charaudeau el problema de los generos (4)

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Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=157013763003 Redalyc Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Charaudeau, Patrick La problemática de los géneros. De la situación a la construcción textual Revista Signos, vol. 37, núm. 56, 2004, pp. 23-39 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Valparaíso, Chile ¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista Revista Signos ISSN (Versión impresa): 0718-0934 [email protected] Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Chile www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Charaudeau El Problema de Los Generos

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Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=157013763003

RedalycSistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Charaudeau, Patrick

La problemática de los géneros. De la situación a la construcción textual

Revista Signos, vol. 37, núm. 56, 2004, pp. 23-39

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Valparaíso, Chile

¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista

Revista Signos

ISSN (Versión impresa): 0718-0934

[email protected]

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Chile

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Charaudeau, P. / La problemática de los géneros. De la situación a la construcción textual 23Revista Signos 2004, 37(56), 23-39

La problemática de los géneros.De la situación a la construcción textual*

Patrick CharaudeauUniversidad de París XIII

Francia

Resumen: Si nos referimos a los escritos que tratan la cuestión de los géneros, y si nos apartamos de la tradi-ción literaria, percibimos que esta problemática se aborda de diversas maneras dando origen a múltiples des-cripciones, definiciones y tipologías, según: las características formales de los textos, las actividades lingüísticaspuestas en marcha, la naturaleza comunicativa en la cual se inscriben los textos o el anclaje social manifestado.De hecho, estos diferentes aspectos están ligados entre sí, pero es preciso reunirlos en torno a una problemáticacomún. Este es el propósito de este artículo. Por ello, se revisan brevemente diferentes aproximaciones acercadel género y se propone un enfoque semio-discursivo. Este se apoya en una teoría de la situación de comunica-ción como un lugar en que se establecen las restricciones que definen las reglas del juego del acto de lenguajey determinan al mismo tiempo el marco de la escenificación del discurso. La situación de comunicación en dondese elaboran las instrucciones de sentido para esta escenificación se transforman, por tanto, en un contrato,factor fundante del género. Así, el género se construye a través del filtro de los diferentes niveles de estructuracióndel acto de lenguaje: el nivel situacional de las restricciones, el nivel de la organización discursiva, determinadapor las instrucciones situacionales y el nivel de las marcas formales, más o menos recurrentes, necesarias paraconfigurar lingüísticamente la organización discursiva.

Palabras Clave: contrato de comunicación, objetivo discursivo, texto, tipología, discurso.

The genre problems. Form situation to text construction

Abstract: When reviewing existing work on genre from a point of view different from that of literary tradition, it ispossible to perceive that this issue is addressed in various forms, originating different descriptions, definitionsand typologies, depending on the formal characteristics of the texts, the linguistic activities started, thecommunication concept in which the texts are inscribed or the social basis of the text. In actual fact, all theseaspects are correlated, but it is important to organise them around a common problem area. That is the purposeof this article. Different approaches to genre are briefly reviewed and a semio-discursive approach is suggested,supported on a theory that proposes communicational situation as the area where the restrictions defining languagerules are established, at the same time determining the scenario for discourse. The communicational situationwhere sense instructions are elaborated for this scenification becomes the contract, genre’s founder factor.Consequently, genre is built through the filter of the different structure levels present in the linguistic act: thesituational level of restrictions, the level of discursive organisation determined by situational instructions and thelevel of more or less recurrent formal marks (or markers), necessary to give linguistic configuration to discursiveorganisation.

Key Words: comunication contract, discursive object, text, typology, discourse.

Recibido: 8 de marzo de 2004 Aceptado: 14 de junio de 2004

* Este artículo se enmarca en el Proyecto ECOS/CONICYT CO2 HO2.

Correspondencia: Patrick Charaudeau ([email protected]). Tel.: (033-1) 49403018. Fax: (33-1) 49403706.Universidad Paris XIII, Av. Jean-Baptiste Clément, 93430 Villetaneuse, Paris, Francia.

Traducido del francés por la Dra. Juana Marinkovich.

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Una manera de plantear los problemas

En Charaudeau (1997), en un artículo de la revistaRéseaux, titulado “Las condiciones para una tipologíade los géneros televisivos de información”, se pre-sentaban los problemas que plantea la noción de gé-nero. Me apoyaba, en esa ocasión, en las diferentescategorías que nos ha entregado la tradición literariapara poner en evidencia la diversidad de los criteriosa los cuales esta recurría y, finalmente, para cuestio-nar su pertinencia cuando se trata de clasificar textosno literarios. Me percato ahora que realicé en esemomento el ejercicio clásico de escribir un artículoque consiste en hacer “una revisión crítica de la cues-tión ” más que plantear mi propio punto de vista. Perolo que es sintomático, en este caso, es haberme refe-rido como otros a la tradición literaria como si el pro-blema de los géneros no pudiera ser tratado sino porreferencia a aquello. Evidentemente, somos herede-ros de esta tradición, pero ahora me parece un errorque se debe enmendar y que es preferible replantearel problema desde otra óptica. Por otra parte, si nosremontamos a la Antigüedad, nos damos cuenta quedesde esa época han coexistido dos problemáticas.Una, procedente de la posición del poeta de la Greciapre-arcaica, la cual, inspirada en los dioses, tenía asu cargo exaltar a los héroes (géneros épico yepidíctico) y resolver los enigmas (los mitos), lo queha derivado en codificar la poesía en un cierto núme-ro de géneros, tales como el épico, el lírico y el dra-mático. Otra, generada en la necesidad de adminis-trar la vida de la ciudad y los conflictos comerciales ypolíticos, que se originó en la Grecia clásica y tuvo suapogeo en la Roma ciceroniana, haciendo del discur-so público un instrumento de deliberación y de per-suasión política. Es, pues, en esta segunda ópticadonde me inscribiré y retomaré ciertos intentos dedefinición de los géneros no literarios para de una uotra manera plantear los problemas e intentar hacermis propuestas.

Se puede considerar, evidentemente, en formasimplificada que el problema de los géneros no litera-rios ha sido o es abordado de diversas maneras: a)determinando “lugares de habla” —lugares sociales,decían los clásicos— que resultan de la manera enque una sociedad estructura, institucionalmente, lapráctica social en grandes sectores de actividad: lopolítico, lo religioso, lo jurídico, lo científico, lo educa-tivo, etc.; b) basándose en las grandes “funciones”de la actividad comunicativa, según el polo del actode comunicación hacia las cuales están orientadas.Son las ya conocidas funciones de Jakobson (1963)

(emotiva, conativa, fática, poética, referencial ymetalingüística) o de Halliday (1973, 1974) (instrumen-tal, interaccional, personal, heurística, imaginativa,ideacional, interpersonal, etc.); c) fundándose en la“naturaleza comunicacional” del intercambio verbalque es, como lo propone Bajtín (1984), “natural”, es-pontáneo (géneros primarios), o “construidos”,institucionalizados (géneros secundarios); o como loproponen otros, textos dialógicos o monológicos, ora-les o escritos; d) apoyándose en el “aparato formalde la enunciación”, como lo ha propuesto Benveniste(1969) con la oposición “discurso/relato”, y otros queen esta línea o en aquella de los trabajos de Culioli,elaboran clasificaciones en función de las marcasenunciativas; intentando definir “tipos de actividadescomunicativas”, que tienen un valor más o menosprototípico, tales como narrativo, argumentativo, ex-plicativo, descriptivo, etc.; e) describiendo las carac-terísticas formales de los textos y uniendo las marcasmás recurrentes para concluir en la determinación deun género textual1 . f) finalmente, buscando determi-nar un campo de producción del discurso según tex-tos fundantes, cuya finalidad es determinar los valo-res de un cierto ámbito de producción discursiva, comopueden ser el discurso filosófico, el discurso científi-co, el discurso religioso, el discurso literario, etc. (cfr.Maingeneau & Cossuta, 1995)2 . Esta rápida revisiónde las maneras de abordar la noción de género nopretende ser exhaustiva. Se trata de recordar breve-mente, por si fuera necesario, la complejidad de laproblemática, mostrando que lo que se ha tomado encuenta para definir esta noción se relaciona tanto conel anclaje social del discurso, con su naturalezacomunicacional, con las actividades comunicativaspuestas en práctica, como con las características for-males de los textos producidos. Ahora bien, uno pue-de preguntarse si estos diferentes aspectos no estánligados. Los retomaré, pues, aquí para poner en evi-dencia los problemas que plantean cuando se losconsidera separadamente y proponer un modo dearticularlos.

En primer lugar, el aspecto del anclaje social quefunda los géneros, relacionándolos con las diferentesprácticas sociales que se instauran en una sociedad.Estas pueden representar, para los actorescomunicativos, un rol empírico de punto de referen-cia sin el cual, como lo dice Bajtín (1984), “el inter-cambio verbal sería imposible”, pero se puede llegara considerarlos como un campo estructurado (en elsentido de Bourdieu), donde se instauran relacionesde fuerzas simbólicas entre los actores, relaciones defuerzas más o menos jerarquizadas e institucionali-

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zadas según un campo determinado. Estos campos—que yo prefiero llamar “campos de la prácticadiscursiva”, porque esta denominación remite más ala experiencia comunicativa— determinan de antema-no la identidad de los actores que allí se encuentran,los roles que deben asumir, lo que hace que los signi-ficados de los discursos que allí circulan sean fuerte-mente dependientes de la posición de susenunciadores. Radicalizando este punto de vista, sepodría decir que el estatus del actor y el rol que estedesempeña son determinantes para juzgar la adecua-ción de un discurso a un contexto en el cual se produ-ce. Así, todo discurso estaría marcado por el sello deuna cierta “performatividad”, ya que el actor social,que está en el origen enunciativo, sería reconocidoen su estatus: no es ya lo que se dice lo que cuenta,sino el origen enunciativo externo de lo que se dice.

