clase 8
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La Primera Geometría no-Euclidiana
La naturaleza no tan obvia del quinto postulado de Euclides hizo
sospechar a algunas personas de la veracidad del mismo.
Uno de los primeros casos notables es el del matemático Jesuita
Giovanni Girolamo Saccheri (1667-1733), el cual al ver que no había
forma obvia de obtener el quinto postulado de los otros nueve
postulados, optó por cambiar de estrategia y empezó intentando
demostrar la validez del quinto postulado de Euclides usando el truco
más viejo en el costal de trucos de los matemáticos: dada una
proposición que se supone como verdadera, se empieza suponiendo que
la proposición es falsa y se empieza a trabajar con tal suposición en
mente, hasta que invariablemente vamos llegar a un punto en el cual
obtenemos un absurdo (entendiblemente este método es conocido en
lógica como el método de reducción al absurdo), con lo cual queda
demostrado que la proposición no era falsa sino verdadera, ya que por
lógica elemental (desarrollada por un contemporáneo de Euclides,
Aristóteles) no es posible obtener una conclusión falsa partiendo de una
proposición verdadera.
Así, en su intento por reivindicar a Euclides, elaboró un libro
titulado Euclides ab omni naevo vindicatus, que se traduce como
“Euclides liberado de toda falla”, en donde intentó probar el quinto
postulado mediante el recurso de demostrar todas las demás
alternativas como absurdas, para lo cual construyó lo que hoy se conoce
como el “cuadrilátero de Saccheri”:
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Partiendo de una recta GH que constituye la base del cuadrilátero, a la
cual se le agregan dos rectas perpendiculares AB y CD, a través de las
cuales se traza una cuarta línea de modo tal que la longitud de
los brazos del cuadrilátero, las rectas que van de la base hasta
la cumbre, sean iguales. Tras esto, Saccheri formuló tres hipótesis
diferentes acerca de la suma de los ángulos internos del cuadrilátero
(los ángulos m, n, o y p): que la suma de los ángulos era menor que,
igual a, y mayor que cuatro ángulos rectos (360 grados). Si podía
demostrar que la primera y la tercera hipótesis conducían a absurdos
lógicos, entonces habría demostrado que la hipótesis intermedia,
equivalente al quinto postulado pronunciado por Euclides, era la única
geometría consistente, y por lo tanto la única geometría verdadera,
dándose por probado rigurosamente como verdadero el quinto
postulado. Saccheri desechó rápidamente la tercera hipótesis porque
casi de inmediato empezaron a surgir las contradicciones. Sin embargo,
la primera hipótesis no condujo a ningún conflicto lógico, y de hecho
Saccheri pudo demostrar teorema tras teorema usando el nuevo
postulado alterno, construyendo ante su asombro la primera geometría
no-Euclidiana.
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Resulta instructivo reproducir aquí algunos de los razonamientos de
Saccheri que lo llevaron a descubrir una geometría tan válida como la
geometría de Euclides en la cual no se cumplía el quinto postulado.
Empecemos, como lo hizo Saccheri, con un cuadrilátero formado por dos
pares de líneas que se suponen paralelas, en donde hemos designado a
los vértices del cuadrilátero con letras distintas:
Obsérvese que, como punto de partida, hemos supuesto que los ángulos
correspondientes a los vértices A y B son ángulos rectos. Esto siempre
se puede llevar a cabo por construcción, y no requiere de mayor
explicación. Obsérvese, sin embargo, que los ángulos correspondientes
a los vértices C y D se han dejado como interrogantes.
Existen entonces tres posibilidades:
1) Los ángulos en los vértices C y D son iguales ambos a un ángulo recto
(90 grados), lo cual debe ser así si el quinto postulado del paralelismo es
válido.
2) Los ángulos en los vértices C y D ambos son mayores a un ángulo
recto (esta es la hipótesis del ángulo obtuso).
3) Los ángulos en los vértices C y D ambos son menores a un ángulo
recto (esta es la hipótesis del ángulo agudo).
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Sin necesidad de utilizar el quinto postulado, es muy fácil demostrar que
si los ángulos correspondientes a los vértices A y B son ángulos rectos,
entonces los ángulos C y D no pueden ser diferentes, tienen que ser
iguales. Si suponemos el quinto postulado de Euclides como justo,
entonces los ángulos en los vértices C y D tienen que ser ángulos rectos,
es la conclusión a la que se llega aplicando el quinto postulado. Si se
niega que los ángulos correspondientes a los vértices C y D sean
ángulos rectos, entonces se está negando al quinto postulado. Pero si
éstos ángulos no son ángulos rectos, de cualquier modo tienen que ser
iguales, así que ambos tienen que ser obtusos o agudos. Supóngase que
el quinto postulado no se cumple y que ambos ángulos son agudos.
