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    ISEGORA/28 (2003) pp. 33-53 33

    La ciencia de la ciudadana: ms all

    de la necesidad de expertos *STEVE FULLER

    Universidad de Warwick

    RESUMEN. Comienzo examinando algu-nas pistas, en gran medida falsas, que sehan seguido desde los griegos para definir

    la naturaleza de la ciudadana cientfica enuna democracia. Sin embargo, el linajeque va desde Platn al positivismo propor-ciona un contexto til para entender laevolucin de la concepcin moderna deconocimiento experto y de los diferentesproblemas que ste plantea a las democra-cias modernas. Estos problemas giran entorno a las cuestiones de la institucionali-zacin en concreto, a cmo disear ins-tituciones que respeten la idea de conoci-

    miento como un principio de orden socialsin caer en el gobierno del conocimientoexperto. Despus de analizar dos recien-tes propuestas alemanas que siguen estaslneas, defiendo la institucionalizacin delas conferencias de consenso, o juradosde ciudadanos. Finalmente, consideroalguna de las implicaciones epistemolgi-cas sociales ms generales del papel delciudadano cientfico.

    ABSTRACT. I begin by examining somelargely false leads from the Greeks in de-fining the nature of scientific citizenship

    in a democracy. Nevertheless, the linea-ge from Plato to positivism does providea context for understanding the evolutionof the modern conception of expertiseand the distinct problems it poses to mo-dern democracies. These problems revol-ve around issues of institutionalisationspecifically, how to design institutionsthat respect the idea of knowledge as aprinciple of social order without succum-bing to rule by expertise. After analy-

    sing two recent German proposals alongthese lines, I defend the institutionalisa-tion of consensus conferences, or citi-zen juries. Finally, I consider some themore general social epistemological im-plications of the role of citizen scien-tist.

    Introduccin: El peligro de buscar precedentes histricos en los griegos

    La Atenas clsica introdujo una influyente divisin tripartita del trabajosocial: algunos problemas deban ser debatidos en pblico, otros decididosen privado, y otros delegados a los expertos. Sin embargo, estas tres divisio-nes no se corresponden con la organizacin natural del trabajo social en lasdemocracias constitucionales modernas. Por otra parte, las distinciones grie-gas originales proporcionan una base efectiva para la crtica de las moder-

    * Traduccin de Ins Gutirrez Gonzlez y Amalia Vijande Martnez (Universidad de Oviedo).

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    nas. Hoy en da entendemos que lo pblico es poltico en el sentidoestrecho de basado en intereses, mientras que los atenienses entendan que

    era poltico en el sentido amplio de una res publica una cosa que sloexiste en pblico, esto es, algo que afecta a todo el mundo por igual (Fuller,2000a, cap. 1). Tendemos a considerar lo privado como el mbito de laconciencia y la conducta personal, mientras que los atenienses lo asociabancon la gestin del hogar (el significado original de economa), la nicaplaza en la que las mujeres eran iguales a los hombres. La privacidad eneste sentido se manifestaba en la condicin de la hacienda de cada uno y ensu relacin con esclavos y vecinos. Aunque no sera errneo decir que tantolos antiguos como los modernos usan la vida privada de alguien como unamedida de adecuacin para la vida pblica, sera una grave equivocacin no

    tomar en cuenta el cambio en los significados de pblico y privado a lolargo de los ltimos 2.500 aos.Pero los atenienses entendieron conocimiento experto en sentido res-

    tringido, como una tcnica que requiere entrenamiento especializado, y stees quizs el conjunto de connotaciones vinculado a este concepto que puede,potencialmente, llevar a ms equvocos. El caso paradigmtico de conoci-miento experto era una destreza que alcanzaba un fin dentro de un conjuntode medios estrechamente limitado como cuando un escultor talla un bustode mrmol. A odos modernos, esto suena a ciencia normal kuhniana (o,para el caso, a poltica profesional en las democracias constitucionales, de

    acuerdo con Weber y Schumpeter), en la que un experto ejerce la autoridadfinal sobre un dominio de la realidad, que es inherentemente tan complejaque para su dominio debe ser dividida (Zolo, 1992). Sin embargo, para losgriegos, la necesidad de entrenamiento especializado surga menos de lacomplejidad de la cuestin que de una estricta divisin del trabajo entremedios y fines, tal que el cliente proporcionaba los fines y al experto se leconfiaba slo su realizacin dentro de un medio especfico (Fuller, 2000b:cap. 2, nm. 70). El experto griego era, por tanto, menos un agente autno-mo que una tecnologa humanoide en el mejor de los casos era un comer-ciante, en el peor un esclavo. A este respecto, los expertos griegos no erantan diferentes de los investigadores contratados por obra y servicio quepueblan cada vez ms la academia. La calidad de su trabajo se determinaslo por su habilidad para satisfacer a sus clientes, independientemente delos fines de stos. La responsabilidad sobre los fines recae enteramente en elcliente, y el experto todo lo ms tiene el poder de retirar sus servicios si noest de acuerdo con ellos.

    El tipo de gente que hoy llamamos expertos, especialmente los cient-ficos cuya autoridad se busca en los foros de diseo de polticas y en los

    judiciales, no exista en la Atenas clsica. Desde el punto de vista griego,seran entidades mestizas que combinan la especializacin del tcnico y laautonoma del ciudadano, con la excepcin de que los expertos de hoy care-

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    cen de las restricciones impuestas a ambos tipos de personas en el mundoantiguo. En Atenas, los clientes y los ciudadanos tenan el poder y la moti-

    vacin para actuar como controles externos. Por el contrario, los expertosde hoy hablan con autoridad sobre parte de la realidad sin tales controles con excepcin de los que proceden de otros expertos, que tienen pocosincentivos para hablar en contra de un colega, y an menos para contribuir ala devaluacin general del conocimiento experto, tal como ocurre a menudohoy en los procesos judiciales acusatorios (punto sobre el que volver en laprxima seccin).

    Como he dicho antes, los griegos incluan en los asuntos pblicos cual-quier tema que concerniera globalmente a todos esto es, era necesarioque tuviera relevancia universal. Esto incluira a la ciencia tal como se

    entenda clsicamente, algo que se podra mantener incluso en nuestrosdas. Aristteles seal, clebremente, al principio de su Metafsica, queslo era normal para los ciudadanos volverse hacia los problemas de rele-vancia universal cuando hubieran satisfecho las cuestiones relativas a susubsistencia material. La ciencia y la poltica eran por lo tanto vocacionesgemelas para el tiempo libre. Desde ese punto de vista, los antagonistassofistas de Scrates eran serpientes en este Jardn del Edn deliberativo.Sostenan que las artes de la deliberacin pblica podan ser enseadascomo habilidades especiales que ofrecan resultados fiables. En algn senti-do, los sofistas eran como Weber, Schumpeter, y otros proveedores de

    poltica profesional. No obstante, Scrates se resisti a sus interlocutoressofistas, no porque el poder se pudiera concentrar en las manos de expertosespecialmente entrenados, sino por la razn ms fundamental de que duda-ba que las habilidades prometidas por los sofistas pudieran realmente pose-erse. Para Scrates, la competencia en los asuntos pblicos simplemente sederivaba de la educacin liberal normalmente proporcionada a las lites,que solamente reciban entrenamiento sobre cmo hacer un uso productivode su ocio (Villa, 2001).

