carta abierta a ratzinger

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  • 7/29/2019 Carta Abierta a Ratzinger

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    Carta abierta al Cardenal Joseph RatzingerJos Mara GONZLEZ RUIZ

    Seor Cardenal:

    Su reciente intervencin en el tema de la Teologa de la liberacin, sobre todo a travs delInforme sobre la fe, ha producido no poca perplejidad y confusin en una no despreciablemayora de catlicos en todo el mundo. Sin embargo, a travs de esta carta abierta quisiera, enprimer lugar, agradecerle profundamente algo suyo y a continuacin plantearle algunas preguntascon el fin de superar o amainar aquella perplejidad.

    El agradecimiento va por la reciente lectura que he hecho de su fascinante libro El nuevo pueblode Dios, que en su original alemn vio la luz en 1969 y al espaol se tradujo en 1972 (EditorialHerder, Barcelona). Las citas del libro las har segn esta versin espaola que est a mi alcance.

    Para que los lectores de esta carta sepan a qu atenerse procurar hacer un resumen de lo que yopienso es ms esencial en su libro, para tambin hacerle despus las preguntas pertinentes. Paraeso me voy a permitir distribuir la materia en varios apartados.

    I. SNTESIS DE LAS PROPOSICIONES:

    1. La Iglesia

    A) Oficios laicales:

    El profesor Ratzinger nos dice que el oficio cristiano no es una herencia del sacerdocio de laantigua ley, sino una derivacin de Cristo mismo:

    Cristo no fue sacerdote, sino laico. Considerado desde el punto de vista del israelita,jurdicamente no posea ningn oficio. Y, sin embargo, Cristo no se entendi a s mismo comointrprete de deseos y esperanzas humanos, algo as como voz del pueblo, como su mandatariosecreto o pblico, ni comprendi su misin desde abajo, como si dijramos en sentidodemocrtico. Ms bien se present a los hombres bajo el menester o necesidad de un mandatodivino claramente perfilado, con autoridad y misin de arriba, como aqul a quien el Padre habaenviado (p. 123).

    B) Autonoma versus centralismo

    Aunque bajo otros apartados este tema va a recurrir, baste por ahora citar este prrafosignificativo:

    Mientras en Oriente se afianzaba cada vez ms la autonoma de las comunidades particulares el elemento vertical y se relegaba a segundo trmino la conexin horizontal de las iglesiasparticulares dentro del conjunto de la colegialidad, en Occidente se desarroll con tan fuerte

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    predominio la monarqua papal, que qued casi completamente olvidada la autonoma de lasiglesias particulares, que fueron absorbidas, por as decirlo, en la iglesia romana (por obraprincipalmente de la liturgia uniforme de Roma) (p. 133).

    C) InfalibilidadEl profesor Ratzinger describe lcidamente la infalibilidad, no slo como el privilegio de unasola persona dotada de un determinado ministerio de la presidencia, sino como la consecuenciade la esencia misma de la iglesia como convocatoria ekklesa del propio Cristo:

    As, pues, la infalibilidad es por de pronto propia de toda la Iglesia. Hay algo as como unainfalibilidad de la fe en la Iglesia universal, en virtud de la cual esta Iglesia no puede caer nuncatotalmente en el error. Esta es la participacin de los laicos en la infalibilidad: que a estaparticipacin le convenga, a veces, una significacin sumamente activa, se demostr en la crisisarriana, en que temporalmente la jerarqua entera pareca haber cado en las tendenciasarrianizantes de mediacin, y slo la infalible actitud de los fieles asegur la victoria de la fenicena, porque la fe no es privilegio de los jerarcas, sino de toda la esposa de Cristo, y laIglesia entera es la presencia viva de la palabra divina y, por tanto, no puede nunca descarriarsecomo iglesia universal Por eso, en ltima instancia, no hay laicos en la Iglesia que seannicamente receptores de la Palabra y no portadores activos de la misma: como, a la inversa, lospredicadores activos de la Palabra siguen siendo siempre en lo ms hondo receptores de lamisma y slo aprendiendo y recibiendo pueden tambin ensear (pp.168 s.).

    En estas ltimas afirmaciones descubrimos uno de los pilares ms fundamentales de la Teologade la liberacin: el pueblo cristiano no es solamente objeto, sino sujeto de la evangelizacin.

