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Espiral Universidad de Guadalajara [email protected] ISSN (Versión impresa): 1665-0565 MÉXICO 1999 Juan Manuel Ramírez Sáiz RESEÑA DE "CIUDADANOS DEL MUNDO. HACIA UNA TEORÍA DE LA CIUDADANÍA" DE ADELA CORTINA Espiral, mayo-agosto, año/vol. V, número 015 Universidad de Guadalajara Guadalajara, México pp. 235-245 Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México

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Espiral Universidad de [email protected] ISSN (Versión impresa): 1665-0565MÉXICO

1999 Juan Manuel Ramírez Sáiz

RESEÑA DE "CIUDADANOS DEL MUNDO. HACIA UNA TEORÍA DE LA CIUDADANÍA" DE ADELA CORTINA

Espiral, mayo-agosto, año/vol. V, número 015 Universidad de Guadalajara

Guadalajara, México pp. 235-245

Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal

Universidad Autónoma del Estado de México

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235Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad Vol. V. No. 15 ❏ Mayo / Agosto de 1999

El tema de la ciudadanía es abordado por el conjun-to de las Ciencias Sociales. Constituye, por ello, unasunto multidisciplinario, lo cual aumenta su com-plejidad. La literatura reciente sobre este tópico esabundante. Conocerla y asumir una posición críticay sustentada ante ella se convierte en un reto. Y comoen todo asunto que se pone de moda, en las obraspublicadas alternan las de excelente nivel con las quedivulgan e incluso trivializan este asunto. Como in-tento demostrar, Cortina evita esos dos riesgos y ofre-ce un correcto estado de la cuestión, pero no aporta lateoría que anuncia.

El libro de Cortina consta de una introducción,siete capítulos y un epílogo. En el primero aborda lateoría de la ciudadanía. Del segundo al séptimo ana-liza varias dimensiones de ella, tales como la política,la social, la económica, la civil, la intercultural y laeducación cívica. En el epílogo plantea la ciudadanía.cosmopolita. Lo anterior significa que, considerando latemática implicada, la autora considera prácticamen-te casi todos sus ángulos. En esta reseña combino la

Cortina, AdelaCiudadanos del mundo. Hacia una teoría dela ciudadanía.Alianza EditorialMadrid, 1997

JUAN MANUEL RAMÍREZ S ÁIZ ✦

Ciudadanos del mundo.Hacia una teoría de la ciudadanía

✦ Es ProfesorInvestigador delDepartamento deEstudios SobreMovimientos Socialesdel CentroUniversitario deCiencias Sociales yHumanidades-UdeG

exposición del contenido decada uno de los capítulos alu-didos con el planteamiento deobservaciones críticas.

En la Introducción asien-ta la tesis central de que la

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ciudadanía representa el punto de unión entre la ra-zón sentiente de cualquier persona y las leyes y losvalores, es decir, entre nuestros más profundos sen-timientos racionales: el de pertenencia a una comu-nidad y el de justicia en esa misma comunidad (p.19). Puesto que esta afirmación es formulada en tér-minos generales y la argumentación se realiza en loscapítulos restantes, remito a ellos mis observaciones.

El Capítulo I aborda la teoría de la ciudadanía. Laautora sostiene que ésta constituye la razón de ser dela civilidad, fomentada por el hecho de que los ciuda-danos comparten un ideal de justicia y un sentimien-to de pertenecer a una comunidad. Los valores com-partidos componen los mínimos de justicia a los queuna sociedad pluralista no está dispuesta a renun-ciar (p. 28). La ciudadanía es un concepto mediador,porque integra las exigencias liberales de justicia ylas comunitarias de pertenencia (pp. 33; 34 y 35). Sig-nifica igualdad de los ciudadanos en dignidad y dis-ponibilidad a comprometerse en la cosa pública (p.23; 25 y 31). Por ello, la ciudadanía es el reconoci-miento de la sociedad hacia sus miembros y la conse-cuente adhesión, por parte de éstos, a los proyectoscomunes. Sólo quien se sabe reconocido por una co-munidad puede sentirse motivado para integrarseactivamente en ella (p. 32).

