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sobre arqueologia en chavin de huantar

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CHAVÍN

Editor

Peter Fux

Asesores científicos y colaboradores

Walter AlvaIgnacio Alva MenesesHenning BischofTom D. DillehayPeter R. Fuchs y Renate PatzschkeJohny Isla Peter KaulickeLuis Guillermo LumbrerasChristian MesíaYoshio OnukiMarkus Reindel John W. Rick

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PUBLICACIÓN

Edición generalPeter Fux

Supervisión editorialCecilia Pardo

Coordinación editorial y producción Pamela Castro de la Mata

Asistente de coordinaciónKatherine Román

Corrección de estilo y traducciónJavier Flores EspinozaLuis Eduardo Wuffarden

Concepto y diseñovm& estudio gráficoRalph BauerVerónica Majluf

Retoque e impresiónGráfica Biblos, Jirón Morococha 152,Surquillo, Lima

© 2015 Asociación Museo de Arte de LimaPaseo Colón 125, LimaTeléfono 204 0000www.mali.pe

© De los textos: los autores

© De las fotografías: Museo Rietberg, Ministerio de Cultura del Perú, los autores,las instituciones(véase sección de Créditos fotográficos y de reproducciones)

© De las obras: los autores

Primera edición 1500 ejemplares

ISBN 978-9972-718-44-1

ISBN 978-3-85881-365-7Primera edición alemánMuseo Rietberg

ISBN 978-3-85881-731-0Primera edición inglésMuseo Rietberg

Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del PerúNº – 2015-02822Proyecto EditorialNº – 11501001401242

Reservados todos los derechos.Prohibida la reproducción total o parcial sin previa autorización expresa del Museo de Arte de Lima – MALI

www.mali.pe

EXPOSICIÓN

Este libro se publica con ocasión de la exposición Chavín, realizada en el Museo de Arte de Lima entre el 10 de abril y el 9 de agosto de 2015.

Comité OrganizadorPeter FuxCecilia Pardo

CuraduríaPeter Fux

Coordinación generalPamela Castro de la Mata Cecilia Pardo

Asistente de coordinación Katherine Román

Registro y catalogaciónPamela Castro de la Mata Pilar Rios

MuseografíaJuan Carlos BurgaNelson Munares

TraducciónRafael Valdez

Conversión de medios digitalesJavier Arciniega

Conservación Gregor FrehnerHoracio FernándezTaller de conservación del MALI

El Museo de Arte de Lima – MALI tiene como sede el histórico Palacio de la Exposición gracias al generoso apoyo de la Municipalidad Metropolitana de Lima.

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MUSEO DE ARTE DE LIMA

PRESIDENTEJuan Carlos Verme

VICEPRESIDENTESPrimer VicepresidenteOswaldo Sandoval

Segunda VicepresidentaMaría Jesús Hume

TESORERONicolás Kecskemethy

SECRETARIODiego de la Torre

VOCALESArmando AndradeSusana de la PuentePetrus FernandiniAlfonso García MiróEfraín GoldenbergJosé Carlos MariáteguiCarlos NeuhausRaúl OteroAlberto RebazaJacqueline SaettoneManuel Velarde

DIRECCIÓNNatalia Majluf

GERENCIA GENERALFlavio Calda

Asistente de gerencia Claudia Sánchez

ADMINISTRACIÓNPilar Quesada

AsistenteMarlene Hermoza

TiendaCarlos Díaz

CONTABILIDADOrlando Cabello

AsistenteDiana Mendoza

RECURSOS HUMANOSGeraldine Núñez

AsistenteVíctor Hugo Vargas

LOGÍSTICA Y MANTENIMIENTOMelba Arica

TécnicosPablo OrdoñezAlejandro Sánchez

CURADURÍA DE COLECCIONES Y DE ARTE PRECOLOMBINOCecilia Pardo

AsistenteKatherine Román

CURADURÍA ASOCIADA DE ARTE COLONIAL Y REPUBLICANORicardo Kusunoki

CURADURÍA DE ARTE CONTEMPORÁNEOSharon Lerner

AsistenteValeria Quintana

EXPOSICIONES Y PUBLICACIONESJimena González

MUSEOGRAFÍAJuan Carlos BurgaNelson Munares

REGISTRO Y CATALOGACIÓNPilar Ríos

Colección permanenteRicardo Saavedra

Exposiciones temporales y obras en tránsitoKarina Aparcana

CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓNMaría Inés VelardeMaría Villavicencio

AsistenteAndrea San Martín

Técnicos en restauraciónSimón BarrazaNatividad EspinoChristian GonzálezSara JiménezAlejandro PurizagaPercy Velasco

EDUCACIÓNDirector Luis Enrique Ramírez AsistenteRubí Jara

Directora ESPAAngélica Vega

AsistenteKarina Rodríguez

Cursos y talleresMariella Cornejo InformesCeleste Marín

Proyectos educativosRosario Rivadeneyra

AsistenteGisella López

BIBLIOTECAJesús Varillas

AsistentePaola Tejada

IMAGEN Y MARKETINGFernanda Changanaqui

Comunicación y prensaMarilyn Lavado

Diseño Carla Rodríguez Yuvissa Mijulovich

EventosNataly Rodríguez

Desarrollo de negocioMaría Luisa Muñoz Cobo

COMUNICACIONESSusy Sano

AUDITORIOJorge Alva

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AGRADECIMIENTOS

Chavín no hubiese sido posible sin la alianza interinstitucional entre el Museo Rietberg, el Ministerio de Cultura y el MALI, ni sin el valioso apoyo de la Compañía Minera Antamina.

Agradecemos también de manera especial a todas las personas e instituciones que han contribuido a la realización de este proyecto.

Asimismo pedimos disculpas a aquellas personas o instituciones que no aparecen en esta lista por alguna omisión involuntaria.

Walter AlvaIgnacio Alva MenesesAndrés Álvarez CalderónDiana Álvarez-CalderónMario AmanoGabriela AntunezMarco AveggioLuis Alberto Ayarza Cecilia Bákula Giannina BardalesCarlos BarrigaCésar BarriosRalph Bauer Henning Bischof †Hans-Ruedi BortisMartín Calderón Teresa CarrascoLuis Jaime CastilloFrederick CooperPedro CotilloJacqueline Daza †Gabriele DerighettiCarla DíazTom D. DillehayKatharina EpprechtRoxana Esquivel Horacio FernándezJavier Flores Espinoza Gregor FrehnerPeter R. FuchsPeter Fux Daniel GiannoniSonia Guillén Ulla Holmquist Johny Isla

Peter Kaulicke Rosario de LavalleRoy LazoUrsula LértoraWei Ho Liao Luis López Luis Guillermo LumbrerasAlbert LutzVerónica MajlufJaime MariazaChristian MesíaEsther-Marie MerzJuan Antonio MurroDenise OkuyamaMarcela OlivasYoshio OnukiEliza OrellanaRenate PatzschkeClaudia PereyraMarkus Reindel Simón RicardeJohn W. RickDoris RoblesFernando de SzyszloRafael ValdezPieter van DalenRosa Watanabe viuda de AmanoLuis Eduardo WuffardenYutaka Yoshii

Centro Cultural de San Marcos

Cleveland Museum of Art

Compañía Minera Antamina

Dumbarton Oaks, Washington D.C.

Embajada de Suiza en Lima

Fondo Cultural Suizo

Fundación Museo Amano, Lima

Fundación Wiese

Metropolitan Museum of Art

Ministerio de Cultura del Perú

Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Museo de la Nación

Museo del Banco Central de Reserva del Perú

Museo Kuntur Wasi

Museo Larco, Lima-Perú

Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, Lima

Museo Nacional Chavín

Museo Rietberg Zúrich

Saint Louis Art Museum

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

University of Pennsylvania Museum of Archaeology and Anthropology, Philadelphia

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El 23 de noviembre de 2012, el Museo Rietberg inauguró en la ciudad de Zúrich la exposición más importante que se haya orga-nizado sobre Chavín. Bajo el título Chavín – Perus Geheimnisvo-ller Anden-Tempel/Chavín – Peru´s Enigmatic Temple in the Andes, la muestra incluyó los principales objetos asociados a esta cultura – muchos de ellos provenientes del sitio mismo de Chavín de Huántar – presentados en un discurso museográfico que pro-ponía la discusión sobre la naturaleza de esa cultura en la histo-ria de los andes prehispánicos, tomando como base las investiga-ciones arqueológicas más recientes.

Nos complace presentar ahora en nuestro museo la exposición organizada por el Museo Rietberg, en una versión adaptada dirigida al público peruano, así como la traducción al español de la publicación que acompañó la muestra. Es un gran honor para el MALI participar como co-organizador de este pro-yecto, la primera oportunidad que tendrá el público peruano de visitar en Lima una exposición dedicada a una de las principales y más antiguas culturas del continente.

Aparte de su indiscutible relevancia científica, Chavín resulta un fenómeno fascinante por diversas razones. El lugar en que se encuentra ubicado, emplazado en un paisaje recóndito y geográficamente complejo, nos lleva a considerar la noción de centro y periferia en la época prehispánica; o a repensar las po-tentes imágenes de seres sobrenaturales que decoran el templo; y a imaginar los rituales de transformación que se llevaron a cabo en espacios subterráneos de difícil acceso, en los que el agua y la música de los pututos cumplieron un papel fundamental. Desde el descubrimiento de Chavín, esa compleja y dramática iconografía ha atraído pensadores y a artistas visuales tan diver-sos como los peruanos Jorge Eduardo Eielson y Fernando de Szyszlo o el norteamericano Richard Tuttle, por citar sólo algu-nos nombres destacados. Esos ejemplos nos permiten compren-der la vigencia de Chavín en nuestra época y a vislumbrar aún más la importancia de presentarla en un museo como el MALI, que exhibe la más completa exposición panorámica sobre el arte peruano a través del tiempo.

Este esfuerzo no habría sido posible sin nuestros socios y colaboradores. Queremos destacar en primer lugar el papel central del Museo Rietberg cuyo trabajo ha permitido di-fundir la riqueza del patrimonio cultural del Perú dentro y fuera de nuestras fronteras, y agradecer muy especialmente a sus di-rectivos por su entusiasmo y apoyo para hacer posible la presen-tación de la muestra en el MALI. Expresamos nuestro reconoci-miento a su director Albert Lutz, así como a Peter Fux, curador del museo y de esta exposición, quienes han dirigido este proyec-to con gran profesionalismo y entusiasmo, colaborando estrecha-mente con nosotros. Agradecemos también el trabajo de los con-servadores Gregor Frehner y Horacio Fernández, quienes han facilitado los trabajos de transporte, conservación y montaje de un grupo importante de tallas líticas procedentes de Chavín de Huántar. En esta colaboración binacional ha sido crucial el valio-

Juan Carlos VermePresidente

Cecilia PardoCuradora de colecciones y arte precolombino

so apoyo de la Embajada de Suiza en el Perú, que demostró su compromiso desde el inicio mismo del proyecto. Agradecemos por ello, especialmente, al embajador Hans Ruedi Bortis y al primer consejero de la embajada, Gabriele Derighetti.

El trabajo académico dirigido por Peter Fux, ha conta-do con el apoyo de los más destacados investigadores sobre Chavín. Queremos destacar aquí los aportes del Dr. Luis Guiller-mo Lumbreras, profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, quien ha tenido una participación decisiva en este proyecto en todas sus etapas. La contribución del Dr. Lumbreras a la historia de las investigaciones en Chavín de Huántar y al conocimiento sobre el periodo Formativo es recono-cida como uno de los pilares de la arqueología peruana. Sus in-vestigaciones en Chavín durante las décadas del sesenta y seten-ta permitieron descubrir la llamada Galería de las Ofrendas y recuperar un importante conjunto de objetos que hoy están en custodia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde el MALI nos sentimos profundamente agradecidos por su apoyo desinteresado para que la exposición en Lima sea una rea-lidad. Reconocemos también la participación del Dr. John W. Rick, de la Universidad de Stanford, quien actuó junto con el profesor Lumbreras como asesor científico del proyecto. El profesor Rick dirige un proyecto de investigación de largo aliento en Chavín, cuyos resultados constituyen un aporte fundamental para la ex-posición y para la publicación que hoy presentamos. Agradece-mos también a los destacados colaboradores del proyecto, que incluye a los investigadores Yoshio Onuki (Universidad de Tokio), Markus Reindel (Instituto de Arqueología Alemana), Walter Alva (Museo Tumbas Reales de Sipán), Peter Kaulicke (Pontificia Uni-versidad Católica del Perú), Christian Mesía (Universidad San Ignacio de Loyola), Johny Isla (Instituto Andino de Estudios Ar-queológicos), Henning Bischof † (Museos Reiss Engelhorn, Mann-heim), Peter R. Fuchs (Freie Universität, Berlin), Ignacio Alva M. (Proyecto Arqueológico Ventarrón, Lambayeque) y Tom Dillehay (Unversidad de Vanderblit). Agradecemos a todos ellos por per-mitir que sus trabajos formen parte de esta nueva edición.

El Ministerio de Cultura, nuestro principal aliado local, ha mostrado su apoyo y diligencia permanente en el proce-so de coordinación de la exposición. Agradecemos a la Ministra Diana Álvarez-Calderón, al Vice-Ministro Dr. Luis Jaime Casti-llo, por aceptar la co-organización de este proyecto, así como a su equipo, especialmente a Sonia Guillén, directora nacional de museos, Marcela Olivas, directora del Museo Nacional Chavín, así como a Claudia Pereyra y Eliza Orellana, por el encomiable trabajo desde la coordinación. Es sólo gracias al esfuerzo conjun-to y al trabajo coordinado con el Ministerio que es posible presen-tar ahora lo que sin duda es la principal muestra importante que se haya hecho sobre Chavín en Lima. Esta colaboración confirma la importancia de cultivar una relación cada vez más estrecha entre el Estado y los museos que trabajamos para preservar y difundir el arte y el patrimonio en el país.

Nuestra tarea desde el MALI se ha centrado en la adaptación del proyecto original concebido por el Museo Rietberg a un contexto local. En el caso de la publicación, el trabajo ha consistido en la traducción al español y edición de los contenidos del catálogo original producido por el Museo Rietberg y la casa editora Scheidegger & Spiess, así como en la adaptación del diseño a la serie de de arte precolombino editada por el MALI.

Este gran esfuerzo ha sido el resultado de un trabajo en equipo, que ha sido supervisado y coordinado por Pamela Castro de la Mata. Reconocemos en este contexto el trabajo de Katherine Román, como asistente de coordinación, el de Pilar Ríos y el equipo del área de registro, así como a nuestros museó-grafos, Juan Carlos Burga y Nelson Munares, quienes lograron adaptar el guión museográfico original.

Un proyecto de esta envergadura, sin embargo, no podría haber sido posible sin el esfuerzo de diversas institucio-nes. Queremos reconocer a la Compañía Minera Antamina, que nuevamente apostó por un proyecto emprendido desde el MALI, especialmente a su Presidente, Abraham Chahuán, así como a todo su equipo, en especial a Martín Calderón, Milton Alva, Mario Cavani y Gabriela Antúnez, por su apoyo y compromiso permanente.

Debemos un reconocimiento especial a los museos y a los coleccionistas que han cedido temporalmente sus obras para la exposición en Lima y para ilustrar este libro, especialmente al Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Museo Amano, Museo del Banco Central de Reserva del Perú, Museo Larco, Museo Nacional de Arqueología, Antropolo-gía e Historia del Perú, Museo Nacional Chavín y al Museo de la Nación. A todas los directivos y curadores de estas colecciones, nuestro mayor agradecimiento.

Es una satisfacción para el MALI haber podido traba-jar de la mano de tantas instituciones y personas que han apor-tado tan generosamente para hacer realidad este gran proyecto. Estamos convencidos que es sólo gracias a esa suma de esfuerzos que hoy podemos presentar un proyecto que marca un hito clave en la historia de las exposiciones arqueológicas en nuestro país. Proyectamos que sea la primera de una ambiciosa serie de mues-tras dedicadas a investigar y difundir las principales culturas del Perú precolombino.

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El Museo Rietberg se encuentra ubicado en el parque más her-moso de la ciudad de Zúrich, en un oasis que permite dejar de lado la vida urbana y las confusiones que ella trae. Desde sus inicios, las tres hermosas villas del siglo XIX, que hoy forman el museo, han sido un foco de intelectualidad y arte. Así es, como inspirado en este maravilloso ambiente, el famoso compositor Richard Wagner creó obras de gran importancia.Una decisión democrática de la población de Zúrich permitió con-vertir las villas en un museo de artes tradicionales dedicado a las culturas no europeas. Es así que en 1952 el Museo Rietberg, al formar parte del departamento presidencial de la ciudad, abrió sus puertas al público. A partir de entonces, nuestro museo está comprometido a la calidad artística y estética de los objetos de arte. Apreciamos cada obra como aliento materializado de su creador y de su ambiente. En nuestro museo, los visitantes pueden disfrutar arte del mundo entero y descubrir los enigmas y maravillas de la humanidad.

Como un paso importante, en el año 2007 logramos inaugurar «la Esmeralda», un anexo construido en vidrio verde, integrado al ambiente de las villas y del parque. La Esmeralda tiene dos salas grandes subterráneas que permiten realizar grandes exhibiciones temporales. Los curadores especializados en diferentes áreas culturales del mundo organizan con frecue-cuencia ambiciosos proyectos de exposición. No solo recibimos obras de arte de gran calidad e importancia procedente de varios países como prestamos temporales, sino también cultivamos coo-peraciones con instituciones culturales en todo el mundo.

El Museo Rietberg ha organizado varias exposiciones dedicadas a culturas precolombinas, y cada una ha llamado la atención no solo en Zúrich sino también en el mundo. Relaciona-das al Perú podemos mencionar las exposiciones: Sicán – una tumba real del antiguo Perú (1997), Nasca – dibujos enigmáticos del antiguo Perú (1999) e Hilos de la Vida – textiles precolombinos del Perú (2007) han sido todos eventos hermosos y exitosos.

Chavín – el enigmático templo de los Andes peruanos (2012-2013) ha sido nuestra exposición precolombina más recien-te. Desde el inicio de este proyecto, la colaboración estrecha con arqueólogos, museos e instituciones peruanas ha sido un objetivo central. Es un honor haber recibido la oportunidad de empezar este proyecto con una mesa redonda en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. El curador, junto a los reputados arqueólogos que hoy aparecen como colaborado-res de este libro, elaboraron el concepto general de la exposición, la selección de piezas y la disposición del catálogo. Por ende, esta exposición constituye el resultado del trabajo de varias décadas, y nos sentimos sumamente agradecidos por toda la confianza recibida.

En el año 2012 el Museo Rietberg tuvo el gran honor de presentar una exposición dedicada a Chavín por primera vez fuera del Perú y a un público internacional. Tomando en cuenta la emblemática importancia de Chavín por el país, valoramos la benevolencia y confianza del Perú. También quisiéramos men-cionar que más que 90% de los préstamos vinieron de museos

peruanos. Además, la mayoría de las piezas, sobre todo las escul-turas de Chavín, salieron del país por primera vez como présta-mos temporales. En este sentido quisiéramos dirigir nuestro más sincero agradecimiento al gobierno del Perú, al Ministerio de Cultura, a los arqueólogos y a todas las peruanas y peruanos.

En el marco de la exposición, el Museo Rietberg, junto con la Oficina Federal de Cultura de Suiza y en colaboración con el Ministerio de Cultura del Perú, lleva a cabo el proyecto de con-servación y restauración de arte lítico de Chavín. En el Museo Nacional Chavín se ha instalado un taller de conservación, y en colaboración con especialistas peruanos se han logrado conservar varias esculturas. Para poder continuar con este proyecto, el Museo Rietberg ha fundado un grupo llamado «Amigos de Chavín», y con el apoyo financiero de los miembros es que se hace posible realizar los trabajos de conservación. Estamos convenci-dos que esta forma de colaboración – proclamar patrimonio cultu- ral en plataformas internacionales y aprovechar la atención ge-nerada por proyectos locales – constituye el futuro de los museos.

En esta ocasión nos sentimos muy identificados de poder trabajar con el Museo de Arte de Lima – MALI, que, al igual que nuestro museo, se encuentra ubicado en el centro de la ciudad y rodeado por un bello parque. Además es una linda coin-cidencia que una de las piezas más emblematicas de Chavín, la Estela Raimondi, que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, haya sido expues-ta en este mismo parque en el siglo XIX. Nos alegramos poder compartir la deslumrante belleza y fascinación de Chavín como el inicio de futuras colaboraciones entre nuestros museos.

Solo queda por agradecer a las personas que han hecho posible este proyecto. Dirigimos un agradecimiento espe-cial al Dr. Luis G. Lumbreras por su constante colaboración y entrega a la arqueología peruana, así como a los notables arqueó-logos Dr. John W. y Rosa Rick, Dr. Yoshio Onuki, Dr. Walter Alva, Ignacio Alva Meneses, Dr. Christian Mesía Montenegro, Dr. Peter Kaulicke, Dr. Markus Reindel, Johny Isla Cuadrado, Dr. Peter R. Fuchs, Dr. Renate Patzschke y Dr. Tom D. Dillehay. Reme-moramos a nuestro colega Dr. Henning Bischof († 10 de marzo de 2014). Brindamos nuestro mayor agrade cimiento a nuestras amigas Bertha Vargas y Liana Cisneros por el apoyo en la coordi-nación, a Marco Aveggio de la Fundación Wiese, así como al Dr. Humberto Rodríguez-Camilloni.

Agradecemos sumamente a los colegas del MALI, a su presidente Juan Carlos Verme, a la directora Natalia Majluf, así como a la curadora Cecilia Pardo, a Pamela Castro de la Mata, a Juan Carlos Burga y a todo el personal, así como también a los dos conservadores Suizos Gregor Frehner y Horacio Fernandez.

Apreciamos mucho el apoyo crucial de la embajada de Suiza en Lima, a la embajadora de la gestión anterior Anne- Pascale Krauer Müller, al actual embajador Hans-Ruedi Bortis, Gabriele Derighetti, Esther-Marie Merz; así como también a Benno Widmer y a Marco Eichenberger de la Oficina Federal de Cultura de Suiza.

Dr. Albert Lutz Director

Peter FuxCurador

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Nuestro conocimiento del proceso histórico prehispánico ha avanzado mucho desde que el arqueólogo Julio C. Tello definiera a Chavín como el centro originario de la cultura matriz del mundo andino. La investigación científica muestra ahora un pro-ceso más complejo y con múltiples ejes de desarrollo. Sin embar-go, Chavín será siempre uno de los referentes principales de nuestra historia cultural con un proceso único, con nuevas nocio-nes y términos para definir el proceso civilizatorio.

Chavín desarrolla un proceso sociocultural con ele-mentos e ideas que provienen de espacios tan lejanos como la selva, entrelazados con la religiosidad de poblaciones campesinas de espacios rurales de la serranía. Una historia fascinante que ha convocado a especialistas de todo el orbe que han dedicado muchos años y esfuerzos para desentrañar este misterioso mundo y las relaciones con sociedades que existieron con geogra-fías muy distantes y diversas.

Esta exposición sobre Chavín que se presenta en el MALI tiene como antecedente la que organizó el Museo Rietberg en Suiza en el 2012 con la curaduría del doctor Peter Fux. Esa muestra convocó el esfuerzo académico y científico de los más destacados especialistas de la arqueología andina especializados en el período Formativo y el desarrollo de sociedades complejas andinas. En esa ocasión, como ahora, la selección de materiales presenta los elementos más representativos de la expresión artística de los artesanos de Chavín y de otras culturas contem-poráneas. El conjunto presenta los modos de vida, la cosmovisión, la tecnología, y la ciencia de sociedades para las cuales el sitio más emblemático es el templo de Chavín de Huántar en la región Áncash.

Al concluir esta exposición, muchos de estos materia-les se reintegrarán al Museo Nacional Chavín y formarán parte de una nueva museografía que será parte de un proceso para re-novar el centro cultural que se desarrolló en el distrito de Chavín de Huántar con el auspicio del gobierno de Japón. Se construirá también, a partir de este año, el Centro Internacional de Investi-gación, Conservación y Restauración, con fondos provenientes del Fondo General Contravalor Perú – Japón y recursos del go-bierno Peruano. Tendremos así, finalmente, la infraestructura que permitirá la exhibición, conservación y estudio de las colec-ciones recuperadas en la región, a través de muchas décadas.

Es importante apreciar la iniciativa del MALI para promover la exposición sobre Chavín que ha generado la publica-ción de este catálogo que reúne presentaciones de destacados es-pecialistas. Debemos reconocer un sobresaliente punto de quie-bre cuando la curaduría de arte precolombino del MALI inició exposiciones sobre temas prehispánicos. Es sintomático que el museo de arte más importante en el Perú incorpore al arte preco-lombino y nuestra historia cultural en la temática de su progra-mación. Estamos seguros que esta exposición tendrá un gran impacto en Lima y motivará a muchos a viajar a conocer los pai-sajes y las huellas de los antiguos pobladores de la serranía de Áncash, y siguiendo los pasos de los viajeros y científicos que du-rante siglos, nos han dado a conocer esta emblemática zona de nuestra serranía.

Celebramos esta colaboración entre los sectores de la gestión pública y privada, una propuesta necesaria para promo-ver y desarrollar cultura en el Perú.

Diana Álvarez-Calderón

Ministra de Cultura

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La región de Áncash ofrece al Perú y al mundo un rico patrimonio histórico y natural; es por eso que durante más de una década, Compañía Minera Antamina se ha preocupado tanto por la promoción del turismo, como por la conservación y rescate de su historia y cultura.

Para Antamina, esto es parte fundamental de su com-promiso frente al progreso de Áncash. Por ello, no dudamos en ser parte del proyecto de investigación y puesta en valor del Castillo de Huarmey, extraordinario resto arqueológico que ha mostrado al mundo una nueva aproximación histórica referida a la presen-cia de la cultura Wari en la costa norte de nuestro país. En esta iniciativa ofrecimos nuestro soporte y compromiso frente al tra-bajo desarrollado por expertos de la Universidad de Varsovia, la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Museo de Arte de Lima (MALI).

Asimismo, participamos activamente apoyando los trabajos de investigación y conservación del complejo arqueológi-co Chavín de Huántar, proyecto liderado por la Universidad de Stanford, en el que expertos peruanos y de los Estados Unidos trabajan codo a codo en busca de generar un mayor conocimiento alrededor de este importante sitio histórico ubicado en las altu-ras ancashinas.

Comprometerse frente a la historia y la cultura de Áncash, es para nuestra empresa una forma más de impulsar desarrollo; pero también una muestra de nuestro enorme aprecio por una región llena de posibilidades.

El año 2014 tuvimos el honor de presentar un libro sobre los sorprendentes hallazgos en el Castillo de Huarmey. Una publicación impecable liderada por el MALI. Este año, nos es grato participar de un nuevo proyecto editorial, en el que Áncash reafirma su enorme valor histórico. Se trata de Chavín, un libro que acompaña una muestra de categoría mundial, hecha realidad gracias al decidido trabajo entre el MALI, el Ministerio de Cultura del Perú, el Museo Rietberg y la Embajada Suiza.

Desde Antamina queremos agradecer a todas y cada una de las personas que nos han permitido ser parte de esta pu-blicación y, al mismo tiempo, renovar y expresar públicamente nuestro aprecio y respeto frente a Áncash, la tierra en la que trabajamos desde hace casi dos décadas.

Abraham Chahuán Presidente y Gerente General

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Cuando le comenté a un amigo peruano que había estado en Chavín de Huántar, enseguida me preguntó qué me parecieron las famosas cabezas clavas, el Obelisco Tello y el paisaje de la región de Áncash. Le contesté que me pareció impactante y que la región me hizo recordar mucho a mi país con sus montañas y sus lagos, “por supuesto!”, exclamó él, “estuviste en la Suiza peruana”.

Los suizos tenemos sin duda un amor especial por esta región que nos conecta aún más con la cultura Chavín y sus fascinantes historias. Por eso tampoco es sorprendente que la primera exposición de Chavín fuera del Perú se haya realizado en el Museo Rietberg de Zúrich (2012-2013). Y es esta misma exposición que podemos admirar hoy en el Museo de Arte de Lima – MALI. Esta cooperación cultural entre Suiza y el Perú demuestra la cercana relación amical y la confianza que compar-timos, y como ambas culturas están unidas por el legado milena-rio de Chavín de Huántar. Es gracias a personas como Bertha Vargas, el arqueólogo Luis G. Lumbreras, Natalia Maljuf y Ceci-lia Pardo del MALI y el curador del Museo Rietberg, Peter Fux, entre otros, que podemos disfrutar hoy en Lima de estos tesoros de la cultura Chavín.

El intercambio cultural y la cooperación entre Perú y Suiza tienen una larga historia que quizás comenzó con la llega-da en 1838 del investigador científico, médico y arqueólogo suizo, Johann Jakob von Tschudi. El explorador originario de Glarus se quedó cinco años en el Perú permaneciendo un largo período con los pobladores de la Sierra donde aprendió también el quéchua. Sus trabajos sobre la fauna y flora peruana apoyaron la labor del geógrafo y científico ítalo-peruano, Antonio Raimondi, quien llegó al Perú en 1850. Von Tschudi colaboró también con el científico peruano y fundador del Museo Nacional de Arqueología, Antro-pología e Historia del Perú de Lima, Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz, como coautor de la obra Antigüedades Peruanas, publi-cada en Viena en 1851.

Para Suiza la conservación del patrimonio cultural peruano es un aspecto muy importante en la cooperación cultural que mantiene con el Perú; es así como en los últimos años la Con-federación Suiza ha apoyado regularmente proyectos de conser-vación cultural en el Perú.

En el 2012, se financió un proyecto de conservación y restauración de arte lítico de Chavín que fue llevado a cabo por el Museo Rietberg de Zúrich, el Museo Nacional de Chavín y el Ministerio de Cultura. Y es así que se logró instalar en el Museo Nacional Chavín un taller de conservación. Gracias al gran ta-lento de especialistas suizos y peruanos se pudo conservar varias esculturas valiosas y a la fecha se sigue trabajando en la restau-ración de otras obras, como por ejemplo, el Obelisco Tello.

En el marco de esta cooperación, Suiza apoyó otro pro-yecto de conservación cultural en el norte del Perú, específica-mente en la zona arqueológica de Túcume. Al igual que el proyec-to de Chavín, se ha llevado también una muestra a Suiza, la exposición de los reyes Mochica la cual se exhibe actualmente en el Museo de Etnografía de Ginebra estando abierta al público hasta el 3 de mayo de 2015.

El patrimonio cultural peruano es sin duda uno de los más ricos y diversos de nuestro planeta y su conservación es un gran reto. Un proyecto interesante que Suiza apoya en el 2015 es la digitalización de todas las fotografias de Daniel Giannoni, co-nocido fotógrafo peruano de origen suizo, poseedor de la más grande colección de fotografias de obras artísticas. Adicionalmen-te, en colaboración con el Museo de Arte de Lima, la Embajada de Suiza se ha comprometido no solamente a rescatar la colección de todas las fotografías de este fotógrafo suizo-peruano, sino tam-bién a armar un archivo digital de su obra y de la de otros fotó-grafos, para crear un archivo abierto, que pueda ser utilizado por especialistas con fines educativos (en las escuelas) así como por el público en general.

Ahora, cuando le comenté a un amigo suizo que estuve en Chavín de Huántar, me preguntó si había visitado la exposi-ción en Zúrich y me manifestó que le fascinaron las famosas ca-bezas clavas y el Obelisco Tello, le dije que por supuesto había visto la exposición en Zúrich y que sería bueno poder verla un día en Lima. Este día llegó, gracias a la amistad peruano-suiza que persigue las mismas metas: el cuidado del patrimonio cultural del Perú. … Y a mi amigo suizo le dije: “ahora tienes que venir a visitar la región de Áncash, cuna de la cultura Chavín y denomi-nada “la Suiza peruana”.

Hans-Ruedi Bortis

Embajador de Suiza

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CHAVÍN 1.INTRODUCCIÓN

1.1ELCONCEPTODE“SOCIEDADCOMPLEJA”ENLAARQUEOLOGÍADELNUEVOMUNDO PeterFux

1.2¿QUÉESCHAVÍN? PeterFux

2.LAARQUEOLOGÍADELDESIERTOCOSTEÑO:OASISRIBEREÑOS,AGRICULTURAYCOHESIÓNRITUAL

INTRODUCCIÓN

2.1LOSPRIMEROSPOBLADORESYLASPRIMERASSOCIEDADESENELLITORAL TomD.Dillehay

2.2PROCESOSCULTURALESTEMPRANOSENLOSANDESDELSUR MarkusReindel JohnyIsla

2.3CENTROSCEREMONIALESDELPERIODOFORMATIVOENLASREGIONESDELACOSTANORTEYCENTRAL YoshioOnuki

2.4LAHISTORIACULTURALDELAREGIÓNLAMBAYEQUEDURANTEELFORMATIVO IgnacioAlvaMeneses

2.5MONUMENTALISMOTEMPRANOENLOSANDESCENTRALES:LOSORÍGENESDELAARQUITECTURAMONUMENTALENELVALLEDECASMA PeterR.Fuchs RenatePatzschke

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3. LAARQUEOLOGÍADELASIERRA:INNOVACIÓNYDINAMISMO

INTRODUCCIÓN

3.1OCUPACIONESTEMPRANASPOST-PLEISTOCÉNICASENLASIERRADELOSANDESCENTRALES PeterKaulicke

3.2LADIVERSIDADYVITALIDADDELOSCENTROSCEREMONIALESTEMPRANOSENLASIERRANORTE YoshioOnuki

4.CHAVÍNDEHUÁNTAR:DESCUBRIMIENTO,ARTE,ARQUITECTURA,RITUALYTRANSFORMACIÓN

INTRODUCCIÓN

4.1NARRACIONESEINVESTIGACIONESENUNSITIOFORMATIVODELOSANDESCENTRALES:CHAVÍNDEHUÁNTAR ChristianMesía

4.2ELARTEDECHAVÍN:PRECURSORESYDESARROLLOTEMPRANO HenningBischof

4.3ARQUITECTURAYESPACIORITUALENCHAVÍNDEHUÁNTAR JohnW.Rick

4.4RELIGIÓNYAUTORIDADENCHAVÍNDEHUÁNTAR JohnW.Rick

4.5LOSRITUALESRELIGIOSOSENCHAVÍNYSUIMPORTANCIASUPRARREGIONAL LuisGuillermoLumbreras

5.INSPIRACIÓNLEJANA:LAPERIFERIAYELLEGADODELASINNOVACIONESDELFORMATIVO

INTRODUCCIÓN

5.1ELPERIODOFORMATIVOENELECUADOR ChristianMesía

5.2LOSMOCHICA,HEREDEROSDELPERIODOFORMATIVODELACOSTANORTE,YELRENACIMIENTODELOSANTIGUOSDIOSES WalterAlva

5.3ELLEGADODELFORMATIVO:NASCA MarkusReindel JohnyIsla

CATÁLOGO

ARTEFACTOSDELFORMATIVOTEMPRANO,MEDIOYTARDÍOLASTUMBASDEKUNTURWASI

LASESCULTURASDECHAVÍNDEHUÁNTAR

LOSPUTUTOS(TROMPETASDECARACOLMARINO)DECHAVÍN

LOSHALLAZGOSDELAGALERÍADELASOFRENDAS

PARACASYMOCHICA:LAPERIFERIAYELLEGADODELASINNOVACIONESDELFORMATIVO

NOTAS

CRÉDITOSFOTOGRÁFICOSYDEREPRODUCCIONES

BIBLIOGRAFÍA

Page 16: Chavin

CHAVÍN24 1. INTRODUCCIÓN

Page 17: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 2726

mantiene una casta sacerdotal de alto rango y emprende largos peregrinajes, todo lo expuesto anteriormente logrado sin la necesidad de un sistema de escritura ¿Nos encontramos ante una cultura subdesarrollada que aún no ha alcanzado la capacidad de abstracción, que es un prerrequisito tan esencial de la escritura? ¿O acaso el ejemplo de la cultura Chavín, en los Andes Centra­les de América del Sur —en la medida que los arqueólogos han logrado comprenderla—, en realidad nos muestra que tendemos a exagerar sobre la función de la escritura, y que la cohesión social, la rememoración y la comunicación compleja también se pueden alcanzar con otros medios, entre ellos formas aún más elaboradas de iconografía y ritual7? Yo mismo estoy convencido de que la mayoría de los lectores coincidirán con esta última postura una vez que hayan visitado la exhibición y leído este volumen.

La investigación arqueológica en Sudamérica nos obliga a modificar nuestros conceptos y terminología. A partir de aquellas culturas precolombinas de Mesoamérica que sí usaron la escritura sabemos, por ejemplo, los muchos y distintos fines que se le podía dar y cuán diferente podía ser su papel en los sistemas sociales, pero examinar esto aquí con mayor profundidad nos distraería demasiado. Mi principal interés radica, más bien, en advertir que aferrarse a una definición restringida de lo que constituye una civilización o una alta cultura en realidad no nos hace avanzar, sino todo lo contrario: impide que encontremos lo que de otro modo podríamos hallar. En épocas recientes, el uso acrítico de términos tales como “civilización”, “urbanismo” o “alta cultura” ha causado algo de daño, en tanto la búsqueda de la civilización más antigua del mundo o la primera ciudad tiene, con demasiada frecuencia, una motivación política. Si, por otro lado, optamos por que los hallazgos arqueológicos nos permitan atisbar nuevos mundos utilizando estos mismos términos y conceptos —aunque solo sea porque no tenemos opción—, y si al mismo tiempo estamos listos para modificarlos y adaptarlos a medida que avanzamos, entonces es probable que la investigación misma sea emocionante y que los descubrimientos que arroje sean positivos.

Este es el enfoque que los autores de este libro han asumido; todos ellos dirigen proyectos arqueológicos y están interesados en los procesos más tempranos que llevaron a la formación de sociedades complejas en la región de los Andes Centrales. Sobre la base de los descubrimientos arqueológicos realizados hasta la fecha, entendemos el término “sociedad compleja” como una sociedad con un orden claramente definido y que se encuentra estratificada jerárquicamente, de modo tal que un grupo de personas desempeña una función de liderazgo u ocupa una posición de poder. Otro rasgo prominente de una sociedad semejante es la existencia de habilidades especializadas, que presentan un estilo característico en los objetos artesanales y en las obras monumentales colectivas. Usamos aquí el término “obras” en un sentido muy amplio, que tiene como base el supuesto de que un sistema de riego es una obra colectiva

El eje principal de la arqueología se basa en aquellos vestigios culturales que se manifiestan en artefactos materiales, los cuales son documentados, descritos y estudiados con gran detenimiento. Estos hallazgos pueden ser fechados mediante diversos métodos, con mayor o menor grado de precisión, de modo tal que se hace posible analizar su contexto cultural y su desarrollo a lo largo del tiempo. A estos métodos de investigación se han venido sumando otros, como los estudios referidos al medio ambiente natural, que han pasado a formar parte fundamental de la arqueología moderna1. De esta manera es posible reconstruir y documentar los procesos climáticos y topográficos de la antigüedad, empleando una amplia gama de métodos que permiten establecer la relevancia según el desarrollo cultural estudiado. Así, la arqueología ha pasado a ser una ciencia transdisciplinar que se vale de los métodos y hallazgos de otros campos. Lo que acabamos de delimitar es aquella rama de la arqueología que interactúa directamente tanto con objetos materiales como con observaciones empíricas: en otras palabras, el campo que hoy por hoy goza de un amplio reconocimiento como ciencia2.

Pero nuestros objetos de estudio son los procesos y cambios sociales de la antigüedad, los que conocemos únicamente a través de aquellos restos que pueden manifestarse en artefactos y residuos materiales, sucede que nos vamos alejando de una línea de investigación puramente material y empírica para ingresar al ámbito de las disciplinas de humanidades y al discurso filosófico. El espíritu de la época prevaleciente tiene un papel en modo alguno menor a la hora de determinar la opción que tomamos cuando intentamos dar sentido a nuestros hallazgos, ya sea por el enfoque empírico y científico, o por el filosófico­humanístico. Naturalmente, la arqueología moderna tampoco ha ignorado el hecho de que las ciencias empíricas, alimentadas por los avances en la ciencia y la tecnología, han llegado a dominar la erudición y el discurso occidentales desde finales del siglo XIX3. Por ejemplo, la teoría de la evolución de Charles Darwin surgió para legitimar el modelo de la “evolución sociocultural”, según el cual las sociedades se desarrollan linealmente siguiendo etapas definidas por avances tecnológicos, comenzando con los grupos primitivos de cazadores recolectores y culminando con estados o civilizaciones complejos4. El arqueólogo angloaustraliano V. Gordon Childe (1892­1957) estableció los criterios que una sociedad debe cumplir para que se la defina como “civilización”, y con ello hizo de este un concepto arqueológico clave, al que hoy en día se equipara con demasiada facilidad con la alta cultura o el urbanismo5.

Según el modelo de Childe, para poder hablar de una civilización se deben cumplir los siguientes criterios: la sociedad debe estar claramente estructurada, debe contar con una división del trabajo a tiempo completo y con una clase dirigente que administre el excedente de la producción y dirija la fuerza laboral; la población debe, asimismo, estar concentrada en centros urbanos. Junto a proezas colectivas de escala monumental

como palacios, templos o sistemas de riego, el modelo de Childe requiere que se haya dominado la metalurgia, el uso de vehículos con ruedas y un sistema de escritura.

Estos últimos criterios que no valen para todas las sociedades antiguas de Mesoamérica y Sudamérica, o bien únicamente tuvieron allí un papel subordinado, son precisamente la razón por la cual tantos investigadores europeos han tendido a excluir estas regiones culturales, y a Sudamérica en particular, de toda consideración como centros tempranos de civilización. La figura propuesta simplemente no podía ser reconciliada con lo que ellos creían saber acerca de la historia cultural del Cercano Oriente y Occidente6.

Aunque, tanto la evolución sociocultural en su sentido más estricto como el modelo de la civilización propuesta por Childe quedaron consignados a los libros de historia, parecería que seguimos siendo reacios a alejarnos demasiado de estas teorías. Podría parecer sorprendente que el concepto de sociedades que se desarrollan en sentido lineal y por etapas sigue dando forma a nuestra imagen del pasado, aunque solo sea de modo implícito. Marcados por nuestra percepción de lo que es la ciencia, aparentemente no podemos evitar buscar patrones y leyes generales —o más bien globales—, incluso en la historia de la cultura. A los arqueólogos, constantemente se nos solicita definiciones sobre lo que es realmente una civilización o una alta cultura, o cuál es la ciudad o la civilización más antigua del mundo.

Los investigadores y académicos que estudian la arqueología y la historia cultural de Mesoamérica y Sudamérica son particularmente proclives a enfrentar el problema de que todo nuestro enfoque del tema se ha visto configurado por conceptos y términos surgidos en su mayoría de la tradición científica occidental, y de nociones euroasiáticas de la historia.

En esta coyuntura vale la pena recordar que, tras el arribo de los primeros humanos a finales de la última edad del hielo, Mesoamérica y Sudamérica se desarrollaron de manera autónoma, aisladas del Viejo Mundo. Esto nos presenta una oportunidad que resulta ser al mismo tiempo un desafío: el estudio de la historia cultural de las Américas probablemente será un campo de prueba de conceptos, términos y nociones, que a su vez tendrán que ser adaptados a cualquier percepción que podamos alcanzar del que es, en muchos sentidos, un mundo del todo distinto. Para entender lo que está en juego, quienes crean que esto no constituye tan gran desafío solo deben imaginar una sociedad que logra desarrollar una alfarería sumamente especializada y sofisticada, orfebrería, tallado en piedra y la manufactura textil, que desarrolla su propio y elaborado estilo artístico, que laboriosamente planea y erige estructuras ceremoniales monumentales construidas con bloques de piedra cortada que pesan hasta dieciséis toneladas en angostos valles de montaña, que crea esculturas en piedra, comercia a lo largo de una vasta área, que riega las tierras para su cultivo,

1.1

EL CONCEPTO DE “SOCIEDAD COMPLEJA” EN LA ARQUEOLOGÍA DEL NUEVO MUNDO

Peter Fux

Page 18: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 2928

monumental, tanto como los geoglifos que cubren grandes extensiones de tierra o un complejo de templos imponentes. Hay también grados de complejidad que pueden ser ligados, al igual que los estilos artísticos, a sistemas religiosos o cosmovisiones más o menos complejas. Lo que todo esto nos enseña es que, junto a la corriente principal de la historia cultural euroasiática, hay también otras historias sorprendentemente diferentes y que no son menos complejas. Gracias a la arqueología de la región de los Andes Centrales, ahora podemos dedicarnos a una forma de viaje cultural en el tiempo, sumergiéndonos en una historia antigua y fascinante que aún no ha recibido la atención mundial que merece.

Fig. 1Las ruinas del templo de Chavín de Huántar vistas desde el este. Los picos de la Cordillera Blanca se ob-servan a lo lejos

Fig. 2Mapa del Perú que muestra los sitios arqueológicos mencionados en esta publicación

1. Ñañañique2. Chólope3. Ingatambo4. Sangana5. Pacopampa, Pandanche6. Poro Poro de Udima7. Chongoyape8. Huaca Lucía9. Paiján10. Arenal11. Zarpán, Collud12. El Chorro13. Puerto Etén14. Ventarrón15. Saltur, Sipán16. La Cría, La Granja17. Pampa Grande18. Cerro Corbacho19. La Compuerta, Oyotún20. Nuevo ArIca 21. Purulén 22. Limoncarro 23. El Guayabo 24. Puémape 25. Polvorín 26. Montegrande, Las Huacas, Tembladera27. Lechuzas 28. La Bomba 29. Pampa de Cupisnique30. Layzón 31. Huacaloma 32. Kuntur Wasi, Cerro Blanco 33. Kolguitín 34. Santa Apolonia35. Aguatapada36. Pampa de Jaguay37. Huaca Prieta 38. Sorcape 39. Huaca de los Reyes 40. Cerro Arena 41. Alto de la Guitarra 42. Caballo Muerto 43. Puerto Morin, Alto Salaverry44. Chondorco 45. Guañape 46. Huaca Verde 47. Salinar 48. Salinas de Chao 49. La Galgada 50. La Pampa 51. San Juanito 52. Punkurí 53. Cerro Blanco, Huaca Partida 54. Caylán 55. Huambacho 56. Samanco 57. Cueva de Guitarrero 58. Huaricoto 59. Huaynuná 60. Sechín Bajo 61. Cerro Sechín, Sechín Alto

62. Pampa de las Llamas / Moxeque 63. San Diego 64. Las Haldas 65. Chankillo 66. Pallka 67. Mesapatac 68. Yurakyako69. Huaraz 70. Chavín de Huántar, Pojoc71. Piruro 72. Culebras 73. Sajarapatac 74. Wairajirca, Warampayloma75. Shiliacoto, Jancao76. Paucarbamba 77. Kotosh 78. Los Gavilanes 79. San Blas 80. Caballette 81. Lauricocha82. Uchumachay 83. Priedra Parada 84. Áspero 85. Allapacoto 86. Vichama 87. Caral 88. Pampacancha 89. Pachamachay 90. Baños de Boza 91. Bandurria 92. Río Seco, San Jacinto93. Las Shicras 94. Ancón 95. La Trinidad 96. Panaulauca 97. Junín 98. Garagay, Huaca la Florida99. Buena Vista 100. Huacoy 101. El Paraíso 102. Huachipa 103. Cueva 104. Manchay Bajo 105. Cardal, Mina Perdida 106. La Paloma 107. Chilca 108. Campanayoq 109. Paracas (península) 110. Carhua 111. Disco Verde 112. Mastodonte113. Cerrillos 114. Ocucaje, Erizo115. Animas Altas 116. Cutamalla 117. Collanco 118. Pernil Alto 119. Jauranga 120. Pinchango Viejo, Mollake Chico 121. Llipata 122. Los Molinos, La Muña 123. Cahuachi124. Puntilla 125. Hacha ( Acarí ) 126. Asana

Piura•1

23

45

6

7

8

91011Lambayeque•

Chiclayo•1213 14

1516

1718

1920

21

Río Marañón•

Jequetepeque•23 24

29

27

28

Chicama•36

3738

32•Cajamarca3130

3334

35

Trujillo• •MocheVirú•

Chao•

Santa•

Nepeña•

Casma••Huaraz

Huarmey•

Huánuco•

3940 4441

4243

46 4950

Callejón de Huaylas

52

48

5157

5868

71

79

7069 737475

76 7778

81

Lago Junín

82

88

89

97

96

Supe•

Huaura•

Chancay•

Chillón•

Lurín•

Lima• •Rímac

Ayacucho•

Pisco•

Ica•

Palpa•

Nazca•

Ilo•

•Moquegua

Cuzco•

•Río Huallaga

•Laguna Lauricocha

•Ucayali

54 53

5655596061

62636564

72

6766

80

838485

86 87

91 9092 93

9495 98

99100

101102 103

104105

106107

109 110111 112

113

114115

116117

118 119120 121122

123 124

125

126

108

25 26

22

4547

SIERRA NORTE

SIERRA NORCENTRAL

SIERRA CENTRAL

SIERRA SUR

COSTA NORTE

COSTA NORCENTRAL

COSTA CENTRAL

COSTA SUR

Lago Titicaca

Page 19: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 3130

Fig. 3Cronología del periodo Formativo con los sitios arqueológicos menciona-dos en esta publicación

Costa Norte Sierra Norte Costa Norcentral Sierra Norcentral

Periodo LambayequeZaña

ChicamaJequetepeque

Moche Virú

Sierra Norte CajamarcaChao Santa

Nepeña Casma HuarmeyCallejón

de HuaylasCallejón

de Conchucos

Formativo Final (400–200 a.C.)

– Fin de las actividades en el centro ceremo-nial de Chavín de Huántar y remodelación de Kuntur Wasi– Desaparición gradual de la iconografía y el arte Chavín– Desintegración de la cosmovisión, las formas sociales y los logros del Formativo

Sipán Cerro Arena—

Puerto Morín—

Salinar

La Granja—

Huacaloma(fase EI)

—Kuntur Wasi(fase Copa,

550-250 a.c.)—

Layzón

Caylán—

Samanco—

Huambacho

Chankillo Huaraz Chavín de Huántar

(deja de ser un centro ceremo-

nial)

Formativo Tardío (800–400 a.C.)

– El mayor alcance e influencia de los poderosos centros ceremoniales de la sierra (esp. Chavín de Huántar y Kuntur Wasi)– Fin abrupto de las actividades en los centros de la costa norcentral– La iconografía y el arte Chavín alcanzan su mayor difusión (hasta la costa sur; cultura Paracas)

Zarpán—

Chongoyape

Lechuzas Kuntur Wasi(fase Kuntur Wasi,

800-550 a.C.)—

Huacaloma(fase Tardía 900-550 a.C.)

—Pacopampa

(fase II 800-500 a.C.)—

Layzón(fase Huacaloma Tardío)

—Cerro Blanco Aguatapada

La Pampa Caylán—

Samanco—

Huambacho—

Huaca Partida (Fase Nepeña)

Pallka

—San Diego

Huaricoto—

Pumacayán

Chavín de Huántar

(fase Blanco y Negro,

900-550 a.C.)—

Pójoc—

Yurakyako (?)

Formativo Medio (1200–800 a.C.)

– La iconografía y el estilo Chavín se consolidan– Los centros ceremoniales individuales adquieren una esfera de influencia cada vez más grande– Desarrollos paralelos en los centros de la costa y la sierra

El Chorro—

Collud Zarpán

Ventarrón Puémape

Chongoyape—

Cerro Corbacho—

Huaca Lucía—

Sangana Puerto Etén

—Saltur La Cría

Cupisnique—

Pampa de Jaguay—

Palenque—

Purulén—

Oyotún—

Nuevo Arica—

La Compuerta

Puémape—

Limoncarro—

Las Huacas(fase Tembla-

dera)—

El Guayabo

Huaca Verde—

Guañape(fases Media y

Tardía)—

Alto de la Guitarra

—Caballo Muerto

—Huaca de los

Reyes

Ingatambo (Fase Ingatambo)

—Ñañañique

—Chólope

Huacaloma(fase temprana 1200-900 a.C.)

—Pacopampa

(fase I 1200-800 a.C.)—

Cerro Blanco(fase Cerro Blanco)

—Poro Poro Udima

—Kuntur Wasi

(fase Ídolo 950-800 a.C.)—

Layzón(fase Huacaloma Tardío)

Huaca Partida—

Cerro Blanco

Pampa de las Llamas / Mo-

xeque

Huaricoto Chavín de Huántar

(fases construc-tivas y cerámicas

tempranas)

Formativo Temprano (1700–1200 a.C.)

– Arquitectura ceremonial monumental y unidades sociales más grandes– Artesanías más especializadas e inicio de la producción alfarera– Orígenes de un estilo iconográfico y de la decoración pictórica de las estructuras ceremoniales

Huaca Lucía Sorcape—

Mocupe

La Bomba—

Polvorín—

Las Huacas(fase Hamacas)

—Montegrande

—Limoncarro

Guañape(fase temprana)

—Alto de la Guitarra

Ingatambo (Fase Pomahuaca)

Santa Apolonia Kolguitín

Chondorco Pandanche

—Cerro Blanco

(fase La Conga)—

Huacaloma (fase Huacaloma Temprano)

La Pampa ( Fase

Yesopama )

Punkurí—

Cerro Blanco

Las Haldas—

Sechín Alto—

Cerro Sechín

Piruro—

Tutishcainyo

Pocos hallazgos

Formativo Inicial (3500–1700 a.C.)

– Construcción de las primeras estructuras ceremoniales grandes– Unidades sociales cada vez más grandes– Orígenes de la agricultura de riego y la especialización económica

Arenal —

Ventarrón—

Cerro Ventarrón

Huaca Prieta Alto Salaverry Ingatambo (Fase Huancabam-

ba)

La Galgada—

San Juanito—

Salinas de Chao

Punkurí —

Huayuná

Sechín Bajo—

Huaynuná—

Sechín Alto—

Cerro Sechín

Huaricoto—

Piruro

Hallazgos precerámicos

Periodo Arcaico (8000–3500 a.C.)

– Periodo transcurrido desde la última Edad del Hielo hasta la construcción de las prime-ras estructuras ceremoniales grandes– Sociedades más sedentarias organizadas en pequeñas unidades sociales– Plantas de cultivo y animales domésticos

Cerro Ventarrón—

Paiján

Huaca Prieta Los Gavilanes Pampacancha—

Cueva de Guitarrero

Page 20: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 3332

Continuación Sierra Norcentral Costa Central

Periodo HuánucoSupe

HuauraChancay Chillón Rímac Lurín

Formativo Final (400–200 a.C.)

Sajarapatac—

Kotosh (Fase Sajarapatac)

—Kotosh

(Fase Kotosh Chavín)

Baños de Boza—

La Trinidad

Huachipa

Formativo Tardío (800–400 a.C.)

Sajarapatac—

Paucarbamba—

Kotosh (Fase Kotosh

Chavín)

Formativo Medio (1200–800 a.C.)

Jancao—

Warampayloma—

Wairajirca—

Kotosh (Fase Kotosh

Kotosh)—

Shillacoto

San Jacinto Huaca La Florida—

Huacoy—

Ancón—

Cueva

Garagay Cardal—

Mina Perdida—

Manchay Viejo—

Manchay Bajo

Formativo Temprano (1700–1200 a.C.)

Shillacoto—

Kotosh (Fase Kotosh Wairajirca)

—Wairajirca

Piedra Parada

Formativo Inicial (3500–1700 a.C.)

Shillacoto—

Kotosh (Fase Kotosh Mito)

—Wairajirca

Áspero ( Huaca de los Sacrificios )

—Caral

Bandurria Caballette Allpacoto Vichama

Culebras—

Río Seco—

Las Shicras

El Paraíso—

Buena Vista

Periodo Arcaico (8000–3500 a.C.)

La Paloma—

Chinchorro Locales

Sierra Central Costa Sur Sierra Sur

Junín Pisco Ica Palpa Nasca Ilo AyacuchoMoquegua

(Cuzco)

San Blas Ocucaje Los Molinos—

La Muña—

Llipata Jauranga

—Pinchango Viejo

—Collanco

—Cutamalla

Cahuachi—

La Puntilla

Campanayoq —

Rumi

Carhua Cerrillos

—Ánimas Altas

Mollake Chico—

Jauranga—

Pinchango Viejo—

Collanco—

Cutamalla

Campanayoq —

Rumi

Chilca

Chilca—

Disco Verde

Erizo—

Mastodonte

Hacha ( Acarí )

Paracas Paracas

(península)—

Chilca

Pernil Alto

Lauricocha—

Uchcumachay—

Pachamachay—

Panaulauca—

Telarmachay—

Junín

Pernil Alto Numerosos sitios Numerosos sitios Asana

Page 21: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 3534

La cultura Chavín deriva su nombre del sitio arqueológico de Chavín de Huántar, en la sierra peruana. Las impresionantes ruinas de este complejo monumental se encuentran a una altura de 3180 metros sobre el nivel del mar, en la margen oriental de la Cordillera Blanca. Los restos de masivos edificios de piedra en la región Áncash, ubicados en un angosto valle de la sierra llamado Callejón de Conchucos, captaron la atención de muchos de los primeros viajeros y estudiosos. A mediados del siglo XVI, un cro­nista reportó haber visto una inmensa fortaleza con rostros es­culpidos en sus muros, y a comienzos del XVII se habló de un oráculo comparable con los de la antigua Roma o de Jerusalén, que habría existido en este remoto valle de la sierra.

La existencia de semejante edificio macizo de piedra y de gigantescas esculturas de aspecto extraño, en un lugar tan lejano e inhóspito, resultó ser irresistiblemente fascinante para los recién llegados del Viejo Mundo. No sorprende que su encuen­tro con los restos y su interpretación de su antigua función hayan estado configurados por los conceptos que llevaron consigo, no por ignorancia sino porque no tenían alternativa.

Cuando las investigaciones arqueológicas comenza­ron en América del Sur a principios del siglo XX, los investigado­res plantearon la hipótesis de que las altas culturas de los Andes Centrales tuvieron su origen en Mesoamérica. Ellos estaban con­vencidos de que las culturas Mochica, Nasca o Tiahuanaco —las únicas que conocían— eran en realidad culturas “clásicas” que no tenían ningún antecedente local; la calidad de su arte y de su arquitectura era, con seguridad, una importación de Mesoaméri­ca, el hogar de los logros culturales supremos de los olmecas, y posteriormente de los mayas. Y para explicar el alto nivel de de­sarrollo de las culturas mesoamericanas, que incluían escritura y obras de arte, a menudo se hacía la conjetura de que ellas de al­gún modo debían haber estado en contacto con las altas culturas del Viejo Mundo. De este modo, desde el principio mismo se había descartado casi por completo la posibilidad de que Sudamérica pudiese haber tenido una historia propia.

Julio C. Tello (1880­1947), el pionero de la arqueología peruana, efectuó un cambio crucial en la perspectiva que se tenía sobre Chavín de Huántar, y nuevamente hizo de las esculturas en piedra el foco de atención. La escultura más importante, que mide más de cuatro metros de altura y a la que se conoce como “El Lanzón”, debido a su forma en punta, se alza en una cámara extremadamente angosta y oscura dentro del templo, al que solo es posible llegar a través de un pasaje largo y estrecho [figs. 4, 117]. La imagen antropomorfa, al igual que muchas otras, tiene colmillos y garras. Otros relieves muestran aún más felinos, lo que llevó a Tello a plantear la hipótesis de que la deidad a la que se rendía culto en Chavín era Wiracocha, la misma que posterior­mente sería adorada por los incas, pero en la forma original de un jaguar. Esta teoría partía de dos premisas: que los constructores del complejo establecieron lazos con la cuenca del Amazonas, y que este era sumamente antiguo. Chavín de Huántar repentina­

1.2

¿QUÉ ES CHAVÍN?

Peter Fux

Fig. 4Cuatro vistas del Lanzón. Altura desde el suelo: 3,71 m. La imagen fue generada a partir de un modelo digital en 3D basado en los datos obtenidos por escaneos de luz estructurada

Page 22: Chavin

IntroducciónCHAVÍN 3736

mente había pasado a ser un indicador clave del origen local de la alta cultura andina y un centro de la “cultura matriz” de los An­des. La exhibición de los monolitos conocidos como “Estela Rai­mondi” [fig. 6] y “Obelisco Tello” [figs. 5, 116], dos emblemáticas esculturas Chavín, que tuvo lugar en la época en Lima, sirvió para reforzar la hipótesis de la cultura matriz.

Es posible que Chavín de Huántar haya sido utilizado como referencia del origen local para las culturas conocidas del Perú, pero de la misma manera planteó aún más interrogantes: ¿de dónde provino Chavín, la sociedad altamente desarrollada, dada la aparente ausencia de un claro antecedente? Simplemen­te no había ninguna evidencia arqueológica que apoyara los su­puestos vínculos con la cuenca amazónica ¿Cuán antiguo es Cha­vín, y cómo funcionaba su sociedad? ¿Acaso alguna vez fue un imperio que controlaba un territorio a partir de un único centro poderoso, como Roma o los incas, que llegaron mucho después? Esta era la conclusión obvia, al menos en ausencia de cualquier alternativa clara.

A partir de una serie de hallazgos, como un grupo de textiles suntuosamente decorados y de piezas de cerámica lleva­dos a cabo en la costa, a unos mil kilómetros al sur de Chavín de Huántar, donde se conservaron al menos algunos materiales or­gánicos gracias al clima seco del desierto, fue posible acercarnos a una respuesta. Los objetos encontrados en tumbas de la cultura Paracas guardan cierta semejanza con la escultura lítica Chavín, y también nos proporcionaron los primeros fechados confiables, ya que los materiales orgánicos pueden fecharse físicamente. Du­rante la segunda mitad del siglo XX los arqueólogos preferían no especular con respecto a la estructura social o la interpretación y concentrarse más bien en cuestiones cronológicas o de tipología material, razón por la cual se hablaba de un “Horizonte Chavín” o un “Horizonte Temprano”, para referirse al primer milenio an­tes de nuestra era, periodo en el que la iconografía y el estilo Chavín fueron adoptados por diversas culturas de la región cen­tral andina. El Horizonte Temprano es el primer periodo de la historia cultural andina en el que un estilo y una iconografía de­terminadas se propagan a lo largo de una amplia región1.

Al describir, ordenar y preparar diligentemente una tipología de los diversos descubrimientos realizados en la segun­da mitad del siglo XX, los investigadores lograron identificar va­rias culturas y estilos distintos, y hoy los estudiosos hablan de nuevos desarrollos tales como la cultura Cupisnique, la cerámica de estilo Tembladera y Chavín, o las tallas en piedra del estilo Limoncarro. En esta coyuntura vale la pena reevaluar el término de “cultura arqueológica”, término acuñado por los arqueólogos. La cultura material se agrupa primero según ciertos criterios que son escogidos antes de que se establezca su distribución geo­gráfica y su edad probable. Luego se le da un nombre al grupo, que en la mayoría de los casos constituye el topónimo del lugar de donde procede el hallazgo. Es importante recordar que se trata de un sistema moderno de ordenar los restos materiales, y no el

reflejo de una situación social histórica. En otras palabras, los pueblos de los periodos estudiados no se llamaron a sí mismos como Cupisnique, Limoncarro o Chavín.

Las culturas arqueológicas pueden fecharse en térmi­nos absolutos y relativos la una con respecto a la otra. El fechado absoluto se efectúa fundamentalmente con ayuda de métodos fí­sicos como el radiocarbono, que arroja la edad en años. El fechado relativo se realiza principalmente a partir de la capa en la cual se hallaron los restos materiales (los más recientes se encuentran encima de los más antiguos), y nos permite reconstruir cómo fue que una cultura material específica se desarrolló. Los desarrollos que tienen como premisa el estilo y la tecnología también pueden usarse en el fechado relativo. Entre los conceptos del Viejo Mun­do que fueron importados a la arqueología de las Américas, figura el supuesto de que el uso de la cerámica viene a ser una precon­dición esencial del grado más alto de complejidad con que se defi­ne una sociedad. La terminología sigue la misma premisa: en los Andes Centrales, el extenso periodo que transcurrió previo a la difusión de la cerámica (ca. 1200­1700 a.C.) se conoce como el periodo Arcaico, mientras que el lapso que media entre las prime­ras evidencias del uso de la cerámica y el surgimiento de las cul­turas andinas “clásicas” más tempranas —Nasca y Mochica— re­cibe el nombre de periodo Inicial o Formativo (ca. 1700­200 a.C.).

Los autores de este catálogo coinciden en que ya es hora de que la arqueología de los Andes Centrales transcienda las nociones preconcebidas del Viejo Mundo, y para reflejar esto introducen una nueva terminología. Después de todo, los hallaz­gos arqueológicos más recientes muestran que en esta región los pueblos construían grandes centros ceremoniales desde el 3500 a.C., mucho antes de la evidencia más temprana que se conoce para la cerámica, es decir, durante el periodo Arcaico (para usar la vieja terminología). Estos eventos resultan asombrosamente tempranos en comparación con la historia cultural de otras regio­nes del mundo, incluido el antiguo Egipto. Obras colectivas de planificación e ingeniería como esta, indudablemente fueron de la mano con desarrollos sociales y económicos tales como el uso del riego para incrementar el rendimiento de los cultivos, la for­mación de unidades sociales cada vez más grandes y la creciente interdependencia: en suma, con los inicios de una sociedad com­pleja. Así, los autores han propuesto retroceder el inicio del perio­do Formativo en los Andes Centrales al 3500 a.C. [fig. 3].

Si vamos a entender a Chavín como algo más que una categoría estilística de restos materiales y como el sistema social que produjo tales artefactos y convivió con ellos, debemos prime­ro investigar el proceso a través del cual se formó la sociedad compleja más antigua de la región centroandina, comenzando con los primeros pasos que llevaron a su formación.

Los centros ceremoniales tempranos fueron construi­dos en los fértiles oasis ribereños por sociedades agrarias y sir­vieron como un lugar para el encuentro social y para promover la cohesión social a través del ritual. El Formativo Temprano

Fig. 5 Cuatro vistas del Obelisco Tello. Altura sin considerar el pedestal moderno: 2,58 m. La imagen fue generada a partir de un modelo

digital en 3D basado en los datos obtenidos por escaneos de luz estructurada [para los relieves véase fig. 116]

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IntroducciónCHAVÍN 3938

(ca. 1700­1200 a.C.) vio el surgimiento de una clase social con aún mayores pretensiones de propiedad y habilidades especiali­zadas. En diversos sitios, la competencia por los recursos y las tierras de cultivo llevó a la creación de centros ceremoniales más grandes y ostentosos. El subsiguiente periodo, el Formativo Medio (ca. 1200­800 a.C.), fue aquel en que se desarrolló el estilo artístico e iconográfico distintivo posteriormente asociado con los hallazgos realizados en Chavín de Huántar, y al que ahora se conoce como el “estilo Chavín”. Aquí adquieren especial im­portancia una serie de criaturas mitológicas sobrenaturales, que presentan rasgos humanos y animales. El Formativo Tardío (ca. 800­400 a.C.) es el periodo en el cual el mundo andino, y el sistema de significado vigente, que fuera creado y conso­lidado por el arte y la arquitectura, fue adquiriendo fortaleza y supremacía.

Chavín de Huántar no fue el único complejo de tem­plos en aquella época, pero es posible que sí haya sido el más grande. En esta época, hubo otros centros como Kuntur Wasi, Pacopampa y Kotosh, y podemos decir, tanto por sus similitudes como por sus diferencias, que si bien compartían los mismos sistemas sociales y la cosmovisión, eran al mismo tiempo rivales en búsqueda de influencia y de seguidores. La fascinación que Chavín de Huántar todavía ejerce sobre nosotros, así como la larga historia de sus excavaciones, han hecho que se constituya una ventana singular al pasado, a través de la cual podemos aprender a comprender la manera en la cual funcionó esta socie­dad centroandina, y que resulta sorprendentemente distinto de lo que se esperaba.

Al pueblo de Chavín le costó mucho —tanto en términos huma­nos como materiales— la decisión de levantar su inmenso com­plejo de templos en un angosto valle de la sierra, en el cual las fuerzas de la naturaleza deben haber constituido un peligro in­minente. Desafiando estas condiciones construyeron en piedra, la formaron y la decoraron siguiendo sus propias ideas. También desviaron arroyos torrentosos de montaña, construyeron cursos de agua artificiales y diseñaron la confluencia de dos ríos; estas proezas, efectivamente, deben de haber requerido una estrecha cercanía a los dioses. Es más, parecería que la nueva elite, que probablemente constituía una casta sacerdotal, logró ganarse el respaldo de las personas del más alto rango que decidían las po­líticas en otras regiones, y los centros que competían entre sí de­ben haber usado esta rivalidad para comprometer a sus trabaja­dores en proyectos cada vez más ambiciosos. Los seguidores privilegiados probablemente iban en peregrinación al complejo de templos en ciertas épocas. El complejo mismo, que era narra­tivo en su concepción y estaba ricamente ilustrado, no sólo creaba sino que además comunicaba los nuevos sistemas de significado e imagen del mundo que sustentaron a la sociedad compleja más temprana de la región centroandina. Pero esto no fue logrado ni por una fuerza armada, ni con ayuda de la escritura. Sus “armas”

Fig. 6 Estela Raimondi

fueron más bien el arte y la manipulación de los sentidos en el templo mediante el uso orquestado de la luz, las sustancias psi­coactivas, el sonido y la música. Por lo tanto, a lo que referimos con Chavín es a aquella esfera cultural —tanto en el tiempo como en el espacio— cuya iconografía y simbolismo dan cuenta de una cosmovisión y una forma de sociedad específicas.

La credibilidad del concepto del mundo “Chavín” pare­ce haber quedado profundamente remecida durante el Formativo Final (ca. 400­200 a.C.), cuando otras formas de sociedad del pe­riodo Intermedio Temprano comenzaron a adquirir importancia, aunque no del todo sin recurrir a los logros del Formativo, tal como lo muestra este libro. La arqueología nos permite estu­diar y comprender tanto el proceso a través del cual se formó Chavín, como el modo en que funcionó la sociedad compleja más temprana de la región centroandina. Y si, gracias a nuestra apli­cación de las palabras “manipulación” y “poder ilusorio” en nues­tra descripción del antiguo mundo Chavín, efectivamente logra­mos probar la rotunda “otredad” de esta sociedad singular, de sus artefactos, convicciones y arte, entonces esto presumiblemen­te podrá leerse como una señal de que aquello con lo que hoy contamos constituye el único sistema de significado verdadero, lo que a su vez es la mejor medida posible de cuán exitosa puede ser –y efectivamente debe ser– la creación de mundos y de siste­mas de significado.

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CHAVÍN40 2. LA ARQUEOLOGÍA DEL DESIERTO COSTEÑO:OASIS RIBEREÑOS, AGRICULTURA Y COHESIÓN RITUAL

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CHAVÍN 4342 La arqueología del desierto costeño

Las bases costeñas de la civilización centroandina comenzaron a formarse entre el 3500 y 3000 a.C., cuando las sociedades de la costa árida desarrollaron un estilo de vida sedentario y erigieron grandes monumentos ceremoniales. Además de los ricos recursos del litoral del Pacífico, los pueblos eventualmente adoptaron el maíz y otros cultivos alimenticios, así como la agricultura de riego, y la densidad demográfica se elevó rápidamente. Esto al principio tuvo lugar en valles individuales, pero eventualmente algunas poblaciones extendieron su hegemonía sobre áreas mucho más amplias a partir de 1000 a.C., uniendo así a los valles vecinos en formaciones políticas más amplias, y estableciendo identidades y creencias ideológicas regionales diferenciadas. Si bien los mecanis­mos a través de los cuales se desarrollaron estas sociedades tem­pranas a lo largo de la costa del Pacífico aún son poco cono cidos, lo que sí sabemos es que la historia de su ascenso se inició a finales del Pleistoceno, cuando los pobladores comenzaron a establecerse en los medioambientes más productivos de las plani­cies y valles costeños de los Andes Centrales, especialmente en la región que se extiende entre el actual sudoeste de Ecuador y el norte de Chile.

Al examinar a estos primeros habitantes y sociedades, lo hacemos bajo la perspectiva de la economía política, que se refie­re al entrelazamiento de la organización política y económica, las diferencias sociales y los marcos ideológicos de estas sociedades. A medida que, con el paso del tiempo, las sociedades costeñas iban haciéndose más complejas en términos sociales y económicos, ideas y creencias más sofisticadas brindaban un medio con el cual sancionar su crecimiento y sus metas. La investigación de la economía política resulta particularmente apropiada, dada la excelente conservación de las evidencias arqueológicas halladas en el registro material de las regiones costeras occidentales de Sudamérica. Comprender cómo fue que la civilización centroandi­na emergió en esta región requiere que asumamos una perspectiva de larga duración, y que rastreemos los procesos más tempranos que llevaron al establecimiento de las comunidades aldeanas, de los centros ceremoniales y eventualmente de las ciudades. Aunque el eje aquí recae fundamentalmente sobre las primeras evidencias de la civilización andina durante el prolongado periodo Precerámi­co (hasta ca. 1700 a.C.), dedicamos un espacio a las primeras socie­dades cazadoras y recolectoras del Pleistoceno Tardío y al Holo­ceno Temprano. Estas sociedades más tempranas, y en un plano más general el origen de la agricultura y del estilo de vida seden­tario, fueron precursores importantes de la civilización. Por ello, la intención aquí es comprender el medio ambiente de estas socie­dades y reconstruir la disposición de la infraestructura que yacía detrás de la agricultura costeña, la pesca marítima, las formas de asentamiento y de construcción del paisaje, así como la interrela­ción entre los humanos y el medio ambiente. Especial énfasis se le atribuye a comprender la naturaleza de las economías agromarí­timas y la construcción de monumentos públicos, como base para delinear la diversidad de las ocupaciones tempranas de la costa.

A partir de los hallazgos realizados durante décadas de investi-gación arqueológica, el presente capítulo explora los procesos tempranos a través de los cuales se desarrollaron grupos y so-ciedades en la región de la costa del Perú. La distinción trazada entre la arqueología de las regiones de la costa [cap. 2] y de la sierra [cap. 3] es, ante todo, una consecuencia de la forma en que la investigación misma se ha desarrollado. La geografía extrema de la sierra hizo que fuera mucho más difícil explorar -la, en tanto que los hallazgos espectaculares realizados en la árida región costera captaron, desde muy temprano, una con-siderable atención de los arqueólogos.

Tom D. Dillehay, de la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, introduce esta sección con sus estudios acerca de los procesos políticos y económicos, empezando con los primeros hombres que llegaron al subcontinente sudamericano. Los procesos entrelazados entre ellos condujeron, en última instancia, al surgimiento de sociedades grandes y complejas. Su atención recae principalmente sobre la región de la costa, espacio donde se cuenta con más datos gracias a las excelentes condiciones de preservación por el clima árido.

Markus Reindel, del Instituto Alemán de Arqueología (Bonn), y Johny Isla, del Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (Lima), vienen dirigiendo un proyecto de investigación multi-disciplinario en Nasca-Palpa, en la costa sur peruana. La cultura Paracas de este lugar forma parte del “Horizonte Chavín” en el sentido más amplio, a pesar de que hay paralelos iconográ-ficos y estilísticos entre sus artefactos. Concentrándose en su campo de estudio, estos dos investigadores lograron reconstruir la historia cultural de esta región desde el Formativo Inicial hasta la conquista española, arrojando al mismo tiempo datos sobre la interacción cultural menos conocida con la población de la sierra, que obviamente fue un aspecto decisivo para los procesos sociales que ocurrieron en todos los Andes Centrales.

INTRODUCCIÓN

Yoshio Onuki, de la Universidad de Tokio, es uno de los expertos más reconocidos de la arqueología peruana. Sus investigaciones en la sierra, en particular en Kotosh, la cuenca de Cajamarca y en Kuntur Wasi [véase cap. 3], han sido de mayor importancia y proporcionaron ciertas percepciones cruciales de los procesos culturales del Formativo; de ellas, la más interesante para nuestros fines es el desarrollo de contactos recíprocos y diná-micos con ciertos centros de la costa.

Ignacio Alva Meneses ha venido dirigiendo proyectos de inves-tigación en Lambayeque, en la costa norte del Perú, desde hace muchos años. Hasta hace poco, Lambayeque había sido consi-derada como una región de culturas receptoras. Los resultados de sus investigaciones son impresionantes y señalan la dedi-cación de las antiguas sociedades lambayecanas a la experi-men tación, particularmente evidente en la arquitectura de esta región, que Alva Meneses propone como una contribución cru-cial al desarrollo cultural durante el periodo Formativo de los Andes Centrales.

Los hallazgos realizados recientemente por Peter R. Fuchs en Sechín Bajo, en el valle de Casma, arrojaron una sorpresa cuando la estructura ceremonial fue fechada alrededor de 3500 a.C. Gracias a sus excavaciones exhaustivas, ahora es posible reconstruir el desarrollo arquitectónico de los centros cere-moniales en el valle de Casma con cierto detenimiento, y así datar el inicio del Formativo centroandino a mediados del cuarto milenio a.C.

2.1

LOS PRIMEROS POBLADORESY LAS PRIMERAS SOCIEDADES EN EL LITORAL

Tom D. Dillehay

Fig. 7Vista de oasis fluvial característico en la costa nor-central del Perú

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La arqueología del desierto costeñoCHAVÍN 4544

En la costa peruana podemos remontar las manifesta­ciones iniciales que llevaron hacia las sociedades complejas hasta el Arcaico Tardío o al Formativo Inicial (ca. 5000­2500 a.C.), a cuyo periodo más tardío a veces se denomina Precerámico Tardío o Precerámico con algodón, y ello debido a que este último cultivo es sumamente común en los sitios que datan de esta época. En este periodo, los asentamientos en la costa y el vecino piedemonte andino crecieron en tamaño, mientras que las primeras estructu­ras arquitectónicas monumentales fueron levantadas hacia fina­les del mismo bajo la forma de plataformas piramidales8. La apa­rición de construcciones monumentales y las poblaciones que se encargaron y fueron necesarias para construirlas, constituye un tema que recibió bastante atención de los estudiosos desde comienzos de la década de 1970. Michael Moseley propuso que las bases económicas de las tempranas sociedades complejas peruanas fueron dadas por la pesca en el mar9. Según Moseley, los ricos recursos marinos de la corriente de Humboldt permitie­ron a grandes poblaciones permanentes vivir a lo largo de la costa sin una agricultura intensiva. Esta postura contradecía la noción tradicional que los arqueólogos tienen de que la agricul­tura, especialmente la de riego, es una precondición para el surgimiento de la complejidad social. La “hipótesis de las bases marítimas” de Moseley considera que la agricultura del Precerá­mico Tardío (el Formativo Inicial, 3500­1700 a.C.) suministraba productos mayormente industriales que permitieron apoyar la economía pesquera, como algodón para las redes y calabazas para sus flotadores. Sin embargo, evidencias recientes indican que los alimentos tanto marítimos como agrícolas constituyeron la base económica real del Precerámico Tardío, pero la proporción de cada uno variaba de un lugar al otro a lo largo del tiempo, dependiendo de la riqueza del vecino mar y de la domesticación y adopción del cultivo de alimentos10.

Los arqueólogos vienen sosteniendo una serie de de­bates en torno a la cuestión del origen del cultivo de alimentos en la costa central andina y sus implicancias. Hasta ahora, los datos sugieren que el Perú costeño fue el hogar original de la domesti­cación de algunas plantas, mientras que otras se difundieron desde distintas regiones andinas. Sabemos que las calabazas y los mates del norte andino aparecieron entre 8000 y 6000 a.C. El ají, el algodón, el pallar, la achira, el maní, el pacay, la quinua, la yuca, la palta, la guayaba, diversas variedades de calabaza y la lúcuma aparecieron más tarde, entre 5000 y 2500 a.C., en tanto que el maíz, diversas variedades de frutas, las papas y los frijoles fueron introducidos hacia el final de este periodo.

Tal vez la mejor explicación actual del origen de la producción de alimentos es la que plantean Dolores Piperno y Deborah Pearsall, quienes argumentaron a favor del desarrollo temprano de la agricultura en las tierras bajas de América Central y el norte de Sudamérica, aproximadamente al mismo tiempo que en el Cercano Oriente11. En la interpretación que dan a las evidencias provenientes del polen y de fitolitos

Temprano, fechados entre ca. 9000 y 8500 a.C., reflejan una socie­dad cazadora y recolectora, que vivió durante breves temporadas en hábitats donde se podía subsistir a partir de un amplio espec­tro de plantas y animales5, entre ellos peces y el cultivo de cala­bazas (Cucurbita). Los sitios Paiján Tardío parecen ser lugares escogidos por periodos largos, lo que implica que la vida semise­dentaria había comenzado ya hacia 8000­7000 a.C.6. Una posible razón para suponer esto es la creciente abundancia de recursos silvestres, posible gracias a la mejora del clima después del Pleis­toceno, lo que tuvo como resultado que los pueblos ya no necesi­taban recorrer un gran territorio para cubrir sus necesidades de subsistencia. Al mismo tiempo, los asentamientos con pequeñas estructuras arquitectónicas circulares y con una mayor densidad de artefactos se fueron haciendo cada vez más comunes a lo largo de las planicies costeras del Pacífico y el piedemonte de los Andes. Aproximadamente al mismo tiempo, los pueblos que vivían en Las Vegas, en el sudoeste de Ecuador, también cultivaban calaba­zas y practicaban una economía generalizada [véase cap. 5.1]7. El estilo de vida semisedentario de los pueblos de Las Vegas y Paiján Tardío, conjuntamente con sus prácticas de subsistencia cada vez más amplias, fue el preludio de la aparición de comuni­dades sedentarias en los Andes Centrales entre 7000 y 4000 a.C. En este periodo, un nuevo mundo estaba en formación.

Aunque podemos presentar un cuadro general de los primeros pobladores en la costa, virtualmente no sabemos nada de las relaciones que estos pueblos y otros de la región mantuvie­ron, en especial los que vivían en la vecina sierra andina, y lo único que podemos hacer al respecto es especular. Un viajero que hubiese caminado a lo largo de la costa y de los cerros y llanuras de la región hace 6000 a 11000 años, con toda probabilidad se habría topado con grupos que empleaban diversos patrones de subsistencia en la pesca, la caza y la recolección, así como una horticultura menor. Estos mismos grupos probablemente viaja­ban a las montañas en busca de nuevos recursos y para inter­cambiar bienes con los vecinos de la sierra, quienes posiblemente también iban y venían entre la costa y las montañas.

Los cultivos de alimentos y la agricultura

Entre el 6000 y el 4000 a.C., algunos pueblos de la costa comen­zaron a adoptar una forma de vida sedentaria. A diferencia del modo de vida más móvil de cazadores y recolectores, el estilo de vida sedentario de los recolectores marítimos y de los agri­cultores tuvo un profundo impacto sobre casi todos los aspectos de la vida social en la costa. Esto indica un cambio en la menta­lidad, desde la consideración de una planificación inmediata a la de un futuro más lejano, y refleja también conceptos de territo­rialidad en los cuales el uso comunal de los recursos marítimos y de los cultivos de alimentos brindó un punto de partida para la diferenciación social inicial, que tuvo como base la acumulación de bienes y posiblemente de la tierra y de otra riqueza material.

La llegada y el establecimiento del hombre

Las vastas dimensiones del terreno y la diversidad ecológica de Sudamérica, especialmente en la cuenca amazónica y en las montañas andinas, le ofrecieron oportunidades ilimitadas a los primeros inmigrantes para que se desplazaran y buscaran distintos tipos de recursos. La mayoría de las poblaciones huma­nas del Pleistoceno Tardío y el Holoceno Temprano (hace ca. 9000­12000 años) eran cazadores y recolectores nómadas que re­corrían grandes territorios para cubrir sus necesidades de sub­sistencia, sociales, tecnológicas y otras más2. Su forma de vida móvil era dictada por la disponibilidad de recursos, y ocasional­mente tal vez por los conflictos sociales entre grupos que se dis­putaban el acceso a dichos recursos. Aunque no hay ninguna evidencia directa de que los pobladores de la costa hayan cazado a la actual extinta megafauna (proboscidios, perezosos, osos gigantes), es probable que algunos de estos animales hayan formado parte del inventario alimenticio de la época. Algunas poblaciones probablemente permanecieron en hábitats ricos en recursos durante periodos más o menos largos, como deltas, bahías, estuarios de ríos y entornos lacustres; otras tal vez se juntaban socialmente por diversas razones. En muchos lugares, los cambios en la movilidad parecen haber coincidido con cam­bios en las condiciones climáticas y la reorganización biótica del Pleistoceno Tardío, lo que reflejó la adaptación a oportunidades de subsistencia local y una creciente densidad demográfica en algunas zonas.

La arqueología de los primeros pobladores en los Andes Centrales está mejor documentada en la costa norte y en la sierra central del Perú, donde se han registrado docenas de sitios3. Hay una amplia variedad de evidencias que indican diver­sas combinaciones de estrategias de caza y recolección especiali­zadas, así como un comportamiento recolector generalizado. Los asentamientos marítimos especializados a lo largo de la costa sur peruana y el norte chileno contaron con una amplia gama de recursos marinos y de estuario, y en menor medida de especies terrestres [fig. 8]. En consecuencia, una sostenida tradición marí­tima recolectora perduró desde el Pleistoceno Tardío hasta el Holoceno Medio, hace alrededor de 4000 años, como lo muestran sitios tales como Quebrada de los Burros, Jaguay y Tacahuay en el sur del Perú, y los de Quebrada de las Conchas y los sitios de Huentelauquen en el norte y centro de Chile.

De otro lado se ha demostrado una forma de vida ge­neralizada en diversos lugares, entre ellos la costa norte perua­na, donde las áridas pampas de la costa y las montañas de los Andes ofrecen varias zonas ecológicas sumamente compactadas, que van desde el desierto hasta el bosque montano tropical. La región ha sido investigada detenidamente por los arqueólogos durante las últimas décadas y se han identificado cientos de sitios asociados a la cultura Paiján, los que fueron fechados aproximadamente hace 8500 a 11000 años4. Los sitios Paiján

El medio ambiente costeño

La costa del Océano Pacífico forma una angosta planicie al pie de las montañas de los Andes Centrales, atravesada por valles flu­viales grandes y pequeños que descienden desde las montañas hasta el mar [figs. 2, 7]. Estos valles forman unos oasis en la planicie desértica con suelos ricos, y una vegetación donde el agua abunda según la estación1. Los pueblos andinos cultivaron el piso de estos valles durante miles de años y levantaron sus asentamientos en los bordes, cerca de sus parcelas agrícolas en la llanura aluvial. En un contexto más amplio, la región litoral forma una serie de microambientes relacionados entre sí, como pozos de marea y bahías rocosas en los que abunda una amplia variedad de peces y mariscos, así como lugares donde son comu­nes los alimentos vegetales estacionales nutridos por las neb li­nas. La combinación de estos microambientes proporciona una serie rica y uniforme de recursos alimenticios, que normalmente podrían ser explotados con facilidad desde los campamentos de los cazadores y recolectores tempranos.

Sin embargo, la abundancia del medio ambiente marí­timo se ve perturbada ocasionalmente por una contracorriente cálida conocida como El Niño, que puede fluir hasta por doce meses. El Niño tiene lugar a intervalos sumamente irregulares, que unas veces solo toman unos cuantos años y otras muchos más. Esta contracorriente reduce el afloramiento marino en tal medida que los peces emigran a otros lugares, reduciendo así los recursos fundamentales de la dieta de los pueblos costeños. A lo largo del tiempo, estas condiciones medioambientales afectaron de muchos modos las adaptaciones económicas y las organiza­ciones sociales. Aunque los recursos marítimos siempre constitu­yeron una parte importante de la dieta, lo que dio un gran im­pulso a los pueblos costeños para que organizaran sociedades sumamente complejas fue el eventual desarrollo de la agricul­tura en las fértiles llanuras aluviales de estos valles.

Si bien la singular geografía de la costa, con sus ricos recursos marinos que son posibles por ubicarse al lado de las fértiles llanuras, constituye un aspecto importante para com­prender el surgimiento de las sociedades complejas; igualmente importantes son los nuevos conceptos ideológicos adquiridos por las comunidades tempranas, que llevaron al surgimiento de la arquitectura monumental antes incluso de la introducción de la cerámica. Otro factor es la gran importancia que tuvieron cier­tos cultivos para la economía costeña, como el algodón empleado en las redes de pesca y los textiles, y las calabazas usadas como flotadores para pescar, junto a otros diversos animales que fueron introducidos posteriormente desde la sierra, como las llamas y los cuyes.

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La arqueología del desierto costeñoCHAVÍN 4746

al análisis transregional de las actividades domésticas a partir de los restos materiales de las viviendas tempranas de la costa centroandina, especialmente en sitios como Las Vegas, Nanchoc, La Paloma, Chilca y las localidades Chinchorro. En este periodo, una unidad de vivienda era ocupada tal vez por una familia nu­clear. En lugares como La Paloma, en la costa central peruana, un grupo doméstico formado por varias unidades familiares, todas ellas probablemente emparentadas entre sí, conformaba la unidad económica básica, que era una suerte de familia extensa.

Una de las comunidades domésticas más tempranas es la del sitio de Las Vegas, en la costa sudoriental del Ecuador, donde se fechó una comunidad de viviendas semihundidas entre 8000 y 5800 a.C. [véase cap. 5.1]14. La ocupación más temprana de Las Vegas indica una economía mixta que incluía venados, pecaríes, zorros, frutos comestibles de plantas y árboles (como cactos y vainas de algarrobo), calabazas domesticadas, peces y mariscos de los manglares vecinos, todo lo cual existía a unos cuantos kilómetros del lugar. También se encontraron 192 esque­letos humanos que datan principalmente de 6000 a 4500 a.C., a los que se colocó en un espacio alejado de las viviendas. Los ornamentos encontrados en algunos de los entierros sugieren tempranas diferencias sociales. La separación de los espacios de enterramiento y de vivienda en Las Vegas, así como la aparición de bienes funerarios, sugiere que se reconocía la transición de la muerte biológica a la cultural y la memoria del difunto.

Para el 5500 a 4000 a.C., las comunidades de horticul­tores y marítimas estaban presentes en las costas peruana (La Paloma y Chilca) y del norte chileno (Acha y Chinchorro). La explotación intensiva de plantas, incluyendo unas domesticadas, es evidente en otros sitios del Arcaico Tardío como Los Gavilanes, en el valle de Huarmey15. Algunas de las primeras señales de una vida comunal más permanente provienen de la zona de Nanchoc y del sitio de La Paloma, en Perú. En este periodo temprano, muchas comunidades se hallaban en quebradas laterales donde había agua dulce. En el valle de Nanchoc del norte peruano, que se encuentra sobre las laderas occidentales más bajas de los Andes, las ocupaciones que tuvieron lugar entre 8000 y 5500 a.C. fueron viviendas pequeñas y circulares que a menudo distaban entre 200 y 400 metros la una de la otra, con cimientos de piedra y adobe, pozos de almacenaje revestidos con piedras y entierros debajo del piso de las viviendas. Para el 5000 a.C., la población de Nanchoc había desarrollado estrategias viables de horticultura y de recolección, así como las herramientas y tecnologías reque­ridas por los horticultores como las zanjas de riego y las técnicas de preparación. En Nanchoc también se encontraron montículos de tierra duales con plataformas múltiples de baja altura, usadas en rituales públicos [fig. 10]. Estas estructuras anticiparon la forma de los montículos más grandes de sociedades posteriores, ejemplificados por las plataformas escalonadas, las vías de ingre­so restringido y una choza techada en su nivel más alto. El sitio de La Paloma, en la costa central peruana, fue ocupado hace más

—estruc turas diagnósticas de sílice formadas en tejidos de plan­tas —, así como de granos de almidón incrustados en las piedras de moler, Piperno y Pearsall proponen que los huertos domésticos en donde se cultivaban diversas plantas surgieron en estas áreas entre 7000 y 6000 a.C. Después de 3000 a.C. se prepararon campos más grandes, lo que llevó al patrón de agricultura al cual se conoce como de “roza y quema”, y que hoy en día caracteriza al cultivo rural en esta zona. Los cultivos principales involucrados fueron raíces y tubérculos como la yuca y arrurruz, diversos tipos de calabaza y árboles frutales como la palmera, así como una variedad primitiva de maíz. Piperno y Pearsall creen que estos y otros cultivos, como el maíz, el ají, los frijoles y la calabaza, llegaron a la costa central andina en diversos momentos después del Pleistoceno.

Los cambios que tuvieron lugar en los patrones de subsistencia a lo largo de la costa entre 5000 y 2500 a.C., desen­cadenaron una forma totalmente nueva de vida al permitir el establecimiento posterior de comunidades aldeanas permanen­tes, y eventualmente de poblados con concentraciones de pobla­ción bastante grandes. Para mantener a estas sociedades en expansión en las áridas condiciones medioambientales de la costa, se debía contar primero con una serie de desarrollos tecno­lógicos. La puesta en marcha de estrategias de subsistencia adaptadas a la vida bajo las condiciones medioambientales de la árida región costera tuvo una importancia fundamental. Aunque algunas tecnologías tales como las redes de pesca de algodón, los flotadores y plomadas ya habían surgido en la costa, en este periodo aparecieron también otros elementos básicos como las huertas domésticas, la agricultura de riego simple y las insta­laciones para el almacenaje de excedentes alimenticios, todo lo cual se practicaba ya entre 4500 y 3500 a.C.12.

Las primeras unidades domésticas y la diferenciación social

La unidad doméstica constituye el componente social más común en los patrones de subsistencia antedichos, además de constituir el núcleo más pequeño y productivo. Ella proporciona informa­ción crucial con la cual comprender las prácticas económicas, eco­lógicas e ideológicas de una determinada sociedad. En términos estructurales, las casas pequeñas existentes durante la primera parte de este periodo fueron cambiando de un diseño individual y circular a otro de forma cuadrada, con una o múltiples habita­ciones, y que eran semejantes a estructuras de conjuntos residen­ciales, lo que mejor se ve en los sitios de Nanchoc, en el norte peruano13. La última variante fue el añadido de nuevos segmen­tos de habitaciones a una casa ya existente, lo que sugiere una estrategia adoptada probablemente para satisfacer las necesida­des de una familia en crecimiento y con mayores actividades.

Podemos reconstruir un cuadro global de la vida en el periodo Arcaico Temprano a Medio (8000­5000 a.C.), recurriendo

Fig. 8Mapa del Perú que muestra los sitios arqueológicos mencionados en este capítulo

OCÉANO PACÍFICO

Región Ayacucho JaywamachayPikimachayPuente

Región Junín PachamachayPanaulaucaTelarmachayUchkumachay

•Lauricocha

Región CupisniqueLa CumbrePaijánYuirihuac

Las Vegas•

Cubilán•

Amotape•

•Chobshi

•Guitarrero•Huaca Prieta

El Volcán•

Chivateros•

Pozo Santo•

Toquepala•

Carú•

Asana•

Acha•

Tiliviche Aragón•

Chulqui San Lorenzo•Tuina

•Las Conchas

Huachichocana•Inca-Cueva

Lima•

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Alrededor de los montículos se encontraban las plazas abiertas y las terrazas artificiales. Una gran población residente explotaba los ricos recursos de la costa vecina. En Caral (15 hectáreas), varios montículos ceremoniales y plazas estuvieron flanqueados por elaborados barrios residenciales, que sugieren una creciente sofisticación en la organización comunal y la estructura social22. Alrededor de 2000 a.C. se levantó un complejo de plataformas de piedra con mortero de barro en El Paraíso, sobre la llanura alu­vial del valle del Chillón, a cierta distancia del mar23. Aquí, en al menos una de las plataformas se encontraron complejos de cáma­ras interconectadas, construidas en etapas sucesivas. Las eviden­cias provenientes de diversos sitios en la zona del Norte Chico (Áspero, Caral y otros) [fig. 9], así como en los de la costa central (El Paraíso, Garagay), sugieren distinciones sociales definidas por pequeños grupos de elites y tal vez grandes poblaciones que no formaban parte de ellas, que pro bablemente representan el surgimiento inicial de formaciones políticas locales. Como no está claro si los complejos ceremoniales y las zonas residenciales veci­nas de estos últimos sitios fueron contemporáneos, resulta pre­maturo asociar a los asentamientos de Caral, Áspero y otros del Norte Chico con formas tempranas de urbanismo y desarrollo estatal, como algunos arqueólogos han propuesto. Dadas las evidencias que se tienen hasta el momento, resulta mejor decir que simplemente son grandes complejos formados por ciclos de construcción y abandono. Dos argumentos resultan claros para este periodo, que estos grandes asentamientos obviamente de­pendían más de la agricultura que los sitios más tempranos, y que para 2000 a.C. las principales plantas alimenticias que con­formaban la base de la civilización costeña peruana se estaban consumiendo.

En resumen, hace 4000 a 7000 años surgieron asenta­mientos permanentes a lo largo de las llanuras costeras del Perú, que combinaban la agricultura con la explotación de recursos marinos. Esto finalmente dio inicio a un periodo sostenido de crecimiento demográfico y complejidad social. Los milenios de historia costeña que siguieron ciertamente vieron la aparición de muchos asentamientos permanentes ubicados cerca del océano. Las aldeas agromarítimas como Áspero, La Paloma, Chilca, Ban­durria y otras más en los valles bajos de la costa peruana estaban caracterizadas por tendencias organizativas nuevas e interrela­cionadas, típicas del periodo Formativo Inicial, lo que se tradujo como redes sociales más restringidas para el consumo y para compartir, así como mecanismos más formalizados de integración al nivel de toda la comunidad [véase cap. 2.2]. Una serie de trans­formaciones similares se estaban dando en la sierra peruana y boliviana, especialmente alrededor de la cuenca del Lago Titicaca, donde habían surgido economías agropecuarias basadas en la papa y otros tubérculos, así como en la carne y la lana de camélido.

Un desarrollo similar pero más complejo ocurría en el sudoeste ecuatoriano, donde la cultura Valdivia (4000­2200 a.C.) levantó grandes aldeas agrícolas circulares, que comprendían casas y estructuras rituales ovales19, un patrón posteriormente visto en muchas partes de las tierras bajas tropicales al este [fig. 11]. Esta fue una reorganización fundamental de la vida social, y en aquellos lugares donde una cosecha intensa era im­portante esta debe ciertamente haber estado ligada al ciclo anual de las estaciones, lo que cambió la percepción humana del medio ambiente y las implicaciones sociales que tenía el hecho de vivir en comunidades más grandes y más permanentes.

De unidades domésticas a comunidades y monumentos

Cambiando nuestro enfoque de la unidad doméstica a la comuni­dad nos permite examinar las formas sociales existentes dentro de los asentamientos entre 5000 y 2000 a.C. Lo importante aquí son los cambios en las formas arquitectónicas y en la traza de los asentamientos, y cómo es que estos patrones espaciales estaban relacionados con las formas y mecanismos más formales de la organización social. La estructura espacial de un asentamiento está regulada no solo por las necesidades físicas del esfuerzo a realizar, sino también por la necesidad de distinguir consistente­mente entre distintas categorías de actividad, así como entre pobladores de distinto estatus social. En otras palabras, una comunidad tiene que definir los linderos que separan las distin­tas partes del asentamiento, y que se relacionan con los órdenes de la naturaleza y la cultura al interior de la comunidad. Estas relaciones debieran reflejarse en la disposición de la estructura comunal, lo cual se puede observar arqueológicamente.

Alrededor de 5000 a.C., los cambios que se habían dado en la subsistencia, la sociedad y la economía de algunas áreas costeras eran profundos. Una transición fundamental en la vida de los cazadores y recolectores a una economía agrícola y productora de artesanías, quedó documentada en varios lugares de la costa a lo largo de varios miles de años, periodo que Danielle Lavallée llamó la era del “boom andino”20. Sin embargo, esta fecha es sólo aproximada dado que todo el proceso de mayor com­plejidad social parece ser más gradual que repentino y, como ya vimos, se inició antes de dicha fecha. Tal vez más significativos fueron los cambios sociales y económicos que involucraron el paso a unos patrones residenciales más individualizados y cen­trados en la familia, o la construcción de montículos como los que vemos en Nanchoc, Alto Salaverry, Cerro Ventarrón, Sechín Bajo, Áspero, Bandurria, Las Haldas y otros sitios más; la especiali­zación de las tecnologías artesanales y la elaboración de redes de intercambio que fueron uniendo distintas poblaciones regionales a medida que crecía en número y espacio. Varios factores podrían dar cuenta de este incremento en el número de asentamientos. Es posible que las tasas de natalidad hayan sido más altas que

las de mortalidad, lo que indicaría un incremento demográfico, probablemente debido a una forma de vida establecida y a una dieta más diversificada. Además, es posible que nuevos pueblos hayan emigrado a la región, atraídos quizá por los sitios agrí­colas. Algunas poblaciones previamente móviles quizá también establecieron asentamientos permanentes o semipermanentes.

En el periodo Formativo Inicial, entre 3500 y 2500 a.C., los asentamientos de la costa, cuyo tamaño y subsistencia habían crecido, se expandieron para incluir nuevos cultivos domesticados. Sitios como Real Alto y otros sitios Valdivia en la costa sur ecuatoriana, así como Huaca Prieta, Alto Salaverry, Cerro Ventarrón, Sechín Bajo, Bandurria, El Paraíso, Paracas y muchos otros más en la costa peruana, ofrecen evidencias de una creciente complejidad social hacia esta época, tal como lo indican las estructuras domésticas aglutinadas, las pequeñas estructu­ras especializadas como pirámides o plataformas [véase cap. 2.5], los textiles elaborados, los mates trabajados, la cerámica y otros objetos. Hacia el 3500 a.C., en lugares como Real Alto y Loma Alta, en la árida costa sur del Ecuador, los cazadores y recolecto­res tempranos que llevaban cerámica concentraron sus prácticas de subsistencia fundamentalmente en la recolección de moluscos y otros recursos de los manglares. Los ocupantes posteriores de Real Alto levantaron dos montículos alargados de tierra que contenían estructuras residenciales y una gran plaza circular, además de ampliar su dieta para que incluyera una amplia va­riedad de animales y de plantas, tanto silvestres como culti vadas. En Huaca Prieta (véase el estudio de caso), Alto Salaverry y otros sitios de la costa peruana se erigieron estructuras especializadas de montículos, ya fuera con tierra o piedras, que indicaban la separación de espacios domésticos y públicos, empleándose estos últimos probablemente con fines ceremoniales. Huaca Prieta, un importante sitio costero en la costa norte peruana, está con formado por un gran montículo donde se encontraron muchos entierros y habría sido poblado entre 5000 y 1800 a.C. El inmenso basural contiene varias cámaras funerarias pequeñas construidas parcialmente en el suelo y techadas con vigas de madera o de huesos de ballena [fig. 12]. Sus habitantes fueron hábiles tejedores de algodón que diseñaron un sofisticado estilo artístico con diseños animales, humanos y geométricos [fig. 13].

Entre 2500 y 1000 a.C., las estructuras especializadas se fueron haciendo cada vez más grandes y sofisticadas, como las de Cerro Ventarrón, Sechín Bajo, el complejo de Sechín Alto, Las Haldas, Caral, Áspero, Piedra Parada, Río Seco, El Paraíso, Garagay y muchos otros sitios más en la costa norcentral y central del Perú. En estos lugares hay también evidencias de un patrón de estratificación social en vías de desarrollo, que se observa en plataformas ceremoniales de distinto tamaño y en las viviendas. Áspero es un buen ejemplo de ello. Se trata de un sitio grande que abarca 12 hectáreas y que cuenta con siete platafor­mas ceremoniales grandes y seis pequeñas, en cuya cima se cons­truyeron pequeños templos que contenían entierros humanos21.

de 7000 años. Esta fue una comunidad establecida16 con numero­sas chozas simples y pozos revestidos con pasto, donde almacena­ban comida para cuando se presentara un año malo. Los poblado­res dependían sobre todo de la pesca y la recolección aunque también manipularon algunas especies de plantas, entre ellas begonias tuberosas, mates, calabazas, pimientos y posiblemente maní. Es probable que también hayan tenido llamas, la misma especie que los incas usarían después para transportar carga en los Andes. Existen evidencias de entierros secundarios tanto en Nanchoc como en La Paloma, lo que sugiere que algunos miem­bros de estas comunidades habrían dejado estos asentamientos durante algún tiempo, para mudarse a diferentes zonas medioam­bientales de acuerdo con el paso de las estaciones. En otras pala­bras, las personas que fallecieron y que en un tiempo fueron se­pultadas en lugares lejanos, serían posteriormente llevadas de vuelta a casa para su entierro permanente.

En este periodo también fue de gran importancia la cultura Chinchorro, desarrollada en el sur peruano pero sobre todo en el norte chileno17, que data de entre 5000 y 2200 a.C., y que está asociada con una intensa economía marítima, lugares de entierro separados para los difuntos, y unas extraordinarias prácticas funerarias que giraban en torno a la momificación. Las evidencias mortuorias sugieren que las momias estaban diferen­ciadas socialmente, que fueron recicladas como “estatuas ances­trales”, para que formaran parte de las ceremonias públicas de los vivos, y que estaban relacionadas con la identidad de la comunidad. Esta es la evidencia más temprana que se conoce en el mundo de prácticas de momificación humana.

En Chilca, al sur de la actual ciudad de Lima, floreció un asentamiento costero posterior que puso en práctica patrones sociales y de subsistencia similares. El arqueólogo suizo Frédéric Engel (1908­2002) excavó allí basurales y fechó con radiocarbono la ocupación anterior de Chilca, entre 3800 y 650 a.C.18. Cuando el sitio estaba en uso probablemente se hallaba cerca de un pantano de juncos, los cuales proporcionaban materiales para esteras y construcción, así como un lugar donde tener pequeñas huertas. Los pobladores de Chilca vivían principalmente de moluscos, peces y leones marinos; también cazaban unos cuantos mamíferos terrestres. Cultivaban frijoles, pallares, mates, cala­bazas, y para practicar su agricultura simple probablemente de­pendían de las inundaciones del río, así como de las lluvias. Durante las investigaciones se encontró una vivienda, se trataba de una estructura circular con un armazón abovedado, hecho con cañas atadas y cubiertas con manojos de pasto; el interior estaba reforzado con huesos provenientes de ballenas varadas. Varios entierros fueron colocados dentro de la vivienda antes de que esta fuera derribada intencionalmente encima de ellos. Los esqueletos estaban envueltos con esteras de juncos y todos fueron enterrados al mismo tiempo.

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cían descomponiendo primero las materias primas y luego re­constituyéndolas por medio del calor, un estilo tecnológico que requiere de una mentalidad transformativa. Los ejemplos inclu­yen el molido de malaquita, de turquesa y otras piedras para crear así una pasta maleable con la cual producir ornamentos y mejorar el color de ciertas piedras, exponiéndolas al calor para sacar sus minerales latentes.

Es posible reconocer esta misma mentalidad transfor­mativa en los paisajes modificados de la costa, en donde la cons­trucción de monumentos ceremoniales involucraba asimismo la manipulación de elementos particulares de la naturaleza, casi del mismo modo que en los objetos móviles más pequeños25. Estas transformaciones son más evidentes en los centros ceremoniales de piedra y adobe del Formativo Inicial (3500­1700 a.C.), cuyas obras de ingeniería no tenían precedentes en su tiempo. La misma mentalidad llevó a la transformación del paisaje natu­ral a otro parcialmente humanizado, tras la alteración y la re­organización de los flujos normales de agua para los canales de riego, y un plan consciente para recuperar procesos materiales para uso humano. Fue un estilo tecnológico en el cual los prime­ros artesanos e ingenieros andinos se apropiaron de procesos me­tamórficos naturales que toman miles de años, y los convirtieron en cuestión de meses o años, como si hubiesen descubierto los secretos más íntimos de la tierra mucho antes que los geólogos de la era moderna.

