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Ecos de un Chile antiguo y profundo donde se escucha el futuro C ARRUAJES

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Abandone por un momento las preocupaciones que ensombrecen su vida diaria, para ingresar en un universo de cocheros, caballos de raza, carruajes y vida de nuestros campos chilenos. El escenario de estas páginas es el terruño que llevamos en nuestro corazón; son nuestras tradiciones y rituales familiares, los colores, usos y costumbres que tejen nuestra historia y sugieren la raíz profunda de nuestra propia identidad.

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Ecos de un Chile antiguo y profundo donde se escucha el futuro

Carruajes

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Pedro Loyola, integrante del Círculo de Cocheros de Chile saliendo en su Mail Cart

del Regimiento Cazadores de Santiago.

(Fotograf ía: Archivo María Inés Loyola)

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Ecos de un Chile antiguo y profundo donde se escucha el futuro

Carruajes

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Dirección creativa y diseño: Grupo Synergia Verum Editorial.

Coordinación de la obra: Luis Herrera Aguerrevere.

Textos: Antonio Modernell Mateu.

Diseño y composición: Joaquín Matus Toro.

Fotografía e investigación: Tito Alarcón Pradena.

Impreso en Chile por Quebecor World Chile S. A.

Comercial y Editorial VERUM S.A.

Alcántara 200 piso 6

Las Condes - Santiago de Chile

Tel. 370 29 18 Fax 369 56 57

www.verum.cl

1ª edición abril de 2007.

2.000 ejemplares.

I.S.B.N: 978-956-8647-00-7

© Todos los derechos reservados Comercial y Editorial VERUM S.A.

Nuestro agradecimiento a quienes dan vida al mundo retratado

en cada página de este álbum

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Indice

Al lector 5Prólogo 6

CocherosFrédéric de Geloes 10Mario Guerra Fuentes 13José Miguel Guzmán Lyon 15Teresita Guzmán Espínola 17Mario Manríquez Guerra 21Pbro. Jaime Manríquez 26 Rodolfo Larraín Barth 28 Therese Matthews de Edwards 30Juan Andrés Mujica 32José María Richasse del Real 35Uwe Roth Schleyer 38Sven Bergström 40Claudio Schlack 42Luis Larraín Fernández 45

Amor a la tierra, sentir de la tradición 48Los cocheros, una gran familia de familias 56Carlos Cardoen Cornejo 62Max Bangert 68 Jean Pierre Boucan 74 Hermann Maul y Anita Wiese 75

CompetenciasVillarrica – Fundo Llau-Llau 76Freire – Criadero Freire 79Lolol – Viña Santa Cruz 80Graneros – Criadero Santa Isabel 82

Petiseros 83Caballos 86

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E l volumen que Ud. tiene en sus manos, lector, no es un libro de sociología, tampoco un estudio

costumbrista, menos aún un ensayo de carácter ideológico, ni siquiera un re-portaje de periodismo cultural: es sim-plemente un álbum.

La editorial Verum inicia con él una colección en que convida al lector a en-trar en un diálogo con imágenes de una realidad chilena llena de luz, sugestión y colorido; pero poco conocida, tal vez ignorada o incluso silenciada por mu-chos formadores de opinión y medios de comunicación social. Son ecos que vienen de un Chile antiguo y profundo pero que dejan entrever perspectivas posibles de un futuro que quizá Ud. no esperaba.

Una palabra rápida sobre nuestra editorial. Verum es un vocablo latino que significa “lo verdadero”. Adopta-mos como línea editorial la filosof ía del realismo y del sentido común. Creemos que Dios dotó a la naturaleza humana de la capacidad de conocer la realidad, de captarla objetivamente y de discernir en ella lo que es bueno y verdadero. Pero también la experiencia nos muestra que el espíritu humano capta de modo más proporcionado a nuestra naturaleza, y más plenamente, la verdad y el bien de los seres y de las situaciones, cuando se hace sensible a aquel predicado inhe-

“El pescador de impresiones”. Cahuil, en el litoral de la Colchagua profunda

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rente al verum y al bonum de todo ser, que es el pulchrum, es decir la belleza; la cual el gran Santo Tomás definía como el esplendor de la verdad y el bien.

Lo convidamos, estimado lector, a hacer la experiencia de abordar la rea-lidad bajo el prisma del pulchrum, de la belleza: a mirar observando, a observar contemplando, a dejar subir las impre-siones, a identificarlas sin brutalizar-las, casi diríamos a considerarlas con respeto, cortesía o admiración, como lo haría un niño, un artista o un sabio. No quiera romperles su encanto. Deje que ellas, sin prisa, le comuniquen su secreto y sus riquezas; como el perfu-me de calidad que sube hasta su olfato le entrega la variedad de sus aromas, o como el buen vino libera en su paladar los sutiles y huidizos matices.

Cuando esas impresiones hayan su-bido a la superficie de su espíritu, vaya explicitándolas para su propio uso, para ir componiendo unas primeras nociones que contengan, con razonable riqueza, las notas características de la realidad que las imágenes le habrán transmitido.

Abandone, pues, por un momento las preocupaciones o el malestar por tanta cosa que en nuestra sociedad no es como debería ser y que llena de som-bras la vida pública o la privada en el Chile de hoy, y penetre a su gusto en este encantador universo de cocheros,

caballos de raza, carruajes y vida de nuestros campos. Sí, porque ese uni-verso tiene como escenario un terruño que todos llevamos en el corazón, ple-no de tradiciones familiares, de usos y costumbres que forman parte de nues-tra historia como individuos y como nación, que animan de couleur local y de vida a una cierta idea de País, reve-lándonos un no se que recóndito del ser mismo de Chile.

Son, en fin, imágenes y testimonios vivos de una sociedad que transita por la globalización y la modernidad, pero en la que también maduran, discreta y tal vez instintivamente, al modo orgáni-co en que se desarrolla la vida, nuevas tendencias para enfrentar los desaf íos de hoy manteniendo la fidelidad a sus valores perennes. Colores, formas, aro-mas, sones, gestos, estilos, movimien-tos, relaciones sociales, que nos traen ecos de un Chile antiguo y profundo, en búsqueda instintiva de sus raíces; un Chile que sabe renovarse y progresar, puliendo y dando brillo a su propia tra-dición e identidad. Escuchemos lo que tienen que contarnos sobre el futuro.

Editorial Verum

Cahuil, 19 de marzo de 2007

Al lector

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Prólogo

os elegantes carruajes de antaño transportaban a sus propie-tarios en una noble aventura por caminos a la vez arduos, polvorientos y tranquilos. Servían para alguna ceremonia de

casamiento o para alegres paseos citadinos hasta mediados del si-glo XX nacional, todavía provinciano. La modernización del agro chileno en un mundo globalizado parecía relegar este y otros as-pectos de nuestro legado cultural definitivamente a la condición de piezas de colección de museos costumbristas.

El avance tecnológico y la transformación socioeconómica que ha abarcado al mundo huaso en todos sus estratos ha sido real-mente enorme. Pero he aquí que, en lugar de abandonar en un polvoriento olvido las tradiciones de nuestra tierra, ha dado lugar exactamente a lo contrario: el humus social de dichas tradiciones, que muchos imaginaban arcaico y ya sin vida, revela de pronto una fertilidad cultural y espiritual, una creatividad que va a la par del adelanto en la tecnociencia.

