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Equipo de traducción: Ángela Schikler y Silvia Tenconi

Diseño: Gerardo Miño Composición: Eduardo Rosende

Edición: Primera. Noviembre de 2012 Tirada: 800 ejemplares

ISBN: 978-84-15295-21-1

Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© 2012, Miño y Dávila srl / © 2012, Pedro Miño

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Colección

Sociedad, cultura y deSarrollo

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e-mail producción: [email protected] e-mail administración: [email protected] web: www.minoydavila.com

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La intervención sistémica

Un modelo operativo para el Servicio Social

Annamaria Campanini

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A Luppi Francisco, quien inicialmente se unió a mí en esta aventura, con afecto y gratitud.

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CAPÍTULO 1: El enfoque sistémico-relacional .................................................. 11

1.1. El servicio social: requisitos de cientificidad ............................................ 111.2. La relación modelo metodología ......................................................................... 181.3. Hacia la construcción de un nuevo modelo ............................................. 22 1.3.1. Los precedentes históricos ......................................................................... 221.4. La construcción del modelo sistémico ............................................................ 29 1.4.1 La aplicabilidad al servicio social ....................................................... 32

CAPÍTULO 2: Óptica sistémica: conceptos introductorios, desarrollo histórico, nuevas tendencias ................................. 35

2.1. La teoría de los sistemas ............................................................................................ 352.2. Los axiomas de la comunicación humana ..................................................... 38 2.2.1. Es imposible no comunicar ....................................................................... 39 2.2.2. Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y uno de relación ............................................................................................ 40 2.2.3. La naturaleza de las relaciones depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes 40 2.2.4. La comunicación verbal y analógica................................................... 41 2.2.5. Todos los intercambios de comunicación son simétricos o complementarios, según se basen sobre la igualdad o sobre las diferencias ......................................................................................... 422.3. La comunicación en relación con el contexto .......................................... 432.4. La comunicación disfuncional ................................................................................ 45 2.4.1. Paradojas lógico-matemáticas ................................................................... 47 2.4.2. Definiciones paradójicas ............................................................................... 47 2.4.3. Paradojas pragmáticas .................................................................................... 482.5. La evolución de la teoría ........................................................................................... 522.6. Consideraciones finales ................................................................................................. 58

Índice

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CAPÍTULO 3: El servicio como sistema ................................................................. 61

3.1. El análisis de la organización .................................................................................. 61 3.1.1. Algunas reflexiones ilustrativas ............................................................. 65 3.1.2. El asistente social y su propia organización .............................. 683.2. La construcción de la red ......................................................................................... 75 3.2.1. Los grupos de trabajo y la aplicación de contextos colaborativos .......................................................................................................... 76 3.2.2. El contexto colaborativo entre los servicios: la construcción de una red ........................................................................ 80 3.2.3. La construcción de contextos colaborativos en la comunidad 83

CAPÍTULO 4: Las organizaciones familiares ...................................................... 87

4.1. ¿Familia o familias? ......................................................................................................... 874.2. Algunas claves de lectura de las familias ...................................................... 93 4.2.1. La estructura familiar..................................................................................... 94 4.2.2. La metáfora del juego ................................................................................... 100 4.2.3. Los ciclos vitales ............................................................................................... 1024.3. Las familias multiproblemáticas ............................................................................ 108

CAPÍTULO 5: Análisis de la situación ....................................................................... 113

5.1. El ambiente social ........................................................................................................... 1145.2. La institución ...................................................................................................................... 1175.3. El usuario ........................................................................................................................ 1175.4. La recopilación de informaciones en el primer contacto con el usuario ........................................................................................................................ 120 5.4.1. Los datos personales ....................................................................................... 123 5.4.2. Factores relacionados con el contexto ambiental y social 126 5.4.3. El remitente ........................................................................................................... 126 5.4.4. Las informaciones sobre el problema ................................................ 129 5.4.5. El análisis de la solicitud y la definición del contexto ........ 131

CAPÍTULO 6: De la evaluación a la conclusión del proyecto .................... 137

6.1. La evaluación ....................................................................................................................... 1376.2. El proyecto de intervención ..................................................................................... 141 6.2.1. La construcción del proyecto .................................................................. 1486.3. El contrato, la ejecución del proyecto y la finalización de la acción 154

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CAPÍTULO 7: La entrevista .............................................................................................. 159

7.1. La entrevista en el servicio social; algunos prerrequisitos ............... 159 7.1.1. La escucha en la entrevista ....................................................................... 162 7.1.2. La relación .............................................................................................................. 1657.2. Las etapas de la entrevista ........................................................................................ 168 7.2.1 La preparación de la entrevista .............................................................. 168 7.2.2. El desarrollo de la entrevista ................................................................... 172 7.2.3. La documentación ............................................................................................ 1747.3. La entrevista con respecto al proceso de ayuda ..................................... 175 7.3.1. El análisis de la situación ........................................................................... 175 7.3.2. La evaluación ........................................................................................................ 182 7.3.3. El contrato .............................................................................................................. 184 7.3.4. La implementación del proyecto .......................................................... 184 7.3.5. La verificación ..................................................................................................... 185 7.3.6. La conclusión ....................................................................................................... 1857.4. Las entrevistas con otros sujetos significativos ......................................... 1867.5. La conducción de la entrevista en la óptica sistémica ....................... 189 7.5.1. La elaboración de la hipótesis ................................................................ 190 7.5.2. Circularidad ........................................................................................................... 192 7.5.3. Neutralidad............................................................................................................. 1957.6. La visita domiciliaria ..................................................................................................... 198 7.6.1. La visita domiciliaria como petición para comenzar una relación de ayuda ............................................................................................... 199 7.6.2. La visita domiciliaria durante el proceso de ayuda ................ 200

CAPÍTULO 8: Algunas intervenciones típicas de los servicios sociales ......................................................................................................... 205