Las influencias teóricas más importantes en Cor-tina son: W. Kymlicka (culturalista), Ch. Taylor (éticade la autenticidad y multiculturalismo), J. Haber-mas (teoría deliberativa de la democracia y del dis-curso), J. Rawls ( liberalismo político o individualis-mo y mínimos de justicia distributiva como base de laciudadanía) y M. Walzer (comunitarismo y ciudada-nía compleja). Su posición es claramente pluralista oecléctica. Pero la autora no explica cómo estas distin-

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tas posiciones son compatibles. Es decir, no lleva acabo una discusión teórica de las corrientes o autoresque adopta. En particular, la aceptación del enfoqueliberal e individualista de Rawls no resuelve la difi-cultad, que enfrenta una sociedad multidiferenciada,para lograr el acuerdo entre los ciudadanos acerca dela noción o los mínimos de justicia . Por otra parte,Rawls habla de justicia como base de la ciudadanía,pero no de los derechos, los cuales son planteados enla literatura clásica como los constitutivos de ella.Asimismo, la autora relega dos componentes de laciudadanía: las prácticas y las instituciones. Porquehistóricamente han sido las acciones, demandas yluchas emancipatorias de los ciudadanos las que hanlogrado construir la legitimidad de los derechos que,después, han sido reconocidos por los Estados nacio-nales. Por otra parte, ese reconocimiento es insufi-ciente si no se traduce en instituciones que les dencuerpo y los materialicen.

El Capítulo II analiza la ciudadanía política. Laautora resalta el hecho de que esta modalidad de ciu-dadanía (y también las restantes) se basa en dos tra-diciones distintas. Una de ellas es la liberal o repre-sentativa de acuerdo con la cual, el núcleo de la ciu-dadanía moderna es la autonomía de cada persona,por ser sujeto de derechos y no súbdito (p. 62). Se tra-ta de la ciudadanía como estatuto legal o jurídico, esdecir, como base para exigir derechos (p. 53). Segúnesta corriente de pensamiento, el ciudadano ostentala nacionalidad, el estatuto de pertenecer a o sermiembro, con pleno derecho, de un Estado (p. 56). Enconsecuencia, actúa bajo la ley y espera su protección(p. 54). Este enfoque combina la realización del ciu-dadano en la vida privada y la delegación política enlos representantes elegidos, que se ocupan de la vida

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pública (p. 42). La otra tradición es la republicana,participativa o participacionista. De acuerdo con esteenfoque, la ciudadanía es primariamente una rela-ción, un vínculo entre un individuo y una comunidadpolítica, en virtud de la cual el ciudadano es miembrode ella (pp. 39, 40 y 48). Enfatiza que, al sentirse miem-bro de esa comunidad, busca el bien común. En con-secuencia, se ocupa de y participa directamente enlas deliberaciones, con otros miembros de la socie-dad, y de las decisiones públicas. Porque carece desentido participar políticamente si esa participaciónno se ve reflejada en las decisiones de un modo signi-ficativo (pp. 53 y 57). Siguiendo a otros teóricos, laautora se inclina por una síntesis de ambas corrien-tes. Con Rawls, insiste en el valor de las libertadesciviles y políticas y reclama la participación ciudada-na a través del ejercicio de la razón pública (p. 55). Yde acuerdo con Habermas, del modelo liberal retomala defensa irrenunciable de los derechos subjetivos; ydel republicano, la importancia del poder comunica-tivo, único capaz de legitimar la vida pública (p. 55).Como es claro, la autora acepta y asume los plantea-mientos dominantes sobre este tópico. Pero desdibu-ja o no resalta suficientemente tres asuntos centra-les. Por una parte, parece considerar a la ciudadaníapolítica como algo natural, un hecho dado, es decir,“naturaliza” su surgimiento cuando, por el contrario,han estado en la base de su origen largos conflictos yluchas. Por otra parte, en ella están implicados pro-blemas de negociaciones, tensiones y consensos entrerepresentantes populares, los cuales con frecuenciano operan con una lógica ciudadana; y estos asuntosno se resuelven simplemente con la participación delos ciudadanos. Finalmente, el nuevo asociativismopolítico ha puesto a la orden del día el asunto de la

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explicitación y ampliación de los derechos políticos,que no son abordados en el libro.

