capítulo 1 la institución · que las organizaciones deberían incluir en su agenda de...
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Objetivos: Proponer una visión renovadora del deporte infantil y juvenil.
Relacionar el deporte, la autoeficacia, y la autoestima del menor.
Introducir la noción de límite.
Postular la oportunidad de autonomía ofrecida por la actividad.
Conceptos clave:
Filosofía del deporte, autoeficacia, límite, autonomía.
Abreviaturas: (E): entrenador; (ETI): equipo técnico
interdisciplinario.
Capítulo 1
Psicología de la Organización Deportiva
La Institución
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Las entidades constituyen entornos sociales que actúan como disparadores de la
actividad deportiva de los jóvenes. Padres, entrenadores y compañeros,
introducen al menor al sistema de una disciplina mediante la facilitación de su
adaptación al nuevo escenario. Dichos agentes suministran las condiciones
materiales, económicas, logísticas y psicológicas, que permiten al deportista un
aprendizaje gradual y progresivo de la especialidad elegida. A partir de la
contribución de dichos actores se erige la organización deportiva como un
espacio dotado de un conjunto de valores, metodologías y objetivos. El presente
capítulo aborda la dimensión inherente a la definición y el perfil que puede asumir
una institución, junto a sus vinculaciones con un modelo de gestión orientado a
realizar las metas enunciadas en su visión. Roberts (1984) (en Turman) (2005)
(1), ha indicado que en un punto en nuestra sociedad, los deportes eran
representativos de una cultura del juego, mientras las actividades eran
organizadas primariamente por sus participantes … Sin embargo, en los últimos
treinta años, hemos experimentado un cambio hacia una cultura del deporte, en
la cual las actividades de los participantes son estructuradas por organizaciones
compuestas por entrenadores, padres y administradores (1). El presente capítulo
se interna en el plano institucional del deporte infantil y juvenil.
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El deporte puede configurar para el joven un escenario de preparación
para la vida que, a modo de teatro de operaciones, ofrezca controles y
presente límites:
1.1 Filosofía.
1.1 Filosofía.
Simbólicamente la práctica de una actividad deportiva puede proporcionarle al joven una
sensación de pertenencia. Dicho sentimiento puede representar para el menor una señal de
adaptación a la realidad. Quizá la conexión del deportista con el mundo físico o el universo
social propios de una determinada disciplina, pueda explicar el magnetismo ejercido por el
sistema de una especialidad sobre el atleta. Desde el presente lugar, aquellos entrenadores e
integrantes de equipos técnicos interdisciplinarios que destinan espacios de tiempo a dialogar
con los jóvenes, habilitan la generación y transmisión de significados a los menores, los cuales
operan de soportes estructurantes de sentimientos de afiliación de los deportistas al ámbito de
la modalidad practicada. A propósito, quizá, una clave del éxito del deporte radique en su
condición de constituir para los atletas, un entorno regulado, dentro del cual intentar aprehender
lo inaprehensible, controlar lo incontrolable, o adaptarse al caos de su temprana existencia.
“… todo lo que le sucede al menor
es algo que puede suceder,
es decir,
que recae dentro del orden de
lo factible … ”
La eventualidad de constituir un laboratorio experimental para el deportista, orientado al mundo
adulto, depende para su realización de las características, naturaleza o calidad de la gestión
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organizacional vehiculizada sobre el atleta, en relación con la posibilidad de ofrecerle al joven
un marco dentro del cual recibir un proceso educativo-formativo complementario al de su hogar
o centro escolar. En otras palabras, la práctica deportiva, per se, no garantiza una influencia
saludable y duradera sobre el menor. Lejos de ello, el sistema de una disciplina podrá gradual
y progresivamente configurarse en una fuente de referencia existencial para el deportista, en la
medida que el atleta encuentre en su actividad un campo de vivencias, mensajes o
interpretaciones, eventualmente transferibles a otros ámbitos vitales de su interés. En definitiva,
la participación de los jóvenes en especialidades deportivas, puede contribuir a sembrar en los
menores, hábitos y patrones de respuesta y adaptación al cambio, a lo imprevisible, o a la
desestabilización.
1.2 Disciplinas individuales y colectivas.
Ambas clases de especialidades poseen rasgos diferenciales. Las modalidades individuales
habilitan un espacio de mayor calidad para la toma de decisiones. Las colectivas, por su parte,
pueden favorecer con un mayor énfasis, la adquisición de habilidades sociales y de trabajo en
equipo. Entre otros factores, el medio en el cual se desarrolla la tarea deportiva puede
determinar debilidades y fortalezas: las disciplinas de vela individuales, por ejemplo, fuerzan al
menor a tiempos efectivos de navegación en solitario. En dichas situaciones, el propio medio
acuático impone un límite o distancia naturales, físicos o mecánicos, a la proximidad de
instructores, asesores o adultos responsables. Ello fuerza al deportista a enfrentarse a las
dificultades propias de la modalidad, despojado de una intervención directa o excesiva por
parte de diferentes agentes sociales adultos. En defensa de las modalidades colectivas, por su
parte, puede argumentarse que imponen al atleta la necesidad de exhibir un grado mínimo de
cooperación con el proceso material y social de la actividad, o lo que es lo mismo, un atleta
que se muestre incapaz de relacionarse con compañeros y demás actores, difícilmente podrá
mantenerse adherido a un grupo. Efectivamente, el proceso de incorporación del joven a un
colectivo le implica el despliegue de actitudes de colaboración durante entrenamientos y
competiciones, pero también, y en la misma medida, de convivencia e integración durante las
instancias sociales del sistema. Especialidades individuales y colectivas se diferencian también
en virtud de su cultura, costumbres, o ambiente social predominantes. A vía de ejemplo,
determinadas modalidades colectivas populares se caracterizan por contar con una alta
participación de los padres durante los entrenamientos y eventos. Ello, en combinación con la
percepción social dominante vinculada a códigos no escritos de conducta sobreactivada de
técnicos y asesores, con frecuencia configuran climas motivacionales que tienden a interferir –
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la necesidad de adaptarse e intentar responder con eficacia, a un campo
de tensiones abiertamente exteriorizado por diversos agentes sociales.
perturbando-, los procesos reflexivos y emocionales de los deportistas, particularmente durante
las pruebas o partidos.
