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    Carlos Reynoso Edgar Morin y la complejidad

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    Edgar Morin y la complejidad: Elementos para una crtica

    Carlos ReynosoUNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

    Grupo [email protected]

    Versin 1.6 - Setiembre de 2007

    Introduccin

    Junto con la autopoiesis, el constructivismo radical, los sucesivos programas new age deFritjof Capra y la discontinuada investigacin social de segundo orden, la teora morinianaconstituye una de las formas discursivas que pasan por estar vinculadas a las teoras contem-porneas de la complejidad y el caos, las mismas a las que hasta hace un tiempo llambamossistmicas. Un buen nmero de socilogos y antroplogos piensa que con hacer referencia o-casional al pensamiento de Morin, yuxtaponer enfoques como l lo hace o agendar objetivosmorinianos a tener en cuenta, alcanza para situar un desarrollo terico, cualquiera sea su ob-jeto, en un plano de complejidad.

    No sera juicioso negar en bloque la utilidad de una formulacin semejante: los conjuntoscomplejos de ideas (o de componentes falibles, como lo demostr von Neumann) funcionan aveces mejor que sus partes. Pero aunque unos cuantos usuarios del Mtodo se han servidocon creatividad y provecho de nociones all tratadas, no es inusual que los morinianos mili-

    tantes de lnea ms dura acten de manera caractersticamente acrtica y optimista, como si e-se pensamiento aportara una metodologa superior y homologara tcnicas ms productivas delo que sera el caso si se adoptara una estrategia basada en modelos reputados simples o en elmero sentido comn. El propsito de este artculo es salir al cruce de esas pretensiones y enesa empresa sealar desde las coordenadas de una inspeccin interna las diferencias que me-dian entre un conjunto programtico de especificaciones (como el que Morin no termina deofrecer) y las elaboraciones de carcter formal que podran ser instrumentales en una investi-gacin emprica, las genuinas teoras de la complejidad entre ellas.

    Cada vez que me toca impartir un seminario o conferencia sobre complejidad en el mbito delas ciencias sociales (jams en contextos de carcter ms tcnico) alguien acaba mencionandoa Morin. A juzgar por la forma en que se lo considera, no son pocos los que creen que con las

    ideas morinianas y las heursticas que ellas promueven ya se tiene bastante, y que en materiade complejidad no es necesario ni posible ir ms lejos o buscar en otro lado. A esta altura delos tiempos, sin embargo, se me hace evidente que debido al conformismo que refrenda y asu propia disponibilidad como repositorio cristalizado de citas citables, la obra de Morin esms un obstculo que un beneficio en la comprensin cabal de la complejidad. La hiptesis aprobar aqu es que sus trabajos no ayudan a articular las tcnicas complejas que existen enabundancia, de las que hablar ms adelante y de las que l omite toda referencia. Tampoco

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    proporcionan una visin compleja de gran escala que tenga algo que decir que sea (simult-neamente) nuevo, consistente y sustancial.

    El modelo moriniano elude todo tratamiento de las teoras y mtodos ms importantes del l-timo cuarto de siglo y no logra armonizar la literatura sistmica anterior. En tanto lecturacientfica, se halla sobredeterminada por el afn de impartir premios y condenas en funcin

    de criterios sectarios que a fuerza de ser pequeos resultan consabidos1, y por la obsesin deMorin de constituirse en el mediador por excelencia entre cierta regin de la ciencia y las hu-manidades como si ningn otro pensador social hubiera explorado ese espacio. En la ejecu-cin de este plan se estrella con unas ciencias duras que lo desbordan y se distrae en un des-pliegue enciclopdico que no guarda proporcin con las destrezas especializadas requeridasen ese terreno. Como demostrar luego con la paciencia que haga falta, el estilo es impropio,las carencias fehacientes, los errores muchos. Empaada por estos factores, su erudicin sue-na ms pomposa que elegante cada da que pasa y en estos tiempos de disponibilidad masivade informacin su magnitud no luce tan grandiosa como alguna vez se crey que era.

    Cuando Morin tom la decisin de detener la bibliografa, hacia 1984, las teoras de lacomplejidad y el caos recin estaban comenzando a plasmarse y faltaban unos diez aos paraque la neurociencia cognitiva ganara momento. Prcticamente nada de estas disciplinas al-canz a entrar en su modelo, a excepcin de unos pocos datos curiosos sobre el cerebro quese hacen eco de la misma vulgata que todo el mundo conoce (Morin 1988: 62-67, 95-108).Esas mismas ciencias se dispararon en sentidos que en poco se asemejan a los lineamientoscentrales de su paradigma y que no fueron ni remotamente previstos en sus profecas.

    El artculo que sigue no califica como lo que se acostumbra llamar una lectura crtica. Es msbien una crtica en estado puro en la que presupongo que el lector ya ha ledo a Morin, por loque me siento dispensado de elaborar una pedagoga sobre lo que l ha dicho. A decir verdad,este ensayo aspira a exponer cuestiones de relevancia epistemolgica que van ms all de lasideas morinianas o de la interpretacin eventual que yo pueda haber hecho de ellas, por lo

    que la lectura de El Mtodo en particular se me ocurre que no es perentoria. No guardo espe-ranzas de reconvertir a los morinianos acrrimos, ni imagino cul podra ser la retrica capazde lograrlo; me oriento en cambio a sealar otra opcin a quienes han credo de buena fe enel programa de Morin por falta de oportunidad para ahondar en otros elementos de juicio.Tampoco pretendo refutar aqu todo lo que Morin plantea, sino examinar las consecuenciasde algunas de sus ideas ms representativas de cara a las teoras de la complejidad, de las quehe dado cuenta en otro lugar (Reynoso 2006a). Al lado del desfasaje que media entre estasteoras que se han construido colectivamente y la narrativa personal moriniana, las principa-les falencias que encuentro en esta postura son las que se documentan ahora, en este artculoque actualiza y expande otros en los que he ido dejando seales de mi posicin.

    1 Y que denotan exactamente el mismo cuadro de valores y la misma visin conspirativa que prevale-cen en la ciberntica de segundo orden de Heinz von Foerster, nuestro Scrates electrnico como lollama Morin (1999: 44) o Heinz el Grande como lo exalta Francisco Varela. Siempre que los nom-bres de estos autores se multiplican en la bibliografa o se mencionan en los agradecimientos, el perfilideolgico de las doctrinas que se han de preconizar se torna predecible. El panten de Morin es idn-tico al de Fritjof Capra, pero por razones que habra que deslindar ambos autores no se mencionan en-tre s.

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    Los tres principios de inteligibilidad

    Aunque esta formulacin slo juega un papel circunstancial en su discurso, es imposible nomencionar los tres principios fundamentales que, segn Morin, pueden ayudarnos a pensarla complejidad:

    a) El principio dialgico, que encarna dos lgicas contrapuestas pero mutuamente nece-sarias. Por ejemplo, orden y desorden son enemigos, pero en ocasiones colaboran yproducen la organizacin y la complejidad.

    b) El principio recursivo, que rompe con la idea lineal de causa-efecto.

    c) El principio hologramtico, mediante el cual no slo la parte est en el todo, sino eltodo est en la parte. Esta idea traciende al reduccionismo que slo ve las partes, y alholismo que slo contempla la totalidad (Morin 1988: 109-114; 2003a: 105-108).

    Ya desde la enunciacin del primer principio se puede percibir el grado en que los argumen-tos de Morin estn impregnados de un esencialismo pertinaz al servicio de un concepto an-malo de causalidad. La idea de que orden y desorden (a los que describe como si estuvieran

    dotados de vida e iniciativa) produzcan la organizacin y la complejidad, es simplemente e-quivocada en el sentido tcnico. Orden y desorden (igual que probabilidad e improbabilidad)no son entes, fuerzas o motores teognicos en pugna, sino dos maneras inversas de medir lamisma cosa: valores de variable. En otra acepcin posible son nombres descriptivos de losestados que se encuentran prximos a los extremos opuestos de un continuum, antes que a-gentes autnomos capaces de ponerse de acuerdo, producir o rivalizar2. En ningn sentidoque no sea tortuoso se los puede llamar tampoco lgicas. Como sea, es un precepto episte-molgico elemental que las propiedades observables en la conducta de un objeto no puedeninvocarse como principio explicativo de esa misma conducta y que incluso un alto valor decorrelacin entre variables no es indicador de causalidad.

    El grado de organizacin no es tampoco relativo, ni proporcional, ni proporcionalmente in-verso a toda forma de complejidad; hay sistemas inertes, simples o estticos que son organi-zados: los cristales, los cuasi-cristales, los superconductores, los ferromagnetos (Shalizi2001: 9); hay sistemas numerosos que no lo son: el ruido blanco, las molculas en un sistemaa ciertos niveles de entropa. Dado que ni an en las ciencias duras la medida de la compleji-dad disfruta de consenso y hay unas sesenta unidades en litigio, la exportacin de esta clasede conceptos mtricos a la filosofa o las ciencias sociales como materia prima apenas elabo-rada no suena como una idea particularmente esclarecedora (Reynoso 2006a: 303-310). Laorganizacin ha sido adems un campo al que se ha dedicado una ciencia especfica, la mec-nica estadstica, cuya tipificacin por parte de Morin es vacilante y cuyo tratamiento trasuntauna falta categrica de lectura de los textos cardinales, como l mismo lo reconoce (Morin2003a: 141). Esto es tanto ms grave por cuanto l aparenta creer que aborda el asunto mseficazmente de lo que esa especialidad fue capaz de hacerlo y que cala en la idea de organi-

    2 Incluso von Foerster tena claras estas ideas: [L]a cantidad de orden, o de complejidad, est inevita-blemente ligada al lenguaje en el cual hablamos de esos fenmenos... [C]ambiando el lenguaje, secrean diferentes rdenes y complejidades (von Foerster 1991: 112). Esa concepcin razonablementeconstructivista, que Morin debi asimilar mejor dadas sus simpatas por ese pensador, se origina en elmetlogo de Bateson titulado Qu es un instinto? (1985: 65-84).

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    zacin (o de sistema) ms hondo de lo que nadie lo ha hecho hasta ahora (1999: 125-127,155-161).

