ciudad de tierra
DESCRIPTION
LIBRO CIUDAD DE TIERRATRANSCRIPT
1
2
Ciudad de Tierra (2.000-2010)
CIUDAD DE TIERRA
3
IUNIUS BRUTUS COS. IN HISPANIA, IS QUI SUB VIRIATHO
MILITAVERANT, AGROS ET OPPIDUM DEDIT, QUOD
VOCATUM EST VALENTIA.
Tito Livio. Décadas, 55
4
I VALENCIA, VALENCIA.
Ciudad
ya tan lejana!
Lejana junto al mar: tardes de puerto
y desamparo errante de los muelles
Jaime Gil de Biedma
5
GÉNESIS
Sobre la tensa fibra del viento de levante,
la ciudad amanece bajo la luz tardía.
Atrás quedó la luna enajenada
con su caduca coraza de esbelta desnudez.
Atrás quedó el tiempo confundido
entre la historia primigenia,
cuando el río, sin prisa, depositaba
en el montículo la fina arcilla
plena de caracolas y de espumas agitadas.
Ahora, lentamente, va surgiendo
la atalaya entre sus brazos,
con el rubor de dama solícita
que promete y deja tocarse
tras la efusiva sumisión del sedimento.
Mientras lanza el arco iris sus destellos,
y quiebra la curva incandescente sus colores
en tu blanco techo de cúpula engarzada,
eres aluvión, crisálida de torso curvado,
a la espera de romper tus envolturas,
o quizás contrapunto en la columna del estanque,
donde el follaje se extiende
más allá del bosque y la llanura.
Ahora, cuando estás dispuesta
a descubrir tu rostro con los velos
de esta tierra roja con el verde en su extensión,
que tu cabeza repose en mi regazo
y que el espliego no oculte tu piel de limo.
6
LA FUNDACIÓN (138 a.C.)
Alguien fijó sus ojos en el pliegue dorado,
en el piélago vergel tan quebradizo
que, recompuesto,
marcó tu origen y principio
Alguien sojuzgó el mar tranquilo,
el agua retenida en los marjales,
la tierra impetuosa
sobre un manto de grava inacabado;
y así fue como el fiel amante
que entrega su recinto
a la esquiva sumisión de la caricia.
Alguien trenzó aquí la vasta enredadera
arrancando las raíces trepadoras,
amasando el material disperso
refugiado entre colinas emergentes;
puso piedra sobre piedra,
cal y arena en las costuras,
y, como acróbata furtivo, su morada dispuso
bajo el celaje armado de los cielos.
Alguien dijo: no hay templo ni estatua
que conforme sobre el pedestal
el exilio madurado en la distancia;
transformemos nuestra espada en arado,
tejamos nuestra suave túnica
en paño áspero y servil,
y la fuerza que antaño poseímos
para llamar a muerte por su nombre,
que ahora sea vida y prisionera nuestra.
7
LA LUZ DEL LABERINTO (75 a.C.)
Como flor aprisionada, cuando apenas
asoma sus pétalos de par en par,
inútilmente proclamas las voz de la inocencia.
Para unos, seguiste el camino equivocado;
para otros, el abrazar la causa justa
merece el sacrificio de sus hijos.
La lucha llegó imperturbable
con el tesón del águila sedienta.
En tus puertas, blandió el acero
en el aire tan cercano,
cruzó la flecha las filas bien dispuestas.
y las apretadas cabalgaduras,
con sus lanzas puntiagudas,
la calzada atoraron hasta librar
en tu interior recinto la batalla decisiva.
Llegó la muerte, la destrucción.
Con la atadura del esclavo
el fuego consumió lo que quedaba de vida.
Después, el vacío para ocupar el enrejado
en el anclaje sinuoso de los muros,
la ceniza, la tierra batida,
el armazón cubierto por la bruma,
donde el silencio reconstruye su gemido.
Todo tiene su recuerdo
en un tiempo ya pasado
al curar las heridas en los días de espera,
recomponer los fragmentos en el ámbito asolado,
hasta que surja la estela
que encienda en la noche la luz del laberinto.
8
EL TIEMPO RESCATADO (100 d.C.)
El silencio ha quedado consumido.
La tormenta quedó herida en el recuerdo.
El árbol milenario de la historia
amalgama todos los acontecimientos,
escucha con su fino oído
la ambición del tiempo rescatado,
libre de la ebria ensoñación de los mortales.
Hoy, el día dejó de ser un rumor de amenaza
que espera con sorpresa el desenlace.
Atrás quedaron las horas fundidas por el fango,
las murallas cerradas al encuentro,
el incrédulo abrazo del mar con la tierra,
el sueño indiferente de las miradas
con sus pupilas arrojando lejos, muy lejos,
las fría textura de la muerte.
Ya regresa el placer por la vida y el lujo.
Los caballos galopan por el circo
en una loca carrera en pos de la victoria.
El agua corre mansamente buscando
los verdes reflejos de la alameda.
9
LOS JINETES DEL NORTE (500 d.C)
Llegaron los jinetes en sucesivas oleadas
batiendo la arena con sus pezuñas de cuero,
con aceros esmaltados por el fuego,
corazas insondables de gruesos calibres,
espuelas de bronce de borde afilados,
enfebrecidos los ojos saliendo de sus órbitas,
tersos los tendones bajo sus carnes enjutas,
con la piel erizada sobre el cuerpo del guerrero.
Por asoladas calzadas, mientras los carros chirrían
y las ruinas en silencio recorren,
la luna balancea la sombra de la espada
con lentos vaivenes de bucles engarzados.
“Somos las casta invencible,
-lanzaron su proclama-, y el gran norte,
con sus fríos y sus hielos, no nos vencerá.
No partimos de la sombra y su penumbra.
Quien desvela nuestro lejano origen
también rememora la pureza de nuestra estirpe”.
¿Dónde están las cenizas de la verde estepa?