La interacción entre las regiones fue también un fenó­meno común en el Formativo Inicial. Aunque los pueblos de la costa tuvieron contacto con otras zonas y practicaban rituales similares a los de otras comunidades, aún no habían desarrollado una red interregional para el intercambio frecuente de bienes exóticos con miras a promover el estatus individual. En cambio pareciera que hubo mayor énfasis en la cooperación y la construc­ción de alianzas entre grupos sociales —lo que se puede observar en los banquetes rituales y en la construcción de centros ceremo­niales— y menos estratificación interna dentro de las comunida­des. La presencia de arquitectura monumental de pequeña escala en Nanchoc, Alto Salaverry, Bandurria y muchos otros lugares, entre ellos sitios posteriores a lo largo de la costa, es a menudo considerada producto de una “fuerza laboral corporativa”, con­formada por los miembros de distintas unidades domésticas bajo la dirección de un cuerpo acreditado y reconocido. La presencia de una plaza circular hundida delante de una plataforma en Huaynuná, un sitio en el valle de Casma, marca la aparición temprana de esta forma arquitectónica pública. Tiene sentido que los grupos de unidades domésticas emparentadas hayan sido capaces de movilizar mano de obra, como en el caso de la cons­trucción de arquitectura ceremonial y canales de irrigación en el valle de Nanchoc. A pesar de la presencia de monumentos tanto de pequeña como de gran escala en muchos otros sitios en la costa peruana, no hay ninguna evidencia concreta de líderes de elite que hayan organizado el trabajo colectivo. Richard

Tecnologías y artesanías

Durante el Formativo Inicial (3500­1700 a.C.) las sociedades también inventaron nuevas tecnologías que iban más allá de la pesca y la agricultura, y se desarrollaron formas innovadoras de manejar y conseguir materiales. En Áspero y Caral aparecieron tecnologías nuevas, como la cocción del barro para fabricar figurinas humanas, al igual que nuevos estilos ornamentales y formas de manejar las materias primas, como los mates pirogra­bados hallados en Huaca Prieta. Algunos grupos humanos tam­bién aprovecharon la ubicación de sitios en el piedemonte andino para tener acceso a materias primas preciosas (como malaquita, jaspe, mineral de cobre) o intercambiar productos con los habi­tantes de la sierra. Existen ciertos indicios del surgimiento de diferencias sociales, sugeridos por la presencia de productos exó­ticos en algunos de los entierros de Nanchoc, La Paloma y Chilca.

Al final del Formativo Inicial, alrededor de 2000 a.C., las sociedades costeñas se expandieron a un territorio cada vez más amplio, lo que llevó a una creciente intensificación, diversifi­cación y especialización de la economía agromarítima, y condujo eventualmente a la incorporación de una amplia variedad de plantas y unos cuantos animales domesticados (llamas, cuyes). Las comunidades con un conocimiento técnico especializado crea­ron productos antes desconocidos y ampliaron sus relaciones con quienes los consumían, alterando así las formas de producción, organización, distribución e intercambio. Surgieron además nuevas estrategias de policultivo junto con la agricultura con arado (de pie o de mano), nuevas técnicas de procesamiento de cultivos y la producción de ciertos cultivos tales como algodón y mates24. Algunas artesanías, como las joyas, textiles y eventual­mente la cerámica, mantuvieron el paso con estos cambios, se crearon productos a partir de algunos cultivos y materiales agrarios recién desarrollados, aplicando formas innovadoras de trabajar dichos materiales. Por tanto, la supervivencia social de una comunidad como un todo dependía fundamentalmente de la cooperación y de las alianzas de intercambio, las cuales pro­bablemente se establecieron, en cierta medida, mediante los ban­quetes rituales en centros ceremoniales públicos.

Como parte de la tendencia general hacia una econo­mía agrícola y marítima de intercambio intensificada, las comu­nidades que vivían en los valles más altos fueron involucrándose cada vez más en el intercambio y la producción de artesanías, según lo evidencian numerosos sitios del Norte Chico como Áspero, Caral, Caballete, Bandurria y otros lugares. Se inventa­ron nuevas tecnologías textiles, metalúrgicas, de hueso y madera, que reflejaban formas de manejar los materiales que siguieron siendo estándares en la civilización andina. Estas prácticas arte­sanales duraderas son particularmente evidentes en las crea­ciones reductivas (trabajos en hueso y piedra), piro tecnológicas (mates y cerámica) y aditivas (textiles). Los artesanos desarrolla­ron un estilo particular de trabajo, en el que los objetos se produ­

ca. 2,5 km para el río Nanchoc

Muros de piedraParedes modernasPuntos de acceso

Plataforma oeste

Zona A

Zona C

Plataforma este

Fig. 9Recreación artística de las viviendas tempranas y las huertas en el valle de Nanchoc

Fig. 10Plano de las dos plataformas escalonadas en el valle de Nanchoc

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eran grandes edificios flanqueados por dos alas laterales más pe­queñas, que daban así un complejo en forma de U. En algunos casos, dentro de la gran área interior del complejo en forma de U se encontraba una plaza hundida.

Debe señalarse que, dentro del continuo avance hacia una mayor complejidad social, las tempranas sociedades comple­jas se desarrollaron desigualmente en distintas regiones de costa y sierra. En el Formativo Inicial (3500­1700 a.C.), la distribución de algunos asentamientos tal vez se hizo jerárquica y los centros ceremoniales a menudo alcanzaron las 20 o 30 hectáreas de ex­tensión. Este fue el inicio de una nueva era en donde surge el planeamiento de las plantas de asentamientos a nivel comunal, lo que probablemente fue un reflejo de las distintas estrategias de liderazgo adoptadas en respuesta a diferentes retos sociales y medioambientales. Los edificios públicos se fueron haciendo cada vez más grandes en el Norte Chico de la costa peruana27 y sus funciones cambiaron, dejando atrás las actividades a nivel de la comunidad y pasando a asuntos públicos más amplios entre los sitios, como ceremonias rituales y/o la redistribución de bienes que se realizaba a los niveles tanto local como regional. Este cambio probablemente manifiesta unas estrategias políticas de orientación grupal que enfatizaban la cooperación intra­comunal e intercomunal, así como una tendencia hacia un creciente con­tacto político y religioso a escala regional, si es que no se trató de una integración. Hay también evidencias de segregación residen­cial en Áspero y Caral, donde los edificios públicos se usaron para actividades comunales, distinguiendo tal vez distintos grupos sociales dentro de la sociedad.

Epílogo

Los primeros pobladores de la costa central andina fueron reco­lectores generalizados, cazadores especializados de la sierra, ca­zadores y recolectores marinos, y otras combinaciones de una amplia gama de contextos medioambientales. Estas diversas eco­nomías involucraron distintos grados de innovación tecnológica, planificación, incertidumbre y manejo de riesgos, el compartir recursos, movilidad, territorialidad e interacción social. En la costa el desarrollo hacia una temprana complejidad social no fue un solo proceso unificado, sino más bien un sistema de pro­cesos interactuantes sociales, económicos, demográficos e ideoló­gicos, que vieron tanto el desarrollo cultural como la decadencia. Ni el desarrollo ni el declive fueron eventos aislados.

Al reflexionar sobre el extenso periodo Precerámico y su contribución a la civilización andina, muchos arqueólogos creen que las primeras comunidades se concentraron más en la construcción de un sentido de colectividad social a través de los banquetes rituales, la construcción de monumentos, tanto de pe­queña como de gran escala, y en estrategias de intersección, que en la búsqueda estratégica del poder o el prestigio mediante la acumulación de bienes suntuarios. Estos sistemas públicos

Burger26 más bien subraya el papel que la ideología tuvo para motivar dichas labores. Parecería así que en la construcción de monumentos, la ideología convergió con unidades domésticas que se dirigían a sí mismas. La pregunta clave, entonces, es en qué medida podemos interpretar la arquitectura monumental como una consecuencia de la diferenciación social y de una organiza­ción política incipiente. Actualmente no podemos responder esta interrogante, porque no contamos con evidencias suficientes.

La región costeña: una cuna de la civilización

Para el 2500 a 2000 a.C., el núcleo de los asentamientos humanos en muchas partes de la costa se había desplazado tierra adentro, y la base de subsistencia primaria había cambiado de la pesca a la agricultura a gran escala. Este no fue el primer sistema de riego del Perú, puesto que el más temprano está asociado con el uso limitado de zanjas de alimentación en Nanchoc (véase el estudio de caso) para regar los jardines al lado del arroyo. Sin embargo, las nuevas obras de este último periodo fueron a una escala mucho más grande, acicateadas por la disponibilidad de gran número de personas para que trabajaran en los valles.

El paso a la agricultura intensiva asimismo desenca­denó muchos cambios materiales, entre ellos la aparición de la cerámica alrededor de 3500 a.C., en Ecuador, para almacenar comida y cocinar los granos de cereal, que ahora comprendían una parte mucho más significativa de la dieta. Sin embargo, la región con los centros más importantes quedó restringida a apro­ximadamente 600 km de la costa entre el Norte Chico y el Paraí­so, en la costa central peruana. Esta fue una cuna de la civiliza­ción peruana, en tanto que la otra estuvo en los valles de la sierra de los Andes Centrales [véase cap. 3.2].

En algún momento entre 3000 y 2000 a.C. la agricul­tura intensiva del maíz llegó a la costa peruana permitiendo su desarrollo no solo en grandes comunidades costeras sino también en lugares tierra adentro. Otros asentamientos ubicados en los valles tierra adentro, como Cerro Ventarrón en la costa norte, La Galgada en el piedemonte de la costa norcentral y Garagay en la costa central, probablemente sirvieron como rutas de alimen­tación que conducían hacia las serranías vecinas. Estos se encon­traban estratégicamente ubicados a lo largo de los valles de las montañas para viajar hacia la sierra y comercializar con los se­rranos. Para entonces algunas aldeas de pescadores de la costa también se habían convertido en comunidades mucho más gran­des, con estructuras sociales altamente organizadas, reflejadas en las primeras señales de arquitectura monumental, como el centro ceremonial de 24 m de altura de Salinas de Chao, en la costa norte. Es posible que la población haya cooperado en la pesca y en la recolección de comida, pero el esfuerzo cooperativo involucrado en la erección de centros ceremoniales monumenta­les satisfacía necesidades del todo distintas. Algunos de los sitios

Fig. 11Plano de la aldea circular con montículos internos en el sitio Real Alto, Valdivia, Ecuador

Fig. 12Vista general del gran montículo artificial de Huaca Prieta

Fig. 13Tejido de algodón del Formativo Inicial procedente de Huaca Prieta, que muestra el diseño de un ave

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Estudio de caso: Huaca Prieta, costa norte peruana

Huaca Prieta es un enorme montículo del periodo Precerámico que fue trabajado por primera vez por Junius Bird en la década de 1940, y al que en los años cincuenta fue fechado con radiocar­bono, ubicándolo entre el 6000 y 2000 años antes del presente29. Bird creyó que el lugar había sido ocupado por un pueblo seden­tario que vivía en casas semihundidas, debido al gran tamaño del montículo, a la abundancia de los recursos marítimos y a la pre­sencia de pequeñas estructuras de piedra. Además de una eco­nomía marítima, Bird documentó una horticultura y una dife­renciación social incipientes, tal como lo indican los restos de diversos cultivos alimenticios y una amplia gama de tecnologías materiales, entre ellas tecnología lítica, de calabazas, cestería, huesos, madera y textiles [fig. 13]. La tecnología más desarrolla­da era la textilería y la fabricación de redes con algodón. Los te­jedores diseñaron sofisticados estilos iconográficos con diversos diseños. Esta iconografía también la lucieron los mates incisos y pirograbados.

En el año 2006 inicié un proyecto interdisciplinario en Huaca Prieta, para volver a examinar los trabajos anteriores y comprender mejor la relación existente entre los ambientes de la costa, las economías y el desarrollo del montículo dentro del cambiante paisaje social y natural del sitio. Hasta el momento nuestra investigación ha confirmado muchas de las interpreta­ciones de Bird pero ha modificado otras. Por ejemplo, hemos do­cumentado los restos de numerosos organismos marinos (peces, erizos de mar, mariscos, leones marinos y ballenas), aves y otra fauna, y plantas cultivadas. También obtuvimos numerosos fechados radiocarbónicos provenientes de rasgos y pisos intactos y definimos varias fases del sitio, con lo que se comprobó que este fue usado mucho antes de lo que Bird había mostrado. Los infor­mes posteriores de nuestro equipo de investigación presentarán análisis detallados de los patrones de subsistencia, tecnología, mortuorios y otros más en el sitio.

compartidos y distribuidos probablemente fueron alimentados más por la riqueza socio­conceptual que la material. Sin embar­go, en algún punto hace 2000 o 3000 años se alcanzó un momento crítico, a partir del cual se prestó más énfasis a los bienes suntua­rios y al liderazgo individual, tal como lo sugieren varios sitios urbanos a lo largo de la costa. Fue tal vez en este punto cuando la civilización de los Andes Centrales comenzó a asemejarse más a otras grandes civilizaciones del mundo, en las cuales los indi­viduos y algunos grupos humanos buscaban tener cada vez más acceso a riqueza, estatus y poder.

Estudio de caso: el valle de Nanchoc en el piedemonte septentrional peruano

Una serie de cambios dramáticos en la organización económica y social son particularmente evidentes hacia 6000­5000 a.C. en el valle de Nanchoc, en el norte del Perú. Antes de esta época los pobladores eran recolectores pero también cultivaban calabazas, pacay, quinua, frijoles, maní y otros cultivos en pequeñas huertas ubicadas junto a las dispersas comunidades de unidades domés­ticas. Hacia 5000 a.C. se produjo un importante giro, del cultivo y la recolección de amplio espectro, a una economía agrícola más intensiva basada en diversos cultivos alimenticios, medicinales e industriales que incluían las especies anteriores, así como la coca, el algodón, probablemente la yuca y otras más. Este cambio estuvo acompañado por la aparición de canales de riego, rituales comunales llevados a cabo en montículos públicos de pequeña escala y comunidades de unidades domésticas más grandes y más conglomeradas28.

Estos nuevos patrones de comportamiento social y económico necesitaban de una mayor interacción de toda la comunidad, lo que involucró una división del trabajo, así como patrones de procesamiento, almacenaje e intercambio. En el valle de Nanchoc la presencia de rituales en pequeños montículos públicos, de campos agrícolas y probablemente de canales de riego al menos para 4000 a.C., indica la existencia de proyectos laborales llevados a cabo entre unidades domésticas o comuna­les. Estos cambios al interior de las comunidades reflejan la cre­ciente importancia que las actividades rituales tenían para la estructuración de las relaciones entre unidades domésticas, el creciente énfasis dado a ambos recursos, y la capacidad que algún tipo de estructura dirigente —aunque informal y coyuntural— tenía para organizar actividades laborales que abarcaban a toda la comunidad. Sin embargo, estos cambios no estaban dándose en toda la costa norte, lo cual sugiere que el avance hacia la civiliza­ción fue de naturaleza desigual y gradual y que jamás constituyó una revolución rápida, como frecuentemente algunos arqueó­logos sugieren.

Los desarrollos cruciales que llevaron al surgimiento de socieda­des complejas en el área andina, indudablemente tuvieron su origen en la parte central y norte del Perú, por lo cual resulta apropiado que en los últimos años las investigaciones arqueoló­gicas se hayan concentrado en estas áreas. Sin embargo, a lo largo de todo el periodo que transcurre entre el primer pobla­miento del continente americano, hace 12000 años, y el arribo de los españoles en el siglo XVI, repetidamente hubo innovaciones culturales que tuvieron su origen en la región sur andina. De particular importancia fueron las culturas de lo que se conoce como el Horizonte Medio (Tiwanaku y Wari, 600­1000 d.C.) y, desde luego, la incaica (ca. 1400­1532 d.C.). En el presente ensayo proponemos ilustrar los tempranos desarrollos culturales de la región sur andina y presentar la historia de los Andes del sur como una región específica, examinando las investigaciones recientes realizadas en Palpa, en la costa sur del Perú.

En comparación con la región de los Andes Septentrio­nales, las condiciones medioambientales en el sur andino son más áridas y se encuentran marcadas por fluctuaciones estacio­nales más fuertes. La vegetación de la sierra andina se va haciendo cada vez más xerofítica cuanto más nos acercamos al Trópico de Capricornio, un cambio que es particularmente evidente en los pastizales altos de montaña, cuando se pasa de la puna húmeda a la seca. En el transcurso del año hay un cambio pronunciado de la temporada de lluvias a la estación seca, que resulta de gran importancia para la agricultura y la crianza de ganado en esta región montañosa. Las zonas costeras son extre­madamente áridas y el desierto de la costa peruana, considerado por los geógrafos como la parte más septentrional del desierto de Atacama, es considerada la región más seca del mundo. Las únicas zonas de vida allí son los oasis ribereños, que en la mayo­ría de los casos solamente tienen agua unos cuantos meses del año y dependen de la precipitación que cae en la zona de cap­tación del agua en vertiente occidental de los Andes.

En comparación con la costa norte, la faja costera en el sur es bastante angosta y por ello las zonas disponibles para la actividad agrícola son limitadas. Esto, conjuntamente con la baja cantidad de agua que los ríos de la región suministran, hace que el potencial agrícola de la costa sur sea relativamente limita­do. Ello podría explicar por qué razón en la costa sur peruana, en la época prehistórica, no surgieron grandes centros de población con arquitectura monumental, comparables con los de la región norandina. A pesar de ello, en la región sur andina sí es posible encontrar todos los periodos de desarrollo cultural andino, carac­terizados cada uno con sus rasgos distintivos. Parecería que, gracias a la cercanía con la sierra adyacente, hubo un intenso contacto con las zonas de montaña durante todos los periodos de desarrollo de la región1.

El sur andino tuvo un papel particularmente impor­tante en los primeros años de la investigación de la prehistoria peruana. A partir del estudio de los objetos que había en los

2.2

PROCESOS CULTURALES TEMPRANOS EN LOS ANDES DEL SUR

Markus Reindel Johny Isla

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continente y llegaron al extremo meridional de Sudamérica unos mil años más tarde. Se han encontrado evidencias de comunida­des pesqueras en diversos lugares a lo largo de la costa sur peruana, entre ellos Quebrada Jaguay, Quebrada Tacahuay, el Sitio Anillo y otros lugares cerca de Ilo6. Estas comunidades vivían fundamentalmente de peces y de otras formas de vida marina halladas en la fría Corriente de Humboldt. Se cree que esta abundancia de recursos marítimos fue la razón por la cual se establecieron asentamientos permanentes a lo largo de la costa peruana mucho antes del desarrollo de la agricultura7. En la Quebrada Jaguay se encontraron también los restos de unas viviendas que, sin embargo, no fueron ocupadas de modo perma­nente; se cree que ellas fueron campamentos estacionales esta­blecidos por una comunidad seminómada que en otros momentos del año aprovecharon los recursos de los valles, y que incluso era activa en la sierra.

Pero los hallazgos realizados por Richard MacNeish en la cueva de Pikimachay, en la cuenca de Ayacucho, propor­cionaron evidencias de que los habitantes de la sierra eran cazadores nómadas8. Su fuente de alimentación primaria com­prendía animales pequeños, venados y camélidos. Estos últimos fueron domesticados con el paso del tiempo y para 5000 a.C. eran el único animal doméstico grande y de carga que había en Suda­mérica. Asana es uno de los pocos lugares excavados que se encuentra ubicado entre el Altiplano (la planicie elevada que se extiende entre las dos cadenas de las cordilleras) y la costa9. Aquí los arqueólogos han logrado documentar la transición gradual de la caza y recolección a un modo de vida sedentaria, la cual tuvo lugar entre 7000 y 3000 a.C. Aquí también las viviendas eran de forma circular u ovalada.

En la costa cerca de Ica se encontraron hallazgos ais­lados de evidencias de la tradición Paiján, la cual ha sido bien documentada más al norte, en el alto valle de Chicama. Estos hallazgos proporcionaron bastante información acerca del Pleis­toceno Tardío (12000­8000 a.C.) así como del periodo Arcaico Temprano (8000­6000 a.C.)10. En diversos lugares de la costa sur peruana se puede ver la formación de asentamientos permanen­tes por parte de comunidades que antes subsistían a partir de la caza y recolección. En La Paloma, por ejemplo, los arqueólogos descubrieron los restos de una verdadera aldea, de más de cien chozas circulares, la cual subsistió a partir de conchas y mariscos del vecino océano, así como de la vegetación de las lomas que florecían en las cercanas laderas del piedemonte andino durante los meses de fuerte neblina11. Las plantas, caracoles y animales pequeños de estas áreas proporcionaron un añadido bienvenido a la dieta usual de comida marina. Los numerosos entierros en el piso de las casas semihundidas de La Paloma, que se encontra­ban bien conservados gracias a las secas arenas del desierto, arro jaron bastante información acerca de la dieta, las condicio­nes de vida y las enfermedades de esta población arcaica. Las excavaciones efectuadas en Chilca, cerca de La Paloma, así como

numental, lo que marca el inicio del Formativo Inicial (3500­1700 a.C.) [véanse caps. 2.1 y 2.5]. La mayoría de estos fechados cae en dos fases marcadas, 3500­3350 a.C. y 3350­3100 a.C., lo que tam­bién se refleja en la secuencia estratigráfica de las viviendas.

En líneas generales, el asentamiento arcaico de Pernil Alto se presenta como un asentamiento estructurado que mues­tra una clara tendencia hacia una forma de vida agrícola y seden­taria. La estructura semejante a una aldea, la disposición plani­ficada de las viviendas, la concentración de entierros en un solo lugar y el uso de manos, morteros y tazones de piedra son eviden­cias de este modo de vivir. Por otro lado, la caza siguió teniendo un papel importante en la obtención de comida, como lo mues­tran las conchas provenientes de las costas del Pacífico a unos 60 km de distancia y las piezas de obsidiana, una roca volcánica vidriosa de la sierra andina; ambos son prueba de contactos a larga distancia.

La región norandina fue sacudida por una serie de asombrosos cambios culturales durante el tiempo en que Pernil Alto estuvo ocupado. Los primeros ejemplos de arquitectura monumental se erigieron alrededor de 3500 a.C., y a partir de 3000 a.C. surgieron grandes centros en diversos lugares, entre ellos el célebre Caral. El hecho de que estos desarrollos aún no se estuviesen dando en la costa sur corresponde al curso global que los acontecimientos tuvieron en la región, puesto que en los Andes las innovaciones culturales se abrieron paso hacia el sur mucho después. Es importante señalar, además, que aún no se ha encontrado información arqueológica referida al desarrollo cultural de la costa sur peruana para el periodo que se extiende entre 3000 y 1500 a.C.

El Formativo Temprano (1700-1200 a.C.)

En la arqueología andina el Formativo Temprano se conoce como al periodo que comienza con la aparición de la cerámica, alrede­dor de 1700 a.C., y se extiende hasta el establecimiento pleno de sociedades complejas con una arquitectura monumental distinti­va alrededor de 1200 a.C. Ya no se considera apropiado usar el término “Periodo Inicial”, acuñado originalmente por John H. Rowe17, puesto que hoy sabemos que la cerámica apareció en diversas partes de Sudamérica y en distintos momentos, lo que hace que la cerámica sea un indicador inadecuado para marcar cambios culturales importantes. Ello no obstante, la aparición de la cerámica en el área central andina sigue constituyendo un punto de referencia importante que ayuda a clasificar las diversas fases del Formativo.

Rowe había encontrado los tipos más tempranos de cerámica en contextos estratigráficos de los sitios de Erizo, Mastodonte y Disco Verde, en la costa sur peruana18. Sólo en Disco Verde se realizaron excavaciones que resultaron en la documentación de varios tipos de cerámica, cuya edad pudo esta­blecerse usando el fechado radiocarbónico19. Hacha, un sitio en

museos, el arqueólogo alemán Max Uhle (1856­1944) logró pro­porcionar evidencias de la presencia de la cultura Tiwanaku (650­1000 d.C.) de la sierra boliviana, tanto en Pachacamac, en la costa central, como en la cultura Nasca (200 a.C.­650 d.C.) de Ica, en la costa sur del Perú. El estudio de la cultura Chavín y sus áreas de influencia, en la década de 1920 estuvo estrechamente relacionado con los descubrimientos que el arqueólogo peruano Julio C. Tello (1880­1947) realizó en la península de Paracas, valle de Pisco. En el valle de Ica, al sur de Pisco, fue desarrollada la primera cronología detallada para el área central andina. Esta cronología incorporaba aspectos significativos de la cultura Chavín y sirvió de esta manera también para organizar cronoló­gicamente muchos rasgos culturales de la región norandina2.

La región sur andina también tuvo un papel impor­tante en el estudio de los asentamientos más tempranos del sub­continente sudamericano. Los asentamientos de pescadores pre­históricos más antiguos, que datan del décimo milenio a.C., fueron descubiertos en la región de Ilo, en el extremo sur del Perú3. Las formas más antiguas de vivienda permanente, que brindaron evidencias de una forma de vida sedentaria, fueron halladas en varios sitios de la costa sur peruana [véase cap. 2.1]. En La Paloma, Chilca, en varios sitios alrededor de la bahía de Paracas y recientemente en Palpa, se descubrieron viviendas redondas y ovaladas que son bastante similares, en su disposi­ción y forma, a las viviendas que las primeras comunidades sedentarias erigieron en el Viejo Mundo4. Hasta la fecha, en la región norandina solo se han hecho unos cuantos descubri­mientos correspondientes de estructuras similares5.

Dadas las complejas condiciones de vida en la región sur andina, resulta asombrosa la forma en que los pueblos pre­hispánicos se adaptaron a su medio ambiente y desarrollaron sistemas que permitieron el surgimiento de grandes sociedades complejas con bases económicas estables. El grado de desarrollo queda evidenciado no sólo por los numerosos restos de asenta­mientos con arquitectura de alto nivel, sino también con el descu­brimiento de artefactos de gran calidad. Entre estos objetos se incluyen los maravillosos textiles de la cultura Paracas (800­200 a.C. [cat. nos. 164,165]) y las elaboradas vasijas de cerámica polícroma producidas por la cultura Nasca (200 a.C.­650 d.C.). Los recientes descubrimientos realizados nos permiten seguir los procesos que llevaron a estas fases de florecimiento y declive cultural en la región, y explicar cómo fue que estas culturas estu­vieron vinculadas con otras más en distintas regiones andinas.

El Pleistoceno Tardío (ca. 12000-8000 a.C.) y el periodo Arcaico (ca. 8000-3500 a.C.)

El estado actual de las investigaciones indica que alrededor del 12000 a.C., los primeros grupos humanos emigraron de Siberia hasta Sudamérica a través del estrecho de Bering y de Norte­américa. Estos grupos se propagaron rápidamente por el sub­

en otros lugares de la bahía de Paracas, proporcionaron más in­formación acerca de la formación de los asentamientos y las eco­nomías de los tempranos grupos sedentarios de la región andina12.

A lo largo de todas estas fases tempranas de desarro­llo los habitantes de la costa estuvieron en contacto con las pobla­ciones de la sierra, tal como quedó verificado con los hallazgos realizados en cuevas de las laderas occidentales de los Andes. Al igual que en la célebre cueva de Guitarrero, en la sierra norte13, los restos de numerosas plantas domesticadas del perio­do Arcaico fueron hallados junto a viviendas simples en la cueva de Tres Ventanas, en la sierra al este de Chilca14. La prospección arqueológica15 de la sierra alrededor de Palpa reveló que las re­giones que se ubican por encima de los 4000 m fueron usadas intensivamente por los primeros cazadores. En las cuevas, abri­gos rocosos y alrededores se hallaron numerosos ejemplos que ilustran el uso de una tecnología lítica muy temprana, desarro­llada para producir herramientas, así como extensos talleres y simples estructuras de piedra correspondientes a esta época [fig. 14]. Los manantiales y bofedales parecen haber desempe ñado un papel clave en la selección de esta región como áreas de actividades y de campamentos de los primeros cazadores, puesto que les aseguraban no sólo una fuente confiable de agua dulce, sino también la presencia de bastantes presas de caza. Los cateos realizados en un abrigo rocoso cerca del Cerro Llamoca, ubicado al lado de uno de estos bofedales en la sierra, descu ­ b rieron una gran cantidad de material lítico que databa de alre­dedor de 8000 a.C.

De otro lado, las excavaciones realizadas en Palpa, en la parte norte de la cuenca del Rio Grande de Nazca, en la costa sur del Perú, llevaron a la documentación detallada de un asen­tamiento del periodo Arcaico. En el sitio Pernil Alto, ubicado al pie de los Andes, en la margen derecha del río Grande, se des­cubrieron dieciocho casas semihundidas que datan del siglo IV a.C. [fig. 15]. Las viviendas circulares u ovaladas, algunas de las cuales estaban revestidas con losas de piedra, tenían dos o tres metros de diámetro y estaban hundidas aproximadamente cin­cuenta centímetros en el suelo. Su techo fue construido con postes de madera y hojas o pasto. Las estructuras parecen haber estado agrupadas en torno a una plaza o un edificio central, y los arqueólogos encontraron entre las viviendas unas áreas de acti­vidad con fogones, postes, pozos y otras evidencias de actividad doméstica16.

Los restos de los treinta entierros hasta ahora descu­biertos en Pernil Alto estaban envueltos con esteras y cubiertos con grandes piedras. La mayoría se encontraba debajo del piso de las viviendas. Las ofrendas funerarias en forma de adornos y herramientas indican cierto grado de diferenciación social. Los veinticuatro fechados de radiocarbono hasta hoy obtenidos cubren un periodo prolongado del Arcaico, entre 3800 y 3000 a.C. Durante este lapso de tiempo se erigieron en la costa norcentral peruana los primeros centros ceremoniales con arquitectura mo­

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El crecimiento del asentamiento se refleja en cinco fases de cons­trucción distintas. En la primera de ellas se excavó parte de una pendiente al pie de un acantilado y con el material se rellenó detrás de un muro de contención para crear una superficie plana. Luego se construyeron habitaciones alrededor de un patio cen­tral, las que fueron modificadas varias veces en el transcurso de la historia del asentamiento, pero por lo general se mantuvo su disposición fundamental durante los periodos individuales de construcción. Durante una de las fases medias de construcción se levantó un muro alrededor de todo el complejo que era significa­tivamente más grueso que las paredes de las habitaciones.

Sobre los pisos de las habitaciones se descubrieron fragmentos de cerámica, además de herramientas y objetos cotidianos como manos y morteros, que datan de las diferentes fases de construcción, y en varios lugares fueron hallados pozos de almacenaje que contenían plantas alimenticias, entre ellos un gran depósito de pequeñas mazorcas de maíz. Sobre la base de estos hallazgos el asentamiento se puede clasificar como lugar de vivienda y de actividades domésticas.

Después de la cuarta fase de construcción se esparció una gruesa capa de relleno encima de las estructuras. En esta capa se encontraron los restos de numerosos postes y fogones, lo que indica que la zona siguió usándose, pero no en igual medida que en periodos anteriores. La gran cantidad de restos bien conservados de postes de madera y otros materiales orgánicos,

el valle de Acarí donde Rowe inicialmente recogió tiestos, fue considerado durante muchos años el único sitio extensamente excavado de esta época en la costa sur. Roger W. Robinson poste­riormente llevó a cabo excavaciones en el mismo lugar y descu­brió una estructura de dos habitaciones. Además de los tiestos de superficie, solamente se encontraron unos doscientos tiestos en contextos estratigráficos20. Sin embargo, ellos indicaron formas diagnósticas de vasijas —como vasijas cuboides y bases de forma anular— que hasta ahora solamente han sido asocia­das con este periodo.

En Palpa, las investigaciones arqueológicas realiza­das llevaron a la primera excavación de un asentamiento com­pleto en la costa sur peruana, que dató del Formativo Temprano y Medio (en este caso 1500­800 a.C.), y que también incluyó un extenso inventario de cerámica21. Este asentamiento, ubicado en el sito ya mencionado de Pernil Alto, en la margen derecha del valle del Río Grande, fue levantado encima de algunas de las casas semihundidas ya descritas del Arcaico.

El asentamiento comprendía un complejo compacto de habitaciones dispuestas siguiendo un patrón rectangular [fig. 16]. Los cuartos fueron construidos con barro y los techos aparentemente los sostenían postes de madera, varios de los cuales se conservaron gracias al clima seco de la región. En algu­nos casos se erigieron las estructuras usando la técnica de cons­trucción a la cual se conoce en el Perú como quincha.

Fig. 14Abrigo rocoso del cerro Llamoca, en la sierra de Palpa (4200 metros sobre el nivel del mar). Este tipo de abrigos eran usados por los cazado-res tempranos como lugares para acampar. En las excavaciones se

Paracas, siendo la mayoría de ellas felinos, serpientes y figuras antropomorfas con cualidades de animales, así como motivos que también figuran en la iconografía Chavín. Mientras que los moti­vos de la cultura Paracas siguen la dirección del tejido y por ende parecen ser de aspecto geométrico, el segundo estilo de textiles pertenecientes a la fase de transición entre la cultura Paracas y la Nasca (ca. 200 a.C.) recuerda las imágenes halladas en los ce­ramios de esta última.

En 1925 el arqueólogo peruano Julio C. Tello descu­brió 429 fardos funerarios bien conservados en la península de Paracas y publicó sus hallazgos en un libro ricamente ilustrado23. Su descubrimiento llamó la atención de la comunidad académica sobre esta cultura y mostró que estaba relacionada con la cultura Chavín, que Tello venía investigando al mismo tiempo en el norte del Perú. Con los descubrimientos en Paracas, Tello había demos­trado que la influencia de la cultura Chavín se extendía sobre gran parte del área central andina [véase cap. 4.1].

A pesar del entusiasmo provocado por estos primeros descubrimientos de textiles y ceramios, se hicieron pocos esfuer­zos por encontrar los asentamientos asociados a la cultura Para­cas. Era por ello necesario contar con estudios de patrones de asentamiento, pues solamente dichos estudios podrían documen­tar el conjunto de esta cultura y, lo que es más importante, ayudar a comprender las fases de su desarrollo cronológico, que se dio entre 800 y 200 a.C. En las publicaciones escritas por Tello y su colega Toribio Mejía Xesspe (1896­1983), encontramos solamente pocos detalles acerca de los asentamientos Paracas24. Lo que com­plicó aún más el examen exhaustivo de la región fue que los inte­resantes hallazgos realizados por Frédéric Engel (1908­1983) y sus colegas acerca de dichos asentamientos, lamentablemente fueron publicados de modo inadecuado25.

No fue sino hasta la década de 1950 cuando John H. Rowe (1918­2004) y sus colegas llevaron a cabo las primeras prospecciones en la región del valle de Ica. Ellos buscaban prime­ro identificar asentamientos, encontrar cerámica y desarrollar una cronología para la costa sur, así como para toda la región de los Andes Centrales26. Una de las pocas excavaciones estrati­gráficas fue llevada a cabo por Dwight Wallace en Cerrillos27, donde halló varios edificios superpuestos que databan del perio­do Paracas Temprano (800­600 a.C.). Sobre los pisos del edificio halló tiestos pertenecientes a las fases tempranas de la secuencia de estilos cerámicos definidos por Menzel, Rowe y Dawson. La importancia de los hallazgos de Wallace en Cerrillos radica en el hecho de que la secuencia de Menzel, Rowe y Dawson se basaba fundamentalmente en tiestos guardados en museos y colecciones, no en excavaciones estratigráficas.

En la década de 1980 se efectuaron más prospeccio­nes, las cuales mostraron que asentamientos paracas se encon­traban en un área que iba desde el valle de Chincha por el norte, hasta la región Nazca por el sur. Pero, fuera de lo que se podía extraer a partir de unos cateos limitados, dichos estudios produ­

hallados en buenos contextos estratigráficos, permitió a los ar­queólogos fechar las diversas fases de construcción usando el método de radiocarbono y establecer que el sitio fue ocupado de 1500 a 850 a.C.

Un resultado importante de los descubrimientos rea­lizados en Pernil Alto es que ahora los arqueólogos pueden pre­sentar una gran cantidad de restos de cerámica que datan de los periodos Formativo Temprano y Medio. Un análisis preliminar de unos 16000 fragmentos de cerámica estableció que las piezas formaban parte de un conjunto alfarero relativamente homogé­neo, indicando así que fueron el producto de complejo cultural homogéneo.

La mayoría de estas vasijas de cerámica eran de tipo doméstico y se las fabricó usando una arcilla relativamente fina. Entre las formas típicas hay ollas sin cuello, que son caracterís ticas de este periodo. Aparte de estas formas comunes, sin embargo, existen formas llamativas que se habían encon­trado ya en Hacha, especialmente las vasijas con cuerpos cuboi­des y aquellas con base de forma anular. En Pernil Alto también se descubrieron otras formas inusuales, entre ellas algunas botellas [fig. 17].

La mayoría de las vasijas carece de decoración y las pocas piezas decoradas muestran huellas de decoraciones nega­tivas e incisas, y en algunos casos aplicaciones figurativas. Un elemento decorativo de particular interés es un pequeño círculo con un punto inscrito al centro, aparentemente realizado con un pedazo de junco. Este elemento es una forma típica de decoración en la cerámica del periodo Formativo hallada por toda la región andina, y también se la usó para decorar la cerámica paracas de la costa sur. En general puede decirse que la cerámica hallada en Pernil Alto abarca todo el espectro de formas y decoraciones típi­cas de las piezas del Formativo Temprano, halladas en lugares tales como Disco Verde o Hacha22. Podemos por ende considerar a Pernil Alto como un asentamiento representativo del Formativo Temprano y Medio (1500­800 a.C.) en la costa sur peruana. Sus habitantes eran claramente sedentarios y vivían de la agricultu­ra. Su cerámica es obviamente precursora de la alfarería paracas del Formativo Tardío (800­400 a.C.). Este es un factor importan­te, puesto que indica que en Pisco, Ica y en la región de Nazca, la cultura Paracas surgió a partir de una tradición regional previa y que no fue un producto de influencias externas.

Paracas (800-200 a.C.) La cultura Paracas salió por primera vez a la luz en la década de 1920 con el descubrimiento de unos textiles espectaculares, cuyos fabulosos colores habían sido conservados por las secas arenas del desierto de la península de Paracas. Los textiles se fabricaron empleando una técnica muy particular: toda la superficie del tejido llano —usualmente de algodón— era cubierta íntegramente con bordados [cat. nos. 164, 165]. Estas obras de arte semejantes a pinturas fueron usadas para ilustrar las criaturas míticas del panteón de la cultura

encontraron herramientas líticas elaboradas en obsidiana y sílex. Asimismo una muestra de carbón extraída del sitio arrojó un fechado de 8000 a.C.

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jeron muy poco en términos de hallazgos detallados28. Uno de los pocos casos de información detallada fue publicado por Sarah Massey y se basaba en unos relieves de barro hallados en una plataforma en Ánimas Altas, en el valle de Ica29. Tanto el tamaño del sitio de Ánimas Altas, que se extiende a lo largo de varios ki­lómetros cuadrados, como la calidad arquitectónica de la plata­forma estudiada, indican que el valle de Ica fue un centro impor­tante de la cultura Paracas. En efecto, se espera mucho de las futuras excavaciones de los asentamientos de esta cultura. Es más, los estudios de superficie efectuados en el sur de la región de Nazca, han dado lugar a la hipótesis de que la cultura Paracas estuvo escasamente representada en esta zona y que en el mejor de los casos fue importada de más al norte30.

Las excavaciones realizadas como parte del proyecto arqueológico Palpa en Pernil Alto, en el valle de Palpa, contribu­yeron con nuevos datos sobre la cultura Paracas. Aquí, los arqueólogos encontraron un entierro doble intrusivo en la capa de relleno de la última fase de uso del asentamiento del Formati­vo Medio, que contenía vasijas de cerámica de estilo Ocucaje 3 (ca. 800­600 a.C.), características de esta fase. Este hallazgo es una evidencia clara de que la cultura del periodo Paracas Tem­prano descendía directamente de culturas anteriores. Otras tumbas que databan de este mismo periodo fueron descubiertas en una quebrada ubicada directamente al norte del asentamien­to de Pernil Alto31.

Fig. 15Vista de las excavaciones del asen-tamiento en Pernil Alto del Arcaico (cuarto milenio a.C.) mostrando viviendas ovaladas y redondeadas, con numerosas tumbas y pozos de almacenamiento entre ellas

El periodo Paracas Temprano se hizo todavía más tangible con el descubrimiento de un entierro en el sitio de Mollake Chico, en el valle de Palpa. Aquí los arqueólogos encon­traron un contexto funerario rico que incluía vasijas típicas del estilo Ocucaje 3 [fig. 18]32. Las ofrendas mortuorias fueron halladas dentro de una cámara funeraria de 1,8 x 2,5 m, junto con entierros secundarios que contenían los restos de al menos otros diecisiete individuos. Esto quiere decir que ellos fueron so­metidos a algún tipo de tratamiento antes del entierro, y dado que varios de los huesos tenían huellas de quemado podemos presumir que el fuego desempeñó algún papel en el ritual previo al entierro. La cámara funeraria fue cuidadosamente revestida con losas de piedra antes de que los huesos y las ofrendas mortuorias fueran depositados en su interior.

Además de las vasijas de cerámica, también se halló un gran número de cuentas de collar que lucían imágenes típicas de la iconografía del Formativo. Por otro lado se descubrió un anillo de oro junto a los restos humanos en la tumba, lo que indicaba un alto rango social para el individuo enterrado. Las vasijas de cerámica eran también de una calidad excepcional­mente alta. De particular interés es una botella de asa estribo [fig. 18c], que evidencia el contacto que habría habido con la costa norte peruana, o que incluso fue producida en dicha región.

Las evidencias de contactos culturales de gran al­cance a lo largo de toda la región andina son características del

Fig. 16El sitio excavado en Pernil Alto data del periodo Formativo Temprano y Medio (1500-800 a.C.). Las paredes que delimitan los recintos rectangu-lares están hechas de barro

Fig. 17La cerámica más antigua (1500- 800 a.C.) de la costa sur del Perú fue hallada en Pernil Alto. Las vasijas con cuerpos cuboides y aquellas con base de forma anular son típicas de este periodo, al igual que la decoración negativa

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Fig. 18 a, b, c, d y eVasijas de cerámica del periodo Paracas Temprano (800-600 a.C.) halladas en una tumba en Mollake Chico. La botella asa estribo (c) es característica de la cerámica del

Fig. 19 a y bEstos petroglifos de estilo Chavín fueron hallados en Chichictara. Motivos similares fueron hallados en Chavín de Huántar, en la sierra nor-central del Perú, al igual que en otros sitios asociados al Horizonte Chavín

Fig. 20Estos geoglifos del periodo Paracas (800-200 a.C.) fueron hallados en las laderas secas del valle de Palpa. La mayoría de ellos representan animales o humanos

Fig. 21Numerosas tumbas fueron excavadas en Jauranga, entre los restos de un asentamiento asociado a los perio-dos Paracas Medio y Tardío (600-200 a.C.). Las ofrendas de cerámica son claramente visibles

periodo Formativo de la costa norte del Perú y por ende prueba de la existencia de contactos a larga distancia durante este periodo

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rro asociadas con los fardos funerarios de la península de Para­cas. Esto, conjuntamente con las evidencias de las tumbas encon­tradas en Mollake Chico, llevó a la conclusión de que el espectro de las costumbres funerarias de la cultura Paracas era más extenso de lo que antes se creía. Los hallazgos realizados en los asentamientos paracas de Palpa resultaron así sorprendentes, pues hasta entonces se suponía que la cultura Paracas estaba poco representada en toda la cuenca del Río Grande de Nazca37. Sin embargo, los nuevos hallazgos de Palpa dejan en claro que la cultura Paracas estuvo bien representada en todas las fases, y que ella indudablemente tuvo su origen en las culturas prece­dentes de los periodos Formativo Temprano y Medio (1700­800 a.C.). Los asentamientos nos hacen entender además la presen­cia de la gran cantidad de geoglifos38 y petroglifos39 del periodo Paracas, muchos de los cuales se han conservado en las laderas tanto de los valles bajos como en su zona media [figs. 19, 29]40. Los geoglifos aparentemente eran copias de los petroglifos a los que luego se transfirió al paisaje. Los del periodo Paracas poste­riormente pasaron a ser los célebres geoglifos de la cultura Nasca, que cubren gran parte de la pampa aluvial de la región del mismo nombre [véase cap. 5.3].

La prospección sistemática en la zona alrededor de Palpa conllevó al hallazgo de más de 150 asentamientos que da­taban del periodo Paracas. Muchos de ellos se encontraban en zonas elevadas, lo que condujo a que los investigadores asumie­ran que sus habitantes se vieron obligados a construir en lugares

Formativo Tardío (800­400 a.C.), pero podemos ver paralelos aún más claros en un petroglifo de Palpa que muestra una cabeza de estilo Chavín, muy parecido a representaciones que encontramos en la sierra norte del Perú [fig. 19]33. Lo mismo vale para los tex­tiles de estilo Chavín hallados por Peter Kaulicke en el valle bajo del Río Grande34. Se dice que una gran cantidad de textiles del mismo estilo fueron encontrados en Carhua, en el valle de Pisco35.

En el sitio de Jauranga, en el valle bajo de Palpa, se realizaron hallazgos que datan de los periodos Paracas Medio y Tardío (600­200 a.C.); allí se descubrió un asentamiento del periodo Paracas debajo de varios metros de sedimentos en el piso del valle del río Palpa36. Las paredes de las habitaciones y plata­formas rectangulares fueron construidas con barro, y usualmen­te se las erigía encima de cimientos de cantos rodados de río. Entre los edificios se encontraron numerosas tumbas que datan de los periodos Paracas y Nasca (un total de cuarenta y nueve entierros que datan del periodo Paracas), y ellas a menudo conte­nían un gran número de vasijas. Los entierros más ricos se halla­ron dentro de cámaras amuralladas al interior de una pequeña plataforma que contenía quince ofrendas funerarias de cerámica [fig. 21]. Las vasijas estaban decoradas con motivos geométricos incisos y círculos con puntos. Algunos ejemplares lucían repre­sentaciones figurativas de aves y felinos, y en la tumba también se encontraron unas cuantas vasijas de cara gollete.

La mayoría de los individuos estaban en posición extendida dorsal o lateral, que no era una de las formas de entie­

Fig. 22Los restos de un asentamiento del periodo Paracas Tardío (400-200 a.C.) hallados en Cutamalla, en las serranías de Palpa, comprenden principalmente estructuras circu-

simples, que probablemente son una forma más temprana de este tipo de depósitos.

El sistema de pozos de almacenaje en Cutamalla es bastante inusual. El complejo circular se repite al menos diez veces aquí, lo que tuvo como resultado una cantidad significativa de capacidad de almacenamiento. En los pozos también se halla­ron numerosas herramientas que indican actividades econó­micas, pero para establecer qué tipo de productos se procesaban y almacenaban allí se debe analizar previamente su contenido. Los pozos muy probablemente estaban vinculados de algún modo con las extensas terrazas agrícolas que rodeaban al sitio [fig. 22]. Resulta posible que este sitio haya constituido una colonia agrí­cola de la cultura Paracas, cuyos asentamientos principales se encontraban en la costa. Es asimismo posible que una serie de productos especiales, como el maíz, hayan sido cultivados en la sierra y luego transportados a la costa en caravanas de llamas. Peter Fux sugiere que los numerosos sitios petroglíficos encon­trados del periodo Paracas fueron alguna vez los lugares en donde estas caravanas se detenían ya sea para descansar o intercambiar productos45.

estratégicos, a fin de defenderse mejor de un ataque. Un típico yacimiento de Palpa es Pinchango Viejo, un gran conjunto de terrazas y edificios en las laderas septentrionales del valle de Palpa41. Este asentamiento estaba protegido por unas quebradas profundas al norte y sur, y por un gran muro levantado a lo largo del lado oriental para separarlo de la parte baja del valle. Resulta especialmente impresionante un muro largo de tres metros de altura que protegía al sitio a lo largo de la ladera fácilmente accesible del cerro. Estudios recientes realizados en el valle de Nazca más al sur, mostraron que en esta región hubo varios asentamientos similares42, lo que permitió a los investigadores concluir que la región Nazca fue un área de yacimientos impor­tantes para la cultura Paracas.

Pero tal como ya mencionamos, la cultura Paracas en modo alguno estuvo limitada a la región de la costa, y las exca­vaciones recientes realizadas en Palpa también identificaron asentamientos extensos de esta cultura en la sierra43. En Collan­co, por ejemplo, un sitio ubicado a unos 1700 metros por encima del nivel del mar, los investigadores descubrieron un asenta­miento cuyo sistema de terrazas se extendía sobre un área de 1400 x 800 m. Varias estructuras circulares de diversos tamaños fueron halladas al centro de estos asentamientos, así como en el lado opuesto del valle. Los arqueólogos encontraron fragmentos de cerámica en el asentamiento y alrededores, a los cuales se podía asignar a todas las fases de la secuencia de Ocucaje durante el periodo Paracas.

Se han encontrado asentamientos Paracas en alti­tudes por encima de los 4000 m. Sin embargo, en el caso de los asentamientos más altos se trataban de cercaduras con pequeñas estructuras, que muy probablemente fueron usadas para encerrar y criar camélidos. La extensión de estos asenta­mientos brinda evidencias de la manera en que diferentes alti­tudes fueron utilizadas durante el periodo Paracas, cuando parece que hubo un intercambio activo de productos entre la sierra y la costa.

Entre estos yacimientos el asentamiento de Cutamalla parece haber sido de particular importancia. Cutamalla es una zona de asentamientos del periodo Paracas que data de 600­200 a.C., con edificios distribuidos sobre un área de 700 x 500 m44. Las terrazas circundantes se extendían sobre un área que cubría varios kilómetros cuadrados. En un primer momento el sitio captó la atención de los arqueólogos gracias a la estructura in­usual de sus edificios, de la cual hasta la fecha no ha aparecido ningún ejemplar en ningún otro sitio. Al centro de un conjunto de estructuras hay una plaza circular hundida de unos 25 m de diámetro, rodeada por estructuras en forma de D. La planta es similar a la de una flor redonda con pétalos. En el transcurso de las excavaciones, los arqueólogos se encontraron con cistas revestidas de piedra dentro de las estructuras en forma de D, que podrían haber servido como pozos para almacenar alimentos. Debajo del piso de la plaza se halló un gran número de pozos más

lares grandes con plazas hundidas. Alrededor de ellas se encontraron pozos en forma de D, probablemente para almacenar alimentos. Al fondo de la foto se observan las terrazas

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una agricultura y una pesca intensificadas, constituyó un desa­rrollo cultural decisivo que trajo consigo el crecimiento del tamaño de la población [véase cap. 2.1]. Las diversas comunida­des o grupos diferían culturalmente, no sólo de valle a valle sino incluso dentro del mismo valle. Cada uno de ellos, asimismo, mantenía su propio centro ceremonial. Las diversas comunida­des parecen haberse adherido a sus propias tradiciones locales e impedido que una de ellas se hiciera lo suficientemente fuerte como para llegar a ejercer el control sobre las demás. Este patrón de identidad cultural local permaneció intacto hasta el adveni­miento del Formativo Temprano (1700 a.C.)1.

A diferencia de los valles más al sur, como los de Supe o Chancay, los centros ceremoniales de Casma siguieron crecien­do en tamaño durante el Formativo Temprano, después del esta­blecimiento de las técnicas de producción alfarera. La cerámica más antigua descubierta en el valle de Casma está vinculada con inmensos centros ceremoniales como Las Haldas, Sechín Alto (440 x 1500 m), Pampa de las Llamas/Moxeque y Sechín Bajo.

Mientras la importancia de estos centros ceremo­niales fue creciendo de modo constante entre el Formativo Ini­cial (3500­1700 a.C.) y el Formativo Temprano (1700­1200 a.C.), la arquitectura misma cambió completamente. El templo más antiguo de Sechín Bajo perdió su función y aparentemente quedó abandonado; en todo caso, ninguno de los elementos arquitectóni­cos coincide con la fecha de la cerámica encontrada. Las Haldas, de otro lado, no fue erigido sino hasta después del desarrollo de la cerámica, lo que marcó el inicio del periodo Formativo Tempra­no. Lo mismo vale para centros ceremoniales tales como Sechín Alto y Pampa de las Llamas/Moxeque2.

Los centros ceremoniales del Formativo Temprano en el valle de Casma, que datan de la época de la cerámica más antigua —de 1700 a.C. en adelante—, son inusualmente grandes. En Las Haldas hay una estructura de plataforma escalonada con varias terrazas y espacios abiertos que abarcan un área total de 100 x 600 m. Hacia el noreste del complejo de plataformas hay varias terrazas, una de las cuales contiene una plaza circular con dos escaleras en lados opuestos y que fueron colocadas siguiendo un eje norte­sur. El centro ceremonial de Sechín Alto es aún más grande y mide al menos 400 x 1500 m. Tan solo la plataforma principal mide 200 x 250 m y tiene 35 m de altura. Al noreste hay pequeñas plazas abiertas y plataformas, y algunos de los complejos cuentan con plazas circulares hundidas y abiertas. Todas las estructuras se construyeron usando bloques de piedra cortados toscamente.

Pampa de las Llamas/Moxeque es otro ejemplo de una arquitectura monumental impresionante. El eje de casi 1200 m de longitud de este centro ceremonial, cuyos extremos se encuen­tran marcados por las dos estructuras altas de Moxeque y la Huaca A, corre del noreste hacia el sudoeste. El montículo de Moxeque abarca un área de 160 x 170 m y tiene 30 m de altura. Julio C. Tello (1880­1947) descubrió el gran friso en la fachada,

El propósito de este ensayo es resumir lo que se sabe actualmen­te sobre los procesos culturales que tuvieron lugar en las regio­nes de la costa norte y norcentral [fig. 2]. Es obvio que los proce­sos que tuvieron lugar en estas regiones no pueden ser aislados por completo de los que se dieron en las regiones vecinas de la sierra situadas al este, y que se describen en el capítulo 3.2, pero podemos justificar que se les examine en capítulos separados, tanto por las diferencias que hay en la historia de las investiga­ciones como por el alto grado de diversidad regional.

En la sierra, las estructuras ceremoniales que datan del periodo conocido como Precerámico o Formativo Inicial fueron descubiertas en una etapa temprana de la historia de las investi­gaciones arqueológicas en dicha región [véase cap. 3.2]. Hasta la fecha, los ejemplos más antiguos de arquitectura ceremonial del Formativo Inicial se encuentran en la región de la costa. Son par­ticularmente interesantes las estructuras que se encuentran en el oasis ribereño formado por el río Casma, a las cuales Peter Fuchs describe detenidamente en el capítulo 2.5, y los hallazgos realizados en el valle de Supe, en la región norcentral de la costa, en particular las estructuras de Caral.

La evolución en las regiones de la costa norte y nor­central no se dio simultáneamente y sus características cultura­les tampoco fueron las mismas. En efecto, varias subregiones han sido identificadas con claridad. Comenzaré el presente ensayo con una descripción sobre la región del valle de Casma, donde se encuentran algunas de las estructuras ceremoniales más anti­guas, para luego pasar a la región del valle de Nepeña y por último a la zona conocida como la región cultural Manchay de la costa central. Luego presentaré los centros ceremoniales del Formativo Medio de la costa norte, momento en el cual podremos plantear la hipótesis sobre la existencia de algunos procesos culturales extremadamente interesantes que en tiempos poste­riores proseguirían en la sierra, proporcionando así una transi­ción apropiada al capítulo 3.2.

Los centros tempranos del valle de Casma

La historia de los periodos Formativo Inicial y Temprano en los valles de Casma y Nepeña es tan dinámica como complicada. Los inmensos centros ceremoniales y asentamientos de Huaynuná, Sechín Bajo y Cerro Sechín son muy conocidos, pero apenas si sabemos algo acerca de las relaciones que mantuvieron entre sí, en tanto que el desarrollo sumamente temprano del centro cere­monial de Sechín Bajo, que antecedió a 3000 a.C., resulta sen­cillamente asombroso [véase cap. 2.5].

Aunque los centros ceremoniales del valle de Casma parecen haberse desarrollado junto a los de Supe y de Caral, los hallazgos arqueológicos muestran inmensas diferencias. Sin embargo, podemos decir que la forma de vida sedentaria en los oasis ribereños de la costa norcentral —esto es, desde el valle de Casma al norte hasta el de Lurín por el sur—, que involucraba

que representa figuras humanas de 2,4 m de ancho y figuras de arcilla de 3 m de altura, que estuvieron todas pintadas original­mente con brillantes colores3. Frente a Moxeque se alza la Huaca A, con treinta y nueve habitaciones rectangulares con nichos al interior de sus altas paredes, levantadas encima de una platafor­ma. Las escalinatas a ambos lados de la estructura corresponden al eje central que lleva a la plataforma. La forma de las habita­ciones y los nichos en las paredes siguen el plano de la estructura más antigua del Formativo Inicial en Sechín Bajo.

Cerro Sechín, que originalmente fue una estructura de adobes con paredes enlucidas y murales, fue modificado aña­diéndole grandes piedras talladas que muestran a hombres armados y con casco, cabezas decapitadas sin ojos, brazos y pies cercenados, así como una pila de ojos arrancados [figs. 49, 50, 84, 85]. Los fechados radiocarbónicos indican que los centros ceremoniales de Sechín Alto, Pampa de las Llamas/Moxeque y Las Haldas fueron todos usados simultáneamente, al menos durante el periodo que corre de 1600 a 800 a.C. Sin embargo, es muy poco lo que podemos decir con cualquier grado de certeza con respecto a la naturaleza exacta de este periodo de coexisten­cia, y pare cería que Cerro Sechín ya había cesado en sus acti­vidades hacia 1600 a.C.

En estos centros ceremoniales solamente se halló un pequeño número de artículos de cerámica. Estos típicamente son cántaros sin cuello de paredes delgadas. Su superficie es algo tosca y no está pulida, en tanto que su decoración incisa y pun­teada no incluye figura alguna. El tipo de cántaros sin cuello y de base redonda hallado en Sechín Bajo data del momento en que se abandonó el templo y es notablemente parecido al tipo de vasija típico de la fase Kotosh­Wairajirca de Huánuco (1700­1200 a.C.) [véase cap. 3.2], lo que indica que hubo un intercambio o propagación de las tecnologías alfareras entre Casma y el alto valle del Huallaga.

Cerro Sechín fue enterrado por un aluvión o una inun­dación hacia mediados del siglo XV a.C. a más tardar. Se halló una tumba cavada en los detritos tenía bienes mortuorios de ce­rámica de estilo Cupisnique del Formativo Medio (1200­800 a.C.) de la costa norte. Otros centros, como Sechín Alto y Las Haldas, también parecen haber perdido su función como centros de inte­gración social y religiosa. Al mismo tiempo surgieron nuevos cen­tros como Pallka y San Diego durante el Formativo Tardío, aunque eran de menor escala que los del Formativo Temprano. Todos estos centros ceremoniales fueron abandonados posterior­mente y, salvo por Chankillo, hasta la fecha no se ha realizado ningún hallazgo arqueológico que date del Formativo Final (400­200 a.C.).

2.3

CENTROS CEREMONIALES DEL PERIODO FORMATIVO EN LAS REGIONES DE LA COSTA NORTE Y CENTRAL

Yoshio Onuki

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parece estar relacionada no solo con la alfarería Cupisnique, sino también con los hallazgos realizados en el sitio de Ancón, en la costa central4.

No lejos de Cerro Blanco se encuentra Huaca Partida, otro sitio notable por su inusual decoración arquitectónica que consta de altorrelieves de arcilla y frisos coloridos [fig. 24]. El sitio es un montículo arruinado de 10 m de altura que cubre un área de 60 x 50 m. Es posible que también hayan habido otros montículos, pero éstos muy probablemente fueron destruidos al limpiarse la tierra en tiempos modernos para abrir paso a la caña de azúcar y otros cultivos. En el segundo nivel de la plataforma escalonada había habitaciones y una columnata, y el relieve de arcilla en el muro de contención del tercer nivel tiene casi 3 m de altura. Los frisos hallados en las paredes de las habitaciones del segundo nivel muestran figuras antropomorfas con manos y pies erizados de garras. En los pies de una de estas figuras podemos ver el rostro de un felino que recuerda al del friso de Huaca de los Reyes, en el valle de Moche de la costa norte. La cerámica asociada con este hallazgo es estilísticamente similar a la fase Cerro Blanco de Nepeña, lo que respalda la hipó­tesis de que Huaca Partida y Cerro Blanco estuvieron activos durante el mismo periodo, no obstante haber diferencias signi­ficativas entre los dos sitios en términos de su arquitectura, sus relieves y sus frisos.

Después de que Cerro Blanco y Huaca Partida fueron abandonados, hacia 800 a.C., se erigieron otras estructuras cere­moniales de tamaño similar, por ejemplo en Caylán, Samanco y Huambacho. A diferencia de los centros ceremoniales ubicados en el valle de Casma, estos muy probablemente estuvieron en uso hasta ca. 550­200 a.C.5.

La cultura Manchay del Formativo Medio (1200-800 a.C.)

Al sur del valle de Casma se extiende un espacio en la región de la costa central, entre los valles de Huarmey y Lurín, en donde se ha encontrado una forma particular de arquitectura monu­mental. El inusual desarrollo arquitectónico del valle de Supe durante el Formativo Inicial (3500­1700 a.C.), quedó bien docu­mentado gracias a los hallazgos realizados en Caral y Áspero. Más al sur de Supe se hallaron evidencias de otra tradición con­currente en los sitios de Culebras, Río Seco y Las Shicras, en el valle de Chancay, o El Paraíso, en el valle del Chillón. Estas estructuras ceremoniales tienen edificios levantados con piedras y enlucido de barro. Los constructores a menudo usaban bolsas hechas con redes de shicra —un pasto— para mantener a las piedras juntas. Entonces se usaban las bolsas como relleno de las plataformas, los muros de contención y los peldaños de piedra. En estas estructuras no se halló nada de cerámica y, si bien hay conexiones con Caral y otros sitios, aún requieren de una explicación detallada.

Los centros ceremoniales del valle de Nepeña

El valle de Nepeña se encuentra a menos de cincuenta kilóme­tros al norte de Casma. Si bien es cierto que en el valle de Casma hay centros ceremoniales del Formativo Inicial que datan de alrededor de 3500 a.C., en Nepeña no hay ninguna evidencia de centros tan tempranos. La estructura ceremonial de Punkurí, que comprende una plataforma de adobes y el rostro de un jaguar hecho de arcilla, puede ciertamente ser fechada en el Formativo Temprano (1700­1200 a.C.), y algunos estudiosos creen que en realidad se remonta al Formativo Inicial, puesto que en el sitio no se ha encontrado nada de cerámica [véase cap. 4.2].

La cerámica más temprana del valle de Nepeña fue descubierta debajo de la estructura de plataforma de Cerro Blanco. La fase más temprana, entre 1500 y 1100 a.C., se conoce como la fase Huambocancha. El tipo más notorio son los mismos cántaros sin cuello y de paredes delgadas, con la misma decora­ción incisa y punteada, de las piezas halladas en Sechín Bajo. La cerámica de Nepeña es por lo general parecida a las piezas más tempranas encontradas en el valle de Casma. Sin embargo, en este valle no hay grandes estructuras ceremoniales como las de Sechín Alto o Las Haldas.

Durante el Formativo Medio (1200­800 a.C.) se levan­taron estructuras ceremoniales con relieves coloridos en Cerro Blanco y Huaca Partida [figs. 23, 24]. La de Cerro Blanco, que fuera excavada parcialmente por Julio C. Tello y que comprende un sitio de dos hectáreas, tiene una traza en forma de U con tres plataformas elevadas que se abre hacia el noreste. Las platafor­mas fueron construidas cuidadosamente usando adobes cónicos. La fase Cerro Blanco misma ha sido fechada entre 1000 y 800 a.C. La plataforma principal es más grande y más alta que las otras dos e incluye un conjunto finamente trabajado de esca­linatas, divididas en secciones norte y sur; las contrahuellas de la sección sur fueron pintadas de blanco, mientras que las de la parte norte lo fueron de rojo. Después de completada esta estructura se levantó una plataforma adicional hacia 800 a.C. Los muros de contención fueron hechos con bloques muy grandes de piedra que hicieron que Koichiro Shibata, quien excavó esta estructura, la llamase la “plataforma megalítica”. Siguió enton­ces la llamada fase Nepeña del Formativo Tardío (800­400 a.C.).

Los frisos polícromos con felinos estilizados se encuentran en la plataforma meridional. Shibata logró probar que el edificio con los frisos data de la fase Cerro Blanco (1000­800 a.C.). La cerámica de esta fase es muy fina, sumamente pulida y está decorada con incisiones y rocker stamping, una téc­nica que implica presionar conchas sobre la arcilla. Estas piezas se encuentran típicamente pintadas con grafito sobre un fondo rojo, y a veces lucen el perfil de un jaguar como motivo estilizado. Las formas incluyen cántaros sin cuello, tazas abier­tas de fondo plano y botellas de asa estribo. La cerámica Nepeña

Después del abandono de estos centros monumentales se construyó otro tipo de centro ceremonial, formado por edificios que compartían ciertas características comunes. El rasgo más no­table de estos nuevos centros es la disposición en forma de U de las tres plataformas, a la que también se conoce como “templo en forma de U”. Richard Burger considera que esta forma arqui­tectónica homogénea, y la cerámica que se desarrolló durante el mismo periodo, forma parte de una sola tradición cultural a la cual llamó la “cultura Manchay”6.

Carlos Williams describe los templos en forma de U de la siguiente manera: tres plataformas están dispuestas en forma de una U que se abre hacia el noreste o hacia el río. La plataforma central tiene lados escalonados y es más grande y alta que las otras dos; también cuenta con un atrio y un vestí­bulo delante de la fachada nororiental. Las alas constan de plata­formas más pequeñas y más bajas que también tienen lados escalonados, y que están separadas de la plataforma central por un espacio abierto al que se conoce como “el espacio”. Las tres plataformas usualmente están dispuestas alrededor de una plaza rectangular.

Huaca La Florida, en el valle del Chillón, abarca diez hectáreas, en tanto que Garagay, en el valle del Rímac, compren­de nueve, pero San Jacinto, en el valle de Chancay, es mucho más grande y tiene un área total de treinta hectáreas. En el valle del Chillón se han descubierto numerosos templos en forma de U, entre ellos los de Huacoy y Cueva.

Garagay se encuentra en el valle bajo del Rímac7 y tiene la traza en forma de U con tres montículos de plataforma que se abren hacia el noreste. La plataforma central —el Mon­tículo B— de 23 m de altura mide 385 x 155 m en tanto que la plaza central mide 415 x 215 m. El brazo izquierdo del templo, que tiene 9 m de altura y mide 260 x 115 m, está prácticamente unido a la plataforma central, mientras que el brazo derecho es sumamente pequeño y está separado de ella. El vestíbulo con dos brazos se encuentra en medio de la fachada de la plataforma principal, y encima de él está el área a la que se describe como un atrio. Una escalinata detrás de este atrio conduce hacia la plataforma. La estructura global de la plataforma central de vestíbulo, atrio, nivel superior y alas laterales recuerda al Templo Mayor de Caral.

Un hallazgo sorprendente realizado en Garagay fueron los frisos [fig. 25]. Las paredes del atrio fueron primero embadurnadas con un enlucido de barro y después se las adornó con relieves modelados pintados con diversos colores como rojo, rojo rosáceo, azul, morado y amarillo.

Un relieve muestra una cabeza de felino de perfil con tres colmillos superiores. Otra figura parece ser una araña voladora o nadadora con tres objetos ovales delante de su boca, que se cree son las mandíbulas de la araña. Al centro de la pared del atrio hay una gran cara partida en dos perfiles, los cuales también tienen tres grandes colmillos superiores. En el piso del

Fig. 23 a y bFrisos polícromos de Cerro Blanco en el valle de Nepeña

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Fig. 24Relieve de Huaca Partida en el valle de Nepeña

Fig. 25Friso de Garagay

Fig. 26Frisos de Cardal

Fig. 27Fotografía del sitio de Limoncarro en el valle bajo de Jequetepeque

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Fig. 28Escalinata de la plataforma de Collud

Fig. 29Relieve en el piso de Limoncarro que muestra mandíbulas de araña

Huántar. Los debates actuales en torno a estas cuestiones tienen como base vagas teorías e interpretaciones, así como las opinio­nes personales de arqueólogos individuales.

Los centros ceremoniales de la costa norte

En paralelo con los desarrollos en la sierra norte que describo en el capítulo 3.2, hubo también centros del periodo Formativo en el valle medio del Jequetepeque. Y más abajo en el valle, en Limoncarro, hay incluso un complejo arquitectónico en forma de U que comprende estructuras de plataformas [fig. 27]. De parti­cular interés en este sitio es un relieve en arcilla en la plataforma sur que representa mandíbulas de araña8. En la costa norte tam­bién se han encontrado platos de piedra de estilo Cupisnique, que muestran arañas que sostienen cabezas humanas decapitadas [cat. no. 1; véanse caps. 2.4 y 4.2]. Se han encontrado otros gran­des centros que datan del mismo periodo entre los valles de Lam­bayeque y Virú, entre ellos Collud­Zarpán, Purulén, Puémape, Huaca de los Reyes y Huaca Verde [véase cap. 2.4]. Por último, el sitio de Ñañanique9 prueba que los centros ceremoniales tam­bién fueron erigidos en lugares aún más al norte.

Mientras que la cerámica y otros artefactos del For­mativo provenientes de la costa norte forman todos parte de una tradición estilística homogénea, en el campo de las formas arqui­tectónicas, en cambio, hay diferencias significativas. Los templos datan del periodo que corre entre 1200 y 800 a.C., tal como lo mostrara su preciso fechado radiocarbónico. Las estructuras hechas con piedra y adobes secados al viento son todas de escala monumental. Las paredes de los edificios fueron enlucidas con barro y decoradas con altorrelieves y murales polícromos.

Hay al menos dos tipos principales de estructura mo­numental. El primer tipo es la plataforma escalonada, que usual­mente consta de tres niveles y tiene edificios en su cima. Se accede a estas plataformas a través de una escalinata abierta que corre por el centro de la fachada, tal como lo muestran los ejemplos de Collud y Purulén [véase cap. 2.4]. El segundo tipo de estructura monumental consta de plataformas con planta en forma de U que rodean una plaza rectangular. Limoncarro es un ejemplo típico de estos complejos. Huaca de los Reyes combina características de ambos tipos, pero los edificios y altorrelieves son más elaborados que los de Limoncarro.

En contraste con las aparentes diferencias estructu­rales existentes entre las plataformas y el estilo de los edificios, toda la cerámica hallada en estos sitios arquitectónicos luce las mismas características, que son las del estilo Cupisnique [véase cap. 4.2]. En los cementerios del valle medio de Chicama se encontró gran cantidad de ceramios de dicho estilo. Sorprenden­temente, en este sitio no fue hallado ningún indicio de asen­tamientos o centros ceremoniales.

atrio se descubrieron tres agujeros que contenían ofrendas sacri­ficiales de figuras con cabeza y colmillos de felino.

Varios complejos arquitectónicos con templos en forma de U salieron a la luz en el valle de Lurín, gracias al tra­bajo dedicado de Richard Burger. Cardal es uno de los templos que Burger excavó en 1992. Aquí también la planta en U se abre hacia el noreste y rodea una plaza rectangular. La plataforma central mide 130 x 45 m y tiene 12 m de altura. Ella contiene una escalinata central finamente enlucida con treinta y cuatro pelda­ños, los que llevan al atrio de 10 x 8 m y su piso de dos niveles. Dos pequeñas escalinatas conducen aún más adentro de la plata­forma. El friso en el muro a la entrada del atrio muestra una figura amarilla y roja con labios largos y horizontales vueltos hacia arriba y hacia abajo en cada extremo, grandes colmillos superiores y unos dientes triangulares que tal vez representan un hocico estilizado de caimán o cocodrilo [fig. 26]. Cerca de Cardal hay centros ceremoniales similares en Mina Perdida, Manchay Viejo y otros sitios más.

Otra característica que estos centros comparten es la historia de su construcción. Las excavaciones efectuadas en Cardal y Mina Perdida mostraron que las plataformas son el resultado de una repetida superposición. En Cardal se descubrió una escalinata a la cual se cubrió con escombros antes de que se construyera una nueva escalinata encima de ella. Aunque no está claro cuántas veces se repitió este proceso de cubrir y cons­truir encima, esta forma de construcción sucesiva del templo es característica de los centros ceremoniales de la cultura Manchay.

Algo muy extraño sucedió alrededor de 800 a.C., cuando todos los grandes centros Manchay perdieron su función y quedaron abandonados. A partir de este momento ningún centro comparable surgió en la costa central, y tampoco se ha encontrado cerámica característica de esta época. No sería sino hasta 200 a.C. o incluso después, cuando la cerámica de estilo Huachipa aparecería en el valle del Rímac, y el estilo alfarero blanco sobre rojo en el valle de Chancay. Es como si el tiempo entre 800 y 200 a.C. marcara un hiato en la historia cultural de la región. Vimos ya que en la costa norcentral y norte hay una brecha similar, por lo que resulta evidente que será necesario contar con más investigaciones antes de que podamos compren­der las causas de esta discontinuidad.

Antes de ahondar en el desarrollo cultural de la región de la costa norte quisiera resumir nuevamente los procesos cul­turales que tuvieron lugar en la región de la costa norcentral y central, a partir de los sitios ya examinados.

Resumen de los procesos culturales del Formativo en la costa norcentral y central

Luego de la muy temprana fase de desarrollo social y cultural que dio lugar a los centros ceremoniales durante el Formativo Inicial (3500­1700 a.C.), se escogieron nuevos lugares para la construcción de asentamientos en Casma y, con toda probabili­dad, en Nepeña. Esto posiblemente ocurrió durante el Formativo Temprano (1700­1200 a.C.), cuando las técnicas de producción alfarera comenzaron a propagarse por toda el área. En la costa central, sin embargo, desde Huarmey hasta Lurín, son pocas las evidencias de asentamientos o los hallazgos de cerámica del Formativo Temprano. El surgimiento de los centros ceremoniales y sus típicos templos en forma de U de la tradición Manchay marcó el inicio de una nueva fase de desarrollo durante el Forma­tivo Medio (1200­800 a.C.), que trajo consigo un significativo cre­cimiento demográfico y una arquitectura de forma elaborada.

Estos nuevos y grandes centros ceremoniales fueron erigidos encima de lo que en ese entonces eran tierras sin lim­piar. Pero no debiéramos asumir que desde el principio mismo fueron tan grandes como lo indicaría su forma actual, pues en ellos la tradición de renovar los templos también tuvo un papel importante. El aspecto que estas estructuras tienen hoy en día corresponde a su última o penúltima fase de construcción y superposición. Hasta la fecha, ninguna excavación arqueológica ha logrado penetrar hasta las fases más tempranas de los edifi­cios, pero resulta fácil imaginar cómo la sociedad siguió desarro­llándose a partir de la construcción del primer templo, entre ca. 1200 y 800 a.C. El término “cultura Manchay” abarca estos cua­trocientos años de desarrollo cultural.

Aunque la cultura Manchay eligió partes del valle que habían quedado sin ocupar hasta su arribo, sí edificaron encima de incontables elementos culturales dejados por culturas anterio­res. Las técnicas de construcción, que comprendieron plata­formas, plazas, escalinatas y enlucidos, son logros que datan del Formativo Inicial. Podemos ver a los predecesores de los frisos manchay en el valle de Casma y en los pisos de dos niveles que también son un rasgo de los templos de La Galgada y Kotosh [véase cap. 3.2].

Los frisos muestran las mismas características de los que se encuentran en los centros ceremoniales de la costa norte, con elementos característicos de la cultura Cupisnique como ros­tros de felino, labios gruesos, colmillos, ojos excéntricos y arañas. La cerámica Manchay también comparte una serie de similitu­des con la típica alfarería cupisnique. Podemos por ello asumir que esta cultura fue una síntesis de las culturas precedentes, así como de las que había en las costas norte y norcentral, y tuvo un abrupto final, al igual que los otros centros ceremoniales del Formativo Medio (1200­800 a.C.) [véase cap. 2.4]. Se desconoce la razón de esta ruptura y es igualmente poco lo que sabemos sobre dónde fueron los pueblos y cuál fue su relación con Chavín de

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damente al mismo tiempo. Tanto Limoncarro, en el valle bajo del Jequetepeque, como los centros ceremoniales de la fase Tembla­dera en la parte media de este mismo valle, habían quedado todos abandonados hacia 800 a.C. Sencillamente no sabemos por qué razón estos centros tuvieron un final tan repentino; Carlos Elera asume que un fenómeno de El Niño catastrófico debe haber sido la razón de su colapso16. Sea lo que haya sucedido, sí sabe­mos que no surgieron nuevas culturas hasta alrededor de 250 a.C. con el surgimiento de la cultura Salinar, una tradición nueva en la costa norte peruana. El periodo entre 800/500 al 250 a.C. está marcado por el abandono de numerosos centros ceremonia­les y el cese de toda actividad en la arquitectura ceremonial de estas áreas, el fenómeno que Onuki llama “el vacío costeño”. Estos procesos de florecimiento y abandono están casi con toda certeza relacionados con cambios fundamentales en la formación de sociedades en la sierra norte, región que se había apegado es­trictamente a sus propias tradiciones desde el Formativo Tem­prano [véase cap. 3.2].

Resulta de gran interés que justamente durante el periodo del vacío costeño cuando los centros ceremoniales de la costa norte peruana iban quedando abandonados, se erigían nuevos templos en la sierra norte como Kuntur Wasi y Pacopam­pa, y que en este momento apareciera un nuevo estilo alfarero. Que este fue un periodo de gran turbulencia, es algo que también quedó reflejado en algunos cambios notables que tuvieron lugar en las lejanas regiones de la costa sur peruana [véase cap. 2.2]. En complejos de los sitios serranos de Kuntur Wasi [cat nos. 56­89] y Pacopampa se hallaron entierros con suntuosos objetos de oro. En Kuntur Wasi, la transición de la fase homónima a la fase Copa tuvo lugar alrededor de 500 a.C., cuando el templo de Pacopampa de la fase II era abandonado [véase cap. 3.2]. Las actividades también cesaron en Huacaloma y otras partes del valle de Cajamarca, alrededor de 500 a.C. Sin embargo, en la sierra norte los templos más antiguos desaparecieron debajo de nuevas estructuras, lo que indica que estos sitios continuaron activos. En la costa no hubo centros comparables durante el Formativo Tardío.

Collud, una plataforma rectangular en el valle de Lambayeque, mide 70 x 140 m. Aquí, la escalinata abierta de 25 m de ancho que conduce a la plataforma fue construida en la fachada posterior, mientras que un relieve polícromo bien conser­vado fue descubierto al pie de la fachada, junto a la escalinata. El relieve muestra el perfil de un felino enmarcado de manera hexagonal, con unas mandíbulas de araña directamente delante de sus fauces [figs. 36a, 36b]10.

Las excavaciones efectuadas al pie del templo de Li­moncarro —tres plataformas altas con planta en forma de U que se abren hacia el este— trajeron a la luz un gran relieve11. Aquí podemos distinguir dos fases de construcción sucesivas: las fases Calera y Limoncarro. Las cabezas incisas de felino fueron asigna­das a la segunda, cuando la plataforma sur fue embellecida con estructuras y relieves. Dos de estos relieves en la fachada de la plataforma, que se encuentran directamente por encima del piso, parecen mostrar las mandíbulas de una araña [fig. 29]. En el muro de contención de la plataforma sur son también visi­bles los restos de un relieve que muestra felinos de perfil, así como otros motivos. Junto a estos relieves se halló cerámica perteneciente a la tradición Cupisnique, la cual fue fechada entre 1000 y 800 a.C.

Se sabe que un plato de piedra redondo con la imagen de una araña [cat. no. 1] fue encontrado cerca de Limoncarro12. El plato muestra una criatura híbrida con cabeza de felino y piernas de araña, que sostiene en la mano una cabeza humana decapita­da. Sobre la espalda la criatura lleva una bolsa repleta de más cabezas decapitadas. Las imágenes implican que la araña tuvo un papel importante en la mitología de la región que se extiende entre Collud y Limoncarro, como decapitadora y como portadora de cabezas humanas [véanse caps. 2.4 y 4.2]. Es posible que haya actuado a nombre de una deidad suprema.

En Caballo Muerto, cerca del lugar donde comienza el delta del río Moche, se encontraron varios montículos de tierra inmensos. Huaca de los Reyes, uno de los montículos de ruinas en este complejo arquitectónico, consta de una plataforma escalona­da y plazas rectangulares hundidas. Las plazas están rodeadas por estructuras en tres de sus lados, pero se encuentran abiertas hacia el este. Unos relieves monumentales que representan cabe­zas de felino adornaron originalmente los grandes nichos en los muros, y en los edificios que rodean a las plazas se encontraron pilares o columnas13.

Todos estos centros ceremoniales, así como varios otros sitios más de la misma tradición ubicados en la costa norte, entre el valle de Piura y el de Virú, alcanzaron su apogeo entre 1200 y 800 a.C. Aquí es importante subrayar el hecho asombroso de que todos estos centros ceremoniales quedaron abandonados hacia 800 a.C.14. Según Carlos Elera, solamente los hallazgos rea­lizados en Puémape pueden ser fechados más tarde, en 500 a.C.15. En todo caso, todos los centros ceremoniales del Formativo Medio (1200­800 a.C.) parecen haber tenido un final abrupto aproxima­

Hasta hace apenas cuarenta años, los arqueólogos todavía creían que la región Lambayeque, con sus excepcionales monumentos y restos arqueológicos, había sido una región de culturas recepto­ras, y por ende sólo estuvo bajo la influencia de otras civilizacio­nes. La posibilidad de que esta región habría sido sede de mani­festaciones culturales autónomas apenas si era considerada. Esta posición parecía ser sólida puesto que no se había llevado a cabo ninguna investigación sistemática; los escasos conocimien­tos disponibles se extraían de excavaciones arqueológicas de corto plazo, o del estudio de artefactos provenientes de coleccio­nes carentes de todo tipo de contexto. Entre las evidencias más antiguas se tenía, por ejemplo, los hallazgos de orfebrería estilo Chavín en Chongoyape [cat. no. 18], a los cuales originalmente se consideró un reflejo material de la expansión de la “cultura matriz” de la civilización andina1.

Esta percepción, sin embargo, ha cambiado en el transcurso de los últimos treinta años. Hoy existen evidencias de que la región Lambayeque es una de las áreas culturales más antiguas del Perú, y de que los primeros asentamientos se remontan a unos 8000 años atrás [véanse caps. 2.1, 2.3]2. Las in­vestigaciones y prospecciones han logrado identificar numerosos asentamientos y centros ceremoniales del periodo Formativo como Purulén, Oyotún, Cerro Corbacho, Nueva Arica, La Com­puerta y Huaca Lucía de Chólope3. En este contexto, el complejo Ventarrón­Collud constituye uno de los sitios recientemente investigados, crucial para entender el origen de la complejidad social en esta región4.

Una característica especial de la arquitectura ceremo­nial del Formativo en la costa norte, aparentemente originada en Ventarrón, sería el arte mural allí descubierto, reconocido como el más antiguo de América. Los restos pintados son extre­madamente raros en la sierra, donde la mayoría de los edificios se construyeron en piedra debido a la crudeza del clima. En la región Lambayeque, de otro lado, la arquitectura de barro, tra­dición también originada en Ventarrón, logró monumentalidad con técnicas que resultan antecedentes del uso de adobes; la plas­ticidad del barro permitió formas arquitectónicas excepcional­mente diversas y experimentales. Este ensayo describirá los hallazgos recientes de Ventarrón y Collud, comparándolos con algunos sitios investigados anteriormente; aunque las investiga­ciones resultan limitadas, intentaré resumir la historia cultural del Formativo en la región.

El complejo arqueológico Cerro Ventarrón y Collud

El complejo se extiende sobre unas 300 hectáreas en el valle bajo del río Lambayeque y comprende numerosos restos arquitectó­nicos de distintas épocas; destacando plataformas en el llano y terrazas adosadas a la falda del cerro Ventarrón. La estraté ­gica ubicación de la colina cercana a la ribera del río es actual­

2.4

LA HISTORIA CULTURAL DE LA REGIÓN LAMBAYEQUE DURANTE EL FORMATIVO

Ignacio Alva Meneses

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Huaca Ventarrón: el templo central Antes de nuestra exca­vación sistemática iniciada en el 2007, este templo fue saqueado por profanadores que arrasaron numerosas tumbas intrusivas, además era una activa cantera para fabricación de adobes y bo­tadero de basura del poblado epónimo que desde mediado del siglo XX, ocupó el frontis norte y la explanada frente al templo. A pesar de la destrucción, al retirar escombros logramos identifi­car una plataforma ceremonial, originalmente construida sobre un afloramiento rocoso aislado [fig. 30] y sometida a remodelacio­nes periódicas que ampliaron y modificaron gradualmente su forma. Le hemos dado los siguientes nombres a las tres primeras fases de construcción del templo: “Templo Primigenio” (fase I, ca. 2300 a.C.); “Templo Rojo­Blanco” (fase II, ca. 2000 a.C.); y “Templo Verde” (fase III).

El modelo del templo fue progresando desde la prime­ra fase, determinando una plataforma escalonada precedida de una terraza y escalinatas centrales. En la sumidad se ubicaba el recinto principal, que a partir de la segunda fase compartía funciones con otros recintos situados al pie de la plataforma. Se identificaron más de ocho remodelaciones. Las remodelaciones ampliaron considerablemente el volumen del templo en cada fase. Calculamos que en la última fase el templo cubría una hec­tárea y tenía una altura de 18 m.

El “Templo Primigenio” se alzó sobre un afloramiento rocoso que determinó su trazo y orientación. Es posible que este promontorio fuera venerado como un lugar sagrado antes de erigir arquitectura. En el lado norte del edificio, que se encontró muy destruido, definimos partes de la escalinata central que as­cendía a la plataforma. En la construcción se usaron celdillas para contener relleno, con paramentos de piedras de tamaño me­diano y el acabado era enlucido. La escalinata fue emplazada entre dos moles pétreas simétricas que se dirigen al noreste, determinando la orientación del templo en la primera fase (308 grados acimut). Aunque esta primera fase —a diferencia de las que siguieron— no podría ser considerada como arquitectura monumental, desde la sumidad del templo se visualizaba todo el valle de Lambayeque y del curso del río Reque, con la impresión de estar en el centro mismo del territorio.

Mientras excavábamos la cima del templo logramos descubrir —en la medida que la estabilidad de los rellenos lo per­mitía— una sección del primigenio recinto central; con un fogón semicircular al lado oeste de 1,6 m de diámetro. Al costado de la chimenea se halló un altorrelieve de dos peces, uno tiene su cabeza hacia arriba y el otro hacia abajo, símbolo de fecundidad relacionado a la incineración de ofrendas propiciatorias del ciclo del agua [fig. 31]. Al ampliar la excavación se definió una banque­ta semicircular empotrada contra la pared sur, que fue probable­mente el eje del ambiente. Este trono único de 1 m de diámetro y 45 cm de altura fue asiento de la primera autoridad. Sobre la misma pared y al costado de la banqueta, se descubrió un alto relieve de una zarigüeya (Didelphis marsupialis). El relieve

mente accesible desde la capital departamental Chiclayo, distan­te a 10 kilómetros.

La investigación a mi cargo iniciada el año 2007 y financiada por el Ministerio de Cultura del Perú, reveló en Huaca Ventarrón el templo principal del centro ceremonial más antiguo del valle, en funcionamiento y sometido a cíclicas remodelaciones durante el Formativo Inicial (3500­1700 a.C.). Al término de este periodo que marcó el inicio de la complejidad social, el proceso cultural continuó su secuencia en Collud, el nuevo centro cere monial en crecimiento durante el Formativo Temprano, Medio y Tardío (1700­400 a.C.). El aporte de nuestra investiga­ción permite considerar el área como núcleo de una de las regio­nes arqueológicamente más significativas del norte peruano. En los últimos años publiqué informes, artículos y un libro de difusión de nuestro proyecto5.

El Paraje y la secuencia cultural El rasgo prominente de la comarca Ventarrón es el cerro rocoso del mismo nombre, que tiene 3 km de largo, 1 km de ancho y 230 m de altura. Ubicado en medio del llano y colindante con la margen derecha del río Reque, el Cerro Ventarrón es una elevación conspicua y estratégica del valle bajo de Lambayeque. Su ubicación en el centro del pai­saje, entre dos colinas y dos ríos, lo convirtió en un antiguo asen­tamiento y paraje sagrado de profundas connotaciones simbó­licas. Su forma alargada con cima llana y simétricos volúmenes semeja una plataforma dirigida hacia el norte; con tres niveles refrendados por las pendientes verticales de la cara oeste, y modulados bloques rocosos coloreados por tonos de pátina gris­azulado, amarillento y rojizo. La asombrosa geología del cerro paradigmático, coronado con arcoíris en las tardes lluviosas, permitió desde pretérito tiempo la atribución del simbolismo de axis mundi6.

Huaca Ventarrón es el nombre de la estructura más destacada —y posiblemente la más antigua— situada en la falda oeste del cerro, sobre un promontorio de roca aislado. Como su contraparte, en el flanco occidental del cerro, ubicamos varios edificios coetáneos que podrían abarcar más de veinte hectáreas, con funciones semejantes a las del templo principal; denomina­mos Arenal a este conjunto emplazado en la pendiente, por estar totalmente cubierto de arena eólica. Reconocimos que el conjunto Huaca Ventarrón­Arenal fue el primer centro ceremonial de la región lambayecana, en continuo crecimiento durante el Formativo Inicial. Una probable crisis climática, produjo el aban­dono del centro primigenio, y luego de la transición el centro se reubicó en Collud, distante un kilómetro al noroeste del cerro; donde transcurrió la secuencia del Formativo Temprano, Medio y Tardío, marcada por grandes progresos en la agricultura, arquitectura ceremonial, el uso de alfarería y orfebrería en función a una religión muy estructurada y de compleja iconogra­fía. Identificamos y excavamos arquitectura ceremonial monu­mental agrupada en dos extensos montículos: Collud y Zarpán.

Fig. 30Fotografía que muestra el inicio de las excavaciones en Huaca Ventarrón

Fig. 31Altorrelieve de dos peces de la fase 1, Huaca Ventarrón

Fig. 32Cámara cruciforme con fogón en Huaca Ventarrón

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vía no es posible definir la extensión ni organización del conjunto de edificaciones, se constató que ciertos recintos aislados poseen la misma distribución de banqueta y fogón lateral patente en la sala principal de Huaca Ventarrón; lo que supondría una división del poder entre jefes clánicos, que compartían una organización multicéntrica dividida en parcialidades reunidas al pie del cerro como “centro”. Los recintos conglomerados y almacenes registra­dos en varios sectores suponen estancias ceremoniales, adminis­trativas o habitaciones de elites religiosas o comitivas, quedando como interrogante entender su uso permanente o temporal.

Hace 4000 a 4500 años, la población que construyó so­fisticados templos en esta comarca fértil e irrigada del valle, sus­tentó su progreso en la agricultura de hortalizas, con énfasis en el cultivo de algodón, insumo de la emergente industria textil que se desarrolló como fundamental revolución tecnológica. Al pie de las fachadas de Huaca Ventarrón registramos acumulaciones de cenizas y residuos de banquetes ceremoniales. Los análisis del especialista en biología identificaron semillas de calabaza, mate, zapallo, lúcuma, palta y algodón. Además gran cantidad de huesos de pescado provenientes de diversas zonas marinas, y menor cantidad de restos de aves de pantano, venado y nutria. Se identificó también huesos de yaguarundi, una especie de gato silvestre que actualmente vive en las regiones del bosque tropical, generando el interrogante de un posible intento de aman samiento. La variedad de plantas domesticadas, aunadas a las evidencias de pesca y caza, así como el sacrificio de animales exóticos, indican una estructura social compleja con una economía desarrollada y redes de interacción regional, que per­mitían contactos e intercambios con regiones apartadas de los Andes Orientales, accesibles desde la región lambayecana con relativa facilidad.

Los resultados obtenidos por nuestra investigación confrontan una revaluación y revaloración del rol protagónico de la región Lambayeque en la historia de las sociedades andinas complejas y las formaciones pre­estatales.

Hay señales de que un evento climático grave del Niño (ENSO) ocasionó el abandono de Huaca Ventarrón y Arenal. Las estructuras de barro quedaron erosionadas y arenadas, y cuando ya eran ruinas se introdujeron tumbas del Formativo Medio, cavadas en las capas de sedimento y arquitectura cubier­ta por arena. El centro ceremonial primigenio en la ladera oeste del cerro fue reocupado como vasta necrópolis por culturas poste­riores, y finalmente devastada por saqueadores durante las últimas décadas.

El complejo Collud-Zarpán El complejo Collud­Zarpán con­tiene evidencias culturales del Formativo Temprano, Medio y Tardío, representa así la continuidad del proceso histórico del valle bajo de Lambayeque. Los conjuntos se ubican un kilómetro al oeste del cerro Ventarrón, abarcando más de 36 hectáreas divi­didas en dos grandes montículos irregulares: Zarpán al este

y Collud al oeste; con semejantes proporciones y orientación (20 grados al este del norte). En Collud la reocupación tardía del sitio por la cultura Lambayeque (900­1400 d.C.), superpuso tres plataformas monumentales sobre los templos del Formativo7. Al iniciar las excavaciones en el sector noreste de Collud se observó un paramento expuesto y cortado elaborado con bloques de piedra, que alineado de norte a sur formaba el flanco de una colo­sal edificación. Una trinchera amplia en el frente norte reveló la fachada escalonada de un templo monumental construido con adobes cilíndricos, finamente enlucido, cubierto en la última fase constructiva por arena y remodelado con el paramento de gran­des piedras derruido. El templo era una plataforma de tres niveles cuyas medidas calculamos en 140 m de lado por 70 m de frontis y 7 m de altura. Gruesos paramentos dieron forma a una colosal plataforma escalonada, la simétrica fachada servía de contención al gran volumen de relleno arenoso. La arquitectura usaba adobes cilíndricos cuidadosamente manufacturados que medían hasta 80 cm de largo, unidos con argamasa arcillosa, dis­puestos “de cabeza” en los masivos paramentos de la fachada. En el frontis ubicado al norte definimos la enorme escalinata central de veinticinco peldaños y veinticinco metros de ancho [fig. 35]. Fragmentos de columnas erosionadas sobre el piso y relleno que selló la escalinata pertenecieron a una fase posterior muy erosio­nada. La fachada escalonada y la escalinata se encontraban ex­cepcionalmente conservadas porque el templo fue sepultado para erigir la última fase caracterizada por las columnas cilíndricas. En la sumidad del templo se emplazó una plataforma culminante alineada en el eje de la escalinata central, la cual sufrió afec­tación por la reocupación de los Lambayeque (900­1400 d.C.).

Uno de los hallazgos más significativos del templo de Collud fue un altorrelieve polícromo adscrito a la primera fase. El relieve muestra la cabeza de perfil de una criatura quimérica con colmillos y pico­quelícero [véase cap. 2.5; fig. 36]. De la cabeza emergen bandas rojas con un canal central blanco que se entrela­zan y proyectan formando una red, en cada nudo figuran seres o partes que componen la cabeza: picos córneos y serpientes, sim­bolizarían la unidad dinámica de las esferas cosmoló gicas. La compleja imagen representa una deidad vinculada a parcialida­des opuestas, la red que emana de la cabeza simbolizaría la unidad de las cadenas de vida, dualidad del ciclo agrario y el curso de las ofrendas. Se reconoce claramente temática y estilo de la esfera cultural Cupisnique. Creo que en el futuro, los para­lelos del estilo Cupisnique y el examen de su simbolismo permi­tirán descifrar la estructura de poder de estas sociedades teocrá­ticas, así como vínculos e interacciones macro­regionales extensas y competitivas.

Varias representaciones de una deidad araña —o de rasgos que parecen sugerir esta criatura— aparecen en distintos contextos del Formativo y se transfieren luego a la cultura Mochica. [véase cap. 5.2]. Un ejemplo relacionado cercanamente al mural de Collud es una corona de oro saqueada en Huaca

(fig. 32). La traza dual de los recintos mayores —circular arriba y escalonada abajo— se repite invertida y a menor escala con dos recintos pequeños ubicados en el sector sur del templo. El diseño y organización de los recintos articularon un modelo cuatriparti­to durante la segunda fase; donde formas opuestas configuraban parcia lidades: cielo —círculo— arriba frente a tierra —escalón— abajo, y expresiones de poderes repartidos. El arte mural añadió al modelo un nuevo nivel de significados, extraídos igualmente de la forma y colorido del cerro Ventarrón, su encuentro con el arcoí­ris y el curso anual de los astros, enfatizando el simbolismo del encuentro de partes en el eje del cosmos.

El recinto central en la cima y sus pares laterales fueron sepultados para levantar la tercera fase constructiva. Valiosas ofrendas sacrificiales fueron incorporadas al compacto relleno que selló la sala principal: una trompeta de caracol marino en el eje central del recinto, y afuera, al pie de la esquina sudeste, una ostra finamente incisa con un rostro sonriente y bandas pectorales, que recuerdan el arte de sitios contemporá­neos en otros valles, como Huaca Prieta y La Galgada. En el último nivel de relleno hallamos el esqueleto de un guacamayo, con un collar burdo elaborado con siete cuentas de turquesa. Estas ofrendas representaron por oposición metáforas de las par­cialidades cosmológicas. El lugar de origen de los objetos brinda indicios de longevos contactos e interacción macro regional, pro­movidos en Ventarrón por el surgimiento de la industria textil algodonera y cercanía al mar.

Una vez cubiertas las estructuras, la fachada de la tercera fase empleó un sistema de contrafuertes intercalados, re­conocimos ocho en el frente sur que brindaban un impresionante aspecto de solidez y equilibrio. Los volúmenes trapezoidales de los contrafuertes, sobresalientes a modo de almenas, proyectaron sombras que posiblemente permitieron cálculos del tiempo a medida que el sol se desplaza a lo largo del año. Un nuevo recinto principal fue levantado en la sumidad, con una planta super­puesta a la anterior, algo más amplia al norte y con paredes del doble de grosor, pintadas al exterior de color verde pálido. Este recinto sufrió el mayor embate del saqueo. El piso al interior del ambiente y varias paredes fueron destruidas por el expolio de tumbas intrusivas, de las que solo logramos recuperar tiestos y huesos pulverizados.

Otros templos en la ladera del cerro: el complejo Arenal Sepultados bajo una gruesa capa de arena eólica que cubrió la amplia ladera occidental del cerro Ventarrón, hallamos secciones de un colosal conjunto arquitectónico coetáneo a Huaca Venta­rrón, construido con una técnica semejante. Las edificaciones adaptadas al terreno fueron diseñadas imitando la modulación de riscos y terrazas geológicas del cerro. Las excavaciones resul­taron prospectivas en la definición de monumentales terrazas escalonadas que albergaban en varios niveles recintos aglutina­dos o aislados, pasajes, patios y escalinatas [fig. 34]. Aunque toda­

es del mismo estilo que el de los peces. El ícono de zarigüeya re­fiere a la parcialidad terrestre femenina, en oposición a los peces, articuló un discurso cosmológico que instituyó probablemente el liderazgo matriarcal.

El modelo arquitectónico se amplió radicalmente a partir de la segunda fase constructiva y sistematizó el uso de bloques de sedimento arcilloso unidos con un mortero de arcilla que contenía abundante fibra vegetal. La misma técnica se man­tuvo hasta la última fase, lo que permitió erigir altas fachadas que soportaban monumentales remodelaciones. Se considera la evidencia más temprana de la arquitectura de barro y la técnica precursora del adobe.

El recinto principal en la segunda fase medía 9,7 m de ancho, 16 m de largo y hasta 3 m de altura y mostraba esquinas redondeadas. La fachada, pintada con una gruesa banda blanca en zigzag sobre fondo rojo, era visible a lo lejos. En el umbral, se lograron definir porciones de pintura mural de los mismos colo­res rojo, blanco y negro, que corresponderían a un macizo dintel de 5,80 m de longitud, derruido durante la sepultura que dio paso a la tercera fase. El extraordinario dintel representó un logro de la novedosa técnica arquitectónica de tapial. De modo semejante al templo de la primera fase, la pared oeste al interior del recinto tenía el fogón ceremonial semicircular de 1,2 m de diámetro, que formaba una chimenea cóncava al interior y convexa al exterior, modulando la pared en ese punto. El fechado radiocarbónico obtenido del fogón dio una fecha de ca. 2000 a.C. Una banqueta de dos niveles ocupaba el fondo del recinto y funcionaba como podio. La banqueta fue flanqueada por dos paneles simétricos de barro elaborados sobre soportes de palo, que sobre el fino enluci­do mostraban extraordinarios murales polícromos. Los murales representan venados negros, reconocibles gracias a la línea de pintura gris trazada desde el cuello hasta los cuartos traseros [fig. 33]. Son varios animales atrapados en una red multicolor que cubre todo el panel, creando un interesante efecto visual. Esta representación de cacería con un cerco de redes vinculaba directamente a las autoridades aposentadas con el ritual de caza, concebido como hazaña arquetípica y ancestral. Este modelo de acceso al poder fue un rasgo probablemente heredado o rein­terpretado del bagaje de las primeras comunidades. El arte mural practicado en Huaca Ventarrón, innovó el modelo cultural con una elevada expresión del simbolismo, propagada luego en la costa norte y perdurando durante toda la época prehispánica. Ciertamente hay consenso general que estos son los murales más antiguos de América.

Aunque el sector sudoccidental del templo fue más destruido por la cantera de adobe moderna, allí logramos identi­ficar recintos con funciones análogas y formas antagónicas respecto al recinto superior. El recinto mejor conservado tiene planta escalonada de 10 x 11 y 3 m de altura, con esquinas angu­lares y fogón ceremonial con una chimenea escalonada que se asemeja al símbolo de la chakana, conocido como “cruz incaica”

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Fig. 33Mural polícromo de un “chaku” (caza comunal) de la fase II (ca. 2000 a.C.), Huaca Ventarrón

Fig. 34Restos arquitectónicos en las faldas del sitio de Arenal

Fig. 35Frente del templo Collud con su escalinata central

Fig. 36 Dibujo y fotografía de altorrelieve polícromo de la deidad arácnida, Collud-Zarpán

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Purulén y otros sitios

A continuación se presentará un breve examen global de otros sitios en la región Lambayeque. El complejo de Purulén, en el valle bajo de Zaña, comprende quince plataformas de distintos tamaños, rodeadas por terrazas, extensos barrios residenciales, senderos y canteras. La arquitectura ceremonial se adapta al relieve de una colina baja y extensa cercana al litoral, que alber­ga el conjunto en su lado norte. Se trata de edificios de piedra y barro, con patrones estandarizados de planta rectangular, dos o tres niveles escalonados, una plaza cuadrangular hundida delantera y escalinatas centrales [fig. 38]. Una de las estructuras mayores, con escalinata de 15 m de ancho, albergaba en la sumi­dad un recinto lateral hundido con diez nichos. En la repetición del patrón arquitectónico de los templos a diferentes escalas, observamos la misma organización multicentro que reconoci­ mos en el complejo Huaca Ventarrón­Arenal; modelo recurrente de organización con poderes no centralizados y fraccionados en varias “mitades”. La fase final corresponde al abandono del sitio, y fue fechada alrededor de 1200 a.C. Al pie de la plataforma se registró abundante basura y cerámica afiliada al Formativo Temprano. Se evidenció que los pobladores cultivaban y comple­mentaban su dieta con recursos marinos del litoral cercano. El desarrollo de tecnología de riego y variedad de recursos dis­ponibles, explica el crecimiento poblacional y la mayor sofistica­ción cultural [véase cap. 2.1]. El centro fue abandonado de modo permanente debido a un cambio en el curso del río y al colapso del sistema agrícola, lo que puso fin a una sociedad semiurbana y llevó a la dispersión temporal de la población después de 1200 a.C. [véanse caps. 2.3, 3.2].

Quisiera, por último, mencionar los siguientes sitios del Formativo en la región de Lambayeque: Oyotún, Corbacho, Saltur, La Cría, Chongoyape y Puerto Éten (en la cuenca del valle de Chancay), así como Chólope, Huaca Lucía, Sangana y Congona, en el valle de La Leche. El cerro Corbacho es una colina aislada en centro del valle bajo de Zaña, densamente reocupada por la cultura Lambayeque y muy afectada por saqueo. En los estratos más profundos, profanadores de tumbas obtuvieron el mayor ajuar orfebre del Formativo que se tenga noticia en la región12. Oyotún, en la parte alta del valle, consta de una única plataforma rectangular —Huaca El Toro— con fachada de bloques de piedra canteada a manera de ortostatos y escalinata central, antecedida de rocas talladas que funcionaron como alta­res de culto al agua.

Los sitios en la sierra vecina se examinarán más dete­nidamente en un artículo de Yoshio Onuki [véase cap. 3.2]. Aquí simplemente quisiera mencionar las siguientes ubicaciones: Poro Poro de Udima, se ubica en la cordillera donde nace la cuenca Chancay­Lambayeque. El complejo ceremonial consiste de varios templos con fachadas de bloques pétreos finamente cortados y alisados. El templo mayor es una plataforma con escalinata

Zarpán [cat. no. 131], que muestra la misma cabeza al centro de la red, comparable a ornamentos semejantes excavados en tumbas de elite de Kuntur Wasi [cat. no. 56]8. El icono también es confrontable con un tipo frecuente de vasijas de cuerpo lobulado y cabezas incisas. La deidad figura con mayores detalles en vasi­jas de piedra del valle de Jequetepeque9; y en los murales del sitio monumental Garagay en Lima (con respecto al simbolismo de la araña véanse caps. 2.3 y 4.2). En su versión completa, la imagen combina rasgos humanos y animales, enfatizando los de araña, con una red repleta de cabezas en la espalda y plantas de algodón o maíz en las manos [cat. nos. 1, 38, 56]. Tal iconografía aludía un discurso enfocado en la interdependencia entre sociedad y natu­raleza, vinculando la producción agrícola e industria textil con la estructura y trama cosmológica.

El templo de Collud y su técnica de adobes cilíndricos muestra similitud con la arquitectura de Huaca Lucía de Chólope10. Además, comparando su forma encontramos semejanzas con Purulén, Kuntur Wasi y Pacopampa, que replicaron el patrón a diferentes escalas [véase cap. 3.2]11. El modelo de los templos tal vez solventó una identidad cultural compartida, cuyo mayor ex­ponente en Lambayeque fue el complejo Collud­Zarpán, que reunía varios edificios semejantes. El crecimiento de la arquitec­tura ceremonial en el Formativo Medio implicó mayor interac­ción y promovió la emulación o rivalidad competitiva, consolidan­do patrones arquitectónicos que alcanzaron monumentalidad dentro de un sistema globalizado macro regional.

El conjunto de Huaca Zarpán es un extenso montículo contiguo al de Collud. Al excavar la sección central encontramos parte de un ducto subterráneo hecho con lajas de piedra. Sabemos por otros templos del mismo periodo que se trataba de un dispositivo para el culto al agua [véanse caps. 3.2, 4.3, 4.4 y 4.5]. En una larga trinchera ubicamos la fachada del templo asociado al canal, que podría haber tenido 2,5 m de altura, y más de 50 m de largo. La disposición de los bloques grandes y medianos de piedra canteada de esa última remodelación de fachada, recuerda vagamente la del templo de Chavín de Huántar [fig. 37]. La fase constructiva de piedra se superpuso a una anterior de barro, diferenciándose claramente dos etapas o fases. Dichas fases se pueden relacionar a la cerámica de las tumbas asociadas y frag­mentos del relleno. Se pueden distinguir dos estilos que varían en el tipo de gollete y acabado, probablemente afiliadas al Forma­tivo Medio y Tardío respectivamente.

Parece claro que el templo de piedra, con sistema de ducto subterráneo, semejante a los que servían para el culto al agua en las regiones de la sierra [véanse caps. 3.2 y 4.3], se super­puso al templo original de adobe típico de la región de la costa, adoptando un nuevo modelo de ritual que tuvo su origen en cen­tros religiosos como Pacopampa y Udima, ubicados en las nacien­tes del agua de la sierra.

