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1 SOY UN HOMBRE He estado siempre convencido de que Jackie Robinson no fue el primer negro en las grandes ligas modernas. Los Senadores de Washington, a mediados de la dØcada del 30 y en la del 40, tenan una buena cantidad de jugadores latinos de tez oscura, quienes lo lograron por- que hablaban espaæol. Art Rust, Jr., editor afronorteamericano de la seccin de deportes del Amsterdam News. 1 Se me etiquet de negro en los Estados Unidos y tuve que actuar de acuerdo con ello. Todo lo que haca, hasta jugar al bØisbol, estaba regu- lado por el color. Aqu, en MØxico, soy un hombre. Willie Wells, short-stop afronorteamericano que fue estrella de las ligas negras. 2 1 Citado en Donn Rogosin: Invisible men: life in baseballs Negro leagues, Nueva York, Atheneum, 1983, p. 159. AdemÆs de Rogosin, este captulo se basa en John S. Bowman y Joel Zoss: Diamonds in the rough: the untold history of baseball, Nueva York, Macmillan, 1989; Tom Gilbert: Baseball and the color line, Nueva York, Franklin Watts, 1995; NicolÆs Kanellos (comp.): The Hispanic American almanac, Detroit, Gale Research, 1993; Jacob Margolies: The Negro Leagues: the story of black baseball, Nueva York, Franklin Watts,1993; Michael Oleksak y Mary Adams Oleksak: BØisbol: Latin Americans and the grand old game, Grand Rapids, Masters Press, 1991; Robert Peterson: Only the ball was white, Nueva York, McGraw Hill, 1970; PaulaJ. Pettavino y Geralyn Pye: Sport in Cuba: the diamond in the rough, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1994; Rob Ruck: The tropic of baseball: baseball in the Dominican Republic, Westport,Meckler, 1991; y Jules Tygiel: Baseballs great experiment: Jackie Robinson and his legacy, Nueva York, Oxford University Press, 1983. 2 Ruck: ob. cit., p. 35. Cuando los jugadores latinos intentaron llegar a los equi- pos de las grandes ligas, la pregunta mÆs frecuente que

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7SOY UN HOMBRE

1�SOYUNHOMBRE�

He estado siempre convencido de que Jackie Robinsonno fue el primer negro en las grandes ligas modernas.Los Senadores de Washington, a mediados de la décadadel 30 y en la del 40, tenían una buena cantidad dejugadores latinos de tez oscura, quienes lo lograron por-que hablaban español.Art Rust, Jr., editor afronorteamericano de la sección dedeportes del AmsterdamNews.1Se me etiquetó de negroen los Estados Unidos y tuve que actuar de acuerdo conello. Todo lo que hacía, hasta jugar al béisbol, estaba regu-lado por el color. Aquí, en México, soy un hombre.WillieWells, short-stop afronorteamericano que fue estrellade las ligas negras.2

1 Citado enDonnRogosin: Invisiblemen: life in baseball�sNegro leagues,Nueva York, Atheneum, 1983, p. 159. Además de Rogosin, estecapítulo se basa en John S. Bowman y Joel Zoss: Diamonds in therough: the untold history of baseball, Nueva York, Macmillan, 1989;TomGilbert:Baseball and the color line,Nueva York, FranklinWatts,1995; Nicolás Kanellos (comp.): The Hispanic American almanac,Detroit, Gale Research, 1993; Jacob Margolies: The Negro Leagues:the story of black baseball,NuevaYork, FranklinWatts,1993;MichaelOleksak y Mary Adams Oleksak: Béisbol: Latin Americans and thegrand old game,GrandRapids,MastersPress, 1991;RobertPeterson:Only the ball was white, Nueva York, McGraw Hill, 1970; Paula J.Pettavino y Geralyn Pye: Sport in Cuba: the diamond in the rough,Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1994; Rob Ruck: Thetropic of baseball: baseball in theDominicanRepublic,Westport,Meckler,1991; y Jules Tygiel:Baseball�s great experiment: Jackie Robinson andhis legacy,Nueva York, Oxford University Press, 1983.

