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Colección dirigida por Juan José Castillo

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Colección

dirigida por Juan José Castillo

Diseño: Gerardo Miño Composición: Laura Bono

Edición: Primera. Junio de 2015

Tirada: 500 ejemplares

ISBN: 978-84-15295-96-9

Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Esta edición ha sido parcialmente financiada por el Grupo de Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo Charles Babbage de la Universidad Complutense de Madrid, (ref: 940040) https://www.ucm.es/grupo-charles-babbage/

© 2015, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila sl

Miño y Dávila srl Tacuarí 540 (C1071AAL) tel-fax: (54 11) 4331-1565 Buenos Aires, Argentina e-mail producción: [email protected] e-mail administración: [email protected] web: www.minoydavila.com

Charles Babbage

editado por Juan José Castillo

Tratado de mecánica prácticay economía política

Filósofo, político y jurista

Legisldr y sabio economista

Lita de Martínez y Comps

Índice

Presentación de la edición crítica del Tratado de mecánica práctica y economía política, 1835 / On the economy of machines and manufactures, 1832 de Charles Babbage, por Juan José Castillo ......... 11

Prólogo del traductor, por José Diez Imbrechts ..................................... 63

Tratado de mecánica práctica y economía políticaCharles Babbage

Prólogo del autor .................................................................................... 73Introducción analítica ............................................................................. 75

Primera Parte. Mecánica-práctica

Capítulo I. Causas de las ventajas de las máquinas y del establecimiento de las fábricas ....................................... 77Capítulo II. Sobre los medios de acumular fuerza ............................. 89Capítulo III. De los medios de coordinar el uso de la fuerza .............. 92Capítulo IV. De los medios para aumentar y disminuir la celeridad . 94Capítulo V. De los medios de prolongar la acción de una fuerza ..... 99Capítulo VI. De los medios de economizar tiempo en las operaciones físicas .......................................................... 100Capítulo VII. De los trabajos que exigen mayor fuerza que la del hombre, y de las operaciones demasiado delicadas para que las ejecute por sus manos ................................ 105Capítulo VIII. De las máquinas para contar o contadores .................... 110Capítulo IX. Economía en el consumo de las primeras materias ....... 115Capítulo X. Uniformidad de los objetos fabricados por un mismo método. Perfección de los fabricados por modelos diferentes ......................................................................... 117Capítulo XI. Del arte de copiar conforme a un modelo dado ............. 119Capítulo XII. Del método de observación que debe seguirse para visitar con utilidad cualquier fábrica ............................. 149

Segunda Parte. De la economía política, e interior de las manufacturas

Capítulo XIII. De la diferencia que existe entre hacer y fabricar .... 155Capítulo XIV. De la moneda considerada como medio de los cambios ..................................................................... 157Capítulo XV. Del examen de la calidad de las mercaderías, y de loqueinfluyeensupreciolafacilidaddesu comprobación ............................................................ 165Capítulo XVI. De la duración de las mercaderías, y de lo que ésta influyeensuspreciosrespectivos .............................. 174Capítulo XVII. Del precio en dinero, considerado como medida del valor de las cosas ................................................ 177Capítulo XVIII. De las materias brutas .............................................. 185Capítulo XIX. De la división del trabajo .......................................... 189Capítulo XX. De la división del trabajo mental .............................. 203Capítulo XXI. Del precio de cada una de las partes, o del pormenor de la fabricación ....................................... 211Capítulo XXII. De las causas y consecuencias de los grandes establecimientos industriales .................................... 216Capítulo XXIII. De la posición local de las grandes factorías ........... 224Capítulo XXIV. Del exceso de producción ......................................... 228Capítulo XXV. De la investigación preliminar que debe preceder a toda tentativa de fabricación ................................. 235Capítulo XXVI. De un nuevo sistema de asociación fabril................. 240Capítulo XXVII. Sobre la facultad de inventar máquinas .................... 247Capítulo XXVIII. De las circunstancias que se requieren para el uso de las máquinas ......................................................... 252Capítulo XXIX. De la duración de las máquinas................................ 262Capítulo XXX. De las combinaciones de los obreros o de los dueños de fábricas entre sí ........................................ 268Capítulo XXXI. De las coaliciones de los fabricantes contra el público 280Capítulo XXXII. ¿La aplicación de máquinas a cualquier género de industria produce por consecuencia la disminución de jornaleros empleados en ella? .............................. 291Capítulo XXXIII. Efectos de los impuestos y de las restricciones legales sobre el desarrollo de la industria ................ 297Capítulo XXXIV. Sobre la exportación de máquinas ............................ 310Capítulo XXXV. Delinflujodelacienciaenelprogresofuturodela industria .................................................................... 321

Anexo. Catálogo de los privilegios o patentes concecidos en España ... 331

Charles Babbage

Tratado de mecánica prácticay economía política

11

Presentación de la edición crítica delTratado de mecánica práctica y economía política, 1835 On the economy of machines and manuafactures, 1832

de Charles Babbage

por Juan José Castillo1

1. Seguir a los clásicos, historia de una pasión

Introducción

Comenzamos por una presentación, una suerte de making of, una recom-posición del itinerario que, a lo largo de los últimos veinticinco años,

ha jalonado una evolución intelectual, orientada por la preparación de una edición crítica de la obra de un adelantado de las ciencias sociales del tra-bajo, y en tantos otros campos de investigación, considerado un pionero del ordenador. Se trata de Charles Babbage, y la obra, que publicó en 1832, On the economy of machines and manufactures. La traducción española de José Diez Imbrechts adoptó el título de Tratado de mecánica práctica y economía política2.

A lo largo de este itinerario, que, posiblemente comienza con la lectura de El Capital, creo que se pueden identificar algunas lecciones, reflexionando sobre la propia práctica del oficio de sociólogo, que pueden servir para proponer una estrategia de enseñanza y reflexión, desmontando a los clási-cos, para la enseñanza universitaria de la sociología, y más genéricamente hablando, de las ciencias sociales.

Uno no es consciente de cómo comienza una pasión científica. Y aún menos los meandros que recorre el río que puede llegar a constituir, y los afluentes que lo alimentan. Sin embargo, ese es el ejercicio, reflexivo, desde luego, que voy a intentar a continuación. Persiguiendo y analizando la mía, mi pasión, por un conjunto de autores que han marcado notablemente tanto mi orientación y producción científica como las líneas maestras de mi “estilo de pensamiento”.

Posiblemente todo empezó con Marx, como decía. Persiguiendo, des-montando, su castillo de referencias, de citas, de estudios, de sugerencias.

1 [[email protected]].2 Veánselasreferencias:Babbage,1832,1835.

12 JUAN JOSÉ CASTILLO

Intentando averiguar, por la vía de la consulta directa, quiénes eran esa plétora de autores, de contemporáneos suyos muchas veces, que fundamen-tan sus argumentos. Las grandes bibliotecas consultadas, las estancias de investigación, la recuperación personal de textos clásicos fueron una de mis ocupaciones en estos años, junto al trabajo de enseñanza e investigación3.

Perseguir las referencias y los autores, en serio, tiene, claro está, un coste elevado en tiempo y dedicación. Máxime cuando, como era el caso en el tiempo en que comencé a seguir esas referencias, 1988, las dificultades de acceso eran notables. Hoy, creo, todo sería posiblemente más fácil de llevar a cabo.

Pero puede ser considerada una primera lección para transmitir a los estudiantes, a quienes se inician en la sociología: ir siempre a las fuentes, fomentar la curiosidad, el releer lo cien veces citado, y muchas veces mal leído, si alguna vez se había leído. La importancia de volver a los clásicos sin barnices que los oscurecen y deforman. Contrastar lo que un autor dice que dice otro, y su verdadera estrategia de argumentación.

De esa práctica sostenida, de anotar autores, referencias, datos y fuentes mencionados al pasar, de ahí viene mi ya vieja pasión por este autor, Char-les Babbage, que es un pilar de referencia fundamental en el análisis de la división del trabajo, desde Marx hasta el presente4.

Junto a la obra de Babbage, y partiendo de Marx, fui identificando el contexto de la producción científica en la Inglaterra del siglo XIX. Para poder evaluar su aportación me enfrenté a un conjunto de trabajos e investigaciones que consulté, leí y perseguí allí donde estuviera: en Turín, en París, en Los Angeles… Un clásico me llevó a otros muchos y a una consideración nueva sobre el trabajo científico en ese preciso momento histórico: no hay genios individuales –aunque algunos lo sean–, sino colectivos de pensamiento. El conjunto de estudios e investigaciones, muchos de ellos citados por Marx, y otros ignorados, pero presentes en su argumentación, forman un corpus de una consistencia verdaderamente notable. Ésta quizá es una segunda lección, muchas veces olvidada.

Tercera lección: esta estrategia para abordar y entender a un autor, o a un conjunto de autores, a una comunidad de pensamiento, es extraordina-

3 Veáselanotaintroductoriaalapartado6,Archivos,Bibliotecas,centrosdedocumentaciónyrefe-renciasbibliográficas.

4 VeánselaspáginasquelededicanFröbel,et alii,1980,pp.42-54,137-140,187-188,dondeBabbageesunrecursofundamentalensuargumentaciónsobrela,entonces,‘nuevadivisióninternacionaldeltrabajo’.Paraunaconstatación‘muestral’delaactualidaddelpensamientoylasaportacionesdeCharlesBabbage,basteconindicaralgunasreferenciasdelmásaltonivelencampostandistintoscomolahistoriadelaorganización,deloperations management,Lewis,2007;laexplicaciónpormodelosmecánicosdelfuncionamientodelamente,Cook,2005;lamecanizacióndelasmatemáticas,BelangeryStein,2005,etc.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 13

riamente rica para que fructifiquen nuevas orientaciones y enriquecimientos en el abordaje de la realidad social y de su interpretación. Espero mostrarlo con algunos ejemplos de las “consecuencias no queridas” (aunque muy bienvenidas…) de buscar las influencias de un autor, Babbage para el caso, en otros autores y en la corriente principal de las ciencias sociales. Muy en especial, creo tener muy claro hoy el hecho de que esta forma de abordaje está en el origen de mi búsqueda, o mi encuentro, con el papel de las mujeres en la historia de las ciencias sociales.

La primera Ada Lovelace, en relación directa y con una influencia con-siderable, en Babbage5. Después, cuando quise seguir la eventual influen-cia de Babbage en la economía política del siglo XIX, trabajando muy de cerca, y en profundidad, a los autores que me parecieron fundamentales, especialmente John Stuart Mill, Alfred Marshall, o William Stanley Jevons, por ejemplo, las mujeres, Harriet Taylor y Mary Paley, especialmente, me hicieron descubrir un mundo nuevo: lo mejor de las aportaciones de algu-nos de los que se fueron convirtiendo en parte de mi pasión, en términos de investigación, o de preocupación por “el futuro de la clase trabajadora” era obra suya. No inspiración, sino obra suya. Es más, este papel de las mujeres, y muy especialmente en el caso de Mill, me abrió nuevos panoramas sobre el trabajo en común, sobre la creación compartida. Claro está que para ello, para profundizar en ese terreno, había, necesariamente que conocer muy de cerca y de primera mano esa creación intelectual, y, junto a ella, esa relación personal, esas vivencias. Dicho ahora sumariamente, había que seguir el día a día, el contexto, social, político, personal e intelectual de los autores para explicar, mejor, sus aportaciones, o en su caso, sus limitaciones.

Ni que decir tiene que en esa búsqueda, las ideas hechas, los estereotipos establecidos en las ciencias sociales saltaban por los aires a cada gran paso. No se podía encasillar a un “economista” en los moldes que, hoy, les separa como si existiera un abismo, con un “sociólogo”, pongamos por caso. Así, en mi primera aproximación publicada a la obra de Charles Babbage incluí un epígrafe titulado “Cuando los economistas eran sociólogos. O viceversa”6. Esta era la impresión que tenía en aquellos momentos tras una atenta lectura de la obra de Alfred Marshall, y de conocer su estilo de trabajo, su forma de escritura, y la mayoría de su obra publicada7.

Y, pertrechado con esas adquisiciones, que ya formaban parte de mi manera de mirar en sociología, comenzó una nueva etapa en esa perenne búsqueda de los clásicos, para, finalmente, aprender de ellos muchas de las

5 VeáseFuegiyFrancis,2003;AdaAugusta,1843;Menabrea,1842.6 Buenapartedeesaargumentaciónserecoge,másabajo,enelapartado2deestaPresentación7 VeáseCastillo,1993.

14 JUAN JOSÉ CASTILLO

que creíamos eran nuevas aportaciones, tanto metodológicas como teóricas. Aprendiendo, en suma, a trabajar de una forma más modesta, y desde luego, casi sin ser consciente de ello, más reflexiva, más atenta a la consideración de las condiciones de “producción” de los textos, de las interferencias con el objeto de estudio de la propia posición del investigador.

Aquí podríamos decir que la lección magistral ha venido del estudio de la obra de Beatrice Webb, Potter de soltera. A través suyo, muchas de las lecturas y profundizaciones que se originaron en Babbage, tomaron un cuerpo nuevo y más consistente. Me llevaron a una reconsideración glo-bal, es decir, incluyente, de la historia y reconstrucción de la sociología británica. Partiendo de “la gran pareja”, como acabó denominándose a los Webb, Sidney y Beatrice, de sus relaciones científicas y personales; de la identificación del papel que a cada uno le correspondía en esa gigantesca obra común que ha marcado la sociología británica del siglo XX, me topé con Herbert Spencer, su mentor. O, para indicar otro jalón histórico, en esa búsqueda e investigación me encontré, y estudié en detalle, con la inmensa obra sociológica de fines del XIX y principios del XX, los diecisiete volú-menes de Charles Booth, Life and labour of the people of London, así como de otros muchos investigadores8.

