de importarse productos que se producen aquí con componentes sociales y ecológicos equivalentes.

IMPORTACIÓN

Todo producto elaborado según los criterios de comercio justo es susceptible de ser importado.

No trabaja con multinacionales de la transformación, sinocon actores de la econoía alternativa: artesanos, cooperativas...

TRANSFORMACIÓN

Se justifica la transformación con empresas multinacionales, en aras de conseguir unos costes más económicos.

Denuncia del uso instrumental del comercio justo por parte de las grandes superficies.

DISTRIBUCIÓN Y VENTA

Más ventas igual a mayores beneficios para los productores en el Sur. Las ventas en las grandes superficies y supermercados son un logro de los consumidores y del

Promoción de circuitos cortos y de proximidad. Tiendas de comercio justo como actor clave en la transmisión de unos valores.

SELLOS DE GARANTÍA

Garantía de la producción en origen. Ampliación de mercados de distribución y ventas.

Oposición frontal. ALternativa: sello que garantice que una organización forma parte del movimiento por un comercio justo.

RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA (RSC)

Alianza con el mundo empresarial, como actor de transformación social.

Denuncia del marketing empresarial como instrumento de legitimación de prácticas comerciales injustas.

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ALIANZAS

Organizaciones afines ideológicamente e integrantes de su mismo sector. Distanciamiento respecto al movimiento altermundialista.

Grupos campesinos y cooperativas de consumidores, tanto a nivel local, estatal e internacional.

DEFINICIÓN DEL COMERCIO JUSTO

Visión reduccionista. Comercio justo = Norte-Sur.

Participa en el movimiento altermundialista. Visión global y de conjunto. Comercio justo = Norte-Sur; Norte-Norte; Sur-Sur

4.4 La importancia de la educación en el consumo Precisamente estas posibilidades de entender los principios del comercio justo como algo que no solamente debe aplicarse a los llamados productos internacionales sino también y fundamentalmente a los productos locales ofrece unas nuevas posibilidades de alianzas y de construcción de un discurso de comercio justo común con otros movimientos. Tal es el caso de los consumidores, los ecologistas y los agricultores preocupados por un consumo local en el marco de una estrategia de soberanía alimentaria. Evidentemente, para poder fortalecer estas alianzas es necesaria una cierta coherencia. No podemos pedir su apoyo y prescindir de su combate contra las grandes superficies, que son hoy las que están destrozando la pequeña agricultura local, junto con las grandes empresas transformadoras. Una visión alternativa en la transformación y en los circuitos comerciales abre también posibilidades de trabajo conjunto con redes de economía social, de trabajo en lo que podríamos llamar «mercados sociales».

Pero esta visión del comercio justo, ligada a una estrategia de soberanía alimentaria, nos permite también una alianza con la mayoría de organizaciones campesinas, que hoy están produciendo fundamentalmente alimentos locales y que están centrando su estrategia en la soberanía alimentaria, tal y como propugna Vía Campesina. Esta alianza nos permite abordar los principales problemas de la alimentación del mundo: con ello el movimiento de comercio justo gana un sentido, una coherencia y una eficacia que siempre ha estado buscando, desde el mismo momento en que nació como visión crítica de las injustas relaciones comerciales internacionales. No en vano muchas de las ideas que hemos expresado en este libro no son ideas originales, sino que las hemos aprendido precisamente de nuestros aliados. Por su representatividad, su experiencia y su fuerza, tienen un conocimiento mucho más profundo de los efectos de la globalización y de las alternativas que son posibles y necesarias en nuestro multiforme planeta. En este contexto, el movimiento de comercio justo se sitúa como un

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componente de un movimiento altermundista más general. Es aquí donde debe buscar su crecimiento y su influencia. Si bien los movimientos campesinos son nuestro referentes más próximos —por todo lo que hemos explicado hasta hora—, las múltiples experiencias de resistencia a la globalización que se han desarrollado en esta última década a nivel internacional forman el marco natural donde nuestra acción adquiere sentido. Son éstos y no las grandes superficies los aliados que el movimiento de comercio justo debe ir encontrando, incluso para ampliar sus prácticas comerciales alternativas.

Este discurso y estos aliados no son sólo importantes en el ámbito de la educación. En el terreno donde se pueden dar los cambios más importantes es donde estos aliados son realmente fundamentales: en el terreno de la movilización social para que los mercados, las políticas comerciales y las políticas agrarias se pongan al servicio y sean controladas por la gente y los pueblos, por devolver la soberanía alimentaria al sitio de donde nunca debió de salir: de la mayoría de los pueblos. Son estas alianzas las que nos permitirán globalizar la lucha y globalizar la esperanza.

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5. Una conclusión en la actual coyuntura europea: Soberanía Alimentaria en periodos de crisis La crisis aparece hoy como una crisis financiera que acapara todo el espacio mediático. Sin embargo, estamos padeciendo una crisis sistémica. Para pensar en una alternativa es necesario analizar sus múltiples aristas (ecológicas, alimentarias, económicas, sociales, financieras , políticas, de los cuidados, democráticas ....) y sus interrelaciones. La sobrevaloración de los aspectos financieros de la crisis, colocándolos como los aspectos dominantes, sino exclusivos, los sitúa como el punto del que debiera partir su solución. Así, en Europa, situados los temas financieros en el centro de la crisis y habiendo cedido el papel de un verdadero banco público europeo a un cartel de la gran banca privada, estamos asistiendo a un proceso de vampirización de recursos financieros de las clases populares y de los servicios del estado de bienestar a favor de la gran banca. Sus hombres, vestidos de negro o de tecnócratas, se han situado en los puestos claves de decisión en un proceso de deterioro democrático sin precedentes. La gravedad de este ataque ha hecho que las medidas defensivas, en especial contra los recortes y las leyes regresivas, hayan ocupado el centro de las movilizaciones sociales. Sin embargo, para plantear alternativas a la crisis hace falta ir más allá de las luchas defensivas. Por importante que sea defender conquistas y derechos sociales que nos están siendo arrebatados, la solución de la crisis no se puede dar volviendo a la situación anterior. Situación que ha estado en su origen. Cada vez somos más los convencidos de que no se podrá salir de la crisis con las

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mismas ideas que nos han llevado a ella. Nuevos paradigmas son necesarios. Los movimientos sociales de todo el mundo están avanzando elementos básicos para construir otro mundo más justo, con más armonía entre los humanos y de estos con la naturaleza. Otro mundo que ha de incluir alternativas a todas las aristas que ha mostrado la crisis actual

5.1 Sin agricultura no hay futuro Cuando la finaciarización de la economía ha hecho que por cada euro que guarda relación con algo tangible hay decenas de euros que son pura especulación financiera; volver a una economía “real”, a una economía productiva, parece algo sensato incluso para muchos economistas. Sin embargo, cuando los economistas miran la actual crisis económica y sus salidas solo ven los flujos monetarios. Pero las raíces ecológicas y energéticas de la actual crisis requieren ir más allá y analizar los flujos de materia y energía que hay debajo de esta economía Si analizamos

lo que clásicamente se llama economía real, economía productiva, desde el punto de vista de los flujos de materia y de energía, llegamos a la conclusión de que estamos ante una economía que no produce nada nuevo. Lo que la economía monetaria llama creación de riqueza no es más que la concentración y la redistribución de la riqueza que ha creado la naturaleza y que nosotros extraemos. Si consideramos que nuestra biosfera es finita, continuar en una economía extractivista es una postura suicida. Seguir con este proceso, teniendo en cuenta la segunda ley de la termodinámica, nos acerca cada vez más a lo que algunos

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autores han llamado la “sopa entrópica”. Una economía realmente productiva debe entender a esta como un subsistema dentro de un sistema más amplio: la biosfera. Sus límites deben ser los de una economía que realmente quiera ser sostenible. Sus leyes deben ser respetadas y potenciadas por una economía que quiera ser productiva Visto así, el proceso fundamental que permite que la única fuente de energía inagotable, el Sol, se transforme en formas utilizables por la humanidad es el proceso de fotosíntesis. La fundamental actividad humana que utiliza este proceso para satisfacer sus necesidades es la agricultura. Por ello, la agricultura ha de volver a tomar un papel central en la actividad económica. Que la agricultura recupere un protagonismo en la economía solo depende del ritmo con que se acaben los precios baratos de la energía y la materia no renovable. Y esto en algunos casos, como los combustibles fósiles, ya ha empezado. Ante esta situación especuladores y grandes multinacionales se aprestan a adecuar su insaciabilidad al nuevo papel que la agricultura está llamada a jugar La especulación con los alimentos, el acaparamiento de tierras en el sur del planeta, los agrocombustibles, la llamada economía verde y los intentos

de privatización de la biomasa ….son diferentes formas de trasladar lo peor del actual modelo de concentración de la riqueza y destrucción de la naturaleza a la agricultura y a la alimentación Su camino es continuar y profundizar en una agricultura industrializada que se ha mostrado socialmente injusta y ecológicamente insostenible. Si pensamos que la biomímesis (imitar la naturaleza a la hora de reconstruir los sistemas productivos humanos , con el fin de hacerlos compatibles con la biósfera) es una estrategia necesaria para la sostenibilidad. En el caso de la agricultura, que está trabajando en relación a aspectos esenciales de la reproducción de los ecosistemas, esta estrategia es totalmente imprescindible para garantizar el futuro. Por ello no me parece exagerado pensar que si el nuevo protagonismo que la agricultura esta llamada a jugar se hace profundizando el actual modelo agroindustrial no solo se profundizará el sufrimiento de millones de personas sino que se dará un nuevo paso, quizás el último, hacia el abismo de la insostenibilidad. Pero si esta situación de crisis genera un gravísimo riesgo, también, puede ser una oportunidad. Si el actual modelo agrícola y de alimentación es causa de los problemas, otro tipo de agricultura debería ser parte de la solución.

5.2 El derecho a la alimentación, parte del buen vivir La actual crisis está mostrando los límites ecológicos y la injusticia social del desarrollismo ilimitado y del crecimiento del PIB como objetivo último de la economía. Se hace necesario un nuevo paradigma. Llámese el Buen Vivir - Sumak Kawsay- ,como consta en la

Constitución Ecuatoriana, o llámese economía al servicio de las personas, los diferentes movimientos sociales están situando en el centro de los objetivos de la economía cubrir de forma digna , equitativa y sostenible las necesidades de todas las personas. Si este es el nuevo objetivo, hemos de

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convenir que el derecho a una alimentación sana, suficiente y adecuada culturalmente para todos, debe estar en el núcleo de los objetivos de una nueva política económica. . Y ello adquiere una importancia mayor cuando el actual sistema agroalimentario se ha mostrado incapaz de alimentar a la humanidad. Los últimos informes de la FAO hablan de que mil millones de personas pasan hambre en el mundo, A ello hay que sumar que la cada vez peor alimentación de la población con poder adquisitivo ha llevado a que la obesidad sea hoy, según la Organización Mundial de la Salud, la principal enfermedad no infecciosa a nivel mundial. Haber llegado a este punto debería ser razón suficiente para poner patas arriba las doctrinas que han estado dominando la política agrícola internacional. Sin embargo aquellos que han estado dirigiendo el actual y fracasado sistema agroalimentario quieren volver a repetir aquello que, por muy desastroso que sea, les proporciona inmensos beneficios. Esta ampliamente documentada la crítica al paradigma agrario dominante caracterizado, entre otras cosas, por la concentración y apropiación por parte de unas pocas mutinacionales de la tierra, el agua y las semillas expulsando del campo y empobreciendo a millones de campesinos ;por el monocultivo dependiente de insumos industriales y que genera externalidades fuertemente negativas para el medioambiente; por la vocación exportadora dirigida a los mercados mundiales solventes , destrozando los

mercados locales y ofertando una alimentación de ínfima calidad. A pesar de su fracaso se repiten los cantos de sirena de la agricultura industrial y productivista como la única capaz de alimentar a la humanidad Resulta por ello muy pertinente, reivindicar el trabajo de Miguel Altieri y otros que muestran la potencialidad para alimentarnos del modelo de producción campesino y su capacidad de producir suficientes alimentos de forma eficiente y respetuosa con el medio ambiente. Potencialidad que se convierte, para Altieri, en el pilar fundamental a partir del cual organizar la agenda política y la lucha de los movimientos sociales campesinos e indígenas. La importancia social de la agricultura campesina va más allá de su viabilidad para proporcionar alimentos suficientes a toda la población. Paradójicamente la política agraria industrialista y el Neoliberalismo han hecho que la mayoría de los hambrientos sean agricultores arruinados y que en los sectores rurales (mayoritarios en los países empobrecidos ) se encuentren los niveles de pobreza más elevados. Es por ello que una política centrada en recuperar la agricultura campesina se convierte en un potente instrumento de lucha contra la pobreza y para la subsistencia de millones de campesinos. Además la producción campesina constituye un modo de vida ligado intrínsecamente a las diferentes culturas, incluyendo las originarias, que de formas diversas recogen sabidurías milenarias constituyendo un modo de vida capaz de gestionar de forma armónica el territorio y con ello las fuentes de vida: agua, tierra y biodiversidad.

