ceremonia de ordenación de margarita islas

22
Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) Ceremonia de ordenación de Margarita Estela Islas Marín Iglesia Presbiteriana Bethel Calle 9 núm. 70, col. Olivar del Conde México, D.F. 5 de julio de 2014, 13:00 hrs.

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

5 de julio de 2014

TRANSCRIPT

Page 1: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas

y Presbiterianas (CMIRP)

Ceremonia de ordenación de

Margarita Estela Islas Marín

Iglesia Presbiteriana Bethel

Calle 9 núm. 70, col. Olivar del Conde

México, D.F.

5 de julio de 2014, 13:00 hrs.

Page 2: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

2

RITO PARA LA ORDENACIÓN AL SANTO MINISTERIO I. INTRODUCCIÓN Ministra. Nuestra Comunión Mexicana de Iglesias Presbiterianas y Reformadas reconoce a Jesucristo como su única cabeza, Hijo de Dios y Salvador nuestro. También reconocemos que todos y todas quienes participamos de esta comunión somos hijos e hijas de Dios. En consonancia con las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, quien eligió a María Magdalena para ser la primera testigo de la resurrección enviándola a contar la buena noticia, haciéndola apóstola del Evangelio. Nuestra Comunión reconoce que en Cristo no hay varón ni mujer (Gál 3.28), pues todos somos uno en él, y que hombres y mujeres somos llamados a ejercer cualquier ministerio por su soberanía a través del soplo del Espíritu (Jl 2.28).

II. LLAMADO Hermana 1. Y oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”; entonces respondí: heme aquí, envíame a mí. (Is 6.8) Hermana 2. ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies de la que trae las buenas nuevas, de la que anuncia la paz, de la que trae buenas nuevas de gozo, de la que anuncia la salvación, y dice a Sión: tu Dios reina! (Is 52.7) Hermano 3. El Espíritu del Señor Dios está sobre ti, MARGARITA, porque te ha ungido para traer buenas nuevas a las personas afligidas; te ha enviado para vendar a las quebrantadas de corazón, para proclamar libertad a las personas cautivas y liberación a las prisioneras; para proclamar el año favorable del Señor (Is 61.2).

III. COMPROMISO Ministra: MARGARITA ESTELA ISLAS MARÍN, delante de Dios que nos ama como Padre y Madre, y de esta Comunión de iglesias los ministros/as ordenados te preguntamos:

1. ¿Estás segura de que Dios te ha llamado al ministerio pastoral en la Iglesia de Jesucristo y deseas obedecer a este llamado?

2. ¿Serás diligente en mantener la verdad del Evangelio liberador de Jesucristo? 3. ¿Serás fiel en la predicación y la enseñanza del Evangelio, en la administración de los sacramentos y en el

ejercicio del cuidado pastoral? 4. ¿Buscarás amar a todas las personas por igual, siempre a favor de los más pequeños y necesitados: niños,

niñas, mujeres, enfermos, enfermas, viudas, como lo hizo Jesucristo? 5. ¿Cómo ministra ordenada de esta Comunión proclamarás los principales valores del cristianismo que son: la

igualdad, la justicia y el respeto para todas las personas independientemente de su credo, raza, género o condición social?

6. MARGARITA, ya que por Jesucristo has alcanzado como mujer la gracia de ser pueblo y de ser llamada al ministerio, ¿te comprometes a seguir trabajando y educando para que otras mujeres al igual que tú ahora puedan alcanzar los ministerios ordenados?

IV. LA CONGREGACIÓN CONFIRMA EL LLAMADO Ministra. Pueblo de Dios, ustedes han escuchado las promesas que MARGARITA ha hecho, ¿cuál es su voluntad? Congregación. Por la gracia de Dios, ordenémosla. V. ACTO DE ORDENACIÓN Cada ministro entrega uno de los símbolos y dice unas breves palabras alusivas al mismo.

Page 3: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

3

Biblia

Cruz

Vela

Equipo eucarístico

Estola Ministra. La imposición de manos es un acto simbólico por el cual la iglesia en todas las épocas reconoce el llamamiento de Dios en la vida de hombres y mujeres al ministerio (I Tim 4.14) y pide al Espíritu Santo que conceda los dones necesarios para ejercer dicho ministerio.

