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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas

Índice

Prólogo. Ing. Daniel P. Gonzalez (VGM, Crucero ARA "Gral. Belgrano)

7

Notas Previas. ¿Por qué este libro? 13 Capítulos 1.- Las Malvinas son la Argentina. 19 La historia. 21 Tras su manto de neblinas. 22 Maidenland. 24 La hegemonía de los mares. 30 Bajo extraño pabellón. 32 A río revuelto. 33 Porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera.

35

La leyenda del Gaucho Rivero. 36 Las intervenciones inglesas en el Río de la Plata.

38

El credo de los inútiles. 42 2.- El Servicio Militar Obligatorio. 45 Antecedentes históricos. 47 Testimonio de un colimba. 48 El final del Servicio Militar Obligatorio. El caso Carrasco.

50

Soldados de plomo. 52 ¿Volverá la colimba? 60 3.- Primera sangre. 65 Pesos pesados. 67 El factor Davidoff. 70 A Dios rogando. 76 El traidor. 80 4.- Horas desesperadas. 85

La cronología del conflicto del Atlántico Sur. 87

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5.- Los hechos bélicos más salientes. 99

Comentario previo. 101 Los desembarcos ingleses. 101 Istmo de Darwin y Pradera del Ganso. 103 BAM “Cóndor” (Pradera del Ganso). 107 Armamento y equipos. 110

El ataque al portaaviones HMS Invincible. 113

Duro de matar. La batalla por el Monte Longdon.

114

6.- El hundimiento del crucero ARA General Belgrano.

117

Premeditación y alevosía. 119 Implicancias. 119 Situación táctica y ataque. 121 Por qué al Belgrano. 124 7.- Palabras que se llevó el viento. 131 La batalla diplomática. 133 El escorpión. 138 8.- Consecuencias de la posguerra (perdida).

143

El día después. 145 Los carapintadas. 147 Semana Santa (abril de 1987). 148 Monte Caseros (enero de 1988). 151 Villa Martelli (diciembre de 1988). 151 Palermo – Boulogne – Edificio Libertador (dic. de 1990).

153

Los cabecillas. Perfiles. Aldo Rico. 154 Mohamed Ali Seineldin. 155 Otros “próceres”. 158 Desde adentro. 160 9.- La importancia de las islas. 165 Ni vencedores ni vencidos. 167 Algunos datos ilustrativos. 173 Los rehenes de la historia. 179 Sólo es cuestión de negocios. 184 La teoría conspirativa. 187 Hacia nuestra recuperación. 189

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10.- Acuerdos con el Reino Unido. 193 Los tratados de posguerra. 195 La primera Declaración de Madrid (octubre de 1989).

196

La Declaración Conjunta de Madrid (febrero de 1990).

198

11.- Detrás de la tormenta. Testimonios. 205

Cómo explicar. 207 De visita. 208 Darwin. 211 Reencuentro. 213 12.- Amnesia nacional. 219 El proceso de desmalvinización. 221 Hombres de Honor. 223 13.- Epílogos. 237 ¿Puede existir la guerra sin odio? 239 ¿Se pudo haber evitado esta guerra? 240

¿La Argentina pudo haber ganado la guerra? 241

El encierro de los kelpers, ¿hasta cuándo va a durar?

247

La politización de los organismos internacionales.

248

Diferencias y similitudes en la conducción de la guerra.

249

Agresión psicológica. 251 Superando los rencores. 254 Bibliografía y fuentes consultadas. 257 Índice de ilustraciones. 259

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Prólogo

“Leí la última página, cerré el libro y apoyé mi cabeza entre las manos.

Un soplo de la brisa de mi país, una onda de perfumes y armonías lejanas, besó

mi frente y acarició mi oído al pasar.

Toda mi Andalucía, con sus días de oro y sus noches luminosas y transparentes,

se levantó como una visión de fuego del fondo de mi alma.”

(Extracto del prólogo escrito por G. A. Bécquer para “La Soledad” de A. Ferrán)

Creo que este párrafo resume mis sentimientos al finalizar la lectura de "Clama el

Viento", de mejor manera que la que podría yo expresar.

Es un libro que por sobre todas las cosas tiene un contenido de amor, pero no

ese amor sensiblero o romántico, sino aquel varonil, profundo y sentido con que

el autor nos lleva a revivir la heroica locura que fue la Gesta de Malvinas.

Y es, quizás, porque fue tal la vorágine que se creó que hemos perdido de vista

cosas que son fundamentales, como la historia y las circunstancias que dieron

lugar a los acontecimientos que unos tras otros determinaron el rumbo de los

eventos.

"Clama el Viento" alterna entre la descripción de los hechos y el ambiente

intimista -casi cómplice- con que el autor comparte con nosotros sus vivencias,

sus impresiones y sus opiniones, pero fundamentalmente sin perder de vista a

las personas que, en definitiva, son las que por acción u omisión forjan el

destino.

Por años los argentinos hemos vivido bombardeados por la imagen del pobre

soldadito de dieciocho años muerto de miedo y sometido por el avance

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avasallador de una fuerza profesional y con un armamento decisivamente

superior, sin rescatar del olvido a esos hombres, algunos de dieciocho años, que

dieron todo, hasta su vida en la batalla. Y que tuvieron y sintieron miedo, sin

lugar a dudas, pero que también tuvieron el orgullo y el valor de pelear por su

Patria; no por un General o por quién fuera que detentara el poder en ese

momento, no por un objetivo político, sino simplemente por su país. Con la

mezcla de euforia, miedo y orgullo que conlleva.

Por años se ha desconocido y negado la existencia de hechos heroicos que

fueron realizados por aquellos a los que el destino reservó un lugar en la

contienda, hayan podido volver o no. No podemos desconocer o menospreciar a

quienes decidieron ofrendar sus vidas en aras de un ideal.

Desde lo personal, esta es una historia que me toca profundamente por haber

sido partícipe de ella a bordo del Crucero A.R.A. “Gral. Belgrano”, y aún me

estremece el recuerdo de la emoción que me embargó cuando me enteré del

desembarco en Malvinas. Sin embargo, no fue sólo el arrebato de una visión

épica del futuro, sino también (y lo mismo vi reflejado en quienes me rodeaban)

el “saber” hasta la última fibra de tu ser lo que se avecinaba…

Tuve el honor de tener conscriptos a cargo. Realmente se comportaron como

hombres conscientes de sus debilidades, pero demostrando un valor y un coraje

dignos de ser destacados. Muchas noches nos quedábamos conversando sobre el

futuro, de lo que habían dejado en casa, de lo que estaba pasando, mirando un

globo terráqueo para “ver” dónde estaban los ingleses, compartiendo sus miedos

y su orgullo de ser parte de algo más grande que nosotros, que tenía que ver

con nuestros ideales y con nuestro sentimiento de “Patria”.

Volver…

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Volver fue más difícil.

Todavía se me anuda la garganta al escuchar la Marcha de Malvinas. Con esa

música fuimos recibidos en el aeropuerto de Bahía Blanca, nos saludó el pabellón

y la gente agitaba banderas a nuestro paso.

Lloré como nunca había o volví a llorar.

Durante mucho tiempo sentí que tenía la obligación de dar explicaciones, decir

por qué habíamos perdido, o qué tanto se había combatido, o por qué yo había

vuelto y otros no; o como alguna vez alguien me dijo “yo no sé por qué tanto lío

con el Belgrano, si en definitiva fue sólo un barco que se hundió sin haber

disparado un solo tiro…”

Todas estas fueron y son las cosas que nos unen y nos separan. Y muchas veces

escuchando qué tanto saben nuestros jóvenes sobre Malvinas siento, en ese

preciso momento, que perdimos ya no en el campo de batalla sino en nuestro

país, con la anuencia e impulso de nuestros gobernantes y con nuestro silencio y

complicidad como pueblo.

Es por todo esto que la visión que plantea el autor, abarcando desde los

fundamentos históricos sobre la pertenencia de las islas a nuestro país y hasta el

tiempo presente, es un recorrido por la médula de la cuestión “Malvinas” vista

desde todos los ángulos, pero haciendo centro en la cuestión humana. Se podrán

compartir o no sus ideas, se podrá acordar o discrepar con la posición política,

pero lo que no se pone en duda es la honestidad, por momentos cruda, del

relato.

Le reconozco al autor el valor de otorgarle otro punto de vista a la historia, pero

por sobre todas las cosas el de darle una voz a aquellos que no volvieron, a

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quienes dejaron parte de su alma en la turba malvinera o en el mar austral. A los

que vivos o muertos, desde entonces, le hablamos al viento sur.

Creo desde el fondo de mi alma que es por ellos que “Clama el viento”.

Para un amigo que la vida me regaló en las circunstancias más impensadas: es

bueno saber que no estamos solos en el mundo…

Daniel P. González

VGM Crucero “Gral. Belgrano”

Buenos Aires, 22 de Octubre de 2008.

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“La primera víctima de la guerra es la verdad.”

Hiram Johnson

“La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez.”

Winston Churchill

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Notas Previas

¿Por qué este libro?

A principios de 2007 por razones laborales conocí varias ciudades y

lugares de nuestra Patagonia Austral. Lo primero que me llamó la atención de los

paisajes increíbles del Fin del Mundo fue la omnipresente desolación. Los

innumerables pozos petroleros, la meseta con sus rutas infinitas, el viento, el

cielo, el sol estival que nunca se oculta.

Y la película comenzó, sin querer, empapado de ese aire austral, en

esas costas rocosas de Comodoro Rivadavia, Río Gallegos y especialmente de Río

Grande; fue inevitable dirigir la mirada hacia el profundo Mar Argentino, hacia el

Atlántico Sur, hacia ESE lugar tan próximo, tan lejano y tan nuestro.

Imaginé estar en Malvinas. Imaginé sensaciones, situaciones, un viaje

al pasado que no era el mío pero que me desbordaba, me salía por los poros.

Sentí allí una energía especial que me guiaba, un dictado. Un puntapié inicial

hacia un nuevo desafío personal.

Tardé varios meses en descubrirlo… Ya alejado de esos sitios la

sensación me quedó dando vueltas y más vueltas: eran las islas y su canto de

sirenas que me acercaba cada vez más a sus abruptas riberas; con temor de

encallar inicié este viaje.

Aún a riesgo de parecer pretencioso… algo tengo que decir sobre

Malvinas.

Viví el conflicto con Gran Bretaña siendo un adolescente de trece años.

Cursaba el segundo año del bachillerato en un colegio católico muy estricto.

Cuando Malvinas se convirtió en la causa nacional la vivimos con orgullo de

jóvenes argentinos y cristianos. En secreto envidiamos a los muchachos que iban

a la guerra. Por Dios, ¡serían héroes! Exhibirían sus uniformes y medallas al

regresar del frente, relatarían las hazañas de la guerra y todas las chicas se irían

con ellos y nosotros los miraríamos desde lejos, no estaríamos a la altura de

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merecer su amistad… Habíamos visto demasiadas películas… Y nos bombardeaba

la acción psicológica oficial.

En lo único que no nos equivocamos fue en que serían Héroes.

Cuando cayó Puerto Argentino simplemente no podíamos creerlo.

¿Cómo pudo pasar? ¿Sería cierto? Si les habíamos hundido a los ingleses el

Sheffield, el Antelope, el Atlantic Conveyor, y les habíamos derribado Harriers

hasta el cansancio… No podía ser, tenía que haber un error.

De hecho, los errores fueron demasiados… y vimos volver derrotados a

nuestros Héroes.

Todo esto me afectó mucho, no podía pasarlo por alto y simplemente

dejarlo atrás. La primera conclusión aceptada era que nos habíamos enfrentado

con quien no debíamos hacerlo, y por eso perdimos la guerra. ¿Fue así? ¿Tan

simple, tan pueril era la explicación? Necesitaba investigar e intentar el hallazgo

de la verdad (o verdades), y un universo desconocido de información, datos,

testimonios y opiniones se fue revelando con el tiempo.

Dialogué con protagonistas directos e indirectos, recabé y analicé

documentación proveniente de todos los tintes políticos e ideológicos. En este

punto fue difícil encontrar hilos conductores, sobre todo cuando el

apasionamiento avasalló a la capacidad de racionalizar, y este es uno de los

principales defectos argentinos.

Me vi en la necesidad de realizar síntesis de pensamientos antagónicos

para buscar en la dialéctica la esencia de los hechos y darle, a su vez, mi visión

individual. Y entonces fue sorprendente coincidir en los aspectos básicos: en

Malvinas como Causa Nacional, como tema que aglutina y conmueve a la

mayoría de los argentinos. Aunque en la política hallé las diferencias más

incompatibles, no ocurrió lo mismo en los aspectos culturales, la historia y las

tradiciones de nuestro país.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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La cultura argentina del siglo veinte está profundamente atravesada

por la causa Malvinas; pero no así los intereses políticos o económicos. De serlo,

la recuperación de esa parte de nuestro territorio usurpado hace casi dos siglos

ganaría mayor probabilidad. Este es nuestro talón de Aquiles, por ende el punto

fuerte sobre el que Gran Bretaña se apoya para no negociar la soberanía ad

infinitum.

Este sencillo trabajo pretende en primer lugar rendir homenaje a todos

los Veteranos y Ex Combatientes, sin ser un libro de guerra. Existe al respecto

abundante bibliografía tanto argentina como británica, que recomiendo leer a

quien quiera profundizar sobre aspectos militares.

Ofrezco una síntesis de los hechos acontecidos en aquellos turbulentos

días en el Atlántico Sur con el propósito de resguardar la memoria para las

generaciones que nos seguirán. Este escrito no busca ni pretende objetividad o

asepsia ideológica; van a encontrarse con mis opiniones personales y visiones

particulares, con las cuales podrán coincidir o no. Intenté, sí, observar el rigor

histórico. Apelo, lector, a su comprensión si se ha deslizado algún error, no ha

sido adrede. El resultado procesado de este cúmulo informativo es la expresión

de mi manera de pensar y de sentir el tema.

No combatí ni estuve nunca en Malvinas.

No sé lo que es estar en una guerra.

Una fuerza interior me mueve a escribir este libro. Es un tema que me

apasiona, que a veces me alegra y muchas más me angustia. No quiero más

llanto por Malvinas. Quiero dejar atrás el estado de tristeza que me dura desde el

14 de junio de 1982, y aportar a la construcción de una época en la que

descubramos qué podemos hacer para tener una relación lógica y justa con

nuestra propia historia.

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Voy algún día a conocer sus paisajes, y de cara al viento abandonar el

pensamiento de que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás

sucedió”, como dice Joaquín Sabina. Mientras termino de escribir estas palabras

sueño con un futuro viaje a las islas, para sentir la historia en carne propia, y que

quizás dé motivo a otras nuevas sensaciones.

Malvinas fue mucho más que setenta y cuatro días de guerra. Las

raíces del conflicto, sus implicancias, sus consecuencias, la crónica de los

heroicos combates y el sacrificio de nuestros hombres: a esto pretendo rendir

honores como argentino de bien. La épica historia de esas islas que, como dicen

algunos, desde el punto de vista geográfico son poca cosa comparadas con

nuestra vasta porción del continente. Es cierto… pero albergan un sentimiento de

rebeldía frente al robo y el despojo y una lucha de casi dos siglos digna de

admiración y reconocimiento por su constancia y su justicia. Que sepan los

invasores que, en oposición a ellos, no nos guía el afán de conquista territorial.

En nuestra inexperiencia de nación joven hicimos lo que pudimos por recuperar

nuestras islas Malvinas de las garras de un imperio vetusto, pero tal erramos la

oportunidad y momento. Más bien creo que lo hicimos con los protagonistas

incorrectos.

Ello no desmerece el heroísmo ni el honor de la gesta, más bien todo lo

contrario: la eleva. El país sumido en la más tenebrosa dictadura de su historia

generó una identidad reivindicatoria del más puro sentimiento patriótico que

pocas naciones del mundo pudieron comprender. Seguramente lo compartirán

otros pueblos que luchan por su dignidad. La generosidad del pueblo argentino

en su combate contra el colonialismo pudo más que la perversión de la Junta

Militar, y a ese caballo se quisieron subir los abyectos generales, almirantes y

brigadieres de escritorio, sin saber que cuando las armas hablaron el único

destino que les aguardaba era el desprecio de la sociedad por su intolerable

cobardía.

Malvinas es una causa del pueblo argentino, no de miserables

dirigentes. Y no nos importa el tiempo que falte hasta que vuelvan adónde

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pertenecen: hemos dejado como garante, en la tierra y en el mar, la sangre de

nuestros mártires que algún día brotará y dará sus frutos.

Y resulta vergonzoso que en pleno siglo veintiuno aún existan

anacrónicos imperios, símbolos de rigidez y falta de inteligencia para comprender

que la historia la hacen los pueblos audaces, los pueblos que se atreven, y no los

que se aíslan y aferran al pasado atemorizados por el avance de los tiempos.

Estos últimos son los verdaderos débiles que deben inventar las guerras y torcer

las leyes para abonar su liderazgo en raíces de barro.

Las Malvinas son argentinas.

Las Malvinas son la Argentina.

Es inevitable… todo lo sugiere: el aire, el paisaje, la geografía, la

historia y el indómito viento austral que clama una respuesta: por los muchachos

que allí quedaron y nos están esperando; por los muchachos que volvieron y

todavía nos esperan para unirnos en un abrazo de Hermanos.

Por ellos y por las generaciones futuras, este humilde esfuerzo.

Chajarí, Entre Ríos, 22 de octubre de 2008.-

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CAPÍTULO UNO

Las Malvinas son la Argentina.

“Una cosa es capitular en una circunstancial derrota en el campo de las

armas y otra muy distinta hacerlo en el campo de las ideas.”

Rubén Oscar Moro

“La trampa de Malvinas”

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La historia.

Es necesario conocer la historia para comprender los hechos del presente.

El capítulo que sigue puede resultar un tanto árido en su lectura, abundante en

datos, nombres y fechas, pero entiendo que el lector atento encontrará fuertes

coincidencias y paralelismos entre la historia de nuestras islas Malvinas, los

hechos de 1982 y la actualidad. Un proceso histórico cíclico nos revela rasgos

característicos de nuestra personalidad como nación, que de no ser por su

análisis meditado nos resultarían intrascendentes en el mejor de los casos, o

sencillamente ignorados.

Para los argentinos siempre es traumático hablar de la memoria, de los

hechos del pasado. Parece que nuestra historia comenzó con la primera

fundación de Buenos Aires en 1536 y finalizó con la Declaración de la

Independencia en 1816. De lo que siguió luego tenemos visiones parciales,

fugaces, correcciones de la realidad, historias oficiales. El mayor punto de

conflicto para los argentinos es nuestro siglo veinte, un período de contrastes y

claroscuros bien marcados, donde coexistieron la prosperidad, la manteca al

techo, el granero del mundo y el país modelo de Sudamérica; con el odio, el

enfrentamiento, la muerte de argentinos a manos de argentinos, la

desocupación, la miseria, el caos económico y político… y la guerra contra una

potencia nuclear.

Por algo es que algunos afirman “el argentino es un pueblo que escapa

hacia el futuro”. Todavía estamos tratando de encontrarnos… pero recuerdo que

en 1982 todos los argentinos, de todos los credos, de todas las ideologías, de

todos los colores y de todas las edades, nos unimos detrás de un ideal y un

sentimiento como fue la reconquista de nuestras Islas Malvinas. Norteamérica

nos despreció; Latinoamérica nos ayudó. Aquella pequeña guerra en el remoto

Atlántico Sur significó la caída de muchas caretas: de pronto nuestros aliados

pasaron a ser esas naciones morenas de las que siempre habíamos renegado,

enancados en el espejismo de ser la “Europa de América”. De repente, nuestros

admirados países del norte de América y Europa, nuestros “amigos”, no sólo nos

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daban la espalda olímpicamente sino que nos castigaban con embargos,

sanciones económicas y disparaban misiles contra nuestros soldados.

La guerra terminó en derrota, y con ella la dictadura militar tocó su fin.

Recuperamos la Democracia; nuestra generación comenzó a enterarse de las

situaciones aberrantes que vivieron miles de compatriotas: exilios, torturas,

secuestros, atentados, muertes… sin ninguna sentencia, sin ningún juicio.

Hicimos el recuento de todos nuestros muertos. Todos nuestros muertos. Tanta

sangre nos costó esta Democracia que vivimos… no es para tomarla a la ligera.

Pasaron los años. Mucha agua corrió bajo el puente y los enemigos

volvieron a ser nuestros amigos. Nos reinsertamos en el contexto del mundo,

como pueblo de paz que somos, pero no debemos olvidar: el que te roba una

vez, seguro te volverá a robar (si le das la oportunidad), lo mismo el que te

traiciona. No olvidar, argentinos, a no olvidar…

Esta historia comenzó así.

Tras su manto de neblinas.

Las Islas Malvinas fueron descubiertas por Américo Vespucio el 7 de abril

de 1502. La expedición del marino florentino -que diera su nombre al continente-

se vio arrastrada por fuertes temporales hacia una tierra desconocida que

investigaciones históricas posteriores determinaron que se trataba del

archipiélago de las Malvinas. Vespucio navegaba a las órdenes de los Reyes

Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, entonces las islas pasaron a

ser posesión de la corona española por derecho de descubrimiento.

En al año 1520, Hernando de Magallanes llegó a las islas Malvinas

(probablemente en el mes de julio) y las bautizó Islas de Sansón. En un viaje

posterior que data de 1540, una de sus naves con todos sus tripulantes (la

Incognita) permaneció durante diez meses en la isla Gran Malvina, en un sitio

que denominaron Puerto de las Zorras, hoy conocido como Puerto Richards, y

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que probablemente constituyó el primer asentamiento de seres humanos en el

lugar. Magallanes, al servicio de la corona española, no denunció el

descubrimiento porque al estar las islas al este de la línea de Tordesillas (límite

acordado entre las posesiones portuguesas y españolas), Portugal podría

reclamarlas para sí, entonces prefirió mantener el secreto. Este exceso de

prudencia de Magallanes significó a la larga un grave error estratégico.

Un reciente hallazgo producido en la década de 1980 confirmaría

definitivamente estos hechos. Investigadores hallaron en la Biblioteca de París

una obra de fray André Thevet, del año 1568, que contiene un mapa muy

detallado de las Islas de Sansón con una leyenda que dice:

“Los primeros que pusieron un pie en estas islas fueron los portugueses,

que acompañaban a Fernando de Magallanes en su viaje.”

Afirmaba el autor que por esos años un viejo capitán portugués le había

entregado el mapa en Lisboa.

En 1764, un grupo de 115 colonos franceses al mando de Louis Antoine de

Bougainville, se estableció en las islas fundando el primer poblado, Port de Saint

Louis, en honor al rey de Francia, Luis XV. Bougainville había partido del puerto

de Saint Maló, y dio a las islas el nombre de su gentilicio: Malouines, que más

tarde los españoles convertirían en Malvinas. Estos, al enterarse de la expedición

francesa, reclamaron ante la corte de ese país haciendo valer su derecho de

soberanía y hacia 1767 lograron el retiro del asentamiento, previa indemnización

económica a Bougainville por los gastos y molestias ocasionados en la fundación

de la colonia. Port de Saint Louis pasó a llamarse Puerto de Nuestra Señora de la

Soledad (que a posteriori será el nombre de la isla), y quedó al mando del

capitán de navío Felipe Ruiz Puente, como gobernador y comandante de la

guarnición militar española y de algunos colonos franceses que decidieron

quedarse.

Este incipiente carácter cosmopolita del archipiélago, sumado a su

ubicación estratégica y riquezas naturales, daría lugar más adelante a toda clase

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de reclamos infundados y disputas de soberanía por parte de las principales

potencias coloniales de la época.

Desde la creación del virreinato del Río de la Plata en 1767, España ejerció

la gobernación de las islas en forma ininterrumpida hasta la Revolución de mayo

de 1810. Las dependencias de las islas fueron utilizadas inicialmente como lugar

de reclusión de presos peligrosos. Conformado el primer gobierno patrio, las

Malvinas pasaron por derecho de sucesión a formar parte de la nueva nación que

se estaba gestando, las Provincias Unidas del Río de la Plata.1

Maidenland.

Los británicos se atribuyen el descubrimiento de las islas en el año 1592,

de acuerdo con los datos aportados por el marino inglés John Davis. Luego en

1594, otro navegante, Richard Hawkins declaró haber divisado unas islas a las

que llamó Maidenland. Por lo dudoso de su origen, estos avistajes no fueron

reconocidos por los cartógrafos ingleses, y los navegantes tampoco recibieron la

patente real que acreditaba el descubrimiento.

Hawkins declaró haber visto en las islas habitantes y muchos fuegos,

cuando en realidad estaban deshabitadas, por lo que presumiblemente llegó a

otro lugar. Ante tantas dudas, los ingleses recién publicaron su descubrimiento

en 1622, cuando hacía más de un siglo que las islas figuraban en las cartas

náuticas españolas como Islas de San Antón, Sansón, de los Patos, y de los

Leones.

Hacia 1690, una fuerte tormenta desvió de su ruta original a la expedición

del capitán inglés John Strong, arrastrándola hasta las islas. Navegaron por el

canal que las separa (San Carlos), al que llamó Falkland2. Este nombre luego se

extendería a todo el archipiélago (Falkland Islands) para la cartografía británica.

1 Lo mismo sucedería con las islas Galápagos, Juan Fernández y Fernando de Noronha, al producirse la independencia de Ecuador, Chile y Brasil respectivamente. 2 En honor a Lucius Cary, segundo vizconde de Falkland y primer Lord del Almirantazgo, muerto en la batalla de Newbury en 1643.

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Como sus objetivos eran científicos, Strong no reclamó las tierras halladas, sino

que se limitó a tomar muestras y ejemplares de la fauna autóctona.

Pero se atribuye al marino holandés Sebald de Werth el descubrimiento

oficial de las islas Malvinas. Según ciertas historias, en el año 1600 Werth

regresaba de una malograda expedición al océano Pacífico, cuando avistó un

grupo de tres pequeñas islas en el extremo noreste del archipiélago, a las que

llamó Sebaldes, Sebaldinas o Jasón. Lamentablemente no pudo hacer acto

posesorio porque la tormenta que arruinó su misión oceánica se había llevado

consigo los botes de desembarco. Sin embargo se ha concedido a Sebald de

Werth el descubrimiento de las Malvinas, aunque solamente vio un pequeño

grupo de islas marginales e ignoraba la real extensión de las tierras halladas.

A partir del siglo dieciocho infinidad de naves de distintas nacionalidades

fueron llegando a las islas con fines estrictamente comerciales. La caza de focas

resultaba un negocio altamente lucrativo, por la calidad de sus pieles y su alto

valor en el mercado. Por lo tanto, europeos y estadounidenses depredaron

durante décadas este recurso, sin importarles en lo más mínimo a qué nación

pertenecía el archipiélago. Además, las Malvinas se convirtieron en un sitio de

paso, algo así como una posta oceánica, de todo tipo de buques que surcaban

los mares del sur, y comenzaban a cobrar importancia en la medida que

afloraban los conflictos políticos entre las principales potencias coloniales

ultramarinas: España e Inglaterra.

En 1748, el almirante británico George Anson recomendó a la corona la

fundación de un asentamiento permanente en las Falklands o en Tierra del

Fuego, con el fin de servir de soporte a los buques ingleses que recorrían las

aguas australes. Esto era fundamental para controlar el comercio español desde

América del Sur. Los españoles volvieron a expresar su derecho soberano sobre

el archipiélago y realizaron los reclamos y las gestiones diplomáticas pertinentes

ante la corona británica. El resultado fue positivo para los ibéricos, y la idea de

Anson fue archivada.

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Pero dieciséis años después el almirante inglés volvió por sus fueros con

su viejo anhelo, y logró convencer a la corte de establecer un asentamiento

clandestino en un sitio remoto de las islas, que no llamara demasiado la atención.

En 1764 los británicos enviaron una expedición al mando del comodoro John

Byron, quien se estableció en un refugio ubicado en la isla Trinidad al norte de la

Gran Malvina, al que llamó Port Egmont. Era el sitio ideal para ejercer el

comercio, cazar lobos marinos y focas, y abastecer a los buques en tránsito hacia

las posesiones coloniales inglesas en Tasmania. Al decir de Lord Egmont, primer

Lord del Almirantazgo, las islas constituían “la llave del Pacífico”.

La jugada secreta de Inglaterra llegó a oídos del rey de España. Mediante

una Real Cédula incluyó al archipiélago en la jurisdicción de la Gobernación de

Buenos Aires, y le ordena al gobernador, Francisco de Paula Bucarelli, que envíe

una flota naval a desalojar a los británicos de Port Egmont. La misión fue

cumplida, y luego de una refriega armada Bucarelli tomó posesión del

asentamiento inglés en la isla Trinidad, al que renombró como Puerto de la

Cruzada.

En 1769 se produce un nuevo desembarco inglés en Port Egmont. Las

tropas al mando del capitán Anthony Hunt se establecen en las islas y las

reclaman en nombre de su Majestad Británica. Desde Buenos Aires envían al

mayor general Juan Ignacio Madariaga, quien obtiene la rendición de los ingleses

el primero de julio de 1770.

Esta serie de incidentes estuvo a punto de llevar a ambas naciones a una

inevitable escalada bélica, pero finalmente, ante la alternativa de dilapidar las

alicaídas arcas reales en una guerra remota, España e Inglaterra optaron por la

salida diplomática. En 1771 se firmaron dos documentos, Declaración y

Aceptación, para dejar a salvo el honor de ambos imperios sin derramamiento de

sangre. Los derechos españoles sobre las islas quedaban garantizados por la

firma de los acuerdos. Los españoles devolvían el control de Port Egmont a los

ingleses, bajo la promesa de éstos de retirarse en un plazo perentorio. Esto

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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último se acordó de palabra, con lo que la situación quedaba como si los ingleses

nunca hubieran desembarcado y Port Egmont nunca hubiera existido.

En 1774 los ingleses cumplieron su promesa de abandonar las islas. Sin

embargo dejaron una placa recordatoria de su paso por el lugar, en la que

declaraban que esas tierras pertenecían al rey de Inglaterra. Más tarde

intentarían sacar provecho de aquella declaración, aunque el retiro y abandono

del lugar significó en los hechos una renuncia expresa. Pero como ello se había

acordado de palabra, dio lugar a las más antojadizas interpretaciones de la

siempre hábil diplomacia británica. En una audaz maniobra declararon y

sostuvieron la existencia de un acuerdo secreto, no firmado, entre Inglaterra y

España, donde ésta reconocía los derechos posesorios británicos sobre Port

Egmont y sus dependencias. Esta afirmación llegó hasta nuestros días, y

actualmente constituye el pilar fundamental sobre el que el Reino Unido de Gran

Bretaña sostiene su pretensión de soberanía sobre el archipiélago de las Islas

Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

En principio, la conflictiva placa grabada de Port Egmont fue llevada por

los españoles a Buenos Aires, y en 1806 durante la primera invasión, los ingleses

la despacharon a Londres.

España controló celosamente que Port Egmont estuviese deshabitado,

enviando frecuentes patrullas armadas. Ante las continuas evidencias de que era

utilizado por cazadores furtivos de focas, el asentamiento fue finalmente

destruido en 1779.

Pero en ese mismo año se produjo un incidente en otras latitudes que

tuvo importantes repercusiones en el extremo sur de América. Inmersas en una

disputa por el control de los océanos del mundo, las potencias coloniales España

e Inglaterra, dueñas de formidables armadas de guerra, no se daban tregua y se

marcaban el territorio mutuamente. Esta vez el conflicto se suscitó en Nootka

Sound, sobre el estrecho de Vancouver (actual Columbia Británica, Canadá).

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Originalmente descubierto por los españoles en 1774 y explorado por los

ingleses en 1776, el control sobre el estrecho de Vancouver motivó un principio

de acuerdo entre ambos imperios coloniales, que fundaron un establecimiento en

forma conjunta. Pero las rivalidades no tardaron en reaparecer y la disputa

territorial llevó nuevamente a un conato de guerra entre España e Inglaterra.

La solución fue nuevamente negociada, aunque la posición inglesa

prevaleció ante la imposibilidad española de contar con el apoyo de su principal

aliada, Francia, que se encontraba inmersa en plena revolución que haría rodar la

cabeza de su rey Luis XVI, y que transformaría la decadente monarquía en

república.

El tratado firmado restituía a los ingleses sus posesiones en Canadá y les

otorgaba el derecho de libre navegación, pesca y explotación de recursos en los

mares del norte y del sur del continente. Es decir que los españoles, lisa y

llanamente, capitularon sin combatir. Y si bien conservaban la soberanía sobre

las islas australes le otorgaban a Inglaterra la libertad de recorrer sus costas

discrecionalmente. Aunque desde el punto de vista estricto del derecho, el

acuerdo escrito otorgaba a los ingleses un permiso, lo cual implicaba en los

papeles un reconocimiento implícito de la soberanía española. Veremos cómo

estos hechos documentados sobre quién detentaba la soberanía cobrarán cada

vez más fuerza con el correr de los años. Tarde o temprano, los ingleses sacarían

a relucir su célebre placa de Port Egmont y a aducir pactos secretos que nadie

firmó.

A pesar de la independencia de sus colonias en América del Norte ocurrida

en 1776, el imperio británico crecía y se consolidaba, al tiempo que la corona

española se debilitaba. Finalmente, pese a los esfuerzos bélicos, España perdería

sus posesiones coloniales en Sudamérica, y sucumbiría ante la cada vez más

cercana amenaza de Napoleón Bonaparte, quien terminaría finalmente

invadiendo la península ibérica, encarcelando al rey Fernando VII y poniendo a

su hermano José en el trono de los Borbones.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

- 29 -

En su política exterior, los ingleses continuarán desarrollando su estrategia

racional y metódicamente. Rubén Oscar Moro es muy claro en la definición de las

intenciones británicas y de su proyecto nacional:

“La condición geopolítica de insularidad fue forjando desde antaño la

conciencia de los hombres de estado británicos de la necesidad de contar con

una flota poderosa que asegurase las comunicaciones marítimas vitales para el

imperio por su condición de aislamiento y de territorio escaso, además de sus

relaciones con países europeos vecinos dominados por criterios mercantilicios.

Ello implicaba la necesidad de competir y de nutrir a su industria con las materias

primas que se carecían en las islas. La industria, a su vez, debía producir

manufacturas –y subsidiariamente proporcionar mano de obra a su clase obrera-

sin que esto último no significase la explotación de los propios trabajadores

británicos, como bien lo señalan los abusos cometidos con las famosas

hilanderías de Manchester (…) donde el laboreo se desarrollaba en condiciones

de verdadera esclavitud. (…) El comercio internacional era el medio para obtener

usufructo con el cual nutrir de riquezas a la Corona y sustentar así a la nobleza, a

la clase gobernante, a los capitalistas y financistas, (…) y a la Royal Navy,

instrumento supremo del imperio para hacer factible esta estrategia. Así se

cerraba el círculo de este ‘proyecto nacional’, donde España era el enemigo por

excelencia.” 3

Una clara definición sobre la esencia del imperialismo.

Desde su partida en 1774 y hasta 1832, los ingleses nunca hicieron

reclamo alguno sobre sus presuntos derechos sobre las islas Malvinas, ni tuvieron

presencia alguna en el archipiélago. De hecho lo consideraron una pérdida de

tiempo y de valiosos recursos.

En este contexto se apoderarán de las Islas Malvinas por la fuerza.

3 Rubén Oscar Moro, Op. Cit., págs.15-16.

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La hegemonía de los mares.

En 1805 se produce la batalla de Trafalgar, en la que la Royal Navy

derrota a la -hasta entonces- Armada Invencible de España y Francia. Inglaterra

logra consolidarse como la principal potencia marítima.

El siguiente paso era avanzar hacia el Río de la Plata.

En abril de 1806 partió una expedición invasora desde el Cabo de Buena

Esperanza (África del Sur), con 1.640 hombres al mando del comodoro Home

Popham y del brigadier general William Carr Beresford. En junio desembarcaron

en Quilmes y tomaron la ciudad de Buenos Aires con escasa resistencia.

Previsores como siempre, los ingleses exigieron como condición en la

capitulación, la entrega de los caudales reales.4 Días después, la fragata

Narcissus zarpa hacia Gran Bretaña con sus bodegas llenas a tope. El Tesoro del

Virrey Sobremonte, una fortuna de ocho carrozas con más de cinco toneladas de

pesos de plata,5 llegó a Portsmouth en septiembre y fue paseado triunfalmente

por la capital británica.

Pero un mes antes, agosto de 1806, la resistencia del pueblo armada y

encolumnada tras la figura del capitán de navío Santiago de Liniers y Bremond6,

lograba “La Reconquista de Buenos Aires”, venciendo y expulsando a los ingleses

de estas tierras. Popham y Beresford, derrotados y humillados, volvieron a su

patria, donde les aguardaban los suculentos dividendos de las monedas de plata

depositadas en el Banco de Inglaterra, y una feliz jubilación.

Al año siguiente volvieron, esta vez con el teniente general John

Whitelocke al mando de 15.000 soldados, con la intención de salvar la imagen y

el honor de la corona. Y nuevamente fueron rechazados, en una serie de

combates heroicos en las calles, que la historia luego llamó “La Defensa de 4 La historia cuenta que el reparto del tesoro ya había sido previamente acordado por los comandantes ingleses al partir de Ciudad del Cabo, y que un espía escocés llamado Russell, que viajaba como pasajero en una goleta portuguesa, les confirmó cerca de Montevideo de la existencia y volumen de los caudales reales. 5 Aproximadamente unas trescientas mil libras que se terminaron repartiendo entre los líderes de la invasión en 1808. Beresford recibió unas doce mil libras. 6 Marino francés al servicio de España.

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Buenos Aires”. El 7 de julio de 1807, al firmar la capitulación los ingleses

devolvieron prisioneros, buques y pertrechos, pero se omitió incluir una cláusula

relativa al reintegro del tesoro saqueado el año anterior, con lo cual las arcas

quedaron completamente vacías luego de afrontar los gastos del combate.

Pero a su regreso a Inglaterra, una corte marcial juzgó, condenó y despojó

de cargos y honores a Whitelocke. Decía el fallo:

“Que dicho teniente general sea dado de baja y declarado totalmente

inepto e indigno de servir a Su Majestad en ninguna clase militar.”

Tal vez porque había vuelto con las manos vacías.

El nuevo virrey Liniers, a fin de impulsar la reactivación económica de

Buenos Aires, promulgó el Edicto de Libre Comercio, abriendo el puerto a los

productos británicos a condición de que pagasen en efectivo y por adelantado.

Rápidamente, el contrabando se convirtió en el negocio más lucrativo de los

porteños, dado que la ecuación comercial significaba, en términos comparativos,

que un buque cargado de manufacturas provenientes de Londres equivalía a

doce buques cargados de cebo y cueros de estas latitudes.

¡Pero les habíamos ganado la guerra!

Ya con Baltasar Hidalgo de Cisneros como virrey, se produce la Revolución

de Mayo de 1810 y la conformación de la Primera Junta. Una de sus primeras

medidas fue disponer el fusilamiento de Liniers por declararse opositor al

flamante Gobierno Patrio.

La independencia llegaría en julio de 1816. El proceso independentista de

América para librarse del yugo político de España fue apoyado y fomentado por

los ingleses. Durante esos años, las prioridades de la nueva nación fueron otras.

Las islas Malvinas se abandonaron y fueron sometidas a una brutal depredación

por parte de flotas cazadoras de focas de todas partes del mundo. Sin embargo,

los ingleses no intentaron volver ni reclamar derechos sobre las islas. De todos

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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modos, ya tenían lo que más les importaba: la libre navegación y el comercio con

las (ex) colonias españolas de América del Sur.

Bajo extraño pabellón.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata tomaron posesión efectiva de las

deshabitadas Islas Malvinas el 6 de noviembre de 1820. El gobierno comisionó al

capitán David Jewett, quien al mando de La Heroína llegó a Puerto Soledad y

asumió como representante del gobierno de la Confederación Argentina, izando

el pabellón nacional y comunicando el acto a los gobiernos extranjeros. Se

encontraba presente el capitán inglés James Weddell, prestigioso explorador

antártico, quien junto con otros representantes extranjeros no hizo reservas de la

proclama de Jewett.

Cabe destacar la importancia que el gobierno argentino comenzó a

otorgarle a mantener presencia en el archipiélago, destinando esfuerzos y

recursos con esa finalidad, mientras al mismo tiempo enfrentaba la guerra contra

la corona española por la independencia definitiva.

Ya instalados en Puerto Soledad, los argentinos se dedicaron a poner coto

a las matanzas indiscriminadas de aves y mamíferos marinos que practicaban los

inescrupulosos cazadores extranjeros. Además tenían la misión de proteger los

mares del comercio ilegal que España ejercía en la región.

Las durísimas condiciones climáticas, las enfermedades y la indisciplina

fueron constantes calamidades que Jewett debió enfrentar. Pero la presencia

argentina continuó en forma ininterrumpida. Un colono de ascendencia francesa,

Luis Vernet, fue nombrado gobernador de las islas. A fuerza de empeño y

trabajo, Vernet logró organizar el asentamiento y convertirlo en una colonia

próspera. Su principal preocupación seguían siendo los desastres que causaban

los barcos loberos, a los que urgía frenar porque estaban poniendo a la fauna

autóctona en serio peligro de extinción. Lograron detener y capturar a dos

corbetas estadounidenses, la Harriet y la Breakwater. Más tarde esta última logró

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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fugarse y regresar a Estados Unidos. La Harriet fue llevada a Buenos Aires por el

propio Vernet, para dar cuenta de lo ocurrido al gobierno. Pero en 1831, Estados

Unidos envió a una corbeta de guerra, la Lexington, para frenar lo que ellos

consideraban un atropello de las autoridades argentinas. En un flagrante acto de

violencia, tomaron por la fuerza Puerto Soledad y apresaron y maltrataron a

todos los residentes. Todo fue fríamente planificado entre el cónsul

estadounidense ante la Confederación Argentina, George Slacum, y el capitán de

la corbeta, Silas Duncan. Este último, utilizando las malas artes de la piratería,

utilizó en su buque la bandera de Francia en lugar de la de su país, para que las

autoridades de Malvinas no sospecharan el motivo de su misión. Cuando

reaccionaron ya era tarde y los estadounidenses habían tomado el poblado. Este

hecho generó un serio incidente diplomático entre nuestro país y los Estados

Unidos de América.

A río revuelto.

Gran Bretaña comenzaba a consolidar un sólido imperio colonial en

Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda e India. Después de años de desinterés, las

islas Malvinas reaparecían entre las prioridades de la corona, dada su inmejorable

ubicación estratégica como base de abastecimiento a los barcos que navegaban

desde Europa al Pacífico Sur y el Índico.

Un marino británico, William Langdon, quien habitualmente navegaba esas

rutas, conocía la importancia de las Falkland. Al respecto escribió:

“…he tenido oportunidad de formar opinión sobre la necesidad de que

nuestro gobierno tome de nuevo posesión de estas islas, lo cual puede llevarse a

cabo por una bagatela y después establecer una guarnición formada por una

Compañía de soldados de la Marina”. 7

7 Rubén Oscar Moro, “La trampa de Malvinas”, pág. 31.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 34 -

Mientras tanto, en la Confederación Argentina los unitarios y los federales

se enfrentaban a muerte, fragmentando a la joven nación en una pléyade de

caudillos.

La suerte estaba echada. Los diplomáticos británicos (el Foreign Office)

elaboraron un documento para el abogado del rey con una interpretación harto

antojadiza y plagada de inexactitudes a fin de justificar sus derechos sobre las

islas. Declararon así que:

• Davis fue su descubridor en 1592, ignorando que Vespucio y

Magallanes, como vimos, habían llegado mucho tiempo antes.

• Que nunca hubo otro asentamiento que no fuera Port Egmont,

como si Puerto Soledad nunca hubiese existido, sacando a relucir la famosa

placa.

• No hicieron mención alguna al hecho de que los españoles

mantuvieron presencia en las islas hasta 1811, y de que en 1820 las

Provincias Unidas habían tomado legal posesión de archipiélago.

• En su documento nunca existió un tal Luis Vernet.

• Tampoco explicaron por qué Inglaterra ignoró por completo a las

islas durante cincuenta años.

El 4 de agosto de 1829, el almirantazgo británico decidió “ordenar a sus

buques que hagan escala en Port Egmont y asegurar nuestra soberanía de esa

isla por lo menos.”

Un par de meses más tarde, el encargado de negocios inglés en Buenos

Aires, sir Woodbine Parish, cumpliendo expresas instrucciones del Foreign Office,

oficializó las intenciones británicas ante un asombrado gobierno argentino. La

situación entró en un cono de sombras hasta que se produjeron los incidentes

con los barcos norteamericanos en 1831. Parish se comunicó con las autoridades

del gobierno estadounidense, quienes le aseguraron no tener el menor interés en

las islas, lo único que les interesaba era la libertad de navegación. El inglés

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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descartó a un posible rival que a la postre, y como veremos más adelante (un

siglo y medio después), resultó siendo su principal aliado. El “operativo despojo”

iba tomando forma.

Porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera.

Hacia 1832 Puerto Soledad estaba sumido en una profunda crisis. Sumado

a la escasa asistencia del gobierno nacional, los barcos loberos continuaban

desarrollando a pleno y sin control su faena depredatoria, esta vez incluso

matando el ganado de los sufridos colonos, y cometiendo todas clase de delitos y

atropellos.

Luego de mucho insistir, Vernet logró que Buenos Aires enviara la corbeta

Sarandí al mando de un militar, el sargento mayor de artillería Esteban Mestivier,

quien asumiría como comandante civil y militar interino de las islas. Llegaba a

poner orden. Luego la corbeta inició una misión de patrullaje para reprimir los

abusos de las flotas loberas, esta vez al mando del capitán José María de Pinedo.

Grande fue su desilusión cuando a su regreso encontró la guarnición de Puerto

Soledad amotinada y a Mestivier muerto a manos de los sublevados. Pinedo

controló la rebelión y encarceló a los cabecillas, lo cual logró después de

muchísimo esfuerzo y de casi haber agotado todas sus municiones. Puerto

Soledad quedó en ruinas, por lo que se dispuso su reconstrucción. Finalizada la

obra, el 1º de enero de 1833, un buque de bandera inglesa, la corbeta Clio, hacía

su entrada a la bahía de Puerto Soledad.

El capitán Pinedo recibió al comandante de la Clio, capitán James Onslow,

a bordo de la Sarandí. No dio crédito a sus oídos cuando el inglés muy

gentilmente le solicitó que a las nueve de la mañana del día siguiente arriara el

pabellón argentino. Pinedo le preguntó si se había declarado la guerra entre

ambos países, a lo que Onslow respondió que “la amistad y el comercio seguían

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- 36 -

lo mismo…”, sorprendiéndose de que Pinedo no tuviera orden alguna de su

gobierno.8

Ante la alternativa de resistir por la fuerza el desembarco inglés, Pinedo

conferenció con sus hombres. Eran en su mayoría norteamericanos e incluso

había entre sus filas un inglés (Brisbane, el segundo de Vernet), quien manifestó

su reserva de alzarse en armas contra su país natal. La abrumadora disparidad

de fuerzas a favor de los invasores hizo que desestimaran un último e inútil

esfuerzo. Por esta decisión, a su regreso a Buenos Aires Pinedo fue juzgado en

una corte marcial, y condenado a la pena de muerte. No se cumplió, gracias a un

indulto.

A la mañana siguiente la bandera inglesa flameaba en el mástil principal

de Puerto Soledad. Desde el 3 de enero de 1833, casi en forma ininterrumpida,

simboliza el despojo, un acto del más repulsivo pillaje que una nación pueda

cometer. Un país capaz de mentir descaradamente para justificar lo injustificable,

de comprar voluntades y aprovecharse de las debilidades ajenas para sacar

partido. Finalmente Inglaterra tenía su colonia en América del Sur, a la que

influenciaba política, económica y ahora militarmente. El robo se había

consumado.

La leyenda del Gaucho Rivero.

El 26 de agosto de 1833 se produjo en las islas un confuso y sangriento

episodio, que la historia ha registrado con ambigüedad. Antonio Rivero, gaucho

argentino, y un grupo conformado por siete hombres, asaltó la casa de Brisbane,

matando a éste, a Jean Simon (un francés que dirigía el trabajo de los gauchos),

a William Dickson (el despensero), a Ventura Wagner (un poblador alemán) y a

Ventura Pasos (habitante de las islas); todos ellos habían sido colaboradores de

Vernet. Una versión de los hechos considera a Rivero como un héroe sublevado a

la ocupación de los británicos; pero investigaciones posteriores indican que el

8 Rubén Oscar Moro, Op. Cit., pág. 36.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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verdadero motivo de la matanza fue económico: los revoltosos exigían el pago de

sus trabajos en plata y no en papeles. Una evidencia bastante contundente es

que Rivero no arrió la bandera inglesa ni tomó la comandancia de Puerto

Soledad, sino que luego de los crímenes escapó a ocultarse en los islotes. “El

cabecilla del grupo era Antonio Rivero y le seguían los criollos Luna y Brasido,

además de los indios Flores, Godoy, Salazar, Gonzalez y Latorre…”9 Más tarde,

fueron apresados y enviados a Inglaterra para ser juzgados, sin mayores

consecuencias. Rivero regresó al Río de la Plata, a la provincia de Entre Ríos, de

donde era oriundo, y se perdió el registro de sus crónicas posteriores.

Por lo tanto, no queda claro a la luz de los hechos si Rivero fue un héroe o

un asesino, aunque la historia de la humanidad suele confundir frecuentemente

ambos roles, o usarlos indistintamente. Cuando se produjo la reconquista

argentina el 2 de abril de 1982, en un principio se rebautizó a Port Stanley con el

nombre de Puerto Rivero. Días más tarde, la Junta Militar optó por cambiarlo por

el más patriótico Puerto Argentino, como se lo conoce hasta hoy, al tomar

conciencia de las connotaciones negativas que podría tener el nombre de un

gaucho matrero para la propaganda oficial.

El dominio británico de las islas Malvinas fue ininterrumpido desde 1833

hasta 1982. En el medio se produjeron innumerables reclamos argentinos por la

vía diplomática, ante todos los foros internacionales, evidentemente sin

resultados favorables para la posición de nuestro país. Gran Bretaña siempre

eludió discutir el tema de la soberanía, dado que su posición se basaba simple y

únicamente en la fuerza, sin tener el más mínimo asidero legal. De haberse

sometido a un laudo arbitral o, simplemente, haber acatado las resoluciones de

las Naciones Unidas sobre descolonización, hubieran tenido que devolver las islas

a la República Argentina y volverse a Inglaterra silbando bajito.

9 Fuente: www.elmalvinense.com.ar

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Las intervenciones inglesas en el Río de la Plata.

La historia argentina es abundante en ejemplos demostrativos del interés

permanentemente demostrado por el Reino Unido de la Gran Bretaña por estas

tierras. Fieles a rajatabla a los preceptos del imperialismo económico,

consideraron a la América del Sur como la joya más ansiada para la corona

británica, y llevaron a cabo todos los intentos posibles por poseerla, sobre todo y

con mayor agresividad luego de perder sus colonias de América del Norte,

independientes desde 1776.

Finalmente lo lograron en 1982.

A continuación presentamos una serie de acontecimientos documentados

de la historia argentina y sudamericana, por orden cronológico, como ejemplos

demostrativos de hasta dónde llegó (¿llega?) el poder del dinero y de la fuerza en

las manos adecuadas.

Colonia del Sacramento. Año 1763.

En enero de aquel año los ingleses atacaron esta ciudad, con la intención

de lograr un enclave en el Río de La Plata desde donde desarrollar el comercio

ilegal (contrabando) de sus productos, porque los puertos que se encontraban

bajo el dominio español les estaban totalmente vedados. En el ataque murió el

comandante inglés, John Mc Namara, y los invasores fracasaron en su intento.

Colonia del Sacramento hoy pertenece a la hermana República Oriental del

Uruguay, pero en aquel entonces era parte de la Gobernación de Buenos Aires,

dependiente del Virreinato del Perú.

Port Egmont: primer desembarco. Año 1765.

Los ingleses se establecen en las islas Malvinas y fundan Port Egmont.

Port Egmont: segundo desembarco. Año 1769.

Luego de su expulsión a manos de los españoles, insisten nuevamente en

establecerse en Port Egmont.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Isla de los Estados. Año 1788.

En 1788 los ingleses ocuparon esa isla.

En 1790 se firmó el tratado del Escorial, el cual prohibía a Gran Bretaña

navegar y pescar a menos de diez leguas de tierras españolas, y establecerse en

ellas. Ese mismo año los británicos fueron expulsados de la Isla Grande de Tierra

del Fuego, y en 1791 de la Isla de los Estados, por orden directa del Virrey

Loreto.

