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CELSO FURTADO y LA ECONOMÍA VENEZOLANA ASDRúBAL BAPTISTA Debo comenzar por traer de la memoria la figura de Armando Alarcón Fernández, a quien enterramos la semana pasada. Los que me han prece- dido se han referido antes a él, y a mí no me es dado añadir nada a lo ya dicho, salvo reiterar la pena por el amigo ido, por el amigo con quien compartimos horas de esfuerzo, y a quien la Academia Nacional de Ciencias Económicas le será siempre deudora. UN RECUERDO PERSONAL Tuve la suerte de conocer personalmente a Celso Furtado el año 2002, bajo una circunstancia que me es grato recordar. Él había regentado la Cátedra Simón Bolívar de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge en 1973. Uno de sus inmediatos antecesores había sido Octavio Paz, y quien hubo de sucederle fue Don Pedro Grases. El año 2002 me hallaba yo en la regencia de la Cátedra Simón Bolívar. La Universidad de Salamanca decidió otorgarle el Doctorado Honoris Causa a Carlos Fuentes, quien a su vez había sido Profesor Simón Bolívar en 1990. Pues bien, la Universidad de Cambridge tuvo la buena idea de aso- ciarse a este homenaje por el intermedio de la Cátedra Simón Bolívar. Yo propuse, y así se acordó, que se invitara a Salamanca a todos los ex Catedráticos Simón Bolívarpara celebrar la honra concedida a Fuentes, y al mismo tiempo conmemorar la fundación de la Cátedra Simón Bolívar, que había tomado lugar en 1968. Se me encomendó, entonces, visitar a quienes estaban a la mano, y es así como fui a París en abril del año 2002 para extenderle la invitación a Celso Furtado. Era una visita de sola cor- tesía, a sabiendas como estaba yo de su avanzada edad y de su estado de salud. Me encontré a un hombre plácido, alerta, muy pendiente de Venezuela y de los tiempos que estábamos viviendo. No nos acompañó en Salamanca, pero queda el recuerdo de haber estrechado su mano y de haberlo conocido cuando ya su tiempo vital se estaba agotando. Mi primer contacto con él, sin embargo y verdaderamente, tomó lugar en 1971. La Universidad de Cambridge acababa de publicarle un pequeño 99

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CELSO FURTADO y LA ECONOMÍA VENEZOLANA

ASDRúBAL BAPTISTA

Debo comenzar por traer de la memoria la figura de Armando AlarcónFernández, a quien enterramos la semana pasada. Los que me han prece­dido se han referido antes a él, y a mí no me es dado añadir nada a lo yadicho, salvo reiterar la pena por el amigo ido, por el amigo con quiencompartimos horas de esfuerzo, y a quien la Academia Nacional deCiencias Económicas le será siempre deudora.

UN RECUERDO PERSONAL

Tuve la suerte de conocer personalmente a Celso Furtado el año 2002,bajo una circunstancia que me es grato recordar. Él había regentado laCátedra Simón Bolívar de Estudios Latinoamericanos de la Universidadde Cambridge en 1973. Uno de sus inmediatos antecesores había sidoOctavio Paz, y quien hubo de sucederle fue Don Pedro Grases. El año2002 me hallaba yo en la regencia de la Cátedra Simón Bolívar. LaUniversidad de Salamanca decidió otorgarle el Doctorado Honoris Causaa Carlos Fuentes, quien a su vez había sido Profesor Simón Bolívar en1990. Pues bien, la Universidad de Cambridge tuvo la buena idea de aso­ciarse a este homenaje por el intermedio de la Cátedra Simón Bolívar. Yopropuse, y así se acordó, que se invitara a Salamanca a todos los exCatedráticos Simón Bolívar para celebrar la honra concedida a Fuentes, yal mismo tiempo conmemorar la fundación de la Cátedra Simón Bolívar,que había tomado lugar en 1968. Se me encomendó, entonces, visitar aquienes estaban a la mano, y es así como fui a París en abril del año 2002para extenderle la invitación a Celso Furtado. Era una visita de sola cor­tesía, a sabiendas como estaba yo de su avanzada edad y de su estado desalud. Me encontré a un hombre plácido, alerta, muy pendiente deVenezuela y de los tiempos que estábamos viviendo. No nos acompañó enSalamanca, pero queda el recuerdo de haber estrechado su mano y dehaberlo conocido cuando ya su tiempo vital se estaba agotando.

