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Introducción Presentamos nuestro trabajo conclusivo del Diplomado de Pastoral Castrense, con el tema de la “Milicia en las Sagradas Escrituras”, en el que damos respuesta a la interrogante, acerca de la compatibilidad de la vida militar y policial con la vida de la fe, que surge de planteamientos y prejuicios de ser esta última una actividad ajena, incluso contradictoria con las enseñanzas del evangelio. Para dar respuesta, hemos desarrollado nuestro trabajo acercándonos al concepto de vida militar, para luego adentrarnos en un recorrido bíblico de la presencia de los ejércitos a lo largo de la historia de la salvación, que no sólo son queridas por Dios, sino que son guiadas por Él, con el fin de que el hombre tome conciencia de la constante lucha en contra del mal. Mal que a lo largo de la historia de Salvación se expresa en la infidelidad e incumplimiento de la Ley de Dios. Es por ello que el pueblo, llega a tomar conciencia de su no cumplimiento a ley de Dios, en el exilio. Es allí donde en medio del dolor y sufrimientos donde extraña su tierra, que le era propia y que le había sido dada por Dios. Incluso de las mismas tragedias al ser vencido por el ejército extranjero, ve que es bueno para su pueblo, porque ve en la derrota el castigo de Dios que se manifiesta en el rey que los domina, por olvidarse de de su único Dios. De esta manera, el centurión romano, va a ser la expresión más clara de que el militar, no sólo está llamado al cumplimiento de sus deberes militares, sino que junto a ello, también está llamado a celebrar la fe en el reconocimiento de Dios en su vida, incluso no en una búsqueda para sí mismo, sino que en bien de los demás. Esta misma pedagogía de fe encontramos en los primeros misioneros llegados a estas tierras, de América y el Caribe. Ellos celosos de su 1

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Page 1: CELAM - Consejo Episcopal Latinoamericano · Web viewNúm 10,35-36 conserva el grito de guerra que acompañaba a la partida del arca al frente de su pueblo. En la batalla es Dios

Introducción

Presentamos nuestro trabajo conclusivo del Diplomado de Pastoral Castrense, con el tema de la “Milicia en las Sagradas Escrituras”, en el que damos respuesta a la interrogante, acerca de la compatibilidad de la vida militar y policial con la vida de la fe, que surge de planteamientos y prejuicios de ser esta última una actividad ajena, incluso contradictoria con las enseñanzas del evangelio.

Para dar respuesta, hemos desarrollado nuestro trabajo acercándonos al concepto de vida militar, para luego adentrarnos en un recorrido bíblico de la presencia de los ejércitos a lo largo de la historia de la salvación, que no sólo son queridas por Dios, sino que son guiadas por Él, con el fin de que el hombre tome conciencia de la constante lucha en contra del mal. Mal que a lo largo de la historia de Salvación se expresa en la infidelidad e incumplimiento de la Ley de Dios. Es por ello que el pueblo, llega a tomar conciencia de su no cumplimiento a ley de Dios, en el exilio. Es allí donde en medio del dolor y sufrimientos donde extraña su tierra, que le era propia y que le había sido dada por Dios.

Incluso de las mismas tragedias al ser vencido por el ejército extranjero, ve que es bueno para su pueblo, porque ve en la derrota el castigo de Dios que se manifiesta en el rey que los domina, por olvidarse de de su único Dios.

De esta manera, el centurión romano, va a ser la expresión más clara de que el militar, no sólo está llamado al cumplimiento de sus deberes militares, sino que junto a ello, también está llamado a celebrar la fe en el reconocimiento de Dios en su vida, incluso no en una búsqueda para sí mismo, sino que en bien de los demás.

Esta misma pedagogía de fe encontramos en los primeros misioneros llegados a estas tierras, de América y el Caribe. Ellos celosos de su fe, fueron transmitiendo el evangelio a los indoamericanos, con la certeza, de que los hijos de Dios, debían ser evangelizados y celebrar los sacramentos. Fue la ardua y difícil labor que tuvo que desarrollar cada uno de ellos, partiendo por la comprensión de las nuevas lenguas, la redacción del catecismo, y la constante lucha en contra de los conquistadores en defesa de la dignidad de los nativos, que eran constantemente maltratados por los conquistadores.

Misión que se fue desarrollando en la medida que los conquistadores iban adentrándose en tierras americanas, en las cuales terminaban en la fundación de comunidades, parroquias, que más tarde fueron constituyéndose en la primeras diócesis.

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Las misiones estuvieron marcadas por el carácter martirial de la Iglesia, en la que destacamos algunos de aquellos misioneros que dieron su vida en bien del anuncio del evangelio y del acompañamiento pastoral de los nuevos hijos de Dios y fieles de la Iglesia.

I. ¿QUE ES LA VIDA MILITAR?

En la existencia de cada persona existe un llamado que desemboca en una vocación y se da de varias formas: al matrimonio, a ser profesional, al sacerdocio y/o ser militar entre muchas otras facetas de la existencia. Es decir, todo llamado

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lleva a una vocación que tiene como objeto una misión. La Biblia da testimonio que Dios dirige su mensaje y/o llamada a los hombres por medio de otros hombres “desde la fecha en que salieron vuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente i o por medio de mensajeros “yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nuevaii , así toda la Escritura habla de enviados y/o mensajeros.

Ahora bien este llamado no es simplemente responder. Es una realización personal y social que se hace a un joven para que sirva a sus semejantes y hermanos en defensa de la vida, honra y vienes de una nación, “haced el censo de toda la comunidad de los Israelitas, por clanes y por familias, contando los nombres de todos los varones, uno por uno. Alistareis tú Aarón, a todos los de veinte años para arriba, a todos los útiles para la guerra, por cuerpos de Ejércitos iii.

Estos jóvenes de la antigüedad como en la actualidad son los encargados de defender aun a costa de su propia vida la seguridad de la población, el orden constitucional entre otras funciones, dice el Concilio Vaticano II “los que, al servicio de la patria, se hallan en el ejército, considérense instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a estabilizar la paz”iv.

Con lo anterior podemos decir que la vida militar es ante todo un llamado de un ser superior o trascendente, que por medio de personas enseña u muestra la profesión u ocupación que será su misión a servir y defender, donde la persona convocada se pueda realizar personal, familiar, espiritual y socialmente, cuya base serán principios y valores propio de su índole, que con su motivación u fuerza interior; entendida como pasión lo debe empujar a ver su existencia con un camino abierto, para que al transitarlo experimente y conozca todo lo que puede construir y hacer por los demás, siendo consiente que esto lo cumple aun a costa de su propia existencia.

Como esta vocación militar o policial se fundamenta en valores y principios evangélicos y constitucionales y se realiza la selección del personal por medios humanos se puede decir que aquel que obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parecev ha visto por medio de instrumentos humanos todo lo verdadero, lo noble, lo justo, lo puro, lo amable y honorablevi es decir, ven a un hombre de paz que con la cabeza en alto demuestra ser todo un soldado de Cristovii, que es capaz de asumir “el umbral de una nueva civilización, donde los conocimientos, la información y las comunicaciones adquieren un valor estratégico para el desarrollo económico de los países [..] para el desempeño, la movilidad y la prosperidad de los individuos”viii hasta aquí se puede decir: la persona de Jesucristo, es la base y fundamento de toda misión, vocación y llamado. El a pesar de las luces y sombras de la existencia, de las dificultades de la vida siempre ánima a salir a delante, por

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eso no es gratis las palabras que decimos en la Eucaristía: Señor no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastara para sanarme ix. Otro factor fundamental y característico de la vocación militar, es que los llamados a este estilo particular de vida, deben ser conscientes que es un tiempo que se ha definido no sólo como una época de cambio, sino más bien como un cambio de época destacando los profundos cambios culturalesx a los cuales estarán enfrentados.

1.-Vida militar como constructor de paz.

La vida militar o policial es de total servicio y entrega por los demás. A raíz de esto “Los capellanes militares, movidos por el amor de Cristo, están llamados, por vocación especial, a testimoniar que incluso en medio de los combates más encarnizados siempre es posible y, por tanto, necesario respetar la dignidad del adversario militar, la dignidad de las víctimas civiles, la dignidad indeleble de todo ser humano involucrado en los enfrentamientos armados. De este modo, además, se favorece la reconciliación necesaria para el restablecimiento de la paz después del conflicto”xi “Que sea garantía de la armonía y de la concordia entre los pueblos, que no pueden establecerse de manera duradera mediante relaciones de fuerza, sino sólo dentro del respeto mutuo, la justicia y la caridad”xii.

Desde aquí se comprende que es un servicio que se impregna por una espiritualidad que ayuda a comprender que todo el servicio apunta a la paz sin ella los otros bienes disminuyen y acaban por desaparecer , este mandato, se marca incluso en perder la propia vida, sacrificar el propio bienestar con tal de restablecer la pazxiii, concordia y armonía entre quienes están enfrentados, esto ocurre porque los que forman parte de las Fuerzas Armadas, deben considerarse como instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñan bien esta función contribuyen realmente a estabilizar la paz , que lleva a dar la existencia por servir a compatriotas y por defender la dignidad, la majestad y la libertad entre otras de una república que los vio nacer.

Partiendo que el sentido más alto de la paz es la seguridad y la confianza como lo manifestaba el beato Juan Pablo II: la moralidad de vuestra profesión, queridos militares, está vinculada a este ideal de servicio a la paz en cada una de las comunidades [...] la lógica del servicio, es decir, del compromiso a favor de los demás, es fundamental en la visión cristiana de la vida. Volver a esta fuente significa descubrir la motivación profunda de vuestra condición, que comporta disponibilidad, sacrificio, espíritu de solidaridad por encima de los intereses personales y familiares, aunque sean legítimosxiv. Ejemplo de esta entrega por los demás la vemos en Jesús, El con sus brazos extendidos en la Cruz trazó entre el cielo y la tierra una huella indeleble del amor de Dios por los hombres; sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso, por eso dice la Escritura “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”xv . Con todo lo anterior, se podría decir que la vida militar como artífice de paz

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necesita innovación para responder con las mismas armas, estrategias y avances al desafío de un cambio de época que se puede, muchas veces, caracterizar por una creatividad mal enfocada o mal interpretada, en la que se demuestra con un daltonismo moral. En otras palabras la innovación debe llevar a saber defender la paz con palabras y lenguajes de hoy. También es necesaria una resistencia; entendida como actitud para resistir y hacer frente al peligro de olvidar, neutralizar o desaparecer los principios ético-morales del militar o policía como: la fidelidad, la lealtad, la subordinación, la disciplina, él patriotismo, la verdad y el sacrificio entre otros másxvi .Sin ir a llegar a una rigidez o intolerancia.

Ahora bien a todo esto se le impregna una flexibilidad, para saber interpretar los signos de los tiempos y adaptarse; sin negociar ni perder nunca los principios fundamentales, al cambio de época y seguir respondiendo a la razón de ser “que es tener conciencia de su misión: garantizar la paz y la seguridad de todos. Que jamás abusen de la fuerza. Que sean más bien los defensores de la fuerza del derecho. Que propicien también una convivencia libre, participativa y pluralista”xvii.

II. UN LLAMADO A LA VIDA EN CRISTO

VIDA CRISTIANA

“Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”. (Gn. 1,26-27)

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Se puede decir que claramente a la luz de este pasaje bíblico que el hombre recibe una primera vocación (llamado) y es a la vida.xviii

“La razón más profunda de la dignidad humana, está en la vocación del hombre a la comunión de Dios. Ya desde su nacimiento es invitado el hombre al diálogo con Dios: pues, si existe, es porque, habiéndole creado Dios por amor, por amor le conserva siempre, y no vivirá plenamente conforme a la verdad, si no reconoce libremente este amor y si no se entrega a su Creador”.xix

En la vida del hombre (varón y mujer) en el momento de su origen se contempla un acto de amor infinito y omnipotente de Dios Padre que antes de que los padres lo pensaran ya Él lo había pensado “Antes de haberte yo formado en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado…” (Jr. 1,5). Esto permite entender y vislumbrar que cada hombre creado a imagen y semejanza de Dios tiene grabado en su ser (si así se puede decir) la huella digital de Dios y en su ADN (palabras de San Juan Pablo II) el amor de los hijos de Dios.xx Pero este llamado a la vida no solo debe verse en el contexto biológico, esta vocación tiene un objetivo claro y es el de vivir una vida de fe y por consiguiente llegue a su salvación. “Por cuanto nos ha elegido en Él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor.” (Ef. 1,4). En otras palabras el hombre está llamado a vivir una vida en Cristo, es decir, una vida cristiana.

Benedicto XVI a su llegada a Portugal expresó: “la fe cristiana vivida coherentemente es “una propuesta de sabiduría y de misión”. Y esa propuesta suena así: “La relación con Dios es constitutiva del ser humano, que ha sido creado por Dios y destinado a Dios: por su propia estructura cognitiva busca la verdad, tiende al bien en la esfera volitiva, y en la dimensión estética es atraído por la belleza. La conciencia es cristiana en la medida en que se abre a la plenitud de la vida y de la sabiduría, que tenemos en Jesucristo”. Esto plantea que la vida del hombre adquiere un sentido profundo cuando el hombre vive un deseo apasionado de ser como Jesús, en otras palabras, la vida en Cristo.

Cuando se habla se habla de la expresión “la vida en Cristo” se está hablando de la vida cristiana que tiene dentro de sus propósitos el perfeccionamiento de la persona en sus actitudes y en sus comportamientos teniendo a Cristo como el modelo de la vida.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA VIDA CRISTIANA.

A través del Nuevo Testamento se encuentran muchos elementos que fundamentan el origen y sentido de la vida cristiana pero para una rápida comprensión solo se expondrán unos puntos concretos.