    D) Constantinismo

    El profesor Ratzinger no se limita solamente al constantinismo antiguo y medieval, sino quedescubre la desviacin ms prxima a nuestro presente:

    Nos referimos al estrangulamiento de lo cristiano que tuvo su expresin en el siglo XIX ycomienzos del XX en los Syllabi de Po IX y de Po X, de los que dijo Harnack, exagerando,desde luego, pero no sin parte de razn, que con ellos condenaba la Iglesia la cultura y cienciasmodernas, cerrndoles la puerta; y as, aadimos nosotros, se quit a s misma la posibilidad devivir lo cristiano como actual, por estar excesivamente apegada al pasado (pp. 404-405).

    El Profesor Ratzinger ve modernamente un peligro de neoconstantinismo en una especie defarisesmo y qumranismo:

    Quin podra poner en duda que tambin hoy se da en la Iglesia el peligro del farisesmo y delqumranismo? No ha intentado efectivamente la Iglesia, en el movimiento que se hizoparticularmente claro desde Po IX, salirse del mundo para construirse su propio mundillo aparte,quitndose as en gran parte la posibilidad de ser sal de la tierra y luz del mundo? Elamurallamiento del propio mundillo, que ya ha durado bastante, no puede salvar a la Iglesia, ni

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    conviene a una Iglesia cuyo Seor muri fuera de las puertas de la ciudad como recalca la carta alos Hebreos, para aadir: Salgamos, pues, hacia l delante del campamento y llevemos con l suignominia (Heb 13, 12 s). Afuera, delante de las puertas custodiadas de la ciudad y delsantuario, est el lugar de la Iglesia que quiera seguir al Seor crucificado. No puede caber dudade lo que, partiendo de aqu, podr decirse de los bien intencionados esfuerzos de quienes tratan

    de salvar a la Iglesia salvando la mayor parte posible de tradiciones; de quienes a cada devocinque desaparece, a cada proposicin de boca papal que se pone en tela de juicio barruntan ladestruccin de la Iglesia y no se preguntan ya si lo as defendido puede resistir ante lasexigencias de verdad y de veracidad. En lugar de hacerse esta pregunta nos gritan: No demolislo que est construido; no destruyis lo que tenemos; defended lo que se nos ha dado!... Es queno se enfrentan, en cierto grado, tambin entre nosotros, el relativismo de una ciencia de lasreligiones que corresponde a la inteligencia, pero deja vacos los corazones, y el estrecho ghettode una ortodoxia, que a menudo no sospecha lo ineficaz que es entre los hombres y que, en todocaso, se hace a s misma tanto ms ineficaz cuanto con mayor obsesin defiende su propia causa?Es evidente que as no puede realizarse la renovacin de la Iglesia. El intento fall ya en elceloso Pablo IV, que quiso anular el Concilio de Trento y renovar la Iglesia con el fanatismo deun zelota (pp. 307-310).

    2. Colegialidad

    Con respecto a la colegialidad de los obispos el profesor Ratzinger haca observaciones muypertinentes y extremadamente valientes. Veamos las ms importantes:

    Esta comunin entre s, con que se contempla la esencia del episcopado y es, por ende,elemento constitutivo para estar con pleno derecho en el colegio episcopal, tiene como punto dereferencia no slo al obispo de Roma, sino tambin a los que son obispos como l: la cabeza ylos restantes miembros del colegio. Nunca es posible mantener una comunin slo con el papa,sino que tener comunin con l significa necesariamente ser catlico, es decir, estarigualmente en comunin con todos los otros obispos que pertenecen a la Iglesia catlicaResulta claro e inequvoco que el colegio episcopal no es una mera creacin del papa, sino quebrota de un hecho sacramental y representa as un dato previo indestructible de la estructuraeclesistica, que emerge de la esencia misma de la Iglesia instituida por el Seor (p. 198)

    La colegialidad, pues, est en una estrecha posicin dialctica con el ministerio petrino:

    Pedro est dentro, no fuera, de este primer colegio Los poderes extraordinarios de losApstoles, es decir, la ordenacin ilimitada de cada uno de ellos a la Iglesia universal (sinlimitacin a un obispado determinado), dependen de la unicidad del apostolado que como tal nose transmite. Los obispos son obispos, y no apstoles; el sucesor es algo distinto de aqul dequien se toma la sucesin. Esta misma irrepetibilidad vale, sin embargo, tericamente tambinpara la relacin Pedro-papa. Tampoco el papa es apstol, sino obispo; tampoco el papa es Pedro,sino papa precisamente, que no est en el orden de origen, sino en el orden de sucesin Elpapa sucede al apstol Pedro y recibe as el oficio de Pedro de servir a la Iglesia universal; elobispo, en cambio, no sucede a un apstol particular, sino, con el colegio de obispos y por l, alcolegio de los Apstoles El papa no es que, adems de tener una misin de cara a la Iglesiauniversal, sea tambin por desgracia obispo de una comunidad particular, sino que slo por ser

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    obispo de una iglesia puede ser precisamente episcopus episcoporum, de forma que todas lasiglesias han de orientarse por la sola iglesia de Roma El pensamiento colectivo de que elcolegio episcopal entero como tal es sucesor del colegio de los Apstoles, en vano se buscar porlo menos en los primeros cuatrocientos aos (pp. 203-207).

    3. El testimonio del cristiano

    Frente a estas realidades eclesiolgicas el prof. Ratzinger se plantea estos serios interrogantes:cul ser la actitud del cristiano ante la Iglesia que vive histricamente: de crtica (por amor a lapureza de la Iglesia), de obediencia callada (por razn de su misin divina) o cul otra? He aqusu respuesta:

    No es azar que los grandes santos no slo tuvieron que luchar con el mundo, sino tambin conla Iglesia, con la tentacin de la Iglesia a hacerse mundo, y bajo la Iglesia y en la Iglesia tuvieronque sufrir; un Francisco de Ass, un Ignacio de Loyola, que, en su tercera prisin duranteveintids das en Salamanca, aherrojado entre cadenas con su compaero Calixto, permaneci enla crcel de la Inquisicin, y todava le quedaba alegra y fe confiada para decir: No hay en todaSalamanca tantos grillos y esposas, que yo no pida ms an por amor de Dios. No cedi unpice de su misin, ni tampoco de su obediencia a la Iglesia Sin embargo, la verdaderaobediencia no es la obediencia de los aduladores (los que son calificados por los autnticosprofetas del AT de profetas embusteros), que evitan todo choque y ponen su intangiblecomodidad por encima de todas las cosas Lo que necesita la Iglesia de hoy (y de todos lostiempos) no son panegiristas de lo existente, sino hombres en quienes la humildad y laobediencia no sean menores que la pasin por la verdad; hombres que den testimonio a despechode todo desconocimiento y ataque; hombres, en una palabra, que amen a la Iglesia ms que a lacomodidad e intangibilidad de su propio destino (pp. 290-295).

    4. Nueva teologa

    El profesor de teologa, que era entonces Joseph Ratzinger, se presentaba con mucha lucidez a lahora de definir la esencia y los lmites de lo que debe ser una teologa correcta tras el ConcilioVaticano II. En primer lugar critica speramente la que l llama teologa de encclicas:

    Teologa de encclicas significa una forma de teologa en que la tradicin pareca lentamenteestrecharse a las ltimas manifestaciones del magisterio papal. En muchas manifestacionesteolgicas, antes del Concilio y todava durante el Concilio mismo, poda percibirse el empeode reducir la teologa a ser registro y tal vez tambin sistematizacin de las manifestacionesdel magisterio.

    Pero este reduccionismo le parece a Ratzinger gravemente mutilador:

    El Concilio manifest e impuso tambin su voluntad de cultivar de nuevo la teologa desde latotalidad de las fuentes, de no mirar estas fuentes nicamente en el espejo de la interpretacinoficial de los ltimos cien aos, sino de leerlas y entenderlas en s mismas; manifest su voluntadno slo de escuchar la tradicin dentro de la Iglesia catlica, sino de pensar y recoger

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    crticamente el desarrollo teolgico en las restantes iglesias y confesiones cristianas; diofinalmente el mandato de escuchar los interrogantes del hombre de hoy como tales y, partiendode ellos, repensar la teologa y, por encima de todo esto, escuchar la realidad, la cosa misma, yaceptar sus lecciones.

    Adems, la urgencia de este mtodo teolgico omnicomprensivo es tan grande, que una teologamagisterial que naciera del miedo al riesgo de la verdad histrica o al riesgo de la realidadmisma, sera cabalmente una teologa apocada, una teologa de poca fe desde su punto de partiday, en ltimo trmino, una evasin ante la grandeza de la verdad. Sera una teologa conservadoraen el mal sentido de la palabra, preocupada slo del hecho de conservar y no de la realidad (pp.318-320).