Cuando presenté en público los primeros resultados sobre los Webb, que debo decir se centraban especialmente en Beatrice, dediqué aquella conferen-cia y luego el texto, pronto publicado, a mis estudiantes de entonces, y muy en especial a quienes constituían mi equipo de investigación, mis discípulos más próximos, aquellos a los que creía y creo haber transmitido un estilo y una pasión por la investigación9.

Y, desde luego, en los diarios de Beatrice Webb encontré mucho de lo que era necesario para explicar la gestación de una obra, las dudas, los avances, la difícil construcción de una explicación científica. Por eso la he seguido proponiendo como ejemplo y ejemplar para la formación de jóvenes sociólogas y sociólogos.

Ellos mismos, los esposos Webb, eran muy conscientes de la necesidad de reflexión sobre la práctica para avanzar en el estudio de lo social. Por eso publicaron un libro de métodos, que recogía su experiencia, en 1932, tras haber, frecuentemente, escrito y publicado sobre sus experiencias, tanto de investigación, como de reflexión teórica. Donde, además, podían incluir un ejemplo que mostraba los pasos en falso que pudieron dar con una estrategia

8 QueconsultéenlaquefuerabibliotecadelInstitutodeReformasSociales,hoyincorporadaalaBibliotecadelMinisteriodeTrabajo,enlacalleHuertas,73deMadrid.Yhayquedecirquevariosdeesosvolúmenesfueronabiertosporprimeravez:laspáginasestabanaúnsinseparar…

9 VeáseCastillo,1998y2001.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 15

de investigación determinada. En ese caso con el uso de un cuestionario10. Por eso valen tanto sus notas que nosotros llamaríamos pomposamente “metodológicas”, en una de sus grandes obras: Industrial Democracy, La Democracia Industrial, que, finalmente editamos hace unos años, más de un siglo después de su publicación original11.

El texto que sigue es, también, y quizá habría que decir, sobre todo, un recorrido selectivo por lecturas y autores que me abrieron nuevos horizon-tes, al mismo tiempo que los descubría: ya fuera en relación con la propia constitución de las ciencias sociales, como en el caso de los trabajos, leídos por primera vez en 1992, sobre la constitución de la ciencia económica en Adam Smith, debidos a la reflexión en ciernes entonces de Andrés Bilbao12. O las intensas correspondencias e influencia, para bien y luego para mal, entre Auguste Comte y John Stuart Mill, que tanto sirven en una reflexión sensata en la eterna (y ya aburrida) argumentación sobre la interdisciplinariedad hoy en día. A mediados del siglo XIX no hacia falta ese recurso para que el pensamiento, en las ciencias sociales, encontrara lugares y asuntos comunes de reflexión. Antes de que las vallas y cercas académicas y corporativas dieran pié al eterno lamento sobre la interdisciplinariedad perdida13. O a la lectura, totalmente novedosa para mí, en relación a la (mala y esquemática) formación clásica que recibí, de la obra de Herbert Spencer, el “evolucionista” de los manuales, que adquiría significados y aportaciones insospechadas al descubrirlo como mentor de Beatrice Potter, a quien nombró su albacea testamentaria intelectual, y del que leí trabajos de una lucidez y penetración, como inspirador de mis preocupaciones intelectuales, realmente novedosas. Y al que volví a encontrar luego como uno de los pensadores que inspiraron a Marshall su “teoría” de los distritos industriales.

En suma, en ese camino, y por esa búsqueda de los clásicos y de sus fuen-tes de inspiración, de su método de investigación, de sus posibles influencias, de su taller oculto de reflexión, he leído, es cierto, a autores y obras que no formaban parte de lo que debía ser el discurrir ortodoxo de un sociólogo. Ni siquiera del de un historiador, oficio en el que me formé en París bajo la tutela de Pierre Vilar14.

10 Webb,1932.11 VeáseWebb,2004,pero1898.12 AúnconservopapersoriginalesdeAndrésBilbao,deesasfechas,quemástardedieronlugarauna

producciónmuchomáselaboraday,desdeluego,innovadora,publicadaconposterioridad.VeáseBilbao,1992.

13 Veásemitrabajo“Elparadigmaperdidodelainterdisciplinariedad:volveralosclásicosyalterreno”,publicadoenellibroA la búsqueda del trabajo perdido,1998.

14 Vease,Castillo,1979.

16 JUAN JOSÉ CASTILLO

En ese camino, largo, perseverante, cuyo sentido creo hoy ser capaz de identificar, yacen explicaciones que uno puede aplicar a la enseñanza de la sociología, a la transmisión de unos saberes que han recorrido caminos de ida y vuelta. Por ello he creído que puede ser útil una reflexión pública y publicada. A ello va destinado este esfuerzo de identificar cuál ha sido, al menos en parte, mi particular trastienda de investigación, mi estilo de pen-samiento. O mi perfil epistemológico, para decirlo como Gaston Bachelard. Qué papel ha jugado en él el permanente recurso a los clásicos.

Para poder transmitir esa pasión, vale la pena el esfuerzo de identificarla. Y eso, naturalmente, tiene que tomar un cierto aire de ser un autobiógrafo muy a mi pesar15.

El ‘principio’

Una de las principales aportaciones de Charles Babbage, que le distingue nítidamente de sus contemporáneos en el estudio de las empresas y los siste-mas productivos, y, especialmente, en cuanto a lo que él llamó la “economía interior” de una empresa, su organización, fue sin duda lo que ha dado en llamarse “el principio de Babbage”16.

Como recogimos ya en un trabajo publicado al principio de la trayec-toria que analizamos en este texto17, en On the economy of machines and manufactures, Babbage dedicaba dos capítulos, a cual más importante e innovador para la época, a la división del trabajo. Uno sobre la división del trabajo manual, y otro sobre la división del trabajo mental o intelectual. Per-mítasenos recordar el tenor literal del hoy ya famoso “principio” tomándolo de la edición española de 1835: “aunque sean estas causas [las enumeradas por Adam Smith] de grande importancia, y de las cuales cada una tiene su influjo respectivo sobre el resultado, creo sin embargo, que sería imperfecta la explicación del enlace que existe entre la economía de los productos manufacturados y la división del trabajo si se omitiera el principio siguiente. Al dividir la obra en distintas operaciones, de las cuales cada una requiere distintos grados de habilidad y fuerza, el patrón director de la fábrica puede adquirir exactamente la cantidad precisa de fuerza y habilidad para cada

15 VeáseeltextodeJean-PhilippeBouilloud,“Lechercheurunautobiographemalgrèlui”,incluidoenDeGaulejac,2007,pp.75-89.

16 Puedeverse,comopuntodeconsolidacióndeesteargumentolaobrayaclásicadeHarryBraver-man,Labor and monopoly capital,1974,encuyocapítulo3,“Thedivisionoflabor”,pasarevistaalasclásicasaportacionesdeAdamSmith,WilliamPetty,etc,paradetenerseenelquesellamaráprincipiodeBabbage,queBravermanconsideraque“mightevenbecalledthegenerallawofthecapitalistproduction”,p.83.

17 VeáseCastillo,1993.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 17

operación, en tanto que si la obra total hubiese de ser ejecutada por un solo artífice, este necesitaría indispensablemente reunir a un propio tiempo bas-tante habilidad par ejecutar las más delicadas operaciones y bastante fuerza para realizar las más penosas”18.

Sin minusvalorar otro conjunto de ideas que han cruzado la historia entera de la organización del trabajo, nuestro punto de partida para analizar la eventual repercusión de la contribución de Babbage a la evolución de las ciencias del trabajo en el siglo XX, partía de perseguir este principio y la discusión sustantiva que lo sostenía, en la economía política y en las distintas contribuciones desde ciencias afines, algunas nacientes. Para luego, en una segunda etapa, tratar de averiguar la “razón” de la publicación en España, la difusión de la economía política, las traducciones y su aplicación en la formación de los economistas españoles. Todo un programa de análisis de difusión de paradigmas científicos y, más allá de ellos de su eventual influencia sobre aspectos clave de la sociedad española.

Eso es lo que buscaba, desde luego. Pero, por el camino me fui encon-trando con muchas otras cosas, que es, como dije desde el principio, lo que aquí quiero mostrar, como argumento a favor de ese perderse por los clásicos para continuar, siempre, aprendiendo de ellos. Leí a y sobre muchos autores porque el objeto de estudio lo pedía: autores clásicos de referencia; autores clásicos que parecían haber contribuido a las ideas de Babbage, o discutido con él, como es el caso de Gioja. De todos ellos he abierto aquí dos apartados para una reflexión más detenida. Un tercer epígrafe debiera estar dedicado a la culminación de ese viaje, que llega a Sidney y Beatrice Webb, después de pasar por Robert Owen, con quien enlaza Beatrice Potter en la presentación de su primer libro, El movimiento cooperativo en Gran Bretaña, de 1891, si no fuera porque en los distintos trabajos que he publicado recientemente creo haber desplegado un argumento semejante al indicado aquí. Por ello nos ha parecido suficiente el remitir a esos trabajos, especialmente al que culmina con la edición crítica de La democracia industrial, como hemos señalado con más detalle más arriba19.

Con John Stuart Mill y Harriet Taylor

En mi carpeta de notas relacionadas con Charles Babbage hay subcarpetas que casi igualan las dedicadas al “genio irascible” que tan bien convirtió en personaje de sus narraciones Charles Dickens. Desde luego, una de ellas es

18 Babbage,1835,pp.159-160.EnlasegundapartedeestaPresentación,sehaceunanálisisdetenidotantodel’principio’,comodesudifusióneinfluencia.

19 VeásePotter,1987,pero1891.YlasreferenciasdedicadasalosWebb.

18 JUAN JOSÉ CASTILLO

la que alberga notas, trabajos, referencias, y libros en estantería aparte, de John Stuart Mill, y, consecuentemente de otros autores a él estrechamente vinculados.

Comencé una lectura sistemática, yendo a las ediciones originales y anotadas más solventes, en la Fondazione Einaudi de Turín, gracias al apoyo de Arnaldo Bagnasco, allá por 1987. Y pronto pude documentar no sólo la gran influencia y la cuidadosa lectura de la obra de Babbage por Mill20. También llegué a la conclusión de conjunto de que, en la que sería por años la obra de referencia más influyente en la economía política, Los principios de economía política, cuya primera edición es de 1848, teníamos práctica-mente incrustada aquella obra pionera para nosotros de Babbage, al que nos apresuramos a considerar como el primer sociólogo del trabajo en sentido fuerte en la historia de la disciplina21.

Pero pronto fueron otros aspectos los que llamaron nuestra atención. El primero de ellos, leyendo la Autobiografía, y los excelentes estudios publicados sobre su evolución intelectual, utilizando su correspondencia, escritos no publicados, como el primer borrador de la Autobiografía, que se pudo conocer con posterioridad, fue el tener acceso, relativo, claro está, a la propia “fabricación” de una obra. Y no sólo en el sentido de conocer como se elaboró, paso a paso, el famoso capítulo de Los principios sobre el destino probable de la clase obrera. Capítulo escrito, como es sabido, en colaboración y discusión permanente con Harriet Taylor, la que terminaría siendo su mujer, y que fue desde muy temprano su inspiración y fuente de debate e iluminación. Digo no sólo de una obra o pieza concreta, sino de la propia perspectiva de creación e interés intelectual que orientó prácticamente los años que van de 1848 hasta su muerte en 187322.

20 BasteconremitiralasinnumerablesreferenciasycitasenextensodeBabbagecontenidasenLos principios…,Mill,Principles,p.1098.Puedenconsultarseespecialmente,loscapítulos8,dellibroI,y7dellibroIV.YelestudioclásicodeRomano,1982,p.394nota.Loqueampliamos,másabajo,enelsegundoapartadodeestaPresentación.

21 Porello,cuandoen1993fundamosunSeminariodeInvestigacióncondoctorandosydiscípulosenformaciónqueveníanparticipandoenproyectosdeinvestigaciónparalahoyUniónEuropea,lollamamosCharlesBabbage.HoyeselGrupodeInvestigaciónconsolidado,entrelosmejorvalo-radosdelaUniversidadComplutense,ysigueostentandoelmismonombre[https://www.ucm.es/grupo-charles-babbage/].

22 DetodalabibliografíaconsultadasobreestosaspectosestoyendeudaespecialconAliceS.Rossi,quienutilizólasfuentesoriginalesyreeditadasdisponibles,conunalientoenormementeescla-recedor,ensuestudiointroductorioaMillyTaylor,1970,pp.1-63:“Sentimentandintellect:thestoryofJohnStuartMillandHarrietTaylorMill”.Veáse,porsupuesto,Mill,Autobiografía,ediciónde1986deCarlosMellizo.Eltextoseterminódeescribirpocoantesdesumuerte,yconocióunaprimeraaccidentadapublicaciónen1873.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 19

Y dentro de ese aprendizaje, lo que resultó para mí, y para mi evolu-ción intelectual, una aportación que me ha abierto muchas ventanas para la comprensión tanto de la creación intelectual, como de la aportación de las mujeres a, entre otras muchas cosas, la creación científica, fue la relación y trabajo conjunto con Harriet Taylor, que tanto peso acabará teniendo en toda la orientación intelectual de Mill. Y no sólo eso, aunque el debate siga abierto sobre el papel preponderante de Harriet en la creación intelectual de Mill, mi propio convencimiento, tras tantas lecturas, y, sobre todo con la experiencia posterior adquirida en la frecuentación de “grandes parejas”, es que, efectivamente, Harriet Taylor influyó de manera muy sustantiva en la orientación y preocupaciones de este autor. Por no decir, llanamente, que, en efecto buena parte de su producción científica sólo puede entenderse como común23.

