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ChistesDISPARATES EN EXMENES

- Como se llaman los habitantes de Ceuta:- Centauros.

- Fe: Es lo que nos da Dios para poder entender a los curas.

- El hombre primitivo: Se vestia de pieles y se refugiaba en las tabernas.

PREGUNTAS TONTAS

- El mundo es redondo y lo llaman planeta. Si fuese plano... lo llamaran redondeta?- Si todos los derechos son reservados, qu pasa con los izquierdos?

En el dentista.

--- Seora, por ltima vez!, dgale a su hijo que abra la boca.--- Rey!,abre la boca, para que este seor pueda sacar la mano...

El condenado a muerte

El reo, momentos antes de aplicarle la pena de muerte, oye la fatdica frase.- Cul es su ltimo deseo?- No estar presente en la ejecucin.- No diga tonteras. Esto no es posible. Pida otro deseo.- Est bien. Pues quiero aprender japons.

Una foto

Un nio que est viendo el lbum familiar le pregunta a su madre:- Mam, quin es ese joven tan apuesto que est a tu lado en la foto?- Es tu padre, hijo.- Mi padre? Entonces, quin es el hombre viejo y calvo que vive con nosotros?

Adivinanzas

En verdes ramas nac,en molino me estrujaron,en un pozo me met,y del pozo me sacarona la cocina a frer.(El aceite)

De verde me volv negray me molieron con tino,hasta que al final del todo,de m hicieron oro fino.(La aceituna)

Negra por dentro,negra por fuera,es mi coraznnegra madera.(La aceituna)Tengo cabeza redonda,sin nariz, ojos ni frente,y mi cuerpo se componetan slo de blancos dientes.(El ajo)

Ave me llaman a vecesy es llana mi condicin.(La avellana)

CuentosUga la tortugaCuento infantil sobre la perseverancia y el esfuerzo1090328311PORTADAARTCULOSOCIOCUENTOS INFANTILESCaramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga, la tortuga. Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la ltima en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es unadormilona.Esto tiene que cambiar! se propuso un buen da, harta de que sus compaeros del bosque le recriminaran por su pocoesfuerzoal realizar sus tareas.Cuento infantil sobre la perseverancia

Y es que haba optado por no intentar siquiera realizaractividadestan sencillas como amontonar hojitas secas cadas de los rboles enotoo, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos das deverano.-Para qu preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compaeros? Mejor es dedicarme ajugary a descansar.- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo rcord; lo importante es acabarlo realizndolo lo mejor que sabes, puessiempre te quedar la recompensa de haberlo conseguido.No todos los trabajos necesitan de obreros rpidos.Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrs lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedars con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y laperseveranciason buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.- Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender elvalordelesfuerzo; te prometo que lo intentar.Pasaron unos das y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.Se sentafelizconsigo misma pues cada da consegua lo poquito que se propona porque era consciente de que haba hecho todo lo posible por lograrlo.- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sinoacabar todas las pequeas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.FIN}

El cuento de Caperucita Roja.

Erase una vez una nia muy bonita. Su madre le habia hecho una capa roja y la nia la llevaba tan a

menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Un dia , su madre le pidio que llevase unos pasteles a su abuelita que vivia al otro lado del bosque ,

recomendandole que no se entretuviese en el camino , porque cruzar el bosque era muy peligroso , ya

que siempre estaba acechando por alli el lobo.

Caperucita Roja recogio la cesta con los pasteles y se puso en camino. La nia tenia que atravesar el

bosque para llegar a casa de la Abuelita , pero no tenia miedo porque alli siempre se encontraba con

muchos amigos:

los pajaros, las ardillas...

De repente vio al lobo , que era enorme , delante de ella.

- A donde vas , nia? - le pregunto el lobo con su voz ronca.

- A casa de mi Abuelita - dijo Caperucita.

- No esta lejos - penso el lobo para si, dandose media vuelta.

Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido

-penso- , no tengo nada que temer. La abuelita se pondra muy contenta cuando la lleve un

hermoso ramo de flores ademas de los pasteles.

Mientras , el lobo se fue a casa de la Abuelita , llamo suavemente a la puerta y la abuelita le abrio

pensando que era su nieta Caperucita. Un cazador que pasaba por alli habia observado la llegada del

lobo.

El lobo devoro a la Abuelita y se puso su gorro rosa se metio en la cama y cerro los ojos. No tuvo que

esperar mucho , ya queCaperucita Roja llego enseguida , toda muy contenta.

La nia se acerco a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita , abuelita , que ojos mas grandes tienes!

- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita , abuelita , que orejas mas grandes tienes!

- Son para oirte mejor- siguio diciendo el lobo.

- Abuelita , abuelita , que dientes mas grandes tienes!

- Son para...comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzo sobre Caperucita y la

devoro al igual que habia hecho con la abuelita.

Mientras tanto, el cazador se habia quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del

lobo, decidio echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidio ayuda a un segador y

los dos juntos llegaron al lugar.

Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.

El cazador saco su cuchillo y rajo el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban alli, vivas!.

Para castigar al malvado lobo , el cazador le lleno el vientre de piedras y luego lo volvio a cerrar.

Cuando el lobo desperto de su pesado sueo, sintio muchisima sed y se dirigio a un estanque

proximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayo en el estanque de cabeza y se

ahogo.

En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron mas que un gran susto, pero Caperucita Roja

habia aprendido la leccion. Prometio a su Abuelita no hablar con ningun desconocido que se

encontrara en su camino. De ahora en adelante , seguiria los consejos de su Abuelita y de su Mama.

FIN

Cuentos Infantiles

El cuento de El Mago de Oz.

Dorita era una nia que vivia en una granja en Kansas con sus tios y su perro llamado Toto.

Un dia, mientras la nia jugaba con el perro por los alrededores de la casa , nadie se dio cuenta de que

se acercaba un tornado. Cuando Dorita lo vio, intento correr en direccion a la casa , pero su

tentativa de huida fue en vano. La nia tropezo, se cayo , y acabo siendo llevaba junto con el perro,

por el tornado. Los tios vieron desaparecer en cielo a Dorita y a Toto , no pudieron hacer nada

para evitarlo. Dorita y su perro viajaron a traves del tornado y aterrizaron en un lugar totalmente

desconocido para ellos. Alli , encontraron a unos extraos personajes y un hada que , respondiendo

al deseo de Dorita de encontrar el camino de vuelta a su casa les aconsejaron a que fueran visitar al

Mago de Oz. Les indicaron un camino de baldosas amarillas, y Dorita y Toto lo siguieron.

En el camino, los dos se cruzaron con un espantapajaros que pedia , incesantemente, un

cerebro. Dorita le invito a que la acompaara para ver lo que el mago de Oz podria hacer por el. Y el

espantapajaros acepto. Mas tarde , se encontraron a un hombre de hojalata que , sentado debajo de

un arbol, deseaba tener un corazon. Dorita le llamo a que fuera con ellos a consultar al mago de Oz. Y

continuaron en el camino. Algun tiempo despues, Dorita, el espantapajaros y el hombre de hojalata

se encontraron a un leon rugiendo debilmente, asustado con los ladridos de Toto. El leon lloraba

porque queria ser valiente. Asi que todos decidieron seguir el camino hacia el mago de Oz , con la

esperanza de hacer realidad sus deseos.

Cuando llegaron al pais de Oz, un guardia les abrio la puerta , y finalmente pudieron explicar al mago lo

que querian. El mago de Oz les puso una condicion: primero tendrian que acabar con la

bruja mas cruel de reino, antes de solucionar sus problemas. Ellos los aceptaron. Al salir del

castillo de Oz, Dorita y sus amigos pasaron por un campo de amapolas y aquel aroma intenso les

hicieron caer en un profundo sueo, siendo capturados por unos monos voladores que venian

de parte de la mala bruja. Cuando despertaron y vieron la bruja, lo unico que se le ocurrio a Dorita

fue arrojar un cubo de agua a la cara de la bruja, sin saber que eso era lo que haria desaparecer a la

bruja. El cuerpo de la bruja se convirtio en un charco de agua, en un pis-pas.

Rompiendo asi el hechizo de la bruja, todos pudieron ver como sus deseos eran convertidos en

realidad, excepto Dorita. Toto, como era muy curioso, descubrio que el mago no era sino un

anciano que se escondia tras su figura. El hombre llevaba alli muchos aos pero ya queria marcharse.

Para ello habia creado un globo magico. Dorita decidio irse con el. Durante la peligrosa travesia en

globo, su perro se cayo y Dorita salto tras el para salvarle. En su caida la nia soo con todos sus

amigos, y oyo como el hada le decia: Si quieres volver , piensa: en ningun sitio se esta como en

casa. Y asi lo hizo. Cuando desperto, oyo gritar a sus tios y salio corriendo. Todo habia sido

un sueo Un sueo que ella nunca olvidaria , ni tampoco sus amigos.

El cuento de Peter Pan.

Erase una vez 3 nios llamados Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivan en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, haba contagiado a sus hermanitos su admiracin por Peter Pan.

Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter. Una noche, cuando ya casi dorman, vieron una lucecita moverse por la habitacin. Era Campanilla, el hada que acompaa siempre a Peter Pan, y el mismsimo Peter. ste les propuso viajar con l y con Campanilla al Pas de Nunca Jams, donde vivan los Nios Perdidos... - Campanilla os ayudar. Basta con que os eche un poco de polvo mgico para que podis volar. Cuando ya se encontraban cerca del Pas de Nunca Jams, Peter les seal: - Es el barco del Capitn Garfio. Tened mucho cuidado con l. Hace tiempo un cocodrilo le devor la mano y se trag hasta el reloj. Qu nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac! Campanilla se sinti celosa de las atenciones que su amigo tena para con Wendy, as que, adelantndose, les dijo a los Nios Perdidos que deban disparar una flecha a un gran pjaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cay al suelo, pero, por fortuna, la flecha no haba penetrado en su cuerpo y enseguida se recuper del golpe. Wendy cuidaba de todos aquellos nios sin madre y, tambin, claro est de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero stos, que ya haban tenido noticias de su llegada al Pas de Nunca Jams, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John. Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitn Garfio decidi envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cario que Peter senta hacia Wendy. Garfio aprovech el momento en que Peter se haba dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderossimo veneno. Cuando Peter Pan se despert y se dispona a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que haba hecho, se lanz contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa poda salvarla: que todos los nios creyeran en las hadas y en el poder de la fantasa. Y as es como, gracias a los nios, Campanilla se salv. Mientras tanto, nuestros amiguitos seguan en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Pareca que nada poda salvarles, cuando de repente, oyeron una voz: - Eh, Capitn Garfio, eres un cobarde! A ver si te atreves conmigo! Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, haba llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que ste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba all y, del susto, el Capitn Garfio dio un traspi y cay al mar. Es muy posible que todava hoy, si viajis por el mar, podis ver al Capitn Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo. El resto de los piratas no tard en seguir el camino de su capitn y todos acabaron dndose un saludable bao de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los dems nios. Ya era hora de volver al hogar. Peter intent convencer a sus amigos para que se quedaran con l en el Pas de Nunca Jams, pero los tres nios echaban de menos a sus padres y deseaban volver, as que Peter les llev de nuevo a su casa. - Qudate con nosotros! -pidieron los nios. - Volved conmigo a mi pas! -les rog Peter Pan-. No os hagis mayores nunca. Aunque crezcis, no perdis nunca vuestra fantasa ni vuestra imaginacin. De ese modo seguiremos siempre juntos. - Prometido! -gritaron los tres nios mientras agitaban sus manos diciendo adis.

El cuento de la Bella y la Bestia.

Erase una vez un mercader que antes de irse para un largo viaje de negocios, llam a sus tres hijas para preguntarles qu queran que les trajera a cada una como regalo. La primera pidi un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la ms gentil, le dijo a su padre: "Me bastar una rosa cortada con tus manos."

El mercader parti y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pill desprevenido. El viento soplaba glido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de fro, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confo en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para s esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por ms que llam, nadie acudi a recibirlo.

Entr decidido y sigui llamando. En el saln principal haba una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidi sentarse a la mesa; con el hambre que tena consumi en breve tiempo una suculenta cena. Despus, todava intrigado, subi al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo largsimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y haba una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dej tentar; se ech sobre la cama y qued dormido profundamente. Al despertar por la maana, una mano desconocida haba depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta.

El mercader desayun y, despus de asearse un poco, baj para darle las gracias a quien generosamente lo haba hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontr a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraa situacin, se dirigi al jardn en busca de su caballo que haba dejado atado a un rbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atencin. Se acord entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinndose cort una rosa. Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareci una bestia horrenda que iba vestida con un bellsimo atuendo; con voz profunda y terrible le amenaz: " Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en seal de agradecimiento, vas y robas mis rosas preferidas? Te matar por tu falta de consideracin!"

El mercader, aterrorizado, se arrodill temblando ante la fiera: Perdname!Perdname la vida! Har lo que me pidas! La rosa era para mi hija Bella, a la que promet llevrsela de mi viaje!" La bestia retir su garra del desventurado. " Te dejar marchar con la condicin de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometi obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader lleg a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero despus de haberles contado su terrorfica aventura, Bella lo tranquiliz diciendo: " Padre mo, har cualquier cosa por ti.

No debes preocuparte, podrs mantener tu promesa y salvar as la vida! Acompame hasta el castillo y me quedar en tu lugar!" El padre abraz a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por m. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que despus..." De esta manera, Bella lleg al castillo y la Bestia la acogi de forma inesperada: fue extraamente gentil con ella. Bella, que al principio haba sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurra, senta menos repulsin. Le fue asignada la habitacin ms bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empez a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibi sorprendida de que cada vez le gustaba ms su conversacin. Los das pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un da la Bestia os pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qu responder. Pero no dese ofender a quien haba sido tan gentil y, sobre todo, no poda olvidar que fue ella precisamente quien salv con su sacrificio la vida de su padre. "No puedo aceptar!" empez a decirle la muchacha con voz temblorosa,"Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardar rencor por tu negativa." La vida sigui como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un da la Bestia le regal a Bella un bonito espejo de mgico poder. Mirndolo, Bella poda ver a lo lejos a sus seres ms queridos. Al regalrselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no ser tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sinti inquieta, y un da la Bestia la encontr derramando lgrimas cerca de su espejo mgico. "Qu sucede?" quiso saber el monstruo. " Mi padre est muy enfermo, quiz murindose! Oh! Deseara tanto poderlo ver por ltima vez!" "Imposible! Nunca dejars este castillo!" grit fuera de s la Bestia, y se fue. Al poco rato volvi y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a los siete das estars de vuelta, te dejar marchar para que puedas ver a tu padre." Qu bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeci Bella feliz. El padre, que estaba enfermo ms que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sinti mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los das transcurran deprisa y el padre finalmente se levant de la cama curado. Bella era feliz y se olvid por completo de que los siete das haban pasado desde su promesa. Una noche se despert sobresaltada por un sueo terrible. Haba visto a la Bestia murindose, respirando con estertores en su agona, y llamndola: "Vuelve! Vuelve conmigo!" Fuese por mantener la promesa que haba hecho, fuese por un extrao e inexplicable afecto que senta por el monstruo, el caso es que decidi marchar inmediatamente. "Corre, corre caballito!" deca mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo..

Al llegar al castillo subi la escalera y llam. Nadie respondi; todas las habitaciones estaban vacas. Baj al jardn con el corazn encogido por un extrao presentimiento. La Bestia estaba all, reclinada en un rbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanz sobre el monstruo abrazndolo: "No te mueras! No te mueras! Me casar contigo!"

Tras esas palabras, aconteci un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirti en la figura de un hermoso joven. "Cunto he esperado este momento! Una bruja malfica me transform en un monstruo y slo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, poda devolverme mi apariencia normal. Se celebr la boda, y el joven prncipe quiso que, para conmemorar aquel da, se cultivasen en su honor slo rosas en el jardn. He aqu porqu todava hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".

Tengo una muecaTengo una muecavestida de azulcon su camisitay su canesla saqu a paseose me constipla tengo en la camacon mucho dolor.Esta maanitame dijo el doctorque le d jarabecon un tenedor.Dos y dos son cuatro,cuatro y dos son seis,seis y dos son ochoy ocho diecisis.Y ocho, veinticuatroy ocho, treinta y dos.

Que llueva, que llueva

Que llueva, que llueva,la Virgen de la Cueva,los pajaritos cantan,las nubes se levantanque s, que no,que caiga un chaparrncon azcar y turrn,que se rompan los cristalesde la estaciny los mos noporque son de carv

Caracol, col, col

Caracol, col, colsaca tus cuernosy pnlos al sol.

Caracol, col, colen cada ramitalleva una flor.Que viva la baba,de aquel caracol.

Caracol, col, col

Caracol, col, colsaca tus cuernosy pnlos al sol.

Caracol, col, colen cada ramitalleva una flor.Que viva la baba,de aquel caracol.

Cinco lobitos

Cinco lobitos tiene la lobablancos y negros detrs de una escoba.Cinco tena y cinco criabay a todos los cinco tetita les daba.

Las dos glorias

Las dos gloriasdePedro Antonio de Alarcn

Un da que el clebre pintor flamenco Pedro Pablo Rubens andaba recorriendo los templos de Madrid acompaado de sus afamados discpulos, penetr en la iglesia de un humilde convento, cuyo nombre no designa la tradicin.Poco o nada encontr que admirar el ilustre artista en aquel pobre y desmantelado templo, y ya se marchaba renegando, como sola, del mal gusto de los frailes de Castilla la Nueva, cuando repar en cierto cuadro medio oculto en las sombras de fesima capilla; acercse a l, y lanz una exclamacin de asombro.Sus discpulos le rodearon al momento, preguntndole:- Qu habis encontrado, maestro?- Mirad! -dijo Rubens sealando, por toda contestacin, al lienzo que tena delante.Los jvenes quedaron tan maravillados como el autor del "Descendimiento".Representaba aquel cuadro la "Muerte de un religioso". Era ste muy joven, y de una belleza que ni la penitencia ni la agona haban podido eclipsar, y hallbase tendido sobre los ladrillos de su celda, velados ya los ojos por la muerte, con una mano extendida sobre una calavera, y estrechando con la otra, a su corazn, un crucifijo de madera y cobre.En el fondo del lienzo se vea pintado otro cuadro, que figuraba estar colgado cerca del lecho de que se supona haber salido el religioso para morir con ms humildad sobre la dura tierra.Aquel segundo cuadro representaba a una difunta, joven y hermosa, tendida en el atad entre fnebres cirios y negras y suntuosas colgaduras....Nadie hubiera podido mirar estas dos escenas, contenida la una en la otra, sin comprender que se explicaban y completaban recprocamente. Un amor desgraciado, una esperanza muerta, un desencanto de la vida, un olvido eterno del mundo: he aqu el poema misterioso que se deduca de los dos ascticos dramas que encerraba aquel lienzo.Por lo dems, el color, el dibujo, la composicin, todo revelaba un genio de primer orden.- Maestro, de quin puede ser esta magnfica obra? -preguntaron a Rubens sus discpulos, que ya haban alcanzado el cuadro.- En este ngulo ha habido un nombre escrito (respondi el maestro); pero hace muy pocos meses que ha sido borrado. En cuanto a la pintura, no tiene arriba de treinta aos, ni menos de veinte.- Pero el autor....- El autor, segn el mrito del cuadro, pudiera ser Velazquez, Zurbarn, Ribera, o el joven Murillo, de quien tan prendado estoy.... Pero Velazquez no siente de este modo. Tampoco es Zurbarn, si atiendo al color y a la manera de ver el asunto. Menos an debe atribuirse a Murillo ni a Ribera: aqul es ms tierno, y ste es ms sombro; y, adems, ese estilo no pertenece ni a la escuela del uno ni a la del otro. En resumen: yo no conozco al autor de este cuadro, y hasta jurara que no he visto jams obras suyas. Voy ms lejos: creo que el pintor desconocido, y acaso ya muerto, que ha legado al mundo tal maravilla, no perteneci a ninguna escuela, ni ha pintado ms cuadro que ste, ni hubiera podido pintar otro que se le acercara en mrito.... sta es una obra de pura inspiracin, un asunto "propio", un reflejo del alma, un pedazo de la vida.... Pero.... Qu idea! Queris saber quin ha pintado ese cuadro? Pues lo ha pintado ese mismo muerto que veis en l!- Eh! Maestro.... Vos os burlis!- No: yo me entiendo....- Pero cmo concebs que un difunto haya podido pintar su agona?- Concibiendo que un vivo pueda adivinar o representar su muerte! Adems, vosotros sabis que profesar "de veras" en ciertas rdenes religiosas es morir.- Ah! Creis vos?...- Creo que aquella mujer que est de cuerpo presente en el fondo del cuadro era el alma y la vida de este fraile que agoniza contra el suelo; creo que, cuando ella muri, l se crey tambin muerto, y muri efectivamente para el mundo; creo, en fin, que esta obra, ms que el ltimo instante de su hroe o de su autor (que indudablemente son una misma persona), representa la profesin de un joven desengaado de alegras terrenales....- De modo que puede vivir todava?...

