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1 COLABORACION DE MARIA EN LA REDENCION, SEGUN LA DOCTRINA DE LA VENERABLE CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA (México, 1862 – 1937) Juan Esquerda Bifet Introducción : La vivencia eclesial actual sobre la asociación de María a Cristo Redentor 1. Síntesis de la vivencia y doctrina mariana de Concepción Cabrera de Armida 2. El significado y alcance de la colaboración de María en la redención 3. Implicaciones de esta doctrina en la vida espiritual mariana de todo cristiano y especialmente en el sacerdote y personas consagradas ("almas sacerdotales") Líneas conclusivas : Aportaciones de la doctrina de Concepción Cabrera de Armida sobre la cooperación de María en la redención * * * Presentación : La vivencia eclesial actual sobre la asociación de María a Cristo Redentor El tema de la cooperación de María a la redención (o asociación de María a Cristo Redentor), se puede afrontar desde diversas perspectivas. En los estudios teológicos, ordinariamente se intenta elaborar unos conceptos precisos que quieren armonizarse con los contenidos de la fe. Está en juego la unicidad de la redención y mediación de Cristo y, al mismo tiempo, la cooperación de María y de la Iglesia a la obra redentora. La historia de gracia, vivida por la fe del pueblo de Dios y, de modo especial, por los santos, no puede reducirse sólo a una teología sistemática, sino que va más allá de los conceptos teológicos, respetándolos siempre como válidos y necesarios,

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COLABORACION DE MARIA EN LA REDENCION, SEGUN LA DOCTRINA DE LA VENERABLE CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA (México, 1862 – 1937)

COLABORACION DE MARIA EN LA REDENCION, SEGUN LA DOCTRINA DE LA VENERABLE CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA (México, 1862 – 1937)PRIVATE

Juan Esquerda Bifet

Introducción: La vivencia eclesial actual sobre la asociación de María a Cristo Redentor

1. Síntesis de la vivencia y doctrina mariana de Concepción Cabrera de Armida

2. El significado y alcance de la colaboración de María en la redención

3. Implicaciones de esta doctrina en la vida espiritual mariana de todo cristiano y especialmente en el sacerdote y personas consagradas ("almas sacerdotales")

Líneas conclusivas: Aportaciones de la doctrina de Concepción Cabrera de Armida sobre la cooperación de María en la redención

* * *

Presentación: La vivencia eclesial actual sobre la asociación de María a Cristo Redentor

El tema de la cooperación de María a la redención (o asociación de María a Cristo Redentor), se puede afrontar desde diversas perspectivas. En los estudios teológicos, ordinariamente se intenta elaborar unos conceptos precisos que quieren armonizarse con los contenidos de la fe. Está en juego la unicidad de la redención y mediación de Cristo y, al mismo tiempo, la cooperación de María y de la Iglesia a la obra redentora.

La historia de gracia, vivida por la fe del pueblo de Dios y, de modo especial, por los santos, no puede reducirse sólo a una teología sistemática, sino que va más allá de los conceptos teológicos, respetándolos siempre como válidos y necesarios, pero reconociendo también que el misterio de gracia es siempre más allá de todas nuestras reflexiones.

Se trata, pues, de afrontar los contenidos de la fe, también desde la llamada "teología vivida de los santos", para llegar a una "intuición de la fe", que emana de una "experiencia" guiada por "las luces del Espíritu Santo":

"Ellos (los santos) nos ofrecen unas indicaciones preciosas que permiten acoger más fácilmente la intuición de la fe, y esto gracias a las luces particulares que algunos de ellos han recibido del Espíritu Santo, o incluso a través de la experiencia que ellos mismos han hecho de los terribles estados de prueba que la tradición mística describe como « noche oscura »" (NMi 27)

Si afrontamos la doctrina mariológica, quedamos también invitados, no sólo a aceptar la "doctrina de la fe", sino especialmente a practicar una "vida de fe", que es la base de una auténtica "espiritualidad mariana". Esta espiritualidad se aprende de los santos y encuentra directrices certeras en la tradición eclesial y en las enseñanzas del magisterio:

"Se trata aquí no sólo de la doctrina de fe, sino también de la vida de fe y, por tanto, de la auténtica «espiritualidad mariana», considerada a la luz de la Tradición y, de modo especial, de la espiritualidad a la que nos exhorta el concilio. Además, la espiritualidad mariana, a la par de la devoción correspondiente, encuentra una fuente riquísima en la experiencia histórica de las personas y de las diversas comunidades cristianas, que viven entre los distintos pueblos y naciones de la tierra" (RMa 48).

Teniendo, pues, en cuenta esta perspectiva vivencial de la fe, podemos observar que la doctrina magisterial conciliar y postconciliar del Vaticano II, al hablar de la asociación de María a la obra redentora, mientras manifiesta un gran respecto por la reflexión teológica sobre ese tema, aprovecha lo que es ya doctrina común, para invitar a asumir un tono marcadamente vivencial y relacional.

El concilio, en la constitución "Lumen Gentium" y en el decreto "Presbyterorum Ordinis", al presentar a María en relación con la redención, resalta sus actitudes personales de condolencia, amor materno, consentimiento en la victimación del Señor:

"La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cfr. Jn 19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma" (LG 58).

Los conceptos teológicos sobre la colaboración de María en la obra redentora, podrán matizarse e incluso enriquecerse teniendo en cuenta la "misión maternal de María", su "influjo salvífico" subordinado a Cristo y "su mediación", precisamente para invitar a "la unión inmediata de los creyentes con Cristo". Con estos matices de maternidad y de mediación, María es la "generosa colaboradora del Redentor":

"La misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo" (LG 60).

"Fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor" (LG 61).

Esta doctrina mariana sobre la cooperación en la redención, pone en evidencia la acción del Espíritu Santo, que orienta la entrega de María a la obra redentora y la presenta unida estrechamente a Cristo como "Madre del Sumo y Eterno Sacerdote":

"Ella, guiada por el Espíritu Santo, se entregó totalmente al misterio de la redención de los hombres; veneren y amen los presbíteros con filial devoción y veneración a esta Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio" (PO 18).

Se trata de la cooperación de María en todos los momentos de la obra redentora de Cristo, como asociada espiritualmente a él y como figura de la Iglesia esposa, llamada también a seguir colaborando continuamente en la redención. Así lo afirma Pablo VI en "Marialis cultus". Después de citar textos del Misal, en los que se habla de su "cooperación a la obra del Hijo" (MC 11), afirma:

"Haz que tu santa Iglesia, asociada con ella (María) a la pasión de Cristo, participe en la gloria de la resurrección" (MC 11; cita Misal, colecta 15 septiembre).

"La Iglesia... reconoce en la Cooperadora del Redentor, ya plenamente partícipe de los frutos del Misterio Pascual, el cumplimiento profético de su mismo futuro" (MC 22). "Su cooperación en momentos decisivos de la obra de la salvación llevada a cabo por el Hijo" (MC 56). "Fue Madre y Asociada del Salvador" (MC 30).

La encíclica mariana de Juan Pablo II presenta los contenidos de la fe respecto a María, con un marcado tono de asociación al Redentor. De ahí el título de la encíclica ("Redemptoris Mater"). La asociación de María a la obra redentora, en forma "escondida" y humilde, no tiene límites de tiempo:

"El Eterno había asociado a esta escondida «hija de Sión» al plan salvífico que abarcaba toda la historia de la humanidad" (RMa 3).

Su cooperación está relacionada con su maternidad ("coopera con amor materno") y se dirige a la "generación" espiritual de todos los hombres:

"Si alzan los ojos hacia ella en los diversos lugares de la existencia terrena lo hacen porque ella «dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó primogénito entre muchos hermanos», y también porque a la «generación y educación» de estos hermanos y hermanas «coopera con amor materno»" (RMa 6).

La invitación de "Redemptoris Mater" se centra en imitar la fe viva de María en su unión con el "despojamiento" de Cristo, hasta participar en su muerte redentora:

"Por medio de esta fe María está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento... A los pies de la Cruz María participa por medio de la fe en el desconcertante misterio de este despojamiento. Es ésta tal vez la más profunda «Kénosis» de la fe en la historia de la humanidad. Por medio de la fe la Madre participa en la muerte del Hijo, en su muerte redentora" (RMa 18; cita la doctrina conciliar de LG 58 y comenta la fe de María).

La maternidad espiritual de María deriva de su cooperación en la obra redentora. Es cooperación de amor, a modo de "nueva maternidad", como "participación en el amor redentor del Hijo":

"Está «unida en la estirpe de Adán con todos los hombres...; más aún, es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles». Por consiguiente, esta «nueva maternidad de María», engendrada por la fe, es fruto del «nuevo», amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz, por medio de su participación en el amor redentor del Hijo" (RMa 23).

Esta maternidad, "en el orden de la gracia", es de cooperación generosa a la obra redentora con derivación universal:

"Como proclama el Concilio: María «es nuestra Madre en el orden de la gracia». Esta maternidad en el orden de la gracia ha surgido de su misma maternidad divina, porque siendo, por disposición de la divina providencia, madre-nodriza del divino Redentor se ha convertido de «forma singular en la generosa colaboradora entre todas las creaturas y la humilde esclava del Señor» y que «cooperó... por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas»" (RMa 22).