8.1. La asesoría psicosocial ................................................................................................. 205 8.1.1. Intervención dentro de un contexto de asesoramiento ........ 206 8.1.2. Intervención de asesoramiento psicosocial dentro de otros contextos .................................................................................................. 207 8.1.3. Algunas indicaciones para la conducción ....................................... 2098.2. La mediación ....................................................................................................................... 2118.3. El señalamiento y el informe a T.M. ................................................................ 2148.4. La intervención económica ....................................................................................... 221 8.4.1. Intervenciones para integrar el mínimo vital ............................... 221 8.4.2. Intervenciones económicas extraordinarias ..................................... 2238.5. La ayuda domiciliaria .................................................................................................... 227 8.5.1. Asistencia domiciliaria ................................................................................... 228 8.5.2. Apoyo domiciliario con finalidades educativas .......................... 229

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CAPÍTULO 9: Hacia la construcción de procesos de evaluación en el servicio social .............................................................................. 2339.1. La documentación ........................................................................................................... 2379.2. El análisis del proceso y la finalización de la intervención ............. 238 9.2.1. La revisión del proceso metodológico .............................................. 239 9.2.2. Análisis de la situación según el método de la doble descripción .............................................................................................................. 2429.3. Supervisión ........................................................................................................................ 247

BIBLIOgrAFÍA ....................................................................................................................... 249

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cAPÍTULO 1

El enfoque sistémico-relacional

1.1. El servicio social: requisitos de cientificidad

El hecho de ocuparse de un terreno de la investigación tan complejo como el de carácter social, sometido a cambios, a fluctuaciones, a transformaciones, a veces rápidos e inespera-

dos, ha significado que las ciencias involucradas en este campo sufran un proceso de aceleración que requiere un ajuste continuo de las claves de lectura de estos fenómenos. Por lo tanto, paralelamente a la apari-ción de nuevas teorías o corrientes de pensamiento, se ha verificado la aparición de nuevos modelos de servicio social.

En este contexto, no retomaremos el análisis de los modelos que han caracterizado la evolución del trabajo social, para esto remitimos a las publicaciones de autores italianos y extranjeros que, en este sentido, han propuesto estudios interesantes (Butrym, 1976; Du ranquet, 1981; Dal Pra Ponticelli, 1985a).

Antes de entrar en los detalles de los principios teóricos del enfo-que sistémico relacional y de la contribución que su aplicación puede ofrecer a la práctica del servicio social, se considera útil proponer una reflexión que concierne a los presupuestos de cientificidad de la acción profesional.

Abordar el problema de este método quiere decir colocarse en la óptica del análisis y de la investigación de los elementos básicos del servicio social, ya sea como ciencia y disciplina o como profesión. En efecto, Bianchi señala que “...la reflexión sobre el método no está dictada sólo por la exigencia de la identidad teórica o profesional, sino por la exigencia de dar una base sólida al trabajo social y de poner en

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relieve las conexiones entre los objetivos y el método de intervención” (Bianchi en Dal Pra Ponticelli, 1985: 64).

El servicio social, en su evolución histórica, no sólo se refirió al problema del método con diversos énfasis y profundizaciones, en relación con las condiciones ambientales, sociales y económicas en las cuales debía actuar, sino también a las líneas de política social que ins-piraban la lógica de las intervenciones en las organizaciones de las que formaba parte y, último factor no menos importante, a la atención que dispensaba en comparación con los conceptos teóricos desarrollados por las ciencias sociales.

El primer interrogante que se puede presentar, reflexionando sobre el método de los servicios sociales, es si, en realidad, existe un método que “pueda ser descripto, analizado y transmitido”, y si se puede hablar de una “teoría metodológica” y de un “patrimonio cultural del servicio social” (Bianchi en Dal Pra Ponticelli, 1985: 64).

Ferrario (1996) cree que el Servicio Social, en su desarrollo, se ha encontrado con numerosas dificultades para afirmar y consolidar un pensamiento metodológico propio, debido a múltiples factores interrelacionados e interdependientes.

Algunas de las dificultades con que la profesión se ha encontrado al desarrollar líneas de reflexión y de investigación están, sin duda, rela-cionadas con el elevado contenido pragmático, a veces, con una fuerte connotación emocional, y también con la no suficiente legitimación que deriva de los contextos organizativos en los que está integrado el asistente social, a veces muy poco sensibles a los contenidos y a la naturaleza de la profesión. Además, las escuelas de formación que, institucionalmente, podrían haber proporcionado un apoyo significativo y válido a este proceso, a su vez, atravesaban problemas de precarie-dad o dificultades de integración en los contextos académicos, y no siempre han sido capaces de proporcionar un punto de referencia para alimentar procesos de teorización de las prácticas o para revitalizar teóricamente la operatividad sobre la base de la investigación teórica que se producía en esas áreas.

A estos factores se puede agregar una hipótesis ulterior relacionada con el problema del “género” que ha caracterizado al femenino para desempeñar la profesión de asistente social. En este sentido, Ferrario (1996: 29) afirma que se puede hipotetizar como que “...la misma característica de género de la profesión haya acentuado la práctica de

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la ‘disponibilidad’ y el hábito de no representarse enfatizando los códi-gos femeninos y maternales en la intervención de ayuda y poniendo en segundo plano, casi una pérdida de tiempo porque, a menudo, más que por sí y por la profesión que para otros, la reelaboración y la relectura, en clave, de la reproposición metodológica del propio trabajo”.

Aun bajo estas dificultades objetivas, se han materializado numero-sos y cualificados intentos de investigación y de inicio de un proceso de definición del método del servicio social.

En el encuentro de Siena, realizado en 1983, los docentes partici-pantes habían llegado a afirmar: “globalmente, hay una convicción de que el servicio social, aunque reciente, ha desarrollado un conjunto de valores y de principios operativos y ha elaborado, a partir de la práctica, un conjunto de indicaciones de método que se deben verificar en la rea-lidad, pero lo suficientemente consistentes en sus elementos esenciales como para configurar una disciplina con sus propios contenidos cultu-rales” (Bianchi-giraldo, en Università degli Studi di Siena: 203).

