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Capítulo II Violencia, conflicto y vida social Se suele afirmar que Colombia es un país violento y muchos incluso sostienen que posee una cultura que lo predispone a la violencia, o aseveran una supuesta indiferencia de los colombianos frente a ella. En este trabajo nos alejamos de este lugar común y adoptamos la perspectiva de que no existe lo que suele llamarse la cultura de la violencia. Más bien, lo que se encuentra son marcos de referencia de origen histórico cultural que legitiman o auspician ciertas formas de violencia (Busby, 1999; Jimeno, 1998a y 2004). Por ello nos distanciamos de la forma de ver los fenómenos de violencia como si fueran una patología, como una infección (Villamil, 2005). Desde esa posición le damos relieve a los aspectos culturales y sociales que modelan los fenómenos de violencia, pues es un peligro que se deje de lado la comprensión de los mecanismos propios de cada expresión de violencia y [así] se confunda la explicación de los sucesos violentos que ofre- cen los actores de la violencia y los mecanismos culturales de superación del sufrimiento, con indiferencia y hábito (Jimeno et al., 1998b). También destacamos las implicaciones del ser víctima de violencia en el ho- gar sobre la vida social. Los trabajos de Jimeno et al. (1996 y 1998) se han dete- nido en las consecuencias perturbadoras de las experiencias de violencia sobre la confianza y participación ciudadanas. En estos trabajos se ha argumentado que, además de las consecuencias de “nerviosismo” e inseguridad personal, el uso de la violencia en la familia también tiene consecuencias sobre la seguridad de las personas en el entorno social. Esto significa que la violencia deja huellas emocionales y cognitivas en quienes la han sufrido, de manera que las personas aprenden a desconfiar de los otros y en particular de quienes representan la autoridad, a quienes ven como temibles e impredecibles (Jimeno, 2003). Es de- cir, desde nuestra perspectiva, no sólo se puede decir que “el haber estado ex-

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Capítulo IIViolencia, conflicto y vida social

Se suele afirmar que Colombia es un país violento y muchos incluso sostienenque posee una cultura que lo predispone a la violencia, o aseveran una supuestaindiferencia de los colombianos frente a ella. En este trabajo nos alejamos de estelugar común y adoptamos la perspectiva de que no existe lo que suele llamarse lacultura de la violencia. Más bien, lo que se encuentra son marcos de referencia deorigen histórico cultural que legitiman o auspician ciertas formas de violencia(Busby, 1999; Jimeno, 1998a y 2004). Por ello nos distanciamos de la forma de verlos fenómenos de violencia como si fueran una patología, como una infección(Villamil, 2005). Desde esa posición le damos relieve a los aspectos culturales ysociales que modelan los fenómenos de violencia, pues es un peligro que se deje

de lado la comprensión de los mecanismos propios de cada expresión deviolencia y [así] se confunda la explicación de los sucesos violentos que ofre-cen los actores de la violencia y los mecanismos culturales de superación delsufrimiento, con indiferencia y hábito (Jimeno et al., 1998b).

También destacamos las implicaciones del ser víctima de violencia en el ho-gar sobre la vida social. Los trabajos de Jimeno et al. (1996 y 1998) se han dete-nido en las consecuencias perturbadoras de las experiencias de violencia sobrela confianza y participación ciudadanas. En estos trabajos se ha argumentadoque, además de las consecuencias de “nerviosismo” e inseguridad personal, eluso de la violencia en la familia también tiene consecuencias sobre la seguridadde las personas en el entorno social. Esto significa que la violencia deja huellasemocionales y cognitivas en quienes la han sufrido, de manera que las personasaprenden a desconfiar de los otros y en particular de quienes representan laautoridad, a quienes ven como temibles e impredecibles (Jimeno, 2003). Es de-cir, desde nuestra perspectiva, no sólo se puede decir que “el haber estado ex-

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puesto a la violencia intrafamiliar durante la infancia aumenta la probabilidadde ser más violento más tarde en la vida tanto en el caso de hombres jóvenes enBogotá que han cometido infracciones graves, como en el de hombres jóvenesprovenientes de diversas zonas rurales del país y que se vincularon al conflictoarmado” (DNP, BID, Universidad de los Andes, s.f.: 102). Diversos estudios hanmostrado evidencias en este mismo sentido, tal como lo plantea el citado estu-dio de DNP et al. Aunque nuestro argumento es que las implicaciones cognitivasy emocionales de la violencia van mucho más allá de la replicación de la violen-cia por algunas personas y cobijan incluso a quienes no la reproducen, puesquien la vive se ve afectado en su manera de concebir las relaciones con losotros y en su percepción sobre la autoridad en la sociedad. Este es el filónpsicocultural que es necesario incorporar a los estudios para no restringirse alas evidencias empíricas de los efectos de la violencia en la familia, y que ayuda-rá a formular mejores políticas públicas en este campo.

Entendemos la noción de violencia como una acción intencional de causar-le daño a otros o a sí mismo (Jimeno,1998a). En los conversatorios nos acerca-mos a la experiencia de los integrantes sobre la violencia en ámbitos domésti-cos, para identificar y delimitar los significados culturales y las relaciones socialesen que ocurre el uso de la violencia. Fue así como se puso en evidencia que laviolencia está ligada a ciertos roles y relaciones entre los miembros del grupofamiliar; a determinados esquemas de ejercicio de la autoridad y a la delimita-ción social de espacios en los cuales se justifica su uso. Encontramos, tal comoha sido hallado en otros estudios (Jimeno et al., 1996 y 1998a y b), que la prin-cipal creencia cultural es la de que es válido que quien ejerza la autoridad en lafamilia use la violencia para “corregir” lo que se considera como indeseable ensus miembros subordinados. En los conversatorios encontramos que es explíci-ta la justificación para acudir a modalidades de violencia, pues éstas estaríancargadas de buenas intenciones, deseando “lo mejor para los hijos”.

En algunos relatos, composiciones escritas y pictóricas elaboradas en los ta-lleres, identificamos que tanto la violencia como el amor, están asociados alcastigo en la relación entre padres, madres e hijos.

Los dos primeros talleres tuvieron como eje temático las experiencias tempra-nas de violencia doméstica. En el primero, “Nació varón: patrones de crianza e iden-

tidad masculina”, acudimos a reconocer la formas de violencia experimentadasdurante la crianza. En el segundo taller, “Golpe con golpe yo pago… masculinidad y

violencia”, incitamos la evocación de experiencias de violencia por fuera del hogar.En ambos talleres tales vivencias fueron comentadas en grupos de tres a seis per-sonas, y luego, una de éstas fue seleccionada por los participantes para represen-tarla por medio de una cartelera, colaje o composición pictórica. Posteriormente,la representación fue discutida en público. De esta forma se debatió la violencia

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Figura 2. Tomatazos.

asociada a la condición de ser hombre y trabajamos para desligar la violencia de lamasculinidad. Finalmente, apuntamos a provocar reflexiones sobre la importan-cia de la autoridad persuasiva como concepto alterno.

Estos dos primeros talleres permitieron el reconocimiento explícito del gru-po sobre la violencia ejercida en el interior de las familias: observamos las creen-cias y las nociones asociadas y encontramos una tipología de su uso. En primerlugar, la violencia en la familia fue claramente relacionada por los participantescon estrategias de “corrección” porque provoca sufrimiento, e incluso afirma-ron que puede ser valorada positivamente por quien la recibe. Fue asumida comouna táctica para imponer la voluntad y la autoridad sobre los demás. Finalmen-te, dijeron que la violencia es una categoría que designa una gama muy ampliade comportamientos y acciones de la vida cotidiana.

Las grandes diferencias de énfasis entre los participantes se relacionaron consu variado perfil. Así, mientras la mayoría de los grupos estuvieron conforma-dos por jóvenes estudiantes de Instituciones Educativas Distritales provenien-tes de sectores populares de Bogotá, en otro grupo estuvieron los jóvenes margi-nados vinculados a distintos programas del Instituto Distrital para la Protecciónde la Niñez y la Juventud. En algunas localidades (Barrios Unidos, Los Márti-res, Candelaria, Rafael Uribe Uribe) hubo mayor presencia de adultos de diver-sas partes del país y con variadas condiciones sociales y económicas. Estas dife-rencias se expresaron en una variedad de dinámicas de trabajo en cada localidad

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y condujo a la discusión de tópicos específicos marcados por la trayectoria devida de los participantes. Así, en ciertas localidades se habló más de la propiacrianza y de la que proporcionarían a sus hijos; en otras, el concepto de violen-cia fue debatido para ampliar su comprensión, y en otras más, la violencia fuerelacionada con el género, la sexualidad y los derechos, como se verá más ade-lante; incluso en alguna localidad salió el recuento de la violencia política delos años cincuenta.

Autoridad, violencia y patrones de crianzaEstudiantes

Los jóvenes del colegio Andrés Bello, ubicado en el barrio Muzú de la loca-lidad de Puente Aranda, pueden considerarse como representantes del modode pensar y actuar del grupo amplio de estudiantes jóvenes. Durante el primertaller “Nació varón: patrones de crianza e identidad masculina”, la pareja de talleristaspropuso conversar sobre los juegos, las actividades que practicaban en su infan-cia y los castigos empleados por sus padres.