    En un plano ms general hay otra falencia seria en el tratamiento moriniano de la integracindialgica de los opuestos: an cuando no se acepte el resto de su ontologa radical, desdeNelson Goodman (1972) se reconoce que las similitudes, las disimilitudes y sobre todo las o-

    posiciones no son propiedades de las cosas o de las ideas, sino instancias culturalmente varia-bles, arbitrariamente construidas y reguladas por el investigador. En otras palabras, no exis-ten teoras, enunciados u objetos que sean con exactitud contrapuestos o anlogos a o-tros, porque sea cual fuere su orientacin terica cada autor establece los ejes, los criterios ylas magnitudes del parecido o de la diferencia ms o menos como le place. A la luz de estaperspectiva, incluso antroplogos poco inclinados a reflexiones de este gnero debieron revi-sar sus hbitos de razonamiento (p. ej. Mary Douglas 1998: 135-151); hoy se sabe que fami-lias enteras de operaciones (el anlisis estructural del mito, por ejemplo) caeran por tierra sise conceden esas premisas, a las que una vez que se las conoce es difcil sacrselas de enci-ma. Morin, sin embargo, sigue hablando de las visiones contrapuestas como si estuvieran da-das a la observacin, como si la metodologa de su integracin fuera tan sencilla que no es

    preciso siquiera especificarla y como si el xito de la dialgica estuviera garantizado de ante-mano aunque no se sepa muy bien en qu se sustenta.

    En lo que a la recursividad concierne, una configuracin en forma de bucle no constituye unaforma diferente o mejor de causalidad (1999: 308). Aunque hasta hace unos aos se habla-ba con soltura de causalidades no lineales o circulares como conceptos capitales de un para-digma novedoso, estas locuciones son confusas. En ciencia compleja, linealidad y no-lineali-dad tienen que ver con relaciones cuantitativas entre valores de parmetros y valores de va-riables (o con la suma de las conductas de los componentes versus la totalidad) y no con latopologa del vnculo causa-efecto. sta es por definicin lineal en el sentido de la sucesintemporal an en sistemas en los que existe retroalimentacin; que sea o no lineal cuantitativa-mente depender de la ecuacin que describa el mecanismo y no de que ste pueda represen-tarse eventualmente en forma de circuito. Tampoco lo recursivo implica no linealidad: fun-ciones recursivas como f(x)=2x o f(x)=19x son lineales, mientras que f(x)=x2 o la ecuacinx=k*x(1x) no lo son. La linealidad no es inherente a la mecnica simplista; tampoco la no li-nealidad identifica a lo complejo; las ecuaciones de Newton para el problema de Kepler sonno lineales, mientras que salvo casos especiales la ecuacin de Schrdinger en la mecnicacuntica es lineal y hasta reversible.

    En el rea de influencia de la filosofa de corte posmoderno tergiversar la idea de no lineali-dad se ha vuelto un lugar comn, tan comn que las desmentidas correspondientes han deve-nido un pujante gnero literario (Ruelle 1990; Gross y Levitt 1994: 104-105; 266-267; Sulli-van 1998: 79-80; Sokal y Bricmont 1999; 147-149; Spurrett 1999); an con tantos volmenes

    sobre complejidad a sus espaldas, Morin est lejos de tratar el tema con especial distincin.No advierte que las causalidades circulares y no lineales han sido idealizaciones fraguadas enla segunda ciberntica, en la tipologa oracular de los mindscapes de Maruyama y en la teorasistmica de divulgacin. No percibe que jams fueron categoras tcnicas en las ciencias du-ras, ni que hoy son slo coloridas piezas en el registro fsil de los conceptos cientficos in-existentes. Puede que lo que yo afirmo caiga como una sorpresa, pero en ninguno de los tra-tados fundamentales de ciberntica o de dinmica no lineal encontrar el lector el menor ras-tro de ideas de ese tipo (Ashby 1972; Devaney 1989; Nicolis y Prigogine 1989; Strogatz

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    1994; Nicolis 1995; Alligood, Sauer y Yorke 1996; Dorfman 1999; Hilborn 2000; Medio yLines 2003; Klir 2006).

    Por otra parte, la circularidad de los bucles es una metfora de orden imaginario concor-dante con una descripcin que podra ser otra; es una cualidad accidental del mapa, dira Ba-teson, no un rasgo objetivo del territorio. El mismo sistema dinmico podra describirse me-

    diante una mquina de estados, una composicin algebraica de procesos, una narrativa, unacatstrofe en cspide, una serie temporal, una estructura arbolada, un grfico de bifurcacin,un atractor, un plotde recurrencia bidimensional o un conjunto de ecuaciones: en nada de to-do esto hay algo redondo a la vista, lo cual sugiere que las morfologas que se encuentran enlos mapas dependen menos de la naturaleza del objeto que de las estrategias circunstancialesde representacin3.

    Pero hay otro nivel de equvoco an ms bsico: aunque Morin parezca acabar de descubrir-la, la recursividad es, igual que el modus ponens o el lenguaje en prosa, un recurso anidadoen toda inteligencia humana, en toda forma de lenguaje y razn; en modo alguno es una he-rramienta innovadora que nadie haya utilizado antes y que pueda reclamar como propia unacorriente de pensamiento que se crea superior por el hecho de usarla.

    En cuanto al tercer punto, es hora que la idea moriniana de principio holo(gramtico/escpi-co/nmico) se interrogue con circunspeccin. Por empezar, no es sensato sostener que lasperspectivas que slo ven las partes (o sea, los modelos mecnicos) y las que slo ven latotalidad (los modelos de caja negra) deban ser trascendidas. Las diferentes clases de mo-delos son formas alternativas igualmente legtimas de mapear un mismo territorio, y no doc-trinas en competencia mutua en un juego de suma cero. Los modelos que Morin juzga vitupe-rables siguen siendo en ciencia y tecnologa tan primordiales como lo fueron siempre y aun-que puedan captarse sus insuficiencias estn mucho mejor establecidos que los llamadoscomplejos. El hecho es que un mismo objeto admite gran nmero de modelos de todas clases,todos necesariamente parciales; la calidad, el valor, la suficiencia de cada modelo depender

    de los propsitos que se persigan en cada caso. Dicho esto, puede afirmarse que una perspec-tiva compleja, a despecho de un nombre engaoso que invita a la soberbia, es en el mejorescenario un complemento a las otras que ya existen; nada autoriza a concebirla como unaopcin trascendente o mejor.

    En segundo orden, el principio hologramtico no resulta ser una nocin independiente de do-minio, como en general son las que prevalecen en ciencia compleja. Por poner un caso quenadie dudara que es complejo y al cual hoy se conoce rdenes de magnitud mejor que entiempos de la obra de Morin, afirmo que ni an el cerebro es ya pensado como una red holo-gramtica. Si bien se ha comprobado que algunas funciones neuronales pueden relocalizarse,

    3 Mediante el teorema de De Simone se ha determinado, por ejemplo, que cuando los sistemas comple-jos se describen como composicin de procesos que intercambian mensajes en vez de colecciones deobjetos con sus correspondientes atributos, no se presentan fenmenos de emergencia y el sistema seaviene a ser reducido a las conductas de sus componentes (Hatcher y Tofts 2004). Igualmente, cuandose aplica un marco de referencia de visin (scope), resolucin y estado en vez de los usuales nivelesse puede distinguir entre los fenmenos de emergencia ontolgicos y los epistmicos (Ryan 2006).Vase tambin Crutchfield (1994), Christen y Franklin (2002) y Shalizi y Moore (2003).

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    la idea de un cerebro holonmico no es avalada por la neurociencia cognitiva contempor-nea4 (Cacioppo y otros 2002; Purves y otros 2004).

    El concepto de sistema hologramtico no ha penetrado tampoco ni en la prctica ni en la filo-sofa conexionista pese a que en algn momento pareci pregnante a causa de un rasgo en co-mn entre hologramas y redes neuronales: una red deteriorada degrada grcilmente, casi del

    mismo modo que decae un holograma hendido. En una poca se estilaba llamar hologrfica acualquier entidad distribuida y redundante; pero nunca se pudo articular ni discernir en el in-terior de las redes neuronales una forma analgica de representacin semejante a un hologra-ma. Y no admito hablar de las partes y el todo por la razn que sigue.

    En los objetos autosimilares mejor conocidos (fractales, redes independientes de escala y sis-temas regidos por distribuciones de ley de potencia) los fenmenos de homotecia o auto-si-militud slo se manifiestan en el mbito de ciertas escalas y a condicin que se categorice ysegmente el objeto de cierta manera. Para calcular la dimensin fractal o medir la compleji-dad de esos objetos, hay que establecer cuantitativa o condicionalmente los lmites superior einferior del rango en que se presenta el rgimen de autosimilitud. Si pensamos en un rbol,objeto fractal si los hay, cuando vamos desde la periferia al centro hay un punto en que lasramas devienen tronco; por el camino inverso llega un momento en que aparecen las hojas ylas ramas no se ramifican ms. Por lo comn, el anidamiento recursivo mximo de los obje-tos autosimilares en la naturaleza o la cultura ronda el nmero de Miller (72) y nunca es unacifra de numerosidad extrema, una de esas enormidades que Morin cree que son sintomticasde la complejidad (Miller 1987; Wallace 1964). Si adems se toma como punto de partida nouna rama sino una hoja (una parte con tanto derecho a serlo como cualquier otra) resulta serque, voil, de pronto no hay ningn rbol en ella. O sea que no todos los todos estn en todaslas partes.

    En esta tesitura se pone en evidencia que las categoras morinianas de todo y parte noson conceptos suficientemente precisos. Una vez ms, los todos y las partes no estn dados a

    priori en la naturaleza o en la cultura. Para hablar coherentemente de ellos primero hay quedefinir cmo se delimita una totalidad, cul es la escala de sus partes relevantes y sobre todocul es la razn de la similitud entre ambas instancias, si es que se quiere tener entre manosun sistema cuyas propiedades y clases de universalidad sean indicadoras de algo significati-vo. En algn momento el cientfico social querr echar mano de estas nociones y lo menosque puede pedirse de ellas es que estn bien definidas y sirvan para algo. Y que no se agoten,por cierto, en tautologas del tipo no hay sociedad sin individuos ... ni individuos sin socie-dad (2003b: 186) que Morin prodiga como si fueran sesudos insights a los que lleg graciasa haber pensado hologramticamente5.

    4 An cuando mucho de lo que escribi tiene que ver con la mente, el pensamiento o el conocimiento,hay que decir que ni una sola idea de Morin, hologramtica o no, ha podido aposentarse en esta disci-plina. Menos an en ciencia cognitiva, inteligencia artificial, dinmica no lineal, mtodos formales oen la prctica de los sistemas complejos adaptativos, segn se puede comprobar en los ndices de citasde SCI, SSCI, A&HCI o CiteSeer. Tampoco la idea de lenguaje hologramtico (Morin 1998b: 173) halogrado afincarse en lingstica.

