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    Clemencia Echeverriel espacio y los fantasmas

    Juegos de herencia. Video-instalacin, 2011

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    revista UNIVERSIDADDE ANTIOQUIA

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    ElsombrEro

    de Beuys

    Sol

    Astrid

    Giraldo

    En sus video-instalaciones, Clemencia Echeverri se preguntapor el drama violento establecido entre los cuerpos, el poder y elespacio en la actualidad colombiana. Una historia de espectrosms sonoros que visuales.

    En los pueblos colombianos suele contarse, sobre todoen la noche, la leyenda de El judo errante. Un hom-bre que por haber insultado a Jess est condenado

    a cabalgar eternamente por los caminos de Dios sin quenunca pueda detenerse ni quedarse. Como a la mayora delas apariciones, no se le ve; se le presiente, se le escucha. Poreso en las noches las calles de los pueblos nunca estn solas:el errante las atraviesa, una y otra vez, dejando una estela deruidos inconexos y girones de ansiedad en el aire. La tierrasin reposo bien tiene la cara del inerno.

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    El pas que se despliega en las obras deClemencia Echeverri es tambin una geograasurcada por espectros que, como el errante de lasleyendas, nunca pueden reposar. Una maldicinque ya no es divina, sino que surge de la lgicamuy terrenal de la violencia, la cual les ha hurtado

    a los cuerpos colombianos un lugar de arraigo. Yes ese no-lugar al que aluden la mayora de lasvideo-instalaciones de Clemencia Echeverri: alpoder soterrado que le niega el espacio a cuerposhuranos a los que solo les queda desaparecer,convirtindose en una huella. Sonido, texto, ca-ligraa, ruina, se riegan como impotentes rastrospor la supercie de una tierra de nadie (o, cadavez ms, solo de algunos).

    As, cuerpo, espacio y poder son los prota-gonistas de unos encuentros y desencuentros

    dramticos donde campean la negacin, la des-truccin, las ausencias, la muerte. Y, sobre todo,la imposibilidad de habitar. Pas de errantes, pasde espectros, donde la historia se ha convertidoen una pesadilla ragmentada, donde el cobijo haperdido el techo, donde el lenguaje se ha quebra-do en susurros cargados e inconexos.

    Cuerpo y territorio (ni cuerpo niterritorio)En Treno (video-instalacin, 2009), en pantallas

    simultneas, se proyectan las turbulencias de unro mtico, nuestro ancestral ro de las tumbas,alcantarilla natural adonde van los muertos de laviolencia. El ruido del agua es permeado por gri-tos de personas llamando a personas, de amilia-res buscando a sus desaparecidos en los abismoshmedos de la geograa y la historia. Bocas quelanzan a la nada el hilo de Ariadna de su voz, tra-tando de rescatar con ella a sus deudos de los la-berintos de la muerte. Nombres que se modulancomo talismanes del encuentro, solo para perder-

    se en el agujero hermtico de la noche. Siguiendoun ttrico ritual que se repite desde violencias in-memoriales, los amiliares, en busca de los suyos,hurgan las aguas con un palo hasta que aparecealgn rastro, una camisa, un pantaln, un zapato,como reliquias y huellas del cuerpo amado y au-sente. Es la nica respuesta al llamado, y sucedeen el silencio de la alta de lenguaje para lo queest sucediendo.

    En estos llamados, la artista ha replicado,como lo hace notar Marta Rodrguez,1 una tradi-cin popular donde los campesinos, con sus gri-tos de amistad, se comunicaban estivamente enlos tiempos de paz. Es decir, establecan, con susvoces y cantos, los territorios sonoros y de arraigo

    que constituyen un espacio humano. El silencioal otro lado de los llamados, que ya no son alegres,sino gritos de dolor, muestra los agujeros que sele han hecho al tejido de las relaciones entre losvecinos y a los territorios sicos y sonoros quehacen posible una comunidad. El cuerpo desapa-recido, aniquilado ha perdido la morada en unageograa expropiada y negada. Solo quedan losantasmas de las voces y las reliquias vestimenta-rias. El cuerpo en el espacio ya no es posible enun pas con sus casas abandonadas y la uncin de

    habitar sica y simblicamente bloqueada.

    Cuerpo y espacio domstico (ni cuerponi espacio domstico)La casa, pues, con todas sus connotaciones sim-blicas, adems de sus implicaciones sociales, pa-rece ya no ser posible en un territorio expuestoa las corrientes salvajes de la destruccin. Ideaque ya haba desarrollado la artista en Doble flo(video-instalacin, 2004), donde unas manos demujer dibujan sobre un terreno angoso una casa

    con los trazos elementales de un dibujo inantil,hasta que un torrente de agua oxidada la borradejando apenas una huella empantanada. La mu-jer, obstinadamente, sin embargo, vuelve a dibu-jarla una y otra vez, sin importarle que sea una yotra vez borrada por esa agua que ms que unacatstroe natural parece provenir de la pulsinde muerte de la guerra colombiana.