Entonces la situación que tenemos entre manos es la siguiente:
Esta combinación de ángulos internos no es posible en la geometría
Euclidiana, en la cual el quinto postulado requiere que todos los ángulos
sean ángulos rectos.
Pero estamos suponiendo que el quinto postulado no es válido.
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El problema que se le presentó aquí a Saccheri es que, usando
precisamente este cuadrilátero, fue elaborando teorema tras teorema,
siempre buscando algún absurdo. Pero no le fue posible encontrar
ninguno. Acababa de descubrir lo que hoy se conoce como Geometría
Hiperbólica sin darse cuenta de ello. Varios de los teoremas que
descubrió y que rechazó “por absurdos”, son de hecho teoremas
plenamente válidos dentro de la geometría hiperbólica. Incapaz de
comprender y aceptar los alcances de su descubrimiento, tras haber
desechado la tercera hipótesis Saccheri desechó también la primera (la
suma de los ángulos internos de un cuadrilátero es menor que cuatro
ángulos rectos) ya no sobre argumentos lógicos sino sobre argumentos
teológicos.
A continuación, trataremos de reproducir la forma de pensar de Saccheri
usada por él para la demostración de algunos de los teoremas que
descubrió dentro de su nueva geometría. Se han hecho algunas
modificaciones ligeras para hacer más entendibles los procedimientos,
adaptados a la época presente. Todas las demostraciones se llevarán a
cabo utilizando únicamente una regla (sin graduaciones ni marcas) y un
compás, tal y como lo hacían los geómetras de la antigüedad, y se harán
suponiendo la hipótesis de que los ángulos internos en los vértices de la
cumbre del cuadrilátero son agudos.
Comenzaremos construyendo primero un cuadrilátero de Saccheri.
Levantamos el cuadrilátero empezando con una recta AB, la base del
cuadrilátero, y trazamos en los extremos de la base dos
perpendiculares, las rectas AC y BD, de modo tal que los ángulos
internos en los vértices A y B serán ángulos rectos, haciendo también
con el compás que las rectas AC y BD sean iguales en longitud. Tras
esto, unimos los puntos C y D con una recta, completando el
cuadrilátero:
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Demostraremos ahora el primer teorema de nuestra geometría no-
Euclidiana para este cuadrilátero:
Teorema: Los ángulos en los vértices C y D de la cumbre del
cuadrilátero de Saccheri son iguales.
Demostración: A continuación, trazamos dos diagonales para unir a los
vértices opuestos del cuadrilátero:
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Los triángulos BAC y ABD son congruentes (figuras geométricamente
iguales) por tener dos lados iguales (el lado común AB, y el lado AC igual
al lado BD por construcción) y un ángulo interior (el ángulo recto) igual.
Por ser triángulos congruentes, entonces las rectas AD y BC deben tener
la misma longitud. Este resultado intermedio puede ser expresado como
un teorema: Las diagonales de un cuadrilátero de Saccheri son iguales.
Y esto nos permite hallar dentro del cuadrilátero otros dos triángulos
congruentes, los triángulos ACD y CDB, los cuales son congruentes esta
vez por tener sus tres lados iguales (la misma base común en la recta
CD, el lado AD es igual al lado BC, y el lado AC es igual al lado BD por
construcción). Y si tienen sus tres lados iguales, al ser congruentes
entonces sus ángulos correspondientes en los vértices C y D deben ser
también iguales, lo cual concluye la demostración.
Si los ángulos en los vértices C y D son iguales, como lo acabamos de
demostrar, ¿puede decirse algo más acerca de ellos?. En realidad esto
es todo lo que podemos afirmar acerca de estos ángulos. No sabemos
aún si son ángulos rectos, agudos u obtusos. Aunque resulta fácil ceder
a la tentación de proclamarlos como ángulos rectos, esto no demuestra
que lo sean. De hecho, a menos de que echemos recurso del quinto
postulado de Euclides, no hay forma alguna de demostrar que sean
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ángulos rectos. Si el quinto postulado de Euclides es válido, entonces se
puede demostrar fácilmente que deben ser ángulos rectos. Pero si no
hacemos uso del quinto postulado, entonces nos queda la duda de que
puedan ser ángulos agudos ó ángulos obtusos. Lo único que sabemos es
que deben ser iguales. Trabajemos con el supuesto de que los ángulos
en los vértices C y D sean agudos. Esto implica necesariamente que el
quinto postulado de Euclides debe ser tomado como falso. A partir de
este momento, la geometría Euclidiana se comienza a tambalear ante
nuestros ojos.