Viva el papa

Viva el papa!dePedro Antonio de Alarcn

IEl tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histrico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya slo por la materia, sino tambin por la forma. Vivo est quien lo cuenta, como suele decirse..., y entindase que quien le cuenta no soy yo; es un Capitn retirado que dej el servicio en 1814.Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues, admiracin ni indulgencia, sino que me creis a puo cerrado.Para invencin, el asunto es de poca monta; y luego pertenece a un gnero en que yo no me tomara el trabajo de inventar nada....Presumo de liberal, y un pobre Capitn retirado me ha conmovido profundamente contndome los sinsabores ... polticos de un Papa muy absolutista....Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma relacin, a fin de que el nmero de los derrotados cohoneste mi derrota.Habla mi Capitn.

IIUno de los ms calurosos das del mes de Julio de 1809, y cuidado que aquel dichoso ao hizo calor! a eso de las diez de la maana, entrbamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado, que lo que sea no lo s, ni lo he sabido nunca, y maldita la falta que me haca saber que exista tal Francia en el mundo....Ah! Conque era en Francia?...Pues hombre! Me gusta! Dnde est el Delfinado sino en Francia?Y no crean ustedes que ah, en la frontera..., sino muy tierra adentro, ms cerca del Piamonte que de Espaa....Siga V...., Capitn! Los nios ... que aprendan en la escuela....Y t, a ver si te callas, Eduardito!Pues como digo, entrbamos en Montelimart, ahogados de calor y polvo, y rendidos de caminar a pie durante tres semanas, veintisiete oficiales espaoles que habamos cado prisioneros en Gerona.... Mas no creis que en la capitulacin de la plaza, sino en una salida que hicimos pocos das antes, a fin de estorbar unas obras en el campamento francs.... Pero esto no hace al caso. Ello es que nos atraparon y nos llevaron a Perpin, desde donde nos destinaron a Dijon.... Y ah tienen Vds. el por qu de lo que voy a referir.Pues, seor, como uno se acostumbra a todo, y el Emperador nos pasaba diez reales diarios durante el viaje que bamos haciendo a jornadas militares de tres o cuatro leguas, y nadie nos custodiaba, porque cada uno de nosotros haba respondido con su cabeza de que no desertaran los dems, y veintisiete espaoles juntos no se han aburrido nunca, suceda que, sin embargo del calor, de la fatiga y de no saber ni una palabra de francs, pasbamos muchos ratos divertidos, sobre todo desde las once de la maana hasta las siete de la tarde, horas que permanecamos en las poblaciones del trnsito; pues las jornadas las hacamos de noche con la fresca.... A ver, Antonio, encindeme esta pipa.Montelimart.... Bonito pueblo!... El caf est en una calle cerca de la Plaza, y en l entramos a refrescarnos, es decir, a evitar el sol ... (pues los bolsillos no se prestaban a golleras), en tanto que tres de nuestros compaeros iban a ver al Prefecto para que nos diese las boletas de alojamiento, que en Francia se llaman mandat....No s si el caf estar todava como entonces estaba. Han pasado cuarenta y cuatro aos! Recuerdo que a la izquierda de la puerta haba una ventana de reja, con cristales, y delante una mesa a la cual nos sentamos algunos de los oficiales, entre ellos C...., que ha sido diputado a Cortes por Almera y muri el ao pasado.... Ya veis que esto es cosa que puede preguntarse.Pues no dice V. que ha muerto?Hombre! Supongo que C. ... se lo habr contado a su familia -respondi el Capitn, escarbando la pipa con la ua.Tiene V. razn, Capitn! Siga V....; el que no lo crea, que lo busque.Bien hablado, hijo mo!Pues, como bamos diciendo, sentados estbamos a la mesa del caf, cuando vimos correr mucha gente por la calle, y omos una gritera espantosa.... Pero como la gritera era en francs, no la entendimos.Le Pape! Le Pape! Le Pape!...decan los muchachos y las mujeres, levantando las manos al cielo, en tanto que todos los balcones se abran y llenaban de gente, y los mozos del caf y algunos gabachos que jugaban al billar se lanzaban a la calle con un palmo de boca abierta, como si oyeran decir que el sol se haba parado.Pues parado est, pap abuelo!Cllese V. cuando hablan los mayores! A ver... el deslenguado!No haga V. caso, Capitn.... Estos nios de ahora!...Toma.... Y si est parado!...murmur el muchacho entre dientes.Le Pape! Le Pape! Qu significa esto? nos preguntamos todos los oficiales.Y cogiendo a uno de los mozos del caf, le dimos a entender nuestra curiosidad.El mozo tom dos llaves; traz con las manos una especie de morrin sobre su cabeza; se sent en una silla, y dijo:Le Pontife!Ah!... (dijo C....que era el ms avisado de nosotros.Por eso fu luego diputado a Cortes!) El Pontfice! El Papa!Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept.Po VII!... El Papa!... (exclamamos nosotros, sin atrevernos a creer lo que oamos.) Qu hace el Papa en Francia? Pues no est el Papa en Roma? Viajan los Papas? El Papa en Montelimart?No extrais nuestro asombro, hijos mos.... En aquel entonces todas las cosas tenan ms prestigio que hoy. No se viajaba tan fcilmente, ni se publicaban tantos peridicos. Yo creo que en toda Espaa no haba ms que uno, tamao como un recibo de contribucin. El Papa era para nosotros un sr sobrenatural..., no un hombre de carne y hueso.... En toda la tierra no haba ms que un Papa!... Y en aquel tiempo era la tierra mucho ms grande que hoy.... La tierra era el mundo..., y un mundo lleno de misterios, de regiones desconocidas, de continentes ignorados! Adems, aun sonaban en nuestros odos aquellas palabras de nuestra madre y de nuestros maestros: El Papa es el Vicario de Jesucristo; su representante en la tierra; una autoridad infalible, y lo que desatare o atare aqu, remanecer atado o desatado en el cielo....Creo haberme explicado.Creo que habris comprendido todo el respeto, toda la veneracin, todo el susto que experimentaramos aquellos pobres espaoles del siglo pasado, al or decir que el Sumo Pontfice estaba en un villorrio de Francia y que bamos a verle!Efectivamente: no bien salimos del caf, percibimos all, en la Plaza (que como os he dicho estaba cerca), una empolvada silla de posta, parada delante de una casa de vulgar apariencia y custodiada por dos gendarmes de caballera, cuyos desnudos sables brillaban que era un contento....Ms de quinientas personas haba alrededor del carruaje, que examinaban con viva curiosidad, sin que se opusiesen a ello los gendarmes, quienes, en cambio, no permitan al pblico acercarse a la puerta de aquella casa, donde se haba apeado Po VII mientras mudaban el tiro de caballos....Y qu casa era aqulla, abuelito? La del Alcalde?No, hijo mo. Era el Parador de diligencias.A nosotros, como a militares que ramos, nos tuvieron un poco ms de consideracin los gendarmes, y nos permitieron arrimarnos a la puerta.... Pero no as pasar el umbral.De cualquier modo, pudimos ver perfectamente el siguiente grupo, que ocupaba uno de los ngulos de aquel portal u oficina.Dos ancianos..., qu digo? dos viejos decrpitos, cubiertos de sudor y de polvo, rendidos de fatiga, ahogados de calor, respirando apenas, beban agua en un vaso de vidrio, que el uno pas al otro despus de mediarlo. Estaban sentados en sillas viejas de enea. Sus trajes talares, blanco el uno, y el otro de color de prpura, hallbanse tan sucios y ajados por resultas de aquella larga caminata, que ms parecan humildes ropones de peregrinos, que ostentosos hbitos de prncipes de la Iglesia....Ningn distintivo poda revelarnos cul era Po VII (pues nada entendamos nosotros de trajes cardenalicios ni pontificales), pero todos dijimos a un tiempo:-Es el ms alto! El de las blancas vestiduras!Y sabis por qu lo dijimos? Porque su compaero lloraba y l no; porque su tranquilidad revelaba que l era mrtir; porque su humildad denotaba que l era el Rey.En cuanto a su figura, me parece estarla viendo todava. Imaginaos un hombre de ms de setenta aos, enjuto de carnes, de elevada talla y algo encorvado por la edad. Su rostro, surcado de pocas pero muy hondas arrugas, revelaba la ms austera energa, dulcificada por unos labios bondadosos que parecan manar persuasin y consuelo. Su grave nariz, sus ojos de paz, marchitos por los aos, y algunos cabellos tan blancos como la nieve, infundan juntamente reverencia y confianza. Slo contemplando la cara de mi buen padre y la de algunos santos de mi devocin, haba yo experimentado hasta entonces una emocin por aquel estilo.El sacerdote que acompaaba a Su Santidad era tambin muy viejo, y en su semblante, contrado por el dolor y la indignacin, se descubra al hombre de pensamientos profundos y de accin rpida y decidida. Ms pareca un general que un apstol.Pero era cierto lo que veamos? El Pontfice preso, caminando en el rigor del esto, con todo el ardor del sol, entre dos groseros gendarmes, sin ms comitiva que un sacerdote, sin otro hospedaje que el portal de una casa de postas, sin otra almohada que una silla de madera?En tan extraordinario caso, en tan descomunal atropello, en tan terrible drama, slo poda mediar un hombre ms extraordinario, ms descomunal, ms terrible que cuanto veamos....El nombre de NAPOLEN circul por nuestros labios. Napolen nos tena tambin a nosotros en el interior de Francia! Napolen haba revuelto el Oriente, encendido en guerra nuestra patria, derribado todos los tronos de Europa! l deba de ser quien arrancaba al Papa de la Silla de San Pedro y lo paseaba as por el Imperio francs, como el pueblo judo pase al Redentor por las calles de la ciudad deicida!Pero cul era la suerte del beatsimo prisionero? Qu haba ocurrido en Roma? Haba una nueva religin en el Medioda de Europa? Era papa Napolen?Nada sabamos..., y, si he de deciros la verdad, por lo que a m hace, todava no he tenido tiempo de averiguarlo....Yo se lo dir a V., por va de parntesis, en muy pocas palabras, Capitn.Esto completar la historia de V., y dar toda su importancia a ese peregrino relato.

