capítulo 29. geografÍa de la migraciÓn mexicana

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| 440 Capítulo 29. GEOGRAFÍA DE LA MIGRACIÓN MEXICANA A ESTADOS UNIDOS. CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LAS ZONAS EXPULSORAS DE MIGRANTES Guillermo Castillo Ramírez 1 Introducción L as migraciones, en tanto procesos de movilidad geográfica y de relocalización de pobla- ciones humanas por diversas causas (Derek et al. , 2009:462), 2 no son fenómenos sociales nuevos. Por siglos han sido complejas dinámicas vinculadas al desarrollo de las sociedades y a la satisfacción de las necesidades de los colectivos humanos. Las motivaciones para migrar son tan vastas como la diversidad del género humano y pueden abarcar desde razones eco- nómicas (búsqueda de empleo, mejoramiento de las condiciones de vida, acceso a bienes) hasta causas de carácter sociopolítico (éxodos, diásporas, desplazamientos, marginación). No obstante, hoy en día las migraciones –nacionales e internacionales– están mucho más presentes en diversas latitudes del planeta y son uno de los procesos sociales ampliamente relacio- nados a las transformaciones económicas, sociales y culturales de la economía del libre mercado y del mundo globalizado en el cambio de siglo. Las migraciones son una de las caras ineludibles del inicio del milenio. México no es la excepción a la regla y, en el marco geopolítico de las relaciones socioeconómicas y políticas con otros países de Norteamérica, presenta un antiguo, peculiar y ma- sivo proceso migratorio hacia Estados Unidos. Este trabajo, después de delinear los rasgos y el marco histórico-estructural de esta migración y con base en índices y estadísticas oficiales, 3 se avoca a describir e identificar las transformaciones de los puntos de origen de los flujos migratorios en relación con los estados del país y en del con- texto temporal del cambio de siglo (2000-2010). De manera específica, este texto da repuesta a la pregunta de cómo ha variado el comportamiento por entidad federativa en términos del número de hogares con migrantes y con recepción de remesas involucrados en la actual migración México- Estados Unidos. La migración México-Estados Unidos, un proceso masivo, histórico y sui generis En el espectro de las actuales experiencias de migración internacional a nivel mundial, la migración de mexicanos a Estados Unidos es uno de los procesos más dinámicos, numerosos y con una larga historia. Con más de un siglo de duración, esta migración es un complejo fenómeno social que hunde 1 Departamento de Geografía Social, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México, Cir- cuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510, Coyoacán, México, D. F. Correo electrónico: [email protected]; [email protected] 2 Desde ciertas vertientes de la escuela de geografía anglosajona (Derek et al., 2009), la migración se considera como un proceso de relocalización residencial de un lugar a otro que experimenta un individuo, familia o grupo (Ibid.:462). 3 Entre otros documentos y estadísticas, se recurrió a los índices de intensidad migratoria elaborados por el Conapo.

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Page 1: Capítulo 29. GEOGRAFÍA DE LA MIGRACIÓN MEXICANA

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Capítulo 29. GEOGRAFÍA DE LA MIGRACIÓN MEXICANA

A ESTADOS UNIDOS. CAMBIOS Y CONTINUIDADES

EN LAS ZONAS EXPULSORAS DE MIGRANTES

Guillermo Castillo Ramírez1

Introducción

Las migraciones, en tanto procesos de movilidad geográfica y de relocalización de pobla-ciones humanas por diversas causas (Derek et al., 2009:462),2 no son fenómenos sociales nuevos. Por siglos han sido complejas dinámicas vinculadas al desarrollo de las sociedades y a la satisfacción de las necesidades de los colectivos humanos. Las motivaciones para

migrar son tan vastas como la diversidad del género humano y pueden abarcar desde razones eco- nómicas (búsqueda de empleo, mejoramiento de las condiciones de vida, acceso a bienes) hasta causas de carácter sociopolítico (éxodos, diásporas, desplazamientos, marginación).

No obstante, hoy en día las migraciones –nacionales e internacionales– están mucho más presentes en diversas latitudes del planeta y son uno de los procesos sociales ampliamente relacio-nados a las transformaciones económicas, sociales y culturales de la economía del libre mercado y del mundo globalizado en el cambio de siglo. Las migraciones son una de las caras ineludibles del inicio del milenio. México no es la excepción a la regla y, en el marco geopolítico de las relaciones socioeconómicas y políticas con otros países de Norteamérica, presenta un antiguo, peculiar y ma-sivo proceso migratorio hacia Estados Unidos.

Este trabajo, después de delinear los rasgos y el marco histórico-estructural de esta migración y con base en índices y estadísticas oficiales,3 se avoca a describir e identificar las transformaciones de los puntos de origen de los flujos migratorios en relación con los estados del país y en del con-texto temporal del cambio de siglo (2000-2010). De manera específica, este texto da repuesta a la pregunta de cómo ha variado el comportamiento por entidad federativa en términos del número de hogares con migrantes y con recepción de remesas involucrados en la actual migración México- Estados Unidos.

La migración México-Estados Unidos, un proceso masivo, histórico y sui generis

En el espectro de las actuales experiencias de migración internacional a nivel mundial, la migración de mexicanos a Estados Unidos es uno de los procesos más dinámicos, numerosos y con una larga historia. Con más de un siglo de duración, esta migración es un complejo fenómeno social que hunde

1 Departamento de Geografía Social, Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México, Cir-cuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510, Coyoacán, México, D. F. Correo electrónico: [email protected]; [email protected]

2 Desde ciertas vertientes de la escuela de geografía anglosajona (Derek et al., 2009), la migración se considera como un proceso de relocalización residencial de un lugar a otro que experimenta un individuo, familia o grupo (Ibid.:462).

3 Entre otros documentos y estadísticas, se recurrió a los índices de intensidad migratoria elaborados por el Conapo.

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sus orígenes a finales del siglo XIX y principios del XX (Du-rand, 2000; Durand y Massey, 2009; Conapo, 2010a:11-12) y ha tenido diversas y cambiantes etapas a lo largo del siglo XX (Durand, 2000:20-22; Verduzco, 2000:14-26; Massey et al., 2009:31-60). De manera particular, este proceso migra-torio ha estado determinado por las relaciones de asimetría económica y política entre los Estados nacionales de México –como país en desarrollo y lugar de origen de los migran-tes– y Estados Unidos –como lugar de destino y modelo de un Estado capitalista moderno– (Bartra, 2002; Bustamante, 1975 y 1997; Conapo, 2000b:15 y 2010a:11). En este tenor, algunos autores recalcan la pertinencia de abordar este pro-ceso migratorio desde el marco geopolítico de la desigualdad en los niveles de desarrollo económico y bienestar material entre ambos países (Bustamante, 1997:9-10).

Aunado a lo anterior y debido a la situación geográfica y política de México, para otros autores (Durand, 1991, 1998, 2000 y 2007b; Durand y Massey, 2009) esta migración ha presentado una serie de características específicas que la distinguen de otras experiencias migratorias de carácter internacional: historicidad,4 vecindad,5 su carácter masivo6 y los patrones específicos de movilidad durante aproxima-

4 Para algunos autores, la migración mexicana a Estados Unidos (con sus dos variantes documentada e indocumentada) es uno de los flujos migratorios de mayores dimensiones y con una larga his-toria de más de cien años (Durand, 2000:19; Durand y Massey, 2009), que parte desde la época del enganche a inicios del siglo pasado (1900-1920) y se extiende hasta la actualidad (Durand y Massey, 2009:47); a decir de estos estudiosos se trata probable-mente del más antiguo de los flujos migratorios actuales (Durand, 2000:19).

5 La vecindad como uno de los rasgos distintivos de esta migración se debe, además de los vínculos históricos y comerciales entre Mé-xico y Estados Unidos, a la contigüidad geográfica entre estos dos países y al hecho de tener una frontera común de más de 3 000 km de longitud.