También en el caso de Mill tenemos una excelente ocasión de verificar qué hay de sociológico, o en términos de época, de economía política, o de filosofía social, en sus escritos. Y ello a través de la relación epistolar sostenida con Auguste Comte: la correspondencia y el desinterés mutuo posterior, que nos recuerdan, cuando a finales del siglo XIX, la sociología ‘oficial’ nace, precisamente como un crisol de saberes y conocimientos.

Pero donde mejor puede apreciarse esta “universalidad disciplinaria”, y su influencia en la realidad social, es en el influjo que tuvieron en España sus obras, y muy especialmente, La esclavitud femenina, que se publicó, en 1867, bajo el título The subjection of women, tras la muerte de su mujer. Apareció firmada por Mill, pero como él mismo afirma, su “fondo común de pensamiento” viene del trabajo y reflexión común con Harriet Taylor acumulado a lo largo de muchos años.

Mill escribe, resueltamente, en ese texto: “¿Quién es capaz de contar las ideas originales que, dadas a luz por escritores del sexo masculino, pertenecen realmente a una mujer que se las sugirió, sin que el hombre les preste más que la tasación y el engarce? Si yo hablara por experiencia propia, diría que el caso es frecuentísimo”24.

La esclavitud, que apareció también como La dominación de la mujer, conoció en España una difusión extraordinaria desde finales del siglo XIX,

23 VeánselosargumentosdeAliceS.Rossi,ensutextocitadoennotaanterior,pp.39-40,dondemuestraquelacorrespondenciaentreMillyTaylorpruebaclaramenteeltrabajocomúnylasrevisionesyredacciones,durantesemanas,porejemplo,enLos principios,yelfamosocapítulosobre“Elprobablefuturodelasclasestrabajadoras”.Enestemismotextomencionaréalgunasotrasgrandesparejas.Conresultadosenlaatribucióncientíficamásymenosequilibrados.Perovalgadecirquelahistoriadelacienciaydelaculturanosrevelacadapocotiempouncasonuevo,siemprediscutidoypuestoencuestiónporquienessiguenmirandoalpasadoconojosdehombre.PiénseseenMaríaLejarraga,porsólomentarunaliterataespañolasinliteratura…

24 Mill,La esclavitud…,pp.428-429,delaedicióndePabloLucásVerdú,1965.

20 JUAN JOSÉ CASTILLO

especialmente gracias a la difusión, traducción y publicación de ensayos de Emilia Pardo Bazán, que la publicó, con un prólogo en 1892. La reproduc-ción, publicación, reimpresiones y difusión de este texto ha llegado hasta hoy mismo. No siempre con el cuidado y la anotación crítica que merecería, pero ello no obsta para constatar que la obra de John Stuart Mill, y con ella la de Harriet Taylor siguen siendo material de reflexión y discusión y debate hoy en día.

Cuando Emilia Pardo Bazán publica en su Nuevo Teatro Crítico, en mayo de 1892, su prólogo a La esclavitud femenina, abrió un debate en el que van a participar figuras señeras de nuestra tradición sociológica, muy especialmente Adolfo Posada, introduciendo en la entonces naciente socio-logía española a un autor como John Stuart Mill, y un argumento que sólo con el devenir de los años se ha constituido en parte del main stream, del paradigma dominante, de la investigación sociológica actual.

Así escribía Posada en 1893, en La amistad y el sexo, discutiendo sobre “la posibilidad o imposibilidad de la amistad íntima entre personas de sexo distinto”, que “la lectura del hermoso libro de Stuart Mill La esclavitud femenina me abrió muy amplios horizontes, y no dejó de contribuir a que viese algo el prólogo que a la traducción española de ese libro puso doña Emilia Pardo Bazán”25.

Para Posada no fue esta una preocupación esporádica, ya que pocos años más tarde publicaría su libro titulado Feminismo, en el cual reiterará sus alusiones y menciones de Mill, y del “hermoso libro” editado por la señora Pardo Bazán, dando cuenta también de “una ojeada sobre el feminismo en España” y sus publicaciones, en un volumen de casi trescientas páginas26.

Como decíamos, La esclavitud femenina, o La dominación de la mujer, según las traducciones, ha conocido una difusión realmente excepcional en España: se ha reeditado por el Ministerio de Trabajo en un libro de gran divulgación, Sobre la libertad y otros escritos, en 1991. Antes conoció, aparte de la edición clásica de Lucas Verdú, de 1965, varias reediciones y traducciones de la compilación editada por Alice R. Rossi, una llevada a cabo por Guadarrama, en Madrid, se publica el mismo año también en Edi-torial Península de Barcelona. Y este mismo año de 2008 se ha reeditado La esclavitud femenina, con el prólogo de Pardo Bazán, en Artemisa de Madrid. Y la prensa diaria se ha hecho eco, igualmente, a raíz de la reedición de Los

25 PosadayGonzálezSerrano,1893,p.9.PardoBazán,1892,“StuartMill”,pp.41-76.26 ElejemplarquepudimosconsultarenelAteneodeMadrid,conlacolaboracióndePalomaCandela,

estámutilado,peropermitecomprobarqueelniveldereflexióneimportanciaconcedidaalasuntohaadquiridonotabledesarrolloenEspaña.VeásePosada,1899.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 21

principios de economía política y de la Autobiografía de la vigencia actual de John Stuart Mill, destacando la “dimensión ética y social” de su obra27.

Barbara Taylor, en una evaluación y estudio clásico sobre el papel del “owenismo”, el socialismo y el feminismo en el siglo diecinueve, mostró como las grandes conquistas en las demandas de igualdad para las mujeres, en las que tanto se avanzó desde aquellas posiciones que se llamaron utópicas, terminaron por ignorarse, para recomenzar de nuevo en los años sesenta del siglo veinte. El mismo argumento que funda la potente reclamación de su papel como socióloga en Alice Rossi, para desvelar y difundir lo que ya había sido avanzado en la igualdad de sexos en los tiempos de John Stuart Mill y Harriet Taylor. En mi propia evolución intelectual, creo que este regreso a las fuentes, a los pioneros, a la defensa de una comunidad científica sin exclusiones, me ha orientado, y ayudado a descubrir caminos de reflexión que otros ya habían pisado. Barbara Taylor justifica el gigantesco esfuerzo de su investigación, precisamente, porque, como ella dice, “las visiones políticas son frágiles”. Y uno podría añadir: “y los paradigmas científicos también”. “Aparecen y se vuelven a perder. Las ideas formuladas por una generación son frecuentemente olvidadas, o reprimidas por la siguiente…”28.

Por eso creo que es muy útil para quien se forma como investigador el regresar a lo que creemos es el pasado. En él puede estar formulado nuestro futuro como investigadores.

Con Alfred Marshall, sin Mary Paley

Alfred Marshall es, sin duda alguna, el autor en el campo de la economía política, referencia insoslayable y fundamento, especialmente en los años que van desde la publicación de su magna obra, Principles of economics, en 1890, y hasta su muerte en 1924. Así lo afirma su discípulo y exegeta John Maynard Keynes29.

“En Inglaterra [Los Principios] adquirió gradualmente una posición si no de tan exclusiva influencia como los Principios de Mill, que tuvieron en la generación anterior a 1850, al menos comparable con ella. Por la amplitud de los problemas que trataba se convirtió en libro de texto”, alcanzando una enorme difusión e influencia30.

27 EmilioOntiveros,“VigenciadeJ.S.Mill”,enEl País Negocios,domingo17defebrerode2008.28 B.Taylor,1993,p.ix.29 Veánselasreferenciascontenidasenmiartículode1991,“Enlosorígenesdelasociologíadel

trabajo”.Y,paralaevaluacióncontemporáneadelaobradeMarshall,ellibroeditadoporPigou,en1925,MemorialsofAlfredMarshall.

30 LaafirmaciónesdeShove,1971,p.742.LodelaescasainfluenciaenEuropa,enp.743.Noeselmomentodemayoresprecisiones,queseharánenelapartadosiguiente,perovalelapenadecir

22 JUAN JOSÉ CASTILLO

Su obra, siguiendo la estela de Babbage, debía, por tanto formar parte imprescindible de una contrastación. Y así lo hice. Comenzando con un estudio de sus publicaciones y evolución, y tratando de contextualizarla en el estado de los conocimientos en las ciencias sociales de la época31.

De Marshall apreciamos, conociendo en detalle su trayectoria intelectual, en primer lugar, e intentando evaluar nuestra propia biografía, su conoci-miento directo y sobre el terreno, de la situación de las empresas y de sus trabajadores. En efecto, todos los biógrafos, y él mismo, enfatizan que sus primeros pasos fueron, como lo fuera para Babbage el recorrer los “distri-tos industriales”, como base para elaborar sus reflexiones. Eso es en efecto lo que hace entre 1867 y 1875, y más tarde, junto con Mary Paley, que se convertirá en su esposa en 1877.

Ya he mencionado este trabajo en común en el epígrafe “las mujeres y la vida” de mi libro En la jungla de lo social, pero vale la pena recordar aquí que el primero de los grandes trabajos de Marshall se publicará en 1879, y de él es coautora su mujer, ya entonces, Mary Paley Marshall. Se trata de The economics of industry, cuya primera edición ve la luz en 1879, y de la que se conocen tres ediciones y numerosas reimpresiones, la última que hemos podido constatar, de 189032.

Pero, pronto, Mary Paley Marshall, que fue profesora, ya en 1875, en Cambridge, y luego en Bristol, Oxford y de nuevo en Cambridge, desaparece de la escena científica de Marshall. El Who’s who in economics. A biogra-phical dictionary of Major economists, 1970-1981, dice de ella, tras señalar que es la mujer de Alfred, que “merece un puesto por su propio derecho”. Habiendo sido la primera mujer lecturer in economics en Cambridge, como ya recogí en una primera nota hace años, “terminó sumergiendo su carrera en la de él”33.

ahoraquesífuetraducido,enlasdistintasedicionesalfrancés,yqueprontosedifundióendistintastraducciones,tantodelaobraprincipal,comodelaversiónabreviadade1892para“juniorstudents”.

31 Enestecamino,comoyahesugerido,ycomoargumentarémásabajo,loqueseguiréllamandoporcomodidad,sociologíadelasociología,odelaproduccióncientífica,mellevóaleerobrasquemereorientaronenmipesquisa,oquemeabrieronventanasnuevasdeinterpretación.EnestecasomerecenmenciónespeciallasobrasDavidReismann.

32 Veáse,portodos,laedicióndeWhitaker,1975,The early economics writings of Alfred Marshall. LaprimeraedicióndeThe elements...esdeMacmillan,1879,231p.

33 LacrónicadocumentadadeMéndezIbisate,2001,nodejalugaradudassobreestaafirmación,corroboradaporladocumentacióncitadaenesepaper.NadahacíapresagiarestaactituddeMarshall,ajuzgarporlaextraordinariaconferenciade1873,“Sobreelfuturodelasclasestrabajadoras”,enlaqueevocalaautobiografíadeMill,ylainfluenciadelasmujeresenlacreacióndelasobrascientíficas.Hemospublicadoestaconferenciaennuestrolibro Clásicos y modernos en Sociología del Trabajo,2012.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 23

Un caso muy distinto de la “gran pareja”, Sidney y Beatrice Webb, a quienes he dedicado varios estudios y de los que cabe recordar, pero no repetir, los argumentos que son sustantivos en esta sede: el aprendizaje de su ejemplo como investigadores, de sus recursos intelectuales y metodológicos.

Pero volvamos a Marshall. Porque leerlo en nuestros días, sin las anteo-jeras de la clasificación disciplinaria, descubre que estamos ante un abordaje tan “sociológico” como cabría esperar de la mejor economía política de la época. Veamos esta proximidad, consciente hoy para mí, en algunos aspectos esenciales para nuestra propia concepción de la sociología.

“La economía se ocupa, principalmente, de seres humanos, impelidos, para bien o para mal, a cambiar y a progresar”, porque, si la economía es, por una parte una ciencia de la riqueza, por otra es “aquella parte de las ciencias sociales que estudia la acción del hombre en la sociedad”. Más aún, “la economía viene a ser, por tanto, el estudio de los aspectos econó-micos y condiciones de vida, política, social y privada del hombre, pero más especialmente de su vida social”34. Y en una nota mucho más adelante en su argumento dice que “quizá el uso del término Sociología es prematuro, pues éste parece suponer una unificación ya lograda de las ciencias sociales”35.

Y en el último de los libros publicados en vida del autor, Money, credit and commerce, dice para destacar el objeto del mismo: “el propósito prin-cipal [del libro] es estudiar la dirección de los esfuerzos de los hombres para el logro de fines materiales: y buscar las posibilidades de mejoras en ese proceder que puede incrementar el control de los pueblos del mundo sobre sus recursos, y capacitarle para desarrollar sus más altas facultades”36.

Estas declaraciones podían tomarse como declamaciones de principios que luego se olvidan. Antes al contrario: todo el texto de Los Principios, que se lee con una fluidez y base argumental enormemente atractiva, revela una preocupación permanente por esos aspectos subrayados en los párrafos anteriores. Ya sea en el estudio del tiempo de trabajo: “las relaciones entre la eficiencia industrial y las horas de trabajo son complejas. Si el esfuerzo es muy grande, un hombre está capacitado para continuar una larga tarea hasta un cierto momento en que queda tan agotado que su eficiencia se resiente mucho por ello”37; del papel de balance y equilibrio que pueden

34 Lascitas,porlaediciónespañoladeAguilar,Marshall,1963,enpp.XXV,43y36.35 Marshall,1963,p.635,nota.36 Marshall,1923,BookIV,Chap.II,pp.238-245,“Influences...”.“Themainpurpose[ofthebook]

istostudythedirectionofman’seffortsfortheattainmentofmaterialends:andtosearchforpossibilitiesofimprovementsinthatprocedurewhichmayincreasethecommandofthepeopleoftheworldovertheirressources;andenablethemtodeveloptheirhigherfaculties”.