Lo que es, sin embargo, discutible (de allí, loscondicionales) es hacer depender el significado delos discursos del estatus del actor, productor del actode habla, de su posición de legitimidad más que desu rol de sujeto enunciador; esto querría decir quecualquiera sea la manera de hablar, se produciría undiscurso típico del ámbito en el cual se inserta. Portanto, el sacerdote que bautiza podría decir tanto “Yote condecoro” como “Yo te bautizo”, lo que quiere decirque no existirían características discursivas propiasa un ámbito3 . Pertenecería al género político todo dis-curso producido en el ámbito de la práctica política,al género mediático todo discurso producido en elámbito de la práctica de los medios masivos de co-municación, al género científico todo discurso produ-cido en el ámbito de la práctica de las ciencias, etc.

Ahora bien, se puede plantear razonablemente lahipótesis que todo ámbito de la práctica social tiendea regular los intercambios, y consecuentemente, ainstaurar regularidades discursivas, incluso, como loha mostrado la etnometodología, rituales lingüísticos,de los cuales se podría hasta decir que constituyenmarcas (en el sentido en que se marca un territorio)del ámbito4 . Falta decir que es preciso encontrar elmodo de articular este ámbito de práctica social conla actividad discursiva. La dificultad proviene del he-cho de que estos ámbitos de práctica son demasiadoextensivos y englobantes para que puedan extraerseregularidades discursivas. La propuesta siguienteconsiste precisamente en estructurar el ámbito de lapráctica social en un ámbito de la comunicación, loque constituye una respuesta posible a esta cuestión.A la espera de esto, se tomará en cuenta que, si sequieren estudiar los discursos que se despliegan ycirculan en los lugares sociales, no se puede prescin-

dir de una categorización de estos.

En lo que respecta a los tipos de actividad lingüís-tica, el problema que se plantea es saber a qué co-rresponden desde el punto de vista de la producciónlingüística: ¿corresponden a operaciones mentales oson modos de organización textual? Al leer los traba-jos acerca de esta problemática, dos tendencias pa-recen desprenderse.

Una, que se denomina cognitiva, en la medida enque se relaciona con una teoría cognitiva general acer-ca del lenguaje. Esta tendencia consiste en describirlas operaciones del pensamiento que se encontraríanen correspondencia con tal o cual organización tex-tual. Esta posición postula que existirían en la menteesquemas abstractos ordenados (scripts) que desem-peñarían el rol de prototipos originales a partir de loscuales se ordenaría un mecanismo de proyección enel discurso (down), cuando se trata de dar cuenta delproceso de producción de textos o hacia los cualesse ordenaría un mecanismo de reconstrucción delesquema (up), cuando se trata de dar cuenta del pro-ceso de comprensión. Por ello, los psicolingüistas seapoyan para sus descripciones o experimentos enmarcas formales (“marcaje morfológico”), pero queaquí solo cumplen la función de rasgos reveladoresde estas operaciones (ver Caron, 1989).

La otra tendencia, que se podría llamarsemiodiscursiva, consiste en considerar que, siendotodo texto heterogéneo, no es este el que puede serclasificado sino aquel que, en un nivel más abstracto,constituye su estructura. Por tanto, se puede consi-derar que los esquemas, aunque dependen de ope-raciones mentales, no son procesos de generación/comprensión del texto sino el reflejo de su “arquitec-tura”, como lo dice Adam (1992). Para este autor, lascategorías prototípicas homogéneas que constituyenesta estructura son “secuencias autónomas” (relato,descripción, explicación, argumentación y diálogo)cuya configuración se descubre por los haces de re-gularidades que se encuentran en el texto. Para otros,se trata aquí de un conjunto de procedimientos, loque yo mismo he llamado “modos de organizacióndel discurso” (narrativo, descriptivo, argumentativo)(Charaudeau, 1992), que deben ser consideradoscomo mecanismos de construcción del discurso delos cuales dispondría el sujeto hablante para organi-zar su intención discursiva, y no como el esquemadel texto.

Esto no impide que estas dos tendencias plan-teen la cuestión de lo que sería un nivel de organiza-ción del discurso que no sea aquel de la configura-

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ción formal, estando ambas ligadas a las marcas for-males de los textos, pero sin ser completamente de-pendientes. Al respecto, se puede señalar la intere-sante propuesta de Bronckart (1994) que distingue“tipo” de “género”, “en ce que [le type] constitue unsegment de texte, et d’autre part en ce qu’il impliqueune possibilité d’identification sur la base de sespropriétés linguistiques”. En efecto, se sabe, por unaparte, que un procedimiento de organización o deesquematización (argumentativa, por ejemplo) pue-de ser configurado de diversas maneras —incluso bajouna apariencia narrativa— y, por otra parte, que cual-quier tipo de texto (por ejemplo, el publicitario) puedemezclar varios de estos procedimientos. Además,parece que este nivel de organización del discursono está ligado a un ámbito de la práctica social. Severá que la propuesta que sigue consiste en asumiren este nivel la función de articulación entre el lugarde las prácticas sociales y aquel de la configuracióntextual.

Intentar clasificar los textos a partir de la ocurren-cia de las marcas formales plantea otro tipo de pro-blemas. Si tomamos un texto, podemos encontrar re-gularidades significativas (el empleo de expresionesimpersonales, conectores, formas temporales, pro-nombres, etc.); luego, si tomamos otros textos queparecen pertenecer al mismo género (no se plantea-rá aquí la cuestión del punto de vista.); se constataque de un texto a otro ciertas formas son diferentes yotras semejantes. Se concluirá a partir de esto queeste conjunto de textos se caracteriza por ciertas ocu-rrencias formales, lo que permitirá conformar una cla-se, un tipo o un género. Pero, entonces, aparecendos problemas.

El primero, relacionado con el sentido en que es-tas formas pueden ser significativas. Esto se conocecomo el fenómeno de la polisemia de las formas tan-to léxicas como gramaticales que hace que no se estéseguro de que una misma forma que se encuentra envarios textos tenga el mismo significado. La “interro-gación” puede corresponder a una categoría de soli-citud de decir o de solicitud de hacer, de demanda oconminación, de solicitud de información o de solici-tud de validación. Las “formas impersonales” y las“nominalizaciones” pueden tener una función dedistanciación con fines de neutralización de la subje-tividad del sujeto hablante (como en los textos admi-nistrativos o científicos), o la puesta en marcha depresupuestos de evidencia (como en los textos políti-cos o los títulos de los períodicos). Esta poli-perte-nencia de las formas a categorías diferentes consti-tuye un primer obstáculo —ciertamente, no insupera-

ble— de una clasificación de los textos a partir de susocurrencias formales.

El segundo problema, correlativo con el prece-dente, reside en el hecho de que no se sabe si estasocurrencias garantizan su relación con un tipo de tex-to. Lo que está en cuestionamiento aquí es saber silas ocurrencias formales son exclusivas o solamenteespecíficas de un tipo de texto. Si son exclusivas, secontará con una base para determinar un género tex-tual, pero a condición de probar la exclusividad me-diante un trabajo de comparación sistemática conotros tipos de textos. Si son específicas —es decir,propias de un tipo de texto, pero no exclusivas deéste—, entonces, hay muchas posibilidades de quelos textos que se reagrupan en torno a esta especifi-cidad constituyan una clase heterogénea con respectoa la situación. Por ejemplo, podríamos reagrupar enuna misma clase un texto llamado administrativo, untexto didáctico, un texto científico o un texto periodís-tico, por el hecho de que tendrían en común las mis-mas características formales (nominalizaciones, ex-presiones impersonales, presencia de se, construc-ción apositiva de las frases, etc.). Evidentemente, sepodría responder que esto no impide considerar quecada uno de estos tipos de textos se caracterice porestas regularidades formales a las cuales se agreganotras y que es esta suma la que constituye la especi-ficidad del género. Sí, pero esto remite al mismo tiem-po a una última pregunta: ¿A qué criterios se recurrepara decir que un texto sea administrativo, político,didáctico o científico? ¿se da por adquirido lo que debeser demostrado? Se presupone que está relacionadocon un texto administrativo y luego se dan las carac-terísticas formales que le son específicas y no excl⁄&-sivas. Ahora bien, precisamente, la pregunta se plan-tea para determinar en qué aspectos este texto pue-de ser llamado administrativo. Y henos aquí de vueltaa la casilla de partida, es decir, a la cuestión del ámbi-to de la práctica social. Las características formalesno serían sino rasgos caracterizadores que aporta-rían a los textos propiedades específicas, y no ras-gos definitorios que aportarían a los textos propieda-des constitutivas.

Al plantear el problema de los géneros textuales,oponiendo lo que sucede más allá de la producciónlingüística —las condiciones de producción aporta-das por los ámbitos de la práctica— a lo que sucedeen la superficie —las características formales de lostextos—, interrogándose de paso acerca del lugar queocupan las actividades lingüísticas, parece que lacuestión de fondo que se plantea es aquella de lascoacciones y de la libertad de que dispone el sujeto

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hablante. Aceptar que existen géneros, es reconocerque la producción lingüística está sometida a limita-ciones. Pero ¿en qué nivel intervienen estas limita-ciones? Si actúan en la superficie, en el nivel de lascaracterísticas formales, el sujeto, entonces, ya notiene libertad. Estaría obligado, para hacer reconocerel género en el cual se expresa, a meterse de ante-mano en el molde de las formas codificadas, a expre-sarse de manera perfectamente conforme a estasimposiciones y a desaparecer, pues, como sujeto.Hablar, escribir, expresarse, serían muestras de unaactividad de recitación, como es el caso cada vez quese dice una oración litúrgica o que se repite un textosagrado. Si, por el contrario, las limitaciones actúandesde arriba, esto querría decir que el sujeto estaríacompletamente determinado por el lugar que le da eldispositivo del ámbito de la práctica social, y que im-portaría poco su manera de hablar, estando todo yarepresentado de antemano. La propuesta siguienteintenta responder a este dilema.

