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  • ColecciónExtemporáneos/Novela

  • Estación de navegantes

    -NOVELA,EXTEM

    PORA NEOS yNOVELA

    Después de grandes narradores como Rogelio Si-nán -con el que se inicia la modernidad de laliteratura panameña-- y Joaquín Beleño -primerescritor nacional que denuncia la cuestión del Ca-nal-, Panamá se había mantenido prácticamentemuda en lo que a novelistas se refiere, hasta laaparición de Enrique Chuez y, ahora, Dímas LidioPítty, ganador del Premio Ricardo Miró 1974, quetiene el carácter de premio nacional, con Estaciónde navegantes .

    Dímas Lidio Pitty nació en Potrerillos, provin-cia de Chiriquì, en 1941, y ha publicado Caminode las cosas, Tres cantos para la paz (con otrosautores) y El país azul . Textos suyos aparecen enantologías corto Poesía joven de Panamá (Si-glo XXI), Poesía rebelde de América (Extempo-ráneos), Antología de la poesía erótica (EditorialOrientación) y Antología crítica de la joven narra-tiva panameña (FEM) . Reside en México, D . F .

    Estación de navegantes viene avalada por unjurado internacional que estuvo integrado por Ser-gio Fernández, de México, y los panameños FranzGarcía de Paredes y Gloría Guardia de Alfaro, ypor su calidad incuestionable . En lo que respectaal tema, la novela ve desde una nueva perspec-tiva la lucha de Panamá por la reivindicación desu canal, mientras que formalmente es un textocompacto, de excelente lenguaje y una estructuraprecisa, exacta . Tanto a nivel del tema como porsu realización, Estación de navegantes es no sólouna gran novela panameña sino también latino-americana.

  • DimasLidioPitty

    Estaciónde

    navegantes

    W)Editorial

    Extemporáneos

  • Primera ediciónen español

    DR © EDITORIALEXTEMPORANEOS, S . A. / 1976Avenida Melchor Ocampo 256-A, B y CApartado postal 5 .442México 5, D . F .

    Impreso y hecho en MéxicoPrinted and made in Mexico

    N. de E. 01192

  • ¡Oh tú, hermosura del día! ¡Tú, huracán;tú, Corazón del Cielo y de la Tierra!

    Los norteamericanos quieren absorbernos . . . ven-drán aquí con el mensaje de su lengua y de sufolklore, son de una condición que no respeta máshegemonía cultural que la suya; vendrán a coloni-zarnos, no sólo como se explota tina comarca, conpropósitos comerciales -o políticos-, sino pormedio de su cultura, sinceramente incompatible conla nuestra . . .. . .Los norteamericanos nos dicen que nos tienenmucho cariño ; no pocas veces hemos leído en laprensa norteamericana críticas violentas a la polí-tica imperialista de los europeos contra los latino-americanos; no pocas veces iremos leído en laprensa norteamericana criticas contra la políticade los europeos, que vienen desarrollando en elcontinente negro --de quienes parece que quierenconvertirse en defensores-, ¡qué ironía, para losque defienden la teoría de McKinley

    de la expan- siòn territorial y del racismo, y de imponer porla fuerza una política del panamericanismo, quese administra desde las fronteras americanas, si no,díganlo con elocuencia . . . México, Cuba, Haití,Filipinas, Puerto Rico . . . o nosotros mismos!

    Belisario Porras, presidente dePanamá, 1920-1924 .

    Yo he visto a Panamá desde las nubescopio tina larga zona de uniformes .

    Rafael Alberti .

    El lobo se llama dólar,el lobo mato la paz .Cl lobo, niños del inundo,barbas lleva de tío Sam.

    Diana Morán .

    -7-

    Popol Vuh

  • UN DIA ENTRE LOS DIAS

    Agua el díaagua la nocheagua el mundo en rotación inmutable de

    [soles y lunasAl sur al nortecontinentes habitados por plantas y

    [animalesdonde miles de años después habrá

    [ciudades y diosesAstros de luz esmeraldamareassiglos y siglos de silencioEntonces

    ¿en qué instante emerge del marentre fuego y espumaeste corazón de tierra?

    El tiempo el tiempoNo hay calendario

    * El Istmo de Panamá se formó a mediados delperiodo terciario, según la opinión más difundiday aceptada entre los geólogos .

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    ni huella en el barro o en la nubepero ahí ha estado y estaráhasta que el agua recobre su dominio

    Tierra de aguatierra de airetierra de luzaquí estáentre todas las aguasentre todas las tierrasentre todos los hombres

    La voz surgió del mar plateada por los[peces una mañana de sol

    Pudo ser en Bayanoo en Dariéno en las islasdonde ese día los indios vieron cardúmenes

    [innumerablesy la voz nació del aquaNadie recuerda el sitiopero el nombre brotó como una flor azuly sus pétalos se abrieron en sonidosLuego sobrevivió a plagas y diluviosal arribo de Bastidasal asombro de Colónal genocidio de las tribusa los vendavales del Caribe y los incendios

    La voz aborigen panamá significaría "abundan-cia de peces" . De acuerdo con otras versiones,seria "abundancia de mariposas" . Nos inclinamospor la primera acepción, pues la realidad parececonfirmarla.

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    Junto a los ríos, en las selvas remotasy escondidas, los fugitivos de la es-pada y de la cruz repiten el nombreen silencio como una alabanza a latierra perdida. Bajo los espavés o lasestrellas, la palabra resume pasado yfuturo, cuanto ha sido o habrá de serpara los pueblos dispersos. Más tar-de, en las montañas de Veraguas, enla sombra azul de cerros y luciérna-gas, Urraca, gran señor de la guerraque eludió el cautiverio español arro-jándose al mar cuando era conducidoengrillado en una chalupa, arenga asus guerreros con palabras de fuegoy con esa voz antigua venida de lasaguas. Los rostros de bronce y las ha-chas de piedra fulgen en la luz delas hogueras . Urraca llama al comba-te : ¡No a la esclavitud! ¡No a la cruz!¡No al dominio extranjero! Compa-ñón, Albitez, Espinosa, los capitanesde las huestes castellanas (cruzanllanuras y pantanos, incendian aldeas,violan mujeres y degüellan ancianos,deslumbrados por el oro) escuchanen el día de serpientes o en la nochede fieras el nombre extraño, Percibensu presencia en cada hoja, en cadapiedra; es como el aire quemado porel sol, como la lluvia, como la mismasombra que calladamente envuelvearmaduras y arcabuces en herrumbre .

    De la mar había venido y en la vida estabaLa luna ilumina las costas de arena blanca

  • DIMAS LIDIO PITTY

    las hondonadas sombríasy el nombre asoma como una roca virgenPanamáBrilla en el rocíoen el albaen el crepúsculo

    esel aireel cielolos pequeños arroyoscuanto el hombre ha tenido y tendrá sobre

    [la tierrasobre esta tierra de caminos secretospor donde han pasado emisarios de

    [Chichén Itzá de Uxmalacaso de Tenochtitlanhacia las nieves de Macchu Picchu

    Hombres de muchos pueblos han pasado[por esta tierra

    y algunos han hallado aquí sus ilusionesy otros la muertePanamápuente o metainstante o destinosiempre tierra en el agua y en la historia

    En su casa de La Antigua, en las tar-des de lluvia, cuando no es posibletrabajar en el huerto, Balboa recuer-da su infancia en Badajoz o sus pe-nurias en La Isabela, de donde tuvoque salir huyéndole a la miseria . Aho-ra afila su espada en una piedra mien-tras Anayansi lo mira embelesada

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    como a un dios antiguo . Al otro ladode la sierra, muy lejos, está el mar .No ese, visible a su espalda, en el cualestá fondeado un bergantín de trespalos y en el cual se extravió Nicue-sa con su infortunio, sino aquel quevislumbró una mañana luminosa des-de un cerro de Darién y a cuya riberallegó cuatro días después para tomarposesión de él en nombre de Castillay Aragón. Allá, al otro lado del Istmo,está el mar turquesa de las perlas yel oro, a través del cual un día Piza-rro y Almagro llegarán a las riquezasde Perú y a los lagos de Chile . Mien-tras afila su acero piensa en ese marinexplorado y en los viajes que aúndeberá emprender en busca de nue-vos dominios para su rey . En ese ins-tante un rayo calcina un árbol frentea la casa y en la mirada de Anayansipercibe una sombra fugaz . Meses des-pués, en el momento en que su cabezava a ser cortada en el sol de la ma-ñana de Acla por orden de Pedrarias,Balboa ya no piensa en el mar de lasperlas y el oro, de las islas apaciblesy el horizonte infinito, sino en sí mis-mo y en esta tierra que la muerteconvierte en su destino,

    Panamávoz de aguavoz de cielovoz de luztierra surgida del mar

  • DIMAS LIDIO PITTY

    cuyo nombre no perecePanamátiempo y sangrecanal

    puentedestino

    Panamáthe crossroads o[ the world .

  • El olor y el sonido de la lluvia llegabande la calle mientras en la penumbra delMoroco la cara pálida y los ojos azulesde Billy Jones hacían evocar esas imáge-nes de santos acosadas por las polillasy los años, esas viejas figuras de maderapintada que naufragan en la atmósfera plá-cida y espermosa de las iglesias coloniales .Afuera pasaban los automóviles y el rocede las llantas con el agua y el pavimentoresultaba desagradable, casi doloroso, co-mo cuando un chico raspa una superficiemetálica para fastidiar a la vieja tía quea menudo lo atormenta enseñándole ora-ciones y amenazándolo con suplicios eter-nos si no las aprende .

    Billy tenía delante su gin and tonic yparecía ensimismado o abstraido, aunqueen realidad sólo esperaba que yo respon-diera a lo que él había dicho poco antes .Bebió un trago y cuando puso el vasosobre la mesa dije que tal vez tuviera ra-zón. Yo no había vivido una experienciasemejante a la suya, pero tenía la impre-

  • DIMAS LIDIO PITTY

    Sión de que para un hombre debía ser de-masiado duro eso de permanecer tres omás años alejado de la familia, en regio-nes inhóspitas y desconocidas, dedicado amatar gente, beber cerveza, dormir, ver lamisma película diez veces en el cine dela base, ir el día libre a los burdeles y notener otro escape que la marihuana o laspropias y más secretas ilusiones . Era de-masiado duro; sí, tenía que ser demasiadoduro para cualquiera que no fuera un sono[ a bitch .

    Tomó un cigarrillo de la cajetilla quehabía sobre la mesa, lo golpeó mecánica-mente contra el encendedor y no dijonada. Luego la llama del encencedor em-palideció aún más su rostro de niño tardío,prácticamente imberbe, pero en el cual lajuventud no podía disimular prematurashuellas de remordimiento o desencanto .Exhaló el humo y bebió otro trago . Sumanera de beber traslucía una especie deindiferencia o de hastío, de renuncia defi-nitiva. Me miró .