Fig. 37Sector central del templo de Huaca Zarpán durante las excavaciones. El canal subterráneo está construido con lajas de piedra

Fig. 38Purulén, centro ceremonial en el valle de Zaña

Fig. 39Centro ceremonial para el culto al agua de Udima

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central y pórtico, antecedida de una plaza y altares monolíticos con horadaciones para el culto al agua [fig. 39]. En la cordillera donde nace el río La Leche se halla el complejo Sangana, con plataformas distribuidas en forma de U, que comparten plazas con monolitos centrales, y altares líticos con petroglifos y horada­ciones –pacchas– para culto al agua.

Conclusión

Los valles costeños de la región Lambayeque y sus afluentes en las sierra de Cajamarca [véase cap. 3.2] fueron escenarios de las etapas iniciales del desarrollo de las sociedades complejas en los Andes. Probablemente, el modelo cultural que durante el Formativo Inicial surgió y se afinó en el centro Ventarrón­Arenal, se renovó y complejizó durante el Formativo Temprano, Medio y Tardío en Collud­Zarpán. Este nuevo centro, también compuesto por múltiples templos, asumió un rol protagónico en el desarrollo de lo que se conoce como esfera cultural Cupisnique. En las partes baja y media de los valles costeros cercanos al litoral se emplazaron los centros ceremoniales primigenios (Ventarrón, Purulén) durante el Formativo Inicial y Temprano. Estas comar­cas debieron estar pobladas y cultivadas con hortalizas y algodón para industrialización textil. A partir del Formativo Inicial se extendieron las redes de intercambio productivo e interacción cultural que unieron las comunidades del litoral y los valles con las de cordilleras occidentales y orientales, favorecidos en la región lambayecana por la cercanía del transvase amazónico más bajo en todos los Andes.

En la parte media y alta de los valles, se combinaron formas arquitectónicas de las zonas bajas y altas, con menor escala pero ampliamente distribuidas en las márgenes de la cuenca que estrecha hacia la sierra. Los centros ceremoniales ocupan emplazamientos en unión de ríos y zonas cálidas de óptimo rendimiento agrícola. Además de circunscritos geoglifos, son frecuentes la combinación de petroglifos y dispositivos de culto al agua asociados a los templos, y otros varios aislados en quebradas y cimas de las colinas que forman los márgenes del valle. Estas formas de arte rupestre señalaron parajes sacra­lizados que formaron redes de longevo uso ceremonial (Cerro La Compuerta, Cerro El Águila y Cerro Chumbenique, Nueva Arica y Oyotún en Zaña; los cerros Puntilla, La Cal, Malpaso, Mulato, y los centros Pucalá, Cuculí y Chongoyape en el valle Chancay­Lambayeque). En muchos centros y estaciones de arte rupestre se mantuvo cierta continuidad hasta el Formativo Tardío, cuando se imponen reconocibles elementos arquitectóni­cos e iconográficos.

En la parte más alta de las cuencas donde se ubican las nacientes de ríos, existe una serie de centros ceremoniales emplazados entre los 2000 y los 3000 metros sobre el nivel del mar, como Poro Poro, Sangana y Congona; esta red de centros ceremoniales se articuló con aquellos orientados hacia la vertien­

te oriental (Pacopampa, Jaén). Son recurrentes en cada sitio los altares monolíticos con horadaciones vinculados al culto al agua; dispositivos originados como reminiscencia de formas de arte rupestre —petroglifos y pacchas— dispersas en toda la región.

En lo referente a los estilos de la cerámica, podemos estimar que el Formativo Temprano en Lambayeque se carac­teriza por las formas básicas de botellas de gollete recto, platos y cuencos, el estilo de botellas asa estribo probablemente fue introducida desde la sierra durante el Formativo Medio, consti­tuyendo luego un elemento característico del estilo Cupisnique y las culturas de la costa norte del Perú.

En este ensayo se muestra la manera en que las inno­vaciones y cambios que tuvieron lugar en la región de Lam­bayeque, fueron cruciales para la historia cultural del periodo Formativo. En vista de los actuales hallazgos arqueológicos, queda claro que esta región ya no puede ser considerada como área de culturas receptoras, y más bien fue foco de una tradición cultural independiente y longeva, que contribuyó significati­vamente al proceso civilizatorio en los Andes Centrales. En este sentido es probable que los futuros hallazgos que se efectúen en la región con la ampliación de las investigaciones resulten fascinantes.

Introducción La construcción de complejos monumentales en el cuarto y el tercer mileno a.C. anunció un cambio fundamental en la formas constructivas de los asentamientos en los valles de la región norcentral de la costa peruana. Los asentamientos que emergieron en las partes baja y media del valle de Casma se pro­pagaron sobre una gran extensión de terreno, y estuvieron sepa­rados entre sí por el relieve natural del paisaje. Algunas de las grandes estructuras erigidas dentro de estas agrupaciones de asentamientos eran edificios individuales, mientras que otras eran complejos agrupados densamente. En Sechín Bajo, en el valle de Casma, podemos fechar esto a mediados del cuarto milenio a.C. Pero la región es también digna de resaltar debido a sus atributos geográficos, que brindan un fácil acceso a la sierra, en especial al Callejón de Huaylas y al sitio central de Chavín de Huántar, y de allí a las tierras bajas tropicales. Algunos de los complejos erigidos durante este periodo claramente tomaron forma a lo largo de varios siglos y fueron modificados, restaura­dos, rellenados y construidos encima de ellos repetidas veces. Un rasgo notable de los complejos en el valle de Casma es su combinación de arquitectura monumental con ornamentos arqui­tectónicos bajo la forma de fachadas coloreadas, murales polícro­mos, relieves de barro complejos y losas de piedra con relieves colocadas en las paredes.

La ecología del valle de Casma

El valle de Casma se encuentra a unos 380 km al norte de Lima, en un paisaje al que se describe como el desierto subtropical o del Pacífico. El clima se encuentra influenciado predominantemente por la fría Corriente de Humboldt, que corre hacia el norte a lo largo de la árida costa del Pacífico desde el Antártico. La preci­pitación anual media de menos de 100 mm1 y la temperatura del agua, que fluctúa entre los 13 y los 17 grados Celsius, se deben a los vientos de Passat. Estos empujan las aguas de la superficie hacia el oeste, al mar abierto, y desencadenan el siste­ma de afloramiento que lleva hacia arriba, desde las profundida­des del océano, a las aguas frías y ricas en nutrientes. Esta abun­dancia de nutrientes constituye la base de la diversidad de la fauna marina, que hace que la región alrededor de la Corriente de Humboldt tenga una importancia tan excepcional en términos económicos. Las anomalías periódicas del clima pueden provocar temporadas de fuertes precipitaciones recurrentes a una escala que a veces resulta devastadora. El valle de Casma es uno de los más grandes de la costa peruana del Pacífico. Su cuenca com­prende dos ríos, el Sechín y el Casma; ambos tienen su origen en las montañas de la Cordillera Negra y absorben varios tribu­tarios en su camino valle abajo, convergiendo eventualmente antes del pueblo de Casma y corriendo luego hacia el océano. El río Casma drena un área de aproximadamente 2775 km² y es el más importante de los dos, pues el Sechín drena un área de apenas 800 km². Las concentraciones de asentamientos que

2.5

MONUMENTALISMO TEMPRANO EN LOS ANDES CENTRALES: LOS ORÍGENES DE LA ARQUITECTURA MONUMENTAL EN EL VALLE DE CASMA

Peter R. FuchsRenate Patzschke

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La arqueología del desierto costeñoCHAVÍN 8786

Historia de las investigaciones realizadas en la región

El valle de Casma fue mencionado por vez primera en la visita pastoral de Santo Toribio de Mogrovejo de 1593. Mogrovejo describió dos asentamientos: Casma La Alta y Casma La Baja, con 215 y 103 habitantes, respectivamente. Casma, que hoy en día es el poblado principal de la región, fue fundado como María Magdalena de la Casma Alta por el párroco bachiller don Fernan­do de Castro en 17512. Entre los viajeros que visitaron la región en el siglo XIX y publicaron sus informes de lo que hallaron podemos mencionar a Thomas J. Hutchinson (1873) y George F. Squier (1877). De mayor interés para nosotros son, sin embargo, la obra del geógrafo ítalo peruano Antonio Raimondi, especial­mente su monografía de 1873, Ancachs y sus riquezas minerales, y una guía regional publicada en 1893 titulada Peru: Beobachtungen und Studien über das Land und seine Bewohner, del médico alemán Ernst W. Middendorf. La primera exploración arqueológica del valle fue dirigida por el arqueólogo peruano Julio C. Tello (1880­1947) y su estudio de varios sitios —especial­mente Cerro Sechín, Moxeque y Pallka—, durante un lapso de tres meses en 1937, fue de naturaleza más sistemática. Sin embargo, sus hallazgos sólo fueron publicados póstumamente3. Las primeras prospecciones sistemáticas fueron realizadas por Donald Collier y Donald Thompson en 1956. Collier compiló una primera secuencia alfarera del valle de Casma4, en tanto que

surgieron en ambos valles son hoy en día centros de producción agrícola, que fueron favorecidos por los colonos ya en el tardío periodo Arcaico. Además de las zonas de recursos naturales que fueran desarrolladas con ayuda de sistemas de riego artificial, hubo varias más que aseguraron la supervivencia de los prime­ros pobladores en diversas épocas. Entre ellas tenemos las costas arenosas y rocosas, con sus moluscos y crustáceos marinos o sus especies de peces de la costa, así como las llanuras aluviales cuya diversidad de arbustos y árboles proporcionaba condiciones de vida ideales para una amplia gama de aves y mamíferos de todo tamaño, como los venados de cola blanca. Las lomas fueron una zona de recursos particularmente importante. Estas son las laderas de los cerros cerca de la costa, que durante el invierno austral están envueltas en neblina. La alta humedad y la baja precipitación permiten florecer a comunidades de plantas, entre ellas hierbas, arbustos y árboles caducifolios, los que a su vez mantienen a una fauna variada como caracoles, lagartijas, aves y venados. Aunque las lomas fueron de vital importancia antes de la conquista española, recientemente la deforestación y el sobrepastoreo por parte de animales de granja hicieron que muchas de ellas se encuentren seriamente en riesgo, y que en algunas regiones incluso hayan desaparecido.

Fig. 40Mapa que muestra los principales sitios arqueológicos en la región de Casma

valle indica el uso de varias zonas de recursos distintas, entre ellas la llanura aluvial cubierta de bosques y el desierto abierto cerca de la playa. Las actividades realizadas en estos lugares se vinculaban principalmente con la producción de herramientas. El hallazgo más importante después de las herramientas mismas, fueron los desechos generados por el proceso productivo como lascas, astillas y núcleos de piedra. Los lugares donde se hicieron los hallazgos del complejo Mongoncillo, en cambio, estaban con­centrados a lo largo del borde meridional de la cuenca de Casma, en una zona de lomas sobre una montaña llamada Cerro Mongón. Esta limitación a un solo microambiente, es decir las lomas, da una evidencia indirecta del sentido de pertenecer a un lugar es­pecífico. Las herramientas tienen comparativamente menos puntas de proyectil y son más pequeñas que los artefactos Paiján, pero sí hay una proporción más alta de raspadores, raederas y núcleos. Es más, los sitios Mongoncillo se usaron de forma más intensiva y hay una mayor proporción de materiales orgánicos, en particular restos de peces de las vecinas playas pedregosas y de arena. Resulta problemático fechar estos dos complejos del valle de Casma: el complejo Paiján debiera anteceder cronológi­camente a Mongoncillo, pero aunque se fecharon tres muestras de contextos del primer tipo, no contamos con fechas para el segundo. Todas las muestras fechadas son del séptimo milenio a.C., y para los arqueólogos marcan el fin de la ocupación Paiján en el valle. El fechado más reciente del complejo Mongoncillo estuvo determinado por el examen de los estratos que se encuen­tran encima. Sin embargo, dos de los contextos fechados de las muestras tienen huellas de algodón y maíz, lo que sería una evi­dencia inesperadamente temprana del uso de estos dos cultivos, pero los arqueólogos no han descartado la posibilidad de que las muestras se mezclaran con los estratos superiores en el transcur­so del proceso de excavación11. Aunque algo magro y difícil de fechar, el inventario de los hallazgos y su distribución son lo sufi­cientemente informativos como para permitirnos establecer dos sistemas de subsistencia distintos. El sistema de subsistencia del complejo Paiján dependía del uso de diversas zonas de recursos y de cierto grado de especialización en grandes mamíferos, en tanto que el de Mongoncillo quedaba restringido al uso de una única zona de recursos, a saber, las lomas. Concentrarse en un único microambiente al mismo tiempo que se explotaba el rico rendimiento del océano vecino, permitió a las poblaciones locales llevar una vida comparativamente sedentaria. Dos lugares donde se realizaron hallazgos, que tienen una arquitectura monumen­tal posterior, también arrojaron evidencias de la actividad de grupos humanos alrededor de la misma época o incluso antes, pero la naturaleza exacta de dichas actividades aún no está clara. El surgimiento de la arquitectura monumental se remonta al cuarto mileno a.C.

Thompson estudió los restos arquitectónicos5. Otras investigacio­nes fueron llevadas a cabo por Rosa Fung y Carlos Williams6, en tanto que la prospección más exhaustiva de todas fue obra de David Wilson, quien documentó ochocientos sitios con 1315 casos de ocupación prehispánica. Algunas secciones de las nueve fases cronológicas propuestas por Wilson para el valle de Casma fueron adoptadas por investigadores posteriores7. El proyecto de largo aliento “Casma Temprano”, de Shelia y Thomas Pozorski, viene investigando los sitios del Formativo desde 1980. Su meta es aprender más sobre cuándo fue que los asentamientos aparecie­ron, sus medios de subsistencia y los procesos de desarrollo social de las sociedades tempranas en el valle de Casma8. En 1969 se reiniciaron los trabajos de conservación de Cerro Sechín, los que prosiguieron durante varios años. Con el auspicio de la Fundación Volkswagen, entre 1979 y 1987 se efectuaron extensas excavaciones en cuyo transcurso se descubrieron aún más partes del complejo y se definieron y fecharon sus fases de construcción9. Siguiendo un programa de restauración y conservación exhaus­tivo, en 1984 abrió el Museo Regional de Casma Max Uhle. Arqueólogos de Berlín vienen trabajando en Sechín Bajo desde 2000 con el apoyo de la Fundación de Investigación Alemana (DFG). Allí descubrieron un complejo de tres edificios sucesivos, erigidos en un periodo de 2000 años a partir de mediados del cuarto milenio a.C.

El asentamiento temprano

La mayoría de los lugares donde se han realizado descubrimien­tos se encuentran en el valle medio y bajo de Casma; son de tamaño pequeño y mayormente carecen de capas de depósitos gruesas. Estos sitios al aire libre muestran pocas huellas de un asentamiento continuo, lo que indica que probablemente fueron usados como lugares de descanso temporal o para traba­jar. Con frecuencia se encuentran cerca de fuentes de materias primas: en la superficie se halló cuarzo, basalto, andesita, riolita y tobas volcánicas, que fueron utilizadas para producir herra­mientas de piedra.

Michael Malpass y Santiago Uceda estudiaron más de cincuenta sitios en el valle bajo de Casma e identificaron dos tra­diciones, los complejos Paiján y Mongoncillo, a los cuales se puede distinguir según las herramientas que usaban y su distribución dentro del valle. El complejo Paiján fue identificado originalmen­te por Claude Chauchat más al norte, en los valles de Moche y Chicama, donde fue fechado en ca. 11000­7500 a.C.10.

Los lugares donde se encontró un inventario Paiján se encuentran ampliamente dispersos por todo el valle bajo de Casma. Los artículos más comunes encontrados incluyen gran­des puntas de lanza, raspadores y raederas, en efecto la propor­ción relativamente alta de puntas de proyectil evidencia que la caza de grandes mamíferos fue uno de los principales medios de subsistencia. La amplia distribución de los hallazgos en el

Huerequeque•

•Huaynuná

•Pampa de las Llamas/Moxeque

•Pallka

Sechín Bajo•

•Taukachi Konkan

•Casma

•Santa Cristina

Chankillo•

•Cerro Sechín

•Sechín Alto

•Las Haldas

RÍO S

ECHÍN

RÍO CASMA

OCÉANO PACÍFICO

•Casma

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Fig. 41 a y bSechín Bajo. Vista aérea y recreación de la secuencia constructiva. Las estructuras 2 y 3 se encuentran sobrepuestas a la estructura 1

Fig. 42Sechín Bajo. Estructura 1 y modificaciones nos. 1-5

Estructura 1

Estructura 2

Estructura 3

Fig. 43Sechín Bajo. Estructuras expuestas del Edificio 1

Fig. 44 a y bSechín Bajo. Plano de las estructuras arqueológicas y recreación

Línea de Corte

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El surgimiento de la arquitectura monumental

Los hallazgos realizados en dos sitios —Sechín Bajo y Cerro Sechín— nos ofrecen un panorama general bastante bueno del surgimiento y el desarrollo temprano de la arquitectura monu­mental en el valle de Casma. Los complejos fueron ampliados, cubiertos y modificados a lo largo de un periodo de hasta dos mil años. Los proyectos de estudio de largo plazo de las estructuras en ambos sitios, produjeron una secuencia estratigráfica de las fases de construcción y su fechado absoluto con más de treinta fechas radiocarbónicas cada uno. En ninguno de los complejos fue posible localizar (y por ende investigar) algún asentamiento si­multáneo; hasta ahora los hallazgos arquitectónicos que dan fe de ciertos desarrollos sociales son nuestra única base para toda interpretación. En los últimos años se investigaron otros sitios monumentales del valle de Casma, y el trabajo realizado por Shelia y Thomas Pozorski en Pampa de las Llamas, Taukachi­Konkan y Sechín Alto también merece una mención especial. Sin embargo, los datos referentes a fases de construcción anteriores o edificios previos no se han publicado de modo adecuado, y el contexto de los fechados radiocarbónicos disponibles frecuente­mente es tan poco claro, que no podemos incluir estos importan­tes centros arquitectónicos en nuestra evaluación.

La secuencia de Sechín Bajo

Sechín Bajo se encuentra en la orilla septentrional del río Sechín, en la margen más al norte de la concentración de asentamientos de Sechín [fig. 40]. Sobre una extensión de 37 hectáreas, el sitio muestra señales de una intensa ocupación en diversos periodos. Al oeste le domina un gran complejo que ha sido objeto de una intensa exploración arqueológica desde 2000, lo que llevó a la identificación de una secuencia de tres estructuras [figs. 41 a y b].

Estructura 1 La primera estructura es una plataforma de 1,7 m de alto, erigida sobre un piso cubierto extensamente con una capa de barro compactada. Lo que queda de la estructura tiene 50 m de largo de norte a sur y 20 m de ancho de este a oeste, pero como las estructuras 2 y 3 fueron levantadas posteriormente en este mismo sitio, y dado que la estructura 1 fue parcialmente demoli­da, resulta imposible decir cuál habría sido su tamaño original. La plataforma fue hecha con piedras canteadas, con mortero de barro y relleno de grava, piedra y barro, y su exterior fue enluci­do. Se accedía a la estructura a través de dos escalinatas de dis­tinto diseño, una con escalones añadidos a la parte externa de la plataforma, la otra empotrada en la misma plataforma. Ambas tienen peldaños hechos con pequeños ladrillos rectangulares fa­bricados a mano. Las huellas y restos de muros bajos sobre el piso compactado de barro de la plataforma dan fe de la estructura que originalmente se alzaba allí. En medio están marcados una serie de fogones trabajados de diverso modo. Con el tiempo se hicieron

una serie de modificaciones estructurales en la plataforma.La primera modificación fue la construcción de otra

pequeña plataforma encima de la escalinata externa que tenía una plaza circular de aproximadamente 14,5 m de diámetro hun­dida en ella. La parte superior de la escalinata que conducía a la primera plataforma fue demolida durante la construcción para abrir paso a una nueva escalinata que llevaba a la plaza circular hundida. Posteriormente se encuentran plazas como esta en muchos sitios de la costa central y norte, y se cree que forman parte de un contexto ceremonial.

Durante la segunda modificación se construyó otra plaza hundida más pequeña dentro de la primera; una nueva es­calinata de ocho peldaños que llevaba a ella fue alineada con la antigua. La nueva escalinata tenía dos metros de ancho y estaba encerrada a cada lado por una pared de 0,3 m de ancho, mientras que en la cima seguía la pared circular que encerraba la plaza. Los peldaños fueron nuevamente construidos con adobes secados al aire y a los que se les dio forma a mano. Las paredes de la plaza circular tienen aproximadamente 2,5 m de alto y se las cubrió con un enlucido.

Durante la tercera modificación, ambas plataformas fueron ampliadas y las dos plazas circulares fueron demolidas a medias y reemplazadas por una plaza rectangular hundida, mientras que las dos mitades restantes fueron llenadas con grava limpia y selladas debajo de un piso compactado de barro al mismo nivel que las plataformas. Las paredes internas de la plaza rectangular, de unos 2,2 m de altura, fueron enlucidas tos­camente con una capa de barro en la cual aún pueden verse las huellas de uñas. A esta plaza se accedía a través de una escalina­ta de ocho peldaños dentro de un pozo.

En la cuarta modificación se incorporó a la plaza rec­tangular una nueva pared que rodeaba a una plaza circular hun­dida con un diámetro de aproximadamente 13,5 m. Se retuvo la escalinata dentro de su pozo y se la unió con la nueva pared cir­cundante mediante dos bloques de piedra, uno a cada lado. La nueva pared periférica tenía un corte transversal de aproxima­damente 1,8 m de altura y alrededor de 0,3 m de ancho en la cima. En este caso la pared también fue enlucida toscamente y las huellas de las uñas quedaron visibles.

La segunda pared circundante instalada dentro de la primera durante la quinta modificación, no fue ubicada concén­tricamente y al tener solo 1,1 m de altura era algo más baja que la primera. Las dos primeras modificaciones deben haber sido rellenadas y selladas, ya que el único medio de acceso a la cuarta plaza circular es a través de una escalinata de cuatro peldaños que desciende desde el borde superior de la pared circundante hacia la plaza. La escalinata tiene las mismas paredes a cada lado que la que lleva a la segunda plaza circular, y aquí también estas paredes laterales se extienden como la pared que rodea a la plaza [fig. 43]. El piso es una capa tosca de barro con fragmentos de conchas y carbón hundidos en ella. Posteriormente el complejo

fue rellenado con grava limpia y sellado con una capa de barro. Todos los trabajos de construcción descritos arriba datan de muy atrás en el cuarto milenio a.C. Los diez fechados radiocarbónicos tomados de diversos contextos de construcción arrojaron un fechado de 3600­3000 a.C., lapso que coincide con la secuencia de proyectos de construcción de gran escala. De este modo, la estructura 1 de Sechín Bajo es el edificio monumental más antiguo de los Andes Centrales, datado según sus contextos de construcción12.

Estructura 2 En el periodo subsiguiente se construyó encima de la parte norte de la plataforma de la estructura 1, una estructura que medía 35 x 39 m y que tenía aproximadamente 8 m de altura. Las paredes exteriores se hicieron con piedra extraída de una cantera y con barro como mortero, y se las enlució; las esquinas fueron redondeadas. El edificio está alineado de norte a sur y se accede a él a través de una escalinata de 3 m de ancho que mira hacia el sur y que fue destruida deliberadamente, de modo tal que ahora solamente es reconocible desde sus lados. Al excavarse la entrada demolida salieron a la luz los restos de la estructura más antigua. Construida en la misma plataforma, esta estructu­ra solamente había sido demolida parcialmente en la medida ne­cesaria para erigir la nueva estructura encima de ella. En su primera fase, el edificio fue dividido en nueve recintos rectangu­lares dispuestos en tres hileras de tres [fig. 44a y b]. La altura de las paredes varía; mientras que al centro tienen más de dos metros de altura, en los bordes parecen haberse derrumbado en distinta medida. Durante una modificación posterior, una pared con esquinas redondeadas y dieciocho nichos encima de una cor­nisa angosta fue encajada en el recinto central. En todos los re­cintos se aplicaron varias capas de enlucido de alta calidad y luego se las pintó con una delgada aguada de barro. El recinto central con su pared con nichos fue pintado de blanco y su piso está aproximadamente 0,7 m más abajo que el de los otros recin­tos; los pisos estaban todos cubiertos con una capa de barro com­pactada. Todos los cuartos estaban interconectados con puertas flanqueadas por semi columnas y pilastras de madera envuelta en cordel y cubierta con barro. Además de los restos de las semi columnas, varias de las entradas tienen aberturas rectangulares que se extienden hasta dos metros dentro de la pared. Esto podría haber formado parte de un sistema de cerraduras, y se cree que eran una forma de restringir el ingreso en combinación con las semi columnas. Los recintos estaban todos vacíos y ente­rrados debajo de los escombros de las paredes colapsadas. No había ninguna evidencia de una ocupación posterior; sólo había una pared angosta de fecha posterior que cruza a toda la estruc­tura en dirección norte­sur. No se ha establecido la fecha de cons­trucción de la estructura 2, y hasta ahora las únicas fechas defi­nitivas obtenidas son para las modificaciones efectuadas durante su segunda fase de construcción, incluyendo la pared de nichos en el recinto central, la repetida aplicación de enlucidos, y los

sistemas con que restringir el ingreso a los otros recintos. Para el fechado solamente se tuvo en cuenta a los materiales encontra­dos en el contexto arquitectónico directo, lo que significó que úni­camente fue posible fechar la última fase de renovación, que es idéntica a la última fase de cambios en la vecina estructura 3. Se ha establecido que esta data de los siglos XVI y XVII a.C. En la fachada sudoeste de la estructura 2 se dibujaron 130 grafitis mientras el complejo estaba siendo abandonado o poco después de ello13. Al pie de esta pared se descubrieron varios fogones a los que se usó sólo durante breves lapsos, que contenían fragmentos de vasijas. En el sitio vecino de Cerro Sechín se realizó un hallaz­go similar de cerámica. Ambos lugares arrojaron las evidencias más antiguas de cerámica en el valle de Casma, a la cual se ha descrito como la alfarería del complejo Laguna14.

Estructura 3 Éste es el más grande de tres edificios sucesivos. Mide aproximadamente 145 x 125 m y alcanza una altura de unos 15 m saliendo de un zócalo de contención de 2 m de altura y 3,5 m de ancho. Las cuatro esquinas redondeadas de la estructu­ra corresponden a los puntos cardinales [fig. 41 a y b]. Cuatro patios están dispuestos uno después del otro siguiendo un eje central, incrementándose su altura con dos en cada nivel ambos conectados por escalinatas. En los patios 2 y 4 fueron añadidas paredes con nichos en una fase posterior, al igual que la pared con nichos en el recinto central de la estructura 2. Antes sola­mente había dos patios oblongos, cada uno de unos 70 m de largo, a los que separaba una diferencia de unos 6 m de altura. Al no­roeste del primer patio había un gran espacio abierto encerrado por dos plataformas prominentes de baja altura, que probable­mente era lo suficientemente espacioso como para albergar gran­des multitudes. Actualmente se usa este espacio principalmente para la agricultura y gradualmente viene cayendo víctima de los estragos del tiempo. Una ancha escalinata que hoy está casi com­pletamente destruida (probablemente un acto deliberado cuando se abandonó al complejo), llevaba desde este espacio hacia el primer patio unos 3 m más arriba. Unos 3 m más abajo se excavó —por debajo de esta escalinata— una entrada de unos 10 m de ancho y con tres peldaños que llevaban al patio de un edificio anterior. Este patio fue rellenado cuidadosamente con grava ho­mogénea y se le cubrió con escombros y una capa de barro com­pactada para que sirviera como el piso del nuevo nivel de cons­trucción, de al menos 6 m de altura. Como parte de este proceso, las estructuras 3 —en su forma final— y la 2 fueron cercadas con el mismo muro de contención de baja altura ya mencionado, pro­bablemente por motivos principalmente estructurales. Ninguna de las paredes de los edificios de Sechín Bajo parece haber tenido cimientos; por ende, la simple presión creada por el volumen de los nuevos edificios habría puesto en peligro a toda la cons­trucción. Los dos patios oblongos de la fase de construcción tardía estu vieron originalmente unidos por una escalinata abier­ta. La instalación de las paredes de los nichos alteró la estructura

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Fig. 45 Sechín Bajo. Estructura 3: friso de barro en el patio 1

Fig. 46Sechín Bajo. Estructura 2: detalle de la pared con el grafiti y una comparación del ser sobre natural compuesto de Sechín Bajo con las imágenes talladas en hueso procedentes de Pallka y Las Haldas [cat. no. 14]

Fig. 47 Cerro Sechín. Estructura arquitec-tónica de barro de la fase 1, vista de planta y plano de la fachada de la estructura de barro con frescos de un felino grande y el motivo de una figura humana que cae sobre los tocones de los pilares

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la especie, pero sí podemos extraer ciertas conclusiones con respecto a su medio ambiente. Henning Bischof sospecha que se trata de algún tipo de especie carnívora hallada en las rocosas aguas de la costa21.

Otro motivo tallado en relieve en las paredes laterales de la escalinata se extiende sobre ambos niveles de la plata­forma: se trata de un zigzag que desciende diagonalmente y que se detiene al pie en tres franjas paralelas con los extremos redon­deados, un motivo al que se ha interpretado como gotas de sangre. Todos los murales fueron hechos de modo realista y no hay en absoluto criaturas sobrenaturales o compuestas. Los programas iconográficos de la estructura en barro de Cerro Sechín —figuras humanas con el cráneo quebrado que caen de cabeza y peces que miran hacia arriba con la boca abierta— fueron interpretados como representaciones de sacrificios humanos en un contexto marino22. Las Haldas y Culebras, dos sitios más hacia el sur a lo largo de la costa, estaban ubicados idealmente para efectuar este tipo de sacrificio ritual. Una escalinata en el complejo de Las Haldas lleva directamente a un acantilado al cual el mar golpea muy abajo, y Culebras está equipada con un “escenario” natural que se encuentra igualmente cerca del océano23. Las imágenes en la estructura de barro son las primeras representaciones narra­tivas de un sacrificio humano ritual en la iconografía de los Andes Centrales. Podemos fechar las tres fases de la arquitec­tura en barro durante las cuales se las creó en 2200­2000 a.C.

La estructura en piedra Hacia el comienzo del segundo milenio a.C., la estructura de barro de Cerro Sechín fue rodeada con un muro de unos 4 m de altura, hecho con piedras canteadas y ortostastos. Las paredes laterales tienen aproximadamente 51 a 52 m de largo y las esquinas del nuevo edificio fueron redon­deadas. Algunas partes de la estructura de barro más antigua siguieron en uso, como la escalinata en la fachada norte. En la fachada sur se construyó un portal de tres partes hecho con blo­ques macizos de piedra. Esta era la entrada a una galería techa­da con lajas grandes que conduce al nivel de la estructura de barro rellenada [fig. 49]. Mientras que esta última aparentemen­te se había alzado aislada, con un espacio abierto a todo su alre­dedor, la estructura en piedra en cambio estuvo rodeada de otros edificios. A cada lado de la estructura central al norte se le aña­dieron dos edificios cuadrados más pequeños que tenían lados de 21 m de largo, y estaban separados de ella por un corredor de 4 m de ancho [fig. 48]. La mampostería se encuentra en tan mal estado que ya no es posible establecer la altura original de dichos edificios. Las paredes fueron cubiertas con un enlucido grueso al que se volvió a aplicar varias veces, y las esquinas nuevamente estaban redondeadas. Las dos plataformas oblongas adyacentes hacia el sur también estaban separadas por un corredor; el lado largo de cada plataforma que mira hacia el edificio principal fue excavado y tiene poco más de 30 m de largo. Los edificios tienen paredes hechas con piedras canteadas a las que se colocó mortero

Los grafiti de la estructura 2 Al excavar un tramo de 35 m de largo de la fachada sudoeste de la estructura 2 se descubrieron 130 grafitis incisos en la superficie. Podemos dividirlos en nueve grupos temáticos que van desde los motivos geométricos hasta los zoomorfos y antropomorfos [fig. 46]17. La representación más significativa es la de una criatura compuesta mostrada erguida y de perfil, con cabeza humana y una pupila excéntrica. Encima de esto tenemos la cabeza de un felino con colmillos y el llamado “ojo bicorne” [véase cap. 4.2]. Delante de la boca con colmillos están las mandíbulas de una araña o un pico de ave, de donde sale un elemento tridente que se extiende hacia arriba, al igual que la pata con garras de la criatura. Varios otros elementos tri­dentes y un símbolo escalonado delgado parecen salir del cuerpo de la figura. Dos tallas en hueso de otros sitios del valle de Casma —Las Haldas [cat. no. 14] y Pallka— muestran motivos simi­lares. Los grafitis indudablemente fueron incisos en el enlucido de la fachada sólo después de abandonado el complejo. Es proba­ble que hayan estado relacionados con los hogares arriba descri­tos, pero no hay evidencias concluyentes que respalden esto. El fechado más temprano posible es el siglo XV a.C.

La secuencia de Cerro Sechín El sitio de Cerro Sechín se en­cuentra en el extremo meridional del complejo del asentamiento de Sechín, sobre un montículo de escombros al pie del Cerro Laguna [fig. 40]. Al igual que en el caso de Sechín Bajo, aquí hay evidencias estratigráficas de actividad humana en el periodo Arcaico18 pero que no se pueden precisar más. Los cateos a más de tres metros de profundidad en el corazón del complejo reve­laron una serie de depósitos homogéneos, cuyas superficies estuvieron expuestas durante un lapso sustancial; se les fechó tan atrás como el octavo milenio a.C.19.

La estructura de barro La primera estructura levantada en Cerro Sechín alrededor de 2200 a.C. fue una plataforma de tres niveles, de aproximadamente 41 m de largo y 1,6 m de alto, que tenía las esquinas redondeadas. El material de construcción con­sistía de adobes cónicos grandes. Encima de la plataforma se construyó un edificio de unos 2,5 m de altura; este también tiene las esquinas redondeadas y fue levantado con adobes cóni­cos [fig. 47]. Se accedía a la plataforma desde el norte mediante una escalera de dos tramos. La fachada norte del edificio sobre la plataforma está estructurada por cuatro remanentes de pilastras independientes de una altura hasta 1,6 m. Detrás de los tocones hay un atrio que mide 10,5 x 9,3 m con cámaras laterales a izquierda y derecha, separadas únicamente por una pared baja de aproximadamente 0,5 m de altura. En el extremo sur del atrio, sobre un podio de esquinas redondeadas de aproximadamente 0,45 m de altura, hay una cella casi cuadrada que mide 5,45 x 5,58 m. Sus paredes demuestran un perfil cónico y sobreviven hasta una altura de 2,5 m. La entrada se encuentra sobre el eje central del edificio y tiene 1,7 m de ancho. Una angosta

escalinata en la pared occidental de la cella conduce al nivel más alto. Allí la estructura original fue seriamente saqueada, primero por las investigaciones arqueológicas iniciales de Julio C. Tello en julio y agosto de 1937, y posteriormente por los huaqueros. Las paredes internas de la cella y ambas cámaras laterales fueron pintadas en azul­gris, mientras que las del atrio y las paredes externas de la primera lo fueron de rosado. La pared delantera a cada lado de la entrada estuvo adornada con grandes pinturas polícromas de gatos silvestres que sólo estaban conser­vados parcialmente, incluso cuando Tello las descubrió20. Algunas partes del animal en el lado occidental —las patas delantera y trasera con sus garras, la parte inferior del vientre y la cola— son aún visibles sobre una parte del muro que mide 2,6 m de largo y 1,5 m de ancho. Los contornos, la cola y partes del torso fueron trazados con pintura negra, en tanto que las garras son rojas con puntas blancas. Desafortunadamente, durante las ex cavaciones realizadas a comienzos de la década de 1970 se “refrescó” la pintura de ambas figuras, pero varios de los detalles originales han sobrevivido al igual que la documentación de Tello, lo que nos permite clasificarlas según su estilo [véase cap. 4.2]. Los lados de los tocones de los pilares que miran hacia afuera fueron embellecidos con un relieve polícromo de una figura humana de perfil que muestra la cabeza invertida, con el cráneo quebrado y abierto; tres chorros enmarcados por tres rec­tángulos dobles brotan de la herida abierta. La figura viste un taparrabo y el brazo derecho le cuelga a un lado mientras que el izquierdo está doblado hacia arriba, de modo tal que la mano de cuatro dedos se encuentra delante del rostro. Es claro que esta­mos viendo el momento preciso de la “caída”. El pilar enlucido es principalmente de color azul­gris, al igual que el cuerpo de la persona que cae. La herida en la cabeza está definida por un trazo fuerte de rojo que se funde con uno de los tres chorros de sangre; los otros dos son de color amarillo y gris­negro.

La plataforma fue ampliada durante dos fases sub­siguientes de construcción, y los niveles más antiguos fueron cubiertos para producir una plataforma de 1,7 m de alto con dos niveles. Se rellenó parte de la construcción en la plataforma, el patio delantero y las cámaras laterales, tras lo cual la escalinata construida durante la última fase de construcción llevaba a una estructura en el nivel más alto que estaba dividida en dos partes. Sobre las fachadas de la plataforma se pueden ver grandes relie­ves (3,6 m de largo x 1,4 m de alto) de peces azul­verde a cada lado de la escalinata; su contorno fue fuertemente inciso en el enlucido rosado húmedo. La boca de los peces y el borde de sus colas también fueron acentuados en rosado, al igual que la zona detrás de las agallas redondeadas, en tanto que sus ojos los forman dos líneas circulares concéntricas. Ambos peces miran hacia la escalinata con la boca abierta inclinada hacia arriba. El espacio entre los peces y la escalinata está dividido en franjas coloreadas con rojo, amarillo y negro. Aunque los peces fueron representados de modo realista, resulta casi imposible identificar

interna del complejo y la escalinata, que antes había estado ex­puesta a la vista —por motivos de vigilancia, por ejemplo— fue reemplazada con dos tramos laterales de escaleras que se encon­traban al pie de la puerta, la cual se hallaba ahora demasiado arriba como para tener una vista libre de lo que había detrás. Las escalinatas fuertemente curvadas a las que se instaló perpendi­cularmente a los lados largos de los nuevos patios 2 y 4, que con­ducían a una estructura ahora mayormente destruida, señalan una división cada vez más rigurosa del espacio dentro del edifi­cio. El sistema de cerraduras con que se restringía el ingreso, al que se describió para la estructura 2, se encuentra ahora tam­bién en la 3. En los lados largos del patio 1 se modelaron relieves de barro a gran escala, con dos paneles uno encima del otro. No queda claro si el patio 2 también está adornado con relieves, puesto que el muro posterior con los nichos cubre ahora la pared original del patio.

El relieve de barro Alrededor de 10 m cuadrados del relieve de barro fueron destapados [fig. 45], y se reveló un friso con tres figuras que miran al espectador con los brazos extendidos y ligeramente doblados. Las figuras visten una falda o manto hasta las axilas y están paradas con los pies extendidos que sobresalen por debajo de su vestimenta. Cada una de las figuras sostiene un objeto largo —un cuchillo, garrote o cetro— en la mano derecha. Su mano izquierda coge dos objetos alargados y redondeados de donde salen cabezas de serpientes. Este motivo también aparece en una copa de piedra de la costa norte que ahora se encuentra en Dumbarton Oaks [fig. 92b]15. Cada mano tiene solamente cuatro dedos y las uñas están fuertemente acentuadas. Podría interpretarse a los objetos redondeados como moluscos (Spond-ylus) [véase cap. 4.2]16. Las cabezas caracterizadas individual­mente de las figuras descansan directamente sobre los hombros, separadas únicamente por un collar o un pectoral angosto. El área facial casi cuadrada tiene una boca reconocible, cuyos labios están cerrados y vueltos hacia abajo en las comisuras. Otras partes de la cabeza difieren en cada figura y sólo se pueden descifrar con facilidad los rasgos de la figura central. Los ojos fueron representados como dos motivos distintos, uno de los cuales es un tridente. El rostro está encerrado en tres de sus lados por lo que parecería ser una peluca, y los tres dientes que salen hacia arriba en la parte superior recuerdan a los cabe­llos de las cabezas trofeo de Cerro Sechín. Sobre su espalda cuel­gan elementos semejantes a tiras. La sección expuesta del friso representa figuras humanas hasta donde podemos ver, pues no hay ninguna de las señales reveladoras de los seres sobre­naturales compuestos típicos de la iconografía Chavín. Lo más probable es que las figuras sean adorantes que acompañan un ritual que probablemente se llevó a cabo en el patio 1.

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posterior periodo Chavín clásico. El nuevo elemento iconográfico en la estructura de piedra es el motivo de la procesión, un ritual recurrente encabezado por dignatarios caminantes que parecen ser representativos de la elite de la región. De este modo puede decirse que los motivos de las paredes de Cerro Sechín incluyen el “autorretrato” más temprano de una elite dominante en los Andes Centrales. Se retuvo aquí el contexto sacrificial de la es­tructura de barro más antigua en forma adaptada, tal como lo evidencian las partes mutiladas del cuerpo humano. Las repre­sentaciones de la cabeza humana fueron particularmente popu­lares y estaban presentes en 194 de los 324 bloques con relieves, tanto en el edificio mismo como en su alrededor. En la represen­tación más temprana de un motivo que posteriormente se haría común en las culturas regionales posteriores como Paracas y Nasca [fig. 50], el líder de la procesión en el lado occidental lleva cuatro pequeñas cabezas trofeo humanas en una vestimenta semejante a una faja colgante. Fue Henning Bischof quien acuñó el término “estilo Sechín” para describir el arte parietal de Cerro Sechín y lo contrastó con el más antiguo estilo Punkurí, el cual derivó su nombre del lugar del hallazgo en el vecino valle de Nepeña24. Los análisis de la estructura de piedra de Cerro Sechín la datan en 1900­1750 a.C. Los materiales usados para esta muestra fueron tomados de un fogón en el corredor sur, cons­truido hacia el final de su periodo principal de uso. Sabemos esto porque el corredor fue rellenado intencionalmente y el fogón estaba tan bien conservado que solamente puede haber sido instalado poco antes de este evento.

Fases posteriores del uso de 1 y 2 Los corredores alrededor de la parte posterior de la estructura central de piedra fueron cuida­dosamente rellenados hasta y por encima del nivel del friso en dos etapas sucesivas, tras lo cual se les selló con una capa de barro compactada. Se accedía al edificio a través de escalinatas en los corredores laterales. Una serie de fogones cuidadosamente colocados muestra que este nivel recién creado permaneció en uso al igual que el edificio central, donde el patio rectangular al sur fue inicialmente rellenado sólo de modo parcial, lo que sig­nifica que la portada de piedra de la fachada sur siguió abierta. Una vez que todo el patio quedó rellenado se instaló una nueva escalinata que llevaba directamente desde el piso hacia abajo hasta el portal sur [fig. 49]. La función del complejo debe haber cambiado puesto que casi todas las imágenes quedaron escondi­das. El portal de la fachada sur nos da aún más evidencias con que sustentar esta hipótesis, pues su dintel original con un patrón geométrico (que tal vez representa una honda) debe ha­berse partido en dos, tras lo cual fue reemplazado en forma algo burda. El fragmento más grande se usó como el peldaño superior de la escalinata que llevaba hacia abajo al portal creado durante la fase final de uso, mientras que el fragmento más pequeño se empleó para parchar la fachada encima del portal. Es posible que el daño estructural haya sido causado por un terremoto. La

de barro hasta los 3 m de altura y luego se las enlució. Ambas estructuras colindan con una inmensa plataforma al borde de la ladera del cerro hacia el sur, que está al menos 5,6 m más alto que el nivel del corredor. En la esquina sudoeste del corredor se integró la formación rocosa existente al concepto ar­quitectónico. Gracias al corredor fue posible caminar por todo el derredor de la estructura central, la cual estaba al mismo tiempo rodeada por otros edificios dispuestos en forma de U. La platafor­ma sur da lugar a un patio rectangular de 35 m de ancho sobre el borde de la ladera; aunque la extensión de su profundidad toda­vía no es visible por estar escondida debajo de capas que aún no han sido excavadas, incluso así las paredes monumentales que la rodean tienen acá más de 6 m de altura. Las paredes sin enlucido de la estructura central fueron hechas con bloques de piedra de diversas formas y tamaños, muchos de las cuales están decora­das con relieves y colocadas en las paredes hasta una altura media de aproximadamente 2,2 m. Por encima de eso, dependien­do de la altura superviviente de la pared, hay capas regulares de piedras lisas. Las hileras de tres piedras colocadas una encima de la otra, se ven interrumpidas a intervalos irregulares por grandes monolitos tan altos como las piedras apiladas. Hasta la fecha se han encontrado 324 bloques con relieves en las paredes de la estructura, y esta cifra podría elevarse considerablemente dado que hay partes de la pared sur que aún no se han excavado. Los motivos están distribuidos según el tamaño de los bloques; las piedras más pequeñas tienden a mostrar partes del cuerpo humano como cabezas, miembros y órganos internos, en tanto que los monolitos más grandes por lo general retratan figuras humanas erguidas que caminan con taparrabos y tocados dema­siado grandes, sosteniendo objetos que parecen ser varas o garro­tes [fig. 50]. Estas “figuras caminantes” brindan una estructura tanto formal como temática a la procesión de motivos a lo largo de los muros: las dos figuras en los bloques erguidos de la portada construida en la pared sur [fig. 49] se vuelven en direcciones con­trarias. Parecen estar saliendo del edificio, casi como si estuvie­ran a punto de caminar alrededor del friso en direcciones opues­tas, listos para encontrarse en la escalinata de dos partes que conduce a la entrada en la fachada norte. El friso deriva su vita­lidad de la repetición rítmica de las figuras caminantes en los monolitos grandes, mientras que las piedras más pequeñas que muestran cabezas y miembros enfatizan el dinamismo de las dos “procesiones”. La fachada norte incluye las figuras caminantes más grandes y con más detalles. Ambos grupos están escoltados formalmente por los monolitos más grandes que flanquean la escalinata dividida, y cada uno mide aproximadamente 4,75 m de altura y luce el motivo de un estandarte o bandera. Parecería que una escalinata estuvo reservada para cada grupo. Al igual que en la estructura de barro, aquí también se retuvo la naturaleza na­rrativa y realista del programa iconográfico. Las fachadas de la estructura de piedra de Cerro Sechín no incluyen ninguno de los seres sobrenaturales compuestos que tan típicos fueron en el

Fig. 48 Cerro Sechín. Vista de planta de la estructura de piedra con los edificios laterales

Fig. 49 Estructura de piedra en Cerro Sechín. Portal en la fachada del sur con imágenes de dignatarios saliendo del edificio

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Fig. 51 Sechín Bajo. Estructura 3: patio 2, pared con nichos grandes

Para que esta memoria cultural se cree y transmita debe haber espacios idóneos, en otras palabras lugares en donde la comunidad se congregue para participar y formar parte del proceso de difusión, el cual se lleva a cabo no solamente a través del lenguaje sino también mediante celebraciones, danzas, música y pantomimas. Podríamos interpretar de esta forma a la plataforma de la estructura 1 de Sechín Bajo. La plazas circula­res hundidas podrían haber servido como lugar donde llevar a cabo ritos especiales —iniciaciones, por ejemplo— posiblemente dirigidos por especialistas (religiosos). La plataforma escalonada de Cerro Sechín constituye no sólo un avance arquitectónico con respecto a la plataforma más simple de Sechín Bajo —por ejem­plo, con su uso de los nuevos adobes cónicos—, sino también una nueva técnica, bajo la forma de murales monumentales, con la cual transmitir ciertos aspectos de la memoria cultural. Se trata de establecer y de canonizar un ritual. Posteriormente estuvie­ron las autoimágenes de una elite local sobre la estructura en piedra de Cerro Sechín, las cuales enfatizan el principio dual de la organización social. Este dualismo social queda confirmado con la simetría de la estructura de piedra y su escalinata dual. Una idea similar se encuentra detrás de la estructura 3 de Sechín Bajo, con sus módulos de paredes con nichos y las representa­ciones de adorantes a cada lado del patio 1. La estructura de piedra de Cerro Sechín y las fases tempranas de la estructura 3 de Sechín Bajo podrían ciertamente haber sido usadas al mismo tiempo, pero si lo fueron entonces indudablemente lo hicieron distintos grupos o con diferente finalidad, por ejemplo una red de diversos grupos de una misma etnicidad. Mientras que los mura­les monumentales de todos los edificios de Cerro Sechín resal­taban el motivo del sacrificio y tuvieron en cierta medida un papel central en las actividades que allí se llevaban a cabo, la estructura 3 de Sechín Bajo, con su representación de adorantes en el patio 1 y los grandes nichos en las paredes del patio 2, podría en consecuencia ser interpretada como un lugar de culto a los ancestros. En 1937, mientras excavaba una fachada del com­plejo de Moxeque, en el valle Casma, Tello halló varios grandes nichos que contenían grandes y coloridas esculturas de barro y cabezas semejantes a máscaras. Los nichos del segundo patio fueron presumiblemente usados con igual fin. Con su ancho “estándar” de 1,7 m y una altura conservada de al menos 1,8 m, habrían tenido espacio suficiente para que allí se depositaran fardos funerarios [fig. 51].

segunda de las dos fases posteriores de uso no duró mucho. Numerosas pisadas en el piso húmedo de barro encima del corre­dor rellenado dan fe de la caída de unas fuertes lluvias. A las riadas del Cerro Laguna, que bañaron las paredes enlucidas de la escalinata y las paredes laterales del patio, les debe haber se­guido una inmensa avalancha de lodo, grava y pedregal que rompió las paredes y enterró gran parte del complejo debajo de una inmensa cantidad de escombros. Este quedó entonces hundi­do en el olvido hasta julio de 1937, cuando el arqueólogo peruano Julio C. Tello comenzó a excavar en la “chacra del indio bravo”, que es como entonces se le conocía, probablemente debido a que una de las losas de piedra decoradas con un relieve fue encontra­da sobresaliendo del suelo. Podemos fechar las dos fases tardías de uso al igual que la destrucción del complejo. Los fogones en los pisos encima de los corredores sellados datan de los siglos XVIII y XVII a.C. Los aluviones que enterraron a todo el complejo debajo de los escombros deben haber tenido lugar a más tardar a mediados del siglo XV a.C., puesto que posteriormente se levan­taron asentamientos encima de estos depósitos25.

Conclusión

La secuencia de construcción que los arqueólogos identificaron en ambos sitios perduró durante varios siglos; diversos añadidos y la práctica de construir sobre las estructuras existentes, son evidencia de una vigorosa afiliación con el lugar. Dado que en ninguno de estos lugares se han identificado asentamientos vecinos de la misma época, deben entonces haber sido elegidos y conservados por otras razones. En general, los sitios se elegían porque tenían un significado particular para la comunidad, porque poseían ciertos rasgos a los que se consideraba deseables, o por razones de connotación de sus ancestros.

La práctica de construir directamente encima de los complejos ya existentes, casi enterrándolos con miras a erigir otro edificio encima de ellos que a veces era estructuralmente idéntico, la conocemos también en otros sitios del Formativo en el Perú, como Kotosh26 y Batán Grande/Huaca Lucía27. Pero fue en el valle de Casma donde esta tradición probablemente tuvo su origen. El primer tipo de estructura de Sechín Bajo era una plataforma independiente abierta y fácilmente accesible, esto es, era esencialmente un escenario para actividades comunales. Fue el egiptólogo Jan Assmann quien acuñó la expresión “memoria cultural”, y que definió como sigue: “Junto con una visión del mundo particular, la memoria cultural difunde y reproduce entre los miembros de un grupo una conciencia de unidad, de parti­cularidad, y una sensación de pertenencia. Para crear esta conciencia no se limita a las objetivaciones lingüísticas y a los símbolos. [...] Pero en la medida en que ritos y textos tienen un papel acá, lo hacen fundamentalmente en dos contextos; los llamamos ‘formativo’ y ‘normativo’, y subsumimos a ambos (los ritos inclusive) dentro del concepto de ‘textos culturales’” 28.

Fig. 50 Cerro Sechín. Estructura de piedra, sección del relieve de la pared en la que se representa a dignatario con cabezas trofeo

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CHAVÍN100 3. LA ARQUEOLOGÍA DE LA SIERRA:INNOVACIÓN Y DINAMISMO

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INTRODUCCIÓN

Julio C. Tello (1880-1947), el pionero de la arqueología peruana, creía que la cuna de la civilización en el Perú se encontraba en la sierra y en los valles interandinos. Sin embargo, en aquellos tiempos no había ninguna evidencia arqueológica sobre un ante-cedente local de la recientemente descubierta cultura Chavín. No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XX cuando los ar-queólogos comenzaron a explorar la sierra peruana de manera sistemática, e incluso entonces, frecuentemente tuvieron que interrumpir sus trabajos debido a la inestabilidad política de la época. Gracias a los más recientes hallazgos resultado de las investigaciones, ahora sabemos que distintos ambientes de la sierra fueron escenarios de innovaciones culturales cruciales, que tuvieron lugar en una etapa muy temprana. Entre estas innovaciones figuraban no sólo la crianza de animales y el desa-rrollo de la agricultura, sino también la obtención de materias primas. Siguieron entonces los intercambios con las regiones a menor altura, lo que llevó a la formación de una extensa red de interacción y al desarrollo de las sociedades complejas del periodo Formativo.

Peter Kaulicke, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, es un experto en la historia de la arqueología peruana y está bastante familiarizado con la presencia humana más temprana en los Andes Centrales. Kaulicke inicia su estudio en el periodo Arcaico (ca. 8000-3500 a.C.), cuando los pueblos comenzaron a aprovechar la diversidad incomparable de los microambientes de la región andina, posterior a la Edad del Hielo, y al hacer esto abrieron el camino para la historia cultural del Formativo.

Yoshio Onuki, ex profesor de la Universidad de Tokio, es un reconocido pionero de la arqueología de la sierra peruana y ha recibido numerosas distinciones por su trabajo. Sus excava-ciones en Kotosh, la cuenca de Cajamarca y Kuntur Wasi, así como los descubrimientos que realizó allí, reescribieron la histo-ria y la cronología de las más tempranas sociedades complejas del Perú. Trabajando conjuntamente con la población local en Kuntur Wasi, Onuki conservó el sitio y, en otro logro pionero, abrió un museo de sitio modelo. En su ensayo evalúa el origen, desarrollo e interacción dinámica de los centros ceremoniales más tempranos de la sierra, los que habrían de conducir a los inmensos complejos de templos de Chavín de Huántar, Kuntur Wasi, Pacopampa y Kotosh.

El periodo que va entre aproximadamente 8000 a.C., el fin de la última Edad del Hielo (Pleistoceno) y la construcción de los pri-meros grandes centros ceremoniales, alrededor de 3500 a.C., suele llamarse Arcaico. Los grupos humanos de este periodo que vivían en concentraciones de chozas simples fueron, por ello, las primeras comunidades que se organizaron a sí mismas en un medio ambiente posterior a la Edad del Hielo. A diferencia de sus predecesores en el Pleistoceno Tardío, ellos ya no se dedicaban fundamentalmente a cazar a los grandes animales salvajes.

El vocablo griego arkhé significa inicio, origen o base. El término “periodo Arcaico” implica por ende la búsqueda de los múltiples orígenes de la complejidad social antes de la construc-ción de las edificaciones monumentales. Este ensayo examina los procesos que llevaron al surgimiento de las sociedades complejas. El Arcaico es una época importante para los arqueólogos que desean comprender las complejas culturas posteriores, ya que solo este lapso previo permite descubrir e interpretar los procesos de evolución de las mismas. Dado que tal estudio de las ocupacio-nes respectivas de la sierra no ha avanzado mucho, los debates que los especialistas libran son apasionados y controversiales.

El medio ambiente natural

La sierra peruana está dominada en gran medida por los Andes Centrales, una cadena de montañas que tiene entre 100 y 500 kilómetros de ancho y que corre de norte a sur a lo largo de todo el país. Los Andes están divididos en dos cadenas, la Cordillera Occidental y la Cordillera Oriental, cuyos picos más altos alcan-zan alturas de más de 6000 metros por encima del nivel del mar. La franja de más de 3000 km de largo de desierto extremada-mente seco, que se extiende entre la costa del Pacífico al oeste y las faldas rápidamente ascendentes de los Andes al este, está cortada por cincuenta y cinco ríos relativamente pequeños que corren de este a oeste. Los ríos interandinos, en cambio, son mucho más largos y forman parte del vasto sistema fluvial de la cuenca del Amazonas. Por ejemplo, el río Ucayali, que se origina en la sierra sur peruana, tiene 3000 kilómetros de largo y cuando atraviesa las tierras bajas amazónicas alcanza entre 400 y 2000 m de ancho. Otros ríos importantes son el Marañón, de 1800 km de largo al norte y el río Mantaro, que corre por la sierra central del Perú actual. Ambos ríos han formado valles y terrazas más o menos amplios, y junto con sus tributarios discurren por territo-rios que ofrecen pocas oportunidades donde asentarse. Los altos Andes constituyen una región caracterizada por mesetas glacia-les y glaciares que alcanzan alturas entre 4000 y 6000 metros por encima del nivel del mar.

Las frías corrientes marinas del Pacífico, las húmedas tierras bajas de la cuenca amazónica, la cercanía del Ecuador, así como las inmensas diferencias de altura que causan cambios sig-nificativos en la temperatura, en las precipitaciones y en los vien-tos, llevaron a la formación de numerosos nichos ecológicos y eco-

3.1

OCUPACIONES TEMPRANAS POST-PLEISTOCÉNICAS EN LA SIERRA DE LOS ANDES CENTRALES

Peter Kaulicke

Fig. 52La sierra cerca de Chavín de Huántar

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venado, entre ellos el venado andino (Hippocamelus antisensis) y el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus). Este último, al igual que el guanaco, también vive en alturas más bajas, así como diversos roedores pequeños y mamíferos más pequeños. Aquí las poblaciones son grandes pero de densidades poblacionales mucho más bajas1.

La situación ecológica actual no puede compararse con el Holoceno Temprano y medio, pero esto es precisamente lo que los arqueólogos suelen presumir. Una serie de cambios importan-tes se produjeron en el paisaje a lo largo de miles de años, los que pueden correlacionarse con influencias antropogénicas —usual-mente negativas— en el medio ambiente y con fluctuaciones na-turales del clima. Generalmente se reconoce un optimum climati-cum entre 8400 y 5000 a.C., cuando las condiciones climáticas eran más favorables de lo que son hoy; este periodo corresponde aproximadamente al periodo Arcaico Temprano a Medio2.

sistemas sumamente complejos. Por ejemplo, el clima de la sierra norte está determinado por la parte más alta del bosque pluvial tropical amazónico en las laderas orientales de los Andes, y por el bosque ecuatorial seco en las laderas occidentales así como por el páramo interandino. La flora y la fauna de este paisaje húmedo son completamente distintas de las del Altiplano o de la meseta alta más al sur, que se caracterizan por una vegetación de puna más seca.

Al páramo lo cruzan muchos ríos, los cuales fluyen hacia el Marañón. Una precipitación relativamente alta, tempe-raturas moderadas, alturas mayormente por debajo de los 3000 metros sobre el nivel del mar y un suelo fértil, hacen de esta una región favorable para los cultivos agrícolas, además de facilitar los vínculos entre la costa y las tierras bajas al este. La estepa se extiende hasta las laderas occidentales de los Andes, pero más arriba se convierte en estepas de gramíneas. Los valles interan-dinos tienen ambientes ribereños, estepa seca, matorral, pastiza-les y bosques húmedos, cuyas formas y composiciones varían con-siderablemente de norte a sur [fig. 53]. Además se observa una cantidad notable de lagos y bosques.

Al igual que la compleja flora, la fauna también es su-mamente variada en términos tanto del rango de las especies como de su distribución regional. Los camélidos como la vicuña (Vicugna vicugna) y más raramente el guanaco (Lama guanicoe), son mamíferos nativos típicos de los pastizales de la puna. Otras especies que se encuentran en estas partes son diversos tipos de

Fig. 53Sierra de Ayacucho

(Tacna), se descubrieron unos notables ejemplos tempranos de pinturas parietales en un abrigo rocoso con capas tempranas (Ar-caico Medio al Formativo)9.

Entre 1969 y 1972, el arqueólogo estadounidense Ri-chard MacNeish (1918-2001) dirigió un importante proyecto in-terdisciplinario de investigación en Ayacucho, en la sierra sur peruana10. MacNeish identificó varios complejos (Puente, Jaywa, Piki, Chichua y Cachi) a los que fechó en 9000-1750 a.C. A estos sumó otros dos más tempranos (Pacaicasa y Ayacucho), con lo que hizo retroceder la fecha del más temprano asentamiento humano hasta ca. 20000 años atrás. A pesar de que estos cálculos fueron rechazados posteriormente por dudosos por la mayoría de los expertos, las investigaciones realizadas por MacNeish siguen siendo importantes por tres razones: en primer lugar, llevó a cabo una prospección exhaustiva de casi cien sitios en distintas zonas de vegetación en un solo valle interandino. En segundo lugar, MacNeish comparó las secuencias estratigráficas de las excava-ciones en estas zonas, inventarió las herramientas allí descubier-tas, y las fechó usando el método radiocarbónico. En tercer lugar, MacNeish proporcionó evidencias de una gama de estrategias de subsistencia humanas, como la domesticación de plantas (calaba-zas y quinua) y de animales (cuyes), que según él aparecieron primero en el complejo llamado Piki (5800-4450 a.C.). Thomas F. Lynch asimismo halló cultivos tempranos en Guitarrero, en el Callejón de Huaylas, y aproximadamente al mismo tiempo Fré-déric Engel también los encontró en Tres Ventanas, un abrigo rocoso en el valle alto de Chilca, en la costa central del Perú11. MacNeish además construyó un modelo de un proceso evolutivo que podría haber comenzado como una estrategia de subsistencia —inicialmente sin variaciones estacionales y luego con ellas— que posteriormente cedió su lugar a la horticultura y la crianza de animales, lo que culminó con una eficiente producción de cul-tivos para finales del periodo Arcaico. Por último, también desa-rrolló el modelo de una “esfera de interacción” que comprendía todos los sitios en ese entonces conocidos.

En la década de 1970 Ramiro Matos Mendieta inició otro proyecto de investigación en las punas de Junín, en la sierra central al este de Lima. Este proyecto comprendía una serie de proyectos menores en Uchkumachay (1973), Pachamachay (1969, 1973, 1975), Panaulauca (1975, 1978-1984 [fig. 54]) y Telarma-chay (1974-1980), que conjuntamente con los resultados alcanza-dos por varios otros proyectos de investigación de arqueólogos norteamericanos, franceses, alemanes y peruanos contribuyeron enormemente al que en la actualidad es el corpus de datos bas-tante extenso del periodo Arcaico en la sierra central del Perú12.

Este prometedor auge en las investigaciones prehistó-ricas iniciado en la década de 1970 tuvo un abrupto final con el surgimiento de la inestabilidad política en el Perú, cuyo impacto aún puede sentirse hoy en día. Sólo Cardich pudo seguir traba-jando en un abrigo rocoso cerca de la ciudad de Cajamarca y pre-sentar sus resultados en un breve ensayo13.

Historia de las investigaciones y cronología

El alemán Max Uhle (1856-1944) y el peruano Julio C. Tello (1880- 1947) fueron dos arqueólogos interesados en los desarrollos cul-turales anteriores a la evolución de las sociedades complejas. Mientras que Uhle pensaba que las primeras sociedades comple-jas tuvieron su origen en una inmigración procedente de Mesoa-mérica, Tello rechazaba esta “teoría de la importación cultural”, prefiriendo más bien ver el paradigma del origen de la civiliza-ción peruana en las sierras de Chavín de Huántar. Para Tello la sierra, tanto la puna como los valles interandinos, conformaba el núcleo cultural3. Sin embargo, estos pioneros no pudieron encon-trar evidencias arqueológicas concretas de épocas Precerámicas con las cuales apoyar sus hipótesis.

Fue sólo en el transcurso del tardío siglo XX que se descubrieron herramientas de piedra en la sierra peruana correspondientes al Precerámico Temprano (esto es, anteriores a 1700 a.C.), entre ellas las que fueron encontradas en el cateo que Henry Tschopik, Jr., hizo en uno de los abrigos rocosos de la cuenca del río Mantaro, cerca de Huancayo4. Fue principal-mente Augusto Cardich —un alumno del prehistoriador austría-co Oswaldo Menghin (1888-1973), que emigrara a Argentina— quien realizó excavaciones en Lauricocha5. Poco antes de esto, el propio Menghin ya había descrito sitios con herramientas de piedra en la sierra sur6. Pero se debe admitir que Lauricocha proporcionó los Fundamentos para una prehistoria de los Andes Centrales, que es como Cardich tituló su trabajo principal sobre el tema7.

Lauricocha se encuentra en la puna de Huánuco, en un paisaje formado por glaciares durante la Edad del Hielo, lo que movió a Cardich a escribir un tratado sobre la historia del cambio climático en la época posterior a la Edad del Hielo (Holo-ceno). La gran cantidad de abrigos rocosos en esta región mues-tran capas de restos culturales de hasta cuatro metros de profun-didad, lo que da fe de un muy largo periodo de uso humano. Las herramientas halladas aquí son similares a las que usaron los cazadores de la Edad de Piedra europea o, para ser más precisos, del Paleolítico Superior (ca. 40000-10000 a.C.). Cardich logró es-tablecer que las capas más tempranas tenían más de 9500 años. También halló entierros y arte parietal temprano del mismo pe-riodo. Esto comprobó la presencia de tempranos grupos de caza-dores en el Holoceno Temprano en los Andes Centrales, y brindó la base para una definición cronológica del Arcaico como el perio-do que se extiende desde ca. 8000 a 3500 a.C. En los años siguien-tes, los hallazgos de Lauricocha y las conclusiones extraídas de ellos sirvieron como base para compilar una cronología exhausti-va de gran parte de Sudamérica, que en su forma revisada de seis periodos líticos aún conserva validez.

Las excavaciones en Lauricocha coincidieron con las del Callejón de Huaylas (en Quishqui Puncu en 1965, y en Guita-rrero en 1968/69)8. En Toquepala (1963-1967), en la sierra sur

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Una serie de cambios fundamentales comenzaron a darse tanto en la costa como en partes de la sierra peruana hacia 3500 a.C. Estos cambios anunciaban el inicio del Formativo Ini-cial (3500-1700 a.C.). Las estructuras de Asana a las que se les atribuyó una naturaleza ceremonial fueron erigidas alrededor de 4600 a.C. Los pocos objetos encontrados allí se limitaron a una pequeña escultura en piedra y varias puntas foliáceas. El com-plejo de Asana estuvo claramente en uso durante un periodo más largo, y el uso de linderos semejantes a cercas sólo es observable en una fase posterior. Se les ha interpretado como corrales de animales, y por ende como una evidencia de que se criaban ani-males domésticos.

Mientras que los abrigos rocosos de Junín fueron visi-tados con mucha frecuencia en este periodo, en Panaulauca la época de uso más intensivo fue entre 3800 y 1620 a.C., y en Pachamachay no se inició sino hasta ca. 2500 a.C. Aquí también se encontraron los restos de casas redondas. A orillas del lago Junín se excavaron hallazgos similares que databan de aproxi-madamente la misma época. La minería de sal probablemente comenzó durante esta época en el vecino San Blas, que hoy en día ya no se explota.

En este periodo Telarmachay parece haber sido visi-tado sólo esporádicamente por pastores. Uchkumachay podría haber sido un campamento de cacería para cazas comunales a las cuales hoy se conoce como chaku. Las puntas bifaciales contempo-ráneas a menudo han sido vueltas a tallar, con lo que por lo gene-ral se obtienen puntas pequeñas y gruesas. Estas probablemente eran puntas de flecha de las armas de caza.

Aunque sólo se han mencionado unos cuantos sitios, está claro que muchos cambios tuvieron lugar en la sierra a lo largo del periodo Arcaico; la densidad de la población parece ha-berse incrementado; la mayoría de los campamentos eran visita-dos con mayor frecuencia y se ha identificado una clara tendencia hacia la diversificación y la especialización. A partir de estas ob-servaciones podemos concluir que en la sierra el periodo Arcaico no fue homogéneo, ni una época de estancamiento, ni tampoco algo marginal. Si bien los cambios fueron en un principio esporá-dicos, a finales del periodo estaban dándose ya en rápida sucesión.

nocidos. Por ejemplo, los modelos de la región del Mediterráneo nos hacen suponer que los primeros cazadores siguieron las rutas migratorias de los animales silvestres, lo que dio lugar a la tras-humancia, esto es la migración estacional entre distintas zonas ecológicas. Se ha postulado una movilidad extrema entre la costa y la sierra, como alternativa a la forma de vida más sedentaria de los cazadores de la sierra de la región de Junín. Sin embargo, parece inconcebible pensar que los pueblos que se establecieron en la regiones costeras hayan dependido de la caza para su exis-tencia, dado que las especies a las cuales se podía cazar eran de-masiado raras en cualquier momento del año como para que pro-porcionaran la fuente principal de alimento. Es por tanto probable que en la costa hubiese estrategias de subsistencia dis-tintas, especialmente aquellas que tenían como base un cultivo más intensivo. Dada la diversidad y el pequeño tamaño de las zonas ecológicas en la región costera y en las faldas occidentales de los Andes adyacentes a ella, fue probablemente necesario es-tablecer campamentos base desde los cuales conseguir recursos de otros ecotopos. Los recursos que no se requerían directamente como alimento, como la obsidiana de la sierra, podrían muy bien haber llegado desde lugares mucho más alejados.

La puna tampoco debiera en modo alguno ser conside-rada un paisaje homogéneo puesto que ella en realidad ofrece una amplia gama de recursos, ente ellos lagos, ríos, páramos, pantanos, árboles y arbustos, formaciones de cactos, fuentes de sal y depósitos de sílex . El grado en que los grupos tempranos de la puna se hicieron sedentarios dependía de que tuvieran acceso a todos estos recursos, puesto que la caza de camélidos no era su único medio de subsistencia. Teniendo en cuenta todos estos aspectos, quizá sea correcto considerar que las poblaciones hu-manas del Arcaico eran beneficiarias bien adaptadas de un amplio espectro de recursos; es más, las evidencias del periodo Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.) sugieren que ya tenían una economía productiva. Semejante interpretación de los hallazgos arqueológicos existentes y las conclusiones extraídas de ellos cla-ramente chocan con la imagen aún ampliamente difundida de grupos de cazadores-recolectores que llevaban una vida de privaciones en un ambiente hostil, y que sólo evolucionaron a pastores y agricultores más “sofisticados” hacia el final del Arcai-co. El contraste que esto implica entre pueblos “primitivos” y “ci-vilizados” ciertamente no es más aplicable a la sierra que a las regiones costeras del norte peruano, donde ya hay evidencias que la contradicen [véase cap. 2.1]18.

A pesar del estado algo insatisfactorio de las investi-gaciones, intentaremos en lo que sigue esbozar los procesos evo-lutivos del periodo Arcaico en la sierra peruana. Muchos de los abrigos rocosos, Asana entre ellos, ya estaban en uso durante el Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.), algunos de ellos probable-mente por colonos de la costa. Los restos de paredes exteriores e interiores construidas con piedra o con materiales de construc-ción orgánicos sugieren un cierto grado de organización espacial,

aunque esporádica. El sitio al aire libre de Asana es un ejemplo particularmente bueno de estructuras en una larga secuencia. Una pregunta sumamente controversial recae en que si las plan-tas de cultivo ya existían hacia el final de este periodo, puesto que hasta ahora los hallazgos y su interpretación no han sido concluyentes. De lo que sí podemos estar seguros es que muchos de estos cultivos tuvieron su origen en los altos Andes del sur y las tierras bajas adyacentes, así como en los Andes del norte19. De este modo la sierra tuvo un papel importante en el traslado de estas plantas a la costa y fue activa en el surgimiento de cultivos tales como la oca (Oxalis tuberosa), el olluco (Ullucus tuberosus), la maca (Lepidium meyeni), las papas (Solanum tuberosum) y los fríjoles (Phaseolus vulgaris). La carne se conseguía fundamental-mente cazando diversos tipos de venado y de camélido, mientras que en áreas de más baja altura los pájaros y roedores de tamaño mediano a pequeño eran alimentos básicos.

Los sitios del Arcaico Medio (6000-5000 a.C.) apare-cen con mayor frecuencia que los del Arcaico Temprano, lo que sugiere una mayor densidad demográfica. Podemos dividir la ubi-cación de éstos en distintas categorías tales como campamentos base visitados frecuentemente (una larga secuencia de pisos de ocupación) o sólo brevemente (una secuencia breve de pisos); lu-gares ocupados únicamente por breves lapsos (entre ellos campa-mentos de caza y talleres líticos); y sitios con arte parietal. En el periodo 7100 a 6500 a.C. encontramos un tipo de edificio que ocupa un área de alrededor de 14 metros cuadrados, rodeado por pequeñas chozas y que no contiene absolutamente ninguna huella de preparación de comida. Los arqueólogos sospechan que éstos podrían haber sido los primeros edificios “públicos”, esto es edificaciones que la comunidad usaba. En diversos sitios con una ocupación de larga duración se encontraron objetos decorados hechos de hueso, así como otros bienes funerarios. El primer arte parietal también data de esta época, pero es posible que haya existido antes [fig. 56]. Todas estas evidencias indican activida-des comunales y cultos.

Vistas en conjunto, las herramientas de piedra, espe-cialmente las puntas foliáceas, parecen haber asumido una forma estándar en el transcurso del periodo Arcaico. Al mismo tiempo su rango de funciones parece haberse incrementado. El uso de manos de moler y del ocre se hizo más frecuente, en tanto que la presencia de materias primas y artefactos importantes sugiere contactos con otras regiones. El número de camélidos se elevó en proporción a los venados. Estos datos indican cambios en la sub-sistencia y probablemente una horticultura más intensiva de ciertos cultivos alimenticios, así como el molido de pigmentos de color para diversos fines. El predominio de los camélidos sugiere prácticas de cacería más especializadas, pero podría también estar indicando la domesticación parcial de estos animales; las evidencias que indican esto último en la puna de Junín (Telarma-chay) datan de 7000-6000 a.C.20.

Otros estudios importantes se llevaron a cabo gracias a los auspicios de los diversos proyectos Contisuyo, que se inicia-ron en 1982. El logro más notable allí fue una monografía de Mark Aldenderfer sobre Asana, un sitio al aire libre con estrati-grafía compleja, ubicado al borde de la puna de Moquegua y que abarca todo el periodo Arcaico14. Aldenderfer subdividió el perio-do que corre entre 10500 y 3500 a.C. en siete fases. Un aspecto particularmente significativo del sitio de Asana es la secuencia de las distintas estructuras de chozas. Unos cuantos años antes se descubrió otro sitio en la región del Cuzco, con capas que se remontaban hasta el periodo 4400-3100 a.C.15.

Varios abrigos rocosos que presentaban estratigrafías complejas fueron investigados en Huánuco, Junín, Ayacucho y Moquegua; sin embargo, los arqueólogos involucrados no coinci-dieron en sus intentos de dividir las diversas capas en fases. Se pueden identificar aproximadamente cuatro fases: una fase Pa-leoindia entre 12000 y 8000 a.C.; una fase del Arcaico Temprano entre 8000 y 6000 a.C.; una fase del Arcaico Medio entre 6000 y 5000 a.C.; y una fase del Arcaico Temprano entre 5000 y 3500 a.C. Estas divisiones también coinciden con todo el espectro de herramientas encontradas, las que incluyen puntas de proyectil [fig. 55], raspadores, raederas, perforadores, buriles, herramien-tas denticuladas, muescas, herramientas sobre núcleos, lascas utilizadas y retocadas y cuchillos bifaciales. Las proporciones de ellas cambian con el tiempo y se puede observar diferencias claras entre distintas fases y diferentes regiones, en particular en los tipos de puntas de proyectil. Si bien los hallazgos han sido pocos y muy separados entre sí, es posible identificar regiones que cuentan con su propia tradición coherente: una región sep-tentrional alrededor de Cajamarca, donde los hallazgos coinciden con los de los Andes del norte (Ecuador y Colombia)16; una región en la sierra central peruana con características de puntas foliá-ceas (Lauricocha, Junín); y una región en el sur del Perú (Asana) donde las herramientas se parecen a las que se han encontrado en el norte de Chile y en Bolivia17.

Las estrategias de subsistencia en la sierra durante el Arcaico

Este breve recuento de la historia de las investigaciones del pe-riodo Arcaico en la sierra peruana muestra que la mayoría de los sitios son abrigos rocosos. Debajo de ellos, grupos sobre todo más pequeños de personas en busca de refugio establecieron periódi-camente su campamento, usualmente por lapsos breves. A partir de esto podemos concluir que tales grupos deben asimismo haber buscado otros lugares sobre los cuales aún no se sabe nada. Los sitios al aire libre en particular, que ofrecían un mayor alcance para periodos de uso más prolongados por parte de grupos más grandes, se encuentran con menor frecuencia. Hasta ahora sola-mente podemos especular acerca de la relación que hubo entre la ubicación de asentamientos de este tipo y los abrigos rocosos co-

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Fig. 54Panaulauca, Junín

Fig. 55Puntas de proyectil foliáceas proce-dentes de las excavaciones en Pachamachay, Junín (periodos Arcaico Temprano a Tardío)

Fig. 56Las pinturas rupestres de Chuquichaca, Bosque de Piedra, Junín

Fig. 57Vista panorámica del lago Junín

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implicancias para el desarrollo cultural de la sierra, y posterior-mente de toda la región andina. Sabemos que los camélidos y los cuyes fueron importantes animales domésticos, y a diferencia de muchas plantas es fácil rastrear a sus antepasados silvestres, puesto que éstos siguen existiendo en la misma zona geográfica. Sabemos también que el perro fue mantenido como animal do-méstico en el antiguo Perú, pero dado que el lobo, su ancestro, no existió en los Andes ni entonces ni ahora, debemos concluir que los primeros pobladores lo trajeron consigo como un animal ya doméstico. En la sierra central (Uchkumachay) se encontraron evidencias de este fechado en el Arcaico Medio (6000-5000 a.C.) e incluso más tempranas —del Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.)— en Ayacucho (complejo Puente).

Se domesticaron llamas y alpacas a partir del guanaco y la vicuña, sus formas silvestres. En conjunto hay cuatro espe-cies de camélidos: los más grandes guanaco (Lama guanicoe) y llama (Lama glama) y los más pequeños vicuña (Vicugna vicug-na) y alpaca (Lama pacos). Tres especies de camélido pertenecen al género Lama y solamente la vicuña constituye un género aparte. Las cuatro especies pueden, sin embargo, cruzarse entre sí, algo que los pastores modernos a menudo alientan en la creen-cia de que esto habrá de tener un efecto positivo sobre las varie-dades domésticas. Además los camélidos silvestres eran cazados —todavía lo son— como alimento.

Los huesos de animales hallados por los arqueólogos a menudo se encuentran tan fragmentados, que resulta imposible distinguir entre los huesos de venado y los de camélido, y mucho menos identificar especies individuales. Esta también es la razón por la cual los arqueólogos encuentran difícil distinguir entre es-pecies domésticas y silvestres, aun cuando esto es fundamental para resolver el problema de la domesticación. Dado que la prác-tica actual de identificar los huesos a partir de una base pura-mente biológica ha resultado insatisfactoria, será necesario usar otros análisis más indirectos. Uno de estos métodos es el uso del crecimiento dental y el cierre de la epífisis para establecer la edad aproximada del animal. Para este fin se divide a los anima-les en tres grupos de edad: adultos, animales jóvenes, y recién nacidos o fetos. Esta información se puede usar para calcular el número mínimo de animales individuales, así como para calcular su distribución entre los tres grupos de edad. La proporción de recién nacidos y de fetos es particularmente importante aquí, puesto que ello da pistas sobre la estación en que se usó el sitio (presumiblemente de diciembre a abril) y es poco probable que se les haya comido.

Se hicieron análisis de este tipo con los materiales de Telarmachay, donde Jane Wheeler pudo establecer que los recién nacidos y los fetos estaban presentes en todas las capas, lo que indicaba el uso estacional del sitio. Sin embargo, su número se duplicó a partir de la capa V en adelante. Esto casi con seguridad indica una tasa de mortandad más alta inducida por la falta de movilidad y la mala higiene, esto es, el cautiverio como forma de

La importancia del periodo Arcaico en la sierra para el desarrollo de la complejidad social

Nuestro examen de la historia de las investigaciones en este campo mostró que las investigaciones más importantes del perio-do Arcaico en la sierra peruana se llevaron a cabo hace unos treinta años. Sin embargo, las interpretaciones de los datos que entonces cobraron vigencia deben considerarse ahora obsoletas. En ese entonces se asumió que las prácticas económicas eran más o menos constantes, y que las comunidades todavía no mos-traban ninguna señal de complejidad social. A pesar de los muchos milenios de continuo asentamiento en la sierra, se creyó antes que los primeros cambios profundos tuvieron lugar sola-mente hacia finales del Arcaico, y que incluso entonces se debie-ron más a una influencia interna que a impulsos propios.

Es más, como las primeras investigaciones se concen-traron en apenas unas cuantas regiones, la mayor parte de la sierra debe ser considerada un territorio virgen aún desde el punto de vista arqueológico. Como ya indicamos, los abrigos roco-sos son de lejos los sitios estudiados con mayor frecuencia, sobre-todo debido a que son los más fácilmente identificables en las prospecciones arqueológicas. Ello no obstante, solo unos cuantos abrigos fueron excavados extensamente; la mayoría de éstos se encuentra en la puna y en las regiones que lindan con ella, en otras palabras, en regiones donde el cultivo habría sido posible, pero difícilmente habría sido el medio principal de subsistencia. Es, por tanto, poco probable que el estudio de tales sitios agregue mucho a lo que ya sabemos acerca de cómo surgieron los cultivos. Debido al clima húmedo, los restos botánicos bien conservados son mucho más raros en la sierra que en la costa. Si bien actual-mente contamos con métodos para identificar incluso huellas di-minutas de tales restos, hasta la fecha apenas se les ha usado en el estudio del periodo Arcaico en la sierra peruana21.

Los edificios monumentales más antiguos que se co-nocen en Huánuco (Kotosh, Piruro), el Callejón de Huaylas (Hua-ricoto) y el Callejón de Conchucos (La Galgada), se encuentran todos en o cerca de los tres ríos más importantes, el Huallaga, el Marañón y el Santa [véase cap. 3.2]. Podemos considerarlos re-presentativos del conjunto de los Andes Centrales Septentriona-les. Sin embargo, hasta la fecha no conocemos ninguna cultura precursora del periodo Arcaico en esta región, que pueda explicar el surgimiento de estos centros monumentales. Incluso en el caso en que el ímpetu detrás de la construcción de estos centros pudie-se haber provenido de las culturas de la costa, yo tendería más bien a respaldar la hipótesis de que ésta fue una forma excepcio-nalmente temprana de arquitectura de la sierra, la cual se con-servó allí hasta finales del Formativo Temprano (ca. 1200 a.C.).

Dada la falta de evidencias que respalden esta teoría, sería tal vez más aconsejable que volvamos a ocuparnos de cier-tas cuestiones fundamentales. Una de las más importantes es la domesticación de plantas y animales, lo que conlleva importantes

ya en tiempos del complejo Piki (5800-4450 a.C.). Llama la aten-ción que no se haya encontrado ningún cuy en la puna de Junín, a pesar que su forma silvestre todavía existe allí.

Dado que plantas tales como la quinua y las papas se domesticaron tempranamente, podemos asumir que varios facto-res distintos contribuyeron a que las poblaciones humanas se hicieran sedentarias. Entre estos habría estrategias de subsis-tencia tales como la caza (de aves tanto como de mamíferos), en algunos casos la pesca (en los lagos y ríos más grandes), la reco-lección (de plantas silvestres o de huevos de ave), la crianza de animales y la horticultura. La mayor variedad de recursos proba-blemente se encontraba no en la puna sino en los valles interan-dinos, donde esperaríamos encontrar que los asentamientos fueran más grandes. Los pocos hallazgos hasta ahora realizados en respaldo de esta postura solamente implican que los sitios relevantes son difíciles de ubicar. Podemos, a su vez, atribuir esto a varios factores, entre ellos la fuerte sedimentación en los valles o el desarrollo posterior y/o destrucción de los sitios antiguos. Debe asimismo decirse también la reticencia en usar los métodos y técnicas más efectivos con que evaluar el terreno, así como las dificultades que hay para clasificar o incluso identificar las he-rramientas líticas fuera de las puntas foliáceas.

A menudo se ha considerado que los aspectos econó-micos son fundamentales para la evolución de las sociedades complejas [véase cap. 2.1], prestándose comparativamente poca atención a otros factores, como la relación que los humanos man-

crianza de los animales22. La mayoría de los recién nacidos y fetos eran aparentemente vicuñas, lo que hace pensar que esta especie haya sido responsable de la evolución de las alpacas; es más, los incisivos de este último animal se parecen más a los de la vicuña que a los de la llama y el guanaco23.

Si bien la domesticación temprana de la alpaca en Junín es probable, lo que todavía no está claro es cómo se domes-ticaron las llamas. Las evidencias provenientes de Chile y Argen-tina sugieren que los guanacos posiblemente fueron domestica-dos a más tardar alrededor de 5000 a.C.24. A partir de esto emerge un cuadro evolutivo complejo, que se inició con la caza de venados y camélidos en el Holoceno Temprano, a lo que siguió la especia-lización que culminó con la domesticación. Los camélidos domes-ticados estaban siendo pastoreados ya en el Arcaico Tardío, pero la variedad silvestre seguía siendo cazada.

Sin embargo, debemos ver este desarrollo en el con-texto de otras estrategias de subsistencia. Aquí es de particular importancia el cuy (Cavia porcellus), cuya forma silvestre —Cavia tschudi— aún existe en diversas partes de la sierra. El cuy es pequeño y por lo tanto no proporciona mucha carne. De otro lado es extremadamente fértil y vive principalmente en las casas o cerca de ellas, donde pueden alimentarse con la basura doméstica, de modo que el cuy es un animal doméstico también en un sentido literal. Además el cuy fue domesticado una vez que las poblaciones humanas se habían vuelto bastante sedentarias, lo que en la cuenca de Ayacucho, al menos, parece haber ocurrido

Fig. 58El Bosque de Piedra, Junín

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teriores (la incaica inclusive), es del todo posible que en el periodo Arcaico también haya habido alguna forma de ritual.

El futuro

Los datos disponibles con los que se hace posible evaluar los pro-cesos culturales del periodo Arcaico en la sierra peruana aún distan de estar completos. Hasta ahora solamente se han investi-gado unos cuantos sitios de este periodo en esta zona geográfica enorme y sumamente compleja, mientras que ciertas áreas algo marginales, como la puna, recibieron una atención despropor-cionada. Los pocos sitios documentados con los que contamos fueron excavados principalmente en las décadas de 1970 y 1980, y la forma en que se interpretaron los hallazgos nos brindó una imagen restringida de unos cazadores-recolectores primitivos, los cuales evolucionaron de modo más o menos pasivo hasta conver-tirse en sociedades más complejas hacia finales del periodo Arcai-co. Esta figura, sin embargo, que probablemente tuvo como base al Paleolítico del Viejo Mundo, es poco compatible con el conoci-miento reconocidamente fragmentario que hoy tenemos. Por ello es tiempo de que usemos las técnicas, métodos y teorías moder-nas empleadas por los prehistoriadores internacionales (que sólo pudieron trabajar en el Perú brevemente). Incluso ahora parece más probable que en el Arcaico Temprano (8000-6000 a.C.) hu-biese un espectro más grande y más variado de estrategias eco-nómicas basadas tanto en la apropiación como en la producción, el que se habría vuelto aun más pronunciado en el Arcaico Medio (6000-5000 a.C.), y que dichas estrategias hayan estado no sólo interconectadas entre sí, sino que además hayan involucrado también el uso de las regiones de la costa. Parece por ende suma-mente probable que el periodo Arcaico de la sierra efectivamente haya contribuido al surgimiento de estructuras sociales comple-jas y de la arquitectura monumental [véase cap. 3.2]. Por ello, en el futuro nuestra tarea debiera ser echar más luz sobre el importante papel que la sierra de los Andes Centrales tuvo durante este periodo.

tienen con su pasado y su medio ambiente, así como la imagen que tienen de sí mismos, según se expresa en el trato que dan a los muertos, en el arte y en la religión. Esto sin duda se debe ya sea a la idea de que los cazadores y recolectores eran incapaces de tener tales formas de autoexpresión, o bien a la ausencia de toda evidencia de ellas entre los restos materiales.

Los cazadores de camélidos más recientes en áreas remotas, como los Selknam de Tierra del Fuego, tenían una rica vida ceremonial en cuyo centro se encontraba la iniciación de los jóvenes varones25. Los grupos permanecían juntos durante lapsos de hasta dos años como parte de este rito de iniciación, en cuyo transcurso cazaban, recolectaban y preparaban su comida juntos, además de participar en el ciclo acostumbrado de ceremonias. Ellos se congregaban en una gran estructura redonda sostenida por postes, a los cuales se pintó y ubicó de modo tal que represen-taban un microcosmos. Los hombres se pintaban con coloridos motivos decorativos y usaban máscaras que simbolizaban los es-píritus del mundo Selknam. Esta personificación de sus mitos de origen permitía que los iniciados se pudieran identificar como conocedores de secretos y por lo tanto como miembros sociales completos y como hombres26.

Si bien quizá sería erróneo considerar este ejemplo como directamente análogo con las sociedades del periodo Arcai-co de los Andes Centrales, podría ilustrar cómo incluso en las regiones remotas de Sudamérica, los cazadores pudieron tener una vida espiritual más compleja de lo que antes se había asumi-do. De ser efectivamente así, sociedades con acceso a recursos mucho más ricos y más variados ciertamente se habrían encon-trado mucho mejor posicionadas para crear sus propias visiones del cosmos en una forma tangible.

Si aplicamos estas hipótesis a la región de Junín, po-demos hacer varias observaciones probablemente significativas. El lago Junín [fig. 57], que según la documentación de la época colonial era el lugar en donde los camélidos se originaron, es grande y debe haber desempeñado un papel importante en la configuración del paisaje desde el periodo Arcaico. Al este hay picos cubiertos por glaciares y al oeste se encuentran las extra-ñas formaciones rocosas del “bosque de piedra” [fig. 58]. En estas formaciones se han encontrado muchos sitios de arte rupestre que obviamente datan de varias épocas distintas, pero probable-mente tuvieron una importancia especial en el Arcaico. En uno de estos sitios, al que se conoce como Pampacancha, se hizo un cateo que arrojó puntas foliáceas correspondientes al periodo Arcaico Medio (6000-5000 a.C.)27. Frecuentemente se encuentra ocre y otros pigmentos minerales en el piso de los sitios del Arcaico de la región de Junín, especialmente a partir del Arcaico Medio. No está claro para qué se les usaba, pero la pintura corporal, el arte rupestre o el pintado de objetos y paredes de las chozas son todos posibles. Dado que los animales, y especialmente los camélidos —un motivo frecuente en el arte rupestre— tuvieron un papel importante en los rituales de las antiguas culturas peruanas pos-

3.2

LA DIVERSIDAD Y VITALIDADDE LOS CENTROS CEREMONIALES TEMPRANOS EN LA SIERRA NORTE

Yoshio Onuki

Si bien hay evidencias de un notable desarrollo en las regiones de la costa central y costa norte, especialmente en el transcurso del Formativo Inicial (3500-1700 a.C.) [véanse caps. 2.1 y 2.5], muy poco se conoce acerca de complejos comparables en la sierra adya-cente. Pese a ello, durante el Formativo Temprano y Medio (1700-800 a.C.) hubo varios desarrollos en otras regiones de la sierra, que se reflejan tanto en los hallazgos de cerámica como en los restos arquitectónicos. En este capítulo presentaremos la historia de dos de estas regiones.

La primera de ellas es la sierra norcentral, un espacio definido por la sección alta del río Huallaga, el río Marañón y el Callejón de Huaylas, y que colinda con la región de la costa nor-central, donde se dio el desarrollo temprano de los centros cere-moniales. Fue aquí, en la sierra norcentral, donde se hallaron al-gunos de los centros ceremoniales más antiguos de la sierra. Uno de ellos —Kotosh— tuvo un papel clave en la historia de las in-vestigaciones de la región, y por ello se describirá aquí en detalle.

La segunda región que proponemos examinar es la de Cajamarca, en la sierra norte, donde las formas de vida sedenta-ria y las estructuras ceremoniales surgieron después. Por ser de gran importancia, prestaremos atención especial al complejo del templo de Kuntur Wasi.

Las primeras estructuras ceremoniales en la sierra norcentral

Cómo las excavaciones en Kotosh cambiaron la arqueo­logía andina El sitio arqueológico de Kotosh está situado a una altura de 1950 metros por encima del nivel del mar, a unos cinco kilómetros al oeste de la ciudad de Huánuco, en la margen meri-dional del río Higueras, un tributario del Huallaga [fig. 59]. El valle es tan angosto y sus lados tan empinados que la tierra no puede usarse para la agricultura. Las únicas áreas de cultivo aquí se encuentran en el piso del valle, como por ejemplo alrede-dor de Kotosh.

Julio C. Tello había advertido, ya en los años treinta, la importancia que este sitio tenía para el desarrollo de Chavín de Huántar. Sin embargo, no fue sino hasta 1960 cuando se llevaron a cabo las primeras excavaciones sistemáticas en Kotosh, bajo la dirección de Seiichi Izumi, de la Universidad de Tokio. Las excavaciones realizadas en 1960, 1963 y 1966 permi-tieron a Izumi desarrollar una cronología claramente definida del periodo Formativo, basada no solo en las observaciones estra-tigráficas sino también en el análisis de la cerámica y de otros artefactos1. El periodo que ahora se conoce como la fase Kotosh Mito (2500-1700 a.C.) tal vez precedió al uso de la cerámica, pero durante ella ciertamente se erigieron elaboradas estructuras ce-remoniales. El descubrimiento de que este tipo de arquitectura antecedió al uso más temprano de la cerámica constituyó un im-portante punto de quiebre en la década de 1960, puesto que hasta entonces los arqueólogos habían seguido el modelo de desarrollo

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El templo del Formativo Inicial en Kotosh Comencemos con las estructuras ceremoniales precerámicas. La estructura más representativa de la fase Kotosh Mito es el Templo de las Manos Cruzadas [véase cap. 4.2], descubierto en 1960 y excavado ínte-gramente en 19632. El templo es una habitación cuadrada con paredes laterales de 9 m de largo y 2 m de alto. Cada una de sus cuatro paredes mira hacia uno de los cuatro puntos cardinales y la única entrada se halla en el lado sur. La construcción del piso en dos niveles comprende un pericausto hundido con otro levan-tado que le rodea3. Dos ductos de ventilación corren debajo del piso. La entrada a uno de ellos se encuentra en el muro de con-tención norte, que sostiene la plataforma del templo. Tanto el in-terior como el exterior de las cuatro paredes y el piso estuvieron cubiertos con un fino enlucido de barro de color blanco-crema, en tanto que la cara externa de las paredes fue pintada de rojo.

En todas las paredes del templo se ven nichos de di-versos tamaños dispuestos simétricamente, y en el muro norte hay dos relieves en forma de manos cruzadas [fig. 60]. Vistos desde la entrada, la mano derecha del relieve ubicado a la iz-quierda está cruzada sobre la mano izquierda, mientras que esta mano en el relieve a la derecha esta cruzada sobre su respectiva mano derecha. Las manos del relieve ubicado a la izquierda son más voluminosas que las de la derecha. El tamaño del edificio, la existencia de los relieves y la elaborada técnica indican clara-mente que esta no era una simple estructura residencial y que debe más bien haber sido una construcción excepcional usada en rituales o ceremonias, razón por la cual se le atribuye el nombre al templo.

El “Templo de los Nichitos”, la mitad del cual fue des-truido por una construcción posterior, fue erigido directamente encima del Templo de las Manos Cruzadas. La mitad subsistente del “Templo de los Nichitos” permitió a los arqueólogos examinar un corte de la estructura y del fogón en perfil, y una meticulosa excavación produjo bastante información acerca del inusual pro-ceso de construcción. El primer paso fue cubrir al “Templo de las Manos Cruzadas” con arena y grava; el cuidado excepcional que se tuvo durante este proceso hizo parecer que el templo antiguo estaba siendo enterrado simbólicamente. A continuación se apiló tierra sobre la grava para formar la base del piso del templo, donde se colocaron un fogón y unos ductos; luego se encendió el fogón y se tomó una gran cantidad de cenizas de él, las que fueron dispersadas sobre toda la superficie antes de añadirle una capa de tierra roja encima; por último se construyeron el piso de dos niveles y las cuatro paredes, quedando así completado el templo. Podemos ver el mismo proceso de construcción en otros templos de la fase Kotosh Mito, lo que hizo que asumiéramos que la cons-trucción de un templo iba acompañada por actividades rituales en las cuales un gran número de personas debe haber participado.

Al norte de estas dos estructuras hay una terraza sobre la cual se construyeron templos adicionales. También hay edificios cuadrados independientes, sobre los cuales en algún mo-

según el cual el inicio de una sociedad compleja y organizada estaba marcado por la introducción de la alfarería. Pero, tras el descubrimiento de las estructuras ceremoniales tempranas en Kotosh, pronto quedó en claro que semejante forma de desarrollo social debía haber tenido lugar incluso antes de la introducción de la cerámica y de la agricultura avanzada.

El equipo japonés realizó otro descubrimiento impor-tante al encontrar tiestos en capas arqueológicas definitivamen-te más antiguas que la que databa de 700 a 200 a.C., la capa que contenía cerámica de estilo Chavín, considerada entonces la más antigua. Esta cerámica provenía de las fases Kotosh Wairajirca (1700-1200 a.C.) y Kotosh Kotosh (1200-700 a.C.). Esto permitió a los investigadores rechazar la postura predominante, según la cual la alfarería chavín venía a ser el ejemplo más antiguo de cerámica fina en la región andina.

Los hallazgos realizados en Kotosh probaron por pri-mera vez que el desarrollo de sociedades claramente organizadas en la región central andina no se habría iniciado con el uso de la cerámica. Esta, en efecto, no fue introducida aquí sino hasta una fecha muy posterior (ca. 1700 a.C.), en tanto que las primeras estructuras ceremoniales probaban que los cambios culturales fundamentales se produjeron mucho antes. Esto llevó a una serie de cambios en la terminología cronológica usada para reconstruir la historia cultural de los Andes Centrales, que se describe a con-tinuación: hasta entonces, casi todos los arqueólogos habían pen-sado que la transición del Arcaico al Formativo podía definirse con la introducción de la cerámica (ca. 1700 a.C.). La nueva ter-minología presentada en esta publicación data la división entre los periodos Arcaico y Formativo con la aparición de las primeras estructuras monumentales (que en la costa pueden ser fechadas ca. 3500 a.C. [véase cap. 2]). Según esta nueva terminología, la fase precerámica Kotosh Mito es parte del Formativo y no del Arcaico. Por lo tanto, la nueva cronología de las fases de Kotosh es como sigue:

Fase Fechado absoluto

Kotosh Mito

(Formativo Inicial tardío) 2500-1700 a.C.

Kotosh Wairajirca

(Formativo Temprano) 1700-1200 a.C.

Kotosh Kotosh

(Formativo Medio) 1200-700 a.C.

Kotosh Chavín

(Formativo Tardío y Final) 700-200 a.C.

Kotosh Sajarapatac

(Comienzo del Intermedio Temprano) 200-50 a.C.

Fig. 59Principales sitios arqueológicos de la región del río Huánuco

Kotosh•Shillacoto•

•Santa María del Valle

•Wairajirca

RÍO H

UALLAGA

RÍO HIGUERAS

Huánuco•

•La Esperanza

Churumbamba•

Sajarapatac•

Cayran•

RÍO

HU

AL

LA

GA

•Tomaykichua

Ambo•

•Tambogan

•Huánuco

•Lima

•Cajamarca

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La arqueología de la sierraCHAVÍN 117116

Fig. 60Relieve de las Manos Cruzadas de Kotosh

Fig. 61Tazón con cinco caras grafitadas sobre rojo procedente de Kotosh

Fig. 62Sitios arqueológicos en las cuencas de los ríos Jequetepeque y Cajamarca

Fig. 63Cerro de Kuntur Wasi

Otros templos contemporáneos A lo largo del río Huallaga hay una serie de sitios con estructuras de templos que también datan de la fase precerámica de Kotosh Mito, como Shillacoto, Jancao, Warampayloma y Wairajirca. En Shillacoto, al igual que en Kotosh, se descubrieron dos grandes estructuras de templos, una encima de la otra. Los templos excavados en Wairajirca, a unos treinta y cinco kilómetros al este de Kotosh, son más peque-ños. Todos estos templos tienen la misma construcción de pisos de dos niveles, fogones centrales y ductos de ventilación debajo del piso. Todos fueron construidos durante el mismo periodo, es-taban ubicados dentro de un radio de más o menos 5 km y mues-tran huellas inequívocas de la renovación del templo4.

mento se levantaron otros templos. La entrada está en el lado norte que mira al río. El Templo Blanco, el más antiguo encontra-do hasta ahora en Kotosh, fue desenterrado en la capa más pro-funda de la excavación. Podemos, por lo tanto, identificar tres subfases para los templos de la fase Mito: (1) el Templo Blanco; (2) el Templo de las Manos Cruzadas; (3) el Templo de los Nichi-tos. Durante cada una de estas subfases se erigió una terraza de tres niveles con escalinata, y tanto las terrazas más antiguas como los templos mismos quedaron inutilizados al cubrírseles para ceder su lugar a las nuevas estructuras. Aquí vemos la na-turaleza ritual del hábito de la renovación del templo.

Unos cuantos artefactos desenterrados en el contexto de la fase Kotosh Mito nos permiten extraer ciertas conclusiones con respecto a la forma de vida de la comunidad. Las puntas de proyectil en forma de hoja de sauce son muy parecidas a las que fueron usadas por los cazadores del Altiplano (la llanura elevada que se extiende entre las dos cordilleras en Perú y Bolivia) a partir de 8000 a.C., y se hallaron dos flautas de hueso del mismo tipo de las encontradas en Caral, en la costa central. También se hallaron piedras y huesos convertidos en agujas o joyas, así como manos de moler y hojas de hachas. En las cenizas esparcidas afuera de los templos se descubrieron unas cuantas semillas car-bonizadas, y aunque no se las ha analizado, parecería tratarse de semillas de maíz, frijoles y palta. La mayoría de los huesos de mamífero son de venado y de cuy, y vale la pena señalar que los huesos de camélido son escasos o no existen.

•Limoncarro

•Puémape

Polvorín• Lechuzas•

•Huaca Brava

Kuntur Wasi• •Cerro Blanco•San Pablo

•La Bomba

Montegrande Las Huacas

•Tembladera

•Pacasmayo

•Chilete

•Magdalena

•Cajamarca•HuacalomaLayzón•

RÍO JEQUETEPEQUE

CUENCA DE CAJAMARCAOCÉANOPACÍFICO

•Cajamarca

•Lima

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Fig. 64 a y bTemplo de la fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.). Reconstrucción y fotografía de la escalinata central

Norte

A-TM 3

A-TM 2A-TM 1

A-TM 4

B-TM 1

moler y los artefactos de hueso, especialmente las flautas, es poco lo que se sabe del intercambio, tanto social como cultural, que tuvo lugar entre ellas. Las flautas muy probablemente fueron usadas en un contexto ritual. Cuando hablamos de intercambio, nuestra evaluación debe incluir también los vastos ambientes del Altiplano o la puna, como la Pampa de Junín, donde los primeros cazadores y recolectores andinos preferían vivir, y donde se do-mesticó primero a los camélidos [véase cap. 3.1]. Resulta, en todo caso, sorprendente que apenas si haya evidencia alguna de carac-terísticas arqueológicas compartidas entre las comunidades con centros ceremoniales y templos, y los grupos de cazadores reco-lectores de la puna. Esta observación hizo que nos preguntára-mos de dónde provenían las culturas del Formativo Inicial de la costa y la sierra central, o cómo fue que aparecieron por vez pri-mera, y qué sucedió con los tempranos cazadores y recolectores de la región de la puna.

Pero más allá de la cuestión del origen queda, sin em-bargo, otro misterio por resolver: ¿por qué llegaron estas culturas a su fin? Los centros más grandes y más pequeños de la costa y la sierra fueron abandonados casi simultáneamente hacia 1700 a.C., pero no hay absolutamente ninguna señal de que hayan tenido un final violento debido a algún desastre natural, una in-vasión o una guerra. En otras palabras, todavía hay varias pre-guntas sin responder en lo que concierne al desarrollo cultural que tuvo lugar durante el Formativo Inicial, y que aún requieren de más investigaciones.

El desarrollo en el alto río Huallaga a partir del Formativo Temprano Los centros ceremoniales como Kotosh y Shillacoto quedaron abandonados al inicio del Formativo Temprano (1700-1200 a.C.). Las casas levantadas encima de las ruinas de la fase de construcción previa no son de naturaleza pública ni ceremo-nial, y es más probable que hayan sido viviendas. Pero en Shilla-coto se construyó una tumba inusual directamente encima del fogón del templo anterior. Por afuera parece ser un altar elevado, mientras que la cámara funeraria interna, que mide 3,7 x 2 m, estuvo pintada de rojo y blanco. Dentro de la cámara los arqueólo-gos encontraron los restos de siete personas enterradas junto con vasijas de cerámica, hachas de piedra y un espejo de antracita. La cerámica pertenece a la fase Kotosh Wairajirca (1700-1200 a.C.).

El estilo Wairajirca representa la fase cerámica más antigua en la región de la cuenca del alto Huallaga. Las formas primarias son el cántaro sin cuello, la taza de lados ligeramente arqueados, el tazón hemisférico y la taza triangular, una forma especialmente característica. La mayoría de estos artículos fueron decorados con motivos geométricos incisos y se les pintó de rojo, blanco y/o amarillo después de la cocción. Salvo por la tumba de Shillacoto, no hay evidencia alguna de una estructura arqui-tectónica inusual. El patrón de distribución de los asentamientos corresponde al de la fase Mito (2500-1700 a.C.), y es posible que si bien la gente siguió viviendo en los mismos lugares, los actos

Otro sitio con templos similares es Piruro, que se en-cuentra en la orilla derecha del alto Marañón, a 3800 metros sobre el nivel del mar. Aquí también encontramos una construc-ción con un piso de dos niveles, fogón central y paredes y pisos cubiertos con un fino enlucido de barro. Este templo difiere en su forma de los de la cuenca alta del Huallaga, pues es cuadrado con esquinas redondeadas5.

En Huaricoto, sobre el curso superior del río Santa (en el Callejón de Huaylas), se halló la misma combinación de cons-trucciones con pisos de dos niveles y un fogón. Este descubri-miento, que yacía debajo de una capa arqueológica con cerámica temprana, ciertamente se remonta al Formativo Inicial (2500-1700 a.C.)6.

Trasladándonos hacia la costa a lo largo del río Santa llegamos al sitio de La Galgada, en la orilla izquierda del río Ta-blachaca, que desemboca en el Santa. Este imponente cerro con numerosas estructuras de templos construidos uno encima del otro, y que datan del Formativo Inicial (2500-1700 a.C.), se alza a 1000 metros por encima del nivel del mar. Los templos constan de habitaciones separadas con pequeños anexos. Son de forma rectangular, pero con las esquinas redondeadas. Aquí también encontramos pisos de dos niveles con fogones centrales, y nichos cuidadosamente elaborados en las paredes internas. Todas las estructuras de templos estaban decoradas con un enlucido de fino barro de color perla-blanco. Una característica inusual de los templos de La Galgada es su uso secundario como cámaras fune-rarias, las cuales fueron por lo demás rellenadas al cubrirse los templos originales para abrir paso a nuevas estructuras7.