En esta ceremonia de ordenación al ministerio pastoral, dado que Dios Padre y Madre ha llamado en su infinita soberanía y bondad a MARGARITA ESTELA ISLAS MARÍN, nuestra Comunión de iglesias quiere reconocer, por medio de la oración y la imposición de manos la autorización que se le otorga para ejercer todos los deberes del ministerio ordenado en la Iglesia de Cristo, pudiendo ahora con toda autoridad administrar los sacramentos del bautismo y la eucaristía al pueblo de Dios además de predicar, enseñar, instruir, consolar a la iglesia de Cristo (II Tim 4.1-2).

(La candidata se arrodillará frente al altar. Invitar a todos los pastores y pastoras ordenados a pasar al frente e imponer la mano sobre la candidata.)

VI. ORACIÓN

Dios Padre y Madre, agradecemos tu misericordia, tu fidelidad y tu gran amor. Tú, que desde el principio has escogido a hombres y mujeres fieles para que te sirvan en el ministerio, llamando a las personas a ser apóstoles, profetas, evangelistas, pastoras o maestras, para servir a tu pueblo.

Hoy te agradecemos porque la profecía del profeta Joel se sigue cumpliendo en la vida de MARGARITA y te rogamos humildemente que bendigas y santifiques con tu Santo Espíritu a tu sierva MARGARITA, a quien en tu nombre y en obediencia a tu voluntad, a través de la oración y la imposición de manos ordenamos al ministerio de tu Iglesia, comisionándola con la autoridad de predicar tu palabra, administrar los sacramentos y ejercer las responsabilidades pastorales.

Que el poder de tu Santo Espíritu la anime en todo momento. Permite que en ella haya el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús (Fil 2.5). Capacítala para que pueda nutrir la

fe de la iglesia. Aumenta la fe de Margarita en ti, fortalécela en el día de la prueba, prospera sus palabras y su trabajo de tal

manera que tu nombre sea glorificado y tu verdad conocida, por Jesús el Cristo, lo pedimos, conforme a tu voluntad. Amén.

VI. DECLARACIÓN Ministra: En nombre de Jesucristo, Jefe y Cabeza de la Iglesia, y por la autoridad de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas MARGARITA ISLAS MARTÍNEZ te declaro debidamente ordenada al ministerio pastoral.

Entregamos el certificado que así lo hace constar (Se hace entrega del certificado de ordenación)

Page 4: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

4

Page 5: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

5

Page 6: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

6

Page 7: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

7

Page 8: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

8

Page 9: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

9

Page 10: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

10

Page 11: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

11

Page 12: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

12

Page 13: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

13

Page 14: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

14

Page 15: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

15

Page 16: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

16

Page 17: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

17

Page 18: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

18

Page 19: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

19

UN SACERDOCIO INCLUYENTE PARA HOMBRES Y MUJERES (I PEDRO 2.1-9) Leopoldo Cervantes-Ortiz

Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. ÉXODO 19.6a

1. Un pueblo de sacerdotes y sacerdotisas La idea y eventual práctica de un sacerdocio amplio, universal, entre todos los creyentes en el Dios de Jesús de Nazaret no surgió con Lutero ni en la época de la Reforma protestante, pues lo que ésta hizo fue rescatar la propuesta divina de crearse para sí un pueblo entero compuesto de sacerdotes, es decir, de personas maduras y responsables de su relación con el pacto establecido por Dios con ellos/as. Así aparece con toda claridad en el pasaje de Éxodo 19, cuando, luego de tres meses de peregrinaje, el contingente del pueblo hebreo que había salido de Egipto guiado por Moisés arribó al desierto del Sinaí. Luego de que él “subió” ante Yahvé (v. 3a) y de que éste le recordara lo sucedido hasta ese momento, la última parte de lo expuesto a Moisés consiste precisamente en la afirmación de la elección divina, la celebración del pacto con el pueblo (v. 5) y la voluntad de que los hebreos sean “un reino de sacerdotes y de gente santa” (6a). Se trataba de un momento muy solemne pues inmediatamente después de que Moisés refirió esta situación al pueblo y de que éste aceptó las nuevas indicaciones, el texto narra que Yahvé anunció que se presentaría en “una nube espesa” a fin de que el pueblo escuchase el diálogo (v. 9). Lo que continúa son las instrucciones para la “consagración” del pueblo, el acto mismo y la presentación de los Diez Mandamientos.

