clk ciencia ficción 21082012

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11 OPINIóN EL OBSERVADOR Martes 21 de agosto de 2012 E l mismo día en que Gran Bretaña anuncia su ingreso a la segun- da guerra mundial, en 1939, un Sigmund Freud notoriamente afectado por un cáncer de boca, que le obliga a usar una lacerante y dolorosa prótesis, agonizante, sumido ya en las intenciones eutanásicas que terminaría consumando, recibe a un invitado inusual en su departa- mento londinense del exilio: C.S. Lewis. El motivo, muy simple, pero no por ello menos profundo: Freud desea fervientemente entender el motivo por el que un inteligente académico de Oxford como Lewis, un intelectual de fina pluma y perspicaz sarcasmo, ha sufrido una conversión al catolicismo, sin demasiada explicación aparente. La última sesión de Freud, del dramaturgo estadounidense Mark St. Germain, reproduce este encuentro imaginario. Ahora, adaptada y dirigida por el presti- gioso Daniel Veronese, y con las magistrales actuaciones de Jorge Suárez, como Sigmund Freud, y Luis Machín, en el rol de Lewis, también puede disfrutarse en el Multiteatro de Buenos Aires, en la avenida Corrientes, donde ya goza de explicable éxito, como antes su- cedió con la misma obra en las más importantes capitales culturales del mundo. La pieza teatral se basa en el best seller del afamado psiquiatra de Harvard, Armand Nicholi Jr., The Question of God: C.S. Lewis and Sigmund Freud Debate God, Love, Sex and the Meaning of Life (2003), que también inspiró una serie educativa de la cadena de televisión pública estadounidense PBS. Como en sus clases universi- tarias, Nicholi Jr. reproduce en su libro escritos originales de Freud y Lewis, haciéndolos a ojos del lector discurrir acerca de la existencia de Dios y otras verdades radicales del hombre. Lo que el Freud del drama tampoco entiende –como muy probablemente no entendió el de la vida real– es que en ese aciago día de 1939, el primer ministro britá- nico, a un tiempo que invitaba a la población a ser fuerte y soportar su sombrío futuro inmediato, alzaba una plegaria a Dios: “Hoy, más que nunca, estamos en sus manos” repite en la obra, amplificado por el parlante de una radio. Para el padre del psicoanálisis, un ateo acérrimo, estas palabras, como la extrava- gante conversión de Lewis, hieren. Para él, “la ciencia demuestra que no hay más fuentes de conocimien- to del Universo que la observación metódica –en otras palabras, lo que llamamos investigación– y, junto con ello, que ningún conocimiento cierto proviene de la revelación, la intuición o la inspiración”. L a obra, de rica construcción, es una excusa para pensar. A fin de cuentas, la cosmo- visión de Freud, abonada por los grandes descubrimientos científi- cos del hombre de finales del siglo XIX y durante el siglo XX, terminó por imponerse como fórmula ab- soluta para explicar el mundo. Una “radicalización”, al decir del beato Juan Pablo II, “que, no solo se ha alejado de cualquier referencia a la visión cristiana del mundo, sino que, principalmente, ha olvidado toda relación con la visión meta- física y moral”. Consecuencia de esto “es que algunos científicos, carentes de toda referencia ética, tienen el peligro de no poner ya en el centro de su interés la persona y la globalidad de la vida. Más aun, algunos de ellos, conscientes de las potencialidades inherentes al pro- greso técnico, parece que ceden, no solo a la lógica del mercado, sino también a la tentación de un poder demiúrgico sobre la naturaleza y sobre el ser humano mismo”. (Carta Encíclica Fides et Ratio, 1998). P ues parece que las palabras de Juan Pablo II, no muy distantes de las de Lewis, resuenan más que nunca en la actualidad. El año pasado, como informa Reuters, Bayer Healthcare reportó que cerca del 75% de los hallazgos publicados por sus cien- tíficos acerca de enfermedades car- diovasculares, cáncer y salud de la mujer no pudieron luego replicarse con los mismos resultados. Una lógica que comienza a expandirse a todas las ramas de la ciencia. ¿Por qué sucede esto? Muchos científi- cos, como explica John Ioannidis, de la Universidad de Stanford, se sienten presionados por el merca- do, y dispuestos por ello a cortar sus procesos con tal de no perder la oportunidad de publicar en una revista de alto prestigio y divul- gación. Y, sin embargo, seguimos confiando a ciegas. ¿Hemos perdido realmente nuestra fe? ¿No será acaso que sim- plemente hemos sustituido unos dogmas por otros? Podremos ser hoy muy escépticos ante la posibi- lidad de que Dios se haya encar- nado para salvarnos, o de que un ángel haya inspirado a Mahoma. Pero no lo somos tanto frente a las verdades científicas, que no siem- pre son tan ciertas. Ni lo somos cuando nos venden que nuestra felicidad está en consumir frenéti- camente o en seguir convenciones sociales de forma mecánica. C laro que tratar de entender y explicar verdades tan profundas en pocas líneas es muy difícil. El mismo C.S. Lewis se lo dice a Sigmund Freud en la ficción: “Fue una locura creer que podíamos resolver el misterio más grande de todos los tiempos en una mañana”. Pero Freud se apura en responder: “Solo hay una locura más grande: no pensar en ello”. l Ciencia..., ficción Por CARLOS LOAIZA KEEL es máster en Tributación y máster executive en Derecho Empresarial (Harvard Law School-Centro Europeo de Estudios Garrigues); profesor de Tributación Internacional de la Universidad de Montevideo @cloaizakeel E n el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos”, dijo en frase frecuentemente citada Andy Warhol, quien también, en varia- ción de lo anterior, afirmó: “Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria”. Todavía no sabemos si ya estamos en el futuro, pero en caso de que sí podemos concluir que Julian Assange ya está en el futuro pues la fama le llegó, y es una fama que le ha durado más de 15 minutos, aunque de gloria no tiene nada. El hombre más famoso del mun- do en estos días está en Londres encerrado en una jaula de cristal y su caso, reclusión incluida, será de aquí en adelante motivo de infinidad de artículos perio- dísticos, pues estamos ante una historia insólita con final incier- to. Las condiciones en que reside en la embajada ecuatoriana en la capital británica son poco con- fortables, por lo tanto la unión de tedio, ansiedad y ausencia de futuro pueden desencadenar una conclusión inesperada. Dicen sus allegados que el asilado tiene ánimo sombrío y, de acuerdo a las circunstancias actuales, nada hace pensar que vaya a salir de donde está en corto o largo plazo. ¿Hasta cuándo resistirá? Salva- das las distancias entre un caso y otro, la situación de Assange, rodeado por los ojos del mundo y por la seguridad británica, hace recordar la experiencia vivida por Manuel Noriega, cuando en 1989 fue sitiado en su búnker en Panamá hasta hacerlo capitular. Los cargos contra Assange no son menores (en Suecia es acusado de violación), por lo tanto ha habido deserción masiva entre quienes en un principio lo apoyaban a él y a su causa, hoy cada vez más difuminada. Las fuerzas de se- guridad británicas cuentan con un gran aliado y son los tiempos actuales, en los cuales ninguna noticia tiene permanencia abso- luta. De este modo, con el paso de los días, las semanas y los meses, la situación de Assange perderá actualidad periodística y como consecuencia el acusado puede perder la paciencia, apresurando un desenlace favorable a quienes quieren atraparlo y no descansa- rán hasta lograr su objetivo. l Él y su circunstancia EDUARDO ESPINA [email protected] THE SóTANO