    -Eso es lo peor -dijo con voz te-nue-- . Sí, eso es lo peor : que todos somoshijos de perra. Pero lo más triste es queno lo advertimos sino cuando es dema-siado tarde para cualquier cosa que no seasentir asco de uno mismo. Antes, cuandouno está en el asunto, cuando obedeceórdenes y avanza y tira a ciegas y serevuelca en el lodo, no advierte nada .Quizás sea porque no hay tiempo parapensar. Pero, después, cuando todo ha pa-sado, llega el día, un instante cualquiera,en que uno comienza a comprender. Así

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    les ha ocurrido a muchos. Pero ya enton-ces la cosa no tiene remedio, ¿ves? -afir-mé con la cabeza y él aprovechó la pausapara beber un trago- . Ya sólo queda se-guir viviendo hasta el fin con el recuerdode ese tiempo y con la amargura, si unotiene suficiente conciencia, de haber sidoun miserable. Pero eso tampoco arreglanada porque en ese momento habrá otrohaciendo lo mismo que uno hacía. ¿Com-prendes?

    Asentí en silencio y bebí un trago .Billy fumaba y exteriormente se veía tran-quilo aunque un fulgor extraño, de rencoro culpa soterrados, brillaba en el fondode sus ojos. Ahora bebía pausadamente yobservaba los desnudos pintados en lasparedes. Había mulatas y criollas en po-ses sugestivas y sensuales . Era evidenteque quien las había pintado no era unartista sino un simple ilustrador comer-cial, pero en uno de los desnudos habíaalcanzado a rozar la magia de la creación .Quizás los clientes del Moroco no lo ad-virtieran, sin embargo, algo había de arte,de vaga poesía, en esa muchacha reclinadabajo un árbol con la falda subida hastalos muslos entreabiertos y con un aire deentrega o abandono en su cuerpo moreno .Tal vez el autor había visto alguna re-producción de la Maja Desnuda, o de LasTahitianas de Gauguin, e inconsciente-mente había intentado remedar los cua-dros ilustres o tal vez simplemente habíaquerido plasmar en ese muro uno de sussueños, una parte de su humanidad secre-ta, de sus ansias de rotulista desconocido .

  • DIMAS LIDIO PITTY

    Cualquiera hubiese sido su intención, lamuchacha había resultado más que unatosca ilustración de cantina . Y segura-mente el autor había tenido conciencia deeso porque en el ángulo inferior derechohabía puesto una especie de firma o mar-ca ilegible que singularizaba y distinguíala pintura . El ilustrador no se había atre-vido a dejar bien claro su nombre, quizápor temor al escarnio de sus conocidos,pero había satisfecho, aunque fuera enparte, su vanidad . Billy miraba precisa-mente ese cuadro .

    -Me recuerda algo que he visto antes-dijo después de un rato .

    -Hay muchos así en los almanaques-dije, levantándome para ir al servicio .

    Negó con la cabeza y volvió a mirarla pintura mientras me alejaba . Cuandoregresaba, vi que sacudia su cigarrillo enel cenicero, el vaso en la otra mano y losojos entornados . Charlie, el barman, pulíacopas con un trapo detrás del mostrador .Fui hasta el jukebox y marqué algunaspiezas, sin fijarme cuáles eran . Una can-ción lenta, de impreciso aire italiano ofrancés, surgió del aparato . Cantaba unamujer de voz dulce y melancólica . Billytenía los codos apoyados en la mesa, labarbilla en las manos y los ojos cerradoscuando regresé a sentarme . Afuera se-guía lloviendo y no entraba ningún clien-te . Billy terminó su trago y llamamos albarman .

    -Trae algo de comer -dije cuandovino .

    Preguntó si queríamos papas fritas,

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    sardinas portuguesas o salchichas pican-tes. Billy dijo que cualquier cosa . Pedíanchoas y galletas de soda . Comenzabaa sentir hambre porque había almorzadotemprano y ya eran más de las cinco .

    -Ah, sírvenos lo mismo, Charlie -di-je mientras terminaba mi vaso .

    Charlie trajo primero las bebidas ydespués las galletas y las anchoas . A Billyle puso delante un platito con salchichas .Comió dos o tres trozos y luego apartó elplato y dijo que no tenía hambre . Yo, ensilencio, casi sin levantar la vista, terminélas anchoas . Me sentí mejor y bebí untrago largo. Después encendí un cigarri-llo y durante un rato escuché, como sifuera música y no estuviera en un bar encompañía de un gringo, sino en un bosqueo en una playa solitaria, el sonido de lalluvia y el ruido de los automóviles . Billyse había recostado contra la pared (está-bamos sentados en sillones gruesos, tapi-zados con material parecido al cuero, enlos cuales era posible reclinarse cómoda-mente) y tenía los ojos cerrados .

    De pronto comencé a sentirme incómo-do, casi disgustado conmigo mismo porhaber aceptado beber con Billy . Era unsentimiento confuso . No era propiamentedisgusto, pero sí una sensación de inco-modidad, como cuando uno se abstiene derefutar un disparate por no parecer grose-ro y luego lamenta la abstención porquequien dijo el disparate no sólo persiste enel error sino que profundiza en detalles einsiste en convencer a todos con sus ton-terías. Ahora deploraba estar con Billy

  • DIMAS LIDIO PITTY

    mientras lo veía beber su gin and tonic,siempre con los ojos cerrados, ¡Qué grin-go hijo de su madre! No debía haberaceptado acompañarlo; a lo sumo, debíhaber aceptado tomar una copa, no so-portar durante horas su charla y su com-pañía. Sí, él tenía sus problemas, muybien, pero yo tenía los míos y todo elmundo se pasaba la vida haciéndole frentea los conflictos ; eso no era una justifica-ción y, al fin y al cabo, ¿qué era yo suyopara que me contara sus cosas?

    Nos tiernos encontrado en la calle y me hapedido que por favor le indique dónde esposible beber una copa sin complicaciones,en un ambiente tranquilo, Le he recomen-dado el Moroco, el mejor bar de Río Abajo,donde siempre es seguro encontrar buenabebida y hasta una amiga, si la suerte loacompaña a uno . Estamos en una esquina,a media cuadra del bar, y yo espero el cam-bio de semáforo para cruzar la calle . Anuestro lado pasan hombres, mujeres y chi-cos morenos mientras una masa de nubesgrisáceas comienza a espesarse por el ladodel mar. Cambia la luz y digo bye, pero élme retiene y pide que lo acompañe, si notengo nada urgente qué hacer. Durante uninstante dudo, luego decido que no es malaidea tomar una ginebra antes de la cena .Es sábado, Además, de vez en cuando esbueno conversar con los gringos para saberqué traen por dentro . Uno los ve todos losdías, está cansado de soportar la presencia delos marineros ruidosos y de los soldadosde mirada perdida que invaden los burde-les de Río Abajo desde el atardecer hasta lamañana o hasta que un escándalo precipitala intervención de la policía y la parrandaterminan en garrotazos, detenciones y autos

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    alejándose con las sirenas abiertas ; uno estáacostumbrado a eso, pero pocas veces tieneoportunidad de hablar con alguno de ellosacerca de algo que no sean mujeres, canti-nas, naipes o drogas . Ahora, uno se pre-gunta ¿de qué se puede conversar con unsoldado de veinte o veintidós años que porprimera vez ha salido de su pueblo delMiddle West y antes de ahora no habíaoído el nombre de esta tierra? Para la ma-yoría de ellos, el Canal es una zanja llenade agua, con selvas vírgenes y tribus salva-jes en las orillas. Un sitio donde el chico demamá debe tener mucho cuidado y, sobretodo, recordar que en ningún caso debe ac-ceder a las incitaciones de las nativas des-vergonzadas y lúbricas ; esas criaturas impú-dicas y salvajes que podrían contagiarlequién sabe qué enfermedades o vicios, indig-nos del buen muchacho que se casará conLucy o Anne cuando regrese al pueblo con-vertido en un veterano de ultramar . ¿Quépuede hablarse con ellos acerca de una tie-rra que desconocen y seguramente despre-cian, si no son capaces ni siquiera de hablarde su propio país? Por eso uno se ha acos-tumbrado a verlos pasar por las calles, susojos prendidos a las caderas de las nativegirls, con lascivo estupor en sus rostrosanónimos y rubios . En cierto modo, son co-mo un elemento indeseable del paisaje . Sinembargo, en Billy parece haber algo distin-to. Su acento no es el corriente en los solda-dos y da la impresión de haber estudiadoo, cuando menos, de haber leído algo dife-rente a Superman, Bugs Bunny, Mickey themouse o la sección deportiva del Star Newso cualquiera que sea el nombre del diariode su pueblo . Luego sabré que nació en Fi-ladelfia -sus padres son profesores de HighSchool tomó cursos universitarios y vivióuna temporada en Nueva York . Antes deingresar al ejército quiso hacerse escritor,pero la incertidumbre y la bohemia consu-mieron los propósitos y el tiempo. Mientras

  • DIMAS LIDIO PITTY

    deambulaba por las calles o veía una pelicu-la, le brotaban ideas y ternas para relatosque luego olvidaba conversando en los caféso en tabernas penumbrosas. Después, un díaleyó a Miller y a Caldwell y decidió quedebía comenzar de una vez si realmente que-ría hacerse escritor . Pero antes de una se-mana lo había llamado el ejército y ahí

    había acabado todo . Ahora estaba de vuelta-solamente estaría tres días en Panamá -y la idea de convertirse en escritor habíaquedado en algún lodazal o en alguno delos millones de cráteres abiertos por las bom-bas en Indochina. Oh my God! Allá habíaextraviado el entusiasmo, como si este hu-biere formado parte de la sangre que perdiócuando lo hirieron en las selvas del Mekong .Allá había dejado el entusiasmo y hasta lasganas de volver a Filadelfia. Sus padres es-cribían siempre: Billy, dear, cuando vuel-vas harás esto, harás lo otro ." En las car-tas escuchaba la voz ronca del profesor Jonesy la aguda y a veces chillona de su madre .Sí, al principio escuchaba y distinguía susvoces, pero luego comenzaba a no diferenciar-las y después dejó de oírlas . Entonces las car-tas eran solamente los caracteres -gruesosunos, más delicados los otros de unos se-flores Jones que tenían un hijo en Indochina ."Citando vuelvasLas palabras habíanacabado por serle indiferentes . Volver ¿pa-ra qué? ¿Para oír al viejo Jones y a su ma-dre hablar por teléfono con la tía Margaret--hermana única de su madre- y congra-tularse porque el buen Billy había regre-sado con una o dos medallas y hecho todoun hombre? Oh, my God! Tal vez hubierasido preferible haber quedado en_ un arrozalde Vietnam, como tantos que habían caídoa la orilla de los caminos o en una trampade bambú, el cuerpo atravesado por lanzasagudísimas, o bien haber volado con un con-voy de municiones en las rutas de la cordi-llera anamita . Tal vez hubiera sido preferibleeso, my God!

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    Tal vez él tuviera razón, pensé . Peroaunque tuviera toda la razón del mundo,¿qué demonios hacía yo allí? Ya era denoche, no había cenado y encima seguíabebiendo con un gringo que por muy as-pirante a escritor que hubiese sido, nodejaba de ser un gringo . El sonido de lalluvia me recordó que por el momento nopodía salir. Ahora llovía con menos fuer-za, pero el agua acumulada en las callesentorpecía el tránsito y los conductoresatronaban el aire con las bocinas . Me le-vanté y fui al teléfono. Había quedado enver a una amiga para ir al cine . Canceléla cita y le dije que iríamos el día siguien-te porque la lluvia no daba muestras decesar. Estuvo de acuerdo, dijo algunas in-directas porque en la voz comenzaba a no-társeme que había tomado más de unacopa y me pidió que me cuidara .