¿Dónde la leyenda del hijo pródigo,
aquella voz que gemía indulgente el regreso
sin pedir nada a cambio?
¿Cómo cerrar la brecha, el surco incisivo
con la rabia contenida de tan largo exilio?
¿Cómo aplacar la voluntad homicida
de aquel que nos persigue sin descanso?
¿Cómo detener la fuerza de la ola
al llegar a la orilla ,aunque esté equivocada?
10
LA CIUDAD DE TIERRA (713 d.C.)
No veo las fronteras del desierto sombrío
donde se funden la luz y el relámpago
y la roca se quiebra con la lluvia penada.
Llego extraño a esta tierra,
donde muda la piel su tono
y la tarde trae brisas de cálida envoltura.
Proclamaré la paz en los rezos del Profeta,
con manos huérfanas ajenas de victorias,
con ojos extendidos sobre el don preciado,
con voces que no elevan cánticos guerreros,
con gritos que no desatan la ira,
con la sed calmada en tan largo viaje,
con el suelo regado por anónimos sudores,
con el olor profundo de la arcilla mojada,
con el sordo rumor del agua
en la corriente esquiva y su ley severa y necesaria,
con la música del aire sobre un ritmo de espigas
acogiendo toda la belleza que me ofrece,
con el viento arrojando sus palabras seguras
sobre las cuatro esquinas de la tierra.
Este escenario, mosaico de escenas,
decorado de ofrendas en la luz de los espejos,
su corazón me abre sin reparos.
Medina Al Turab, la ciudad de tierra,
será su nombre. Que escrito quede
en los versos del poeta.
11
DESDE EL JARDÍN DE RUZAFA
A Muhammad Ibn Gàlib al-Ruzafi
Poeta valenciano del siglo XII
Oh ciudad, que pareces lejana,
fronda de alas en los bordes del labio.
Te contemplo con mi soledad a cuestas,
mientras el aroma del naranjo
penetra lentamente por tus poros
y expande en tu interior
fragancias de paraísos terrenales.
¡Quién pudiera doblar tu talle
bajo el peso de los jazmines,
romper el entramado de tu vientre
con la espina aguda del rosal,
cuando la luz se declina con decoro
y guarda bajo llave las sombras
que surgieron en la deriva!
¡Cómo seguir tu grave rastro,
si el agua lame tus costuras,
y la noche cae ceñida a tu diseño!
Aquí, desde el jardín de Ruzafa,
ciudad que roza las estrellas,
firme te acaricio con mis versos,
como el amante temeroso por perderte.
12
LOS OJOS DEL GUERRERO
Ojos vellidos catan a todas partes
miran Valençia cómmo yaze la çibdad
Poema del Mío Cid
Por una vez el guerrero arrebata
el sueño firme que el silencio mece.
Su voz oscura fluye del alminar
entre las márgenes abiertas
del huerto y la alameda.
Un tropel de miradas le rinden pleitesía,
pero no es amo ni señor,
sólo es vasallo del león herido
que guarda en sus dominios
el estandarte del poder y de la guerra.
Desde la almena, sajada sus costuras
por el viento salobre,
su coraza fue abatida
por una niebla de pisadas
tras el ronco sonido de los timbales.
13
LA CONQUISTA (1238)
Las águilas extendieron sus garras
con las ballestas al aire.
Así fue cómo los últimos jazmines
crecieron presas del halcón
bajo las sombras del musgo.
En sus pechos, los guerreros,
con sus barras rojas, mostraron su estandarte,
cercaron las murallas creciendo
la cicatriz en su cintura, esperando
con su guadaña astuta la fecunda recolecta.
Al fin cruzaron el dintel de las torres,
y con su entrada en el refugio
los caballeros exaltados,
tras el brillo de sus ojos mezquinos,
buscaron el botín de la conquista.
Mientras mirra e incienso llenan la mezquita,
y la almuzara se colma en el Tedeum,
la púrpura de los crespones avanza
entre vítores, recorre las calles
silenciando las voces con salmos y plegarias.
Gritan: “este tiempo, este lugar,
no os pertenece. Dejad vuestras casas.
Marchad hacia el destierro.
La tierra ha sangrado. La caricia es
arañazo furtivo en la turbia oquedad
del arrabal. Que vuestra huella sea
el eco primitivo en la embriagadora
y diáfana sonrisa que alarga sin perdón
nuestra mano victoriosa”.
14
Las espuelas del jinete rasgaron el ocaso
en fugaz atrevimiento. Los caballos,
arrogantes con su hermosa figura,
olfatean con la frente erguida lo visible
y lo invisible, como ángeles sombríos
a los pies del mausoleo.
El pueblo vencido camina cabizbajo,
piensa: “hubiera sido hermoso
compartir el gozo del saber y el lujo
de la seda, no caer en el olvido
de la hoja marchita, si es otra mano
quien la guarda. Despertaré, sí,
pero sin abrir los ojos, resignado
a borrar la imagen del jardín frondoso.
Y la palabra, ¿quién dejará sometida
nuestra palabra a la extraña verdad?.
15
PRIMER EXILIO (1.250)
El niño le pregunta con sus ojos abiertos
cómo se llega a un pozo sin fin.
¡Qué importa, si en otro tiempo
fueron hombres libres mejores o peores
que aquellos que con la cruz y la espada
la tierra arrebataron!¡ Qué importa,
si es el dolor por la partida
el que impone la mueca de la cara!
Aún recuerda las mañanas lluviosas,
las alegres tardes de verano
al amparo del sol girando las esquinas,
las noches cubiertas por estrellas fugaces
en la plenitud del horizonte
junto a la casa vacía y las ruinas de la calle.
Si alguien nombraba el sudor del labio
de cuando era ágil y hermoso,
el beso de los jóvenes amantes
era robado al azar con la despedida.
Y el viejo muro enlutado,
crecido en extramuros, dejaba pasar las estaciones
por los resquicios del tiempo.