El Capítulo III está dedicado a la ciudadanía so-cial. De los derechos sociales, la autora alude a los deltrabajo, la educación, la vivienda, la salud y otrasprestaciones sociales. Pero centra su análisis en la di-ferencia y oposición existente entre justicia y bienes-tar, entre Estado justo o de derecho y Estado benefac-tor. Según Cortina, el primero es la alternativa al se-gundo (pp. 72, 77, 78 ). Y aclara que la justicia debeprocurarla el Estado; pero el bienestar debe agen-ciárselo cada ciudadano (p. 75). Por ello, se deben ins-titucionalizar los mínimos de justicia, pero no los debienestar (p. 80). La autora también realiza precisio-nes sobre la solidaridad. Ésta es loable cuando lapractican los individuos en las relaciones interperso-nales pero, asumida por el Estado, es decir, institu-cionalizada, degenera en paternalismo (p. 71) . Fina-liza este capítulo reconociendo que la comunidad delos ciudadanos debe estar dispuesta a proteger losderechos de sus miembros a los bienes indispensa-bles, es decir, el acceso a un mínimo de justicia (p. 92).Pero en este tratamiento de los derechos sociales, laautora relega el rol mediador y regulador que el Es-tado debe desempeñar en las relaciones que se enta-blan entre capital y trabajo. Hoy es prioritario el res-cate del Estado social ante el embate del neoliberalis-mo y el (des)control de la economía por las redes decapitales globalizados, que operan por encima de lospoderes nacionales. Además, la autora no argumen-ta suficientemente que los derechos sociales son in-herentes a, es decir, forman parte de la ciudadanía.Este principio debe recuperarse ante el crecimientoexponencial de los excluidos sociales. Finalmente,por criticar al Estado paternalista no reconoce el lu-

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gar que corresponde a la institucionalización de la ciu-dadanía social, es decir, las leyes y cuerpos instituciona-les que la amparan. Y no aborda los retrocesos que seestán registrando en la materialización de los derechossociales. Por ejemplo, su relegamiento e incluso supre-sión son crecientes en los contratos laborales.

El Capítulo IV versa sobre la ciudadanía econó-mica o participación en las decisiones en el ámbito dela empresa, el trabajo y el Tercer Sector. Bajo la con-cepción de la ciudadanía activa como capacidad deasumir responsabilidades, la autora retoma “el prin-cipio del discurso” de Habermas, según el cual laconstitución económica y las normas empresarialesdeben decidirse teniendo por interlocutores a todoslos grupos afectables. Es decir, en la empresa, comoinstitución, la meta no consiste sólo en satisfacer losintereses de los accionistas, sino también los de dis-tintos grupos implicados como ciudadanos económi-cos, así como las consecuencias de las decisiones quese asumen (pp. 100-102). La ciudadanía de la empre-sa se basa en una ética de las responsabilidades, delinterés universalizable y de la confianza (108, 109;113-114). Las empresas inteligentes son las capacesde aunar la eficiencia productiva y la competitividadcon la eficiencia social, sin perder su especificidad.Por ello, las empresas inmorales no son auténticasempresas (pp. 118; 131 y 132). Por su parte, el trabajosigue siendo el principal medio de ingreso y de sus-tento ciudadanos, uno de los cimientos de la identi-dad personal, un vehículo insustituible de participa-ción social y política y una forma de educación y dehumanización (pp. 116 y 119). El trabajador se com-promete a corresponsabilizarse por la marcha de laempresa, asumiendo su ciudadanía de empresa (sic)(p. 122). Finalmente, el Tercer Sector realiza activi-