Las invasiones inglesas. Años 1806 y 1807.

Las favoritas de la historia oficial. La primera provocó la Reconquista de

Buenos Aires. Un año después volvieron los ingleses a intentar vengar el honor

perdido, hecho que produjo la Defensa de Buenos Aires.

Islas Malvinas. Año 1833.

Al final lograron su viejo anhelo de capturar las islas Malvinas para la

Corona Británica el dos de enero de aquel año.

Vuelta de Obligado. Año 1845.

Gran Bretaña exigía la libre navegación de sus buques mercantes por los

ríos interiores argentinos. Esto era para poder acceder con sus fines comerciales

a puertos como Asunción o Rosario. Juan Manuel de Rosas, autoridad máxima

del país, sistemáticamente les negó el pedido. Entonces los ingleses, junto con

los franceses, declararon el bloqueo al Puerto de Buenos Aires.

Sus objetivos eran obtener la libre navegación de los ríos Paraná, Uruguay

y Paraguay; y poder tomar contacto de una manera más efectiva con la provincia

de Corrientes, que se encontraba en guerra contra el poder central. Enterado de

esto, Rosas mandó fortificar el paraje conocido como la Vuelta de Obligado,

cercano a la localidad de San Pedro, al norte de la provincia de Buenos Aires.

Varias embarcaciones unidas con cadenas les cortarían el paso a la escuadra

anglo–francesa, a la vez que cuatro baterías de cañones defenderían la posición.

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El 20 de noviembre de 1845 tuvo lugar el combate. No fue una victoria

precisamente para las fuerzas nacionales. Finalmente el 15 de julio de 1847,

Inglaterra levantó el bloqueo, y Francia dispuso similar medida un año después.

Guerra de la Triple Alianza. Años 1865 a 1870.

Gran Bretaña instigó desde el campo económico y político una guerra

fratricida, utilizando a los ejércitos de Brasil, Argentina y Uruguay en contra del

Paraguay.

El sur de los Estados Unidos de América, principal proveedor de algodón

de las fábricas textiles inglesas, se encontraba en plena guerra civil, lo que

ocasionó una fenomenal crisis económica y situaciones de caos social en sus

ciudades industriales como Lancaster y Manchester. Como consecuencia de ello,

Gran Bretaña enfocó su atención en el segundo productor mundial de dicha

materia prima: el Paraguay, debido a que el abastecimiento alternativo de otra

de sus colonias, Egipto, no le era suficiente.

La traba principal radicaba en la política proteccionista establecida por el

gobierno del mariscal Francisco Solano López, cuya aplicación y fomento habían

posicionado a ese país sudamericano como el más sólido económicamente y

desarrollado del subcontinente.

Fue necesaria una cruenta y larga guerra para someter al Paraguay a las

ideas liberales que ya habían adoptado la Argentina del general Mitre y el

Imperio del Brasil. Las consecuencias fueron desastrosas. Paraguay perdió miles

de hectáreas de su territorio, que quedó principalmente en manos de los

brasileños. La mitad de la población paraguaya fue aniquilada, siendo la

mortandad masculina de alrededor del noventa por ciento, y el país quedó

sumido en la miseria.

Pacto Roca-Runciman. Año 1933.

Con motivo de la crisis económica mundial del año 1930, el liberal

gobierno inglés decidió adoptar una medida proteccionista a mercados por

entonces emergentes: se abastecería de carne vacuna sólo proveniente de sus

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colonias de Sudáfrica, Australia y Canadá. En este contexto, el gobierno de

Agustín P. Justo impulsó la firma de un acuerdo con Gran Bretaña, por el cual la

Argentina se aseguraba la entrada al club selecto de proveedores de carne a

aquel país. Los signatarios fueron el entonces vicepresidente Julio A. Roca (hijo

del general y ex presidente), con el encargado de negocios de Gran Bretaña, sir

Walter Runciman.

A instancias de los caballeros británicos, el gobierno argentino aceptó

algunas cláusulas “especiales” del acuerdo, como por ejemplo brindar un trato

benévolo a los frigoríficos ingleses establecidos en el país; una política de

reintegros por exportaciones leonina, en la que Gran Bretaña se beneficiaba

ostensiblemente; la creación del Banco Central con capitales británicos; y el

monopolio de los medios masivos de transportes (ferrocarriles, tranvías) de las

empresas inglesas en Argentina. Algo más que vaquitas.

Al respecto, el vicepresidente Roca declaró durante un ágape que “la

Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista

económico, una parte integrante del Imperio Británico”.

Las condiciones especiales de este pacto fueron denunciadas en el Senado

de la Nación por el senador por Santa Fe, Lisandro de la Torre. Durante una de

las acaloradas sesiones en el recinto de la Cámara Alta, en un atentado destinado

a de la Torre fue asesinado su compañero, Enzo Bordabehere, a manos de un

sicario. Sin embargo, el Senado de la Nación aprobó el acuerdo y estuvo en plena

vigencia hasta el año 1936, a pesar de estar manchado de sangre (y no de vaca).

Guerra de las Malvinas. Año 1982.

Tal vez la eclosión de un proceso de más de dos siglos y que significó más

de un millar de muertos, centenares de heridos y suicidios en ambos bandos. El

envío de la flota naval británica en abril de aquel año, su posterior desembarco y

avance sobre las posiciones defendidas por los argentinos, determinaron para la

historia el punto más álgido en la relación entre ambas naciones. Esta vez los

contrincantes se vieron cara a cara. Inglaterra debió pagar un costo muy alto por

unas islas que la mayoría del pueblo inglés consideraba “remotas e inservibles”.

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Jamás esperaron encontrar la resistencia que encontraron: ellos peleaban porque

eran profesionales y tenían un trabajo que cumplir; nuestros muchachos

pelearon por devolver a su nación un pedazo de tierra que nos habían robado

años atrás.

El credo de los inútiles.

Desconocer la historia induce a cometer los errores más graves.

En la guerra, no conocer al enemigo conduce a la derrota segura.

Pero no conocerse a sí mismo lleva al peor de los fracasos, tanto en la

contienda bélica como en los tiempos de paz.

A la luz de los hechos presentados era impensable suponer que luego de

los acontecimientos del 2 de abril de 1982 los ingleses no reaccionarían porque

las islas no les importaban. O que los estadounidenses, sus aliados y herederos

ideológicos, apoyarían la causa argentina en detrimento de la británica. Que la

República Argentina recuperaría las islas a un costo mínimo, casi como un

trámite administrativo, gracias a la invasión diplomática, y sin bajas británicas,

que significó la Operación Rosario.

Este fue el credo de los gobernantes de la Argentina por aquellos años.

Desconocimiento. Desaprensión. Soberbia. Improvisación. Incompetencia.

Un cóctel fatídico y autodestructivo fue el combustible de la causa nacional más

justa y emotiva. El motor fundido de la última Junta Militar del Proceso de

Reorganización Nacional (pretencioso eufemismo de la más cruel dictadura que

conoció nuestro país), pretendió lavar la sangre con más sangre. Marchamos

hacia las fronteras, a los bordes, a los filos del entendimiento, donde se repliegan

las más oscuras ideologías. A los extremos de la muerte y el asesinato serial y

metódico. Y la Argentina marchó. Y la Argentina se manchó de sangre y barro en

la turba malvinera.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Nuestras tropas desembarcaron, y días más tarde una Task Force de cien

buques navegaba a toda máquina hacia el Atlántico Sur, proa hacia, en palabras

de Jorge Luis Borges, “unas islas demasiado famosas”.

La Guerra de Malvinas mantiene aún heridas sin cerrar a ambos lados del

Atlántico. Sobre esto intentaremos hablar en el desarrollo del presente libro.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO DOS

El Servicio Militar Obligatorio.

“El valor combativo de una tropa se basa en la calidad de los jefes. (…) El

jefe debe convivir con su tropa y compartir con ella los peligros y las privaciones,

las alegrías y las penas. Solamente con la observación personal puede formarse

un juicio exacto sobre la capacidad y las necesidades de los hombres puestos

bajo su mando”.

Colegio Militar de la Nación. Reglamento de conducción (RC), Buenos

Aires, 1955, números 11 y 12, págs. 2-3.-

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Antecedentes históricos.

También llamada conscripción, o por su más conocido apodo, la colimba

(formado por las primeras sílabas de corre, limpia, barre; tales las tareas más

habituales del recluta), fue la institución que la sociedad argentina del Centenario

instauró para asegurar la defensa de la patria.

Para ello, entre 1901 y 1902 se redactó y sancionó la Ley 3948 de Servicio

Militar Obligatorio y Convocatoria de Conscriptos. Corría la segunda presidencia

de Julio Argentino Roca, y fue autor de la misma su Ministro de Guerra, el por

entonces coronel Pablo Ricchieri.

Esta ley se propuso como objetivo desterrar la leva forzosa como

mecanismo de reclutamiento militar, y poner en manos de los ciudadanos la

defensa de la Nación tomando como modelo la experiencia que ya se aplicaba en

Alemania y en Francia. Al respecto, el diario La Nación publicó por aquellos días:

“Los ciudadanos todos de 20 a 21 años pasarán por las filas del ejército,

permaneciendo dos años unos en instrucción militar y seis meses los otros.

Se establecen los dos períodos, considerando que las rentas de la nación

no permiten sostener al presente 20 a 25.000 ciudadanos en el ejército

permanente.

Por nuestra parte, hemos sostenido y seguimos sosteniendo, que por

medio del reclutamiento de conscriptos y la instalación del campo de maniobras,

en la forma ideada por el coronel Ricchieri, se echan las bases de una

organización militar definitiva en perfecta armonía con los adelantos de la época.

Y esto es a lo que aspira el pueblo de la república, reconociendo que el

más noble tributo de sus hijos consiste en prepararse para defender en cualquier

emergencia el decoro de la patria”. 10

10 Organización militar: el proyecto del gobierno. Diario La Nación, Buenos Aires, 18 de julio de 1901.

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Posteriormente la edad se bajó a dieciocho años y se mantuvo así hasta su

desaparición a mediados de la década de 1990, donde un infausto hecho

determinó su reemplazo por el actual sistema voluntario.

Testimonio de un colimba.

El sistema de ingreso a la colimba constaba de un sorteo donde los

ciudadanos en edad de merecer la defensa nacional participaban

obligatoriamente con los tres últimos números de su documento de identidad. El

sorteo transmitido por radio era seguido nerviosamente por los ansiosos

participantes que, por lo general, cursaban el último año de la escuela

secundaria. Ese día los profesores se las veían en figurillas para intentar dar

clase. Toda la atención se la llevaba el sorteo.

Estaban los que se salvaban por número bajo, o sea que el sorteo los

favorecía con una cifra inferior al cupo de ingreso asignado por las Fuerzas

Armadas. Por ejemplo, se establecía que entre todos los sorteados entre el 000 y

el 999, entraban los comprendidos a partir del 500. Las expresiones de desatada

alegría de los números bajos convivían con la desazón de aquellos que habían

sido beneficiados con una estadía de doce meses en alguna unidad militar de la

Argentina con todos los gastos pagos. A continuación, un testimonio esclarecedor

para comprender mejor de qué se trataba eso de estar bajo bandera.

“En mi caso particular, fue la única vez en toda mi vida que me gané algo

en un sorteo…. Y no fue gracioso.”

“Unos meses después había que concurrir al reconocimiento médico. Era la

última chance de zafar, si te detectaban algún problema físico te podías salvar de

hacer la colimba. Llegaba un telegrama a tu casa donde te indicaban fecha, hora

y lugar donde se realizaría la revisación médica. En la ciudad de Buenos Aires, la

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sede del distrito militar estaba en el barrio de Palermo, lugar de asiento además

del Regimiento de Infantería I “Patricios” y del Cuerpo de Ejército I.11”

“En dos jornadas consecutivas un enjambre de médicos, enfermeras y

asistentes procedían a realizarnos todo tipo de análisis clínicos, rayos equis,

completar formularios, aplicarnos vacunas. El primer análisis que me realizaron

fue una extracción de sangre, seguido de una vacuna antituberculosa (la BCG),

ambas en el brazo derecho, e inmediatamente la vacuna antitetánica en el

hombro izquierdo. Esta punzante bienvenida al mundo castrense me dejó los

brazos doloridos por algunos días, pero era un pequeño anticipo de la temida

revienta caballos12 que nos aplicarían el primer día de incorporados. Luego

siguieron chequeos físicos, todos desnudos y en fila india, pasando por distintos

consultorios: electrocardiograma, control odontológico, y una sucesión

interminable de preguntas y respuestas que los asistentes iban volcando en

formularios. Así nos pasamos toda la mañana.”

“Al día siguiente la cuestión fue más administrativa. En esa instancia se

definía quién seguía en carrera y quién no, una fase eliminatoria que, al contrario

que en lo deportivo, festeja el que no se clasifica para la siguiente ronda. Nos

entregaron los documentos con el resultado del examen médico. No lo leí hasta

que llegué a mi casa. Estaba resignado, en esa época hacía mucha actividad

física y sabía positivamente que no tenía ningún impedimento de salud para zafar

del servicio. De todos modos, albergaba una pequeña esperanza de que alguien

cometiera un error, o que a último momento hayan modificado el tope del sorteo

(por mi número, 590, entraría seguro), en fin, muchas cosas se me cruzaban por

la cabeza.”

“Después de un largo viaje en colectivo llegué a casa, junté valor y abrí el

documento. Busqué la página del resultado, lo vi… lo leí, lo releí como diez veces

en pocos segundos… Un hermoso ‘APTO A’ y la firma de un teniente coronel me

11 En el lugar donde se definía el destino de miles de jóvenes que harían o no la colimba, hoy se levanta un importante hipermercado de materiales de la construcción y una majestuosa mezquita. Símbolo del paso de los tiempos. 12 Esta vacuna se aplicaba en la espalda, entre los omóplatos, y solía causar fiebre y vómitos el día posterior.

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aseguraban casa, comida e instrucción militar en un cuartel por los próximos

doce meses de mi vida.”

“Finalizaba 1980, por lo tanto sabía que durante el año siguiente iba a

estar ocupado cumpliendo con la Patria, y que más o menos a principios de 1982

ya estaría de baja y de regreso a mi vida civil. Para suavizar el mal trago me

puse a planificar a largo plazo, a pensar en un futuro trabajo y en la facultad.

Quería estudiar para abogado.”

“Pero la historia nos tenía reservado a mí y a mis compañeros de la clase

1962 un capítulo especial y trágico que nunca imaginamos.”

El final del Servicio Militar Obligatorio.

El caso Carrasco.

Un crimen perpetrado en una remota unidad de infantería de la provincia

de Neuquén fue el factor desencadenante del final de la colimba.

Omar Carrasco tenía diecinueve años y había sido convocado desde su

Cutral Có natal para cumplir con el servicio militar en el Regimiento de Zapala,

provincia de Neuquén. Ingresó el 3 de marzo de 1994. Era un muchacho tímido y

retraído que nunca había salido de su pueblo, y de entrada fue objeto de burlas y

abusos de parte de sus compañeros y superiores.

Omar fue sorteado para realizar una instrucción individual nocturna, cínico

eufemismo de lo que fue un baile13 interminable. Después, el subteniente Ignacio

Canevaro y dos de sus ayudantes, los conscriptos Cristian Suarez y Víctor

13 Actividad habitual en el entrenamiento militar que consiste en realizar una serie de ejercicios físicos a las órdenes de un superior, bajo presión y a ritmo constante. También se le llama “manija” en el argot castrense. Se pretende con ello lograr disciplina, subordinación y aptitud psicofísica. Los abusos en estas prácticas llevan frecuentemente a ocasionar trastornos a quienes los padecen, incluso la muerte por causas cardíacas. En este caso se produjo con el agravante de que Carrasco tenía pocos días de incorporado, con lo cual no estaba entrenado o “en forma”. Por otra parte, los “bailes” a los reclutas solían ser exigentes, pero no debían incluir golpes, torturas o maltratos.

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Salazar, le propinaron una feroz paliza. El cuerpo de Omar no dio más, y falleció

a consecuencia de esos malos tratos.

Era el día 6 de marzo de 1994. Sí, a Carrasco lo mataron sólo tres días

después de su incorporación. Era un colimba sin instrucción militar. Era un

colimba que ni siquiera sabía lo que era el ejército. Parecía una patética

repetición de los hechos de 1982, sólo que esta vez quienes asesinaron a Omar

Carrasco no fueron los ingleses, sino su propio ejército. Tampoco fue en tiempo

de guerra, sino de paz.

Ante el hecho consumado, los autores de la cobarde agresión ocultaron el

cuerpo del infortunado Carrasco. El hallazgo del cadáver se produjo recién el 6

de abril, un mes más tarde, en un monte cercano a las barracas, en el lugar

donde sus asesinos lo habían dejado.

Inmediatamente comenzó una campaña de encubrimiento y un pacto de

silencio. Se dijo que el soldado Carrasco se había escapado por no soportar el

rigor y la disciplina de la vida militar, y se murió de frío. El complot no pudo

sostenerse demasiado, en parte por la presión de la opinión pública que nunca

creyó esa versión y organizó multitudinarias manifestaciones en la capital de

Neuquén, y forzó también el inicio de una profunda investigación desde el más

alto nivel del gobierno, específicamente desde la Jefatura del Ejército. La gente

no sólo reclamaba por el esclarecimiento del crimen sino que también pedían el

final del servicio militar obligatorio.

La hipótesis de que Omar Carrasco había muerto por causas naturales se

cayó a pedazos. El esclarecimiento era un hecho, y cada día se conocían más

detalles macabros que permitieron reconstruir los acontecimientos. Un perro

sabueso entrenado por los investigadores rastreó el trayecto completo del cuerpo

de Omar, desde el lugar donde fue salvajemente golpeado hasta el monte donde

lo abandonaron. Posteriormente, las pericias realizadas indicaron que Omar

Carrasco murió varios días después de la paliza, agonizando en la más absoluta

soledad.

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Los autores fueron formalmente imputados por el crimen. La causa llegó a

juicio oral, y el tribunal condenó a Canevaro a la pena de 15 años de prisión; y a

Suarez y Salazar a 10 años.

Al momento de escribir estas líneas todos están en libertad.

Los siete militares (entre ellos un general) del Servicio de Inteligencia del

Ejército que encubrieron el crimen y sembraron pistas falsas que intentaron

culpabilizar a la víctima, no pudieron ser llevados a juicio, por lo que la causa

prescribió y no hubieron condenas para ellos. La vieja práctica, los viejos

métodos de la dictadura seguían vigentes.

En agosto de ese mismo año el presidente Carlos Menem dictaba el

decreto 1537, en el que ponía fin a la tristemente célebre colimba.

El de Omar Carrasco no fue el único caso de vejámenes y muertes de

conscriptos; en los noventa y dos años de historia del servicio militar obligatorio

hubieron muchos más.

Fue el último.

Junto con la guerra de Malvinas, este crimen terminó de demostrar al

pueblo argentino que quienes tenían la obligación de defenderlos no estaban a la

altura de desempeñar tan honorable tarea.

Quién sabe cuántas vidas salvó el Conscripto Clase 1975 Omar Carrasco,

sin proponérselo.

Soldados de plomo.

Actualmente el esquema de reclutamiento de las fuerzas armadas es

voluntario. La ley 24.429, sancionada el 14 de diciembre de 1994, estableció los

requisitos de ingreso a las Fuerzas Armadas de la Nación, para todas aquellas

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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personas que así lo quisieren. Ya no hay más sorteos ni reclutamiento

obligatorio.

“Acá le traigo veinte voluntarios, pero devuélvame las maneas”, decían los

reclutadores del siglo diecinueve que llevaban “gauchos vagos y mal

entretenidos” a la leva forzosa de tropas del Ejército Nacional. Así se pelearon,

entre otras, la guerra contra los indios (Conquista del Desierto), y la Guerra de la

Triple Alianza contra el Paraguay. Esos ejércitos se conformaban con gente de

toda laya pero que no perseguían un afán de integración, sino que fueron más

bien instrumentos de exterminio de minorías étnicas (afroamericanos

principalmente), seres marginales, delincuentes e incluso prisioneros del otro

bando que eran forzados a permutar sus lealtades, so pena de sufrir un sablazo

propinado por sus nuevos jefes.

En su afán modernizador y europeizante, la generación del ‘80 concibió el

servicio militar obligatorio, dotando a la Nación de un concepto moderno de

defensa nacional. Años más tarde, y después de la sangrienta lección de las dos

guerras mundiales (algunos incluso antes), los países que inspiraron a los

generales Roca y Ricchieri, adoptaron el modelo del ejército profesional moderno,

conformaron la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y dieron a

sus fuerzas armadas el rol de defensa hemisférica, pero subordinadas

inequívocamente al poder político.

En tanto que los países de Europa del Este, bajo la órbita de la Unión

Soviética, se unieron en el llamado Pacto de Varsovia, homólogo de la OTAN,

aunque enfrentado a ella.

Dentro de este contexto los ejércitos modernos adquirieron cada vez

mayor y mejor adiestramiento y tecnología. La amenaza nuclear llevó a ambos

bloques a un delicado equilibrio de fuerzas, donde la capacidad de disuasión se

alimentó con el poder de los misiles. Había nacido la Guerra Fría, con ella el

pingüe negocio de los fabricantes de armamentos, y la paranoia globalizada.

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Mientras tanto, en el cono sur de América las fuerzas armadas jugaron un

rol completamente distinto en el nuevo reparto del poder mundial. Desde la

segunda mitad del siglo veinte comenzaron a inmiscuirse cada vez más en las

cuestiones políticas, fomentando y participando en asonadas golpistas e

interrumpiendo de facto gobiernos democráticos. Debemos reconocer que no

hubiese sido posible sin un necesario apoyo de parte de la sociedad civil que, en

mayor o menor medida, estuvo a favor de los golpes de estado, en desmedro de

la práctica constitucional. Los gobiernos militares argentinos así constituidos no

tuvieron quizás el condimento del personalismo a ultranza, sino que adquirieron

un cariz pseudo liberal, siempre con un fuerte componente conservador y

anticomunista. Ejemplos distintos fueron las dictaduras vitalicias de Anastasio

Somoza (Nicaragua), Augusto Pinochet (Chile), Alfredo Stroessner (Paraguay),

Fulgencio Batista (Cuba), y Getulio Vargas (Brasil), cuyos fuertes liderazgos

incitaron el culto de la personalidad y la tiranía despótica y se mantuvieron en el

poder durante décadas. No podemos decir lo mismo de Uriburu, Aramburu,

Onganía, Videla o Galtieri y otras versiones menores de grises dictadores

vernáculos. Dentro de su cosmovisión mesiánica la Argentina era la Europa

(occidental) de América Latina, y ellos los Cruzados contra el comunismo

dispuestos a desempeñarse con lealtad y patriotismo en la defensa nacional

reprimiendo las ideologías extrañas.

Definitivamente, y a pesar de sus matices, estos modelos fueron

históricamente nefastos, aunque funcionales al poder occidental anticomunista.

Hacia la década de 1960 las fuerzas armadas argentinas fueron archivando

su misión constitucional consagrada a la defensa exterior y subordinación al

poder político, migrando hacia una concepción más policial que dedicaba todos

sus recursos y esfuerzos a la guerra contrarrevolucionaria (esto es la represión

de la denominada agresión interna)14, y bajo este concepto actuaron no

solamente en Argentina sino también en el resto de América Latina asesorando,

14 El concepto de guerra contrarrevolucionaria fue creado por los franceses durante la guerra de Argelia (1954-62), y luego exportado a Sudamérica. Admitía la tortura como método de interrogatorio. Allí los franceses perfeccionaron el invento de un comisario argentino: la picana eléctrica.

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por ejemplo, a los “contras” nicaragüenses y a los “escuadrones de la muerte”

salvadoreños. La Doctrina de la Seguridad Nacional, pergeñada ideológicamente

por la Casa Blanca entre el Secretario de Estado Henry Kissinger y el presidente

estadounidense Richard Nixon, les dio el marco conceptual; y en 1964 el por

entonces Comandante en Jefe del Ejército (y años más tarde presidente de facto

de los argentinos), teniente general Juan Carlos Onganía, la verbalizó en una

famosa alocución brindada en el marco de la Conferencia de Ejércitos

Americanos, realizada en la academia militar estadounidense de West Point.

En resumen, Onganía expresó que bajo ningún punto de vista las fuerzas

armadas se someterían a la constitución y las leyes “si se produce, al amparo de

ideologías exóticas, un desborde de autoridad que signifique la conculcación de

los principios básicos del sistema republicano de gobierno, o un violento

trastrocamiento en el equilibrio o independencia e los poderes”.

En ese tiempo el temor al avance del comunismo replegó a los ejércitos

latinoamericanos sobre sí mismos, buscando enemigos por todas partes y

gestando el huevo de la serpiente de la represión ilegal, alcanzando momentos

culminantes con el derrocamiento del presidente constitucional chileno Salvador

Allende en septiembre de 197315; y en la Argentina con el Proceso de

Reorganización Nacional a partir del 24 de marzo de 197616.

Entre los años 1975 y 1976, el Ejército Argentino tuvo la oportunidad de

demostrar todo lo aprendido en guerra contrarrevolucionaria durante el

Operativo Independencia, donde aniquiló a la guerrilla del Ejército Revolucionario

del Pueblo (ERP), que se había hecho fuerte en el monte de la provincia de

Tucumán, una zona que por sus características de clima y geografía se

15 El golpe fue liderado por el general Augusto Pinochet Ugarte, quien era colaborador de Allende. En un hecho sangriento sin precedentes el palacio presidencial (la Casa de la Moneda) fue bombardeado por aviones y tropas terrestres. El presidente Allende resistió el ataque junto a un pequeño grupo de hombres pero finalmente fue cercado. Eligió suicidarse antes que rendirse. Sucedió el 11 de septiembre de 1973. 16 Con el derrocamiento de la presidenta María Estela Martínez de Perón (Isabelita), se instaló en el poder una junta militar integrada por un representante de cada una de las FF.AA. Eran el teniente general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera, y el brigadier Orlando Ramón Agosti. Con ellos se inician los años trágicos de la Argentina, que culminaron con miles de desaparecidos, la guerra de las Malvinas y una crisis económica y social sin precedentes.

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asemejaba a la jungla de Vietnam, “ícono de la resistencia al imperialismo.”

Campos de concentración y de exterminio, llamados eufemísticamente Lugar de

Reunión de Detenidos (LRD) por el jefe del operativo, general Acdel Vilas; los

sistemáticos interrogatorios a cargo de oficiales de inteligencia del ejército;

secuestros, torturas y muertes; fueron el saldo de la victoria contra la subversión

en Tucumán. El Operativo Independencia había sido ordenado por el gobierno

constitucional de María Estela Martínez de Perón. El general Vilas fue luego

reemplazado por el general Antonio Domingo Bussi, quien continuó y finalizó la

faena y más tarde, ya con la Junta Militar del Proceso en el poder, fue

gobernador de facto de la provincia.

En la vuelta a la democracia, Bussi fue acusado y condenado por

secuestro, asesinato y enriquecimiento ilícito, pero fue beneficiado por la Ley de

Punto Final. En 1995 los tucumanos lo eligieron gobernador de la provincia, esta

vez mediante las urnas.

Lo que se dice, un hombre de suerte.

Mientras termino de escribir estas líneas, un nuevo juicio condenó a

cadena perpetua al octogenario militar, por apropiación ilegal de menores (robo

de bebés), durante el gobierno del Proceso, un crimen que no prescribe.

Por esos mismos años, las fuerzas armadas y de seguridad también se

enfrentaron con la guerrilla urbana. Los Montoneros, una facción armada del

peronismo detentaba un espacio de poder muy importante, cuya demostración

cumbre fue el secuestro y posterior asesinato del ex presidente de facto de la

llamada Revolución Libertadora17, teniente general Pedro Eugenio Aramburu.

Las operaciones de represión a los Montoneros principalmente, y otros

grupos guerrilleros que actuaban en las ciudades18, se encuadraron fielmente

dentro de los lineamientos de la guerra contrarrevolucionaria, por lo que cada

17 Golpe militar que en 1955 derrocó al gobierno constitucional de Juan D. Perón durante su segundo mandato. 18 Entre ellos estaban, además de Montoneros, las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y también el ERP.

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hogar, escuela, iglesia, fábrica, hospital o universidad fue un virtual campo de

batalla. Funcionó incluso en el exterior: a través de las acciones de inteligencia

del Centro Piloto de París (dependiente del almirante Massera) se persiguió y

cazó a los Montoneros exiliados en Europa. Se destacó en esas funciones, entre

otros, un joven oficial de la Armada llamado Alfredo Astiz, sobre el que

volveremos más adelante.

No se recuerdan de esos años grandes batallas, donde los adversarios

cara a cara se hayan disputado la victoria. Hubieron sí irracionales copamientos

de algunas unidades militares por parte de la guerrilla que fueron violentamente

repelidos19, y sangrientos atentados explosivos que no hacían distinciones

ideológicas entre sus víctimas. La República Argentina estaba realmente sumida

en un caos político, social y económico, a merced de bandas de terroristas de

todos los signos ideológicos.

Unidades y guarniciones militares como la Escuela de Mecánica de la

Armada, Campo de Mayo y muchas otras fueron utilizadas como centros

clandestinos de detención. Aviones de la Fuerza Aérea arrojaban a los detenidos

previamente drogados a las aguas del Río de la Plata y el Mar Argentino, en los

llamados “vuelos de la muerte”. Las armas de la nación se ensuciaron en una

lucha de argentinos contra argentinos. Viene en este momento a mi memoria el

general José de San Martín, cuando juró jamás desenvainar su espada para

luchar contra un compatriota, y que prefirió marchar al exilio antes que participar

en las guerras fratricidas de mediados del siglo diecinueve. ¡Qué lejos habían

quedado los ejemplos y enseñanzas de nuestros héroes…! ¡Qué visión tan

alejada de la justicia teníamos los argentinos por aquel entonces…!

Meses después de ganar el Mundial de Fútbol de 1978, en los días previos

a la Navidad, nuestro país estuvo al borde de entrar en guerra con Chile a raíz de

un diferendo limítrofe conocido como el conflicto del canal de Beagle. La disputa

19 Los ataques al Batallón 601 de Arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo; al Comando de Sanidad, en Buenos Aires; al Regimiento 10 de Caballería Blindada, en Azul; al Batallón 141 de Comunicaciones, en Córdoba, entre otros. La finalidad principal de los guerrilleros en estos ataques era obtener armas y municiones.

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territorial sobre las islas Picton, Nueva y Lennox, ubicadas en la desembocadura

de ese canal del extremo sur continental, motivó aprestos bélicos para

desembarcar y tomarlas por la fuerza. A través de un representante, el gobierno

estadounidense condenó el hecho:

“Si ustedes toman una sola roca, por minúscula que sea, el gobierno de

los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN los van a calificar de agresores. Le

pediría que transmitiera este mensaje con claridad absoluta a Buenos Aires. El

presidente Carter está al tanto de nuestra conversación…” 20

Palabras casi premonitorias de lo que vendría en 1982, y que la Junta

Militar ignoró.

La radio y la televisión atronaban con el slogan “Argentinos: marchemos a

las fronteras”. Millares de afiches empapelaban las ciudades.

La flota argentina zarpó hacia las islas, dando inicio a la Operación

Soberanía. Entonces intervino el azar, o la providencia, porque una repentina

tormenta en alta mar (no es verso) zarandeó a los buques argentinos, retrasando

su navegación y puso en peligro el desarrollo de las operaciones, por lo que la

misión debió aplazarse.

Ese repentino milagro de Navidad frenó una segura guerra con Chile,

pueblo hermano con el que nos une la historia, la geografía, la cultura, las

costumbres y la religión. Fue justamente esta última coincidencia la que conminó

a la beligerante Junta Militar argentina a aceptar el arbitraje del recientemente

electo Papa Juan Pablo II, quien envió al cardenal Antonio Samoré a mediar

entre los malevos de estas tierras.

Y Samoré fue –literalmente- arrojado a las fieras. El delegado papal inició

gestiones ante los amos de la vida y de la muerte en ambos lados de la

cordillera: los generales Pinochet y Videla, para detener la temida escalada

20 Bob Pastor, asesor para asuntos interamericanos de los EE.UU. Nota publicada en La Nación, Buenos Aires, el 21 de diciembre de 2003.

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bélica. Puso a prueba su fe y, gracias a Dios, salió airoso. Los pueblos de

Argentina y Chile le debemos mucho y se lo agradecemos.

La mediación del Vaticano frenó a último momento el inicio de las

hostilidades y el derramamiento de sangre. Pero el espíritu belicoso de la Junta

Militar argentina necesitaba una satisfacción, un hecho resonante que remendara

su poder cada vez más raído. Los militares argentinos no sabían qué hacer con la

adrenalina de la “casi guerra” que les fluía a torrentes. Con los dientes apretados

volvieron a cuarteles de invierno. La oportunidad les llegaría pronto.

“Acordate bien, hermano

y nunca te olvidés:

la Paz y Soberanía

tenemos que defender.”

Y el siguiente paso fue Malvinas, poco más de tres años después.

En la actualidad existen y pueden verse en la isla Nueva las fortificaciones

chilenas sobre la playa; y en una de las márgenes de la isla Grande de Tierra del

Fuego, sobre el estrecho de Magallanes, los campos minados, como testigos de

la guerra que no fue.

Pero adónde queremos llegar con esta retrospectiva histórica de algunos

de los peores años de la Argentina. El punto es que, sumergidas en esta ciénaga

fratricida, las fuerzas armadas argentinas perdieron el objetivo. El hecho de

actuar en política, donde generales, almirantes, brigadieres y otros oficiales jefes

ocupaban cargos de gobierno y administrativos hizo que el adiestramiento, la

capacitación y la actualización en sus fines específicos -el comando de una fuerza

para la defensa nacional- hayan quedado relegados. Las fuerzas armadas, si se

me permite el término, se rebajaron a cumplir tareas más propias de fuerzas de

seguridad (policía, gendarmería, prefectura naval), y administrativas. La guerra

sucia desdibujó su rol, lo deformó y pervirtió. Borrachos de poder, los jefes

resignaron su liderazgo a cambio de rodearse de adulones y cortesanos, y

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gruesos fajos de billetes verdes, al tiempo que eliminaban opositores. Se

convirtieron en “panzones”.21

Mientras tanto, en los cuarteles los colimbas corrían, limpiaban y barrían,

haciendo las veces de personal de servicio en las barracas y en los domicilios

particulares de sus jefes. El colimba era chofer, jardinero, albañil, pintor y

mucamo. Incluso cocinero, niñero y bufón. Hasta amante de ocasión. Pero

también era soldado, porque vestía uniforme, saludaba a la bandera y hacía

guardias con un fusil al hombro. Estaba verde y no lo dejaban salir (Charly García

dixit).

Y así marchamos a la guerra contra los profesionales ingleses, montados

en la nube de las viejas glorias de la Guerra de la Independencia del siglo

diecinueve.

Pero con fuerzas armadas cartelizadas: con las peores tácticas, y las

estrategias ausentes clamaron por San Martín, Belgrano, Güemes, o Santiago de

Liniers. Ni siquiera, para bien o para mal, Roca o Alvear. Ni un solo líder de

verdad. Teníamos a Galtieri, Anaya, Lami Dozo, Menéndez, Parada, Lombardo,

Nicolaides, Vaquero. Soldados de plomo.

Generales de desfile y de escritorio que sólo conocían las armas de los

catálogos y los tiros de los polígonos de práctica. Cuando los cañones hablaron,

brillaron por su ausencia.

¿Volverá la colimba?

Las voces nostálgicas de los que quieren que vuelva la colimba se oyen

con frecuencia. Enancados en razonamientos pueriles ciertos individuos valoran

sobremanera la disciplina, virtud que –según ellos- los jóvenes del siglo veintiuno

aún no han conocido. Algunos en su audacia van más allá, y pretenden con el

21 Apodo despectivo que utilizaban los cuadros del ejército para referirse a sus jefes.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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regreso de la colimba resolver los graves problemas de delincuencia e

inseguridad que afectan a las grandes ciudades del país.

¿Qué solución pueden proponernos esos oscuros personajes amantes de la

mano dura y el gatillo fácil?: el regreso del Servicio Militar Obligatorio.

En palabras de Alejandro Dolina, “han tomado irremediablemente el

rumbo de los tomates…”

Estas elucubraciones, tan absurdas como mediocres, desconocen que el

principal rol formador de la juventud está en el hogar, donde los padres son los

máximos responsables. Luego en la escuela, donde la educación formal va

llenando los huecos culturales y se va conformando la personalidad del individuo

cívico.

Ambas instituciones –familia y educación- atraviesan profundas crisis, y

pretender resolverlas a través de la vuelta a las fuerzas armadas, por favor, es

poco serio. Hacer de niñera no es el rol que les ha asignado la Constitución

Nacional. Excede el propósito de este libro el intento de explicar por qué la

familia y la educación atraviesan una época crítica, pero mi apreciación es que

sus roles, alcances y efectos dependen intrínsecamente del modelo de sociedad y

de país que estamos buscando; búsqueda que también incorpora a los otros

actores sociales: a las fuerzas armadas, a la política, a las empresas y sindicatos,

a las organizaciones no gubernamentales, en definitiva a toda construcción

social, económica o política que necesita de una identidad aglutinante para

funcionar, ese ser argentino que tanto hemos despreciado mirando y copiando

modelos foráneos.

Pero no puede modificarse el todo si primero no cambian sus partes.

No es con la vuelta del servicio militar obligatorio como se resuelven las

grandes deudas que el estado nacional tiene con la sociedad argentina: asegurar

la salud, la educación y la seguridad de todos.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Aquellos que añoran la colimba son los mismos que siguen sosteniendo

que “ahí te hacías hombre”, que aprendías a acatar la autoridad y que se

avivaban los giles. Personalmente, no comparto la liviandad del razonamiento. La

memoria es selectiva, de a poco va borrando los malos recuerdos, y luego en

sobremesas etílicas y charlas entre amigos las anécdotas gratas de la colimba

suelen ser un tema dominante.

Difícilmente quien haya estado bajo bandera y vivido la guerra en persona

tenga ganas de compartir el recuerdo del horror imborrable.

Entonces, señores apóstoles de la nostalgia:

¿Por qué no les preguntan a las madres y padres de nuestros caídos en la

guerra qué opinan sobre restaurar el viejo sistema de servicio militar obligatorio?

¿Por qué no les piden a los ex combatientes y veteranos de guerra que les

cuenten lo que han vivido, a ver entonces qué piensan?

¿Por qué no les preguntan a las actuales Fuerzas Armadas si quieren

volver al anacrónico sistema del pasado, con todo lo que le cuesta a la nueva

generación de militares argentinos acarrear la mochila del desprestigio que les

legaron los personeros de la derrota?

Y por último, ¿por qué no les preguntan a los padres de los chicos que hoy

tienen dieciocho años si quieren que sus hijos cumplan un servicio militar

obligatorio, y que puedan tomar parte –hipotéticamente- en una guerra?

Es de cobardes arriesgar la vida de otros sin poner en juego la propia.

Sólo los pusilánimes buscan en los demás la responsabilidad de su propio

fracaso.

El ideario de los hipócritas ya se olvidó de las marchas multitudinarias

pidiendo el fin de la conscripción cuando tomó estado público el salvaje asesinato

de Omar Carrasco.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Quizás su madre tenga las respuestas que esos nostálgicos pretenden

conocer.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO TRES

Primera sangre.

“La guerra es el arte de destruir a los hombres; la política es el arte de

engañarlos.”

Jean D’Alembert

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Pesos pesados.

La Junta Militar ansiaba su momento de gloria.

Un triunfo resonante que acallara los reclamos internacionales por las

violaciones a los derechos humanos, y que soterrara la crisis económica y social

del modelo neo liberal parido por los maquiavélicos economistas del Proceso.

Urgía establecer un acuerdo social con el desengañado pueblo de la república

cada vez más golpeado, más harto, más rebelde y reacio a las botas y los fusiles,

a las que había confiado en 1976 su propia salvación.

Las potencias mundiales observaron con atención los hechos acontecidos

entre Chile y Argentina. Los Estados Unidos condenaron la actitud agresora de la

Junta Militar argentina, por lo que fueron consecuentes con la política exterior

que en materia de derechos humanos sostuviera la administración de James

Carter. Pero los tiempos en el país del norte habían cambiado. En 1981 asume

como presidente el representante del partido republicano y ex actor de

Hollywood Ronald Reagan, quien enseguida se diferencia de su antecesor

estableciendo una política agresiva en materia de lucha contra el comunismo,

especialmente en Centroamérica, y en general contra todo tipo de manifestación

continental opuesta a los intereses norteamericanos. Su país intervendrá

apoyando la contrarrevolución sandinista en Nicaragua, en la guerra civil en El

Salvador y, luego de Malvinas, en la intervención militar a Panamá y la invasión a

la isla de Grenada en el Caribe (en estos dos últimos casos con el aporte de

tropas regulares estadounidenses, dando inicio a una nueva versión de

colonialismo-imperialismo).

Para llevar adelante su estrategia dentro del nuevo esquema geopolítico

internacional los Estados Unidos necesitaban países aliados. Conscientes del

desastre que significó Vietnam, cuyo recuerdo estaba muy fresco en la memoria

de los estadounidenses, el gobierno de Reagan decidió “tercerizar” la guerra

contrarrevolucionaria, por lo que fomentó amistades de conveniencia con países

latinoamericanos gobernados por dictaduras militares. En ese contexto, las

fuerzas armadas de nuestro país, en especial el Ejército, cumplieron un rol

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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destacado realizando el trabajo sucio en Nicaragua, El Salvador, Bolivia y

Panamá, previo haber limpiado el resto del Cono Sur de enemigos políticos.

Los generales argentinos creyeron que habían conquistado a los Estados

Unidos de América. Entonces Galtieri, ya presidente, se dedicó a sondear hasta

dónde llegaría la potencia del norte ante una eventual reconquista de las Islas

Malvinas, el viejo anhelo del gobierno del Proceso. Como respuesta encontró que

ciertos funcionarios del gobierno estadounidense reconocían en él una

“personalidad majestuosa”. El embajador itinerante y especialista en asuntos

latinoamericanos de la administración Reagan, general Vernon Walters, asiduo

visitante de la Casa Rosada, le dio a entender a Galtieri que si la ocupación era

incruenta y no producía bajas británicas, ellos –los norteamericanos- no

intervendrían. Ello fue luego confirmado por Thomas Enders, Subsecretario de

Estado para Asuntos Latinoamericanos: “Hands off” (“manos afuera, no nos

metemos”), le dijo este oscuro personaje al presidente argentino. Galtieri no

necesitó mayores pruebas de que EE.UU. mantendría, como hipótesis de mínima,

una posición neutral ante el conflicto con Gran Bretaña que se avecinaba.

Leopoldo Fortunato se veía a sí mismo como el niño mimado de los Estados

Unidos de América.

Mientras tanto…

En el Reino Unido de la Gran Bretaña, la candidata del partido conservador

Margaret Hilda Roberts Thatcher asumía como Primera Ministro de gobierno el 4

de mayo de 1979.

Debido a la aplicación de medidas antipopulares y la represión de las

manifestaciones de protesta durante los primeros años de su gestión (1979-81),

el índice de popularidad de Thatcher fue cayendo en picada. Sumado a la

creciente crisis económica y el elevado índice de desempleo, su gobierno había

empezado a tambalear tempranamente. La oposición del partido laborista crecía

y sus críticas implacables se hacían sentir en el seno del Parlamento. Le

imputaban a Thatcher ser dueña de una personalidad intransigente y temeraria,

a la vez que fría e implacable. Por su profundo anticomunismo, los soviéticos la

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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apodaron la “Dama de Hierro”, comparación poco feliz considerando que

proviene de un cruel elemento de tortura utilizado por los Inquisidores de la Edad

Media… pero a ella la fascinaba.

En su afán de persistir en la reducción de costos y ganarse cada vez más

enemigos en el frente interno, Thatcher sostenía la idea de que Gran Bretaña

debía abandonar sus posesiones coloniales en el mundo; y además ordenó a su

gabinete que elaborara un proyecto de reestructuración de la Armada Real (Royal

Navy), fundamentándose en el nuevo rol asignado por la OTAN para la guerra

antisubmarina (Sistema Polaris) y muy principalmente en razones de índole

presupuestarias. La Royal Navy vendería y/o desguazaría la mayor parte de su

flota de superficie (portaaviones y destructores), conservando algunas fragatas y

fundamentalmente los submarinos nucleares.

Fue como patear un hormiguero.

El almirantazgo británico, heredero de las tradiciones navales de Nelson,

de su historia de éxito en Trafalgar y de lucha y conquista colonial en todo el

planeta, vio con alarma y con cierto sentimiento de traición la nueva política en

ciernes. Además, muchos británicos se quedarían sin trabajo y las pérdidas serían

enormes, pensemos no sólo en los marinos sino en los astilleros, los fabricantes

de armamentos y proveedores en general, cuyo imponente lobby era capaz de

colocar y sacar representantes en el Parlamento.

En las lejanas Islas Falkland comenzaban a temer que los rumores de una

invasión argentina fueran reales, y que podía producirse de un momento a otro.

Sin la Royal Navy en condiciones operativas, ¿quién podría proteger a los

habitantes, pero sobre todo a los intereses monopólicos de la Falkland Islands

Company (en adelante, FIC), corporación encargada de manejar todos los

negocios de las islas, como ser la producción de lana y la pesca? ¿Quién le

aseguraría que su futuro emprendimiento de explotación de hidrocarburos no

correría peligro? La FIC también contaba con un factor de presión importante en

el Parlamento y en el número 10 de Downing Street, siendo que el marido de

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Margaret, Dennis Thatcher, ocupaba un cargo muy importante como accionista

en esa firma.

En razón de que sus políticas no contaban con el apoyo esperado,

Margaret comenzó a reelaborar su estrategia. Una pequeña guerra no le vendría

nada mal a la Dama de Hierro, a los almirantes, a la FIC y a los armadores de

buques de guerra británicos. Necesitaban un enemigo que no pusiera en riesgo la

ecuación de fuerzas Este-Oeste, y que además no representara serios riesgos

desde el punto de vista militar. La descolonización, en este contexto, podía

esperar algunas décadas más.

Tras un manto de neblinas, una oscura trama comenzó a tejerse a ambos

lados del mundo occidental, cuyo epicentro sería un ignoto archipiélago del

Atlántico Sur, reclamado por una oscura dictadura de un país inestable.

El factor Davidoff.

Sarajevo, 1914.

Polonia, 1939.

Golfo de Tonkin, 1964.

Sólo faltaba una chispa para iniciar el incendio:

Islas Georgias del Sur, 1982.

El empresario argentino, Constantino Davidoff, dedicado al negocio de

compra y venta de chatarra naval, solicitó formalmente autorización a la

embajada británica en Buenos Aires para viajar a las islas Georgias del Sur con

un equipo de trabajo y proceder al desguace de una vieja factoría ballenera,

abandonada en la isla de San Pedro.

Tras casi cinco años de negociaciones, Davidoff logró cerrar el negocio con

la empresa Cristian Salvesen Limited, de Edimburgo, Escocia, propietaria del

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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establecimiento ubicado en Puerto Leith, Georgias del Sur. El negocio era

brillante: Davidoff esperaba obtener una ganancia de alrededor de 10 millones de

dólares, pero necesitaba transporte y mano de obra. Como en la zona había

presencia del British Antartic Survey (BAS, Exploración Antártica Británica) que

operaba el buque HMS Endurance22, les solicitó a los británicos el servicio de

transporte, que le fue denegado.

La Armada Argentina, enterada de los planes del empresario, puso a su

disposición el rompehielos ARA Almirante Irizar, a bordo del cual llegaron a la

Bahía Stromness, Georgias del Sur, en diciembre de 1981. En ese primer viaje,

Davidoff realizó un relevamiento fotográfico y un inventario a fin de prever las

necesidades logísticas de las futuras tareas. No pasó por King Edward Point, que

oficiaba de aduana en Grytviken (capital administrativa de las islas), a oficializar

su presencia, lo cual originó un primer incidente diplomático expresado en una

nota de queja de la embajada británica en Buenos Aires. Davidoff argumentó que

las autoridades británicas ya conocían fecha y motivo de su viaje y que lo habían

debidamente autorizado, por lo que consideraba innecesario realizar el trámite

administrativo en Georgias.

Hay que destacar que como las islas Georgias y Sandwich del Sur eran

territorios en disputa por la soberanía entre el Reino Unido y la Argentina, el

hecho de sellar los pasaportes argentinos u otros documentos nacionales

constituiría un reconocimiento implícito de la soberanía británica sobre el

archipiélago. Davidoff lo sabía porque, a pesar de perseguir un fin meramente

comercial, había sido instruido en el tema por la Armada Argentina.

En marzo de 1982 iniciaron la segunda travesía, esta vez a bordo del

buque de transporte de la armada ARA Bahía Buen Suceso con los operarios de

Davidoff a bordo, unas 41 personas. Estaba previsto que el grupo permanecería

trabajando en las Georgias durante cuatro meses. Desembarcaron en Leith y ahí

se produce un curioso hecho, que luego fue utilizado como el desencadenante de

22 El Endurance, buque de la Exploración Antártica Británica, iba a ser radiado de servicio por la política de recorte presupuestario de la administración Thatcher.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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la guerra: el izamiento de la bandera argentina en ese sitio de las Georgias del

Sur.

Algunas versiones indican que la Armada Argentina había infiltrado un

grupo de infantes de marina en el equipo de trabajo de Davidoff, aparentemente

sin su conocimiento, y con el fin de provocar un incidente.

Otros autores, añadiéndole más misterio o sostén ideológico al hecho,

sostienen que la bandera argentina ya estaba en el lugar al momento del

desembarco, lo que hace suponer una puesta en escena de los británicos con el

propósito de justificar ulteriores reacciones.

Lo cierto es que Londres debió decidir qué actitud adoptar frente a las

noticias: si era suficiente reaccionar como en diciembre insistiendo en que se

cumpliesen las normas y enviando una protesta a Buenos Aires, o como proponía

el gobernador de Malvinas (Rex Hunt, un oscuro agitador profesional) invitar a

los argentinos a retirarse en forma pacífica, aunque sin descartar la opción militar

en caso de negativa.

Richard Luce, ministro responsable del Foreign Office, recibió instrucciones

de apaciguar los exaltados ánimos. Se le comunicó que el desembarco era una

“provocación”, pero se le recomendaba aislar el problema de los papeles

(autorizados y legales) de Davidoff. Después de todo no se trataba de una

invasión militar, sino de un grupo de trabajo con un fin comercial, lo que

complicaba bastante las cosas. Similares recomendaciones recibió el embajador

británico en Buenos Aires.

De todos modos, los ingleses del BAS fueron puestos sobre aviso. Un

grupo de los Royal Marines que estaban destacados en Grytviken concurrió al

lugar del desembarco de la gente de Davidoff y les ordenó arriar la bandera y

abandonar la isla, dado que su presencia en la misma era ilegal. Recordemos que

estaba vigente el tratado firmado entre Argentina y Gran Bretaña (el Acuerdo de

Comunicaciones de 1971) que establecía el uso de un documento, la “tarjeta

blanca” (“white card”), como remedo de visa que debían utilizar los argentinos y

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los isleños en sus traslados entre las islas y el continente. Estos viajes eran

habituales: la empresa Líneas Aéreas del Estado (LADE) realizaba un puente

aéreo entre Comodoro Rivadavia y las Islas Malvinas con una frecuencia regular,

llevando y trayendo pasajeros, mercaderías, medicinas, insumos y todo tipo de

artículos. La tarjeta blanca debía ser sellada al entrar y salir de los territorios en

las dependencias aduaneras, y este trámite no había sido realizado por el

personal de Davidoff quienes, en lugar de ir primero a Grytviken a cumplir con

este requisito y denunciar su presencia en las Georgias, directamente fueron a su

destino en Puerto Leith, situado varios kilómetros al norte.

También es cierto que si los argentinos hacían sellar sus white cards

estaban reconociendo ipso facto la soberanía británica sobre las islas Georgias, lo

cual hasta ese momento de la historia era más bien una zona gris, porque el

Acuerdo de Comunicaciones de 1971 no mencionaba las islas Georgias, sino que

fijaba su jurisdicción sólo sobre las islas Malvinas.

Estaba creándose una situación en la que pronto sería demasiado tarde

para hablar de moderación. Un nuevo pedido de prudencia de parte del

embajador inglés llegó después de que se recibieron reclamos a favor de una

acción más enérgica, originados por el lobby de la FIC con Rex Hunt a la cabeza.

Advertían que Davidoff no era un chatarrero ocasional, sino un agente de

inteligencia de la Armada Argentina, y exigían la inmediata rescisión de su

contrato con Salvesen Ltd.