Para hablar de “ser en Cristo” se encuentra los textos paulinos. San Pablo no se cansa de exclamar la expresión “ser en Cristo”; 164 veces utiliza la frase “en Cristo”xxi. Estos son algunos de esos textos paulinos que fundamentan la vida cristiana:

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Nº Cita Bíblica Texto Sentido

1 1 Cor. 1,30

“De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría, de origen divino, justicia, santificación y redención” El cristiano es (existe) en

Cristo.2 Rom. 8,1 “Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús”

3 2 Cor. 5,17 “Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo”

El cristiano que está en Cristo es nueva criatura.

4 Gál. 3,28

“Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”

El cristiano es uno en Cristo Jesús.

5 1 Cor. 1,2

“A la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos.”

El cristiano está santificado en Cristo.

Con estas expresiones San Pablo enseña el cambio radical de la condición humana, tanto en el nivel ontológico como en el operativo.xxii Este cambio es una profunda realidad en el cristiano, que debe ser asumida y vivida.

San Juan presenta la realidad del cristiano a través de los siguientes textos:

Nº Cita Bíblica Texto Sentido

1 1 Jn. 2,29

“Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.”

El cristiano nace de Dios

2 1 Jn. 3,9 “Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado porque su germen permanece en él; y no puede

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pecar porque ha nacido de Dios”

3 1 Jn. 4,4.6

“Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error”

El cristiano es de Dios

4 1 Jn. 2,5.6.24.27

“Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió el. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre, y en cuanto a vosotros, la unción que de Él habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas – y es verdadera y no mentirosa – según os enseño, permaneced en él.”

El cristiano pertenece a Dios

Otro aspecto que se debe tener presente en el sentido del ser cristiano es el de estar en comunión con Jesucristo.

Nº Cita Bíblica Texto Sentido

1 1 Cor. 1,9

“Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro”

El cristiano está llamado a la comunión con Cristo.

2 1 Cor. 10,16 “La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que

El cristiano está llamado a la comunión con el cuerpo y con la sangre de Cristo.

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partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

3 2 Cor. 13,13

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”

El cristiano está llamado a estar en comunión con el

Espíritu Santo.

Se puede concluir que existe una estrecha relación entre “viva en Cristo” o “ser en Cristo” con “vida cristiana”. Esto se argumenta desde el fundamento ya expuesto donde el cristiano es en Cristo nueva creaciónxxiii, que es uno en Él y es de Dios.

El “ser en Cristo” se puede entender como el “ser Cristo en nosotros” y a “vivir en Él”, es decir, participar del ser mismo de Cristo como Hijo encarnado del Padre.xxiv

Estar en Jesús y participar de la vida que Él tiene y es, recibida a su vez del Padre, es el centro y fundamento de la existencia del creyente, y la máxima plenitud a la que el hombre puede aspirar.xxv

III. EL MILITAR EN LA SAGRADA ESCRITURAxxvi

La palabra “Ejército” la encontramos con bastante frecuencia, en la Biblia, a tal punto que aparece 368 veces, a lo largo de toda la Sagrada Escritura.

La Biblia habla ejército, porque en el contexto del mundo del medio oriente antiguo es un mundo militar, en el que encontramos las constantes luchas entre las divinidades

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A. La guerra en el oriente antiguo y en la Biblia.xxvii

En la doctrina bíblica el tema de la guerra no comprende solamente el choque violento entre hombres o grupos humanos y los problemas que de allí se derivan. Se utiliza además para interpretar el sentido profundo de la vida humana en la tierra; por eso, tanto la historia universal como la vida de los individuos se ven como un terreno en el que chocan el bien y el mal, poniendo en juego no sólo la suerte última de la humanidad y de cada individuo humano, sino también la suerte última del universo que, según la Biblia, sólo existe en función del hombre. Una visión semejante tiene raíces complejas, que se deben en parte a la cultura común del Oriente antiguo y a la forma especial con que los libros de la Biblia utilizan algunos de sus materiales, pero que principalmente afectan a la sustancia de la fe de Israel.

1) El fondo cultural común.

La cultura del antiguo Oriente coloca la lucha en la base de la existencia del universo y de la humanidad.

a) El dato mitológico.

La interpretación mítica, politeísta y tendencialmente panteísta de los grandes fenómenos naturales y de las fuerzas que allí entran en acción encuentra su síntesis en la interpetación de la cosmogonía como resultado de la guerra entre divinidades primordiales monstruosas, que personifican a los elementos constitutivos del cosmos: recordemos el poema Enuma elis (ANET, 6270). Las guerras históricas entre los pueblos se concebirán, por consiguiente, como una continuación del tiempo de la guerra cósmica, haciendo intervenir continuamente a las divinidades supremas de los diversos pueblos.

b) Reflejo en el mundo bíblico.

La Biblia, aunque conserva como material expresivo, especialmente en las partes poéticas, ciertas resonancias de los mitos (Leviatán, Rajab: cf. Sal 74,14; 89,11), rechazó drásticamente la base misma de la concepción de la guerra cósmica primordial, en virtud de su fundamento monoteísta y creacionista. Los grandes elementos del universo son criaturas, instrumentos dóciles en las manos del Creador (cf. Am 9,4; Sal 104,26). La misma visión del desarrollo de la humanidad dentro de una perspectiva de lucha entre el bien y el mal es totalmente distinta de la concepción pagana, que ve en las guerras humanas el choque entre divinidades opuestas, destacando un desarrollo ordenado por Dios, como único Ser Supremo. Por eso mismo, aunque está ligado a la cosmología antigua queda, ante todo, en un nivel de imagen, sin afectar en nada a la sustancia de la cosmogonía bíblica.

2) El tema Militar en la Biblia.10

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En el primer relato de la creación encontramos una orden militar. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. (Gen. 1,3). Ya lo dice un refrán de nuestras unidades militares de América Latina y el Caribe: “Las ordenes se cumplen o las milicias se acaban”. La vida militar es obediente y no deliberante, ante lo cual una orden que se da se cumple y no se cuestiona; así en el relato del génesis vemos a Dios Creador que da la orden y la creación se va realizando.

Un segundo relato, de índole militar, es el que aparece la lucha en contra del pecado, (la serpiente), que va a ser la permanente lucha entre el bien y el mal.

E tema de la guerra se trata en un doble plano: el de los acontecimientos, que comprende los aspectos humanos del fenómeno guerra, y el religioso. Este último descubre ante todo la intervención de Dios y de su providencia en la trama de los acontecimientos, especialmente de los que tocan a Israel; pero más allá de éstos, y dentro de la estructura de la obra divina de salvación, descubre una dialéctica de guerra (combate, asechanzas), en la que se enfrentan no ya los elementos cósmicos o las divinidades concretas, sino Dios mismo y el "adversario" (Satanás), que no sin motivo es presentado como "la serpiente" (Gen 3,1-15; Ap 12,9; 20,10).

En esta guerra el hombre no puede limitarse a ser objeto pasivo de la contienda. Necesariamente tiene que tomar posición. Si, sobre la base de la fe en Dios señor de la historia, también las guerras humanas de Israel se conciben como dominadas o dirigidas por Dios, esto se debe a la doble convicción de que todos los acontecimientos humanos (y también, por tanto, los acontecimientos militares) están bajo el dominio de Dios, y que los acontecimientos de Israel en particular entran en el desarrollo del plan especial de Dios para con él.

El ejército propio era el que lo defendía, protegía y cuidaba, en cambio el ejército de los pueblos extranjeros es el enemigo, del cual el pueblo de Israel está obligado a defenderse.

B. La guerra en la historia del Antiguo Testamento

El pueblo de Israel, peregrinando por el desierto va adquiriendo un orden, y tomando conciencia de su Dios. Cuando Dios le habla a Abraham, éste responde, no objeta, sino que “obedece y partió” (Gen 17), porque reconoce a Dios como a su Señor, como su Superior Supremo. Es la fe hecha obediencia, así como un buen soldado es el que obedece. En este sentido Dios siempre ejerce el rol de General (Supremo) y el pueblo, el creyente como soldado.

Así mismo como en la vida militar cuando un soldado no está al nivel del resto, sino que se equivoca, no sólo él recibe castigo, sino toda su compañía. En el pueblo de Israel, asume que el pecado o infidelidad de unos pocos, hace que todo el

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pueblo sufra. Así lo vemos en el relato del libro de los Jueces (Ju 3,7). La desobediencia tiene su castigo.

Luego encontramos otra presencia del instrumento militar en la tierra prometida. El pueblo cumple una orden dada por Dios. El pueblo está obedeciendo, tomar la tierra y quemar y extinguir todo aquello que sea contrario a su designio.

El asentamiento de Israel en Canaán y la colocación de esta región en el punto de paso obligado entre las áreas de influencia mesopotámica y egipcia explican la frecuencia de las guerras en la historia del antiguo testamento. Pero el interés de los textos bíblicos no es ni histórico ni militar, sino religioso; y las informaciones sobre la estructura de los hechos son secundarias respecto a la lectura de su significado religioso. Por eso mismo muchas veces los informes propiamente históricos que transmiten los textos son fragmentarios muchas circunstancias permanecen en la oscuridad.

“Nadie valora lo que tiene, hasta que lo ha perdido”. Desde el exilio, el pueblo de Israel, toma conciencia de lo que ha perdido. Desde allí hace una mirada retrospectiva, desde Babilonia valora la tierra que ha perdido y toma conciencia de su infidelidad a Dios.

1) Los comienzos bélicos.

En los comienzos de Israel, a nivel de vida tribal, todos los nombres válidos, en caso de necesidad tenían que tomar las armas en defensa del grupo. Encontramos ya circunstancias de este tipo en la historia de Abrahán (Gen 14) y de Jacob (Gen 34).

a) Los comienzos.

En el origen de la historia de Israel tiene una importancia capital la promesa de la posesión de la tierra de Canaán, región ocupada ya por otros pueblos, y que por eso mismo tenía que ser conquistada. El pueblo emigrante en el desierto (Núm 1-2 y 10) es presentado como un ejército en marcha. Se trata de una idealización posterior. También es ideal el cuadro de la conquista de transjordania (Núm 32) y de Cisjordania (Jos 1-12) por parte de todo el pueblo unido. Este cuadro queda reestructurado por Jue 1; y la continuación de este libro hace pensar en tribus concretas o en agrupaciones de tribus que luchaban por su supervivencia. En realidad, la conquista debió llevarse a cabo de una forma compleja, a través de una penetración gradual, que supuso también ciertamente acciones de guerra. Un

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proceso similar se observa igualmente en la resistencia contra los filisteos y en la vida aventurera de David [Josue/ Jueces].

b) Desde David hasta el destierro.

Con la llegada de la monarquía el pueblo de Israel va tomando forma más ordenada y consigue una organización militar estable. Según 1 Sam 8 la necesidad de esta organización lo que tiene una función decisiva en la exigencia del pueblo de tener un rey. De David se recuerdan las guerras de expansión y de afianzamiento de las fronteras. En Israel existe un cuadro militar fijo, que en caso de necesidad forma el entramado de un ejército más consistente, reclutado entre el pueblo.

Así va a ser cómo funciona el aparato militar durante toda la monarquía. Después de Salomón, los dos reinos que surgieron del cisma estarán frecuentemente en guerra, primero entre sí y luego contra enemigos exteriores o para reconquistar territorios perdidos. 'Desde mediados del siglo IX las principales guerras las sostendrán sobre todo grupos de pueblos aliados, entre ellos los dos reinos, en contra de los grandes imperios de Siria y Babilonia. Estos destruirán Samaria (721) y Jerusalén (587). Desde entonces no habrá ya un Estado con el que pueda identificarse la totalidad del pueblo de Israel.

c) Después del destierro.

Con la destrucción de los dos reinos y con la deportación comienza la diáspora, primero por Mesopotamia y luego por el mundo helenista y romano. Sólo la fracción del pueblo que se quedó en Judea o regresó allá volverá a conocer, como protagonista, nuevos episodios bélicos: en tiempos de los asmoneos contra los seléucidas, y al principio de la era cristiana contra los romanos (67-70 y 132-135 d.C.).

En conclusión, en el conjunto de la historia del antiguo testamento encontramos sobre todo guerras de conquista en tiempos de la entrada en Canaán y en tiempos de David. En la inmensa mayoría de los otros casos se trata, en diversos niveles, de guerras defensivas. Pero en ningún caso la guerra es considerada como legítima si hay en ella alguna indicación contraria por parte de Dios. (cf. Is 7,1-17). Una guerra era consecuencia o castigo por no cumplir la Ley.

2) Ejército, Armas, Técnicas Militares.

A la escasez y fragmentariedad de las noticias bíblicas en cuestiones militares se añade en el área israelita la ausencia de material figurativo, que, por el contrario, abunda en otros lugares del Oriente antiguo.

El ejército.13

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En el centro del marco estable de la organización militar a la que hemos aludido parece ser que, a partir de David, había un cuerpo de mercenarios, reclutado entre israelitas y entre extranjeros (recordemos los quereteos y los peleteos: 2Sam 8,18; 15,18; 20,7.23) al servicio directo del rey, y que constituían también su guardia personal. Se tiene noticia de mercenarios extranjeros hasta los tiempos de Ezequías (Anales de Senaquerib, en ANET, 287).

En los tiempos más antiguos, la fuerza del ejército era la infantería. Desde Salomón en adelante fue tomando mayor importancia el arma de los carros. Pero no parece que hubiera nunca un cuerpo de caballería auténtica. En los momentos de emergencia se movilizaban los hombres válidos del pueblo. Pero no sabemos de qué manera se ejercitaban y cómo estaban distribuidos estos efectivos, más allá de la lógica subdivisión en grupos (de 1.000, 100, 50 y 10).

Las armas.

Son escasas las informaciones que tenemos sobre las armas. Conocemos el nombre de algunas armas de ataque: espada, lanza, jabalina, arco, flecha, honda. De protección: escudo pequeño, escudo grande, casco, coraza de los combatientes montados en carros. No se tienen noticias sobre máquinas de guerra. Algunos han visto la catapulta en 2Crón 26,5; más probablemente se trata de un parapeto de madera adosado a las murallas para proteger a los combatientes de las flechas de los asaltantes.

