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Centro de Comunicación Educativa

Centro de Comunicación Educativa Bogotá, D.C. - Colombia

Lenguaje por la paz Hacia una comunicación humanista

Lenguaje por la paz Hacia una comunicación humanista

ISBN 978-958-98998-7-8

Derechos reservados. Copyright 2019CEDAL Centro de Comunicación Educativa AudiovisualCarrera 13 No. 90 – 36, oficina 602 Bogotá, Colombia Teléfonos: (57 1) 6113647 / 6113626Email: [email protected] Página web: www.cedal.org.co Bogotá, D.C., ColombiaQueda hecho el depósito que ordena la LeyTextos: Luis Fernando García Núñez y Daysi Velásquez AponteCorrección de estilo: Luis Fernando García Núñez Diseño y diagramación: Héctor Suárez CastroImpresión: Panamericana Formas e Impresos S.A.Impreso en ColombiaPrinted in Colombia

5Lenguaje por la paz. Hacia una comunicación humanista

Introducción 6

Primera ParteLa lengua viva: entre la ofensa y la concordia 9

Conversar para reposar 18El poderoso poder de la palabra 26Una historia de las palabras construida en el terreno 30El lenguaje, al final 32

Segunda PartePrincipios éticos y morales para una comunicación humanista 34

Definición de ética 37Definición de moral 38

Bibliograf ía 40

Contenido

6 Lenguaje por la paz. Hacia una comunicación humanista

Introducción

Dice el Diccionario de la RAE que la palabra es una “Unidad lingüística, dotada generalmente de significado, que se separa de las demás mediante pausas potenciales en la pronunciación y blancos en la escritura”. En otra acepción dice que es la “Facultad de hablar”. La palabra se puede pedir, conceder, tener, retirar. La palabra se puede usar. Es también “Empeño que hace alguien de su fe y probidad en testimonio de lo que afirma”. Ahora se da la palabra. Los procesos más eficaces de comunicación requieren de la palabra. Hay que saberla oír. Y expresarla adecuadamente.

También hay silencios que comunican, silencios expresivos que conmueven. Un color explica, una sirena, con frecuencia, notifica una angustia, pocas veces una alegría. Un gesto dice más que mil palabras.

De modo que no solo el lenguaje se caracteriza por sistemas fundados en unidades características. También los lenguajes son sistemas de sistemas, como sucede con las denominadas artes visuales que caracterizan el universo contemporáneo.

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Así se construyen, y operan, el cine, la publicidad, la moda, la arquitectura, las historietas, los murales urbanos, las postales de viaje, la tarjetería del corazón y la exhibición de mercancías (Asqueta Corbellini, 2012, p. 367).

Todas las expresiones “comunicacionales” juegan un papel trascendente en el transcurrir de los seres humanos. Las palabras felicidad y tristeza se encuentran en el mismo diccionario de la lengua española o castellana. O paz y guerra, o democracia y totali-tarismo. O justicia y su antónimo injusticia. Todas las palabras del español se reúnen en un gran libro y allí están recogidas con sus significados. Muchas palabras tienen un origen común y todas se han usado o se usan. Y muchas están por nacer. Todos los días nacen y mueren palabras. Y mueren y resucitan, o nacen y mueren casi de inmediato. Las palabras encierran verdades y falsedades. Las mismas palabras que se usan para decir la verdad sirven para decir mentiras. Las mismas que alivian enferman, y las mismas que ofenden elogian. El tono implica, como dice el Diccionario ya citado, una “inflexión de la voz y modo particular de decir algo, según la intención o el estado de ánimo de quien habla”. Detrás de la palabra está un ser humano que piensa, que ama o que odia. Está un ser que, casi siempre, sabe lo que dice, a no ser que esté perturbado. Un ser desdichado o un ser feliz. Detrás del léxico que se conoce hay un proceso cultural muy intenso y revelador. Existe una cultura de la palabra.

Las palabras tienen, pues, un poder oculto por cuanto evocan. Su historia forma parte de su significado pero queda escondida a menudo para la inteligencia. Y por eso seducen.

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Y esa capacidad de seducción no reside en su función grama-tical (verbos, sustantivos, adverbios, adjetivos… todos por igual pueden compartir esa fuerza) ni en el significado que se aprecia a simple vista, a simple oído, sino el valor latente de su sonido y de su historia, las relaciones que establece cada término con otros vocablos, la evolución que haya experi-mentado durante la larguísima existencia o, en otro caso, el vacío y la falsedad de su corta vida. Nietzsche dijo que toda palabra tiene su olor. Sí. Porque toda palabra es previa a sí misma, existía antes de pronunciarla. Y en eso reside su poder (Grijelmo, 2002, p. 35).

Es imperioso examinar el uso del lenguaje cotidiano para evitar que se desvíe de su misión comunicativa. El vocabulario utilizado por los seres humanos traspasa todas las barreras existentes y requiere de una permanente revisión y valoración de sus signifi-cados. Un conjunto notable de palabras que se oyen con frecuencia demandan atención. Democracia, justicia, progreso, desarrollo, libertad, dignidad, orden, respeto, derecho, vida, forman parte de ese léxico que se podría llamar natural “que ha incorporado una serie de expresiones técnicas en una medida tal que estas son utili-zadas como palabras surgidas naturalmente y son incorporadas al sistema de reglas del discurso natural” (Ströker, 1977, p. 195).

Es imprescindible enseñar que existe un lenguaje tranquilo y respetuoso, y enseñar que él se puede reproducir sin mayores dificultades y que su moderación permite una mayor calidad y eficacia del proceso comunicativo y que es necesario reconocerlo y validarlo. Que también hay un lenguaje agresivo y que este debe ser erradicado del discurso diario porque va en contra de la dignidad humana y se convierte en un instrumento del odio, de la intolerancia, de la exclusión. Hay muchas formas de convertir un buen discurso en provocación, en una espantosa alteración del diálogo. Y se requieren ciertas nociones para reconocer el valor que tiene el lenguaje.