Ya nada será igual. Esta tierra es única.
En ella, el pie delibera el dibujo
de la próxima pisada, y el tacto,
en su fina textura, se oculta en la fina memoria
junto a la desolación del cementerio
y los coléricos cantos de tertulias olvidadas.
Más allá del recorrido el plano busca
cerrar la trayectoria, tensar la red,
escribir la trama de la profecía del sueño
16
bajo un manto de espigas recién cortadas.
Con la voz del arrebato alguien gritará:
“aquí florecerán las espinas enlutadas,
los días amargos del estruendo resonarán
entre paredes de cal y piedra,
aunque el tiempo borre las siluetas
de finas humaredas y las largas noches de asedio
den paso a la mañana limpia y temerosa.
En el jardín, en el césped cuidado,
reposarán los restos del soldado.
¡Qué patria!¡Qué loor de multitudes
no ensalzará sus venas rasgadas!
Siempre fue así, dijeron. La muerte
renovará la sangre en nueva vida.
¿Pero porqué así?¿No basta en creer
en el error una vez tan sólo?”
Demora la partida los brazos de la muerte.
Las lágrimas, vertidas en las urnas del deseo,
son selladas con fuertes cerraduras.
Los nuevos amos se reparten en cuadrícula
el aspirar suntuoso del hontanar en la ribera,
la cornisa curvada o rectilínea
del busto decorado con vetustas hojarascas.
Después, a la iglesia, el diezmo y la primicia;
al Rey, la lezda, el morabatí, las peitas.
La nueva ley, prendida de esquirlas cortantes
en la brisa del tiempo, unge al gobernante
sin vender su franquicia al todopoderoso Señor.
17
LOS CUATRO JINETES (1.350)
Los cuatro jinetes se acercaron sigilosos.
Nadie los vio.
Hambre, guerra, muerte y peste.
Año de hambre
La seca tierra consumió a sus hijos
y los devoró como Saturno al suyo.
El aire quemó las raíces trepadoras
y el cielo gris recortó el mar
en su horizonte oscuro. Ya no germinan
los trigales en la sementera.
El hambre se vistió con la fina piel
que cubría al niño y a la joven doncella,
y acalló el sonido de la risa, brotando
las ásperas caricias de la tristeza.
Año de guerra.
Por dos veces el círculo destructivo
aproximó sus lindes a tu cintura.
Por dos veces se interpuso
el vértigo de las lanzas ensangrentadas,
el choque de las espadas en el aire,
el relincho de los caballos,
los gritos confusos de la batalla
con la mirada silente del soldado.
La destrucción, la ambición y el poder
son el signo de la guerra.
Año de muerte.
Las visiones de blancos esqueletos articulados
arrancan los ojos de los vivos.
El cuerpo huye sin sentir la noche entera.
18
Ya no hay salvación en la corriente oscura.
Las guadañas, sesgan con su brillo cortante
la ociosa luz y el incisivo relámpago,
apagan el sonido estridente del trueno,
silencian a los hombres para darles eternidad,
un mundo abierto que enloquece
con su sola presencia y el inútil retorno.
Año de peste.
En el rincón de la casa, como dueños invisibles,
velaron las pupilas su abrupta llegada.
Ahora ya no hay cobijo ni lugar
donde se oculte el miedo y el vacío.
Hoy, trescientos cuerpos sin vida parten
hacia el arrabal en matanza silenciosa.
De las llagas, la sangre inundó las calles
germinando los finos riachuelos.
La peste se presenta de un modo casi humano
con sollozos, gritos de venganza, vómito negro.
Llegó la hora del oprobio,
de golpear fuertemente el pecho,
de escuchar el triste clamor de las columnas,
de construir el muro que separe
las aguas turbulentas.
Los cuatro jinetes partieron con la mañana.
Nadie los vio.
Hambre, guerra, muerte y peste.
19
LA LUZ DE LA RAZÓN (1.475)
El incienso ocupa su espacio, no desaparece,
pero su estela de humo ya no enturbia la razón.
Es el hombre quien alerta el horizonte de las ideas,
y anuncia sin demoras el sueño rescatado
del oscuro pozo sin amenazas
de aromas salinos y de oscuros presagios.
El camino queda libre del peso de la duda.
La garganta modula la brisa de los versos.
…Y al fin regresó la luz cansada
de tanto amontonar la penumbra de la noche.
De nuevo brotan los tallos emergentes,
aquellos que en la oscuridad de los siglos
ocultaban la vida placentera de los antiguos
en las raíces subterráneas del pensamiento,
compartiendo la tierra en posesión desigual.
Una sonrisa dibuja la paz serena en el borde del río.
Manos ávidas modelan las columnas
como lanzas de piedra hollando el infinito.
En abrazos incompletos el alabastro
es figura de apóstol, dragón alado, ángel o demonio
velando sus armas en fantasmal alegoría.
No habrá más silencios. La voz y la palabra
quedan escritas y filtran en el hastío
el concepto caduco del Dios omnipresente.
El hombre, ya no es bestia sumisa desde el púlpito,
rige su propio destino con la atenta mirada
que escruta los secretos, busca lo imposible,
rastrea los sistemas sobrehumanos del universo,
predice las orbitas elípticas que le llevan
hasta el último rincón de los planetas.
La luz de la razón es dueña del sólido escenario.
20
EL SUEÑO CERCENADO
(Guerra de germanías en 1.520)
Hubieran contenido el sueño adolescente,
la pasión irresistible de alzarse
contra el tiránico Señor. Pero querían
tiempos de paz, justicia y germanía,
igual que aquellos sombríos caballeros
que izaban en Castilla su estandarte
con crespones morados. Fueron
fieles vasallos de la ciega hermosura
de la tierra femenina que les vio nacer,
hijos crecidos bajo el ritmo del sueño
con la oscura materia de la vida cercenada.
Sus ideales no huyeron con los sentidos,
permanecen en la piel atenta
y en el dulce sabor de otras lágrimas.
