capítulo iv la parusía, la pascua de la creación

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SEMINARIO CENTRAL SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA Tema Resumen del Capítulo IV La Parusía, Pascua de la creación. Parte I Cátedra Escatología Catedrático Pbro. Reinaldo Sorto Alumno Lazo Nuila, Ricardo Rafael 4º de Teología, Ciclo I San Salvador, 04 de Febrero de 2015

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Page 1: Capítulo IV La Parusía, La Pascua de La Creación

SEMINARIO CENTRAL SAN JOSÉ DE LA MONTAÑA

TemaResumen del Capítulo IV La Parusía, Pascua de la creación. Parte I

CátedraEscatología

CatedráticoPbro. Reinaldo Sorto

AlumnoLazo Nuila, Ricardo Rafael

4º de Teología, Ciclo ISan Salvador, 04 de Febrero de 2015

Page 2: Capítulo IV La Parusía, La Pascua de La Creación

VI. LA PARUSIA, PASCUA DE LA CREACIÓN

Cuando los cristianos proclamamos en el credo no sólo nuestra fe, sino también nuestra esperanza, comenzamos a hacerlo con un artículo situado en el centro mismo del símbolo, que reza: «...desde allí vendrá con gloria a juzgar...». En este enunciado se nos remite a dos categorías teológicas cardinales: parusía y juicio, que no se tratan de dos nociones adecuadamente distintas, ya que con ellas la fe expresa su convicción acerca del sentido último de la historia humana. El proceso histórico en el que estamos comprometidos culminará con un acontecimiento salvador que afectará a la totalidad de lo real; a la humanidad, pero también al mundo humanizado.

I. LOS DATOS DEL NUEVO TESTAMENTOEl vocabulario con que el Nuevo Testamento alude al acto final de la historia es rico y variado. Esa misma variedad, por otra parte, dará lugar a diversas estimaciones teológicas del acontecimiento en sí, por lo que parece oportuno precisar, ante todo, la terminología usada, prestando atención al matiz específico que cada expresión comporta.

1. Parusía El helenismo emplea el vocablo parousía para referirse tanto al descenso o manifestación de personas divinas en la tierra como a las visitas que reyes y príncipes hacen a las ciudades sometidas a su imperio. En efecto, la parusía se conecta inmediatamente con el fin del mundo y con el juicio. El texto de 1 Tes 4,13-18 es «la descripción más directa y completa de la parusía»; la inspiración bíblica es evidente, con la profusión de rasgos típicos de la apocalíptica judía. Así pues, y sin negar el posible influjo del helenismo en la adopción del término, su significación en los autores del Nuevo Testamento es original y específicamente cristiana. Esta venida de Cristo concluye y consuma la historia en cuanto historia de salvación. Por eso se enlaza invariablemente con los diversos aspectos del reino de Dios llegado a su plenitud. Es, con toda verdad, una venida en poder; de ahí que entrañe automáticamente la derrota de las potestades adversas, la glorificación de los que ya ahora pertenecen a Cristo, el juicio, el fin del mundo actual y la renovación cósmica.

2. Día del SeñorLa fórmula «el día del Señor» se emplea con numerosas variantes: «el día de nuestro Señor Jesucristo»; «el día de nuestro Señor Jesús»; «el día de Cristo»; más sencillamente, «el día». Es con mucho la expresión que con mayor frecuencia designa la parusía, y sobre su origen no cabe discusión; ha nacido de la trasposición cristológica de «el día de Yahvéh». Trasposición sumamente significativa, por cuanto patentiza irrefutablemente la continuidad del concepto neotestamentario de parusía con la esperanza escatológica del Antiguo Testamento y, a la vez, la novedad de la esperanza cristiana, centrada ahora en la figura de Cristo.

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3. Epifanía, apocalipsis, manifestaciónEsta tríada de palabras pertence también al vocabulario neotestamentario de la parusía. El término epiphaneía sustituye en las cartas pastorales al de parousía, que no se encuentra en ellas. Usado frecuentemente en el helenismo para referirse a las manifestaciones de las divinidades paganas, o a personajes reales que se presentan como revelación de esas divinidades, fue empleado más tarde en el culto imperial (como sucedía con parousía): los emperadores son distinguidos con el título epíphanes, junto a los de señor, dios, salvador. Su epifanía puede relacionarse con la fecha de su nacimiento, la del comienzo de su mandato imperial, o con su visita a una de sus ciudades. Como se ve, el parentesco entre epiphaneía y parousía es muy estrecho.

