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    Viajeros ocultistas en el Mxico del siglo XIX

    JOSRICARDOCHAVESUniversidad Nacional Autnoma de Mxico

    RESUMEN:En este ensayo se revisa el lugar de Mxico en el imaginario ocultista,su vinculacin con la tradicin europea desde tiempos coloniales por medio delsincretismo hermtico de figuras como Carlos de Sigenza y Gngora y AtanasioKircher, as como su atractivo para ocultistas notables del siglo XIXcomo H. P.Blavatsky y Aleister Crowley, quienes real o imaginariamente viajaron a Mxicoen la segunda mitad de aquella centuria.

    ABSTRACT:This essay reviews the place Mexico holds in occultist imagination,its link with European tradition since colonial times by way of the hermeticsyncretism of persons such as Carlos de Sigenza y Gngora and AtanasioKircher, as well as its attraction for notable occultists in the 19th century likeH. P. Blavatsky and Aleister Crowley, who in reality or imagination traveled toMexico during the second half of that century.

    PALABRASCLAVE: romanticismo, ocultismo, viajeros ocultistas, Mxico siglo XIX.KEYWORDS: romanticism, occultism, occultists travelers, mexican 19th century.

    OCULTISMO, ROMANTICISMOYSECULARIZACIN

    Antes de hablar del lugar de Mxico en la imaginacin ocultista, ha-bra que precisar brevemente qu entiendo por ocultismo, palabra cuyaacuacin filolgica se dio en el siglo XIX, hecho lingstico que resultasintomtico de que algo nuevo ocurra en el desarrollo europeo de lamagia. Como reaccin al siglo de la Ilustracin y su consecuente secu-larizacin del mundo, surgi el romanticismo en un intento de reen-cantar el mundo, de resacralizarlo. Si bien el romntico es un contra-ilustrado en muchos de sus temas y contenidos, reconoce el alto nivelintelectual de su adversario, por lo que debe refutarlo con parecido osuperior nivel. Es a esta magia posilustrada, corromntica, decimon-nica, moderna, a lo que llamo ocultismo. El trmino se acu en fran-cs en la primera mitad del XIX, con autora atribuida al mago liphasLvi, de gran fama y reconocimiento hasta hoy, en que sus obras siguenpublicndose en muchos idiomas. Despus Helena P. Blavatsky afinel trmino.

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    El ocultismo retom el objetivo de la Filosofa de la Naturalezade losromnticos alemanes de principios de siglo XIXde unir ciencia, poesa yreligin en un sistema integrado. Ante el proceso secularizador que su-ma en crisis existenciales y de fe a muchos, el ocultista busc resignificarmsticamente la naturaleza sin renunciar a conocerla y encauzarla. Comoel cientfico, no cree en el milagro sino en la ley natural, pero ampla elrango de esta ltima, pues hay leyes ocultas susceptibles de ser devela-das por la razn imaginativa. Esto permite hablar entonces de cienciasocultas,otra expresin decimonnica que habla de la incorporacin delparadigma cientfico, positivista, al pensar ocultista. En esta lnea, resul-tan elocuentes el mesmerismo, primero, y el espiritismo despus, en susintentos por presentarse al pblico como ocultismo cientfico.

    Esto tiene que ver con otro rasgo interesante: la secularizacin reli-giosa, el desencanto cristiano, el liberalismo, permiten que los gruposocultistas se desoculten, se muestren a la sociedad, pues buena parte desu gusto por lo secreto se explica por las condiciones religiosas y socio-polticas en que se haban desarrollado, con la represin inmisericordede inquisiciones catlicas y protestantes, todo lo cual obligaba a ser se-cretos y subterrneos.

    Adems de esta vocacin cientificista, el ocultismo y el romanticismocomparten un inters multicultural que va ms all de la cultura eu-ropea. El descubrimiento y estudio del snscrito en el siglo XVIIIllam

    la atencin de muchos artistas y sabios europeos hacia la India y, engeneral, el Oriente.Acaso no escribi Schlegel que hay que buscar enOriente lo supremamente romntico? Las necesidades colonialistas delas potencias europeas tambin propiciaron un intento por comprendera los vasallos, por estudiar sus textos, esculturas y edificios (aunque es-tuviesen en ruinas), por apropiarse discursivamente de lo otro subordi-nado y dar cuenta de ello.