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dades sin ánimo de lucro. Cubre ámbitos que noatienden los sectores tradicionales ( pp. 126 y 127).Sobre esta dimensión de la ciudadanía hay que reco-nocer que, si bien es considerada por los analistas deesta temática, no solía recibir un tratamiento siste-mático. Cortina lo lleva a cabo y éste es uno de sus mé-ritos. Pero la vertiente moralizante, desde la que lorealiza, no parece convincente. ¿Qué consistenciapuede tener su afirmación central de que “las empre-sas inmorales no son auténticas empresas” cuando,al margen de consideraciones éticas, las compañíastransnacionales dominan la economía mundial, la es-peculación financiera es uno de sus ejes, su poder estal que desestabilizan las economías nacionales y ladelincuencia organizada (narcotráfico, mafias inter-nacionales, etc.) penetran las instituciones económi-cas o se convierten en poder paralelo? Por otra parte,su énfasis en la economía y el mercado corren el ries-go de convertirlos en substitutos del ámbito público.Como se ha precisado acertadamente, “decir que laciudadanía también se ejerce en el mercado es dife-rente a afirmar que el mercado es el lugar de su rea-lización” (R. Ortiz: Otro territorio. Ensayos sobre elmundo contemporáneo, Universidad Nacional deQuilmes, Buenos Aires, 1996). Asimismo, los juiciosde valor que se realizan sobre el trabajo deben serrevisados o, al menos, matizados ante el rol crecien-te que están asumiendo el consumo y el hedonismoen la cultura contemporánea. Igualmente, un análi-sis realista y crítico de las funciones altruistas que seasignan al Tercer Sector obligaría a analizar cuidado-samente las actividades que se autodefinen comopertenecientes a ese ámbito.

El Capítulo V se centra en la consideración de laciudadanía civil. Los derechos correspondientes han

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sido los primeros en recibir atención por los teóricosde la política. Cortina focaliza su interés en la opi-nión pública y en la actividad profesional. A partir deambas, la persona pertenece o se integra en la socie-dad civil, se convierte en miembro de ella (pp. 134 y175). En particular, la actividad profesional consisteen la prestación de un servicio específico a la socie-dad, de forma institucionalizada; es una actividad so-cial (pp. 149 y 153). Por ello, los profesionales debenentablar un diálogo continuo con los afectados porsus actividades (p. 174). Y la ciudadanía civil se ejer-ce a través de la opinión pública (161 y 163). Acercade ésta, la autora incorpora las tesis de Rawls y Ha-bermas. Según el primero, el fundamento básico de lapublicidad es que sus principios pueden ser publica-dos y ser aceptados por todos los miembros de la co-munidad . Y, puesto que la justicia y la política sólopueden pensarse como públicamente manifiestas,deben resistir la prueba de la publicidad (pp. 163 y166). Ésta consiste en el uso público de la razón porciudadanos maduros. La razón pública es la razóndel público; su objeto es el bien público; y su conteni-do es público. Y la civilidad persigue el consenso conlos demás ciudadanos (p. 164; 167 y 168). De acuerdocon Habermas, la publicidad es el elemento mediadorentre la sociedad civil y el poder público. La ciudada-nía se expresa a través de canales institucionalizadosy a través de una opinión pública no institucionaliza-da. La publicidad funciona como la conciencia moraldel poder público; es un espacio público creado comu-nicativamente (pp. 162; 170; 171 y 173). Ante esteplanteamiento de la autora, conviene recordar que laciudadanía civil incluye la igualdad ante la ley, la li-bertad de palabra, pensamiento y culto, el derecho ala propiedad y a concluir contratos. Cortina única-

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mente considera la segunda de estas dimensiones.Pero realiza una aportación al tema al incluir en suanálisis las profesiones. Sin embargo, un juicio de laautora que exige ser revisado es el relativo a que “par-ticipar en las comunidades y asociaciones de la socie-dad civil es el mejor modo de aprender a ser ciudada-no”, o que “la civilidad sólo puede aprenderse en lasredes asociativas de la sociedad civil” (p. 138). Sinnegar ese efecto de la participación, múltiples estu-dios han demostrado el escaso nivel de vida democrá-tica que existe al interior de muchas organizacionesy asimismo que, en un número no bajo de ONGs, secombinan las acciones de servicio con la búsqueda desu bien particular, en el que se incluye el autoempleode sus miembros.