    Cuando volví a la mesa, Billy no es-taba. Bebí un sorbo y presté atención alos ruidos de la calle . Cuando era chicopodía identificar por el sonido de la boci-na la marca de un auto . Ahora inconscien-temente intenté hacerlo, pero no pude . Losmodelos habían cambiado mucho . No obs-tante, diferencié de la algarabía a un viejoFord del 49. Estaba seguro de que nopodía ser de otro año ni de otra marca ;ese sonido poderoso y penetrante sólo eracapaz de producirlo el Ford 49. De eso es-taba completamente seguro . Si alguienhubiera dudado de mi afirmación, habríasido capaz de apostar la vida en mi favor .Estaba tan seguro de que era un Ford 49como de que estaba en el Moroco y toma-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    ha el vaso mientras Billy salía del servicioy caminaba hacia la mesa . Bebí y dejé quela ginebra bajara lentamente, degustán-dola, inundándome el paladar con la quinay el zumo de limón . Nadie sabía cómolograba Charlie que cualquier bebida pre-parada por él le supiera a uno como lamejor del mundo . Guiñé un ojo y levantéel vaso hacia Charlie mientras Billy sesentaba,

    -Ahora sí quisiera comer algo ~di-jo-- . Pero no salchichas o sardinas; algomás fuerte .

    Llamé a Charlie y le pedí que trajeranun bistec del restaurante contiguo, o unasopa de wanton, si Billy no quería carne .Billy prefirió la sopa y mientras el bar-man iba hacia la ventanilla que comunica-ba al bar con el restaurante, terminó sucopa. Hizo a un lado el vaso vacío y dijoque se sentía menos intranquilo, Yo, myGod!, era un buen amigo y haber conver-sado conmigo había mejorado su ánimo .Tuve ganas de decirle que apenas dejarade llover me iría, pero pensé que no eranecesario; cuando llegara el momento sim-plemente me levantaría y good luck, myfriend . Si Billy era de esos borrachos ma-jaderos que abominan quedarse solos, peorpara él. Ya había escuchado buena partede su historia y no tenía por qué oír elresto. Bueno, y si se ponía muy pesado . . .Charlie me cortó al traer la sopa humean-te, en cuya superficie flotaban trozos dejamón ahumado y cebollina picada . Char-lie volvió a la ventanilla y trajo sal, pi-mienta y una botellita con salsa china .

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    Billy usó pimienta y salsa y el aroma tibiodespertó mi apetito .

    -Trae otra sopa, Charlie -dije mien-tras preparaba el gin and tonic de Billydetrás de la barra .

    Billy sorbía el caldo humeante y apartéla vista para no torturarme viéndolo enro-llar los fideos con el tenedor. Sobre todoen días de parranda, me gustaba muchola sopa de wanton . Un amigo prefería lade pato, pero a mí, quizá porque recorda-ba las costumbres de los patos o porquehabía querido extraordinariamente a unpato de plumas negras, tornasoladas yblancas, uno como no había otro entrelas docenas que tenía la abuela, capazde bucear granos de maíz en un metro deagua, de volar hasta la casa de tío Isido-ro sobre mil quinientos metros de rastro-jos, de poner en fuga al gallo de la casa,de comer en mi mano y acariciarme consu cuello flexible, como si con sus cariciasy su ceceo agradeciera el maíz ; tal vez enmemoria de ese animal, que una mañanade septiembre voló hacia el sur, hacia elmar lejano, y no volvió, rehusaba comerpato. O quizá fuera simplemente porquela carne de pato es más dura e insípidaque la de gallina . En verdad, no lo sabía .

    En cambio, el wanton despertaba enmí sugestiones indefinibles, ansias inexpli-cables. Como casi siempre tomaba la sopaestando bebido, mi fantasía excitada porel alcohol me trasladaba a Hong Kong oa Shangai o a cualquier punto de la Chinaremota. Me veía allá en un atardecer dearreboles intensos, en compañía de ancia-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    nos venerables que evocaban el pasadomilenario de su pueblo mientras sus vo-ces traslucían una sabiduría plácida, fati-gosamente acumulada . Yo era un viajerocomo los personajes de Conrad, una es-pecie de fugitivo de mí mismo, deseosode paz y sosiego interior, que visitaba lostemplos budistas con el secreto anhelo deencontrar en alguno de ellos cura a misaflicciones . O si no, era alguien comoMalraux. En el crepúsculo chino fragua-ba, siempre con los ancianos venerables yagregándoles dos o tres aventuras de ori-gen y propósitos dudosos, empresas y sue-ños magnos, en los cuales tenían parejacabida la historia y las alucinaciones. Ymientras los arreboles se diluían lentamen-te en la sombra del cielo de China, juntoal mar o sobre las montañas, yo terminabala sopa de wanton, la lengua ardida por lapimienta, entre gritos de borrachos y vue-los de moscas, en un humilde restaurantechino de Calidonia .

    Más tarde, sin embargo, ya la sopa nome hacía pensar en la China lejana, enese pueblo velado por milenios de historiay noticias confusas, sino en los inmigran-tes que habían venido de su tierra apaci-ble a trabajar como peones en la construc-ción del Canal . Esos miles de chinos quehabían muerto de fiebre amarilla o de nos-talgia, entre 1904 y 1915, eran parte denosotros. Los que habían venido después,a establecerse como comerciantes, eran ex-tranjeros, indeseables en muchos casos,pero los muertos en las obras del Canalo en delirios atroces, eran nuestros . No

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    había diferencia entre ellos y los negrosantillanos, los campesinos chiricanos, losaventureros europeos y africanos quehabían sucumbido al trabajo o a lasplagas: todos habían sido indiscriminada-mente asimilados por el sufrimiento y lamuerte a la tierra nuestra . Dentro denosotros, como parte íntima y esencialde cada uno, estaba mezclada la san-gre de todos esos muertos . Así, en ciertomodo, éramos privilegiados porque éramoscarne y penuria de muchos pueblos . Esopensaba algunas madrugadas .

    Charlie trajo la sopa y aspiré confuerza el aroma que despedía . Billy esta-ba a punto de terminar la suya . Afueraseguía la lluvia, pero menos intensa . Enese momento entró un hombre chorreandoagua y pasó directamente al servicio . Des-pués puso música y pidió bebida . Charliele sirvió en la barra y, tras de haber pro-bado su trago, el hombre caminó hacialas mesas del fondo. Terminé de comer ynuevamente me sentí alegre. Ahora ya notenía ganas de abandonar a Billy, sino detomar otra ginebra y seguir allí, en la at-mósfera tibia del Moroco, a cubierto dela humedad y la lluvia. Encendí un ciga-rrillo . Billy también fumaba y en su mira-da, poco antes opaca o afligida, había denuevo un brillo nuevo, como si se hubierarestablecido de una dolencia fugaz . Le-vantó el vaso y sonrió. Su gesto me hizopensar en lo que me había contado deNueva York. Era una lástima que un mu-chacho como él no hubiera podido conver-tirse en escritor . Sí, era lamentable porque

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    parecía buena gente . Por lo menos dabala impresión de no ser igual a los otros .En todo caso, ya yo estaba casi conven-cido de que Billy era mucho más humano,muchísimo menos odioso que los "zonians" .

    Fragmento de una cartaenviada por un estudian-te panameño a un amigoespañol .

    "Como te decía, difícilmente podrías encon-trar gente como esa en cualquier parte delmundo -salvo, tal vez, en Rhodesia o Ala-bama-, A propósito, ¿conoces el poema deNicolás Guillén que dice eso de «un surtodo sur y todo Faubus»? Bueno, estos«zonians» venidos de esa región, contami-nados en cuerpo y alma por un racismo desiglos, son algo así como el detritus de lasociedad norteamericana. No hallo un cali-ficativo más apropiado. En verdad, piensoque te bastaría mirarlos para empezar a co-nocerlos . . . Habitan casas con aire acondi-cionado, tienen clubes sociales y deportivos,cines, campos de golf, prados mantenidos co-mo alfombras por trabajadores negros ymestizos, calles pulcras; tienen todo lo quenunca tuvieron ni soñaron tener en los pue-blos algodoneros donde vivían . Luego pare-ciera que tanta comodidad acrecentara susoberbia y los volviera aún más discrimina-dores. Pues debo decirte que para ellos esinferior quienquiera que no sea U.S . citizen .Si vinieras, podrías verlos en Balboa Heights,en Gamboa, en Fort Clayton, por la mañanao por la tarde, paseando satisfechos comoiguanas al sol . Van por las calles lumino-sas, bajo las palmeras o los árboles, coninsolencia de antiguos plantadores . El cielo

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    de verano, las palmas, el mar, la tierra, todoes suyo . En sus mentes sobrevive ese surde teas encendidas por las noches de losghettos negros, los encapuchados del Ku-Klux-Klan, el rencor de los esclavistas quegalopa por los algodonales de Georgia yMississippi. Tengo la impresión --y algunoscomparten mi punto de vista- de que eala Zona del Canal subsiste, ansía permane-cer el espíritu vencido en Gettysburg. (Per-dona si te parece que exagero, pero así es,)Ese espíritu sureño puedes percibirlo en lospasos lentos del capataz que va de un ladoa otro mascando tabaco, en su mirada cuan-do se dirige a los obreros ; también es visi-ble en la ingenuidad hipócrita de las señorasque piden banana-split a las tres de la tar-de, antes de entrar al cine de Balboa, y enmuchas otras cosas. El viejo sur está allí .Y además está el fantasma de aquel coronelde caballería que estuvo con su caballo enCuba, en la loma de San Juan, en el altocielo del Caribe, cuando el siglo aún no co-menzaba. (¿Te gustó la frase? Es de un his-toriador .) Todo eso podrías verlo si vinie-ras por acá . Teddy Roosevelt, el presidentedel Big Stick, está allí como una sombrafrente a nuestros ojos . I took Panama dijouna mañana a sus amigos de Wall Street .Eso dijo y otros lo imitaron con orgullo enNicaragua, México, Haití, Dominicana yGuatemala. Es toda una historia . Sin embar-go, aquí, como en todas partes, la gente notiene memoria. En fin, para no cansarte, sipudieras venir en septiembre, como dices,verías muchas cosas. No creas que exagero ."

    Sí, no podía equivocarme, este Billyque miraba ascender el humo de su ciga-rrillo en la tenue claridad del Moroco eradistinto a esos paisanos suyos ; estaba se-guro de que no pertenecía, aunque fuera

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    de la misma nacionalidad, a esa gente des-preciable . Bebí lentamente y encendí otrocigarrillo . Ahora tenía ganas de escucharel resto de su historia .