4. Existencia cristiana y parusíaLa esperanza de la parusía ha de ser vivida como liberadora, en cuanto relativiza los valores intramundanos. Pero sin que tal «ausencia de cuidados» exima a los cristianos de cumplir con sus responsabilidades. Esa función liberadora de la esperanza se revela en aquellos lugares en los que Pablo asocia la idea de la parusía con la del gozo: 1 Tes 2,19; Rom 12,12 y, sobre todo, Flp 4,4s: «estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres... El Señor está cerca».

II. LA PARUSIA EN LA TRADICIÓN ECLESIALEl anuncio de la venida de Cristo al final de los tiempos se contiene en todas las manifestaciones de la fe de la Iglesia —testimonio de los Padres, liturgia, doctrina del magisterio—, si bien hay épocas en que es preciso reconocer una inflexión de la esperanza escatológica en la conciencia eclesial.

1. La época patrísticaLa Didaché conserva el maranatha cúltico y se cierra con la evocación de la venida del Señor «en las nubes del cielo». Para designar esa venida, sólo el Discurso a Diogneto y Hermas utilizan el término parusía en su sentido técnico. Ignacio de Antioquía lo usa para significar la encarnación: el Evangelio se ocupa de «la venida del Salvador..., de su pasión y resurrección». Este es también el sentido que le otorga Justino, quien sin embargo conoce igualmente la significación técnica de «venida gloriosa». Para distinguir ambos significados, Justino es el primero en usar las expresiones «primera/segunda venida», o bien «venida sin gloria/en gloria».

La fe en la venida gloriosa de Cristo queda registrada en los símbolos desde sus primeras recensiones con la fórmula «ha de venir a juzgar». Tal fórmula puede producir la impresión de que la parusía está en función exclusiva del juicio. En realidad, la yuxtaposición venida-juicio, según se verá más adelante, se explica desde el sentido bíblico de «juicio» como manifestación de poder, y no como acción judicial. «Venir a juzgar» equivale, pues, a «venir en poder». Sólo más tarde, cuando se perdió esta dimensión triunfal de la idea de juicio, se hizo necesario interpolar entre ambos verbos el inciso «con gloria»: «ha de venir con gloria a juzgar».

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2. De la patrística a nuestros díasLa perspectiva parusíaca ha sido conservada por la Iglesia en sus diversas liturgias eucarísticas l8, siguiendo la pauta marcada por el Nuevo Testamento y reflejada ya, como hemos visto, en la Didaché. Tal impregnación escatológica del acto central de todo el culto cristiano es altamente significativa, al mostrar el carácter irrenunciable que la Iglesia reconoce de esta suerte a la parusía de su Señor. En toda celebración eucarística, la comunidad de creyentes se autodefine como comunidad de esperantes en la venida gloriosa de Cristo, a la vez que confiesa su fe en su actual presencia bajo las especies sacramentales.

Es innegable, con todo, que el pensamiento de la parusía ha sufrido una progresiva neutralización, de la patrística a la teología medieval, y de ésta hasta nuestros días. Bastaría para probarlo el hecho de que, desde la Edad Media hasta el Vaticano II, sólo dos veces aparece en documentos del magisterio: en el cuarto concilio de Letrán y en la profesión de fe del emperador Miguel Paleólogo; en ambos casos se trata de simples alusiones rutinarias.

Ha sido menester aguardar a la constitución Lumen gentium para que la parusía volviera a recuperar el lugar destacado que el Nuevo Testamento le otorgara. Los números 48 y 49 recogen, dentro de su concisión, los más importantes elementos de la doctrina neotestamentaria: la existencia cristiana como vigilancia; la índole triunfal de la venida que se aguarda y, por tanto, el temple de expectación gozosa y confiada que conviene a los cristianos; la parusía como plenificación de la obra ya comenzada, tanto a nivel de los individuos como al de la propia comunidad eclesial, que «no alcanzará su consumación» sino al final de la historia. Sobre este punto se vuelve en la Gaudium et spes, 39: el reino ya presente «se consumará en la venida del Señor».

La contraposición «primera/segunda venida» se recoge en el decreto Ad gentes, 9: la actividad misionera discurre «entre la primera y la segunda venida del Señor, en la que la Iglesia será congregada, como la mies, en el reino de Dios desde los cuatro vientos». Del carácter escatológico de la liturgia eclesial se hace mención en la constitución Sacrosanctum Concilium, 8: la participación en el culto litúrgico entraña la expectación de la manifestación final de Cristo, nuestra vida. Por lo demás, los nuevos textos eucarísticos han recuperado la aclamación escatológica maranatha, presente —como se ha indicado— en los más antiguos documentos.