6 En actualidad la migración mexicana a Estados Unidos es uno de los procesos migratorios más grandes del mundo (Durand y Mas-sey, 2009:56-57). Un indicador de la magnitud de esta migración es el incremento en las últimas décadas del número de personas nacidas en México que residen –con y sin documentos migrato-rios– en Estados Unidos. En 1970 había 800 000 mexicanos en el país del norte, y para 1980 la cifra se elevó 2.2 millones (Zúñi-ga et al., 2005:20). Posteriormente en 1990 se contabilizaron 4.4 millones (Conapo, 2010a:11) y para el 2000 se registraron 8.8 millones de connacionales (Ariza y Velasco, 2012b:12), de los cuales se estiman que 3.5 millones estaban en situación indocu-mentada (Conapo, 2000c:30). Y, para 2007, un año antes de la profunda crisis de la economía norteamericana, se llegó al máximo histórico de 11.7 millones de mexicanos en aquel país (Ariza y Velasco, 2012b:12). Por su parte, el Pew Hispanic Center reportó para el 2000 a 9 163 463 de personas nacidas en México y resi-diendo en Estados Unidos, y para el 2007 este número se elevó a 11 739 560 (Pew Hispanic Center, 2007).

damente dos décadas, relacionados con el comportamiento de la política migratoria y la economía en Estados Unidos y México (Durand, 1991, 1998, 2000 y 2007b; Durand y Massey, 2009:45-61).

No obstante, en las últimas décadas del siglo XX hubo varios procesos económicos en México y Estados Unidos que propiciaron cambios y reconfiguraciones significativas en los patrones de la migración mexicana a Estados Unidos, tales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la liberalización de la economía nacional, las crisis económicas mexicanas de fines de 1994 y 2008, la disminución y ‘desincentivación’ de las actividades pro-ductivas de carácter agropecuario y el cambio de política migratoria de Estados Unidos hacia México (Bartra, 2002; Fox, 2005: 36-37; Ariza y Velasco, 2012a; Massey et al., 2009:85-114; Conapo, 2010a:11-12). Las transformacio-nes fueron múltiples y tocaron tanto las zonas de expulsión de migrantes en México (Conapo, 2000c:29-30; Durand, 2007a:311-328; Durand y Massey, 2009:63-96) como los lugares de recepción y destino en Estados Unidos (Conapo, 2000c:29-30; Durand y Massey, 2009:97-146). En el marco de esta etapa, las novedades significativas de esta migración remitieron también al cambio de las características de los migrantes (“el nuevo perfil del migrante”) y a las dimensio-nes del flujo migratorio a Estados Unidos.7

De hecho, en menos de una década de la firma del TLCAN (1994-2004), la migración anual de mexicanos a Es-tados Unidos se duplicó (Ariza y Velasco, 2012b:12-13; Fox, 2005:36-37),8 y algo similar ocurrió con el envío de reme-sas económicas que, en poco más de una década, crecieron exponencialmente, pasando de 3 673 millones de dólares en 1995 a 15 139 en 2003 y a 26 059 en 2007 (Conapo, 2014b).

7 Una de las características distintivas de este proceso de movilidad geográfica en las últimas décadas, es que el grueso de la migración México-Estados Unidos —casi dos terceras partes— es indocu-mentada (Ariza y Velasco, 2012b:12; Passel y Cohn, 2008:1). Los mexicanos son el primer grupo de inmigrantes sin documentación migratoria en Estados Unidos; en 2008, del total de inmigrantes no documentados (11.9 millones de personas), poco menos de 60% (7 millones) eran mexicanos (Passel y Cohn, 2008:1).

8 El incremento del volumen de los flujos migratorios en la década de 1990 también impactó el número de mexicanos en Estados Uni-dos, de modo que para 2004 ya había 10.6 millones de personas nacidas en México y residiendo —con y sin documentos— en Esta-dos Unidos (Fox, 2005:37). Esto significa que la cifra de connacio-nales en el vecino país del norte se había duplicado respecto a las estadísticas de inicios de la década de 1990 (Fox, 2005:37). En el periodo de los últimos veinte años del siglo XX, el número total de mexicanos en Estados Unidos se duplicó decenalmente y pasó de 2.2 millones en 1980 a 8.8 millones para el 2000 (Ariza y Ve-lasco, 2012b:12).

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Sin embargo, esta tendencia de crecimiento sosteni- do de la migración mexicana tuvo un punto de quiebre co-yuntural vinculado a factores externos y a los procesos de movilidad geográfica. Así, a partir de la profunda crisis eco-nómica estadounidense de 2008, y como consecuencia de la contracción de la oferta de trabajo en los sectores agrope-cuario, de la industria y de servicios –nichos laborales en los que principalmente se instalan los mexicanos– la migración internacional a Estados Unidos dejó de crecer y, en cier-tos periodos, claramente decreció (Pew Hispanic Center, 2014a; Conapo, 2010a:11; 2010b:13 y 2014b).9 Asimismo, las remesas disminuyeron de forma repentina a partir de 2008 (Conapo, 2014b).10

En este contexto de profundas transformaciones so-cioeconómicas y políticas de fin del siglo XX y principios del XXI, y tomando en cuenta el número de migrantes por entidad federativa y su relación y participación en los flujos migratorios, en este texto se abordan los cambios y conti-nuidades en la intensidad de los flujos migratorios de los diversos estados de la República expulsores de migrantes y su comportamiento en términos del número de hogares involucrados en la migración México-Estados Unidos. Para ello, con base en la revisión de diversas fuentes documen-tales, censos y estadísticas oficiales (principalmente esta-dísticas e índices migratorios del Conapo), se llevó a cabo un ejercicio comparativo (y de contrastación) entre los datos oficiales registrados en relación con el número de hogares

9 Entre otros, hay tres indicadores clave para observar el decreci-miento de los flujos migratorios: los registros de las remesas, los indicadores del número de inmigrantes sin documentos en Estados Unidos y las estadísticas del número de personas nacidas en Méxi-co y residentes en Estados Unidos. Respecto al análisis del monto de las remesas familiares anuales (entre 1990 y 2013), tras haber alcanzado el máximo histórico de 26 059 millones de dólares en 2007, hubo una baja sustantiva en 2009 (21 306 millones de dó-lares) y hasta 2013 (21 583 millones de dólares) no ha habido un repunte significativo (Conapo, 2014b). En lo tocante al número de inmigrantes mexicanos indocumentados, después de alcanzar un máximo histórico en 2007, se redujo a partir de 2008 y no han vuelto a recuperar valores como los de 2007 (Pew Hispanic Cen-ter, 2014a). Finalmente, en 2007 se alcanzó un punto máximo de casi 12 millones de personas originarias de México y viviendo en Estados Unidos, cifra que a la fecha no ha reportado variaciones notorias (Conapo, 2014a).

10 En 2007 México tuvo un máximo histórico de recepción de reme-sas, llegando a los 26 050 millones de dólares, y para 2008, cuan-do aún no se experimentaban a cabalidad los efectos de la crisis de la economía norteamericana, el monto anual de remesas disminu-yó a 25 139 millones de dólares (Conapo, 2014b); sin embargo, para 2009 la debacle fue contundente y la cifra de remesas apenas llegó a 21 245 millones de dólares.

con migrantes y con recepción de remesas11 durante 2000 y 2010, a fin de identificar y delimitar las transformacio- nes y permanencias en las zonas expulsoras de migrantes, contemplando las entidades federativas que las componen en el transcurso de una década, así como la forma en que esto se manifiesta en la redistribución de los nodos de ori-gen de los flujos migratorios.