IIIEl da 17 de Mayo de ese mismo ao de 1809 di Napolen un decreto, por el que reuni al Imperio francs los Estados pontificios, declarando a Roma ciudad imperial libre.El pueblo romano no se atrevi a protestar contra esta medida; pero el Papa la resisti pasivamente desde su palacio del Quirinal, donde aun contaba con algunas autoridades y su guardia de suizos.Sucedi entonces que unos pescadores del Tiber cogieron un esturin y quisieron regalrselo al Sucesor de San Pedro. Los franceses aprovecharon esta ocasin para dar el ltimo paso contra la autoridad de Po VII; gritaron: al arma!; el can de Sant-Angelo pregon la extincin del gobierno temporal de los Papas, y la bandera tricolor onde sobre el Vaticano.El Secretario de Estado, cardenal Pacca (que sin duda era el sacerdote que V. encontr con Po VII), corri al lado de Su Santidad; y, al verse los dos ancianos, exclamaron: Consummatum est!En efecto: mientras el Papa lanzaba su ltima excomunin contra los invasores, stos penetraban en el Quirinal, derribando las puertas a hachazos.En la Sala de las Santificaciones encontraron a cuarenta suizos, resto del poder del ex Rey de Roma, quienes los dejaron pasar adelante por haber recibido orden de no oponer resistencia alguna.El general Radet, jefe de los demoledores, encontr al Papa en la Sala de las Audiencias ordinarias, rodeado de los cardenales Pacca y Despuig y de algunos empleados de Secretara. Po VII vesta roquete y muceta; haba dejado su lecho para recibir al enemigo, y daba muestras de una tranquilidad asombrosa.Era media noche. Radet, profundamente conmovido, no se atreve a hablar. Al fin intima al Sumo Pontfice que renuncie al gobierno temporal de los Estados romanos. El Papa contesta que no le es posible hacerlo, porque no son suyos, sino de la Iglesia, cuyo administrador lo hizo la voluntad del Cielo.... Y el general Radet le replica mostrndole la orden de llevarlo prisionero a Francia.Al amanecer del siguiente da sala Po VII de su palacio entre esbirros y gendarmes, saltando sobre los escombros de las puertas, sin ms comitiva que el cardenal Pacca, ni ms restos de su grandeza mundanal que un papetto, moneda equivalente a cuatro reales de velln, que llevaba en el bolsillo.En las afueras de la puerta del Popolo lo esperaba una silla de posta, a la cual le hicieron subir, y despus de esto cerraron las portezuelas con una llave, que Radet entreg a un gendarme de caballera.Las persianas del lado derecho, en que se sent el Papa, estaban clavadas, a fin de que no pudiese ser visto....

