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Presenta una reconstrucción/interpretación del proceso de Reforma Agraria en el Valle de Longotoma (La Ligua, Chile) a partir del testimonio de habitantes del Valle, actores del proceso en ese territorio.

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de la Reforma AgrariaM e m o r i a s

Matías Calderón Seguel y Karen Fahrenkrog Borghero

La lucha por la tierra en el Valle de Longotoma

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Memorias de la Reforma Agraria

La lucha por la tierra en el Valle de Longotoma

Matías Calderón Seguel y Karen Fahrenkrog Borghero

Santiago de Chile, enero 2012

ISBN 978-956-345-951-7

RPI 213.625

Fotografía de portada Concentración de campesinos partidarios de la Reforma Agraria en el ex Fundo Santa Marta de Longotoma (Gentile-za de Francisco y Josefina)

Diseño y Diagramación:Gráfica Lom Ltda.Concha y Toro 25Fonos: (56-2) 672 2236 - (56-2) 671 5612

Impreso en los talleres de Lom Ediciones.Miguel de Atero 2888 - Quinta NormalFonos: (56-2) 716 9695 - (56-2) 716 9684

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Para Ana Celia Borghero Eldan, mi mamita linda

por su inmenso amor.

Karen

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AgrAdecimientos AgrAdecimientos

Agradecemos el apoyo de la I. Municipalidad de La Ligua: al alcalde Rodrigo Sánchez, al concejal Hugo Díaz y muy especial-mente a Ulises Castillo, encargado de cultura.

A Robinson Garrido, del Museo de La Ligua, agradecemos su buena disposición para apoyarnos en lo que requiriésemos de los archivos que maneja. Al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes agradecemos financiamiento de nuestro proyecto.

Gracias a Miguel Bahamondes por la orientación y compartir el interés por la Reforma Agraria y todo lo que ella implicó.

A Sergio Gómez y Hugo Ortega les agradecemos compartir su tiempo y saberes en una entrevista en su lugar de trabajo.

Finalmente, agradecemos a todos los habitantes del Valle de Longotoma su gentileza durante nuestras visitas. A todos ellos nuestro más profundo respeto a quienes vivieron bajo el sistema hacendal y llevaron adelante el proceso de Reforma Agraria com-partiendo con nosotros sus memorias; mil gracias a:

Celinda Astorga, Santa Marta.

Guillermo Báez, San Manuel.

Julia Bustamante, Maitén Largo.

Belisario Godoy, Santa Marta.

Francisco Godoy, Puyancón.

Octavio Godoy, Santa Marta.

Felisa Guerrero, Las Parcelas.

Fidela Hernández, Las Parcelas.

Gabriel Olivares, San Manuel.

Juan Osses, Las Parcelas.

Miguel Osses, Santa Marta.

Elías Pérez, Casas Viejas.

Manuel Pérez, El Guindo.

Augusto Ponce, El Trapiche.

Dominga Tapia, El Guindo.

Josefina Tapia, Puyancón.

Fernando Valenzuela, Santa Marta.

