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CIUDADANÍA Definición En su acepción más común ciudadanía significa poseer la condición de ciudadano/a, entendiéndose por tal la persona que es sujeto de derechos políticos de un estado y normalmente habitante de él. Sin embargo, este concepto de ciudadanía limita su idea a poseer un determinado estatus (en este caso, ser titular de unos derechos políticos y haber nacido o haber residido en un Estado) sin referirse a la práctica de la ciudadanía. Como recoge Lister (1997:41): “Ser un ciudadano en el sentido legal y sociológico implica poder disfrutar de los derechos de ciudadanía necesarios para la agencia y la participación social y política. Actuar como ciudadano significa satisfacer el potencial de ese estatus”. Por ello, en nuestra definición atenderemos tanto a la idea de ciudadanía como estatus como a la de ciudadanía como práctica. Desarrollo Describiremos ambos sentidos de la ciudadanía mediante la siguiente estructura: comenzaremos por las diferentes tradiciones que han dado origen a la concepción actual de ciudadanía en el pensamiento occidental: la liberal, la comunitaria y la republicana. Posteriormente, analizaremos algunas imágenes y significados de la ciudadanía, para concluir con los espacios para el ejercicio de la ciudadanía, ámbito que está más relacionado con la educación para el desarrollo. 1. Tradiciones en la concepción de la ciudadanía Las teorías liberales entienden que la ciudadanía es un estatus, que otorga el derecho a los ciudadanos a disfrutar de un conjunto de derechos garantizados por el estado. Los primeros derechos eran los de carácter civil y político (derecho a votar, a la propiedad privada, a la libertad de expresión, etc.), en los que se enfatizaba la no intervención del estado. Posteriormente, con la contribución de Marshall (1950), considerado uno de los

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CIUDADANÍA

Definición

En su acepción más común ciudadanía significa poseer la condición de ciudadano/a, entendiéndose por tal la persona que es sujeto de derechos políticos de un estado y normalmente habitante de él. Sin embargo, este concepto de ciudadanía limita su idea a poseer un determinado estatus (en este caso, ser titular de unos derechos políticos y haber nacido o haber residido en un Estado) sin referirse a la práctica de la ciudadanía. Como recoge Lister (1997:41): “Ser un ciudadano en el sentido legal y sociológico implica poder disfrutar de los derechos de ciudadanía necesarios para la agencia y la participación social y política. Actuar como ciudadano significa satisfacer el potencial de ese estatus”. Por ello, en nuestra definición atenderemos tanto a la idea de ciudadanía como estatus como a la de ciudadanía como práctica.

Desarrollo

Describiremos ambos sentidos de la ciudadanía mediante la siguiente estructura: comenzaremos por las diferentes tradiciones que han dado origen a la concepción actual de ciudadanía en el pensamiento occidental: la liberal, la comunitaria y la republicana. Posteriormente, analizaremos algunas imágenes y significados de la ciudadanía, para concluir con los espacios para el ejercicio de la ciudadanía, ámbito que está más relacionado con la educación para el desarrollo.

1. Tradiciones en la concepción de la ciudadanía

Las teorías liberales entienden que la ciudadanía es un estatus, que otorga el derecho a los ciudadanos a disfrutar de un conjunto de derechos garantizados por el estado. Los primeros derechos eran los de carácter civil y político (derecho a votar, a la propiedad privada, a la libertad de expresión, etc.), en los que se enfatizaba la no intervención del estado. Posteriormente, con la contribución de Marshall (1950), considerado uno de los padres del pensamiento contemporáneo en este tema, la ciudadanía pasó a incluir los derechos de carácter social (derecho a la educación, a la sanidad, etc.) en los cuales se presupone un mayor intervencionismo estatal.

La segunda tradición es la comunitaria en la cual, en contraposición con la visión liberal que enfatiza al individuo, se hace hincapié en que la ciudadanía se define por el hecho de sentirse miembro de una comunidad, de un grupo, y compartir una serie de virtudes cívicas, como el respeto por los otros y el reconocimiento de la importancia del servicio público. Desde la perspectiva comunitaria, los derechos de los grupos pueden tener significados legales y políticos.

Y, por último, para la tradición republicana, el ciudadano puede ser entendido como el que comparte una identidad cívica común, modelada mediante una cultura pública común que se alcanza, para muchos autores, a través de la participación en la vida pública. En este supuesto, la ciudadanía, como identidad cívica, serviría para aglutinar a los ciudadanos, por encima de identidades particulares (étnicas, religiosas, etc.).