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Primera ParteLa lengua viva: entre la ofensa y la concordia

Una explicación necesaria…

Este no es un manual de lingüística, aunque el ejercicio que se propone sea una aviesa utilización de la lingüística aplicada. Es simplemente una instrucción que tiene el propósito de considerar el uso frecuente, por no decir permanente, del lenguaje desde las fronteras del insulto y de la exclusión. Del miedo. También del alivio y la armonía. De cómo se ha simplificado el diálogo y de cómo se ha envilecido. De cómo se juega con las palabras y se establecen con el Otro relaciones de poder en las que la exclusión y el insulto ganan terreno. De cómo los gestos y las miradas se convierten en expresiones de intransigencia, de desprecio o de afecto. De cómo se espera luego restañar la herida, aunque el Otro haya sido despreciado en un momento significativo. La búsqueda del perdón sin la lucidez del propósito, con frecuencia

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obligados por circunstancias judiciales, por llamados de atención severos, por angustias y dolores.

La literatura colombiana guarda, como lo hacen las literaturas del universo, la más nítida esencia del pueblo, el más perfecto de sus testimonios, aunque también taimados despropósitos. Desde las crónicas de la colonia, hasta las novelas de estos últimos años. Sí, desde la poesía que es, quiérase o no, la memoria de la patria. En ocasiones entrelazada con ese cancionero que muchos “adictos” cantan a cualquier hora del día y en cualquier ocasión, incluso en los funerales de los amigos y de los artistas.

Cancionero que guarda en sus entrañas no sólo la melancolía del pueblo más feliz del mundo, sino el desacierto de sus dirigentes que han promovido muchas de las letras para dejar que los recuerdos no mancillen lo que ellos han mancillado con sus innumerables afrentas. Ahí está el material que piden quienes quieren comprender y hermanarse con la historia viva de una nación que ha desatado las más grotescas e indignas realidades.

La historia, la colombiana, y con seguridad la del mundo, se enfrentará siempre a las dos versiones que la proponen y la sustentan: la oficial y la real. Poco a poco se va decantando la verdad. A veces pueden pasar siglos para conocer la verdad verdadera. La que fue en efecto. No la que cantan los juglares mañosos y coaptados y los déspotas de todos los tiempos, sino aquella que nace de la sencillez y la sinceridad. La que nace en la voz de un tiple montañero que ha presenciado tantas infamias. La que no se agota en las primicias de los medios masivos de comunicación, ni busca los primeros lugares de la falsa sintonía de las multitudes, tan adictas a no perturbar a los jerarcas de todas las calañas. A los habladores de cada siglo. A los indecentes dueños de la leyenda. Pero también ha guardado mensajes que fortalecen y disponen el alma a las buenas acciones.

Tantas veces contada la independencia y tantas veces desviada del camino para que los nuevos aprendices no puedan

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comprender el tamaño del suceso, tantos olvidos para que los mozuelos y mozuelas no puedan entrar en los significados, tantas desviaciones para hacerlos dueños de mil presunciones o mistificarlos tras la voracidad de una cultura patriarcal decadente y fracasada. Esa cultura que no acepta al Otro en toda su dimensión, que apenas lo hace su amigo, como para aventar su prestigio de demócrata. Y ya. La verdad de su vocación apenas queda descubierta en la primera oportunidad que tiene para cantar su ofensa y su desprecio.

La revolución comunera, por citar otro ejemplo, está ahí en su notoria evidencia. Así lo relatan quienes participaron en los 200 años de su evocación, cuando el presidente de ese entonces, palmario personaje de la vida pública, acalló, como cualquier arzobispo virrey, lo que consideró un conato terrorista. Seguía, dos siglos después, esa misma e insólita dirigencia criolla, o chapetona si se quiere, que para el caso es lo mismo, que solo aceptaba su visión, escasa e ignorante, de una sociedad mezquina y fervorosa, perversa e indigna, que pervive acosada por los mil oprobios que ha ido recogiendo en cientos de evangelios

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diseñados para acallar las voces que exigen decoro y respeto. Como más.

Y también subsiste, cinco siglos después, un lenguaje repleto de afrentas y de insólitos silencios. Las miles de palabras que forjan una de las lenguas, entre seis mil o más, crecidamente ricas que existen. Una lengua viva que se impuso con el mismo terror con que se han impuesto otras, desconociendo hablas nativas, vitales y creativas que dif ícilmente podremos reconocer ahora. Una lengua viva que desconoce la riqueza de las llamadas lenguas indígenas u otras de riqueza significativa, que se forjaron en una extraordinaria convivencia entre la naturaleza, su aliada, y el ser humano que sabía que la tierra, su pachamama, era la forja entre la existencia y el transcurrir de los días, una especie de filosof ía de la vida sin laberínticas teorías, sin desatinos, humana en su dimensión universal.

Una lengua viva donde la ofrenda se posaba en el respeto a la madre que nos mantenía, sin dueños avaros ni terratenientes que la dividieran y crearan límites para que sus hijos no pudieran

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transitarla, cuidándola y perseverando porque sea la morada de todos, sin distingos de razas, ni de ideas. La tierra sagrada para todos, sobre la cual todos tendrán el mismo privilegio, la sede final del cuerpo y de las ideas hechas, al final, viento y llanto.

Se deben restablecer esas palabras que significan vida, esas que relacionan la naturaleza con el hombre, esas que vinculan la dignidad con el agua y la energía, con la noche y el día, con el pan y la existencia. Son muchas y si se buscan sus relaciones etimoló-gicas se irá descubriendo que la biología celular y molecular, por dar una muestra, hablan de la vida. Bienvenida se relaciona con bien, una especie de venida o llegada feliz, hoy desusada.

La misión es expresar esas relaciones del lenguaje e ir descu-briendo la riqueza de un habla que pertenece a todos y se puede llevar a una expresión mesurada –moderada, modesta, circuns-pecta–. Un lenguaje abierto a la comprensión y no al respeto cuando se trata de veneración o acatamiento que se hace a alguien. A veces un indebido respeto. La veneración tendría otro sentido, sin duda. Casi que saldría muy costosa. Pocas cosas se pueden venerar. Muy pocas.

Oír a los Otros. Acudir al diálogo de los silencios y la claridad. Solo oír el ruido de un río o el trinar de los pájaros o el croar de las ranas cuando se siente la llegada de la lluvia. O el ulular del viento cuando parece que viene un vendaval. O ese relampaguear y tronar que va enseñando la distancia entre la luz y el ruido. ¿Cómo habla la naturaleza y qué dice? ¿Cómo se han silenciado y cambiado sus voces por la torpeza de las bocinas y el fragor inusitado del desarrollo, del progreso? ¿Cómo se ha cambiado el campo por la mole de cemento, las luces por la noche?