El extranjerodePedro Antonio de Alarcn

- I -[editar]No consiste la fuerza en echar por tierra al enemigo, sino en domar la propia clera, dice una mxima oriental.No abuses de la victoria, aade un libro de nuestra religin.Al culpado que cayere debajo de tu jurisdiccin considrale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto estuviere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, mustratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios son todos iguales, ms resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia, aconsej, en fin, don Quijote a Sancho Panza.Para dar realce a todas estas elevadsimas doctrinas, y cediendo tambin a un espritu de equidad, nosotros, que nos complacemos frecuentemente en referir y celebrar los actos heroicos de los espaoles durante la Guerra de la Independencia, y en condenar y maldecir la perfidia y crueldad de los invasores, vamos a narrar hoy un hecho que, sin entibiar en el corazn el amor a la patria, fortifica otro sentimiento no menos sublime y profundamente cristiano: el amor a nuestro prjimo; sentimiento que, si por congnita desventura de la humana especie, ha de transigir con la dura ley de la guerra, puede y debe resplandecer cuando el enemigo est humillado.El hecho fue el siguiente, segn me lo han contado personas dignas de entera fe que intervinieron en l muy de cerca y que todava andan por el mundo. Od sus palabras textuales- II -[editar]-Buenos das, abuelo... -dije yo.-Dios guarde a usted, seorito... -dijo-Muy solo va usted por estos caminos!...-S, seor. Vengo de las minas de Linares, donde he estado trabajando algunos meses, y voy a Gdor a ver a mi familia. Usted ir...?-Voy a Almera..., y me he adelantado un poco a la galera, porque me gusta disfrutar de estas hermosas maanas de abril. Pero, si no me engao, usted rezaba cuando yo llegu... Puede usted continuar. Yo seguir leyendo entre tanto, supuesto que la galera anda tan lentamente que le permite a uno estudiar en mitad de los caminos.-Vamos! Ese libro es alguna historia... Y quin le ha dicho a usted que yo rezaba?-Toma! maraco Yo, que le he visto a usted quitarse el sombrero y santiguarse!-Pues, qu demonio!, hombre... Por qu he de negarlo? Rezando iba... Cada uno tiene sus cuentas con Dios!-Es mucha verdad.-Piensa usted andar largo?-Yo? Hasta la venta...-En este caso, eche usted por esa vereda y cortaremos camino.-Con mucho gusto. Esa caada me parece deliciosa. Bajemos a ella.Y, siguiendo al viejo, cerr el libro, dej el camino y descend a un pintoresco barranco.Las verdes tintas y diafanidad del lejano horizonte, as como la inclinacin de la montaas, indicaban ya la proximidad del Mediterrneo.Anduvimos en silencio unos minutos, hasta que el minero se par de pronto.-Cabales! -exclam.Y volvi a quitarse el sombrero y a santiguarse.Estbamos bajo unas higueras cubiertas ya de hojas, y a la orilla de un pequeo torrente.-A ver, abuelito!... -dije, sentndome sobre la hierba-. Cunteme usted lo que ha pasado aqu.-Cmo! Usted sabe? -replic l, estremecindose.-Yo no s ms... -aad con suma calma-, sino que aqu ha muerto un hombre... Y de mala muerte, por ms seas!-No se equivoca usted, seorito! No se equivoca usted! Pero quin le ha dicho?...-Me lo dicen sus oraciones de usted.-Es mucha verdad! Por eso rezaba.Yo mir tenazmente la fisonoma del minero, y comprend que haba sido siempre hombre honrado. Casi lloraba, y su rezo era tranquilo y dulce.-Sintese usted aqu, amigo mo...-le dije, alargndole un cigarro de papel.-Pues ver usted, seorito... -Vaya, muchas gracias! Delgadillo es!...-Rena usted dos y resultar uno doble de grueso -aad, dndole otro cigarro.-Dios se lo pague a usted! Pues, seor... -dijo el viejo, sentndose a mi lado-, hace cuarenta y cinco aos que una maana muy parecida a sta pasaba yo casi a esta hora por este mismo sitio...-Cuarenta y cinco aos! -medit yo.Y la melancola del tiempo cay sobre mi alma. Dnde estaban las flores de aquellas cuarenta y cinco primaveras? Sobre la frente del anciano blanqueaba la nieve de setenta inviernos!Viendo l que yo no deca nada, ech unas yescas, encendi el cigarro, y continu de este modo:-Flojillo es! Pues, seor, el da que le digo a usted vena yo de Gergal con una carga de barrilla y al llegar al punto en que hemos dejado el camino para tomar esta vereda me encontr con dos soldados espaoles que llevaban prisionero a un polaco. En aquel entonces era cuando estaban aqu los primeros franceses, no los del ao 23, sino los otros...-Ya comprendo! Usted habla de la Guerra de la Independencia.-Hombre! Pues entonces no haba usted nacido!-Ya lo creo!-Ah, s! Estar apuntado en ese libro que vena usted leyendo. Pero, ca!, lo mejor de estas guerras no lo rezan los libros. Ah ponen lo que ms acomoda..., y la gente se lo cree a puo cerrado. Ya se ve! Es necesario tener tres duros y medio de vida, como yo los tendr en el mes de San Juan, para saber ms de cuatro cosas! En fin, el polaco aqul serva a las rdenes de Napolen..., del bribonazo que muri ya... Porque ahora dice el seor cura que hay otro... Pero yo creo que se no vendr por estas tierras... Qu le parece a usted, seorito?-Qu quiere usted que yo le diga?-Es verdad! Su merced no habr estudiado todava de estas cosas... Oh! El seor cura, que es un sujeto muy instruido, sabe cundo se acabarn los mamelucos de Oriente y vendrn a Gdor los rusos y moscovitas a quitar la Constitucin... Pero entonces ya me habr yo muerto!... Conque vuelvo a la historia de mi polaco.El pobre hombre se haba quedado enfermo en Fiana, mientras que sus compaeros fugitivos se replegaban hacia Almera. Tena calenturas, segn supe ms tarde... Una vieja lo cuidaba por caridad, sin reparar que era un enemigo... (Muchos aos de gloria llevar ya la viejecita por aquella buena accin!), y a pesar de que aquello la comprometa, guardbalo escondido en su cueva, cerca de la Alcazaba...All fue donde la noche antes dos soldados espaoles que iban a reunirse a su batalln, y que por casualidad entraron a encender un cigarro en el candil de aquella solitaria vivienda, descubrieron al pobre polaco, el cual, echado en un rincn, profera palabras de su idioma en el delirio de la calentura.-Presentmoslo a nuestro jefe! -se dijeron los espaoles-. Este bribn ser fusilado maana, y nosotros alcanzaremos un empleo.Iwa, que as se llamaba el polaco, segn me cont luego la viejecita, llevaba ya seis meses de tercianas, y estaba muy dbil, muy delgado, casi htico.La buena mujer llor y suplic, protestando que el extranjero no poda ponerse en camino sin caer muerto a la media hora...Pero slo consigui ser apaleada, por su falta de patriotismo. Todava no se me ha olvidado esta palabra, que antes no haba odo pronunciar nunca!En cuanto al polaco, figuraos cmo mirara aquella escena. Estaba postrado por la fiebre, y algunas palabras sueltas que salan de sus labios, medio polacas, medio espaolas, hacan rer a los dos militares.-Cllate, didn, perro, gabacho! -le decan.Y a fuerza de golpes lo sacaron del lecho.Para no cansar a usted, seorito: en aquella disposicin, medio desnudo, hambriento..., bambolendose, murindose..., anduvo el infeliz cinco leguas! Cinco leguas, seor!... Sabe usted los pasos que tienen cinco leguas? Pues es desde Fiana hasta aqu... Y a pie!... Descalzo!... Figrese usted!... Un hombre fino, un joven hermoso y blanco como una mujer, un enfermo, despus de seis meses de tercianas!... Y con la terciana en aquel momento mismo!...-Cmo pudo resistir?-Ah! No resisti!...-Pero cmo anduvo cinco leguas?-Toma! A fuerza de bayonetazos!-Prosiga usted, abuelo... Prosiga usted.-Yo vena por este barranco, como tengo de costumbre, para ahorrar terreno, y ellos iban por all arriba, por el camino. Detveme, pues, aqu mismo, a fin de observar el remate de aquella escena, mientras picaba un cigarro negro que me haban dado en las minas...Iwa jadeaba como un perro prximo a rabiar... Vena con la cabeza descubierta, amarillo como un desenterrado, con dos rosetas encarnadas en lo alto de las mejillas y con los ojos llameantes, pero cados... hecho, en fin, un Cristo en la calle de la Amargura!...-M querer morir! Matar a m por Dios! -balbuceaba el extranjero con las manos cruzadas.Los espaoles se rean de aquellos disparates, y le llamaban franchute, didn y otras cosas.Doblronse al fin las piernas de Iwa, y cay redondo al suelo.Yo respir, porque cre que el pobre haba dado el alma a Dios.Pero un pinchazo que recibi en un hombro le hizo erguirse de nuevo.Entonces se acerc a este barranco para precipitarse y morir...Al impedirlo los soldados, pues no les acomodaba que muriera su prisionero, me vieron aqu con mi mulo, que, como he dicho, estaba cargado de barrilla.-Eh, camarada! -me dijeron, apuntndome con los fusiles-. Suba usted ese mulo!Yo obedec sin rechistar, creyendo hacer un favor al extranjero.-Dnde va usted? -me preguntaron cuando hube subido.-Voy a Almera -les respond-. Y eso que ustedes estn haciendo es una inhumanidad!-Fuera sermones! -grit uno de los verdugos.-Un arriero afrancesado! -dijo el otro.-Charla mucho... y vers lo que te sucede!La culata de un fusil cay sobre mi pecho...Era la primera vez que me pegaba un hombre, adems de mi padre!-No irritar! No incomodar! -exclam el polaco, asindose a mis pies, pues haba cado de nuevo en tierra.-Descarga la barrilla! -me dijeron los soldados.-Para qu?-Para montar en el mulo a este judo.-Eso es otra cosa... Lo har con mucho gusto -dije, y me puse a descargar.-No!... No!... No!... exclam Iwa-. T dejar que me maten!-Yo no quiero que te maten, desgraciado! -exclam, estrechando las ardientes manos del joven.-Pero m s querer! Matar t a m por Dios!...-Quieres que yo te mate?-S..., s..., hombre bueno! Sufrir mucho!Mis ojos se llenaron de lgrimas.Volvme a los soldados, y les dije con tono de voz que hubiera conmovido a una piedra:-Espaoles, compatriotas, hermanos! Otro espaol, que ama tanto como el que ms a nuestra patria, es quien os suplica... Dejadme solo con este hombre!-No digo que es afrancesado! -exclam uno de ellos.-Arriero del diablo -dijo el otro-, cuidado con lo que dices! Mira que te rompo la crisma!-Militar de los demonios -contest con la misma fuerza-, yo no temo a la muerte! Sois dos infames sin corazn! Sois dos hombres fuertes y armados contra un moribundo inerme... Sois unos cobardes! Dadme uno de esos fusiles y pelear con vosotros hasta mataros o morir..., pero dejad a este pobre enfermo, que no puede defenderse. Ay! -continu, viendo que uno de aquellos tigres se ruborizaba-, si, como yo, tuvieseis hijos; si pensarais que tal vez maana se vern en la tierra de este infeliz, en la misma situacin que l, solos, moribundos, lejos de sus padres; si reflexionarais en que este polaco no sabe siquiera lo que hace en Espaa, en que ser un quinto robado a su familia para servir a la ambicin de un rey..., qu diablo!, vosotros lo perdonarais... S, porque vosotros sois hombres antes que espaoles, y este polaco es un hombre, un hermano vuestro! Qu ganar Espaa con la muerte de un tercianario? Batos hasta morir con todos los granaderos de Napolen; pero que sea en el campo de batalla! Y perdonad al dbil; sed generosos con el vencido; sed cristianos, no seis verdugos!-Basta de letanas! -dijo el que siempre haba llevado la iniciativa de la crueldad, el que haca andar a Iwa a fuerza de bayonetazos, el que quera comprar un empleo al precio de su cadver.-Compaero, qu hacemos? -pregunt el otro, medio conmovido con mis palabras.-Es muy sencillo! -repuso el primero-. Mira!Y sin darme tiempo, no digo de evitar, sino de prever sus movimientos, descerraj un tiro sobre el corazn del polaco.Iwa me mir con ternura, no s si antes o despus de morir.Aquella mirada me prometi el cielo, donde acaso estaba ya el mrtir.En seguida los soldados me dieron una paliza con las baquetas de los fusiles.El que haba matado al extranjero le cort una oreja, que guard en el bolsillo.Era la credencial del empleo que deseaba!Despus desnud a Iwa, y le rob... hasta cierto medalln (con un retrato de mujer o de santa) que llevaba al cuello.Entonces se alejaron hacia Almera.Yo enterr a Iwa en este barranco..., ah..., donde est usted sentado..., y me volv a Grgal, porque conoc que estaba malo.Y en efecto, aquel lance me cost una terrible enfermedad, que me puso a las puertas de la muerte.-Y no volvi usted a ver a aquellos soldados? No sabe usted cmo se llamaban?-No, seor; pero por las seas que me dio ms tarde la viejecita que cuid al polaco supe que uno de los dos espaoles tena el apodo de Risas, y que aqul era justamente el que haba matado y robado al pobre extranjero...En esto nos alcanz la galera: el viejo y yo subimos al camino, nos apretamos la mano y nos despedimos muy contentos el uno del otro.Habamos llorado juntos!-El libro talonariodePedro Antonio de Alarcn