Una vez repartidos en grupos de cuatro a seis integrantes, los jóvenes de estecolegio hablaron de su crianza, enumerando las formas de castigo más frecuen-tes empleadas por sus padres y madres. Mencionaron la prohibición de ver tele-visión, salir a la calle o gastar dinero para reunirse con los amigos. Pero tambiénsurgió el uso de “correazos”, insultos y comparaciones con otros jóvenes conbuen rendimiento académico para “demostrarles” lo “inútiles” que eran.

Algunos de ellos encontraron “normal” ver actuar a sus padres de este modo.Pero la mayoría consideró que estos castigos hacían daño, aunque los encontra-ban “merecidos” porque fueron motivados por faltas de “respeto” a los “mayo-res”. Un sector reducido del grupo creyó que tales acciones eran violentas y lasrechazaron con vehemencia. De manera generalizada concluyeron que la vio-lencia era una herramienta útil para ejercer la autoridad.

En el segundo conversatorio, “Golpe con golpe yo pago… masculinidad y vio-

lencia”, se retomó la conclusión anterior sobre ejercer la autoridad acudiendo ala violencia. A través de la elaboración de colajes, los jóvenes expusieron que lainfidelidad, la falta de dinero y el irrespeto a las demás personas, eran causantesde la violencia en el hogar. Pero también mostraron otras acciones de violenciafuera de casa. En estas creaciones, los hombres fueron representados siemprecomo perpetradores de las agresiones: aparecieron armados, discutiendo, dis-parando, participando en una guerra, castigando con correa a niños y golpean-do a las mujeres. En contraste, las mujeres fueron consideradas como víctimas:las representaron golpeadas, llorando, con temor y miedo.

Finalmente, resaltaron que las acciones violentas pueden ser desencadena-das por sustancias consumidas por las personas, que afectan la conciencia y el

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control sobre sí mismas: el alcohol y las drogas. La marcada asociación entreconsumo de alcohol y agresividad también se expresó en el grupo conformadoen la localidad de Chapinero. Estos muchachos eran estudiantes del colegioSimón Rodríguez y en su mayoría son hijos de profesionales y profesoras. Du-rante el segundo taller mencionaron que el trago se toma principalmente para

desestresarse, para salir de un agobiante y aburrido diario vivir, pero si uno toma

mucho la termina cagando. En este mismo encuentro, y tras la organización enpequeños grupos, estos estudiantes también plasmaron en los colajes la acciónabusiva de la policía cuando los encontraba consumiendo alcohol.

Uno de los colajes (Figura 3) mostró botellas de licor apuntando hacia unaviso que decía “peligro”; bajo éste un policía de tránsito multaba a un conduc-tor y alrededor de estas imágenes colocaron dos letreros: “El alcohol es la causaprincipal de los problemas intrafamiliares” y “El alcohol ocasiona el sufrimien-to de muchas personas y la separación de familias y por producto del alcoholmuchas personas han muerto en accidentes automovilísticos”. Uno de los gru-pos asoció el consumo de alcohol con violencia sexual, aduciendo que los hom-bres borrachos recurrían a conductas sexuales violentas. Observaron que la vio-lación era perpetrada por personas adultas, generalmente hombres, hacia mujeresy menores de edad, y agregaron que los abusadores eran personas aparentemen-te buenas y conocidas por la familia.

Figura 3. El alcohol, peligro.

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La violencia política y la ocurrida en la nación también fueron percibidas comoparte de las experiencias violentas de los jóvenes de Chapinero. Ellos considera-ron que “las marchas campesinas y las guerrillas izquierdistas” eran los principa-les agentes de la violencia experimentada por los colombianos. En contraste, con-templaron a las Fuerzas Armadas de Colombia y al presidente Álvaro Uribe comoartífices del bienestar de la nación y fueron calificados como héroes.

Para estos jóvenes otros tipos de violencia fueron localizados en la calle y laprotagonizan “pintas” y “raponeros”. Mencionaron que esta violencia se debíaa la falta de dinero y argumentaron que los impuestos no permiten que esasfamilias “tengan una vida buena”.

En Engativá un colaje acude a un recorte de Juan Pablo Montoya para colo-carlo como agente de un atraco, en una forma de asimilación simbólica y deostensible provocación para la discusión (Figura 4).

Figura 4. Atraco en la calle.

Recapitulando, puede decirse que los estudiantes identificaron formas demaltrato y violencia asociadas a sus vivencias de crianza y que un número im-portante de los participantes las encuentra comprensibles y aun justificadas porsu intención “correctiva”.

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Jóvenes en condiciones extremas

Tener una buena vida es sinónimo de “armonía familiar” para el grupo de jóve-nes del IDIPRON, habitantes de los sectores más deprimidos de la localidad de Usaquén.Ellos se autodefinieron como “ñeros” o “colinos” – “pintas” para los jóvenes deChapinero– pobres y rechazados por la sociedad. Consideran que viven en un mun-do hostil y ven en el trabajo o empleo remunerado una salida a “los problemas”.

Expresaron repetidamente la necesidad que tiene el “varón” de usar la fuer-za y así legitimar su figura. Estos jóvenes viven en barrios de invasión ubicadosen la ladera de las montañas nororientales de la ciudad. Allí la agresión es fre-cuente, pues están sometidos a múltiples actores armados que los hostigan per-manentemente: pandillas, paramilitares, guerrillas y ejército. La policía y losmiembros de las juntas de acción comunal los señalan de perezosos, irresponsa-bles e indeseables para los barrios donde habitan. A su vez, grupos de “limpiezasocial” y pandillas de barrios aledaños hacen de ellos el objetivo de sus ataques.

En la elaboración de escenas de violencia para el segundo módulo “Golpe con

golpe yo pago… masculinidad y violencia”, la pareja de talleristas propuso conformargrupos de dos a cinco jóvenes. Ellos prefirieron hacer carteleras y dibujos pararepresentar sus experiencias personales: conflictos en el interior de los hogares,violaciones, robos y abusos de la autoridad policíaca. Reproducir su experienciapor este medio se les facilitaba, puesto que no manejan adecuadamente la escritu-ra y se avergüenzan de mostrar su ignorancia ante sus compañeros y profesores.

Figura 5. Maltrato familiar ¿Por qué se pelean?

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Figura 6. La violencia familiar.

Figura 7. Limpieza.

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También fue recurrente la representación de los “problemas de la casa”, ensu mayoría por el robo de dinero entre familiares.

Unas cuantas carteleras remitían a otras formas de violencia en la sociedad;en éstas culparon a fuerzas oficiales del Estado, sobre todo a los policías, comoperpetradores de actos de violencia. Uno de los grupos de IDIPRON dibujó unpaisaje urbano (Figura 7). Al fondo se divisan los cerros repletos de casas deinvasión, nubes grises y lluvias en un sector. El dibujo detalla a un hombre quedice “la limpieza” cuando abalea a un punk. Lo anterior ocurre detrás de unaestación de policía, donde los oficiales ignoran lo ocurrido. La escena incluye elasalto de un muchacho a una señora: él le dice “cucha la plata”; cerca está otropunk fumando marihuana y diciéndole a un policía “no sea sapo, tombohijueputa”, éste responde, “loco hp deje de fumar vicio”.

Figura 9. Limpieza (detalle). Un hombre abalea un punk

Figura 8. Limpieza (detalle). Atraco a una señora y enfrentamiento de un joven con un policía.

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Otro grupo de IDIPRON tituló su pintura “Violencia entre barrios y parches”.Allí representaron una pelea entre pandillas de los barrios Cerro Norte y Mira-dor. Una línea divide los territorios y los dos bandos, quienes se enfrentan conpistolas. Del lado izquierdo están los jóvenes del Mirador; letreros dicen“masacres”, “rencor”, “parches”, “odio” y “mafiosos”. Frente a ellos están los deCerro Norte, también hay personas disparando y los letreros: “violencia”,“benganza [sic]” “bandolismo [sic]”, “broncas” y “ley del respeto”.

Figura 10. Violencia entre barrios y parches.

Es interesante que un grupo tituló su trabajo “Violencia en la casa” (Figura11), aunque bajo ese título ilustraron y enumeraron tres tipos de maltrato: “elmaltrato de los padres en la casa”, en el que dibujaron a un hombre con un paloen la mano y una mujer con un ojo morado. En el segundo colocaron el “maltra-to físico y verbal en nuestro barrio” y dibujaron a un hombre gritando “gono-rrea” y a otro disparándole a alguien contra el muro de una casa. Finalmente,incluyeron el “maltrato de las autoridades en nuestro hogar” e ilustraron la de-tención de alguien por dos policías: uno de ellos en una moto, mientras el otrogolpea con el bolillo a un hombre en el suelo, quien sangra y dice “¡no me pe-guen más!” y “¿por qué me sacan de mi casa?”.

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Figura 11. Violencia en la casa.