2 Ruck: ob. cit., p. 35.

Cuando los jugadores latinos intentaron llegar a los equi-pos de las grandes ligas, la pregunta más frecuente que

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se les hacía a los scouts (buscadores de talentos) no era�¿puede pegar de hit?� o �¿sabe pitchear?�, sino �¿pue-de probar que es blanco?�Parece ridículo hoy día que se decidiera si un juga-

dor talentoso podía jugar o no un partido de béisbol endependencia del color de su piel, pero por lo menosdurante 60 años así sucedía en el béisbol estadouniden-se. Sin importar cuánto deseara ganar el mánager de unequipo, el color de la piel parecía ser siempre más im-portante que el porcentaje de bateo o de carreras lim-pias admitidas.En 1911, el mánager de los Rojos de Cincinnati,

Clark Griffith, estaba observando a un tercera basecubano muy talentoso, llamado Rafael Almeida. Mira-ba cómo se las arreglaba en la prueba para entrar alequipo. Almeida traía consigo, como acompañante, aun jugador cubano menos conocido, el jardinero Ar-mando Marsans, que le servía de intérprete, y habíaacompañado a Almeida durante la prueba de campo.Al verlos jugar, Griffith exclamó: �Me gusta más suintérprete�, y los Rojos se apresuraron a contratar a losdos cubanos de tez olivácea.Fue un movimiento atrevido. Que se recordara, el

béisbol de los Estados Unidos siempre había excluido acualquier jugador que no fuera �estadounidense blanco�,o por lo menos �blanco�. Solo unos cuantos latinos y dosafronorteamericanos (los hermanos Fleetwood y WeldayWalker en 1884) habían jugado alguna vez en las gran-des ligas oficiales. Hay que remontarse a los días quesiguieron a la guerra civil, cuando la Reconstrucción abrióalgunas puertas a los afronorteamericanos. Pero los fun-cionarios blancos del béisbol se resistían a la integración

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racial en �su� deporte. Después de que el ejército de laUnión retiró sus tropas del sur, en 1877, no tardaron endesvanecerse en el aire las leyes de derechos civiles de laReconstrucción. Nuevos códigos para negros y leyesdiscriminatorias obligaron a los esclavos liberados a tra-bajar como aparceros para los ricos terratenientes blan-cos, negaron a los hombres negros su recién ganadoderecho al voto y los segregaron de manera legal de lasescuelas y demás instalaciones públicas.Debido a que el béisbol estadounidense había cam-

biado poco, incluso durante el punto más alto del perío-do de la Reconstrucción, no fue difícil reforzar la líneasegregacionista, pocas veces traspasada, que excluía a losno blancos desde fines de la década del 80 del siglo XIX.Casi siempre se hacía de manera secreta, mediante �acuer-dos entre caballeros�. Tras bambalinas, los dueños de losequipos hacían y deshacían.En el caso que citamos, la gerencia de los Rojos de

Cincinnati trató de reunir, concienzudamente, docu-mentos provenientes de Cuba que demostraran la�blancura� de los nuevos jugadores. Los periódicosde la ciudad informaron que estos documentos y lasdeclaraciones juradas de los cubanos mostraban queAlmeida y Marsans eran ciertamente �dos de las ba-rras de jabón de Castilla más puras que jamás hubie-ran llegado a estas costas�.El parque de béisbol de los Rojos estaba lleno hasta el

tope el día en que Almeida y Marsans hicieron su debuten grandes ligas. Nadie se sorprendió cuando alguiengritó: �¡Saquen a ese negro del campo!� Era una frasebien conocida para los aficionados al béisbol; la habíahecho famosa en 1884 el racista blanco AdrianConstantine CapAnson, el jugador de pelota blanco más

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importante de su época, después mánager de los Me-dias Blancas de Chicago. Cuando Anson vio aFleetwood Walker entrar al campo por los Medias Azu-les de Toledo, pronunció la frase racista y amenazó concancelar el partido si Walker no se iba. La gerencia deToledo rehusó retractarse, y el partido se llevó a cabopara deleite de los aficionados negros y blancos por igual.Fue uno de los últimos partidos de las grandes ligas enel que se permitió participar a jugadores negros. Des-ilusionado, Fleetwood Walker escribió un libro en 1908que destaca el �espíritu racista� de la nación. Allí llegaa la conclusión de que los Estados Unidos no ofrecía alos afronorteamericanos �más que sentimientos de fra-caso y decepción�.3La aparición de los dos jugadores cubanos en 1911

dio nuevas esperanzas a algunos afronorteamericanos. Unperiódico afroamericano informó: �Ahora que el primerimpacto ya ha pasado, no sería una sorpresa ver a uncubano algo más oscuro que Almeida Marsans... a uncubano negro como el carbón, del tipo del pítcher estrella[José el Diamante Negro] Méndez haciendo su debutpoco después... Se les facilitarían entonces las cosas a losjugadores de color, que son ciudadanos de este país... Laúnica manera de distinguirlo sería oírlo hablar. Hasta queel público se acostumbre a ver negros nativos en [los equi-pos de] las grandes ligas, los jugadores de color podríanmantener la boca cerrada y hacerse pasar por cubanos�.4La idea de �hacerse pasar por� era muy popular en

esos días. Los jugadores de béisbol afronorteamericanosprobaron varios trucos para volverse �aceptables�. En

3 Gilbert: ob. cit., p. 68; ver también Art Rust, Jr.: Get that nigger offthe field, Nueva York, Delacorte Press, 1976, pp. 13-14.