Aún siendo conscientes de estar dentro de un camino de sistema-tización y de elaboración continua de conocimientos prácticos y de conexiones con otras disciplinas, se considera que se podría apoyar la hipótesis de poderse referir al servicio social como a una “teoría ‘operativa’ no definida, de una vez por todas, que crece como capacidad de reflexionar sobre la realidad social y sobre el trabajo, de acuerdo con ciertos principios e indicaciones de método, en relación con la evolución de la sociedad y sus necesidades, son la historia de las instituciones, con el desarrollo de las teorías de referencia” (Bianchi-giraldo, en la Università degli Studi di Siena: 204).

Esta solicitud a la operatividad, especialmente, resulta significa-tiva ya que el objetivo del servicio social no es el conocimiento por el conocimiento, sino que dirige los elementos cognitivos a la inter-vención. Obviamente, esto representa una especie de complicación a niveles definitorios, ya que en el servicio social, así como en otras ciencias inclinadas a la operatividad (medicina, ingeniería, pedagogía), se deben utilizar los conocimientos derivados de otras disciplinas, por lo que, se puede hablar, como afirmaba De giacinto (1984: 7-9), de “saber complejo no autónomo”, de “disciplina particular que no ofrece reglas deterministas, sino instrumentos para los operadores, que en su constitución es compleja e ideológica”.

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En el tiempo, cada uno de los aportes disciplinarios y, en su núcleo, los diferentes paradigmas, han tenido un peso diferente, por lo que se pueden reencontrar periodos históricos en los que prevalece una acentuación filosófica, otros en los que es la acentuación psicológica (con sus distintos enfoques) la mayormente utilizada, o, aun otros en los que es la sociología la que asume una importancia más decisiva.

Emergen, como aclara Bianchi (en Dal Pra Ponticelli, 1985: 69), “una estructura dinámica de la teoría del servicio social por la influencia de los diferentes aportes disciplinarios y teóricos y opciones por las diferentes elecciones ideológicas que se pueden hacer, una propuesta de soluciones de los problemas ‘históricos’ (es una teoría para resolver) que, por lo tanto, no puede ser nunca igual a sí misma aunque moviéndose con su coherencia interna, sino que también se modifica de acuerdo con las diferentes lecturas de los hechos y de las situaciones”.

Uno podría preguntarse cómo estos elementos, derivados de dis-ciplinas diferentes y presentes en el servicio social, pueden constituir en su conjunto una nueva unidad disciplinaria y no simplemente una sumatoria de contenidos teóricos y operativos.

También, la respuesta parece poder venir de las mismas considera-ciones de Bianchi (en Dal Pra Ponticelli, 1985: 71), en las que hipotetiza que el elemento que unifica está dado “por la naturaleza compleja de los problemas de los que el servicio social se ocupa y que, por otra parte, se refieren a la unidad de un sujeto-usuario, y a los objetivos que el servicio social se plantea, y que no puede no plantearse si, pre-cisamente, quiere dar respuestas respetando la unidad intrínseca de los sujetos y la complejidad de los problemas que surgen de la relación entre el hombre, el ambiente y la organización social”.

Sin duda, las fuentes de elaboración teórica del servicio social se encuentran en la reflexión sobre los conocimientos de otras ciencias humanas (teoría por la práctica), pero también en la reflexión sobre la praxis (teoría de la práctica).

En lo referente a la primera, Dal Pra Ponticelli (1985: 14) recuerda que “El nivel de conocimiento en el cual se sitúa el asistente social no es sólo descriptivo y, en muchos casos, ni siquiera analítico-interpretativo sino, por lo general, normativo a través del cual se seleccionan los recorridos concretos a utilizar en la práctica”.

En síntesis, la estudiosa define el servicio social como “ciencia teórico-práctica”, inserta “en la categoría de las ciencias sociales dado

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que se interesa en los problemas que conciernen al individuo en rela-ción con su contexto social” (Dal Pra Ponticelli, 1996: 10) y, como tal, investido con los problemas que conciernen a la elección del método en las ciencias sociales.

Ferrario (1996: 21), retomando una reflexión sobre el método que le da sustancia a la profesionalidad, reitera el significado de este término en el sentido de un “recorrido (camino, ruta), que, articulado según criterios apropiados (‘proceder racional’), conduce a la consecución de objetivos predefinidos (‘para lograr objetivos predeterminados’)” que “no sólo concierne al campo de la práctica, sino que se refiere a un sistema conceptual complejo, una constelación de elementos, ya que se refiere a una forma de obrar que presupone:

• laasuncióndecriteriosdereferenciadeevaluación(deontología)y de conocimientos científicos como fundamento que iluminan el hacer;

• ladefinicióndelaselecciones,quesonlosobjetivosaalcanzar,ylaprevisión de los resultados de la forma de obrar;

• laconcatenaciónlógicadelasoperacionesylapredisposicióndelos instrumentos idóneos;

• lareflexiónsobrelasexperienciasllevadasacabo,loquefavorecelos procesos evolutivos de la estructura metodológica”.

También Bianchi (en Dal Pra Ponticelli, 1985: 73) cree que en el servicio social el método puede ser considerado como una “concatena-ción lógica de las operaciones para alcanzar determinados objetivos” y puede ser definido “por los objetivos y en estrecha conexión con éstos por las funciones, por los conocimientos científicos necesarios para conocer al hombre y a la sociedad que son, en su relación, el objeto del servicio social, por los valores y principios operativos y por las bases teóricas que constituyen en su conjunto los criterios de referencia teórica de la profesión”.

Estos elementos son tomados y profundizados por Dal Pra Ponti-celli (1996: 9-10) que, al definir el método como un “esquema mental que debe orientar, guiar el camino para llegar a la consecución de un objetivo”, subraya que es legítimo hablar de “Método del Servicio Social” como la expresión de un procedimiento específico, aun en el intercambio de principios comunes a las diversas ciencias.