Antecedentes y características de la migración durante el siglo XX

A semejanza de otras experiencias migratorias internacio-nales contemporáneas (de asiáticos hacia Estados Unidos, de sudamericanos hacia España, de africanos hacia Eu-ropa), la migración México-Estados Unidos se comporta como un vasto proceso con diversos componentes. En un nivel inicial, están las fuerzas y situaciones de carácter macroeconómico de expulsión de personas en México y de atracción de migrantes en Estados Unidos. En primer término, las condiciones estructurales en los países de ori-gen que estimulan la salida de los migrantes (la ausencia de empleos, salarios muy mal remunerados, la carestía, las crisis económicas y el crecimiento del desempleo), (Cona-po, 2000a:11-13). En segundo lugar, las fuerzas económi-cas de atracción en los Estados nacionales capitalistas del primer mundo (la oferta de trabajos con mejores salarios en Estados Unidos que en los lugares de origen, la deno-minada diferencia salarial entre los países en desarrollo y los desarrollados), (Durand y Massey, 2009:39; Busta-mante, 1997:9; Conapo, 2000a:12; Conapo, 2000b:15).12

11 La utilización de los datos de las remesas y hogares con emigrantes tiene un doble propósito. Por un lado, mostrar la relevancia del proceso migratorio de mexicanos a Estados Unidos en términos del dinero anual que aportan a la economía nacional. Por otra parte, identificar la dimensión del proceso en la medida en que involucra a millones de familias mexicanas. Respecto al primer punto, las remesas, después de las exportaciones petroleras, son una de las principales fuentes de generación e ingreso de recursos monetarios en el país. Por lo menos desde 1990, las remesas apor-tan más recursos monetarios que las exportaciones agropecuarias (Conapo, 2014a) y, de 1998 en adelante, los recursos económicos que entran al país a través de las remesas son mayores que los be-neficios monetarios que aporta el sector turístico a nivel nacional (Ibid.). En lo tocante al segundo punto, hay centenas de miles y probablemente millones de familias involucradas en la migración mexicana a Estados Unidos (Ibid.). Estos datos cobran especial re-levancia si consideramos que en 2007 había 11 739 560 mexica-nos en aquel país (Pew Hispanic Center, 2007).

12 En este tenor, desde la teoría económica neoclásica, los procesos migratorios transfronterizos e internacionales son resultado de las diferencias de salario entre distintos Estados nacionales (con dife-

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En este contexto, algunos estudiosos señalan la necesidad de abordar la migración como un vasto proceso derivado de las condiciones diferenciadas y dispares del desarrollo so-cioeconómico y material entre México y Estados Unidos (Verduzco, 2000:26; Bustamante, 1997:9-10).13 Otros es-pecialistas señalan el papel que desempeña la política mi-gratoria de Estados Unidos (Verduzco, 2000:26; Massey et al. 2009).

No obstante, el análisis de la migración estaría incom-pleto sin la consideración de otros niveles complementarios que remiten a los migrantes como actores sociales y a las redes que les permiten desplazarse de un lugar a otro. Por un lado, están las motivaciones de los sujetos sociales (los migrantes) que salen de sus lugares de origen y atienden, por diferentes razones y necesidades, las fuerzas de atrac-ción de los países de destino. Por el otro, hay que tomar en cuenta las redes socioculturales y económico-políticas que fungen como el entramado sobre el cual el migrante lleva a cabo su trayectoria migratoria (Durand y Massey, 2009:39).

Sin embargo, la migración mexicana transfronteriza, a diferencia de otras experiencias de migraciones masivas de países en vías de desarrollo a Estados-nación del Pri-mer Mundo, tiene como carácter distintivo una larga y cambiante historia. Para algunos autores (Durand, 2000; Durand y Massey, 2009), el proceso migratorio a Estados Unidos durante el siglo pasado, además de que durante dé-cadas se originó principalmente en algunas entidades fede-rativas de México –lo que denominan la región histórica–14

rentes y asimétricos niveles de desarrollo económico), diferencias salariales que, a su vez, están en relación y determinadas por las diferencias entre la oferta y la demanda de fuerza de trabajo (Co-napo, 2000b:15).

13 En este orden de ideas, Bustamante ahonda en la reflexión de la relación entre migración y asimetría económica entre países en desarrollo y desarrollados, y sostiene que “en el fondo, el fenó-meno de la migración está asociado a las condiciones del subde-sarrollo de México. Por ejemplo, los bajos salarios que se pagan en nuestro país alientan una demanda, tan persistente como insacia-ble, de mano de obra barata desde los Estados Unidos. Por lo tanto, estudiar o tratar de entender este fenómeno —que ha involucrado a millones de mexicanos a través de todo el siglo XX— es tan com-plicado como lo es estudiar o tratar de entender el subdesarrollo mexicano” (Bustamante, 1997: 10-11).

14 La región histórica de expulsión de emigrantes está conformada por: Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Mi-choacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas (Durand y Massey, 2009:72-77; Durand, 2007a:313). Las otras regiones en que divi-den el territorio mexicano son: la fronteriza, la central y la suroes-te (Durand y Massey, 2009:72-77; Durand, 2007a:313). Los crite-rios para la creación de esta regionalización fueron: antigüedad y origen de las migraciones, perfil de los emigrantes y dimensiones y características de los flujos migratorios.

(Durand y Massey, 2009:72; Durand, 2007a:312-313), tuvo cinco etapas o fases: a) el enganche, b) las deportacio-nes, c) el programa bracero, d) los indocumentados, y e) la fase IRCA-Rodinos (Durand y Massey, 2009:47-48);15 cada una con una duración aproximada de dos décadas y fuerte-mente determinadas por el momento económico de auge o de crisis en Estados Unidos, y por la política migratoria en turno (Durand, 2000:22). Hasta el inicio de la última fase migratoria del siglo XX, que coincidió más o menos con el comienzo de los regímenes mexicanos caracterizados por el modelo económico neoliberal (1982-1988), la migración mexicana a Estados Unidos, si bien ya tenía un perfil es-pecífico del migrante (principalmente hombres en edad laboral) y múltiples lugares de origen en el país (por ejem-plo, los seis estados fronterizos del norte), todavía se con-centraba fuertemente en el área centro-occidente de Mé- xico, particularmente en las entidades federativas de Du-rango, Zacatecas, San Luis Potosí, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, Nayarit y Colima (Durand y Massey, 2009:72-77).

15 En el periodo del “enganche” (1900-1920) miles de mexicanos se desplazaron a Estados Unidos debido a tres procesos: a) la deman-da de mano de obra en Estados Unidos; b) el éxodo provocado por la Revolución mexicana; c) la urgencia de mano de obra que requi-rió Estados Unidos a raíz de su ingreso a la Primera Guerra Mun-dial (Durand, 2000:21). La fase de las “deportaciones” se distin-guió por tres ciclos de retornos obligados y masivos de mexicanos (1921, 1929-1932 y 1939). El gobierno norteamericano justificó estas deportaciones con el argumento de las crisis económicas de la época (la depresión de 1929; Durand, 2000:21). La motivación del programa “Bracero” (1942-1964) fue que, a raíz del ingreso a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos necesitó una vez más de mano de obra (Durand y Massey, 2009:47). Posteriormente, en razón de la bonanza económica de la posguerra, dicho progra-ma se prolongó veinte años más (Durand, 2000:21). La etapa de “los indocumentados” (1964-1986) inició cuando el gobierno de Estados Unidos clausuró el programa bracero y endureció sus políticas de control migratorio mediante las acciones de legaliza-ción de ciertos inmigrantes, el robustecimiento del control fron-terizo y las deportaciones de quienes no tuvieran en regla sus do-cumentos migratorios (Durand y Massey, 2009:47-48). La última etapa del siglo XX comenzó en 1987 con la Inmigration Reform and Control Act (IRCA) que abrió un proceso masivo de legaliza-ción de algunos sectores de inmigrantes, pero, de manera simultá-nea, se generó un proceso de “inmigración clandestina” (Durand y Massey, 2009:48), de aquéllos que no fueron beneficiados por IRCA (Durand y Massey, 2009:48; Durand, 2000:21-22).