    Finalmente, la nueva teologa se reconcilia con el mundo, cuya autonoma reconoce plenamente,siguiendo el discurso de apertura del Concilio de Juan XXIII:

    Hasta entonces era costumbre mirar la Edad Media como el tiempo ideal cristiano, cuya plenaequivalencia entre Iglesia y mundo se consideraba como la meta ltima de las aspiraciones; laEdad Moderna, en cambio, se conceba como la gran apostasa, comparable con la historia delhijo prdigo, que toma su herencia y sale de la casa paterna, para luego con la asegunda guerramundial sentir hambre de las bellotas de los cerdos; en tales comparaciones resonaba tambin laesperanza del pronto retorno a la casa paterna El conjunto, empero, conduce en el papa delConcilio a una teologa de la esperanza, que casi parece lindar con un optimismo ingenuo (p.350).

    5. Primado

    Sobre el primado papal el profesor Ratzinger nos ofrece una perspectiva profunda y alentadora.Vamos a extraer los pensamientos esenciales de su estructuracin teolgica.

    A) Origen histrico del centralismo pontificio

    El profesor Ratzinger estudia a fondo el nacimiento del que l llama primado en el sentido delcentralismo estatal moderno. El origen se halla en las rdenes mendicantes que se desligan de laobediencia al obispo local y se vinculan directamente al papa:

    Ello significa que ahora, de golpe, en todo el mundo cristiano se mova una tropa de sacerdotesque estaban inmediatamente sometidos al papa sin el eslabn inmediato de un prelado local. Esevidente que este proceso cobraba importancia muy por encima del plano de la vida religiosa. Elproceso significa, en efecto, que el centralismo realizado por de pronto como una novedad dentrode las rdenes religiosas iba a trasladarse igualmente a la iglesia universal, que ahora, y sloahora, se conceba en el sentido de un Estado central moderno. Con ello acontece ahora alprimado algo que hoy da nos parece caerse de su peso, pero que en modo alguno se siguenecesariamente de su esencia; y es que ahora, y slo ahora, se entiende el primado en el sentidodel centralismo estatal moderno (p. 65).

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    B) Rechazo del centralismo papal

    Como era de suponer, esta novedad, tras una estructura milenaria ms o menos federal, de laIglesia, encontr enseguida sus contradictores. El principal de ellos fue Guillermo de Saint-

    Amour. Este autor acuda al principio fundamental de la jerarqua segn el Seudo-Dionisio:Segn este principio, a ninguna jerarqua se le poda permitir intervenir en el orden totaljerrquico, sino que cada una poda influir nicamente sobre la jerarqua que estabainmediatamente debajo de ella. Este principio tena que resultar en su aplicacin comoesencialmente antipapal. Exiga, por as decirlo, la observacin del principio de subsidiaridad enla Iglesia y vedaba, por tanto, que el papa se saltara la autoridad episcopal, como sucedaefectivamente en el caso de las licencias de predicar y confesar concedidas a los frailesmendicantes organizados en sistema centralista Ya en el tratado De periculis novissimorumtemporum recalca Guillermo con nfasis la falibilidad terica del papa, que l demuestra por elDecretum Gratiani y por el Liber extra Si en el tractatus brevis la tesis de la falibilidad delpapa todava se movi entre generalidades, luego indic que el papa tambin puede caer en lahereja y que, en tal caso, debe negrsele la obediencia. Tal habra acontecido efectivamente entiempo de San Hilario (pp. 66-68).

    C) Papalismo de San Buenaventura

    El profesor Ratzinger hace un sustancioso estudio sobre el pensamiento de San Buenaventuracon respecto al primado papal. El santo franciscano se agarraba al AT, donde haba un sumosacerdote, para deducir de ah, por va de minori ad majus, que en el NT tambin lo tiene quehaber y que, en concreto, es el papa:

    En este punto resulta a la vez evidente la debilidad y hasta el peligro del pensamiento jerrquicode Buenaventura, inicialmente tan luminoso. Porque pueden trasladarse realmente todos losdatos del AT sin ms al Nuevo con un cunto ms eminentiore modo? O no habr ms bienque borrar muchas cosas via negationis? Cabe preguntar, sobre todo, si pareja argumentacin,precisamente respecto de la dignidad sumosacerdotal, no est directamente vedada por la carta alos Hebreos. Porque segn las claras palabras de este texto, el equivalente neotestamentario delsumo sacerdote de la antigua alianza no est representado por sacerdote alguno puramentehumano, sino por el sumo sacerdote Cristo, definitivo y en verdad nico (Heb 4,14; 10,18).