“… las especialidades individuales
habilitan un espacio de mayor calidad
para la toma de decisiones…”
Si a la presente reflexión vinculada al folklore propio de ciertas modalidades colectivas, le
añadimos la perniciosa contribución que en ocasiones realizan los medios de comunicación en
detrimento de un noble sentido de espíritu deportivo, asistimos a la configuración de ámbitos
generadores de una gran distorsión para el atleta. La conspiración contra valores de
deportividad puede apreciarse en la difusión de una gestualidad exagerada dentro del campo
de juego, de reclamos reiterados e injustificados, o de un énfasis excesivo en la estética
personal por parte de deportistas de élite. Finalmente, y en defensa de las disciplinas
colectivas, puede argumentarse que pueden encerrar un capital formativo de inestimable valor
para el joven:
Efectivamente, a diferencia de la mayor parte de las disciplinas individuales, la condición de
audiencia audible, propia de las especialidades colectivas, no conoce de restricciones en sus
manifestaciones.
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1.3 Inclusión y exclusión sociales.
La actividad deportiva infantil y juvenil, orientada al segmento profesional, alto rendimiento, o
nivel de élite, actúa mediante un mecanismo de selección piramidal. A través del mismo, los
deportistas considerados más aptos son promovidos a niveles de práctica superiores. Dichos
segmentos exponen a los atletas a crecientes demandas en materia de respuesta y adaptación.
A partir de dicho esquema inicial, cada organización, en función de su definición filosófica, le
imprime un sello distintivo al cultivo de una disciplina. La estructura selectiva determina la
exclusión de una fracción gradual y progresivamente mayor de jóvenes que procuran abrirse un
camino hacia la cúspide del sistema, tal como aparece ilustrado en la figura incluida a
continuación:
Una organización ascendente de estas características, determina la imposibilidad de brindar
satisfacción inmediata –e inclusive mediata-, a todos los jóvenes participantes de un grupo o
segmento de competición dados, en un momento determinado, en lo concerniente, por ejemplo,
a disposición de tiempo efectivo de actuación durante los eventos, pruebas, competiciones o
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La frustración del deportista podrá sobrevenir en los casos que resulte
excluido de la actividad, o que su capacidad de postergación se vea
agotada.
partidos. A dicha limitante natural debería añadírsele el hecho de que los menores se acercan
también al entorno de una especialidad deportiva, motivados por una combinación de
aspiraciones psicológicas y sociales. Consecuentemente, en relación con las modalidades
colectivas, puede añadirse que …
“ … un atleta tenderá a adherir a un grupo,
contribuyendo a consolidar un equipo,
en la medida que encuentre También ! satisfacción
a sus motivos individuales
para participar …”
Desde dicha óptica, la cohesión en el grupo deportivo, entendida como la tendencia de sus
integrantes a permanecer unidos con la finalidad de lograr una meta en común, puede resultar
insuficiente para explicar el comportamiento de logro de jóvenes participantes de contextos
competitivos:
Ambas vías constituyen diferentes fuentes generadoras de conflictos, de carácter intra o
interpersonal, con frecuencia ineludibles e imprevisibles en su manifestación. La inevitabilidad
del conflicto, precisamente, y su lúcida resolución, representan un escenario de complejidades
que las organizaciones deberían incluir en su agenda de prioridades. Al respecto, una
alternativa conducente a neutralizar las consecuencias de un énfasis excesivo en la búsqueda
de resultados y la generación de talentos, consiste en diversificar la oferta de disciplinas para
ambos géneros, segmentando al máximo sus niveles de competición. En consonancia con
dicha estrategia debería hablarse cada vez más de ejercicio físico y no tan sólo de deporte,
considerando que éste último entraña necesariamente un cierto grado de aptitud física o de
destreza técnico–táctica del practicante. Democrático, económico y eficiente, el ejercicio físico
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moderado y regular, encierra contrastados beneficios para el reforzamiento de hábitos de vida
saludables y el cultivo de un estilo de vida activo para diversos sectores sociodemográficos.