Las imágenes y testimonios de estas páginas* muestran la fuerza de un universo que reúne a hombres de campo y sus familias, caba-llos de raza, carruajes, cocheros, artesanos, empresarios y amantes del misterioso charme escondido en la raíz rural de nuestra chile-nidad. Cocheros y carruajes emprendieron un apasionante viaje a través de la modernidad y llegaron al ámbito de vivaces, entreteni-dos y refinados torneos deportivos. En ellos vemos renovarse toda la magia y leyenda de un mundo huaso que se viste de gala.

Las competencias de carruajes combinan las pruebas de adies-tramiento, resistencia, obstáculos y tradición. Por detrás de ello existe todo un conjunto de destrezas, riesgos, estilos, comporta-mientos, artes y disciplinas que suponen valores psicológicos, sim-bólicos, morales y culturales y revelan al país y al mundo el hori-zonte de un Chile nuevo.

* Los testimonios de los diferentes cocheros se ordenan inicialmente por orden alfabético. Enseguida el lector encontrará la proyección familiar y social de este deporte, así como la visionaria contribución de empresarios y artesanos a este fascinante quehacer que reúne disciplina, técnica, cultura, mito y tradición.

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Dejaron atrás el noble terruño francés y llegaron a los campos chilenos. La familia De

Geloes aparece en un camino rodeado de pinos en el sur de Chile, a bordo de su Wagonette

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esde hace nueve años que el Conde y la Condesa Frédéric de Geloes viven en Chile. Como

Gerente General de Baron Philippe de Rothschild Maipo Chile vive li-gado al mundo del vino, sin em-bargo su pasión son las tradicio-nes del mundo de los carruajes.

En el mundo del carruaje, cuenta Frédéric “lo que prime-ro que me atrae es lo bonito, lo bello. Hay también una relación con un animal sin estar encima. Me atrae el hecho que tu familia esté al lado tuyo, formando parte de un conjunto uniforme. Prepara-mos todo en familia, respetando las normas de la tradición, del pasado.

“Al llegar a Chile, nuestra primera conexión fueron los caballos. Los coches llegaron mucho después, junto a nuestra amistad con José Miguel Guzmán (cono-cido criador de caballos chilenos y una personalidad del mundo de los carrua-jes). Poco a poco llegamos a lo que es hoy, incluyendo más recientemente el tema de la Tradición, que todavía está en paña-les, pero tiene un gran futuro.

“El carruaje es otra forma de desarro-llar nuestra pasión por los caballos, pero esta vez en equipo, en familia. Y es muy importante esto de realizar cosas con tus propios hijos. Si unos salen en bicicleta,

nosotros salimos en coche y con caballos. Lo encontramos mucho más entretenido, permite aliar el deporte, los animales y la belleza que irradia este conjunto.

“Este amor a los caballos, con distin-tas variantes y usos, te hace salir, dejar la televisión, los mall, los supermercados y todas las cosas más materiales del mun-do de hoy, que ‘dañan’ las mentalidades. Nuestros niños, a través de esto, se sienten felices en el campo, con los animales. Es un mundo aparte, pero un universo sano, natural y además entretenido.”

Frédéric de Geloes

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Mario Guerra en su Spider tirado por caballos frisones y dirigido por su hijo Nicolás

“Un día –cuenta Mario Guerra– la Sra. Malú del Río [esposa del director de El Mercurio] tomaba el té en Holanda con su hermana. De improviso vieron pasar un coche tirado por dos caballos frisones. Se pararon, subieron al auto y lo siguieron hasta su destino. Quedó tan encantada con los caballos, con su mansedumbre, su porte, que llevó a don Agustín

para que también los conociera. ‘De estos caballos necesito yo’, le dijo. Así, a principios de los 90 llegó a Chile esta raza, mansa y elegante.”

Mario Guerra en un cabriolet, tirado esta vez por una elegante yegua Hackney

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MMario Guerra Fuentes

ario Guerra, actualmente co-chero de Agustín Edwards Eastman, es uno de los con-

ductores de más larga trayectoria en Chile. Sus palabras brotan del corazón: “Manejar un coche es un arte. De partida el cochero tiene que saber sentarse, y sen-tarse estirado, la barbilla recta, elegante, lucirse, porque esto es un conjunto. Deben lucirse el caballo, el coche y uno mismo. ¿De qué sirve andar con un hermoso tiro y un coche precioso si el cochero parece un abuelito? Esto es un conjunto.

“El huaso de coche es abierto, es ale-gre, es diferente. Los chilenos que estamos en carruajes somos felices, nos encanta lo que hacemos. Gozamos, buscamos la perfección día a día.

“Llevo cincuenta años conduciendo coches. Es una tradición de familia, yo soy la cuarta generación de cocheros. Co-mencé a los 10 años con mi padre como profesor y con el General Portales, encar-gado de las cocheras presidenciales. En la

actualidad, también soy el cochero oficial de la Presidencia de la República.

“Para mí, los coches significan nues-tra tradición, el sentimiento y la elegan-cia. Los quiero tanto como a mi padre, mi madre y mi esposa. Esto está en la sangre, en mi alma, en mi corazón. Mi hijo co-menzó en los coches por deseo propio. Lo lleva en la sangre.”

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osé Miguel Guzmán, criador de ca-ballos chilenos y gran promotor de la afición por los coches, conoció el

mundo del carruaje a través de su hija. “Vengo y pertenezco al mundo del rodeo. Llegué a esto por una casualidad. Mi hija Teresita, en su etapa de perfecciona-miento con los coches, empezó a conducir el que usa hoy en día. Descubrí entonces que esto es un arte y se convirtió en la afi-ción más entretenida que he tenido en el mundo de los caballos. Afortunadamente Jorge Valderrama, quien nos arregla los caballos para el rodeo y otras disciplinas, también se enamoró de los coches y se produjo toda una magia familiar.

“Empezamos poco a poco a sumergir-nos en esto. Conocimos a la gente de Lolol, fuimos a Europa a investigar, conocimos a Frédéric de Geloes y concluimos que es un mundo tremendamente interesante. Co-menzamos a introducir al caballo chileno, primero como un orgullo patrio por utili-zar lo que es nuestro, lo chileno, y luego por facilidad. En nuestros criaderos no todos los caballos sirven para el rodeo, algunos entonces son utilizados en los coches.

“Tenemos gran satisfacción en estar contribuyendo a que una costumbre des-tinada a relegarse al garaje de la casa, se haya convertido en un nuevo mundo”.