    Billy había logrado sobreponerse a suabatimiento o lo que fuese y de nuevoparecía en condiciones de beber y conver-sar como al principio . Seguramente, pensé,el hambre le había enturbiado el ánimo co-mo a mí, al punto de haber estado tentadoa irme, Ahora me alegraba de no habercedido al impulso de esa incomodidad pa-sajera porque Billy estaba dándome unaimagen inédita de los gringos, o si no delos gringos, sí suya, y, sea como fuese,él era gringo y algo debía tener en comúncon los demás . De manera que conocerloa él sería, en cierto modo, tener un vis-lumbre de muchos otros . Por eso me inte-resaba descubrir en qué medida podía serél encarnación de una actitud, de una con-ducta colectiva : en qué medida represen-taba a la juventud o a un sector de lajuventud norteamericana. Eso me impor-taba por la situación singular en que vivi-mos y hemos vivido ; por eso creía conve-niente conocer un poco más de quienesprivada y públicamente son nuestros ene-migos . Ahora, por lo que me había dichoy dejado entrever, podía pensar que yaBilly no era enemigo nuestro . Objetiva-mente, en lo externo, seguía siéndolo, pe-ro subjetiva y éticamente había dejado deserlo . Claro, él mismo no lo sabía, aún suactitud no era un estado de conciencia,sino un simple reflejo, una instintiva reac-ción de rechazo, un descontento primario,

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    semejante al del niño que exterioriza sudisconformidad porque no le permiten iral circo o jugar bajo la lluvia . Eso era loque Billy había mostrado hasta el momen-to; sin embargo, presumía que en su inte-rior guardaba algo más . El había vueltoa contemplar la mujer tendida bajo el ár-bol, pero era evidente que su atención noestaba puesta en el cuadro sino en sus re-cuerdos. Bebí lentamente mientras lo ob-servaba .

    ,Así que no quieres volver a Fila-delfia -dije después de un rato .

    No respondió de inmediato . Miraba elvaso y lo agitaba suavemente .

    -No -dijo al fin-. No quiero vol-ver a Filadelfia ni a ningún lado. No quie-ro ir a ninguna parte .

    Me pareció percibir en su voz, no enel sentido de sus palabras, sino en el tono,un cansancio espiritual intenso, una fatigametafísica muy honda. Tal vez más quefatiga era pesadumbre . Sí, pesadumbreera lo que afloraba en lo que decía ; unapesadumbre sedimentada o arraigada enlos huesos, en la sangre, en cada uno desus actos . Sí, pensé -fue una conclusiónsúbita y espontánea- a los veinticuatroaños Billy ya era un hombre aniquilado .Su apariencia era y seguiría siendo pormucho tiempo la de un joven --uno deesos millones de jóvenes sonrosados quehabitan las ciudades y los pueblos estadou-nidenses- pero su voluntad estaba mar-chita .

    Ahora la lluvia había cesado casi porcompleto y otros clientes entraban al Mo -

  • DIMAS LIDIO PITTY

    roco. El silencio anterior había sido des-plazado por las risas y las voces . Cercade donde estábamos, dos hombres habla-ban de carreras de caballos . Uno afirma-ba que Litle Blue ganaría fácilmente laprueba estelar del día siguiente ; el otroaseguraba, se lo habían dicho, no podía fa-llar, que Princesa sería la vencedora. Am-bos esgrimían cifras, marcas, pedigree,exaltaban la habilidad de los respectivosjinetes. En otra mesa, un hombre bebíacerveza con expresión ausente . Parecíaajeno a todo, aunque de vez en cuandoprestaba atención al diálogo hípico .

    Billy había vuelto a guardar silencioy nuestros vasos estaban casi vacíos . Conun gesto le pedí a Charlie otra ronda .Comenzaba a sentirme eufórico y ya nosentía ningún malestar por la presencia deBilly . En realidad, empezaba a experi-mentar esa sensación que nos hace todoagradable y hermoso . Afuera se oía elruido de los automóviles, el sonido de lasllantas en el pavimento mojado, pero eraun rumor apacible, sin el escándalo de lasbocinas. La luz lechosa del atardecer ha-bía cedido su lugar a los colores indirectosdel Moroco y la camisa blanca de Charlieadquiría tonos violeta en los espejos quehabía detrás de la barra . Charlie trajo lasbebidas y se llevó los vasos vacíos. Bebi-mos y Billy pareció dispuesto a reanudarsu relato . Encendí un cigarrillo y meapresté a escucharlo . Sin embargo, luegode una pausa dijo que por el momento notenía ganas de seguir contándome sus co-sas; era preferible que yo hablara de lo

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    mío o que abordáramos otro tema. Com-prendí que debía resultarle molesto remo-v

    er con tanta insistencia sus recuerdos ysugerí que termináramos las copas y nosfuéramos a otro sitio, Si quería, podíamosir al Villamor o a La Gruta Azul ; eranestablecimientos de mujeres y uno podíabeber allí y subir con una o simplementebeber .

    -Bueno -dijo-, terminemos. Des-pués vemos qué se hace.

    Seguidamente fue hasta el jukebox ypuso música. Regresó a la mesa bailandoy con una expresión sonriente . No obs-tante, al observarlo detenidamente creí no-tar que su sonrisa era forzada ; debajo odetrás de ésta estaba su auténtica expre-sión : esa pátina de tristeza o de hastíoque lo recubría como una segunda piel .Después llegó más gente al bar, incluidasalgunas mujeres ; entre éstas, una conocidaque se acercó a saludarme . Era una mu-lata sensual, de paso ondulante, con lacual había pasado la noche algunas vecesy de quien guardaba un buen recuerdoporque era frenética en el amor y lo envol-vía a uno en un torbellino en la cama .Presenté a Billy y la invité a sentarse connosotros, pero rehusó. Andaba con el gru-po de amigos que en ese momento seinstalaba en una de las mesas del fondo .Luego preguntó qué me había hecho, ha-cía tiempo que no me veía, ¿acaso la esqui-vaba o le tenía miedo? Dijo esto con unasonrisa picaresca y se alejó contoneán-dose .

    Billy tomó un trago y dijo que iba

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    al servicio . También me levanté y fui aponer música. Una de las que andabancon mi amiga comenzó a bailar con unode sus acompañantes . Era una negra pre-ciosa. Observé de reojo el movimiento desus caderas, que semejaban envolver alhombre con una red invisible mientras és-te se debatía como un pez atrapado . Mar-qué una canción que un año antes habíaescuchado durante toda una noche en com-pañía de la mulata . Estaba casi seguro deque cuando ella la oyera recordaría, Quizáfuera esa la mejor noche que habíamospasado juntos . Nos encontramos a lasnueve en un restaurante, estuvimos en unbar hasta la madrugada y luego, al con-trario de otras veces, decidimos no ir a unhotel o a su casa, sino irnos al mar, a unaplaya solitaria, y en Veracruz vimos elamanecer acostados en la arena, con lasolas mojándonos los pies . Junto al juke-box, en tanto esperaba que comenzara lacanción compartida aquella noche, recordécómo la claridad del alba contrastabanuestros cuerpos desnudos, cómo sus se-nos tenían el mismo color azul-dorado delos arrecifes que el día naciente perfilabaen torno nuestro. Allí estuvimos hasta queel sol asomó sobre las aguas del golfo yfueron visibles los lejanos cerros del estey las colinas de la Zona del Canal . Des-pués, mientras nos vestíamos, había mo-mentáneamente deseado no regresar a laciudad, sino perderme con la mujer en unacualquiera de esas islas azulosas que lamañana descubría en el horizonte. Comen-zó la canción y ella se puso a bailar con

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    uno de sus amigos . Al encontrarse nues-tras miradas, me hizo un guiño ; sonreí ycorrespondí con un gesto de la mano . Lue-go regresé a la mesa, Billy volvía en esemomento del servicio .

    Afuera ya no llovía y la noche despe-jada y fresca comenzaba a poblarse decaminantes. Río Abajo, el barrio de losbares, iniciaba su ritmo oscuro, esa ondacálida que aproxima y confunde pielesblancas y negras, sudores ácidos, perfu-mes, delirios provocados por las drogas,cuchilladas y caricias . Río Abajo empe-zaba a vivir de nuevo en el aire del mary los gemidos. En la sombra tropical, lascanciones fluían de los bares al aire lava-do por la lluvia y entraban en las casas ypenetraban en los cuerpos de quienes sa-lían a las calles todavía mojadas .

    Billy volvió a sentarse, tomó su vasoy sonrió mientras se acomodaba .

    ~¿Qué hay? -dijo .-Nada ~respondí- . Nada .Frente a nosotros, en la pared, indife-

    rente a las voces cada vez más altas delos clientes, la muchacha del árbol parecíasonreírnos, como si Billy y yo fuésemosviejos conocidos suyos o supiéramos susecreto .

  • CRONICA

    Viento del noreste. Las naves bogan contodo su velamen desplegado. Es el amane-cer y el agua espejea con tonalidades azulesy verdosas . Desde la cofa del bajel de Bas-tidas, el vigía vislumbra el perfil sinuosode tina cota y da el alerta :

    ¡TIERRA A BABOR]

    En la linea oscura de vegetaciones y arre-cifes, todo aparece hermoso y amable y pla-ga a Dios que no haya naturales de ánimobelicoso. Se envía una chalupa a explorarel paraje y quienes han ido en ella hablanmaravillas cuando regresan : tierra fértil, aguaabundante, gente pacifica, Bastidas registrael suceso en su libro de bitácora y Panamáse convierte en otro hito del dilatado itine-rario de los descubrimientos y la conquista .

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    1501

  • Mi tío y yo llegamos al Canal en la ma-drugada. Aún no había puente y debimosesperar casi una hora en la orilla, hastaque se hubo reunido una cantidad sufi-ciente de vehículos, para cruzar en el ferryRoosevelt . Mientras duró la espera, yomiraba asombrado los faros giratorios (lalínea de luz se perdía en todas las direc-ciones como un grito sin eco), las luces delos barcos fondeados mar afuera y estabaatento a los mil ruidos de sirenas y má-quinas que horadaban la noche infatiga-blemente ; después me entretuve en la con-templación del ferry que cruzaba cargadode automóviles las aguas revueltas, conreflejos aceitosos y basuras en la super-ficie .

    Pese a la fatiga de once horas de viaje(era un camión de carga y traía cientoochenta quintales de arroz, José Santos,el conductor, era amigo de mi tío) poruna carretera en gran parte de piedra, nosentía sueño en ese momento. Además,aunque hubiera tenido sueño, no me habría

  • DIMAS LIDIO PITTY

    perdido la travesía . Hasta ese instante, el"Canal" había sido una palabra, unaimagen confusa y remota que la maestrarelacionaba con Lesseps, Bunau Varilla,Amador Guerrero y el cubano Finlay des-cubridor de la vacuna contra la fiebreamarilla; pero ahora era una extensión deagua iluminada, era ese barco enorme queiba a entrar en las esclusas de Miraflo-res, era la sirena del remolcador que sealejaba de los muelles entre resoplidos demotores y rechinar de cables .

    La maestra había dicho muchas cosas(el fracaso de los franceses, los millonesde dólares invertidos por los norteameri-canos en la apertura de la vía, los benefi-cios que ésta aportaba a la navegaciónmundial), sin embargo, no había mencio-nado el penetrante olor a petróleo, los fa-ros, las naves que esperaban más allá delas boyas luminosas ; la existencia de todoeso la estaba descubriendo ahora conasombro. Me sentí deslumbrado, diminutoante tanto prodigio, pero intensamente fe-liz. ¡El Canal, el Canal! Era maravillosoque por fin hubiera podido ver tantas co-sas. Realmente los gringos eran la gentemás inteligente del mundo. Pensé en laspalabras del viejo Brown cuando bajabade su cabaña de los cerros de Palmira yen la tienda del pueblo hablaba a los hom-bres de sus experiencias y de sus heridasen la guerra del 14 . Ni los franceses ni losingleses pueden compararse con nosotros,decía a menudo . Somos un gran país, ungrande y poderoso país. Ahora sentía queera verdad ; tenía que ser verdad. Emocio-

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    nado, le hice prometer a mi tío que un díame llevaría a conocer todo el Canal .