Mi primer contacto con él, sin embargo y verdaderamente, tomó lugaren 1971. La Universidad de Cambridge acababa de publicarle un pequeño

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volumen cuyo título era Economic Development of LatinAmerica. A Surveyfrom Colonial Times to theCuban Revolution. Yo estaba en aquel mundo enmis actividades de postgrado, y mi tutor me pidió que lo leyera con el pro­pósito de que hiciera un comentario en una ulterior sesión de un semina­rio semanal que nos congregaba. No puedo menos que decir que fue unasorpresa toparme con un hombre que articulaba un argumento en laforma de un hilo histórico muy bien llevado. Me llamó la atención lamanera como estaba redactado, y así se lo comenté a él en esos minutosque estuvimos juntos el año 2002. Él lo había redactado en francés, origi­nalmente, pero por su parte había tomado extremo cuidado en la traduc­ción que se hizo al inglés, de modo que por ello se sentía autor de estaobra en la lengua inglesa. Además, no tengo reparos en decir que medejó una perdurable impresión. Pero hay algo más: por algún conoci­miento que tengo de la bibliografía que circula en el universo académi­co anglosajón, me obligo a tener que acotar que es una obra de excep­cional rigor, de muy superior calidad a otras que por ahí circulan con lafanfarria de un buen mercadeo detrás.

FURTADO y LA ECONOMÍA VENEZOLANA (1957)

Pero déjenme venir a la materia que en efecto quiero comentar esta maña­na. Cuando me enviaron Omar Belloy Héctor Valecillos, hace ya muchosaños, su espléndida colección sobre el pensamiento contemporáneo deVenezuela en materia económica (Valecillos y Bello, 1991), me atrajosobremanera un artículo que leí de Celso Furtado. Me cautivó por razo­nes que vaya explayar en los minutos siguientes. De manera que cuandola Academia Nacional de Ciencias Económicas decidió hacer este home­naje, tan más que merecido huelga decir, no vacilé en solicitar que se mepermitiera hablar sobre un tema que decidí llamar Celso Furtado y laeconomía venezolana.

El artículo en escrutinio fue escrito en 1957, y lleva por título Eldesarrollo reciente de la economía venezolana (Furtado, 1957, 1991). CelsoFurtado, como nos lo informan los editores de la colección ya referida, seencontraba en Venezuela en funciones oficiales. En ese entonces trabaja­ba él para la CEPAL, y en su condición de experto asesor vino aVenezuela. De sus observaciones y conversaciones, pues, emergió unenjundioso documento sobre el cual quiero colocar la mirada el día de

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hoy. Pero debo decir, antes de continuar, que no será éste el único esfuer­zo de investigación y análisis que dedicará Furtado a la comprensión dela economía venezolana. En 1974, efectivamente, regresó Furtado aVenezuela invitado por CORDlPLAN. De esa visita, así, resultará undocumento que habrá de publicarse en 1981 con el título de Notas de laeconomía venezolana y sus perspectivas actuales (Furtado, 1974,2005). Entodo caso, y reservándome algún mínimo comentario para más adelante,tengo que decir que la cosecha del 57, sin que tenga parqué tratarse aquídel viñatero mismo, dio un vino con un gusto y abolengo que no alcanzaa tener la del 74. Pero bueno, basta ya de rodeos; y hay que dirigirse sinmás dilación a la materia entre manos.

LA SITUACIÓN DE VENEZUELA EN 1957

¿Cuál era la situación de Venezuela que Furtado ve en 1957, Yque anali­za con tan recto criterio? Con la ventaja que nos da mirar las cosas deaquel entonces desde el año 2005; más aún, con la ventaja que nos datener un cuerpo estadístico en algo más elaborado que aquél que él pudotener, podemos decir que Venezuela entre 1936 y 1957 había visto multi­plicarse su producto interno bruto en casi seis veces. Esto último, dichoasí como de un voleo, probablemente no dice nada, pero si la mirada seafina y se hacen las comparaciones del caso, resulta que esa magnitud esastronómica. Si la población se incrementaba a la sazón en una tasa cer­cana a14 por ciento, pues resulta entonces que el producto por habitantede Venezuela en esos 20 años que anteceden la visita de Furtado, exhibióuna tasa de crecimiento, de nuevo, simplemente astronómica.

Si se pone en perspectiva, como es lo atinado hacer, la economía vene­zolana dentro del contexto general que es América Latina, y se adopta unhorizonte temporal más prolongado que el de ese par de décadas referi­"do, hay que afirmar que la economía de Venezuela, cuando arranca elsiglo XX, era la más pobre de América Latina. Frente a las cinco o seis eco­nomías más grandes e importantes, a saber, Argentina, Brasil, Colombia,Chile, México y Perú, su producto por habitante era entonces algo menosde la mitad del agregado correspondiente a los mencionados países.

Sirva al efecto el siguiente gráfico. Tómese el cociente entre el PIE porhabitante de Venezuela (vide Baptista, 2006: capítulo II) y el de América

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Latina -el promedio de los países referidos-o La línea horizontal es unanecesaria referencia que surge de suponer, a lo largo del período de obser­vación, que Venezuela y América Latina tienen el mismo nivel del PIE porhabitante.

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l.S

0.5

Venezuela vs. América Latina 1900-2002(Dólares de 1990)

1904 1910 19L6 1922 192fl 1934 1940 1946 1952 1958 1964 1970 1976 1982 198fl 1994 2000

Fuentes: Baptista (2006); Hofman (1991;2000).* La comparación se basa en medias móviles de cinco años.** Argentina, Brasil, Colombia, Chile y México.

