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Manila, 27 de diciembre de 2013 Feliz Tu porque has creído CARTA DEL AÑ0 2014 Terminamos un año de gracia en muchos sentidos. Un aire fresco ha entrado en la Iglesia que ha abierto la puerta a la esperanza. Gestos sencillos, que marcan un horizonte de cambios más profundos, gestos evangélicos, que nos ayudan a ir a lo esencial del mensaje cristiano, gestos proféticos, que dan prioridad a los pobres y a los marginados, gestos que han ido acompañando no solo la vida de la Iglesia, sino también la de muchos hombres y mujeres de buena voluntad que han intuido que algo nuevo puede estar naciendo. También ha sido un año en el que nos hemos sentido unidos en una misma llamada: reactualizar nuestro deseo de practicar la justicia, de amar la misericordia, y de caminar humildemente con Dios. Ojalá hayamos terminado el año proclamando con María: “El Señor ha hecho en nosotros y en nuestro mundo obras grandes, ha ensalzado a los humildes y ha colmado de bienes a los hambrientos” 1 . La XVII Asamblea General nos ha dejado orientado un nuevo empeño común para el año 2014: la oración. Que en palabras de Pedro Poveda, es la única fuerza de que dispone la Obra teresiana. Esta propuesta de la Asamblea es una oportunidad para profundizar en una dimensión esencial de nuestra vocación y de nuestra espiritualidad: la oración. Y para ello volvemos a la experiencia de los primeros discípulos que, como nosotros hoy, necesitaban saber cómo rezar y se atrevieron a interrogar a Jesús: “Señor enséñanos a orar” 2 . Su respuesta va a guiar nuestro caminar en este nuevo año. 1. SEÑOR, ENSEÑANOS A ORAR La oración cristiana se funda en Jesús. De ahí que busquemos en los evangelios el modo como Jesús habla, expresa, orienta la oración de sus discípulos y vive él mismo la experiencia de la oración. 1 Lc. 1,49-53 2 Lc. 11,1 Via Clitunno 33-35 I - 00198 ROMA Tel. 39-068443546 Fax 39-068443535

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Manila, 27 de diciembre de 2013 Feliz Tu porque has creído

CARTA DEL AÑ0 2014

Terminamos un año de gracia en muchos sentidos. Un aire fresco ha entrado en la Iglesia que ha abierto la puerta a la esperanza. Gestos sencillos, que marcan un horizonte de cambios más profundos, gestos evangélicos, que nos ayudan a ir a lo esencial del mensaje cristiano, gestos proféticos, que dan prioridad a los pobres y a los marginados, gestos que han ido acompañando no solo la vida de la Iglesia, sino también la de muchos hombres y mujeres de buena voluntad que han intuido que algo nuevo puede estar naciendo. También ha sido un año en el que nos hemos sentido unidos en una misma llamada: reactualizar nuestro deseo de practicar la justicia, de amar la misericordia, y de caminar humildemente con Dios. Ojalá hayamos terminado el año proclamando con María: “El Señor ha hecho en nosotros y en nuestro mundo obras grandes, ha ensalzado a los humildes y ha colmado de bienes a los hambrientos” 1. La XVII Asamblea General nos ha dejado orientado un nuevo empeño común para el año 2014: la oración. Que en palabras de Pedro Poveda, es la única fuerza de que dispone la Obra teresiana. Esta propuesta de la Asamblea es una oportunidad para profundizar en una dimensión esencial de nuestra vocación y de nuestra espiritualidad: la oración. Y para ello volvemos a la experiencia de los primeros discípulos que, como nosotros hoy, necesitaban saber cómo rezar y se atrevieron a interrogar a Jesús: “Señor enséñanos a orar”2. Su respuesta va a guiar nuestro caminar en este nuevo año.

1. SEÑOR, ENSEÑANOS A ORAR

La oración cristiana se funda en Jesús. De ahí que busquemos en los evangelios el modo como Jesús habla, expresa, orienta la oración de sus discípulos y vive él mismo la experiencia de la oración.

1 Lc. 1,49-53 2 Lc. 11,1

Via Clitunno 33-35 I - 00198 ROMA Tel. 39-068443546 Fax 39-068443535

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Cuando los discípulos le piden a Jesús, no tanto que les enseñara una oración, sino que les enseñara a orar, la respuesta es un camino y una orientación fundamental, les invita a decir “Abba, Padre” y a entrar en una relación filial con Dios, la que El mismo vivía.

De hecho, nos reconocemos cristianos

en el Padrenuestro. En los primeros

tiempos de la Iglesia, los catecúmenos sólo la podían decir después de haber

recibido el bautismo, porque era un signo de identidad, una expresión de pertenencia a la comunidad de los discípulos del Resucitado.

En ese sentido el Padrenuestro es la mejor iniciación al arte de la oración, es una manera nueva de dirigirnos a Dios, iniciada por Jesús y que se nos ha trasmitido de generación en generación. Esa «oración por excelencia», mediante la cual Jesús nos «conduce hacia la claridad perfecta de la oración» como dice Bonheffer3.

Dejémonos guiar como los discípulos, como las primeras comunidades, y acojamos aquellas actitudes que nos pueden ayudar este año a profundizar en nuestra experiencia de oración.