Otro de los grupos de IDIPRON dibujó una cancha de fútbol rodeada de grafitoque decían “violencia”, “droga”, “ira”, “coscorvias”,3 “desasosiego”, “rencor”,“rabia”, “odio”, “inconciencia”, “dolor”, “hijueputas”. Cerca había una casa dedonde salía una persona vendiendo “vicio” a un joven. Al lado de la canchahabía un hombre barbado liando un cigarrillo mientras exclamaba “aaaah!..”.Como ésta, otras imágenes fueron de jóvenes fumando marihuana. Los mucha-chos señalaron que fumarse un “porro” los conduce a una sensación agradabley los aleja de la “brusquedad” del diario vivir; fue evidente una aceptación y

3 Término peyorativo que se usa para aludir a personas o situaciones desagradables. Ser

considerado coscorvia es un insulto entre estos jóvenes.

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valoración de su consumo. Ellos contaron que generalmente fuman marihuanaen parques, entre vecinos o amigos, y a escondidas de sus padres y otras figurasde autoridad, tales como los policías.

La mayoría de estos jóvenes comparte la idea de que los problemas emergenpor la “mala educación” transmitida en las familias. Consideran que si los pa-dres ofrecieran una “buena educación” a los hijos, éstos no tendrían que seguir“el mal camino”. Mencionaron que la inexistencia de “diálogo” o comunica-ción entre los familiares provoca peleas y discusiones con el padre, el padrastroo la madre. Todos ellos reconocieron que parte de los problemas familiares sedeben a la “intransigencia” e “inflexibilidad” de sus miembros. Los muchachospropusieron que para llegar a la armonía familiar y la buena convivencia debeevitarse el uso de la violencia para imponer la razón propia.

Violencia y corrección en casa: grupos mixtos

El reconocimiento de la violencia en el interior de las familias fue amplia-mente tratado por el grupo de la localidad de Usme. Éste fue conformado demanera muy heterogénea por jóvenes estudiantes del grado décimo, vinculadosa un proyecto de comunicación del Colegio Brazuelos, acudientes de niños delJardín de Tejares y beneficiarios de los servicios del Departamento Administra-tivo de Bienestar Social del Distrito. Así, las edades de los asistentes oscilaronentre los dieciséis y los sesenta y tres años.

Durante el primer conversatorio “Nació varón: patrones de crianza e identidad

masculina”, tras ver la película Pistolas y muñecas, algunos de los padres señalaronque con los hijos “se recoge lo que se sembró”. Adujeron que ellos reproducen loque vieron de sus padres, incluso la violencia. Durante la discusión de la películay ante esta afirmación, uno de los jóvenes manifestó que [él] a veces se molesta y se

sale de los chiros y hace lo que hacían los padres. Otro comentó que se acuerda de losgestos del papá y dice que en la actualidad los repite; no obstante, señaló que siuno es bien consciente entonces cambia para que no afecte a los hijos.

Durante el encuentro en Usme, “Beso con beso devuelvo: nuevas formas de

masculinidad”, los asistentes definieron la violencia como “la búsqueda de podero el intento de ser superior a los demás a través de la fuerza física o el vocabula-rio intimidante”. Desde allí definieron la “autoviolencia” o suicidio, la “violen-cia contra los niños” y la “violencia contra la mujer”, esta última la ligaron alconsumo de licor.

El tema de la relación violencia-corrección de los hijos fue relevante paraeste grupo; un asistente narró:

Uno ve que a veces se excede, pero es necesario. Yo soy padre de cinco hijos [...]Yo tenía un lote; aprovechando un puente les pedí que me ayudaran con la cocina

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cada día. Mi hijo no me quiso colaborar. Yo le pedí que me ayudara a construir elrancho, pero él se fue con la novia y no colaboró con el rancho. Yo le dije: “carajo,¡no me joda!”, porque estaba ardido y cansado y él me dio la espalda. Entonces yo lovoltié y le reventé la nariz. Mi esposa se levantó y yo la mandé a acostar. El mucha-cho se puso de gallito fino y me dijo que no le pegara como a las mujeres sino comoa los machos. Lo que pasa es que yo le había pegado un bofetón. Después nos aga-rramos; él se metió al ejército y yo sólo le di dieciocho mil pesos para que se fuera. Selo llevaron para Leticia y desde allá él me escribió agradeciendo el golpe que yo lehabía dado, porque se dio cuenta de que tenía una familia sana y bien formada. Poreso yo digo que la mano dura a veces sirve. A mí me sirvió.

Después, en el transcurso de la discusión, otros adultos ofrecieron ejemplosde su crianza donde la violencia fue efectiva y les “funcionó bien”. Entonces, lapareja de talleristas preguntó por el objetivo del castigo. La mayoría manifestóestar de acuerdo con el castigo físico, señalando que servía para evitar que loshijos se les “salieran de las manos” o fueran “viciosos”.

Algunos hablaron de cuando eran niños y sus padres los castigaban. Algu-nas personas mencionaron que el castigo era merecido, pues tenía la función decorregir “malos comportamientos” y algunos agradecieron de paso a sus padreso tutores. Entre los castigos mencionados por los adultos sobresalieron los“correazos” y ser sumergidos en la alberca de agua fría, para luego recibir golpescon correa, palo o varas de guadua. Uno de los asistentes señaló que se cansó deese trato y entonces se “voló” de la casa a los ocho años de edad. Desde aquelmomento, él mismo se mantiene y “consigue lo de la sopa”. Otros lo secunda-ron, comentando que también se “volaron” de la casa a causa de los golpes.

En aquella ocasión los asistentes reconocieron que la violencia en el interiorde sus hogares marca a las personas para toda la vida y que no necesariamentees buena. Uno de los asistentes agregó:

Recuerdo que un día mi papá llegó tomado a la casa, le iba a pegar a mimamá y yo me interpuse entre los dos. Ese día me dieron una muenda por me-terme. Sólo ocurrió una vez, pero lo recuerdo para toda la vida. La violenciagenera muchos problemas.

Adultos mayores: la violencia y la maldad

En la localidad de San Cristóbal la mayoría de los asistentes superaba lossetenta años y eran beneficiarios del proyecto de Adultos Mayores. Los meno-res de cincuenta, provenientes de distintos sectores de la comunidad, escucha-ron con atención los relatos de la violencia bipartidista vivida el 9 de abril de1948 y durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla.

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En una conversación previa a la actividad del colaje, uno de los señores dijoque la violencia la causaba el “mismísimo diablo”, quien corrompe y nubla elparecer de las personas. Luego, uno de los asistentes narró una experiencia en-tre hermanos que se aniquilaron por culpa de sus mujeres y otro habló de fami-liares que se mataron por la herencia del padre. Los relatos no se detuvieron:uno de ellos contó una oscura historia acerca de una señora, quien bajo losefectos de las drogas, y celosa, decapitó a su marido con un bisturí.

La violencia se debe a la “maldad” de las personas; ésta se relacionó con eluso de la magia, la hechicería o por la seducción del demonio. La maldad es lairracionalidad de ir en contra de la “naturaleza humana”. El origen de la violen-cia en Colombia fue ubicado en el Bogotazo, el 9 de abril de 1948, fecha quecoincide para los mayores con la “degeneración de los valores” y el derrumbe dela sociedad colombiana. Dijeron que la violencia “contaminó la sangre de losjóvenes” y se convirtió en una plaga, una enfermedad, un organismo que sereprodujo en la cabeza de las personas obnubilando su mente.

Uno de los ancianos relató precisamente su vivencia ése 9 de abril, cuandoera joven y se encontraba en Bogotá, cerca a la carrera décima con calle octava.Comentó cómo la gente tenía que distinguirse enarbolando un trapo rojo parasalvar la vida. También relató cómo una señora ondeaba en alto sus calzonescarmesí para evitar ser atacada por la turba y que los camiones, llenos de muer-tos, eran descargados en las fosas comunes del Cementerio Central. Según estegrupo de ancianos y algunos jóvenes participantes, la violencia política actuales reacción, venganza y consecuencia del derramamiento de sangre provocadopor la pugna bipartidista de ese entonces.

Dada la discusión anterior, se conformaron grupos en donde se trajeron acuento los enfrentamientos entre la población civil y la policía, las tomas gue-rrilleras, las masacres paramilitares, los atentados terroristas, el desplazamientoforzado de civiles y hasta las corridas de toros. Unos de los grupos elaboró unsangriento colaje donde se mostraba un bus atropellando gente a su paso: unabuseta salía desde el barrio Juan Rey y tras pasar un semáforo en rojo, atropella-ba a dos personas. El vehículo continuaba a toda prisa por entre los barrios ymataba a dos más en el barrio Columnas. Como el bus no paraba, la gente eradesmembrada por las llantas y el espectáculo se volvía brutal.

Un señor narró su experiencia con un nieto, niño rebelde que habían puestosiete veces en la “correccional de gamines” por numerosas infracciones. El casodel niño fue llevado a una psicóloga, quien resolvió todo diciendo que la irreve-rencia del infante era culpa del abuelo. Éste, para evitar problemas, simplemen-te encerró al nieto bajo llave; lo anterior para la psicóloga era muestra de “odio”.El señor manifestó que no sabía qué hacer porque el Estado lo desautorizabapara reprender al joven por su cuenta. Los participantes recordaron que antes

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había más “propiedad” sobre los hijos y la mujer; evocaron cómo de niños loslevantaban a las malas y cómo en la escuela los profesores, avalados por lospadres, tenían el poder para castigarlos. Aseguraron que cada vez más el Estadose entrometía y los desplazaba como figuras de autoridad en la familia.