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José Miguel Guzmán Lyon

José Miguel Guzmán en el fundo Llau-Llau, Villarrica, realizando la prueba de campo

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José Miguel Guzmán con su señora María Teresa Espínola conduciendo un Break tirado

por la yegua percherona “Lola”

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TTeresita Guzmán E.

eresita representa a la generación más joven entre los cocheros na-cionales, la generación del futuro,

donde la tradición propia y la influencia de maestros internacionales logran una feliz concordia. Aunque ella es joven, lle-va tiempo en esto: “Siempre me han apa-sionado los caballos, pero es muy distinto el coche. Me siento libre, alegre, disfruto el ambiente, la naturaleza junto con mi com-pañero el caballo”. Cuando niña conducía una cabrita sin mucha noción sobre es-tilo, hasta que tomó contacto con el ex-perimentado maestro alemán avecindado en nuestro país, Hermann Maul: “Él nos enseñó desde cómo se amansa un caba-llo hasta cómo llevarlo a competir. Poco a poco empezamos a tomarle el ‘gustico’ con mi papá y ahora estamos involucrados en competencias aquí, en Argentina y con mi-ras en unos años a un mundial.”

Teresita ha aportado su contagio-sa energía al mundo de los coches, pero también, con esa femenina intuición de remediar lo que falta, elaboró algo más: un traje propio de mujer. Como el traje de “huasa” es muy parecido al del hombre, “quisimos darle un toque distinto. Comen-zamos a diseñar un traje nuevo parecido al chileno, con la diseñadora Millaray Palma y mi papá, dándole personalidad propia. El traje gusta mucho porque la gente lo en-cuentra súper femenino. Así nació el traje de cochera chilena.”

Cuando su padre introdujo el caballo chileno para los coches,

Teresita pensó: “para caballo chileno, traje chileno”

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José Miguel Guzmán: “El mundo del coche tiene distinción, tradición, delicadeza ¡y mucho trabajo! Se transforma en algo mágico. Yo descu-brí que en vez de ser el carretón conducido por mi hija en su infancia, es un arte”.

Teresita Guzmán: “Esta fotograf ía me re-cuerda que mi padre está siempre a mi lado. Me enternece la mirada de mi papá, quien siempre ha sido fundamental en mi afición por los coches.”

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José Miguel y su hija a bordo del coche Spider con que se presentaron en la Semana de la Chilenidad

en el Parque Alberto Hurtado el año 2006

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Jorge Enrique Valderrama Romeroxcelente preparador de caballos de los Guz-mán, cuya fidelidad y dedicación le han gana-

do un lugar en la familia, conoce episodios llenos de sabor en lo relacionado con los carruajes: “El cuento de los coches para nosotros partió como un juego, porque había un coche en la casa, un carre-tón, regalado por don José Miguel para una Pascua. Y le pusimos un percherón y empezamos a andar. De repente apareció Hermann, quien es cochero profe-sional, y nos empezó a enseñar. Lo que partió como un juego, hoy es todo un deporte en el que participa la familia entera.”

“Chincolito”, como le llaman sus amigos, es muy querido entre los Guzmán, y él lo sabe: “Yo me siento muy feliz de pertenecer a esta familia. Es gente muy cariñosa, quieren mucho a mi señora, a mi hija la adoran. Los caballos también nos unen mucho porque nos encantan a todos. Sin este ambiente, sin los coches y los caballos, creo que me moriría.”

Teresita cruzando un obstáculo de agua en el Concurso de Enganche Ecuestre del Criadero Freire del año 2007

“En el coche me siento libre, alegre, disfruto el ambiente, la naturaleza junto con mi compañero

el caballo”

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Mario Manríquez Guerra

on Mario Manríquez, abogado santiaguino de trayectoria, es un hombre vinculado al mun-

do del carruaje por raíces familiares. Edgardo Portales, su tío, director ad honorem de las cocheras presidenciales, imprimió en él y en su hermano Jaime el deslumbramiento ante la armonía de caballos, arreos, maderas y gallardía.

De ahí arranca la fascinación, diría-mos la auténtica pasión, que todo esto despierta en Mario Manríquez. Más que cochero activo, es un coleccionis-ta entusiasta. Pero el corazón no queda ausente. La suya, antes que de coches, es una colección de afectos, un relicario de aromas y vivencias provenientes de un mundo plasmado en cada detalle del carruaje.

“Cuando estábamos chicos –rela-ta– e íbamos a ver la parada militar, a la lectura del mensaje, al Te Deum, veía-

mos pasar las carrozas presidenciales y quedábamos perplejos”. El tío Edgardo atesoraba en su casa una gran canti-dad de objetos de colección, entre los que descollaban sus propios coches, una co-lección que se convirtió en el deleite de los pequeños hermanos Manríquez. “En las cocheras de su parcela debió tener unos 30 coches estupendos, que nosotros abríamos y olíamos, y disfrutábamos el olor a cuero, el olor a coche… ¡qué cosa más deliciosa! Para nosotros, niños, era maravilloso, era la felicidad”. Esa co-nexión desde los sentidos, desde la vista, el olor, la textura, se volcaba en seguida a una “reconstrucción” del ambiente al que cada coche pertenecía. “Nos imagi-nábamos qué hacíamos sentados en los coches: si subíamos a un coupé, nos ima-ginábamos que éramos médicos, porque era un coche usado casi exclusivamen-te por los médicos y los novios. Si nos sentábamos en un coche de cacería, nos imaginábamos una caza glamorosa, con trompetas, con los zorros, los caballos… Todo imaginado porque los coches esta-ban quietos, encerrados en una cochera casi a oscuras; pero la oscuridad ayuda-ba a la imaginación”.

Tiempo después conocieron las co-cheras presidenciales, que su tío diri-gía, y en ellas los coches de particulares que estaban ahí en préstamo a los actos oficiales. Con todo esto, él mismo con-

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cluye: “El tío Edgardo nos marcó para siempre”.

Sus hijos se han contagiado tam-bién con esta pasión, verdadera he-rencia familiar.

La colección de coches de Mario Manríquez, construida junto a su in-separable hermano sacerdote, par-tió con un vehículo que había per-tenecido a doña Paula Jaraquemada, un muy chileno “coche de trompa”. Tiempo después la colección fue co-ronada por todo un trofeo: un Mail Coach. “A Chile habían llegado cinco coches de este tipo, según nuestros re-gistros. Uno de ellos, el que ahora es nuestro, había sido traído al país por un señor muy rico, que se presentaba siempre en las competiciones con lin-dos caballos”. A la muerte de su pri-mer propietario el coche comenzó un viaje propio: fue comprado varias veces pero nunca pasó demasiado tiempo en manos de sus sucesivos dueños. Un día, en una bendición de argollas, el Pbro. Jaime Manrí-quez conoció a la viuda de su último propietario, y la adquisición quedó pactada con suma gentileza. Lo que no calculaba el sacerdote era el abul-tado precio del vehículo. Después se supo que adinerados aficionados al coche habían ido a ver este carruaje, y ninguno se decidió a pagar su pre-cio. Esta vez, sin embargo, la palabra estaba empeñada, y así, los herma-nos recorrieron sin éxito los bancos para lograr un préstamo. El dinero llegaría de manera inesperada, de la

Rockaway...

Cabriolet o cabrita

“Estos faroles son a gas de carburo y dan una

iluminación más grande que un farol eléctrico”

...usado en el Cuasimodo

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“Nunca mis hijos me han dejado solos en este mundo de los coches. Durante diez años, en la Semana de la Chilenidad en el Parque Araucano, con toda naturalidad la gente se maravillaba,

aplaudía, siempre mirando, mirando, viendo a los niños enganchar y conducir”.(Mario y sus hijos junto a la joya de su colección: el Mail Coach)

mano de un amigo de Mario que se en-teró fortuitamente del aprieto. A partir de ese momento, el Mail Coach, con-servado en estupendas condiciones, se convertiría en “la joya de la colección”.