La accin comienza en Rota. Rota es la menor de aquellas encantadoras poblaciones hermanas que forman el amplio semicrculo de la baha de Cdiz; pero con ser la menor no ha faltado quien ponga los ojos en ella. El duque de Osuna, a ttulo de duque de Arcos, la ostenta entre las perlas de su corona hace muchsimo tiempo, y tiene all su correspondiente castillo seorial, que yo pudiera describir piedra por piedra...Mas no se trata aqu de castillos, ni de duques, sino de los clebres campos que rodean a Rota y de un humildsimo hortelano, a quien llamaremos el to Buscabeatas, aunque no era ste su verdadero nombre, segn parece.Los campos de Rota -particularmente las huertas- son tan productivos que, adems de tributarle al duque de Osuna muchos miles de fanegas de grano y de abastecer de vino a toda la poblacin -poco amante del agua potable y malsimamente dotada de ella-, surten de frutas y legumbres a Cdiz, y muchas veces a Huelva, y en ocasiones a la misma Sevilla, sobre todo en los ramos de tomates y calabazas, cuya excelente calidad, suma abundancia y consiguiente baratura exceden a toda ponderacin, por lo que en Andaluca la Baja se da a los roteos el dictado de calabaceros y de tomateros, que ellos aceptan con noble orgullo.Y, a la verdad, motivo tienen para enorgullecerse de semejantes motes; pues es el caso que aquella tierra de Rota que tanto produce -me refiero a la de las huertas-; aquella tierra que da para el consumo y para la exportacin; aquella tierra que rinde tres o cuatro cosechas al ao, ni es tal tierra, ni Cristo que lo fund, sino arena pura y limpia, expelida sin cesar por el turbulento ocano, arrebatada por los furiosos vientos del Oeste y esparcida sobre toda la comarca rotea, como las lluvias de ceniza que caen en las inmediaciones del Vesubio.Pero la ingratitud de la Naturaleza est all ms que compensada por la constante laboriosidad del hombre. Yo no conozco, ni creo que haya en el mundo, labrador que trabaje tanto como el roteo. Ni un leve hilo de agua dulce fluye por aquellos melanclicos campos... Qu importa? El calabacero los ha acribillado materialmente de pozos, de donde saca, ora a pulso, ora por medio de norias, el precioso humor que sirve de sangre a los vegetales! La arena carece de fecundos principios, del asimilable humus... Qu importa? El tomatero pasa la mitad de su vida buscando y allegando sustancias que puedan servir de abono, y convirtiendo en estircol hasta las algas del mar! Ya poseedor de ambos preciosos elementos, el hijo de Rota va estercolando pacientemente, no su heredad entera (pues le faltara abono para tanto), sino redondeles de terreno del vuelo de un plato chico, y en cada uno de estos redondeles estercolados siembra un grano de simiente de tomate o una pepita de calabaza, que riega luego a mano con un jarro muy diminuto, como quien da de beber a un nio.Desde entonces hasta la recoleccin, cuida diariamente una por una las plantas que nacen en aquellos redondeles, tratndolas con un mimo y un esmero slo comparables a la solicitud con que las solteronas cuidan sus macetas. Un da le aade a tal mata un puadillo de estircol; otro le echa una chorreadita de agua; ora las limpia a todas de orugas y dems insectos dainos; ora cura a las enfermas, entablilla a las fracturadas, y pone parapetos de caa y hojas secas a las que no pueden resistir los rayos del sol o estn demasiado expuestas a los vientos del mar; ora, en fin, cuenta los tallos, las hojas, las flores o los frutos de las ms adelantadas y precoces, y les habla, las acaricia, las besa, las bendice y hasta les pone expresivos nombres para distinguirlas e individualizarlas en su imaginacin. Sin exagerar: es ya un proverbio (y yo lo he odo repetir muchas veces en Rota) que el hortelano de aquel pas toca por lo menos cuarenta veces con su propia mano a cada mata de tomates que nace en su huerta. Y as se explica que los hortelanos viejos de aquella localidad lleguen a quedarse encorvados, hasta tal punto, que casi se dan con las rodillas en la barba...Es la postura en que han pasado toda su noble y meritoria vida!

Pues bien: el to Buscabeatas perteneca al gremio de estos hortelanos.Ya principiaba a encorvarse en la poca del suceso que voy a referir; y era que ya tena sesenta aos... y llevaba cuarenta de labrar una huerta lindante con la playa de la Costilla.Aquel ao haba criado all unas estupendas calabazas, tamaas como bolas decorativas de pretil de puente monumental, y que ya principiaban a ponerse por dentro y por fuera de color de naranja, lo cual quera decir que haba mediado el mes de junio. Conocalas perfectamente el to Buscabeatas por la forma, por su grado de madurez y hasta de nombre, sobre todo a los cuarenta ejemplares ms gordos y lucidos, que ya estaban diciendo guisadme, y pasbase los das mirndolos con ternura y exclamando melanclicamente:-Pronto tendremos que separarnos!Al fin, una tarde se resolvi al sacrificio; y sealando a los mejores frutos de aquellas amadsimas cucurbitceas que tantos afanes le haban costado, pronunci la terrible sentencia:-Maana -dijo- cortar estas cuarenta, y las llevar al mercado de Cdiz. Feliz quien se las coma!Y se march a su casa con paso lento, y pas la noche con las angustias del padre que va a casar una hija al da siguiente.-Lstima de mis calabazas! -suspiraba a veces sin poder conciliar el sueo; pero luego reflexionaba, y conclua por decir-: Y qu he de hacer sino salir de ellas? Para eso las he criado! Lo menos van a valerme quince duros...Gradese, pues, cunto sera su asombro, cunta su furia y cul su desesperacin, cuando al ir a la maana siguiente a la huerta, hall que, durante la noche, le haban robado las cuarenta calabazas... Para ahorrarme de razones, dir que, como el judo de Shakespeare, lleg al ms sublime paroxismo trgico, repitiendo frenticamente aquellas terribles palabras de Shyllock, en que tan admirable dicen que estaba el actor Kemble:-Oh! Si te encuentro! Si te encuentro!Psose luego el to Buscabeatas a recapacitar framente, y comprendi que sus amadas prendas no podan estar en Rota, donde sera imposible ponerlas a la venta sin riesgo de que l las reconociese, y donde, por otra parte, las calabazas tienen muy bajo precio.-Como si lo viera, estn en Cdiz! -dedujo de sus cavilaciones-. El infame, pcaro, ladrn, debi de robrmelas anoche a las nueve o las diez y se escapara con ellas a las doce en el barco de la carga... Yo saldr para Cdiz hoy por la maana en el barco de la hora, y maravilla ser que no atrape al ratero y recupere a las hijas de mi trabajo!As diciendo permaneci todava cosa de veinte minutos en el lugar de la catstrofe, como acariciando las mutiladas calabaceras, o contando las calabazas que faltaban, o extendiendo una especie de fe de livores, para algn proceso que pensara incoar hasta que, a eso de las ocho, parti con direccin al muelle.Ya estaba dispuesto para hacerse a la vela el barco de la hora, humilde falucho que sale todas las maanas para Cdiz a las nueve en punto, conduciendo pasajeros, as como el barco de la carga sale todas las noches a las doce, conduciendo frutas y legumbres...Llambase barco de la hora el primero, porque en este espacio de tiempo, y hasta en cuarenta minutos algunos das, si el viento es de popa, cruza las tres leguas que median entre la antigua villa del duque de Arcos y la antigua ciudad de Hrcules...

Eran, pues, las diez y media de la maana cuando aquel da se paraba el to Buscabeatas delante de un puesto de verduras del mercado de Cdiz, y le deca a un aburrido polizonte que iba con l:-stas son mis calabazas! Prenda usted a ese hombre!Y sealaba al revendedor.-Prenderme a m! -contest el revendedor, lleno de sorpresa y de clera-. Estas calabazas son mas; yo las he comprado...-Eso podr usted contrselo al alcalde -repuso el to Buscabeatas.-Que no!-Que s!-To ladrn!-To tunante!-Hablen ustedes con ms educacin, so indecentes! Los hombres no deben faltarse de esa manera! -dijo con mucha calma el polizonte, dando un puetazo en el pecho a cada interlocutor.En esto ya haba acudido alguna gente, no tardando en presentarse tambin all el regidor encargado de la polica de los mercados pblicos, o sea el juez de abastos, que es su verdadero nombre.Resign la jurisdiccin el polizonte en su seora, y enterada esta digna autoridad de todo lo que pasaba, pregunt al revendedor con majestuoso acento:-A quin le ha comprado usted esas calabazas?-Al to Fulano, vecino de Rota... -respondi el interrogado.-se haba de ser! -grit el to Buscabeatas-. Muy abonado es para el caso! Cuando su huerta, que es muy mala, le produce poco, se mete a robar en la del vecino!-Pero admitida la hiptesis de que a usted le han robado anoche cuarenta calabazas -sigui interrogando el Regidor, volvindose al viejo hortelano-, quin le asegura a usted que stas y no otras son las suyas?-Toma! -replic el to Buscabeatas-. Porque las conozco como usted conocer a sus hijas, si las tiene! No ve usted que las he criado? Mire usted: sta se llama Rebolonda; sta, Cachigordeta; sta, Barrigona; sta, Coloradilla; sta, Manuela... porque se pareca mucho a mi hija la menor...Y el pobre viejo se ech a llorar amargusimamente.-Todo eso est muy bien... -repuso el juez de abastos-; pero la ley no se contenta con que usted reconozca sus calabazas. Es menester que la autoridad se convenza al mismo tiempo de la preexistencia de la cosa, y que usted la identifique con pruebas fehacientes... Seores, no hay que sonrerse... Yo soy abogado!-Pues ver usted qu pronto le pruebo yo a todo el mundo, sin moverme de aqu, que esas calabazas se han criado en mi huerta! -dijo el to Buscabeatas, no sin grande asombro de los circunstantes.Y soltando en el suelo un lo que llevaba en la mano, agachse, arrodillndose hasta sentarse sobre los pies, y se puso a desatar tranquilamente las anudadas puntas del pauelo que lo envolva.La admiracin del concejal, del revendedor y del corro subi de punto.-Qu va a sacar de ah? -se preguntaban todos.Al mismo tiempo lleg un nuevo curioso a ver qu ocurra en aquel grupo, y habindole divisado el revendedor, exclam:-Me alegro de que llegue usted, to Fulano! Este hombre dice que las calabazas que me vendi usted anoche, y que estn aqu oyendo la conversacin, son robadas... Conteste usted...El recin llegado se puso ms amarillo que la cera, y trat de irse; pero los circunstantes se lo impidieron materialmente, y el mismo regidor le mand quedarse.En cuanto al to Buscabeatas, ya se haba encarado con el presunto ladrn, dicindole:-Ahora ver usted lo que es bueno!El to Fulano recobr su sangre fra, y expuso:Usted es quien ha de ver lo que habla; porque si no prueba, y no podr probar, su denuncia, lo llevar a la crcel por calumniador. Estas calabazas eran mas; yo las he criado como todas las que he trado este ao a Cdiz, en mi huerta del Egido, y nadie podr probarme lo contrario.-Ahora ver usted! -repiti el to Buscabeatas acabando de desatar el pauelo y tirando de l.Y entonces se desparramaron por el suelo una multitud de trozos de tallo de calabacera, todava verdes y chorreando jugo, mientras que el viejo hortelano, sentado sobre sus piernas y muerto de risa, diriga el siguiente discurso al concejal y a los curiosos:-Caballeros: no han pagado ustedes nunca contribucin? Y no han visto aquel libraco verde que tiene el recaudador, de donde va cortando recibos, dejando all pegado un tocn o pezuelo, para que luego pueda comprobarse si tal o cual recibo es falso o no lo es?-Lo que usted dice se llama el libro talonario -observ gravemente el regidor.-Pues eso es lo que yo traigo aqu: el libro talonario de mi huerta, o sea los cabos a que estaban unidas estas calabazas antes de que me las robasen. Y, si no, miren ustedes. Este cabo era de esta calabaza... Nadie puede dudarlo... Este otro... ya lo estn ustedes viendo..., era de esta otra. Este ms ancho..., debe de ser de aqulla... Justamente! Y ste es de sta... se es de sa... sta es de aqul...Y en tanto que as deca, iba adaptando un cabo o pednculo a la excavacin que haba quedado en cada calabaza al ser arrancada, y los espectadores vean con asombro que, efectivamente, la base irregular y caprichosa de los pednculos convena del modo ms exacto con la figura blanquecina y leve concavidad que presentaban las que pudiramos llamar cicatrices de las calabazas.Pusironse; pues, en cuclillas los circunstantes, incluso los polizontes y el mismo concejal, y comenzaron a ayudarle al to Buscabeatas en aquella singular comprobacin, diciendo todos a un mismo tiempo con pueril regocijo:-Nada! Nada! Es indudable! Miren ustedes! ste es de aqu... se es de ah... Aqulla es de ste... sta es de aqul...Y las carcajadas de los grandes se unan a los silbidos de los chicos, a las imprecaciones de las mujeres, a las lgrimas de triunfo y alegra del viejo hortelano y a los empellones que los guindillas daban ya al convicto ladrn, como impacientes por llevrselo a la crcel.Excusado es decir que los guindillas tuvieron este gusto; que el to Fulano viose obligado, desde luego, a devolver al revendedor los quince duros que de l haba percibido; que el revendedor se los entreg en el acto al to Buscabeatas, y que ste se march a Rota sumamente contento, bien que fuese diciendo por el camino:-Qu hermosas estaban en el mercado! He debido traerme a Manuela, para comrmela esta noche y guardar las pepitas!Noviembre de 1877.