La referida brecha, en el comienzo del siglo XX, comenzará muy pronto acerrarse. Y habiéndose emparejado hacia los años finales de la década delos 20, desde allí empieza Venezuela a distanciarse. Es así corno, para eltiempo de la venida de Furtado en 1957, la distancia en cuestión se expre­saba en el hecho de que el producto per cápita venezolano era algo más de2 veces que el de las nombradas economías latinoamericanas.

Tal suerte de comparaciones puede extenderse para cubrir también alos países más ricos. Sea así el conjunto de economías de la üECD másJapón y EEUU. Pues bien, hacia 1957 Venezuela estuvo históricamentemuy cerca de sus niveles de prosperidad. O lo afirmo de otra manera másenfática: nunca estuvo Venezuela tan cerca, desde la simple óptica cuan­titativa del PIE por habitante, de los estándares mostrados por las econo­mías más poderosas. Pero debo apresurarme a decir que no debemos caeren la celada, por lo demás ostensible y apenas perspicaz, de asociar incon­dicionalmente estos detalles numéricos con el grado de desarrollo. Lascuestiones del subdesarrollo y el desarrollo económico tienen que ver,

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bien se sabe, con estos aspectos cuantitativos, pero allí no se detienen. Suámbito es mucho mayor, amén de más complejo, sin que esta compleji­dad, que no deja de reconocerse, tenga parqué cubrirse sólo con criteriosnecesariamente cuantificables.

LA HIPÓTESIS DE FURTADO

Pues bien, con esta suerte de antecedentes viene Furtado y hace explí­cito el fundamento de sus reflexiones, o si desea, la hipótesis primordialen la que descansan sus labores de crítico observador. Óigasele decir losiguiente, ignorando por los momentos eslabones argumentales previosque, no hay duda, harían más rico el comentario de poder transcribir­los in extenso: «La hipótesis de estancamiento (léase, que Venezuela vahacia el estancamiento A.B.) ... es de interés puramente ilustrativo perotiene la virtud de llamar la atención sobre algunos hechos fundamenta­les» (Furtado, 1957, 1991: 185-186).

¿Interés puramente ilustrativo? ¿Qué recurso inteligente es éste deCelso Furtado para decir algo tan verdaderamente de fondo sobre elestado de la economía venezolana, como es la posibilidad de que ella seestuviera moviendo hacia el estancamiento? En esta encrucijada tan tem­prana de la exposición no puedo dejar de pensar en situaciones análogasde las que no carece la mejor historia de las ideas. Sirva aquí un eximioejemplo. En su decisiva contribución al nacimiento del llamado iusnatu­ralismo racionalista, que sustituye a Dios como fuente del derecho natu­ral por la naturaleza humana, Grocio apela a un recurso similar al que nosocupa para protegerse de los tiempos y sus orientaciones. Es así comoentonces escribe: «Estas cosas que llevamos dichas (las relativas al carác­ter de la ley natural, A.B.) tomarían lugar aunque concediésemos, lo queno puede hacerse sin gran delito, que no hay Dios, o que Él no cuida delas cosas humanas». .

Mutatis mutandis, pues, Furtado hace uso de un artilugio parecido. Alcalificar su tesis, ¡decidora tesis cómo negarlo!, de simple ilustración, lequita significación a primera vista. Pero eso es una falsa impresión. Élmismo se corrige de inmediato, cuando agrega que «tiene la virtud de lla­mar la atención sobre algunos hechos fundamentales». Furtado viene aVenezuela cuando el auge que había comenzado hacia 1945 está alean-

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zando su clímax, pero no hay dudas de que él ve desarrollos en marcha que,contemplados 50 años más tarde, no pueden menos que provocar admira­ción a cuenta del hondo discernimiento que entrañan. Efectivamente,vistas las cosas con los ojos de hoy,es patente como la expansión de la eco­nomía venezolana empezó a desacelerarse desde los años finales de ladécada de los 50. Para el momento cuando Furtado viene a Venezuela noshallamos en la vecindad de un genuino pico -histórico. Nunca, por lo yadicho, estuvo Venezuela más cerca del mundo más rico y más lejos delmundo que lo rodea. Desde entonces, esta situación comienza a modificar­se en detrimento de la economía venezolana, y al presente, si el caso fueracompararla con las economías representativas de América Latina, su pro­ducto interno bruto por habitante es apreciablemente menor que el de ellas.