    ELLUGARDEMXICOENLAIMAGINACINOCULTISTA

    Mxico, con sus civilizaciones precolombinas, llam la atencin de losestudiosos y ocultistas europeos durante el siglo XIX, cuando se produjouna renovacin de los saberes heterodoxos impulsada en parte por elromanticismo. Sin abandonar el legado mediterrneo (con Egipto comocentro mistrico por excelencia), el eclecticismo religioso y cultural del

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    ocultismo se dirigi sobre todo al Asia (China, Japn y sobre todo laIndia), dado el ambiente orientalistadel siglo, aunque tambin se dieronpasos por integrar en sus vastos esquemas multiculturales y sincrticos alas antiguas culturas americanas, en especial los mayas, aunque tambinaztecas e incas.

    Asia, Europa, frica, pese a sus diferencias, tenan una historia encomn. En cambio, Amrica, desde su descubrimientodurante el Re-nacimiento, fue el otropor excelencia, culturalmente aislado. Para elojo europeo, Mxico era parte importante de la Amrica primordial,preeuropea, pero no se saba muy bien cmo afiliarla a la historia, por loque de inmediato se acudi al mito, como suele ocurrir en estos casos.Sobre esta presencia mtica en la invencin de Amrica escribe Alfonso

    Reyes:

    No son ajenos al Descubrimiento los sueos de Ofir y Catay. La Atlnti-da, resucitada por los humanistas, trabaj por Amrica. El Cipango y laAntilia representan aqu el paso de la quimera a la realidad, del presagioal hecho. Y todava despus, la mentira que tantas veces ha guiadooscuramente a los exploradores segua haciendo de las suyas, cuandose buscaban en nuestro Continente la Fuente Juvencia, el Pas de Oro yel Reino de las Amazonas (1971: 11).

    En el establecimiento de analogas para intentar comprender lo dife-

    rente, una de las cosas que llamaron mucho la atencin de los europeosfue la existencia de pirmides tanto en Mxico como en Egipto. Paraexplicar esta copresencia arquitectnica, los humanistas renacentistasy barrocos extrajeron del ocenico repertorio de mitos mediterrneosnada menos que a la Atlntida, que trabaj por Amrica, al decir deReyes, no slo en cuanto a estmulo para la exploracin martima sinocomo hiptesis cultural de afinidades entre el Viejo y el Nuevo mundos.Esto se ve muy claro en el erudito jesuita Athanasius Kircher (1602-1680), quien, ante pirmides a ambos lados del Atlntico, pone de pormedio a la Atlntida como extinta patria comn. Sobre esto escribeJoscelyn Godwin:

    El tratamiento de Kircher sobre el asunto (del Diluvio y el Arca de No)no parece tan ingenuo o divertido cuando se lee con conocimiento dela prehistoria real del hombre, tal como fue revelada por H.P. Blavatsky,Rudolf Steiner y otros. Los gigantes, la increble longevidad, las bestias

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    hbridas, los demonios chorreantes de sangre: todo tiene un significadoreal para el estudiante de lo esotrico. Y sobre todo, el Diluvio no fue f-

    bula sino el recuento del destino de un continente en medio del Atlnticocuyos restos comienzan a salir a la luz (1979: 27).

    La influencia de Kircher fue amplia, y la Nueva Espaa no fue la ex-cepcin, cuya intelectualidad inquieta

    se dej envolver en la pasin enciclopedista que emanaba de sus pginas.Tanto ms atrayente cuanto que los horizontes del sabio alemn, en susmltiples contradicciones, permitieron a sus admiradores catalizar la crisisentre los nuevos saberes y la ortodoxia; por ello su lectura posibilit a la cul-tura novohispana transitar con diferente actitud por caminos ya conocidos,

    o aventurarse por sendas inditas hasta entonces (Osorio 1993: XXXIX).