En suma, podemos identificar dos tradiciones cultura-les diferentes que se desarrollaron en las regiones de la costa y de la sierra durante el Formativo Inicial. En la sierra norcentral, desde el río Santa hasta el Huallaga, hubo una tradición de tem-plos cuadrados, pisos de dos niveles con fogones, ductos de venti-lación y nichos en las paredes. Estas características, compartidas por numerosos sitios, hicieron que Burger propusiera lo que él llama “la tradición religiosa Kotosh”8. Los asentamientos fueron situados aproximadamente cada cinco kilómetros en la cuenca alta del río Huallaga, y cada una de estas comunidades tenía su propio templo. Esto nos permite plantear la hipótesis de que estas comunidades formaban las unidades básicas de la vida co-tidiana y llevaban a cabo sus actividades rituales en sus propios templos, pero ciertamente es concebible que se hayan hecho visi-tas ocasionales entre sí. Aunque todos estos sitios comparten ciertas características de la tradición religiosa Kotosh, las dife-rencias entre los grupos que tenían su centro alrededor del alto Huallaga y el grupo piruro, que lo tenía en el alto Marañón, prue-ban que no hubo una cultura y una sociedad homogéneas en la región comprendida entre el río Santa y el Huallaga.

Pese a que las sociedades de la región de la costa cen-tral y de la sierra adyacente comparten ciertas características en común, como la forma de sus puntas de proyectil, sus manos de

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Fig. 65Tumba A-TM 1, Kuntur Wasi

Fig. 66Tumba B-TM 1, Kuntur Wasi

la nueva preferencia por la construcción sobre tierra virgen, los complejos de templos en forma de U y la introducción de caméli-dos domesticados, son todos claros indicadores de cambios cultu-rales de gran alcance en la cuenca alta del Huallaga, que pueden remontarse hasta la influencia de Chavín de Huántar. Aunque no sabemos si las estructuras en Kotosh estuvieron también dis-puestas en forma de U durante esta fase, la arquitectura es nota-ble por el cuidado con que se la construyó, así como por el uso de un fino trabajo en piedra. Parecería que Kotosh fue el centro de la región en este periodo, o al menos su asentamiento más impor-tante. Sin embargo, aquí es importante subrayar que en la cuenca del Huallaga todavía no se ha encontrado ninguna escultura en piedra de estilo Chavín. Se sigue que, si bien Kotosh tal vez fue un centro del sistema religioso chavín, muy probablemente tuvo una importancia secundaria.

La población comenzó a crecer luego del advenimiento de la influencia chavín, y en la fase subsiguiente de Kotosh Saja-rapatac, los asentamientos de la cuenca del Huallaga incremen-taron su número y tamaño. La arquitectura ceremonial desapa-reció y la jerarquía de los asentamientos se disolvió. En términos alfareros vemos la reaparición de algunos elementos de estilos prechavín, como la taza de silueta compuesta y las vasijas con engobe rojo. Un nuevo rasgo es el estilo blanco sobre rojo. Aparen-temente debe haber habido contactos con los habitantes del Ca-llejón de Huaylas durante la fase Kotosh Sajarapatac. Se halló gran cantidad de ceramios de estilo Kotosh Sajarapatac en el sitio de San Blas, cerca de Cerro de Pasco en la Pampa de Junín, lo que indica que las comunidades de esta fase dominaron la región que se extiende entre esta pampa y la cuenca del alto Huallaga, y usaron los diversos recursos encontrados en las mon-tañas a distintas alturas. Pero ningún asentamiento parece haber sido más importante que los demás, y los habitantes tam-poco se sometieron a una autoridad. En efecto, parecería como si las comunidades de asentamientos más o menos independientes hubiesen existido la una al lado de la otra dentro del marco de una tradición cultural compartida.

El desarrollo en la sierra de Cajamarca durante el Formativo

Las primeras comunidades sedentarias (1700­1200 a.C.) Las primeras comunidades sedentarias de base agrícola se esta-blecieron hacia 1700 a.C. en la región que se extiende desde la sierra de Cajamarca hasta el valle del Jequetepeque. Este desa-rrollo se vio acompañado por el surgimiento de una tradición al-farera que también ha sido encontrada en la sierra cerca de Pan-danche, Huacaloma y Cerro Blanco, así como en el valle medio del Jequetepeque cerca de La Bomba, Las Huacas, Montegrande y Polvorín. Las dos formas más características de esta tradición son los cántaros sin cuello de paredes delgadas y las tazas de si-lueta compuesta10, en tanto que las líneas incisas agudas y las

ceremoniales antes realizados en las estructuras de los templos se descontinuaron y los mismos templos fueron abandonados. El uso de las grandes ollas indica que la yuca, el tubérculo más común en la Sudamérica tropical, fue cultivada como alimento. Venados y cuyes domesticados suministraban la proteína animal.

Tampoco hubo una arquitectura ceremonial especial en la subsiguiente fase Kotosh Kotosh (1200-700 a.C.), aun cuando la distribución de los sitios a lo largo del alto Huallaga es la misma que en las fases anteriores, ni tampoco hay indicios de algún cambio de habitantes. Pero la cerámica decorada cambió dramáticamente durante este periodo de transición. Las incisio-nes en la alfarería Kotosh Kotosh son más amplias y más pare-jas, y después de la cocción se pintó con grafito el fondo que tenía un engobe rojo [fig. 61]. En este periodo se introdujeron vasijas con formas más complejas y las tazas con alas unidas a su lado. La cerámica en forma de botella apareció por vez primera en la fase Kotosh Kotosh, y un ejemplar —una botella de cuello largo— fue hallado con una mazorca de maíz incisa. En Shillacoto se des-cubrió un artefacto de hueso de estilo Chavín.

Según los fechados radiocarbónicos calibrados más re-cientes, la mayoría de los asentamientos de la fase Kotosh Kotosh quedaron abandonados repentina y simultáneamente alrededor de 700 a.C. Una excepción fue Kotosh mismo, donde se destruyó el edificio y sobre las ruinas se levantó una nueva plataforma de piedras labradas. La cerámica de este sitio es sumamente distin-ta de la de fases anteriores. Muchos ceramios lucen un acabado negro pulido brillante, hay nuevas formas tales como la botella de asa estribo y una taza de base plana, y una decoración figura-tiva incisa o impresa. Este estilo alfarero definitivamente tuvo su origen en Chavín de Huántar, razón por la cual se conoce a esta fase como Kotosh Chavín. Los rasgos característicos que definen a este estilo coinciden con los de las fases Chakinani y Janaba-rriu, y los fechados radiocarbónicos también coinciden9.

La introducción de cerámica decorada de Chavín de Huántar coincidió con una gran transformación en los patrones de asentamiento y en la religión. En estos asentamientos la nueva cultura ya no se esforzó por conservar la continuidad de los de la fase Kotosh Mito, y hubo más casos de edificios levanta-dos sobre suelo virgen. Los asentamientos de Shillacoto, Waira-jirca y otros más fueron abandonados. En Kotosh, sin embargo, se construyó una plataforma con una escalinata abierta y una única gran habitación, en donde se hallaron los restos del entierro de un niño debajo del piso. Este complejo de edificios también inclu-ye un canal subterráneo y habitaciones más pequeñas, a las que se aplicó un enlucido. Dos nuevos asentamientos fueron levanta-dos en tierra virgen —Paucarbamba y Sajarapatac—, pero son mucho más pequeños y de construcción más simple que Kotosh, a pesar de que la plataforma de Paucarbamba sí tiene una planta en forma de U.

Las nuevas formas de los ceramios, el abandono de la continuidad que había estado presente desde la fase Kotosh Mito,

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Durante la fase Huacaloma Tardío (900-550 a.C.), Huacaloma se convirtió en un poderoso centro ceremonial con tres plataformas dispuestas en forma de U alrededor de una gran plaza rectangular. Todo el complejo abarca una extensión de siete hectáreas. La plataforma que comprende el brazo meridional del grupo mide 130 x 115 m y probablemente tuvo originalmente entre 8 y 9 m de altura. Las excavaciones revelaron un gran número de relieves y de fragmentos de murales, lo que nos hace pensar que muchos de los edificios fueron decorados con coloridos motivos de jaguares, serpientes y otros reptiles. A partir de los resultados alcanzados durante cinco temporadas de excavación, los investigadores lograron reconstruir la historia de la edifica-ción del complejo. Descubrieron que el complejo fue ampliado continuamente a lo largo de tres subfases de remodelación, cada una de las cuales requirió de una mayor organización y coordina-ción que la anterior. Podemos asumir que estos desarrollos fueron de la mano con el crecimiento de la población y una creciente producción agrícola, y que todos estos cambios quedan corrobora-dos por formas cada vez más intrincadas de expresión artística.

El templo de Layzón fue construido durante la fase Huacaloma Tardío encima de la montaña de 3100 m de altura del mismo nombre, que domina a todo el valle de Cajamarca11. El templo descansa sobre una toba aterrazada pero no sabemos cómo era el edificio en la terraza más alta, puesto que encima de él se levantó una gran plataforma durante la fase Layzón (250-50 a.C.). En las inmediaciones de las escalinatas talladas en la roca hay tres rocas esculpidas para simular figuras en cuclillas, una de las cuales sostiene una copa con sus dos manos. Desde Layzón se puede ver otro cerro aterrazado. Este es Aguatapada, muy probablemente otro complejo ceremonial construido duran-te el mismo periodo.

La distribución de los sitios de la fase Huacaloma Tardío (900-550 a.C.) indica que fueron erigidos encima de la fase anterior, y que se les amplió en cada renovación junto con las zonas residenciales. Esto quiere decir que cada asentamiento tuvo su propio templo, pero Huacaloma mismo parecería haber sido el centro más grande. Durante este periodo también se eri-gieron los sitios de Layzón y Aguatapada, cuyas vistas domina-ban los asentamientos en el distante piso del valle.

Afuera de la cuenca de Cajamarca hubo dos sitios con grandes templos: Kuntur Wasi y Pacopampa [cat. no. 10]. Paco-pampa es un centro ceremonial en la sierra de Cajamarca. La mayor parte del templo fue destruida durante las fases finales de construcción, pero las dimensiones de los restos y la distribución de los hallazgos indican que debe haber sido un centro importan-te, con una esfera de influencia que se extendía hacia los valles y las montañas de la región. Excavaciones recientes contribuyeron a definir la fase Pacopampa I (1200-800 a.C.), cuya cerámica muestra las características típicas de la fase Huacaloma Tardío, así como del estilo Tembladera.

aplicaciones son técnicas de decoración típicas. La botella es su-mamente escasa y las pocas que se han hallado tienen un pico largo y recto, y en algunos casos un cuerpo con perfil escalonado.

En Pampa de las Hamacas, sobre la orilla derecha del río Jequetepeque, cerca de la laguna de Gallito Ciego, hay nume-rosos sitios con asentamientos y templos, los más grandes de los cuales son Montegrande y Las Huacas. Todos estos sitios tienen estructuras ceremoniales con plataformas elevadas y plazas. Las paredes fueron construidas con grandes piedras cubiertas cuida-dosamente con un fino enlucido de barro. Los edificios residencia-les se alzan sobre terrazas hechas por el hombre y dispuestas alrededor de las estructuras ceremoniales. Algunos de los centros fueron abandonados con el paso del tiempo, en tanto otros fueron reconstruidos en las cercanías. Otros más quedaron en pie y oca-sionalmente volvieron a ser reparados y reutilizados. En algunos de los ceramios encontrados en estos sitios se hallaron restos de yuca y de maíz.

También hubo comunidades sedentarias tempranas sobre una cadena de cerros en Cerro Blanco, cerca del actual pueblo de San Pablo, que posteriormente se dispersaron hacia el valle de Cajamarca en las montañas, donde se establecieron cen-tros como Huacaloma, Santa Apolonia, Kolguitín, Chondorco y otros más. En Huacaloma los arqueólogos excavaron una habita-ción que parece haber sido usada con fines ceremoniales. El piso y las paredes estaban cubiertas con un enlucido de barro fino de color crema, y en un fogón circular se descubrieron restos fuerte-mente carbonizados. También se descubrieron viviendas simples a cierta distancia de esta habitación. Las viviendas fueron remo-deladas una después de la otra, superponiéndose a las más anti-guas, y es interesante señalar que debajo de cada piso se halló una capa de cenizas.

El florecimiento de los centros ceremoniales (1200­800 a.C.) Los centros en Pampa de las Hamacas, en el valle de Jeque-tepeque [fig. 62], fueron enterrados hacia 1200 a.C. para abrirle paso a nuevas estructuras. El templo en el valle de Cajamarca, que se remonta hasta la temprana fase Huacaloma (1200-900 a.C.), fue cubierto con una gruesa capa de tierra y encima se erigió una plataforma alta para un nuevo templo. Estos cambios estructurales trajeron consigo un nuevo estilo alfarero cuyas ca-racterísticas típicas incluyen las botellas de asa estribo, los cán-taros con figuras antropomorfas y zoomorfas y decoraciones pin-tadas con blanco, rojo, amarillo y azul verdoso post-cocción; también se encuentra pintado con grafito sobre una superficie con engobe rojo. Esta cerámica de estilo Huacaloma Tardío se encuentra bien establecida tanto en la sierra norte de Cajamarca como en el valle medio del Jequetepeque. Las piezas más hermo-sas fueron excavadas ilegalmente en la zona de Tembladera, pero las excavaciones oficiales realizadas en Pacopampa y Huacaloma también dieron a conocer una amplia gama de vasijas (cerámica Tembladera [véase, por ejemplo, cat. no. 20]).

Fig. 67Complejo del templo de Kuntur Wasi. Reconstrucción del templo durante la fase Copa (550-250 a.C.)

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Tumba A­TM 2 Esta tumba de pozo contiene un esqueleto con-siderablemente dañado; los fragmentos del cráneo indican que la persona enterrada aquí era un varón de avanzada edad. Los bienes funerarios incluían una corona de oro repujada con cinco caras estilizadas de jaguar [fig. 69], un par de pendientes de oreja rectangulares de oro, cada uno con la imagen reflejada de un jaguar con colmillos y de perfil [cat. nos. 72 y 73], una máscara bucal elaborada con una lámina de oro martillado con un patrón repujado [cat. no. 71], una máscara bucal adicional que represen-ta una criatura de felino que coge dos figuras antropomorfas más pequeñas mostradas de perfil [cat. no. 70], una copa de cerámica negra [fig. 77] con un asa fijada verticalmente, decorada con inci-siones y toques de pintura roja y blanca aplicada después de la cocción, pequeñas piedras que servían como joyas [cat. nos. 74-76] y otros fragmentos de cerámica.

Tumba A­TM 3 Esta tumba contenía los restos de un hombre de entre treinta y cuarenta años. Los bienes funerarios incluían un par de aretes de oro, una botella negra de asa estribo con decora-ción incisa, una compotera y dos cuentas de crisocola.

Tumba A­TM 4 En esta tumba se descubrieron los restos de una mujer anciana. El estado de los huesos al momento de la excava-ción era sumamente pobre. Se recuperaron los siguientes bienes funerarios: un gran número de cuentas decorativas hechas con conchas de Spondylus, crisocola, sodalita y otras piedras y con-chas; un pendiente pequeño de oro en forma de cono; placas pequeñas de oro en forma de aves; una pequeña vasija de riolita decorada con un rostro humano; y una botella de cerámica negra de asa estribo.

Tumba A­TM 5 Esta fue la tumba de un anciano. La perforación en el lado izquierdo del cráneo muy probablemente se debió a un fuerte golpe. No había huellas de cinabrio en esta tumba y no se cavó un pozo funerario. El difunto fue enterrado, no en una tumba de pozo sino en un agujero abierto y poco profundo. Los bienes mortuorios incluían veintisiete cuentas de hueso y con-chas, un disco hecho con el hueso de un mamífero y dos discos de cobre. Resulta interesante que en la tumba no se descubriera nada de cerámica, oro o cinabrio.

Tumba B­TM 1 [fig. 66] Esta tumba fue instalada debajo del piso de una plataforma ubicada al noreste de la plataforma cen-tral. Ella consta de un pozo cilíndrico con una cámara lateral. La persona enterrada era un hombre de unos cuarenta años. Se le sepultó fuertemente acurrucado, muy probablemente porque el bajo techo de la cámara no permitía que el fardo funerario fuera colocado en posición erguida. Entre los artefactos descubiertos en la tumba había los siguientes: una corona de oro con doce placas colgantes decoradas con cabezas de jaguar de perfil [cat. no. 78], un par de grandes pendientes de oreja de oro, cada uno de los

muros de contención fue nivelado y en el proceso se destruyeron las estructuras de la fase Ídolo. La parte más importante del complejo es la disposición en forma de U de tres plataformas ele-vadas alrededor de una plaza hundida cuadrada. En medio de cada pared de esta plaza había una escalinata con cuatro pelda-ños, y sobre el cuarto peldaño de cada escalinata estaba montada una escultura en piedra con un rostro de felino en relieve (de aproximadamente 150 x 40 x 30 cm). Dos monolitos adicionales, que mostraban seres antropomorfos con colmillos y ojos excéntri-cos, fueron hallados en el eje norte-sur, entre la plaza central y la escalinata principal. La disposición en forma de U de las tres plataformas, el patio o plaza hundido y encerrado, y la zona inter-media de las plataformas inferiores era la parte más importante del complejo ceremonial, lo que resulta evidente a partir de los seis monolitos que representan temas míticos. Las dos platafor-mas a cada lado del complejo en forma de U probablemente eran del mismo tamaño, y al centro de cada una de ellas había muy probablemente una plaza hundida rodeada por cuartos.

La plataforma central es rectangular, mide 24,5 x 15,5 m y tiene 1,5 m de altura si se le mide desde la plaza hundida abajo de ella. Resulta imposible decir con seguridad qué se en-contraba encima de la plataforma, debido a las fases de construc-ción posteriores y a la destrucción que ellas implicaron, pero casi con toda seguridad era la estructura más importante de todo el complejo ceremonial, lo que quedó corroborado con las tumbas descubiertas debajo del piso. Los entierros contenían algunos ar-tefactos de oro sumamente decorados, a los que se describirá de-tenidamente más adelante [véanse cat. nos. 56-89].

Diecisiete metros por detrás de la plataforma central se verifica una plaza circular que tiene 15,6 m de diámetro y que está hundida hasta una profundidad de 2,1 m. A lo largo del eje principal hubo alguna vez dos grupos de escalinatas, cada una de ocho peldaños, pero una de ellas ya se había perdido para el mo-mento en que nuestras excavaciones llegaron a esa parte. Lo más probable es que la plaza hundida haya estado rodeada alguna vez por una serie de plataformas con pequeños patios hundidos, flanqueados por cámaras [fig. 64].

La arquitectura de Kuntur Wasi es notable por su red de canales subterráneos [véanse caps. 4.3 y 4.4]. Las plazas más grandes y más pequeñas también tenían desagües, que usual-mente eran remates de piedra planos con agujeros en ellos. El agua corría por estos agujeros hacia el canal subterráneo que la llevaba más allá de las otras estructuras. Los canales pequeños se unían para formar otros más grandes, lo suficientemente anchos como para que una persona pequeña se arrastrara por ellos. Los canales más anchos terminaban en tomas en los muros de contención que encerraban la colina y formaban la plataforma principal. Todos estos detalles indican que el complejo del templo de Kuntur Wasi fue construido siguiendo un plan detallado, lo que debe haber requerido un alto nivel de coordinación y de orga-nización del trabajo.

La cerámica de la fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.) es muy distinta de la de la fase Ídolo (950-800 a.C.). Sus caracterís-ticas más importantes son las superficies pulidas de color negro, gris, marrón y rojo, nuevas formas como las botellas de asa estri-bo y las copas de base plana, representaciones de jaguares, ser-pientes y aves de presa, así como seres antropomorfos con colmi-llos y ojos excéntricos; otro rasgo distintivo son las pinturas en rojo sobre fondo anaranjado13. Otra característica importante de la fase Kuntur Wasi son los monolitos que representan diversos temas mitológicos14.

Las magníficas tumbas de Kuntur Wasi

Los hallazgos más importantes realizados en Kuntur Wasi son las tumbas especiales halladas debajo del piso de las plataformas del templo [véase cat. nos. 56-89]. Cinco de ellas (A-TM 1 – A-TM 5) eran estructuras complejas que cortaban los pisos y cá-maras construidos durante la fase Ídolo previa debajo de la pla-taforma central. Otras dos tumbas (B-TM 1 y G-TM 6) fueron encontradas en las plataformas secundarias al sur y al sudoeste de la plataforma central. La mayoría de las tumbas contenía ob-jetos de oro y, salvo una de las personas inhumadas, todas tenían huellas de cinabrio sobre la cabeza y el rostro. Es también nota-ble el que las tumbas fueran instaladas antes de que las platafor-mas se hubiesen terminado. En otras palabras, los entierros fueron llevados a cabo durante la construcción del complejo de templos, y deben por tanto estar directamente relacionados con él. Las tumbas de Kuntur Wasi parecen haber sido construidas para personas de alto rango, que habrían estado de algún modo vinculadas con los rituales y la cosmología del templo. Sus carac-terísticas más importantes se describen a continuación.

Tumba A­TM 1 [fig. 65; cat. nos. 56­68] Esta tumba consta de un pozo cilíndrico con una cámara lateral. El pozo mismo tiene 1,5 m de diámetro y 2,25 m de profundidad. La cámara lateral fue construida para que contuviera a un varón de cincuenta a sesenta años de edad, con el cráneo deformado. Al parecer el di-funto estuvo originalmente envuelto en un fardo funerario y fue enterrado en cuclillas; fue solo después de que los restos cayeron de costado. Alrededor de la cabeza se encontraron restos de cina-brio arenoso y la tumba contenía una corona de oro con catorce pequeñas placas de oro —cada una de ellas repujada con un rostro humano—, que colgaban dentro de aberturas hexagonales [cat. no. 56], las que presumiblemente buscaban representar una canasta o red. También hallamos una botella de asa estribo de cerámica con el cuerpo en forma de águila [fig. 57], una botella con un pico largo [cat. 58], una compotera, tres grandes trompe-tas de conchas [figs. 64-66] y diversos artefactos de piedra usados como joyas [cat. nos. 60-63, 67 y 68].

Kuntur Wasi, en la sierra norte

Kuntur Wasi se encuentra a 2300 metros por encima del nivel del mar, sobre las faldas occidentales de los Andes y al oeste de la ciudad de Cajamarca. Cerro Blanco, un sitio que data del mismo periodo, se encuentra a dos kilómetros de distancia. Desde 1946 hasta las excavaciones intensivas realizadas por una expedición arqueológica japonesa, se creía que Kuntur Wasi era una colonia de Chavín de Huántar. El vínculo se sustentaba sobre similitudes entre los objetos hallados en ambos sitios, como la cerámica y la escultura monolítica en piedra.

Las excavaciones intensivas efectuadas en Kuntur Wasi entre 1988 y 2002 descubrieron cuatro fases de construc-ción, la una encima de la otra. Cada fase es distinta en términos de la arquitectura, la cerámica y otros artefactos, y también se hallaron evidencias del uso de animales domésticos y salvajes. El equipo japonés estableció una cronología, la que se sintetiza a continuación12.

La fase Ídolo (950­800 a.C.) El asentamiento sedentario alfare-ro más antiguo se encuentra en Cerro Blanco, un sitio vecino de Kuntur Wasi en la misma cadena de cerros. Este sitio más tem-prano forma parte de la fase La Conga, cuya cerámica comparte muchas de las características de la que fuera encontrada en Mon-tegrande y en Las Huacas, en el valle del Jequetepeque, y de la fase Huacaloma Temprano del valle de Cajamarca. La cerámica de la subsiguiente fase Cerro Blanco es del mismo estilo que la de la fase Huacaloma Tardío, Tembladera y Pacopampa I. En esta fase el cerro sobre el cual se levanta Kuntur Wasi fue modificado para que fuera un centro ceremonial, se niveló la cima y sobre ella se construyó un complejo ritual que comprendía plazas y pla-taformas. Los pisos y paredes de las plataformas y plazas fueron enlucidos con un suelo blanco combinado con cal, y parte del edi-ficio fue decorado con murales y relieves. Una figurina descubier-ta durante las excavaciones muestra a un ser antropomorfo con cabeza de felino al que se conoce como “El Ídolo” [cat. no. 90]. Es muy poco lo que se sabe acerca del tamaño y forma de todo el complejo, puesto que la arquitectura ceremonial de la fase Ídolo está enterrada debajo de estructuras posteriores.

La fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.)

El complejo ceremonial erigido durante esta fase es del todo dis-tinto del templo anterior, construido durante la fase Ídolo. En primer lugar se remodeló el cerro para abrir paso a la platafor-ma. Luego se rodeó la plataforma principal con paredes de con-tención de 12 m de altura y de tres niveles, construidos con gran-des peñascos [figs. 63, 64b]. La plataforma casi cuadrada mide 130 x 120 m. En medio de la pared de contención noreste hay una escalinata principal de 11 m de ancho, con peldaños bien conser-vados y canaletas a ambos lados. El montículo dentro de los

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La arqueología de la sierraCHAVÍN 127126

moniales de Kuntur Wasi (en la fase homónima) y Pacopampa (fase Pacopampa II). Resulta interesante que el primer acto rea-lizado en ambos centros fue la instalación de tumbas que conte-nían vasijas de cerámica, objetos de oro y otros bienes funerarios, todos los cuales muestran las características del estilo Cupisni-que. Las nuevas estructuras fueron erigidas encima de edificios más antiguos, pero no perpetuaron la misma tradición construc-tiva. De modo que fue así como el Formativo Tardío (700 -400 a.C.) tuvo su origen en la sierra. Habrían más cambios en Kuntur Wasi durante la fase Copa, y en el valle de Cajamarca durante la fase EL. Pacopampa parece haber quedado abandonado definiti-vamente, y nuevos complejos ceremoniales fueron levantados en otros sitios, como La Granja. Al Formativo Tardío le siguió el For-mativo Final (400-200 a.C.), tanto en la costa como en la sierra. A lo largo de esta última fase se perdieron todos los logros adqui-ridos en el Formativo, tal es el caso de la cohesión social, la reli-gión, la tecnología y la cosmovisión: en suma, todo lo que había encontrado una expresión material en los centros ceremoniales.

En esta fase también hay tumbas especiales que con-tienen cinabrio y objetos de oro. En las plataformas laterales del gran templo en forma de U se hallaron dos tumbas con botellas de asa estribo que tenían un jaguar en la base del asa. Estas dos botellas estaban asociadas con rastros de cinabrio, pero no las acompañaba ningún esqueleto. En el mismo lugar se encontraron tres tumbas debajo de la plataforma de la plaza sudoeste. Dos de ellas contenían objetos de oro, como una corona simple y un par de pinzas, así como collares de diversas formas y tamaños.

Hay evidencias de que tuvieron lugar cambios drásti-cos hacia el final de la fase Copa. Algo llevó al cese total de las actividades cultuales que habían definido la identidad del com-plejo ceremonial de Kuntur Wasi durante la fase del mismo nombre y la fase Copa. La nueva cultura que emergió al inicio de la fase Sotera (ca. 250 a.C.) muy probablemente fue la cultura Layzón, de la sierra de Cajamarca. Esto es evidente a partir del nuevo estilo alfarero rojo sobre blanco. La arquitectura existente fue destruida por completo y los fragmentos de la estructura fueron arrojados desde los cuatro lados de la plataforma princi-pal. Los escombros enterraron los muros de contención, en tanto que las fachadas del templo de Kuntur Wasi fueron remodeladas como pequeñas terrazas para viviendas simples. Durante esta fase de construcción no encontramos evidencia alguna de estruc-turas ceremoniales o de algún otro tipo de edificio público. En la fase Sotera se levantaron nuevas estructuras encima de Cerro Blanco, un sitio frente a Kuntur Wasi que no se usó durante las fases Kuntur Wasi y Copa. La larga historia del impresionante y altamente desarrollado complejo del templo, que se inició en Kuntur Wasi en la fase Ídolo, finalmente había llegado a su fin.

El Formativo en la sierra: un intento de síntesis

Aunque tanto en Huánuco como en el Callejón de Huaylas —la región adyacente a los valles de Supe y Chancay— se encontraron evidencias de un desarrollo cultural durante el Formativo Inicial (3500-1700 a.C.), no hay en cambio ningún hallazgo arqueológico concluyente que pruebe la existencia de asentamientos en la sierra de Cajamarca durante este mismo periodo. No es sino hasta el inicio del Formativo Temprano (1700-1200 a.C.) cuando encontramos evidencias de dos tradiciones alfareras en la región, la del valle de Huánuco y la tradición Conga-Huacaloma-Pandan-che de la sierra de Cajamarca. La distribución y el desarrollo de la cerámica fina de las fases Kotosh Wairajirca (1700-1200 a.C.) y Kotosh Kotosh (1200-700 a.C.), con sus peculiares formas y ele-mentos decorativos, quedaron limitadas al valle alto del Hualla-ga, y no hay señal alguna de que esta tradición se haya propagado más allá del valle. Las razones de ello siguen siendo un misterio que solamente podrá ser resuelto por futuras investigaciones.

Pero en la sierra de Cajamarca, las evidencias del uso de la alfarería y de una forma de vida sedentaria están dispersas

sobre un área mucho más amplia. Resulta particularmente in-usual el desarrollo del valle medio del Jequetepeque, tal como lo evidencian los sitios del Formativo Temprano en Montegrande, las Huacas y La Bomba. El más grande de estos sitios es Polvo-rín. Se encontró gran cantidad de cerámica de dicho estilo en sitios a gran altura como Cerro Blanco (cerca de Kuntur Wasi), Huacaloma y otros lugares del valle de Cajamarca, así como en Pandanche, cerca de Pacopampa. Aunque nadie sabe cómo fue que esta cerámica muy temprana llegó allá y se propagó por la región, está claro que se prefirieron las áreas más cálidas, como la zona yunga. Las zonas más altas fueron pobladas solo después y en etapas, hasta una altura de aproximadamente 3000 metros por encima del nivel del mar. Cada nuevo asentamiento tenía su propio templo, el que servía como centro de las actividades socia-les y del desarrollo ideológico. La costumbre de la renovación del templo estuvo ligada al desarrollo y refinamiento de la produc-ción de alimentos, la tecnología, la organización social y el siste-ma religioso.

Esta tendencia prosiguió en el Formativo Medio (1200-700 a.C.). Especialmente digno de atención aquí es el desa-rrollo de la arquitectura ceremonial con relieves y murales, lo que da fe de una cosmología multifacética con abundantes temas mitológicos. La sierra de Cajamarca y el valle de Jequetepeque vieron la propagación de un estilo alfarero al que se conoce —por ahora— como el estilo TPH (la sigla quiere decir Tembladera-Pacopampa-Huacaloma). Si bien son pocos los sitios en el valle medio de Jequetepeque que cuentan con complejos ceremoniales intactos, son en cambio numerosos los asentamientos con una gran arquitectura ceremonial que fueron hallados en la sierra vecina como Kuntur Wasi, Huacaloma o Pacopampa. En este último caso, durante la fase Pacopampa I (1200-800 a.C.) toda la cumbre de un cerro fue nivelada para dar forma a un complejo ceremonial aterrazado, con muros de contención construidos con bloques de piedra macizos15. Algunos de estos bloques fueron es-culpidos en forma de jaguar. Estas figuras antropomorfas de piedra parecerían datar de la fase Pacopampa II (800-500 a.C.), a pesar de que tienen algunas similitudes estilísticas con la cerá-mica y las figurinas del estilo PTH [cat. no. 10].

En paralelo a este notable proceso encontramos evi-dencias de otro notable desarrollo cultural en la costa norte pe-ruana: se trata de la tradición Cupisnique, conocida por sus enor-mes estructuras de plataformas, relieves, murales y su carac te- rística cerámica. Hay ciertas similitudes entre la alfarería TPH y la de estilo Cupisnique.

Por razones que aún no es posible esclarecer, estos de-sarrollos culturales paralelos en la costa y en la sierra, tuvieron un final abrupto que tuvo lugar durante el Formativo Medio, alrededor de 800 a 700 a.C. Toda actividad cesó en los grandes centros de la costa. Fue alrededor de la misma época de este co-lapso y abandono de los complejos ceremoniales costeños, cuando se inició el trabajo de remodelación en los nuevos complejos cere-

cuales mostraba una imagen reflejada de una cabeza de jaguar en perfil, de la cual colgaban seis serpientes entrelazadas (longi-tud total: 24 cm [cat. nos. 83 y 84]); un par de pendientes de oreja en forma de Lagenaria siceraria [cat. nos. 81 y 82]; un par de orejeras repujadas con motivos de aves [cat. nos. 79 y 80]; tres vasijas de cerámica [cat. nos. 87-89]; cuentas de crisocola y cuatro cuentas de malaquita [cat. no. 86].

Tumba G­TM 6 Esta tumba se encuentra debajo de una cámara en la plataforma de la esquina sur del área ceremonial. Debido al mal estado de conservación no se pudo determinar la edad del hombre aquí enterrado. Los bienes funerarios incluían un pecto-ral de oro que tenía 27 cm de diámetro, cuentas de piedra y concha, y una vasija de asa estribo en forma de sapo, pintada de rojo, anaranjado y blanco.

Las fases Copa (550­250 a.C.) y Sotera (250­50 a.C.) A la fase Kuntur Wasi le siguió la fase Copa, durante la cual no hubo mayor cambio en el área central y en el templo en forma de U con los monolitos. El área detrás del complejo, en cambio, sí fue remo-delada, llenándose íntegramente la plaza circular para que sir-viera como los cimientos de una nueva plaza rectangular que medía 15 x 165 m. Alrededor de esta nueva plaza se erigieron nuevas plataformas, con plazas y habitaciones que las rodeaban. Al igual que en la fase Ídolo (950-800 a.C.), los pisos y paredes fueron enlucidos con un suelo blanco combinado con cal. Los ca-nales fueron vueltos a diseñar y se los conectó con los canales más grandes, reutilizando los desagües construidos durante la fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.) Los monolitos de esta última fase fueron devueltos a su posición original. Todas estas altera-ciones indican que el diseño fundamental del complejo ceremo-nial fue cambiado un poco, para que así el área detrás de la pla-taforma central tuviera un papel importante. Se erigió un complejo más pequeño que comprendía una plaza rectangular y un complejo de templo en forma de U que se abría hacia el sur, pero el templo en forma de U con los monolitos no perdió su pre-eminencia en el conjunto del complejo ceremonial. El piso de las plazas fue llenado con grava amarilla y cubierto con el mismo enlucido blanco que también se usó para dar brillo a las paredes de las cámaras. El uso dado al enlucido blanco hecho de tierra combinada con cal es un rasgo característico de la fase Ídolo. No hay ninguna evidencia del mismo durante la fase Kuntur Wasi, pero sí volvió a aparecer durante la fase Copa [fig. 67].

En la cerámica perteneciente a esta fase también vemos cambios. Las botellas de asa estribo sí aparecen, pero el fino equilibrio formal entre el cuerpo y el pico desapareció. Las asas con motivos de jaguares y aves son típicas de las botellas durante esta fase. Por lo general encontramos más cerámica roja o rojiza, lo que también indica el retorno a la vieja tradición alfa-rera de la fase Ídolo. Las tazas negras fueron decoradas con pa-trones geométricos.

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CHAVÍN128 4. CHAVÍN DE HUÁNTAR: DESCUBRIMIENTO, ARTE, ARQUITECTURA, RITUAL Y TRANSFORMACIÓN

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Chavín de HuántarCHAVÍN 131130

4.1

NARRACIONES E INVESTIGACIONES EN UN SITIO FORMATIVO DE LOS ANDES CENTRALES: CHAVÍN DE HUÁNTAR

Christian Mesía

INTRODUCCIÓN

Desde su descubrimiento, el complejo de Chavín de Huántar con sus enigmáticas esculturas en piedra ha causado fascinación en todo aquel que ha tenido la oportunidad de conocerlo. Chavín ha pasado a ser emblemático en la historia cultural de la región centroandina, e incluso hoy sigue brindándonos un panorama único del mundo ritual y religioso de las sociedades del Forma­tivo Medio y Tardío.

Christian Mesía, profesor de la Universidad San Ignacio de Loyola, fue director fundador del Museo Nacional Chavín. Su estudio sobre las excavaciones realizadas en Chavín de Huántar arroja información interesante sobre la forma en que la inter­pretación del complejo fue cambiando con el paso de los años. En vista de la importancia suprema que Chavín reviste para la arqueología en el Perú, hemos optado por colocar su ensayo al inicio de este capítulo.

Henning Bischof, quien trabajó en el Reiss­Engelhorn Museum de Mannheim, ha dedicado muchos años al estudio del arte y la iconografía Chavín. Su enfoque clásico, que tiene como base el desarrollo estilístico evidente de diversas obras de arte halla­das en Chavín, muchas de las cuales aparecen ilustradas en su ensayo, nos brinda un valioso complemento a la investigación arqueológica. Los análisis de Bischof, que nos motivan a obser­var detenidamente, han permitido realizar algunos de los más importantes descubrimientos recientes sobre la iconografía Chavín.

Como jefe de investigaciones arqueológicas en Chavín de Huán­tar, John W. Rick de la Universidad de Stanford en California, es quien mejor conoce el templo de Chavín. Su enfoque inter­pretativo va más allá de una postura puramente materialista y tiene el efecto de traer a Chavín de vuelta a la vida. Su estilo de investigación muestra cuánto puede contribuir la arqueo­logía a la comprensión de una sociedad y la manera en que esta funciona.

Luis Guillermo Lumbreras, ex profesor de la Universidad Nacio­nal Mayor de San Marcos de Lima, es uno de los arqueólogos peruanos más reconocidos. Lumbreras, para quien la arqueolo­gía no es tanto una carrera sino una vocación, codirige el pro­yecto Chavín. Sus excavaciones en la Plaza Circular y en la Ga­lería de las Ofrendas, constituyen uno de los estudios más importantes llevados a cabo en el lugar y arrojaron resultados que hoy son de crucial importancia para nuestra comprensión sobre este fenómeno. El ensayo de Lumbreras que cierra este capítulo nos brinda una introducción vívida al mundo ritual de Chavín de Huántar.

La historia del descubrimiento e investigación de un sitio ar-queológico tipo, marca el modo en el cual el yacimiento es inter-pretado por los diversos investigadores interesados en el mismo. Para el caso de Chavín, esta máxima se cumple en proporciones aún mayores, dado lo crucial que ha sido en diversas interpreta-ciones sobre el origen de la complejidad social en los Andes Cen-trales, interpretaciones que en muchos casos han escapado lo estrictamente arqueológico y han incursionado en el campo polí-tico1. Esto tiene mucho que ver con los usos que se le dan a los sitios arqueológicos y a las culturas que estas representan en la formulación de discursos que están relacionados con conceptos de identidad y nación ¿Cuál es el rol que jugó Chavín en esta cons-trucción histórica del presente desde el pasado y desde el presen-te hacia el pasado? Un examen de la historia de las investigacio-nes en el sitio nos servirá para revisar el rol que ha tenido el sitio de Chavín y sus manifestaciones derivadas en los intentos de construir identidad y otros términos similares.

Primeras referencias escritas

Las primeras noticias escritas sobre el centro ceremonial de Chavín de Huántar [fig. 69 y 70] datan de la crónica de Cieza de León quien en 1549 describe una fortaleza grande con rostros figurados y talles humanos en sus muros, a ocho leguas de Piscobamba2.

De los restos conocidos actualmente en el Callejón de Conchucos o valle del río Mosna, no existen otros ejemplos con detalles similares3. En 1593, Don Toribio Alfonso de Mogrovejo, encargado de la Arquidiócesis del Callejón de Conchucos, llega a Chavín, explorando el interior del centro ceremonial, indicando la existencia de una guaca, al interior de la cual existen callejo-nes en su interior4.

En 1616 llega el clérigo Vásquez de Espinoza, indican-do que el centro ceremonial de Chavín de Huántar fue un orácu-lo, similar en su naturaleza a las ciudades de Roma y Jerusalén5. En 1631, los Jesuitas tomaron control de la doctrina de Chavín. Al parecer el Callejón de Conchucos se convierte en la ruta de entrada al Marañón, adquiriendo una posición estratégica para la Iglesia6. Es probable que el corte que exhibe el frontis del Edi-ficio A haya sido realizado durante esta época como parte de la extirpación de idolatrías. Toribio Mejía refiere que incluso la des-trucción de estelas, cabezas clavas, y otros elementos fue causada por jesuitas con la intención de utilizarlos como materiales cons-tructivos7. En 1840 el Prefecto de Huánuco y primer Director del Museo Nacional del Perú, Mariano de Rivero refiere en el primer libro de arqueología peruana, que en las cercanías del pueblo mo-derno existen edificios de piedra labrada, con callejones en su interior atravesados por ductos de ventilación8. Rivero también hace referencia del sitio arqueológico de Pojoq, ubicado en la cima del cerro del mismo nombre al oeste de Chavín indicando su rela-ción con Chavín. Rivero fue la primera persona que trata sobre la

Fig. 68Plataforma norte del templo de Chavín de Huántar

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Chavín de HuántarCHAVÍN 133132

relativas, y definir la extensión del asentamiento28. Guiado por estos objetivos, realiza excavaciones distribuidas en la periferia del ceremonial, confirmando lo expuesto por Rivero en 184029. Burger identifica tres grandes momentos en base a la naturaleza de la cerámica recuperada en sus excavaciones (Urabarriu, Chaquinani y Janabarriu), relacionando estas tres fases con las tres fases o etapas de crecimiento arquitectónico planteadas por John Rowe en 1962. Establece los límites cronológicos de la ocupación en Chavín entre los 900-200 a.C. en base a diez fe-chados radiocarbónicos.

En 1982 se realiza una nueva intervención arqueoló-gica en Chavín de Huántar, dirigida por el arqueólogo Federico Kauffman Doig, gracias al apoyo de la Fundación Volkswagen de Alemania y la co dirección de Francisco Iriarte. Inicia sus traba-jos en 1982, publicando un informe dedicado a las labores de mapeo de fachadas y galerías30.

En 1985 Burger propone que el concepto de cultura madre sea remplazado por el concepto de Chavín como síntesis. La investigación y reconocimiento de sitios costeños anteriores a Chavín de Huántar reconoce la presencia de elementos arquitec-tónicos similares a los de Chavín por lo que se plantea que en Chavín se da una síntesis de las tradiciones culturales existentes hasta ese momento31. En 1988 propone que la fase identificada como Janabarriu en Chavín como el marcador del Horizonte Chavín, de tal modo que una categoría cronológica, específica para un sitio, es extrapolada como una categoría panandina32.

Antes de proseguir es necesario resumir el estado de la cuestión: a) los límites cronológicos del centro ceremonial Chavín se encuentran entre los años 390-200 a.C.; b) Las tres etapas de crecimiento arquitectónico definidas por Rowe (y anti-cipadas en veinte años por Tello) se relacionan con las etapas cerámicas definidas por Burger; c) Chavín representa la síntesis cultural de las diversas sociedades que la antecedieron; d) la etapa de apogeo de Chavín se desarrolló entre los 390–200 a.C.; e) esta etapa tuvo influencia en el resto del territorio andino, dándose una profusión de artefactos relacionados con Chavín.

Con la intención de elaborar un mapa tridimensional de Chavín, John Rick inicia trabajos en 1996. En este proceso de digitalización de la arquitectura de Chavín, nota que el centro ceremonial presenta una complejidad mayor a la planteada por John Rowe. A fin de ampliar los detalles del modelo tridimensio-nal, Rick realiza pequeñas excavaciones con la finalidad de eva-luar la hipótesis de crecimiento arquitectónico33.

Al mismo tiempo Silvia Kembel investiga directamen-te el crecimiento arquitectónico del sitio realizando un extenso análisis de la disposición tridimensional de las galerías de Chavín concluyendo que: el centro ceremonial de Chavín de Huántar fue construido en cinco etapas, quince fases y cincuen-taiún eventos constructivos, la secuencia constructiva planteada por John Rowe es inviable, la construcción debió haberse iniciado alrededor de los 1500 a.C. cesando las funciones del mismo a los

origen en la selva tropical. En 1929 precisa que Chavín es un re-presentante destacado de la antigua Cultura Megalítica, descrita por Guaman Poma de Ayala y el Fray Buenaventura Salinas19. De este modo Tello establece la antigüedad material y religiosa de Chavín, convirtiéndose en la prueba de un origen endógamo de la civilización andina. En 1925 un deslizamiento proveniente de la margen derecha del río Mosna modifica el cauce del mismo y en 1930 un fenómeno similar hace que el río destruya la sección este del Edificio E, lo cual le permite a Tello constatar in situ la presencia de cerámica Chavín debajo de arquitectura monumen-tal [fig. 72]. Antes de este evento la cerámica catalogada como Chavín provenía de sitios costeños mientras que en la sierra y en el mismo Chavín la cerámica Chavín era elusiva.

Wendell Bennet, en 1938, realiza excavaciones ar-queológicas en diversas zonas del monumento, durante una breve temporada de campo de veintiocho días. Las excavaciones siguieron niveles arbitrarios de 50 cm y fueron insuficientes para una fina segregación cronológica20.

En noviembre de 1940 Tello regresa a Chavín con el objetivo principal de reparar el muro de contención del río Mosna [fig. 73], a fin de prevenir la destrucción del centro ceremonial debido a eventos similares a los ocurridos en 1925 y 1930. Se inician trabajos de limpieza de la fachada oeste con la finalidad de exponerla en su integridad; igualmente Tello ordena se reini-cien los trabajos en la fachada este del Edificio A [fig. 74]. Se realiza la limpieza/excavación de las fachadas occidente y sur del Edificio A. Asimismo, se excava una unidad exploratoria de 6 x 2 m en el sector Wacheqsa; Tello pensaba que este sector podría haber sido el lugar en el cual los responsables de la construcción del monumento establecieron sus residencias dada la alta densi-dad de material cerámico sobre superficie21. Tello propone una secuencia de crecimiento del Edificio A, la cual de acuerdo con sus observaciones estaba dividida en tres fases con una lógica similar a la que Rowe utilizó veinte años después, interpretando cada junta en el Edificio A como una etapa constructiva. Tello redondea sus interpretaciones en “Origen y Desarrollo de las Ci-vilizaciones Prehistóricas Andinas” desarrollando diversas líneas de difusión de la civilización derivadas de Chavín. No solo Chavín es importante por ser la expresión civilizatoria más antigua del país, sino también porque la primera divinidad andina moró en su templo, expandiéndose al resto de los Andes22.

En 1945 un aluvión cubre totalmente a Chavín. Ante esta situación destaca un contingente humano, liderado por Marino Gonzáles, destinado a iniciar labores de limpieza y re- excavación. Marino Gonzáles se mantuvo activo realizando di-versas intervenciones. Descubre en 1958 el Canal de Rocas, que es el drenaje principal del centro ceremonial [veáse cap. 4.3]23. En 1959 Manuel Chávez Ballón, realiza conjuntamente con Marino González, excavaciones arqueológicas en la fachada norte del Edificio A con la intención de ubicar una portada similar a la portada principal de la fachada este [fig. 105] del Edificio A, en su

lugar descubre la entrada a una nueva galería, la Galería de las Escalinatas24. Como parte de los trabajos de excavación en esta galería se descubre otra, la Galería de las Alacenas. Con toda seguridad González realizó mayores intervenciones pero lamen-tablemente no se tiene una idea de la magnitud de las mismas.

El estado del conocimiento sobre Chavín de Huántar a la muerte de Tello en 1947 puede ser resumido de la siguiente manera: a) Primer centro ceremonial construido durante la pri-mera época de la prehistoria andina a los 1000 a.C., b) Lugar de residencia del dios creador del mundo andino, c) Centro de dis-persión cultural de la civilización andina, d) Construido al menos en tres etapas constructivas.

En el año 1961, John Rowe realiza una visita al centro ceremonial. Al igual que Tello, propone que las juntas arquitec-tónicas presentes en la fachada este del Edificio A, estarían marcando diferencias cronológicas al interior del monumento. Propone –al igual que Tello– la existencia de tres momentos cons-tructivos en Chavín de Huántar. La diferencia fundamental, es que Rowe incluye el resto de los edificios de Chavín en su secuen-cia, mientras que Tello tan sólo se refiere al Edificio A. Rowe no solamente analiza la relación espacial de los componentes arqui-tectónicos sino también retoma el análisis iconográfico realizado por Tello en 1923, estableciendo una secuencia iconográfica de cuatro fases a saber: AB, C, D y EF [véase cap. 4.2]25.

En 1966 Lumbreras realiza excavaciones en el atrio del Templo Viejo y en la Galería de las Ofrendas ubicada en el lado norte del mismo atrio. En el atrio se descubre una plaza circular rodeada de grabados [fig. 115; véase cap. 4.5], mientras que en la Galería de las Ofrendas, se realiza el hallazgo de un contexto cerrado conformado por 681 vasijas de cerámica, 191 restos óseos humanos y 171 artefactos no cerámicos entre otros objetos [cat. nos. 125-163]26, identificándose nueve estilos cerámi-cos en la galería [cat. nos. 125-158]: Dragoniano, Ofrendas, Qoto-pukyo, Floral, Puca Orqo, Mosna, Wacheqsa, Raku y Puksha. De estos estilos los cuatro primeros han sido reconocidos como loca-les mientras que el resto como foráneo a Chavín, este último lote conforma el 27% del total de la cerámica registrada en la galería [véase cap. 4.5]. Los estilos foráneos procederían en su mayoría de la costa norte lo cual nos indicaría una presencia muy fuerte de pobladores de esta región geográfica en Chavín de Huántar27. Lumbreras además de intervenir en el Atrio del Templo Viejo y la Galería de las Ofrendas, realiza una intervención menor en la Galería de las Caracolas, ubicada en el lado sur del atrio del Templo Viejo.

En 1973 Rosa Fung inicia excavaciones arqueológicas en el sector Wacheqsa, en el sitio denominado La Capilla ubicado en la ribera norte del río Wacheqsa y en la Galería del Loco, ubi-cada en el Edificio C. Las excavaciones realizadas por ella perma-necen hasta el momento inéditas.

En 1975 Richard Burger inicia excavaciones en Chavín en un intento por desarrollar cronologías absolutas y

probable extensión del sitio arqueológico fuera de los límites del centro ceremonial. Hasta este momento Chavín era descrito como una fortaleza9 y como un templo10.

Viajeros exploradores y naturalistas

En 1871 Polo se hace presente en su calidad de Secretario de la Prefectura de Huaráz, encontrando en la casa de Don Lazaro Pa-lacios, el monolito de piedra conocido como “Monolito Raimondi”, trasladándosele a Lima en 187311. Polo asimismo ofrece la prime-ra descripción histórica del “Lanzón Monolítico” [fig. 71]12. En 1873 llega a Chavín de Huántar Antonio Raimondi realizando una descripción sobre el monumento, el cual para él, cumplió las funciones de un fortín13. En 1875 Charles Wiener llega a Chavín, llamándole la atención las ruinas de Chavín de las cuales ya tenía referencia por el trabajo de Rivero. Wiener refiere que el centro ceremonial estuvo compuesto por dos terrazas, tratándose de un templo, debido a los jeroglíficos inscritos en las columnas de la portada albinegra, los cuales ilustraban al visitante sobre el dios que era venerado14. En 1886 Middendorf llega a Chavín y divide el centro ceremonial en dos áreas: 1) templo, conformado por lo que hoy conocemos como Edificio A y Plaza cuadrangular, y; 2) palacio, conformado por los edificios hoy conocidos como B y C, en donde posiblemente vivió el señor de la comarca15. Midden-dorf deduce la antigüedad de Chavín a partir de la presencia del Lanzón en su interior, indicando que es imposible que un templo Inca tenga como divinidad principal a otro dios que no sea el Sol. Propone que la técnica constructiva de los Incas tuvo como resul-tado final un estilo diferente y establece que Chavín debió estar relacionado con Moxeque [véase cap. 2.3].Propone la existencia de un extenso reino, del cual Chavín sería uno de los centros. La extensión de este reino abarcaría todo el Callejón de Conchucos así como el norte del mismo, manteniendo una estrecha relación con poblaciones de la costa16.

Investigación arqueológica

Julio C. Tello llega a Chavín en 1919, dirigiendo la primera expe-dición arqueológica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sus trabajos se restringen a la limpieza de una de las escalinatas del edificio principal y a la recolección de esculturas líticas dispersas en el área monumental, recuperando el llamado Obelisco Tello que será fundamental en la interpretación religio-sa del sistema de creencias representado en Chavín17. En 1923, Tello propone que el dios de los Incas, Wiracocha, es el personaje adorado en Chavín, en la figura del Jaguar. Este Jaguar no debe de ser observado como una simple manifestación animística, sino más bien como una compleja interacción y sincretismo entre na-turaleza y ser humano. Tello propone que Chavín es una de las manifestaciones más antiguas del culto al dios Jaguar o Wiraco-cha18 y observa la dispersión de este culto de este a oeste con un

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Chavín de HuántarCHAVÍN 135134

Fig. 69Vista del Callejón de Conchucos desde el norte. Fotografía de 1940

Fig. 70Vista del centro ceremonial de Chavín de Huántar desde la ribera derecha del río Mosna. Nótese el corte del Edificio E en primer plano, producido por el desborde del río en 1930. Fotografía de 1940

500 a.C. [véase cap. 4.3], y que la fase Janabarriu está relaciona-da con el centro ceremonial. Estos planteamientos obligan a re-pensar lo planteado por Burger en los siguientes puntos, a) si la secuencia arquitectónica de John Rowe no es útil, la relación se-cuencia ceramográfica-secuencia arquitectónica planteada por Burger tampoco es útil; b) si la construcción se inició alrededor de los 1500 a.C., fue contemporáneo con los centros ceremoniales de la costa, razón por la cual la idea de “Chavín como síntesis” no tendría mayor asidero y tendría que ser descartada de plano; c) Chavín de Huántar ya no funcionaba como centro ceremonial du-rante la fase de apogeo planteada por Burger de 390-200 a.C. [véase cap. 4.3].

Las investigaciones de John Rick prosiguen en el centro ceremonial, cambiando un tanto de orientación. La nueva complejidad arquitectónica descubierta en Chavín de Huántar le hace reflexionar con respecto a los mecanismos de poder y auto-ridad que se ejercieron en Chavín y fueron capaces de movilizar a un importante contingente de personas en la construcción del centro ceremonial. En términos de interpretación arqueológica, los trabajos de John Rick tienen la intención de investigar la na-turaleza del poder y autoridad en Chavín de Huántar [véase cap. 4.4]. Rick plantea que en Chavín la autoridad se derivaba de la manipulación de prácticas shamánicas. De acuerdo con observa-ciones etnográficas, los shamanes sirven a la sociedad, no osten-tan posiciones de poder y desarrollan diversas actividades de subsistencia como cualquier otra persona del grupo social. De acuerdo con Rick, las autoridades de Chavín se presentaron como herederos de una tradición shamánica, pervirtiéndola para ser-virse en lugar de servir, creando una fachada en la cual se preten-de que continúan las mismas tradiciones antiguas cuando en realidad la perversión del sistema hace que los encargados se beneficien directamente34.

En el año 2007 se presentan dos tesis doctorales refe-rentes a Chavín de Huántar, la primera llamada Intrasite Spatial Organization at Chavín de Huántar during de Andean Formative: Three Dimensional Modeling, Stratigraphy and Cera-mics35 y Geomorphologic and Sociopolitical Change at Chavín de Huántar36. En la primera se aborda la naturaleza de las ocupa-ciones de época Chavín en el denominado sector Wacheqsa, pre-sentándose evidencias de ocupaciones domésticas, probables ta-lleres de producción artesanal, canales o espacios por donde transcurrió agua probablemente derivada del río Wacheqsa, y de una extensa área de desechos producida por banquetes y festi-nes. En la segunda se examinan detalles del paisaje construido alrededor de Chavín como parte de un diseño a gran escala con-cebido por las autoridades del centro ceremonial con la finalidad de obtener prestigio entre aquellos que usufructuaban los servi-cios del mismo. En el año 2010, Matt Sayre entrega su tesis de doctorado Life Across the River: Agricultural, Ritual, and Produc-tion Practices at Chavín de Huántar, Perú, en la cual examina las complejas relaciones de intercambio, producción y ritualidad que

la población residente en La Banda mantuvo con el centro cere-monial37. Ya en el año 2010 la ubicación cronológica de Chavín de Huántar es esclarecida en gran parte, gracias a la presentación de una secuencia de ochenta y tres fechados radiocarbónicos, los cuales consolidan la hipótesis de funcionamiento del centro cere-monial entre los años 1200-500 a.C.38. Establecién dose clara-mente que la fase Janabarriu en realidad corresponde a una etapa fechada entre los 900-500 a.C., integrándose a la época de mayor construcción arquitectónica de Chavín de Huántar.

Epílogo

Las investigaciones en Chavín de Huántar prosiguen hasta la fecha, habiendo cambiado muchas de las interpretaciones originales que guiaron el modo de comprender al sitio. Se podrían establecer tres líneas de interpretación que transcurren por senderos diferentes pero no tan lejanos: a) empírica, b) científica y c) política.

La primera línea está relacionada con aquellos que sin mayor entrenamiento en el estudio del pasado, a partir de elementos puramente empíricos intentaron establecer función, cronología y extensión en Chavín de Huántar. En este grupo des-tacan principalmente Rivero y Middendorf. Ambos intentaron explicar Chavín de Huántar más allá de las 7 hectáreas de núcleo arquitectónico. Las excavaciones llevadas a cabo hasta el mo-mento han confirmado que la extensión del centro ceremonial excede la del núcleo monumental y que la influencia de Chavín fue bastante intensa en la costa de los Andes Centrales. Midden-dorf es crucial en este sentido, a partir de la observación de diver-sos restos monumentales en la costa, llegó a la conclusión de que sitios como Chavín debieron de haber existido en diversas regio-nes, y que estaban entrelazados a partir de un sistema político en común. Este planteamiento, antecede en casi cien años a los con-ceptos de peer polity que son utilizados para explicar la diversi-dad de centros ceremoniales durante el periodo Formativo en los Andes Centrales39. Por otra parte, la línea de investigación, pasa por esquemas de historia cultural como los de Bennett y Burger, marxistas como el de Lumbreras, cuya forma de interpretación de los datos está inspirada en el materialismo histórico, y positi-vistas como el de Rick y asociados, mientras que la línea de inves-tigación de Tello es difícil de clasificar debido al intenso tinte político que ha teñido sus interpretaciones. El uso en las últimas décadas de métodos analíticos de análisis arquitectónico, cera-mográfico, estratigráfico, radiocarbónico, paleobotánico y geo-morfológico inciden en la maximización del dato y la inferencia de modelos. La complejidad del centro ceremonial demanda la utilización de aproximaciones metodológicas que puedan regis-trar e interpretar esa complejidad, lamentablemente el uso de aproximaciones tradicionales tienden a ser unidimensionales y no son apropiadas para entender a cabalidad el complejo. La línea política está relacionada con los intentos de ubicar a Chavín

de Huántar como el origen de la civilización andina y al mismo tiempo como el lugar a partir del cual se gesta la nación o perua-nidad. Tello es bastante explícito y directo en este planteamiento y utiliza un razonamiento deductivo para elucidar el problema de los orígenes de la civilización andina.

El concepto de cultura madre se mantiene en la ar-queología andina, ya no en Chavín, sino en los desarrollos com-plejos del periodo previo al Formativo. La necesidad de utilizar al pasado para llenar un vacío que no puede ser colmado en el pre-sente, habiendo transcurrido casi un siglo desde la publicación de Wiracocha, es un indicador de que los problemas de identidad en el Perú siguen siendo los mismos de hace casi cien años y que no podrán ser resueltos desde la arqueología. Es interesante re-flexionar sobre las causas y motivos que guían al estudio del pasado, los cuales deben de evadir las rutas de los usos políticos y más bien centrarse en aplicar rigurosas metodologías y perfec-cionar los mecanismos de interpretación de la evidencia arqueo-lógica. Al escapar Chavín del discurso fundacional, se ha retoma-do la rigurosidad que debe de guiar toda investigación arqueológica. Cuando las agendas políticas anteceden a las evi-dencias y se sale de lo estrictamente arqueológico, se difumina la comprensión arqueológica en varias aristas, perdiéndose lo esen-cial en la práctica arqueológica: los datos y evidencias. Los usos políticos del pasado podrían ser entendibles en cuanto no sean realizados por arqueólogos, quienes tienen una responsabilidad mayor, un compromiso académico muy por encima de cualquier agenda política. En tal sentido es reconfortante que Chavín de Huántar haya escapado de esta espiral, lo cual ha permitido la práctica de una arqueología libre de compromisos y agendas políticas, llena de mayores datos y evidencias.

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Chavín de HuántarCHAVÍN 137136

Fig. 71Dibujo del Lanzón monolítico

Fig. 72Detalle del corte del Edificio E. En la oquedad casi a nivel de la base, es donde Tello encontró la fragmentería cerámica a la que hace referencia. Fotografía de 1940

Fig. 73Trabajos de recanalización del río Mosna. Fotografía de 1941

Fig. 74Excavaciones y limpieza en el lado sur de la fachada este del Edificio A. Fotografía de 1941

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Chavín de HuántarCHAVÍN 139138

Intentos de seriación

Por más fascinantes que hayan sido estos amplios panoramas, no era posible efectuar ningún avance concreto mientras no se con-taba con cronología bien fundada basada en puntos determina-dos de referencia, en este caso, de las esculturas mismas. Rowe marcó un hito cuando asoció unas esculturas con la historia cons-tructiva del templo principal de Chavín de Huántar, alineando sus rasgos iconográficos con la secuencia cerámográfica de Para-cas, del sur del Perú. En la versión final de su trabajo Rowe eligió algunas losas de la cornisa que mostraban aves de presa (cat. no. 113) como esculturas de referencia de su fase AB, su periodo esti-lístico más temprano, y ya no como antes a los motivos de jaguar hallados en otra parte de la cornisa18. Al Lanzón [fig. 4] que ocupa un lugar central en la que sigue siendo la parte más temprana de Chavín, trataba con ciertas reservas, suponiendo que todas estas esculturas formaban parte de lo que él llamó “Old Temple” (Templo Viejo)19. Las investigaciones actuales en torno a la histo-ria constructiva de esta sección central de Chavín demuestran un cuadro más diferenciando20. La fase C de Rowe está represen-tada por el Obelisco Tello [fig. 5], cuyo emplazamiento original se desconoce, y su fase D por el conjunto del Portal Blanco y Negro [fig. 105], el cual fue erigido después de la ampliación final del templo principal en el nuevo centro de su fachada oriental. Según Rowe, la fase D correspondía a la fase Ocucaje 4/5 de la cerámica Paracas21. Rowe colocó la Estela Raimondi al final de la secuencia como la pieza principal de la fase EF, una escultura también sin contexto arquitectónico conocido [fig. 6]. Rowe y su grupo llega-ron a una comprensión de la estructura formal del arte Chavín, y su metafórica basada en las representaciones de depredadores.

Peter G. Roe buscó sustanciar la propuesta de Rowe mediante un detallado análisis iconográfico y complementarla con materiales adicionales22. Sus dos cuadros muestran la distri-bución de ciento cuarenta y ocho elementos estilísticos entre un total de ciento cincuenta y cinco obras de arte analizadas, ochen-ta y nueve de las cuales provenían de Chavín y su vecinidad in-mediata, sin incluir las cabezas clavas que alguna vez estuvieron empotradas en la fachada del templo principal. Sin embargo los resultados que los cuadros dan, no sustentan una base firme para la colocación de los materiales adicionales. Además, su defi-nición de los rasgos individuales no tomaba en cuenta algunos que posteriormente mostraron ser importantes, y en cambio asignó un peso inapropiado a otros. Por último, Roe evidentemen-te asumió que en Chavín no había esculturas más tempranas que aquellas que Rowe describiera. Fue así que postuló, por ejemplo, el desarrollo de una forma frecuente de representación del ojo que va contra su evolución real23.

En un segundo trabajo, Roe aplicó su método a descu-brimientos recientes. Sugirió así que las esculturas de la Plaza Circular, ubicada delante de la sección central del Templo Viejo de Rowe, debían ser consideradas como el grupo de referencia

desarrolladas en el Perú. Él justificó la contemporaneidad su-puesta de las culturas Chavín y Mochica del mismo modo que Tello lo hiciera en un principio, refiriéndose a la cerámica mochi-ca que tenía como base modelos Chavín: la cerámica a la cual John H. Rowe posteriormente interpretó como un “arcaísmo” temprano9. A partir de similitudes formales aisladas, Uhle sospe-chó que detrás de todo esto yacía la influencia de Mesoamérica, especialmente de la esfera Maya que, según su hipótesis, llegó al Perú a través de Ecuador10.

A diferencia de Tello, Uhle no fue el único postulando influencias mesoamericanas. Por ejemplo, el investigador esta-dounidense Alfred L. Kroeber distinguió dos estilos, un Chavín N —por “Nasca”—, representado por la Estela Raimondi, y un Chavín M —por “Maya”11— que comprendía las demás escultu-ras ilustradas por Tello; sin embargo, Kroeber aceptó que era po-sible que la impresión de una similitud tal vez se debía única-mente a un nivel comparablemente alto de calidad escultórica. Por falta de fechados absolutos, las discusiones descansaban ín-tegramente sobre comparaciones iconográficas, impresiones esté-ticas y teorías rivales del arte durante décadas; independiente-mente de los intentos realizados para alcanzar una mayor claridad mediante una evaluación seria del material12.

A medida que las investigaciones arqueológicas iban avanzando, la supuesta existencia de lazos culturales entre Me-soamérica y la región de los Andes Centrales, sostenida por largo tiempo, fue asumiendo una naturaleza distinta. Gracias a los nuevos datos provenientes de las excavaciones, en el Perú, los argumentos de Tello a favor de la posición temprana de Chavín como “cultura matriz” de los Andes Centrales fueron adquiriendo mayor aceptación13. En México, el descubrimiento de la cultura Olmeca parecía indicar la presencia de un desarrollo paralelo. En efecto, la reconfiguración de las sociedades que subyacían al de-sarrollo cultural más alto que prestó a ambas regiones su natu-raleza distintiva, parecía haber dado origen espontáneamente a los “grandes estilos artísticos” tanto en Mesoamérica como en el Perú14. Donald W. Lathrap apuntó al bosque tropical lluvioso, presente en ambos casos —según se manifestaba en la fauna y en las plantas cultivadas representadas en el Obelisco Tello—, y a la posibilidad de que antes de las esculturas líticas hubiese un arte, hoy perdido, elaborado sobre soportes orgánicos tales como madera, mates y tejidos15, refiriéndose a los hallazgos del Forma-tivo Inicial realizados en Huaca Prieta, en la costa norte del Perú.

Incluso la noción antigua de la importación cultural transpacífica fue revivida ocasionalmente, incluyendo algunos motivos individuales de Chavín16, como el caso de las figuras ag-náticas de Chavín —seres sobrenaturales que carecen de mandí-bula inferior— que Uhle ya había vinculado con las máscaras taotie del periodo Zhou en China17.

4.2

EL ARTE DE CHAVÍN: PRECURSORES Y DESARROLLO TEMPRANO

Henning Bischof

En los íconos de Chavín, el foco de la experiencia religiosa, lo sa-grado, alguna vez se manifestó en sus aspectos de lo sublime (au-gustum), el “misterio que evoca el temblor” (mysterium tremens) y lo que atrae de modo ambivalente (fascinans)1. Luego de un largo periodo de relativa oscuridad, y en última instancia de olvido, a mediados del siglo XIX el arte Chavín nuevamente recu-peró su poder para fascinar, esta vez a través del misterio de su existencia como testigo de una cultura prehistórica desconocida, cuyo complejo diseño y perfección tecnológica despertaron una admiración espontánea.

Intentos de orientación

Los viajeros de varios países, entre ellos Mariano E. de Rivero, Antonio Raimondi, Charles Wiener y Ernst W. Middendorf fueron los primeros en informar acerca de la existencia del complejo de Chavín y sus monumentos2. Rivero y el investigador suizo Johann Jakob von Tschudi publicaron el que probablemente fue el intento más temprano de ilustrar una escultura Chavín3. Luego, a partir de 1874, los propios habitantes de Lima, la ciudad capital, pudie-ron admirar una obra maestra de Chavín, la Estela Raimondi [fig. 6]. El estudio de José T. Polo en 1891-1892 constituyó el primer intento dedicado especialmente a una obra de arte Chavín4. Casi al mismo tiempo Middendorf presentó una descripción detallada de la escultura, siguiendo un enfoque comparativo5. Max Uhle (1856-1944) también se interesó por la Estela en varias ocasio-nes; vio la existencia de un vínculo entre ella y la cerámica pinta-da del periodo Nasca Medio, en tanto que otros investigadores encontraban que los profusos elementos de diseño recordaban más el estilo posterior, conocido como Nasca “prolífero”.

“Dicen los rumores que todavía hay piedras similares enterradas en el suelo de Chavín”, escribió Uhle6, lo que quedó confirmado un año más tarde durante la expedición dirigida por el investigador peruano Julio C. Tello (1880-1947). De los muchos descubrimientos realizados por Tello, figuró en los debates polé-micos del siguiente periodo el Obelisco Tello [figs. 5, 116], que fue llevado a Lima en 1919, y —con menor frecuencia— el Lanzón monolítico, dejado in situ [figs. 4, 117]. Esas discusiones giraron en torno a la relación de las esculturas entre sí, su relación con otras culturas y, no menos importante, las preguntas sobre su origen y derivación.

Tello dio el nombre de Chavín al complejo cultural que Middendorf había esbozado vagamente tomando el nombre de su sitio principal7; también defendió consecuentemente su origen local partiendo de la cultura llamada por él “Huaylas”, cuyas es-culturas y cerámica eran más toscas, y señalando la presencia de influencias procedentes de las tierras bajas tropicales del Amazo-nas8. Uhle, en cambio, concentrándose únicamente en las princi-pales obras escultóricas derivó el arte Chavín del periodo medio de la cultura Nasca y de la cultura Mochica Temprano, que para él eran por ese entonces las dos culturas de mayor antigüedad

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Chavín de HuántarCHAVÍN 141140

de figuras humanas sostiene un símbolo que cruza su cuerpo se-mejante a una barra y que se parece a una serpiente de dos cabe-zas, comparable con lo que se ve en las posteriores imágenes Chavín [fig. 76]42. La figura de la derecha, posiblemente femeni-na, parece estar orinando, lo que a su vez la haría un arquetipo de una divina “madre fuente”: un tipo de deidad que aún existía en las creencias del siglo XVII. Las figuras complejas que se han conservado fragmentariamente en textiles de La Galgada, proba-blemente también puedan situarse en contextos míticos. Ellas constan de elementos que por parte son antropomorfos y por parte geométricos, y se las realzó con las características cabezas convencionales de ave o “serpientes sonrientes”. En dos textiles vemos serpientes de este tipo combinadas con formas humanas: un antecedente de las criaturas compuestas humano-animales de Chavín y Paracas43. Hay varios ornamentos geométricos raros, entre ellos algunos llamativos patrones escalonados y dentados, en tanto que los motivos de plantas faltan por completo.

Los motivos animales y de máscaras rigurosamente estilizados, que se ven en los pequeños hallazgos figurativos, siguen los principios fundamentales de los diseños textiles [fig. 77]. El objeto más antiguo que se conozca, datado en la primera mitad del tercer milenio a.C., podría ser el tazón de madera talla-do con figuras de sapos procedente de la Huaca de los Sacrificios, en Áspero. Particularmente digno de mención es un grupo de flautas de Caral hechas de huesos de cóndor y pelícano, que lucen soberbios motivos incisos de monos, aves y máscaras44. Los trein-ta y dos instrumentos se encontraron en una Plaza Circular Hundida usada para fines rituales; exactamente qué tipo de ritual se celebraba queda tal vez mejor ilustrado con el grupo de animales —probablemente monos— con instrumentos de viento perforados punto por punto en una plaquita de hueso hallada en Asia [fig. 78]45. Dos pequeños mates con tapas, provenientes del entierro 903 de Huaca Prieta (Chicama), con representaciones de felinos, hicieron que varios autores postularan la influencia de la cerámica Valdivia, de las costas ecuatorianas del Pacífico; sin em-bargo, este supuesto resultó errado46. En su lugar, el descubri-miento de algunos tazones de piedra pulida con diseños en relie-ve en la región de Zamora (Ecuador meridional), hizo que sea aconsejable reconsiderar la influencia de las regiones tropicales húmedas de los Andes del sur del Ecuador, puesto que motivos tales como la “serpiente sonriente”, en combinación con las carac-terísticas cabezas de aves de rapiña de perfil, demuestran cone-xiones de larga distancia al sur hasta La Galgada, cerca del alto río Santa47. El fechado radiocarbónico de aproximadamente 2000 a.C. coincide en ambos lados.

Las figurinas antropomorfas de barro no cocido, cono-cidas de varios sitios de la costa central del Perú, sobre todo de Caral, así como de Kotosh (2400-1600 a.C.), en la sierra, podrían estar ligadas a influencias norteñas48 que apuntan en última ins-tancia hacia el sitio ecuatoriano de Valdivia. Su peinado y vesti-menta tal vez indiquen diferencias de rango o de estatus49.

prehispánico. Rafael Larco Hoyle (1901-1966), un hacendado de la costa norte interesado por la arqueología, propuso, contra la feroz oposición de Tello, que el origen del arte Chavín debía buscarse en la costa. Larco basó su postura en numerosos hallaz-gos de tumbas en el valle pequeño y seco de Cupisnique, especial-mente de botellas numerosas de cerámica decoradas con rasgos Chavín32. Su conclusión se vio apuntalada por los descubrimien-tos arquitectónicos que Tello hiciera en el valle de Nepeña, entre ellos, Larco identificó correctamente a Punkurí y sus esculturas de barro pintadas, como un sitio ceremonial temprano de la época antes de Chavín33.

Esta mirada hacia el oeste no descuidó los importan-tes motivos pictóricos —e indudablemente religiosos— de Chavín, que incluían caimanes, anacondas, águilas arpías, monos y jagua-res, lo que, según la opinión más ampliamente sostenida, apunta-ba hacia el bosque tropical al este34. Con sus trabajos en el alto valle de Zaña, el arqueólogo norteño Walter Alva fue el primero en hacer notar a los expertos que en el Perú septentrional el llu-vioso bosque tropical montano, que proporciona un hábitat para algunos de estos animales, también se extiende a lo largo de las faldas occidentales de los Andes. Pero, a diferencia de los bosques tropicales al este de la cordillera, el valle alto de Zaña cuenta con una arquitectura monumental formativa, con edificios de piedra y cerámica fina. A la base de estos datos arqueológicos, Carlos G. Elera exploró la contribución de esta región al surgimiento de la cultura Cupisnique, emparentada con Chavín35. Los caimanes también son nativos del norte peruano y de la cuenca del Guayas al sur de Ecuador; esto cae bien adentro de la región donde se comercializaban conchas de Spondylus, las cuales ya tenían una gran importancia ritual en el temprano periodo Chavín. Desde aquí también era fácil alcanzar la lluviosa región tropical andina alrededor de Zamora, en el Ecuador meridional, donde se halla-ron vasijas tempranas de piedra tallada y botellas de cerámica tipo “asa estribo”, una forma característica de la cultura Chavín/Cupisnique [véase cap. 5.1]. Pero debemos tomar en considera-ción que la pregunta en torno al origen de la cultura Chavín es diferente en la medida en que esta región mantuvo contactos di-rectos con las tierras bajas tropicales al este, por ejemplo a través de Yauya, en la provincia de Áncash, donde la estela homónima, otra gran obra escultórica Chavín, muestra una pareja de caima-nes, lo que posiblemente no resulta nada casual36.

Vías para salir de la oscuridad:El arte precerámico del Formativo Inicial

A partir de una sugerencia hecha por Yoshio Onuki37 en la reu-nión celebrada como preparación de esta exhibición, se decidió adoptar el término “Periodo Formativo Inicial” como denomina-ción de la última fase de la época precerámica, a fin de hacer justicia así a los logros culturales cada vez más distinguibles que se dieron entre el cuarto y el segundo milenio a.C. “Arcaico Tardío” o “Arcaico Final”, términos habitualmente utilizados para este periodo, serían entonces aplicables únicamente a la época anterior a 3500 a.C.

Gracias a las excelentes condiciones de conservación existentes en la costa del desierto peruano, Junius B. Bird, Fré-déric A. Engel, Terence Grieder y Ruth Shady lograron pintar un cuadro ricamente detallado de esta cultura temprana —entre 2600 y 1600 a.C.— en los sitios del Formativo Inicial en Huaca Prieta (valle de Chicama), Asia (valle de Omas), La Galgada (valle de Tablachaca) y Caral (valle de Supe)38. El arte textil mostró haber estado particularmente bien desarrollado junto a los pocos objetos figurativos hechos con hueso, conchas de moluscos, madera, mates, arcilla no cocida y algún tipo de material modelable.

El estilo heráldico - obras de textiles y de arte portátil A diferencia de las pinturas “narrativas” de cuevas y abrigos rocosos —cuya antigüedad, en el Perú, solamente puede verifi-carse en unos cuantos casos39—, el arte textil de Huaca Prieta, La Galgada y Asia se caracteriza por su naturaleza simbólica, la es-tilización estrictamente heráldica de los motivos animales y las repre sentaciones humanoides, así como por principios estruc-turadores como la simetría y el cambio de dirección rítmicos40. Las representaciones de aves son las imágenes que encontramos con más frecuencia, entre ellas cóndores con las alas extendidas [véase el cap. 2.1; fig. 13], parejas de aves y loros “sentados” vistos de lado y unidos para dar forma a motivos simétricos [fig. 75], seguidas por serpientes, unos cuantos felinos pequeños o zorros sin colmillos distinguibles, un murciélago, así como peces, langos-tinos, cangrejos y la “serpiente dentada”, que en realidad es un gusano marino. Algunos de estos animales también aparecen en combinación41. Este desarrollo de un grupo de imágenes fuerte-mente estilizadas, cuyos motivos —fundamentalmente represen-taciones de animales de la costa— se repiten muchas veces a lo largo de los bordes decorativos de ancho variable, habría de ca-racterizar al arte antiguo peruano bidimensional durante los si-guientes cuatro mil años.

Únicamente la serpiente bicéfala en forma de S es in-mediatamente reconocible como un ser mítico; sin embargo, en tres de cuatro casos las figuras humanas se encuentran asimis-mo asociadas con el ámbito mítico, tal como lo indican sus atribu-tos. En Huaca Prieta, por ejemplo, la figura izquierda de un par

de una fase B separada de Chavín24. Volveremos más adelante sobre este punto.

Hasta ahora el último intento para esbozar el desarro-llo dentro del estilo Chavín fue realizado por Alan R. Sawyer y Maureen E. Maitland. Sus periodos I (= la fase AB de Rowe) y II (= la fase D, con ciertas piezas EF) se basaban más en el tipo de trazo en el arte lítico y en las calidades artísticas en general que en elementos iconográficos individuales. Su periodo I incluía los relieves de la Plaza Circular como patrón de referencia de la fase C, desplazando así al Obelisco Tello. En cuanto su periodo Chavín Tardío (III), los autores afirman que la “fase III es difícil de defi-nir debido a la diversidad del estilo en sus monumentos principa-les”25. Esto no sorprende, puesto que además de los restantes ejemplos de la fase EF de Rowe/Roe, este periodo también debía incluir la Estela Raimondi, el Obelisco Tello y el Obelisco Gotush26. Sawyer y Maitland, además, no tomaron en cuenta la posible existencia de antecedentes del Lanzón.

La búsqueda de los orígenes

Richard L. Burger y Lucy Salazar consideran que la cultura Chavín no se deriva de una sola región de origen, sino que incor-pora más bien elementos provenientes de diversas fuentes27. Si bien esto puede ser también cierto para el arte, sigue siendo ne-cesario identificar sus modelos concretos o las tradiciones que le precedieron.

En este sentido las excavaciones realizadas por los ja-poneses cerca de Huánuco, al sudeste de Chavín, en la década de 1960, abrieron nuevas perspectivas [véase cap. 3.2]. Aunque en Kotosh, el sitio principal, no había niveles de Chavín Temprano, en el sitio vecino de Shillacoto sí se hallaron tallas de hueso con rasgos Chavín en una tumba de la fase Kotosh28. Esta fase tiene una fecha estimada de 1200-900 a.C.29 y se entrecruza con el inicio de las construcciones y del arte lítico en Chavín, donde se encuentran vasijas de tipo Kotosh en el contexto de la llamada cerámica Urabarriu, la más temprana encontrada en el lugar30. Por tanto, los motivos que aparecen repentinamente en las tallas en hueso de Shillacoto no pueden simplemente ser considerados como antecedentes del estilo Chavín, más bien podrían reflejar la influencia de Chavín. Chiaki Kano también prestó atención a la precedente fase Wairajirca (1600/1500-1200 a.C.), puesto que los felinos —jaguares y pumas— tienen un papel importante, tanto en el arte Chavín como en la decoración alfarera Wairajirca31. Con sus cabezas-rostro esquematizadas y bandas ornamentales geométricas en el estilo de algunas tradiciones de las tierras bajas tropicales del Amazonas,Wairajirca ofrece, a pesar de todo, un aspecto distinto por completo, independientemente de si este u otro elemento decorativo también haya aparecido en Chavín.

En ausencia de hallazgos convincentes en la sierra y en las tierras bajas al este, la atención se desplazó hacia el oeste, a las costas del Pacífico, con su tradición rica de arte figurativo

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como el tema mismo de la procesión, reaparecerían posterior-mente en el arte Chavín. Entre ellos se encontraban la organiza-ción bipartita de las procesiones, que refleja la estructura dual de los sistemas sociales de los Andes Centrales. En Cerro Sechín, este rasgo quedó simbolizado aún más dejando un espacio entre los dos tramos paralelos de escalinatas67; en Cerro Blanco (Nepeña) por una escalinata pintada de rojo y blanco con un cordón central68, y en el Portal Blanco y Negro de Chavín con la selección de dos tipos de piedra distintos.

Las figuras individuales son realistas, en la medida en que no han sido alteradas con añadidos metafóricos o decorati-vos, y sus contornos siguen teniendo un aspecto relativamente realista, a pesar de toda la simplificación estilística; los pies, por ejemplo, se ven desde un punto de vista lateral “natural”. Salvo por la figura sacrificada representada en el relieve de un pilar de la fase de construcción 1 de Cerro Sechín [fig. 47], ninguno de estos relieves en piedra de la fase de construcción 4 —con una excepción— tiene las partes de su cuerpo demarcadas con líneas [fig. 84a]. Solamente el cuerpo de una persona muestra marcas de partición, tal vez en alusión al sacrificio ritual. Sin embargo, lo que llama la atención de las figuras de la procesión es el “ojo ex-céntrico”, con la pupila en el borde superior del párpado —una característica muy conocida del arte Chavín—, así como la banda encima de la frente y la mejilla. Ambas características enfatizan el estatus especial —según Tello, la naturaleza depredadora-ani-mal— de los dignatarios69. Los dos símbolos que se encuentran en los extremos de los cetros de las figuras de la procesión nos invi-tan a interpretarlos. El símbolo escalonado en la cima podría aludir a una montaña o a campos aterrazados; éste se repite en Punkurí, así como en uno de los dos morteros de piedra tempra-nos finamente esculpidos del Museo Brüning (Lambayeque)70. A juzgar por el grafiti posterior hallado en Sechín Bajo, el disco re-dondo “muescado” al pie simboliza la vida vegetal o algo que da vida. Este símbolo también ha sido documentado varias veces dentro de cierto periodo: además de encontrársele en Cerro Sechín y Sechín Bajo, lo vemos también en el segundo mortero de Lambayeque, así como en San Juanito y en Pampa de las Llamas. En consecuencia, los cetros estarían ilustrando la bendición deri-vada del sacrificio humano. Teniendo en cuenta el grafiti de Sechín Bajo, los apéndices en el cinturón de las figuras de la pro-cesión de Cerro Sechín también podrían entenderse de este modo.

En lo que respecta a la representación de las figuras humanas, en sentido estricto, el estilo Sechín hasta ahora solo ha sido documentado en otros dos lugares de los valles de Casma y Nepeña, y recientemente en Caral71. Según Ruth Shady, su in-fluencia es asimismo visible en los relieves de barro de Allpacoto, cerca de Caral. Aunque solo se conoce a partir de una fotografía publicada en una revista, aquí debemos mencionar también al fragmento del relieve de barro de Vichama, cerca de Huacho, que muestra una mano con algún instrumento o arma en forma de óvalo puntiagudo. En cambio, el realismo puro del trompetero de

Un proceso aparte tuvo lugar en la región de Casma/Nepeña, en la costa nor-central. Lo que distingue en particular al centro ritual de Cerro Sechín (en el valle de Casma) de los demás sitios mencionados arriba, son aquellos rasgos iconográficos es-pecíficos que comparten con las esculturas Chavín. Tello, que des-cubrió la plataforma central revestida de piedra en 1937, creyó que era posterior a Chavín54; Larco Hoyle, en cambio, pensaba que era anterior55. Durante largo tiempo, el debate en torno a su fechado no fue concluyente. En 1978 diseñé un proyecto de inves-tigación que buscaba resolver esta cuestión, en colaboración con el arqueólogo peruano Lorenzo Samaniego56. Resultó que el edifi-cio central de Cerro Sechín y sus cuatro fases de construcción datan de la última época del Formativo Inicial, alrededor de 2100-1800 a.C.57, mientras el estilo heráldico dominaba todavía en otros lugares. Sobre esta base se podía intentar definir los rasgos básicos de la historia del arte Pre-Chavín.

El estilo Punkurí La entrada a la cella (el recinto central) de la primera fase de construcción de Cerro Sechín está flanqueada por pinturas de pumas [fig. 47]. Sus rasgos principales se repiten en una escultura polícroma de puma en el vecino valle de Nepeña, que por lo tanto presumiblemente data del mismo periodo, alre-dedor de 2100 a.C. [fig. 81]. Esta figura de puma se encuentra en la escalinata principal de la plataforma del templo de Punkurí (fase de construcción 3), la cual fue trabajada mayormente con adobes cónicos, el mismo método usado en las tres primeras fases de construcción de Cerro Sechín58. Una columna pintada de rojo, amarillo y negro de la fase de construcción anterior, la fase 2, tiene bandas con cangrejos estilizados similares a los que figuran sobre un textil de Huaca Prieta del Formativo Inicial59. Por último, la fase de construcción 1, la más temprana, presenta los célebres relieves pintados en la fachada de la entrada, visibles desde lejos, que representan una deidad de tipo animal en posi-ción horizontal [fig. 82]. Asumiendo que la tercera fase de cons-trucción de Punkurí coincide aproximadamente con la fase de edificación más antigua de Cerro Sechín, podemos ubicar la pri-mera fase de Punkurí en la segunda mitad del tercer milenio a.C. La alta calidad de la arquitectura no sorprende cuando conside-ramos que la región ya contaba con una impresionante tradición de construcción con adobes, a más tardar para el último tercio del cuarto milenio a.C., tal como se demostró en Sechín Bajo, en el vecino valle de Casma [véase cap. 2.5].

A pesar de su hocico dentado, algunos autores conside-ran que la criatura representada en los relieves de barro de 4 m de ancho, que flanqueaban la entrada al templo de Punkurí en su fase de construcción I, es una inmensa ave, posiblemente un búho, como lo sugieren los ojos, la cola y las “plumas de la cola” (¿ornamentos del cinturón?) que tiene entre los pies. Pero tam-bién se podría interpretar la figura como una especie marina. Los motivos decorativos, un símbolo escalonado como el que aparece en los cetros de los relieves en piedra de Cerro Sechín, el cinturón

de tipo Sechín y, según Samaniego, un manto, colocan a la figura encima de las representaciones usuales de animales60. Esto es enfatizado por tres figuras jerárquicamente subordinadas, las que a su vez obedecen al estilo heráldico: un mono o felino con dos símbolos escalonados sobre su espalda, una zarigüeya común (Di-delphis marsupialis) y lo que parece ser un león marino. Su estre-cha semejanza con las figuras de las flautas de Caral no sorpren-de, puesto que esta data de la segunda mitad del tercer milenio a.C., con lo cual corresponde a la edad estimada de Punkurí.

El rasgo más importante del estilo de Punkurí, el cual también se encuentra en un textil de La Galgada, es la represen-tación geometrizada de criaturas abstractas o “surrealistas” con líneas rectas y continuas u ocasionalmente escalonadas, curvas sinuosas y esquinas que a menudo están redondeadas61. Otros ejemplos del estilo son un mural tallado en el enlucido que si bien es abstracto, probablemente debía ser figurativo [fig. 83], y un motivo comparable y sólo en parte expuesto —ambos de la fase de construcción 262—, así como la decoración de una vasija de piedra proveniente del entierro de una mujer, encontrada de-lante de la escalinata principal63. La coexistencia de los estilos heráldico y Punkurí en el relieve de la fachada grande muestra, sin embargo, que el fechado cronológico de esculturas individua-les a partir de criterios estilísticos, sólo debe hacerse en el contex-to de una juiciosa evaluación global. Rafael Vega-Centeno acerta-damente llamó la atención sobre este punto64.

El estilo Sechín En comparación con los relieves más antiguos del estilo Punkurí, la escultura de un felino de la fase de cons-trucción 3 del sitio del mismo nombre, sus contrapartes pintadas al final del tercer milenio a.C. en Cerro Sechín, parecen ser rea-listas. En el contexto de lo que era artísticamente posible en el arte temprano, las representaciones que sobrevivieron en las fa-chadas del edificio central de Cerro Sechín podrían asimismo ser consideradas de intención realista. Esto vale tanto para los moti-vos individuales —dignatarios humanos y víctimas desmembra-das [figs. 84, 85], grandes peces que representan el entorno del sacrificio, los estandartes al pie de las escalinatas principales y un símbolo de honda o de cinturón como para las acciones mismas. Todos los relieves pintados en barro sobre las fachadas delanteras de las tres fases de construcción más tempranas, con sus edificaciones de adobes cónicos [véase cap. 2.5], y los más de cuatrocientos relieves en piedra de la cuarta fase de construc-ción, alrededor de 1900-1800 a.C., retratan escenas de sacrificios humanos, aunque desde diversas perspectivas. En las tres prime-ras fases de construcción el centro de atención era el acto mismo del sacrificio; en cambio, el tema central de la cuarta fase fue la procesión ritual de la que presumiblemente era una sociedad guerrera —que aseguraba el bienestar de la comunidad median-te los sacrificios de sangre que ofrecía—, liderada por personajes especialmente identificados y tal vez legendarios [figs. 49, 50]65. Algunos rasgos iconográficos individuales de Cerro Sechín66, así

Un objeto que resalta entre los muchos hallazgos realizados en Caral es una pareja de figurillas pintadas y sumamente expresi-vas: un hombre y la que claramente es una mujer de alto rango.

Esculturas arquitectónicas y pinturas murales La imagen evolutiva de una cultura de pescadores y agricultores, estructura-da de modo relativamente simple, persistió durante algún tiempo. El descubrimiento del precerámico “Templo de las Manos Cruza-das” en Kotosh, de la fase Mito [figs. 60, 79], resultó por ello bas-tante sorprendente para los expertos; probaba, después de todo, que una arquitectura y escultura parietal sumamente desarrolla-da habían existido ya alrededor de 2000 a.C.50. Hoy en día sabe-mos que el descubrimiento de Kotosh no fue un caso aislado, sino más bien —al menos en lo que se refiere al arte en relieve— un ejemplo algo modesto en comparación con los edificios de Punkurí (Nepeña), Cerro Sechín y Sechín Bajo (Casma), así como San Jua-nito (Santa) y Buena Vista (Chillón), todos los cuales datan entre 2500 y 1600 a.C. Dado el estado actual de las investigaciones, aún no se sabe si las esculturas en barro y las pinturas murales de Ventarrón (cerca de Chiclayo), que con seguridad provienen del Formativo Inicial, forman parte de la misma esfera cultural, o más bien de su propia tradición norteña peruana [véase cap 2.4]. Un grupo de peces modelados burdamente en el enlucido de la fase de construcción 1 [fig. 31], y un venado cogido en redes fijas pintadas en un mural polícromo en la construcción de la fase 2 [fig. 33], tratan temas que se repetirían posteriormente en Gara-gay (Lima) o incluso en el arte Mochica51. El descubrimiento for-tuito de algunos relieves en barro difícil de fechar en Sorcape (valle de Chicama), prueba que los murales tempranos del norte peruano se daban con mayor frecuencia de lo que actualmente parecería. El cuarto en Sorcape tiene al menos seis relieves simi-lares de peces que recuerdan vagamente a los relieves en barro de la tercera fase de construcción de Cerro Sechín (Casma)52.

Mucho más al sur se encuentran las esculturas impre-sionantes y bien fechadas de las cámaras de los templos de Buena Vista, en el valle del río Chillón, cerca de Lima (2200-1600 a.C.), que merecen mencionarse primero: específicamente, un rostro humano grande en forma de disco flanqueado por dos animales de presa (¿zorros?), que era la imagen central de culto [fig. 80], y una figura tridimensional casi de tamaño natural de alguien que toca una flauta o una trompeta de concha; ambas figuras fueron modeladas con un enlucido de barro sin pintar finamente alisado sobre la mampostería, un tipo de construcción que también es típico de Caral. Las celosías, perfiles o nichos decorativos de con-tornos escalonados, sirvieron para estructurar algunas de las pa-redes de estos edificios sagrados, los cuales tal vez estuvieron orientados según las antiguas constelaciones estelares (“el Zorro”). La imagen central del culto de Buena Vista corresponde en todos los sentidos al estilo heráldico del Formativo Inicial, pre-sente también en el mismo valle en los grafiti de El Paraíso, que lucen motivos comparables53.

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nas los colmillos y las emanaciones puntiagudas de una máscara destruida, probablemente agnático86. Las máscaras estomacales o de cinturón de este tipo, también pertenecen a la indumentaria de las figuras míticas en el arte Chavín Clásico. En un lado cuelga el cuerpo de una serpiente que termina en la cabeza de un animal depredador que muestra la variante excéntrica del “ojo bicorne” felino: una forma de ojo que, como regla general, tiene ambas esquinas puntiagudas.

En la figura 91 podemos ver un ejemplo claro de este elemento pictórico, pero en su variante concéntrica. La configura-ción del cuerpo de la serpiente se parece a la que se encuentra en dos tallas en hueso de Pallka y Las Haldas (Casma): un gran símbolo escalonado con elementos secundarios acompaña a la cabeza de serpiente. Al otro lado de la figura aparece el típico objeto redondo conocido de los cetros de Cerro Sechín [compárese con la fig. 84a] como colofón inferior de un objeto por lo demás destruido. Aquí se encuentra rodeado por un patrón semejante a un eslabón. Hay varias correspondencias entre este conjunto y las representaciones del norte peruano atribuidas al arte Cupis-nique —relacionado con Chavín—, y a las que hasta ahora se les daba una fecha relativamente tardía. Sin embargo, según los fe-chados radiocarbónicos, “Huaca A” data de alrededor de 1450-1400 a.C., y es por lo tanto un precursor de Chavín/Cupisnique87.

Se identificaron rasgos afines en la plataforma nores-te del templo de Garagay (Lima), a casi 400 km de distancia88. De la primera fase de construcción de la plataforma se conservan un relieve realista de una red entre dos figuras míticas y, en otro lugar, relieves pintados de personas que portan escudos del tipo Sechín, o del posterior tipo Yurakyako [fig. 89]. La segunda fase de construcción está caracterizada por paredes con nichos a cado lado de la escalinata, en tres de cuyos frentes se modeló tres ca-bezas grandes humanas, todas sin colmillos [fig. 90]. La primera de ellas, con ojo excéntrico, quedó sin modificar salvo por un ele-mento de banda vertical. La segunda también luce un ojo excén-trico y tiene una cabeza de halcón como nariz, en conformidad con la doble franja que lleva sobre la mejilla. La tercera cabeza tiene el ojo cerrado y una sola franja sobre la mejilla, una cabeza de serpiente agnática en lugar de nariz y un ojo bicorne incom-pleto y concéntrico. Del cuello salen como apéndices un elemento semejante a una aleta un símbolo escalonado al cual se superpo-ne un objeto en forma de estrella y un pie con garras y un manojo de franjas sobre otro símbolo escalonado. Roger Ravines comparó estas cabezas con las cabezas clavas grotescas del templo de Chavín, las cuales sin embargo muestran detalles del todo distin-tos [cat. nos. 115-119]89. Lo que las cabezas de Garagay definiti-vamente muestran es el concepto de la yuxtaposición de la muerte (o el sueño) y la vida, un tema ya conocido en Cerro Sechín y que también se repite en Moxeque. Según el fechado radiocarbónico, la plataforma noreste fue construida en el perio-do 1519-1318 a.C.90.

construcción 3) y en Sorcape (valle de Chicama), una vez más en forma fuertemente estilizada.

Hasta ahora no se conoce ninguna imagen de deida-des u otros seres míticos de Cerro Sechín. Queda, por tanto, sin resolver la cuestión de si se las diseñó siguiendo el principio del “realismo mítico”, como los retratos de humanos y felinos de ese entonces, o si más bien siguieron el estilo Punkurí, en parte su-rrealista y en parte abstracto-geométrico.

El estilo Suchimán Originalmente atribuí varias obras escultó-ricas de la costa norcentral al estilo Punkurí, porque también muestran un alto grado de abstracción. Y en efecto, todavía no podemos descartar esta conexión. Ello no obstante, la compa-ración con los relieves de la fachada de Punkurí revela una pro-funda diferencia: si bien en este lugar se conserva una estructura corporal “orgánica”, las partes individuales del cuerpo de las imá-genes aquí examinadas están separadas la una de la otra y a menudo se encuentran dispuestas en una forma que no resul-ta fácil de comprender. Parecería por ello apropiado darle a este grupo su propio nombre: “Suchimán”76, por el sitio donde se des-cubrió un ejemplo típico del estilo77, en una zona que se limita al valle bajo del Santa, con algunas excepciones conocidas en los valles de Casma y Nepeña. Significativamente y a diferen-cia de otros estilos tempranos, aún no ha sido hallado en Chavín de Huántar.

Inicialmente apenas había un pequeño grupo de tazo-nes cilíndricos de piedra tallados, a los que se llamó el “tipo Su-chimán” por un sitio importante [fig. 87a y b]. En lo que se refiere a su función, éstos probablemente fueron morteros, puesto que en Punkurí se halló una mano que hacía juego78. En esto se incorpo-ran también algunos relieves murales pintados de Pampa de las Llamas y Moxeque (valle de Casma), combinados con imágenes de distintos estilos que indicaban fechas de origen ligeramente divergentes. Además, en una sección periférica de Punkurí (valle de Nepeña) se descubrió un relieve de estilo Suchimán. En este caso, su contexto constructivo debe ser examinado nuevamente79. Por último, un hallazgo afortunado que hicieron Claude Chapde-laine y Víctor Pimentel en San Juanito (valle de Santa) nos brindó una pieza más de importancia crucial, lo cual permite fechar al estilo Suchimán hacia el final del Formativo Inicial, entre 1800 y 1600 a.C.: posterior a Cerro Sechín pero todavía anterior a la introducción de la cerámica80. Un espléndido morte-ro de piedra cilíndrico, de estilo Suchimán, fue depositado sobre una escalinata del templo con varias fases constructivas antes de que se la rellenara; las paredes que flanqueaban la escalinata fueron pintadas con relieves murales polícromos en el mismo estilo [fig. 88]. Además se encontró un entierro inusualmente bien conservado, que contenía abundantes canastas y textiles de-corados con figuras, una muñeca de madera, joyas y vasijas de mate pirograbadas.

Algunos elementos iconográficos específicos de San Juanito, entre ellos el cinturón de tipo “Sechín”, se presentan en los dos morteros del Museo Brüning ya mencionados y corrobo-ran su fechado temprano, inferido a partir de una comparación con los felinos sin colmillos de los dos mates tallados de Huaca Prieta81. Ya se indicó el parecido que hay entre su representación y los relieves en piedra de Cerro Sechín. Dado el estado actual de las investigaciones, todos estos hallazgos pueden ser considera-dos “contemporáneos” dentro de un lapso de doscientos a tres-cientos años. De otro lado, el motivo de la serpiente bicéfala en-contrado tejido en una canasta une a San Jacinto con el sitio de Asia, que también es del precerámico y que data de los siglos XVII a XV a.C.82, contactos que comprendieron más de 750 km de la costa peruana.

En suma, las recientes investigaciones revelaron un cuadro sorprendentemente complejo del desarrollo artístico de la costa norcentral durante el segundo milenio a.C., proceso que ciertamente no quedó limitado a una mera sucesión de estilos individuales. Según las evidencias obtenidas en San Juanito, pa-recería que la tradición artística de Punkurí pervivió bajo la forma del estilo Suchimán junto al arte realista de Cerro Sechín y sus sucesores. El friso magnífico de adorantes, de Sechín Bajo (valle de Casma), el cual se encuentra firmemente fechado entre los siglos XVI y XV a.C. [fig. 45]. Rasgos afines demuestran los rostros de un fragmento de mortero del tipo Suchimán, proceden-te del valle de Casma83. La tradición Suchimán misma sobrevivió durante la siguiente oleada de nuevas ideas artísticas —al menos en el valle de Casma—, la cual condujo al arte Chavín “clásico” hacia el final del segundo milenio a.C.84.

Los contornos del futuro:La fase A de Chavín (Formativo Temprano)

Murales En el arte sagrado de Chavín dominan las bestias (ja-guares, caimanes) y las aves de rapiña, junto con criaturas com-puestas que combinan una forma humana básica con cuerpos de serpiente, alas o rasgos de depredadores: colmillos, patas, garras o picos de aves de presa. Estos motivos casi no se reconocen en los objetos escultóricos Suchimán. En Cerro Sechín están del todo ausentes, con excepción del puma, tal vez porque estas convencio-nes aún no existían, o simplemente debido a que las representa-ciones de criaturas míticas todavía no han sido descubiertas. Du-rante la limpieza de secciones importantes de la “Huaca A”, el edificio central de Pampa de las Llamas, en el valle de Casma, Shelia y Thomas Pozorski encontraron los restos de relieves pa-rietales a cada lado de la entrada noreste, que contribuyeron de manera decisiva a reducir este vacío85. Los dos relieves, que origi-nalmente tuvieron entre 6 y 8 m de altura, solo se han conserva-do hasta las rodillas de las figuras. A juzgar por sus pies, adorna-dos con bandas ornamentales, cada uno de los relieves representa una figura antropomorfa vista de frente, que tiene entre las pier-

Buena Vista parecería estar ligado de modo más estrecho a las figurillas de barro de la costa central y norte, y no específicamen-te con el estilo Sechín. Por último, en este contexto debemos in-cluir el relieve parietal de las Manos Cruzadas de Kotosh, tanto por razones cronológicas como de estilo [figs. 60, 79]. De otro lado, el dibujo geométrico de las figuras de adorantes en uno de los morteros de Lambayeque no concuerda con el estilo Sechín, aun cuando en ellos encontramos importantes elementos iconográfi-cos individuales de dicho estilo. La mayoría de las demás escultu-ras que tienden a asociarse con Cerro Sechín en realidad son posteriores. El que las diferencias se limiten únicamente a suti-les variaciones en el estilo y la iconografía, resulta tanto más sorprendente si recordamos la extensión del periodo que abarca; por lo menos 600 a 800 años separan las esculturas Sechín del Lanzón, el ejemplo más temprano del arte Chavín “clásico”.

Aquello que resulta válido para la figura humana lo es también para el motivo del felino. Un periodo de aproximada-mente mil años está documentado por apenas diez imágenes co-nocidas, la mayoría de ellas relieves individuales y petroglifos sumamente dispersos sin contextos fechables. La secuencia de construcción de Punkurí revela que el puma con colmillos fue introducido como figura sagrada hacia finales del tercer milenio a.C. [fig. 81]. Todavía no queda claro si este puma era la figura principal de culto o únicamente un asistente, pues las habitacio-nes mismas del templo no se han conservado. Dada su posición subordinada fuera de la cella, resulta más probable que los dos pumas aproximadamente contemporáneos de Cerro Sechín (fase de construcción 1) hayan sido seres subordinados. A juzgar por el tipo de cabeza humana dibujada en el cuerpo del puma, el relieve en piedra de Mesapatac, en el valle de Casma [fig. 86], debe estar cronológicamente cerca de las cabezas humanas de la fachada de Cerro Sechín (fase de construcción 4), esto es hacia el inicio del segundo milenio a.C.72. El relieve de un felino excavado en Chavín de Huántar [fig. 98a] puede ser fechado en su fase A (siglos XV a XIV a.C.) a partir de la forma de su ojo73. Este relieve, al igual que otro de Chavín [fig. 98b] y de uno que fuera tallado sobre un bloque de piedra del Callejón de Huaylas —tal vez Chupa-coto74—, tiene un cuerpo liso sin añadidos metafóricos, lo que marca un claro contraste con las representaciones de felinos en el estilo Chavín ”clásico”.

En tanto que los elementos diagnósticos como el con-torno y la forma de los ojos, la boca y las patas solo proporcionen información cronológica limitada, las representaciones única-mente pueden ser atribuidas en términos generales al Formativo Inicial y/o Temprano. Esto vale, por ejemplo, para el petroglifo de Quebrada del Felino, cerca de Tembladera (Jequetepeque). Las alas escalonadas del halcón inciso sobre el cuerpo del felino argu-mentan a favor de un origen en el Formativo Inicial; los contor-nos escalonados de este tipo asimismo figuran en los estilos Punkurí y Sechín75. Es poco lo que se puede decir con respecto al motivo pez, el cual se halla presente en Cerro Sechín (fase de

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alfareras complejas en el norte peruano, como la botella asa estri-bo, podría atribuirse a la existencia de vasijas aún más antiguas con estas formas en el sur del Ecuador [véase el cap. 5.1]112.

Características y motivos iconográficos

Características Un elemento iconográfico importante en todas estas imágenes es el ya mencionado “ojo bicorne” en sus diversas formas, que no aparece en el arte Chavín Clásico113. El ojo puede ser excéntrico, como en las cabezas de serpientes, caimanes y fe-linos, y usualmente se le encuentra en motivos subordinados junto al ojo excéntrico semioval o rectangular de esquinas redon-deadas de las figuras más importantes. Hasta ahora el “ojo bicor-ne” excéntrico solo ha sido documentado una vez en Chavín de Huántar, donde se incluye en un relieve de puma [fig. 98a].

La zona de la boca destaca como el rasgo más promi-nente de las figuras míticas. Así, por ejemplo, una cabeza humana asume naturaleza felina al agregársele colmillos. Otras mejoras pueden ser añadidas agregando el pico de un ave de rapiña, lo que además de representar un poder intensificado podría tam-bién simbolizar una movilidad libre de restricciones. En la fase Chavín A, el conjunto de la boca a veces termina en mandíbulas de artrópodos: arañas o langostas espinosas. Además, el símbolo tridente del “hálito de poder” es privativo de los seres míticos y por lo demás poderosos; todavía se le ve ocasionalmente en forma modificada en las esculturas Chavín Clásico. La ausencia de tales elementos podría querer decir que las figuras en cuestión eran humanas o criaturas míticas de baja posición jerárquica, muy probablemente participantes en algún tipo de ritual. Las manos y los pies de las figuras antropomorfas se encuentran es-tilizados geométricamente y en la mayoría de los casos se usaron bandas decorativas o líneas para delimitarlos. Los dedos de los pies se muestran desde arriba, a diferencia de lo que vemos en el estilo Sechín, en tanto que los cuadrúpedos tienen zarpas redon-deadas, sumamente distintas de las del estilo Chavín Clásico.

Los accesorios simbólicos constan de símbolos escalo-nados de diversas formas, objetos ocasionales en forma de gancho y frecuentes apéndices que indican brotes, plumas o cabellos. Los elementos, bandas o frisos geométricos decorativos solamente existen en la cerámica o en las vasijas de piedra, como sucede en el arte Chavín Clásico.