2. Pedro y Apocalipsis: la plenitud del “sacerdocio universal” El apóstol Pedro, como bien recordará Calvino, más allá de cualquier interpretación sobre la superioridad de su labor apostólica, es quien afirma con todas sus letras la realidad del “sacerdocio real”, dedicado a Dios, partiendo de la metáfora de Jesús como “piedra viva, escogida y preciosa” (I P 2.4), para que luego cada creyente sea, él o ella mismo/a, “piedra viva” también (v. 6), “casa espiritual” y “sacerdocio santo (jieráteuma agion) para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (v. 5b). De ahí parte su afirmación posterior que, como parte de una enumeración, incluye la calidad del linaje, la santidad de la nación como el conjunto adquirido por Dios en Cristo para salvación (v. 9). El “sacerdocio real” no es una categoría ontológica sino un oficio espiritual instalado por la obra de Cristo en la vida de cada creyente. No surge para instalar nuevas formas de superioridad religiosa sino para actualizar el proyecto divino de tener un “pueblo de sacerdotes” que lo represente en el mundo.

Ésa es la orientación también del Apocalipsis, en donde el pueblo perseguido de Dios tiene una dignidad espiritual que los equipara con “reyes y sacerdotes” (1.6; 5.10) para manifestar las grandezas de la obra divina en el mundo. Estos hombres y mujeres llevan esa dignidad por todas partes como testimonio de la aplicación del trabajo redentor de Jesucristo y el simbolismo de su nuevo estado manifiesta una superación total de los esquemas religiosos antiguos, pues cada creyente tiene una responsabilidad enorme en la transmisión del testimonio de la obra salvadora de Dios en Cristo, lo mismo que hoy y siempre cada creyente ha recibido como encargo. De ahí que el sacerdocio de todos los y las creyentes sea un ministerio no sólo en potencia sino en acto permanente. 3. El sacerdocio universal según Lutero El movimiento de transformación y reconstrucción eclesiástica y social iniciado por Martín Lutero en Alemania colocó en el horizonte de los cambios necesarios la recuperación de una de las más antiguas enseñanzas bíblicas: el sacerdocio amplio, universal, de cada creyente, es decir, su responsabilidad delante de Dios para definir el rumbo de su salvación y a partir de la realización, únicamente por la gracia divina recibida por la fe, de la justificación, el acto supremo mediante el cual el único sacerdote , Jesucristo, consigue la declaración de inocencia por parte de Dios. Este proceso divino-humano lo enseña, evidentemente, el Nuevo Testamento en diversos lugares, pero desde la antigüedad se atisbó la posibilidad de que las personas, individual y colectivamente, asumieran una responsabilidad, delante del Dios de la alianza, que fuera más allá de las acciones de intermediación llevadas a cabo por algún linaje sacerdotal. Se entendería, así, que el mismo surgimiento de éste tendría sólo un carácter provisional, pero lamentablemente la mentalidad sacerdotal y el temor del pueblo a tratar directamente con lo sagrado ocasionó que se cayera en la

Page 20: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

20

dependencia de la labor religiosa de un clero que de manera normal se institucionalizó, alejando a los creyentes de su responsabilidad.

En los tiempos de Lutero, la situación era muy similar, pues como afirma Humberto Martínez: “La gente necesitaba una religión clara, razonablemente humana y dulcemente fraternal que le sirviera de luz y apoyo, sobre todo a la naciente burguesía comercial, a la población de la nueva civilización urbana que afirmaba un cierto sentimiento nacional, laico e individualista. La Iglesia no ofrecía a los hombres de la época este tipo de religión. A los pobres, superstición y magia; a los estudiosos, doctrina de teólogos decadentes. Superstición en los de abajo; aridez espiritual en los de arriba: escolástica descarnada y lógica formal”.1 En suma, la Iglesia, en su vertiente institucional, había asumido toda la responsabilidad que las Escrituras asignaban a las personas y les imponía a éstas una carga religiosa, psicológica y económica que sustituyó perniciosamente el compromiso de velar por su fe, su salvación y la marcha de la Iglesia. Por ello, Lutero después de redescubrir la realidad de la justificación, dio el paso hacia adelante:

La idea del sacerdocio universal de todos los creyentes se puede deducir, de alguna manera, del principio de la justificación por la sola fe. Si la fe es un don que Dios otorga a cada uno y a quien él quiere, no se necesitan los intermediarios. El cristiano es el único que puede tener la certeza de su propia fe y ninguna persona especial, el sacerdote, puede ratificarla. Ahora bien, como todos pueden, en principio, recibir la gracia de Dios y tener su propia certeza, todos somos, desde este punto de vista, iguales ante Dios. A todos nos corresponde seguir sus instrucciones, las que nos dejó en sus Escrituras, la expresión material de su Palabra. A todos por igual está abierto el libro sagrado que es, en su enseñanza básica, claro y no requiere de interpretaciones exteriores a él. En él se nos dice que todos tendrán un mismo bautismo, un Evangelio, y una fe, pues sólo éstos hacen a los hombres cristianos.2