“Es un coche de marca inglesa hecho en París. Tiene todo original, sin ningu-na refacción, la pintura original, todo en perfectas condiciones. Es el único que hay en Chile, un auténtico ‘Drag Park’, es decir, la ‘draga de parque’, que recoge a las personas que están en el parque.

Era para ir al Club Hípico. La caja tra-sera no es un portamaletas, sino que tie-ne dos licoreras que salen girando sobre sus ruedas, una para los licores cálidos y otra, de metal, para los fríos. Arriba está la mesa plegable, que al doblarse es como un baúl. Tiene los faroles ori-ginales, que dan una iluminación más grande que un farol eléctrico. Son a gas de carburo, los únicos que he visto en mi vida. En fin, es la coronación de nuestra colección de coches”.

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Hermanos inseparables, Mario Manríquez y el Padre Jaime

viajan en un Autotop en compañía de Angélica, hija del primero: una familia unida en

torno a la misma pasión

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Pbro. Jaime Manríquez Guerra

uando Mario Manríquez recibe la visita de su hermano, el Padre Jaime, suelen subir juntos a al-

gún coche para recorrer las calles de Lo Abarca (V Región), donde mantienen su valiosa colección junto a su casa solarie-ga. Ver pasar la estampa del religioso y sentir el trote acompasado del caballo es evocar la vida apacible de otros tiempos, cuando el cura párroco era todo un per-sonaje en los pueblos chilenos.

El Padre Jaime ha contribuido a la colección familiar con coches que le han regalado, y que aprecia como buen conocedor. Como su hermano, heredó esta afición de sus familiares y la cultivó junto a su tío Edgardo Portales.

“La afición que tenemos viene desde pequeños, favorecida por nuestros tíos y abuelos que eran grandes coleccionistas, tenían muchos coches. Allí empezó todo. Nos gustaba hasta el olor de los coches. Empezamos a restaurarlos, dentro de lo posible, de la mejor forma. Y, naturalmen-te, a tener caballos adecuados para eso. Significa muchísimo para nosotros.”

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Lo Abarca, pintoresca y apacible localidad ubicada a pocos minutos de Cartagena, alberga la colección de coches de los

hermanos Manríquez

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Rodolfo Larraín Barth

a afición y el amor por los coches tienen antiguas raíces familiares para este agricultor y entusias-

ta cochero del valle de Casablanca: “Mi abuelo compró la hacienda San Jerónimo en 1923, y la forma más cómoda de irse al campo era por tren hasta Malvilla y luego en coche. Lo esperaban en la estación los cocheros. Salía de Casablanca y cada 30 km. cambiaba de caballos.”

A Rodolfo los coches lo introducen en un ritmo y en un mundo diferente y más humano que el de la agitada vida de las grandes ciudades: “Piensas, te relajas, percibes el apuro con que trans-curre la vida hoy en día. Cuando ma-nejas coche, disfrutas. Mi padre ponía hasta 10 caballos para tirar un coche, aunque normalmente lo hacía con 4 ó 6 caballos.”

Rodolfo y su yegua baya “Chancaca”, una de las favoritas a la hora de enganchar su Wagonette

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Rodolfo Larraín en su Wagonette con su hijo compitiendo en Lolol, el año 2006...

...y por la autopista que une Algarrobo con Casablanca, con Jacqueline Phillips

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Therese Matthews de Edwards

l criadero Santa Isabel, que po-see Agustín Edwards Eastman en Graneros, no sólo es un em-

blema en el ámbito del rodeo. También ocupa un rol muy significativo en el rescate y refinamiento de este legado del campo chileno a través de un de-porte de alto valor cultural. Y en Sta. Isabel, ¿cómo no mencionar a Therese Matthews de Edwards? Presidenta de la Rama de Rienda de la federación de

Criadores de Caballos Chilenos y de la Comisión de Rienda de la federa-ción Ecuestre de Chile, ella misma nos cuenta con su encantadora sencillez y gracia cómo llegó al mundo de los ca-rruajes.

“Desde muy joven me gustaron los ca-ballos y los animales en general. La pri-mera vez que me subí a un carruaje tenía 3 o 4 años y estaba en la isla Cat Key en Las Bahamas. Otra vez fue a los 6 años,

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en el fundo de mi abuelo en Bucks Coun-ty, Pennsylvania (EE.UU.). Después, para una ocasión especial fui con mi marido, Agustín Edwards, a pasear en el Central Park de Nueva York en un carruaje que salió desde el Hotel The Plaza.

“Cuando llegué a Chile mi suegro me mostró su colección de carruajes y me presentó al maestro cochero Mario Guerra. Mi suegro me ofreció tomar cla-ses con él y usar sus caballos Hackney y sus carruajes de colección, pero… en ese momento de mi vida estaba muy ocu-pada en el Club de Polo San Cristóbal participando en competencias de Prue-ba Completa.

“Los carruajes eran muy bonitos y los caballos muy ganosos, pero los ca-minos eran muy pedregosos y peligrosos. Pensé en ese momento que los carruajes no eran muy cómodos en los caminos duros del Criadero Santa Isabel. Sola-mente podía andar por las calles y la verdad es que no le vi la gracia, no como hoy, cuando se ha transformado en un deporte con carruajes de tradición y de-portivos.

“El año 2002 José Miguel Guzmán me invitó a conocer este nuevo deporte que se estaba formando en Chile en su campo Lo Campino de Quilicura. Me prestó sus carruajes y tomé mi primera clase con su profesor, Hermann Maul. ¡Pa’ que te digo, quedé fascinada! Inme-diatamente pensé que el criadero Santa Isabel y Mario Guerra tendrían la opor-tunidad de ingresar al Enganche de Ca-rruajes y mostrar sus preciosos coches y caballos frisones. Desde ese momento

Una secuencia de la prueba de adiestramiento: “Alto y saludo en X”

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“El año 2002 José Miguel Guzmán me invitó a conocer este nuevo deporte

que se estaba formando en Chile en su campo Lo Campino de Quilicura. Me

prestó sus carruajes y tomé mi primera clase con su profesor, Hermann Maul.

¡Pa’ que te digo, quedé fascinada!”

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me integré completamente a este deporte tomando clases en forma regular y par-ticipando en todas las competencias.

“Este deporte, creo yo, permite resca-tar un pasado precioso del campo chileno donde la mayoría de los carruajes fueron traídos de Europa por familias que los ocu-paban como transporte en aquellos años.

“Los carruajes me producen una nos-talgia por el tiempo pasado y cuando ando en uno de ellos trato de imaginarme como serían aquellas épocas y las personas que los usaron. Me imagino a veces como una princesa que va a un baile especial o como parte de una familia que sale a disfrutar un día de picnic en el campo.

“¡Por ningún motivo dejaría esta afi-ción! A menos que hubiera una razón de salud, y entonces trataría de recordar y agradecer todos los momentos maravi-llosos que he pasado en los carruajes. En ese momento no me alejaría, seguiría es-tando cerca como dirigente de la Rama de Enganche.