5.3 Enfrentado la crisis ecológica

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A la vez que estamos hablando de que la agricultura campesina y la agroecología es capaz de alimentar el planeta de forma sana y suficiente, también la estrategia de soberanía alimentaría es imprescindible para enfrentar la crisis ecológica. Al apostar por un modelo de producción agroecologico, se esta planteando desde su misma definición trabajar respetando los ciclos naturales y haciendo de la conservación y enriquecimiento de los bienes comunes ( tierra , agua), de la biodiversidad y del conjunto de los ecosistemas el elemento vertebrador de sus practicas agrícolas La pequeña producción campesina agroecologica vuelve a los balances energéticos lógicos en que las calorías invertidas en producir alimentos son menores que las que nos proporcionan dichos alimentos, acabando con la barbaridad energética que supone la agricultura industrial que, para producir determinados alimentos, se requiere mas calorías que las que se producen. A ello hay que añadir la lógica de ahorro energético y de materiales que significan los circuitos cortos que propugna la Soberanía Alimentaria con lo que implica de reducción de transportes, de embalajes innecesarios y de alimentos desperdiciados. El balance energético y de materiales del conjunto es claramente más favorable. Diversos estudios han mostrado el papel clave de la propuesta agroecologica y campesina para enfriar el planeta y parar el cambio climático De la misma manera que se ha demostrado ampliamente que la agroeecologia y la pequeña agricultura campesina mejora la resiléncia frente el cambio climático. En un terreno mas cercano para los que vivimos en grandes conurbani-

zaciones mediterráneas, el tema de la agricultura periurbana tiene mucho que ver con recuperar unas ciudades habitables y en armonía con los ecosistemas en los que se asientan. La defensa que hemos desarrollado estos meses del Parc Agrari del Baix Llobregat, amenazado por el proyecto especulativo de Eurovegas, han puesto sobre el tapete que los espacios agrarios de carácter periurbano, su mantenimiento y desarrollo desde una práctica agroecológica son centrales para la interconexión de distintos tipos de territorios y sus ecosistemas ( en ese caso el río Llobregat, la Plana que ha creado durante millones de años, las montañas del Garraf y Collserola, la costa,...) y así mantener la matriz ecológica que permite la conservación equilibrada de los ecosistemas, de sus elementos y biodiversidad . Resulta pues que un desarrollo equilibrado de la agricultura agroecologica es imprescindible si queremos ciudades que vuelvan a reconciliarse con el territorio, con su ecosistema . Un desarrollo más detenido se puede encontrar en los trabajos de E. Tello y su equipo de investigación de la Universitat de Barcelona. Volviendo al pensamiento global es indiscutible que el actual nivel de consumo de materias y energía es insostenible. Desde este punto de vista un decrecimiento de dichos consumos es inevitable . Se puede desarrollar al servicio de una minorías aumentando la exclusión y la miseria de la inmensa mayoría o de forma equitativa para que permita un buen vivir generalizado. Dentro de esta visión de un decrecimiento controlado democratica-mente incluso en aquellos lugares en donde ha de ser mas marcada la diminución del consumo de materia y energía, los que abogan por dicho

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decrecimiento como Erik Assadourian, del Worldwatch Institute plantean que, incluso en países como Estados Unidos, donde la economía tiene que

decrecer de modo significativo, ciertos sectores, como el de la energía renovable y la agricultura sostenible, todavía deberían aumentar.

5.4 Defendiendo el desarrollo local Ante la globalización neoliberal que somete toda la actividad económica a un mercado mundial desregulado donde un pequeño grupo de empresas marcan el que, el como y el para quien se ha producir , múltiples economistas y movimientos sociales plantean que una economía al servicio de las personas ha de partir y tener su centro en lo local, ha de re-localizarse . Focus on the Global South , es una de las organizaciones más significativas que está levantando la bandera de la desglobalización como parte de otra economía. Según Focus on the Global South la desglobalización significa

participar en la economía internacional de una forma capaz de fortalecer las economías locales en lugar de destruirlas”. Walden Bello, su director, sostiene la importante concordancia que su visión tiene con la Soberanía Alimentaria: “Los campesinos y pequeños agricultores son resistentes, y en esta época de crisis global ofrecen una visión de la autonomía, la diversidad y la cooperación que bien podrían ser los elementos claves de una muy necesaria reorganización económica y social “ A lo que añade: “otro punto esencial que comparten los paradigmas de la Soberanía

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Alimentaria y la desglobalizacion es la convicción que la generalización en una formula que sirva para todos , como el neoliberalismo o el socialismo centralizado, ha sido disfuncional y desestabilizador. En lugar de ello se debería esperar y impulsar una diversidad como la que ofrece la naturaleza. Esto no significa que no haya principios compartidos en economía alternativa (…) Sin embargo como deben articularse concretamente estos principios dependerá de los ritmos y decisiones estratégicas de cada sociedad.” La orientación primordialmente al mercado local que defiende la soberania alimentaria no solo nos autonomiza delante de los mecanismo del mercado internacional ( es decir la reglas marcadas por la multinacionales que lo dominan ) sino que también juega un importante papel en la creación local de riqueza. Es toda la economía local la que sale beneficiada si el dinero se queda en la comunidad. En este sentido resulta sugerente la reflexión de Eric Holtz-Gimenez coordinador de Food Firts : “ …., en los barrios pobres hay desiertos alimenticios, pero sin embargo en estos desiertos alimenticios la gente, aunque pobre, compra comida. En Ockland, una ciudad con barrios muy pobres, se estima que 35 millones de dólares son gastados anualmente en la compra de comida fuera de la misma ciudad, o sea que la gente viaja fuera de su área para comprar alimentos. Por lo tanto, hay una oportunidad para producir y vender localmente y que esta plata se quede en la comunidad“. Este dinero quedándose en la comunidad crearía empleo, generaría impuestos, en definitiva generaría vida económica que repercutiría en la propia comunidad. En el caso de Catalunya y del conjunto del Estado Español una reflexión en profundidad del impacto

desigual de la crisis en este territorio debe entenderse como resultado de su distinta estructura, de su posición en la economía global. En este sentido autores que se han preocupado de estos aspectos estructurales de nuestra economía subrayan que

“una de las cuestiones que es básica para explicar nuestra situación diferencial es que la economía española genera sistemáticamente un déficit comercial resultado de nuestra particular estructura productiva y nuestro particular modelo de consumo” y que “Alterar está situación exige tomar muchas medidas y hacer frente a las resistencias de los beneficiarios de la situación actual. Pero precisamente por tratarse de una cuestión de largo recorrido exige tener claras algunas de las líneas de actuación. Una, obvia es una política energética que no sólo promueva el desarrollo de energías renovables sino que reorganice la vida social (transporte, urbanismo etc.) en términos de reducción del consumo. Otra, la reorganización de actividades que promuevan circuitos más cortos de producción-consumo, por ejemplo en el sector alimentario, Otra obvia, de desarrollo tecnológico y profesional También una política de austeridad de otro tipo, orientada a reducir las importaciones de bienes de lujo y los consumos suntuarios que tienen efectos dañinos en términos sociales, ecológicos y macroeconómicos, algo que debe ir necesariamente acompañado de políticas “culturales” que lo hagan entendible y aceptable. Y cómo no, una política exterior orientada a cambiar el modelo actual de integración europea. Estos deberían ser los elementos prioritarios de las políticas anticrisis. “

Dentro de esta visión estratégica delante de la crisis, son múltiples los

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estudios que demuestran como la agricultura agroecologica puede ser un “yacimiento de empleo” En un reciente estudio realizado por COAG y CCOO en la provincia de Málaga calculaban que solo sustituyendo por productos locales los productos alimentarios importados se crearían 11430 puestos de trabajo directos a los que habría que sumar los puestos de trabajo indirectos que de ellos se derivarían . El estudio, como los propios autores constatan está hecho con los modelos productivos convencionales pero si se hiciese

“transitando a las prácticas agroecológicas y sistemas de comercialización por canales cortos, como defiende la Soberanía Alimentaria, el número de personas incorporadas a la agricultura se multiplicaría aproximadamente por diez”. El crecimiento espectacular de la demanda de terreno periurbano para empezar prodcuiones agrícolas por parte de jóvenes en paro demuestra que sin esperar a a los grandes cambios lagunos ya están empezando el camino del autoempleo.

5.5. Una vida que merezca la pena ser vivida La economía feminista pone en el centro y como objetivo el “hacer sostenible una vida que merezca la pena ser vivida“. Múltiples son las complementariedades que podemos encontrar entre esta visión y la soberanía alimentaria: Así, en el terreno de los objetivos, al poner en el centro las necesidades de la vida; la alimentación sana para todos recobra en la economía la importancia que tiene para nuestra vida. Si para la crematística la agricultura es un sector secundario, para la vida es un sector básico De la misma manera, mientras para la economía tradicional el problema mundial de la alimentación se reduce a poner en el mercado alimentos suficientes; para una economía centrada en la vida el problema es hacer los alimentos de calidad accesibles para todos, tal como defiende la Soberanía alimentaria. También en el tema de la calidad la crítica a la economía convencional es común a ambas visiones. En el modelo agroindustrial la calidad alimentaria es reducida a que las

mercancías puestas a la venta sean comestibles sin provocar enfermedades que se puedan atribuir directamente a dicho alimento. La alternativa para una economia que se centre en la vida, es ver la salud como un tema global del conjunto de la alimentación, de sus equilibrios y de como los alimentos son producidos, elaborados, distribuidos, cocinados y utilizados en nuestra comidas .Esta visión es coherente con la visión de los alimentos y la salud que incorpora la Soberanía Alimentaria. En conclusión el cambio de objetivo de la economía que plantea la economía feminista, -en la misma línea del buen vivir y formulas similares que plantean otras visones críticas de la economía convencional - encaja perfectamente con la visión que tiene la Soberanía Alimentaria de la alimentación como parte de la vida y no como mercancía. El símil que utiliza la economía feminista y la economía ecológica del iceberg en donde la parte visible es solo una pequeña parte ( la parte monetaria ) y están ocultos los ecosistemas y una

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parte sustancial de los trabajos especialmente los dedicados a cuidar la vida y su reproducción es totalmente aplicable a la alimentación enfocada desde el punto de vista de la Soberanía Alimentaria. En efecto detrás de nuestra alimentación hay unos ecosistemas que están en la base de la producción de alimentos , unos trabajos no valorizados en la producción de subsistencia y en parte de la producción mercantilizada ( no olvidemos que las mujeres alimentan el mundo ) , en la comercialización , elaboración y conservación de los alimentos, y en su propio consumo Entendiendo el consumo en toda su acepción de utilización de recursos para satisfacer nuestras necesidades y no como compra de mercancías Esta visión, digamos integral de la alimentación, incluyendo la naturaleza y todos los trabajos se proyecta en varios terrenos. Así la economía feminista critica la visión de productividad propia de una economía mercantilizada dominada por la lógica del máximo beneficio, aplicada a muchos aspectos imprescindibles de la vida (¿seremos mas productivos por

dedicar menos tiempo a pasear con nuestros mayores y /o hacerlo mas rápido?, ¿por jugar menos o más rápido con nuestros hijos? ¿por hacer más partidas por hora?) La Soberanía alimentaria critica la visión de la producción de alimentos solo desde el punto de vista productivista: número de mercancías por hora de trabajo, número de mercancías por hectárea y contrapone la capacidad del trabajo y la tierra de alimentar de forma sana y enriquecerse en el proceso como el principal valor. Si vemos una granja solo desde el punto de vista de los ingresos monetarios concluiríamos que muchas explotaciones familiares no son viables. Sin embargo para sus habitantes, para su vida si lo son. Viven en ellas, con ellas y gracias a ellas. Están dispuestos a luchar por defender-las, conservarlas i legarlas a les generaciones futuras. La economía convencional no explica una vida en que lo importante es el uso que se hace de las cosas que, en muchos casos, no es, ni puede ser, reducida a un precio .

5.6 Consumir más o consumir de otra manera Ver la vida en su conjunto y la alimentación sana y suficiente como parte de ella nos lleva a una visión más amplia del consumo que, como hemos apuntado anteriormente, podríamos definir como la utilización de bienes y servicios para satisfacer nuestras necesidades. Recuperar el valor de uso, desde el punto de vista de la vida, de los bienes y servicios que utilizamos permite ver todo el proceso de consumo en toda su complejidad con toda la relación con la naturaleza y

todos los trabajos que lleva asociado. Así una visión amplia del consumo no permite desvelar como el reduccionismo del consumo a la simple compra de mercancías, según el concepto de la economía convencional, anula e invisibiliza el conjunto de relaciones con el ecosistema que establecemos en nuestro metabolismo alimentario y anula e invisibiliza, también, todas las relaciones sociales que genera, incluyendo todos los tipos

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de trabajo que hay en nuestro consumo, especialmente aquellos que no son valorados en dinero. Nuestra alimentación incluye utilización/consumo de bienes y servicios en todos los momentos que van desde el campo hasta nuestro plato e incluso cuando hemos acabado de comer. Existen elecciones que determinan la utilización que hacemos de bienes y servicios y las relaciones que reforzamos y/o creamos en todos los eslabones del proceso: en la producción de los alimentos ( sea comercial o autoproducción, sea rural o urbana ), en como se conservan, en como se elaboran , en como se cocinan y como se consumen e, incluso, en que residuos generan. El consumo entendido en la compra del de mercancias nos esconde sus efectos en la naturaleza y las interdependencias con las otras personas. Con ello se nos impide una actitud moral sobre el consumo, se nos impide de raíz el llevar a cabo un consumo responsable, un consumo critico que incluya las consideraciones ecológicas y sociales. Cuando las necesidades de incrementar beneficios permanentemente lleva a forzar al máximo el consumo de mercancías , Cuando la nueva religión de la humanidad : el incremento constante del Producto Interior Bruto, plantea la necesidad de colocar mas i mas mercancías , el resultado esta a a la vista . El sobreconsumo con el consiguiente deterioro de la naturaleza. Pero este sistema está mostrando que no podía crecer indefinidamente ni desde el punto de vista de la economía ni desde el punto de vista de la naturaleza. Otro consumo que signifique menos

utilización de materias y energía y mejor calidad de vida se hace del todo imprescindible. Para ello habrá que reconstruir una cultura del consumo social y ecológicamente responsable que ha sido destruida. En el terreno de la alimentación es un espacio central en el que se hace urgente y posible avanzar en otro modelo de consumo. De hecho el proceso social ya ha empezado, los circuitos cortos que defiende la Soberanía alimentaria en todas sus acepciones, cooperativas , grupos de consumo, estructuras de apoyo al campesino, mecanismos de venta directa,… están creciendo vertiginosamente a pesar d elas trabas que les pone el sistema dominante. Junto ello se están recuperando los saberes y los sabores que se habían ido construyendo a lo largo de siglos y que están en peligro de extinguirse sustituidos por unos estándares creados por los intereses del agronegocio. Así, asistimos a una recuperación de la cultura de semillas i saberes campesinas, de la cultura de elaboración , conservación y cocina de alimentos adecuados a cada ecosistema. Culturas que partían de un profundo conocimiento de los ecosistemas, de los alimentos y de los cuidados de nuestros cuerpos en el terreno alimentario. Como las personas y la naturaleza se resisten a ser reducidas a simples mercancías hay una creciente exigencia ciudadana a introducir la moral en el consumo. La agroindustria coge aspectos de estas inquietudes y las transforma en aspectos que añadir a sus mercancías para entrar en nuevos nichos de mercado. Los sello bio que reducen la ecología y las complejidades de la producción agroecológica a unas características de los productos y de las sustancia que se han utilizado en su elaboración, los sellos de comercio justo que reducen la

