ciudad de tierra

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LIBRO CIUDAD DE TIERRA

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Page 1: CIUDAD DE TIERRA

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Page 2: CIUDAD DE TIERRA

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Ciudad de Tierra (2.000-2010)

CIUDAD DE TIERRA

Page 3: CIUDAD DE TIERRA

3

IUNIUS BRUTUS COS. IN HISPANIA, IS QUI SUB VIRIATHO

MILITAVERANT, AGROS ET OPPIDUM DEDIT, QUOD

VOCATUM EST VALENTIA.

Tito Livio. Décadas, 55

Page 4: CIUDAD DE TIERRA

4

I VALENCIA, VALENCIA.

Ciudad

ya tan lejana!

Lejana junto al mar: tardes de puerto

y desamparo errante de los muelles

Jaime Gil de Biedma

Page 5: CIUDAD DE TIERRA

5

GÉNESIS

Sobre la tensa fibra del viento de levante,

la ciudad amanece bajo la luz tardía.

Atrás quedó la luna enajenada

con su caduca coraza de esbelta desnudez.

Atrás quedó el tiempo confundido

entre la historia primigenia,

cuando el río, sin prisa, depositaba

en el montículo la fina arcilla

plena de caracolas y de espumas agitadas.

Ahora, lentamente, va surgiendo

la atalaya entre sus brazos,

con el rubor de dama solícita

que promete y deja tocarse

tras la efusiva sumisión del sedimento.

Mientras lanza el arco iris sus destellos,

y quiebra la curva incandescente sus colores

en tu blanco techo de cúpula engarzada,

eres aluvión, crisálida de torso curvado,

a la espera de romper tus envolturas,

o quizás contrapunto en la columna del estanque,

donde el follaje se extiende

más allá del bosque y la llanura.

Ahora, cuando estás dispuesta

a descubrir tu rostro con los velos

de esta tierra roja con el verde en su extensión,

que tu cabeza repose en mi regazo

y que el espliego no oculte tu piel de limo.

Page 6: CIUDAD DE TIERRA

6

LA FUNDACIÓN (138 a.C.)

Alguien fijó sus ojos en el pliegue dorado,

en el piélago vergel tan quebradizo

que, recompuesto,

marcó tu origen y principio

Alguien sojuzgó el mar tranquilo,

el agua retenida en los marjales,

la tierra impetuosa

sobre un manto de grava inacabado;

y así fue como el fiel amante

que entrega su recinto

a la esquiva sumisión de la caricia.

Alguien trenzó aquí la vasta enredadera

arrancando las raíces trepadoras,

amasando el material disperso

refugiado entre colinas emergentes;

puso piedra sobre piedra,

cal y arena en las costuras,

y, como acróbata furtivo, su morada dispuso

bajo el celaje armado de los cielos.

Alguien dijo: no hay templo ni estatua

que conforme sobre el pedestal

el exilio madurado en la distancia;

transformemos nuestra espada en arado,

tejamos nuestra suave túnica

en paño áspero y servil,

y la fuerza que antaño poseímos

para llamar a muerte por su nombre,

que ahora sea vida y prisionera nuestra.

Page 7: CIUDAD DE TIERRA

7

LA LUZ DEL LABERINTO (75 a.C.)

Como flor aprisionada, cuando apenas

asoma sus pétalos de par en par,

inútilmente proclamas las voz de la inocencia.

Para unos, seguiste el camino equivocado;

para otros, el abrazar la causa justa

merece el sacrificio de sus hijos.

La lucha llegó imperturbable

con el tesón del águila sedienta.

En tus puertas, blandió el acero

en el aire tan cercano,

cruzó la flecha las filas bien dispuestas.

y las apretadas cabalgaduras,

con sus lanzas puntiagudas,

la calzada atoraron hasta librar

en tu interior recinto la batalla decisiva.

Llegó la muerte, la destrucción.

Con la atadura del esclavo

el fuego consumió lo que quedaba de vida.

Después, el vacío para ocupar el enrejado

en el anclaje sinuoso de los muros,

la ceniza, la tierra batida,

el armazón cubierto por la bruma,

donde el silencio reconstruye su gemido.

Todo tiene su recuerdo

en un tiempo ya pasado

al curar las heridas en los días de espera,

recomponer los fragmentos en el ámbito asolado,

hasta que surja la estela

que encienda en la noche la luz del laberinto.

Page 8: CIUDAD DE TIERRA

8

EL TIEMPO RESCATADO (100 d.C.)

El silencio ha quedado consumido.

La tormenta quedó herida en el recuerdo.

El árbol milenario de la historia

amalgama todos los acontecimientos,

escucha con su fino oído

la ambición del tiempo rescatado,

libre de la ebria ensoñación de los mortales.

Hoy, el día dejó de ser un rumor de amenaza

que espera con sorpresa el desenlace.

Atrás quedaron las horas fundidas por el fango,

las murallas cerradas al encuentro,

el incrédulo abrazo del mar con la tierra,

el sueño indiferente de las miradas

con sus pupilas arrojando lejos, muy lejos,

las fría textura de la muerte.

Ya regresa el placer por la vida y el lujo.

Los caballos galopan por el circo

en una loca carrera en pos de la victoria.

El agua corre mansamente buscando

los verdes reflejos de la alameda.

Page 9: CIUDAD DE TIERRA

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LOS JINETES DEL NORTE (500 d.C)

Llegaron los jinetes en sucesivas oleadas

batiendo la arena con sus pezuñas de cuero,

con aceros esmaltados por el fuego,

corazas insondables de gruesos calibres,

espuelas de bronce de borde afilados,

enfebrecidos los ojos saliendo de sus órbitas,

tersos los tendones bajo sus carnes enjutas,

con la piel erizada sobre el cuerpo del guerrero.

Por asoladas calzadas, mientras los carros chirrían

y las ruinas en silencio recorren,

la luna balancea la sombra de la espada

con lentos vaivenes de bucles engarzados.

“Somos las casta invencible,

-lanzaron su proclama-, y el gran norte,

con sus fríos y sus hielos, no nos vencerá.