La actitud materna de María respecto al Redentor es de "apertura total" o de "donación total", siempre al servicio de la salvación:

... "desde el principio, una apertura total a la persona de Cristo, a toda su obra y misión... ella acogió y entendió la propia maternidad como donación total de sí, de su persona, al servicio de los designios salvíficos del Altísimo" (RMa 39).

La Iglesia aprende de María esta maternidad, que es, por ello mismo, también cooperación a la obra redentora:

"La maternidad de la Iglesia se lleva a cabo no sólo según el modelo y la figura de la Madre de Dios, sino también con su cooperación" (RMa 44).

La cooperación de María a la redención se traduce en acogida materna. Así lo afirma la carta apostólica "Rosarium Virginis Mariae":

"María no se limitará a compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo en el discípulo predilecto confiado a Ella (cfr. Jn 19, 26-27)" (RVM 10).

Todo fiel está llamado a imitar la actitud mariana junto a la cruz, para llegar a experimentar la fuerza regeneradora del amor:

"Los misterios de dolor llevan el creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora" (RVM 22).

La actitud de María, durante toda su vida "junto a Cristo", tiene dimensión sacrificial", que culmina en "la unión con el Hijo en la pasión". Esta realidad mariana se actualiza, de algún modo, en la celebración eucarística. Así lo afirma la encíclica "Ecclesia de Eucharistia":

"María, con toda su vida junto a Cristo, hizo suya la dimensión sacrificial de la Eucaristía... «para presentarle al Señor» (Lc 2, 22)... Preparándose día a día para el Calvario, María vive una especie de «Eucaristía anticipada» se podría decir, una «comunión espiritual» de deseo y ofrecimiento, que culminará en la unión con el Hijo en la pasión... ¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)?" (EdE 56). "No falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro" (EdE 57).

La vivencia de la celebración eucarística implica recibir el don de la maternidad mariana (su presencia y ejemplo) para "conformarse a Cristo":

"Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de Juan– a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas" (EdE 57).

Esta larga introducción de nuestro tema ha recogido algunos textos magisteriales desde el concilio Vaticano II, para hacer notar el tono de relación y de vivencia, por parte de María, respecto a su cooperación a la obra redentora. En los escritos de Concepción Cabrera de Armida (a quien en los círculos más llegados se la llama "Conchita"), encontramos este mismo tono y, a veces, las mismas expresiones. Ella no aporta directamente una reflexión teológica sistemática, pero su experiencia de fe, formulada con expresiones vivenciales, puede ayudar a la reflexión teológica, especialmente cuando ésta intenta prestar sus servicios a la fe auténtica de la Iglesia.

1. Síntesis de la vivencia y doctrina mariana de Concepción Cabrera de Armida

Todos los escritos de Concepción Cabrera de Armida (impresos e inéditos) tienen marcado trasfondo mariano. En ellos se puede apreciar la dimensión trinitaria, cristológica, pneumatológica y eclesiológica. Es muy acentuada la relación de María con la Eucaristía como presencia, sacrificio y comunión. Este tema (Eucaristía y María) merece un estudio aparte. Su doctrina mariana presupone el paralelismo María-Iglesia: la Iglesia aprende de María su propia maternidad y su actitud oferente respecto a Cristo Redentor.

Entre los numerosos libros publicados de Conchita sobre tema directamente mariano, cabe destacar dos: Ternuras al Corazón de María (María te da a Jesús) y Rosas y Espinas. Antes de presentar su contenido respecto a la cooperación de María a la redención, daremos un resumen de su doctrina mariana general.

El libro mariano Ternuras al Corazón Inmaculado de María, editado modernamente con el título de María te da a Jesús, describe las vivencias de un viaje a Tierra Santa (1913), presentado la interioridad de Jesús desde el Corazón de María. Son meditaciones puestas en labios de la Santísima Virgen, con reflexiones y propósitos del lector.

Los contenidos son comentarios sencillos a las escenas evangélicas, invitando a adoptar actitudes interiores. Se pone en labios de María la narración principal. Podemos entresacar algunas expresiones de interés para nuestro tema: "Yo soy, hijo mío el camino más corto para llegar a Jesús" (n.2). "Yo soy la Estrella, la que te ha traído con luz sobrenatural al tabernáculo" (n.2). El objetivo de centra siempre en Jesús: "Amalo y hazlo amar" (n.1); "no te avergüences jamás de pertenecerle... las penas fueron para mi corazón; los frutos serán para el tuyo" (n.4, destierro a Egipto). "Medita, hijo mío, en su primera palabra que fue ¡Madre!" (n.5, Egipto).

Algunos propósitos del lector indican también esta relación íntima con Cristo, por medio de María: "Ensancha mi corazón para que sea como Tú en la Eucaristía" (n.17); "Madre mía, préstame tu Corazón" (n.20); "nos uniremos a la oblación de Jesús y de María al impulso del Espíritu de Amor para colaborar en la redención del mundo y glorificar al Padre" (n.21). El tema de la cooperación de María a la redención lo resumimos más adelante (en los apartados 2 y 3 de nuestro estudio).

El libro Rosas y Espinas presenta la doctrina mariana general de una manera más sistemática. En realidad, es un itinerario para llegar a vivir en sintonía con los sentimientos de Cristo, a imitación de María y con su ayuda. Se trata de una relectura del evangelio, vivido desde dentro, es decir, desde los sentimientos de Cristo, de corazón a corazón, adoptando la misma actitud de María.

En Rosas y espinas, Cristo es siempre el centro. Desde la Encarnación hasta la Ascensión, las escenas evangélicas recobran su actualidad, como si sucedieran hoy y también como contadas por una Madre (de Jesús y nuestra) que las vivió intensamente por amor nuestro y que ahora nos acompaña, para que las hagamos parte integrante de nuestra vida.

Recordando las escenas evangélicas, narradas y vividas por la Madre de Jesús, van apareciendo todos los trazos principales del Misterio del Señor, Verbo encarnado, Redentor, verdadero Dios y verdadero hombre y único Salvador, que quiere salvar a la humanidad entera con nuestra colaboración. Al mismo tiempo, van apareciendo también, casi sin sentir, todas las gracias peculiares de María, que le fueron concedidas para nuestro bien: Madre de Dios y nuestra, siempre Virgen, Inmaculada, intercesora o Medianera, Asunta al cielo... En este sentido, a mi parecer, es el libro mariano de la Sra. Armida mejor logrado.

La peculiaridad de este libro, Rosas y espinas, consiste en partir de un hecho o texto evangélico (como Palabra de Dios), releído como y con María, imitando su actitud contemplativa. Se hace también referencia a textos del Antiguo Testamento y a la doctrina y vivencia de los santos.

La dinámica de cada tema (33 meditaciones) se simboliza y resume con las palabras "rosa" y "espina". María nos comunica su meditación y vivencia de un hecho evangélico (por ejemplo, la Anunciación); es una "rosa" que nos regala, de parte de su Hijo, para que dejemos entrar su palabra en nuestro corazón. Pero María vivió este hecho evangélico también como "espina", es decir, como quien comparte la misma suerte de Cristo, a modo de "espada" (Lc 2,35). El dolor profundo de María consistía en ver que el Señor no era conocido ni amado. Entonces ella, al brindarnos maternalmente su "rosa", nos invita a acompañarla en su dolor (su "espina"). Como buena Madre, nos enseña a sufrir amando y a transformar el sufrimiento en donación. "Las penas fueron todas para mí; pero para ti fue el precioso fruto de ellas".

Resulta muy aleccionador y original el hecho de marrarnos el dolor (la "soledad") de María, desde la Ascensión del Señor hasta la Asunción de la Virgen. No se trataba del mismo dolor del Calvario, sino de una "ausencia dolorosa" de Cristo, por el deseo ardiente que tenía María de ver y encontrarse definitivamente con el Señor. Durante esos años de "soledad" (pasados entre Jerusalén y Efeso), María acompañó a la Iglesia primitiva con afecto de Madre, como dando a luz a sus nuevos hijos con dolor. Era la maternidad espiritual de María, como modelo de la maternidad eclesial y apostólica, al estilo de San Pablo, quien se comparaba a una madre que sufre para "formar a Cristo" en los demás (cfr. Gal 4,19). Este tema, como veremos en los apartados siguientes, está relacionado con la cooperación de María a la redención.

En este contexto, aparece todo el proceso o itinerario de la vida "espiritual" y apostólica del cristiano (con sus derivaciones familiares y sociales): "Transfórmate en Jesús por la humildad y la caridad". En todo el proceso del camino nos acompaña María, como Madre, modelo, intercesora o medianera y también primera discípula. Es un camino de humildad, confianza y entrega generosa y concreta, sin concisiones a ningún tipo de egoísmo. Se van trazando pautas certeras para comprender el "influjo maternal" (como dice Conchita) o el "influjo salvífico" (como dice el concilio en Lumen Gentium 60).

Cada meditación es un coloquio familiar. Empieza María explicando ampliamente algún aspecto del misterio de Cristo, que es siempre fuente de gozo ("rosa") y también de dolor ("espina"). Sigue una respuesta comprometida por parte del creyente. Al final se indica un propósito concreto, tendiendo siempre hacia la renovación de vida por la práctica de virtudes cristianas.

Al leer este libro, uno queda invitado a vivir en unión con María, para que, con su ayuda y ejemplo, se puedan captar mejor los amores o sentimientos de Cristo. El trato con María llega a ser familiar. Al constatar la ingratitud humana de todas las épocas hacia Cristo Redentor, el lector queda invitado y estimulado a ser santo y apóstol. Ser amantes o devotos de María equivale a colaborar con ella en la salvación de las almas, es decir, a hacer que toda la humanidad encuentre, conozca y ame a Cristo Redentor. Para ello, el creyente debe contagiarse, según la expresión conciliar, del "amor materno" de María (Lumen Gentium 65).