Todo el episodio fue extraño. Los ingleses conocían el viaje de Davidoff

desde el año 1979, cuando por primera vez tomó contacto con ellos a través de

la sede diplomática en Buenos Aires para acordar el viaje, pero el gobernador de

Malvinas y representante del lobby de la FIC, el inefable Rex Hunt, reaccionó de

manera intempestiva denunciando el hecho como una invasión al territorio

británico, y fogoneó una intensa campaña de prensa en el Reino Unido que

encolerizó a la opinión pública y asustó a los isleños con la amenaza en ciernes

de una invasión de la dictadura argentina.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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El informe que Richard Luce presentó a la Cámara de los Comunes dice

textualmente:

“El 20 de marzo fuimos informados por el comandante del British Antarctic

Survey (BAS), con base en Grytviken, Georgias del Sur, que un grupo de

argentinos había desembarcado en la cercana Leith. El comandante de la base

informó al grupo argentino que su presencia era ilegal, pues no habían obtenido

autorización previa para desembarcar. Inmediatamente llevamos el asunto a

conocimiento de las autoridades argentinas en Buenos Aires, y de la embajada

argentina en Londres, y después de aceptar nuestro criterio el barco y la mayor

parte del personal se retiraron el 21 de marzo. Pero el comandante de la base ha

informado que resta un pequeño grupo de hombres y equipos. Por tanto,

estamos realizando gestiones para garantizar su pronta retirada (…) Los deseos

de los isleños son supremos, y es obligación de este gobierno y de cualquier

gobierno británico defender y apoyar a los pobladores hasta el límite de su

capacidad”. 23

Esta última frase fue utilizada a menudo, e indicaba que no existía

confianza plena en que fuera posible defender a los isleños ante una eventual

agresión.

¿Por qué los trabajadores de Davidoff izaron la bandera argentina en

Georgias del Sur, sabiendo que era un territorio cuya soberanía estaba en

disputa, y que además no tenía nada que ver con el fin netamente comercial de

la expedición? No se explica el afán patriótico de un grupo de trabajadores que

además no eran todos argentinos (había varios extranjeros entre ellos), y que

sólo fueron a realizar una tarea de desguace de chatarra con fines económicos.

Ahora, si las versiones de infiltración de un grupo de la Armada eran ciertas,

entonces la situación bien podría haber sido preparada. Y ni hablar si la bandera

fue plantada previamente por los británicos.

¿Por qué el hecho de cazar un venado fue interpretado por Rex Hunt como

disparos intimidatorios de armas de fuego, presencia de militares argentinos, y 23 Lawrence Freedman y Virginia Gamba-Stonehouse, “Señales de guerra”, página 91.

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afirmación de soberanía en Puerto Leith? El animal fue cazado por un grupo de

franceses que estaban en las Georgias desde antes del arribo de la expedición

comercial, que nada tenían que ver con Davidoff y su grupo, y que se fueron al

día siguiente del mismo modo en que llegaron, en un velero particular.

Más llama la atención la existencia de un hecho precedente sin

consecuencias: en el año 1977 la Armada Argentina estableció una base científica

en la isla Thule del Sur, perteneciente al archipiélago de las Sandwich, en este

caso sí como un hecho de afirmación de soberanía, y que sólo motivó de Londres

una tibia nota de queja sin consecuencias. Ahora el desembarco de los

chatarreros en las Georgias, aceptado y previamente aprobado por Gran Bretaña,

tenía el mismo efecto que el vinagre en las heridas. ¿Por qué?24

Los caminos del imperialismo son insondables.

Las relaciones diplomáticas entre Buenos Aires y Londres no estaban

pasando su mejor momento. Los británicos, impulsados por el lobby de la FIC,

habían suspendido unilateralmente las negociaciones por la soberanía de las islas

australes. Además tenían intenciones de establecer en las Malvinas lo que

llamarían “the Falklands’ Fortress” (la Fortaleza de las Falklands), una base de las

fuerzas armadas británicas para asegurar el control de los mares del sur y la

prevención de posibles ataques armados de la belicosa junta de gobierno

argentina. Contaban además con la alianza política y militar del general Pinochet,

receloso con los militares argentinos, a quien la oportuna mediación papal le

había evitado una casi segura y desastrosa derrota y pérdida territorial en el

campo de batalla. Pinochet estaba convencido de que en caso de estallar una

guerra con Argentina por el canal de Beagle, inmediatamente tendría que dividir

sus fuerzas ante una invasión del ejército boliviano (aliado político de Buenos

Aires) por el norte, lo cual le hubiera significado tremendos problemas de

24 Después de la intentona de guerra con Chile, la Armada había pergeñado el Operativo Alfa que consistía en la toma “pacífica” de las islas Georgias del Sur por parte de la Infantería de Marina. Este plan fue aplazado ante la iniciativa comercial de Davidoff, de la cual esperaban obtener mayores réditos políticos.

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logística comprometiendo el desenlace del conflicto25. Pero ahora, afianzados los

lazos con Gran Bretaña, esos problemas pertenecían a pasado.

En este contexto de engaños y provocaciones mutuas el gobierno militar

del general Galtieri decide ejecutar un plan para recuperar las Malvinas por la

fuerza, como consecuencia de todas las improductivas negociaciones bilaterales

encaradas durante las últimas décadas. Sin saberlo, había caído en una

encerrona tendida por la pérfida estrategia británica.

Alea jacta est.26

A Dios rogando.

La suerte estaba echada. El almirante Jorge Isaac Anaya festejaba a

cuenta el éxito del operativo de recuperación de las islas, cuya organización le

había encomendado meses atrás al vicealmirante Juan José Lombardo. No

importaba que el despacho de aviones Super Etendard y misiles Exocet MM38 de

última generación aún no había sido completado por Francia y reposaban

mansamente en galpones del puerto de Marsella. Con lo que tenía hasta el

momento le alcanzaba, de todos modos los ingleses no reaccionarían

militarmente… El objetivo de la Junta era forzar una negociación definitiva que le

otorgara a la República Argentina del Proceso la soberanía de las islas australes.

La operación “Azul”, llamada luego “Virgen del Rosario”, luego “Rosario”,

planeada originalmente para el 9 de julio, luego para el 25 de mayo, y finalmente

para la menos litúrgica fecha del 2 de abril de 1982, estaba prevista como una

invasión diplomática donde la condición sine qua non era no producirle bajas a

los Royal Marines apostados en la defensa de las islas ni a la población kelper.

25 Bolivia había perdido territorios e incluso su salida al océano en la llamada Guerra del Pacífico, que la enfrentó con Chile entre los años 1879 a 1884. 26 Traducción del latín: La suerte está echada. Frase atribuida al por entonces general romano Julio César al cruzar el río Rubicón, límite entre Italia y la Galia Cisalpina, provincia que el Senado romano le había asignado. Con esta decisión, dio comienzo a una larga guerra civil contra el emperador Pompeyo. Se utiliza como sinónimo de punto de no retorno.

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Zarpó la flota desde Puerto Belgrano y esta vez no hubo tormenta que la

detuviera, con la discreta compañía de un satélite espía de los Estados Unidos en

la estratosfera, fotografiando la navegación de los buques de guerra nacionales

hacia las Malvinas27. Los Lores del almirantazgo británico seguían la transmisión

en vivo con atención, mientras sonreían socarronamente y se frotaban las

manos. “Será un picnic”, vaticinó canchero John Sandy Woodward, comandante

en jefe de la agazapada Task Force británica.

Lo que no le dijeron es que no iban a ser bienvenidos al picnic.

Y que el costo humano y material que debió pagar daba más para una

cena en un restaurante de cinco estrellas Michelin, que para un picnic. También

Woodward, poco hábil para los oráculos, le faltó el respeto a sus compatriotas

muertos y heridos.

Según un informe confidencial de la Armada, el planificador del asalto

anfibio, vicealmirante Juan José Lombardo, ya conocía las Malvinas, aunque este

dato no figuraba en su currículum. En el año 1966 una operación secreta

desembarcó en las Malvinas. El submarino ARA Santiago del Estero, luego de un

ejercicio de rutina en las costas patagónicas, se desvió rumbo al sudeste con la

misión de desembarcar un grupo de comandos anfibios en las islas Malvinas, con

la misión de reconocer playas y lugares aptos para un desembarco. El por

entonces capitán Lombardo era uno de ellos. Una vez que la nave argentina

emergió, el grupo táctico abordó los botes de goma y al amanecer

desembarcaron en una playa desierta al sur de Puerto Stanley. En eso, un joven

y somnoliento kelper, quizás un marisquero o pescador, apareció de improviso

ante el asombro de los comandos argentinos, que le dieron a beber una cantidad

importante de whisky y lo dejaron ir. Raudamente, se subieron a los botes

neumáticos y regresaron al sumergible. Quién sabe lo que el isleño beodo le

contó a sus amigos, sin duda una historia alucinada de soldados emergiendo de

27 A sabiendas además de todos los satélites y servicios de inteligencia del mundo. El gobierno del Proceso estaba saliendo en vivo en su hora más gloriosa después del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978.

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las profundidades, pero tal vez no demasiado inverosímil para algunas mentes

febriles que sospechaban que los argies28 andaban merodeando.

Pero en 1982 la misión tenía destino de Cruzada de Fe, de punto de

inflexión en la complicada historia de las Islas Malvinas argentinas. El mundo era

el escenario, la nación levantada en armas reclamaba su momento y su lugar en

la historia, eso sí, de la mano de una dictadura sangrienta y corrupta que, al

contrario que el mito del rey Midas, denigraba todo lo que tocaba. La reconquista

estaba en marcha, y la Patria con los ojos vendados navegaba con la flota de

mar a treinta nudos de velocidad rumbo a las islas australes, para redimir la

ignominia y el despojo de los británicos, impunes desde 1833.

Finalmente el desembarco y ocupación de las islas irredentas se produjo el

2 de abril de 1982, sin ocasionar bajas ni heridos en la –curiosamente- escasa

guarnición militar británica, ni en la población isleña. Por el contrario, en una

acción heroica cae el capitán Pedro Edgardo Giachino, de la Infantería de Marina

argentina. Dos compañeros intentan socorrerlo y resultan gravemente heridos

también. Giachino muere desangrado al ser alcanzado por un balazo en la arteria

femoral, cuando lideraba el ataque a la casa del gobernador con el fin de exigir la

rendición de la plaza. La Argentina ya tiene su primer Héroe del siglo veinte.

Al fin y al cabo los argentinos éramos derechos y humanos y las Malvinas

eran nuestras.

Las fuerzas armadas argentinas trataron con suma delicadeza y

consideración a la población kelper, respetando sus propiedades y derechos, aún

sabiendo que ni por casualidad albergaban pensamientos o sentimientos

comunes. Con ellos fueron tolerantes y respetuosos, no así con los veinticinco

millones de argentinos del continente, sometidos a un duro y letal silencio de

persecuciones, secuestros y exilios. Más de un argentino de Villa Dominico, La

Paternal, Temperley o Ciudadela habrá sentido envidia de los isleños. Aún así, los

kelpers no les creyeron la impostura y colaboraron en todo lo que pudieron

28 Apodo despectivo por argentinos, dado por los británicos.

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suministrando en forma encubierta información vital a los ingleses y colocando

trampas explosivas en los galpones abandonados.

Habíamos caído en nuestra propia trampa de la historia: a principios del

siglo veinte, los argentinos quisimos ser ingleses, y a finales del mismo los

kelpers también querían serlo, y esa coincidencia incómoda nos hizo perder la

noción de lo que estábamos defendiendo.

La “Operación Rosario” fue un éxito militar rutilante de repercusión global.

Al fin se iba a enterar el mundo que un pueblo decidido no negocia su honor ni

su dignidad, y entonces dijo el general-presidente que “si quieren venir que

vengan, les presentaremos batalla”.

El 5 de abril, con el objetivo principal asegurado, el teniente Alfredo Astiz,

al mando de un grupo táctico de la Armada autodenominado “Los Lagartos”,

tomaron las islas Georgias. A Constantino Davidoff empezaban a no cerrarle las

cuentas.

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El traidor.

Permítanme hacer aquí una pequeña digresión en el relato para describir

la figura de quien fuera el arquetipo del militar argentino producto de la

represión ilegal. Merece que hablemos de él. Me refiero al tenebroso teniente de

navío y luego capitán de corbeta Alfredo Astiz.

En 1977 un grupo de familiares de detenidos desaparecidos comenzaron a

reunirse en la iglesia porteña de la Santa Cruz, en el barrio de Boedo, merced a

la cristiana y valiente colaboración de la comunidad religiosa de los Padres

Pasionistas. Las fundadoras de las que luego serían las Madres de Plaza de Mayo

se reunían a compartir su dolor y su incertidumbre, intentando encontrar un

rumbo común entre tanta muerte reinante, intentando encontrar la verdad de lo

que les pasó a sus hijas e hijos. No entendían por qué disentir, pensar y actuar

distinto eran sinónimo de muerte sin justicia. No podían comprender por qué les

secuestraron y mataron sus hijos sin juicio, sin defensa, sin explicación,

convirtiéndolos en mártires para siempre. Les costaba creer que estaban en

manos de los señores de la vida y de la muerte de la República Argentina, y

expuestos a sus deseos y vejámenes.

Alice Domon, Leónie Duquet e Ivonne Pierron, monjas misioneras

francesas, y Evelyn Lamartine, su madre superiora; Azucena Villaflor de Vincenti,

madre de desaparecidos, entre otros conforman el doliente grupo. Gustavo Niño,

hermano de una joven desaparecida, es también un asiduo participante de las

reuniones de las Madres y las Monjas. Con lágrimas en los ojos y la voz

entrecortada les contó cómo los parapoliciales habían secuestrado a su hermana,

militante de Montoneros, y que no sabía nada de su paradero ni qué hacer para

rescatarla. Las Madres, mujeres maduras y con el sufrimiento a flor de piel,

fueron conmovidas por el relato del joven en quien veían reflejados a sus propios

vástagos extraviados en los calabozos clandestinos. Nunca imaginaron que

estaban contemplando al enemigo, una criatura despreciable de la cual hubiese

renegado el mismísimo Lucifer: el infiltrado, el traidor, el ángel del infierno era

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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ese muchacho rubio y frágil, era Alfredo Astiz, teniente de la Armada, torturador

de la ESMA y, posteriormente, el más grande cobarde de la historia argentina.

Azucena, Alice y Leónie fueron delatadas y entregadas por el esbirro.

Ivonne pudo zafar para contarla. Las secuestraron seres imperdonables en la

puerta de la iglesia de la Santa Cruz profanando Tierra Santa, y luego de salvajes

torturas fueron arrojadas dopadas al Río de la Plata, en los macabros “vuelos de

la muerte”. Una joven sueca, Dagmar Hagelin, fue baleada por la espalda por el

ángel de la muerte en la localidad bonaerense de El Palomar. Astiz la cargó

herida en el baúl de su Falcon Verde y la llevó a su guarida en la ESMA, donde la

torturó hasta matarla. Hasta el día de hoy no se sabe, a ciencia cierta, el por qué

de su ejecución.

No hubo juicio ni defensa para los condenados. No sabemos por qué se los

pasó por las armas, no sabemos fehacientemente cuál fue el crimen que

cometieron. La presunción de delito no es delito; todo individuo es inocente

hasta que se demuestre que no lo es. En esa Argentina la pena de muerte era

moneda corriente, y la tortura una práctica demasiado frecuente que no reparaba

en principios elementales del derecho ni de la dignidad del hombre.

Pero la justicia de la naturaleza fue más fuerte que el odio, y el cadáver de

Leónie rompió las cadenas que ataban sus pies al lastre, y arrastrado por la

marea quedó varado en las costas bonaerenses… y permitió comenzar a

reconstruir el calvario.

Los reclamos internacionales para el esclarecimiento de estos asesinatos

(sobre todo de Francia y Suecia) resultaban urticantes para la Junta Militar. La

furia homicida y el fanatismo sádico de Astiz lo convirtieron en un sujeto

indeseable hasta para la propia Armada. El almirante Massera, para aquietar las

aguas, decidió sacarlo de circulación por un tiempo y lo envió como agregado

naval a la embajada argentina en la Sudáfrica del apartheid. Pero ni los pretores

del régimen racista lo toleraron. Detectada su presencia, fue devuelto a Buenos

Aires. De ahí lo mandaron al Centro Piloto de París, donde el gobierno francés y

los organismos de derechos humanos internacionales comenzaron a investigarlo

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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por los crímenes de las monjas francesas secuestradas en Buenos Aires;

entonces el joven oficial de la Armada debió regresar a su cueva de la ESMA, no

sin antes eliminar la molesta presencia de quien lo había descubierto en Francia,

la diplomática argentina Elena Holmberg, cuyo cadáver apareció flotando en el

Río Luján, en la localidad bonaerense de Tigre.

El Comando en Jefe de la Armada creyó encontrar la oportunidad para

canalizar la agresividad enferma del teniente, y le asignó un lugar en la primera

línea de combate de las tropas a desembarcar en la isla Nueva, en el canal de

Beagle, pero la meteorología primero y Juan Pablo II después le reprimieron el

instinto y no pudo matar a los odiados soldados chilenos. Hubo que esperar un

poco más para que la bestia suelta pudiera desatar su instinto, y entonces las

islas Georgias del Sur aparecieron en su mesiánico horizonte. Y el “Capitán

Picana” lideró el grupo “Los Lagartos” que coparon esas islas a sangre y fuego

días después del desembarco de sus compañeros en Malvinas (aunque no

mataron a ningún inglés, las bajas sólo fueron argentinas: tres muertos y siete

heridos).

Y entonces, como bestia que hubo satisfecho sus más bajos instintos, la

llama de Astiz se apagó. Toda la valentía demostrada para secuestrar, torturar,

traicionar y matar a personas desarmadas e indefensas, se le terminó al rendir

las islas Georgias el 25 de abril a sus admirados Royal Marines sin disparar un

solo tiro ni ofrecer la más mínima resistencia. Dicen que cumplió órdenes del

Comando en Jefe de la Armada, que prefirió una “rendición táctica” de las

Georgias como gesto hacia Inglaterra, para que de ese modo se aquietaran los

ánimos y no se produjera una escalada en el conflicto por las Malvinas.

“(El) Comandante de los efectivos destacados en Grytviken (Georgias del

Sur): Rindió su tropa al enemigo, sin efectuar la debida resistencia”. 29

Pero ese “muchacho” que usurpaba el uniforme de Brown, Espora, Storni

y Piedrabuena encarnaba la quintaesencia de la guerra contrarrevolucionaria.

Astiz fue el pus de un régimen infectado de muerte e intolerancia: el anti modelo, 29 Informe Rattenbach, Capítulo XII-Responsabilidades en otros niveles.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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lo que no debió ser, sin que ello signifique el más mínimo mérito. En el colmo de

su locura militante, Astiz llegó a enviarle un telegrama personal de felicitación a

Margaret Thatcher cuando asumió el gobierno del Reino Unido en 1979,

alabando los méritos de su consecuente lucha contra el comunismo y poco más

que poniéndose a su disposición para lo que guste mandar.

¿De dónde lo sacamos a este tipo?

¿Qué aberrante quimera lo parió?

Pese a todos los requerimientos de extradición de la justicia francesa y de

la justicia sueca, la bestia sigue suelta, aunque es una manera de decir. Antes de

quedar definitivamente preso en el penal de Marcos Paz, no podía salir a la calle

ni conducirse libremente sin que alguien lo reconociera y le hiciera difícil la vida,

y quizás esa sea la peor condena para los cobardes asesinos como él: una larga,

muy larga vida que le recuerde a cada rato el precio de su traición.

Y que nos recuerde, como sociedad enferma, lo que somos capaces de

procrear.

Al fin y al cabo los lagartos, simpáticos animales de la familia de los

reptiles, viven en los climas cálidos. Es natural que se hayan acobardado en las

gélidas islas Georgias del Sur.

Hasta para elegir el nombre se equivocaron.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO CUATRO

Horas desesperadas.

“Se tardan veinte o más años de paz para hacer a un hombre, y bastan

veinte segundos de guerra para destruirlo.”

Balduino I

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La cronología del conflicto del Atlántico Sur.

En este capítulo vamos a recordar aquellos días de 1982 que nos

conmovieron. A pesar de la distancia que inexorablemente fija el tiempo

transcurrido, esta cronología evoca las emociones vividas durante las semanas de

la guerra.

Parece perverso, frío y distante el análisis del tiempo, la crónica

desangelada de un hecho marcado a sangre y fuego, el pretender fraccionar el

sufrimiento humano y la tragedia de la guerra en días, horas, minutos…

Recordar es necesario, y frente a la alternativa del olvido buena es la

medicina de la memoria.

Estos fueron los hechos:

2 de abril: El desembarco. La Operación Rosario.

Las Fuerzas conjuntas argentinas ponen pie en las islas. El desembarco no

ocasiona bajas a los británicos ni a los kelpers. Sin embargo, se producen

enfrentamientos con la guardia de los Royal Marines, y la primera baja es en las

fuerzas argentinas; cae abatido por fuego enemigo el capitán de corbeta Pedro

Giachino, frente a la casa del gobernador de las islas. Gran Bretaña alerta a su

flota y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decide tratar la cuestión.

En Buenos Aires, la histórica Plaza de Mayo es testigo de un masivo acto popular

de adhesión a la recuperación de las Malvinas. El presidente Leopoldo Fortunato

Galtieri da un mensaje al país.

3 de abril: Se conforma la Task Force.

Oficialmente se informa que las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del

Sur están bajo la soberanía argentina. Londres advierte que se aplicarán

sanciones económicas y resuelve el envío de la Task Force (fuerza de tareas), en

acción punitiva hacia el Atlántico Sur. La Argentina sufre el primer revés

diplomático. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprueba la

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Resolución 502, que exige el inmediato retiro de las tropas argentinas de las islas

y la iniciación de negociaciones diplomáticas. Votan a favor de la resolución:

Estados Unidos de América, Francia, Guyana, Irlanda, Japón, Jordania, Togo,

Uganda, Zaire, y Gran Bretaña. Se abstuvieron: Unión Soviética, China, Polonia y

España. En contra sólo votó Panamá. El general de división Mario Benjamín

Menéndez es nombrado gobernador militar de las Islas Malvinas y se pide una

sesión extraordinaria de la OEA.

4 al 5 de abril: La Ocupación de las islas Georgias del Sur.

Fuerzas argentinas ocupan las islas Georgias y se anuncia oficialmente el

hecho. En los combates se producen tres bajas en las fuerzas nacionales. No

muere ningún inglés. Hay tres bajas en las fuerzas nacionales y siete heridos.

5 de abril: Solidaridad peruana.

La acción argentina provoca la renuncia del canciller inglés, Lord

Carrington. La escuadra británica parte de su apostadero en Portsmouth hacia su

primera escala en la isla Ascensión, en medio del Atlántico. La Comunidad

Económica Europea respalda la decisión inglesa de aplicar sanciones económicas

a la Argentina, y Perú define su posición decidida a favor de la Argentina.

6 de Abril: Alexander Haig y Nicanor Costa Méndez.

Designado por el presidente estadounidense Ronald Reagan para

interceder en el conflicto, el general Alexander Haig, Secretario de Estado

norteamericano, conferencia con el canciller argentino, Nicanor Costa Méndez,

en Washington.

7 de abril: Bloqueo y convocatoria.

Viaja Haig a Londres, y los ingleses disponen el bloqueo aeronaval de 200

millas alrededor de las Malvinas. La Argentina convoca a sus tropas de reserva y

Costa Méndez regresa a Buenos Aires.

8 de abril: Intransigencia.

Alexander Haig se entrevista con Margaret Thatcher, quien se muestra

intransigente a cualquier propuesta de negociación. Argentina establece un

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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puente aéreo para aprovisionar a las tropas destacadas en las Malvinas y que se

mantuvo activo hasta la finalización del conflicto, pese a los ataques británicos.

Se anuncia que la fuerza naval inglesa navega a la altura de las Islas Azores. En

la isla Ascensión, cedida por Estados Unidos, los ingleses realizan maniobras y se

entrenan mientras reúnen la flota y planifican la recuperación del archipiélago.

10 de abril: Haig con Galtieri.

El presidente Galtieri mantiene una reunión con Haig, recién llegado de

Londres, mientras tanto se lleva a cabo otra manifestación popular de apoyo a la

recuperación de las Islas Malvinas. Galtieri, desde los balcones de la Casa

Rosada, dirige la palabra a los manifestantes, pronunciando la tristemente

célebre bravata “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”,

pretendiendo impresionar al emisario de Reagan, quien luego de la guerra

declaró que la plaza llena y enfervorizada le recordó más al fascismo de Mussolini

que a una expresión de júbilo y apoyo popular a una causa justa. Si Haig

abrigaba alguna duda acerca de a qué lado debía apoyar su país en el conflicto,

ese acto en la Plaza de Mayo y las palabras del presidente argentino terminaron

por despejarlas definitivamente. El gobierno argentino hacía alarde de su

desconocimiento y sensibilización sobre la historia y la política internacional.

11 de abril: No a la solución y reflexión papal.

Mientras se anuncia que las conversaciones no han llegado a solución

alguna, el Papa Juan Pablo II exhorta a ambos países a deponer actitudes

extremas. Haig regresa a Londres. Costa Méndez afirma que el diálogo prosigue.

12 de abril: Bloqueo.

Desde Londres, Haig se comunica telefónicamente con Costa Méndez para

decirle que la posición de Gran Bretaña es irreductible. De madrugada, las naves

de la Task Force bloquean las islas, en tanto que la Flota de Mar argentina

permanece en sus apostaderos.

14 de abril: Posible salida.

Mientras Galtieri comunica telefónicamente a Reagan que existe

disposición para encontrar una salida pacífica, Haig regresa a Buenos Aires desde

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Londres. Allí, la postura belicista de Thatcher recibe el respaldo de la Cámara de

los Comunes.

17 de abril: Más conversaciones.

Entre tanto, en Buenos Aires prosiguen las conversaciones entre Haig y

autoridades nacionales, sin conclusión positiva.

19 de abril: El T.I.A.R.

Para presionar a los Estados Unidos, Costa Méndez anuncia el pedido de

aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (T.I.A.R.) ante la

OEA y Haig, preocupado por esa decisión, regresa a Washington.

20 de abril: Los cancilleres.

Por 18 votos a favor y 3 abstenciones logra la Argentina la convocatoria

para una reunión de cancilleres americanos.

22 de abril: Visita e inspección.

Galtieri, acompañado por el general Cristino Nicolaides, procede a

inspeccionar las tropas acantonadas en Malvinas. Mientras sobrevolaba Malvinas

en helicóptero dijo: “Qué grandes son las islas… ¿Vendrán los ingleses?” No

volvió a visitar las islas durante el resto del conflicto. Hasta último momento la

conducción político-militar argentina creyó que los ingleses descartarían la opción

militar para recuperar el archipiélago y que la solución sería por la vía diplomática

favorable a la Argentina; basados en esto, no tomaron las previsiones lógicas

necesarias para la eficaz defensa militar del territorio recuperado, ni trazaron

planes de contingencia. Los ingleses aceleraban su adiestramiento militar a bordo

de los barcos.

25 de abril: Ataques británicos.

Marinos británicos retoman el control en las islas Georgias del Sur. Son

capturados 190 prisioneros. Debido a las condiciones meteorológicas se

accidentaron dos helicópteros Wessex británicos. El teniente de navío Alfredo

Astiz, al mando de los efectivos, firma la rendición sin haber opuesto resistencia.

La Junta Militar argentina cree que las Georgias serán la moneda de cambio para

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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salvar el honor inglés y quedar a mano. Aunque siguen descreyendo que pueda

producirse un ataque inglés a Malvinas, toman algunos recaudos tardíos.

26 de abril: La respuesta.

“Hasta la última capacidad defensiva estará dispuesta para el combate”,

informa la Junta Militar. Más una expresión de deseos que una realidad.

30 de abril: Los hostiles.

Las autoridades argentinas disponen que las aeronaves y buques

británicos sean considerados hostiles dentro de todo el territorio nacional. En

forma accidental, en Caleta Olivia (provincia de Santa Cruz) cae un helicóptero

del Ejército Argentino, donde perecen 10 militares. Se encontraban en una misión

clasificada de detección de comandos ingleses que operaban infiltrados en el

continente. Más tarde, un grupo del SAS30 británico fue capturado y trasladado a

Comodoro Rivadavia (Chubut). La guerra corría serio riesgo de extenderse hacia

el continente.

1o de mayo: Primer ataque aéreo.

Las dudas originales de la Junta Militar se esfuman. Comienzan a

conocerse, a través de informes del Estado Mayor Conjunto, las acciones bélicas

en el Atlántico Sur. Los británicos lanzan ataques para sondear las defensas

argentinas. La aviación ataca en cuatro ocasiones a Puerto Argentino con aviones

Harrier, Sea Harrier y Vulcan; al tiempo que helicópteros artillados operan contra

Puerto Darwin. Desde las fragatas, los británicos cañonean Puerto Argentino. Los

intentos de desembarco de comandos SAS y SBS fueron rechazados por fuerzas

argentinas. Una fragata inglesa resulta averiada y cinco aviones Harrier

destruidos: caro el precio para una operación exploratoria. En el continente, la

clase 1961 es convocada. El presidente Galtieri, en un discurso dirigido al país,

recalca que la Argentina "responderá al ataque". El combate ha comenzado, no

obstante la ausencia de una declaración formal de guerra; por lo que el episodio

comienza a nombrarse como “conflicto bélico”.

30 El SAS (Special Air Service, comandos) y el SBS (Special Boat Service, buzos tácticos), constituyen los cuerpos de élite de las fuerzas británicas.

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2 de mayo: El hundimiento del crucero General Belgrano.

Quizás el hecho de mayor significancia de todo el conflicto. Fuera de la

zona de exclusión de 200 millas declarada por los británicos, el submarino

atómico inglés Conqueror hunde al crucero ARA General Belgrano, dejando un

saldo de 323 víctimas entre desaparecidos y muertos. El aviso ARA Sobral,

también atacado, informa que varios de sus tripulantes murieron. Posteriormente

se informó que fueron ocho, entre ellos el capitán de la nave.

4 de mayo: Hundimiento del Sheffield.

Nuevas incursiones aéreas de los ingleses sobre Puerto Argentino y Puerto

Darwin. Los aviones navales argentinos Super Etendard, equipados con misiles

Exocet MM38, atacan y hunden al destructor inglés HMS Sheffield, dejando un

saldo de 20 marinos muertos. Un avión Sea Harrier es derribado por las baterías

antiaéreas en Goose Green.

5 de mayo: Condena.

Ante el fracaso de la misión Haig, el delegado argentino ante las Naciones

Unidas, Eduardo Rocca, condena severamente a los Estados Unidos por su

ostensible apoyo a Gran Bretaña. Tarde y mal el gobierno argentino comprueba

lo que era un secreto a voces. Haber creído en un apoyo estadounidense en

contra de Gran Bretaña constituyó un error estratégico imperdonable. Se acepta

la intervención del supremo organismo internacional como mediador. La posición

argentina queda más aislada que nunca.

6 de mayo: Paso previo.

La ONU propone, como paso previo a la iniciación de las conversaciones,

el retiro de las fuerzas de ambos países del archipiélago. Al día siguiente Londres

extiende el bloqueo naval hasta sólo 12 millas del litoral marítimo argentino,

apostando submarinos nucleares en la zona.

9 de mayo: Hundimiento del Narwall.

Es hundido el pesquero argentino Narwall por la aviación inglesa quienes,

en una actitud reñida con las normas humanitarias, también atacaron con

cohetes y ametrallaron a las balsas de salvamento. El Narwall se encontraba

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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realizando tareas de rescate de un piloto de la Fuerza Aérea eyectado sobre el

estrecho de San Carlos. El ataque deja como saldo un muerto y más de una

decena de heridos.

10 de mayo: Exclusión.

Gran Bretaña decreta una zona de exclusión aérea alrededor de la isla

Ascensión, equivalente a 100 millas náuticas. Esta isla y su importante base

aérea de Wideawake fueron facilitadas por los Estados Unidos para las

operaciones de la Task Force británica.

12 de mayo: Los gurkhas.

Desde Southampton parten, a bordo del transatlántico Queen Elizabeth,

3.000 soldados británicos hacia el teatro de operaciones, entre ellos un

regimiento de fusileros nepaleses gurkhas. Muchos mitos tenebrosos y una

importante acción psicológica se tejieron alrededor de estos soldados. Se decía

que eran mercenarios sangrientos, crueles y antropófagos. Luego de la guerra,

testimonios de los mismos comandantes británicos confirmaron que los gurkhas

nunca entraron en combate con las fuerzas argentinas, sino que actuaron como

fuerza de apoyo. Incluso en la década de los noventa, argentinos y gurkhas

compartieron destinos con las fuerzas de paz de la ONU en los Balcanes. Aviones

argentinos causan averías a dos fragatas, con pérdidas de dos máquinas, y

derriban un helicóptero inglés.

14 de mayo: Regreso.

Llegan a Buenos Aires los 189 argentinos capturados en las Georgias,

entre ellos, los trabajadores de Davidoff.

15 de mayo: Ataque a la Gran Malvina.

Embarcaciones británicas cañonean Puerto Calderón, isla de Borbón (Gran

Malvina), afectando a 10 aviones Pucará destacados en el aeródromo local.

16 de mayo: Acción aérea.

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Como consecuencia del ataque aéreo británico a buques mercantes

argentinos, resulta hundido el Río Carcarañá y averiado el Bahía Buen Suceso, al

tiempo que se producen nuevos bombardeos sobre la Isla Soledad.

17 de mayo: Continúa la presión internacional.

La Comunidad Económica Europea renueva por una semana más las

sanciones económicas a la República Argentina. Una enérgica comunicación

telefónica de Margaret Thatcher con el presidente de Francia, Francois

Mitterrand, obliga a ese país a suspender la entrega de una partida pendiente de

misiles MM38 Exocet a la Argentina.

19 de mayo: Misa concelebrada.

Mientras los ingleses persisten en el hostigamiento aéreo y con unidades

de superficie, en Roma el Sumo Pontífice convoca a cardenales argentinos y

británicos a concelebrar una misa por la paz.

20 de mayo: Fracasos.

Javier Pérez de Cuellar, Secretario General de la ONU, anuncia que sus

gestiones en favor de la paz resultaron inútiles. El presidente peruano Fernando

Belaúnde Terry, retomando la postura de las misiones de Alexander Haig,

presenta una propuesta, que también fracasa. La Argentina continúa perdiendo

las batallas contra la diplomacia de la Corona Británica. Un helicóptero Sea King

de la marina británica que transportaba un equipo del SAS en misión secreta, se

estrella cerca de Punta Arenas, Chile. Era su objetivo atacar la base aérea de Río

Grande, desde donde operaban los aviones Super Etendard argentinos, pero se

extraviaron por las malas condiciones meteorológicas y debieron aterrizar por

averías en un bosque. Destruyeron el helicóptero en tierra y se replegaron a pie

hasta la base chilena sin sufrir bajas. El hecho tomó estado público y despejó las

dudas que la Junta Militar argentina tenía sobre el apoyo del gobierno del general

Pinochet a Margaret Thatcher.

21 de mayo: Cabecera de Playa.

Luego de sufrir daños de magnitud en cuatro fragatas y el hundimiento de

la HMS Ardent (que ocasionó 22 muertos), perder 3 aviones Harrier y 4

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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helicópteros, los británicos logran establecer una cabecera de playa en Puerto

San Carlos y alrededores, logrando finalmente hacer pie sobre las Islas Malvinas.

El lugar elegido para el desembarco no había sido previsto por el comando militar

argentino. La resistencia heroica de una pequeña compañía de infantería y el

accionar de la Fuerza Aérea no pudo parar el masivo avance de los infantes de

marina ingleses. La acción psicológica oficial sobre el precario entrenamiento y

falta de actitud de los británicos comienza a languidecer. Las tropas de la OTAN

enviadas al Atlántico Sur venían de participar de un ejercicio en Noruega, por lo

que estaban perfectamente adaptados al frío y la nieve. Sin embargo la principal

dificultad radicó en las condiciones del terreno y la meteorología inclemente de

las Malvinas. Es el comienzo del fin de la guerra.

22 de mayo: Bajas aéreas.

Es abatido un Harrier en las cercanías de Puerto Darwin. El general Julian

Thompson, comandante del desembarco británico, comienza a planificar los

avances de sus tropas sobre Darwin/Pradera del Ganso hacia el sur, y Puerto

Argentino hacia el este.

23 de mayo: Ataque argentino.

Renovados ataques aéreos, con un avión argentino derribado y con

pérdidas navales para los ingleses.

24 de mayo: Bajas navales británicas.

Es hundida la fragata británica HMS Argonaut. Muere un suboficial experto

en explosivos al intentar desactivar una bomba que había quedado sin explotar

dentro de la fragata HMS Antelope. Sus 175 tripulantes abandonan la

embarcación.

25 de mayo: A suerte y verdad en el Día de la Patria.

Aviones argentinos averían 3 fragatas misilísticas y al transporte pesado

Atlantic Conveyor, que se hunde 6 días después con un saldo de 12 muertos y

varios helicópteros de transporte en sus bodegas (esto significó que a partir de

ese momento las tropas inglesas debieron avanzar a pie). Es bombardeado el

destructor HMS Coventry (gemelo y más moderno que el Sheffield) y mueren 19

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marinos británicos. La aviación inglesa ataca Puerto Argentino, y pierde 3 aviones

Harrier por el preciso fuego antiaéreo de las defensas nacionales.

27 de mayo: Go home.

Regresan a Inglaterra los 263 sobrevivientes del HMS Sheffield.

28 de mayo: Reclamo papal y avance inglés.

Durante su visita a Londres, Juan Pablo II formula un encendido reclamo

por una paz justa y honrosa. Mientras tanto, las tropas inglesas son engrosadas

con nuevos contingentes; cuatro regimientos con un total de 3.800 hombres

avanzan hacia el istmo de Darwin y Pradera del Ganso, donde va a producirse el

combate de infantería más largo y sangriento del conflicto. Por otra parte,

durante una Reunión del TIAR quedó aprobada una resolución favorable a la

posición argentina.

29 de mayo: Derrota en Darwin.

Ante la superioridad numérica del enemigo y para evitar mayores muertes,

la guarnición argentina de Puerto Darwin capitula luego de más de 24 horas de

heroica resistencia. Los ingleses nunca reconocieron la cantidad de bajas reales

que tuvieron en ese combate, que se estima en un par de cientos, entre ellos su

comandante, teniente coronel Jones. Ya nada los detiene para avanzar hacia

Puerto Argentino. El cerco sobre las fuerzas argentinas comienza a cerrarse.

30 de mayo: Ataque al corazón de la flota.

Se informa que la aviación argentina, después de un intenso operativo

consigue averiar al portaaviones HMS Invincible. Londres no confirmó nunca la

información.

31 de mayo: Hundimiento del Atlantic Conveyor.

Dos aviones A4-Skyhawk argentinos son derribados por los misiles

antiaéreos de las fragatas británicas. Termina de hundirse el Atlantic Conveyor,

alcanzado el 25 de mayo por un misil Exocet.

2 de junio: Combates, resolución y fracaso.

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Las gestiones de paz de la ONU volvieron a fracasar. Avanzadas británicas

se encuentran a sólo 20 kilómetros de Puerto Argentino y el Consejo de

Seguridad de la Naciones Unidas aprueba la resolución 505, que designa

mediador a Pérez de Cuellar. Tropas británicas toman el monte Kent, en las

cercanías de Puerto Argentino. En las primeras líneas de combate, la lucha es

cuerpo a cuerpo.

3 de junio: Con los No Alineados.

En la Habana, ante los representantes de los Países No Alineados, el

canciller Costa Méndez pronuncia un discurso. La diplomacia argentina, en busca

de apoyo, intenta un giro desesperado en su posición. La foto del abrazo de

Costa Méndez con el presidente cubano Fidel Castro recorre el mundo. El

presidente de Libia, coronel Muammar Khaddafi, expresa su apoyo a la

Argentina. La Junta Militar, de ideología profundamente anticomunista, está

desorientada. Algunos analistas temen una escalada del conflicto a nivel mundial

por la posible aunque indirecta intervención soviética.

4 de junio: Veto.

Un nuevo proyecto de cese del fuego es vetado en las Naciones Unidas

por los Estados Unidos y Gran Bretaña. En las islas, se libran combates sin

cuartel.

8 de junio: Desembarco rechazado.

La Fuerza Aérea Argentina rechaza un nuevo intento de desembarco inglés

en Fitz Roy y Bahía Agradable, al sur de la capital de las islas. Son hundidos la

fragata HMS Plymouth y los transportes de tropas HMS Sir Galahad y HMS Sir

Tristram, produciéndose graves bajas humanas e importantes pérdidas

materiales para las fuerzas británicas.

11 de junio: Llega el Papa.

Juan Pablo II llega a la Argentina en medio de una fervorosa

manifestación, para orar por la paz. Regresa a Southampton el Queen Elizabeth

II transportando a 700 sobrevivientes de los hundidos HMS Coventry, HMS

Ardent y HMS Antelope.

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12 de junio: Ataque al Glamorgan. Repliegue desesperado.

Mediante el uso de la I.T.B.31, producto innovador del ingenio criollo, es

alcanzado con un misil Exocet el destructor HMS Glamorgan. Las tropas inglesas

avanzan hacia Puerto Argentino en búsqueda de la batalla final, tomando 400

prisioneros. Las tropas argentinas comienzan el desesperado y caótico repliegue

hacia la capital, en medio del fuego cruzado de las artillerías de campaña y con

los ingleses pisándoles los talones. En los cerros que rodean a la capital la lucha

es sangrienta y a bayoneta calada, dejando numerosos muertos y heridos en

ambos bandos.

13 de junio: La caída.

Las fuerzas británicas penetran el dispositivo de defensa argentino.

14 de junio: Alto el fuego.

Entre los generales Jeremy Moore (comandante de las fuerzas terrestres

británicas), y Mario Benjamín Menéndez (gobernador militar de las Islas

Malvinas), se acuerda el alto al fuego y la consiguiente rendición. En Buenos

Aires, al tomar conocimiento de los hechos, en horas de la noche se realiza una

manifestación en rechazo a la rendición, que fue brutalmente reprimida por la

policía.

La guerra terminó. Todos los soldados argentinos sobrevivientes son

tomados prisioneros y enviados por tandas al continente.

La dictadura militar argentina vive sus horas finales.-

31 La I.T.B. (Instalación de Tiro “Berreta”), fue una invención del ingenio nacional con la que se logró disparar un misil Exocet MM38 desde un chasis de camión. En una operación conjunta entre ingenieros de la Armada especialistas en sistemas y los operadores de radar de tiro de la artillería del Ejército, se consiguió alcanzar con éxito y poner fuera de combate al HMS Glamorgan, que cañoneaba todas las noches las posiciones argentinas próximas a Puerto Argentino. El misil naval, en un hecho sin precedentes, fue disparado desde tierra, demostrando una vez más la versatilidad y formidables prestaciones del arma de origen francés.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO CINCO

Los hechos bélicos más salientes.

“Dulce es la guerra para quienes no la han vivido…”

Erasmo de Rotterdam

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Comentario previo.

Para ilustrar este tramo de la historia elegí en forma muy parcial aquellos

hechos que a mi juicio fueron claves en el desarrollo del conflicto, por su

importancia intrínseca y también por su trascendencia. No quiere decir esto que

otros episodios bélicos no fueran dignos de ser relatados, pero en honor a la

síntesis y en atención a que ya existe abundante bibliografía al respecto, decidí

realizar esta selección de la que cada uno podrá extraer sus propias

conclusiones.

Los desembarcos ingleses.

Un cálculo estimado indica que aún hoy existen 25.000 minas

antipersonales enterradas en las islas. Muchas de ellas se encuentran en las

playas cercanas a la capital y fueron colocadas por las fuerzas argentinas

previendo un desembarco inglés en la zona aledaña a Puerto Argentino y al

aeropuerto. Luego la historia se encargó de demostrar lo fallido del argumento:

los británicos ni siquiera intentaron desembarcar en aquel lugar, previendo ser

fuertemente repelidos por las sólidas defensas argentinas. El desconocimiento y

la falta de un plan previsible sobre los eventuales sitios del desembarco inglés

significaron, en la práctica, ceder la iniciativa de la guerra a los británicos (el

“factor sorpresa” jugaba a su favor). Fue otro de los errores grotescos de la

estrategia militar argentina.

Años después de la guerra, la Argentina le ofreció a Gran Bretaña hacerse

cargo de la remoción de los campos minados. La iniciativa no fue aceptada y las

minas siguen ahí, inestables, dispuestas a estallar ante la más leve presión. Ellos

decidieron dejarlas tal vez como recordatorio de lo que fue la guerra, o como

prevención ante futuros intentos de ataque. Cada vez que los kelpers pasan por

la zona minada, se acuerdan de nosotros…

Entre el 21 y el 22 de mayo las tropas del Reino Unido pudieron tocar

tierra sobre el estrecho de San Carlos, al oeste de Puerto Argentino, cuyos

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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abruptos fiordos les brindaban protección natural contra los temidos ataques de

la aviación argentina; allí establecieron varias cabeceras de playa, trasladando

hombres y suministros. Al general Julian Thompson le habían ordenado asegurar

el desembarco de los infantes de marina y luego lanzar un ataque

helitransportado hacia la capital de las islas. La cosa iba bien, no habían

encontrado resistencia importante de las tropas terrestres argentinas, solo

preocupaba la molesta y letal Fuerza Aérea. Pero el día 25 de mayo sus planes

sufrieron un duro revés: el bombardeo aéreo y posterior hundimiento del

transporte Atlantic Conveyor con 10 helicópteros en sus bodegas dejaba a los

Royal Marines sin transporte. La única opción era marchar a pie, acarreando sus

pesados equipos… y así lo hicieron. Una columna se dirigió al sur, hacia el istmo

de Darwin y Pradera del Ganso (distante unos 30 kilómetros de San Carlos); y la

otra, hacia el este, a recorrer paso a paso los casi 90 kilómetros de turba y

pedregales entre la cabecera de playa y la capital de las islas. La guerra,

notaban, iba a ser más larga que lo previsto. Lluvia, viento, frío, barro y un

terreno intransitable serían en adelante su desafío cotidiano. Padecieron similares

vicisitudes que nuestros soldados: por la carencia de transporte sus

abastecimientos fueron esporádicos, y sus armas y equipos no fueron del todo

adecuados. La principal diferencia radicó en su mejor respuesta física y psíquica,

en función de que se trataba de combatientes profesionales aclimatados y

entrenados por la OTAN en las duras condiciones del Círculo Polar Ártico.

A medida que avanzaban los británicos se intensificaban los combates. La

infantería argentina, a puro coraje, se batió contra un enemigo que rápidamente

tomó nota de la alta exigencia a la que se vería sometido. No se trataba de un

paseo, como creían algunos ingleses.

Días más tarde los ingleses intentaron un segundo desembarco, el 8 de

junio, en Fitz Roy/Bahía Agradable (al este de Darwin y sur de la capital isleña), y

allí la Fuerza Aérea Argentina les tiró con todo lo que tenía a su alcance,

destruyendo dos buques logísticos de desembarco (el HMS Sir Galahad y el HMS

Sir Tristram) y averiando seriamente una fragata (la HMS Plymouth). En el

ataque fueron derribados y perdieron la vida tres pilotos argentinos: el primer

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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teniente Jorge Vazquez, el teniente Juan Arrarás y el primer teniente Danilo

Bolzán. Las bajas británicas fueron cuantiosas, aunque Londres las minimizó. Una

versión posterior indicó que esta maniobra británica (que pretendía avanzar en

un movimiento de pinzas desde San Carlos, al oeste, y Fitz Roy, al sur, hacia

Puerto Argentino) fue realizada por los comandos británicos combatientes en

Darwin/Pradera del Ganso a espaldas del alto mando. El elevado costo humano y

material no justificó la iniciativa, sino que más bien dejó a la fuerza

expedicionaria británica al borde del colapso logístico, obligando a las tropas

terrestres que marchaban desde San Carlos a intensificar su avance sobre la

capital y forzar un rápido desenlace, ya sea la victoria o un virtual empate. De no

realizar ese esfuerzo superior el conflicto corría el riesgo de estancarse, dado que

ambos bandos comenzaban a sentir el desgaste y el agravamiento de los

problemas logísticos. Las condiciones meteorológicas complicaban aún más el

panorama. El incipiente invierno malvinero hacía sentir todo su rigor; el cielo

nublado perpetuo, la niebla y la nieve impedían la llegada de aeronaves con

suministros vitales.

En ese contexto prevalecería el bando que tuviera mayor disciplina, mejor

entrenamiento y fuerza de voluntad para alcanzar la victoria. Fue en estos

aspectos, y no en el equipamiento, donde radicó la principal diferencia entre los

ejércitos rivales.

Istmo de Darwin y Pradera del Ganso.

Acaso la batalla más sangrienta…

¿Por qué los ingleses avanzaron hacia Darwin, al sur de la isla Soledad,

alejándose en principio del objetivo táctico principal que era Puerto Argentino?

Existen por lo menos dos versiones.

Darwin es un pequeño asentamiento ubicado en el centro de la isla

Soledad, sobre un istmo que asegura la comunicación terrestre vinculando el

norte con el sur. Hay también una profunda bahía hacia el este (Chausseau

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Sound), y una gran entrada de agua, el brazo Brenton, hacia el oeste. Los

alrededores están dominados por una verde y suave ondulación del terreno, la

Pradera del Ganso (Goose Green), llamada así por la gran cantidad de estas aves

que habitan en el lugar.

Darwin era el lugar de asiento de la “Agrupación Litoral”, comandada por

el general Omar Parada, e integrada por efectivos del Regimiento de Infantería

12 de Mercedes (Corrientes), luego reforzados por una sección del Regimiento de

Infantería 25 de Sarmiento (Chubut); y de la guarnición “Cóndor” de la Fuerza

Aérea, que contaba con un importante destacamento de tropas de tierra, y un

aeródromo desde donde operaban los aviones IA58 Pucará.

Al poco tiempo del desembarco en San Carlos, el avance inglés se atascó

por los mencionados problemas logísticos. Retroceder y volver a los barcos no

estaba en sus planes. La impaciencia de Londres por obtener resultados obligó al

comando británico en Malvinas a tomar una decisión. Si el avance hacia la capital

(Puerto Argentino) no era posible, debían entonces avanzar hacia el sur, hacia

Darwin, y tomar la posición, a fin de obtener una victoria resonante que el

gobierno británico pudiera ofrecer a la población a través de los medios de

comunicación, y calmar los cada vez más alterados ánimos políticos (sobre todo

en el opositor partido laborista).

Otra versión de los hechos, más parecida al “diario del lunes”, indica que

la toma de Darwin fue planeada como un importante objetivo estratégico, cuyo

logro significó obtener la tranquilidad necesaria para avanzar sobre Puerto

Argentino, sin dejar fuerzas enemigas detrás que amenazaran con un virtual

contraataque y jaquearan el éxito de la operación final. Es bien conocido, a

través del testimonio de los protagonistas, el temor y el respeto que inspiraba la

Fuerza Aérea Argentina a los soldados británicos, y el hecho de dejar operativo el

aeródromo de Darwin –aunque limitado- no era una opción atractiva. Asimismo

la importante dotación de infantería argentina implicaba una potencial y seria

amenaza que debía ser desactivada. Los ingleses tenían que terminar la guerra el

14 de junio, ésa era su deadline, de otro modo el almirante Woodward debía

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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embarcar a las tropas de tierra y zarpar para reabastecerse en algún puerto

amigo (Ascensión, Sudáfrica). Esta información se conoció después de la guerra,

revelada por los propios comandantes ingleses. El alto mando argentino no tenía

ni idea; conocerlas quizás hubiese sido determinante en el desenlace de la

contienda. La carencia de acciones efectivas de inteligencia fue otro error

grotesco de la conducción de las fuerzas vernáculas.

De uno u otro modo, y más allá de las interpretaciones, los británicos

obtuvieron una importante y útil victoria en el campo militar y político que

significó el principio del fin de la guerra, aunque a un precio en vidas y materiales

mucho más alto que el originalmente previsto.

La batalla por Darwin y Pradera del Ganso fue la que más vidas humanas

se cobró (en ambos bandos). Una compañía de 120 paracaidistas ingleses (el 2

Para) avanzaba a campo abierto. Detrás venían los refuerzos con artillería de

campaña y cuatro compañías más, totalizando 480 efectivos. Los esperaban

1.000 argentinos bien establecidos en sus fortificaciones, más otros 200 efectivos

de la Base Aérea Militar (BAM) “Cóndor” y varios aviones Pucará. Y un

enfrentamiento que a priori parecía favorable a las fuerzas nacionales terminó en

derrota. ¿Cómo se explica?