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justicia a un sobreprecio en origen, los productos locales en que solo se mira los quilómetros recorrido por el producto final... son distintos sucedáneos para transformar nuestras inquietudes en nuevas formas de negocio Reintroducir un consumo responsable que nos permita controlar nuestra alimentación según criterios de justicia social y ambiental requiere plantearlo de forma global, analizando todos las

interrelaciones ecológicas y sociales implicadas, buscando respetar los ciclos de la naturaleza, la retribución justa de los que participan en la parte monetaria del proceso y una distribución equitativa de todos los trabajos y tiempos implicados. Ello será una componente esencial de una alternativa a la crisis que requiere de la voluntad de los ciudadanos y de cambios de estructuras que lo hagan posible.

5.7 La Soberanía alimentaria un camino que ya ha empezado Así pues la cuestión democrática y la recuperación de la soberanía se sitúan en el centro de la alternativa a la actual crisis sistémica que padecemos. Y si esta recuperación del poder de decidir, de la soberanía, la extendemos a los terrenos que son esenciales para una vida digna , hemos de convenir que la alimentación es uno de ellos. Y

lo es por la importancia que tiene para el cuidado y la salud de nuestros cuerpos y de los territorios que los sustentan y de los que forman parte , pero, también, por su importancia en los tiempos que dedicamos a ello y las relaciones económicas y sociales que se contienen en ellos.

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La buena noticia es que la lucha por la soberanía alimentaria no solo ya ha empezado sino que tiene, ya, un recorrido en el que millones de personas están participando y del que aprender y al que sumarse el conjunto de movimientos emancipadores Desde que apareció por primera vez el concepto de Soberanía Alimentaria en el marco del foro alternativo a la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 1996, hasta nuestros días, la Soberanía Alimentaria ha sido un concepto vivo que se ha ido profundizando, desarrollando, comple-mentando,..... en definitiva enriqueciendo . Paralelamente ha ido ganando espacio en las diferentes agendas sociales y políticas. Ser asumida por millones de campesinos agrupados en torno a la Via Campesina ha significado que alrededor suyo se desarrollase toda una estrategia de lucha. Reivindicaciones con una larga historia como la reforma agraria, cosmovisiones como las de los pueblos originarios, la defensa de las fuentes de vida (tierra, agua) y de la propia vida (biodiversidad ) han encontrado en el paradigma de la Soberanía Alimentaria su acomodo. Los viejos saberes campesinos y alimentarios enraizados en los diferentes ecosistemas, que los principios de la agroecologia recupera, dan coherencia teórica a un “modo de producción campesino” que es central en el concepto de Soberanía Alimentaria. El derecho universal a unos alimentos sanos, nutritivos y adecuados culturalmente, producidos de forma respetuosa con la naturaleza y permitiendo vivir dignamente a todos lo que participan en el proceso alimentario, marcan un objetivo a la lucha. Objetivo que se enfrenta al

actual control del sistema alimentario por parte de un puñado de multinacionales guiadas por el objetivo de maximizar los beneficios, y le contrapone, como factor central de la estrategia, la recuperación del control de la alimentación por parte de productores y consumidores. Esta concepción de estrategia globalizante, poliédrica, de la Soberanía Alimentaria, que ha permitido hilvanar en torno de ella múltiples aspectos de la lucha campesina, explica que hoy sea la bandera unificadora de millones de campesinas y campesinos del sur y del norte, del este y del oeste, agrupados en torno a La Vía Campesina. La incidencia de de este movimiento, que se puede considerar el más importante de la alterglobalización, es también significativa. ONG de desarrollo, ecologistas, feministas, consumidores, universidades y centros de investigación, y todo tipo de organizaciones ciudadanas han recogido, con mayor o menor profundidad, la exigencia de la Soberanía Alimentaria. Hoy no hay foro de los movimientos sociales que enfrentan al Neoliberalismo en donde no aparezca, con mayor o menor profundidad, la Soberanía Alimentaria. La asunción del concepto de soberanía alimentaria por estos sectores, más allá del campesinado, ha añadido nuevos prismas desde los que desarrollar una estrategia de lucha por el derecho de la alimentación. A la tradicional lucha por conseguir alimentos saludables para todos que hoy adquiere de nuevo alarmantes proporciones incluso en las sociedades del norte , hay que añadir la conservación del medio natural, la capacidad de los consumidores a acceder y controlar una alimentación

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saludable , la recuperación de la sabiduría popular contenida en las tradiciones y culturas de los diferentes pueblos, la necesidad de un replanteamiento de los conceptos de consumo, elaboración y conservación de los alimentos dando cabida a una distribución equitativa entre mujeres y hombres de los trabajos y los tiempos implicados, la formas de construir y fortalecer economías locales en todas la facetas que llevan los alimentos desde el campo a nuestro plato , el análisis

de como se devuelven a la naturaleza los restos del proceso alimentario de forma no contaminante y enriquece-dora,... son algunos de los múltiples aspectos que la estrategia de Soberanía Alimentaria esta abordando tanto en el campo como en la ciudad. Todo ello hace que sea una estrategia en constante desarrollo no solo como estrategia de lucha acmpesina sino com estrategia para resolver una parte fundamental de nuestras vidas de forma que merezca ser vivida

A un nivel más local se están desarrollando miles de experiencias productivas, miles de experiencias de comercialización y de consumo, que aparecen como espacios de resistencia y de supervivencia del modelo de agricultura campesina frente al avance del modelo agroindustrial. Miles de experiencias cuotidianas en donde la

actitud individual se combina con las acciones colectivas, donde lo domestico se entrelaza con lo mercantil, donde el consumo se acerca y/o se combina directamente con lo productivo y con lo comercial. Todas ellas desarrollándose en todo tipo de sociedades y ecosistemas constituyen una impresionante base práctica de la

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estrategia de la Soberanía Alimentaria, demuestran la viabilidad de sus propuestas y son la semilla sin la cual los cambios más globales no podrían fructificar. Más allá de dichas experiencias de resistencia, desde siempre, la estrategia de Soberanía Alimentaria ha planteado que un nuevo modelo productivo, una economía al servicio de las personas y un control por parte de la población de su alimentación no era posibles sin cambios estructurales. Y para conseguirlos las acciones de resistencia, las experiencias prácticas, debían combinarse con cambios en el ámbito de las políticas públicas. Sin embargo pasar de las luchas de resistencia a la capacidad de incidir de forma propositiva, requería de una correlación de fuerzas que sólo después de importantes avances se empieza a conseguir en aquellos países y situaciones donde la lucha por la Soberanía Alimentaria esta más avanzada . La fuerza que había adquirido La Vía Campesina y sus aliados, y la crisis del modelo neoliberal, abrían, posibilidades de promover dichas políticas en algunos países de America Latina, Africa y Asia . Las Constituciones de Ecuador y Bolivia mostraba que las posibilidades existían y la necesidad de pugnar por aprovecharlas. Desde entonces, y agudizado por la crisis alimentaria del 2008, gobiernos locales, regionales y nacionales de diferentes partes del mundo han mostrado sensibilidad hacia las propuestas de la Soberanía Alimentaría. La misma Vía Campesina, en su V Conferencia realizada en el 2008 en Maputo, estableció una línea estratégica, a nivel internacional y en

los diferentes estados, para promover políticas públicas de apoyo a la Soberanía Alimentaria aprovechando los nuevos espacios que estaban percibiendo que se abrían. Sin duda donde estas sensibilidades y posibilidades se han mostrado mas claramente y donde se han conseguido avances más significativos en América Latina, y especialmente en los países pertenecientes al ALBA y a Petrocaribe. En los países del llamado norte, en donde el movimiento por la soberanía alimentaria y en general los movimientos sociales tenían una incidencia política muy debilitada, el secuestro de la política por una democracia plebiscitaria y recortada, hacia aún mas difícil cualquier incidencia política desde abajo. Sin embargo, los efectos de la crisis han hecho que la indignación salga de su aislamiento y aparezca, a través de la movilización cohesionando de forma activa a un sector social amplio capaz de incidir en la agenda política, social y comunicativa. Con la irrupción de estos movimientos la acción política ha cambiado de parámetros. Se abre, así, un nuevo espacio para la política y la acción democrática Estamos en una situación nueva, que evoluciona rápidamente y cuyo futuro no es fácil de predecir. Lo que es seguro es que la política ha vuelto a la calle con una capacidad de incidencia que no tenía antes. Es una oportunidad para la soberanía alimentaria La exigencia de democracia real ha de incluir la democracia alimentaria. La relación entre movilización social radicalmente democrática y soberanía alimentaria, será, seguro, una relación fecunda.

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Siglas utilizadas ALBA – Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América / Tratado de Comercio de los Pueblos Alianza PAIS - Patria Altiva y Soberana CIDOB - Confederación de Indigenas del Oriente Boliviano CNC Eloy Alfaro - Coordinadora Nacional Campesina Eloy Alfaro CNMCIOB Bartolina Sisa - Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia "Bartolina Sisa" CONAIE - Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONALCAM - Consejo Nacional por el Cambio CONAMAQ - Consejo Nacional de Marcas y Ayllus del Qullasuyo

CSUTCB - Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia FENACLE - Federación Nacional de Trabajadores Agroindustriales, Campesinos e Indígenas Libres del Ecuador FENOCIN - Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras FMI – Fondo Monetaria Internacional ISI – Industrialización por Sustitución de Importaciones MAS - Movimiento al Socialismo OGM - Organismos Genéticamente Modificados OMC – Organización Mundial del Comercio

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Sección 2

Propuestas didácticas

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Índice de la sección 1. Propuestas didácticas a partir de textos 2. Propuestas didácticas a partir de documentales videográficos 3. Propuestas didácticas a partir de ejercicios de comparación (El juego de

las diferencias)

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1. Propuestas didácticas a partir de texto

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TEXTO 1 Declaración de Nyéléni

FICHA BIBLIOGRÁFICA Foro Mundial para la Soberanía Alilmentaria (2007) "Declaración de Nyéléni" 27 de febrero de 2007. Selingue, Mali. Disponible en: http://www.nyeleni.org/spip.php?article291

INTRODUCCIÓN Nyéléni fue la inspiración para el nombre del Foro para la Soberanía Alimentaria en Sélingué, Malí. Nyéléni fue una campesina maliana quien trabajaba en el campo y alimentaba bien a su pueblo – simbolizó la soberanía alimentaria por su trabajo duro, su innovación y por haber cuidado a su pueblo. Los participantes que se reunieron en Nyéléni 2007 fueron y representaron a campesinos, pastores, pescadores, pueblos indígenas, obreros migrantes, mujeres y jóvenes. Son proveedores de alimentación listos, capaces y dispuestos a alimentar a todos los pueblos de todo el mundo. Este documento es la declaración final después de cuatro días de discusiones. TEXTO Nosotros y nosotras, los más de 500 representantes de más de 80 países, de organizaciones de campesinos y campesinas, agricultores familiares, pescadores tradicionales, pueblos indígenas, pueblos sin tierra, trabajadores rurales, migrantes, pastores, comunidades forestales, mujeres, niños, juventud, consumidores, movimientos ecologistas, y urbanos, nos hemos reunido en el pueblo de Nyéléni en Selingue, Malí para fortalecer el movimiento global para la soberanía alimentaria. Lo estamos haciendo,

ladrillo por ladrillo, viviendo en cabañas construidas a mano según la tradición local y comiendo alimentos siendo producidos y preparados por la comunidad de Selingue ... Hemos dado a nuestro trabajo el nombre de "Nyéléni," como homenaje, inspirados en la legendaria campesina maliense que cultivó y alimento a su gente.

La mayoría de nosotros somos productores y productoras de alimentos y estamos dispuestos, somos capaces y tenemos la voluntad de alimentar a todos los pueblos del mundo. Nuestra herencia como

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productores de alimentos es fundamental para el futuro de la humanidad. Este particularmente el caso de mujeres y pueblos indígenas que son creadores de conocimiento ancestrales sobre alimentos y agricultura, y que son sub-valorados. Pero esta herencia y esta capacidad para producir alimentos nutritivos, de calidad y en abundancia, se ven amenazada y socavada por el neoliberalismo y el capitalismo global. Frente a esto, la soberanía alimentaria nos aporta la esperanza y el poder para conservar, recuperar y desarrollar nuestro conocimiento y nuestra capacidad para producir alimentos.