    El profesor Ratzinger hace una sustanciosa valoracin teolgica de este papalismo de SanBuenaventura:

    a) El intento de interpretar la realidad del primado por el concepto de reduccin debe calificarsede desafortunado y peligroso. Amenaza con colocar al papa en un puesto que en verdad slocorresponde a Cristo. As, este intento no puede justificarse, aunque puede comprenderse por elimpulso total del sistema.

    b) La designacin del papa como summus hierarca que de pronto puede parecer brillante, estambin peligrosa dentro de una estricta inteligencia del concepto de jerarqua desde el sistema

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    dionisaco.

    c) El papa no es vicarius Christi en el sentido de que est ahora en lugar del Cristo histrico quevivi sobre la tierra, sino, ms bien, de suerte que representa exteriormente al Seor que vive yreina ahora, y actualiza su presencia pp.74-79).

    6. Primado y episcopado

    El profesor Ratzinger estudia la evolucin del primado dentro de su ambiente natural, que es, sinduda, el episcopado. Para ello empieza por rastrear el origen de la misma expresin:

    La palabra primatus (protea) aparece, en cuanto se me alcanza, en el canon seis del Concilio deNicea, donde curiosamente est en plural y no describe slo la funcin de Roma, sino al mismotiempo la de Alejandra y Antioqua, no expresando, por tanto, un problema referidoexclusivamente a la sede romana (pp. 138-146).

    En la evolucin de las relaciones primado-episcopado despus de Nicea el profesor Ratzingerdestaca la intervencin que, en el siglo XII, tuvo el obispo Nicetas de Nicomedia en sus dilogoscon Anselmo de Havelberg. Ratzinger califica de grandiosa esta intervencin del obispooriental, que copia literalmente:

    Roma, sede eminentsima del imperio, obtuvo la primaca, de suerte que se llam primera sedey a ella apelaron todas las dems en las disciplinas eclesisticas, y lo que no se comprende enreglas fijas qued sometido a su juicio. Sin embargo, el romano pontfice no se llam prncipe delos obispos ni sumo sacerdote ni cosa por el estilo, sino slo obispo de la primera sede. Pero laiglesia romana, a la que nosotros no negamos ciertamente la primaca entre hermanos, se haseparado de nosotros por su sublimidad, al asumir la monarqua (lo que no era su oficio) y,dividido el imperio, ha dividido tambin a los obispos de Oriente y Occidente. Nosotros nodiscordamos en la misma fe catlica de la iglesia romana; sin embargo, como quiera que en estostiempos no celebramos concilios con ellas, cmo vamos a aceptar sus decretos que se dan sinnuestro consejo y hasta sin nuestro conocimiento? Porque si el romano pontfice, sentado en elalto trono de su gloria, quiere tronar contra nosotros y desde su alto puesto dispararnos, por asdecirlo, sus decretos y juzga no por nuestro consejo, sino por su beneplcito y propio arbitrio, denosotros y de nuestras iglesias y hasta impera sobre ellas qu fraternidad y hasta qu paternidadpuede ser sa? En tal caso podramos llamarnos y ser verdaderos esclavos y no hijos de laIglesia Slo l deber ser obispo, slo maestro, slo preceptor, slo l deber responder, comonico buen pastor, ante Dios de todo lo que se le ha confiado. Mas si quisiere tener cooperadoresen la via del Seor, manteniendo desde luego su primado en su exaltacin, glorese de su bajezay no desprecie a sus hermanos, a los que la verdad de Cristo engendr no para la servidumbre,sino para la libertad en el seno de la madre Iglesia.