En la madrugada del 28 de mayo los ingleses iniciaron el ataque. El

comentario general era que tomarían Darwin y Pradera del Ganso justo para el

desayuno…

El apoyo de fuego naval y aéreo con que contaron los británicos era

formidable. Una lluvia de bombas caía sin cesar sobre las posiciones argentinas,

mientras los paracaidistas avanzaban. Sin embargo, se les oponía una feroz

resistencia. Ni bien cesaban parcialmente los bombardeos, el contraataque

argentino con sus armas livianas y pesadas tirando a pleno obligaba a los

invasores a pegar la cara contra el suelo y esperar. Muchos ingleses cayeron

durante el asedio a la guarnición. El desayuno iba a demorarse.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Cuando el combate parecía que se estancaba y la sangre teñía la turba

cada vez más intensamente, un inglés que agitaba su casco al tiempo que

levantaba su fusil con la otra mano asomó entre las tropas británicas. ¡Los

ingleses solicitaban una tregua! Un jefe del 2 Para y su asistente se acercaron

hasta el centro del campo de batalla, un jefe argentino lo imitó.

“- Señor, es mi deber ofrecerle la posibilidad de rendirse y entregar la

plaza, antes de que se sigan perdiendo más vidas…”, dijo el británico.

“- ¡¿Cómo?! ¡Yo creí que era usted el que venía a rendirse…!” El

subteniente Gómez Centurión no daba crédito a lo que estaba escuchando.

Sin embargo, cuando miró alrededor, detectó el movimiento de los

paracaidistas ingleses que sigilosamente avanzaban hacia el flanco izquierdo de

la posición argentina, violando la tregua para tomar mejor ubicación. Regresó a

la carrera a su puesto mientras ordenaba abrir fuego, al tiempo que uno de los

oficiales ingleses con el que había parlamentado caía abatido por las balas

argentinas.

El combate se reanudó con más intensidad, el fuego de los cañones de las

fragatas apostadas en el brazo Brenton y las bombas de los aviones Harrier y Sea

Harrier volvieron a castigar a las posiciones argentinas. Durante el breve tiempo

que duró la conversación, los ingleses habían aprovechado para avanzar y

posicionarse más favorablemente con sus lanzadores portátiles de misiles Milan:

originalmente diseñados para destruir tanques y vehículos blindados, lo probaron

con éxito contra nidos de ametralladoras pesadas y pozos de zorro. El resultado

fue devastador.

El campo de batalla, una escena infernal con decenas de cuerpos

destrozados y mutilados… Entre los muertos, el teniente coronel Herbert “H”

Jones, comandante de las fuerzas británicas y su oficial de mayor rango caído en

combate. Jones fue acribillado por un nido de ametralladoras cuando lideraba,

con exceso de confianza, el ataque de su unidad. Lo traicionó el temperamento y

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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pagó con su vida. Tuvo que reemplazarlo el segundo al mando, mayor Chris

Keeble.

Ante semejante asedio y superioridad de fuego, el teniente coronel Ítalo

Piaggi, jefe de la guarnición Darwin (el general Parada permaneció en Puerto

Argentino) decidió rendirse. Las fuerzas argentinas estaban al límite de agotar su

munición: al contrario que los ingleses y sus pocos pero eficientes helicópteros

de transporte, las tropas nacionales jamás pudieron ser reabastecidas,

manteniéndose estáticas en sus posiciones. Los británicos dominaban el aire, el

mar y ahora también la tierra.

Hasta el día de hoy existe la polémica sobre fusilamientos y ejecuciones de

soldados argentinos por parte de los británicos luego de finalizada la batalla. El

alto número de bajas hace presumir lo anterior. Si bien es cierto que los

bombardeos navales y aéreos fueron feroces ocasionando la muerte de gran

cantidad de compatriotas, el grado de exaltación de los paracaidistas por el alto

costo en vidas del combate (entre ellos su comandante) bien pudo disparar

sentimientos de revancha. Los cuerpos mutilados por las esquirlas de bombas y

misiles generaron el mito de los “gurkhas come hombres”, que se difundió

rápidamente por toda la isla causando terror… aunque este escuadrón de

Guardias Nepaleses cumplió en Malvinas tareas de apoyo, sin entrar nunca en

combate.

La guarnición argentina de Darwin cayó el 30 de mayo, luego de casi dos

días de cruentos combates a puro coraje y sapucai.

BAM “Cóndor” (Pradera del Ganso).

Un bombardeo aéreo a cargo de los Harriers y Sea Harriers destruyó la

dotación de aviones Pucará argentinos que se hallaban en la pista de Darwin

prestos a despegar en una misión, sin darles siquiera oportunidad de defenderse.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Mientras caían las bombas “beluga”32, el teniente Daniel Jukic subió a su Pucará

para intentar el despegue y hacer frente al ataque inglés, pero fue mortalmente

alcanzado por las granadas enemigas mientras se abrochaba los correajes en la

cabina del avión. Junto con Jukic cayeron ese día en combate siete mecánicos

armeros de la Fuerza Aérea Argentina33. El acto heroico de estos hombres,

quienes dieron la vida por cumplir con su deber, fue manipulado por los medios

de prensa argentinos, cuya ausencia de escrúpulos al servicio de la acción

psicológica del régimen militar alcanzó ribetes demenciales.

En una publicación gráfica semanal de amplia tirada se dijo que el Pucará

de Jukic cayó durante un solitario ataque aéreo al portaaviones HMS Hermes, y

que el joven piloto argentino fue derribado por la defensa antiaérea del buque,

perdiendo la vida, aunque previamente le pudo causar severos daños al barco y

cuantiosas bajas. Entre ellas la del comandante de la flota británica, almirante

John Sandy Woodward. Fueron incluso más lejos: afirmaron que radios soviéticas

y francesas confirmaban el hundimiento del portaaviones inglés.

¿Qué fin perseguían estos medios gráficos nacionales que utilizaron la

muerte de Daniel Jukic y la de sus siete compañeros?

¿Por qué subestimaban y engañaban a la opinión pública ensalzando las

formidables prestaciones anti buque de un modesto avión concebido sólo para

realizar ataques contra blancos terrestres, y que por su velocidad subsónica no

tenía capacidad de defensa ante sus oponentes Harrier y Sea Harrier?

En otras palabras: el Pucará no participó en ninguna de las 445 misiones

cumplidas de ataque aéreo a la flota británica, simplemente porque no es un

avión apto para ese tipo de operaciones. Según testimonios de ex combatientes,

afirman que cumplió como mínimo tres salidas de combate desde el aeródromo

32 Las bombas de racimo (o “beluga”) al ser arrojadas del avión se dividen en granadas más pequeñas, dispersándose por toda el área y abarcando una superficie mayor que una bomba convencional, causando por ende mayor destrucción. Incluso algunas explotan en forma retardada. La aviación británica las utilizó con profusión durante todo el conflicto. Este tipo de armamento está expresamente prohibido por la Convención de Ginebra. 33 Los caídos fueron el cabo principal Duarte, el cabo principal Rodríguez, cabo primero Carrizo, cabo primero Maldonado, cabo primero Montaño, cabo primero Peralta y cabo primero Brasich.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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de Darwin en las que realizó apoyo a la infantería, pero se han perdido los

registros de cuáles, cuándo, dónde y con qué resultados, porque toda la

documentación de la base “Cóndor” fue destruida antes de caer en manos de los

ingleses. Está confirmado –por los propios británicos- que realizó misiones en la

zona de San Carlos: ataque y bombardeo a tropas en tierra y a helicópteros. La

realidad comprobada es que el grueso de los Pucará fue destruido en tierra por

las fuerzas británicas, tanto en el aeródromo mencionado como en el de Puerto

Calderón, en la isla de Borbón (al norte de Gran Malvina) 34.

Una explicación (personal) para tanta fabulación puede ser la siguiente. Al

momento del ataque a Darwin/Pradera del Ganso, el avance inglés comenzaba a

inclinar la balanza a su favor y se vislumbraban las consecuencias de una derrota

en el alto mando argentino. Ya afirmaban impunemente los medios de

comunicación argentinos que los ingleses contaban con equipos de alta

sofisticación y sistemas de armas de última generación (como extraídos de “La

guerra de las galaxias”, de George Lucas), dispositivos contra los que las

corajudas pero inferiormente dotadas fuerzas argentinas poco podían hacer; sólo

ofrendar con valentía su vida y su sangre. La realidad indicó que, salvo

excepciones muy específicas, ambos bandos compartían la misma calidad y

diseño de armamento. Se dijo que los ingleses tenían superioridad en el combate

nocturno porque contaban con visores y miras telescópicas infrarrojas. Los

argentinos también las tenían. Cierto sector del periodismo argentino afirmó sin

ponerse colorado que las tropas británicas utilizaban uniformes térmicos que

funcionaban con baterías ubicadas en su cinturón (¡!)… Este material no existe

en ningún catálogo militar, es más, ni siquiera los buzos tácticos que operan en

los mares australes o antárticos los utilizan… Un soberbio disparate, aunque no

gratuito.

34 Los testimonios de ex combatientes incluso indican que cuando un Harrier perseguía a un Pucará para derribarlo con sus misiles SideWinder, éste comenzaba a sobrevolar en círculos Puerto Argentino bajo la protección de la poderosa defensa antiaérea, disuadiendo al caza bombardero inglés. No tenía otro modo de oponer una defensa efectiva.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Armamento y equipos.

La realidad indicó que –aunque cueste creer- los combatientes argentinos

tenían mejor armamento individual. A menudo los británicos tiraban sus

veteranos fusiles L1A1 SLR y los cambiaban por los FAL argentinos35. Lo mismo

sucedía con las botas de combate. El cuero de los borceguíes argentinos era de

mejor calidad, la caña alta protegía la pierna casi hasta la rodilla, y la suela

plantillada soportaba mejor el inclemente terreno malvinero. Las botas de los

británicos eran más cortas, media caña hasta el tobillo, y la suela de caucho

galvanizado se rompía en el accidentado y pantanoso terreno de Malvinas.

Compartamos una versión diferente a la que siempre conocimos y que nos

va a sorprender un poco. Quien narra los hechos es el teniente Gardiner, líder de

la Compañía X, Comando 45 del Regimiento de Paracaidistas 3 (3 Para), al

momento de capturar los montes que rodean Puerto Argentino:

“Hallamos una cantidad prodigiosa de munición, armas, alimentos y

equipos en la posición. Según resultó, menos mal que encontramos todo eso.

Una vez más nuestros equipos no habían aparecido y esa noche heló. De no

haber sido por las frazadas y otras ropas de los argentinos, la habríamos pasado

muy incómodos. Casi todo el mundo se atiborró de raciones del enemigo. Eran

muy buenas y por lo visto no pasaban escaseces (sic). Una ventaja notable sobre

las nuestras era que las de ellos contenían 20 ‘fasos’ y una pequeña medida de

whisky (…) Es posible que el artículo más preciado entre los despojos de guerra

dejados por los argentinos hayan sido los excelentes borceguíes que sirvieron

35 Existen testimonios de que algunos paracaidistas ingleses reemplazaban sus fusiles L1A1 SLR por los FAL ‘Para’ argentinos, siendo que estos últimos contaban con una liviana culata rebatible, en lugar de la pesada de madera, y eran más cortos. Esto significaba mayor comodidad en el transporte y menor peso; y además podían disparar ráfagas en automático, prestación de la que carecía su homólogo inglés. Ambos fusiles compartían la misma munición de 7.62 Mm., dado que eran versiones del original FN-FAL belga, fabricadas con licencia en Gran Bretaña y en Argentina. Luego de la guerra de Malvinas, Gran Bretaña reemplazó los viejos SLR por un arma portátil de última generación, el fusil SA 80, que tampoco le ha dado buenos resultados en la Guerra del Golfo, los Balcanes e Irak.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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para reemplazar al gastado y húmedo calzado que tenía la mayor parte de la

Brigada de Comandos”.36

Lo descrito se parece más a lo que en realidad sucedió: los problemas

logísticos existieron en ambos bandos. Un viejo proverbio castrense dice que “las

guerras las gana la Infantería y las pierde la Logística.” Ya Napoleón Bonaparte

afirmaba que “los ejércitos se desplazan sobre sus estómagos”, reconociendo la

vital importancia del abastecimiento y la logística en el combate que debe

encargarse, entre otras funciones, de la alimentación de los hombres.

Ni los ingleses eran súper hombres ni las tropas argentinas eran un

desastre. La tragedia de la guerra saca a relucir lo mejor y lo peor de cada

individuo. Doy fe acerca de los famosos “borcegos” argentinos: aún hoy conservo

desde el año 1987 y en excelente estado de uso los borceguíes de la colimba.

Entonces se preguntarán por qué hubo tantos casos del llamado “pie de

trinchera”37. El problema para nuestros soldados es que no existió el recambio y

debieron permanecer con el mismo par de botas durante los setenta y cuatro

días que duró el conflicto. Y a esto se agregó la imposibilidad de lavar y secar las

medias por la humedad constante del clima, la falta de educación en la profilaxis

de las afecciones por el frío, y la realidad que indicaba que sacarse los

borceguíes para dormir acarreaba serias dificultades en caso de tener que salir

corriendo por los bombardeos… y lavar y poner a secar la ropa interior blanca

(camisetas, calzoncillos, medias) era una invitación a los ingleses para practicar,

irónicamente, tiro al blanco.

Pero una imaginación enfermiza, psicopática, se apoderó de algunos

representantes del Cuarto Poder que pretendían justificar lo injustificable y

subestimaban la inteligencia del argentino medio. Desesperadamente buscaron la

explicación de la derrota profanando obras literarias de H. G. Wells y Ray

Bradbury. Todos se convirtieron en cronistas de espectáculos queriendo superar

36 Julian Thompson, “No picnic”, Ed. Atlántida, quinta edición, 1985, págs. 234-235. 37 La humedad constante provocaba trastornos como el pie de trinchera (congelamiento progresivo del pie causado por el frío y la humedad), con los consiguientes riesgos de gangrena y amputación del miembro afectado. Fue una afección muy común en Malvinas.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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la realidad apelando a bajos recursos de ficción. Al fin y al cabo, Malvinas había

sido una gran súper producción y un negocio formidable para los medios (a

ambos lados del Atlántico). Pero el cartón pintado de Hollywood no se

comparaba con la sangre de Mount Longdon, Goose Green, Fitz Roy y San

Carlos. Sin embargo, enrolados en el loco desafío de explicar que pese a la

derrota habíamos ganado, seguíamos ganando, negaron la sangre… Negaron los

muertos… Nos mintieron.

Argentinos: No Olvidar.

Un factor decisivo en el aspecto estrictamente militar fue la asistencia

estadounidense a Gran Bretaña (no tanto con la información satelital, como con

los misiles aire-aire SideWinder que fueron provistos discrecionalmente por el

Pentágono a requerimiento de Margaret Thatcher), y al desigual desarrollo

táctico de las operaciones donde, en ese ambiente extremo, las profesionales y

mejor adiestradas tropas británicas acabaron prevaleciendo.

Pero, sin embargo, los medios de comunicación nos vendían que el

Pucará, ese avión criollo surgido del tablero de diseño de la Fábrica Militar de

Aviones de Córdoba, ese humilde pero valiente caballito de batalla de la Fuerza

Aérea Argentina, le mojaba la oreja al alto mando inglés metiéndose en su propia

guarida. Viles mentiras…

La guerra se perdía.

Mientras, cientos de Valientes se batían con honor frente a las bayonetas

enemigas y morían en la turba malvinera de Darwin y en los montes Williams,

Wireless Ridge, Kent, Longdon, Harriet, Two Sisters y Tumbledown por amor a

esta tierra.

Mientras, las dolientes familias del teniente Jukic y sus compañeros

fallecidos eran engañadas por la maquinaria de prensa del régimen, al igual que

millones de argentinos que, mirando el noticiero de ATC, creíamos que

estábamos ganando la guerra.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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El almirante Woodward vive tranquilamente en Bosham, Inglaterra,

disfrutando de su retiro. Tiene en la actualidad 76 años.

El portaaviones HMS Hermes, junto con su dotación de 60 aviones Sea

Harrier, fue vendido en el año 1986 a la India en 85 millones de dólares.

El teniente Jukic descansa para siempre en el cementerio argentino de

Darwin, Islas Malvinas.

El ataque al portaaviones HMS Invincible.

El domingo 30 de mayo de 1982 una misión conjunta de cuatro aviones

A4-C Skyhawk de la Fuerza Aérea Argentina y dos Super Etendard de la Aviación

Naval, volando al ras de las olas y con sus parabrisas cubiertos de sal marina, se

aproximaron al HMS Invincible, buque insignia de la flota británica que navegaba

al este de las islas. Le dispararon un misil Exocet y varias bombas de 250 Kg.,

averiándolo seriamente, pero sin dejarlo fuera de combate porque algunas de

estas no explotaron38. A bordo del HMS Invincible navegaba el príncipe Andrés,

hijo menor de la reina de Inglaterra,. En ese ataque fueron derribados y muertos

dos pilotos de la Fuerza Aérea Argentina, el primer teniente Omar Castillo y el

primer teniente José Vazquez.

Londres negó el episodio, aún hasta el día de hoy, y lo que sucedió el 30

de mayo fue clasificado por el mando inglés como de alto secreto militar por el

plazo de noventa años (es decir hasta el 2072). Sin embargo existen pruebas de

que el HMS Invincible fue reparado en las islas Georgias (solicitaron con urgencia

el envío de dos turbinas de repuesto desde Inglaterra), y maquillado durante el

38 Otro ejemplo más acerca de la improvisación con que se encaró esta guerra. Mucho se dijo de que en los ataques aéreos las bombas lanzadas con gran pericia por los pilotos argentinos daban en el blanco pero no explotaban, sobre todo al inicio de las hostilidades. La realidad era que las espoletas detonantes estaban reguladas para realizar ataques terrestres, no a buques en navegación. La Fuerza Aérea Argentina no estaba suficientemente adiestrada para esta modalidad de combate. Los técnicos de la aeronáutica trabajaron contra reloj para resolver el problema cambiando la configuración de las espoletas, a instancias de sus colegas de la Aviación Naval, y hacia el final del conflicto lograron resolverlo. La prueba de ello fue la devastadora efectividad de los ataques a los buques ingleses en Bahía Agradable.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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viaje de regreso para hacer su entrada triunfal al puerto de Portsmouth

(curiosamente fue el último buque en llegar: lo hizo el 17 de septiembre de

1982), para luego pasar una larga temporada en astilleros australianos donde

debieron hacerle algo más que chapa y pintura. La acción psicológica del

democrático gobierno de Thatcher operaba a pleno. Pero la memoria de los

muertos y nuestros héroes no nos dejan mentir.

Duro de matar. La batalla por el Monte Longdon.

“Esto es un infierno. Hay ingleses por todos lados y me cuesta identificar si

los proyectiles que caen son los de nuestra artillería que nos apoya o de la

artillería inglesa que los apoya a ellos. Por momentos todo el campo de combate

está iluminado por la explosión de los proyectiles”.39

Así describía por la radio el observador avanzado de la artillería argentina,

teniente Alberto Ramos, lo que acontecía en la batalla más dura de la guerra,

que duró una noche completa y recién al amanecer se supo quién resultaría

victorioso.

En la noche del 11 al 12 de junio, el Batallón de Paracaidistas 3 (3 Para)

británico avanzaba paso a paso, atravesando campos minados en la fría noche

malvinera, apoyado por los fuegos de las fragatas y la artillería. Atrincherados en

Monte Longdon (un cerro bajo en las afueras de Puerto Argentino), con nidos de

ametralladoras pesadas, visores nocturnos y decenas de fusileros, el Regimiento

de Infantería 7 (RI 7) argentino los esperaba. La artillería argentina cubría la

posición con fuegos nutridos y certeros. El escenario estaba montado para lo que

sería el combate de infantería más importante desde la Primera Guerra Mundial.

Al ingresar al perímetro defensivo, un soldado inglés pisó una mina

antipersonal y la explosión puso en alerta inmediata a las tropas argentinas. Las

balas trazadoras y los cohetes dominaron la escena brindando iluminación

39 “Malvinas. Gesta e incompetencia”. General Martín Balza, pág. 149.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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artificial y destructiva a la noche gélida. Rápidamente comenzaron a acumularse

las bajas en ambos bandos.

Luego de cinco horas de combates tiro a tiro, calaron las bayonetas y la

lucha por cada trinchera fue encarnizada. El desgaste obligó a realizar un

repliegue y reorganización en las dos fuerzas. Muertos y heridos yacían por

doquier en medio de la noche. Los ingleses no podían creer los que estaban

viviendo: la dureza de las tropas argentinas les exigía el máximo de

profesionalismo y concentración. Demasiado esfuerzo para soldados que

peleaban por un lugar que ni siquiera podían encontrar en un mapa. Otros

soldados, desesperados por el horror vivido, corrían hacia Puerto Argentino

tratando de encontrar un lugar seguro y curar sus heridas. El soldado conscripto

Horacio Cañeque recuerda:

“No hay escenas feas, sino de grandeza. Todo el mundo se pelea por

ayudar a caminar a los heridos. Con las primeras luces llegamos a la compañía

Comando. Me está esperando Mario Feroldi, mi gran amigo. Nos abrazó. Me

mira, se ríe y llora, me toca y repite mi nombre, me palmea, nos volvemos a

abrazar. Esto nunca se podrá olvidar”. 40

600 hombres del Para 3 se enfrentaron a 260 soldados –la Compañía B-

del RI 7 de La Plata (Buenos Aires). Tardaron diez horas en vencerlos con apoyo

de fuego terrestre y naval, lo que les otorgaba un poder de combate de 5 a 1, y

sólo pudieron hacerlo trinchera por trinchera, arrancando literalmente a los

argentinos aferrados a sus posiciones.

La última vez que se lo vio al teniente Ramos defendía su posición con

disparos de su fusil FAL. Su cuerpo nunca fue encontrado.

La guerra terminaría pronto, y la conducción político-militar argentina

comenzaba a vislumbrar un final desastroso para sus aspiraciones de legalizar el

40 “Así peleamos Malvinas”. Testimonios de veteranos del Ejército. Biblioteca Soldados, año 1999.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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poder espurio mediante el logro de una causa justa. Y fue entonces que la acción

psicológica de los medios de comunicación adictos al régimen operó con mayor

fuerza, si bien lo hizo durante todo el conflicto. La campaña de desmalvinización

había comenzado.

Como testimonio de lo vivido en aquellos días gloriosos y trágicos,

quedaron los cementerios de Soldados Argentinos y de Soldados Británicos en

Puerto Darwin.

No recuerdo haber leído diarios ni revistas de esa época, ni escuchado

transmisiones radiales, o noticieros de televisión, ni oído a nadie que dijera la

verdad sobre lo que estaba aconteciendo en las islas. La caída de Puerto

Argentino el 14 de junio de 1982 despertó a los argentinos que navegábamos en

el narcótico sueño de la victoria imposible.

Una vez más nos habíamos dejado engañar.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO SEIS

El hundimiento del crucero ARA General

Belgrano.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Premeditación y alevosía.

Es sabido que durante el conflicto la Armada Argentina estuvo amenazada

por la virtual presencia de submarinos nucleares británicos en la zona, porque su

capacidad de oposición a este tipo de armamento era remota (por no decir

inexistente). Dicho en otras palabras, un ataque submarino contra la flota de

superficie criolla sería devastador. Este sentimiento de indefensión fue

brutalmente confirmado con el hundimiento del crucero ARA General Belgrano el

día 2 de mayo de 1982, fuera de la Zona de Exclusión Total (ZET), que confirmó

el camino hacia una guerra abierta entre la Argentina y Gran Bretaña.

Finalizada la guerra, los británicos aceptaron que ellos también temían a la

amenaza submarina argentina. Sabían que estos humildes sumergibles criollos de

propulsión diesel y origen estadounidense eran más silenciosos que sus propios

submarinos nucleares, y por ende mucho más difíciles de detectar. El ARA Santa

Fe, el ARA Santiago del Estero y especialmente el ARA San Luis buscaron y

encontraron a los buques británicos y abrieron fuego sobre ellos sin ser

detectados (lo que hubiera asegurado el naufragio y/o averías de consideración),

pero por fallas en los sistemas de tiro los torpedos no estallaron. Algunos

directamente ni salieron del tubo de disparo. El ARA Santa Fe fue atacado y

puesto fuera de combate por un helicóptero inglés el 25 de abril en Grytviken,

durante la lucha por las Georgias. Los otros fueron replegados a aguas seguras al

verificarse su falta de preparación técnica. No obstante, salvo el ARA Santa Fe,

los ingleses nunca pudieron detectarlos. Renombrados analistas navales

sostuvieron años después de la guerra que si la Argentina hubiese contado con al

menos cinco más de estos sumergibles en óptimas condiciones operativas, la

amenaza a la Task Force británica se hubiera convertido en un problema muy

serio.

Implicancias.

Acerca del hundimiento del Belgrano caben destacar algunas

consideraciones importantes:

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 120 -

En el plano político: Los británicos no estaban dispuestos a negociar un

acuerdo de paz ni a ser presionados por Buenos Aires. La línea dura del poder

político estaba encarnada por la primera ministra Margaret Thatcher en persona

y los almirantes de la Royal Navy. Con el Belgrano los ingleses hundieron los

intentos diplomáticos de parar la guerra y establecer un cese del fuego bajo la

tutela de la ONU, dado que en ese momento estaba prosperando un acuerdo de

paz propuesto por el presidente peruano Belaúnde Terry. En una actitud dilatoria

el Foreign Office le comunicó al mediador su intención de generar un cambio en

el punto 5 del acuerdo, reemplazando la palabra “intereses” (de los isleños), por

“deseos”, algo inaceptable para la posición argentina. Mientras esto se discutía,

el Conqueror disparaba sus torpedos. También querían forzar el respaldo de la

OTAN (léase Estados Unidos), ante la imputada agresión argentina.

En el plano militar: Luego del ataque al Belgrano, ordenado por la primera

ministra, la flota de superficie argentina se replegó hacia aguas seguras. La

Armada Argentina no utilizó el poder de fuego que le brindaba su portaaviones

ARA 25 de Mayo, ni la rapidez de despliegue y apoyo de sus destructores,

corbetas y fragatas armados con misiles Exocet, lo que en la práctica se convirtió

en una prematura capitulación de la batalla naval.

En el plano estratégico: Entre otros aspectos, el hundimiento del Belgrano

privó a la Argentina de instalar una formidable defensa ante los desembarcos

ingleses. Esta nave de guerra fondeada en la bahía de Puerto Argentino, aún en

desmedro de su poder de maniobra, pero con su plataforma de artillería de largo

alcance apoyando la defensa de las tropas de tierra, no hubiera dado margen a

la aproximación de los ingleses. De haber estado el crucero en aquel sitio y

utilizando a pleno el poder de sus quince cañones de 152 Mm., el avance de

tropas terrestres británicas –e incluso el desembarco en San Carlos- se hubiese

dificultado aún más o bien impedido; aunque para ello debía de haberse

coordinado una defensa activa con la infantería, la artillería y el poder aéreo.

Gran Bretaña, haciendo gala de la más rancia tradición bucanera de su

armada, atacó y hundió al buque argentino burlando la zona de exclusión fijada

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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por ellos mismos; además el Belgrano se encontraba navegando hacia el

continente porque había recibido órdenes de replegarse. En aquel momento se

descontaba la firma del acuerdo de paz propuesto por intermedio del gobierno

peruano con el guiño de los Estados Unidos.

La pérdida de vidas humanas. Murieron con el Belgrano casi la mitad del

total de las bajas argentinas durante la guerra de Malvinas.

Situación táctica y ataque.

El Belgrano se encontraba navegando al sudeste de Malvinas con dirección

hacia la Isla de los Estados, escoltado por dos destructores, el ARA Hipólito

Bouchard y el ARA Piedrabuena. La escuadra había recibido órdenes de

replegarse, nada hacía suponer un ataque, por lo que el buque navegaba en

zafarrancho de crucero de guerra, pero en condición Y (“yerba”, en la jerga

naval, quiere decir con previsiones de seguridad y estanqueidad intermedias).

Algunos autores afirman que si el buque hubiese estado en condición de alerta

máxima (Z, con todos sus compartimientos estancos cerrados) podría haberse

evitado el hundimiento. Pero el testimonio de algunos sobrevivientes contradice

esta teoría por la sencilla razón de que el primer torpedo disparado por el HMS

Conqueror hizo desaparecer literalmente la proa del barco, y el segundo impactó

entre el centro y la popa del buque, que se inundó inmediatamente acentuando

el apopamiento y la escora a babor e interrumpió el suministro de energía

eléctrica y fuerza motriz, lo cual hizo imposible continuar navegando e incluso

mantenerlo a flote. Este segundo disparo fue el que más víctimas causó al

impactar en el sector del barco donde se encontraban los camarotes con la

mayor parte del personal descansando. Se calcula que allí murieron 272 de las

323 víctimas fatales, quemados, asfixiados y heridos por la explosión de un

torpedo tipo MK 8 británico.

Además los británicos dispararon un tercer torpedo, el cual no dio en el

blanco. Aparentemente le pegó a uno de los destructores de escolta, sin estallar.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Oficiales, suboficiales y marineros, en la creciente oscuridad del crepúsculo

y con un frío que se clavaba en sus cuerpos, comenzaron a rescatar de entre los

hierros retorcidos y calcinados a la mayor cantidad posible de sobrevivientes. En

la zona de los camarotes el espectáculo era dantesco: humo, fuego, agua,

escombros y restos humanos por doquier.

El ataque se produjo a las 16:57 horas. Media hora después, la situación

parecía no tener retorno. El viejo barco no podría ser salvado. La banda de babor

ya casi se apoyaba en el agua, con una escora cada vez más acentuada; por

encima de la cubierta de popa se agitaban las olas del mar. La noche comenzaba

a cernirse en medio del Atlántico Sur. A duras penas la tripulación se fue

reuniendo sobre la cubierta y siguiendo los procedimientos tantas veces

ensayados comenzaron a lanzar al agua las balsas salvavidas, que se inflaron

automáticamente. Todo transcurría en silencio, como en cámara lenta.

El personal ya se encontraba agrupado en los sectores asignados para

abordar las balsas, en perfecto orden. Todos multiplicaban esfuerzos para

atender y dar prioridad a los heridos en el salvamento. Pero nadie parecía

resignarse a perder esa querida e histórica nave que había sido su hogar y su

orgullo por tanto tiempo.

Pero la situación apremiaba y en ese contexto, agotados los esfuerzos por

recuperar la navegabilidad y salvar a su tripulación, el comandante Héctor Bonzo

imparte a su segundo, capitán Galazi, la orden más difícil de su vida: la inmediata

evacuación de la nave.

Fueron abordando las balsas, como en los cientos de simulacros que

habían realizado, sólo que esta vez la situación era real y la muerte los había

golpeado duro.

Luego vino la parte más difícil: aguardar el rescate. El mar embravecido y

gélido golpeaba y sacudía las balsas inflables, inundándolas y haciendo aún más

insoportable el frío. Las ropas, los cuerpos, las almas estaban empapadas, los

heridos gemían de dolor, el agua salada les mordía las quemaduras. Las náuseas

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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eran insoportables y para mantener el calor del cuerpo vomitaban dentro de sus

abrigos o se orinaban encima. Algunos murieron en las balsas. Otros fueron

embarcados ya muertos. Pasaron horas interminables donde cada uno sacó a

relucir su temple, su coraje y también sus miserias. Nadie se avergonzó por llorar

y hubo quien consoló a los demás. Alguien sacó un rosario de entre sus ropas y

rezó como nunca antes. Muchos se le unieron. Las balsas fueron reuniéndose,

era fundamental no dispersarse. Ahora el enemigo era el océano. Horas

desesperadas en la noche austral, a cientos de millas de cualquier posibilidad de

rescate, fueron una dura prueba que muchos lograron superar.

Al mediodía siguiente un avión Neptune de la Armada los avistó y comenzó

el rescate. La última balsa en ser rescatada llegó a estar casi 40 horas en el mar,

desde el momento del abandono. Los buques Piedrabuena, Bouchard, Irizar,

Guerrico recibían a los sobrevivientes en sus cubiertas para conducirlos al puerto

de Ushuaia.

A la emoción por la salvación le siguió el dolor por los camaradas muertos,

y por la pérdida del viejo y noble barco que sólo se hundió cuando todos los

sobrevivientes pudieron abandonarlo. Fue una lenta despedida que quedó

inmortalizada en una secuencia fotográfica que uno de los náufragos tomó desde

la porta de la balsa salvavidas. El Belgrano se fue yendo a pique lentamente para

que todos pudieran despedirse. Algunos se asomaron a mirar, otro prefirieron

refugiarse en el silencio, en un rincón de la balsa. Los gritos de despedida fueron

“Viva la Patria, Viva el Belgrano”, que aún hoy retumba en sus oídos.

El crucero Belgrano, al contrario de lo que dice la historia, no murió. Está

vivo y presente en la memoria de los sobrevivientes y de muchos argentinos de

bien. Cada año para el 2 de mayo se realizan homenajes y actos en todos los

rincones del país y no es casual: sus 1023 tripulantes provenían de todas las

provincias y geografías de nuestra patria. El escudo del crucero Belgrano está

coronado por el Ave Fénix, aquella que la mitología hacía renacer de sus cenizas.

Su primer nombre cuando fue botado en 1938 en la armada estadounidense fue

justamente Phoenix (Fénix). Sobrevivió a Pearl Harbour en 1941 y a la campaña

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Le estaba aguardando un mejor

destino: ser un hito de la soberanía argentina en el Atlántico Sur, cuna de héroes

nacionales y tumba de guerra inamovible y permanente a tres mil metros bajo la

superficie oceánica.

Dicen que el dolor duele menos cuando se comparte

Y que la muerte mata menos cuando no se la olvida.

La tragedia había concluido.

El submarino nuclear HMS Conqueror nunca fue detectado ni por el

Belgrano ni por sus dos buques escolta. Luego del ataque huyó raudamente de

las cargas de profundidad arrojadas por el ARA Piedrabuena y el ARA Hipólito

Bouchard.

Días después realizó su entrada triunfal en un puerto escocés ondeando

en su mástil una bandera negra con una calavera y dos tibias cruzadas.

Su pasado los condena.

No olvidaremos el ataque traicionero.

Murieron en el Belgrano 323 argentinos, la mayoría mientras dormía.

Sobrevivieron 770 tripulantes.

Por qué al Belgrano.

Ya hemos expuesto algunas consideraciones sobre los motivos que

pudieron llevar al gobierno de Thatcher a tomar la decisión de hundir al

Belgrano. Cabe preguntarse ahora cuál era la misión del crucero argentino que lo

hacía un blanco tan rentable para los británicos. Hicimos mención a su

formidable potencia de fuego y precisión, reconocida incluso internacionalmente.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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También debemos destacar el alto grado de adiestramiento y profesionalismo de

su tripulación, lo cual suplía con creces el atraso tecnológico que ostentaba el

buque al compararlo con los modernos destructores tipo D42 (por ejemplo el

Sheffield o el Coventry) o fragatas (Ardent, Plymouth, Antelope, etc.) de la

armada rival. El sistema de misiles antiaéreos del Belgrano no funcionaba bien;

su capacidad de detección antisubmarina era casi nula; sus enormes motores no

podían ya alcanzar la velocidad máxima de 30 nudos, aunque su funcionamiento

era aceptablemente bueno. Era un buque venerable y venerado porque aún con

todas sus dificultades a cuestas era ágil y confiable.

También gracias al excelente entrenamiento, cuando se produce el ataque

y posterior hundimiento logran salvarse el 70% de los tripulantes, un número

elevado si tomamos en cuenta que la mayoría de las bajas las produjo la

explosión del torpedo, no el naufragio. Vale la pena aclarar estos datos porque,

al ser incontrastables, refutan el recurso falaz de la acción psicológica de los

políticos y medios de prensa británicos que, abrumados antes las críticas por la

enorme cantidad de víctimas fatales que produjeron con el ataque, declararon

que la causa de tantas muertes fue la falta de entrenamiento del personal del

buque argentino.

¿Pero qué hacía el Belgrano al momento de ser atacado? Junto con los

destructores Bouchard y Piedrabuena conformaba el grupo de tareas 79.2 que

tenía la misión de posicionarse al sudeste del archipiélago de Malvinas y aguardar

órdenes en una estación fuera de la ZET. Otro grupo de tareas naval (el 79.1)

con el portaaviones ARA 25 de Mayo y dos fragatas se ubicaría simultáneamente

al nordeste de las islas. Por ese entonces la Armada desafiaba al poder

submarino inglés, y pretendía caerle encima a la Task Force apostada al este de

Malvinas en una clásica maniobra de pinzas, con el fin de causarle el mayor daño

posible y hacerlos desistir en su intento de aproximación. Ese era el plan, y los

ingleses lo conocían a la perfección desde hacía casi una semana, cuando el

cónsul chileno en Ushuaia informó a su homólogo británico en Punta Arenas que

el crucero Belgrano se había reaprovisionado el 25 de abril en ese puerto

argentino. El objetivo principal para la flota británica era el portaaviones

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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argentino, potencialmente mucho más peligroso que el crucero por su poder

aéreo embarcado, pero a pesar de todos los esfuerzos realizados y toda la

asistencia de información satelital estadounidense nunca pudieron encontrarlo.

Pero sí detectaron al Belgrano, segundo en el ranking de objetivos tácticos.

El 1º de mayo de 1982 será recordado como el día en que se iniciaron

formalmente los combates entre las fuerzas armadas de la República Argentina y

del Reino Unido. Los pilotos de la Fuerza Aérea nacional tuvieron su exitoso

bautismo de fuego arrojando sus bombas sobre los barcos que encontraban a su

paso. Los aviones y buques ingleses bombardearon el aeropuerto de Malvinas, y

sufrieron duros reveses a manos de la artillería antiaérea argentina. Las cosas no

les estaban saliendo según lo planeado. Un importante y moderno buque fue

puesto fuera de combate por las bombas de aviones A4 Skyhawk y Mirage

argentinos. El almirante Woodward solicitó refuerzos a sus comandantes, no le

iba a alcanzar lo que tenía si ese era el saldo del primer día de guerra.

El día 2 los ingleses deciden hundir el Belgrano. El día 4 una escuadrilla de

aviones Super Etendard armados con misiles Exocet atacan y hunden al moderno

destructor HMS Sheffield, orgullo de la Royal Navy. Hasta aquí, la historia oficial.

Para el historiador Rubén Oscar Moro los hechos fueron parecidos pero

distintos, sobre todo en lo que hace a las motivaciones y juegos de estrategia de

la conducción política. Según Moro, la nave inglesa alcanzada por la aviación

criolla el día 1º de mayo fue el Sheffield. Aporta pruebas concretas (fotografías

de los propios británicos) que muestran al Sheffield recibiendo asistencia de otro

buque, la fragata Arrow, para sofocar los incendios dentro de su estructura. Se

aprecia que durante esa maniobra el mar se encuentra extremadamente calmo,

con poco viento y el cielo despejado, situación meteorológica acontecida el día 1º

y no el día 4 de mayo, cuando el mar estaba encrespado y fuertes vientos

complicaban la navegabilidad, había niebla y nubes bajas. Precisamente esa

inclemencia climática fue aprovechada por los Super Etendard para encarar su

misión de aproximación a la flota y encubrirla aceptablemente.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Debido a las averías provocadas por bombas (no por el misil Exocet) el

Sheffield quedó fuera de combate y fue remolcado a la primera línea de defensa

del grupo de tareas del portaaviones HMS Hermes, al sudeste de Puerto

Argentino, de manera tal que funcionara como “señuelo” ante posibles ataques

aéreos. La escuadrilla de Super Etendard argentinos detectó un eco de radar

grande y uno pequeño. Cuando la luz roja indicó que el misil se había

“enganchado”, dispararon los dos Exocet y se replegaron a su base en Río

Grande. Uno de los blancos fue el portaaviones Hermes (el eco grande), al que le

ocasionó importantes averías que debieron ser reparadas con gran esfuerzo

logístico. No podían darse el lujo de perder uno de los dos portaaviones

destinados al teatro de operaciones, hubiera significado una prematura retirada

con final incierto para la Task Force y, por sobre todo, para el gobierno de

Thatcher. Nunca aceptaron ni blanquearon este ataque. El segundo misil

probablemente impactó en el casco inerme del Sheffield, sellando definitivamente

su sentencia de muerte. Otro hecho que abona esta hipótesis es la notoria

reducción de patrullas aéreas de combate (PAC’s) que aconteció los días

siguientes. A la inesperada pérdida de aviones Sea Harrier a manos de la artillería

antiaérea criolla se sumó la inutilización temporal de la plataforma de despegue

del HMS Hermes.

De este modo, los británicos operaron sobre la opinión pública mundial

mostrando que los argentinos, en represalia por el hundimiento del Belgrano,

atacaron y echaron a pique al Sheffield; cuando la realidad, probablemente,

indique que fue exactamente el revés: el Belgrano fue hundido porque el primer

día de guerra les había sido totalmente adverso y necesitaban no solo obtener,

sino mostrar, alguna victoria que justificara la incursión en mares y tierras tan

lejanas. Los Exocet les vinieron como anillo al dedo para blanquear la pérdida de

una de sus naves más modernas y poderosas, aunque nunca aceptarán los daños

causados a uno de sus dos portaaviones, claves de su despliegue y planes. De

tratarse de un partido de ajedrez, los ingleses sacrificaron una de sus piezas

tácticas –un caballo, el Sheffield- en resguardo de una de sus piezas estratégicas

–la reina, el Hermes- y más simbólicas de su poderío naval.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Muchos de estos hechos nunca saldrán a la luz en virtud del alto secreto

que el gobierno británico ha establecido sobre lo acontecido en 1982. No sólo

ocultan la verdad y mienten al mundo sino también a sus propios ciudadanos. En

esta guerra ambos bandos mintieron y engañaron en forma depravada a las

personas comunes que con sus mejores intenciones apoyaron la causa que, a su

modo, consideraron justa y patriótica. Cuesta encontrar la verdad. Mucho se ha

escrito y mucho seguramente se escribirá pero la verdad está aún muy escondida

en algún sitio recóndito, que no es una tumba en Darwin ni un barco hundido en

el Atlántico Sur: es un escritorio, un archivo, en una oficina del poder político.

Estamos en 1983, más de un año después de la guerra.

Una fragata misilística argentina regresa al puerto naval de Mar del Plata,

provincia de Buenos Aires, luego de efectuar un patrullaje de rutina.

Al ingresar al canal de acceso al puerto, frente a la misma ciudad de Mar

del Plata, suena la alarma de alerta de combate sorprendiendo a todos los

tripulantes. Algunos piensan que se trata de un simulacro, pero no: ahí, en la

pantalla del sonar del buque de guerra argentino aparece el eco inconfundible

que delata la presencia de un submarino.

En un primer momento piensan que es argentino. Una rápida

comunicación radial a la base naval confirma que los únicos dos que se

encuentran en servicio están atracados en puerto recibiendo mantenimiento.

Evidentemente se trata de un submarino intruso en aguas territoriales

argentinas.

Por las características del eco deducen que no es una nave nuclear, sino

de propulsión diesel, y que al ser detectado se ha apoyado en el fondo del lecho

marino, permaneciendo inmóvil y en absoluto silencio a varias decenas de metros

de profundidad, tal como indica el manual de tácticas de combate submarino. La

fragata argentina localiza su posición y se detiene en un punto exacto de la

superficie, justo encima del buque enemigo, aprontando las cargas de

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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profundidad. Saben que tiene una autonomía máxima de oxígeno de veinticuatro

horas, al cabo de las cuales deberá emerger y ventilar, no tiene opción. Los

marinos argentinos se disponen a esperar a que los intrusos den la cara. Se viven

momentos de gran tensión. El fantasma de la guerra sobrevuela la ciudad de Mar

del Plata.

La fragata argentina envía un mensaje al comando en jefe de la flota:

“SUB ENEMIGO AFERRADO”, notificando el hallazgo y solicitando instrucciones.

Pasan algunas horas que parecen una eternidad, hasta que se recibe la

respuesta. El comandante del buque de guerra argentino queda perplejo al

descifrar la clave: “NO SUB”. El submarino no existe, retirarse de la zona y

continuar rumbo al puerto de Mar del Plata.

El gobierno democrático argentino recién asumido no quiere problemas. El

submarino (¿chileno?) enviado por los ingleses a espiar a la flota argentina, se

retira mansamente con rumbo sur-sureste.

En las islas Malvinas, esa noche, los kelpers dormirán tranquilos.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO SIETE

Palabras que se llevó el viento.

“Para llegar a la paz hay que escuchar y entender al otro, porque las

guerras se producen sólo cuando hay desinformación.”

Kenizé Mourad

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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La batalla diplomática.

La Argentina recuperó las islas Malvinas el 2 de abril de 1982, y el día 3

comenzó a perderlas nuevamente. El Consejo de Seguridad de las Naciones

Unidas, reunido a solicitud de Gran Bretaña (la pretendida nación agredida)

sancionó la Resolución 502 condenando la “invasión” argentina a las islas y

exigiendo el inmediato retiro de sus tropas. De esta manera el archipiélago

desalojado quedaría bajo la tutela de una fuerza de “cascos azules”41 y el virtual

control de los Estados Unidos como potencia hegemónica.

Game over. The house wins.

La resolución 502 de la ONU establecía lo siguiente:

“El Consejo de Seguridad:

Teniendo en cuenta la declaración hecha por el Presidente del Consejo de

Seguridad en la reunión 2345 del Consejo de Seguridad el 1 de abril de 1982

exhortando a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e

Irlanda del Norte para que se abstuvieran de usar la fuerza o amenazar con la

fuerza en la región de las islas Falkland (islas Malvinas).42

41 Las Fuerzas de Paz de la ONU, popularmente conocidas como “cascos azules”, son cuerpos militares encargados de crear y mantener la paz en áreas de conflicto, monitorear y observar los procesos pacíficos y de brindar asistencia a ex combatientes en la implementación de tratados con fines pacíficos. Actúan por mandato directo del Consejo de Seguridad de la ONU y lo conforman efectivos de los ejércitos de los países miembros de las Naciones Unidas, integrando una fuerza multinacional. 42 Nótese la ambivalencia en la denominación del archipiélago, denotando que en primer término, al llamarlo Falklands, el supremo organismo internacional está reconociendo de facto la soberanía británica, y luego en su segunda acepción (Malvinas), expresa o quiere significar que reconoce una pretensión argentina sobre la soberanía del territorio en disputa. De todos modos, y por el contenido integral de la resolución, no queda lugar a dudas acerca de la influencia de la diplomacia británica en la redacción y en el sentido de la misma, lo cual impregna al organismo de la ONU de cierta pátina de reconocimiento al espíritu colonialista.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Profundamente perturbado por los informes de una invasión43 el 2 de abril

por las fuerzas armadas de la Argentina.

Determinando que existe una brecha en la paz de la región de las islas

Falkland (islas Malvinas).

1) Demanda un inmediato cese de las hostilidades.

2) Demanda un inmediato retiro de todas las fuerzas argentinas de las islas

Falkland (islas Malvinas).

3) Exhorta a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a buscar una

solución diplomática a sus diferencias y a respetar integralmente los

propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.”

Recordemos que los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU

eran Estados Unidos de América, la Unión Soviética, la República Popular China,

Francia y Reino Unido de Gran Bretaña, como miembros permanentes que con su

voto negativo podían vetar cualquier proyecto de resolución; y los restantes diez

miembros que cumplían un turno de dos años eran Polonia, España, Japón,

Togo, Jordania, Uganda, Zaire, Irlanda y Guyana.

El texto fue aprobado por 10 votos a favor (de Gran Bretaña y Estados

Unidos, Japón, Francia, Irlanda, Togo, Jordania, Uganda, Guyana y Zaire); 4

abstenciones (de la Unión Soviética, China, Polonia y España); y 1 en contra (de

Panamá).

Nótese en la conformación del Consejo de Seguridad la cantidad de países

donde la influencia colonial británica es notoria; cómo el bloque de Europa

Oriental y China, bajo la órbita comunista, no se decidieron a apoyar a la

Argentina en parte por la desconfianza que les inspiraba su gobierno

(profundamente anticomunista), a pesar de ser sus principales clientes 43 Este es el argumento clave de la victoria diplomática británica: el calificativo de “invasión” colocaba a Gran Bretaña en el rol de país agredido y a la Argentina como país agresor. Poco importaba a la opinión pública internacional la pertinencia de los derechos soberanos reclamados por Argentina durante 149 años, que Gran Bretaña empeñosamente se encargó de disimular, para colocar a la nación sudamericana en el banquillo de los acusados.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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importadores de materias primas y alimentos; y la probabilidad de que el

conflicto armado se convirtiera en un abierto enfrentamiento entre Oriente y

Occidente, en el difícil marco post desarme nuclear. No era una alternativa que

les conviniera a sus fines, era por demás riesgosa. Incluso España, un país unido

por historia y tradición a la Argentina, se abstuvo de votar, como luego lo haría

también Italia en una sesión plenaria del organismo, condicionados por las

causas de violaciones a los derechos humanos que el régimen de Buenos Aires se

empeñaba en negar y ocultar, pero que en Europa eran denunciadas ante

tribunales internacionales y conocidas por la opinión pública. Por esos años,

España y Francia recibieron una multitud de exiliados argentinos que escapaban

de la persecución ideológica y del terrorismo de Estado; el Centro Piloto de París

bajo el comando del almirante Massera, era una realidad a voces. El único país

que votó a favor de la Argentina fue Panamá, seguramente influenciado por el

compromiso que las fuerzas armadas argentinas tenían en el combate

insurreccional en Centroamérica.

La postura de los Estados Unidos merece un párrafo aparte que

trataremos más adelante.

El general Galtieri caminaba por las paredes, mientras vaciaba una botella

de Glenfiddich tras otra. El insomne canciller Costa Méndez mantenía febriles

reuniones en Nueva York y Washington con los embajadores Esteban Takacs y

Eduardo Rocca, representantes diplomáticos argentinos ante la potencia del

norte y la ONU respectivamente. No sabían cómo resolver la situación suscitada

por el desplante del presidente de facto argentino al mandatario estadounidense

Reagan, quien en una tensa comunicación telefónica en la madrugada del 1º de

abril le advertía al general majestuoso que la alianza estratégica entre ambas

naciones, cimentada en la guerra sucia centroamericana, no valdría nada ante la

agresión a su amiga Maggie Thatcher. Reagan fue más que explícito en su

alocución: nada de guerra con Gran Bretaña porque Estados Unidos no

permanecería neutral y apoyaría con todo a Inglaterra. Galtieri le respondió que

“al pueblo argentino se le había acabado la paciencia”. Una derrota en Malvinas

acabaría con el ya impopular gobierno de los conservadores británicos, a quien

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Reagan consideraba como el aliado más firme de la OTAN frente a los soviéticos.

Galtieri se dio el lujo de ningunear al presidente de la principal potencia de

Occidente. Reagan no podía permitir que aconteciera semejante crisis

institucional en el Reino Unido de la Gran Bretaña, ya que atentaría contra el

equilibrio estratégico de fuerzas del Atlántico Norte. La ecuación era clara.

Además, el régimen del Proceso en la Argentina tenía una pésima imagen

en el mundo como consecuencia de las constantes violaciones a los derechos

humanos, su apología de la violencia y su espíritu antidemocrático. Desde 1976

los medios de comunicación cooptados por el gobierno de facto bombardeaban al

público con el slogan de que existía una “campaña anti argentina en el mundo”.

Circulaban profusamente y se adherían a los parabrisas de los autos y ventanales

de las casas unas calcomanías celestes y blancas con la inscripción “los

argentinos somos derechos y humanos”. Otra frase célebre acuñada por las

febriles mentes gubernamentales fue “el silencio es salud”, llegando incluso a

publicarla en un cartel gigante alrededor del símbolo por excelencia de la ciudad

de Buenos Aires, el obelisco. Silencio, argentinos… El que piensa, pierde…

Alguien declaró por aquellos días que “los Estados Unidos tienen muchos

países aliados, pero algunos son más aliados que otros”; y que “entre una

democracia y una dictadura, no cabrían dudas acerca de a quién apoyaría” la

gran nación del norte.

¿No cabrían dudas?

Los Estados Unidos de América no tenían la conciencia limpia. Los

militares argentinos eran sus aliados (empleados) preferidos en la lucha

contrainsurgente (secuestros, torturas) en Nicaragua y El Salvador, operando

desde Panamá y Honduras. De hecho estaban limpiando Centroamérica de

opositores, del mismo modo y con las mismas tácticas utilizadas unos años antes

en el hemisferio sur. Pero esta amistad no era algo que el gobierno de Reagan

pudiera mostrar a la opinión pública de su país como un motivo válido para

apoyar a la Argentina ante un enfrentamiento bélico con Inglaterra. Más bien

consideraban a la invasión argentina a las Malvinas como una consecuencia

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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lógica del modus operandi de la dictadura militar sudamericana, por lo tanto uno

más de sus conocidos excesos. Sobre este argumento centraron su decidido

apoyo a Gran Bretaña en la guerra en ciernes, manteniendo un discurso de doble

moral para consumo interno de la pacata sociedad estadounidense.