Técnicas militares.

Poco o nada sabemos de la estrategia y de la táctica que se usaba en Israel. Mayores noticias tenemos sobre las fortificaciones, debido ante todo a los numerosos descubrimientos arqueológicos, y sobre la guerra de asedio (cf. 2Re 6-7 y 25), a la que la ley de Deuteronomio 20 reserva una larga exposición. La ciudad fortificada (ir) constituía también el refugio para las poblaciones campesinas en caso de invasión. Se había prestado especial atención desde la época cananea (Meghiddo) al abastecimiento de agua.

El asedio se resolvía o bien mediante la conquista (asalto, traición o atrayendo a los sitiados a campo abierto) o bien por la rendición (por hambre, a la que se unía muchas veces la peste). La más conocida entre todas en la historia de Israel es la caída de Jerusalén a manos de los caldeos (2Re 25 y Jer 39).

C. El aspecto religioso de la guerra en el Antiguo Testamento14

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La historia de Israel no se puede desligar de lo político y de lo militar, en al cual Dios va guiando a su pueblo. La guerra iba siempre unida a actos religiosos. Pero desde los orígenes de Israel reviste un carácter particular de "guerra santa", arraigado en la sustancia misma de la fe del pueblo, es decir, en su certeza de haber sido elegido por Dios con vistas a una misión única. Esto condicionará profundamente la historia del antiguo testamento. Es verdad que con el paso de los siglos el carácter sacral de la guerra perderá algo de su fuerza original, sobre todo en el plano concreto. Pero seguirá estando muy vivo en el recuerdo de los hechos antiguos, como lo demuestra su influencia en la transmisión y sistematización de las tradiciones históricas y doctrinales. Luego será recordado repetidas veces en la enseñanza profética, revivirá en cierta medida en tiempos de los Macabeos y será recuperado de forma especial en la Regla de la guerra de Qumrán.

a) La fundamentación teológica.

La doctrina de la "guerra santa" va íntimamente ligada a la experiencia frontal de Israel, es decir, a la llamada divina que lo constituye como "pueblo de Dios". Se vincula, por consiguiente, a las grandes vocaciones fundamentales (Abrahán, Jacob, Moisés), encuentra sus primeras aplicaciones concretas en los hechos militares que acompañan la salida de Egipto y su base definitiva en los acontecimientos del Sinaí, de los que la historia siguiente no será más que el desarrollo natural. Precisamente porque todo esto incluye un designio superior, del que Israel se sabe investido, las dificultades que impiden su supervivencia se verán, a la luz de este designio, como una resistencia que se opone a Dios mismo. Y las guerras dirigidas a derribar esa resistencia serán concebidas entonces, lógicamente, como "santas": guerras "por" Dios y guerras "de" Dios; y esto no porque vayan dirigidas a propagar la fe (como la "guerra santa" del islam) o a defender inmediatamente la fidelidad religiosa (esto ocurrirá en parte solamente en tiempos de los Macabeos), sino porque se dirigen a garantizar la continuación de la vida del pueblo.

b) La intervención de Dios.

Así pues, Israel combate en calidad de "pueblo de Dios" (Jue 3,13; 20,2). Su ejército pertenece a Dios (Ex 14,41; 1 Sam 7,26). Por consiguiente, no podrá entrar en batalla si no es "santificado", es decir, si no está ritualmente "puro" (Jos 3,5; 1Sam 21,6; 2 Sam 11,11), o sea, dispuesto a mantenerse en la presencia de Dios. En efecto, según la afirmación de Dt 23,13-15, Dios mismo "está en medio de tu campamento". En virtud de esta presencia (efectiva y activa, como supone el nombre mismo de Yhwh) las guerras de Israel son guerras de Dios (1Sam 18,17; 22,28) y su memoria se recogerá en un escrito —ahora perdido— que se titula "Libro de las guerras del Señor" (Núm 21,14). Por eso, antes de la campaña se le ofrecen

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sacrificios a Dios (1 Sam 7,9; 13,9.12); y puesto que él es el que decide el éxito, se le consulta (Jue 20,23.28; 1Sam 23,2.4).

El signo sensible de la presencia de Dios entre los suyos es el arca, que había acompañado ya a la marcha por el desierto y en la entrada en Canaán. Núm 10,35-36 conserva el grito de guerra que acompañaba a la partida del arca al frente de su pueblo. En la batalla es Dios el que combate por los suyos (Jos 10,14.22), movilizando en su favor las fuerzas naturales (Jos 10,11; Jue 5,20) y sembrando entre los enemigos la confusión y el miedo.

D. La guerra en el Nuevo Testamento.

La palabra definitiva última y concreta de Salvación, en la lógica de la revelación bíblica es Jesucristo y su l Iglesia, en los cuales y por los cuales se inaugura el "fin de los tiempos" (1Cor 10,11; cf. Heb 1,2). En torno a la persona y a la obra de Cristo se desarrolla y encuentra también su solución el tema de la guerra. La perspectiva dominante del nuevo testamento es la religioso-espiritual, con una intensa acentuación escatológica, que no tiene por otra parte nada de unilateralidad. Pero tampoco está ausente el hecho militar, tratado en el plano simplemente humano.

1.- La guerra como acontecimiento humano.

El nuevo testamento, especialmente en los evangelios y en los Hechos, toca de diversas formas la presencia de la guerra, tratándola siempre como un hecho connatural a la condición humana concreta; y se sirve de ella con frecuencia como un término de comparación particularmente expresivo y comprensible. No discute nunca ni la necesidad de los ejércitos ni la conducta de los militares en el cumplimiento de sus funciones (cf. Lc 3,14); incluso llega a registrar con absoluta indiferencia la presencia de los soldados de servicio junto a la cruz del Señor (Mt 22,27) y después de su muerte (Jn 19,33-34), o en función de carceleros de los discípulos (He 5,26; etc.). En la base de esta postura se encuentra con toda probabilidad un sentido bastante vivo de la necesidad de un orden estable en las relaciones humanas, garantizado por una autoridad capaz de imponerse eficazmente. Cabe pensar que es quizá este sentimiento el que inspira el pasaje tan discutido de Rom 13,1-7 sobre la función de las autoridades públicas y sobre la necesidad de estar sometidos a ellas.

Por otra parte, no faltan figuras singulares de soldados, especialmente oficiales, cuya rectitud y piedad se alaba públicamente: el centurión de Cafarnaún (Mt 8,5-10), el que confiesa por primera vez la divinidad de Jesús en el momento de su muerte (Mt 27,54), Cornelio y sus piadosos subalternos (He 10), Julio, "humano" con Pablo prisionero (He 27). Por eso sería inútil buscar en el NT el fundamento de una posición antimilitarista sin más. La solución de la antinomia entre el "evangelio

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de paz" (Ef 6,15; cf. Lc 2,14; He 10,39; Ef 2,17) y la existencia histórica de la guerra se encuentra en un plano distinto. Efectivamente, está claro que para el NT las guerras entre los pueblos son un mal en sí mismas; por eso precisamente las cataloga al lado de otros desastres (terremotos, pestilencias, carestías: Lc 21,10-11), como signo del "comienzo de los dolores" (Mc 3,18) que preceden al "final" y que son ellos mismos síntomas del mal verdadero que mina desde dentro a la humanidad.

2.- La guerra definitiva en sentido religioso.

En el choque frontal con este mal consiste precisamente la obra de Cristo, que continúa la Iglesia a través de los siglos. Connaturalmente, presentará las connotaciones de la guerra definitiva; destinada a destruir el reino del "príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11) y a establecer el "reino de Dios", y por tanto la verdadera paz. El antiguo tema de la vida humana como "servicio militar" se vincula de este modo con el tema universal de la lucha final entre el bien y el mal, combatida por Dios a través de Cristo y desarrollada así dentro de la humanidad en favor de la humanidad y contra Satanás. Por consiguiente, en el nuevo testamento, tanto la vida terrena de Cristo como la vida de la Iglesia en el tiempo y la existencia de cada uno de los fieles se describen, a la luz de la guerra definitiva o escatológica, aunque si bien no necesariamente, los textos acudan a los elementos descriptivos propios del género literario apocalíptico. El mismo libro del Apocalipsis, por otra parte, no hace más que proponer el tiempo de la Iglesia, es decir, la situación de la Iglesia en el tiempo, como la instauración del reino de Dios entre los hombres por obra del cordero inmolado, Cristo.

a) Cristo vencido y vencedor.

La vida terrena de Jesús lleva a su cumplimiento la esencia misma de esta guerra, con la que él se enfrenta en todo su trágico significado, asumiendo enteramente su peso. No se trata de conquistar un reino humano (Jn 18,33-38), y Jesús no recurre a ningún método o medio humano de combate. La batalla se desarrolla a lo largo de una directriz inesperada, como un asalto unilateral de las fuerzas del mal (He 4,25-26; cf. Sal 2,1-2) en contra del hombre Jesús, que, por su parte, no opone a ella ninguna resistencia y se deja avasallar humanamente por medio de una libre decisión (cf. Jn 10,18; Heb 5,8). Pero por este camino él mismo es el primero en realizar una palabra suya: no preocuparse de los que pueden matar el cuerpo, pero luego no pueden hacer ya nada más (cf. Lc 12,4-5). Y paradójicamente, al aceptar la muerte, agota e inutiliza toda la fuerza destructora de la muerte en su misma raíz ontológica: el pecado como rebelión de la criatura humana contra la voluntad divina. En el Cristo muerto en la cruz se consuma la conformidad más perfecta de la voluntad del hombre con la voluntad de Dios, y de

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este modo en su resurrección vuelve a abrirse la fuente de la vida del hombre en Dios, que se había cerrado voluntariamente en el Edén. Las fuerzas del mal quedan sometidas a Cristo y prisioneras de su triunfo (Col 2,15); el universo queda bajo sus pies, y él lo pone a los pies de Dios (cf. 1Cor 15,23-28). Justamente en el Apocalipsis el Cristo cordero inmolado es proclamado soberano de la humanidad y de la historia, digno de compartir el reino con Dios Padre por toda la eternidad (Ap 5,9-10.12).

b) La vida cristiana como combate.

La paz mesiánica, realmente inaugurada por la persona y por la obra de Cristo (Lc 2,14; Jn 14,27; 16,33; cf. Ef 2,14), no anula en la existencia temporal de la Iglesia y de cada uno de los fieles esa dialéctica de guerra que ya había identificado el antiguo testamento en la vida del hombre. Y lo demuestra incluso solamente el uso de la terminología militar, atestiguado de varias maneras en los escritos del nuevo testamento. La asociación de la Iglesia y del cristiano con Cristo prolonga en relación con ellos aquella misma violencia y odio que se opuso al mismo Cristo (Jn 15,1-21). En este sentido Pablo sobre todo recurre a menudo a un vocabulario propiamente militar (2Cor 10,4; 1Tim 1,18; Flp 2,25), mencionando incluso las "armas" correspondientes (1Tes 5,8). En particular, Ef 6,10-17 se extiende en el anuncio de una "lucha cuerpo a cuerpo" (palé) en contra del diablo y de sus secuaces, que hay que sostener con la fuerza de la "armadura de Dios", de la que se mencionan los diversos elementos, en la vigilancia y en la oración incansables. Son las "armas de la justicia" (2Cor 6,7), "no carnales" (2Cor 10,4), las "armas de la luz" (Rom 13,12) que aseguran a la Iglesia y al cristiano la victoria a través de la paradoja que se realizó en Cristo; por eso, el triunfo pasajero del mal y del mundo (Ap 11,7-10) da finalmente paso a la resurrección y a la vida (Ap 11,11. 12. 15-18). Es la victoria que culmina en el "testimonio" o "martirio" (Ap 12, 10. 12; 14, 1-5).

Junto a la perspectiva de combate y de guerra se sitúa, como para subrayar y profundizar este tema, la de la competición deportiva o agonía, que aplicó Lucas a Cristo (Lc 22,44) y que Pablo utiliza con simpatía (1 Cor 9,24-27; 1Tim 6,12; 2Tim 4,7-8; cf. Heb 12,1). En resumen, el combate no se dirige solamente hacia fuera, en contra de un asalto del enemigo exterior, sino que se dirige también a la superación de los límites y resistencias íntimas de cada persona humana, y busca una victoria que es también la superación de uno mismo en la tensión hacia la completa realización de la voluntad del Padre. Esto pone en acción una "virtud" que va bastante más allá del simple valor militar, y que no tiene su origen en la persona de los individuos, sino que es "fuerza de lo alto" (cf. Lc 24,49), con la que el cristiano realmente "lo puede todo", pero en aquel "que le conforta" (cf. Flp 4,13).

c) El combate final.

Mirando bien las cosas, el NT, aunque habla del "fin de los siglos" (1Cor 10,11; l Pe 4,7; etc.), no lo separa nunca del tiempo de la Iglesia, que en realidad es ya la

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"última hora" (1Jn 2,18), en la que la lucha final, inaugurada por Cristo y resuelta por lo que a él se refiere, sigue vigente. Es ésta la razón por la cual el NT, a pesar de que no ignora la perspectiva escatológica (discurso de Mt 24-25 y par; anuncio de la parusía: 1Tes 4,13-18; 2Tes 2,1-12; etc.), no presenta nada que pueda realmente compararse con la conflagración final, que era por el contrario tan familiar a la literatura I apocalíptica antigua. Lo que acecha a la humanidad no es una "guerra final" que vea alineados dos ejércitos contrarios para el choque decisivo. Por el contrario, la guerra está presente en estado endémico en todo nuestro tiempo, que es el tiempo final. Lo que nos acecha es más bien un "juicio", del que las guerras históricas y sus rumores son un previo anunció (Mt 24,6); pero que tiene como protagonista solamente a Cristo, de cuya boca sale la "espada" de la decisión (Ap 1,16; 2,12.16; 19,15). Él es el único guerrero que "juzga y lucha con justicia" (Ap 19,11), aun cuando en el campo contrario se hayan reunido muchos para el último asalto (Ap 20,7ss). Efectivamente, no existe comparación posible entre la compenetración de Cristo con todos los suyos (recuérdese el "permanecer en" en Jn) —por lo que en cada uno de ellos es él el que combate y vence— y las fuerzas que Satanás intenta reunir, pero que en realidad están divididas entre sí (cf. la suerte de la "meretriz" en Ap 17), dominadas como están por el odio y por la desunión.