Motivos El arte Chavín A se dedica exclusivamente a criaturas míticas poderosas, su séquito y adorantes, o a los portadores de ofrendas sacrificiales. Su forma de base frecuentemente es humana y luego se la especifica añadiéndole colmillos, picos de aves de rapiña, alas o mandíbulas de araña. La combinación cuerpo humano –colmillos– y pico de ave de rapiña era particu-larmente popular como siguió siéndolo en el estilo Chavín Clási-co. Federico Kauffmann Doig, no siempre de manera ortodoxa, se esforzó por proporcionar la clave para comprender mejor, este

dos representaciones de caimanes [cat. nos. 14; fig. 46] y un jaguar [fig. 91], talladas en objetos rituales —dos espátulas y un perforador semejante a un punzón—, así como un fragmento de hueso vuelto a utilizar que tiene un raro motivo de planta, el que tal vez contiene una referencia a alguna droga97. Los motivos de caimanes son de particular importancia porque ellos, a diferencia de la fantástica criatura compuesta de Punkurí, tuvieron como modelo una poderosa criatura del mundo real, con lo cual apun-tan hacia adelante, a los correspondientes motivos Chavín del Obelisco Tello, y de ahí al “estilo Dragón” deconstructivista de la cerámica Ofrendas [cat. nos. 125-129, 131].

La búsqueda de objetos adicionales con elementos es-tilísticos similares condujo hacia el norte, al valle de Jequetepe-que, en particular al sitio de El Guayabo, cerca del edificio de Limoncarro, del periodo posterior Chavín/Cupisnique98. En Gua-yabo se hicieron finas vasijas rituales de esteatita, cuyas formas —pequeñas copas cilíndricas y tazones poco profundos— difieren claramente de los grandes morteros cilíndricos de piedra de tipo Suchimán, y tienen representaciones figurativas estilísticamente distintas y complejas99. Esta tradición Limoncarro, así llamada por el vecino centro regional del mismo nombre, pero que proba-blemente también se cultivó en otros sitios, parecería haberse extendido a periodos posteriores. Una pieza crucial temprana es el “Plato de Dumbarton Oaks” [cat. no. 1]100. Al establecer la si-multaneidad de ciertos elementos iconográficos y motivos pictóri-cos, esta pieza amplía el rango del arte reconocible como Chavín A. La figura antropomorfa central revela su naturaleza amena-zante mediante colmillos asociados con mandíbulas de araña, y por último con el símbolo tridente del “hálito de poder”. En com-paración con la criatura compuesta hallada en Sechín Bajo, estos rasgos están aquí integrados en mayor medida, lo que perdurará en el arte clásico Chavín. El aspecto de araña es asimismo visible en las patas de artrópodo a la derecha y probablemente está vin-culado con la red, dentro de la cual se han recogido cabezas hu-manas; estas son del tipo que llamo “Yurakyako”, por un relieve proveniente de los alrededores de Chavín [cat. no. 13]101. La barra decorada a la altura de la cintura del Plato de Dumbarton Oaks ya estaba presente en Huaca Prieta y se repite en el Portal Blanco y Negro de Chavín. Al pie de la figura hay una máscara de bestia de presa en la cadera en posición frontal, que muestra una vez más las emanaciones del “hálito de poder”. La pequeña “Copa Rondón”, así llamada por su anterior propietario [fig. 92a], tiene figuras de estilo similar con un pico de ave de presa delante de su boca colmilluda, al igual que las figuras en las columnas del Portal Blanco y Negro de Chavín102.

Pero no todas las criaturas compuestas dominantes tienen como base la forma humana. Otra copa de piedra muestra un ave de presa con cabeza de puma (fig. 92b), la cual sostiene en sus garras el cuerpo suave de un molusco Spondylus que ha sido transformado en una serpiente con un “ojo bicorne excéntrico”103. Este objeto, al cual se conoce hace ya algún tiempo, pudo ser au-

tentificado únicamente después de que se descubrió un detalle casi idéntico en el friso de Sechín Bajo (estructura 3). Hoy no siempre resulta inmediatamente comprensible para el observa-dor qué constituía el poder de un ser vivo. Por ejemplo, en el “Plato Larco” se retrató una criatura de dos cabezas [cat. no. 2], figura ésta a la que Lucy Salazar y Richard Burger identificaron como una araña104. Las arañas, al igual que el motivo de la red, tal vez simbolizaban la captura de las víctimas o incluso ayuda-ban a hacer que dichas capturas fueran aún más probables. Es más, estos dos autores asimismo indicaron, a partir de las fuen-tes etnográficas, que las arañas tuvieron un papel en la adivina-ción andina, especialmente en relación con la predicción de llu-vias [véase cap. 2.4].

La cerámica como superficie portadora de imágenes Durante la fase Chavín A, el espectro del arte centroandino parece haber sido ampliado por los primeros ceramios que lucían imágenes religiosas, una innovación que habría de enriquecer el arte alfarero en el Perú hasta la época actual. Unos cántaros muy simples de forma ovoide del temprano tipo Guañape, decorados con incisiones simples, estuvieron en uso en Sechín Bajo y proba-blemente en Pampa de las Llamas105 hasta los siglos XV a XIV a.C.; ellos fueron contemporáneos con los relieves parietales Chavín A y los grafitis, que no tuvieron ninguna influencia sobre la decoración alfarera. La situación en Jequetepeque y el valle de Zaña fue, sin embargo, distinta. Entre la gran cantidad de cera-mios Tembladera —así llamados por el sitio homónimo y que están ornamentados con diseños incisos, resaltados con pintura polícroma de resina— había unas cuantas botellas con rasgos Chavín A en su decoración figurativa, entre ellos el ojo excéntrico y bicorne [fig. 95, cat. no. 20]. Es probable que las piezas en cues-tión hayan sido fabricadas durante el periodo más temprano de esta tradición alfarera, esto es en el siglo XIII a.C.106, que hoy en día es considerado muy anterior al advenimiento del estilo Chavín Clásico. Aparentemente fue entonces cuando en esta región los motivos religiosos fueron transferidos por vez primera al medio alfarero.

Aproximadamente lo mismo es válido para la cerámi-ca monocroma de la región de Jequetepeque. En contraste con la cerámica Tembladera, el motivo del “ojo bicorne” y excéntrico no se da aquí hasta donde tengo noticia, a excepción de un caso cues-tionable107. Pero hay varios casos de variantes simplificadas, que constan de un globo ocular inciso concéntricamente que está com-binado con una hendidura recta108. No se consideraron ojos a los que se han agregado globos oculares tridimensionales. Por lo demás, las únicas reminiscencias formales de Chavín A en esta cerámica tienen como base al “ojo bicorne”109 o a ciertos motivos pictóricos110. Podemos asumir una fecha relativamente antigua para estas vasijas, dado que la cerámica monocroma de gran cali-dad estuvo presente en el Jequetepeque Medio desde por lo menos el siglo XIV a.C.111. En efecto, el desarrollo temprano de formas

Los ciento veintidós grafitis sobre la pared sudoeste del edificio 2 de Sechín Bajo (valle de Casma), a lo largo de casi 39 m, también tuvieron un papel importante en la definición de la fase Chavín A. El motivo que más se repite es el muy conocido disco con cuatro cuadrados inscritos (diecinueve ejemplos), aun cuando aquí los “discos” son cuadrados en lugar de redondos y tienen un apéndice en la parte de arriba que podría simbolizar retoños de plantas o el concepto de “brotar”91. En dicho caso, los recuadros podrían aludir a los hoyuelos donde un tubérculo pro-duce nuevos brotes. Esta interpretación vegetal parece razona-ble, dado que en dos casos se muestra a llamas que mordisquean los símbolos-disco. Otro motivo que encontramos en los grafiti es el de las grapas entrelazadas también provistas de apéndices, que podría pensarse representan los surcos de un sistema de riego (siete u ocho ejemplos). También se pueden identificar de quince a diecisiete cabezas humanas y máscaras con los ojos abiertos o cerrados, en un caso con una franja en la mejilla. Dos máscaras con surcos en la mejilla92 se parecen a uno de los petro-glifos de Quebrada de Algarrobos, en el valle de Chicama93, pero no queda claro si el modelo del petroglifo fueron las esculturas de cabezas del periodo Chavín/Cupisnique de Huaca de los Reyes94 o una obra más antigua. El grafiti más importante de Sechín Bajo es el de una criatura compuesta de setenta centímetros de altura, cuyo cuerpo erguido se convierte en una cabeza humana con un ojo excéntrico en forma de D. A esto le sigue una segunda cabeza en forma de jaguar que luce un “ojo bicorne excéntrico”, colmillos y mandíbulas de araña [fig. 46]. La zona de la boca termina en un símbolo de tres puntas que probablemente representa algún tipo de emanación, puesto que solamente se da junto a las bocas de las criaturas poderosas (felinos, caimanes, serpientes); fue por esta razón que llamé a dicho símbolo el “hálito de poder” (“breath of power”)95. Los apéndices restantes colocados externamente al-rededor de esta criatura, más un elemento curvo y el delgado símbolo escalonado, también se conocen bien gracias a otras imá-genes. Las patas redondas refuerzan el aspecto felino de la figura, que anticipa las criaturas compuestas del Portal Blanco y Negro de Chavín. Los grafitis fueron dibujados desde una plataforma de baja altura alrededor de la parte externa del edificio, probable-mente después de que este hubiese sido abandonado. Varios fogo-nes de superficie estaban asociados con la misma plataforma, y los restos cerámicos que contenían fueron identificados como la alfarería más temprana de Casma, la cual se fechó con radiocar-bono entre 1550 y 1400 a.C.96. Como podemos ver, las fechas de los tres sitios con las decoraciones murales de Chavín A, en gene-ral, coinciden. No se conoce ninguna decoración arquitectónica comparable más al norte.

Otros hallazgos Cuatro tallas en hueso del valle de Casma coin-ciden con la criatura compuesta del grafiti de Sechín Bajo en uno o más detalles iconográficos y pueden, por tanto, ser atribuidas también al periodo entre el siglo XVI y el XIV a.C. Ellas incluyen

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Cabeza o figura principal con dos apéndices de serpientes Otro motivo es el “centro fuerte”, esto es una cabeza o cuerpo principal del cual emanan dos serpientes con o sin cabezas. Se encuentran ejemplos en relieves de piedra de Pampa de las Llamas, Huaca A (valle de Casma), La Pampa (valle de Santa) y Pacopampa (Cajamarca), siempre en el contexto de entradas122; el prototipo de esta forma podría ser el símbolo de la banda no de-corada con una sección central ensanchada, hallada en ambas entradas de Cerro Sechín. Si la interpretación de este motivo como un llamado visual a la unidad es correcta123, entonces su aparición en este momento en particular, y su frecuencia, podrían estar indicando posibles tensiones dentro de estas sociedades, causadas tal vez por procesos de reestructuración sociopolítica124. Los motivos similares de la cerámica Tembladera del Jequetepe-que [fig. 95] quedan mejor entendidos como emanaciones eficaces o como los espíritus auxiliares de un ser poderoso125, un concepto que posteriormente sería desarrollado con una complejidad ex-cepcional por la cultura Paracas del sur del Perú.

Imágenes del tipo Yurakyako Con el tipo Yurakyako subsumí algunas figuras o imágenes de cabezas antropomorfas amplia-mente dispersas a lo largo del norte y centro del Perú, al que llamé así por un relieve de piedra procedente de un pequeño sitio cercano a Chavín de Huántar [cat. no. 13]. Ellas comparten cier-tas características distintivas y se parecen bastante a las imáge-nes humanas de estilo Sechín. Las diferencias con este son más pronunciadas en el caso de las máscaras de piel facial o las cabe-zas trofeo mostradas de perfil que en el caso de la vista frontal, como en algunos objetos de oro o en las vasijas de cerámica mo-nocromas de Jequetepeque [cat. no. 38].

El tipo Yurakyako específico de la fase Chavín A está representado por las cabezas en la red del Plato de Dumbarton Oaks [cat. no. 1], así como por las figuras principales de la Copa Rondón [fig. 92a]. Es posible que este tipo se haya desarrollado en el norte peruano, pero también aparece en varios relieves líticos de la zona de Chavín126. Las figuras “regordetas” [fig. 96] están retratadas como fornidas y carnosas, con la cabeza calva redon-deada y ojos ovalados, y con las pupilas que se encuentran usual-mente marcadas por un punto colocado en posición central. Por encima de la nariz bulbosa cuelga una arruga “enojada” de la frente, que en el posterior arte Chavín Clásico fue a veces estili-zada de distinto modo y codificada metafóricamente en el Lanzón. Al añadir colmillos, a menudo en combinación con el pico o las alas de un ave rapaz [fig. 94], algunas de las figuras ingresan en el reino de las criaturas míticas y entonces, como regla general, tienen ojos semiovalados y excéntricos. Los elementos metafóri-cos están por lo demás ausentes. El cinturón consta de una sola banda, salvo que el tipo de taparrabo Chavín de forma triangular esté ya presente; solo la Copa Rondón conserva el cinturón de tipo Sechín. Los diversos tipos de tocado, en cambio, presentan un cuadro más variado. Llama la atención que las figuras frecuente-

simbolismo atemorizador y las prácticas de sacrificios sangrien-tos, en centrar la atención de que las comunidades de la antigüe-dad deben haber sentido una urgente necesidad de salvaguardar la producción agrícola a través del ritual más eficaz concebible, en presencia de las inestables condiciones medioambientales de los Andes y una presión demográfica creciente114.

Caras agnáticas Entre los motivos más importantes, en primer lugar está la máscara agnática de depredador llevada en las cade-ras y mostrada en posición frontal; probablemente se trata de un atributo masculino, lo que se puede inferir a partir de una compa-ración de las dos figuras de las columnas del Portal Blanco y Negro de Chavín. Un dintel o umbral de La Pampa (valle de Santa) muestra este motivo como una figura autónoma [fig. 93] que sostiene dos serpientes en sus poderosas patas de felino, cuyas cabezas derivan del tipo de serpiente sonriente visto con tanta frecuencia en el Formativo Inicial115. La máscara central corres-ponde incluso en los detalles y proporciones a un petroglifo de Tolón (valle de Jequetepeque), 210 km más al norte, lo que da fe de la amplia difusión de las convenciones artísticas establecidas, y probablemente también de las ideas subyacentes116. En dos bote-llas de cerámica de tipo Tembladera de esta misma región, una está modelada como una criatura con un hocico agnático grotesco y con colmillos, más dos “serpientes sonrientes” como apéndices. Su cuerpo tiene plumas como el de un ave117. La otra botella mues-tra una impresionante cabeza agnática de depredador con un apéndice de serpiente [cat. no. 20]. Alternativamente, en la Estela Raimondi aparece una hilera de cinco cabezas de formas distintas y boca agnática. Éstas fueron representadas vistas desde arriba, y en esta forma pueden ser reducidas a un símbolo en forma de “U” frecuentemente visto, por ejemplo, en los petroglifos.

Un segundo tipo de boca agnática tiene forma escalo-nada y, o bien no tiene colmillos, o solo los tiene pequeños118. Tam-bién se la encuentra en figuras míticas, como un relieve de piedra en Chavín, usualmente orientado de modo incorrecto, que repre-senta a un cuadrúpedo, tal vez una vizcacha (Lagidium perua-num) [fig. 94]. El ojo bicorne de la figura y sus patas redondeadas abonan a favor de una fecha de origen temprana. Si el Lanzón fue tallado originalmente sin mandíbula inferior, una posibilidad que John H. Rowe tuvo en cuenta119, entonces emergen tres para-lelos sumamente significativos con este relieve más antiguo: la ausencia de la mandíbula inferior, la mano levantada que des-concertó a Tom Cummins120, y el símbolo escalonado que en el caso del Lanzón —al igual que en el del Obelisco Tello— es gene-rado por el contorno escalonado del mismísimo bloque de piedra121: “el Lanzón” —¿o se trata acaso de una figura femeni-na?— “encarna” el símbolo escalonado. Los motivos de jaguar en su cinturón y en la proyección vertical encima de su cabeza po-drían interpretarse como cabezas agnáticas vistas desde arriba, en cuyo caso corresponderían a la estructura quíntuple encima de la cabeza de la deidad de la Estela Raimondi.

Fig. 76Pareja de figuras antropomorfas. Tejido de algodón. Huaca Prieta (valle de Chicama), probablemente segunda mitad del tercer milenio a.C.

Fig. 75Parejas de aves (parcialmente reconstruídas). Tejido de algodón. La Galgada, valle de Tablachaca (finales del tercer milenio a.C.)

Fig. 77Imágenes incisas de ave, león marino y serpiente en un piruro. Material modelable. Asia, valle de Omas (siglo XVII/XV a.C.)

Fig. 78Lámina de hueso con la imagen tallada de una escena ritual. Asia, valle de Omas (siglo XVII/XV a.C.)

Fig. 79Relieve de pared en el “Templo de las Manos Cruzadas”. Barro en mampos­tería de piedras canteadas. Kotosh (Huánuco), inicios del segundo milenio a.C.

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Fig. 80“Rostro amenazante” rodeado de animales depredadores (¿zorros?), lo que posiblemente es una alusión a la constelación antigua andina del “Zorro”; de otro lado, la cara se encuentra orientada hacia el lugar en donde el sol se oculta el 21 de junio (el solsticio). Barro en mampostería de piedras canteadas. Buena Vista (valle de Chillón), ca. 2000 a.C.

Fig. 81Puma sentado. Barro esculpido y pintado en verde con detalles en blanco y rojo. Punkurí, valle de Nepeña, fase de construcción 3, (finales del segundo milenio a.C.) Fotografía del año 1933

Fig. 82Criatura de rasgos híbridos. Relieve pintado en barro sobre ladrillos de adobe. Punkurí (valle de Nepeña), fase de construcción 1, probablemen­te segunda mitad del tercer milenio a.C. Dibujo original de campo, 1933

Fig. 83Criatura dentada. Enlucido inciso y pintado. Punkurí (valle de Nepeña), fase de construcción 2, segunda mitad del tercer milenio a.C.

Fig. 84 a, b, c y dRelieves de piedra. Cerro Sechín (valle de Casma), fase de construc­ción 4, inicios del segundo milenio a.C. a: Participante de procesión. b: cabeza sacrificada con ojo sangran­te. c: cabeza sacrificada con cráneo aplastado y sangrante. d: bloque de piedra reutilizado (brazos cortados sobre la parte inferior de un cuerpo parcialmente borrado)

Fig. 85Víctima humana cortada por la mitad. Relieve en piedra. Cerro Sechín (valle de Casma), fase de construcción 4, inicios del segundo milenio a.C.

Fig. 86Felino con marca de cabeza humana trofeo. Relieve en piedra. Mesapatac (valle de Casma), inicios del segundo milenio a.C.

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El preludio de la edad de oro:La escultura Chavín Clásico y sus predecesores en la región de Chavín

Siguiendo a Gordon R. Willey, John H. Rowe definió el estilo Chavín a partir de las esculturas en piedra del sitio homónimo, que también constituye el eje de la siguiente sección130.

Según las esculturas documentadas, algunas de las cuales ya han sido mencionadas, la región alrededor de Chavín de Huántar ya era un centro de esculturas líticas antes de los siglos XII a XI, el inicio de Chavín Clásico131. Aunque Pacopampa se jacta de contar con un dintel temprano, y aunque tenemos no-ticia de cinco o seis esculturas individuales de los sitios de Pampa de las Llamas (Casma), La Pampa y el sitio por lo demás no in-vestigado de Chupacoto (Callejón de Huaylas), en Chavín se co-nocen no menos de ocho relieves en piedra tempranos —aunque desprovistos de contexto, y en algunos casos relativamente pe-queños— que, según el estado actual de nuestros conocimientos, datan de la segunda mitad del segundo milenio a.C.132. Dos relie-ves de Yurakyako y uno cada uno de Chavín, Runtu y Pójoc reci-bieron influencia de la tradición Yurakyako, pero probablemente son de fecha más tardía133. Ya previamente Kroeber había asocia-do algunas de estas piezas con “Sechín”, puesto que las figuras del estilo homónimo efectivamente sí se parecen bastante a las del tipo Yurakyako134. En la mayoría de los casos las esculturas formaban parte de conjuntos “procesionales”, lo que quiere decir que existen buenas posibilidades de descubrimientos adicionales.

Tendencias estilísticas El enfoque seguido por Rowe en Chavín de Huántar consistía en derivar puntos de anclaje para la historia del estilo a partir de la historia de construcción del sitio. Actualmente solo hay cinco esculturas o conjuntos escultóricos allí que permiten aplicar este enfoque: el Lanzón, en tanto se trata de la escultura más antigua in situ; una pareja sumamente erosionada de serpientes en la escalinata de la Portada Superior; el Portal Blanco y Negro; los relieves en el techo de la Galería de las Vigas Ornamentales; y el conjunto en la Plaza Circular135. Si bien la historia de la construcción y la historia estilística no pueden ser correlacionadas fácilmente en el caso de la Plaza Cir-cular, la relación existente entre el Lanzón y el Portal Blanco y Negro resulta particularmente significativa. Las esculturas tri-dimensionales, en particular las cabezas clavas de las fachadas, merecen su propio estudio.

En lo que se refiere al contexto arquitectónico, el examen detallado del templo principal de Chavín emprendido por Silvia Rodríguez Kembel, estableció un desarrollo sumamen-te complejo, en contraste con el concepto relativamente simple de Rowe. Rodríguez Kembel llamó del siguiente modo a las fases más importantes de este desarrollo: la “Etapa de los Montículos Separados”, la “Etapa de Expansión”, la “Etapa de Consolida-ción”, la “Etapa Blanco y Negro” y la “Etapa de las Construccio-

mente aparezcan en poses dinámicas: convocando, cantando, bai-lando, avanzando rápidamente o sosteniendo una cabeza trofeo.

Felinos y otros cuadrúpedos Solamente dos representaciones de felinos pueden ser asignadas con certeza a la fase A de Chavín: uno de ellos es un relieve en piedra de Chavín de Huántar —men-cionado ya al final de la sección sobre el estilo Sechín— debido a sus características generales y sus ojos excéntricos y bicornes [fig. 98a]; la otra es una talla en hueso procedente de Las Haldas (valle de Casma) según lo revelan las marcas de su cuerpo, que coinciden con las de la espátula de hueso de Pallka y los elemen-tos que lo acompañan [fig. 91]. De ser estas comparaciones histó-ricamente significativas, el relieve en piedra de Chavín, que con tanta frecuencia es asociado al puma de Punkurí y los murales de Cerro Sechín, pertenecerían a la fase tardía segundo milenio a.C. [fig. 98b]. Sin embargo, a partir de lo que hoy sabemos sobre Chavín de Huántar, esto resulta, en realidad, poco probable. Aunque geográficamente distante y en otro medio, una vasija ce-rámica de Jequetepeque muestra que la forma del ojo en cuestión podía darse todavía en fecha tan tardía como el último cuarto del segundo milenio a.C.127. Los desconcertantes discos ligeramente elevados del relieve en piedra de Chavín estarían indicando que lo que se tenía en mente era la imagen de un jaguar128.

Perspectivas Muchas de las obras escultóricas descritas aquí muestran temas importantes, principios de diseño y elementos pictóricos Chavín, en una forma específica que las aparta de las manifestaciones clásicas de dicho estilo. Hay, al mismo tiempo, estrechos vínculos iconográficos que apuntan a un desarrollo con-tinuo, el cual resulta más claramente evidente en la forma de los ojos, especialmente los excéntricos. Actualmente se cuenta con fechados radiocarbónicos, al menos en algunos casos; ellos prue-ban, al igual que los hallazgos de cerámica en el valle de Casma, que este grupo precedió al estilo Chavín Clásico y que no perte-nece a esta fase tardía, como se creía hasta hace poco.

Dada la vigorosa afinidad Chavín de estas obras, seguí la sugerencia de Rowe129 de que su fase Chavín AB podía subdividirse. Los materiales examinados en la sección anterior representarían entonces la fase Chavín A anterior. Geográfica-mente, las obras de esta fase definen un horizonte que abarcaba más de 600 km por vía aérea entre el valle de Jequetepeque y Lima. También comprende la región alrededor de Chavín de Huántar, en contraste con la sierra norte alrededor de Cajamar-ca, una región para la cual aún no se han publicado los hallazgos correspondientes. En términos de la cronología absoluta, según las mediciones radiocarbónicas disponibles, esta fase existió entre los siglos XV y XIV a.C. Actualmente no es posible definir su principio y su fin con mayor precisión; sin embargo, resulta razonable asumir que la transición al arte clásico de Chavín fue fluida y que probablemente tuvo lugar en el siglo XIII a.C.

Fig. 87 a y bMortero de diorita y detalle de deco­ración incisa. Suchimán, valle de Santa (probablemente primera mitad del segundo milenio a.C.)

Fig. 88Escena mítica. A la izquierda: cabeza de deidad o ancestro. Relieve de barro pintado. San Juanito, valle de Santa (fase de construcción media, ca. 1700 a.C.)

Fig. 89Portador de escudo, posiblemente figura de un guardia. Relieve de barro pintado sobre mampostería de piedras canteadas. Garagay, valle de Rímac, plataforma noreste, pared que flanquea la escalinata, fase de construcción 1 (siglos XVI­XIV a.C.)

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las lajas esculpidas de la Plaza Circular tal vez provinieran de contextos de construcción anteriores157. Desafortunadamente no sabemos cómo se veía en su momento el acceso a la plataforma del Lanzón y a la plataforma noreste, con sus ejes intersecados, o si las esculturas de estos edificios anteriores fueron tal vez trans-feridas a nuevos lugares.

Pero, por legítimo que sea el objetivo de precisar la ubicación relativa de esculturas Chavín individuales, sería errado intentar disponerlas a lo largo de un eje de desarrollo con-tinuo. Si bien es cierto que la tendencia dentro de una tradición artística como el estilo Chavín conduce hacia una creciente ela-boración de los motivos pictóricos establecidos, se ha mostrado que los temas individuales tenían sus propias convenciones desde al menos la fase A. Además, probablemente hubo esculto-res que buscaron desarrollar nuevas variantes y al mismo tiempo permanecer dentro del marco canónico. Tal vez el factor en modo alguno menos importante fue la ubicación propuesta para su tra-bajo: un contexto más o menos elaborado de edificaciones más o menos públicas. Lo mismo podría haber sido cierto del grado en que se aplicaban elementos metafóricos. Es más, un rápido examen del catálogo de Tello de las esculturas líticas conocidas en su época, o un vistazo del museo de sitio en Chavín, nos revela la existencia de una serie de versiones inusuales de temas pictóricos clásicos, a los cuales aún no se ha tenido en cuenta en estudio alguno.

Las regiones dentro de la esfera más amplia de Chavín

Costa norte: Cupisnique Queda mucho por investigar, tanto en Chavín como en las demás partes nucleares de la región que en algún momento se vio influenciada por la cultura homónima, especialmente en la costa norte. La primera tarea a realizar es, en realidad, definir la cultura Cupisnique difundida por Rafael Larco Hoyle158. De lograrse esto, se podría seguir su desarrollo particular a lo largo del tiempo y distinguirla de la tradición Chavín propiamente dicha, tanto en términos geográficos como de contenido. Carlos Elera y Kayoko Toshihara han hecho impor-tantes contribuciones en este sentido159.

Posterior al arte del Formativo Inicial en Ventarrón [figs. 31-33], y probablemente en Sorcape, el punto de partida del desarrollo artístico en la costa norte fue la tradición de la fase Chavín A, vinculada por Salazar y Burger con Cupisnique160. Esta conexión resulta visible, por ejemplo, en las figuras fronta-les de Pampa de las Llamas (Casma), cuya configuración básica corresponde a diversas esculturas de Huaca de los Reyes, aun cuando estas últimas tienen patas de puma161. El motivo antes mencionado de una máscara con un surco en la quijada, hallado en Sechín Bajo y en Huaca de los Reyes, también resulta relevan-te aquí. Incluso hoy vienen surgiendo variantes regionales dentro del área de Cupisnique, así como diferencias típicas de algunos

ubica la estatua, en términos relativos, más cerca de la fase A. En cambio los relieves de animales que Rowe y Roe designaron en última instancia como los representantes más tempranos de dicho estilo, probablemente fueron tallados —junto con la cornisa a la cual adornan— en las etapas de construcción que tuvieron lugar durante la remodelación del edificio noreste [cat. no. 113; véanse los caps. 4.1, 4.3; fig. 100]142. Si el Lanzón sirve como patrón de comparación de la temprana fase B de Chavín, enton-ces dichos relieves de aves de presa, jaguares y serpientes ocupan una posición posterior dentro de dicha fase. Se hicieron añadidos a estos elementos durante la fase Blanco y Negro, tal como Rowe concluyera luego de comparar las piezas que usó para definir su fase AB con otros relieves de aves que se encuentran cerca de las figuras del Portal de la fase D143. Sus antecedentes inmediatos, en cambio, siguen sin conocerse.

La frecuencia de las representaciones de aves de presa en Chavín de Huántar es algo digno de atención, puesto que aún no contamos con ninguna evidencia en absoluto de este motivo en Chavín A, y los ejemplos de las imágenes de aves fueron raros durante el Formativo Inicial en Huaca Prieta, La Galgada y El Paraíso. Parecería al mismo tiempo que el puma monocromo, que había sido el felino predominantemente representado, fue reem-plazado por el jaguar, cuyas singulares marcas en el pelaje eran idóneas para inspirar un tipo específico de estilización144.

Un factor que señala una clara diferencia temporal entre las esculturas Chavín tempranas y clásicas, es la represen-tación de los motivos geométricamente estructurada y orientada por una cuadrícula. Pero eso no es todo. En comparación con Chavín A, los ojos, las patas y los colmillos de las figuras asumen formas distintas que son típicas de las obras en el estilo Chavín Clásico. Es más, las figuras de animales Chavín B muestran ya la implementación consistente de un concepto clave, a saber, la pér-dida de familiaridad de atributos físicos importantes mediante metáforas específicas de depredadores, cuyos componentes su-mamente estandarizados —cabezas de jaguar y de serpiente, bandas de colmillos y hocicos sin mandíbula inferior, pero con un ojo correspondiente asociado— deben haberse desarrollado du-rante un periodo precedente.

En algunas obras escultóricas podemos ver las seña-les de la introducción gradual de la deformación metafórica. Ella se da rara vez en las figuras de Moxeque (Casma), donde no queda claro si una de las figuras está sosteniendo serpientes o cuerdas que se han metamorfoseado en las primeras145. Los toca-dos de los danzantes en un petroglifo de Alto de la Guitarra (Moche) tienen cabezas de serpiente que todavía son convencio-nales146. El uso de la metáfora queda limitado a un accesorio —el ornamento del cinturón—, incluso en el caso del trompetista de Pójoc147. De otro lado en el pututo de Chiclayo, en el norte perua-no, las serpientes no se encuentran más conectadas con la figura principal —en este caso el trompetista— que en el Obelisco Runtu148. Hasta el Lanzón es comparativamente contenido en lo

que se refiere a los elementos metafóricos149. Por último, el mag-nífico relieve de un felino de Huaca Partida (Nepeña) es un ejem-plo instructivo [fig. 24]. La hilera individual completamente inor-gánica de varias pequeñas cabezas agnáticas en su cuerpo distingue claramente a este relieve de las representaciones de jaguares en el estilo Chavín Clásico, incluso cuando tomamos en cuenta las figuras apenas embellecidas de una losa de cornisa sin contexto, probablemente más temprana150.

El complejo escultórico Chavín más extenso conserva-do en su lugar de origen se encuentra en la sección occidental de la Plaza Circular, al pie de las escalinatas que llevan a lo que antes se conocía como el Templo Viejo, que contiene al Lanzón. Por esta razón Lumbreras, Roe, Sawyer y Maitland, y Burger co-locaron estas esculturas en fecha cercana al Lanzón151. Sin em-bargo, la investigación de Rodríguez Kembel indica que es más probable que el Lanzón y las esculturas de la Plaza hayan estado, en realidad, sumamente separadas en el tiempo, puesto que la Plaza Circular fue construida durante la fase Blanco y Negro152. Pero esto no quiere decir que todos los relieves deban haber sido tallados entonces, o incluso en el mismo momento.

El friso de jaguares, en la zona basal al menos, presen-ta un cuadro algo homogéneo [véase el cap. 4.5; fig. 115]. Las marcas naturales de pelaje en los que presumiblemente alguna vez fueron treinta y ocho relieves153, fueron transmitidas de modo estilizado geométricamente, mediante motivos de círculos con-céntricos, espirales, cruces, lóbulos y en forma de S, algunos de los cuales probablemente tenían su propio significado simbólico. Los elementos metafóricos son en realidad extraños aquí: algu-nas máscaras agnáticas de las cuales salen las colas de los jagua-res y, en dos casos conocidos, una hilera de serpientes sobre el lomo de estos animales. Considerando el grado de superposición metafórica, las figuras de jaguar no coinciden con las esculturas de la fase D del Portal Blanco y Negro, y mucho menos con la Estela Raimondi de la fase EF. Contradiciendo la evaluación de Roe154, su diseño debiera más bien fecharse incluso antes de las figuras de ave y jaguar metafóricamente cargadas de la corni-sa del templo principal. En su caso al menos, la distancia formal de las esculturas tempranas de la fase Chavín A no es tan grande como en otras esculturas de este estilo. Las figuras del friso de seres míticos ubicadas varias lajas esculpidas por encima del friso de los jaguares155, en cambio, podrían haber sido ejecuta-das después, incluso durante la construcción de la Plaza Circular de la fase D.

Las esculturas de la Plaza Circular ilustran los pro-blemas que presenta un poderoso centro ceremonial, donde se llevaron a cabo ampliaciones y alteraciones a gran escala a lo largo de muchos siglos. Ya en 1962, Rowe observó el grado en que la reutilización de esculturas a las que se reubicaba, o el reem-plazo de las partes dañadas, hacían que el estudio de la historia del arte Chavín resultara más difícil156. Rodríguez Kembel reco-noció esto y aceptó plenamente la posibilidad de que algunas de

nes de Apoyo”136. La secuencia básica de fases estilísticas según Rowe —A B, C, D y EF— no fue cambiada por la nueva secuencia de edificación. En comparación con el más antiguo Lanzón, los relieves del Portal Blanco y Negro, que es indudablemente poste-rior en términos de su historia de construcción, constituyen re-presentaciones perfectas del estilo Chavín tal como lo describiera Rowe: mediante la repetición modular, las figuras se desarrollan dentro de una red balanceada de líneas rectas, rollos y curvas conectoras, sin perder de vista la simetría137. Además, Peter Kau-licke llamó la atención sobre el patrón subyacente de una cuadrí-cula rectangular138. Al decidir colocar la Estela Raimondi al final de la secuencia, Rowe extrapoló la tendencia de desarrollo estilís-tico existente entre el Lanzón y el Portal. El Obelisco Tello no puede ser ubicado de forma tan precisa; para Rowe era el patrón de comparación de la fase C.

El cambio estilístico que tuvo lugar en el periodo ante-rior se hace evidente cuando comparamos el Obelisco de Runtu, cerca de Chavín [fig. 99]139, con el Lanzón [fig. 4, 117]. Ambas es-culturas están dedicadas a seres poderosos en posición erguida, cuyos rasgos principales son antropomorfos. Un origen más tem-prano del “Obelisco Runtu” queda sugerido por su estrecha vincu-lación con la tradición Yurakyako: las serpientes que rodean li-bremente la cabeza de la figura principal indican en general lo mismo. En el Lanzón, en cambio, ya se encuentran fusionadas con la cabeza [véase también cat. no. 108]. A pesar de atributos tales como los colmillos y los cabellos formados por serpientes, que buscan ser amenazantes, la impresión global que el Lanzón da solamente puede ser descrita como contenida y austera en com-paración con el dinamismo característico del tipo Yurakyako que vemos en el Obelisco Runtu. La tendencia estilística que emerge aquí resulta acentuada aún más en la escultura Chavín Clásico.

Dos relieves con personajes antropomorfos, prove-nientes de contextos arquitectónicos desconocidos en Chavín y en Yurakyako, ilustran el mismo contraste. El de Chavín, ya men-cionado [fig. 96], tiene una forma regordeta y dinámica del todo en conformidad con sus contrapartes norperuanas del tipo Yu-rakyako140. El de Yurakyako, de fecha probablemente posterior [cat. no. 13], tiende hacia la linealidad y la composición modular del estilo Chavín Clásico141. Hay señales de una tendencia simi-lar en la región norperuana de Cupisnique. Sería interesante in-vestigar la influencia que el tipo Yurakyako tuvo sobre la escul-tura clásica de Chavín en un contexto más amplio.

El problema planteado por los relieves de animales Aunque hay afinidad entre las esculturas más o menos antropo-morfas ya mencionadas, se da una discrepancia marcada entre las representaciones animales de la fase Chavín A o antes, y las obras escultóricas análogas del estilo clásico. Esto no debiera sor-prender. En lo que a la historia de la edificación se refiere, el Lanzón forma parte del contexto de la arquitectura monumental más antigua de Chavín que se conozca hasta la fecha, lo cual

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Chavín de HuántarCHAVÍN 157156

Fig. 90 a, b y cTres cabezas antropomorfas híbri­das. Relieve de barro sobre mampos­tería de piedras canteadas. Garagay, valle de Rímac, plataforma noreste, fase de construcción 2 (siglos XVI­XIV a.C.)

Fig. 91Espátula de hueso decorada con diseño inciso de jaguar. Las Haldas (región de Casma), siglos XVI­XIV a.C.

Fig. 92aProcesión de criaturas antropomor­fas híbridas del tipo Yurakyako. Re­lieve de la Copa Rondón, una peque­ña copa hecha de esteatita. Norte del Perú (siglos XV­XIII a.C.)

Fig. 92 bCriatura con rasgos híbridos seme­jante a un ave que lleva una concha de Spondylus. Relieve sobre una copa de esteatita. Región de Jeque­tepeque (siglo XV­XIII a.C.)

Fig. 93 a y bCabeza de un monstruo agnático que sostiene dos serpientes. Relieve en piedra. Dintel o umbral de una plata­forma ritual desconocida de La Pampa, valle de Santa, (segunda mitad del segundo milenio a.C.)

Fig. 94“Animal de súplica”. A la derecha: la cola o quizás un caracol marino Strombus. Relieve en piedra. Chavín de Huántar, siglos XIV­XII a.C.

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Fig. 95Cabeza con dos apéndices de ser­pientes. Placa decorativa de una botella asa estribo. Pintura de resina

en cerámica. Quindén, valle de Jequetepeque, (probablemente siglos XIV­XIII a.C.)

Fig. 96Figura de hombre armado gritando, tipo Yurakyako. Relieve en piedra. Chavín de Huántar (siglos XIV­XII a.C.)

Fig. 97Figura alada con rasgos híbridos del tipo Yurakyako. Relieve en piedra. Chavín de Huántar (siglos XIV­XII a.C.)

Fig. 98aFelino andando con ojo excéntrico bicorne. Relieve en piedra. Chavín de Huántar (siglos XV­XIV a.C.)

Fig. 98bFelino ovillado. Relieve en piedra. Chavín de Huántar (segundo milenio a.C.)

Fig. 99Figura mítica, serpientes y símbolos en una estela cuadrilátera. Relieve en piedra. Runtu, región de Chavín (fines del segundo milenio a.C.)

periodos específicos. Huaca de los Reyes (Moche), Limoncarro (Jequetepeque) y Collud-Zarpán (Lambayeque)162, los centros de culto más importantes hasta ahora investigados, lucen en las paredes impresionantes relieves pintados [fig. 36]. Las in-vestigaciones actuales, asimismo, se concentran en el valle de Nepeña y en las decoraciones artísticas encontradas en los complejos de los templos de Cerro Blanco y Huaca Partida [véase cap. 2.3, figs. 23, 24]163.

Tomando las figuras arquitectónicas de Huaca de los Reyes como ejemplo, William J. Conklin demostró un desarrollo estilístico que fue de lo curvilíneo y dinámico a lo rectilíneo y se-mejante a una cuadrícula164. Es posible que algo similar haya sucedido en Nepeña, si comparamos el relieve del jaguar del nivel inferior de la plataforma de Huaca Partida con las figuras de danzantes alados del edificio en su cima, y si tomamos en cuenta el sitio vecino de Cerro Blanco165. Estos desarrollos corres-ponden, en principio, a lo que podemos observar en Chavín pro-piamente dicho; si fueron contemporáneos o no, es algo que aún queda por precisar. En lo que se refiere a fechas concretas, la serie a menudo citada de fechados radiocarbónicos discordantes de Huaca de los Reyes se refiere únicamente a la primera fase de su construcción. Sin embargo, todas las esculturas parietales co-nocidas pertenecen a épocas constructivas posteriores, y por ende datan por muy temprano del comienzo del primer milenio a.C. Shibata, en consecuencia, correlacionó Huaca de los Reyes con la fase Cerro Blanco en Nepeña (1100-800 a.C.)166.

La sierra norte: la región de Cajamarca La situación es mucho más clara en los Andes Septentrionales del Perú. Allí, los trabajos que los investigadores japoneses llevaron a cabo duran-te décadas en esta región, especialmente en los centros ceremo-niales de Huacaloma, Kuntur Wasi, Cerro Blanco y Pacopampa, así como en el templo de Limoncarro y en otros sitios del río Je-quetepeque medio, arrojaron abundantes evidencias nuevas [véanse caps. 2.3, 3.2, figs. 27, 29]167. Aunque resultan obvias las conexiones existentes con la cultura Cupisnique de la región cos-tera adyacente, aún no conocemos ejemplos del arte de la fase Chavín A de la sierra norte del Perú. En comparación con la región de Chavín, las esculturas líticas de esta zona tienen sus propios rasgos característicos, los cuales aún no han sido descri-tos detalladamente [cat. nos. 10, 107]. Qué interrelaciones son las que la cerámica refleja, es algo que podrá ser resuelto una vez que se esclarezca la situación en Chavín de Huántar. Las vasijas encontradas en la Galería de las Ofrendas, algunas de las cuales probablemente fueron importadas desde el norte, proporcionaron pistas preliminares [véase cap. 4.5].

Costa central: Manchay Todavía quedan unos cuantos vacíos en nuestros conocimientos de las condiciones existentes en la costa central. Richard L. Burger y Lucy Salazar acuñaron el tér-mino “cultura Manchay”, para referirse a las manifestaciones

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culturales de los periodos Formativo Temprano y Medio encon-tradas entre Chancay y Lurín168. A diferencia de Cupisnique, la cultura Manchay no está definida a partir de su cerámica aun cuando podemos rastrear su desarrollo general, por lo menos en el sitio de Ancón169. Estos dos autores más bien se concentraron fundamentalmente en la arquitectura, manifiesta en muchas plataformas rituales con planta en forma de U. Además, en los murales había motivos iconográficos como los símbolos escalona-dos con la parte superior doblada —derivados sin duda de símbo-los análogos de Chavín A— y elementos pictóricos como las man-díbulas superiores con múltiples colmillos, probablemente inspirados por las representaciones de caimanes. Ambos están documentados en los relieves murales pintados de la plataforma central de Garagay (valle del Rímac), que Roe asignó a la fase Chavín C [fig. 25]170.

El friso en relieve de una banda bucal con colmillos, hecho en barro en Cardal (Lurín), ha pasado a ser conocido como una cita enormemente simplificada del repertorio formal de la iconografía Chavín [fig. 26]; tenemos también el fragmento de una cabeza con colmillos más elaborada de un relieve en barro posterior de Cardal171. Una muñeca ritual de la plataforma del templo de Mina Perdida (Lurín), que muestra un ser mítico de la fase C o D de Chavín, y una olla de cerámica con ornamentación incisa de Cardal, son casi los únicos hallazgos que se han publi-cado. Las serpientes que se ven en la vasija y la talla en hueso de una cabeza de felino sin colmillos encontrada en las cercanías172, no lucen absolutamente ningún rasgo Chavín, y es más probable que correspondan a fechas anteriores de Cardal, que apuntan hacia los siglos XIV o XIII a.C. La falta de hallazgos publicados del valle de Lurín es aún más lamentable si se considera que, a juzgar por la composición de la arcilla, la cerámica artísticamen-te expresiva de estilo Dragoniano, de la Galería de las Ofrendas, ubicada junto a la Plaza Circular de Chavín, probablemente fue producida en la costa. En Manchay Bajo (Lurín) se han documen-tado hallazgos que tienen cierta similitud, a los que podemos fechar allí entre los siglos VIII y VI a.C.173.

Teniendo en cuenta la plataforma noreste de Garagay [figs. 89, 90] —ignorada en líneas generales por Burger y Sala-zar—, que según las evidencias radiocarbónicas probablemente es contemporánea con una sustancial labor edificadora en el edificio principal, entonces la intensificada actividad constructora en el valle de Lurín posiblemente estuvo vinculada con la propagación de la fase Chavín A entre los siglos XV y XIV a.C., lo que también dejó su huella en Chavín de Huántar. La procedencia exacta de las influencias que tuvieron un impacto en esta región u otra, es algo que solamente podrán señalar futuras investigaciones.

4.3

ARQUITECTURA Y ESPACIO RITUAL EN CHAVÍN DE HUÁNTAR

John W. Rick

La arquitectura ha sido de gran importancia desde el inicio de los estudios arqueológicos en Chavín de Huántar. Esto se ha debido en parte a que las descripciones sistemáticas más tempranas del sitio se concentraron en la arquitectura visible, y en parte a que el arte y la iconografía, reconocidos tempranamente, fueron en-marcados dentro de contextos arquitectónicos y en situaciones subterráneas, a menudo inusuales [véase cap. 4.1]. Los planos tempranos intentaron mostrar la distribución de los edificios, y a mediados del siglo XX ya se conocían muchos parámetros funda-mentales de la planta del sitio, aun cuando en muchos casos eran materia de cuestionamientos o estaban errados1. A medida que avanzaba la limpieza de los diversos depósitos que cubrían los edificios del periodo Chavín, se fueron formulando ideas acerca de la transición de un “Templo Viejo” a un “Templo Nuevo”, que para la década de 1980 terminó conformando una secuencia ar-quitectónica de tres etapas, esquema éste que en líneas generales se ha repetido hasta el presente2. Más recientemente, los avances en la tecnología del mapeo permitieron desarrollar una idea mucho más detallada y compleja de la secuencia de construcción y la cronología, aun cuando todavía queda aún mucho que estu-diar [fig. 100]3. En ciertos aspectos la arquitectura chavín evolu-cionó considerablemente durante los 800 años o más de su ocupa-ción, y fue sumando nuevas formas, así como la capacidad de construir y decorar; sin embargo, en otros sentidos su arquitectu-ra fue conservadora y predecible, observándose muchos princi-pios básicos a lo largo de la mayor parte de la secuencia. Esto sugiere una organización ligada a la tradición, pero que a la vez era sensible a ciertos niveles de innovación y originalidad.

Descripción general

En su forma más simple, la arquitectura del centro ceremonial de Chavín de Huántar consta de una serie de formas algo elementa-les. La primera y más obvia es la plataforma, una construcción sólida de lados inclinados hacia un centro usualmente rectangu-lar y de altura relativamente baja (en comparación con su longi-tud o su ancho). Es posible que a través del tiempo haya tenido terrazas y en algunos casos habitaciones de paredes gruesas y modesto tamaño, construidas en la cima. Las plataformas proba-blemente estuvieron dispuestas alrededor de plazas circulares o cuadradas en forma de U durante toda la secuencia arquitectóni-ca, y con toda seguridad fue durante la fase Blanco y Negro (ca. 900-550 a.C.)4, la última etapa importante de construcción; la conocida planta en U del Formativo de los Andes Centrales5 re-sulta de esta disposición.

Sin embargo, vale la pena añadir que lo que sabemos sobre Chavín se refiere principalmente a la arquitectura de la fase Blanco y Negro, y en realidad todas las plazas conocidas son de esta última etapa de construcción. En Chavín hay dos configu-raciones primarias y superpuestas en forma de U, una dispuesta alrededor de la Plaza Circular y la otra alrededor de dos plazas cuadradas (la Plaza Menor y la más fácilmente reconocible Plaza

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entre los dos [fig. 102]9 Su posición singular tiene sentido puesto que esta vía de acceso entre ejes que lleva a la Plaza Circular —bastante renovada y elaborada— seguía un eje que conducía a la escultura sumamente importante del Lanzón, ubicada muy adentro del Edificio B. En segundo lugar, una de las formas más comunes de escalinata en Chavín es la colgante, del tipo zig-zag, o ciego por doble angulo, que descendían desde el nivel alto de las plataformas hasta aproximadamente la mitad de la altura de los edificios. Estas escalinatas, de las cuales se conocen al menos seis, aparentemente jamás debieron unir los edificios y el suelo. Su descenso angulado y forma cubierta sugieren que ellas debían permitir la aparición repentina y dramática de alguna persona en las aberturas que hay en las fachadas de los edificios, enfati-zando así la distancia que mediaba entre quienes se encontraban en la cima de las plataformas y quienes estaban abajo [fig. 105]. En efecto, es probable que al menos cuatro de estas escalinatas colgantes hayan estado en uso durante la fase Blanco y Negro; podemos contrastar esto con la singular escalinata del Lanzón, que aparentemente fue la única ruta de acceso desde el suelo hasta la cumbre de la plataforma durante esta fase. En tercer lugar hay un solo caso conocido de una escalinata interna que se bifurca en la zona de la Plaza Circular, a la cual se ingresaba a través de un acceso (una portada) más abajo en una pared ciega y que permitía acceder a la cima del Edificio A desde su lado este. Dado que esta vía de ingreso quedó bloqueada con la construc-ción de la Plaza Circular al inicio de la fase Blanco y Negro, pode-mos relacionar con seguridad esta inusual escalinata —y una inusual dirección primaria de acceso— con un periodo anterior en el cual una versión mucho más pequeña del Edificio A estuvo tal vez orientada hacia el norte.

El otro mundo bajo tierra

Si bien es cierto que las estructuras Chavín buscaban impresio-nar a través de su considerable volumen, gran parte de la idea de hacerlo impresionante provenía de acentuar la dimensión verti-cal de la construcción. Esto se logró en cierto sentido profundi-zando las plazas hundidas; sin embargo, ello resultaba sin duda problemático debido a la irregularidad de la superficie de la roca madre en el piso del valle, lo que limitaba la posible extensión de los suelos profundos y planos de las plazas10. La solución fue siempre construir sobre plataformas o cimientos profundos. Todas las plazas hundidas conocidas de Chavín fueron construi-das ya sea encima de plataformas o rodeadas por ellas; ninguna es en realidad subterránea en ningún sentido real. Estas plata-formas, que parecen también sostener las grandes plataformas del templo, constituyen un volumen inmenso pero todavía algo incalculable, que rivaliza con el de los edificios erigidos encima de ellas o los supera. Esta profunda elaboración de las plataformas permitió que se excavaran las plazas dentro de los “sedimentos” culturales conocidos, y permitió también la existencia de estruc-

canal servía como un conducto para las personas así como para el agua, y quizá permitía que personas claves aparecieran “milagro-samente” en lugares inesperados [fig. 106].

Dentro de los canales encontramos evidencias claras de ofrendas de cerámica, objetos de hueso extensamente trabaja-do y minerales diversos colocados intencionalmente en su interior, lo que hacía que fuera incluso un lugar de importancia ritual. En el caso de la Plaza Circular, un ingreso al parecer abierto perma-nentemente al Canal Rocas está asociado con el hallazgo de vasi-jas de cerámica quebradas de manera intencional, principalmente vasijas de libación y vertido que al parecer eran sacrificadas, quizás una vez consumidos los líquidos, que muy bien podrían haber incluido pociones psicoactivas o alcohólicas13. Del mismo modo, el hallazgo de restos humanos sobre el piso del canal direc-tamente debajo de las entradas más grandes, con toda probabili-dad indica que al menos en ciertas ocasiones se colocaba a los di-funtos dentro del canal, pero todavía falta determinar si esto tenía un carácter honorario, sacrificial, pragmático o punitivo.

Es muy importante advertir que canales y galerías son dos formas arquitectónicas y funcionales del todo distintas, y que solamente están relacionadas en lo que se refiere a ciertos principios de construcción que son intrínsecos a los espacios sub-terráneos [cf. fig. 106 con figs. 107, 108]. La prueba de su diferen-ciación es que jamás se cruzan, lo que sorprende en dos clases de espacios subterráneos que comparten el mismo terreno. Podría ser que la posibilidad de que las galerías se inundaran iba contra la cercanía de los canales, pero sea cual fuere la razón, ambos parecen haber funcionado en dos ámbitos de actividad distintos. Las galerías fueron claramente diseñadas para el paso de huma-nos, y siempre son lo suficientemente grandes como para que un hombre de modesto tamaño pase con facilidad. (De lo poco que sabemos de los restos óseos de Chavín, parecen en general coin-cidir con la talla aproximada de la actual población rural andina, alcanzando varones y mujeres 1,5 m de altura). Su piso siempre está nivelado, de modo tal que la idea del nivel es algo intrínseco a ellas; los pisos siempre son de una arcilla compactada combina-do con grava, y todo cambio de nivel se maneja con escalinatas de naturaleza bastante formal. Éstas casi siempre suelen aparecer en lugares donde se cambia de dirección; por ejemplo, las escali-natas de ingreso descendentes rara vez dan acceso directamente a un pasaje largo, y en muchos casos son tan ciegas que mientras se baja rara vez se puede decir qué se encuentra adelante, fuera de una pared lateral. Lo que predomina son las escalinatas, por oposición a peldaños dispersos u ocasionales. Los cambios de dirección siempre se dan con esquinas en ángulos rectos que pueden marcar la prolongación de un pasaje, su unión, el ingreso a un cuarto semejante a una cámara o una celda. Los cuartos son relativamente pocos, pero sí se dan claramente en el trazado de algunas galerías; las celdas pequeñas a veces podrían simplemente ser fragmentos recortados de pasajes. Hay otros rasgos más cuya frecuencia varía [fig. 109]:

Mayor)6. Cada una de ellas define un eje dirigido aproximada-mente a 13,3 grados al sur de este y ambas estuvieron en uso durante la fase Blanco y Negro; sin embargo, es posible que el eje de la Plaza Circular haya estado en uso en fases previas [fig. 102]. Esta dualidad dio lugar a los conceptos de los Templos An-tiguo y Nuevo, pero una vez más estamos viendo fundamental-mente a edificios de la misma fase tardía.

Dado que por definición las plataformas y plazas se encuentran a distintas alturas, no sorprende que el tercer ele-mento más prominente de la arquitectura sean las escalinatas que establecen la transición entre los niveles [fig. 103]. Ellas son sumamente empinadas al igual que en muchos otros centros ce-remoniales precolombinos del Nuevo Mundo y tienen peldaños relativamente altos. Estas características, conjuntamente con la ausencia casi total de rampas en la arquitectura Chavín, eviden-cia que la intención de las escalinatas no era permitir que se diera una transición fácil e informal entre los niveles; ellas más bien enfatizaban la dificultad y una sensación clara de transición involucrada en el tránsito entre contextos de distintas alturas.

Es más, las escalinatas parecerían relacionarse tanto con los principios de diseño como de uso del centro. Hay un fuerte énfasis en la colocación de escalinatas ya sea en posición axial, en simetría alrededor del eje, aunque existen unas cuantas excep-ciones notables. En muchos casos fueron colocadas en posiciones de encuadre, equidistantes de los lados de las plazas, especial-mente en el caso claro de la Plaza Mayor7. En realidad sospecho que las escaleras fueron usadas como puntos clave para encua-drar las plazas y no al revés. Ellas daban acceso pero tendían a definir senderos bastante limitados y estrechos. No sólo habían relativamente pocas escalinatas que unían los distintos niveles, sino que además a medida que ascendían del nivel inferior al superior, el ancho por lo general iba disminuyendo; en ocasiones incluso se daba el caso de que a medida que una escalinata va ascendiendo, su ancho también disminuye. Esto respalda la idea general de que cada incremento de altura en niveles sucesivos definía un acceso más restringido, pero debiéramos cuidarnos de entender esto como algo que se refería únicamente a la capacidad de movimiento: las escaleras probablemente eran en realidad restrictivas más en términos simbólicos que en la cantidad de gente que podía ascender o descender en cualquier momento. Esto probablemente también se puede aplicar a la capacidad de las plazas. No hay razón para creer que las plazas estuvieron alguna vez llenas de gente, aun cuando podríamos sospechar que su tamaño guardaba relación con la cantidad de personas a las que se les permitía el acceso8.

Es posible realizar tres observaciones finales sobre las escalinatas: en primer lugar la única escalinata asimétrica pro-minente, la Escalinata Alba, parece haber servido de puente entre el eje sur (meridional) más nuevo y más grandioso, y el eje norte (septentrional) —probablemente más temprano—, lo que habría permitido efectuar una transición digna y casi gradual

turas subterráneas adicionales en forma de galerías y canales. Todo esto sugiere que para los constructores Chavín, el espacio debajo de la superficie formaba parte de un mundo con el cual estaban bastante familiarizados, y no necesariamente uno que estuviese contrastado conceptualmente con el mundo que se alza encima. También se consigue una idea palpable del control del paisaje, entendiendo por esto la capacidad de nivelar, de cons-truir terrazas o de jugar con el espacio en formas a las que una construcción levantada directamente sobre la superficie del suelo no puede aspirar.

Sin embargo, un aspecto del espacio subterráneo es que éste contradice las necesidades del drenaje. En primer lugar, dichos espacios son tan susceptibles a las inundaciones y a otros problemas de humedad como si fueran madrigueras de roedores. No es sólo que el agua puede entrar desde arriba, sino que además las fluctuaciones en la napa freática podrían traer agua lateralmente y desde abajo. Es muy probable que en un paisaje lluvioso en invierno como este, las grandes plataformas bloquea-ran tanto la escorrentía de superficie como el movimiento subte-rráneo del agua, intensificando aún más los problemas de drena-je. Además de los problemas más evidentes del control del agua dentro de estructuras de piedra construidas con mortero de barro, estos factores hicieron que fuera inevitable que para perdurar, Chavín tuviera que contar con un sofisticado sis-tema de drenaje11.

La solución se encontró por medio de una ingeniosa red de canales de drenaje que solo ahora comienza a comprender-se. Como Chavín estaba sumamente interesado en un ritualismo complejo y desorientador, se esperaba que los canales sirvieran para algo más que el simple desagüe. En efecto, a lo largo de déca-das de excavación en Chavín aprendimos a esperar encontrar un canal en cualquier espacio profundamente excavado que tuviera más de dos metros de longitud, y no es raro hallar múltiples capas de canales, tanto de drenaje como de abastecimiento de agua. El agua era claramente llevada al centro ceremonial tal como lo planteara a manera de hipótesis Luis G. Lumbreras12, y al parecer era manipulada por sus cualidades de producción sonora. A menudo los canales mismos son lo suficientemente grandes como para caminar erguido por ellos, y en caso contrario uno puede pasar arrastrándose o encorvándose. Los canales demasiado pe-queños como para que los humanos pasen son por lo general muy cortos, tal vez debido a problemas de mantenimiento en caso no pudiera haber entrado una persona. Hasta la fecha calculo que en Chavín se conocen de 2 a 3 kilómetros lineales de canales, y po-dríamos fácilmente duplicar esta cifra solo trazando las conexio-nes entre los segmentos conocidos; dado el ritmo de descubrimien-to de los canales, todos estos estimados tal vez sean demasiado conservadores. Resulta interesante que el sistema de canales no sólo cuenta con frecuentes puntos de acceso, sino que además muchos de ellos son escalinatas formales de ingreso. La ubicación estratégica de estas entradas deja pocas dudas acerca de que el

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más de ellas). La ubicación estratégica cerca de la Plaza Circular y su atrio así como del Lanzón mismo, y la vía de acceso simple a través de una escalinata corta, apoyan la idea de que se trataba de un lugar desde el cual los pututos podían ser puestos rápida-mente en manos de los músicos para las ceremonias que se cele-braban en esta parte central del sitio. Si la Galeria de las Cara-colas es una buena evidencia, es posible que esta misma función se aplicó a las mas simples y pequeñas galerías, especialmente aquellas ubicadas cerca de áreas ceremoniales claves.

3. Una tercera función, la de un lugar donde depositar ofrendas, fue ampliamente sugerida por el trabajo que Lumbreras llevó a cabo en la Galería de las Ofrendas18. Esto reveló la presen-cia de varios centenares de vasijas de cerámica sobre el suelo de esta galería de tamaño mediano y complejidad intermedia, que originalmente fueron dejadas intactas junto con diversos objetos ceremoniales y restos humanos quemados y cortados [cf. cap. 4.5, cat. nos. 125-163]. Su razonable interpretación de esta galería es que fue diseñada especialmente para que recibiera una gran ofrenda de materiales valiosos al momento en que se consagró la Plaza Circular, como materiales que fueron depositados funda-mentalmente en un evento ofertorio principal, después de lo cual la galería no habría sido muy utilizada durante tiempos Chavín. Si bien es cierto que esto podría ser considerado almacenaje, su contenido apoya la idea de un ritual ofertorio muy especializado y ordenado que tal vez era tradicional en las formas de galerías no complejas con celdas laterales repetitivas, como Ofrendas.

La planificación de las estructuras subterráneas

Tal vez una de las implicancias más interesantes sobre los cana-les y galerías, es que debía planeárseles en formas algo distintas que las estructuras que se alzaban sobre el suelo. El añadido, modificación o reemplazo de la arquitectura levantada sobre el suelo se puede realizar con relativa libertad, pero tanto las gale-rías como los canales se hallaban altamente confinadas en su espacio una vez instaladas. Los canales, en particular, debían responder a otra lógica: la de una constante pendiente que des-cendía hacia el extremo de desagüe, para que de este modo las aguas pudieran ser reunidas en el camino tanto desde los puntos altos como desde los bajos. Los canales tenían un rango suma-mente restringido de niveles verticales a través de los cuales podían pasar y alcanzar dichas metas, dado el énfasis que Chavín otorgaba a los espacios semisubterráneos como las plazas hundi-das, que son lugares naturales en donde las aguas se empozan. Con el continuo crecimiento y modificaciones de las estructuras levantadas sobre el suelo, la tarea de hacer frente al funcio-namiento y al mantenimiento del sistema de canales se hace sumamente compleja. Rocas, el canal troncal primario, sigue un camino largo y curvo, y pasa debajo de todas las plazas hundi-das de Chavín que se conozca en su camino hacia el río Mosna

4. Las piedras sobresalientes de las portadas solamen-te se encuentran en la Galería de los Laberintos y constan de grandes piedras de los muros que se proyectan desde el marco de la puerta hacia el espacio de la entrada desde ambos lados, blo-queándolo parcialmente. Estos elementos parecen no estar ter-minados o tener los extremos rotos, lo que sugiere que es posible que originalmente fueran más grandes, y que tal vez reducían la entrada aproximadamente a la altura de la rodilla.

5. Las ménsulas son piedras de la pared que se proyec-tan inmediatamente por debajo de las vigas del techo, que apa-rentemente servían para permitir que hubiese corredores más anchos dentro de los límites marcados por la longitud y la fuerza de dichas vigas. La mayoría son ménsulas simples, pero en el caso de la galería más ancha, la de la Doble Ménsula, están dis-puestas en dos capas, son macizas y el techo inusualmente alto y ancho de la galería tal vez fue posible gracias a su presencia, o bien requería de ella.

Las galerías requirieron bastante planificación puesto que al parecer fueron incorporadas a las estructuras principales durante su construcción; hasta la fecha no tenemos ninguna evi-dencia de que los canales o las galerías hayan sido construidos cavando, de modo que debieron ser incorporados a las estructu-ras mientras éstas iban creciendo, o, en el caso de algunos de los canales, probablemente se le debió cortar en las superficies exis-tentes. Las galerías ocupan una parte sustancial del espacio ho-rizontal dentro de algunas estructuras, especialmente el Edificio A, y fueron claramente construidas para que ocuparan inteligen-temente el espacio dejado entre otras galerías. Algunas de éstas se interconectan y fueron añadidas a galerías previas en secuen-cias bastante complejas, tal como fuera documentado por Silvia Rodríguez Kembel16. Es de resaltar que las galerías rara vez pa-recen haber sido cerradas durante el periodo principal de uso del templo. En efecto, se invirtió un esfuerzo considerable en mante-ner las galerías disponibles a medida que los edificios principales de Chavín crecían tanto vertical como horizontalmente. Es del todo posible que haya galerías enterradas a profundidad dentro de estos edificios que en realidad fueron clausuradas, pero como siempre tenían ductos que llevaban al exterior debiéramos tener “ductos a ningún lado”, y éstos son raros o inexistentes. Al mismo tiempo, sin embargo, hay ductos que probablemente van a gale-rías desconocidas, pero es posible que éstas no hayan sido clausu-radas durante la época Chavín y que quedaran enterradas más bien en periodos posteriores.

La función de las galerías es en algunos casos bastan-te clara, pero en general siguen siendo materia de especulación. El espacio que ofrecen es demasiado pequeño, inconveniente, oscuro y por lo demás de una utilidad bastante limitada como para suponer que fueron una construcción conveniente. El costo que su planificación y construcción involucraba era demasiado alto para el limitado espacio conseguido. Hasta hoy dos obvias posibilidades de uso —residencias y almacenaje general— no

cuentan con ninguna evidencia arqueológica concreta que las respalde. Iluminar las galerías por lapsos prolongados habría re-querido de algo más que el sistema de espejos que propongo, y en la mayoría de los casos su planta no proporciona mucho espacio o calidad de almacenaje evidentes. Más bien casi siempre son pa-sadizos o secuencias de pasadizos relativamente simples, lo que no impide que en unos cuantos casos sean por completo laberín-ticos y tengan un plano complejo, repetitivo y semi-simétrico pero muy planificado. Hay tres funciones probables para las cuales se puede argumentar de modo bastante convincente:

1. Las actividades rituales parecen estar indicadas con claridad, algo no sorprendente en un centro ceremonial. Los entornos oscuros, misteriosos y altamente controlados probable-mente habrían tenido el importante efecto de resaltar el ambien-te para los participantes, como en efecto lo hace hoy en día con los visitantes. La manipulación del sonido, la luz y posiblemente otros fenómenos sensoriales es altamente probable, y en algunos casos muy seguro. El Lanzón y su galería son un buen ejemplo de ello [figs. 4, 117]; la presencia de una enorme imagen semejante a un ídolo, en un espacio sumamente restringido, argumenta a favor de una acción ritual concentrada en la cual los participan-tes se habrían visto bastante influenciados por las experiencias que recibían. Los aparentes arreglos de iluminación y acceso ya mencionados respaldan el argumento de que probablemente se podía visitar al Lanzón y que fuera diseñado para ser visto, si bien por un número muy limitado de personas por vez. La Gale-ría del Lanzón misma es en realidad el resultado de haber con-servado el acceso a este objeto primario de veneración a medida que el edificio crecía alrededor de su ubicación original, que pro-bablemente fue originalmente puesto al aire libre [fig. 100]. El crecimiento inexorable del Edificio B en Chavín significó que dada su ubicación original, el Lanzón habría tenido que ser ente-rrado o mudado, pero aparentemente se usó una tercera alterna-tiva, la de construirle un techo (aunque con el espacio extremada-mente reducido que el techado de las galerías de Chavín permitía) y luego agregarle de forma progresiva pasadizos a ese espacio subterráneo a medida que el edificio crecía. Esto enfatiza una vez más la necesidad que había de dar acceso a los espacios subterrá-neos para fines rituales, y sospecho que varias otras galerías, es-pecialmente las que tienen una configuración relativamente compleja, fueron efectivamente planeadas para ceremonias en este tipo de entorno tan especial.

2. Es probable que algunas galerías sirvieran en reali-dad para almacenar cosas, pero no alimentos u otros productos prácticos. El caso de la Galería de las Caracolas, donde en 2001 encontramos veinte pututos intactos de la época Chavín17, sugie-re un depósito semejante a una sacristía para un rango muy res-tringido de parafernalia ceremonial [fig. 110, cat. nos. 122-124]. En el caso de Caracolas no hay ninguna evidencia de que la gale-ría original (la más pequeñas de ellas, pues apenas mide 1 x 6 m) haya contenido algo más que estas trompetas (y originalmente

1. Los ductos omnipresentes, que por lo general son nivelados, horizontales, casi siempre ejes rectos y de sección aproximadamente de 30 a 50 cm de lado, conducen de las paredes externas del templo a las galerías, y/o de un segmento de galería a otro, y/o de galería a galería. Su finalidad dista de quedar clara y podría muy bien ser que tuvieran múltiples funciones. Ellos ventilaban con el flujo del aire incluso en ausencia de toda inten-ción o diseño necesario, y muchos crean o completan un flujo del mismo que recorre íntegramente los edificios principales. Los ductos transmiten hedores, permiten y filtran o modifican el paso del sonido, y sí permiten el ingreso de algo de luz desde el mundo externo incluso a pesar de su longitud relativamente grande (a menudo más de cuatro metros). Podrían ser un medio intencional de control de la humedad dentro de las estructuras, al permitir que una cantidad sustancial de la misma fuese ventilada fuera de los edificios. Sólo ahora se ha comenzado a comprender el papel que los ductos tuvieron en la función acústica, pero las in-vestigaciones iniciales llevadas a cabo por Miriam Kolar y otros, sugieren que tal vez fueron muy importantes para permitir que únicamente ciertas frecuencias sonoras ingresaran o escaparan de los espacios subterráneos14. Dada la traza de los ductos, propu-se que tal vez fueran usados para alumbrar intencionalmente espacios subterráneos reflejando la luz del sol en las galerías. Esto tal vez se hizo empleando los pequeños espejos de antracita sumamente pulidos que son un hallazgo común en las excavacio-nes realizadas en el centro ceremonial, y que fueron claramente fabricados en Chavín a partir de fuentes de carbón cercanas15. Los ductos casi siempre ingresan a las galerías desde la altura de la rodilla a la de la cabeza, y por lo general apuntan hacia los principales pasajes, o hacia celdas o habitaciones; en algunas ga-lerías hay suficientes ductos como para iluminar estratégicamen-te la mayoría de sus espacios subterráneos. En el caso más nota-ble de la escultura del Lanzón, un ducto apunta directamente a su rostro. De este modo la reflejada luz externa, si bien atenuada debido a la significativa distancia de transmisión (unos 18,5 m), la habría iluminado a pesar de todo con una muy efectiva luz rasante desde la quijada hasta la frente [véase cap. 4.5; fig. 114].

2. Menos comunes son los nichos, por lo general cuadrados o rectangulares, colocados en las paredes laterales de corredores, cuartos o celdas. Son de un tamaño y tienen una ubi-cación tal, que habrían sido útiles para guardar o exhibir artícu-los importantes.

3. En unas cuantas galerías se encuentran pequeñas piedras, elongadas como clavos, empotrados en los muros, de modo tal que sobresalen significativamente de su superficie. Estos clavos usualmente se encuentran casi a la altura del techo; su forma, ya sea semirectangular o que se angosta hasta formar una punta, casi no da indicio alguno de su función, y en general no están muy ligados a ningún lugar de las galerías, siguen siendo un enigma.

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Chavín de HuántarCHAVÍN 167166

[fig. 101]. Resulta que también pasa debajo de los tres edificios más grandes del sitio. En el caso del Edificio B pasa íntegramen-te por debajo y prosigue en el lado opuesto hasta fuentes actual-mente desconocidas. Todos estos edificios tienen etapas tempra-nas de construcción debajo de las cuales pasa el canal, lo que quiere decir que su trayectoria general ya estaba trazada mucho antes de que el sitio alcanzara su configuración actual, no obs-tante lo cual la planificación del sistema de canales parece refle-jar el conocimiento del eventual plan final del sitio. Esto argu-mentaría que se planificó con anticipación al menos medio milenio de crecimiento, lo que resulta muy difícil de imaginar.

Principios de construcción

Aunque la planificación parece ser muy sofisticada en Chavín, las técnicas mismas de construcción, a primera vista, parecen ser muy rudimentarias. Para formar los muros, se unieron los blo-ques de piedra con un mortero de barro o arcilla, por lo general en hiladas. Piedras más largas fueron usadas como dinteles y vigas del techo. La superficie de algunos de los pisos fue pavimen-tada con losas que usualmente eran de pizarra. Pero hay una mayor complejidad: mientras que algunas de las piedras parecen ser íntegramente naturales en lo que se refiere a su forma, hay abundantes evidencias del trabajo parcial de gran parte de las piedras que se usaron para la construcción de Chavín, sobre todo mediante el astillado y la extracción de lascas, para así lograr alcanzar formas aproximadamente rectangulares con la cara plana. Es más, una minoría significativa de las piedras fue traba-jada hasta alcanzar superficies bastante planas y uniformes me-diante técnicas de corte y pulido. Si bien es cierto que las técnicas de construcción en Chavín no alcanzaron el calce justo de la piedra sin el uso del mortero, técnica difundida en las posteriores formaciones políticas Wari-Tiahuanaco e Inca, la finura del tra-bajo tanto en las piedras arquitectónicas cortadas como del arte lítico, resulta verdaderamente impresionante.

La elección de las piedras fue muy selectiva; la piedra sin cortar es principalmente cuarcita, que se da en afloramientos rocosos ubicados dentro de un kilómetro del sitio. La cuarcita jamás tuvo un trabajo fino y su extrema dureza y estructura de piedra hacían que fuera del todo inapropiada para su cortado y pulido. La estructura planar natural de las formaciones locales de cuarcita tiende a producir piedras con un grosor modal, y los constructores de Chavín aprovecharon esto al construir hiladas alternantes de distintas alturas, correspondientes a dichos groso-res. En las fases de construcción tardías esto usualmente involu-craba hiladas gruesas, que tenían dos hiladas más delgadas entre ellas y la siguiente hilada gruesa. Esto probablemente era eficiente dado el rango del grosor natural de las piedras, pero también dio a los edificios un aspecto sumamente organizado y estructurado [fig. 111].

Fig. 100 a y bLas investigaciones más recientes indican una historia mucho más compleja de la construcción de lo que hasta ahora se había asumido. Hoy conocemos que la actividad constructiva más temprana asociada al Lanzón data de la segunda mitad del segundo milenio a.C. (a). La fase de ampliación más larga, conocida como la fase Blanco y Negro, tuvo lugar entre 900 y 550 a.C. (b). Los colores marcan diferentes fases

Fig. 101Templo de Chavín de Huántar

A, B, C, D – Edificios A, B, C, DPBN – Portal Blanco y NegroPMe – Plaza MenorPMa – Plaza MayorPC – Plaza CircularCR – Canal RocasPN – Plataforma NortePS – Plataforma SurGL – Galería del LanzónCeleste – ductos y canalesAnaranjado – galerías (corredores)

Fig. 102Las dos alineaciones del templo que estuvieron en uso durante la fase Blanco y Negro. Ambas alineaciones (rojo= antigua, azul= nueva) apuntan hacia la cima natural, aunque modifi­cada, al otro lado del río Mosna. Visto desde la Plaza Circular, el sol sale al este sobre la cima de este cerro en el solsticio de verano (21 de diciembre). La nueva alineación con la cima del cerro está muy cerca de coincidir con el eje definido por el Portal Blanco y Negro y las escalinatas alineadas al este del mismo, lo que parecería ser intencional

D

C

B

A

GL

PBN

CR

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PS

La Banda

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Chavín de HuántarCHAVÍN 169168

Fig. 103La escalinata blanca y negra con peldaños de granito a la izquierda (originalmente habrían sido de un blanco radiante) y la piedra caliza a la derecha (originalmente habrían sido de un negro muy intenso). La escalinata lleva desde la Plaza Mayor hasta la Plaza Menor a través del eje sur

Fig. 104Fachada este del Edificio A. La escalinata es claramente visible (véase la flecha)

Fig. 105El Portal Blanco y Negro que se en­cuentra delante del Edificio A. Las columnas tienen una altura de 2,3 m cada una. La figura en la columna de la derecha probablemente es una criatura masculina, mientras que la de la columna izquierda probable­mente es femenina. Ambas criaturas tienen alas, sostienen objetos seme­jantes a unas varas en sus garras, y tienen un pico de ave delante de su boca con colmillos. La cabeza mira hacia arriba. Las escaleras y el dintel fueron construidas con un granito blanco radiante en la parte sur y con una piedra caliza de un color negro en la parte norte. Este dualismo parece estar reflejado en las criatu­ras masculina y femenina de las columnas. Los relieves del dintel muestran criaturas que se asemejan a aves de presa (el dintel no está en su posición original). Las imágenes de las columnas y los relieves del dintel fueron generadas a partir de modelos en 3D obtenidas por esca­neos de luz estructurada y de láser

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Chavín de HuántarCHAVÍN 171170

Fig. 106Segmento bien conservado del canal de drenaje original más importante de Chavín, el Canal Rocas

Fig. 107Segmento bien conservado de una típica galería (corredor subterráneo) de Chavín, con escaleras y pasajes en diversos niveles

Fig. 108Galerías (corredores) de los Edificios A, B, C y alrededor de la Plaza Circu­lar. Esta figura fue generada a partir de los datos obtenidos por Silvia Kembel de una estación total y de un modelo digital en 3D basado en un escaneo de láser y datos fotogramé­tricos

Fig. 109Dibujo esquemático e idealizado de una galería típica de Chavín: 1. ducto 2. nicho 3. “clavo” de piedra 4. Cabo de las portadas 5. ménsula

3

2

1

5

4

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Chavín de HuántarCHAVÍN 173172

Fig. 110Dibujo de la Plaza Circular y alrede­dores mostrando los canales prin­cipales (líneas de color celeste), el Lanzón y su galería (anaranjado), la Galería de las Ofrendas (azul) y la Galería de las Caracolas (verde). Esta figura fue generada a partir de los datos obtenidos por Silvia Kembel de una estación total y de un modelo digital en 3D basado en un escaneo de láser y datos fotogramétricos

Fig. 111La fachada este del Edificio A mos­trando la transición desde las hiladas de piedra finamente cortada (arriba) a las de piedra cuarcita tosca (abajo). Llama especialmente la atención el patrón repetitivo de dos hiladas más delgadas y una más gruesa tanto en la parte más fina de la pared como en la más tosca

Fig. 112Excavaciones en La Banda al otro lado del río Mosna, donde los asentamientos ubicados en la parte baja (primer plano) o alta (al fondo) prueban la coexistencia de grupos sociales de diferente estatus en Chavín

cio A [fig. 101], fueron construidas con piedra caliza negra en su lado norte, y con arenisca o granito blanco al sur. El piso de la Plaza Circular fue pavimentado con cuadrantes de caliza amari-lla, separados por una formación en cruz de caliza negra [fig. 115]. Las escalinatas a veces tienen peldaños de granito blanco, en tanto que la parte posterior cada peldaño tiene una superficie de pizarra negra. Todos estos ejemplos muestran una fuerte in-tencionalidad en el contraste de piedras de color claro y oscuro de modo estructurado y consistente.

Las representaciones artísticas tienen formas varia-das, a las cuales se incorporó formalmente dentro de la arquitec-tura chavín. Las esculturas independientes son menos frecuen-tes, pero probablemente hubo más de ellas en el pasado. La figura del Lanzón en la galería del mismo nombre [fig. 117] constituye el principal ejemplo que ha sobrevivido de una forma semejante a una estatua u obelisco, y es también el único objeto de arte hoy existente colocado intencionalmente dentro de un espacio subte-rráneo. En las paredes o estructuras del techado de las galerías hay unas cuantas piedras grabadas, pero es posible que hayan sido vueltas a utilizar de otros contextos. También son casi inde-pendientes las columnas grabadas que aparentemente flanquea-ban las portadas, como por ejemplo el Portal Blanco y Negro [fig. 105]. A diferencia del Lanzón, cuya figura antropomorfa en 3D subsume la forma de la piedra, las columnas del Portal fueron un lienzo cilíndrico el cual se usó para extender un diseño plano sobre su superficie.

Las cabezas clavas empotradas bien arriba en los muros externos del Edificio A, y posiblemente del B y el C, fueron tal vez el ejemplo más común de arte lítico. Se conocen más de cien de ellas pero solamente una sigue actualmente en su ubica-ción original. Se ha sostenido que ellas trazan un continuo entre formas de cabezas humanas y animales, lo que tal vez refleja transiciones como las que los chamanes experimentan en el transcurso de rituales que involucran drogas. Una cornisa coloca-da muy arriba en la cima de los muros del Edificio A, inmediata-mente por encima de la serie de cabezas clavas y que forma un voladizo que se extiende unos 60 cm más allá de la pared, tal vez fue en su forma original igual de extensa. De manera típica la cornisa muestra imágenes de seres humanos, animales o formas híbridas en procesión siguiendo una dirección común, y si fue continua habría habido cientos de piedras grabadas a lo largo de toda su extensión. La utilidad relativamente grande que estas piedras planas y de gran tamaño tuvieron para pueblos posterio-res, podría explicar por qué son más raras hoy en dia que las cabezas clavas.

El grupo restante de esculturas arquitectónicas son los paneles líticos grabados, también con representaciones de procesiones, que engalanaban la Plaza Circular [fig. 115] y al menos otra plaza principal, si no más [cf. cap. 4.5]21. Estos pane-les retratan a una serie de felinos con ornamentación diversa y a un grupo de personajes antropomorfos, que van desde una forma

El principio mismo de las hiladas es aplicable a las zonas con piedra cortada; la mayoría de éstas son posteriores y en realidad casi todas las piedras cortadas podrían pertenecer a la última gran fase de construcción, desde alrededor de 850 hasta 550 a.C. El granito, la arenisca de grano fino y la caliza, en orden descendente de frecuencia, fueron usadas exclusivamente en las construcciones y en el arte en condición cortadas, y todas parecen haber sido transportadas una distancia considerable desde su lugar de origen [cat. nos. 108-121]19. El granito, por ejemplo, solo se da en afloramientos rocosos que se encuentran muy arriba en las montañas vecinas; los bloques al parecer fueron transporta-dos un mínimo de 15 a 20 km a lo largo de un terreno sumamen-te difícil y a través de un gran descenso de altura. La gama de rocas utilizadas aumenta si incluimos todas las formas artísticas y ornamentales: las cabezas clavas empotradas en los muros de las estructuras chavín fueron elaboradas sobre todo de toba vol-cánica, y se hizo cierto uso de una piedra volcánica dura y crista-lina, así como de la pizarra.

Los arqueólogos originalmente concibieron el diseño de la construcción Chavín como unos fuertes muros externos con rellenos de piedras y mortero de poca importancia estructural para la masa interior de los edificios más grandes. Las recientes investigaciones realizadas por Julio Vargas, de la Pontificia Uni-versidad Católica del Perú, mostraron que dicha idea es comple-tamente errónea, y que las paredes revestidas con piedras a menudo megalíticas en realidad contribuyen relativamente poco a la estabilidad de las estructuras. Se las debiera más bien con-cebir como un acabado, un adorno, y como la protección de un núcleo interno fuerte y organizado de mampostería en capas, que constituyen el principal elemento estabilizador y coherente de los edificios20. En aquellos casos en que se retiró las paredes de aca-bado semejante a un enchapado o se cayeron, el núcleo interno logró conservar caras casi verticales durante muchas décadas, y en algunos casos siglos, sin que se produjera una degradación sustancial. Esto también quiere decir que al modificar estas es-tructuras a lo largo de los siglos, los diseñadores y constructores de Chavín podían desmantelar las fachadas externas sin correr el riesgo del masivo colapso de un relleno inestable; el núcleo or-ganizado podía resistir por sí solo sin problemas. Sabemos, además, que este tipo de desmontaje en realidad se daba con cierta frecuencia.

Adornos

La arquitectura en Chavín fue decorada de diversas formas, más allá de la configuración de las hiladas de piedra. El color de la piedra fue empleado de modo creativo, sobre todo en el dualismo del blanco y negro que vemos en las ultimas grandes construccio-nes en Chavin. Una serie de estructuras de piedra cortada, entre ellas dos escalinatas grandes, una pequeña plaza y partes de la portada con columnas y el complejo del Zócalo, delante del Edifi-

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nicas resultaban eficaces en este sentido22. Es probable que en la época Chavín haya funcionado como un centro de innovación, si-tuado quizá dentro de un mundo cerrado y conservador. Chavín posiblemente también se hallaba confinado dentro de una tradi-ción artística, arquitectónica y tecnológica, una en la que la inno-vación sin duda podría haber resultado impresionante hasta cierto nivel, también habría servido para alienar a las poblacio-nes que pretendía atraer y sobrecoger. De este modo el contexto ritual más amplio de Chavín —su ubicación en el Formativo de los Andes Centrales— de ninguna manera puede ignorarse. Caben pocas dudas de que su elite sí innovó, puesto que resulta difícil encontrar analogías de su diseño exacto y construcción. El sistema de galerías, el de drenaje, los detalles de la fachada y el núcleo constructivo, para no mencionar sino unos cuantos aspec-tos sobresalientes, no tienen paralelo alguno en esta época en ningún lugar. Pero muchas de las formas usadas en la arquitec-tura, por cierto, se conocen también en otros lugares. Se ha dicho mucho con respecto a las formas específicas halladas en Chavín: las plaza circular hundida, la plaza cuadrada, la configuración de los templos en forma de U, las habitaciones pequeñas en la cima de los templos de muros macizos, las habitaciones rituales cuida-dosamente enlucidas, ventiladas y con el fogón central: se ha des-crito todo esto como elementos de tardía aparición en Chavín23, derivados de una arquitectura similar y más temprana en otros lugares. Esto es indudablemente válido a cierto nivel, pero obede-ce a una perspectiva que espera la existencia de subperiodos que conforman una secuencia de formas arquitectónicas altamente diferenciadas a lo largo del tiempo, de modo tal que Chavín pu-diera ser descrito como un receptor tardío de formas derivadas de otras regiones. A medida que el conocimiento de Chavín y otros sitios del Formativo crece, va quedando claro que hubo tradicio-nes arquitectónicas de larga vida que abarcaron milenios, y que la adopción de formas de un gran vocabulario arquitectónico pro-bablemente involucró factores complejos, entre ellos el conoci-miento local de larga duración, así como los contactos con posi-bles áreas donantes. Fuera de esto, y como recientemente aprendimos, nuestro conocimiento sobre la diversidad de las formas arquitectónicas presentes en Chavín es muy limitado24, en especial el referido a los periodos tempranos de la arquitectu-ra, que se encuentran profundamente enterrados en el sitio. To-davía falta ver un trabajo definitivo del estilo arquitectónico en Chavín, con un análisis detallado del sitio en relación con las re-giones y asentamientos contemporáneos de los Andes Centrales.

La arquitectura doméstica

En comparación con la arquitectura ritual, poco se conoce sobre las edificaciones residenciales de Chavín. Las excavaciones rea-lizadas por Richard Burger en los que parecen haber sido distri-tos residenciales alrededor del centro monumental, arrojaron esencialmente fragmentos de estructuras que iban desde plata-

delante de donde se alzaban los muros anteriores, o donde aún quedaban fachadas dañadas. La aparente breve Fase Apoyo (ca. 550-500 a.C.), tomó su nombre del intento de estabilizar las da-ñadas estructuras del templo con una construcción de más baja inversión, que imitaba al original pero no lo igualaba.

Fue a finales de esta época o poco después, cuando se comenzaron a levantar rústicas estructuras domésticas en las áreas protegidas del sitio, esto es en las plazas hundidas o a lo largo de las fachadas de los edificios principales. Se desmonta-ron las paredes de piedra cortada y hasta las losas grabadas de la Plaza Circular, volviéndoselas a usar en construcciones secu-lares pragmáticas que reflejaban poco de la religiosidad formal-mente organizada de periodos anteriores. Las técnicas de cons-trucción en esta fase eran simples: las paredes de piedra rara vez tenían hiladas y casi todas las trazas son informales, con pequeñas habitaciones irregulares definidas por paredes fre-cuentemente reconstruidas y de corta duración. Llama la aten-ción que la cerámica usada por los ocupantes del sitio experi-mentó un cambio total en su tecnología, forma y decoración, y lo mismo sucedió con muchas otras clases de cultura material, lo que dejó poco de la arquitectura y el arte sumamente organiza-dos y ostentosos tan característicos de Chavín. En la parte final del periodo Intermedio Temprano (tal vez hacia 400 d.C.) parece haberse dado un breve renacimiento de la atención prestada a los detalles arquitectónicos, momento en el que se construyeron paredes con distintivas piedras paradas, rellenadas con capas de pequeñas piedras horizontales; pero aun así estas construccio-nes eran informales, de pequeña escala y de escasa durabilidad en comparación con los grandes monumentos levantados duran-te el florecimiento de Chavín.

humana relativamente normal hasta el estado transformado en el cual las figuras tienen serpientes como cabellos, colmillos en la boca, así como manos y pies con garras. En el caso de la Plaza Circular quedan suficientes figuras humanas en su lugar como para que sepamos que compartían la orientación común de la procesión: todas ellas aparecen dirigiéndose hacia la escalinata central occidental que conducía a la cima del edificio y a la vecina Galería del Lanzón.

La arquitectura Chavín como contexto ritual

Como era de esperar, la organización de la arquitectura Chavín alrededor de los ejes formados por plazas, escalinatas y corredo-res, parece coincidir bien con la idea de que las procesiones eran importantes en el mundo exterior del sitio. Estos movimientos de personas probablemente se dirigían desde una plaza inferior hacia una superior; el nivel más alto parece haber tenido una visibilidad focal de las escalinatas colgantes y la cima de los edi-ficios, lo que sugiere que había espectáculos de algún tipo: obje-tos, personas y actos que formaban parte de los rituales. El avance desde contextos más bajos hacia otros más altos, el claro delineamiento de los niveles separados por escalinatas focales y altas, y la formalidad de las plazas, sugieren en conjunto que quienes participaban en el ritual estaban divididos en distintas clases con diferentes niveles de privilegio, lo que permitía su in-greso hasta cierto lugar. Del mismo modo parece haber una rup-tura entre el mundo ritual externo que acabamos de describir, y la cima de los edificios y los contextos internos de las galerías, que tenían un acceso muy limitado y controlado precisamente en dicha transición. Como es lógico suponer, estos contextos más altos y recónditos sugieren que solo grupos de tamaño muy limi-tado podían acceder a estos lugares restringidos, lo cual tal vez apoya la idea de otra reducción más del grupo espectador y par-ticipante. Las dos estructuras “miradores” que coronan el Edifi-cio A eran muy pequeñas a pesar de la superficie relativamente grande con que se contaba, y las galerías como la del Lanzón apenas si podían acoger cuando mucho a una docena de perso-nas en su punto focal. Podemos imaginar un culto que involucra-ba a cada vez menos miembros de los rangos más altos, y que posiblemente un largo aprendizaje y preparación eran necesa-rios antes de que los miembros pudieran participar en los ritua-les más íntimos, quizá como interactuar con el Lanzón mismo.

De este modo, la arquitectura era el escenario que no sólo comprendía las actividades rituales de Chavín, sino que además fijaba el tono de la experiencia y acaso reflejaba la estruc-tura de estatus, acceso y privilegio de los segmentos involucrados de la sociedad. Como se ve en el capítulo 4.4, la arquitectura apli-caba una estrategia con qué provocar una serie de reacciones de parte de los participantes en los rituales efectuados en estos escenarios, y podemos suponer que con el paso de los siglos los sacerdotes/líderes de Chavín aprendieron qué formas arquitectó-

formas hasta fragmentos de paredes. A partir de ellos infirió que la cantidad de construcciones, al menos en la fase tardía del pe-riodo Chavín, fue de naturaleza proto-urbana y se extendió sobre docenas de hectáreas. La actual traza urbana de estructu-ras completas o casi completas comprensiblemente no fue evi-dente en sus pequeños cateos, pero sí logró inferir la presencia de cimientos de piedra informales, y el uso de adobes o tierra compactada encima de los cimientos. Las excavaciones posterio-res de nuestro proyecto en Chavín arrojaron una extensión algo mayor de la arquitectura residencial alrededor de las márgenes del centro ceremonial y al otro lado del río Mosna, en el sector conocido como La Banda [fig. 112]25. Los depósitos del periodo Chavín que presentan estratigrafía compleja revelaron paredes de estructuras que muestran al menos dos clases distintas de estructuras al parecer contemporáneas, acompañadas por volú-menes considerables de depósitos derivados de la ocupación. Por un lado observamos una distribución bastante densa de cimien-tos de paredes angostas y superpuestas hechas con piedras pe-queñas y arcilla, que definían habitaciones pequeñas y corredo-res. Éstas evidentemente correspondían a un área residencial con una gran densidad de estructuras con paredes de adobe o quincha, que corresponden a una forma arquitectónica de menor inversión. En una terraza más elevada pero bastante cercana hallamos estructuras sumamente sustanciales con muros anchos de piedra perteneciente al mismo periodo, con fogones y desechos residenciales, que representan una construcción mucho más elaborada y costosa. Otras excavaciones realizadas en es-tructuras principalmente con paredes de piedra, arrojaron evi-dencias de actividades artesanales combinadas con actividades domésticas. En todos los casos la arquitectura parecería haberse constituido de habitaciones combinadas en bloques y no de es-tructuras separadas e individuales. Sorprenden porque mues-tran muy poco espacio intermedio entre las estructuras y pare-cen ser espacios aglomerados de vivienda, semejantes a celdas en formación compacta.

Postdata

Chavín parece haber experimentado un cataclismo sustancial en algún momento alrededor de 550 a.C., el que desestabilizó una parte significativa de la arquitectura del centro ceremonial, y que tal vez se reflejó en las estructuras derrumbadas y desestabiliza-das visibles en otras partes del sitio. Es probable que esto repre-sente uno o más terremotos sustanciales, que provocaron el colap-so de varias fachadas y en ocasiones de segmentos de los núcleos constructivos, y que tal vez movieron algunas de las masas arqui-tectónicas pesadas. La respuesta que nuestras numerosas exca-vaciones alrededor del centro documentaron fue la creación de plataformas encima de las piedras colapsadas de las paredes, y la erección de nuevos muros con una construcción mucho menos or-ganizada, que frecuentemente fueron colocados inmediatamente

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una arquitectura misteriosa que genera una ambientación sin-gular. Esto fue el resultado de una organización competitiva y de la creatividad, cuya única explicación razonable parece ser la manipulación de la mente humana como vía para establecer y reforzar la credibilidad de un culto.

¿Qué evidencias de Chavín respaldan esta recons-trucción y, más aún, qué hace que sea tan especial en este senti-do entre los muchos centros andinos del Formativo? ¿Por qué es único y digno de la atención que ha recibido, tanto en el pasado como hoy en día? Aunque el resto del ensayo está dedicado a contestar estas preguntas, la respuesta simple es que, por las razones complejas que veremos a continuación, Chavín demues-tra elocuentemente evidencias físicas —a un nivel muy superior de lo que encontramos en otros centros— de cómo era que estos convincentes sistemas operaban.

¿Qué fue Chavín?

El objetivo de esta sección es describir la naturaleza física fun-damental del sitio y las ideas esenciales acerca de qué fue Chavín, cuánto tiempo existió y la manera en que operaba. En el capítulo referido a su arquitectura [véase cap. 4.3] describí la planificación, la construcción y la configuración de los edificios de Chavín. Sobre dicha base podemos estar seguros de que esta arquitectura estaba conformada por una serie de contextos ri-tuales que involucraban procesiones y que probablemente fueron testigos de ceremonias y otras actividades, coordinadas por el liderazgo sacerdotal y a las que asistía un público. El centro mo-numental del sitio no muestra —al menos durante la última parte de su existencia— ninguna evidencia de actividad alguna que no fuera la construcción y la modificación de la arquitectu-ra, la ejecución de rituales, la presencia y la intervención de par-ticipantes, tanto locales como provenientes de lugares alejados, y tal vez banquetes, así como cierto grado de producción artesa-nal [véase cap. 4.5]. El centro monumental se encuentra rodeado a ambos lados de los ríos Mosna y Wacheqsa, por áreas de acti-vidades residenciales y artesanales, las que tal vez involucraron diversos niveles de clases de estatus bastante diferenciadas de la población5. En general esta podría haber sido una comunidad muy grande o un pueblo, que posiblemente caía dentro del rango de una pequeña ciudad. Los cálculos de la población total de se-mejante comunidad local son especulativos en el mejor de los casos, pero estimo que habrían alcanzado el rango de las tres mil a seis mil personas. Hoy en día, el pueblo de Chavín y sus vecinos inmediatos al otro lado del río Mosna caen más o menos dentro de dicho rango demográfico y cubren un área semejante a la más grande extensión del antiguo poblado.

Si Chavín fue un centro ritual, ¿entonces cuál fue la base de la religión o del culto? Podemos tomar algunas pistas muy elementales a partir del tema de las representaciones en los objetos de piedra, arcilla y hueso hallados en este sitio, y en ma-

contemporáneos. Ante todo tenemos el hecho de que Chavín muestra señales de haber sido un tipo de “culto”. Esta última es una palabra compleja con muchas definiciones, pero lo que im-porta para nuestros fines es un fuerte sentido de pertenencia, identidad, empoderamiento, de separación y de experiencia común que es compartido, y que crea una identidad para los miembros del culto. A diferencia de los cultos modernos, que tienden a ser grupos fragmentados de otras religiones o a repre-sentar un comportamiento desviado o contracultural, los de la época Chavín parecen haber sido de importancia central para la sociedad de su tiempo, y haber preparado el camino hacia el futuro de las estructuras sociopolíticas de las sociedades andi-nas. Tengo la sensación de que los sistemas de templos del For-mativo, y sobre todo los de Chavín, fueron lugares en donde se confería la membresía y se generaban las identidades comunes, donde las autoridades establecían su poder y su diferencia con respecto al resto de la población, y donde probablemente se gene-raban las principales innovaciones que iban más allá de la simple práctica religiosa. Entonces, en cierto sentido, estos eran lugares de cambio convertidos en estratégicos, en donde emergía una nueva estructura para la sociedad, impulsada en gran medida por un mundo material —en evolución y diseñado por humanos— de edificios, tecnologías, objetos y arte, así como ac-tividades humanas organizadas.

Estos patrones al parecer estuvieron ampliamente difundidos, tanto en el tiempo como en el espacio. Los inicios de la arquitectura monumental en los Andes anteceden de manera significativa al aparente origen de Chavín alrededor de 1300-1200 a.C., y en ciertos lugares unos sistemas similares parecen haber existido incluso después de que el mismo Chavín posible-mente haya cesado sus funciones semejantes a las de un templo alrededor de 500 a.C. Sitios similares a Chavín se encuentran por todos los Andes Centrales, sobre todo en Kuntur Wasi [véase cap. 3.2, cat. nos. 56-107]3 y Pacopampa [véase cap. 3.2, cat. no. 10]4, pero hubo también muchos otros más. Resulta bastante evidente que las similitudes entre estos sitios no se deben a la unidad política, puesto que es casi seguro que no estuvieron su-jetos a un solo sistema de control político o a unos cuantos de ellos, sino que más bien fueron bastante independientes. Ellos tal vez representan sistemas paralelos, que con toda probabili-dad se emulaban e imitaban entre sí, quizá dentro de una estre-cha red de competencia por conversos a sus respectivos cultos. La competencia de este tipo podría muy bien haber tenido lugar en torno a las rentas y recursos a conseguirse de los miembros del culto, nuevos o en ascenso. Esto podría haber alimentado el crecimiento y los aspectos espectaculares de los centros ceremo-niales, lo que quizá les daba cíclicamente el potencial para atraer de forma preferencial a los conversos. Es aquí donde la historia de Chavín realmente toma forma, puesto que hasta hoy el sitio muestra impresionantes capacidades tecnológicas, luce una imaginería fascinante y conduce al visitante a través de

4.4

RELIGIÓN Y AUTORIDAD EN CHAVÍN DE HUÁNTAR

John W. Rick

Desde la época de las primeras crónicas españolas, Chavín de Huántar ha captado la atención de viajeros e investigadores, quienes quedaron fascinados por su impresionante arquitectura y su compleja iconografía. Ello dio lugar a descripciones, análi-sis e interpretaciones desde diversos puntos de vista, así como resultados variables en temas que van desde secuencias cronoló-gicas hasta modelos de la distribución panregional de la pobla-ción1. Este artículo intenta comprender la construcción, las acti-vidades, el compás y la intención de Chavín dentro de la lógica de la sociedad de su tiempo. Para comprender la intención de los constructores y los usuarios de Chavín, debemos entender la na-turaleza de la naciente autoridad que da sentido a la palabra “Formativo”. Esta fue la época de surgimiento de la autoridad y de la estructura jerárquica en las sociedades andinas, y Chavín fue uno de los proyectos estelares al igual que Kuntur Wasi [véase cap. 3.2, cat. nos. 56-107]. Espero mostrar que Chavín formó parte de un intento por crear una nueva realidad —la de los templos y las experiencias que se vivían dentro de ellos—, que a su vez se inscribía dentro de un programa de largo plazo para convencer a algunos segmentos de la sociedad de la validez de dicha autoridad emergente e, intencionalmente o no, de una vía mediante la cual propagar la ideología resultante por todos los Andes. Chavín es, entonces, uno de varios lugares claves en esta región, donde la ideología estaba siendo innovada y transmitida a través de los mismos restos físicos que podemos estudiar hoy.

La mayoría coincidirá en que Chavín conformaba una serie de estructuras religiosas; tal vez podemos usar la pa-labra “templos” con cierta posibilidad de aproximarnos a lo co-rrecto. No conocemos ningún investigador serio que sostenga que la intención primaria de los principales centros del Forma-tivo, como Chavín, haya obedecido a alguna lógica distinta de la religiosa. Pero si intentamos adoptar como modelo la arquitec-tura sacra moderna de la mayor parte del mundo, estamos des-tinados a comprender erróneamente esta etapa transitoria entre las prácticas y creencias de escala local, y la red suprarregional de centros y los sistemas ideológicos sumamente organizados que representaban2. Chavín fue sin duda un intento de incre-mentar el alcance, y tal vez el control, que la dirigencia del centro ejercía. Lo que hace que este intento sea tanto más inte-resante es, en primer lugar, que se llevó a cabo no a través del dominio militar evidenciado por las armas, las estructuras mili-tares y las conquistas, sino más bien mediante instalaciones re-ligiosas altamente desarrolladas, y en segundo lugar que el re-clutamiento de las poblaciones no parece haberse dado aplicando una ideología dirigida a incluir y convencer al conjunto de la población, sino más bien al reclutamiento de una elite y autori-dades emergentes, tanto dentro como más allá de la influencia o el dominio inmediato del centro ceremonial.

Esta comprensión general estructura algunas ideas fundamentales sobre Chavín, así como los sitios y los liderazgos

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reclamar la identidad de un culto. Fue precisamente la condición inimitable de estos objetos de culto lo que llevó a su extenso mo-vimiento alrededor del área andina, en un patrón de intercam-bio altamente desarrollado. Debemos cuidarnos de la idea del intercambio, para evitar así que asumamos que este simplemen-te era un mercado informal. El ofrecimiento sumamente estruc-turado de los objetos cultuales, así como su fuerte restricción a los centros ceremoniales y los elaborados contextos funerarios, sugieren que, por el contrario, estos eran artículos que circula-ban y fluían siguiendo patrones que reforzaban la importancia de ciertos centros y la identidad y el estatus de personas claves.

En Chavín existen dos ejemplos particularmente vi-gorosos de tales movimientos. En primer lugar, la cerámica de la Galería de las Ofrendas muestra la clara presencia de una canti-dad significativa de cerámica exótica con relación a Chavín, según se estableciera gracias a la metodología científica [véase cap. 4.5, cat. nos. 125-163, especialmente cat. nos. 143-158]6. La presencia de vasijas foráneas da cuenta ya sea de la presencia de visitantes que contribuyeron a la ofrenda masiva de la Galería de las Ofrendas, ya de la capacidad de la elite Chavín para obtener materiales de alto estatus provenientes de lugares muy lejanos. En la Galería de las Caracolas, nuestro descubrimiento de veinte pututos de Strombus galeatus intactos [cat. nos. 122-124]7, es un indicio más de la capacidad que Chavín tenía para atraer a per-sonas y objetos a lo largo de miles de kilómetros. El hecho que estos caracoles hayan sido tallados con diseños de centros lejanos refuerza la idea del movimiento de objetos, no de simples expedi-ciones de aprovisionamiento sino más bien desde una situación sociopolítica sumamente interactiva y quizá competitiva.

Se ha hablado mucho de las representaciones de la biota de los bosques tropicales, presumiblemente de las cabe-ceras amazónicas al este de los Andes. Los grandes felinos, serpientes, caimanes, monos y otros animales ciertamente en-cuentran su habitat en las regiones orientales. Para algunos esto quiere decir que Chavín fue originado por pueblos prove-nientes de estas áreas, pero es igualmente probable que estas sean representaciones de elementos exóticos de naturaleza mis-teriosa, provenientes de una región de difícil acceso. No pode-mos dudar del papel que Chavín desempeñó en reunir una amplia gama de artículos e ideas; un proceso similar tal vez estaba dándose en centros competitivos de todos los Andes Cen-trales, en un patrón de interacción e imitación de las elites que se reforzaba a sí mismo.

La arquitectura Chavín también puede ser vista como una fusión de influencias locales y extranjeras. Se ha hecho un gran esfuerzo por mostrar que Chavín fue o bien un donante o bien un receptor de tradiciones arquitectónicas, inclu-so antes de que se contara con claras evidencias de fechados con los cuales establecer la prioridad temporal de la supuesta área de origen de las formas8. Es probable que en lugar de ser un flujo unidireccional de ideas sobre las formas arquitectónicas, el

perfil, con este último modificado en el caso de humanos o antro-pomorfos, para mostrar una vista frontal del torso, mientras que la cabeza y los miembros permanecen en la pose lateral. La ma-yoría de las representaciones son planas, es decir no son ni tridi-mensionales ni en relieve, ni siquiera cuando estos cubren la su-perficie del objeto gráfico, sino que se mantienen como un dibujo plano bidimensional alrededor de un objeto. El Lanzón, las cabe-zas clavas y una serie de objetos portátiles fueron retratados en 3D total, pero no existen las esculturas auténticas. En lugar de ello se permite más bien que las limitaciones del medio original constriñan la forma de la figura. Los miembros, por ejemplo, jamás se liberan de la matriz de las tallas. Solamente las cabe-zas clavas se aproximan a una escultura completa y auténtica.

En el arte Chavín no se alcanzó ni se intentó alcan-zar el realismo. Incluso las cabezas clavas eran representacio-nes convencionalizadas, sin que se hiciera intento alguno de usar rasgos faciales específicos como en un retrato, para así re-presentar a una persona. Las proporciones de cuerpos y rasgos se encuentran frecuentemente distorsionadas en una serie de formatos estandarizados, lo que hace que la individualidad sea una ilusión. Sí queda cierta creatividad; aunque el tema parece corresponder a un número limitado de figuras representadas, las poses, decoración y estilo específicos de las figuras no se en-cuentran tan estandarizados como para que sean idénticas. Podría, en efecto, sostenerse que en la ejecución del arte Chavín hay una considerable individualidad. Interpretando esta varia-bilidad, parecería que en lugar de intentar ajustarse a un estilo sumamente definido y rígido, el arte Chavín parecería haber sido impulsado por un nivel de creatividad interpretativa y cali-dad de la ejecución, imaginable en una competencia entre dis-tintos grupos de diseñadores, creadores y consumidores. Es de resaltar que el costo de producción, en términos tanto de las materias primas como de la mano de obra, no parece haber cons-tituido un obstáculo. Más bien se prefirieron las materias primas raras y las técnicas decorativas que consumían mucho tiempo, lo que permitía que el objeto o la representación individual fueran aún más singulares. Existían ciertos cánones artísticos y esti-lísticos en lo que se refiere a las restricciones de los contenidos, pero no en el sentido rígido de la estandarización que frecuente-mente se encuentra en las sociedades de nivel estatal. En lugar de simplemente establecer la identidad y el rango de los que es-taban involucrados en el arte dentro de una sociedad estructu-rada y restrictiva, el arte Chavín parece más bien haber estado involucrado en una creación competitiva usando temas activa-mente manipulados e interpretados.