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Cambio de siglo, crecimiento de la migración y diversificación

de los lugares de origen

Si bien, como han señalado diversos autores (Bustamante, 1997:9-10; Durand y Massey, 2009:39; Conapo, 2000a:12; Conapo, 2000b:15; Verduzco, 2000:26; Massey et al., 2009; Turián, 2000), las fuerzas de atracción económica (la de-manda de mano de obra) de los países desarrollados de destino, tienen un papel fundamental en la migración in-ternacional, no menos relevantes son las condiciones histórico-estructurales y de desarrollo económico de los Estados nacionales de origen (en desarrollo) que funcionan como centros expulsores de grandes contingentes de perso-nas que buscan mejorar sus condiciones de vida. Este fue, precisamente, el caso de México durante las dos últimas dé-cadas del siglo XX y la primera del XXI. Hacia fines del siglo pasado hubo transformaciones de diversa índole vinculadas al giro del modelo económico mexicano y a la política social oficial que, a su vez, y en conjunto con el cambio de políti-ca migratoria de Estados Unidos hacia México, vinieron a intensificar y diversificar tanto la geografía y distribución de los sitios y entidades expulsoras de migrantes en el país, como el volumen y las características del flujo migratorio de mexicanos a Estados Unidos.

En menos de dos décadas, la migración de mexicanos a Estados Unidos se incrementó de tal manera que pasó de aproximadamente 2.05 millones de migrantes mexicanos indocumentados en 1990 a 2.9 millones en 1995, y conti-nuó creciendo hasta alcanzar 4.45 millones en 2000 y 6.95 millones (máximo histórico) en 2007 (Pew Hispanic Cen-ter, 2014a y 2014b:9). 16

La construcción sociohistórica de este escenario tuvo su origen y antecedentes a principios de la década de 1980, y muestra cómo, en ciertas coyunturas históricas específicas, se tejieron fuertes relaciones de interdependencia y mutua determinación entre las condiciones económicas adversas, los precarios niveles de desarrollo y el incremento y sur-gimiento de masivos procesos migratorios en dirección a otros países. En este tenor, y considerando la relación entre las fuentes de trabajo y el acceso al desarrollo económico- material en el caso del sector agropecuario y los ámbitos rurales, ciertos autores sostienen que la propensión a mi-

16 Otros indicadores vinculados a la actividad migratoria presentaron también un crecimiento sustantivo. De los 2.2 millones de perso-nas nacidas en México que residían en Estados Unidos en 1980 (Zúñiga et al., 2005:20), en 2000 había 9 163 463 mexicanos (Pew Hispanic Center, 2007). En lo concerniente al monto de la recepción de remesas, de 2 494 millones de dólares registrados en 1990 se pasó a 6 573 en 2000 (Conapo, 2014b).

grar se incrementa con la reducción acentuada de empleos y los bajos salarios (Puyana y Romero, 2005:208).17 Otros estudios sugieren que la relación entre la migración inter-nacional y la falta de trabajos y el débil poder adquisitivo de los salarios no se reduce únicamente al campo mexicano, sino que abarca otros sectores de la economía en los ámbitos urbanos (Conapo, 2000a:11-13).18 En el contexto de la pro-funda crisis económica mexicana relacionada con la caída de los precios internacionales del petróleo y con la fuerte devaluación del peso mexicano de 1982 (lo que se tradujo en una considerable reducción de ingresos), el régimen de Miguel de la Madrid (1982-1988) inició un vasto proceso de transición para pasar de una economía de sustitución de importaciones (y un mercado interno fuerte) a un mode-lo de libre mercado caracterizado por la desregulación de la economía, la apertura a los mercados internacionales, la limitación del gasto público, la reducción del papel del Es-tado en la economía, y la venta y privatización de empre-sas paraestatales, entre otras medidas. Este giro de la po-lítica económica se consolidó y acentuó aún más durante el sexenio de Salinas (1988-1994), particularmente con la continuación de la venta de empresas públicas y, en aras de concretar la apertura e inserción de la economía mexicana en los mercados internacionales, con la firma y entrada en vigor del TLCAN.

17 En su análisis de los efectos del TLCAN en el sector agropecuario mexicano a diez años de su entrada en vigor, apuntan la relación que hubo y hay entre el TLCAN, la pobreza, la desigualdad y la mi-gración (Ibid.:187-213). Esto autores señalan que la

relación entre las tres variables (ocupación agropecuaria, ocu-pación total e intensidad migratoria) en los municipios mexica-nos para el periodo intercensal 1990-2000 arroja una relación directa entre el aumento del empleo agrícola y el incremento de la ocupación total. En efecto, cerca de 35% de los municipios mostró una reducción del empleo agrícola y del empleo total. Por otra parte, la tendencia a migrar es mayor a medida que disminuyen el empleo agrícola y el total (Puyana y Romero, 2005:207-208).

18 En esta línea de reflexiones, una relativamente reciente investiga-ción oficial (2000) sobre la migración mexicana a Estados Unidos aborda las relaciones entre crisis económica, escasez de posibilida- des de desarrollo y la propensión a migrar (Conapo, 2000a). Según este estudio,

los factores de la oferta (expulsión [de emigrantes mexicanos]) se han vuelto cada vez más importantes, debido sobre todo a las crisis recurrentes y a la profunda reestructuración que ha expe-rimentado la economía mexicana desde la década de los ochen-ta. Estos factores han influido negativamente sobre el empleo y los salarios de los trabajadores mexicanos, intensificando las presiones migratorias (Conapo, 2000a:12).

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los escasos programas de apoyo agrícola que aún quedaban y habían sobrevivido a los ajustes estructurales del sector agropecuario (Calva, 2004:16); d) un acentuado menoscabo y precarización de los salarios en el campo mexicano (Pu-yana y Romero, 2005:202) y del ingreso rural total, lo cual, en razón de la debacle de los ingresos anuales, tuvo como impacto directo el acelerado empobrecimiento de aquellos grupos sociodemográficos del sector agropecuario (Puya-na y Romero, 2005:209), y e) una reducción constante y significativa de los empleos en el sector agropecuario, es-pecialmente en el subsector agrícola (Puyana y Romero, 2005:202; Basurto y Escalante, 2010:58-59).

En el contexto adverso de una considerable población del sector agropecuario sin posibilidades de fuentes de em-pleo, las personas y grupos sociales sin trabajo se vieron en la necesidad de desplazarse a otras actividades productivas y mercados laborales, tanto dentro como fuera del país. En este tenor, y para el caso del sector agropecuario, decenas de miles de campesinos y agricultores con escasas oportu- nidades de empleo a lo largo de prácticamente todas las en- tidades federativas del territorio nacional se insertaron en los flujos migratorios hacia Estados Unidos. No obstante, cabe señalar que la pérdida de empleos, la baja remuneración de los salarios y las crisis económicas no fueron solo pri-vativas del campo mexicano, sino también tocaron –en di-ferente proporción e intensidad– a las zonas urbanas y las ciudades. Estas condiciones adversas no solo propiciaron la salida y migración a Estados Unidos de grupos sociode-mográficos de las zonas rurales; también incluyeron a in-dividuos de localidades urbanas y metrópolis. Además del incremento total a nivel nacional de la migración a Estados Unidos, también, y como se detalla en la siguiente sección, se inició un proceso de diversificación e intensificación de los índices y flujos migratorios en entidades del país en las que anteriormente había muy poca tradición migratoria.