1.1 Shema’Israel, “Escucha Israel”

Para el pueblo de Israel la fe es fundamentalmente una experiencia de escucha, de apertura, de acogida, porque Yavé, el Dios liberador en el que ha puesto su confianza, es un Dios que se deja conocer y reconocer, un Dios de relación y de comunicación. En Jesús esta relación con Dios se hace más cercana hasta el punto de poder llamar a Dios “Abba, Padre”, fruto de la confianza, el abandono y la entrega, de un amor que se hace presencia, comunión y diálogo. La oración cristiana es ante todo escucha y acogida de una presencia. Aparentemente algo sencillo pero a veces laborioso porque exige capacidad de silencio, de interioridad, de soledad. No podemos vivir solamente de exterioridad, necesitamos cuidar esa dimensión interior, profunda, invisible, aparentemente fugaz pero muy real que es nuestra interioridad. La oración escribe la filósofa Simone Weil, es “la plenitud de la atención”. Andamos ajetreados en miles de actividades que nos impiden vivir desde dentro, y podemos perder la capacidad de escuchar, de acoger la vida desde nuestra interioridad. Hoy se ha hecho más necesario que nunca el tener experiencia personal de Dios. Experiencia personal al estilo de Pedro Poveda, “con la cabeza y el corazón”. Porque es teoría y es práctica; es concepto y es vivencia, pero vivencia que integra

3 D. Bonhoeffer, El precio de la gracia, Salamanca 1968, 175-179

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las diferentes dimensiones de la persona. Es desear establecer una relación de amistad con quien sabemos nos ama, con quien sabemos despierta nuestros deseos más hondos. Porque sin experiencia personal de Dios es bien difícil alcanzar, o mantener, una fe profunda en una existencia que el día a día tambalea4. Vivimos en sociedades que intentan imponernos ritmos de vida desenfrenados en los que resulta difícil pararse, tomar distancia, retirarse, hacer silencio, y poder escuchar y acoger al Dios que se hace Palabra. Es urgente redescubrir nuevos estilos de vida que nos abran al misterio, a nuestro propio misterio y sobre todo al misterio de Dios que nos habita en lo más profundo de nuestra existencia, en el “hondón del alma” como nos dice Santa Teresa.

Atraídos por lo que puede aparentemente ser útil, eficaz, no nos damos cuenta de que esta es una lógica hedonista y pagana: la oración cristiana no promete una sabiduría de vida individualista y egoísta, la oración cristiana es creer en un Dios que nos invita a discernir su presencia en la vida cotidiana, y a contemplar las personas y los acontecimientos desde su mirada. “Tener fe en el resucitado significa vivir con confianza las realidades cotidianas y afrontarlas con coraje. La resurrección de Cristo es nuestra fuerza” 5 . La oración, como experiencia de escucha, es un camino de continua purificación de nuestro ser y de nuestro actuar. La escucha profunda de la palabra de Dios nos interpela y nos cuestiona. En la escena de la Transfiguración, cuando Jesús se retira al monte Tabor con Pedro Santiago y Juan, se oye una voz que dice “Este es mi hijo muy amado, escuchadle”6. Pedro Poveda en un comentario oral de 1918 nos dice: “Jesucristo habla en mil ocasiones; nos habla en diferentes épocas de nuestra vida, en distintos momentos del día;… La palabra de Dios es muy eficaz cuando se oye…Para esa transfiguración que pretendemos hay que oír a Jesucristo, porque su doctrina nos marca el camino” 7.

1.2. Con fisonomía propia

Desde los orígenes Pedro Poveda quiso dar a los miembros de la Institución Teresiana dos referencias fundamentales para encarnar el carisma con fisonomía propia: Santa Teresa de Jesús y las primeras comunidades cristianas. Referencias esenciales a la hora de hablar de la oración.

Sabor teresiano

4 Guillén, A, Agradecer tanto bien recibido. Ejercicios de San Ignacio, Frontera-Hegian, 2006, p.8 5 Papa Francisco, Audiencia del miércoles 3 de abril de 2013 6 Mt 17,5

7 Pedro Poveda 1919, Creí por eso hablé 129

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“Toda obra necesita ser fundada sobre cimientos profundos”, había escrito Pedro Poveda en 1911, y a partir de un artículo sobre Santa Teresa publicado en 1914, Poveda reconoce en esta mujer de amplia cultura y profunda vida de oración, el ideal de una vida plenamente humana y toda de Dios, que solo así será atrayente. Y así lo propone a sus colaboradores:

“La fisonomía de nuestra Obra debe ser atrayente, con la atracción de una dulce y suave fortaleza en medio de un reinado de paz, fruto del amor, del sacrificio y del trabajo… ¿Cómo adquirir el espíritu que se traduce en tal fisonomía? Poniendo a Dios en el corazón. Éste es el secreto. 8 “Aquella vida toda de Dios. Pero siendo de Dios toda, debe distinguirse por el carácter eminentemente humano, el cual, informado por una vida toda de Dios, se perfecciona, pero no se desnaturaliza. Que así fuera nuestra Madre ¿quién lo duda? Y que porque lo fue conquistó tan universal simpatía, ¿cómo no reconocerlo? 9

La originalidad de la experiencia cristiana está en la Encarnación. Ya no hay contradicción entre Dios y lo auténticamente humano, al contrario, la relación con Dios es del orden de una alianza, de un pacto de amistad entre Dios y el hombre que cualifica de manera definitiva la experiencia humana. ¿Modelo?, Santa Teresa.