    Atracamos en la otra orilla y José San-tos condujo el camión a través de Balboa,por calles a esa hora desiertas, limpias ybordeadas de césped y palmeras . Las ca-sas eran blancas o grises, con techos ver-des, y había luz por todas partes .

    --Aquí viven los gringos -dijo mitío-- . Esto es Balboa .

    Mientras miraba todo con ojos febri-les, oí de nuevo la voz dulce de la maes-tra. "Balboa es la ciudad portuaria delPacífico. Allí están las oficinas de la Com-pañía del Canal y el gobernador del terri-torio de la Zona del Canal . Es una ciudadpequeña, pero cuenta con todas las como-didades modernas . En la costa atlánticaestá Cristóbal ; es la otra terminal."

    La maestra recorría el salón en tantohablaba y yo seguía sus movimientos, sufigura esbelta, su rostro tranquilo y son-rosado por el aire matutino . A veces sedetenía de espaldas a la ventana y en ladistancia aparecía el volcán, y los naran-jos florecidos en el terreno contiguo a laescuela. Ninguno de los treinta y seisalumnos de ambos sexos que la escuchá-bamos había estado en Panamá ni habíavisto el Canal. Ella sí lo conocía. Habíavisto los barcos atravesando las esclusasy las mulas eléctricas que los remolcabana través de éstas . Tal vez por eso, en lamañana celeste y luminosa, su voz teníaresonancias marinas y me hacía pensarque ella no sólo era la maestra más bonitadel pueblo sino también la más sabia .

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    Ahora frente a nosotros estaba el cerroAncón, oscuro en las faldas, con luces ro-jas y blancas en la cima. El camión ascen-día despacio por una ligera cuesta y alterminar ésta apareció súbitamente, comoun destello múltiple brotado de la sombra,la ciudad de Panamá .

    --¿Qué te parece? -preguntó mi tío .No respondí nada. Me mantuvo mu-

    do la emoción de ver por primera vez esaciudad de la que tantas cosas había oído .José Santos detuvo el camión ante unagarita que había en el límite de la Zona,dijo algo en inglés, el policía hizo un ges-to con la mano y reanudamos la marcha .Mi tío señaló en dirección al otro lado dela ciudad .

    -Por allá queda el aeropuerto dondetrabajo --dijo .

    Viejas casas de madera oscura bor-deaban las calles por las que pasábamosy en tina esquina un bar seguía abierto,con foquitos verdes y rojos en la puerta,por la cual salían voces ebrias y la músicade un porro. Era el barrio del Chorrillo .Algunos hombres caminaban por las ace-ras y un auto de policía avanzaba despa-cio, en sentido contrario al nuestro . Yoseguía mirándolo todo con asombro y todome parecía maravilloso, hasta esas casasde techos oxidados y paredes desconcha-das, en las cuales, como sabría después, sehacinaban grandes y pequeñas miserias .

    Mi tío y José Santos respondían conacento fatigado a mis preguntas y casihabía amanecido cuando el camión se de-tuvo en una calle próxima al mercado pú-

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    blico . Fuimos a desayunar a un restau-rante cercano, dentro del cual el olor dela comida se mezclaba con el del mar, yJosé Santos pidió a gritos café para loscamioneros . Puse en el suelo mi pequeñamaleta asegurada con cordeles y cuandoel mesero vino a preguntarme qué quería,tuve la sensación de que era yo quien ha-bía desafiado los peligros de la carreteraal volante del camión de carga, y sentíque estaba en la capital del mundo .

    This is PanamaWelcomeBienvenidoa Panamá

    Al salir del restaurante, nos despedi-mos de José Santos y abordamos un buspequeño, como yo no había visto ningunohasta entonces, pues los que comunicabanel pueblo con la capital de la provinciaeran grandes y ruidosos; éstos, en cambio,eran del tamaño de un pickup y no hacíanmás bulla que un automóvil corriente . Elque tomamos estaba prácticamente vacío ;sólo un hombre dormitaba en uno de losasientos del fondo . Nosotros ocupamos elprimero de la izquierda, inmediatamentedetrás del chofer . Mi tío le ofreció un ci-garrillo a éste y se pusieron a conversar dela próxima llegada de Bienvenido Granda,quien amenizaría los carnavales en un tol-do popular y en un cabaret de lujo . Preci-samente en ese momento en el radio del

  • DIMAS LIDIO PITTY

    bus comenzó a oírse el último hit del can-tante cubano :

    Hoy sé más que ayerqué diferencia .La vida me ha enseriadoti distinguir .He visto la verdadme ha dicho tantoque ya ningún amorPie hará sufrir .

    --¡Qué bárbaro! ~dijo el chofer- .Nadie canta como ese tipo .

    -Benny Moré -repuso mi tío- . Eslo mejor .

    -No, hermano, son distintos . En bo-leros no hay nadie como el "bigote meló-dico' . Es un bárbaro .

    Mi tío y el chofer llevaban el ritmocon las manos y los pies. Sin embargo,yo apenas mostraba interés porque no sa-bia nada de Granda, ni de Moré, ni deboleros, ni de carnavales . Ni siquiera ha-bía podido ver nunca los carnavales en elpueblo; sólo había oído por las noches,traída por la brisa del volcán y amplifica-da por altavoces, la música de los bailesy la voz del animador y los gritos de al-gunos borrachos que iban hasta el micró-fono para enviar saludos y mensajes a susfamiliares y conocidos, estuvieran o no enel baile .

    Mi tío y el chofer seguían hablando(ahora de beisbol -Dimaggio, Williams,Avila, Dodgers, Yanquis~ ; había termi-

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    nado la canción de Bienvenido Granda yuna composición de Luis Arcaraz fluíamansamente) y yo comencé a adormecer-me. Acomodé la maleta bajo el asiento, lasujeté con las piernas, recosté la cabezaen la ventanilla y dejé que las imágenesfugaces de las calles dormidas se perdie-ran en la música .

    Mi tío me sacudió el brazo y despertéconfuso. Estábamos cerca de un edificiogrande y muy iluminado. Prácticamenteocupaba el frente de una manzana y juntoa él había muchos automóviles estaciona-dos, Después sabría que era un supermer-cado, pero ahora, para mis ojos nubladospor el sueño, sólo era una construcciónextraña, con grandes rejas cerradas quele daban apariencia de cárcel .

    Bajamos del bus, cruzamos la aveniday caminamos por una calle mal pavimen-tada, con casas aquí y allá y montecillosy almendros espaciados . De la avenida ala casa de mi tío sólo había tres cuadras,sin embargo mi fatiga las multiplicaba yme pareció que había caminado veintecuando finalmente dejé la maleta en elsuelo mientras él abría la puerta del de-partamento . Entramos y dijo que me acos-tara en una camita que había cerca de lasuya. (Su mujer, mi tía, hermana de mimadre, se había quedado en el pueblo apasar unos días más con los abuelos. Yohabía venido a terminar la escuela en lacapital.) Horas después, al mediodía, medespertaron los ruidos y las voces de losvecinos .

    En la casa, de madera y bastante vie-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    ja, vivía mucha gente . Algunos de los in-quilinos eran de origen jamaicano y traba-jaban en la Zona del Canal. Casi todoslos vecinos conocían a mi tío y cuandoregresamos de comer (en la casa no habíanada para cocinar) varios lo saludarony preguntaron cuándo regresaría mi tía ycosas por el estilo . También quisieron sa-ber quién era yo y Jenny, una jamaicanadelgada y alta, hizo bromas sobre mi pa-ternidad, atribuyéndosela a mi tío sinver-güenza, velo ve, que había mantenidooculto a ese hijo tanto tiempo .

    Mi tío salió a arreglar asuntos de sutrabajo y yo anduve dando vueltas por lacasa y los alrededores . Esa tarde vi porprimera vez a Lupo, a Jimmy y a Marta,que salía de su cuarto, situado en la plantaalta, vestida de verde, con su pelo negrí-simo suelto en la espalda . Recuerdo quepasó a mi lado sin verme (yo estaba en laescalera) dejando una estela de perfumey provocándome una sensación extraña entodo el cuerpo . Me pareció la mujer másbonita que hubiera visto hasta entonces,o tal vez no lo fuera, pero sí era la quesabía parecer más bonita .

    Eso pensaba cuando ya la había per-dido de vista y Lupo

    (el buen Lupo que trabajaba comotimonel de remolcadores en el Canaly tenía un cuarto para él solo en esacasa aunque al otro lado de la callesu madre poseía un chalet y él pasabala mayor parte del tiempo con ella,el buen Lupo que no tenía hijos ni sehabía casado porque su novia huyó la

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    víspera de la boda con un soldadopuertorriqueño,el buen Lupo que sería mi amigo yllegaría a pagarme dos dólares sema-nales para que durmiera en su cuartoy se lo cuidara mientras él trabajaba,el buen Lupo que algunas veces metraería chocolates y galletas por lamañana cuando llegara del Canal ydel mar con los ojos enrojecidos porel sueño y quien le diría en una oca-sión a mi tío que yo debía ser hijosuyo (de Lupo) porque era el chicomás honrado y despierto que habíaconocido en su vida,el buen Lupo que me ofreciera sucuarto -es tuyo, dijo, es tuyo ; úsalocuando quieras, pero no me rompasnada- para que llevara allí algunanovia)

    se acercó a preguntarme en qué pensabay si me gustaba la ciudad .

    Eran casi las seis de la tarde y la luzmuriente del verano doraba las palmerasy los árboles cercanos y parecía apagarlos ruidos. En un mango próximo cantabaun pájaro ; a lo lejos, en la avenida dondehabíamos bajado del bus, pasaban auto-móviles y de vez en cuando uno sonabala bocina. Percibí todo eso mientras Lupoencendía un cigarrillo y esperaba mi res-puesta .

    --Si, me gusta la capital -dije final-mente-, aunque todavía no la conozco .

    Lupo aspiró dos o tres veces el ciga-rrillo en tanto me escrutaba. Me pasó lamano por la cabeza y dijo sonriente :

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    ~Bueno, ya nos veremos -y caminohacia su cuarto .

    Lo vi alejarse y, aún vagamente in-quieto por la extraña sensación que mehabía producido la presencia de Marta,me puse a pensar en los abuelos y en lodistinta que seguramente iba a ser mi vidaen la ciudad . Seguí en la escalera hastaque se encendieron las luces de la casay en el exterior la noche ensombreció porcompleto los ruidos y los árboles .