2. El significado y alcance de la colaboración de María en la redención

La doctrina de Conchita sobre la colaboración de la Santísima Virgen en la redención, subraya su unión con Cristo Redentor por medo de su consentimiento (su"fiat"), y su actitud de fe y de amor, siempre bajo la acción de Espíritu Santo y siendo fiel a la voluntad de Padre. María ofrece y se ofrece en unión con la Víctima. Conchita hacer resaltar las actitudes internas de María, especialmente al querer describir su experiencia mística mariana de ofrenda ante las palabras eucarísticas "esto es mi cuerpo", "esta es mi sangre".

A) Ternuras al Corazón Inmaculado de María

Veamos en primer lugar algunas expresiones del libro Ternuras al Corazón Inmaculado de María (María te da a Jesús), sobre María Corredentora, haciendo resaltar las vivencias de María. Ella se ofrece como victima en unión del Hijo, pudiéndose llamar "mártir" por el hecho de participar de su dolor:

"Ya había comenzado a ser víctima, en unión de mi Hijo Santísimo, participando de su dolor; desde entonces fui más que mártir" (n.3, Presentación de Jesús en el templo).

María no obra en paralelo, sino en profunda sintonía con los sentimientos de Cristo hacia el Padre y hacia toda la humanidad:

"Yo le contemplé muchas veces orando a su Padre, ofreciéndose siempre al dolor por expiar los crímenes de la humanidad" (n.9, vida oculta en Nazaret).

La insistencia en ofrecer la Víctima, proviene de la voluntad del Padre, a la que María debía unirse incondicionalmente. La intercesión compasiva de María es de sintonía con el mismo Cristo y, en este sentido, se relaciona con la omnipotencia divina:

"El Padre celestial me lo había dado para el sacrificio, yo presentaba la divina Víctima, ofreciéndolo a su voluntad... A cada paso lo extrañaba... en todas partes, a todas horas, pensando en la Redención que iba a consumar con su muerte" (n.10, despedida). "Confiando en la ternura del Corazón que tanto conocía... mi intercesión compasiva responde a su omnipotencia divina" (n.13, Caná). "Comunicó a mi corazón toda la fortaleza del suyo, toda la resignación y la serenidad que necesitaba para el sacrificio que iba a ofrecer al Eterno Padre" (n.19, Cenáculo). "Callaba como El. Me ofrecía como Víctima en su unión" (n.21, pasión).

La unión de María a Cristo Redentor, es eminentemente maternal, "Madre de la Víctima", "Madre del Redentor". La misma Santísima Virgen lo expresa así:

"Con la mirada acariciaba a Jesús, y unía mi crucifixión a la suya «por ti»... Era Madre, y Madre de la Víctima, Madre del Redentor" (n.22, crucifixión).

Más que analizar los contenidos de la corredención, Conchita se ciñe a presentar la interioridad de María. Su "magnanimidad de Corredentora" consiste en ofrecer con Cristo la misma Víctima, el mismo sacrificio, identificada con sus sentimientos. Coopera a la redención como madre:

"Yo sin quitar los ojos del divino Crucificado, sufría y oraba... Yo también con El los perdonaba... No olvida que es Redentor y no quiere dejar sin Madre a los hombres redimidos... Apuramos las mismas hieles, nos consumimos en el mismo fuego y ofrecimos el mismo sacrificio. El con generosidad de Redentor, yo con magnanimidad de corredentora. Y así abismado su corazón en el mío y el mío en el suyo, permanecimos juntos el «Varón de dolores» (Is 53,3) y la Madre del Dolor... Ahí, hijo mío, comencé a ser Madre de los hermanos a precio del dolor. Ahí naciste en mi corazón. Ahí comenzaste a ser hermano de Jesús siendo también mi hijo... (sigue describiendo el dolor de María)... Caí de rodillas y abrazada de los divinos pies, ofrecí al Eterno Padre una ve más el sacrificio de mi Hijo adorado... Me abismé en el aquel Corazón partido que daba al mundo lo último que le quedaba, su Sangre" (n.23, Jesús muerto en la cruz).

Esta unión con Jesús Víctima continúa después de la muerte del Señor y dará sentido de corredención al sufrimiento de María:

"Ahí quedaba sepultado un cuerpo y dos corazones, el de Jesús y el mío... Ven a ofrecerle en mis brazos tus amores y tus dolores" (n.24, sepulcro). "Apoyó mi cabeza en su pecho herido... perdiéndose mi alma en el seno de la Divinidad... Era Madre del Rey de la gloria, y esta consanguinidad identificaba en cierto modo mi ser con mi divino Hijo, y la unión por su resurrección era más estrecha aún que en vida" (n.25, resurrección).

El resumen de la cooperación de María, según el libro Ternuras al Corazón Inmaculado de María, se reduce a victimarse en unión con la Víctima que es su Hijo. Desde la Encarnación, María le contempla "ofreciéndose" (n.9). Le ofrece en el templo, presentado la Víctima al Padre (n.13). Toda la vida de María es ofrecerse "como Víctima en su unión" (n.21), hasta crucificarse con él (n.22), ofreciendo "el mismo sacrificio" (n.23). Conchita subraya la interioridad de María, como "Madre de la Víctima, Madre del Redentor" (n.22), en sentido de fortaleza (n.19), de "magnanimidad de Corredentora" (n.23) y como "Madre del Dolor" (n.23). María, siendo fiel a la voluntad del Padre, se abisma en el Corazón del Hijo uniéndose a su misma inmolación (n.23), consepultándose con él e identificándose con el ser del Hijo (n.25).

B) Rosas y Espinas

La cooperación de María en la redención, según el libro Rosas y Espinas, sigue líneas parecidas a las de otros escritos. Pero aparecen matices especiales, que suponen una nueva experiencia de fe. El tono de este libro es de invitar a cooperar a la redención con y como María.

Se describen las vivencias de María desde el "fiat" de la Encarnación, como "víctima con la víctima", que se une a la inmolación y sacrificio del Señor, con "humildad corredentora" y con "dolores salvadores":

"Desde ese instante (el fiat) me ofrecí como víctima con la Víctima, con un mismo espíritu de inmolación y de sacrificio en tu favor" (meditación 3). "Voy a ofrecerte como víctima en mis brazos, como a Jesús, y esa será su Rosa de hoy"... (oración a María:) "Por tu humildad corredentora, hoy te pido un especial favor, y es que me prestes ese precioso Niño, para ofrecerlo yo también en mis brazos como oblación al divino Padre" (meditación 7; cfr. medit. 20). "Por eso fueron dolores salvadores, porque los uní con los dolores salvadores de Jesús" (meditación 23).

La Santísima Virgen, en su dolor que desea ver comprendido por sus hijos, se asocia a Cristo Víctima, haciéndose ella misma oblación materna. En Rosas y espinas se puede encontrar una vivencia peculiar de la que sería posteriormente doctrina del concilio Vaticano II: "La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cfr. Jn 19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma" (Lumen Gentium 58).

Tal vez lo más original del libro es el sentido de "soledad" de María, desde la Ascensión de Cristo hasta la Asunción de la Santísima Virgen. Este tema es de suma actualidad para descifrar el sentido de nuestra experiencia dolorosa de Dios que, a veces, parece como que callara o estuviera ausente. Es un tema que se relaciona con la cooperación a la redención. El misterio del dolor, que todos experimentamos, sólo se descorre compartiendo la vida con Cristo, como María, para poder "completar" en nosotros la pasión del Señor (cfr. Col 1,24).

María vive "un mismo espíritu de inmolación y de sacrificio" a favor nuestro (meditación 3). Nos ofrece a nosotros como víctimas con Jesús (meditación 7). Con ella, también nosotros ofrecemos a Jesús al Padre (meditación 7). Los "dolores" de María son "salvadores" porque se unen a los "dolores salvadores de Jesús" (meditación 23).

C) A mis sacerdotes

La colaboración de María a la obra redentora aparece también en un libro no directamente mariano, sino estrictamente sacerdotal: A mis sacerdotes. Las expresiones de esta publicación han de interpretarse a la luz de los amores de Cristo, que examina continuamente a "los suyos" sobre la entrega sacerdotal.

El "papel sacerdotal" de María consiste en ofrecer Jesús al Padre, ya desde la Encarnación y durante toda su vida. Es una verdadera inmolación de su corazón en el de Cristo:

"Desde aquel instante (Encarnación), la Madre Virgen no ha cesado de ofrecerme a Él (al Padre) como Víctima venida del cielo para salvar el mundo...Me alimentó para ser Víctima y consumó la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado... Siempre María me ofreció al Padre, siempre desempeñó cierto papel sacerdotal, al inmolar su Corazón inocente y puro en mi unión" (cap. 96).

Prevalece el todo de vivencia de los amores de Cristo por parte de María, para ofrecerlo y ofrecerse al Padre. En este sentido, María forma parte de las vivencias sacerdotales de Cristo, con una actitud permanente, también en los inicios de la Iglesia y en toda la historia eclesial:

"Acabó la Encarnación real y siguió la encarnación mística en su Corazón, para ofrecerme siempre al Padre y atraer las gracias sobre la Iglesia, es decir, en favor de los sacerdotes, y por ellos, en favor de las almas" (cap. 96).