    5 Puede que lo mo sea subjetivo, pero otros aforismos hologramticos me resultan todava ms cho-cantes, como por ejemplo el que expresa estas sincdoques: El lenguaje es una parte de la totalidadhumana, pero la totalidad humana se encuentra contenida en el lenguaje (2003b: 41). Por un lado hay

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    Por otro lado, afirmar que en todas las cosas complejas el todo est en la parte y la parte en eltodo no es algo que pueda dirimirse a caballo de un par de ejemplos ingeniosos (1988: 60,112-114); al contrario, es una hiptesis fuerte cuya universalidad y valor de uso dependen deque se la corrobore empricamente o se la pruebe matemticamente alguna vez. Morin no s-lo no aclara si el postulado de su universalidad se debe a implicaciones deducidas a partir de

    alguna ley o a inducciones bien documentadas, sino que la da por confirmada y la trata comoun principio clave ... del universo viviente (p. 113). Habra que preguntar para quin esclave y por qu motivo, pues la biologa matemtica reciente incluye en su repertorio todo ti-po de formas, texturas y topologas, algunas de ellas autosimilares, pero ninguna configura-cin hologramtica en sentido estricto (Kaandorp 1994; Murray 2002)6.

    Ahora bien, cuestiones de esta envergadura ni siquiera se han resuelto en geometra fractal omultifractal, porque es obvio que en un sistema pueden coexistir diversos valores y rdenesde autosimilitud y porque no siempre se sabe si esto correlaciona con otros factores de interscientfico o es incidental. En diversas disciplinas se da el caso que unos cuantos objetos exhi-ben autosimilitud, incluso a primera vista; otros, ontolgicamente prximos, se obstinan enno hacerlo: como indicador de complejidad, de auto-organizacin o de lo que fuere, el rasgo

    en cuestin deja mucho que desear. Como nos planteara un refutador de leyendas, un coliflores hologramtico o autosimilar, una manzana no. Es acaso aqul complejo y sta simple?Se auto-organizan los coliflores? Las respuestas han de ser tan bochornosas como las pre-guntas; pondrn en evidencia, seguramente, que el holograma funciona mejor como emblemasugestivo y estetizante de uso ocasional que como clave para comprender la vida o la com-plejidad. De hecho, los sistemas de los cuales diramos que son globalmente autosimilares noparecen siquiera ser mayora entre las organizaciones del nivel de complejidad que fuere, nims abundantes en la materia viva que en la inanimada.

    En el estado en que Morin lo deja, en fin, el modelo holonmico-hologrfico-hologramticoest demasiado ligado al nicho de una intrincada tcnica de ingeniera grfica y no se encuen-tra en condiciones de orientar ninguna heurstica general, menos todava en el campo concep-tual de las ciencias sociales. Otras metforas que Morin no examina parecen mejores. O talvez sea hora de pensar en modelos y en algoritmos ms que en metforas. Si de ello se trata,Morin se enter ya muy tarde que existan los fractales, a los que no hizo caso por haber ce-dido a esos arrebatos de celos profesionales, conspiraciones de silencio, jerarquas de picoteoe intercambio de epigramas que han sido endmicos en las comunidades intelectuales de supas y de su poca (cf. 1984: 23-26, 111-134; 2006). Conjeturo que si el tercer principio se

    infinidad de cosas humanas que al lenguaje le cuesta expresar, no digamos ya contener: los timbres ymatices de un sonido musical, por ejemplo. Por el otro, lo mismo que Morin dice del lenguaje podrahaberlo dicho de la mente, el cuerpo, el cerebro, la escritura, el discurso, la cultura, el arte, el pensa-

    miento, la filosofa, la ciencia o lo que fuere. La figura es entonces por aqullo inexacta, por sto ines-pecfica, y en ambos casos exuda una fuerte sensacin de truismo; no es, pienso, la clase de ideas pene-trantes y transgresoras que cabra esperar de una epistemologa compleja.

    6 Morin dice que gracias al principio hologramtico sera posible reproducir mediante clonacin mole-cular la totalidad de un organismo a partir de una sola clula (1988: 113); pero eso no es una hazaaque slo puede alcanzarse merced a ese principio sino, histrica y materialmente, un corolario opera-tivo que se sigue de las ideas de cdigo e informacin. La expresin biologa molecular, despus detodo, fue acuada por Warren Weaver, el mismo que escribi con Claude Shannon el primer tratadopopular de teora de la informacin y el mismo que propuso el concepto de complejidad organizada.

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    hubiera llamado fractal, multifractal, autoafn o scale-free en lugar de hologramtico la dis-cusin habra estado mejor orientada y su destino habra sido distinto.

    Ciencia fcil : Complejidad al alcance de todos

    El ncleo duro del paradigma moriniano no est compuesto por elementos originales, sinopor la agregacin de diversas teoras ajenas, sujetas a una densa interpretacin pero tratadas aun nivel de detalle y en un plano de complejidad tales que quien compare la escritura del M-todo con la de las fuentes cannicas no podr negar fcilmente su relativa ligereza. En la obrade Morin hay dos regmenes estilsticos alternativos, ambos igualmente densos pero no dif-ciles:

    Cuando trata teoras de terceros, Morin les suele dedicar breves reseas, seguidas de rpi-dos dictmenes en contra o a favor. Generalmente concede unos pocos renglones sustan-ciales a cada asunto, agregando luego varias capas argumentativas de posicionamiento es-tratgico que se repiten una y otra vez con escasas variaciones. En ocasiones parafraseauno o ms textos sin excesiva distincin, adosando observaciones que van tejiendo la se-

    cuencia de una obra localmente ordenada pero globalmente amorfa, al punto que dara lomismo que el libro terminara en cualquier momento. En este sentido, la escritura exhibems amontonamiento que progresin y cada tomo subsiguiente parece razonar con mayormorosidad y redundancia. Algunos argumentos (como el que estipula el carcter mutilan-te del conocimiento especializado, por nombrar uno) se repiten arriba de cien veces. Lascrticas de otras teoras nunca son internas ni se refieren a cuestiones de importancia in-trnseca, sino que son contingentes y proporcionales a la distancia entre la doctrina cues-tionada y la propia posicin. Rara vez queda claro cules son los autores y textos puestosen mira, su cronologa exacta, el contexto de sus ideas, su vigencia, su estado actual; elaparato erudito es insuficiente y el manejo de la bibliografa (que es de porte modesto)luce como tercerizado, con discrepancias notorias entre los ttulos mencionados en el

    cuerpo del libro y los apndices bibliogrficos. Cuando se aleja de los textos de apoyo y deja volar su razonamiento personal, Morin acu-

    a conceptos que revelan su predileccin por las aglutinaciones de sufijos que van que-dando como residuo de cada idea tratada y se van volviendo ms largas a medida que ellibro avanza. Ejemplos tpicos seran la poli-sper-meta-mquina, la auto-trans-meta-so-ciologa, los caracteres ego-(geno-socio-etno)-cntricos, el ser meta-supra viviente/indivi-dual/subjetivo, el complexus trans-mega-macro-meso-micro-social y el proceso de auto-(geno-feno-ego)-eco-re-organizacin computacional-informacional-comunicacional. Allado de estas expresiones cuya razn de ser desentraar luego, son tambin tpicas de suestilo las palabras embucladas y sus correspondientes exgesis, que tambin revisar msadelante. El foco observable de ambas especies de escritura es menos el desarrollo meto-

    dolgico que la puesta en acto de una persuasin doctrinaria de escuela eclctica con unacento empirista: algo que se habra podido satisfacer en unas pocas pginas, pero que ar-ticula el libro de principio a fin.

    En el intersticio entre ambos gneros, Morin cubre volmenes con argumentos de aparienciaincisiva pero a la larga indulgentes y carentes de filo como ste, en el que asigna a cada pun-to de vista en contienda ms o menos la misma cantidad de relevancia:

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    Los procesos cognitivos son a la vez productores y productos de la actividad hipercomplejade un aparato que computa/cogita de manera a la vez informacional/representacional/ideal,digital/analgica, cuantitativa/cualitativa, lgica/algica, precisa/imprecisa, analtica/sinttica,clasificante/desclasificante, formalista/concreta, imaginativa/verificadora, racional/mitolgi-ca. Todos estos procesos tienden a construir traducciones perceptivas, discursivas o tericasde los eventos, fenmenos, objetos, articulaciones, estructuras, leyes del mundo exterior

    (1988: 221).Cuando Morin dice que El Mtodo no proporciona un mtodo y que su variante de conoci-miento complejo no puede ser operacional conviene creerle (1999: 35-36, 435). Ni en el co-mentario de trabajos ajenos ni en las partes autnomas se trasluce una preocupacin reflexivade alguna entidad sobre diseo investigativo, campo de aplicacin, operatividad, casos emp-ricos, alternativas estratgicas, clases de problemas, tratabilidad, implementacin, modelado,tcnicas disponibles, planteamiento de hiptesis, verificacin, falsabilidad, dificultades a es-perar y dems cuestiones de epistemologa, teora y prctica que seran naturales en un librocuyo ttulo promete al menos algo de eso.

    Slo en una ocasin he podido encontrar cierto rudimento metodolgico escondido entre o-

    leadas de alegoras; es hacia el final del tratado, en la parte en que Morin dice que si las di-versas ciencias reconocieran su propia complejidad y la idea de auto-reorganizacin la cone-xin entre ellas sera fcil, pues se realizara mediante el paso de una complejidad a otra(2003b: 62). Creo percibir una analoga entre esta idea y el concepto de clase de universali-dad en ciencia compleja, pero el razonamiento moriniano es demasiado desvado como paraestar seguro; para abordar esas cuestiones (que no son nada fciles) se requiere una defini-cin de problema y un modelo de cambio que no existen en la teora de Morin.

    Aqu ya se vislumbra que pese a su talante aparatoso la justificacin del Mtodo es ms biendbil, comenzando por sus diagnsticos sobre el estado de la ciencia. En varios lugares Mo-rin afirma que ciertos conceptos esenciales (organizacin, sistema, retroalimentacin posi-tiva) no se han desarrollado en la sistmica y la ciberntica clsica; la bibliografa tcnica so-

    bre esas materias, por el contrario, es de un volumen aplastante, incluso si se dejan fuera losaportes de las cibernticas renegadas. Claramente, parte del problema se debe a que esos tex-tos usan lenguajes formales de alta dificultad y se consiguen en journals especializados7, enproceedings de congresos profesionales con referato o en disertaciones disponibles en unida-des acadmicas, antes que en los poqusimos libros de circulacin comercial que Morin privi-legi en su pesquisa. No es entonces la produccin cientfica la que est en falta, sino, segnevidencia masiva, el alcance y la selectividad de sus lecturas.

