capítulos de la novela sonata para sordos

24
AL TRATARSE DE UNA NOVELA ELÍPTICA, COMO LA DEFINE SU AUTOR, HEMOS SELECCIONADO CIERTOS CAPÍTULOS, EN UN ORDEN NO LINEAL.

Upload: diegoycristhy-maenza-alava

Post on 19-Dec-2015

47 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

TRANSCRIPT

Page 1: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

AL TRATARSE DE UNA NOVELA ELÍPTICA, COMO LA DEFINE SU AUTOR, HEMOS

SELECCIONADO CIERTOS CAPÍTULOS, EN UN ORDEN NO LINEAL.

Page 2: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

1

    Perdona que ahora te hable así, yacente. Y que no me levante a hacerte la ola ni a darte mi "hastalueguín, un besín". Lo que sucede es que mi pierna izquierda parece de derecha y me gobierna inclemente como un ancla. He metido la pata muchas veces y, de tanto hacerlo, aprendí a sacarla, pero ahora parezco una mesa coja rumbo a la chimenea crematoria.

    Así y todo quisiera desayunarte, llevarte a un hotel de acuerdo a las posibilidades, aunque sea a uno de la ciudad vieja, con cama de hospital y aguamanil, nomás para hacerte ver cinco estrellas. Pero el fémur se me ha puesto tan a la mala que el doctor ha atizado con él los rescoldos de llantas quemadas en cada esquina ¡qué digo! en cada escena de esta lacrimógena ciudad, culebrón por donde se la vea.

    Dándome modos he bajado la escalera para arriba (como el dólar) y despojado (despejado, despiojado) del pesimismo que me embarga, he dicho a voz en cuello a mis adentros: "Turro puedes todo".

    ¿Podré sanarme y echarme a andar sin esta sensación de país enyesado?     ¿Podré seguir en esta suerte de sueño erótico con paro nacional?     Mejor me callo como mi pierna izquierda que no me sirve para nada. Hago cuenta de que es una pierna de hornado, un chancho en bandeja, y la veo asolearse en las ventas de Sangolquí con una manzana entre los dientes, puesta un abrigo de cuero reventado, con zapato y todo.

    ¿Soy el Catoblepas que se come los pies?

    Esto es autofagia, me he dicho iluminado por las aspas de luz de una patrulla policial que recoge suicidas, pabilos a punto de extinguirse. Me han subido a una ambulancia y tratan de ponerme un torniquete en el muslo ¡una corbata a mi pierna!

    ¿Acaso estoy soñando de hambre? Hambre de ti, en todo caso.    Me estoy desangrando y siento que me pongo pálido, glauco como el bolsillo fiscal donde el país guarda los ojos de borrego que le restan.

    Me toco para ver si no me he ido, pero hasta en la pesadilla aparezco en ganglios.

    En fin, me digo, esta pierna debería servir para algo, aunque sea para un zurdazo en el área de candela. Mas nada. Me despierto. Y como el dinosaurio de Monterroso, el país sigue ahí en mal estado.

    ¿Y tú?

Page 3: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

6

    La bulla en la calles.

    La bella en su caja.

    El silencio en las vitrinas del museo.

    ¿Ataúdes de la música?

    ¿Dónde está la música? ¿En el instrumento que lo produce o en el oído de quien escucha?

    Es la época de los instrumentos. Mejor no perder la esperanza. Pero la música como la esperanza son etéreas, vienen de más allá.    Homero dijo: "El incierto más allá está poblado de cantos de Sirenas."

    El cierto más acá: de ruidos. De sirenas. De alarmas.

    Varèse utilizó las sirenas de la policía neoyorkina en su Américas. Y Gershwin hace escuchar bocinas y claxons de automóviles en Un americano en París. Esos ruidos, aunque no lo queramos, son ahora nuestro paisaje sonoro.

   Sobre todo cuando los taxistas son los nuevos filósofos al fin del milenio.    En música como en política el ruido puede ser domesticado.

    Durante el asedio a Leningrado, Shostakovich soportó, agazapado en una zanja, el ruido de los cañones alemanes para escriturarlos en su Séptima Sinfonía. Aparte del ruido que hizo Stalin al criticarle su Lady Macbeth, de la que Shosta tuvo que retractarse.       