La hipótesis de que los ángulos internos en los vértices de la cumbre del
cuadrilátero de Saccheri son agudos, los cuales se acaba de demostrar
que son iguales, sumada al hecho de que los ángulos internos en los
vértices de la base son rectos por construcción, equivale a decir
que dentro de un cuadrilátero de Saccheri la suma de los ángulos
internos es menor que 360 grados (cuatro ángulos rectos). Este
enunciado no es demostrable, del mismo modo que el quinto postulado
de Euclides tampoco lo es. Lo tenemos que aceptar como punto de
partida, como un postulado o axioma.
Trabajando sobre el supuesto de que los ángulos C y D son agudos,
podemos seguir demostrando más teoremas perfectamente válidos
dentro de nuestra primera geometría no-Euclidiana. A continuación
tenemos otro teorema:
Teorema: La línea que une a los puntos medios de la base y la cumbre
del cuadrilátero de Saccheri es una línea que será perpendicular a
ambas rectas.
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Demostración: A continuación, trazamos una recta que une a los
puntos medios del cuadrilátero, los cuales designaremos como E y F.
Ahora del punto E trazamos rectas a los vértices C y D del cuadrilátero.
Nuevamente, tenemos que se forman dos triángulos congruentes. Los
triángulos AEC y BED son congruentes por tener dos lados iguales (por
construcción, el lado AE es igual al lado EB, y el lado AC es igual al lado
BD) y un ángulo recto (el ángulo en el vértice A y el ángulo en el vértice
B son ambos rectos por construcción). Entonces la recta CE es igual a la
recta ED por la relación de congruencia. Pero esto a su vez implica que
tenemos otros dos triángulos congruentes, los triángulos CEF y DEF, al
tener sus tres lados iguales (el lado CF es igual al lado FD por ser el
punto medio de la recta en la cumbre del cuadrilátero). Entonces el
ángulo q debe ser igual al ángulo r, lo cual sólo es posible si ambos son
ángulos rectos. Esto ya nos dice que la línea EF es una perpendicular a
la línea CD. Por otro lado, por la misma congruencia de los triángulos, el
ángulo r debe ser igual al ángulo q, de modo tal que:
o + s = p + t
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Esto solo puede ser posible si ambos miembros de la igualdad son un
ángulo recto. Por lo tanto, la línea EF también es perpendicular a la recta
AB, siendo por lo tanto perpendicular a ambas rectas, lo cual concluye la
demostración.
Este teorema es interesante, porque nos dice que en nuestra geometría
no-Euclidiana siempre será posible trazar una línea que será
perpendicular a ambas "paralelas".
A continuación, tenemos otro teorema para nuestra geometría no-
Euclidiana:
Teorema: Si en un cuadrilátero de Saccheri los brazos del cuadrilátero
son desiguales, también lo serán los ángulos en la cumbre, y viceversa.
Demostración: Sea el cuadrilátero ABCD en el cual se ha trazado la
recta BD con una longitud mayor que la longitud de la recta AC. En el
lado mayor, tómese un punto E tal que el segmento de recta BE sea
igual en longitud al lado AC:
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En el primero de nuestros teoremas, ya habíamos demostrado que los
ángulos en los vértices de la cumbre son iguales. Si aquí las rectas AC y
BE son iguales, entonces por dicho teorema el ángulo ACE será igual al
ángulo CEB:
∡(ACE) = ∡(BEC)
Puesto que la recta CE subdivide al ángulo ACD del cuadrilátero,
necesariamente el ángulo ACD será mayor que el ángulo ACE:
∡(ACD) > ∡(ACE)
Puesto que el ángulo BEC es un ángulo exterior del triángulo CED,
entonces dicho ángulo será mayor que el ángulo BDC:
∡(BEC) > ∡(BDC)
De las tres relaciones obtenemos que el ángulo ACD es mayor que el
ángulo BDC a través de los pasos siguientes:
∡(ACD) > ∡(ACE)
∡(ACD) > ∡(BEC) usando la relación de igualdad
∡(ACD) > ∡(BEC) > ∡(BDC)
∡(ACD) > ∡(BDC)
O sea, los ángulos en la cumbre serán desiguales, por haber sido los
brazos del cuadrilátero desiguales, con lo cual queda demostrado el
teorema.