No partimos de la sombra y su penumbra.

Quien desvela nuestro lejano origen

también rememora la pureza de nuestra estirpe”.

¿Dónde están las cenizas de la verde estepa?

¿Dónde la leyenda del hijo pródigo,

aquella voz que gemía indulgente el regreso

sin pedir nada a cambio?

¿Cómo cerrar la brecha, el surco incisivo

con la rabia contenida de tan largo exilio?

¿Cómo aplacar la voluntad homicida

de aquel que nos persigue sin descanso?

¿Cómo detener la fuerza de la ola

al llegar a la orilla ,aunque esté equivocada?

Page 10: CIUDAD DE TIERRA

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LA CIUDAD DE TIERRA (713 d.C.)

No veo las fronteras del desierto sombrío

donde se funden la luz y el relámpago

y la roca se quiebra con la lluvia penada.

Llego extraño a esta tierra,

donde muda la piel su tono

y la tarde trae brisas de cálida envoltura.

Proclamaré la paz en los rezos del Profeta,

con manos huérfanas ajenas de victorias,

con ojos extendidos sobre el don preciado,

con voces que no elevan cánticos guerreros,

con gritos que no desatan la ira,

con la sed calmada en tan largo viaje,

con el suelo regado por anónimos sudores,

con el olor profundo de la arcilla mojada,

con el sordo rumor del agua

en la corriente esquiva y su ley severa y necesaria,

con la música del aire sobre un ritmo de espigas

acogiendo toda la belleza que me ofrece,

con el viento arrojando sus palabras seguras

sobre las cuatro esquinas de la tierra.

Este escenario, mosaico de escenas,

decorado de ofrendas en la luz de los espejos,

su corazón me abre sin reparos.

Medina Al Turab, la ciudad de tierra,

será su nombre. Que escrito quede

en los versos del poeta.

Page 11: CIUDAD DE TIERRA

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DESDE EL JARDÍN DE RUZAFA

A Muhammad Ibn Gàlib al-Ruzafi

Poeta valenciano del siglo XII

Oh ciudad, que pareces lejana,

fronda de alas en los bordes del labio.

Te contemplo con mi soledad a cuestas,

mientras el aroma del naranjo

penetra lentamente por tus poros

y expande en tu interior

fragancias de paraísos terrenales.

¡Quién pudiera doblar tu talle

bajo el peso de los jazmines,

romper el entramado de tu vientre

con la espina aguda del rosal,

cuando la luz se declina con decoro

y guarda bajo llave las sombras

que surgieron en la deriva!

¡Cómo seguir tu grave rastro,

si el agua lame tus costuras,

y la noche cae ceñida a tu diseño!

Aquí, desde el jardín de Ruzafa,

ciudad que roza las estrellas,

firme te acaricio con mis versos,

como el amante temeroso por perderte.

Page 12: CIUDAD DE TIERRA

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LOS OJOS DEL GUERRERO

Ojos vellidos catan a todas partes

miran Valençia cómmo yaze la çibdad

Poema del Mío Cid

Por una vez el guerrero arrebata

el sueño firme que el silencio mece.

Su voz oscura fluye del alminar

entre las márgenes abiertas

del huerto y la alameda.

Un tropel de miradas le rinden pleitesía,

pero no es amo ni señor,

sólo es vasallo del león herido

que guarda en sus dominios

el estandarte del poder y de la guerra.

Desde la almena, sajada sus costuras

por el viento salobre,

su coraza fue abatida

por una niebla de pisadas

tras el ronco sonido de los timbales.

Page 13: CIUDAD DE TIERRA

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LA CONQUISTA (1238)

Las águilas extendieron sus garras

con las ballestas al aire.

Así fue cómo los últimos jazmines

crecieron presas del halcón

bajo las sombras del musgo.

En sus pechos, los guerreros,

con sus barras rojas, mostraron su estandarte,

cercaron las murallas creciendo

la cicatriz en su cintura, esperando

con su guadaña astuta la fecunda recolecta.

Al fin cruzaron el dintel de las torres,

y con su entrada en el refugio

los caballeros exaltados,

tras el brillo de sus ojos mezquinos,

buscaron el botín de la conquista.

Mientras mirra e incienso llenan la mezquita,

y la almuzara se colma en el Tedeum,

la púrpura de los crespones avanza

entre vítores, recorre las calles

silenciando las voces con salmos y plegarias.

Gritan: “este tiempo, este lugar,

no os pertenece. Dejad vuestras casas.

Marchad hacia el destierro.

La tierra ha sangrado. La caricia es

arañazo furtivo en la turbia oquedad

del arrabal. Que vuestra huella sea

el eco primitivo en la embriagadora

y diáfana sonrisa que alarga sin perdón

nuestra mano victoriosa”.

Page 14: CIUDAD DE TIERRA

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Las espuelas del jinete rasgaron el ocaso

en fugaz atrevimiento. Los caballos,

arrogantes con su hermosa figura,

olfatean con la frente erguida lo visible

y lo invisible, como ángeles sombríos

a los pies del mausoleo.

El pueblo vencido camina cabizbajo,

piensa: “hubiera sido hermoso

compartir el gozo del saber y el lujo

de la seda, no caer en el olvido

de la hoja marchita, si es otra mano

quien la guarda. Despertaré, sí,

pero sin abrir los ojos, resignado

a borrar la imagen del jardín frondoso.

Y la palabra, ¿quién dejará sometida

nuestra palabra a la extraña verdad?.

Page 15: CIUDAD DE TIERRA

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PRIMER EXILIO (1.250)

El niño le pregunta con sus ojos abiertos

cómo se llega a un pozo sin fin.

¡Qué importa, si en otro tiempo

fueron hombres libres mejores o peores

que aquellos que con la cruz y la espada

la tierra arrebataron!¡ Qué importa,

si es el dolor por la partida

el que impone la mueca de la cara!