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En la búsqueda de las raíces teóricas de las que puede ser posible iniciar un método científico para el servicio social, la autora refirién-dose a la afirmación de Ammassari (1985: 178), que advertía cómo, necesariamente, toda elección metodológica debe referirse a una opción epistemológica, se pregunta acerca de las posibles “teorías cognitivas” más cercanas al servicio social y concluye juzgando que el llamado “realismo crítico” puede muy bien representar la exigencia de “reunir el conocimiento de los hechos y la capacidad racional de reflexionar sobre el conocimiento” (Dal Pra Ponticelli, 1996: 11).

Teniendo en cuenta que el servicio social no sólo tiene como “objeto de su investigación-intervención situaciones de problemas existenciales, es decir, que tienen en el centro al hombre en relación con los demás”, sino que también se ocupa de “las relaciones sociales institucionalizadas, históricamente formalizadas, sistémicas o ‘del mundo vital’, la opción epistemológica debe ser tal que pueda permitir el conocimiento como un proceso global “que, a la vez, es siempre expresivo (afectivo), racional (en términos de adecuación) y simbólico (moral), en el cual la razón siempre penetra en el proceso cognitivo aun cuando este cono-cimiento debe hacer un uso generoso de la empatía o del simbolismo” (Donati, 1991: 227).

Por lo tanto, las hipótesis de realismo crítico parecen ofrecer la oportunidad de conocer la realidad vista a través de un “método objetivo que busca integrar la ‘explicación’, es decir, el conocimiento de los datos, de sus relaciones causales, con la ‘comprensión’, es decir, la posibilidad de captar la intencionalidad, el significado de la acción humana” (Dal Pra Ponticelli, 1996: 10-11).

Dal Pra Ponticelli (1996: 10-11), retomando las indicaciones de Dewey (1949), en lo que concierne al modo de conocimiento y eva-luación de las situaciones, pero también teniendo en cuenta las indica-ciones de la psicología cognitiva para el tratamiento de los problemas que, mayormente se refieren a la esfera de la relación con el individuo, comprueba: como entre ambos planteos se encuentra la confirmación teórica de la convicción adquirida en el servicio social desde los años ochenta en adelante, y la posibilidad de utilizar un método unificado como una guía para el asistente social, independientemente del tipo de usuario o del problema con el que deba actuar.

Las modificaciones a nivel organizativo e institucional, la colocación del asistente social a nivel local con referencia a una plurifuncionalidad

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del rol profesional y a una ‘generalidad’, ya sea de los usuarios potencia-les y de los problemas a enfrentar o de las intervenciones requeridas en situaciones diferentes, han tenido la función de acelerador con relación al proceso de unificación metodológica ya preanunciado.

respecto a la evolución de la subdivisión en métodos al método unitario, de hecho, puede encontrarse una referencia específica en las palabras de giorio (1969: 203), donde, preocupándose por el riesgo de la dicotomía entre los diferentes métodos, así como en otros aspec-tos , una superposición parcial de contenidos entre ellos, dijo: “De todas formas, parece oportuno, esencialmente reiterar que de sólo un enfoque profesional deba tratarse, precisamente, el del ‘servicio social’, que –si bien con referencia a los diferentes niveles operativos y usufructuando las técnicas más convenientes a ese fin– no puede, más que apuntar, simplemente, a una intervención global y unitaria”, de carácter promocional en lugar de curativa o dirigista.

Y unos años más tarde getrevi (en AA.VV., 1973: 79) afirmaba: “Se advierte la exigencia de cambiar el ángulo de visión de los métodos singulares del servicio social considerado, a priori, en el conjunto de todas las actividades que, a partir del problema de la evaluación de la situación, realiza un proceso de activación del ambiente, entendido en sus diversos componentes...”.

En la evolución de la metodología del servicio social, el desarrollo de una trayectoria marcada por fases, siempre ha estado presente en la descripción de los diferentes “métodos profesionales” pero, hoy, encuentra en la unidad del método una mayor articulación y, sobre todo, una orientación diferente.

De la subdivisión tradicional en “estudio-diagnóstico-tratamiento”, típica del modelo médico, se ha llegado a una mayor articulación que se rehace en un modelo procesal y se desarrolla desde una “fase cognoscitivo/descriptiva,” a través de una fase “estimativo/decisoria,” hacia la “fase realizable” que prevé in itinere y requiere al final una “fase de verificación” y, eventualmente, de “conclusión” de la intervención (Dal Pra Ponticelli, 1996: 15-16).

Esencialmente, el proceso metodológico se mantiene sin cambios en la secuencia de sus etapas, independientemente del tipo de actividad llevada a cabo por el asistente social, ya sea sólo trabajando con los usuarios, con la familia con grupos o en la animación de la comunidad, como en la organización de los servicios o en la investigación e incluso

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cuando, por el tipo de problema abordado, el proceso se detiene a un cierto nivel y no se agota completamente.

Sin embargo, parece importante tener en cuenta que cada etapa puede, ulteriormente, ser detallada y que el trayecto se desarrolla con una lógica ‘circular a espirales’ por lo cual, a pesar de que las dife-rentes fases están conectadas a través de una concatenación lógica y cronológica, existe la posibilidad de reactualizar fases realizadas con anterioridad, para enriquecerlas con nuevas contribuciones o, por el contrario, anticipar segmentos de contenidos y de actividades que serían el objeto de sucesivas etapas.

Cabe destacar que, si aunque sólo puede más considerarse único el camino lógico que se hace, necesariamente, deben diversificarse tanto las actividades como los instrumentos que se utilizan.

Se cree que el debate actual, partiendo de las adquisiciones logradas hasta ahora y ya expuestas, deja abierto un espacio de profundización científica ulterior, basado sobre la experimentación y la investigación en relación con dos tendencias interesantes:

1. la comparación de los contenidos de cada una de las etapas en relación a la tipología del trabajo del servicio social (proceso de ayuda al usuario, organización de los servicios, entretenimiento de la comunidad, investigación social);

2. la individuación y el análisis a nivel de cada una de las dimensiones en las que el servicio social se articula son las siguientes: el objeto de estudio y de intervención, los objetivos, los interlocutores prin-cipales, los instrumentos, las bases teóricas indispensables a nivel formativo, así como las directrices de los valores y de las actitudes profesionales congruentes.