    Por medio suyo nociones del hermetismo renacentista se difundieronpor la Nueva Espaa, lo que explica en parte el egipcianismo del PrimeroSueo de Sor Juana, o la creencia de Carlos de Sigenza y Gngora en laAtlntida y su estrecha relacin con Mxico. Sobre esto escribe Irving A.Leonard en su biografa sobre el sabio novohispano:

    Don Carlos estaba firmemente convencido de la existencia del llamadocontinente o grupo de islas conocido como la Atlntida; estaba seguro de

    que por all haban llegado los olmecas a Amrica procedentes del Este.Crea que el resto de las tribus que poblaban el hemisferio occidentalhaban llegado del Norte y del Noroeste, es decir de Asia [...]. Compartacon su buena amiga sor Juana Ins de la Cruz la conviccin de que losmexicas y otras naciones de Anhuac eran descendientes de Neftum, hijode Misram y sobrino de Cam. Adems, don Carlos estaba convencidode que los antepasados de los mexicanos, habiendo salido de Egipto nomucho despus de la confusin de lenguas, se dirigieron a Amrica. Estaconclusin se basaba en varios argumentos interesantes: la similitud demexicanos y egipcios, manifestada en la construccin de pirmides; elempleo de jeroglficos en el cmputo del tiempo; cierto paralelismo en

    el atuendo y las costumbres; y tambin la semejanza de la palabra mexicaTotl con la egipcia Theuth. Todo esto le pareci revelador a don Car-los (1984,: 111-112).

    Ntese el eclecticismo de estos recuentos mticos: se combinan lasfuentes bblicas (el Diluvio, el Arca de No, la Torre de Babel...) con

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    las griegas (la Atlntida) y lo egipcio (dioses y pirmides). Como puedeapreciarse, no hay que llegar a corrientes del ocultismo decimonnicocomo la teosofa de Blavatsky o al movimiento New Age de la segundamitad del siglo XXpara encontrar este tipo de ensamblajes culturales,sincretismos presentes por lo menos desde el Renacimiento. Lo que va-ra son sus componentes y los asuntos especficos por los que se renenlas referencias pluriculturales.

    Fue as como Mxico, ya desde fines del Renacimiento, fue incorpo-rado al discurso multicultural del hermetismo, que llegara a convertirseen ocultismo en el siglo XIX, ello por medio del mito de la Atlntida,que permiti vincularlo con Egipto y su tradicin mgica. El orienta-lismo egipcaco del siglo XIXse vio reforzado despus de la llegada de

    Napolen a Egipto, y el ocultismo de la poca retom sus conexionesrenacentistas de tipo atlante. No obstante el lustre cultural de Mxico,su incorporacin plena a las admiradas y sabias civilizaciones antiguasno fue tan lograda porque todava pesaba mucho la leyenda negra decanibalismo y sacrificios humanos masivos, sobre todo en el caso de losaztecas, aspecto nada compatible con la moral victoriana. Con los ma-yas fue distinto, pues durante el siglo XIXse descubrieron varias ciuda-des que generaron gran admiracin, adems de algunos de sus avancesastronmicos y matemticos, que los llevaron a ser denominados comolos griegos de Amrica, por lo que en su imagen europea se corri un

    tupido velo sobre sus aspectos canibalsticos y sacrificiales.

    BLAVATSKYENMXICO?

    Al recorrer la galera de figuras ocultistas delXIXsin duda una figura des-collante es la rusa Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) por varias ra-zones: por la vastedad cultural y mitolgica de sus planteamientos, quevan ms all de las corrientes mediterrneas y occidentales con la inte-gracin de elementos (muchas veces descontextualizados) del budismoy el hindusmo; por lograr una sistematizacin de doctrinas dispersascon trasfondo mtico y metafsico, en una direccin moderna, raciona-lizante y explicativa. Su misma biografa es apasionante, plena de con-trastes, de enigmas, triunfos y fracasos. Conocemos a Blavatsky sobretodo como ocultista, pero tiene otras facetas importantes, por ejemplo:como viajera alrededor del mundo (fue amiga del ingls sir Richard F.

