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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Página 22 Nudos en Psicoanálisis On Line | Año IX - Número 10 El empo y el espacio son construcciones subjevas que están intrínsecamente relacionadas con la constución fantasmáca. Esto quiere decir que no son iguales para todos, ni siquiera idéncos para un mismo sujeto en disntos momentos. Los análisis que conducimos dan cuenta de esto y, en empos de pandemia y cuarentena, hemos hecho la experiencia de analizar por videollamadas, teléfonos o plataformas virtuales. Cambios de horarios, sugerir el uso de auriculares, sesiones en automóviles, balcones, terrazas, todo aquello que permiera la privacidad dentro de lo familiar. Darle connuidad a cada uno de los análisis que conducimos, ha requerido inventar, separar, intervenir sobre el empo y los espacios del sujeto. Inventar con la palabra y la palabra que hace presencia. Un analista sosteniéndose en su deseo, propicia el surgimiento del deseo en el sujeto que se analiza. Qué más oportuno que ofertar un espacio para el sujeto en empos en los que lo real reduce la cuesón a vida o muerte, a virus y vacunas. “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjevidad de su época”, escribe Lacan en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis” (1953). Que invente o renuncie, es la apuesta que sostenemos hoy. Retomando los significantes con los que Nudos nos invita a la escritura en esta oportunidad, comparto con ustedes un fragmento de una experiencia donde la palabra produce una apertura al encierro, donde la palabra produce una “salida de emergencia”. Experiencia de vuelos y deseo. Las puertas se cerraron, el avión se ubicó en la pista y frenó. La azafata, visiblemente nerviosa le pregunta al pasajero sentado detrás de mí si se quiere bajar del avión. Me doy vuelta y veo a un muchacho de unos 30 años con cara de terror, sudando, mudo, sufriendo. Su novia, a su lado, muy molesta, le reprochaba su miedo a volar, dejando en claro que ella sabía que esto ocurriría en su primera experiencia en un avión. Inventar o renunciar Silvia Cabrera Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos [email protected] Me presento como psicoanalista y le pregunto qué le pasa, a lo que me responde con un gesto en el que se retuerce la ropa a la altura del corazón. “No es acá”, le respondo señalando el lugar del corazón, “es acá”, le digo llevándome la mano a la cabeza, y lo invito, “háblame”. Mientras tanto el avión comienza a carretear y despega. Imposible bajarse. Agrega otro gesto que le traduzco “se cerró el avión, te sens encerrado”. Asiente con la cabeza. Un episodio claustrofóbico en un avión en vuelo. La pregunta sobre cómo abrir un espacio en un avión donde no hay puertas ni ventanas por las que salir, me cruza la cabeza. Comienzo a reconstruir las circunstancias de ese viaje por medio de preguntas que él va asinendo o negando con la cabeza. Era la primera vez que viajaba en avión, iba de vacaciones por una semana con su novia, se alojaría en un pueblo del norte argenno, en un hotel al que los llevaría un taxi… Finalmente logra arcular algunas palabras para agregar algunos detalles. Los comentarios de otros pasajeros resonaban en el avión. “Tendrías que hacer un curso para perder el miedo a volar”, dijo la que se presentó como psicóloga. “No tengo nada que hacer si hay una psicoanalista acá”, dijo el hombre al que su mujer presentó como cardiólogo, mientras se volvía a perder en la lectura del periódico. Mientras tanto, la azafata no paraba de traerle vasos de agua a Juan y preguntarle cómo se sena, a lo que él contestó “mejor, estoy hablando con ella”, habiendo ya recuperado por completo la palabra. - Me empecé a senr mal cuando las puertas se cerraron y miré adelante y no vi a nadie, dice. - ¿A quién? ¿A quién conduce?, le pregunté sorprendida de no haber dicho “piloto”. - ¡Sí! ¿Lo conoces?, me pregunta incorporándose por completo en el asiento. - Pero, claro que sí, respondo. Más tarde, pude pensar que respondí de esa manera porque entendí que Juan, inmerso en su encierro en lo materno, preguntaba por quien conduce, por quién está

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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993

Página 22Nudos en Psicoanálisis On Line | Año IX - Número 10

El tiempo y el espacio son construcciones subjetivas que están intrínsecamente relacionadas con la constitución fantasmática. Esto quiere decir que no son iguales para todos, ni siquiera idénticos para un mismo sujeto en distintos momentos.