    De todas formas, lo que se sigue de este punto no est completamenteclaro. Por un lado, podra seguirse que la democracia slo sirve para laslites que cumplan el requisito de una educacin liberal, y no puede ense-arse sobre una base ad hoc a cualquiera que pueda satisfacer la tarifa delsofista. Por otro lado, podra seguirse que todo el mundo debe recibir unaeducacin liberal como prerrequisito para la participacin plena en la pol-tica democrtica. En cierto sentido, estas dos opciones podran no ser tanopuestas si entendemos que el carcter de la educacin liberal debecambiar para que pueda contribuir a una verdadera ciudadana democrti-ca. Por ejemplo, el currculum debera dirigirse a estudiantes que pro-vienen de trasfondos sociales diversos, en cuyo caso entonces la instruc-cin necesitara ser ms explcita y estandarizada que, por ejemplo, undilogo socrtico en el cual hay un entendimiento comn previo de la

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    sabidura convencional que el dilogo pone a prueba y desafa. Adems,el contexto de instruccin en s mismo podra necesitar un cambio, de

    modo que un seminario ntimo se reemplazara por una gran aula de clase,que se aproxima ms al emplazamiento de las grandes asambleas democr-ticas. De hecho, podra resultar que a medida que ms gente se incorporaraa la educacin liberal, sta asumiera naturalmente las caractersticassugeridas por la pedagoga sofstica.

    En realidad, el entendimiento que tena de la situacin el ateniense mediopodra haber sido que Scrates y los sofistas quizs no fueran tan diferentes.La historia slo comienza a dibujar una afilada distincin entre aquellos(como Scrates) genuinamente preocupados por la bsqueda de la verdad yaquellos (como los sofistas) preocupados en apariencia nicamente por

    ganar la discusin despus de que Platn acuara despectivamente el trmi-no retrica referido a las pretensiones de la pedagoga sofstica. Sinembargo, tras los debates entre Scrates y los sofistas haba una preocupa-cin comn que muy raramente se aprecia en las interpretaciones de Platn,pero que explica su diferencia de estrategia. Ambos estaban preocupadospor mantener la investigacin abierta. Si con algo estaban obsesionados losatenienses, era con la novedad, y por lo tanto generalmente asociaban tcni-ca con rutina y trabajo pesado. Mientras los medios y los fines de la investi-gacin no se distinguieran claramente pensaba Scrates, la gente severa continuamente obligada a pensar sobre estas cuestiones en relacin

    unas con otras. No habra una lgica predispuesta, puesto que los fines deuno podran cambiar al or lo que el otro dice. Por supuesto, los sofistas noobjetaban esta orientacin general. No obstante, crean que esto podra faci-litarse haciendo que las habilidades de la argumentacin estuvieran disponi-bles de forma ms general, de modo que ms gente pudiera tener la oportu-nidad de influir sobre la investigacin comn. En su mayora extranjeros, lossofistas sentan que Scrates un hroe militar ateniense quera reservarla razn pblica para aquellos de buena naturaleza. Su renuencia a admitirla instruccin formal en las artes democrticas ola a un nativismo aristo-crtico que slo servira a horizontes polticos estrechos.

    Aqu merece la pena resaltar que el clebre mandamiento sofstico dehacer que el argumento ms dbil parezca el ms fuerte no supona un des-precio por la verdad. Ms bien, reflejaba un escepticismo subyacente quedeca que puesto que nunca se puede conocer la verdad ltima, el hecho deque un argumento ahora parezca ms fuerte o ms dbil siempre ser unacuestin de contingencia, por ejemplo, de quin ha tenido el tiempo y eldinero para recoger las evidencias correctas para el momento en que el argu-mento deba ser defendido. Lo que parece falso ahora puede an volverse ver-dadero en el futuro (y viceversa), dada una apropiada redistribucin de recur-sos. En realidad, no se debera considerar que los sofistas se burlaran de labsqueda de la verdad, sino que ms bien promovan una tica existencialista

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    del discurso donde uno asume la responsabilidad de construir las situacionesde modo que se capacite al pblico para responder de tantas formas como

    sea posible. Los contextos comunicativos en nuestro propio tiempo que msreclaman este tipo de tratamiento son precisamente aquellos que ponen encuestin la identidad de los expertos apropiados: e. g., all donde la medicinaconvencional requiere justificacin frente a la medicina alternativa; donde labiologa evolutiva requiere defensa contra los tericos del diseo inteligente,etc. La idea aqu es recuperar, sobre bases normativas relativas a la promo-cin de la democracia, la naturaleza abierta e inquisitiva de la argumenta-cin que era caracterstica del foro ateniense. Nada de esto niega la relevan-cia del conocimiento tcnico experto en las deliberaciones pblicas. Msbien se trata de obligar a los representantes de estas formas de conocimiento

    a poner a prueba sus argumentos fuera de los foros auto-certificadores aso-ciados con los procesos de revisin por pares (para una defensa terica yprctica de esta posicin neosofstica, vase Fuller y Collier, 2003; vesetambin Fuller, 2002, Apndice, para una discusin de la revisin por paresextendida).

    El surgimiento de los expertos en la poltica democrtica:

    de Platn al positivismo

    El inestable ambiente poltico creado por los encuentros dialcticos pblicosde Scrates y los otros sofistas que instruyeron a los lderes de su juventudafect profundamente a Platn. Despus de la cada de Atenas ante Espartaen las Guerras del Peloponeso, opt por restringir la dialctica a un escena-rio enclaustrado, que slo deba abrirse a la sociedad ms amplia una vezque los iniciados estaban suficientemente seguros, por su propio juicio yconocimiento, de que las demandas populares no iban a influir sobre ellos enexceso. En trminos de la historia intelectual occidental, el positivismomodula la motivacin filosfica original de Platn a travs de una versinsecularizada de la historia de la salvacin cristiana, en la cual Newton fun-ciona como la figura de Cristo. Esto recoge tanto el espritu del proyecto ori-ginal de Augusto Comte como sus efectos residuales en el positivismo lgi-co del siglo XX, que se liber del claro historicismo del proyecto de Comteal tiempo que mantuvo la fijacin en Newton como modelo de lo que signi-fica expresarse a uno mismo cientficamente, y una vaga creencia en que elconocimiento cientfico ms excelso ser el que proporcione la salvacin.