1.4 Solución de conflictos. En ocasiones la intensa emocionalidad que se suscita en el ámbito deportivo determina un
clima de tensión entre jóvenes o diferentes agentes sociales participantes. Dicho cuadro puede
desembocar en conflictos más o menos explícitos entre diversos actores del sistema de cada
disciplina. Un ejemplo posible lo constituyen aquellas situaciones protagonizadas por menores
que no participan de tiempo efectivo de juego durante los eventos, con la frecuencia o
extensión que desearían, condición que tiende a configurar en dichos deportistas un cierto
malestar con la figura del entrenador y el ETI. Otras situaciones menos inocentes pueden
representarlas episodios de indisciplina efectivizados por atletas o adultos que violentan
códigos morales de la organización. Las instituciones, enfrentadas a dichas emergencias,
podrán verse tentadas de responder de forma irreflexiva, aún ante la inexistencia de evidencias
que determinen responsabilidades atribuibles. Ello puede resultar particularmente
contraindicado, considerando que una actuación precipitada de la entidad bajo dichas
condiciones, podrá contribuir a empeorar un clima enrarecido, condicionando
consecuentemente sus objetivos instrumentales y educativos orientados a los jóvenes. En virtud
de ello, …
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“…recomendamos a las entidades seguir
conjuntos de pasos preestablecidos
o
protocolos,
que oficien de marcos de comunicación
para la resolución de discrepancias…”
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La incorporación de esquemas de actuación como el modelo presentado aporta una serie de
beneficios, entre los que destacamos:
1. Brindan una estructura de demora que habilita el drenaje emocional y la
recuperación de una perspectiva analítica.
2. Fomentan la apertura de un espacio de reflexión.
3. Proporcionan una secuencia de instancias de diálogo que viabilizan una
intervención meditada por parte de la organización.
4. Contribuyen a minimizar el desgaste emocional, y eventualmente a
evitar la discontinuidad de determinados jóvenes o agentes sociales
pertenecientes a la institución.
5. Viabilizan para el menor que hubiera protagonizado una infracción
disciplinaria, una oportunidad de rehabilitación y aprendizaje. Ello
requiere un acercamiento racional al deportista, que aborde con
severidad, pero con honradez y respeto por su persona, lo
improcedente de su comportamiento.
1.5 Noción de límite. El reglamento de una disciplina deportiva puede emplearse simbólicamente por una
organización, con la finalidad de abordar con los jóvenes el valor de aprender a convivir. Ello
implica el respeto por un conjunto de normas, de forma similar al comportamiento que debe
seguirse para la práctica de una determinada especialidad. Quizá, en última instancia, el menor
que se acerca al entorno de una institución deportiva, lo haga también movilizado por un doble
interés: de un lado, respondiendo a un deseo consciente de diversión, relacionamiento o
aprendizaje de una modalidad. De otro, de forma implícita, animado por la aspiración de recibir
un influjo educativo complementario al del hogar o centro escolar. Dicha expectativa, con
frecuencia inconsciente o no exteriorizada por el atleta, enmarca sus pretensiones de comenzar
a configurar respuestas a una interrogante vital fundamental para él:
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Cuando una institución fracasa en su cometido de satisfacer el motivo latente
del joven para practicar un deporte, decepciona la expectativa del menor, de
encontrar en una disciplina, un complemento a su proceso educativo-formativo.
“ … ¿Cómo debo comportarme
para transitar por la vida con eficacia? … ”
En efecto, su naturaleza social le impone al individuo un margen dentro del cual desenvolverse
y procurar su realización personal. Dentro y fuera del deporte, el comportamiento desviado de
la regla legal o cultural, determina consecuencias, bajo la forma de sanciones.
La frustración de un anhelo semejante, con frecuencia no verbalizado por el deportista, puede
transitar una vía relativamente independiente de sus resultados competitivos. Es decir, un atleta
consumadamente competente o exitoso, podrá, no obstante ello, continuar esperando un
alimento para su crecimiento personal, a pesar de triunfar.
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El presente enfoque de una disciplina deportiva incluye una densidad de estímulos y
reforzadores de la conducta de los atletas, de mayor alcance y profundidad que los meramente
constituidos por la práctica deportiva propiamente dicha, considerando que los jóvenes tienden
a razonar o sentir de la siguiente manera:
“… la práctica de este deporte me brinda
aprendizaje y diversión;
sin embargo, en otro nivel,
no me aporta de forma significativa
a mi proceso de educación y formación
como persona…”
Semejante visión de la motivación integral del joven a través del deporte, no postula, sin
embargo, la supremacía de la persona, de la vida extradeportiva o de las características
espirituales del menor, sobre la práctica deportiva propiamente dicha: contrariamente, ambos
planos, en saludable y continua retroalimentación, resultan igualmente necesarios a los efectos
de optimizar la contribución de los deportistas al servicio de los resultados competitivos
esperados por las organizaciones, como así también del bienestar de los atletas.
1.6 Organigrama. Las organizaciones sociodeportivas deberían procurar aprovechar al máximo la oportunidad
educativa de los jóvenes bajo su órbita de influencia, ofrecida a sus niveles directrices,
gerenciales y cuadros técnicos, como así también a su personal administrativo y de servicios.
Particularmente, deberían garantizar la enseñanza de la práctica deportiva propiamente dicha, o
texto de una actividad, pero también, y con la misma dedicación, abordar el plano
extradeportivo, personal o contexto de la participación de los menores en el marco de una
entidad. Ello requiere la vertebración de una actitud de observación, corrección y reforzamiento
continuos de los comportamientos físicodeportivos y sociales exhibidos por los deportistas, por
parte de directores, gerentes, coordinadores, técnicos, integrantes del ETI y el conjunto de
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figuras adultas que desempeñen alguna responsabilidad de cara a los atletas, en cada
organización.
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Las organizaciones, como las personas, deben actuar con inteligencia.