El desconocimiento negligente de la situación política internacional, tanto

del gobierno militar como de la diplomacia argentina, escaló al límite de la

demencia, la ignorancia y el delito, o todo ello a la vez en forma consecuente y

alternada. La negación constante a reconocer una realidad que a la luz de la

historia era evidente (las relaciones “carnales” de EE.UU. con Gran Bretaña), la

negación de sus propias identidades usurpadoras que detentan un poder

ilegítimo, los llevó a la más patética de las derrotas. La falta de credibilidad del

canciller Costa Méndez hablando en el seno de la OEA y la ONU, acercándose

cuando no tuvo más remedio a la Cuba de Fidel Castro y a los Países No

Alineados (a los cuales detestaba de manera visceral), no hizo más que

multiplicar las tumbas de los soldados argentinos en la turba malvinera. Un

discurso falso, impostado, hipócrita, propio de la más aberrante y criminal

dictadura que padeció nuestro país en sus casi dos siglos de historia; y que

además pretendió ser creído y aceptado por la comunidad mundial.

Eso se llama negligencia criminal y traición a la patria.

Como dijimos, ni siquiera los países más cercanos por cultura y tradición,

como España e Italia, apoyaron la posición argentina. Estábamos perdidos, solos

y navegando a la deriva. Solo Latinoamérica demostró un tibio apoyo, en especial

Venezuela, Perú, Colombia y Uruguay.

Ironías del destino: los capitostes del Proceso Militar y sus cómplices

civiles en el gobierno obtuvieron el fallo condenatorio de casi todos los países del

mundo, justo cuando se embarcaron en defender la más justa de las causas. Su

enceguecida soberbia, que los obligaba a mirarse constantemente el ombligo, los

marginó de la historia y de la realidad, y la Argentina perdió como nunca la

oportunidad de reclamar lo que por derecho, tradición, historia y sentimiento le

pertenece.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Esto también nos lo robaron los dictadores.

En el pasivo del último gobierno militar figuran el incremento de la infame

deuda externa, el desprestigio de las fuerzas armadas, todos los muertos sin

nombre, todos los asesinos que hoy siguen libres burlándose de los ciudadanos y

hombres de bien, todos los bebés apropiados ilegalmente; el miedo atávico de

los que andamos por los cuarenta (que no nos paraliza pero que aún, a veces,

nos clava la espina de la duda), y la pérdida del último bastión contra la

usurpación y el despojo del colonialismo en tierras criollas. Civiles y militares que

tocaron con sus manos degeneradas la más pura de las aspiraciones del pueblo

de la nación argentina, y la arrastraron por el barro de la derrota. Ya no había

nada más que mancillar. La Patria violada por los esbirros sedientos de poder

tardaría décadas en comenzar a pasar en limpio su calvario. Todavía hoy,

transcurriendo el primer decenio del siglo veintiuno, no hemos concluido esta

amarga tarea, no hemos terminado de elaborar este duelo. Aún nos queda

mucho por conocer y aprender.

El escorpión.

Cuenta la fábula que estaba el escorpión parado a la vera de un caudaloso

río queriendo cruzar a la orilla de enfrente. Como no sabía nadar le pidió a una

rana que andaba por ahí si no le haría el favor de llevarlo hasta la otra orilla

subido en su lomo. -Ni loca, seguro que me clavarás tu aguijón venenoso y me

matarás, contestó la rana. -No lo creas, respondió el escorpión, -si lo hago me

moriré ahogado y lo que en verdad quiero es llegar del otro lado del río. La rana

pensó que era lógico, mientras estuvieran nadando estaría a salvo, era cuestión

de desprenderse rápidamente de él al llegar a destino. Entonces accedió a

transportarlo. El escorpión se subió a su lomo, la rana ingresó al agua y comenzó

a nadar trabajosamente contra la corriente. Grande fue su sorpresa cuando, en la

mitad del torrentoso río, el escorpión le hundió con saña el aguijón en su lomo. -

¿Qué haces, estás demente... no te das cuenta de que al matarme te condenas?,

morirás ahogado sin remedio…

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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-Lo siento, respondió. -Soy un escorpión, y está en mi naturaleza.

No puedo ir en contra de ella.

Alexander Haig llegó a Buenos Aires a realizar una gestión de buenos

oficios en representación personal del presidente norteamericano Ronald Reagan.

General retirado de las fuerzas armadas estadounidenses, Haig se desempeñaba

como Secretario de Estado de la administración republicana, puesto que había

ocupado anteriormente su ídolo y mentor, Henry Kissinger. Era el Ministro de

Relaciones Exteriores (el Canciller) de los Estados Unidos de América.

Previo a su viaje, Reagan lo llamó al Salón Oval de la Casa Blanca para

darle instrucciones.

-Al, debemos frenar este asunto. Galtieri no tiene idea de lo que Margaret

es capaz de hacer, está desbocada, histérica, está llevando armas nucleares al

Atlántico Sur. No podemos permitir que la disputa por esas rocas perdidas en

medio del océano nos provoque una crisis internacional de la que no podremos

prever consecuencias. Los rusos están agazapados esperando el momento de

intervenir. Tienes que convencerlos, Al, tienes que ir a Buenos Aires y convencer

a Galtieri a cualquier precio de que se retire de las islas. Es la única alternativa

posible.

-De acuerdo, señor presidente, lo haré. ¿Pero cómo manejaremos, si sale

a la luz, el tema de América Central?

-No me preocupa eso por ahora, Al, lo principal es parar a la Junta antes

de que cometan una locura y nos veamos forzados a intervenir. Nuestra postura

aparente deberá ser de total neutralidad, aunque entre tú y yo sabemos que no

podemos abandonar a Gran Bretaña a su suerte. No en el seno de la OTAN…

Acuérdate de la crisis en Suez.

-¿En verdad piensa usted que podrían perder la guerra en el Atlántico Sur,

señor presidente?

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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-Sin nuestro apoyo se verán en serias dificultades. No podemos correr ese

riesgo.

Más que una misión pacificadora o de mediación sincera, la Misión Haig

demostró ser, luego de la guerra, una táctica subterránea estadounidense

destinada a ganar tiempo para que la Task Force británica se aprovisionara en

Ascensión (isla que regentea EE.UU.) y llegara a las Malvinas. Desde el principio

quedó claro que no hubo una voluntad concreta de arribar a un acuerdo de paz.

La mediación norteamericana era parcial, estaba destinada más que nada a

evitar un fracaso bélico británico. Con ese fin en mente, Haig se reunió en

reiteradas oportunidades con la Junta Militar, con Galtieri, con Costa Méndez, con

el fin de intimidarlos con la eventual respuesta violenta de Margaret Thatcher y

sus bombas atómicas, lo que no era considerado seriamente por el gobierno

argentino. En ningún caso se pudo siquiera elaborar un borrador de acuerdo

coherente, más bien se empeñaron todas las partes involucradas en manifestar

su inflexibilidad, capricho y ánimo belicoso, en desmedro de las vidas de los

hombres que estaban listos a sacrificarse en el teatro de operaciones.

Haig fue y vino, voló frenéticamente de Washington a Buenos Aires, de

Buenos Aires a Londres, y de nuevo a Washington, emulando a su tan admirado

Kissinger y su diplomacia viajera. Como él, aspiraba a ganar el premio Nobel de

la Paz, era su obsesión, su gran secreto, pero terminó sumido en el fracaso y la

oscuridad. Los laureles de la victoria fueron finalmente para Thatcher, no para él,

justamente porque era esa la naturaleza de su misión. Por encargo de su

presidente se convirtió en el escorpión de la fábula, clavándole el aguijón a la

Junta Militar argentina en el momento más álgido del conflicto, dejando la vía

expedita para el fulminante ataque de los británicos con apoyo norteamericano.

Nunca abogó realmente por la paz, sino por –insisto- evitar la derrota

británica. Pero, personaje gris al fin, por su contribución a la historia no se hizo

merecedor al Nobel, ni siquiera a un Oscar como mejor actor de reparto. Si la

gestión norteamericana hubiera sido sincera y de buenos oficios, no hubiesen

enviado a un segundón a negociar con los halcones de la guerra argentinos.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Tendría que haberlo hecho alguien con mayor preparación: el presidente en

persona, o el embajador estrella Kissinger, hubieran asumido el desafío; aunque

son simples suposiciones que quizás no hubiesen cambiado el resultado de la

guerra o la postura estadounidense. Este hecho marca un hito revelador, una vez

más, de lo errado de la posición de los gobernantes argentinos al creer que su

alianza con Estados Unidos inclinaría la balanza hacia un resultado favorable y

que los ingleses rehusarían combatir por las islas. Sumado a la incomprensible

rigidez y falta de ideas de los diplomáticos nacionales, la derrota en ambos

campos, el militar y el político, eran inevitables. Era más bien una consecuencia

lógica.

El fracaso rotundo de la Misión Haig, pergeñada por el tándem Reagan-

Thatcher, significó la muerte de cientos de seres humanos, durante y después

del conflicto. Una prueba más de que las guerras matan más en los escritorios

que en los campos de batalla.

Pero sin embargo la insistencia del Secretario de Estado norteamericano

incitó a que el presidente del Perú, Fernando Belaúnde Terry, se convirtiera en el

nuevo mediador. Belaúnde intentó buscar el cese de las hostilidades (el

bombardeo inglés a objetivos argentinos en las islas ya había comenzado el 1º

de mayo), dialogando hasta el hartazgo con Galtieri (quien le decía

insistentemente “doctor”, pese a ser arquitecto) y Costa Méndez, y parecía que lo

iba a lograr. Los argentinos habían dado un guiño para que el presidente

peruano presentara un borrador de acuerdo de paz (no muy diferente al

esbozado por Haig, pero que la escalada del conflicto había forzado a una mayor

flexibilidad). Tal era el convencimiento de Belaúnde que convocó a una

conferencia de prensa en su país y ante los medios internacionales anunció con

su particular verborragia que la paz había vuelto al Atlántico Sur.

Costa Méndez se encontraba reunido en el edificio Libertador con la Junta

Militar. Curiosamente, el almirante Anaya, conocido por su obsesiva puntualidad,

aún no había llegado. El canciller comenzó a exponer ante Galtieri y Lami Dozo

sobre los alcances de la propuesta peruana y la conveniencia de aceptarla bajo el

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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paraguas de la Resolución 502 de la ONU, y que dejaba a la Argentina en una

posición favorable para negociar el tema de la soberanía sobre las islas en un

plazo razonable.

La reunión llevaba casi una hora de comenzada cuando el almirante Anaya

ingresó al salón con una actitud de furia contenida que se reflejaba en la rigidez

de su cara. Costa Méndez intentó retomar su discurso, pero Anaya lo cortó en

seco y explotó. “La Armada se retira de las negociaciones”, dijo. “Nos hundieron

el Belgrano…”

Mientras Belaúnde Terry daba a conocer al mundo el “éxito” de su gestión

por la paz, el submarino nuclear inglés HMS Conqueror disparaba sus torpedos y

hundía el crucero ARA General Belgrano fuera de la zona de exclusión marítima.

Otros escorpiones del otro lado del Atlántico habían boicoteado el proceso

de paz, lo cual confirma que concibieron a las misiones Haig como maniobras

dilatorias. La guerra en ciernes les sería mucho más redituable.

Algunas horas más tarde, una misión de ataque de la Aviación Naval

Argentina produce el exitoso debut en combate de los misiles Exocet.

De ahí en más, la escalada bélica fue imparable. Alexander Haig renunció

a su cargo el 24 de junio de 1982.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO OCHO

Consecuencias de la posguerra (perdida).

“El hombre ha de fijar un final para la guerra. Si no, la guerra fijará un

final para el hombre.”

John F. Kennedy

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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El día después.

Los soldados que regresaron al continente fueron internados en sus

cuarteles, los alimentaron, les dieron ropas nuevas y se les exigió silencio. Pero

durante el gobierno democrático del doctor Raúl Alfonsín (1983-1989) el proceso

de negación y crisis fue acentuándose. Sumado a la cada vez más creciente crisis

económica y social de la Argentina, el Estado Nacional recortó al límite de lo

imposible los presupuestos operativos de las fuerzas armadas. La decisión agravó

aún más la ya complicada situación castrense; baste sólo imaginarse que los

soldados de mi clase (1968), convocados al Servicio Militar Obligatorio en 1987,

debíamos traer de nuestras casas hasta las perchas para colgar la ropa. Las

condiciones de vida en los cuarteles rondaban lo miserable. Las instalaciones

eran lamentables. La ropa provista estaba destruida. Recuerdo a mi abuela

haciendo milagros con la costura en chaquetillas, camisetas, calzoncillos (porque

además teníamos que hacerla arreglar). Seguíamos siendo, usando palabras de

Edgardo Esteban en su libro “Diario del regreso”, un ejército de linyeras…

Cuando nuestros familiares nos traían comida los fines de semana, el contenido

de las viandas era previamente requisado por el jefe de guardia y el cabo de

cuarto. Para las prácticas de tiro en el polígono nos daban siete balas por soldado

y fusiles que jamás disparaban recto.

Siete balas por soldado.

Sólo siete balas para defender a la patria.

Nada había cambiado.

Un accidente durante la práctica de tiro me provocó una sordera en el oído

derecho que me duró dos días, producto del estallido en la recámara de una

munición defectuosa, que destruyó la culata de la carabina calibre 22 y la dejó

inutilizable. De haber sido un arma de mayor tamaño, quien sabe qué otras

consecuencias… más tarde pensé si en vez de una práctica hubiera sido en una

situación de combate real, contra los ingleses… no, no, mejor no pensar, sólo

quiero que esto termine y volver a mi casa.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Nos seguían dando ropa interior blanca, al igual que a los soldados en

Malvinas, quienes criticaron duramente esta provisión porque delataba fácilmente

sus posiciones al enemigo; al igual que la ropa de combate verde, más sensible a

los visores nocturnos que la indumentaria camuflada que usaban los británicos.

Nos seguían dando los mismos borceguíes destrozados, que no eran de mala

calidad, sólo que hacía tiempo que habían cumplido su vida útil. Los míos

estaban bastante bien, salvo el derecho que tenía un orificio en la puntera para

que en los días de lluvia el agua inundara alegremente el interior. Meses más

tarde pude, con los debidos contactos, “conseguir” un par nuevo.

En un desfile en una unidad de logística del Gran Buenos Aires, la columna

de vehículos varios (jeeps y camiones) quedó inmovilizada frente al palco de las

autoridades… el motor del viejo jeep IKA que iba al frente se plantó y no hubo

santo que lo hiciera arrancar. Mientras la banda militar sonaba a pleno, dos

suboficiales se bajaron y lo empujaron para que los Mercedes 1114 y REO’s

pudieran continuar su marcha.

El cañón de 105 Mm. de un Tanque Argentino Mediano (TAM), noble

bestia de guerra de cuño nacional, quedó “florecido” durante una práctica de tiro

en el campo. Nuevamente la culpa fue de una munición defectuosa, de origen

chino, la más barata del mercado de armas. La vista de ese cañón de acero de

casi dos pulgadas de grosor con su boca estallada y deshilachada como si fuera

de hojalata era realmente impresionante.

Imagínense entonces cuál sería la situación de los veteranos de guerra y

ex combatientes.

Una crisis terminal aquejó al Ejército por aquellos días. Los juicios a las

juntas militares habían mostrado al mundo el desprestigio en que habían caído

las fuerzas armadas nacionales. Las violaciones a los derechos humanos y los

crímenes de lesa humanidad cometidos salían a la luz.

Dentro de los cuarteles algunos comenzaron a inquietarse. Estaban dadas

las condiciones para que una mecha se encendiera.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Y la mecha se encendió y más sangre argentina se necesitó para apagarla.

Los Carapintadas.

Dentro de la ley, nada. Esa parecía ser la consigna de las fuerzas armadas

de los años ‘70 y ‘80. Con el nombre mediático de “carapintadas” (por el

camuflaje de combate que lucieron en sus rostros) ocuparon violentamente un

espacio y pusieron en vilo a toda la población.

La derrota militar en la guerra de Malvinas abrió una profunda grieta entre

los comandantes del ejército, los generales responsables del desastre estratégico

y político; y los jefes tácticos de las unidades militares destinadas al teatro de

operaciones. Estos últimos fueron los que combatieron al frente de sus

regimientos y en muchos casos padecieron, al igual que millares de soldados, las

consecuencias de la ineptitud de sus comandantes.

Finalizada la guerra, el gobierno militar convoca a elecciones democráticas

por primera vez en diez años, y mediante el voto masivo y popular se eligen las

nuevas autoridades. La Unión Cívica Radical triunfa llevando a la Presidencia de

la Nación a su candidato, el doctor Raúl Alfonsín. Una de las primeras medidas de

su gobierno fue la de revisar, juzgar y condenar las violaciones a los derechos

humanos (secuestros, torturas, desapariciones, asesinatos) ocurridas durante el

proceso militar. La República Argentina retomaba nuevamente el rumbo del

respeto a la Constitución Nacional y el Estado de Derecho. La justicia comenzó a

citar y juzgar a los militares que fueran los dueños del poder, comenzando por

los integrantes de las sucesivas juntas militares, sus ministros y principales

colaboradores, llegando incluso a condenarlos en un juicio sin precedentes en la

historia, que provocó incluso la admiración y el reconocimiento internacional y

que fue llamado el “Nüremberg Argentino”.

Pero cuando se fue llegando a rangos inferiores (coroneles, tenientes

coroneles, mayores, capitanes), en los cuarteles se empezó a complicar el clima.

Los carapintadas fueron varios grupos de activistas militares que llevaron a

cabo una serie de alzamientos entre 1987 y 1990 contra los gobiernos de Raúl

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Alfonsín y luego de Carlos Menem. Los insurrectos tomaron varias bases militares

y se batieron contra las fuerzas leales al gobierno constitucional en busca de la

finalización de los procesos levantados contra los protagonistas de la guerra

sucia. Aunque los líderes carapintadas fueron arrestados, juzgados y condenados

a prisión, la mayoría de los participantes en los hechos no recibió castigo, y aún

los cabecillas fueron indultados por el entonces presidente Carlos Menem en

1989.

Los alzamientos militares de Semana Santa (1987), Monte Caseros y Villa

Martelli (1988) jaquearon al gobierno de la incipiente democracia. El teniente

coronel Aldo Rico y el coronel Mohamed Ali Seineldin, ambos ex combatientes de

Malvinas, encabezaron estas revueltas. Pero no enarbolaron la bandera del

reconocimiento al sacrificio de 1982. Nuevamente los militares argentinos,

formados en la Doctrina de la Seguridad Nacional made in Washington,

disfrazaron una causa justa con reclamos oscuros de amnistía, punto final y

obediencia debida por todo lo actuado durante la represión ilegal entre 1976 y

1983, y con el método que mejor conocían: la coerción, el uso ilegal de la fuerza

y la amenaza.

Semana Santa (abril de 1987).

El levantamiento comenzó cuando el mayor Ernesto Barreiro, un elemento

de inteligencia que había tenido participación activa en la represión en la ciudad

de Córdoba, se negó a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba en

relación a cargos de tortura y asesinato que se le imputaban, fechados durante

su servicio como jefe de interrogaciones en el centro clandestino de detención de

La Perla.

Otra vez la repetición perpetua de la historia argentina. Otra asonada

militar. Otra vez los viejos métodos, aunque esta vez no les dio el coraje para

actuar a cara descubierta, entonces se la pintaron.

Pero el aprendizaje llegó, ya no contaron con apoyo de la sociedad civil.

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Los reclamos de los ya apodados carapintadas incluían la destitución del

jefe del Ejército, general Héctor Ríos Ereñú —planteando que los jefes que

impartieron las órdenes “hoy están en libertad desprocesados, ascendidos y

gozando de un privilegio que no merecen”— y exigiendo una solución política

para los juicios a los represores del proceso. Y decía Rico que “si quienes dieron

las órdenes van a la justicia no tenemos ningún problema en ir todos a la justicia,

pero ningún hombre de bien que vista uniforme militar puede ampararse

escudándose en el sacrificio de sus subalternos.”

Una multitud se reunió en la Plaza de Mayo a exigir la rendición de los

militares sublevados. También un importante grupo de manifestantes concurrió a

Campo de Mayo. En un gesto que la historia interpretó como de debilidad

política, el primer Presidente Constitucional de los argentinos en diez años se

dirigió a la Escuela de Infantería en Campo de Mayo, donde Rico había montado

su cuartel general, a parlamentar y buscar una salida a la cada vez más

angustiante crisis. Todas las cámaras de televisión y todos los medios de prensa,

nacionales e internacionales, reflejaron el hecho. Rico y el Presidente negociaron

y acordaron condiciones para la rendición de los amotinados.

Y el Presidente Alfonsín, una vez superada la crisis, ese Domingo de

Pascua salió al balcón de la Rosada al grito de “la casa está en orden”, dándole

una nueva vuelta a la manija del organito de la acción psicológica oficial, esta vez

dentro del Estado de Derecho.

Extraño orden el de un país con miles de muertos sin tumbas, niños

apropiados ilegalmente, miles de exiliados y desempleados, derrumbes

económico financieros, criminales en libertad… las Malvinas en manos de los

ingleses.

Y la memoria perdida.

Tratando de echar un (imposible) manto de piedad y disimular su

defección, el Presidente Alfonsín continuó su arenga mencionando que los

militares sublevados eran “Héroes de Malvinas”, y la rechifla de la multitud

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reunida en la Plaza de Mayo fue atronadora. La esencia de la desmalvinización

apareció con toda su fuerza, la invocación del nombre fetiche para justificar lo

injustificable: a la ya sancionada Ley de Punto Final (diciembre de 1986), siguió

la de Obediencia Debida (junio de 1987)44, producto del pacto de la Escuela de

Infantería. En ese contexto de crisis y amenaza a la Constitución y las leyes, la

connotación de la frase “Héroes de Malvinas” en boca del Presidente de la

Nación, no podía ser sino negativa para la opinión pública. Justos pagaron por

pecadores: los “Héroes de Malvinas” atentaban contra la democracia.

La palabra Malvinas aparecía cuando le convenía a los políticos.

La palabra Malvinas vuelve a aparecer cuando le conviene al poder de

turno.

La palabra Malvinas se convirtió en el comodín del discurso político.

Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que Alfonsín fue el único

Presidente de la Nación que nombró la palabra Malvinas en un discurso público y

fue reprobado por el clamor popular.

Nuevamente se bastardearon las causas apelando a la sensibilidad que el

tema implica en la población, al igual que durante la mesiánica década del

setenta, ahora en la demagógica década del ochenta.

Los alzamientos señalados más arriba no arrojaron víctimas fatales.

Apenas alguna que otra escaramuza y mucho susto.

Rico quedó preso a la espera del juicio en la Escuela de Suboficiales de

Campo de Mayo.

44 Ambas leyes contribuyeron a declarar cosa juzgada los crímenes de la dictadura militar. Fueron aprobadas en el Congreso de la Nación entre bambalinas y bajo fuertes presiones de las fuerzas armadas. En 2005 fueron derogadas y declaradas inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Monte Caseros (enero de 1988).

El segundo alzamiento carapintada, otra vez comandado por el teniente

coronel Rico, estalló en la tranquila siesta estival de Monte Caseros, hermoso

pueblo del sureste correntino a orillas del río Uruguay.

Desde diciembre de 1987 Aldo Rico gozaba del beneficio del arresto

domiciliario, que cumplía en un country de Bella Vista. Emitió un comunicado

dirigido a la Jefatura del Ejército, donde denunciaba falta de garantías para su

procesamiento y desconocía la autoridad de los tribunales militares que iban a

juzgarlo. Dos semanas más tarde escapó con destino al Regimiento de Infantería

4 de Monte Caseros donde su jefe y amigo, coronel Álvarez de Igarzabal, lo

aguardaba con los brazos abiertos. El Estado Mayor General del Ejército lo

declaró en rebeldía y ordenó su captura en forma inmediata.

Rico y sus amigos bautizaron pomposamente el motín como “Operación

Dignidad”. Pero, afectados por el síndrome de las Georgias, se rindieron sin

disparar un solo tiro. El teniente coronel volvió a prisión. En declaraciones

públicas no se arrepintió por lo actuado, sino que lo justificó; además dejó una

frase para la posteridad: “El soldado no duda: ejecuta… La duda es una jactancia

de los intelectuales”. Entregó su arma con el cañón frío y el cargador intacto… y

regresó a la mazmorra.

Villa Martelli (diciembre de 1988).

El 1º de diciembre de 1988, un grupo de 45 oficiales de la unidad de élite

Albatros de la Prefectura Naval, saqueó el arsenal que la fuerza poseía en la

ciudad de Zárate, provincia de Buenos Aires, y se acuartelaron en la Escuela de

Infantería de Campo de Mayo. A ellos se unió un grupo de oficiales del ejército.

Una vez más la rebelión había comenzado, esta vez liderada por el coronel

Mohamed Ali Seineldin.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Luego de haber participado en la guerra de Malvinas como jefe del heroico

RI 25, ahora inmiscuido en la arena de la política militar, Seineldin encabezaba

una facción del movimiento carapintada autodenominada “Virgen del Valle”45,

cuyo pretencioso objetivo en estas acciones era salvaguardar el honor de las

fuerzas armadas… y de nuevo equivocaron el rumbo.

Los carapintadas eludieron el cerco que las fuerzas leales al gobierno

tendieron en los alrededores de Campo de Mayo, y se trasladaron al Batallón

Logístico 10, ubicado en Villa Martelli, muy próximo a la Capital Federal sobre la

Avenida General Paz. Nuevamente cercados por las fuerzas del gobierno, quienes

tenían órdenes estrictas de no abrir fuego, los carapintadas hicieron conocer sus

exigencias, entre ellas la destitución del Jefe del Ejército, general Dante Caridi; la

extensión de la Ley de Obediencia Debida a todo el personal de cuadros excepto

los ex comandantes del Proceso; amnistía a todos los procesados de Semana

Santa y Monte Caseros; y un pacto de impunidad para los participantes en este

levantamiento, excepto Seineldin, quien se autoexcluyó.

Nuevamente el gobierno nacional acordó para evitar un derramamiento de

sangre y los bravos soldados, nuevamente, rindieron los cañones fríos de sus

armas pero consiguieron importantes réditos políticos.

Carlos Menem sucedió a Raúl Alfonsín en el devenir constitucional de la

Argentina, y en uno de sus primeros actos de gobierno dictó el indulto para 164

carapintadas, 39 oficiales condenados por la represión ilegal durante el Proceso

militar46, y los mandos culpables de negligencia en la conducción de la guerra de

Malvinas (condenados a la pena capital por una Corte Marcial, luego conmutada

por la Justicia Civil a distintos grados de reclusión, finalmente salieron en

libertad).

45 La Virgen del Valle es la patrona de los paracaidistas del ejército, especialidad en la que se destacó Seineldin. 46 Entre los indultados estaban Reynaldo Bignone, Albano Harguindeguy, Luciano B. Menéndez y Juan B. Sasiaiñ.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Palermo – Boulogne – Edificio Libertador (diciembre de 1990).

De tanto tentar al destino las tragedias terminan convirtiéndose en

realidad. Y eso fue lo que sucedió en diciembre de 1990. Ya con Carlos Menem

en la presidencia, un nuevo alzamiento carapintada encabezado por Seineldin

tuvo un saldo trágico de 13 muertos y 350 heridos.

Un enfrentamiento intenso se produjo en la sede del Regimiento de

Patricios, en el barrio de Palermo. De madrugada los carapintadas coparon el

cuartel; cuando el jefe de la unidad, teniente coronel Hernán Pita, acompañado

por su segundo, mayor Federico Pedernera, increparon a los sediciosos por su

actitud, los mataron a quemarropa. La tensión fue en aumento. En horas de la

tarde el predio fue cercado por las tropas del gobierno quienes abrieron fuego

con sus piezas de artillería contra los rebeldes acuartelados e intimaron su

rendición, que se produjo casi inmediatamente.

En las inmediaciones de la fábrica de vehículos blindados TAMSE de

Boulogne, zona norte del Gran Buenos Aires, un tanque chocó en plena avenida

Márquez con un transporte de pasajeros, ocasionándole la muerte a una persona.

Pleno centro porteño a la hora pico. Los militares atrincherados en el

edificio Guardacostas y el edificio Libertador, sedes de la Prefectura Naval

Argentina y de la Jefatura del Ejército respectivamente, abrieron fuego entre sí.

Un bando se había sublevado, el otro respondía al gobierno constitucional. En el

medio, la gente que iba a trabajar y que entre el estupor y el miedo veía pasar

las balas por sobre sus cabezas. Varios heridos quedaron tendidos en las calles,

entre ellos los cronistas Fernando Carnota y Jorge Grecco, que se encontraban

realizando la cobertura periodística y de pronto quedaron atrapados en medio del

fuego cruzado. Cuando corrió la noticia de la caída a cañonazos del alzamiento

en el Regimiento de Patricios, los rebeldes del edificio Libertador se rindieron.

Cuántas veces nombramos Rendición: una palabra a la que las fuerzas

armadas argentinas se habían acostumbrado demasiado. Rendición, y no de

cuentas.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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El alzamiento fue aplastado. Esta vez la decisión política del Presidente de

la Nación y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas fue firme. En ese mismo

mes y año el Presidente Menem firmó los indultos a los ex comandantes.47 Sin

más concesiones que hacer ni leyes oscuras que sancionar, asistimos al final de

la aventura carapintada.

Una publicación periodística de la época tituló: Se acabó la payasada.

Los cabecillas. Perfiles.

Aldo Rico.

Uno de los principales líderes de la facción del ejército autodenominada

carapintada fue el teniente coronel Aldo Rico (a) “El Ñato”. Destinado en

Malvinas a fines de mayo de 1982, con el resultado de la guerra prácticamente

sellado a favor de los británicos, Rico (en ese entonces con el grado de mayor)

se destacó en combate al frente de la Compañía de Comandos 602, grupo de

élite del Ejército Argentino.

Este equipo de poco más de 60 hombres presentó duros combates frente

a sus homólogos británicos, el SAS y el SBS, bloqueando temporalmente el

avance de las tropas inglesas luego del desembarco en San Carlos, y en Monte

Longdon. Sufrieron numerosas bajas y su valor y profesionalidad fueron incluso

reconocidos por los mismos británicos.

Luego de los levantamientos carapintadas, Rico fundó su propio partido

político, el Movimiento por la Dignidad Nacional (MODIN), siendo absorbido por

la vida democrática. Concentró mayormente los votos carapintadas y del personal

de las fuerzas armadas en general, con discreto éxito. Ganó una banca de

diputado nacional en 1991 y fue también constituyente nacional en la asamblea

47 Hasta antes del indulto estaban condenados a prisión perpetua Jorge R. Videla, Emilio Massera, Eduardo Viola, Ramón Camps y Guillermo Suarez Mason y el ex ministro de economía José A. Martinez de Hoz. Seineldin continuó en prisión, siendo posteriormente indultado por el presidente Eduardo Duhalde en 2003.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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que reformó la Constitución en 1994 y que permitió, entre otros logros salientes,

la reelección de Eduardo Duhalde como gobernador de la provincia de Buenos

Aires.

En 1997 ganó la intendencia del partido de San Miguel, en el noroeste del

Gran Buenos Aires, localidad de asiento de la principal guarnición militar del país:

Campo de Mayo. Dos años más tarde, el entonces gobernador bonaerense Carlos

Ruckauf lo nombró Ministro de Seguridad, a cargo de la Policía Bonaerense. A los

cuatro meses renunció en medio de un escándalo. Entonces volvió a San Miguel

a terminar su mandato como Intendente Municipal.

En 2003 enfrentó a Felipe Solá y al duhaldismo en las elecciones para

gobernador de Buenos Aires, desde un espacio político que a nivel nacional se

referenciaba en el gobernador de San Luis, y efímero Presidente de la Nación,

Adolfo Rodríguez Saá. Ese año el puntano fue uno de los tres candidatos

presidenciales de perfil justicialista, batalla que terminó ganando Néstor Kirchner.

Luego de todo eso, Rico se reincorporó al Partido Justicialista bonaerense

porque, según él, siempre fue peronista.

En el año 2006 fue imputado en una causa de secuestro y desaparición de

una pareja durante el Proceso militar, mientras se desempeñaba en la Policía

Militar de Campo de Mayo. El delito no pudo comprobarse, la justicia le dictó la

falta de méritos y Rico continuó en libertad.

Actualmente está retirado de la vida política aunque anhela volver a

ocupar la intendencia de San Miguel.

Mohamed Ali Seineldin.

Nacido en 1933 en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos,

Mohamed Ali Seineldin (a) “El Turco” se convirtió de muy joven al catolicismo e

ingresó al Colegio Militar de la Nación. En 1983 cuando es ascendido a coronel.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Al igual que Rico, el coronel Mohamed Ali Seineldin también combatió en

Malvinas. Estuvo al frente del Regimiento de Infantería 25 que además participó

en el desembarco del 2 de abril de 1982. A bordo de uno de los buques que

transportaban a las tropas argentinas hacia Malvinas, el entonces teniente

coronel Seineldin le propuso al comandante de la operación, contralmirante

Carlos Büsser, renombrar al operativo “Azul”, como originalmente se lo había

llamado, por el más devoto nombre de “Virgen del Rosario”. Büsser accedió,

aunque parcialmente: la operación de desembarco pasó a llamarse operación

“Rosario”, un nombre simbólico aunque sin tantas connotaciones de guerra

santa. El espíritu de reconquista de la tierra sagrada fue una constante en el

militar argentino y muchos de sus camaradas.

Un hecho no confirmado durante la guerra (más bien una leyenda) afirma

que el teniente coronel Seineldin enterró su rosario al lado de la pista del

aeropuerto de Puerto Argentino, y que la protección divina hizo que el

bombardeo de los Vulcan británicos del 1º de mayo (misión Blackbuck) y

sucesivos ataques no pudieran dañarla, quedando operativa hasta el final del

conflicto.

Durante la guerra civil en El Salvador y la revolución sandinista de

Nicaragua a finales de los años ‘70, Seineldin se desempeñó como asesor militar;

fue enviado por el gobierno militar argentino en el marco de la colaboración

establecida en la Doctrina de la Seguridad Nacional, entrenando a los contras

nicaragüenses partidarios del régimen de Anastasio Somoza. También actuó en

Bolivia, donde colaboró en la llegada al poder del general golpista Luis García

Meza. Cuando se realizó en la Argentina el mundial de fútbol de 1978, entrenó a

un grupo de fuerzas de élite destinado a prevenir atentados terroristas. Durante

el año 1984 estuvo destinado en Panamá, donde entrenó a los “machos del

monte”, las fuerzas especiales del régimen del más tarde depuesto dictador

Manuel Noriega.

A mediados de los setenta participó en el Operativo Independencia, contra

la guerrilla en la provincia de Tucumán. Un tema sobre el que nunca quiso

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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hablar, pero tampoco desmintió, es la versión que afirma que en esos años se

desempeñó como enlace entre la tristemente célebre “Triple A” 48 y el ejército.

Sin embargo, el propio Seineldin afirma que se opuso tenazmente al golpe militar

que derrocó al gobierno constitucional de Isabel Perón el 24 de marzo de 1976, y

que esa actitud le deparó postergaciones en su carrera militar.

Cuando se produce el conflicto limítrofe con la República de Chile,

Seineldin es movilizado al sur del país. Más tarde, a finales del año 1981, lo

destinan al remoto Regimiento de Infantería 25, cuyo asiento de paz es la

localidad de Sarmiento, distante a 120 kilómetros al oeste de Comodoro

Rivadavia, provincia de Chubut, en medio de la estepa patagónica. Apenas

arribado, su principal misión consistió en poner en condiciones el material de

combate de la guarnición militar (el cual se encontraba en estado deplorable), y

entrenar a la clase de soldados conscriptos recientemente incorporada. Los pasos

debieron acelerarse cuando a mediados de febrero de 1982 su comandante,

general Osvaldo García, le solicita la planificación del desembarco en Malvinas

para el 24 de mayo, originalmente, y luego adelantado al 2 de abril. Una fracción

especial de soldados del RI 25 participaría de las acciones bajo el mando de la

Infantería de Marina. El teniente coronel Seineldin, que en su curriculum figuraba

la creación de la Compañía de Comandos 601 del ejército nacional, logró ambos

objetivos en tiempo récord. Los soldados por él entrenados fueron algunos de los

que mejor desempeño tuvieron durante la contienda, en parte por el excepcional

liderazgo demostrado por sus jefes (entre ellos el teniente Roberto Estévez y el

teniente primero Carlos Esteban), como por haber sido adiestrados en

condiciones climáticas y geográficas similares a Malvinas en la Patagonia

argentina. Su coraje y preparación quedaron marcados a fuego en los campos de

batalla de Darwin, Pradera del Ganso, San Carlos y Puerto Argentino.

48 La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) fue un grupo paramilitar de ultraderecha, señalado como terrorista, creado para silenciar a la oposición de izquierda en la República Argentina, donde llevó a cabo numerosos asesinatos contra guerrilleros y políticos de izquierda durante la década de 1970 en Argentina. Aunque su liderazgo era encubierto en ese momento, hoy se sabe que estuvo bajo la dirección de José López Rega, secretario personal y ministro de Juan Domingo Perón, quien la empleó para combatir a los sectores de izquierda del propio movimiento peronista.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Al contrario que muchos de sus camaradas contemporáneos, al coronel

Seineldin no se le han imputado delitos, ni ha sido acusado por violaciones a los

derechos humanos durante el período 1976-1983.

Sería faltar a la verdad negar que estos dos soldados argentinos

cumplieron con su deber en Malvinas dando sobradas muestras de conducción y

de heroísmo. Esto ha sido reconocido en diversas oportunidades, hasta por el

general Jeremy Moore, Comandante en Jefe de los británicos. Pero en tiempos

de paz su instinto de perros guardianes los traicionó llevándolos a acometer

empresas incalificables como las sublevaciones contra la Constitución y el Estado

de Derecho, lo cual contribuyó a su desprestigio personal. Por la fuerza obligaron

a los sucesivos gobiernos democráticos –a los que no les costó poco adecuarse a

los planteos castrenses- a sancionar leyes reñidas con la justicia y el respeto por

los derechos humanos.

Una ambivalencia bastante peligrosa y que abunda en la joven historia de

nuestra Nación, tan afecta a planteos maniqueístas.

Otros “próceres”.

Ernesto Barreiro: En abril de 1987 fue el detonante del levantamiento,

cuando se negó a presentarse ante la Justicia Federal, que quería interrogarlo

sobre su responsabilidad en el secuestro y la muerte de un grupo de militantes

en el centro clandestino de detención de La Perla, Córdoba. En abril de 2007,

después de estar dos años prófugo, fue detenido en Virginia, Estados Unidos. El

gobierno norteamericano debe resolver extraditarlo a la Argentina para ser

juzgado por la desaparición del estudiante Diego Hunziker, secuestrado en

septiembre de 1977.

Durante la dictadura, Barreiro había llegado a ser jefe de La Perla. De

1976 a 1979 estuvo a cargo de los interrogatorios; se convirtió en uno de los

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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torturadores más denunciados por los sobrevivientes. Según testimonios de

sobrevivientes, el objetivo de los torturadores no era la muerte de la víctima, sino

lograr a través de su confesión, “que uno traiga a otro.” Escapó del país en el

año 2004, enterado de que la jueza Cristina Garzón de Lascano estaba a punto

de dictar su orden de captura.

En Virginia había comprado un chalet de dos pisos valuado en 250 mil

dólares y se dedicaba a la venta de arte y antigüedades.

Luis Polo: El ex teniente coronel fue quien dio refugio a Barreiro en el

Regimiento 14 de Infantería de Córdoba. Luego del alzamiento, pasó a integrar la

dirección del movimiento carapintada. Fue diputado nacional del Modin por un

mandato. Hoy trabaja en una empresa de seguridad porteña donde se dedica a

dar capacitación a los empleados.

Enrique Venturino: Fue el encargado de inteligencia de Rico para el

copamiento de Campo de Mayo. Hasta hace poco tenía un restaurante en Buenos

Aires, junto a otros socios. Dice que actualmente vive de su retiro como teniente

coronel.

Venturino se quedó con el sello del Modin, tras distanciarse de Rico en

1994 por el acuerdo con Eduardo Duhalde. Los ex riquistas acusan a su antiguo

líder de haberle facilitado la reelección al ex gobernador bonaerense a cambio de

cinco millones de dólares.

Pasados los años, el Modin tiene una actividad política muy marginal pero

mantiene una interna llena de conflictos. Dato insólito: Venturino creó en la crisis

de 2001 una “Confederación para que se Vayan Todos” de la que se

autoproclamó presidente. Luego, le cambiaría ese nombre por otro de

reminiscencias peronistas, “Lealtad Popular”, con la que participó de las

elecciones presidenciales de octubre de 2007, con suerte dispar.

Venturino reivindica el levantamiento de Semana Santa con ahínco: “Lo

volvería a hacer. Estoy convencido de que era necesario, no para dar un golpe de

Estado, sino para arreglar con Alfonsín. Obviamente, lo que nos preocupaba era

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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el tema de los juicios”, dice. “Los mismos objetivos del Operativo Dignidad

planteados en aquella Semana Santa hoy siguen vigentes.”

Gustavo Breide Obeid: Ex integrante del estado mayor riquista y uno de

los carapintadas que habló con Raúl Alfonsín, Breide Obeid fue uno de los

militares que participaron en los cuatro alzamientos que se sucedieron desde

Semana Santa en 1987, hasta la toma del Edificio Libertador en 1990. También

está al frente de un sello político, el Partido Popular de la Reconstrucción. Abrió

una empresa de limpieza de oficinas.

Desde adentro.

Como en la ya citada fábula de la rana y el escorpión, Rico y Seineldin no

habían podido dominar su propia naturaleza. Sería muy ingenuo e incorrecto

suponer que actuaron engañados. Sacaron provecho de su comprobada

actuación heroica en Malvinas, que nadie niega y todos reconocemos, pero que

mutó a delictiva en tiempos de paz. Respondieron a un modelo de entrenamiento

y programación mental identificado con la Doctrina de la Seguridad Nacional, que

se basado en la teoría de que el enemigo está dentro y no fuera del país. La

adopción irrestricta a ese esquema doctrinario perverso fue clave en el fracaso

militar de 1982. En términos más coloquiales, fue como delegarle a nuestro

carcelero el cuidado de nuestra casa, mientras estábamos presos. Está claro que,

como sociedad, no teníamos opción.

Quiero contar una experiencia personal. El día 2 de abril (fecha por demás

simbólica) pero de 1987, el Ejército me reclutó como soldado conscripto. En

cuestión de pocos días me vi inmerso en los hechos de Semana Santa y de

Monte Caseros. Lo que cuento sucedió el lunes posterior a la Semana Santa del

’87, el día después de las “Felices Pascuas”. En aquel tiempo había sido

recientemente incorporado al Grupo de Artillería 1 (GA 1) “Brigadier General

Iriarte”, en la localidad de Ciudadela, zona oeste del Gran Buenos Aires. Esa

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Semana Santa, quizás previendo el estallido de la crisis, todos los reclutas

salimos de franco. Pasé esas jornadas en mi casa mirando por televisión la

cobertura que los medios hacían en Campo de Mayo y otras unidades militares.

Se presentaba el dilema de volver o no volver al cuartel, en caso de que el

conflicto no se resolviera... o de cómo el conflicto se resolviera. Se hablaba de

un intento de golpe de estado, de que el gobierno sería derrocado. Todas esas

dudas me carcomían la cabeza mientras veía por la tele cómo se desarrollaban

los acontecimientos en esas frías jornadas. Sinceramente, luego del discurso del

Presidente Alfonsín me invadió una profunda calma: la crisis estaba superada, sin

derramamiento de sangre ni golpe. Tenía que presentarme nuevamente a mi

unidad el lunes a las 6 de la mañana.

Cuando llegué al cuartel todavía era de noche, no había amanecido, y

faltaban quince minutos para las seis. El portón de hierro de la entrada principal

de la calle Reconquista estaba cerrado con una cadena y candado y el acceso

principal estaba bloqueado con barreras de acero. En el puesto de guardia había

más gente de lo normal, me llamó la atención la cantidad de centinelas armados,

más de media docena cuando lo normal eran dos o tres. Me acerco en la

oscuridad de la madrugada al portón, me presento vestido de civil (aún no nos

habían provisto el uniforme de salida y lo único que delataba mi condición de

colimba era el clásico look pelado) y pido autorización para entrar. Un cabo

primero me dice “pibe, andate a tu casa y volvé el lunes de la semana que

viene”. En ese momento no entendía nada, y no tuve mejor idea que preguntar

inocentemente… “¿Puedo saber por qué…?”.

“¡Raje de acá inmediatamente, recluta, no pregunte nada…! ¡¿O acaso se

quiere quedar…?!” Corrí como alma que lleva el diablo.

No empezaba a cerrarme el discurso presidencial.

A la semana volví y esta vez sí entré con el resto de mis compañeros. Nos

cambiamos la ropa civil por la andrajosa ropa de fajina provista, desayunamos y

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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a las 7 de la mañana comenzó la agotadora instrucción de orden cerrado49. Entre

las 9 y las 10 empezamos a ver movimientos extraños, fuera de lo común, y a oír

voces preocupadas. Los suboficiales interrumpieron la instrucción y nos llevaron

en formación a la cuadra. El clima cambió de repente como en una tormenta de

verano… Un suboficial principal de gruesos bigotes, veterano de Malvinas, al ver

nuestras caras desconcertadas, nos dijo en tono paternal: “muchachos, ustedes

hagan de cuenta que no pasa nada, no hagan caso de lo que vean”… ¡Como si

fuese posible!

Lo vivido en aquella jornada de extrema tensión no puede siquiera

compararse con los combates de Malvinas, aunque pude comprobar qué se

siente estar en la mira de un cañón antiaéreo de 35 Mm.. No es precisamente

uno de mis recuerdos más gratos. Máxime si el supuesto “enemigo” dice

defender la misma bandera, habla el mismo idioma, viste el mismo uniforme y su

posición de combate está enfrente, a menos de 40 metros. En Ciudadela dentro

del mismo predio coexistían el GA 1 y el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101

(GADA 101), que contaba con los cañones ya citados. En el marco de este

conflicto militar ambas unidades estaban enfrentadas entre sí. De este lado de la

barricada (tropas leales) les apuntaban a los rebeldes con obuses de 105 Mm.

Cada unidad había establecido su perímetro defensivo con nidos de

ametralladoras MAG y fusileros. Todos llevaban camuflaje en rostros y cascos,

arneses con granadas de mano y de lanzadores FAP, y corrían agazapados entre

las posiciones. Bastaba con que se produjera algún disparo accidental de algún

suboficial nervioso o descuidado (como estaban casi todos) para que se desatara

el infierno. Las armas pesadas y portátiles –todos las vimos- estaban cargadas en

serio, y aprontadas para su uso.

Además corría el rumor de que se habían sublevado los tanques del

regimiento de La Tablada, y habían abandonado su unidad para venir a asaltar

49 El orden cerrado o la instrucción de orden cerrado consiste en la instrucción militar destinada a enseñar al personal militar cómo moverse y desplazarse formando una unidad cohesionada en situaciones de no combate, las distintas formaciones que puede utilizar dicha unidad para desplazarse y cómo pasar de una a otra. Es la primera instrucción que recibe el soldado con el fin de enseñarle los principios básicos del desplazamiento de tropas, e introducirlo en el ambiente de obediencia y subordinación.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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nuestro cuartel. Todo el día los esperamos aterrorizados. No se nos había

entregado armamento a los soldados nuevos, con lo cual al creciente miedo se le

sumaba la total indefensión (aunque hoy lo pienso mejor, y tal vez el hecho de

no tener armas que ni siquiera sabíamos usar evitó desgracias). Dos soldados

viejos (de la clase anterior, 1967) que habían puesto a “cuidarnos” puteaban y se

quejaban de su mala suerte. “Justo cuando estamos por salir de baja…”, decían.

Sus otros compañeros estaban en la primera línea. Un cabo primero, mucho más

asustado que nosotros, entró en la cuadra a los gritos y nos pegó uno de los

peores bailes que recuerde, y que duró una eternidad. De haber tenido

oportunidad lo hubiéramos molido a golpes. Siempre recordamos ese episodio y

muchos meses después, ya soldados viejos, gozábamos “cortándole el rostro” y

“ningunéandolo”. Era un pobre pibe sin valor ni valores.

Pero volvamos al lunes fatídico. Por los ventanales de la cuadra

espiábamos los movimientos y los aprestos de combate. Pero luego de más de 10

horas de tensión extrema, nuestros jefes nos hicieron dejar los uniformes de

fajina, ducharnos con agua fría y ponernos nuestra ropa de civil. Otra vez nos

dijeron “vuelvan dentro de una semana”, y salimos de franco sin preguntar nada.

Nunca el aire de la calle me pareció tan puro…

Al otro lunes, cuando volvimos, parecía que todo había pasado, pero el

aire estaba enrarecido. El ambiente era de tregua, no de paz. Meses más tarde

volvió a estallar el conflicto en Monte Caseros. Esta vez el lío nos agarró estando

de licencia (sí, en la colimba teníamos un mes de vacaciones), y como soldados

viejos con casi un año de cuartel. Estaba expectante siguiendo todo por

televisión (otra vez) e íntimamente decidí que si llegaban a convocarnos ante un

eventual agravamiento de la crisis no me presentaría (estaba harto, pero no tenía

conciencia de los problemas que me hubiera acarreado ser desertor). Por suerte

la cosa no pasó a mayores, finalicé mis vacaciones y me reincorporé a la rutina

castrense en febrero de 1988, un mes agotador en el que me tocó hacer guardia

día por medio. El 26 de abril (otra vez abril…) salí de baja, sano y salvo gracias a

Dios.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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CAPÍTULO NUEVE

La importancia de las islas.

“La justicia se defiende con la razón y no con las armas. Nada se pierde

con la paz y puede perderse todo con la guerra.”

Juan XXIII

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Ni vencedores ni vencidos.

Muchos argentinos tenemos ganas de conocer nuestras Islas Malvinas.

Personalmente sé que algún día voy a viajar y caminaré por las calles de

Port Stanley sin sentirme extranjero. Que podré relacionarme civilizadamente y

en paz con los isleños, y hasta entablar amistad con ellos; de ese modo sentiré

que podremos recuperar en parte ese espacio, ese pedacito del planeta que es

nuestro. Imagino ese momento cuando la guerra absurda será sólo un recuerdo.

Tengo este desafío personal que quizás, como decía en las primeras páginas, sea

el motivo que me llevó a investigar y a escribir este libro.

No se ama lo que no se conoce.

Más allá de las consignas huecas, existe una Patria.

Más allá de la Patria, está la Gente.

Imaginemos: qué hubiera sido de los países europeos de no haber

superado las diferencias que los llevó a enfrentarse mortalmente en dos guerras

mundiales. Hoy, el Reino Unido, Francia y Alemania –otrora enemigos - son

aliados estratégicos tanto en lo militar como en lo económico; y dada la

proximidad territorial están comunicados por innumerables vías de transporte

terrestre, aéreo, fluvial y marítimo. El aislamiento del mundo soviético finalmente

descongeló el Muro, y gracias a su pueblo la mitad de Alemania y varios países

de Europa Oriental se graduaron de “Naciones”, recuperando identidades,

tradiciones y culturas.

¿Y nuestra propia historia? En las primeras décadas del siglo diecinueve,

las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Reino de España estaban

enfrentadas a muerte en la llamada Guerra de la Independencia; pero un puñado

de años más tarde las sucesivas oleadas de inmigrantes españoles, junto con los

italianos (mayoritariamente) contribuyeron a la ardua tarea de conformar una

nación modelo en Sudamérica, la República Argentina. Luego de la Guerra Civil

Española (1936-1939), ese joven país granero del mundo alimentó los cuerpos y

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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los espíritus hambrientos de millares, y volvió a recibirlos con los brazos abiertos

y fraternales. Los intereses comunes primaron sobre las reyertas territoriales.

Los adversarios de hoy pueden ser los aliados de mañana, y viceversa.

Pero la relación histórica con los británicos nunca fue ni tan fraterna ni tan

constructiva, más bien ha sido guiada por un permanente afán de lucro. Siempre

buscaron arrebatarle a España el control de sus ricas y prósperas colonias

sudamericanas. Durante el siglo diecinueve, ante el fracaso de la vía armada,

apoyaron y fomentaron el proceso independentista, para luego infiltrarse

cómodamente en los sucesivos gobiernos americanos y ejecutar su pragmática

influencia en la vida política y económica de las jóvenes naciones, con el pretexto

de la libertad de comercio y la modernidad. A su ya célebre habilidad diplomática

para caer siempre parados, le sumaron el poderío de su flota naval para

consumar su historial de usurpación y despojo de territorios con fines

comerciales.