Aún recuerda las mañanas lluviosas,

las alegres tardes de verano

al amparo del sol girando las esquinas,

las noches cubiertas por estrellas fugaces

en la plenitud del horizonte

junto a la casa vacía y las ruinas de la calle.

Si alguien nombraba el sudor del labio

de cuando era ágil y hermoso,

el beso de los jóvenes amantes

era robado al azar con la despedida.

Y el viejo muro enlutado,

crecido en extramuros, dejaba pasar las estaciones

por los resquicios del tiempo.

Ya nada será igual. Esta tierra es única.

En ella, el pie delibera el dibujo

de la próxima pisada, y el tacto,

en su fina textura, se oculta en la fina memoria

junto a la desolación del cementerio

y los coléricos cantos de tertulias olvidadas.

Más allá del recorrido el plano busca

cerrar la trayectoria, tensar la red,

escribir la trama de la profecía del sueño

Page 16: CIUDAD DE TIERRA

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bajo un manto de espigas recién cortadas.

Con la voz del arrebato alguien gritará:

“aquí florecerán las espinas enlutadas,

los días amargos del estruendo resonarán

entre paredes de cal y piedra,

aunque el tiempo borre las siluetas

de finas humaredas y las largas noches de asedio

den paso a la mañana limpia y temerosa.

En el jardín, en el césped cuidado,

reposarán los restos del soldado.

¡Qué patria!¡Qué loor de multitudes

no ensalzará sus venas rasgadas!

Siempre fue así, dijeron. La muerte

renovará la sangre en nueva vida.

¿Pero porqué así?¿No basta en creer

en el error una vez tan sólo?”

Demora la partida los brazos de la muerte.

Las lágrimas, vertidas en las urnas del deseo,

son selladas con fuertes cerraduras.

Los nuevos amos se reparten en cuadrícula

el aspirar suntuoso del hontanar en la ribera,

la cornisa curvada o rectilínea

del busto decorado con vetustas hojarascas.

Después, a la iglesia, el diezmo y la primicia;

al Rey, la lezda, el morabatí, las peitas.

La nueva ley, prendida de esquirlas cortantes

en la brisa del tiempo, unge al gobernante

sin vender su franquicia al todopoderoso Señor.

Page 17: CIUDAD DE TIERRA

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LOS CUATRO JINETES (1.350)

Los cuatro jinetes se acercaron sigilosos.

Nadie los vio.

Hambre, guerra, muerte y peste.

Año de hambre

La seca tierra consumió a sus hijos

y los devoró como Saturno al suyo.

El aire quemó las raíces trepadoras

y el cielo gris recortó el mar

en su horizonte oscuro. Ya no germinan

los trigales en la sementera.

El hambre se vistió con la fina piel

que cubría al niño y a la joven doncella,

y acalló el sonido de la risa, brotando

las ásperas caricias de la tristeza.

Año de guerra.

Por dos veces el círculo destructivo

aproximó sus lindes a tu cintura.

Por dos veces se interpuso

el vértigo de las lanzas ensangrentadas,

el choque de las espadas en el aire,

el relincho de los caballos,

los gritos confusos de la batalla

con la mirada silente del soldado.

La destrucción, la ambición y el poder

son el signo de la guerra.

Año de muerte.

Las visiones de blancos esqueletos articulados

arrancan los ojos de los vivos.

El cuerpo huye sin sentir la noche entera.

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Ya no hay salvación en la corriente oscura.

Las guadañas, sesgan con su brillo cortante

la ociosa luz y el incisivo relámpago,

apagan el sonido estridente del trueno,

silencian a los hombres para darles eternidad,

un mundo abierto que enloquece

con su sola presencia y el inútil retorno.

Año de peste.

En el rincón de la casa, como dueños invisibles,

velaron las pupilas su abrupta llegada.

Ahora ya no hay cobijo ni lugar

donde se oculte el miedo y el vacío.

Hoy, trescientos cuerpos sin vida parten

hacia el arrabal en matanza silenciosa.

De las llagas, la sangre inundó las calles

germinando los finos riachuelos.

La peste se presenta de un modo casi humano

con sollozos, gritos de venganza, vómito negro.

Llegó la hora del oprobio,

de golpear fuertemente el pecho,

de escuchar el triste clamor de las columnas,

de construir el muro que separe

las aguas turbulentas.

Los cuatro jinetes partieron con la mañana.

Nadie los vio.

Hambre, guerra, muerte y peste.

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LA LUZ DE LA RAZÓN (1.475)

El incienso ocupa su espacio, no desaparece,

pero su estela de humo ya no enturbia la razón.

Es el hombre quien alerta el horizonte de las ideas,

y anuncia sin demoras el sueño rescatado

del oscuro pozo sin amenazas

de aromas salinos y de oscuros presagios.

El camino queda libre del peso de la duda.

La garganta modula la brisa de los versos.

…Y al fin regresó la luz cansada

de tanto amontonar la penumbra de la noche.

De nuevo brotan los tallos emergentes,

aquellos que en la oscuridad de los siglos

ocultaban la vida placentera de los antiguos

en las raíces subterráneas del pensamiento,

compartiendo la tierra en posesión desigual.

Una sonrisa dibuja la paz serena en el borde del río.

Manos ávidas modelan las columnas

como lanzas de piedra hollando el infinito.

En abrazos incompletos el alabastro

es figura de apóstol, dragón alado, ángel o demonio

velando sus armas en fantasmal alegoría.

No habrá más silencios. La voz y la palabra

quedan escritas y filtran en el hastío

el concepto caduco del Dios omnipresente.

El hombre, ya no es bestia sumisa desde el púlpito,

rige su propio destino con la atenta mirada

que escruta los secretos, busca lo imposible,

rastrea los sistemas sobrehumanos del universo,

predice las orbitas elípticas que le llevan

hasta el último rincón de los planetas.

La luz de la razón es dueña del sólido escenario.