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    Burton, connotado viajero y traductor de las Mil y Una Noches); comoescritora no slo de libros ocultistas, sino tambin de crnicas de viajes,de cuentos fantsticos, de una amplia correspondencia, entre otro mate-rial interesante; llama la atencin tambin como mujer independiente,desclasada, errante por Europa, Asia, Amrica y el norte de frica...

    Tras abandonar a su marido cuarentn a sus 18 aos, Helena via-j por Grecia, Constantinopla, Siria, Lbano, Egipto, Europa, Amricatoda (la del norte, y supuestamente, la central y la del sur), Asia, en espe-cial Ceiln, la India y el Tbet. Esta fase viajera es oscura, llena de mitos,iluminaciones, mentiras, hechos reales; es incierta, carece de suficientedocumentacin y se apoya ms en versiones y rumores. Acaba con lallegada de Blavatsky a Nueva York en 1873 veinticinco aos despus,

    ya cuarentona. A partir de entonces puede seguirse su pista con docu-mentos (prensa, revistas, peridicos, correspondencia, libros): sus casicinco aos en la ciudad de la Gran Cebolla, hoy de la Gran Manzana,a la que llega desconocida y de la que sale famosa rumbo a la India, vaInglaterra, con un libro, Isis develada,que la puso en boca (y en ojos)de muchos.

    Es en la fase oscura de su biografa (que dura un cuarto de siglo) quese inserta su viaje a Mxico, que habra ocurrido a principios de la d-cada de los cincuenta, entre 1851 y 1852, con poco ms de veinte aos.Espritu aventurero no le faltaba, ms ahora que se haba vuelto una

    apestada social, una esposa que abandon a su marido cual Kareninasalvaje, en una poca y una sociedad nada complacientes al respecto. Lalectura de las novelas de James Fenimore Cooper la estimularon paraque emprendiera su primer largo viaje por los dominios de los indiosamericanos. En julio de 1851 lleg a Canad, donde tuvo oportunidadde indagar sobre prcticas chamnicas y curativas; despus, quiso visitarla ciudad de los mormones, Nauvu en Missouri, pero, debido a los dis-turbios con los vecinos, que llevaron a su destruccin y a la matanza desus habitantes, Helena sigui a Nueva Orleans, donde investig sobre elculto vud. Despus:

    A travs de Texas pas a Mxico, logrando ver gran parte de este inseguropas, protegida en aquellos arriesgados viajes por su temeraria osada ypor varias personas que de cuando en cuando se interesaban en su favor.Hablaba con especial gratitud de un viejo canadiense, llamado to Jaime,a quien encontr en Texas, en ocasin en que iba completamente sola.

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    La libr de algunos peligros a que entonces estuvo expuesta; y as poruna cosa u otra siempre sala bien, aunque parezca milagroso que tan

    joven como era llevara sin tropezar la independiente vida que haba em-prendido [...]. Pasaba por aldeas, villas y poblados de toda clase, salvajesy cultos, y no obstante vise libre de peligro por el hechizo de su propiatemeridad y su soberbio desdn por los convencionalismos sociales ytoda consideracin que estuviera ni aun remotamente relacionada con elmagnetismo del sexo (Sinnet 1964: 49).

    Estas palabras de Sinnet, el colaborador de Blavatsky por un tiempo,interesan, pues transcriben la informacin que ella dio directamentepara su libro biogrfico. No obstante, el conocimiento de Mxico parecevago; se habra limitado tal vez al norte del pas. Desde Mxico, Bla-

    vatsky habra partido hacia Amrica Central, especficamente Copn,en Honduras, lo que supondra su llegada por el Caribe, pues la entradaa Copn implicaba llegar desde Honduras Britnica, hoy Belice. Enesto Helena segua los pasos de sus admirados viajeros Stephens y Ca-therwood, que pocos aos antes haban visitado, estudiado y dibujadoesplndidamente ruinas mayas en Centroamrica, Chiapas y Yucatn, ydespus haban escrito y publicado exitosos libros de viajeros, traduci-dos a varios idiomas, y quienes aparecen citados muy a menudo en losescritos de Helena. Despus de Copn otra vez aparece Mxico, y esaqu donde decide seguir a la India, previa ida a San Francisco.