La oscuridad es terrible, incierta,
si deja caer en el abismo el olvido de sus nombres.
Quedó el día esclavo contra la muerte.
Los sucesos se suceden, levantan su letargo
del asedio de pupilas insensibles.
No alcéis las picas con la sangre derrotada.
No miréis dónde pisó el caballo.
Que resuenen los mensajes, el grito desesperado
hacia la lenta comitiva, mientras el pueblo
observa enfurecido
el balanceo de los cuerpos sobre el cadalso
21
EL SEGUNDO EXILIO (expulsión de los moriscos. 1.609)
Aquí estoy: desnudo, embrutecido, convulso,
estremecido, sin bélicos atavíos,
con el fuego arrebatado por extraños en mi origen.
Mi cuerpo astillado recorre las sendas
que hacia el mar, paso a paso, me conducen.
Las uñas del verdugo, con soberbia,
quiebran mi piel con profundos arañazos.
Labios agresores escupen en mi cara,
me insultan con palabras soeces.
Látigos finísimos azotan mi espalda
con la indiferencia de que, sin dolor,
no hay renuncia del pasado. Pero sé
de la codicia de los usurpadores,
de aquellos que alimentan la venganza.
Para ellos mi corazón late con más brío.
¿Qué soy yo? ¿Quiénes son ellos?
¿Porqué su odio golpea con fuerza
como un martillo sobre mi cabeza.?
¿Qué ebrio jinete no cesa de acosar con su galope
las filas indefensas de esta multitud
que, sumisa, indecisa e impotente,
nada tiene en su defensa
sino la fuerza desnuda de sus brazos?
¿Porqué la tempestad llora si nadie la escucha,
y la estrella fugaz cae veloz sin dejar rastro?
Ellos no lo saben. Guardo
la llave de la puerta de mi casa.
En mis alforjas tengo un puñado de arcilla.
En mi memoria los recuerdos se agolpan
como puntos de mi concreto universo.
22
Y, a través del ojo veraz que todo lo domina,
avizoro el horizonte para no olvidar:
las blancas paredes de mi aldea,
el color pardo de los campos con rojizas tonalidades,
el limpio azul de ese cielo que me cubre,
los manantiales besando la piel peñascos,
los pétalos caídos con rastro de rocío,
la hojarasca fundida con la tierra
del huerto que me dio sus frutos,
la luz cruzando el aire denso
como hilos dorados en espesas telarañas,
y con mi mirada lúcida dirijo mi mano
dibujando la pincelada fugaz
en el espacio incierto que aun me pertenece.
Sabed que el poder ilusorio de la razón,
en soledad, silencio y vanidad,
hay que poseerlo con sabiduría.
Cuando el hombre comprenda que su conocimiento
mana de otras fuentes no tan lejanas,
y que el Dios verdadero que con afán venera
es el mismo para todos aunque tenga nombre diferente,
encontrará su lugar predilecto en la historia,
libre de persecuciones, de ataduras,
con la mente abierta a los grandes desafíos.
23
EN LOS CAMPOS DE ALMANSA (Batalla de Almansa 1.707)
En la última hora ningún grito llenó la tarde.
El paisaje se disuelve con la noche
y comprende la derrota.
El tiempo muestra su estado vulnerable.
El reflejo de los sueños de libertad,
sobre la húmeda sombra del pinar,
perdió lucidez al abrirse la mañana.
Entre la ambición del poder de los dos cetros
y la mermada gloria del pueblo,
está la mirada fría del jinete con su coraza
blanca o roja tendida sobre el campo;
el infante, con su cuerpo inerte,
reclinando su cabeza sobre árido bancal,
mostrando su casaca al cegador brillo del acero.
De nuevo aparece la locura de la guerra,
el siempre fraticida encuentro,
la vanidad renovada día a día
arrojando la sangre líquida en el abismo.
No hay imagen que muestre la lluvia de cenizas
Nadie tendrá la certeza de la historia repetida,
la lágrima del ojo bajo el párpado
que mira con recelo la imposible huida.
En la batalla, de pronto, el fuego, la metralla,
esa piel que se abre y se desgaja,
ese cuerpo que avanza, cae y se desliza,
esa mano que busca una espiga que le oculte,
el ácido sabor del aire que todo envuelve,
esa larga cadena de rostros sin perfiles
arrastrando en la llanura la voz atormentada,
ese rumor de la mies alerta
24
mecida como torrente de blando contenido,
ese repetir juramentos y sentencias,
mientras la muerte se acerca sin conocer
su identidad y la espesa alfombra llena
con el rojo angélico como los cuadros de Leonardo.
El epitafio del soldado dice así:
“¿Dónde está ahora la libertad
para aceptar el destino sin el justo juicio?.
¿Cómo leer el libro de la memoria
sin conocer lo que somos
y quizás tampoco lo que seremos?
Tened presente que aquí permaneceremos
hasta el fin último de los tiempos,
aunque la muerte nos perdone
y una semilla brote lejos de nuestra casa”.
25
LA RAZÓN DE LAS IDEAS
(A Gaetano Ripoll, maestro de Ruzafa, última víctima de la inquisición en 1.826)
No encontró refugio en la noche sin luna.
No derramó sus lágrimas en las aguas del río.
Con el magisterio de la voz,
quiso despertar los sueños de la infancia
y romper las máscaras de la ignorancia,
arrojándolas contra el muro estéril
del espacio de las ideas aún amordazado.
Nunca pensó que la verdad de la palabra
fuera amenaza para un tiempo ambiguo
que interpone su discurso en apariencias permisibles.
Quiso descifrar el misterio que se asocia
a las cosas sutiles, a la doctrina intangible
que carece de significado para los embaucadores,
pero que es pieza clave en el engranaje de la vida.
¿Dios existe? ¿ Cuándo mostrará su rostro?
¿Dónde hemos de buscar la libertad de espíritu?