Usando este último teorema junto con el segundo teorema, estamos en
condiciones de poder demostrar otro teorema interesante:
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Teorema: En un cuadrilátero de Saccheri, la cumbre tiene una longitud
mayor que la base.
Demostración: Para demostrar este teorema, dividimos nuevamente el
cuadrilátero con una perpendicular que una los puntos medios de la
base y la cumbre del cuadrilátero:
Esta línea de hecho divide al cuadrilátero original en dos cuadriláteros
de Saccheri, el cuadrilátero AEFC y el cuadrilátero BEFD. Puesto que los
ángulos en los vértices D y C son agudos, por el teorema que acabamos
de demostrar el lado AC será mayor que el lado EF en el cuadrilátero
AEFC, y el lado BD será mayor que el lado EF en el cuadrilátero BEFD.
Acostando ahora el cuadrilátero AEFC sobre su lado EF, lo cual nos
permite ver el lado EF como una base y los lados AE y CF como los
“brazos” de un cuadrilátero, tenemos que el lado CF es mayor que el
lado AE. Haciendo lo mismo con el otro cuadrilátero, tenemos algo
similar: el lado FD es mayor que el lado EB, lo cual podemos representar
con las relaciones:
CF > AE
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FD > EB
Sumando los miembros respectivos de las desigualdades, tenemos una
nueva desigualdad:
CF + FD > AE + EB
que es lo mismo en la figura que:
CD > AB
O sea que la cumbre del cuadrilátero ¡tiene una longitud mayor que su
base!, como consecuencia directa de la hipótesis de los ángulos agudos
en los vértices C y D. Esta conclusión empieza a parecer absurda y no
concuerda con lo que nos dice nuestra “intuición”, con lo que nos
sugiere nuestra experiencia cotidiana. Sin embargo, todos los pasos que
hemos llevado a cabo están plenamente justificados, no hemos incurrido
en ninguna contradicción lógica, en ningún momento hemos violado las
reglas del juego. Igual que como lo descubrió Saccheri, ante nuestros
ojos se está desenvolviendo una geometría completamente nueva, una
geometría no-Euclidiana, la cual nos obliga a ver las cosas desde una
perspectiva diferente.
Definimos ahora, dentro de la geometría de Saccheri, que si dos líneas
tienen una perpendicular común, como la línea EF mostrada arriba en
el cuadrilátero Saccheri, entonces dichas líneas son paralelas. Resulta
obvio que si dos líneas AB y CD tienen una perpendicular común,
entonces no pueden tener otra perpendicular común más que ésta,
ciertamente no en el cuadrilátero de Saccheri en donde los ángulos
internos en los vértices C y D se han definido como agudos. Esto lo
podemos expresar como un teorema sencillo que acabamos de
demostrar usando las siguientes palabras: Si dos líneas en un
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cuadrilátero de Saccheri tienen una perpendicular común, entonces no
pueden tener una segunda.
La existencia de una perpendicular común ofrece la posibilidad
interesante para poder construir un cuadrilátero de Saccheri modificado
de modo tal que uno de los lados del cuadrilátero sea precisamente esa
perpendicular común. De este modo, tendremos un cuadrilátero en el
que no únicamente dos sino tres de sus tres ángulos internos serán
ángulos rectos como se muestra a continuación:
Este cuadrilátero es mejor conocido como el cuadrilátero de
Lambert por haber sido utilizado en el siglo XVIII por el matemático
Johann Lambert en sus estudios de geometrías no-Euclidianas, aunque
de hecho fue utilizado previamente en el siglo XI por el notable científico
musulmán Ibn al-Haytham, un pionero del método científico moderno.
Aunque con el cuadrilátero Lambert nos es posible tener un cuadrilátero
no-Euclidiano en el que tres ángulos internos son rectos (a diferencia del
cuadrilátero de Saccheri en el que únicamente dos ángulos internos son
rectos), en el cuadrilátero de Lambert los lados verticales del
cuadrilátero AC y BD dejan de ser iguales como lo eran en el
cuadrilátero de Saccheri, con lo cual lo que por una parte se gana por la
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otra parte se pierde. En realidad, el cuadrilátero de Lambert no es más
útil para intentar demostrar el “postulado de las paralelas” de Euclides
que el cuadrilátero de Saccheri, por la simple y sencilla razón de quese
trata de algo que no puede ser demostrado.