    La autoridad y los ratones son devotos del arte mientras creen que éste es un queso.

    A Hitler le gustaba Richard Strauss, pero cuando supo que era amigo de ese judío llamado Stefan Zweig, lo destituyó de la presidencia de la Música de Cámara. Se portó misericordioso, pues pudo haberlo transferido a la otra cámara.

    ¿Hay mayor ruido que el que produce un ególatra por quítame estas pajas?    Sí, el de un ególatra con flato.

    Haendel, en su Música para los Reales Juegos de Artificio, utilizó una salva de 101 cañones y un florido elenco de fuegos fatuos -camaretas, voladores, cohetes, triquitraques, castillos y árboles de fuego, girándulas, estrellones y trabucas- para ensalzar al flatulento rey, del que ahora nadie sabe su nombre.

Page 4: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

    El humano ha querido imitar no solo el trino de los pájaros cuando la flauta repite el sonido r haciendo lo que se llama frullato (Mozart en su Quinteto de cuerda en mi bemol, llamado de los pájaros ha llegado a la opoteosis del trino; y en el aria Papageno de La flauta mágica dice Der Vogelfänger bin ich ja: "yo soy el pajaritero"; el ornitólogo Olivier Messiaen alguna vez se declaró discípulo de los pájaros, asunto comprobable en su Catálogo de pájaros exóticos y en su ópera de las hermanas aves, San Francisco de Asís); también ha querido que éstos imiten sonidos instrumentales, como cuando se dieron en construir una versión pequeña del flageolet para enseñar a cantar a los pájaros enjaulados.     Se ha imitado al viento con ese artefacto llamado eolifon; al trueno con una suerte de "carillón de gongs"; al mar y las cascadas con grandes caracoles acústicos; a la crujidera de la viuda con el bajo y la matraca; al vendaval con el piccolo, como en ese pequeño movimiento de la tormenta de la Pastoral donde el octavino silba en un pasaje "a toda orquesta". (Se sabe que Beethoven llamaba a la parte de flauta ruiseñor, al oboe codorniz y a los clarinetes cucú).

    Pero los compositores han querido no solo imitar o musicalizar, sino usar los ruidos.

    Roussolo, abrumado por la revolución industrial, organizó conciertos para que la gente reparara en lo monstruoso del acostumbramiento a esos ruidos cotidianos. Utilizó toda clase de raspadores, silbadores, chirriadores, zumbadores y hasta murmuradores, así como otros han utilizado en sus composiciones el tambor del freno de su propio automóvil, el látigo, el yunque, la máquina de escribir, las cadenas...

    ¿Cadenas de radio y televisión?

    No. Esas son mucho ruido y pocas nueces.

Page 5: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

8

    A media mañana se ha decretado el paro nacional indefinido.

    A poco la ciudad ha empezado a vaciarse.

    En algunas esquinas docenas de estudiantes han levantado fogatas para amedrentar a los últimos automovilistas que ladearon temerosos el fuego.

    Acatando la orden, han desaparecido los buses. Los taxis lucen abandonados, atravesados en estratégicas bocacalles para impedir el paso. En las esquinas algunos taxistas conversan con ciudadanos en un intercambio de réclames y apoyos mutuos. Otros juegan al naipe. Como gitanos que averiguan el destino.

    ¡Qué mal estará el país para que los taxistas tengan la razón!    El olor a caucho quemado ha contaminado el consabido aire encebollado. Si les gusta tanto ese olor ¿por qué no chamuscan aquellos preservativos con caliche que a veces ponen en apuros?   En menos de una hora la ciudad se ha paralizado. Tú ignoras todo esto. Desaprensiva estás conduciendo al grupo de visitantes, herméticamente encerrada en tu huevo de cristal, detrás de esa membrana que separa la bulla del silencio.

    <¡No respetan ni la conmemoración del nacimiento de Mahler!>, me dijiste cuando te llamé a contar que no podía llegar hasta el museo por las bullas que se habían desatado.