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Índice Índice

AgRAdecimientos 7

PResentAción 11

intRoducción 15

i. PeRsPectiVAs geneRALes deL PRoceso de RefoRmA AgRARiA en chiLe 21

ii. eL comPLeJo minifundio-LAtifundio en eL VALLe de LongotomA 35

Los tiempos de la gran hacienda Longotoma 36

La época de los fundos en el Valle de Longotoma 40

economía y política del Valle de Longotoma en el período de los fundos 41

Vida doméstica y familia en el período de los fundos 70

iii. eL PRoceso de RefoRmA AgRARiA en eL VALLe de LongotomA 77

La Reforma Agraria en san manuel 78

Llegó la Reforma Agraria a san manuel y se formó el Asentamiento 82

Parcelación del Asentamiento san manuel 85

Asentamiento La fortuna 86

La Reforma Agraria en santa marta y el trapiche 89

La lucha por la tierra en los fundos santa marta y el trapiche 89

Asentamientos campesinos La Batalla y Los tigres 108

impactos del golpe de estado en los asentamientos La Batalla y Los tigres 115

iV. comentARios finALes 121

BiBLiogRAfÍA 125

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PresentAción PresentAción

Ya viene a ser un lugar común, y reiterado, que la historia la escriben los vencedores. Pero uno podría agregar, a la luz del relato/historias contenido en el presente libro, que algunos de los vencidos lo son por partida doble al momento de quedar registra-dos en la memoria oficial –no la otra, aquella que finalmente nos permite constatar su doble negación o sobre negación.

El proceso de Reforma Agraria, que acompañó un proceso mayor de transformaciones vividas a nivel nacional, sin duda que impactó grandemente el mundo rural de Chile. Sin embargo en su “relato” e intentos de análisis ha predominado, como era de esperar, la visión oficial construida tanto por detractores como apologistas institucionales. Al hacerlo lo hacen situando al proceso dentro de un entramado de coordenadas sociales, económicas y políticas constituidas como referente de proyectos de élites y grupos dominantes o que pujan por serlo. En esta mirada por lo general se tiende a construir sujetos que más que representar ex-presiones de los procesos que efectivamente están ocurriendo son manifestaciones de intereses que se desprenden de los modelos de referencias construidos por aquellos. Bajo este manto quedan suprimidas las diferencias y emergen sujetos únicos, homogéneos, actuando al unísono; y lo que es más grave, en algunas reflexiones dotados de una identidad y “ser” que nos acerca a un esencialismo ahistórico, lo que finalmente se traduce, entre otras cosas, en un relato que crea (¿inventa?) actores. Ello sin embargo se hace desco-nociendo, a contracorriente, el carácter eminentemente histórico del proceso, y al hacerlo omitiendo que éste no es más que una secuencia de acciones y respuestas que ponen frente a frente a sujetos que no solo están situados distantes estructuralmente sino que también a sujetos que estructuralmente son afines o iguales.

Si hay algo que debemos destacar y agradecer en el texto/relato que nos ofrecen Matías y Karen (“Memorias de la Reforma Agraria. La lucha por la tierra en el Valle de Longotoma”), es que justamente recogen la mirada de los actores “de abajo”, de aque-llos que dentro de las interpretaciones oficiales/institucionales se nos presentan como uno, homogéneo, desconociendo el carácter

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deliberante y activo de ellos en la implementación y definición de los alcances de un proceso que se vive tanto como propio pero también como impuesto. El libro nos muestra vivamente como en una persona, en un mismo actor, conviven la subordinación con los intentos por superarla, pero donde la superación, o los esfuerzos sociales por lograrlo, quedan muchas veces atrapados por las coordenadas de las prácticas que hacían y reproducían la subordinación y la explotación –qué importancia cobra aquí la idea de experiencia que nos brinda E. Thompson para la com-prensión de los procesos sociales.

El libro se muestra generoso en el relato de situaciones donde la posibilidad de superar la subordinación se estrella no solo con la acción del otro contrario, sino que con las del propio que se transforma en uno más de la estrategia desarrollada para contener la transformación; y algo que debería ser analizado con mayor detenimiento: cómo los “transformadores” encuentran aliados inesperados dentro de los “dominadores”–¿conscientes de la inevitabilidad del proceso?, ¿movida estratégica para contener el alcance del proceso y mantener posiciones de poder?–. Pero ello no es más que la evidencia de lo complejo de los procesos sociales y el libro contribuye a ilustrar cómo se manifiesta esa complejidad. Y eso es un logro y se agradece.