4 Peterson: ob. cit., p. 62; Gilbert, p. 107.

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1885, los jugadores de uno de los primeros equipos pro-fesionales, constituidos solo por afronorteamericanos, sehacían llamar los Gigantes Cubanos. Como muchos cu-banos, caribeños y centroamericanos tenían ascendencia�mixta� �y en consecuencia tenían menos �aparienciaafricana��, los jugadores negros hablaban una jergadentro del campo para hacer creer que estaban hablandoen español. Pronto se encontraron jugando con afrocu-banos que no podían �hacerse pasar� por blancos.Ansiosos de ganar partidos, hasta los dueños y entre-

nadores blancos de los equipos de grandes ligas trataron aveces de �hacer pasar� a jugadores afronorteamericanospor cubanos, españoles o indígenas americanos. En 1901,John McGraw, mánager de los Orioles de Baltimore,trató de meter al juego al estelar segunda base afronor-teamericano Charlie Grant diciendo que era un indiocherokee llamado Charlie Tokohama. Los seguidoresnegros de Chicago respondieron de manera tan entu-siasta a Charlie El jefe que la artimaña de McGrawfue descubierta. Otros dueños y mánagers blancosobligaron a McGraw a que dejara de utilizar a Grant.Años después, cuando el dueño de los Dodgers deBrooklyn, Branch Rickey, puso a jugar a Jackie Robinsonen el Ebbets Field, pidió a los líderes de la comunidadque aminoraran la respuesta de los aficionados negrospara evitar otra situación como la de Tokohama (ver elcapítulo 4).5

5 McGraw intentó contratar jugadores afronorteamericanos dicien-do que eran inmigrantes cubanos. En 1917, un jardinero afro-norteamericano, llamado John Donaldson, rechazó una oferta de10 000 dólares �para ir a Cuba, cambiarse el nombre, y trabajarpara un club en la Liga del Estado de Nueva York� (citado enHoward Senzel: Baseball, and the Cold War: Being a soliloquy onthe necessity of baseball, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich,1977, p. 257).

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A diferencia de los afronorteamericanos, a los latinosy a los jugadores de béisbol nativos norteamericanos, comoel cátcher John Chief Meyers y el jardinero Jim Torpe,quemuchos veían como los �más grandes atletas estadouni-denses de todos los tiempos� se les permitió jugar, por-que se consideraban como �extranjeros� y �exóticos�.6John Bud Fowler, el primer afronoteamericano reclutadopor un equipo de las ligas menores durante el primer bro-te de la Reconstrucción en los primeros años de la déca-da del 60 del siglo XIX, expresó más tarde lo siguiente:�Mi piel está en contra mía. Si no hubiera sido tan ne-gro hubiera pasado por español o algo parecido�. En losprimeros años del siglo XX, Fowler creó la All-AmericanBlack Tourists, cuyas payasadas atrajeron a multitudesentusiastas. Fowler reconoció con tristeza que �lo que losblancos querían de los atletas afronorteamericanoseran(...) parodias de negros cómicos�.7El color de la piel siguió siendo el elemento principal

de la toma de decisiones hasta mucho después de laSegunda Guerra Mundial. La ley del más fuerte siguióprevaleciendo. Los cristianos blancos eran empleadospreferentemente sobre todos los demás. Los afronorte-americanos y los latinos de piel oscura quedaban exclui-dos completamente. Docenas de estrellas latinas de pielmás clara entraron a las grandes ligas, así como un nú-mero más o menos equivalente de judíos norteamerica-nos, y aunque ambos grupos sufrían de discriminaciones,al menos podían jugar béisbol. Incluso en 1947, cuandoJackie Robinson se convirtió en un �Dodger� deBrooklyn y los afronorteamericanos y los latinos de pieloscura creían que su hora había llegado, se requirieron