1.2. La relación modelo metodología

Así pues, la aclaración sobre el método pone un punto final al debate sobre la cientificidad de la actuación del asistente social; ahora nos enfrentamos al problema del modelo teórico de referencia como otro elemento constitutivo de esta actuación no aleatoria sino orientada por cuadros precisos de referencia teórica.

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Antes que nada, tengamos en cuenta el significado del término modelo. Devoto, en el Vocabolario della lingua italiana, lo define: “Un objeto o término apto para proporcionar un esquema conveniente de puntos de referencia para la reproducción, la imitación, a veces, la emu-lación”. Esta definición pone de manifiesto que el modelo responde, o puede responder, a una exigencia del servicio social de pasar a ser una práctica profesional, cuyos contenidos sean reproducibles, transmisi-bles, y susceptibles de verificación. La presencia de estos requisitos permite afirmar que los contenidos de la operatividad del asistente social pueden ser definidos como científicos y no simplemente confiados al sentido común o a la creatividad de cada operador. Esto puede favorecer el establecimiento de las bases necesarias para que el servicio social sea considerado una ciencia con su propia metodología.

Vamos ahora a definir la palabra teoría que, según Devoto, es una “formulación sistémica de los principios generales relativos a una ciencia, arte o rama del conocimiento, y también a las deducciones a las que se puede llegar, de tales principios, por pura lógica”.

Ahora podemos preguntarnos cuál es la relación entre el modelo y la teoría, si son dos términos equivalentes, que pueden identificarse unos a otros, o si entre ellos hay una diferencia sustancial.

reid y Epstein ven el modelo con una función fundamental de descripción y definición (en Butrym, 1976), por lo tanto, no coinci-dente con la teoría que, en cambio, se debe colocar como fundamento y justificación del modelo en sí mismo. La teoría proporciona las condiciones bajo las cuales se puede construir un modelo de práctica. Por lo tanto, el modelo recibe, de la teoría una estructura analítica y acepta un examen de las cuestiones que, de vez en cuando, surgen en la operatividad profesional. Por consiguiente, el modelo, a través de la referencia a los aspectos teóricos, ofrece la posibilidad de codificar para que se actúe de un determinado modo con respecto a una situación en particular. Por lo tanto, teoría y modelo son elementos distintos y el modelo tiene sus raíces en la teoría.

La formulación de modelos teóricos para la práctica del servi-cio social debe tener en cuenta algunas variables y sus diferentes interrelaciones. En particular, como lo demuestra María Dal Pra Pon-ticelli (1985a), es necesario que se garantice la congruencia entre los principios y los valores de la profesión y los fundamentos de la teoría

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y debe experimentarse la adaptabilidad del modelo a las exigencias concretas de la operatividad.

También es fundamental que, independientemente del modelo adop-tado, se mantenga, siempre, un procedimiento metodológico correcto para garantizar la cientificidad.

Por lo tanto, es fundamental que los asistentes sociales adquieran una metodología de trabajo precisa y puntual, incluso si se trata de una condición necesaria, pero no suficiente, para asegurar el carácter científico del servicio social.

De hecho, este proceder por etapas permite al asistente social actuar ordenadamente, no al azar, favorece la profesionalidad de la intervención, que sólo se completa si, dentro del proceso metodológico, se define y se sigue un modelo teórico para la práctica.

Por ejemplo, en la etapa de recolección de información, paso fun-damental para poder definir el problema y hacer una evaluación, el asistente social puede, siguiendo pistas diferentes, investigar y obtener muchas noticias, todas interesantes, pero que adquieren una importan-cia y una pertinencia diferentes en función de la lógica con la que están unidas entre sí para identificar el origen del problema en sí mismo, para proyectar una intervención específica. Por lo tanto, es necesario que, sobre el proyecto metodológico se involucre un modelo teórico de referencia para poder realizar, de una manera congruente, las distintas etapas del proceso en sí.

A menudo, para los operadores que ya están en servicio, aunque resulta más fácil analizar la propia actividad a la luz de las etapas del proceso metodológico, existen incertidumbres y dificultades para reconocer y explicitar si se refieren a un modelo teórico en la opera-tividad , y a cuál.

Sin embargo, de una cuidadosa evaluación surgen las claves de lecturas preferenciales de la realidad que se pueden orientar según diferentes enfoques: sociológico, psicológico, sanitario, político, buro-crático, etc.

El hecho de no ser conscientes de los supuestos teóricos, de los pre-juicios mentales, de la definición confusa del modelo conceptual que se ha seguido, puede conducir, por un lado, a involuntarios saltos de nivel invadiendo otras competencias profesionales (sociales-psicológicas-sanitarias), u otras áreas de actividad (por ejemplo, el compromiso

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político), por el otro, a un aplanamiento y a un envilecimiento de la profesión en tareas burocráticas, en el peor sentido de la palabra.

Por lo tanto, es importante llegar a la definición de modelos, para la práctica del servicio social, que sean específicos y utilizables en la realidad de los servicios con los que se opera y que permitan que se llenen de contenidos, de praxis operativas, de técnicas específicas de los instrumentos que el asistente social utiliza en las diversas etapas del proceso metodológico.

Modelo y metodología son dos elementos complementarios e insepa-rables en la acción profesional, ambos fundamentales, pero insuficientes cuando se los utiliza solos: no es correcto referirse a un modelo teórico, sin profundizar en el proceso metodológico, así como no es posible seguir sin hacer referencia a un modelo.