“La Encarnación bien entendida, la persona de Cristo, su naturaleza y su vida dan para quien lo entiende la norma segura para llegar a ser santo, con la santidad más verdadera, siendo al mismo tiempo, humano, con el humanismo verdad. Siendo así, seremos generosos y nuestra obra será simpática. ¿Modelo? Santa Teresa de Jesús” 10 .

Santa Teresa, cuyo V Centenario nos preparamos a celebrar el año 2015, desde su vida y sus escritos, nos recuerda que en la vida espiritual nunca podemos pensar que hemos llegado a alcanzar una meta, porque la verdadera vida espiritual es hacer posible cada día una vida eminentemente humana y toda de Dios, henchida de Dios. No se trata solo de avanzar, a veces es cuestión de volver a empezar. Atraída y seducida por el amor de Dios Santa Teresa se hace y se rehace continuamente, desde la confianza que le da el saber que solo Dios es capaz de acabar la obra que el mismo empezó. Esta experiencia necesita, para ella como para nosotros, de la oración como espacio privilegiado para ponernos cada día a la escucha de un Dios que se hace palabra y que nos invita a ser plenamente humanos y plenamente a su imagen y semejanza. Santa Teresa de Jesús en el libro de las Moradas nos dice cómo en el camino espiritual debemos integrar nuestra capacidad de actuar, de amar, y de comprometernos.

8 Pedro Poveda 1912, Creí por eso hablé, 66 9 Pedro Poveda 1915, Creí por eso hablé 74 10 Pedro Poveda 1915, Creí por eso hablé 74

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“Sólo quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios”11

En el Camino de Perfección, Santa Teresa glosa a su manera la oración del Padrenuestro, que le sirve de base para demostrar la grandeza de la oración vocal y su equivalencia a la oración mental en una época en que estaba casi prohibida a las mujeres. “No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración vocal”12. Y como tanto le gusta decir desde su propia experiencia: “Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas… porque ni yo gozaba de Dios, ni traía contento en el mundo” 13.

El patronazgo de Santa Teresa, reconocida como “maestra de oración”, y la lectura de sus obras, que siempre recomendó, corroboran la confianza sin quiebras de Poveda en la oración como camino y como fuerza: “la única fuerza” con que cuenta la Obra teresiana. 14 Orar, es “exigencia de una vida apostólica necesitada de luz y fortaleza” 15.

“Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo! Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí!”16

Cuando en 1929 Pedro Poveda tiene que presentar una nueva edición de los Avisos espirituales de Santa Teresa de Jesús, escribe una carta en la que afirma: “Desde el principio de la Obra fue mi propósito que las teresianas estudiaran, conocieran, aprendieran y reflejaran en sus vidas el verdadero y genuino espíritu de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús, porque nunca creí que este fuera incompatible con las actuación que habrán de tener en el mundo”.17

Como miembros de una Institución que tiene por patrona a Teresa de Jesús, estamos llamados a ser personas de oración intensa, que aprenden en su escuela a

11 Santa Teresa, 4M, 1,7 12 Santa Teresa, Camino de Perfección, 22, 8 13 Santa Teresa, Libro de la vida, 8, 2 14 Pedro Poveda. 1920, Creí por esto hablé, 153 15 Felisa Elizondo, Creí por eso hablé p. CLXXVI 16 Santa Teresa, Libro de la vida, 22,7 17 Pedro Poveda, Introducción nueva edición Avisos espirituales de Santa Teresa

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tratar de amistad con Dios, “estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”18.

Con la vocación teresiana hemos recibido, en la medida en que Dios nos lo haya concedido, el participar en el triple don de Teresa: tener conocimiento experiencial de la acción de Dios en la propia vida, ser capaz de expresarla y poder iniciar a otros en ese camino. Desarrollar este don implica, al decir de Poveda, ejercitarnos en la oración al punto de hacer “de ella algo necesario en nuestra vida” 19 y poder también “dialogar y compartir habitualmente sobre la experiencia de Dios en el seno de nuestras comunidades y familias con quienes compartimos la fe y la vocación”20 .

Sabor de Iglesia primitiva

El segundo elemento carismático y fundacional es la referencia a las primeras comunidades cristianas. En los Hechos de los Apóstoles, encontramos indicaciones importantes para vivir integradamente la oración y la fraternidad.

”Todos ellos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones”21.

La manera de describirse la primera comunidad cristiana en el libro de los Hechos no es de orden puramente informativo, descriptivo o idealista. Se establece un orden de prioridades, primero el estudio, como conocimiento de la enseñanza de los apóstoles, después la dimensión profética de la existencia, expresada en el servicio fraterno, y junto a ello la fracción del pan, y las oraciones, como queriendo decir que todo lo anterior no puede vivirse sin un corazón orientado a Dios, un corazón que celebra a Dios en el hermano y en la tradición apostólica.