Page 20: CIUDAD DE TIERRA

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EL SUEÑO CERCENADO

(Guerra de germanías en 1.520)

Hubieran contenido el sueño adolescente,

la pasión irresistible de alzarse

contra el tiránico Señor. Pero querían

tiempos de paz, justicia y germanía,

igual que aquellos sombríos caballeros

que izaban en Castilla su estandarte

con crespones morados. Fueron

fieles vasallos de la ciega hermosura

de la tierra femenina que les vio nacer,

hijos crecidos bajo el ritmo del sueño

con la oscura materia de la vida cercenada.

Sus ideales no huyeron con los sentidos,

permanecen en la piel atenta

y en el dulce sabor de otras lágrimas.

La oscuridad es terrible, incierta,

si deja caer en el abismo el olvido de sus nombres.

Quedó el día esclavo contra la muerte.

Los sucesos se suceden, levantan su letargo

del asedio de pupilas insensibles.

No alcéis las picas con la sangre derrotada.

No miréis dónde pisó el caballo.

Que resuenen los mensajes, el grito desesperado

hacia la lenta comitiva, mientras el pueblo

observa enfurecido

el balanceo de los cuerpos sobre el cadalso

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EL SEGUNDO EXILIO (expulsión de los moriscos. 1.609)

Aquí estoy: desnudo, embrutecido, convulso,

estremecido, sin bélicos atavíos,

con el fuego arrebatado por extraños en mi origen.

Mi cuerpo astillado recorre las sendas

que hacia el mar, paso a paso, me conducen.

Las uñas del verdugo, con soberbia,

quiebran mi piel con profundos arañazos.

Labios agresores escupen en mi cara,

me insultan con palabras soeces.

Látigos finísimos azotan mi espalda

con la indiferencia de que, sin dolor,

no hay renuncia del pasado. Pero sé

de la codicia de los usurpadores,

de aquellos que alimentan la venganza.

Para ellos mi corazón late con más brío.

¿Qué soy yo? ¿Quiénes son ellos?

¿Porqué su odio golpea con fuerza

como un martillo sobre mi cabeza.?

¿Qué ebrio jinete no cesa de acosar con su galope

las filas indefensas de esta multitud

que, sumisa, indecisa e impotente,

nada tiene en su defensa

sino la fuerza desnuda de sus brazos?

¿Porqué la tempestad llora si nadie la escucha,

y la estrella fugaz cae veloz sin dejar rastro?

Ellos no lo saben. Guardo

la llave de la puerta de mi casa.

En mis alforjas tengo un puñado de arcilla.

En mi memoria los recuerdos se agolpan

como puntos de mi concreto universo.

Page 22: CIUDAD DE TIERRA

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Y, a través del ojo veraz que todo lo domina,

avizoro el horizonte para no olvidar:

las blancas paredes de mi aldea,

el color pardo de los campos con rojizas tonalidades,

el limpio azul de ese cielo que me cubre,

los manantiales besando la piel peñascos,

los pétalos caídos con rastro de rocío,

la hojarasca fundida con la tierra

del huerto que me dio sus frutos,

la luz cruzando el aire denso

como hilos dorados en espesas telarañas,

y con mi mirada lúcida dirijo mi mano

dibujando la pincelada fugaz

en el espacio incierto que aun me pertenece.

Sabed que el poder ilusorio de la razón,

en soledad, silencio y vanidad,

hay que poseerlo con sabiduría.

Cuando el hombre comprenda que su conocimiento

mana de otras fuentes no tan lejanas,

y que el Dios verdadero que con afán venera

es el mismo para todos aunque tenga nombre diferente,

encontrará su lugar predilecto en la historia,

libre de persecuciones, de ataduras,

con la mente abierta a los grandes desafíos.

Page 23: CIUDAD DE TIERRA

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EN LOS CAMPOS DE ALMANSA (Batalla de Almansa 1.707)

En la última hora ningún grito llenó la tarde.

El paisaje se disuelve con la noche

y comprende la derrota.

El tiempo muestra su estado vulnerable.

El reflejo de los sueños de libertad,

sobre la húmeda sombra del pinar,

perdió lucidez al abrirse la mañana.

Entre la ambición del poder de los dos cetros

y la mermada gloria del pueblo,

está la mirada fría del jinete con su coraza

blanca o roja tendida sobre el campo;

el infante, con su cuerpo inerte,

reclinando su cabeza sobre árido bancal,

mostrando su casaca al cegador brillo del acero.

De nuevo aparece la locura de la guerra,

el siempre fraticida encuentro,

la vanidad renovada día a día

arrojando la sangre líquida en el abismo.

No hay imagen que muestre la lluvia de cenizas

Nadie tendrá la certeza de la historia repetida,

la lágrima del ojo bajo el párpado

que mira con recelo la imposible huida.

En la batalla, de pronto, el fuego, la metralla,

esa piel que se abre y se desgaja,

ese cuerpo que avanza, cae y se desliza,

esa mano que busca una espiga que le oculte,

el ácido sabor del aire que todo envuelve,

esa larga cadena de rostros sin perfiles

arrastrando en la llanura la voz atormentada,

ese rumor de la mies alerta

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mecida como torrente de blando contenido,

ese repetir juramentos y sentencias,

mientras la muerte se acerca sin conocer

su identidad y la espesa alfombra llena

con el rojo angélico como los cuadros de Leonardo.

El epitafio del soldado dice así:

“¿Dónde está ahora la libertad

para aceptar el destino sin el justo juicio?.

¿Cómo leer el libro de la memoria

sin conocer lo que somos

y quizás tampoco lo que seremos?

Tened presente que aquí permaneceremos

hasta el fin último de los tiempos,

aunque la muerte nos perdone

y una semilla brote lejos de nuestra casa”.

Page 25: CIUDAD DE TIERRA

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LA RAZÓN DE LAS IDEAS

(A Gaetano Ripoll, maestro de Ruzafa, última víctima de la inquisición en 1.826)

No encontró refugio en la noche sin luna.

No derramó sus lágrimas en las aguas del río.

Con el magisterio de la voz,

quiso despertar los sueños de la infancia

y romper las máscaras de la ignorancia,

arrojándolas contra el muro estéril

del espacio de las ideas aún amordazado.