Su crucifixión con Cristo es siempre como fidelidad de Esposo al Espíritu Santo. De ahí la sintonía de crucifixión entre el Corazón de María y el Corazón de Cristo:

"Si María es Esposa del Espíritu Santo, también es para engendrar de El, las vocaciones sacerdotales que sirven en la Iglesia... mi Madre que toda era para Mí... cuyo Corazón palpitaba al unísono del Mío... Pero fue preciso para mi tierno Corazón el crucificarla" (ibídem, cap. 97)

D) Cuenta de Conciencia

Los 66 volúmenes de la Cuenta de Conciencia de Concepción Cabrera de Armida ofrecen abundantísimo material sobre la colaboración de María a la obra de la redención. El título de Corredentora es frecuente, aunque los matices son parecidos a los que ya hemos visto en los libros anteriores. Las expresiones son más insistentes y podemos encontrar algunos aspectos nuevos en cuanto a la vivencia de María.

Atribuye a María el título de "Cruz viva", en el sentido de ser víctima permanente en unión con Cristo y crucificándose con él, por la salvación de todos:

...(María) "sacrificándome en unión de mi Hijo en todos los instantes por la salvación de las almas. En el mundo, fui la Cruz viva, la víctima oculta que juntamente con Jesús me ofrecía al Eterno Padre por un mismo fin... me crucifiqué con El en su vida interna" (CC 6,208, 12 octubre 1895).

Es el mismo Jesús quien hace partícipe a María de su pasión permanente desde la Encarnación, a modo de "martirio" permanente y para el bien de sus hijos:

"En el corazón de María vibraba constantemente el eco de mi pasión interna de aquella que oprimió a mi alma desde la Encarnación y que exterioricé en el Huerto por unos momentos. Mira: durante mi vida aunque María conocía y leía, y repercutían en ella mis internas penas, siempre mi amor filial las velaba para que sufriera menos. Pero después de mi Ascensión, estos martirios la hirieron con toda su intensidad y amargura, desgarrando su cándida alma en bien de sus hijos, hasta el fin del mundo" (CC 42,288-290, junio 23, 1919)

El título de "Corredentora" se matiza diciendo "Corredentora de la humanidad. Siempre es una participación martirial en los sufrimientos de Cristo, a partir del amor:

... "de estos finísimos sufrimientos que me hicieron mártir con los MAYORES MARTIRIOS derivados del AMOR a Dios y a los hombres... y humilde con las mayores humillaciones, nadie se da cuenta, ni se dio, excepto María corredentora de la humanidad. Jamás estos sufrimientos míos, ni se mencionan ni se agradecen" (CC 23,159. Julio 22,1906).

En armonía con toda la doctrina sobre la corredención, siempre se subraya la unión espiritual con Cristo y su dependencia de él:

"En la vida espiritual para con las almas, nunca mi Madre se aparta de Mí; es decir, tiene que ser simultánea la imitación de nuestras vidas en la tierra; aunque la suya estuvo fundida en la Mía. Y así como Yo fui Redentor, Ella fue la corredentora, y las almas que más la aman, y que más a Ella se asemejan son las que con más perfección toman mi parecido" (CC 41,62-63 febrero 18,1917).

Es frecuente, como ya hemos visto, la referencia al Corazón de María, como eco martirial de los sufrimientos de Cristo. Así ella es "Reina del dolor":

"Todos los cálices que apuré Yo, los puse también en el corazón de María, que fue la corredentora y como el eco de mis martirios. Por eso es la Reina del dolor, porque ni uno solo, de mis tormentos internos y externos, dejó de repercutir en su corazón de Madre" (CC 41,274, junio 16,1917).

La relación con Cristo es siempre según los designios del Padre y bajo la acción del Espíritu Santo. María es "corredentora" e incluso se puede llamar "creadora", por su cooperación a la obra salvífica de "regeneración" (Encarnación y redención), como "instrumento precioso y necesario" en bien de toda la Iglesia:

"Y así, el Padre con Ella creó todas las cosas. El Hijo por Ella vino al mundo para salvarlo, y el Espíritu Santo, por medio de Ella, es decir, tomando como medio humano su persona, y como medio divino o divinizado las virtudes ejercitadas heroicamente en sus martirios de soledad, se compró las gracias para la Iglesia y para el mundo entero. De suerte que María ha sido un instrumento precioso, y necesario porque así lo quiso Dios, para la creación, regeneración, y glorificación de la humanidad. Sin Ella no hubiera tenido lugar la Encarnación y Redención... habiendo sido creada eternamente, y destinada no solo para corredentora, sino hasta en cierto sentido creadora, para más tarde y llegado el tiempo, Madre del Verbo eterno hecho hombre y fundadora de la Iglesia con el Espíritu Santo?" (CC 41,297-300, julio 2, 1917)

Frecuentemente se repite, como ya hemos visto, que los dolores de Cristo encuentran eco en su corazón. Así María "conquista" el título de "Madre mártir":

"Como corredentora que fue María, sintió en su purísima alma el eco de todas mis agonías, humillaciones injurias y suplicios, el peso de los pecados del mundo que hicieron sangrar su corazón, y el vibrante dolor del abandono del cielo que compra gracias... conquistando con ese dolor, una nueva corona de Madre mártir" (CC 42,281-283, junio 1919).

La corredención de María es "martirio singular en el corazón maternal", puesto que "sufría por el Hijo Víctima"; es, pues, un "heroico martirio de su Corazón entregando a la cruz a su Hijo divino":

"sufrió María Santísima al pie de la Cruz, por el Hijo inocente, y por los hijos culpables. Pero en María, aparece precisamente el tormento que se trata de explicar. Ella sufría los dolores de todos los hombres, y para comprarles gracias y ser corredentora de ellos, no solamente sufría sus propios dolores, sino los de Jesús, y lo ofrecía a Él al Padre, y lo entregaba a los dolores y a la muerte, no únicamente por el bien de Jesús, sino también por el de las almas... Y de aquí provenía un martirio singular en el corazón maternal e inmenso de María: llevaba en su alma el martirio de Jesús, y el martirio de las almas; y sufría por el Hijo Víctima y sufría por los hijos miserables, y extraviados a los que daba la vida con sus dolores unidos a los de Jesús, y enlazaba un martirio con el otro y exaltaba el heroico martirio de su Corazón, entregando a la cruz a su Hijo divino, para que con el sacrificio de Él, fueran redimidos y tuvieran vida sus otros hijos" (CC 64,116-117, julio 1936).

La maternidad de María queda, pues, matizada con el aspecto corredentor, ofreciendo a Cristo y ofreciéndose a sí misma al Padre por la salvación de todos sus hijos. Su dolor aparece siempre unido al dolor de Jesús:

"Mira, hija mía, mi Madre Santísima, aún después de mi muerte, ella seguía ofreciéndome, y ofreciéndose en mi unión al Eterno Padre por la salvación del mundo, por los pecadores, por la naciente Iglesia y por todas las necesidades de sus hijos. No quedó María como planta muerta, sino que, más activa su alma que nunca, ofrecía su Sangre, ofrecía sus méritos, y toda mi sacrificada vida, uniendo sus dolores a los míos. Era corredentora y tenía que cumplir su misión de Madre sobre la tierra" (CC 43,132-133. Septiembre 15,1921). "¿Por qué Dios quiso que sufriera tanto María? Por su papel de Corredentora, Ella tenía que salvarnos con sus dolores unidos a los de Jesús" (CC 44, 24b-25a, febrero 2,1922)

El título de corredentora queda también matizado como "corredentora del género humano y sacerdotisa mística", ya que es "la oferente misteriosa" del sacrificio de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo:

Corredentora en la pasión de Cristo (Mons. Luís Martínez, Ejercicios espirituales a Conchita 1926, Meditación: El Espíritu Santo en la vida de María): "En la hora de la Pasión, el Espíritu Santo llenó de dolor el alma de María, como llenó el alma de Cristo... y Él, la llevó al Calvario para que ofreciera el sacrificio de Jesús, como corredentora del género humano, y sacerdotisa mística. Pues dice la Escritura que Jesús «por el Espíritu Santo se ofreció inmaculado a Dios», ¿quién, sino ese inefable Espíritu, pudo hacer de la Virgen Inmaculada la oferente misteriosa del inefable sacrificio?" (CC. 47, 87-89. Julio 22.1926).

La realidad corredentora de María, ya desde la Encarnación, hace posible su actual cooperación en los medios que el Señor ha dejado en su Iglesia, como son los sacramentos y, de modo especial, la Eucaristía. Ella está presente acompañando a la Iglesia. Su papel de corredentora no ha cesado y sigue ofreciendo Cristo al Padre:

"María, en la Misa, hace siempre un gran papel; porque si concurre como corredentora en todos los sacramentos, más, mucho más está presente en las Misas" (CC 49,89-90,octubre 3,1927). "Yo, en mi papel de Redentor, y María, en su papel de corredentora (que no ha cesado), detenemos el rayo de la ira de mi Padre, ofreciéndole mi Sangre, mis méritos, mis suspiros, mis sollozos (¡ay Dios mío!) como Hombre-Dios, que quiere arrancar del cielo, perdones y no venganzas" (CC 49,215-217, octubre 26,1927).