Los análisis que conducimos dan cuenta de esto y, en tiempos de pandemia y cuarentena, hemos hecho la experiencia de analizar por videollamadas, teléfonos o plataformas virtuales. Cambios de horarios, sugerir el uso de auriculares, sesiones en automóviles, balcones, terrazas, todo aquello que permitiera la privacidad dentro de lo familiar. Darle continuidad a cada uno de los análisis que conducimos, ha requerido inventar, separar, intervenir sobre el tiempo y los espacios del sujeto. Inventar con la palabra y la palabra que hace presencia.

Un analista sosteniéndose en su deseo, propicia el surgimiento del deseo en el sujeto que se analiza.

Qué más oportuno que ofertar un espacio para el sujeto en tiempos en los que lo real reduce la cuestión a vida o muerte, a virus y vacunas.

“Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”, escribe Lacan en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis” (1953).

Que invente o renuncie, es la apuesta que sostenemos hoy.

Retomando los significantes con los que Nudos nos invita a la escritura en esta oportunidad, comparto con ustedes un fragmento de una experiencia donde la palabra produce una apertura al encierro, donde la palabra produce una “salida de emergencia”.

Experiencia de vuelos y deseo.Las puertas se cerraron, el avión se ubicó en la pista

y frenó. La azafata, visiblemente nerviosa le pregunta al pasajero sentado detrás de mí si se quiere bajar del avión. Me doy vuelta y veo a un muchacho de unos 30 años con cara de terror, sudando, mudo, sufriendo.

Su novia, a su lado, muy molesta, le reprochaba su miedo a volar, dejando en claro que ella sabía que esto ocurriría en su primera experiencia en un avión.

Inventar o renunciarSilvia CabreraPsicoanalista, Docente y Supervisora en Centro [email protected]

Me presento como psicoanalista y le pregunto qué le pasa, a lo que me responde con un gesto en el que se retuerce la ropa a la altura del corazón. “No es acá”, le respondo señalando el lugar del corazón, “es acá”, le digo llevándome la mano a la cabeza, y lo invito, “háblame”.

Mientras tanto el avión comienza a carretear y despega. Imposible bajarse.

Agrega otro gesto que le traduzco “se cerró el avión, te sentís encerrado”. Asiente con la cabeza. Un episodio

claustrofóbico en un avión en vuelo. La pregunta sobre cómo abrir un espacio en un avión

donde no hay puertas ni ventanas por las que salir, me cruza la cabeza.

Comienzo a reconstru i r las circunstancias de ese viaje por medio de preguntas que él va asintiendo o negando con la cabeza. Era la primera vez que viajaba en avión, iba de vacaciones por una semana con su novia, se alojaría en un pueblo del norte argentino, en un hotel al que los llevaría un taxi…

Finalmente logra articular algunas palabras para agregar algunos detalles.

Los comentarios de otros pasajeros resonaban en el avión. “Tendrías que

hacer un curso para perder el miedo a volar”, dijo la que se presentó como psicóloga. “No

tengo nada que hacer si hay una psicoanalista acá”, dijo el hombre al que su mujer presentó como cardiólogo, mientras se volvía a perder en la lectura del periódico. Mientras tanto, la azafata no paraba de traerle vasos de agua a Juan y preguntarle cómo se sentía, a lo que él contestó “mejor, estoy hablando con ella”, habiendo ya recuperado por completo la palabra.

- Me empecé a sentir mal cuando las puertas se cerraron y miré adelante y no vi a nadie, dice.

- ¿A quién? ¿A quién conduce?, le pregunté sorprendida de no haber dicho “piloto”.

- ¡Sí! ¿Lo conoces?, me pregunta incorporándose por completo en el asiento.