    No hay desarrollos literarios u observaciones de viajera en Blavats-ky por su supuesto viaje a Mxico y Centroamrica, a diferencia de loque ocurre con su estada en la India, donde hay recuentos personales,descripciones, conocimiento geogrfico. De hecho, public un libro decrnicas viajeras titulado Por las grutas y selvas del Indostn, tras haberlassacado antes por entregas en una publicacin rusa. Claro, esto lo hacecuando tiene ms de cuarenta aos, casi cincuenteando, no cuando em-pieza los veinte aos, la edad en que habra visitado Mxico. Discuteideas y teoras, no describe lugares ni personas, excepto en una digresinnarrativa en que Blavatsky habla de su rpida visita a Per, en donde s

    se asoma una apreciacin personal.Independientemente de si Blavatsky estuvo o no en Mxico, en todocaso ocupa un lugar en su discurso, y como tema est presente en su dosobras mayores, Isis develada (1877) y La doctrina secreta (1888), aunqueen distintos grados de elaboracin. En el primer libro, publicado enNueva York, Mxico aparece en una versin remozada de Kircher, com-

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    partiendo lugar en el concierto mistrico universal con Egipto y la In-dia, con Atlntida incluida: Los aztecas parecen en ms de un sentidohaber alcanzado a los antiguos egipcios en civilizacin y refinamiento.Entre ambos pueblos, la magia o la filosofa natural arcana fue cultivadaal ms alto grado (1997: 120). Poco antes haba afirmado que:

    La perfecta identidad de los ritos, ceremonias, tradiciones, y an los nom-bres de las deidades, entre los mexicanos y los antiguos babilonios y egip-cios, son prueba suficiente de que Sud Amrica fue poblada por una coloniaque misteriosamente encontr su camino a travs del Atlntico. Cundo?En qu perodo? La Historia calla en este punto, pero aquellos que consi-deran que no hay tradicin santificada por los aos sin cierto sedimento deverdad en su fondo, creen en la leyenda de la Atlntida (1997: 119).

    Ms adelante afirma, tras comparar muestras de arquitectura pre-histrica repartida por todo el mundo (las cuevas hindes de Ellora enel Dekn, Chichn Itz en Yucatn y las ruinas de Copn en Centro-amrica), que presentan tales rasgos de semejanza que parece imposibleescapar a la conviccin de que fueron construidas por pueblos movidospor las mismas ideas religiosas, que haban alcanzado igual nivel de lams alta civilizacin en artes y ciencias (121).

    En su obra posterior, La doctrina secreta, esta visin conciliatoria eigualitaria de las culturas antiguas (Mxico incluido) cambia, se introdu-

    cen jerarquas y criterios raciales en un vasto esquema antropogentico,con razas y subrazas que se suceden y dominan unas a otras, a lo largo deincontables milenios, en una suerte de antropologa mtica de gran alien-to (en esquemas clasificatorios muy propios del siglo XIX, basta recordara Hegel, Comte, Marx, Morgan...). En su planteamiento, la Atlntidaaparece presidiendo la cuarta raza (entendida esta ltima palabra casicomo civilizacin) y habra perecido tras tumultuoso cataclismo, comopas con las razas anteriores. Pero su influencia no se extingui del todoy sus remanentes culturales y raciales pueden observarse en las culturasprecolombinas de Mxico y Amrica Central.

