comentario de el satiricón de petronio, laura sánchez

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Petronio, Satiricón, 110 , 6 - 112, 8 La viuda de Éfeso TEXTO: Por lo demás, Eumolpo –abogado de los que estábamos en peligro y autor de la concordia presente– no quiso que toda nuestra alegría se ahogara en el silencio por falta de conversación. Comenzó, pues, a ironizar a costa de la frivolidad de las mujeres: se enamoran muy fácilmente y se olvidan muy pronto hasta de los hijos. Llegó a afirmar que no hay mujer tan honesta que, bajo cualquier pasión extraña, no cometa desvaríos. Y no lo digo –afirmó– recordando tragedias antiguas ni personajes célebres de siglos pasados, sino hechos que tengo en la memoria y que expondría si estábamos dispuestos a escuchar. Así pues, puestos nuestros ojos y oídos en él, comenzó de la siguiente manera: –Vivía en Éfeso una matrona de tan reconocida virtud que era todo un espectáculo para todas las vecinas de los alrededores. Cuando murió su marido no se contentó con acompañar su cadáver –como todo el mundo–, con el pelo suelto y golpeándose los pechos desnudos a vista del cortejo. Siguió al difunto hasta el lugar del sepulcro y tras colocar el cuerpo en un hipogeo al estilo griego, comenzó a velar el cadáver día y noche sin interrupción. Tan dispuesta estaba a morir de hambre que ni parientes ni amigos pudieron hacerla desistir de su propósito. También los magistrados tuvieron que retirarse después de ser rechazados por ella. Todos se condolían de un dechado tan singular de mujer que llevaba ya cinco días sin probar alimento. Acompañaba en su duelo a la viuda una fiel criada que unía sus lágrimas a las de la apenada y que reavivaba la lámpara mortuoria cuando languidecía. En toda la ciudad no había más que un solo tema de conversación. Y los hombres de toda

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Page 1: Comentario de El Satiricón de Petronio, Laura Sánchez

Petronio, Satiricón, 110 , 6 - 112, 8

La viuda de Éfeso

TEXTO:

Por lo demás, Eumolpo –abogado de los que estábamos en peligro y autor de laconcordia presente– no quiso que toda nuestra alegría se ahogara en el silencio porfalta de conversación. Comenzó, pues, a ironizar a costa de la frivolidad de lasmujeres: se enamoran muy fácilmente y se olvidan muy pronto hasta de los hijos.Llegó a afirmar que no hay mujer tan honesta que, bajo cualquier pasión extraña, nocometa desvaríos. Y no lo digo –afirmó– recordando tragedias antiguas ni personajescélebres de siglos pasados, sino hechos que tengo en la memoria y que expondría siestábamos dispuestos a escuchar.Así pues, puestos nuestros ojos y oídos en él, comenzó de la siguiente manera:–Vivía en Éfeso una matrona de tan reconocida virtud que era todo un espectáculopara todas las vecinas de los alrededores. Cuando murió su marido no se contentócon acompañar su cadáver –como todo el mundo–, con el pelo suelto ygolpeándose los pechos desnudos a vista del cortejo. Siguió al difunto hasta el lugardel sepulcro y tras colocar el cuerpo en un hipogeo al estilo griego, comenzó a velarel cadáver día y noche sin interrupción. Tan dispuesta estaba a morir de hambre queni parientes ni amigos pudieron hacerla desistir de su propósito. También losmagistrados tuvieron que retirarse después de ser rechazados por ella. Todos secondolían de un dechado tan singular de mujer que llevaba ya cinco días sin probaralimento. Acompañaba en su duelo a la viuda una fiel criada que unía sus lágrimas alas de la apenada y que reavivaba la lámpara mortuoria cuando languidecía. En todala ciudad no había más que un solo tema de conversación. Y los hombres de todacondición se hacían lenguas del ejemplo más claro y auténtico de pudor y de amor.Por aquellos días, el gobernador de la provincia mandó crucificar a ciertos ladronescerca de la tumba donde la matrona lloraba el cadáver de su difunto marido. Lanoche siguiente, un soldado que vigilaba las cruces para que nadie llevase loscuerpos a enterrar, vio una luz más resplandeciente entre los sepulcros y oyó losgemidos de la doliente. Arrastrado por el vicio de la curiosidad humana, quiso saberquién era y qué hacía. Bajó, pues, a la tumba, y al ver a aquella espléndida mujer,quedó petrificado y perplejo, cual si se tratara de un monstruo o de fantasmasabismales. Pronto, no obstante, pudo advertir lo que pasaba cuando vio el cadáver ylas lágrimas y el rostro arañado de la mujer. Se trataba de una mujer que no seresignaba a no poseer a su marido. En consecuencia, el soldado trajo su pobre cenay empezó a exhortar a la afligida mujer.–Debes acabar con ese dolor inútil –le dijo–. Has de aliviar tu pecho de esosgemidos que no conducen a nada. Recuerda que todos tenemos el mismo fin y lamisma morada.Y terminó recordando todo lo que se dice en esos casos para curar las almasulceradas.Herida por un consuelo absurdo, la mujer se rasgaba con más vehemencia el pechoy cubría el cuerpo del difunto con los mechones del pelo que se arrancaba. Nocedió el soldado, antes bien, con la misma exhortación de antes trató de que laUnidad 7. La novela en Roma

