capitulo 1 en otra historia...jaquet
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7/25/2019 Capitulo 1 en Otra Historia...Jaquet
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Hctor Eduardo Jaquea
EN OTRA HISTORIA
Nuevos dilogos entre historiadores y
educadores en torno a la construccin y
enseanza de la Historia de Misiones.
(Para docentes de la EGB y Polimodal)
EDITORIAL UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MISIONES
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Hecho el depsito de la ley 11723
Impreso en Argentina
ISBN: 987-9121-59-7
Editorial Universitaria
Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2001
Todos los derechos reservados para la primera edicin.
EDITORIAL UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD NACIONAL DF, MISIONES
San Luis 1870
Posadas - Misiones - Fax: (03752) 428601
e-mail: editorialQ0corrco.unam.edu.ar
Coleccin Ctedra
Coordinacin de la edicin: Nicols Capaccio
Armado de interiores y tapa: Francisco A. Snchez
Correccin: Amelia E. Morgenstern
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PARTE
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CAPTULO I
AMIGOS NO SON LOS AMIGOS
LAS RELACIONES ENTRE ESPAOLES Y GUARANES EN LOS PRIMEROS
TIEMPOS DE LA CONQUISTA (1536-1546/1556-1610 APRox.)
Una buena parte de las perspectivas con las que se abor-
dan en los mbitos escolares el proceso de Conquista y Colo-
nizacin europea de la regin del Ro de la Plata durante los
siglos XVI y XVII, presentan la imagen de un
indio
guaran
dcil , servicial , aliado de los espaoles y con afn de
recibir doctrina cristiana.
Esta presentacin del guaran como un actor sumiso en
el proceso histrico, no es una construccin totalmente volun-
taria del maestro, sino que es la imagen que los libros de tex-
tos destinados a la enseanza devuelven de los guaranes, jun-
to con la valorizacin de la existencia de un supuesto acuerdo
o alianza entre ellos y los espaoles como sustento de la Con-
quista.
Sin embargo, si. se profundiza la lectura de los textos
documentales, que relatan los primeros contactos entre espa-
oles y guaranes, es posible descubrir la resistencia activa
que ejercieron estos ltimos a la dominacin extranjera. En
este sentido, se recupera la dimensin del conflicto que impli-
c la relacin intertnica desde los primeros contactos entre
nativos y europeos.
As, en los ltimos aos la historiografa regional ha
desmitificado, en parte, la idea de aqul idilio hispano-guaran
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y ha revalorizado el rol de la resistencia en la explicacin del
proceso histrico.
Empero, estas conclusiones, producto de las revisiones
de los historiadores y etnohistoriadores, no han trascendido al
campo de la enseanza, y los textos o manuales educativos
siguen prefiriendo la versin tradicional basada en el consen-
so armnico entre los agentes involucrados.
Nuestra intencin, con este artculo, es realizar una
aproximacin al costado conflictivo de la Conquista teniendo
en cuenta los aportes de algunas recientes investigaciones so-
bre este tema. El hecho resulta relevante para conocer aspec-
tos, a menudo poco considerados (o considerados a travs de
estereotipos), en la enseanza escolar del proceso de Conquista.
La principal advertencia que queremos hacer al plantear
este enfoque es la de la necesidad de evitar la lgica
maniquesta: cambiar la imagen de un
indio
bueno y sumi-
so por la de un indio malo y belicoso (simplificacin
que entraara un profundo juicio etnocntrico). Trataremos
de enfatizar los mecanismos culturales puestos en juego en
una compleja y contradictoria relacin intertnica cuando per-
sonas de dos universos culturales diferentes se enfrentaron. Y
esto puede contribuir a un replanteo reflexivo del modo en
que habitualmente los docentes ensean esta etapa histrica
central en la historiografa regional.
En este caso no slo procuramos recuperar las estrate-
gias utilizadas por los guaranes para oponerse a los espao-
les, sino tambin acercar los resultados de la reciente investi-
gacin etnohistrica que profundiza en el cruce de las inter-
pretaciones culturales en un contexto de relaciones sociales
asimtricas entre espaoles y guaranes brindando un aporte
relevante para comprender mejor ese proceso.
E L E N F OQ U E T RAD IC ION AL
La floresta o selva subtropical sudamericana de verde exube-
rante, humedad excesiva, frecuentes cursos de agua, fue el
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I- Los guaranes eran pueblos agricultores it inerantes (cultivo intensivo del
suelo mediante la roza y la quema) y sennsedentarios con tecnologa propia de
grupos neolticos'', capaces de organizar alianzas parentales circunstanciales para
el trabajo y para la guerra que le permitieron imponer un dominio sobre los clanes
de cazadores-recolectores-nmades.
AMIGOS NO SON LOS AMIGOS
escenario natural que los guaranes
ganaron para s
como
veradaderos colonizadores del monte (Schmid: 1981).
Dueos de todos los recursos, se enseorearon de ese te-
rritorio mediante el desarrollo de
una dinmica social, polti-
ca y econmica colectiva que llevaba varios miles de aos y
que les permiti ganar espacio por sobre el resto de los pobla-
dores no guaranes. La potencialidad militar garantiz la per-
manencia de un orden y de una espacialidad guaranizados'.
Empero, el predominio guaran entr en crisis con la
irrupcin de los conquistadores europeos en el siglo XVI,
inicindose el proceso de Conquista y Colonizacin que puso
en evidencia el mundo de contradicciones sobre el que se edi-
ficaba la preponderancia de los guaranes en la regin del Pa-
raguay. Ahora, los otrora colonizadores del monte, acostum-
brados a imponer las reglas, debieron hacer
frente a fuerzas
superiores
que le exigieron acciones de conquistado. Tuvie-
ron
que generar medidas urgentes, al impulso que su propia
cultura les brindaba: solidaridad parental, negativa a los ser-
vicios personales, arremetida militar, autorrealizacin
proftica, huida apresurada...
El impacto con los llamados frentes de expansin (es-
paol, portugus y jesuita)
en los que se estructur el dominio
europeo, determin diversas respuestas por parte de los
guaranes, las que fluctuaron entre una aceptacin condicio-
nada, nunca sumisin, y una resistencia activa.
Ahora bien, respecto de la naturaleza de los primeros
contactos entre los guaranes y los conquistadores espaoles,
es frecuente hacer hincapi, desde la visin tradicional, en u na
alianza hispano-guaran,
fundada en la relacin armoniosa, casi
idlica, entre las partes:
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Los guaranes acogieron a los primeros exploradores y acor-
daron con ellos la alianza precursora) sostenedora de la con-
quista
(Moreno: 1 926).
En este sentido, abundan expresiones que aluden a la re-
gin asuncena como la morada rica y tranquila , la fecunda
tierra , la de los abundantes frutos ; y en cuanto al compo-
nente humano, se destaca la prodigalidad de las mujeres y
la hospitalidad del guaran .
La visin es la de una especie de paraso que acogi a los
deshausiados espaoles en un clima de absoluta paz. Esta ar-
mona slo habra sido alterada por la accin destructora de
los indios
agaces y chaqueos, enemigos de los guaranes,
peligro comn que, en todo caso, habra reforzado definitiva-
mente una ms slida alianza hispano-guaran. Esta versin,
adems de destacar el carcter voluntario en la cooperacin
de los guaranes para recibir a los espaoles, propone que, si
algn conflicto hubo, ste era externo a la lgica pacfica con
que se habran estructurado las relaciones entre europeos e
indgenas.