    El problema conceptual central del positivismo ha sido definir una van-guardia cientfica capaz tanto de ofrecer una gua para los no iniciados comode cambiar ella misma a la luz de posteriores evidencias e ideas. Donde Pla-tn haba deseado producir implacables reyes filsofos que gobernarancomo monarcas absolutos, los positivistas han imaginado un gobierno ms

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    diferenciado pero no menos autorizado (autoritario?) de expertos, cada unooligarca sobre su propio dominio de conocimiento. A este respecto, el positi-

    vismo es el compaero de viaje filosfico de la burocracia.No resulta sorprendente que la relacin del positivismo con la democra-cia haya tenido altibajos. Como Platn, los positivistas han temido ms quea nada al desacuerdo pblico prolongado, y por lo tanto han tendido a demo-nizarlo como irracional y no cognitivo. Su concepto de autoridad plu-ral supone competencias que no se superponen, como, por ejemplo, que lascuestiones legislativas se reducen a judiciales en lo relativo al conocimientoexperto al que cada una debe someterse. Esto est en agudo contraste con lamayor parte de las concepciones de la democracia republicana cvica, quebasan la representacin en grupos de inters, cada uno investido con una

    competencia apropiada a la promocin de sus intereses, pero que general-mente tratan sobre cuestiones en las que tambin otros grupos pueden tenercompetencia. Puesto que las cuestiones de poltica pblica afectan tpica-mente a varios de estos grupos a la vez, las decisiones colectivas no consis-ten en la identificacin de un grupo adecuado cuyo juicio debe prevalecer.Ms bien se espera que el debate pblico en s mismo lleve a una solucinque trascienda los puntos de partida de todos los grupos, pero que no obstan-te logre servir a sus respectivos intereses.

    As, hay una ambigedad fundamental en la apelacin del positivismo auna razn organizada, o ciencia, en la esfera pblica. Algunas veces esta

    ambigedad se soluciona diplomticamente afirmando que los positivistasconsideran la ciencia como la principal fuente de unidad poltica. Comomnimo, esto implica que est en el inters de todos los miembros de lasociedad perseguir sus fines por medios cientficos, puesto que ello les per-mitir economizar esfuerzos y por lo tanto disponer de ms tiempo para dis-frutar los frutos de su trabajo. Ernst Mach es quien ms se acerc a la defen-sa de esta posicin en su forma pura. Encaja cmodamente con la idealibertaria de que los regmenes democrticos deben posibilitar el mximodesarrollo de las capacidades de cada uno.

    De cualquier forma, muchos positivistas han extrado una conclusinms que puede frustrar este impulso libertario. Desde Comte en adelante, hasido comn argumentar que la ciencia puede unificar la poltica resolviendo,conteniendo o sorteando el conflicto social. Aqu se supone que un procedi-miento bien establecido o un conjunto decisivo de hechos reemplazan for-mas ms primitivas y cambiantes de resolucin de conflictos, como laguerra e incluso a veces el debate abierto que supuestamente comprome-ten la integridad de los puntos de vista opuestos en funcin de la convenien-cia. De acuerdo con esto, una poltica cientfica no debe solamente satis-facer a las partes implicadas: debe llegar a la solucin correcta.

    Seguramente, incluso esta mentalidad admite una interpretacin demo-crtica, puesto que investigadores sociales positivistas han estado entre los

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    primeros en presentar datos de partes cuyas voces no era probable quefueran escuchadas en una asamblea abierta. Tpicamente, esto ha ocurrido

    en encuestas diseadas para representar el rango emprico completo de unapoblacin objetivo. No obstante, queda abierta la pregunta de quin es exac-tamente quien recoge los beneficios polticos de estas voces recientementearticuladas: la poblacin investigada, los investigadores mismos, o losclientes de los investigadores? Ms an, una vez que una poblacin objetivoha sido empricamente registrada, siguen siendo sus miembros objetos deinvestigacin, o se les promueve a la categora de investigadores de plenoderecho capaces de desafiar los hallazgos y mtodos de los investigadoresoriginales? Probablemente el tratamiento ms sofisticado de estas cuestionesen el contexto de la investigacin sobre poltica social inspirada por el posi-

    tivismo en Estados Unidos se encuentra en Campbell (1988).Estas delicadas cuestiones surgen porque en ltima instancia el positivis-mo vuelve a Platn de su lado convirtiendo una jerarqua esttica en unorden temporal. Donde Platn imagin que la autoridad manaba hacia abajodesde el rey filsofo, en una estructura social basada en castas, los positivis-tas han imaginado que toda la humanidad debe pasar (en una proporcinvariable) a travs de una secuencia de estados teolgico, metafsico ycientfico que reconstruye el viaje socio-epistmico desde la esclavitud ala autonoma. En la utopa positivista, es posible que todo el mundo sea unexperto en un dominio especfico. Ms an, hay una receta para la conver-

    sin del platonismo en positivismo. Procede aislando un dominio de investi-gacin de las contingencias que rodean sus manifestaciones, de modo que sunaturaleza esencial pueda ser desentraada. Mientras Platn reservaba talinvestigacin a los reyes filsofos, los positivistas se han inclinado ms amenudo por cuerpos profesionales autorizados por el Estado. Y en lugar dela intuicin intelectual de Platn (nous), los positivistas han tratado de ganaracceso epistmico por medios comparativos histricos y experimentales. Hahabido tanto un problema prctico como terico con la conversin positivis-ta de la aristocracia epistmica de Platn en el clero (o clereca) laico delos expertos.

    El problema prctico se relaciona con el uso de testigos expertos enprocedimientos judiciales, especialmente en los sistemas legales basados enla acusacin (i. e., investigaciones dirigidas por los adversarios), ms queen la inquisicin (i. e., investigaciones dirigidas por jueces). El papel socialdel testigo experto fue inventado por Hugo Munsterberg, a quien WilliamJames invit desde Alemania en 1897 para fundar el laboratorio psicolgi-co de Harvard. Munsterberg era lo que ahora podramos llamar un axilogonaturalista, discpulo del neokantiano Heinrich Rickert. Es decir, soste-na (como Mill, James y Freud) que el valor est determinado por el deseoesto es, la evidencia de que un objeto es considerado valioso (por alguien)debe preceder a las atribuciones de valor para tal objeto. A su llegada a

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    los Estados Unidos, Munsterberg reetiquet su perspectiva como psicolo-ga aplicada, un campo capaz de adaptar a la gente tanto para el empleo

    como para el castigo, en virtud de su habilidad para identificar las capacida-des e inclinaciones de las personas. Pero Munsterberg, acostumbrado al sis-tema legal inquisitivo de Alemania, no pudo anticipar que el sistema acusa-torio de Amrica impedira a los jueces regular el uso de los testigosexpertos. As, se hizo posible y se podra mantener que ahora rutinarioque ambos adversarios en un juicio movilizaran a testigos expertos a su ser-vicio, que resultaban mutuamente contradictorios. El crtico del DerechoPeter Huber (1991) ha denunciado esta tendencia como ciencia basura(junk science), instando a los jueces a emplear estndares ms exigentespara la admisin de testimonio cientfico. De todas formas, esto puede sersimplemente equivalente a delegar en los jueces el poder de resolver indeter-minaciones inherentes en la aplicabilidad de hallazgos cientficos a las deci-siones legales (Jasanoff, 1995). En cualquier caso, un sistema legal acusato-rio claramente disminuye el poder de los expertos para resolver disputassociales.