La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artisanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica.

La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos de acceso y a la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos que producimos los alimentos. La soberanía alimentaría supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.

En Nyéléni, gracias a los muchos debates y a la intensa interacción, estamos profundizando en nuestro concepto de soberanía alimentaria, y hemos intercambiado acerca de la realidad de las luchas de nuestros respectivos movimientos para conservar la autonomía y recuperar nuestro poder. Ahora entendemos mejor los instrumentos que necesitamos para crear un movimiento y promover nuestra visión colectiva.

¿En pos de qué luchamos? Un mundo en el que ...

... todos los pueblos, naciones y estados puedan decidir sus propios sistemas alimentarios y políticas que proporcionen a cada uno de nosotros y nosotras alimentos de calidad, adecuados, asequibles, nutritivos y culturalmente apropiados;

... se reconozcan y respeten los derechos y el papel de las mujeres en la producción de alimentos y la representación de las mujeres en todos los órganos de toma de decisiones;

... todos pueblos de cada uno de

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nuestros países puedan vivir con dignidad de su trabajo, y puedan tener la oportunidad de vivir en sus lugares de origen;

... la soberanía alimentaria sea considerada un derecho humano básico, reconocido y respetado por las comunidades, los pueblos, los estados y las instituciones internacionales;

... podamos conservar y rehabilitar los entornos rurales, zonas pesqueras, los paisajes y los alimentos tradicionales, basándose en una gestión sostenible de la tierra, del suelo, el agua, las semillas, el ganado y biodiversidad;

... valoremos, reconozcamos y respetemos la diversidad de nuestro conocimiento, alimentación, lenguas y nuestras culturas tradicionales, y el modo en el que nos organizamos y nos expresamos;

... exista una verdadera reforma agraria integral que garantice a los campesinos plenos derechos sobre la tierra, defienda y recupere los territorios de los pueblos indígenas, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas de pesca y ecosistemas, que reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo, garantice empleos dignos con sueldos justos y derechos laborales para todo los trabajadores, y un futuro para los jóvenes del campo, donde las reformas agrarias revitalicen la interdependencia entre productores y consumidores, garanticen la supervivencia de la comunidad, la justicia económica y social, la sostenibilidad ecológica y el respeto por la autonomía local y la gobernanza con igualdad de derechos para las mujeres y los hombres ... donde se garantice el derecho a los territorios y a la autodeterminación

de nuestros pueblos;

... compartamos nuestros territorios en paz y de manera justa entre nuestros pueblos, ya seamos campesinos, comunidades indígenas, pescadores artesanales, pastores nómadas u otros;

... si se viven catástrofes naturales y provocadas por las personas, y situaciones posteriores a los conflictos, la soberanía alimentaria actúe como una auténtica garantía que fortalezca los esfuerzos de recuperación local y mitigue el impacto negativo. En el que se tenga presente que las comunidades afectadas desamparados no son incapaces, y donde una sólida organización local para la recuperación por medios propios constituya la clave para la recuperación;

... se defienda el poder de los pueblos para decidir sobre sus herencias materiales, naturales y espirituales.

¿En contra de qué luchamos? El imperialismo, el neoliberalismo, el neocolonialismo y el patriarcado, y todo sistema que empobrece la vida, los recursos, los ecosistemas y los agentes que los promueven, como las instituciones financieras internacionales, la Organización Mundial del Comercio, los acuerdos de libre comercio, las corporaciones multinacionales y los gobiernos que perjudican a sus pueblos;

El dumping de alimentos a precios por debajo de su costo de producción en la economía global;

El control de nuestros alimentos y de nuestros sistemas agrícolas en manos de compañías que anteponen las ganancias a las personas, la salud y el medioambiente;

Tecnologías y prácticas que erosionan nuestra capacidad de producción

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alimentaria en el futuro, dañan el medioambiente y ponen en peligro nuestra salud. Éstas incluyen los cultivos y animales transgénicos, tecnología terminator, acuacultura industrial y prácticas pesqueras destructivas, la llamada “Revolución blanca” de las prácticas industriales en el sector lácteo, las llamadas “Nueva y vieja Revoluciones Verdes”, y los “Desiertos Verdes” de los monocultivos de biocombustibles industriales y otras plantaciones;

La privatización y la mercantilización de los alimentos, servicios básicos públicos, conocimientos, tierras, aguas, semillas, ganado y nuestro patrimonio natural;

Proyectos / modelos de desarrollo y industrias de extracción que desplazan a los pueblos y que destruyen nuestro medioambiente y nuestra herencia natural;

Guerras, conflictos, ocupaciones, bloqueos económicos, hambrunas, desplazamientos forzados y confiscación de sus tierras, y todas las fuerzas y gobiernos que los provocan y los apoyan; y los programas de reconstrucción tras un conflicto o catástrofe que destruyen nuestro medioambiente y capacidades;

La criminalización de todos aquellos que luchan por proteger y defender nuestros derechos;

La ayuda alimentaria que encubre el dumping, introduce OGMs en los entornos locales y los sistemas alimentarios y crea nuevos patrones de colonialismo;

La internacionalización y la globalización de los valores paternalistas y patriarcales que marginan las mujeres y las diversas comunidades agrícolas, indígenas, pastoriles y pesqueras en el mundo;

¿Qué podemos hacer y haremos al respecto? De la misma manera en la que estamos trabajando con la comunidad de Sélingué para crear un espacio de encuentro en Nyéléni, nos comprometemos a construir nuestro movimiento colectivo para la soberanía alimentaria, forjando alianzas, apoyando nuestras diferentes luchas y haciendo que nuestra solidaridad, fuerza y creatividad lleguen a los pueblos de todo el mundo que tienen un compromiso con la soberanía alimentaria. Cada lucha por la soberanía alimentaria, independientemente de en qué lugar del mundo se libre, es nuestra lucha.

Hemos acordado una serie de acciones colectivas para compartir nuestra visión de la soberanía alimentaria con todos los pueblos del mundo, que están detalladas en nuestro documento de síntesis. Llevaremos a cabo estas acciones en cada una de nuestras respectivas áreas locales y regiones, en nuestros propios movimientos y conjuntamente en solidaridad con otros movimientos. Compartiremos nuestra visión y nuestra agenda de acción para la soberanía alimentaria con aquellos que no hayan podido estar con nosotros en Nyéléni, para que el espíritu de Nyéléni se disemina en todo el mundo y se convierta en una poderosa fuerza que haga de la soberanía alimentaria una realidad para los pueblos de todo el mundo.

Por último, damos nuestro apoyo incondicional y absoluto a los movimientos campesinos de Malí y a ROPPA en su lucha para que la soberanía alimentaria se convierta en una realidad en Malí y por extensión en toda África.

¡Es hora de la soberanía alimentaria!

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Conocer los principios básicos de la Soberanía Alimentaria a través de uno de los textos programáticos más importantes aprobados por La Vía Campesina. 2. Temas abordados • Principios de la Soberanía Alimentaria • Capacidad de los movimiento campesinos e indígenas a la hora de plantear

propuestas políticas a favor de su modelo de producción, comercialización y consumo.

3. Relación con la parte 1 del manual Sección 1 (“Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado”) 4. Elementos para el debate • ¿Cuáles son los principales principios derechos que defiende la Declaración? • ¿Y a qué políticas se enfrenta? • Analiza la capacidad de las organizaciones sociales para proponer una política

agraria integral.

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TEXTO 2 Abriendo espacio por un comercio justo

FICHA BIBLIOGRÁFICA Espacio por un Comercio Justo (2006) "Abriendo espacio por un comercio justo" Disponible en: http://www.espaciocomerciojusto.org

INTRODUCCIÓN Diversas organizaciones de Comercio Justo españolas y portuguesas se reunieron a mediados de la década de '00 para debatir y definir un modelo de Comercio Justo transformador y no asistencial. El manifiesto “Abriendo Espacio por un Comercio Justo” es resultado de ese trabajo de análisis. En el se define el Comercio Justo como un movimiento social que, a través de una práctica comercial, una labor de sensibilización y un trabajo de movilización social aspira a cambiar los actuales modelos de relaciones económicas y participar en la construcción de alternativas. Como tal movimiento social, el comercio justo refleja la diversidad existente en la sociedad, y tiene muchas definiciones e interpretaciones dependiendo de las organizaciones que las realicen. TEXTO El Comercio Justo es un movimiento social que, a través de una práctica comercial, una labor de sensibilización y un trabajo de movilización social aspira a cambiar los actuales modelos de relaciones económicas y participar en la construcción de alternativas. Como tal movimiento social, el comercio justo refleja la diversidad existente en la sociedad, y tiene muchas definiciones e interpretaciones dependiendo de las organizaciones que las realicen.

Se hace necesario clarificar las diferentes visiones existentes. Las organizaciones que conformamos el Espacio por un Comercio Justo pretendemos con este documento definir nuestras posturas con respecto al Comercio Justo y a nuestra lucha por la transformación social. Apostamos por una formulación abierta que recoja los principios básicos para trabajar en una dirección común, y nuestro compromiso es cumplir estos principios en la mayor medida de lo posible.

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El Comercio Internacional no es el motor de desarrollo Entendemos el comercio mundial como un complemento del comercio local, y no como un motor de desarrollo. El Comercio Justo lucha para cambiar las injustas relaciones comerciales internacionales. Nos oponemos a la liberalización del comercio y denunciamos la política de la OMC y otras instituciones internacionales de imponer la apertura de los mercados del Sur. Apoyamos en ese sentido las luchas que las organizaciones campesinas mantienen en defensa de sus cultivos y formas tradicionales de producción.

Un Comercio Justo transformador El Comercio Justo es un proceso de intercambio de productos que, respetando la Naturaleza, busca repartir equitativamente los esfuerzos y los beneficios entre los participantes. Pero un comercio absolutamente justo es imposible en el mundo en que vivimos. Mediante la transparencia en toda la cadena buscamos la posibilidad de que todos los actores, especialmente el consumidor, puedan tomar sus decisiones responsablemente. Para ello es imprescindible reforzar la transparencia y la comunicación en todos los eslabones de la cadena comercial, reforzando el principio de confianza, básico en nuestras relaciones. También es necesario mantener una vigilancia ante el impacto de nuestras actuaciones, y no dar por supuesto que las buenas intenciones tienen por sí solas efectos positivos.

Pensamos que el objetivo del Comercio Justo es, cuando menos, doble: por una parte, crear actores críticos en toda la cadena económica; por otra, desarrollar espacios de prácticas alternativas que se

articulen en redes locales y globales facilitando las condiciones para amplias movilizaciones sociales . El objetivo del Comercio Justo no puede ser crecer cuantitativamente para transferir más recursos al Sur, entre otras cosas porque no vemos el Comercio Justo en estrictos términos Norte-Sur, sino desde una perspectiva global de cambio en los ámbitos de la producción, el comercio y el consumo.

Apostamos por la economía solidaria, que acoge una pluralidad de estrategias y proyectos diversos, y en muy diferentes ámbitos: finanzas alternativas, cooperativas de consumo, software libre, editoriales asociativas, etc.

Nos oponemos a la entrada de las transnacionales en el Comercio Justo y combatimos su papel en el comercio, así como sus prácticas. Apostamos en lo interno, por funcionar de la manera más participativa posible, y por la cooperación y coordinación entre las diferentes organizaciones -frente a la actitud de competencia -, priorizando nuestro trabajo con aquellas con las que compartimos nuestra visión del Comercio Justo.

Cada trabajador que participa en el Comercio Justo ha de poder decidir libremente su vida económica y vivir dignamente de su trabajo, respetando el equilibrio ecológico.

Por la Soberanía Alimentaria Apostamos por la Soberanía Alimentaria, tanto en el Sur como en el Norte. La consideramos una línea estratégica que da coherencia al conjunto de nuestra alternativa. Apostamos por la agroecología frente a la industrialización de la agricultura, que sirve para desviar sus beneficios hacia las megaempresas del Norte.

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Fomentamos el protagonismo de las organizaciones del Sur apoyando su fortalecimiento y dándoles protagonismo en la globalidad del proceso, en lugar de montones de criterios. Defendemos su autogestión manteniendo la propiedad y control de los medios de producción por parte de las unidades productivas organizadas igualitaria y democráticamente.

Mantenemos relaciones estables, donde el comercio es parte de una relación global de cooperación y lucha por unos mismos objetivos. Trabajamos con organizaciones que funcionen respetando el medioambiente según los principios agroecológicos, y que preserven su cultura alimentaria y favorezcan las producciones y elaboraciones artesanas. Organizaciones que tengan por objetivo fortalecer el desarrollo local y su prioridad sean los mercados locales. No queremos aumentar la dependencia del mercado internacional incluso “aunque sea justo”

El movimiento de Comercio Justo debe fortalecer a aquellas organizaciones que dinamizan la lucha por la Soberanía Alimentaria en su país, que están comprometidas social y políticamente con los derechos de los trabajadores y campesinos, con las luchas por la democracia y con la igualdad de género en sus sociedades.

Una relación de cooperación y no impositiva La relación que establece el Comercio Justo a través de la importación de productos es una relación compleja, que no se puede simplificar con unas pocas normas. Apostamos por procesos participativos de definición de criterios, que acompañen a la imprescindible transparencia, frente

a modelos de certificación de productos tipo FLO. Este sello reduce el comercio justo a algunas de las características del producto, especialmente (o casi exclusivamente) al precio pagado y la forma de financiación. Con ello avala que multinacionales, y hasta el Banco Mundial, afirmen que hacen comercio justo en alguna parte de su actividad cuando el conjunto de su actividad es el paradigma del comercio injusto que queremos combatir

Nosotros creemos que el comercio es el conjunto de un proceso y es en su totalidad donde se ha de buscar la equidad. Ello requiere de un esfuerzo permanente de debate e información del que, de forma transparente, debe hacerse participe a todos los actores que participan en la cadena del Comercio Justo.