“En mis primeras competencias me costaba mucho mantener las riendas y la fusta por igual. Para lograr más ve-locidad incentivaba a mis caballos a la manera del Viejo Oeste, golpeando sus ancas con ambas riendas y hasta con un grito ‘¡Ya, ya, ya!’ Incentivos abso-lutamente inadecuados para estas ele-gantes competencias. Luego le pregunté a Hermann Maul cómo tenia que tomar las riendas. Me miró con desconcierto y dijo ‘¡Como Ud. quiera!’ Supongo que no esperaba esta pregunta luego de varias competencias.”

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Andrés Mujica Bello

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A ndrés Mujica siente un amor in-menso por los caballos: “Desde que nací los caballos son mi vida. ¡Mi

madre decía que aprendí a andar a caba-llo antes que a caminar! He practi-cado con entusiasmo todos los deportes ecuestres”. Efecti-vamente, ha participa-do por mucho tiempo en los certámenes de rodeo junto a Luis Larraín, se dedica al Polo desde hace años y hoy juega un deporte nuevo como es el Polo Cross.

No contento con eso, comenzó a incursionar en los carruajes, que lo apasionaron de in-mediato. Pero no era un recién llegado: “Llevo los carruajes en el alma. Don Pe-dro Loyola, mi tío, fue quien me introdujo

en el mundo de los coches, me inculcó el amor por ellos. Él me llevaba a las pre-sentaciones en la Quinta Normal”. Ese cariz afectivo se traspasa a los lazos for-

mados entre quienes comparten la afición por andar en ca-

rruaje: “Nos hemos unido en una verdadera familia

que se agrupa en la So-ciedad de Cocheros de Colchagua”.

Hoy en día, An-drés Mujica organiza el encuentro-compe-

tencia de Lolol, el día primero de mayo, fecha

que coincide además con el cumpleaños de otro querido

amigo ligado al mundo de los coches, Carlos Cardoen. Coincidencia ideal para Andrés Mujica: “Como somos una familia, la fecha nos resulta muy grata”.

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Un Privet-Omnibus (modelo francés de 1890) de la colección de José Richasse preparado para la competencia de Tradición en Lolol

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José María Richasse del Real

ara este agricultor de Chépica, como en muchos otros casos, su fuerte vínculo con el carrua-

je nació en medio de las tradiciones familiares de los días felices de su in-fancia. “Los recuerdos más lindos de mi niñez están muy ligados con los viajes en coche de mi abuelo. Y debido a estos recuerdos, hacen ya 27 años que decidí empezar a restaurar este coche y otros de algunos familiares y amigos. Así fui

formando mi colección”. Pero como ex-plica, si los coches pueden fascinar por sí mismos, adquieren toda su be-lleza y significado al integrar un con-junto mayor, armonioso, que genera una íntima alegría y cuyos ritmos se perciben como más apropiados a la velocidad natural del pensamiento hu-mano. “La mayor satisfacción para un cochero, sin duda, es enganchar a una linda pareja de caballos para recorrer

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los campos a una velocidad que le permita gozar del paisaje”.

No es el único con estos senti-mientos. La atracción de los coches viene en alza y el instinto asociativo va impulsando todo un enriquecimien-to del tejido social y cultural:“Por la gracia de Dios, la afición a los coches nunca se ha perdido. Es por eso que hemos formado una asociación de co-cheros de Colchagua. Esto nos lleva a realizar reuniones periódicas en don-de acordamos los paseos y competen-cias, gozándolas en sana convivencia con los amigos y familia, como fue el viaje que hicimos al lago Vichuquén (en enero del 2007), saliendo en ca-ravana de nueve coches desde la Ha-cienda Lolol. A mitad de camino (67 km.) hicimos un largo descanso tanto para los caballos como para hacer un rico asado, que gozamos en muy bue-na camaradería.”

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Uwe Roth junto a su yerno Sven Bergström a bordo de un Gig en la

competencia organizada por el Criadero Santa Isabel el año 2006

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UUwe Roth Schleyer y Sven Bergström

we Roth, agricultor y esmerado criador de caballos Holsteiner de la IX región, inconfundible descendiente de alemanes,

ha forjado con el caballo un vínculo estrecho, car-gado de afecto, que abarca su vida entera. “Nací en medio de los caballos; me crié ‘entre las patas de los caballos’. Desde pequeño me familiaricé con el lomo de este animal y de ahí viene mi pasión.

“Como mi padre vio que no era tan bueno para los estudios, me mandó a los 13 años a Alemania a es-tudiar en un internado junto con mis hermanos. Esos cuatro años de estudios también los pasé ‘en medio de las patas de los caballos’, pues el establecimiento, que era un castillo, quedaba aledaño a propiedades rurales que fundamentalmente tenían razas equinas para labranza. Eran personas que no tenían acceso al tractor todavía. Corría el año 1955 y la economía de Alemania aún no lo permitía, como consecuencia

Uwe Roth con uno de sus potros Holsteiner, de su famoso criadero de esta raza. Abajo, en un clima de familia ampliada, los

Roth acompañados de sus colaboradores y amigos

en la preparación de estos ejemplares

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de la guerra. En las tardes me arrancaba a los campos vecinos y me iba a las pesebre-ras donde estaban los percherones.”

Uwe Roth no dejó a su familia al margen de esta vinculación. “Conocí, más tarde a mi señora, que también es es-pecialista en caballos. Un hijo, Hans Her-mann, me salió fanático de los caballos y él me introdujo en la temática de las razas. Lamentablemente falleció a los 13 años como consecuencia de un accidente con un caballo… Hace unos años atrás doné

un galpón para el Club Ecuestre de Temu-co y que tiene como nombre el de mi hijo Hans Hermann Roth, y de esta manera se mantiene vivo su recuerdo entre nosotros. Pero yo seguí con mi afición y ahora tengo un nieto que ya se está introduciendo en el mundo de los caballos.”

El carruaje llegó con el tiempo: “Han pasado los años y me puse a pensar que una forma interesante y también más có-moda de montar era hacerlo en carruaje. Es un modo de seguir vinculado al caba-

llo y también a la experiencia del mando, que te da la rienda.

“Lo más importante es la relación de los afectos y del corazón con esta temá-tica del carruaje y del caballo. Noto que este gusto y este afecto han ido crecien-do paulatina, natural y discretamente, y considero que es la forma de hacerlo. Hoy muchas cosas aparecen y luego desapare-cen porque nacen como fruto del sensa-cionalismo. Lo nuestro es más familiar y está más vinculado a lo emocional.”

Sven Bergström, esposo de Francis-ca Roth, hija de Uwe, es uno de los más dinámicos y entusiastas protagonistas de este deporte a la vez refinado y familiar. En Sta. Isabel, Freire, Villarrica o Lolol lo encontramos participando con la misma pasión en una disciplina que lo conquistó: “Hasta que uno no tiene la oportunidad, la experiencia de dirigir un coche, no siente la emoción que esto significa. Al participar de esta afición se produce una verdadera fas-cinación, es algo indescriptible”.