18 Santa Teresa, Libro de la vida, Ed. de espiritualidad 8,5. 19 Pedro Poveda, Creí por eso hablé , 153 20 Asamblea Plenaria y XVI A.G. p.63 21 Hch. 2,42

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“Romper el pan implica a la vez el compartir fraterno, en solidaridad y

responsabilidad ética, y la ofrenda a Dios. En la fracción del pan, la comunidad quiere expresar tanto la

doctrina de los apóstoles como la puesta en común de bienes y la

experiencia de la oración”. 22

Cuando S. Pedro Poveda comenta este texto de los Hechos de los Apóstoles quiere expresar, y son sus propias palabras, “lo que se necesita para llevar una vida apostólica” 23 Poveda, según Maria Dolores Gomez Molleda, subraya las condiciones y exigencias de la vida de un seglar comprometido con la evangelización de la sociedad. Y continua, “Al igual que aquellos primeros cristianos, los miembros de la Institución Teresiana necesitan estudio asiduo de la verdad, fe ilustrada y alimento, mediante la fracción del pan y la oración. Todo, condición indispensable para llevar a cabo la misión de la Obra”.24

¿Qué elementos son definitorios para Poveda para llevar una vida apostólica mirando las primeras comunidades cristianas? Una oración encarnada y perseverante.

“ Cuando vemos una hija de Santa Teresa actuando, y observamos cómo se desenvuelve, cómo habla, cómo mira, cómo explica, cómo guía, cómo educa, cómo anda, como viste, cómo escribe, cómo lo hace todo, podemos decir: es alma de oración o no lo es. Esa respiración del alma produce tales efectos, da tal vida, que no puede confundirse. Y cuando examinamos su conducta en casos difíciles, en momentos de angustia, en acontecimientos inesperados, también podemos, juzgando por las soluciones que da, por su valor, fortaleza, serenidad y acierto, saber si es o no alma de oración, porque las reservas y defensas que suministra la oración son inconfundibles. Pero hay que entender bien que tales efectos, no los produce la oración de un día, de un momento de fervor, sino la perseverante, la que hacían los primeros cristianos cumpliendo las instrucciones del divino maestro y las enseñanzas de los apóstoles. Los efectos maravillosos de aquella oración de las catacumbas, aquel valor, aquella firmeza en la fe, aquella intrepidez santa, se consigue con la oración perseverante” 25.

22 Benoît Standaert, Les trois colonnes du monde, Paris, 2012 23 Pedro Poveda 1920, Creí por eso hablé, 155 24 Maria Dolores Gómez Molleda, Creí por esto hablé p. 535 25 Pedro Poveda 1920, Creí por eso hablé 155

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En este camino de oración, al estilo de las primeras comunidades, hay una dimensión central que Pedro Poveda subraya en muchas ocasiones: no queremos caminar solos, queremos avanzar como pueblo, como fraternidad, como comunidad creyente. En este sentido la afirmación de Pedro Poveda en 1917 es fuerte:

“El tesoro que tiene la Institución Teresiana, es la oración…. La Obra tiene su fisonomía específica y su espíritu, el espíritu de Santa Teresa, maestra de oración. La Obra necesita ser fuerte y la fortaleza, la autoridad, el prestigio, el valer, la influencia, todo, depende de la unión y caridad fraterna. Si los miembros viven íntimamente unidos a Dios por medio de la oración, e íntimamente unidos entre sí por la caridad fraterna, la obra alcanzará de Dios cuanto quiera y ejercerá influencia en el mundo cuanta necesita. En faltando la oración y en no estando unidos sus miembros, la Obra será algo humano, pero no la Obra de Dios”.25

En este mismo año Pedro Poveda está queriendo expresar los elementos definitorios de su Obra, una obra novedosa también en su formulación asociativa. Por eso siente la necesidad de interpelar a las personas que se sienten llamadas a esta vocación sobre la necesidad de un equilibrio difícil pero posible, entre la oración, dimensión importante de la vida interior, y la fraternidad, que nos hace capaces de una presencia audaz en la misión.

Para que la Obra sea lo que debe ser y responda al pensamiento de quien la fundó necesita un perfecto equilibrio. Tengo para mí una comparación que responde a lo que quiero enseñaros. Las dos fuerzas, centrípeta y centrífuga, actuando sobre todos los cuerpos mantienen el equilibrio, y esas fuerzas para mi caso son: la oración —centrípeta— y la unión y caridad fraterna — centrífuga—. Si falta la primera os disiparéis, saldréis del radio, os escaparéis, no llenaréis vuestro cometido. Si falta la segunda, no saldréis al mundo, no lo ilustraréis, no llenaréis vuestra misión”. 26

Oración y estudio, oración y acción, oración y testimonio, oración y fraternidad, oración y misión, oración y presencia en un mundo que busca y desea encontrarse con el Dios de la Vida. Un nuevo empeño común que nos acompañará a lo largo del próximo año.

25 Pedro Poveda 1917, Creí por eso hablé 89 26 Pedro Poveda, 1916, Creí por eso hablé 79 28 Jn 17,21

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1.3. Ecumenismo y comunión

No podemos decir hoy "Abba Padre" sin desear desde lo más profundo de nuestro corazón la unidad de todos los cristianos y sin buscar nuevos caminos y expresiones adecuadas. El ecumenismo hoy no es una opción, es una manera de ser cristiano, es una experiencia de comunión y de fraternidad. Estar unidos, estar en comunión no es una cuestión estratégica.