Para el historiador paraguayo Efran Cardozo (1959):
Los guaranes colaboraron. activamente en la empresa de la
conquista y, unidos por la sangre con los europeos, origina-
ron el brioso mestizaje al cual debi el Paraguay su persis-
tencia histrica o, conservando su pureza tnica, se prestaron
tambin pacficamente, al famoso experimento de las Misio-
nes Jesuticas. La profundidad del contacto histrico se mide
por un hecho, singular en la Amrica: solamente en el Para-
guay, los conquistadores adoptaron la lengua indgena que
es, hasta hoy, el verdadero idioma nacional de los
paraguayos .
Como veremos en la segunda parte de este libro, el modo
en que se construyen las historias nacionales implica siempre
una seleccin de episodios y una intencin ideolgico-polti-
ca. La mayor parte de los historiadores trataron de justificar
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la existencia de la nacin paraguaya en esa fusin histrica de
carcter singular entre espaoles y guaranes. La modalidad
de relacin entre las dos sociedades habra constituido para
estos historiadores una excepcin en la historia de la Con-
quista de Amrica, signada por cruentos y prolongados
enfrentamientos entre las poblaciones nativas y los invasores
europeos. En la siguiente cita se sintetiza el enfoque tradicio-
nal basado en la singularidad de la relacin, la cooperacin
pacfica de los guaranes, su carcter sumiso y el recurso cul-
tural que posiblit la alianza hispano-indgena:
El Paraguay constituye en este sentido algo realmente ex-
traordinario, debido sobre todo a la especial psicologa del
pueblo guaran. En virtud de la alianza hispano-guaran, sur-
gi espontnea la cooperacin indgena desde el punto de vista
econmico, con constantes aportaciones agrcolas, y desde
lo
personal,
porque como consecuencia de este pacto aparece
rgimen de servidumbre a que se entregaron las indias con
los espaoles
(Rubio: 1942).
En relacin con estas posturas, Florencia Roulet (1993)
advierte que la mayor parte de los historiadores que hasta
mediados del siglo XX estudiaron la Conquista del Paraguay,
afirmaron coincidentemente que, en relacin con la del resto
de la Amrica Espaola, sta tuvo un carcter excepcional,
dado por la amistosa acogida de los indgenas, el temprano y
profuso mestizaje entre conquistadores y conquistados, la lu-
cha conjunta contra los grupos chaqueos y la ausencia de
conflictos graves (o, en el peor de los casos, su carcter pun-
tual y circunscripto).
El enfoque tradicional tiende a ocultar la resistencia ac-
tiva que opusieron los guaranes al dominio espaol o bien, a
considerar los levantamientos de los guaranes como hechos
coyunturales sin demasiada trascendencia. La reaccin ind-
gena slo es consignada despus que se organiza el sistema de
encomiendas (1556) y los indgenas son reunidos en los pue-
blos de
indios (tova)
sometidos al doble proceso de fragmen-
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tacin de su integridad comunal e hispanizacin en el nuevo
orden socio-econmico abierto con ese sistema':
Los movimientos de resistencia activa contra la invasin y
la dominacin espaola por parte de los indios guaran fue-
ron mucho ms numerosos que los que deja entender la
historiografa tradicional, que habla sobre todo de la alianza
hispano-guaran y de mestizaje. Entre 1537 y 1616 los docu-
mentos histricos registran nada menos qe veinticinco rebe-
liones de los guaran contra la colonizacin espaola
(Meli:1988).
Si bien el rgimen de trabajo compulsivo al que son in-
corporados progresivamente los guaranes, provoc las ms
explosivas rebeliones proftico-chamnicas en las
prostrimeras del siglo XVI, y durante los siglo XVII y XVIII;
sin embargo, la resistencia se dio desde el momento de los
primeros contactos, prologando el perodo de las grandes re-
beliones, en lo que podramos denominar fase
preencomendera de la conquista (Susnik: 1978).
No todos los guaranes aceptaron relacionarse de buen
grado con los espaoles, ni en todas partes de la amplia zona
del Paraguay los contactos se produjeron simultnemente ni
de la misma forma. Muchos rehuyeron el contacto hostilizando
a los europeos, retrayndose en los oscuros de la selva y em-
peados ...en una desesperada lucha que pareca sin perspec-
tivas... (Meli y Munzel: 1978).
Las parcialidades guaranes eran numerosas (aunque no
puede precisarse con exactitud la cifra de poblacin), habita-
ban distintas zonas ms o menos favorecidas para la obten-
cin de recursos naturales y presentaban diversas caratersticas
2- La encomienda o repartimiento de indios consista en la distribucin de
grupos de indgenas en pueblos controlados por un espaol llamado encomendero,
para quien deban trabajar los guaranes en tareas agrcolas y otros menesteres:
construccin de casas, puentes, empalizadas, servicio domstico, sin poder cam-
biar de residencia. E l encomendero de ba proveer alimentos, vestido, casa y reli-
gin a los indios encomendados a cambio de su trabajo a destajo. Los abusos come-
tidos por los espaoles bajo este rgimen fueron frecuentes.
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culturales'. Cuanto ms cerca estaban de una economa de sub-
sistencia, los grupos que Susnik denomina monteses , se opo-
nan a formar parte de un sistema econmico ms amplio con-
trolado por los conquistadores. Slo fueron incorporados me-
diante la fuerza.
Estas son manifestaciones resistivas que hay que desta-
car, aunque en la evaluacin general de la etapa se tome como
grupo de estudio a los guaranes de la comarca asuncena que
s se relacionaron con los extranjeros. Todo parece indicar que
la acogida de forma pacfica de los carios, como llamaron los
espaoles a los guaranes de las inmediaciones de Asuncin,
garantiz un primer recibimiento relativamente sin sobresal-
tos para las huestes espaolas.
P RIM E RA E T A P A D E LA RE S IS T E N C IA (1537-1546)
A los primeros conquistadores que ingresaron por el Ro de la
Plata los movilizaba no slo el deseo de encontrar la
cornuncacin interocanica sino, esencialmente, un afn per-
turbador de obtener fabulosos tesoros. Hacerse de indios ami-
gos era, pues, una necesidad vital para proveerse de alimen-
tos y sobrevivir en un mundo desconocido. Pero tambin era
un requisito indispensable reclutar hombres para la organiza-
cin de las expediciones transchaqueas en busca del ansiado
El Dorado .
La aparente coincidencia de intereses plasm una rela-
cin que garantiz al espaol cubrir esa dos necesidades y, al
3- Es importante tener en cuenta, para evitar la linealidad de los relatos
explicativos, que ni la sociedad guaran. ni los espaoles, constituan grupos ho-
mogneos. De un lado, haba diferencias culturales y polticas entre diferentes par-
cialidades. lo que signaban un contexto previo de relaciones contradictorias. Del
otro lado, las diferencias de origen, clase, poder econmico, jerarqua militar, fe-
cha de llegada al Paraguay, etc.; hacan que los conquistadores tampoco constitu-
yeran un grupo homogneo, sin fisuras internas. De hecho, las contradicciones,
marchas y contramarchas de las relaciones intertnicas estuvo signada por el cho-
que de dos mundos diferentes que, a su vez, mantenan diferencias internas que
complejizaron las relaciones entre ambos.