Una propuesta

Diremos, primero, a la manera de Bajtín (1984), queel sujeto hablante necesita pistas para poder inscri-birse en el mundo de los signos, para significar susintenciones y comunicar. Esto resulta del proceso desocialización del sujeto mediante el lenguaje y del len-guaje mediante el sujeto, ser individual y colectivo.Estos se construyen conjuntamente, por el uso, lanormalización de los comportamientos, el sentido ylas formas que el sujeto registra en su memoria. Estopermite plantear la hipótesis de que existen en el su-jeto tres memorias que testimonian el modo en quese constituyen las comunidades.

Una “memoria de los discursos” que se constru-ye a partir de los saberes del conocimiento y de lascreencias5 sobre el mundo. Estos discursos circulanen la sociedad, se instituyen como representaciones6

alrededor de las que se construyen identidades co-lectivas que fragmentan, así, la sociedad en “comu-nidades discursivas”7 . Es sobre esta memoria de losdiscursos que actúa la publicidad a través de suseslóganes, tal como: “Obernai, la primera gran cer-veza con menos de un tercio de calorías”, que apelaa las representaciones compartidas en torno al efec-to de las calorías, de la esbeltez del cuerpo comovalor del mundo moderno, por el hecho de que sonmás bien los hombres los que beben cerveza, y quelas mujeres podrían también ser consumidoras deesta bebida. Así, las comunidades discursivas reúnen

—virtualmente— sujetos que comparten la misma po-sición, los mismos sistemas de valores, ya sea de opi-niones políticas, de juicios morales, de doctrinas, deideologías, etc.

Una “memoria de las situaciones de comunica-ción” como dispositivos que norman los intercambioslingüísticos y que se definen mediante un conjuntode condiciones psicosociales de realización, de ma-nera que los participantes puedan ponerse de acuer-do sobre lo que está en juego en el intercambio, pue-dan establecer un contrato de reconocimiento, condi-ción de la construcción recíproca y diferenciada delsentido. Así se constituyen las “comunidadescomunicativas”. Es esta memoria comunicacional laque permite hacer la diferencia entre una representa-ción de la muerte cuando es tratada por los mediosmasivos de información y cuando es tratada por lapublicidad comercial, de aceptar la primera y recha-zar la última8 . Ya no se trata aquí de la representa-ción del contenido, de lo que se ha mostrado, sino dellugar situacional en el cual se ha mostrado. Las co-munidades comunicativas reúnen, esta vez físicamen-te,9 sujetos que comparten la misma visión (repre-sentaciones) de lo que deben ser las constantes delas situaciones de comunicación. Por ejemplo, consi-derar que los discursos políticos se deben interpretaren forma diferente según se trate de un meeting, unamanifestación, un coloquio, un debate, una conver-sación amistosa, etc.

Una “memoria de las formas de los signos” quesirven para intercambiar (sean estos verbales,icónicos, gestuales), no como sistemas sino la mane-ra como se emplean, es decir, a través de su uso.Estos signos se organizan en maneras de decir máso menos rutinarias, como si lo que importara del len-guaje no fuera lo que se dice sino su ejecución. Así,se constituyen comunidades del “saber decir”, otrosdirían de “estilo”, alrededor de maneras de hablar,razón por la cual se puede hablar aquí de “comunida-des semiológicas”10 . Es esta memoria semiológica laque hace posible que los individuos puedan emitir jui-cios de orden estético, ético, pragmático u otro sobrela manera de comportarse y de hablar según las nor-mas sociales que se suponen compartidas. La comu-nidad semiológica es, pues, igualmente una comuni-dad virtual de sujetos que se reconocen a través dela “rutinización” de las formas de comportamiento ydel lenguaje.

Dada la relación de “consubstancialidad” quemantiene la situación, sentido y formas, es razonableformular la hipótesis, correlativa con la precedente,

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que se establece una articulación estrecha entre es-tos tres tipos de memorias, y, mucho más, entre lasituación de comunicación, que es un elemento deestructuración de la práctica social y la normalización-codificación de las prácticas lingüísticas. Se puede,pues, sostener la idea de que el sujeto social se dotade géneros empíricos y que, a través de las repre-sentaciones que tiene por su aprendizaje y su expe-riencia, las erige en normas de conformidad lingüísti-ca y las relaciona con lugares de práctica social máso menos institucionalizados.

Diremos, a continuación, que un análisis de losgéneros debe apoyarse en una teoría del hecho lin-güístico, dicho de otra forma, en una teoría del dis-curso de la cual se pueda conocer los principios ge-nerales sobre los cuales se fundan los mecanismosque lo ponen en marcha. Toda teoría del discursoimplica, pues, la determinación de diferentes nivelesde organización del hecho lingüístico. Ya he expues-to aquí y en otras partes los aspectos de una teoríapsicosocio-comunicativa (que llamo “semio-discursiva”) en la cual me inscribo. Retendré aquí,pues, solo los aspectos que me parecen más perti-nentes para explicar mi posición acerca de la cues-tión de los géneros.

En el nivel de los principios generales, que tienenpor función fundar la actividad lingüística11 , retendrémás particularmente el “principio de influencia” queestá en el origen de ciertos objetivos (ver más ade-lante), los cuales determinan la orientación del actode lenguaje como un acto de comunicación en fun-ción de la relación que el sujeto hablante quiere ins-taurar frente a su destinatario.

El nivel de los mecanismos de la puesta en mar-cha es doble. Comprende, por una parte, el que es-tructura el ámbito de la práctica en ámbito de la co-municación, a saber, un conjunto de situaciones decomunicación, y por otra, el que ordena la puesta endiscurso, a saber, un conjunto de procedimientossemio-discursivos.

La situación de comunicación es el lugar dondese instituyen las restricciones que se ponen en juegoen el intercambio; estas restricciones que provienena la vez de la identidad de los participantes y del lu-gar que ocupan en el intercambio, de la finalidad quelos une en términos del objetivo, del propósito, quepuede ser invocado y de las circunstancias materia-les en las cuales se realiza. Cuando un conjunto desituaciones comparten las mismas características,

aunque algunas sean diferentes, esto quiere decir quese encuentran en un mismo ámbito de comunicación(por ejemplo, las situaciones de un meeting, de unadeclaración televisada, de un programa electoral for-man parte del ámbito de la comunicación política).De estos componentes, retendré más particularmen-te aquí aquel de la finalidad, porque es esta la que,seleccionando un tipo de objetivo, determina la orien-tación discursiva de la comunicación. Es evidente, sinembargo, que no se puede disociar estos componen-tes y que concurren conjuntamente para definir lo queestá en juego en la comunicación. Este nivel esmetodológicamente aquel por el cual debe comenzarel análisis de los discursos.

La puesta en discurso es el lugar donde se insti-tuyen, bajo el efecto de las restricciones de la situa-ción, las diferentes “maneras de decir” más o menoscodificadas. Este lugar es, pues, también un lugar derestricciones, pero es preciso distinguir aquí las res-tricciones discursivas de las restricciones formales.Esta distinción se hace necesaria para resolver el pro-blema señalado más arriba, producto del hecho deque varios textos pueden dar la impresión de perte-necer a una misma clase de textos, aun cuando algu-nas de sus formas sean distintas. Lo que se despren-de de las restricciones discursivas dice relación conlas actividades de planificación del discurso (los mo-dos discursivos), sin que pueda ser determinada demanera automática la forma exacta del producto fi-nal. Lo que se desprende de las restricciones forma-les, por el contrario, corresponde a un empleo obliga-torio de las maneras de decir que se encuentran ne-cesariamente en todo texto que pertenece a la mis-ma situación.

Para ilustrar inmediatamente el valor explicativode estos tres niveles y antes de precisar su función,citaremos el caso de los títulos en la prensa. Estos seinscriben en una situación de comunicación periodís-tica que se inscribe, a su vez, en el ámbito de la co-municación mediática por su finalidad que seleccionaun objetivo de información. Estas circunstanciassituacionales apelan a una restricción discursiva deanuncio de las noticias que apelan, a su vez, a la res-tricción formal de titulaje. Se ve así que se podríahablar de géneros en cada uno de estos diferentesniveles: el género de información determinado por elámbito mediático, el género periodístico determinadopor la situación, el género anuncio determinado porla restricción discursiva, el género titulares determi-nado por la restricción formal.