¿Somos libres?¿Quién controla el telón de la comedia
que explica la razón de nuestra existencia?
Nadie acudió en su defensa.
El fiel inquisidor, por el poder que le otorgaba
la junta de la fe, dictó sentencia:
“debo condenar y condeno a Gaetano Ripoll,
maestro de Ruzafa, a morir en la soga,
a ser quemado en la hoguera de los pecadores,
y que su cuerpo sea pasto de la tierra
y alimento de las bestias. Lo firmo
y lo rubrico. Que así sea”.
El fuego y la ceniza fueron testigos.
Desmembrado, desollado, arrojado
26
a la ribera junto a la Puerta del Mar,
fue banquete de perros vagabundos y alimañas.
¿Qué justicia se le impuso
si la mano ignoraba que su suerte estaba echada?
Nadie supo o no quiso o no pudo
despertar las conciencias,
así todos, en algún momento,
verdugos e intolerantes fuimos.
27
EL CERCO FRATRICIDA (Sublevación federalista 1.869)
Por más que la razón republicana
nos haga cazadores furtivos,
animales de ira y rabia contenida,
y la daga cegadora
apuñale nuestros enjutos corazones
antes de que la belleza en la justicia se marchite.
Por más que el cerco se cierre
y caigan en las barricadas bombas incendiarias,
y la destrucción sea la norma prescrita
fiel a la causa liberal, absolutista o revolucionaria,
en esta lucha de ideas fraticidas
con la destrucción a los pies de los muros.
Y aunque la noche sangre sin descanso,
y una lágrima resbale por el surco en las mejillas,
y la robusta catedral se convierta
en reducto inexpugnable ante el acoso
del centralista ejercito invencible,
la memoria queda libre de toda sospecha
y guarda la imagen anónima del vencido,
si la historia se olvida de nombrarle.
28
GARRAS DE METAL (Bombardeos de Valencia 1.937-1.938)
Aves nocturnas bullen con sus panzas
rasgando las túnicas del alba;
con tenues caricias hieren las esquinas,
extinguen el corazón del afligido,
muerden con sus dientes el asfalto
y al aire confunden a bocanadas de humo.
Ojos derruidos, cansados, persiguen el inicio
del rastro incandescente, y buscan
el refugio improvisado a la estela destructiva.
Por las calles, la angustia y el miedo corren presurosos
fijando la distancia ajena, si el ángel vengativo
elije, implacable, muerte o vida.
El cielo mortecino arroja a la ciudad
llamas devoradoras, dando forma
a las cenizas de los muros calcinados.
Una mano inerte se asoma a la tierra
dejando huecos confundidos
junto al árbol vertical de la palabra.
Ahora, queda la paz incierta.
Densas siluetas cubren la estéril hojarasca,
fusionan la abstracta concreción de las ideas
mientras la voz tañe a arrebato
y arroja el cuerpo de sus hijos
con el pulso apagado, los huesos rotos.
29
EL DICTADOR NO DICTA (1.936-1975)
Algo sale de las palmas de sus manos,
y, con las bendiciones eclesiásticas,
erige un muro infranqueable, sutura
los labios del esclavo con finos hilos de seda,
y sin vacilar su pulso, por decreto,
no deja escapar la voz de los proscritos.
A los contestatarios les hace dormir
con hipnóticos sedantes,
como si de animales dóciles se tratara,
Y así harán bulto en la muchedumbre.
Y gritarán con desparpajo.
Y sonreirán forzados, firmes, brazo en alto,
en las ceremonias del alto magnate,
cuando lanza en la tribuna mensajes y proclamas.
Alguien paró las torpes manecillas del reloj.
El tiempo se detuvo vacilante
en el año de la última revolución.
Y sólo se oía en el escenario una única voz,
un único pensamiento,
el rítmico paso del ejército glorioso
con el recuerdo pasado en la Victoria.
Sobrevino el silencio, la pausa absoluta,
el monótono discurso,
el recuerdo final por el ausente siempre presente,
el creer con fe ciega a un Dios desconocido;
el avivar el miedo, las visiones del pasado
con el rencor, el exilio, la derrota
y la boca amordazada;
el ordenar y ordeno con la ley en mi mano.
30
Y se pintaron de azul todas las catedrales,
todas las iglesias, todos los crucifijos.
Y los nombres de la mitad de los caídos
fueron grabados en lápidas de mármol.
Y la mitad de los caídos se recordaron
en las cruces de las plazas, yacieron en la gran cruz
que se alzaba desafiante en la montaña.
Y el aire ya no era aire, calido viento,
torbellino violento, germen de vida,
sino efluvio perenne depositado
en los tejados raídos de las casas.
Y el fuego ya no alimentaba
el fogón de la cocina, sino la copa metálica
del soldado aun desconocido.
Y el agua, en turbio rastro,
se asomaba ennegrecida por la grieta de la acera.
Y la tierra, sin lenguaje y sin gestos,
dormía su sueño truncado,
lamida por el mar en la espesura.
31
LA NOCHE DE LOS GENERALES (23 de febrero de 1.981)
La tarde trajo redes de espuma,
máscaras de viento y guerra,
heridas abiertas de difícil costura,
estatuas cubiertas de cenizas,
lluvia de soledades, el silencio roto
por el rodar de las cadenas
y la triste amenaza del miedo.
Por las calles y avenidas, sólo pasan
carros gigantescos con reflejos metálicos.
Lentamente, giran sus torres circulares,
alargan sus brazos sobre el asfalto
y, con indiferencia, atrapan los ojos que les observan:
cien, mil, diez mil miradas temerosas,
escondidas tras los visillos y las persianas,
escudriñan las sombras de esta noche
que dejó, otra vez, abiertas las heridas
sobre la oscura ciudad. El tiempo espera,
agita los corazones con el vértigo desnudo.
Dos ojos invisibles se estremecen del osado desafío.
Los labios se queman con el último cigarrillo.