Para lograrlo, la gestión de jóvenes o grupos en instituciones sociocomunitarias, educativas y
deportivas, debe asumir una lógica de sistemas abiertos o inteligentes, que habilite una
comunicación de calidad entre los diferentes agentes sociales adultos involucrados. Desde
dicha óptica, el funcionamiento, las formas y los contenidos propios de los canales de
comunicación convencionales impuestos por las jerarquías de la entidad, que hemos dado en
denominar eje vertical u organigrama formal, evidente o tradicional de la organización, debería
articularse con la generación, procesamiento y elaboración continua de información, entre
diferentes unidades funcionales del organigrama, lideradas por cada entrenador, que compartan
idénticos, similares, o próximos segmentos de actuación profesional en el ámbito de la entidad,
configurando el eje horizontal de dicho sistema. Por ejemplo, el técnico principal de un
determinado colectivo podrá fomentar la consulta e intercambio, tanto al interior como al
exterior de su equipo de asesores -plano transversal-, pero también en sentido ascendente o
descendente -plano longitudinal-, desde su posición relativa en el organigrama de la
organización. En definitiva, al relevar perspectivas tanto al interior del sistema del menor o
colectivo gestionados -asesores, padres, otros agentes sociales del entorno del deportista-, es
decir, en el eje horizontal, como al exterior del mismo -otros orientadores, coordinadores,
gerente, director deportivo-, o eje vertical, el entrenador logra enriquecer su percepción del
deportista o plantel, multiplicando los recursos existentes para mejorar una determinada
situación físicodeportiva, psicológica o social, de un atleta o equipo. Para lograrlo, las
instituciones deben comportarse con psicología o flexibilidad. Sin embargo, una calidad de
funcionamiento semejante en los ejes vertical y horizontal de la entidad, no se produce por
generación espontánea. Requiere de sus jerarquías o liderazgos una visión y ejercicio de la
autoridad que asuma la iniciativa de respaldar vínculos de consulta, colaboración, confianza y
trabajo conjunto, en la mayor diversidad de sentidos recíprocos posible –incluido el ascendente-
descendente- habilitado por la matriz de cada entidad. En el nivel horizontal, recae sobre la
figura del entrenador, de forma privilegiada, la iniciativa de incluir y otorgar participación a sus
diferentes colaboradores expertos, en aras de fomentar su óptima motivación, implicación y
contribución. A lo largo de dicho eje transversal el técnico podrá recurrir a colegas de línea que
dirijan atletas o colectivos de similares categorías de edad o niveles de competición. Dichas
acciones podrán estimular al orientador a reflexionar respecto de concepciones, enfoques,
metodologías o medios que cultive cada entrenador y equipo de asesores, llegando incluso a
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Resulta recomendable analizar, y eventualmente modificar, determinados
patrones habituales de comportamiento del entrenador y el equipo técnico
interdisciplinario.
forzarle la revisión de determinadas creencias básicas o características de personalidad que el
técnico despliega al momento de conducir un joven o colectivo. Carente de una dirección
organizacional lúcida o competente, dicho potencial intelectual de la institución permanece
desconocido, ignorado, desestimado o, en el mejor de los casos, subutilizado. A la luz de ello,
destacamos la conveniencia para las entidades de estructurar espacios de desarrollo
profesional dirigidos a los actores educativos clave de las organizaciones que, implementados
en condiciones edilicias y mobiliarias apropiadas, y bajo formatos de talleres, seminarios o
retiros intensivos, deberían celebrarse con anterioridad al inicio de las temporadas regulares de
actividad, o durante los recesos preestablecidos, configurando auténticas pretemporadas o
períodos de reacondicionamiento psicológico de sus cuadros técnicos.
Un ejemplo de colaboración dentro de una organización, con el propósito de resolver un
problema competitivo, puede apreciarse en la siguiente situación: un plantel de fútbol de doce
años de edad se encuentra en dificultades para lograr el objetivo deportivo planteado por la
institución, consistente en el mantenimiento de la máxima categoría correspondiente a dicha
edad. Ello obedece, al menos parcialmente, al hecho de que el grupo en cuestión ofrece
ventajas respecto de sus competidores en materia de desarrollo físico de sus jóvenes
integrantes. Un primer conjunto de estrategias tendiente a resolver el problema enunciado
podría consistir en reforzar deportivamente al colectivo, promoviendo menores de la misma
categoría de edad pero participantes de otros planteles o niveles de competición en la
organización, como así también en nuevos acercamientos al ciclo semanal de entrenamientos
que, mediante la incorporación de metodologías y recursos novedosos, contribuyeran a renovar
al equipo y compensar a sus integrantes en los diferentes déficits físicos, técnico–tácticos o
psicológicos, que pudieran estar padeciendo en relación con sus adversarios. En el eje vertical
de la organización, también podrían sondearse soluciones del siguiente orden: debidamente
adaptados y transferidos, debería intentarse observar, consultar e intercambiar, en torno a
ejercicios-movimientos cultivados por otros grupos de la institución –colectivos sub-16 o sub-
18, por ejemplos-, con el propósito de incorporar estrategias de entrenamiento
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la posibilidad de comunicarse con mayor libertad entre los cuadros
técnicos, con el propósito de lograr un impacto de calidad sobre la
actividad de los jóvenes.