37 Marshall,1963,p.569;aestasiguenunaseriedeobservacionesquerecogencuantoseconocíasobreestosasuntosenlaépoca,incluyendolasnotables,yluegoolvidadas,aportacionesde

24 JUAN JOSÉ CASTILLO

jugar unas organizaciones sindicales fuertes y responsables38, en el estudio directo de las condiciones de trabajo, y, como dice, siguiendo muy de cerca la estela de Babbage, de la división del trabajo y de la organización interna de la producción en las fábricas, o en los sistemas de fábricas, que después de él, y hasta hoy en día se llamarán “distritos industriales”: “una fábrica relativamente pequeña se mantendrá al día y dará un constante empleo a las mejores máquinas para cada procedimiento, de modo que una fábrica grande no es más que la reunión de diversas fábricas pequeñas paralelas, situadas bajo el mismo techo”39.

En todos esos temas y en tantos otros que sería prolijo enumerar en su totalidad, como las cualificaciones de los obreros y artesanos40, o las nece-sidades impuestas por las nuevas tecnologías de la época41, Marshall es una lección viva de lo que puede ser un científico social abierto a su tiempo hasta los últimos años de su vida. Murió a los 82 años en 1924. Y cuatro años antes anotaba cuidadosamente con lecturas absolutamente al día cada página y argumento de su libro, o añadía, en los últimos libros, observa-ciones y anotaciones largas y detenidas, aunque versaran sobre temas muy distintos, entre ellos, incluyendo, desde luego, todo cuanto se publicaba sobre organización del trabajo, sobre taylorismo, sobre la comparación con las aportaciones inglesas, etc. etc.42

Pero estas notas no bastarían para subrayar la eventual influencia de este détour por la obra y la vida de Alfred Marshall, si no se destacaran otros aspectos menos evidentes, pero, en mi reflexión actual, probablemente muy influyentes.

El primero es el estilo de escritura. Llano, inteligible, sin artificios que oculten su construcción. Si se parte de su formación matemática y lógica, se puede constatar que, aunque los argumentos que sostiene, como en su

Jevons.Todoellodentrodeuncapítulo,elXIII,dellibroVI,dedicadoa“Elprogresoenrelaciónconelniveldevida”.

38 “Pocomásquedañospuedenvenirdeunsindicatodébil,dispuestosiempreaintervenir,peroraravezcapazdeasegurarelcumplimientolealdeunconvenioenelquehatomadoparte;(…)tenemosqueconvenirqueentalesindustriaslossindicatosfacilitanlosnegocios”;Marshall,1936,p.24.

39 Marshall,1963,p.235.40 Ver,porejemplo,Marshall,1963,pp.174yss.,CapítuloVIdelLibroIV,“Laeducaciónindustrial”.41 Marshall,1963,pp.210-22,“Divisióndeltrabajo.Lainfluenciadelamáquina”.42 EstoslibrossonIndustry and trade,1919,cuyosubtítuloesbienexpresivo:“Unestudiodelatéc-

nicaindustrialydelaorganizaciónempresarial;ydesusinfluenciassobrelascondicionesdevariasclasesynaciones”.ComoejemplopuedeversesucapítuloXI,pp.365-378,“Businessorganization:applicationsofscientificmethod”.ElotrolibroesMoney, credit and commerce,1923.Parecebas-tanteprobadoqueMaryPaleyseencargódeeditar,anotaryponeraldíatantolosúltimoslibrosdeMarshall,como,probablementelaediciónde1920deLos Principios,laoctavayúltimaeditadaenvidadelautor(Méndez,2001).

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 25

día demostró Manuel Castells para la obra de Marx, parezcan únicamente discursivos, podrían formalizarse en muchas ocasiones. Y de hecho, con gran probabilidad lo han sido antes de presentarse al público.

Es conocido que Marshall reescribía da capo, o dictaba, sus obras una, dos o más veces. Leyendo esas impresiones, uno se lo imagina revisando su obra en un ordenador actual. Pero, difícilmente reescribiendo una obra monumental, por mucho que recurriera a amanuenses, sólo por el prurito de, primero, hacerla accesible, legible y, a mi juicio, sobre todo, debatible, discutible.

El segundo rasgo es su admiración y lectura de los que hoy nosotros, los sociólogos, seguimos acogiendo en nuestro seno como nuestra tradición. Por ejemplo, su estudio crítico de la obra de Le Play, que nos abre también la vía para nuestro tercer rasgo.

En la obra de Le Play, como ha analizado Giacomo Becattini, Marshall ejemplifica, en Los principios, su distinción entre el método intensivo, y el método extensivo. “El método de Le Play es el estudio intensivo de todos los detalles de la vida doméstica de unas pocas y bien escogidas familias. Para trabajar bien con él, se requiere una difícil combinación de juicio en la selección de casos, y de profundidad y simpatía en la interpretación de los mismos. Bien hecho es lo mejor, pero en manos normales es difícil que sugiera más confianza en sus conclusiones generales que las obtenidas por el método extensivo de recoger más rápidas y numerosas informaciones, reduciéndolas, en los posible, a una presentación estadística”43.

Marshall abrirá las posibilidades de reflexión para la construcción de casos representativososignificativoscon consideraciones como ésta: “el coste normal de producción puede ser calculado con respecto a una empresa representativa, que efectúe una buena distribución, tanto de aquellas econo-mías internas que corresponden a un negocio individual bien organizado, como de aquellas economías generales externas que aparecen en la orga-nización colectiva de un distrito considerado como un todo”. Y concluye: “así, pues, una empresa representativa es, en cierto sentido, una empresa media; [se pueden entender muchas cosas por esto]. No podemos ver esto examinando una o dos firmas tomadas al azar, pero podemos hacerlo bastante bien escogiendo, después de un amplio estudio, una empresa…”44.

Talcott Parsons escribió y reflexionó sobre esta proximidad y vinculación con la gran tradición europea de la sociología, identificando en La estruc-tura de la acción social, publicada originalmente en 1937, a ese “grupo de

43 Marshall,Principles,vol.1,p.116.CitadoporBecattini,1990,p.293,nota58.44 Marshall,1963,escribelaprimeracitaenelprólogoalaoctavaedición,estoes,en1920,p.XXIV.

Lasegundacitaesdelap.265,yseestárefiriendoalosestudiosdecasos.Referenciassemejantesenlaspp.1y4.

26 JUAN JOSÉ CASTILLO

recientes escritores europeos” en las figuras de Pareto, Durkheim, Weber y Marshall45.

En un artículo de 1931 ya le había dedicado a Marshall una reflexión, en relación con el pensamiento de su tiempo, a la eventual relación entre economía y sociología. Aquí encontró interesantes vinculaciones entre Weber y Marshall. Destaca su énfasis en “la relación de las actividades económicas con el carácter humano”, y su eventual “contribución a un sistema de socio-logía”. Y reivindica, al final del texto, su pasión por la teoría como única forma de colocar los hechos en su lugar: “Si la ciencia falla en cartografiar su curso, estará tan perdida en los mares sin planos de los ‘hechos’, como un barco sin navegante”46.

En mi trayectoria intelectual y en mi obra publicada, la influencia de Alfred Marshall está siempre presente, aunque no se vea tanto como ahora creo que merece. Y muy especialmente en lo que concierne al estudio de la reorganiza-ción productiva, de los distritos y “detritos” industriales, de la cultura industrial, encarnada, institucionalizada o materializada en un territorio socialmente sig-nificativo47. Para ello su concepto de atmósfera industrial, “los misterios de la industria pierden el carácter de tales, y están como si dijéramos, en el aire”, y la atenta lectura de su obra es de una riqueza potencial que solo la investigación actual, en el contexto desenfrenado de la subcontratación generalizada y de la, otra vez, “nueva división internacional del trabajo”, permite calibrar en todo su valor48. Un clásico con todos los honores.

Conclusión provisional de aprender con los clásicos: pasión y oficio

Con ese mismo título, pasión y oficio, e inspirado por las afirmaciones de Beatrice Webb en su diario, creed and craft, publiqué en 2001, unas notas introductorias a la edición de su primer artículo sociológico, “Diario

45 VeáseParsons,1949,pp.129-177.46 Parsons,1931-32,pp.319,336y345.47 PuedenversevariosartículosrecogidosenCastillo,1994.Y,también,másrecientementenuestro

estudiodelaorganizacióndeltrabajoenlasfábricasdesoftware,Castillo,2007.UnbalancedeconjuntoenCastillo,2008.

48 Lareferenciaalconceptodeatmósferaindustrial,enelcontextodesureflexiónsobrelascualifica-cionesylaformacióndelostrabajadores,estánenellibroIVdeLos principios,dondesesubrayaquelahabilidad“dependeengranpartedelambientedelainfanciaylajuventud”.Lacitaeneltextoenp.226,sigue:“ylosniñosaprendenmuchodeellosdeunmodoinconsciente”.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 27

de una chica trabajadora”, de 1888. Allí la presenté, en la principal revista sociológica española, como una de las damas fundadoras de la sociología49.

Cuanto vengo argumentando en esta reflexión sobre la práctica de mi profesión de sociólogo, tiene un momento culminante, y en algún modo ejemplar, precisamente, en el tiempo y las páginas que he dedicado a esta ‘gran pareja”, los Webb, que constituyen uno de los pilares fundamentales de nuestro acervo como sociólogos, economistas o estudiosos de la reforma social y del Estado de Bienestar. Lo que he aprendido de su obra es, quizá, el último producto de ese camino, tan largo y perseverante, que se inició con el perseguir las trazas y huellas de Charles Babbage. Tanto en relación con su obra, como en relación con sus fuentes y contemporáneos.

En ellos se plasma el ejemplo de la reconstrucción de un pasado, fre-cuente y casi totalmente ignorado en nuestra tradición sociológica, pero que dormía ahí en citas, en bibliotecas, en libros que a veces no habían sido abiertos nunca antes de nosotros. Un pasado inmenso, que me ha llevado a frecuentar la sociología británica y sus autores hasta su primera refundación a finales de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Y más tarde, hasta hoy en día, en la brillante, diversa y decisiva aportación que puede ejemplificar la revista de referencia internacional más prestigiosa en nuestra área, Work, Employment and Society.

En ellos he intentado plasmar, a través de los diversos trabajos que les he dedicado, en la difusión de su obra menos conocida, en el recurso actual a sus enseñanzas, la demostración de lo que aquí he tratado de argumentar mirando a mi propia formación, apertura y curiosidad científica por, en, y hacia, otras disciplinas. Como la culminación de un ejercicio reflexivo sobre la trastienda de la reflexión sociológica y las fuentes de su iluminación y creatividad.

Termino aquí la narración de un recorrido y una reflexión en el cual he tratado de identificar algunas ideas que pueden servir para defender un estilo de formación para quien se inicie, o persevere, en el oficio de sociólogo, cuyas bases fundamentales, sean el recurso permanente a cuestionar, iden-tificar y vivificar las aportaciones de los y las que hemos llamado clásicos de las ciencias sociales.

A seguir las pistas, ideas, referencias y sugerencias que están siempre yaciendo, a veces casi dormidas entre las citas, perdidas para el lector apre-surado y acrítico, al que le bastan con los resúmenes de segunda mano, y para el que todo lo que sea demora y reflexión parece ya pérdida de tiempo50.

49 Veáse,Castillo,2001,queincluyeWebb,2001[1888].YquesereproduceennuestrolibroClásicos y modernos en Sociología del Trabajo,BuenosAires,MiñoyDávila,2012.

50 EsteesunpequeñohomenajealquefueramicompañeroenladefensadelaUniversidadDemo-crática,JosepVicentMarqués,delqueaúnmeemocionarecordarunodesuscuentosenelque

28 JUAN JOSÉ CASTILLO

Los clásicos desvíos en sociología no llevan sino a una mejor y mayor capacidad de intelección de los tiempos nuevos y turbulentos que nos ha tocado vivir. Porque ellos nos devuelven, sin darnos cuenta, a una mayor capacidad para la integración de los saberes en las ciencias sociales.

La formación de los jóvenes sociólogos actuales, creo, debe demorarse en la reflexión para que la acción pueda ser, cada vez más, razonada y razonable. Algo en lo que tanto podemos aprender de las mujeres, y de las mujeres sociólogas muy especialmente. Las mismas que tanto contribuyeron a la consolidación de la tradición clásica, y de las que tan poco sabemos, aún, hoy en día.

2. Charles Babbage: un pionero de la Sociología del Trabajo

“Charles Babbage, filósofo positivista, admirador de Auguste Comte, economista, matemático, e inventor de la maravi-llosa máquina analítica”51

Introducción

Como ya hemos señalado de forma sumaria en el apartado anterior, al presentar “el principio de Babbage”, lo que distingue a este autor, y muy especialmente a la obra que ahora editamos, On the economy of machines and manufactures, de 1832 en su primera edición, es su argumento central, de que la organización de la producción es la variable estratégica del éxito empresarial. Para prosperar, en toda empresa fabril –escribía– se requiere no solamente tener buenas máquinas, sino que es indispensable tener asimismo una economía interior muy bien organizada hasta en sus últimos pormenores.

Lo que contrastaba entonces, nítidamente, con los que Marx llamó los “Píndaros de la fábrica automática”, quienes con la llegada del vapor veían ya la “fábrica sin hombres” en acción, y la “liberación” (para los empresarios…) de la necesidad del trabajo humano. Un contraste que sigue vivo en nuestros días, y que enfrenta a los mejores sociólogos del trabajo con las banalidades de los que no cesan de hablar del “fin del trabajo”, de la desaparición del

doscitasenamoradas,enpáginascontiguas,sufrenporqueeldueñodellibroenelqueestánsehaidosinacordarsedecerrarloyjuntarlas.Marquésfueunodelospocossociólogosfeministascuandoesoeratanexcepcional,comoelpermanenteoficiodedesmitificaralosmandarinesdelaUniversidad.Éleracapazdehacerteveresasideasdormidasentrelascitas.Vaporti,colega,allídondeestés.