    En este trabajo la artista parece aludir a eseimaginario de la tradicin occidental, y por su-puesto colombiana, que ha puesto a la mujer en el

    centro de la casa como soporte de la amilia y dela sociedad. Mientras los hombres conquistabanmundos, ellas habitaban y ponan los pies sobre latierra en la construccin sica y mental de sus es-pacios domsticos, en una arquitectura del cobijoy el resguardo que tan bien deni Bachelard.En los desplazamientos y destierros, volcamien-to radical de la lgica del habitar, mientras ellosmueren, a ellas les queda la responsabilidad de

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    Treno. Video-instalacin, 2009

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    reconstruir la vida cotidiana y la casa en el espacio del exilio. Estas manos eme-ninas, tercas, elementales ejecutan un baile vital sobre la oscuridad de la muerte.Frgiles, obstinadas, poderosas, reclaman con potencia la vulnerada uncin dehabitar en un terreno cenagoso y prohibido como el que ha instaurado el confic-to. La casa ha desaparecido, queda su huella mental.

    De otra manera pierden la casa las mujeres de Casa ntima(1996). En esta

    pieza, la artista tambin se sumergi en un mundo domstico y emenino, peroesta vez emplazado en un contexto urbano con sus particulares agresiones a launcin de habitar. La artista registra aqu la historia sonora y visual del despojosico y mental de un lugar de cobijo. Este ya no sucede en los altares violentos dela guerra colectiva, sino en los ntimos de una vivienda de un barrio tradicionalbogotano destinado a desaparecer por la presin inmobiliaria. Metora que seextiende a la torpeza espacial de la contemporaneidad, a la pauperizacin del

    habitar, a la normatizacin de los cuerpos, a la serialidade industrializacin de los espacios domsticos. La casa deHeidegger, establecida como un potente eje entre el cieloy la tierra, con races abajo y ventanas areas, ubicada en el

    cosmos, reloj de sol, observatorio astral, ortaleza contra elclima y las inclemencias externas y del alma, punto slidosembrado en el paisaje, emplazada en un entorno, sucumbeante los aanes capitalistas y cuantitativos que han conver-tido los cuerpos y las casas en simples volmenes, como lo

    ha sealado Le Breton. Mujeres de tres generaciones, desplazadas urbanas, nopor los actores de la guerra sino por agentes de la especulacin, deben dejar ellugar del origen, de la historia, de las races. Deben dejar la casa que caer a losgolpes de los mercaderes urbanistas. Acto que por sutil y civilizado no es menosviolento. Acto de despojo, de instalacin del no lugar, de arrinconamiento de loscuerpos. Las ruinas de esta casa, sin embargo, quedarn impregnadas de huellas

    secretas como una mancha sobre la pared, como las cicatrices de la madera delas puertas, como un rayo de sol que no deja de llegar cada tarde al lugar dondesola haber un patio. La Casa ntima, sin embargo, no est siempre auera, y estasmujeres que se marchan se la llevan adentro, a donde vayan.

    Es que la Casa ntima,

    parece insistir, nosiempre est afuera.

    Casa ntima. Video-instalacin, 1996 Voz/Resonancias de la prisin. Video monocanal in situ, 2006

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    Cuerpo y arquitecturas autoritariasAs lo hacen tambin los presos colombianos encrceles de Inglaterra y Bogot, entrevistados porla artista durante varios meses de visitas, encuen-tros y talleres creativos para la realizacin de suobra Voz/Resonancias de la prisin (2006). De este

    trabajo de campo Echeverri rescat una huellasonora de cuerpos aniquilados por la institucincarcelaria, el exilio, y tambin por una arquitec-tura de poder y control. Estos cuerpos a los quese les ha roto la relacin con el entorno, el espa-cio, el transcurso del tiempo, se van desmateria-lizando en un limbo donde manos y piel pierdentodo contacto con lo real, donde los pies ya no seposan sobre nada, donde la identidad se borra,donde cualquier inscripcin se deshace, donde lavoz nunca tiene respuesta. La escasez ue lo que

    ms le llam la atencin a la artista en esta para-realidad detenida por la que vagan cuerpos antesslidos, pero ahora desvanecidos en un aire opre-sivo que todo lo petrica.