    Pero, en ltima instancia, hay lmites tericos a la gobernabilidad por elconocimiento experto. Consideremos el trabajo de Otto Neurath, el princi-pal organizador del Crculo de Viena, que engendr el positivismo lgicocomo la esperanzada sntesis dialctica del autoritarismo comtiano y el

    libertarismo de Mach y al que llam, en condiciones poco favorables,marxismo neutral (Proctor 1991, cap. 9). Un ejemplo del enfoquenotablemente ambiguo de Neurath sobre la planificacin social fue suintento de aislar la esencia de la economa de guerra de modo que sumecanismo de planificacin central eficiente pudiera ser transferido aambientes donde pudiera tener consecuencias socialmente ms saludables.Aqu Neurath anticipaba lo que Alvin Gouldner (1970) consider como doscaras de la misma moneda: el estado de bienestar y el estado de gue-rra, puesto que la misma estructura organizacional (en este caso, una con-centracin de recursos en el Estado-nacin), poda tener consecuencias

    radicalmente diferentes, dependiendo del entorno poltico sustentante. Noobstante, como muchos crticos de Neurath han sealado, el positivismoparece haber heredado la ingenuidad poltica del platonismo, que confundeel hecho de que, por ejemplo, la economa de guerra pueda ser identifica-da analticamente como una caracterstica de muchas sociedades, con lahabilidad del analista para transferirla a nuevos entornos sociales un proce-so que puede requerir la imposicin de una fuerza considerable para mante-ner todos los dems factores ambientales constantes. Si algo merece elnombre de falacia positivista, es este ejemplo de ingenuidad, que asimilademasiado fcilmente el foro con el laboratorio, sin considerar los costes demotivar al pueblo a ajustarse al ideal.

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    La necesidad de instituciones portadoras de conocimiento

    para contrarrestar el dominio del conocimiento experto

    El platonismo y el positivismo comparten una intuicin general de que elconocimiento debe ser el principio de la estratificacin social. Esta intuicines comn a la mayora de la literatura sobre epistemologa social. Mi posi-cin difiere al mantener que esta intuicin no puede ser vlida sin la adecua-da atencin al diseo de las instituciones portadoras de conocimiento(Fuller, 2002, cap. 4). En esta seccin considerar dos propuestas alemanasrecientes, pero bastante divergentes, en esta lnea la primera de GernotBhme, la segunda de Wolfgang van den Daele. Ambos tratan de recupe-

    rar un elemento de democracia ante la invasin del conocimiento experto delo que ambos llamaran el mundo de la vida. Merece la pena notar que, enel pasado, ambos ocuparon un lugar prominente dentro del denominadomovimiento de finalizacin, que en los setenta del siglo XX uni una concep-cin autopoietica del cambio cientfico (inspirada por Thomas Kuhn) conuna iniciativa de investigacin estratgica dirigida por el Estado para lasciencias maduras (una traduccin inglesa de los principales artculos deeste movimiento es Schaefer, 1984). Hoy en da Bhme y Van den Daelepareceran enfatizar, respectivamente, el primer y ltimo estado de la teorade la finalizacin original.

    Bhme ha defendido que la comunidad cientfica debe mirar a su propiahistoria para encontrar una versin ticamente ms adecuada y ecolgica-mente ms consciente de s misma, asentada quizs en la visin holstica delmundo de laNaturphilosophie del siglo XIX. A este respecto, la desconfianzapblica contempornea en la ciencia es sintomtica de la autoalienacin dela propia ciencia. Si bien hay mucho que elogiar en la perspectiva de Bh-me, deja abierta la cuestin de la institucionalizacin. Presumiblemente, elplan es ms profundo que una simple exhortacin a los cientficos madurosa bucear en las obras de Goethe en busca de inspiracin.

    Uno puede imaginar al menos dos posibles implicaciones polticas quecambiaran radicalmente la cara de la produccin de conocimiento. La pri-mera sera requerir que los estudiantes de ciencia estudiaran las historias desus campos, de modo que aprendieran acerca de marcos tericos alternativospara moldear sus investigaciones antes de que les adoctrinaran en el marcodominante. La segunda sera involucrar un rango ms amplio de cientficospracticantes en el gobierno de sus propios campos, puesto que es bien sabidoque cuanto ms distantes se ven los propios cientficos a s mismos de lainvestigacin especfica de vanguardia, ms abiertos estn a preocupacionesinterdisciplinarias y extradisciplinarias (tambin llamadas transdisciplina-rias). De cualquier forma, ambas implicaciones polticas encontraran fuerteresistencia desde el establishment cientfico por lo que los seguidores de

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    Mary Douglas en sociologa del conocimiento cientfico reconoceran comotransgresiones de las coordenadas y de grupo (group-grid violations) (por

    ejemplo, Bloor, 1983). Por un lado, los cientficos tendran que abrir suspuertas a enfoques opuestos a aquellos en los que sus identidades profesio-nales se forjaron originalmente (i.e., una transgresin de grupo); por otro,tendran que subvertir la meritocracia de la ciencia, que valora a los investi-gadores en trminos de su cercana a las fronteras de la investigacin espe-cializada (i.e., una transgresin de coordenadas).

    Pero quiz todo esto muestra que los problemas que enfrenta la relacinde la ciencia con la sociedad en general no se solucionarn a travs de nue-vas polticas de autogobierno. En ese caso, tenemos la propuesta de Van denDaele de que las aplicaciones de la ciencia deben estar sujetas a control

    externo, especialmente para no interferir con la promocin de conocimientosalternativos, tambin denominados conocimientos indgenas. Esta propuestapresupone que se pueden trazar distinciones bastante claras entre la ciencia yotras formas de conocimiento, as como entre la investigacin y sus aplica-ciones. Estas presuposiciones deberan recordar el problema de la sociedaddel conocimiento descrito anteriormente y la ambigedad interpretativa desus implicaciones polticas exactas: debemos comprometernos con la pro-mocin de ciertas formas de conocimiento, sin importar quines son los por-tadores del conocimiento, o con la promocin de grupos de personas quemantienen ahora, pero no necesariamente en el futuro, ciertas formas de

    conocimiento?En resumen, la propuesta de Van den Daele no se enfrenta directamente

    al desafo de la Ilustracin que supone que la gente mejorar su destino en lavida cambiando su fidelidad hacia formas tradicionales de conocimiento porotras formas ms cientficas. En otras palabras, del hecho de que el conoci-miento est histricamente atado a un grupo con intereses particulares no sesigue que tal conocimiento siga siendo indefinidamente relevante para pro-mocionar sus vidas. Pero, por supuesto, puede merecer la pena cultivar cier-tas formas de conocimiento indgena para complementar, suavizar o revisarel conocimiento cientfico. Pero la cuestin de si los ms adecuados pararealizar esta tarea son los portadores de conocimiento indgenas es una cues-tin abierta. Una buena referencia sobre estas cuestiones es la prctica delingistas interesados en preservar lenguajes minoritarios frente a la inva-sin generalizada de la lengua inglesa: asegurar un suministro continuo dehablantes nativos no es la nica estrategia posible. Tambin se puede alentara los no nativos para que aprendan las lenguas minoritarias.