    De esta forma, por un remozamiento del hermetismo barroco, elocultismo blavatskiano integr a las culturas indgenas mexicanas a lagran metahistoria universal, que fueron en el pasado parte del engranajecsmico por donde evolucionaron las reencarnantes mnadas humanasy lo siguen haciendo en rueda sin fin, hasta su liberacin. No fue sinohasta muchas dcadas despus de Blavatsky que surgieron discursos eso-

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    terizantes autctonos que plantearon una visin diferente de Mxico, noeurocntrica, de base ms chamnica, como la obra de Carlos Castaneday sus continuadores (pese a todas las objeciones que puedan hacrsele).

    LAGRANBESTIAASCIENDEELPOPOCATPETL

    Poco menos de cincuenta aos despus del supuesto viaje de Blavatskya Mxico, arrib con certeza al pas Aleister Crowley, una de las figurasms importantes del ocultismo del siglo XX, aunque buena parte de superfil tiene que ver ms con el fin de siglo XIX, con figuras como Wildey Yeats, que son sus coetneos literarios. Crowley, adems de mago, se

    consideraba poeta, y tiene una gran produccin al respecto que hastaahora ha quedado casi en el olvido, opacada por los aspectos ocultistas,sexuales y psicodlicos de su biografa. En la dcada de los 60 del pasadosigloXXsu figura fue rescatada para un nuevo pblico ms amplio comoelemento contracultural, como precursor del movimiento de liberacinsexual y del uso de drogas. Sus enseanzas y prcticas ocultistas se re-tomaron y volvieron a publicarse sus muchos libros de magia, aunqueno tanto los de poesa. Sus cuentos y novelas tambin han vuelto a verla luz editorial.

    A diferencia de Blavatsky, cuyo viaje a Mxico sigue siendo hipottico,

    en el caso de Crowley s puede afirmarse con certeza que estuvo aqu porpoco ms de nueve meses, entre julio de 1900 y abril de 1901, en queviaj a San Francisco para embarcarse al Oriente, la misma ruta que ha-bra seguido antes Madame Blavatsky. Ambos llegaron por primera vez alOriente, a la India en especial, viajando al Occidente, despus de haberestado en Mxico. Para ellos, su camino a la India pas por Mxico.

    En su autobiografa, o como l quiere no sin cierta irona narcisista,autohagiografa, Crowley da amplia cuenta de su estancia en Mxico,y dedica tres captulos de 96 a la visita, aparte de ms referencias enotras partes del grueso libro.1Al final del captulo 22, Crowley, de 25aos, conoce a unos colegas mgicos que acaban de volver de Mxico y,puesto que todos ellos comparten, adems del ocultismo, el gusto porescalar montaas, le recomiendan ascender los volcanes aztecas. El joven

    1Tambin hay referencias a Mxico en la poesa de Crowley, como puede verse en supoema In Vera Cruz Harbour (cf. Selected Poems1985).

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    Crowley les toma la palabra y, tras haber subido las montaas europeas,decide ascender las mexicanas. A diferencia de Blavastky, cuyo interspor visitar Mxico es sobre todo intelectual y mgico, el de Crowley esdeportivo en origen, aunque despus haya tenido importantes experien-cias ocultistas.2

    En el captulo 23, Crowley narra su llegada a Nueva York el 6 de juliode 1900, en medio de una especialmente clida temporada de calor. Sequeda slo tres das y sigue por tren hacia Mxico. Su primera reaccinen la capital es de irritacin: por el mal servicio del hotel, por las comi-das y las bebidas, pero muy pronto se engancha con el nuevo pas, algrado de escribir:

    Me encontr a m mismo espiritualmente en casa con los mexicanos.Ellos desdean la industria y el comercio. Tienen a Daz para hacer supensamiento poltico por ellos y condenan lo que l hace. Sus corazonesestn con las corridas de toros, con las peleas de gallos, con el juego yla lujuria. Su espritu es valiente y alegre, no ha sido envenenado por lahipocresa y la lucha por la vida (1989: 202).