51 L.Menabrea,Memorie,1971,pp.36-37.Estaeraladescripcióndelmatemáticoitalianoen1840.

PRESENTACIÓN DE LA EDICIÓN CRÍTICA DEL TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA... 29

trabajo como valor central en nuestras sociedades contemporáneas. Por ello creemos que tanto el autor como su obra se pueden considerar como un mojón blanco en los orígenes del análisis sociológico del trabajo.

Babbage, es ampliamente conocido y celebrado como “pionero del orde-nador” por sus trabajos matemáticos y mecánicos en el diseño de prototipos de máquinas de cálculo52. Publicó On the economy…, su obra principal, por lo que ahora nos interesa, en 1832, agotándose la primera edición en unos meses. Una segunda edición se publicó en el mismo año y dos ediciones se agotaron en los años sucesivos. Se hicieron traducciones al alemán, francés, italiano, sueco, ruso y español, así como diferentes reimpresiones en Estados Unidos, que vieron la luz en los años inmediatos, confirmando la obra como uno de los textos de referencia más utilizados y discutidos en su época53.

La influencia de sus aportaciones se puede rastrear a lo largo de todo el siglo XIX tanto en figuras señeras de la economía política, desde Karl Marx hasta Alfred Marshall; o de la “gestión científica”, como Frederick W. Taylor, y reaparece en nuestro siglo en algunas de las corrientes más renovadoras de la Sociología del Trabajo de los años setenta54. Estos rasgos, sucintamente evocados, permiten afirmar que nos hallamos ante una obra cuya notable influencia es un hecho comprobado.

Para evaluar su importancia, presentaré, en primer lugar, el contenido y alcance de las que considero algunas de sus principales aportaciones. Y, suce-sivamente, las principales influencias, en la economía política, deteniéndonos especialmente en John Stuart Mill, Stanley Jevons y Alfred Marshall. Para terminar analizando el eco y alcance de su obra en la España de la época.

Las grandes aportaciones de Babbage a la Sociología del Trabajo

Lo primero que sorprende al intentar insertar a Charles Babbage en su tiempo, es la enorme cantidad de libros, folletos y publicaciones, con base en minuciosos estudios directos sobre el terreno, que fundamentan lo que en la época se llamó “la cuestión de la maquinaria”, un debate que, en muchos de sus rasgos fundamentales ofrece material de reflexión sobre lo que, en la

52 Hyman,1983.Babbagetuvounilustrecontinuadorespañolenelcampodelaautomáticaydelainformática,citadoyreconocidointernacionalmente,LeonardoTorresQuevedo,inventordel“aritmómetroelectromecánico”,delosajedrecistasautómatas,etc.VéaseL.TorresQuevedo,1917,especialmente,pp.57-100.Y,L.TorresQuevedo,1901..

53 Lasedicionesfrancesayalemanavieronlaluzen1833.Laitaliana,en1834.Ylaespañola,comoyasabemos,en1835,queeslaqueaquíeditamos.

54 Braverman,1974.

30 JUAN JOSÉ CASTILLO

década de los ochenta del siglo XX, ha sido para nosotros el debate sobre “las nuevas tecnologías”55.

También entonces, entusiastas defensores de una ya inmediata “fábrica sin hombres” discuten en la palestra de los libros y revistas científicas ingle-sas de los años treinta del siglo pasado, con investigadores que han hecho “encuestas personales”, que “han pisado el terreno” y han llevado a cabo análisis directos de los centros de trabajo y que concluyen que las condicio-nes de trabajo han empeorado con la introducción de la “nueva tecnología” de la época, la máquina de vapor. Entre unos y otros, investigadores como Babbage tratan de discernir cuáles son los imperativos tecnológicos y qué causas pueden hallarse en los modos de uso organizativos, en la “economía interior de las empresas”56.

La división del trabajo

Mucho se había escrito ya, y mucho se seguiría escribiendo después de la década de los años 1820, sobre el papel y sentido de la división del trabajo, pero lo cierto es que, como ha puesto de relieve Maxine Berg, éste será uno de los temas centrales de debate en la economía política de la primera mitad del XIX57.

Como es bien sabido, la argumentación de Adam Smith destacaba que “este gran incremento de la cantidad de trabajo que como consecuencia de la división del trabajo, el mismo número de gentes son capaces de llevar a cabo, se debe a tres diferentes circunstancias: en primer lugar, el aumento de destreza en cada trabajador individual; en segundo lugar, al ahorro de tiempo que, comúnmente, se pierde al pasar de un tipo de trabajo a otro; y, finalmente, a la invención de un buen numero de máquinas que facilitan y abrevian el esfuerzo, y capacitan a un hombre para llevar a cabo el trabajo de muchos”58.

Babbage dedica en On the economy… dos lúcidos capítulos a la división del trabajo, manual y mental, donde no sólo ordena los argumentos que hasta entonces había sido la moneda corriente en la interpretación dominante marcada por Adam Smith, sino que después de sistematizar esas aportacio-

55 Berg,1987,capítulo2,pp.57yss.;Castillo,1991,pp.19-20.56 “Todoeltrabajoduroesejecutadoporlamáquinadevapor,quenodejaparasusirvienteningún

trabajomanual”,recogelaEdimburg Review,julio1835,p.465,comentandolasobrasdeA.Ure:The philosophy…ydeE.Baines:History of the cotton…,ambasde1835.

57 Berg,1982.58 A.Smith,Wealth…,p.17yss.UnanálisiscríticopuedeverseenS.Marglin,1978,incluidoenAndré

Gorz,1978,pp.45-96.LoscomentariosdeKarlMarxenEl Capital,LibroI,México,F.C.E.,1996,pp.274-275-283.

Vista parcial del contenido del libro.

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Prólogo del traductor

Al recorrer en el otoño de 1833 la Inglaterra (después de haber atravesado la Francia) con ojos observadores, y especialmente para estudiar sus

caminos de hierro, quedé sorprendido al notar la extensión de su comercio, la grandeza de sus establecimientos, la regularidad de su administración, la portentosa actividad de su industria, la difusión de las luces, la generalidad de las comodidades domésticas y conocimientos individuales, y las ventajas positivas de su civilización.

Admiré justamente sus diques de Londres y Liverpool, sobre el Támesis y el Mersei, en los que han sabido unir como el anillo al dedo los dos primeros elementos, la tierra y el mar; visité el profundo tunnel, bajo la madre de aquel caudaloso río, como puente subfluvial; consideré la vasta y rica extensión de su Metrópoli, desde la altura de la colosal cúpula de San Pablo, observé sus puentes suspendidos, y el chain-pier o muelle-puente, avanzando al mar, en Brighton, donde solo sobre una cabeza, o arranque, se lanza al mar un medio arco, sirviendo de muelle, por medio de cadenas de hierro; concepción atrevida y proyecto gigantesco apenas posible de imaginar; gocé de la rapi-dez de sus comunicaciones por tierra y agua; examiné sus carriles de hierro, atravesando 32 millas en 90 minutos, con mayor comodidad y seguridad, que en el coche mejor montado, sobre el más llano arrecife; quise investigar la complicada, pero evidente, facilidad de sus manufacturas y máquinas, y la rápida disminución de precios de sus productos; últimamente, me cercioré de que en el solo mercado de Liverpool se venden diariamente, por término medio, dos mil pacas de algodón, o sea millón y medio de quintales al año, para ser hilado, tejido y manufacturado en las fábricas del condado de Lan-caster y reexportado después por todo el ámbito del mundo.

Al contemplar y calcular todas estas y otras maravillas del arte más a propósito para ocupar el entendimiento y cautivar la voluntad que para expre-sarse y describirse; yo, entusiasta y amante de mi país, tomaba nota y apuntes de todo, proponiéndome transmitir mis sensaciones a mis conciudadanos, e inculcar en ellos la utilidad de la imitación, única cosa que tendrían por ahora que hacer los españoles; pero ¡cuán impotentes eran estos esfuerzos míos y cuán difícil encontraba poder realizar mis ideas! Pero tuve la suerte de instruirme por los papeles públicos de la celebridad de este tratado de C.

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Babagge, Sobre la economía de máquinas y manufacturas, de que salieron tres ediciones en pocos meses, y al consultarlo y estudiarlo, ver que abraza más de cuanto pude proponerme sobre la materia, y sobre todo mucho más de lo que hubiera sabido reunir y combinar con mis cortos medios.

Así pues, guiado por estos principios y animado por estos sentimientos, me dediqué a la traducción de tan interesante obra, donde el autor ha sido el primero que ha sabido confirmar con los resultados de la mecánica-práctica la teoría de la economía política, y hacer palpable las doctrinas abstractas por medio de los hechos; presentándolos en porción de ejemplos escogidos que introduce como base de la riqueza de su raciocinio.

Este tratado se compone de dos partes. La primera es un compendio de mecánica-práctica que ofrece la más completa descripción de métodos, ins-trumentos e invenciones recientes, para hacer una exactísima aplicación de la maquinaria a las artes útiles. La segunda es un curso de economía política destinado a exponer los efectos generales de la industria fabril, y para ana-lizar las ventajas que se obtienen por el más amplio uso que permite hacer la maquinaria a favor de la producción, riqueza y población de los Estados.

Siendo de una importancia vital esta cuestión en el presente estado de las relaciones industriales y mercantiles de Europa, donde todos anhelan por ser productores y no consumidores de productos extraños,1 evitando ser tributarios de la industria ajena; en ninguna parte puede estudiarse esta materia mejor que en Inglaterra, mediante el vasto campo que sus innume-rables talleres y sus progresivos inventos mecánicos presentan al calculador científico.

Por otra parte, Londres puede ser considerado como un espejo parabó-lico, donde mejor y antes que en ningún otro punto coinciden y refractan los rayos de la luz de las ciencias y de las artes, y los análisis de su aplicación, ya teórica, ya prácticamente examinados.

El autor ha sabido aprovechar estas circunstancias generales, sus conoci-mientos profundos y su disposición particular, como matemático e inventor de máquinas.

No sienta principio alguno sin deducirlo de la evidencia de los datos, estados, cálculos y ejemplos de que oportunamente se vale.

Enlazada así la teoría de la ciencia con la práctica, contiene este tra-tado una serie de hechos y de principios que la robustecen y confirman de un modo nuevo y sólido, y que han de constituir en adelante la economía

1 EnInglaterrayadescuellaunasectaeconómica,contrariaalasprohibicionesengeneraldeimpor-taciónyexportación;proponiéndoseaumentarasíloscambiosdenaciónanación,yconsecuen-tementesusproductosnaturales;peroenelestadodesuperioridaddelaindustriabritánica,estateoríanopuedereputarseimparcial.

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR 65

política casi en doctrina matemática en vez de puramente metafísica, como hasta ahora ha sido enseñada su historia, por medio solo de leyes generales y raciocinios abstractos.

Las observaciones metódicas y los cálculos exactos, sobre datos perfec-tamente ciertos y reconocidos, darán impulso y progreso a esta ciencia que llegará a ser más clara cada vez, a proporción que se aparte de la pedantería e intelectualismo, que se le ha agregado, en perjuicio de su estudio, del convencimiento de su utilidad y de sus resultados positivos.

La economía política (según mi definición) es la ciencia que combina y demuestra los medios útiles, por ocultos, remotos y esparcidos que se hallen, para producir o aumentar riqueza, comodidad y trabajo, del cual, por consecuencia inmediata, resulten goces y ventajas sociales.

Todos los economistas modernos, desde Smith hasta nuestro coetáneo Florez de Estrada2, analítico profundo, reconocen como incuestionable la base (mucho más de antiguo emitida que por aquel), de que el trabajo del hombre es el único origen de toda riqueza, deduciendo como consecuencia necesaria, que toda riqueza es producto de la industria humana.

Pero ninguno hasta ahora, que yo sepa, ha presentado una definición de la división racional y precisa de este trabajo humano, cual yo la concibo, para deducir de ella consecuencias utilísimas al progreso de la ciencia, aun-que indirectamente, desde Bacon acá, el principio no esté desconocido por ningún economista.

Generalmente está concretada al trabajo material la idea que establece la medida o valor de la riqueza. Yo desearía indicar la división de este

2 Altrabajodelhombreesdebidotodovalorreal;eltrabajoeselquesacóalhombredelestadodesalvaje;eltrabajoeselqueenunpaíscivilizadolepresentaparasuusoproductosdelascincopartesdelmundo;éleselquedesentierralosmetalespreciososquelatierracobijaensusentrañas,productossinloscualeslospuebloscultosdifícilmentepodríanproporcionarseunamercancíauniversalparafacilitarloscambios;éleselqueextraedelfondodelosmaresobjetostantomáscodiciados,cuantoesmayorladificultaddeobternerlos.Eltrabajoeselquerompióloscampos,descuajólosbosques,abatiólasmontañas,mitigólosclimas,desaguóloslagos,agotólasminas,sujetólosríos,opusobarrerasalosmares,domesticólosbrutos,recogióyperfeccionólassemillas,yaseguróensucultivoportentososmediosdemultiplicarlaespeciehumana.Eltrabajoeselqueabriólosinnumerablescaminos,puertosycanales,sinloscualeslosproductosdelosdiversosdistritosdelglobonopodríanllevarsedeunpuntoaotro;éleselquehacubiertolatierradepueblos,yelocéanodenaves.Eltrabajoeselque,proporcionandoalhombreabundantesmediosdesubsistencia,desterródelospueblosindustriososlasguerrasperpetuasquesehacenlastribussalvajesparaobtenerunasubsistenciamezquinayprecaria;eltrabajoeselquecreólavirtuddelagenerosidad;elquehizoposibleslosactosdebeneficencia,yelquedioorigenyvigoralasleyesqueprotegenlavidaylapropiedadindividual;finalmente,eltrabajoeselquehaproporcionadoalhombreabatidoyanonadadoenlamiseriaylabarbarieriquezaymediosparaejercersusfacultadesintelectuales,ylograrlasmejorassociales,quetantodistinguenalasnacionescultasypoderosasdelastribussalvajesymiserables(FlorezdeEstrada,capítulosegundo,Curso de economía política).