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11opiniónel observador Martes 21 de agosto de 2012

E l mismo día en que Gran Bretaña anuncia su ingreso a la segun-da guerra mundial, en 1939, un Sigmund

Freud notoriamente afectado por un cáncer de boca, que le obliga a usar una lacerante y dolorosa prótesis, agonizante, sumido ya en las intenciones eutanásicas que terminaría consumando, recibe a un invitado inusual en su departa-mento londinense del exilio: C.S. Lewis. El motivo, muy simple, pero no por ello menos profundo: Freud desea fervientemente entender el motivo por el que un inteligente académico de Oxford como Lewis, un intelectual de fina pluma y perspicaz sarcasmo, ha sufrido una conversión al catolicismo, sin demasiada explicación aparente.

La última sesión de Freud, del dramaturgo estadounidense Mark St. Germain, reproduce este encuentro imaginario. Ahora, adaptada y dirigida por el presti-gioso Daniel Veronese, y con las magistrales actuaciones de Jorge Suárez, como Sigmund Freud, y Luis Machín, en el rol de Lewis, también puede disfrutarse en el Multiteatro de Buenos Aires, en la avenida Corrientes, donde ya goza de explicable éxito, como antes su-cedió con la misma obra en las más importantes capitales culturales del mundo.

La pieza teatral se basa en el best seller del afamado psiquiatra de Harvard, Armand Nicholi Jr., The Question of God: C.S. Lewis and Sigmund Freud Debate God, Love, Sex and the Meaning of Life (2003), que también inspiró una serie educativa de la cadena de televisión pública estadounidense PBS. Como en sus clases universi-tarias, Nicholi Jr. reproduce en su

libro escritos originales de Freud y Lewis, haciéndolos a ojos del lector discurrir acerca de la existencia de Dios y otras verdades radicales del hombre.

Lo que el Freud del drama tampoco entiende –como muy probablemente no entendió el de la vida real– es que en ese aciago día de 1939, el primer ministro britá-nico, a un tiempo que invitaba a la población a ser fuerte y soportar su sombrío futuro inmediato, alzaba una plegaria a Dios: “Hoy, más que nunca, estamos en sus manos” repite en la obra, amplificado por el parlante de una radio. Para el padre del psicoanálisis, un ateo acérrimo, estas palabras, como la extrava-gante conversión de Lewis, hieren. Para él, “la ciencia demuestra que no hay más fuentes de conocimien-to del Universo que la observación metódica –en otras palabras, lo que llamamos investigación– y, junto con ello, que ningún conocimiento cierto proviene de la revelación, la intuición o la inspiración”.