2. Imágenes y significados de la ciudadanía

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Sin embargo, la idea de ciudadanía no se limita únicamente al status legal del ciudadano/a, sino que, desde otras perspectivas, se identifica con el disfrute real de los derechos de ciudadanía. Es este el debate sobre la ciudadanía inclusiva, que pretende extender los derechos de ciudadanía a los colectivos más desfavorecidos. En un reciente estudio (Keibeer et al., 2005), distintos autores se preguntan cuál es el significado de la ciudadanía inclusiva desde el punto de vista de los pobres y socialmente excluidos (como, por ejemplo, las mujeres en Chiapas, los habitantes de las favelas en Río de Janeiro, los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, etc.). En todas sus respuestas se aprecian unos elementos comunes: 1) Una idea de justicia entendida como recibir un trato imparcial y, asimismo, cuando sea preciso, diferenciado para corregir su falta de empoderamiento; 2) La idea de reconocimiento tanto por su condición de ser humanos como también por el respeto a sus diferencias; 3) La autoderminación, es decir, la habilidad de las personas para poder ejercer un cierto grado de control sobre sus propias vidas; 4) Por último, el cuarto grupo de significados de este tipo de ciudadanía derivan de la solidaridad entendida como la capacidad de identificarse con otras personas y de actuar de manera colectiva en la búsqueda de la justicia y el reconocimiento.

Siguiendo con la discusión sobre el disfrute real de los derechos de ciudadanía, es también acertado el análisis que realiza Javier De Lucas (2005) cuando se refiere al acceso a la ciudadanía de los inmigrantes en los Estados europeos. Según dicho autor “Los flujos migratorios son el catalizador que nos sitúa ante la necesidad de volver a pensar a radice nuestras respuestas en la construcción democrática del vínculo social y político, porque éstas comportan hoy un déficit de inclusión y pluralidad en la medida que institucionalizan la exclusión de los inmigrantes como sujetos del espacio público, su imposibilidad conceptual de llegar a ser ciudadanos” (De Lucas, 2005: 105-106). El autor defiende la superación de un modelo de ciudadanía ligada a la nacionalidad hacia otra concepción de la ciudadanía vinculada a la residencia, donde la vecindad local cobra especial relevancia ya que es el espacio que nos permite entender más fácilmente cómo los inmigrantes comparten con los vecinos las tareas, las necesidades, los deberes y, por tanto, los derechos propios de la ciudadanía.

Una aproximación distinta a la idea de ciudadanía nos la presenta Adela Cortina (1997) cuando habla de una ciudadanía activa que tenga derechos pero que también sea capaz de asumir sus responsabilidades. Desde esta perspectiva, la autora plantea distintas aproximaciones al concepto de ciudadanía: la ciudadanía económica, la mediática y la intercultural.

La ciudadanía económica (Cortina, 1997) tiene como objetivo la denuncia y transformación del sistema económico causante de formas de sometimiento y precariedad. De acuerdo con las nuevas teorías de la ciudadanía económica (la ética del discurso, el stakeholder capitalism o capitalismo de los afectados, las teorías sociales de la economía), los ciudadanos, en tanto que afectados por los acuerdos que se toman en la esfera de la economía y de la empresa, han de participar e intervenir de algún modo en tales decisiones. Así, los cursos de acción económica han de contar, para su legitimidad social, con el acuerdo de todos los ciudadanos que se ven concernidos por ellos, siendo los ciudadanos actores e interlocutores válidos y no meros súbditos laboral o económicamente (Gozálvez, 2006).

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Posteriormente, la misma autora (Cortina, 2004) desarrolla el concepto de ciudadanía mediática o audiovisual. Se trata de un nuevo estilo de ciudadanía aplicada a los medios, dueña de su destino en el ámbito audiovisual, formada e informada convenientemente y capaz de diferenciar el entretenimiento que estupidiza y vulnera derechos, y el entretenimiento respetuoso, de calidad, creativo, no medido con parámetros estrictamente cuantitativos (basados en el audímetro) y que promociona en vez de oscurecer la libertad de los receptores (Gozálvez, 2006).

Otro significado de la ciudadanía entendida como práctica activa y responsable es la ciudadanía intercultural (Cortina, 2002), donde lo relevante es el respeto a las culturas que conduzca a un diálogo desde el que los ciudadanos puedan discernir qué valores y costumbres merece la pena reforzar y cuáles obviar. Esta concepción de la ciudadanía es distinta a la ciudadanía multicultural que plantea Kymlicka (1996), que propone el reconocimiento de derechos para grupos culturalmente diferentes que precisen de una especial protección.