La ciudadanía intercultural es analizada en elCap. VI. Como tesis central, Cortina sostiene que si laciudadanía es el vínculo de unión entre grupos socia-les diversos, debe ser compleja, pluralista y diferen-ciada ( p. 178). Recuerda que las culturas son tradi-ciones de sentido y que significan aportes para uncrecimiento de la riqueza humana (p. 216). Y elmulticulturalismo es la convivencia de personas quese identifican con culturas diversas. Constituye unproyecto ético y político (pp. 178 y 186). Por ello, unasociedad justa debe proteger la libertad de sus ciuda-danos para decidir a qué grupo quieren pertenecer,con cuál se sienten identificados (202). La elimina-ción de las diferencias representa empobrecimiento(p. 185). En el tratamiento del multiculturalismo,Cortina asume las tesis de Taylor sobre el reconoci-miento de los otros. Pero no toma posición en el deba-te acerca de si los derechos de la diferencia correspon-den a los individuos o a las colectividades, es decir, sisus titulares son los primeros o las segundas. Por

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otra parte, la autora visualiza únicamente la parteconstructiva de la pluralidad cultural y se muestraexcesivamente optimista sobre la ciudadanía inter-cultural. Su enfoque normativo no le permite teneren cuenta los conflictos en que está inmersa. En elpresente, muchas de las tensiones regionales o nacio-nales tienen una base cultural. Únicamente al finalde su libro y siguiendo a Huntington, reconoce laautora que la fuente fundamental de conflictos en elfuturo será cultural (262).

El Capítulo VII está dedicado a la educación de laciudadanía en los valores morales y cívicos. Cortinaconsidera como valores fundamentales y propios delciudadano: la libertad, igualdad, justicia, solidari-dad, honestidad, tolerancia activa, así como disponi-bilidad para el diálogo y respeto activo a la humani-dad en los demás y en la propia persona (p. 219). Laautora analiza, por separado, cada uno de ellos. So-bre los valores restantes (lealtad, honradez, profesio-nalidad, etc.) considera que están articulados a losanteriores (pp. 225 y 229). La autora sostiene queexiste progreso en el modo de percibirlos y en la posi-bilidad de universalizarlos, es decir, de visualizarloscomo universalmente humanizadores (pp. 226 a228). Porque ante ellos somos capaces de asumir elpunto de vista de la universalidad, es decir, de estardispuestos a exigirlos para todo ser humano (p. 234).Los planteamientos que sobre los valores cívicos rea-liza Cortina son validos en términos generales, aun-que aparece un tono moralizante en su tratamiento.Pero llama la atención que, habiendo reconocido lasdiferencias de enfoque existentes entre los autores ci-tados en torno a otros aspectos de la ciudadanía, eneste asunto no las explicite. Por ejemplo, para el neo-liberalismo, el mercado es el gran educador, sin ad-

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vertir que la economía no es buena maestra de la po-lítica. Por el contrario, para el republicanismo cívico,la participación en la vida pública es la fuente princi-pal de las virtudes ciudadanas, pero la participaciónque postula es, en parte, inasequible (G. Guevara:Democracia y educación, IFE, D.F., 1998).

En el Epílogo, Cortina plantea el ideal de la ciuda-danía cosmopolita. Argumenta su validez sostenien-do que es moralmente educado quien tiene en cuen-ta en su obrar aquellos fines que cualquier humanopodría querer, lo cual le lleva a tener por referenteuna comunidad universal (254). Su propuesta sobrela ciudadanía mundial puede sostenerse como mode-lo. Pero debe reconocerse asimismo que la ciudada-nía y la opinión pública mundiales, en proceso deconstrucción, coexisten con tendencias de signo con-trario como la explosión de identidades de tipo comu-nitarista que, a veces, rayan en el tribalismo local yen las posiciones excluyentes e incluso sectarias.

Como valoración de conjunto, es obligado recono-cer que la autora considera, de manera sistemática,los diferentes tópicos tratados por la literatura espe-cializada, si bien no alude a la más reciente (porejemplo, las discusiones que periódicamente recogela revista Citizenship Studies). Pero en términos teó-ricos, el subtítulo del libro (Hacia una teoría de la ciu-dadanía) resulta una promesa incumplida. Cortinano lleva a cabo una discusión sistemática acerca delas diferentes corrientes que abordan la ciudadaníani tampoco aporta un punto de vista personal sobreellas o acerca de la teoría que anuncia.