En dos de sus importantes documentos de 1520, A la nobleza cristiana de la nación alemana acerca del mejoramiento del Estado cristiano y La cautividad babilónica de la Iglesia, Lutero aborda el asunto del sacerdocio de todos los creyentes. En el primero afirma tajantemente que no hay diferencia entre cristianos: “a no ser a causa de su oficio”, de tal manera que no hay una clase especial llamada “sacerdotal”, como han inventado los romanos, y otra “secular”.

De ello resulta que los laicos, los sacerdotes, los príncipes, los obispos y, como dicen, los “eclesiásticos” y los “seculares” en el fondo sólo se distinguen por la función u obra y no por el estado, puesto que todos son de estado eclesiástico, verdaderos sacerdotes, obispos y papas, pero no todos hacen la misma obra, como tampoco los sacerdotes y monjes no tienen todos el mismo oficio. Y esto lo dicen San Pablo y Pedro, como manifesté anteriormente, que todos somos un cuerpo cuya cabeza es Jesucristo, y cada uno es miembro del otro. Cristo no tiene dos cuerpos ni dos clases de cuerpos, el uno eclesiástico y el otro secular. Es una sola cabeza, y ésta tiene un solo cuerpo.

Del mismo modo, los que ahora se llaman eclesiásticos o sacerdotes, obispos o papas, no se distinguen de los demás cristianos más amplia y dignamente que por el hecho de que deben administrar la palabra de Dios y los sacramentos. Esta es su obra y función. […] No obstante, todos son igualmente sacerdotes y obispos ordenados, y cada cual con su función u obra útil y servicial al otro, de modo que de varias obras , todas están dirigidas hacía una comunidad para favorecer al cuerpo y al alma, lo mismo que los miembros del cuerpo todos sirven el uno al otro.3

Para él, todos los cristianos pertenecen a la clase sacerdotal y para apoyar esta afirmación recurrió a los

apóstoles Pablo (I Co 12.12, “Todos juntos somos un cuerpo, del cual cada miembro tiene su propia obra, con la que sirve a los demás”) y Pedro (I P 2.9, “Sois un sacerdocio real…”). “Tomada literalmente esta tesis y acompañada de la certeza individual del creyente sobre su fe, se desprende la inoperancia de toda jerarquía eclesiástica, de la Iglesia …pero Lutero, quien institucionalizará su doctrina en forma de Iglesia, llega a aceptar que el magisterio es necesario entre los creyentes y la misma comunidad deberá nombrar a los más aptos de entre ellos. Pero es solamente el oficio, el cargo y la obra lo que los distinguiría, no una ‘condición especial’”.4

1 H. Martínez, “Prólogo”, en Martín Lutero, Escritos reformistas de 1520. México, Secretaría de Educación Pública, 1988 (Cien del mundo), p. 12. 2 Ibid., p. 19. 3 M. Lutero, “A la nobleza cristiana…”, pp. 33-34. 4 H. Martínez, op. cit., p. 20.

Page 21: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

21

4. Los ministerios y el sacerdocio universal “En consecuencia, ten la seguridad, y que así lo reconozca cualquiera que considere que es cristiano, que todos somos igualmente sacerdotes, es decir, que tenemos la misma potestad en la Palabra y en cualquier sacramento”, escribió Lutero,5 afirmando así el sacerdocio universal de los creyentes. Siguiendo a Baubérot y Willaime, podemos afirmar que “el sacerdocio universal es una afirmación central de la reforma tanto luterana, como calviniana, y que esta concepción hace sacerdotes a todos por el bautismo es una aportación revolucionaria: se trastornó la economía del poder en los grupos religiosos y entregar derechos importantes a los laicos, pues la distinción misma clero-laicos es puesta en duda. No solamente el protestantismo rechazó el magisterio romano sino que rechazó también dejar la Iglesia en manos de unos clérigos que tienen el poder exclusivo de decidir…”.6