    En cuanto a las teoras de las que se nutre, a Morin le tiene sin cuidado que las piezas quecomponen el entramado sean contradictorias, que sus lxicos sean discrepantes o que entre

    7 Biological Cybernetics, Complex Systems, Cybernetica, Cybernetics and Systems Analysis (antesCybernetics), Cybernetics ans Systems, Foundations of Science, General Systems Yearbook, Grundla-genstudien aus Kybernetik und Geistenwissenschaften, IEEE Transactions on Control Systems Techno-logy, IEEE Transactions on Systems, Man and Cybernetics, IFSR Newsletter, International Journal ofGeneral Systems, International Journal of Systems Science, Journal of Applied Systems Analysis, Jour-nal of Applied Systems Studies, Journal of Complexity, Journal of Complex Systems, Kybernetes, Ky-bernetyka, Mathematical Systems Theory, System Dynamics Reviews, Systems Research and Behavio-ral Science, Systems Research and Information Science, The Newsletter: American Society forCybernetics.

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    los autores sobre los que reposa proliferen personajes que no han soportado la prueba deltiempo: Buckley, Driesch, Fromm, Koestler, Laborit, Lupasco, Maruyama, James G. Miller,Moles, Wilden. Sobre esa base, cada mdulo temtico de su obra traduce los trminos de lainvestigacin sustantiva a ideas inteligibles para lectores educados en otras disciplinas y o-rientados hacia otros universos de sentido. La pregunta que cabe hacerse es si Morin domina

    los elementos de juicio que se requieren para hacerlo competentemente. Por ms que he in-tentado considerar innumerables factores atenuantes, me temo que la respuesta es que no.

    Las fuentes de Morin casi nunca son tcnicas, por lo que sus muchos enemigos lo han acusa-do de ser un divulgador que se basa en un fondo bibliogrfico elemental, que no profundizaen la intertextualidad de sus materiales, que no proporciona modelos ms all de las metfo-ras o que soslaya los papers esenciales de cimentacin (Morin 1984: 21-22; 2003a: 141; Do-buzinskis 2004: 442-443, 449; Garca 2005). Por desdicha, la recriminacin es motivada: lasvisiones de conjunto, los manuales de iniciacin, los libros simplificados para el gran pblicoy los testimonios patriarcales saturan la lista de sus referencias. Morin lo admite: Soy cons-ciente de los caracteres lacunares e inciertos de mi cultura, del estado desigual del desarrollode mi conocimiento y de mi reflexin (1988: 38). O bien: [E]n esa rea [la fsica] tengo co-

    nocimientos no solamente superficiales, sino extremadamente lacunares (2003a: 141). Ytambin: S, pues, que ignoro trabajos importantes, y que en ciertos casos la fuente de se-gunda mano oculta la de primera (1999: 529).

    Sabe tambin que para consumar ciertas articulaciones que l no obstante acomete sera pre-ciso reunir conocimientos y competencias que rebasan nuestras capacidades (p. 23) y que suno-saber es ocenico (1998a: 30). Aunque con calculada humildad promete indicar las lagu-nas de las que soy consciente, los dominios en los que mi informacin me parece dema-siado incierta (1988: 39), he encontrado que en el cuerpo de El Mtodo jams se molesta enhacerlo. Creo que es esa falta confesa de maestra tcnica (que volveremos a comprobar yque llega a extremos descomunales) la que le llevara a rechazar la teora de sistemas o elpsicoanlisis por las razones espurias, a subestimar fieramente la ciberntica, a sostener enplena era del genoma, de los neurotransmisores, de la Web de banda ancha y de la telefonacelular que la teora de la informacin est passy a dejarse llevar por los intereses insti-tucionales y la visin no compleja de autopoietas y cibernticos de segundo orden, en lugarde abrevar en las investigaciones de estado de arte del MIT, el SFI, el LANL, Berkeley, Mi-chigan, Lomonosov o las escuelas evolucionarias, como hubiera resultado ms productivo.

    Cada vez que participo en discusiones sobre Morin, sus defensores enarbolan saberes que leson distantes y le preceden en el tiempo como si le fueran propios y representativos; aqu esdonde viene la inevitable apologa de ideas como la organizacin, el sistema complejo, la e-mergencia, la recursividad, la no-linealidad, la morfognesis. Pero ni uno solo de esos con-ceptos magnficos es suyo y raya en lo ofensivo que alguien crea que lo son; todos se origi-

    nan en los tiempos inaugurales de las disciplinas complejas, o incluso antes, y aunque quedemal decirlo tan frontalmente l no ha contribuido un pice a su esclarecimiento.

    Ahora bien, leer a von Neumann, Gdel, Wiener, Turing o Ashby, los padres de esas ideas,requiere una intensa formacin lgica y matemtica; mi sugerencia es que el lector inviertaalgunos meses en adquirir algo de destreza por su cuenta en vez de confiar la lectura a ungestor (Morin o quien fuere) para que luego ste le cuente de qu se trata. Si as ha de hacerlode todos modos, el caso es que existen mejores maestros, capaces de referir lo que otros di-cen con menos interposicin y mayor provecho epistemolgico. El Morin del Mtodo nunca

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    califica como un pedagogo distinguido; l mismo reconoce su desinters por una enseanza ala que una y otra vez slo atina a llamar vulgarizacin (1988: 48; 1998a: 28; 1999: 33).

    El inconveniente que percibo es que para ensear un poco de estas cuestiones hay que sabermucho y que lo que hay por aprender es dificultoso, an para quienes tienen el perfil discipli-nario adecuado. Cuando Ernest Nagel, James Newman o Douglas Hofstadter interpretan a a-

    quellos maestros se nota que conocen cada inflexin, que dominan los tecnicismos ms her-mticos y que por eso mismo descubren claves que nadie haba divisado; se puede estar endesacuerdo con sus hermenuticas, pero no es posible impugnar su dominio del tema. Cuan-do Morin confiesa que es un nmada que slo est de paso por ciertos territorios (1984: 22),el eufemismo slo presagia que no cabr esperar de su didactismo renuente y de sus lecturasa medio digerir el margen de respaldo y expertise que incluso la buena divulgacin demanda.Por eso es que al hablar de otros textos, an en los raros casos en los que no se equivoca, Mo-rin nunca parece destilar lo esencial sino acaso lo ms accesible, el prrafo que por feliz coin-cidencia no incluye ecuaciones ni smbolos, el dato insinuante, la interpretacin que ms con-cuerda con su ideologa, lo que alcanz a inferir a travs de un idioma ingls que siempre leha sido hostil: no lo que est ms all de lo que podemos entender nosotros mismos sino, co-

    mo dira Bateson, lo que todo escolar sabe.Soy consciente que un postulado terico no se viene abajo slo porque se descubra que es de-rivativo, porque haya retorcido un par de ideas al glosarlas en un lxico amigable o porque seencuentre que en la bibliografa se mencionan ensayos de dificultad prohibitiva de los que nohay el menor indicio de lectura en el texto. El problema es, como se ver, que la ciencia com-pleja sobre la cual Morin construye el edificio de su filosofa dista de poseer las propiedadesque l le atribuye o de haberse desenvuelto a travs de los sucesos que l narra.

    Espritu de contradiccin

    Como siempre sucede en las propuestas eclcticas y de segunda mano, en la obra de Morin

    las contradicciones proliferan por encima de la cota normal. Morin tampoco se desvela porarmonizar las discordancias entre sus fuentes de inspiracin o sus implicancias de grano fino.En ninguno de sus textos, por ejemplo, advierte que la teora de las estructuras disipativas esincompatible con la autopoiesis, por lo que segn escribe apoya alternativamente a una o aotra. Es un error comn, pero Morin ha hecho ms que nadie por propagarlo. En el conjuntode sus razonamientos es adems un error de monta, pues la incongruencia entre ambas pos-turas es lo primero que descubrira quien se aventurara a adoptar las dos:

    La teora de las estructuras disipativas de Prigogine afirma la irrelevancia del observador,sostiene el principio de generalidad (la base transdisciplinaria de la Nueva Alianza), serefiere a sistemas alejados del equilibrio y abiertos al entorno, asevera que la realidad esobjetiva, considera que ha habido evolucin pre-bitica, reposa en la irreversibilidad y elcambio, y es casi un himno al indeterminismo.

    La autopoiesis de Maturana y Varela, al contrario, preconiza la primaca del observador,sostiene la idea de la especificidad bitica (al extremo de impugnar la extrapolacin so-ciolgica de Niklas Luhmann), habla de la persistencia de mquinas operacionalmentecerradas, desestima que la idea de totalidad sea constitutiva del dominio autopoitico,afirma que la realidad es inventada, decreta que fuera de la biologa no hay autopoiesis,

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    concibe una temporalidad basada en ciclos peridicos y en el mantenimiento de la estasis,y suscribe a lo que Maturana llama determinismo estructural.

    Por lo que se ve, los argumentos en juego no son accesorios sino categricos. Una tercerateora que admita conjuntivamente ambas posturas ser por definicin indecidible a esos res-pectos, que son nada menos que las ideas capitales de cada una de ellas; en una estrategia que

    las tolere disyuntivamente cualquier afirmacin relativa al asunto valdr lo mismo, lo que espeor: en el primer caso la anomia, en el segundo la inconsistencia.

    Un moriniano minimizara la paradoja cuestionando el imperio de la lgica. Pero de ningnmodo puede admitirse que los principios de identidad y no contradiccin sean rasgos muti-lantes slo intrnsecos a la ciencia occidental, a la filosofa cartesiana o al paradigma de lasimplicidad, como pretende Morin (1984: 358; 1991: 31-32; 1998a: 413); por el contrario, semanifiestan en las lgicas orientales clsicas8 desde quinientos aos antes de Cristo y estnen la base de una arquitectura de razonamiento que la antropologa cognitiva contempornease inclina prudentemente a considerar universal (Hutchins 1980; Hamill 1990: 103; DAndra-de 1995: 193-199). Articulan tambin, de cabo a rabo, los procesos de inferencia del propioMorin, los cuales, pese a sus predecibles alabanzas del intuicionismo, de la integracin de losopuestos, de la lgica difusa o de la multivaluada, son tan convencionales, bivaluados ymonotnicos como los mos, los del lector o los del silogismo escolstico.