Un patrón muy importante aparece cuando vemos la cultura material en la época Chavín o sea, el Formativo Medio y Tardío. En la cerámica, por ejemplo, se puede reconocer el surgi-miento de un importante patrón andino, que decidí llamar la “iconización” de esta categoría material. La cerámica se hacía de modo competente antes de la era de Chavín y de los centros que

le fueron contemporáneos, y cumplió muchos papeles funciona-les en una sociedad agraria. Pero las vasijas sumamente decora-das que no tenían ninguna función práctica, vasijas cuya forma y adorno sugerían el predominio de un uso ornamental, de exhi-bición u ostentoso, antes que un diseño cotidiano y eficiente, eran raras o no existían en la mayoría de las regiones de los Andes. Varios sitios, como Kotosh en la sierra [véase cap. 3.2] y Curayacu en la costa central, muestran la presencia precoz de vasijas muy decoradas. Pero los sitios relacionados con Chavín de los periodos posteriores del Formativo vieron una eclosión en la producción alfarera; de este modo, las vasijas se convirtieron en vehículos de algún tipo de mensaje social, en el cual los sím-bolos y representaciones adquirieron suma importancia, lo que sugiere un nuevo mecanismo de interacción social dentro de una forma diferente y emergente de organización. Como es lógico, el complejo decorativo no se constituyó de manera aleatoria; más bien la temática y las técnicas decorativas mismas convergieron —como en el arte lítico— en un número limitado de elementos y de temas. Estos rasgos comunes dieron lugar a la idea de un Horizonte Temprano (un periodo dentro de un esquema cronoló-gico, como alternativa a los subperiodos del Formativo), una época de uniformidad en ciertos elementos de la cultura a medida que las formas predominantes se esparcían desde cen-tros claves. Se sentía que Chavín era un centro de estos, o tal vez el más importante, con gran influencia sobre un vasto sector de los Andes Centrales. Esta explosión compleja no sólo se puede ver en la cerámica, sino también en artículos de tela, hueso, madera, piedra, concha y metal. Pero un Horizonte no es sino una distribución material en el espacio geográfico y no explica el patrón observado; la idea de “influencia” no atañe siquiera a la complejidad social que involucra la invención y la adopción pre-ferente de artículos con tal importancia icónica; además el acceso a ellos sería otra cuestión que debemos considerar.

Es casi seguro que las costosas y elaboradas obras de arte portátiles eran íconos cuya posesión confería estatus y acre-ditaba la condición de miembro del culto. Las distinciones entre los íconos de los distintos centros del Formativo son evidentes y constituyen parte de la variabilidad visible a la que ya aludimos, pero ciertos centros parecen también haber abarcado una varia-bilidad significativa, tanto contemporánea como a lo largo del tiempo. Es probable que la obtención, propiedad, intercambio y las ofrendas dedicatorias de estos objetos hayan tenido una gran importancia, y que tales actividades hayan conformado el núcleo de la emergente diferenciación de estatus y rango en las socieda-des del Formativo. En cuanto tales, aquellos objetos eran casi como una moneda, esto es piezas pequeñas con un alto valor con-centrado y, desde luego, altamente susceptibles de imitar y falsi-ficar. Las materias primas raras y las vías productivas altamen-te técnicas, que involucraban un inevitable costo intensivo en mano de obra, daban cierta garantía de que tales objetos no po-drían ser reproducidos fácilmente por cualquiera que deseaba

teriales perecibles como los textiles provenientes de otros lados, aunque con muy estrechas similitudes en la iconografía [cf. cat. no. 53]. La cuestión fundamental en la representación Chavín es la figura sola, una entidad focal que por lo general se muestra por derecho propio y casi nunca en interacción clara con otras. Esta entidad casi siempre es un ente viviente, usualmente un animal, y es mucho menos común que sea una planta. Se crea-ban escenas semejantes a situaciones colocando artículos múlti-ples —por lo general piedras talladas— juntos en entornos ar-quitectónicos. En ocasiones más bien raras se muestra a múltiples entidades en una sola obra de arte, pero nunca en clara interacción. La escena más común de éstas involucra a personas que desfilan en una misma dirección, lo que se puede interpretar como una procesión real [cat. no. 111]. Resulta inte-resante que también son más o menos escasas las figuras de piedra individuales completamente aisladas provenientes de contextos arquitectónicos conocidos, esto es, aquellas que no están acompañadas por figuras separadas que efectúan alguna acción paralela. Es más común que múltiples individuos estén representados, como en las escenas ya mencionadas que parecen ser una procesión, o que haya múltiples imágenes estáticas como las cabezas clavas que adornaban las paredes de los edificios principales [cat. nos. 115-119], o la pareja de entidades de las columnas del Portal Blanco y Negro [fig. 105]. Menos comunes son los individuos focales solos, de los cuales el principal ejemplo es el monolito del Lanzón, que ocupaba una posición central en la galería arquitectónicamente céntrica del mismo nombre [figs. 4, 117]. Esta es una figura singular, pero Luis G. Lumbreras ha mencionado la posibilidad de que haya otra galería, del todo des-conocida, en la misma posición central pero ubicada ya sea encima o debajo de la galería del Lanzón, que tal vez tuvo una imagen emparejada con éste [véase cap. 4.5]. La Estela Raimon-di [fig. 6], de la cual solo se conoce un ejemplo primario, también muestra un solo individuo pero se ignora su contexto, con lo cual es posible que originalmente hubiese una o más imágenes para-lelas. La excepción más notable —aunque parcial— a estas reglas es el conocido Obelisco Tello [figs. 5, 116], en el cual dos criaturas paralelas individuales, posiblemente caimanes, incor-poran figuras secundarias más o menos completas pero no inte-ractivas de humanos, animales y plantas. Quienes intentaron descifrar esta complejidad coinciden en que debe representar muchos aspectos de los conocimientos y creencias Chavín, y si bien son inusuales aunque no singulares, las representaciones individuales de esta obra maestra encajan cómodamente dentro del canon específico del estilo Chavín.

Quiénes fueron estas entidades para los Chavín, es algo que sigue siendo materia de discusión, y tal vez siempre lo será. Debemos advertir que los filtros globales aplicables a las representaciones que esta cultura usaba, diferían de los de otros centros ceremoniales contemporáneos. Las figuras han sido bas-tante convencionalizadas y se las muestra ya sea de frente o de

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1300 a.C. son dispersos y raros, pero Chavín muestra una evolu-ción arquitectónica compleja y bastante larga, para lo cual basta con observar las construcciones conocidas visibles hoy en día sobre la superficie. Las excavaciones profundas realizadas debajo del nivel de los cimientos expuestos de estos edificios, sugiere que todavía hay una arquitectura más temprana que aún no hemos logrado fechar.

Las evidencias disponibles respaldan la idea de una serie de etapas arquitectónicas que culminaron en la fase Blanco y Negro (ca. 900-550 a.C.), una época de importante crecimiento de los templos, en la que se renovaron las áreas ya existentes y a la vez se levantaron obras nuevas y extensas. La amplia cober-tura de esta fase arquitectónica ha hecho que sea relativamente difícil encontrar evidencias más tempranas y con seguridad no modificadas de fases anteriores, al menos visible en la superfi-cie. El crecimiento fue tan amplio que el completar la proyección involucró el desvío del caudaloso río Mosna, a fin de crear espa-cio para lo que hoy llamamos la Plaza Mayor. El uso extenso de la arquitectura de piedra cortada parece haber comenzado en esta época, junto con importantes desarrollos del arte lítico; la mayoría de las imágenes en piedra que se conocen de Chavín parecen datar de la fase Blanco y Negro. La Plaza Circular, que antes se conocía como el centro del Templo Viejo, se hizo en rea-lidad durante esta más reciente gran fase de construcción, pro-bablemente como una forma de renovar una envejecida zona del templo y de reafirmar la importancia del ídolo del Lanzón, ente-rrado profundamente dentro de una galería de una fase anterior de construcción. El Lanzón mismo es seguramente un producto de una fase anterior, que originalmente se alzó dentro de una estructura cuadrada de muros macizos, en la cima del impor-tante —pero más pequeño— templo de la fase temprana [fig. 100]13. Esta estructura quedó eventualmente cubierta por las ampliaciones verticales y laterales, construyéndose entonces los corredores de la Galería del Lanzón para evitar perder acceso a él. Debido a este agresivo programa de construcción, la mayor parte de lo que hoy podemos ver en Chavín data de esta fase de edificación. El sitio aparentemente sufrió un gran daño arqui-tectónico en algún momento alrededor de 550 a.C., tal vez debido a la actividad sísmica, y el centro ceremonial parece haber llega-do a su fin hacia 500 a.C., a pesar de un último intento de apun-talar las estructuras reutilizando materiales de construcción caídos en muros de apoyo no organizados. En aquel momento una serie de comunidades residenciales relativamente simples comenzaron a ocupar Chavín y dejaron pocas evidencias de los sistemas rituales altamente organizados que las antecedieron. Ellas muestran cambios abruptos en las formas arquitectónicas y en el estilo alfarero, que guardan poca semejanza con los pe-riodos anteriores de Chavín.

Antes de la fase Blanco y Negro hubo al menos tres etapas de crecimiento arquitectónico14, que representan una

patrón más probable haya sido más bien la interacción. El uso activo de columnas, plazas circulares hundidas, templos en forma de U, cámaras cuadradas en los templos de modesto tamaño y de una sola habitación, así como otras formas encon-tradas en Chavín, apuntan claramente hacia la interacción. Al mismo tiempo, muchos de estos elementos tuvieron una larga vida en el Formativo de los Andes Centrales, lo que hace que sea difícil argumentar con facilidad a favor de cualquier dirección de la influencia9. En una sociedad que emergía de unos orígenes extremadamente conservadores en términos de cambio cultural, no sorprende que muchos elementos culturales y artículos mate-riales correspondan a tradiciones duraderas. Si bien es cierto que Chavín y los centros que le eran contemporáneos sí repre-sentaban elementos de cambio en sus sociedades, es probable que su capacidad para implementar innovaciones radicales se haya visto sumamente restringida por cuestiones de credibili-dad y de resistencia al cambio. En efecto, uno de los más grandes desafíos que Chavín enfrentaba debe haber sido superar la iner-cia de una sociedad tradicional e implementar cambios a casi cualquier nivel. Pero irónicamente, el papel histórico más grande de Chavín, así como de otros centros ceremoniales de este periodo, fue implementar una reestructuración fundamen-tal de la sociedad. Esto tal vez queda mejor visto como una ten-sión entre la inercia cultural y la intención consciente, y tal vez egoísta, de reestructurar la sociedad. ¿Pero, de qué forma Chavín nos da pistas de su papel específico en el desarrollo de una vía hacia sociedades más estructuradas y jerárquicas?

La cronología de Chavín

Dado que es posible que Chavín haya perdurado durante cientos de años, no sería prudente ignorar la cronología del sitio y termi-nar mezclando las evidencias de periodos tempranos por oposi-ción a los de madurez, o incluso a sus momentos de decadencia. El tema de su fechado es bastante complejo10 y tal vez no lo sufi-cientemente importante como para desarrollarlo aquí, aun cuando un esbozo y una explicación bastarían. Nuestras excava-ciones, efectuadas a lo largo de décadas en el centro ceremonial de Chavín y sus alrededores, ya han arrojado evidencias de la presencia humana en varias áreas abiertas en el entorno inme-diato del sitio, profundamente enterradas debajo de la actual superficie del suelo, y que se remontan hasta 3300 a.C.11. La zona bien podría tener evidencias precerámicas tempranas en-terradas a mayor profundidad, que aún no se han encontrado. Hasta ahora, las ocupaciones más tempranas que hemos hallado parecen representar cazadores-recolectores/agricultores inci-pientes, pero hacia el final de este periodo, alrededor de 2200 a.C. o poco después, encontramos un fogón ceremonial temprano que quizá representaba actividades rituales del Precerámico Tardío o del muy temprano periodo cerámico12. Las evidencias siguen siendo escasas y todos los datos del periodo ca. 2000-

Fig. 113La décima octava laja esculpida del arco norte de la Plaza Circular. La criatura representada, mitad humana y mitad animal, sostiene en su mano un cactus de San Pedro (Echinopsis pachanoi) que se utilizaba para la

preparación de pociones psicoacti­vas. La imagen fue generada a partir de un modelo digital en 3D basado en los datos de escaneos de luz estructurada

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Pero el culto de Chavín necesitaba crear el sistema de significado que llevara a su credibilidad, y también a su compe-titividad con otros centros cultuales que indudablemente esta-ban igual de interesados en los recursos entregados por nuevos adherentes. Dicho sistema necesitaba ser coherente y convin-cente, no sólo para convencer a quienes ingresaban al culto y pasaban a ser miembros, sino también para permitir a éstos convencer a sus propios seguidores y productores sobre su im-portancia y validez. Hubo que crear muchos conceptos nuevos en el corazón de un sistema conservador, y se debió hacer lo necesa-rio para que nuevos niveles de privilegio y diferenciación fueran aceptables, y además naturales, en una sociedad que sin duda tenía tendencias y mecanismos que presentaban resistencia a tales pretensiones de autoridad. Es cierto que actualmente aceptamos y esperamos un grado sustancial de liderazgo y de autoridad con mano fuerte, pero es importante advertir que la mayor parte de la existencia humana tuvo lugar dentro de pequeños grupos que operaban sobre una base mucho más igualitaria. Cambiar de este “sistema operativo” a otro de jerar-quía y desi gualdad, fue un reto al que se hizo frente en Chavín —al igual que en otras partes del mundo— dando una serie de pasos importantes.

El primer paso fue proporcionar un contexto de credi-bilidad. Esto se relaciona tanto con la naturaleza como con la ubicación de Chavín, así como también con las características arquitectónicas del sitio. Un lugar semejante lógicamente tenía que estar divorciado del entorno familiar de las relaciones socia-les tradicionales, y por ende estaría idealmente muy alejado, tanto desde el punto de vista espacial como conceptual, del mundo familiar del parentesco y de otras relaciones obligatorias y recíprocas tradicionales. Esta fue, en varios sentidos, una receta para los templos del periodo, y tanto más para Chavín. Su ubicación remota, su entorno fuertemente encapsulado en un valle angosto y la arquitectura encerrada, desde donde se veía poco del mundo externo, parecía elegido y diseñado como herra-mientas con que retirar a los participantes del culto del mundo al cual estaban acostumbrados. Además, Chavín inventó el uso de unos extensos ambientes subterráneos. Estas galerías y canales estaban tan alejadas de las realidades externas como fuera posible. Difícilmente podemos imaginar un entorno mejor donde convencer a los conversos del culto acerca de la existencia de mundos alternativos; la alteración sensorial y la privación habrían generado un caos en la percepción que los participantes tenían de la realidad [fig. 113]. El centro ceremonial puede entenderse en este sentido como otro mundo, como un entorno de experiencias del más allá que tenían como meta fomentar la credibilidad de un nuevo ordenamiento social establecido, o al menos reforzado, generando una realidad de contactos privilegiados entre ciertos humanos y dioses u otras entidades sobrenaturales.

serie compleja de eventos de construcción [fig. 100]. Estas etapas actualmente vienen siendo fechadas con una serie de medios, y probablemente demostrarán la presencia de actividades cons-tructoras mucho antes de 1000 a.C. Dichas etapas son bloques de edificación dentro de los cuales se erigieron galerías y otros ele-mentos, y en última instancia brindaron las bases para la última y agresiva expansión de la fase de ampliación Blanco y Negro. Hay varios elementos de la arquitectura Chavín en estas fases que sugieren una continuidad en el diseño y el concepto del edi-ficio, pero también hubo algunos cambios importantes que invo-lucraron nuevos elementos y el abandono de algunos cánones.

Cómo funcionaba Chavín

Lo importante de esta breve cronología es enfatizar que cual-quier reconstrucción de las actividades de los templos de Chavín, usando nuestros conocimientos actuales, estará inevitablemen-te basada en la culminante fase Blanco y Negro. ¿Cómo funcio-naba Chavín en ese entonces? Está claro que este centro, al igual que muchos otros, captó un volumen sustancial de trabaja-dores y materiales a fin de erigir en forma progresiva el centro ceremonial, y proporcionarle la elaborada decoración hallada en su interior. Dado que muchas materias primas y productos ter-minados llegaban de muy lejos, resulta evidente que la base de respaldo del centro no era completamente —ni necesariamente en su mayoría— local. Como no existen evidencias de una exten-sa conquista territorial realizado por grupos que tenían como base al centro ceremonial durante el Formativo Tardío, ello su-giere que los recursos para estos sistemas de templos se conse-guían a partir de contribuciones o pagos, y que la gran escala y la naturaleza de alto estatus de las ofrendas halladas dentro del centro indican que los contribuyentes foráneos eran miembros de la elite y no gente común ¿Por qué razón elites lejanas ha-brían contribuido con productos, materia prima y tal vez traba-jadores? Es probable que la iniciación y la continua pertenencia al culto hayan tenido costos materiales, de modo que debe haber habido un atractivo y una racionalidad por la cual invertir en ser miembro del mismo. Si Chavín solamente proporcionaba in-formación e íconos a quienes eran miembros del culto, y si dichos beneficios implicaban un incremento en el estatus que sus inte-grantes tenían dentro de sus propias sociedades locales, enton-ces la función del templo habría beneficiado tanto a su liderazgo como a los miembros del culto. El papel de extraer recursos de la población agraria podía ser dejado en gran medida a las elites locales y Chavín, como centro supremo, podía aprovechar estas personas con aspiraciones y en ascenso. Intencionalmente o no, los sacerdotes-líderes de centros de culto como Chavín estaban edificando una jerarquía de privilegios y de acceso a los recursos de tres niveles (elite del templo, miembros del culto, elite secun-daria) y poblaciones de base proveedores de productos.

lograr que los posibles conversos se convencieran de las proposi-ciones esenciales de un sistema de creencias que impulsaba un cambio social radical. Al mismo tiempo es importante señalar que si parte de los diseños, actividades y representaciones Chavín tienen una base chamánica, este a duras penas es un sistema chamánico “normal”; es posible que su liderazgo haya estado aludiendo a una tradición chamánica largamente estable-cida como una forma de situar, y hasta de disfrazar, estos fuertes cambios sociales dentro de las creencias tradicionales.

Otras evidencias de la manipulación sensorial en Chavín sugieren la utilización de la luz y el sonido. El complejo sistema de galerías subterráneas y laberínticas [véase cap. 4.3] se encuentra fuertemente entrelazado y está conectado con el mundo exterior por numerosos ductos que se extienden en línea recta, ubicados siguiendo una configuración lineal y usualmente dirigidos a o a través de estos túneles, o a rasgos especiales de la galería. Si bien esta disposición permitiría el flujo del aire o el paso del sonido, su disposición lineal sería asimismo ideal para la transmisión de la luz, tal vez con el uso de superficies reflec-tantes como las de los pequeños espejos de antracita, que consti-tuyen un hallazgo arqueológico común en el centro monumental de Chavín. Un ducto está dirigido hacia el rostro del monumen-tal monolito grabado del Lanzón, y es posible que se le haya usado para pintar una luz dramática sobre este objeto claramen-te ritual, bien adentro de un espacio ritual encerrado y bastante restringido, por no decir claustrofóbico [fig. 114].

El hallazgo de veinte pututos intactos en la Galería de las Caracolas de Chavín [cat. nos. 122-124]19 y el trabajo previo de Lumbreras sobre los canales posiblemente generado-res de sonido20, llevaron ahora a un estudio sistemático de las propiedades acústicas de los espacios subterráneos de Chavín. La naturaleza relativamente intacta de los espacios subterrá-neos, las tonalidades conocidas de la trompetas y los sistemas avanzados de medición vienen combinándose para evaluar cómo es que el sonido se comporta en Chavín, y si hay evidencia de un diseño acústico intencional21. Futuros estudios ayudarán a esta-blecer si el patrón de crecimiento de las galerías demuestra la aparición de efectos sonoros cada vez más sofisticados y efecti-vos, a medida que los diseñadores y constructores aprendían la relación entre los espacios cerrados y las cualidades del sonido. Aunque este es un trabajo que se encuentra aún desarrollándo-se, existen abundantes evidencias, incluso para el visitante oca-sional, de que el sonido es alterado en su reverberación y otras cualidades más, lo que ayuda para que estos espacios subterrá-neos resulten impactantes y confusos. La evaluación inicial de las evidencias sugiere que ciertos aspectos de las galerías y sus ductos estuvieron estrechamente afinados para promover el paso y la manipulación de ciertas frecuencias de sonido, y por ende que en Chavín las propiedades de las galerías relacionadas con el sonido fueron con toda probabilidad el resultado de una intención directa y de su diseño.

Otro aspecto de la ubicación de Chavín se relaciona con los riesgos geológicos y medioambientales inherentes. Chavín fue erigido en un lugar de alto riesgo, donde las amena-zas provenían del movimiento masivo de lodo y rocas desde las altas cordilleras; menos dramático, pero igualmente problemáti-co, era el lento deslizamiento de las laderas de los cerros directa-mente hacia el área elegida para Chavín, y las inundaciones y la erosión ribereña se volvieron tanto más amenazantes con el evi-dente desvío del cauce del río Mosna, para dar cabida a la fase final de crecimiento del templo15. Es justo decir que Chavín fue iniciado y mantenido en una situación de alto riesgo, que creció hacia algunas zonas de riesgo, y que lo incrementó al manipular grandes fuerzas medioambientales, cuando otros lugares alter-nativos vecinos habrían sido mucho más seguros. El drama de su ubicación en la confluencia de dos ríos contra el telón de fondo de la alta Cordillera Blanca podría ayudar a justificar esta enig-mática elección, pero en mi opinión no basta para explicarla del todo. Cualquiera que esté familiarizado con tales peligros ten-dría que estar impresionado, si no sobrecogido, de que semejante proyecto de construcción pudiera sobrevivir. Inevitablemente, el poder del liderazgo responsable sería comparado con las inmen-sas fuerzas naturales destructivas que siempre han sido eviden-tes para las personas que viven cerca de estos paisajes verticales de los Andes Centrales, o que los visitan.

Este contexto físico se vio reforzado con la manipula-ción activa de los sentidos durante las actividades rituales. Lo más efectivo o más abarcador fue el uso de sustancias psicoacti-vas, derivadas principalmente de plantas. Las evidencias provie-nen de las explícitas representaciones de plantas alucinógenas presentes en las imágenes chavín [fig. 113]; de la abundante pa-rafernalia relacionada con su consumo; y de la representación de los efectos que las drogas tienen sobre las imágenes de humanos en el arte chavín [cf. cat. nos. 115-119]16. El cactus San Pedro, una de esas plantas, crece abundantemente en la región y en la actualidad sigue siendo utilizado por los curanderos herbolarios. Este mismo cactus fue representado con frecuencia en las imáge-nes Chavín, animado a veces con ojos u otros rasgos humanos o animales. En tiempos recientes se ha argumentado fuertemente a favor del uso en Chavín de la vilca (Anadenanthera sp.)17, una planta tomada en forma de polvo como rapé, lo cual cuenta con el respaldo de las imágenes y la presencia común de tubos de hueso bien fabricados y elaboradamente decorados, probablemente para inhalar dicho polvo, hallados en depósitos Chavín dentro del monumento y cerca de este. Las muecas y las emisiones na-sales de moco mostradas en muchas esculturas de cabezas hu-manas sugieren los efectos secundarios de la ingestión de drogas de este tipo [cat. no. 117]. Es posible ver las cabezas clavas talla-das de Chavín como si abarcaran las etapas de transición en la transformación de humanos a seres alternos18. Resulta evidente el valor que las sustancias psicoactivas tienen en el ritual, espe-cialmente en las actividades ceremoniales que tenían como meta

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Chavín de HuántarCHAVÍN 185184

Conclusiones

He esbozado brevemente algunos de los aspectos fascinantes de Chavín, que han sido revelados tras muchas décadas de investi-gación a cargo de docenas de arqueólogos. Si bien es cierto que cada una de estas observaciones se sostiene por sí misma, la combinación de tales factores apunta hacia unas formas impor-tantes en que Chavín se desarrolló y funcionó. De un lado, algu-nos de sus rasgos sugieren factores tradicionales. El uso de drogas psicoactivas podría muy bien haberse derivado de una práctica chamánica largamente establecida, y la elección de los animales o de sus aspectos llamativos para que integren las imágenes, podría derivar de una vieja tradición andina. Pero no es fácil ver que estos templos, con sus formas masivas, clara-mente diseñadas y envolventes, encajen con facilidad en la tradi-ción de autoridad limitada del chamán local, de pequeña escala. La magnitud de las interacciones a distancia, la calidad de las ofrendas, y la intimidad y las limitaciones de espacio de muchos de los contextos rituales sugieren que, en sus actividades cere-moniales más importantes, Chavín involucraba un número más bien modesto de personas de alto estatus, y que no era una ins-talación religiosa donde las masas adoraban a los dioses. Las evidencias de una intensa manipulación de los sentidos de la visión y audición, y la incorporación de drogas psicoactivas como un elemento omnipresente de la actividad ritual, apuntan hacia una actividad persuasoria extensa, intencional y cada vez más dirigida por parte del liderazgo de Chavín. El hecho de tomar riesgos medioambientales, contrastando así la capacidad de Chavín para construir en presencia de peligros de la naturaleza, tal vez acentuó y extendió aún más la autoridad sacerdotal, in-cluso sobre aquellas fuerzas a las cuales Chavín parece haber aludido. Una conclusión razonable es que esta haya sido una tra-yectoria planeada, en la cual un liderazgo dotado cada vez más de autoridad en Chavín, estudió y afinó las situaciones en las cuales las elites regionales quedaban convencidas y eran reclu-tados con más eficacia al cuerpo de conversos de un culto en ex-pansión. Esta época puede ser vista como una de excepcional creatividad en una trayectoria bastante radical y de cambios en los sistemas de creencias. El enfoque particularmente evidente de Chavín con respecto a la edificación de un nuevo tipo de socie-dad ilustra, de varias formas, una de las transiciones humanas más importantes: el desarrollo de la fe en la aceptabilidad, la inevitabilidad y la naturalidad del establecimiento de patrones de un liderazgo fuerte y su eventual corolario: una sociedad de estatus y rangos intrínsecamente diferenciados.

Chavín de Huántar fue claramente un centro que de-sarrolló un programa de actividad religiosa, dirigido a someter a los participantes a una serie de fuertes estímulos sensoriales bajo condiciones físicas muy bien diseñadas. Es probable que a lo largo de siglos de actividad, el liderazgo de Chavín haya apren-dido cuál era la mejor forma de convencer a los iniciados de la validez del culto y del valor que tenía la membresía y la identifi-cación con este sitio específico, y así lograron promoverlo por encima de las otras opciones disponibles en centros rivales. Dos factores pueden, entonces, ser considerados cruciales: de un lado, aprender la naturaleza de la mente humana, su susceptibi-lidad al adoctrinamiento y la reformulación de ideas fundamen-tales sobre la humanidad, y del otro la necesidad de competir exitosamente en pos de los limitados recursos totales de la región de los Andes Centrales, especialmente de aquellos exce-dentes que podían canalizarse, a través de las emergentes elites, locales y distantes, hacia el liderazgo de un centro como Chavín.

Fig. 114El Lanzón iluminado por la luz incidente proveniente de un ducto de iluminación

4.5

LOS RITUALES RELIGIOSOS EN CHAVÍN Y SU IMPORTANCIA SUPRARREGIONAL

Luis Guillermo Lumbreras

Los asentamientos humanos ubicados en la confluencia de los ríos Mosna (o Puqcha) y Wacheqsa (o Mariash), donde se encuen-tra el complejo de Chavín de Huántar, se remontan a unos cinco mil años atrás o incluso más. Sin embargo, no fue sino hasta que comenzaron los trabajos en el complejo, hacia el segundo milenio a.C., cuando Chavín empezaría a convertirse en un centro que irradiaba su influencia sobre una vasta región. Los peregrinos viajaban allí probablemente para consultar al oráculo local, cuyas revelaciones eran de crucial importancia para la prospe-ridad de la agricultura. Los edificios del templo, que se encon-traban bajo el control de los sacerdotes, cumplían fines religiosos y rituales.

Trabajé en Chavín durante varios años, cuando estaba a cargo de las excavaciones arqueológicas. Entre nuestros descu-brimientos más importantes indudablemente se encuentra la “Galería de las Ofrendas”, un sistema de corredores subterráneos en el área central y antigua del templo, donde hallamos una gran colección de objetos rituales depositados como ofrendas. Su pre-sencia nos permitió concluir que el lugar fue sede de peregrinajes y actividades rituales. En este artículo presentaré algunas inter-pretaciones de los rituales religiosos basando mis argumentos en los hallazgos arqueológicos, en particular en la concepción arqui-tectónica de la Plaza Circular y del área que la rodea; en el Lanzón y su cámara; y, desde luego, en la Galería de las Ofren-das. Este es, por tanto, un intento —enfaticemos la palabra “intento”— de recrear un pasado muy distante y acercarlo a no-sotros [véanse caps. 4.3 y 4.4].

Podemos asumir que en el periodo posterior a la última gran fase de expansión del templo (ca. 900-550 a.C.), se celebraron actos rituales en diversas partes del complejo. A continuación examinaré el concepto arquitectónico, tal como apa-reció después de esta última gran fase de expansión, para así evitar la confusión debida a la compleja cronología de la historia arquitectónica del templo.

La Plaza Circular y su posible función

El plano en forma de U de los Edificios A, B y C encierra un atrio cuadrado varios metros más abajo, cuyos lados tienen 40 m de largo. Dentro de este atrio se encuentra la Plaza Circular Hundi-da, que tiene 21 m de diámetro y está 2,1 m por debajo del nivel del atrio [figs. 101, 110, 115]. La Plaza Circular, a la cual se puede acceder desde el lado este a través de una escalinata, se encuen-tra ubicada delante del Edificio B, al cual se accede a su vez me-diante una segunda escalinata en el lado occidental de la Plaza Circular y que es el edificio en el cual se alza la estatua de la deidad suprema, el llamado Lanzón.

La Plaza Circular se erige sobre el viejo eje del com-plejo arquitectónico, y aquellas personas a las cuales se permitía acceder a la zona —en ese entonces este era privilegio de apenas unos cuantos— ingresaban a ella a través de una gran plaza rec-

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Chavín de HuántarCHAVÍN 187186

bus galeatus) solamente vive en las cálidas aguas tropicales y que su gran concha es un instrumento de viento ideal.

Las figuras en relieve de la Plaza Circular están dis-puestas en dirección de la escalinata central y se encuentran “protegidas” por una serie de figuras de jaguar debajo de ellas y que, al igual que los participantes en la procesión, también están talladas en parejas. El jaguar, que se encontraba dotado de una serie de atributos cósmicos, también tenía un papel significativo en la cultura Chavín.

El conjunto de la procesión y sus figuras emparejadas se encuentra en el arco occidental de la Plaza, la cual es ilumina-da en la mañana por el sol naciente, mientras que la parte orien-tal no está decorada. La única excepción son los dos jaguares re-tratados en las esquinas de la escalinata oriental. (Los relieves en el lado sudoccidental ya no son visibles, puesto que se les volvió a cubrir después de su excavación para protegerlos.)

La distribución de las figuras sobre el muro circun-dante podría sugerir que en medio de la Plaza Circular Hundida se erigía un obelisco o columna, que proyectaba su sombra sobre las figuras retratadas en el arco occidental. El conjunto formaría así un intiwatana, un tipo de reloj solar característico de la región andina. De ser correcta esta hipótesis, las figuras huma-nas y los jaguares podrían haber tenido la función de calendario. La sombra arrojada por la columna se habría desplazado gra-dualmente en el transcurso del año y habría alcanzado los puntos sombreados más al norte y al sur del relieve cada medio año. El movimiento de la sombra habría indicado, así, el inicio del verano y el periodo lluvioso a fines de diciembre, y el inicio de la estación seca y el invierno frío a fines de junio. Sus movimientos en la Plaza Circular podrían muy bien haber permitido la división en meses e incluso días, y las imágenes de los relieves habrían sido importantes para dicho fin.

¿El Obelisco Tello se alzaba en medio de la Plaza Circular?

Ningún obelisco o columna de este tipo que podría haberse alzado en medio de la Plaza Circular fue hallado in situ; sin embargo, en 1908 el señor Trinidad Alfaro, de Chavín, encontró al llamado Obelisco Tello en un campo cerca de esta plaza. Se trata de un monolito finamente trabajado de 2,52 m de altura y unos 30 cm de ancho, que fue tallado con extremado cuidado [fig. 5]. Es por tanto concebible que el Obelisco Tello originalmente se haya alzado en medio de la Plaza Circular.

Básicamente hay dos criaturas semejantes a dragones retratadas sobre esta pieza, una de ellas probablemente femeni-na y la otra masculina. Están provistas de atributos tales como serpientes, aletas, alas, garras, colmillos, flores y plantas (en su mayoría alucinógenas), así como numerosas figuras imaginarias [fig. 116]. Cerca de las fauces de estas dos criaturas tenemos representaciones realistas de un animal felino, un ave y un

tangular de menor altura, que estaba alineada con el nuevo eje [véase cap. 4.3, figs. 101, 102]. En contraste con el efecto altamen-te ceremonial y abrumador producido por el nuevo eje, el viejo eje, y especialmente la zona de la Plaza Circular, crea una atmós-fera que es refinada y exclusiva, y casi podría decirse que íntima. Mientras que la Plaza Mayor probablemente fue el escenario de actos de una naturaleza más pública, los rituales religiosos más complejos y especiales se llevaban a cabo en la Plaza Circular, donde humanos y dioses por igual tomaban parte en ceremonias sagradas que incorporaban la experiencia acústica, danzas y ela-borados banquetes.

Los relieves tallados de la Plaza Circular

En las paredes que rodean la Plaza Circular se han registrado paneles tallados en relieve [fig. 115] que muestran una inmensa procesión, en la cual se ven no menos de veintiocho figuras dan-zando, tocando música o llevando ofrendas al templo. La mitad de estas figuras se mueven en dirección del reloj desde el norte, mientras que la otra mitad avanza en la dirección opuesta. Ambos grupos se encuentran en la escalinata occidental, la cual lleva a y encima del Edificio B.

A la cabeza de la procesión había dos parejas de figu-ras hoy perdidas, pero es posible que el relieve tallado mostrado en la imagen representada en cat. no. 108 represente a una de ellas. Detrás de ellas vienen dos figuras de guerreros o de porta-dores de lanzas, a los cuales se representó con coronas en la cabeza y sosteniendo dardos de punta. Ellos, a su vez, se encuen-tran acompañados por dos trompeteros que tocan música con los pututos o trompetas de caracoles [véase una composición similar en el relieve del panel reproducido en cat. no. 111]. Les siguen en la procesión unas figuras que sostienen algo en su mano izquier-da, posiblemente conchas de moluscos Spondylus, a los que se conoce en quechua como mullu. Cierran la marcha unos chama-nes o curanderos, a los que vemos llevando un cactus de San Pedro [fig. 113]. Este cacto se usa ampliamente en la región andina, incluso hoy en día, como una planta ceremonial que tiene un efecto alucinógeno relativamente fuerte. Los trompeteros de pututos y los portadores de mullu también aparecen sobre un fragmento finamente trabajado de una cornisa que John W. Rick excavó en 1998 [cat. no. 111]1. Aquí, sin embargo, el trompetista parece estar retratado como una mujer, puesto que la figura tiene dos tupus o alfileres en el pecho con los que sujeta el manto. A partir de esto podríamos concluir que se les permitía a mujeres y varones participar por igual en las procesiones rituales, y posible-mente que ambos podían asumir el papel de chamán o sacerdote.

El sonido de los pututos, que estaban decorados con tallas exquisitas [cat. nos. 122-124], refieren a su origen lejano en las cálidas aguas costeras del actual Ecuador, a unos mil kilóme-tros de distancia de Chavín, claro indicio de cuán valiosos eran estos objetos. Debemos señalar que el caracol Strombus (Strom-

El Lanzón

Cruzando la Plaza Circular llegamos a una segunda escalinata que sube hacia la cara oriental del Edificio B, desde la cual se puede alcanzar el nivel más alto del templo [fig. 117]. Era desde aquí que se tenía acceso a la Galería del Lanzón y a la cámara donde se encuentra este monolito, en el corazón mismo del Edificio B. Esta era el área más sagrada y sin duda la más exclu-siva o de acceso restringido de todo el complejo del templo. Ingre-sar a la Cámara del Lanzón significaba una extensión más de los actos sagrados efectuados en la Plaza Circular, lo que marca-ba el clímax de la visita de los participantes al complejo del templo de Chavín.

La deidad suprema de Chavín está encarnada en un inmenso monolito tallado de granito al que se conoce como el Lanzón [figs. 4, 117]. Su nombre moderno se debe a que tiene forma de lanza. El Lanzón tiene 4,53 m de altura y se alza en una cámara cruciforme. Esta cámara interior es tan pequeña que no hay espacio para que más de tres personas se detengan ante la figura divina. Delante del monolito hay un pasaje de luz a través del cual el rostro de la deidad quedaba iluminado por el sol naciente.

El Lanzón está tallado en relieve en forma de una figura humana con atributos felinos, de ave de rapiña, de cocodri-lo o caimán y de serpiente. La cabeza tiene casi 1 m de altura. Las cejas y los cabellos fueron representados con serpientes, en tanto que la mandíbula con colmillos recuerda la figura mítica de un dragón. La deidad tiene el brazo derecho levantado con la palma abierta mirando hacia afuera, mientras que su mano iz-quierda descansa sobre su cadera. Sus ojos miran hacia arriba. La figura viste un cinturón y un tocado hecho de cabezas de felino. Su cabeza está decorada con una “cruz incaica” y con un centro redondo.

El angosto pasaje que mira hacia el este era la única fuente de luz dentro de la cámara. Los rayos del sol probable-mente caían a través de este pozo directamente sobre el rostro de la deidad durante el solsticio de invierno, a finales de junio. Me parece que la probable razón por la cual apenas un metro de la cámara del Lanzón es iluminada por el sol, es porque un colapso parcial de la fachada del templo alteró la iluminación de esta habitación.

Directamente encima de esta cámara había otra gale-ría con una planta en forma de H, la que probablemente se usaba para efectuar actos rituales dedicado al culto del Lanzón. El devastador aluvión de 1945 destruyó este sistema de galerías, del cual únicamente tenemos noticia por los informes realizados en época de Tello. Originalmente se podía alcanzar el tocado del Lanzón a través de una pequeña abertura en el piso de la cámara que había encima. Sobre la cresta de este tocado había una cavidad cruciforme alrededor de un círculo, con un nódulo oval en medio. Desde aquí parten surcos que llegan hasta el rostro

pez, y estos a su vez están agrupados alrededor de un molusco Spondylus y una chakana o “cruz incaica”. El macho de las dos criaturas semejantes a dragones parece estar eyaculando brotes de plantas y un caracol Strombus, en tanto que la criatura feme-nina luce debajo de la panza una estructura en forma de S y una figura con atributos tanto de ave como de felino. Las criaturas tienen patas con garras o zarpas, en tanto que sus colas recuer-dan las de la langosta. Las representaciones son extremadamen-te difíciles de interpretar porque las figuras cubren toda la super-ficie del obelisco y se superponen en cierta medida. Es más, la iconografía contrasta marcadamente con todos los demás moti-vos conocidos de Chavín, como la Estela Raimondi [fig. 6]. El Obe-lisco Tello muestra a una pareja de dioses o dos criaturas sagra-das que van juntas. Ambos, el macho y la hembra, fueron retratados como pares iconográficos y difieren significativamente del Lanzón, el “señor principal” [fig. 4], que se alza solo en su propia cámara y no tiene una acompañante femenina, salvo que esta contraparte permanezca todavía sin descubrir en una parte del templo que aún no ha sido excavado.

Mientras que las figuras con ofrendas votivas y los motivos de jaguares de los relieves de los paneles de la Plaza Circular tienden a ser presentados de manera naturalista —me-didos según los estándares de la iconografía Chavín— y tienen esbozadas con claridad las características y rasgos anatómica-mente correctos de humanos y felinos, las criaturas semejantes a dragones del Obelisco Tello, en cambio, a pesar de sus caracterís-ticas y atributos claramente representados, derivan más bien de concepciones imaginarias como aquellas con las que estamos fa-miliarizados a partir del mundo de la mitología. Las característi-cas de reptiles, aves y bestias de presa se combinan en una sola criatura compuesta que comparte los cuatro elementos: tiene las aletas de un animal acuático, los atributos de una serpiente, las alas de un ave y las patas, garras y colmillos de un poderoso de-predador. Esta criatura compuesta puede volar, zambullirse, arrojar fuego y “rugir” fuertemente como el trueno. En Chavín, estas criaturas no solamente fueron conservadas por la memoria colectiva sino que además fueron talladas en las paredes de piedra del templo, con lo cual eran físicamente perceptibles, al menos para aquellas personas que tuvieron el privilegio de ingre-sar al templo. Me parece que tenemos motivos para interpretar las dos figuras principales del Obelisco Tello como criaturas míti-cas. Esta pieza podría muy bien haber prestado apoyo visual a un mito de origen que se transmitía oralmente. En mi opinión, estas consideraciones asimismo hacen que sea probable que esta ex-traordinaria obra de arte alguna vez haya marcado el centro de la Plaza Circular y —en sentido metafórico— también el del tiempo.

La narrativa de los relieves tallados nos cuenta que los actos ceremoniales exclusivos que tenían lugar en la Plaza Circular estaban acompañados por elementos acústicos (el sonido de los pututos) y la ingestión de sustancias psicoactivas (el cactus San Pedro).

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ruelas y chirimoyas, para no mencionar sino unas cuantas. Los restos de estos ostentosos banquetes se hallaron repartidos a todo lo largo de la Galería de las Ofrendas. Se sirvió caldo de carne y guisos en finos tazones, mientras que en los platos se exhibían mariscos, peces, aves, papas, camotes y semillas de plantas. Sorprendentemente encontramos en los corredores restos tanto animales como humanos, hecho este que podría su-gerir que la carne humana también formaba parte de las comidas y que se la preparaba de igual modo.

Las sustancias narcóticas y las bebidas alcohólicas constituían un componente importante de los banquetes. La cer-veza preparada con maíz, llamada chicha y aqha, fue almacena-da en grandes botellas esféricas de barro cocido, mientras que otras bebidas eran guardadas o servidas en vasijas más peque-ñas. Las bebidas alcohólicas eran preparadas con maíz, molle (Schinus molle), yuca y posiblemente las frutas del algarrobo. Se usaba la quinua para preparar una refrescante bebida no alcohó-lica que sabe como la chicha morada, una bebida fermentada que todavía hoy se sigue preparando con maíz morado.

Más de cincuenta vasijas de barro cocido, llenas hasta el borde con chicha de maíz, se encontraban alineadas a lo largo de la pared de la Galería de las Ofrendas y de las nueve celdas de cuatro metros de largo que se abren hacia el lado norte. Ellas fueron depositadas principalmente hacia la parte posterior de la galería en grupos de tres, junto con copas para beber. La gente probablemente también tomaba usando mates, similares a los que se usan aún hoy en día.

Además de las vasijas de barro, cada una de las cuales contenía quince a veinte litros, en la Galería de las Ofrendas también se colocaron alimentos y bebidas en hermosas vasijas de cerámica como ofrendas para los dioses. Nuestros hallazgos más comunes incluían botellas de cuello largo en las cuales probable-mente se guardaban diversos líquidos tales como licores, jugos extraídos de hierbas, raíces y frutas, aceites y bálsamos de origen animal o vegetal. Cientos de estas vasijas esféricas muy proba-blemente contenían bebidas alcohólicas más refinadas.

No cabe duda de que las drogas y los alucinógenos cumplieron un papel importante en estos banquetes o rituales caníbales. En tres secciones de la Galería de las Ofrendas, espe-cíficamente en la galería principal, delante de las celdas 1 y 2, 6 y 7, y 9, encontramos grupos de artefactos que podrían haberse usado para el consumo de drogas. Los hallazgos incluyen herra-mientas para moler que podrían haber sido utilizado en la prepa-ración de drogas, así como pequeños tubos y tabletas de hueso que podían usarse, por ejemplo, para ingerir o inhalar una sus-tancia en forma de polvo. El lugar donde se descubrieron estos objetos en el transcurso de las investigaciones indudablemente fue el sitio donde se llevaron a cabo rituales especiales. Entre el primer grupo de artefactos, los que se encontraron cerca de la entrada a la Galería de las Ofrendas, hallamos la figura de una alpaca masculina tallada en piedra gris y con una depresión cir-

de la figura. Es posible que en la cavidad se haya vertido agua, aceite o la sangre de las víctimas de los sacrificios. El fluido entonces habría corrido por los surcos y encima del rostro del Lanzón; en todo caso, estos surcos canalizaban algún tipo de fluido vertido sobre el tocado hasta la boca de la poderosa deidad2, un evento que indudablemente marcaba el clímax de los rituales ceremoniales.

La Galería de las Ofrendas

El inmenso complejo del templo consta de un gran número de recintos internos grandes y pequeños, en los cuales se celebraban ritos religiosos y se guardaban objetos rituales y estatuas de las deidades. Una red de corredores aseguraba la circulación del aire, en tanto que las aguas dirigidas a través de canales creaban un rugido que acompañaba los rituales.

En 1966, 1967 y 1972 mi equipo de investigación excavó un complejo de corredor subterráneo en el centro del templo, justo al norte de la Plaza Circular, que tenía 24 m de largo, 1 m de ancho y apenas 2 m de alto [fig. 110], al que llama-mos la “Galería de las Ofrendas”. En esta galería y sus celdas laterales recogimos más de ochocientos objetos [cat. nos. 125-163] —fundamentalmente cerámica, pero también artefactos hechos de piedra y hueso—, así como los restos de veintiún perso-nas, entre ellos niños, adolescentes y adultos, y numerosos huesos de animales. Los hallazgos sugieren que la galería fue el escena-rio de un evento ceremonial, el cual podría haber sido en honor de la deidad suprema del templo, y probablemente tuvo lugar en algún momento entre el décimo y el octavo siglo a.C., época en que Chavín alcanzó su apogeo. Fue durante esos siglos cuando el templo asumió una mayor importancia para toda la región andina, y sus sacerdotes recibían el tributo de asentamientos a lo largo de la costa y de la sierra. Las ofrendas votivas en la Galería de las Ofrendas incluyen restos de huesos de animales marinos, animales de zonas de la sierra de mediana y gran altura, y de la región del alto bosque tropical. En otras palabras, las ofrendas provienen de toda la región andina.

Se ofrecieron también suntuosos alimentos, colocados en preciosos tazones decorados con representaciones grabadas de las deidades del templo de Chavín: carne de mamíferos (camé-lidos, venados y perros), roedores (vizcachas y cuyes), diversas especies de aves (patos, perdices, aves de rapiña y loros) y peces marinos, lacustres y de río, junto con moluscos y crustáceos (viei-ras, mejillones, caracoles y cangrejos). A este rico surtido de alimentos animales se sumaron ofrendas vegetales, como las hojas de coca (Erythroxylum coca) y otros estimulantes, ya fueran plantas, vegetales o especias como la paprika (Capsicum annuum) en una serie de variaciones. En el sitio se debían hallar también alimentos de primera necesidad, como papa, camote, yuca, achira, frijoles, maíz, quinua amaranto, así como grandes cantidades de frutas, entre ellas pepinos, lúcumas, guayabas, ci-

Fig. 115La Plaza Circular con sus lajas esculpidas. La ilustración fue generada a partir de un modelo digital en 3D basado en los datos de escaneos de luz estructurada y de láser

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Chavín de HuántarCHAVÍN 191190

Fig. 116La narrativa del Obelisco Tello. Se muestran dos vistas del modelo digital en 3D (que se encuentra entre los dos dibujos). La vista de la iz­quierda es una representación preci­

sa del relieve, y la del lado derecho es una interpretación esquemática y a color. En la parte superior vemos la cabeza con los colmillos que sobre­salen de la mandíbula así como el gran ojo excéntrico, en la parte infe­

rior las aletas que se asemejan a las de un pez, mientras que las garras se encuentran a la derecha, arriba y al pie. La criatura semejante a un dragón en el lado izquierdo parece ser femenina, y la del lado derecho

masculina. La imagen del obelisco probablemente representa una pareja mítica. Alrededor de ella se encuentran los símbolos principales del arte Chavín como el jaguar, las conchas del molusco Spondylus y del

caracol marino Strombus, y la chaka-na (“la cruz incaica”). La ilustración fue generada a partir de un modelo digital en 3D basado en los datos de escaneos de luz estructurada y de láser

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Chavín de HuántarCHAVÍN 193192

Fig. 118Vista de la Galería de las Ofrendas con su acceso (izquierda), cf. fig. 110

Fig. 117Visualización de la Galería del Lanzón y su cámara. La ilustración fue generada a partir de un modelo digital en 3D basado en los datos de escaneos de luz estructurada y de láser

0 5m

Todos los estilos alfareros no locales cuentan con ele-mentos que los arqueólogos que trabajan su lugar de origen des-criben como similares a Chavín, y que reflejan tendencias de diseño andinas típicas del segundo y el primer milenio a.C. Aunque la cerámica presenta características regionales o locales, muchas formas también tienen una serie de similitudes a partir de las cuales podemos deducir que estas poblaciones ya mante-nían contactos suprarregionales intensivos en este periodo.

a) Vasijas de cerámica foráneas llevadas a Chavín [cat. nos. 143-154]. La cerámica no local representada con más frecuencia en el conjunto Chavín puede ser asignada al estilo Mosna [cat. nos. 150, 151], el cual presenta cierta similitud con la cerámica “roja sobre crema” conocida en Huacaloma, Kuntur Wasi y otros sitios del departamento de Cajamarca [véase cap. 3.2]. La cerá-mica roja sobre crema también fue excavada en Kotosh (departa-mento de Huánuco), La Pampa (provincia de Corongo) y en otros sitios del Callejón de Huaylas y la Cordillera Negra, pero sola-mente en pequeñas cantidades, lo cual sugiere que estos conjun-tos no tuvieron su origen en la producción local de cerámica.

Otros dos estilos alfareros —Raku [cat. no. 154] y Wa-cheqsa [cat. nos. 143-149]—, junto con diversas formas de vasijas que no son fácilmente atribuibles, muestran ciertas similitudes con la cerámica Cupisnique de los valles de la costa norte en lo que se refiere a la forma y la decoración, así como el método de manufactura. El estilo Raku es una variante de la cerámica Cu-pisnique, como la que se halló en Chicama, y Wacheqsa al del Cupisnique transitorio, que es típico de las regiones Moche y Virú. Aunque las botellas asa estribo sí se dan en Chavín, no se trata de una forma local. El arqueólogo peruano Julio C. Tello la identificó erróneamente como una típica forma Chavín tras com-pararla con conjuntos en realidad originarios de Chicama. Las botellas asa estribo se encuentran en Chavín en otro estilo atípi-co —muy simple, liso y sin decoración— al que llamamos Puca Orqo. Otro estilo más, de origen externo, se conoce en la literatu-ra como Puksha [cat. nos. 152, 153], y en Lambayeque y Casma se han encontrado vasijas de este tipo polícromo. Las vasijas Puksha fueron muy finamente trabajadas y también tienen un cuello o pico de asa estribo. Algunas muestran un parecido con los estilos alfareros Cupisnique y Lambayeque, y tal vez compa-rable con los conjuntos cerámicos de Piura. Pero como no se dan en gran número no se ha podido definir un estilo distintivo.

b) Vasijas de cerámica fabricadas localmente La mayoría de las vasijas de cerámica que excavamos eran formas locales del estilo Chavín. El estilo lleva este nombre porque refleja el mismo idioma formal que los relieves, obeliscos y cabezas de piedra ta-llada que alguna vez decoraron el templo. Hasta ahora, algunas de estas formas solamente han sido encontradas en Chavín. En efecto, estamos hablando de subestilos que siguen un patrón común básico semejante a Chavín. Hasta la fecha se han identi-

cular en el lomo [cat. no. 162]. El mismo grupo incluía dos delga-dos tubos de hueso, un botón hecho de Spondylus, varios morte-ros y astas de venado trabajadas en forma de pequeñas cucharas. Asumimos que estos objetos fueron empleados para preparar e ingerir drogas. Los artefactos fueron encontrados junto con algu-nos alfileres, cuya cabeza se había trabajado hasta darle forma de hombre o mujer, y una concha de caracol Strombus. El mismo grupo también incluye una daga finamente trabajada, sobre la cual se ha grabado un felino con pico de ave de rapiña.

Más adentro de la galería hallamos un tazón de piedra al que se había dado forma de pez [cat. no. 163], junto con un collar elabo-rado con vértebras de pescado, más cuentas y herramientas de perforación. En las dos áreas adyacentes excavamos morteros hábilmente trabajados en piedra y un tazón con una secuencia de imágenes grabadas en el llamado estilo limoncarro, que tiene si-militudes con el estilo Cupisnique [cat. no. 159].

Entre los hallazgos excavados en las tres celdas res-tantes (7, 8 y 9) de la Galería de las Ofrendas había morteros y tazones de piedra junto con diversos objetos de hueso, como esti-los, tubos, agujas y varias otras herramientas.

Además de estas ofrendas votivas se halló gran canti-dad de huesos de animales que probablemente fueron sacrifica-dos para el banquete ritual. Estos restos representan toda la fauna disponible como recurso alimenticio en la época, desde peces y moluscos hasta mamíferos grandes y pequeños. Los vena-dos venían de los pastizales de la puna (la taruca, una especie de Hippocamelus antisensis que vive en los Andes), de los cañones montañosos (el lluicho o ciervo mulo, Odocoileus sp.) y de los bosques tropicales (Mazama sp.). También encontramos los restos de llamas y posiblemente de alpacas, de perros y otros carnívoros, roedores (vizcachas y cuyes) y de numerosas especies de aves.

El conjunto alfarero de la Galería de las Ofrendas

Debido principalmente a la diversidad de estilos cerámicos en-contrados en la Galería de las Ofrendas, que ahora podemos atri-buir a sus regiones de origen, advertimos que si bien algunas de las personas que colocaron ofrendas en el templo provenían de la región de Chavín, otras venían de mucho más lejos, por ejemplo de las regiones de la costa y de la sierra, e incluso al parecer de la región del alto bosque tropical. Este resultado se vio confirmado por los huesos de animales de origen foráneo.

El rico inventario de cerámica puede subdividirse claramente en estilos de Cajamarca, Lambayeque, Trujillo, Huánuco y de los valles de Lima y Áncash, y solamente hay unos cuantos ceramios para los cuales aún no podemos definir analogías regionales.

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Chavín de HuántarCHAVÍN 195194

banda en S. Este símbolo siempre acompaña a la versión hembra del dragón, mientras que en la versión macho se bifurca en seg-mentos. Este último frecuentemente aparece como el protector de las criaturas jóvenes que solo tienen un colmillo. Estas criaturas pueden aparecer solas, pero frecuentemente figuran en un con-texto que hace que se vean como si estuvieran cubiertas por agua u otro líquido.

Otras numerosas criaturas compuestas también apa-recen en la cerámica, con motivos vinculados temáticamente con el dragón. Los motivos más frecuentes son loros con grandes ojos redondos, ya sea volando o unidos simétricamente, caparazones de tortuga y sapos que miran hacia adelante. Estas criaturas también cuentan con atributos de animales depredadores, esto es garras y colmillos. Las garras, los dientes y las zarpas pueden aparecer por cuenta propia, independientemente del cuerpo de la criatura.

Al igual que la cerámica dragoniana, la alfarería lla-mada Qotopukyo [cat. nos. 135-137] reproduce los motivos vistos en el Obelisco Tello. Sin embargo, este estilo es marcadamente distinto de la cerámica Dragoniana en lo que se refiere tanto a la forma como al método de fabricación. Los materiales usados, así como las técnicas empleadas, sugieren que la cerámica Qotopuk-yo no fue producida por los mismos artesanos. Mientras que el cuerpo y el cuello de las botellas dragonianas tienen sus propor-ciones bien balanceadas, las botellas de estilo Qotopukyo tienen el cuello largo y su cuerpo, contornos y proporciones variables.

El objeto más complejo del conjunto Qotopukyo es una botella con el cuerpo aplanado, que semeja una base elipsoide [cat. no. 135]. El cuello de la vasija es el doble de largo que su cuerpo y recuerda a un florero. Vale especialmente la pena men-cionar la presentación muy precisa de una figura antropomorfa con atributos femeninos. Ella se encuentra parada con los pies separados y entre sus piernas aparece la cabeza de una figura humana cadavérica, así como una forma similar a la cabeza de serpiente con dos colmillos. El cinturón de la criatura está forma-do por dos cabezas humanas con los cabellos entrelazados. La mano derecha de la figura está levantada, mientras que su mano izquierda descansa sobre su cadera, al igual que en el Lanzón. Los colmillos de un felino sobresalen de la mandíbula de la cria-tura, en tanto que su tocado parece representar plumas.

El estilo alfarero Qotopukyo es el que tiene el mayor número de atributos no contextuales, como el corte transversal en forma de estrella del cacto San Pedro, las formas en S indivi-duales o en grupos, círculos concéntricos, rombos, formas abstrac-tas en H, garras o zarpas de felino, ojos, fauces y algunas cabezas de figuras que también aparecen en el Obelisco Tello. Son dignas de mención las representaciones de hojas muy parecidas a las de la coca, más una serie de formas abstractas combinadas con dichas hojas.

Debemos, por último, mencionar también el estilo al-farero Floral [cat. no. 140], puesto que sus motivos están muy

cuando se muestra todo el cuerpo. Lo mismo se aplica a las aves de rapiña: cuando sus garras, pico y plumas se muestran aisla-das, la representación está sumamente estilizada. La serpiente es casi siempre un motivo secundario y cuando se la representa sola, también muestra rasgos naturalistas. Cada una de estas tres criaturas fue representada con los atributos de las otras dos, pero la forma casi nunca fue estilizada.

Debemos hacer otra observación con respecto al motivo semejante a un cocodrilo o caimán: a diferencia de los demás motivos animales, esta criatura indudablemente es una figura imaginaria y no una que encontramos en la naturaleza. Su representación no fue simplemente un elemento del discurso re-ligioso, sino que se hallaba en el núcleo mismo de la práctica re-ligiosa. En mi opinión, lo que vemos es un dragón vinculado de algún modo con los molusco Spondylus y Strombus, de origen marino y junto con ellos permitía establecer la frecuencia y la intensidad de las lluvias de verano especialmente los eventos de “El Niño” regulados por la temperatura del mar. Era precisamen-te este poder del dragón para controlar la lluvia y las estaciones secas, lo que los sacerdotes andinos en Chavín buscaban desen-trañar mediante oráculos dados cada cierto número de años, o incluso cada año, pues la vida de los pueblos dependía de su favor.

El oráculo de Chavín fue una de las razones por las cuales la gente peregrinaba al templo. Además, a esta altura se hacía más fácil la observación de fenómenos y cambios cosmoló-gicos y atmosféricos. Los sacerdotes que vivían cerca del complejo del templo podrían muy bien haber medido los ciclos estaciona-les, pero ellos debían hacerles preguntas a los dioses para así comprender los patrones climáticos, pues dichas variaciones son provocadas por cambios en las corrientes del océano. De este modo, los sacerdotes de Chavín fueron capaces de predecir el clima usando diversos métodos.

Es muy probable que el peregrinaje al complejo del templo de Chavín haya sido alguna vez un privilegio de los miem-bros de las elites sociales, posiblemente los líderes locales de cada región particular. Las ofrendas votivas colocadas en la Galería de las Ofrendas sugieren esta conclusión, porque los objetos son, sin excepción, exclusivos y de una excepcionalmente alta calidad. Es más, esta interpretación queda respaldada por los elementos ar-quitectónicos y los hallazgos arqueológicos. Tal como he mostra-do, podemos conjeturar que en el periodo posterior a la última gran fase de expansión apogeo (ca. 900-550 a.C.), el templo fue escenario de diversos actos rituales que probablemente diferían en términos de sus patrones de participación y exclusividad. Los hallazgos arqueológicos de la Galería de las Ofrendas, que aquí hemos presentado, reflejan un cuadro muy claro de los rituales que tuvieron lugar en el templo.

ficado cuatro subestilos locales de estos: Ofrendas, Dragoniano, Qotopukyo y Floral. Los cuatro replican —en su propia forma distintiva— las figuras y formas decorativas que nos resultan familiares a partir de las esculturas en piedra.

De los cuatro estilos, la cerámica Ofrendas [cat. nos. 138, 139] es la que se encuentra mejor representada y tiene la decoración más sobria. Asumimos que este fue el estilo alfarero más difundido, porque los arqueólogos encontraron botellas, tazones y cántaros indudablemente provenientes de distintas unidades domésticas. La superficie de la cerámica Ofrendas es lisa y roja, o está ennegrecida; solo ocasionalmente está incisa o decorada con pintura blanca de base resinosa, y de modo apenas perceptible. A pesar de la forma y del tamaño relativamente uni-forme de las vasijas, podemos concluir, a partir de la composición mineral de la arcilla y de los patrones de manufactura, que este conjunto cerámico fue producido en distintas localidades próximas a Chavín.

El estilo Dragoniano (o Dragón) [cat. nos. 125-134] es el más característico hallado en la Galería de las Ofrendas. Com-prende tazones de poca profundidad, platos y botellas finamente trabajados, decorados con las mismas figuras que vemos en el Obelisco Tello y en algunas otras esculturas en piedra. Al igual que en el obelisco, las figuras retratadas son criaturas imagina-rias en forma de dragones que lucen los atributos de serpientes, aves de rapiña, felinos y otros animales salvajes. Alrededor de estas criaturas están agrupadas representaciones de tortugas, loros y diversas raíces, frutas y plantas, de las que se dice tienen un efecto psicoactivo. Entre ellas figura un símbolo simétrico en forma de cruz, con centro circular y rodeado por un cuadrado, a cuyos lados hay cuatro puntos rectangulares.

Apenas hemos comenzado a comprender el motivo central representado en estas vasijas. Se trata de una figura se-mejante a un dragón, que aparece en versiones masculina y fe-menina y que está provisto de los atributos del poder y de la vita-lidad. Las complejas representaciones en tazones, botellas y otras vasijas recuerdan a la criatura semejante al dragón del Obelisco Tello, aun cuando ciertos elementos varían, lo que hace que una interpretación definitiva resulte difícil.

Además de la figura de dragón con su cabeza semejan-te a un cocodrilo, también encontramos representaciones de dra-gones con cabezas de serpiente, con lengüetas que representan las fosas nasales y las cejas, y que llegan hasta el labio superior. Ambas versiones del dragón están “dando a luz” a sus crías. Los recién nacidos son identificables por su único colmillo, mientras que las mayores de la camada tienen dos o tres dientes, y en al-gunos casos hasta cuatro. La figura puede ser representada ya sea como un dragón o como una serpiente. La cabeza está enfati-zada exageradamente, mientras que el lomo y la panza fueron convertidos en una cabeza con grandes colmillos que por lo gene-ral se fusiona directamente con una cola enrollada. Inscrito dentro de esta cola se encuentra un símbolo en forma de una

difundidos en la iconografía Chavín de la región centroandina. La cerámica retrata de forma naturalista al jaguar, aves de presa con las alas abiertas y el vientre visible. El conjunto cerámico floral reproduce los motivos figurativos más antiguos, que apare-cieron ya en el arte de Huaca Prieta, y que podemos fechar alre-dedor de 2500 a.C. [véase cap. 4.2].

Estos motivos figurativos más antiguos muestran criaturas semejantes a depredadores, retratadas con zarpas y colmillos, el pelo y las cejas en forma de serpientes, más un cintu-rón y otros ornamentos en su cuerpo. Estas criaturas deben tener alguna conexión con la figura mítica de Libiac (el rayo), una divi-nidad extremadamente cruel que reina sobre las tormentas y el relámpago, el trueno y los rayos: en otras palabras, las fuerzas más poderosas que las montañas pueden producir. La memoria de esta criatura divina siguió viva en la cultura peruana hasta el arribo de los españoles en el siglo XVI: es decir, más de dos mil años después de que Chavín hubiese sido abandonado. Los peregrinos que llegaron a Chavín rendían homenaje a la deidad —bajo la guía de los sacerdotes y sirvientes del templo—, y al hacer esto impedían que descargara su ira.

Conclusión

Desde que Julio C. Tello declarara a Chavín la “cultura matriz” de la civilización peruana, los científicos concentraron sus inves-tigaciones en la confirmación o refutación de su tesis. En primer lugar, hoy es seguro que esta cultura puede ser fechada en el pe-riodo que corre entre 1500 y 500 a.C. Sin embargo, ha quedado claro que pueblos regionales que alguna vez se pensó habían sido influidos fuertemente por Chavín, en realidad fueron moldeados mucho más por su propio desarrollo cultural, y por ende se los debe considerar más independientes. Pero los rasgos estilísticos que los artefactos comparten reflejan un frecuente contacto entre los habitantes de culturas distintas, un contacto que indudable-mente tuvo sus raíces en creencias e ideas religiosas comparti-das. Un rasgo en particular —los colmillos— se da con notable frecuencia en todas las representaciones pictóricas, lo que llevó a Tello a concluir que una deidad felina debió haber tenido un papel central para estos pueblos.

Parecería, sin embargo, que por muy difundido que haya sido el felino en el arte Chavín, en realidad parece haber sido menos importante de lo que Tello supuso. Es más, la base o el núcleo antropomorfo se encuentra provista de representacio-nes zoomorfas y no reemplazada por estas imágenes. Las garras, el pelaje y los ojos de los felinos frecuentemente están represen-tados de modo altamente estilizado, y cuando éstos eran retrata-dos junto a otras figuras a menudo asumían un papel subordina-do, como podemos verlo, por ejemplo, en el Lanzón, el Obelisco Tello, los relieves tallados en la Plaza Circular Hundida, o en la cerámica encontrada en la Galería de las Ofrendas. Como regla general, el felino es representado de manera naturalista solo

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CHAVÍN196 5. INSPIRACIÓN LEJANA: LA PERIFERIA Y EL LEGADO DE LAS INNOVACIONES DEL FORMATIVO

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Inspiración lejanaCHAVÍN 199198

5.1

EL PERIODO FORMATIVO EN EL ECUADOR

Christian Mesía

INTRODUCCIÓN

El periodo Formativo en lo que actualmente es el Ecuador, al norte del Perú, aún no ha sido estudiado a profundidad y la cronología reconstruida hasta ahora es muy general. Los hallaz-gos mismos, sin embargo, muestran paralelos con las culturas del Perú que tuvieron lugar en este mismo periodo, lo que indica que la inclusión de regiones más distantes probablemente pasará a ser un factor cada vez más importante en todo futuro examen de Chavín. La cultura Paracas, que surgió durante el periodo Formativo en la costa sur del Perú, si bien no careció de desarrollos e innovaciones propias, recibió influencia de Chavín. Diversas similitudes muestran lo importante de la interacción cultural a gran distancia en la formación de las primeras socie-dades complejas de la región andina.

La cultura Mochica, que se desarrolló en la costa norte tras el ocaso del Formativo, revivió deliberadamente elementos e imá-genes que databan del periodo Chavín. Entre los mochicas, los dioses del Formativo experimentaron un renacimiento y sirvie-ron para consolidar una sociedad estructurada de modo distinto.

Christian Mesía Montenegro, de la Universidad San Ignacio de Loyola, está familiarizado con la arqueología tanto del Perú como del Ecuador. Su contribución a este capítulo nos brinda una visión de conjunto del Formativo ecuatoriano.

Walter Alva, director del Museo Tumbas Reales de Sipán en Lambayeque, es conocido como el arqueólogo que salvó los entierros de los reyes mochica de Sipán, que hoy es un sitio mundialmente conocido. Alva señala el modo en que la elite mochica se reapropió de los grandes logros de Chavín, en un recuento que subraya la importancia que las innovaciones del Formativo tuvieron para la historia cultural peruana.

Markus Reindel del Instituto Alemán de Arqueología (Bonn) y Johny Isla del Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (Lima) dirigen conjuntamente el Proyecto Nasca-Palpa en el sur del país, un proyecto iniciado originalmente para resolver el enigma de las célebres líneas de Nasca. Si bien es cierto que la cultura Nasca desarrolló sus propias formas e iconografía, gran parte de sus imágenes, y sobre todo sus representaciones de criaturas compuestas de animales y seres humanos, ofrecen una prueba de cómo los ecos de Chavín reverberaron incluso en el lejano sur.

Los procesos sociales ocurridos en el área central andina, ejercie-ron influencia y la vez se vieron influenciados por los desarrollos nucleados que se dieron en varios sectores de los Andes Septen-trionales. En esta región se puede observar que la innovación cultural se da a partir de contactos con los Andes Centrales y con Mesoamérica, existiendo al mismo tiempo, procesos independien-tes, que indican que el desarrollo cultural se dio a partir de inno-vación cultural. El estudio del periodo Formativo (4500-300 a.C.) del Ecuador, nos ayuda a disgregar aquellos elementos presentes por transmisión cultural y aquellos que se dieron a través de pro-cesos de innovación cultural. El objetivo del presente artículo es el de identificar elementos compartidos con formaciones contem-poráneas de los Andes Centrales.

Tiempo y espacio

El Formativo ecuatoriano se define a partir del limite terminus a quo de Valdivia y terminus ad quem de Chorrera1 entre los 4500-300 a.C. [Fig. 120]. Durante este espacio temporal, tres desarro-llos sociales caracterizaron fundamentalmente la costa y parte de la sierra ecuatoriana, Valdivia, Machalilla y Chorrera. Indu-dablemente que estos desarrollos no fueron los únicos en este gran lapso de tiempo, sin embargo debido a los limites de espacio, me referiré con más detalle a ellos.

Los primeros agricultoresy ceramistas (4500-1900 a.C.)

El antecedente inmediato a Valdivia es Las Vegas, caracterizada por la ausencia de cerámica pero por la presencia de los primeros cultígenos domesticados en la región2. Valdivia presenta fechados tempranos de aldeas con evidencias de fitolitos de maíz, lo que sugiere el consumo de maíz desde épocas muy tempranas [véase cap. 2.1]3, quedando por discutir el tipo de maíz y si es producto de un proceso de innovación4 o de transmisión cultural5. Sin em-bargo, la agricultura temprana no aparece exclusivamente rela-cionada al maíz, sino también a otros productos como curcubitas, lagenarias, maní y achira6. Paralelamente se produce cerámica la cual ingresa al Ecuador a través de un proceso de transmisión cultural desde Colombia, de San Jacinto, sitio fechado en aproxi-madamente 6000 a.C.7.

Hacia el 2800 a.C., se empiezan a producir figurinas femeninas de cerámica, conocidas como “Venus” [Fig. 121], las cuales en Real Alto se han hallado en contextos primarios del montículo el “Osario” así como bajo pisos de viviendas8. Estas figurinas generalmente representan una mujer con un elaborado tocado, en posición vertical. Tradicionalmente se ha clasificado a Valdivia como una sociedad eminentemente marina con una dependencia marginal hacia la horticultura, debido a que los sitios más investigados se encuentran en la costa. Investigacio-nes llevadas a cabo en sitios de tierra adentro como Loma Alta,

Fig. 119El centro ceremonial y la ciudad mochica de Pampa Grande, valle alto de Lambayeque

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San Lorenzo de Mate, en la Provincia del Guayas16 y La Emeren-ciana en la provincia del Oro17. Aparecen del mismo modo bote-llas asa estribo las cuales llegaron a la costa proveniente de la cuenca del río Mayo, cerca de la Cordillera del Cóndor18 siendo estas características de los desarrollos Cupisnique y Chavín19. La cerámica Machalilla tiene una fuerte influencia en la cerámica temprana del norte peruano, a juzgar los diseños de la cerámica Ídolo, Pandanche y Huaca Loma Temprano20. Lathrap ha sugeri-do que Machalilla ejerce una fuerte influencia en la fase Tutish-cainyo Tardio21. Adicionalmente, la incidencia de vasijas care-nadas y achurados zonales es característica de la fase Kotosh-Wairajirca la cual está muy relacionada con Tutishcain-yo. Machalilla se caracteriza por sus cuencos carenados, vasijas reducidas con un fuerte bruñido, finas líneas incisas pintadas, generalmente de color blanco, práctica común en la cerámica ini-cial del Formativo peruano. Otras características incluyen el uso de engobe blanco y líneas rojas pintadas y/o incisas, platos con pedestal, así como el achurado y punteado zonal los que aparecen en la fase Tutishcainyo Temprano del Yarinacocha22. Se continúa la producción de figurinas pero de forma marcadamente diferen-te a las Valdivia. Las figurinas Machalilla son de manufactura cruda y estilizadas, con ojos en forma de granos de café y narices protuberantes, y mayormente con una línea de perforaciones bajo el labio inferior, a lo largo de la cabeza y a lo largo de los lóbulos auditivos las cuales de acuerdo a Lathrap pudo servir para inser-tar algún tipo de adorno23.

Colimes y San Lorenzo del Mate, han ayudado a revaluar el rol de la economía marina en Valdivia y a retomar la posición de Lathrap quien argumentó que Valdivia fue un desarrollo de la floresta tropical9.

Investigaciones en Manabi y Guayas, indican una pro-gresiva adaptación al medio e incremento de jerarquización social10. En Real Alto, hacia el 4500 a.C. se observa una aldea con disposición en forma de U, mientras que a los 1400 a.C. existe arquitectura monumental con una sectorización ceremonial y do-méstica11; igualmente sitios como San Isidro en el valle de Jama y La Emerenciana en el Oro son ejemplos de arquitectura monu-mental no antes vista en Valdivia12.

Después de los volcanes: La cultura Machalilla (1500-1300 a.C.)

Alrededor del 1900 a.C., se dan dos erupciones volcánicas al norte del Ecuador, las cuales alcanzaron las provincias de Esme-raldas, El Oro, Guayas, Los Ríos y Pichincha13. Estas erupciones alteraron los modos de vida Valdivia, causando gran inestabili-dad política que derivó en el surgimiento de Machalilla14. Esta tradición se extendió por un área geográfica menor a la de Valdi-via, en las provincias de Manabi y Guayas y en la sección norte de Manabi y sur de Esmeraldas15.

La cerámica Machalilla se origina a partir de las fases 7-8 de Valdivia, cuya transición se puede observar en los sitios de

REGIÓN NOR ANDINA REGIÓN CENTRAL ANDINA

COSTA SIERRA ORIENTE COSTA SIERRA ORIENTE

Periodo1 Norte Centro Sur Norte Centro Sur Centro Sur Norte Centro Sur Sierra Norte Conchucos Huallaga Yarinacocha

Form

ati

vo T

ard

ío

300 a.C.

1300 a.C.

1500 a.C.

4500 a.C.

10000 a.C.

Chorrera

Chorrera

Chorrera/ Tabuchilla

Chorrera/ Tabuchilla

Chorrera/ Eng-oroy

Chorrera/ Engoroy

La Chimba Cerro Narrío ICatamayo D

Catamayo CUpano I

Salinar

CupisniqueSanta Ana

Cupisnique Transitorio

Cupisnique

Huayco

Cerro

Chavinoide2

Paracas Necrópolis

Paracas Cavernas

Karwa

Kuntur Wasi

Ídolo

Huaraz

Janabarriu

Urrabarriu

Higueras

Sajarapatac

Chavín

Shakimu

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Machalilla Chaullabamba Catamayo B Pastaza BMayo Chin-

chipePre-Chavi-

noidePuerto Nuevo Kotosh

Tutishcaynio Tardío

Form

ati

vo

Tem

pra

no

Valdivia Cotocollao Alausi Catamayo A

Pastaza APre-Upano Mayo Chin-

chipeHuaca Prieta

La Florida

La ChiraDisco Verde Pandanche

La Banda

Centro Cívico

Wairajirca

Mito

Tutishcaynio Temprano

Arc

aic

o

Las Vegas PaijánBahía de Paracas

En las zonas Machalilla, destaca la ausencia de cen-tros monumentales, observándose aldeas de menos de 0.5 ha a lo largo de zonas ribereñas24 o extensas villas25. Existe una clara falta de complejos monumentales, lo que sugiere una carencia de proyectos corporativos y de autoridades centralizadas. El siste-ma de cargo puede ser uno de los mecanismos de negociación ca-paces de movilizar grandes grupos pero, la ausencia de grandes estructuras sugiere que la población no alcanzó un nivel de cohe-sión adecuado. Machalilla prosigue con una economía diversifica-da, donde no solamente se dependió fuertemente de los recursos marinos, sino también de la agricultura y de la caza de animales terrestres como el venado26.

La cultura Chorrera (1300-300 a.C.)

Chorrera fue definida a partir de los trabajos de Evans y Meggers en el sitio del mismo nombre27 y por los de Bushnell en el sitio de La Carolina en la península de Santa Elena28. Su rango de exten-sión al parecer cubrió la costa como la sierra ecuatoriana y a pesar de la escasez de datos arqueológicos, es considerada por algunos investigadores como un horizonte cultural29.

Lo que ha llamado mayormente la atención de inves-tigadores ha sido el alto desarrollo logrado en la producción alfa-rera [Fig.122]30, la cual se caracteriza por vasijas silbadoras, figu-rinas en la misma vena que las Valdivia y Machalilla pero de mejor factura tecnológica y artística [Fig. 123]. Uno de los puntos

importantes es la semejanza entre las vasijas de asa estribo Cho-rrera con las fases Cupisnique, Cupisnique Transitorio y en menor medida Cupisnique Santa Ana establecidas por Rafael Larco Hoyle, tanto en las formas zoomorfas y fitomorfas, como en las asas gruesas de pico corto31. Al respecto, ya Jijón y Camaño al observar fragmentos Chorrera procedentes de la Hacienda La Compañía, sobre el río Babahoyo (en la provincia de los Ríos), había indicado que los fragmentos procedían de una cultura rela-cionada con Chavín y su “variante costeña” Cupisnique32.

La cronología relativa de Chorrera no es lo suficiente-mente adecuada hasta el momento, a pesar de intentos muy loca-lizados, de establecer secuencias ceramográficas33. Por razones estilísticas, se le ha denominado a la variante Chorrera de las provincias de Guayas y El Oro como Engoroy34 y es en esta va-riante que los trabajos de secuencia han sido mayores (Bischof subdivide Engoroy en seis fases agrupadas en tres periodos: En-goroy Temprano, Engoroy Medio y Engoroy Tardío35. La existen-cia de cerámica Chorrera con formas semejantes a Cupisnique, nos sugiere un intenso fenómeno de transmisión cultural entre ambos desarrollos. Como se ha mencionado, las características principales de la cerámica Chorrera ya están presentes en las fases Cupisnique, Cupisnique Transitorio y Cupisnique Santa Ana. Las botellas de la fase Kuntur Wasi [véase cap. 3.2], recupe-radas del sitio del mismo nombre, presentan semejanza con el Cupinsique Transitorio de Larco Hoyle y están datadas entre los 900-500 a.C., por lo que se reforzaría el argumento de influencia

Fig. 120Cronología de las culturas arqueológi-cas de la región centro y norandina

1 La periodificación está en referencia a la clasificación cronológica del Formativo ecuatoriano

2 Los términos “Pre-Chavinoide” y “Chavi-noide” siguen la clasifi cación de Hermilio Rosas, quien advirtió la influencia de Chavín en la cerámica haallada en el sitio de Ancón

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Chorrera en Cupisnique. Muchos de los objetos de los periodos Cupisnique, Cupisnique Transitorio formaron parte de la red de intercambio de ofrendas que se dio durante el Formativo Medio (1500-900 a.C.) y Formativo Tardío peruano (800-400 a.C.), tal y como se observa en Chavín de Huántar, Kuntur Wasi, Huaca Par-tida36, y si bien estos estilos son distinguibles en asociaciones a contextos funerarios y de arquitectura monumental en el Perú, no tenemos mucha suerte con respecto a Chorrera en el Ecuador y no es posible asociarla hasta el momento a sitios complejos como los del Perú. En Chorrera la técnica decorativa es variada, incluyéndose la incisión fina el rocker stamping [Fig. 124], el ahumado, la pintura iridiscente y la combinación de colores en superficies continuas37.

Otra característica importante de la cerámica es la presencia de figurinas que pueden llegar hasta 80 cm38. Figu-rinas de este tamaño recuerdan al títere que Burger halló en Mina Perdida39. Si bien este espécimen estuvo elaborado a partir de mate y cerámica cruda, objetos de este tipo pudieron servir como oficiantes frente a ceremonias de diverso tamaño. De acuer-do a Lathrap, la figurina de Curayacu excavada por Engel, podría ser un derivado de la tradición de figurinas Chorrera40, lo que podría ser extendido a figurinas encontradas en Ancón [véase cat. no. 25]. Del mismo modo, destaca la presencia de platos tetrápodos y pentápodos, cuyos soportes en algunos casos presen-tan formas fitomorfas [Fig. 125]. Por otra parte, llama la atención la presencia de botellas con asa puente, características de las fases Cavernas (500-200 a.C.) y Necrópolis (200 a.C.-100 d.C.) [véase cap. 5.3] en la costa sur peruana, así como las formas de cuerpo semiglobular carenado que en algunos casos imita a las formas de lagenarias. La similitud en el asa puente y forma de cuerpo entre vasijas Chorrera y Paracas ya había sido notada por Lathrap, quien especuló contactos marinos entre las costas de Ica y del sur ecuatoriano41.

En términos de sistema de asentamientos, la informa-ción disponible no es precisamente abundante. A través de una prospección sistemática de 785 km², en el valle de Jama, al norte de la provincia de Manabí, Zeidler ha identificado treinta y tres sitios Chorrera, distribuidos en su gran mayoría en el piso de valle, mientras que un pequeño porcentaje se encuentra en zonas elevadas. De acuerdo a Stall, la economía Chorrera al parecer estuvo fundamentada en el maíz, frejol, calabaza y achira, el con-sumo del armadillo, diversas variedades de ciervos, patos, y algu-nas variedades de roedores42.

Si dos erupciones volcánicas fueron responsables de la crisis económica y social de la sociedad Valdivia, la erupción del Pululahua alrededor del 476 a.C., fue responsable de similar si-tuación en la sociedad Chorrera, con lo que concluye uno de los episodios más fascinantes de la prehistoria ecuatoriana.

Al este de la región costera

Una gran porción de la sierra ecuatoriana permanece aún sin investigar, debido a lo agreste del territorio y también a la exis-tencia de gruesos depósitos de ceniza. En la costa encontramos desarrollos de alcance regional, en la sierra y selva se encuentran conjuntos arqueológicos antes que culturas plenamente estable-cidas. A continuación mencionaré algunos elementos destacados dentro del Formativo serrano, a fin de tener un panorama más claro sobre la sierra y selva.

Cotocollao fue una aldea formativa, identificada por Villalba y fechada entre los 1800-400 a.C.43. Los datos proceden de excavaciones de rescate arqueológico, en los cuales no se han registrado evidencias de arquitectura monumental. La cerámica Cotocollao incluye vasijas carenadas, botellas asa estribo, decora-ción punteada, incisa y engobes rojos, los cuales son elementos característicos de Machalilla y Chorrera. La economía de esta villa estuvo basada en el consumo de maíz, achira, oca, papa, y quinua y de ciervos, llamas y cuyes44. Sitios con formas cerámicas identificadas en Cotocollao, se han registrado en los cercanos valles de Tumbaco y los Chillos45, pero no se han identificado sitios monumentales.

Otro sitio que merece ser mencionado es el de La Chimba, el cual se encuentra a 55 km de Quito y alcanza una extensión de 12 ha. La cerámica guardaría relación con la de Cotocollao, fundamentalmente en lo que respecta a las ollas care-nadas y decoración punteada y aplicada46. La Chimba mantuvo un comercio intenso con la costa e incluso la selva, dada la pre-sencia de madreperlas, Spondylus, Strombus, vasijas Chorrera, cerámica de oriente (Cosanga) e incluso coca a juzgar por la deco-ración en algunas vasijas47.

El sitio de Tulipe, ubicado en las cercanías de Quito, presenta una fase denominada Nueva Era, la cual se caracteriza por presentar vasijas relacionadas estrechamente con Chorrera. Esta fase se encontró íntegramente cubierta por depósitos volcá-nicos, producto de la erupción del Pululahua, la cual fue respon-sable de la desestabilización que puso fin a Chorrera alrededor de los 400 a.C48.

Challuabamba, ubicado en el valle de Tomebamba en la sierra sur ecuatoriana, es un extenso sitio de 70 ha, el cual presenta una ocupación que va desde los 2000 hasta los 1400 a.C. Los alfares que se encuentran en este sitio representan lo que Bruhms ha identificado como “cáscara de huevo”, por sus paredes excesivamente delgadas y que son indicadores importantes de la alfarería de la sierra sur ecuatoriana49.

De similar importancia es la región de Loja, en el área de Catamayo50, cuyos límites cronológicos son similares a los planteados por Grieder et al. en Challuabamba. A lo largo de la secuencia se observan marcadas influencias costeñas entre las que destacan incisiones anchas, bandas aplicadas, y punteados zonales. Es importante la mención referente a botellas de formas

Fig. 121Figurina de cerámica de estilo Valdi-via que representa una imagen feme-nina con tocado elaborado, que posi-blemente toca un instrumento musical de viento (4500–1500 a.C.)

Fig. 122Botella de cerámica antropomorfa de estilo Chorrera, que representa a una figura de género indeterminado sentada con las piernas cruzadas y con los brazos descansando sobre las caderas (1300–300 a.C.)

Fig. 123Figurina de cerámica antropomorfa de estilo Chorrera. Se trata de una figura femenina de pie con joyas en las orejas y un tocado con diseños hábilmente incisos y cortados en relieve (1300–300 a.C.)

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Fig. 124Botella de cerámica de estilo Chorre-ra que representa a una mujer echada sobre su lado derecho. Cuerpo im-preso con sello (1300–300 a.C.)

Fig. 125Plato fitomorfo de cerámica de estilo Chorrera. Base irregular calada evertida, presenta cinco patas bulba-res puntiagudas, imitando rizomas o tubérculos (1300–300 a.C.)

Fig. 126Cuenco de cerámica de estilo Mayo-Chinchipe. Sus diseños incisos muestran representaciones de lo que parecen ser rostros humanos simila-res a los de la cerámica Valdivia (2500–1300 a.C.)

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similares a Cupisnique y/o Chavín en la fase Catamayo D51, fase cuyos límites están enmarcados entre los 500-300 a.C., espacio temporal en el cual Chavín no funcionaba como un centro cere-monial de importancia pan andina52 y el Cupisnique Santa Ana era popular en costa norte dando paso al estilo Salinar.

En oriente, se ha revelado una tradición denominada Mayo-Chinchipe, la cual se encuentra en el sitio de Santa Ana-La Florida, en la cuenca del río Mayo, en las cercanías de la frontera con el Perú53. Se trata de un centro ceremonial compuesto por un círculo de piedra de 40 m de diámetro. El sitio se encuentra sobre una terraza sostenida por muros de contención. En el centro de la terraza se ubicó un fogón, con una ofrenda asociada de cuencos de piedra y cuentas de piedra54. Los cuencos de piedra guardan similitudes cercanas con las ofrendas excavadas por Pedro Rojas Ponce en Huayurco, en la amazonía peruana55. Un entierro fue ubicado en las inmediaciones, asociado a fragmentos de Strom-bus, vasijas carenadas, cuatro vasijas con asa estribo, cuencos de piedra, cuentas de turquesa y pseudo malaquita entre otros obje-tos. Este contexto presenta un fechado de 2141-2031 a.C., y so-brepasaría en antigüedad a las botellas asa estribo de Machali-lla. El resto de las formas cerámicas encontradas en Santa Ana-La Florida guardan relación con la fase Catamayo A y Valdi-via 3-856, lo cual es consistente con los catorce fechados publica-dos para el sitio57. Los detalles de algunos cuencos de piedra, guardan relación con diseños encontrados en textiles de Huaca Prieta y La Galgada, siendo necesario evaluar el rol del oriente ecuatoriano en el periodo Arcaico Tardío peruano. Es interesante notar también que los mates de Huaca Prieta muestran diseños que podrían relacionarse con aquellos de las fases 3-5 de la cerá-mica Valdivia [véase cap. 4.2]58. Especial atención merece el cuenco Mayo-Chinchipe [Fig. 126], el cual presenta rostros simi-lares a aquellos que se encuentran sobre la superficie de cuencos Valdivia de las fases 3-5 y del mate de las caras de Huaca Prieta.

Conclusiones

El Formativo en el Ecuador tiene alrededor de 4300 años (4500-300 a.C.). La larga maduración cultural de Valdivia (4500-1500 a.C.), originó una explosión cultural en el Perú, lo que originó que los desarrollos tempranos del Formativo peruano se nutran de la experiencia ecuatoriana. La cerámica temprana de Pandan-che, Huaca Loma y Kuntur Wasi, tiene relación con Valdivia y Machalilla, mientras que en Tutishcainyo, Cueva de las Lechu-zas y Kotosh se observa influencia Valdivia y Machalilla. El oriente ecuatoriano probablemente mantuvo contactos con la los Andes Centrales según los diseños encontrados en Huaca Prieta y La Galgada.

En Valdivia se observa un largo proceso evolutivo de complejidad social, observándose en Real Alto un cambio en la configuración del espacio, desde una aldea hasta un centro cere-monial. La influencia de Valdivia alcanza a la sierra, en sitios

como Cotocollao, La Chimba, Challuabamba, Loja entre otros. Desastres naturales impidieron observar hasta donde hubiera llegado el avance de esta sociedad. Machalilla es modesta en cir-cunscripción espacial y desarrollo tecnológico, aunque habría que investigar en detalle la naturaleza de los contactos con Santa Ana-La Florida, ya que las botellas asa estribo llegan a la costa a partir de las evidencias tempranas de este sitio.

En Machalilla no se observan centros monumentales y la cerámica no alcanza la sofistificación de las fases 7 y 8 de Valdivia. La cerámica Chorrera destaca por su variedad de formas, representaciones realistas de la naturaleza y técnicas de decoración, las cuales guardan mucha similitud con la cerámica Cupisnique de la costa norte peruana (especialmente con las fases Cupisnique y Cupisnique Transitorio). La naturaleza de la relación de Chorrera con sociedades contemporáneas del Forma-tivo peruano podría deberse a transacciones comerciales antes que a relaciones religiosas o de adherencia a un sistema de creen-cias, ya que no se observan (más allá de algunos elementos aisla-dos citados por Lathrap59 elementos que formen parte del siste-ma iconográfico Chavín-Cupisnique se extendió por los Andes Centrales durante el Formativo Tardío peruano. Chorrera se ex-tendió por casi toda la costa ecuatoriana, teniendo control sobre la isla de Salango, conocida por presentar Spondylus de manera endémica en sus aguas, por lo que se puede esperar una relación comercial entre la costa ecuatoriana y la costa norte peruana a partir del intercambio de este producto como ya ha sido sugerido por otros autores60. Sin embargo la relación Chorrera-Cupisnique no ha sido examinada a fondo por lo que es necesario investigar esta relación a partir del examen de secuencias cerámicas y con-textos arqueológicos. Tanto Valdivia como Machalilla y Chorrera ejercieron influencia directa e indirecta en el resto del territorio ecuatoriano y contribuyeron a los desarrollos que se dieron en el Formativo peruano.

Una mejor comprensión del Formativo peruano se logrará cuando investigadores peruanos analicen y comprendan los desarrollos ecuatorianos y del mismo modo, es necesario para la arqueología formativa del Ecuador, integrar a la discusión los procesos sociales del Formativo peruano.

Los arqueólogos venimos empleando el término “Periodo Forma-tivo” (aproximadamente posterior a 3500 a.C.) para describir la época en la cual surgió la civilización andina y asumió su forma concreta. Fue en este periodo que se hicieron avances sig-nificativos, como la arquitectura monumental, la producción de cerámica y en el trabajo del oro. Podemos considerar estos avances en particular como la base de la institucionalización de la religión, puesto que la presencia de los dioses fue lo que fo-mentó, y podríamos incluso decir que desencadenó, la propaga-ción del arte religioso, la convergencia de las ideologías y la creciente competencia entre un gran número de centros ceremo-niales. Un desastre climático podría muy bien haber sido lo que trajo consigo el colapso de las formas organizativas teocráticas durante el Formativo Tardío (800-400 a.C.) y la pérdida asociada de importancia que sufrieron los grandes centros de poder como Chavín de Huántar1.

Al Formativo Tardío le siguió el Formativo Final (400-200 a.C.), una era de extensa secularización que se vio reflejada en la costa norte en el desarrollo de diversas culturas locales, como los Vicús, Salinar, Virú y Gallinazo. Debido a la escasez de investigaciones, desafortunadamente no podemos definir todavía las características de esta fase decisiva, pero sí podemos asumir que la repentina desaparición de las representaciones de los dioses poderosos que moldearon la cosmovisión del pueblo chavín estuvo ligada a las enormes convulsiones sociales que llegaron de la mano con fenómenos tales como el crecimiento demográfico, la expansión de la agricultura y los cambios estructurales que afec-taron las jerarquías teocráticas. Aldeas y comunidades de asen-tamiento independientes surgieron alrededor de los centros reli-giosos. Sobre la base de los resultados provenientes de las recientes investigaciones efectuadas en la región de Lambayeque (en El Chorro), asumimos que este cambio social de gran alcance podría muy bien haber sido desencadenado por la aparición de un nuevo material: el cobre. Este metal podía ser trabajado para producir tanto ornamentos como útiles herramientas y armas poderosas. El surgimiento de la metalurgia como tecnología llevó a la formación de nuevos grupos sociales que controlaban esta producción. Resulta incluso concebible que una casta militar surgiera gracias a estas innovaciones [fig. 127].

A esta fase de transición, cuya duración aún no puede establecerse con precisión, le siguió el periodo de las culturas regionales, al que también se conoce como el periodo Intermedio Temprano, que se extendió desde ca. 100 d.C. hasta 600 d.C. Du-rante este periodo, el actor decisivo en la costa norte fue la cultu-ra Moche o Mochica, que se desarrolló entre el primer y el noveno siglo de la era cristiana en una de las regiones más secas de Amé-rica [para los desarrollos que tuvieron lugar en la costa sur véase cap. 5.3]. Los mochicas hicieron que su tierra fuera cultivable mediante una inmensa red de riego con la cual desviaron y redis-tribuyeron las aguas de las cabeceras andinas, creando así la base para un desarrollo exponencial y un inmenso excedente

5.2

LOS MOCHICA, HEREDEROS DEL PERIODO FORMATIVO DE LA COSTA NORTE, Y EL RENACIMIENTO DE LOS ANTIGUOS DIOSES

Walter Alva

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anteriores. El retorno de ciertos motivos así como de su forma escultórica, señala el renacimiento de rasgos estilísticos típicos de la cerámica Cupisnique8, la cual estaba presente en la costa norte incluso antes del predominio de Chavín. Debemos mencio-nar que la cultura Cupisnique floreció en la misma región en la cual los mochica se establecerían varios siglos más tarde (entre las actuales regiones de Piura y Áncash). Esto sugiere una tradi-ción costeña ininterrumpida cuyos orígenes se remontan al pe-riodo Precerámico, cuando la población comenzó a combinar la agricultura y la pesca [véase cap. 2.1]. Es probable que este legado cultural haya perdurado hasta la época Mochica.

En términos estilísticos, la cerámica Mochica revivió la forma de la botella asa estribo, la cual había caído temporal-mente en desuso hacia el final del Formativo. En las fases ante-riores la vasija (todavía) tenía el labio engrosado semejante a una arandela alrededor del pico, característico de la cerámica Chavín [cat. nos. 44 y 57]. Las botellas asa estribo con un pico más alto y el labio liso que se desarrollaron posteriormente, re-cuerdan las formas típicas de la cerámica Cupisnique9 y se con-virtieron en la marca distintiva de la alfarería Mochica10. Duran-te el Horizonte Medio (ca. 600-1000 d.C.), esta forma de pico nuevamente quedó eclipsada y solamente revivió en el periodo Chimú (entre los siglos XIII y XV d.C.), manteniéndose en ade-lante en uso hasta el estilo Chimú-Inca.

Volviendo al arte religioso de los mochicas, vemos que diversos investigadores coinciden en que la criatura mítica per-sonificada a la que se conoce como Ai-Apaec (el “dios decapitador” [cat. no. 169, cf. fig. 132]) y sus diversas manifestaciones y trans-formaciones, era en cierto sentido una revitalización de la anti-gua deidad felina, presente tanto en el estilo Cupisnique como en Chavín11. Las figuras antropomorfas con atributos felinos estu-vieron difundidas durante el Formativo tanto en el arte cerámico como en objetos rituales como por ejemplo el monolito del Lanzón [fig. 4] y la Estela Raimondi [fig. 6]12. El cosmos mítico que rodea-ba la producción agrícola tanto en el Formativo como en el perio-do Intermedio Temprano, aparentemente dieron lugar a deidades con rasgos y funciones similares. Como evidencia de esto necesi-tamos tan solo mencionar la similitud existente entre las repre-sentaciones del cetro de la tumba del sacerdote de Virú13 y un monolito de Kuntur Wasi14. Ambas obras representan deidades que tuvieron un papel importante en asegurar el florecimiento de lo que los agricultores sembraban.

Una característica importante del dios Ai-Apaec es la decapitación. Representado sosteniendo en sus manos una cabeza cercenada y un cuchillo, la figura queda instantáneamen-te marcada como una criatura sobrehumana. El dios decapitador podría ser interpretado como la pervivencia de unos ritos de ca-cería arcaicos que asumieron importancia agraria durante el Formativo. La transferencia podría deberse a una comprensión metafórica de la siembra y la cosecha como algo idéntico al ciclo de la regeneración que subyace a la vida y al paso del tiempo. En

productivo. Este gran auge económico les dio los medios con los cuales construir magníficos complejos de templos. Ellos se expan-dieron y establecieron una red de interacción social que también dio origen a tecnologías sumamente desarrolladas para la crea-ción del trabajo en oro, la alfarería y la textilería. Las exquisitas obras de arte que los mochicas produjeron cuentan las complejas visiones del mundo que predominaron en esta sociedad, y sus imágenes y símbolos representaron tanto el mundo mítico como las prácticas ceremoniales reales.

Dos centros ceremoniales del valle de Lambayeque, uno de los valles más anchos de la costa peruana, marcan el cenit de la arquitectura monumental: Sipán y Pampa Grande [fig. 119]. Ambos sitios están caracterizados por grandes estructuras piramidales, zonas residenciales y caminos. Sipán se encuentra en la depresión que se extiende entre los valles de Lambayeque y Zaña. Los canales de riego corren desde Pampa Grande hasta Sipán y luego a través de la depresión hacia las amplias pampas de Collique y Cayaltí, junto a la red de caminos que une a Sipán con Mocupe, un centro político y religioso en el valle de Zaña, si-tuado no lejos del litoral. La producción de algodón, que surgió aquí por vez primera hacia finales del tercer milenio a.C., siguió siendo una actividad económica significativa en la región de la costa. Con el algodón, los mochicas fabricaron artículos de vestir y redes de pescar que usaron en sus embarcaciones de totora, si-milares a los actuales caballitos de totora.

Podemos atribuir el renacimiento del interés en la cul-tura Mochica que hemos visto en los últimos treinta años, a los hallazgos realizados por la excavación sistemática de los edificios más importantes, de los cuales se recuperaron nuevos y valiosos datos. Particularmente dignos de mención son las magníficas cá-maras funerarias de la elite gobernante y entierros tales como los de las Tumbas Reales de Sipán [fig. 128], la Sacerdotisa de San José de Moro2 y la Dama de Cao, así como las estructuras monu-mentales de la Huaca de la Luna3 y la Huaca Cao4, junto con los muchos relieves y las complejas pinturas murales que represen-tan hermosas escenas y deidades. Poco antes del reciente resur-gimiento de las investigaciones, el arqueólogo Christopher B. Donnan publicó su monografía Moche Art and Iconography5 y gracias a los trabajos de Anne Marie Hocquenghem, Jürgen Golte y Krzysztof Makowski6 hubo otro avance significativo en la inter-pretación de los motivos cerámicos. Tampoco debemos olvidar a Max Uhle y sobre todo a Rafael Larco Hoyle, cuya obra pionera definió las especificidades de la cultura Mochica7.

El arte Mochica incluye representaciones de figuras divinas que muestran en un estilo más realista un auténtico renacer de los viejos cultos del Formativo Temprano y Medio (1700-800 a.C.). Una figura humana con atributos felinos, simi-lar a la figura central de Chavín, se alzó sobre el nuevo panteón [fig. 130, cat. no. 169], mientras que serpientes, aves y otros ani-males, así como plantas divinizadas y humanizadas, desempeña-ban un papel secundario, tal como lo habían hecho ya en periodos

Fig. 127Ornamento de cobre de la cultura Gallinazo-Vicús, periodo Formativo Final (400-200 a.C.)

Fig. 128Tumba del Señor de Sipán

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Fig. 129La “Presentación de Ofrenda” en una vasija de cerámica estilo Mochica Tardío

el panteón del Formativo y de la cultura Mochica, la cabeza cercenada y el cuchillo en manos de un dios podían ser reempla-zados por una planta de algodón, maíz, yuca o un pez, o incluso por implementos para la siembra o la pesca, en clara referencia al poder de la deidad para influir en la producción de alimentos, así como a las dos fuentes complementarias de la alimentación, además de la estructura cosmológica15.

Incluso los dioses que figuraban más abajo en la jerar-quía y a los que podemos identificar en el arte Mochica, tuvieron antecedentes en el Formativo: por ejemplo, las serpientes y aves aparecen como servidores, emblemas o apéndices (coronas, cintu-rones, cetros y así sucesivamente). La mandíbula felina fue asi-mismo usada por los mochica en su arte para designar la natura-leza divina de las deidades de menor rango, lo que queda por ejemplo corroborado por las representaciones de águilas y búhos representados con colmillos.

La boca felínica también aparece en la compleja escena mitológica que representa un evento al que se conoce como la “ceremonia del sacrificio”. Gracias al descubrimiento de las tumbas reales de Sipán, hoy sabemos que dichos atributos no quedaban limitados a las figuras mitológicas, sino que fueron en realidad usados por los representantes de más alto rango de la jerarquía Mochica16. Las personas enterradas en Sipán en su ves-timenta ritual, con sus emblemas y ornamentos, revelan claros

vínculos con los atributos mostrados en representaciones de esta ceremonia mitológica del sacrificio. Esta correlación queda com-probada con el “Señor de Sipán”, el sacerdote y la persona a la que se conoce como la “Figura D”.

Las escenas mostradas en la parte inferior de los mu-rales y relieves que decoran las fachadas de los templos Mochica de Cao y de la Huaca de la Luna aluden a rituales terrenos. Las deidades en la parte superior han sido interpretadas como Ai-Apaec o el “decapitador” y están encuadradas dentro de un rombo. El tema de una cabeza dentro de un rombo se conoce en la iconografía Cupisnique del Formativo. En esta cultura más anti-gua, dicho tema parecería estar asociado con una deidad araña representada en vasijas de cerámica y piedra [cat. no. 1]17, las coronas de oro de Kuntur Wasi18 [véase cat. no. 56] y en las tumbas saqueadas de Zarpán [fig. 131], así como en el arte mural de Collud19 y Garagay20 [véase cap. 2.4]. Al parecer esta deidad, a la que se conocía desde el Formativo, fue deliberadamente reto-mada por la cultura Mochica, y entonces tuvo un papel significa-tivo entre las personas de alto rango enterradas en las tumbas de Sipán como señal de identidad y continuidad [fig. 132]21.

Fig. 130Vasija figurativa que representa a la divinidad suprema (c.f. cat. no. 169, fig. 132). Colección Banco Central de Reserva del Perú, Lima

Fig. 131Dibujo de la corona de oro con la divinidad arácnida, procedente de las tumbas huaqueadas de Zarpán que datan del periodo Formativo Medio (1200 – 800 a.C.)

Fig. 132Sonaja de oro en la que se represen-ta a la deidad arácnida, procedente de Sipán (cf. cat. no. 169; fig. 130)

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5.3

EL LEGADO DEL FORMATIVO: NASCA

Markus ReindelJohny Isla

Tras el colapso de la vasta red de la cultura Chavín —por razones que hasta ahora no se han explicado de modo definitivo—, todas las áreas de la región centroandina vivieron un periodo de reo-rientación que se manifestó en una amplia gama de desarrollos culturales de características particulares en cada región. Tras este periodo de reacomodo y experimentación, nuevas culturas regionales surgieron a partir de las culturas anteriores del For-mativo, con sus propias características específicas y sus fronteras territoriales más o menos definidas. Cuando examinan este perio-do de culturales locales que se dio entre los periodos de horizontes estilísticos superpuestos, los investigadores hablan por ello del periodo Temprano de Desarrollos Regionales o del periodo Inter-medio Temprano (200 a.C.-650 d.C.). Podría hablarse de una edad de oro de las culturas precolombinas que tuvo lugar en varias regiones a la vez, culturas que lograron florecer gracias a los sistemas económicos y sociales extremadamente eficientes de-sarrollados por las culturas que les precedieron en el Formativo, tal como lo evidencia su consumada destreza y sus objetos de arte.

La más prominente de estas culturas regionales en la región del sur fue la cultura Nasca, que se desarrolló a lo largo de la costa sur del Perú entre 200 a.C. y 650 d.C. El arqueólogo alemán Max Uhle (1856-1944) fue el primero que definió el estilo Nasca a partir de una colección de vasijas de cerámica polícro-mas almacenadas en el Museo Etnológico de Berlín1. En el trans-curso del trabajo de campo que posteriormente llevó a cabo en Perú, Uhle halló más ejemplos de este estilo alfarero en sus exca-vaciones en Ocucaje, en el valle de Ica, con lo cual logró identifi-car la costa sur del Perú como la cuna de esta cultura. Hoy en día sabemos que la cultura Nasca se extendió desde el valle de Pisco por el norte hasta el de Acarí al sur. Se han encontrado tumbas con cerámica y textiles de estilo Nasca en lugares tan alejados como el distante valle de Camaná2.

La región nuclear de la cultura Nasca fue, sin embar-go, la cuenca del Río Grande de Nasca, un sistema de ríos que tienen su origen en la vertiente occidental de los Andes y que convergen para formar el Río Grande, el único que atraviesa el gran desierto costero antes de desembocar en el Océano Pacífico. La mayoría de los asentamientos nasca se encuentran al pie de los Andes, pero unos cuantos asentamientos grandes que aún resta explorar exhaustivamente se hallan río abajo, en su desem-bocadura. Es más, recientes investigaciones identificaron nume-rosos asentamientos en las cabeceras de los ríos en la sierra andina, lo que significa que hoy en día podemos decir que el área de los asentamientos nasca se extendió desde las cumbres de la Cordillera Occidental hasta la costa del Pacífico.

Tumbas

Los nascas enterraban a sus muertos en tumbas más o menos elaboradas, dependiendo de su estatus social. Los niños usual-mente eran enterrados en grandes vasijas esféricas. Además de las tumbas de inhumación simples, hubo también otras de pozo de diversos tamaños, en donde los difuntos usualmente eran co-locados extendidos sobre el piso de un pozo de dos a tres metros de profundidad, cubierto con vigas de madera, juncos, hojas y ar-cilla compactada. El ajuar funerario, que incluía vasijas de cerá-mica, objetos cotidianos y hasta alimentos, indica que los nascas creían en una vida en el más allá para sí mismos o al menos para su alma6.

Los autores de este artículo descubrieron algunas tumbas de la elite inusualmente elaboradas en una necrópolis cercada por unos largos muros en el sitio de la Muña, en las cer-canías de Palpa. Los difuntos fueron enterrados en cámaras fu-nerarias de hasta siete metros de profundidad revestidas con adobes, junto con un rico surtido de bienes funerarios, entre ellos cerámica de extremadamente alta calidad, joyas, conchas de Spondylus y objetos de oro [figs. 134, 135]7. Las cámaras funera-rias fueron cubiertas con grandes vigas de madera, juncos y arci-lla. Después de que el pozo había sido rellenado hasta el nivel del piso, se erigió una plataforma escalonada y techada encima de él. Toda la estructura estaba rodeada por un muro, excepción hecha de un pequeño patio delante de la plataforma el cual se usaba en los rituales del culto a los ancestros.