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guaran, le posibilit un recurso poderoso gracias a las armas
(plvora, hierro) de los conquistadores para combatir a sus
enemigos guaycures y agaces, y obtener, adems, el pas del
mtico Cawdir que ya haba motivadado tendencias
migracionales de ciertos grupos hacia el occidente andino
(chi riguanos), antes que hicieran irrupcin en la selva los ex-
tranjeros europeos Metreaux:1974; Susnik:1975; Nimuendaj:
1981).
Los primeros levantamientos indgenas van a surgir, cu-
riosamente, entre aquellas parcialidades que accedieron a for-
mar parte de las huestes espaolas y convivieron con los con-
quistadores entregando bastimentos, ofreciendo sus servicios
y cediendo sus mujeres. Entre 1540 y 1550, una cadena de
revueltas , localizadas en tres focos principales: en el norte,
centro y sur del Paraguay, jaquearon a los espaoles dificul-
tndoles la prosecucin de sus objetivos.
En la regin de Guarambar, entre los ros Ipan y Jeju,
las crnicas relatan la sublevacin del cacique Aracar en
1541-1542, como uno de los movimientos ms importantes:
desde la posicin de los conquistadores, porque este cacique
frustr la expedicin transchaquea que haba organizado la
hu este espaola y, adems, ocasion qu e otros gru pos guaranes
se sublevaran por solidaridad parental con l poniendo en ries-
go la permanencia de los europeos en la regin. Para los ind-
genas, porque era la primera protesta frente al deterioro de los
trminos de la supuesta alianza, claramente percibido por los
guaranes al verse perjudicados con el debilitamiento de la
economa tribal por la saca de mujeres y por la muerte de
los hombres corno carne de can en las avanzadas expedi-
cionarias por zonas inhspitas, donde la comida escaseaba y
donde asediaban los
indios
guaycures.
La misin de Aracar era reclutar entre su gente ocho-
cientos indios, pasar con ellos el ro Paraguay y traer noticias
sobre esa zona. Los guaranes se negaron a servir en la tarea,
al parecer instigados por el propio Aracar. Pero la resisten-
cia fue aplacada y el cacique ajusticiado ...por haber origina-
do una gran guerra entre los cristianos al decir posterior de
Ulrico Schmidl. Ms all del grado de participacin de Aracar
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y su responsabilidad en la revuelta , Schmidel no se equivo-
caba con su juicio, ya que la muerte del cacique (haba sido
ahorcado por los espaoles corno escarmiento para que otros
grupos no hicieran lo mismo), pretendi ser vengada por su
pariente cacique Tabar, quien fortific con empalizadas su
aldea y se resisti a la saca de mujeres y a la entrega de
vveres, dando curso, con esta actitud, a la acendrada costum-
bre en la cultura guaran de la venganza parental frente al he-
cho delictivo. Sin embargo, los espaoles penetraron en el
pueblo destruyendo las casas, matando a los hombres y cauti-
vando a las mujeres:
...para dominarlos fue preciso que los espaoles construye-
ran torreones sobre ruedas, con cuya industria los asaltaron
(...) la accin fue terrible; al fin los indios se dieron (sic) y se
hizo una carnicera casi .vin cuartel, precipitndose los venci-
dos por tierra y ro. Los espaoles tuvieron cuatro hombres
muertos, a ms de ciento cincuenta de sus indios, con muchos
heridos de unos y otros. Los despojos fueron como tres mil
personas entre mujeres y nios que se repartieron entre los
vencedores (...)
(Aguirre: 1947).
Este comentario de Francisco Aguirre, en su Discurso
Histrico, seguramente magnifica la gesta de los espaoles y
el nmero de
ind ios
muertos. Las cifras de vctimas de uno y
otro bando no pueden precisarse, mucho menos confiando en
la versin de los vencedores. Sin embargo, el testimonio es
harto elocuente de la estrategia de la lucha y de su resultado
final. Despus del sitio y la batalla, Tabar tuvo que pactar
con los conquistadores para poder recuparar a las mujeres en
1543. Los espaoles, que haban salido victoriosos, tuvieron
que pacificar a los derrotados con muchos dones y resca-
tes ya que, a pesar del triunfo, la situacin de los europeos
segua siendo bastante insegura y dependan de los buenos
oficios de los indios
para proveerse de alimentos, como as
tambin de mujeres y hombres para dar continuidad a las ex-
pediciones, por lo que no les convena una ruptura definitiva
de las relaciones con los
indios
amigos .
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Entre 1545 y 1546 se produjeron otras manifestaciones
de resistencias, esta vez en la zona norte de Asuncin. Nueva-
mente estas sublevaciones se dieron entre los
indios
ms ami-
gables y, en la lgica de los conquistadores, aparentemente
ms dispuestos a servir al espaol'. Esta vez la revuelta fue
general y tuvo un carcter masivo pues no slo involucr a
varias parcialidades guaranes sino que, incluso, posibilit la
alianza de estos con sus tradicionales enemigos chaqueos.
La consigna era expulsar a todos los invasores extranjeros de
la regin. Estos levantamientos demostraron cierta concien-
cia tnica por parte de los guaranes para realizar un esfuerzo
conjunto que condujera a la expulsin de los espaoles (Roulet:
1993).
A pesar de esta solidaridad entre los parientes tnicos,
los guaranes fueron desbandados y muchos debieron huir ha-
cia la zona del Tebicuary. Precisamente all se gener la rebe-
lin surea, como una continuidad con la iniciada en el norte
que puso en jaque a las fuerzas espaolas.
Focos de resistencia se levantaron en varios lugares y en
momentos intermitentes, lo que dio, por un tiempo, ciertas ven-
tajas a los guaranes ya que los espaoles deban combatir en
varios frentes porque los ataques de los canos eran espordi-
cos y sorpresivos. Pero, poco a poco la resistencia guaran
perdi consistencia por falta de coordinacin. La organiza-
cin poltica de los guaranes era fragmentaria, con lderes
mboruhich)
de pequeas comunidades denominadas
tey i (y
su xito hubiera dependido de la unin, a travs de una slida
alianza, de varios jefes de distintos
teyi ) lo que dificultaba la
organizacin de un ataque sistemtico y organizado.
En esta oportunidad, los guaranes ocultaron a las muje-
res y a los nios en la selva para evitar que sean capturados
4- Esto nos invita a poner cuidado al evaluar en el modo en que se constru-
yeron las relaciones entre conquistadores, y conquistados ya que es sintomtico
que las rebeliones surgieran ms entre las parcialidades que aceptaron relacionarse
con los espaoles y menos entre aquellas supuestamente ms reacias al trato con
ellos por ser belicosas y bravas . Algo pasaba entre espaoles
y guaranes en el
mismo momento en que se aceptaban mutuamente como aliados.
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por lo espaoles y obligarlos luego a una capitulacin forza-
da. La mujer en la sociedad guaran constitua una pieza clave
para estructurar las relaciones parentales y, por ende, de la
economa y la poltica. Los espaoles comprendiendo este rol
y el dao social que causaban,. solan capturar a las mujeres y,
de esta forma, se aseguraban la victoria pues desestabilizaban
a la sociedad guaran, descontando la rendicin de los hom-
bres para recuperarlas.
La resolucin de este movimiento sureo, poco feliz para
los guaranes, fue provocado, segn las crnicas espaolas,
por un
indio
traidor que revel a los espaoles el camino
para soprender a sus hermanos en el monte, que cada vez era
menos seguro, protega poco y fracasaba como escondite. La
figura del
indio traidor es frecuente en el relato de los cro-
nistas, lo que se explica por la falta de unidad entre los grupos
y la cada vez ms peridica preferencia de los intereses fami-
liares a los de la gran comunidad parental, producto de las
circunstancias crticas de la lucha. Si algunos jefes traicio-
naron dando informacin a los espaoles, fue para evitar ser
aniquilados como 1Maje o pequea comunidad
( tey i )5.