    Comparando los orgenes primitivos de los patriarcados con el ms reciente del cardenalato, elantiguo profesor de Tubinga escribe:

    El patriarcado es una institucin de la Iglesia universal que designa a los obispos de las iglesiasprincipales, llamados originalmente primados y que, consiguientemente, afectaba a la manera

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    con que se regul la unidad de la Iglesia en las grandes extensiones eclesisticas y la unin entreellas. Ahora aparece a ojos vista el cardenalato como un oficio de la Iglesia universal Desde elsiglo XIII el cardenal est por encima del patriarca, de suerte que ste sube de honor cuando se lehace cardenal Finalmente surge la idea de que los cardenales son los verdaderos sucesores delos Apstoles, porque stos habran sido cardenales antes de haber sido hechos obispos (pp.

    148-154).En una palabra, en todo este problema de las relaciones entre primado papal y episcopado, a loque debe ms bien aspirarse es a la pluralidad en la unidad y a la unidad en la pluralidad. En estesentido, la conjuncin de las posibilidades del principio colegial (consejo episcopal, conferenciaepiscopal, etc.) con las del primado y su intercambio constante debieran, sobre todo, ser capacesde posibilitar la recta respuesta a las exigencias actuales. El primado necesita del episcopado,pero tambin el episcopado del primado; y uno y otro deberan enjuiciarse cada vez menos comorivales y cada vez ms como complementarios (pp. 159-163)

    7. Primado y Concilio

    En las relaciones entre primado y concilio el profesor Ratzinger hace unas sabrosasobservaciones que vamos a resumir. En primer lugar, el oficio eclesistico es colegial porinstitucin:

    No se confiere al individuo como individuo, sino con miras a la comunidad; slo puedeposeerse comunitariamente, como insercin en un collegium. Por eso, el concilio no es, poresencia, otra cosa que la realizacin de la colegialidad.

    De esta consideracin se sigue que el servicio de los obispos representa el magisterio normalordinario de la Iglesia:

    Este magisterio no es ciertamente (a Dios gracias) infalible en todas sus manifestacionesparticulares; quiere, efectivamente, traducir la palabra a la vida y presentarla de un modoconcreto a los hombres La infalibilidad normal de la Iglesia tiene forma colegial; lo otro esextraordinario. Por eso la infalibilidad del papa no existe per se, sino que ocupa un lugarperfectamente determinado y limitado y, en modo alguno, exclusivo, dentro del marco de lapresencia perenne de la palabra divina en el mundo.

    Pero la cuestin, dice Ratzinger, es saber en qu relacin estn estos dos datos: concilio infalibley papa infalible.

    El llamado papalismo o curialismo desde la aparicin de la rdenes mendicantes en la alta EdadMedia, se mostr pujante y gan posteriormente nueva importancia en la poca de larestauracin. El papalismo declara, a la inversa, que los obispos son nicamente de derechopapal, rganos ejecutivos del papa, de quien en exclusiva reciben su jurisdiccin y junto al cualno representaran, por tanto, ningn orden especial en la Iglesia. El Concilio Vaticano I declarherticos ambos puntos de vista.

    Y concluye el profesor Ratzinger:

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    Segn esto, el primado del papa no puede entenderse de acuerdo con el modelo de unamonarqua absoluta, como si el obispo de Roma fuera el monarca, sin limitaciones, de unorganismo estatal sobrenatural, llamado Iglesia y de constitucin centralista El primadosupone la communio ecclesiarum y debe entenderse, desde luego, partiendo nicamente de ella

    (pp. 23-51).

    8. El papa roca y escndalo

    Finalmente el profesor Ratzinger destaca valientemente las dos facetas que indisoluble ydialcticamente constituyen la figura del ministerio petrino: roca y escndalo:

    Es la figura de Pedro, a quien en Mt 16,19 se le promete el mismo poder que en Mt 18,18transmite el Seor a toda la comunidad de los Apstoles Prescindiendo por completo delproblema de la localizacin histrica de la promesa del primado, podemos afirmarindependientemente que, para el pensamiento bblico, la simultaneidad de roca y Satans (yskndalon=piedra de tropiezo) no tiene de suyo nada de imposible. Al contrario, para esepensamiento que sabe de la necedad de Dios, de la victoria de la fuerza de Dios por la catstrofede la cruz, semejante paradoja es tpicamente cristiana.