Es apenas un ejercicio de apreciación. Siempre habrá una lección que reconcilia al ser con la Tierra. Tal como se comporte ese ser con el planeta, así se comportará con los seres humanos. La palabra será el instrumento con el cual se atraviesan días que pasan uno tras otro, modelando este mundo, haciéndolo a imagen

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y semejanza de quienes lo habitan. A la palabra se acude para recordar, para expresar los sueños y los dolores y las alegrías. En la palabra se busca el refugio, pero también el odio y la intran-sigencia. Con la palabra se miente y se engaña y con ella se pide perdón y se dice la verdad. Y la verdad es la palabra franca y armoniosa, esa que huye de la avaricia y del deseo de poder. Pero también con la palabra se construyen las señales del desprecio. Es la misión de buscar las palabras que comprometan a todos con la historia –con sus historias–, buscar las que reconcilien y sosieguen, las que ayuden a suplir las distancias y entender al Otro en su dimensión, en su fuerza vital, en su presencia, en su destino.

Estas dimensiones del léxico tienen que ver con sus significados, que pueden ser múltiples y variados, diferentes y complejos.

Si se pregunta a alguien por el significado de una palabra, el inter-pelado, si no tiene la posibilidad de una definición mostrativa, deberá responder, a su vez, con una manifestación verbal. Con el fin de llegar a manifestaciones individualmente comparables, hay que proponer a los interrogados una prueba standard de posibi-lidades (Hörmann, 1982, p. 118).

Así, las

posibilidades de respuesta que se pondrán a su disposición, tal es el siguiente requisito, deben ser traducibles al modelo semántico del espacio. Y lo serán si se utilizan para ello escalas bipolares (grande/pequeño, bello/feo, lento/rápido), en cuyo centro tienen un punto (que coincide con el punto cero del espacio semántico) de ‘no pregnancia’1, de ‘neutra-lidad en esta relación’ (Hörmann, 1982, p. 118).

1 Pregnancia es la “cualidad de las formas visuales que captan la atención del observador por la simplicidad, equilibrio o estabilidad de su estruc-tura” (Diccionario de la RAE).

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Así,

en principio, la selección y el número de estas escalas quedan al arbitrio del experimentador. Naturalmente que un punto de vista selectivo será este: su situación recíproca tiene que poder analizarse en el paso siguiente de manera que de él resulte la (hasta entonces desconocida) dimensionalidad del espacio, del que todavía no está establecido más que el punto cero. He aquí la reflexión de Osgood al respecto: el que en la escala de ‘bueno/malo’ sitúe la palabra ‘pecado’ cerca del polo ‘malo’, tenderá, en general, a localizar ‘pecado’ antes como ‘feo’ que como ‘bello’, antes como ‘reprobable’ que como ‘deseable’. Y si nexos de este tipo entre escalas diversas aparecen no solo en un concepto (‘pecado’), sino también en varios o, incluso, en muchos (‘enfermera’, se calificará entonces correspondien-temente más bien como ‘bueno’, ‘bello’ y ‘deseable’), en estas diversas escalas se estará expresando evidentemente algo que le es común, una similitud que es responsable de esta corre-lación: las diversas escalas covariantes se están remitiendo a una dimensión de significado (que les es común) (Hörmann, 1982, pp. 118-119).

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• Un primer ejercicioAl frente de las siguientes veinte palabras escriba aquellas que crea se relacionan con ellas. No solo como sinónimos, también como antónimos u otras relaciones históricas, sociales, religiosas, políticas, culturales. Expresiones que se pueden considerar cercanas a su significado o relacionadas con él.

Vida:Tierra:Felicidad: Alegría:Pobreza:Odio:Venganza:Sueño:Paz:Guerra:

Perdón:Olvido:Fraternidad:Dignidad:Cortesía: Decencia: Avaricia:Mentira:Verdad:Libertad:

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• Un segundo ejercicio.Transcriba 10 titulares de periódicos –también noticieros de radio y televisión– y vea qué palabras se utilizan. Busque los significados de las palabras y, sin leer los contenidos, imagine qué dice el artículo.

• Un tercer ejercicio.Transcriba 10 mensajes que haya enviado o leído en las redes sociales:

• Un cuarto ejercicio.¿Cuáles son las palabras que más le gustan?

¿Cuáles palabras no le gustan?

¿Qué le gusta que le digan? (Pueden ser varias palabras, oraciones completas.)

¿Qué no le gusta que le digan? (Pueden ser varias palabras, oraciones completas.)

• Un quinto ejercicio.¿Qué canciones no le gustan?

¿Qué canciones le gustan?

¿Qué letras de canción no le gustan?

¿Qué letras de canción le gustan?

¿Qué programas de televisión no le gustan?

¿Qué programas de televisión le gustan?

¿Qué piensa de los programas de humor?

Conversar para reposar¿Cómo hablan los padres con los hijos? ¿Cómo responden los hijos? ¿Cómo hablan los maestros con sus estudiantes? ¿Cómo responden los estudiantes? ¿Cuál es el tono de los diálogos? ¿Son diálogos? ¿Es dif ícil conversar? ¿Cómo hablan los amigos jóvenes? ¿Cómo hablan los amigos adultos? ¿Cómo hablan las parejas de enamorados? ¿Cuáles son los temas recurrentes? ¿Qué se pregunta con frecuencia? ¿Qué dicen los políticos? ¿Qué dicen los que gobiernan? ¿Qué dicen los gobernados? ¿Qué es un debate? ¿Para qué sirven las preguntas? ¿Qué es gritar? ¿Por qué se grita? ¿Por qué se susurra y murmulla?

El imperio de las palabras se encadena a una herencia colectiva que se ha transmitido a través de los años. El léxico fundamental es muy pobre. Quizás no pase de 500 palabras. Las mismas todos los días y a toda hora, dichas de mil formas, en todos los tonos posibles: gritadas, susurradas, cantadas. Mil formas aprendidas que se distri-buyen durante el día. Repetidas, algunas hasta la saciedad.

Diálogo 1. – ¿Cómo estás? – Bien, muy bien. ¿Y tú? – Bien, sí. – ¡Qué bien! ¿Hacía días que no te veía? – Es cierto. – Pero ¿estás bien? Te veo un poco cansado… – Sí…, un poco cansado, he tenido mucho trabajo en estos días,

pero bien. Ahí voy. Ayer tuve que ir al médico y esperé como cuatro horas para que me dieran una cita.