6 Según Bowman y Zoss, p. 127.7 Citado en Gilbert, pp. 42, 67.

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unos doce años más y grandes protestas públicas paraque el color de la piel le cediera el lugar al talento.8Sin embargo, los verdaderos aficionados de las ligas

negras y de los equipos latinoamericanos sabían que losjugadores afronorteamericanos y latinos estaban entrelos más grandes de todos los tiempos Eran tan buenoscomo las estrellas de piel blanca, lo cual se demostródondequiera que hubo partidos entre equipos de juga-dores blancos contra equipos de jugadores de piel negra.Uno de los partidos �interraciales� más memorables

se llevó a cabo en 1902. En este se enfrentaron losGigantes Cubanos de Filadelfia (todos negros) contralos Atléticos de Filadelfia, en lo que se conoció comouna �tarde racial� en la �ciudad del amor fraternal�. Elpítcher afroamericano Andrew Foster derrotó al prin-cipal pítcher blanco de esa época, Rube Waddell, utili-zando su recién patentado y caprichoso lanzamiento quede manera repentina se le desaparecía al bateador: elscrezuball [la bola de tirabuzón o tornillo]. Después desu victoria, a Foster se le apodó Rube, para recordar atodos que él y no Waddell era el pítcher número uno.Dos años después, el equipo afronorteamericano de losGigantes de Filadelfia no pudo ser derrotado cuandojugó contra varios equipos blancos de las ligas menores.En 1906, el talentoso equipo desafió al ganador de laserie mundial para �decidir quién puede jugar mejorbéisbol, los estadounidenses negros o los blancos�. Elclub de blancos ignoró la invitación.

8 Aunque casi no hay casos documentados de afronorteamericanos�haciéndose pasar� por blancos en las ligas mayores, un columnis-ta de deportes de principios de la década del 40 reconoció que�No es un secreto que jugadores de ascendencia negra han apare-cido en partidos de grandes ligas� (Gilbert: ob. cit., p. 104).

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Los entrenadores del béisbol blanco se sentían mo-lestos, porque algunas veces la división racial impedía elcamino a la victoria. Por ejemplo, John McGraw,mánager de los Gigantes de Nueva York, se sentía fas-cinado por las muchas habilidades de Rube Foster. Des-pués del episodio de �Tokohama�, ya no tenía laintención de llevar la contraria a todo el béisbol estado-unidense de ligas mayores contratando a Foster, pero sípersuadió al pítcher negro de que enseñara al universi-tario Christy Mathewson la bola de tirabuzón. Cuandodominó el nuevo lanzamiento bajo la tutela de Foster,Mathewson ganó 34 partidos, después de haber gana-do solo 14 la temporada anterior.Foster no era el único jugador de tez oscura que diera

vida a varios de los nuevos estilos de juego que revolucio-naron el deporte a principios de siglo. Los aficionadosescucharon pronto rumores de que el cátcher afronorte-americanoBruce Petway había enseñado al famoso cátcherde los Cachorros de Chicago, Johnny Ming, su métodode �acuclillarse� para tirar y así evitar los robos de base.Los jugadores afronorteamericanos convirtieron el toquey el robo de base en artes bien afinadas, incluido un to-que de sacrificio de �pegar y correr� (hit and-run)desarrollado por Foster, que llevaba a un corredor rápi-do desde la primera base hasta la tercera.9

9 En 1906, Foster, jugando para el equipo negro de los LelandGiants de Chicago, pugnó por obtener y obtuvo un nuevo acuerdofinanciero para ayudar a sus compañeros de equipo mal pagados.Convenció al dueño del club, Frank Leland, para compartir elmonto de las entradas al cincuenta por ciento con los jugadores,arreglo que nunca habían escuchado los dueños de los equiposque tomaban al béisbol como su reino personal. Foster continuó lapeculiar práctica de compartir las entradas cuando se convirtió enmánager de los American Giants de Chicago, equipo que habríade jugar muy bien en las ligas negras por muchos años.