complementarias o novedosas, susceptibles de ser integradas al plantel de 12 años en
dificultades. Con tal finalidad, y de forma primordial, debe procederse a la adaptación de dichas
ideas a las específicas características y estadio evolutivo de desarrollo del plantel y cada joven
receptores de dicha transferencia, responsabilidad que recae de forma privilegiada en las
figuras del entrenador y del profesor de educación física. Un determinado ejercicio-movimiento
no debe bajo ninguna circunstancia extrapolarse y administrarse lineal o mecánicamente,
desconociendo o desestimando las capacidades físicas, técnico-tácticas o psicológicas del
menor o grupo pretendidamente beneficiarios de la metodología detectada. Para tornar factible
semejante aprovechamiento de capital intelectual o know how de la organización, es preciso
una circulación de la información, de las interacciones personales, y de la comunicación a la
interna de la institución, que habilite la producción de dichos intercambios. La instalación de
una cultura de funcionamiento como la postulada demanda de las entidades la promoción de
un hábito de la siguiente naturaleza:
1.7 Oportunidad de autonomía.
El carácter autoexpositivo del deporte le ofrece al joven una oportunidad de aprendizaje,
caracterizada por una cierta dosis de tensión derivada de la observación pública. Es decir,
existen otros que atestiguan el desempeño del menor al practicar una actividad. La mirada
social le imprime a la disciplina elegida por el deportista una connotación singular,
configurándose una especialidad en un marco dentro del cual el atleta puede comenzar a
experimentar la toma de decisiones, responsabilizándose por sus consecuencias. Dicha
competencia, por lo demás, le será requerida al joven durante su vida adulta, en diferentes
áreas vitales. Al respecto, un carácter esencial del deporte, reside en su naturaleza propositiva
al menor de diferentes clases de oposiciones, forzándole a elegir continuamente entre
diferentes cursos de acción (Bandura) (1997) (2) dentro y fuera de su medio deportivo,
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La autonomía del atleta constituye un potencial que, en carácter de oportunidad,
se le ofrece a las organizaciones, para que la gestionen de forma saludable y
productiva en el joven.
resistencias, por su parte, que podrán asumir diferentes tonalidades emocionales en la
experiencia subjetiva del atleta, constituidas a partir de mezclas variables de vivencias de
diversión, excitación, afiliación, pertenencia, aprendizaje, desafío, dificultad, rechazo, quema o
abandono. La presencia de obstáculos, sin embargo, puede representar para el joven un factor
que estimule sus capacidades de adaptación y creatividad, considerando que ...
“… la adversidad
es un potencial formativo
del deporte…”
Un primer nudo de complejidades con el cual el menor se encuentra en su iniciación y posterior
desarrollo deportivos reside precisamente en su necesidad de enfrentar situaciones de
postergación de diversa índole, entre las cuales podrían incluirse las de encontrarse inhabilitado
por razones administrativas, sanitarias, participar una menor cantidad de tiempo de la que
desearía durante los eventos o competiciones, o el hecho de mantener una relación
desagradable con el entrenador y el ETI. A efectos de que el deportista se beneficie de dichas
eventualidades, es preciso que la organización y sus agentes sociales habiliten un tránsito
independiente del atleta por dicha clase de circunstancias, siempre y cuando los primeros
garanticen la integridad física y/o moral del joven. Cualquier interferencia desmedida por parte
de los actores adultos que participan de la actividad deportiva del menor, particularmente
incluidos los padres en dicho apartado, podrá resultar perjudicial a los fines de desarrollo,
crecimiento y maduración del deportista, a los cuales una disciplina pretenda contribuir.
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1.8 Nuevos horizontes de éxito.
La generación de nuevos significados para el joven practicante de una actividad deportiva,
complementarios al de ganar un evento, partido o torneo, reside en la iniciativa de las
organizaciones de autoevaluarse en función de su calidad como educadoras y formadoras, y ya
no exclusiva o prioritariamente como pretendidas máquinas procuradoras de resultados. Desde
dicha perspectiva, sus liderazgos y cuadros técnicos deberían generar y dirigir un mensaje
hacia los ámbitos extradeportivos del menor, o lo que es lo mismo, orientado a su crecimiento
personal y bienestar: manifestar interés por la composición del hogar del deportista, las
características de su vida familiar, la calidad de sus amistades fuera de la institución, o destinar
unos minutos a dialogar acerca de temas sensibles para el atleta, constituyen tan solo algunas
líneas de acción posibles. Dicho enfoque contribuye a relativizar o matizar el peso de la
variable rendimiento-resultado sobre la actividad para el joven, multiplicando los motivos del
menor para identificarse con el sistema de una disciplina deportiva dada, en el marco de su
entidad de pertenencia. El poder movilizador y por ende sensibilizador ejercido por una
especialidad sobre el deportista, representa para la organización la materia prima o vehículo
mediante los cuales la institución podrá trazarse el ambicioso horizonte de intentar incidir sobre
la educación del atleta, al generar un campo de receptividad y permeabilidad en el joven,
difícilmente conseguible en otros dominios de actuación del menor. Incorporando dicho
enfoque, la dimensión rendimiento-resultado, si bien podrá constituir un valor referencial o
incluso central en el cernidor motivacional del deportista para mantenerse participando de una
disciplina, de ningún modo resultará excluyente de otras clases de sentidos para el atleta,
cultivados en el ámbito de cada institución ...
“... las organizaciones deben
descubrir y gestionar
los diferentes motivos del joven
para practicar un deporte ...”
Para lograrlo, las entidades deben concebir, desarrollar y cultivar, una acción de ingeniería de
estímulos y reforzadores de la conducta del menor, que fomente y consolide su adherencia al
sistema de la modalidad elegida. En virtud de ello, recomendamos a las organizaciones actuar
con una visión que incorpore mecanismos de respuesta y satisfacción a las diferentes
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Es preciso individualizar el acercamiento al atleta, partiendo de una
definición de éxito, que incorpore una proyección multidimensional de su
persona.
necesidades psicosociales de autoafirmación, afiliación y pertenencia a la actividad, que los
deportistas manifiesten a través de sus diferentes etapas evolutivas.
