carvajal, f. - la convulsión coliza. notas sobre yeguas del apocalipsis - [artículo]

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19 Fernanda Carvajal 2 E n 1988, Francisco Casas y Pedro Le- mebel se montaron sin ropa sobre una yegua. A lento galope, entraron a la Universidad de Chile para re-fundarla. Bus- caban reiterar el gesto fundacional de Pedro de Valdivia cuando irrumpió en Santiago y la decretó capital del Reyno de Chile, trocando el ademán poderoso y viril del conquistador en armas, por la vulnerabilidad de la desnu- dez. Los dos cuerpos acoplados, escenifica- ban la montura en el sentido sexual y militar del término haciendo ingresar desobediente- mente el deseo homosexual al espacio uni- versitario doblemente disciplinado: regido por la dicotomía razón/sensibilidad omi- tiendo el cuerpo y el deseo en sus dominios, a la vez que intervenido y vigilado por el ré- gimen militar. Con esta acción las Yeguas del Apocalipsis entraban a escena por primera vez. Es difícil hacer calzar bajo una sola categoría el tra- bajo que desarrolló este dúo, escurridizo a las etiquetas que les han atribuido tanto el discurso artístico y la crítica cultural, como el movimiento homosexual, con el cual tuvieron una relación continuada pero en tensión. Las Yeguas del Apocalipsis inscribieron en el es- pacio público una corporalidad anfibia y una praxis que contribuyó a abrir un espacio de inteligibilidad para la diversidad sexual. Sería un contrasentido acotar el trabajo del dúo a un género artístico, pues sus intervenciones atravesaban desde el testimonio político hasta performances paródicas del traves- tismo prostibular. 3 Su activismo político tam- poco es legible en términos partidarios, ni en los códigos tradicionales de la protesta o el panfleto clásicamente militante. Uno de los primeros abordajes del trabajo del dúo proponía la categoría de travestismo latinoamericano. Richard (1993) concebía el travestismo en términos de simulacro, identi- dad residual y ejercicio citacional, en una su- perposición de las reflexiones de Baudrillard y Derrida, que puede considerarse un “anti- cipo local de las futuras nociones del género como construcción performativa”. 4 Sin em- bargo, en ese discurso, el travesti era en algún punto subordinado, “estetizado” en términos de un doblaje femenino: de un su- jeto que se calza máscaras y ropajes de mujer y podía así ser concebido estratégica- mente, como contrapartida femenina a un poder gay supuestamente masculinizado. 5 No entraremos aquí en la amplia discusión local sobre la categoría travestismo. 6 Sólo queremos retener que ésta resulta insufi- ciente para abordar el trabajo de las Yeguas del Apocalipsis. Para Casas, la categoría de travestismo terminó por desplazar el análisis crítico del heterogéneo corpus de interven- ciones del dúo y habría invisibilizado el cos- La convulsión coliza 1 Notas sobre las Yeguas del Apocalipsis 1> En Chile, “coliza” es un vocablo coloquial que se utiliza para referirse a los homosexuales. Pertenece a un conjunto de palabras del lunfardo local que comienzan con “col”: cola, colita, coliza, colizón, coliguacho, colipato. 2> Fernanda Carvajal es socióloga y miembro de la Red de Conceptualismos del Sur. 3> Sutherland, Juan Pablo. Nación Marica. Prácticas Culturales y Crítica Activista, Santiago, Ripio Ediciones, 2009. 4> Rivas, Felipe. “Performatividad y Subversión sexual en la teoría del arte chileno de los 80’”, Santiago, 2009. Inédito. 5> Richard menciona el primer Encuentro de Homosexuales realizado en Concepción en 1991, situando al travesti como figura que dislocaba la política masculinista y partidista dentro del mundo gay (aludiendo al Movimiento de Liberación Homosexual, MOVILH). Richard, Nelly. Masculino/Femenino, Santiago, Francisco Zegers Editor, 1993. 6> Ver Rivas, op. cit. ramona_99_abril2010 4/4/10 11:49 PM Page 19