5 L a traicin es una expresin usada y cargada de signif icado por los con-
quistadores. Lo que estos entendan como traicin eran determinadas conductas de
los guaranes que tenan un sentido cultural diferente para ellos. M uchas de estos
juicios han traspasado el anlisis de los h istoriadores. dando por sentado la e xisten-
cia de una traicin sin preguntarse por el signif icado de los actos para los propios
guaranes. De all hay un paso para formular y extender el juicio etnocntrico acer-
ca de que los indios son todos traidores . Sealam os la importancia de estar aten-
tos a los trminos y a los conceptos que guan la interpretacin de los hechos. N o
podemos ad entramos en este libro en los signif icados culturales que podan tener
aquellas conductas que los espaoles estuvieron prontos a explicar como traicin.
Slo sealamos que es fundamental explicar los hechos y sus significados para los
protagonistas en el entramado de las relaciones socioculturales que le dan sentido.
D e esta manera evitaramos trasladar el sentido de los conquistadores como nica
categora de anlisis del proceso histrico. N osotros mismos usamos en nuestro
texto la palabra indio -
que'es propia del lenguaje del colonizador. Sabemos que
actualmente los guaranes de M isiones prefieren ser l lamados paysanos. Por igno-
rancia del alcance antropolgico de esta ltima denominacin (es decir, si lo pode-
mos extender a los guaranes de la poca que tratamos) y reconociendo que es
etnocntrico usar la expresin indio , como nico recurso relativista que nos que-
da, advertimos a los lectores esa dificultad mediante la utilizacin de la cursiva
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La revuelta generalizada del sur y su fracaso, seguida de
un perodo de relativa paz, cierra la serie de movimientos de
resistencia activa ofrecida por los guaranes antes de la orga-
nizacin de la encomienda que realiz, por primera vez, Do-
mingo Martnez de Irala en 1556.
La resistencia en la fase preencomendera de la Conquis-
ta es una reaccin cruda y directa contra los abusos de los
conquistadores por la violencia de sus procedimientos indivi-
duales al ocupar la tierras, sacar a las mujeres de su comuni-
dad ( rancheadas ) y exigir trabajo forzados o no acordes con
la reciprocidad que los guaranes esperaban de la institucin
parental del cuadazgo.
Los espaoles haban tomado por esposas a las mujeres
indgenas convirtindose en cuados de los guai-anes. Esto
los obligaba a cumplir con las reglas de reciprocidad parental.
Sin embargo, los espaoles no respetaron esta prctica y no
cumplieron (salvo durante una breve etapa) con las obligacio-
nes de entregar rescates y dones a los guaranes como in-
tercambio. Pronto los guaranes advirtieron que lo que ellos
entregaban o servan no era retribuido ni correspondido por
los supuestos cuados, aliados o amigos. La relacin se trans-
form en asimtrica: los espaoles sacaban, pedan y obte-
nan de las comunidades guaranes lo nunca iban a retribuir.
Florencia Roulet explica muy bien esta situacin mar-
cando claramente la relacin de fuerzas entre espaoles y
guaranes. Es decir, qu se exigan mutuamente cada grupo y
en qu condiciones objetivas se encontraban para poder sos-
tener la relacin. Nos atrevemos a citarla
in extenso por su
claridad en este planteo:
...los guaranes exigan demasiado a cambio ce su amistad:
los rescates europeos eran bienes escasos que no podan.
distribuirse con la misma magnanimidad de los primeros (las.
cada vez que usemos la palabra indio
-en todo el libro. Es una manera de sealar
nuestro distanciamiento con las cargas peyorativas hisirieamente constituidas y
que pueden estar presente en la palabra indio'', y que nuestra intencin sea usarla
en un sentido diferente.
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El trabajo de las mujeres era indispensable para asegurar la
subsistencia de los conquistadores, pero el precio de las
indias no poda ser pagado por todos, lo cual hizo pronto ne-
cesario el recurso de la esclavitud de las indgenas captura-
das en las jornadas transchaqueas y el mtodo de las
rancheadas para cubrir la creciente demanda de mano de obra
agrcola. Comenzaron entonces, muy tempranamente, los asal-
tos a las aldeas guaranes, la exigencia de bienes y servicios
sin contrapartida, la saca forzosa de mujeres, la imposicin
de tareas humillantes y los maltratos fsicos, que se sucedie-
ron con intensidad y frecuencia crecientes pese a las protes-
tas de los Carios .
La resistencia guaran, salvo en un brevsimo perodo,
no revisti el carcter de ataques masivos, sino que fue ms
bien un movimiento defensivo. Quizs el principal problema
haya sido la falta de coordinacin entre los guaranes por la
caracterstica fragmentaria de su propia organizacin socio-
poltica. Sin embargo, esto no significa la ausencia de un pen-
samiento reflexivo en el planteamiento de estrategias. La cons-
truccin de fosos y empalizadas para proteger las aldeas, el
ocultamiento de las mujeres y los nios en el selva,
la guerra
de guerrillas con ataques sorpresivos y posterior desbande
hacia lo profundo de la selva, la alianza alternativa con los
indios agaces y guaycures, sus tradicionales enemigos, as lo
comprueban.
En la etapa de los primeros contactos no se haba resen-
tido an en los guaranes el caudal espiritual y cultural ni su
autoimagen como hombres libres y guerreros, tal como ocu-
rrir ms adelante. Su identificacin como grupo opuesto al
invasor (aunque hubiera diferencia entre las distintas parcia-
lidades), constitua el condimento esencial para ejercer una
resistencia activa.
Estos movimientos revisten tempranamente el carcter
de oposicin al proceso de pacificacin violenta y revelan.
en ltima instancia, la toma
de conciencia
del Iluaran al com-
prender que su status respecto del espaol no era de socio ,
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amigo , aliado o pariente sino de esclavo-tovay
(Susnik: 1978)
La situacin se hizo mucho ms dramtica cuando com-
prendieron que las relaciones entre iguales que ellos pre-
tendan en tanto aliados de los espaoles se haban deterio-
rado hasta convertirse en relaciones de sujecin. Mientras los
guaranes crean ser amigos de los espaoles el trato violen-
to que estos les dispensaban demostraba que para los espao-
les no haba distincin alguna entre
indios-amigos
e
indios-
esclavos. Para los guaranes los amigos se haban convertido
en enemigos .
Un malentendido cultural (con consecuencias dramti-
cas) sign todo el proceso de las relaciones entre espaoles y
guaranes. En su excelente estudio etnohistrico, Florencia
Roulet demuestra que el cruce de interpretaciones entre per-
sonas que pertenecan a universos culturales diferentes fue
decisivo para el curso de los acontecimientos.