Como discípulos de Jesús debemos estar fraternalmente unidos porque seguir a Jesús, escucharle, acoger su Palabra, vivir el mandamiento nuevo del amor, el servicio hacia los más pobres y débiles nos acerca unos a otros y nos pone a todos en un camino común, aunque durante siglos hayamos estado separados. El escuchar hoy la palabra de Jesús: “Que todos sean uno como tu Padre y yo somos uno” 28nos invita no solo a aceptar la diversidad de modos de creer en el único Señor sino a conocerlos para poder valorar y respetar. Es una unidad que no significa uniformidad, es una unidad plural que reconoce las Iglesias hermanas y nos invita a ponernos al servicio unas de las otras, que en definitiva es ponernos juntos al servicio de nuestros contemporáneos. Somos hermanos que caminamos al lado, en comunión, hacia ese horizonte de unidad tan deseada por Jesús y que juntos nos permite entrar en la oración que Jesús mismo nos enseñó:” Abba Padre, Padre nuestro”.

¿Cómo ser testigos de un Dios Padre si consentimos la separación entre cristianos? Seamos audaces en gestos y en compromisos para avanzar hacia la unidad. Cuando juntos buscamos el rostro de Jesús, cuando nos reunimos en una oración común, el Espíritu ya nos ha unido.

Humildemente, en la oración, aprendemos a vivir una pertenencia común, compartida, enraizada en la persona de Jesús. ¿Tendremos el valor de no actuar nunca más sin tener en cuenta a los otros? Porque más nos acercamos a Jesús y al Evangelio, más nos acercamos unos a otros. Arraigados en Cristo descubrimos en nosotros mismos una gran capacidad de apertura hacia todos, también hacia los que no creen en El o son indiferentes.

El Papa Francisco con ocasión de la X Asamblea General del Consejo Mundial de las Iglesias, cuyo lema recuerda el empeño común que hemos vivido juntos el año que se termina, “Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz” nos invitaba a estar unidos para ir juntos hacia las periferias existenciales de nuestras sociedades:

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“El mundo globalizado en el que vivimos nos exige un testimonio común de la dignidad que Dios ha dado a todos los seres humanos…. Fieles al Evangelio, y en respuesta a las urgentes necesidades actuales, estamos llamados a llegar a aquellos que se encuentran en las periferias existenciales de nuestras sociedades, y a mostrar una particular solidaridad con nuestros hermanos y hermanas más vulnerables: los pobres, los enfermos los discapacitados, los no nacidos, los inmigrantes y refugiados, las personas mayores y los jóvenes que carecen de empleo…Deseo que la Asamblea General contribuya a dar un nuevo impulso de vitalidad y de perspectiva a todos los que están comprometidos con la causa sagrada de la unidad cristiana.”27

Y Pedro Poveda en 1931, en momentos particularmente graves para la Iglesia, expresaba: “¿No es doloroso que en medio de una comunidad, entre los cristianos, no haya esa unidad de pensamiento, de alma y de corazón para constituir una sola cosa inquebrantable? 28

2. BUSCAD ANTE TODO EL REINO DE DIOS

El Padrenuestro es la expresión de un gran deseo: la manifestación y la venida del Reino de Dios explicitado en las Bienaventuranzas y en las parábolas. En el Evangelio de Marcos encontramos en varias ocasiones el anuncio y la promesa del Reino que viene y que al mismo tiempo está ya en medio de nosotros, está en nosotros. Un Reino de Dios que en las palabras de Jesús es promesa y es alianza, y por lo tanto esperanza. Un Reino que es Buena noticia para todos pero que encuentra en los pobres y en los marginados una prioridad, una preferencia y una opción. “Bienaventurados los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”29 dirá Jesús en el Evangelio de Mateo, “subrayando que son dichosos no porque son pobres, no sólo porque se saben pobres, sino porque la conciencia de su pobreza les hace esperar de Dios la felicidad que ellos solos no pueden alcanzar. Felicidad que es consecuencia de su relación a Dios. De ahí que Dios se sienta llamado a responder, a actuar en su favor y a hacerles justicia”. 30

27 Papa Francisco, Mensaje con ocasión de la X Asamblea General de las Iglesias, Ciudad del Vaticano, 30.10. 2013 28 Pedro Poveda, Creí por eso hablé, 359 29 Mt 5,3 30 Enzo Bianchi, Jesús y las Bienaventuranzas, Sal Terrae, 2012, p. 28

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Por eso más adelante Jesús nos enseña de nuevo la prioridad que desea para sus discípulos: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”31 Buscar el Reino de Dios y su justicia significa para el cristiano buscar la voluntad de Dios, actuar al estilo de Jesús, desear como El y con El que venga su reino a nuestro mundo. Este deseo se nos hace oración y súplica. Dejémonos interpelar por el testimonio de creyentes de nuestro tiempo. Este año conmemoramos los 25 años del martirio de Ignacio Ellacuría y sus compañeros en El Salvador. Un creyente que hizo suya la causa de los empobrecidos.