- Pero, claro que sí, respondo.Más tarde, pude pensar que respondí de esa manera

porque entendí que Juan, inmerso en su encierro en lo materno, preguntaba por quien conduce, por quién está

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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993

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NO-TODO PSI recomienda...

en ese lugar particular que le garantiza a un sujeto no ser devorado por el Otro.

Ante mi respuesta, Juan suspira fuerte, aliviado y comienza a hablar fluidamente. Me cuenta de su necesidad de controlar todo, incluso en los viajes en micro, donde selecciona el asiento desde donde pueda ver al conductor.

El episodio se constituye en escena. Si no hay quien conduzca, quien señale una dirección de salida, entonces el encierro. ¿No es ésta la condición para la emergencia de la angustia, angustia automática como llamaba Freud a lo que hoy conocemos como “ataque de pánico”? La otra condición a partir de la cual emerge la angustia la despeja él mismo diciendo “yo quería hacer la experiencia de viajar en avión”. Si bien deberíamos precisar las diferencias entre la angustia señal y la angustia automática, ¿no podemos rastrear en ellas las mismas condiciones?

Continúa el viaje contándome de su trabajo, de su vida, va al baño, recibe la bandeja de comida de la azafata, me pide que le saque una foto de su primer viaje en avión y bromea sobre la fecha de su regreso, si coincide con la mía.

Puede hacer el viaje a condición de aferrarse a las palabras de alguien que conduzca.

Una vez llegados al aeropuerto de destino me dice “me salvó hablar con vos”. Le respondo que si lo salvó hablar sería una buena decisión buscar un analista. Nos saludamos con un abrazo y, valija en mano, cada uno sigue a su destino.

La experiencia del análisis es la experiencia de la palabra que toca lo real. Una palabra que permite leer y enmarcar la angustia en sus dos dimensiones, lo que hace a la alienación como objeto de goce del Otro y al deseo del sujeto que allí se sostiene.

Ofrecer la presencia, la escucha, permite abrir puertas y ventanas al encierro, dividir un monoambiente en cuarentena, generar las condiciones para que el sujeto advenga y se restituya a partir de su decir, de su deseo.

Es la apuesta del Psicoanálisis, la que hacemos nuestra cada vez, sabiendo que, a las particularidades de la subjetividad de cada época, podemos responder inventando.

Homenaje al Maracanazo y el cuento "Una sonrisa exactamente así" de Eduardo Sacheri (Radio)

"Hasta ahora sonreíste siete veces. Por supuesto que las tengo contadas. Hace un rato increíblemente largo que vengo mareándote con mis palabras, por estrategia o por desesperación, y verte sonreír es -me parece- la única huella que puede llegar a indicarme si voy bien o si estoy perdido.La primera fue la más fácil. Las difíciles fueron desde la segunda en adelante. Tu primera sonrisa fue automática, impersonal. Fue un reflejo de la mía. Casi un acto de imitación involuntaria. Un tipo joven se acerca a tu mesa, se te planta adelante y te dice “hola” mientras sonríe y vos, que estabas absorta mirando hacia fuera,

hacia la calle, volvés de tu limbo y contestás aquella sonrisa con una igual, o parecida." Así comienza este cuento de Eduardo Sacheri que podés escuchar en el siguiente link:

h tt p s : / / ra d i o c u t . f m /a u d i o c u t / h o m e n a j e - a l -maracanazo-y-cuento-una-sonrisa-exactamente-asi-eduardo-sacheri/

Cómo me hice escritora: Clase magistral de Mariana Enríquez (Video)

Mariana Enríquez (Buenos Aires, Argentina; 1973) es una periodista, escritora y docente argentina, parte del grupo de escritores conocidos como «nueva narrativa argentina». Sus cuentos se enmarcan en el género del terror y se han publicado en diferentes revistas internacionales.Desde su infancia punk en la ciudad de La Plata hasta ser considerada una de las autoras más relevantes de la literatu ra argentina contemporánea, en esta Clase Magistral Mariana Enríquez recorre su biografía como autora de cuentos, novelas y crónicas fundamentales.Charla dictada en el El Cultural San Martín.

https://www.youtube.com/watch?v=AyTz_XfYEpI&feature=youtu.be