censura doméstica
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Artículo de análisis de la realidad política peruanaTRANSCRIPT
Censura doméstica
Por José Pérez Jiménez
Es innegable que el gobierno de Ollanta Humala tiene una vocación de aislamiento que no solo
revela su incapacidad de sostener alianzas, sino que da cuenta del modus operandi que prioriza los
intereses de la pareja presidencial por encima de una agenda nacional, o al menos, de una agenda
de su partido. Lo anterior, no se explica porque hay “cierta inexperiencia”, sino más bien una
ineptitud política; es la consecuencia de una manera obtusa y aprovechada de hacer política desde
el gobierno.
Obtusa por cuanto la voz que habla dentro del oficialismo es la voz del cuartel. Son órdenes que se
cumplen sin murmuraciones. Sendas veces han demostrado que tan únicamente, su presidenta,
(Nadine Heredia) y, en segunda instancia, el jefe del Estado, no solo son los representantes, sino
que encarnan al partido. Quienes aún se sostienen “fieles” al oficialismo, tal vez sean la evidencia
palpable de una forma corrosiva del quehacer político en nuestro país. Además de responder por
los estilos de quienes dirigen Gana Perú, en el fondo revela una metamorfosis nunca imaginada de
un movimiento que estuvo al acecho y en radical postura durante los cinco años del segundo
gobierno alanista, de predicar un cambio sustancial de las reglas de juego de la economía y la
política. ¿Qué fue de ese humalismo feroz y radical? Hoy, la única hoja de ruta que tendrá que
asumir, será aquella que provenga en gran parte del chantaje de la oposición apro-fumijorista,
avalado por un empresariado que hará lo posible para que no haya “ruido político” y así no
“decaigan las exportaciones”.
Es risible, por decir lo menos, la petición del gran empresariado para “que no haya ruido político
porque afecta las inversiones”, cuando los tres últimos presidentes del Perú se encuentran bajo
serias denuncias de corrupción, narcoindulto, lavado de activos, etc. Es más, quien inspirara este
modelo económico impuesto hace 25 años atrás, se encuentra recluido en la cárcel por razones
crímenes y corrupción. ¿Puede haber mayor ruido político que aquel que dé cuenta que sus
expresidentes o están en la cárcel o al filo de ella? No, el amague del empresariado, incluido la
franela vargallosiana, de colocar a Ana Jara como víctima de una revancha y asumir que, al irse ella
se pierden grandes oportunidades, o advertir que este cambio no le hará nada bien a la economía
nacional, simplemente es un exceso semántico, advertencias caprichosas que pretenden
congraciarse con un gobierno que ha dado las garantías para que nadie impaciente a la santa
inversión.
Lo cierto acá, es que Ana Jara ha pagado políticamente lo que le tocaría asumir a Ollanta Humala
como Jefe de Estado. La DINI ha estado vilmente haciendo un reglaje a personas que no
representan mayor amenaza a la seguridad interna o externa, pero sí significaban molestias al
gobierno actual. Lo cierto también es que quienes más han permitido y practicado y avalado el
reglaje hoy censuran a Ana Jara por tal motivo. Era casi surrealista escuchar a los congresistas
fujimoristas golpearse el pecho, apelar a la historia y al Estado de derecho por algo que ellos
envilecieron cuando fueron gobierno y que nada, de ser gobierno nuevamente, aseguran que
volverán a esas andanzas.
El gobierno ya saborea su retirada. Sabe que será minoría en muchas decisiones. Más aun cuando
sus socios de Perú Posible no le garantizan un apoyo sostenido. Por un lado, Carmen Omonte,
exministra de este régimen, se ha cobrado cierta revancha al instar a que la ex premier renuncie.
De otro lado, Alejandro Toledo, luego de que la fiscalía le abriese proceso por el caso Ecoteva,
reaccionó “informando” sobre una “valija diplomática” con ciento de miles de dólares para el
entonces candidato Humala. ¿Se hunde la embarcación y es hora de huir?