Cambios en el patrón migratorio. Una nueva distribución geográfica

de los lugares de origen

En menos de una década, el proceso migratorio adoptó una nueva faceta y creció de tal manera que, para el 2000, apro-ximadamente 1 000 000 de hogares recibían remesas y, entre 1995 y 2000, poco más de 900 000 hogares se vieron involu-crados en la migración a Estados Unidos, con la partida de al

resultó 19.2% inferior al ejercido en 1991-93 y 74% inferior al ejercido en 1980-1982”.

Debido a la reducción de apoyos oficiales (a la produc-ción, distribución y comercialización agrícola) y a la reforma constitucional de la propiedad agraria en aras de apunta-lar la liberalización comercial en materia agrícola nacional (Calva, 2004:15),19 así como a la asimetría de los niveles de productividad20 e infraestructura material (tecnología) en el sector agropecuario entre México y Estados Unidos (Puyana y Romero, 2005:208; Calva, 2000 y 2004),21 las políticas de corte neoliberal y el TLCAN tuvieron profundos e irrever-sibles impactos en el sector agropecuario y en los ámbitos rurales del país. Entre otros, los resultados de estas medi-das fueron: a) la notoria reducción del aporte económico del sector agropecuario al PIB (Calva, 2004:15); b) debido tanto al decaimiento de la capacidad productiva nacional agríco-la (que supuso un gran déficit comercial agroalimentario), (Puyana y Romero, 2005:209) como a los mejores precios que ofrecen Estados Unidos y Canadá, se ha venido pre-sentando un crecimiento vertiginoso de la importación de alimentos (Calva, 2004:15; Puyana y Romero, 2005:209) y, en consecuencia, ha crecido la dependencia alimenta-ria; c) la severa disminución del gasto público estatal en el sector agropecuario22 y, consecuentemente, la reducción de

19 De acuerdo con este autor, los principales ejes de los procesos de ajuste estructural y liberalización del sector agropecuario inicia-dos en 1982 en el sexenio de Miguel de la Madrid (y continuados con el régimen de Salinas y los demás gobiernos de corte neolibe-ral) fueron tres: a) una significativa disminución de la injerencia del Estado en el fomento y estímulo del desarrollo de ese sector; b) a partir de 1984, una intensa y no consensuada apertura comer-cial cuyo punto culmen fue la inserción total del sector agropecua-rio en el TLCAN, y c) la reforma constitucional y legal del Artículo 27, con lo cual se canceló el carácter imprescriptible, inalienable e inembargable de las tierras y las propiedades ejidales y comunales (Ibid.:15).

20 La diferencia de productividad entre los países del TLCAN era y es muy acentuada. Mientras que entre 1997 y 2001 México producía 2.4 toneladas de maíz por hectárea, para el mismo periodo Esta-dos Unidos registraba 8.4 toneladas y Canadá 7.3 (Ibid.:17). En lo concerniente a la relación entre el trabajador y el valor bruto del producto agropecuario, la desproporción es similar. En 2001 en México el promedio por trabajador era de 3 758 dólares, mien-tras que en Estados Unidos era de 67 871 y en Canadá de 54 081 (Ibid.:17). Esta gran disparidad en la productividad se debe, entre otros factores, a la sustantiva inversión tecnológica y a las políticas estatales de subsidios y control de precios que distinguen a la eco-nomía norteamericana (Ibid.:17).

21 Otro de los aspectos que Calva registra como pertinente para en-tender la disparidad económico-política en materia de intercambio de productos agropecuarios entre México y Estados Unidos en el marco del TLCAN sería que, mientras México redujo y desarticuló los apoyos al campo, Estados Unidos continuó con políticas protec-cionistas e intervencionistas hacia este sector (Calva, 2004:18).

22 En este sentido, Calva (2004:16) apunta que: “el gasto público global en fomento rural, ejercido [en México] entre 2000-2002,

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menos uno de sus miembros (Conapo, 2000d:32). En ese lus-tro, cerca de 1 209 millones de mexicanos migraron a Esta-dos Unidos (Conapo, 2010a:11-12). En lo tocante a los recur- sos económicos aportados por la migración internacional a través de las remesas familiares, en ese mismo periodo (1995-2000) se recibieron en total 30 872 millones de dólares (Conapo, 2014b),23 y el monto anual se duplicó entre 1995 (3 673 millones de dólares) y 2000 (6 573 millones), (Cona-po, 2014b).

Por otra parte, las características del patrón migrato-rio de mexicanos a Estados Unidos sufrieron varias trans-formaciones: a) se presentó una mayor complejidad y he-terogeneidad en el flujo y perfil migratorio; b) sin que los entornos rurales dejaran de aportar masivos contingentes sociodemográficos, creció la presencia de emigrantes mexi-canos provenientes de las áreas urbanas y las metrópolis; c) se diversificó el carácter ocupacional y sectorial de los mi-grantes, tanto en México como en Estados Unidos; d) debi-do a las dificultades del cruce fronterizo por el cierre de las fronteras y a los costos socioeconómicos de la migración, se amplió la propensión de los migrantes a prologar su estancia en Estados Unidos; e) se modificó el patrón de los lugares de origen de los migrantes: a la ya consolidada tradición migra-toria de ciertos estados del país, como Zacatecas, Michoacán y Guanajuato, se sumaron activamente entidades que antes no tenían una trayectoria migratoria notoria y que desde mediados de la década de 1990 en adelante han tenido una participación activa, como son los casos del Estado de Mé-xico, el Distrito Federal, y de Hidalgo y Puebla, entre otros (Conapo, 2000c:29).

En el 2000 se presentó una reconfiguración de las áreas y zonas de expulsión de migrantes. Conforme a los estudios del Conapo (2000a, b, c y d), se clasificaron las entidades fe-derativas de acuerdo con su participación sociodemográfica por hogar en los procesos migratorios a Estados Unidos24 y en relación con su índice de intensidad migratoria (IIM) en cua-tro grandes grupos: a) cuatro entidades federativas con muy alto grado de intensidad migratoria a Estados Unidos (en or-den decreciente, Zacatecas, Michoacán, Guanajuato, Nayarit y Durango; con un IIM que oscilaba entre 2.58352, en el caso

23 Esta cifra es resultado de la suma de los montos anuales en millo-nes de dólares de las remesas familiares de los años 1995, 1996, 1997, 1998, 1999 y 2000.

24 El Conapo determina la participación de una entidad en los pro-cesos migratorios conforme al número de hogares que reciben remesas y tienen emigrantes a Estados Unidos. Para ello se esta-blece una relación entre el número total de hogares en la entidad federativa y los hogares que reciben remesas y tienen emigrantes (Conapo, 2000d:31-42).

de Zacatecas, y 1.09000, en el de Durango), (Conapo, 2000d: 32-33);25 b) siete entidades federativas de alto grado de inten-sidad migratoria: Aguascalientes, Jalisco, Colima, San Luis Potosí, Morelos, Guerrero e Hidalgo (Conapo, 2000d:33);26 c) ocho entidades federativas de intensidad migratoria me-dia: Baja California, Chihuahua, Coahuila, Querétaro, Oaxa-ca, Puebla, Sinaloa y Tamaulipas (Conapo, 2000d:34-35);27 d) por último, el grupo más grande es el de las 12 entidades federativas de baja y muy baja intensidad migratoria: Sonora, Nuevo León, Veracruz, Tlaxcala, Estado de México, Baja Ca-lifornia Sur, Distrito Federal, Yucatán, Quintan Roo, Campe-che, Chiapas y Tabasco (Conapo, 2000d:34-35).28

En el 2000, entre el primero y último lugares de la cla-sificación de intensidad migratoria por entidad federativa (Zacatecas y Tabasco) había una gran distancia (Cuadro 1).29 No menos relevante es que, en un lapso de menos de una década (1995-2003), la intensidad migratoria en los estados con menor IIM del país (Yucatán, Quintana Roo, Campe-che, Chiapas y Tabasco) se incrementó notablemente. Del

25 En 2000, Zacatecas, con el primer lugar de este grupo y a nivel nacional, tenía un total de 306 882 hogares, de los cuales 13.03% recibía remesas y 12.18% contaba con algún emigrante a Estados Unidos (Conapo, 2000d:33). En el último lugar del grupo y en el quinto lugar nacional estaba Durango, con un total de 331 242 hogares, de los cuales 9.70% recibía remesas y 7.3 tenía algún emi-grante a Estados Unidos (Ibid.:33).