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De los objetivos a las restriccionessituacionales

Los objetivos corresponden a una intencionalidadpsicosocio-discursiva que determina la postura delsujeto hablante en el acto de lenguaje y que parte delintercambio lingüístico mismo. Los objetivos debenser considerados desde el punto de vista de la ins-tancia de producción que tiene en perspectiva un su-jeto destinatario ideal, pero evidentemente deben serreconocidos como tales por la instancia de recep-ción12 ; es preciso que el locutor y el interlocutor pue-dan apelar a ellos. Corresponden, pues, a actitudesenunciativas de base que se encontrarían en un cor-pus amplio de actos comunicativos agrupados en fun-ción de su orientación pragmática, pero más allá desu anclaje situacional. Los tipos de objetivos son de-finidos por un doble criterio: la intención pragmáticadel yo en relación con la posición que ocupa comoenunciador en la relación de fuerza que lo une al tú;la posición que al mismo tiempo tú debe13 ocupar.Sin entrar en detalles, se describirán aquí seis de losprincipales objetivos:

- el objetivo de “prescripción”: yo quiere “hacer ha-cer”, y tiene la autoridad de poder sancionar; tú seencuentra, pues, en posición de “deber hacer”.

- el objetivo de “solicitación”: yo quiere “saber”, y está,pues, en posición de inferioridad de saber frente altú, pero legitimado en su solicitud; tú está en posi-ción de “deber responder” a la solicitación.

- el objetivo de “incitación”: yo quiere “hacer hacer”,pero al no estar en posición de autoridad, no puedesino incitar a hacer; debe, entonces, “hacer creer”(por persuasión o por seducción) al tú que será elbeneficiario de su propio acto; tú está, pues, enposición de “deber creer” que si actúa es por subien.

- el objetivo de “información”: yo quiere “hacer sa-ber”, y está legitimado en su posición de saber; túse encuentra en la posición de “deber saber”14 algosobre la existencia de los hechos, o sobre el porqué o el cómo de su surgimiento.

- el objetivo de “instrucción”: yo quiere “hacer saber-hacer” y se encuentra a la vez en posición de auto-ridad de saber y de legitimación para transmitir sa-ber; tú está en posición de “deber saber hacer” se-gún un modelo (o modo de empleo) que es pro-puesto por yo.

- el objetivo de “demostración”: yo quiere “estable-cer la verdad y dar pruebas” según una cierta posi-ción de autoridad de saber (erudito, especialista,

experto); tú está en posición de tener que recibir y“tener que evaluar” una verdad y tener, pues, la ca-pacidad de hacerlo.

Para evitar cualquier malentendido, conviene pre-cisar aquí lo que no son estos objetivos. No constitu-yen esquemas abstractos de un texto, puesto que sesitúan por encima de éste en la conceptualización deuna intención discursiva que no prejuzga lo que debeser la organización textual. No corresponden a “actosde habla”15 , en el sentido de la pragmática, aunquecomparten con estos el hecho de que se trata de unaco-enunciación intencional que está marcada por elefecto que ella es susceptible de producir. Los actosde habla son unidades más finas que se sitúan en unnivel más comprometido en la realización discursiva,es decir, el enunciado. En efecto, un acto como aquelde “prometer”, según el contexto, podrá correspon-der a un objetivo de prescripción, de incitación o deinformación. Estos objetivos no corresponden tampo-co a las “funciones del lenguaje” tal como fueron de-finidas por Jakobson (1963), puesto que aunque hu-biesen afinidades entre algunas de estas funciones ylos objetivos, estos son, en esta ocasión, muy distin-tos a aquellas. La función conativa, por ejemplo, pue-de insertarse en un objetivo prescriptivo, solicitativo oincitativo. Además, las funciones referencial,metalingüística o poética serían consideradas másbien funciones internas del lenguaje que objetivoscomunicativos intencionales. Finalmente, estos obje-tivos no pueden constituir un principio de tipologizaciónde los textos, puesto que se encuentran más allá dela configuración textual y no permiten prejuzgar lo queserá dicha configuración. Reunir todos los textos quecorresponden a un objetivo de información llevaría aconstituir un conjunto heterogéneo desde el punto devista de su situación de empleo. Sin embargo, estosobjetivos son necesarios para definir estas situacio-nes, como lo vamos a ver ahora.

Cada situación de comunicación selecciona paradefinir su finalidad uno o varios objetivos de los cua-les, generalmente, uno o varios (a veces, dos) entreellos es dominante16 . Así, la situación de comunica-ción mediática puede invocar objetivos: de instrucción(en sus secciones de asesoramiento), de incitación(en sus títulos conmovedores), de demostración(cuando se da la palabra a expertos). Pero lo hacebajo el objetivo dominante de información (es decir,de aquel que determina las reglas del juego del con-trato de comunicación). Más exactamente, lo hace,como lo muestra el análisis, con un objetivo dominan-te doble: de información, para responder a la exigen-cia democrática de hacer que la opinión pública sea

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ilustrada acerca de los acontecimientos que se pro-ducen en el espacio público; de incitación, para res-ponder a la exigencia de la competencia comercialque desea que este discurso se dirija a un grupo másgrande y busca, pues, captarlo (ver Charaudeau,1997). Por el contrario, la situación de comunicaciónpublicitaria tiene solo un objetivo de información y sejustifica a través de un objetivo de incitación. No hay,pues, correspondencia biunívoca entre objetivodiscursivo y situación de comunicación, una mismasituación invoca varios objetivos o un mismo objetivopuede encontrarse en diferentes situaciones. Porejemplo, el objetivo de prescripción en situaciones quedeben hacer conocer: las reglas de la conducciónautomovilística (código del tránsito), las leyes quenorman la conducta cívica (código civil), las reglasque regulan la vida de la empresa (reglamento inter-no); el objetivo de incitación en situaciones donde sebusca orientar la conducta de los individuos (fijaciónde anuncios publicitarios, reuniones electorales, cam-pañas de prevención); el objetivo de información ensituaciones donde se busca guiar al ciudadano o alusuario (periódicos, centros de acogida, boletines ycirculares, fijación de anuncios públicos).

Como se ha dicho, la finalidad y el objetivo queesta selecciona, no conforma el todo de la situaciónde comunicación. Pero, ella es uno de los elementosesenciales que se combina con las características delos otros componentes: la identidad de los participan-tes (por ejemplo, para la comunicación mediática, lainstancia informativa, por un lado, y la instancia ciu-dadana, por otro; para la comunicación publicitaria,la instancia publicitaria, por un lado, la instanciaconsumista, por otro); el objeto del discurso y suestructuración temática (por ejemplo, para los mediosmasivos de comunicación, los acontecimientos delespacio público; para la publicidad, el sueño de bien-estar del individuo); y las circunstancias que precisanlas condiciones materiales de la comunicación (la ra-dio, la prensa, la televisión, para los medios de co-municación masivos; la fijación de anuncios en la ca-lle, los spots televisados, los insertos en las revistas,para la publicidad).

La situación de comunicación es, pues, lo quedetermina a través de las características de sus com-ponentes las condiciones de producción y de recono-cimiento de los actos de comunicación, condicionesde enunciación bajo su aspecto externo. En conse-cuencia, estructura el ámbito de la práctica —que essociológicamente vasto— en el ámbito de la comuni-cación. Este último, al ser en cierta manera el resul-tante de todas las situaciones de comunicación, es al

mismo tiempo —y por efecto de retorno— el lugardonde se encuentran las condiciones generales quedeben satisfacer los componentes de las diferentessituaciones de comunicación de las que forman par-te. Esto quiere decir que cada situación de comuni-cación particular, inscribe, a la vez, en el nivel de suscomponentes, los datos generales que informan alámbito de lo que pasa y aporta especificaciones quele son propias. Por ejemplo, el ámbito de la comuni-cación política hace saber un cierto objetivo (incita-ción), una cierta identidad de los interlocutores (res-ponsable político/ciudadano/adversario), un ciertoobjeto del discurso (el ideal del bienestar social), com-ponentes que se encuentran en cualquier situaciónparticular, ya sea en un meeting, en un libelo, en unadeclaración radiofónica, etc. Lo mismo vale para losámbitos de la comunicación mediática o publicitaria,cuyas condiciones generales se encuentran más arri-ba evocadas, en cualquier situación particular (pren-sa, radio o televisión). Por ello, se puede hablar de“contrato de comunicación”: todo ámbito de comuni-cación propone a sus interlocutores un cierto númerode condiciones que definen las reglas del juego delintercambio comunicativo, cuyo reconocimiento per-mitiría la intercomprensión. Las situaciones particu-lares se considerarían, en tal caso, como variantes (osubcontratos) de un contrato global.

Esta noción de contrato permite reunir los textosque participan de estas mismas condicionessituacionales. Así, se pueden construir corpus, ya seaen torno al contrato global de comunicación (corpusde textos publicitarios, corpus de textos de informa-ción mediática, corpus de textos políticos), ya sea entorno a variantes más específicas (corpus de spotspublicitarios, distinto de un corpus de afiches públi-cos; corpus de crónicas políticas, distinto de un cor-pus de crónicas radiofónicas; etc.). Dicha tipología noes, evidentemente, el único principio de clasificaciónde los textos. No permite, por ejemplo, distinguir, alinterior de la clase de textos periodísticos, las dife-rencias que existen entre diferentes tipos de crónicaso de artículos. Es preciso, pues, tratar ahora de revi-sar un poco más de cerca lo que sucede en el nivelde la construcción discursiva.