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Sven Bergström junto a sus señora Francisca Roth y su hija Christiane, participando en la prueba de Tradición, en la Fiesta del Carruaje

de Lolol del año 2006

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Claudio Schlack y Luis Larraín Fernández

ablar de Claudio Schlack es hablar del Círculo de Cocheros de Chile. Es el último integrante vivo de aquella asociación. Era todo un mun-

do. La Presidencia de la República requería un surtido de caballos de coche para los actos oficiales y recurría a esta institución a fin de obtenerlos para todos los ministros de Estado. Caballos y coches prestados permanecían así bien cuidados en las cocheras presidenciales.

“El carruaje presidencial era el único que tenía caballos fiscales; los caballos de todos los ministros, con sus bande-jas, pertenecían a particulares que los prestaban por medio del círculo de cocheros.

“Yo era el más nuevo y el más chico de entonces, y pres-taba dos, pero si no había actos oficiales, uno podía dispo-ner de sus caballos particulares en Santiago. Era una delicia pasear en coche en los alrededores de Santiago, además que los empleados de la cochera presidencial mantenían impe-cablemente caballos y coche.”

En este universo de los carruajes se enlazan amista-des y gratitudes de familia ampliada a través de las ge-neraciones. Un día, mucho tiempo después de haberle dado la última despedida a uno de sus grandes amigos en esa agrupación, Luis Larraín Undurraga, se deparó con el hijo de éste, del cual hacía años no tenía noticia.

“Yo vine a conocer a Lucho Larraín Fernández hace apenas unos 3 o 4 años. Yo era amigo íntimo de su padre, a

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Claudio Schlack, el último integrante del mítico Circulo de Cocheros de Chile compitiendo en la

prueba de Tradición en un Dog Car

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Dos generaciones, un solo ideal

Lucho Larraín acompañando a su primo Augusto Tagle Larraín en la

Competencia de Enganche realizada en Villarrica en el fundo Llau Llau

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mi parecer el mejor cochero práctico de la época. De repente me encuentro con este caballero, y cuando lo conocí se me sa-lieron las lágrimas. Porque yo estimaba muchísimo a su padre. Él quedó huérfano muy joven, a los 11 años.

“A mí me impresionó porque la úl-tima presentación que hicimos a través del Círculo de Cocheros de Chile fue en la feria internacional FISA. A nosotros se nos olvidó este joven, pero no al jefe de la cochera presidencial, quien lo convidó a participar cuando tenía apenas 13 años. Hoy, este mundo nos ha vuelto a reunir…”

Luis Larraín Fernándezste agricultor preside hoy la Aso-ciación de Cocheros de Colcha-

gua. También produce uvas viníferas,

ciruelos y es criador de caballos de raza Hackney. Como hombre de campo y de tradición, sus vínculos con el caballo y el carruaje se confunden con las vivencias familiares de su primera infancia. “El tema de los coches me apasiona y motiva tremendamente. Nací arriba de un coche. Mi padre siendo muy joven no tenía auto y siempre viajaba en coche. Viajaba desde su fundo en Santiago hasta Casablanca, a Algarrobo. Iba a veranear en su coche y gastaba hasta 3 y 4 días en llegar al lugar. El castigo más grande que me daban era no poder subirme a un coche.”

Rasgo inconfundible de esta rica rea-lidad que une tierras, caballos, carruaje y civilización es su identificación con la vida familiar, sus afectos, sus ritos y cos-tumbres, sus profundas lealtades.“Hay

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En la fascinación de la disciplina del carruaje, la práctica se transmite de padre a hijo. En este caso, Rosario Larraín Cancino compitiendo en un “Phaeton Spider” junto a Fernando

Undurraga. Los Larraín participaron de la Tercera Fiesta del Carruaje de Lolol (2006), en dónde obtuvieron entre otros, el segundo lugar “Premiación General Categoría Un Caballo”

cosas que vienen ligadas con mis ancestros muy fuertemente. Mi padre fue absorbido por el tema, fue un gran criador de Hack-ney, eran su pasión. Y los caballos te co-nocen, conocen tu voz, tu olor, representas para ellos su seguridad, se hacen depen-dientes. Si yo no pudiera estar más en este mundo de los coches, me moriría de pena, de tal manera lo llevo en el alma.

“Todo esto está ligado a la familia. Mi señora, Mercedes Cancino, siempre está conmigo en estas reuniones y com-petencias. Una de mis hijas, Rosario, de 25 años y quien se acaba de recibir como ingeniero agrónomo, está también pre-

sente en este ambiente de los carruajes. Fue premiada el pasado año en las com-petencias de Lolol.”

Luis Larraín destaca un aspecto im-plícito en este hermoso tejido de imá-genes y testimonios trazados a lo largo de estas páginas: el valor del desaf ío y el riesgo de la vida humana. “Los que tene-mos esta pasión estamos también sumer-gidos en el riesgo. Siempre el riesgo está presente. Los niños aprenden desde muy chicos a conducirse en medio del riesgo, ayudados por los viejos. Eso es parte de la vida, y una de las razones por las que nos atrae tanto.”

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Luis Larraín a bordo de su Grand Break con sus yeguas Hackney forman un conjunto inseparable

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Amor a la tierra, sentir de la tradición, vínculos familiares

na de las más promi-sorias y valiosas cons-tantes que encontra-

mos en este diálogo con las imágenes y testimonios del universo de los carruajes, es el fortalecimiento de la vida familiar que ciertos aspectos de la vida moderna corroen de tantas maneras.

El amor a la tierra, el sen-tir de la tradición, un instinto de perfección ofrecen así una fórmula nueva para muchos inesperada: fortalecen los vín-culos y los ritos familiares en un Chile que mira hacia el fu-turo en un ambiente de sabio riesgo, entretenida disciplina y de belleza.

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Uwe Roth junto a su señora Elizabeth y sus nietas Alexandra y Christiane, en familia y vestidos con

trajes regionales alemanes, participan en la prueba de Tradición, en la Fiesta del Carruaje de Lolol del año 2006

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Frédéric de Geloes junto a sus hijos Solène y Thibault

en un Spider

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Los cocheros, una gran familia de familias

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ntre los cocheros, la consonan-cia de valores e ideales y una leal amistad van tejiendo con los

afectos, recuerdos, ayuda mutua, rela-ciones de verdadera familia ampliada.

Nace toda una entretenida, senci-lla y fascinante vida social, con paseos, celebraciones y elevada convivencia en el contacto reposante y renovador de las bellezas naturales.

Antes del alba, los participantes en este paseo desde Lolol a Llico (VI región) se reúnen a enganchar sus co-ches en el Fundo La Pradera. El via-je nace en medio de la camaradería. Los menos llegan con sus esposas; los más, las esperarán al mediodía, 60 kilómetros adelante. A la hora con-certada todos parten, aprovisionados con lo necesario para el trayecto.