    Como hemos visto, las propuestas de Bhme y Van den Daele paragobernar el conocimiento subestiman la relevancia normativa de las institu-ciones. Ambas estn primariamente orientadas a articular una visinnormativa la de Bhme de unaNaturphilosophie actualizada y la de Vanden Daele de un pluralismo cultural forzado por el Estado que deja abier-

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    ta la cuestin de las instituciones concretas que podran realizarla. De todasformas, si uno est interesado en que estos resultados se produzcan de for-

    ma recurrente, y no simplemente a travs de intervenciones ad hoc, enton-ces la seleccin de los vehculos institucionales adecuados es de capitalimportancia. Las soluciones normativas a los problemas de legitimidad ins-titucional pueden parecer autoritarias si se presta atencin exclusiva a laarticulacin de los fines de la produccin de conocimiento, asumiendo deeste modo que cualquier medio est virtualmente justificado en el procesode adquirir tales fines.

    Ms an, incluso cuando los marcos institucionales estn pensados seria-mente, algunas veces los elegidos no logran producir un todo mayor que lasuma de las partes originales. En ese sentido, las instituciones pueden refle-

    jar las presuposiciones sociolgicas de sus diseadores sin habilitar a susparticipantes para lograr ms de lo que ellos mismos podran hacer si se lesdejara con sus propios mecanismos. Se pueden encontrar ejemplos en losmuy publicitados paneles de evaluacin de tecnologas de Van den Daele,que unen a los representantes de los principales grupos de inters para dise-ar lneas polticas para cuestiones tan controvertidas como los alimentosgenticamente modificados (Van den Daele, Phler, y Sukopp, 1997). Amenudo se llega a un punto muerto, que se utiliza despus para justificar elrecurso a un panel tico consultivo de carcter gubernamental para ocuparsede las diferencias de valores irresolubles en situaciones concretas. El proble-

    ma aqu, sugiero, no es que los diferentes grupos de inters tengan visionesdel mundo radicalmente diferentes, sino ms bien que los paneles de evalua-cin de tecnologas estn diseados para reforzar, no para sublimar, esasdiferencias. As, el pluralismo cultural se convierte en la profeca que secumple a s misma.

    Para un contraste institucional, consideremos las conferencias de con-senso, que he defendido como vehculos para involucrar al pblico en eldiseo de polticas de ciencia y tecnologa (Fuller, 2002, cap. 4). Esta confi-guracin restringe el papel de los interesados a testigos en un juicio, y los

    jurados son miembros del pblico que no estn afiliados formalmente conninguno de los interesados. Por supuesto, los ciudadanos jurado puedenentrar ya en los procesos con fuertes puntos de vista, pero sus medios devida no se vern directamente afectados por la perspectiva de cambiar susopiniones a lo largo de la conferencia de consenso. La presuposicin socio-lgica aqu es que, en una cuestin poltica dada cualquiera, la mayora de lagente no est tan clara y fuertemente alineada con una particular visin delmundo como para ser impermeable a la discusin. La criticada ignoranciadel pblico sobre cuestiones de ciencia y tecnologa es slo una debilidad sise traduce en cerrazn de mente. Pero la apelacin a un amplio rango derepresentantes de grupos de inters como testigos en las conferencias deconsenso est especialmente diseada para revelar la naturaleza en gran

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    medida disputada del conocimiento que el pblico supuestamente no tiene,lo que despus fuerza a los participantes de la conferencia a estar ms vigi-

    lantes y abiertos, adems de animarles a convencerse de que ellos puedenmarcar la diferencia.Por supuesto, nada de esto garantiza que las soluciones particulares de un

    jurado de ciudadanos satisfagan completamente a los interesados. Pero aqula legitimidad institucional de la conferencia de consenso deber prevalecersobre las objeciones a sus decisiones particulares. Para contar como unamejora sobre los paneles de interesados, los resultados de la conferencia deconsenso deben ser vinculantes para la legislacin sobre ciencia y tecnolo-ga, permitiendo al mismo tiempo la revisin e incluso la revocacin de lalegislacin en el futuro, a la luz de sus consecuencias. Merece la pena sea-

    lar que puesto que stos son desiderata normativos generales para el diseode las instituciones, suscitan cuestiones sobre la deseabilidad ltima de, porejemplo, mantener fuertes distinciones entre los conocimientos cientficos eindgenas si los portadores de conocimiento relevantes cambian sus orienta-ciones epistmicas tras su participacin en conferencias de consenso. Dehecho, la mayora de lo que se diagnostica como un antagonismo hacia laciencia puede en realidad ser una alienacin del proceso de construccin depolticas cientficas, que a lo largo del tiempo puede reificarse, con la ayudade intelectuales y otros constructores de mitos, hacia una identidad epistmi-ca positiva alternativa, lo que se denomina una comunidad imaginada

    (Anderson, 1983). Las conferencias de consenso estn bien situadas parainvertir esa tendencia. Pero hay obstculos prcticos, que se explorarn en lasiguiente seccin.

    Problemas en la institucionalizacin de las conferencias de consenso

    ste es un momento interesante en la comprensin pblica de la ciencia.Por un lado, nunca antes haban sido tan populares los libros y programas detelevisin sobre ciencia. Por otro, las matrculas en cursos sobre temas cien-tficos y la confianza pblica en la ciencia parecen estar en declive. Loscientficos naturales insisten en que el pblico lego debera aprender msciencia o remitirse a las opiniones de las autoridades cientficas relevantes.Los cientficos sociales observan que a menudo los propios cientficos estnen desacuerdo entre ellos, y el pblico no experto con frecuencia sabe cosasque los cientficos no saben.

    Qu es exactamente lo que sabe el pblico lego que podra ser relevan-te, por ejemplo, para el Managing Radiactive Waste Safely (GestinSegura los Residuos Radioactivos), para citar el ttulo de un documento deconsulta pblica que el Departamento de Medio Ambiente del Reino Unidohizo circular en Internet en 2001? La respuesta ms general, y quizs la ms

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    obvia, es que la gente conoce la relacin entre lo que creen y lo que conside-ran factible y deseable. Cuando la gente se opone a una solucin cientfica-

    mente bien fundada de un problema social, no se debe por lo general a unaignorancia de cuestiones cientficas, ni tampoco a una falta de respeto por elconocimiento experto. Se debe ms bien a que no sienten que su experienciapersonal y su capacidad para emitir juicios independientes haya sido tomadaen consideracin de manera seria en los procesos polticos.

    As, a los lectores minuciosos de los documentos de consulta pblica seles podra perdonar cierto escepticismo acerca del inters del gobierno brit-nico en una participacin pblica sustantiva. Consideremos esta declaracinde intenciones, tomada del sumario ejecutivo:

    Queremos inspirar confianza pblica en las decisiones y en la manera en que seponen en prctica. Para hacer esto, tenemos que demostrar que todas las opinionesse tienen en consideracin; que las elecciones entre ellas se hacen de manera clara ylgica; que los valores y las preocupaciones de la poblacin estn enteramente refle-jadas en este proceso; y que la informacin que se proporciona es clara, precisa,imparcial y completa. As, nos proponemos crear un cuerpo fuerte, independiente yautorizado que nos asesore sobre qu informacin se dispone, qu informacincomplementaria es necesaria, y cundo ha sido recogida la informacin suficientepara tomar decisiones sobre cmo se deberan gestionar los residuos radioactivosdel Reino Unido [...]. Despus de esto, podemos abrir un debate acerca de dnde sedeberan depositar estos residuos a largo plazo.