Esta autora comprueba que los espaoles, sin compren-
der el universo cultural de los guaranes, el significado que
estos otorgaban a ciertos objetos, actos y comportamientos,
impusieron pautas francamente incomprensibles e inacepta-
bles para los guaranes. Por ejemplo, obligar a los hombres
guaranes a realizar tareas que en la cultura de estos, slo las
realizaban las mujeres. Portar el canasto (adjac) en la cabeza
para cargar y acarrear objetos, era una tarea exclusivamente
femenina, sin embargo, ignorando esto, los espaoles obliga-
ron a los hombres guaranes a transportar canastos durante las
expediciones transchaqueas. En lugar de tratarlos como sol-
6- A pesar de las acciones violentas, la dominacin espaola se sigui jus-
tificando en el marco del parentesco de la alianza y de la amistad aunque para
unos y otros era obvio que estos trminos se iban vaciando de significados. Roulet
sostiene, siguiendo a Susnik. que los guaranes conocan muy bien estas prcticas
agresivas y violentas, porque ellos mismos las solan aplicar a sus prisioneros de
guerra pero jams lo hacan con u
gual o aliado. E n la cultura guaran ese trato,
que inclua en ciertos casos la antropofagia del enemigo, era slo para los prisione-
ros-esclavos. No estaban ellos acostumbrados a p adecer la sujecin de otros, en
este caso de los espaoles.
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dados aliados (tal lo esperado por los guaranes) los espaoles
los trataron corno mujeres exigindoles tareas que, en la cul-
tura guaran, eran propiamente femeninas. Roulet explora la
hiptesis de que quizs la buinillacin que esto significaba
motiv la negativa del cacique Aracar para continuar la ex-
pedicin chaquea, resistencia que luego le cost la vida.
Las mujeres guaranes tambin fueron obligadas a reali-
zar tareas que, en su cultura, correspondan a los hombres:
construir casas y canoas. Con todo, lo que Roulet pone de re-
levancia, es el peso decisivo que tuvo este cruce de interpreta-
ciones culturales diversas, en las distintas formas con que fue
significada la relacin intertnica por unos y otros. Tal vez, lo
que los espaoles entendan como revueltas , levantamien-
tos o sublevaciones , no eran ms que resistencias o negati-
vas legtimas de los guaranes hombres (autoasuuiidos
C O ( )
aliados y guerreros en igualdad de condiciones que sus cua-
dos) de servir en tareas ms propias de lo que su cultura asig-
nara a mujeres o esclavos.
En sntesis, podemos sostener, junto a la autora que co-
mentarnos, que la idea que los espaoles tenan del servicio
chocara muy pronto con las expectativas de reciprocidad que
albergaban los guaranes y con la imagen que tenan de s mis-
mos, que exclua por completo la posibilidad de ser tratados
como gente inferior.
Aunque, desde un comienzo, las situaciones de tensin
entre espaoles e indgena fueron frecuentes, se puede decir
que a los guaranes les llev un tiempo darse cuenta de cul
era su verdadero status para los europeos. Pero los recelos,
temores, deseos e intereses mutuos, marcaron siempre momen-
tos de conflictos en la relacin.
Los guaranes, puestos en situacin lmite, buscaron en
su propia cultura los fundamentos para la accin. Ello los lle-
v a aliarse con los conquistadores y a resistir. Si la alianza
fue un recurso circunstancial, la resistencia fue una accin
permanente. En algunos casos, los lmites entre cada una de
estas actitudes no pueden ser definidos claramente. Alianza y
resistencia parecen ser las dos caras de un mismo proceso con-
tradictorio de conquista.
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EN OTRA HISTORIA
Las contradicciones en el mundo guaran eran muchas,
pero las desavenencias entre los conquistadores y las diferen-
cias suscitadas en el seno del propio proyecto conquistador,
tambin lo eran. Por lo tanto, la relacin establecida entre
ambos no pudo haber sido nunca lineal ni uniforme para ha-
blar exclusivamente de una alianza idlica corno considera la
versin tradicional. Existen ms bien una variedad de matices
y dimensiones que complejizan la etapa del contacto
intercultural y revaloriza el rol de la resistencia.
Dos correspondencias trgicas signan los momentos de
la resistencia guaran. La primera de ellas corresponde a la
etapa tratada hasta aqu (fase preencomendera).
La segunda,
al momento posterior a 1556, donde surgen las primeras resis-
tencias con componentes mgico-chamnicos.
Cuando se desvaneca, para los espaoles, la esperanza
de justificar los esfuerzos invertidos en la empresa conquista-
dora por medio de la obtencin de ricos tesoros, ms se in-
tensificaba la requisa violenta de alimentos y de hombres para
las campaas allende el Chaco. Quizs las exigencias ms te-
rribles a las que sometieron a los guaranes tengan que ver
con los ltimos intentos desesperados, de los espaoles por
encontrar las riquezas que la ingrata realidad les vedaba y los
acorralaba en un futuro incierto. Los guaranes sufrieron en
carne propia los efectos de estos actos desesperados y reac-
cionaron en su defensa.
Los levantamientos o protestas producidos en la pri-
mera etapa de la Conquista no impidieron, sin embargo, que
los espaoles, una vez terminada la fantasa de El Dorado ,
convirtieran a Asuncin de una escala transitoria en una
morada permanente y en centro neurlgico de la posterior
colonizacin hacia el sur y hacia el noreste.
Otro tipo de sujecin violenta, ms planificada, cautiv
al indgena en un sistema donde la justificacin de la Con-
quista ya no era una fantasa, sino la utilizacin real de los
recursos naturales y su explotacin por el trabajo servil, a des-
tajo, de los hombres que fundaban su cultura y prosperidad en
una utilizacin y apropiacin diferente de los mismos recur-
sos que ahora eran exigidos para beneficio de otros. De todas
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Y
e'
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maneras, como un reflejo condicionado e inevitable, se opera-
r una trgica lgica social: a una mayor planificacin de la
opresin por medio de la encomienda, una mayor explosin
de la resistencia. Esta ltima se revelara, en una segunda eta-
pa, con caractersticas diferentes, con la intervencin de otros
protagonistas y mediante comportamientos humanos especfi-
cos, propios de proyectos cada vez ms incompatibles.
SEGUN DA ETAPA DE LA RESISTENCIA (DESPUS DE 1556)
Los levantamientos' contra los espaoles se explican, corno
vimos, en el contexto de la opresin de los espaoles caracte-
rizada por las permanentes demandas de alimentos, mujeres y
servicios a los guaranes. Louis Necker (1979) sostiene:
Los guaranes se rebelaron contra aquellos 1500 parsitos
europeos que se haban establecido en sus tierras (...) y luego
reclamaban los productos de la tierra, el servicio personal de
los indios, sus mujeres y su libertad .
Lo especfico de esta segunda etapa, posterior a la orga-
nizacin de la encomienda, es que muchos de los levantamien-
tos tienen un carcter mgico-proftico, componente ausente
en las rebeliones anteriores.
Ahora, la resistencia no estaba dirigida por lderes o je-
fes polticos sino por hechiceros , quienes, interpretando la
servidumbre colonial representada crudamente por el rgimen
de encomiendas como el mayor mal que pudiera sufrir el pue-
blo guaran, organizaron la reaccin y encabezaron los movi-
7- Recordemos que los trminos usados en las crnicas de los espaoles
como levantamientos O
revueltas -pueden ser resignificados desde al perspecti-
va indgena como simples negativas a servir al espaol, a entregar emitida, mujeres
o resistir la entrada a un pueblo. huir o empecinarse en no recibir un trato degra-
dante y humillante por parte de los conquistadores.
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EN OTR A H I S TOR I A
mientos. No olvidemos que el sistema de encomiendas haba
agudizado el sometimiento.
