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64 65 demás de sus imágenes emblemáticas, Carlos Cai- cedo tomó cientos de fotos mucho menos conocidas pero que también pueden considerarse auténticos teso- ros de la reportería gráfica en Colombia. Un recorrido por estas imágenes no solo revela la trayectoria personal de un reportero, sino que consti- tuye un amplio periplo visual por la historia del país. El viaje incluye largas paradas en los Llanos Orientales, región que visitó durante la entrega del comandante de las guerrillas liberales, Guadalupe Salcedo, en 1953, y donde pudo fotografiar combatien- tes en medio de la maleza. Aún conserva negativos de la secuencia del rescate de los Carswell, una pareja de gringos que se perdió en la selva de Puerto Rico, tam- bién en los Llanos. En 1969 volvió a esa zona del país para acompañar a Germán Castro Caycedo a cubrir la noticia de unos presos que se habían escapado de la cárcel en Araracuara. “Yo quería ir con él porque era el gran reportero gráfico del periódico –recuerda Ger- mán Castro–, pero él ya estaba cansado de recorrer la selva. Entonces lo engañé, le dije que tomábamos unas fotos y nos devolvíamos ese mismo día. Cuando supo que el avión regresaba treinta días después le dio un rabionón y duró tres días sin hablarme”. El de Germán Castro en Araracuara es uno de los retratos que realizó sin premeditar el ángulo, la luz o la posición del personaje frente a la cámara. Le gustaba encontrarlos desprevenidos, naturales, y disparar. Así halló a Alejandro Obregón, de perfil, bañado por el humo del cigarrillo, y al boxeador Bernardo Caraballo CARLOS CAICEDO P O R T A F O L I O bajo el ring, jugando yoyo. Dos piezas de las que habla con su siempre lacónica humildad: “Hacer retratos nunca fue lo mío. A Obregón lo vi fumando en una ex- posición en 1979 y disparé, y con Caraballo ocurrió lo mismo. Qué más le puedo decir, nunca lo hice en plan profesional, no me interesaba ser un gran retratista”. En algunas de sus fotos, muchas veces usando la altura como aliada, logró extraordinarias composi- ciones. Dos muestras de esto: en un plano cenital que les da un aspecto irreal, tres caballos parecen flotar ante tres hombres que pasan frente a ellos; en otra –la imagen que abre este portafolio–, también desde lo alto, aparece una carrilera de tren en primer término, y al fondo, abajo, varios ciclistas seguidos por sus sombras. A propósito de esta imagen, confiesa que si bien parecen complejas, las fotos más fáciles siempre fueron las de deportes. “Para mí era muy claro cuándo tenía que disparar porque el deporte es muy predeci- ble”. Algunas congeladas, como la de un tenista en el aire con la raqueta extendida; otras recreando escenas salpicadas de humor, como la de un hombre a caballo al lado de un ciclista, y otras sencillamente sorpren- dentes, como la imagen de una mujer que se lanza de un trampolín y traza con su cuerpo una curva perfecta sobre la ciudad. A pesar de su renuencia a reconocerlo, estas fotos dan cuenta no solo de un trabajo bien hecho, sino ade- más de la aguda mirada de un reportero atento, el cui- dado técnico de un excelente fotógrafo y la sensibilidad de un artista que siempre encontró un ángulo inédito de la historia y el momento perfecto para retratarla. —M. A. C. © archivo personal de carlos caicedo © cortesía mambo

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Page 1: CARLOS CAICEDO - El Malpensante · Dedicó muchas fotos a la lluvia, buena parte de ellas tomadas desde el edificio de El Tiempo en la avenida Jiménez, centro de Bogotá.. 1953 Mientras

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demás de sus imágenes emblemáticas, Carlos Cai-cedo tomó cientos de fotos mucho menos conocidas pero que también pueden considerarse auténticos teso-ros de la reportería gráfica en Colombia.

Un recorrido por estas imágenes no solo revela la trayectoria personal de un reportero, sino que consti-tuye un amplio periplo visual por la historia del país.