La posibilidad que el acceso a fuentes de financiación nos da a algunas organizaciones de Comercio Justo de los países llamados del Norte, ha de utilizarse en una relación que debe empoderar y fortalecer a todas sus partes. Debemos evitar que los flujos financieros puedan modificar las prioridades que democráticamente se han dado las organizaciones del Sur.

Debemos evitar trasladar las necesidades de los mercados del Norte a las producciones del Sur, cuando puedan ir en detrimento de las formas en que, culturalmente, cada pueblo ha resuelto su armonía con la naturaleza.

Descartamos importar aquellos productos que ya se producen localmente con condiciones sociales y ecológicos equivalentes, ya que entendemos el Comercio Justo como unos principios que deben guiar las relaciones comerciales, dentro del Sur y dentro del Norte y no solo una exigencia del Norte hacia el Sur. En

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aquellos productos de Comercio Justo en que haya ingredientes significativos que se produzcan en el Norte deben buscarse las mismas condiciones sociales y ecológicas que buscamos en el Sur.

Si bien las labores de importación de productos implican una gestión centralizada, es importante promover el acceso de todas las organizaciones que lo deseen a la participación en estructuras dedicadas a dichas tareas, sin importar la dimensión o los recursos de dichas organizaciones".

La transformación de los productos en beneficio del Medio Rural La mayor parte de la transformación se tendría que hacer por organizaciones campesinas lo más próximo posible a los campesinos, a sus organizaciones y controlado por ellas, dando un mayor valor añadido a sus productos, fortaleciendo al medio rural en lugar de a las grandes empresas transformadoras y comercializadoras.

Cuando no fuera posible, debemos defender aquí los mismos criterios que en el Sur, trabajando con empresas del tercer sector, cooperativas o pequeñas empresas que participen de una agricultura y alimentación alternativa (artesanos, producción ecológica, zonas rurales deprimidas...). En ningún caso el Comercio Justo debe trabajar con empresas multinacionales que están en el centro del actual modelo injusto e insostenible.

Un trabajo indisolublemente ligado a la sensibilización y la denuncia El Comercio Justo es una herramienta para nuestra sensibilización y activación como sujetos consumidores, como personas críticas que practiquen un

consumo responsable. Trabajamos por ser consumidores responsables, críticos y concienciados. Debemos generar herramientas de participación, haciendo que, como consumidores, seamos sujetos activos del movimiento. En ese sentido trabajamos por la implicación de y con los movimientos sociales.

Realizamos una sensibilización global y critica, sin confundir la sensibilización con la promoción de productos, y trabajando por un cambio de valores. El consumidor tiene que entender que el Comercio Justo no es un hecho aislado, sino que se enmarca dentro de una lucha de transformación social.

Apostamos por las tiendas de Comercio Justo como centros de actividad social, que realizan una labor de sensibilización y concienciación y apoyo a la movilización social. Dentro de la línea de transparencia que nos marcamos, la información sobre toda la cadena comercial y la descomposición de precios debe llegar hasta el consumidor final.

Rechazamos la instrumentalización del Comercio Justo por parte de las grandes empresas y las trans-nacionales, a través de la comercialización de productos de Comercio Justo en grandes superficies y grandes cadenas de comercialización como fórmula del marketing empresarial encubriendo que el conjunto de su practica comercial es uno de los principales focos de injusticia en el comercio.

En cualquier caso, entendemos que el ejercicio de la ciudadanía no se limita al acto del consumo. La necesaria actitud y coherencia personales no pueden sustituir nuestras responsa-bilidades políticas, sociales y ecoló-gicas.

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Conocer los elementos que pueden permitir el encuentro entre los movimientos por la Soberanía Alimentaria y el del Comercio Justo. 2. Temas abordados • Delimitación de dos modelos de Comercio Justo, mútuamente excluyentes a la

hora de considerar las propuestas de la Soberanía Alimentaria. 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 2 (“Estrategias a favor de un consumo responsable”) Sección 4 (“Comercio Justo: una visión desde la Soberanía Alimentaria”) 4. Elementos para el debate • La visión del Comercio Justo que plantea este documento, ¿qué consideración

tiene del comercio internacional de productos agroalimentarios? • Busca en internet información sobre el sello FLO, certificación de Comercio

Justo contra el que se posiciona el documento. ¿Qué elementos distancian la visión del Comercio Justo que plantea el documento del de FLO? ¿Cuál se acerca más a la perspectiva de la Soberanía Alimentaria? ¿Por qué?

• Según plantea del documento, ¿el Comercio Justo es sólo un nicho de

mercado? Razona la respuesta

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TEXTO 3 Permiten el uso, producción, importación y comercialización de transgénicos en Bolivia

FICHA BIBLIOGRÁFICA Fobomade (2009) "Permiten el uso, producción, importación y comercialización de transgénicos en Bolivia" Biodiversidad en América Latina y el Caribe (30/11/2010). Disponible en: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Noticias/Licencian_el_uso_produccion_importacion_y_comercializacion_de_transgenicos_en_Bolivia INTRODUCCIÓN La nueva Constitución Política del Estado de Bolivia, aprobado por referendum en 2009, asume las reclamaciones de los movientos sociales campesinos y considera la Soberanía Alimentaria como principio rector de las políticas agrarias del país. En este sentido, prohibe la producción, comercialización y consumo de organismos genéticamente modificados. Sin embargo, en la elaboración de leyes posteriores, como la Ley de Revolución Productiva Agropecuaria, se permite el uso de ciertos transgénicos. El siguiente texto, elaborado por FOBOMADE (Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo), una de las organizaciones sociales más significativas de Bolivia en la defensa del medioambiente y muy cercana a los movimientos sociales campesinos e indígenas, analiza y critica estas contradicciones.

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TEXTO El Comité de Bioseguridad, integrado por funcionarios de gobierno y delegados de algunas organizaciones sociales del Pacto de Unidad, pretende aprobar por tiempo y materia el Reglamento de Bioseguridad de OGM, una especie de licencia para la entrada de transgénicos a Bolivia.

Este proyecto de Reglamento de la Ley de Revolución Productiva Agropecuaria trabajado por el gobierno y algunos dirigentes sociales afines al MAS contraviene la Ley Agropecuaria y el artículo 255 de la Constitución Política del Estado (CPE) que proscribe el uso de transgénicos en el país.

El proyecto de Reglamento adecua o actualiza la norma en actual vigencia, basándose en el Art. 409 de la CPE que establece que “la producción, importación y comercialización de organismos genéticamente modificados será regulada por ley”. Aquí surge la segunda contradicción, puesto que una Reglamentación es diferente a una Ley.

Un organismo genéticamente modificado (OGM) es cualquier organismo vivo que posea una combinación nueva de material genético que se haya obtenido mediante la aplicación de la biotecnología moderna. Se incluyen también aquellos organismos producto del mejoramiento tradicional en los que se haya utilizado progenitores OGMs y que los mismos posean genes del OGM.

El Reglamento propuesto por el Ejecutivo tiene por finalidad regular el Manejo de OGMs, que comprende el uso, producción, importación, transporte, movimientos

transfronterizos y comercialización, precautelando la sustentabilidad de los Sistemas de Vida y sus Componentes, previniendo, evitando o reduciendo los riesgos que puedan ocasionar en el medio ambiente, con especial énfasis en la biodiversidad, asumiendo responsabilidad y compensación por impactos socioeconómicos locales. (Art. 1)

El Art. 2 (Alcance del Reglamento) establece que el Manejo de OGMs en Bolivia sólo podrá realizarse en el marco del permiso otorgado por la Autoridad Ambiental Competente Nacional (AACN, instancia técnica de ejecución conformada por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, a través del Viceministerio de Medio Ambiente, Biodiversidad, Cambios Climáticos y de Gestión y Desarrollo Forestal; la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas -DGBAP), previo análisis de riesgos.

La evaluación de riesgos es un proceso de carácter científico que tiene por objeto la identificación, determinación y valoración de las potenciales amenazas o efectos adversos no deseados para la salud humana, sanidad animal y vegetal, el medio ambiente, la biodiversidad y la socioeconomía local y regional, derivados de las actividades de Manejo realizadas con OGMs.

Según el Art. 3, el reglamento no se aplicará a los organismos cuya modificación genética se obtenga a través de técnicas convencionales y métodos tradicionales, de creación de variabilidad genética por mutagénesis o fusión celular, incluida la de protoplastos (de células vegetales), siempre y cuando no impliquen la manipulación de moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN)

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recombinante o la utilización de OGMs como organismos receptores o parentales.

El Art. 4 (del manejo de los OGMs de los cuales Bolivia es centro de origen y/o centro de diversidad biológica) establece que, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 2 y salvando el derecho del Estado, se prohíbe el manejo de los OGMs de los cuales Bolivia sea centro de origen y/o centro de diversidad biológica.

De acuerdo a este texto, los transgénicos de los cuales Bolivia es centro de origen, si pueden entrar al país, sólo que no pueden ser “manejados”, un término impreciso repetido a lo largo de todo el texto. De igual forma, la imprecisión y la pobreza conceptual caracterizan a todas las definiciones detalladas en el Art. 5 del Reglamento.

Vía libre a los transgénicos

El Título II, Marco Institucional, establece que la AACN es la Autoridad en Bioseguridad de los organismos genéticamente modificados (Art. 8), mientras que la Instancia Técnica Administrativa es la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (Art. 9). El Comité Plurinacional de Bioseguridad (CPB) es el organismo encargado de brindar asesoramiento y apoyo técnico a la AACN sobre actividades relativas con la Seguridad de la Biotecnología Moderna (Art. 11).

El CPB tiene de PLURINACIONAL nada más que la palabra puesto que en la cosmovisión de la mayoría de los pueblos los OGM no tienen cabida. Aunque el Comité incluya a representantes de las organizaciones sociales campesinas, esta instancia piensa y actúa en función a los paradigmas científicos occidentales.

En realidad, estos comités son

modelos inventados por transnacionales como Monsanto, a través de los cuales un grupo de personas, cualquiera sea su origen, decide sobre si un país debe aceptar o no un OGM y determina el “riesgo” que la sociedad está dispuesta a correr, basándose en informes científicos proporcionados por las mismas empresas interesadas.

El CPB es la instancia encargada de la “evaluación del riesgo” cuyo objetivo es determinar y valorar las potenciales amenazas o efectos adversos no deseados sobre la salud humana, sanidad animal y vegetal, el medio ambiente, la biodiversidad y la socioeconomía local y regional provocados por las actividades de Manejo con OGMs (Art. 45).

El Análisis de Riesgo contempla las siguientes etapas: Evaluación del riesgo, Manejo o gestión del riesgo; Plan de manejo ambiental; Evaluación multicriterial; Plan de contingencias; Plan de abandono y Comunicación del riesgo (Art. 43). Como Principios generales, la Evaluación del riesgo debe ser Científicamente transparente; integral de todos los factores que hacen al análisis, y valorar el proceso análogo entre riesgos relacionados con los OGMs o sus productos y producción convencional (Art. 46).

Estos principios suenan rimbombantes, pero no significan mucho debido a su imprecisión: ¿Cómo se demuestra que es “científicamente transparente”? ¿Qué significa “evaluación integral”? ¿Es admisible comparar o hallar equivalencias entre cultivos transgénicos y convencionales?

El Art. 49 determina que la gestión de riesgos estará en función de la naturaleza y magnitud de los riegos identificados durante la evaluación, y

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en base a la información proporcionada por el solicitante en el Expediente Técnico. El solicitante deberá demostrar que el OGM no es dañino; esta información deberá estar debidamente respaldada con informes técnicos de al menos tres campañas de “uso confinado” y/o de seguimiento de los OGMs en parcelas experimentales dentro del país (Art. 41). Esto es básicamente información sobre el comportamiento agronómico, lo que resulta absolutamente insuficiente.

Además, el mecanismo de evaluación de riesgos contempla impactos aislados (dándoles una valoración de riesgo bajo, mediano alto) y una probabilidad de que sucedan (poco probable, muy probable). Por ejemplo, se refiere al riesgo de escape o fuga de genes (Diseminación voluntaria e involuntaria de polen, y/o de material vegetativo o de propagación de un OGM, cualquiera fuese la forma de ocurrencia), pero no menciona la transferencia horizontal de genes.

El Reglamento propuesto superpone lo ambiental a lo social y pone más énfasis en la biodiversidad que en la salud humana, pese a que los principales impactos de los cultivos transgénicos (por ejemplo el uso masivo de plaguicidas en los cultivos RR en Argentina y Paraguay) atañen a la salud humana. Se colige que el análisis de riesgo es insuficiente y que se requeriría además un análisis socioeconómico y un estudio de impacto ambiental.

En síntesis, no se trata de una evaluación de riesgo, sino de una evaluación de la evaluación hecha por la empresa, con información entregada por la empresa, que por supuesto nunca mencionará los verdaderos riesgos de su emprendimiento, pues su interés principal es la ganancia y el lucro.

Procedimiento antidemocrático

El Título III del Reglamento detalla el Procedimiento para solicitar la Introducción de OGMs al Estado Plurinacional de Bolivia. Según el Art. 20, el usuario que pretenda realizar cualquier actividad de Manejo con OGMs, obligatoriamente deberá solicitar mediante nota a la AACN, incluyendo el primer movimiento transfronterizo del OGMs en cuestión.