El hermoso paisaje del valle de Colchagua va alimentando la conversación, el intercambio

de recuerdos, impresiones, el cultivo de largas amistades e incluso el nacimiento de otras nuevas

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Entre los cocheros la consonancia de valores e ideales y una leal amistad van tejiendo con los afectos, recuerdos, ayuda mutua, relaciones de verdadera familia ampliada.Nace una entretenida, sencilla y fascinante vida social con paseos, celebraciones y convivencia en el contacto apacible y renovador de las bellezas naturales

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Al mediodía llega el descanso para los caballos y el encuentro con los que han viajado en

vehículos con materiales y otras provisiones. Se organiza el asado, y la comida es menos una

necesidad que un buen pretexto para sentirse unidos, profundamente vinculados

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Atravesando las pintorescas calles de Lolol, hermoso pueblo colchagüino declarado zona típica

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Francisco Espina subiendo la cuesta que lleva a San Pedro de Alcántara a

bordo de una Wagonette

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Carlos Cardoen Cornejo

n este germinar de cultura y ci-vilización, que emergen del Chi-le antiguo y profundo en medio

de los desaf íos de la globalización, no faltó la percepción intuitiva y el empu-je creador de un empresario moderno fascinado con sus encantos. Su respal-do y comprensión hacia los valores y tradiciones de su Colchagua natal se han convertido en uno de los motores que impulsan y alientan a aquellos que participan en el mundo de los carrua-jes.

Cardoen y el actual despertar de las atenciones hacia los bienes culturales que nos ha legado el campo chileno, son hoy dos realidades inseparables.

Además de un notable museo (que alberga entre variadísimas colecciones una de carruajes históricos) Cardoen se transformó en el principal impul-sor de los prestigiosos concursos de carruajes que se vienen realizando en estos últimos años en la comuna de Lolol. Certamen que es uno de los más importantes de Chile en este género.

El empresario ha creado también condiciones para el excelente trabajo de restauración de coches que desarrolla en Santa Cruz su amigo Max Bangert. Él mismo ha puesto en uso para la fla-

mante Viña Santa Cruz, donde ha ins-talado un precioso Museo del Vino, la diligencia que representa a la Viña en diversas competencias.

Este hombre levantó con su patri-monio un museo, construyó un hotel de calidad, impulsó el Tren del Vino para dar a conocer la cultura local e hizo de la pequeña ciudad de Santa Cruz un centro de atracción en el corazón de Colchagua.

En una conversación amena y casi de corte familiar nos comenta que su obra de rescate, incentivo y promoción de la cultura y costumbres chilenas obe-dece a una profunda convicción de que “hoy más que nunca, se puede percibir y sentir en nuestros compatriotas el gusto y el interés por la cultura y tradiciones chi-lenas.

“Estoy convencido que este es un fenó-meno que está en expansión y que cada día adquiere más fuerza. La mejor mues-tra es el interés creciente en visitar el Mu-seo de Colchagua y todo lo que se ha ido revitalizando en este valle”.

No obstante tener ancestros belgas ha asimilado con gratitud y cariño el ser chileno, que bebió en el encanto místi-co de los campos colchagüinos.

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“Estoy convencido que este es un fenómeno que está en expansión y que cada día adquiere más fuerza”, asegura Carlos

Cardoen. Aquí junto al Mail Coach fabricado en Santa Cruz y que se puede apreciar en

algunas competencias y permanentemente en el Museo de Colchagua

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La sección de coches del Museo de Colchagua (arriba) alberga más de una docena de carros. Algunos son históricos e invaluables, otros aún se usan cuando sus dueños pasan a retirarlos para algún paseo o competencia. También se puede conocer cómo era un antiguo taller de coches

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La placa por él firmada y que despi-de a los visitantes del Museo de Colcha-gua es todo un lema.

Expresa bien la intuición que ha inspi-rado a Cardoen cuando salió al encuentro de esta tendencia de búsqueda de las raí-ces, que emerge como una de las caracte-rísticas renovadoras del Chile actual.

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Al visitar la ciudad de Santa Cruz puede uno toparse

hoy con escenas como ésta. Un nuevo mail-coach ha

salido de los talleres de Max Bangert, que junto a Alfredo Moreno, su flamante dueño,

ha estado probándolo. Ambos comparten ahora

improvisadamente frente al Hotel Santa Cruz Plaza en

compañía de Carlos Cardoen y Luis Larraín, este último presidente de la Asociación de Cocheros de Colchagua

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Max Bangert, saber tradicional y técnica moderna para contribuir con el futuro

Mauricio, maestro carpintero, uno de los colaboradores de Max Bangert, examinando las piezas de un carruaje en construcción

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erámica, muebles y autos an-tiguos componían el ambiente que rodeaba al santiaguino de

origen germánico Max Bangert en su taller de Mendoza (Argentina).

Éste fue el medio que le sirvió de puente para trasladarse al mundo de los carrua-j e s a n t i g u o s e n Alemania, don-d e a p r e n d i ó el arte-oficio de la restau-ración con l a f a m i l i a K ü h n l e , prestigiosos constructo-res de carrua-jes de Haiter-bach-Beihingen.

Dueño de su métier desembarcó en Santa Cruz a comienzos de los 90

Max ha llegado a convertirse en un emblema de la restauración de coches, una actividad que esconde una pléyade de sentimientos y una inmensidad de sensaciones que dan vida a un mundo. Es una “satisfacción personal, espiritual, mística, religiosa, emocional. Cada res-tauración es un renacer. En ese proceso de la nada al todo, imagino las tradiciones para darle alma y corazón al objeto res-

taurado. Quiero imprimirle vida propia”. Asimismo, hay en ello una expresión de amistad, por el gozo de ver que otros hacen uso de lo que él restauró. Cada coche tiene historia, tradición, orgu-llo… y añoranza.

En la paz de los campos colchagüinos el res-

taurador contribu-ye activamente a

la renovación de las tradi-ciones chi-lenas, “sobre un coche el tiempo ni se detiene ni se

adelanta. Se entretejen el

entusiasmo y la tranquilidad.”

Gracias a su per-severancia y excelencia, se

ha restaurado también el interés “pa-trimonial” en el coche, como elemento presente en el campo chileno. Las viñas Santa Cruz, Concha y Toro, Cousiño Macul, Undurraga, Montes, etc., están utilizando carruajes. Con esto se cum-ple uno de los deseos de Max: recons-truir carruajes para revivir la historia.

Con sus 18 años apasionados con los carruajes, su marca es sinónimo de calidad.

Max Bangert, saber tradicional y técnica moderna para contribuir con el futuro

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En la contribución y restauración de los carruajes Max Bangert des-cubrió y motivó a todo un conjunto de artesanos (tapiceros, soldadores, pintores, carpinteros y mecánicos) a quienes supo transmitir ese mis-mo anhelo de realizar las cosas con esmero y perfección, secreto que transforma un oficio en un arte.

Este conjunto de colaboradores que trabajan en su taller de Santa Cruz (en la foto), se aplican a recons-truir un hermoso coche de tono azul prusiano para el conocido empresa-rio Alberto Kassis.

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iversos artesanos especializados contribuyen con su oficio y bús-queda de perfección en esta cultura

chilena de hoy que se renueva.Luis Gamboa comenzó ayudando a su

padre talabartero desde que estaba en el co-legio. Su especialidad era poner remaches de bronce que adornaban los arneses de los caballos del Cuasimodo.

Pasaron los años y ese aprendizaje se ha transformado en su profesión, que reali-za con precisión y dedicación en su taller a costados del cerro San Cristóbal.