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trabajo (aunque con suma desconfianza de mi propia suficiencia) en tres clases distintas.

Trabajo material o mecánico, trabajo mental o intelectual y trabajo moral. No moral en contraposición de físico, que en este sentido el trabajo intelectual es moral también, sino en contraposición de inmoral.

Todo trabajo tiene que participar del trabajo material o mecánico; pero no todo trabajo material necesita del trabajo intelectual.

Todo trabajo intelectual necesita ocupar el ánimo y el cuerpo, para produ-cirle o transmitirle; pero no se infiere de ello que participe del trabajo moral.

Todo trabajo moral necesita en su aplicación del intelectual y material.

Ejemplos. 1° El hombre que saca agua o la conduce a hombros, apenas necesita para nada servirse de su capacidad mental; sus músculos le bastan, y con fuertes brazos conducirá corporalmente más agua que el del 2° ejemplo; pero con mayor fatiga le producirá menos jornal.

Éste es trabajo material.

2° Ejemplo. El que haya perfeccionado un tubo o bomba para llevar el agua de abajo arriba, o de derecha a izquierda para sus particulares, habrá necesitado calcular y discurrir para disminuir el trabajo material; pero en su uso podrá ser bien o mal aplicado este trabajo o para regar su heredad, o para anegar la ajena, para uso peculiar y provechoso o dañoso a tercera persona, y nunca para comodidad pública y general.

Esta clase de trabajo es material e intelectual.

3°. El que haya combinado la construcción de un acueducto o bomba de vapor, con la cual toda una población pueda estar bien provista de agua, con el corto auxilio de surtidores o hilos perfectamente distribuidos a todas las habitaciones, etc., éste habrá realizado un trabajo material, intelectual y moral3.

3 “Sinnecesidaddeunsoloaguador,pormediodemáquinas,seproveediariamenteenLondresacientoveinticincomilcasasdecincuentayochomillonesdeazumbresdeagua,traídalamayorpartedesdeunadistanciadetreintayochomillas.Porunpeniqueseponendiariamentedos-cientasazumbresdeaguaenlapiezaopiezasdelacasa,segúnmásacomodealpropietario.Unsolocubodecuatroazumbres,traídoporunaguadordesdemediamilladedistancia,costaríaalmenosunpenique(trecemaravedís).Parapoder,pormediodeaguadores,proveeraLondresdelacantidaddeaguaquehoyconsume,traídadesdelamismadistancia,elpreciodecadaazumbrenobajaríadedospeniques,yelcostototalpasaríaanualmentedenuevemillonesdelibrasesterlinas(novecientosmillonesdereales)yseríannecesariosochocientosmilaguadores;estoes,unnúmerocuádruplodelostrabajadoresqueeneldíatieneLondres.Sinlasmáquinasparaproveerdeagua,lapoblacióndeestacapitalnopodríallegaralavigésimapartedelaactual.SiaestoseagregaelcrecidonúmerodetrabajadoresqueentodalaInglaterraproducenartículosparaelconsumodelacapital,hallaremosqueesasombrosoelaumentodelademandadetrabajodebidoalasmáquinas

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR 67

Lo mismo el que haya verificado una estadística perfecta, de población, de producción, de profesiones y consumos para un uso político y provechoso de la sociedad en general, éste habrá realizado un trabajo material, intelectual y moral; el que haya enseñado a otros la aplicación de métodos, inventos y máquinas a favor de la industria, etc.

A medida que estos diversos trabajos del hombre son más profundos y complicados, producen más riqueza y mayor comodidad; así esta teoría confirma la base o axioma económico de que el trabajo es el origen de la riqueza; pero además la amplifica sirviendo de base para nuevos corolarios que aumenten el círculo de conocimientos y confirmen los teoremas de la ciencia.

El trabajo, pues, es el único origen de toda riqueza; pero mientras más participe este trabajo de las esenciales cualidades de mental y moral, más productiva será y más beneficiosa la riqueza que de él emana.

Por el trabajo, Madrid, capital de nuestra España, posee tantos monumen-tos de ciencia y grandeza, palacios, templos, museos, teatros, paseos, fuentes, caminos, canales, etc.; pero por falta de inteligencia del primer fundador de la Corte en Madrid, todo este inmenso trabajo y capitales invertidos no son tan útiles y productivos, como si la capital estuviese situada en sitio más ameno, tierra menos árida, más próxima a río caudaloso, o al mar, y bajo clima más grato y apacible.

Así que la inteligencia preside al trabajo humano, y la moralidad a la inteligencia para obtener goces y ventajas sociales.

Es todavía bastante común, por desgracia, en ciertos economistas y estadistas, no reconocer políticamente más propiedad que la territorial, o material inmueble: éste es un error de mucha consecuencia que me propongo analizar en otro lugar con más extensión. Entretanto diré, como de paso, que los mismos que niegan esta ampliación de propiedad para ejercer destinos políticos, no negarían a Miguel de Cervantes, ni a Bartolomé Murillo el crecido valor, como propiedad atendible, del ingenio del uno y del pincel del otro. ¿Y cómo se estimulan, con esta negativa, los talentos análogos de los que sucesivamente puedan competir en ingenio y habilidad con aquellos esclarecidos artistas? ¿Acaso esta clase de propiedad intelectual, llamémosla así, no interesa bajo el aspecto político que sea personalmente atendida, y no merezca representar políticamente derechos civiles?

En los siglos en que la espada confería los de propiedad de las tierras, quitándolas a unos y dándolas a otros, en que al propio tiempo era legis-lador el más fuerte, o asociaba a las asambleas legislativas a sus comités o

conqueseproveedeaguaaLondres,apesardenohaberunsoloaguador.”(The Workingman’s Companion).

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Prólogo del autor

El presente volumen puede considerarse como una de las consecuencias de la máquina calculadora, de que hace tanto tiempo me ocupo. Esto

me indujo hace diez años a visitar y recorrer, tanto en Inglaterra como en el Continente, un gran número de talleres, de fábricas y de establecimientos industriales, para adquirir nociones prácticas y conocimientos personales de los distintos recursos que ofrece la maquinaria. Me acostumbré insensible-mente a hacer aplicaciones a este arte de aquellos principios generales, con que me habían familiarizado mis anteriores estudios. Así llegué a saber tantos métodos curiosos y tantos hechos interesantes, como reflexiones análogas me sugirió su conocimiento, induciéndome a creer útil la publicidad de algunos, para las muchas personas que se dedican a estudiar y profundizar esta clase de investigaciones, que por incidencia solamente han excitado mi curiosidad y ocupado mi imaginación. Con este fin me propuse dar a luz esta obra, como un curso de lecciones para la Universidad de Cambridge, idea que en lo sucesivo hube de abandonar. La parte más importante se publicó, sin embargo, en los primeros capítulos de la sección mecánica de la Enciclopedia Metropolitana.

No he intentado presentar una enumeración completa de los principios mecánicos que rigen en la aplicación indefinida de la maquinaria a las artes; pero he procurado presentar a mis lectores aquellos que he considerado más importantes, sea para comprender las operaciones de las máquinas, o para facilitar a la memoria los medios de clasificar y ordenar los hechos que están ligados con su uso.

Aun menos he intentado examinar todas las cuestiones espinosas de economía-política, que se hallan estrechamente enlazadas con estas inves-tigaciones. Entre la inmensa variedad de hechos que he tenido a la vista, era imposible dejar de discernir, o de imaginar algunos de los principios que prevalecían en muchos establecimientos, y después de haberlos traslucido, el deseo de confirmar o robustecer tales conjeturas añadió nuevo interés a mis observaciones.

Varios de los principios que propongo, creo que no han salido a la luz todavía. Así ciertamente lo creí, con respecto a la explicación que doy de la división del trabajo; pero por datos posteriores supe que Mr. Gioja se había

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anticipado a mí, y puede suceder muy bien que nuevos conocimientos me desengañen, de que algún otro de los principios que creo originales sean de anteriores economistas, a cuyo mérito pueda yo aparecer injusto, por falta solo de antecedentes de la parte histórica del asunto que trato.

La verdad de los principios que establezco es más importante, sobre todo, que su origen, y en la utilidad de examinarlos y de sustituirles otros más correctos, si alguno resultase defectuoso, no debe suscitarse la más remota duda. Mucho se ha exagerado desgraciadamente la dificultad de comprender los métodos de fabricar y de producir. Indudablemente que para examinarlos con ojos fabriles, e inclinar a otros a que los repitan, se necesita de mayor habilidad y conocimientos previos del asunto que para entender meramente sus principios y recíprocas relaciones, a lo que pueden aspirar todas las personas que hayan gozado de una educación mediana.

Los que obtienen un puesto distinguido en países fabriles carecen de toda excusa, si absolutamente ignoran los principios, cuyo amplio desarrollo ha contribuido a su engrandecimiento. Los hombres acaudalados apenas pue-den ser indiferentes a los métodos que, próxima o remotamente, han sido el manantial fecundo de su riqueza. Los que gozan de cierta medianía tampoco pueden hallar otra ocupación más interesante ni instructiva.

He procurado omitir, en cuanto me ha sido posible, todos los términos técnicos, y describir en lenguaje conciso las artes y oficios que me he pro-puesto analizar. Al rozarme con los principios más abstractos de que está herizada la economía-política, después de explicar sucintamente las razones en que se fundan, he tratado de apoyarlas con hechos y anécdotas que, al paso que amenizasen e instruyesen a los jóvenes con ejemplos, impulsase a los de mayor madurez y juicio a meditar ampliamente sobre las conclusiones generales a que tienden. Me he esmerado en robustecer y desenvolver los principios que he adaptado, inducido por las observaciones de otros, y en esta tarea me contemplo singularmente afortunado. Los informes y dictá-menes de las comisiones de la Cámara de Comunes sobre varios ramos de comercio e industria, y los testimonios y sumarios que en diferentes períodos han publicado sobre ambos ramos de prosperidad, están llenos de datos y noticias de la mayor importancia y del mayor valor por las circunstancias en estos manantiales puros, y ellos han aumentado mi confianza con el apoyo que han prestado a mis ideas.

Charles BabbageDorset Street. Manchester Square, 2 de febrero de 1833

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Introducción analítica

Manifestar los efectos y las ventajas que se siguen de la adopción de ins-trumentos adecuados, útiles y herramientas oportunas y de máquinas

coordinadas, procurando clasificar sus diversos modos de acción, y descri-biendo tanto las causas como las consecuencias de la aplicación de estos medios mecánicos para suplir y auxiliar la fuerza y la destreza del hombre; tal es el objeto importante de esta obra.

Lo primero que llama nuestra atención es el conjunto de consideracio-nes mecánicas que se enlazan con este asunto, y a su exposición general se contrae la primera parte. El capítulo primero contiene aquellas observacio-nes fundadas sobre principios generales de donde nacen las ventajas de la maquinaria, y los nueve subsecuentes ofrecen un análisis prolijo de principios de una naturaleza menos general. El capítulo undécimo abraza numerosas subdivisiones, y presenta una clasificación importante y muy amplia de los diferentes métodos en que se emplea el talento de imitación. El duodécimo y último de la primera parte tienen por objeto algunas indicaciones oportu-nas a las personas que se propongan visitar estudiosamente las fábricas y artefactos. La segunda parte de la obra, después de un artículo preliminar sobre la diferencia que existe entre hacer y manufacturar, se extiende en la discusión profundamente importante de muchas cuestiones de economía política que se enlazan con el asunto de esta obra. Se hallan tan encadena-das, a mi parecer, estas cuestiones generales con la organización doméstica y economía interior de los establecimientos industriales, que hubiera sido desacertado el separar ambos objetos. El último capítulo de esta sección, y de la obra entera, hace ver el desarrollo futuro a que puede elevarse la industria por medio del influjo de la ciencia1.

1 EneltiempodeCarlosII,cuandoniinglesesnifrancesesestabantanadelantadosenlacienciaeconómica,dijeronaaquelmonarca,últimovástagodelacasadeAustria,nuestrossabioseco-nomistasÁlvarezOsorioyMartínezdelaMata,quesiqueríaevitarlosmalesproducidosporelcontrabandoextranjeroaumentaseelfomentodelasfábricasylamejoradesusproductos;expresándoseelúltimoenestostérminosdignosdeinsertarseaquícomoepígrafeaestetratado:“NingunamonarquíahasidodueñadetantasriquezascomoEspañahatenido,yporfiarsedeellasmásquedelasartes,conquelaspudierahaberconservado,haperdidosusfuerzas.Porquesonmáspoderosaslasartesparaconservarpotenciaquelasgrandesriquezasyminas;porquetodotienefinsinellasylavirtuddelasartesno:demásquesonlasartesparaconlasriquezasloquelapiedraimánparaconelhierro,porquelastiraparasídelaspartesmásremotas”.(T)

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PRIMERA PARTEMecánica-práctica

Capítulo ICausas de las ventajas de las máquinas y

del establecimiento de las fábricas

1. Quizás no hay circunstancia que caracterice más particularmente a la nación inglesa que ese conjunto de habilidad y esmerada perfección con que se distingue de las demás, por efecto de la invención de instrumentos, máquinas y métodos para producir la porción de comodidades de la vida, de que hacen tanto uso todas las clases de la sociedad. Apenas puede concebirse la perseverancia, las meditaciones, los ensayos repetidos, y las felices com-binaciones del ingenio, que han sido necesarias para crear nuestras fábricas y conducirlas por grados a su actual estado de excelencia. Si miramos en derredor por nuestras habitaciones, si entramos en esos almacenes y talleres de toda especie de artículos, ya sea de lujo o de comodidad, notaremos en la historia de cada artefacto una serie de tentativas para mejorar las que han salido fallidas, pero que han ido progresivamente abriendo el camino para llegar al punto de perfección que hoy admiramos; y en el arte de construir aun los más insignificantes, observaremos métodos dignos de excitar nuestra admiración por su sencillez, o de absorber la imaginación por sus inesperadas consecuencias.

