capÍtulo 6

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CAPÍTULO 6 “LO QUE SIENTO” Para expresar lo que pensamos, hay palabras. Para comunicar lo que queremos, hay palabras. Hay palabras para todo menos para expresar lo que sentimos. A veces no querés sentir lo que sentís y la única manera de tapar un sentimiento es con otro más fuerte. Te aturdís, te llenás de ruido para no escuchar eso que sentís y que no podés pronunciar. Solo uno conoce la naturaleza de lo que siente y qué sería capaz de enmascararlo. Nada habla más de lo que sentís que lo que no podés decir. La compulsión, ese impulso autodestructivo, siempre está ahí, agazapada, rondando como un cuervo. Olfatean el olor de una herida abierta y sobrevuelan sobre vos, listos para atacar. Huelen tu miedo, tu ignorancia. La recaída es una falsa medicina para una falsa enfermedad, es un intento de tapar a toda costa ese dolor que nunca se fue. ¿De qué sirven todos los esfuerzos por dejar atrás el dolor si tus piernas son de piedra y no podés avanzar y el dolor siempre te alcanza? La causa de las recaídas, es la intolerancia al dolor. La misma herida de siempre vuelve a abrirse y uno corre a la solución conocida. Resentir es sentir demasiado. Recaer no significa ser débil, sino que el dolor recrudeció. Porque eso lo define, lo que sentimos y lo que hacemos con eso que sentimos. Las adicciones son falsos remedios que calman por un tiempo el dolor, dolor que no cesará hasta que hagas algo con él. Porque ese es el que sos, debajo de todo lo que hacés para tapar tu dolor y en medio de la confusión, eso que sentís, ese sos. El miedo, los temores excesivos son la anticipación de todos los dolores que podrías llegar a sentir. Temer es presentir, es sentir antes de tiempo. Somos lo que sentimos. Si sentimos odio y resentimiento, somos odio y resentimiento. Es muy difícil poner en palabras el dolor profundo, pero, paradójicamente ese dolor puede ser aliviado con palabras. Todo trauma es hijo de otro trauma y, a veces, hay que curar los dolores muy atrás en el tiempo. Para llegar a ellos hay que atravesar la anestesia emocional, las heridas profundas. Eso que es indecible es lo único que el tiempo, que todo cura, no puede curar.

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Page 1: CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 6 “LO QUE SIENTO”

Para expresar lo que pensamos, hay palabras. Para comunicar lo que queremos, hay palabras. Hay palabras para todo menos para expresar lo que sentimos. A veces no querés sentir lo que sentís y la única manera de tapar un sentimiento es con otro más fuerte. Te aturdís, te llenás de ruido para no escuchar eso que sentís y que no podés pronunciar.

Solo uno conoce la naturaleza de lo que siente y qué sería capaz de enmascararlo. Nada habla más de lo que sentís que lo que no podés decir. La compulsión, ese impulso autodestructivo, siempre está ahí, agazapada, rondando como un cuervo. Olfatean el olor de una herida abierta y sobrevuelan sobre vos, listos para atacar. Huelen tu miedo, tu ignorancia. La recaída es una falsa medicina para una falsa enfermedad, es un intento de tapar a toda costa ese dolor que nunca se fue.

¿De qué sirven todos los esfuerzos por dejar atrás el dolor si tus piernas son de piedra y no podés avanzar y el dolor siempre te alcanza? La causa de las recaídas, es la intolerancia al dolor.

La misma herida de siempre vuelve a abrirse y uno corre a la solución conocida. Resentir es sentir demasiado. Recaer no significa ser débil, sino que el dolor recrudeció. Porque eso lo define, lo que sentimos y lo que hacemos con eso que sentimos.

Las adicciones son falsos remedios que calman por un tiempo el dolor, dolor que no cesará hasta que hagas algo con él. Porque ese es el que sos, debajo de todo lo que hacés para tapar tu dolor y en medio de la confusión, eso que sentís, ese sos.

El miedo, los temores excesivos son la anticipación de todos los dolores que podrías llegar a sentir. Temer es presentir, es sentir antes de tiempo. Somos lo que sentimos. Si sentimos odio y resentimiento, somos odio y resentimiento. Es muy difícil poner en palabras el dolor profundo, pero, paradójicamente ese dolor puede ser aliviado con palabras.

Todo trauma es hijo de otro trauma y, a veces, hay que curar los dolores muy atrás en el tiempo. Para llegar a ellos hay que atravesar la anestesia emocional, las heridas profundas. Eso que es indecible es lo único que el tiempo, que todo cura, no puede curar.

Esos dolores atávicos, heredados y legados permanecen en el tiempo y se vuelven cada vez más intensos. Los dolores traumáticos no conocen de analgésicos, solo se pueden aliviar cuando empezás a entender qué es eso que sentís. Son sentires muy humanos que atraviesan por la mitad a víctimas y victimarios.

Nos alivia pensar que hay un lugar en nuestra alma en la que podemos guardar los dolores que nos acompañan, un lugar donde eso que sentimos ya no dolerá tanto. Pero no existe ese lugar donde guardar los dolores ni placebo que los calme, solo hay boca, brazos, manos y ojos para expresar todo lo que siento.

El dolor es un corazón en carne viva que solo se podrá curar cuando pueda ser dicho.