    El antiguo profesor de Tubinga descubre, a lo largo de la historia del papado, la supervivencia deesta doble faceta dialctica:

    Y no ha sido fenmeno constante a travs de la historia de la Iglesia que el papa, el sucesor dePedro, haya sido a la par petra y skndalon, roca de Dios y piedra de tropiezo? De hecho,importar al creyente aguantar esta paradoja del obrar divino, que confunde siempre su soberbia,esta tensin entre roca y Satans, en que se compenetran de manera inquietante los contrastesms extremos. Lutero conoci con opresora claridad el factor Satans y no dejaba de teneralguna razn en ello; pero su pecado estuvo en no aguantar la tensin bblica entre Cefas(petra) y Satans, que pertenece a la tensin fundamental de una fe que no vive delmerecimiento, sino de la gracia.

    Finalmente el telogo alemn advierte contra el peligro de distinguir entre institucin yhombres de la institucin:No pueden separarse sencillamente la Iglesia y los hombres de la Iglesia; la abstractapureza sin mcula de la Iglesia que de este modo destilara, no tiene sentido alguno real histrico.La Iglesia vive por medio de los hombres en el tiempo y en el mundo presente y, a pesar delmisterio divino que lleva dentro de s, vive de manera verdaderamente humana. Hasta lainstitucin como institucin conlleva la carga de lo humano; tambin la institucin conlleva lainquietante arbitrariedad de lo humano para poder ser piedra de tropiezo (pp. 285-288).

    II. PREGUNTAS

    Una vez que he intentado resumir lo ms sabroso de su libro, me permito ahora, Sr. Cardenal,hacerle unas preguntas, con toda humildad y respeto, para que su respuesta disipe la no pequeaperplejidad en que su aparentemente doble postura nos tiene sumidos.

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    1. Hasta qu punto la actual estructura de la Iglesia catlica romana permite que en su seno selleve a cabo aquella infalibilidad de los laicos que, segn Vd. mismo insina muyacertadamente, en el Concilio de Nicea salv la ortodoxia frente a las vacilaciones de unajerarqua fuertemente influida por el arrianismo? (p. 168 s.). No hemos descubierto, ms bien,

    un profundo recelo ante la afirmacin de la Teologa de la liberacin, segn la cual los pobres noson slo objetos, sino sujetos de la evangelizacin?

    2. Qu hace hoy la cspide de la Iglesia catlica romana, sobre todo la Curia, por despojarse deaquellas insignias de los funcionarios romanos que no tuvieron inconveniente en colgarse?Cul es la actitud de la actual Curia romana para impedir que no surjan de nuevo otrosSyllabi, como los de Po IX y Po X, de los que dijo Harnack, exagerando desde luego, perono sin parte de razn, que con ellos condenaba la Iglesia la cultura y ciencias modernas,cerrndoles la puerta, con lo cual Vd. mismo aade se quit a s misma la posibilidad devivir lo cristiano como actual, por estar excesivamente apegada al pasado? (pp. 404-405).

    3. No cree que hoy se da de nuevo el peligro de farisesmo y qumranismo, por Vd. tanvalientemente denunciados, y que estamos a punto de caer el el estrecho ghetto de unaortodoxia que a menudo no sospecha lo ineficaz que es entre los hombres y que, en todo caso, sehace a s misma tanto ms ineficaz cuanto con mayor obsesin defiende su propia causa? Esque hoy no podra tambin repetirse el caso del celoso Pablo IV, que quiso anular el Concilio deTrento y renovar la Iglesia con el fanatismo de un zelota (pp. 307-310)?

    4. Sigue Vd. creyendo que, despus del Concilio Vaticano II, el intento de conservar unaposicin de mayora, supuesta o real, ha fracasado? Sigue pensando todava que el Conciliomarca la transicin de una actitud conservadora a una actitud misional y que la oposicinconciliar al conservadurismo no se llama progresismo, sino espritu misional (pp. 332 s.)? Oms bien, desde sus altos cargos jerrquicos se ha visto obligado a dar marcha atrs en esteoptimismo conciliar de primera hora?

    5. Supongo, Sr. Cardenal, que no habr cambiado nada en esta afirmacin suya: El colegioepiscopal no es una mera creacin del papa, sino que brota de un hecho sacramental y representaas un dato previo indestructible de la estructura eclesistica, que emerge de la esencia misma dela Iglesia instituida por el Seor (p. 198). Pero sigue Vd. manteniendo, con todas susconsecuencias, la afirmacin de que Pedro est dentro, no fuera de este primer colegio? (pp.203-207). No encuentra todava excesiva la distancia real que existe entre el papa y los obispos?