26 Aguascalientes, primer lugar de este grupo y sexto lugar nacional, tuvo un IIM de 1.03883 y un total de 207 327 hogares, de los cua-les 6.69% recibía remesas y 6.66% tenía algún emigrante a Estados Unidos (Ibid.:33). El último sitio de este grupo y el duodécimo lu-gar nacional era Hidalgo, con un IIM de 0.39700 y con un total de 507 225 hogares, de los cuales 5.06% recibía remesas y 7.14 tenía algún emigrante a Estados Unidos (Ibid.:33).

27 A la cabeza de este grupo y en decimotercer lugar nacional estaba Chihuahua, con un IIM de -0.00082 y con un total de 767 678 hogares, de los cuales 4.32% percibía remesas y 3.70 contaba con alguno de sus miembros trabajando en Estados Unids (Ibid.:35). A la zaga de este conjunto de entidades y vigésimo lugar nacio-nal se encontraba Coahuila, con un IIM de -0.47955 y un total de 555 793 hogares, de los cuales 3.38% recibía remesas y 2.23 tenía algún emigrante a Estados Unidos (Ibid.:35).

28 En el primer lugar de este grupo y en el vigesimoprimer puesto a nivel nacional se encontraba Sonora, con IIM de -0.63929 y con un total de 539 528 hogares, de los cuales 3.16% percibía remesas y 1.59 tenía algún emigrante a Estados Unidos (Ibid.:35). En el úl-timo puesto de este grupo y también en el último escalafón nacio-nal estaba Tabasco, con un IIM de -1.21065 y un total de 426 653 hogares, de los cuales 0.64% recibía remesas y 0.58 tenía algún emigrante a Estados Unidos (Ibid.:35).

29 Mientras Zacatecas contaba con IIM de 2.58352 y con el 13% de los hogares de este estado recibiendo remesas para el 2000 (Co-napo, 2000d:33), Tabasco tuvo un IIM negativo de -1.27 y solo 0.64% de los hogares de esta entidad federativa recibieron remesas (Ibid.:35).

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Como se puede observar, entre 1995 y 2003 hubo un importante aumento de remesas en prácticamente todas las entidades federativas del país. Este aumento fue exponencial en las del suroeste de México,31 pero no menos significativo en los estados con una larga tradición migratoria y los mayo-res IIM a nivel nacional (Zacatecas, Michoacán, Guanajuato, Nayarit),32 y aquéllos ubicados en los puestos intermedios en la clasificación de intensidad migratoria (Baja Califor-nia Norte, Querétaro, Oaxaca y Sinaloa).33 Estos cambios fueron parte de las nuevas reconfiguraciones de la geografía de la migración, específicamente en lo referente a la distri-bución de los lugares de origen y las zonas expulsoras de migrantes a principios del siglo XXI.

31 En 1995 la recepción de remesas familiares en todo el país alcanzó 3 673 000 000 de dólares. En 2000 pasó a 6 573 y en 2003 subió a 15 139 (Conapo, 2014b). Esto significa que para ese mismo pe-riodo (1995-2003) el monto nacional de recepción de remesas se multiplicó poco más de cuatro veces. Aún así, el crecimiento para ese mismo periodo de los cuatro estados con menor IIM (Quin-tana Roo, Campeche, Chiapas y Tabasco) fue proporcionalmente mucho mayor que el nacional: mientras el monto de recepción de remesas familiares en estas entidades se multiplicó por más de diez veces, la cifra nacional fue solo cuatro veces mayor.

32 Tomando como referente el mismo periodo (1995-2003), Za-catecas, que en 2000 tuvo el primer lugar en el IIM, pasó de 114 000 000 de dólares de remesas familiares en 1995 a 402 en 2003; Michoacán, segundo lugar, pasó de 397 a 1 788; Guanajua-to, tercer lugar, de 376 a 1 407, y Nayarit, el último de los primeros cuatro lugares, de 58 a 228 000 000 de dólares (Ibid.).

33 En el mismo periodo 1995-2003, en el conjunto de entidades fe-derativas ubicadas en los puestos medios del IIM (del decimocuarto al decimoséptimo lugares), Baja California pasó de 31 000 000 de dólares en 1995 a 142 para el 2003; Querétaro de 71 a 283; Oaxa-ca de 159 a 787, y Sinaloa de 110 a 523 000 000 de dólares (Ibid.).

total nacional de remesas familiares recibidas en la segun-da mitad de la década de 1990 en este grupo de entidades federativas, Yucatán pasó del 0.30% en 1995 a 0.58 en 2000, Quintana Roo de 0.10 a 0.30% en el mismo periodo, Campeche de 0.10 a 0.20%, Chiapas de 0.50 a 0.77% y Ta-basco de 0.10 a 0.35% (Durand y Massey, 2009:89).

Si el periodo de tiempo a contemplar se extiende de cinco a ocho años (de 1995 a 2003) y se considera el mon-to de la recepción de remesas familiares en millones de dólares por año para este grupo de estados, la tendencia del incremento de la intensidad migratoria es aún más acentuada: Yucatán pasó de 11 000 000 de dólares en 1995 a 60 en 2003, Quintana Roo de tres a 53 en el mis-mo periodo, Campeche de cuatro a 52, Chiapas de 20 a 453 y Tabasco de cinco a 86 000 000 de dólares (Cona-po, 2014b).30 De este modo, entre 1995 y 2003, Yucatán multiplicó por poco más de cinco veces su percepción de remesas, y el resto de los estados (Quintana Roo, Cam-peche, Chiapas y Tabasco) por más de diez veces; el caso extremo fue el de Chiapas, que multiplicó su captación de remesas en más de 22 veces.

30 Esta tendencia de crecimiento sostenido en la recepción de re-mesas se mantuvo hasta 2007, cuando se registraron máximos históricos de recepción de remesas familiares tanto en estas enti-dades del sur de México, como en el resto y totalidad de los estados del país (Conapo, 2014b). Para ese año (2007), Yucatán registró una percepción de 137 000 000 de dólares en remesas familia-res, dos veces más que el monto de 2003; Quintana Roo percibió 99 000 000 de dólares, casi el doble de la cifra registrada en 2003; Campeche tuvo 80 000 000 de dólares, registro 1.5 veces mayor que el monto de 2003; Chiapas percibió 921 000 000 de dólares, cantidad de poco más del doble de la cifra de 2003; Tabasco regis-tró 183 000 000 de dólares, cifra que es casi tres veces la cantidad de 2003 (Ibid.). A nivel nacional de recepción de remesas en 2007 se alcanzó el máximo histórico de 26 059 000 000 de dólares.

Cuadro 1. Principales entidades federativas con índices de intensidad migratoria muy alto, medio y muy bajo, 2000

Entidad federativaPorcentaje de hogares que reciben remesas

Porcentaje de hogares con emigrantes a Estados Unidos

Índice de Intensidad Migratoria (IIM)

Grado de intensidad migratoria

Lugar en la clasificación nacional del IIM

Zacatecas 13.03 12.18 2.58352 Muy alto 1

Michoacán 11.37 10.37 2.05950 Muy alto 2

Guanajuato 9.20 9.55 1.36569 Muy alto 3

Baja California Norte 4.20 2.38 - 0.00104 Medio 14

Querétaro 3.71 4.81 - 0.04158 Medio 15

Oaxaca 4.13 4.76 - 0.26377 Medio 16

Campeche 1.02 0.88 - 1.19328 Muy bajo 30

Chiapas 0.76 0.79 - 1.24572 Muy bajo 31

Tabasco 0.64 0.58 - 1.27065 Muy bajo 32

Fuente: elaboración propia con base en Conapo (2000d).