Estas tumbas de elite son de gran importancia para el análisis e interpretación de la cultura Nasca, puesto que mues-tran que su sociedad estaba dividida siguiendo líneas sociales estrictas, y que muy probablemente estaba regida por una clase dominante. Esta división social queda reflejada en la estructura política de los territorios Nasca, la que podemos reconstruir a partir de los estudios de los patrones de asentamiento, lo que indica una vigorosa organización regional que tuvo un posible centro político en Cahuachi8. Esta interpretación contradice la hipótesis anterior de una sociedad nasca agraria y simple, unida únicamente por las creencias religiosas que tenía en común9.

Patrones de asentamiento

Los numerosos asentamientos y cementerios de la cultura Nasca son fácilmente reconocibles en las secas márgenes de los valles de los oasis ribereños de la región homónima, gracias a los restos arquitectónicos y otros artefactos todavía visibles sobre la super-ficie. Ésta, claro está, es también la razón por la cual la mayoría de los sitios de esta cultura han sido saqueados en tal medida por los huaqueros, que hoy a duras penas si son reconocibles como tales. Miles de objetos, la mayoría de ellos vasijas de cerámica, fueron retirados violentamente del contexto en que se las halló y hoy en día se les exhibe en museos de todo el mundo.

Un gran número de asentamientos Nasca tomaron la forma de pequeños caseríos y aldeas, los cuales usualmente se encuentran en la periferia de las áreas cultivadas de los valles. Por lo general se cree que los asentamientos grandes con una ar-quitectura reconociblemente planificada y edificios públicos, re-presentan centros administrativos regionales o centros de asen-tamiento. Solamente uno de estos grandes asentamientos destaca: Cahuachi, en la parte inferior del río Nasca, debido a su tamaño y al gran número de estructuras monumentales. Durante los últimos años las excavaciones prosiguieron en el centro de Cahuachi, cuya expansiva arquitectura de adobe le distingue de los asentamientos circundantes3. Una interpretación de este sitio es que alguna vez fue un centro de peregrinaje sin ningún habi-tante permanente, al cual se usaba en ceremonias religiosas apenas unos cuantos días al año, pero esto ya no parece realista, dados los varios kilómetros cuadrados de asentamientos que le rodean. Una interpretación más probable es que Cahuachi alguna vez fue el centro político de una entidad política culturalmente homogénea que tenía otros centros regionales subordinados, el cual con razón puede describirse como un estado incipiente4.

Arquitectura

Los nascas preferían construir sus asentamientos sobre las lade-ras de los valles de pendiente suave y sobre los conos aluviales de quebradas secas. Levantaron así terrazas en sus sitios y apunta-laron el relleno con robustos muros de contención. Construyeron con arcilla o piedra dependiendo de la ubicación, y en los asenta-mientos se erigieron edificios simples usando piedra o quincha. Los sitios importantes, especialmente los centros administrati-vos, se construyeron usando adobes, los cuales podemos atribuir a distintos periodos a partir de su forma.

En los centros poblacionales con arquitectura más compleja, las grandes terrazas estaban conectadas por largos co-rredores [fig. 133]. En los muros de las terrazas se construyeron escalinatas que doblaban en ángulo recto y que conducían a la superficie de las terrazas. Además de las estructuras más peque-ñas de quincha, también se encontraron otras más grandes, te-chadas y con columnatas en sitios tales como Cahuachi, en el valle de Nazca, o en Los Molinos, en el de Palpa5.

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Inspiración lejanaCHAVÍN 215214

cular de la cultura Nasca. A diferencia del tejido, el bordado no depende de la estructura geométrica del textil subyacente y por ello los artistas estaban libres de aplicar los motivos como les placiera. Pero a diferencia de los motivos geométricos de la cultu-ra Paracas, los motivos figurativos de los textiles Nasca eran de diseños similares a los que encontramos en la cerámica decorada. Unas cuantas de las piezas textiles conocidas por los investigado-res se encuentran también decoradas con motivos pintados14.

Iconografía

La iconografía de la cerámica y de los textiles producidos por la cultura Nasca claramente indica que ésta se derivó directamente de la cultura Paracas. Varios de los motivos encontrados en esta última cultura reaparecen en objetos producidos por los nasca. Por ejemplo, los felinos siempre presentes son un elemento pictó-rico importante de un motivo constantemente recurrente, el “ser mítico antropomorfo”, que es una figura antropomorfa que lleva una diadema y una máscara bucal en forma de los bigotes de un gato [fig. 136]. La ropa que la figura viste está adornada con nu-merosos elementos serpentinos y en sus manos o en su cuerpo frecuentemente hay cuchillos y “cabezas trofeo”.

Las imágenes de cabezas humanas cercenadas son un elemento constante en la iconografía Nasca, lo que hizo que los investigadores creyeran que la decapitación también tenía un papel importante en la vida real. Estas cabezas, reconocibles por tener la boca cerrada con espinas de cacto, también fueron repre-sentadas en vasijas figurativas, y además aparecían también como elemento estilístico en las decoraciones pintadas, que en la fase Nasca Tardío tendían a reducirse a formas repetitivas fuer-temente estilizadas. Solamente tenemos noticia de unas cuantas escenas narrativas que podrían darnos pistas con respecto a cuál podría haber sido la función de dichas cabezas. Usualmente se las muestra colgando del cuerpo como parte de la vestimenta de la figura, mientras que en otras representaciones figuran colga-das de postes, o en raras ocasiones desempeñando un papel en ceremonias celebradas en las plataformas. En varias excavacio-nes también se documentaron las cabezas mismas: por ejemplo, en Palpa se halló un depósito de cuarenta y ocho de ellas. El fe-chado con isótopos más reciente de estas cabezas decapitadas hizo que los investigadores pensaran que probablemente no se trataba de trofeos tomados a los enemigos de los nascas, sino más bien objetos del culto a los ancestros15.

Cerámica

La transición de las culturas del Formativo a las del periodo In-termedio Temprano fue un proceso prolongado de pequeños pasos. Las distinciones que los arqueólogos trazan entre la cultu-ra Paracas (800-200 a.C.) y la Nasca (200 a.C.-650 d.C.), se basan fundamentalmente en ciertas características técnicas de su pro-ducción alfarera. La cerámica paracas era pintada después de su cocción, en tanto que la Nasca lo era antes. Los nascas usaban un tipo de decoración conocido como pintura de engobe, en el cual una capa extremadamente fina de arcilla era pintada en las vasi-jas de cerámica [figs. 135, 136].

La cerámica Nasca puede clasificarse cronológica-mente en una secuencia de ocho fases, basada en las característi-cas estilísticas y formales de las vasijas de colecciones de museos y unas cuantas excavaciones documentadas10. Se considera que una forma de decoración que consta de motivos incisos es un estilo transicional (Proto-Nasca, Nasca 1, Nasca Inicial), pues se supone que la decoración incisa es un legado típico de la alfarería del Formativo. La secuencia de ocho fases fue definida siguiendo la estilización cada vez más grande de los motivos. La fase 8, que incorpora una serie de elementos de la cultura Wari, puede ser asignada al Horizonte Medio (650-1000 d.C.).

Los estudios más recientes de la cerámica hallada en los sitios de asentamiento de Palpa muestran que esta clasifica-ción cronológica excesivamente esquemática, según fases estilís-ticas, ya no es sostenible y que un enfoque más razonable sería clasificar las fases estilísticas individuales según periodos de de-sarrollo cultural. A partir del cuidadoso análisis de los contextos de excavaciones y del fechado físico correspondiente, los arqueó-logos ahora pueden distinguir entre periodos cronológicos menos diversificados, pero mejor definidos: los periodos Nasca Inicial, Medio y Tardío11.

Textiles

Al igual que la cultura Paracas, la cultura Nasca también dejó una serie de coloridos textiles conservados en las secas arenas del desierto. Los textiles más conocidos provienen de tumbas sa-queadas, y los investigadores solamente conocen su origen en unos cuantos casos, o siquiera el contexto de excavación en el cual se les halló12. Los textiles pertenecientes a la fase Paracas Necrópolis no han sido clasificados de modo definitivo. Se cree que son un producto de la cultura Paracas, pero su asociación con la cerámica del periodo Nasca Inicial o con el estilo Topará, así como su iconografía, indican que muy probablemente pertenecen a la cultura Nasca13.

Los motivos figurativos de los textiles Nasca fueron usualmente bordados en tejidos llanos simples usando lana teñida de colores. Los bordados tridimensionales que retratan personas, animales y plantas, son una característica muy parti-

Geoglifos

Los geoglifos (conocidos también como las líneas de Nasca) que cubren gran parte de las mesetas desérticas de la región homóni-ma, son el legado más famoso de esta cultura. Ellos surgieron a partir de la tradición más antigua de los geoglifos Paracas, que usualmente representaban a animales o personas, pero que eran relativamente pequeños y a los que se trazó sobre las laderas inclinadas de los valles, lo que indica que se quería que fueran visibles desde el piso del valle. De otro lado, la mayoría de los geoglifos de la cultura Nasca fueron trazados sobre el pedimento (las pampas) al pie de los Andes y muestran formas geométricas o líneas rectas que son significativamente más grandes y que a menudo alcanzan una longitud de varios cientos de metros o hasta kilómetros. Estos geoglifos fueron usados como sitios donde efectuar ritos religiosos o de cultos16.

Las excavaciones arqueológicas efectuadas en Palpa en los últimos años descubrieron pequeñas edificaciones ubica-das en estos geoglifos, a las que se identificó como altares o pe-queños templos. Junto a los restos de textiles, cerámica y culti-vos, los arqueólogos también encontraron restos de animales marinos y moluscos17, entre ellos conchas de Spondylus que úni-camente se encuentran en las aguas ecuatoriales y a las cuales se consideraba un símbolo del agua y la fertilidad. El Spondylus aparece en motivos de toda la región andina desde las épocas más tempranas de desarrollo cultural.

La historia de los asentamientos en Palpa

La historia y la finalidad de los geoglifos se entienden mejor dentro del contexto de la historia medioambiental y de los asen-tamientos de la cultura Nasca, lo que se ha investigado exhausti-vamente en Palpa18. Un estudio arqueológico de los patrones de asentamiento indicó que la zona experimentó una suerte de auge demográfico durante el periodo Nasca Inicial (ca. 120 a.C.-90 d.C.). Las ventajosas condiciones climáticas en ese entonces atrajeron a la población hacia los valles de la región de Palpa, donde era probable que la agricultura floreciera. Los asen-tamientos mismos eran relativamente pequeños y poco organi-zados, además de lo cual había muy pocos centros con arquitec-tura que destacara.

La región vivió su apogeo durante el periodo Nasca Temprano (90-325 d.C.). Los asentamientos estaban concentra-dos en la vasta pampa en donde los ríos Palpa y Viscas confluyen con el Río Grande, proporcionando así condiciones óptimas para que la agricultura floreciera. Unos grandes centros poblados se desarrollaron cerca de Llipata y Los Molinos, los cuales aparen-temente sirvieron como centros administrativos regionales subordinados al gran centro de Cahuachi.

Las primeras señales de la venidera aridificación, esto es la transición hacia un clima más seco, se dieron durante el Fig. 133

Parte del asentamiento de Los Molinos de la cultura Nasca en el valle de Palpa, reconstruida a partir de los descubrimientos arqueológi-cos. El terreno fue aterrazado me-diante grandes paredes construidas con adobes y se conectó a las terra-zas con largas rampas y corredores

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Inspiración lejanaCHAVÍN 217216

Fig. 134En La Muña, valle de Palpa, se exca-varon tumbas de elite del periodo Nasca Medio (350–450 d.C.). La cámara de la tumba fue construida utilizando adobes y se la cubrió con troncos de madera. Varias ofrendas funerarias fueron halladas en asocia-ción con la persona enterrada allí

Fig. 135Entre las ofrendas funerarias de gran calidad halladas en las tumbas Nasca de La Muña, se encontró esta botella doble pico y asa puente con diseños de aves y de una figura humana con estólica y flechas

Fig. 136Este cuenco de gran tamaño proce-dente de Los Molinos está decorado con la imagen de una divinidad im-portante de la cultura Nasca, una criatura mítica de rasgos antropo-morfos con una diadema y una nari-guera de oro

periodo Nasca Medio (325-440 d.C.). El agua de los ríos ya no bastaba para regar los campos de modo permanente y los nascas comenzaron a desplazar algunos de sus asentamientos valle arriba o incluso se establecieron en la sierra andina, pero el tamaño de la población en general se mantuvo constante. A dife-rencia de periodos anteriores, la región muy probablemente gozaba ahora de un mayor grado de autonomía y era gobernada por su propia elite.

Durante el periodo Nasca Tardío (440-650 d.C.), la aridez comenzó a ser un serio problema. Los asentamientos en el extremo inferior de los valles fueron abandonados y se fundaron en cambio otros nuevos en la zona central. Muchos emigraron a las montañas mientras que otros oraban urgentemente pidiendo agua y buscaban influir en el clima efectuando ritos en los geogli-fos. A medida que estas actividades se intensificaban, también se fueron erigiendo cada vez más templos allí.

Pero todo fue en vano y la prolongada sequía obligó a los nascas a dejar la región alrededor de 600 d.C., lo que marcó el final del periodo Nasca. Durante esta época la cultura Wari (650-1000 d.C.) expandía su territorio en la sierra, donde tomó los asentamientos nascas en las laderas occidentales de los Andes y comenzó a utilizar los recursos de la costa para sus propios fines. Pero los waris no establecieron asentamientos permanentes en estas regiones y tras la caída de los nasca no se volvieron a pro-ducir geoglifos. No sería sino hasta el advenimiento del periodo Intermedio Tardío (1200-1400 d.C.), que la región volvería a contar con suficiente agua como para poder iniciar una nueva fase de crecimiento.

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CATÁLOGOCHAVÍN218

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CHAVÍN 221220 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

Los objetos presentados en esta sección (véanse cat. nos. 1-55) provienen de colecciones antiguas de museos del Perú y de Estados Unidos. A diferencia de los objetos de Kuntur Wasi (véanse cat. nos. 56-107) y de Chavín de Huántar (véanse cat. nos. 108-163), es muy poco lo que sabemos sobre el contexto arqueológico de los mismos. Sin embargo, las comparaciones estilísticas e iconográficas con hallazgos y elementos arqui-tectónicos contextualizados permiten realizar una serie de observaciones valiosas y formular nuevas ideas.

Aún a finales del siglo XX, los arqueólogos seguían discutien do sobre el lugar de origen de la civilización andina: ¿acaso el templo de Chavín de Huántar fue el centro de la “cultura matriz” de los Andes, tal como Julio C. Tello (1880-1947) alguna vez sostuviera, o acaso más bien estuvo en la región de Cupis nique, en la costa norte del Perú, donde Rafael Larco Hoyle (1901-1966) halló las magníficas ofrendas funerarias semejantes a Chavín, que le hicieron creer que esta cultura a la que hoy se conoce como la cultura Cupisnique se habría desarrollado antes?

Los investigadores actuales pueden trabajar a partir de pre-misas sumamente distintas y de un conjunto de datos mucho más rico y variado. Cuando se estudia la formación de las primeras sociedades complejas, el eje principal son las redes de inter acción cultural y el intercambio entre las poblaciones de pai sajes y zonas climáticas distintas de la región andina, como los oasis ribereños del desierto costero, la sierra y los bosques tropicales.

Los ensayos que forman parte de este libro explican con mayor profundidad lo que ilustran los objetos presentados aquí: la inter acción intensificada entre pobladores de regiones bastante alejadas entre sí y hábitats muy distintos, llevó eventualmente al surgimiento de un lenguaje de formas e imágenes amplia-mente aceptado que plasmaban visiones del mundo y conceptos religiosos compartidos. La denominación estilística y cultural de los objetos — por ejemplo, “Cupisnique” o “Tembladera”— refleja las dificultades que los investigadores han enfrentado a lo largo de los años al tratar de definir culturas arqueológicas.

Como se vio en la sección introductoria, lo que entendemos como cultura “Chavín” o “Cupisnique” es una construcción de la ciencia arqueológica. Estos términos, y otros similares, no son sino meras definiciones que buscan proporcionarnos un sistema de ordenamiento temporal y geográfico y una guía, aun cuando su significado exacto tenga que revisarse constan-temente.

Hay numerosas y marcadas similitudes entre el estilo y las imágenes de la cerámica Cupisnique o Tembladera presentadas aquí, y las imágenes de Kuntur Wasi y Chavín de Huántar. Otros restos arqueológicos también ofrecen importante evidencia acerca de una red de interacción compartida en el periodo en el cual los grandes centros de Chavín de Huántar, Kuntur Wasi y Pacopampa fueron particularmente importantes.

Hay razones suficientes para asumir que Chavín de Huántar alguna vez fue un centro de peregrinaje exclusivo (véase cap. 4.4). El Formativo Temprano (1700-1200 a.C.), y aún más el Formativo Medio (1200-800 a.C.), vieron el surgimiento de las primeras manifestaciones artísticas de la región centro-andina que proporcionan evidencias de una especialización técnica, de un comercio establecido de materias primas y de una ideología subyacente o, para decirlo de modo más sucinto, de un estilo artístico.

La exposición llevada a cabo en el MALI exhibió las piezas que se pre-sentan en este catálogo, con excep-ción de las que se encuentran fuera del Perú, así como cat. nos. 2, 4, 5, 7,

8, 9, 10, 13, 15, 16, 35, 40, 48, 49, 52, 55, 59, 89, 90, 168 y 173. Estas fueron reemplazadas por un conjunto de pie zas similares procedentes de colecciones públicas y privadas de Lima.

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CHAVÍN 223222 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

1

PLATO CON REPRESENTACIÓN

DE UN SER EN FORMA DE

ARAÑA QUE CARGA CABEZAS

HUMANAS

Piedra (¿esteatita?) tallada y pulida4 x 14,5 cm Estilo Cupisnique (valle de Jequetepeque)ca. 1200-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.580

Algunos investigadores fechan

el estilo de esta pieza en la

segunda mitad del segundo

milenio a.C. Se trata de un plato

de piedra, conocido por los

investigadores como “Plato

de Dumbarton Oaks”, que fue

descubierto en el valle de

Jeque tepeque (departamento

de La Libertad) cerca del sitio

de Limoncarro, en la costa norte

(véase cap. 2.3). Su parte exter-

na muestra una criatura com-

puesta, semejante a una araña,

parte humana y parte animal,

con cabeza de felino, que lleva

sobre el lomo una bolsa con

cabezas humanas, todas con

los ojos cerrados. En su mano

izquierda sostiene de los cabe-

llos una cabeza de capitada.

En lo que se refiere al estilo de

la pieza, las cabezas son pare-

cidas a los relieves de Cerro

Sechín (véase cap. 4.2). Criatu-

ras similares a arañas cargando

cabezas también se han encon-

trado en los relieves de las fa-

chadas de edificios ceremonia-

les de la costa norte. Es posible

que la araña haya tenido un

papel importante en las cere-

monias y en la mitología como

decapitadora y portadora de

cabezas humanas, o como

representante de alguna deidad

suprema (véanse caps. 2.3 y

2.4).

2

PLATO CON MOTIVO DE

ARAÑA BICÉFALA

Piedra (¿esteatita?) tallada y pulida1,9 x 13,2 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000002507Inv. No. ML300011

Al igual que el caso anterior,

algunos investigadores han

fechado este objeto, a partir de

su estilo, en la segunda mitad

del segundo milenio a.C. Las

mandíbulas características

(cf. las de araña en el relieve de

barro del centro ceremonial de

Limoncarro, véase fig. 29) y sus

ocho patas indican que la cria-

tura efectivamente representa

una araña. A diferencia del

ejemplar anterior (véase cat.

no. 1), no porta ninguna cabeza

trofeo, aunque sí aparece a

sus dos lados una cabeza que

parece ser de ave. La araña

presumiblemente era de crucial

importancia en la mitología

andina prehispánica.

Page 116: Chavin

CHAVÍN 225224 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

3

VASO CON MOTIVO DE DOS

SERES ANTROPOMORFOS

HÍBRIDOS

Piedra (¿esteatita?) tallada y pulida10,5 x 6,3 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.429

Este vaso, al igual que los dos

ejemplares anteriores, ha sido

fechado por algunos investiga-

dores en la segunda mitad del

segundo milenio a.C. La pieza

muestra dos criaturas voladoras

que parecen estar usando toca-

dos de plumas. Sus ojos están

vueltos hacia arriba y su boca

felínica tiene colmillos. Ambas

figuras sostienen los mismos

objetos, semejantes a un tubo o

a una soga, anudados en la base

del vaso. En lo que se refiere a

su forma y la postura, las figuras

son similares a los seres alados

que decoran el Portal Blanco

y Negro de Chavín de Huántar

(véase fig. 105), que también

llevan o sostienen uno o dos

objetos horizontales largos. La

boca con colmillos representada

en dicho portal, que divide a

la criatura por la mitad a lo

largo de un eje vertical, tiene

la misma forma que la boca de

la criatura en el vaso de piedra.

Podemos interpretar las dos

figuras del Portal Blanco y

Negro de Chavín como macho

y hembra. El que una de ellas

parezca sostener una estólica

y la otra una lanza —dos objetos

complementarios—, sugiere que

tales imágenes quizá puedan

leerse como símbolos de una

visión dualista del mundo.

Page 117: Chavin

CHAVÍN 227226 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

4

MORTERO CON DECORACIÓN

GEOMÉTRICA

Piedra (volcánica) tallada y pulida19,7 x 24,8 cm Posible procedencia: Pacopampa (departamento de Cajamarca, sierra norte)ca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000024886Inv. No. ML300007

Los morteros, especialmente

hallados en centros cere mo-

niales, probablemente se

empleaban en la preparación

de brebajes rituales que casi

con toda certeza incluyeron

sustancias psicoactivas.

5

VASIJA CON CABEZAS

HUMANAS

Piedra tallada y pulida3,2 x 4,8 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000046425Inv. No. ML300057

Las cabezas con colmillos que

miran hacia arriba presentan

rasgos adicionales, como un

pico de ave delante de la boca,

una cresta y una forma larga

enrollada a un extremo que se

ubica ya sea encima de la nariz

o saliendo de ella, y que es

parecida a la figura en el relieve

6

MANO DE MORTERO CON

DECORACIÓN EN RELIEVE

Piedra tallada y pulida29,3 x 11,6 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima Reg. Nac. No. 0000154510 Inv. No. MAA 3001-08856

El mango de esta mano de

mortero se encuentra decorado

con imágenes en relieve. En

el registro inferior se han re-

presentado cabezas de ave que

miran hacia arriba, enmarcadas

por garras, mientras que el

registro superior parece con-

tener serpientes y cabezas de

perfil con ojos excéntricos y

colmillos.

de barro de Garagay (véase

fig. 25). Esta última podría re-

presentar una nariz que moquea

luego de consumir sustancias

psicoactivas, como se puede

observar en las cabezas clavas

encontradas en Chavín de

Huántar (véanse cat. nos. 116

y 117). Las cabezas probable-

mente se encuentran en una

bolsa o red, como lo sugieren

los marcos de apariencia reti-

cular que las rodean, así como

la misma forma de la vasija

(véanse cat. nos. 1, 38 y 56).

Page 118: Chavin

CHAVÍN 229228 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

7

COLLAR CON DIJE EN FORMA

DE CABEZA

Piedra tallada y pulida, con incrustaciones en piedra verde (¿turquesa?)6,7 x 4,8 x 0,8 cm Estilo Cupisnique ca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000032173Inv. No. ML300028

Esta cabeza de perfil tallada

en piedra negra, con colmillos

y un ojo que mira hacia arriba,

corresponde a las representa-

ciones de humanos transforma-

dos, cuyos atributos, semejantes

a los de un animal, presumible-

mente muestran su adquisición

de poderes sobrehumanos y

su transición a otro estado de

percepción (véanse cap. 4.4;

cat. nos. 115-119). El collar fue

sin duda usado por una persona

de alto rango, probablemente

un sacerdote.

8, 9

MORTERO Y MANO DE

MORTERO EN FORMA DE

UN FELINO HÍBRIDO

Piedra tallada y pulidaMortero: 12 x 9,3 x 8,8 cm Mano de mortero: 9,8 x 5,1 cm Posible procedencia: Pacopampa (departamento de Cajamarca, sierra norte)ca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000033531, 0000033532Inv. No. ML300029, ML300030

Este mortero tiene la forma de

un felino, probablemente la de

un jaguar. Delante de la boca

con colmillos presenta una fosa

nasal esculpida con un énfasis

similar al de la escultura de

una cabeza de ave encontrada

en Chavín de Huántar (véase

cat. no. 114). Alrededor de cada

ojo aparece una serpiente en-

rollada cuya cabeza está incisa

en la oreja de la figura. Las

representaciones de serpientes

enrolladas alrededor de los

ojos son un rasgo común en las

estelas de Kuntur Wasi. La parte

inferior del cuerpo y las patas

están decoradas con círculos

concéntricos, en tanto que la

parte superior del cuerpo que

se proyecta encima está rodeada

por una tira de cabezas de perfil

fuertemente estilizadas, cogidas

entre dos bandas que se entre-

cruzan a intervalos regulares

(véanse cat. no. 56 y fig. 36).

La mano de mortero tiene forma

de cabeza de felino y está deco-

rada con círculos concéntricos.

Page 119: Chavin

CHAVÍN 231230 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

10

ESTELA ANTROPOMORFA

DE PACOPAMPA

Piedra tallada

109 x 48 x 43 cm

Posible procedencia: Pacopampa

(departamento de Cajamarca,

sierra norte)

Fase II de Pacopampa

ca. 800-500 a.C.

Museo Larco, Lima-Perú

Reg. Nac. No. 0000028306

Inv. No. ML300025

Esta escultura en piedra pro-

viene del centro ceremonial de

Pacopampa (véase cap. 3.2).

La figura mira hacia arriba y

algún objeto o sustancia no

identificable parece correr de

su boca. La zona de la frente

está dividida en dos partes.

Esta figura, es similar a la que

aparece en una columna del

Portal Blanco y Negro de Chavín

de Huántar (véase fig. 105),

11

FIGURINA DE UN SER

ANTROPOMORFO HÍBRIDO

CON COLMILLOS

Piedra pintada con pigmentos minerales8 x 3,5 x 2 cm Posible procedencia: Garagay (departamento de Lima, costa central)ca. 1200-800 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo de la Nación, LimaReg. Nac. No. 0000003035Inv. No. MN-1848

Es posible que esta figurina

provenga de Garagay, un centro

ceremonial de la “tradición

Manchay” (véase cap. 2.3).

Probablemente fue una ofrenda

votiva. La decoración pintada

está muy bien conservada,

gracias al clima seco del desierto.

ya que ésta también muestra

una boca con colmillos entre las

piernas, conocida por los inves-

tigadores como vagina dentada,

lo que indica que la figura sería

femenina.

Su cuerpo deriva su forma en

las cabezas de perfil que se

encuentran a derecha e izquier-

da de la boca entre las piernas.

Los antebrazos y manos levan-

tados están retratados a cada

lado de la estela. Las alas al

lado de cada pierna apuntan

diagonalmente hacia abajo.

La figura se parece bastante

a Ai-Apaec (“el decapitador”)

asociado a la cultura Mochica

(véase cap. 5.2) y especialmente

a la figura que aparece ilustrada

en cat. no. 169.

Page 120: Chavin

CHAVÍN 233232 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

12

MORTERO EN FORMA

DE FELINO (JAGUAR)

Piedra tallada, incisa y pulida 33 x 12,7 x 18,5 cm ca. 900-550 a.C.(procedencia desconocida)University of Pennsylvania Museum of Archaeology and Anthropology, PhiladelphiaReg. No. SA4627

13

LAJA ESCULPIDA CON UN

PERSONAJE SOSTENIENDO

UNA CABEZA HUMANA

Piedra (granito) tallada e incisa42,3 x 50,5 x 12 cm ca. primer milenio a.C. (procedencia desconocida, posiblemente Yurakyako)Fundación Museo Amano, LimaReg. Nac. No. 0000154498Inv. No. FMAL-000006

La laja esculpida en bajorrelieve

posiblemente provenga del

sitio aún poco conocido de

Yurakyako, que se encuentra

ubicado apenas 15 km al norte

de Chavín de Huántar. La figura

sostiene una cabeza decapitada

en su mano derecha. Las repre-

sentaciones de decapitaciones

son sumamente raras en el

arte Chavín, ya que en el sitio

mismo solo se halló un relieve

que incluía un motivo similar.

En lo que respecta al estilo, este

relieve está relacionado con las

representaciones de Cerro

Sechín (véanse caps. 2.5 y 4.2).

Este mortero probablemente

fue utilizado para preparar sus-

tancias psicoactivas. Desafor-

tunadamente se desconoce el

contexto arqueológico de su

descubrimiento, pero su icono-

grafía y estilo se asemejan

bastante a los de los relieves de

Chavín, en especial a los de la

Plaza Circular (véase fig. 115).

Es por ello que los investigado-

res creen que este objeto pro-

vendría de Chavín (Yurakyako

también fue sugerido como su

lugar de hallazgo). Al igual que

el objeto descrito en cat. no. 112,

la figura tiene una boca con

colmillos incisa en su lomo. La

decoración con cruces también

aparece en los jaguares de la

Plaza Circular, así como en el

relieve de una laja descubierta

en 2011. El motivo floral encima

de la pata delantera y debajo

de los ojos tal vez represente

un corte transversal del cactus

de San Pedro (Echinopsis pacha-

noi). Dos serpientes se escurren

de cada ojo y las fosas nasales

dilatadas son similares a las de

la escultura de la cabeza descri-

ta en cat. no. 118.

Page 121: Chavin

CHAVÍN 235234 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

14

ESPÁTULA CON UN SER

ZOOMORFO

Hueso lijado, tallado y pulido20,6 x 2,1 cm Posible procedencia: Las Haldas (valle de Casma, costa norcentral)ca. 1700-1300 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129843Inv. No. MO-12235

El objeto tridente o de tres

hojas, semejante a una planta,

que se encuentra delante de

la criatura —posiblemente un

jaguar— retratada en esta espá-

tula finamente trabajada, ha

sido identificado por algunos

investigadores como una planta

psicoactiva. El cuerpo y las ex-

tremidades de la figura están

decorados con bandas arremo-

linadas. El diseño es sumamente

similar al grafiti hallado en la

estructura 2 de Sechín Bajo, así

como a la criatura representada

en la espátula de Pallka (véanse

cap. 4.2, fig. 46) y fue fechada

fundamentalmente sobre la base

de las similitudes iconográficas

y estilísticas que hay entre ellas.

15

ARTEFACTO DE HUESO

CON DECORACIÓN TALLADA

(¿ESPÁTULA?)

Hueso lijado, tallado y pulido(evidencias de pintura roja)20,6 x 4,8 x 2,2 cm ca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000057121Inv. No. ML500082

Los complejos y enrevesados

motivos tallados en este

artefacto de hueso son difíciles

de interpretar. El hueso mismo

probablemente pertenezca a

un camélido.

Page 122: Chavin

CHAVÍN 237236 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

16

PLACA DE ORO CON TRES

SERES ANTROPOMORFOS

Oro martillado y repujado

44 x 18,1 cm

ca. 1200-500 a.C.

Museo Larco, Lima-Perú

Reg. Nac. No. 0000002812

Inv. No. ML100541

Este objeto es descrito ocasio-

nalmente como un pectoral,

pero como los únicos agujeros

para adherirlo se encuentran a

los lados y a lo largo de su base,

es más probable que se trate

de una corona que estuvo sujeta

a un tocado textil semejante a

un turbante, como las coronas

de oro encontradas en las mag-

níficas tumbas de Kuntur Wasi

(véanse cat. nos. 56, 69 y 78).

Una figura antropomorfa vista

de frente, se encuentra de pie

17

PLACA DE ORO CON UN SER

ANTROPOMORFO HÍBRIDO

Oro martillado y repujado10,8 x 21 cm ca. 1200-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.604

Esta placa decorativa, de pro-

cedencia desconocida, muestra

la misma vista frontal de una

figura que sostiene bastones

ceremoniales, tal como la que

aparece en la célebre Estela

de Raimondi (véase fig. 6) de

Chavín de Huántar. La figura

mira hacia arriba, tiene colmillos

en la boca, su cuerpo y extremi-

dades están formados por caras.

Una serie de serpientes le cuel-

gan a cada lado del cinturón y

de las rodillas. El diente entre

las piernas tal vez representa

el órgano sexual masculino

(cf. las figuras representadas

en el Portal Blanco y Negro de

Chavín de Huántar, véase fig.

105). El tocado luce cuatro

cabezas de serpiente que miran

hacia arriba y dos que cuelgan

a cada lado. El rostro, en parti-

cular parece haberse formado

de la unión dos cabezas de perfil

reflejadas entre sí (cf. las imá-

en el hexágono central enmar-

cada por serpientes y parece

sostener algo con ambas manos.

La boca tiene colmillos y los

pies y manos garras, además

hay serpientes tanto en el co-

bertor de la cabeza como en

el cinturón. La forma, postura

y atributos de la figura recuer-

dan a las representaciones de

la divinidad Mochica Ai-Apaec

(“el decapitador”, véanse

cat. nos. 10 y 169 y cap. 5.2).

La figura central está flanquea-

da por dos criaturas compues-

tas que se asemejan a las

aves. En un fragmento de

textil del Metro politan Museum

of Art de Nueva York (Inv. No.

1987.394.704) se representa

un motivo muy parecido.

genes encontradas en Kuntur

Wasi, como cat. no. 107). Si

rotamos la placa 180 grados, la

vincha se convierte en la mitad

superior de una boca con un

diente medio puntiagudo sobre

la cabeza de una criatura aérea

descendente, puesto que vistos

desde esta perspectiva, los

bastones o cetros a cada lado

parecen ser alas dobladas. Algo

parece estar saliendo de la boca

de la figura, que ahora mira

hacia abajo (cf. el textil descrito

en cat. no. 53). Tal vez la placa

busca retratar a un ser especial

que al haber alcanzado un

estado de percepción distinto

—los ojos vueltos hacia arriba—,

se encuentra ahora en comunión

con el ámbito de los dioses. En

dicho caso la segunda figura,

visible al invertir la placa, podría

representar la imagen descen-

dente de un dios.

Page 123: Chavin

CHAVÍN 239238 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

18

PLATO DE ORO CON MOTIVO

DE ROSTRO (¿PECTORAL?)

Oro martillado, repujado y champlevé12,3 x 2,5 cm ca. 1200-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.441

Se cree que este plato de oro

proviene de Chongoyape,

departamento de Lambayeque

(véase cap. 2.4). Las esquinas

de la boca, con tres colmillos

puntiagudos y dos serpientes

que sobresalen de ella, están

vueltas hacia arriba, al igual

que los ojos del rostro, parecido

al de un felino. Similar a la placa

de oro descrita en cat. no. 17,

al voltear esta pieza 180 grados

se revela una criatura distinta

que mira hacia abajo. El plato

tiene un borde trenzado.

19

CUCHARA CON UN HOMBRE

SOPLANDO UN PUTUTO

Oro y plata martillado, repujado y soldado11,1 x 2,6 x 3,6 cm ca. 1200-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.440

Esta cuchara bimetálica soldada

es uno de los objetos tridimen-

sionales de metal más antiguos

de la región andina. A veces se

menciona a Chongoyape, en el

departamento de Lambayeque,

como el supuesto lugar de

donde provendría esta pieza.

Sentada en el extremo de la

cuchara hay una figura que

sopla una trompeta de caracol

(pututo), que se cree es un

sacerdote o un participante de

alto rango en una procesión o

ceremonia. Sobre su espalda

se puede ver la representación

de un ave. Los relieves del

templo de Chavín de Huántar

también muestran a los parti-

20

BOTELLA EN FORMA DE

UNA CABEZA DE DRAGÓN

O DE FELINO

Cerámica modelada, incisa y pintada32,4 x 20,5 x 13,3 cm Estilo Tembladera (valle de Jequetepeque)ca. 1200-500 a.C.The Metropolitan Museum of Art, Nueva YorkColección Memoria Michael C. Rockefeller. Donación de Nelson A. Rockefeller, 1967Inv. No. 1978.412.203

El estilo alfarero Tembladera

toma su nombre del sitio

arqueológico homónimo, ubi-

cado en el valle medio del

Jequetepeque, donde los sitios

ceremoniales del Formativo

Medio (1200-800 a.C.) quedaron

repentinamente abandonados

hacia el 800 a.C. (véase cap.

2.3). Sin embargo, la cerámica

Tembladera que hoy custodian

los museos proviene de tumbas

y no de centros ceremoniales.

Esta botella en forma de una

cabeza de dragón es iconográ-

ficamente similar a la alfarería

de estilo Dragoniano hallada

en la Galería de las Ofrendas en

el templo de Chavín de Huántar

(véanse cat. nos. 125-134).

cipantes en una procesión

que soplan pututos (véase cat.

no. 111 y fig. 115). En la Galería

de las Caracolas, cerca de la

Plaza Circular del templo, se

hallaron veinte de estos instru-

mentos, algunos de ellos com-

plejamente tallados (véanse cat.

nos. 122-124). Los investigado-

res creen que el sonido del

pututo, tocado probablemente

en coros, tuvo un papel impor-

tante en los rituales religiosos,

puesto que estos instrumentos

también figuraban entre los

artefactos funerarios exclusivos

hallados en las tumbas de los

dignatarios debajo del templo

de Kuntur Wasi (véanse cat.

nos. 56-107). Soplarlos sin duda

era un acto profundamente sa-

grado, reservado solo para las

personas de alto rango. La cu-

chara probablemente fue utiliza-

da para el con sumo de psico-

activos durante los rituales.

Page 124: Chavin

CHAVÍN 241240 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

21

FIGURINA DE UNA PAREJA

ABRAZÁNDOSE

Cerámica modelada, incisa y pintada18,5 x 9 x 5 cm Estilo Tembladera (valle de Jequetepeque)ca. 1200-500 a.C.Saint Louis Art Museum, Missouri Donación de Morton D. MayInv. No. 186:1979

Un hombre y una mujer fueron

unidos aquí para formar una

sola figura. Los patrones en

sus rostros presumiblemente

representan joyas o pintura

facial. El hombre tiene un

tocado. Ambas figuras llevan

lo que probablemente es un

pectoral (de cuentas). Para más

información con respecto a la

cerámica de estilo Tembladera

véase la pieza ilustrada en

cat. no 20.

22

FIGURINA CON PINTURA

FACIAL

Cerámica modelada, incisa y pintada19,5 x 10,5 x 8 cm Estilo Tembladera (valle de Jequetepeque)ca. 1200-500 a.C.Museo de Arte de Lima. Ex Colección Óscar Rodríguez Razzetto. Donación Colección Petrus y Verónica FernandiniReg. Nac. No. 0000111622Inv. No. 2007.16.15

Esta figurina, que probablemen-

te representa a un varón, lleva

un tocado similar al del hombre

en la pareja abrazada de cat. no.

21, junto con lo que probable-

mente es un pectoral (de cuen-

tas) y un taparrabo. Para más

infor mación con respecto a la

cerá mica de estilo Tembla dera,

véase la pieza ilustrada en cat.

no. 20.

Page 125: Chavin

CHAVÍN 243242 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

23

BOTELLA ASA ESTRIBO

DE UN ACRÓBATA

Cerámica modelada, incisa, pulida y pintada25,4 x 15 x 20 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129881Inv. No. C-63693

Varias representaciones de

acróbatas de estilo Cupisnique

han subsistido en el registro

arqueológico. El acróbata era

un tema claramente importante,

pero no sabemos nada del signi-

ficado que tuvo en la sociedad

de ese entonces. La figura que

mostramos aquí yace en el piso

sobre su estómago y se dobla

hacia atrás, de modo tal que

su pecho y su cuello miran hacia

adelante mientras que sus pies

descansan sobre sus hombros.

El rostro está vuelto hacia

arriba y las manos de la figura

están apretadas contra su

cuerpo a la altura del pecho.

Una serpiente va subiendo por

el pecho del acróbata hacia

su garganta.

24

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UN PERSONAJE CORTÁNDOSE

LA GARGANTA

Cerámica modelada, incisa y

pintada

29 x 16 x 20 cm

Estilo Cupisnique/Tembladera

ca. 1200-500 a.C.

Ministerio de Cultura del Perú

Museo de la Nación, Lima

Reg. Nac. No. 0000003030

Inv. No. MN-10914

Este objeto de cerámica de

procedencia desconocida es

inusual en varios sentidos, por

lo que resulta difícil para los

investigadores establecer su

edad y su estilo cultural. No

muestra una criatura mítica

sino más bien un humano suici-

da conmovedoramente realista

y detallado. Se trata de un tema

que no aparece representado

en ningún otro hallazgo. En

efecto, se trata probablemente

de la única representación de

un suicida que se haya encon-

trado en toda Sudamérica.

La botella es asimismo inusual-

mente grande. En lo que se

refiere al estilo, la mejor atri-

bución de la figura es a la tem-

prana cultura Cupisnique (no

hay superficie pulida, tiene un

asa trapezoide, pico recto sin

un borde protuberante).

La figura está sentada con la

cabeza vuelta en 180 grados, de

modo tal que la parte posterior

de la misma descansa sobre sus

rodillas, mientras se corta su

propia garganta con el cuchillo

que lleva en la mano izquierda.

Las entrañas dentro de la herida

fueron reproducidas con deta-

lles gráficos. La figura viste un

taparrabo, orejeras y un tocado

dividido verticalmente (cf. la

estela de piedra de Pacopampa,

cat. no. 10), y tiene incisiones

que representan pintura cor-

poral o tatuajes tanto en el

rostro como en el cuerpo. Sobre

la espalda de la figura aparece

una criatura con rostro humano,

ojos excéntricos vueltos hacia

arriba y algo que le sale de la

boca.

Page 126: Chavin

CHAVÍN 245244 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

25

FIGURINA

Cerámica modelada, incisa, pulida y pintada22,5 x 9,5 x 7,5 cm Posible procedencia: Las Colinas de Ancón, región de la costa centralca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000001355Inv. No. C-54103

Los arqueólogos han vinculado

esta figurina —probablemente

femenina— con la cultura

Chorrera de Ecuador (ca. 1300-

300 a.C.), sobre la base de

ciertas similitudes estilísticas

(véase cap. 5.1). Sin embargo,

hasta la fecha se han estudiado

muy poco las conexiones exis-

tentes entre Ecuador y Perú

durante el Formativo. Es posible

que estas figurinas se usaran

en rituales domésticos. Su

forma y proporciones les dan

un aire tanto de serenidad como

de dignidad.

26

CUENCO CON MOTIVO DE

TORTUGA MARINA HÍBRIDA

Cerámica modelada, incisa y pulida23 x 4 cm Posible procedencia: Ancón, región de la costa centralca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000003029Inv. No. C-54014

Las representaciones de criatu-

ras compuestas como tortugas

marinas o peces son bastante

inusuales en el arte del Forma-

tivo. Esta representación her-

mosamente incisa de una cria-

tura con colmillos ocupa casi

todo el fondo del plato. Estilísti-

camente recuerda al estilo

Dragoniano de la Galería de las

Ofrendas del templo de Chavín

de Huántar (véanse cat. nos.

125-134).

Page 127: Chavin

CHAVÍN 247246 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

27

VASIJA EN FORMA

DE FRUTO

Cerámica modelada y pulida 18 x 14,5 x 6 cm Posible procedencia: Puémape, región de la costa norteca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo de la Nación, LimaReg. Nac. No. 0000002405Inv. No. MN-6190

Esta vasija probablemente

represente media lúcuma

(Pouteria lucuma). Esta fue

una fruta popular entre las

culturas del Formativo de la

región andina. También fue

un motivo común en la cerá-

mica de la cultura Mochica

de la costa norte peruana

(ca. siglos I-IX d.C.)

28

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

DOS ROSTROS DE PERFIL

Cerámica modelada, incisa y pulida 29 x 21 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, LimaReg. Nac. No. 0000029782Inv. No. ML015161

Dos cabezas que miran hacia la izquierda, unidas por una banda, fueron incisas en el cuerpo de esta botella, que tiene un tamaño inusualmente grande. Cada cabeza tiene colmillos y un ojo excéntrico que mira hacia arriba. El motivo es similar a las incisio-nes en la botella asa estribo de estilo Raku, encontrada en la Galería de las Ofrendas del templo de Chavín de Huántar (véase cat. no. 154). El motivo ilustrado probable-mente represente una metá-fora dualista.

Page 128: Chavin

CHAVÍN 249248 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

29

BOTELLA DE FORMAS

GEOMÉTRICAS

Cerámica modelada y pulida 26,2 x 15,5 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000024765Inv. No. ML010382

Los alfareros ciertamente no

se limitaron a realizar represen-

taciones figurativas, si no que

también crearon obras de arte

abstractas de formas geomé-

tricas, que para nosotros se ven

sorprendentemente modernas

(véanse cat. nos. 30 y 31).

30

BOTELLA DE FORMAS

GEOMÉTRICAS

Cerámica modelada y pulida 26,2 x 15,5 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000024764Inv. No. ML010381

31

BOTELLA ASA ESTRIBO

CON CUERPO RETORCIDO

Cerámica modelada y pulida 23,7 x 13,5 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129868Inv. No. C-61834

Page 129: Chavin

CHAVÍN 251250 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

32

BOTELLA ASA ESTRIBO DE UN

FELINO (¿JAGUAR?)

Cerámica modelada, incisa y pulida

21 x 14,6 x 23,2 cm

Estilo Cupisnique/Tembladera

ca. 1200-500 a.C.

The Metropolitan Museum of Art

Colección Memoria Michael

C. Rockefeller

Donación de Nelson

A. Rockefeller, 1968

Inv. No. 1978.412.217

Al igual que el mortero de

piedra de Chavín ilustrado en

cat. no. 12, esta botella proba-

blemente aluda a la forma de

un jaguar, el felino más podero-

so del bosque lluvioso tropical.

El patrón de círculos concéntri-

cos a menudo aparece en las

representaciones de felinos

33

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UN FELINO (¿JAGUAR?)

Cerámica modelada, incisa y pulida

23,7 x 12,5 x 25,5 cm

Estilo Cupisnique

ca. 1200-500 a.C.

Museo de Arte de Lima.

Ex Colección Óscar Rodríguez

Razzetto

Donación Colección

Petrus y Verónica Fernandini

Reg. Nac. No. 0000111547

Inv. No. 2007.16.9

Esta vasija figurativa también

luce círculos concéntricos que

representan el pelaje del animal.

La forma agazapada, las zarpas

prominentes con poderosas

garras extendidas y la boca

retraída hacia atrás para mos-

trar los dientes prestan a la

figura un aspecto dinámico y

agresivo.

34

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UN ROEDOR SENTADO

Cerámica modelada, incisa y pulida

15 x 10,5 x 20 cm

Estilo Cupisnique

ca. 1200-500 a.C.

Museo de Arte de Lima.

Ex Colección Óscar Rodríguez

Razzetto

Donación Colección

Petrus y Verónica Fernandini

Reg. Nac. No. 0000111528

Inv. No. 2007.16.4

Los roedores no son un motivo

común en la cerámica Cupisni-

que y, a diferencia de los felinos,

probablemente tenían poco

significado simbólico. Esta

figura está incorporada al asa

estribo de la botella, que se

recuesta hacia atrás en un

ángulo ligero.

que datan del Formativo (cf. el

relieve en piedra de Chavín de

Huántar en cat. no. 112). Induda-

blemente se quiso mostrar las

marcas en el pelaje del animal,

o bien se trata de una versión

simbólica de su piel. La panza

está rayada y los colmillos son

tridimensionales. La botella asa

estribo es una forma de vasija

de cerámica típica de las regio-

nes norteñas. Los alfareros

de la cultura Paracas (ca. 800-

200 a.C., véase cap. 2.2) en

la costa sur, recurrieron a los

mismos motivos, pero crearon

las llamadas botellas doble pico

y asa puente (cf. la botella

Paracas en cat. no. 166).

Page 130: Chavin

CHAVÍN 253252 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

35

BOTELLA ASA ESTRIBO

DE UN CAMÉLIDO (¿LLAMA?)

Cerámica modelada e incisa17,5 x 12,2 x 17,1 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000029699Inv. No. ML015078

Desde los tiempos más remotos,

los camélidos cumplieron un

papel fundamental en la vida de

las sociedades andinas (véase

cap. 3.1). En un primer momento

fueron cazados como alimento y

hacia el Formativo —si no antes—

ya habían sido domesticados

para usarlos como ganado y

animales de carga (véanse los

motivos de camélido en la cerá-

mica Mochica en cat. no. 173).

36

FIGURINA DE

UN MONO

Cerámica modelada, pulida y con decoración incisa e impresa23,2 x 11,5 x 15,2 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129859Inv. No. C-54035

37

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UNA MUJER AMAMANTANDO

A SU HIJO

Cerámica modelada, incisa y pulida 22,6 x 14,8 x 12,8 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000057219Inv. No. ML040342

Las escenas de la vida cotidiana

tienden a resultar particular-

mente conmovedoras para el

espectador moderno, pero son

mucho menos comunes en las

obras de arte del Formativo

que en las de la posterior cultu-

ra Mochica (siglos I-IX d.C.).

Esta figurina con la boca abierta

pudo haber servido como jarra.

La forma de su cola recuerda

a una figura que aparece en

un bajorrelieve del templo de

Chavín de Huántar (véase cat.

no. 110), y que algunos investi-

gadores han identificado como

un mono. El cuerpo, la cola y

los pies se encuentran inteligen-

temente balanceados, de modo

que la figura se encuentra sóli-

damente de pie. Si bien los

monos no eran nativos de los

valles de la costa peruana,

donde se halló esta figurina, sí

son comunes en toda la región

comprendida por el actual

Ecuador y la cuenca amazónica,

ubicada al otro lado de los

Andes. Las representaciones

de monos brindan así otra

prueba más de la extensa red

de interacción e intercambio

que hubo entre las sociedades

del Formativo.

Page 131: Chavin

CHAVÍN 255254 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

38 BOTELLA ASA ESTRIBO CON CUERPO CILÍNDRICO Y CABEZAS HUMANAS EN UNA RED

Cerámica modelada incisa y pulida21 x 11 cm Estilo Cupisnique ca. 1200-500 a.C.Fundación Museo Amano, LimaReg. Nac. No. 0000154499Inv. No. FMAC-000393

Sabemos que las cabezas de

esta botella asa estribo fueron

decapitadas (con la debida cau-

tela podríamos también decir

que constituyen cabezas trofeo)

porque tienen los ojos cerrados

y la boca vuelta hacia abajo,

posiblemente cerrada con espi-

nas de cactus. Las bocas de las

numerosas cabezas trofeo re-

tratadas por la cultura Nasca

(ca. 200 a.C.-650 d.C.), en la

costa sur peruana, fueron cerra-

das del mismo modo. Las redes

repletas de cabezas también

figuran en la decoración arqui-

tectónica de diversos centros

ceremoniales monumentales

(véase fig. 36), así como en los

motivos de varios artefactos

exclusivos, como la corona de

oro hallada en Kuntur Wasi

(véase cat. no. 56). La criatura

en forma de araña del plato de

piedra de cat. no. 1 también

tiene una red llena de cabezas

humanas sobre el lomo. Es po-

sible que la araña haya actuado

como decapitadora, a nombre

de la deidad suprema de la mito-

logía (véase cap. 2.3).

39

BOTELLA ASA ESTRIBO

CON UNA CABEZA FELINO

Cerámica modelada, incisa y pulida 25,2 x 17,6 x 12,4 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129858Inv. No. C-54033

Esta cabeza se alza sobre un

objeto en forma de luna cre-

ciente. La boca está repleta de

colmillos, las fosas nasales se

ven dilatadas y las cejas fuerte-

mente marcadas. El ojo derecho

mira hacia arriba y el izquierdo

tiene una serpiente enrollada

alrededor de él, cuya cabeza

apunta diagonalmente hacia

arriba a la izquierda. Estos

atributos son típicos de las

esculturas en piedra halladas

en el templo de Kuntur Wasi, en

la sierra norte (véase cap. 3.2,

cf. la escultura en piedra de

Kuntur Wasi en cat. no. 107).

El ojo excéntrico es típico de las

representaciones de personas

que están transformándose en

felinos. El proceso de transfor-

mación presumiblemente sim-

boliza la transición a un estado

de percepción distinto bajo la

influencia de sustancias psi-

coactivas, un tema central del

arte Chavín (véase cat. no. 40),

y también presente en las cabe-

zas clavas del templo de Chavín

de Huántar (véanse cat. nos.

115-119).

Page 132: Chavin

CHAVÍN 257256 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

40

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UNA CABEZA MITAD HUMANA,

MITAD ZOOMORFA

Cerámica modelada, incisa y pulida24,3 x 13,4 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000055585Inv. No. ML040218

Esta inusual botella asa estribo

representa uno de los temas

centrales del arte Chavín y nos

permite acceder a las prácticas

y nociones rituales de esta cul-

tura. La mitad izquierda del

rostro es humana y tiene un ojo

que mira hacia adelante. Dos

narices semejantes a un hocico

aparecen una encima de la otra,

y una cabeza animal sale de

la boca. Encima de la ceja está

el cuerpo de una serpiente

cuya cabeza descansa contra

el rostro, aproximadamente a

la altura de la oreja. La mitad

derecha del rostro retrata a un

ser transformado con atributos

animales, los que incluyen una

boca con dos colmillos puntia-

gudos, una nariz en forma de

hocico y un ojo excéntrico vuelto

hacia arriba. La mitad animal del

rostro está presen tada del

mismo modo que la mayoría de

los otros objetos que lucen el

mismo motivo, hallados en el

templo de Kuntur Wasi (cf. los

adornos colgantes de oro para

la oreja en cat. nos. 83, 84, o la

escultura en piedra de cat. no.

107). Los labios vueltos hacia

arriba en las esquinas nos per-

miten interpretar esta mitad del

rostro como una vista completa

de perfil (véanse cat. nos. 83 y

84). Este motivo parece repre-

sentar la transformación de una

persona en animal, proceso que

también vemos en las cabezas

clavas esculpidas del templo

de Chavín de Huántar (véanse

cat. nos. 115-119).

La transformación muy proba-

blemente represente a un sacer-

dote que adquiere poderes

sobrenaturales, tal vez debido

al consumo de sustancias psi-

coactivas, y que luego pasa a

otro estado de percepción en el

cual quizá tenía acceso al reino

de los dioses. El motivo podría

estar también referido al poten-

cial de un cambio de percepción.

En este contexto, el pico de la

botella de asa estribo podría

interpretarse metafóricamente,

puesto que es a la vez unificador

y dicotómico.

Page 133: Chavin

CHAVÍN 259258 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

41

BOTELLA ASA ESTRIBO

EN FORMA DE UN PUTUTO Y

UNA CONCHA DE SPONDYLUS

Cerámica modelada, incisa (pre o post-cocción) y pulida28 x 22,8 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo de Arte de Lima. Ex Colección Óscar Rodríguez Razzetto. Donación Colección Petrus y Verónica FernandiniReg. Nac. No. 0000111511Inv. No. 2007.16.2

Esta botella combina a los obje-

tos que probablemente se cons-

tituyeron como uno de los más

importantes de este contexto

cultural: una concha de ostra

espinosa (Spondylus princeps) y

una trompeta de caracol marino

(Strombus galeatus) o pututo.

Los pututos usados durante los

rituales religiosos eran guarda-

dos en la Galería de las Caraco-

las, cerca de la Plaza Circular

del templo de Chavín de Huántar

(véanse caps. 4.3 y 4.4; cat.

nos. 122-124). Tres de ellos

fueron incluidos como bienes

funerarios en A-TM 1, la tumba

de una persona de rango excep-

cionalmente alto en Kuntur

Wasi (véanse cat. nos. 64-66).

El Spondylus fue llevado cere-

monialmente a la cabeza de la

procesión representada en los

relieves del templo de Chavín

de Huántar (véase cat. no. 111,

fig. 115). Las antiguas culturas

mesoamericanas y de Sudamé-

rica usaron las ostras espinosas

fundamentalmente en rituales

de fertilidad. Ninguno de estos

animales marinos es nativo de

las aguas de la costa peruana,

lo que quiere decir que deben

haber sido importados de la

cuenca ecuatoriana del Guayas,

o incluso de regiones más leja-

nas, lo que constituye una evi-

dencia más de una red comer-

cial establecida. La criatura

sobrenatural ilustrada en el

cat. no. 108 es similar al Lanzón,

la escultura más importante

encontrada en Chavín de Huán-

tar, y sostiene una concha de

Spondylus en su mano izquierda

y un pututo en la derecha, su-

brayando así la gran importan-

cia que estos objetos tenían.

El pututo está decorado con

círculos concéntricos así como

con una criatura con colmillos

semejante a una serpiente, que

tiene un objeto desconocido que

le sale de la boca. Se ve clara-

mente el corte cerca de la aber-

tura que es típico de los pututos

del templo de Chavín, lo que

indica que el que aparece aquí

representa un pututo de Chavín

de Huántar (véanse los pututos

en cat. nos. 122-124).

Page 134: Chavin

CHAVÍN 261260 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

42

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE UN TUBÉRCULO

Cerámica modelada, incisa y pulida26 x 23 x 16 cm Posible procedencia: Puémape, región de la costa norteEstilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo de la Nación, LimaReg. Nac. No. 0000002395Inv. MN-6198

43

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE TRES TUBÉRCULOS

(¿YUCA?)

Cerámica modelada, incisa y pulida19 x 16 x 15,5 cm Posible procedencia: Puémape, región de la costa norteEstilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo de la Nación, LimaReg. Nac. No. 0000002397Inv. MN-6181

Tanto la forma de los tres

“tubérculos” como las incisio-

nes en esta botella de diseño

imaginativo, coinciden con la

raíz de la planta de la yuca.

Esta, conocida también como

mandioca (Manihot esculenta),

es un antiguo cultivo de la

región andina (véase cap. 2.1).

44

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

MOTIVOS EN FORMA DE S

Y DISEÑOS IMPRESOS

Cerámica modelada, impresa y pulida21,6 x 12,8 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129860Inv. No. C-54036

Los motivos representados en

esta pieza podrían ser maníes,

que se cultivaron en los Andes

desde épocas remotas (véase

cap. 2.1), o podría tratarse

también de algún otro producto

agrícola.

45

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE UNA FRUTA

Cerámica modelada, incisa y pulida23 x 14,3 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129867Inv. No. C-6390

La fruta representada en esta

botella podría ser la guanábana

(Annona muricata).

La botella en forma de un tubér-

culo que se muestra aquí tiene

cabezas de perfil incisas que

miran en direcciones opuestas.

Los ojos miran hacia arriba y

las esquinas de la boca están

jaladas hacia abajo, lo que posi-

blemente indica que se trataría

de cabezas decapitadas (cabe-

zas trofeo), a pesar de que los

ojos no están cerrados como

suelen aparecer en este tipo

de cabezas.

Page 135: Chavin

CHAVÍN 263262 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

46

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE UN CACTUS

Cerámica modelada y pintada, con decoración incisa e impresa34,2 x 12 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129857Inv. No. C-54032

Esta botella, inusualmente alta,

fue pintada con color tipo

engobe previo a su cocción.

Probablemente se trate de la

representación de un tallo del

cactus San Pedro (Echinopsis

pachanoi). Aun hoy, los chama-

nes tradicionales usan esta

planta, que contiene mezcalina,

para preparar una poción

psicoactiva llamada huachuma.

La Iglesia Católica viene inten-

tando detener esta práctica

desde el siglo XVI, pero jamás

ha sido erradicada del todo.

Uno de los relieves mejor con-

servados de la Plaza Circular

de Chavín de Huántar muestra a

un hombre que lleva un tallo del

cactus San Pedro. Las primeras

señales de su transformación

son claramente visibles (véase

fig. 113). La poción tal vez se

guardaba en esta botella (véase

cat. no. 94). Unas cabezas de

perfil sumamente estilizadas

y con ojos excéntricos fueron

incisas alrededor de la base de

la botella. Las concentraciones

de tres puntos que aparecen

encima de ellas resultan parti-

cularmente llamativas.

47

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE FRUTOS

Cerámica modelada y pintada22,2 x 15 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000030058Inv. No. ML015437

Esta botella, pintada con un

engobe negro y rojo previo a

su cocción, tiene forma de dos

frutas grandes y dos pequeñas,

posiblemente pepino dulce

(Solanum muricatum). La vasija

tiene un parecido notable con

la botella asa estribo de estilo

Wacheqsa hallada en la Galería

de las Ofrendas en el templo

de Chavín de Huántar (véase

cat. no. 143).

48

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

DOS CABEZAS DE AVE Y

DECORACIÓN GEOMÉTRICA

Cerámica modelada, incisa y pintada21,8 x 16,5 x 13,5 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000057208Inv. No. ML040330

Esta botella pintada con un

engobe negro y rojo tiene

proporciones armoniosas. Las

dos pequeñas cabezas de ave

representadas probablemente

sean búhos.

Page 136: Chavin

CHAVÍN 265264 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

49

BOTELLA ASA ESTRIBO

CON DOS SERPIENTES

Cerámica modelada y pintada, con decoración incisa e impresa23 x 13,3 x 16,7 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000024891Inv. No. ML010501

50

BOTELLA ASA ESTRIBO

EN FORMA DE UN ANIMAL

Cerámica modelada y pintada, con decoración incisa (posiblemente post-cocción)26,5 x 26,5 x 18 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo de Arte de Lima. Ex Colección Óscar Rodríguez Razzetto Donación Colección Petrus y Verónica FernandiniReg. Nac. No. 0000111579Inv. No. 2007.16.11

El rostro redondeado de esta

botella zoomorfa es similar a

fig. del cat. no. 51 y se parece

al de un mono tití, que hoy en

día es nativo de la cuenca

amazó nica (véase cat. no. 36).

La decoración incisa en esta

botella, pintada con engobe

rojo y negro pre-cocción, es en

cambio difícil de descifrar. En

el pecho izquierdo se puede ver

un ojo excén trico y lo que tal

vez represente el pico de un ave.

Las dos serpientes con colas

que sobresalen encima de sus

cabezas fueron cubiertas con

un tipo de engobe rojo y negro

antes de la cocción y fueron

decoradas con un patrón de

círculos concéntricos. La boca

con dos dientes puntiagudos

recuerda la de un felino, en

tanto que el diseño de la cabeza

es similar al de la cabeza de

serpiente de los relieves en

piedra de Chavín de Huántar

(cf. por ejemplo los cabellos

de serpiente del ser sobre-

natural de cat. no. 108). Ambas

serpientes están enrolladas

en forma de gotas y el espacio

entre ellas fue decorado me-

diante la técnica del estampado.

Page 137: Chavin

CHAVÍN 267266 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

51

BOTELLA ASA ESTRIBO EN

FORMA DE UN ANIMAL

Cerámica modelada y pintada, con decoración incisa26 x 12 x 15 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo de la Nación, LimaReg. Nac. No. 0000002402Inv. No. MN-9831

Esta botella probablemente

tenga la forma de un mono

tití (véanse cat. nos. 36, 50).

Las formas pintadas e incisas

en su cuerpo, sin embargo, son

difíciles de interpretar.

52

BOTELLA ASA ESTRIBO

EN FORMA DE UNA CASA

Cerámica modelada y pulida, con decoración incisa 27 x 15,1 x 12,5 cm Estilo Cupisniqueca. 1200-500 a.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000030061Inv. No. ML015440

Esta casa con su techo a dos

aguas se alza sobre un pedestal

que tiene una escalera incisa en

él. Aunque podría tratarse

de una vivienda privada, es rela-

tivamente poco lo que sabemos

sobre la arquitectura doméstica

durante el Formativo, y los

hallazgos arqueológicos tienden

a decirnos muy poco sobre la

forma de los techos. Por lo tanto,

las representaciones de la vida

cotidiana y de la arquitectura

como la de esta botella, nos

proporcionan una ventana hacia

el pasado.

Page 138: Chavin

CHAVÍN 269268 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

53

FRAGMENTO DE TEJIDO CON REPRESENTACIÓN DE SACERDOTE/SER DIVINO

Tela de algodón pintada Algodón78,5 x 27,4 cm ca. 800-500 a.C.Colección Precolombina, Dumbarton Oaks, Washington D.C.Inv. No. PC.B.580

Este fragmento textil forma

parte de la colección de Dum-

barton Oaks desde 1964.

Presuntamente fue encontrado

en la misma tumba que aquel

que tiene el número de inventa-

rio B.544, también de Dumbar-

ton Oaks. El presunto lugar del

hallazgo es Callango, en el valle

de Ica, en la costa sur del Perú.

Todos los hallazgos de textiles

fueron realizados en la costa,

puesto que las condiciones cli-

máticas del desierto son ideales

para la preservación de materi a-

les orgánicos. Desafortunada-

mente, en la mayoría de los

casos los contextos arqueoló-

gicos de los textiles que se

encuentran en los museos no

son conocidos, puesto que per-

tenecen a colecciones antiguas.

Afortunadamente, hace poco

se descubrió un fragmento textil

en el sitio de Coyungo, en el

valle bajo del Río Grande, duran-

te la excavación de una tumba

huaqueada, y este nuevo frag-

mento textil encaja perfecta-

mente en una esquina del textil

B.544 de la Colección de Dum-

barton Oaks (véase Kaulicke

et al. 2009). Este textil, cuyo

fechado radiocarbónico lo ubica

entre 800-500 a.C., podría

también provenir de la tumba

de Coyungo. Se trata de un

tejido llano de algodón con

urdimbres con dos cabos retor-

cidos y con trama de algodón

de un solo cabo torcido en Z.

Esta técnica es inusual en los

textiles de la cultura Paracas

(ca. 800-200 a.C.; véase

cap. 2.2) de la costa sur, y la

iconografía de la pieza parece

también estar más cerca de la

cultura Chavín, ubicada mucho

más al norte. Podemos por ello

asumir que, en esta época, los

textiles fueron un medio impor-

tante para comunicar y difundir

imágenes. Estos eran transpor-

tados a través de grandes dis-

tancias, ya fuera como presen-

tes o como artículos destinados

al comercio o el trueque. Este

textil, del cual solamente ha

subsistido la parte superior,

muestra una vista frontal de

la misma figura de la célebre

Estela Raimondi de Chavín de

Huántar (véase fig. 6). La figura

sostiene un objeto semejante a

un bastón en cada mano, confor-

mado por un conjunto complejo

de cabezas y otros elementos.

Los ojos de la figura están vuel-

tos hacia arriba y su boca tiene

colmillos largos y poderosos.

Dos serpientes emergen de los

lados de su tocado de plumas:

una de ellas apunta diagonal-

mente hacia abajo y la otra hace

lo mismo hacia arriba. Si gira-

mos el textil 180 grados, el

tocado se convierte en la mitad

superior de la boca de una cria-

tura voladora descendente con

un filudo diente medio. Algo

parece estar saliendo de la boca

de este ser que mira hacia abajo

(cf. la placa decorativa de oro de

cat. no. 17). La primera vista

podría representar un personaje

eminente que, al haber alcanza-

do un estado alterado de per-

cepción, mira hacia arriba y se

comunica con el reino de los

dioses; la segunda represen-

taría, entonces, el arribo de

una deidad.

Page 139: Chavin

CHAVÍN 271270 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

54

DOS FRAGMENTOS DE TEJIDO CON SEIS ROSTROS HUMANOS

Tela llana de algodón con diseño de hilos flotantes y orillos con bordado tridimensionalAlgodón112 x 61,2 cm ca. 800-500 a.C.The Cleveland Museum of Art, Ohio, Fondo John L. SeveranceInv. No. 1985.139

Se dice que este textil bien

conservado proviene de una

tumba del valle de Ica. A dife-

rencia del textil representado

en cat. no 53, los motivos en

este se produjeron tejiendo con

hilos suplementarios flotantes,

de diferentes colores, una téc-

nica más compleja y sofisticada.

El textil muestra seis criaturas

antropomorfas con los ojos

vueltos hacia arriba; las esqui-

nas de su boca están vueltas

hacia arriba y las fosas nasales

están dilatadas. Los cuatro

elementos largos que salen del

costado de la boca y los filudos

elementos centrales podrían

ser colmillos, pero también

simbolizarían la descarga que

sale de la boca o la nariz des-

pués de consumir sustancias

psico activas. Las cabezas están

dispuestas sobre bandas deco-

radas con dientes.

Page 140: Chavin

CHAVÍN 273272 Artefactos del Formativo Temprano, Medio y Tardío

55

TEJIDO CON SERES ANTROPOMORFOS HÍBRIDOS

Tela llanaAlgodón253 x 70 cm ca. 800-500 a.C.Fundación Museo Amano, LimaReg. Nac. No. 0000154497Inv. No. FMAT 003230

Los investigadores asocian esta pieza grande e inusual-mente bien conservada con los “textiles de Carhua”. Carhua es un cementerio que se remonta al periodo Paracas Temprano (ca. 800-500 a.C.) en la costa sur, ubicado apenas a unos cuan-tos kilómetros de la península del mismo nombre, y de la cual la cultura Paracas deriva su nombre. En la península de Paracas se descubrieron los célebres fardos funera-rios, con sus ricos textiles de estilo Paracas/Nasca (véanse cat. nos. 164 y 165). Aunque no está claro si esta pieza

fue encontrada realmente en Carhua o no, se trata proba-blemente de un fragmento de un gran poncho o de una prenda semejante a un manto, puesto que las figuras están dispuestas de acuerdo a una simetría que se orienta en un eje central, lo que significa que, de haberse usado sobre el hombro, las figuras esta-rían de pie tanto adelante como atrás.En el textil están representa-das criaturas antropomorfas compuestas, con ojos que miran hacia arriba, colmillos y garras. Están retratadas de perfil y sostienen lo que

probablemente son bastones en forma de serpiente. Cada figura lleva un tocado y un cinturón, del cual cuelgan dos serpientes. Podría tratarse de sacerdotes capaces de entrar a distintos estados de percep-ción. También se pueden dis-tinguir el labio superior de bocas con colmillos y diversas cabezas y zarpas. Textiles como este habrían sido artí-culos suntuarios extremada-mente preciosos, reservados solo para unas cuantas per-sonas de alto rango, y que en el momento de su muerte habrían formado parte del ajuar funerario.

Page 141: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 275274

Las tumbas de Kuntur Wasi El trabajo realizado por la Misión Arqueológica de la Universi-dad de Tokio figura entre los grandes logros pioneros de la arqueología andina. Durante la década de 1960, el equipo llevó a cabo tres campañas de excavación en Kotosh, en la sierra norte de Huánuco, cuyos resultados cambiaron radicalmente nuestra imagen de la temprana historia cultural de la región centroandina (véanse introducción al cap. 3 y cap. 3.2). En 1988 se iniciaron las excavaciones en Kuntur Wasi bajo la dirección de Yoshio Onuki, uno de los coautores de este libro e integrante del equipo arqueológico de Kotosh. El sitio de Kuntur Wasi (“nido de cóndor” en quechua) se encuentra hermosamente situado encima de una cadena de montañas en el departamento de Cajamarca, a 2,300 metros por encima del nivel del mar. Las excavaciones a gran escala realizadas allí entre 1988 y 2003 permitieron que este importante sitio fuera estudiado con una sólida base científica (véase Onuki e Inokuchi 2011).

Es posible dividir los hallazgos arqueológicos en cuatro grandes fases cronológicas (véase cap. 3.2), la más antigua de las cuales se conoce como Ídolo, fechada entre 950 y 800 a.C. Esta fase deriva su nombre de una figura de barro a la que se dio el nombre de “el Ídolo” (véase cat. no. 90), descubierta por los arqueólogos en 1990, al pie del muro de una habitación que data de este periodo. En las estructuras ceremoniales levantadas durante esta fase se halló la cerámica típica de la sierra norte. El sitio de Cerro Blanco, ubicado a 1,5 km al norte de Kuntur Wasi sobre la misma cadena de montañas, también fue construido en esta época.

Está claro que algunos cambios fundamentales tuvieron lugar durante la subsiguiente fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.): mien-tras que Cerro Blanco fue abandonado, en Kuntur Wasi se erigió un imponente centro ceremonial (véase fig. 64). Las estructu-ras de la anterior fase Ídolo quedaron cubiertas íntegramente y se levantó un muro macizo de contención de piedra de tres niveles, para que encerrara un área en la cima del cerro, a la que se accedía a través de una escalinata central. Los arqui-tectos erigieron aquí una plaza central rectangular que medía 24 x 23,5 m, a la que rodeaban cuatro estructuras de plata-formas. A continuación se edificó una plaza circular de 16 m de diámetro, detrás de la plataforma central y de los edificios que la rodean. Se colocaron alrededor de una docena de grandes esculturas en piedra y se instalaron algunos canales subterrá-neos con salidas en el macizo muro de contención para el agua.

La disposición de las plataformas, la plaza circular y la plaza central rectangular son elementos arquitectónicos que ya contaban con una larga tradición en la costa peruana (véase cap. 3.2). En consonancia con estos cambios arquitectónicos, la fase Kuntur Wasi también vio la repentina aparición de una nueva forma de cerámica pulida muy fina —proveniente con toda probabilidad de la costa—, al mismo tiempo que la pro-ducción local de vasijas de cerámica (estilo Sangal) proseguía.

El descubrimiento de las tumbas de oro de Kuntur Wasi ha pasado a la historia de la arqueología como un acontecimiento realmente sensacional. Siete de las nueve tumbas plenamente conservadas descubiertas hasta la fecha en este sitio datan de la fase Kuntur Wasi, en tanto que las otras dos corresponden a la subsiguiente fase denominada Copa (550-250 a.C.). Los difuntos fueron enterrados junto con un total de doscientos objetos de oro exquisitamente trabajados, así como otros bienes funerarios: un hallazgo que marca el uso más temprano que se conozca de artefactos ceremoniales finamente produ-cidos de oro en las Américas. Particularmente revelador resultó el contexto arquitectónico de las tumbas de la fase Kuntur Wasi, que permitió a los investigadores recrear la historia del sitio como sigue: al inicio de esta fase, hacia 800 a.C., los constructores demolieron primero las viejas estructuras de la fase Ídolo para dejar así el sitio despejado para el nuevo centro ceremonial. A continuación instalaron los pozos de las tumbas con cámaras laterales, donde colocaron a los difuntos junto con sus objetos preciosos. Las tumbas fueron entonces selladas y cubiertas íntegramente, y se erigió el macizo muro de con-tención para que se pudieran levantar la plataforma central y la escalinata encima de las tumbas. A partir de este hecho podemos concluir que estas inusuales tumbas eran una parte integral del nuevo centro ceremonial, y es muy improbable que las personas enterradas hayan fallecido durante el proceso de planificación o construcción. Al contrario es muy probable que las momias fueron transportados a su lugar de descanso final como parte del proceso de construcción. Los valiosos bienes funerarios son de estilo Cupisnique y es muy posible que provengan de la costa norte. Parece por ello factible que hacia 800 a.C., unas vigorosas comunidades costeñas hayan viajado a Kuntur Wasi con la intención de establecer un nuevo centro ceremonial de acuerdo con sus tradiciones, en un sitio que ya era importante. Los centros ceremoniales de la costa que daron abandonados en esta misma época (véase cap. 2.3). Los restos descubiertos en las tumbas de Kuntur Wasi cierta-mente son de personas con un rango excepcionalmente alto, tal vez miembros de una poderosa casta sacerdotal. Sus tumbas podrían muy bien haber correspondido a un culto a los ante-pasados que ayudó a cimentar la compleja jerarquía social y la cohesión ritual. Hasta la fecha no se ha probado la existencia de tales miembros de una elite en Chavín de Huántar, y las tumbas de Kuntur Wasi representan la evidencia directa más temprana de una clase de elite: un hallazgo de inmensa impor-tancia para los arqueólogos que, tomado en conjunto con otros descubrimientos hechos en el sitio, nos dan pruebas de una sociedad compleja (véase cap. 1).

La parte inicial del primer milenio a.C. fue una época particu-larmente turbulenta para la región centroandina. La fase Kuntur Wasi coincide con el periodo de más intensa actividad constructora en Chavín de Huántar: la fase Blanco y Negro (ca. 900-550 a.C.; véase cap. 4.3), y hay evidencias de un cambio cultural significativo durante este periodo, incluso en partes lejanas de la costa sur (véase cap. 2.2).

La subsiguiente fase Copa (550-250 a.C.) vio la prolongación de una actividad intensiva en el centro ceremonial. La arqui-tectura de la fase anterior no fue destruida, pero sí fue remo-delada extensamente (véase fig. 67), y se estableció un nuevo estilo alfarero local: cerámica pintada en rojo y blanco, la mayor parte de la cual son formas de copas abiertas con deco-ración geo métrica incisa, pero hay también otras formas más que representan tanto a humanos como a animales (véanse cat. nos. 92, 93, 96). La fase Sotera (ca. 250-50 a.C.) vio cómo la grandeza de Kuntur Wasi como centro ceremonial llegaba a su fin. Cerro Blanco, por su parte, fue reconstruido y vuelto a ocupar; la cerámica de este periodo tiene cierto parecido con la del valle de Cajamarca, lo que indica aún más convulsiones sociales (véase cat. no. 97).

Las notables similitudes existentes entre los bienes funerarios de Kuntur Wasi aquí presentados y los numerosos objetos descubiertos en el centro ceremonial de Chavín de Huántar, indican o bien la existencia de algún tipo de vínculo entre estos dos centros ceremoniales, o cuando menos implican que forma-ban parte de una esfera de interacción común. De particular interés en este sentido son las similitudes iconográficas entre los siguientes objetos: cat. nos. 68 y 114; cat. nos. 83, 84 y 119; cat. nos. 95 y 119; cat. nos. 64 y 123. Podemos también asumir que los textiles, en particular, tuvieron un papel importante en la transmisión de las imágenes. Sabemos que ellos eran transportados a través de grandes distancias, ya fuera como presentes o como productos para el comercio o el trueque (véase cat. no. 53).

Selección de los objetos de la tumbas de Kuntur Wasi:Tumba A-TM 1: cat. nos. 56-68Tumba A-TM 2: cat. nos. 69-77Tumba B-TM 1: cat. nos. 78-89Hallazgos adicionales: cat. nos. 90-107

Page 142: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 277276

56

CORONA DE ORO CON

CATORCE ROSTROS HUMANOS

85% oro (Au), 15% plata (Ag)Martillado y repujado, con anillos conectores18 cm alto, 250 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147861Inv. No. MKW-81304

Cada una de las catorce peque-

ñas láminas de oro suspendidas

de dos anillos dentro de las

aberturas hexagonales de esta

corona representa un rostro

humano visto de frente. Estas

representaciones son comunes

en la iconografía de estilo Cupis-

nique de la costa norte (véanse

caps. 2.4 y 4.2; fig. 131, cat. nos.

1 y 38; cf. también las imágenes

de la cultura Mochica, cap. 5.2).

El motivo podría estar relaciona-

do con una deidad araña como la

que vimos en cat. no. 1 llevando

una bolsa con cabezas humanas

sobre el lomo. El marco hexago-

nal que rodea a los rostros po-

dría representar una de estas

bolsas. La corona de oro no fue

usada directamente sobre la

cabeza, sino que fue cosida a un

textil burdo.

TUMBA A-TM 1

La tumba A-TM 1, al igual que la

A-TM 2 y una tercera tumba, fue

descubierta en 1989 en el lado

occidental del complejo, debajo

del piso de la plataforma cen-

tral. Los restos de un hombre

de cincuenta a sesenta años de

edad, de 1,54 m de altura y con

el cráneo artificialmente defor-

mado, fueron encontrados en

posición sentada en una cámara

lateral del pozo funerario de

2,25 m de profundidad. Sus

piernas estaban dobladas y la

cabeza y el torso habían caído

al piso. La cabeza estaba fuerte-

mente manchada con cinabrio.

El ajuar funerario incluía dos

artefactos de oro (la placa de

oro en forma de anillo no figura

acá), seis objetos de piedra, tres

pututos (trompetas de caracol

marino) y tres vasijas de cerá-

mica. Los tres pututos estaban

delante del cuerpo, mientras

que las vasijas de cerámica se

hallaban aproximadamente a un

metro a su derecha. Los demás

objetos fueron colocados cerca

de la cabeza.

Page 143: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 279278

57

BOTELLA ASA ESTRIBO DE

UN AVE (¿UN ÁGUILA ARPÍA?)

Cerámica modelada, incisa, engobe rojo y pintura blanca23,5 x 10,5 x 21,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147871Inv. No. MKW-81207

58

BOTELLA CON CUERPO

ESFÉRICO, CUELLO ALTO Y

DECORACIÓN DE CÍRCULOS

CONCÉNTRICOS

Cerámica modelada, incisa e impresa, con pintura roja sobre naranja15 x 11,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147862Inv. No. MKW-81208

Page 144: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 281280

59

COMPOTERA DE CERÁMICA

Cerámica modelada10 x 20,3 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147863Inv. No. MKW-81209

62, 63

CUENTAS DE PIEDRA BLANCA

Piedra (crisocola) alisada, perforada y pulida3,3 cm/1,8 cm1,3 cm/1,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147877, 0000147878Inv. No. MKW-81212, MKW-81213

60, 61

DOS OREJERAS DE PIEDRA

DE COLOR AZUL-VERDE

Piedra (crisocola) alisada, perforada y pulida4,5 x 1,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147864, 0000147865Inv. No. MKW-81210, MKW-81211

Page 145: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 283282

64, 65 y 66 (siguiente página)

TROMPETAS DE CARACOL

(PUTUTOS)

Caracol, cortado hacia la puntaCat. No. 64 incisa23cm/23cm/21 cm largo19 cm/20 cm/16 cm ancho15 cm/14 cm/13 cm altoFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147879, 0000147881,0000147880Inv. No. MKW-81214, MKW-81216, MKW-81215Dibujo del cat. no. 64

Estos pututos no tienen el

corte cerca de la abertura que

resulta típico de los pututos

de estilo Chavín (véanse cat.

nos. 122-124). El caracol marino

Strombus, es nativo de las

aguas costeras tropicales del

Ecuador y tendría que haber

sido llevado al Perú. Las in-

cisiones en el pututo de cat.

no. 64 son de estilo Cupisnique,

lo que prueba que sería de la

costa norte peruana. La deco-

ración, especialmente la del

espiral exterior, es muy parecida

a la del pututo de Chavín de

Huántar de cat. no. 123, al igual

que la iconografía y la forma

en que los dibujos incisos han

sido dispuestos en bandas.

Page 146: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 285284

68

PENDIENTE DISCOIDAL

LATERAL CON CABEZA DE AVE

Piedra alisada, cortada y pulida8,5 x 6 x 1 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147883Inv. No. MKW-81218

67

PLACA DE PIEDRA

BLANCA

Piedra (calcedonia) alisada y perforada11,5 x 8 x 0,8 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147882Inv. No. MKW-81217

La forma del pico del ave es

exactamente la misma que

aparece en la escultura de

piedra procedente de Chavín

de Huántar e ilustrada en cat.

no. 114. El agujero al centro

presumiblemente es un ojo.

Las similitudes estilísticas entre

la cabeza de piedra de Chavín

de Huántar de cat. no. 119 y los

pendientes de joyería en cat.

nos. 83, 84 de la tumba B-TM 1

también dan fe de los tempranos

contactos entre Kuntur Wasi

y Chavín de Huántar, pero no

tenemos evidencia alguna de

la forma e intensidad de dicho

intercambio.

66

TROMPETA DE CARACOL

(PUTUTO)

Page 147: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 287286

TUMBA A-TM 2

La tumba A-TM 2 se encuentra

a apenas 1,3 m de la tumba

A-TM 1 y también fue excavada

en 1989. Su pozo de 2,5 m de

profundidad tenía 1,5 m de diá-

metro. Aquí también se enterró

al muerto en una cámara lateral

que apuntaba hacia el sudeste,

de modo tal que la estructura

como un todo se hallaba en el

centro de la plataforma. Los

restos de un hombre de unos

sesenta años de edad se encon-

traban mal conservados, pero

los investigadores lograron

establecer que fue enterrado

mirando al pozo de la tumba

69

CORONA DE ORO CON

CINCO CARAS DE FELINO

ESTILIZADAS

63% oro (Au), 37% plata (Ag)Martillado y repujado48 cm largo desenrollada13,5 cm, 180 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147884Inv. No. MKW-81219

En esta corona, los rostros de

felino se encuentran invertidos

entre sí en 180 grados de modo

intercalado. Las dos medias

caras a cada extremo de la

corona abierta forman un rostro

completo cuando se juntan los

extremos. En Kuntur Wasi son

comunes las medias imágenes

que producen un todo cuando

se las alinea correctamente.

Por ejemplo, las dos cabezas

de perfil de los adornos colgan-

tes de oreja de la tumba B-TM 1

(véanse cat. nos. 83, 84)

muestran una vista frontal de

una cara completa cuando se

les junta (véase también cat.

no. 107). Un rasgo sumamente

inusual aquí es la lengua exten-

dida (¿o se trata acaso de un

largo diente medio?: cf. la

figura central en cat. no. 70).

La corona de oro fue cosida a

un textil burdo y no se la llevó

directamente sobre la cabeza.

en la misma posición que el

hombre de la tumba A-TM 1.

Aquí también el cráneo estaba

teñido de rojo con cina brio.

El ajuar funerario incluía cinco

piezas de joyería de oro, tres

cuentas de piedra y una taza

de cerá mica. Esta tumba con-

tenía más objetos de oro que

ninguna otra tumba de Kuntur

Wasi, y las representaciones

figura tivas son todas de felinos,

probablemente jaguares. La

ubicación central de la tumba

indica que la per sona enterrada

en ella era de más alto rango.

Page 148: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 289288

70

NARIGUERA DE ORO CON

FELINO Y DOS FIGURAS

HUMANAS (¿NIÑOS GEMELOS?)

79% oro (Au), 21% plata (Ag)Martillado y repujado, con anillos conectores16,5 x 11 cm, 34 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147888Inv. No. MKW-81223

71

NARIGUERA DE ORO EN

FORMA DE H Y DISEÑO

COMPLEJO CON CARAS

DE FELINO

76% oro (Au), 24% plata (Ag)Martillado y repujado16 x 17,5 cm, 71 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147887Inv. No. MKW-81222

Al centro de la mitad superior

de esta nariguera hay dos cabe-

zas de perfil que se miran mu-

tuamente. A izquierda y derecha

de ellas hay zarpas, como si la

criatura estuviera extendida.

La boca cavernosa de la cabeza

de felino mostrada de frente es

evocada gráficamente por el

espacio recortado en la mitad

inferior de la nariguera. La man-

díbula inferior no existe y pare-

cería haber una serpiente enro-

llada alrededor del ojo izquierdo.

Los cuatro motivos de cada

esquina de la nariguera proba-

blemente sean cabezas de ave

(cf. cat. no. 68).

72, 73

DOS ADORNOS COLGANTES

DE ORO CON ROSTROS DE

PERFIL DE FELINO

73% oro (Au), 27% plata (Ag)Martillado y repujado18 x 9,5 cm, 62 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147885, 0000147886Inv. No. MKW-81220, MKW-81221

Estas dos placas rectangulares

muestran una imagen en espejo

del mismo motivo: dos cabezas

de perfil con colmillos y ojos

excéntricos vueltos hacia arriba.

El tocado recuerda al águila

harpía, el ave de rapiña más

poderosa de la cuenca amazó-

nica. Las cabezas de cada placa

están unidas por dos bandas

(cf. cat. nos. 28, 154) y cada

una tiene una zarpa con garras

debajo.

Al centro de esta nariguera se

encuentra una vista frontal de

un felino con largos colmillos

y fosas nasales dilatadas. La

figura pareciera estar volando

en descenso hacia nosotros,

puesto que las dos zarpas pos-

teriores están ubicadas a nivel

del ojo. La zarpa delantera de-

recha conservada al pie de la

nariguera sostiene una cabeza

humana. La figura se parece en

varios sentidos a la criatura

descendente compuesta del bajo

relieve de cat. no. 109, así como

al textil de cat. no. 53, al que

podemos rotar 180 grados para

revelar una figura distinta. Aquí,

al igual que en las representa-

ciones antedichas, algo pare-

cería estar saliendo de la boca

de la criatura. Cada una de las

patas traseras sostiene una

figura sentada de costado que

sostiene una cabeza humana

unida a la nariguera por un

anillo conector. De los pies

también cuelgan cabezas.

Encima de la parte superior de

la composición hay una serpien-

te bicéfala que en cada una de

sus dos bocas tiene una cabeza

humana que cuelga de un anillo.

El doblez central de su cuerpo

encima de las fosas nasales de

la figura central está repleto de

dientes.

Que una nariguera usada debajo

de la nariz represente una

criatura descendente es a duras

penas una coincidencia. Las

cabezas de piedra de Chavín

de Huántar (véanse cat. nos.

115-119) también muestran la

transformación que tiene lugar

luego del consumo de una

sustancia psicoactiva: el rostro

se distorsiona, la nariz comienza

a moquear, los ojos se vuelven

hacia arriba, la persona ingresa

a un estado de percepción

diferente, y se convierte luego

en una criatura felina.

Page 149: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 291290

74

CUENTA DE PIEDRA

Piedra (malaquita) alisada, perforada y pulida1,6 x 0,7 x 0,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147890Inv. No. MKW-81225

75, 76

CUENTAS DE PIEDRA

Piedra (jaspe y crisocola) alisada, perforada y pulida1,3 x 1,1 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147892, 0000147894Inv. No. MKW-81226, MKW-81227

77

TAZA CON DECORACIÓN

Cerámica modelada, incisa e impresa, con pintura roja y blanca post-cocción13 x 11 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000147889Inv. No. MKW-81224

Page 150: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 293292

Tumba B-TM 1

La tumba B-TM 1 fue descubierta

en 1997 debajo del piso de una

plataforma al norte de la plata-

forma central. Es de estructura

similar a la de las tumbas

A-TM 1 y A-TM 4. Aquí también,

un hombre de unos cuarenta

años de edad que medía apro-

ximadamente 1,54 m de altura,

fue enterrado mirando hacia

el norte en una cámara lateral,

sellándose posteriormente el

acceso al pozo de la tumba.

Las piernas estaban fuerte-

mente flexionadas y los brazos

doblados sobre el estómago,

en tanto que el techo bajo no

permitió que estuviera en

posición sentada. El cráneo

estaba bastante manchado

con cinabrio. De los cuatro

ceramios domés ticos hallados

en la tumba, uno se encontraba

al norte del cráneo y los otros

tres cerca de la parte inferior

del cuerpo. Una vasija estaba

tan quebrada que no se la pudo

reconstruir y por ello no la

incluimos aquí. Cerca del cráneo

se descubrieron unas ochocien-

tas cuentas de joyería (crisocola

y concha). Una corona de oro

fuertemente doblada yacía

sobre el rostro y dos adornos

colgantes (aretes) en forma de

calabaza, que se cree eran ore-

jeras, estaban junto a la sien a

cada lado del cráneo. Otros dos

adornos colgantes figura tivos

fueron hallados debajo de estos

aretes en forma de calabaza

y de los brazos.

78

CORONA DE ORO CON

DOCE CABEZAS

Oro (Au) y plata (Ag)Martillado y repujado, con anillos conectores47 cm de largo desenrollada19 cm, 362 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148899Inv. No. MKW-81304

Las cabezas de perfil son

similares a la cabeza de los dos

adornos colgantes hallados en la

misma tumba (cat. nos. 83, 84).

La corona de oro estaba cosida

a un textil burdo y no fue usada

directamente sobre la cabeza.

79, 80

PAR DE OREJERAS CON

MOTIVOS DE AVE

Oro (Au) y plata (Ag)Martillado y repujado5,9 cm, 2,07/2,01 cm de alto, 25 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148900, 0000148901Inv. No. MKW-31305, MKW-31306

81, 82

PAR DE ADORNOS COLGANTES

(ARETES) DE ORO EN FORMA

DE CALABAZA

Oro (Au) y plata (Ag)Martillado y repujado18,7/18,6 cm de alto, 10,5/10,6 cm de ancho, 97/89 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148904, 0000148905Inv. No. MKW-81309, MKW-81310

Page 151: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 295294

83, 84

PAR DE ADORNOS COLGANTES

(ARETES) DE ORO CON

CABEZAS FELINAS Y

SERPIENTES COMO CABELLOS

Oro (Au) y plata (Ag)Martillado y repujado, con anillos conectores e incrustaciones de madreperla23,9 x 11,3 cm, 120/115 gFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148902, 0000148903Inv. No. MKW-81307, MKW-81308

Estas dos cabezas de perfil

tienen una fuerte semejanza

estilística con la cabeza clava de

piedra originalmente colocada

en la fachada del templo de

Chavín de Huántar, ilustrada en

cat. no. 119, especialmente en

las cejas, las esquinas de la boca

y las dos serpientes en la frente.

Este parecido, al igual que el de

la cabeza de ave de cat. no. 114

y el pendiente de cat. no. 68,

sugiere que alguna vez hubo

un vínculo entre Kuntur Wasi y

Chavín de Huántar, pero aún no

sabemos cuál fue su naturaleza

exacta. Hay también cierta

similitud entre estas cabezas

de perfil y la decoración incisa

en la vasija de cat. no. 154, pro-

veniente de la Galería de las

Ofrendas de Chavín de Huántar,

y una vasija Cupisnique repre-

sentada en cat. no. 28. Coloca-

dos lado a lado, los dos pendien-

tes forman un rostro completo

visto de frente (cf. cat. no. 107).

Page 152: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 297296

85

CUENTAS DE PIEDRA

DE VARIOS COLORES

Piedra (crisocola) alisada y perforada, 793 cuentasFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148909Inv. No. MKW-31314

86

CUENTAS DE PIEDRA

VERDE

Piedra (malaquita) alisada y perforada2-2,5 cm de largoFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148910Inv. No. MKW-81315

Page 153: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 299298

87

OLLA CON CUELLO CORTO

Cerámica modelada13,3 x 9,6 cm Fase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148906Inv. No. MKW-81311

88

CANCHERO

Cerámica modelada15 x 10,1 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148907Inv. No. MKW-81312

89

COMPOTERA

Cerámica modelada12 x 18 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148908Inv. No. MKW-81313

Page 154: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 301300

90

ÍDOLO DE BARRO CON

ATRIBUTOS DE FELINO

Barro modelado, inciso y pintado con cinabrio (rojo), malaquita (verde), ocre (amarillo) y carbón (negro)73,5 x 21 x 10 cmFase Ídolo950-800 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149161Inv. No. MKW-81368

Cuando se amplió el área de

excavación de la plataforma

central de Kuntur Wasi en 1990,

los arqueólogos descubrieron

esta gran figura de barro, a la

que afectuosamente llamaron

“el Ídolo”. Esta pieza fue hallada

al pie de un muro de una habi-

tación de una fase anterior, que

fue destruida y luego rellenada.

Luego, se colocaron las tumbas

que contenían ricos objetos de

oro y encima se erigió la nueva

arquitectura ceremonial de la

fase Kuntur Wasi (800-550

a.C.). La figura dio su nombre

a la época de construcción más

antigua del sitio, la fase Ídolo

(950-800 a.C.). La boca estuvo

originalmente llena de colmillos

y sus esquinas tienen exacta-

mente la misma forma que las

de las joyas que aparecen en

cat. nos. 83, 84. La figura tiene

las fosas nasales dilatadas y

los ojos vueltos hacia arriba.

91

FIGURINA DE UN SER

HUMANO

Cerámica modelada, incisa y pintada (cinabrio) 14 x 6,5 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149163Inv. No. MKW-81370

Esta figurina fue encontrada

sobre el pecho de un niño

enterrado cerca de un canal

subterráneo.

92

FIGURINA DE UN FELINO

(¿JAGUAR?)

Cerámica modelada e incisa 9,1 x 5 x 8,1 cm Fase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148400Inv. No. MKW-81268

Al igual que la pieza en cat. no.

93, esta figurina fue descubierta

en la tumba de un niño (C-TM 6),

junto con una segunda figurina

que tenía el mismo aspecto,

pero cuya pierna derecha había

sido quebrada intencionalmente.

La rotura de las extremidades

parece haber respondido a un

acto ritual.

OBJETOS ADICIONALES

DE KUNTUR WASI

Page 155: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 303302

93

FIGURINA DE UN SER

HUMANO

Cerámica modelada e incisa9 x 6,9 x 4,5 cmFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148398Inv. No. MKW-81266

Al igual que la figurina anterior

(cat. no. 92), este objeto tam-

bién fue encontrado en la tumba

C-TM 6. Los pendientes de las

orejas usados por esta figura

sentada son resaltantes. La

cobertura de la cabeza, seme-

jante a un turbante, podría

también ser una banda ajustada

como las que usaban las perso-

nas en crecimiento con el obje-

tivo de obtener una frente in-

clinada.

94

BOTELLA CON MOTIVO

DE CACTUS (SAN PEDRO)

Cerámica modelada, incisa y engobe rojo15 x 11,1 cmFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148911Inv. No. MKW-81316

Incluso hoy en día, los chamanes

extraen mezcalina del cactus

San Pedro (Echinopsis pachanoi)

para usarla en un brebaje em-

briagante llamado huachuma.

Esta práctica fue prohibida por

la Iglesia Católica, pero jamás

fue erradicada por completo.

Uno de los bajorrelieves mejor

conservados de la Plaza Circular

de Chavín de Huántar presenta

a un hombre que lleva un tallo

de este cactus, y que muestra

todas las señales reveladoras

de su transformación luego de

consumir una sustancia psicoac-

tiva (véase fig. 113). Esta botella

podría haber sido usada como

contenedor de la huachuma.

Page 156: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 305304

95

TINAJA CON MOTIVO DE

ROSTRO HUMANO CON

COLMILLOS

Cerámica modelada, incisa y pintada (cinabrio) 48 cm de anchoFase Copa (capa arqueológica)550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149095Inv. No. MKW-81350

El rostro de frente en este

fragmento corresponde a una

cabeza clava de piedra (cat.

no. 119) que originalmente

estuvo colocada en la fachada

de Chavín de Huántar. Ambas

obras se parecen en numerosos

detalles: la forma de la nariz,

los párpados y los ojos excén-

tricos vueltos hacia arriba, la

forma y la disposición de los

dientes y la forma de las esqui-

nas de la boca, las dos serpien-

tes de la frente y las dos que

salen de los ojos. El rostro pro-

bablemente es el de un sacer-

dote que pudo haber alcanzado

otro nivel de percepción luego

de consumir una sustancia psi-

coactiva y que podría incluso

haber adquirido poderes sobre-

humanos, tal como se refleja

en su aspecto transformado,

semejante a un animal (cf. la

secuencia de la transformación

en cat. nos. 115-119).

Page 157: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 307306

96

OLLA ESFÉRICA CON ASAS

Y MOTIVO DE ROSTRO DE AVE

(¿BÚHO?)

Cerámica modelada16 x 21 cmFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149424Inv. No. MKW-81343

En esta olla, las asas se ase-

mejan a dos alas y en la parte

posterior se verifica una figura

aplicada.

Page 158: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 309308

97

TAZA CON PINTURA

GEOMÉTRICA ROJA Y BLANCA

Cerámica modelada y pintada8,5 x 15,4 cmFase Soteraca. 250-50 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149150Inv. No. MKW-81358

98

ESPÁTULA CON MOTIVOS

DE TRES ROSTROS DE FELINO

DE PERFIL

Hueso cortado, tallado y pulido, con incrustaciones de concha (blanca y negra)22,7 x 3,3 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149319Inv. No. MKW-81384

Esta espátula de hueso fue

excavada en el relleno de la

plaza circular.

Page 159: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 311310

99

CUCHARA CON CABEZA

DECORADA

Hueso cortado, tallado y pulido9,3 cm de largoFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149321Inv. No. MKW-81386

El rostro representado en esta

cuchara también muestra una

serpiente que sale del ojo,

similar a muchas de las escul-

turas en piedra de Kuntur Wasi.

La boca presenta colmillos

(cf. cat. no. 95). La orejera y

su pendiente son claramente

visibles. Es posible que la cucha-

ra haya sido usada para con-

sumir sustancias psicoactivas.

100

PENDIENTE EN FORMA DE

UN AVE (¿UN COLIBRÍ?)

Hueso cortado y alisado0,8 x 2,1 cmFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149441Inv. No. MKW-81440

101

FIGURINA EN FORMA

DE UN ANIMAL

Hueso cortado, concha y restos de cinabrio4,1 x 2,5 x 0,6 cmFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149360Inv. No. MKW-81393

Page 160: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 313312

102

CUENTAS CILÍNDRICAS

DE PIEDRA AZUL

Piedra (sodalita) alisada y perforadaca. 1,6 x 0,9 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C. (Tumba A-TM 4)Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148119Inv. No. MKW-81252

103

TRES CUENTAS

DE PIEDRA

Piedra (jaspe) alisada y perforadaca. 3,5 x 1,2 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C. (Tumba A-TM 4)Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000148122Inv. No. MKW-81255

105

CABEZA DE PORRA

Piedra (riolita) alisada y perforada3,1 x 7 cmFase Kuntur Wasi800-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149305Inv. No. MKW-81383

104

CUENTAS DE CONCHA

DE SPONDYLUS

Concha cortada, pulida y perforada0,7-2,5 cm de largo0,4-1,3 cm de diámetroFase Copa550-250 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149815Inv. No. MKW-84519

Page 161: Chavin

Las tumbas de Kuntur WasiCHAVÍN 315314

106

MODELO ARQUITECTÓNICO

DE LA PLATAFORMA CENTRAL

DE KUNTUR WASI

Piedra esculpida27 x 22,6 x 14,8 cmFase Copa550-250 a.C. (capa arqueológica)Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149237Inv. No. MKW-81375

Este modelo arquitectónico

parecería representar la plata-

forma central de Kuntur Wasi.

El muro de contención de tres

niveles, la plaza rectangular y la

escalinata central corresponden

al edificio levantado durante la

fase Kuntur Wasi (800-550 a.C.;

véase fig. 64a). El modelo fue

descubierto en la capa arqueo-

lógica perteneciente a la poste-

rior fase Copa (550-250 a.C.),

lo que indica que la arquitectura

existente fue respetada durante

la construcción de esta fase, tal

como lo reflejan los hallazgos

arqueológicos.

107

ESCULTURA DE UNA CARA

O DE DOS CARAS DE PERFIL

Piedra esculpida55 x 30 x 15 cmFase Copa550-250 a.C. (capa arqueológica)Ministerio de Cultura del PerúMuseo Kuntur Wasi, San Pablo, departamento de CajamarcaReg. Nac. No. 0000149165Inv. No. MKW-81373

Los ojos que miran hacia arriba,

los párpados, la forma de la

nariz, de la boca, y la posición

de los dientes corresponden

todos a la figura ilustrada en

cat. no. 95 (véase la descrip-

ción). También se encuentra

presente la serpiente a lo largo

de la frente, un buen ejemplo

que aparece también en cat.

no. 70, y de cada ojo cuelga una

serpiente. El surco encima del

labio superior fue hecho de tal

modo que al cubrir la mitad de

la cara queda visible una cara

completa de perfil (cf. las des-

cripciones en cat. nos. 83, 84).

Page 162: Chavin

CHAVÍN 317316 Las esculturas de Chavín de Huántar

Las esculturas de Chavín de Huántar Gracias a sus esculturas y arquitectura lítica, Chavín de Huántar consiguió notoriedad en todo el país a mediados del siglo XIX. Los exploradores de la época informaron acerca de los maravillosos y antiguos restos arquitectónicos del Callejón de Conchucos, y ya en 1874 se pudo admirar expuesta en la alejada capital de Lima una obra escultórica excepcionalmente asociada a la cultura Chavín: la Estela Raimondi (fig. 6). El apasionado debate en torno a la edad relativa y la importancia de las altas culturas andinas generado por la Estela (véanse caps. 4.1 y 4.2) se intensificó tras el arribo del Obelisco Tello (fig. 5), otro ejemplo de la escultura Chavín igual de misterioso, que fuera llevado a Lima en 1919. El Lanzón (fig. 4), la escultura más grande e importante de todas, permanece en su ubicación original, en su cámara, bien adentro del templo de Chavín.

La exhibición presentada en el Museo Rietberg de Zúrich fue realizada por primera vez ante un público internacional, que admiró las esculturas de Chavín.

Aparte del mortero (cat. no. 121), las esculturas constituyen ornamentos arquitectónicos creados para ilustrar los edificios y las plazas del templo. Según los últimos resultados de las investigaciones, las esculturas datan de la última gran fase de ampliación de Chavín, conocida también como la fase Blanco y Negro (ca. 900-550 a.C.; véase cap. 4.3). Los investigadores lograron extraer conclusiones referidas a la ubicación original de las esculturas únicamente en casos aislados. Aunque una cantidad innumerable de ellas fue arrancada de su contexto original por el devastador aluvión de 1945, otras fueron reuti-lizadas como material de construcción de casas, tumbas u otras estructuras. La mayoría de las esculturas en piedra aquí presentadas fueron desenterradas en el transcurso de las excavaciones encabezadas por Julio C. Tello, Marino González Moreno, Luis G. Lumbreras y John W. Rick.

Mientras excavaba el borde sur de la Plaza Circular, Rick detectó huellas de pintura en los relieves del friso de los jaguares. Era claro que el jaguar había sido pintado sobre un fondo rojo (el friso sur fue vuelto a enterrar para protegerlo y hoy en día ya no se encuentra visible). Es de suponer que las esculturas en piedra, o al menos algunas de ellas, fueron originalmente polícromas, muy probablemente con los colores que nos son familiares a partir de la cerámica Chavín, esto es rojo, negro y blanco.

En algunos casos, los distintos tipos de piedra fueron trans-portados a lo largo de grandes distancias. Por ejemplo, el granito usado para los bajaorrelieves proviene de la zona alrededor de Cahuish, a 4,500 metros sobre el nivel del mar, cerca del túnel, de la actual carretera que va a Huaraz. La piedra caliza negra proviene de los cerros del lado norte del río Wacheqsa, y la toba del otro lado del río Mosna, cerca del actual puente camino a Chavín. Todavía no se ha establecido con seguridad de dónde proviene la piedra caliza amarilla y blanca.

Page 163: Chavin

CHAVÍN 319318 Las esculturas de Chavín de Huántar

108

LAJA ESCULPIDA DE UN

SER SOBRENATURAL

Piedra (granito) esculpida y pulida

58,3 x 53,5 x 18,3 cm

ca. 900-550 a.C.

Ministerio de Cultura del Perú

Museo Nacional Chavín

Chavín de Huántar, departamento

de Áncash

Reg. Nac. No. 0000003362

Inv. No. MACH-00542

Marino González Moreno

excavó esta laja esculpida al

este del edificio A en 1956. El

bajorrelieve muestra un ser

antropomorfo en vista frontal

con cabellos de serpiente, por

lo que algunos investigadores

lo llamaron la “Medusa”. Por

las esquinas de la boca que se

doblan hacia arriba también

se le conoce como “Deidad

Sonriente”. Los ojos miran

hacia arriba y las fosas nasales

dilatadas son pronunciadas y

profundas. De la boca salen dos

largos colmillos que se curvan

hacia afuera. Una cinta marca

el límite superior de la frente.

La figura lleva pendientes en

forma de aro y un cinturón del

cual cuelgan serpientes. Los

pies tienen garras. La figura

sostiene en su mano derecha

un caracol marino de Strombus

decorado con una cara, cuya

boca tiene un único colmillo.

La mano izquierda sostiene

una concha de Spondylus. Las

conchas deben haber llegado

a Chavín desde una distancia

considerable, dado que ambas

criaturas marinas viven única-

mente en las aguas tropicales

de la costa ecuatoriana o inclu-

so más al norte.

La mirada hacia arriba podría

estar representando una visión

del reino de los dioses, en tanto

que los atributos animales im-

plican la posesión de poderes

sobrehumanos. Para inducir un

estado de percepción intensifi-

cado, los participantes en las

ceremonias del templo consu-

mían sustancias psicoactivas,

posiblemente mientras entra-

ban en trance inducidos por

unos efectos de luz y sonido

cuidadosamente orquestados

que tenían lugar al mismo

tiempo. Para fabricar las trom-

petas decoradas que se cono-

cen como pututos, se utilizaron

caracoles de Strombus. John

W. Rick halló veinte de estos

instrumentos en un excelente

estado de conservación en una

cámara subterránea cerca de

la Plaza Circular (cat. nos.