Del contrato a las restricciones discursivas

Las restricciones situacionales del acto de comunica-ción deben ser consideradas como datos externos,pero ellas solo tienen razón de ser cuando se tienepor finalidad construir discurso; responden a la pre-gunta “se está allí ¿para decir qué?”, y, al hacer esto,

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generan instrucciones que deben encontrar su corres-pondencia en un “¿decir cómo?”. El lazo entre losdatos externos y la construcción discursiva es decausalidad, pero esta no se establece en una corres-pondencia uno a uno. Dichas restricciones determi-nan lo que debe ser el marco del procesamiento lin-güístico en el cual van a ordenarse. Así, se observaráque las circunstancias de la finalidad, a través de susobjetivos, determinan una cierta elección de los mo-dos enuncivos (descriptivo, narrativo, argumentativo)17

que debe emplear el sujeto hablante; los datos de laidentidad de los interlocutores determinan ciertosmodos enunciativos (alocutivo, elocutivo, delocutivo)con los cuales el mismo sujeto debe comprometerse;los datos del objeto del discurso determinan ciertosmodos de tematización, es decir, la organización delos temas y subtemas por tratar ; los datos de las cir-cunstancias materiales determinan ciertos modos desemiologización, es decir, la organización de laescenificación material (verbal y/o visual) del acto decomunicación. Las limitaciones discursivas no corres-ponden a una imposición de uso de tal o cual formatextual, sino a un conjunto de comportamientosdiscursivos posibles entre los cuales el sujeto comu-nicante elige aquellos que son susceptibles de satis-facer las condiciones de los datos externos.

Para ilustrar el orden de las limitacionesdiscursivas, retomaré, simplificando, aquellas que yahe descrito a propósito del contrato mediático(Charaudeau, 1997). Los objetivos de información yde incitación que las caracterizan determinan un mar-co de tratamiento en el cual la instancia mediática tie-ne que: dar cuenta del evento para transformarlo ennoticia (“evento informado”), utilizando procedimien-tos descriptivos y narrativos, a veces objetivados (cre-dibilidad), a veces dramatizados (captación); explicarel evento (“análisis y comentario”), utilizando proce-dimientos argumentativos; producir un acontecimien-to (“acontecimiento provocado”), utilizando procedi-mientos de puesta en interacción (debates, conver-saciones, entrevistas). La importancia atribuida a losinterlocutores de este contrato (la identidad) determi-na un marco de tratamiento enunciativo en el cual lainstancia mediática debe construirse una imagen deenunciador neutro, no implicado y distante, y debeconstruir una imagen de la instancia destinatario quedebe ser referida (en nombre de la ciudadanía), quetiene afectos (en nombre de la naturaleza humana) yque intenta comprender (en nombre del espíritu de lasimplicidad). El tema determina una racionalizacióndel tratamiento temático en torno a los acontecimien-tos seleccionados en función de su potencial de “ac-

tualidad”, de “proximidad” y de “desorden social”.

Como se ha dicho anteriormente, se puede con-siderar el lugar de las restricciones discursivas comoun lugar intermedio entre los datos de las restriccio-nes situacionales y la configuración textual. Permiteresolver el problema evocado más arriba de las va-riantes de formas al interior de una misma situaciónde comunicación. Si la situación de comunicaciónmediática diera directamente instrucciones de forma,todos los periódicos, o algo semejante, se parece-rían. Si son diferentes, es en virtud de la elección delas formas (al mismo tiempo, reveladoras de ciertosposicionamientos). Pero si son reconocidos al mismotiempo como periódicos de información, es porquerespetan lo esencial de las restricciones discursivasde la descripción y del comentario del acontecimien-to mediante la aplicación de procedimientos de ordennarrativo, descriptivo y argumentativo adecuados. Porlo que se ve, estos procedimientos no son tampocotipos discursivos; son lo que significa el término pro-cedimiento: una herramienta al servicio de la realiza-ción de las restricciones discursivas.

De las restricciones discursivas a lasrestricciones formales

El aprendizaje del lenguaje no puede hacerse sinopor la apropiación progresiva de las formas de uso,formas repetitivas que llegan a ser rutinarias y se fi-jan como “maneras de decir”. Pero como estas ma-neras de decir dependen de la situación de comuni-cación —es la hipótesis de partida—, la “rutinización”en cuestión se configura en formas que se hacen ecode las exigencias de las restricciones situacionales através de las restricciones discursivas. En este nivel,no se trata de considerar que el ordenamiento de es-tas formas obedece a reglas, sino más bien a normasde uso más o menos codificadas, cuyas formas quelas expresan pueden ser objeto de variantes. Así, sitodo discurso publicitario, por sus restriccionessituacionales o discursivas, debe presentar las cuali-dades del producto como un eslogan (o de un lema),y que ese eslogan debe ser enunciado en forma bre-ve, no impide que las construcciones frásticas conlas cuales se enuncian sean muy variables. Si el dis-curso de información, por sus restriccionessituacionales y discursivas, debe ser objeto, en laprensa, de un anuncio de una noticia con títulos rela-tivamente cortos, no impide —la comparación de es-tos lo muestra— que estos aparezcan en construc-ciones frásticas diversas, sin, incluso, decir que laconstrucción nominalizada sea predominante, pues-

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to que esto depende de los periódicos y del tipo denoticia anunciada.

Todos los componentes de la situación de comu-nicación condicionan las formas, a través de las res-tricciones discursivas, pero las circunstancias mate-riales son quizás aquellas que influyen más directa-mente sobre las formas, lo que se explica porque es-tas inducen “dispositivos materiales”. Esto comienzapor la exigencia de formas de oralidad o de escriturasegún si el dispositivo pone a los interlocutores delintercambio en co-presencia física en una situacióninterlocutiva o monolocutiva, lo cual justificará el ca-nal de transmisión, ya sea fónico o escritural. Si seestá, por ejemplo, en una situación de interlocución,esto se logra por los roles que son atribuidos a losdiferentes interlocutores del intercambio, roles queharán que los turnos de habla y las actitudesenunciativas no sean las mismas, por ejemplo, en unaconversación, una entrevista o un debate (verCharaudeau, 1986, 1992). Por el contrario, si se estáen una situación monolocutiva, sin co-presencia físi-ca de los interlocutores, serán aún los términos deldispositivo los que harán que la forma de presenta-ción de un mensaje no sea la misma, ya sea la comu-nicación mediante una carta escrita, correo electróni-co o telegrama. Es a partir de estas circunstanciasque he podido proponer, en mi trabajo de análisis deldiscurso de la información mediática, una tipologíafundada, en primer lugar, en el “dispositivo como ma-terialidad de la escenificación” (lo que permite decirque la radio es esencialmente un dispositivo de con-tacto, la televisión un dispositivo de espectáculo y laprensa un dispositivo de legibilidad); y, luego, en losdiferentes procedimientos que son utilizados paraconstruir diversos “dispositivos escénicos” (entrevis-tas, reportajes, titulaje, etc.) (Charaudeau, 1986, 1992,1997).

Es, pues, en este nivel donde se construye el tex-to, si se entiende por texto, el resultado de un acto delenguaje producido por un sujeto dado en una situa-ción de intercambio social dado. Por el hecho de quees un acto de lenguaje, se caracteriza por las propie-dades generales de todo hecho lingüístico, a saber,su materialidad significante (oral, escritural, mimo-gestual) y sus condiciones de construcción lingüísti-ca (morfológica, sintáctica). Por el hecho de que esproducido en una situación contractual, depende parasu significación de lo que caracteriza una situación(finalidad e intención enunciativa, identidad de losinterlocutores, problema temático y circunstanciasmateriales particulares). Por el hecho de que tiene suorigen en un sujeto, este texto se presenta, a la vez,

con las propiedades de la situación que lo determinaen parte, y con propiedades singulares por el hechode la intervención individualizada de aquel. Es por elloque se puede decir que todo texto es singular, a me-nos que no sea la simple copia de otro. Todo texto seinscribe, pues, en un continuun que está delimitadopor una apertura y un cierre —que le dan las condi-ciones situacionales y discursivas—, y se caracterizapor una coherencia interna que le da una estructura,dispuesta para una existencia más o menos autóno-ma.

Pero si se trata de clasificar textos, es precisoconsiderar sus puntos comunes y no sus diferencias.Sus puntos comunes se deben encontrar en tres ni-veles: en los componentes del contrato situacional,en las categorías de las restricciones discursivas yen los diferentes aspectos de la organización formaldel texto. En este último nivel, se trata de extraer lasocurrencias formales en los siguientes ámbitos: aquelde la realización textual, a saber, la disposición delparatexto, por ejemplo, la composición de las pági-nas de un periódico en secciones, rúbricas ysubrúbricas (Genette, 1982); aquel de la composicióntextual interna, a saber, su organización en partes, laarticulación entre ellas y los juegos de estas y los jue-gos de reanudaciones y remisiones de una a la otra(por ejemplo, la composición de una tesis —variablesegún de la disciplina— en sus diferentes partes)18 ;aquel de la fraseología, a saber, el empleo recurrentede las locuciones, fórmulas breves y otros giros19 ;aquel, finalmente, de la construcción gramatical, asaber, la recurrencia de los tipos de construcción (ac-tiva, pasiva, nominalizada, impersonal), de las mar-cas lógicas (los conectores), de la pronominalización,de la anaforización, de la modalidad y de todo lo queconcierne al aparato formal de la enunciación. Seríanecesario, quizás, agregar aquel de las recurrenciasléxicas, pero este aspecto de las características for-males es aleatorio, pues la repetición y la isotopíaléxicas son muy dependientes de la temática, y sonsólo recuperables en textos fuertemente marcados20 .

Veamos algunos casos que muestran que la rela-ción de incidencia que se establece entre estos tresniveles de restricciones es variable.