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    Fernanda Carvajal2

    En1988, Francisco Casas y Pedro Le-mebel se montaron sin ropa sobre unayegua. A lento galope, entraron a laUniversidad de Chile para re-fundarla. Bus-caban reiterar el gesto fundacional de Pedrode Valdivia cuando irrumpi en Santiago y ladecret capital del Reyno de Chile, trocandoel ademn poderoso y viril del conquistadoren armas, por la vulnerabilidad de la desnu-dez. Los dos cuerpos acoplados, escenifica-ban la montura en el sentido sexual y militardel trmino haciendo ingresar desobediente-mente el deseo homosexual al espacio uni-versitario doblemente disciplinado: regidopor la dicotoma razn/sensibilidad omi-tiendo el cuerpo y el deseo en sus dominios,a la vez que intervenido y vigilado por el r-gimen militar.Con esta accin las Yeguas del Apocalipsisentraban a escena por primera vez. Es difcilhacer calzar bajo una sola categora el tra-bajo que desarroll este do, escurridizo alas etiquetas que les han atribuido tanto eldiscurso artstico y la crtica cultural, como elmovimiento homosexual, con el cual tuvieronuna relacin continuada pero en tensin. LasYeguas del Apocalipsis inscribieron en el es-pacio pblico una corporalidad anfibia y unapraxis que contribuy a abrir un espacio deinteligibilidad para la diversidad sexual. Sera

    un contrasentido acotar el trabajo del do aun gnero artstico, pues sus intervencionesatravesaban desde el testimonio polticohasta performances pardicas del traves-tismo prostibular.3 Su activismo poltico tam-poco es legible en trminos partidarios, ni enlos cdigos tradicionales de la protesta o elpanfleto clsicamente militante.Uno de los primeros abordajes del trabajodel do propona la categora de travestismolatinoamericano. Richard (1993) conceba eltravestismo en trminos de simulacro, identi-dad residual y ejercicio citacional, en una su-perposicin de las reflexiones de Baudrillardy Derrida, que puede considerarse un anti-cipo local de las futuras nociones del gnerocomo construccin performativa.4 Sin em-bargo, en ese discurso, el travesti era enalgn punto subordinado, estetizado entrminos de un doblaje femenino: de un su-jeto que se calza mscaras y ropajes demujer y poda as ser concebido estratgica-mente, como contrapartida femenina a unpoder gay supuestamente masculinizado.5

    No entraremos aqu en la amplia discusinlocal sobre la categora travestismo.6 Sloqueremos retener que sta resulta insufi-ciente para abordar el trabajo de las Yeguasdel Apocalipsis. Para Casas, la categora detravestismo termin por desplazar el anlisiscrtico del heterogneo corpus de interven-ciones del do y habra invisibilizado el cos-

    La convulsin coliza1

    Notas sobre las Yeguas del Apocalipsis

    1> En Chile, coliza es un vocablocoloquial que se utiliza para referirse a loshomosexuales. Pertenece a un conjuntode palabras del lunfardo local quecomienzan con col: cola, colita, coliza,colizn, coliguacho, colipato.2> Fernanda Carvajal es sociloga ymiembro de la Red de Conceptualismosdel Sur.

    3> Sutherland, Juan Pablo. NacinMarica. Prcticas Culturales y CrticaActivista, Santiago, Ripio Ediciones, 2009.4> Rivas, Felipe. Performatividad ySubversin sexual en la teora del artechileno de los 80, Santiago, 2009. Indito.5> Richard menciona el primer Encuentrode Homosexuales realizado enConcepcin en 1991, situando al travesti

    como figura que dislocaba la polticamasculinista y partidista dentro delmundo gay (aludiendo al Movimiento deLiberacin Homosexual, MOVILH).Richard, Nelly. Masculino/Femenino,Santiago, Francisco Zegers Editor, 1993.6> Ver Rivas, op. cit.

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  • tado ms radical de su trabajo. Accionescomo la lectura del Informe Rettig (1991)7 ola performance a Sebastin Acevedo enConcepcin (1993), entre otras, desborda-ran el travestismo.Por su parte, en un texto reciente Mellado,analiza el trabajo de Carlos Leppe, Juan D-vila y las Yeguas del Apocalipsis, en trminosde lo que l entiende como obras y discur-sos proto-queer. Esta nocin buscara desig-nar prcticas que segn Mellado, no habranestado articuladas ni con una militancia ho-mosexual explcita, ni con un discurso te-rico-conceptual sistematizado y que habransostenido de manera implcita en su dia-grama elementos que sern prosteriormentereivindicados como teora queer.8 AunqueMellado explica las condiciones de emergen-cia de la triloga Leppe-Dvila-Yeguas delApocalipsis en el escenario dictatorial; la ca-tegora proto-queer termina por estableceruna relacin a priori entre la teora queer (ylas experiencias que la retroalimentaron) ylas prcticas que surgieron en Chile desdefines de los aos setenta.La categora de travestismo y la nocin proto-queer son parciales y ponen distintos nfasisque nos parece necesario explicitar y revisar.Por otro lado, cabe notar que descontando lafotoperformance Las dos Fridas, que hasido objeto de diversos textos, poca atencincrtica se ha puesto a otras intervenciones deldo. Aqu planteamos hiptesis todava inicia-les, que sostienen que sera necesario volvera las obras y al discurso de las Yeguas delApocalipsis, subrayando la singularidad de suprctica, pues es ah donde se encuentranaquellas zonas indciles que desafan los re-latos ya asentados. En los siguientes aparta-dos analizaremos el nombre del do como un

    enunciado que produce una particular subjeti-vidad, para luego abordar la intervencin Laconquista de Amrica.