    6. Ahora que ya no ejerce de telogo, sino de juez de los telogos, sigue creyendo que ennuestra Iglesia existen hoy profetas que no slo deben luchar con el mundo, sino tambin con laIglesia, con la tentacin de la Iglesia a hacerse mundo, y que bajo la Iglesia y en la Iglesiatienen que sufrir? Sigue calificando negativamente a los que evitan todo choque y ponen suintangible comodidad por encima de todas las cosas? De verdad sigue creyendo que lo quenecesita la Iglesia de hoy (y de todos los tiempos) no son panegiristas de lo existente, sinohombres en quienes la humildad y la obediencia no sean menores que la pasin por la verdadque amen a la Iglesia ms que a la comodidad e intangibilidad de su propio destino (pp. 290-295)?

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    7. Sigue sosteniendo su mala opinin sobre la que Vd. tan atinadamente llama teologa deencclicas, o sea, una teologa que se reduzca a ser registro y tal vez tambin sistematizacinde las manifestaciones del magisterio (pp. 318-320)? Sigue pensando que el ideal de hoy essuperar la concepcin de que la Edad Media era como el tiempo ideal cristiano, cuya plenaequivalencia entre Iglesia y mundo se consideraba como la meta ltima de las aspiraciones (p.

    350)? No se inclina ms bien al resurgir medievalista que indudablemente llevan consigomovimientos catlicos contemporneos como Comunin y Liberacin?

    8. Sigue criticando la postura de San Buenaventura, cuando ste llama al papa vicario deCristo (pp. 74-79)? Cree que en la rutina cotidiana no se sigue entendiendo esta adjetivacincomo si el papa fuera una especie de sucesor de Cristo, el cual slo sera venerado en el hbitatcelestial, y no considerado como Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia?

    9. Ahora que es cardenal, sigue sosteniendo la tesis de lo peligrosa que es la institucin delcardenalato, ya que puede surgir la idea de que los cardenales son los verdaderos sucesores delos Apstoles (pp. 148-154)? Ha hecho algo por que se modifique esta inflacin eclesial delcardenalato en beneficio del colegio episcopal y, tambin, del pueblo de Dios en general?

    10. Si, segn su teologa, el concilio no es, por esencia, otra cosa que la realizacin de lacolegialidad (pp. 236 s.), ha hecho algo para que se multipliquen los concilios, sin los cuales lacolegialidad corre el riesgo de convertirse en sucursalismo de la Curia romana? No ha pensadoque, sin una mayor frecuencia de los concilios, se peligra caer en el grave riesgo que Vd.acertadamente seala: El primado del papa no puede entenderse de acuerdo con el modelo deuna monarqua absoluta, como si el obispo de Roma fuera el monarca, sin limitaciones, de unorganismo estatal sobrenatural, llamado Iglesia y de constitucin centralista (pp. 236 s.)?

    11. Sigue sosteniendo su luminosa distincin entre las dos facetas del ministerio petrino rocay skndalon o Satans, y sigue creyendo que, en la crtica dirigida a la Iglesia, sobre todo ala cspide, no pueden separarse sencillamente la Iglesia institucin y hombres de lainstitucin (pp. 985-988)? Segn esto, no cree que los cristianos, sobre todo los telogos,deben ser crticos frente al propio papa, para descubrir lo que en l pueda haber de escndalo osatnico y lo que, sin duda, hay siempre de roca? No le parece que un determinadopanegirismo al enfocar la figura de un papa sobre todo, si es el de turno hace un gran dao a laIglesia, empezando por el mismo que ejerce el ministerio petrino, al que se engaara con unaadulacin, cuyo origen est, como Vd. muy bien dice, en el apego a la propia comodidad?

    Seor Cardenal:

    Estas preguntas estn hechas con una enorme sinceridad y con un gran cario a la Iglesia catlicaromana, a la que desde el principio de mi existencia pertenezco. Estoy seguro de que unarespuesta suya disipara muchas dudas y eliminara muchas perplejidades, que indudablemente sedan a todos los niveles.

    No me queda ms que pedirle al Espritu Santo, verdadera alma de la Iglesia, que nos ilumine atodos, para que nos vaya guiando por toda la verdad (Jn 16,13).

  • 7/29/2019 Carta Abierta a Ratzinger

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    Publicada en Misin Abierta 2(1987)106-120