Nunca pensó que la verdad de la palabra

fuera amenaza para un tiempo ambiguo

que interpone su discurso en apariencias permisibles.

Quiso descifrar el misterio que se asocia

a las cosas sutiles, a la doctrina intangible

que carece de significado para los embaucadores,

pero que es pieza clave en el engranaje de la vida.

¿Dios existe? ¿ Cuándo mostrará su rostro?

¿Dónde hemos de buscar la libertad de espíritu?

¿Somos libres?¿Quién controla el telón de la comedia

que explica la razón de nuestra existencia?

Nadie acudió en su defensa.

El fiel inquisidor, por el poder que le otorgaba

la junta de la fe, dictó sentencia:

“debo condenar y condeno a Gaetano Ripoll,

maestro de Ruzafa, a morir en la soga,

a ser quemado en la hoguera de los pecadores,

y que su cuerpo sea pasto de la tierra

y alimento de las bestias. Lo firmo

y lo rubrico. Que así sea”.

El fuego y la ceniza fueron testigos.

Desmembrado, desollado, arrojado

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a la ribera junto a la Puerta del Mar,

fue banquete de perros vagabundos y alimañas.

¿Qué justicia se le impuso

si la mano ignoraba que su suerte estaba echada?

Nadie supo o no quiso o no pudo

despertar las conciencias,

así todos, en algún momento,

verdugos e intolerantes fuimos.

Page 27: CIUDAD DE TIERRA

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EL CERCO FRATRICIDA (Sublevación federalista 1.869)

Por más que la razón republicana

nos haga cazadores furtivos,

animales de ira y rabia contenida,

y la daga cegadora

apuñale nuestros enjutos corazones

antes de que la belleza en la justicia se marchite.

Por más que el cerco se cierre

y caigan en las barricadas bombas incendiarias,

y la destrucción sea la norma prescrita

fiel a la causa liberal, absolutista o revolucionaria,

en esta lucha de ideas fraticidas

con la destrucción a los pies de los muros.

Y aunque la noche sangre sin descanso,

y una lágrima resbale por el surco en las mejillas,

y la robusta catedral se convierta

en reducto inexpugnable ante el acoso

del centralista ejercito invencible,

la memoria queda libre de toda sospecha

y guarda la imagen anónima del vencido,

si la historia se olvida de nombrarle.

Page 28: CIUDAD DE TIERRA

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GARRAS DE METAL (Bombardeos de Valencia 1.937-1.938)

Aves nocturnas bullen con sus panzas

rasgando las túnicas del alba;

con tenues caricias hieren las esquinas,

extinguen el corazón del afligido,

muerden con sus dientes el asfalto

y al aire confunden a bocanadas de humo.

Ojos derruidos, cansados, persiguen el inicio

del rastro incandescente, y buscan

el refugio improvisado a la estela destructiva.

Por las calles, la angustia y el miedo corren presurosos

fijando la distancia ajena, si el ángel vengativo

elije, implacable, muerte o vida.

El cielo mortecino arroja a la ciudad

llamas devoradoras, dando forma

a las cenizas de los muros calcinados.

Una mano inerte se asoma a la tierra

dejando huecos confundidos

junto al árbol vertical de la palabra.

Ahora, queda la paz incierta.

Densas siluetas cubren la estéril hojarasca,

fusionan la abstracta concreción de las ideas

mientras la voz tañe a arrebato

y arroja el cuerpo de sus hijos

con el pulso apagado, los huesos rotos.

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EL DICTADOR NO DICTA (1.936-1975)

Algo sale de las palmas de sus manos,

y, con las bendiciones eclesiásticas,

erige un muro infranqueable, sutura

los labios del esclavo con finos hilos de seda,

y sin vacilar su pulso, por decreto,

no deja escapar la voz de los proscritos.

A los contestatarios les hace dormir

con hipnóticos sedantes,

como si de animales dóciles se tratara,

Y así harán bulto en la muchedumbre.

Y gritarán con desparpajo.

Y sonreirán forzados, firmes, brazo en alto,

en las ceremonias del alto magnate,

cuando lanza en la tribuna mensajes y proclamas.

Alguien paró las torpes manecillas del reloj.

El tiempo se detuvo vacilante

en el año de la última revolución.

Y sólo se oía en el escenario una única voz,

un único pensamiento,

el rítmico paso del ejército glorioso

con el recuerdo pasado en la Victoria.

Sobrevino el silencio, la pausa absoluta,

el monótono discurso,

el recuerdo final por el ausente siempre presente,

el creer con fe ciega a un Dios desconocido;

el avivar el miedo, las visiones del pasado

con el rencor, el exilio, la derrota

y la boca amordazada;

el ordenar y ordeno con la ley en mi mano.

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30

Y se pintaron de azul todas las catedrales,

todas las iglesias, todos los crucifijos.

Y los nombres de la mitad de los caídos

fueron grabados en lápidas de mármol.

Y la mitad de los caídos se recordaron

en las cruces de las plazas, yacieron en la gran cruz

que se alzaba desafiante en la montaña.

Y el aire ya no era aire, calido viento,

torbellino violento, germen de vida,

sino efluvio perenne depositado

en los tejados raídos de las casas.

Y el fuego ya no alimentaba

el fogón de la cocina, sino la copa metálica

del soldado aun desconocido.

Y el agua, en turbio rastro,

se asomaba ennegrecida por la grieta de la acera.

Y la tierra, sin lenguaje y sin gestos,

dormía su sueño truncado,

lamida por el mar en la espesura.

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LA NOCHE DE LOS GENERALES (23 de febrero de 1.981)

La tarde trajo redes de espuma,

máscaras de viento y guerra,

heridas abiertas de difícil costura,

estatuas cubiertas de cenizas,

lluvia de soledades, el silencio roto

por el rodar de las cadenas

y la triste amenaza del miedo.

Por las calles y avenidas, sólo pasan

carros gigantescos con reflejos metálicos.