    Al otro lado del teléfono prestado, su ciclo La Canción de la Tierra. Un recordatorio para ablandar el pesimismo. Le escribió cuando se había quedado "huérfano de hija" y no tenía trabajo. "Pero aunque la vida es pasajera y el hombre está sujeto a la muerte, la Tierra renovará su ciclo vital eternamente".

Repito mil veces, mil gotas de suero de optimismo. Mahler la mencionaba en privado como su novena sinfonía para ir en contra de la superstición según la cual ningún compositor puede componer más de nueve sinfonías desde los tiempos de Beethoven, pero cuando a su siguiente obra la llamó Novena, falleció. Te cuento, Isla, porque en los ecuatorianos el pesimismo es una superstición: no se elige presidente para un período presidencial sino para una plaga de x años. Con excepción de Milhaud y Sostakovich, digo.

Page 6: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

16    <La organología, Julián, es la ciencia que estudia los instrumentos de la música. Se preocupa por establecer su origen. Su factura e instrumentación. Y, desde luego, los clasifica -me aleccionaste proselitista en el café del museo>.

    Te oía como oír llover. Pendiente de tus ojos, de la nuca de tus ojos. ¿Eran un insondable misterio o los tenías así por debilidad?

   Cuando me explicaste que los idiófonos son los instrumentos hechos con material naturalmente sonoro, me sonreí al pensar en los sonidos del amor.

    <¿De qué te ríes?>, me inquiriste.

    <De nada. Los chinos decían que todo viene de la naturaleza pero que la música viene del cielo>.

    Tuve que volverme un maniaco sexual frente a tu jerga musical. ¿Cómo enamorarte si solo me hablabas de los textos de Martín Agrícola o de la Musurgia de Luscinius; de la Etimología de San Isidoro, que incluye la Música entre las disciplinas que se siguen de la Matemática; de la Declaración de los Instrumentos de Fray Bermudo; de las clasificaciones de Mahillón.

    <Escucha, -te dije una vez, Prontuario Musical en mano-:

    "Golpe de lengua.- En ciertos instrumentos, esta expresión se aplica a los movimientos y posiciones de la lengua así como a su técnica de emisión. La punta de la lengua desempeña un papel determinante. Su posición varía en el momento del ataque (contra el paladar, contra los dientes, contra la embocadura o contra la lengüeta del instrumento) influyendo así considerablemente en la nitidez de la emisión".

    <Eres un dañado>, me dijiste cerrada los ojos.

    Después los abriste. Como muriendo.

    <¿Un prontuariado?>.

    De este modo conseguí que habláramos un lenguaje común:

    El mirlitón es el amor veneris (cf. El Anatomista, del Dr. F. Andahazi) de muchos membranófonos. Se excita de un soplo, como quien dice por quítame estas pajas. Es como el timbre de la puerta al paraíso.        Los niños adquieren destreza sobre este mecanismo al poner sus labios sobre un peine cubierto por papel de estraza para sacar destemplados quejidos como los de la gata Fogata.

    Algo parecido a las flautas eunuco cubiertas con un capuchón de tela de cebolla, usadas por su registro tiple en el siglo XVIII, parecidas a las voces

Page 7: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

aflautadas de aquellos vocalistas a quienes castraban para que conservaran alta su voz, su timbre. (El timbre de la puerta pero no la tiradera); o a los kazoos de Harlem, cuyo poder nasal se dejó oír en muchas orquestas de jazz o fue vendido en forma de cornetas de cartón en las ferias o en las tiendas para fiestas infantiles. En realidad su sonido es nasal pero vibra como tímpano. Del oído, digo, pues el de la tercera oreja femenina no vibra, simplemente se revienta, y cuando lo hace, es cuando verdaderamente empieza a servir.     El tímpani, en cambio, es otro: en la orquesta descansa en un rincón sobre un soporte redondo de tres patas: el que nació para maceta no pasa del corredor.

Page 8: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

24

    Cuando fui a trabajar en tu museo, yo era como un sociólogo vago a punto de hacerme taxista por el desempleo. Apasionado por la música, eso sí. Tú, una profesional con post grados. Pero me llegabas apenas al hombro. Me di cuenta aquella vez que nos subimos al trole y tuvimos que apretarnos por el gentío: quedaste de labios contra mi pecho. En el segundo botón de mi camisa abierta. Como un arpa de axila.