– ¿Cuatro horas? – Sí. Me dieron la cita para el mes entrante, para el 28 de febrero. – Más de un mes. – Es cierto. Pero bueno, por lo menos me dieron la cita. – Sí.

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Diálogo 2. – ¿Cómo estás? – Mal, muy mal. ¿Y tú? – Bien. Muy bien. ¿Por qué estás mal? – Estoy cansado, he tenido mucho trabajo en estos días y me

siento enfermo. Y tú ¿qué me cuentas? – Nada nuevo. Todo igual. ¿Ya fuiste donde el médico? – Ayer pedí una cita. – ¿Y para cuándo te la dieron? – Para el 28 de febrero. – Un poco tarde, más de un mes… – Sí, es cierto, pero ¿qué más puedo hacer? – Sí. Nada podemos hacer, por lo menos a ti te la dieron. – Es cierto. Espero no morirme de aquí al 28 de febrero.

Las conversaciones –o diálogos– fluidas entre dos personas cumplen este modelo. Ahí están en el lenguaje cotidiano, repetidas muchas veces. Van circulando las palabras hasta construir un discurso completo que “informa”. El modelo es normal, aunque

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puede estar acompañado de improperios y de errores sintácticos (fundamentalmente…). Dice Hans Hörmann (1982, pp. 11-12) que

El modo específicamente humano de existir y convivir se caracteriza, en gran medida, por dos actos, de los que solo poseemos un conocimiento científico muy insuficiente: el de querer decir y el de entender. Por supuesto que en el fenómeno del tener lenguaje, todos somos conscientes de que en el lenguaje y con él nos referimos a algo y entendemos algo; pero cuando buscamos una aclaración científica de qué significa ‘referirse a’ y que significa ‘entender’, y qué es ese ‘algo’ que se mienta y entiende, entonces se encuentra uno, bien con un aparato conceptual terminológico bastante unitario, pero que en modo alguno hace justicia a los diversos aspectos del fenómeno, bien con una serie completamente heterogénea y divergente de formas de percepción y análisis que se aducen, desde frentes lingüísticos, filosóficos o psicológicos, sin la menor consideración de las posiciones de los demás.

Otras cortas conversaciones para compararlas con las arriba citadas, con variantes expresivas y cambios de vocabulario, propios de los disyuntivas que se viven, fruto de marcadas influencias y de una persistencia de símbolos paralingüís-ticos, influjos notorios de los medios y de las modas léxicas derivadas, con frecuencia, de la música, del cine, de las redes sociales… y notoriamente acompañadas de largos silencios, de miradas transversales, de ‘gestos’ que, de alguna forma, se deben ‘entender’. Se puede pensar en una pobreza de léxico y en una ‘modificación’ del habla personal, pero en realidad es una síntesis de los mensajes y de la información requerida mientras se entra en ‘confianza’, cuando el discurso tiene variaciones notorias y es más extenso, pero reiterativo, muy reiterativo. También de cerrar las posibilidades de continuar el diálogo. Son otra forma de comunicación.

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Diálogo 3. – Quiubo marica (chocan los puños cerrados). – Nada huevón (uon), aquí desparchado. – ¿Pero bien, marica? – Regular, marica (una risita… y un gesto de vacilación) – ¿Y…? – Sí…, pues, marica (otra vez el gesto de vacilación).

Diálogo 4. – No me la monte o no respondo marica. – Huy que miedo… sapo de mierda. – ¿Sapo?, su madre…

Ahí está toda la información requerida al inicio. Otras señales completan significados y suplen necesidades expresivas iniciales del discurso. Traspasar estos silencios es una tarea compleja, pero necesaria. En principio no hay necesidad de un proceso comuni-cativo, pues este se completa con variados matices expresivos. En

una orientación más biológica uno se interesa también por lo que los hombres hacen con su lenguaje, esto es, por lo que quieren decir y por lo que entienden, los orígenes y las formas previas del lenguaje humano se vuelven dignos de ser estudiados (Hörmann, 1982, p. 52).

Los diálogos 1 y 2 son muy formales. Los diálogos 3 y 4 alteran el tono y propician –sobre todo el diálogo 4– una actitud teatral. Otra vez los matices expresivos.

El rasgo característico del insulto es producir ágiles escenas dramáticas en que se impulsa el protagonismo de los interlo-cutores a manera de breves episodios discursivos cara a cara y mínima producción referencial, para ello tiende a desarro-llarse en forma directa e indirecta; la directa o vocativa y la indirecta teatralizada, es decir en conversación fingidamente referencial (Céspedes Gómez, 2012, p. 385).

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Veamos esta conversación literaria tomada del cuento San Antoñito de Tomás Carrasquilla:

Diálogo 5.– Lo que más me pela del muchachito –decía doña Pacha–,

es ese poco metimiento, esa moderación con nosotras y con los mayores. ¿No te has fijado, Fulgencia, que si no le hablamos él no es capaz de dirigirnos la palabra por su cuenta?

– ¡No digás eso, Pacha! ¡Esa aplicación d’ese niño! ¡Y ese juicio que parece de viejo! ¡Y esa vocación para el sacerdocio! ¡Y esa modestia: ni siquiera por curiosidad ha alzado a ver a Cande-laria!

[…]

Un léxico más rico y significativo. Es una conversación mediada por los intereses del escritor, elaborada y no espontánea, enmarcada en la continuidad de una historia. Al final, ‘descu-bierto el muchachito’, todo cambia. Los tonos, los comentarios, el lenguaje, las acusaciones, la rabia… Puede verse en esa conver-sación final del cuento San Antoñito de Tomás Carrasquilla. Todo cambió en un santiamén.

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Fin diálogo 5. […]

– ¡Déjenme descansar y les cuento! Se le acercan, la rodean, la asedian. No respiran. Medio

repuesta un punto, dice la mensajera: – ¡Mis queridas! ¡Se las comió el santico! ¡Hablé con Ulpianito. Hace más de dos años que no ha vuelto al seminario!... ¡Ulpianito ni se acordaba de él!...

– ¡Imposible! ¡Imposible! –exclaman a dúo las dos señoras. – No ha vuelto… Ni un día. Ulpianito ha averiguado con el vicerrector, con los pasantes, con los profesores todos del Seminario. Ninguno lo ha visto. El portero, cuando oyó las averiguaciones, contó que ese muchacho estaba entregado a la vagamundería. Por ai dizque lo ha visto en malos pasos. Según cuentas, hasta donde los protestantes dizque ha estado…

– Esa es una equivocación, Misía Débora –prorrumpe Fulgencita con fuego.