De este modo en el nuevo testamento el "misterio del fin" (cf. Mt 24,36), más que quedar revelado, sigue estando escondido, aunque se haya manifestado ya su éxito. Para la Iglesia en el tiempo y para cada uno de los cristianos que "milita" en la "buena milicia" (cf. 1Tim 1,18) sosteniendo el "buen combate" de forma legítima, existe la seguridad de obtener la "corona" de la victoria, "que el último día me dará el Señor, justo juez; y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida" (2Tim 4,6-8). No hay nada de "apocalíptico" en el sentido corriente de la palabra en todo el NT; el mismo libro del I Apocalipsis, con su anuncio de la llegada de la Jerusalén celestial entre los hombres y con el anuncio previo de la venida final de Cristo, sigue estando al final encerrado en una expectativa, y termina con la invocación del Espíritu y de la esposa para que se acelere la venida efectiva del esposo. Así se proyecta un rayo de paz sobre la suerte de la humanidad en Cristo, en el único en que se resuelve de verdad toda guerra.

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IV. EL MILITAR EN LA BUSQUEDA DE DIOSxxviii

Para hablar de la milicia o el militar desde la Biblia que busca a Dios queremos hacer énfasis desde el texto Bíblico del centurión Romano que intercede por la salud de su siervo, que lo encontramos en el evangelio de San Mateo y San Lucas.

Jesús salva al siervo de un centurión.

“En aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga. Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Vete, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace. Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la

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muchedumbre que le seguía: Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande. Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.”

Para comprender la enseñanza sobre la fe del centurión romano, debemos analizar los antecedentes y el contexto. Primero vemos que Jesús era parte del pueblo judío, que en esa época era esclavo de Roma. Cuando le preguntaron si debían tributar al César, Él respondió con justicia diciendo que debían dar al César y a Dios lo que le pertenecía a cada uno. La Buena Noticia de Jesús (El Evangelio) no es una cuestión política, no es una ideología, sino una forma de vivir y relacionarse. Las personas están por encima de las cuestiones políticas y del pueblo del que procedes.

Lo primero que aprendemos de este personaje es que nuestra fe crece al escuchar. El centurión escuchó sobre Jesús y tuvo fe en Su poder para sanar al siervo enfermo; esto debemos buscar en cada uno de nuestros militares y sus familias dar la buena nueva de tal manera que escuchándola busquen del amor de Dios y así quieran vivir siendo otros Cristos, de tal manera que Dios se maraville de la fe del militar como lo dice el mismo pasaje que Jesús se maravilló de la fe del centurión romano.

Este romano sabía quién era Jesús. Seguramente lo investigó y supo que era aquel hombre que le hablaba a las multitudes sobre el amor al prójimo, pero también les enseñaba sobre el respeto a la autoridad, sobre dar el tributo y ofrecer más de lo que se les exigía. Todos nuestros militares Latinoamericanos de una u otra manera buscan esa cercanía de Dios en cada una de sus actividades, debemos pues cada uno de nosotros hacer de Dios, El que siempre está con nosotros en su infinita misericordia. Este centurión entendía perfectamente lo que es la autoridad y la obediencia. Tenía fe excepcional en Cristo, una fe que Jesús alababa, porque creía que aun de lejos Jesús podía sanar a su siervo con nada más decir la palabra.

Cada uno de nosotros en especial en el ámbito Castrense debemos enseñar a los militares que ellos son al Igual que el centurión intercesores ante Dios con cada uno de sus hombres y familiares buscando en lo personal y comunitario de El que todo lo puede y nos mira como a sus hijos y no nos da solo la salud sino todo aquello que a bien como nuestro Padre ve que necesitamos en nuestro diario caminar.

Animémonos con el centurión a decir que solo vasta que él nos bendiga y todo pasara según su voluntad, confiemos en él, abandonémonos y entreguémonos a su bondad.

Comparado este relato con el de (Mateo 8, 5-13) el relato de Lucas incluye un detalle que merece ser subrayado: el esclavo a punto de morir es querido por su señor. “así es como Lucas, relaciona la situación del centurión con los demás angustiados y necesitados” (Vianney Bouyer, 2013)

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¿Qué Sabemos De Este Centurión? Era hombre importante. La palabra "centurión" significa que él mandaba a 100 soldados romanos; Era hombre de compasión. Estaba muy interesado en el bienestar de su siervo enfermo. Lo "quería mucho" (v. 2) y lo demostró con sus acciones a esta actitud invita Jesús a los militares a ver a los demás así sean subalternos como sus hermanos por los cuales debe velar.

Amó a los judíos. Los ancianos "vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación" (v. 4,5). En esto el centurión era hombre excepcional, sin tener aun el conocimiento pleno de Dios hacia el bien, cuanto más después de esta experiencia de Fe ojala nuestros militares tengan en todas sus actuaciones el querer de Dios. (Xavier Pikasa)

Era hombre rico pero muy generoso: tenía siervos, pero los cuidaba; y dicen los ancianos: "nos edificó una sinagoga" (v.5). El hombre bueno es también hombre generoso. Necesitamos pues hombres buenos en nuestras fuerzas militares y de policía en latinoamericanos donde no sea el dinero lo más importante sino el otro, su familia y demás.

Este Centurión Se Sentía Indigno De Jesús, al igual que muchos de nosotros pero el siempre dispuesto a ir a nuestro encuentro (v. 6). Fue actitud muy excepcional entre los romanos. Este concepto es el correcto, el que todos debemos tener. No ha vivido nunca ningún hombre o mujer que haya sido digno(a) de estar en la presencia del Señor. Todos debemos tener la misma actitud que él manifiesta. Debemos aprender bien que cada vez que nos acercamos a Dios debemos tener la actitud de este centurión: Señor, sabemos que no somos dignos de llamarte Padre, no somos dignos de ser Tus hijos.

Este es el significado verdadero de la expresión "pobres en espíritu" (Mt. 5,3), espiritualmente destituidos. Nos acercamos a Dios diciendo "Tal como soy, en aflicción, expuesto a muerte y perdición; buscando vida y perdón: Bendito Cristo, heme aquí".

Su Concepto De Jesús Era Correcto Y Admirable. Al ver a Jesús él vio grandeza y poder. El tenía fe en el poder de Jesús de sanar a su siervo. El reconoció que Jesús no era un falso. Así en nuestro ámbito militar debemos reconocer el poderío de Dios que es el Señor de nuestros Ejércitos. Por indignos que nos sintamos, es indispensable que reconozcamos que Cristo está a la puerta y llama. El está cerca, y quiere ayudarnos. El nos invita, aun sabiendo que somos indignos.

La Gran Fe Del Centurión Se Ve En Su Concepto De La Autoridad De Jesús. El centurión entendió la cuestión de autoridad. Sabía cómo es y cómo funciona. "Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace" (v. 8). Es decir, el centurión bien sabía que Jesús podía hacer lo que pidió; él

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creía de todo corazón que Jesús tenía la autoridad para hacerlo. El comprendió la cuestión de la autoridad. La reconoció cuando la vio. Reconoció que si él mismo, un oficial inferior, tenía autoridad eficaz, cuánto más tendría autoridad Jesús, la fuente de toda autoridad. Por lo tanto, si Jesús dijera a la enfermedad, "ve", él sabía que la enfermedad se iría. Porque cuando la autoridad habla, el sujeto obedece.

V. La Evangelización en América Latinaxxix

Mientras que en Roma se celebraban las exequias del papa Inocencio VIII que acababa de morir, el 3 de agosto de 1942, partía Cristóbal Colón, con sus tres carabelas, desde puerto de Palos, en busca de otro mundo. El 12 de Octubre de 1492, Colón y sus compañeros llegaron a unas playas desconocidas, pero no sospecharon que habían descubierto para la civilización europea un nuevo continente, ni mucho menos tuvieron idea de que habían llegado al "continente de la esperanza" de la Iglesia.

Colón había salido del sur de España buscando un camino más corto para llegar a la India, y más concretamente a la isla de Cipango, el actual Japón, y llegó a las islas del Caribe. Colón llamó "El Salvador" a la primera isla donde llegó, y "La Concepción" a la segunda. No se tiene plena certeza, pero al parecer, en el primer viaje, venía un sacerdote como Capellán, el Pbro. Pedro de Arenas, quien habría celebrado la primera Eucaristía en el continente americano.

De regreso Colón a España, los reyes Católicos, Fernando e Isabel, se preocuparon de informar al papa Alejandro VI, acerca del descubrimiento, ante lo cual el Papa celebró la noticia con grandes festejos en Roma y sucesor de Aquel que dijo "Vayan por todo el mundo a predicar el Evangelio", respondiendo a Fernando e Isabel: "Os mandamos, en virtud de santa obediencia que así como prometéis, y no dudamos cumpliréis, destinéis a las tierras e islas susodichas, varones probos y

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temerosos de Dios, doctos, instruidos y experimentados, para doctrinar a los dichos indígenas y moradores en la fe católica e imponerles en las buenas costumbres, poniendo toda la diligencia de vida en los que hayáis de enviar" (Bula Inter Caetera, 6 de Mayo de 1493).

1.- Llegan los primeros misioneros a la Antillas y América Central

Cuatro meses después, el 26 de Setiembre de 1493, nuevamente salía Colón de Cádiz, hacia el continente americano; ahora con catorce carabelas en la que se embarcaron alrededor de 1500 hombres, entre los que iba como delegado de su santidad un fraile benedictino, y Superior de la Misión del nuevo mundo llamado fray Juan Boyl y varios otros religiosos y clérigos seculares, reclutados en Sevilla.

Fray Boyl, tuvo permanente roces y desacuerdos con Colón por el trato que debía darse a los indios. Colón, resentido, ordenó que se disminuyeran y aún se suprimiera la ración diaria de alimento a los religiosos, quienes, al sentirse abrumados, pronto regresaron al viejo continente en diciembre de 1494. Sólo quedaron en la Española (llamada después Santo Domingo) tres hermanos legos, los franciscanos Juan de la Deule, Juan Tizín y el ermitaño Jerónimo Ramón Pané, a quien se ha calificado justamente como el primer maestro, catequizador y antropólogo del Nuevo Mundo.

El primer obstáculo grande con que tropezaron europeos y americanos para entenderse fue la falta de un lenguaje común. Se calcula que en esa época existían en América 125 familias lingüísticas con 600 idiomas, muchas de ellas difíciles de aprender, por eso recurrieron a las lenguas que habían logrado mayor difusión.

Desde los inicios de la colonización se utilizó el método de las encomiendas, en el que una vez descubierto y conquistado un territorio, se confeccionaban los planos y se fundaba un villorrio con el nombre de ciudad. Las inmediaciones se repartían entre los conquistadores, siendo una de las principales obligaciones cuidar, defender y catequizar a los indios de su territorio. Éste tenía en su encomienda un encargado, sacerdote o seglar, que diariamente enseñaba la doctrina cristiana a los indios al que se le llamaba doctrinero. De vez en cuando, pasaba por el lugar algún misionero, que después de examinar a los candidatos, los bautizaba y administraba los demás sacramentos a los que estaban suficientemente preparados.

En 1495 los reyes Católicos ordenaron el envío de mayor número de misioneros a las tierras recientemente descubiertas. La isla Española fue el sitio donde franciscanos, dominicos y mercedarios, ensayaron el modo más apropiado para desempeñar debidamente su misión. Comenzaron por catequizar a los niños, siguieron con los adultos. En 1502 comenzaron a edificar iglesias en Santo Domingo,

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dando alas a su celo apostólico y, acompañados de algunos sacerdotes del clero secular, pasaron a las demás islas, y así se civilizó a los habitantes de las Antillas.

En 1511 se crea la primera diócesis latinoamericana en Santo Domingo, a las que seguirán Puerto Rico (1511), Concepción de la Vega (1512) y la Abadía de Jamaica (1515). En 1547, Santo Domingo sería elevada a Arquidiócesis, constituyéndose en cabecera de la Iglesia en el Caribe.En 1513, Vasco Núñez de Balboa logra introducirse por el istmo de Panamá y descubre el Océano Pacífico, al que denominó Mar del Sur. En el mismo año, se constituye en diócesis Panamá, que sería la primera diócesis erigida en tierra firme. Desde ese momento esa región se convierte en un centro de operaciones logística y apoyo hacia las demás regiones conquistadas. De Castilla de Oro salen expediciones civilizadoras hacia la América Central y por el istmo de Panamá pasa la corriente cristiana hacia la América del Sur. Los mercedarios fueron los capellanes de muchas de estas arriesgadas expediciones y los primeros en construir conventos en Guatemala y otros puntos de América Central.

En aquellos lugares donde, el clima era desfavorable, por la irregularidad sinuosidad del terreno, por estar lejos del poblado o por otras razones, no se repartían encomiendas, en la mayor parte del continente. Fue en medio de esta cruda realidad en la que los heroicos misioneros de las Órdenes religiosas se convirtieron en verdaderos protagonistas de la evangelización.

Aquellos primeros misioneros se internaban en los bosques, en los desiertos y serranías donde habitaban los indios y, exponiendo su vida, lograban reunirlos en un sitio determinado, en el que, construían un rancho-capilla para enseñar la doctrina y celebrar la Misa. Los indios construían sus viviendas en su entorno y a eso se llamaba las doctrinas, que fueron el origen de muchas parroquias, obispados, pueblos y ciudades de América.