2. La reunión de habilidad y ciencia que se ha empleado para disminuir las dificultades en la fabricación de objetos manufacturados no ha sido úni-camente provechosa al país en que se halla concentrada, sino que aun los más lejanos han participado de sus ventajas. Los voluptuosos naturales del Oriente2 y los semi-salvajes de los desiertos de África, pagan justamente su tributo a nuestros telares y fábricas, cuyos productos han llegado a aquellas

2 LospañuelosdesedaenimitacióndelosdelaIndia,fabricadosenGlasgow,hansustituidohacetiempoaloslegítimosyseconsumenahoraengrandescantidadesporlosnaturalesyloschinos(Crawford,Descripción del Archipiélago indio,vol.3,fol.505).(A)

78 CHARLES BABBAGE

remotas regiones aun antes que nuestros más osados viajeros.3 El algodón de la India se conduce por bajeles británicos, dando vuelta a la mitad de nuestro planeta, para ser tejido por la industria inglesa y, re-exportado luego por capitales ingleses, vuelve a las llanuras de su nacimiento, para que otra vez le compren los dueños de la tierra que le produjo a un precio inferior al que su tosca maquinaria les permite manufacturarlo.4

3. El cuadro que sigue, tomado de la obra de R. Jones, Ensayo sobre la distribución de la riqueza, dará una idea de la proporción de la población inglesa que se ocupa en las manufacturas, con respecto a la que se dedica a la agricultura. Para cada cien individuos empleados en la agricultura existen:

En Bengala 25 no agricultoresEn Italia 31En Francia 50En Inglaterra 200

Esta superioridad numérica de los que no cultivan la tierra aumenta día a día en Inglaterra, hecho que se comprueba tanto por el dictamen de la comi-sión que en julio de 1830 nombró la Cámara de los Comunes para el examen del progreso de las fábricas, cuanto por la evidencia aun más reciente del último censo de la población inglesa. De ella he sacado el cuadro siguiente:

Aumento de población por cada centenar de individuos en las grandes ciuda-des manufactureras, comparado con el de toda Inglaterra en el mismo tiempo

Nombres de las plazas 1801 a 1811 1811 a 1821 1821 a 1831Total

1801 a 1831

Manchester 22 40 47 151

Glasgow 30 46 38 161

Liverpool* 26 31 44 138

Nottingham 19 18 25 75

Birmingham 16 24 33 90

Gran-Bretaña 14.2 15.7 15.5 52.5

*. AunqueLiverpoolnoseaunaciudadfabril,sinembargosehacolocadoenestalistaporsusrelacionesconManchester,delaquevieneaserelpuerto.

3 ElcapitánClappertonenlarelacióndesuvisitaalsultánBellodice:“LasprovisionessemeenviabandelamesadelsultánenplatosdepeltreconlamarcadeLondres,yaunrecibíunpedazodecarneenunapalanganablancadefábricainglesa”(Viaje de Clapperton,pág.88).(A)

4 EnCalcuta,dedondederivaelnombrecalicó[percalococo]deciertotejidodealgodón,elpreciodelosjornalesequivalealaséptimapartedelquesepagaenInglaterra,ysinembargoelmercadoestáprovistodelosproductosdenuestrasfábricas.(A)

TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA Y DE ECONOMÍA POLÍTICA 79

De modo que en estos tres períodos de a 10 años se ha incrementado en cada uno aproximadamente un 15% la población general de Inglaterra, lo que hace sobre 52% en el período total de 30 años, mientras que en el propio tiempo la población de estas grandes ciudades ha aumentado 123%, tomando un término medio. Después de un dato de esta naturaleza no hay necesidad de buscar otros; él solo basta para manifestar de cuánta importancia puede ser, el dar bien a conocer y hacer comprender el valor de sus manufacturas a un pueblo cuya prosperidad está tan íntimamente enlazada con ellas.

4. De tres causas principales parece que provienen las ventajas de las máquinas y manufacturas.

1ra. La fuerza añadida a la del hombre.2da. La economía de tiempo del jornalero.3ra. La transformación, en productos de un valor mercantil, de materiales al parecer

inútiles y sin valor.

5. Fuerza añadida a la del hombre. Esta sola indicación basta para recor-dar la fuerza que proporciona el uso del viento, del agua y del vapor. He aquí sin duda grandes incrementos para el poder humano, de que hablaremos más adelante. Hay, sin embargo, otras causas de acrecentamiento de la fuerza humana, por las cuales la natural de un hombre produce un efecto mucho más considerable que si la ejercitara sin su cooperación, y a esto limitaremos ahora nuestras observaciones.

La construcción de templos, palacios y sepulcros parece fue la primera ocupación de la industria primitiva de las sociedades humanas, al entrar en la carrera de la civilización. Esas enormes piedras, penosamente arrastradas fuera de sus canteras naturales, para suministrar pábulo a la piedad de los fundadores de semejantes monumentos, excitan todavía el asombro de la posteridad largo tiempo después de haberse perdido en el olvido el objeto y el nombre de aquellos fundadores. Para mover tan pesadas moles fue necesario usar de diversos grados de fuerza, con arreglo a la ciencia mecánica de la gente empleada en su transporte. La suma de potencia indispensable para tal operación era mayor o menor según los distintos métodos empleados para su conducción. Esto lo demuestra matemáticamente el siguiente ensayo, referido por Rondeletensuartedeedificar.

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Se hizo este ensayo con una gran piedra cuadrada de peso de ............................... 1080 l.

1° Para arrastrar esta piedra sobre una superficie horizontal de la misma cantera tos-camente nivelada se necesitó una fuerza igual a ..................................................... 758.

2° La misma piedra arrastrada sobre tablas de madera ha necesitado una fuerza de .. 652

3° La misma, colocada sobre una plataforma de madera y arrastrada sobre un piso de lo mismo ha necesitado ........................................................................................... 606

4° Habiendo enjabonado las dos superficies de madera, a fin de que resbalase la una sobre la otra, no fue necesario más que .................................................................. 182

5° La misma piedra, colocada ahora sobre rodillos de tres pulgadas de diámetro y puesta en movimiento sobre la superficie de la misma cantera, solo ha requerido una fuerza de ........................................................................................................... 34

6° La misma, rodando sobre tablas de madera, ha cedido a un esfuerzo de ................... 28

7° Por último, cuando los rodillos se han colocado entre los dos tablados la piedra se ha movido con solo la fuerza de ............................................................................. 22

De esta experiencia resulta que:

1° Para arrastrar una piedra sobre un suelo escabroso y firme se necesita emplear una fuerza con respecto a su peso, de poco más de ....................................................... 2/3.

2° Sobre un piso de madera ......................................................................................... 3/5.

3° De madera sobre madera ......................................................................................... 5/9.

4° Enjabonadas las superficies ..................................................................................... 1/6.

5° Con rodillos sobre el piso de la cantera .................................................................. 1/32.

6° Con rodillos sobre madera ...................................................................................... 1/40.

7° Sobre rodillos entre madera .................................................................................... 1/50.

Así se ve que conforme ha ido creciendo el saber, y a cada nueva apli-cación de método o instrumento nuevo, el trabajo corporal del hombre ha experimentado una disminución sensible. El que ideó primero colocar los rodillos debajo de la piedra inventó un instrumento que proporcionó un quíntuplo de fuerza; el que tuvo la ocurrencia de enjabonar las superficies se puso en estado de mover, sin mayor esfuerzo, una mole de tres veces más peso del que antes apenas podía.5

6. Economía de tiempo del jornalero. Ésta es la ventaja inmediata de las máquinas, respecto a las manufacturas. Sus resultados son de tanta impor-

5 UnapruebabienpalpabledelaeficaciadelasmateriasgrasasparadisminuirlafrotaciónseobservaenAmsterdam,dondelosconductoresdelostrineosparaeltransportedelasmercaderíasvoluminosasllevanenlamanounacuerdauntadaconsebo,quehacenpasardecuandoencuandopordebajodeltrineoparaqueésteseengrasepasandoporencima.(A)

TRATADO DE MECÁNICA PRÁCTICA Y DE ECONOMÍA POLÍTICA 81

tancia y extensión que, queriendo generalizar el asunto, hubiéramos podido, bajo esta sola definición, abrazar casi todas las ventajas de las máquinas; pero para mayor inteligencia de la materia hemos preferido poner de mani-fiesto principios menos latos y más conexos, y como ofreceremos al lector en las páginas siguientes numerosos ejemplos acerca de la economía del tiempo, nos contentaremos por ahora con algunas aclaraciones respecto de este punto capital.

Como ejemplo, bien convincente de su provechosa aplicación, puede citarse el uso de la pólvora para volar los montes de piedra viva. Con el precio de pocos días de jornal se pueden comprar muchas libras de este artículo inflamable, que empleado en tal objeto puede producir a veces y en un instante resultados asombrosos que, aun con las mejores herramientas, exigirían muchos meses.

Uno de los tajos sacados de las canteras que proveyeron material para la escollera de Plimouth tenía 26 ½ pies de largo, 13 pies de ancho y 16 de alto. Para extraer esta mole de 4800 pies cúbicos y que pesaba sobre 400 toneladas (8800 quintales) solo se necesitaron tres cargas de mina. Las dos primeras de a 50 libras de pólvora se volaron sucesivamente dentro de un taladro de 13 pies de profundidad, cuyo calibre o diámetro era de tres pulgadas en su boca y de dos y medio en el fondo. La tercera carga de 100 libras se colocó en la grieta que hicieron las dos primeras explosiones. Así que cada libra de pólvora desgajó de la boca dos toneladas de volumen o cerca de 4500 veces su propio peso. La pólvora costó 6 libras esterlinas (600 reales vellon –en adelante rs. vn.–). El taladro ocupó a dos hombres durante día y medio, y costó cerca de 9 chelines (44 rs. vn.) y el importe del producto obtenido en este tiempo, y con este costo, fue de 45 libras esterlinas (4500 rs. vn.).

7. El sencillo instrumento de tubos de estaño produce una economía considerable de tiempo, transmitiendo por ellos la voz de un punto a otro en los grandes edificios y fábricas, llevando así es un instante las órdenes del amo o jefe, sin moverse éste ni los empleados del establecimiento. Este medio está en práctica en algunas tiendas, escritorios y fábricas de Londres y puede adoptarse ventajosamente en el interior de las casas, con especialidad en las más extensas, donde serviría para pasar las órdenes desde los cuartos, donde se educan los niños hasta la cocina, o desde la azotea a la cuadra. Este método ofrece doble utilidad, ya porque economiza todo el tiempo perdido por el criado o artista en ir y venir: y ya porque excusa al amo de todo recelo de incomodar al criado, recelo que le impide a menudo satisfacer algún deseo, o le hace pasarse sin algunas cosas, como no sean de importancia, cuando considera que su criado tiene que subir o bajar algunos pisos para saber lo que pide, luego bajar para buscar lo que le mandan, venir con ello, y volver

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otra vez a su puesto. Aún no se ha determinado con exactitud hasta qué punto puede usarse semejante medio de comunicación, y éste sería un objeto interesante de averiguar. Suponiendo que pudiera adoptarse entre Londres y Liverpool, se pasarían 17 minutos antes que las palabras pronunciadas en una de las extremidades del tubo recalasen a la del otro.

8. El arte de cortar el cristal con el diamante ha adquirido de algún tiempo a esta parte una perfección de gran importancia. Según el método practi-cado hace 20 años se engarzaba el diamante en un pequeño aro de hierro: de este modo el aprendiz de vidriero hallaba mucha dificultad para servirse diariamente de su instrumento, y al cabo de 7 años de aprendizaje muchos estaban poco adelantados en su arte. Esto dependía de la dificultad de hallar el ángulo exacto en que corta el diamante, y hallado ya, dirigirlo sobre el cristal de un modo conveniente. Un instrumento nuevo ha proporcionado economizar casi toda esta pérdida de tiempo en el aprendizaje, como también la del cristal que se destruía por no saber cortarlo bien. El diamante está fijo en una pieza pequeña de cobre cuadrada, estando su filo casi paralelo a uno de los lados del cuadro. Teniendo el obrero esta punta del diamante apretada contra una regla prueba de su corte, limando una y otra vez por el lado del cobre, hasta que encuentra que el diamante traza una línea sobre el cristal. Entonces el diamante y su montura se adhieren a un cabo semejante a un lapicero por medio de un gozne que permite un pequeño movimiento angular. De esta manera cualquiera puede aplicar en seguida la punta cortante en su ángulo conveniente con la que tenga el lado de cobre, apretando sobre la regla y aun cuando el cabo, que tiene en su mano, se desviase un poco del ángulo deseado, no por eso resultaría irregularidad sensible en la posición del diamante, y el corte faltará rara vez.

La dureza relativa del diamante, según sus diversas inclinaciones ofrece un hecho singular. Un artista experimentado, y en cuyo juicio confío mucho, me ha referido que había visto aguzar un diamante durante tres horas en una rueda de afilar de hierro colado con polvo de diamante, sin hacerle expe-rimentar la menor alteración, mientras que este mismo diamante, una vez cambiado su plan de inclinación respectivo a la superficie aguzante, tuvo su punta afilada muy pronto.