    Ms all del choque entre estructuras disipativas y autopoiesis, en todos los casos que he do-cumentado de contradicciones inadvertidas en la escritura moriniana (alrededor de una cin-cuentena) los trminos opuestos no se presentan como posibilidades eventuales, ideas com-plementarias, frmulas a integrar o hiptesis equiprobables, sino que se radicalizan medianteexpresiones monolgicas de una taxatividad rara vez vista en la prctica cientfica: la nicafuente..., confirmada por numerosos trabajos..., siempre..., es imposible..., sin du-da... Sostengo entonces que esas contradicciones no son un artefacto deliberado de un para-digma complejo capaz de subsumir dialcticamente las antinomias y de situarse en otro pla-

    no; la verdad es que Morin no ha reparado en ellas y sus admiradores tampoco, como si a na-die le importara lo que dicen las teoras de las que l habla, o lo que l dice sin ms.

    Hay an ms contradicciones flagrantes en el marco moriniano. En El conocimiento del co-nocimiento Morin adopta una concepcin hologrfica del cerebro (1988: 112-114) luego dehaber ensalzado la visin modular de Jerry Fodor (p. 106). Pero el principio holonmico dedistribucin propio del primer modelo es antagnico a la especializacin funcional que el se-gundo establece como requisito. Y ya que volvemos a hablar de holograma, sealemos tam-bin que el propio Morin debilita el argumento de que la parte est en el todo y el todo en las

    8 Me refiero a las escuelas anvikiki, vaieika y nyya, al catukoi o tetralemma de Ngrjuna, alsaptabaghy a los naya de la lgica jaina, as como a las diversas lgicas chinas (mohista) e islmicas(mutazilah). An en el caso improbable de que las operaciones de distincin y disyuncin no sean uni-versales, las mociones de censura que Morin eleva contra una lgica occidental tratada en forma mo-noltica y sus disquisiciones sobre la causacin poltico-histrica de las ideas implican una postura me-canicista y lineal que es incompatible con su propia ideologa. Dice Morin en una frase tpica, mitadcualificada y mitad determinista, que [c]iertos tipos de pensamiento se imponen segn las condicioneshistricas (2003b: 155). Definitivamente la complejidad de la historia no cabe en esa frmula empo-brecedora: han surgido lgicas parecidas en contextos culturales y mundos lingsticos distintos, ytambin modelos lgicos divergentes o desviantes en el interior de una misma episteme. Volver so-bre esto ms tarde.

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    partes cuando en uno de los mejores captulos de su libro inspecciona ideas tales como que eltodo es ms, es diferente o es menos que la suma de las partes (1999: 129-139). Holograma yemergencia son bellsimas y sugerentes ideas, qu duda cabe. Uno no sabe con cul quedarse.Pero si hay algo que no puede hacerse sin complicaciones es sostener ambas simultnea-mente y sin cualificacin, o no dar explicacin alguna cuando sus principios colisionan.

    Otra discordancia que atraviesa el Mtodo de principio a fin ocurre cuando los tipos lgicosde Tarski-Russell, que prohben la autorreferencia, conviven con la recursividad, que depen-de de ella. Douglas Hofstadter (1979), a quien nuestro autor no se priva de citar, nos ha ense-ado hace aos que ambas ideas son contrarias y que no puede haber entre ellas la menor po-sibilidad de componenda. En otro lugar Morin asegura que el modelo de cerebro trinico dePaul McLean es hoy justamente desdeado, pues es falso en su versin simple e inutilizableen su versin compleja; pero slo dos pginas ms tarde encuentra que el concepto es til yestima que la intolerancia para con las ideas de los dems sin duda forma parte de un sndro-me reptilo-mamfero-ideolgico (1988: 103-105); en los ltimos volmenes de El Mtodo a-plica nuevamente el concepto, como si antes no hubiera proclamado su falsedad (1998b: 60).En otro momento afirma que el azar es la nica fuente de nuevos patrones, slo para decir

    en seguida que la hipstasis del azar, convertido en Dios, vuelve a caer en la monocausali-dad simple (1998a: 429, 436). Poco despus realimenta la misma anttesis, ensendonospor un lado que nicamente el azar puede producir cambio y aprendizaje (p. 429) y comen-tando por el otro que est de acuerdo con Gregory Chaitin respecto de que es imposibledecidir si un fenmeno depende o no del azar (1998b: 191).

    La incongruencia ms fuerte de todas, sin embargo, es la que sigue. A lo largo del texto Mo-rin protesta una y otra vez contra el determinismo, la marca de Can del pensamiento simplis-ta; pero l mismo pregona que las operaciones indicadoras de ese simplismo (la identidad, lareduccin/disyuncin, la exclusin del sujeto, etc) estn sobredeterminadas por la sociedad,por la cultura, por la determinacin etnosociocntrica [sic], por el pensamiento occidentaltout court, por las condiciones psicocerebrales, por las determinaciones del lugar, del cli-ma, del momento histrico o por todo eso junto, segn el tema que est tratando (1984: 45-47, 59-60; 1998b: 11, 27; 2003a: 39).

    Se consuma as una variedad encubierta de determinismo legitimada para consumo interno dela ciencia compleja. Las formas aglutinantes a las que Morin se abandona, como los caracte-res ego-(geno-socio-etno)-cntricos, pueden entenderse ahora como vestigios cristalizadosconcomitantes a sucesivas determinaciones de ese tipo. Cada una de esas determinacionescoincide a su vez con un concepto maestro hiperreferencial (Kuper 2001: 12), tal como so-ciedad o cultura, en torno de cada cual Morin sita, igual que era costumbre en la viejaciencia, una disciplina. Aunque no faltan alusiones a vueltas en crculo, nudos y causacionesrecprocas para salvar las apariencias, las piezas causales (pocas, cerradas, discretas) se ajus-

    tan a un plan tan simple que Morin cede a la tentacin de concatenarlas: las ideas, las cosas,las instituciones resultan ser, as, iguales a la suma de sus determinaciones argumentables.

    Con esta proeza Morin demuestra no tomar en serio sus propios argumentos sobre la no li-nealidad, la multifinalidad, la equifinalidad, la irreversibilidad, la singularidad de los even-tos... Si alguien est en busca de una ilustracin de razonamiento contradictorio tiene aqu to-do lo que podra soar: una exigencia de causalidad compleja anudada a un modelo causaldeterminista, lineal, homuncular, esencialista, dormitivo, irreflexivo, sumisamente disciplinar

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    y tan simplificador como el que ms. Bateson, Whitehead y Goodman no podran creerlo;cuando releo a Morin ni yo mismo lo creo a veces.

    Podra dar a quien me lo solicite muchsimas referencias morinianas que ilustran este punto.Citarlas aqu desequilibrara el ensayo; pero algunos ejemplares de este ultradeterminismoclandestino son demasiado alevosos para pasarlos por alto, como esta joya de inferencia pata-

    fsica cuya organizacin lgica se autodestruye a medida que se desenvuelve. En el estudiodel cerebro, escribe Morin, la idea de la asimetra hemisfrica

    ha sido la obra de los investigadores masculinos, sobredeterminados por su formacin en ladominancia de su hemisferio izquierdo, y que naturalmente han obedecido a los esquemasabstractos y simplificadores de la causalidad lineal, de la especializacin funcional, de lalocalizacin ne varietur, para concebir la asimetra de los dos hemisferios (1988: 101-102).

    Otras contradicciones son de consecuencias parecidas. Morin apoya, por ejemplo, una nocinde la vida como auto-organizacin que dispone de cualidades desconocidas para otras orga-nizaciones fsicas, es decir, cualidades informacionales, computacionales, comunicacionalesy la cualidad de auto-reproduccin y que est genticamente programada (1984: 223-224);

    pocas pginas despus (p. 256) se consagra a la celebracin de las mquinas autopoiticas,cuya teora reposa en la impugnacin de todos los principios antedichos9. De hecho, cada vezque menciona la autopoiesis es en proximidad de ideas de actividad computante, entrada/sali-da de informacin o representacin que los autopoietas han cuestionado una y otra vez (Mo-rin 1988: 58-59).

    Dado que otras teoras son tratadas tambin en parecidas dosis mnimas y sofocadas en verbarelativa al tema del momento, con casi todas ellas sucede lo mismo. El argumento de la inte-gracin de los opuestos una vez ms no es creble, puesto que ni las doctrinas son sumativasni el autor ha advertido sus contradicciones especficas. En fin, nunca me he puesto a calcularen qu medida estas inconsistencias y otras que he registrado afectan a la totalidad de su vi-sin; no estoy seguro que por s solas alcancen para aniquilarla, pero s creo que agregan ele-

    mentos de juicio difciles de obviar a los dilemas que ya hemos visto y a los que restan porverse.

    El discreto encanto de la incorreccin

    Me ha sido imposible encontrar un estudioso de la teora disciplinar que tenga en buena esti-ma la resea que Morin ha hecho de la antropologa, un episodio embarazoso construido enbase a jirones de fuentes secundarias, ninguna de las cuales es adecuada al propsito (1998a:

    9 No todas las teoras as confrontadas son del mismo peso: en los casi treinta aos transcurridos desdeque Morin se ocupara del asunto, el modelo informacional de la biologa molecular ha conducido aldesciframiento del genoma y ha habilitado conquistas como el trazado diacrnico del mapa gentico dela especie humana, la clonacin, el esclarecimiento de los mecanismos qumicos de la memoria, la re-definicin de las tcnicas de la ciencia y la antropologa forense, la mutagnesis inducida, la investi-gacin en clulas madres y la manipulacin transgnica (cf. Kandel 2007). La autopoiesis, mientrastanto, se ha precipitado en la negacin de la realidad, favorece especulaciones cada vez ms afines a lanew age y no registra en su haber un solo logro operativo que alcance semejante estatura. Impugnar labiologa molecular por simplista y encomiar la autopoiesis por creerla compleja (o conciliar ambas co-mo si fueran de mrito comparable) no parece el modo ms refinado de afrontar el estado de la cienciaen ese campo.