¿Qué vio Furtado? Vio rasgos de la estructura económica de Venezuelaque los economistas que vinimos después -y éste es el tema al cual quie­ro finalmente llegar para extraer una suerte de enseñanza- sólo vimosavanzados los años. Digo, así, que vio una cuestión muy crítica. Los años40, en efecto, descubren de la pluma de Paul Rosenstein-Rodan y RagnarNurkse, entre otros, un tema de gran significación, a saber, el de la capa­cidad de absorción de capital. Furtado anda por estos espacios conceptua­les cuando adelanta su «hipótesis ilustrativa», es decir, él ve queVenezuela tiene un problema crónico de absorción de capital. Debo decirque en mis pesquisas, jamás exhaustivas sobre estas cosas, le atribuyo aJuan Pablo Pérez Alfonso, con ocasión de un célebre foro celebrado en laUniversidad Central de Venezuela a mediados de los años 60, haber pues­to el dedo en la llaga del tema en cuestión (Carrillo Batalla, 1968). Usandoun lenguaje y una expresión que quizás no le pertenecían enteramente asu concepción de las cosas, a saber, 'la productividad marginaldecrecíen­te del capital en Venezuela', no hizo más que explorar con algún detallelo que en términos rigurosos era la deficiente capacidad de absorción decapital de la economía venezolana.

Resulta toda una curiosidad que Furtado, cuando plantea el tema deesta peculiar situación, añada innecesariamente un adjetivo a la palabra'capital', adjetivo que, además, provoca desazón. Dice él, en efecto, «capa­cidad de absorción de capital extranjero». ¿Qué significa exactamenteaquí esta calificación de 'extranjero' para el capital? ¿Por qué extranjero,

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y no capital en general y a secas? Pero dejemos pasar esto de lado, sin queello implique restarle importancia a la cuestión, y volvamos al punto cen­tral. El planteamiento de Celso Furtado en 1957, en mi modesto enten­der del proceso histórico-económico, se halla en el centro mismo de toda

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la cuestión de la dinámica económica de Venezuela. Honra, pues, al lucí-do criterio de Celso Furtado por haber barruntado tan tempranamenteesta deficiencia estructural de la economía venezolana.

Desde luego, nadie nunca arranca desde cero en el orden del pensa­miento, sin que cuente el argumento de que 'ésta o aquella contribuciónno se conocían para el momento cuando se propusieron las ideas'. Tras lasconcepciones de Furtado se hallaba Ernesto Peltzer y su contribución, delos años cuarenta, acerca del tema en referencia (Peltzer, 1965). Tambiénse hallaba, no puedo dudarlo de ninguna forma, la laureada tesis doctoralde José Antonio Mayobre sobre la paridad del bolívar (Mayobre, 1944,1982). Pero esto último en modo alguno demerita su contribución. Haberpuesto el acento en este decisivo punto de la capacidad de absorción, quese encuentra en el centro mismo de la acumulación de capital, refleja unaprofunda comprensión de los circuitos económicos y de la naturaleza desu dinámica. Honra al claro pensamiento de Celso Furtado.

LA 'ENFERMEDAD DE GUAICAIPURO'

La dependencia cultural en los círculos académicos nuestros tiene mani­festaciones de diverso carácter. Una de ellas, muy usual y apreciada, con­siste en utilizar nombres o apelativos extranjeros para nombrar la realidadnuestra, o en denominar rasgos de nuestras cosas e identificadas con ins­trumentos conceptuales propios o descubiertos con toda la profundidaddel caso, usando algún recurso lingüístico foráneo. Valga el siguientetexto de Furtado, en verdad grandemente revelador, al que debe citárseloin extenso.

«Cuando se inició la etapa de gran expansión petrolera en Venezuela,el nivel medio de productividad de la economía preexistente del paísdebería ser muy bajo. Gran parte de la población del país vivía al nivel desubsistencia y trabajaba en los campos con técnica rudimentaria. Laexpansión petrolera, al acrecentar el producto nacional elevó necesaria­mente el nivel medio de la productividad en el conjunto de la economía.

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Pero esta elevación de la productividad es simplemente un dato estadísti­co sin relación con la productividad física de las demás actividades. Elaumento general de productividad sólo se realizaría lentamente, en lamedida en que las inversiones públicas determinasen modificaciones enla estructura ocupacional y creasen economías externas en las demásactividades. Pero, si el proceso de aumento de productividad física y deabsorción del excedente de mano de obra ha sido lento, el impacto deldesarrollo petrolero en la capacidad para importar fue rápido y de profun­das consecuencias. Puesto que la expansión de los gastos públicos sehacía con una cobertura total de divisas, y en razón del hecho de que erabajo el multiplicador de empleo -por las razones indicadas anterior­mente- el desarrollo pudo hacerse con elevación del coeficiente deimportaciones y sin crear presión inflacionaria. En las etapas de granexpansión petrolera la disponibilidad de divisas habrá crecido más que lademanda global, y para lograr que se utilizasen las divisas disponiblestuvo que apelarse a la sobrevaloración externa de la moneda nacional. Enel fondo, esta sobrevaluación funcionó como un mecanismo de transfe­rencia para el conjunto de la población de parte de los beneficios propor­cionados al gobierno por el sector petrolero. Sobrevaluada la moneda seaumentaba el ingreso real del conjunto de la población, o por lo menosde aquellos grupos de población que dispendiaban parte de sus gastos enimportaciones. El aumento del coeficiente de importaciones reflejó enparte esa elevación del ingreso real que involucraba una simple transfe­rencia, y en parte una sustitución de artículos de producción interna porotros importados. Cabe reconocer que la elevación del coeficiente deimportación provocada por la gran expansión petrolera sólo hubiera sidoposible sin sobrevaluación externa de la moneda en condiciones demucho mayor diversificación de la economía. El problema se identificó alde la capacidad de un país subdesarrollado para absorber capital extran­jero. Excluido el caso de incremento de las actividades exportadoras, laabsorción de capital extranjero en gran escala tropieza con el problema dela indivisibilidad de los procesos productivos, de la magnitud del merca­do, de la ausencia de economías externas, etc. En Venezuela la soluciónque se encontró para un problema idéntico consistió en encauzar lasinversiones hacia la infraestructura económica, excluyéndose por defini­ción el criterio de rentabilidad. Pero lo que importa retener de todo eseproceso es que la absorción de la oferta creciente de divisas se hizo con