Aunque no es propósito del libro dar respuesta a las interrogantes que van emergiendo de los acontecimientos descritos, es preciso hacer mención de alguna de ellas, puesto que son un llamado de atención para la reflexión desde las ciencias sociales particularmente. No se trata de interrogantes con pretensiones de novedad por el contrario; se trata de preguntas que para algunas orientaciones han formado parte de sus preocupaciones recurrentes: la relación entre el gran proceso y el proceso local; la respuesta política diferenciada de sujetos que están situados en una posición estructural similar; cómo estructuras de dominación que recaen sobre una misma población tienen como respuesta sujetos que las combaten y otros que les dan continuidad –qué llamada de atención de esto sobre aquellas visiones totalizadoras del poder que hacen de los sujetos finalmente entes pasivos y homogéneos ante el poder–. Hay libros que se escriben para dar respuestas a interrogantes que el autor o los autores se presentan como desafíos a resolver; hay otros libros que se escriben para levantar preguntas a partir del relato de la práctica social y de la forma como los actores se representan, imaginan y

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explican su existencia; este es el caso del presente libro, y lo hace recogiendo un trozo de la historia del sector rural de este país de tanta trascendencia como lo fue la Reforma Agraria, proceso impulsado por el Estado, con un alto consenso a nivel nacional, atendiendo entre otros objetivos a la justicia social y por sobre todo a la dignidad de las personas del mundo rural*.1

Miguel Bahamondes ParraoSantiago, enero de 2012.

* Ello de ninguna manera nos debe llevar a olvidar los objetivos estructurales planteados para la misma y que en el fondo no era más que un mecanismo para fortalecer la instalación y extensión del sistema capitalista a nivel nacional; en otros términos, es la expresión del conflicto que se da a nivel de sectores dominantes por hacer funcional el sector agrario a la acumulación capitalista en general, e industrial/fabril en particular.

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introducción introducción

El libro que tienen en sus manos es el producto de una inves-tigación que aborda la manifestación local de uno de los episo-dios más notables de la historia reciente de Chile: el Proceso de Reforma Agraria. Si bien es cierto que muchos de los elementos que impulsaron la Reforma Agraria, al igual que varias de sus consecuencias, tienen expresiones generales en diversos territorios del país (incluso América Latina), es igual de acertado señalar que la forma concreta y específica en que tales episodios históricos tomaron vida en diversos lugares de nuestro país, es variable. Cada uno de ellos posee su riqueza y singularidad propia.

La manera habitual de estudiar la Reforma Agraria (RA) chilena ha estado guiada por un tratamiento que releva el punto de vista general, como también las voces oficiales y/o institucionales que allí han participado. Sin negar la relevancia de tal acercamiento, creemos que ha existido un descuido en el conocimiento de las historias locales donde este proceso histórico se ha cristalizado1. Cómo han participado los actores de esa historia, cómo la recuer-dan y perciben es el interés de esta obra.

Continuando un estudio realizado el año 2006, hemos decidi-do anclar la mirada local sobre la RA en el Valle de Longotoma2, lugar emblemático dentro de los primeros años de la Reforma Agraria en Chile, ya que en uno de sus fundos (Santa Marta) hubo resistencia de los patrones a entregar la tierra, formación de bandos a favor y en contra, además de una serie de sucesos que tuvieron –en la época– alcance nacional. El 2006 llegamos al territorio para adentrarnos en lo que fue esta historia en el fundo

1 Días previos a la finalización de nuestro libro nos hemos topado con la publicación de Bastías (2009) Memorias de la lucha campesina. Cristiano, mestizo y tomador de fundo, donde se comparte la perspectiva –desde los actores– que hemos seguido.2 El Valle de Longotoma se ubica en la cuenca del Río Petorca. Administrativamente pertenece a la V Región de Valparaíso, Provincia de Petorca, Comuna de La Ligua. Según datos de ICIRA (1965), la superficie territorial del Valle es de 57.000 hectáreas.