La unión de la Virgen con el sacrificio eucarístico tiene las características de una fuerte vivencia maternal sobre el "cuerpo" y "sangre" de su Hijo:

"María, desde la Encarnación, repetía al Eterno Padre, en un acto continuado de amor, y refiriéndose a Mí y a Ella, «Este es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre», clamando por la salvación del mundo" (CC 41,355-357). "Después de mi Ascensión repetía ofreciéndome siempre al P. Eterno: «Ese es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre, en favor del mundo»" (CC 41,282-284).

Su acción corredentora sigue alcanzando gracias para todos, siempre en unión y dependencia de Cristo:

"Sólo la blancura, hija, puede borrar las negruras de la culpa en las almas; y María con su pureza, y siendo con su sacrificio corredentora en mi unión, transforma, ofrece y alcanza gracias para el mundo, pero muy especialmente para los sacerdotes" (CC 50,151-153, enero 3, 1928).

La maternidad de María, por su acción corredentora permanente, es "activa" bajo la acción del Espíritu Santo. Por esto se puede llamar "salvadora ayudando a Espíritu Santo":

"No es María una Madre inactiva, una imagen, diré, a quien se debe honrar: es una Madre, Madre activa y sin descanso, que si tuvo el insigne privilegio de corredentora, también lo tiene de salvadora, ayudando como te digo, al Espíritu Santo en su acción por la gracia, prestando continuamente sus servicios en las almas, pero muy especialmente en las de los sacerdotes" (CC,51,298-299, abril,7,1928).

La sintonía de María con Cristo Redentor fue durante toda su vida. Su dolor por la soledad, después de la Ascensión, fue también corredentor, en bien de todos sus hijos. Con sus "martirios de soledad" y de amor, nos "injerta" en su Hijo. Así las gracias pasan por ese "canal único" de su "Corazón de Madre":

"¡Cómo nos comprendíamos! ¡Cómo estaban identificados nuestros amores al Padre en un mismo amor y nuestras voluntades a la suya en una sola voluntad! ¡Y nuestra vida, en unión de San José, fue martirio y amor, amor y martirio! Y Ella al pie de la cruz vio nacer a mi Iglesia y aceptó en San Juan a todos los sacerdotes en su Corazón en lugar Mío y además a la humanidad entera como su Madre. Y Ella con sus martirios de soledad compró, en unión de mis méritos, como te decía, todas las gracias para sus nuevos hijos que apenas nacieron en su Corazón en el Calvario y no podía abandonarlos y era necesario que, injertándolos en su Hijo divino se salvaran por sus dolores, que eso cuestan las gracias: sangre y dolor. Claro está que Yo compré con mi Pasión y Muerte y con mi vida humana toda de cruz esas gracias; pero tenían que pasar por el Corazón de mi Madre, canal único por donde se derraman las gracias a la humanidad, pero sobre todo, para mis sacerdotes. ¿Y por qué? Porque Ella fue la Corredentora, la primera que continuó mi Pasión en la tierra, la que fundó con mis apóstoles la Iglesia, la Protectora y Madre de los sacerdotes, la Reina de todos los santos" (CC. 51, 309-311, abril 8,1928).

Siguiendo la enseñanza paulina sobre "completar" la pasión de Cristo (Col 1,24), se puede afirmar que "ella completó" también la pasión del Señor, por su dolor, su amor y su intercesión. Lo sigue haciendo también ahora con su oración unida al sacrificio del altar:

"No se aparta el sacrificio del altar con el maternal sacrificio de María; ambos unidos suben al cielo como incienso de adoración al Padre, expiando, pidiendo y alcanzando gracias. En razón de la maternidad de María, no estaría completo mi sacrificio sin el corazón de mi Madre. Ella completó mi Pasión, y continúa haciendo su papel de corredentora. La Iglesia con sus sacerdotes y los fieles deben continuar mi Pasión en la tierra" (CC 58,118, enero 10,1932).

En la doctrina de Conchita, aunque se hable María como "instrumento universal", se distingue del ministerio de Pedro (y de la jerarquía). Ella es "corredentora... por su amor y sacrificio", "Medianera de todas las gracias", como expresión de su "maternidad universal":

"Jesús quiso que Ella fuera el instrumento universal de las obras que Él realiza en las almas; no como un ministerio exterior como el de san Pedro, sino por una fecundidad íntima pero eficacísima, quiso que fuera la corredentora del género humano por su amor y sacrificio; que fuera la Mediadora de todas las gracias, y que, en Jesús y por Jesús, tuviera, respecto de las almas, una maternidad universal y dulcísima. En María, tuvo Jesús todos sus descansos de manera admirable, con singular plenitud y con perfecta paz" (CC 60,299-301,marzo 21,1933).

"Toda maternidad espiritual, debe ser una participación de la Maternidad de María y obtenida por su influjo corredentor, y recibida por su universal mediación" (CC 61,131-132, 15 agosto 1933).

La acción del Espíritu Santo es para que ella inmolara el Cordero Inmaculado. Por esto es "Madre del Cordero":

"El Espíritu Santo obró la Encarnación en María, para poder realizar el estupendo y amoroso milagro de la Redención... bajó el Verbo al purísimo seno de María, y nací y crecí como inmaculado Cordero, para ser sacrificado" (CC 61,59, mayo 21,1934).

"Nadie como María, la Madre del Cordero, compró y da la pureza a todas las almas. Ella recibió en su alma y en su cuerpo al Candor del cielo, a la eterna Pureza, por eso en la tierra, nadie como Ella comunica pureza. Pero, para expiar esos pecados ¿qué tuvo que hacer? Crucificarme, regalarme a los verdugos para que lo hicieran; por eso fue corredentora, y con sus dolores, también, aumentó el caudal de su pureza!" (CC 65,37-38, octubre 1935).

Hay algunos fragmentos de la Cuenta de Conciencia que recogen casi todos los aspectos de la corredención mariana. Si María inmola y se inmola, es por su "compasión maternal", como "fiel trasunto del dolor de Jesús", "se inmoló e inmoló", para hacerse "corredentora universal" y continuar su corredención "en el altar eucarístico" y "en los altares de las almas":

Sacerdocio corredentor el de María (Ejercicios Espirituales de Mons. Martínez a Concepción Cabrera de Armida,1934): "En el alma de María, el sacerdote es el amor, que hace a Jesús inmolarse en Ella, por la compasión maternal, y por esa desolación inmensa de María, que es fiel trasunto del dolor de Jesús. Esta inmolación, en cuanto es posible, queda explicada; y basta añadir que María se inmoló, e inmoló en sí misma a Jesús por las almas, para expiar las culpas de ellas, y alcanzarles gracias, por lo que pudiéramos llamar a esta inmolación corredentora, y por tanto, supone el pecado y el odio que es preciso borrar a fuerza de amor y de sacrificio... Como corredentora universal, Ella intervino en la inmolación de todas las almas, de tal suerte, que entregó a Jesús para que en todas fuera inmolado; pues como asistió a su Hijo en el Calvario, lo asiste en todas las renovaciones de ese sacrificio, lo mismo en el altar eucarístico, que en los altares de las almas" (CC 62,224-226, julio 27,1934).

A veces, aparecen unidos los tres títulos de maternidad, mediación y corredención:

"María es madre de los hombres porque en ella encarnó el Verbo, porque Ella participó del sacrificio de Jesús, porque fue depositaria de las gracias divinas. Tres títulos integran su dulcísima maternidad respecto de las almas: Madre de Dios, Corredentora del género humano, Mediadora de todas las gracias, y estos tres títulos se enlazan, se completan y hacen de María nuestra dulce Madre" (CC 63.310-311, octubre 15.1934).

El título de "Corredentora" en la Cuenta de Conciencia presenta diversos matices que acabamos de recoger, siempre en un contexto vivencial o de experiencia de fe (el Corazón de María). Además de indicar la unión con Cristo víctima, ofreciéndolo y ofreciéndose con él, en dependencia de los designios del Padre y la moción del Espíritu, el título de Corredentora queda matizado así: "Corredentora de la humanidad" (CC 23,159); "instrumento precioso y necesario porque así lo quiso Dios" (CC 41,297-300); "instrumento universal" (CC 60, 299-301); "Corredentora" por su "misión de Madre" (CC 43, 132-133); "Corredentora del género humano y sacerdotisa mística" (CC 47, 87-89); "en la Misa concurre como Corredentora" (CC 49,89-90); "Corredentora... Salvadora" (CC 51, 298-299); por su "maternal sacrificio" (CC 58,118); completa la pasión con su Corazón de Madre (ibídem); "Corredentora del género humano por su amor y sacrificio" (CC 60,299-301); "influjo corredentor" y "universal mediación" (CC 61,131-132); por su "compasión maternal" (CC 62,224-226); relación de su corredención con su maternidad y mediación (CC 63,310-311); "Madre del Cordero" inmolado (CC 65,37-38).

3. Implicaciones de esta doctrina en la vida espiritual mariana de todo cristiano y especialmente en el sacerdote y personas consagradas ("almas sacerdotales")

La doctrina vivencial de Conchita es siempre una invitación a vivir la interioridad o sentimientos y Corazón de Cristo. La primera que queda invitada es precisamente ella, para poder luego pasar la invitación a otros. Los matices que hemos ido subrayando sobre la colaboración de María en la redención, llevan a esta misma conclusión de entrar en sintonía con las vivencias del Señor, a imitación y con la ayuda de María.