2.1 Desear el Reino de Dios

La oración es ante todo deseo. “Tu deseo, es tu oración” decía san Agustín. Y el Padrenuestro es la expresión del deseo de Jesús dirigido a su Padre, deseo de la venida del Reino. En este sentido podemos hacernos la pregunta: ¿qué Reino deseamos para nuestro mundo? Desear el Reino de Dios, es entrar en el deseo de Dios por la humanidad, es entrar en la actitud del ciego Bartimeo cuando escuchó la pregunta de Jesús, “¿Qué quieres que haga por ti?”32 , porque de alguna manera nos hace hoy la misma pregunta. ¿Qué Reino buscáis, qué Reino deseáis que se abra camino en nuestro mundo? Lo primero el Reino, dirán Mateo y Lucas, buscad ante todo el reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura33. Lo que cuenta es preguntarnos a qué damos prioridad, dónde ponemos el corazón, y lo que Jesús propone es que pongamos la prioridad en el Reino de Dios, allí donde su Espíritu nos guía, nos consuela, nos renueva y nos envía. Desear el reino de Dios es desear que Dios se revele como palabra que sorprende y renueva, como presencia que confirma y aviva nuestras búsquedas y la de nuestros contemporáneos, y también nuestras dudas, nuestros balbuceos y hasta nuestros errores. La oración del Padre nuestro es una invitación a acoger los deseos de la humanidad para hacer de ellos una oración de confianza.

31 Mt 6, 33 32 Mc 10,51 33 Lc 12,31 Mt 6,33

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Las primeras palabras de la “Gaudium et spes”, expresa bien las búsquedas y los deseos que queremos presentar a Dios para que su reino avance.

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.” 34

Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro deseo de que el reino de Dios se manifieste. Desear que el reino de Dios se manifieste es también promover espacios de acogida y no de exclusión, de comprensión y de apoyo mutuo, lugares en los que estemos especialmente atentos a los más débiles, a los que viven una experiencia de marginación o de injusticia. En el Evangelio de Mateo se nos promete el Reino como resultado de una manera de ser y de actuar con nuestros hermanos:

“Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os ha sido preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a ver". Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber… Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicisteis". 37

34 Gaudium et spes, 1 37 Mt

25, 34-40

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Desear la venida del Reino es entrar en el sueño de Dios que nos ha revelado la vida y las opciones de Jesús con palabras sencillas y con gestos concretos que eran signos del Reino. Desear la venida del Reino es permitir al ejemplo de Jesús, que estén mezclados el trigo y la cizaña, y tener la paciencia de acompañar y discernir sin violencia los gérmenes de vida que se van manifestando. Desear la venida del Reino es hacer nuestras las prioridades de Jesús: la entrega y el servicio, la misericordia y el perdón, la oveja perdida y el hijo pródigo, la perla escondida y el óbolo de la viuda, el amor y la misericordia. Desear que venga el Reino de Dios es aceptar una conversión, personal y comunitaria, porque es desear ser discípulos y testigos del Resucitado que abre nuevos caminos a la vida. Lo que Dios espera de nuestra oración no es el resultado, sino la confianza, no es el éxito sino el valor y la fortaleza, no es el poder cambiar situaciones que no dependen de nuestra libertad y nuestra responsabilidad, lo que Dios espera de nuestra oración es que aumente en nosotros la capacidad de creer, de amar, de esperar. La verdadera oración se mide por la confianza filial que nos anima.

2.2 Reconocer las semillas del Reino

La afirmación de los evangelistas es clara: El reino de Dios está cerca. “ No vendrá de forma espectacular, no se podrá decir está aquí o allí, porque el reino de Dios ya está entre vosotros” 35 Nos toca como discípulos de Jesús discernir y reconocer las semillas del Reino que está ya en germen pero que necesita de nuestra colaboración para seguir manifestándose. La oración del Padrenuestro es también un ejercicio de discernimiento.

Vivir nuestra fe cristiana en el mundo actual implica ser personas y comunidades profundamente contempla tivas, en constante discernimiento, atentas a detectar

35 Lc 17, 20

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los nuevos caminos por donde Dios avanza en la historia, y a distinguir lo que hay que asumir y lo que hay que renovar o cambiar a la luz del Evangelio.

Reconocer que el Reino está ya en medio de nosotros es estar atentos a lo que nace, a lo que se despierta, a lo que está empezando. Esperamos algo nuevo y al mismo tiempo sabemos que ya ha venido. Quizá porque conocemos mal lo que ya hemos recibido y estamos invitados a redescubrirlo de nuevo.

Reconocer las semillas del Reino es también colaborar y hacer posible el diálogo interreligioso. Es favorecer, allí donde estemos presentes, el espíritu de Asís, que nos invitaba no tanto a rezar juntos, como a “estar juntos para rezar”, para compartir el silencio orante y el gesto comprometido del que busca y desea la paz, la justicia y el bien. Solo Dios sabe quién y por qué caminos nuestros contemporáneos buscan su rostro, y solo El puede acoger y unir los deseos que salen del corazón humano y crear una comunión que no podemos ni medir, ni juzgar. Como decía el Cardenal Etchegaray “Asís ha hecho dar un paso adelante a la Iglesia hacia todas las religiones. Ha permitido el testimonio desde la oración de una experiencia auténtica de Dios, cada persona desde su propia religión”. Reavivamos en nuestros grupos y en nuestras familias el espíritu de Asís, como un servicio que podemos compartir con todos los cristianos, los creyentes de otras religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