  • Los ruidos y la claridad del día entran através de las persianas y me despiertan .Siento la cabeza pesada y la boca seca .Me levanto mareado, vagamente dolorido,y abro la ventana . El golpe de luz mecierra los ojos y parpadeo varias veceshasta acostumbrarme. Es un día azul yluminoso que no recuerda en nada a lalluviosa tarde anterior ; es otro de esoshermosos domingos que aun en inviernocompensan las fatigas de la semana. Voyal baño y permanezco largo rato bajo laregadera -flexiones de piernas, de bra-zos, de cintura, el cráneo estalla, friccio-nes en los ojos-, luego me tomo dos alka-seltzer y un vaso de leche . Después sacouna cerveza de la refrigeradora y recojoel periódico que un muchacho deja cadamañana junto a la puerta . Con el diario yla cerveza regreso a la cama y busco lasección cultural para ver a quién le hanpublicado cuentos o poemas . Ojalá no seaa . . . pero, claro, allí están, tenían queestar, los infaltables poemas seudoeróti-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    cos de esa señorita frustrada que intentaconvertir en versos sus ansias reprimidas .La conozco, la he visto en la universidado en actos culturales, siempre ansiosa deconocer gente, conversar y hacerse sim-pática, siempre obsesionada por asuntosy libros vinculados al sexo . Su pequeñoespíritu debe ser un sexo abierto, he pen-sado alguna vez ; lástima para ella que suapariencia no corresponda a ese frenesí .Gruesa, pequeña, de piernas arqueadas yvelludas, las manos recargadas de sorti-jas, uno la ve siempre (sola y soltera a lolargo de los años) en los recitales y en lasexposiciones, donde en cada cuadro des-cubre falos, senos ofreciéndose, cuerposcontorsionados, poses lúbricas y comple-jas asociaciones freudianas . Bebo un tragode cerveza, dejo la botella en el buró yrecuerdo la broma que un estudiante lehizo en cierta ocasión a la poetisa .

    Un pintor ecuatoriano o argentino,sudamericano en todo caso, exponía en elparaninfo de la universidad . A la expo-sición asistía mucha gente, incluido el em-bajador de la patria del artista . El públicorecorría la muestra, comentaba, bebía yrápidamente se olvidaba de la pintura ex-puesta, como es usual . Yo estaba con ungrupo de estudiantes cuando ella llegó, to-da de negro .

    -Miren quién está ahí -dijo alguien .Estaba frente a un cuadro y uno de los

    estudiantes nos hizo un guiño y se acercóa ella. Varios lo seguimos a distancia . Elcuadro mostraba dos cebollas recién co-sechadas, todavía con raicillas y recubier-

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    tas de tierra. La poetisa observaba aten-tamente, embebida por completo en lacontemplación, cuando el estudiante se pa-ró a su lado y le preguntó, sin mediar sa-ludo :-Oiga, ¿cómo le parece que han pin-

    tado esos testículos?No reprimimos la carcajada . La poetisa

    adquirió un color terroso, nos fulminó conla mirada y se alejó hacia donde estaba elpintor .

    Mientras leo sus versos -iguales alos del domingo pasado y a los de haceun año~ me pregunto ¿por qué, en lugarde escribir esos poemas sin vida, sólo abase de deseos insatisfechos, no se buscaun hombre que le dé una visión más realy humana de la existencia? Su literatu-ra, pretendidamente realista, tiene escasarealidad. ¿Acaso no se da cuenta? Y elresponsable de la sección cultural del pe-riódico, ¿no advierte la impostura, no com-prende que todo eso no es más que unatomadura de pelo?

    Me desentiendo de los poemas, beboun trago de cerveza y presto atención a unartículo sobre una novela . El articulistamuerde rabiosamente, con furor inexplica-ble, a la obra famosa . De inmoral, suciay pornográfica califica a la mejor novelade la lengua española en muchos años . Elsujeto se regodea en su delirio antropo-fágico. Me pregunto de dónde hemos sa-cado esa inclinación al canibalismo . Bastair a una reunión cualquiera equipado congafas para rayos infrarrojos : inmediata-mente uno puede ver cómo a ciertos indi-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    viduos les son arrancados trozos de carney de honra hasta dejarlos en el puro hueso .Uno se asombra de ver a señoras de ma-neras delicadas y mirada inocente con-vertirse en auténticas hienas y arrojarsecon las fauces abiertas, en compañía decongéneres de ambos sexos, sobre losdespojos léase ausencia, triunfo, tropie-zo, para el caso es lo mismo- de unpoeta, actor o político que ha tenido lamala fortuna de ser nombrado . Inclusono es improbable que quien menciona auna persona determinada lo haga con labenévola intención de ofrecer un banquetea los amigos, Es verdaderamente atroz .

    Hastiado, aún doliéndome la cabeza,dejo a un lado la sección cultural para noirritarme más con el veneno del articulista .

    SECCION INFORMATIVA

    TAK TAK TAK TAK TAK

    (¿Por qué el sonido de los teletipos seasemeja al del corazón humano? Losteletipos revelan el pulso del mundo, Enla noche, cuando todos duermen, esetak tak indica que en otras partes lavida sigue su curso. Aunque haya te-rremotos o guerras o hambre o matri-

    monios de la nobleza, seguimos dandovueltas y desplazándonos en el espacioa 50 mil kilómetros por segundo) .

  • ESTACION DE NAVEGANTES

    TAK TAK ??.,"/,1TAK TAK3 columnas -abajo

    SAIGON.-Con la llegada del monzón sehan incrementado los ataques de las fuerzasdel Frente Nacional de Liberación, principal-mente en las provincias del delta del Mekongy en la denominada región del Triángulo deHierro.

    El alto mando saigonés admitió hoy lapérdida de 36 hombres, dos piezas de artille-ría y varios vehículos blindados en un choqueocurrido en los alrededor de Kontum, en laaltiplanicie central . . .

    4 columnas -arriba

    La OEA reitera el criterio deque Cuba continúa siendo unaamenaza para la seguridad in-teramericana, por lo que resultainconveniente su reingreso a laentidad hemisférica, dijo hoy enWashington el Secretario Gene-ral de esa organización . . .

    2 columnas -al centro

    A partir del 15 de agosto, represen-tantes de la OTAN y del Pacto deVarsovia discutirán en Bruselas los pro-blemas de la seguridad europea y delretiro de tropas de ambas partes . . .

    3 columnas -marco

    Un diario de Hong Kong hi-zo circular hoy la versión deque Mao Tse Tung sufrió hacedos días un serio accidente enHanchow. La misma fuente in-dica la posibilidad de que Chou

  • DIMAS LIDIO PITTY

    En-lai suceda al máximo líderchino en la dirección del Partidoy del Estado . . .

    1 columna -abajo

    Ayer el grupo guerrillero comandadopor Tiro Fijo y que opera en la regiónsuroccidental de Colombia tendió unaemboscada a una columna del ejército,con saldo de tres soldados muertos ycinco heridos, incluido un oficial . . .

    RADIOFOTO 2 columnas-centro

    Sir Francis Chichester prosiguesu viaje solitario alrededor delmando . La gráfica muestra a suvelero, el Gipsy Moth IV, mien-tras capea un temporal en elCabo de Hornos. Una fragatade la Royal Navy surca las in-mediaciones para auxiliar alintrépido navegante en caso ne-cesario.

    3 columnas -arriba

    En su conferencia semanal de prensa elpresidente de los Estados Unidos, Lyn-don B . Johnson, afirmó esta mañanaque su gobierno siente tina auténtica ypositiva preocupación por América La-tina . . .

    TAK TAK TAK /// . . / . . TAK

    TAK TAK ? & TAK RIO DE JANEIRO"'

    TAK TAK TAK

    BOMBAY TAK TAK

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    RQM'''%. . .TAK TAK ANULADO ATEN-CION ANULADO #. 283 ANULADO

    TAK TAK GRACIAS MRV MRV MRV MRVMRV MRV MRV MRV MRV MRV

    Aquí está el viejo, conflictivo y tristemundo de siempre. Muertes, mentiras,tensiones, luchas y, en el fondo, inextin-guible, ese afán de seguir hacia adelante,aunque no estén del todo claros ni el rum-bo ni el destino .

    La cerveza ha comenzado a disiparmeel malestar. Siento cómo -rubia, helada-se disuelve en la sangre y elimina los va-pores alcohólicos .

    Y la ciudad, ¿qué? ¿No vive, no mue-re? ¿No hay quién mate, viole, difame, .escupa, prevarique, tosa o le miente lamadre a su vecino? Por otra parte, segu-ramente alguien ha sido feliz, así haya si-do por un instante, en las últimas docehoras. La prensa debería de dar noticia decosas mínimas y dulces, de eventos en apa-riencia sin importancia pero capaces, porsu significado íntimo, de cambiar el des-tino de una persona : la caída de una man-zana, el vuelo en formación V de los patossalvajes, el primer sonido emitido por unloro negro en la madrugada, la exclama-ción hipócrita de ese niño encantador queluego será tirano y demagogo . Cosas así .

    REPORTERO : ¿Qué ha ocurrido, señora? ¿Porque tiene usted esa expresión contenta?

    SEÑORA CONTENTA : Porque . . . ¿cómo ex-

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    plicarle? Bueno, verá. Hoy mi gata Daisytuvo gatitos, Vive conmigo desde hace cin-co años y nunca había tenido. ¿No quiereverlos? Son preciosos. Los más lindos delmundo.

    Pero no, la felicidad es tan efímera queno vale la pena hablar de ella. Además, ladesgracia y la muerte venden más perió-dicos. Nadie compra un diario que dice :AYER NACIERON 100 NIÑOS EN ELPAIS; en cambio, se agota el que informa :2 MUERTOS EN UNA RIÑA. ¡Quémundo este!

    Un hombre y una mujer fueron arro-llados por un automóvil en via España,cerca del hotel El Panamá, El estadode ambos es delicado, se informó en elhospital . El conductor irresponsablepermanece detenido a órdenes de laautoridad correspondiente . . .

    La policía zoneita extrajo hoytemprano de las aguas del Ca-nal, en las inmediaciones delpuente de Las Américas, elcuerpo de un joven norteame-ricano de raza blanca . Se in-vestiga si fue crimen o suicidio .La policía rehusó proporcionarmás detalles hasta tanto ade-lante en las investigaciones . . .

    Termino la cerveza, dejo a un lado elperiódico y busco otra . La luz del sol en-tra por la ventana y caldea la habitación .Afuera, una brisa suave agita el follaje delmango que hay frente a la casa . Todavíacon una sensación de pesadez en la cabeza,

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    enciendo la radio y vuelvo a recostarme enla cama. Kostelanetz interpreta Lisboa an-tigua . Sigo el ritmo de la melodía con lospies . No tengo ningún plan dominical y meda pereza salir a telefonear a una amigapara invitarla a comer y después ir al cine .Lo mejor, pienso, es llamar al hijo de laportera, mandarlo a conseguir algo paracomer aquí y pasarme la tarde leyendo .Ultimamente he comprado varios libros yaún no he podido leer ninguno. Ahí estánEl cazador oculto, La mujer de la arena,Viaje al fin de la noche . Demonios .¿Cuándo podré mandar al carajo ese tra-bajo en el ministerio para dedicarme aleer, solamente a leer y, si es posible, al-guna vez, escribir algo?

    (Locutor: Son las once y cincuenta y dos minutos .Dentro de poco ofreceremos a ustedes el sorteo dela lotería . Ahora Billy Vaughn nos deleita conEstrella de Montana .)

    Escribir algo. En Panamá no hay un soloescritor que lo sea realmente, que puedadedicar todas sus energías a la literatu-ra. Todos son escritores/periodistas, escri-tores/profesores, escritores/ funcionarios,poetas / comerciantes, poetas / mecánicosy poetas o escritores/nada. ¿Cuándo ha-brá uno, aunque sea uno, que sea escri-tor/escritor o poeta/poeta?