    Macho lampiño de tatuaje deslumbrante en pecho hundido, me temblaban las rodillas al sentirte tan cerca. En fin de cuentas eras una mujer mayor para mí. "Solo es un trémolo", me dije para darme ánimos.

    Yo, tu aprendiz, te salí respondón.

    Me agaché un poquito y te besé en la frente radiosa. El primero en la frente, como decía cuando quiñaba trompos en el barrio plateado por la luna.     Ahí quedamos en el trole juntitos para siempre. Hasta nos pasamos de la parada de tu casa.

    Para siempre. Digo es un decir.

    Se cumplían ciento veintinueve años de fundación del Conservatorio Nacional de Música y ochenta y dos años de que Don Pedro Pablo Traversari organizara en él la Orquesta Sinfónica de Señoritas.

Page 9: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

33

    A pesar de que ya no es tiempo de bandas marciales, charangas o fanfarrias, los tasadores no han dejado de lado su interés por los tambores y más artefactos de percusión.

    En verdad, no han servido solo para la guerra. Son también el primer medio de comunicación a distancia. Pero, sobre todo, sirven para marcar los compases.    "¿El compás de espera, Islandia?"

    "Solo en eso piensas", me decías antes de. De que ahora seas tú la que piensa solo en eso.

    No sabes si son los vuelcos en el corazón. O la sola presencia de esos mercachifles lo que te altera.

    ¡Imaginarse que está de venta el museo!

    ¡Llevarse la música a otra parte!

    Te dices: "al mal tiempo, buena cara".

    <¿Hay tambores de agua?>, pregunta el que molía chicle con hidráulicas mandíbulas>.

    <Los tambores de agua son tan antiguos como el agua misma, con la diferencia de que ésta corre o se golpea sola y no necesita de nadie para sonar. Como en El Mar de Debussy. O en las hojas del Océano mar, de Alessandro Baricco. O en las hojas de los árboles que gotean lluvia. De los del patio acústico del manicomio de Quito, donde suena metálica. Una de las construcciones civiles más antiguas de la ciudad. O en la cascada en pantuflas de Iguazú, en la caída de El Angel, en el efecto cascada de los impuestos, en los ojos con catarata o en los waters marca Niágara. Pero sobre todo, en las planillas de agua potable, que es donde más golpea, porque ni siquiera es potable>.   

    Estás mal, Islandia, pero te sientes bien. Dices lo que se te viene a la boca, olvidada de los manuales. A veces hablas como sueñas.

    <Los árabes dominaron el sonido del agua incluso haciéndola "caer hacia arrriba" (como en las conchabadas devaluaciones) en los acueductos de Segovia y en las fuentes de La Alhambra, como registra Falla en El Generalife, de Los Jardines de España. Y Paco Santiago en sus Secuencias.    <Ni qué decir, Islandia, de la Música Acuática de Haendel, concebida alta para ser interpretada en el bajo Támesis, contra corriente hasta oídos del rey>.

    Ya no eras la profesional adusta en su pompa y circuntancia, como Gluck, por ejemplo.

Page 10: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

    <Los tambores de agua obtuvieron su máxima alcurnia en la armónica de cristal, que era como una máquina de refrescos con botellas de colores, afinadas cromáticamente según el nivel del agua, y a la que Erik Satie le dedicó un solo en su ballet Parade, estrenado con la colaboración nada menos que de Cocteau y Pablo Picasso, quien, meses atrás, se había encargado de la decoración y el vestuario para el estreno de El Sombrero de Tres Picos, del siempre recordado dos de falla en el juego del naipe. Pero, en general, el tambor es eminentemente africano y, en él, mucho han tenido que ver las calabazas, los bambúes y otros frutos secos y vaciados como la cabeza del actor Ronald Reagan que en los ensayos se hacía percutir la mollera con palillos cubiertos de corcho o de fieltro para no olvidarse los papeles que iba a interpretar. Algunas calabazas no llegan a golpearse contra el agua ni a sonar con semillas dentro y solo sirven para hacer muecas en las noches de Halloween.