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15SOY UN HOMBRE

El bateador de poder de Foster en la década del 20del siglo pasado era el jonronero cubano CristóbalTorriente, descrito por la prensa como el �Babe Ruthcubano�. A Ruth no le gustó la comparación. Duranteun juego invernal en Cuba, la estrella cubana eclipsó alBambino, al batear tres jonrones. Babe Ruth, lleno deira, decidió lanzar él mismo contra Torriente. En su si-guiente turno al bate, Torriente le pegó un doble a Ruth.Después del juego, Ruth se enfrentó a la prensa. Te-

nía poco que decir acerca del excitante juego de Torriente,y comentó que este era �tan negro como una tonelada ymedia de carbón en un sótano oscuro�. ¡En realidad,Torriente tenía el mismo color de piel que Ruth!10La animosidad racial de muchas estrellas del béisbol

blanco hacia los jugadores latinos de piel más oscura seintensificaba en toda ocasión en que se sintieran eclipsa-dos. Las victorias cubanas en contra de blancos de ligasmayores �que empezaron en los primeros años del siglopasado�alcanzaron proporciones legendarias. En 1908,mientras los Estados Unidos llevaba a cabo la ocupaciónmilitar de Cuba para proteger los intereses de los bancosestadounidenses y de las compañías azucareras, los juga-dores estadounidenses iban a Cuba a deleitarse con el soldel Caribe y ganar algo de dinero extra jugando contrados equipos cubanos: el Almendares y el Habana.

10 La conducta de Ruth era aún más extraña a la luz de que a vecesse le llamaba �negro� debido a su piel oscura y al rumor de quetenía antepasados afronorteamericanos. Ty Cobb, un racista empe-dernido, rechazó una vez compartir el alojamiento en Georgia conRuth, porque �nunca he dormido bajo el mismo techo que unnegro, y no lo voy a hacer aquí en mi Estado natal, Georgia�. (PaulDickson: Baseball�s greatest quotations, Nueva York,HarperPerennial, 1992, p. 85). Para mayor información, verMargolies: ob. cit., pp. 20-23; Oleksak y Oleksak: ob. cit., pp. 23,34; Pettavino y Pye: ob. cit., p. 249; Senzel: ob. cit., p. 257.

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16 LATINOS EN EL BÉISBOL

En ese año, para deleite de los aficionados cubanos,así como de los afronorteamericanos que jugaban en elequipo de La Habana, los cubanos derrotaron a los Ro-jos de Cincinnati en 7 de 11 partidos. La estrella fue elpítcher de bola rápida y curva, José Méndez, apodadoel Diamante Negro por John McGraw. Méndez, uncortador de caña de veinte años, derrotó dos veces a losRojos, incluido un juego de 10 en la que el no hit se lefue por un sencillo dentro del cuadro en la novena entra-da. En el siguiente invierno, en 1909, el Almendares yel equipo de La Habana derrotaron al campeón de laLiga Americana, los Tigres de Detroit, en 7 de 12 par-tidos, incluido un no hit lanzado por Eustaquio Pedroza,un pítcher cubano mucho menos famoso que Méndez.Los soldados estadounidenses se retiraron temporal-

mente de Cuba en 1909, pero los Tigres de Detroit esta-ban resueltos a regresar en el siguiente invierno con dosde sus jugadores estrellas que no habían asistido a la seriede 1909. Esta vez trajeron a su famoso bateador SamCrawford. No hubo diferencia. Pedroza dejó sin hit aCrawford y a los Tigres en un juego de once entradas.Con la serie empatada a tres partidos, los Tigres per-

suadieron finalmente al ya controvertido Ty Cobb, deveintitrés años, para que fuera a Cuba y se uniera a sualineación. A pesar de conocer la reputación de Cobbacerca del racismo, los promotores cubanos de la serie delos Tigres trajeron a Cobb a La Habana. Le pagaron unbono de 1000 dólares para que jugara los últimos parti-dos. Cuando le fue presentado el short-stop afronorte-americano del equipo cubano, John Henry, Pop Lloyd(propuesto para el Salón de la Fama en 1977), Cobbrehusó darle la mano.Los aficionados cubanos observaron ansiosamente

cuando Cobb, con sus zapatos de spikes afilados, se

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lanzó a la segunda base en intento de robo, obviamentedeterminado a cortar a Pop Lloyd como lo había hechoun año antes en Filadelfia con el tercera base Frank JonrónBaker, de los Atléticos de Filadelfia, en un muypublicitado incidente. Tres veces consecutivas Cobb sebarrió con el pie levantado hacia las piernas de Lloyd. Ytres veces seguidas Lloyd, con un suave movimiento, atra-pó la bola que le envió Bruce Petway y deslizó el guantea lo largo del pie levantado de Cobb, todo en un solomovimiento. Lanzandomaldiciones en inglés, Cobb aban-donó lleno de ira el diamante, mientras los aficionadoscubanos se carcajeaban, aplaudían, abucheaban y silba-ban. Se descubrió después que Lloyd se había protegi-do con espinilleras de hierro bajo sus medias de béisbol.Lloyd continuó hasta sobrepasar a Cobb en la serie cu-bana, bateando para 500 contra .370 de Cobb. ¡Lasestrellas afronorteamericanas Grant Jonrón Johnson y elcátcher Petway también batearon mejor que Cobb!Aunque los Tigres ganaron la serie por 7 partidos a 5,Cobb nunca se recuperó de verse superado por Lloyd,Johnson y Petway, y prometió que nunca más jugaríacontra los negros. Y nunca más lo hizo.11Después de que Cobb y los Tigres partieron de Cuba,

los equipos cubanos empataron con el campeón de la se-rie mundial, los Atléticos de Filadelfia, en una serie deocho partidos. El presidente de la Liga Americana, Ban