Se introdujo, así, potencialmente, la democracia a la iglesia, pues todo creyente bautizado tiene el mismo poder religioso que los demás. Mediante la eliminación de todo el poder religioso asignado a las autoridades eclesiásticas, y luego a los pastores, “la Reforma abrió el espacio eclesial a una discusión permanente sobre la fe cristiana e hizo virtualmente de todo lector de la Biblia un teólogo con la misma legitimidad que otro”.7 De ahí que se ha llegado a decir que el protestantismo dio lugar a una “religión de laicos” (E. Troeltsch). O como explica Norberto Bertón: “Para Lutero la presencia ‘sacerdotal’ de todos los creyentes —una presencia activa y operativa— contribuye a la dedicación del mundo entero a su Señor, en un servicio al plan evangélico de salvación. […] El sacerdocio universal de los creyentes establece un puente para la dedicación del mundo que converja en un servicio cósmico efectivo. […] Todos son sacerdotes; una verdadera revolución eclesiológica. Una sacerdotalización de la totalidad; hizo laicos a los curas, ya los laicos curas interiores”.8

Pero también el protestantismo se clericalizó progresivamente y el sueño del sacerdocio universal tomó el rumbo que combatió originalmente:

Sin embargo, una cosa es lo que expresa la doctrina y otra lo que se experimenta en la vida real. En verdad, el clericalismo no murió: sobrevivió sobre otras bases. Se abrió una nueva fuente de servicios a la religiosidad, la de los dispensadores de la doctrina correcta, la de los que manejaban el arte de predicar la Biblia y alentar la fe. El conocimiento de la Biblia requería de dedicación, de estudios en seminarios y universidades. Surge así con fuerza el profesionalismo religioso. El ministro protestante recupera mucho de la aureola de santidad del antiguo sacerdote, su autoridad se establece en las nuevas estructuras de las iglesias, que son controladas por los nuevos clérigos, y el sacerdocio universal de los creyentes se convierte en otra página mojada del ideario protestante.

Por supuesto que no hay nada en contra del profesionalismo. En definitiva, todos los adelantos en los campos de la cultura y el saber se han debido a la consagración, en áreas específicas, de personas con vocación. La Iglesia ha necesitado de profesionales, de músicos, de teólogos, maestros y predicadores, y gracias a Dios por estos. El problema radica en el ejercicio del poder en la iglesia, cuando por conocer un poco más de teología o tener más habilidad para hablar en público, ejercemos estos dones, no para servir, sino

para erigirnos en autoridad controladora de los demás. Así surgen las iglesias pastor-céntricas.9

Ésa es la razón de seguir reflexionando sobre el tema y buscar las alternativas eclesiológicas prácticas que

retomen y apliquen el ideal bíblico y reformador. 5. Fe reformada y nueva praxis del sacerdocio universal Cuando la Reforma Protestante comenzó su segunda etapa, justamente la que proyectaría su impacto en la civilización religiosa y en estructura socio-política del siglo XVI, el ímpetu con que la tradición reformada iniciada en Suiza por Ulrico Zwinglio y desarrollada después por Calvino y otros teólogos y dirigentes logró consolidar sus bases bíblicas y teológicas. Una de ellas, precisamente la afirmación y práctica del sacerdocio universal de todos los creyentes adquirió particular importancia. De ahí que puede decirse que esta doctrina es una afirmación central de la Reforma, tanto luterana como calvinista (Baubérot y Willaime) y que su práctica, a pesar de la posterior clericalización de las iglesias

5 M. Lutero, “La cautividad babilónica de la Iglesia”, en Escritos reformistas de 1520…, op. cit., p. 221. 6 J. Beaubérot y J.-P. Willaime, “Ministerio y sacerdocio universal”, en ABC du protestantisme. Ginebra, Labor et Fides, 1990, p. 121. 7 Ibid., pp. 121-122. 8 N. Bertón, “El sacerdocio universal de los creyentes”, en Lutero ayer y hoy. Buenos Aires, La Aurora, 1984, pp. 71, 75. Énfasis original. 9 F. Rodés, “El ideal ideal frustrado de la Reforma Protestante: el sacerdocio universal de los creyentes”, en Signos de Vida, CLAI, núm. 41, septiembre de 2006, www.clailatino.org/Signos%20de%20Vida%20—%20Nuevo%20Siglo/sDv41/ideal%20frustrado.htm.

Page 22: Ceremonia de ordenación de Margarita Islas

22

protestantes, fue un redescubrimiento fundamental que influiría en el surgimiento de los impulsos democráticos dentro y fuera de las iglesias reformadas.