    En los captulos 5 y 6, podemos ver que el cuerpo independiente y auto-rizado se elegir entre expertos en gestin de residuos nucleares bien con-solidados tanto en la academia como en la industria. Ese cuerpo definir elconocimiento base y el marco de opciones disponibles para que se conside-ren en no menos de 15 formas de participacin pblica, abarcando desdeforos de Internet y encuestas telefnicas hasta grupos de discusin y confe-rencias de consenso.

    Hay al menos dos razones importantes para pensar que este procedimien-to no inspirar confianza pblica. La primera es que el pblico no estimplicado en la construccin del conocimiento base que necesita para consi-derar o tener en cuenta las distintas opciones de gestin de los residuos.Parece que se le impide al pblico examinar seriamente, por ejemplo, cmolos cientficos llegan a concluir que una cierta opcin provoca un nivel espe-cfico de riesgo. En vez de eso, al pblico se le promete una rigurosa, aun-que unificada, exposicin de conocimiento experto sobre el que basar susdeliberaciones. Presumiblemente cualquier desacuerdo existente entre losexpertos ser resuelto, o al menos minimizado, antes de que el pblico deli-bere. El pblico no estar en posicin de investigar, y an menos de cuestio-nar, las diferencias entre las interpretaciones de expertos y pblico legosobre la gestin de residuos nucleares.

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    La segunda razn es que el documento incluye casi todas las formas deconsulta pblica sin comprometerse previamente a acatar los resultados de

    ninguna de ellas. El resultado es una versin democrtica de la estrategiamaquiavlica del divide y vencers. Cuando al pblico lego se le da man-ga ancha para expresar sus opiniones, es comprensible que el resultado seauna cacofona. Sin un procedimiento para dirigir los mltiple puntos de vistahacia un resultado claro, como un voto especfico, los lderes polticos pue-den seleccionar y mezclar a discrecin las visiones en el paquete polticoms conveniente. De hecho, dadas suficientes formas de participacinpblica, el gobierno no debera tener problemas para reclamar algn tipode respaldo pblico para cualquier poltica que adopte.

    La idea de que diferentes tipos de contribuciones posibilitan mejores

    tomas de decisiones tiene sentido slo si los mtodos usados para obtenerlos datos proporcionan diferentes accesos relevantes a la poblacin, y hayalgn procedimiento claro para integrar esas diversas contribuciones. Sinestas condiciones, simplemente nos quedamos con un montn de datos rui-dosos que pueden ser interpretados como se quiera. La mala ciencia socialsencillamente se convierte en una tapadera para las polticas de siempre.Este problema es peor an en los casos en los que estn implicadas la cien-cia y la tecnologa porque no est claro lo que podra significar represen-tar la opinin pblica en esas materias. La ciencia y la tecnologa tienden atener un impacto generalizado sobre todos los sectores de la sociedad, sin

    embargo el pblico por lo general no tiene ninguna visin clara sobre ello.As, sorprende poco que sean los grupos con los puntos de vista ms claroslos interesados los que con frecuencia terminan definiendo los tr-minos de la representacin. La solucin a este problema no son tcnicasms ingeniosas para sondear la opinin pblica, sino nuevas institucionesde diseo de decisiones polticas que permitan al pblico en general desa-rrollar sus opiniones sobre ciencia y tecnologa. El genio histrico de losregmenes democrticos descansa sobre instituciones que construyen el todopoltico como algo ms, y no menos, que la suma de sus partes ciudadanas.La gran virtud de las conferencias de consenso es que su estructura de jura-do asegura que las opiniones del pblico no estn dominadas por los que sedeclaran a s mismos interesados.

    Las conferencias de consenso algunas veces tambin reciben el nombredel jurados de ciudadanos o, de manera ms ambiciosa, experimentos endemocracia deliberativa. Por lo general una conferencia de consenso tienedos fases. En la primera, a unos 10 o 15 miembros del pblico se les atribu-ye el poder de tomar declaracin a varios expertos y grupos de inters.Como en un juicio, no hay un acuerdo previo entre los testigos para presen-tar ante el jurado un enfoque uniforme. De hecho, se anima al jurado de ciu-dadanos a investigar las discrepancias en el testimonio experto. En la segun-da fase, los miembros del jurado reflexionan entre ellos para llegar a unas

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    directrices polticas que permitan un legislacin sobre tema. Los propiosmiembros del jurado trazan las directrices, como en una asamblea constitu-

    cional. Los resultados se trasladan entonces al cuerpo legislativo electo,como estaba previsto.Una conferencia de consenso se rene, por lo general, durante unos tres o

    cuatro das, aunque ese tiempo puede dividirse en fines de semana consecu-tivos, dadas las otras obligaciones en la vida de los ciudadanos que formanel jurado, y tambin para animarles a discutir de manera informal en Inter-net. Adems, podra necesitarse una investigacin previa en grupos de dis-cusin para asegurar que la competencia de las conferencias de consenso noes ni demasiado amplia ni demasiado restringida. El Instituto Gals para laSalud y el Bienestar Social (Welsh Institute for Health and Social Care) ha

    estimado el coste de su reciente conferencia de consenso sobre pruebasgenticas para trastornos mdicos comunes en unas 20.000 libras esterlinas.Las conferencias de consenso surgen en Alemania y en los Estados Uni-

    dos a finales de los aos sesenta del siglo XX. En un principio tenan comoobjetivo delegar poder en las comunidades locales sobre asuntos o materiasque les concernan directamente (e. g., planificaciones urbansticas), ydemostrar que el pblico no experto poda tomar decisiones polticas, almenos de manera tan acertada como sus representantes electos. Sin embargo,desde mediados de los ochenta, las conferencias de consenso han desempea-do una tercera funcin que surge, en gran medida, en respuesta al aumento de

    la relevancia de los temas biomdicos y medioambientales para la polticapblica. Han sido foros para la integracin de cuerpos de conocimientoexperto y lego en lo que puede ser descrito como disputas jurisdiccionales:quin sabe ms sobre cmo funciona mi cuerpo y mi mundo los mdicos,los cientficos del Estado o yo mismo?

    El Instituto Loka de Richard Sclove en Amherst, Massachussets, lleva unregistro de las conferencias de consenso que han sido convocadas en todo elmundo: alrededor de 50 desde 1985. Se han celebrado conferencias de con-senso en Australia, Austria, Canad, Dinamarca, Francia, Alemania, Israel,Japn, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Corea del Sur, Suiza, Reino Uni-do y Estados Unidos. Entre los temas tratados se incluyen la clonacin, losalimentos genticamente modificados, la terapia gnica y otras investigacio-nes genticas en general, la sociedad de la informacin, y la gestin deresiduos nucleares. En uno de los pases, Dinamarca, las conferencias deconsenso se convocan regularmente siempre que el parlamento est conside-rando alguna legislacin relacionada con ciencia y tecnologa. La legislacinresultante se justifica conformndose a las directrices marcadas en la confe-rencia de consenso.