9. Empleo de materiales de poco valor. Las pieles o tripas que los bati-dores de oro o batihojas ponen entre sus hojas son residuos animales. Los cascos de los caballos, las pezuñas del ganado y otros desechos córneos, se emplean en producir el prusiate de potasa, esa sal hermosa cuyos cristales amarillos se ven en la mayor parte de las droguerías. Las cacerolas y sartenes de nuestras cocinas bien pueden estar completamente inútiles para el uso y

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abandonadas por el estañador, y sin embargo no por eso han perdido todavía todo su valor. Encontramos por las calles carros cargados con marmitas viejas de lata, paletas de hierro y otros trastos inútiles que no han concluido todavía su carrera industrial por rotos y despreciables que parezcan. Los pedazos mejores se cortan en tiras pequeñas, y toscamente barnizadas de negro se emplean por los cofreteros, talabarteros y botonero que guarnecen los ángulos de sus baúles y monturas, o las convierten en hormillas; el resto lo aprovechan nuestras manufacturas de productos químicos, que lo emplean combinadamente con el ácido pirolignoso para preparar un tinte negro que usan lo que estampan tejidos de algodón.

10. Útiles e instrumentos. No se puede definir de un modo exacto la diferencia entre un útil y una máquina; por otra parte esta distinción no es necesaria para una explicación vulgar de estos términos. Generalmente un útil es más sencillo que una máquina; por lo común el primero se usa con la mano, mientras que el motor de una máquina frecuentemente es un animal, el vapor, el agua, etc. Las máquinas más sencillas se componen a menudo de un bastidor con muchos útiles colocados en orden y puestos en acción por su palanca respectiva. Para indicar las ventajas de los útiles comenzaremos por algunos de los más sencillos.

11. La operación de ordenar 20.000 agujas echadas sin orden dentro de una cajita, mezcladas y confundidas en todas direcciones, y de alinearlas paralelamente, ofrecería a primera vista un trabajo sumamente fastidioso. Ciertamente que si fuese necesario separarlas una a una, semejante tarea duraría muchas horas. No obstante en la fabricación de las agujas, se repite esta operación muchas veces y se ejecuta en algunos minutos por medio de un útil muy sencillo. Consiste éste en una cajita chata a manera de artesa, cuyo fondo es un poco cóncavo. Se ponen dentro las agujas y se sacuden de una manera ideada al propósito, dando a la vez a las agujas un ligero movimiento de arriba abajo, y a la caja un corto movimiento longitudinal. Facilita su coordinación la misma forma de las agujas; porque si se exceptúa el caso, muy remoto, en que dos agujas se crucen una sobre otra, todas ellas formarían un sistema en equilibrio perfecto al caer en el fondo de la caja colocándose por sí mismas lateralmente, favoreciendo esta colocación la forma cóncava de la caja; y como nada les impide esta disposición, al cabo de tres o cuatro minutos de sacudimiento constante se hallan todas alineadas. Entonces se cambia la dirección del movimiento; se sigue dando a las agujas un impulso vertical, pero a la caja se le da otro perpendicular en sentido del primero, de modo que en un minuto o dos las agujas, ya dispuestas en dirección longitudinal, se concentran en masa contra uno de los costados

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de la caja, dirigiendo sus puntas hacia su extremo. Entonces de las conduce por cientos a la vez por medio de una ancha espátula de hierro, teniéndolas sobre ella con el índice de la mano izquierda. Durante el progreso de la fabricación de las agujas es menester repetir muchas veces esta operación, y si no se hubiese encontrado un método tan rápido y económico, los gastos de su fabricación hubieran sido mucho más considerables.

12. Otra operación en el arte de hacer agujas nos proporcionó el ejemplo de un invento sencillísimo que podemos colocar en la clase de los útiles. Cuando están ordenadas, como acabamos de indicar, hay que separarlas en dos montones para poner todas las puntas de un mismo lado. En este trabajo se ocupan comúnmente mujeres y niños. Al concluir la operación indicada se ponen las agujas extendidas en montón sobre una mesa paralelamente con su orilla y delante de cada obrero. Éste hace rodar hacia sí de cinco a diez con el índice de su mano izquierda; con este movimiento se apartan un poco a derecha o a izquierda, conforme al lado en que se halla su ojo. Tal es el método ordinario, y por él se ve que cada aguja pasa separadamente bajo el dedo del obrero. Una ligera alteración abrevia considerablemente el trabajo. El niño que lo ejecuta mete el índice de su mano derecha en un dedal de paño y cuando hace rodar del montón de seis a diez agujas las mantiene apretadas con el índice de la mano izquierda, y al mismo tiempo las empuja sobre sus puntas con el índice de la mano derecha. Las agujas cuyas puntas están a la derecha de clavan en el dedal, el muchacho las quita prontamente cesando de apretar con su mano izquierda y van al montón de la izquierda. Las que tienen el ojo a la derecha no penetran en el paño del dedal: se las aparta al montón de la derecha, y vuelve a comenzar la operación. Por este método bien fácil cada movimiento del dedo hacia uno u otro lado pone cinco o seis agujas en su respectivo montón. Por el antiguo modo rara vez el obrero cambiaba de lugar más de una aguja a cada movimiento.

13. Diversas operaciones se ofrecen en las artes en que el auxilio de una tercera mano sería muy del caso al obrero y en estos casos, útiles o máquinas de fácil construcción vienen a suplir esta falta. Tales son los tornillos o ente-nallas de diferentes formas en que el objeto que se trabaja está fijo y colocado oportunamente por medio de un pie de gato; esta especie de herramienta se encuentra en todos los talleres; pero hay un ejemplo más extraordinario en el arte de hacer clavos. Cierta clase de clavos, por ejemplo la de aquellos con que se guarnecen las suelas de los zapatos bastos, necesitan de cabezas de una forma particular que se hacen al sacabocado con el golpe de un molde. El obrero tiene en la mano izquierda el pequeño cabo o barra de hierro encendido de que hace sus clavos; con la otra golpea con el martillo

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la punta de este hierro sobre un solo punto, corta el tamaño conveniente y sin separarlo le coloca casi en escuadra sobre el resto del mango o barra, haciéndolo entrar en un agujero practicado en pequeño yunque portátil. Éste está colocado directamente debajo de un martillo unido a un pedal y que lleva sobre su superficie inferior la concavidad o molde de la forma de cabeza que se quiere; de modo que luego que el obrero ha dado casi la forma a la cabeza con el martillo de mano, mueve el pedal con el pie y hace caer el grueso martillo que acaba la cabeza. Otro golpe, efecto de un segundo movimiento del pedal arroja el clavo concluido del agujero en que estaba sujeto. Si el obrero no se sirviese de este modo del pie, como de una tercera mano, tendría que dar dos caldeos a sus clavos.

14. Otro ejemplo de la substitución de los útiles a la mano del hombre, felizmente menos común que los anteriores, es aquél en que se emplean estos para facilitar el trabajo de los individuos privados, por nacimiento o por accidente, de alguno de sus miembros. Tal es la ingeniosa fabricación de zapatos llamada a la mecánica, que debemos a la fecunda imaginación de Mr. Brunel. Los que han podido visitarla habrán notado una porción de operaciones en que el obrero está en la posibilidad de ejecutar su tarea con exactitud, sin que la falta de un brazo o de una pierna le estorbe para nada. En la institución de los ciegos, en Liverpool, se usa de una máquina para hacer cordones, en que se ocupan los ciegos del establecimiento, y se asegura que se debió su invención a un ciego. Pero podrían citarse varios ejemplos de otras destinadas para el uso, diversión, o instrucción de la gente acomo-dada, incapacitada por defectos semejantes6. Estos triunfos de habilidad y destreza llaman nuestra atención de varios modos, sea que tengan por objeto suavizar los justos pesares dimanados de accidentes o de imperfecciones naturales, sea que proporcionen al rico distracción y conocimientos, o que tengan por objeto aliviar la miseria del pobre, demasiado atormentado por su necesidad y desgracia.

15. División de las máquinas y de sus distintos objetos. Consideradas las máquinas en sus principios fundamentales pueden dividirse en dos clases, bastante desiguales por el número de máquinas que contiene cada una. Son I°. Las máquinas que se emplean en producir fuerza. 2°. Las máquinas que tienen meramente por objeto transmitir fuerza y ejecutar un trabajo. La primera de estas divisiones es de suma importancia, y aunque muy limi-tada en la variedad de sus especies, algunas de éstas contienen numerosas subdivisiones.

6 ElciegodeSevillaquecomponíayescribíamúsicapormediodeunapautaconcincocuerdashorizontalesybolitasdeceraparamarcaroportunamentesusnotas.(T)

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En cuanto a la clase de agentes mecánicos que transmiten el movimiento, como el cabrestante, la palanca, la polea, la cuña y tantas otras máquinas, hace largo tiempo que nadie duda que su uso no produce fuerza alguna nueva, cualquiera que sea su combinación. Por lo general sólo la fuerza aplicada a un punto puede ser reproducida en el otro extremo, con la disminución de todo lo que le ha quitado la frotación u otras causas accidentales. La experiencia ha demostrado por otra parte que, todo lo que se gana en rapidez al ejecutar, otro tanto hay que añadir en fuerza. Estos dos principios, ya incuestionables, deben grabarse profundamente en el entendimiento. Pero manteniéndonos en los límites de la posibilidad, estamos aún, y esperamos probarlo, en posesión de un campo inmenso de descubrimientos inagota-bles y de ventajas originadas por la ciencia mecánica; ventajas que apenas comienzan a ejercer su influencia benéfica sobre nuestras artes, y que pueden adquirir un desarrollo sin límites contribuyendo a la perfectibilidad, a la riqueza y felicidad de la especie humana.

16. Las máquinas que sirven para producir fuerza son, sin género a duda, adquisiciones inmensas para nosotros. Debemos observar sin embargo en la clase de máquinas que sacan su fuerza del agua y del viento, que con estos dos grandes motores no hacemos sino emplear cuerpos puestos en movi-miento por la naturaleza; cambiamos su dirección, en términos de hacerla útil a nuestro propósito, pero ni añadimos ni quitamos nada a la cantidad de movimiento primitivamente existente. Cuando presentamos oblicuamente los brazos de un molino a la acción del viento detenemos la celeridad de una parte de la corriente de aire y cambiamos su movimiento rectilíneo en un movi-miento de rotación: el de los brazos del molino. Así variamos la dirección de una fuerza, pero no creamos poder mecánico alguno. Igual observación puede hacerse sobre las velas de un navío: la cantidad del movimiento con que ellas impelen el cuerpo flotante que las contiene, es igual precisamente al que está paralizado en la atmósfera: o a la corriente del aire que viene a chocar con ellas. Si nos aprovechamos de un agua corriente para hacer dar vueltas a una rueda, nos apoderamos de una potencia o fuerza motriz, que a primera vista parece perdida de un modo irrevocable por la naturaleza, pero con un examen más detenido deduciremos que esta pérdida está continua-mente reparada por otros misterios que están fuera del alcance de nuestra intervención. El fluido que desciende desde un punto más elevado a otro más bajo lleva consigo mismo el exceso de celeridad, relativa a su revolución con la tierra, a una mayor distancia de su centro, y deberá pues por su descenso acelerar, aunque en una cantidad infinitamente pequeña, la rotación diurna de nuestro globo. La suma de estos pequeños acrecentamientos de celeridad procedentes del descenso de todas las caídas de agua hasta la superficie de

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la tierra llegaría a ser sensible con el tiempo sin el progreso simultáneo de la evaporación, de que se vale la naturaleza para volver a traer las aguas a su manantial y para destruir por este equilibrio compensador el exceso de celeridad, removiendo una parte de la masa a mayor distancia del centro.

17. Otro principio fecundo de poder mecánico es la fuerza del vapor, pero aun en este caso no se puede pretender que hay creación de poder. La combustión de una sustancia inflamable convierte el agua en vapor elástico: las alteraciones químicas producidas de este modo arrojan continuamente en la atmósfera enormes cantidades de ácido carbónico y otras sustancias dañinas a la economía animal. Los medios de que la naturaleza se vale para descomponer estos elementos gaseosos y volverlos a su forma sólida no se conocen suficientemente, pero lo que es cierto es que si este efecto hubiese de realizarse por una operación mecánica, sería indispensable valerse para ello de una fuerza a lo menos igual a la producida por el fenómeno de la combustión. Debemos pues confesarlo: el hombre no crea fuerza, pero aprovechando, por su estudio, los misterios de la naturaleza, puede aplicar sus talentos para destacar y guiar a beneficio de sus propias necesidades una pequeña y limitada parte de este poder infinito; y cuando pone en uso la acción ordenada del vapor, cuando se sirve de los efectos más estupendos y todavía más rápidos que la pólvora, no hace sino producir, sobre una corta escala, aquellas descomposiciones y recomposiciones que incesantemente produce la naturaleza por un trabajo contrario, para restablecer este equi-librio inmenso, que durará sin alteración hasta los límites más lejanos del sistema que está a nuestro alcance. Las operaciones del hombre participan del carácter de quien las hace. Sus esfuerzos son escasos, pero muy enérgicos, considerando el corto período de su existencia; mientras que la naturaleza, que no conoce límites, ni en tiempo, ni en espacio, prosigue eternamente el curso mudo, rápido e irresistible de sus inmensos trabajos.

18. De este gran principio establecido arriba, de que toda combinación de medios mecánicos no puede aumentar la fuerza de una máquina cualquiera sino a expensas del tiempo empleado en producir el efecto requerido, podrá quizá concluirse que estas ingeniosas combinaciones son de una corta utili-dad práctica. Pero ciertamente no debe considerarse así, porque la variedad indefinida de estas invenciones es la que nos permite obtener de toda especie de fuerza empleada su maximum de efecto. Existe sin duda un límite más allá del cual no se puede reducir ni concentrar la fuerza necesaria para producir un efecto dado; muy rara vez sucede que el primer método adoptado se aproxime a este límite. Supongamos que se trate de cortar el nudoso tronco de un árbol para hacer carbón. ¡Cuánta diferencia no habrá en el espacio

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