¿Cómo me enseñaron a ser hombre?Estudiantes heterogéneos

El grupo de Barrios Unidos estuvo conformado por estudiantes de la jornadanocturna de la IED Bernal Jiménez, con características muy heterogéneas. Susedades oscilaban entre los dieciséis y los cincuenta años, bogotanos los más jó-venes y de distintos puntos del país los más viejos: Tolima, Costa Atlántica,Antioquia, Llanos Orientales. Algunos llegaron a Bogotá para mejorar sus con-diciones económicas y otros fueron obligados por amenazas o enfrentamientosentre el Ejército Nacional, los grupos paramilitares y los guerrilleros. En sumayoría estaban finalizando el bachillerato con la esperanza de acceder a unamejor remuneración salarial y un futuro para sus familias.

En la primera sesión, los talleristas propusieron recordar la forma como loscriaron y la manera como les enseñaron a ser hombres. Los asistentes hablaronde la “hombría”, forma idealizada de masculinidad enseñada principalmentepor el padre y los hombres mayores. Dijeron que se define por la capacidad dedefender el honor y asegurar el sostenimiento económico propio y de las muje-res e infantes. Además de la discusión, algunos grupos elaboraron un escritorespondiendo a la pregunta “¿Cómo me enseñaron a ser hombre?”.

Para los más viejos, el padre era el modelo a imitar para ser un hombre ideal pesea que en una buena cantidad de historias narraron que sus padres los educaron demanera violenta. Mencionaron el uso frecuente de los castigos y la exigencia del usode la fuerza como un elemento importante para ser “hombres de verdad”. El castigosiempre tuvo justificación, pero de igual modo manifestaron que hoy por hoy ellosprocuran un modo pacífico de crianza para sus hijos. El relator de uno de los gruposexpresó: “La figura paterna dio con límites; el hombre se impone por la fuerza”; aunqueotros justificaron la “mano dura” que tuvieron sus padres pues a ellos les tocó aúnmás duro, fueron tratados con más violencia. Posteriormente agregaron:

Se castigó con razón; se identifican varias raíces rurales más cercanas o leja-nas en los patrones de crianza; pero se superan poco a poco estos patrones rura-les; se buscó educar.

Un relator comentó que el castigo fue parte integral de la crianza y que estaforma de trato la ven en la actualidad sin rencor alguno. Otros manifestaronque durante la infancia se les inculcaba la agresividad para que pudieran defen-

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derse, pues de lo contrario serían considerados afeminados. Algunos dijeronque ser hombres está ligado a ser fuertes, a respetar a los mayores y a las muje-res, a no llorar y a aprender el oficio del padre. Comentaron, además, que en lacorrección de los niños les pegaban más duro que a las niñas.

Este acento en la relación entre masculinidad, autoridad y uso de la fuerzatanto como las ambigüedades que provoca, la ejemplificó bien un colaje realizadoen el grupo de Engativá (Figura 12). La resume la imagen del “soldado”; pero son“buenos soldados” desde Bolívar hasta Chávez, el “Mono Jojoy” y Álvaro Uribe.

El uso de la violencia por los adultos con la intención de corregir a los hijosfue aceptado por la mayoría, aunque también dijeron que hubieran deseadotener otro tipo de crianza, para lo cual proponen:

[...] saber y conocer mucho más del dialogo para evitar la violencia; dar un buenejemplo a la familia, apoyar a las familias para ser mejor; dar buena educación a lasfamilias, tener un buen vocabulario; poder vivir mejor evitando la violencia, paradar ejemplo a la familia; del hombre de hoy se espera que sean mejores que antes.

Esta percepción del uso y justificación de la violencia también fue comparti-da por el grupo conformado en las localidades de Santa Fe y Candelaria. Ésteestaba conformado predominantemente por mayores de edad, aunque también

Figura 12. ¡Por fin! ¿Un buen soldado?

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se contó con la presencia de padres jóvenes. Durante el primer encuentro, algu-nos participantes, sobre todo los más viejos, comentaron que el uso de los gol-pes y de la fuerza era usual en la antigua crianza de los hijos. La mayoría de losparticipantes concordaron en que el rejo era el método más usado por padres ymadres para castigarlos cuando cometían alguna falta grave. El padre, poseedordel poder familiar, tenía la autoridad para disponer de estos castigos.

El castigo siempre estaba ligado al uso de la violencia y era asumido por losadultos como un medio pedagógico. No obstante, advirtieron que las conduc-tas excesivamente violentas podían ser imitadas por los hijos; entonces, ellosdebían controlarse al momento de castigar a la prole. Para dar solución a lareproducción de la violencia a través de las generaciones, hablaron de que eraimportante la “armonía” en el hogar y agregaron que si ésta existe, el uso de loscastigos físicos se vuelve innecesario. La armonía fue idealizada como constitu-tiva de las buenas relaciones en la casa y siempre asumida como un estado poralcanzar.

Aun así, los castigos o los correctivos, como prefirieron llamarlos algunosasistentes, no tenían una valoración general negativa, sino tan sólo cuando seproporcionan en exceso, cuando dejan marcas o lesiones. El castigo excesivofue descrito como el abuso del adulto frente al niño, el aprovechamiento deltamaño y la fuerza del padre ante la debilidad del pequeño, quien carece total-mente de capacidad de respuesta.

Figura 13. Hecho en casa.

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Para el segundo conversatorio, “Golpe con golpe yo pago: masculinidad y vio-

lencia”, los participantes de Santa Fe y Candelaria se reunieron en grupos decinco personas y recrearon en un colaje la experiencia violenta que más lesllamó la atención. Los resultados fueron colocados en las paredes del salón parapoder ser apreciados por el auditorio. Como en las otras localidades, las repre-sentaciones de conflictos armados y violencia pública fueron las más frecuen-tes. Por ejemplo, uno de los grupos mencionó la masacre ocurrida en el barrioLa Chinita del municipio de Apartadó, en Antioquia, durante 1994 y se expusola desolación que siguió a este evento.

Tras las exposiciones, los talleristas dirigieron la discusión para definir con-juntamente el concepto de violencia. El grupo argumentó que la violencia esalimentada por el consumo de alcohol y drogas, los celos y los trastornos men-tales. La discusión terminó definiendo la violencia como “una agresión que atentacontra la integridad de otro”. A partir de ella uno de los asistentes resumió quela violencia contra la pareja está ligada a los celos, al engaño o a la infidelidadde la mujer a su marido o novio, puntualizando que cuando a los celos se lesmezcla alcohol, “se perturba la imaginación”.

Es claro que varios de los grupos conformados tanto por jóvenes como poradultos, relacionan el uso de la violencia y la agresión física con el consumo dealcohol, lo que sirve para excusar los actos de los perpetradores. Así, uno de losparticipantes comentó que su padre llegaba borracho, armaba escándalo y aldía siguiente actuaba como si nada hubiera sucedido. La mayoría de los señoresconsideró que el alcohol justificaba cualquier acción considerada intolerableen estado de sobriedad: “uno hace cualquier cosa borracho, inclusive pegarles a los

miembros de su familia”.

Conflictos familiares y democracia en familiaLuego del reconocimiento de las violencias presentes en las relaciones fami-

liares, en los conversatorios cuarto “En una mano el rejo…: resolución de conflic-

tos” y quinto “Y en la otra el pan: opciones de relación intrafamiliar”, procedimos atrabajar sobre la identificación de conflictos y las distintas formas de resoluciónque tuvieron según su experiencia. Luego recabamos sobre formas pacíficas ydemocráticas de resolución del conflicto.

Como se dijo al inicio del texto, la perspectiva adoptada por el equipo deinvestigación fue la de que la sociedad está integrada por elementos disonantes,contradictorios y confrontados que ayudan al cambio social puesto que la so-ciedad se encuentra en constante transformación. Consideramos, también, queel conflicto es importante como integrador de la sociedad y es necesario para laidentidad, la cohesión y la delimitación de los grupos (Coser, 1961). Así, afir-mamos que el conflicto es un elemento básico de la vida social y su permanente

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transformación, necesario para resolver diferencias entre subjetividades y co-lectividades, lo que hace posible alcanzar un nuevo modelo de integración.

Para trabajar el tema, propusimos rememorar los conflictos recientes en lacasa de cada quien; luego planteamos recordar los motivos del disenso y des-pués comentar la forma de resolución del mismo. Con posterioridad, comparti-mos las experiencias personales en pequeños grupos, e invitamos a los asisten-tes a escenificar uno de los conflictos. Cada actuación debía incluir los motivosdel conflicto, el desarrollo de los acontecimientos y las decisiones adoptadaspara poner fin al mismo.

Durante la cuarta sesión, “En una mano el rejo…: resolución de conflictos”,realizamos una actividad que consistió en crear reglas a partir de un juego debalón sin normas iniciales, en el que competían dos equipos. Una vez puesta enevidencia la necesidad de construir de manera conjunta reglas de interacción yconvivencia para el juego, el análisis de los conflictos se refirió a las relaciones,jerarquías y tácticas de negociación que son movilizadas en los conflictos fami-liares cotidianos. El relato pormenorizado de esta dinámica se retoma en el ca-pítulo IV sobre derechos y corresponsabilidad; por ahora nos permite compren-der mejor el tema. Para este juego se dividió al auditorio en dos grupos, y luegose enfrentaron parejas o pequeños equipos rivales. Cada grupo intentaba haceruna anotación en la cancha contraria. Las únicas reglas básicas eran movilizarel balón sólo con la mano y no levantarlo del piso. En la medida en que apare-cieron ambigüedades o cuando no se sabía qué hacer, los equipos propusieronreglas para poder continuar fluidamente el juego.