Al revisar, cuestionar y redefinir el reinado absoluto o acrítico de la variable rendimiento–
resultado, en términos de la lucha, el esfuerzo o la búsqueda de un objetivo, por parte del
practicante, la misma podrá representar para el joven un ingrediente más del cernidor de
valores componentes de su actividad deportiva. Con frecuencia la condición de atleta ocupa un
lugar relevante en la identidad del menor, en virtud de la importancia atribuida (Martens y cols.)
(1990) (3) por el deportista a dicha dimensión de su personalidad. En otras palabras, en la
medida que predomine una sensación de afecto positivo, la práctica de una disciplina podrá
reportarle al atleta una contribución significativa al servicio de su autoconcepto en desarrollo.
Sin embargo, la autoestima en construcción del joven debería trascender la esfera
estrictamente atlética, considerando que otros ámbitos de inserción y desempeño También !
resultan críticamente sensibles de incorporar y desarrollar durante sus etapas evolutivas de
formación, particularmente en la perspectiva –estadísticamente probable- de resultar excluido
de los segmentos deportivos correspondientes al profesionalismo, alto rendimiento, o nivel de
élite. En definitiva, el bienestar psicológico del atleta dependerá de la evaluación que a cada
momento realice el joven acerca de su grado de satisfacción con las diferentes áreas vitales
por él valoradas, incluida naturalmente su participación deportiva. Sin desmedro de ello, y más
allá de la ponderación actual que pueda realizar un joven respecto de sí mismo, y quizá
particularmente en los casos de menores deportistas exitosos, las organizaciones
sociodeportivas tienen la obligación de combatir un desarrollo precario de sus atletas, quienes,
basados en una construcción monolítica de su identidad, pudieran tender a apoyarse de forma
prioritaria o excluyente en su actividad deportiva, actuando con negligencia, prescindencia o
desconocimiento, de otros intereses, ocupaciones u orientaciones críticamente relevantes para
su construcción como personas. Semejantes cuadros pueden resultar una función de la
extracción socioeconómica y cultural del joven, u obedecer a un deficiente proceso de crianza,
estimulación y desarrollo del menor, que le prive al deportista de bases de mayor amplitud y
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Un menor deportista que resulte exitoso hoy, puede convertirse en un rotundo
fracaso personal y social mañana, si durante su proceso de construcción y
aprendizaje vital, no incorporare otras herramientas que le permitieran
continuar impulsando su proyecto de vida.
seguridad para la edificación de su autoconcepto. Precisamente, con el propósito de enfrentar
dichos escenarios, particularmente recurrentes en las pirámides de las disciplinas deportivas
populares, se torna esencial diversificar el riesgo vital del atleta. Ello se logra estimulando
desde edades tempranas la atención del joven por la mayor variedad posible de intereses
escolar-académicos, de expresión psicomotriz, artísticos, de participación en proyectos de
voluntariado barriales o comunitarios, vinculados a su orientación vocacional-ocupacional
adulta, entre otros posibles.
En este apartado el deporte puede prestar una contribución significativa, en la medida que
aproveche de forma óptima la participación voluntaria que asume la actividad para los atletas ...
“ … debido al carácter pasional del deporte para el joven,
el menor le presta una atención especial
a su entrenador y equipo de asesores … ”
Dicha receptividad o crédito iniciales otorgados por el deportista a los representantes
privilegiados del sistema de su disciplina, constituyen un terreno propicio generado por una
especialidad para que sus gestores técnicos se propongan el objetivo de procurar incidir en la
felicidad del atleta. En otras palabras, todo ser humano, por más hiperespecializado que sea,
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siempre albergará en su interior otros aspectos o metas que También ! le preocuparán,
ocuparán, o interesará lograr en su vida. A la luz de ello, enfocar en la dimensión existencial
del joven practicante de una especialidad adquiere implicaciones relevantes desde un punto de
vista humano, aunque También ! competitivo, ya que en la medida que el menor perciba un
interés y dedicación genuinos de la organización por su crecimiento personal y bienestar, su
implicación en la modalidad cultivada tenderá a consolidarse. Desde el presente lugar,
promover la integración entre la excelencia deportiva y la excelencia personal del atleta,
emerge y se configura en un precepto de primer orden en la agenda de las instituciones.
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Reflexiones finales.
Organizaciones sociocomunitarias, educativas y deportivas, no escapan a las características culturales propias de otras clases de instituciones emergentes en cada formación social. Con frecuencia tienden a estructurarse en torno a jerarquías que regulan las interacciones, vinculaciones y flujos de comunicación entre sus miembros. Específicamente referido al ámbito de las entidades deportivas, las relaciones entre la autoridad –típicamente representada por las figuras del entrenador y el ETI- y la participación de los jóvenes en los procesos de enseñanza-aprendizaje y toma de decisiones correspondiente, han llamado la atención de los círculos aplicados durante los últimos tiempos. Dicha sensibilidad podría contribuir a solucionar el aparente conflicto teórico-técnico presentado a las organizaciones, entre sus necesidades de mantener el control de los procesos de producción de rendimiento físicodeportivo, y la de actuar con responsabilidad social externa e interna, es decir, preservando, velando y garantizando También ! el crecimiento personal y el bienestar integral de los menores y diferentes agentes sociales implicados en la actividad de los deportistas. Animada por dicha finalidad, cada institución deportiva podrá maximizar la generación de beneficios competitivos y humanos, en la medida que incorpore y optimice la contribución potencial de sus diversos estamentos y actores institucionales participantes, en el doble eje horizontal y vertical de su organigrama. Semejante actitud de apertura, producción y multiplicación por parte de una entidad, sin embargo, podría resultar percibida por su liderazgo como una amenaza para su integridad y continuidad, al implicarle una revisión continua de su tendencia –o inercia !- a ser y hacer organización.