Lentamente, giran sus torres circulares,

alargan sus brazos sobre el asfalto

y, con indiferencia, atrapan los ojos que les observan:

cien, mil, diez mil miradas temerosas,

escondidas tras los visillos y las persianas,

escudriñan las sombras de esta noche

que dejó, otra vez, abiertas las heridas

sobre la oscura ciudad. El tiempo espera,

agita los corazones con el vértigo desnudo.

Dos ojos invisibles se estremecen del osado desafío.

Los labios se queman con el último cigarrillo.

La sed seca la garganta con violencia.

Con el oído puesto en alerta, el silencio

es un hábil remolino que cruza el aire sin respuesta.

Antes, fue la proclama del general:

“aquí tenéis de nuevo el honor patrio

de los vencedores, la aguda espina

que eriza las antiguas voluntades,

la férrea disciplina del nuevo César

extendiendo las manos sobre sus súbditos.

Se impondrá el orden por la fuerza

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con estricta disciplina, y nunca la palabra,

convertida en paloma mensajera,

anunciará la paz a los convictos”.

De entre todos, sólo una voz se alzó,

sólo uno mostró su pecho al descubierto,

sólo una mano vacía

detuvo las máquinas de la muerte,

sólo la palabra segura, con firmeza,

silenció la voluntad fraticida del sable alzado,

sólo uno dio alas a la libertad.

Page 33: CIUDAD DE TIERRA

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AIRES DE LIBERTAD (1.982)

La palabra corría libre de placer,

convulsa, excitada, poseída,

ensimismada, turbulenta, contrapuesta

ruidosa en las manifestaciones,

hermanadas libertad y autonomía

con una vertiginosa danza y contradanza.

En sus caderas, un alegre movimiento,

una balada nupcial para otro vuelo,

la promesa del latido

en corazones hambrientos.

Entre sus sílabas, el génesis reencarnado

con el frescor de la amapola,

los pétalos de rosas rojas abiertos

con las primeros gotas del rocío.

Puño en alto, frenético frenesí de los gritos.

Las cadenas se han roto. Las cárceles

abrieron sus puertas de par en par.

No hay un réquiem. No hay un responso

que recoja las lágrimas derramadas.

Los días del abismo han sido contados

y en sus últimos segundos cesará

su música de trompetas infernales.

La palabra corría con aires de libertad.

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II. LA CIUDAD DEFINIDA

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VALENCIA, VALENCIA

A ti, ciudad elegida, que traspasas

la órbita erosionada del sueño,

donde la luz es un hilo de fuego,

el aire aroma de sal,

la noche una luna partida,

el mar un espejo sereno a los pies de la espuma,

el agua un viajero que recorre el paisaje

hasta encontrar el último horizonte.

A ti, ciudad ardiente, receptiva,

que sus besos deposita en la plácida arena,

cuando el cálido viento

invade lentamente los sentidos

y los metales pesados se adormecen

con la púrpura del este.

A ti, ciudad ensimismada, enérgica,

crisálida perfecta en el centro de la tierra,

que transforma a sus hijos, amamantándolos

con la débil brisa de levante,

el aliento perfumado de una eterna primavera

y el eco de las voces trasnochadas,

A ti, ciudad dormida, despierta ajena

tus delicados nervios,

frena tus múltiples latidos,

viste tus mejores galas,

permíteme tocarte, limpiar tu hombro

para dejarte perfumada

como a un virgen doncella.

A ti, ciudad esclarecida, de sonrisa astuta,

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enigma en lo terrestre,

sangre marítima en tus venas,

conformada la roca en tus entrañas,

arroja los demonios del pasado

que sólo a la historia pertenecen.

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FOTOGRAFÍA AÉREA

A pesar de tu imagen perdida en el ocaso,

sobre este plano azul de nubes jubilosas,

quedas como fuente inagotable

de un sueño aún no poseído.

Aunque es remoto tu pasado,

se diría que los círculos concéntricos

han dibujado el tiempo con el rigor

de la savia oculta bajo la fértil tierra.

Eres un lienzo desnudo

anclando tus esquinas a finas ataduras.

Y desde aquí, en los alto, en aérea perspectiva,

muestras tu rostro de ciudad definida

con tu belleza nupcial y remota

dispuesta a sostener tus dominios.

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LA SOLEDAD DEL CAUCE

Los puentes ven cruzar las vidas,

y la vida continúa

sobre el viejo cauce ahora vacío.

Soledad. Hondo es el silencio

en la verde arboleda.

Puntual es la cita de los amantes.

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LIBERACION DE LA PIEDRA

La roca mordida hunde su cabeza bajo el látigo,

cicatriza sus heridas en la plaza

hasta unirse una a una,

espalda contra espalda, y conformar

un sólido muro en la muralla,

la altivez de las torres vigías,

las columnas que giran sobre su eje

en la sala de los mercaderes,

los patios de palacio de los caballeros,

los claustros ojivales de los conventos,

la armonía en su conjunto de la catedral,

la esbeltez que encierra el poder y la justicia.

La roca se modela en dragón alado,

cuerpos de apóstoles, ángeles músicos,

cabezas de mecenas,

vírgenes ascendiendo a los cielos,

santos mártires venerados.

La piedra desnuda ya viste la ciudad

con su significado.

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A TUS BRAZOS

A tus brazos les basta

la caricia del mar.

¡Qué imposible abrazo

oscila con la luz más suave

modelando el relieve

del absorto paisaje!

No importa el trazado,

el lugar desconocido,

el tortuoso trayecto

en que a tientas reconoces

las entrañas de la ciudad.

Pero tú, bien lo sabes,

es un secreto a voces

que a tus brazos les basta

la caricia del mar.

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CARA AL MAR

Al barrio El Marítimo.

El mar se asoma con sigilo

y peina sus cabellos con puntas de coral.

En la noche confusa,

el viento besa los cristales de la arena

y el agua dibuja senos en la orilla,

borrados nuevamente por la espuma.

La noche es hermosa, si en su espejo se define,

si en su oscura trayectoria alcanza

la línea divisoria como un bastión

de infinitos horizontes siempre inabarcables.