Así, los asistentes fueron creando normas para evitar las agresiones. De estaforma buscamos que el conflicto no fuera aprehendido como algo que debe serevitado o suprimido a toda costa, sino que es una situación que puede resultarbeneficiosa cuando se usan estrategias pacíficas, acordes con el tipo de confron-tación. Destacamos la importancia de las reglas en la casa y la presencia de lassubjetividades que resultan involucradas en cada conflicto.

La violencia en los conflictos

En la localidad Usme, durante la quinta sesión “... y en la otra el pan: opciones

de relación intrafamiliar”, los talleristas propusieron recordar el último conflictoque los asistentes hubieran tenido con otro hombre o en el hogar. El análisis secentró en algunos relatos de los más jóvenes. Uno de ellos comentó que otrojoven lo llamó, “niña” por lo que se sintió ofendido y quiso pelear para defendersu hombría. Otro de los muchachos relató cómo una vez su papá iba a golpear asu mamá y él se interpuso entre ambos, recibiendo el golpe. Luego, él sacó a supapá de la casa y lo amenazó con llamar a la policía, mientras el padre seguíaintimidando a la esposa. El padre regresó al día siguiente y les ofreció disculpas.

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El grupo discutió sobre este caso y señaló que lo correcto es siempre proteger ala madre y que los hijos están en la obligación de hacerlo.

En la plenaria se recogieron algunos elementos comunes a todos los conflictosfamiliares expuestos y se vio cómo en la mayoría de ellos se acudió al uso de laviolencia. También que uno de los motivos más frecuentes de conflicto con lapareja son los celos o el temor a la infidelidad. Uno de los hombres relató su caso:

Un día salí y llegué a mi casa al día siguiente porque se me olvidó que teníahogar. Cuando llegué mi mujer no me dijo nada, yo pensé que todo estaba bien,pero cuando entré al cuarto me di cuenta de que ella estaba empacando suscosas y luego se fue de la casa. Pasó una semana por fuera y yo la empecé aextrañar. Así que fui a buscarla; ella estaba en casa de mi suegra, pero cuando laencontré no fui capaz de decirle que quería que volviera. Ella se entró a la casay yo me fui a un parque, me emborraché y me devolví para la casa donde estabaella. ¡Eso le armé un escándalo! Y le empecé a pegar patadas a la puerta hastaque los inquilinos me abrieron. Yo perdí la noción de todo, subí las escaleras yno sabía si buscaba a mi mujer para pegarle o qué. Ella ya había llamado a lapolicía y cuando yo entré al cuarto donde estaba vi a las niñas llorando y me salívoluntariamente. Luego llegó la policía, me arrestó y me mandaron para la Co-misaría de Familia. Es que la mayoría de nuestros problemas se dan porque ellame cela mucho.

Los talleristas le preguntaron al narrador qué haría si la situación fuera al con-trario, que ella llegara tarde en la noche. Él comentó que una vez le había pasado.Su esposa se enfureció porque él estaba hablando con una amiga al frente de lacasa, salió y volvió a las dos de la mañana. Cuando entró a la casa él pensó quehabía estado con otro y le pegó sin preguntarle nada. Luego, ella le comentó queal salir se perdió, cogió un bus equivocado y terminó lejos de allí. Además, comono tenía dinero para volver, caminó hasta la casa y por eso llegó tarde.

Otro participante comentó que su esposa conoció a un hombre en el trabajoy tuvo un romance. El marido se dio cuenta de todo y le preguntó, ella lo admi-tió. Él se puso furioso y tuvo ganas de golpearla. La esposa le dijo que se iba avivir con su amante y él replicó que si quería, que lo hiciera, pero que él sequedaba con el hijo. En la actualidad ella vive con su nuevo compañero y élvive con su hijo. Agregó que aunque hubo infidelidad y a él le dolió mucho, enningún momento ejerció la violencia para “arreglar” la situación.

A un joven de dieciséis años su padre le encargó la atención del negocio dejuegos de video que tenía, pero él se fue, dejando abandonado el local. Al regre-sar horas más tarde a la casa, el padre se abalanzó sobre él y le propinó severosgolpes. El muchacho respondió de la misma forma y decidió abandonar la casa.

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Ante este relato, un adulto le endilgó que él no quería al papá porque, sin im-portar lo que le había hecho, el hijo no debía contestarle y menos de esa forma.

La discusión se volcó a examinar los vínculos entre autoridad y violencia: laviolencia no es el mejor camino para ejercerla. Ante esta idea algunos hombresse mostraron escépticos, pues creen que una forma distinta de corregir “equiva-le a la alcahuetería” y a “no tener pantalones”. Un participante tomó la palabray dijo que para hacerse obedecer no eran necesarios los golpes, que él educaba asu hijo sin éstos y le hacían caso.

En el grupo de Barrios Unidos, los “problemas” entre generaciones tambiénfueron representados frecuentemente cuando los talleristas solicitaron plasmaren una cartelera los conflictos en el hogar y la solución que se les dio. Uno de losgrupos presentó una historieta en dos cuadros donde se describe una pelea en-tre padre e hijo. En el primer cuadro el padre dice a su hijo, mientras apunta a sureloj: “lo espero a las 10:30 ¿no? ¡Yo veré!”; el muchacho le responde “frescocucho”. En un ejemplo el padre está muy bravo pues ve a su hijo con una botellade alcohol en una mano y un cigarrillo en la otra. El papá blande su cinturón enel aire le y dice al muchacho: “Le voy a enseñar a hacerme caso”, el joven leresponde: “ya me va a cascar otra vez”. El conflicto finaliza cuando el jovenrecibe una muenda.

Los asistentes compartieron con mucha propiedad sus experiencias; plantea-ron que hay “problemas” en la familia que “no tienen solución”. Por ejemplo,aquél que no quiso ser ebanista a pesar de que su papá le insistió siempre que lofuera: él ahora es panadero. Para no convertir esto en un “problema”, tuvieronque aceptar seguir viviendo cada uno en lo suyo, aunque a veces el padre le insisteen que cambie su camino. Otro asistente evitó el “problema” saliendo de casa: elmuchacho era del campo pero quería vivir su vida en la ciudad. Su padre le insis-tía en que cultivara, pero él no quería; ahora vive en Bogotá y se siente solo.

Otra historieta mostró las peleas de convivencia entre hermanos o por laslabores asignadas por los mayores en la casa, tales como mantener el orden, man-dar al otro o compartir el mismo espacio. Los jóvenes dibujaron una habitacióndesordenada, con comida, ropa sucia y un condón esparcidos por el suelo. Allí elhermano mayor le reclama al menor mire a ver hermano, a ver si arregla este desor-

den, el otro responde a ver si lo arregla usted pirobo. Luego un letrero dice: de pronto

por estas situaciones podemos tener conflictos con nuestros familiares. En este caso por

que [sic] hay desorden o por que no hay convivencia entre ellos.Algunos adultos del grupo de Barrios Unidos comentaron que los conflictos

que desembocan en la violencia más marcada son los que ocurren en la calle. Unode ellos trabaja como conductor de un camión de verduras y habló de lo difícil quees el trato con los compañeros de su gremio. Comentó que con ellos no faltanaltercados a diario. En ese escenario él veía, al igual que otros participantes, que a

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veces no tenía cabida el diálogo como solución al conflicto: los conductores sonintransigentes y tercos. Se concluyó, gracias a este caso, que las personas siemprepiensan que en las peleas tienen el control de la situación. Sin embargo, cuandoestallan, todo se sale de las manos y el conflicto deviene algo inmanejable.

La noción de conflicto fue ampliamente debatida en el grupo de jóvenes deChapinero. Algunos de los asistentes comentaron que el conflicto ocurre porchoque de ideas, discordia y desacuerdo. Como cuando madre e hijo discutenporque él llega ebrio a la casa o cuando entre hermanos discuten por quién debelavar los platos. Lo anterior, agregan algunos asistentes, conlleva “peleas” y “malambiente” en la casa, sobre todo entre padres e hijos. Otros consideraron quelos conflictos aparecen cuando se quebrantan las normas. Por eso llegar tarde ala casa, consumir drogas, ser descubiertos “tirando” con la novia en la casa,rendir mal académicamente en el colegio y no ayudar en los oficios domésticos,fueron los motivos más frecuentes de “problemas” con sus padres.

Uno de los estudiantes argumentó que en muchos casos la gente recurre a laviolencia porque así le enseñaron a reaccionar en su casa. Además, porque enel momento en el que se presenta un conflicto, cada quien pretende tener larazón, llegando a una “sin salida”. Entonces los inunda la inconformidad y unasensación de “rabia” e “impotencia”; por eso caer en la ira es muy frecuente.

Figura 14. Robo del hijo al padre (detalle).