Ya en el siglo veinte, tomaron el control de la producción de carnes (los

principales frigoríficos eran propiedad de capitales británicos); de los medios de

transporte y locomoción (tramways y ferrocarriles), tendiendo un trazado de vías

ferroviarias centralizadas hacia el puerto de Buenos Aires, con el claro objetivo de

asegurar una salida eficiente de la producción primaria del rico campo argentino

con destino a Europa; y además se convirtieron en prósperos colonos en

estancias de la Patagonia, recientemente conquistada a los pueblos originarios.

Un capítulo aparte conforman los inmigrantes galeses que encontraron su

lugar en el mundo en las lejanas tierras australes de la Argentina, donde

pudieron seguir hablando su idioma y practicar su credo y sus costumbres sin ser

perseguidos, y se fusionaron con las culturas residentes (criolla e india),

potenciando la sinergia en esa mixtura emprendedora y rebelde. Fundaron

asentamientos importantes como Gaiman y Trevelin, e importantes ciudades

como Puerto Madryn y Trelew, todas en la provincia de Chubut, donde hasta el

día de hoy permanecen sus tradiciones y legado cultural.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Las otras corrientes migratorias del Reino Unido nos dejaron a cambio el

fútbol, el rugby y el polo, como herencia deportiva; coquetos colegios y escuelas;

los barrios fundados a la vera del ferrocarril, como Quilmes, Temperley y

Hurlingham; y ruinas de frigoríficos en varias localidades argentinas, como

Pueblo Liebig en la provincia de Entre Ríos.

Esta omnipresencia de los capitales y de la cultura británica en la vida de

la joven Nación Argentina fue indudablemente propiciada por gobernantes y

personas influyentes de la época, tanto los provenientes de los sectores políticos

y económicos como así también del campo de las artes. Un vasto sector de la

sociedad vio con ojos benevolentes cómo la República mutaba hacia un estatus

cuasi colonial; no obstante, en los tiempos de tirar “manteca al techo” los

conflictos sociales producto de las agudas desigualdades no tardaron en estallar.

Quedaron como testimonios de aquellos primeros años “de plomo” la Semana

trágica en Buenos Aires50; y la represión de las huelgas en la Patagonia51. En

ambos casos se encomendó a las fuerzas armadas y de seguridad la ejecución de

las operaciones represivas con el subterfugio de salvaguardar los derechos a la

propiedad privada y asegurar el orden. La Argentina de la modernidad ingresaba

en una espiral de muerte y violencia que alcanzaría su cenit en las décadas

sucesivas.

La Historia nos enseña, pero hasta ahora parece que no aprendimos.

Queremos que nos devuelvan lo que es nuestro y que tanto nos ha costado, pero

en aquel sitio remoto hay gente que lleva varias generaciones cuidando y

construyendo su lugar en el mundo, nos guste o no. En 1982 ellos eligieron ser 50 En enero de 1919 una huelga y la posterior represión a los obreros de los talleres metalúrgicos Vasena, en el barrio porteño de San Cristóbal (hoy plaza Martín Fierro) dejó un saldo de más de 700 muertos y millares de heridos. Reclamaban por una jornada laboral de ocho horas, mejoras salariales y la reincorporación de algunos despedidos. Luego de la masacre, la fábrica tuvo que cerrar y el país perdió por causa de la lucha fratricida la oportunidad de desarrollar en forma temprana la siderurgia nacional. Un cortejo de 200.000 personas acompañó los restos de los fallecidos hasta el cementerio de la Chacarita. Durante el trayecto, se produjeron nuevos enfrentamientos. En esos días la Argentina estuvo al borde de la guerra civil. 51 Entre 1920 y 1922, una huelga de los peones de las estancias inglesas en Santa Cruz desencadenó una brutal represión a cargo del ejército que terminó con un saldo de más de 1.500 muertos.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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británicos; ya nos hemos referido a las presiones de índole geopolítica y al lobby

económico, pero hubo además un agravante: los argentinos les mostramos

nuestra peor cara. En Puerto Argentino el Ejército destinó más de diez mil

hombres, sin contar los demás efectivos de la Fuerza Aérea y la Armada

(Infantería de Marina). Era la primera vez en sus vidas que los isleños veían tanta

gente junta, y no eran precisamente turistas: venían a librar una guerra y traían

todas sus armas, aviones, bombas, misiles. El isleño, acostumbrado a la

desolación de las tierras patagónicas, se vio de pronto “invadido” en su territorio

por millares de argentinos armados. La vida en la capital de Malvinas se tornó

surrealista: noches enteras de bombardeos, falta de suministros, carencia de

agua potable, y una situación sanitaria preocupante: residuos de todo tipo y

deyecciones por doquier. La habitual seguridad también se vio afectada: la

Policía Militar debió intervenir frecuentemente para impedir la comisión de

hurtos, y los vehículos argentinos hacían caso omiso al sentido de circulación en

las calles (que era a la manera inglesa, por la izquierda).

Mandamos a las Malvinas a represores como “Tigre” Acosta, Pernías, Astiz,

Menéndez. Nos metimos en su casa pateando la puerta a los tiros y a los gritos

como una patota en penumbras. Esa era la Argentina de principios de los años

ochenta, el país de la dictadura nefasta que cometía atrocidades contra su propio

pueblo y que apenas tres años antes casi guerreaba contra su vecino trasandino.

Y eso que las Fuerzas Armadas respetaron a los kelpers al extremo, un privilegio

en esos años brutales que ellos no supieron apreciar, y que era negado a los

argentinos continentales. Las únicas tres bajas registradas en la población civil de

Malvinas durante la guerra fue por un error de cálculo de la artillería naval

británica durante los combates en el istmo de Darwin. Daños colaterales que le

dicen.

Entonces alimentamos la maquinaria de su manipuladora e influyente

diplomacia.

Sinceramente, ¿qué hubiésemos hecho nosotros de haber pasado por una

situación así? ¿Quién de nosotros tiene la autoridad moral para juzgar y decidir

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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sobre el pasado, presente y futuro de otras personas? Vieron a nuestros soldados

estaqueados en el duro sueldo malvinero por tener que robar para comer; los

vieron vagar y morirse de frío, mugrientos mendigando un pedazo de pan. Vieron

cómo el país desconoció a sus héroes. Fueron testigos directos de la soberbia y

la incompetencia de nuestros generales. Nos vieron derrotados… ¿Eso teníamos

para ofrecerles? ¿Quién quiere formar parte de una nación derrotada? Ante la

opción de una nación estable, aunque monárquica y colonialista, y una nación

inestable donde civiles y militares se alternaban para violar la Constitución, ¿qué

hubiésemos elegido nosotros? No pretendamos que nos quieran.

La televisión mostró en vivo y en directo desde la Plaza de Mayo cómo una

multitud enardecida de repentino nacionalismo vitoreaba la recuperación de las

islas como si hubieran ganado un campeonato mundial de fútbol. Desde el balcón

de la Rosada, un general ebrio proclamaba consignas bélicas e intimidaba

públicamente a quien quisiera oírlo, constituyendo la apología delictiva más

escandalosa de la historia nacional. La imagen de la dictadura violadora de

derechos humanos contribuyó sobremanera y de forma estelar a considerar a la

Argentina como país agresor, y fuimos condenados por las Naciones Unidas un

día después del desembarco en Malvinas, habilitándoles a los piratas la

argumentación del derecho a la autodefensa establecido por aquél organismo

internacional. La batalla diplomática se perdió en un día.

¿Qué hubiésemos elegido nosotros…?

Los kelpers contaban además con la promesa de Gran Bretaña para dejar

de ser ciudadanos de segunda categoría, a cambio de desarrollar las prósperas

perspectivas de crecimiento económico (por razones obvias sin la participación de

la Argentina), y la defensa de su territorio y tradiciones. El tiempo se ha

encargado de demostrar quiénes han salido beneficiados económicamente por la

guerra:

• La Falkland Island Company (FIC), con la asignación y administración

monopólica de las licencias pesqueras, y de la producción ovina.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Necesitaba también eliminar la competencia para avanzar con los planes

de exploración de yacimientos de hidrocarburos y minerales.

• La Royal Navy, demostrando el poderío que años de guerra fría y

recortes presupuestarios no habían conseguido mellar, e impidiendo la

venta y/o el desguace de la flota de superficie, que implicaba el pase a

retiro de 50.000 marinos y desactivar los astilleros, generando pérdidas

millonarias. Aunque después de la guerra vendieron varios buques,

lograron hacerlo a mejor precio.

• La OTAN, que cuenta en la actualidad con una enorme y poderosa base

militar en el cono sur.

• El gobierno conservador de Margaret Thatcher, cuya habilidad para

utilizar la fuerza militar y diplomática, y dirimir el conflicto internacional en

ambos escenarios, la salvó de tener que “escaparse en helicóptero” antes

de finalizar su primer mandato, y ganar las elecciones para el segundo;

además de ser recompensada con el título de Baronesa por su Graciosa

Majestad Elizabeth II.

• Los fabricantes del sistema de armas Super Etendard-Exocet, que

fueron utilizados por primera vez en combate demostrando su

extraordinario poder contra los barcos de la Task Force. Durante y

después del conflicto el producto estuvo sobredemandado, pese a que los

franceses habían duplicado el precio.

• Los isleños, que dejaron de ser kelpers para convertirse en falklanders,

consiguieron la ciudadanía británica e importantes beneficios para

desarrollar su economía. Entre ellas, una publicidad oportuna para

fomentar el incipiente turismo: de repente todo el mundo sabía dónde

encontrar en el mapa a las antes ignoradas Islas Falkland. En los años

posteriores a la guerra la economía malvinense creció en forma

exponencial. La Comunidad Económica Europea asistió financieramente a

las islas durante los primeros años de la posguerra, dándole un importante

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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impulso a los pequeños emprendimientos que posteriormente significaron

para los isleños acceder al mejor estándar de vida de Sudamérica.

Todas las cuestiones de índole económica fueron tradicionalmente

operadas por la FIC, poderosísima a la hora de influenciar en las decisiones que

favorecieran a sus intereses, junto con la United Kingdom Falkland Island

Committee (UKFIC), una organización sin fines de lucro creada ad hoc para

responder a sus intereses. Sus lazos e influencia llegan a los medios de

comunicación, la Royal Navy e incluso al Parlamento británico. Obviamente

tienen sus representantes y voceros en el Consejo de Gobierno de las islas. En

1982, Rex Hunt fue su delegado más conspicuo y el manejo de la crisis en

Georgias su carta de presentación.

Algunos datos ilustrativos.

• Los ingresos anuales del gobierno de las islas antes de 1982 eran del orden

de los u$s 6 millones. En la actualidad superan los u$s 70 millones.

• Deducidos los gastos, el excedente no va para Inglaterra sino que queda en

las islas, conformando un fondo de reserva de aproximadamente u$s 140

millones.

• Las obras públicas son la principal inversión. Se pavimentan caminos, se

construyen barrios nuevos con todos los servicios y comodidades.

• El 80% de la población vive en la capital y todos poseen casa propia.

• Las camionetas todo terreno (Land Rover, Mitsubishi) proliferan en las islas.

El arreo del ganado ovino lo hacen con cuatriciclos de doble tracción, lo que

ha mejorado las condiciones de trabajo en el campo.

• La pequeña y mediana empresa y la redistribución de tierras le han ido

restando poder monopólico a la FIC, dando lugar a una nueva y pujante

burguesía.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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• El otorgamiento de licencias de pesca constituye un negocio millonario, que

amenaza con ser explotado en forma intensiva. La pesca del calamar y la

merluza en la zona satisface la demanda de alimentos de alto valor proteico a

los mercados mundiales y constituye el pilar de la próspera economía de los

isleños.52

• El hospital King Edward VII provee atención gratuita a toda la población.

Dispone de alta complejidad, entrega medicamentos y en caso de requerirlo

brinda traslado aéreo a Montevideo o Londres.

• Cuentan con una escuela secundaria que en cuanto a infraestructura está al

nivel de las mejores del mundo.

• En las islas hay siete hoteles para albergar a los cada vez más numerosos

contingentes turísticos y empresarios de todas partes del mundo.

• Los sueldos oscilan entre u$s 1.200 y u$s 10.000 mensuales.

• Los isleños ganan más de lo que pueden gastar, por lo que los viajes son una

inversión frecuente. Desde el aeropuerto internacional de Mount Pleasant,

cuya construcción demandó alrededor de u$s 400 millones, pueden abordar

un avión que los lleve a Santiago de Chile vía Punta Arenas (u$s 560 ida y

vuelta), o a Londres con escala de reabastecimiento en la isla Ascensión (u$s

1.200). LAN Chile tiene un vuelo semanal que hace escala en Río Gallegos.

Los isleños viajan a Buenos Aires y otros destinos turísticos de la Argentina

con pasaporte británico, sin decir que son falklanders.

• La pista del aeropuerto, inaugurada en 1985, tiene 2.100 metros de longitud,

permitiendo que operen aviones de gran porte como los Jumbo 747 o los

Tristar de la Royal Air Force.

52 Sobre este punto se centra la actual importancia estratégica de las islas, por lo que Inglaterra frecuentemente fija y amplía zonas de explotación avanzando sobre el Mar Argentino, en forma inconsulta y unilateral violando el Acuerdo de Madrid de 1990.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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• No cierran la puerta con llave. Viven con la tranquilidad propia de un pueblo

chico. El índice de delincuencia es nulo.

Pero todo tiempo ideal tiene su fecha de vencimiento, este paraíso

construido desde 1982 en el archipiélago de Malvinas tiene puntos débiles a los

que aún no se les ha encontrado solución:

• La defensa de las islas. Es un anhelo de los isleños afrontar los gastos con

recursos propios, es lo que les daría la real independencia. Podrían lograrlo en

un mediano plazo.

• Persistir en el aislamiento geográfico, entre otros factores, representa

encarecer los gastos de transporte al no poder utilizar los puertos y pistas de

las principales ciudades de la Patagonia argentina, todos más cercanos que

Montevideo o Santiago.

• Las enormes inversiones de riesgo para la explotación de hidrocarburos.

Todos los puntos relevados como potenciales reservas de gas y petróleo se

encuentran off shore, ninguno en las islas, por lo que su start up demandará

capitales cuantiosos y una esforzada logística.

• El impacto ambiental que conllevaría la explotación masiva de los recursos

naturales y minerales.

• Un tema del que no se habla: la contaminación nuclear del Mar Argentino. Las

armas atómicas hundidas con los destructores Sheffield y Coventry implican

un riesgo latente de desastre ambiental y ecológico. ¿Habrá que esperar

hasta el 14 de junio de 2072 (fecha de vencimiento del secreto militar

británico) para saberlo?

• El conflicto por la soberanía sin resolver con Argentina.

• El desgaste por el eterno debate sobre el estatus político del archipiélago, un

juego que parece incapaz de ser jugado sin la rigidez de los modelos

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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mentales de los participantes. Casi doscientos años de conversaciones y un

conflicto armado no han propuesto ninguna alternativa superadora de

conflictos, porque la situación actual es, desde el punto de vista político,

similar a la de 1833 (con el agravante del enorme desastre que significó la

guerra de 1982 en pérdida de vidas humanas). Volveremos más adelante con

este tema al analizar los acuerdos de posguerra entre Argentina y Gran

Bretaña.

Y un punto que representaría un toque de alerta también para la

Argentina: el riesgo de que la política económica del Reino Unido vuelva a querer

recortar y/o suspender los gastos de defensa. Alguna de las habituales crisis

financieras globales podría llevarlos a analizar un ajuste en sus posesiones

ultramarinas. Podría abrirse entonces una brecha para la negociación.

En tal caso habría que estar atentos a que la FIC no produzca otro

“incidente Davidoff”. Afortunadamente, los argentinos hemos aprendido la

lección y no es tan fácil declarar una guerra dentro del estado de derecho, nunca

está de más defender la paz y elegirla entre todas las opciones. Pero no seamos

ingenuos, siempre están los poderes que operan entre las sombras agazapados y

esperando, y subyace el interrogante de cómo nuestro país respondería a una

agresión externa.

El tráfico de armas es el principal negocio del mundo. Mueve más dinero,

poder e influencias incluso que las drogas.

Insisto, esta guerra se provocó para beneficiar a ciertos sectores

corporativos y satisfacer intereses de segundo orden, no a los pobladores de las

islas Malvinas. Ellos son la cara amable de un intrincado juego de estrategia que

se libró en tenebrosos despachos.

“Al soldado que debe ir al frente se le habla de ‘patria’, ‘dignidad’,

‘soberanía’, ‘bandera’, y otros valores abstractos para convencerlo y mantener

alta su moral. Nadie iría a combatir por la ‘reelección de la primera ministra’, o

los ‘buques de la Royal Navy’, ‘los intereses de una empresa colonial’ o por

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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‘reminiscencias imperiales’ de ciertos personajes. Incluso por los ‘deseos de 1.500

isleños’, la causa menos censurable. Y el analista puede agregar respecto de una

injusticia y un derecho humano rara vez denunciado: ninguno de los instigadores

del conflicto combatió o arriesgó su vida por los supuestos ‘ideales’ que se

proclamaban en las bancas del Parlamento o en los titulares de los medios, y

menos tenían derecho alguno para disponer que otros sacrificaran sus vidas por

lo que en realidad eran intereses subalternos ocultos.” 53

Nadie hubiese arriesgado el pellejo por los vanos comandantes de

escritorio a ambos lados del Atlántico.

Hoy los isleños disfrutan de una bonanza económica pagada a precio de

sangre y celebran cada 14 de junio como el “Día de la Liberación”. Si alguna vez

fueron esclavos, o dependientes coloniales, o ciudadanos de segunda categoría,

no tiene la Argentina responsabilidad alguna en ello, más bien todo lo contrario.

Pero aunque festejen, todavía no son libres. Me temo que los han

obnubilado con los espejitos de colores del nacionalismo hueco y los beneficios

de un capitalismo incipiente. Recuerdo a un pueblo al que convencieron de que

un peso era lo mismo que un dólar…

Estimados Hermanos Malvinenses:

Los siento más argentinos de lo que ustedes creen.

De este lado del mapa esa sangre, y mucha otra, también fue el precio

para recuperar el Estado de Derecho, la libertad y el orden constitucional. Con la

derrota militar en Malvinas huyó el poder siniestro y en 1983 retornamos a la

democracia. Los argentinos empezábamos a querer encontrar el rumbo hacia la

convivencia y la paz.

53 Rubén Oscar Moro, op. cit., pág. 163.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Vamos hacia las tres décadas sin Malvinas, debe ser el momento de actuar

con inteligencia y verdadero sentimiento patriótico que, lejos del anacronismo,

nos debe marcar las pautas de tolerancia y respeto que toda nación debe tener

para sí misma y para con las demás. Y ellos, los isleños, lo saben también, pero

¿hasta dónde le interesan las islas a Gran Bretaña? Si hasta encumbrados

militares británicos veteranos de Malvinas admiten, por supuesto off the record,

que las islas deben ser argentinas. ¿Estará dispuesta su Graciosa Majestad a

defender indefinidamente ese lugar tan remoto sin obtener mayores beneficios?

Hasta ahora sí. Los sucesivos gobiernos post Thatcher de conservadores y

laboristas (John Major, Tony Blair, Gordon Brown) han dado al tema el

tratamiento de cuestión de estado, una política nacional más allá de las

banderías políticas. Del lado argentino no hay (o no se conoce, no está clara) una

política de estado sobre el caso Malvinas, más allá que la Constitución Nacional

de 1994 menciona expresamente que las islas son parte integrante de la Nación

Argentina y que nunca se renunciará al reclamo por su soberanía.

Falta explicar cómo. Y cuándo. Y con qué.

La Fortaleza Falkland tenía su razón de existir durante la Guerra Fría,

cuando las aguas del Atlántico Sur y de la Antártida eran el escenario de

constantes juegos de espías. Ahora, cual muralla china, existe para proteger a los

isleños de un potencial ataque ¿argentino? (me pregunto cómo lo haríamos).

3.000 soldados de las tres fuerzas (ejército, armada, aeronáutica), y sistemas de

armas de última generación, protegen a 3.000 pacíficos habitantes, casi como

guardaespaldas.

Muchachos, ¿no será una exageración?

115 millones de dólares anuales le insume a Gran Bretaña mantener la

fortaleza. O nos tienen mucho miedo o, como venimos diciendo desde el

principio, los motivos son de otro orden… ¿la Antártida?... ¿las reservas de agua

potable?... ¿controlar las comunicaciones bioceánicas?... ¿las enormes reservas

de alimentos (léase recursos pesqueros)?

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Cuando hipotéticamente se produzca la explotación de hidrocarburos,

¿dejarán a los isleños conformar su nación independiente? En caso de que no,

¿qué clase de oposición podrían presentar a semejante poder militar-colonial? No

sea cosa que Argentina o Latinoamérica tengan que ir a ayudarlos (¡!). Sepan

que los apoyaremos, aunque ya no será desinteresadamente.

Los rehenes de la historia.

En cuanto al tema de la soberanía los británicos permanecen inflexibles,

escudándose en un dudoso derecho de autodeterminación de los falklanders. No

obstante, según la doctrina internacional un pueblo sólo puede ejercerla cuando

es originario de la tierra donde habita.

That´s the (main) question.

Los falklanders no son el pueblo original de las islas, sino que fueron

implantados por los británicos luego de la apropiación forzosa (robo) de 1833,

donde sí fueron expulsados los primeros habitantes argentinos originales que,

como vimos, habían conformado con esfuerzo una colonia próspera bajo el

liderazgo de ese pionero que fue Don Luis Vernet. Por eso hoy hablar de

autodeterminación de los isleños es una falacia diplomática, una excusa

pretenciosa para evitar el diálogo conducente a una solución concreta y

verdadera, ocultando lo que a la luz de la historia y las leyes está

archidemostrado: que las islas pertenecen a la Argentina. Utilizar esta

argucia negadora es la táctica permanente de la política exterior británica, que

nunca acata las leyes ni el derecho internacional, ni las ordenanzas de las

Naciones Unidas cuando éstas no son funcionales a sus intereses coloniales. Qué

poco han evolucionado desde el siglo dieciséis hasta hoy… Cuando el

colonialismo es una pieza en el museo mundial que nos recuerda la etapa más

cínica y brutal de la humanidad, los británicos siguen manteniendo sus enclaves

en Gibraltar, Belice, Guyana y Malvinas. Cuánta miseria intelectual.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Gran Bretaña ejerce la soberanía de facto utilizando su poder militar,

político y económico. Tomó por asalto lo que por derecho pertenecía (pertenece)

a otra nación, y ahora pretenden que los habitantes de las islas conformen un

país independiente aunque asociado de por vida al Reino Unido, para darle cierta

legalidad a lo que consiguieron por medio de la usurpación. “Es lo que ellos

desean”, dicen en nombre de los isleños, nos patotean con la política del “hecho

consumado”. ¿Y después cómo sigue la historia? Adolf Hitler hizo algo parecido

en 1938, cuando anexó Austria (anschluss) previo a la Segunda Guerra Mundial,

con el argumento de que los pueblos germanos debían estar unidos por su origen

y costumbres.

Lo que los isleños desean (al menos sus dirigentes) es convertirse en una

nación petrolera, y ese lucrativo anhelo es la espada de Damocles sobre la

cabeza del resto de los habitantes comunes: al lograrlo atraerán la atención de

las naciones del mundo sedientas de oro negro, pero… la llave de entrada

pertenece a Gran Bretaña. Como en la meteorología malvinense, el pronóstico

indica densos nubarrones y tormentas sobre la relación falklanders-Londres. Es

bastante llamativo que a casi tres décadas que terminó la guerra… ni un solo

barril de petróleo se haya producido en Malvinas.

Está claro que nos devolverán las Islas Malvinas sólo después de haber

agotado todas sus riquezas naturales y minerales que, como sabemos, son

recursos no renovables. O cuando se den cuenta de que su explotación es tan

costosa y difícil que no vale la pena el intento (ecuación costo-beneficio). Esto

podría ser dentro de cuarenta o cincuenta años, acallados los ecos belicistas al

desaparecer la generación crítica y cuando el aislamiento de las islas sea cada

vez más acentuado. Ojalá nuestros nietos puedan verlo.

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Las Islas Malvinas nos serán reintegradas cuando sean sólo rocas, viento,

mar y desolación54. No importa. Las querremos igual, porque un amor sangrado

no es amor de lucrar55. Las querremos porque significan la rebeldía contra la

injusticia, el despojo y la arrogancia de las naciones civilizadamente salvajes.

Querremos a nuestras Islas Malvinas porque simbolizan la unión de todo el

pueblo argentino, porque las extrañamos como los padres extrañan a un hijo

perdido, como se extrañan y se quieren los hermanos que están alejados.

Así extrañamos y queremos a nuestras islas australes, símbolo de la

coherencia de dos siglos de lucha del pueblo de la Nación Argentina. La lucha por

la justicia es de toda la humanidad, y es una lucha que se gana.

Siempre se gana.

Es que acaso ellos, en su fría lógica materialista, nunca podrán entenderlo.

Una consecuencia inmediata del conflicto de 1982, fue que Gran Bretaña

reconoció a los falklanders (otrora kelpers, ciudadanos de segunda categoría del

imperio) como ciudadanos británicos plenos, dándoles incluso una “constitución”

en el año 1985, aunque desde el punto de vista legal esto les trajo aparejado

alguna consecuencia negativa (volveremos más adelante sobre este tema).

Muchos dejaron de ser ovejeros para convertirse en empresarios. Antes de la

guerra, Argentina les proveía los elementos indispensables para su subsistencia,

como combustible y gas de la empresa YPF56, dada la proximidad de las islas con

el continente. El puente aéreo prestado por Líneas Aéreas del Estado (LADE)

trasladaba frecuentemente pasajeros de un lado a otro:

54 Recordemos que los británicos vendieron a Davidoff las instalaciones balleneras de las Georgias a precio de ganga, abandonadas hacía décadas, debido a que el leit motiv del negocio (la caza comercial de ballenas) ya no existía. 55 Silvio Rodríguez, de su canción “Por quien merece amor”. 56 Yacimientos Petrolíferos Fiscales, empresa del estado argentino que explotaba petróleo y gas en la Patagonia, contaba además con una flota propia de buques tanque para transportar los combustibles que regularmente abastecían a las islas. La empresa se privatizó en la década de 1990, pasando a ser controlada por capitales multinacionales.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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“En un periodo importante de su vida LADE, a través de convenios

internacionales mantuvo una escala en nuestras Islas Malvinas, "Puerto

Argentino". En 1972 inició los vuelos con el avión Grumman Albatros continuando

posteriormente con dos vuelos semanales de Fokker F-27 y F-28;

interrumpiéndose en 1982 la prestación de dichos servicios aéreos, con motivo

del conflicto del Atlántico Sur”.57

Lo mismo ocurría con los buques de la Empresa Líneas Marítimas

Argentinas (ELMA)58 trasladando mercaderías e insumos. Ello no era obstáculo

para que la Argentina reclamara sus derechos soberanos en los foros

internacionales, sino que existía una convivencia necesaria y pacífica con los

isleños, quienes se acercaban al continente por necesidad y también por afinidad.

En aquel entonces, Argentina les tendió su mano fraterna. Indicios de la historia

permiten suponer que de no haber estallado la guerra, hoy nuestro país tendría

la soberanía compartida sobre las islas, como mínimo. El problema radicaba en

que no era negocio para ingleses y norteamericanos.

En 1968 se filtró a la prensa del Reino Unido un documento secreto del

Foreign Office. Ponía de manifiesto la intención británica de ceder la soberanía de

las islas a la Argentina, dando por finalizada la existencia del enclave colonial en

el Atlántico Sur. El lobby de la FIC reaccionó con indignación y generó una

campaña que llegó hasta el Parlamento británico. Movió sus influencias de tal

manera que frustró cualquier posibilidad de acuerdo. Argentina, por su parte,

continuó con su política de acercamiento a los isleños. A los fines de contribuir a

la solución de su problema de aislamiento, en el año 1971 y dentro del marco del

Acuerdo de Comunicaciones, la Fuerza Aérea Argentina construyó e inauguró el

Aeropuerto de Malvinas en las cercanías de la capital de las islas.

En aquella oportunidad, las dos banderas, argentina y británica,

flamearon juntas en territorio malvinense.

57 Web institucional de LADE (www.lade.com.ar). 58 También privatizada en los años noventa.

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En el año 1974, el gobierno británico presentó una propuesta de

condominio (gobierno compartido) del archipiélago al entonces presidente Juan

Domingo Perón, quien se mostró interesado y optimista con el potencial acuerdo.

Sin embargo, el primer mandatario falleció ese mismo año, y el posterior caos

político y social que sobrevino en el país motivó que Gran Bretaña retirase la

propuesta, y el tema quedó en la nada.

Durante los años 1975 y 1976 los ingleses realizaron en forma unilateral e

inconsulta (fieles a su estilo) exploraciones geológicas en los alrededores del

archipiélago, donde aparentemente detectaron importantes yacimientos de

hidrocarburos. Enterado el lobby, la posición anti argentina se endureció mucho

más, hasta el extremo de pergeñar una estrategia que llevara a ambas naciones

a un conflicto bélico para intentar lograr por vía de las armas y de la fuerza lo

que el derecho nunca les otorgó, ni otorgará; y tocaron las cuerdas exactas en el

concierto geopolítico: no sería difícil “utilizar” a carnavalescos dictadores

sudamericanos. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Pentágono

(ministerio de defensa norteamericano) comenzaron a operar en la trastienda del

poder, convenciendo a los ruinosos generales de que Estados Unidos no tomaría

parte en un eventual conflicto entre Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña;

se sorprendieron al encontrar un promisorio terreno fértil.

Perdimos esas oportunidades, y hoy existe una generación entera de

isleños que sienten especial aversión por lArgentina y todo lo argentino, basta

con preguntarle a los chicos malvinenses en edad escolar si conocen a los

argentinos: muchos responderán que nosotros quisimos matarlos, y que

matamos a sus soldados. Es una realidad dura pero cierta, así nos perciben, y el

aislamiento en el que viven los convierte en rehenes de una historia que no

vivieron pero que les han transmitido.

No debemos generalizar: están aquellos que piensan que una política de

mayor acercamiento con el continente podría ser muy positiva para ambas

partes, en esto estamos completamente de acuerdo, y que quizás sean una

mayoría silenciosa que deba enfrentarse a los grandes grupos de presión que son

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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quienes manejan la política, y manipulan la información conforme a sus

intereses. No olvidemos el oportuno aforismo “pueblo chico, infierno grande”.

Tenemos que vincularnos con ellos y comenzar a conocernos. Sin duda

descubriremos que son más las cosas que nos unen que las que nos separan.

Sólo es cuestión de negocios.

Las sucesivas crisis económicas y políticas de nuestro país durante las

últimas tres décadas tampoco fueron un factor de atracción para los isleños. Hoy

prefieren ser británicos antes que argies. Lo que sí está claro, y en esto no

discutimos, es que aman a su tierra. El colono patagónico sabe lo dura que

puede ser la meteorología, lo difícil del hábitat, lo que cuesta arrancarle algún

fruto a esa tierra indómita, por lo que genera un arraigo muy fuerte con su lugar:

el sentido de pertenencia. Cualquier propuesta que lArgentina presente ante

Inglaterra y Naciones Unidas debe expresar respeto y garantizar la calidad de

vida, cultura y tradiciones de los habitantes de las islas. De otro modo,

replicaremos el modelo de sometimiento del colonialismo. No cierra recuperar las

Malvinas prescindiendo de sus habitantes, si bien no podemos soslayar que los

que mantienen las conversaciones son ambos países: la Argentina y el Reino

Unido. Los isleños, al no ser un país independiente, serán parte del acuerdo, pero

no de la negociación. Sería como pretender que, por ejemplo, en un juicio de

sucesión un tercero ajeno a la familia reclame parte de la herencia: una

propiedad “tomada” en la que habita, sin mediar el consentimiento de sus

legítimos dueños. Es decir, usurpada, por más linda que la haya pintado y

arreglado.

Sobre esto, ríos de tinta se han escrito. Los estériles debates diplomáticos

siempre terminan empantanándose en la cuestión semántica que propone, por

un lado, atender a los intereses de los isleños (posición argentina); y por el otro

privilegiar sus deseos (posición británica a favor de los ocupantes). Hasta ahora

ambos argumentos son irreductibles, y tal vez sea apropiado decir: cuando todos

quieren tener razón, todos están equivocados.

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Estamos totalmente de acuerdo en que no nos vamos a poner de acuerdo.

Y mientras tanto se van abrochando jugosos negocios pesqueros, y

pergeñando brillantes quimeras petroleras. A la casita bien pintada y arreglada le

agregaron un quiosquito en la puerta.

Evidentemente, para la Argentina la recuperación de las islas Malvinas no

es una cuestión de estado, no va más allá de una declaración de intenciones

políticamente correctas. No le da el talle a la clase dirigente argentina para

encarar una gestión efectiva en política exterior orientada al logro de los

resultados que todos esperamos. Las gestiones diplomáticas ante Naciones

Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA), no pasan del discurso y

tienen el mismo efecto práctico que una gota de lluvia en el mar. No es

prioritario para el Consejo de Seguridad de la ONU tratar una cuestión en la que

no se amenace la paz mundial, entonces estamos ante una encrucijada

diplomática de negociaciones perpetuas. En las periódicas Cumbres de

Presidentes Americanos, los mandatarios declaran en conjunto su apoyo a la

causa argentina (la soberanía sobre Malvinas e islas australes). Discursos

políticamente correctos. Más de lo mismo.

Pregunto: ¿Qué tipo de liderazgo necesitamos para impulsar una acción

diplomática gradual con los países del Mercosur y la OEA y lograr su apoyo

solidario? Para la agenda regional existen al menos tres temas preocupantes:

a) La presencia en el Cono Sur de una potencia colonial ultramarina con armas

nucleares;

b) las licencias de pesca otorgadas en forma ilegal por la FIC, que ocasiona

incidentes permanentes entre los barcos pesqueros internacionales y las

patrullas de guardacostas en la “milla 201” (límite externo) de la plataforma

continental submarina, y

c) el potencial impacto ambiental que la explotación masiva de hidrocarburos

ocasionará al litoral marítimo compartido.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

- 185 -

Puede parecer una exageración, pero por mucho menos que cualquiera de

los motivos expuestos se desató el luctuoso conflicto internacional de 1982 (el

incidente de la bandera en las Georgias del Sur). Habiendo enormes intereses

económicos de por medio… más vale andar prevenido.

Estas cuestiones deberían ser debatidas permanentemente en los foros

internacionales latinoamericanos, por la amenaza que conlleva a los intereses de

todos los países del bloque.

¿O será cierto aquello de que el apoyo de Latinoamérica a la Argentina es

tan ancho como el Río de la Plata… pero con cuarenta centímetros de

profundidad?

Al fin y al cabo no hay nada personal, sólo es cuestión de negocios.

Por eso nos peleamos con los vecinos orientales por las fábricas de

celulosa; seguimos mirando con recelo hacia el otro lado de la cordillera, y

queremos competir y ganarle siempre al mais grande de Sudamérica. ¿No será el

momento de dejar los egos de lado y adoptar definitivamente una actitud y

discurso latinoamericanistas? ¿Nos dejarán hacerlo? Los recientes chispazos

internacionales entre Colombia, Venezuela y Ecuador y la crisis en Bolivia

demuestran que siempre hay “alguien” tirando cáscaras de banana al piso, a la

pesca de algún incauto con ánimo belicoso. Mientras, delante de nuestras narices

se llevan el petróleo, el gas, los minerales, el agua, el pescado, ante la

parsimonia de los dirigentes y la ignorancia del pueblo.

Como hemos visto, el tema Malvinas aparece en los discursos cuando

conviene, por lo que no podemos confiar en que la solución la aportarán las

políticas partidarias o coyunturales de tal o cual administración o gobierno.

Argentina debe comprometerse con mayor decisión y madurez a la unidad

latinoamericana, justamente porque cuando le ha tocado en carne propia el

sufrimiento de la guerra también sintió la calidez de su solidaridad. Y es en estos

países en los que debemos confiar, nuestros socios y amigos, para colaborar

mutuamente.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 186 -

La solución puede lograrse mediante una acción diplomática constante

pero flexible, independiente del signo ideológico del poder de turno, buscando

romper el aislamiento natural de las islas, que es su fuerza pero también su talón

de Aquiles. Las islas Malvinas deben integrarse total y definitivamente a la

América del Sur. Su estatus de colonia sui generis controlada a distancia por el

Reino Unido no admite razonabilidad en el contexto globalizado y de integración

regional en que vivimos.

En toda negociación las partes deben ceder para que todos puedan ganar.

Los ingleses no quieren tocar el tema por el momento (léase nunca). Los

argentinos no estamos insistiendo como deberíamos, máxime sabiendo que

debemos realizar esfuerzos extraordinarios para lograr que se sienten a

conversar con nosotros: perdimos la guerra, y nuestros ofrecimientos posteriores

nunca fueron atractivos. Más bien hicimos concesiones y renunciamientos desde

1982, algunos vergonzosos como ignorar a nuestros veteranos y ex

combatientes. Los ingleses se aferran al argumento de que van a respetar los

deseos de los isleños; nosotros queremos hacer prevalecer nuestros deseos de

soberanía. Es el mismo debate desde la década del ’60, pero con el agravante de

que se derramó sangre joven de ambos países. No hemos aprendido de la

historia. Es una situación de desgaste que no puede durar mucho tiempo más.

La teoría conspirativa.

Algunos autores sostienen que Argentina entró en guerra con el Reino

Unido porque cayó en una emboscada tendida por el lobby de la FIC y la Royal

Navy. Quizás suene un poco descabellado, pero si nos retrotraemos a esos años

y vemos quiénes gobernaban nuestro país (“generales majestuosos”), podemos

deducir que agentes políticos bien entrenados en intrigas maquiavélicas no

tendrían que haberse esforzado demasiado para hacerlos entrar en sus campos

minados. Está probado que en los años ochenta la Royal Navy iba camino a la

extinción y que el conflicto de las Malvinas les cayó como anillo al dedo para

revalidar sus pergaminos y cerrarle la boca a los políticos, incluida la Primera

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

- 187 -

Ministra. Lo que no consideraron nunca –o no les importó- era el alto costo

humano y material que tendría la aventura por los mares australes.

Los comandantes británicos de aquella fuerza naval niegan la existencia

previa de una hipótesis de conflicto entre el Reino Unido y Argentina por las

Malvinas. Ambas eran naciones occidentales y anticomunistas, por ende aliadas

en el contexto de la Guerra Fría. Es por eso que llama poderosamente la atención

la magnificación de un incidente menor como el de las Georgias, si bien fue

manipulado por ambos bandos; pero mucho más inverosímil es que el despliegue

al extremo sur del mundo de una flota de guerra de cien buques haya sido

planificado, alistado y ejecutado por la Royal Navy en… dos días. Sin lugar a

dudas, un récord mundial.

Demasiados perros rabiosos sueltos.

Según el almirante Woodward muchas cuestiones logísticas fueron

resueltas sobre la marcha, mientras la Task Force navegaba rumbo a las islas

australes. Así y todo mover semejante cantidad de barcos, personal, suministros

y armamentos, con todas las previsiones de abastecimiento y seguridad, no ha

de ser una tarea tan sencilla como para ir resolviéndola por el camino. Ergo,

manejaban una hipótesis de conflicto en forma clasificada y secreta, porque

siempre supieron del afán argentino por recuperar las Malvinas. Sin embargo, los

servicios de inteligencia británicos fallaron al no poder predecir la fecha exacta

del desembarco argentino.

Luego del éxito militar de la Royal Navy en las Malvinas, Margaret

Thatcher logró su reelección como Primera Ministra, y la FIC contó con un

enorme flujo de dinero -que de otro modo no hubiera conseguido jamás- para

fortificar las islas e impulsar su economía.

Actualmente, las islas son un enclave militar que custodia las posesiones

británicas (las explotaciones de recursos a las que hacíamos mención más arriba)

para cuando se decidan a utilizarlas; además de controlar el acceso a la Antártida

(otro viejo anhelo británico) y la navegación del cabo de Hornos, que une los

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 188 -

océanos Atlántico y Pacífico. Los submarinos nucleares británicos destacados en

Malvinas patrullan constantemente el límite de la plataforma continental

submarina, sobre la milla 201 a la que hacíamos mención, custodiando a sus

pesqueros. El centinela del primer mundo (colonial) nos vigila. Por ahora, somos

inofensivos.

Hacia nuestra recuperación.

Nuestro país debe encarar el proceso de negociación logrando la

colaboración de los países de la región, fundamentalmente Uruguay, Chile y

Brasil, que son actualmente las opciones logísticas que manejan los británicos en

el Cono Sur. Las implicancias son regionales y solos no vamos a avanzar ni un

metro.

Al mismo tiempo, facilitar a los isleños el retorno a su relación con el

continente, tal como era en los años anteriores al conflicto bélico e incluso mejor.

La nueva generación post Malvinas argentina e isleña no se conoce entre sí. Nos

hemos criado unos y otros con los recuerdos de una guerra extraña, engañados y

manipulados por los gobiernos de turno a ambos lados del Atlántico. Si no vemos

que hemos cambiado, que somos pueblos de paz que quieren sumar y no dividir;

si no conocemos qué pensamos realmente acerca de nuestra tierra y su futuro; si

seguimos haciendo hincapié en los hechos de 1833 y 1982, difícilmente podamos

acercarnos.

El recelo de los isleños a que los argentinos se vuelquen masivamente a

las islas es totalmente infundado. Vivir en Malvinas no es una opción para

cualquiera, el aspecto climatológico opera como gran filtro. Actualmente, quien

quiera viajar con fines turísticos puede hacerlo, aunque deberá afrontar un costo

económico alto (la moneda corriente en las islas es la Libra inglesa), y realizar el

trámite de migraciones con su pasaporte.

Lo que no admite más restricciones, más allá de las cuestiones políticas,

es la visita de los familiares de los caídos en la guerra. Es un tema de índole

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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humanitaria. Son los que más derecho tienen y no deben ser objetos de

dilaciones burocráticas. Deben tener el privilegio de poder visitar la tumba de sus

seres queridos cuando lo deseen, y el Estado Argentino debe hacerse cargo de

los gastos y gestiones.

Puede resultar ingenuo. Puede que las verdaderas causas del aislamiento

entre Argentina y las Islas Malvinas sean económicas, estratégicas y geopolíticas.

Puede que Gran Bretaña avance unilateralmente en la ampliación de su zona de

explotación de recursos naturales, puede que los piratas de Su Majestad se

queden hasta con la Antártida o provoquen incidentes en el Mar Argentino.

Me pregunto: ¿qué tiene que ver todo esto con el entendimiento entre los

seres humanos? ¿Qué relación guarda la tonelada de calamar o merluza negra

con la convivencia pacífica entre los pueblos? ¿Qué respuestas nos dará la ciencia

económica sobre el dolor, el recuerdo y el desencuentro? ¿Qué soluciones nos

aportó o aportará la violencia o la estrategia militar?

La sangre de nuestros hombres, nuestra sangre, nuestra historia de

sacrificio y perseverancia nos pide a gritos otra mentalidad, que tomemos la

iniciativa generando un cambio profundo y radical en el tratamiento del tema

Malvinas. Nos hemos negado a escuchar, nos hemos llenado de rencor, y no

hemos avanzado ni un metro en la batalla diplomática.

Mostremos y ofrezcamos actitudes valiosas como Nación y como Pueblo.

Propongamos un encuentro de culturas donde hubo antes enfrentamiento y odio,

mediante misiones de paz con fines humanitarios, sociales, artísticos, educativos,

sanitarios, turísticos. Que ellos vengan al continente y que nosotros podamos

visitar las islas, libremente, sin rencores ni mentiras piadosas ni pasaportes. Que

se reanude de una buena vez el puente aéreo entre Malvinas y Comodoro

Rivadavia o Río Gallegos.

Pienso que tal vez si algún isleño quiere estudiar en alguna universidad

argentina pueda hacerlo. O, como pasó realmente, si algún joven futbolista

quiere probarse en un club argentino venga y lo haga. Si alguna pareja quiere

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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celebrar su aniversario en Iguazú, Buenos Aires o Cafayate, que vengan sin tener

que fingir su origen, como sucede hoy en día. Si alguien en emergencia sanitaria

necesita los servicios de salud del continente disponga de ellos, sin necesidad de

depender de una solución a 14.000 kilómetros de distancia. Hay infinidad de

alternativas dentro del mundo globalizado en el que vivimos. Los viajes de los

isleños al continente son mucho más frecuentes de lo que se imaginan, y no se

publicitan por temor a represalias tanto de los argentinos como de sus propios

vecinos malvinenses. Todavía hay muchos que piensan que este acercamiento es

“simpatizar con el enemigo”.

Una pequeña y simpática anécdota de la historia:

“Carlos María Moyano, quien siendo el primer gobernador de Santa Cruz

en 1884, realizó un viaje a las Malvinas con el objeto de ‘repatriar’ algunos ovinos

de raza que requería para poblar los territorios patagónicos casi desérticos. En

Puerto Stanley conoció a una joven británica-malvinense llamada Ethel Felton al

salir de misa en la iglesia protestante, y a pesar de no saber inglés se

comprometieron para concluir en matrimonio dos años después (la novia tenía

sólo dieciséis años y debió esperar por su mayoría de edad), formalizando el

primer casamiento de contrayentes de raza blanca en la Patagonia.(…) El

gobernador fue por lana… y terminó esquilado”. 59

Existen en la actualidad familias constituidas por argentinos continentales

e isleños, que tampoco salen en los diarios. Urge un sinceramiento.

Nuestra historia con las islas está llena de pequeños sucesos que de algún

modo fueron construyendo una pacífica relación de vecindad y colaboración. Es

en la suma de estos momentos amables donde radica el sentimiento de

pertenencia, no en el lodo de la guerra absurda ni en la corrupción de la política

internacional.

59 Rubén Oscar Moro, op. cit., pág. 24.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Señores políticos y diplomáticos, tienen trabajo que hacer. Lo hecho hasta

hoy no alcanza. Por favor, por el bien de nuestra gente, sean más honestos y

creativos.

¿No será pretender mucho…?

Pero nada de esto podrá ser posible sin primero saldar la deuda interna

con nuestros héroes que están solos y esperan. Sería un agudo signo de

madurez como sociedad. Atender el frente interno es prioritario, es el primer

paso hacia la recuperación definitiva de nuestro patrimonio y, fundamentalmente,

de nuestra propia identidad.

Ya ofrecimos nuestras vidas, y no del modo correcto. Muchos de nuestros

compatriotas hoy descansan en el cementerio de Darwin y en las heladas aguas

australes. Convirtamos entre todos los argentinos ese lugar sagrado en una

alternativa de esperanza, para que nuestros muchachos puedan definitivamente

descansar en paz. Y nosotros comenzar a construir una nueva relación histórica

con vistas al futuro.

Abracemos a nuestros veteranos y ex combatientes.

Insistamos. Nos están esperando.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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CAPÍTULO DIEZ

Acuerdos con el Reino Unido.

“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.”

Erasmo de Rotterdam

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Los tratados de posguerra.

La Argentina perdió la guerra contra Gran Bretaña, pero en la faz

diplomática la Asamblea General de la ONU celebrada en noviembre de 1982

declaró en su resolución 37/9 que el mantenimiento de la situación colonial en

Malvinas es incompatible con los ideales de Naciones Unidas; reafirma la

necesidad de respetar los intereses de los habitantes (no de los deseos); y pide

la reanudación de negociaciones por la soberanía. Esta resolución fue aprobada

con el voto de los EE.UU. y reiterada al año siguiente.

En 1983 el gobierno de la restablecida democracia intentó sin éxito

sentarse a negociar con el gobierno de Margaret Thatcher, proponiendo

alternativas en el marco de la resolución 37/9. Inglaterra no aceptó iniciar ningún

tipo de gestión negociadora, antes bien se dedicó a construir la “Fortaleza

Falkland”, a delimitar una zona de exclusión de 150 kilómetros alrededor de las

islas, y a redactar el proyecto de constitución -aprobada en 1985- que modificó el

estatus legal de los kelpers, reconociendo sus derechos como ciudadanos

británicos de primera categoría. Con la guerra se borraron todos los gestos

previos de colaboración y buena voluntad que Argentina tuvo para con los

isleños, establecidos por el Acuerdo de Comunicaciones de 1971, y eso se lo

debemos agradecer a Galtieri y compañía. La acción de los poderes económicos y

políticos enceguecidos por la perspectiva del negocio del petróleo triunfó por

sobre la comprensión y el acercamiento. Reconoció el Parlamento británico “que

problemas sustanciales diplomáticos, militares, financieros y económicos,

seguirán enfrentando a Gran Bretaña y las islas Falklands a menos que se logre

un acuerdo negociado de la disputa con la República Argentina. (…) El peso de la

evidencia es más favorable al título argentino.” 60

En la Constitución Nacional de 1994, en su primera disposición transitoria,

se ratifica para la Argentina su legítima e imprescriptible soberanía sobre las

islas, y que la recuperación es un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo

argentino. Sin embargo, cierta dirigencia nacional no ha vacilado en efectuar

60 Informe Kershaw, del año 1983.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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propuestas incompatibles con la Constitución Nacional, tales como: a)

reconocerles a los kelpers el derecho a autodeterminación, con soberanía

compartida en el mar; b) que flameen ambas banderas, argentina y británica, en

un sistema de soberanía compartida; c) adoptar el modelo de Hong Kong, de

arrendamiento con posterior cesión; d) que Malvinas sea un estado confederado

de la Argentina con derecho a secesión… En fin, una serie de dislates jurídicos

propios de una dirigencia que se ha formado mirando hacia otras latitudes, cuya

principal preocupación ha sido y es generar alternativas “creativas” para no herir

los sentimientos de la madre patria británica, configurando así elucubraciones

delincuenciales que nada tienen que ver con la ley máxima de la nación y mucho

menos con los intereses de los argentinos bien nacidos. Distintos nombres de la

traición, cuyo precio es una cuenta secreta en un banco suizo, y cuya principal

habilidad es ostentar el discurso de los encantadores de serpientes.

Los argentinos seguimos creyendo que nuestro destino de grandeza nos

inmuniza contra las calamidades del mundo; que la viveza criolla y el ingenio

popular son las armas letales que nos aseguran un triunfo sin pelea. Si así no

fuera, no votaríamos lo que votamos; ni nos gobernarían los que nos gobiernan

desde 1810.

La primera Declaración de Madrid (octubre de 1989).

Argentina logró restablecer definitivamente sus relaciones diplomáticas

con el Reino Unido hacia fines de 1989, cuando las delegaciones de ambos países

firmaron un acuerdo en Madrid. Esta reanudación era un objetivo prioritario en la

agenda del flamante gobierno del doctor Carlos Saúl Menem, por su significado

en cuanto a la reinserción de Argentina en el concierto mundial. Era clave para el

gobierno mejorar los vínculos con la Unión Europea, de ello dependía el futuro

plan de reforma del estado (privatizaciones), con empresas españolas y francesas

en la pole position de la carrera por los servicios públicos. En octubre de ese año

se plasma la fórmula vulgarmente conocida como “paraguas protector de la

soberanía”, lo cual significaba que nada en el desarrollo o contenido de esa o

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 196 -

ulteriores reuniones, como tampoco ningún acto o actividad que realicen la

República Argentina o el Reino Unido de resultas de aquéllas, podrá interpretarse

como un cambio en la posición de la República Argentina (o del Reino Unido),

acerca de la soberanía o jurisdicción territorial y marítima sobre las Islas

Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes ni

para afirmar, apoyar o denegar la respectiva posición de las partes.61

El “paraguas” implicaba, en primer término, un sistema de funcionamiento

que garantizaba el mantenimiento de la posición argentina y sus fundamentos, es

decir que se perdió la guerra pero no los derechos de reclamar. De ahí puede

inferirse la debilidad jurídica de la postura británica, la cual ostensiblemente debe

utilizar la fuerza como factor de acción y/o de presión con el propósito de

justificar su presencia en el Atlántico Sur. No hay instrumento jurídico que la

avale, ni siquiera la victoria militar. Ganaron la guerra, y sin embargo le pusieron

el “gancho” a un acuerdo que legalmente es favorable –al menos técnicamente-

a la Argentina. ¿Qué están queriendo negociar? ¿Cuáles son sus verdaderas

intenciones? ¿Cuánto les importan las islas en verdad? Todas las respuestas

tienen el color del oro negro.