    <¿Y qué de los tambores de madera?>.

    <Se los llama tambores hendidos, porque generalmente son troncos a los que se les ha realizado una incisión para habilitar su resonancia. Hay templados en forma de cesta, gigantes, hasta de diez metros, cinco veces más altos que los encestadores de la NBA. También vale mencionar al amazónico Árbol de la Danza, al que se le toca pateándolo. Como a Luis Nazario de Lima, alias Ronaldo. O a cualquier otro alias en los interrogatorios policiales. Y éste que ustedes ven con desdén, es nada menos que el atabal del cara de piedra Rumiñahui que, en 1534, defendió a Quito del smog que botaban los arcabuces de los españoles. Está hecho con cuero de chivos expiatorios. Ahora lo usan las barras bravas de algunos equipos de fútbol en varias partes del mundo>.

    Esa fue, Islandia, la muestra palpable de que algo pasaba entre la luna y tu cabeza.

    ¿Te estás haciendo Turra?

    ¿Loca por mí o por contagio general?

    Tú, tan profesional y precisa en tus explicaciones, te estabas haciendo resbaladiza y lunática.

    ¿Inventaste una forma de soñar despierta mientras recitabas el catecismo del museo?

    Tu cerebro, tan bello como la copa de una coliflor o de un brócoli, y tan suculento como una omelette de sesos, amanecía a veces agujereado como tus calzoncitos cuando les oreabas en la ventana sin saber que había luna tierna, esa que deja como a arneros a quesos, corazones y cerebros.

    Mejor no hablemos de comida. Se nos puede reventar la hiel y dejarnos amargos. Es como ver por televisión esas apetitosas y chorreantes chatarras Mc'Donal, esos apergaminados pollos del coronel Kentucky, esas acartonadas

Page 11: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

pizzas Hut. O ver a las modelos de Christian Dior. Esas bellas anoréxicas a las que les dan de vestir pero no de comer.

    Porque ya no hay comida de casa. En la casa, digo. Todo es virtual. O comida guardada.

    En verdad, nadie puede resistirse a ciertas tentaciones, como a un toque de tambores, por ejemplo, porque al oírlo o tocarlo se ve venir a la mulatería en paños menores. Salta la sangre y, en ristre, se almidona.    <Yo me sé una estrofa -dijo, pasándose de bando, la mujer de ajorcas y tintineantes pulseras-. Es de mi padrino Palés Matos y con su venia dice más o menos así>:

¡Ahí vienen los tambores!

Ten cuidado que a ti llegan para clavarte su aguijón de música!

Tápate las orejas, cierra toda abertura de tu alma que si te picara un tambor de danza o guerra.

Page 12: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

43    Toccata y fuga.

    Fogata y Tucca. Rivales.

    Liliana también había sido invitada a ese Congreso de nostálgicos sociólogos.

    <¿Iremos a exhumar los restos de lo que pudo haber sido y no fue?, dije en ambiguo comentario.

    Felizmente, en el avión, nos habían asignado asientos distantes. En Madrid ya nos aguardaba una tropilla de otros invitados. Iríamos en vuelo doméstico hasta Oviedo. Y de ahí a Gijón en autos de la agencia de turismo.

    Nos recibieron con gaitas asturianas, tocadas por sordos de boina que perdieron el oído al sonarlas a semejante volumen. Como para que las oyeras en la otra orilla.

    Liliana fue en el transporte de Ainoa, y yo en el de Balbi.

    Todas las ocasiones que durante el viaje se cruzaron nuestras miradas, me quedé sin descifrar qué decían los ojos de ella. ¿Me miraban con indiferencia castigadora o con rayana indulgencia?

    El Hotel Gijón está a una cuadra del malecón. Está atendido por cuatro hermanos que nacieron coperos en el bar del padre y que a la muerte de éste decidieron hacerse hoteleros. Cuenta con un pequeño ascensor que no usé nunca, quizá por evitar un encuentro tan estrecho con Liliana.

    ¿Era por ti que la evitaba o por aquello que sucedió hace años?

    Con Liliana nos habíamos desvirgado en un baño del colegio durante un recreo.