La sed seca la garganta con violencia.
Con el oído puesto en alerta, el silencio
es un hábil remolino que cruza el aire sin respuesta.
Antes, fue la proclama del general:
“aquí tenéis de nuevo el honor patrio
de los vencedores, la aguda espina
que eriza las antiguas voluntades,
la férrea disciplina del nuevo César
extendiendo las manos sobre sus súbditos.
Se impondrá el orden por la fuerza
32
con estricta disciplina, y nunca la palabra,
convertida en paloma mensajera,
anunciará la paz a los convictos”.
De entre todos, sólo una voz se alzó,
sólo uno mostró su pecho al descubierto,
sólo una mano vacía
detuvo las máquinas de la muerte,
sólo la palabra segura, con firmeza,
silenció la voluntad fraticida del sable alzado,
sólo uno dio alas a la libertad.
33
AIRES DE LIBERTAD (1.982)
La palabra corría libre de placer,
convulsa, excitada, poseída,
ensimismada, turbulenta, contrapuesta
ruidosa en las manifestaciones,
hermanadas libertad y autonomía
con una vertiginosa danza y contradanza.
En sus caderas, un alegre movimiento,
una balada nupcial para otro vuelo,
la promesa del latido
en corazones hambrientos.
Entre sus sílabas, el génesis reencarnado
con el frescor de la amapola,
los pétalos de rosas rojas abiertos
con las primeros gotas del rocío.
Puño en alto, frenético frenesí de los gritos.
Las cadenas se han roto. Las cárceles
abrieron sus puertas de par en par.
No hay un réquiem. No hay un responso
que recoja las lágrimas derramadas.
Los días del abismo han sido contados
y en sus últimos segundos cesará
su música de trompetas infernales.
La palabra corría con aires de libertad.
34
II. LA CIUDAD DEFINIDA
35
VALENCIA, VALENCIA
A ti, ciudad elegida, que traspasas
la órbita erosionada del sueño,
donde la luz es un hilo de fuego,
el aire aroma de sal,
la noche una luna partida,
el mar un espejo sereno a los pies de la espuma,
el agua un viajero que recorre el paisaje
hasta encontrar el último horizonte.
A ti, ciudad ardiente, receptiva,
que sus besos deposita en la plácida arena,
cuando el cálido viento
invade lentamente los sentidos
y los metales pesados se adormecen
con la púrpura del este.
A ti, ciudad ensimismada, enérgica,
crisálida perfecta en el centro de la tierra,
que transforma a sus hijos, amamantándolos
con la débil brisa de levante,
el aliento perfumado de una eterna primavera
y el eco de las voces trasnochadas,
A ti, ciudad dormida, despierta ajena
tus delicados nervios,
frena tus múltiples latidos,
viste tus mejores galas,
permíteme tocarte, limpiar tu hombro
para dejarte perfumada
como a un virgen doncella.
A ti, ciudad esclarecida, de sonrisa astuta,
36
enigma en lo terrestre,
sangre marítima en tus venas,
conformada la roca en tus entrañas,
arroja los demonios del pasado
que sólo a la historia pertenecen.
37
FOTOGRAFÍA AÉREA
A pesar de tu imagen perdida en el ocaso,
sobre este plano azul de nubes jubilosas,
quedas como fuente inagotable
de un sueño aún no poseído.
Aunque es remoto tu pasado,
se diría que los círculos concéntricos
han dibujado el tiempo con el rigor
de la savia oculta bajo la fértil tierra.
Eres un lienzo desnudo
anclando tus esquinas a finas ataduras.
Y desde aquí, en los alto, en aérea perspectiva,
muestras tu rostro de ciudad definida
con tu belleza nupcial y remota
dispuesta a sostener tus dominios.
38
LA SOLEDAD DEL CAUCE
Los puentes ven cruzar las vidas,
y la vida continúa
sobre el viejo cauce ahora vacío.
Soledad. Hondo es el silencio
en la verde arboleda.
Puntual es la cita de los amantes.
39
LIBERACION DE LA PIEDRA
La roca mordida hunde su cabeza bajo el látigo,
cicatriza sus heridas en la plaza
hasta unirse una a una,
espalda contra espalda, y conformar
un sólido muro en la muralla,
la altivez de las torres vigías,
las columnas que giran sobre su eje
en la sala de los mercaderes,
los patios de palacio de los caballeros,
los claustros ojivales de los conventos,
la armonía en su conjunto de la catedral,
la esbeltez que encierra el poder y la justicia.
La roca se modela en dragón alado,
cuerpos de apóstoles, ángeles músicos,
cabezas de mecenas,
vírgenes ascendiendo a los cielos,
santos mártires venerados.
La piedra desnuda ya viste la ciudad
con su significado.
40
A TUS BRAZOS
A tus brazos les basta
la caricia del mar.
¡Qué imposible abrazo
oscila con la luz más suave
modelando el relieve
del absorto paisaje!
No importa el trazado,
el lugar desconocido,
el tortuoso trayecto
en que a tientas reconoces
las entrañas de la ciudad.
Pero tú, bien lo sabes,
es un secreto a voces
que a tus brazos les basta
la caricia del mar.
41
CARA AL MAR
Al barrio El Marítimo.
El mar se asoma con sigilo
y peina sus cabellos con puntas de coral.
En la noche confusa,
el viento besa los cristales de la arena
y el agua dibuja senos en la orilla,
borrados nuevamente por la espuma.
La noche es hermosa, si en su espejo se define,
si en su oscura trayectoria alcanza
la línea divisoria como un bastión
de infinitos horizontes siempre inabarcables.
El mar se deja vencer y, ya cansado,
el día le arrebata su destreza,
mudando lentamente su máscara indefinida.
La memoria reconoce las redes extendidas
sobre onduladas dunas, los surcos rectilíneos
crecidos en la distancia hacia un mar inmenso.