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pobre mujer probara el alimento. Seducida por el aroma del vino, la primera entender la mano desfallecida a la cortesía del que invitaba fue la criada. Refociladacon la comida y la bebida, esta comenzó a socavar la resistencia de su ama.–¿Te servirá de algo todo esto –le increpó– si te dejas morir de hambre, si te entierrasviva y si antes de que se cumpla el destino entregas tu alma inocente? ¿Crees que laceniza y los manes aquí sepultados se acuerdan de nosotros? ¿Quieres volver a vivir?¿Quieres disfrutar de las alegrías de la luz cuando te dé la gana y acabar con eseperjuicio de mujer? El mismo cadáver aquí presente te debe enseñar a vivir.A nadie disgusta oír que le invitan a comer y a vivir. Después de varios días deabstinencia, la mujer, extenuada, consintió en romper su obstinación. Y se atracóde comida tanto como su criada, que fue la primera en rendirse.Pero ya sabéis qué tipo de tentaciones suelen asaltar a los humanos una vez hanllenado su estómago. La misma seducción que el soldado había empleado para quela matrona tomase gusto a la vida, la dirigió ahora al asalto de su pudor. Por lodemás, el joven no pareció tan feo y falto de palabra a la casta viuda. Tanto más quela criada no cesaba de recomendar su belleza y de repetir a modo de estribillo:¿Rechazarás ahora un amor que te solicita?¿Y no piensas en qué campos acabas de aterrizar?¿Para qué detenerse más? Tampoco la mujer fue capaz de mantener el ayuno en estaparte del cuerpo. Y el soldado salió victorioso al persuadirla de ambas cosas.Durmieron juntos aquella noche, que fue la de la boda, y la noche siguiente y unatercera. Es de suponer que bien cerradas las puertas del sepulcro, con el fin de quesi algún conocido o desconocido se acercara a él, creyera que la castísima esposahabía expirado sobre el cuerpo de su marido.Nuestro soldado estaba encantado tanto de la belleza de la mujer como del secretode sus amores. Según sus posibilidades, compraba de lo mejor que había en elmercado y en cuanto anochecía lo llevaba al sepulcro.Sucedió, pues, que los padres de uno de los crucificados –aprovechando que laguardia estaba desasistida– descolgaron el cadáver y le rindieron los últimos honoresmientras el soldado de turno se divertía. Cuando al día siguiente vio la luz sin elcadáver, temiendo el castigo que le esperaba, corrió a contárselo a la mujer.–No esperaré la justicia del juez –le dijo–. Yo mismo con mi espada me haré justiciapor mi descuido. Solo te pido un lugar y que el sepulcro sirva para el amigo y parael marido.–No quieran los dioses –le contestó la mujer, tan piadosa como honesta– que tengaque presenciar yo al mismo tiempo el funeral de los dos hombres para mí másqueridos. Prefiero colgar al muerto que matar al vivo.Y de acuerdo con estas palabras mandó sacar del ataúd el cadáver de su marido yclavarlo en la cruz que quedaba libre. El soldado puso en práctica la idea de aquellamujer tan sagaz. Y al día siguiente, el pueblo se preguntaba maravillado cómo unmuerto se habría subido a la cruz.