    Echeverri trat de desbloquear, al menos,los recuerdos de estas personas, llevndolos porla senda del imaginario de la casa primordial, lade los padres, la de la inancia. Es que la Casantima, parece insistir, no siempre est auera. Ygrab sus recuerdos susurrados, llenos de nostal-gia, odio, ansiedad, desesperanza: Voz a la dere-

    cha, voz a la izquierda, contenida y ja. La ma-durez mira a la inancia: busca los lugares, buscaa los otros y a los deseos. Se devuelven enaos, regresan y lloran. Encuentran cal en capas,muro, colegio, otro muro, casa, padres, amilia.Aumentan los encuentros.2

    En este recorrido, desde una actualidadbloqueada hasta un pasado perdido, los presos

    convertidos en voces pudieron burlar las murallassicas de las crceles y, transormados en inma-teriales ondas sonoras, viajaron hasta el MuseoNacional de Bogot, edicio que a su vez tam-bin haba sido originariamente una estructuracarcelaria. All, en el primer piso, la artista realiz

    una video-instalacin donde puso a circular estasvoces entre unas paredes que tenan las cicatri-ces del encierro de presos del siglo xixque algunavez estuvieron all detenidos. Para recuperar estamemoria perdida del lugar, la artista proyect o-tograas antiguas al ondo de una galera above-dada, donde pareca continuarse virtualmente elespacio histrico y el contemporneo.

    El resultado ue un baile de antasmas sono-ros y tctiles. Las voces de los presos contempo-rneos se posaron en las paredes cargadas de his-

    torias de reclusin, y solo el paso del cuerpo delespectador las reactivaba. Era como si los viejosespectros retomaran su presencia en la actualidad.La huella sonora haba logrado materializarlos denuevo. Los seres invisibles y ausentes del pasa-do o del exilio, los cuerpos borrados de la crcel,pudieron ser percibidos por los seres visibles delaqu y el ahora en una transgresin de las coor-denadas espacio-temporales y de las leyes de lareclusin. Seres hechos voz, recuperados por suvoz, tomaban todo el protagonismo de la presen-

    cia en una puesta en escena donde el cuerpo delespectador se oreca como el lugar de las apa-riciones. Drama de las violencias entre cuerpos,poderes y arquitecturas represivas. Si el cuerpoest preso, la mente puede volar. Si el cuerpo hadesaparecido, la voz lo puede volver a solidicar.Historia paradjica de antasmas que se encarnany desencarnan.

    Acidia. 2006 Treno. Guin grfco, 2009

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    Cuerpos femeninos y acidiasEn esta lnea de refexin entre espacio, poder y cuerpo se destaca una obra decmara, ntima, sensorial, cuyo protagonista es un cuerpo de mujer. En el ao2006, la artista, adems de lidiar con los espectros de los presos, sirvi de m-dium al espritu desasosegado de Sor Josea del Castillo, nurago inquieto del

    monasterio de Santa Clara la Real de Tunja. Estemonasterio, uno de los ms rutilantes de nuestrahistoria colonial, alberg (o aprision) entre susparedes el cuerpo de Sor Josea, nuestra msticamayor, autora de Aectos espirituales, obra cum-bre de la literatura colonial hispanoamericana. Si

    bien la iglesia del monasterio est enchapada enoro y superpoblada de imaginera con pieles esto-adas, vestidos brocados y heridas rojas, las celdasde las monjas, como la de Sor Josea, son austerasy oscuras como el ondo de un cuadro de Gaspar

    Figueroa. All se reclua la mstica a escribir y a enrentarse con sus antasmas.Clemencia Echeverri, interesada en este combate interior, realiz entre estas pa-redes la video-instalacinAcidia.

    La obra gira alrededor de uno de sus textos que habla de espritus malosque no sesan de perseguir da y noche, de miserias que sercan en este destierroal cuerpo i alma, de dolores i enermedades del cuerpo. La artista proyect en

    las paredes el manuscrito de este texto, y su caligraa con tinta invisible sobreel muro blanco. Una luz ultravioleta haca aparecer y desaparecer intermiten-temente estas palabras de proundo desconsuelo. Acidia ue la gura, que paraEcheverri explicaba la vida y escritura de Sor Josea: La acidia dice, citandoa Giorgio Agamben es la angustiosa tristeza y desesperacin, y la incapacidadde controlar el incesante discurso de los antasmas interiores.3 Con esta obrala artista quiso aludir a la prounda tristeza y melancola que esta mstica pudohaber padecido entre estas paredes-tumbas de su yo, cercada por sus antasmasinteriores, ahogada por la eroz muerte de todos los lugares sobre la tierra queeran prohibidos para las monjas neogranadinas de los siglos xvii yxviii.

    Con esta obra [Acidia] estamos

    de nuevo en el campo de los

    fantasmas, los destierros, loscuerpos acorralados.