No obstante debemos estar alertas a cualquier modificación o acto

unilateral británico, que sea efectuado fuera del sistema convenido en Madrid y

que, de tener vinculación con la cuestión de la soberanía, implicará que nuestro

país deberá efectuar las reservas, denuncias o protestas correspondientes para

no ver perjudicada su posición.

No olvidar: estamos tratando con bucaneros experimentados.

Además, Argentina podrá y deberá continuar realizando actos de

afirmación de su soberanía, manteniendo permanentemente vigente el reclamo

por la recuperación del ejercicio de aquélla sobre los territorios y mares

comprometidos.

61 Acuerdo con Gran Bretaña sobre Malvinas (Madrid, 15/2/90) aspectos jurídicos. Eduardo Di Marco, La Ley, 1991-B, 1189. Buenos Aires, Argentina.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Estas últimas afirmaciones están comprendidas dentro de lo que en

Derecho Internacional se conoce como principio de Estoppel, que implica que las

acciones o el silencio de un Estado pueden, en determinadas circunstancias, ser

consideradas como concesión o reconocimiento de una situación afectando de

esa forma la virtualidad de su propia alegación jurídica.62

Dicho en términos vulgares: el que calla, otorga.

O el que se fue a Sevilla perdió su silla.

Los temas incluidos en el acuerdo tienen una capital importancia, en el

sentido de que el Reino Unido reconoce expresamente que existe una disputa

con relación no sólo a la soberanía sobre las Islas Malvinas, sino también sobre

las islas Georgias y Sandwich del Sur y de sus espacios marítimos circundantes.

¿Adónde quieren llegar?

La Declaración Conjunta de Madrid (febrero de 1990).

Este acuerdo ratificó la adopción del sistema del paraguas para las

cuestiones relativas a la disputa por la soberanía, y restableció las relaciones

diplomáticas. Asimismo, Gran Bretaña dejó sin efecto la zona de protección

establecida unilateralmente de 150 millas alrededor de las Islas Malvinas.

Para la actividad pesquera estableció pautas de explotación conjunta de

los recursos. Sin embargo, no definió reglas en cuanto a la concesión de los

permisos de pesca, ni para la custodia de las aguas ante la presencia de

pesqueros no autorizados; con lo cual estas agendas pueden convertirse en uno

de los caminos para forzar la discusión impostergable del tema de fondo

(ejercicio de la soberanía).63

62 Ídem. 63 Ibíd.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 198 -

En otro orden de cosas, el acuerdo establece la supresión de las visas para

el ingreso a ambos países, fundamental para la visita de familiares de los caídos;

y aspectos militares y de seguridad que merecen un tratamiento adicional que

haremos a continuación.

• Sistema transitorio de información y consulta recíproca sobre los

movimientos de las unidades de las fuerzas armadas en áreas del Atlántico

Sudoccidental. En este punto comienzan a aparecer las cuestiones derivadas

de la derrota militar argentina. Si bien el acuerdo habla de condiciones

transitorias y de reciprocidad, está claro que el Reino Unido ha fijado un

baluarte en el Atlántico Sur destinado a controlar todos los movimientos de la

Armada Argentina y de la Fuerza Aérea. Curiosamente, no hace mención al

Ejército Argentino, al cual excluye del planteamiento, tal vez por razones

tácticas (ante una eventual movilización, las tropas de tierra sólo podrían

trasladarse al archipiélago en buques y/o aviones), lo cierto es que no está

especificada la naturaleza de dicha omisión.

• Sistema de comunicación directa entre las respectivas autoridades

militares bajo la supervisión de las cancillerías, cuyos interlocutores serán el

Comandante en Jefe del Área Naval Austral (con base en Ushuaia), y el Jefe

de la Novena Brigada Aérea (Comodoro Rivadavia).

• Las partes acuerdan proporcionarse por escrito y con una

anticipación mínima de 25 días, información acerca de movimientos de

envergadura de sus fuerzas navales y aéreas. Con esto estimarán evitar la

ocurrencia de incidentes que puedan desencadenar acciones bélicas; pero al

comprender una amplísima superficie del Atlántico Sur, la capacidad de

maniobra de la Fuerza Aérea y de la Armada argentinas estará sumamente

limitada. Teniendo en cuenta la zona asignada por este acuerdo, en lo que

respecta al límite oriental del océano Atlántico; y el límite establecido al oeste

con la República de Chile, según el acuerdo de Paz y Amistad de 1984; a la

Argentina le queda prácticamente un corredor o pasillo estrecho entre los

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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meridianos 63 y 64 grados Oeste, para conectar el continente con el Sector

Antártico Argentino. Este es el precio territorial de la derrota militar.

• El Reino Unido deja sin efecto la zona de protección de 150 millas

alrededor de las islas. Sin embargo, las partes deberán notificar con mínimas

48 horas de anticipación la identificación, el rumbo previsto y el propósito de

los buques y aeronaves que prevean acercarse a menos de 50 millas náuticas

por mar o 70 millas náuticas por aire. En la práctica, esto implica mantener

una suerte de zona de seguridad aunque más reducida que la original.

• Se establece que por vía diplomática podrán acordarse visitas

recíprocas a bases militares y unidades navales. No aclara en su terminología

genérica si las unidades del Ejército, antes omitidas, también son alcanzadas

por este sistema.

Indudablemente este convenio contiene aspectos en el ámbito militar y de

la seguridad que son por lo menos preocupantes, pero al mismo tiempo se

destaca su carácter transitorio. No puede decirse que haya habido una renuncia

definitiva a las posiciones sustentadas por nuestro país, ni un compromiso ni

amenaza de disminuir la solidez de nuestras argumentaciones vinculadas al tema

de la soberanía. No obstante, pese a haber perdido la guerra, ante las opciones

disponibles de: a) insistir exclusivamente por la vía diplomática y lidiar con la

permanente negativa inglesa a sentarse a conversar; o b) continuar la guerra por

otros medios, mediante la confiscación de propiedades inglesas en nuestro país,

realizar actos de hostigamiento, operaciones especiales sobre Malvinas, con

elevados sacrificios y costos para la Nación64; esta tercera alternativa adoptada

parece ser, desde un enfoque situacional, la más razonable.

Este acuerdo demuestra con creces que al Reino Unido no le importan las

islas ni sus habitantes. El fondo de la cuestión, y al igual que en el siglo XVII, es

el dominio de los mares, otrora para controlar el comercio y monopolizar el

contrabando, en la actualidad por el mejor posicionamiento estratégico y

fundamentalmente la explotación de los recursos pesqueros y minerales. De otro 64 Ibíd.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 200 -

modo no se entiende por qué decidieron poner el tema del ejercicio de la

soberanía bajo un paraguas habiendo sido los vencedores en la contienda bélica;

siguen reconociendo la vigencia de la disputa con Argentina, ahora en la

posguerra, y es de entender que en algún momento el tema de fondo deberá ser

resuelto. Argentina no ha quedado tan mal parada después de la desastrosa

experiencia de 1982. Incluso un hecho emotivo y concreto es el símbolo máximo

de la afirmación de los derechos soberanos argentinos sobre el archipiélago: en

las islas descansan nuestros muertos, en suelo patrio. Los ingleses no han podido

(o no han querido) enviarlos al continente.

En cuanto al tema del control militar, algunos autores ven una suerte de

“Tratado de Versailles” impuesto por los vencedores sobre nuestras fuerzas

armadas. No coincido en este punto. Las condiciones impuestas son de carácter

transitorio, no establecen limitaciones a la industrialización, y son pasibles de ser

revisadas anualmente por el grupo de trabajo integrado por diplomáticos y

técnicos de ambos lados. En esto el acuerdo es bien específico.

El Tratado de Versailles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, le

impuso a la derrotada Alemania, entre otras cosas:

• La entrega del material militar y de la flota de guerra.

• La entrega de la flota mercante.

• La desmilitarización de vastas zonas de su territorio.

• Reducción del ejército a 100.000 hombres, y 4.000 oficiales, sin artillería

pesada, submarinos ni aviación.

• Prohibición de fabricar material de guerra y del servicio militar obligatorio.

• Disolución del Estado Mayor.

• Establecía que Alemania era la única responsable de la guerra, y prohibía

su ingreso a la Sociedad de las Naciones (antecesora de la actual ONU).

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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• Entrega anual de toneladas de carbón, cabezas de ganado, la mitad de la

producción química y farmacéutica, y la totalidad de cables submarinos

durante un período de cinco años.

Comparar este acuerdo con aquel que franceses, norteamericanos e

ingleses le impusieron a los alemanes en el fin de la Gran Guerra es forzar la

interpretación y llevarla hacia el terreno fértil del fundamentalismo, tal como

sucedió en la Alemania previa al nazismo. No sé qué pretendían, no es lo mejor,

no es lo ideal, no cumple el objetivo de devolvernos nuestras Islas Malvinas, pero

por lo menos establece pautas de convivencia con individuos que tienen en sus

manos el poder de las armas de destrucción masiva. Y podría haber sido peor si

hubiésemos perdido por la fuerza, por ejemplo, la Isla Grande de Tierra del

Fuego; o ver la Patagonia convertida en un escenario como Irak o Afganistán.

¿Qué los hubiera detenido?… Pero los ingleses no tenían interés en el territorio:

querían una base militar que les garantizara el control del mar y todos sus

recursos, y se les dio eso. Del resto se encargará el tiempo. Consecuentes con su

historia, han construido en las islas el templo del dios Dinero con cimientos de

turba y sangre. India, China, África y Oceanía pueden dar fe de ello.

En todo caso los argentinos, entre los gobiernos neoliberales que nos

fueron impuestos y los que elegimos democráticamente contribuimos, en aras de

una dudosa modernización, a auto imponernos condiciones leoninas comparables

al tratado que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Nadie nos lo exigió, pero

entregamos el patrimonio nacional a precio vil en nombre de la posmodernidad y

la globalización; en muchos casos con una corrupción escandalosa.

A cambio pudimos viajar por el mundo y consumir lo que quisiéramos en

cantidad y en cuotas, gracias a un tipo de cambio ficticio. Ese fue el precio de

nuestras conciencias. Ese fue nuestro Tratado de Versailles, que un gobernante

traidor autografió sin chistar para sacarse la foto con la Reina y el Príncipe de

Gales.

Por culpa de sujetos que deshonraron el uniforme de San Martín y

Belgrano, y que nos llenaron de rencores y odios que parecen irreconciliables,

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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destruimos nuestras fuerzas armadas, enajenamos sus bienes y descuidamos

temerariamente la institución defensa nacional. El conflicto bélico con Inglaterra

fue además el precio que los argentinos debimos pagar para sacudirnos de

encima la lacra purulenta de unas fuerzas armadas fraguadas en el terror, la

represión ilegal y la apropiación de bienes y personas. Imaginemos el grado de

cinismo de estos jefes que no dudaron en mandar al muere a sus propios

camaradas o, en el mejor de los casos, a padecer penurias innecesarias.

En el terreno siempre resbaladizo de las hipótesis y conspiraciones tal vez

encontremos, analizando la realidad socio-económica argentina de posguerra, la

cláusula oculta del verdadero costo de la derrota militar de 1982.

A ver cuándo nos vamos a despertar de esta siesta infinita…

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CAPÍTULO ONCE

Detrás de la tormenta.

Testimonios.

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Cómo explicar.

“Llegar a casa fue maravilloso. Me impactó la cantidad de gente que se

había reunido para recibirme, los que yo sabía que estarían y muchos otros que

me habían visto tal vez una sola vez en la vida, pero que se habían acercado

para saludarme. Me llenaban de ‘gracias’ por lo que había hecho por ellos y a mí

me resultaba difícil entender ese agradecimiento.

Los días fueron pasando y la gente no paró de desfilar por casa. Era una

sensación ambigua la que me asaltaba; por momentos disfrutaba de tantos

gestos de cariño y, en otros, no me importaba absolutamente nada quién había

llegado o quién iba a venir y me encerraba dejando a todos un tanto

sorprendidos.

Agarraba la moto, porque al fin me habían habilitado para comprármela, y

me iba a andar por ahí. Ni siquiera mi novia me sacaba de ese estado confuso,

aunque lo intentó con ansias.

Por las noches, después de comer lo que había en las 30 encomiendas que

habían llegado hasta mi casa, porque no me las habían hecho llegar hasta las

islas, me metía en el baño y me miraba. Me daba impresión verme tan deforme,

notaba que la cabeza era demasiado grande en relación con el tamaño del

cuerpo, las manos y el cuello seguían negros y los pies no daban ningún signo de

mejoría. Los 12 kilos que había dejado en las islas alteraban cualquier

familiaridad con ese cuerpo desconocido. Me acostaba y soñaba y me despertaba

sobresaltado, saltando en la cama, gritando las alertas o avisando que se

acercaba un bombardeo. Las noches que más me atemorizaban eran las que

venían acompañadas de tres manchas negras que representaban a los barcos

que se aproximaban a la costa para martirizarme con sus bombas.

Con la sucesión de visitas me cansaba el interés de muchos acerca de los

detalles más escabrosos y macabros de la experiencia de la guerra.

-¿Pero vos tiraste? ¿Qué se siente? ¿Adónde se apunta? ¿A cuántos

mataste? ¿Y se escuchan los gritos de los otros?

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Era como si vinieran a buscar una información muy precisa para contársela

luego a alguien más y hacer una gran historia con eso. Todo ese interés por la

respuesta inmediata me fastidiaba y me hacía ver que aunque yo contara tal

cosa o tal otra, de una manera o de otra, la experiencia que yo había vivido era

incomunicable. Ninguno se podía dar cuenta de lo que yo había pasado. Ninguno

tenía la más mínima idea de cómo había subsistido en condiciones infrahumanas.

No había caso, las palabras no alcanzaban.”

Germán Estrada y Esteban Pino, “Contar Malvinas”, páginas 148-149.

De visita.

En el crucero turístico que zarpó hace diez días del puerto de Buenos Aires

viajan Mirta y Juan, una pareja de argentinos. Para ellos este viaje es un viejo

anhelo: la oportunidad de conocer el sur patagónico, y es además una merecida

recompensa a los años de trabajo de Juan, que comienza a disfrutar de su

jubilación.

El itinerario propone recorrer los canales fueguinos, Ushuaia, Punta

Arenas, Isla de los Estados y las Islas Malvinas, incluyendo además las

excursiones terrestres. El barco provee a sus pasajeros todo lo necesario para

una travesía sumamente confortable, hay a bordo restaurantes, bares, salas de

juego, shoppings, piscinas y cómodos camarotes. Todos estos placeres hacen

pasar desapercibida la proverbial furia del Atlántico Sur.

Son pocos los argentinos en el barco, la mayoría de los pasajeros son

europeos. Entre ellos se destaca un grupo numeroso de ex militares franceses,

veteranos de la guerra de Argelia, que viajan con sus familias y con todos los

gastos pagados por el estado francés. No conversan con nadie que no sea de su

grupo y cada vez que pueden manifiestan su disconformidad porque la empresa

naviera no quiso rentarles el crucero sólo para ellos. La gota que rebalsó el vaso

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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fue cuando el simpático grupo se enteró de que el último destino turístico del

crucero era la visita a las Islas Malvinas, con desembarco y excursión de un día

completo. “Qué vamos a hacer ahí, si no hay nada para ver, no tiene sentido”,

comentaban entre ellos alardeando de su ignorancia militante. Cuando por fin el

buque arribó a las islas, ellos se quedaron a bordo.

Mirta y Juan fueron de los primeros en subir al trasbordador que los

llevaría hasta el amarradero de Port Stanley. El crucero quedó fondeado sobre la

entrada de la bahía, por su calado no pudo ingresar en las aguas someras del

puerto. Durante el traslado en el ferry pudieron comprobar en sus propios

estómagos la bravura innata del océano austral. Luego de interminables cuarenta

y cinco minutos atracaron en el muelle con bastante dificultad por la

meteorología reinante.

Bajo el gris cielo malvinero y el inclemente viento de enero que hacía bajar

los termómetros y dificultaba el paso, apreciaron la calma de Port Stanley.

Coloridas casas de inconfundible estilo inglés, Land Rovers circulando por la

izquierda, muy poca gente caminando por la calle, orden y limpieza. Algunos

jardines floridos, cuidados con esmero, oponían porfiada resistencia al clima

inhóspito, haciendo recordar al petit hôtel Las Margaritas, del exquisito cuento “El

calamar opta por su tinta” de Adolfo Bioy Casares.

Así llegaron caminando hasta las camionetas que partirían hacia su primer

destino en aquella excursión: Darwin y Pradera del Ganso.

Al cabo de una hora de un interminable paisaje de hermosa desolación,

sólo interrumpido por pequeñas rebaños de ovejas, aparece el pintoresco

poblado de Darwin. La visita obligada es el cementerio argentino. Mirta, Juan y el

resto de los viajeros descienden de las combis, ingresan y recorren las bien

cuidadas sepulturas de muchos combatientes desconocidos, caídos en aquella

memorable batalla que definió el destino de la guerra. En ese momento, dos

cazabombarderos Euro-Fighter de la cercana base aérea de Mount Pleasant,

pasan en sorpresivo vuelo rasante sobre las cabezas del grupo de argentinos.

Parecen decir “miren que estamos acá y los estamos vigilando”. El mensaje es

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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bien claro, nada de desplegar banderas ni de hacer actos reivindicatorios. A los

pocos minutos un jeep militar llega al lugar y descienden del mismo dos oficiales

británicos uniformados, como para que no queden dudas del control estricto. Sin

embargo, no interfieren en el homenaje personal que cada uno de los visitantes

hace en el cementerio. Una oración y una flor. Un ruego de paz y un pedido de

nunca más… La visita finaliza, el viento y el frío penetran los abrigos. El siguiente

destino es visitar un tradicional pub de Port Stanley para reponer cuerpos y

espíritus.

Un camarero chileno y el aroma del café les hacen recordar que se

encuentran en Sudamérica. Mirta y Juan brindan y dicen: “nosotros también

estamos acá”.

Luego, el trámite en migraciones y el sellado de los pasaportes

contribuyen a hacer más incómoda la situación de ser extranjero en el propio

territorio. Los locales se esfuerzan por ser (y parecer) británicos. No hay

hostilidad hacia los visitantes del continente, quizás porque están de visita por

pocas horas, y dejan algunos dólares. Más bien demuestran cierta indiferencia.

Las islas Falklands británicas tienen algo de postizo, algo de impostura, algo que

necesita ser demostrado permanentemente para que parezca real. En las oficinas

de turismo les entregan una pila de hermosos folletos, con ilustraciones y datos

históricos que no dejan dudas a los incautos sobre la historia de las islas, sus

descubridores ingleses y sus actuales pobladores británicos.

Decir parte de la verdad (la parte que conviene) también es mentir.

Termina la excursión -controlada y supervisada- por las Falkland Islands.

Los argentinos vuelven al crucero que ya pone proa al puerto de Buenos Aires,

donde finalizará el viaje tres días después.

Buenos Aires: colonizada por españoles, italianos, judíos, alemanes,

polacos, rusos e ingleses; y más argentina que nunca…

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Testimonio de los protagonistas al autor, enero de 2008.

Darwin.

“Recorro el cementerio, pienso. Mi cuerpo siente el frío helado y un fuerte

viento no logra frenar mi paso. Sigo.

Sé que estuve diecisiete años preparándome para este momento. Junto

algunas piedras del lugar, no sé por qué.

Camino hasta el mar, me siento a reflexionar. Pienso en todo lo que me

pasa, en la angustia que estuvo tanto tiempo dentro de mí y que de alguna

forma la estoy sacando.

Lloro, creo que es la primera vez que me permito hacerlo después de los

días de guerra. Es la primera vez que puedo romper esa dura coraza que se

formó para protegerme del sufrimiento. Quise llorar en 1982 durante los días en

las islas y no pude…

Bajo hasta la costa y repaso todo lo que logré en este largo camino. Mi

familia, mis hijas… y recuerdo la canción que cantamos todas las mañanas

cuando las llevo al jardín, esa del mamut que quería volar. Lloro porque vivo,

porque tengo vida.

Caminando di la vuelta al cementerio, pienso en mi madre, en su cara

dulce y tierna pero con tanta fuerza interior. En lo que sufrió durante mi guerra y

su propia guerra. En la angustia que tuvo como tantas otras madres por no saber

si su hijo estaba vivo o muerto, viendo pasar las horas con desesperación

aguardando alguna noticia tranquilizadora.

Pienso en que pude haber sido una de estas cruces y ella hubiera tenido

que venir a este páramo a traerme un ramo de flores y el rosario que hoy traigo.

Cuántos padres, esposas, hermanos, familiares y amigos siguen sintiendo esa

misma sensación de tristeza que tengo en estos momentos.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Veo un jardín lleno de flores en un costado del cementerio, pienso que es

un milagro y corro hasta el lugar, pero son flores de plástico que el viento lleva

desde las cruces y deposita allí, cerca de un alambrado electrificado.

Son casi las doce y decido ir al encuentro del tan esperado momento. Me

saco el gorro, los guantes, quiero sentir el frío y ese fuerte viento en mi cara

hasta que me duela.

Tengo paz, pero estoy ansioso por encontrar esa cruz, la que pudo haber

sido la mía. Tengo el rosario en mi mano derecha, junto a las flores, entro a ese

terreno lleno de cruces blancas.

Comienzo a buscar la cruz entre las 231 que tiene el lugar; no la

encuentro. Sigo mirando una a una las cruces.

Lentamente me pierdo en mi soledad y voy en búsqueda de mi único

objetivo. Comienzo a sentir que sólo estamos las cruces y yo. No encuentro el

apellido. Alguien me dice ‘Ahí hay una cruz con el apellido que buscás’. ¿Será

esa…? Abajo había una placa con el nombre, era él, era el encuentro tan

anhelado, tan soñado. El encuentro final. El encuentro que siempre esperé.

Pensé nuevamente en mi mamá y en su sufrimiento y en que podría estar yo en

esa tumba bajo el suelo de nuestras islas. Es increíble. Puse el rosario, saqué la

estampita de la Virgen de Lourdes, a la que tanto le pedí durante la guerra, y la

estampita de la Virgen de San Nicolás, a la que tanto rezo ahora.

Siento una profunda paz. He cumplido mi última promesa de guerra. Estoy

frente a la cruz del soldado que estuvo en mis recuerdos desde esos días en el

final de la guerra. Cierro los ojos y me pierdo en un diálogo interior, solos él y yo.

Rezo y le agradezco a Dios este momento. Dios está junto a mí. Suspiro, miro al

cielo, vuelvo a suspirar. Me siento en paz”.

Edgardo Esteban, “Malvinas: diario del regreso”, páginas 31-33.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Reencuentro.

“Llévelos a la gloria”, le dijo el capitán Pablo Carballo con ese sonido

latoso de los transmisores de los aviones de combate. El teniente primero Carlos

Cachón volaba su cazabombardero A-4B Skyhawk por sobre las heladas aguas

del Atlántico Sur cuando recibió la inesperada orden de tomar el mando de la

escuadrilla que debía impedir el desembarco británico en Bahía Agradable. Un

hecho fortuito dejó a Cachón como responsable de la misión. Los aviones de los

jefes, el capitán Carballo y el primer teniente Filippini, habían sufrido el

congelamiento de sus estructuras de reabastecimiento y no podían desplegarlas

para recibir el combustible del avión cisterna que debía hacer la maniobra en

pleno vuelo. Cachón respiró profundo y se dispuso a concretar la misión más

importante de su vida y para la que se había preparado rigurosamente en los

últimos doce años.

No muy lejos de ahí, en la entrada de la Bahía Agradable, al sur de Puerto

Argentino, dos transportes de 3.250 toneladas, el Sir Tristram y el Sir Galahad,

repletos de soldados británicos se disponían a comenzar el desembarco más

importante de la guerra. Entre los cuerpos de marines estaba la Guardia Galesa

de la Reina, los soldados de elite que desde siempre son usados para ser los

primeros en tomar el objetivo como símbolo del poderío británico.

El Sir Galahad se había retrasado por la espesa neblina de la bahía y se

desplazaba lentamente por el flanco oriental. En una de las cubiertas inferiores,

junto a una de las lanchas de desembarco, se aprestaba el soldado Simon

Weston. A los 20 años ya era un veterano. Se había enrolado a los 16 y

participado de las campañas de Irlanda del Norte y Kenia. Sus padres también

eran militares: él, aviador de la RAF, y ella, enfermera de combate. Simon no

conocía otra vida. Siempre había vivido en barracas y entre soldados. Esta vez se

sentía destinado a entrar triunfante por las calles de la capital de las islas para

enarbolar la bandera británica y arriar la argentina.

El teniente Cachón dio un vistazo a sus instrumentos y abrió la

comunicación con los aviones que habían quedado a su mando. Reiteró las

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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órdenes y la escuadra se desplegó hacia las islas. Tenían que volar a gran altura

y bajar casi al ras del agua apenas estuvieran sobre el objetivo. Todo en una

maniobra muy peligrosa de apenas unos segundos. Llevaba tres bombas de 250

kilos. Eran las que estaban dando el mejor resultado. Antes habían probado con

bombas de 500 y 1.000 kilos pero eran tan poderosas que atravesaban los

barcos y explotaban en el agua.

Era ya la media mañana y Cachón llevaba volando desde hacía casi dos

horas. Había avanzado durante varias millas al ras del agua y la sal se le pegaba

a la cabina. Ahora estaba a gran altura para caer sorpresivamente sobre el

blanco, pero no podía ver los barcos por la sal y la bruma espesa que cubría la

bahía. De otro de los aviones viene el aviso esperado: “¡Están ahí, a la derecha,

uno a cada lado de la península!" Los dos barcos aparecieron entre las nubes

grises. Cachón dio la orden: tres de los cinco aviones irían sobre la izquierda y

atacarían al Sir Tristram. El suyo y otro de los Skyhawks lanzarían sus bombas

contra el el Sir Galahad.

Simon Weston ya estaba listo. Tenía su mochila cargada y estaba

recibiendo las órdenes de un teniente: “Tenemos que tomar la altura de Sapper

Hill para encaminarnos directamente a Puerto Stanley". En ese momento sintió el

primer sacudón. La primera bomba rebotó sobre la escotilla y estalló a casi un

kilómetro de distancia, sobre la playa. La segunda bomba del primer avión

argentino tuvo la misma suerte. Cachón vio la acción y decidió bajar un poco más

para apuntar directamente al sector de máquinas del navío. Era peligroso porque

estaba al alcance de la artillería británica, pero imprescindible para que las

bombas alcanzaran el blanco.

Cachón tomó la manivela que libera las bombas y esperó estar casi sobre

el Sir Galahad. Lanzó la primera y la segunda casi al mismo tiempo. Vio cómo

llegaban a la proa y explotaban sobre la cubierta. La tercera fue directamente al

centro del barco, en la zona de máquinas. La cabeza explosiva traspasó la

primera cubierta y llegó a la segunda, donde estaban los soldados listos para

desembarcar.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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La explosión se produjo sobre dos camiones cargados con combustible

para misiles. En un segundo todo fue rojo, amarillo y hervía. "Se convirtió en el

infierno. Era sangre, defensa y fuego. Mucha sangre derramada", recuerda

Simon Weston. Cachón se elevó y no supo nada más. De otro avión le

aseguraron que le había pegado al barco, pero él no pudo ver nada. Se tenía que

alejar lo antes posible porque seguramente ya estaba en el radar de los aviones

británicos que se acercaban.

Weston fue alcanzado de lleno por el fuego. El calor era tan intenso que

derretía la suela de las botas. Trató de alzar a un compañero herido, pero ya no

tuvo fuerzas. Tenía buena parte del cuerpo quemado. Alguien lo empujó hasta la

cubierta superior. Sólo recuerda que en un momento apareció un helicóptero

para rescatarlo.

Veinticinco años más tarde me encuentro con Carlos Cachón en su modesto

departamento del centro de Mar del Plata. Lleva los mismos bigotes que lucía en

la foto que le sacaron en Río Gallegos poco antes de subirse al avión el día en

que hundió al Sir Galahad. Ya no pertenece a la Fuerza Aérea. Pidió la baja en

1986. Tenía 34 años y una desilusión enorme con sus superiores. “Cuando

volvimos ese día a la base no pudimos festejar más que por unos minutos. Nos

confirmaron desde Puerto Argentino que habíamos hundido el barco y nos

abrazamos y reímos. Pero no había pasado una hora cuando vino la otra noticia

terrible. De la segunda escuadrilla que había partido para un nuevo ataque, sólo

regresó un avión. Todos los otros fueron derribados. Fue un día agridulce. Como

todos en la guerra", cuenta Cachón mientras juega con una réplica en madera de

su avión que le hizo un artesano de San Luis.

Cachón nació en 1952 en un campo cerca de Balcarce. Quince años más

tarde su familia se trasladó a Mar del Plata y ahí terminó la escuela secundaria.

Se preparaba para entrar en medicina en la universidad de La Plata cuando un

amigo lo entusiasmó para ir a dar el examen a la escuela aeronáutica de

Córdoba. "Fui porque me pagaban el pasaje y quería conocer una ciudad

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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diferente", dice Cachón. Al amigo lo bocharon y él aprobó con muy buenas notas.

En el ‘76 se convirtió en aviador.

Cachón se enteró de la toma de Malvinas por la radio como la mayoría de

los argentinos. La alegría de que iba a poder entrar en combate le duró poco. Su

entrenamiento era para el combate aéreo o con blancos en tierra. En el mar es

todo diferente. "Nos entró no sólo miedo sino terror. La capacidad de derribo que

tiene un buque es del 70 u 80 por ciento. Es decir que de 10 aviones que atacan,

7 u 8 son derribados. Pero estábamos bien adiestrados y enseguida hubo mucho

adoctrinamiento. En pocos días estábamos mentalmente preparados para el

combate", cuenta el aviador.

Simon Weston me viene a buscar a la estación de trenes de Cardiff, en Gales. Me

encuentro con el hombre que tantas veces me había impresionado en las fotos.

Tiene el 50 por ciento del cuerpo quemado. Su cara fue rehecha varias veces.

Fue sometido a 80 operaciones. Su increíble espíritu lo mantiene firme y erguido.

Los ojos le quedaron pequeños por las intervenciones pero su mirada es firme y

brillante. No deja de mover las manos con sus dedos deformados pero con las

que logra una expresión vívida y emotiva. Nos sentamos en la terraza de un

barcito de St. Mary Street, por donde pasan largas filas de turistas japoneses, y

charlamos durante dos horas sin parar sobre lo sucedido hace 25 años.

“Después de la explosión y un dolor intenso como nunca antes había

sentido, ya no tuve sensación de mi cuerpo. Me levantaron en un helicóptero y

me dejaron en Fitz Roy, donde otro helicóptero me llevó hasta un hospital que

habían improvisado en una fábrica de envases de carne que se llamaba The Red

and Green Co. No habían pasado dos horas cuando empezaron a caer las

bombas argentinas ahí también. Lo atacaban porque no tenía ninguna señal de

que era un hospital. No habían pintado cruces rojas en el techo ni nada. Salieron

todos corriendo y me dejaron solo”.

”Tenían razón, yo estaba medio muerto y ellos estaban vivos. Pero tuve

una suerte de otra galaxia. Cayó una bomba que mató a cinco hombres que

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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estaban justo afuera del galpón. Las otras dos bombas que pegaron en el lugar

no estallaron. Cuando me di vuelta veo a otro herido. Era un prisionero argentino

que después se recuperó y regresó a casa. A mí me evacuaron al fin de la

guerra. Era el soldado herido que estaba en el estado más grave", me cuenta

Simon mientras sorbe un capuchino. Simon Weston fue el símbolo de la

"Falklands' War" para los británicos. Cuando regresó, su rostro quemado apareció

en todas las pantallas. La BBC hizo cuatro documentales con su vida, él escribió

dos libros de testimonios. Y cuando se recuperó, casi ocho años después, armó la

fundación Weston Spirit para ayudar a jóvenes de los barrios pobres de las

grandes ciudades británicas. "Fui un chico que causaba problemas. Cuando tenía

15 años me arrestó la policía; ahí entendí que tenía que hacer algo con mi vida.

Al año siguiente me enrolé en el ejército. Fue para mí la única salida. Quiero

que los chicos como yo tengan otras posibilidades y es por eso que creé

esta fundación", explica Simon. En 1992, Simon fue condecorado por la Reina,

quien le dio también un título honorario.

Carlos Cachón y Simon Weston se encontraron por primera vez hace

quince años. Una productora londinense los juntó en una estancia de la provincia

de Buenos Aires. “Simon estaba en una habitación y yo entré un poco nervioso.

El también lo estaba. Sabía cómo había quedado porque había visto una foto

pero igual me impresionó. Nos saludamos y charlamos un rato, pero fue un

encuentro raro, frío. Creo que él se sentía muy mal en ese momento. De todos

modos hablamos de reconciliación y todo terminó bastante rápido”.

Cinco años más tarde, Cachón viajó a Londres y las dos familias se

conocieron. “Cuando estuvimos en Londres ya fue todo diferente. Me recibió muy

bien. Estaba de muy buen humor. Dijo que yo no había tenido la culpa, que los

dos éramos profesionales haciendo nuestro trabajo. Y la verdad es que lo tomé

así. Siento mucho que la bomba que yo arrojé le haya provocado esas

quemaduras, pero no fue algo contra Simon directamente. Estaba defendiendo la

soberanía de mi país y era un piloto profesional”, dice Carlos.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Simon Weston ni siquiera quiere recordar el primer encuentro. En cambio,

rememora con afecto el segundo. “Vino a mi casa y conoció a mis hijos”, cuenta

Simon mientras pasa un tradicional autobús verde galés por la avenida St. Mary.

“Mi hijo menor era un bebé y apenas vio a Carlos y Graciela, su mujer, les estiró

los brazos. Los chicos saben. Eran dos personas buenas. Carlos es un hombre

honorable. Hizo su trabajo con honor en la guerra. Y desempeñó un papel

crucial en mi vida. Le cambió el rumbo. Y no es que le esté agradecido por

estas heridas. Yo solo sé lo que se sufre cuando a uno lo operan 80 u 85 veces.

Pero ambos estábamos ahí por una circunstancia profesional. El atacó primero,

pero si yo hubiera tenido la oportunidad de atacarlo antes lo hubiera hecho. Para

eso estábamos entrenados. Ni él ni yo elegimos el papel que nos tocó en esta

guerra. Y más allá de lo que la gente piense de este conflicto, no deben pensar

mal de los que tuvimos que combatir. Y hoy, visto con la distancia de un cuarto

de siglo, tengo que agradecerle en cierta manera a Carlos. Fue él quien cambió

definitivamente mi vida. Logré hacer algo por los jóvenes necesitados que no

hubiera hecho si me hubiera mantenido en el ejército. No hubiera conocido a mi

magnífica mujer, no habría tenido los hijos que tengo. No hubiera sido el hombre

que soy”.

Cachón también le agradece en cierta manera a esta guerra y a la

experiencia que compartió con Simon. “Te templa. En el ‘95 tuve una crisis

económica terrible. Me quedé con este departamento hipotecado y deudas por

tres veces y medio su valor. Una noche me desperté después de tener una

pesadilla con la guerra y con Simon. Sentí algo muy especial. Desperté a mi

mujer y le dije: este es el punto de inflexión. A partir de ahora vamos a

salir. Y lo hicimos. Mis hijos son profesionales. Tengo una imprenta que funciona

muy bien. La guerra nunca me la voy a sacar de encima. Pero esa vez, al menos,

me sirvió para mejorar mi vida”.

“Especial Multimedia: Malvinas 25 años”. Diario Clarín, 8 de abril de 2007.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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CAPÍTULO DOCE

Amnesia nacional.

“Nuestros veteranos, los conscriptos argentinos que lo soportaron todo,

incluido el destino de regresar sin los laureles del triunfo, sino más bien con las

penas de la derrota, no merecieron jamás la sospecha ni la desconfianza, sino la

admiración de sus jefes.”

Teniente General Martín Balza

“Las victorias tienen muchos padres, mientras que la derrota es huérfana.”

John F. Kennedy

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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El proceso de desmalvinización.

Al finalizar la contienda bélica con la rendición argentina, comenzó un

proceso de negación y olvido cuyos destinatarios principales fueron los veteranos

y ex combatientes. Se pretendió con ello borrar las culpas y responsabilidades

que le cupieron a la conducción militar y política durante el conflicto con Gran

Bretaña. El veterano de Malvinas comenzó a vivir su nueva guerra, esta vez

contra su propio país, la misma nación que lo envió a poner el cuerpo y la sangre

a las islas australes, la misma bandera que envolvió los ataúdes de sus

compañeros muertos. Veteranos sin trabajo y sin ayuda, sin acceso a un sistema

de salud digno para sobrellevar las consecuencias físicas y psíquicas dejadas por

la guerra, era común verlos vendiendo baratijas en los trenes y colectivos de

Buenos Aires. Se quedaron abandonados y sin alma.

Recuerdo un acto por Malvinas en que participé como colimba allá por

junio de 1987, en el que ellos desfilaron frente a nuestra formación. Fue en una

humilde localidad del oeste del Gran Buenos Aires, de la que no recuerdo el

nombre, donde por primera vez los vi. Nunca antes vi tanta expresión de orgullo

como en esos rostros sufridos, las medallas prendidas al pecho, las bocas llenas

de cantar la Marcha de las Malvinas, sus uniformes descoloridos por el paso del

tiempo; algunos, amputados, se ayudaban con muletas para caminar, pero en su

paso firme no se notaban. Eran la síntesis del honor.

El Honor ganado en el campo de batalla que nadie les puede quitar.

La Gloria del que sabe que dio todo y que, de presentarse la ocasión, lo

volvería a hacer.

La deuda de un país adicto al olvido.

Veinte años después me pregunto quiénes eran y cuántos seguirán vivos.

Estos hombres, que padecieron la indiferencia y la postergación, han mendigado

por las calles, han sido mirados de reojo y con desconfianza. Algunos no querían

decir que habían estado en Malvinas cuando pedían trabajo. Sumaron a las

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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terribles secuelas de la guerra la amputación de su propia historia. Se les faltó el

respeto. Se les sigue faltando el respeto.

A fines de 2004, una importante empresa de una provincia argentina

despidió a Miguel G., jefe de mantenimiento. A Fernando C., responsable del

área técnica, le embargó una amarga sensación, porque había trabado amistad

con él, y además no compartía las causas invocadas por la alta gerencia para

tomar esa decisión que lo privaba de un eficiente y leal colaborador. Decían que

en los meses que llevaba trabajando “no había cumplido con las expectativas”,

un subterfugio que escondía otras causas, las verdaderas: celos, envidia,

conflictos de “intereses”, y otras argucias propias de personas mediocres.

Sobre el final de una acalorada discusión sobre el despido, Fernando le

inquirió al gerente general si sabía que Miguel era veterano de guerra, y el rostro

se le transformó. “No, no sabía”, balbuceó el gerente general entre sorprendido y

avergonzado. Fue ese mismo gerente el que meses antes había seleccionado a

Miguel entre varios candidatos para el puesto vacante. No se le podía haber

pasado semejante detalle, sobre todo atendiendo a datos concretos del

curriculum. Pero al mejor cazador se le escapa la liebre, y además Miguel había

mantenido en las sombras parte de su pasado.

La discusión terminó ahí mismo. Ese día, Fernando sintió internamente

que algo había cambiado para siempre en su lugar de trabajo: antes tan

agradable y desafiante, comenzaba a ser menos atractivo por la

despersonalización que los había llevado al extremo de cosificar y deshumanizar

la selección del personal. La falta de profesionalidad de sus jefes le hacía ser

conciente del enorme precio que tiene la injusticia. Una amargura indescriptible,

como nunca antes, embargaba su alma. Nada impedía que en el futuro él

sufriera el mismo tratamiento y le hicieran una “cama” y terminara en la calle.

Un par de días después, a manera de despedida Fernando y su esposa

fueron a comer un asado en casa de Miguel, que en pocos días se volvía para

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Buenos Aires. En el living, en un sitio privilegiado sobre una de las paredes, una

enorme fotografía enmarcada del crucero General Belgrano en sus tiempos de

gloria, navegando orgullosamente las aguas del Mar Argentino. Varios recuerdos

más decoraban la sala. “Me va a acompañar adónde quiera que yo vaya”, dijo

Miguel esa noche. Cenaron, y un noble vino tinto convocó a los recuerdos y

conjuró los malos espíritus. Y en el clima propicio de esa noche Miguel compartió

con ellos su experiencia en el naufragio más triste de la historia de nuestro país.

Finalmente Fernando cambió de trabajo al año siguiente, y quiso visitar a

Miguel en su departamento de Buenos Aires. Un par de llamados telefónicos y el

encuentro estaba arreglado. Había ganas de volver a juntarse, de compartir.

Miguel estaba rehaciendo su vida en pareja, trabajando en una empresa

importante, y de vuelta en la facultad cursando un postgrado. Hubo una inmensa

alegría por el reencuentro en una circunstancia más grata. Cuando Fernando

entró al hermoso departamento del barrio de Palermo, lo primero que vio sobre

la pared principal del living fue el cuadro con la foto del crucero y los recuerdos.

Y sí, mi amigo, es tu historia;

después de todo lo sufrido, vencido el dolor

queda el orgullo

y la alegría de vivir para contarla.

Pasaron una velada inolvidable, y siguen cultivando el don de la amistad

hasta el día de hoy.

Hombres de Honor.

Por una cuestión meramente cronológica –unos pocos años- podría haber

sido uno de ellos, y siento bronca e impotencia y una pena profundísima por el

maltrato recibido. La sociedad argentina, hoy y para siempre democrática, no

debe olvidar que más allá de los dictadores de turno que bastardearon una causa

justa y emotiva, hubo un grupo de hombres que luchó en serio y ofrendó la vida.

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Los argentinos nos estamos debiendo este debate, como tantos otros. Una

vez más el mesianismo del poder nos tomó el pelo. La desmalvinización fue como

beber el elixir del olvido de los que pretendieron decir que aquí no ha pasado

nada, y en esto no se los puede responsabilizar sólo a los propietarios evidentes

del fracaso, no fue sólo la última junta militar de Galtieri-Anaya-Lami Dozo y sus

adláteres. Hubieron políticos, empresarios, diplomáticos, civiles, periodistas,

cineastas, opinólogos, mesas de café; un circo patético de figurones que fueron y

siguen siendo co-responsables en la negación y el olvido.

Cientos de ex combatientes se han suicidado o muerto

violentamente durante todos estos años, porque no hemos sabido –o

querido- ayudarles.

Cambiaron el miedo a morir en la guerra por el miedo a vivir en la paz.

No hay una estadística exacta, no tenemos en el país una institución que

los represente o auxilie eficientemente. Se presume que quienes cometieron

suicidio fueron alrededor de 300, casi la misma cantidad de casos que los

registrados en el Reino Unido por el mismo motivo y en los mismos años. Y esto

es llamativamente curioso… La principal causa de suicidios fue presumiblemente

el estrés post traumático, que provoca trastornos de ansiedad, ataques de

pánico, alucinaciones, insomnio crónico, que genera aislamiento y serias

dificultades de relacionamiento social, entre otras afecciones y problemas. El

tratamiento del estrés post traumático es eminentemente médico-psiquiátrico,

requiriendo incluso medicación y, en sus casos extremos, internación y

contención. Muchas de estas muertes se podrían haber evitado si se hubiese

practicado a los ex combatientes un examen psicofísico al regresar al continente,

establecer un diagnóstico y suministrar un tratamiento. Nada de esto se hizo... y

cada uno quedó librado a su buena suerte. El Ejército, fuerza que aportó la

mayor cantidad de hombres al escenario del Atlántico Sur (10.001 efectivos), los

mandó a sus casas tal como volvieron de la guerra. Ellos hicieron lo que

pudieron, se aguantaron los desplantes, la ignorancia, la indiferencia, los

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Lic. Atilio Augusto Amerio

- 224 -

maltratos, pero muchos quedaron en el camino. Escuchemos a un ex

combatiente:

“¿Qué pasaría al volver? (…) Sentí miedo a ese primer encuentro con los

míos, miedo a ese primer abrazo con mi madre, al primer beso con mi pequeña

novia… miedo a esa primera mirada con mi hermano en donde las palabras

estarían de más y todos los rencores quedarían disueltos en un solo instante.

Sentí miedo ante la posibilidad de que no me pudieran entender, miedo a que

esa soledad que llevaba dentro de mí no pudiera ser apagada por la compañía de

ellos; temblaba de miedo porque sentía que no podría adaptarme a la vida civil, a

esas costumbres de pibe de barrio que antes eran ‘pan cotidiano’ y ahora se me

alejaban hasta hacerse irreconocibles. Y observaba mis manos (todavía sucias,

quizás para siempre sucias) y temía, otra vez, que ellos quisieran encontrar en mí

al héroe de la guerra y que, por conformarlos, no me atreviera a llorar, no me

atreviera a pedir esa protección imprescindible para seguir viviendo, para volver

a vivir en esa vida que la guerra había desdibujado”.65

La campaña oficial de sepultamiento, negación y olvido de la historia, en

su ideario de hipocresía y desprecio, comenzó a hablar de los ex combatientes

como “los chicos de la guerra”. Esos pobrecitos colimbas muertos de frío y de

hambre, sin armas ni municiones, desorganizados, mal liderados y sin

entrenamiento, ¿cómo iban a hacerle frente a una de las principales potencias

bélicas del mundo? Era lógico que perdieran la guerra, los ingleses les pasaron

por encima con sus tácticas profesionales y armas del futuro…

El círculo de la impunidad cerraba perfectamente.

No pretendo negar que en muchos casos las tropas argentinas estuvieran

mal adiestradas y/o mal conducidas. Pero esa no fue la principal causa del

fracaso, sino más bien:

65 Edgardo Esteban, “Diario del regreso (Iluminados por el fuego)”, págs. 206-207. Ed. Sudamericana, Abril 2005.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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• La falta de coordinación entre las tres fuerzas armadas. El Estado Mayor

Conjunto sólo era un sello de goma en los comunicados oficiales. Era un

secreto a voces el odio entre el Ejército y la Armada, y de ambos contra la

Fuerza Aérea. Sobraron los casos en las islas de pases de factura,

ocultamiento de información y reticencia en la colaboración entre las

fuerzas armadas argentinas, todo ello como consecuencia de la guerra

sucia contrainsurgente, donde cada fuerza se manejaba en forma

independiente y aislada de las otras.

• Falta de visión, inoperancia y burocracia de las fuerzas armadas, sumado a

la no comprensión del juego político internacional. Hasta casi finalizar el

conflicto el alto mando argentino creía que Gran Bretaña no defendería las

islas, y toda la planificación estratégica relativa al despliegue de tropas,

logística y tácticas de combate se apoyaron en esa creencia, con las

consecuencias conocidas. Los ingleses tampoco tenían las cosas muy

planificadas pero su capacidad de reacción y velocidad de respuesta

terminaron por forzar el desenlace a su favor. Dijo el general Julian

Thompson, comandante de las fuerzas de desembarco británicas en San

Carlos:

“No fue un picnic. Los argentinos pelearon muy bien y hubo momentos en

que podría haber pasado lo contrario de lo que pasó. El principal error es

que ellos nunca creyeron que llegaríamos a las islas, ni siquiera cuando

llegamos a las Georgias. Y la preparación no era buena. Los soldados no

tenían entrenamiento y no usaron esas seis semanas, que es mucho, para

practicar contraataques y volver las defensas impenetrables. No usaron

bien el tiempo. Se podrían haber defendido mejor. Pero ellos se

comportaron bien, excepto pequeños detalles”. 66

• Recordemos que en las últimas décadas las fuerzas armadas nacionales

habían estado empeñadas en tareas propias de guerra

contrarrevolucionaria (la guerra sucia) a nivel continental, más cerca de

66 Reportaje publicado en el diario Clarín en abril de 2007.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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faenas policiales que castrenses, y más fuera de la ley que dentro. Como

vimos en capítulos anteriores, se le habían prestado invalorables servicios

a los Estados Unidos de América en su lucha contra el comunismo. Pero de

ahí a razonar que los EE.UU. apoyarían a la Argentina en un conflicto

armado contra Gran Bretaña es, como mínimo, desconocer la historia y en

términos geopolíticos equivalió a un suicidio.

• Las pésimas gestiones diplomáticas llevadas a cabo durante la guerra, que

significaron sanciones de la ONU, aislamiento del mundo y ser

considerados como país agresor. A tono con su estrategia, la Junta Militar

delegó el manejo de la crisis diplomática en personajes improvisados y

mediocres.

• Y también el atraso tecnológico y la falta de adiestramiento militar. Dijo al

respecto el almirante Woodward, quien al principio creyó que venía a

hacer turismo al fin del mundo:

“Los argentinos pelearon. Había algunos muy buenos soldados entre las

fuerzas argentinas, bien preparados y en buenas posiciones. Había buenas

unidades y otras no tanto. La fuerza aérea peleó extremadamente bien y

nosotros sentimos una gran admiración por lo que hicieron. Ellos son

profesionales como nosotros”. 67

La historia oficial la escribieron los que escaparon hacia el futuro, sacando

a relucir con la complicidad de muchos, episodios de fracaso y de deshonor como

si hubiesen sido la moneda frecuente en el escenario malvinense.

Puede también decirse que cada unidad de combate argentina dependió

más del desempeño de sus jefes, como líderes y entrenadores, que de una

táctica o práctica común. Algunas unidades tuvieron un desempeño pobre, y

otras –las que trabajaron en equipo- muy alto, citadas por caso: el Batallón de

Infantería de Marina 5 (BIM 5), a las órdenes del capitán Robacio; el Grupo de

Artillería 3 (GA 3), a cargo del teniente coronel Balza; el Regimiento de Infantería

67 Ídem.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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25 (RI 25), al mando del teniente coronel Seineldin; los correntinos Regimientos

de Infantería 4 y 12, de Curuzú Cuatiá y Mercedes que pelearon en Darwin y

Pradera del Ganso contra la élite de las tropas británicas, tan solo por nombrar

algunos. Liderazgos admirables como el del capitán Pedro Giachino, el teniente

Roberto Estévez, el teniente primero Carlos Esteban, el capitán aviador Pablo

Carballo, el brigadier De la Colina, los mayores Castagneto y Rico de la Compañía

de Comandos 602, el teniente coronel Quevedo del GA 4... Es bueno que se

conozcan y no se olviden sus nombres por lo que hicieron en Malvinas. Algunos

dieron la vida en combate contra el enemigo, como Giachino, Estévez y De la

Colina.68

Es decir que a la hora de las armas cada unidad respondió y siguió a su

jefe, a su líder, y así se desempeñó en el campo de batalla. Y esto pudo significar

la gloria… o el fracaso más estrepitoso si el conductor no estaba a la altura de las

circunstancias. Los comandantes tácticos fueron sobreexigidos, porque

estratégicamente no hubieron respuestas, y la logística fue defectuosa (muchas

unidades combatieron hasta quedarse sin suministros y no hubo posibilidad de

reabastecerlas). La institución de defensa de los intereses de la nación, confiada

a esa conducción de las fuerzas armadas, no podía tener un final distinto que el

que la historia le asignó. Generales de cotillón conduciendo el combate a control

remoto y al seguro resguardo de confortables oficinas, mientras sus soldados se

arrastraban por el barro y le ponían el pecho a las balas.

El desarrollo de las telecomunicaciones es un avance formidable, pero

enmascara a los cobardes y los aleja del campo de batalla. Bonaparte, San

Martín, Washington, Belgrano, Artigas o Güemes pasaron a ser especies de

museo.

“No hay mayor peligro que las órdenes del soberano desde la corte”…

escribió Sun Tzu en su obra milenaria “El arte de la guerra”. 68 Aquellos que quieran recordar a muchos otros héroes les recomiendo visitar el monumento a los caídos (cenotafio) en Plaza San Martín, en la ciudad de Buenos Aires, recorrer con los ojos y el corazón los nombres en la piedra de los 649 argentinos que nos representan ante Dios. Muchos de ellos descansan para siempre en las islas y en el Atlántico Sur.

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Hay muchos más héroes anónimos, me gustaría nombrarlos a todos pero

ello iría en perjuicio de la síntesis. No quedan afuera, están comprendidos en

cada línea de este texto. Son los inspiradores de este trabajo, sus protagonistas y

destinatarios.