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    277-297). En efecto, puede que el captulo VI de La vida de la vida constituya la crnica msdeslucida y amateur del proceso de hominizacin, la cultura y la historia social que un autorfamoso haya escrito en dcadas. Como sea, l est seguro que la antropologa acadmica haincumplido su tarea (1984: 8-13) y que en la soledad de su escritorio, basado en un puadode libros excntricos y sin pisar el campo, ha debido ser l quien descifrara el enigma de la

    naturaleza de la cultura, literalmente (2003a: 45).Aunque de veras simpatizo con su rechazo del absolutismo cultural y su recuperacin de labiologa, debo decir que el cuadro que l pinta de la antropologa roza lmites tales que si setratara del trabajo de un autor novel habra que hablar de incompetencia; es manifiesto queMorin no pone en accin la terminologa tcnica requerida, no establece adecuadamente elestado de la cuestin, ni manifiesta saber siquiera de qu se tratan las teoras evolucionarias,stewardianas, ecosistmicas, funcionalistas, sociobiolgicas, etolgicas, memticas, materia-listas culturales o de ecologa conductual que figuran en los manuales escolares desde los se-tenta a la fecha. An siendo perifricas a la antropologa, esas corrientes ya haban integradomil veces biologa y cultura antes que l se pusiera a hacerlo, indignado porque a nadie se lehaba ocurrido una idea tan genial (cf. Chapple 1972; Boyd y Richerson 1985; Rappaport

    1987; Durham 1991; Smith y Winterhalder 1992; Richerson y Boyd 2005).En cuanto a las referencias a otras disciplinas, ellas trasuntan un rgimen de lecturas igual-mente exiguo. Creo que es esa escasez de interconsulta profesional y de experiencia transdis-ciplinaria lo que le hace decir que el modelo biolgico de la ciberntica se basaba en la m-quina artificial producida, construida, programada por el hombre (1998a: 132, 308; 1999:286-288) o alegar que el sujeto ha sido un tema poco tratado en las ciencias humanas (p.331), aseveraciones sorprendentes desde todo punto de vista. La verdad es que la cibernticase inspir en el modelo biolgico para aplicarlo a mquinas y no a la inversa, que la compu-tadora programada no pudo ser modelo de la ciberntica porque cuando sta surgi ni las m-quinas de computacin universal ni los lenguajes de programacin existan an, y que (salvoel breve interludio estructuralista) las ciencias sociales mayoritarias de la segunda mitad delsiglo XX, desde George Herbert Mead hasta Stephen Tyler, casi no versaron sobre otra cosaen el plano terico que no fuera el punto de vista emic, el observador, el actor, el self, el Otro,el informante, el sujeto, el subalterno y as hasta el xtasis.

    La falta de ejercicio en la prctica cientfica por parte de Morin resulta en muchas equivoca-ciones ms que estropean el efecto de su despliegue erudito y que se multiplican cada vezque se lo lee. l afirma, por ejemplo, que todo concepto remite al sujeto conceptuador (1999:23); que la organizacin es el concepto ausente de la fsica (1999: 116, 124, 125); que lacatstrofe thomiana que origin el universo prosigue todava hoy (p. 62); que la fsica ignorla irreversibilidad del tiempo hasta 1965 (p. 107); que el trmino auto siempre lleva en s laraz de la subjetividad (2003a: 63); que la complejidad implica una cantidad extrema de in-

    teracciones e interferencias entre un nmero muy grande de unidades (p. 59); que la teora dela informacin concierne a la improbabilidad de aparicin de tal o cual unidad elementalportadora de informacin, o binary digit, bit (pp. 47-48); que un programa de computacinse define por el uso de instrucciones imperativas y operaciones binarias (1988: 48, n. 4; 109,n. 12); que las mquinas artificiales no son capaces de reproducirse (1999: 199), y que lacomplejidad siempre est relacionada con el azar (2003a: 60).

    No puedo menos que sealar que desde Saussure se sabe que los conceptos se establecen so-cialmente, y no por decisin de sujetos conceptualizadores; que la idea de organizacin no ha

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    estado ausente de la fsica pues se remonta a los atomistas griegos de la escuela jnica y llegahasta nuestros das10; que las catstrofes son singularidades o transiciones de fase que por de-finicin no se prolongan en el tiempo; que la termodinmica irreversible no comienza en1965 con Prigogine sino por lo menos en 1872 con la ecuacin de transporte de Boltzmann;que auto en automtico, en los autmatas celulares, los autmatas finitos o en la criticali-

    dad auto-organizada (en la teora de la complejidad en suma) no involucra subjetividad o au-tonoma en absoluto11; que desde los tres cuerpos de Poincar hasta la ecuacin logstica deMay la complejidad se manifiesta an con muy pocos elementos en juego y no se hace mscompleja porque agreguemos ms; que los dgitos binarios son las unidades en que se mide lainformacin, y no las entidades que circulan por un canal en un proceso comunicativo; queun lenguaje de programacin puede ser imperativo pero parcial o totalmente declarativo tam-bin; que las computadoras no se restringen a operaciones binarias (sea ello lo que fuere) si-no que son dispositivos de propsito general capaces de ejecutar cualquier funcin especifi-cable; que en Theory of self-reproducing automata (que Morin incluye mal citada en su bi-bliografa) von Neumann demostr que las mquinas kinemticas o celulares s pueden en-gendrar otras mquinas; y que si la complejidad se limitara al azar sera una entidad estads-

    tica poco interesante, pues, como ha dicho Ron Eglash (2000), no hay nada complejo en elruido blanco. Por otra parte, ni el caos determinista, ni la dinmica no lineal, ni los sistemascomplejos adaptativos que constituyen el corazn de las ciencias complejas tienen muchoque ver con el azar, la incertidumbre, el error o la indeterminacin, como se ver en detallems adelante.

    Por ms que fallas de esta clase abunden en las pginas del Mtodo, hay una coleccin de de-saciertos mucho mayor calibre que configura un nivel de equvoco ms profundo y de msamplias consecuencias. Uno de los casos de mayor densidad de errores por unidad sintcticaen el pensamiento contemporneo tiene lugar cuando Morin, a propsito de la teora de la in-formacin, nos ensea que

    [s]e puede definir el bitcomo un evento que denota la incertidumbre de un receptor colocado

    ante una alternativa en la cual los dos resultados son equiprobables para l. Cuanto ms nu-merosas sean las eventualidades que pueda examinar este receptor, ms eventos informativoscomporta el mensaje y ms aumenta la cantidad de bits transmitidos (Morin 1999: 341).

    Ni una sola de las expresiones es correcta. Es penoso tener que aclarar una vez ms que losbits no son eventos sino dgitos en el sistema binario de numeracin (el cual es independientede y anterior a la teora de la informacin), que la incertidumbre es una propiedad local oglobal del mensaje y no se refiere a la hesitacin del receptor, que el receivershannoniano es

    10 Pasando por el Quinto Libro del Discurso y el indito Le Monde de Descartes, las leyes de la formade los naturalistas del siglo XVIII y los estudios de Chandrasekhar y Onsager en la dcada de 1940.

    11 Ms an, en Principles of self-organizing systems el propio Ross Ashby repudia el concepto deauto-organizacin segn el cual una mquina o un organismo viviente puede cambiar su propia organi-zacin o, como l deca, su mapeado funcional. Pensar que hay una propensin innata para el cambioautnomo, argumenta, es pura metafsica. Para que un sistema parezcaauto-organizarse, debe incluirseun factor externo a l, , que acte como su insumo; el auto debe ser ampliado para incluir la variable. Ashby escribe: Dado que no se puede decir que un sistema sea auto-organizante, y dado que el usode la frase auto-organizante tiende a perpetuar una forma fundamentalmente confusa e inconsistentede mirar la cuestin, quiz lo mejor sea dejar morir la frase (Ashby 1962: 268-269). Ashby fue, loaclaro, quien la acu.

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    un mecanismo genrico y abstracto y no un ser humano confundido, que las alternativas notienen por qu ser dos, que si se considera la redundancia y el contexto ellas no son necesa-riamente equiprobables, que la medida de la informacin aumenta conforme a la potencia deltamao del alfabeto y slo sumativamente con la longitud de los eventos del mensaje, yque lo que se transmite por un canal puede ser cualquier clase de seal discreta o continua

    pero nunca jams bits.No toda la escritura de Morin exhibe esta desconcertante concentracin de equivocaciones enla exgesis de textos bien conocidos, pero el nmero de momentos en los que el autor pontifi-ca sin evidenciar pleno dominio de lo que est diciendo es preocupante, pues obstaculiza laposibilidad misma de una discusin refinada. Con la excepcin notoria de las citas textuales,casi todos sus argumentos sobre ciberntica, teora de la informacin y teora de sistemas(1999: 329-410) son de ese jaez; la fsica, la lgica, la lingstica12, las matemticas, la cien-cia cognitiva, la biologa molecular de la cognicin, las ciencias de la computacin y la psi-cologa de avanzada le son igualmente ajenas. Su impericia, pienso, es el argumento que me-jor socava sus imprecaciones en contra del saber experto y de la especializacin disciplinaria,su inslita autoproclamacin como hombre culto (2007) y su llamado a favor de subordinar

    la ciencia a la sutil agudeza de los intelectuales (1984: 31-94; 1998b: 64-78).En materia de antropologa la situacin es an menos auspiciosa. Morin afirma que existieronsociedades cazadoras-recolectoras durante decenas de millones de aos (2003a: 103); queel despegue de las civilizaciones histricas comenz hace diez milenios (1988: 168); y que enlas sociedades humanas ms arcaicas la cultura constituye un complejo generativo informa-cional casi procarioto, sin nucleaciones institucionales y extendida por igual a todos los ce-rebros de sus miembros (1999: 380). A lo cual habra que responder que las culturas de caza-dores-recolectores no aparecieron hace decenas de millones de aos sino bastante ms tardeque eso; que las grandes civilizaciones no son ni la mitad de antiguas de lo que l cree; y queincluso las sociedades de animales inferiores poseen ncleos diversificados, especializacio-nes, orientaciones diversas y jerarquas. En fin: tan inseguros y frgiles son estos argumentosque uno se pregunta qu pulsin de incontinencia hizo que los trajera a colacin, ignorandouna vez ms el aporte de una disciplina que ser corta de miras en otros rdenes, pero que al-go ha logrado aprender de todo eso.

    12 La lingstica moriniana es deslucida y precaria, como si hubiera sido elaborada de mala gana. Seasemeja adems a las formulaciones del siglo XIX que precedieron a Saussure y tiene por ello un toquede modelo folk: su semntica identifica pensamiento y lenguaje, confunde sentido con referencia, con-cibe el lenguaje como nomenclatura de las cosas, sostiene una teora del cambio anacrnicamente vita-lista, presupone que todas las ideas estn lexicalizadas, alega que cada elocucin conjura la totalidad delos sentidos y cree que la unidad lingstica de morfologa y significacin es la palabra (1998b: 165-176). Morin afirma tambin que las palabras se entredefinen en un crculo infinito, lo que ostensible-mente no es verdad: en la lengua hay definiciones que se establecen por referencia extralingstica, tr-minos primitivos que no requieren definicin ulterior y categoras sintcticas y prosdicas cuya semn-tica no es relevante; en el habla tampoco se requiere definir las palabras cada vez que se las usa. Aun-que Morin hace un laborioso esfuerzo para subsumir el lenguaje a sus principios de inteligibilidad(pp. 173-174), es obvio que las relaciones recprocas entre palabras no se agotan en el concepto de bu-cle, no configuran una dialgica opositiva y no exhiben una arquitectura hologramtica. En todo casoesos principios tocan al lenguaje tangencialmente; la parte ms rica de ste queda, sin duda, fuera delalcance de la subsuncin.