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una fuerte sobrevaluación externa de la moneda y que de esa sobrevalua­ción resultó que los salarios monetarios en Venezuela pasaron a ser tanelevados o más que en aquellos países en que la productividad media esmuy superior a la de la economía venezolana, y que compiten en el mer­cado venezolano con la producción local. La consecuencia práctica fue lasiguiente: cualquier actividad económica, en que existe posibilidad decompetencia de importaciones, sólo pudo subsistir mediante fuerte pro­tección. Los términos del problema son simples: el nivel medio de lossalarios monetarios -medidos en divisas- está muy por arriba del nivelmedio de la productividad. Por consiguiente, cualquier producto quepueda ser objeto de intercambio internacional penetra con ventaja en elmercado venezolano aun cuando exista la protección corrientementeaceptada como «normal». Sise permitiera el juego espontáneo de las fuer­zas del mercado, Venezuela tendería a transformarse en una economíaprincipalmente monoproductora, con gran parte de su población desemple­ada o subempleada y con una moneda aún mas sobrevaluada; los recursosprovenientes del sector petrolero serían transferidos a los consumidores, através de un fuerte subsidio cambiario oculto; los salarios monetariosexcesivamente elevados harían impracticable cualquier inversión destina­da a sustituir importaciones; la falta de inversión en ese importante sec­tor reduciría la necesidad de inversiones de infraestructura; los recursosfinancieros disponibles tenderían a emigrar y el desarrollo general del paíssería muy lento o nulo» (Furtado, 1957, 1991: 181-182).

Este extenso párrafo contiene en lo fundamental 10 que los estudian­tes de Economía de hoy, para granjearse quizás la simpatía de sus profe­sores, quienes a su vez suelen coquetear con sus colegas extranjeros, sehan dado en llamar, con razones que no son históricamente las másimportantes, «la enfermedad holandesa». Aquí está, pues, espléndida­mente descrita lo que bien podríamos llamar, no sin alguna soma, 'laenfermedad de Guaicaipuro'. Pero bueno, quede eso como otra manifes­tación de la lucidez extrema de Celso Furtado en su afán de captar lanaturaleza de la economía venezolana, vinculada a una realidad concep­tual puesta al descubierto en los años 30'y 40 del siglo XX.

Yo imagino a Ernesto Peltzer, con el bagaje de la experiencia de losefectos en las economías recipientes de las transferencias unilaterales

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impuestas por las potencias victoriosas sobre Alemania, llegando aVenezuela a finales de los años treinta, y percatándose de inmediato quelos bolívares que aquí le pagaban compraban mucho más en el mercadomundial de lo que compraban en el mercado interno. Una misión delgobierno norteamericano, que viene a Venezuela en 1939 invitada por elMinistro de Hacienda de la época, entre las tareas que cumple es la dehacer comparaciones estadísticas. Se trata de los precios de 36 productosmercadeados en Caracas y Washington. Así es como se pregunta, ¿cuán­to cuesta un tubo de pasta dentífrica en Washington y cuánto cuesta enCaracas? ¿Cuánto cuesta un kilo de azúcar en Washington y cuánto enCaracas?, etc. Los resultados son extraordinarios, pero sin entrar enmayores detalles permítaseme decir que el nivel de sobrevaluación delbolívar evidenciado era muy alto (Informe presentado al Señor Ministrode Hacienda de los Estados Unidos de Venezuela por la Misión TécnicaEconómica, 1941).

Frente al decisivo tema de la sobrevaluación del bolívar mal podíaCelso Furtado pasar de soslayo. Sin embargo, no puedo dejar de hacer uncomentario. Cuando lo trae a colación, y en esto mejor que en cualquierotro detalle se refleja quizás la manera como Furtado entendía la natura­leza de su disciplina, hace la siguiente afirmación: «se apeló a la sobreva­luación externa de la moneda nacional» (Furtado, 1957, 1991: 181). Espatente, así, que Furtado veía a la Economía como un instrumento al ser­vicio de la política económica, al servicio de alterar y cambiar el estado decosas. Si se apela a la sobrevaluación y se la establece, resulta posible tam­bién decir que si no se hubiera apelado a ella, y, por lo tanto, no se lahubiera establecido, pues habríamos tenido un curso diferente de lascosas económicas. Esta concepción del conocimiento económico, atractivay sugerente como sin duda lo es, no las tiene todas consigo. Yo prefieropensaren la disciplina, tal y como lo enseñaron Kant y Marx, es decir,como un conocimientoqae busca poner al descubierto los límites que cir­cunscriben el poder cklos agentes económicos o de los decisores políticos.