    Los expertos, sistemticamente, se quedan impresionados por la seriedadcon la que los miembros de las conferencias de consenso asumen las tareasque se les asignan, y especialmente por la fuerza argumentativa de las direc-

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    trices polticas resultantes. Seguramente, muchos ciudadanos-jurados poseenal principio fuertes opiniones sobre, por ejemplo, el uso apropiado de la

    investigacin gentica. Sin embargo, al final de la conferencia son capacesde distinguir entre lo que aceptaran para ellos mismos y sus familias y loque permitiran hacer a otros. Puede que ellos personalmente nunca deseenrecurrir a la terapia gnica, pero ahora son capaces de entender por qu otraspersonas podran hacerlo.

    Reconocer la diferencia entre los intereses privados y los pblicos es cru-cial para la poltica cientfica en una sociedad liberal. Siempre habr gentecuyas convicciones les impidan estar de acuerdo con la investigacin biom-dica o con tratamientos mdicos que, por ejemplo, pudieran introducir sus-tancias animales en el cuerpo humano. La pregunta es si permitiran a aque-

    llos que mantienen convicciones diferentes actuar de otro modo. Lasconferencias de consenso son crisoles donde se forja un sentido comn delas diferencias permisibles, de las que en ltima instancia toda la sociedadpuede aprender.

    Sin este reconocimiento, no est claro cmo las innovaciones cientficaspueden conseguir apoyo democrtico generalizado. Todas las innovacionesse originan como una disidencia minoritaria que tiene como objetivo cam-biar la norma. Pero si la voz de todo el mundo se escucha de igual manera,entonces, o bien la mayora elimina el disenso o bien, si no hay una mayoraclara, la poltica menos ofensiva o ms segura recoge la mayora de los

    votos. Las conferencias de consenso estn diseadas especficamente paracontrarrestar la tendencia de las democracias a asociar todas las ideas nuevascon el intento por parte de un grupo de inters de obtener ventaja sobre elresto.

    Las conferencias de consenso no deberan confundirse con un plenomunicipal en el que aquellos que tienen intereses fuertes, tanto a favorcomo en contra de una poltica propuesta, dominan la discusin y determi-nan los resultados. Ms bien, como en una seleccin ordinaria de los miem-bros de un jurado, aquellos que tienen poder para tomar decisiones polticasse separan de las partes interesadas, cuya nica funcin es ofrecer testimo-nio. Aunque los ciudadanos que forman el jurado con frecuencia tienen opi-niones personales fuertes, stas sern diversas y no necesariamente conec-tadas con sus trabajos diarios. Tales son las condiciones necesarias para unadeliberacin colectiva. El hecho de que las conferencias de consenso sehayan ensayado en tantos pases incluyendo algunos en los que se carecede tradiciones democrticas fuertes sugiere que la ciencia no es todavauna cosa pblica, una res publica. Las llamadas campaas de compren-sin pblica de la ciencia han tenido xito al fomentar el inters en laciencia sin proporcionar necesariamente salidas para expresar y aplicar eseinters. La respuesta polarizada de los Estados Unidos y Europa a la intro-duccin de alimentos genticamente modificados ilustra este problema. Sin

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    algo parecido a las conferencias de consenso para focalizar el pensamiento yla accin colectiva, la gente reacciona bien como consumidores pasivos,

    bien como militantes activistas. Ninguna de las opciones constituye un ade-cuado compromiso pblico con la ciencia.Por otra parte, a pesar de sus impresionantes resultados, las conferencias

    de consenso no han recibido apoyo incondicional por parte de las comunida-des de cientficos naturales ni sociales. Los cientficos biomdicos, en parti-cular, con frecuencia se muestran incmodos con la tendencia de las confe-rencias de consenso a desdibujar la distincin entre el desarrollo y laaplicacin de una investigacin cientfica. Mantienen que el pblico deberadeterminar cmo se usa la investigacin, pero no cmo se lleva a cabo en laprctica. El argumento se basa tanto en los miedos de los cientficos respec-

    to a su propia autonoma, como en las preocupaciones sobre el estado delconocimiento lego de la ciencia. Sin embargo, la lnea que divide el desarro-llo de investigacin y la aplicacin est ms clara en la teora que en la prc-tica. Cuando una conferencia de consenso considera un asunto como la tera-pia gnica o los alimentos genticamente modificados, son muchos lostemas que afloran y que difuminan la divisin: cmo se van a probar lostratamientos o los productos antes de que puedan adquirirse de manera gene-ral?, qu grupos son los que ms probablemente obtendrn ventaja o des-ventaja del desarrollo de esos tratamientos o productos? Para responderestas preguntas, los ciudadanos del jurado tomarn por supuesto testimonio

    a los expertos ms relevantes.Los cientficos sociales suscitan una crtica algo ms sutil. Afirman que la

    ciencia tiene mltiples pblicos, cada uno con su propio conjunto de inte-reses. Adems, el estado de la investigacin cientfica misma est sujeto amltiples interpretaciones y a una considerable incertidumbre. No se puedeesperar que una conferencia de consenso resuelva todas esas diferencias enuna percepcin pblica de la ciencia comn. Una perspectiva histrica estil para responder a esta objecin. El avance de la democracia ha estadosiempre perseguido por el escepticismo sobre la capacidad de gente con pun-tos de vista radicalmente diferentes para prosperar bajo un marco de gobier-no comn. Para tales escpticos, una democracia podra existir slo entreaquellos que tienen ideas afines, no entre aquellos cuyos intereses estn enconstante tensin. As, los socilogos que estudian la ciencia hoy tienden aprivilegiar las formas locales de conocimiento cultivadas por comunidadesparticulares sobre los intentos por ejemplo, por parte del Estado o de laindustria de imponer una percepcin especficamente cientfica de lascosas. Podra parecer que las conferencias de consenso proporcionan inclusouna oportunidad ms para favorecer este tipo de imposicin.

    En ltima instancia, la respuesta a esta objecin es que el registro delegislaciones y constituciones es mucho ms positivo de como lo presentanlos escpticos. La conferencia de consenso es simplemente el ltimo captu-

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    lo en la historia de la gestin democrtica del conflicto. Adems, dado quela ciencia se ha convertido en algo esencial en la vida de todo el mundo,

    ahora ms que nunca necesita incorporarse dentro de los mecanismos ordi-narios de gobierno. Ms all de insistir simplemente en la incertidumbredel conocimiento cientfico, las conferencias de consenso pueden proporcio-nar las bases para lo que las legislaturas hacen mejor, a saber, desarrollarexperimentos sociales corregibles, slo que esta vez sobre la ciencia misma.