Procedamos ahora a probar el siguiente:
Teorema: Dos líneas serán paralelas, con una perpendicular común a
ambas, si existe una recta transversal que corte a dichas líneas de modo
tal que se formen ángulos alternos internos iguales, o ángulos
correspondientes iguales.
Esto se verá demostrando que la suposición de que los ángulos alternos
internos formados por la transversal que corta a dos líneas sean iguales
implica que las rectas atravesadas serán paralelas en el sentido que se
le dá a dicha palabra en la geometría de Saccheri. Primero, tómese las
siguientes líneas AB y CD de modo tal que sean cortadas en los puntos
P y Q por la línea transversal PQ:
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de forma tal que el ángulo m sea igual al ángulo n. Si los
ángulos m y n son ángulos rectos (de 90 grados), entonces la
recta GH debe ser una perpendicular común a las líneas AB y CD, y la
demostración se vuelve trivial. Si los ángulos m y n son ángulos agudos,
seleccionemos el punto M dentro de la recta PQ de modo tal que sea el
punto medio de dicha recta. Sea E la proyección del punto M sobre la
línea AB. En la cumbre del cuadrilátero, en la línea CD, tómese el
punto F a la izquierda del punto Q de modo tal que el segmento QF sea
de igual longitud que el segmento PE. Entonces los
triángulos MEP y MFQ serán congruentes (semejantes iguales) por
tener dos lados iguales y un ángulo igual (los ángulos correspondientes
por los vértices que se tocan en el punto M son iguales). Siendo los
triángulos congruentes, entonces el ángulo QFM deberá ser igual al
ángulo PEM por la misma congruencia (semejanza) de los triángulos.
Siendo el ángulo PEM un ángulo recto por ser el punto E la proyección
(perpendicular) sobre la línea AB del punto M, entonces el
ángulo QFM también debe serlo, y se concluye que la recta EF es la
perpendicular común a ambas líneas AB y CD, con lo cual se concluye
también que los puntos E, M y F forman parte de una misma recta
(son colineales). Entonces la igualdad de los ángulos alternos
internos m y n conduce al resultado de que la recta EMF es una
perpendicular común a ambas rectas AB y CD, lo cual solo puede ocurrir
si ambas son paralelas.
Estamos ya en condiciones de poder deducir, mediante el cuadrilátero
de Saccheri, el siguiente
Teorema: En la geometría basada en el cuadrilátero de Saccheri, la
suma de los ángulos internos de todo triángulo será menor que 180
grados (dos ángulos rectos).
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Haremos la demostración en dos partes. Lo haremos primero para el
caso de los triángulos rectángulos (un triángulo con uno de sus ángulos
internos igual a 90 grados). Considérese el siguiente triángulo
rectángulo ABC inscrito en el cuadrilátero de Saccheri, lo cual supone
que el ángulo interno p en el vértice A es un ángulo recto:
Por tratarse de un cuadrilátero de Saccheri, el ángulo en el vértice C del
cuadrilátero, que es igual a la suma de los ángulos o y n, debe ser
agudo, menor que 90 grados:
(90°) > (o + n)
Por lo que vimos en la demostración anterior, si la línea EF es la
perpendicular común a las paralelas AB y CD, entonces los ángulos
alternos internos m y n deben ser iguales, con lo cual la anterior
desigualdad se convierte en:
(90°) > (o + m)
Sumando ahora el ángulo recto p a ambos miembros de la desigualdad,
se tiene:
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(p + 90°) > (p + o + m)
(90° + 90°)> (p + o + m)
(180°) > (p + o + m)
Esto nos dice claramente que en la geometría de Saccheri, la suma de
los ángulos internos de todo triángulo rectángulo será menor que 180
grados.