Mientras el proceso metodológico se mantiene como un elemento constante e inmutable, la elección del modelo para la práctica, dentro de los que se consideran congruentes con los principios y valores del servicio social y de aplicación en la realidad operativa, puede ser influenciada por varios factores relacionados tanto con el contexto de los servicios en los que está inserto el asistente social, tanto con la for-mación básica que recibió, como con las oportunidades de formación permanente de aprendizaje que se le ofrecen.

La primera cuestión que se nos presenta para reflexionar es sobre la oportunidad de aprender más modelos y de utilizarlos de maneras diferentes, según los temas a tratar.

Y es, sin duda, un nudo importante y difícil de resolver. En el análisis realizado en el párrafo anterior, podemos observar que hay modelos que alcanzan bases teóricas profundamente diferentes entre sí, que implican modalidades de lectura de la realidad, que proponen vínculos causales, a veces, divergentes: pensemos, por ejemplo, en modelos que se inspiran en la psicodinámica y otros que tienen sus raíces en el pensamiento sistémico.

En nuestra opinión, sería difícil y confuso adquirir esquemas de pensamiento, tan diferentes entre ellos, y aprender las relativas habi-lidades técnicas para su aplicación en la práctica.

Por otra parte, del análisis de los modelos también vemos cómo, a veces, es difícil recortar con exactitud las matrices de referencia unívocas, y esto se debe a que la comunicación y la comparación son elementos característicos en el ámbito de las ciencias, así como la

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facilidad de difusión de ideas permite la circulación más bien rápida de la información. Además, los mismos procesos de desarrollo del pensamiento científico no siempre se activan en las diferencias, pero pueden proceder por acumulaciones sucesivas, desarrollando aspectos colaterales de una teoría insertándose en otras congruentes.

Mientras haya habido una buena interiorización de las bases teóricas y un preciso adiestramiento sobre las técnicas de aplicación, será posible utilizar más modelos, siempre que sean compatibles entre sí, haciendo una elección preferencial, dependiendo del campo de intervención y de las problemáticas abordadas.

Esta posibilidad de elección no debe ser confundida con un eclecti-cismo superficial, extremadamente negativo para la profesionalidad del asistente social, sino que debe estar constantemente acompañada por una claridad esencial que permita la clarificación del modelo utilizado en esta coyuntura particular y la congruencia de los instrumentos y de las técnicas con las que se lleva a cabo la intervención.

Nos sigue pareciendo útil subrayar cómo el atenerse al proceso metodológico y la adhesión a un modelo teórico no sacrifican ni la personalidad ni la creatividad del operador, ni su experiencia profe-sional. Por el contrario, el uso continuo y científico de estos marcos de referencia en la práctica diaria puede contribuir a un proceso de redefinición, aclaración, teorización del conocimiento. Por otra parte, la actitud de flexibilidad, de disponibilidad y de apertura al cambio deben permitir al operador definir la elección de ese modelo en par-ticular, como elemento instrumental y, por lo tanto, provisional, listo para ser perfeccionado, integrado, o abandonado, en caso de que los nuevos aportes teóricos o cambios en el contexto organizativo de los servicios lo pongan en crisis.

1.3. Hacia la construcción de un nuevo modelo

1.3.1. Los precedentes históricos

En la evolución histórica de los modelos de servicio social, hemos podido observar cómo la teoría de sistemas ha sido examinada y uti-lizada por algunos autores, si bien en medidas diferentes, como clave de lectura y posible guía para la participación social. Antes de abordar

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específicamente nuestra propuesta, creemos que es útil analizar más detalladamente estas elaboraciones, determinando las características más destacadas, en cuanto sea posible hacerlo de las contribuciones que lleguen hasta la fecha a Italia. Nos referimos, en particular, a la propuesta de goldstein de un enfoque unitario, a la elaboración de Pincus y de Minahan de un modelo integrado para la práctica del ser-vicio social, así como podemos recordar otros aportes que se remontan a la perspectiva ecológica, como los estudios de Maluccio y el modelo existencial de germain.

1.3.1.1. Goldstein

Este autor comienza con una consideración general sobre la teorización de la praxis, diciendo que el asistente social, al reflexionar sobre su trabajo diario, encuentra diez ideas para buscar nuevos cono-cimientos que puedan llevarlo a una práctica más eficaz.

Es a partir de una insatisfacción por los resultados concretos obtenidos en el trabajo con las personas, incluso en la intensidad y la significación de la experiencia de relación con el usuario, que goldstein se mueve en busca de nuevas claves de lectura y de intervención.

Al principio, goldstein (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 218) identificó como punto focal la posibilidad de percibir a los individuos “[...] No sólo como una entidad, sino también como miembros interactuantes de una multiplicidad de relaciones sociales”, encontrando el apoyo en la contribución de la fenomenología, en la teoría de los roles y de las motivaciones, y en la teoría de la comunicación. En este sentido, sostiene:

“Estas nuevas modalidades de ver y de entender influyeron directa-mente en la naturaleza de mi práctica y me proporcionaron una más amplia gama de opciones con las cuales intervenir en cualquier indi-viduo-condición-problema. […] La capacidad de percibir al individuo como una persona inseparable de sus relaciones y contextos sociales más vastos me dio la oportunidad de trabajar con familias, sobre todo cuando era evidente que, de hecho, el conflicto que estábamos tratando de resolver estaba estrechamente ligado a la compleja red de relacio-nes familiares. Además de esto, me aventuré a trabajar con grupos

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[...], también me comprometí en las intervenciones de desarrollo y de acción en la comunidad [...]. El rol de docente que Goldstein ocupaba, contemporáneamente al de asistente social, le replanteaba, sin embargo, la falta de una teoría que pudiera ofrecer una visión global del problema social en cuestión, que permitiera al estudiante sensibilizarse y abordar un trabajo realizado con individuos y familias, pero que tuviera pre-sente el significado y el impacto con sistemas más vastos. La teoría de los sistemas sociales le ofreció una respuesta a esta necesidad. En este sentido sostiene” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 221).