El Art. 24 indica que la Instancia Técnica Administrativa, previa autorización de la AACN, publicará la solicitud en dos medios de comunicación oral y escrito de circulación nacional, considerando el idioma de la región, a objeto de que las personas o instituciones que pudiesen proporcionar información respecto a la actividad de Manejo con el OGM en evaluación, puedan hacer llegar la misma a conocimiento de la AACN y del CPB.

El Art. 37 (Naturaleza del tratamiento confidencial) señala que el solicitante podrá pedir a la AACN se reconozca un tratamiento confidencial para determinada información que le hubiese proporcionado con motivo de solicitar la autorización para la realización de cualquier actividad de Manejo con el OGM, lo cual pudiera ser materia de un uso comercial desleal por parte de personas ajenas.

La AACN podrá reconocer el tratamiento confidencial solicitado y se abstendrá de facilitar información a terceros, salvo cuando su conocimiento público sea necesario para proteger el medio ambiente y/o la diversidad biológica y/o la salud humana. Los aspectos objeto del tratamiento confidencial permanecerán en un expediente reservado bajo custodia de la Instancia Técnica Administrativa, y

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no podrán ser divulgados salvo orden judicial. (Art. 38)

El Art. 39 precisa que no tendrán carácter confidencial la información relativa a la identificación del titular y responsable del proyecto, la finalidad y lugar en que se llevará a cabo la actividad, los sistemas y medidas de emergencia y control, el análisis de riesgos para la salud humana, el medio ambiente y la biodiversidad.

Aunque la mayoría de normas de bioseguridad incluyen cláusulas de confidencialidad, éstas son inaceptables pues otorgan a los transgénicos doble protección: las patentes, cuya información es pública, y la confidencialidad que es otra forma de propiedad intelectual.

Por otro lado, el CPB deberá recabar información y opiniones de las partes potencialmente afectadas o interesadas, con la finalidad de informar a la AACN en el Dictamen Técnico correspondiente. El Art. 53 denomina a este procedimiento “Comunicación del Riesgo”, un proceso multidimensional e interactivo que debe comenzar al principio del análisis del riesgo y continuar hasta el final de este proceso.

Las dudas que surgen son: ¿Quién comunica el riesgo? ¿Cómo se hace? ¿Cómo se asegura que la comunicación es objetiva, verdadera y no está cruzada por relaciones de poder? En el fondo, lo más importante no debiera ser la información, sino la opinión de la sociedad sobre la posibilidad de introducción de un OGM en su territorio, es decir el consentimiento de la sociedad.

Posteriormente, la AACN convocará al CPB para efectuar principalmente el análisis del riesgo del Expediente Técnico, el cual deberá efectuarse en

un plazo de 90 días calendario, pudiendo prorrogarse por una sola vez a requerimiento justificado del CPB en un plazo no mayor al establecido. Para efectos de movimientos transfronterizos, el plazo será no mayor a 270 días (Art. 25). Sin embargo, el plazo de 90 días (tres meses) para aceptar un cultivo es inaceptable, ya que una evaluación seria debe durar al menos dos periodos completos de siembra.

El Art. 31 dispone que la AACN debe enmarcarse en las recomendaciones del Dictamen Técnico emitido por el CPB, precautelando la seguridad para el medio ambiente, la biodiversidad, la salud humana y animal, antes de considerar los factores socioeconómicos para autorizar o rechazar la solicitud de Manejo de OGMs.

El Art. 40 dispone que la AACN no autorizará ninguna liberación de un OGM al medio ambiente, del cual se haya demostrado técnicamente su toxicidad provocando daños a la salud humana, a la biodiversidad y/o al medio ambiente. En caso de existir duda al respecto, la AACN hará prevalecer el “Principio de Precaución” y rechazará la liberación del mismo; si la AACN considerase necesario, podrá pedir al solicitante que pague la realización de las pruebas necesarias que permitan tener mayor conocimiento.

En todo caso, el Art. 50 establece que el CPB deberá recomendar específicamente a la Instancia Técnica Administrativa la aplicación de procedimientos y mecanismos necesarios para reducir “hasta un nivel aceptable” las posibles consecuencias negativas de la actividad de Manejo de OGMs.

En síntesis, el nuevo Reglamento es una especie de licencia para la

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entrada de OGM al país, siguiendo los lineamientos a través de los cuales se han aceptado los OGMs en todos los países de América Latina. Siglas utilizadas en el texto AACN - Autoridad Ambiental Competente Nacional

CPB - Constitución Política de Bolivia MAS - Movimiento al Socialismo (Organización política que alcanzó el poder en Bolivia en 2005) OGM - Organismo Genéticamente Modificado

FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Analizar las limitaciones y contradicciones de los gobiernos latinoamericanos que han asumido la Soberanía Alimentaria como principio rector de sus políticas agrarias en la constitución. 2. Temas abordados • Cambios políticos en América Latina desde la década de '00 • Lucha de los movimiento campesinos latinoamericanos a favor de la Soberanía

Alimentaria 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 3 (“América Latina: la Soberanía Alimentaria como paradigma político”) 4. Elementos para el debate • ¿A qué se puede deber las contradicciones del gobierno de Evo Morales y el

MAS en relación a la política agraria? • ¿Es factible un modelo agrario basado en la Soberanía Alimentaria que acepte

la producción y comercialización de OGM? ¿Por qué? • ¿Cuál es el papel de los movimientos sociales campesinos en relación a esta

ley que abre la aceptación de los OGM y a su apoyo al gobierno actual del MAS?

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TEXTO 4 Comercio Justo en Bolivia

FICHA BIBLIOGRÁFICA Elías, Bishelly & Salazar, coraly (2006) “Datos y experiencias sobre Comercio Justo Bolivia – 2005”. Documento de trabajo (Abril de 2006). La Paz: CIPCA Disponible en: http://seguridadysoberaniaalimentaria.org/sites/default/files/Datos%20y%20experiencias%20sobre%20comercio%20justo,%20Bolivia-2005.%20CIPCA.%202006.pdf INTRODUCCIÓN En 2006, el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado – CIPCA, una ONG boliviana de análisis especializada en el ámbito rural-campesino, realizó un estudio sobre la realidad del comercio justo en Bolivia. Reproducimos a continuación parte del documento; concretamente, donde se resumen la perceción que el campesinado tiene sobre las limitaciones y posibilidades que esta propuesta de comercialización les ofrece. TEXTO Algunas debilidades en las organizaciones de comercio justo bolivianas • Los cambios de directorio sin el

debido acompañamiento hacen que a veces se pierda información, tiempo, contactos y dinero.

• Se crean demasiadas expectativas en los productores, los cuales quisieran vender toda su producción al mercado justo.

• De igual manera se generan grandes expectativas en organizaciones que no tienen acceso a estas redes de comercio

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justo pero que desearían ingresar.

• No existe una coordinación directa entre las organizaciones del sector

Algunas demandas de las organizaciones de comercio justo bolivianas • Algunas organizaciones que están

iniciando a comercializar en estas redes no cuentan con la capacidad técnica y administrativa necesaria para cumplir con los requisitos.

“Estamos iniciando recién, con ciertas dificultades, nosotros quisiéramos que nos apoyen con la transabilidad, generar mayor transparencia para el mercado y las mismas organizaciones. También necesitaríamos apoyo en las buenas prácticas para manejo de alimentos.”

• La necesidad de contar con

información en Bolivia respecto a como las demás organizaciones pueden o deben entrar al Comercio Justo. Existe una gran diferencia en cuanto a calidad e información entre organizaciones que venden y las que no venden al Comercio Justo.

• Los productores se han dado cuenta que no pueden seguir con la producción de un solo producto por cuestiones de seguridad, ya que muchos han tenido grandes pérdidas por factores climáticos, por lo que se está empezando a diversificar la producción ya sea con latransformación de la materia prima o con nuevos productos.

• Para las organizaciones que no logran vender al Comercio Justo, existe mucha expectativa hacia este mercado.

“Cada productor vende 8 quintales a precio de comercio justo, algunos se enojan, dicen: ¿por qué no podemos vender todo a este precio?.”

• El cuello de botella para la venta

al Comercio Justo, es la calidad del producto.

Ventajas y desventajas de la venta a las Redes de Comercio Justo detectadas por las organizaciones de comercio justo bolivianas Ventajas Algunas de las ventajas que mencionaron los pequeños productores entrevistados fueron que: • Se brinda protección a los

pequeños productores para entrar a los mercados internacionales.

“Si no existiera esta Red no estaríamos en condiciones de competir con la empresa privada y no se podría dar protección social; si esto se mantiene nosotros no tendríamos problema.”

• Te hace ser competitivo frente a la empresa privada, puesto que éstas no suelen incluir sus costos sociales y ambientales.

“El precio ayuda a paliar las necesidades sociales, manejar socialmente es más caro que empresarialmente, la organización hace que se generen gastos y es más social, los empresarios privados solo tienen costos de producción. Esas diferencias hacen que sólo a un precio mayor se pueda ser competitivo frente a la empresa privada.”

• Ofrecen ventajas de pre-financiamiento: algunas

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organizaciones de FLO con un interés bajo (6 – 8%) y otras a través de IFAT (a 0%) y el Fondo SHAROM.

• Se basa en relaciones de confianza. Existe confianza desde los compradores a los vendedores (son sus “caseros”), así es difícil que otra organización les quite su cuota de mercado y se logra de alguna manera un menor grado de competencia.

• Son relaciones duraderas y de largo plazo.

• Brindan asesoramiento técnico.

• Ofrecen información de posibles mercados e importadores.

• Se tienen beneficios intangibles de preservar los valores.

“Es un orgullo tener la Red para lo justo y no perder los valores culturales comprometiéndonos con lo práctico. La empresa convencional exige calidad pero sin valores en relación al productor.” “La organización tiene su código de ética, el Comercio Justo hace que los productores se respeten y tengan autoestima.”

Desventajas Así mismo se mencionaron las desventajas:

• La participación de brokers: un eslabón más en la intermediación que muchas veces perjudica a las organizaciones (café, quinua) pues es la persona quien tiene el poder de negociación y no se empoderan los pequeños productores en esta negociación.

“Siguen confiando en los brokers, que han corrompido a los dirigentes.”

• Los pluses que se dan, a veces no justifican el gasto adicional que se realiza, en el caso del cacao por ejemplo, la producción orgánica por hectárea es mayor que el beneficio adicional (US$ 200) que se recibe como plus.

• Algunos importadores de Comercio Justo exigen requisitos que son difíciles de cumplir, o hasta parecen absurdos.

“Si quitamos los espantapájaros del cultivo, son las mujeres quienes tienen que estar vigilando que los pájaros no se coman la quinua, esto pues nos quita mucho tiempo de nuestras tareas.” “Realizan exigencias de seguridad industrial en comunidades donde no hay luz.”

• El Comercio Justo (se menciona

mayormente a la FLO) orienta a que los productores vendan solamente materias primas y productos semielaborados. (Las ventas de El Ceibo son 66% de materia prima aunque tiene una capacidad semi-utilizada para los productos terminados).

• Los requisitos de la FLO e IFAT son exigentes y están cobrando cuotas muy altas (2.000 – 5.000 US$ por año) que para una organización que vende 20.000 – 100.000 US$ al año resulta un gasto excesivo.

• El Mercado Justo es pequeño para algunas organizaciones, a pesar de que crecen los volúmenes producidos tiende a bajar la proporción destinada a este mercado.

• Algunas empresas del Comercio Justo no conocen, o realizan pedidos no acordes con el producto que se vende: por ejemplo para productos hechos a

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mano, piden una calidad industrial.

• Algunas empresas de Comercio Justo, no respetan la estructura orgánica y hacen pedidos a las organizaciones comunales directamente.

Potencialidades • La participación en Ferias hace

que se conozca la producción. “Recién el año pasado hemos iniciado con Comercio Justo, yo esperaba pedidos a la primera que entrábamos al Comercio Justo, pero era que nosotros teníamos que buscar a las empresas de Comercio Justo.” “Hemos participado a fines de fe brero en Alemania en la FERIA BIOFACTHS y de ahí hemos hecho contactos para la venta al Comercio Justo.”

Amenazas • La empresa privada.

“Las empresas privadas venden al Comercio Justo y no debería ser para ellos sino solo para las organizaciones de productores, solo deberían vender pequeños productores con más posibilidad de vender a este mercado protegido, siempre esta intentando entrar la empresa privada.”

Siglas utilizadas en el texto FLO - Fairtrade International (Certificadora de comercio justo)

IFAT - International Fair Trade Association (Actualmente se denomina World Fair Trade Organization)

FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Analizar la percepción que los pequeños productores y productoras del Sur tienen sobre las oportunidades y riesgos que tiene el comercio justo para sus economías campesinas. 2. Temas abordados • Organizaciones y redes de productores y productoras de comercio justo • Percepción del comercio justo desde el Sur 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 2 (“Estrategias a favor de un consumo responsable”)

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4. Elementos para el debate • ¿Cuál es la percepción que los y las productores de comercio justo bolivianos

tienen de la certificadora FLO o de plataformas internacionales de comercio justo como IFAT? Analízalo

• Las exigencias del mercado de comercio justo, ¿parece adecuarse más a los

requisitos de los consumidores del Norte o a las necesidades de los productores del Sur?

• En base a este análisis, ¿en qué medida crees que el Comercio Justo puede

ser una opción para todo el campesinado boliviano?

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TEXTO 5 Comercio Justo y producción local

FICHA BIBLIOGRÁFICA “La fuerza transformadora de lo que te llevas a la boca”, en Quiero Verde (27 de agosto) Disponible en: http://quieroverde.wordpress.com

INTRODUCCIÓN Breve artículo periodístico publicado en un blog especializado (Quiero Verde), en el que se explica las razones de la apuesta por las cooperativas de consumidores, y la visión que tienen sobre las relaciones Norte-Sur, a partir de la entrevista a activistas y especialistas TEXTO Luis se hizo miembro de un grupo de consumo ecológico “para consumir alimentos más saludables, menos tratados, más parecidos a como brotan de la naturaleza”: “Queríamos comer cosas que generen menos huella ecológica, porque si compras espárragos de China estás haciendo que un buque gaste gasoil y contamine el océano; por eso queríamos comprar alimentos cultivados lo más cerca posible de nuestra casa”.

