chimal, alberto. el tesoro

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  • 8/6/2019 Chimal, Alberto. El Tesoro

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    El tesoroAlberto Chimal

    En esos das vive en Frigia un muchacho. Se llama Nikias. Tiene doce aos, la estatura propia de su edad, el cabello negro y rizado. Sus rasgos no son desagradables. Pero es

    enorme, monstruosamente gordo: pesa dos o acaso tres veces ms que su padre. Es lavergenza de s mismo y de toda su familia.

    Lo peor no es su lentitud, ni su debilidad, ni siquiera el aspecto repulsivo de sus carneshinchadas en medio de los cuerpos esbeltos, elsticos de todos los otros chicos, sino elhecho de que su obesidad no se debe a la gula ni a la pereza. No come ms que sushermanos y participa, en la medida de lo posible, en los juegos y actividades que seconsideran apropiados en su tiempo. En el nuestro, su condicin podra describirse, acaso,como un desorden glandular. Pero en su ciudad todos creen que es vctima de algn mago,o acaso de un capricho de los dioses; son pocos los que lo miran sin recelo, y menos an loque no temen sufrir males como el suyo, o ms terribles, si se acercan a l.

    As, Nikias es un muchacho solitario, hosco, que debe soportar casi todos los dashumillaciones y burlas. Pero hoy se siente un poco mejor que de costumbre: ha pasado lamaana entera atendiendo el puesto del mercado en el que su padre, alfarero, vende vasos yollas. Es un honor que rara vez se le concede.

    Y, para ms orgullo, ha vendido mucho. Desde hace algn tiempo, ante la perspectiva deuna nueva campaa an no anunciada pero ya motivo de rumores contra el cercanoreino de Lidia, todo se ha encarecido, la gente compra alimentos en vez de utensilios, y lastropas del rey, que patrullan el mercado y todos los lugares populosos, ahuyentan a muchoscompradores. Pero Nikias, hoy, ha tenido clientela como si no hubiera inquietud alguna

    entre la gente. En verdad, varios compradores le hablaron con amabilidad, como si no pesaran sobre su cuerpo las especulaciones ms desagradables.

    Tal vez, piensa el muchacho mientras camina de vuelta a su casa, su padre acepte dejarloencargado del puesto. Tal vez, incluso, le ensee su oficio. As ya no tendr que ocuparsede las tareas ms exigentes que casi siempre le son encomendadas, y que nunca hace bien(hace tiempo que no se engaa respecto de esto). La idea lo entusiasma: una vida sosegaday sin sobresaltos. Cuando menos, podra estar todo el da tras los recipientes, bajo el toldoque los cubre del sol, entre la multitud

    Ahora bien, cuando llega a su casa, su padre, un hombre severo y poco paciente, no le

    pregunta sobre su jornada en el mercado; no le pide cuentas; no le dice, en verdad, una sola palabra, y en cambio lo llama hacia s con un gesto. Cuando lo tiene cerca, toca y aprietalas acumulaciones de grasa su pecho, sus brazos, su abdomen, sus muslos. Y al hacerlosonre.

    Nikias se deja hacer, confundido, y apenas ha decidido ensayar una pregunta cuando su padre se aparta de l y sale de la casa. En ese momento entra su madre, desde la cocina, ytampoco dice nada pero lo abraza y llora.

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    Muy impresionado, Nikias entrev, detrs de su madre, a sus hermanos, que permanecen juntos y lo miran. Pero las miradas no son las habituales de burla o, cuando ms, piedad.Ellos tambin estn asustados. Sin advertirlo, se tocan, como si buscaran apoyarse unos enotros. Slo uno sonre. Casualmente, es el mayor de todos, con el que tiene un pleito desdehace aos por alguna causa tan nimia, probablemente hasta sin relacin con el cuerpo de

    Nikias, que ambos la han olvidado.Pero qu les sucede a todos? Su madre lo confunde an ms al explicarle, despus de unsuspiro muy profundo, que la situacin de la familia es mucho ms precaria de lo que los padres han querido admitir, y en verdad el oficio del padre ya no les da para comer. Nikiasno puede argir en contra de esto porque su madre prosigue, sin pausa, hablando de lafortaleza de su hijo, de su capacidad de soportar la carga de su defecto (as lo llama) y deldolor de ella al ver que no era como los dems. Pero no le ha dicho siempre a Nikias quees su hijo, tan querido como todos los otros? No le ha demostrado su cario? Nikiasasiente. Entonces, dice la madre, en este momento tan oscuro, Nikias debe recordar eseamor. Debe usarlo para sentirse ms fuerte. Para cumplir con su deber con una sonrisa. No

    dice ms porque rompe a llorar de nuevo. Nikias se pregunta qu debe hacer paraconsolarla cuando su padre vuelve, entra en la casa y los aparta con rudeza.

    Ella da un grito inarticulado, ronco, al que el padre responde culpndola, diciendo que Nikias se ha echado a perder por ella, por sus constantes mimos. Que nunca le diodisciplina. Ella pregunta por lo que l acaba de hacer.

    l responde que as va a salvar a los dems: a los que pueden llegar a ser hombres fuertes yhermosos. Nikias, como en otras ocasiones, se siente herido al escuchar esto.

    Entonces su padre hace algo extrao: toma su mano izquierda, la levanta y dice que no harfalta ms. Que esa sola mano, blanda y pesada, pagar sus deudas.

    Nikias se pregunta si, en contra de todo lo que ha sucedido entre ellos desde que recuerda,su padre lo aprecia. Ver en l, acaso, talento verdadero para la alfarera? Pero no puede preguntarlo en voz alta porque, tras su padre, aparece un grupo de soldados que toman a Nikias, lo apartan de su madre y lo sacan de la casa.

    Sin hablarle, a empujones, lo hacen caminar hacia el palacio del rey, que se alza en elcentro de la ciudad. Esto asombra a Nikias pues al palacio, que (como dicen las leyendas)est hecho de oro puro, no se permite la entrada de ningn sbdito ordinario. Pero antes dellegar a la gran puerta lo conducen a una barraca, erigida sin mucho arte ante el palacio, ydejan, maniatado, en una fila que serpentea por el interior.

    Cuando se han ido, Nikias piensa, como si recordara un sueo, que su madre grit mientraslos soldados se lo llevaban, que su padre le volvi la espalda y que sus hermanos ya noestaban all.

    Y, despus de varias horas de pie, se da cuenta tambin que casi todos los otros prisionerosson corpulentos, pesados. Ninguno se acerca a su gordura, por supuesto, pero hay algunos

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