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    Dado que estamos hablando de inexactitudes, dir que pocas cosas resultan tan latosas en laobra moriniana como sus inflamadas tomas de partido en reyertas que no existen, no tienensentido o no valen la pena. Su preferencia casi sentimental por la realimentacin positiva endetrimento de la negativa, o por el alboroto en menoscabo del control (1999: 252-258), sufascinacin por el alea, el riesgo y lo desconocido (1984: 158), su invitacin a promover el

    progreso de la ignorancia (p. 76) y su candorosa identificacin del desorden con la libertadcivil y la imaginacin (p. 215) constituyen alardes de proyeccin antrpica y exceso de ana-loga que seran llevaderos si no se repitieran tantas veces y si otros autores como MichelFors o Georges Balandier no hubieran fatigado las mismas metforas durante veinte aos.Los juicios de Morin sobre encrucijadas invariablemente mutilantes (para las cuales, natu-ralmente, su propia epistemologa se ofrece como cura) tambin mereceran un libro aparte.Considrese, por ejemplo, ste, bellamente escrito:

    Todava hoy, la elucidacin de la naturaleza del aprendizaje est sometida a una alternativamutilante entre un innatismo segn el cual no se aprende sino lo que ya se conoca ... y unadquisicionismo segn el cual slo la experiencia nos instruye (1988: 69).

    Este dictamen no hace justicia a las teoras cognitivas contemporneas sobre el aprendizaje, a

    los estudios de desarrollo cognitivo en neurociencia social, a los trabajos de Jerome Bruner oEndel Tulving, a los escritos tempranos de Ross Ashby sobre amplificacin de la inteligen-cia, a docenas de papers en revistas como Journal of Experimental Psychology: Learning,Memory and Cognition o Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, a la obra maestratransdisciplinaria de John Holland, Keith Holyoak, Richard Nisbett y Paul Thagard (1989)sobre induccin, inferencia, aprendizaje y descubrimiento, a la subdisciplina que investiga lapercepcin, el reconocimiento de patrones y el aprendizaje de mquina, o a los ensayos deMehler que el mismo Morin menciona. Basta pensar en la obra de Piaget e Inhelder para queese alegato revele su extravagancia y muestre cul de todas las perspectivas posibles en histo-ria cientfica es la que cabe juzgar simplista y mutilante.

    Igual valoracin me merece la perplejidad de Morin (1988: 22; 1998b: 177-215) ante los con-ceptos de certidumbre, decidibilidad, tratabilidad, suficiencia, consistencia, fundamento, veri-ficabilidad y computabilidad, que trata como si fueran sinnimos, como si lo que l tuvierapara dar atenuase las tribulaciones de la ciencia en esos frentes, o como si las dificultades en-contradas en torno de ellos en modelos axiomticos, en expresiones autorreferidas, en las es-calas de lo inmensamente grande o de lo inconcebiblemente pequeo establecieran lmitespara los valores de verdad de una ciencia social y una filosofa que rara vez visitarn seme-jantes confines.

    Las prisiones del esencialismo

    Un factor que revela la falta de robustez reflexiva de la escritura de Morin es su tendencia a

    caer en un esencialismo al cual l mismo reprueba. No pocas veces sus reificaciones desenca-denan visiones lindantes con lo surreal, como si a pesar de su larga relacin con los alumnosde Bateson, l no hubiera asimilado una enseanza batesoniana esencial: mantenerse alertafrente al peligro de la concretitud mal aplicada y no confundir jams el mapa con el territorio(Bateson 1981: 26-27).

    Bateson deca, ejemplarmente, que nuestras categoras de religioso, econmico, etctera,no son subdivisiones reales que estn presentes en las culturas que estudiamos sino meras

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    abstracciones que adoptamos en nuestros estudios. Por ello invitaba a guardarse de la falaciade tratar la conducta como clasificable de acuerdo con los impulsos que la inspiran, en cate-goras tales como de autoproteccin, afirmacin, sexual, de adquisicin (1985: 89). Aunquel mismo no estaba a salvo de esos deslices, leyendo a Bateson es ms improbable incurrir enusos impropios de principios dormitivos, invocacin de razones ad hoc, definicin de atribu-

    tos que son slo nombres para las conductas observables, explicaciones homunculares o in-terpretaciones literales de metforas. Gneros, hay que decirlo, en los que Morin descuella.

    Lejos de esos recaudos, l considera, por ejemplo, que conceptos tales como fluctuacin,turbulencia, azar, ruido y desorden son ontolgicamente existentes, y hasta prodigaimgenes de una poesa un tanto empalagosa en que trata a esos trminos casi como a actoresencarnados (Morin 1998a: 429). Cito al azar: La virtud reorganizadora [de la naturaleza vi-viente] le permite tolerar, absorber, utilizar de manera extremadamente flexible alea, pertur-baciones y desrdenes (1998a: 78). Al azar, los eventos, los accidentes acuchillan los hilosdel tiempo cclico, rompen el devenir del tiempo del desarrollo (1999: 249). El tiempo, encuanto se introduce en la organizacin activa, se vuelve bfido, se disocia a la entrada en dostiempos sin dejar de seguir siendo el mismo tiempo y vuelve a ser uno a la salida (p. 248).

    El azar espolvorea, alimenta y por fin mata a la vida (p. 425). En un momento culminante,hasta el nombre de la falacia en que incurre es cosificado en un prrafo que no viene siquieraal caso: [L]a verdadera concretitud est en los seres humanos y sociales, en las mquinasmotrices y los torbellinos, turbulencias, explosiones que ellas producen (p. 316).

    El lector puede comprobar que muchos razonamientos son as, casi todo el tiempo, sin quehaya siempre a mano expresiones en lenguaje descriptivo normal que sirvan de punto de an-claje o de base neutra al juego de las figuraciones. Frente a este objetivismo que llega a cons-tituirse en la forma de enunciacin por defecto, urge recordar el pensamiento de Ren Thom,quien dice que categoras como sas son en rigor relativas a una descripcin epistemolgicadada, y que no tiene sentido hablar digamos de fluctuacin, de alea, de desorden, de emer-gencia o incluso de evento, excepto en relacin con la descripcin en cuyo seno esas conduc-tas se manifiestan como tales (Thom en Wagensberg 1992). Es sta una observacin de luci-dez envidiable que desde hace mucho he hecho ma y que invito al lector a que considere condetenimiento, pues por s sola alcanza para poner buena parte de la obra de Morin en su justolugar.

    Incluso cuando Morin trata de relativizar los trminos de sistema, subsistema y elemento, noes para evitar caer en cosificaciones sino para multiplicarlas en un vrtigo que parecera serfruto de alguna extraa afasia de abstraccin. Vase este caso, uno entre muchos:

    [E]l individuo es, de manera complementaria, concurrente, antagonista, unidad elemental, es-tado fugitivo, subsistema, unidad global autnoma, unidad global controlada extra y supra-sistemticamente, elemento/todo perteneciente a mltiples sistemas a la vez en el seno de una

    poli-organizacin multidimensional (1998a: 179).Pero cualquier objeto se podra concebir de este modo, no slo los que se reputan complejos.Toda entidad imaginable participa en un nmero indefinible de sistemas potenciales simult-neos. En una investigacin no hay ningn indicador que seale que se estn considerando to-dos los sistemas susceptibles de tratarse, o siquiera los ms esenciales; no hay tampoco nin-guna regla epistemolgica que estipule que la teora capaz de contener ms sistemas o msniveles de organizacin es la que gana. Ms bien al contrario: para cualquier observador re-sulta fcil postular mltiples sistemas de coordenadas actuantes o llevar la lgica perversa de

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    la proliferacin dimensional hasta el infinito. En cuanto a la expresin moriniana de que laciencia convencional es mutilante porque deja de lado tales o cuales factores, porque seconcentra en un solo nivel organizacional a la vez o porque elige no disolverse en un enciclo-pedismo que todo lo abarca (1984: 45; 2003a: 31, 32, 110, 118), slo es posible responderleque no, que ms no es mejor, y que la razn de ser de una ciencia compleja no radica en a-

    copiar miradas al objeto desde tantos puntos de vista como sea posible, sino en encontrar almenos uno en el que se pueda dar cuenta de l coherentemente.

    El modo moriniano de percepcin, sin duda, tiene que ver ms con la incapacidad de una teo-ra para imponer a la realidad alguna clase de orden conceptual que con la naturaleza multi-forme de la complejidad. En toda ciencia, e incluso en la percepcin cotidiana, esto se ha re-suelto admitiendo la validez y la necesidad del principio de abstraccin, el cual permite poneren foco algunos aspectos del fenmeno y diferir la consideracin del resto. Por supuesto queen la realidad hay una multitud de factores en juego, observables desde incontables planos yperspectivas; desde ya que cualquier objeto es insoportablemente complicado y que todo tie-ne que ver con todo. Pero en algn momento hay que detenerse y hacer un recorte; no es tanterrible.

    Lo que aqu llamo recorte es precisamente lo que posibilita el diseo de modelos13, esencia-les en la prctica cientfica y definibles como un conjunto de abstracciones relevantes practi-cadas sobre la realidad, una seleccin de componentes y de las relaciones que median entreellos. Un modelo no es tampoco una opcin entre tantas, sino una herramienta de trabajo par-ticularmente requerida en escenarios de complejidad, en donde ofrecen una opcin de inteli-gibilidad en todo preferible a la lgica del amontonamiento enciclopdico o al juicio subje-tivo. Es consenso adems que los mejores modelos no son tampoco los ms realistas ni losms atiborrados de elementos, pues cuando hay exceso de detalle ellos se vuelven intratables(cf. Alligood y otros 2000: 3; Boccara 2004: 4-5). Si algo es axiomtico, por otra parte, esque no hay sistema sin modelo: todo modelo representa un (posible) sistema; no se puede lle-gar a ste si no se pasa por aqul (Crutchfield 1994).