A) En Concepción Cabrera de Armida

Conchita es invitada a imitar a María en el modo de vivir su relación con Cristo Sacerdote y Víctima, Redentor. Se trata de unión de voluntad con él, para hacer de toda la vida una inmolación de amor y reparar de este modo los pecados del mundo:

"Yo me gozo en el amor también de María... Imita a mi Padre, en sacrificarme a Él por amor. Imita a María, en ofrecerme por amor al Padre, con una única voluntad, con la de Él, y déjame hacer de tu corazón mi descanso, del descanso de Jesús" (Vida 6, 258-259 = CC 25, 178-179; cfr. Vida 6, 71-73 y CC. 24, 40-42).

El Señor invita a Conchita a unirse a su dolor y al de su Madre para tomar parte en la "redención y corredención":

"Grande honra es cuando escoge a las almas para secundar la redención y corredención en mi unión y en la de María... en el del dolor inocente, del dolor amoroso y puro, del dolor expiatorio y salvador en favor del culpable mundo... unir sus martirios, sobre todo internos del desamparo a los Míos y a los de mi Madre" (CC 42,288-290, junio 23, 1919).

"Y tú tienes que imitarla; esa es tu misión, reflejar su vida, y ser el eco de sus dolores, de su soledad, de sus martirios de amor que fueron los Míos" (CC 41,274, junio 16,1917).

Las pruebas de la vida serán un modo de participar en el dolor de Cristo Redentor y en el de su Madre. De esta purificación se seguirá gran fecundidad apostólica:

"Tú tienes que ser un eco fiel de esa Madre dolorosa, y si exteriormente, por mis altos fines te hice sentir, (materializándolo en aquel que escogí para representarme en la tierra) te hice sentir digo, el sentimiento de muerte y ausencia de un hijo espiritual con todas las consecuencias que sabes, te faltaba el martirios del puro abandono, del abandono Mío, de ese desamparo, que purificando compra gracias... Adelante, hija, que los crisoles en varias formas te esperan: el desamparo te purificará y compraras también con el alma pura, gracias para tus hijos" (CC 42,281-283, junio 1919).

Ese es el propósito asumido por Conchita, para ser coherente con las luces que ha recibido sobre la cooperación de María en la redención:

"Toda mi vida en unión con María, sin salir de María, imitándola e su amor a Jesús, en su total sumisión al Padre, y moviéndose sólo por el Espíritu Santo" (CC 46,92-94, 27 octubre 1925).

Conchita, pues, tendrá que ofrecer a Cristo al Padre, haciendo su voluntad, a imitación de María. Sus martirios serán de amor, como eco de los martirios de María y como garantía de fecundidad apostólica respecto a sus hijos espirituales. Lo que ella intentó vivir, era lo que había aprendido de María y lo que tendría que proponer a otros.

B) En todos los fieles

La vida cristiana es imitación de la vida de María, para poder cooperar, de algún modo, como ella en la redención. La Virgen invita a agradecer la redención de Jesús entrando en el Corazón de María para aprender de ella las actitudes interiores de unión con el Señor, ofreciéndose con él:

"Hijo mío, desahoga tu corazón agradecido dentro de su Corazón" (Ternuras..., n.22, crucifixión). "Ahí quedaba sepultado un cuerpo y dos corazones, el de Jesús y el mío... Ven a ofrecerle en mis brazos tus amores y tus dolores" (ibídem, n.24, sepulcro).

Es el mismo Señor quien invita a continuar, de algún modo, su pasión y, por tanto, la corredención de María, imitando sus actitudes:

"Ella completó mi Pasión, y continúa haciendo su papel de corredentora. La Iglesia con sus sacerdotes y los fieles deben continuar mi Pasión en la tierra" (CC 58,118, enero 10,1932).

Si el apostolado es un maternidad espiritual, esta maternidad debe seguir el ejemplo de María para participar en su influjo corredentor:

"Toda maternidad espiritual, debe ser una participación de la Maternidad de María y obtenida por su influjo corredentor, y recibida por su universal mediación" (CC 61,131-132, 15 agosto 1933).

Jesús se quiere inmolar en las almas, ayudándoles a asumir las pruebas por amor. Así participarán en "el carácter corredentor del dolor de María":

"En las almas fieles y amantes, Jesús se inmola primero por justicia, para completar como dice san Pablo, lo que faltó a la Pasión de Jesús; después por amor, para unirse al Amado, ya que la unión en la tierra se realiza en la cruz; y al fin, cuando las almas se transforman en Jesús, Él se inmola en ellas para continuar su sacrificio redentor y por una divina munificencia las eleva, a participar, siquiera de lejos el carácter corredentor del dolor de María" (CC 62,224-226, julio 27,1934).

La inmolación de las almas en unión con Cristo, a ejemplo de María, tiene un cierto valor corredentor de cooperación. Es el mismo Señor quien nos asocia a su sacrificio y comunica este valor salvífico a nuestra cooperación:

"Así como todas las gracias tienen su origen en el sacrificio de Jesús, la aplicación y distribución de ellas tienen íntima relación con las místicas renovaciones de ese sacrificio. Así del sacrificio eucarístico vienen a las almas las gracias que por medio de los sacramentos se les comunican; y la inmolación mística en las almas es fuente copiosa de esa virtud que me atrevo a llamar corredentora, y que en mayor o menor grado Dios concede a las almas santas en favor de las demás" (CC 62,316-317, julio 1934).

Las locuciones recibidas por Conchita matizan los conceptos de "valor corredentor", salvando siempre la unicidad de la redención de Cristo:

"Por la virtud de Él, que en cierto sentido se concentra en cada sacrificio santo, por pequeño y oculto que sea, las inmolaciones de las almas tienen cierto valor corredentor y compran sin cesar gracias para las almas, no porque los tesoros de Jesús necesiten enriquecimiento, ya que son suficientes para santificar y redimir mil mundos, sino porque el amor de Jesús quiso asociarnos a un sacrificio, y por él a la santificación de las almas, haciendo que completáramos lo que faltó a su pasión, y cooperáramos así a su obra divina e influyéramos en las otras almas y tuviéramos con ellas íntimas y preciosas relaciones" (CC 62,302-303, julio 1934).

C) En los sacerdotes de modo peculiar

La unión de María con Jesús Sacerdote es fuente de su amor hacia todos los bautizados. Desde el primer momento de la Encarnación, la Virgen María sintoniza con las mismas vivencias sacerdotales de Cristo. Esta será la pauta para Conchita y para muchas almas sacerdotales:

"María continúa en el cielo la misma unión de Maternidad Divina y humana que tuvo Conmigo en la tierra; y tan identificada y transformada en Mí continúa en el cielo como lo estuvo en el mundo. Por este motivo María es y será siempre la más poderosa ayuda para la transformación del sacerdote en Mí... siendo con su sacrificio corredentora en mi unión, transforma, ofrece y alcanza gracias para el mundo, pero muy especialmente para los sacerdotes" (CC 50,151-153, enero 3, 1928).

La maternidad de María respecto a los sacerdotes, tiene también sentido de haber cooperado a formar en ellos a Jesús Sacerdote y Víctima:

"María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de Madre, comunicándolo a cada sacerdote con el germen eterno del Padre en el Verbo, que por el Espíritu Santo sea fecundado en cada alma sacerdotal, formando en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús Sacerdote!... prestando continuamente sus servicios en las almas, pero muy especialmente en las de los sacerdotes" (CC,51,298-299, abril,7,1928).

El amor de Cristo al Padre y a los hombres se concreta en amor a María, como Madre suya, de la Iglesia, de las almas y, de modo especial, Madre de los sacerdotes. María es el don de Cristo a sus sacerdotes, para ayudarles a identificarse con él:

"¿Cómo no pensar en dejarles a mis sacerdotes - después de dejarme a Mí mismo en ellos - a los que más amaba, a lo que ellos debían más amar, al Corazón más tierno y delicado y puro y santo en la tierra, a María, para que fuera su consuelo, su sostén, su calor, su Madre, el canal mismo por donde les vendrían todas las gracias?... vería en ellos no a otros, no a hombres solos, sino a Mí en ellos" (A mis sacerdotes, cap.98).

La asociación de María a Cristo en la cruz, era una continuación de su "fiat" en la Encarnación. Esta actitud de María equivalía a aceptar como hijos a toda la humanidad y, de modo especial, a los sacerdotes:

"En María se apoyaba la naciente Iglesia... la protección de una Madre y que Ella fuera el conducto por donde pasar toda la gracia del Divino Espíritu para las almas... al pie de la Cruz. Ahí pronunció María el segundo 'fíat' y aceptó como hijos a la humanidad entera; pero, sobre todo, a los sacerdotes en San Juan" (A mis sacerdotes, cap. 96).

La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal deriva de esta relación estrecha de los sacerdotes con María, como un regalo proveniente del Señor. El que María haya cooperado a la redención (alimentado a la Victima y ofreciéndola al Padre), implica que ella siga acompañando a los sacerdotes:

"Me alimentó para ser Víctima y consumó la inmolación de su alma al entregarme para ser crucificado... su íntima presencia con él (con el sacerdote) en el altar... en su Corazón, eco fidelísimo del Mío y elemento necesario para el fundamento de mi Iglesia a la vez que para el sostén espiritual de mis Apóstoles y primeros discípulos" (A mis sacerdotes, cap. 96).