Un caso en que la incidencia es fuerte de un nivela otro: la comunicación publicitaria (ver Charaudeau,1994). En el nivel situacional, el objetivo de incitaciónexige que el producto sea ponderado a través de suscualidades singulares y excepcionales, de manera queprovoque el afecto del supuesto destinatario, y des-encadene en él un deseo de apropiación del produc-to, identificándose con el beneficiario ideal que se

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pone en escena. En el nivel de las restriccionesdiscursivas, aparecen para responder a estas circuns-tancias: un discurso epifánico (anuncio de la singularaparición del producto); un discurso de valorizaciónextrema del producto tanto en sus cualidades intrín-secas (¡es lo mejor!), como en los resultados benéfi-cos que produce su utilización (“usted será la másbella”), lo que lleva a este discurso a amalgamar loscontrarios (lo más excepcional y lo más accesible);un discurso que debe hacer funcionar la imaginación,tener el cariz de evidencia, y pueda ser fácilmenterepetido, como prueba de su memorización. Por esto,aparecerá, en el nivel formal, eslóganes de frasescortas, que obedecen a un cierto ritmo y juegan conlas palabras para fabricar metáforas, algunas realis-tas, otras extravagantes.

Un caso donde la incidencia es aún fuerte, perosolamente puntual en el nivel de las formas del texto:la crónica cinematográfica (Charaudeau, 1988). Enel nivel situacional, el doble objetivo del discurso deinformación mediática hace que la crónica cinemato-gráfica deba hablar de un film que acaba de aparecer(criterio de actualidad), identificándolo, describiéndo-lo temáticamente y evaluándolo. En el nivel de lasrestricciones discursivas, surgen, pues, un discursode identificación (título del film, autor, actores, géne-ro, etc.), un resumen de la historia y un discurso deapreciación que celebra o critica al autor y a los acto-res. En el nivel formal, aparece una recurrencia decitaciones (puesta en perspectiva biográfica del film),de términos más o menos técnicos (hablar de la di-rección), de adjetivos apreciativos y de frasesexclamativas de entusiasmo o de indignación.

Un caso donde las restricciones situacionales ydiscursivas tienen una incidencia en el nivel de la com-posición textual interna: el relato periodístico de su-cesos. Las restricciones situacionales (informar acer-ca de los dramas y tragedias de la vida diaria / incitara interesarse en aquello) hacen que, en el niveldiscursivo, el relato parezca un relato fantástico conun cuestionamiento acerca del destino humano. Poresto, la composición textual se caracteriza por: unaapertura que presenta el resultado dramático del su-ceso; un ascenso hacia las causas sin poder jamásproponer una que sea cierta, dejando así al lector ensuspenso; un cierre (la caída) que se interroga sobrelas desgracias en este mundo y la miseria humana.

Un caso donde las restricciones influyen en elcomportamiento lingüístico del sujeto, como en losdebates televisados. La circunstancia situacional quelleva al animador reuna a invitados que tienen opinio-nes contrarias o puntos de vista diferentes (objetivo

de información), impulsándolos a revelar intencionesocultas y a dar explicaciones sinceras y claras, haceque deba librarse, discursivamente, a un cierto juegode distribución de los turnos de habla y de preguntas(objetivo de incitación). De aquí que el comportamientolingüístico del animador esté constituido por turnosde habla que presentan a los invitados y los interrogacon la ayuda de preguntas, en las que algunas sonde información, otras de validación y otras, incluso,de provocación.

Un caso, finalmente, donde, al contrario de losprecedentes, la incidencia sobre la organización tex-tual es débil. El caso del prefacio de una obra, dondelos datos situacionales se limitan a: a) que el autordel mismo tenga la mayor notoriedad posible, con laesperanza de que el valor de la obra se detecte; b)que ese autor trate el mismo tema pero inscribiéndo-lo en una problemática más amplia para mostrar suimportancia; c) que el mismo autor intente articularsu propósito con lo que se dice en la obra, subrayan-do los aspectos que le parecen más importantes. Perocomo el autor del prefacio debe al mismo tiempo jus-tificar su propia notoriedad, buscará hacer gala desingularidad y la composición de su texto podrá serdiferente de otros prefacios. Lo que hace que se re-conozca un prefacio reside menos en las recurrenciastextuales que en el hecho de que se encuentre al ini-cio del libro, bajo el título de “Prefacio” y firmado porlo que se llama una personalidad, es decir, por losindicadores que remiten directamente al contrato, loque combina curiosamente objetivo de incitación yobjetivo de demostración. Asimismo, en el caso de loque Maingueneau y Cossutta (1995) llaman los “dis-cursos constituyentes”, la incidencia en las formas esdébil. Esto es muy normal, puesto que la finalidad deestos discursos es la de establecer valores, lo queexplica que estén más orientados hacia el contenidoque hacia la forma. Y cuando los autores de este tra-bajo identifican características del “código lingüísti-co” y del “ethos”, podemos ver, por una parte, queéstas están asociadas a la definición de los valoresproclamados, y, por otra, preguntarnos si estas ca-racterísticas no remiten más a las concepciones deescritura de la época que al género mismo. Sea loque fuere, siguiendo el modelo aquí expuesto, un dis-curso constituyente, como el discurso filosófico, de-bería ser clasificado como si se inscribiera en una si-tuación con un objetivo demostrativo, que tiene res-tricciones discursivas que conducen a definir (mododescriptivo), explicar (modo explicativo), probar (mododemostrativo), valorizar (modalización apreciativa), ycuyas marcas formales son variables según el ámbi-

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to de la práctica social (el planteamiento temático), elcontexto de los sistemas de pensamiento y la época.

Respuestas a algunos problemas

Terminaré retomando los problemas expuestos al co-mienzo, para destacar en qué medida esta propuestaaporta respuestas.

En cuanto a la cuestión fundamental de la articu-lación entre el lugar de anclaje social de los discur-sos y las ocurrencias formales de los textos produci-dos en ese lugar, vemos, por una parte, que esta arti-culación es más o menos estrecha, y, por otra, quesolo es posible con la condición que este lugar seaen sí mismo estructurado en ámbitos y situacionesde comunicación. Con esta condición, el lugar de an-claje social puede ser considerado como un lugarcontractual que determina, a través de las caracterís-ticas de sus componentes, un cierto número de datossituacionales, los cuales dan, a su vez, instruccionespara la disposición discursiva. Son, pues, datossituacionales que inducen regularidades discursivasy estas, las formas textuales. Estas últimas están allísolo como indicadores semiológicos que remiten adichos datos y permiten así al receptor reconocer elgénero-contrato con el cual está en relación.

Si, en lugar de interrogarse acerca de los datossituacionales, se revisan, por el contrario, las carac-terísticas de los textos, nos damos cuenta, por unaparte, que algunas de ellas son más o menos fuerte-mente recurrentes, y, por otra, que podemos encon-trar esas mismas marcas en otros tipos de textos.¿Qué podemos decir, entonces, del estatus de aque-llas ocurrencias que no son exclusivas de un tipo detexto? Seguiré aquí la explicación de Sonia Branca-Rossof (2004a y b) quien, al estudiar cartas de recla-mo, extrae un cierto número de locuciones particular-mente recurrentes (por ejemplo, las locucionesprepositivas “en respuesta a …”, “teniendo en cuentaque…”, etc.), y observa al mismo tiempo que esasmismas locuciones se encuentran en otros textos(Branca-Rossof, en prensa). Propone explicar estefenómeno por el hecho de que el uso transporta esaslocuciones de un ámbito de práctica a otro y que secrea al mismo tiempo una suerte de “lenguas segun-das”. Se podría, pues, concebir que estas formas cir-culan de un grupo a otro, de una situación a otra, si-guiendo el esquema: rutinización de las maneras dedecir en una situación de comunicación → uso difusofuera de la situación de origen21 → creación de unasegunda lengua → reinversión de esta segunda len-

gua en otras situaciones. Se produciría una especiede “reciclaje” del uso lingüístico como lo vemos en elfrancés llamado argótico, luego popular y más tardecorriente. Conviene, pues, desconfiar de la aparenteocurrencia de las formas si se quiere concluir la exis-tencia de un género, lo que no excluye que puedanfuncionar como indicadores de género.

En cuanto a la cuestión de la transgresión de losgéneros, es decir, el hecho de que se perciban losindicadores de reconocimiento de un tipo de texto,pero que al mismo tiempo se descubran formas queno se esperan, se puede aportar la explicación siguien-te. Si se habla de no respeto de un género, se plan-tea la cuestión de saber lo que no es respetado: ¿sonlas formas, las restricciones discursivas o los datossituacionales? Esto depende. Sonia Branca observaen su estudio que ciertas cartas de reclamo respetanlas características de apertura y cierre de las cartas,pero están marcadas por una enunciación emotiva,incluso ofensiva, a veces sin fórmula de cortesía. Laautora explica estas transgresiones por el ethos, con-cepto de la retórica que toma siguiendo la redefiniciónque propone Maingueneau (1984). Si el ethos es “unvocablo fundamental” que debe ser relacionado con“un origen enunciativo, una voz que atestigua lo quese dice”, se puede considerar que el ethos puede li-garse con dos tipos de sujeto: aquel que está inscritoen el contrato de comunicación, formando parte delas restricciones situacionales, y aquel que se vinculacon el sujeto en su esfuerzo de individualización. Así,se dirá que un ethos de “cortesía y distanciación” estáinscrito en el género de la carta de reclamo, como entoda carta administrativa o escrita que tiene un ca-rácter oficial: sujeto marcado por su posición de infe-rioridad (el administrado) frente a una administración,entidad colectiva ciega, que tiene el poder de ejecu-ción. En consecuencia, la transgresión que se expre-sa por una ausencia de cortesía y de insultos debeser considerada en relación con el ethos de un indivi-duo particular22 . Pero destacaremos que esta trans-gresión no cambia en nada el contrato global y, portanto, el género, si es que las otras restricciones sonrespetadas, a saber: “descripción de una situacióncuyo sujeto es actor”, “evaluación negativa de la si-tuación por el sujeto que es la víctima”, “solicitud dereparación dirigida por la víctima a la instancia quetiene poder de reparación”. Si este no es el caso, es-tamos frente a otra situación, otro género: la “cartade insulto”.