    Sin saber la había ejecutado como a una viola de gamba. Pero sentado en el asiento orquestal destinado a los vientos y otros estruendos.

    Fue cometido por dos víctimas dichosas. Pero fue, sin duda, un hecho de sangre.

    Como haberse degollado todos los niños cantores de Viena.

    Los dos quedamos como el delantal de un matarife. Del camal.

    Es el único dolor que no se llora, aunque esos instantes ella algo me decía, como cantando flamenco.

Page 13: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

    La anticipada transfusión que necesito ahora en mi pesadilla a causa de mi femoral. De mi fe y moral, digo.

    Pero no quise saber más de Liliana, como años después, en mi viaje de fin de curso por Alemania, no quise saber nada de esa señora de piernas perfectas que me llevó a su habitación en ese hotel paquidérmico de Driesde, frente a la casa de Bruegel, el Viejo: la luna roja se había decapitado entre sus piernas y el tabú de la sangre funcionó en mí con un efecto abismal, como la cabeza de Holofernes en el plato. "Cuando una mujer tenga flujo de sangre durante muchos días, fuera del tiempo de sus reglas o cuando sus reglas se prolonguen, quedará impura mientras dure el flujo de su impureza. Levítico 15. 25".

    Judith y Holofernes, de Goya.

    Saturno devorando el cuerpo ensangrentado de su hijo, de Goya.

    Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya.

    La romería de San Isidro, de Goya.

    ¿Goya "degoyado"?

    Es increíble, pero uno se acostumbra al recuerdo del horror.

    Tú, en cambio, eres la mujer sin sombra.

    La Inextinguible, como decía Carl Nielsen en el prólogo que puso a la partitura de su Cuarta Sinfonía: "Con este título el autor ha intentado indicar en una sola palabra lo que la música sola es capaz de expresar por entero: 'la voluntad elemental de la vida'. La música es la vida y, como ella es inextinguible".

    En la Universidad, a Liliana la terminé viendo como a cualquier condiscípula. Pero todo se revolvió en mí al saber que es tu hermana. Y creo que en ella ha sucedido algo similar a partir del día que nos encontró tomados de la mano.

Aquella ocasión, con la sangre fría más increíble, me miró como a un desconocido esperando que nos presentaras. Su sangre fría.

    No me gustó para nada esa costra de conciencia de Liliana. Me intranquilicé todavía más cuando supe que ella era la confidente a quien contabas nuestra historia. Nunca pasó de decirte que me había conocido de vista en la Universidad.

    Con Liliana hemos hablado solo en presencia tuya o de terceros y nunca nos hemos referido al pasado, ni de manera indirecta.

Page 14: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

    Era como si esos adolescentes del colegio hubieran muerto dentro de nosotros.

    Así creíamos al menos.

    Sin embargo, el manto de sangre fría que nos cubría desde entonces, había estado tejido con extrañas urgencias.

Page 15: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

49

    La ciudad luce con el cielo vacío.

    Quieta como una foto.

    El rayo de un decreto la ha fulminado. Sube al cielo el diablo de la gasolina.

    Muchos no alcanzaron a cerrar la boca. O abrirla para el grito.

    No pudieron asentar el paso para bajar o subir las escaleras.

    Manos extendidas que no alcanzaron a cerrar o abrir las puertas.

    Otros quedaron con el teléfono en la mano a medio marcar. Con el vaso esperando que chorree el agua.

    Sin gas. Con gases. Con hipo a medio hipar.

    Enjabonados en su arte efímero, en sus poses de Tai-chí.

    Parejas conocidas detenidas en escenas de arte erótico precolombino.

    Los televisores con las imágenes congeladas. Los autos sin cuerda. Los pájaros con sus vuelos cancelados. Los niños sin crecer. La sopa sin hacerse.

El comerciante sin vender.

    La ruleta como un reloj de Dalí, con la cara hinchada, de pera, sin dientes.

    El viaje en proyecto. La casita en planos. Los maestros impagos. Los hospitales convertidos en morgues. Las ondas sonoras a medio camino. Las vitrinas vacías, las ollas vacías, las cortinas bajadas, las ventanillas con sus rejas carcelarias, las cárceles con más pobres, los bancos con más ricos. El resto, como polizones, emigrantes en barcos frigoríficos. Congelados.