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Los estudiantes dijeron que aprenden las acciones violentas de la televisión,la calle y los amigos. También lo hace de los padres y recordaron la frase deamenaza que utilizan regularmente: “!Hace las cosas a la buenas o a las malas!”.

Para el grupo de jóvenes estudiantes del colegio Globerth del barrio El Rin-cón, de la localidad de Suba, quienes tenían entre quince y dieciocho años, eluso de la violencia está ligado a la resolución de conflictos. Al preguntar a losestudiantes quiénes de ellos habían tenido peleas físicas con otros compañerosdurante su estancia en el colegio, casi la mitad levantó la mano rápida y resuel-tamente. Mientras que a la pregunta opuesta, ¿quiénes no habían tenido pe-leas?, sólo algunos levantaron la mano aunque de manera titubeante. Uno deellos justificó su pelea comentando que uno de hombre lo hace para que no se la

monten, para no parecer el bobo, que no lo molesten.Los muchachos señalaron que, de manera ideal, la violencia desplegada en

esos conflictos había sido innecesaria. Sólo les pareció justificable su uso cuan-do ocurre un atraco o cuando un hombre defiende el honor de su madre, esposao hijos. Entonces uno de los talleristas preguntó: ¿Por qué creen que hay tanta

violencia si ustedes mismos la cuestionan? Algunos contestaron que por andar de“mal genio”; porque las cosas no salían como lo esperaban o cuando alguien les“caía mal”. Los talleristas replicaron: ¿ustedes creen que todos los conflictos se re-

suelven con violencia? Uno de los jóvenes contestó que eso dependía de la situa-ción, porque había gente con la que no se podía hablar. Ante esto uno de lostalleristas respondió que:

en algunos casos ustedes validaron el uso de la violencia. Uno de éstos fuecuando un hermano de ustedes le alzó la voz a la mamá. ¿Ustedes creen que allíla violencia está justificada? Uno de los jóvenes contestó: Claro, porque uno nose debe meter con la mamá.

Alternativas de solución

Finalmente, los talleristas interrogaron al auditorio sobre las maneras pacífi-cas de resolver lo que ellos denominaron como “problemas”. Uno de los jóvenesdijo que “dialogando”, aunque a veces, como otros ya lo dijeron, no era posible.Cuando el tallerista le replicó: ¿en qué situaciones se puede emplear el diálogo?, elestudiante respondió: No sé, es que a veces los adultos son los más violentos; muchas

veces son los papás los que le dan a uno. Ante esto, otro muchacho dijo que cuandole “daban a uno” los papás, uno debía aguantar y quedarse callado.

La búsqueda de soluciones a los conflictos también fue debatida entre los mu-chachos de IDIPRON de Usaquén. Allí, luego de que se organizaron en grupos de tresa cinco personas para hablar sobre los conflictos más frecuentes experimentados ensus casas, uno de los asistentes explicó la causa de las peleas en la familia:

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La pelea o el problema son frecuentemente con los hermanos ¿Por qué?Porque pelean por diferencias: por ser mayor de edad, por consumir drogas, porpreferencias en la familia. Porque no hay colaboración económicamente, hayproblemas por consumir drogas frecuentemente y por farras de fin de semana.Por personalidades diferentes, por el orden y los oficios de la casa, por impru-dencias en las cosas personales.

El tema de “fumar vicio” es frecuente como generador de conflictos en casay lo relacionaron con el reproche de los adultos por una actitud irresponsable:

Yo, Jorge Luis, tengo muchas peleas con mi papá y mi mamá porque yo aho-ra me la paso con mis amigos jugando, fumando y tomando. Esto le molesta amis padres e incluso a mis hermanas Viviana y Gloria, pero yo la paso muy biencon mis amigos en la calle, jodiendo medio día y llego a mi casa a las seis de latarde a dormir.

Sin embargo, los jóvenes propusieron soluciones. Opinaron que sus familia-res deberían confiar más en ellos, escucharlos, comprenderlos y no criticar lavida que llevan, pues si se entiende a los miembros de la familia es mucho más fácil la

convivencia.El auditorio en su totalidad manifestó que “teniendo un trabajo” las cosas

mejoran, pues así cesarían las angustias de la familia para la manutención dia-ria. Uno de los grupos escribió en una cartelera:

Un conflicto común en nuestros hogares es por falta de dinero y comunica-ción. También hay conflictos entre los padres porque no se entienden con losjóvenes al ver que están tomando malos pasos y hurtando los objetos de nues-tros hogares. También tenemos problemas por las amistades y los vicios quealgunos tomamos como la droga y robos los cuales nos llevan a conflictos con lajusticia. Nosotros pensamos que en vez de estar peleando con nuestros familia-res lo mejor es entenderse unos a otros, así nos evitemos 105 problemas que nonos llevan a nada bueno.

Estos jóvenes desean el entendimiento entre las personas y consideran quela comprensión y la escucha del otro son claves para la buena convivencia. Deeste modo, consideran que el diálogo es una herramienta útil para transformarsu dolorosa realidad. Sin embargo, la mayoría de los asistentes cree que la solu-ción verdadera a sus conflictos obedece a algo más profundo, que está más alláde ellos, sus familiares y sus vecinos. Lo verdaderamente importante es teneringresos a partir del trabajo, pero ellos piensan que se necesita un cambio en la

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sociedad que dé más y mejores oportunidades a los pobres, cosa que consideranpoco probable, si no imposible.

Este tema de la estructura de la sociedad fue discutido entre los jóvenes delIED Rodrigo de Triana, de la localidad de Kennedy, quienes cursan el décimogrado. Allí los talleristas acudieron a la proyección de la película Pistolas y mu-

ñecas, que no había sido presentada en el primer encuentro por inconvenientestécnicos. Se trata de una historia breve sobre una mujer que, por las presionesde ejercer al mismo tiempo la condición de trabajadora y ama de casa, se veobligada por su marido a abandonar su actividad remunerada para dedicarseexclusivamente al hogar, con una condición cada vez más marginal en la fami-lia. En el momento crítico del drama, el marido llega tarde a la casa y le exige asu compañera que le sirva la cena. Ella se niega, razón por la cual el maridoresponde gritándole y zarandeándola ante los hijos, quienes, días más tarde,repiten el comportamiento de sus padres: el hijo insulta y le ordena a su herma-na que le sirva la comida durante un juego donde él usa pistolas y ella muñecas.

Los participantes de esta localidad aún están bajo la autoridad paterna ymaterna en sus hogares. Los talleristas comenzaron el debate preguntando a losasistentes si eran o no receptores y reproductores de las formas de violencia,como el círculo vicioso de la violencia mostrado en la producción. Desde unprimer momento los participantes manifestaron que la respuesta adecuada eraacudir al diálogo como sugería el video. Sin embargo, al indagar más insistente-mente por la posibilidad de una situación similar en sus casas, uno de ellos dijopor fin: ¿qué le costaba a la mujer calentarle la comida y servirle?.

Fue esta respuesta la que desató la polémica. Ninguno de ellos estuvo deacuerdo con que esa situación tuviera lugar en sus hogares. Si así fuera, tendríaque resolverse pacíficamente, por medio del diálogo. Pero ¿las circunstancias yroles presupuestos en la disputa eran rechazados por los participantes? La inter-vención indica que no era así. El uso de la violencia era rechazado de maneraexplícita, pero no así la condición de sumisión de la mujer. Rechazar la violen-cia ejercida por el hombre no implicaba rechazar los roles de género representa-dos en el video. Es decir, aún se supone que la mujer debe estar presta a servir alhombre, a cualquier hora y en cualquier situación. La discusión nos permitióver que los jóvenes decían estar bien dispuestos a no emplear la violencia. Pero,¿estaban dispuestos a respetar relaciones igualitarias entre los diferentes miem-bros de sus hogares independientemente de su condición de género? La mayo-ría de los participantes aún creía en la autoridad del hombre sobre la mujer.Aunque no todos los participantes aceptaron tal opinión y se trató de un plan-teamiento muy polémico, descubrimos que estos jóvenes saben que las relacio-nes de subordinación existen en la cotidianidad y reconocen la permanencia dela autoridad masculina en las decisiones de la familia.

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En la secuencia pedagógica prevista, luego del reconocimiento de los con-flictos en los hogares de cada uno de los participantes, estaba programada lapuesta en escena de uno de los conflictos seleccionados por el grupo. Esto ocu-rrió en el quinto taller ... y en la otra el pan: opciones de relación intrafamiliar. Lamayoría tomó como modelo la escena de la película ya mencionada Pistolas y

muñecas y representó situaciones de su hogar. En éstas sus padres les reprendíanpor llegar tarde o por tener “malas amistades”, como compañeros de barrio quevenden droga, o que viven en lugares peligrosos. En los sociodramas la violen-cia tanto callejera como política estaba ligada a la del interior del hogar: llegartarde era arriesgarse a ser atracado, a verse envuelto en el consumo de droga oa ser víctima de la “limpieza social”.