Pero esto no es un caso particular o aislado. En general,
la resistencias de los grupos tnicos frente al colonialismo en
Amrica es un hecho ya ampliamente constatado. Una de las
formas ms difundidas de resistencia indgena ha sido la re-
presentada por los movimientos socio-religiosos. Estos expre-
san el descontento y los deseos de transformacin de la reali-
dad colonial por medio del lenguaje religioso propio o
sincrtico, y muchas veces en forma violenta, promoviendo
rebeliones ms o menos masivas y prolongadas.
Alicia Barabs expresa en relacin a estos movimientos:
Los proyectos utpicos (le los indios pretendan una trans-
formacin radical de la realidad colonial, e intentaban reali-
zar ese cambio de acuerdo con la propia visin del mundo y
con la situacin histrica en la que haban quedado inmersos.
No slo eran reactivos a la situacin colonial, sino que repre-
sentaban las expectativas creadoras de los pueblos coloniza-
dos; que buscaban la reinstauracin del 'lomos csmico y so-
cial previo al caos impuesto por la conquista. As, la esperan-
za de cambio trascendental se conjugaba con los anhelos de
restauracin de unc realidad, tanto ms mitificada cuanto ms
alejada en el tiempo (Barabs: 1992, 47).
El papel central que los chamanes jugaron en esta poca
quizs se deba a un deterioro de la funcin del jefe poltico
mburubich, dado el fracaso de los intentos de resistencias
anteriores conducidos por estos jefes. Los guaranes, muy afec-
tos a seguir a los lderes, en quines podan confiar por su
capacidad oratoria, efectividad en las resoluciones polticas y
militares, dejaron de ver en ellos a personas que pudieran guiar-
los por el buen camino dado que el fracaso de estos lderes
en la lucha con los espaoles haba sido contundente. Para
algunos autores, esta situacin hizo que los hechiceros con-
centraran en su persona el poder poltico y espiritual y que sus
palabras redencionistas fueran escuchadas por numerosos se-
guidores: los chamanes llamaban a la rebelin general para
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AMIGOS NO SON LOS AMIGOS
liberarse del yugo de los invasores. Para Alvarez Kern (1989)
se estaba operando entre los siglos XVI y XVII, una centrali-
zacin de las funciones del caciqiie y del lder espiritual de la
comunidad en una sola persona; centralizacin, claro est,
acelerada por las circunstancias de la situacin de opresin
colonial.
Al poco tiempo de organizadas las encomiendas y el
repertimiento de indios en el Paraguay, se produce el primer
gran movimiento de liberacin del pueblo guaran que presen-
taba un cariz proftico. Convocaba a los guaranes a volver a
las prcticas culturales de las tradiciones que se estaban dete-
riorando con el sistema de encomiendas. Se realizaba un lla-
mado a reafirmar el antiguo modo de ser . En las crnicas
los espaoles advirtieron:
Tenemos nuevas que entre los indios se ha levantado uno
con un nio que dice ser Dios, y que tornan con esta inven-
cin a sus cantares pasados...
(Carta de Indias, 1877, p. 632).
Muchas
de estas rebeliones que se basaban en utopas
sobre la restauracin del pasado, fueron tambin innovadoras
con relacin a los procesos de apropiacin y reinterpretacin
selectiva de elementos de la cultura dominante, que implica-
ban para los
indios
la toma para s de las fuentes de poder del
colonizador. Por ejemplo, la apropiacin y resignificacin de
personajes y pasajes de la Biblia, del sacerdocio, la imparticin
de los sacramentos, la crucifixin del salvador propio, y la
adopcin de jerarquas religiosas, militares y polticas
(Mirabas: 1992).
Estas rebeliones se acentan cuando la opresin colonial
se hace insoportable:
Viendo los naturales sus trabajos n.o haber
fin, antes ahora
doblarse, este verano se que se quieren ir de aqu, y estoy
cierto que se irn ms de 2000...
(P. M. Gonzles, en Carta
de Indias, p. 667).
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En el ao 1579, en la regin de Guarambar, se produce
el levantamiento del cacique Ober quien, con su rara elo-
cuencia , atraa a gran cantidad de
indios
que lo seguan, can-
tando y danzando ininterrumpidamente durante das. Ober
deca ser hijo de Dios y de una vrgen, y logr que una multi-
tud de indios
lo siguiera hacia tierra adentro, mientras incita-
ba a los guaranes encomendados a la desobediencia. Su mo-
vimiento se propag hacia el sur y norte de Asuncin, pero
fue dominado por Juan de Garay. Bartomeu Meli considera
que este movimiento precursor puede considerarse un para-
digma de lo que fue la resistencia guaran a la opresin colo-
nial con componentes mgicos-redencionistas.
En este contexto, en que se recrudece cada vez ms la
sujecin y explotacin del
indio
a travs del rgimen de las
encomiendas, se empiezan a organizar las reducciones
franciscanas y jesuticas.
El apogeo de la colonizacin jesutica en la regin del
Paraguay comenz
hacia 1609. Las Misiones o Reducciones
se establecieron por este poblado territorio seguiendo el curso
de los principales ros. Algunas parcialidades guaranes fue-
ron catequizadas y otras se reunieron alrededor de los caci-
ques y shamanes prestigiosos y opusieron resistencia, a veces
violenta, a la accin de los sacerdotes, que pretendan concen-
trarlos en aldeas donde les imponan por autoridad un gnero
de vida totalmente distinto al que tenan (Pereira de Queirz:
1969).
La Iglesia no admita el servicio de la encomienda, y es-
tableci el rgimen reduccional que, de algn modo, se con-
virti en el modelo de la antiencomienda . En un comienzo,
la reducciones se constituyeron, tanto para el Estado espaol
como para los encomenderos, en un proyecto de integracin
del
indio al sistema colonial y en un excelente mtodo de evan-
gelizacin y pacificacin:
Los guarane.v dieron a los jesuitas
unbuen recibimiento,
explicables por la curiosidad que despertaba la llegada de
estos padres, y por la simpata que s e estableca con esos hom-
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tires amables y desarmados que saban acariciar a los nios y
a los viejos
(Meli: 1988).
En todo caso, era la presentacin de un modelo de con-
quista diferente, menos traumtico que el acoso de los
bandeirantes esclavistas portugueses y que la descarnada opre-
sin de los encomenderos espaoles.
Sin embargo, ese espacio de libertad creado por los
jesuitas para proteger a los indias de la servidumbre de la en-
comienda y de la esclavitud en las fazendas brasileas, no fue
visto como tal por algunos de ellos: los profetas-chamanes
fueron precisamente quienes 110 dudaron que los sacerdotes
representaban a una nueva forma de opresin, un disimulado
cautiverio con el que se pretenda quitarles su verdadera li-
bertad :
La libertad antigua veo que se pierde de discurrir por ralles
y selvas, porque estos sarcenlotes estranjerov nos hacinan. a
pueblos, no para nuestro bien, sino para que oigamos la doc-
trina tan opuesta a los ritos y costumbres de nuestros antepa-
sados
(Ruiz de Montoya: 1892, p. 228).
La reduccin es considerada un lugar donde se les coarta
la libertad de la bsqueda permanente de la tierra sin mal
(suelo vrgen, especie de paraso terrenal donde poder vivir
segn las pautas de su antiguo modo de ser). Bartomeu Meli
(1988) expresa que en la reduccin:
...la religin
guaran es atacada, ridiculizada, suprimida y,
en fin sustituida. Los hechiceros .son acosados y per.veguido.v
expulsados, domesticados. No hay duda de que la reduccin.
pretende cambiar el ser guaran .