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Directrices futuras.
La investigación en psicología de la actividad física y el deporte dispone de un campo teórico novedoso en el diseño de estudios experimentales orientados a fomentar en las organizaciones formas enriquecedoras de relacionamiento entre sus integrantes. A tales efectos, dichos trabajos pueden apoyarse en un paradigma de doble eje: uno vertical o jerárquico, referido al organigrama tradicional de la institución, y otro horizontal o multidireccional, vinculado con el aprovechamiento de los recursos y aportes materiales, técnicos y humanos, existentes y disponibles en cada segmento de la entidad. Sin embargo, el horizonte en materia de investigación posible no se agota allí, ya que una aspiración aún más ambiciosa consiste en vislumbrar y forjar nuevos patrones, circuitos o hábitos de funcionamiento organizacionales, que, de carácter circular, habiliten una vinculación, interacción o comunicación más libre, plena y productiva entre sus diferentes actores, en procura de lograr prácticas y saberes de mayor impacto y calidad sobre la vivencia de los menores deportistas y sus respectivos ecosistemas sociofamiliares.
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Modelo de intervención.
Descripción de la situación.
Edad: dieciocho.
Modalidad deportiva: colectiva, de técnica abierta, oposición y contacto.
Lugar y destinatarios de la intervención: en la entidad, dirigida a la dirección deportiva de la
organización.
Objetivos de la institución: extremar medidas en los diferentes estamentos de la entidad,
tendientes a revertir la ubicación del primer equipo del club en la tabla de posiciones, en riesgo
de pérdida de una elevada categoría. Diseño de estrategias psicológico-deportivas orientadas a
contribuir a estabilizar las capacidades de producción de rendimiento de dicho grupo.
Contenido de la intervención.
Diagnóstico situacional. Revisión de los siguientes aspectos:
asistencia, puntualidad y representatividad –fisonomía, aspecto, indumentaria- de las figuras del
entrenador y el equipo técnico interdisciplinario, durante las sesiones de práctica,
competiciones, desplazamientos e instancias sociales.
Composición del grupo de asesores del técnico.
Organización y dirección de entrenamientos.
Logística de las competiciones locales y en régimen de visitantes.
Gestión del grupo vinculada a la implicación y participación de los jóvenes durante el desarrollo
de la sesión de práctica.
Papel activo de los menores en el cuidado, traslado y responsabilización de los materiales
durante los entrenamientos.
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Revisión de la cantidad de integrantes del plantel.
Análisis del estado del grupo en función de las características de cada adversario a enfrentar.
Información, estudio y preparación táctica del colectivo en función del rival ocasional.
Consideración de la ubicación actual del plantel en la tabla de posiciones, de los puntos por
disputar, y de los requeridos para lograr el objetivo deportivo trazado por la entidad.
Análisis del clima motivacional percibido por cada joven, del equipo en su conjunto, entrenador,
colaboradores, padres y entorno de figuras significativas para el grupo, en el seno de la
organización.
Reflexión en torno a factores explicativos del nivel de rendimiento actual del colectivo.
Atención brindada por el entrenador y el ETI a cada deportista durante los entrenamientos,
competiciones, desplazamientos e instancias sociales del plantel.
Calidad de la comunicación y motivación de cada atleta, gestionada por el técnico y sus
asesores.
Participación brindada a los jóvenes durante el tiempo efectivo de juego de las competiciones.
Organización de encuentros o reuniones que tengan por finalidad evaluar el desempeño
individual y colectivo del equipo, cultivar los valores del grupo, y confraternizar.
Promoción de actitudes de autogestión por parte de los menores.
Reasignación de roles y funciones técnico-deportivas, materiales y sociales.
Calidad del reforzamiento público vehiculizado sobre los deportistas, de todas aquellas
manifestaciones de motivación intrínseca, expresividad verbal y corporal, presencia de ánimo y
desarrollo del temperamento, que pudieran exhibir los atletas en condiciones de entrenamiento,
competición, desplazamientos e instancias de camaradería del sistema de su disciplina
deportiva.
Estrategias a aplicar desde la entidad:
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promover el más amplio y decidido respaldo moral y apoyo político a las figuras del entrenador
y el equipo técnico interdisciplinario, responsables del colectivo, sometidos a una dinámica de
resultados competitivos adversos, y comprometidos en sus posibilidades actuales de lograr el
objetivo deportivo institucional, trazado para la temporada en curso.
Velar y brindar garantías a la integridad social y pública del técnico y sus asesores.
Encolumnar a la institución detrás de la figura del orientador, sus colaboradores, y el plantel por
ellos conducido.
Procurar explotar al máximo los recursos materiales, técnicos, tecnológicos, intelectuales y
humanos de los que pudiera disponerse en la entidad y su entorno de agentes sociales, con el
propósito de optimizar las condiciones de producción del entrenador y el ETI, durante las
sesiones de práctica, competiciones, desplazamientos, e instancias de confraternización.
Revisión de eventuales contribuciones en los ámbitos correspondientes a comisión directiva,
dirección y gerencia deportivas, coordinaciones, técnicos y asesores pertenecientes a la misma
categoría de edad, nivel de competición, como del conjunto de la entidad.