    (Ahora es Satchmo quien toca Saint Louis blues.Elevo el volumen del radio y recuerdo al jovenescritor que envió un cuento a un concurso de la

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    revista Lire y maldecía el resultado "reacciona-rio" del certamen . En el café, del cual no salía entodo el día, gritaba que lo habían robado y des-pojado -mi cuento es social; revolucionario, nojodan, porque habían premiado un relato de unuruguayo desconocido hasta en su casa, y tal vezproimperialista, llamado Juan Carlos Onetti . Qui-ta pase mucho, mucho tiempo antes de que enPanamá pueda haber verdaderos escritores, y nopor culpa de ellos, sino de la realidad, de la suciay triste vaina en que han convertido este país .)

    Voy a buscar otra cerveza y mientrasabro la refrigeradora decido que no des-perdiciaré el domingo quedándome ence-rrado. Sería parecerme al burócrata queen su día libre lee el Readers Digest yluego comenta en la oficina ese artículosobre los cromosomas para que no lo creaninculto .

    (Locutor: Y ahora, gentil auditorio, tenemos pa-ra ustedes el sorteo de la lotería y mientras elánfora de la fortuna con su cargamento de marfilse agita le recordamos a usted que no hay mejorbebida que el ron Carta Vieja . Tómelo con . . .5 es el primer número de este sorteo . Sí, señores,oficialmente . . . el 5 . . .)

    O si no, sería parecerme a esas señorasde Bella Vista o El Cangrejo que durantetoda la semana juegan canasta con lasamigas, chismorrean, engañan al marido--ejecutivo de empresa, como es de ri-gor- con el hijo de los . . . (ese chico tanguapo que estudia Administration Businessen Texas, ¿lo conoces? Bueno, ha venidode vacaciones y ¿cómo? ah no, no quiero

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    correr riesgos contigo, después tratas dequitármelo, ya te conozco, bribona) yacuden a esas reuniones organizadas porlas damas grises con fines benéficos . Ve-getan toda la semana en la rutina de lastelenovelas, del beauty parlor, dear -si,papi, estoy aquí poniéndome linda parati- y los showers y tea parties; luego, eldomingo, van a misa con su querido y res-petable esposo, que es Caballero de Colón,por la tarde leen una novela de AgathaChristie o de Caridad Bravo Adams y enla noche -oh, claro, amor, claro que de-bemos ir- van a ver la última comedia deJack Lemon . Al salir del cine toman unhelado en el Dairy Queen y más tarde,en la recámara con aire acondicionado,entre cortinas de encajes y medias lunasdormidas, soportan con fingido ardor (al-gunas simulan orgasmos) que el maridolas posea en ese amplio lecho king sizetraído de Nueva York.

    (Locutor : 2 . . . el 2 es la tercera cifra .)

    Después conversan un rato en la penum-bra con el fatigado y feliz esposo sobreel horóscopo y los consejos que una re-vista femenina da para ser buena esposay compañera de un hombre dinámico co-mo él. Sí, no voy a pasarme el día ence-rrado como una tortuga asustada .

    (Locutor: Recuerde . . . Carta Vieja . El que lo to-ma no lo deja, Y si lo deja, ja ja jai . . . despuésse queja .)

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    Me pongo un suéter, termino la cervezay casi corriendo salgo al sol del mediodíacon una sensación exultante en todo elcuerpo, como si por primera vez en la vidafuese libre y pudiera correr sin agotarmehasta el otro lado del mundo .

    El sol cae a plomo y la calle reverbera .El asfalto despide un calor intenso y hú-medo . Tomo la acera sombreada por al-mendros y durante unos minutos caminoaprisa para que el ejercicio acabe de eli-minar los restos de alcohol. Siento unaligera irritación en los ojos . No me he ob-servado en el espejo, pero presumo quedebo tenerlos enrojecidos . Del lado delmar sopla una brisa fresca y continúo ca-minando, ya sin prisa ni destino, sólo porel placer de caminar y sentirme vivo, sinpensar en nada concreto, únicamente de-leitándome con la brisa y con la luz queinunda el día .

  • CRONICA

    "Día de la Epifanía (6-I) llegué a Vera-gua, ya sin aliento; allí me deparó NuestroSeñor un río y seguro puerto.

    "A seis de febrero, lloviendo, envié se-tenta hombres la tierra adentro, y a las cincoleguas hallaron muchas minas : los indiosque iban con ellos los llevaron a un cerromuy alto, y de allí les mostraron hacia todaparte cuanto los ojos alcanzaban, diciendoque en toda parte había oro, y que hacia elponiente llegaban las minas veinte jornadas,y nombraban las villas y lugares donde ha-bía de ello más o menos. Después supe yoque el Quibián que había dado estos indios,les habían mandado que fuesen a mostrar lasminas lejos y de otro su contrario ; y queadentro de su pueblo cogían, cuando él que .ría, un hombre en diez dias una tnozada deoro : los indios sus criados y testigos de estotraigo conmigo . . .

    . . .Cuando yo descubrí las Indias dije que

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    1503

  • DIMAS LIDIO PITTY

    eran el mayor señorio rico que hay en elmundo. Yo dije del oro, perlas, piedras pre-ciosas, especierías, con los tratos y ferias,y porque no apareció todo tan presto, fuiescandalizado . Este castigo me hace agoraque no diga salvo lo que yo oigo de losnaturales de la tierra . De uno oso decir,porque hay tantos testigos, y es que yo videen esta tierra de Veragua mayor señal deoro en dos días primeros que en la Españolaen cuatro años, y que las tierras de la co-marca no pueden ser más hermosas, ni máslabradas, ni la gente más cobarde, y buenpuerto y hermoso río, y defendible al mundo ."

    CRISTÓBAL COLÓN

    (Carta VII a los Reyes . Jamaica, 7 de julio de1503.)

  • Cuando cesó de llover, El Moroco se llenóde gente y así estuvo hasta la madrugada .La mulata y su grupo se habían ido tem-prano, sin embargo, habían llegado otrasmujeres y un par de gringos. Estos salu-daron a Billy al pasar cerca de nosotros,él respondió con un gesto y levantó el va-so hacia ellos . Luego, en tanto se acomo-daban y pedían bebida en la barra, Billydijo shit, con una mueca obscena, big shit,y dejó el vaso en la mesa . Los dos gringoseran muy jóvenes, quizá más que Billy,uno era delgado y grácil, aunque el otrono era grueso, y tenía maneras delicadas .

    --¿Son amigos tuyos? -pregunté .-No -dijo Billy- . Apenas los co-

    nozco, pero sé qué clase de gente son . Elde la izquierda -señalaba al más delga-do- es un marica que se ha valido detodo para no ir al frente . Está dándose lagran vida aquí . Según parece, su familiatiene dinero y altas influencias . El otroes de Arizona o de Texas, no se bien, yha llegado a cabo arrastrándose, lamién-

  • DIMAS LIDIO PITTY

    dole las botas a los oficiales . Ahora es elamigo de turno del otro . Los dos son shít--repitió .

    Mientras Billy hablaba, yo no dejabade observar a los recién llegados . Esta-ban muy juntos en la barra, casi rozán-dose las caderas remarcadas por los pan-talones ceñidos . Ambos bebían cerveza yde pronto noté que el más delgado nosmiraba por el espejo . Al cruzarse nues-tras miradas, hizo un gesto de saludo ;correspondí levantando el vaso . Seguida-mente me levanté para ir al servicio . Cuan-do regresé, Billy había pedido otra ronday seguía con los ojos entornados el ritmode la canción rock que tocaba el jukebox .

    Terminamos la bebida y ordenamos denuevo . Ahora la barra estaba más despe-jada y los gringos estaban menos juntos,aunque hablaban en voz baja y el más del-gado semejaba acariciar al otro con la mi-rada . Billy parecía fastidiado por algo-- ¿sería por la presencia de los gringos?-y preguntó si no había otro lugar dondepudiéramos seguir bebiendo tranquilos,porque el Moroco, dijo, ya estaba dema-siado lleno. Respondí que a esa hora todoRío Abajo debía estar igual, pero, claro,de todos modos podíamos irnos a otraparte. Tal vez el Kimbo Bar o La Murallao el Joe's tuvieran menos gente . O, si que-ría, podíamos ir, como le había dicho an-tes, a La Gruta Azul o al Villamor, En,ambos sitios había buenas mujeres, la ma-yoría extranjeras de toda Latinoamérica,no cobraban mucho y la bebida tampocoera muy cara .

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    -Bueno, salgamos primero de aquí yluego decidimos adónde vamos .

    Llamé a Charlie y pedimos la cuenta,Dejé la propina acostumbrada y Billy ledio cinco dólares . El barman sonrió, susojos se iluminaron como cuando estabarealmente contento y nos deseó buenasuerte. El gringuito delgado sequía obser-vándome por el espejo y al levantarnos sevolvió e hizo un gesto de despedida . Mien-tras caminábamos hacia la salida en laatmósfera cargada de humo y sudores, lepregunté a Billy por qué nos miraría tantoel gringuito . ¿No sería que pensaba in-cluirlo a él entre sus íntimos? Lanzó unamaldición y salimos a la noche.

    En comparación con el escándalo delMerece, la calle estaba silenciosa, aunquepasaban automóviles y de alguna parte nosllegaba música tropical, El aire fresco dela madrugada, purificado por la lluvia,olía a sombra y a yerba. Del Moroco to-mamos a la derecha, hacia donde habíavarios bares a dos cuadras de distancia .Para llegar allá había que cruzar el puentede Río Abajo y cuando estuvimos en élBilly se recostó en la balaustrada y se pusoa ver las aguas turbias que corrían tresmetros debajo; mejor dicho, se puso a es-cucharlas o a imaginarlas, porque no eraposible verlas en la oscuridad. Yo estabademasiado tranquilo para incomodarmepor eso ; lo dejé hacer y encendí un ciga-rrillo mientras me detenía tinos pasos másadelante. Un carro pasó a gran velocidady uno de sus ocupantes gritó algo . Por loque fuera, hice un gesto obsceno con la

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    mano y mentalmente mandé al auto y sucarga a la perra que los parió . De prontoBilly comenzó a vomitar . Reclinado en elantepecho del balaustre esperé a que ter-minara .