Ahora se hará la demostración del teorema para cualquier triángulo en
general que no sea un triángulo rectángulo. Esto se lleva a cabo con el
socorrido truco de dividir un triángulo cualquiera en dos triángulos
rectángulos trazando la altura de uno de los vértices a la base. Tómese
el siguiente triángulo PQR y tiéndase la altura desde el vértice Q hasta
su base de modo tal que la recta QS sea perpendicular a la recta PR:
Al quedar subdividido el triángulo en dos triángulos rectángulos, por lo
que acabamos de demostrar para un triángulo tenemos entonces que
las siguientes desigualdades deben ser ciertas:
(180°) > (m + o + p)
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(180°) > (n + q + r)
Sumando miembro a miembro ambas desigualdades, obtenemos una
nueva desigualdad:
(360°) > (m + o + p + n + q + r)
Pero la suma de los ángulos p y q debe ser 180 grados por ser ambos
parte de una misma recta. Reacomodando y simplificando:
(360°) > (m + o + n + r + 180°)
(180°) > [(m + n) + o + r]
Pero m + n es el ángulo interno del triángulo PQR en el vértice Q. Esto
nos dice que en la geometría de Saccheri la suma de los ángulos de
cualquier triángulo debe ser menor que 180 grados.
Y así como demostramos los teoremas anteriores, podemos seguir
derivando más teoremas. La conclusión de que en esta geometría la
suma de los ángulos internos de todo triángulo siempre será menor que
180 grados, o sea menor que dos ángulos rectos, choca directamente
con el resultado Euclidiano que nos dice que en todo triángulo la suma
de los ángulos internos será siempre igual a dos ángulos rectos. Hoy se
nos hace más fácil digerir todo esto porque nuestro modo de pensar ha
evolucionado y estamos más dispuestos a aceptar ideas que van en
contra de nuestra intuición, como ha ocurrido con la mecánica cuántica,
con el principio de incertidumbre de Heisenberg, con la Teoría de la
Relatividad de Einstein, y con el Teorema de Gödel. Pero en la Edad
Media e inclusive en los tiempos del Renacimiento, esto mismo que
hemos visto hubiera sido visto casi como una herejía.
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Paulatinamente, la imagen que empieza a surgir en la geometría de
Saccheri es la de dos paralelas que tienen una perpendicular común y
que fuera de ella van tomando el siguiente aspecto:
Un observador crítico tal vez podrá objetar de la siguiente manera: “El
trazo de dos paralelas supone que estas son líneas rectas, no líneas
curvas. Al tener dos líneas curvas ya no podemos hablar de rectas
paralelas. Esto hace suponer que el quinto postulado de Euclides sigue
siendo absolutamente válido y no hay otra realidad más que la mostrada
por dicho postulado”. A lo que se le puede responder de la siguiente
manera:
En primer lugar, la curvatura ha sido enormemente exagerada para fines
pedagógicos. Una curvatura mucho menos pronunciada, en términos no
de distancias terrestres sino de distancias astronómicas, parecería
mostrarnos falsamente el aspecto de una línea recta sin serlo. Pero,
efectivamente, la longitud de otra perpendicular trazada desde una de
las “paralelas” que no coincida con la perpendicular común irá
aumentando conforme nos vamos alejando más y más de la
perpendicular común. Sin embargo, esto pierde por completo la
perspectiva detrás de la construcción del cuadrilátero de Saccheri. Para
construir un cuadrilátero de Saccheri, partimos desde una línea AB, la
base del cuadrilátero, trazada de la forma más “recta” que nos sea
posible concebir (tal vez usando un rayo láser) sin el menor indicio de
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curvatura alguna, haciendo el supuesto de que los ángulos en la base
del cuadrilátero son ángulos rectos y los ángulos en la cumbre son
agudos. Para el geómetra que está “abajo”, su visión de lo que ocurre es
la siguiente:
Sin embargo, para un geómetra que viva “arriba” y que trace su
cuadrilátero Saccheri de arriba hacia abajo, partiendo de la recta “más
recta” que le sea posible trazar para la base de su cuadrilátero, quizá
con la ayuda de un rayo láser, su visión de lo que ocurre será la
siguiente:
Así, cada uno de ellos jurará por lo que les sea más sagrado que la base
de su cuadrilátero Saccheri es totalmente recta mientras que la cumbre
en el cuadrilátero “del otro” es la que manifiesta una curvatura que hace
los ángulos internos en la cumbre agudos, algo que supuestamente
dejará perplejos a ambos cuando intercambien notas. Pero ambos
quedarán aún más estupefactos cuando alguien capaz de saltar fuera de
tan peculiar universo viéndolos “desde arriba” (nosotros) les diga que
las rectas de ambos exhiben una curvatura. Para empeorar las cosas,
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nadie ha venido desde el extremo límite del Universo, situado allá en el
infinito, para decirnos cómo se comporta el espacio en tal región. Quizá
allá la única geometría válida es la de Saccheri, llevada al extremo.