El mar se deja vencer y, ya cansado,

el día le arrebata su destreza,

mudando lentamente su máscara indefinida.

La memoria reconoce las redes extendidas

sobre onduladas dunas, los surcos rectilíneos

crecidos en la distancia hacia un mar inmenso.

Y hacía allí se dirigen barcos fantasmales,

velámenes de intensa blancura

rastreando los espacios escondidos.

Todo es azul, serena luz que rechaza

la sombra anclada en el rincón,

un pecho de cristal,

un mástil caído recorriendo su silueta

al compás de las pisadas,

una luna navegable bajo un cielo neutral

que responde al ancho vuelo de las gaviotas.

¿Quién conoce tu recinto tras la ciudad distante

si eres fugitiva mirada, mensajera clandestina

en la tibia luz de madrugada?.

Tu rostro es un entramado del tejido

que nada esconde, el sudor reseco por la brisa,

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unos ojos perdidos en la arena,

la caricia de las olas bajo un sol dormido,

un preludio de silencios en la nada ausente.

Súbitamente, el crepúsculo se tiñe de rojo,

sobre los tejados, en un llanto de heridas abiertas,

la soledad cautiva centellea,

mientras la noche regresa previsora

y en vano se rebela del hechizo de los sueños.

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MAR-OCÉANO

Mar-océano, Mediterráneo, tan cerca

o quizás tan lejos está tu desafío

que juegas con los rizos de la espuma,

que alejas con tu mirada vagabunda

la violencia escondida entre las olas.

Soy ciudad, tu faro, tu vigía.

Tú eres poblador absoluto de la tierra,

eslabón de la vida o de la muerte,

génesis que todo alcanza

a tu cuerpo de azul inexplorado.

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NOCHES DE CIUDAD

¡Qué irrecuperable es la luz

tras el cálido aroma de la noche!

Cegada bajo su manto oscuro, abatida,

sobria y fantasmal, vierte sus horas contadas

en las vasta extensión que le comprime.

Algún fragmento dejará libre

con la fórmula sabida de sombras y opacidades

que cambian su rostro con premura.

La noche, como dama hosca y solitaria,

busca cobijo en un amante cualquiera

para así gozar del bullir de la estridencia

que surge del entramado de las calles.

Apenas una luz ceñida despunta el horizonte,

ávidas pupilas cierran su cerco

y la noche cae abatida en el señuelo

de azules trepadores y pájaros errantes.

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EN SU BALCÓN AL MAR

A Vicente Blasco Ibáñez

¿Qué ven tus ojos? Un viento sonámbulo

inicia el sosiego de velas y resaca.

La playa es una sombra vestida de azul,

con su seno recostado entre sus márgenes

blandiendo su tributo contagioso y grácil

La gaviota finge ser dueña del aire,

su cuerpo se reclina, se abre de horizonte

a horizonte arqueando el ritmo de las alas.

Piensa, Blasco, cuando alguien te dice:

quien no ama no avanza, pero quien ama

será cubierto por espumas vigorosas

que atenazan el tiempo con un ciego remolino.

Escucha, Blasco, el cruce en la distancia

de una estrella fugaz en el espacio,

el aliento que se agrieta en un mar en calma,

los pasos de la noche en el trazo de los sueños,

el sonido vulnerable de la orilla poseída.

Con tu mirada sostienes la huella invisible

de la luna llena, sacrílega, de gótico perfil,

con un espejo nacarado, desnudo y blanco;

gira la seducción de tus pupilas

mientras abrazas en el marco de los ojos

la transparencia del mar abierto,

mar de materia vencida, ungido en el silencio

de la sombra impenetrable de la bruma.

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CON LOS CINCO SENTIDOS

Me quedo aquí, embriagando mis sentidos

a la puerta del tiempo, forcejeando

el destino que me lleva por tu senda,

traspasando las órbitas del sueño

al mar sereno extendido ante tu orilla.

Mientras, una mano invisible te dibuja

con el ocre fundido en el relieve,

la noche erosiona la luna partida,

el agua lame tus costuras

y los metales forjan la púrpura del este.

Valencia, color de asombro, sí,

incrustándose en ávidas pupilas

como llaga dulce de infinitos arco iris:

sangre en el deseo de un rojo amanecer,

cielo saturado de azules transparentes,

tierra revestida del fruto del naranjo

y un manto uniforme de verde intenso,

atardeceres del sol caído con amarillos y violetas

pintando en la lejanía perfectos horizontes,

toda la luz descomponiéndose

en los planos imprevistos del paisaje.

Valencia, sonido del silencio, sí,

rumor que vibra con humano sentimiento,

sonoro eco eternamente renovado

cuando estalla la vida en tus costados,

tono grave para el solemne dueto

con la ráfaga de la brisa que acaricia

la cresta ondulada de las olas,

tono agudo para el estallido de la fiesta

apagando las voces fugitivas del viajero.

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Valencia, aroma de perfumes, sí,

paraíso volátil que se incrusta

en el centro de la pituitaria, que se escancia

y reverbera en invisible materia.

Hacia el espacio compuesto por ínfimos corpúsculos

clavados sin pausa por el viento,

un vaho de pétalos, invasor, poderoso,

un aleteo de blancas cenizas

dispersas por el aire tornadizo

descomponiendo la flor de azahar.

Valencia, sabor de húmeda saliva, sí,

con el amargor cuajado de la esencia

que transforma las papilas gustativas,

con el ácido corrosivo dando forma

al remanso del verso en la palabra,

con el rizo salado de la espuma

de ese mar que con celo te acompaña,

con el dulzor del fruto de una tierra

que no oculta lo que al fin le pertenece.

Valencia, el tacto y la caricia, sí,

piel cósmica de ciudad mediterránea

que me penetra, me inunda, me desea,

me llama, me absorbe por sus poros;

piel transparente para vivirla dentro,

posesiva, para sumergirme entero

en el abismo cálido de sus calles;

piel de un cuerpo que me abraza,

que me sumerge en sus raíces subterráneas,

venas horizontales de línea espesa,

un corazón de savia fértil dándome la vida.