No creo yo que se «apeló» en Venezuela al mecanismo de sobrevalua­ción de la moneda. Basta con leer los intríngulis del Convenio Tinacopara caer en la cuenta de las presiones objetivas que se van conformandoy que para 1934 obligan al gobierno de la época a revaluar el bolívar.

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Quiero decir que la masiva presencia en el país de un flujo de recursos queno tiene contrapartida ni de trabajo ni de capital venezolano, crea unmarco de cosas que constriñe la política cambiaria y que lleva a la sobre­valuación de la divisa nacional como un rasgo estructural de una econo­mía rentística.

EL FUTURO DE VENEZUELA (VISTO EN 1957)

El largo, enjundioso, lúcido y bien escrito ensayo de 1957 sobre Vene­zuela y su desarrollo concluye en unas recomendaciones', y finalmente enalgunos temas que se dejan abiertos para la discusión. De nuevo, cómo nodecir aquí que Furtado, cuando pone el acento en el tema que vaya men­cionar a continuación estaba tocando muy de cerca una realidad, de des­comunal significación, que la economía venezolana enfrentó y enfrenta:«el principal factor limitativo del desarrollo venezolano tenderá a ser másy más en los próximos años, el hombre capacitado» (ibídem: 188). Elpunto, juzgado hoy, resulta acaso incontrovertible. Pero no estaría de máscaer en la cuenta de que su validez presupone la satisfacción de ciertascondiciones previas. O dicho de otra manera, cuando se adelanta esta afir­mación se da por sentado que la economía dispone de los medios e ins­trumentos con los cuales se auxilia la fuerza de trabajo para ejercitar pro­ductivamente sus destrezas y habilidades. Pero cabe también decir que laexperiencia histórica pone de relieve cómo la producción de maquinariasy equipos de producción se da simultáneamente con la capacitación parael trabajo de los asalariados. La limitación de la que habla Purtado, enresumidas cuentas, y que se expresa en la carencia de preparación produc­tiva de la fuerza laboral, tiene un antecedente causal que no es posibledejar innombrado, a saber, la debilidad de la economía venezolana -y delas economías llamadas subdesarrolladas- en el decisivo aspecto de laproducción propia de maquinarias y equipos. La inversión en maquinarias,sin duda, cumple un papel determinante en el crecimiento económico,pero, cuál habrá de ser el carácter de este papel a los fines del desarrollointegral- de la sociedad, dependerá decisivamente de si las maquinariasque compra el empresario como resultado de su decisión de invertir sonproducidas o no en la economía particular de la cual se trata.

En segundo término, y con no menos énfasis, dirá Furtado: «la clavede los principales problemas que se presentan al desarrollo venezolano en

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su etapa actual radica, por lo tanto, en la orientación del gasto público»(ibídem: 197). De nuevo,esta frase leída hoy, u oída ayer, probablemente

no dice nada sustantivo o importante. Se la ha dicho tantas veces que haterminado por hacerse manida y vacía a fuerza de banalizársela. La tareamás laboriosa que ha de acometer un científico social es la de reconstruiren su propio ser el tiempo y su sentido cuando un texto se publica, ocuando una frase se pronuncia, con miras a poder dotarlos de todo el sen­tido que llevan consigo. Para un lector contemporáneo, acostumbradopor ejemplo a oír acerca de las cartasde San Pablo en aburridas homilías,y luego de Hume y Freud, qué poco le conmueve o le sugiere aquella per­cepción genial de su Carta a los Romanos donde se afirma: «No entiendomis propias razones, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,eso hago» (7.15). Y, sin embargo, de ser él un estudioso de la tradicióncristiana, tiene por fuerza que entender que la doctrina de la gracia, de laque pende la fe en Cristo Jesús, está indisolublemente atada a lo que aquíse encierra.

Haciendo el debido espacio para las abismales diferencias del caso, lafrase de Furtado, que hoy suena huera, tuvo en el momento cuando se laescribe una profundidad que resulta inocultable. Desde luego, debe tam­bién decirse que a él se le escapa, quizás, un punto ciertamente crucial.En efecto, la cuestión de la orientación del gasto público en Venezuela esinseparable del peculiar origen de los fondos que lo financian, de maneraque la prioridad temática de cara a la recta discusión de la materia plan­teada reposa sobre este último asunto. Aparece así en escena el tema delcarácter rentístico del ingreso petrolero del Estado, cuya consideración esimprescindible para poder abordar con toda la fertilidad posible lo plan­teado por Furtado. Por lo demás, debe saberse que en la discusión de laépoca, como lo patentizan serios indicios que se hallan, este tema no esta­ba lejos de la mente de los estudiosos económicos (Petlzer y Silva, 1965).