– Eso es por no darle la beca –exclama doña Pacha, sulfurada–. ¡Quién sabe en qué enredo habrán metido a ese pobre angelito!

– Sí, Pacha –asevera Fulgencita–. A Misía Débora la han engañado. Nosotras somos testigos de los adelantos de ese niño; él mismo nos ha mostrado los certificados de cada mes y las calificaciones de los certámenes.

– Pues no entiendo, mis señoras, o Ulpiano me ha engañado –dice doña Débora, ofuscada, casi vacilando–.

– Juan de Dios Barco aparece. – Oiga, Juancho, por Dios –exclama Fulgencita en cuanto le echa el ojo encima–. Camine, oiga estas brujerías. Cuéntele, Misía Débora.

– Resume ella en tres palabras; protesta Juancho; se afirman las patronas; dase por vencida doña Débora.

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– Esta no es conmigo –vocifera doña Pacha, corriendo al teléfono–.

Tilín… tilín… – Central… ¡Rector del Seminario!...

Tilín… tilín… Y principian. No oye, no entiende; se enreda, se involucra, se

tupe; da la bocina a Juancho y escucha temblorosa. La sierpe que se le enrosca a Núñez de Arce le pasa rumbando. Da las gracias Juancho, se despide, cuelga la bocina y aísla.

Y aquella cara anodina, agermanada, de zuavo de Cristo, se vuelve a las señoras; y con aquella voz de inmutable simpleza, dice:

– ¡Nos co-mió el ce-bo el pen-de-je-te! Se derrumba Fulgencia sobre un asiento. Siente que se

desmorona, que se deshiela moralmente. No se asfixia porque la caldera estalla en un sollozo.

– No llorés, Fulgencia –vocifera doña Pacha, con voz enron-quecida y temblona–, ¡déjamelo estar!

Álzase Fulgencia y ase a la hermana por los molledos. – No le vaya a decir nada, mi querida. ¡Pobrecito!

Rúmbala doña Pacha de tremenda monatada.

– ¡Que no le diga! ¡Que no le diga! ¡Que venga aquí ese pasmado!... ¡Jesuita! ¡Hipócrita!

– No, por Dios Pacha… – ¡De mí no se burla ni el obispo! ¡Vagabundo! ¡Perdido! Engañar a unas tristes viejas; robarles el pan que podían haber dado a un pobre que lo necesitara. ¡Ah malvado, comulgador sacrílego! ¡Inventor de certificados y de certámenes!... ¡Hasta protestante será!

– Vea mi queridita, no le vaya a decir nada a ese pobre. Déjelo siquiera que almuerce.

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Y cada lágrima le caía congelada por la arrugada mejilla. Intervienen doña Débora y Juancho. Suplican.

– ¡Bueno! –decide al fin doña Pacha, levantando el dedo–. Jártalo de almuerzo hasta que reviente. Pero eso sí, chocolate del de nosotras sí no le das a ese sinvergüenza. Que beba aguadulce o que se largue sin sobremesa.

En las variantes léxicas y en los tonos se pueden establecer los cambios que va tomando el diálogo. Sin duda, otros tiempos, pero el insulto, el furor se nota en ciertas expresiones. Dice Consuelo Céspedes Gómez (2012, p. 391) que

El fenómeno de agresión simbólica, que antecede como mecanismo de presión o acompaña como mecanismo de desahogo a las agresiones f ísicas, incluyendo la muerte, se ejecuta por medio de un amplio y móvil campo léxico y fraseológico, el cual posee rasgos que parecen inherentes a procesos similares como los que modernamente se registran en Chicago y Sicilia y diferencias propias del desencadena-miento en la cultura traficante de Antioquia.

De otro lado, en la búsqueda de un lenguaje prudente, cordial y armónico se decantan algunos aspectos que se deben trabajar para crear conciencia del uso adecuado de la palabra. Un léxico para la convivencia, para enseñarla y transformarla. Muchos conviven con el insulto. El periodista español Juan Cruz es el autor del libro Contra el insulto, y en una entrevista hecha por Semana (No. 1902, 14-21 de octubre de 2018), frente a la pregunta ¿Cree, como muchos, que insultar es matar con la palabra? Responde que “Sí. Cuanto tú insultas a otro, tú te quedas sin argumentos y el otro también, porque ya la discusión se centra en otro nivel. No es discusión, sino intercambio de espadas”. ¿Qué es el insulto, falta de argumentos que se convierte en grosería? “La falta de argumentos en una discusión es ignorancia y se debe terminar la discusión inmediatamente. Por otra parte, la falta de argumentos

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que se convierte en grosería es simplemente grosería”. ¿Cómo responder ante la grosería? “Con el silencio, mayormente. El insulto es el primer paso para el silencio del otro”.

Una singular enseñanza. Es el valor expresivo, cargado de signi-ficados del silencio.

El poderoso poder de la palabra Pocos conocen el poder de la palabra y quizás haya que aclarar, otra vez, que el poder de la palabra es portentoso y, a veces, no se sabe medirlo. No solo por la relación que tiene con la realidad circundante, sino por la eficiencia que conlleva.

Cuando la dinámica de situación, hablante y oyente, no ayuda ya demasiado a orientar el querer decir y el entender, uno y otro se vuelven más dif íciles porque la atención consciente del oyente, guiada hasta entonces por la dinámica de la situación y por la expresión, tiene que gobernarse ahora casi en exclusiva desde la expresión (Hörmann, 1982, p. 523).

Se rompe el diálogo y la ruptura se convierte en un “retroceso de la situación”, así “se puede conceder más atención a la expresión lingüística, pero también se le tiene que conceder más atención si se quiere sostener la función comunicativa”. Entonces

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Cuanto más importante sea el papel que deba cumplir la expresión lingüística, ella sola, en la determinación del querer decir y el entender, tantos más determinantes tendrán que incorporarse a la expresión lingüística misma. En tal caso ya no bastarán esquemas de acción tan simples como el de ‘actor-acción-objeto’. Ya hemos destacado en muchas ocasiones que la expresión lingüística representa una prosecución de la acción. Esto nos permite ahora concebir la complicación subsiguiente de la expresión lingüística en analogía con la de acciones de estructura cada vez más complicada. La expresión lingüística se puede volver más autónoma por cuanto se convierte en una especie de acción múltiple (Hörmann, 1982, p. 524).