11 El columnista de deportes Fred Lieb escribió más tarde que Cobby �las estrellas de la década del 20Gabby Street, Rogers Hornsbyy Tris Speaker le dijeron que eran miembros del Ku Klux Klan�(Tygiel: ob. cit., p. 32). Para más información sobre el racismo deCobb y su visita a Cuba, ver Al Stump: Cobb: a biography, ChapelHill, Algonquin Books, 1994. Babe Ruth y Honus Wagner reco-nocieron después que Pop Lloyd fue el mejor jugador que hubie-ran visto jamás. Lloyd, junto con otros jugadores latinos y negrosmal pagados, jugaba con frecuencia en Cuba.

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Johnson, fuera de sí, eliminó los viajes a Cuba, dicien-do a gritos: �¡No queremos que un club improvisadoque se hace llamar Atléticos vaya a Cuba simplementepara ser derrotado por equipos de color!�12En 1911, el mánager de los Gigantes, McGraw, acep-

tó llevar a su equipo a La Habana para jugar una serie departidos. Cuando su equipo perdió los primeros dos par-tidos de la serie, reprendió enérgicamente a sus jugado-res: �No vine aquí para permitir que una multitud decubanos de color café me pongan en ridículo. Tienenque jugar a la pelota o se van a su casa�.13 Los Gigantesde McGraw finalmente ganaron la serie contra los cuba-nos. Méndez y Mathewson se enfrentaron dos veces enemocionantes duelos de pitcheo rara vez igualados anteso después: cada uno ganó un partido.De 1908 a 1911, los equipos de las ligas mayores de

piel blanca solo ganaron la mitad de los partidos en Cuba:32 de 65 partidos, con uno que terminó en empate.Méndez acumuló 8 de los juegos ganados por cubanos.Años antes, McGraw había dicho que ofrecería 50 000dólares para que firmaran el gran lanzador cubano Joséel Diamante Negro Méndez y su cátcher, Miguel StrikeGonzález, si hubieran sido blancos. Después de la seriede 1911, McGraw seguramente hubiera deseado másfervientemente que Méndez estuviera en su equipo.Cincinnati había dejado de lado la barrera del color en1911, y Almeida y Marsans, a pesar de la algarabíaracial, se las arreglaron para sobresalir. Marsans bateópara 317 en 1912 y jugó más de 655 partidos paracuatro equipos de grandes ligas.14 ¡Ya era válido para

12 Citado en Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 22.13 Ibídem.14 Datos en Bruce Brown: �Cuban baseball�, The Atlantic, de junio de1984, no. 253, p. 111; Oleksak y Oleksak: ob. cit., pp. 26, 253.

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otros equipos importar cubanos mientras no fueran de-masiado negros! Esto quería decir, claro está, que hom-bres como el excepcional Diamante NegroMéndez, porser más oscuros de piel, siguieron siendo marginadosde la pelota de las grandes ligas. Méndez ganó 44 parti-dos y solo perdió 2 para las Estrellas Cubanas de laLiga Negra en 1909, pero nunca se le dio oportunidadde entrar a un equipo de grandes ligas. 15Otros jugadores cubanos que nacieron con la suerte

de �tener un tono más claro de piel� fueron traídos a lasgrandes ligas. El jardinero Jacinto Jack Calvo y el pítcherJosé Acosta usaron el uniforme de los Senadores deWashington durante varios años y también jugaron paralas ligas negras. Fueron los únicos hombres que jugaronpara las grandes ligas segregadas racialmente y para lasligas negras. Estas nunca consideraron que ningún juga-dor fuera demasiado blanco para sus equipos. En 1920,Acosta ponchó a Ruth tres veces en un juego de exhibi-ción en Cuba. Incluso más famosos fueron otros dos gran-des cubanos: la maravilla del pitcheo Adolfo Luque y elcátcher Strike González. De piel clara y ojos azules,nacido en La Habana, Adolfo Luque escuchó gritos de�¡negro!� durante su primer partido en San Luis. Luque,quien nunca dejó de luchar contra el racismo del béisbol,se convirtió en el primer latino que blanqueara en un par-tido de grandes ligas y en aparecer en una serie mundial�con Cincinnati, en 1918, a los veintiocho años�, yotra vez en 1919. También fue el primer latino que