Pero existen otros tipos de transgresiones. Porejemplo, la de las campañas publicitarias de Benetton,las que, aunque dan a los afiches el indicador esen-

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cial del ámbito de la comunicación publicitaria (el nom-bre de la marca), tratan asuntos que no se prevénpara el contrato publicitario23 . Este, en efecto, exclu-ye que se traten sucesos que se producen en el es-pacio público o que ponen en cuestionamiento la moralsocial. Ahora bien, es lo que han hecho las campa-ñas Benetton. El problema planteado por estas no esque hayan tratado la guerra en Bosnia, ni el Sida, niel racismo, sino que lo hayan hecho en el marco deuna publicidad comercial. En otras palabras, lo quese les puede reprochar a estas campañas es haberengañado en los contratos. Se presentan como unacampaña humanitaria que responde a un contrato decomunicación cívico: “informar para hacer actuar demanera solidaria”, en tanto que su finalidad respondea una campaña comercial, cuyo contrato es de con-sumo: “seducir para hacer comprar”. Se trata, pues,de una transgresión que se apoya en uno de los com-ponentes del contrato de comunicación publicitaria,el objetivo del discurso: en lugar de ponderar el méri-to de un bien de consumo, aparece una informaciónque remite a la vida pública, social y política. Si estetipo de transgresión se generalizara e invadiera todala producción publicitaria, se podría concluir, enton-ces, el cambio de las condiciones del contrato publi-citario. Así, surge la posibilidad para los géneros deevolucionar y ser diferentes de una sociedad a otra,según un juego de influencias recíprocas entre con-trato 1 → individualización → transgresión o variante→ contrato 2. Fue el caso de los títulos de prensabajo la influencia de la iniciativa tomada por el perió-dico Libération, en los años ochenta, iniciativa que hasido considerada como una transgresión parcial, des-pués como una variante y, finalmente, se ha genera-lizado. Fue igualmente el caso de los debates televi-sados después de las emisiones de Michel Polac, deltipo Droit de réponse (Derecho a respuesta), las quesin ser reproducidas literalmente han cambiado lascircunstancias situacionales y discursivas de este gé-nero.

En lo que concierne a las variantes, conviene pri-mero precisar que estas no deben ser confundidascon las transgresiones. Lo que caracteriza la variantede un género, es que respeta lo esencial de las ca-racterísticas del género, proponiendo otra caracterís-tica recurrente que viene, no a modificar, sino a espe-cificar uno de estos aspectos. Dicho en los términosde la propuesta aquí defendida, el asunto es más fá-cil de comprender: una variante no cambia en abso-luto las circunstancias situacionales de base del con-trato, pero especifica algunos de sus componentes.Por ejemplo, en el contrato de información mediática

se constituyen subcontratos especificados ya sea enel nivel de las circunstancias materiales(escripturalidad de la prensa, oralidad de la radio,audiovisualidad de la televisión), ya sea en el nivel delas restricciones discursivas (relatar el suceso, comen-tar el suceso), ya sea en el nivel de la organizaciónformal (anunciar la noticia por los titulares, distribuirlas noticias por rúbricas). Por ejemplo, en el contratodel debate televisado (que es en sí mismo unsubconjunto del contrato de información mediática),se encuentran las variantes: el talk show (tipo Cielmon mardi!), el debate cultural (tipo Apostrophes), eldebate político (tipo cara a cara electoral). Así, sepodrá distinguir, en el interior de la situación de co-municación política, subcontratos: meetings, panfle-tos de programas electorales, declaraciones televi-sadas, intervenciones en el Congreso Nacional, es-critos teóricos y profesiones de fe. Se consideraránal igual que la entrevista y la conversaciónradiofónicas, dos variantes de interacción, la posiciónde los interlocutores que son diferentes en cada unode estos casos: no-jerarquizada en la conversación,jerarquizada en la entrevista.

Además, en esta cuestión se encuentran las va-riantes relacionadas con el entrecruzamiento de loscontratos: los contratos de lo político que seentrecruzan con lo mediático, ya sea en el debate, enla entrevista o en la alocución televisada. Aquí, la di-ficultad consiste en saber cuál es el contrato quesuperordena a los otros: ¿el debate político subsumetodas las formas del debate (incluido el mediático)?¿es el debate mediático el que se especifica en de-bate político? o ¿el debate en general, de acuerdo auna idea que se tiene en una sociedad determinada,está por sobre los otros?

En cuanto al problema de la clasificación de lostextos en función de los modos discursivos, cuestiónque plantea tremendos problemas, parece que estemodelo aporta una respuesta. ¿Una receta de cocinadepende de un modo explicativo, argumentativo odescriptivo? Si un manual escolar se sirve igualmen-te de un modo explicativo ¿puede ser clasificado enel mismo género que la receta de cocina? ¿Es lo mis-mo para los instructivos administrativos?

Si se sigue este modelo, conviene primero pre-guntarse cuál es el objetivo del contrato situacionalen el cual aparecen estos diferentes textos. Se ob-servará, por tanto, que la receta de cocina pertenecea una situación cuyo objetivo es de instrucción, el yo,considerado con la autoridad de “saber-hacer”, pro-cura que el tú “sepa hacer” siguiendo el modelo del

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“hacer”. Por el contrario, un folleto de una empresa,un prospecto de un organismo público, un catálogode un museo o una guía turística pertenecen a unasituación cuyo objetivo es de información, el yo esconsiderado como una autoridad e intenta que el tú“sepa”. Por otra parte, los instructivos administrativospertenecen a una situación cuyo objetivo es de pres-cripción, el yo está en la posición de poder, para “ha-cer hacer” (o no hacer) y procura que el tú “haga”. Eneste nivel de distinción, ya se puede constatar que eluso corriente confunde las pistas de la clasificaciónempleando un mismo término, “instrucciones”, paratextos que pertenecen a situaciones diferentes: “ins-tructivos administrativos” (prescripción), “instruccionesde instalación de su ordenador” (instrucción). La otradificultad reside en el hecho de que en una mismaobra pueden encontrarse textos que tienen diferen-tes objetivos. Por ejemplo, en un manual para el or-denador algunos textos tienen el objetivo de informa-ción (la descripción de los componentes básicos delaparato); otros, un objetivo de instrucción (explica-ción de las posibles maniobras).

Si ahora se revisa lo que pasa en el nivel de losmodos discursivos, se constatará que: las recetas decocina se presentan como una sucesión de accionesque se deben cumplir, utilizando un modo descriptivo(descripción de acciones) y no un modo narrativo; lasguías y los catálogos identifican y describen lugares,objetos y personas, utilizando igualmente un mododescriptivo; los manuales de instrucciones exponenobjetivos o problemas y las maneras de resolverlos,utilizando un modo explicativo; los instructivos admi-nistrativos describen pasos que son órdenes, de “de-ber hacer”, y utilizan para esto un modo descriptivo(estas instrucciones son una suerte de imposicionesque no se explican).

Finalmente, si nos situamos en el nivel de la con-figuración textual, se puede constatar, como ya se dijo,regularidades más o menos marcadas y sistemáticas,en función de las restricciones discursivas. Por ejem-plo, al modo descriptivo de un objetivo de instrucciónle corresponden marcas de designación que sirvenpara identificar objetos y lugares, marcas de califica-ción más o menos objetiva, todo bajo forma de lista-do, en una organización más o menos jerarquizadade sucesión de acciones por cumplir, con unamodalización alocutiva (“tome”) o delocutiva (“tomar”).Al modo explicativo de un objetivo de instrucción o deinformación, le corresponde una fraseología logicista,cuya base es siempre un “si…, entonces…”), bajo unamodalización unas veces alocutiva (“si usted desea…entonces…”), otras veces delocutiva de obligación

(“se debe…, es preciso…, basta con…, conviene…”).En cuanto al léxico, este será más o menos recurren-te según el ámbito temático tratado: a veces, consti-tuido por un verdadero campo léxico como en las re-cetas de cocina o en los manuales técnicos; muchomenos marcado en otros casos

Volviendo a la cuestión planteada al comienzo,vemos que un modo discursivo no puede por sí soloconstituir un principio de clasificación. La explicación,por ejemplo, puede encontrarse en un texto científi-co, en un manual de instrucciones, en un artículo pe-riodístico, aun cuando cada uno pertenezca a una si-tuación de comunicación que tiene un objetivo dife-rente (de demostración, de instrucción o de informa-ción). Lo que propone este modelo es considerar elresultado de la combinación entre estos diferentesniveles, evitando plantear el problema de los génerosa partir de uno de estos niveles24 . En la combinaciónsituación con un objetivo de instrucción+mododescriptivo+marcas del hacer (listado y léxico espe-cializado), se relacionan los textos del tipo “receta decocina”, “instrucciones de instalación”, “prospectosfarmacéuticos (posología)”, etc. ; en la combinaciónobjetivo de instrucción+modo explicativo+marcas gra-maticales (conectores lógicos), se vinculan los“manuales y las guías de instrucciones”; en la combi-nación objetivo de prescripción+modo descriptivo+marcas de impersonalización y de obligación (pronom-bre se, expresiones impersonales, verbos de modali-dad), se relacionan los textos del tipo “leyes”, “códi-gos”, “instructivos administrativos”, etc. Evidentemen-te, este modo de clasificación recalca la complejidadde algunos casos, pero tiene al menos el mérito demostrar el por qué de este juego de combinaciones.