Develar con la palabra cómo se vulneran los significados de acuerdo con intereses soterrados y mezquinos. A diario se ve en las redes sociales, en los medios de comunicación y en el uso de la publicidad y la propaganda, donde la función comunicativa se traslada a fronteras ideológicas que pervierten los significados, les dan otra dimensión significativa o, amparados en ella, la limpian de su claridad para “modificar la conciencia del oyente”, para enfurecerlo, dicen estos asaltantes del sentido.

Junto a la palabra está la forma cómo esta se manifiesta. Un grito es una “manifestación vehemente de un sentimiento colectivo”, pero también es una “expresión que se profiere levantando mucho la voz”, o “una voz muy esforzada y levantada”. El susurro, por el contrario, es un “ruido suave y sumiso que resulta de hablar quedo”. El murmullo es un “ruido que se hace hablando, especialmente cuando no se percibe lo que se dice”, o un “ruido continuado y confuso de algunas cosas”. También un silencio puede ser comprendido y estar lleno de significado. Las expre-siones lingüísticas son variadas y están moldeadas por un sinf ín de sucesos. Con la expresión lingüística el oyente crea infor-mación. “El que pueda hacerlo, y el que siga estas indicaciones en

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su acto de entender, es efecto de su empeño por convertir siempre y en todo momento el mundo y sus eventos en algo dotado de sentido y comprensible” (Hörmann, 1982, p. 623).

El chisme es coloquialmente, por citar otro ejemplo, “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”, y se habla del chisme de vecindad. Las redes sociales se alimentan del chisme, del dijeron, vieron, oyeron, con el que se argumentan falsedades o se convierten mentiras en verdades, con peso y carácter.

En el momento de establecer un diálogo hay que tener claro el papel que tiene la palabra y los sentidos que la rodean. El sentido de los gestos y las expresiones no lingüísticas, de ese vocabulario simbólico que rodea el mundo, de quiénes dicen y quiénes oyen, y qué dicen o, a veces, qué quieren oír. Buscar en las conversaciones las tensiones, las diferencias, los argumentos y los detalles que permitan descubrir “las formas significantes, que son típicamente unas palabras, son aquellas que sirven para designar cualquier cosa nombrándola. Estas formas llamadas léxicas, alían unas constituyentes que las definen, tanto como denominaciones, o como términos de sistemas relacionales léxicos y morfosintác-ticos” (Tamba-Mecz, 1989, pp. 67-68).

• Ejercicio 6. Busque cinco diálogos literarios –novela, cuento, teatro– trascrí-balos y compárelos. Determine los tonos que se utilizan y precise los contenidos. Trasládelos a sus diálogos diarios y matice los sentidos. Busque palabras más cercanas a la armonía, a la concordia, al respeto. Busque buenas palabras, casi “todo trans-curre entre la imagen auditiva y el concepto, dentro de los límites de la palabra, considerado como un campo cerrado existente por sí mismo”, decía Saussure, el padre de la lingüística moderna (citado por Tamba-Mecz, 1989, p. 75).

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• Ejercicio 7. El lenguaje del amor dispone de muchas palabras que seducen por sí mismas, independientemente del uso o de su lugar en la frase: labios, boca, pecho (si se expresa en singular), corazón, sonrisa, sentimiento, ojos, manos… Esas voces se estrechan en nuestro pensamiento con los conceptos de cariño y de ternura. La propia palabra “ternura” ofrece grandes posibilidades de seducción. Sobre todo porque en muchas situaciones puede sustituir a conceptos más comprometidos, como la palabra “amor”. El galanteo donde se ofrece ternura se sirve de esa voz para elevar el ejercicio sexual mediante una referencia a los sentimientos grandes y a las emociones que trascienden la atracción f ísica. Quien no quiere anunciar amor puede prometer ternura, y ejercer la seducción de igual manera. “Ternura” se define en el diccionario actual como “cualidad de tierno”; y en “tierno” encontramos una breve referencia (entre otras acepciones) a la idea que nos ocupa: “afectuoso, cariñoso, amable”, en sentido figurado. Pero es más la ternura que todo eso, y quien reciba esta palabra

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como envoltorio de una propuesta sexual bien lo entenderá. La ternura nos lleva hasta la infancia, a los sentimientos que despiertan los niños y los cachorros, especialmente los niños dormidos y los cachorros dormidos, evoca el deseo de proteger que emana de los seres indefensos… No es el amor, no, pero sus manifestaciones f ísicas coinciden. Acariciamos a los bebés y a las crías de perro, abrazamos a nuestros abuelos, besamos a nuestros hijos… Y promete todo eso quien habla de ternura: no se trata de contactos f ísicos movidos exclusivamente por la obtención del placer, sino de unas demostraciones de cariño equiparables a los senti-mientos más nobles y familiares… Eso sí, con alguien que no es de la familia (Grijelmo, 2002, pp. 97-98).

¿Se puede hacer este mismo planteamiento con otras palabras? Por ejemplo, con la justicia. Inténtelo. El profesor tendrá que construir sus textos, ajustarlos a las situaciones que vive y que comparte con sus alumnos. La relación entre la palabra y el hecho es evidente, pero no siempre es legítima. No todo lo que vemos es verdad, y no son mentira muchas cosas que no se ven. Hay que tener en cuenta las intenciones del emisor y, también, claro está, las del receptor. Cifrar el mensaje, reconocer su valor, proponer estrategias de relación. Registrar las indirectas –el vainazo– y los vacíos del mensaje, y determinar las conse-cuencias que pueden traer es parte del ejercicio que se debe hacer.

La riqueza del léxico está precisamente en los sentidos, los muchos significados, que le dan quienes lo utilizan.

Una historia de las palabras construida en el terreno ¿Qué sucede con la palabra odio? ¿A dónde nos lleva? ¿Revise el sentido de muchos apodos utilizados en Colombia? ¿Qué le recuerdan? ¿Por qué los usamos?

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• Ejercicio 8Busque diez palabras que estén relacionadas con la paz: - Construya un pequeño texto con ellas.

Busque diez palabras que estén relacionadas con la guerra: - Construya un pequeño texto con ellas.

Busque diez palabras que estén relacionadas con la verdad: - Construya un pequeño texto con ellas.

Busque diez palabras que estén relacionadas con la mentira: - Construya un pequeño texto con ellas.

• Ejercicio 9¿Qué significa entramado de corrupción? ¿Qué son las chuzadas y qué evocan? ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la libertad de expresión?¿Qué apodos conoce? ¿Qué mensajes envía por redes sociales? ¿A cuáles redes sociales pertenece?