15 Más tarde, como jugador y mánager a la vez, Méndez llevó direc-tamente a los Monarcas de Kansas City a ganar tres títulos en laLiga Nacional Negra. En 1926 murió de una enfermedad inespe-rada, su carrera se truncó a la edad de 38 años, unos veinte añosantes de que la barrera del color fuera derribada por JackieRobinson.

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encabezó a las grandes ligas en tres áreas: blanqueadas(Liga Nacional, 1921, 1923, 1925), triunfos (1923),y menos carreras limpias admitidas (1923 y 1925, a los35 años). Con su excelente curva hacia abajo, el siemprejoven Adolfo Luque acumuló un récord de 193-179en veinte años de jugar en ligas mayores.De 1912 a 1939, Miguel González jugó más de mil

partidos para cinco equipos de grandes ligas. ApodadoMike por los jugadores de los Estados Unidos, se con-virtió en el primer coach latino, y sirvió durante catorceaños en esa posición para los Cardenales de San Luis.Más aún, él fue el primer latino que manejó un club degrandes ligas, pues dirigió a los Cardenales en parte delas temporadas de 1938 y de 1940. Después se convir-tió en scout en Cuba y acuñó la frase ahora tan común deGood field, no hit [�Una buena defensa no acepta hit�].16Después de la Revolución cubana de 1959 y la rup-

tura por parte de los Estados Unidos de las relacionesdiplomáticas, Mike decidió dejar de ser scout y perma-necer en su tierra natal. En 1977, González, de ochen-ta y siete años, murió en La Habana.Las cosas nunca fueron fáciles para cualquiera de los

latinos que por primera vez se �integraron� al béisbol delos Estados Unidos, a pesar de su piel clara. A muchosse les intimidó con palabras desagradables y hasta conataques físicos, que nunca tuvieron que enfrentar cuandoregresaron a casa. Fuera del campo, se les excluía de losrestaurantes, de los hoteles y hasta de los baños públicos�exclusivos para blancos�. Algunos preferían jugar en lasligas negras, aunque el pago era menor y las condicionesde viaje eran terribles. Naturalmente, si los jugadores la-tinos eran �demasiado negros�, las ligas negras eran suúnica oportunidad en el béisbol de los Estados Unidos.

16 Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 26.

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Por su parte, los jugadores de pelota afronorteameri-canos encontraron en Cuba y en otros países latinoame-ricanos una atmósfera más relajada en lo racial que en losEstados Unidos. Por décadas jugaron béisbol profesio-nal no solo en las ligas negras de los Estados Unidos,sino también �al sur de la frontera�. En relación con estoúltimo, Willie Wells, el gran short-stop de las ligas negras,dijo una vez: �Aquí, en México, yo soy un hombre�.Además de los cubanos, de entre los cincuenta o más

latinos que jugaron antes de la llegada de Jackie Robinsonen 1947, hubo dos nominados al Salón de la Fama: elpítcher Lefty Gómez y el mánager Al López. Debido aque sus familias provenían de Europa (de España), re-cibieron un mejor trato que otros jugadores latinos.Nacido en Rodeo, California, Vernon Luis Gómez

en realidad era mitad irlandés y mitad español. Conoci-do como el Castellano Alegre, fue estrella de 1930 a1943 y acumuló un récord de 189-102, uno de los treceporcentajes más altos del béisbol. Jugó pelota invernalen Cuba y coordinó un equipo en este país.Al López nació dentro de una familia de cigarreros,

en el barrio habitado mayormente por latinos y cuba-nos de Ybor City, en Tampa, Florida. Como jugador,estableció un récord para cátcher de las ligas mayoresde 1 918 juegos jugados. López dijo de Adolfo Luqueque era �perfecto en su patrón de pitcheo�.17 Al Lópezse volvió famoso por su excelente carrera de 17 añoscomo mánager de los Indios de Cleveland y de los MediasBlancas de Chicago, durante las décadas del 50 y del 60.Antes de que López apareciera en escena, a estos dos

17 Walter M. Langford: Legends of baseball, South Bend, DiamondCommunications, 1987, pp. 218 219; ver también Leonard Koppett:Theman in the dogout: baseball�s topmanagers andhow they got that way,NuevaYork, Crown, 1993, pp. 178-184.