Dolarizados en su última deuda.

    Muertos sin ente(r)rarse, vivos sin sepelio, heridos el alma, sanos sin ánimo ni porfía. Avenidos.

    Endeudados hasta el Día del Juicio Final para ver quién debe a quién.

    El presidente no habla. El terror económico es un terror mudo.

    Sin embargo, todo se ha vuelto venial.

    Yo aquí, Turra, desvestido de la indiferencia que nos embarga, viendo cómo

Page 16: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

llegan miles de indios a la ciudad con abuelas y shamanes, con mujeres e hijos tam, con chulpi y chochos para matar el hambre tam, para aguantar sentados, inamovibles como ídolos de cangagua sempiterna, sintiéndome ecuatoriano de la otra mitad tam, eufórico y abierto los ojos viendo esta realidad tam, con una solidaridad medio asustadiza, cargada de adrenalina y desconfianza por tanto siglo de colonialismo in, que es peor que el neo y post colonialismo of, of course, digo. ¿Juntos pero no revueltos?

    Diversos pero no distintos, indispensables sí. Iguales de jodidos. Nunca más ese "jodidos pero conformes".

    Dándote, Isla, vuelcos en el corazón, tam, tam, tam, tam. Escuchando cómo los tam-tam de los indios le dan en la tutuma al Presidente su ultimátum tum. Tum tum.

    Ta ta ta tam, como cuando el destino golpea la puerta en los primeros acordes de la Quinta Sinfonía, de Beethoven. Porque el destino a veces es paciente. Comedido nos toca la puerta para que despertemos.

    ¿Se trata de una sonata para sordos?

    ¿O son el punto punto punto raya del alfabeto morse?

Page 17: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

54

    Agonizo aferrado a tu álbum de fotos:

    Tú leyendo bocabajo en la playa. Con tu nalga mundial en tanga.

    Tú con un sombrero grande de Montecristi. Como una lámpara de pie.         Tú embadurnada con crema de pepinos. Hablando con una boca de alcancía.

    Tú de bastonera. Tapando el sol con un pie.

    Tú orinando junto a las flores al borde del camino. Agüita de rosas tu rocío.

    Tú de orquídea en close up. Con tu estambre entre el musgo de alambre.

    Tú con la esperma de la primera comunión. Rezumando tu boca el pecado mortal.

    Tú en el museo junto a los bustos de Beethoven y Chopin. El busto de Islandia Baëz acompañado por dos desconocidos.

    Tú junto a la máscara mortuoria de Beethoven. El Ángel de la música junto a la careta de su protegido.

    Tú de antorcha. Solo con una toalla en la cabeza saliendo de la ducha.

    Tú acurrucada en mi pecho. Con un policía disparando la foto atrás de la vitrina del fondo, mientras yo te decía "solo falta que escape con mi cámara que aún no acabo de pagarla".

    Las fotos, esas autopsias del pasado. Esas máscaras mortuorias del instante fenecido.

Page 18: Capítulos de La Novela Sonata Para Sordos

65

    Finalmente se cansaron de querer comprarnos a precio de huevo el museo.    Vieron que ya no era negocio.

    Ahora tratan de vendernos, de clavarnos una volqueta de guitarras eléctricas para el país paralítico con pulso de parkison.

    Y pianos de bajo calado, para llevarlos en el sobaco, con el argumento de que tienen marca de carro y los repuestos se encuentra en cualquier cachinería.

    Está bien, les decimos, pero no a cambio de nuestros carrizos que a veces nos hacen llorar. Permítanos ser sentimentales. Ustedes que son tan prácticos y saben que dos más dos son cuatro. Que en vez de tener pasado construyen un carrousel con romanos de plástico en el Cesar Palace o pirámides de Egipto en Las Vegas.

    Ustedes tan alhajas, no importa si pálidos pero, por favor, serenos. La globalidad no se logra en una máquina xerox sino integrando todas las singularidades. Les invitamos a una auténtica ayaguashca en el silbato de la amistad y del amor para intercambiar sueños, ya no pesadillas.

    Solo así podremos abrazarnos.