Permanentemente pasaba por cada doctrina un religioso hasta que, ante el crecimiento de la población y de sus habitantes pasaban a constituirse en parroquias, con sus nuevos religiosos y en la que los misioneros se trasladaban a otros lugares desconocidos para aprender otras lenguas y evangelizarlos con el fin de formar nuevas doctrinas y repetir la historia.

Así, en el siglo XVI, los misioneros de las órdenes de San Francisco, Santo Domingo y la Merced, evangelizaron los territorios de las actuales Guatemala, Nicaragua, Honduras y el Salvador.

Cabe mencionar la evangelización de México hacia el año 1516, en el que Hernán Cortés llevó en su expedición al territorio Mejicano al Padre Mercedario Bartolomé Olmedo, quien con todo esmero catequizó a los naturales de esa región. En 1524 moría el primer evangelizador de Méjico, fecha en que llegaron del viejo

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continente doce religiosos franciscanos (los "doce apóstoles franciscanos") que continuaron la labor misionera. La primera diócesis en territorio mejicano fue Tlaxcala, creada en 1519, seguida de la de México (1530) que luego sería elevada a arquidiócesis en 1547 y constituida en cabecera del territorio centroamericano y norte del sudamericano.

2.- El Evangelio llega a América del Sur

Una vez realizada la evangelización en centro américa y asentada la fe en México, se procedió a extender el evangelio hacia américa del sur. En noviembre de 1533, llega al Perú Francisco Pizarro (proveniente de América Central) fundando en Marzo de 1534 la ciudad de Cuzco. A Pizarro le acompañaron dos sacerdotes: el Padre Vicente Valverde, dominicano y el sacerdote seglar Juan de Sosa, llegando pocos meses después los Mercedarios y se instalan en la ciudad, construyendo el primer convento fundado en el Perú. En 1535, el Padre Valverde, que había vuelto a España, se entera de su nombramiento como primer obispo del Cuzco, la primera diócesis de América del Sur, regresando a tomar posesión de ella en 1537, acompañado de veinte religiosos de su Orden, con quienes estableció su convento sobre las ruinas de un templo que los Incas tenían dedicado al sol. En 1541 se crea la diócesis de Lima, que en 1547 será elevada a arquidiócesis, constituyéndose en cabecera de la Iglesia en la América del Sur.

Gracias al espíritu organizador de Pizarro y a la riqueza de la tierra, fue el Perú, la región más importante de América. Ahí, las órdenes religiosas establecieron sus conventos y realizaron por todas partes misiones y doctrinas.

Es importante destacar que desde allí muchas expediciones militares y también misioneras hacia las demás regiones de la América española. Entre ellos, salió el capitán Sebastián de Belalcazar, acompañado del sacerdote mercedario Fray Hernando de Granada, quienes llegan al Ecuador el 1533 y funda en Diciembre de 1534 la ciudad de San Francisco de Quito. El Padre Sebastián de Granada tuvo a su cargo la evangelización de Ecuador y de Colombia. Fue en el Ecuador donde la acción evangelizadora tuvo más que en otras partes de América. En 1546 se crean las diócesis de Quito (Ecuador), y de Popayán (Colombia)

Años después, con la supresión de las encomiendas, se produjo una crisis en los nacientes pueblos y los religiosos tuvieron que cerrar sus casas.

Diego de Almagro parte el año 1535 con su expedición hacia el sur, atravesando los actuales territorios de Bolivia y norte de Argentina para luego atravesar la agreste y gélida cordillera de los Andes, llegando a Chile a fines de 1535. Acompañaban esta expedición dos sacerdotes mercedarios, el P. Antonio Solís y Antonio de Almansa y el clérigo Cristóbal Molina. Mientras tanto en su paso por el

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territorio Boliviano, surgen las comunidades que darán origen a la diócesis de Charcas o la Plata en 1552, la que el año 1609 será elevada a arquidiócesis.

Don Pedro de Mendoza en enero del 1536, llega con diez naves a las costas del Río de la Plata y el 22 de enero funda el puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre; actual Buenos Aires. En esa expedición llegaron varios sacerdotes, clérigos y religiosos, entre los que se contaba fray Luis de Herrezuelo, religioso jerónimo, los padres franciscanos Fray Bernardo de Armenta y fray Alonso Lebrón y los mercedarios Juan de Almancia y Juan de Salazar. Los padres franciscanos pasaron después de un breve tiempo al Brasil, el P. Herrezuelo estuvo en Paraguay hasta 1544 año en que regresó a España, y el padre Salazar quedó enseñando la doctrina en estos mismos lugares, siguiendo la suerte de los conquistadores. En 1547 se crea la diócesis de Paraguay.

A mediados de 1543, salió del Perú una nueva expedición hacia el Tucumán, siguiendo la ruta de Almagro, los capitanes Diego de Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia, llegando con su gente al territorio argentino a fines de dicho año. En calidad de capellán venía el sacerdote secular don Juan Cedrón que luego siguió su camino con los expedicionarios. En 1550, llegó al Tucumán Juan Núñez del Prado, acompañado de los padres Dominicos Fray Alonso Trueno y Fray Gaspar de Carvajal, quienes recorrieron parte de región evangelizando a los naturales. Núñez fundó la ciudad del Barco, primera del noroeste argentino, donde los dominicos fijaron también su residencia. Luego de tres traslados de la ciudad, en 1553 Francisco de Aguirre la fijó en su asentamiento definitivo dándole el nombre de Santiago del Estero, la que se convierte en nueva tierra de Promisión y madre de todas las ciudades del norte argentino.

A fines de 1556, cinco expedicionarios pasaron a Chile y llevaron consigo nuevamente al clérigo don Juan Cedrón que se estableció en la región. Poco después, a fines de 1557 entró al Tucumán el capitán Juan Pérez de Zurita, quien trajo al sacerdote secular Juan Rojo. De este modo, ambos sacerdotes sostuvieron por varios años la ardua misión de la evangelización en el norte argentino. En 1561 llegan también los mercedarios al antiguo Tucumán, y más tarde los franciscanos, y años después, en 1585 los Jesuitas. A estas tres Órdenes, Argentina le debe la conversión y civilización de sus primeros habitantes evangelizadores. En 1570 se crea la diócesis de Tucumán, sufragánea de la de Charcas.

El año 1540 don Pedro de Valdivia parte del Cuzco para descubrir y conquistar Chile. En el camino se le agregaron los sacerdotes clérigos Diego Pérez, Juan Lobo y Rodrigo González Marmolejo quien fuera después el primer obispo de Chile. En diciembre de 1540 fundó la ciudad de Santiago del nuevo Extremo, actual capital de ese país.

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Cuando en el Perú, conocieron el éxito de la Expedición de Valdivia y que no había sido una locura, las Órdenes religiosas se decidieron enviar misioneros a esa lejana región. Valdivia, más tarde, se dirige, con el mismo espíritu conquistador hacia la región más austral de Chile acompañado de los padres Olmedo, Benavente y Correa. Mientras se internaba al sur del territorio chileno, fue fundando ciudades y fuertes. Años más tarde se adhiere a la evangelización en Chile el P. Fray Antonio Rendón, quienes se dividieron para extender el evangelio encontrándose con grandes dificultades por el rechazo y constante acoso de los naturales.

En 1553 llegaron a Chile los padres franciscanos, en 1557 los dominicos y algunos años después los agustinos y jesuitas.

En Chile, los misioneros lograron establecer escasas doctrinas en los lugares donde se establecían ya que inmediatamente se fueron fundando las ciudades que eran habitadas por los naturales, recibiendo allí instrucción religiosa, dada por los misioneros. En 1561 se crea la diócesis del Apóstol Santiago de Chile y en 1567 la de la Santísima Concepción.

Por otro lado, el Patronato regio de Portugal tuvo a su cargo la evangelización del territorio brasileño. Brasil había sido descubierto en 1500 por el marino portugués Pedro Álvarez Cabral, aunque se cree que ya el 1499 Vicente Yáñez Pinzón había llegado a sus costas. Parece que ya desde 1532, funcionaban algunas capitanías de los colonos portugueses con un servicio religioso que dependía del Obispado de Funchal, en las islas Azores (Portugal). En 1551, el papa Julio III erigió la Diócesis de San Salvador de Bahía la más antigua en territorio brasileño, sufragánea de Lisboa (Portugal). Desde 1551 hasta 1676 no hubo más que un solo obispo para todo el Brasil. En 1676, esta sede fue elevada a Arquidiócesis y se crearon las diócesis sufragáneas de Pernambuco, Río de Janeiro, Mariana y Sao Paolo. Hay que tener en cuenta que, mientras para la corona de España sus colonias americanas eran de primer orden, para la corona Portuguesa, el Brasil pasaba a ser una colonia secundaria luego de las de África y Asia.

Los frutos misioneros en Brasil fueron muy fecundos, porque en 1503 llegaron los Padres Franciscanos a Porto Seguro, Bahía y Río. En 1549 arribaron también los Carmelitas Calzados, los Capuchinos y los Jesuitas. De los padres Jesuitas es muy recordado el Padre José de Anchieta, quien llegó a Brasil en 1553 y pronto se hizo famoso por su santidad, sus milagros, sus catecismos, himnos, diccionarios y gramáticas.

En 1619, salió del Perú el P. Fray Francisco Ponce de León con cincuenta soldados y algunos indios, a descubrir y poblar las regiones del occidente de Brasil. En 1637 el capitán Pedro Teixeira marchó hacia Quito en busca de misioneros, retornando con cuatro mercedarios: los padres Alonso de Armijo, Juan de la Concepción, Juan de las Mercedes y Pedro Rua Cirne, a quienes se le unieron los

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jesuitas Acuña y Artieda, un sacerdote y un hermano franciscanos. En el camino murieron el padre franciscano y los mercedarios Armijo y Juan de la Concepción. Los demás, llegaron a Belén en diciembre de 1639. Allí se establecieron y desarrollaron su labor evangelizadora.

3.- La Metodología utilizada en la evangelización de América Latina

En general, los primeros evangelizadores de América Latina se propusieron tener como modelo de evangelización para nuestro continente la metodología que se había empleado para la Iglesia Primitiva. La primera medida evangelizadora que tomaron los misioneros españoles fue la de destruirle a los indígenas sus lugares sagrados y sus objetos religiosos de culto, porque, según parecía, todo era pagano. Amortiguaban la dureza del procedimiento porque daban primero una orden para que los indígenas mismos destruyeran sus pertenencias culturales y, si no obedecían, entonces los militares lo hacían con gran violencia. La cristianización se hizo buscando acabar con tradiciones, autoridades y valores antiguos, haciéndolos aparecer perversos o inadmisibles. La religión estuvo íntimamente ligada a la fuerza colonial: en el afán por convertir a los indios al cristianismo, se utilizó la violencia, como método de extirpación de cultos autóctonos. En esta forma, se subvaloró la religión del indígena, con la convicción de portar una religión y cultura superior a la que vivían; se buscó evangelizar y "civilizar" al mismo tiempo, utilizando el modelo español, pues se pensaba que la religión indígena era una superstición.

El primer anuncio kerygmático estuvo muy marcado por una tendencia de "conversión militar" al estilo español, que defendía la fe más en los campos de batalla que en la mente y en el corazón. Eso ha dado lugar a que se diga que los indígenas americanos aceptaban solo externamente el cristianismo, o que el paganismo aborigen subsistía bajo el culto católico.

En metodología de Primera Evangelización, se hace la catequesis conveniente hasta poder constatar la fe (que se comprueba por las buenas obras que demuestran por su conversión) y se procede recién a celebrar los Sacramentos, en los que se hace la profesión solemne de la fe.

Los primeros evangelizadores de Latinoamérica, generalmente aplicaron el método de bautizar primero, para luego proceder a la catequización. El motivo que se alega para justificar la alteración de esa metodología que tanto ha perjudicado a la evangelización latinoamericana, es la formación que habían recibido los misioneros. En efecto, los primeros evangelizadores de América, sobre todo los franciscanos eran de la escuela de Joaquín Da Fiore (1130-1202) que afirmaban que el fin del mundo estaba muy cerca, porque la vida del mundo era de 7000 años y ya habían transcurrido 5343 antes de Cristo y 1500 después de Cristo, por lo que solo

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quedaban 157 años, con la probabilidad de que este fatídico acontecimiento sucediera en el año 1500.

Además, según la Bula “Unam Sanctam” del papa Bonifacio VIII (1302) nadie podía salvarse si no estaba bautizado en la Iglesia católica y sometido al Romano Pontífice. Por esta razón, los primeros misioneros americanos se apresuraron a bautizar a los indígenas, esperando poderlos catequizar más adelante, mientras llegaba el final. Decían también los misioneros que "antes del fin del mundo se tenía que cumplir la conversión de todo el mundo a la fe católica, aún la conversión de los hebreos. Para eso se quería hacer una expedición a Jerusalén, al estilo de las Cruzadas que debía ser financiada con el oro del Nuevo Mundo.

Este es el motivo por el cual se dice que la Primera Evangelización del pueblo latinoamericano fue superficial. Y además fue muy corta, porque los misioneros se apresuraron demasiado a imponer el servicio pastoral.

Los primeros evangelizadores de Latinoamérica dieron mucha importancia a la catequesis, pero en manera adulta daban abasto en la catequización a los bautizados. La catequesis no estuvo muy activa en los primeros diez años de evangelización, porque primero había que aprender las lenguas indígenas.