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equipos tradicionalmente se les conocía más por perderque por ganar, pero López les dio un giro completo: acu-muló el quinto mejor promedio en manejo en la historiade las grandes ligas: 581, con 1 422 juegos ganados.Clark Griffith, el hombre que primero dirigió a los

dos cubanos, Almeida y Marsans, en 1911, se convirtiócon el tiempo en dueño de los Senadores de Washington.En 1933 los Senadores jugaron contra los Gigantes deNueva York en la serie mundial. Adolfo Luque, a loscuarenta y tres años, ganó el partido final para los Gigan-tes al blanquear a los Senadores en las últimas cuatroentradas. Griffith se dirigió a su amigo de muchos años,Joe Cambria, un scout del béisbol norteamericano quesabía algo de español, y le ordenó que se fuera a Cubainmediatamente y trajera algunos cubanos más. En lassiguientes dos décadas, Joe Cambria contrató a cercade 400 jugadores latinos para trabajar con los Senadoresy otros equipos, la mayoría de ellos cubanos. Los cuba-nos incluso le pusieron su nombre a un tabaco: Papa Joe.Hubo muchos jugadores extraordinarios en las ligas

negras, pero Griffith sabía que, si quería contratar bue-nos jugadores que no fueran blancos, ofendería menos aalgunos dueños de clubes y a los aficionados excluyendoa los negros estadounidenses y dedicándose a los latinosque pudieran hacerse pasar por blancos. Contrató a die-cinueve latinoamericanos entre 1939 y 1947.Una habilidad extraordinaria para jugar era difícil de

resistir. Las importaciones latinoamericanas comenzarona verse menos blancas y más negras. Los columnistasdeportivos veían esto como un avance en el derrumbe dela barrera del color. Red Smith escribió que el hombreque contrató a Jackie Robinson, Branch Rickey, le dijoque �contratar a los negros no era nada nuevo para ClarkGriffith. Esto parecía implicar que había un senegambianoentre el montón de bateadores cubanos de la bodega

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senatorial�.18 El �senegambiano� que Smith tenía enmente era Roberto Estalella, de los Senadores de Was-hington de 1935, a quien otros jugadores considerabancomo �negro�. Durante nueve temporadas con tres equi-pos de las grandes ligas, el jugador de cuadro y jardine-ro cubano bateó un promedio de .282.Otro jugador de los Senadores que rompió la frontera

del color fue Alejandro Patón Carrasquel, pítcher venezo-lano descubierto por Joe Cambria en la liga cubana inver-nal. De 1939 a 1945, Carrasquel perdió 39 partidos yganó 50 para Washington. Nacido en Caracas, el sobrinode Carrasquel, Alfonso Chico Carrasquel, se convirtióen el short-stop estrella de losMedias Blancas de Chicago.Carrasquel, como Bobby Estalella, sufrió las burlas cons-tantes de los aficionados y de los jugadores contrincantesdebido a su piel de color relativamente oscuro.El mánager de Washington, Bucky Harris, no ayudó

en lo absoluto. Harris despreciaba a sus jugadores latinos.�Son basura �decía�. No encajan. Si tengo que sopor-tar a los incompetentes, por lo menos que hablen inglés�.19A pesar de que unos cuantos latinos de piel oscura se

deslizaron por debajo de la barrera del color, pasaronmuchos años antes que el color de la piel no fuera ya unaconsideración de peso. Ahora vemos a los latinos entodas las alineaciones de los equipos estadounidenses.Aun así, los aficionados estadounidenses se asombraránde saber que durante muchas décadas el béisbol se ha�establecido más firmemente como deporte nacional� enCuba, la República Dominicana, Venezuela, Panamá yJapón que �en los Estados Unidos�.20 De hecho, los

18 Rogosin: ob. cit., pp. 159-160.19 Oleksak y Oleksak: ob. cit., p. 44.20 EncyclopediaAmericana,NuevaYork,AmericanCorporation, 1964,p. 305k.

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latinos han estado jugando béisbol desde que se funda-ron las grandes ligas e incluso desde antes. Se puededecir en verdad que el juego del béisbol nunca se hubie-ra convertido en lo que es sin los latinos. Para descu-brir por qué, debemos remontarnos a la historia ycomenzar a romper los mitos que invaden al béisbol.Estos hacen �invisibles� a los latinos y ponen en la cimaa los blancos.