La esperanza en el Reino que ya está entre nosotros es una invitación a acoger la novedad de Dios para cada uno de nosotros, para nuestras familias, para nuestro mundo, y que puede ser un nuevo nacimiento aunque no sepamos en qué forma. Solo podemos desde una actitud humilde y llena de confianza disponernos a acogerlo y a reconocerlo. Esta atención a lo que llega nos pide una disposición interior de escucha, de vigilancia, de paciencia. A veces podemos ir con demasiada prisa sin darnos cuenta de lo que está pasando a nuestro alrededor. Nos puede pasar incluso ante los sufrimientos, los problemas y las dificultades, e incluso las alegrías. Quizá por miedo a sentirnos invadidos y no poderlos dominar. Pero si aceptamos en verdad a ponernos en una actitud de atención y escucha a todo lo que ocurre en nosotros y a nuestro alrededor, algo nuevo puede estar naciendo, algo inesperado, una novedad que tiene sabor de Reino de Dios. Si nos ponemos humildemente a la escucha de la palabra de Dios, dejándonos cuestionar por ella, sin avanzar nuestras propias respuestas, quizá entraremos en una nueva inteligencia del Reino de Dios. En Jesús todo ha estado dicho pero no

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hemos entendido todo, no hemos captado todo, porque cada vida, cada persona, cada época y cada cultura debe acoger y reconocer las semillas del Reino. En esta actitud espiritual hay espacio para la duda, para lo frágil, lo inacabado, lo pequeño. Las certezas pueden ser falsas seguridades. Lo que se nos pide es escuchar, estar atentos, permanecer disponibles, desear avanzar, volver a empezar, y siempre con la seguridad de que lo que Dios promete siempre lo cumple y lo realiza plenamente. Hemos de preguntarnos qué gestos son hoy signos del Reino en los ambientes en los que nos movemos 36 . La respuesta es sin ninguna duda, una tarea personal, comunitaria e institucional. Tarea que empeña nuestras propias vidas, nuestras familias, nuestras comunidades, toda la Institución. Haber recibido una vocación nos hace vivir de cara a Dios, abiertos a su Espíritu, en continua actitud de búsqueda para que venga su Reino a nuestro mundo. En una época histórica especialmente rápida en los cambios, se hace urgente un talante discernidor que nos ayude a reconocer las señales del Espíritu en nuestra vida, en la Institución, en la Iglesia, en nuestro mundo. Pedro Poveda y Josefa Segovia, a través de su experiencia y su doctrina, son en esto verdaderos maestros. Supieron estar atentos a las situaciones y problemas de la sociedad de su tiempo dando respuestas concretas y audaces. Son referencia constante para iluminar y discernir nuestras búsquedas.40

36 XVI A.G. Una búsqueda compartida a la escucha de Dios. p 64 40 XIV A.G. Andad como conviene a la vocación, p. XXVI

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3. EL PERDON PROFECIA DEL REINO

Podemos preguntarnos por qué el perdón ocupa un espacio tan importante en el Padrenuestro. La respuesta puede estar en el hecho de que en nuestras vidas encontramos el mal, como contradicción y como negación del bien. El mal está presente en nuestra vida personal, familiar, institucional y social. Y toma formas muy variadas. En nuestra realidad cotidiana podemos reconocer el mal que hacemos o el mal que nos hacen y en todo ello sentir la necesidad de la fuerza evangélica del perdón. El perdón es el camino para aprender a aceptarse y amarse, para lograr una nueva y profunda unidad interior. Jesús no le pide a Dios darles a los hombres la fuerza de perdonar, porque no duda de

su capacidad y de su fuerza. En efecto, en la única oración que Jesús enseña a los apóstoles, el Padrenuestro, se dice: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». El perdón es “parte de la condición humana”, sugiere Lytta Basset, pastora protestante suiza: se trata de comenzar a buscarlo con determinación, porque el horizonte de toda existencia no es más que “nuestra realización en el amor”. Es hacia lo que tiende toda experiencia humana fundamental y sobre lo que hay siempre que volver, la línea del horizonte. ¿No es lo que siempre desafía nuestros intentos de alcanzarlo, y que siempre escapa cuando lo creemos cerca? El objetivo de cada una de nuestras existencias es efectivamente establecernos como “icono a la semejanza del amor”37.

El mal, nos dice Jesús en el evangelio, nace del corazón y se convierte en agresividad, violencia, hacia los otros y hacia nosotros mismos. 38 Perdonar al otro sin exigir la reciprocidad es algo casi imposible para nosotros sin embargo es lo que Jesús ha vivido hasta el extremo y lo que él mismo pide a los que quieren ser sus discípulos39.

El perdón no es un fracaso, ni una cobardía, es una gran victoria sobre nosotros mismos, un camino de humanización para nosotros y para nuestros enemigos. El perdón es una opción libre, consciente y responsable con la que afirmamos que el amor es más fuerte que el odio, que la fraternidad es una prioridad en nuestras

37 Lytta Basset, Amar sin devorar, Albin Michel, P. v64 38 . Mc 7,20-23; Mt 15,18-20 39 Lc 23, 34

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vidas. Jesús no era un idealista lleno de falsas ilusiones, cuando exigía el perdón de los enemigos y el amor hacia los que nos persiguen. La única manera de transformar al enemigo en amigo es haciendo el bien, porque el mal jamás ha vencido al mal, solo el amor vence al mal40. En el relato de la mujer adúltera vemos la actitud de Jesús que no se impone, solo crea un espacio de libertad y de verdad capaz de ayudar a que cada persona presente en la escena pueda situarse ante sí mismo y ante la mujer. 41 El perdón se convierte en profecía del Reino y promesa de bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos, ellos obtendrán misericordia.”42 Cuando la misericordia se hace compasión y perdón, ya no es un hecho solamente individual, sino también social, capaz de recrear el tejido social, de inspirar la vida en sociedad y de cambiar el curso de la historia.43

3.1 El escándalo del perdón

En el Padrenuestro esta petición es algo diferente de todas las demás: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”48. No se trata solo de una oración a Dios, sino que también menciona nuestra propia actitud ante los demás. En definitiva lo que se quiere expresar es el inmenso amor con el que Dios llena nuestras vidas y que podemos transmitir a través del perdón. El escándalo del amor, del perdón, de la compasión y de la misericordia.