CONCLUSIÓN

Al término de esta exposición, no sabría decir en for-ma acabada lo que deberíamos entender por género:¿las constantes del contrato situacional?, pero dón-de está la marcación formal; ¿las constantes de laorganización discursiva?, pero qué podemos decir desu variación; ¿las constantes formales?, pero quépodemos decir de su circulación a través de los dife-rentes géneros.

Por mi parte, me atengo a esta terminología quetiene el mérito de la claridad: el contrato global delámbito de la comunicación con sus variantes, por loque remite a las circunstancias situacionales; la or-ganización discursiva y sus modos, por lo que remitea las restricciones específicas emanadas de las cir-

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cunstancias situacionales; las formas textuales, porlo que remite a las ocurrencias formales que dan cuen-ta de las regularidades, incluso rutinas, de la configu-ración textual. Se podría, pues, con respecto a estascategorías, hablar de “género situacional” para refe-rirse a las condiciones del contrato25 , hablar de“subgéneros” cuando se habla de “subcontratos” queson muchas variantes insertas en un contrato global.Por tanto, lo narrativo, lo descriptivo, lo explicativo ylo argumentativo no serían, en esta perspectiva, gé-neros, porque cada una de estas categorías de laactividad discursiva reunirían textos que pertenecena situaciones diferentes y, por este hecho, no podríaconstituir un criterio de clasificación que correspondaa ámbitos de la práctica comunicativa. Asimismo, unaocurrencia de marcas formales, por muy fuerte quesea, no puede ser por sí sola reveladora de un tipo detexto debido a la circulación de estas marcas entrediversos textos. Estas marcas se considerarán comopistas de lo que imponen las restricciones discursivasy situacionales.

En suma, se puede decir que cuando se trata deniveles diferentes de producción-interpretación deldiscurso, cada uno de estos aporta un principio declasificación que le es propio: el nivel situacional quepermite reunir textos en torno a características delámbito de comunicación; el nivel de las restriccionesdiscursivas que debe ser considerado como el con-junto de procedimientos exigidos por las instruccio-nes situacionales para especificar la organizacióndiscursiva; el nivel de la configuración textual cuyasocurrencias formales son demasiado volátiles paratipificar definitivamente un texto, pero que constitu-yen sus indicios. Cada uno de estos principios de cla-sificación es legítimo y puede ser útil según el objeti-vo de análisis que uno se proponga seguir. La posi-ción aquí defendida es que una definición de los gé-neros del discurso pasa por la articulación entre es-tos tres niveles y por la puesta en correlación (y no enimplicación sucesiva) de los elementos que cada unode estos niveles propone. En esta perspectiva, es di-fícil definir el género como un prototipo o como unesquema abstracto, puesto que hay muchos compo-nentes de orden diferente que intervienen para sucomposición, a menos que se llegue algún día a cons-truir un modelo cognitivo que logre integrarlos yaxiomatizarlos.

Queda una última cuestión, aquella de las“tipologías”. Si es posible establecer clasificacionessegún los niveles y los criterios que se acaban dedefinir, es posible establecer tipologías. Pero ¿cuáles la utilidad de construir tipologías?, ¿por quién y

para quién son establecidas? Estas preguntas mere-cen ser planteadas puesto que se encuentran en elcentro de todo análisis de los discursos: toda clasifi-cación presupone la existencia de categorías, peroen materia de discurso las categorías no tienen (nodeberían tener) fundamento ontológico; solamente, unvalor operacional para dar cuenta de otra cosa másque de sí mismas. Se podría decir categoríaslingüísticas, pero estas se apoyan al menos en unimaginario de sistematicidad que les da un carácterestable. Si una tipología debe ser estable, convienepreguntarse: a) si clasifica discursos (y en qué senti-do de este término) o textos; b) si está destinada adar cuenta de un fenómeno socio-comunicativo em-pírico —y, en este caso, la tipología no es más queuna grilla de lectura inestable que sirve de punto dereferencia (según la expresión de Bajtín)—, o si se dacomo un principio de clasificación absoluto,categorizando y naturalizando los textos de maneradefinitiva (¡quién no ha soñado con dicha taxonomía!)a fin de construir una máquina de producir un texto(proyecto de la inteligencia artificial); o bien, si ellatiene una finalidad de aplicación para, por ejemplo,proponer a los aprendientes de lengua materna o delengua extranjera modelos de “cómo escribir, cómohablar”. Queda abierta, entonces, una gran tarea.

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NOTAS

1 Ver los apuntes del Cediscor nº 1. Un lieud’inscription de la didacticité, Presses de la SorbonneNouvelle, 1992.

2 Lo que Maingueneau & Cossuta (1995) llaman los“discursos constituyentes”.

3 Es, finalmente, llevar al extremo la propuesta deBourdieu (1982) que dice: “Le pouvoir des parolesn’est autre chose que le pouvoir délégué du porte-parole” por el hecho de que el poder no se encuentraen las palabras sino en las “condiciones sociales deutilización de las palabras”.

4 Los clásicos habían formulado la hipótesis de unamanera quizás demasiado radical en la medida enque para ellos solo se podía ser reconocido y legiti-mado en un “lugar social” si coincidían el rol lingüísti-co que se ocupaba y la forma lingüística que se pro-ducía. Lo que explica que la forma legitimada podíaser categorizada (Aristóteles). Branca-Rossof (1997)recuerda, citando los trabajos de Collinot, Mazière yDouay- Soublin, que este es el modelo que los jesui-tas mantuvieron para las clases de retórica hasta elsiglo XVIII.

5 Para esta distinción ver nuestro Discoursd’information médiatique, Ina-Nathan, Paris, 1997,chapitre 2.

6 Se trata de “representaciones socio-discursivas”.

7 Esta noción, tal como está definida aquí, está enun sentido más restrictivo que aquella propuesta porMaingueneau y Cosutta (1995). Para estos autores,la “comunidad discursiva” incluye los discursos pro-ducidos por los diversos tipos de actores de un ámbi-to institucional dado, su posicionamiento y los modosde vida, normas, etc.” que comparten. De hecho, estadefinición correspondería al conjunto de las comuni-dades aquí definidas.

8 La alusión que se hace aquí a la publicidad deBenetton corresponde a una camiseta agujereada porlas balas y manchada con la sangre de un bosnio,imagen casi banal en la televisión y transgresora enuna publicidad (ver más adelante).

9 Incluso si los individuos reunidos no se conocen,no se tocan, ni se encuentran juntos en el mismomomento.

10 “Semiológico” está tomado aquí en sentido res-tringido, refiriéndose a la parte formal del signo.

11 Los principios de alteridad, de influencia, de regu-lación, de pertinencia son definidos en Charaudeau(1995).

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12 Para que haya intercomprensión, el “sujetointerpretante” que se encuentra en la instancia de re-cepción debe al menos reconocer el objetivo.

13 “Debe ” no tiene el valor de una norma moral. Se-ñala un “horizonte de espera”, el lugar (posición yacción) que se atribuye de antemano al tú si quiereentrar en la colaboración del acto comunicativo.

14 Es decir, que no puede no querer saber, “debersaber ” que está a menudo justificado a posteriori.

15 A veces, se dice “acto de lenguaje”, pero yo mis-mo empleo esta expresión en un sentido amplio deacto comunicativo; prefiero hablar de “acto de habla”cuando se trata del sentido que le da la pragmática

16 Se toma aquí la idea de dominancia sugerida porJakobson (1963) a propósito de las funciones del len-guaje.

17 El modo descriptivo sirve para describir un estadode los seres y del mundo; el modo narrativo sirve paradescribir las acciones humanas, o consideradas comotales, que se originan de un proyecto de búsqueda; elmodo argumentativo sirve para describir los razona-mientos que se descomponen en “explicativos” cuan-do la verdad está ya establecida y que es preciso ex-plicar el cómo de los fenómenos, y en “demostrati-vos” cuando se trata de establecer y probar la ver-dad. Esta última categoría no confundirla con el obje-tivo, incluso si es objeto de una misma definición. Aquíse trata de un procedimiento, en tanto que el objetivoes una intención pragmática.

18 Esto es objeto a menudo de instrucciones más omenos precisas como en los consejos que se prodi-gan en las escuelas, en las escuelas de periodismo yen numerosos manuales modernos sobre cómo es-cribir, redactar, etc.

19 Por ejemplo, las expresiones del estilo administra-tivo, como “visto que...” “considerando que...”, o lasfórmulas que, en los textos periodísticos, precedenlas citaciones, como “según...”, “de fuente bien infor-mada...”, “si se le cree...”,etc.

20 En las recetas de cocina, crónicas gastronómicas,prospectos técnicos, farmacéuticos, etc.

21 Si es cierto que se puede estar seguro de que existeuna situación de origen.

22 Esta trasgresión corre el peligro de ser fatal parael individuo en su búsqueda de reclamación por elhecho de que se pueda construir una imagen de “gru-ñón”.

23 Se trata de la publicidad de un producto comercialy no de la publicidad de servicios ni de campañas deprevención.

24 Por ejemplo, la receta de cocina pertenece a ungénero narrativo, descriptivo o explicativo. No hay unarespuesta única a tal pregunta, porque se podría jus-tificar la presencia de estos tres modos discursivos.Por el contrario, una respuesta posible es la combi-nación de los diferentes niveles.

25 O de “género textual”, si se refiere al conjunto detextos reunidos en cuanto a su pertenencia a un mis-mo contrato.