Desafortunadamente, el concilio de Trento (1545-1563) no favoreció mucho ese trabajo de catequesis inculturada que venían haciendo nuestros primeros evangelizadores. Este, en sus constituciones ordenó el uso del latín para la liturgia y prohibió la traducción del Ritual de los Sacramentos a lenguas vernáculas (en este caso, las lenguas indígenas). El Rey Felipe II que no había permitido que los Obispos de Latinoamérica asistieran al Concilio, ordenó con carta del 12 de Julio de 1564 que se aplicasen en América lo más pronto posible, las normas del Concilio. En consecuencia, los misioneros comenzaron a obligar a los indígenas a aprender el castellano para enseñarles a celebrar los misterios de su fe.

Es importante mencionar tres elementos que fueron utilizados ampliamente en la evangelización americana:

1) Las Doctrinas: eran pequeños poblados que se formaban en torno a un rancho-capilla levantado por los misioneros, en el cual se agrupaban los naturales que iban aceptando la fe. Las doctrinas estaban a cargo de un doctrinero, que era el encargado de transmitirles los contenidos de la fe a los indígenas. Este fue el método inicial de evangelización utilizado por los misioneros franciscanos, y fueron el origen de numerosas ciudades de hoy en día.

2) La Encomienda: para ayudar este trabajo de evangelización de las Doctrinas, la corona española empleó el método de la encomienda, costumbre de origen feudal, mediante la cual los encomenderos, que solo podían serlo los españoles, imponían a los indígenas una serie de obligaciones, con la condición de

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sostenerlos económicamente y educarlos cristianamente. De ordinario el indígena era explotado, hasta en su misma dignidad personal, a nombre de la encomienda. Los encomenderos eran también los encargados oficiales de recoger las contribuciones de los indígenas para sostenimiento de la misión y pagar con esas contribuciones a los misioneros. Los abusos eran grandes porque los encomenderos llegaban a explotar inmisericordemente a los indígenas y de ordinario se adueñaban de los bienes y hasta de la persona misma de los pobres indígenas. En numerosas oportunidades, la Iglesia debió reclamar ante las cortes de España, justicia y castigo para estos excesos.

3) Las Reducciones: Otro método que emplearon principalmente los jesuitas en la evangelización fueron las llamadas Reducciones. Eran poblados en los que se congregaban a los indios nómadas y, bajo la dirección de los misioneros, con rigurosa exclusión de cualquier otro europeo, se intentaba educarlos en una vida cristiana y civilizada. En la reducción había buena organización religiosa, social y política. Había catequesis obligatoria para niños y adultos. Bajo el aspecto político, la reducción gozaba de autonomía absoluta: allí mismo se tenía el comercio y se pagaba el tributo civil. Era como un estado dentro del estado.

La suprema autoridad en la reducción, tanto en el aspecto espiritual como en el temporal y judicial, era el misionero. Una finalidad directa de las reducciones era proteger a los indígenas de los abusos de los encomenderos. No se trataba de explotar, ni de reducir la libertad del indígena, sino de acogerlo, protegerlo, educarlo y, sobre todo, de ayudarlo a defenderse de los mismos españoles no misioneros que andaban ya ávidos del oro americano. Todas las reducciones estaban construidas de idéntica forma: en cada una de ella habitaban entre 1500 y 7000 indígenas: había una Iglesia, una escuela, una casa para el misionero, una casa o salón comunal. Las casas eran de un solo piso, separadas y hechas de piedra para evitar los incendios y, a un lado, estaba el cementerio comunitario rodeado de árboles. Las reducciones no fueron exclusividad de los Jesuitas, porque también las usaron los franciscanos capuchinos y dominicos. Hubo reducciones en la Argentina, Paraguay y Brasil, pero también en México, Venezuela y California.

Sin embargo, a pesar de los errores y dificultades, puede decirse que la Primera Evangelización que hicieron los misioneros en América Latina fue muy buena porque de verdad llegó hasta los elementos básicos de la cultura, prueba de ellos es la religiosidad popular que ha quedado en nuestro pueblo.

4.- Santa María, la primera misioneraxxx

Así se expresó el papa san Juan Pablo II en Santo Domingo en 1984, con ocasión de la apertura de la novena de años de preparación al V Centenario del inicio de aquella evangelización.

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“Ante la expedición guiada por Cristóbal Colón se abrieron tierras desconocidas y apareció un Nuevo Mundo. Y a la vez, el mismo Dios que a los descubridores, rodeados por el abismo del inmenso océano, permitió un día dar el grito de ¡tierra, tierra!, El mismo «ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo» (2 Cor 4,6). Este fue el principio salvífico del conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo: el comienzo de la evangelización de América, el comienzo de la fe y de la Iglesia en el Nuevo Mundo” xxxi

“América Latina se ha convertido en la tierra de la nueva visitación. Porque sus habitantes han acogido a Cristo, traído en cierto sentido en el seno de María, cuyo nombre llevaba ya una de las tres carabelas de Colón. Y se ha unido de modo particular a Cristo mediante María. Por ello este continente es hasta hoy testigo de una particular presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia (Lumen Gentium, c. VIII, 52-65). Aun externamente, las tierras de la nueva evangelización denotan esa presencia singular de María, con sus cerca de 2.000 nombres de ciudades, villas y lugares referidos a los misterios y advocaciones de la Virgen Santísima…». Por eso «decir Iberoamérica quiere también decir "María", es decir: "Guadalupe, Altagracia, Luján, La Aparecida, Chiquinquirá, El Carmen, Supaya y tantos otros títulos marianos". En aquella ocasión, Juan Pablo II concluía su discurso de apertura de aquella "novena de años" con la oración que recitaban al alba los marinos de Colón:

"Bendita sea la luz"y la Santa Veracruz"y el Señor de la Verdad"y la Santa Trinidad."Bendita sea el alba"y el Señor que nos la manda,"Bendito sea el día"y el Señor que nos lo envía". Aménxxxii

Aquella luz llegó de manos de María, y María estará presente en todo el proceso evangelizador de América con una presencia tangible. Ella es por lo tanto la primera misionera. Por eso, en el proceso de anuncio misionero y de encuentro entre culturas y pueblos tan diferentes -y frecuentemente contrapuestos- encontramos inmediatamente la figura de María como primera misionera, artífice de tal proceso, y “estrella de la evangelización”, como es llamada en numerosos documentos pontificios y episcopales. En el caso de México, tendrá una importancia capital el Acontecimiento guadalupano (1531), anuncio misionero y catecismo pictográfico en los comienzos de la evangelización. Hay que recordar que el primer catecismo para los indios en México, el de Fray Pedro de Gante fue, precisamente, pictográfico. Por su parte los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla señalaban este hecho al afirmar: “El Evangelio encarnado en nuestros pueblos los

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congrega en una originalidad histórica cultural que llamamos América Latina. Esa identidad se simboliza muy luminosamente en el rostro mestizo de María de Guadalupe que se yergue al inicio de la Evangelización”xxxiii

5.- Los primeros misioneros de Chilexxxiv

Desde las primeras expediciones conquistadoras y colonizadoras hacia el Reino de Chile, como se identificaba a los territorios al sur del entonces recién fundado Virreinato del Perú, arribaron entre los hombres de guerra que venían en búsqueda de tierras y riquezas, los primeros sacerdotes pertenecientes a la Orden de la Merced, quienes buscaban propagar la fe católica y cuidar que en nombre de aquélla se realizaran todas las anexiones de tierras y de población autóctona.

En el transcurso del siglo XVI, llegaron y se instalaron en el territorio nuevas órdenes religiosas, entre ellas las de los dominicos y franciscanos que, junto con los mercedarios, realizaron una importante labor misionera que consistía en propagar la fe católica en los territorios recientemente conquistados. Con ayuda de la corona, los aportes de los vecinos y los recursos obtenidos a través del trabajo indígena, erigieron los primeros conventos y monasterios en Chile. Sumándose a estas órdenes, en 1595 arribaron también los agustinos.

Además de combatir con las precarias condiciones materiales que les imponía el nuevo territorio, la actividad misionera de los frailes tuvo que hacer frente a la hostilidad de la población indígena, especialmente en la zona sur del reino, donde grupos indígenas ubicados en lo que se conoce como Frontera Mapuche, ofrecieron férrea resistencia a la colonización hispana y a la instalación del cristianismo.

Junto a la labor misionera de los religiosos, que fue prioridad en los primeros años de la conquista, en los siglos XVII y XVIII, fue la enseñanza el principal motor que movía las órdenes religiosas. Esta se materializaba tanto en la educación de los jóvenes, españoles e indígenas cristianizados, que se preparaban para la vida religiosa y que no tenían cómo costear los gastos de su educación, como de la población en general, principalmente, a través de la prédica y el arte religioso. Precisamente, en 1593 llegaron los primeros sacerdotes de la Compañía de Jesús, orden que llegaría a ser una de las más influyentes durante estos dos siglos. Instalaron misiones, colegios y conventos a lo largo de todo el reino, adoptando una política de protección a la población indígena y convirtiéndose en importantes agentes de la colonización cristiana y en principales guías espirituales de la población.

Así como existieron órdenes religiosas masculinas que se dedicaron a la formación de los cristianos del reino, hubo también órdenes femeninas, como las Agustinas, Clarisas de Nuestra Señora de la Victoria, Capuchinas, Dominicas de Santa Rosa, las Carmelitas de San Rafael y la Compañía de María, las que tuvieron

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una importante y amplia labor social, pues se encargaron de la instrucción de las hijas de las familias acomodadas y también de acoger en sus conventos a huérfanas y mujeres que habían cometido alguna falta moral.

Durante la colonia, frailes y religiosas de las distintas reglas gozaban de gran popularidad en la sociedad chilena, que les favorecía con limosnas, donaciones y herencias, haciendo posible que estas órdenes, especialmente la de los jesuitas, se convirtieran en los principales prestamistas, propietarios de tierras y productores agrícolas de Chile y, en general, de los dominios coloniales hispanos en América. Fue precisamente esta influencia, no sólo espiritual, sino también económica y política, la que en parte determinó a la corona española a expulsar de todos sus dominios a la Compañía de Jesús.

La gran cercanía del mundo religioso con el mundo civil durante los siglos XVII y XVIII provocó cierto grado de debilitamiento en la disciplina y rigor de la vida monástica y del espacio conventual femenino, producto del descuido de las cuestiones meramente religiosas y evangelizadoras. Asimismo, la sociedad colonial llegó a inmiscuirse en los asuntos domésticos de los conventos y monasterios, participando incluso en la elección de los superiores de las casas religiosas, a los cuales muchas veces estuvo vinculada económicamente y por parentesco.

Precisamente, con la intención de poner freno al debilitamiento espiritual que afectaba al clero chileno y americano, las autoridades eclesiásticas emprendieron un conjunto de iniciativas tendientes a restablecer el orden y disciplina al interior de los conventos y monasterios, y a regular las relaciones entre éstos y el mundo civil. En Chile, el obispo Manuel de Alday convocó a un Sínodo Diocesano en 1763 y emprendió enérgicas medidas para lograr una reforma del clero regular. La reforma eclesiástica no se limitó sólo a los claustros, sino que intentó extenderse al conjunto de la sociedad a través de la acción controladora y censuradora de la Iglesia en las prácticas religiosas, festivas y cotidianas de la comunidad.

6.- Impacto de los primeros misioneros y bases del catolicismo latinoamericano

Se puede decir que los evangelizadores de las primeras generaciones americanas ejercitaron un notable y determinante impacto en la evangelización del Nuevo Mundo, poniendo las bases culturales de aquel catolicismo característico de este Continente latinoamericano. Además forjaron una Iglesia, que en sus comienzos mostró las huellas inconfundibles de las raíces del evangelio con una clara gallardía que los identificaba con el carisma de su propia orden o congregación, pero al mismo tiempo con la fuerza de acompañar, con la mística del evangelio y del Capellán, no sólo a los conquistadores, sino también a los hombres y mujeres de esta tierra que recibieron una nueva fe.

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La mayor parte de ellos, frailes mendicantes, y de una Iglesia con claras características conventuales en muchas de sus facetas, supieron enfrentar los obstáculos, propios del evangelizador, para lograr establecer la fe no sólo de los indoamericanos, sino también a los venidos del nuevo mundo, que recibieron un mensaje exigente, de tratar a los nativos como a sus propios hermanos. Así, los primeros misioneros se tuvieron que enfrentar con una problemática inédita que suscitaba aquel encuentro del mundo cristiano occidental con el Nuevo Mundo americano desde el punto de vista antropológico y cultural. A esta notable problemática se une desde los primeros momentos la dramática relación entre la conquista y la evangelización que generalmente se encontraban uncidas desde varios ángulos: contemporaneidad, unión íntima entre el cristianismo profesado y protegido por los conquistadores y el anunciado por los frailes misioneros, encendidos debates jurídicos en España y en las “Indias” sobre temas como los de la “guerra justa”, los métodos de la conquista, los derechos naturales del mundo indígena y la misma concepción antropológica que se tenía sobre el mismo.

En estos debates, frailes misioneros, juristas eclesiásticos y laicos, se baten como defensores de la justicia y de lo que se llamará el “derecho de gentes”. Otro de los temas, muy unido al anterior, fue el del estudio de aquellos pueblos y su realidad; se forja en crecidas un encuentro con aquellas culturas desde el punto de vista antropológico, religioso y cultural (el llamado mestizaje producido por el catolicismo). En todo este drama histórico se ve a las claras la capacidad de encuentro de cuantos se profesaban católicos, sin excluir a los mismos conquistadores, y sobre todo comenzando por los frailes misioneros. Se notan una serie de presupuestos, actitudes y medios para tal encuentro, con su resultado hoy claro, que es el mestizaje cultural y antropológico, así como la cercanía a las gentes encontradas, el interés por su mundo y el aprendizaje de sus lenguas y su transliteración al alfabeto latino y conservación de muchas de ellas, como su utilización en la catequesis evangelizadora.