    Le encantan los pjaros, las flores, el paisaje, los colores, la calidad del

    aire. Alquila una casa por la Alameda y contrata a una sirvienta. Dedicabuena parte de su tiempo a sus prcticas y ejercicios mgicos (entreotros, a desarrollar su poder de invisibilidad, en el que dice haber logra-

    do xito: sale a caminar a la calle con tnica escarlata y corona doradasin que nadie repare en l), tambin al sexo ritual, as como a escribirpoesa. A veces combina todo esto, por ejemplo: seduce a una mujercon la que pasa haciendo el amor toda un tarde (incluidos ejerciciosocultos durante la relacin) y, al regresar a su casa, entra en una suertede rapto potico de 64 horas de escritura, al final del cual est listo suTannhuser,poema dramtico al que considerar el principal ttulo desu primer periodo potico.

    Conoce al masn mexicano Jess Medina, se caen bien entre s. Plati-can y don Jess, masn grado 33, queda asombrado por el conocimien-

    2Cf. The Vision & the Voice,un registro de las exploraciones mgicas de Crowley apartir del sistema de los magos isabelinos John Dee y Edward Nelly, por el que lograciertas visiones en Mxico y que despus, en 1909, continuar en el desierto de Argelia(con sus clebres visiones a partir de rituales de magia homosexual con el poeta VictorNeuburg, padrino literario de Dylan Thomas).

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    to cabalista y ocultista de Crowley, que desde hace unos aos participaen los crculos mgicos de Inglaterra, sobre todo en la famosa orden dela Golden Dawn. No obstante su militancia esotrica previa, es el mexi-cano quien inicia al ingls en la masonera formal, quien en poco tiem-po alcanza el grado 33, hecho que menciona Crowley varias veces en susmemorias con mucho orgullo. Juntos, Medina y Crowley, fundan unaorden nueva, la Lmpara de la Luz Invisible, orden paramasnica de laque se hara cargo el primero tras la partida del segundo. Aos despusescribira sobre esto con cierta nostalgia:

    La idea general era tener una lmpara siempre encendida en un temploprovisto con talismanes apropiados a las fuerzas de la naturaleza elemen-

    tales, planetarias y zodiacales. Todos los das tenan que realizarse invo-caciones con el objeto de hacer de la luz misma un centro consagrado ofoco de energa espiritual. Entonces esta luz radiara y automticamenteiluminara aquellas mentes que estuvieran listas para recibirla. An hoy,el experimento me parece interesante y la concepcin sublime. Ms bienlamento que haya perdido contacto con Don Jess; debera conocer mssobre qu pas (203).

    Un ltimo incidente del captulo es el viaje de Crowley a Iguala, don-de los mosquitos le transmiten la malaria. En el captulo 24 Crowleyest de vuelta en la ciudad de Mxico y se hospeda en el Hotel Iturbide.

    Se mezcla con miembros de las colonias inglesa y norteamericana. Serefiere al alcoholismo del cnsul ingls, adelantndose as al MalcolmLowry de Bajo el volcn. Frecuenta las casas de juego y recoge la visita aun casino en Tacubaya. Mientras la gente apostaba ocurri un terremo-to, se fue la luz por unos minutos, luego se trajeron velas encendidas y,para sorpresa de todos, el dinero de las apuestas haba desaparecido en elnterin de sombras. Visita Guanajuato y, despus, otra vez en la capital,retoma la idea matriz de escalar las montaas. Su sirvienta, tras hacerel amor con su patrn, lo anima a subir los volcanes hechizantes que seobservan desde la azotea del edificio.

    Despus de este captulo ms bien costumbrista, retoma en el nme-ro 25 su trabajo mgico y los problemas que esto le genera:

    Mientras mi condicin mgica me estaba poniendo curiosamente inc-modo, yo estaba teniendo xito ms all de mis expectativas. En el airepuro y seco de Mxico, con su energa espiritual vigorosa e incontamina-

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    da, era asombrosamente fcil producir resultados satisfactorios. Pero mipropio xito de alguna manera me descorazonaba (212).