Por eso, quienes percibieron inmediatamente esa amena-
za fueron, precisamente, los chamanes , los hechiceros o
los pays , afectados directos por la presencia de los jesui-
tas. Los lderes religiosos guaranes atacaron a los nuevos
mesas catlicos e interpretando los cambios que en su estruc-
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tura social, poltica, econmica y religiosa, provocara la re-
duccin (tanto como lo estaba haciendo la encomienda), ini-
cian una guerra que se plantea, esta vez, en el terreno espiri-
tual
La resistencia ahora no es contra el conquistador, el
encomendero o el cazador de esclavos sino contra una reli-
gin y sus nuevos portadores: los sacerdotes jesuitas que les
disputaban el rol de gua espiritual y cultural de su comuni-
dad.
Entre 1635 y 1637 las crnicas registran, entre otras, la
rebelin del cacique Yaguacaporo. Este jefe, que se deca ser
la reencarnacin de la divinidad creadora, logr formar una
confederacin guaran contra los jesuitas. La organizacin de
este movimiento utilizaba el contenido y los rituales de la re-
ligin catlica para estructurar su protesta. Constaba de obis-
pos que tenan juridiccin sobre partes del territorio libre,
vicarios y vigilantes que adoctrinaban a los adeptos, y
apstoles que recorran la selva predicando contra la Iglesia
Catlica y rebautizando con nombres guaranes a los ya bauti-
zados por los jesuitas con nombres cristianos.
Yaguacaporo predicaba una guerra santa que finaliza-
ra con la destruccin de los frailes que difundan una doctri-
na falsa y restaban autoridad a los grandes chamanes, y anun-
ciaba la inminencia de una catstrofe final en la que los dioses
soltaran tigres contra los cristianos. Despus de esta depura-
cin se supona que la vida de los guaranes volvera a ser
como antes de la llegada de los blancos. El cacique preparaba
un ataque contra la Misin ms cercana, cuando la gran con-
centracin de
indios
resolvi a los jesuitas a atacar primero,
con la ayuda de las fuerzas militares de los espaoles, logran-
do vencer a los rebeldes.
La mayor parte de los movimientos de resistencia a la
evangelizacin siguen este modelo. Es sintomtico que cuan-
do las Misiones Jesuticas fueron erradicadas del Paraguay
desaparecieron tambin los movimientos de resistencia con
contenido proftico.
Para los guaranes la religin catlica era una ecuacin
que sumaba a la fuerza violenta de los espaoles una accin
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poltica. Eran dos categoras inseparables. Por ello, la accin
misionera de los sacerdotes era vista como una punta de lan-
za para la posterior introduccin de un nuevo orden cultural:
el colonial. Por eso, se construy una relacin basada en un
profunda desconfianza y hostilidad. Es muy conocido y cita-
do en la literatura etno-histrica el siguiente testimonio:
No temes que estos que se llaman Padres disimulen con ese
ttulo su ambicin y hagan prestos esclavos viles de los que
llaman ahora hijos queridos? Por ventura faltan ejemplos
en el Paraguay de quienes son los espaoles, de los estragos
que han hecho de nosotros? (...) Pues ni su soberbia corrigi
nuestra humildad, ni a su ambicin nuestra obediencia por-
que igualmente esa nacin procura su riqueza y las miserias
ajenas. Quin duda que los que nos introducen ahora deida-
des no conocidas, maana (...) introduzcan nuevas leyes o nos
vendan infamemente, adnde sea castigo de nuestra incredu-
lidad un intolerable cautiverio? (...) No
siente
el ultraje
de
tu deidad y que con
una le
extranjera
v horrible derogue a
los que recibimos
cle nuestros
antepasados; y que se deje por
los vanos ritos cristianos los de nuestros orculos divinos y
por la adoracin de un madero las de nuestras verdaderas
deidades? Qu es esto? As se ha vencer a nuestra paterna
verdad una mentira extranjera?
(Citado en Blanco J. M.: 1929,
552/3).
Estas palabras tomadas de las crnicas son atribuidas al
cacique Poti vara y constituyen un discurso en el que se expre-
sa la visin que tiene el guaran del jesuita. En este conflicto
cultural y poltico, en esta guerra de mecas se enfrentan
dos modos de ser, de pensar, de sentir y de expresarse.
La reaccin anticolonial se evidencia en la prctica de
una especie de contrabautismo y en la revitalizacin de sus
tradiciones que pretendan reafirmar su identidad, profunda-
mente religiosa. Las danzas rituales, la borrachera, la poliga-
mia y hasta la antropofagia ritual no eran ms que la manifes-
tacin de esa religiosidad. El pay Juan Cura, para levantar-
la resistencia de los
indios
del Guayr, deca:
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Vivid segn vuestras antiguas costumbres', danzad
y bebed.
Celebrad el culto de vuestros antepasados .
(En: Meli: ob.
cit. 74).
La danza sustentaba la rebelin dndole un cauce simb-
lico y emocional. Bartomeu Meli expresa que:
Manteniendo la danza, los chamanes revitalizaban, de he-
cho, tanto la mitologa tradicional, como la propia institu-
cin chamnica ligada a ella, en un intento por fortalecer todo
el sistema cultural guaran. De ah su importancia como re-
curso en la lucha anticolonial (Meli, ibdem, 75).
Seguramente para comprender el significado de la resis-
tencia chamnica habra que profundizar en los intrincados
caminos del modo de ser guaran y en la profunda religiosi-
dad de sus prcticas rituales. El autor recientemente citado
expresa:
hay que colocarse en la situacin del indio
y
sentir como se
derrumba toda una cultura para comprender la dimensin de
esa catstrofe.
Solo as podremos
entender la desesperacin
de aquellos que pudieron percibirlo y el verdadero drama de
quines asistieron a la gradual destruccin de su cultura y
trataron
de
evitarlo
(ibdem, 83).
Podemos concluir que las revueltas mesinicas que agi-
taron a los guaranes a partir de 1556, estn intimamente rela-
cionadas con el rgimen de encomiendas que agudiz la ex-
plotacin de los indios
y la llegada de los jesuitas corno nue-
vos lderes religiosos que ya haban iniciado algunos proce-
sos de conversin de los indgenas al catolicismo. Los
guaranes comprendieron que si aceptaban la encomienda o la
reduccin era su propia identidad la que corra peligro.
Estos movimientos tuvieron una doble funcin: intentar
nuevamente la expulsin de los invasores apelando al liderazgo
chamnico y, en ocasiones, al auxilio de fuerzas sobrenatura-
les y, sobre todo, recuperar los valores ms profundos de la
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cultura guaran, expresados en sus creencias y en sus ritos,
fuertemente cuestionados por la cultura y la religin de los
blancos. Aunque, como hemos visto, estos movimientos to-
maron muchos elementos del cristianismo, le dieron un senti-
do nuevo, contestatario y profundamente antiespaol.
Debemos reconocer entonces que, tanto los propsitos
econmicos como religiosos de la Conquista (aunque los m-
todos fueran diferentes: violencia por parte de los espaoles
para proveerse de recursos, y poltica paternalista autoritaria
por parte de los sacerdotes para transformar las creencias y
modos de vida mediante la reduccin y conversin) siempre
dieron lugar a procesos de desarticulacin social y
para las poblaciones guaranes desde los primeros tiempos de
las relaciones intertnieas.
La historia posterior a estos primeros contactos- con la
consolidacin del sistema reduccional jesutico hasta 1768 se
encarg de demostrarnos cul fue el resultado.