Moros y cristianosdePedro Antonio de Alarcn

- I -[editar]La antes famosa y ya poco nombrada villa de Aldeire forma parte del marquesado de Cenet, o, como si dijramos, del respaldo de la Alpujarra, hacia Levante, y est medio colgada, medio escondida, en un escaln o barranco de la formidable mole central de Sierra Nevada, a cinco o seis mil pies sobre el nivel del mar y seis o siete mil por debajo de las eternas nieves del Mulhacen.Aldeire, dicho sea con perdn de su seor cura, es un pueblo morisco. Que fue moro, lo dice claramente su nombre, su situacin y su estructura; y que no ha llegado an a ser enteramente cristiano, aunque figure en la Espaa reconquistada y tenga su iglesita catlica y sus cofradas de la Virgen, de Jess y de no pocos santos y santas, lo demuestran el carcter y costumbres de sus moradores, las pasiones terribles cuanto quimricas que los unen o separan en perpetuos bandos, y los lgubres ojos negros, plida tez y escaso hablar y rer de mujeres, hombres y nios...Porque bueno ser recordar, para que ni dicho seor cura ni nadie ponga en cuarentena la solidez de este razonamiento, que los moriscos del marquesado del Cenet no fueron expulsados en totalidad como los de la Alpujarra, sino que muchos de ellos lograron quedarse all agazapados y escondidos gracias a la prudencia o cobarda con que desoyeron el temerario y heroico grito de su malhadado prncipe Aben-Humeya; de donde yo deduzco que el to Juan Gmez Hormiga, alcalde constitucional de Aldeire en el ao de gracia de 1821, poda muy bien ser nieto de algn Mustaf, Mahommed o cosa por el estilo.Cuntase, pues, que el tal Juan Gmez, hombre a la sazn de ms de media centuria, rstico muy avisado aunque no entenda de letra, y codicioso y trabajador con fruto, como lo acreditaba, no solamente su apodo, sino tambin su mucha hacienda, por l adquirida a fuerza de buenas o malas artes, y representada en las mejores suertes de tierra de aquella jurisdiccin, tom a censo enfitutico del caudal de Propios, y casi de balde, mediante algunas gallinas no ponedoras que regal al secretario del Ayuntamiento, unos secanos situados a las inmediaciones de la villa, en medio de los cuales veanse los restos y escombros de un antiguo castillejo, morabito o atalaya rabe, cuyo nombre era todava La Torre del Moro.Excusado es decir que el to Hormiga no se detuvo ni un instante a pensar en qu moro sera aqul, ni en la ndole o prstino objeto de la arruinada construccin; lo nico que vio desde luego ms claro que el agua fue que con tantas desmoronadas piedras, y con las que l desmoronara, poda hacer all un hermoso y muy seguro corral para sus ganados; por lo que desde el da siguiente, y como recreo muy propio de quien tan econmico era, dedic las tardes a derribar por s mismo, y a sus solas, lo que en pie quedaba del vetusto edificio arbigo.-Te vas a reventar! -le deca su mujer, al verlo llegar por la noche lleno de polvo y de sudor, y con la barra de hierro oculta bajo la capa...-Al contrario! -responda l-. Este ejercicio me conviene para no podrirme como nuestros hijos los estudiantes, que, segn me ha dicho el estanquero, estaban la otra noche en el teatro de Granada y tenan un color de manteca que daba asco mirarlos...-Pobres! De tanto estudiar! Pero a ti deba de darte vergenza de trabajar como un pen siendo el ms rico del pueblo, alcalde por aadidura.-Por eso Voy solo... A ver!... Acrcame esa ensalada...-Sin embargo, convendra que te ayudase alguien. Vas a echar un siglo en derribar la Torre, y hasta quizs no sepas componerlas para revolcarla toda!...-No digas simplezas, Torcuata! Cuando se trate de construir la tapia del corral pagar jornales, y hasta llevar un maestro alarife... Pero derribar sabe cualquiera! Y es tan divertido destruir!...Vaya!..., quita la mesa y acostmonos!...-Eso lo dices porque eres hombre. A m me da miedo y lstima todo lo que es deshacer!-Debilidades de vieja! Si supieras t cuntas cosas hay que deshacer en este mundo!-Calla, francmasn! En mal hora te han elegido alcalde! Vers como, el da que vuelvan a mandar los realistas, te ahorca el Rey absoluto!-Eso lo veremos! Santurrona! Beata! Lechuza! Vaya!: apaga esa luz, y no te santiges ms..., que tengo mucho sueo.Y as continuaban los dilogos hasta que se dorma uno de los dos consortes.- II -[editar]Una tarde regres de su faena el to Hormiga muy preocupado y caviloso y ms temprano que de costumbre.Su mujer aguard a que despachase a los mozos de labor para preguntarle qu tena, y l respondi ensendole un tubo de plomo con tapadera, por el estilo del cauto de un licenciado del ejrcito; sac de all y desarroll cuidadosamente un amarillento pergamino escrito en caracteres muy enrevesados, y dijo con imponente seriedad:-Yo no s leer, ni tan siquiera en castellano, que es la lengua ms clara del mundo; pero el diablo me lleve si esta escritura no es de moros.-Es decir, que la has encontrado en la Torre?-No lo digo slo por eso, sino porque estos garrapatos no se parecen a ninguno de los que he visto hacer a gente cristiana.La mujer de Juan Gmez mir y oli el pergamino y exclam con una seguridad tan cmica como gratuita:-De moros es!Pasado un rato, aadi melanclicamente:-Aunque tambin me estorba a m lo negro, jurara que tenemos en las manos, la licencia absoluta de algn soldado de Mahoma, que ya estar en los profundos infiernos.-Lo dices por el cauto de plomo?-Por el cauto lo digo.-Pues te equivocas de medio a medio, amiga Torcuata; porque ni los moros entraban en quintas, segn me ha dicho varias veces nuestro hijo Agustn, ni esto es una licencia absoluta. Esto es... un...El to Hormiga mir en torno suyo, baj la voz y dijo con entera fe:-Estas son las seas de un tesoro!-Tienes razn! -respondi la mujer, sbitamente inflamada por la misma creencia-. Y lo has encontrado ya? Es muy grande? Lo has vuelto a tapar bien? Son monedas de plata o de oro? Crees t que pasarn todava? Que felicidad para nuestros hijos! Como van a gastar y a triunfar en Granada y en Madrid! Yo quiero ver eso! Vamos all... Esta noche hace luna-Mujer de Dios! Sosigate! Como quieres que haya topado ya con el tesoro guindome por estas seas, si yo no s leer en moro ni en cristiano?-Es verdad! Pues mira... Haz una cosa: en cuanto Dios eche sus luces, apareja un buen mulo; pasa la sierra por el puerto de la Ragua, que dicen est bueno, y llegate a Ugjar, a casa de nuestro compadre D. Matas Quesada, el cual sabes entiende de todo... l te pondr en claro ese papel y te dar buenos consejos, como siempre.-Mis dineros me cuestan todos sus consejos a pesar de nuestro compadrazgo!... Pero, en fin, lo mismo haba pensado yo. Maana ir a Ugjar, y a la noche estar aqu de vuelta; pues todo ser apretar un poco a la caballera...-Pero cuidado que le expliques bien las cosas!...-Poco tengo que explicarle. El cauto estaba escondido en un hueco o nicho revestido de azulejos como los de Valencia, formado en el espesor de una pared. He derribado todo aquel lienzo, y nada ms de particular he hallado. Debajo de lo ya destruido comienza la obra de sillera de los cimientos, cuyas enormes piedras, de ms de vara en cuadro, no removern fcilmente dos ni tres personas de puos tan buenos como los mos. Por consiguiente, es necesario saber de una manera fija en qu punto estaba escondido el tesoro, so pena de tener que arrancar con ayuda de vecinos todos los cimientos de la Torre...-Nada! Nada! A Ugjar en cuanto amanezca! Ofrcele a nuestro compadre una parte..., no muy larga, de lo que hallemos, y, cuando sepamos donde hay que excavar, yo misma te ayudar a arrancar piedras de sillera.Hijos de mi alma! Todo para ellos! Por lo que a m toca, slo siento si habr algo que sea pecado en esto que hablamos en voz baja.-Qu pecado puede haber, grandsima tonta?-No s explicrtelo... Pero los tesoros me haban parecido siempre cosa del demonio, o de duendes... Adems tomaste a censo aquel terreno por tan poco rdito al ao!... Todo el pueblo dice hubo trampa en tal negocio!-Eso es cuenta del secretario y de los concejales! Ellos me hicieron la escritura.-Por otro lado, tengo entendido que de los tesoros hay que dar parte al Rey...-Eso es cuando no se hallan en terreno propio como este mo...-Propio! Propio!... A saber de quin sera esa torre que te ha vendido el Ayuntamiento!...-Toma! Del Moro!-A saber quin sera ese Moro!... Por de pronto, Juan, las monedas que el Moro escondiera en su casa seran suyas o de sus herederos; no tuyas, ni mas...-Ests diciendo disparates! Por esa cuenta no deba yo ser alcalde de Aldeire, sino el que lo era el ao pasado cuando se pronunci Riego! Por esa cuenta, habra que mandar todos los aos a frica, a los descendientes de los moros, las rentas que produjesen las vegas de Granada, de Guadix y de centenares de pueblos!...-Puede que tengas razn!... En fin, ve a Ugjar, y el compadre te aconsejar lo mejor en todo.