La obra, de rica construcción, es una excusa para pensar. A fin de cuentas, la cosmo-

visión de Freud, abonada por los grandes descubrimientos científi-cos del hombre de finales del siglo XIX y durante el siglo XX, terminó por imponerse como fórmula ab-soluta para explicar el mundo. Una “radicalización”, al decir del beato Juan Pablo II, “que, no solo se ha alejado de cualquier referencia a la visión cristiana del mundo, sino que, principalmente, ha olvidado toda relación con la visión meta-física y moral”. Consecuencia de esto “es que algunos científicos, carentes de toda referencia ética, tienen el peligro de no poner ya en

el centro de su interés la persona y la globalidad de la vida. Más aun, algunos de ellos, conscientes de las potencialidades inherentes al pro-greso técnico, parece que ceden, no solo a la lógica del mercado, sino también a la tentación de un poder demiúrgico sobre la naturaleza y sobre el ser humano mismo”. (Carta Encíclica Fides et Ratio, 1998).

Pues parece que las palabras de Juan Pablo II, no muy distantes de las de Lewis,

resuenan más que nunca en la actualidad. El año pasado, como informa Reuters, Bayer Healthcare reportó que cerca del 75% de los hallazgos publicados por sus cien-tíficos acerca de enfermedades car-diovasculares, cáncer y salud de la mujer no pudieron luego replicarse con los mismos resultados. Una lógica que comienza a expandirse a todas las ramas de la ciencia. ¿Por qué sucede esto? Muchos científi-cos, como explica John Ioannidis, de la Universidad de Stanford, se sienten presionados por el merca-do, y dispuestos por ello a cortar sus procesos con tal de no perder

la oportunidad de publicar en una revista de alto prestigio y divul-gación. Y, sin embargo, seguimos confiando a ciegas.

¿Hemos perdido realmente nuestra fe? ¿No será acaso que sim-plemente hemos sustituido unos dogmas por otros? Podremos ser hoy muy escépticos ante la posibi-lidad de que Dios se haya encar-nado para salvarnos, o de que un ángel haya inspirado a Mahoma. Pero no lo somos tanto frente a las verdades científicas, que no siem-pre son tan ciertas. Ni lo somos cuando nos venden que nuestra felicidad está en consumir frenéti-camente o en seguir convenciones sociales de forma mecánica.

Claro que tratar de entender y explicar verdades tan profundas en pocas líneas

es muy difícil. El mismo C.S. Lewis se lo dice a Sigmund Freud en la ficción: “Fue una locura creer que podíamos resolver el misterio más grande de todos los tiempos en una mañana”. Pero Freud se apura en responder: “Solo hay una locura más grande: no pensar en ello”. l

Ciencia..., ficción

PorCarlos loaiza keeles máster en Tributación y máster executive en Derecho Empresarial (Harvard Law School-Centro Europeo de Estudios Garrigues); profesor de Tributación internacional de la Universidad de Montevideo

@cloaizakeel

En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos”, dijo en frase

frecuentemente citada Andy Warhol, quien también, en varia-ción de lo anterior, afirmó: “Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria”. Todavía no sabemos si ya estamos en el futuro, pero en caso de que sí podemos concluir que Julian Assange ya está en el futuro pues la fama le llegó, y es una fama que le ha durado más de 15 minutos,

aunque de gloria no tiene nada. El hombre más famoso del mun-do en estos días está en Londres encerrado en una jaula de cristal y su caso, reclusión incluida, será de aquí en adelante motivo de infinidad de artículos perio-dísticos, pues estamos ante una historia insólita con final incier-to. Las condiciones en que reside en la embajada ecuatoriana en la capital británica son poco con-fortables, por lo tanto la unión de tedio, ansiedad y ausencia de

futuro pueden desencadenar una conclusión inesperada. Dicen sus allegados que el asilado tiene ánimo sombrío y, de acuerdo a las circunstancias actuales, nada hace pensar que vaya a salir de donde está en corto o largo plazo. ¿Hasta cuándo resistirá? Salva-das las distancias entre un caso y otro, la situación de Assange, rodeado por los ojos del mundo y por la seguridad británica, hace recordar la experiencia vivida por Manuel Noriega, cuando en 1989 fue sitiado en su búnker en Panamá hasta hacerlo capitular. Los cargos contra Assange no son menores (en Suecia es acusado de

violación), por lo tanto ha habido deserción masiva entre quienes en un principio lo apoyaban a él y a su causa, hoy cada vez más difuminada. Las fuerzas de se-guridad británicas cuentan con un gran aliado y son los tiempos actuales, en los cuales ninguna noticia tiene permanencia abso-luta. De este modo, con el paso de los días, las semanas y los meses, la situación de Assange perderá actualidad periodística y como consecuencia el acusado puede perder la paciencia, apresurando un desenlace favorable a quienes quieren atraparlo y no descansa-rán hasta lograr su objetivo. l

Él y su circunstanciaeduardo espina

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