Su sueño es llegar a la perfección con que están hechos los arneses de fabricación ale-mana que le han traído para replicar algunos clientes. De ellos también ha aprendido, en especial de las indicaciones dadas por el es-pecialista en enganches Hermann Maul.

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Estamos en el taller de Luis Guerrero, “Zorrito”, sentado jun-to a sus ayudantes. Escondido a pocas cuadras de la Plaza de San-ta Cruz, es aquí donde se termi-na el trabajo de colocar la llanta metálica en la rueda. En seguida se aplica el caucho, unido primero con cables de acero que lo atravie-san a lo largo y se sueldan al en-contrarse. Al fin, cobra forma este elemento distintivo del carruaje.

Entrar a este lugar es retro-ceder cien años. Su padre Pedro, conocido como “El Zorro”, ya fa-bricaba ruedas cuando los carros eran numerosos en la zona. La irrupción de los coches de motor casi extingue esta profesión, pero el arribo de Max Bangert a la zona la revitalizó.

Una parte importante de sus herramientas “históricas” se ex-ponen en el Museo de Colchagua. Pero los tornos que utilizaba su padre todavía giran en este taller.

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Jean Pierre Boucan

omo decía Frédéric de Geloes, en la destilación de este universo cultural y familiar, con diferen-

tes disciplinas, encuentra hoy muy bue-nas perspectivas lo que técnicamente se conoce en las competencias de carruajes como el ítem Tradición. Para ayudar en todo esto fue convidado el especialis-ta francés Jean Pierre Boucan. Con 63 años ha sido Juez internacional de la FEI (Federación Ecuestre Internacional) en disciplina Enganche, Juez nacional de la Federación Francesa de Equitación, Ins-tructor de Equitación, Consultor técni-co de la Federación Ecuestre Francesa y, por cierto, ex jinete de salto y prueba completa.

J. P. Boucan, Hermann Maul, Dina Arrigoni (Directora de la Rama de Rienda de la Federeación de Criadores de Caballos Chilenos), Margarita Phillips (Presidenta de la Comisión de Enganche

de la Federación Ecuestre de Chile) Augusto Tagle y Luis Larraín en los preparativos de la competencia de Villarrica, en el Fundo Llau-Llau

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Hermann Maul y Anita Wiese

ste alemán avecindado en Chile, que fue constructor de cámaras frigoríficas, revela su verdadera

identidad cuando dice: “nací con el ca-ballo en el corazón”. Una pasión que a los 19 años ya le permitía cosechar éxi-tos en el campeonato alemán de saltos.

Su relación con los carruajes vino más tarde, pero no con menos fervor. “Luego de una larga pausa pude comen-zar con mi sueño de los coches. A los 28 años compré el primero. Utilizaba un ca-ballo, después 2, luego 4, compartiéndolos con mis amigos”. Entre 1975 y 1985 ganó

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Competencias: Villarrica – Fundo Llau-Llau

l momento en que esa cierta idea de Chile, que encanta e ilumina el mundo de los cocheros, es com-

partida con un público af ín que viene de diferentes puntos del país es el de las grandes competencias.

Toda la disciplina y el arte de los dueños y conductores de carruajes se pone en tensión y da el máximo de sí en estos certámenes, que se distribuyen en un cronograma a lo largo del año.

Tales eventos comienzan a atraer co-cheros de naciones hermanas así como a numerosos chilenos amantes del campo

y sus tradiciones, guiados por el mismo gusto de una vida más orgánica donde se aprecian detalles de belleza y perfección que buscan incluso sin saberlo.

El enganche considera cuatro tipos de competencias: Adiestramiento, Re-sistencia (marathon), Obstáculos y Tra-dición. Esta última es la que provoca mayor curiosidad y admiración entre el público. Son muy llamativos los trajes con que los cocheros y pasajeros se vis-ten, normalmente tomados de épocas pasadas o trajes regionales de sus países de origen.

varios premios nacionales en Austria y Francia, mientras que su Alemania na-tal lo coronaba campeón en campeona-tos regionales.

El contacto con Chile “comenzó con una invitación de Max Bangert y conti-nué regresando unas 5 o 6 ocasiones, has-ta que don Eduardo Matte (dueño de la Viña Haras de Pirque) me invitó a entre-nar sus caballos y a ocuparme de su co-lección de coches”.

El profesor y entrenador Hermann Maul y su esposa Anita Wiese, también profesora de equitación, se encantaron

con nuestro país: “Cambiamos de profe-sión por nuestra pasión y nos mudamos definitivamente a Chile en 1996. Chile es un país ideal para los coches. Existe gran cantidad de excelentes caballos, pero fal-tan más jinetes y más participantes. Mi sueño es hacer la afición más participa-tiva, más amplia. Debemos masificar el deporte.

“En Europa los carruajes revivieron a causa del precio del combustible después de las dos guerras mundiales. En Chile se reviven las tradiciones a ‘pulso’, por amor”.

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Arístides Benavente pasa raudo en medio de los obstáculos de la competencia de

coches Marathon, en Villarrica

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Los participantes en la competencia de Villarrica durante el recorrido por la ciudad

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Freire – Criadero Freire

Sven Bergström, uno de los organizadores de la competencia en el Criadero Freire, pasando los obstáculos en la “Prueba de Marathon”

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Lolol – Viña Santa Cruz

Arístides Benavente acompañado de su hija Clarita durante la presentación de Tradición

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Graneros – Criadero Santa Isabel

El criadero Santa Isabel abre sus puertas para la competencia de cocheros de noviembre del 2006 en Graneros, donde ejerce de distinguida y elegante anfitriona la

Sra. Therese Matthews de Edwards, eximia competidora ella misma

Luis Retamales presentándose delante de los jueces

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Petiseros

o podríamos terminar este fascinante encuentro con cocheros y carruajes de un Chile antiguo, que se quintaesenció para buscar los rumbos del fu-turo, sin mostrar las imágenes de los campesinos humildes y los petiseros

que supieron crecer junto con él.

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¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!

Sus pescuezos eran finos y sus ancas relucientes y sus cascos musicales...

¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!

El caballo del beduino que se traga soledades. El caballo milagroso de San Jorge, que tritura con sus cascos los dragones infernales. El de César en las Galias. El de Aníbal en los Alpes. El Centauro de las clásicas leyendas, mitad potro, mitad hombre, que galopa sin cansarse, y que sueña sin dormirse, y que flecha los luceros, y que corre como el aire.

Detrás de ellos, una nube, que es la nube de la gloria, se levanta por los aires. ¡Los caballos eran fuertes! ¡Los caballos eran ágiles!

de “Los caballos de los Conquistadores”, José Santos Chocano, 1875-1934.

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Un histórico coupé de la colección de Ismael Pereira Lyon se interna

entre los plátanos orientales de un camino de su fundo Santa Amelia,

provincia de Colchagua

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Cuasimodo: el próximo encuentro

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Edgardo Portales, Comandante del Haras Nacional y miembro del Círculo de Cocheros

de Chile, presentando su tiro de yeguas overas Hackney en la Exposición de la Quinta

Normal. Santiago, 9 de octubre de 1950.

(Fotograf ía: Archivo Mario Manríquez)

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