El amor de Cristo a María tiene sentido eclesial y sacerdotal. Es ella quien, siendo Madre de la Iglesia, ayuda a cada sacerdote a ser otro Jesús. Su maternidad es siempre activa hacia cada alma y, de modo especial, hacia cada sacerdote. El amor de Cristo a su Iglesia, a las almas y a los sacerdotes se expresa en su amor a María, que ha sido su asociada y cooperadora en la redención. El sacerdote es invitado a imitar este amor de Cristo a su Madre:

"Y por eso mi Iglesia tiene calor; porque es Madre y porque tiene por Madre a María. Por eso tiene Mediadora y en Ella un alma pura que suplique, alegre y consuele y endulce los sacrificios y los calvarios de los sacerdotes... Después de Mí, María debe ser todo para el sacerdote. Ella es la que prepara a las almas sacerdotales para recibir la gracia sin precio de la transformación, que continuamente se opera en el altar... Y así, formando los rasgos de Jesús, uno a uno, en el corazón de los sacerdotes que presten a ello, le ayuda al Espíritu Santo con sus cuidados maternales a la perfecta transformación en Mí... María es mártir del sacerdote, la Madre del dolor... Por eso María tiene en la Iglesia tan importante papel, el papel de Madre, porque comunica a cada sacerdote el germen eterno del Padre que está en el Verbo, y que por el Espíritu Santo se hace fecundo en cada alma sacerdotal, para formar en ella a Jesús Hostia, a Jesús Víctima, a Jesús Salvador, a Jesús Sacerdote. No es María una Madre inactiva, no es sólo como una imagen a quien se debe honrar; es una Madre, Madre activa y sin descanso... prestando continuamente sus servicios a las almas, pero muy especialmente a las almas de los sacerdotes" (A mis sacerdotes, cap. 98).

El tema de la relación de María con los sacerdotes se encuentra también sintetizado en un capítulo del libro de Conchita: Ser perfectos. En este libro se resume la espiritualidad sacerdotal.

En esta publicación se invita a relacionarse filialmente con María, imitando sus virtudes. El sacerdote llega a identificarse con Cristo en el seno de María:

"Amad a María, copiad a María, mis amados sacerdotes, sed hijos de la Virgen sin mancha, tomando su fisonomía, su parecido de nieve y de sangre, o sea de pureza y de calvario". "Nada hay más agradable a la Madre del Salvador que absorberse en Jesús... Y cómo se absorbe el alma en Jesús, cómo se transforma en El, cómo toma su fisonomía, sus modales, su colorido, su carácter?, sino en el regazo de María, estudiando a María, imitando una a una las virtudes de María... Tenéis que ser hijos verdaderos de la Virgen sin mancha, con su parecido, con el aire de familia, diré, de esa modesta Madre amable" (cap.11).

El apostolado sacerdotal participa de la fecundidad de María, si sabe vivir como ella. En los momentos de dificultad, ella se hace madre más cercana. Se imita a María que ha colaborado en la redención como Madre de dolor:

"El apostolado fecundo es el que sabe sacrificarse y fatigarse en unión de María, para hacer amar al Amor... Predicar a Jesús amante a fin de obtener a Jesús amado... Lo bueno para un sacerdote es el sacrificio, la cruz..., porque el sacrificio es un acto de amor, y, a la vez, la prueba más auténtica del verdadero amor. Pues bien, en esas horas de angustia íntima que no se pueden confiar a nadie, arrojaos en el corazón de Ella; es Madre para darse a sus hijos... Como sacerdotes tenéis más que nadie la obligación de imitarla, imitad su vida, y sed el eco de sus dolores, de sus martirios de amor, que fueron los de Jesús" (ibídem).

Estas implicaciones que derivan de la cooperación de María a la redención, invitan a todo creyente a la gratitud para con el Señor, a ofrercerse con él como María para continuar su pasión en la tierra. Una vida inmolada equivale a asociarse a Cristo, como María, para colaborar en la redención. María ayuda especialmente para transformar al sacerdote en Cristo Víctima y hacerle partícipe de su maternidad en el apostolado.

Líneas conclusivas: Aportaciones de la doctrina de Concepción Cabrera de Armida sobre la cooperación de María en la redención

La invitación de los documentos eclesiales conciliares y postconciliares (que hemos resumido en la introducción) señalan la línea de la experiencia de fe de los santos como una pista para profundizar en los contenidos de la fe. Es la "teología vivida de los santos".

La misión de la Iglesia, que consiste en anunciar el misterio de Cristo con expresiones adecuadas e inteligibles, es también comunicación de la experiencia de fe, suscitada por el Espíritu Santo. "Después de la resurrección y ascensión de Jesús, los Apóstoles viven una profunda experiencia que los transforma: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convierte en testigos o profetas (cfr. Hech 1, 8; 2, 17-18), infundiéndoles una serena audacia que les impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima" (encíclica "Redemptoris Missio", n.24).

Las expresiones de Conchita sobre la cooperación de María a la redención, las hemos resumido al final del capítulo 2 de nuestro estudio, después de haber analizado los textos principales de sus escritos sobre esta materia. Son expresiones aprendidas en su experiencia de fe contemplativa, que se armonizan con las expresiones técnicas de la teología y que pueden aportar una mejor comprensión de la fe y, especialmente, una invitación a su vivencia comprometida.

María "Corredentora" indica la vivencia de fe de María, asociada a Cristo Redentor como Madre. Es colaboración de fe, amor, dolor. Es "mediación" o instrumento, siempre condicionada al mismo Cristo, así como a los designios salvíficos del Padre y a la acción salvífica del Espíritu Santo.

María se unió siempre a Cristo Víctima, participando en su sacrificio por medio de un Corazón que vivía en sintonía con el de su Hijo. Esta realidad la vivió también en la primitiva Iglesia, por medio de la Eucaristía, y, de algún modo, la sigue viviendo ahora en las celebraciones eucarísticas, como modelo de la Iglesia.

El tema de la corredención se concreta en una fuerte llamada a la santidad, como transformación en Cristo, ofreciéndolo y ofreciéndose con él, por obra del Espíritu Santo.

La experiencia espiritual de Conchita está basada en la fe de la Iglesia. A ella la guiaban grandes expertos en temas teológicos (como Mons. Martínez, arzobispo de México, escritor espiritual). Las expresiones de Conchita no son de tipo técnico, como ocurre en la teología sistemática, pero pueden ayudar a dar una dimensión más pastoral y vivencial a la teología. La misma teología tiene como lugar de inspiración también la fe del pueblo de Dios.

En el tema de la cooperación, hay un aspecto que parece sobresalir en Conchita: la soledad de María después de la Ascensión del Señor. Su deseo de encontrarse con el Hijo, mientras, al mismo tiempo, vivía insertada en la comunidad eclesial, se convertía en una continuación de su dolor corredentor hasta el día de su Asunción. Ella había vivido siempre en este camino de fe. Es el tema del llamado "silencio" de Dios o de la "noche de la fe", que "martiriza" a quienes, como María, quieren vivir el misterio de Cristo en toda su hondura. Juan Pablo lo reflejó de algún modo en la encíclica "Redemptoris Mater", refiriéndose a toda la vida de María, como "una particular fatiga del corazón, unida a una especie de «noche de la fe» -usando una expresión de San Juan de la Cruz-, como un «velo» a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio. Pues de este modo María, durante muchos años, permaneció en intimidad con el misterio de su Hijo" (RMa 17).

María, en su cooperación a la obra redentora del Hijo, es "modelo de fe vivida" ("Tertio Millennio Adveniente" 43), por ser "mujer del silencio y de la escucha, dócil a la voz del Espíritu" (ibídem 48), "ejemplo perfecto de amor" (ibídem 54). Concepción Cabrera de Armida presenta este modelo como cercano, para hacerlo asequible a todo creyente que quiera vivir con hondura el misterio de Cristo.

    � Algunos estudios sobre la corredención: AA.VV. Coredemptrix, Mediatrix, Advocate, Theological Foundations, Towards a Papal Definition? (Santa Barbara, CA, 1995); AA.VV., Mary Co-redemptrix, Doctrinal Issues Today (Queenship Publishing Company, Goleta, CA, 2002); A. AMATO, Gesù, Salvatore, definitivo e universale, e la cooperazione di Maria alla salvezza, problematiche nuove di una "questione antica", en: AA.VV., Maria nel mistero di Cristo pienezza del tempo e compimento del Regno (Roma, Ediz. Marianum, 1999) 387-427 (n.3: el título de Corredentora: pp. 409-415); L. CIGNELLI, Maria Nuova Eva nella patristica greca (Assisi, Porciuncula, 1966); M. CUERVO, Maternidad divina y corredentora mariana (Villava, OPE, 1967); CL. DILLENSCHNEIDER, Maria Corredentrice (Roma 1954); S. FOLGADO, María asociada a Cristo en el misterio redentor, en: Enciclopedia mariana posconciliar (Madrid, Coculsa, 1975) 375-389; E. LLAMAS, Puesto de María en la economía de la Redención: Estudios Marianos 32 (1969) 149-230; G.M. ROSCHINI, Problematica della corredenzione (Roma, Maria�num, 1969); E. SCHILLEBEECKX, Mère de la Rédemption (Paris, Cerf, 1963).

    � El Catecismo de la Iglesia Católica resume la doctrina conciliar de LG 60-63 (cfr. CEC 963-970). "El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella" (CEC 964). El Catecismo cita también los textos de LG 57-58, que hemos anotado más arriba; en los números sucesivos, el CEC cita LG 53, 60-63.