Y hacía allí se dirigen barcos fantasmales,
velámenes de intensa blancura
rastreando los espacios escondidos.
Todo es azul, serena luz que rechaza
la sombra anclada en el rincón,
un pecho de cristal,
un mástil caído recorriendo su silueta
al compás de las pisadas,
una luna navegable bajo un cielo neutral
que responde al ancho vuelo de las gaviotas.
¿Quién conoce tu recinto tras la ciudad distante
si eres fugitiva mirada, mensajera clandestina
en la tibia luz de madrugada?.
Tu rostro es un entramado del tejido
que nada esconde, el sudor reseco por la brisa,
42
unos ojos perdidos en la arena,
la caricia de las olas bajo un sol dormido,
un preludio de silencios en la nada ausente.
Súbitamente, el crepúsculo se tiñe de rojo,
sobre los tejados, en un llanto de heridas abiertas,
la soledad cautiva centellea,
mientras la noche regresa previsora
y en vano se rebela del hechizo de los sueños.
43
MAR-OCÉANO
Mar-océano, Mediterráneo, tan cerca
o quizás tan lejos está tu desafío
que juegas con los rizos de la espuma,
que alejas con tu mirada vagabunda
la violencia escondida entre las olas.
Soy ciudad, tu faro, tu vigía.
Tú eres poblador absoluto de la tierra,
eslabón de la vida o de la muerte,
génesis que todo alcanza
a tu cuerpo de azul inexplorado.
44
NOCHES DE CIUDAD
¡Qué irrecuperable es la luz
tras el cálido aroma de la noche!
Cegada bajo su manto oscuro, abatida,
sobria y fantasmal, vierte sus horas contadas
en las vasta extensión que le comprime.
Algún fragmento dejará libre
con la fórmula sabida de sombras y opacidades
que cambian su rostro con premura.
La noche, como dama hosca y solitaria,
busca cobijo en un amante cualquiera
para así gozar del bullir de la estridencia
que surge del entramado de las calles.
Apenas una luz ceñida despunta el horizonte,
ávidas pupilas cierran su cerco
y la noche cae abatida en el señuelo
de azules trepadores y pájaros errantes.
45
EN SU BALCÓN AL MAR
A Vicente Blasco Ibáñez
¿Qué ven tus ojos? Un viento sonámbulo
inicia el sosiego de velas y resaca.
La playa es una sombra vestida de azul,
con su seno recostado entre sus márgenes
blandiendo su tributo contagioso y grácil
La gaviota finge ser dueña del aire,
su cuerpo se reclina, se abre de horizonte
a horizonte arqueando el ritmo de las alas.
Piensa, Blasco, cuando alguien te dice:
quien no ama no avanza, pero quien ama
será cubierto por espumas vigorosas
que atenazan el tiempo con un ciego remolino.
Escucha, Blasco, el cruce en la distancia
de una estrella fugaz en el espacio,
el aliento que se agrieta en un mar en calma,
los pasos de la noche en el trazo de los sueños,
el sonido vulnerable de la orilla poseída.
Con tu mirada sostienes la huella invisible
de la luna llena, sacrílega, de gótico perfil,
con un espejo nacarado, desnudo y blanco;
gira la seducción de tus pupilas
mientras abrazas en el marco de los ojos
la transparencia del mar abierto,
mar de materia vencida, ungido en el silencio
de la sombra impenetrable de la bruma.
46
CON LOS CINCO SENTIDOS
Me quedo aquí, embriagando mis sentidos
a la puerta del tiempo, forcejeando
el destino que me lleva por tu senda,
traspasando las órbitas del sueño
al mar sereno extendido ante tu orilla.
Mientras, una mano invisible te dibuja
con el ocre fundido en el relieve,
la noche erosiona la luna partida,
el agua lame tus costuras
y los metales forjan la púrpura del este.
Valencia, color de asombro, sí,
incrustándose en ávidas pupilas
como llaga dulce de infinitos arco iris:
sangre en el deseo de un rojo amanecer,
cielo saturado de azules transparentes,
tierra revestida del fruto del naranjo
y un manto uniforme de verde intenso,
atardeceres del sol caído con amarillos y violetas
pintando en la lejanía perfectos horizontes,
toda la luz descomponiéndose
en los planos imprevistos del paisaje.
Valencia, sonido del silencio, sí,
rumor que vibra con humano sentimiento,
sonoro eco eternamente renovado
cuando estalla la vida en tus costados,
tono grave para el solemne dueto
con la ráfaga de la brisa que acaricia
la cresta ondulada de las olas,
tono agudo para el estallido de la fiesta
apagando las voces fugitivas del viajero.
47
Valencia, aroma de perfumes, sí,
paraíso volátil que se incrusta
en el centro de la pituitaria, que se escancia
y reverbera en invisible materia.
Hacia el espacio compuesto por ínfimos corpúsculos
clavados sin pausa por el viento,
un vaho de pétalos, invasor, poderoso,
un aleteo de blancas cenizas
dispersas por el aire tornadizo
descomponiendo la flor de azahar.
Valencia, sabor de húmeda saliva, sí,
con el amargor cuajado de la esencia
que transforma las papilas gustativas,
con el ácido corrosivo dando forma
al remanso del verso en la palabra,
con el rizo salado de la espuma
de ese mar que con celo te acompaña,
con el dulzor del fruto de una tierra
que no oculta lo que al fin le pertenece.
Valencia, el tacto y la caricia, sí,
piel cósmica de ciudad mediterránea
que me penetra, me inunda, me desea,
me llama, me absorbe por sus poros;
piel transparente para vivirla dentro,
posesiva, para sumergirme entero
en el abismo cálido de sus calles;
piel de un cuerpo que me abraza,
que me sumerge en sus raíces subterráneas,
venas horizontales de línea espesa,
un corazón de savia fértil dándome la vida.
48
Ahora serás, la flor aprisionada
que esconde sus misterios para no revelarlos,
el deseo en la mirada a cada esquina
donde del cielo y de la tierra son
un talismán de alas poderosas
que vuelan al compas de la memoria.