Así el historiador jesuita Mariano Cuevas indica que en Nueva España los misioneros fijaron once grupos de lenguas, diferenciadas sucesivamente en otras 150 lenguas y 70 dialectos. Cortés Castellanos, quien ha estudiado de modo especial el Catecismo pictográfico de fray Pedro de Gante, nos da también en relación a México, 6 catecismos todavía inéditos conservados en diversos archivos y bibliotecas y 7 catecismos publicados, 32 códigos sobre el argumento y otras 36 obras sobre el tema perteneciente al siglo XVI mexicano . Se cuentan docenas de religiosos misioneros que prepararon trabajos de este tipo un poco en todas las lenguas de la América hispana. Ejemplos de ellas son las gramáticas, diccionarios y otras obras en las lenguas diversas lenguas de las grandes zonas culturales del Continente por obra de estos misioneros. Por ello se debe reconocer cómo la Iglesia ha ayudado así a salvaguardar la memoria histórica de los pueblos indígenas. Pero además la Iglesia con sus reducciones, misiones, pueblos hospitales, conventos misionales ha sido “un lugar humano” para el encuentro entre los diversos pueblos.

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Las misiones y los conventos fueron centros de irradiación de vida y cultura: colegios y las universidades, la fundación de poblaciones y de ciudades, de caminos a lo largo de su geografía, de capacidad de encuentro entre las poblaciones, abriendo barreras hasta entonces infranqueables, promoviendo la agricultura y las artesanías y las obras artísticas de varios géneros (iglesias, edificios civiles, pintura y escultura, literatura y obras plásticas) muestran cómo se injerta la fe católica en las realidades culturales encontradas dando lugar a una clara simbiosis cultural, de la que el barroco latinoamericano es un ejemplo claro.

No sólo ante las muchas heridas causadas por enfermedades y traumas de la conquista, de desplazamiento de poblaciones, de contagios endémicos en tiempos de hambrunas, pestes y otros desastres, empuja a las autoridades virreinales a la Iglesia y a sus frailes misioneros a fundar hospitales y numerosas obras de asistencia y caridad cristiana como respuesta a estas llagas sociales. Por todo ello bien podría decirse que evangelización ha sido global, en cuanto ha intentado tocar todos los ámbitos de la antropología y de la cultura de estos pueblos. Se llevó a cabo, sin un plan preconcebido, la construcción de la identidad cultural latinoamericana, como bien recordaba Juan Pablo II en uno de sus discursos “latinoamericanos”: “La Iglesia fue pionera en el desarrollo de la cultura, puesto que a ella se debe principalmente el temprana creación de la universidad, la oportuna apertura a la promoción de la mujer y la iniciativa artística y científica en diversos campos”.

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VI. Mártires Militares

Santo Domingo Nicolás Dinh DatCelebración 18 de julio

En la ciudad de Nam Dinh, en Tonquín, santo Domingo Nicolás Dinh Dat, mártir, que, siendo soldado, le forzaron a renunciar a la fe cristiana, consiguiendo, después de crueles tormentos, que pisase una cruz, pero inmediatamente se arrepintió y, devuelto lo que había recibido por apostatar, escribió al emperador Minh Mang pidiéndole que le juzgasen de nuevo como cristiano que era, a causa de lo cual murió estrangulado.

San Félix de MilanCelebración 12 de julio

En Milán, ciudad de la Liguria, santos Nabor y Félix, mártires, que, siendo soldados oriundos de Mauritania, se dice que sufrieron el martirio en Laus Pompeia (hoy Lodi) y fueron sepultados en Milán (c. 304).

San Francisco Tran Van Trung

Francisco Phan Van Trung (o Francisco Tran) era cabo del ejército real y tenía 28 años al tiempo de su martirio. Fue arrestado no por ser cristiano sino por intentar sobornar a quien tenía que examinarlo en orden a su ascenso. No se le dio mayor importancia pero se le exigió que reafirmara su fidelidad al rey Tu-Duc, siendo una de las pruebas la de pisar la cruz en señal de que se estaba de acuerdo en la política anticristiana del soberano. Francisco dijo entonces que él era cristiano, que no pisaba la cruz y que estaba dispuesto a pelear por su soberano pero no a renegar de su religión. Se le amenazó, se le halagó, se le torturó en orden a conseguir su apostasía, pero todo fue en vano. El joven militar mostró una admirable constancia y se negó a renegar de Jesucristo, entonces fue condenado a muerte. La condena fue confirmada por el rey y el mártir de Cristo fue decapitado en An-Hoa el 6 de octubre de 1858. Fue canonizado el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.

San Gordio, Mártir (235)

San Basilio Magno ha dejado un panegírico de este centurión martirizado en Cesarea de Capadocia (Turquía), su ciudad natal. A la vista de las torturas padecidas por los cristianos, se apartó de la guardia romana, se retiró en soledad para

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encontrar a Cristo y se convirtió al cristianismo. Con ocasión de una fiesta en honor del dios Marte, proclamó su fe y criticó los malos tratos infligidos a los cristianos dentro del imperio. Fue arrestado y, rehusando sacrificar a los dioses, decapitado.

San Gumaro, laicoSan Gunmaro era hijo del señor de Emblem, población situada en las

cercanías de Lierre, en Brabante. Aunque no sabía leer ni escribir, entró a servir en la corte de Pipino, donde se distinguió por el fiel desempeño de sus deberes y por la caridad con que practicaba las obras de misericordia. Pipino le elevó a un puesto de importancia y arregló su matrimonio con una joven de buena cuna llamada Guinimaria. Aunque tal matrimonio no parecía muy feliz a los ojos del mundo, ya que Guinimaria era extravagante, perversa, cruel, caprichosa e indisciplinada, Dios se valió de ella para conducir a su siervo a las cumbres de la perfección. Inútil decir que la vida de san Gunmaro, desde el momento ti su matrimonio, se convirtió en una serie de duras pruebas.

El santo se esforzó durante años, con prudencia y caridad, por mejorar a su esposa y atraerla a la práctica de la religión. Después, tuvo que ausentarse durante ocho años para servir al rey Pipino en la guerra. Cuando volvió a casa, encontró que su esposa había administrado muy mal sus posesiones y que muy pocos de sus vasallos habían logrado escapar de la opresión. Guinimaria era tan poco generosa, que se rehusaba aun a dar un poco de cerveza a los que recogían la cosecha. Gunmaro se dedicó inmediatamente a pagar lo que debía a cada uno de sus vasallos.

Aparentemente, Guinimaria se dejó impresionar por la prudencia y bondad de su marido y parecía que estaba dispuesta a corregirse; pero poco después, se dejó nuevamente llevar de su pésimo carácter. Gunmaro trató aún de hacer algo por ella, pero finalmente desistió y se retiró a la vida solitaria. Se dice que san Gunmaro fundó, juntamente con san Rumoldo, la abadía de Lierre que después tomó su nombre.

San Isquirión de Alejandría, Mártir

Martirologio Romano: También la conmemoración de san Isquirión, mártir en Egipto, el cual, por rehusar sacrificar, entre burlas e injurias fue atravesado por las entrañas con una puntiaguda pértiga, y así entregado a la muerte. 250.Mártir en Alejandría de Egipto durante la persecución de Decio. "Administraba a sueldo los bienes de cierto magistrado. Su amo le dio orden de que sacrificara; negase el cristiano, injuriole el amo; persistió el otro en su negativa y se propasó el amo a maltratarle". Por fin, su amo lo mató atravesado su cuerpo con una estaca, junto con otros compañeros.

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San Francisco de Asís (07/05/1182 - 10/03/1226)

Místico italiano y predicador, fundador de los franciscanos. Nació el 5 de julio de 1182 en Asís, en el seno de una acaudalada familia. Hijo de Monna Pica y de Pedro de Bernardone.

Durante su juventud llevó una vida mundana. Tras una batalla entre Asís y Perugia estuvo encarcelado un año en esta ciudad. Siendo prisionero padeció una grave enfermedad durante la cual decidió cambiar su forma de vida.

En 1205 ejerció la caridad entre los leprosos y comenzó a trabajar en la restauración de ruinas de iglesias debido a una visión en la que el crucifijo de la iglesia en ruinas de San Damián en Asís le ordenó que reparara su casa. Los gastos en obras de caridad enfurecieron a su padre, que llegó a desheredarlo.

Renunció a su lujosa ropa por una capa y dedicó los tres años siguientes al cuidado de los leprosos y los proscritos en los bosques del monte Subastio. Restauró la ruinosa capilla de Santa María de los Ángeles.

En 1212 emprende camino a Tierra Santa, pero una tempestad le obligó a regresar. Otras dificultades le impidieron cumplir gran parte de la labor misionera cuando llegó a España a evangelizar a los musulmanes. En 1219 se encontraba en Egipto, donde pudo predicar aunque no consiguió convertir al sultán. Viajó después a Tierra Santa permaneciendo allí hasta el año 1220. Quería ser martirizado y se alegró al saber que cinco monjes franciscanos habían muerto en Marruecos mientras cumplían sus obligaciones. A su regreso encontró oposición entre los frailes y renunció como superior, dedicando los años siguientes a planear lo que sería la Tercera Orden franciscana, los terciarios.

La tradición de poner el Belén en el mundo se remonta al año 1223, en una Navidad de la villa italiana de Grecio. En esta localidad, San Francisco de Asís reunió a los vecinos para celebrar la misa de medianoche. En derredor de un pesebre, con la figura del Niño Jesús, moldeado por las manos de San Francisco, se cantaron alabanzas al Misterio del Nacimiento; desde entonces la fama de los "Nacimientos" y su costumbre se extendió por todo el mundo.

En septiembre de 1224, tras cuarenta días de ayuno, rezando en el monte Alverno sintió un dolor mezclado con placer, y las marcas de la crucifixión de Cristo, los estigmas, aparecieron en su cuerpo. Fue llevado a Asís, donde pasó los años que

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le quedaban marcado por el dolor físico y por una ceguera casi total. El "Cántico de las criaturas", se cree que lo escribió en Asís en 1225.

Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de1226 cerca de la capilla de la Porciúncula y fue sepultado en San Giorgio. Fue canonizado el 16 de julio de 1228 por el papa Gregorio IX. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco en Asís.

En 1980 el papa Juan Pablo II le proclamó patrón de los ecologistas. Sus emblemas son el lobo, el cordero, los peces, los pájaros y los estigmas. Su festividad se celebra el 4 de octubre.

San Ignacio de Loyola

Iñigo López de Recalde; Loyola, Guipúzcoa, 1491 - Roma, 1556) Fundador de la Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la tradición familiar. Pero, tras resultar gravemente herido en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo de orientación: la lectura de libros piadosos durante su convalecencia le decidió a consagrarse a la religión.

Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios espirituales (1522). Luego peregrinó a los Santos Lugares de Palestina (1523). De regreso a España comenzó a estudiar (ya con 33 años y para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado) en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.

Aquejado de graves problemas de salud, San Ignacio de Loyola alcanzó a ver, sin embargo, en sus últimos años de vida, la expansión de la Compañía por Europa y América, con una fuerte presencia en la educación de la juventud y en el debate intelectual, en el apostolado y en la actividad misionera (destacando la labor en Asia de San Francisco Javier). Muerto Ignacio, le sucedió como general de los jesuitas su más estrecho colaborador, el castellano Laínez. Fue canonizado en 1622 por Clemente XV.

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VII. Santos Militares

Celebración Nombre Santo18 de julio Domingo Santo Domingo Nicolás Dinh Dat12 de julio Félix San Félix de Milan6 de octubre Francisco San Francisco Tran Van Trung3 de enero Gordio San Gordio11 de octubre Gumaro San Gumaro de Lierre31 de mayo Hermias San Hermias de Comana20 de diciembre Ingenes Santa Ingenes1 de junio Isquirión San Isquirión y compañeros24 de octubre José San José Le Dang Thi18 de junio Leoncio San Leoncio de Trípoli3 de marzo Marino San Marino de Cesarea11 de noviembre Menas San Menas de Egipto12 de julio Nabor San Nabor de Milán12 de mayo Nereo San Nereo6 de diciembre Obicio San Obicio20 de noviembre Octavio San Octavio de Turín7 de enero Polieuto San Polieuto20 de noviembre Solútor San Solútor de Turín7 de febrero Teodoro San Teodoro de Heraclea20 de diciembre Teófilo San Teófilo soldado y mártir11 de enero Tipaso San Tipaso20 de diciembre Tolomeo San Tolomeo8 de mayo Víctor San Víctor de Milán23 de junio Zenón San Zenón de Filadelfia20 de diciembre Zenón San Zenón soldado y mártir9 de noviembre Rafael San Rafael de San José

VIII. LA VIDA MILITAR COMO UN LLAMADO (VOCACION) DE DIOS PARA EL HOMBRE

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A primera instancia es difícil comprender y aceptar que la vida de las armas y de la guerra sea un “llamado” (vocación) de Dios para el hombre. Sin embargo en una reflexión profunda se descubre que no es una idea ilógica decir que Dios llama al hombre a ser un guerrero que lucha por defender al pueblo.

Para comprender aún más esta postulación es imprescindible partir del concepto del término vocación.

La palabra vocación, proviene del latín "vocatio", significa "acción de llamar" y que expresa de un modo muy normal, un encuentro de dos libertades: 1) La absoluta libertad de Dios que llama y 2) La libertad humana que responde a esta llamada.

Se puede entonces argumentar que la vocación es el estado o situación resultante de un diálogo interpersonal, en una palabra "que se dice" o "escribe", entre Dios y el hombre.

Existen dos puntos de vista para conceptualizar el término vocación:

En primera instancia desde el punto de vista de la teología, el cual define la vocación como una inspiración o moción interior, por la que Dios llama, a una persona, para un determinado estado o forma de vida. Sin negar las motivaciones humanas, en toda auténtica vocación la iniciativa siempre es de Dios.xxxv

En segunda instancia se encuentra el punto de vista de las ciencias humanas, las cuales se preocupan de las disposiciones naturales y de las influencias socio-culturales, que determinan o condicionan la mayor o menor aptitud, de una persona, para determinado estado, profesión o actividad humana.xxxvi

Cabe resaltar que la teología y las ciencias humanas, en sus matices y metodologías propias se complementan mutuamente para el conocimiento de la vocación.