FURTADO y LA ECONOMÍA VENEZOLANA (1974)

Furtado vuelve a Venezuela en tareas profesionales en 1974, invitado porla Oficina Central de Planificación de la Presidencia de la República(CORDIPLAN). Como resultado de su visita escribirá un informe que sehará público años más tarde, y que en fecha reciente ha sido reimpreso enla Revista del Banco Central de Venezuela.

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El carácter del informe, sin desmedro de su contenido, es más el deun competente consultor que el de un científico de reconocida talla ynombradía. A la penetración analítica viene a sustituirla aquí una pro­puesta de políticas que, según sus palabras, le habrían de permitir aVenezuela «en dos decenios franquear la barrera que [la] separa del desarro­llo» (Furtado, 1974,2005: 60). Esta frase tan elocuente cierra con un pre­sagio que no lo es menos: de no hacerse lo que hay que hacer, Venezuela«habrá perdido su chance [sic] histórico».

El basamento de un escrito de esta índole no puede ser otro que ellla­mado al ejercicio de la voluntad más firme. En este caso, bien se entende­rá, esa dependencia se da respecto de la voluntad del Estado, al que no leestá permitido, entonces, la opción de la «inacción». Téngase presente elsiguiente párrafo, tomado de la introducción al referido documento, queinforma claramente sobre el pensamiento del autor: «...para comprenderla especificidad del caso venezolano lo más importante no está en la abun­dancia de recursos, y sí en el grado de libertad que existe para orientar suutilización. Ya hubo antes países subdesarrollados con ocasional abun­dancia de recursos. Pero tales recursos eran apropiados por los agentesque respondían por la producción. Sin duda, el Estado, por vía fiscal,podía apropiarse de parte de esos recursos. Pero el margen de que dispo­nía para utilizarlos era limitado, pues antes de lo más cabía satisfacer lasnecesidades colectivas de los grupos sociales que pagaban los impuestos»(Furtado, 1974, 1981: 56).

Este texto, en extremo significativo por lo demás, revela muchascosas, y lo hace más por lo que deja de decir que por lo que dice. Denuevo, el énfasis se coloca en el solo destino de los recursos del Estado,lo que implica que Furtado se abstiene de abordar, en el inicio, la decisi­va cuestión del origen de dichos recursos. Hay que decir entonces losiguiente. La 'libertad' de acción que tiene el Estado venezolano no pro­viene, en primer término, de unos ingresos «ocasionales», tal y comotambién los han tenido otros «países subdesarrollados». Ha de tenersepresente que para el momento cuando Furtado escribe, el Estado venezo-,lano ya tenía al menos cuatro décadas recibiendo los ingresos originados:en el petróleo. En tal sentido la analogía con esos otros países y sus ingre­sos «ocasionales» carece de fertilidad. Más aún, no se trata estrictamente

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de una participación «fiscal», como hubiera podido ser, por ejemplo, ladel Estado argentino en los proventos de las exportaciones privadas decereales y de carnes. En el caso de Venezuela, antes bien, el Estado recla­ma una participación en el negocio no como soberano que impone tribu­tos, sino como propietario. Pero esta condición de propietario, adicional­mente, no se materializa en el ámbito interno sino en el mercado mun­dial, y el objeto del intercambio, el petróleo quiere decirse, es un mediode producción no producido, lo cual significa que el reclamo económicodel Estado es por una renta, y no por un tributo, ni por un beneficio. Elcarácter rentístico e internacional del grueso del ingreso petrolero delEstado venezolano es la singularidad mayor de la economía de Venezuela.De aquí se sigue, podría afirmarse, que los grados de libertad de accióndel Estado son aún mayores de lo que Furtado piensa, en especial, porqueno es la sociedad ni grupo nacional alguno, quien paga por esos recursos.No obstante esto último, la Economía Política tiene que preguntarse, porsobre todo, acerca de los límites que condicionan esa libertad.

Furtado, pues, piensa de otra manera. Su tema es que la voluntad delEstado económicamente bien dotado no enfrenta límites para su acción,y que la tarea por encarar, que no es otra que la del desarrollo del país, nodebe sufrir impedimentos o verse obstaculizada si en verdad se quiere loque se busca. De lo que se sigue, y vista la experiencia venezolana desde1974 hasta el presente, que el colapso económico del país es la definitivaconsecuencia de la falta de voluntad política; o dicho de manera más colo­quial: 'en realidad no se quiso desarrollar al país'.

Para repetir lo dicho antes. Mis orientaciones primordiales acerca delcarácter o naturaleza de la disciplina de la Economía Política son distin­tas, y desde ellas aprecio y comento el juicio de Furtado. Parafraseando aMarx en su disputa con lohn Weston en 1865, diría: «Loque tenemos quehacer no es hablar de la voluntad del Estado, sino indagar sobre su poder,sobre los límites de ese poder, y sobre el carácter-de esos límites» (Marx,1865, 1970: in.