    Las paradojas del nombreEn su Lenguaje, poder, identidad, Judith Bu-tler se pregunta por el poder de herir quetiene el lenguaje. Por la fuerza que ciertosnombres ofensivos ejercen sobre los sujetosque apodan, dandolos. Al mismo tiempoque degradan, paralizan o causan dolor, losnombres insultantes pueden ofrecer una po-sibilidad de existencia social: ser interpeladoes que se le otorgue a uno el nombre por elcual su propia existencia se vuelve posible.As, una injuria puede venir a quebrar el si-lencio sobre aquellos cuya persona fsica noha sido an nombrada, ingresndolos alcampo de lo reconocible.La palabra injuriosa existe porque ha sidoreiterada una y otra vez, porque tiene unavida, una temporalidad abierta que excedecada interpelacin puntual. Entonces, en lamedida en que es un enunciado performa-tivo, sera tambin una palabra sujeta a re-significacin, que puede ser reapropiada ycitarse contra sus propsitos originales.Los nombres ofensivos tienen una historiaimplcita que se invoca y se consolida al pro-nunciarlos, portando consigo residuos trau-mticos. El nombre yegua es una figura desometimiento sexual, la yegua es siempre lamontada en el sentido sexual y militar deltrmino. Este es el residuo traumtico queretorna y opera en los usos latinoamericanosdel trmino, donde yegua designa tanto a lamujer exuberante, como a la mujer vulgar oal homosexual. Casas y Lemebel le disputa-ban as al discurso machista un insulto degnero femenino, al tiempo que se apropia-

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    7> Informe elaborado en Chile entre 1990y 1991 por la Comisin de Verdad yReconciliacin sobre las violaciones a losderechos humanos durante la dictadurade Augusto Pinochet.

    8> Mellado, Justo Pastor. El verbo hechocarne. De la vanguardia genital a lahomofobia blanda en la plstica chilena,en Aliaga, Juan Vicente (ed.). En todaspartes. Polticas de la diversidad sexual en

    el arte, Santiago de Compostela, CentroGalego de Arte Contemporneo, 2009.Agradezco a Fernando Davis el acceso aeste texto.

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  • ban de la figura del Apocalipsis, traducidapor ellos como una referencia al SIDA, queen ese momento careca de tribuna poltica.Por otro lado, al revisar las entrevistas al doen la prensa de oposicin de la poca, seaprecia que la demanda de autodefinicin,es resuelta por Casas y Lemebel con un dis-curso donde la identidad de gnero en trmi-nos binarios parecera estar constantementedesplazada, a la vez que se desmarcaban dela figura del gay, que vean como una posi-cin asociada al mercado y al poder mascu-lino. As, en una entrevista publicada el 1989,el periodista interroga: Por qu yeguas?.El do responde: Yegua, yagua, yagana opiel roja. T sabes que las machis eran ma-ricas? Nosotros somos chamanas sexuales,iniciadoras de hombres Dos maricas.9

    Ante la pregunta por la identidad, aparece noslo una declaracin pblica de homosexuali-dad todava excepcional en el Chile de lapoca, si no a la vez, una respuesta sustitu-tiva. As lo muestra la serie yegua, yagua, ya-gana, que habilita la asociacin de lasyeguas con etnias que estaban extinguin-dose. Y es que Lemebel y Casas definen lamarginalidad de su identidad de gnero, encontigidad con la marginalidad econmica ytambin racial: Si eres araucano; homose-xual y mapuche, y adems pobre, significadoble o triple marginalidad.10 Por otra parte,en la respuesta haban contradicciones en elgnero gramatical: nosotros somos chama-nas, disolviendo el ensamblaje heteronorma-tivo entre sexo y gnero. La respuesta no fijaun referente, sino que produce mltiples iden-tificaciones que no pueden trabarse en unaidentidad indivisa, a la vez que pone en mar-cha una forma de catacresis. Pues los insul-tos yegua, marica son tambin un modo decatacresis: la ofensa como acto de habla per-

    formativo puede darle una existencia social alcuerpo pero de un modo paradjico: Tal actode habla le puede poner a uno en su puesto,pero ese puesto puede no tener lugar.11