El viaje incluye largas paradas en los Llanos Orientales, región que visitó durante la entrega del comandante de las guerrillas liberales, Guadalupe Salcedo, en 1953, y donde pudo fotografiar combatien-tes en medio de la maleza. Aún conserva negativos de la secuencia del rescate de los Carswell, una pareja de gringos que se perdió en la selva de Puerto Rico, tam-bién en los Llanos. En 1969 volvió a esa zona del país para acompañar a Germán Castro Caycedo a cubrir la noticia de unos presos que se habían escapado de la cárcel en Araracuara. “Yo quería ir con él porque era el gran reportero gráfico del periódico –recuerda Ger-mán Castro–, pero él ya estaba cansado de recorrer la selva. Entonces lo engañé, le dije que tomábamos unas fotos y nos devolvíamos ese mismo día. Cuando supo que el avión regresaba treinta días después le dio un rabionón y duró tres días sin hablarme”.

El de Germán Castro en Araracuara es uno de los retratos que realizó sin premeditar el ángulo, la luz o la posición del personaje frente a la cámara. Le gustaba encontrarlos desprevenidos, naturales, y disparar. Así halló a Alejandro Obregón, de perfil, bañado por el humo del cigarrillo, y al boxeador Bernardo Caraballo

CARLOS CAICEDOP O R T A F O L I O

bajo el ring, jugando yoyo. Dos piezas de las que habla con su siempre lacónica humildad: “Hacer retratos nunca fue lo mío. A Obregón lo vi fumando en una ex-posición en 1979 y disparé, y con Caraballo ocurrió lo mismo. Qué más le puedo decir, nunca lo hice en plan profesional, no me interesaba ser un gran retratista”.

En algunas de sus fotos, muchas veces usando la altura como aliada, logró extraordinarias composi-ciones. Dos muestras de esto: en un plano cenital que les da un aspecto irreal, tres caballos parecen flotar ante tres hombres que pasan frente a ellos; en otra –la imagen que abre este portafolio–, también desde lo alto, aparece una carrilera de tren en primer término, y al fondo, abajo, varios ciclistas seguidos por sus sombras.

A propósito de esta imagen, confiesa que si bien parecen complejas, las fotos más fáciles siempre fueron las de deportes. “Para mí era muy claro cuándo tenía que disparar porque el deporte es muy predeci-ble”. Algunas congeladas, como la de un tenista en el aire con la raqueta extendida; otras recreando escenas salpicadas de humor, como la de un hombre a caballo al lado de un ciclista, y otras sencillamente sorpren-dentes, como la imagen de una mujer que se lanza de un trampolín y traza con su cuerpo una curva perfecta sobre la ciudad.

A pesar de su renuencia a reconocerlo, estas fotos dan cuenta no solo de un trabajo bien hecho, sino ade-más de la aguda mirada de un reportero atento, el cui-dado técnico de un excelente fotógrafo y la sensibilidad de un artista que siempre encontró un ángulo inédito de la historia y el momento perfecto para retratarla.

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S. F. .Para contrarrestar su baja estatura, Caicedo solía buscar lugares desde los

que pudiera ganar altura y registrar planos poco convencionales.

1959.Además de grandes

acontecimientos y personajes de la vida nacional, ha

tomado cientos de fotos de la cotidianidad bogotana.

.1970Una escena muy poco habitual en la Plaza de Bolívar de Bogotá.

.S. F.Los niños han sido un tema recurrente en sus fotos. En ésta se percibe un eco de Cartier-Bresson.

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1979.Alejandro Obregón, retratado

durante una exposición.

Germán Castro Caycedo durante la investigación

para un reportaje en Araracuara, Llanos

Orientales.

1969. .S. F.El ciclista Efraín Forero, primer ganador de la Vuelta a Colombia, el día de su matrimonio.

.1966El presidente Carlos Lleras Restrepo a la entrada de Palacio.

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.1976Secuencia del desalojo de una mujer en el centro de Bogotá por vivir rodeada de perros callejeros. Con estas fotos Caicedo ganó el Premio Simón Bolívar.

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.S.F.Dedicó muchas fotos a la lluvia, buena parte de ellas tomadas desde el edificio de El Tiempo en la avenida Jiménez, centro de Bogotá.

.1953Mientras otros fotógrafos buscaban las llamas, Caicedo siempre trató de encontrar otro ángulo.

“Imitando a Picasso”, plaza de toros La

Santamaría, Bogotá

1981. .1973 Los Llanos son una de las regiones colombianas que más aparecen en sus trabajos.

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