CELSO FURTADO, in memoriam

Leyendo a Furtado, volviéndolo a leer esta mañana temprano para tratarde traer ante ustedes el ánimo que me dejó su lectura, me decía a mí

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mismo: las ciencias sociales, y en particular la Economía Política, tienen,a diferencia de las ciencias naturales, que para muchos son la gran refe­rencia por seguir, una particularidad muy suya. Una particularidad, entreotras tantas que podrían nombrarse, y es la de que el tiempo histórico trasla ciencia social o tras la Ciencia de la Economía Política determina, porejemplo, que estos ensayos o textos que superficialmente he comentado,pueda leérselos hoy con toda la frescura de un ensayo del todo contem­poráneo. Esto no cabe hacerlo en el campo de las ciencias naturales: unestudiante o un investigador, que tenga la osadía de tomar un texto dediez años atrás para discutirlo entre sus colegas, con seguridad se lo verámuy mal, y no pasará de ser, como suelen llamarlo no sin menosprecio,un simple historiador de su ciencia.

No es éste el caso de la Economía Política, por cuya razón quienesejercemos labores profesorales enfrentamos la tarea nada sencilla de incul­car en la mente de los estudiantes -y la receta de cómo hacerlo apropia­damente no se halla con facilidad- la convicción de que el tiempo deenvejecimiento del pensamiento económico es mucho más prolongadoque el tiempo de envejecimiento del pensamiento en las disciplinas vin­culadas con la naturaleza. Yme atrevería a llegar más lejos aún, para decirque al pensamiento genuino en el terreno de los asuntos humanos no locorroe fácilmente el tiempo.

Cuando uno lee a Carlos Marx, por ejemplo, sobre las condiciones delcrecimiento nulo, o sobre la división del capital entre capital constante ycapital variable, no puede sino preguntarse: ¿qué habría que añadirle aesas páginas para hacerlas contemporáneas? ¡Nada, en verdad! Cuando seleen las tres ó cuatro páginas que dedica Aristóteles a su intento por dis­cernir la naturaleza del intercambio, pues vale lo mismo: ¿qué se lespuede agregar? Salvo lo que se sigue de la apostilla que añade Marx acer­ca del carácter del trabajo en la Grecia del siglo IVa.C; ¡igualmente nada!Con las distancias del caso, algo similar puede decirse para Celso Furtado.

Su escrito de 1957,48 años más tarde conserva la frescura y esplendi­dez de una reflexión penetrante y significativa. Honra, pues, a aquél joveninteligente, lúcido y compenetrado con su propio tiempo.

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NOTAS AL CAPÍTULO TERCERO

1 Gilles Deleuze, retomando la paradoja de Levi-Strauss que vinculados series donde una funciona como significante y la otra comosignificado, afirma que: «Peut-étre pouvons-nous déterminer cer­taines conditions minima d'une structure en général: 1°) II faut aumoins deux séries hétérogenes, dont l'une sera déterminée comme«signífiante» et l'autre comme «signifiée» (jamais une seule sériene suffit a former une structure). 2°) Chacune de ces séries estconstituée de termes qui n'existent que par les rapports qu'ilsentretiennent les uns avec les autres. A ces rapports, ou plutot auxvaleurs de ces rapports, correspondent des événernents tres parti­culiers, c'est-a-díre des singularités assignables dans la structure:tout a fait comme dans le ca1cul dífférentiel, ou des répartitions depoints singuliers correspondent aux valeurs des rapports dífféren­tiels», Deleuze (2002:65).

2 Es característica fundamental de la estructura la circulación de este ele­mento paradójico entre las series que es exceso vacío en una, ycarencia que ocupa un lugar permanentemente desplazado. «IIfaut comprendre a la fois que les deux séries sont marquées l'uned'exces, l'autre de défaut, et que les deux déterminations s'échan­

gent sans jamais s'équilibrer, Car ce qui est en exces dans la série...signifiante, c'est littéralement une case vide, une place sans occu-pant, qui se déplace toujours; et ce qui est en défaut dans la sériesignifiée, c'est un donne surnuméraire et non placé, non connu,occupant sans place et toujours déplacé. C'est la rnérne chose sousdeux faces, mais deux faces impaires par quai les séries communi­quent sans perdre leur différence».

3 En palabras de Coase: «It needs to be realized that, when econo­mists study the working of the economic system, they are dealingwith the effects of individuals' or organizations' actions on othersoperating within the system. That is our subject. if there were not such

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effects there would be no economic system to study lndividuals andorganizations will, in furthering their own interests, take actionswhich facilita te or hinder what others want to do. They may sup­ply labour services or withdraw them, provide capital equipmentor decline to do so, emit smoke or prevent it, and So on. The aimof economic policy is to ensure that people, when deciding whichcourse of action to take, choose that which brings about the best.outcorne for the system as a whole. As a first step, 1 have assumedthat this is equivalent to maximizing the value of total production(and in thís 1am Pigovían)».

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