Si suponemos la base del cuadrilátero de Saccheri como una línea
perfectamente recta, entonces resulta ahora más que obvio que por un
punto exterior P a una recta dada es posible trazar una cantidad infinita
de paralelas a la recta dada, todas las cuales tendrán su perpendicular
común en el mismo punto externo P, como lo muestra la siguiente figura
en la cual se han trazado tres rectas paralelas que pasan por el punto P:
La diferencia entre la suma de los ángulos internos de un triángulo y 180
grados es lo que comúnmente se conoce como el defecto de un
triángulo, lo cual se representará aquí con la letra griega delta (δ), y es
una cantidad importante para poder llevar a cabo mediciones
relacionadas con un triángulo, relaciones que posteriormente se verá en
el Capítulo IV de esta bitácora que tienen que ver con el área de un
triángulo definida dentro de este tipo de geometría.
La definición del “defecto” de un triángulo (esto de ninguna manera
implica que algo en nuestra nueva geometría o en el triángulo sea
defectuoso, hay que tomarlo como un uso completamente nuevo de la
palabra sin connotación de falla alguna) nos permite establecer otro
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Teorema: El defecto δ de un triángulo es igual a la suma de los
defectos de los dos subtriángulos que resultan del trazo de una
transversal simple dentro del triángulo.
Para demostrar esto, considérese el siguiente triángulo ABC, subdividido
en dos subtriángulos por la recta que parte del vértice en el
punto C hasta llegar al punto D:
Por la definición del defecto de un triángulo, los defectos de cada uno de
los dos subtriángulos estarán dados por las siguientes relaciones:
δ(ADC) = 180 - (m + o + p)
δ(BCD) = 180 - (n + q + r)
Sumando ambas expresiones miembro a miembro y agrupando:
δ(ADC) + δ(BCD) = 360 -[m + o + (p + q) + n + r]
Pero la suma de los ángulos p y q será 180 grados por ser ángulos
suplementarios sobre la misma recta, y el ángulo en el vértice C es igual
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a la suma de los ángulos m y n. Simplificando lo anterior con estos
hechos, todo se reduce a:
δ(ADC) + δ(BCD) = 360 - 180 - [(m + n) + o + r]
δ(ADC) + δ(BCD) = 180 - [∡(C) + o + r]
δ(ADC) + δ(BCD) = δ(ABC)
Y el teorema queda demostrado.
Esta propiedad aditiva resulta ser posteriormente de mucha utilidad
cuando se trata de definir el concepto del área contenida en el interior
de un triángulo Saccheriano.
De haber promocionado Saccheri sus descubrimientos, posiblemente a
la larga habría obtenido fama imperecedera como un matemático
revolucionario. El problema es que en los tiempos en los que vivía
Saccheri no era tan fácil el tratar de cuestionar la geometría
desarrollada por Euclides, no era tan fácil desafiarla como la única
geometría posible. Euclides era tenido en tan alta estima de autoridad
por los clásicos de aquél entonces, que cuestionarlo era considerado
casi como una herejía. Y lo que había encontrado Saccheri no sólo
derrumbaba a la geometría euclidiana como la única geometría posible,
sino que traía aparejados un conjunto de nuevos teoremas que entraban
directamente en conflicto con los teoremas demostrados por Euclides.
Estamos hablando de algo capaz de parar a la geometría Euclidiana de
cabeza. Y lo que había encontrado Saccheri era una geometría
completamente nueva, consistente, sin contradicciones.