Pero además de buscar productos libres de transgénicos, cultivados sin fertilizantes químicos ni pesticidas, que no agredan la salud humana ni a la tierra de donde salen, Luis y su mujer, padres de dos hijas, tenían otra razón: “Por responsabilidad

social”. No en vano, muchos de los grupos, asociaciones y cooperativas de consumo de alimentos ecológicos surgidos en España en los últimos años –se habla de un boom, incluso en estos años de crisis- apuestan no sólo por productos saludables, sino también por practicar el comercio justo y el consumo responsable.

“En Panxea entendemos que el concepto ‘ecológico’ debe ir más allá de la mera fase de cultivo de un producto y debe abarcar todas las fases del proceso, y no sólo a los productos en sí, sino también a toda la organización o empresa”, explica Gonzalo Gesto, socio de esta cooperativa de comercio justo de Santiago de Compostela. “No entendemos que un producto sea ecológico si luego la empresa u

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organización que lo produce o lo vende explota a sus trabajadores y trabajadoras, contamina su entorno o realiza este tipo de prácticas en otros lugares o países”, señala sobre este grupo gallego de consumidores.

Estos tres conceptos “forman parte de los cimientos básicos de Landare”, cuya razón de ser “tiene que ver con valores que van más allá de comer algo sano; tiene que ver con la fuerza transformadora de aquello que te llevas a la boca”, ahonda David Garnatxo, miembro de esta asociación de consumidores de productos ecológicos de Pamplona.

“Lo ecológico lo entendemos de una forma global: por ecológico entendemos transformar cosas que no van bien en el mundo” como el empobrecimiento de los agricultores, que venden cada vez a precios más bajos frente a los pingües beneficios de la industria alimentaria, la desvalorización de la agricultura, el derroche de energía en el transporte, las injusticias laborales en los países emergentes…, desgrana. “Creemos que el mundo tal y como lo estamos explotando no es viable y además nos lleva a la ruina económica y emocional”.

¿Sólo en los países más pobres? Pero ¿el comercio justo no es un concepto ligado más bien a los países pobres? “No tiene sentido trabajar por un comercio más justo con los principios que ello conlleva (salarios y condiciones de trabajo dignas, pago de parte del precio por adelantado, reinversión de parte de los beneficios en las propias comunidades, transparencia e información, igualdad entre hombres y mujeres, gestión participativa y democrática de las organizaciones, respeto por el medio ambiente, …), y no incluir también la aplicación de estos

principios a la producción, transformación, distribución y consumo de productos agroecológicos locales”, defiende Gonzalo Gesto.

“No tiene sentido tomar un café con leche por las mañanas y apostar por los pequeños productores de café en Brasil o Uganda si no lo hacemos también por los ganaderos que sufren los bajos precios de la leche en Galicia (y en el resto del Estado), en Portugal o en Francia”, pone como ejemplo. “Apostamos por la producción campesina e integrada, y no por la agroindustria ni por los monocultivos de exportación”.

No son más caros Los productos ecológicos se suelen asociar a precios mas caros, un mito que rápidamente desmontan sus consumidores: “Los alimentos frescos y de cercanía no son más caros, incluso los hay más baratos” que en los supermercados, alega Garnatxo, que lo atribuye a que el producto local ahorra considerablemente en transporte y en distribuidores. “Cuando te quitas intermediarios, no sólo pagas al agricultor un precio mayor, sino que además el consumidor compra más barato”.

“Para nosotros no sólo no son más caros, sino que en el caso de que lo fuesen, apostamos decididamente porque el gasto en una alimentación justa, saludable y ecológica es un gasto bien realizado”, afirman en Panxea, en un momento en que muchas familias dedican “más a alimentar a sus coches que a sí mismos” y gastan “casi tanto en nuevas tecnologías como en alimentarse (…), racaneando en la compra de comida y apostando por marcas blancas o productos de baja calidad” de las grandes superficies en los que “no se suelen incluir en el precio final los costes sociales y

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medioambientales” del cultivo o elaboración del producto.

Sí son más caros los productos elaborados, reconocen desde Landare, debido a que en España hay pocas industrias de transformación

de los productos ecológicos frescos y se deben importar, y todo porque “no ha habido una verdadera apuesta por la agricultura ecológica a la hora de diseñar las políticas agrarias”.

FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Analizar si el Comercio Justo es un movimiento social que se centra en el apoyo del campesinado del Sur o va más allá, defendienco el modelo de producción campesino de forma global 2. Temas abordados • Organizaciones y redes de consumidores y consumidoras de comercio justo y

consumo responsable • Percepción del comercio justo desde el Norte 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 2 (“Estrategias a favor de un consumo responsable”) Sección 5 (“Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo

responsable en periodos de crisis”) 4. Elementos para el debate • ¿Cuál es la percepción de los y las consumidores de consumo responsable que

presentan sus opiniones en el texto sobre la dicotomía Norte-Sur? Analízalo • Analiza la viabilidad del consumo ecológico y del comercio justo en un

contexto de crisis como el actual, a partir de lo que se afirma en el texto • Busca las páginas web de dos cooperativas de consumo ecológico del Estado

Español y compara su ideario.

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2. Propuestas didácticas a partir de documentales videográficos

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VIDEO 1 On: Por el reconocimiento de la deuda ecológica y la defensa de la soberanía alimentaria (España, 2010)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Película de animación Producción y realización: Remoure Guión: No Et Mengis El Món Año de producción: 2010 Nacionalidad: España Una producción de la Campaña No Et Mengis El Món, con el apoyo de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament y el Ajuntament de Barcelona. Idiomas: Muda Duración: 9 min. Sinopsis "On" es un micro-video sin palabras, con personajes de plastilina y paisajes de materiales reciclados, que nos explica una historia, es un viaje por el tiempo y el espacio. ¿Se han preguntado alguna vez de dónde vienen las manzanas que compran en el

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supermercado? ¿De dónde sale el petróleo que utilizan para alimentar los coches que les llevan al trabajo, o a lo/as niño/as a la escuela? O "¿qué tenemos que ver y que podemos hacer con el cambio climático?". Todo está relacionado y tiene que ver con cómo funciona el mercado y el comercio, e influencia tanto la vida de otras personas como la nuestra. "On" es una invitación a detener este sistema, a imaginar e implementar, siempre colectivamente, propuestas como la Soberanía Alimentaria, la justicia climática y el "Buen Vivir". Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: http://www.youtube.com/watch?v=aeiOAtkq2m8

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Comprender como nuestro modelo de alimentación basado en la agroexportación afecta a la economía, ecosistema y sociedades de los países del Sur. 2. Temas abordados • Impacto del modelo de producción y comercialización agroexportador en los

ecosistemas locales del Sur • El funcionamiento de la Cadena de Valor del modelo de producción y

comercialización agroexportador 3. Relación con la parte 1 del manual • Sección 2 (“Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado”) • Sección 5 (“Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo

responsable en periodos de crisis”) 4. Elementos para el debate • ¿Hay realmente una continuidad entre las relaciones Norte-Sur establecidas

durante los procesos de colonización europea y el actual modelo de relaciones económicas internacionales? Valorar semejanzas y diferencias.

• ¿Que elementos diferencian el modelo de producción agrario tradicional,

basado en el consumo local y la autosuficiencia, y el modelo de producción agroexportador, que en la película se impone a los países del Sur?

• La película establece una relación entre el sector industrial y los alimentos de

agroexportación. A partir de un alimento de uso cotidiano en tu hogar y adquirido en un supermercado, analiza que industrias han participado en su proceso de elaboración y distribución

• ¿Sería posible consumir el producto alimentario de la anterior pregunta sin la

dependencia del sector industrial? ¿Cómo? • En la parte final de la película, las personas se rebelan contra el sistema

imperante. ¿Cuáles crees que son los derechos que el modelo de producción agroexportador conculca a esta población, y que les lleva a reaccionar así?

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VIDEO 2 Cosechas amargas: los monocultivos del hambre (Nicaragua, 2005)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Documental Realización y edición: Félix Zurita y Joaquín Zúñiga Guión: Félix Zurita y Ernest Cañada Año de producción: 2005 Nacionalidad: Nicaragua Una producción de Alba Films / Alba Sur para Ágora Nord/Sud, con el apoyo de la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament Idiomas disponibles: catalán, castellano e inglés Duración: 27 min.

Sinopsis La historia de muchos países del Sur, desde los tiempos de la colonización hasta la actualidad, ha estado marcada por la producción de cultivos para la exportación. Nicaragua es un ejemplo más, tal vez paradigmático, de este modelo de producción agropecuaria basado en los monocultivos. Algodón, plátanos, azúcar,café, son algunos de los principales cultivos que han marcado la historia reciente de Nicaragua. La imposición de este modelo de producción, al servicio de los intereses de las grandes compañías transnacionales y de las oligarquías locales, ha supuesto la vulneración de la soberanía alimentaria del pueblo de Nicaragua y ha tenido consecuencias gravísimas para las condiciones de vida y de salud de sus trabajadores y trabajadoras, así como en el medio ambiente. Este documental muestra la evolución que han tenido diversos monocultivos en Nicaragua, desde su inicio hasta su crisis, de la mano de los testimonios de sus víctimas, agricultores y agricultoras que han dejado buena parte de sus vidas en estas “cosechas amargas”. Pero la historia de los monocultivos en todo el mundo ha conducido también a un camino de organización y de resistencia de millones de campesinos agrupados a través de Vía Campesina. En el documental, uno de sus principales asesores, Peter Rosset, experto en agricultura y asesor de La Vía Campesina, comenta y analiza esta historia reciente de la producción agropecuaria en Nicaragua hasta nuestros días, así

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como sus principales consecuencias, amenazas y alternativas. Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: http://vimeo.com/20293220

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Comprender como nuestro modelo de alimentación basado en la agroexportación afecta a la economía, ecosistema y sociedades de los países del Sur. 2. Temas abordados • Impacto del modelo de producción y comercialización agroexporador en los

ecosistemas locales del Sur • El funcionamiento de la Cadena de Valor del modelo de producción y

comercialización agroexportador • Propuestas de los movimientos campesinos para enfrentar el modelo

agroexportador 3. Relación con la parte 1 del manual • Sección 1 (“Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado”) • Sección 5 (“Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo

responsable en periodos de crisis”) 4. Elementos para el debate • ¿Por qué se afirma que el principal atentado histórico contra la soberanía

alimentaria ha sido el monocultivo? • ¿Cómo se relacionan entre sí los diferentes monocultivos? • ¿Por qué se relacionan los monocultivos con las empresas maquiladoras

textiles? ¿Tienen la misma lógica de funcionamiento? • ¿Qué consecuencias ha tenido en términos de salud humana la implantación

de los monocultivos? ¿Y en términos medioambientales? • ¿Quién obtiene los beneficios en el modelo agroexportador? • La Vía Campesina y los movimientos sociales campesinos, ¿cómo plantean

enfrentar estos problemas?

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VIDEO 3 De la mata a la olla. Comercialización campesina y comercio justo (Nicaragua, Ecuador, México, Catalunya, 2008)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Documental Realización y edición: Erica Tomas Guión: Ernest Cañada y Érica Tomas Cámara y sonido de campo: Ridders Mejía Año de producción: 2008 Nacionalidad: Nicaragua, Ecuador, México, Catalunya Producción de ALBA SUD y Fundación Luciérnaga, con el apoyo de la Red de Consumo Solidario-Xarxa de Consum Solidari, la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament, la Embajada Finlandia en Nicaragua y Progressio Idiomas disponibles: catalán, castellano y portugués Duración: 47 min. Sinopsis En los últimos años las grandes cadenas de supermercados han llegado a controlar de forma dominante la mayoría de los espacios de venta de productos alimenticios y de primera necesidad. Su expansión ha comportado graves problemas tanto en los países del Norte como en los de Sur: empobreciendo de los pequeños productores, destrucción del comercio local, condiciones laborales

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precarias, reducción de las opciones de compra a unos pocas marcas de empresas transnacionales, … Frente a los impactos de este modelo, las poblaciones de muchas partes del mundo han empezado a organizarse y construir alternativas. Este documental muestra experiencias en Ecuador, Nicaragua, México y Cataluña dirigidas a un mismo esfuerzo: democratizar el sistema de producción y distribución de alimentos. Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: • Primera parte: http://vimeo.com/23335119 • Segunda parte: http://vimeo.com/23499546

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Acercar al alumnado a las características del modelo de producción y de comercialización campesino, y como es defendido por el paradigma de la Soberanía Alimentaria y el movimiento del Comercio Justo que lo asume como principio rector 2. Temas abordados • Las propuestas de consumo alternativo que, en el Sur y en el Norte, se

plantean para defender el modelo de producción campesino • El movimiento a favor de un Comercio Justo puede asumir los principios del

paradigma de la Soberanía Alimentaria 3. Relación con la parte 1 del manual • Sección 2 (“Estrategias a favor de un consumo responsable”) • Sección 4 (“Comercio Justo: una visión desde la Soberanía Alimentaria”) 4. Elementos para el debate • Analiza y compara las propuestas de producción y comercialización

alternativos que se plantean en el Sur y en el Norte. ¿Qué elementos los asemeja y los diferencia?