    Finalmente llega de Europa su amigo Eckenstein para la jornadamontaista, a quien Crowley esperaba sumido en su crisis existencial ymgica. Crowley le comenta sus problemas con el proceso mgico, a loque Eckenstein le sugiere que renuncie a la visin romntica y fantasiosade la magia y se ponga a controlar su mente, a practicar sistemtica yseriamente la concentracin, piedra bsica de cualquier trabajo oculto.Crowley le hace caso y sigue sus instrucciones al tiempo que se preparanpara acampar y escalar el Iztacchuatl. Durante tres semanas lo recorrenpor diferentes flancos. Al retornar a Amecameca, visitan al jefe poltico

    del lugar, de quien se haban hecho amigos, y ste les comunica conpesar la muerte de la reina Victoria. Ante su asombro, los ingleses esta-llan de alegra y gozo por la muerte de la soberana, con la esperanza deque con ella termine tambin la poca de mediocridad que su reinadosignificara. Aqu el autor se explaya en la atmsfera asfixiante y gris dela sociedad victoriana.

    Despus los viajeros van a Colima, donde les toca presenciar la erup-cin de un volcn, y ms adelante viajan a Toluca, en cuyo Nevadoacampan. Luego vendr el tan esperado ascenso al Popocatpetl, que serealiza en condiciones curiosas, pues los escaladores van acompaadospor un reportero del Heraldo,quien haba puesto en duda sus hazaasmontasticas, por lo que Eckenstein lo conmina a que los acompaepara que compruebe personalmente el ascenso. El periodista acept ylos montaistas lo hicieron sufrir en el ascenso; finalmente llegaron a lameta. Despus el periodista hizo una crnica de la hazaa deportiva.

    Hay un corto viaje a Veracruz. El viaje de regreso a la ciudad deMxico es descrito con emocin paisajstica:

    Considero el viaje de regreso de Veracruz a la ciudad el mejor del mundodesde el punto de vista del efecto espectacular; el segundo mejor es delGanges hasta Darjeeling. Por las primeras cuarenta millas el tren corre

    entre la jungla tropical, luego el camino de repente empieza a subir y siguesu camino entre desfiladeros subalpinos, con la mole de dieciocho mil piesde altura del Citlaltpetl. El escenario cambia continuamente en carcterconforme uno asciende, y entonces sbitamente uno llega a la meseta,una vastedad casi desierta salvo por los cactus y los magueyes, con los dosconos del Iztacchuatl y el Popocatpetl sobresaliendo de ella (220).

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    Despus Eckenstein parte hacia Inglaterra y Crowley hacia San Fran-cisco, con la intencin de continuar al Asia, como siguiendo la rutainvisible que hubiera hecho medio siglo antes Blavatsky. En El Paso, sedespide de Mxico, con cierta grandilocuencia:

    Oh Mxico, mi corazn an palpita y arde cuando mi recuerdo te traea mi mente! Por otros pases siento ms admiracin y respeto, pero nin-guno de ellos rivaliza con tu fascinacin. Tu clima, tus costumbres, tupueblo, tus extraos paisajes de ensoador encanto reavivan mi juventud(222).

    El aprecio de Crowley por Mxico est anclado en su propio tiempo

    victoriano y porfirista, en lo que le toca vivir en su viaje de nueve me-ses, cual embarazo inicitico. Casi no menciona el pasado prehispnico,que no lo encandila, como s le pasaba a Blavatsky, quien admiraba,ms bien romnticamente, a un Mxico anclado en un glorioso pasadomtico de corte atlante. Ambos son veinteaeros cuando visitan tierrasmexicanas y, tras su estancia, salen para nunca volver al pas, rumbo alAsia va San Francisco. Llegan a la India viajando al Occidente.

    La fascinacin mgica por Mxico no se agotara con Blavatsky yCrowley. Seguira en el siglo XX, aunque ya no con personajes de prime-ra fila en el campo ocultista. Vendrn neotesofos y seguidores de Gurd-jieff y Ouspensky, nazis ocultistas, rosacruces alemanes como KrummHeller, todo esto antes de la explosin hippie y neochamnica de losaos sesenta y setenta. Pero ya estas son otras historias...

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  • 5/20/2018 Chaves

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