    Este lugar social imposible ha quedado ins-crito en las tensiones que tuvo el do con elmundo de la oposicin a la dictadura. As,aunque la relacin de Casas y Lemebel conemblemticos miembros del PC como GladysMarin era viable y pblica, dentro de la estruc-tura partidaria eran una figura imposible,como lo demostr la irrupcin del do en elEstadio Santa Laura en un acto masivo delpartido donde tras la injuria pblica, Casas yLemebel salieron fsica y moralmente daa-dos. Aun as, el do gener un discurso depermanente identificacin y desindentificacincon diversos sectores subalternos, actuali-zando as la problematizacin de un sujetopoltico plural, que aunque de otra manera, yaestaba presente desde los primeros ochenta,en el movimiento popular, en las agrupacionesfeministas, de jvenes y pobladores, cuyoscaminos como alternativa a la dictadura neoli-beral, fueron descartados en el proceso pac-tado de recuperacin democrtica.

    La conquista de AmricaEl 12 de octubre de 1989, en la Comisin deDerechos Humanos, las Yeguas del Apoca-lipsis realizaron la intervencin La conquistade Amrica, tambin conocida como Lacueca del maricn.Para comprender esta accin hay que consi-derar algunos antecedentes del baile, queaqu slo mencionamos brevemente. Lacueca como danza que consuma la con-quista amorosa de un hombre hacia unamujer, ha estado orientada hacia criterios deperformatividad social que reiteran y repro-ducen la heteronormatividad. En los aos

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    9> Salas, Favio. Las Yeguas delApocalipsis, en Revista Cauce, N 204,Santiago, 1989, p. 27.10> Brescia, Maura. Las Yeguas del

    Apocalipsis en una accin de arte, enDiario La poca, Santiago, 17 octubre de1989, p. 27.11> La catacresis es una metfora que

    consiste en el uso de una palabra con unsentido diferente del que le correspondecon el fin de nombrar una cosa quecarece de nombre particular.

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  • sesenta la artista y folklorista Violeta Parra,instala una fisura en el baile criollo reiterandola coreografa en soledad para escenificar lafigura de la mujer popular sola; madre y tra-bajadora. Se trataba de una dramatizacindel abandono o la espera amorosa, dondequedaba implicado el deseo por el ser que-rido ausente. Durante la dictadura, la cuecafue declarada baile nacional y reclamada ascomo signo folklrico por el rgimen. Almismo tiempo, en actos y manifestacionesde agrupaciones de mujeres y familiares dedetenidos desaparecidos, la cueca sola eracitada y reapropiada como un dispositivo ala vez ntimo y pblico, donde la coreografadel cuerpo, antes que la consigna discursiva,escenificaba el drama de los desaparecidos.La mujer que baila la cueca sola, contorneaotro cuerpo ausente ante el que es vulnera-ble no slo por dolor, sino tambin por eldeseo que esa ausencia compromete. Porotro lado, las madres y esposas chilenas bai-laban la cueca sola vestidas de negro, comoviudas, lo que tornaba nefasta la evocacinejercida por el baile, pues se trataba no slode una ausencia, sino de la desaparicin for-zada del ser querido que de pronto se con-vierte en fantasma, en espectro.La violencia ejercida en los centros de de-tencin de la dictadura consista en la supre-sin de la identidad. Recordemos que elprimer hito en los centros de detencin erasustraer al prisionero su nombre que, comovimos, es quiz el principal configurador dela existencia social. Si la persona quedabareducida a puro cuerpo, desde el punto devista de la violencia, parecera que no haydao posible, pues la violencia se ejerceracontra sujetos irreales, contra vidas ya nega-das, que nunca habran existido: la desreali-zacin del otro seala Butler en susreflexiones sobre el duelo quiere decir queno est ni vivo ni muerto, sino en una inter-