    Conclusin: convertirse en un ciudadano cientfico hoy

    Antes de Irwin (1995), la expresin ciudadano-cientfico se refera nor-

    malmente al ideal ilustrado ejemplificado por los padres fundadores de losEstados Unidos, Benjamn Franklin y Thomas Jefferson, que hicieron con-tribuciones a la ciencia y a la tecnologa a la vez que promovan innovacio-nes polticas. Como los atenienses clsicos, asociaban las dos actividadescomo expresiones naturales de su libertad (quizs el ms perdurable, y toda-va incomprendido, legado de esta sensibilidad es la concepcin de autono-ma de Kant que supone un sentido de auto-determinacin que refleja ladeterminacin divina del cosmos). Las colonias britnicas americanas propi-ciaron un ambiente especialmente acogedor para la reinvencin de la virtudcvica republicana en la segunda mitad del siglo XVIII especialmente cuan-

    do se las comparaba con la propia Gran Bretaa.Un buen ejemplo es la carrera del qumico filosfico y cristiano incon-

    formista Joseph Priestley, cuya Sociedad Lunar de Birmingham reuna amecnicos e idelogos de una forma que la Royal Society haba prohibidoclaramente en sus estatutos (Uglow, 2002). Priestley se vio obligado a emi-grar a los Estados Unidos despus de haber apoyado pblicamente la Revo-lucin Francesa de 1789, cuya causa (crea l) se basaba en una percepcincientfica ms adecuada de la naturaleza humana que la de sus oponentes.(Un buen ejemplo de lo que Priestley tena en mente es que Jeremy Bent-ham, poco despus, afirm haber derivado de l el eslogan utilitarista elmayor bien para el mayor nmero.) Por supuesto, hoy Priestley es recorda-do principalmente como la persona que no logr ver que su descubrimientodel aire desflogisticado equivala al oxgeno, el elemento que encabez laRevolucin Qumica. Da la casualidad de que la nemesis de Priestley, Antoi-ne Lavoisier, fue guillotinado durante el Terror por defender un sentido delcontinuismo poltico anlogo al igualmente fatal continuismo cientfico dePriestley. La diferencia, por supuesto, es que la fatalidad de Lavoisier lecost su vida, mientras que la de Priestley le cost la reputacin.

    Hoy en da la ciencia del ciudadano pude referirse al menos a dos sen-tidos diferentes de la produccin democrtica de conocimiento que estn endesacuerdo el uno con el otro. Por un lado, la ciencia del ciudadano puede

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    ser diseada para dar crdito a una forma de conocimiento local a pesarde su falta de credenciales cientficas. Esto es deseable en tanto que expre-

    sin de una identidad local y como correctivo metodolgico para las formasms abstractas y generales de conocimiento a las que se dedican las investi-gaciones cientficas profesionales. La mayor parte del trabajo en los estudiossociales de la ciencia relacionado con la comprensin pblica de la cien-cia (e. g., Irwin y Wynne, 1996) podra caer bajo esa categora. Aqu sepodra pensar en el ciudadano cientfico como alguien que rechaza poten-cialmente esquemas a gran escala por contradecir la experiencia local. Encualquier caso, estara claro que el objetivo poltico de la ciencia del ciuda-dano es mantener un cierto nivel de autonoma poltica. Por otro lado, unafuncin sutilmente diferente de la ciencia del ciudadano es extender y pro-

    fundizar en el sufragio democrtico ordinario dando voz a un grupo de per-sonas tradicionalmente excluido de las decisiones polticas, en las que laciencia juega un papel cada vez ms relevante. Pero como en el caso de lasconferencias de consenso, es ms importante que la gente marginada partici-pe en las decisiones a que sus opiniones permanezcan intactas hasta el finaldel proceso. De hecho, en la medida en que las conferencias de consensoson un crisol para forjar una sociedad ms democrtica, se espera que todaslas partes modifiquen sus opiniones durante las deliberaciones. De esto nose sigue necesariamente que alcancen un juicio unnime y, a este respec-to, conferencia de consenso puede ser un nombre inapropiado. Pero

    este sentido de ciencia del ciudadano implica que el mero hecho de que unaforma de conocimiento sea bien local, bien cientfica, no la acreditaintrnsecamente en el escenario poltico. Ms bien, el foro es l mismo unescenario para la produccin de conocimiento original.

    Finalmente, permtasenos meditar sobre el papel de la epistemologa enel rgimen democrtico de la ciencia del ciudadano. Las teoras clsicas delconocimiento aquellas obsesionadas con la adquisicin de creencia ver-dadera justificada presuponen un agente que trata el conocimiento comoun fin aislable al que se le debera dar prioridad sobre el resto de fines.Podramos llamar a esto el punto de vista delparticipante desinteresado. Porel contrario, los posmodernos tienden a adoptar el punto de vista del situado,i. e., delparticipante interesado. La orientacin normativa de mi epistemo-loga social es, en lneas generales, la del no-participante interesado en elsistema de conocimiento. Por lo general considero el conocimiento como unmedio para otros fines humanos (que pueden ser ellos mismos epistmicos),pero la participacin de alguien en el proceso de conocimiento normalmentese reduce al meta-nivel de la investigacin, que es el diseo y evaluacin delos regmenes de produccin de conocimiento que otros llevan a cabo. Estosregmenes abarcan temas de gestin fiscal y de personal, de responsabilidadsocial, as como, de manera especfica, formas de control de calidad basadasen procesos y productos. As, mi antiguo inters en presentar la epistemolo-

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    ga social como equivalente a poltica del conocimiento (Fuller, 1998,Apndice C) y gestin del conocimiento (Fuller, 2002) est fundado en la

    idea de que, hablando en trminos generales, los que prescriben y los queevalan (los legisladores y los gestores) de la produccin del conocimientono son los mismos en trminos de identidades o intereses que los pro-ductores de conocimiento de primer orden (trabajadores).

    Ha habido dos modelos histricos de no-participacin interesada en unesfuerzo colectivo: uno antiguo y elitista, el otro moderno y populista.Hemos empezamos con una discusin sobre el primer modelo, sacado de laantigua Atenas, que est basado en el cliente que proporciona orientacin alartesano, que a su vez posee la tcnica necesaria para implementar las ideasdel cliente. En Atenas, el cliente reciba el crdito del xito del producto, el

    artesano el de su fracaso. El segundo modelo, sacado de las eleccionesdemocrticas modernas, se basa en que los ciudadanos seleccionan regular-mente a los polticos que consideran que mejor proporcionarn una orienta-cin poltica coherente para sus diversos intereses. Aqu la distribucin demrito y culpa es menos clara, excepto por una tendencia a atribuir el xito ala constitucin global del sistema de gobierno (a menudo al contrato socialoriginal, en el caso de los Estados Unidos), y el fracaso a los individuos par-ticulares (ciudadanos o polticos). Esta tendencia encaja con la relacin entrela confianza global en la ciencia y la falta de confianza en las teoras cient-ficas particulares que marca la tica falsacionista asociada con Karl Popper

    (Fuller, 2003). Si debemos vivir en un mundo que no permite eleccionesregulares sobre ciencia, las conferencias de consenso ofrecen el medio msfactible para realizar el ideal popperiano (pero para pistas sobre una visinalternativa vase Fuller, 2002, parte III).

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