    Y ya que estamos hablando del asunto, es obvio que tampoco es buena epistemologa reflexi-va pensar que todos los objetos clave de la fsica, de la biologa, de la sociologa, de la as-tronoma constituyen sistemas (Morin 1999: 121). Esa forma simplista de razonamiento me-noscaba todas las fastidiosas disquisiciones sobre sujeto-y-objeto, el papel decisivo del obser-vador, la construccin social o subjetiva de la realidad, los tipos lgicos de Tarski y otrosclichs epistemolgicos que Morin no se priva de ensearnos, dedo en ristre, pero que casinunca aplica a su propia forma de ver el mundo. La vida no es tan fcil; ningn cientficodispone de sistemas o estructuras servidos en bandeja. Mucho ms sensible a la complejidadde la cuestin luce esta concepcin del antroplogo cognitivo Roy DAndrade:

    Las diversas definiciones de cultura a lo largo de los ltimos cien aos han subrayado a me-

    nudo que ella es un todo complejo, integrado, estructurado, patterned, etc. ste es unartculo de fe, dado que nadie ofreci nunca una demostracin emprica de una estructura cul-tural. Lo que s pudo demostrarse fue que una pieza de cultura estaba muy probablemente co-nectada de alguna manera a alguna otra pieza. Pero un mundo en el que todo est de alguna

    13 No me refiero aqu slo a modelos computacionales o cuantitativos, sino a modelos en general,incluyendo los modelos conceptuales de Max Black, Kenneth Craik, Philip Johnson-Laird o ClaudeLvi-Strauss. La mejor orientacin para construir el modelo de un sistema sigue siendo Ashby (1972).

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    forma relacionado con algo ms no constituye una estructura o an un sistema (DAndrade1995: 249).

    Cualquiera sea el marco terico, no puede haber sistema previo a la teora, ni objetos de estu-dio inherentemente sistemticos, listos para usar, esperando que alguien establezca una disci-plina en torno suyo. Como dice Rafael Prez-Taylor en una expresin en la que cada palabra

    cuenta (2006: 11, 93-94), los observables se construyen a partir de una estrategia de investi-gacin. Tambin Ross Ashby nos ense que los sistemas, en tanto conjuntos organizados deobservables, se inducen, se componen, se postulan y se prueban contra la realidad; ni estndados a priori, ni pueden constituir objetos primarios de las disciplinas, de las que todos sa-bemos, Morin mejor que nadie, que han sido delimitadas caprichosamente.

    Morin parece experimentar una severa dificultad, nunca examinada reflexivamente ni descu-bierta hasta ahora por sus crticos, relativa a su comprensin de la naturaleza y los alcancesde los principios de abstraccin y modelado, hoy en da tan bien conocidos y convertidos envalores tan independientes de escuela que todo el mundo los da por sentados. Todo el mundoexcepto Morin, claro. Pienso que alguna vez sospech que algo no andaba bien en todo esto ypronunci algunas palabras defensivas (1984: 123), pero son tan elpticas y fugaces que no

    llegan a poner las cartas sobre la mesa. Por alguna oscura razn, para l toda abstraccin essimplificante (1988: 101; 1999: 31); desde la psicologa evolutiva en ms se sabe que, alcontrario, la capacidad de abstraer es precondicin del pensamiento complejo. En sntesis,Morin ni ejerce control sobre sus abstracciones cuando categoriza ni opera con modeloscuando razona, por ms que el asunto reclame hacerlo.

    Creo que es por esa negacin al pensamiento abstracto que en la escritura de Morin hasta losconceptos que son ms obviamente genricos han sido objeto de reificacin: Un proceso re-cursivo es aqul en el cual los productos y los efectos son, al mismo tiempo, causas y produc-tores de aquello que los produce, dice (2003a: 106). Y luego agrega: [L]a recursin consti-tuye un circuito que forma bucle (1998a: 392). Pues no, de ningn modo: un proceso de re-

    produccin puede ser provechosamente interpretado, en efecto, a travs de la idea de un pro-ceso recursivo, como si a lo largo del tiempo (imaginado topolgicamente) un concepto an-logo a un bucle en ciertos respectos nos ayudara a entender o modelar su dinmica. Pero larecursin no es un circuito causal, ni un rizo, ni un mecanismo especficamente (re)producti-vo, ni necesariamente un proceso material en el tiempo, ni una cosa que tenga realmente unageometra.

    La mayor paradoja con el esencialismo de Morin es que ha sido l mismo quien ms protesta-ra contra la plaga esencialista, la sustancializacin, la reificacin (1998b: 230). Por un ladoMorin nos urge a evitar que un trmino que en principio sirve para nombrar adquiera auto-noma, parasite el discurso y se transforme en (seudo)-esencia (1998a: 139); por el otro, e-sencializa continuamente al azar, una dimensin presente en todas las formas de desorden

    sin el cual no puede concebirse el origen de la vida, el aprendizaje o el cambio, que intervie-ne en todas las formas de evolucin, que es generada por todo ser viviente, que es compor-tada constitutivamente por toda actividad neuro-cerebral y que est presente en todas partes(pp. 134-135).

    Y ya que hablamos de cosificaciones, me pregunto tambin como alguien podra operaciona-lizar o desmentir expresiones de obesa metaforicidad como sta que sigue:

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    Tras la naturaleza extralcida aparece la muerte ciega. Tras la sabidura de armona y de regu-lacin se revela, en fin, la desmesura. ... [L]a gran regulacin ecoorganizadora es el productodel enfrentamiento de las dos Hybris contrarias, la Hybris de muerte y la Hybris de vida, pro-duccin insensata de semillas, grmenes, espermas, la mayor parte de los cuales son [sic] ma-sacrados incluso antes de nacer, precisamente por la Hybris de muerte. De este modo, la na-turaleza no slo es brbara en sus desrdenes, sus fallos, lo es en la edificacin y la regene-

    racin de su Armona (1998a: 79).El ritmo ymbico de las enumeraciones, la sobreabundancia de los adjetivos, el prefijo grie-go, las maysculas, los encadenamientos de aliteraciones y la inexorable culminacin de lasfrases con anttesis solemnes, escamotean adems el hecho de que gran parte del tiempo (so-bre todo en los volmenes finales de la serie) Morin dilapida su tiempo y el nuestro plantean-do ideas que nadie porfiara y que en el fondo no hacen a ninguna cuestin. Y siempre est e-se esencialismo incontenible, esa antropomorfizacin teatral de los principios abstractos, delas propiedades de los fenmenos y hasta de los verbos: signos de una mirada para la cual na-da que no haya sido interpretado animstica, humana, proyectivamente, deviene inteligible.

    Bucles circulares, bucles recursivos y modelos

    Desde que Douglas Hofstadter escribiera Gdel, Escher, Bach (1979), la recursividad es (odebiera ser) una estructura familiar en las humanidades. Se conoce muy bien su capacidad degenerar complejidad a partir de funciones extremadamente simples. El objeto matemticoms complejo de todos, el fractal de Mandelbrot, se genera a partir de la aplicacin recursivade una funcin tan simple como z=z2+c. En este sentido, podra decirse que la recursividades candidata a smbolo por antonomasia de la idea misma de complejidad. Veamos por ejem-plo cmo se obtiene complejidad emergente con una gramtica de sustitucin. Lo que siguees el axioma y la regla de reescritura de una gramtica de un sistema de Lindenmayer quedibuja el patrn grfico de un Kolam del sur de la India llamado Las tobilleras de Krishna:

    Axioma: -X--X

    Regla: X XFX--XFX

    En la expresin anterior el signo - denota un giro, F es un comando que dibuja un lneacorta, y X es slo un token a ser sustituido por la expresin de la regla, incluso (recursiva-mente) en la regla misma.

    Fig 1 - Kolam con uno, tres y cuatro grados de recursin

    De este modo, en la primera sustitucin se genera la cadena -XFX--XFX--XFX--XFX y elrombo de la izquierda de la fig. 1; en la tercera ya tenemos -XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--

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    XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX y elrombo del centro, y en la cuarta recursin resulta -XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--

    XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFXFXFX--XFX--XFX--XFXFXFX--XFX y la figura de la derecha.

    El primer problema de Morin con la recursividad es que a despecho de distinciones super-fluas y de palabras infatuadas como pluribucle, autos-bucle, endo-exobucle, integracin poli-embuclante, bucles torbellinarios, tetralgicos o uniplurales, l confunde la potencia genera-dora de lo recursivo con la falacia lgica de lo circular y cree que ambas ideas son la misma(1999: 31-32). No es el nico que lo hace. Tambin los autopoietas, los investigadores de se-gundo orden y los constructivistas caen en la trampa. El problema con esto es que si alguiendesea lucrar con el prestigio de las funciones recursivas y emplearlas como distintivos de ca-lidad intelectual, debe distinguirlas claramente de las expresiones circulares, sin dejarse en-gaar porque bajo ciertos regmenes de imaginera ambas compartan un dejo de redondez yrepeticin.

    Precisemos algo ms este particular, pues la idea moriniana de recursividad no refleja laexquisita complejidad del problema y est incrustada en un nivel de tipificacin impropio.Una definicin recursiva se basa en otra instancia del mismo objeto que se trata de definir yes parte de una definicin ms amplia, la cual incluye necesariamente una regla de caso oclase bsica; una definicin circular, en cambio, pretende definir algo en funcin de lo mis-mo. En un lenguaje de programacin lgica como Prolog, esta sera una definicin recursivadel concepto de antepasado:

    antepasado(A,B) :- padre (A,B).antepasado (A,C) :- padre (A,B), antepasado(B,C).

    Estas clusulas declarativas casi no necesitan comentario. Las maysculas son variables. Elsmbolo :- que estiliza la imagen de una flecha hacia la izquierda () denota el sentido de lainferencia, y la coma exterior a los parntesis debe leerse como conjuncin lgica. El primerpredicado es la clase base. En ambos, lo que est a la izquierda es lo que se quiere definir.Hasta aqu lo recursivo. La definicin que sigue, en cambio, es circular:

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    Carlos Reynoso Edgar Morin y la complejidad

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    antepasado(A,B) :- antepasado(A,B).

    Prisionera de un solo nivel de tipificacin lgica, la circularidad no posee poder generativo,capacidad emergente o virtud morfogentica alguna por definicin. Se puede comprobar esode inmediato, proponiendo que en la definicin de la regla de sustitucin del sistema-L quehemos visto se coloque la misma expresin (X) a ambos lados del functor: la cadena resul-

    tante ser siempre igual al axioma y la figura dibujada ser siempre una imagen en blanco. Elsignificado de la palabra siempre en la frase anterior es literal: toda expresin circular esprisionera del Entscheidungsproblem de Hilbert y Turing pues su clculo no tiene, por defini-cin, forma de establecer una clusula de acabado. ste es un terreno trabajado intensiva-mente en un gran conjunto de disciplinas, tal que cuando alguien dice lo que le parece sinaportar un valor agregado se detecta en seguida. A quien afirme entonces que circularidad yrecursividad son idnticas le aguarda la exigencia de una dura demostracin14. En fin, esincomprensibl