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Comparación y contraste, la migración México-Estados Unidos

una década después

No obstante, y a pesar de ciertas continuidades con los dos últimos lustros del siglo pasado, en el transcurso de la pri-mera década del siglo XXI (2000-2010) nuevamente hubo cambios sustantivos y abruptos en los flujos migratorios de mexicanos a Estados Unidos. Sin embargo, las permanen-cias fueron varias. Por un lado, uno de los rasgos que se acentuó y distinguió a este periodo fue el aumento de los costos socioeconómicos de la migración, la pérdida de vi-das humanas y los riesgos de la migración de mexicanos sin documentos migratorios. Como han señalado algunos autores (Massey et al., 2002 y 2009), a partir del cierre y militarización de la frontera México-Estados Unidos (par-ticularmente a raíz de las operaciones Bloqueo en 1993 y Guardián en 1994 del gobierno estadounidense) el número de mexicanos que mueren intentando cruzar la frontera se ha multiplicado exponencialmente. Ciertos estudios seña-lan que en un breve lapso de tiempo (1994-2002) la pérdi-da de vidas de migrantes mexicanos al intentar cruzar la frontera se triplicó (Ibid.), mientras otras investigaciones calculan en miles el número de migrantes muertos en las zonas fronterizas (algunas organizaciones que trabajan con migrantes reportan que de 1994 a 2011 la cifra era de más de 5 600 muertos), (La Jornada Guerrero, 2009). Debido a estas condiciones adversas, la migración dejó de tener pa-trones de clara circularidad y los migrantes prolongaron su estadía en Estados Unidos y en no pocas ocasiones busca-ron permanecer en aquel país.

Por otra parte, en cierta continuidad con lo que ve-nía pasando desde mediados de la década de 1990, durante poco más de la primera mitad de la década del 2000 (de 2000 a 2007), se mantuvieron de manera sostenida tanto el aumento de los procesos de diversificación geográfica de las zonas de origen y de los lugares de destino de los flujos mi-gratorios de mexicanos a Estados Unidos como las marcadas tendencias al acelerado crecimiento del número de migran-tes y la recepción de remesas.34 Se estima que entre 2000 y

34 Como se ha señalado, la migración mexicana a Estados Unidos alcanzó máximos históricos durante 2007: la mayor percepción de remesas a nivel nacional, con un total de 26 059 millones de dólares (Conapo, 2014b) –monto muy superior a las cifras de las exportaciones agropecuarias nacionales y de los ingresos económi-cos por vía del turismo (Ibid.)– y el mayor número de inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos sin documentación mi-gratoria (6.9 millones en total) (Pew Hispanic Center, 2014b:9). Ese mismo año, la migración mexicana indocumentada alcanzó un tope histórico sin precedentes, representando 81% del total de la migración mexicana en ese año (Conapo, 2010a:12).

2005, 500 000 mexicanos (con y sin documentación mi-gratoria) ingresaron anualmente a Estados Unidos (Conapo, 2010b:13). En este tenor, entidades federativas que anterior-mente no habían ocupado un lugar importante en el aporte del número de migrantes al flujo migratorio, empezaron a aumentar su participación. Particularmente los estados de Hidalgo, Veracruz y Chiapas sobresalieron como nuevos lu-gares de origen de importantes flujos migratorios en esta dé-cada (2000-2010), (Conapo, 2010b:13; Conapo, 2010c:17) y presentaron un crecimiento exponencial de su IIM (Cona-po, 2010d:35-37), sumándose al conjunto relativamente re-ciente de entidades federativas que comenzaron a descollar en la década de 1990 como destacados contribuyentes de considerables contingentes de nuevos migrantes (conjun-to integrado, entre otros, por Guerrero, Morelos, Oaxaca, Puebla y Estado de México), (Conapo, 2010c:17). Aunado a lo anterior, los lugares de origen de los flujos migratorios dejaron de concentrarse en las zonas rurales para extender-se a centros urbanos de diversas dimensiones, incluyendo las ciudades intermedias y las metrópolis (Conapo, 2010b). Asimismo, el perfil migratorio se diversificó y dejó de estar dominado por hombres en edad laboral para incorporar un mayor número de mujeres (Conapo, 2010b:13).35

Sin embargo, a partir de 2008, y especialmente en 2009 y 2010, los flujos migratorios de mexicanos a Estados Unidos resintieron los efectos de la crisis económica esta-dounidense y la severa reducción de la demanda de mano de obra en los sectores agropecuario, industrial y de servicios. La migración indocumentada fue la que más disminuyó. En un periodo de menos de cinco años (2005-2010), el monto anual del conjunto de remesas familiares a nivel nacional se contrajo de manera abrupta: de 26 059 000 de dólares en 2007 pasó a 25 145 en 2008, y en 2010 la reducción fue aún más drástica, a apenas 21 304 000 de dólares (Conapo, 2014b). En 2010 solo poco más de un millón de viviendas (3.6% del total de hogares del país) recibieron remesas (Co-napo, 2010d:33).

El número de migrantes mexicanos a Estados Uni-dos también disminuyó notablemente en el periodo 2005-2010, a 683 000 connacionales (Conapo, 2010a:12), lo que representó una disminución de 526 000 individuos respec-to al quinquenio anterior (Ibid.:12). En lo concerniente a la frecuencia de los intentos por cruzar la frontera sin docu-mentación migratoria también se presentó una reducción significativa: de 638 000 registrados en 2007 se pasó a solo 235 000 en 2010 (Ibid.:12). De manera paralela, y en

35 De acuerdo con los datos oficiales del Conapo, en 2007 las mujeres representaban 12% de la migración mexicana, y en 2010 la cifra aumentó a 26% (Conapo, 2010b:13).

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contraparte, los procesos migratorios de retorno de con-nacionales a México crecieron de forma exponencial en el mismo periodo, alcanzando la cifra de 824 000 retornados, lo que significó un aumento de 300% respecto al quinque-nio anterior (Ibid.:12).

En este marco sociodemográfico de la migración, en el 2010 se observó una configuración de las áreas y zonas de expulsión de migrantes con ciertas semejanzas, pero también con importantes diferencias con el panorama de principios de siglo (año 2000), (Cuadro 2). De acuerdo con el Conapo, las entidades federativas del país se clasifican, en relación con su IIM, en cuatro grandes secciones: a) las de muy alto grado de intensidad migratoria (Zacatecas, Guanajuato, Michoa-cán y Nayarit),36 b) las de alto grado de intensidad migratoria (Hidalgo, San Luis Potosí, Guerrero, Durango, Aguascalien-tes, Oaxaca, Morelos, Colima, Jalisco, Querétaro),37 c) las de grado medio de intensidad migratoria (Puebla, Tlaxcala, Chihuahua, Baja California, Veracruz, Sonora, Tamaulipas, Sinaloa)38 y d) las de bajo y muy bajo grado de intensidad migratoria (Coahuila, Estado de México, Chiapas, Baja Cali-

36 Zacatecas, al igual que en el 2000, ocupó el primer lugar de la cla-sificación nacional y de este grupo con un IIM de 2.3589, y, de las 377 293 viviendas con las que contaba dicho estado, el 11.04% reci-bía remesas; en el último lugar de este conjunto y en el cuarto lugar nacional estaba Nayarit, con un IIM de 1.3900 y con el 9.16% de sus viviendas percibiendo algún tipo de remesas (Conapo, 2010d:35).