• ¿Crees que cualquier producto producido por un campesino en el Sur puede

ser exportable al Norte por los circuitos de comercio justo? ¿Por qué? • Haz un listado con los elementos positivos que el modelo de producción

campesino tiene para el o la productor/a y para el o la consumidor/a final • Visita una página web donde se oferten productos de comercio justo. ¿Cuáles

se puede considerar que asumen el paradigma de la soberanía alimentaria y cuáles no? ¿Por qué?

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VIDEO 4 Si a la Soberanía Alimentaria (Ecuador, 2008)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Documental Realización, guión y edición: Fundación Terranueva Año de producción: 2009 Nacionalidad: Ecuador Producción de la Mesa Agraria, con el apoyo de la Fundación Terranueva e Intermón OXFAM Idioma disponible: castellano Duración: 17 min. Sinopsis Desde la década del 2000, diferentes países latinoamericanos han optado por políticas que rompen o intentan romper el modelo neoliberal hasta ese momento dominante. Estos nuevos gobiernos han requerido el desarrollo de un aparato legislativo que les facilitase la aplicación de sus propuestas políticas. En algunos casos se abrieron nuevos procesos constituyentes que culminaron en la aprobación en referendum de nuevas cartas magnas, que posteriormente han sido o están siendo seguidas por la elaboración de nuevas leyes destinadas a hacer operativo el articulado constitucional. Las organizaciones campesinas e

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indígenas, generalemente fortalecidas a través de redes internacionales, y con una agenda política propia (la Soberanía Alimentaria) se han convertido en uno de los principales sustento de estos gobiernos. Estas organizaciones reclaman que las políticas gubernativas consideren el mundo rural campesino como sector prioritario y la Soberanía Alimentaria como el paradigma agrario a privilegiar. El presente documental explica este proceso en Ecuador, donde la Mesa Agraria (plataforma de sindicatos campesinos) presiona al gobierno de Rafael Correa para incorporar el paradigma de la Soberanía Alimentaria en la legislación nacional y sea un elemento clave de las políticas gubernativas. Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: http://www.dailymotion.com/video/x7arkj_si-a-la-soberania-alimentaria_news#.Ud1bC6wlFP1

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Conocer los objetivos y capacidad política de los movimientos sociales campesinos adscritos a La Vía Campesina, y que asumen la Soberanía Alimentaria como bandera para presionar, a la hora de defender sus derechos y reclamaciones en instancias gubernativas. 2. Temas abordados • Las estrategias de los movimientos sociales campesinos ecuatorianos para

incorporar sus demandas en la agenda del gobierno • La asunción, por parte del gobierno ecuatoriano del Movimiento PAIS, de los

objetivos de estos movimientos sociales campesinos y del paradigma de la Soberanía Alimentaria

3. Relación con la parte 1 del manual • Sección 3 (“América Latina: la Soberanía Alimentaria como paradigma

político”) 4. Elementos para el debate • ¿Qué modelo de producción y comercialización de alimentos defiende la Mesa

Agraria? • ¿Cuáles son las principales propuestas planteadas por la Mesa Agraria y qe

fueron asumidas por la nueva constitución? • Busca en internet información sobre si el gobierno ecuatoriano está aplicando

las políticas agrarias propugnadas por la nueva constitución, y analiza esta información.

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VIDEO 5 El futuro de nuestra alimentación está en juego (España, 2010)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Película de animación Producción: Toni Gabaldón y Natxo Fons Dibujos y animación: Abel Fuillerat y Gustavo Muñoz Guión y dirección: Gonzalo Miranda Año de producción: s/f Nacionalidad: España Una producción de ATTAC TV y La Antena Idioma: Castellano Duración: 5 min. Sinopsis Cortometraje de animación que explica, con detalle pero de forma amena, como funciona la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, qué modelo de producción favorece, cuáles son las consecuencias en las pequeñas explotaciones campesinas del Norte y del Sur, y como nos afecta como consumidores y consumidoras.

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Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: http://www.dailymotion.com/video/xz18wv_la-opcion-que-falta-soberania-alimentaria_news#.Ud1FlqwlFP0

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Conocer como las políticas agrarias de los países del Norte, concretamente las de la Unión Europea, afectan a los campesinos del Norte y del Sur, a los ecosistemas, y a nosotros/as como consumidores/as. 2. Temas abordados • La Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europa, y el modelo agrario que

apoya • Las consecuencias del modelo agrario del Norte en el Sur y en las economías

campesinas tanto del Norte como del Sur 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 1 (“Soberanía Alimentaria: un paradigma a favor del campesinado”) Sección 5 (“Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo

responsable en periodos de crisis”) 4. Elementos para el debate • ¿Qué consecuencias tiene conseguir alimentos baratos y competitivos en el

mercado internacional? ¿Quién gana y quién pierde? • Busca en internet el significado de Dumping. Las políticas agrícolas europeas,

¿generan dumping? • ¿Qué elementos pueden permitir cambiar la política agraria común?

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VIDEO 6 Soberanía Alimentaria y Comercio Justo (España, s/f)

FICHA TÉCNICA Tipo de filmación: Documental Realización y dirección: Rubén Marcilla y Juan Felipe Año de producción: s/f Nacionalidad: España Una producción de REAS, con el apoyo del Ministerio de Trabajo e Inmigración Idioma: Castellano Duración: 10 min. Sinopsis Cortometraje elaborado por REAS que explica las diferentes formas de producción que se da en el Estado Español, y el costo social, energético y medioambiental que supone tanto para España como para el Sur. El video muestra diferentes experiencias de productores campesinos, cooperativas de consumidores y tiendas de comercio justo dirigidas a apoyar el modelo de producción campesino y los circuitos cortos de comercialización en base a los principios de la Soberanía Alimentaria, enfrente del modelo agroexportador dominante apoyado por las entidades públicas españolas y europeas.

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Accesibilidad Accesibilidad online: Si Enlace online: http://www.youtube.com/watch?v=_xGUwTimPOk

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FICHA DIDÁCTICA 1. Objetivos pedagógicos Conocer diferentes experiencias alternativas del Estado Español que defienden un modelo de producción y comercialización de alimentos basado en la pequeña economía campesina. 2. Temas abordados • El cooperativismo como actividad política de consumidores y consumidoras y

de campesinos y campesinas a favor de la Soberanía Alimentaria • El Comercio Justo con perspectiva de Soberanía Alimentaria 3. Relación con la parte 1 del manual Sección 2 (“Estrategias a favor de un consumo responsable”) Sección 5 (“Una conclusión en la actual coyuntura europea: El consumo

responsable en periodos de crisis”) 4. Elementos para el debate • ¿Qué tipos de actividades de caracter alternativo se presentan en el video

dirigidos a defender la Soberanía Alimentaria? • La reponsable de la ONG Ideas, ¿cómo explica el papel del Comercio Justo con

una perspectiva de Soberanía Alimentaria? • ¿Qué objetivos tienen las cooperativas de consumidores y consumidoras que

se presentan en el video?

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3. Propuestas didácticas a partir de ejercicios de comparación (El juego de las diferencias)

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El gran juego de las diferencias

FICHA BIBLIOGRÁFICA Garriga, Neus & Montanyès, Xavi (2009) El gran juego de las diferencias. Barcelona: No Et Mengis el Món ACCESIBILIDAD ONLINE En catalán http://www.entrepueblos.org/photos/publications/publicationF_4e92a246e84c8-joc_diferencies-cat.pdf En castellano http://www.entrepueblos.org/photos/publications/publicationF_4e92a246e1dcb-juego_diferencias-cast.pdf

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INTRODUCCIÓN La campaña No Te Comas del Mundo, impulsada por la Red de Consumo Solidario-Xarxa de Consum Solidari, el Observatori del Deute en la Globalització, Veterinarios sin Fronteras y Entrepueblos, elaboró y editó un material educativo basado en el popular juego de las diferencias. Este material pretende, de manera clara y sencilla, mostrar las diferencias entre dos modelos alimentarios. De manera amena, visual y directa, pretende visibilizar la apuesta por la soberanía alimentaria. Este material ha sido editado bajo licencia Creative Commons, y es de acceso libre a través de internet en las direcciones web antes señaladas. Existe versión en castellano y catalán. ESTRUCTURA DEL MATERIAL Y MECANISMO DEL JUEGO El material se compone de 6 juegos. En cada uno de ellos se trata un tema determinado. Cada juego se compone de tres partes: 1. Mira y descubre Te encontrarás con varias ilustraciones. Cada par de dibujos parece igual, pero ¡no lo es! Si miras atenta-mente, empezarás a ver pequeñas diferencias. Y no es que a nuestro dibujante se le haya ido la cabeza… es sólo que cada una de esas diferencias está bien escondida para que te diviertas buscándolas. La única pista que te podemos dar es la cantidad de “errores” que ha cometido el dibujante en cada ilustración. Hay que abrir bien los ojos, prestar mucha atención y poner a prueba la memoria. ¡Ah! ¡Vale hacerlo en equipo! 2. Busca las respuestas Cuando hayas encontrado la mayor cantidad posible de diferencias, puedes pasar a la página siguiente. Allí encontrarás las soluciones del Gran Juego de las Diferencias. Y verás algo más: para cada una de las diferencias, hemos puesto una

pequeña explicación. Porque este juego tiene truco: cada una de las ilustraciones habla de un tema (el campo, los agro-combustibles, la pesca, los supermercados), y en cada diferencia se esconde una manera de entender lo que nos rodea. Por ejemplo, en el mar, no es lo mismo pescar “pezqueñines”, que sólo peces grandes, ¿no? Pues eso: cuando encuen-tres las diferencias, lee lo que tenemos para contarte y, si te quedas con dudas, ¡pregunta todo a tus padres o a tus profes! 3. Si quieres saber más Para cada ilustración, se ha preparado un apartado especial para padres y profes. Allí no sólo encontrarás una explicación más extensa de cada uno de los temas, sino también una guía con actividades extra para hacer en clase. Si eres profe o monitor de un grupo, te proponemos un juego más (con objetivos, metodología, mate-riales y tiempo necesarios) con el que profundizar sobre los ejes temáticos que propone esta guía. Estos juegos extra son una guía que puedes adaptar en función de los conocimientos e intereses del grupo

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Bibliografía de referencia

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AAVV (2008) Volver a la mesa: Soberani ́a alimentaria y cultura de la comida en la Ame ́rica profunda. Lima: Proyecto Andino de Tecnologi ́as Campesinas Bustos, B. & Bustos, H.; eds (2010) Hacia la soberanía alimentaria: Agroecología y comercio asociativo desde experiencias andino-amazónicas. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar Carraro, F. et al (2006) El rompecabezas de la equidad: Investigación y aportes créditos al movimiento del Comercio Justo. Barcelona: Icaria Carrasco, H. & Tejada, S. (2008) Soberanía alimentaria: La libertad de elegir para asegurar nuestra alimentación. Lima: ITDG Ceccon, B.R. (2008) El comercio justo en América Latina: Perspectivas y desafíos. Ciudad de México: CopItarXives Cohn, A. (2006) Agroecología y la Lucha para la Soberanía Alimentaria en las Américas. London: IIED Coscione, M. (2008) El comercio justo: una alianza estratégica para el desarrollo de América Latina. Madrid: IUDC-La Catarata. Espinosa Cortés, L.M. (1999) Sector agropecuario y alternativas comunitarias de seguridad alimentaria y nutricion en México. México: Plaza y Valdés. Fernández Such, F.; coord. (2006) Soberanía alimentaria. Objetivo político de la cooperación al desarrollo en zonas rurales. Barcelona: Icaria Gascón, J. & Montagut, X. (2009) ¿Cambio de rumbo en las políticas agrarias?: Estados, movimientos sociales campesinos y soberanía alimentaria. Barcelona: Icaria Madeley, J. (2003) El comercio del hambre: El precio que pagan los pobres por el libre comercio Barcelona: Intermón OXFAM Montagut, X. & Dogliotti, F. (2006) Alimentos globalizados: Soberanía alimentaria y comercio justo. Barcelona: Icaria. Montagut, X. & Vivas, E. (2009) Del campo al plato: Los circuitos de producción y distribución de alimentos. Barcelona: Icaria.

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Red de Consumo Solidario – Xarxa de Consum Solidari www.redconsumosolidario.net La Red de Consumo Solidario – Xarxa de Consum Solidari es una asociación que desde el año 1996 trabaja en el ámbito del comercio justo y el consumo responsable. La Red de Consumo Solidario parte de una visión integral del comercio justo que engloba todo el ciclo de un producto: desde su producción hasta su comercialización. La Red de Consumo Solidario defiende un comercio justo con una voluntad de transformación radical del sistema, que pague un precio digno al productor, que respete el medio ambiente, los derechos de las mujeres y que suministre alimentos sanos y adecuados culturalmente, así como el derecho a la soberanía alimentaria de los pueblos frente al actual control de la cadena alimentaria por parte de transnacionales agroalimentarias y las grandes cadenas de distribución. La Red de Consumo Solidario forma parte del Espacio por un Comercio Justo.

Espacio por un Comercio Justo www.espaciocomerciojusto.org El Espacio por un Comercio Justo es una red que agrupa más treinta organizaciones del Estado Español y Portugal. Surgió en 2005, para defender una visión del comercio justo enmarcada en la economía social y solidaria, en oposición a la que defiende el sello FLO. Las organizaciones del Espacio no consideran el comercio justo en estrictos términos Norte/Sur, sino desde una perspectiva transformadora en los ámbitos de producción, distribución y consumo, ya que en un mundo globalizado las repercusiones del modelo agroalimentario imperante afectan a todas las partes del globo y a todos los actores de la cadena comercial. Por esta razón, el Espacio por un Comercio Justo se vincula con la lucha por la soberanía alimentaria tanto en el Sur como en el Norte.

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Barcelona, 2010

www.xarxaconsum.net

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