Por lo general, se dramatizaron los conflictos más extremos o las situacionesmás peligrosas para los involucrados, como fue el caso de los jóvenes del IDIPRON

de Usaquén. En esta localidad un grupo representó un robo donde el infractorera atrapado y procesado en un juzgado. Las funcionarias del Centro OperativoLocal - COL ya nos habían mencionado que estos jóvenes han sido procesados yen aquel taller advertimos que los actores representaban muy bien sus papelesde juez, acusado, fiscal y abogado defensor: sabían la jerga de los juzgados, códi-gos, leyes, plazos, penas... El caso terminó resuelto gracias a los procedimientosdel nuevo sistema penal acusatorio, declarando culpable al ladrón cuando ad-mitió el delito.

La segunda representación refirió al enfrentamiento de dos muchachos poruna diferencia de “parche”. Después de discutir, insultarse y amenazarse con“chuzos” (en su momento un lápiz y una regla), terminaron reconciliándose“pegando” un “cacho” de marihuana y olvidando el asunto.

El último sociodrama narró el asalto a una tienda de barrio por una pandilla.En el hecho uno de los ladrones mató al dueño de la tienda y robó el dinero dela venta del día. Luego, el hijo del tendero acudió a unos hombres para queeliminen a los muchachos por ser un producto “degenerado” de la sociedad.Estos agentes de “limpieza social” localizaron a los pandilleros y mataron a dosde ellos. Sólo uno sobrevivió, éste volvió a la tienda y asesinó al hijo del tende-ro; luego el joven pandillero salió de escena y finalizó la trama. Ellos argumen-taron que los conflictos derivados del robo a la tienda tuvieron fin cuando aca-bó la cadena de venganzas. El acto se desarrolló simultáneamente en tres escenas:la primera representó el parche, la segunda, la tienda y la tercera al grupo de“limpieza”.

Cada sociodrama ofreció una solución distinta: uno a través del sistema ju-dicial; el otro por medio de la reconciliación a través de compartir un “porro” yel último terminó con la eliminación de casi todos los involucrados en la ven-

detta. Los talleristas mencionamos que en los sociodramas no hubo representa-

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ciones de los conflictos en la casa. Uno de los jóvenes respondió que les apena-ba actuar como mujeres, protagonistas principales de las peleas en sus hogares,y que por eso era más fácil representar los conflictos de la calle, dondemayoritariamente se relacionan con otros hombres. Ante esto, los talleristas lesproporcionamos pliegos de papel periódico y marcadores a los grupos para re-presentar las escenas de la casa a manera de historieta.

Una de ellas fue la descripción de un abuso sexual en seis cuadros. En elprimer cuadro la madre sale del hogar hacia el trabajo; se detalla a su hija através de la ventana echada en su cama; hay un bocadillo que dice “la mamá seva a trabajar y la hija y el padrastro se quedan”. En el segundo cuadro “el padras-tro aprobecha [sic] que la mamá seba [sic] y se le entra al cuarto de la hija paraabusar de ella”. La niña está en su cama con lágrimas y el padrastro asomándosepor la puerta del cuarto dice “está dormida y me voy a entrar”. Después, en eltercer cuadro, el padrastro está sobre la hija, ella llora y exclama “aucilio [sic]”.Luego, “la mamá se devuelve porque se le quedó el celular y abre la puerta ensilencio para ver qué esta haciendo la hija”. Posteriormente, la niña se encuen-tra llorando con un ojo morado, el torso desnudo, gritando “aucilio” y con elpadrastro sobre ella. La madre está en la puerta del cuarto con un teléfono en lamano y “entra al cuarto y ve lo qué está pasando y llama a la policía”. Fuera dela casa, un policía lleva esposado al padrastro. Finalmente, el grupo concluye:“llega la policía y se lleva al padrastro y esta es una forma de arreglar un proble-ma como este”.

Otra de las carteleras cuenta una historia en cinco cuadros que describe unabuso sexual. Se observa a una niña acostada en una cama con un corazónpintado sobre el cubrelecho y el torso asomado de un hombre adulto que suspi-

Figura 15. Abuso del padrastro (detalle).

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ra “oh que niña tan bonita”. Otro cuadro presenta a una mujer cocinando, pordetrás, un hombre le coge el trasero mientras dice “oh que rico, de quién es todoeso”, ella replica “no me moleste, señor abusivo”. Luego, se encuentra la mujerdesnuda echada en el piso de una sala con las piernas abiertas y asustada dice “lovoy a acusar con mi mamá”. Por su parte, el hombre también está desnudo frentea ella, con el pene erecto y un cuchillo en su mano derecha. Finalmente, unamujer, la madre, va a la comisaría de familia para efectuar la denuncia respectiva.

Se observa la importancia que le otorgaron a conflictos por abuso sexual queinvolucran a un hombre adulto, generalmente el padrastro o un tío. Ellos sabenque la mejor manera de resolver estas situaciones es acudiendo a las autorida-des judiciales o a una Comisaría de Familia.

En la localidad de Fontibón el grupo estuvo conformado por estudiantes delColegio Integrado de Fontibón y por otros miembros de la comunidad. Allí huboun soliloquio cuyo desenlace también contó con los servicios de la comisaría defamilia local. El actor del drama fue su protagonista real y por tal hecho la Co-misaría lo remitió a los conversatorios.

La historia empezó un fin de semana cuando él, su esposa e hijo salieron aalmorzar a un restaurante. Todo había transcurrido muy bien hasta que llega-

Figura 16. Abuso de un familiar a la hija (detalle).

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ron a la casa. Allí, el hombre encontró en la sala el bolso de su mujer y sintiócuriosidad por saber qué contenía. Lo abrió y lo examinó detalladamente, sa-cando cada uno de los objetos que allí se encontraban. En ese momento su es-posa lo vio y se disgustó con él, lo regañó, intentó quitarle el bolso y lo insultó.El hombre no soportó los ultrajes de la mujer y la golpeó; ante esto intervino suhijo, quien debía tener ocho o nueve años, y también fue golpeado. El hombreinsistió en que no hirió a su esposa ni a su hijo. Dijo que sólo la empujó un poco,que ella se cayó y se golpeó la cabeza y que a su hijo “sólo” lo retiró de la escena.El hombre finalizó señalando que su esposa lo demandó por recomendación desu suegra y admitió, contradiciendo su relato, que en Medicina Legal encontra-ron evidencias de los golpes a la mujer y el menor. Luego, un hombre mayor, deaproximadamente sesenta y cinco años de edad, dijo que la suegra había hechomal aconsejando a su hija, puesto que el matrimonio es un asunto privado, quesólo le compete a la pareja y que esa señora no debía intervenir en él. Pero unode los asistentes, de unos cuarenta y cinco años, señaló que eso no era cierto,que estuvo bien que ella aconsejara a su hija, puesto que era víctima de violen-cia intrafamiliar y eso debía ser denunciado.

Algunos jóvenes estuvieron de acuerdo con el anciano y argumentaron que,si bien era cierto que la mujer y el hijo habían sido agredidos por el padre, tam-bién lo era que una familia se debía mantener por encima de todo y que la de-nuncia podía contribuir a su disolución. Los muchachos arguyeron que la des-integración de la familia tiene consecuencias nefastas para los hijos y que espreferible que un niño se críe observando cómo su padre golpea su madre, a quecrezca sin la figura materna o paterna.

Por otro lado, en algunas localidades fue común hablar de relaciones tensaso conflictivas entre el padre, la madre, el padrastro y los hijos de ella. En Bosa,donde contamos con la colaboración del Centro de Enseñanza Santa Lara y susestudiantes de grados noveno y décimo, la mayoría de los sociodramas explora-ron tales desasosiegos. Los sociodramas revelaron una solución propuesta porlos participantes ante una situación en la que la madre ejercía violencia directacontra ellos. Era permanecer pasivos: no responder, ni con palabras ni con fuer-za física, permitir a la madre desfogar su furia. Los jóvenes se mostraron comoactores capaces de mitigar (si bien no de impedir) el ejercicio de la fuerza, puessabían que al no reaccionar, la violencia de la madre sobre ellos sería menor.Aunque confesaron ser incapaces de impedir la violencia en el interior de lafamilia podían al menos intentar reducirla mediante el sometimiento.

Sin embargo, frente a conflictos con el padre, el padrastro o el hermanomayor, para ellos no era ni pensable el evitar responder a la violencia. El pa-drastro siempre fue representado como una amenaza para las relaciones en elhogar. Todas las veces se lo mostró como un ser violento, verbal o físicamente,

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contra todos en el hogar, incluso contra la misma madre. La figura del padras-tro fue la del indeseable, un impostor, un miembro ilegítimo del hogar, conquien los jóvenes deben disputarse la autoridad, la capacidad de decisión, laposesión del dinero y el prestigio ante los demás familiares, especialmente losotros hombres.

Tras la escenificación, los jóvenes concluyeron que las principales razonesde los conflictos se dan porque sus padres quieren mantenerlos alejados de ladroga, sea de su venta o su consumo; porque sus madres quieren saber dónde seencuentran; y por quién detenta el poder familiar, disputado por el padrastro ylos hijos varones.

En el grupo de Santa Fe-Candelaria, los talleristas solicitaron conformar dosgrupos para realizar un sociodrama sobre algún conflicto familiar. Unos repre-sentaron un conflicto en que el padre llega borracho a la casa, comienza a hacerescándalo y a pegarle a su esposa. El hijo interviene así como la hermana. Elpadre se enfada aún más, hasta que un vecino entra en escena y amenaza alborracho con llamar a la policía. Esto calma al señor, quien decide acostarse adormir. Al día siguiente el padre pide disculpas como si la cosa no hubiera suce-dido, para indignación de todos en el hogar.