    Treno. Video-instalacin, 2009

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    Las celdas de las novicias, las monjas y lasmsticas coloniales ueron por antonomasia lanegacin de su cuerpo y la aniquilacin de la es-pacialidad emenina.4 No en vano la entrada enel claustro era vista como una pequea muerte,5una muerte al mundo y al espacio. Santa Teresa

    de Jess haba dejado expuesta la situacin con suinconundible lrica:Considerando el mucho encerramiento y pocas

    cosas de entretenimiento que tenis, mis hermanas,

    y no casas tan bastantes como conviene en algunos

    monasterios de los vuestros, me parece os ser con-

    suelo deleitaros en este castillo interior, pues sin li-

    cencia de los superiores podis entraros y pasearos

    por l a cualquier hora.6

    A aquellas msticas la sociedad neogranadi-na les haba negado el espacio, la corporalidad, la

    vida pblica, y por ello debieron volcarse haciaadentro, para buscar en los castillos interiores desu espiritualidad la movilidad que no tenan ha-cia auera. El cuerpo de la mujer no estaba hechopara habitar el mundo. Deba apartarse, recluir-se, separarse: o en la casa o en el convento. Laclausura en los conventos emeninos, exigida porel Concilio de Trento, representa un sntoma dela amenaza que se percibe en el cuerpo en gene-ral, y en el emenino en particular. Las paredesson construidas con intenciones de aprisionar

    el cuerpo, impedir al mximo su contacto conotros cuerpos y con otros espacios.7 Esta rela-cin cuerpo emenino-convento ue tan proun-da que sus paredes terminaron convirtindose enextensiones de su cuerpo: partes improvisadas,neutralizadas, descorporizadas de las religiosas.8Esta condicin de los conventos emeninos re-orzaba el orden social de la Colonia, el cual so-brevivi hasta bien entrado el siglo xx, donde alhombre le corresponda lo pblico y a la mujer loprivado. Para ellas la nica espacialidad posible

    era la interior, la subjetiva. La movilidad solo erapracticable adentro de las paredes, de la mente odel corazn; cualquier salida de estas instanciasera una hereja.

    Con esta obra estamos de nuevo en el campode los antasmas, los destierros, los cuerpos aco-rralados. Nietzsche celebraba a los griegos comoun pueblo magncamente avenido con la vida.Nosotros, sin embargo, no podemos dejar de ver

    esa prounda desavenencia de los colombianoscon su cuerpo, un desacomodo que viene desdelo ms lejano de nuestro cuerpo bautizado por losfagelos catlicos. Pas de errantes, de antasmas,de cuerpos aprisionados, borrados, aniquilados.Pas de los espacios bloqueados, los territorios ro-

    tos y las acidias desde la perspectiva de ClemenciaEcheverri y sus intentos de materializaciones su-tiles en las borrascas de la disolucin.

    Sol Astrid Giraldo (Colombia)Filloga con especializacin en Lenguas clsicas de laUniversidad Nacional de Colombia y magster en Historiadel Arte de la Universidad de Antioquia. Ha sido editora cul-tural de El Espectadory periodista de Semana yEl Tiempo.Colaboradora habitual de revistas nacionales y latinoamerica-nas. Investigadora y curadora independiente.

    Clemencia Echeverri(Colombia)Reside en Bogot. Realiz estudios de pregrado en laUniversidad de Antioquia y de especializacin y maestra en

    Artes Plsticas en Chelsea College o Arts, Londres. Ejercicomo docente de Artes en pregrado y maestra en las univer-sidades de Antioquia y Nacional de Colombia.Luego de trabajar en pintura y escultura, desde mediados delos noventa desarrolla obras en instalacin, video, sonido einteractividad a partir de las condiciones polticas y socialesdominantes. En los ltimos aos ha realizado proyectos de

    video instalacin con participacin en mltiples eventos na-cionales e internacionales, entre las que se destacan: Bienal deLiverpool, Inglaterra; Daros-Latinamerica Museum, Suiza;Centre o Contemporary Art Znaki Czasu Polonia; Delna

    Foundation, Reino Unido; VI Bienal de la Habana, Cuba.En 2013 participar en Mxico con la obra Juegos de herenciapara la exposicin Cosmovideograas 10 artistas latinoamerica-nos, en el CENART. Ha obtenido premios, menciones y becasnacionales e internacionales como el Arts Council Londres.

    Notas1 Echeverri Clemencia: Sin respuesta. Bogot: UniversidadNacional de Colombia. Direccin Nacional de DivulgacinCultural, 2008, p. 52.2Ibd., p. 104.3Ibd., p. 70.4 Realic un desarrollo ms extenso de este anlisis en: GiraldoSol Astrid. Cuerpo de mujer: modelo para armar. Medelln: La

    Carreta, p. 100.5 Quevedo Mara Piedad. Un cuerpo para el espritu: msticade la Nueva Granada, el cuerpo, el gusto y el asco 1680-1750.Instituto Colombiano de Antropologa e Historia ICANH,2007, 256 p.6Ibd., p. 247.7Ibd., p. 79.8 Idem.

    www.clemenciaecheverri.com