    Al otro lado de la vía, treinta o cua-renta metros adelante de donde estába-mos, en el declive que había entre la calley el río, podía ver las luces de un burdelde mala muerte, al que iba todos los sá-bados cuando era adolescente y no podíagastar más de tres dólares en una mujery uno cincuenta en bebida . Ahora, aun-que estaba borracho, recordé cómo, entreesas mujeres gastadas por el oficio, ya in-aceptables en sitios de más categoría, ha-bía encontrado a Ester, una compañerade primaria que siempre había soñado conser balletista y que en sexto grado habíapertenecido a un grupo de danzas espa-ñolas, Allí, un sábado, en una mesa húme-da de cerveza y quién sabía qué otra cosa,Ester me había reconocido (nos recono-cimos mutuamente) y me había contadola historia de su miseria . Ya tenía dos hi-jos (ignoraba quiénes eran y dónde es-taban los padres), su madre había muertoaños antes y ella había caído y rodado yvuelto a caer hasta llegar allí, a esa mesa,a esa noche lluviosa de mayo . Durante untiempo había estado en Colombia, en Ba-rranquilla exactamente, a donde la habíallevado un hombre con la promesa de po-nerla a bailar en el club de un amigo . Fi-nalmente no había habido ni club ni amigoy ella había tenido que dejar al hombre,que después de un tiempo la golpeaba a

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    menudo, y ponerse a trabajar en el burdelclandestino de una francesa . Entonces te-nía buena presencia y pronto pudo reunirel dinero necesario para regresar a Pa-namá. Después, ah, después . . . ¿para quécontarme más? La historia completa esta-ba en su rostro de diecinueve años . Segui-mos conversando y luego, tras de haberterminado las cervezas, por un oscuro im-pulso, le pedí que subiéramos, pues supo-nía que eso era lo que ella esperaba queyo hiciera. En la escalera, sin embargo,me acometió una sensación extraña . De unlado sentía la desilusión de haberla en-contrado allí : una puta entre tantas; deotro, persistía aquella antigua atracciónque me había inspirado su cuerpo grácilestremecido por la música andaluza . Re-cordé que en la escuela muchas veces hu-biera querido decirle cuánto me gustaba,pero nunca me había atrevido más que adecirle que bailaba muy bonito, y ahorael tiempo parecía no haber cambiado lascosas porque tampoco sabía qué decirle .Ya en el cuarto, algo se interpuso entrenosotros y en vano quise excitarme evo-cando a aquella Ester de mirada jugue-tona; por el contrario, experimenté unsentimiento de repulsa hacia mí mismo,como si mi sola presencia allí mancillaraun recuerdo sagrado . No había ningúnnexo entre esa mujer que mecánicamentese desvestía frente a mí y la niña que ha-bía conocido. No obstante, movido poralgo que seguramente era orgullo, me des-nudé y traté de comportarme como pen-saba que debía de hacerlo, Pero fueron

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    inútiles todos los intentos . Finalmente,confuso y avergonzado, me vestí mientrasinteriormente lamentaba lo ocurrido y has-ta el mismo hecho de estar allí . Bajamosy "eso no es nada" dijo cuando comentéalgo ; "otra vez será" . Pero nunca fue. Esanoche tuve pesadillas y antes de levan-tarme, para liberarme de la vergüenza yborrar la frustración, me masturbé con laimagen de Ester-manola besándome en unpasillo de la escuela. En los meses si-guientes regresé al burdel y estuve conotras mujeres, aunque con Ester no volvía intentarlo : simplemente la saludaba co-mo a cualquier amiga . No obstante, ínti-mamente me mortificaba verla subir conotros; me resultaba doloroso que un ex-traño la abrazara . Después he pensadoque tal vez había algo de morbo en miconducta porque seguí yendo al lugar yen tanto ella atendía a los clientes yo re-vivía recuerdos, y entonces ese sitio, delque ahora sólo veía las luces, no era unburdel con mujeres semidesnudas sino elescenario de una escuela primaria, enel cual una niña agitaba sus lindas pier-nas entre pollerines andaluces.

    Billy acabó de vomitar, se limpió conel pañuelo y escupió en el cauce de aguasturbias . Guardó el pañuelo mientras ca-minaba hacia mí con pasos torpes . Enton-ces advertí que realmente estaba muy bo-rracho, que lo mejor era buscar dóndepudiera echarse un poco de agua en lacabeza .

    -Vamos ~dije cuando estuvo a milado y le pasé un brazo por los hombros-,

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    vamos a tomarnos un trago donde sea ; creoque te hace falta .

    Murmuró algo y escupió .¿Tienes un cigarrillo?

    -Claro, Billy, seguro .Saqué uno y se lo di encendido . As-

    piró y pareció recobrarse momentánea-mente, pero tinos metros más allá volvióa vomitar (intentó hacerlo) con las manosapoyadas en las rodillas ; sin embargo, pormás esfuerzos que hizo no salió nada . Te-nía los ojos llorosos cuando se incorporóy dijo que fuéramos a buscar ese trago .Nuevamente le pasé un brazo por los hom-bros y reanudamos la marcha hacia losbares .

    En el Royalito había mucha gente, másque en el Moroco, pero aun así pedimosgin and tonic en la barra y Billy aprove-chó para ir al servicio : se lavó la caray dejó correr el agua un rato sobre su ca-beza. Cuando regresó estaba repuesto ysonreía .

    -Me siento mucho mejor -dijo altomar el vaso- . Ahora si podemos ir adonde quieras .

    Me puse a pensar adónde sería buenoir cuando termináramos el trago . En elLipsy's el ambiente era sucio, había mu-chos maleantes y marihuanos y las muje-res que iban allí no pasaban revista sani-taria, por lo que un simple beso podíatener consecuencias funestas . No, el Lip-sy's no. Tal vez el Joe's . Allí no habíamujeres casi nunca, pero la bebida erabuena y la clientela no era cochambrosa .0 si no, el Kimbo; no, ese estaba lejos y

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    había que tomar bus para llegar. Sí, lomejor era el Joe's . Terminé mi vaso y es-peré a que Billy acabara el suyo . Luegobuscamos la salida mientras en un esce-nario del fondo una mulata semidesnudainiciaba un número mixto de canto y danzaafrocubana con una serpiente enrollada enel cuerpo, la cola de la cual sobresalía yse agitaba entre sus muslos .

    ¿Quieres ver eso? -pregunté a Billy,-No -dijo-, mejor salgamos a bus.

    car un buen trago .Otra vez caminamos en la noche fres-

    ca, por la acera todavía mojada, con lamúsica que salía de los bares mezclándosey confundiéndose en la oscuridad apenasdisminuida por el alumbrado de la calle .

    Billy caminaba desatento a lo queveíamos; tal vez todavía estaba demasiadoborracho, pese a haberse mojado la cabe-za, para atender otra cosa que no fuerasu borrachera. A mí, en cambio, el espec-táculo de los anuncios de los bares bri-llando como infatigables y monstruosasluciérnagas multicolores, me parecía irrealy maravilloso . Allí estaban las casas dor-midas de Río Abajo y la gente que entra-ba y salía de los bares, las mujeres quepasaban a nuestro lado con andar y mi-rada insinuantes, el ruido de los automó-viles en la calle mojada -cada vez quepasaba uno, la música se fundía con elruido húmedo de las llantas y durante uninstante la noche era un sonido opaco yneutro, ni música ni ruido, sino algo vis-coso que se alejaba y finalmente desapa-recia en la distancia para que la música

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    de todos los bares volviera a ser una solay múltiple m elodía. la materia del aire yde la sombra .

    Billy no veía las luces de La Muralla,el castillo blanco y azul que formaban, queuna vez era todo blanco contorneado deazul y otra todo azul contorneado de blan-co; el caballito de White Horse que ca-briolaba como un potro salvaje sobre elBlue Moon y se encabritaba y daba coces,como si quisiera evadirse de los tubos deneón para correr detrás de las yeguas enalgún prado remoto ; no veía las gemelasondulantes de La Cueva : cada una conuna estrella en la frente y una varita má-gica en la mano ; no veía la sirena rojaque llamaba a los transeúntes desde lo al-to de La Isla y que agitaba sus caderasde pez como sólo una sirena puede hacer-lo . No veía nada Billy, sino la calle, losautomóviles y la gente que pasaba a nues-tro lado conversando y riéndose .

    Contra lo supuesto, en el Joe's no ha-bía demasiada gente y encontramos tinamesa desocupada cerca de la entrada. Enla barra, algunos hombres, cinco o seis,hablaban a gritos y simultáneamente . Pa-recían discutir de boxeo, aunque nadiehubiera podido entender qué decía cadaquien . En las mesas, en casi todas, habíagrupos que hablaban y reían . En una, unhombre y una mujer bebían en silencio,muy ¡tintos, perdidos en sí mismos, un bra-zo de él sobre los hombros de ella . Devez en cuando se besaban y luego volvíana quedarse quietos, como si no estuvieranen el Joé s, entre el escándalo de la barra

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    y el calypso que en ese momento tocabael jukebox, sino en el parque de SummyGarden o a orillas del lago Madden alatardecer .

    Observé detenidamente el local hastaque un nueva canción, The yellow sub-marine, me hizo preguntar a Billy si legustaban los Beatles y la música rock engeneral. Sí, le gustaban mucho, claro, aun-que había intérpretes que eran una basura .En Nueva York él había oído, en elVillage, grupos muy buenos, aunque noeran profesionales ni tenían publicidad .Tocaban en tugurios llenos de muchachosde mirada triste y cabellos largos . Imaginémuchachos que miraban el aire dulcemen-te a través del humo de la marihuana,indiferentes a la marcha del mundo, con-sumidos por días y noches de insomnio,de semanas y meses de viaje por ciudadesdel este y del oeste, viajes en trenes decarga y en autostop o a pie, de nochespasadas en los furgones o en los andeneso en autos estacionados en las gasoline-ras, a veces en compañía de una chica demirada también triste y otras de un mu-chacho de cabello también largo . El loshabía oído muchas veces y había disfru-tado oyéndolos . Sí, eran buenos esos con-juntos . En ocasiones tocaban en los tea-tros underground y el efecto de su músicaera multiplicado por los actores y las lu-ces y por el mismo público que se integra-ba en la penumbra a la cadencia recóndita(primitiva decían algunos), al feeling delos sonidos eléctricos y la batería frené-tica. Algunas veces, millonarios excéntri-

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    cos o artistas de moda llevaban a uno detales grupos a sus fiestas para que los in-vitados disfrutaran con la música de lajuventud . Pero, claro, había de todo . Re-cordaba a un grupo integracionista -dosblancos y una negra, un negro y dos blan-cas- que recorría todo el Village y enninguna parte hallaba acogida . No teníanidea del ritmo ni dominaban sus instru-mentos . Lo único que sabían hacer bienera drogarse y hablar mal de los negrosque no ponían de su parte para hacer másllevadera la vida entre los blancos. Mal-com X, el Black Power . . . no, no servían .El integracionismo era la solución . Esorepetían a quien quisiera oírlos, Y las dosblancas invitaban a la cama a todo negroque encontraban . Precisamente en unafiesta organizada por un aspirante a pin-tor, sobrino de un petrolero texano, él(Billy) había ido al baño y encontradoallí a tina de las dos arrodillada frente aun bongosero negro que tenía el pantalónabierto . Ninguno de los dos pareció inmu-tarse y él orinó y salió y ellos siguieroncomo estaban . Ese conjunto era lo peorque recordaba haber escuchado, y habíaoído varios muy malos, de esos que nohacen música sino ruido . Sin embargo, apesar de cosas como esa, la música rockera una gran cosa, y le gustaba . ¿Habíaescuchado yo algo de Jimmy Hendricks?Y los Beatles, claro, eran muy buenos .

    Sus dedos golpeaban la mesa al ritmode la música mientras observaba con gestodistraído el decorado sicodélico y escan-daloso del local, Me levanté y fui a poner

  • DIMAS LIDIO PITTY

    de nuevo The yellow submarine . Inexpli-cablemente, por alguna razón que no al-canzaba a comprender, en realidad creoque ni me interrogué al respecto, la can-ción de los Beatles me conmovió en esemomento y experimentaba oyéndola unaíntima y profunda sensación de sosiego ybienestar, como si la repetición de la fraseyellow submarine y la música dulce quela acompaña evocaran en mí plácidas vi-siones del pasado o anticiparan escenasigualmente apacibles. Regresé a la mesa ytambién me puse a llevar el ritmo golpean-do el vaso con los dedos . Al terminar lapieza resurgió la vocinglería de la barray propuse irnos a otro sitio . Tampoco sepodía beber a gusto en el Joe's y no valíala pena escuchar los gritos de los bo-rrachos .

    Salimos nuevamente a la calle húmeda,a los faroles de mercurio y los anunciosmulticolores. Ya debí