Así comenzó la discusión acerca de cómo debería resolverse un conflicto.Uno de los participantes recordó al ejército, donde existe un conducto regularsegún la línea de mando, de donde concluyó que en la familia debe existir unaautoridad mayor para evitar el caos. Otro mencionó que la autoridad debe serotorgada por la confianza, que se obtiene mediante la escucha, cosa que nosiempre ocurre en las familias. Añadió que si los padres no son capaces de escu-char a sus hijos, éstos no los ayudarán en el futuro; si, en cambio, se trata bien alos hijos, ellos les darán luego la mano. Así, el respeto debe generarse, pues noes algo intrínseco a los hombres, adujo. Otro comentó que conoce casos de pa-dres que abandonan a sus familias y por eso no pueden ser dignos de respeto;también afirmaron que los padres deshonran a sus hijos con las actitudes propi-ciadas por el alcohol.

En la localidad de Barrios Unidos, la pareja de talleristas solicitó hacer pe-queños grupos para comentar experiencias de conflictos en el interior de la fa-milia para luego representarlos en un sociodrama. La mayoría manifestó sentirvergüenza de hacer una representación teatral, por lo que la actividad sugeridafue hacer una cartelera o un dibujo para representar los conflictos y su resolu-ción. Lo común fue registrar peleas familiares asociadas al consumo de alcohol.Cuando el padre estaba borracho, no hubo resolución satisfactoria; sólo se diosolución pacífica cuando él se mostró arrepentido por lo hecho y pidió perdón asu esposa. Por ejemplo, un grupo describió un conflicto de pareja. Mostraron aun hombre y a una mujer discutiendo; él le dice a ella mientras le propina un

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golpe: ¿quién manda aquí el gallo o la gallina?, ella responde su madre. Luego, elhombre está tomando cerveza Águila y aguardiente Néctar mientras escuchaen el radio la canción Me tiré el matrimonio; él exclama ah estos maricas celos, si

estaba en mi casa, pa’ qué se mete con mi cucha. En la siguiente escena encontra-mos al hombre regalándole flores a la mujer, esta última llorando, con un ojomorado y las maletas listas para irse de la casa. Él le promete: No volverá a ocu-

rrir, me di garra, perdona mi vida, yo te amo, ella responde “si HP cuando me dio en

la mula no me amaba pirobo”. Rápidamente, la mujer le propina a su marido ungolpe en la cara y dice yo también te amo, perro. Al siguiente día el hombre seencuentra convaleciente en la cama y su mujer le trae el desayuno mientras quele dice toma papi, perdóname, debemos aprender a solucionar los problemas sin pe-

lear; él le responde huy[sic] ya entendí tu mensaje amor, la próxima me matas. Fi-nalmente la pareja se encuentra contenta, él le dice a ella “te amo”; ella le res-ponde y yo a ti, pero pilas. Aparece el perdón y el arrepentimiento de los actos enfavor de la unidad y la armonía familiar. El perdón era la solución de los conflic-tos de pareja.

En Chapinero, luego de explicarles en qué consistía el sociodrama, ellos nose entusiasmaron y dijeron que preferían hacerlo de otra manera. Entonces seles planteó la alternativa de hacer carteleras en grupo en la cuales documenta-ran los conflictos que ocurrían en el interior de sus familias y cómo los resol-vían. Luego se presentó una exposición de estas carteleras construidas a mane-ra de historietas y se comentó su contenido en plenaria.

En las historietas fueron recurrentes las representaciones de peleas y dis-cusiones en la familia por causa de la bebida del hombre. En éstas, las esposashacían reclamos por el estado de ebriedad y a continuación eran golpeadas oacalladas por el hombre. Se evidencia también una sanción social, bien seapor el reproche de los hijos o por la intervención de un agente externo, comoun policía. Una de las historietas muestra a un hombre con cara de borrachoy con una botella en la mano. Al lado, la mujer, con el ceño fruncido y lasmanos entre la chaqueta, le dice al tipo qué bonito, llegando borracho como to-

das las noches. Él replica desde la mesa del comedor qué va, sirva la comida más

bien. Ella responde, sírvasela usted pero en la calle porque aquí no va a vivir más yel marido dice, pues me voy porque en la calle me atienden mejor. Luego, ... días

después...” el hombre con lágrimas en los ojos, bota la botella al piso y diceDios mío, qué he hecho, perdí por completo a mi familia. Por estar metido en el

alcohol no volveré a tomar en mi vida. En el siguiente cuadro el hombre le dice ala mujer: amorcito, quiero que me disculpes, prometo que no volveré a tomar, ellareplica está bien, te voy a perdonar, pero espero que esta vez cumplas. El últimocuadro es un abrazo y un letrero contextual dice fin.

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1. Qué bonito. Llegando borracho

como todas las noches.

2. Esa comida está fría.

3. Sírvaselo usted, pero en la calle

porque aquí no va a vivir más.4. Pues me voy, en la calle me atienden mejor.

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Figura 17. ¡Qué bonito!

5. Dios mío, qué he hecho. Perdí

por completo a mi familia. Por es-

tar metido en el alcohol. No volve-

ré a tomar en mi vida.

6. Amorcito, quiero que me disculpes, prome-

to que no volveré a tomar.

7. Está bien, te voy a perdonar pero

espero que esta vez cumplas.

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En otra de las historietas se muestra una pelea de pareja por causa del alco-hol. En primer lugar, se observa a un hombre tomando en el bar “moe’s”, quepide al cantinero “otra...”. Luego, el hombre, con cara de borracho, fumando ycon una botella en la mano, llega a la puerta de la casa, entra y le dice a la esposa“mija, ¿se toma uno?”. Ella contesta con el ceño fruncido, rulos, bata de noche,pantuflas de garras de oso y un mazo en la mano: Vicente, qué son las horas de

llegar y es más, está todo jincho. El hombre, iracundo, le lanza la botella a la caray le dice “no me alce la voz, perra”. Ella se protege y le dice “noooo...”. Pronta-mente viene una pelea y en el dibujo se vislumbran pies, manos, puños, mazos ytelevisores volando y en medio de este alboroto se dicen, “pirobo”, “zorra”. Pos-teriormente entra en escena un policía que dice “queda arrestado [al hombre]”.El tipo, despelucado y con una cortada en la cara, le dice “no, por favor”; lamujer, también despelucada, con un ojo morado y un seno al aire, agrega “eso,llévese a ese hp”. Finalmente el tipo tras las rejas dice “¡ou!”.

RecapitulaciónComo quedó dicho al inicio de este capítulo, para trabajar el tema del con-

flicto y la violencia en las relaciones familiares acudimos a las experiencias co-tidianas de violencia de los participantes en los talleres. A través de la evoca-ción, hicieron explícitos sus marcos culturales de referencia y su empleo en lavida diaria. El “hacer conciencia” hizo posible la reflexión y la crítica de losroles “tradicionales” de los hombres en las familias y la sociedad, así como acu-ñar nuevos conceptos y abrir la posibilidad de construir formas democráticas derelación familiar.

De los conversatorios se concluye que persisten valoraciones sobre el papelde la mujer como “servidora” sumisa frente al hombre que, junto con el controlde la sexualidad (celos), se convierten en elementos de disputa presentes en eluso de la violencia en la familia. Una fuente de tensiones es el cambio en elpapel tradicional del hombre como proveedor, que se ve subvertido cuando noencuentra trabajo o cuando las mujeres salen del hogar para ayudar en la eco-nomía familiar. El consumo de alcohol aparece de manera reiterada como deto-nante de discusiones y comportamientos violentos en la familia.

De otro lado, frente a la crianza, fue evidente la reiteración de que el castigoviolento sirve para “corregir” lo indeseable y educa y forma para el futuro. To-davía existen dudas sobre la eficacia de formas alternativas de ejercicio de laautoridad frente a los conflictos en los que entran en juego las jerarquías do-mésticas. Los participantes en los talleres consideraron que el castigo violentoes una forma de imponer límites para que los hijos no se salgan de control. Ha-blar del “diálogo” como alternativa al uso de la violencia, es la principal pro-puesta para superar conflictos. ¿Cómo ejercer otra forma de autoridad? fue la

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gran pregunta de los talleres sobre violencia. ¿Cómo hacer que los hijos “hagancaso” sin castigo? El reto aún no tiene respuestas claras para estos hombres. Sinembargo, es también clara la necesidad de criar a la prole de manera distinta,donde no se haga uso de golpes e insultos. Pero aún es una expresión de lo quees deseable, que precisa convertirse en acciones concretas para asentar la ideade una autoridad persuasiva.

Finalmente, queremos destacar la utilidad del uso del lenguaje cotidiano, elpropio de los participantes, para hablar de violencia y conflicto. El acudir a estelenguaje permite, de manera simultánea, acceder a los significados y conceptoslocales y que las personas expresen sus experiencias en sus propios términos.Con esto se logra interpelar de manera directa a los asistentes a los talleres yapuntar de mejor forma a motivar cambios en sus sistemas de referencia y com-portamiento.

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