El profesor católico húngaro-francés Alexandre Ganoczy, uno de los mayores especialistas en el pensamiento de Calvino, destaca que éste aborda el tema del sacerdocio universal como parte de su redefinición del sacerdocio en la Nueva Alianza, junto al rechazo total de la institución papal y el establecimiento del ministerio evangélico.10 Calvino trabajó ese asunto desde la primera edición de la Institución de la Religión Cristiana (1536), donde critica el doble abuso del clero romano, “que se aplican exclusivamente el nombre ‘clérigos’ (clerus) y se aprovechan para asegurar la dominación de los fieles”.11 Prosiguió afirmando que el sacerdocio no es una casta separada y que el testimonio bíblico del propio apóstol Pedro (en I P 5), quien no se atribuyó ninguna prerrogativa, subraya la atribución sacerdotal de todo el pueblo de Dios. Este apóstol se dirigió a toda la iglesia para hacer partícipes a todos del sacerdocio del Señor. Calvino afirma que en Cristo “todos somos sacerdotes para ofrecer alabanzas y acciones de gracias, en suma, para ofrecernos a Dios y asimismo todo lo que es nuestro”.12 Este pasaje, explica Ganoczy, fue suprimido en la edición de 1543 y no apareció después, quizá debido a que Calvino evolucionó hacia la necesidad de promover un encargo ministerial en la iglesia que pudiera contrarrestar las ideas y prácticas anabaptistas.

Finalmente, la lectura y aplicación de los diversos pasajes bíblicos lleva a Calvino a concluir en su obra mayor que el sacerdocio de todos los fieles es la realidad comunitaria deseada por Dios para dar forma a una iglesia más consecuente con sus designios igualitarios y superar definitivamente el “corporativismo”, aunque sin sentar las bases de un individualismo egoísta o aislacionista:

El sacerdocio pertenece a todo cristiano […] Aunque el pueblo de Dios estaba bajo la doctrina infantil de la Ley, sin embargo los profetas declaraban con suficiente claridad que los sacrificios externos encerraban en si una sustancia y verdad que perdura actualmente en la Iglesia cristiana. Por esto David pedía que subiese su oración delante del Señor como incienso (Sal 144.2). Y Oseas llama a la acción de gracias “ofrenda de nuestros labios” (Os 14.2); como David en otro lugar los llama “sacrificios de justicia” (Sal 51.19); ya su imitación, el Apóstol manda ofrecer a Dios sacrificios de alabanza; lo cual Él interpreta como “fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb 13.15).

No es posible que este sacrificio no se halle en la Cena de nuestro Señor, en la cual, cuando anunciamos y recordamos la muerte del Señor, y le damos gracias, no hacemos otra cosa sino ofrecer sacrificios de alabanza. A causa de este oficio de sacrificar, todos los cristianos somos llamados “real sacerdocio” (1 Pe. 2.9); porque por Jesucristo ofrecemos sacrificios de alabanza a Dios; es decir, el fruto de los labios que honran su nombre, como lo acabamos de oír por boca del Apóstol. Porque nosotros no podríamos presentarnos con nuestros dones y presentes delante de Dios sin intercesor. Este intercesor es Jesucristo, quien intercede por nosotros, por el cual nos ofrecemos a nosotros y todo cuanto es nuestro al Padre. Él es nuestro Pontífice, quien, habiendo entrado en el santuario del cielo, nos abre la puerta y da acceso; Él es nuestro altar sobre el cual depositamos nuestras ofrendas; en Él nos atrevemos a todo cuanto nos atrevemos. En suma, Él es quien nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios su Padre (Ap 1.6). (IRC, IV, xviii, 17)

En suma, que el espíritu general de la Reforma y especialmente en la vertiente calvinista es el de reconocer cómo Dios mismo ha abierto la puerta al sacerdocio, al servicio fiel y constante, a todos los hombres y mujeres dispuestos a experimentar una relación estable con Él, mediada únicamente por Jesucristo y en el ejercicio de una responsabilidad cada vez más madura y consciente de las exigencias del Evangelio. Ése es el llamado al sacerdocio universal más auténtico.

10 A. Ganoczy, “La question du sacerdoce dans l’Eglise”, en Calvin: théologien de l’Eglise et du ministère. París, Les Éditions du Cerf, 1964, p. 243. Agradezco a Luis Vázquez Buenfil el obsequio de este libro valiosísimo. 11 Idem. 12 J. Calvino, IRC (1541), cit. por A. Ganoczy, op. cit., pp. 244-245.