Pero en el prximo captulo no nos referi
mos
a esa expe-
riencia. El eje que elegimos para este libro nos lleva precisa-
mente a la etapa de desestructuracin de las Misiones Jesuticas
cuando otros procesos de desarticulacin social y cultural que
afectarn a los guaranes durante el siglo XIX cobran sentido
para nosotros si optamos, como en este artculo, por atender a
la dimensin del conflicto que poseen las relaciones
intertnicas cuando universos culturales distintos se enfren-
tan.
Los guaranes pronto comprendieron que ni conquista-
dores, ni encomenderos, ni jesuitas, respetaran sus antiguas
costumbres y modo de vida. La resistencia activa, pasiva o
chamnica, fue el modo ms claro de expresar que haban per-
cibido el etnocidio delante de sus ojos, situacin lmite en la
que los haban sumergido los europeos. Haban comprendido,
en un punto sin retorno, que cuando dos universos culturales
se enfrentan la simplificacin de las relaciones en la supuesta
amistad puede entraar la muerte. En
fin, la dramtica revela-
cin de una irona sociolgica: que los amigos no siempre son
los amigos.
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Los docentes habrn advertido, al menos, que los planteos
sobre el consenso , la fusin , la cooperacin o, los ms
romnticos, de idilio , mansedumbre y armona preci-
san ser revisados en la enseanza de estos temas para evitar
las acostumbradas simplificaciones con que se suelen enfocar
algunos de los complejos procesos histricos. Como as tam-
bin muchos de los estereotipos que se han construido y repe-
tido sobre los indgenas.
Tal vez as encontrarn profundos contrasentidos
socioculturales por debajo de la epidermis inocente de los re-
latos o cuentos para nios con que se suelen encarar o ilustrar
las clases. Sobre todo porque los cuentos sobre la conquista
en estas tierras de Amrica no suelen ser tan inocentes.
BRE VE RE F L E XIN ME TOD OL GIC A
El artculo que acabamos de desarrollar tuvo por objeto pre-
sentar la situacin de contacto entre espaoles y guaranes
desde la perspectiva de estos ltimos. Usted habr comproba-
do que procuramos despegarnos de algunos supuestos de los
que parte la versin tradicional de la historia.
Nosotros partimos de otros pre-supuestos. En primer lu-
gar, la idea de que el motor de la historia es el conflicto y no la
armona. Segundo:que la conquista de la regin por parte. de
los europeos implic un choque cultural donde las relaciones
asimtricas entre europeos y guaranes generaron situaciones
de violencia fsica y simblica.
Postulamos tambin
que en las relaciones intertnicas
hubo un espacio para la generacin del malentendido cultu-
ral, que, particulariz las relaciones de sometimiento de los
conquistadores y la resistencia iniciada por los guaranes.
Por eso, intentar reconstruir la versin de los guaranes
sobre la conquista, implic prestar atencin al proceso de re-
sistencia, tanto pasiva como activa, llevada a cabo por los in-
dgenas frente al dominio espaol.
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Pero, cmo es posible esta reconstruccin'?
En primer lugar, hay que tomar una decisin
epistemolgica con relacin a la dimensin temporal de la his-
toria. Es preciso recortar un perodo relativamente breve y
analizarlo en profundidad. Lo que hay que hacer es un anli-
sis microscpico de la documentacin con herramientas te-
ricas que nos conduzcan a la voz de aquellos actores que nos
interesan. Ya que lo que primero se nos aparecer en los
docu-
mentos ser la versin de los conquistadores (de los vence-
dores ) por lo que si se toma un perodo demasiado extenso
ese anlisis no se podra realizar y, seguramente, se impondra
la voz de los triunfadores.
Los guaranes no han dejado testimonios escritos de su
actuacin corno
s o
hicieron los espaoles. Por eso, necesa-
riamente, tenemos que revisar las fuentes tradicionales, todas
producidas por los europeos (relatos de cronistas, _juicios de
residencia, actas de conquistas, leyes de Indias, actas de re-
partimiento, juicios penales de la poca, etc.) con nuevas ca-
tegoras tericas para poder percibir entrelneas la voz de
los guaranes. A menudo, la versin oficial de la historia slo
toma lo superficial: aquello sobre lo que los cronistas quisie-
ron dejar constancia. Pero los historiadores deberan ir ms
all
La etnohistoria es una disciplina cuyo mtodo (en trmi-
nos simples: una mezcla de anlisis antropolgico con pre-
ceptiva documental) permite reconstruir la voz de los venci-
dos. Las categoras de interpretacin cultural que utilizan los
antroplogos nos aproxima al universo cultural de los grupos
tnicos y nos ayuda a no tomar linealmente las relaciones
intertnicas del pasado restndole importancia a las dimen-
siones de conflicti viciad y complejidad.
El lector habr observado que la voz de los guaranes
aparece traducida por los etnohistoriadores. Muchas de estas
traducciones provienen del anlisis de documentacin que pro-
dujeron los propios conquistadores posteriormente a los suce-
sos que relatan, muchos de ellos debido a algn juicio de resi-
dencia o algn pleito legal en los que se vieron involucrados.
Si bien esto obliga a un profunfo anlisis y contraste de las
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EN OTRA HISTORIA
versiones por parte de los etnohistoriadores, debernos recono-
cer que la aplicacin de las categoras antropolgicas para en-
tender el pasado, no implica reempalzar el documento por re-
latos imaginados o teoras. sino, al contrario, significa anali-
zar la fuente documental desde otras preguntas y enfoques para
que puedan informarnos mucho ms sobre el pasado que lo
que pudieron o quisieron indagar los historiadores tradiciona-
les perdindose u ocultndose importantes versiones de otros
protagonistas (llamados, a veces, sectores subalternos) de los
hechos.
Hay mucho desarrollo terico acerca de la etno-historia.
Por el momento citamos la conceptualizacin de Bartomeu
Meli (1987):
La etno-historia que, por lo meno.s
intencionalmente, se re-
fiere ci la comprensin del proceso vivido por un pueblo ind-
gena desde las categoras
V
modo de ser del indio, presupone
una antropologa previa. En esto consistira la especificidad
de la etnohistoria contrapuesta a la historia de una etnia a
partir de las categora.s culturales de otra sociedad. No es de
extraar: pues, que la etnohistoria guaran se haya desarro-
llado contemporneamente a su antropologa (p. 67).
Los docentes habrn advertido, despus de esta cita, que
nuestro artculo no es un trabajo etno-histrico. No pretendi
serlo. Ni siquiera es la aplicacin de alguna de las perspecti-
vas metodolgicas de la etno-historia. No tenemos ni recursos
ni capacidad para hacerlo. Lo que hicimos fue tomar datos e
interpretaciones producidos por etnohistoriadores regionales
para dar cuenta del proceso de conquista en el marco de las
relaciones intertnicas.
Este camino, en algn sentido alternativo, nos llev a la
conclusin de que no
puede haber versin completa y verda-
dera de la historia sino no se intenta, con los recursos que nos
brindan las disciplinas sociales, recavar las versiones de to-
dos los protagonistas de los sucesos del pasado que hoy nos
interesan.
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A MI GOS NO S ON LOS A MI GOS
De igual forma, no puede ensearse ningn proceso Is-
trico si no se intenta mostrar, a travs de las estrategias
didcticas adecuadas, la versin de conquistadores y conquis-
tados, corno as tambin, las complejas relaciones que se die-
ron entre ambos.
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