Valore estos términos y extienda su análisis a situaciones perso-nales y familiares. A problemas en su comunidad, en el municipio, en el país, en el mundo.

• Ejercicio 10¿Cómo pide un favor? ¿Regaña mucho? ¿Sabe hacer un reclamo? ¿Se angustia mucho? ¿Qué palabras utiliza? ¿Cuál es el tono? ¿Sabe pedir perdón? ¿Sabe que ha cometido un error?

¿Cómo se podría entender el título de la revista Semana, edición 1899, 23 al 30 de septiembre de 2018?:

“Jugando con candela. A pesar de que el régimen de Maduro está colapsando, una intervención militar en Venezuela sería catas-

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trófica. Colombia tiene que asumir una posición categórica en contra”.

Puede ver otros titulares y analizar los términos utilizados, la frecuencia del vocabulario agresivo…

El lenguaje, al finalLa fuerza de la palabra es significativa. Ella misma señala los derroteros y promueve los nuevos encuentros. La palabra necesita todos los días de la fuerza que la impulsa y para ello se recurre a muchas formas de expresión. Palabra y expresión para existir.

“El lenguaje es siempre utilización del lenguaje, lenguaje que los hombres utilizan para poder vivir los unos con los otros. Esta utilización-del-lenguaje-para-un-objetivo se constituye en los actos del querer decir y el entender; en ellos la esencia del lenguaje se integra con la esencia del hombre. Y no se puede abstraer de este carácter del lenguaje, como acción orientada a un objetivo, si se lo quiere concebir teóricamente en forma tal que también nuestra relación cotidiana con él sea satisfactoriamente aprendida: a la concepción del conocer el lenguaje debe precederle, pues, una concepción del saberlo usar” (Hörmann, 1982, p. 613).

Aprender a usar el lenguaje es un imperativo social. Aprender a estimar la fuerza que tiene la palabra y comprender, así mismo, cuánto vale conocerla. Intervenir los procesos culturales para lograr un lenguaje más preciso, claro y sencillo. El lenguaje de la paz es moderado y sincero, es decir, es novedoso. Un léxico que busca en las palabras una pausa y un camino para reconciliarse, para vivir sin sobresaltos, sin angustias, un espacio de reposo. Lo que se quiere decir está planteado por unas señales que se pueden descubrir con cierta facilidad. Unas señales que las comunidades deben conocer porque estimulan la confianza perdida, porque establecen los fundamentos de la reconciliación, porque definen los caminos que se deben seguir.

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Las señales son algo así como “envolturas” de un “núcleo significativo” que de algún modo “subsistiría” por debajo de las señales. Semejante “núcleo significativo” podría enten-derse como “lo que se quiere decir” en uno de los dos sentidos siguientes de esta expresión, o en ambos a un tiempo como un significado o contenido semántico en principio indepen-diente de las señales, o como un acto psíquico o mental, un pensamiento, una intención, etc. (Ferrater Mora, 1980, p. 46).

La tarea es grande. Del lenguaje excluyente habrá que saltar a uno incluyente, comprensivo, revelador de la dignidad, un lenguaje humanista. Palabras que forjen la reconciliación, sin máscaras, sin dobles sentidos. En la palabra se podrán encontrar diversas fuerzas y todos encontrarán en ellas estímulo, solidaridad, comprensión, decoro, fortaleza. La palabra tendrá validez y habrá confianza, entonces, recobrará su destreza y su sentido.

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Segunda PartePrincipios éticos y morales para una comunicación humanistaEste material busca, como se ha definido en la introducción, proponer una serie de reflexiones que nos permitan establecer puentes entre el lenguaje (nuestros modos de comunicarnos) y la ética-moral (nuestros modos de humanizarnos) para lograrlo, como en el apartado anterior, será necesario definir de algún modo, dos términos que han evolucionado a lo largo de la historia desde distintas miradas, complejizando así su comprensión.

Tengamos presente que la palabra ética proviene del latín ethĭcus, y este del griego antiguo ἠθικός que se ha conocido como ēthikós, referido en sentido estricto al carácter. Para algunos pensadores clásicos, la ética se propone estudiar las formas de actuar de las personas y sus modos de hacer cotidianamente, consciencia sobre lo que se hace, se piensa y, cómo nos proponemos ahora, pensar en lo que se dice.

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De tal suerte que en el pensar, en el discernir, en el ejercicio de consciencia fundamente la libertad haciendo que se puedan emitir juicios sobre el actuar en relación con las afectaciones que se tiene en otros seres vivos,observando desde el libre albedrío la capacidad de juzgar, evaluar, medir, comprender las palabras y las acciones que el lenguaje vivo conlleva en niveles distintos de relación desde lo íntimo y personal hasta lo colectivo y social.

Fernando Savater, en el primer capítulo de su libro Ética para Amador («De qué va la ética»), define la ética como «el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto el arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos conviene (lo malo)».

Estos principios éticos y morales que se van fortaleciendo o modificando con el acaecer de la vida, están implicados en el actuar social de la humanidad, en sus formas de relacionarse, ser, hacer, decir, pensar, según lo que cada momento histórico configura. En este conjunto de relaciones son necesarios unos límites con unos deberes y unos derechos.

A lo largo de la historia podemos reconocer niveles diferen-ciales de comprensión sobre la ética, con los cuales es posible comprender las diversas acciones morales que van orientando la vida de los distintos grupos humanos. A su vez, la ética nos permite conocer y comprender las acciones, sentires y formas de pensar sobre los hechos de la humanidad, a partir de los cuales establecer unos parámetros de comportamiento, individual, familiar, social, profesional, político, público o privado. El sustento de los principios éticos y morales se encuentra en la voluntad del ser, en su actuar libre y espontáneo.

La ética más que indicar unas pautas de actuación, reflexiona sobre las implicaciones que determinados actos tienen sobre las demás personas y criaturas, de este modo, la ética más que delimitar los hechos de la humanidad, se propone una lógica

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humanizadora sobre los pensamientos, las palabras y las obras. Este actuar voluntario y libre que incide en la vida de las demás personas y de otros seres vivos, genera conflictos o tensiones a partir de los cuales la moral de los deberes y derechos permiten una clarificación sobre el grado de bondad de nuestros actos, así el juzgamiento a partir de la reflexión, sobre nuestros actos, favorece la racionalidad ética. Aquí es donde consideramos que la comunicación consigo mismo, con el prójimo, con los congé-neres, permite un actuar que humaniza y permite el lenguaje no violento sobre el que esta propuesta gira.