3. Nuevos espacios para el ejercicio de la ciudadanía

El estado ha sido el tradicional espacio para el ejercicio de la ciudadanía. Sin embargo, en el contexto actual de lo global-local y debido a la creciente conciencia de muchos ciudadanos de pertenencia a distintos grupos dentro y fuera del estado, existe una necesidad creciente de conceptualizar la ciudadanía en los distintos niveles en los cuales los ciudadanos realizan sus vidas (Jones y Gaventa, 2002). Bajo esta concepción, el espacio estatal no es más que uno de los lugares en los cuales se puede ejercitar la ciudadanía y, junto a éste, podemos pensar en la arena global, la gobernanza local y el espacio privado.

La ciudadanía global o cosmopolita reivindica un espacio de participación en el ámbito trasnacional. Bajo esta perspectiva se encuadran las propuestas políticas de modelos de democracia global y también la acción de los movimientos trasnacionales de la sociedad civil. Es esta una realidad muy heterogénea, compuesta por distintos agentes cuyas actividades van desde lo extremadamente local hasta las global, pero que están inspiradas por una conciencia ética que convierte en una realidad tangible la perspectiva cosmopolita (Falk, 1999). El Foro Mundial Social de Porto Alegre es quizás la propuesta más palpable de esta perspectiva global. La idea de ciudadanía global está en la base de muchas propuestas educativas que se formulan en los años 90. Como afirma Angela Grunsell, sólo “en la arena internacional pueden abordarse las injusticias internacionales y las desigualdades [….] hay que movilizar a los ciudadanos del Norte y del Sur para desafiar a la gobernabilidad tanto en el nivel nacional como en el internacional” (Grunsell, 2004: 12).

A la vez que se dibujan propuestas de participación ciudadana a escala global, también se reivindican espacios de participación ciudadana a nivel local. Instrumentos como la Agenda 21 local o los presupuestos participativos, ponen el acento en el paso de una democracia meramente representativa a una participativa donde lo sustantivo es la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones públicas. La propuesta participacionista más radical es la que ofrece Benjamin Barber en su libro Strong

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Democracy en el que apuesta por la participación directa como única forma de evitar las patologías de la democracia liberal o débil, afirmando que el auténtico ciudadano es quien participa directamente en las deliberaciones y decisiones públicas.

Por último, otros autores y autores (sobre todo desde la perspectiva feminista) reivindican el espacio de lo privado como espacio para el ejercicio ciudadano. El argumento central es que la definición de la ciudadanía a través de la participación política en los espacios públicos formales, oculta otras formas de participación (trabajo comunitario, participación en asambleas tradicionales, etc.) que son también legítimas expresiones de la ciudadanía (Jones y Gaventa, 2002).

Bibliografía

Barber, B. (1984): Strong Democracy. Participatory politics for a new age, Berkeley, University of California Press. Hay traducción al castellano como Democracia fuerte, Córdoba, Almuzara, 2004.Cortina, A. (1997): Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid, Alianza Editorial.Cortina, A. (2002): “Ciudadanía intercultural” en Conill, J. (coord.) Glosario para una sociedad intercultural, Valencia, Bancaja, pp. 35-42.Cortina, A. (2004): “Ciudadanía activa en una sociedad mediática” en Conill, J. y Gozálvez, V. (coord.), Ética de los medios. Una apuesta por una ciudadanía audiovisual. Barcelona, Gedisa, pp. 11-32.Gozálvez, V. (2006): “Tipologías de ciudadanía. Concepto y características de la ciudadanía cosmopolita”, en Boni, A. y Pérez-Foguet (coord.), Construyendo ciudadanía global desde la universidad, de próxima publicación, cortesía de los autores.Grunsell, A. “Oxfam and education for global citizenship: learning for the future”, Development Education Journal, 10, 2, pp. 12-14.Falk, R. (1999): “Una revisión del cosmopolitismo” en Nussbaum, M. (ed.), Los Límites del Patriotismo. Identidad, Pertenencia y Ciudadanía Mundial. Barcelona, Paidós, pp. 67-75.Held, D. (2005): Un pacto global, Madrid, Taurus.De Lucas, J. (2005): “Inmigración, integración, ciudadanía” en Piqueras, A. (coord.) Mediterrània migrant. Les migracions al Pais Valencià. Castellón, Universitat Jaume I, pp. 103-127. Jones, E. y Gaventa, J. (2002), Concepts of citizenship: a review. Sussex., IDS. Kabeer, N (ed.) (2005): Inclusive citizenship. London, New York, Zed Books.Kymlicka, W. (1996): Ciudadanía multicultural, Madrid, Paidós. Lister, R. (1997): Citizenship: feminist perspective. Basingstoke, Macmillan.Marshall, T.H. (1950): Citizenship and Social Class and Other Essays. Cambridge, Cambridge University Press. Hay traducción al castellano como Ciudadanía y clase social, Alianza, Madrid, 1998.Villasante, T.R. (1995), Las democracias participativas. De la participación ciudadana a las alternativas de sociedad, Madrid, Hoac.