- III -[editar]Ugjar dista de Aldeire cosa de cuatro leguas de muy mal camino. No seran, sin embargo, las nueve de la siguiente maana, cuando el to Juan Gmez, vestido con su calzn corto de punto azul y sus bordadas botas blancas de los das de fiesta, hallbase ya en el despacho de D. Matas de Quesada, hombre de mucha edad y mucha salud, doctor en ambos Derechos y autor de la mayor parte de los entuertos contra la justicia que se hacan por entonces en aquella tierra. Haba sido toda su vida lo que se llama un abogado picapleitos, y estaba riqusimo y muy bien relacionado en Granada y Madrid.Odo que hubo la historia de su digno compadre, y despus de examinar atentamente el pergamino, djole que, en su opinin, nada de aquello ola a tesoro; que el nicho en que hall el tubo debi de ser un babuchero, y que el escrito le pareca una especie de oracin que los moros suelen leer todos los viernes por la maana... Pero, sin embargo, no sindole a l completamente conocida la lengua rabe, remitira el documento a Madrid a un condiscpulo suyo que estaba empleado en la Comisara de los Santos Lugares, a fin de que lo enviara a Jerusaln, donde lo traduciran al castellano; por todo lo cual sera conveniente mandarle al madrileo un par de onzas de oro en letra, para una jcara de chocolate.Mucho lo pens el to Juan Gmez antes de pagar un chocolate tan caro (que resultaba a diez mil doscientos cuarenta reales la libra); pero tena tal seguridad en lo deltesoro (y a fe que no se equivocaba, segn despus veremos), que sac de la faja ocho monedillas de a cuatro duros y se las entreg al abogado, quien las pes una por una antes de guardrselas en el bolsillo; con lo que el to Hormiga tom la vuelta de Aldeire decidido a seguir excavando en la Torre del Moro, mientras tanto que enviaban el pergamino a Tierra Santa y volva de all traducido; diligencias en que, segn el letrado, se tardara cosa de ao y medio.

- IV -[editar]No bien haba vuelto la espalda el to Juan, cuando su compadre y asesor cogi la pluma y escribi la siguiente carta, comenzando por el sobre:SR. D. BONIFACIO TUDELA Y GONZLEZ, Maestro de Capilla de la Santa Iglesia Catedral de CEUTA.Mi querido sobrino poltico:-Solamente a un hombre de tu religiosidad confiara yo el importantsimo secreto contenido en el documento adjunto. Dgolo porque indudablemente estn escritas en l las seas de un tesoro, de que te dar alguna parte si llego a descubrirlo con tu ayuda. Para ello es necesario que busques un moro que traduzca ese pergamino, y que me mandes la traduccin en carta certificada, sin enterar a nadie del asunto, como no sea a tu mujer, que me consta es persona reservada.Perdona que no te haya escrito en tantos aos; pero bien conoces mis muchos quehaceres. Tu ta sigue rezando por ti todas las noches al tiempo de acostarse. Que ests mejor del dolor de estomago que padecas en 1806, y sabes que te quiere tu to poltico,MATAS DE QUESADA15 de Enero de 1821.POSDATA.-Expresiones a Pepa; y dime si habis tenido hijos.Escrita la precedente carta, el insigne jurisconsulto pas a la cocina, donde su mujer estaba haciendo calceta y cuidando el puchero, y djole las siguientes expresiones en tono muy spero y desabrido, despus de echarle en la falda las ocho monedas de a cuatro duros que ya conocemos:-Encarnacin, ah tienes: compra ms trigo, que va a subir en los meses mayores, y procura que lo midan bien. Hazme de almorzar mientras yo voy a echar al correo esta carta para Sevilla, preguntando los precios de la cebada. Que el huevo est bien frito y el chocolate claro! No tengamos la de todos los das!La mujer del abogado no respondi palabra, y sigui haciendo calceta como un autmata.

- V -[editar]Dos semanas despus, un hermossimo da de Enero, como slo los hay en el Norte de frica y en el Sur de Europa, tomaba el sol en la azotea de su casa de dos pisos el maestro de capilla de la catedral de Ceuta, con la tranquilidad de quien ha tocado el rgano en misa mayor y se ha comido luego una libra de boquerones, otra de carne y otra de pan, con su correspondiente dosis de vino de Tarifa.El buen msico, gordo como un cebn y colorado como una remolacha, digera penosamente, paseando su turbia mirada de apopltico por el magnfico panorama del Mediterrneo, y del Estrecho de Gibraltar, del maldecido Pen que le da nombre, de las cercanas cumbres de Anghera y Benz y de las remotas nieves del Pequeo Atlas, cuando sinti acelerados pasos en la escalera y la argentina voz de su mujer, que gritaba gozosamente:-Bonifacio! Bonifacio! Carta de Ugjar! Carta de tu to! Y vaya si es gorda!-Hombre! -respondi el maestro de capilla, girando como una esfera o globo terrqueo sobre el punto de su redonda individualidad, que descansaba en el asiento-. Qu santo se habr empeado para que mi to se acuerde de m? Quince aos hace que resido en esta tierra usurpada a Mahoma, y cata aqu la primera vez que me escribe aquel abencerraje, sin embargo de haberle yo escrito cien veces a l! Sin duda me necesita para algo!Y, dicho esto, abri la epstola (procurando que no la leyese la Pepa de la posdata), y apareci, crujiente y tratando de arrollarse por s propio, el amarillento pergamino.-Qu nos enva? -pregunt entonces la mujer, gaditana y rubia por ms seas, y muy agraciada y valiente a pesar de sus cuarenta agostos.-Pepita, no seas tan curiosa!... Yo te lo dir, si debo decrtelo, luego que me entere.Mil veces te he advertido que respetes mis cartas!...-Advertencia propia de un libertino como t! En fin, despacha!, y veremos si yo puedo saber qu papelote te manda tu to. Parece un billete de Banco del otro mundo!En tanto que su mujer deca aquellas cosas y otras, el msico ley la carta, y maravillse hasta el extremo de ponerse de pie sin esfuerzo alguno.Tena, sin embargo, tal hbito en disimular, que acert a decir muy naturalmente:-Qu tontera! Sin duda est ya chocheando aquel mal hombre! Querrs creer que me remite esta hoja de una Biblia en hebreo, para que yo busque algn judo que la compre, imaginndose el muy bobo que darn por ella un dineral? Al mismo tiempo... -aadi para cambiar la conversacin y guardndose en la faltriquera la carta y el pergamino-, al propio tiempo... me pregunta con mucho inters si tenemos hijos.-l no los tiene! -observ vivamente Pepita-. Sin duda piensa dejarnos por herederos!-Ms fcil es que al muy avaro se le haya ocurrido heredarnos a nosotros!... Pero calla!: estn dando las once, y yo tengo que afinar el rgano para las vsperas de esta tarde... Me voy. Oye, prenda: que la comida est dispuesta a la una, y que no se te olvide echar dos buenas patatas en el puchero. Que si tenemos hijos!... Vergenza me da de haber de contestarle que no!-Escucha! Espera! Oye! La culpa no es ma! -contest como un rayo la parte contraria-. Bien sabes que en mis primeras nupcias tuve un nio muerto!-Ya! Ya! En tus primeras nupcias! Como si eso pudiera servirme de satisfaccin! Un da vas a dar lugar a que yo te cuente todas mis habilidades de soltero!-Anda, zambombo, tonel, desagradecido! Quin te habr amado a ti en el mundo como esta necia, que, con ese barrign y todo, te considera el hombre ms hermoso que Dios ha criado?-S? Me has dicho hermoso? Pues mira, Pepa -respondi el artista, pensando seguramente en el pergamino rabe-; si mi to llega a dejarme por heredero, o yo me hago rico de cualquier otro modo, te juro llevarte a vivir a la plaza de San Antonio de la ciudad de Cdiz, y comprarte ms joyas que tiene la Virgen de las Angustias de Granada! Conque hasta luego, pichona.Y tirando un pellizco en la barba a la que de antemano tena, ya el hoyo en ella, cogi el sombrero y tom el camino... no de la catedral, sino de las callejuelas en que suelen vivir las familias moras avecindadas en aquella plaza fuerte.