    minable condicin de espectro.12As, si esque hay una configuracin del desaparecidoen la cueca sola, sta alude a esa violentadesrealizacin del sujeto, que queda en unazona liminal, para el cual incluso la muerte yel duelo quedan despojados de realidad.La pregunta por los lmites que definen quduelos, qu prdidas podemos reconocercomo prdidas, es uno de los ejes que atra-viesan la intervencin que las Yeguas delApocalipsis realizaron en la Comisin de De-rechos Humanos.Casas y Lemebel estaban sentados a un cos-tado de la sala, inmviles y descalzos, consobrios pantalones negros y con un personalestreo adherido al pecho descubierto, quereproduca una cueca que slo ellos escucha-ban. Al frente de ellos, en el piso haba unmapa de Amrica Latina dibujado y sobre l,vidrios trizados. A las 12:00 del da se levan-taron, alzaron un pauelo blanco y comenza-ron a bailar cueca con todas las figuras, elocho, el semicrculo, las vueltas. El baile fuetomando vigor paso a paso mientras el mapase tea de rojo.Es posible pensar la intervencin de Casas yLemebel como una somatizacin del duelopara subrayar la certeza del dolor frente aprdidas que parecen irreales. En un gestosacrificial, el do cita la cueca sola y la rei-tera como baile tajante; materializando aqueldolor, llevndolo a la fisicalidad del corte.Citar la figura de la viuda, de la mujer dolienteque baila sola, era somatizar el dolor hacin-dolo propio, al tiempo que extendan el re-clamo de justicia por los desaparecidospolticos, a homosexuales asesinados impu-nemente en Amrica Latina. Lemebel yCasas hablaban de homodictadura para re-ferirse a dichos crmenes y agregaban: Poreso la lectura de las yeguas es un poco cris-tiana, somos el cuerpo flagelado annimo,tambin esos crmenes son polticos. Por eso

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    12> Butler, Judith. Lenguaje, poder eidentidad, Madrid, Sntesis, 1997, p. 15.

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    las yeguas bailamos la cueca del maricnsolo en la Comisin de Derechos Humanos ygritamos: Compaero Mario, alias La Rucia,cado en San Camilo Presente!.13

    Haba aqu una alusin a la criminalizacinde la homosexualidad14 que contribuy adejar impunes diversos crmenes contra ho-mosexuales, que no figuraban como sujetosde derecho capaces de reclamar justicia porla violencia as ejercida contra ellos, dificul-tando que esas prdidas y esos crmenesfueran reconocidos como tales. As lo apuntaLemebel cuando subraya la complicidad me-ditica con la violencia: Recientemente enesta pactada democracia, el mismo peri-dico populachero enarbolando otro cuerpoinerte declara: Crimen pasional entre colitas.Este sucio mecanismo de encubrimiento ()se us en los primeros aos dictatoriales:Enfrentamiento entre terroristas.15

    Pero tambin, la cueca de Lemebel y Casasdesorientaba la trayectoria (heterosexual) deldeseo: dramatizaba un cortejo entre doshombres que extraviaba los cuerpos y de-seos con que el baile criollo ordena y per-forma el gnero segn el binomiomasculino/femenino. Y era tambin, la esce-nificacin del doloroso peligro de ese cortejo,custodiado por el contagio del SIDA en laconfusin de los flujos sanguneos que se fil-tran por las incisiones de la piel cortada porlos vidrios: aparecan as otras prdidas, las

    de aquellos devastados por la enfermedad.Por ltimo, esta accin, al darle relieve al lazoentre duelo y deseo, habilitaba una relecturade la cueca sola bailada por mujeres. A pesarde los conflictos que gener este evento conun sector del feminismo, que acus al do decopar espacios ganados por las mujeres, oquiz por ello, puede pensarse que lo pertur-bador de esta accin es que permitira ampli-ficar la construccin de las identificacionesde la mujer que resiste a la dictadura; no slocomo madre, casta viuda, hermana, hija,todas figuras des-erotizadas, abnegadas,acordes a la moral militante. Tuvo que venirun do de maricas a subrayar el deseo er-tico sedimentado en la coreografa de lacueca, para recuperar las filiaciones entreduelo, vulnerabilidad y deseo.Las Yeguas del Apocalipsis instalaron en elescenario social el reclamo civil de derechosjunto a una corporalidad ldica y lcida, querebata cualquier postura que defendiera lahomosexualidad como algo homogneo. Ylo hicieron desde una subjetividad pluralcapaz de identificaciones inesperadas peroque resignificaban permanentemente su dis-curso poltico as, la identificacin colita/te-rrorista, impregna una vez ms su contiendade un discurso antidictatorial y antineolibe-ral a partir de gestos que des-montaban,jugaban en y disputaban por los lmites quedefinen el campo de lo inteligible.

    13> Butler, Judith. Vida precaria. El poderdel duelo y la violencia, Buenos Aires,Paids, 2006, p. 60.14> Salas, op. cit.

    15> El entonces vigente artculo 365criminalizaba las relaciones entrepersonas adultas del mismo sexo.16> Lemebel, Pedro. Los Mataron por

    atrs, en Revista Pgina Abierta, N 29,Santiago, 1990, p. 20.

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