No hay un registro único y exacto de cuántos veteranos, cuántos ex

combatientes viven entre nosotros (cada fuerza armada tiene el propio). Es

indispensable la creación por ley de un padrón único, dado que durante los

últimos años las listas se han incrementado llamativamente, sobre todo en la

Armada. No existe una definición clara de cuál es el significado del término

veterano. Aceptemos por convención, y para una mejor interpretación, que

veterano no es lo mismo que ex combatiente. Durante el conflicto en las islas

hubo personal no combatiente, aunque sí veterano; y que es diferente al también

veterano que fue movilizado durante el conflicto y afectado a alguna unidad

militar en el continente. Los regimientos de montaña destinados en Mendoza y

Neuquén, que durante la contienda fueron desplegados previendo una potencial

situación bélica con Chile, también son veteranos (movilizados), aunque no

combatientes. Lo mismo sucede con los pilotos civiles del escuadrón Fénix, que

sobrevolaban a la flota británica en aviones particulares sin armamento,

cumpliendo vitales misiones de reconocimiento y recogida de información; o el

personal civil de los buques tanques que abastecían a los navíos de guerra en

alta mar, o navegaban desde y entre los puertos patagónicos transportando el

vital combustible. Compartamos una ilustrativa anécdota, extraída del portal

www.elmalvinense.com:

“Un espía en la Marina Británica

Carlos Benchetrit: Capitán de marina mercante.

A comienzos del mes de abril de 1982, Benchetrit comandaba el ELMA Río

de la Plata, en un viaje por el norte europeo. El 5 de abril, navegando en aguas

internacionales próximas a la costa inglesa, captó una transmisión de la televisión

británica mostrando la salida de los portaaviones Invincible y Hermes. Gran parte

de la flota reunida por los ingleses se concentró en la Isla Ascensión. El 19 de

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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abril, el Río de la Plata navegaba hacia Buenos Aires, cuando recibió un

telegrama cifrado de ELMA, el cual decía que debía ir a la Isla Ascensión para

hacer avistajes. Además debía mantenerse alrededor de 18 Km. de distancia por

su seguridad. El 23 de abril, el Río de la Plata llegó a la isla. Había alrededor de

15 buques, y ninguno advirtió la presencia del mercante argentino. Como los

barcos ingleses tenían un alcance largo en sus comunicaciones, entraron en la

banda VHF, donde se podían escuchar las conversaciones de barco a barco.

También colocaron un grabador para poder grabar lo que decían, y de esa forma

se pudo saber qué era lo que hacían. En aquella travesía el marino no estaba

solo, lo acompañaba un segundo oficial, Armando Busto, quien conocía sobre

buques de guerra y su hija. Habiendo enviado un mensaje cifrado con todos los

datos, Benchetrit dirigió su nave a Buenos Aires. Pero la historia no había

terminado. Tras haber dejado la isla, el capitán recibe un nuevo telegrama de

ELMA, donde se le ordenaba regresar a la isla para obtener nuevos datos de los

buques británicos, y de ser posible, fotografiarlos. Esta vez debían estar más

cerca que antes. Por eso trataron de camuflar el Río de la Plata para que

pensaran que era un pesquero. Se acercaron hasta 4 Km. de los buques ingleses,

donde fotografiaron todo lo que pudieron. Entre otras vieron a la fragata

Antelope, al Sir Galahad, al Sir Tristram, al Canberra, que era sobrevolado

continuamente por los helicópteros Sea King. Más tarde los helicópteros

comenzaron a sobrevolar por encima de ellos. Cuando se advirtió la presencia del

Río de la Plata, los ingleses dieron la alarma general. Los helicópteros

sobrevolaban sobre ellos, por lo que Benchetrit, recogió todos los materiales y

datos que había recopilado en una bolsa dispuesta a fondearlos ni bien

abordasen el barco. Al retirarse, con la preocupación de ser atacados, marcharon

rumbo a Montevideo. Luego se dirigió a Buenos Aires, donde entregó el material

recolectado. El departamento de Inteligencia Naval de la Armada le entregó un

plato con una inscripción y un diploma, en reconocimiento de su gran tarea.

Aunque parezca mentira, Benchetrit y sus acompañantes no fueron

reconocidos como veteranos de la guerra de Malvinas.”

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Son demasiadas las zonas grises, las indefiniciones o, peor aún, las

definiciones ambiguas y las injusticias.

Urge pasar en limpio este tramo de nuestra historia reciente.

Mientras tanto, miles siguen esperando.

La fotografía del 2 de abril de 1982 que dio la vuelta al mundo muestra a

un héroe argentino, el suboficial de la Infantería de Marina Jacinto Batista, con

uniforme de combate y expresión grave, haciendo rendir a tres Royal Marines a

la salida de la casa del gobernador de Malvinas, el día que moría Giachino y las

islas eran más argentinas que nunca.

Batista sobrevivió a la guerra y su opinión merece nuestro respeto.

Actualmente, comanda una modesta agencia de remises en Punta Alta, localidad

en la que vive, cerca de Bahía Blanca. La palabra de nuestros ex combatientes es

poco escuchada actualmente. En abril de 2008 un equipo periodístico lo

entrevistó, y en su parquedad natural no dudó, ante la requisitoria, de definir al

general Galtieri como “un hijo de mil putas”… al tiempo que los ojos se le

humedecían por la bronca y el nudo en la garganta traía el recuerdo de los

compañeros caídos, bajas causadas por la falta de escrúpulos de un régimen

alienado.

Tal vez con otros líderes hubiésemos logrado una aceptable salida

diplomática y no tendríamos que llorar los 649 muertos que nos dejó el conflicto

y los más de 300 que se nos siguen muriendo hasta hoy, sin contención social.

Militarmente, como vimos, no estábamos en condiciones de disputarles mano a

mano la victoria a los británicos (y estadounidenses); sí se la podríamos haber

dificultado aún más, con una planificación y logística eficientes y con la operación

conjunta de las fuerzas (trabajando en equipo) con posterioridad al desembarco.

De ese modo se podría haber llegado a un cese de las hostilidades, y abrir una

nueva instancia de negociación acatando la Resolución 502 de la ONU, pero con

el respaldo de sólidas fuerzas militares resguardando el patrimonio nacional.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Desafortunadamente, para hacer eso se requería analizar y pensar, una gimnasia

desconocida para aquellos comandantes. Lo que luego aconteció fue una entrega

lamentable, un agónico final, una matanza injustificable.

Quiero decir esto: no se perdió la guerra porque a las Malvinas

mandaron a colimbas sin experiencia. Esta es la gran falacia de la

historia.

Los soldados argentinos combatieron honorablemente, hasta los propios

ingleses lo han reconocido.

Nosotros no. Aún estamos a tiempo.

La mayoría de los conscriptos eran de la clase 1962 (igual que los

británicos), los “soldados viejos” que iban a salir de baja en 1982; algunos ya lo

estaban y fueron convocados como reservistas, por lo tanto eran una fuerza

instruida. Sobre el final del conflicto y a la desesperada, el alto mando argentino

envió un contingente de reclutas de la clase 1963 casi sin instrucción y que,

penosamente, fueron carne de cañón. Constituyó otro abominable acto criminal

de la dictadura.

Esta no es una defensa del servicio militar obligatorio, es más, me

manifesté profundamente crítico a su naturaleza y fines. Lo demostrado en

Malvinas fue una conjunción de por lo menos dos factores:

a) La conducción de los líderes tácticos que se preocuparon de que sus

soldados tuvieran las armas y el entrenamiento necesarios para afrontar

un conflicto bélico y tener mayor probabilidad de supervivencia, y

b) esos valerosos jóvenes que entendieron y se comprometieron con

sus jefes y la causa, demostrando coraje y fuerza en forma desinteresada,

enfrentando al enemigo y a las limitaciones propias y externas.

No fue la finalidad de una institución (creada en otro momento histórico

para encargarse de la defensa nacional), sino que el sistema dejó casi librado al

azar y al libre albedrío de cada jefe de unidad la capacitación profesional de sus

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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hombres, la planificación y la logística; y así fuimos a Malvinas con un cuerpo

manejado por muchas cabezas.

El mejor modelo a seguir es el de un ejército profesional formado por

hombres y mujeres que sigan su vocación militar, cuya esencia debe ser lo que

más arriba expuse en los puntos a) y b). Sin liderazgo claro no hay planificación,

ni conducción en el campo de batalla; tampoco en los tiempos de paz.

Los británicos también tuvieron problemas de liderazgo: eran habituales

las acaloradas discusiones entre Woodward y Moore, de éste con Thompson,

entre los ministros Nott y Pym, entre los Lores del Almirantazgo, y de todos con

Margaret Thatcher. Pero aquellas peleas tenían un mismo fin: ganar la guerra. La

discusión era sobre los medios para llegar al objetivo.

En el seno de la Junta Militar argentina también las discusiones eran

frecuentes. La característica principal era que cada Comandante quería imponer a

los otros dos su propia idea, con el fin de obtener mayor poder y prestigio

personal. El otro factor –clave en la derrota- era que sus oficiales de Estado

Mayor (es decir, su círculo cercano de colaboradores) les decían lo que ellos

querían escuchar. Luego bajaban las órdenes a los oficiales superiores sin dar

lugar a ningún tipo de disenso enriquecedor, y éstos a su vez transmitían a los

jefes tácticos de unidad (que estaban en el frente de batalla) la orden recibida,

sin importar si era ridícula o incumplible. Los jefes tácticos miraban a su

alrededor, y mientras les caían las bombas enemigas encima contaban los

hombres que les quedaban, chequeaban los suministros y armamentos, se

encomendaban a Dios y hacían lo que podían… muchos lo hicieron muy bien,

pero no alcanzó para ganar la guerra.

Por eso, no compremos más el discurso de los apóstoles de la

desmalvinización que no hacen más que deshonrar la memoria de nuestros

muertos de Malvinas, y de nuestros vivos de la Argentina, que son muchos y

afortunadamente están entre nosotros.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Los soldados que pelearon del lado inglés también tenían entre dieciocho y

veinte años, pero nadie los llamó condescendientemente “chicos de la guerra.”

Una definición que conjuga por partes iguales lástima y desprecio: las dos caras

de la moneda de la ignorancia.

Finalizada la guerra, los generales que heredaron el poder en la Argentina,

a instancias del flamante Comandante en Jefe del Ejército, general Cristino

Nicolaides, propusieron y otorgaron condecoraciones al valor en combate y

honores militares a personal de dicha fuerza ¡que ni siquiera estuvo en las islas!

En el colmo de lo increíble, llegaron a considerar héroe de guerra y muerto en

combate a un alto oficial de la burocracia castrense, fallecido por causas

naturales. ¿Negligencia, o corrupción en la asignación de pensiones de guerra?

Esta situación fue descubierta recién veinte años después del conflicto

bélico. El teniente general Martín Balza tomó conocimiento del hecho en el año

2002, siendo por ese entonces el Jefe del Ejército, y lo denunció a las

autoridades del gobierno nacional, específicamente al Ministerio de Defensa, a

cargo del doctor Oscar Camilión. Esta denuncia siguió el destino de tantas otras

que se realizan en nuestro bendito país, donde se promete investigar hasta las

últimas consecuencias, eufemismo utilizado para definir el ingreso de la causa en

un laberinto administrativo de homogeneización, pasteurización y posterior

olvido.

Un grupo de impostores lucra con la causa Malvinas, obtienen

reconocimientos y beneficios que no les corresponden, cuando en realidad la

tragedia de la guerra la vivieron desde el confortable living de su casa. La

desmalvinización es un proceso perverso, un mecanismo de defensa de una

sociedad enferma que espantada al descubrir su identidad, como Edipo de Tebas,

prefiere arrancarse los ojos para no ver las consecuencias del crimen cometido.

La desmalvinización no comenzó el día de la rendición de Puerto

Argentino, sino un poco antes, con la derrota argentina en la batalla de

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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Darwin/Pradera del Ganso el 28 de mayo. La campaña de acción psicológica

oficial que nos hacía creer en la victoria final sobre el imperialismo británico, dio

un giro sobre sí misma cual serpiente que muerde su cola, y estigmatizó a los

responsables de la segura derrota: los colimbas. Aquel día Galtieri, entre trago y

trago, prometió castigos ejemplares a quienes decidieron rendirse ante la

ostensible superioridad del enemigo para evitar un inútil derramamiento de

sangre criolla.

Y vaya que tuvo éxito. Aún hoy muchos argentinos lo siguen creyendo.

Saldremos de esto el día que como nación produzcamos un acto de

reparación histórica y dejemos de llamarlos peyorativamente “los chicos de la

guerra”. Fueron, son y serán HOMBRES DE HONOR.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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CAPÍTULO TRECE

Epílogos.

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¿Puede existir la guerra sin odio?

En la guerra de las Malvinas no se reportaron ataques a la población civil y

se respetaron sus derechos, aún ante la manifiesta hostilidad de los kelpers hacia

las fuerzas argentinas. Durante los combates terrestres no pudo comprobarse la

comisión de crímenes de lesa humanidad, aunque sí se violó la Convención de

Ginebra (bombas beluga, ataque al pesquero Narwall). Los médicos y enfermeros

británicos atendieron a los heridos argentinos y viceversa. Ambos bandos

rescataban a los pilotos eyectados sin importar a qué bando pertenecían. Existen

registros de intercambio de prisioneros heridos de guerra, con intervención de la

Cruz Roja Internacional, organización a la que apelaron ambos contendientes y

que garantizó el trato humanitario. Al finalizar el conflicto, los prisioneros

argentinos fueron embarcados en los buques Canberra, Uganda y Norland, donde

se les brindó alimento, asistencia y trato respetuoso hasta su desembarco en

Puerto Madryn.

Los Comandantes de las fuerzas armadas argentinas quisieron usar el

jabón de la historia para lavar sus conciencias: pasaron de la más sucia a la más

limpia de las guerras, si vale el término, en un esquizofrénico ataque de historia.

Una fantasiosa victoria final sobre los británicos los hubiera no sólo perpetuado

en su trono espurio, sino que a la vez echaría un manto de neblinas y olvido

sobre los abusos cometidos durante los años de plomo.

Gran Bretaña subida al corcel de la victoria “blanqueó” una situación

vergonzosa de colonialismo y despojo, liberó a los kelpers de los invasores

argentinos y oxigenó al asfixiado gobierno conservador de la señora Thatcher.

Hoy festejan el 14 de junio como el “Día de la Liberación” y hermosos

monumentos conmemorativos lo recuerdan en las calles de Port Stanley. Con la

victoria militar de la democracia británica sobre la dictadura argentina volvieron a

lucir el uniforme apolillado de la Segunda Guerra Mundial y sus rancias

condecoraciones... Pero no son menos delincuentes que la conducción

irresponsable que nos llevó a la más grande tragedia argentina del siglo veinte.

Aunque son mucho más hipócritas y tramposos: saben mentir, mienten bien, y lo

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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hacen todo el tiempo. Son maestros en el arte de la impostura, de fingir y

aparentar y acomodar la realidad según su propia conveniencia; y lo hacen con

absoluto cinismo y desprecio.

¿Se pudo haber evitado esta guerra?

Sin duda que sí.

Como inteligentemente afirmó el periodista argentino-británico Andrew

Graham-Yooll, “esta guerra fue una distracción de la diplomacia”. En 1982 las

Falkland Islands estaban económicamente quebradas y la alternativa de cederlas

a Argentina era una posibilidad concreta que barajaba el gobierno inglés. El

Partido Conservador gobernante quería deshacerse de ellas del mismo modo que

ya se habían desprendido de otros territorios coloniales69, y contaba con la venia

implícita del opositor Partido Laborista. El conflicto bélico posterior, alentado por

la FIC y la Royal Navy, dio por tierra con todo ello.

¿Podría volver a suceder? No en la misma escala, pero la tozudez de

Inglaterra (presionada por los kelpers) para no sentarse a conversar las

cuestiones de fondo continúa provocando roces, incidentes, problemas que,

según cómo se conduzcan y quiénes intervengan, pondrían en riesgo la paz en el

Atlántico Sur. Con los gobiernos británico y estadounidense de por medio todo es

posible. Es seguro que el pueblo argentino no apoyaría una nueva guerra, y ese

puede ser el principal freno a la locura, aunque la constante claudicación de los

gobiernos nacionales desde 1983 en adelante demuestran una incapacidad

suprema para generar espacios y formalizar acuerdos sobre el tema de fondo: la

soberanía. En este punto, estamos peor que en 1806 y 1807.

69 En 1966, el gobierno británico expulsó forzosamente a toda la población nativa de la Isla Diego García (unas 1.800 personas) con objeto de alquilarla a Estados Unidos hasta 2016 para que instalasen una base en el Océano Índico. A pesar de que el Tribunal Supremo británico sentenció que la expulsión fue ilegal y que la población tiene derecho a regresar, los distintos gobiernos británicos se han negado a cumplir la sentencia.

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La guerra siempre es tragedia, nada soluciona, y los únicos beneficiarios

son los balances contables de las fábricas de armamentos (y sus

representantes); al tiempo que las familias se desintegran, mueren los jóvenes

en los campos de batalla; y los niños, las mujeres y los ancianos conforman un

doliente conjunto de daños colaterales, errores de cálculo en la ecuación del odio

y la destrucción.

¿La Argentina pudo haber ganado la guerra?

No sabemos qué podría haber pasado, si la historia hubiese sido otra. No

podemos afirmar, como dicen algunos, que la Argentina tenía chances de ganar

la guerra por las Malvinas, porque en primer lugar una guerra no es un partido

de fútbol que se gana o se pierde, no es un juego, y en la guerra nadie gana. El

alto costo en vidas y pérdidas materiales que tuvo la victoria para los británicos

refuerza el concepto del general griego Pirro (318-272 a.c.), quien al derrotar a

los romanos en Asculum dijo: “Otra victoria más como esta y estaremos

perdidos…”

En segundo lugar, el gobierno británico estaba dispuesto a todo. El

cinismo de Margaret Thatcher estaba dispuesto a todo: desde el momento que

ordenó personalmente tirar a matar y hundir el Belgrano, hasta planificar y tener

“el as en la manga” de un ataque con misiles nucleares contra las ciudades de

Córdoba, Comodoro Rivadavia e incluso Buenos Aires de haber sido necesario,

disparando desde cualquiera de los submarinos que se encontraban apostados a

12 millas de las costas argentinas70. Los ingleses no hubieran dudado en atacar

el continente para debilitar la posición argentina, aunque para efectuar dicho

acto de guerra abierta y declarada no contaban con el apoyo de los Estados

Unidos, y esto en parte fue lo que hizo desistir a Thatcher de sus explosivas

intenciones.

70 Los submarinos nucleares apostados frente a las costas argentinas eran el HMS Conqueror (que hundió al crucero Belgrano), el HMS Splendid, el HMS Spartan, el HMS Courageous y el HMS Valiant, más un submarino convencional, el HMS Onyx.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Según ciertas fuentes, “Londres reconoció que en 1982 la Royal Navy

envió al Atlántico Sur el 65% de las bombas atómicas de profundidad que tenía

el Reino Unido”.71

La Junta Militar hubiera tomado represalias contra la población e intereses

británicos, tanto en las islas como en el continente. La guerra habría escalado a

un nivel imprevisible con bajas en la población civil, y con el muy posible avance

del ejército de Pinochet (aliado favorito de Thatcher) desde el oeste apoyando a

los británicos. Cuál hubiera sido la actitud de la Unión Soviética es una incógnita.

El conflicto hubiera tenido consecuencias aún más graves e irreversibles, muy

difíciles de imaginar, y que gracias a Dios no ocurrieron. Treinta años después

vemos lo que sucede en Irak y en Afganistán y podemos mínimamente

imaginarnos el precipicio al que estuvimos asomados.

Era poco probable que las fuerzas argentinas hubieran podido infligir una

aplastante derrota al poderío militar británico. Probablemente de no haberse

producido una rápida victoria militar de Gran Bretaña como se produjo, el

conflicto se hubiera estancado en un final incierto. Los ingleses, forzados,

hubieran tenido que negociar desde una posición más desfavorable, pero

hubieran recurrido a la resolución 502 de la ONU (hipótesis de mínima) para que,

a la larga, Argentina se retirara y así volver a la situación ante bellum con el

debate sobre la soberanía congelado. Por otro lado era irracional pensar que las

Fuerzas Armadas Argentinas aplastarían a las fuerzas de la OTAN, aunque la

propaganda de la prensa adicta al régimen de Buenos Aires nos había convencido

a todos.

Con la firma de Mario Benjamín Menéndez estampada en el acta de

rendición se derrumbaron los ensueños de gloria de los generales majestuosos.

La caída de Puerto de Argentino (“el nuevo alcázar de Toledo”72, para el

71 “¿Existe riesgo de contaminación nuclear en el Mar Argentino?”, www.elmalvinense.com.ar, 26/04/2008. 72 El Asedio del Alcázar fue una batalla altamente simbólica que ocurrió en los comienzos de la Guerra Civil Española. En ella se enfrentaron milicianos gubernamentales del Frente Popular y militares sublevados contra la República, acompañados de sus familias en favor del bando nacional en Toledo. Éstos últimos se refugiaron en el Alcázar de Toledo, entonces Academia de

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almirante Anaya) fue y sigue siendo un golpe duro de asimilar. A la luz del

tiempo transcurrido -y lejos de mi ánimo está siquiera pretender una

justificación- quizás la decisión de Menéndez haya sido la más racional de todas.

Qué ironía del destino: que una rendición signifique una decisión valiosa. Galtieri

le había ordenado (por radio y desde la Casa Rosada) resistir hasta el final, hasta

el último hombre. Menéndez intentó, sin éxito, convencerlo de que sería una

carnicería, una matanza inútil. “Resista general, es una orden…”, bramó el

Presidente de facto de los argentinos al tiempo que cortaba la transmisión. A

Menéndez se le achicaban peligrosamente los márgenes: a las puertas de la

capital ya podían divisar a los ingleses a simple vista, hasta distinguir sus rostros

y las insignias en los uniformes. El cerco estaba quebrado. Los víveres se habían

agotado desde hacía semanas, las reservas hacían imposible sostener una

defensa prolongada, y lo peor: el ánimo de los combatientes. La moral estaba

profundamente mellada por los errores, la falta de planificación y la

improvisación constante. El espíritu combativo de todos los cuadros (soldados,

suboficiales y oficiales) distaba de ser óptimo. Durante el repliegue desesperado

desde las primeras líneas del frente (montes Kent, Longdon, Tumbledown,

Harriet), centenares de soldados entraron a Puerto Argentino acarreando a sus

camaradas heridos y muertos; muchos en estado de shock por las noches de

bombas y encarnizados combates cuerpo a cuerpo. La situación sanitaria de

aquellos hombres era grave por el estado de inanición, hipotermia y pie de

trinchera que muchos padecían. Las reservas de agua potable de Puerto

Argentino estaban previstas para abastecer a dos mil personas; con la

recuperación de las islas y el envío de tropas argentinas, la población se

multiplicó por seis. Algo tan elemental como la provisión de agua estaba en su

punto crítico. Y mejor no ahondar en detalles acerca de los servicios sanitarios.

Cuando el oficial de enlace del general Moore contacta a su asistente,

Menéndez ya no dudó más. Era preferible enfrentar a una corte marcial más

adelante, con resultado incierto por el previsible colapso político de la Junta Infantería, Caballería e Intendencia. Las fuerzas republicanas empezaron el asedio sobre el fortín de los sublevados el 21 de julio de 1936 y no lo levantarían hasta el 27 de septiembre, tras la llegada del Ejército de África al mando del general José Enrique Varela, haciendo Franco su entrada en la ciudad al día siguiente.

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Militar, que hacerse matar junto con toda la guarnición (recordar que sólo el

Ejército destinó a Malvinas 10.001 hombres). Arreglaron un encuentro, bajo

bandera de tregua, en el despacho del gobernador militar de las islas. Los dos

comandantes se vieron cara a cara y el contraste fue notorio: Menéndez, recién

bañado y afeitado, enfundado en su flamante uniforme verde; Moore, sucio,

transpirado y extenuado por el trajín de las últimas jornadas durante las que

lideró el ataque final sobre la capital. Pactaron condiciones para la rendición.

Menéndez pidió tachar la palabra “incondicional”. Moore, con ganas de dar un

corte final al asunto, accedió. Firmaron, y todo terminó. No se registraron

fotografías del momento de la firma del acta para evitar otro bochorno mundial

como fue la rendición de las Islas Georgias, semanas atrás, cuyas imágenes se

publicaron en todos los diarios del mundo.

Los ingleses la pasaron mal. No vinieron de paseo a las islas, y tan duro

fue el combate que jamás blanquearon ante la opinión pública internacional la

cantidad de bajas reales que tuvieron y los números exactos de pérdidas

materiales ocasionadas por el accionar de las fuerzas argentinas. Se presume –

con datos bastante concretos- que los muertos y heridos duplican las cifras

argentinas. ¿Por qué no lo dicen? Jamás lo aceptarán, aunque hayan logrado la

victoria militar, el orgullo herido de la Corona es más importante. Sería realmente

poco alentador saber que unas fuerzas armadas del Tercer Mundo, con inferiores

tácticas, le hayan ocasionado semejantes pérdidas a un conspicuo miembro de

la OTAN. Y además atendiendo a que el status de las islas no cambió después de

la guerra de 1982. No hubo independencia; no es posible la autodeterminación.

No lo permiten las leyes internacionales.

“Todos sufrimos las inclemencias del clima y las carencias propias de la

guerra, agravadas por el bloqueo naval y aéreo por ustedes impuestos –y que a

la postre les daría la victoria, ya que vuestro ejército no entró en un desfile

triunfal en Puerto Argentino (Port Stanley), sino que tuvo que combatir por cada

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metro del terreno que pisaba. Y eso, que da más mérito al vencedor, no

disminuye para nada al derrotado”.73

Desde el punto de vista táctico, la adopción de un dispositivo de defensa

estático limitó y condicionó las capacidades operativas de las fuerzas terrestres

nacionales. No se supo aprovechar el tiempo entre el desembarco (2 de abril) y

la llegada de los ingleses a San Carlos (22 de mayo), para reconocer el terreno,

organizar contraataques, y fundamentalmente analizar y resolver los

inconvenientes logísticos (armamento, alimento, transporte, vestimenta) que

tanto desgastaron la moral de nuestros soldados e inclinaron la balanza a favor

del enemigo. Los estrategas del alto mando militar argentino replicaron las

maniobras tácticas que las tropas norteamericanas desarrollaron en la batalla de

las Ardenas (Bélgica), durante la Segunda Guerra Mundial. Éstas, al igual que los

soldados argentinos en Malvinas, ocuparon trincheras y defensas estáticas bajo el

inclemente invierno europeo, padeciendo tremendas vicisitudes logísticas (ropa y

comida inadecuadas) y sanitarias (pie de trinchera) bajo el fuego constante y

preciso de la artillería alemana74, mientras esperaban el avance de los británicos

al mando del mariscal Montgomery, que nunca se produjo.

¿Esto aprendían los generales argentinos en la Escuela Superior de

Guerra? ¿Repetir en 1982 los errores catastróficos de 1944, consagrados por la

historia como ejemplo de desastre? Evidentemente, su interpretación canchera

de las relaciones internacionales los condenó al más escandaloso fracaso de la

planificación militar, ocasionando la muerte de centenares de soldados. ¿Por qué,

con qué motivo se los mantuvo en pozos de zorro75 durante semanas, sin

necesidad alguna, generando un desgaste innecesario por frío, hambre y

carencia de instalaciones sanitarias, en un terreno especialmente hostil por clima 73 Carta del general Martín Balza a sir Jeremy Moore, abril de 1992. “Malvinas. Gesta e incompetencia”, general Martín Balza, Ed. Atlántida, pág. 280. 74 El 16 de diciembre de 1944 la punta de lanza del ataque, el 5° Ejército Panzer arrolló a las inexpertas fuerzas estadounidenses que defendían las Ardenas, capturando 7.000 prisioneros en un solo día. Nadie en el mando aliado esperaba una ofensiva alemana en ese momento de la guerra, dado que Alemania se encontraba en retirada. Además era un día en el que la meteorología era pésima y en el que la superioridad aérea aliada, por tanto, no fue decisiva, puesto que la gran mayoría de los aviones no pudieron despegar. 75 Trincheras excavadas en el suelo malvinero que, por sus características, siempre tenían agua en el fondo.

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y geografía, que predisponía de la peor manera para el combate contra el

enemigo? Así y todo, es la guerra, y nadie puede dudar del coraje puesto de

manifiesto por esos soldados en la lucha contra los ingleses en la peor de las

adversidades, sacando a relucir –justo es decirlo- la capacidad de combate, y el

temple del coraje criollo, rebelde a la opresión y a la injusticia.

Debemos reconocer que muchas veces la injusticia partió de las mismas

filas argentinas. Soldados estaqueados por robar comida (¿no se hubiese evitado

si se les alimentaba como era debido?), u obligados a mendigar ayuda a los

kelpers. Muchos isleños demostraron su calidad humana auxiliando a nuestros

soldados con alimentos, ropas e infusiones calientes, justo lo que sus jefes no les

daban. Qué gran contradicción, el “enemigo” compadeciéndose de las tropas

“invasoras”. Qué mal se habrán hecho las cosas para llegar a una situación

semejante…

Las causas de la derrota hay que buscarlas en la planificación deficiente. El

enemigo principal no fue el inglés, sino el “pie de trinchera”, la falta de

preparación para afrontar el difícil clima de Malvinas, las carencias logísticas que

los mató de hambre, el maltrato de algunos de sus superiores que creían que

todavía estaban en el cuartel y les aplicaban castigos y “bailes” innecesarios.

Cuando de verdad llegaron los enemigos el desgaste era notable, por eso es

mayor el mérito de la lucha. Son innumerables los testimonios de ex

combatientes sobre el trato humanitario que les dieron los ingleses mientras

fueron prisioneros de guerra. A confesión de parte, relevo de pruebas.

La victoria militar sólo sirvió para mantener el status quo, a la espera de

los grandes descubrimientos de hidrocarburos en la región. Muchas muertes para

tan poca cosa. Pero el principal motivo británico-estadounidense de la guerra era

la “justificación” necesaria para emplazar una base militar de enormes

proporciones en esa fracción del Atlántico Sur, para desde allí controlar el tráfico

aéreo y marítimo (una suerte de eje Gibraltar-Ascensión-Malvinas), y legitimar

una supuesta presencia soberana para luego avanzar sobre los siguientes

objetivos: la rica plataforma continental (hidrocarburos, minerales, pesca); y

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dominar la puerta de acceso a la Antártida, reserva estratégica mundial de –entre

otras cosas- vital agua potable; y las comunicaciones con el océano Pacífico a

través del estrecho de Magallanes. Algo más que un par de islas perdidas… una

línea desde el Atlántico Norte hasta el Polo Sur fuertemente armada y vigilada.

Un nuevo límite. Un nuevo Tratado de Tordesillas.

El encierro de los kelpers, ¿hasta cuándo va a durar?

La oposición internacional al argumento esgrimido por Gran Bretaña sobre

la autodeterminación de los isleños es sólida; de otro modo, nada les hubiera

impedido declararla. Porque si bien los organismos internacionales son

condescendientes con las principales potencias, dentro de su seno y en el espíritu

de su carta constitutiva condenan a los regímenes coloniales. Son incompatibles

con la naturaleza de su origen. La maquiavélica diplomacia británica aún no

encuentra el artilugio legal para convalidar un supuesto derecho a la

autodeterminación (léase independencia) aplicable a las islas Malvinas y sus

dependencias Georgias y Sandwich del Sur. Es por ello que a sabiendas de lo

endeble de su argumento colocan el tema en el congelador y se niegan a llevar

adelante conversaciones serias. Sólo han podido dictar una pobre constitución

para dotar al archipiélago de un sucedáneo de legalidad para aplacar a los

halcones del lobby FIC, al tiempo que buscan afanosamente el reconocimiento

internacional.

Los isleños quieren su independencia política, ya tienen la económica, pero

no la pueden lograr. Todavía no son un país. Mientras tanto, siguen tercerizando

en Gran Bretaña los servicios de defensa y relaciones exteriores. El reclamo

argentino sobre la soberanía, sumado a la escasa fuerza que tres mil almas

isleñas (de pensamiento dispar) tienen en el concierto internacional, frena toda

pretensión independentista y tarde o temprano Inglaterra tendrá que sentarse a

la mesa de las negociaciones.

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Una de las decisiones más notorias post guerra de Malvinas significó un

error estratégico del gobierno inglés: al reconocer a los kelpers como

ciudadanos británicos anuló toda pretensión de autodeterminación. El

tiempo dirá si fue un error forzado por el desenlace de los hechos, o se trató de

una maniobra calculada con vistas a una futura independencia. Es sorprendente

la cantidad de dislates jurídicos que pueden llegar a cometer. Y los argentinos

que nos creíamos los campeones en eso de forzar las normas.

Los kelpers viven con el temor de que su Madre Patria los abandone a su

suerte, o de que los argentinos lleguen para quedarse. Ningún pueblo temeroso

de su destino hace historia. No pueden seguir ignorando al país más próximo a

sus costas. Están negando su realidad: sus dirigentes viven en una isla (mental)

dentro del mundo globalizado, manteniendo el real espíritu de la colonia

decimonónica. Al igual que sus sellos postales, las Falklands son una rareza.

La politización de los organismos internacionales.

La guerra de las Malvinas demostró la ineficacia de los organismos

internacionales para lograr la paz, por su claro rol a favor de las potencias

rectoras en desmedro de los países emergentes. Cómo claudicaron en su misión

de lograr la paz, cómo las palabras y los papeles se los llevó la onda expansiva

de las bombas. La OEA, el Pacto de Río (TIAR), la misma ONU fueron los foros

internacionales a los que recurrieron las naciones beligerantes no para lograr la

paz, sino para conseguir apoyo político y forzar la derrota diplomática del

adversario. Nunca negociaron cara a cara ni los cancilleres ni los presidentes

argentinos y británicos, siempre triangularon las conversaciones en voceros y

mediadores de naciones “amigas”. La única negociación directa fue la de los

generales Moore y Menéndez el 14 de junio de 1982, día de la caída de Puerto

Argentino. Ese fue el único momento del conflicto en que los enemigos

conversaron y acordaron, luego de las batallas más sangrientas y cientos de

bajas en ambos bandos.

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Todas las intervenciones de los políticos (Haig, Belaúnde Terry, Pérez de

Cuellar) fracasaron. En el sur seguían matándose. Logró detener la guerra la

intervención del papa Juan Pablo II. Otra vez, al igual que en 1978, el Vaticano

frenó a los Comandantes argentinos en su irremediable vocación por el desastre.

Previamente Karol Wojtyla había visitado Londres y entrevistado a Margaret

Thatcher. En Buenos Aires fue recibido por Galtieri, y el mensaje transmitido por

el Papa no dejaba lugar a dudas: parar la guerra ya, detener la matanza, porque

el conflicto corría el riesgo de escalar en gravedad e intensidad (Juan Pablo II

estaba al tanto de la disposición de Thatcher a utilizar armamento nuclear) y la

Argentina no tenía ninguna posibilidad de vencer.

La gestión del representante de Dios en la Tierra tuvo mayor éxito que los

organismos laicos internacionales, como para demostrar con creces la influencia

y el poder que la Iglesia Católica tenía en la Argentina y en especial en sus

Fuerzas Armadas.

Diferencias y similitudes en la conducción de la guerra.

El manejo de la crisis que hizo uno y otro país mostró puntos fuertes y

débiles, similitudes y diferencias de funcionamiento entre un gobierno

democrático y un régimen dictatorial. Mientras que en Gran Bretaña la guerra se

discutía en el Parlamento y en el Gabinete de Ministros, en la Argentina los tres

integrantes la Junta Militar determinaban el rumbo a seguir tanto en los aspectos

militares como en los diplomáticos.

El Parlamento británico, donde están representados los distintos sectores

políticos del país, ofició como freno, regulador o impulsor, según correspondiera,

de los afanes de guerra de la Primera Ministro. A su vez, Thatcher contaba con

su Gabinete y asesores militares, por lo que ella personalmente se encargó de

conducir la crisis en los aspectos políticos, reservando los militares para los

especialistas. Incluso la sangrienta decisión de hundir el crucero Belgrano,

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tomada por Thatcher, tuvo una motivación y un trasfondo eminentemente

político: herir de muerte el proceso de paz.

En cambio en la Argentina, los tres comandantes acaparaban todo el

espectro decisorio. En un intento por promover un acercamiento y sumar apoyo,

la Junta Militar convocó a la Multipartidaria, una asociación de los principales

partidos políticos (cuya actividad estaba prohibida por el gobierno,

paradójicamente) y a la Confederación General del Trabajo (CGT). Estas

entidades emitieron declaraciones públicas apoyando a la causa de Malvinas (en

algunos casos salvando distancias con el gobierno). Pero este apoyo

declamatorio no podía ser del todo sincero. Ninguno de los dirigentes políticos y

sindicales, la mayoría proscriptos o perseguidos desde 1976, se atrevió a

contradecir seriamente al régimen que vivía su hora más gloriosa. Este apoyo

sólo tuvo el valor del papel en el que fue escrito. Pero hubieron otros políticos,

dirigentes e incluso empresarios que se comprometieron a fondo con la causa

Malvinas, llegando incluso a acompañar de oficio a la delegación argentina ante

las Naciones Unidas y Washington, protagonizando memorables papelones

internacionales.76

En ambos modelos quedó demostrado que la decisión oficial de matar es

posible. Debatir acerca de la legalidad parece nimio.

Ambos modelos no pudieron frenar los exabruptos de sus líderes, ni su

vocación por el fracaso.

A ambos modelos los condena la opresión, el desinterés por la vida

humana y el apego a los intereses más oscuros de la política.

Ambos modelos comparten la responsabilidad en el fracaso de lograr la

paz y pesan sobre sus conciencias las muertes, heridas y mutilaciones de miles

de personas.

76 Para más información, ver “Malvinas: la trama secreta”, de Kirschbaum, Cardoso y Van der Kooy.

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Ambos modelos demostraron qué inseguros podemos sentirnos los seres

humanos.

La dicotomía Reino Unido = Democracia / Argentina = Dictadura, fue

utilizada y manipulada por la propaganda británica con excelentes resultados

tanto en la opinión pública como en los foros internacionales. Sin embargo,

Thatcher no dudó en aliarse con el dictador Pinochet, cuya fidelidad fue más

tarde recompensada.

Ambos modelos desnudaron la cartelización de los foros internacionales

(ONU, OEA, TIAR), y su incapacidad de oposición a los hechos bélicos

consumados. El plexo de la ONU reaccionó con voluntarismo y pocas ideas ante

una situación de crisis inesperada por su carácter insólito.

Ambos modelos utilizaron la censura informativa como herramienta de

acción psicológica, y manipularon los medios masivos de comunicación.

Ambos modelos demostraron que ante una situación extrema, como la

guerra, los extremos se tocan (más de lo que imaginábamos).

Ambos modelos confirmaron que los pueblos, la gente, somos los

convidados de piedra en la partida de ajedrez del poder mundial. Son nuestros

hijos y hermanos los que mueren en las guerras declaradas en suntuosos

despachos.

Agresión psicológica.

Una acción de propaganda triunfalista, propalada por los medios de

comunicación, hipnotizó al pueblo argentino para que acompañara el esfuerzo de

sus milicias en el lejano mar austral. El momento cumbre fue la transmisión en

vivo del programa “Las 24 horas por las Malvinas”, a través del canal oficial

Argentina Televisora Color (ATC), conducido por dos figuras señeras de la

radiodifusión argentina: Raquel Pinky Satragno y Jorge Cacho Fontana. Se

organizaron colectas como el Fondo Patriótico Malvinas Argentinas, donde

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decenas de miles de personas aportaron dinero, oro, joyas e infinidad de

elementos de valor cuyo destino aún hoy sigue siendo incierto. Hasta se donaron

libros para las futuras bibliotecas de escuelas en Malvinas. Chicos y chicas de

todo el país escribieron miles de cartas destinadas “A un Soldado Argentino”, que

llegaron a las islas de a cuentagotas, al igual que las bufandas tejidas a mano,

abrigos de lana, chocolates y demás encomiendas que terminaron engordando

galpones de Comodoro Rivadavia y Río Gallegos.

“Fue la mayor colecta de la historia argentina: Astor Piazzolla donó un

bandoneón; Juan Manuel Fangio y Carlos Monzón compraron entradas para

eventos benéficos; Guillermo Vilas no jugó en Wimbledon y donó 200 millones de

pesos (unos 2.000 dólares); Mirtha Legrand organizó un desfile con Moria Casán

y Susana Giménez como estrellas principales; Fillol, Olguín, Galván, Passarella,

Tarantini, Ardiles, Gallego, Maradona, Bertoni, Ramón Díaz y Kempes donaron la

recaudación completa de un partido de la Selección Argentina de Fútbol; León

Gieco, Charly García y Luis Alberto Spinetta juntaron 50 camiones de abrigos y

alimentos en el Festival de la Solidaridad. Fueron tres meses de donaciones

continuas”.77

La fría estadística demostró la poca utilidad del esfuerzo solidario del

pueblo argentino: el dinero recaudado no llegaba siquiera a cubrir el costo de un

avión Mirage, pero se hizo creer al pueblo que su aporte desinteresado y

patriótico garantizaba per se el bienestar de nuestras tropas y la segura victoria

sobre el colonialismo. Este acto constituyó una de las más grandes estafas

morales de la historia argentina, sólo superada por el corralito de fines del año

2001.

El Fondo Patriótico creció hasta los 54 millones de dólares. En agosto de

1982, a través de un comunicado, el Ejército declaró haberlos gastado en

medicamentos y equipamiento hospitalario (53%); compra de repuestos para

equipos de combate (23%); y combustible, calentadores y vestuario especial

(24%). Sin embargo, la por entonces Secretaría de Hacienda de la Nación nunca 77 “El oro de Malvinas: cómo se esfumó la mayor colecta de la historia argentina”, Pablo Calvo, diario Clarín, suplemento Zona, 03/04/2005.-

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recibió la información contable sobre las adquisiciones o gastos de guerra

efectuados.

Alrededor de 5 millones de dólares fueron girados a los comandos en jefe

de las tres fuerzas el día 15 de junio, es decir un día después de la rendición. Ese

dinero fue devuelto al Fondo Patriótico y se destinó a la asistencia a ex

combatientes y pago de indemnizaciones. Ya con el gobierno democrático, el

remanente fue transferido a Rentas Generales, o sea que se terminó diluyendo

en el Presupuesto Nacional de 1984.

Un grupo de 35.000 voluntarios trabajaron sin descanso durante 9 días

para preparar medio millón de raciones de combate (que contenían guisos

enlatados, chocolates, calentadores, pastillas para purificar agua, y hasta una

botellita de whisky). Quedaron varadas en contenedores cerrados al costado de

la pista del aeropuerto de Comodoro Rivadavia. Los argentinos estamos aún

aguardando una explicación de por qué no se enviaron a las islas.

Los objetos sin valor comercial (cartas, cuadritos, bufandas) no eran

vitales para los jefes logísticos. El vice comodoro Juan Carlos Rogani, gerente de

Planeamiento y Control de Gestión de ATC entre 1976 y 1983, y responsable de

custodiar las donaciones de la gente, afirmó sin ponerse colorado que “despachar

un avión Hércules con todos esos artículos no justificaba el costo de la operación:

en consecuencia, terminaron en la basura”. Los abrigos tejidos por voluntarias

nunca llegaron a las islas. El general Gerardo Núñez, comandante de Intendencia

del Ejército y responsable de la logística durante el conflicto, declaró que “era

muy caro y peligroso enviarlos a destino, sobre todo por la interrupción del

puente aéreo con el continente por las acciones enemigas. Muchas prendas

fueron desechadas porque su colorido llamaría la atención del enemigo”78. Sin

embargo, sabemos que el puente aéreo nunca estuvo interrumpido y operó hasta

el último día del conflicto. No las llevaron porque no quisieron. Este

impresentable general Núñez dijo, al conocerse el desenlace de la guerra, que los

soldados sobrevivientes deberían rendir cuentas por la pérdida en combate de los

78 ¡Pero le daban ropa blanca a los soldados!

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elementos provistos por el Ejército. Es el mismo general Núñez que nunca estuvo

en las Malvinas y que siguió los avatares de la guerra cómodamente instalado en

su despacho del Comando en Jefe del Ejército, bien lejos de las balas enemigas.

¿Y a los que pagaron con sus vidas o mutilaciones, cuánto les iba a cobrar?

¿Cuánto se les debe?

La política no es para los militares; los militares no son para la política.

Superando los rencores.

La guerra de las Malvinas, aún perdida, nos ha acercado definitivamente a

las islas.

Muchos argentinos comenzamos a tomar conciencia y a informarnos sobre

la cuestión Malvinas durante los años posteriores al conflicto. Esto significa que

actualmente hay un mayor conocimiento del tema, más objetivo y profundo que

lo que aprendimos en la escuela. Para la opinión pública es el tema excluyente en

la agenda de las relaciones exteriores. Estamos más cerca, más preocupados,

más comprometidos con esta verdadera causa nacional.

Por supuesto que siempre habrá quien no comparta este sentimiento.

Están los cínicos de siempre, que con su clásico derrotismo a cuestas dicen “para

qué queremos esas islas”, o como alguna vez escuché decir: “para qué nos

sirven”. ¿No será al revés? En 1961, John F. Kennedy dijo en su primer discurso

como Presidente: “No pregunte qué puede hacer su país por usted, sino que

puede hacer usted por su país”. Adhiero totalmente a esa postura.

Preguntarnos para qué nos sirven las Malvinas es faltarle el respeto a

nuestros muertos, a nuestros ex combatientes y a nuestros veteranos; y

desconocer una lucha por la justicia que lleva casi dos siglos. Los países crecen y

se desarrollan cuando existe en su pueblo la actitud de servir a los demás, en

lugar de ser servido. Esto último es lo que hacen nuestros gobernantes cada vez

que acceden al poder que el pueblo les delegó, la gran deuda pendiente que el

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poder político (de cualquier origen y signo) tiene con la sociedad argentina:

vocación y actitud de servir.

El cinismo y el derrotismo son los dos nombres de la cobardía.

La República Argentina mantiene vigentes sus derechos sobre parte de su

territorio que le ha sido usurpado en 1833 y en 1982, y espera que alguna vez

sean satisfechos mediante el recurso legal y no por la fuerza. Se logrará el día en

que la presión de Latinoamérica obligue a que las Naciones Unidas dejen de ser

funcionales a las potencias, y comiencen a legislar de acuerdo a la justicia, el

sentido común y a la real representatividad de los pueblos de las naciones que la

integran.

Los argentinos jamás arriaremos la bandera de nuestro reclamo justo.

Aunque esto es sólo una parte del camino que nos conduce a las Islas Malvinas.-

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Bibliografía y fuentes consultadas. “La guerra inaudita: historia del conflicto del Atlántico Sur”, Rubén Oscar Moro, 11ª. Edición, Buenos Aires, Edivérn, segunda reimpresión, 2005.

“La trampa de Malvinas: historia del conflicto del Atlántico Sur (Parte 1)”, Rubén Oscar Moro, 1ra. Edición, Buenos Aires, Edivérn, 2005.

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“Falklands”, Rodolfo Terragno, 1ra. Edición, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2002.

“1093 tripulantes del Crucero ARA General Belgrano”, Capitán de Navío (R) Héctor Elías Bonzo, 1ra. Edición, Buenos Aires, Asociación Amigos del Crucero General Belgrano, 2004.

“Un cirujano en Malvinas: memoria sedimentada”, Dr. Marcos Szymczak, 1ra. Edición, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 2006.

“Malvinas: un sentimiento”, Mohamed Ali Seineldin, 2da. Edición, Buenos Aires, el autor, 2004.

“Halcones de Malvinas”, Pablo Marcos Carballo, 2da. Reimpresión, Buenos Aires, Ediciones Argentinidad, 2007.

“Malvinas: diario del regreso (Iluminados por el fuego)”, Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri, 4ta. Edición, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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“Hundan al Belgrano”, (DVD), documental producido por Mario E. Levit, guión y dirección de Federico Urioste, Buenos Aires, AVH, 2007.

“Buenos Aires, otoño 1982: la guerra de Malvinas según las crónicas de un corresponsal inglés”, Andrew Graham – Yooll, 1ra. Edición, Buenos Aires, Marea, 2007.

“Hasta el último día. Logística: la otra guerra de Malvinas”, Coronel Dardo José Forti, 1ra. Edición, Buenos Aires, Atlántida, marzo de 2007.

“Contar Malvinas: un relato de dos ex combatientes para los jóvenes de hoy”, Germán Estrada – Esteban Pino, 1ra. Edición, Buenos Aires, el autor, 2007.

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“Argentinos (Tomo 2). Siglo XX: desde Yrigoyen hasta la caída de De la Rúa”, Jorge Lanata, 5ta. Edición, Buenos Aires, Ediciones B, diciembre de 2003.

“ADN. Mapa genético de los defectos argentinos”, Jorge Lanata, 1ra. Edición, Buenos Aires, Planeta, 2004.

“Informe Rattenbach. Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del Atlántico Sur”, Noviembre de 1983. (http://www.cescem.org.ar/informe_rattenbach/index.html).

Página web Ejército Argentino (www.ejercito.mil.ar).

Página web Fuerza Aérea Argentina (www.fuerzaaerea.mil.ar).

Página web Armada Argentina (www.ara.mil.ar).

Página web Líneas Aéreas del Estado – LADE (www.lade.com.ar).

“El caso Davidoff”, por Laura Scian, Buenos Aires, 1994. (http://www.uca.edu.ar/esp/sec-pigpp/esp/docs-estudios/revista/tp7/atlantico-sur.pdf).

“La guerra de las Malvinas”, Pierre Razoux, 2002. (http://www.istor.cide.edu/archivos/num_8/dossier1.pdf)

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Lic. Atilio Augusto Amerio

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“Malvinas: un caso de estudio”, Almirante (USN) Harry Train. Boletín del Centro Naval n° 748, Enero – Marzo 1987, Volumen 105. (http://lists.econ.utah.edu/pipermail/reconquista-popular/2007-June/052126.html).

“Armas de guerra. Así luchan los profesionales”, CAYFOSA (Barcelona, España), 1992.

“Islas Malvinas, su historia, la guerra y la economía, y los aspectos jurídicos, su vinculación con el derecho humanitario”, por Bruno Tondini, Biblioteca Virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales. (http://www.eumed.net/libros/2007b/278/indice.htm).

“Acuerdo con Gran Bretaña sobre Malvinas (Madrid, 15/2/90): aspectos jurídicos”, por Eduardo Di Marco, La Ley, 1991-B, 1189, Buenos Aires, Argentina.

“La Argentina entra en el Commonwealth: el tratado anglo-argentino del 15 de febrero de 1990”, Dr. Julio C. Gonzalez (http://lucheyvuelve.com.ar/Ensayos/juliogonz1.htm).

“Convenio - Ley N° 24.148: Apruébase el Convenio suscripto con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, para la Promoción y Protección de Inversiones”. Sancionada: Noviembre 4 de 1992. Promulgada: Noviembre 24 de 1992. Boletín Oficial de la Nación 01/12/92. (www.infoleg.gov.ar)

“Penguin News - Falkland Islands Visitor Guide 2006/07”. Falkland Islands Tourist Board, Jetty Visitor Centre, Stanley, Falkland Islands, FIQQ 1ZZ.

Portales de Internet: www.elmalvinense.com.ar; www.clarín.com; www.lanación.com.ar; www.infobae.com; www.elheraldo.com.ar; www.wikipedia.com.ar; www.logiamalvinas.com.ar; www.falklands-museum.com; www.visitorfalklands.com

Índice de ilustraciones: Cáp. 1: Mapa francés de la Patagonia Argentina, fechado en 1750. Cáp. 2: Soldados argentinos en Malvinas, 1982. Cáp. 3: Rendición de la guarnición de Royal Marines a las fuerzas de desembarco argentinas en Malvinas, 2 de abril de 1982. Cáp. 4: Avión caza bombardero A4B Skyhawk, el caballito de batalla de la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas. Cáp. 5: Tropas británicas combatiendo en Wireless Ridge y Tumbledown, Malvinas, 1982. Cáp. 6: Fotografía aérea del crucero ARA General Belgrano, navegando en mar abierto.

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Clama el viento. Los caminos hacia Malvinas.

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Cáp. 7: Calcomanía rota “Islas Malvinas Definitivamente Argentinas”, en Puerto Argentino después de la rendición. Fotografía del kelper Roy Burley, junio de 1982. Cáp. 8: Rebeldes carapintadas, Semana Santa de 1987. Cáp. 9: Vista actual de Puerto Argentino / Port Stanley y sus casas tradicionales. Cáp. 10: Argentinos y británicos en Puerto Argentino el día de la rendición, 14 de junio de 1982. Cáp. 11: Soldado argentino del Batallón de Infantería de Marina 5, en Malvinas, 1982. Cáp. 12: Cascos y otros pertrechos de las tropas argentinas en Puerto Argentino, 14 de junio de 1982. Cáp. 13: Monumento a los Caídos en el conflicto de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, Plaza San Martín, ciudad de Buenos Aires. Final: Soldados argentinos izando la bandera nacional en Puerto Argentino, abril de 1982.