Encarar una movilización colectiva alegre y entusiasta, ante la posibilidad de crecer
organizacional y humanamente, a partir del establecimiento de un desafío deportivo exigente,
como el representado por la meta de mantener la categoría por el equipo en cuestión.
Promover el fortalecimiento del sentimiento de pertenencia a la institución, a través de la
postulación de un objetivo común a todos a sus afiliados.
Adoptar una filosofía de logro de meta analítica, consistente en el abordaje de cada punto
necesario para lograr el objetivo, intentando multiplicar esfuerzos y recursos partido a partido,
entrenamiento a entrenamiento, día a día, acción tras acción, y deportista a deportista.
Incorporar, por parte de la entidad, una actitud de retroalimentación del perfil de actuación
global del entrenador y el ETI, a todo lo largo y ancho del microciclo deportivo semanal,
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referida a la calidad del condicionamiento físicodeportivo administrado al grupo, como así
también a la gestión sociopersonal del colectivo.
Convocar a la mayor cantidad posible de actores sociales y miembros de la organización, para
cada competición que dispute el plantel en dificultades: padres, deportistas militantes en otras
categorías, personal administrativo y de servicios, y aficionados, con la intención de potenciar el
apoyo al equipo, particularmente durante los partidos de visitantes.
Procurar la identificación de los diferentes públicos de la institución con el objetivo deportivo del
grupo: en caso que se tratare de una entidad compuesta por diferentes públicos que
practicaren o cultivaren una diversidad de disciplinas deportivas, actividades lúdicas o sociales,
la organización podría diseñar una campaña de comunicación interna dirigida a captar la
atención e interés del macropúblico objetivo al interior de la institución, con el propósito de
optimizar el concurso de adherentes a la causa definida desde el más alto nivel de la entidad.
Emitir un mensaje orientado a destacar que la organización la componen todos sus miembros,
y que el colectivo que se encuentra disputando el mantenimiento de tan valiosa categoría
representa una de sus banderas: el objetivo deportivo del plantel es un objetivo de todos.
Promover el nosotros en la institución, a partir de la circunstancia adversa enfrentada por el
plantel.
Visualizar el desafío deportivo del equipo en términos de una oportunidad de la entidad para
contribuir a vincular a sus integrantes bajo un lema común: JUNTOS PODEMOS !!!
Consultar al entrenador y ETI en relación con su eventual interés en dialogar con técnicos o
deportistas veteranos, allegados a la organización, que hubieran podido atravesar situaciones
similares.
Velar por la imagen social y pública del grupo, referida a diferentes aspectos materiales y
sociales de la actividad, entre los que podrían incluirse la calidad de la indumentaria deportiva y
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de las actitudes prosociales de sus integrantes, durante las diferentes instancias del sistema de
la disciplina deportiva practicada.
Facilitar la disponibilidad de la mayor cantidad posible de condiciones materiales y estrategias
de gestión personal, moral y social del joven, que pudieran contribuir a fortalecer la autoestima
deportiva del colectivo.
Implementar encuentros conducidos por los responsables de medicina deportiva, fisioterapia,
psicología deportiva y nutrición deportiva de la institución, con el plantel, con la finalidad de
instruir a los menores en nociones vinculadas a prevención de lesiones, entrenamiento invisible,
cuidado personal, estilo de vida deportivo y nutrición deportiva.
Explorar y eventualmente incorporar deportistas pertenecientes a otros equipos de la entidad,
que se encontraren en condiciones físicodeportivas y anímicas de reforzar al grupo.
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Síntesis.
El deporte puede constituir una escuela de preparación para la vida de inestimable valor. Disciplinas individuales y colectivas fomentan valores, hábitos y actitudes, que, si bien diferentes, pueden resultar complementarios: las primeras resultan más propicias para el ensayo de una toma de decisiones autónoma por parte del joven; las segundas, por su parte, ofrecen escenarios privilegiados desde los cuales promover la socialización del menor y su adaptación a actividades que con frecuencia cuentan con una condición de audiencia que se expresa abierta y libremente. Resulta recomendable que las organizaciones sociocomunitarias, educativas y deportivas, gestionen las discrepancias entre sus atletas, siguiendo procedimientos de comunicación para la resolución de conflictos o protocolos, considerando que la noción de límite ofrecida por el sistema de cada disciplina, y experimentada por el joven en la práctica de su especialidad, tiende a configurar estados de elevada tensión de carácter intra y/o interpersonal. El organigrama institucional representa un diagrama o esquema estático, en función del cual cada entidad define y propone una distribución de responsabilidades, roles, funciones y tareas, entre sus miembros adultos. Las organizaciones inteligentes deben articular el funcionamiento de sus jerarquías, o eje vertical, con los diferentes agentes sociales propios de cada segmento institucional, o eje horizontal, fomentando flujos comunicacionales multidireccionales multimodales, dotados de mayor libertad, plenitud, y por ende de mayor impacto, sobre la calidad de la actividad deportiva practicada por sus menores.
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Referencias.
1. Turman, P. D.. (2005). Coaches´ Use of Anticipatory and Counterfactual Regret Messages
During Competition. Journal of Applied Communication Research. Vol. 33, Nº 2, pp. 116 –
138.
2. Bandura, A.. (1997). Self–efficacy. The Exercise of Control. W. H. Freeman
and Company. New York.
3. Martens, R., Vealey, R. S. y Burton, D.. (1990). Competitive Anxiety in Sport. Human Kinetic
Books.