Pero también es válido exponer la tendencia actual que hay en la academia y es el de asemejar los conceptos de profesión y vocación; sin embargo, sería prudente decir que la profesión se refiere al quehacer, o trabajo especializado, mientras que la vocación es algo que brota de lo más profundo del ser, donde resuena la voz de Dios.

Para un Cristiano Dios es el que llama. Sólo Dios puede entrar en la vida del hombre con una voz imperiosa; sólo él puede arrogarse el proponer al hombre un destino que afecta toda su vida. En esta llamada gratuita, Dios utiliza los medios normales, y está presente en ellos como instigador y conductor de los hombres. La llamada es una relación en la que se acentúa la presencia directa y expresa de Dios en el hombre pero que en la libertad que se le da es motivado a buscar la realización personal.

Antes de continuar profundizando sobre el tema de la vocación a la vida militar, es conveniente citar como fundamento las Sagradas Escrituras, y es que todas las vocaciones individuales que se narran en la Biblia tienen lugar en el marco de la elección del pueblo judío y la misión que este debía desempeñar.Se podría citar algunos ejemplos de llamados singulares:

Adán – (la Creación)42

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Abraham (la Promesa – Obediencia) Moisés (la Alianza)

Pero particularmente se cita el llamado de David. La elección de David tuvo lugar, como es sabido, mediante la unción por parte de Samuel. Teniendo en cuanta que ser Rey de Israel lo coloca en el plano de General del ejército y que ser rey de Israel era propio y exclusivo de Yahveh, este gesto indica que el hombre es revestido de una majestad que proviene de Dios.

En este contexto se toma como ejemplo base de la vocación (llamado) a la vida militar la historia del rey David y para ello es conveniente leer 1 Samuel Capitulo 17, donde se narra el acontecimiento del enfrentamiento entre el elegido de Dios contra el filisteo Goliat.

Habiendo expuesto lo que se considera una fundamentación bíblica con respecto a la vocación militar, es bueno plantear entonces el tema en el plano presente de la humanidad.

Cuando se refiere al militar de hoy, se debe tener presente que el llamado se hace a un joven determinado, ubicado, del común del grupo social, para que encuentre su realización en las dimensiones personal, social y profesional sirviendo a su nación dentro de la institución castrense y de policía, por consiguiente la respuesta que de este joven debe tener las siguientes características:

a) Una respuesta madura, es decir, que tenga claridad de lo que opta.b) Honesta.c) Diáfana.

En la rectitud de su respuesta el joven se hará seguro de sí mismo y de su opción de vida, en otras palabras, la convicción de su misión se fundamentara en que su llamado lo ha hecho Dios y que la Patria se le encomienda para la defensa constitucional de la soberanía y del pueblo.xxxvii

El joven vocacionado a la vida militar debe estar inspirado por unos valores que le permitan responder a ese llamado con una integridad absoluta ante Dios, las instituciones castrenses y de policía y la sociedadxxxviii

a. El respeto a la dignidad de la persona humana y sus derechos, porque todo hombre es “imagen de Dios e hijo de Dios”, máxime cuando los que se incorporan en las FF.MM están para defender la Constitución y las leyes, la vida, honra y bienes de los ciudadanos, con responsabilidad y profesionalismo.

b. Cumplidores de las normas y principios éticos desde su conciencia.c. Ser constructores cualificados de una nueva sociedad, más justa, más

solidarias, más fraternal.d. Ser fieles garantes e infatigables “artesanos de la paz”.e. Ser servidores permanentes del Bien Común, que solo se da cuando a todos

los ciudadanos se les reconocen y se les garantizan plenamente sus derechos, favoreciendo y defendiendo la democracia participativa, únicamente posible en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana.

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“Ciertamente no existe ninguna dificultad de fondo, para poder juntar la vocación militar y la vocación cristiana”. Esta última afirmación se sustenta desde la perspectiva de la vida cristiana como “Milicia”. Los argumentos válidos de esta expresión los encontramos en las siguientes citas bíblicas:

1. Salmo 7, 10-152. Job. 7,1 ; 14,143. Salmo 18, 2-44. Sab. 5, 13-235. Lc. 2, 146. Jn. 14, 277. Jn. 16,338. Ef. 2,149. 2 Cor. 10,410.1. Tim. 1,1811.Ef. 6, 10-1712. Ap. 11, 11.12.15-1813. Ap. 12, 10.12; 14, 1-5

Para finalizar esta postulación se presenta el ejemplo del Centurión Romano. El Nuevo Testamento se refiere a un centurión (Cfr. Mc. 15,39) que estaba bajo la cruz de Jesús. Tenía el mando de los soldados encargados de crucificar a Cristo. Por la muerte de Jesús y los acontecimientos que siguieron reconoció en Él al Hijo de Dios (Cfr. Mt. 27,54). Hizo pues una manifestación pública de FE.

IX. Recomendaciones Pastorales

o A partir de la importancia de la vida militar en la Sagrada Escritura, en la cual el ejército de Israel, luchaba con el fin de permanecer fiel al Único Dios, que guía y acompaña permanentemente a su pueblo, vivir como Presbíteros un proceso de conversión pastoral, que permita pasar del concepto de “Capellán” a “Párroco

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Castrense”, con la certeza y compromiso de permanecer junto a nuestro Militares y Policías, en un acompañamiento permanente como verdaderos discípulos de Jesucristo.

Así mismo, seguir el ejemplo de los primeros misioneros que evangelizaron las tierras americanas no sólo con el compromiso del anuncio del Evangelio, son que sobre todo con el acompañamiento y lucha por la defensa de los indoamericanos, a costa de luchas y sufrimientos. Del mismo modo el Párroco Castrense debe estar comprometido con Unidad militar o Policial, como verdadero Pastor que cuida a sus ovejas, a ejemplo y gracia de Cristo el buen Pastor.

o Acompañar a los militares y policías en una comprensión altruista y necesaria de su función, propiciando instancias de encuentros que permitan acercar al Párroco Castrense hasta ellos y les ayuda a en sus principios éticos, militares y cristianos.

o Acerca de las Fuerzas Armadas, como Institución, Santo Tomás de Aquino, el sol de la Teología Católica, ya en el siglo XIII enseñaba: "... los guerreros son una parte necesaria en el Estado, cuyo fin es el de proteger a las otras partes de los atacantes. Para esto hay militares en una nación, para que puedan contener a los enemigos de su patria; y por ello al ascender a un grado militar se obligan, con juramento, a no rehuir la muerte por su patria... por lo tanto, el guerrero es necesario para la república, y una parte principal de la política; porque su oficio es asistir al gobernante en la ejecución de la justicia, y luchar fiel y constantemente contra los enemigos, para conservar la patria" (Opúsculo sobre el gobierno de los príncipes L. IV, c. 24).

o Desmontar la idea, si así ocurriese, de que el militar no se involucra en lo religioso, o cómo piensan algunos, que la espiritualidad y religiosidad entra en contradicción con la vida militar. Más bien acompañar al militar y al policía hacia un camino de conversión y cumplimiento de su misión desde la fe.

La historia de la Iglesia, ya desde sus mismos orígenes evangélicos, se ha encontrado directamente con los militares y muchos de ellos han sido objeto de una especial predilección. Por eso no podemos olvidar aquel encuentro entre Jesús y el Centurión en el que el militar solicita humildemente que Jesús atienda a uno de sus servidores y, cuando Jesús está por ir, este hombre dice aquellas memorables palabras que repetimos siempre en la misa: "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, de solo una palabra y mi criado sanará ", y la elogiosa respuesta del Señor: "Os digo, ni en Israel he encontrado una fe tan grande (Cfr. Lc 7, 6ss),

o La creación o motivación de una conciencia de militar como vínculo de paz y no como opresor o individuo inhumano. Para esto se recomienda un acompañamiento continuo y hasta personalizado en ciertos casos.

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"Los que al servicio de la Patria se hallan en el ejército, considérense instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando bien esta función contribuyen realmente a estabilizar la paz" (GS 79).

o Es importante que en el proceso formativo de los militares se les inculque una moral de visión cristiana, comprensible y coherente.

"La moralidad de la profesión de los militares, está vinculada a un ideal de servicio a la paz en cada una de las comunidades nacionales, y todavía más en el contexto internacional. La lógica del servicio, es decir, del compromiso en favor de los demás, es fundamental en la visión cristiana de la vida.

o Se recomienda, muy encarecidamente, que allí donde los militares, como seres humanos son más sensibles, allí sean los primeros lugares desde donde se les acompañe… es decir, desde los hospitales, desde las funerarias, y desde sus familias; y ya en dichas familias, desarrollarles un servicio catequético y evangelizador especial para ellos.

o Realizar jornadas de oración, encuentros litúrgicos especiales y acompañamiento de su fe, son realidades que serán fundamentales en el desarrollo de una vida cristiana de cualquier militar, por eso el don de iniciativas es importante en la implementación de cualquier plan de pastoral castrense.

o Una Espíritu Misionero. Aunque por su naturaleza, no se pretenderá que los militares salgan a las calles a misionar, sin embargo, los que se vayan convirtiendo tienen el deber y la motivación de cómo militares activos poder servirle de modelo y testimonio a los que aun se quedan rezagados y no desean participar de una vida militar y cristiana. Así el capellán se encargar de ayudar a los militares evangelizados para que ellos a su vez sean misioneros internos que ayudan a mover a otros.

o Estar atentos para prestar como servicio a la institución una formación en valores, que no necesariamente es evangelización pura y simple, si no que va más por la dimensión ética y que bien el Capellán Castrense puede desempeñar.

o Promover la vocación Sacerdotal. Aunque parezca lógico, se debe resaltar la necesidad que hay de que surjan vocaciones del mismo seno de la institución donde se presta servicio, Militares que conocen bien el oficio, y que quieren servirle a la institución desde una vocación aún mayor.

o En nuestro trabajo es importante agregar un capitulo que contenga las citas bíblicas respecto a la vida militar y policial. Sin embargo nos pareció que era redundar en el tema ya que se encuentra muy bien detallado en el libro “Oraciones y Celebraciones en el ámbito Militar y policial en América Latina y el

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Caribe. De la Colección Documentos Celam N° 192 del Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo; Área Pastoral Castrense. Por cuanto recomendamos, como lectura y mayor profundización de nuestro trabajo, todo el capítulo 5° de este libro, llamado “Dios nos habla. La Palabra de Dios en el ámbito Militar y Policial.

Conclusión

Todos los relatos que encontramos en el libro del Génesis y de las Crónicas, son una catequesis para que el hombre obedezca a Dios.

Así mismo, los profetas serán los que le recuerden, al pueblo este compromiso, sobre todo cuando el pueblo se olvida o desvía del camino trazado por Dios.

A nuestra pregunta inicial de nuestro trabajo de que si la vida militar es compatible con la vida de la fe, nos damos cuenta de que si lo es; aún más, a lo

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largo de la Sagrada Escritura es clara la línea de mando al que el pueblo debe seguir de manera concreta, con sus altos y sus bajos, así como un soldado sabe reconocer y obedecer a su Comandante y no a otro. Es a él a quién obedece y desarrolla toda su vida de una manera fielmente subalterna, en el cumplimiento fiel de servicio a los suyos y a su Patria.

El monoteísmo bíblico quiere decir “tengo un sólo General”, “un solo Comandante” a quién únicamente obedece. Así un militar y/o un policía sabe que tiene que obedecer al único Dios, de su fe, también en su vida castrense; y no abstraerse de ella.

Nuestra conclusión es que lo religioso se identifica, plenamente con lo militar.

Generalmente se identifica la Milicia y la vida Policial, con el atropello a la Paz. Ya los romanos, en su tiempo, afirmaron: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Por eso la vida Militar y policial, no es enemiga de la paz. Por el contrario, toda su preparación y vida es para preservar la paz, que nos ha dejado nuestro Señor Jesucristo: “la paz les doy, la paz les dejo.

Cristo, nuestro Señor, el Kirios, es decir “Señor”, evoca un concepto militar. “El Señor”; por eso quienes creyeron en Él, como el Kirios, fueron insurrectos ante las autoridades de su época, por tratar y seguir a Jesús-el Señor, desconociendo la autoridad religiosa y política, de ese entonces. Es Pilatos que al preguntar a Jesús “eres Rey”, le está preguntando, eres Rey, eres tú la Ley, eres Tú el Comandante en Jefe a quién debemos obedecer. Jesús le responde con un lenguaje sencillo y con matiz militar: “mis ovejas escuchan mi voz y me obedecen”. Así la vida espiritual y militar tiene su acento en la escucha y obediencia que proviene de la Verdad.

Es en nuestra vida de párrocos castrenses que se identifica el ministerio del Sacerdocio de Cristo, junto y muy unido al espíritu castrense en el servicio y acompañamiento de nuestros hombres y mujeres de armas y policías, el que nos compromete caminar juntos con ellos para construir la paz y solidificando en nuestras unidades y cuarteles el Reino de Dios que un día esperamos alcanzar.

Finalmente, deseamos que nuestros militares y policías estén siempre acompañados de la Palabra de Dios; no sólo transmitidas por nuestros párrocos castrenses y agentes pastorales, sino mediante la lectura atenta de la Biblia, como compañera de vida permanente, de tal modo que, así como Dios guio y acompañó a su antiguo pueblo; hoy nos guíe y acompañe, en nuestras constantes lucha que el mundo de hoy nos ofrece y hacer de nuestra Iglesia Castrense de América y el Caribe un verdadero camino de discípulos misioneros, que creen y edifican con la Gracia de Jesús, el Señor, su reino de Paz.

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Referencias Bibliográficas

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