El Padrenuestro subraya la actitud de humildad, de verdad, de saberse pobre ante Dios. No está en nuestra mano liberarnos del daño que hemos podido recibir. También en eso somos pobres, porque no podemos dejar de sentir el mal que nos ha hecho, pero al decirle a Dios perdona nuestras ofensas estamos reconociendo un corazón pobre y humilde que necesita el amor de Dios para seguir amando.44 Para entrar en la libertad del perdón tenemos que dejar atrás todo lo que nos entristece, entre otras cosas: la superficialidad, el individualismo exacerbado, la falta de sensibilidad al otro, especialmente al pobre y al que sufre, la indiferencia hacia el bien común, el oportunismo, la valoración excesiva de los propios referentes culturales….como nos recordaba la XVI A.G. señalando lo que puede ser obstáculo para la búsqueda de sentido y para la fe50. Y la XVII Asamblea General da un paso más y nos propone como única prioridad: “Vivir y generar la hermandad, signo profético del Reino, que nos sostiene y nos impulsa a la misión”. Para ello no duda en constatar actitudes que debemos convertir: “Necesitamos preguntarnos con sinceridad como favorecemos

40 Enzo Bianchi, Jesús y las Bienaventuranzas, Sal Terrae, 2012, p. 98 41 Jn 8, 1 - 11 42 Mt 5, 7 43 Enzo Bianchi, Jesús y las Bienaventuranzas, Sal Terrae, 2012, p 101 48 Mt 6,12 44 Taizé, Comentario a Mt 6. El perdón de los pobres. 2012 50 Asamblea Plenaria y XVI A.G. p 62.

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cotidianamente la creación de climas fraternos… La experiencia nos dice que la construcción de la fraternidad requiere a veces abordar con honestidad y valentía procesos de reconstrucción y reconciliación personal, ahondando en el propio conocimiento, con las ayudas necesarias”45. Podemos quizá preguntarnos: ¿qué es lo que hace que el perdón nos resulte difícil? ¿Aceptamos plenamente el perdón de Dios? ¿Aceptamos el perdón de los demás? ¿Estoy preparado para sentirme pobre ante Dios y encontrar así la libertad y la alegría del perdón? Solo nosotros podemos responder a la invitación de Dios expresada por Pablo en la carta a los Corintios: “En nombre de Cristo os suplico: dejaos reconciliar con Dios”46.

Para Pedro Poveda el sello de la verdadera santidad era la alegría de la verdad y de la humildad. “Es señal inconfundible”47 “Siempre la alegría inseparable de la rectitud, de la justicia, del buen espíritu, de la posesión de Dios”48.

Y Josefa Segovia cuando comenta las raíces de la alegría escribe en una carta de 1930: “La alegría santa, la alegría verdadera, es suave, es comunicativa; proporciona seguridad y descanso; se basa en la unión íntima y estrecha de nuestra voluntad con la voluntad del Señor; tiene la propiedad de unir, de suavizar, de facilitar la virtud propia y la de los demás”49.

En nuestras relaciones interpersonales, familiares, comunitarias, celebremos la alegría del perdón, de la confianza renovada, de la mirada compasiva y misericordiosa que expresa con gestos y a veces con palabras: empecemos de nuevo. El perdón es una decisión, no un sentimiento, el perdón limpia, redime, eleva, nos hace más bondadosos y más grandes. Porque nos da la posibilidad de volver a esperar, de volver a creer y de volver a amar.

Hemos empezado esta carta recordando la experiencia de los primeros discípulos que, como nosotros hoy, necesitaban saber cómo rezar y se atrevieron a interrogar a Jesús. “Señor enséñanos a orar”, y hemos querido que su respuesta oriente nuestro caminar personal y comunitario en este nuevo año. En el Padrenuestro estará reflejado muy especialmente este empeño común con el que podemos unirnos a todas las comunidades cristianas y desde el que seguiremos ahondando nuestra experiencia de oración. Profundicemos en la oración, nuestra única fuerza, abramos espacios de oración, compartamos la fe, supliquemos juntos que el reino de Dios venga a nuestro mundo.

45 XVII Asamblea General p. 74 46 2Cor 5, 20 47 Pedro Poveda, Creí por eso hablé, 204 48 Pedro Poveda, Creí por eso hablé, 209 49 Josefa Segovia, Cartas, ITER Ediciones 1970 p. 371

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Muchas veces en las celebraciones eucarísticas unimos las manos en el rezo del Padrenuestro como expresión de fraternidad y de comunidad orante. Que a lo largo de este año sea un gesto renovado, intencionado, para crecer juntos en el deseo de la venida del Reino y en la experiencia del perdón. Para ello nos uniremos en esta súplica común:

¡Padre nuestro, venga a nosotros tu reino!

Un abrazo entrañable