“[...] El primer paso hacia la transformación de la teoría sistémica en una serie de principios para la praxis del servicio social consistió en señalar la importancia que podría tener en lo concerniente a las tareas típicas del asistente social […] el operador en primer lugar elabora, mentalmente, su propio concepto del sistema [...] (subordinado) a la gama de circunstancias y de elementos que él piensa que desea incluir en esta operación. A medida que las principales estrategias y objetivos van tomando forma, ampliará o reducirá el campo de acción y los objetivos seleccionados en ese campo” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 226 -7).

Según goldstein, el concepto de sistema social favorece un enfoque flexible que se relaciona con el problema del que el asistente social debe ocuparse, sensibiliza al operador social a los rápidos cambios en la composición y en el equilibrio de un sistema en particular y le permite favorecer el cambio y, al mismo tiempo, respetar las condiciones que permitan que el sistema permanezca lo suficientemente estable como para resistir ese cambio.

Sustancialmente, goldstein cree que el “adoptar esta clave de lectura permite redefinir el rol y las tareas del servicio social, dando lugar a una superación de las fronteras existentes entre los métodos tradicio-nales, potenciando el enfoque metodológico que se define como un proceso de problem solving, y redefine el objetivo de la ayuda, “[…] no sólo en resolver el problema evidente sino, y esto es lo más importante, en estimular las posibilidades del sistema usuario para desarrollar las habilidades necesarias para resolver ese problema específico y, más tarde, otros problemas que la vida le puede reservar” (en Dal Pra Ponticelli, 1985: 229).

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Una consideración final propuesta por el autor es el llamado que la orientación sistémica hace a la profesión sobre la necesidad de no explicar los problemas de cualquier naturaleza que sean, en términos unidimensionales, invitando a reflexionar sobre la complejidad, sobre las influencias recíprocas de los distintos aspectos de la vida social, política, económica, etc., que llevan a concebir las comunidades como entidades no sólo geográficas o políticas, sino “[…] como comunidades organizadas que pueden caracterizarse por el conjunto de valores, grupos e instituciones sociales que las componen” (en Dal Pra Pon-ticelli, 1985a: 230).

1.3.1.2. Pincus y Minahan

Estos dos autores presentan su modelo para la práctica a partir de su reflexión sobre las tareas del servicio social y la necesidad de superar la idea de que “[...] los asistentes sociales se especialicen en una sola dimensión del sistema: individuo, pequeño grupo o comunidad “ (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 246) dado que “[...] el tipo y las dimensiones apropiadas del o de los sistemas a través de los cuales trabajar, dependen de la naturaleza del problema que se tiene entre manos” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 285).

Afirma que: “[...] la práctica del servicio social se centra en las interacciones entre las personas y los sistemas de su entorno social”, en lo referente a la sociedad contemporánea “[...] burocrática e institucionalizada, las personas recurren a la ayuda de recursos extra-familiares [...] y estos sistemas se han vuelto complejos y, con frecuencia, es difícil ponerse en contacto con ellos” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 247-8).

Y es sobre esta concepción que se define el objetivo del servicio social y el esquema de referencia que permite considerar y afrontar las situaciones sociales desde una única óptica.

En particular, se determina que el problema no se considera “en sí”, sino por lo que significa dentro de la familia, por las reacciones que pro-voca, por los recursos que pueden ser activados en la solución de dicho problema, etc. El problema, además, no se considera un “atributo” de la persona, sino más bien el fruto de una interacción entre los elementos de la situación social en la que vive. Por último, se dirige la atención

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del asistente social hacia la relación que existe entre las dificultades personales y los problemas públicos relacionados con ellas.

Como ya se ha mencionado, los dos autores identifican una clasi-ficación de los sistemas, en relación con los cuales el asistente social desempeña su rol.

Aunque, a menudo, se mencione el término sistema, Pincus y Minahan declaran que: “Dado que el comportamiento humano y el funcionamiento de los sistemas sociales son temas complejos, no se puede esperar que una teoría vaya bien para todas las situaciones” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 269) y ven la posibilidad de que el asistente social, al traducir en tareas específicas el objetivo general del servicio social, utilice diferentes enfoques teóricos (psicodinámicos, conduc-tismo, etc.).

Entonces, de lo expuesto por los autores, parece que se trate más de un intento de imprimir el método del servicio social en la óptica sistémica, que de un modelo que permita definir paso a paso el com-portamiento de la práctica; es decir, que ofrece orientaciones de tipo general, metodológico, sobre las cuales se insertan contenidos y téc-nicas específicas que deben, a su vez, estar inspiradas en ulteriores conocimientos teóricos.

1.3.1.3. Maluccio

Las contribuciones de este autor ya fueron presentadas en Italia en 1973, en un seminario de la Fundación Zancan.

A partir de una crítica del servicio social, que especialmente para el tratamiento de los casos se ha referido a un modelo de tipo médico, hace hincapié en la necesidad de que esta profesión utilice “[...] Un nuevo –y, tal vez decididamente diferente– marco de referencia teó-rica y metodológica, válido para todo el campo del servicio social “ (Maluccio, 1973: 42).

Proponiendo la adopción de una perspectiva ecológica, subraya cómo el asistente social es un profesional que, más que otros dirige su atención “[...] a la interacción entre el ser humano y su ambiente” y cómo la función que cumple crece en importancia “[...] precisamente porque la sociedad se vuelve más compleja y, contemporáneamente, los sistemas sociales e institucionales se vuelven más especializados en sus funciones” (Maluccio, 1973: 50).

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Para que el servicio social pueda potenciar este su rol es necesario que utilice “[...] no sólo los fundamentos teóricos de los campos tradi-cionales como la psicología y la psiquiatría, sino también los nuevos desarrollos de otras disciplinas como la biología, la teoría del cambio social, la teoría de la información o la cibernética y la teoría de los sistemas sociales” (Maluccio, 1973: 52-53).

Las proposiciones fundamentales de la ecología resumidas por el autor hacen referencia implícita a la teoría de sistemas y utilizan sus propiedades. De hecho, se retoman los conceptos de sistema abierto, de interacción y retroalimentación, de equilibrio dinámico, de contexto, y se analizan las implicaciones de la adopción de esta “metáfora ecológica” en términos de diagnóstico social y de evaluación de la situación.