    � C. CASTRO TELLO, Proceso humano y experiencia de Dios en Concepción Cabrera de Armida (México, Universidad Pontificia, 2003), cap. VIII: la dimensión eclesial (Tesis Doctoral, manuscrito); J. GUTIERREZ, Concepción Cabrera de Armida, Cruz de Jesús (selección de textos de la Cuenta de Conciencia) (San Luís Potosí, Edit. La Cruz, 1998); M.M. Philipon, Diario espiritual de una madre de familia, (Desclée de B. 1987) 6a edic.; J. SICILIA, Concepción Cabrera de Armida, la amante de Cristo (México, Fondo de Cultura Económica, 2001).

    � Se publicó en 1919, anónimo; tuvo seis ediciones en vida de Conchita; el año 2000 se publicó de nuevo, con el título: María te da a Jesús (México, Ediciones Cimiento y Editorial La Cruz, 2000). Otros libros de contenido directamente mariano son: A María manojito de amores, Perlas de mayo, El Santo Rosario, Manual Guadalupano, A la Estrella del Tepeyac, Visitas a la Santísima Virgen de Guadalupe, Novena a la Santísima Virgen de Guadalupe, Triduo a la Virgen Dolorosa del Recuerdo, Ejercicio para recorrer las estaciones del Via Crucis-Dolorosa, Día quince dedicado a Nuestra Señora de Tzocuilac. Para datos sobre año, lugar, ediciones, etc., de estas obras marianas (y otros escritos), ver: M. G. LABARTHE RSCJ, Los escritos de Concepción Cabrera de Armida, México, 1991, pp.45-46. En carta del gerente de "La Hormiga de Oro" a las Religiosas de la Cruz (12 de junio de 1987) se ofrecen datos interesantes sobre el deseo de que esos libros "no faltaran en ningún hogar cristiano". Ver ibídem, p.27. Se calculan centenares de miles de ejemplares los que fueron vendidos. Pero lo contenidos marianos se encuentran también en su Cuenta de Conciencia (66 volúmenes, de octubre 1893 al 8 diciembre 1936). Ver también: Vida (10 tomos, 1909-1910) (México, Religiosas de la Cruz, 1990).

    � Citamos según la séptima edición: Rosas y Espinas (México, Editorial La Cruz, 1988).

    � Son las mismas líneas básicas trazadas por Juan Pablo II: María "es modelo de fe vivida" (Tertio Millennio Adveniente 43), "mujer del silencio y de la escucha, dócil a la voz del Espíritu" (ibídem 48), "ejemplo perfecto de amor" (ibídem 54). Por esto, "María está en el corazón de la Iglesia" (encíclica Redemptoris Mater 27). "La Iglesia aprende de María su propia maternidad" (encíclica Redemptoris Mater 43).

    � Rosas y espinas será un libro clásico de devoción mariana, como lo son ya "La verdadera devoción a la Santísima Virgen" (de San Luís María Grignion de Monfort) y "Las glorias de María" (de San Alfonso María de Ligorio). En cuanto a las expresiones literarias de Conchita, habrá que tener en cuenta los condicionamientos psicológicos, culturales y sociales, en el contexto de su época, como ocurre con cualquier libro del pasado. El libro es un comentario bíblico que se inspira en la tradición eclesial y en la doctrina de los santos (a los que cita con cierta frecuencia). Tiene dimensión trinitaria, cristológica y pneumatológica o de fidelidad al Espíritu Santo, para aprender a vivir la mirada amorosa de Cristo al Padre (cfr. Lc 10,21; Ef 2,18). Ayuda a entrar directamente en el misterio de Cristo, Verbo Encarnado.

    � El concilio habla también de "misión maternal de María" y la llama "generosa colaboradora del Redentor" (LG 60-61).

    � A mis sacerdotes (México, Edit. La Cruz, 1992). Recoge las inspiraciones de Concepción Cabrera de Armida, a modo de "confidencias" o comunicaciones, del Corazón de Jesús, desde septiembre de 1927 hasta enero de 1931.

    � En el libro Cómo es Jesús, se afirma: "En Ella deposité mis confidencias más íntimas y, absorta en mis desahogos filiales, seguía una a una las palpitaciones de mi Corazón, mártir de amor por los hombres, de mis dolores internos, de mi celo por la gloria de mi Padre, de mis ansias de morir para dar la vida y con ella la eterna dicha de los hombres" (capítulo: Su amor a María).

    � Cuenta de Conciencia (66 volúmenes, de octubre 1893 a 8 diciembre 1936). Ver también: CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA, Vida (10 tomos, 1909-1910) (México, Religiosas de la Cruz, 1990); SACRA CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, mexicana, Beatificationis et Canonizationis servae Dei Mariae a Concepcione Cabrera ved. Armida; J. GUTIERREZ, Concepción Cabrera de Armida, Cruz de Jesús (selección de textos de la Cuenta de Conciencia) (San Luís Potosí, Edit. La Cruz, 1998).

    � Ver ideas parecidas en el libro Sed perfectos, cap.11 (que citaremos más abajo): "Ella fue la primera sacerdotisa, la que hizo el papel de sacerdote ofreciendo a Jesús al Eterno Padre... a toda hora y siempre y a cada instante hacía en su purísimo corazón esa oblación divina, inmolándolo, ofreciéndolo a la voluntad de Dios para nuestro bien".

    � La encíclica "Ecclesia de Eucharistia" afirma: "María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas" (EdE 57).

    � La encíclica de Juan Pablo II sobre la Eucaristía ("Ecclesia de Eucharistia"), alude a este mismo sentimiento materno de María: "¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: «Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros» (Lc 22, 19)?" (EdE 56). Desde esta experiencia de María, Conchita pasa a la urgencia de santidad sacerdotal: "estas palabras sagradas... producen la transformación de las almas y sólo puede y debe pronunciarlas un alma transformada" (Sed perfectos, cap.11).

    � Ver ideas parecidas: "martirios de soledad", con que "se compró las gracias para la Iglesia y para el mundo entero" (Sed perfectos, cap.11).

    � Es de notar la semejanza de conceptos vivenciales de Conchita con la doctrina conciliar, especialmente respecto a su unión con Cristo, su condolencia, la asociación de su corazón maternal al sacrificio de Cristo y la inmolación de la víctima: "La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrina�ción de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cfr. Jn 19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma" (LG 58). Ver también la encíclica "Redemptoris Mater" nn.6 y 23, respecto a la dimensión materna de la cooperación de María a la redención.

    � La encíclica "Redemptoris Mater" habla de la participación en el "despojamiento" de Cristo y de "kénosis" de la fe (RMa 18).

    � La carta apostólica de Juan Pablo II sobre el rosario, invita a los fieles a imitar la actitud mariana junto a la cruz, para llegar a experimentar la fuerza regeneradora del amor (cfr. RVM 22).

    � El concilio invita a los sacerdotes a la devoción mariana, por su cooperación a la redención: "Ella, guiada por el Espíritu Santo, se entregó total�mente al misterio de la redención de los hombres; veneren y amen los presbíteros con filial devoción y veneración a esta Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio" (PO 18).

    � Ver nota más arriba sobre A mis sacerdotes. Ver también: J. ESQUERDA BIFET, El sacerdocio de Cristo y el sacerdocio ministerial en la vivencia y mensaje de Concepción Cabrera de Armida (México, Ediciones Cimiento, 1991). Relación entre María y los sacerdotes: "Formar a Jesús en el corazón de los sacerdotes... éste es el papel de María" (A mis sacerdotes, cap. 97). "Así María ensanche más su Corazón y su ternura de Madre en cuanto ve más perfecta mi imagen en el sacerdote" (ibídem, cap. 48). "Ella cuida la semilla santa que el Espíritu Santo pone en el corazón del sacerdote... formando los rasgos de Jesús... encarnación mística... puede hacer... el reflejo de esa misma Encarnación místicamente... A los Apóstoles y a mi naciente Iglesia, María les reveló los secretos de mi Corazón" (ibídem, cap. 98).

    � Es muy marcada en Conchita la dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal: "Mi primer amor, después de mi Padre, es María; y después mis sacerdotes, mi Iglesia, y en ella las almas" (A mis sacerdotes, cap. 8). "María quiere sacerdotes vírgenes... Tienen los sacerdotes un sitio especial en el Corazón de María y los latidos más amorosos y maternales de ella, después de consagrarlos a Mí, son para los sacerdotes. Ellos son la parte predilecta y consentida de su alma en el mundo" (ibídem, cap. 47).

    � CONCEPCION CABRERA DE ARMIDA, Sed perfectos (México, Ediciones Sarmiento, 1994). Los contenidos son de dimensión trinitaria, cristológica, pnematológica, eclesiológocia, pastoral... El capitulo 11 está dedicado a la relación del sacerdote con María, y allí pueden encontrarse ideas parecidas a las que hemos recogido en el presente trabajo.

    � Las expresiones son muy del estilo de Conchita, como urgiendo a la configuración con Cristo por medio de María: "En el cáliz de su corazón virginal guarda a todos los sacerdotes de la tierra... Hacedla vuestra confidente... el amor a María es el gran secreto para la salvación de las almas... Miradle siempre de pie, fijos los ojos en el Divino Agonizante, para enseñaros que ahí está vuestro puesto"...

    � "El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los Apóstoles: « Lo que contemplamos ... acerca de la Palabra de vida ..., os lo anunciamos » (1Jn 1, 1-3)" (RMi 91).