37 Hidalgo, con el primer lugar de este grupo y el quinto puesto a nivel nacional, tuvo un IIM de 0.8821 y el 4.33% de sus viviendas recibió remesas; en el último puesto de este grupo y el 14vo lugar a nivel nacional, Querétaro tuvo un IIM de 0.3640 y 3.28% de sus viviendas percibió remesas (Conapo, 2010d:35).

38 En primer lugar de este grupo y en el 15vo puesto a nivel nacio-nal, Puebla registró un IIM de 0.1127, con el 3.8% de sus viviendas captando remesas; Sinaloa, último puesto del grupo y 22vo lugar nacional, presentó un IIM de -0.5475 y el 3.26% de sus viviendas recibieron remesas (Conapo, 2010d:36).

fornia Sur, Nuevo León, Yucatán, Distrito Federal, Quintana Roo, Campeche y Tabasco (Conapo, 2010d:33-37).39 Esta nueva clasificación de entidades federativas de acuerdo con su IIM vino a corroborar y consolidar la tendencia de los flujos migratorios de mexicanos a Estados Unidos a diversificarse. Los emigrantes ya no parten solamente de algunos estados del centro-occidente de México, sino de prácticamente todo el país (esto sin negar que siguen existiendo importantes no-dos de concentración de emigrantes).

Conclusiones. Reconfiguración geográfica de la migración como proceso social

En el contexto temporal del cambio de siglo en el marco histórico-estructural de las relaciones de asimetría político- económica y de desarrollo desigual entre México y Estados Unidos, la migración mexicana se intensificó, dispersó y di-namizó debido tanto al giro hacia una economía de libre mer-cado de apertura comercial irrestricta (con la consecuente pér- dida de empleos, deterioro del poder adquisitivo de los salarios y capacidad productiva) como a las crisis económicas de Mé-xico (1994 y 2008). Particularmente en la década del 2000 acontecieron grandes cambios en los patrones migratorios, se dio una nueva geografía de la migración (nuevas configuracio-nes de los lugares de origen en México, ampliación de las rutas de tránsito México-Estados Unidos y el surgimiento de nue-vos destinos de llegada e inserción en aquel país). De manera

39 Coahuila, a la cabeza de este grupo y 23vo lugar nacional, tuvo un IIM de -0.7978, con el 2.39% de sus viviendas percibiendo reme-sas; y, en el último lugar de este grupo y a nivel nacional, Tabasco tuvo un IIM de -1.3009, con el 0.81% de sus viviendas recibiendo remesas (Conapo, 2010d:37).

Cuadro 2. Principales entidades federativas con índices de intensidad migratoria muy alto, medio y muy bajo, 2010

Entidad federativaPorcentaje de hogares que reciben remesas

Porcentaje de hogares con emigrantes en Estados Unidos

Índice de Intensidad Migratoria (IIM)

Grado de intensidad migratoria

Lugar en la clasificación nacional del IIM

Zacatecas 11.04 4.50 2.3589 Muy alto 1

Guanajuato 7.76 5.27 1.8699 Muy alto 2

Michoacán 9.33 4.36 1.8493 Muy alto 3

Querétaro 3.28 3.00 0.3640 Medio 14

Puebla 3.80 3.04 0.1127 Medio 15

Tlaxcala 2.59 2.44 - 0.0921 Medio 16

Quintana Roo 1.22 0.48 - 1.2257 Muy bajo 30

Campeche 0.86 0.46 - 1.2366 Muy bajo 31

Tabasco 0.81 0.47 - 1.3009 Muy bajo 32

Fuente: elaboración propia con base en Conapo (2010d).

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paralela, y producto del cierre y la militarización de las fron-teras internacionales por parte del gobierno federal de Estados Unidos, el número de mexicanos que perdieron la vida tratan-do de cruzar la frontera creció exponencialmente a partir de mediados de la década de 1990; desde esa fecha a la actualidad se cuentan en miles las muertes de migrantes connacionales.

Por casi una década (2000-2007) se mantuvo y consoli-dó un crecimiento sostenido en los flujos y el volumen migra-torio de mexicanos a Estados Unidos; entre otras dinámicas esto supuso un aumento sociodemográfico de los contingen-tes de migrantes, un cambio del perfil de los mismos (cuya base fue la incorporación de otros sectores sociales, como in-dígenas y mujeres) y, también, una expansión y diversifica-ción en términos espaciales (del origen, trayecto y destino) de los flujos migratorios entre México y Estados Unidos.

No obstante, a partir de 2008, y vinculada a la con-tracción de la oferta laboral derivada de la crisis económica en Estados Unidos, se presentó una caída vertiginosa de la intensidad migratoria. Como se mostró y salvo algunas ex-cepciones (como el caso de los estados de Hidalgo, Chiapas, Veracruz, que incrementaron su indicadores de migración), tanto en la media nacional como en la mayoría de los esta-dos del país, el IIM fue menor en el 2010 que en el 2000. También hubo una serie de cambios en la tabla de clasifica-ción jerárquica del IIM para el periodo de 2000-2010.

De este modo, si bien es cierto que a la fecha hay un grupo relativamente compacto de estados con una larga tra-dición migratoria y con altos índices de intensidad migrato-ria (Zacatecas, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Durango, Aguascalientes, Jalisco, Colima y San Luis Potosí), (Conapo, 2000d:33 y 2010d:35), también se dio un amplio proceso de diversificación geográfica y crecimiento de las entidades federativas expulsoras, incorporándose con una constante y creciente participación estados como Hidalgo, Veracruz, Chiapas, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Puebla y Estado de Mé-xico. En este proceso de diversificación-dispersión geográfica y de consolidación de los nuevos puntos-nodos de inicio de los flujos migratorios mexicanos a Estados Unidos, cabe señalar que los nuevos lugares de origen ya no son principalmente localidades rurales, sino también se han incorporado las zo-nas urbanas y las metrópolis. Consecuencia de lo anterior, y particularmente para el sector agropecuario y las zonas rura-les, esta ampliación territorial y sociodemográfica del proceso migratorio ha contribuido a una significativa pérdida demo-gráfica (“vaciamiento”) del campo mexicano, y a una notoria pérdida de capacidad productiva.

Agradecimientos

A la Dra. Susana Padilla, con quien comenté ciertos aspec-tos de este trabajo, y a Iván Molina Gardida, quien contribu-yó con la elaboración del mapa.

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Glosario

Lugares de origen. Localidades urbanas o rurales de las que son originarios los migrantes y de las cuales parten para iniciar su trayectoria migratoria. Generalmente en los lugares de origen reside la familia nuclear del migrante y parte de su familia extendida.

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Migración. Proceso de movilidad geográfica en el que indi-viduos, familias y grupos se desplazan espacialmente de un lugar a otro, propiciándose dinámicas de relo-calización residencial. Las migraciones pueden tener diversas motivaciones y causas (económicas, sociales, políticas, etc.), y por lo general se recurre a cuatro criterios para clasificarlas: a) nacionales o interna-cionales, b) temporales o permanentes, c) forzadas o voluntarias y d) no documentadas y documentadas (Derek et al., 2009:462).

Migración interna. Proceso migratorio que acontece den-tro de los límites geográficos de un país, ya sea de

una entidad federativa a otra o dentro de una misma entidad federativa. Este tipo de migraciones puede tener diversas modalidades, pero una de sus mani-festaciones más frecuentes es la de origen rural y destino urbano.

Migración internacional. Proceso migratorio que parte y se origina en un país y cuya dirección y lugar de destino es otro país. Una de las modalidades más frecuentes de las migraciones internacionales es la de trabajadores manuales procedentes de países en vías de desarrollo que se dirigen a países del Primer Mundo para obtener trabajos mejor remunerados.