En particular, Maluccio (1973: 71) afirma que la situación de la per-sona debe ser evaluada teniendo en cuenta: las necesidades y capacidades de la misma, las características más significativas de su entorno y las relaciones entre ellas, los recursos y las carencias de la comunidad; los puntos de conflicto entre el individuo y las estructuras institucionales. Este examen de la situación social del usuario llevaría a evaluar, junto con la persona, el tipo de intervención más útil para facilitar, no sólo, su crecimiento, sino también el del ambiente.

Se trata, pues, de una reflexión que está lo suficientemente cerca de nuestra propuesta pero que, según el mismo autor, aún se pone, en un nivel “teórico y abstracto”, dejando la identificación de los contenidos operativos y de las implicaciones prácticas para que se apliquen en el campo y que se verifique su utilidad.

1.3.1.4. GerMain

También el modelo existencial desarrollado por germain y gitter-man, se refiere a la perspectiva ecológica, retomando, en particular, el concepto de adaptación entre el organismo y el ambiente.

rechazando las nociones de determinismo genético, psíquico o ambiental se observa la adaptación como a “[...] un proceso activo y creativo mediante el cual los seres humanos modifican las condiciones ambientales para adecuarlas a sus necesidades y a sus aspiraciones y, viceversa, cambian activamente para adaptarse a las exigencias acepta-bles o inmutables del ambiente” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 164).

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En particular, los autores toman en cuenta el entorno social, humano, “[...] formado por otras personas, que se sitúa en distintos niveles de organización que van desde la relación diádica a la sociedad en sí misma” y centran su atención “en las redes sociales y en las organiza-ciones burocráticas, ya que afectan, de cerca, al servicio social” (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 170). Por lo tanto, el comportamiento humano puede ser influenciado tanto por los desafíos ambientales, como por los lazos que existen entre dos o todos los miembros de ese sistema de relaciones que es la red social.

Se le atribuye una importancia notable al concepto de ciclo vital y de crisis como factores que pueden provocar estrés e inducir al usuario a ponerse en contacto con el servicio.

De acuerdo con la óptica adoptada, mientras se hace hincapié en la importancia del proceso de ayuda a nivel de casos individuales, se subraya la necesidad de que el asistente social esté siempre atento a todas las fuerzas (políticas sociales y económicas, tendencias demo-gráficas, desarrollos tecnológicos y evoluciones culturales, etc.) que tienen un impacto significativo en la práctica y que pueden requerir un compromiso profesional dirigido a “[...] Influenciar la organización para lograr el cambio de las estructuras y de las prácticas que pueden tener un efecto adverso o que no consiguen satisfacer una necesidad “ (en Dal Pra Ponticelli, 1985a: 186).

Podemos concluir esta breve descripción afirmando que el intento de individuación de un modelo que se inspire, directa o indirectamente, en la conceptualización sistémica no es nuevo en absoluto. Algunas consi-deraciones propuestas por diversos autores son plenamente compartidas por nosotros como, por ejemplo, el impulso hacia un modelo holístico, la atención al contexto (tanto del usuario como el institucional), a las interacciones individuo-individuo e individuo-ambiente, la utilización de los ciclos vitales y del concepto de crisis.

Creemos que ninguno de los modelos analizados, puede responder plenamente a la hipótesis que hemos desarrollado, utilizando principal-mente las contribuciones teóricas derivadas de la teoría de los sistemas y de la pragmática de la comunicación humana, así como de la segunda cibernética, enriquecidas con perspectivas posteriores sobre el estudio de las familias y de la organización.

Así es que nuestro trabajo se distingue de los anteriores, tanto en la formulación específica como en la individuación de los recorridos de

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aplicación que, especialmente, tienen en cuenta el contexto operativo en el que será puesto en práctica y las experiencias de trabajo adquiridas en esta primera fase de experimentación.

Además, a diferencia de lo desarrollado por reid (1986) en su muy interesante texto Terapia della famiglia e servizio sociale, en el que se analiza el tratamiento de la familia dentro de un modelo más com-plejo de servicio social centrado en la tarea, nuestra propuesta tiene la intención de ofrecer como clave de lectura fundamental, como guía de acción, las premisas de la óptica sistémica relacional en una sola dimensión de servicio social. Por lo tanto, creemos oportuno aclarar un concepto erróneo en el que se puede incurrir desde el momento en que la teoría sistémico-relacional ha encontrado su aplicación más concreta en el campo de la terapia familiar.

La propuesta que se desarrollará a lo largo de estas páginas no tiene como objetivo referirse a técnicas y estrategias propias del setting terapéutico en el servicio social, sin evaluar las diferencias entre las dos áreas y las funciones que le son propias. En cambio, el esfuerzo que aquí se persigue tiende a una síntesis original entre la teoría y los fundamen-tos del servicio social, a fin de proporcionar a los asistentes sociales un apoyo operativo en las distintas fases del proceso metodológico.

1.4. La construcción del modelo sistémico

En el proceso de construcción de un modelo es necesario evaluar, en primer lugar, si existe compatibilidad entre la teoría que se considera y los principios y valores del servicio social y si las posturas profesiona-les, que se juzgan fundamentales, pueden encontrar apoyo y refuerzo a partir de la aplicación de esta perspectiva.

A partir del valor central del servicio social, es decir, el respeto a la persona humana en su dignidad y libertad, que se traduce en actitudes tales como la aceptación y la autodeterminación, se puede destacar que, sin duda, este aspecto está protegido. De hecho, el asistente social se muestra como estímulo, como herramienta que introduce informaciones nuevas, que organiza las informaciones ofrecidas por el sistema según una hipótesis, no sustituyéndose nunca a la persona, no ofreciendo modelos rígidos a los cuales adecuarse, sino facilitando el cambio y la reorganización del sistema en sí, respetando los tiempos,