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Ahora serás, la flor aprisionada

que esconde sus misterios para no revelarlos,

el deseo en la mirada a cada esquina

donde del cielo y de la tierra son

un talismán de alas poderosas

que vuelan al compas de la memoria.

Unos ojos te persiguen. El viento

se enreda en tu cintura. Es primavera.

El perfil de las torres pasa entre un hueco de sombras.

Valencia, principio y fin de los sentidos.

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LA CORDÁ DE PATERNA

Acto primero: los elementos ignífugos

La pólvora es el cálido roce de la magia

que dejaron los dioses en su huida presurosa

hacia el extremo de las estrellas fugaces;

es mezcla de la tríada de elementos minerales

surgidos del fondo oscuro de la tierra

en capas sucesivas: carbón, azufre y salitre;

en su elemental composición está guardada

la fuente del fuego, el calor interior de la materia,

la estructura que inicia el estallido impetuoso

tras su encierro; su semilla, su olor poderoso,

es la expresión del incendio subterráneo,

una luz que vibra en la profundidad de la noche.

El fuego es el latido del calor con voz de amante,

la puerta del sol que alumbra el alma

limpiando la razón y la conciencia,

el abanico lineal que abraza y que contiene

el origen del estertor final de un halo primitivo,

la materia inerte que redime la esperanza

de ser sólo luz en un instante

si gira y gira en torno al remolino de la vida.

Luz, luz caída y nostálgica, luz que oye

a través de múltiples miradas.

Luz, luz de ojos escrutadores, turbadores,

que ordena el vacío en avalanchas de espirales.

En el aire, fuego y luz captan las formas

que perfilan el dibujo de las sombras nocturnas,

recrean los espacios con signos fugaz presencia.

Luz de plata lánguida, clamor de sorpresa,

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donde el cuerpo se palpa, se percibe

y se sumerge con ebria transparencia.

El color tiene jirones blancos y amarillos;

algún rojo chispeante, como daga frágil

de materia cósmica, se adentra en la espesura

de un aire crispado; el verde y el morado,

si es que aparecen con leves vestiduras,

son el tembloroso tono rescatado

de un paraíso que sólo existe en la memoria

de un jardín iluminado por la luna.

Todos los colores tienen la misma suerte:

se desperdigan, se acostan, se retuercen,

se transparentan, desequilibran el silencio

se espesan en el espacio acotado de la noche

por fuerzas poderosas capaces de mover el mundo.

Acto segundo: La procesión del fuego

Los hijos del fuego se visten con corazas

como escudos protectores de sus cuerpos;

van en procesión, en hileras paralelas,

en una danza lenta, acompasada y misteriosa,

con ademán cegado por refulgentes meteoritos,

pavesas surcando el aire en una túnica abierta,

hilos luminosos, luciérnagas mensajeras

como fogatas desprendidas de sus recios brazos.

Por fin alcanzan su esperado sueño

de devorar las sombras con sus lenguas,

de cubrir, con su rastro de oro viejo,

el reino de la noche espesa

con diálogos sonoros de luz y fuego.

Mil rayos se transforman en dorados cabellos

que atraviesan los huecos en el aire,

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o en lluvia de látigos brillantes

que dicen a su paso el nombre de la calle Mayor,

mientras a contraluz rozan con su estela

el entramado de las rejas en puertas y ventanas.

Bengalas de colores, aprisionadas en tenazas,

recorren la realidad del espejismo

a través de los límites del sendero luminoso.

El grito de la sombra despierta la lucidez del humo.

Acto tercero: El estallido final

El tiempo se deshace y recrea su cadencia

como una bestia desdentada

persiguiendo a su presa con la precisión del reloj

en el espacio iluminado por múltiples destellos.

El silencio llora su ausencia.

Las bambalinas transforman el encuentro

y tiemblan en el recinto ciego

entre aprendidas coreografías de explosiones

de la más blanca luz, cegadora luz,

látigos de luz confusa, luz rota en mil pedazos.

Hay sonidos de relámpagos, silbidos,

humo y fuego en avalanchas discontinuas,

fulgor prestado a un sombra indefinida

que vibran como un susurro ardiente.

Una espada encendida se revuelve borracha,

se estremece, se comprime y se dilata,

crepita en el espesor del escenario,

dejando su huella fugaz en el horizonte.

La noche se despierta al sentirse acosada

por cohets, cohetons y femelletes .

El color pálido de la luna se deshace.

La tierra tiembla con el diálogo del estruendo.

La voz de la luz y el color, vibra, penetra,

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se deshace en una imagen imperfecta

recorriendo el espacio de extremo a extremo.

Una roja señal detiene el tiempo.

La batalla del fuego y del trueno ha concluido.

La fiesta continúa invadida

por la borrachera del humo.

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INDICE

I. VALENCIA, VALENCIA

GENESIS

LA FUNDACIÓN

LA LUZ DEL LABERINTO

EL TIEMPO RESCATADO

LOS JINETES DEL NORTE

LA CIUDAD DE TIERRA

DESDE EL JARDÍN DE RUZAFA

LOS OJOS DEL GUERRERO

LA CONQUISTA

PRIMER EXILIO

LOS CUATRO JINETES

LA LUZ DE LA RAZÓN

EL SUEÑO CERCENADO

EL SEGUNDO EXILIO

EN LOS CAMPOS DE ALMANSA

LA RAZÓN DE LAS IDEAS

EL CERCO FRATIZIDA

GARRAS DE METAL

EL DICTADOR NO DICTA

LA NOCHE DE LOS GENERALES

AIRES DE LIBERTAD

II. CIUDAD DEFINIDA

VALENCIA, VALENCIA

FOTOGRAFÍA AÉREA

LA SOLEDAD DEL CAUCE

LA LIBERACIÓN DE LA PIEDRA

A TUS BRAZOS

CARA AL MAR

MAR-OCÈANO

NOCHES DE CIUDAD

EN SU BALCÓN AL MAR

CON LOS CINCO SENTIDOS

LA CORDÁ DE PATERNA