Petronio, Satiricón, 110, 6 - 112, 8

1. Características del género y definiciónPor novela puede entenderse en sentido amplio el relato de lo que le sucede a determinada persona o personas en cierto lugar, tiempo y circunstancias. Y con mayor aproximación, la obra de ficción no histórica (aunque hay novela histórica) en la que de manera extensa se describe un universo cerrado con una concreta visión del mundo y de la vida. Es el género literario más tardío. Aunque con entronque en la tradición oral sumeria e hindú, tiene su verdadero despegue en Grecia y, sobre todo en Roma, con Petronio (El

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satiricón) y Apuleyo (La metamorfosis, inspirada en la obra griega Lucio o el asno, de Lucio de Petras; más conocida como El Asno de oro, para distinguirla de la clásica de Ovidio).Cabe decir que ni Roma ni Grecia contaron con una verdadera conciencia acerca del género novela como género literario, y que en la época clásica no pasó de ser una humilísima aportación al mundo de las letras en cuya cumbre destacaban los géneros épico y dramático. Su función principal era entonces la de entretener, que sigue siendo su finalidad actual a la que se le ha sumado la del sentido general del arte, que es suscitar emociones. Dentro de dicha pretensión de entretenimiento, se acude a la burla, a la parodia y a la crítica como vehículos que facilitan la complicidad y aun la lealtad rápida del lector. En gran medida, la novela picaresca es deudora de la primera novela romana, en la que se entremezclan el humor, la sátira y la reflexión, en un contexto que en multitud de ocasiones reproduce situaciones obscenas.

2. Autor, circunstancias particularesNo resulta unánime la verdadera identidad del autor del Satiricón conocido bajo el nombre de Petronio (Petronio Arbiter, Petronio Nigro o Petronio Turpiliano), si bien por el contexto de su obra puede asegurarse que era alguien que conocía bien la corte del emperador Nerón, en torno al siglo I d. C. en cualquier caso, el autor de El Satiricón, inaugura una corriente literaria que desemboca en la novela picaresca, de la que a su vez son herederas la novela y la cinematografía de nuestro tiempo. 3. Tema: Petronio, en este fragmento de El Satiricón, describe cómo las circunstancias adversas terminan venciendo la resistencia humana, especialmente de las mujeres.En una versión de la obra que circula en Internet, se añade al texto que conocemos como original los siguientes versos finales:

Confía tu barco a los vientosPero jamás tu corazón a una mujerPorque las olas son más firmesQue fidelidad de una mujer.No hay ninguna mujer buena;O si alguna vez lo ha sidoNo comprendo cómo algo maloPudo ser bueno alguna vez.

4. Estructura y análisisEl Satiricón es la primera novela en el ámbito occidental, de la que se conservan algunos libros y fragmentos. Es una obra de amor, de aventuras y de viaje, que incluye relatos costumbristas, cuentos populares, crítica literaria, etc. El texto que comentamos participa de los rasgos generales de la novela romana, que a diferencia de la novela griega, se adentra en situaciones más propias de lo que hoy conocemos como realismo, antes que en la clásica novela de aventura o de evasión.Participando de las características de la novela romana en las que se retratan más antihéroes que héroes, Petronio narra cómo la viuda finalmente cede a la tentación de la comida y del trato carnal; y llega a más cuando, por evitar la muerte de su nuevo amante, prefiere sacar del ataúd al marido muerto y colgarlo en el lugar en el que se encontraba el ladrón; lo podemos encontrar en los últimos párrafo del texto, cuando afirma “Prefiero colgar al muerto que matar al vivo”.Los estereotipos relativos a la condición femenina, se hallan en el primer párrafo: “Comenzó a ironizar a costa de la frivolidad de las mujeres: Se enamoran muy

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fácilmente y se olvidan muy pronto hasta de los hijos. Llegó a afirmar que no hay mujer tan honesta que, bajo cualquier pasión extraña, no cometa desvaríos”.

5. Comentario críticoDentro de la selección de textos de autores latinos para el presente comentario, me llama la atención que tanto el de Petronio (La viuda de Éfeso), como los dos textos de los libros de El Asno de oro, de Apuleyo (La adúltera, el amante, la alcahueta y el burro, y La señora de Corinto), destacan por señalar a la mujer como portadora exclusiva de los mayores vicios y los peores males. Resulta evidente que el incipiente género de la época se encontraba dominado por hombres que reproducían la miope visión de éstos acerca de la mujer, representada por estereotipos que dan por sentada su falta de honestidad o decencia, así como su propensión a la lascivia. Hoy, Petronio o Apuleyo no contarían con editorial donde publicar y, de encontrar alguna que se arriesgase a la aventura, tendrían que salir de inmediato a disculparse ante la opinión pública y aclarar que ofender a la mujer no estaba entre sus intenciones. Hecha esta apreciación, al texto no puede negársele su capacidad de entretener al lector, finalidad que en este caso es lo que perseguía y aún hoy persigue este género literario que aparece de manera definida en el siglo I d.C. con la novela romana.

Un enlace interesante