Con todo, Saccheri no fue el único que no se atrevió a reconocer la
magnitud de su descubrimiento y mucho menos a desafiar algo
establecido y aceptado como verdad única hace cientos de años. Nadie
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menos que el matemático alemán Carl Gauss (1777-1855), el príncipe
de las matemáticas, se topó también con el hecho de que el quinto
postulado de Euclides no era una verdad absoluta como muchos
suponían; podía ser reemplazado por una suposición alterna, tras lo cual
se podía construir toda una nueva geometría perfectamente consistente,
sin contradicciones, con sus propios teoremas. Gauss llegó a estas
conclusiones siguiendo un camino totalmente diferente. Uno de los más
importantes contribuyentes a la geometría diferencial, descubrió el
teorema de que la “curvatura” de una superficie no-planar estaba
relacionada a la métrica usada para medir dicha curvatura
(la métrica se define como la expresión matemática usada para medir la
distancia entre dos puntos cualesquiera sobre una superficie, y si la
superficie no es plana, entonces la línea más corta trazada sobre dicha
superficie de un punto a otro recibe un nombre más elaborado: la
geodésica. Gauss logró demostrar, en su Theorema Egregium, que la
curvatura de una superficie es independiente del espacio dentro del cual
existe esa superficie, siendo esto una propiedad intrínseca a la suma de
los ángulos internos de un triángulo construido sobre dicha superficie, lo
cual conducía directamente a la conclusión lógica de que no sólo la
suma de los ángulos internos de un triángulo construido sobre una
superficie determinaba podía ser diferente de los 180 grados que
obtenía la geometría Euclidiana, sino inclusive dicha suma podía ser
utilizada para calcular la curvatura de la superficie. En otras palabras,
para poder determinar la curvatura de la superficie de la Tierra, no es
necesario llevar a cabo una medición externa; basta con trazar con
mucho cuidado un triángulo grande sobre dicha superficie, y sumando
los ángulos internos podemos saber si la Tierra es “plana” como lo
suponían muchos contemporáneos de Cristóbal Colón (en cuyo caso la
medición arrojaría 180 grados) o podemos saber si la superficie de la
Tierra es una superficie curva. Y se repite que para obtener esta
información no es necesario salir fuera del triángulo, basta con medir los
ángulos interiores del triángulo, los cuales son una
propiedad intrínseca de dicha figura geométrica.
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Antes que Gauss, Johann Heinrich Lambert (1728-1777) quien ya fue
mencionado previamente con motivo del cuadrilátero de Lambert se
había acercado nuevamente a la construcción de geometrías no-
Euclidianas en su libro “Teoría de las líneas paralelas” publicado en
1776. Usando una metodología similar a la de Saccheri, descubrió que
las tres hipótesis de Saccheri eran equivalentes a la afirmación de que la
suma de los ángulos internos de un triángulo puede ser igual, mayor o
menor que dos ángulos rectos (180 grados); y demostró también que
la geometría esférica era similar al tercer caso, especulando que la
primera geometría pudiera corresponder a una geometría trazada sobre
una esfera con radio imaginario (en donde la base unitaria es la raíz
cuadrada del número negativo 1, o sea -1, denotada en matemáticas
como i). Reemplazando un radio real por un radio imaginario condujo a
lo que se puede considerar como la primera geometría hiperbólica en la
cual las fórmulas trigonométricas usuales del seno(x) y del coseno(x)
son reemplazadas por el seno hiperbólico ó senh(x) y el coseno
hiperbólico ó cosh(x). Entonces surge una duda: ¿por qué razón una de
las hipótesis alternas de Saccheri lo condujo a contradicciones lógicas?
La respuesta resulta ser mucho más sencilla de lo que parece. Para que
en esa “geometría alterna” Saccheri no llegara a contradicciones, no
bastaba con modificar el postulado de las paralelas; había que modificar
también el segundo postulado que nos dice que una línea se puede
extender infinitamente en ambas direcciones, el cual no consideraba la
posibilidad de que una recta extendida hacia el infinito en uno de sus
lados pudiera regresar por una curvatura del espacio del Universo al
punto de partida, en cuyo caso tendríamos no una línea abierta sino una
línea cerrada.
Gauss, al igual que Saccheri, se dio cuenta del riesgo que corría si
publicaba sus descubrimientos. Además del enorme escándalo que
seguramente suscitaría al parar a la geometría euclidiana de cabeza, se
exponía al ridículo público de aquellos que no quisieran comprender la
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magnitud de su descubrimiento (a los cuales llamó “beocios”). Es por
esto que Gauss prefirió callar y conservar su bien ganada reputación.
Fue hasta su muerte cuando al hurgar entre sus papeles se encontraron
los manuscritos con los que se comprobó que Gauss, por la vía de la
geometría diferencial, había confirmado sus anteriores descubrimientos
de una geometría diferente a la geometría Euclidiana. Sin embargo,
pese a su enorme estatura, no se le dá a Gauss el crédito que merece
por dicho descubrimiento porque en la ciencia el crédito va no para
quien descubre algo por vez primera sino para aquél que publica los
resultados de su descubrimiento primero (es por esto que la paternidad
de la invención del cálculo diferencial e integral siempre fue motivo de
agrias discusiones y reclamos entre las dos personas que reclamaron
hasta el final de sus días el mérito de haber sido el primero en
desarrollarlo, por un lado Sir Isaac Newton, y por el otro lado Gottfried
Leibniz).
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