122-124). El relieve ilustrado en

cat. no. 111 muestra a dos par-

ticipantes de una procesión

con vestimenta de fiesta. El

de adelante sopla un pututo,

mientras que la figura que le

sigue —una criatura compuesta

con colmillos— lleva una concha

de Spondylus. Un soplador

de pututo y un portador de

Spondylus fueron representa-

dos en las lajas esculpidas que

rodean la Plaza Circular (fig.

115). Las representaciones, que

incluían tanto caracoles de

Strombus como de Spondylus

(véase cat. no. 41), probable-

mente tenían un significado

metafó rico dual excepcional-

mente poderoso. Esta escultura

en particular tal vez fue incor-

porada a un muro exterior del

edi ficio A, pero también resulta

concebible que su ubicación

original fuera en la Plaza Cir-

cular, en cuyo caso la figura

podría haber sido la que cerra-

ba la procesión. El ser repre-

sentado aquí se asemeja al

Lanzón, la escultura central

de Chavín.

Page 164: Chavin

CHAVÍN 321320 Las esculturas de Chavín de Huántar

109

LAJA ESCULPIDA DE UN

SER SOBRENATURAL

EN POSICIÓN DE VUELO

Piedra (granito) esculpida y pulida54 x 48,8 x 14,6 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003369Inv. No. MACH-00557

110

LAJA ESCULPIDA DE UN SER

HÍBRIDO CON OBJETOS

RITUALES

Piedra (granito) esculpida y pulida52 x 49,5 x 18 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000152287Inv. No. MACH-00543

Tres largos dientes sobresalen

de la boca de esta criatura des-

cendente con la mirada hacia

arriba. De las garras cuelgan

cabezas de serpientes. Las

alas con plumas apuntan hacia

arriba, de modo tal que sus

puntas llenan las dos esquinas

superiores de la laja; entre ellas

hay formas enrolladas que posi-

blemente buscaban transmitir

movimiento. Debajo de la boca

hay algo que se asemeja a las

plumas de la cola, pero podría

también ser algo que sale de

la boca: un motivo común en la

iconografía Chavín (Cf. cat.

no. 53, rotado 180 grados;

cat. no. 70).

Esta laja esculpida fue excavada

en 1956 por Marino González

en la zona de la pequeña plaza

rectangular delante del edificio

A. La criatura con colmillos

mostrada caminando hacia la

derecha tiene la cola enrollada,

pies con garras y lleva un cin-

turón con una serpiente. En

una mano sostiene un bastón

con dos caras semejantes a las

de una serpiente y en la otra

posiblemente tiene un pututo.

Los investigadores denominan

a esta figura “Mono Trompetero”

o “Mono Guerrero”.

Page 165: Chavin

CHAVÍN 323322 Las esculturas de Chavín de Huántar

111

FRAGMENTO DE CORNISA

CON ESCENA DE PROCESIÓN

Piedra (caliza) esculpida e incisa128 x 100 x 21,2 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003364Inv. No. MACH-00549

El fragmento de la derecha de esta cornisa fue hallado por Marino González en el lado este del edificio A y luego se guardó en un depósito cerca del templo. El fragmento de la izquierda fue encontrado por John W. Rick y su equipo al oeste de la fachada de los edificios A, B y C. En la parte delantera, se representaron

dos figuras con vestimenta festiva en procesión, una detrás de la otra. Ambas pare-cen estar vistiendo ornamen-tos extravagantemente emplu-mados en la espalda y grandes pendientes en la oreja; la segunda figura tiene una dia-dema sobre la frente. El que va adelante sopla un pututo, en tanto que la figura que le

sigue, que ya está transfor-mada y tiene colmillos, lleva una concha de Spondylus. La parte superior de los frag-mentos, que solo se conserva en parte, muestra una hilera de tres participantes en una procesión que también lucen vestimenta de fiesta y parecen estar llevando insignias o lanzas.

112

RELIEVE DE FELINO

Piedra (caliza) escupilda e incisa61 x 55 x 23 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003363Inv. No. MACH-00545

El felino retratado en lo que originalmente fue la parte inferior de esta cornisa, des-cubierta en 1971, tal vez repre-sente un jaguar con cabeza humana. Hay más felinos en la parte superior, que en su tiempo habría sido el lado visible de frente. Al igual que en el caso de la cabeza en cat. no. 119, aquí también hay una serpiente que después de emerger del borde inferior del ojo que mira hacia arriba, asciende verticalmente hacia la izquierda de la cabeza. La

criatura lleva un tocado y sobre la espalda tiene unos objetos enrollados. El cuerpo está decorado con círculos concéntricos y tiene una boca con colmillos tanto en el lomo como en su cola que se en-cuentra parcialmente conser-vada (cf. el mortero en cat. no. 12 y los relieves de la Plaza Circular).

Page 166: Chavin

CHAVÍN 325324 Las esculturas de Chavín de Huántar

113

FRAGMENTO DE CORNISA

CON UN SER HÍBRIDO EN

FORMA DE AVE

Piedra (granito) esculpida y pulida139 x 59 x 23,2 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003376Inv. No. MACH-00547

Esta cornisa originalmente

mostraba una hilera de criaturas

híbridas, semejantes a unas

aves de presa con las alas abier-

tas y las garras extendidas a

cada lado. Las plumas del ala

y de la cola tienen dos caras

cada una, y los tobillos y las

ancas están formados por ros-

tros con colmillos. El pico curvo

de la criatura mira hacia arriba

y tiene detrás otra boca con

colmillos, razón por la cual se

cree se trata de una criatura

híbrida. Su forma es muy pare-

cida a la de las figuras de los

guardianes en las columnas del

Portal Blanco y Negro (véase

fig. 105).

114

CABEZA DE AVE

Piedra (granito) esculpida y pulida80 x 20 x 42 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003367Inv. No. MACH-00553

Aparte de las cabezas clavas

empotradas en los muros del

templo (cat. nos. 115-120), son

muy pocas las esculturas tri-

dimensionales de Chavín. Esta

cabeza de ave constituye una

de las pocas excepciones. La

única otra, strictu sensu, es el

Lanzón, la escultura principal

de Chavín. Es posible que origi-

nalmente esta cabeza también

haya estado empotrada en el

muro de un edificio. El ave mira

hacia arriba y ha sido identifica-

da de diversos modos como un

águila harpía —el ave de rapiña

más po derosa de la cuenca ama-

zónica—, un cóndor o un cóndor

real.

Page 167: Chavin

CHAVÍN 327326 Las esculturas de Chavín de Huántar

Page 168: Chavin

CHAVÍN 329328 Las esculturas de Chavín de Huántar

115

CABEZA HUMANA

Piedra (toba volcánica) esculpida27 x 28 x 44 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003351Inv. No. MACH-00012

Esta escultura y las cinco

siguientes se conocen como

cabezas clavas. Deben su

nombre al apéndice, semejante

a un clavo, que tienen en la

parte posterior de la cabeza,

que les permitía ser insertadas

en un agujero de la fachada.

Solamente queda una de estas

cabezas in situ, pero los aguje-

ros en los cuales estuvieron

colocadas siguen claramente

visibles, espaciados a intervalos

regulares a lo largo de las facha-

das occidental y meridional del

edificio A.

Hasta la fecha se conocen alre-

dedor de cien de estas cabezas,

y las excavaciones actuales

constantemente encuentran

otras nuevas que ya no se en-

cuentran en su ubicación ori-

ginal. Salvo por el Lanzón, la

principal escultura de Chavín,

las cabezas clavas son las

únicas obras escultóricas de

esta cultura que fueron talladas

en tres dimensiones.

116

CABEZA HUMANA CON

CABELLOS DE SERPIENTE

Y NARIZ QUE MOQUEA

Piedra (toba volcánica) esculpida31,2 x 39 x 55 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003350Inv. No. MACH-00011

En comparación con la pieza

anterior (cat. no. 115), los

pliegues faciales de esta

escultura se han profundizado

y los cabellos se han convertido

en serpientes. La figura mira

directamente hacia adelante

y su nariz comienza a moquear.

Cada una de las cabezas, casi

todas humanas, tienen un

conjunto distintivo de rasgos

—pliegues faciales, nariz que

moquea, serpientes como cabe-

llos, ojos excéntricos, colmillos

y fosas nasales dilatadas— cuya

prominencia varía de una a otra.

Resulta imposible decir con

certeza alguna si originalmente

estuvieron alineadas —tal como

los investigadores creen— a lo

largo de la fachada del templo

para reconstruir la transforma-

ción sucesiva de un humano en

un ser felino —probablemente

un jaguar—, pero esta idea es sin

duda factible, ya que gracias a

una serie de hallazgos arqueoló-

gicos sabemos que en el templo

se consumían sustancias psico-

activas. Incluso hoy en día los

chamanes tradicionales usan

el cactus San Pedro (Echinopsis

pachanoi), que contiene mezca-

lina, para preparar una poción

psicoactiva llamada huachuma,

en tanto que se usa vilca (Ana-

denanthera colubrina) para pre-

parar una suerte de rapé. Los

tubos para inhalar dicha sustan-

cia se hallaron dentro de la zona

del templo. Al consumir estas

sustancias los músculos faciales

se contraen, la nariz moquea

y en la cabeza se siente como

si unas serpientes estuvieran

retorciéndose dentro. El estado

de percepción alterado genera

visiones de un mundo del todo

distinto y permite sentir fuerzas

sobrehumanas. El rostro de esta

cabeza en particular todavía es

bastante humano y su mirada

se dirige hacia adelante, pero la

boca está distorsionada y ya hay

profundos pliegues en el rostro.

Page 169: Chavin

CHAVÍN 331330 Las esculturas de Chavín de Huántar

117

CABEZA HUMANA EN

AVANZADO ESTADO DE

TRANSFORMACIÓN

Piedra (toba volcánica) esculpida34 x 35 x 64 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000152253Inv. No. MACH-00031

118

CABEZA DE UN SER HÍBRIDO

Piedra (toba volcánica) esculpida43,8 x 50 x 63 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003347Inv. No. MACH-00005

En este ejemplar, la mirada de la

figura se dirige ahora hacia arriba

y su nariz moquea a chorros. La boca

presenta poderosos colmillos, y sus

esquinas redondeadas se encuentran

retraídas. El semblante humano

está transformándose en una mueca

semejante a la de un animal.

Las prominentes fosas nasales

dilatadas que se representan

en esta figura, los profundos

pliegues nasales y sus cejas

serpentinas están representa-

das armoniosamente con formas

sinuosas. Unos largos y afilados

colmillos apuntan desde la boca,

tanto hacia arriba como hacia

abajo. Más grande que la cabeza

clava promedio, este ejemplar

en particular resulta impresio-

nante debido al juego dinámico

de las formas perfectamente

balanceado que presenta.

Page 170: Chavin

CHAVÍN 333332 Las esculturas de Chavín de Huántar

119

CABEZA DE UN

SER HÍBRIDO

Piedra (toba volcánica) esculpida40 x 41 x 83,3 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003345Inv. No. MACH-00003

120

CABEZA DE FELINO

(¿JAGUAR?)

Piedra (toba volcánica) esculpida42 x 43,4 x 125 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000003349Inv. No. MACH-00008

Esta cabeza esculpida no

presenta absolutamente nin-

guna característica humana.

Al igual que la cat. no. 114 ella

muestra un animal, probable-

mente un jaguar, con la mirada

hacia arriba. En cada esquina

de la boca hay tres cabezas

de serpiente.

En marcado contraste con los

contornos redondeados y las

curvas del ejemplar anterior

(cat. no. 118), los rasgos faciales

de esta criatura han sido exa-

gerados y distorsionados deli-

beradamente. Los párpados y

las esquinas de la boca son de

forma agresivamente geomé-

trica, lo que hace que resulten

particularmente llamativos.

La mirada se encuentra hacia

arriba. Dos serpientes cuelgan

hacia abajo desde la frente

hasta el puente de la nariz, y

debajo de cada ojo se puede

observar otra serpiente que se

aleja arrastrándose de la nariz

a lo largo del labio superior.

Estos elementos, y en realidad

el diseño de toda la pieza, son

casi idénticos a la cara del

fragmento de la tinaja de cerá-

mica procedente de Kuntur

Wasi (cat. no. 95).

Page 171: Chavin

CHAVÍN 335334 Las esculturas de Chavín de Huántar

121

MORTERO CON DECORACIÓN

GEOMÉTRICA EN RELIEVE

Piedra esculpida y pulida25,1 x 23,9 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000002946

Este mortero con cuatro patas

fue descubierto por John W.

Rick durante las excavaciones

que llevó a cabo en el centro

de la Plaza Mayor en 2001. Fue

hallado dentro de una estruc-

tura circular escondida debajo

del suelo de la plaza, donde el

equipo decidió excavar luego

de que el radar de penetración

de tierra indicara la presencia

de estructuras construidas y

de bloques de piedra macizas.

El mortero probablemente se

usó para preparar bebidas

alcohólicas o comida para las

fiestas.

Page 172: Chavin

CHAVÍN 337336 Los pututos de Chavín

Los pututos (trompetas de caracol marino) de Chavín

Durante muchos años, los únicos artefactos que se hallaron depositados o almacenados en el templo de Chavín eran los que Luis Guillermo Lumbreras encontró en la Galería de las Ofrendas (véase cap. 4.5; cat. nos. 125-163). A pesar de que son raros los hallazgos realizados en su contexto original a partir de los cuales se hace posible extraer conclusiones con respecto a actividades más tempranas en el templo, son pre-cisamente estos descubrimientos los que tienen mayor valor para los arqueólogos, puesto que nos abren una ventana hacia el pasado.

John W. Rick encontró los pututos en julio de 2001, cuando excavaba la Galería de las Caracolas (véase fig. 110) al sur de la Plaza Circular del templo de Chavín. Los veinte pututos yacían sobre el piso de la antigua galería.

Pero hay diferencias significativas entre estos dos descubri-mientos de las galerías: mientras que para Lumbreras (1993) los hallazgos realizados en la Galería de las Ofrendas daban fe de un único evento sacrificial, Rick pudo mostrar que la pequeña Galería de las Caracolas, que mide apenas 6 x 1,2 m, fue usada durante largo tiempo exclusivamente como depósito de los pututos, utilizados en actividades ceremoniales llevadas a cabo en la Plaza Circular.

Aunque muchos artefactos y objetos variados fueron encon-trados en la Galería de las Ofrendas —tales como vasijas de cerámica, parafernalia hecha de hueso y artefactos de piedra, no había entre ellos ni un solo caracol marino de Strombus. Esto indica que se trazó una distinción entre las galerías y las cámaras usadas como espacio de almacenaje de la para-fernalia ritual, y aquellas utilizadas para depositar ofrendas o incluso llevar a cabo actos rituales.

La superficie algo gastada de los pututos, la mayoría de los cuales fueron tallados de manera exquisita, prueba de que fueron utilizados a lo largo de varias generaciones. El hecho de que los caracoles mismos provenían de la cuenca del Guayas, en Ecuador, o de lugares aún más lejanos, y que las tallas a menudo sean del estilo Cupisnique de la costa norte, indica que para el periodo Chavín ya había quedado estable-cida una interacción que se extendía a lo largo de varios miles de kilómetros. A diferencia de los pututos de las tumbas de Kuntur Wasi (véanse cat. nos. 64-66), los de Chavín tienen todos un corte distintivo cerca de la abertura cuya finalidad no queda del todo clara. El agujero a través del cual se soplaba la trompeta siempre está finamente trabajado. Las marcas dejadas por los textiles muestran que los pututos estuvieron envueltos en telas que no han subsistido.

El sonido de los pututos, soplados en coro en la Plaza Circular o en las galerías laberínticas del complejo del templo, es tan deslumbrante que podría haber tenido un impacto transforma-dor sobre el estado mental de todos los que estaban expuestos a él, especialmente si eran soplados rítmica y musicalmente (cf. el relieve en cat. no. 111). La investigación llevada a cabo por Miriam Kolar (Kolar et al. 2010) sobre la psicoacústica muestra que la arquitectura del templo de Chavín fue conce-bida con criterios acústicos; la acústica, el sonido y la música probablemente fueron elementos cruciales que supieron apli-car con suma destreza quienes planificaron el complejo (véase cap. 4.4).

Page 173: Chavin

CHAVÍN 339338 Los pututos de Chavín

122

PUTUTO CON DECORACIÓN

TALLADA

Caracol tallado, cortado y perforado23,5 x 20 x 19,9 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000002914

Page 174: Chavin

CHAVÍN 341340 Los pututos de Chavín

123

PUTUTO CON DECORACIÓN

TALLADA

Caracol tallado, cortado y perforado22 x 16 x 21 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000002918

124

PUTUTO CON DECORACIÓN

TALLADA

Caracol tallado, cortado y perforado26 x 20 x 23,5 cmca. 900-550 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional ChavínChavín de Huántar, departamento de ÁncashReg. Nac. No. 0000002915

Page 175: Chavin

CHAVÍN 343342 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

El descubrimiento de la Galería de las Ofrendas, uno de los sistemas subterráneos de galerías ubicado cerca de la Plaza Circular (véanse figs. 110, 118), marcó un hito importante en la historia de la arqueología de Chavín. La entrada a ella, descu-bierta por Marino González en 1965, fue sellada con bloques largos de piedra, enterrados debajo de estructuras erigidas después del periodo Chavín. La Galería de las Ofrendas figura entre los hallazgos arqueológicos más importantes realizados en el Perú, puesto que el contexto del descubrimiento nos dice mucho sobre la temprana actividad humana cuando el templo de Chavín se encontraba en apogeo.

Luis Guillermo Lumbreras, arqueólogo peruano y coautor de este libro, dirigió las excavaciones en Chavín (véase cap. 4.5) entre 1966 y 1973, y supervisó la excavación de la Galería de las Ofrendas entre agosto de 1966 y abril de 1967. La larga galería subterránea consta de un pasadizo central que corre de este a oeste, de aproximadamente 1,9 m de alto, 90 cm de ancho y 24 m de largo, del cual salen nueve cámaras laterales en dirección norte-sur, cada una de las cuales tiene 3,6 m de largo y 1 m de ancho. La galería originalmente estuvo revestida con un enlucido de barro pintado. En una capa de tierra roja muy dura sobre el piso de la galería se encontraron numerosas ofrendas: un total de 18,275 fragmentos de seiscientos ochen-taiún vasijas de cerámica, cuarenta y seis objetos de piedra, una cuenta de cerámica, y sesenta y nueve artefactos de hueso. A ello le debemos sumar 3,572 pedazos de huesos de diversos animales, así como huesos humanos que parecen haber sido hervidos (véase cap. 4.5 y Lumbreras 1993).

A juzgar por la situación en la cual se descubrieron estas piezas, la galería debió haber tenido acceso durante un perio-do considerablemente largo, y es de presumir que las vasijas depositadas allí originalmente contuvieron ofrendas de comida y bebida. Los diferentes estilos alfareros encontrados en ella señalan varias y distintas regiones de origen, lo que indicaría que Chavín alguna vez fue un importante centro para los peregrinos de toda la región andina norcentral.

Las descripciones del catálogo que siguen a continuación recurren al análisis y la categorización que Luis G. Lumbreras hiciera sobre los hallazgos realizados en esta galería, cuyos resultados presentó en una extensa y detallada monografía publicada en 1993. La cerámica fue clasificada según su ma-terial, forma, técnica de manufactura así como sobre la base de los aspectos artísticos de la decoración. Se definieron tres categorías principales: cerámica Chavín (decorada con motivos que se parecen a los de las esculturas en piedra del templo mismo), alfarería simple (sin adornos) y cerámica no-Chavín (que tenía las características de tradiciones alfareras de otras regiones).

El fechado radiocarbónico de la Galería de las Ofrendas dio una fecha de ca. 750 a.C. (Lumbreras 1989, p. 113), la cual se sitúa al centro del periodo constructor más intenso de Chavín, la llamada fase Blanco y Negro (ca. 900-550 a.C.; véase cap. 4.3).

Aquí presentamos los cuarenta objetos restaurados más finos provenientes de la Galería de las Ofrendas. Actualmente estos se encuentran conservados en el depósito del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima.

Cerámica Chavín

La cerámica Chavín comparte muchos rasgos iconográficos y estilísticos con las decoraciones esculpidas en los monumen-tos principales del templo. Los materiales usados para fabricar las vasijas varían considerablemente. Además de aquellos elementos típicos de Chavín, resultan particularmente asom-brosas la enorme gama de formas y la calidad artística arte-sanal. Los alfareros ejercieron una considerable libertad artística, así como una gran creatividad en la forma en que se aproximaron al diseño.

Los siguientes estilos cuentan todos como cerámica Chavín: Dragoniano, Qotopukyo, Ofrendas, Chavín o estilo Chavinoide, y el estilo Floral.

Page 176: Chavin

CHAVÍN 345344 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

ESTILO DRAGONIANO

Las vasijas de estilo Dragoniano

son notables por la alta calidad

de su trabajo. Su color es varia-

do, fueron elaboradas con un

compuesto de arcilla especial,

y cuentan con un acabado liso

casi aterciopelado. Las vasijas

fueron pulidas hasta alcanzar

un fuerte brillo. Las incisiones

son la forma de decoración

predominante, pero también se

encuentran diseños estampados

y punteados. Las botellas y los

cuencos son las únicas formas

de vasijas halladas en este

estilo.

El estilo Dragoniano está defi-

nido por su propio y distintivo

repertorio iconográfico de mo-

tivos, que consta de criaturas

complejas semejantes a drago-

nes, criaturas híbridas o los

elementos que las componen.

Se cree que estas criaturas,

que fueron representadas sobre

todo en forma dual (¿macho/

hembra?), fueron derivadas del

cocodrilo o del caimán. Mientras

que los cocodrilos (Crocodylus

acutus) —al igual que la ostra

espinosa (Spondylus) y el cara-

col marino (Strombus)— se en-

cuentran a lo largo de la costa

ecuatoriana, el caimán (Melano-

suchus niger) solamente vive al

este de los Andes, en las tierras

bajas de la Amazonía. El poder,

la peligrosidad y lo exótico de

estas bestias provenientes de

regiones distantes les prestaban

un gran poder simbólico. En

muchos casos solamente apare-

cen algunos rasgos claves, como

sus colmillos curvos amenazan-

tes.

Con toda probabilidad, muchas

de las representaciones son

imágenes extraídas de la mito-

logía del periodo Chavín. El

Obelisco Tello (véanse las figs. 5

y 116) es la escultura en piedra

más importante que muestra

un estilo similar al Dragoniano.

En este caso el motivo se trata

también de una criatura pri-

mordial semejante a un dragón,

representada de forma dual y

probablemente ilustra la tra-

dición oral Chavín. En lo que

se refiere al estilo, la cerámica

Dragoniana tiene una cierta

afinidad con la región de la

costa central.

125

CUENCO CON DOS CRIATURAS

DRAGONIANAS

Cerámica; modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa en la base y en el exterior7,3 x 21 cmca. 900-550 a.C.

Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002466Inv. No. 30.03.00-BC2-4-78Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 30, 311a

126

CUENCO CON CRIATURA

DRAGONIANA

Cerámica; modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa en la base y en el exterior8,3 x 18,8 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002464Inv. No. 30.03.00-BC2-4-316Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 22, 292a

127

CUENCO CON CRIATURA

DRAGONIANA

Cerámica; modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa en la base y en el exterior8,7 x 18,5 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003051Inv. No. 30.03.00-BC2-4-91Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993,

pl. 22, 291a

Page 177: Chavin

CHAVÍN 347346 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

128

CUENCO CON CRIATURA

DRAGONIANA CON CABEZA

DE COCODRILO, DE CUERPO

ENTERO Y ENROLLADO

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa en la base y en el exterior7,3 x 17,2 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002465Inv. No. 30.03.00-BC2-4-109Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 23, 294a

Page 178: Chavin

CHAVÍN 349348 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

129

CUENCO CON CRIATURA

DRAGONIANA CON CABEZA

DE COCODRILO

Cerámica modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa en la base y en el exterior7,9 x 18,8 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002495Inv. No. 30.03.00-BC2-4-212Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 22, 293a

130

CUENCO CON DOS CABEZAS

CON UN SOLO DIENTE

Cerámica modelada y pulida Decoración incisa profunda en la base y en el exterior7,5 x 19,1 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002467Inv. No. 30.03.00-BC2-4-92Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 31, 314a

Page 179: Chavin

CHAVÍN 351350 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

131

CUENCO CON DOS PAREJAS

DE CABEZAS

Cerámica modelada y pulida Decoración incisa en la pared exterior7,7 x 18,1 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002468Inv. No. 30.03.00-BC2-4-116Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 33, 321a

133

BOTELLA CON CABEZAS DE

DOBLE GANCHO Y UN COLMILLO

Cerámica modelada y pulida Decoración incisa 22,9 x 13,5 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003052Inv. No. 30.03.00-BC2-4-208Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 31, 313a

132

CUENCO CON CUATRO

CABEZAS DE UN AVE (¿LORO?)

Cerámica modelada y pulida Decoración incisa en la pared exterior8,3 x 19 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002471Inv. No. 30.03.00-BC2-4-226Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 35, 338a

134

BOTELLA CON DOS CABEZAS

DE PERFIL CON COLMILLOS

Cerámica modelada y pulida Decoración incisa 20 x 15,7 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003055Inv. No. 30.03.00-BC2-4-261Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 32, 317a

Page 180: Chavin

CHAVÍN 353352 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

ESTILO QOTOPUKYO

La cerámica de estilo Qoto-pukyo es distintiva debido al compuesto de una pasta are-nosa usada al fabricarla, lo que dio como resultado una superficie de textura irregular. La mayoría de las vasijas son de color gris claro y solamen-te en algunos casos aislados de superficie crema. Las vasi-jas fueron modeladas por en-rollado y luego fueron cubier-tas con un engobe previo a su cocción. En la mayoría de los casos la cocción determina el contraste entre distintos aca-bados de la superficie —por ejemplo, pulido y mate— y, lo que es aún más importante, se obtuvieron las texturas específicas de la superficie puntillado-rayado y corrugado. La forma característica es la “garrafa” (cat. no. 136, 137), pero hay varias formas de “florero” (cat. no. 135). Hasta la fecha solo hay una evi-dencia de un gollete-estribo y unos cuantos cuencos de estilo Qotopukyo.

La decoración comprende elementos fuertemente abs-tractos y partes de criaturas compuestas, tales como ojos, bocas, manchas, y patas. También se usaron formas geométricas, tales como cír-culos, bandas en espiral, gan-chos y un conjunto de figuras que con seguridad son signos de algún tipo. Una forma espe-cial es la botella (cat. no. 135) que representa una criatura antropomorfa. Al igual que en el caso del estilo Dragoniano, la cerámica de estilo Qotopuk-yo tiene cierta similitud con la región de la costa central.

135

BOTELLA CON UN SER

HÍBRIDO

Cerámica modelada y pulida Decoración en relieve e incisa 23,8 x 19,1 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003054Inv. No. 30.03.00-BC2-4-311Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 44, 384a

La figura mostrada en esta botella en vista frontal se conoce como el “ser emplu-mado que saluda”. Tiene la mano derecha levantada y la izquierda apuntando hacia abajo o hacia atrás. La posi-ción del brazo y de las manos es igual que en la del Lanzón, la deidad suprema de Chavín (Lumbreras 1993, p. 36; véase la fig. 4).

136

BOTELLA CON MOTIVOS

ESPIRALADOS

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa 29,6 x 13 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002476Inv. No. 30.03.00-BC2-4-253

137

BOTELLA CON MOTIVOS DE

FLORES (O PERFIL DE CACTO

DE SAN PEDRO)

Cerámica modelada y pulidaDecoración corrugada e incisa29,7 x 11,2 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003055Inv. No. 30.03.00-BC2-4-310

Page 181: Chavin

CHAVÍN 355354 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

138

CUENCO CON FIGURAS

DE PECES

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa en el exterior e interior5 x 18,3 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002462Inv. No. 30.03.00-BC2-4-103Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 20, 288a, 288b

139

BOTELLA CON MOTIVOS DE

CRUSTÁCEOS ENTRE BANDAS (?)

Cerámica modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa16,3 x 12,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002461Inv. No. 30.03.00-BC2-4-157

ESTILO OFRENDAS

Las vasijas decoradas de estilo

Ofrendas se caracterizan por

la ejecución tosca de los moti-

vos; en efecto, es como si los

alfareros hubiesen intentado

imitar los motivos de otros esti-

los. Las vasijas fueron decora-

das mediante las incisiones y

el pulido, y en algunos casos

fueron pintadas con pintura

blanca. Algunas vasijas también

resaltan por su autonomía

estilística y aparente imper-

meabilidad a la influencia de

otros estilos Chavinenses.

Entre estas últimas tenemos

un cuenco decorado con ocho

peces en el interior y cuatro

en el exterior (cat. no. 138).

Cuencos de estilo Ofrendas han

sido encontrados principalmente

en la costa central, en Ancón

y en los valles de Chillón y

Rímac.

Page 182: Chavin

CHAVÍN 357356 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

ESTILO FLORAL

El estilo Floral constituye una

variante decorada del estilo

Ofrendas. Pero mientras los

motivos de la mayoría de las

vasijas del estilo Ofrendas son

comparativamente toscas, lo

que sugiere que eran solo para

uso doméstico, las de estilo

Floral evidencian un mayor

grado de habilidad, lo que indica

que tal vez fueron hechas para

rituales.

Las vasijas fueron hechas con

el proceso de modelado y pale-

teado, y está claro que se tuvo

mucho más cuidado con el

acabado de la superficie que en

el caso de las vasijas Ofrendas.

La decoración se destaca por

el contraste entre campos tex-

ESTILO CHAVÍN

Y CHAVINOIDE

Esta variante reúne vasijas

atípicas, que no puede asignarse

de modo inequívoco a ningún

estilo. Hasta la fecha solamente

se han hallado unos cuantos

ejemplares de cerámica de

estilo Chavinoide; podría incluso

definirse un nuevo estilo una

vez que se hayan encontrado

más objetos.

turados que a su vez contrastan

con las áreas pulidas. La textura

es lograda principalmente con

texturado o mecido fino.

Una forma que es típica del

estilo Floral y que no se da en

las piezas del estilo Ofrendas,

es una forma semejante a un

florero. Tiene un gollete largo,

delgado y usualmente abocina-

do, un cuerpo achatado, de

contorno elipsoide. El gollete es,

en general, tres a cuatro veces

más largo que el cuerpo. Los

cuencos, de otro lado, son muy

parecidos a los de estilo Ofren-

das.

El motivo más característico

y difundido de todos los de este

estilo es el “nudo de flores”, que

consta de dos bandas que termi-

nan en flores en un extremo,

que se entrelazan en el centro

formando una unidad decorati-

va. Otro que parece ser bastante

común es un diseño en forma de

“Flor de Lys”, una flor retratada

de perfil, compuesto por tres

bandas que terminan en puntas.

A diferencia del estilo Drago-

niano, en el Floral no hay un

solo motivo dominante. Hay

representaciones naturalistas

de felinos y aves, al igual que

criaturas sobrenaturales como

el “dragón floral”. Las aves de

rapiña con las alas extendidas

(cat. no. 140) constituye igual-

mente un motivo en los relieves

en piedra (cf. cat. no. 113) y han

sido interpretadas también de

diversos modos como cóndores

o como ciertas especies de

halcón. Las representaciones

de felinos y aves también se

encuentran en los relieves en

piedra.

El estilo Floral parece haber

estado difundido cerca de

Chavín, pues hasta hoy los

únicos otros ejemplos conocidos

son los que se encontraron en

Kotosh (Huánuco). Aunque no

hay evidencia alguna de su

presencia en la costa central

o sur, es probable que sí haya

habido vínculos de algún tipo

con la costa norte.

140

BOTELLA CON DOS CRIATURAS

HÍBRIDAS, SIMILARES A LAS

AVES RAPACES

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa y textura de burilado dentado fino21,6 x 12 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003056Inv. No. 30.03.00-BC2-4-140Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 49, 415a

Esta criatura semejante a un

ave tiene colmillos de felino

detrás de su pico, razón por

la cual ha sido descrita como

una criatura híbrida (véase la

mezcla de ave y felino ilustrada

en cat. no. 8).

141

CUENCO CON DOS SERES

MONSTRUOSOS

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa y con un achurado 9,4 x 11,5 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002475Inv. No. 30.03.00-BC2-4-87Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 46, 398a

142

BOTELLA CON MOTIVOS

DE PLUMAS

Cerámica modelada y pulidaDecoración incisa sobre fondo burilado o mecido dentado profundo19 x 13 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003057Inv. No. 30.03.00-BC2-4-320Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 40, 365a

Esta es una de las pocas vasijas

conservadas intactas. La forma

de la botella coincide con la

del estilo Ofrendas, en tanto

que el diseño, la decoración y la

técnica de fabricación son más

del estilo Dragoniano.

Este cuenco es similar a los de

estilo Qotopukyo pero fue hecho

con un material diferente, una

pasta marrón arenosa. Las dos

cabezas se encuentran separa-

das por una banda ancha, que

define al mismo tiempo el labio

superior de la criatura. Los ojos

alargados con iris excéntrico

son claramente reconocibles,

al igual que las fosas nasales

hemisféricas dilatadas.

Page 183: Chavin

CHAVÍN 359358 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

CERÁMICA NO-CHAVÍN

“Cerámica no-Chavín” es el

nombre dado a aquellas vasijas

que, a juzgar por sus caracte-

rísticas, distribución y técnicas

de producción, probablemente

pertenezcan a una tradición

cultural distinta. Estos ceramios

podrían muy bien haber sido

producidos en distintos talleres

de aldeas en regiones culturales

distintas, una hipótesis que

queda respaldada por la simple

variedad de los métodos de

producción. Cada uno de estos

estilos alfareros recibió su

nombre del lugar donde fue

descubierto.

Los siguientes estilos alfare ros

se consideran cerámica

no-Chavín: Wacheqsa, Mosna,

Puksha, Raku, Puca Orqo

(no incluido aquí) y cerámica

atípica.

CERÁMICA WACHEQSA

El estilo Wacheqsa es notable-

mente homogéneo en lo que

se refiere a la arcilla, la técnica

de producción (enrollado) y los

elementos decorativos. Todas

estas piezas de color rojo

oscuro se encuentran cubiertas

parcial o íntegramente por

grafito gris-negro y decoradas

con incisiones, cortes y modela-

do. Se han encontrado botellas,

cántaros y cuencos. Se conocen

botellas asa estribo con un es-

tribo rectangular y gollete bul-

boso, al igual que ejemplares

con un estribo de forma anular

grueso. Los cuerpos pueden

ser esféricos, de base plana,

cilíndricos o figurativos. Tam-

bién se han encontrado cánta-

ros esféricos de cuerpo redon-

do, cuello corto y angosto, así

como cuencos de base plana y

paredes abiertas. Las botellas

figurativas fueron modeladas

para que se vieran como frutas

montadas sobre una base cilín-

drica.

Hay dos estilos Wacheqsa

distintivos, Wacheqsa A y

Wacheqsa B. La cerámica del

primer tipo (cat. nos. 143-148)

se encuentra dividida en zonas

de pintado con grafito sobre

una superficie de engobe rojo,

y ocasionalmente presenta un

patrón inciso sobre la arcilla

seca usando un fino buril. En el

caso de la cerámica Wacheqsa B

es característico el brillo plomi-

zo conseguido hundiendo las

vasijas en grafito (cat. no. 149)

y los patrones incisos realizados

en la arcilla cuando todavía está

fresca.

Resulta interesante señalar que,

aunque es rara en Chavín, la

cerámica Wacheqsa siempre se

encuentra junto a la alfarería

Chavín, ya sea que se trate de

un contexto ceremonial como

es el caso aquí, o más bien de un

contexto doméstico. Sus obvios

vínculos con la costa norte y la

llamada cerámica “Cupisnique

Transitorio” (cf. cat. nos. 143 y

47; véase también cat. no. 49),

y aún más con la cerámica

del valle de Virú, prueban sin

embargo que era importada.

Cerámica del estilo Wacheqsa A

ha sido hallada tanto en el valle

del Santa como en el de Casma,

por ejemplo en Cerro Sechín

(cap. 2.5).

143

BOTELLA ASA ESTRIBO

EN FORMA DE FRUTOS

Cerámica modelada, incisa y puntillada, pintada parcialmente con pintura de grafito21 x 16 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropo logía, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003064Inv. No. 30.03.00-BC2-4-201

Se cree que los frutos en

cuestión representados en

esta vasija son pepinos dulces

(Solanum muricatum).

Page 184: Chavin

CHAVÍN 361360 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

144

BOTELLA ASA ESTRIBO ROJA

Cerámica modelada y pulida23,7 x 16,6 cm ca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima Reg. Nac. No. 00002484 Inv. No. 30.03.00-BC2-4-284

145

BOTELLA ASA ESTRIBO ROJA

Cerámica modelada y pulida22,5 x 16,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003058Inv. No. 30.03.00-BC2-4-293

146

CÁNTARO CON UN MOTIVO

GEOMÉTRICO

Cerámica modelada y pulida, pintada parcialmente con pintura de grafito19,9 x 19 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002488Inv. No. 30.03.00-BC2-4-268

Page 185: Chavin

CHAVÍN 363362 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

147

CUENCO CON DISEÑOS DE

PATRONES GEOMÉTRICOS

Cerámica modelada y pulida, grabada y pintada parcialmente con pintura de grafito6,5 x 24,1 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002489Inv. No. 30.03.00-BC2-4-241

148

CUENCO CON DISEÑOS DE

PATRONES GEOMÉTRICOS

Cerámica modelada y pulida, grabada y pintada parcialmente con pintura de grafito7,3 x 23,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002490Inv. No. 30.03.00-BC2-4-317

149

BOTELLA CON TÍPICA

DECORACIÓN CUPISNIQUE

Cerámica modelada, incisa con punzón romo sobre superficie blanda18,3 x 15,2 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003065Inv. No. 30.03.00-BC2-4-229Dibujo de: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 72, 579a, 579b

Page 186: Chavin

CHAVÍN 365364 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

CERÁMICA MOSNA

Lo que distingue a la cerámica

Mosna de otras es su superficie

de color anaranjado-cremoso,

con motivos pintados en rojo.

Hay varias formas distintivas de

botellas, cántaros y cuencos, las

cuales tienen una base redon-

deada. Las cántaros tienen un

cuerpo esferoidal y un cuello

hiperbólico (cat. no. 150). Las

piezas fueron elaboradas con

torno. La materia prima utiliza-

da para todas estas piezas tal

vez provino del mismo yacimien-

to y al estar temperada con

arena muestra como resultado

una textura irregular. El con-

texto de su producción era casi

con toda certeza doméstico.

Dentro del estilo Mosna pode-

mos distinguir dos subestilos:

Mosna A y Mosna B. Dos líneas

paralelas alrededor del gollete,

el cuello o el labio de las vasijas,

estableciendo un área de segre-

gación entre ambos elementos

de la forma es una de las carac-

terísticas del estilo Mosna A

(cat. no. 150). Algunas vasijas

tienen motivos que terminan en

una cabeza zoomorfa que

cuelga hacia abajo de las líneas

paralelas. El estilo Mosna B

está representado por una sola

botella (cat. no. 151). Salvo por

la base, esta pieza está pintada

de rojo e incluye dos mazorcas

de maíz incisas definidas aún

más con un punteado.

La cerámica Mosna es fácil de

distinguir de la alfarería Chavín

y de la alfarería Cupisnique.

Han sido encontradas en las

regiones de la sierra de Caja-

marca, Áncash y Huánuco, pero

no en la costa.

150

CÁNTARO GLOBULAR CON

MOTIVO ZOOMORFO PINTADO

Cerámica modelada, con pintura roja sobre naranja17,7 x 19 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003038Inv. No. 30.03.00-BC2-4-122

151

BOTELLA ROJA CON MOTIVOS

DE DOS MAZORCAS DE MAÍZ (?)

Cerámica modelada y pintada de rojo con decoración incisa y punteada17,8 x 14,7 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003060Inv. No. 30.03.00-BC2-4-319

Page 187: Chavin

CHAVÍN 367366 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

152

BOTELLA DE CUELLO

TUBULAR RECTO Y LARGO

Cerámica modelada, engobe rojo, pulida 22,9 x 14,7 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003068Inv. No. 30.03.00-BC2-4-215

153

BOTELLA DE CUELLO

TUBULAR RECTO Y LARGO

Cerámica modelada, engobe rojo, pulida 20,3 x 14,3 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003059Inv. No. 30.03.00-BC2-4-318

ESTILO PUKSHA

La cerámica Puksha fue pro-

ducida enrollando una pasta

con desgrasante pequeño y

disperso, de arcilla roja oscura,

cubriéndose luego con una capa

gruesa de un engobe rojo. La

decoración del engobe es de

múltiples colores y los motivos

se diferenciaban con incisiones.

Entre las formas típicas tene-

mos las botellas asa estribo

y botellas con gollete tubular

largo, comparable con los

“floreros” de los estilos Floral

y Qotopukyo. El motivo más

común en la iconografía Puksha

relativamente simple es un

“Ser Oculado”, una figura seme-

jante a un búho. La cerámica

Puksha es muy rara y probable-

mente quedó restringida a

apenas unos cuantos lugares.

CERÁMICA RAKU

La cerámica Raku conforma un

grupo artísticamente homogé-

neo. Todas las vasijas de este

estilo fueron hechas con el

mismo compuesto de arcilla,

son casi todas del mismo

tamaño y quizá procedan de

un mismo taller. Casi toda la

cerámica Raku está conformada

por botellas asa estribo con

picos de forma anular o trape-

zoidal y una base plana. Hay

tres estilos Raku: A, B y C. Las

vasijas Raku A fueron decoradas

con incisiones cuando la arcilla

estaba en estado de cuero y

pulida pero aún no había sido

cocida. Las criaturas retratadas

en ella son todas atribuibles al

estilo Cupisnique de la costa

norte (cf. las botellas asa estribo

en cat. nos. 28 y 154). Aunque

la decoración semejante a un

relieve, cubriendo toda la super-

ficie de la vasija es un rasgo

característico de Raku B, sola-

mente conocemos Raku C por

fragmentos. El estilo Raku B

tuvo una amplia difusión en la

costa norte, desde Jequetepe-

que hasta Trujillo, pero también

ha sido encontrada en Garagay.

Podemos por ello decir que la

cerámica Raku forma parte de

la tradición iconográfica de la

cultura Cupisnique.

154

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

DOS CABEZAS DE PERFIL

Cerámica modelada, pulida e incisa18,7 x 14,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003063Inv. No. 30.03.00-BC2-4-312Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 65, 503a

En esta botella, las dos cabezas

antropomorfas que miran a la

izquierda y están unidas por una

banda doble, tienen colmillos,

ojos excéntricos que miran hacia

arriba y lo que constituye un

tocado. La representación coin-

cide con la iconografía Cupisni-

que (cf. por ejemplo cat. no. 28)

y es por ende comparable con

artefactos de Kuntur Wasi,

especialmente los dos aretes

que se muestran en la cat. nos.

83 y 84. Lo que estamos viendo

es presumiblemente una metá-

fora dualista. Mientras que aquí

las dos cabezas están unidas,

los dos aretes de Kuntur Wasi

pueden juntarse para formar

un solo rostro visto de frente,

como en el relieve de piedra de

cat. no. 107.

Page 188: Chavin

CHAVÍN 369368 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

156

CUENCO CON VERTEDERO

LATERAL Y DECORADO CON

CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Cerámica modelada, incisa y pulida 6,2 x 17,9 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003047Inv. No. 30.03.00-BC2-4-119

157

CUENCO CON MOTIVO DE

ESCAMAS DE PEZ

Cerámica modelada, incisa y pulida 6,8 x 21,7 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00002481Inv. No. 30.03.00-BC2-4-105

Este cuenco podría estar

emparentado de algún modo con

el estilo Dragoniano.

158

BOTELLA CON MOTIVOS DE

MOLUSCOS MARINOS

Cerámica modelada y pulidaDecoración en relieve e incisa, con pintura de grafito sobre engobe rojo 12 (el cuello está ausente) x 16,9 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 0000107458Inv. No. 30.03.00-BC2-4-200Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 62, 487a

Esta botella atípica se encuen-

tra decorada con representacio-

nes en alto relieve de Strombus

y Spondylus. Ambos moluscos

viven en las cálidas aguas del

Pacífico, frente a las costas del

Ecuador y aún más al norte.

Sus conchas fueron de crucial

importancia simbólica para las

culturas tempranas de los

Andes Centrales y de Meso-

américa. La doble concha del

Spondy lus u ostra espinosa,

cuyo color puede variar de

blanco a blanco amarillento,

morado o rojo, eran convertidas

en joyas y a veces usada como

ofrenda. Los caracoles de

Strombus se usaban para fabri-

car trompetas o pututos, que

tuvieron un papel clave en las

ceremonias celebradas en el

templo de Chavín (cat. nos. 122-

124); también se encontraron

pututos en las tumbas de Kuntur

Wasi (cat. nos. 64-66).

El ser sobrenatural ilustrado

en cat. no. 108 sostiene una

concha de Spondylus en su

mano izquierda y un Strombus

en la derecha, objetos cuyo

poder simbólico conjunto enfa-

tiza su importancia. Ambos

tipos de concha también apa-

recen juntos en cat. no. 41,

donde fueron representados

por separado pero unidos por

el asa estribo, lo que indica que

esta forma de asa-estribo casi

con toda certeza representaba

un símbolo dualista.

155

CUENCO CON DECORACIÓN

ABSTRACTA

Cerámica modelada, incisa y pulida 7,3 x 19 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003062Inv. No. 30.03.00-BC2-4-85Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 82, 654a

En este cuenco la decoración

incisa es similar a la que prac-

ticara la cultura Cupisnique en

la costa norte. La superficie

finamente pulida es negra y

reflectante.

CERÁMICA MISCELÁNEA

Y QUE NO HA PODIDO SER

IDENTIFICADA

Page 189: Chavin

CHAVÍN 371370 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

159

VASIJA DE PIEDRA CON DOS

CRIATURAS HÍBRIDAS

Piedra tallada y pulida, pintada de rojo 9,1 x 6,6 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003072Inv. No. 30.03.00-BC2-1-3137Dibujo: Luis G. Lumbreras 1993, pl. 85, 671a, 671b

Las dos figuras principales

representadas aquí parecen

tener alas y un cuerpo seme-

jante al de un cocodrilo. Las

formas del rostro y el cuerpo

están entrelazadas y son difíci-

les de interpretar. La vasija es

comparable con las vasijas de

piedra de estilo Limoncarro.

160

MORTERO CON DECORACIÓN

GEOMÉTRICA

Piedra volcánica tallada y pulida20 x 18,5 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003069Inv. No. 30.03.00-BC2-1-3131

ARTEFACTOS DE PIEDRA

Page 190: Chavin

CHAVÍN 373372 Los hallazgos de la Galería de las Ofrendas

161

MORTERO

Piedra (pórfido jaspeado) tallada y pulida7 x 14,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 0000154509Inv. No. 30.03.00-BC2-1-6129

162

ESCULTURA DE UN ANIMAL

(¿ALPACA?)

Piedra (granodiorita) tallada y pulida16,5 x 9 x 9,9 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003071Inv. No. 30.03.00-BC2-1-3138

163

RECIPIENTE EN FORMA

DE UN PEZ

Piedra (granodiorita) tallada y pulida37 x 19,9 x 7,4 cmca. 900-550 a.C.Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, LimaReg. Nac. No. 00003073Inv. No. 30.03.00-BC2-1-3135

Page 191: Chavin

CHAVÍN 375374 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

Paracas y Mochica: la periferia y el legado de las innovaciones del Formativo

Esta sección del catálogo presenta objetos de las culturas Paracas y Mochica. La primera de ellas se desarrolló (ca. 800-200 a.C.) en la costa sur del Perú y fue definida arqueoló-gicamente luego del sensacional descubrimiento de fardos funerarios bien conservados en la península de Paracas, de la cual derivó su nombre. Como se explica en el cap. 2.2, esta región desarrolló una cultura propia distintiva; la influencia de motivos iconográficos de estilo Chavín provenientes de la costa y la sierra septentrional es, a pesar de todo, claramente visible e indica que las sociedades de la región de la costa sur formaban parte de la misma cultura ritual y compartieron conceptos fundamentales con la esfera cultural de Chavín. Las similitudes fueron particularmente pronunciadas durante el periodo Paracas Temprano, entre ca. 800 y 600 a.C., mientras que el periodo subsiguiente vio innovaciones algo más regio-nales, que eventualmente llevaron al desarrollo de la cultura Nasca (200 a.C.-650 d.C.). Los objetos presentados a conti-nuación no solamente muestran cómo fue que la cultura Para-cas formaba parte de la más amplia esfera cultural de Chavín, sino también cómo y en qué difería de ella.

El Formativo Final (ca. 400-200 a.C.) vio la desintegración de la tradición Chavín en la costa norte (véase cap. 5.2). La práctica ritual parece haber perdido gran parte de su poderío y la visión del mundo, así como la mitología, y los dioses de la cultura Chavín parecen haber agotado su potencial. Diversas culturas locales emergieron entonces, pero de ellas solamente la cultura Mochica -con sus célebres monumentos arquitectó-nicos y magníficas tumbas-, que se desarrolló entre los siglos I y IX d.C., fue lo suficientemente poderosa como para unir bajo su área de influencia a sociedades variadas, que se exten-dieron sobre un vasto territorio. Como todo esto sucedió en la misma región en la que la cultura Cupisnique floreció duran-te el Formativo, se hizo un esfuerzo consciente para revivir las formas y las imágenes de ese pasado. La botella asa estri-bo reapareció y el nuevo panteón fue encabezado por un ser antropomorfo con atributos felinos, parecido a las figuras claves representadas en Chavín. Los artefactos presentados aquí proporcionan una impresionante evidencia de este rena-cimiento deliberado de los temas y elementos iconográficos del Formativo.

Page 192: Chavin

CHAVÍN 377376 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

164

PONCHO CON MOTIVOS

DE FELINOS Y HUMANOS

Tejido de doble tela, teñido, con bordes aplicadosAlgodón y fibra de camélido109 x 83 cmPeriodo Paracas Tardío (fase Paracas Necrópolis)ca. 200-100 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129812Inv. No. RT-1226

Este poncho extraordinariamen-

te bien conservado se usaba

pasando la cabeza por la ranura

del cuello ubicada al medio, de

modo tal que los flequillos col-

gaban por adelante y por atrás,

y que resultaba el mismo aspec-

to de ambos lados. En ambos

lados hay dos figuras. La figura

antropomorfa de la izquierda

mira hacia arriba, tiene criatu-

ras semejantes a serpientes col-

gándole de la cabeza y también

sostiene una criatura idéntica

en sus manos. Sentado a la

derecha se encuentra un gran

felino, que sostiene también

una criatura semejante a una

serpiente en sus zarpas, ¿o tal

vez se trata de una cabeza

trofeo? Dentro de su cuerpo

hay un segundo felino, más

pequeño, y un ter cero en la

punta de su cola. Los flecos

tienen un patrón con criaturas

bicéfalas y felinos. Unas figuras

antropomorfas que miran hacia

arriba, con cabellos en forma

de serpientes que salen de su

cabeza, figuran entre los moti-

vos centrales del arte Chavín,

pero varían con siderablemente

dependiendo del lenguaje artís-

tico.

Page 193: Chavin

CHAVÍN 379378 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

165

CAMISA CON EXTREMOS

BORDADOS Y FLECOS

Tejido de tela llana con bordado multicolor e hilos teñidosAlgodón y fibra de camélido 110 x 85 cmPeriodo Paracas Tardío (fase Paracas Necrópolis)ca. 300-100 a.C.Ministerio de Cultura del PerúMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, LimaReg. Nac. No. 0000129820Inv. No. RT-1215

Los paneles decorativos de esta

camisa fueron bordados con

felinos y “Seres Oculados”,

identificables por su cabeza en

forma de corazón y ojos hexa-

gonales concéntricos. Los Seres

Oculados son un tema común

en la cultura Paracas de la costa

sur, donde los textiles no sola-

mente se han preservado gra-

cias al árido clima del desierto,

sino que además conservaron

notablemente bien sus colores

originales. Además de estos

textiles Paracas, los arqueó lo-

gos encontraron numerosos

ejemplares decorados en el

estilo Chavín más clásico

(cf. cat. no. 53).

Page 194: Chavin

CHAVÍN 381380 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

166

BOTELLA DOBLE PICO Y ASA

PUENTE CON DECORACIÓN

CHAVINOIDE

Cerámica modelada, incisa, pulida y pintada (post-cocción)17,8 x 14 cmPeriodo Paracas Temprano (fases Ocucaje 4-5)ca. 800-500 a.C.The Metropolitan Museum of Art, Nueva YorkDonación Nathan Cummings, 1962Inv. No. 62.266.72

167

BOTELLA DE UN FELINO

Cerámica modelada, incisa, pulida y pintada (post-cocción)21 x 9,2 x 17,5 cmPeriodo Paracas Medio (fase Ocucaje 6) ca. 500-400 a.C.The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Colección Memoria Michael C. Rockefeller Legado de Nelson A. Rockefeller, 1979Inv. No. 1979.206.1148

La forma de esta botella doble

pico y asa puente es tan típica

de la tradición alfarera de la

costa sur, así como la botella

asa estribo es en las regiones

más al norte. Aunque la forma

está muy en consonancia con

las tradiciones locales, la de-

coración incisa y pintada de

una cabeza de felino con colmi-

llos y ojos excéntricos que miran

hacia arriba es un clásico motivo

Chavín, lo cual prueba que si

bien las ideas e imágenes podían

transmitirse a través de grandes

distancias, las tradiciones arte-

sanales en cambio tenían la

tendecia a seguir siendo locales.

La cerámica no era fácilmente

transportable y por lo general

solamente era fabricada para

uso local.

Los santuarios y centros de

peregrinaje como el templo de

Chavín fueron, sin embargo,

casos especiales, y sabemos

que los ceramios llevados allí

como ofrendas votivas o de

sacrificio venían desde muy

lejos. Los textiles, en cambio,

son fáciles de transportar y al

ser portátiles probablemente

fueron utilizados también para

transmitir y difundir las imá-

genes. Fueron transportados así

a grandes distancias, ya fuera

como presentes o como bienes

para comerciar o intercambiar

(cf. cat. no. 53). Nótese que el

pico encima del felino de esta

botella fue esculpido en forma

de ave.

Los felinos fueron un motivo

central de la cultura Paracas,

tal como lo habían sido en la tra-

dición alfarera Cupisnique de la

costa norte (cf. cat. nos. 32 y 33).

La figura de felino que apa rece

aquí mira hacia arriba y su boca

está llena de colmillos. El pico y

el asa de esta vasija figurativa

difieren de los de las botellas asa

estribo de la tradición Cupisnique.

Aunque hay claras diferencias

estilí sticas, también hay similitu-

des iconográficas y claros indica-

dores de un sustrato común de

ideas y de una visión del mundo

compartida.

Page 195: Chavin

CHAVÍN 383382 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

168

BOTELLA ASA ESTRIBO

DE UN ANIMAL LUNAR

Cerámica modelada y pulida, con incrustaciones de madreperla13,7 x 10,3 x 20,1 cmPeriodo Mochica Tempranoca. 100-300 d.C.Museo Larco, Lima-PerúReg. Nac. No. 0000027414Inv. No. ML012803

El “animal lunar” es un motivo

importante del arte Mochica

Temprano; su nombre se debe

a su cuerpo curvo en forma de

luna. La alfarería Mochica

Temprano revivió el asa estribo

introducida inicialmente durante

el Formativo, y volvió a darle

una gran importancia a la re-

presentación de criaturas híbri-

das. Esta botella muestra a un

animal sentado sobre sus patas

traseras con la boca bien abier-

ta llena de colmillos y fosas

nasales sumamente distintivas.

Las cuatro patas apuntan hacia

adelante y solamente la cola

curva apunta hacia atrás. Los

ojos redondos de la criatura

forman al mismo tiempo la

cabeza de un ave que mira en

dirección opuesta, al menos si

interpretamos la esquina del

ojo como un pico. La forma

rizada encima del ojo —o de la

cabeza del ave— podría inter-

pretarse como una serpiente,

la cual posiblemente también

comparte la misma boca que

la criatura lunar.

Page 196: Chavin

CHAVÍN 385384 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

Esta vasija figurativa muestra

a uno de los seres míticos

centrales del arte mochica,

cono cido por los arqueólogos

como Ai-Apaec (“el decapita-

dor”) (véase cap. 5.2). Esta

vasija es un ejemplo impresio-

nante de cuán deliberado fue

el renacimiento, en la mitología

Mochica, de la iconografía y el

simbolismo del periodo Forma-

tivo: volvieron a aparecer tanto

la forma característica de la

botella asa estribo y atributos

tales como la boca con colmillos,

con sus esquinas vueltas hacia

abajo, los ojos excéntricos que

miran hacia arriba y las fosas

nasales dilatadas. El ave al

centro de lo que muy probable-

mente muestra una diadema

de oro en forma de un pulpo nos

dice que la figura se encuentra

en casa en los tres elementos:

el aire (el ave), el agua (el pulpo)

y la tierra (el felino). Los dos

elementos que salen de los

lados son patas de araña. Eso

nos daría una pista acerca de

lo que la figura originalmente

tuvo en sus manos. La iconogra-

fía Cupisnique del Formativo,

la cual claramente se evoca

aquí, representó a la araña como

una decapitadora (véanse caps.

2.3, 2.4; cat. no. 1). Esta hipóte-

sis queda confirmada por las

representaciones Mochica de

esta misma criatura conserva-

das intactas, en las cuales sos-

tiene un cuchillo en una mano

y una cabeza trofeo en la otra

(véase fig. 132). La comparación

con la escultura de Pacopampa

del Formativo (cat. no. 10)

muestra aún más cómo fue que

la cultura Mochica recurrió a

las imágenes y los elementos

iconográficos de culturas ante-

riores.

169

FIGURINA CON GOLLETE ASA

ESTRIBO DE UN SER MÍTICO

Cerámica modelada, pulida, incisa y pintada22 x 16,8 cmPeriodo Mochica Tempranoca. 100-300 d.C.Banco Central de Reserva del Perú, LimaInv. No. ACE-507

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CHAVÍN 387386 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

170

BOTELLA ASA ESTRIBO

CON DISEÑOS DE DRAGÓN

DE ESTILO CHAVÍN

Cerámica moldeada y pintada11,5 (incompleta) x 10,9 cmPeriodo Mochica Medioca. 300-600 d.C.Museo Larco, Lima-PerúNat. Reg. No. 0000016669Inv. No. ML002982

La representación de una

cabeza de perfil con colmillos

recuerda a la iconografía

Chavín (como la botella de estilo

Dragoniano de la Galería de las

Ofrendas del templo de Chavín,

cat. no. 134). Siguiendo la

tradición alfarera Mochica las

dos mitades de la vasija fueron

fabricadas con un molde, unidas

y pintadas antes de la cocción.

171

BOTELLA ASA ESTRIBO

CON DISEÑOS DE CABEZAS

DE PERFIL CON COLMILLOS

Cerámica moldeada y pintada20,5 x 11,1 x 9,4 cmPeriodo Mochica Medioca. 300-600 d.C.Museo Larco, Lima-PerúNat. Reg. No. 0000016668Inv. No. ML002981

Al igual que cat. no. 170, esta

botella decorada con un relieve

y pintada con un engobe de

color también es un regreso

al estilo Chavín. Las tres pro-

tuberancias encima del ojo se

parecen a las cabezas de perfil

de estilo Cupisnique (cf., por

ejemplo, cat. nos. 83, 84).

172

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

DISEÑOS DE CABEZAS DE

PERFIL CON COLMILLOS

Cerámica moldeada y pulida 20 x 11 cmPeriodo Mochica Medioca. 300-600 d.C.Museo Larco, Lima-PerúNat. Reg. No. 0000016671Inv. No. ML002984

Las cabezas de perfil que aparecen a cada lado de esta botella recuerdan el estilo Chavín, al igual que las re-presentaciones de las botellas ilustradas en cat. nos. 170, 171; son, por lo tanto, arcaísmos.

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CHAVÍN 389388 Paracas y Mochica: la periferiay el legado de las innovaciones del Formativo

173

BOTELLA ASA ESTRIBO CON

ESCENA NARRATIVA PINTADA

Cerámica moldeada y pulida, pintada29 x 15,2 cmPeriodo Mochica Medioca. 500-600 d.C.Museo Larco, Lima-PerúNat. Reg. No. 0000028269Inv. No. ML013653

El arte Mochica está cargado de escenas narrativas, muchas de las cuales nos proporcio-nan un valioso panorama del mundo en el cual vivía la so-ciedad de entonces. La escena en esta botella muestra a un gobernante sentado dentro de un edificio que recibe pre-sentes de caracoles marinos (Strombus) llevados por una caravana. Delante de él se encuentra una botella retrato que presumiblemente se le había ofrendado. Los caraco-les de Strombus son nativos de las aguas tropicales, de modo que tuvieron que ser transportadas a lo largo de grandes distancias incluso durante el Formativo, cuando

fueron utilizadas como instru-mentos musicales llamados pututos. Estos instrumentos fueron usados en templos de Chavín y de Kuntur Wasi para producir sonidos que inducían trance (véase cat. nos. 122-124, cat. nos. 64-66). Esta escena en particular nos dice que, en la sociedad Mochica, el Strombus también fue un objeto prestigioso de gran valor simbólico. El cinturón de serpientes usado por la figura que encabeza la carava-na recuerda a las serpientes que las figuras del Formativo usaban en los cinturones, del mismo modo los colmillos y el aspecto semejante al de un animal de la figura que apare-

ce detrás denotan un lugar de origen exótico. Mientras que los pututos de Chavín de Huántar y de Kuntur Wasi es-taban reservados únicamente para los sacerdotes, quienes en virtud a su encumbrada posición, podían comunicarse con los dioses, en la sociedad Mochica las conchas de Strombus tendieron a ser representadas como artículos coleccionables pertenecientes a gobernantes poderosos, y podrían incluso haber servido como símbolos de su control sobre ciertas rutas comercia-les, así como de su hegemonía política (cf. el cap. 5.2).

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CHAVÍN390 NOTAS, CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Y DE REPRODUCCIONES, BIBLIOGRAFÍA

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CHAVÍN 393392 Notas, créditos fotográficos y de reproducciones, bibliografía

NOTAS INTRODUCCIÓN 1.1

1. Renfrew y Bahn 2000, pp. 11-48.

2. Goodman 1978.

3. Langer 1987.

4. Morgan 1877; White 1959.

5. Childe 1936.

6. Olsen Bruhns 1994, cap. 1.

7. Assmann 1992, esp. cap. 3.

INTRODUCCIÓN 1.2

1. Horizonte Medio (ca. 600-1000 d.C.) es el término usado para definir el periodo de la cultura Wari, en tanto que el Horizonte Tardío (1400-1535 d.C.) es el periodo Inca. Las culturas Nasca y Mochica exa-minadas en este libro pertenecen al periodo Intermedio Temprano (ca. 200 a.C.-600 d.C.). Los hori-zontes definen periodos que vieron la gran propagación de una cultura material, en tanto que los periodos intermedios son aquellos en los cuales surgieron varias culturas regionales distintas.

CAPÍTULO 2.1

1. Sandweiss y Richardson 2008.

2. Lavallée 2000; Dillehay 2000.

3. Ibíd.

4. Lavallée 2000; Dillehay 2011.

5. Chauchat y Pelegrin 2003.

6. Dillehay et al. 2004.

7. Stothert 1985.

8. Quilter 1991; Lavallée 2000.

9. Moseley 1975; Moseley 1992.

10. Quilter 1991; Moseley 1992; Dillehay 2011.

11. Piperno y Pearsall 1998.

12. Lavallée 2000; Dillehay 2011.

13. Dillehay 2011.

14. Stothert 1985.

15. Bonavia 1982.

16. Benfer 1984; Quilter 1989.

17. Arriaza y Standen 2002.

18. Engel 1957.

19. Lathrap et al. 1975.

20. Lavallée 2000.

21. Feldman 1980.

22. Shady y Leyva 2003.

23. Quilter 1991.

24. Dillehay 2011.

25. Moore 1996.

26. Burger 1992.

27. Haas y Creamer 2006.

28. Dillehay 2011.

29. Bird et al. 1985.

CAPÍTULO 2.2

1. El tamaño relativamente pequeño de estos sitios arqueológicos pre-hispánicos es de gran beneficio práctico para los arqueólogos, pues-to que permite examinar varias fases de desarrollo en los estudios regionales, sin correr el riesgo de que todos los recursos disponibles del proyecto vayan al estudio de un único sitio con estructuras monumentales.

2. Rowe 1960; Rowe 1962b; Menzel et al. 1964.

3. Sandweiss et al. 1989; Sandweiss et al. 1998; Richardson et al. 1990; Keefer et al. 1998.

4. Quilter 1989; Engel 1966a; Engel 1966b; Donnan 1964.

5. Chauchat 2006; Stothert 1988; Dillehay et al. 1989.

6. Sandweiss et al. 1989; Sandweiss et al. 1998; Richardson et al. 1990; Keefer et al. 1998.

7. Moseley 1975.

8. MacNeish 1980-1983.

9. Aldenderfer 1998.

10. Bonavia y Chauchat 1990.

11. Quilter 1989.

12. Engel 1966a; Engel 1966b; Engel 1980.

13. Lynch 1980.

14. Engel 1987; Engel 1988.

15. Inspecciones de campo y cateos focalizados para identificar sitios arqueológicos.

16. Reindel 2010a; Reindel 2010b.

17. Rowe 1962b.

18. Rowe 1967.

19. Engel 1966a; Engel et al. 1991.

20. Rowe 1963; Robinson 1994.

21. Reindel e Isla 2006; Reindel e Isla 2009.

22. Robinson 1994; Lanning 1960; Engel et al. 1991; García y Pinilla 1995; Rowe 1962b, p. 10.

23. Tello 1959; Tello y Mejía 1979.

24. Ibíd.

25. Engel 1966a; Engel 1980; Engel 1987; Engel et al. 1991

26. Menzel et al. 1964; Rowe 1960; Menzel 1976.

27. Wallace 1962.

28. Massey 1987; Canziani 1992; DeLeonardis 1997; Cook 1999.

29. Massey 1991.

30. Silverman 1994; Silverman 1996.

31. Reindel e Isla 2006.

32. Isla y Reindel 2006a; Reindel e Isla 2006.

33. Fux et al. 2009; Fux 2011.

34. Kaulicke et al. 2009.

35. Cordy-Collins 1975.

36. Isla et al. 2003; Reindel e Isla 2006.

37. Silverman 1994; Silverman 1996.

38. Líneas y dibujos hechos sobre el suelo retirando piedras de la superficie del desierto.

39. Arte rupestre producido en una técnica reductiva.

40. Fux et al. 2009; Fux 2011.

41. Reindel et al. 1999: Reindel e Isla 2006.

42. Van Gijseghem 2004; De la Torre y Van Gijseghem 2005.

43. Reindel 2010a.

44. Ibíd.; Reindel 2010b.

45. Fux et al. 2009; Fux 2011.

CAPÍTULO 2.3

1. Bischof 2009; Fux et al. 2009.

2. Pozorski y Pozorski 1994.

3. Tello 1956.

4. Shibata 2008.

5. Chicoine 2008; Chicoine e Ikehara 2008.

6. Burger y Salazar-Burger 2008.

7. Ravines e Isbell 1975.

8. Sakai y Martínez 2008.

9. Guffroy 1994.

10. Alva Meneses 2008a, figs. 17, 18.

11. Sakai y Martínez 2008.

12. Salazar-Burger y Burger 1983.

13. Pozorski 1975.

14. Burger 1995, pp. 230-233.

15. Elera 1993.

16. Ibíd.

CAPÍTULO 2.4

1. Tello 1937.

2. Dillehay et al. 1992.

3. Shimada et al. 1983.

4. Alva Meneses 2010.

5. Alva Meneses 2008b.

6. Eliade 1974.

7. Kosok 1965; Reindel 1993, pp. 190-194.

8. Onuki 1995.

9. Salazar-Burger y Burger 1983.

10. Shimada et al. 1983.

11. Rosas y Shady 1970.

12. Alva 1992.

CAPÍTULO 2.5

1. ONERN 1972, p. 46.

2. López 1982.

3. Tello 1956.

4. Collier 1962.

5. Thompson 1961; Thompson 1962; Thompson 1964a/b; Thompson 1974; Thompson 1983.

6. Fung y Williams 1977.

7. Wilson 1995.

8. Pozorski y Pozorski 1987, p. 4.

9. Lerner et al. 1992, 1995; Samaniego et al. 1985; Fuchs 1990; Fuchs 1997.

10. Chauchat 1992.

11. Uceda 1986, p. 270.

12. Fuchs et al. 2009.

13. Patzschke 2009.

14. Fuchs 1990, Fuchs 1997.

15. Lapiner 1976, figs. 117, 118.

16. Patzschke 2009.

17. Ibíd.

18. Fuchs 1997, Fuchs et al. 2009.

19. Fuchs 1997.

20. Tello 1956, p. 251.

21. Bischof 1995a, p. 136, fig. 16.

22. Bischof 1995a.

23. Ibíd.

24. Bischof 1992; Bischof 1995b; Bischof 2008.

25. Fuchs 1990, Fuchs 1997.

26. Izumi y Terada 1972.

27. Shimada et al. 1983; Shimada 1986.

28. Assmann 2000, p. 38.

CAPÍTULO 3.1

1. Brack 1988; Brack 2004.

2. Kaulicke 1994; Kaulicke 2000a; Kaulicke y Dillehay 2000.

3. Kaulicke 2010a, pp. 91-95.

4. Tschopik 1946.

5. Cardich 1958.

6. Menghin y Schroeder 1957.

7. Cardich 1964.

8. Lynch 1970; Lynch 1980.

9. Muelle 1969.

10. MacNeish et al. 1975.

11. Lynch 1980; Engel 1970.

12. Véase inter alia Kaulicke 1980; Kaulicke 1982; Kaulicke 2000a; Rick 1980; Rick y Moore 2000; Lavallée et al. 1982.

13. Cardich 1991.

14. Aldenderfer 1998.

15. Bauer 2007.

16. Cardich 1991.

17. Para un panorama general véase Kaulicke 1994; Kaulicke 2010a.

18. Dillehay 2011.

19. Piperno 2011, fig. 14.1.

20. Wheeler 1982; Wheeler 2000.

21. Kaulicke 2000b.

22. Wheeler 1982; Wheeler 2000.

23. Wheeler 1982, p. 72, pl. 6.

24. Wheeler 2000; Yacobaccio 2004; Núñez et al. 2010, p. 368.

25. Gusinde 1931.

26. Correa y Flores 2005.

27. Rick 1980, pp. 237-244.

CAPÍTULO 3.2

1. Izumi y Sono 1963; Izumi y Tera-da 1972.

2. Izumi y Terada 1972.

3. Términos acuñados por Bonnier 1997.

4. Izumi et al. 1972.

5. Bonnier 1987.

6. Burger y Salazar-Burger 1985.

7. Grieder 1988.

8. Burger y Salazar-Burger 1980.

9. Matsumoto 2009.

10. Kaulicke 1975; Terada y Onuki 1982; Terada y Onuki 1985; Onuki y Kato 1988; Seki 1997; Tsurumi 2008; Tellenbach 1986.

11. Kato y Seki 1985.

12. Inokuchi 2008; Onuki 1995; Uzawa 2008; Onuki y Inokuchi 2011.

13. Inokuchi 1998.

14. Onuki 2008.

15. Seki et al. 2008.

CAPÍTULO 4.1

1. Kaulicke 2006; Mesía 2006.

2. Cieza de León 1553 (1984).

3. Diessl 2005.

4. Mogrovejo 1593 (1920).

5. Vázquez de Espinoza 1616 (1948), p. 458.

6. Mejía 1945.

7. Ibíd.

8. Rivero 1841.

9. Cieza de León 1553 (1984); Mo-grovejo 1593 (1920).

10. Vázquez de Espinoza 1616 (1948).

11. Don Timoteo Espinoza descubrió la escultura en uno de sus campos cerca del templo en 1840.

12. Polo 1900.

13. Raimondi 1873.

14. Wiener 1880a (1993).

15. Middendorf 1974.

16. Ibíd.

17. Kaulicke 1994; Tello 1923.

18. Tello 1923.

19. Poma de Ayala 1613 (1992); Salinas y Córdoba 1630 (1957).

20. Bennett 1943.

21. Tello 1940; Mesía 2007.

22. Tello 1942; Tello 1960.

23. Lumbreras 1989.

24. Ibíd.

25. Rowe 1962a.

26. Lumbreras 1993.

27. Druc 2004; Lumbreras 1989; Lumbreras 1993; Lumbreras 2007.

28. Burger 1998, p. 27.

29. Ibíd.

30. Kauffmann y González 1993.

31. Burger 1995.

32. Burger 1988.

33. Rick et al. 1998.

34. Rick 2005; Rick 2008a.

35. Mesía 2007.

36. Contreras 2007.

37. Sayre 2010.

38. Rick et al. 2010.

39. Burger 1988.

CAPÍTULO 4.2

1. Mensching 1959, p. 377, según Otto 1917, pp. 13-25, 33-40, 44-45, 54-55.

2. Rivero 1841, pp. 22-25, reimpreso en Rivero y Tschudi 1851, pp. 284-288; Raimondi 1873, pp. 212-217; Wiener 1880, pp. 199-204, 574-575; Middendorf 1894, p. 307, 315; Middendorf 1895, pp. 93-104.

3. Rivero y Tschudi 1851, lámina 41. Originalmente planeada como lámina 5 en Rivero 1840.

4. La Biblioteca Central de la Ponti-ficia Universidad Católica del Perú (Lima) tiene una copia original de la extremadamente rara Revista Americana con la primera versión de este estudio. Fue reimpreso en 1899.

5. Middendorf 1891, pp. 22-24; Middendorf 1893, pp. 630-632, fig. p. 631; Middendorf 1895, p. 389.

6. Uhle 1910, p. 350; Uhle 1918/1959, pp. 37-52, figs. 2-4; Uhle 1920, pp. 53-55; véase también Bischof 1998, pp. 50-51.

7. Tello 1922; Tello 1923, pp. 256-320.

8. Tello 1923, pp. 205, 269, 319.

9. Rowe 1971.

Page 201: Chavin

CHAVÍN 395394 Notas, créditos fotográficos y de reproducciones, bibliografía

10. Uhle 1920, p. 46; Uhle 1935.

11. Kroeber 1926, p. 37; Kroeber 1930, pp. 16-17.

12. Kroeber 1944, pp. 81-90; Willey 1951.

13. Tello 1943.

14. Willey 1962.

15. Lathrap 1966; Lathrap 1974, p. 146; Lathrap 1982.

16. Ekholm 1964; Heine-Geldern 1959; Heine-Geldern 1972.

17. Uhle 1942, p. 377.

18. Rowe 1962a, p. 15; Rowe 1967, p. 76.

19. Rowe 1962a, fig. 8.

20. Kembel 2008.

21. Menzel et al. 1964, figs. 2b, 3a, 11.

22. Roe 1974.

23. Ejemplares fechados en Pampa de las Llamas y Sechín Bajo (valle de Casma) prueban que el “ojo bicorne”, elemento 145 (Roe 1974, p. 18; Bischof 1995c; fig. 14), ante-cedió al “ojo de serpiente”, elemento 3 (Roe 1974, p. 11), hallado por vez primera en el Lanzón.

24. Roe 1978, pp. 3-6.

25. Sawyer y Maitland 1983, p. 51, 53.

26. Tello 1960, láminas 42a, 43.

27. Burger y Salazar-Burger 2008, p. 85, 105.

28. Shillacoto, tumba 4 (Izumi, Cuculiza y Kano 1972, pp. 15, 51-52, 54, 68-71).

29. Ziolkowski et al. 1994, pp. 230, 359. Todas las fechas aquí citadas están calibradas, es decir, son com-patibles con la cronología histórica. Error estadístico (lapso de tiempo): un sigma. Las fechas de las fases culturales presentes en Kotosh deben ser correlacionadas con su secuencia estratigráfica-mente verificada: por consiguiente la fase precerámica Mito del Forma-tivo Inicial data de ca. 2400-1700/1600 a.C., Wairajirca, en la temprana época cerámica, de ca. 1600/1500-1200 a.C., y el nivel Chavín —que sigue a la fase Kotosh (1200-900 a.C.)— de 850 a.C. y después.

30. Rick et al. 2009, fig. 25.

31. Kano 1979.

32. Larco Hoyle 1938/39, pp. 23-37; Larco Hoyle 1941, p. 8.

33. Vega-Centeno 2005, p. 13.

34. Raymond 1988; Burger y Salazar-Burger 2008, p. 105.

35. Alva 1986b; Elera 1994.

36. Lumbreras 2007, pp. 436-437; Burger 2008.

37. Onuki 1999, p. 332.

38. Bird 1963; Bird et al. 1985; Engel 1963; Grieder et al. 1988; Shady y Leyva 2003; Shady 2004; Shady 2007.

39. Kaulicke 1994, pp. 207-15; Ravines 2010.

40. Bischof 1992, p. 21.

41. Wickler y Seibt 1983; Wickler y Seibt 1988.

42. Bird et al. 1985, figs. 100, 101.

43. Grieder et al. 1988, figs. 140, 149.

44. Feldman 1985, fig. 5; Shady 2003; Shady y Leyva 2003.

45. Bischof 1992, fig. 7b. La lámina de hueso, evidentemente reutili-zada, tiene una perforación en un extremo y es posible que haya ser-vido como una bramadera de hueso.

46. Bischof 1999, pp. 99-102, 107.

47. Valdez 2008b, fig. 11.

48. Izumi y Terada 1972, lámina 131.

49. Shady 2004; Di Capua 1994; García 2006.

50. Izumi y Sono 1963, lámina en color 1, láminas 15b, 16; Izumi y Terada 1972, láminas en color 1-2.

51. Alva Meneses 2008a, figs. 5, 8.

52. Ubbelohde-Doering 1960, pp. 180-181, fig. 22; Hecker y Hecker 1994.

53. Engel 1967; Benfer et al. 2007.

54. Tello 1956, pp. 282-283. Tello parece haber asignado los relieves mismos de piedra —algunos de los cuales indudablemente volvieron a ser utilizados— al horizonte Chavín.

55. Larco Hoyle 1941, p. 8.

56. El proyecto de Cerro Sechín fue financiado por la Fundación Volkswagen (Hannover), con el respaldo del ministro federal, el Dr. Hans Leussink (1912-2008), y fue implementado por la Pontificia Universidad Católica del Perú (Lima).

57. Samaniego et al. 1985; Fuchs 1997.

58. Roe 1974, p. 37; Lumbreras 1977, pp. 27-28; Bischof 1994, p. 173.

59. Samaniego 2007, fig. 2, foto-grafías 6, 15; cf. Bird et al. 1985, figs. 119, 131.

60. Samaniego 2007, p. 40, figs. 3-5, pp. 20-21.

61. Grieder et al. 1988, fig. 135.

62. Samaniego 2007, p. 43, figs. 6-7, cf. Larco Hoyle 1938/39, 1, fig. 22.

63. Tello 1943, fig. 17a.

64. Vega-Centeno 1998, p. 187; Vega-Centeno 1999, p. 19; Bischof 2008, figs. 4.21a-b.

65. Cárdenas 1995; Bischof 1995b, pp. 143-150; cf. Kaulicke 1995.

66. La lista revisada de los elemen-tos encontrados tanto en Cerro Sechín como en Chavín (Bischof 1995c, pp. 163-167), se encuentra ampliamente desarrollada en: Roe 1974, nos. 7, 43, 60, 107, 130, 139, 140, además el ojo bicorne “natural”; en los felinos, las zarpas redondas y Roe no. 144 (cabeza silueteada), así como el diseño de las manos o zarpas con la base de doble arco.

67. Maldonado 1992, láminas 5, 9, fotografías 22, 26.

68. Shibata 2008, fig. 11.

69. Cárdenas 1995, fig. 12, elemento 18. Tello 1942, p. 679; 1956, pp. 63, 231, 233, menciona felinos sin nombrar una especie específica, al igual que Grieder et al. 1988, p. 216. Una posibilidad sería el ocelote, Leopardus pardalis (Bischof 1994, p. 181).

70. Lehmann y Doering 1924, fig. 10; Bischof 1999, figs. 25, 26.

71. Shady et al. 2003.

72. Falcón y Suárez 2009, figs. 18, 21.

73. Lumbreras 1977, pp. 27-28, fig. 55.

74. Bischof 1994, fig. 21c.

75. Falcón y Suárez 2009, figs. 7-10, cf. Bischof 1995c, figs. 4f-g, 5b.

76. Bischof 1994, p. 179; Bischof 2008, pp. 133-136.

77. Tello 1943, fig. 17b.

78. Paredes y Salas 2005, pp. 92-93.

79. Samaniego 2007, fotografía 26, fig. 8.

80. Chapdelaine y Pimentel 2008.

81. Bischof 1994, fig. 13.

82. Engel 1963, fig. 192.

83. León 1995; Fuchs et al. 2009, figs. 18, 19.

84. Bischof 2009, p. 36.

85. Pozorski y Pozorski 1986.

86. Bischof 2008, pp. 122-123; Bischof 2009, p. 25.

87. Bischof 2009, p. 18.

88. Ravines 1984, pp. 35-37; Ravines 2009, pp. 121-141; Burger 1992, p. 65. “Pirámide A” en Ravines 1984, “Montículo B” en Ravines 2009.

89. Ravines 1984, p. 37.

90. Deseo agradecer al arqueólogo Roger Ravines y al Sr. Fernando Villiger por haberme proporcionado gentilmente los contextos en los cuales se recogieron las muestras de C14: la muestra PUCP-49 (1519-1318 a.C.) proviene de una bolsa de contención de fibras, llenada con piedra de cantera (shicra) de la plataforma noreste. TK-178 (1679-1526 a.C.), del pozo C, y TK-177 (1421-1261 a.C.), del pozo F, indican la presencia de materiales de una edad similar en el edificio central. En todo caso el pozo C es super-puesto de los célebres relieves Chavín-C y por tanto es más anti-guo que aquellos (Ravines 2009, pp. 109, 116).

91. Patzschke 2009, pp. 98, 119.

92. Ibíd, nos. 72-73.

93. Castillo 2006, fig. 279.

94. Pozorski 1975, lámina 1, figs. 13, 15.

95. Bischof 2008, p. 130.

96. Fuchs et al. 2006, pp. 126-127, figs. 11-13.

97. Bischof 1994, fig. 27; Bischof 2008, p. 124, fig. 4.11.

98. Burger y Salazar-Burger 1983, p. 216; Deza 2008, pp. 87-90; Sakai y Martínez 2008, p. 172. No fue posible establecer nada más con respecto al paradero de los frag-mentos esculpidos —importantes como objetos de referencia— de un descubrimiento rescatado en El Guayabo y su exhibición, hacia 1981, en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Histo-ria de Lima (Hugo Ludeña, correo electrónico del 16 de septiembre de 2011).

99. Salvo por aquellas pocas piezas que se conocen hace cincuenta a ochenta años, hay dudas fundamen-tales en lo que se refiere a la auten-ticidad de las vasijas de piedra de tipo Limoncarro adquiridas en su mayoría a través del comercio de arte. Su autenticidad debe demos-trarse en cada caso. En los morteros del tipo Suchimán se conoce sola-mente una representación probable de Chavín-A (León 1995).

100. Bischof 2008, fig. 4.13.

101. Corrección del nombre según Diessl (2004, p. 180) en lugar del “Yura yako” de Tello (1960, p. 245).

102. Kroeber 1944, lámina 33, Bischof 2008, fig. 4.12b.

103. Torres 2008, fig. 9.21; Bischof 2008, fig. 4.12a.

104. Tello 1929, p. 161, fig. 112; Salazar-Burger y Burger 1983.

105. Sechín Bajo: Fuchs et al. 2006, p. 130, figs. 14, 15. Pampa de las Llamas: Pozorski y Pozorski 1987, p. 38, figs. 17, 18. Véase también Bischof 2009, p. 26.

106. Tsurumi 2008, pp. 157-158.

107. Alva 1986a, no. 178.

108. Ibíd., no. 100, 343, 344.

109. Por ejemplo, Alva 1986a, figs. E-F, nos. 140, 142, 171-172, 175-176, 180-181, 183-186, 272.

110. Ibíd., no. 1: animal suplicante; no. 5: animal agnático; no. 11: cabe-za humana con rasgos felinos; nos. 222-224, 354: cabezas trofeo en una red portadora.

111. Tsurumi 2008, p. 157, fig. 13.

112. Valdez 2008b, figs. 6-9.

113. Bischof 1995c, fig. 14.

114. Kauffmann 1994, pp. 84-85, 88.

115. Terada 1979, lámina 129; Bischof 2008, fig. 4.15b.

116. Pimentel 1986, fig. 13; Bischof 2008, fig. 4.15a.

117. Alva 1986a, no. 66 (= Haus der Kulturen der Welt 1992, p. 64, no. 44).

118. Este motivo fue perpetuado en Chavín Tardío, compuesto por ga-rras y una forma humana de Kuntur Wasi (Onuki 2008, fig. 10), y como un cetro en un textil pintado de Carhua (Cordy-Collins 1975, p. 127, fig. 81) que coincide con la máscara que la figura humana agazapada sostiene delante de su boca en una botella cerámica de Jequetepeque más antigua (Alva 1986a, no. 343). Los elementos delante de la boca de la figura en un célebre relieve en piedra de Chavín pueden entenderse en el contexto de las restantes re-presentaciones Chavín A como un motivo del “hálito de poder” lige-ramente dañado, y no como cápsulas de semillas de Brugmansia, como sostuviera Torres (Torres 2008, fig. 9.17).

119. Rowe 1962a, p. 19; Rowe 1967, p. 84.

120. Cummins 2008, p. 290.

121. Lathrap 1973, pp. 93-94.

122. El relieve de La Pampa ya no se encuentra in situ; podemos, sin embargo, considerarlo como parte de una entrada a partir de su forma y sus195 cm aprox. de grosor.

123. Bischof 1995b, pp. 149-150.

124. Rick 2008a.

125. Alva 1986a, nos. 66, 91, 93; Pozorski y Pozorski 1988; Burger 1989; Bischof 1994, figs. 7h, 23a.

126. Ejemplos publicados: región de Chiclayo / Copa Rondón (esteatita), valle de Jequetepeque / Plato de Dumbarton Oaks (esteatita), valle de Chicama / Huaca Prieta, entierro 867 (talla en hueso), valle de Moche / Alto de la Guitarra (petroglifo), valle del Santa / Chupacoto (dos relieves en piedra), Chavín (dos relieves en piedra), Yurakyako (relieve en piedra posterior), tal vez también Lima / Garagay, plata-forma noreste (relieve en barro). Mapa de distribución: Bischof 1994, fig. 22. También valle de Jequete-peque / copa Limoncarro (esteatita): Salazar-Burger y Burger 1983, fig. 7; Cordy-Collins 1992, fig. 6.

127. Alva 1986a, no. 100.

128. Tello 1960, p. 228, escultura 34; Falcón y Suárez 2009, figs. 11-14.

129. Rowe 1967, p. 76.

130. Rowe 1962a, p. 5; Willey 1951, p. 109.

131. Fechado según Rick et al. 2009, p. 121.

132. Ayres 1961, fig. 17; Lumbreras 1970, p. 119; Lumbreras 1977: fig. 55; Tello 1960, escultura 34; Tello 1960, escultura 44, tal vez se encuentra actualmente en el depósito del museo de sitio de Chavín; Tello 1960, escultura 54; dos fragmentos de relieve inéditos en el museo de sitio de Chavín, así como el relieve de jaguar reciente-mente encontrado (Anónimo 2011, p. 30).

133. Chavín (inédito), museo de sitio (exposición en 2011); Runtu: Tello 1960, escultura 55; Pójoc: Burger 1982, fig. 19; Yurakyako: Tello 1960, esculturas 52-53.

134. Kroeber 1944, p. 86.

135. Lanzón: Rowe 1962a, fig. 7b; Burger 1992, fig. 140; Galería de la Portada: Kembel 2008, fig. 2.29; Portal Blanco y Negro: Rowe 1962a, figs. 1, 9. 10; Lumbreras 2007, figs. 19-26; Cámara de las Vigas Ornamentales: Lumbreras 1970, figs. 115, 116; Plaza Circular: Lumbreras 2007, 1, figs. 131, 133-161, y bocetos en Lumbreras 1989, figs. 24-35; Rick 2008a, fig. 1.16f.

136. Kembel 2008, pp. 44-45.

137. Rowe 1962a, p. 14.

138. Kaulicke 1994, p. 374.

139. Tello 1960, p. 248-249, escultu-ra 55; fotografías: Kauffmann 1968, p. 23. En 1941, la parte superior del Obelisco Runtu se encontraba en la colección de Lamberto Vargas (San Marcos).

140. Tello 1960, p. 248, escultura 54. Lima, Museo Arqueológico, UNMSM, inv. no. 842-1853. Ubi-cación actual: MNAAHP, inv. no. L-8757.

141. Tello 1960, pp. 246-247, escultura 53. Según Tello, en 1934 este “Relieve del Cazador de Cabezas” se encontraba en una casa particular de la Hacienda Poma cocha. Actualmente está en el Museo Amano (Lima), inv. no. FMAL-000006. La réplica de una escultura similar pero invertida lateralmente, dañada y sin borde, está guardada en MNAAHP, inv. no. L-8912 (Andesita 1 (2)/1998, tapa).

142. Kembel 2008, p. 67, fig. 2.12-13.

143. Rowe 1967, p. 76, figs. 11-13 respectivamente 14-16.

144. Rowe 1962a, p. 14.

145. Tello 1956, fig. 30. Las cabezas de serpiente corresponden a la convención Chavín clásico (Roe 1974, elemento 33). Bazán (2010, p. 224) no tuvo esto en cuenta cuando propuso equiparar crono-lógicamente a las esculturas de Moxeque con las de Cerro Sechín (Bischof 2009, p. 36).

146. Roe 1974, fig. 27.

147. Burger 1982, fig. 19.

148. Rowe 1962a, fig. 40.

149. Kauffmann-Doig 1978, p. 258.

150. Shibata 2008, fig. 14d; Tello 1960, p. 233, escultura 37, por el contrario Rowe 1967, fig. 17.

151. Lumbreras 1977, p. 17; Roe 1978; Sawyer y Maitland 1983; Burger 1992, p. 149.

152. Kembel 2008, pp. 49, 74, fig. 2.14.

153. Rick 2008a, p. 23.

154. Roe 1978, pp. 5-6.

155. Lumbreras 2007, figs. 141-142.

156. Rowe 1962a, p. 9.

157. Kembel 2008, pp. 73-74.

158. Larco Hoyle 1941; Larco Hoyle 1948,

159. Elera 1994; Elera 1998; Toshihara 2002.

160. Salazar-Burger y Burger 1983, p. 219.

161. Pozorski 1975, figs. 21-22.

162. Ibíd.; Sakai y Martínez 2008; Alva Meneses 2008a.

163. Shibata 2008.

164. Conklin 1985, pp. 160-161, fig. 20. Sin embargo, Thomas Pozorski (1995, p. 339) cuestionó la idea de que las esculturas que

Page 202: Chavin

CHAVÍN 397396 Notas, créditos fotográficos y de reproducciones, bibliografía

conforman la base del estilo más antiguo de Conklin sean represen-tativas de la fase de construcción en cuestión.

165. Shibata 2008, fig. 14; Bischof 1997; Paredes y Salas 2005. En un e-mail del 11 de agosto de 2011 el Dr. Koichiro Shibata confirmó que el mural de los danzantes pertenece a una fase final de renovación, así que también en Huaca Partida habría una diferencia temporal.

166. Bischof 2008, p. 109; Shibata 2008, p. 302.

167. Kaulicke y Onuki 2008-2009.

168. Burger y Salazar-Burger 2008, pp. 86-87.

169. Rosas 2007.

170. Ravines y Isbell 1975; Roe 1978, p. 7.

171. Burger y Salazar-Burger 1991, fig. 13; Burger y Salazar-Burger 2008, fig. 3.2.

172. Burger 1987, figs. 4, 5; Burger y Salazar-Burger 1998.

173. Burger 2003, fig. 4; Burger y Salazar-Burger 2008, p. 101.

CAPÍTULO 4.3

1. Cf. Tello 1960; Lumbreras 1970; Burger 1998.

2. Rowe 1962a; Burger 1992.

3. Kembel 2001; Kembel 2008.

4. Véase Kembel 2008; Rick et al 2009.

5. Williams 1980.

6. Rick et al. 1998.

7. Ibíd.

8. Rick 2006a.

9. Rick 2008a.

10. Ibíd.

11. Rick et al. 2012.

12. Lumbreras et al. 1976.

13. Rick 2012.

14. Kolar et al. 2010; Smith 2011.

15. Rick 2008a.

16. Kembel 2001; Kembel 2008.

17. Rick 2008a.

18. Lumbreras 1983.

19. Rick 2008a; Turner et al. 1999.

20. Rick et al. 2012.

21. Lumbreras 1977.

22. Véase también Rick 2005.

23. Burger y Salazar-Burger 2008; Contreras 2010.

24. Contreras 2010.

25. Rick 2008a; Sayre 2010.

CAPÍTULO 4.4

1. Burger 1981; Lumbreras 1974; Tello 1943.

2. Kembel y Rick 2004.

3. Onuki e Inokuchi 2011.

4. Seki et al. 2008.

5. Burger 1998; Mesía 2007; Rick 2005; Sayre 2010.

6. Lumbreras 1993; Lumbreras 2007; ídem, aquí en el cap. 4.5.

7. Rick 2008a.

8. Véase Donnan 1985, con referencias a la literatura.

9. Contreras 2010.

10. Lumbreras 1989.

11. Rick et al. 2012.

12. Rick 2008a.

13. Kembel 2008.

14. Ibíd.

15. Contreras 2007.

16. Burger 1992; Cordy-Collins 1977; Rick 2006a.

17. Burger 2011.

18. Burger 1992; Rick 2006a.

19. Rick 2008a.

20. Lumbreras et al. 1976.

21. Kolar et al. 2012.

CAP. 4.5

1. Rick 2008a, p. 21.

2. Marino González, el antiguo curador de Chavín, llevó a cabo una prueba que confirmó la hipó tesis de Tello.

CAPÍTULO 5.1

1. Lippi 2003; Zeidler 2003.

2. Stothert 1985.

3. Van der Merwe et al. 1993; Pearsall 2003; Bonavia 2008; Zeidler 2008.

4. Zevallos et al. 1977.

5. Bonavia 2008.

6. Pearsall 2003.

7. Pratt 1999; Meggers 2005; Oyuela-Caycedo y Bonzani 2005.

8. Marcos 2005.

9. Lathrap 1970.

10. Zeidler 2008.

11. Marcos 1988.

12. Zeidler 1994; Zeidler e Isaacson 2003; Zeidler 2008.

13. Isaacson 1994; Zeidler e Isaacson 2003.

14. Estrada 1958; Meggers et al. 1965.

15. Zeidler 2008.

16. Cruz y Holm 1982; Marcos 1989.

17. Staller 2001.

18. Larco 1948; Tello 1960; Lumbreras 1993.

19. Lathrap et al.1975; Valdez 2008a.

20. Kaulicke 1975, 1994; Burger 1992; Morales 1993; Onuki 1995.

21. Lathrap 1963.

22. Estrada 1958; Lathrap 1963, 1970.

23. Lathrap et al. 1975.

24. Zeidler 1994; Zeidler e Isaacson 2003.

25. Schwarz y Raymond 1996.

26. Stahl 2003.

27. Evans y Meggers 1954.

28. Bushnell 1951.

29. Simmons 1970; Bischof 1975; Lathrap et al. 1975; Cummins 2003.

30. Lathrap et al. 1975; Cummins 2003.

31. Larco 1948.

32. Jijón y Caamaño 1945; Holm 2001.

33. Simmons 1970; Bischof 1975; Evans y Meggers 1982; Zeidler y Sutlliff 1994.

34. Lathrap et al. 1975.

35. Bischof 1982.

36. Lumbreras 1993; Onuki 1995; Ikehara y Shibata 2005; Mesía 2007; Kaulicke 2010a.

37. Evans y Meggers 1982.

38. Zeidler 2008.

39. Burger y Salazar-Burger 1998.

40. Lathrap et al. 1975.

41. Ibíd.

42. Stahl 2003.

43. Villalba 1988; Lippi 2003.

44. Stahl 2003.

45. Zeidler 2008.

46. Olsen 2003.

47. Athens 1995.

48. Isaacson 1987.

49. Grieder et al. 2002.

50. Guffroy 1987; Guffroy 1989; Guffroy 2004.

51. Guffroy 2004.

52. Mesía 2007.

53. Valdez 2007; Valdez 2008a.

54. Ibíd.

55. Rojas Ponce 1969.

56. Hill 1974; Guffroy 1987.

57. Valdez 2008a.

58. Lathrap 1974; Bischof 1999.

59. Lathrap et al. 1975.

60. Marcos 2005.

CAPÍTULO 5.2

1. Elera et al. 1992; Sandweiss et al. 2001.

2. Castillo 1999.

3. Uceda y Mujica 1994.

4. Franco et al. 1994.

5. Donnan 1976; Donnan 1999.

6. Hocquenghem 1987; Golte 1994; Makowski 1996; Makowski 2000.

7. Uhle 1913b; Larco Hoyle 1938; Larco Hoyle 1948.

8. Larco Hoyle 1948.

9. Alva 1986a.

10. Castillo y Donnan 1994.

11. Tello 1960; Larco Hoyle 1938, entre otros.

12. Rowe 1973.

13. Strong y Evans 1947.

14. Carrión Cachot 1948.

15. Bourget 1994; Bourget 1995.

16. Alva y Donnan 1993.

17. Salazar-Burger y Burger 1983; Cordy Collins 1992.

18. Onuki 1995.

19. Alva Meneses 2008b.

20. Salazar-Burger y Burger 2000.

21. Alva 1995; Alva Meneses 2008b.

CAPÍTULO 5.3

1. Uhle 1913a.

2. Disselhoff 1969.

3. Silverman 1993; Orefici 1993; Orefici y Drusini 2003.

4. Isla y Reindel 2006b; Vaughn 2000.

5. Reindel e Isla 2001.

6. Carmichael 1988, 1995; Reindel e Isla 2001.

7. Reindel e Isla 2001; Isla y Reindel 2006b.

8. Isla y Reindel 2006b.

9. Silverman 1993; Silverman y Proulx 2002; Orefici 1993; Orefici y Drusini 2003.

10. Rowe 1960.

11. Hecht 2009, 2010.

12. Sawyer 1997; Silverman 1993; Frame 2005; Biermann 2001.

13. Llanos 2009.

14. Sawyer 1979.

15. Conlee et al. 2009.

16. Reindel et al. 2003; Lambers 2006.

17. Reindel et al. 2006.

18. Reindel y Wagner 2009.

CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Y DE REPRODUCCIONES

SEPARADORES DE SECCIÓN

Págs. 4-5, 218-219 Yutaka Yoshii

Págs. 390-391 Dumbarton Oaks, Washington D.C.

ENSAYOS

Figura 1 Peter Fux

Figuras 2 y 3 Museo Rietberg Zúrich

Figuras 4 y 5 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figura 6 Yutaka Yoshii

Figura 7 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figura 8 Museo Rietberg Zúrich, basado en información de Lavallée 2000, p. 44

Figuras 9 y 10 Tom D. Dillehay

Figura 11 Redibujado según Lathrap et al. 1975

Figuras 12 y 13 Tom D. Dillehay

Figuras 14-16 Markus Reindel

Figura 17 Foto y dibujo: Markus Reindel

Figuras 18a-e y 19a-b Markus Reindel

Figura 20 Peter Fux

Figuras 21 y 22 Markus Reindel

Figuras 23a-b y 24 Koichiro Shibata

Figura 25 Tomado de Ravines e Isbell 1975, “Huaca Garagay-Elevación de murales”, F. de Junco

Figura 26 Dibujado según Burger 1992, p.67

Figuras 27-29 Yoshio Onuki

Figuras 30- 36a Ignacio Alva Meneses

Figura 36b B. Alva, M. Olivos

Figura 37 Ignacio Alva Meneses

Figuras 38 y 39 Walter Alva

Figura 40 Museo Rietberg Zúrich, basado en información de Peter R. Fuchs

Figura 41a Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figuras 41b y 42 Peter R. Fuchs y Renate Patzschke

Figura 43 Peter R. Fuchs

Figura 44 Peter R. Fuchs y Renate Patzschke

Figura 45 Peter Fux

Figura 46 Foto: Fuchs y Patzschke Dibujo: Renate Patzschke; Tello 1956, Fig.22; Disselhoff 1961, Fig.10

Figura 47 Dibujos en planta: Elena Maldona-do, planos adicionales en: Lerner et al. 1992; plano de fachada tomado de: Bischof 1995a, p. 133, Fig. 7; fotos: Peter R. Fuchs

Figura 48 Peter R. Fuchs

Figuras 49 y 50 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figura 51 Peter Fux

Figura 52 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figuras 53-58 John W. Rick

Figura 59 Tomado de Matsumoto 2009, Fig.1

Figuras 60 y 61 Yoshio Onuki

Figura 62 Museo Rietberg Zúrich, basado en información de Eisei Tsurumi

Figura 63 Yoshio Onuki

Figura 64a y 64b Universidad de Saitama

Figuras 65 y 66 Yoshio Onuki

Figura 67 Universidad de Saitama

Figura 68 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figuras 69 y 70 Archivo Tello, Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Page 203: Chavin

CHAVÍN 399398 Notas, créditos fotográficos y de reproducciones, bibliografía

Figura 71 Julio C. Tello 1960, p. IV

Figuras 72-74 Archivo Tello, Museo de Arqueo-logía y Antropología de la Uni-versidad Nacional Mayor de San Marcos

Figura 75 Tomado de Bueno y Grieder 1981, p. 57

Figura 76 Tomado de Bird et al. 1985, Fig.101, Inv. No 41.1/9613. Cortesía de la División de Antro pología, Museo Americano de Historia Natural

Figuras 77 y 78 Tomado de Bischof 1994, Figs. 10a y 10b

Figura 79 Redibujado por Izumi y Terada 1992, color plate 2

Figura 80 Robert Benfer

Figuras 81 y 82 Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Archivo Tello/P9/F2/60

Figura 83 Dibujo: Kai Bischof según Samanie-go 2007, Fig.7

Figura 84a-d Tomado de Bischof 1994, Figs. 8a-c, 16b

Figura 85 Henning Bischof

Figura 86 Tomado de Falcón y Suárez 2009, Fig. 21, correcciones finales: Mónica Suárez Ubillús

Figura 87a-b Tomado de Bischof 1994, Fig. 12c y redibujado por Kai Bischof de Paredes y Salas 2005, p.107, Archi-vo Tello P9/F7/249

Figura 88 Claude Chapdelaine

Figura 89 Redibujado por Kai Bischof, según Ravines 2009, p. 141

Figura 90a-c Tomado de Ravines 1984, Figs. 20-22

Figuras 91 y 92a y b: Henning Bischof

Figura 93a Redibujado por Henning Bischof, Terada 1979, pl.129

Figura 93b Yoshio Onuki

Figura 94 Redibujado de Kauffmann 1978, Fig.5

Figura 95 Tomado de Alva 1986, p.116, No 91

Figura 96 Tomado de Tello 1960, Fig.82

Figura 97 Redibujado por Henning Bischof, según Ayres 1961, Fig.17

Figura 98a Dibujo: Lumbreras 1977, Fig. 55

Figura 98b Tomado de Tello 1960, Fig.62

Figura 99a y b Tomado de Tello 1960, Figs.83, 84

Figura 100a y b Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D, dibujado según Silvia Rodríguez Kembel

Figura 101 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D, según John W. Rick y Silvia Rodríguez Kembel

Figura 102 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D, según John W. Rick

Figuras 103 y 104 John W. Rick

Figura 105 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figuras 106 y 107 John W. Rick

Figura 108 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D, según Silvia Rodrí-guez Kembel

Figura 109 John W. Rick

Figura 110 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figuras 111 y 112: John W. Rick

Figura 113 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D

Figura 114 John W. Rick

Figura 115 Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D. Gráfico coloreado tomado de Peter G. Roe 2007

Figura 116: Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D. Gráfico coloreado tomado de Peter G. Roe 2008

Figura 117: Museo Rietberg Zúrich y ArcTron 3D. Gráfico coloreado tomado de Peter G. Roe 2009

Figura 118 Redibujado según Lumbreras 1993, p.69

Figura 119 Nathan Benn/CORBIS

Figura 120 Christian Mesía

Figuras 121-126 Museo Casa del Alabado, Quito

Figura 127 Ignacio Alva Meneses

Figura 128 Walter Alva

Figura 129 Kutscher 1983; Munich Museum für Völkerkunde

Figura 130 Ignacio Alva Meneses

Figura 131 Museo Arqueológico Nacional Bruning de Lamabyeque. Dibujo: A. López

Figura 132 Museo Tumbas Reales de Sipán

Figura 133 Markus Reindel, diseño de J. Tomkowitz

Figuras 134-136 Markus Reindel

FOTOS DEL CATÁLOGO

Yutaka Yoshii Pág. 221, 343

Cat. nos. 2, 4-11, 14-16, 23-28, 31, 35-37, 39, 40, 42-49, 51, 52, 56-165, 168-173

Denise Okuyama Cat. nos. 13, 38, 55

Museo de Arte de Lima. Daniel Giannoni Cat. nos. 22, 33, 34, 41, 50

Museo Larco, Lima-Perú Cat. nos. 29, 30

Dumbarton Oaks, Washington, D.C. Cat. nos. 1, 3, 17, 18, 19, 53

University of Pennsylvania Museum of Archaeology and Anthropology, Philadelphia Cat. no. 12

The Metropolitan Museum of Art New York Cat. nos. 20, 32, 166, 167

Saint Louis Art Museum Cat. no. 21

The Cleveland Museum of Art, Ohio Cat. no. 54

Yoshio Onuki Págs. 276, 286, 292

Peter Fux Págs. 317, 375

John W. Rick Págs. 334, 337

DIBUJOS DEL CATÁLOGO

Dumbarton Oaks, Washington, D.C. Cat. no. 3

Museo Larco Cat. nos. 10, 16, 173 (Redibujado de Kutscher 1983)

Luis Alberto Ayarza

Cat. nos. 15, 28, 170, 172

Yoshio Onuki Cat. no. 64

John Rick Cat. nos. 111, 122, 123

Luis G. Lumbreras Págs. 340, 125-135, 138, 140-142, 149, 154, 155, 158, 159

PROPIETARIOS

Ministerio de Cultura del Perú

Museo Nacional de Chavín, Áncash Cat. nos. 108-124

Museo Kuntur Wasi, Cajamarca: Cat. nos. 56-107

Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, Lima Cat. nos. 14, 23, 25, 26, 31, 36, 39, 44-46, 164, 165

Museo de la Nación, Lima Cat. nos. 11, 24, 27, 42, 43, 51

Museo de Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima Cat. nos. 6, 125-163

Museo Larco, Lima-Perú Cat. nos. 2, 4, 5, 7-10, 15, 16, 28-30, 35, 37, 40, 47-49, 52, 168, 170-173

Museo de Arte de Lima Cat. nos. 22, 33, 34, 41, 50

Museo del Banco Central de Reserva del Perú, Lima Cat. no. 169

Fundación Museo Amano, Lima Cat. nos. 13, 38, 55

Pre-Columbian Collection, Dumbarton Oaks, Washington D.C. Cat. nos. 1, 3, 17-19, 53

The Metropolitan Museum of Art, New York Cat. nos. 20, 32, 166, 167

University of Pennsylvania Cat. no. 12

Saint Louis Art Museum, St. Louis

Cat. no. 21

The Cleveland Museum of Art, Ohio Cat. no. 54

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CHAVÍN412

La edición de CHAVÍN se realizó en el marco de la muestra que lleva el mismo nombre, que tuvo lugar en el MALI entre el 10 de abril y el 9 de Agosto de 2015.

Este volumen se terminó de imprimir en los talleres de Gráfica Biblos, Jirón Morococha 152, Surquillo, Lima, en marzo de 2015.

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