Pero, ¿cómo pensar en un actuar ético desde la comunicación?, o mejor, ¿cómo comunicar de una manera ética? Hemos planteado esta ruta desde el lenguaje y la ética hacia una comunicación humanista, dado que con estos dos bastiones se delimita el actuar humano en unos márgenes deseables. Estos márgenes permiten que desde la reflexión se configuren los juicios para las acciones, correspondientes con las palabras, con el lenguaje que expre-samos, de modo que nos hacemos responsables, tanto de lo que hacemos, como de lo que decimos.

Estos comportamientos enmarcados en una comunicación humanizadora, demarcan acciones sociales, profesionales, familiares ya que hacen referencia a una parte específica de la realidad.

En tal sentido, la ética no se impone, como no se impone el lenguaje. Ambos, ética y lenguaje, se aprenden y aprehenden en relación con los demás. Cabe destacar que la ética, a nivel general, no es coactiva (no impone sanciones legales o normativas). Aunque los marcos deontológicos establecen unos marcos, o límites de actuación, la ética es siempre una condición voluntaria, es decir que ser libre, actuar con el juzgamiento del bien y del mal es una condición de la voluntad, del querer ser o hacer y actuar en coherencia con lo que se piensa y se dice.

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Justo por esta coherencia necesaria, vale la pena comprender que hay algunas diferencias entre ética y moral. Veamos algunos de estos aspectos enunciados por el psicólogo Álex Figueroba:

A pesar de que están estrechamente relacionadas, existen al menos 6 diferencias entre la ética y la moral, y conviene no confundir entre sí estos conceptos. Estas se refieren a múltiples características, tanto de tipo conceptual como epistemológico.

Definición de éticaLa ética es una rama de la filosof ía que estudia y sistematiza los conceptos del bien y el mal, así como otros relacionados. Esta disciplina tiene como objetivo definir de forma racional qué constituye un acto bueno o virtuoso, independiente-mente de la cultura en la que se enmarque.Los sistemas éticos, consistentes en prescripciones con respecto a los patrones de conducta que deben seguir las

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personas, han sido propuestos tradicionalmente desde la filosof ía y la religión.Se considera que la ética se originó en la época de la Antigua Grecia; la filosof ía de Platón y la de Aristóteles, así como el estoicismo o el epicureísmo, son algunas de las primeras manifestaciones del uso de este término.Durante la Edad Media la ética cristiana predominó en el mundo occidental, expandiéndose posteriormente a buena parte del mundo. Más adelante filósofos como Descartes, Hume o Kant recuperaron ideas de los maestros griegos y contribuyeron, de forma clave, en la concepción de la ética de los siglos siguientes.

Definición de moralLa moral se define como el conjunto de normas que rigen el comportamiento de las personas que forman parte de una sociedad determinada, de modo que puedan contribuir al mantenimiento de la estabilidad y de la estructura social.

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Se suele relacionar el concepto de moral con la conformidad con las leyes implícitas y explícitas de un grupo social, que se transmiten a los individuos dentro del proceso de sociali-zación al que se someten a lo largo de su desarrollo. En este sentido, la moral parte de las tradiciones y los valores del contexto en que nos criamos.La moral surgió con toda probabilidad como una conse-cuencia natural de la organización de los seres humanos en grupos. Al complejizarse las sociedades, las normas de interacción que las estructuraban se habrían transformado progresivamente en reglas morales y en leyes explícitas, especialmente con la aparición de la escritura.Las religiones han tenido un gran peso histórico en el estable-cimiento de códigos morales. Mientras que en el mundo occidental el judaísmo y el cristianismo han determinado en buena parte las normas sociales, en Asia lo han hecho sobre todo el budismo y el confucianismo (Figueroba, s.f.).

Este es otro ejemplo, de los muchos que hay, que nos indica que el lenguaje es el instrumento con el cual tenemos que “medir” las relaciones de los seres humanos. Todo está detrás de la palabra. Con ella construimos esos códigos sociales y con ella podemos diferenciar conceptos como ética y moral. A la humanidad la rigen, desde hace siglos, principios que se expresan y tienen significado, principios que guían a la sociedad y con los cuales puede vivir en paz o en guerra.

Sin embargo, insistimos que el amor y la comprensión se dan en todas las lenguas existentes, y que de nosotros depende que podamos convivir con los Otros, como seres libres y distintos. Con el lenguaje construimos todas las posibilidades de la armonía, de la confianza, del respeto y la felicidad. Y a ellos tendremos que dedicar nuestros esfuerzos.

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Bibliograf íaAsqueta Corbellini, M. C. (2012). La búsqueda de las respuestas.

El papel de la semiótica en Colombia, en Patiño Rosselli, C. y Bernal Leongómez, J. (Coords.). El lenguaje en Colombia, t. I: Realidad lingüística de Colombia (pp. 357-375). Bogotá: Academia Colombiana de la Lengua – Instituto Caro y Cuervo.

Céspedes Gómez, C. (2012). El discurso insultante en el habla colombiana en la década 1995-2005, en Patiño Rosselli, C. y Bernal Leongómez, J. (Coords.). El lenguaje en Colombia, t. I: Realidad lingüística de Colombia (pp. 377-392). Bogotá: Academia Colombiana de la Lengua – Instituto Caro y Cuervo.

Figueroba, A. (s.f.) Las 6 diferencias entre ética y moral. Tomado de Psicología y mente. https://psicologiaymente.com/psico-logia/diferencias-etica-moral

Grijelmo, Á. (2002). La seducción de las palabras. Madrid: Suma de Letras – Punto de lectura.

Hörmann, H. (1982). Querer decir y entender. Fundamentos para una semántica psicológica. Madrid: Biblioteca Románica Hispánica – Gredos [Versión española de Ana Agud y Rafael de Agapito].

Ströker, E. (1977). El problema del lenguaje en las ciencias exactas, en Simon, J. (Comp.), Aspectos y problemas de la filosofía del lenguaje (pp. 185-225). Buenos Aires: Alfa [Versión castellana de Ernesto Garzón Valdés].

Tamba-Mecz, I. (1989). La semántica, Barcelona: Oikos-Tau - Colección ¿Qué sé? Nueva serie [Trad. De J. García-Bosch].