Unos ojos te persiguen. El viento
se enreda en tu cintura. Es primavera.
El perfil de las torres pasa entre un hueco de sombras.
Valencia, principio y fin de los sentidos.
49
LA CORDÁ DE PATERNA
Acto primero: los elementos ignífugos
La pólvora es el cálido roce de la magia
que dejaron los dioses en su huida presurosa
hacia el extremo de las estrellas fugaces;
es mezcla de la tríada de elementos minerales
surgidos del fondo oscuro de la tierra
en capas sucesivas: carbón, azufre y salitre;
en su elemental composición está guardada
la fuente del fuego, el calor interior de la materia,
la estructura que inicia el estallido impetuoso
tras su encierro; su semilla, su olor poderoso,
es la expresión del incendio subterráneo,
una luz que vibra en la profundidad de la noche.
El fuego es el latido del calor con voz de amante,
la puerta del sol que alumbra el alma
limpiando la razón y la conciencia,
el abanico lineal que abraza y que contiene
el origen del estertor final de un halo primitivo,
la materia inerte que redime la esperanza
de ser sólo luz en un instante
si gira y gira en torno al remolino de la vida.
Luz, luz caída y nostálgica, luz que oye
a través de múltiples miradas.
Luz, luz de ojos escrutadores, turbadores,
que ordena el vacío en avalanchas de espirales.
En el aire, fuego y luz captan las formas
que perfilan el dibujo de las sombras nocturnas,
recrean los espacios con signos fugaz presencia.
Luz de plata lánguida, clamor de sorpresa,
50
donde el cuerpo se palpa, se percibe
y se sumerge con ebria transparencia.
El color tiene jirones blancos y amarillos;
algún rojo chispeante, como daga frágil
de materia cósmica, se adentra en la espesura
de un aire crispado; el verde y el morado,
si es que aparecen con leves vestiduras,
son el tembloroso tono rescatado
de un paraíso que sólo existe en la memoria
de un jardín iluminado por la luna.
Todos los colores tienen la misma suerte:
se desperdigan, se acostan, se retuercen,
se transparentan, desequilibran el silencio
se espesan en el espacio acotado de la noche
por fuerzas poderosas capaces de mover el mundo.
Acto segundo: La procesión del fuego
Los hijos del fuego se visten con corazas
como escudos protectores de sus cuerpos;
van en procesión, en hileras paralelas,
en una danza lenta, acompasada y misteriosa,
con ademán cegado por refulgentes meteoritos,
pavesas surcando el aire en una túnica abierta,
hilos luminosos, luciérnagas mensajeras
como fogatas desprendidas de sus recios brazos.
Por fin alcanzan su esperado sueño
de devorar las sombras con sus lenguas,
de cubrir, con su rastro de oro viejo,
el reino de la noche espesa
con diálogos sonoros de luz y fuego.
Mil rayos se transforman en dorados cabellos
que atraviesan los huecos en el aire,
51
o en lluvia de látigos brillantes
que dicen a su paso el nombre de la calle Mayor,
mientras a contraluz rozan con su estela
el entramado de las rejas en puertas y ventanas.
Bengalas de colores, aprisionadas en tenazas,
recorren la realidad del espejismo
a través de los límites del sendero luminoso.
El grito de la sombra despierta la lucidez del humo.
Acto tercero: El estallido final
El tiempo se deshace y recrea su cadencia
como una bestia desdentada
persiguiendo a su presa con la precisión del reloj
en el espacio iluminado por múltiples destellos.
El silencio llora su ausencia.
Las bambalinas transforman el encuentro
y tiemblan en el recinto ciego
entre aprendidas coreografías de explosiones
de la más blanca luz, cegadora luz,
látigos de luz confusa, luz rota en mil pedazos.
Hay sonidos de relámpagos, silbidos,
humo y fuego en avalanchas discontinuas,
fulgor prestado a un sombra indefinida
que vibran como un susurro ardiente.
Una espada encendida se revuelve borracha,
se estremece, se comprime y se dilata,
crepita en el espesor del escenario,
dejando su huella fugaz en el horizonte.
La noche se despierta al sentirse acosada
por cohets, cohetons y femelletes .
El color pálido de la luna se deshace.
La tierra tiembla con el diálogo del estruendo.
La voz de la luz y el color, vibra, penetra,
52
se deshace en una imagen imperfecta
recorriendo el espacio de extremo a extremo.
Una roja señal detiene el tiempo.
La batalla del fuego y del trueno ha concluido.
La fiesta continúa invadida
por la borrachera del humo.
53
INDICE
I. VALENCIA, VALENCIA
GENESIS
LA FUNDACIÓN
LA LUZ DEL LABERINTO
EL TIEMPO RESCATADO
LOS JINETES DEL NORTE
LA CIUDAD DE TIERRA
DESDE EL JARDÍN DE RUZAFA
LOS OJOS DEL GUERRERO
LA CONQUISTA
PRIMER EXILIO
LOS CUATRO JINETES
LA LUZ DE LA RAZÓN
EL SUEÑO CERCENADO
EL SEGUNDO EXILIO
EN LOS CAMPOS DE ALMANSA
LA RAZÓN DE LAS IDEAS
EL CERCO FRATIZIDA
GARRAS DE METAL
EL DICTADOR NO DICTA
LA NOCHE DE LOS GENERALES
AIRES DE LIBERTAD
II. CIUDAD DEFINIDA
VALENCIA, VALENCIA
FOTOGRAFÍA AÉREA
LA SOLEDAD DEL CAUCE
LA LIBERACIÓN DE LA PIEDRA
A TUS BRAZOS
CARA AL MAR
MAR-OCÈANO
NOCHES DE CIUDAD
EN SU BALCÓN AL MAR
CON LOS CINCO SENTIDOS
LA CORDÁ DE PATERNA