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Santa Marta. En este proyecto hemos profundizado y ampliado nuestra mirada dentro del Valle, ahondando tanto en el territorio de Santa Marta, como también, en otros dos de los cuatros fundos que existían en este Valle previo a la Reforma Agraria. Los cuatros fundos del Valle eran San Manuel, El Guindo, El Trapiche y Santa Marta. Por las sabidas limitantes de recursos y plazos que tiene todo proyecto, hemos optado por enfocarnos en los tres que eran de mayor tamaño (y según los relatos, con más habitantes): San Manuel, El Trapiche y Santa Marta.

El lector se encontrará con una reconstrucción/interpretación del Proceso de Reforma Agraria en el Valle de Longotoma a partir de los testimonios de los actores locales, de nuestras apreciacio-nes de los recuerdos y hechos relatados, y de algunas fuentes secundarias que hemos consultado.

Hemos guiado la reconstrucción/interpretación del proceso de RA a partir de dos grandes dimensiones sociales que nos han orientado en la producción de datos, su análisis y posterior exposición: las prácticas económicas3 y las políticas4. Debido a que el objeto de este libro es la reconstrucción, principalmente (aunque no exclusivamente), desde los actores, no hemos consi-derado pertinente sobrecargar la lectura con un capítulo referente a conceptos o perspectivas teóricas, solo en caso de ser necesa-rio, como se efectuó recientemente, se perfilan ciertas nociones centrales en notas al pie.

3 La dimensión económica la entendemos como las prácticas y estructuras que se despliegan con el objetivo de que los sujetos y grupos reproduzcan sus condiciones materiales y culturales de existencia. Para esto se establecen relaciones entre ellos y con el ambiente natural que los rodea. A través de la existencia de grandes procesos concatenados (producción, distribución, circulación y consumo) interactúan y transforman su entorno social y natural. No es entendible si no se vincula con la dimensión política que le permite sostenerse, como también con un sistema significativo que le da sentido de legitimidad o de resistencia. Estas tres grandes dimensiones sociales se encuentran vinculadas en tensión, y en la dinámica social son una totalidad. Hemos desarrollado esta concepción sobre “lo económico” en Morales y Calderón (2010). 4 Siguiendo a Krader y Rossi (1982), lo político tiene que ver con las prácticas, normas, instituciones y agentes encargados de resolver y/o regular los conflictos que surgen entre grupos y/o clases sociales dentro de una sociedad (o entre sociedades) respecto del acceso, control y uso de los recursos entendidos como estratégicos. En un primer acercamiento, que es el que seguimos en este trabajo, se vincula con las formas de organización social, de ejercicio del poder y los sistemas de legitimación en distintos niveles de las dinámicas sociales.

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Reconstruir las historias de las comunidades desde los actores partícipes en las mismas, en cuanto componente del patrimonio inmaterial, es un elemento que consideramos importante no solo por un registro/producción de historias que pueden perderse u olvidarse una vez que se renueven las generaciones, sino también, y tan importante como lo anterior, por el potencial que presentan para pensar en un futuro mejor de esa misma comunidad por esa comunidad. A través del relieve de la historia de esa comunidad y sus actores, se contribuirá a que las nuevas generaciones puedan forjar (o fortalecer) el sentido de lo que son en cuanto colectivo con pasado común, de lo que fueron y de lo que pueden lograr. La experiencia de organización y movilización por la tierra de los campesinos del Valle de Longotoma, los mismos entrevistados nos dijeron, pareciera haberse olvidado por las generaciones que han nacido dueños de la tierra donde viven y trabajan. Recordar lo que hicieron sus padres, abuelos y tíos es un ejercicio salu-dable para pensar en las posibilidades que presenta el replicar (o renovar, mejor dicho) viejas/nuevas prácticas en el contexto desigual que se impone hoy en Chile bajo el modelo neoliberal, con sus inestabilidades del trabajo de temporero, la apropiación abusiva del agua de riego, entre otras consecuencias que se ven en el territorio.

Durante el proceso de investigación, las técnicas utilizadas para la producción de información en terreno fueron las de observa-ción participante, y principalmente, la realización de entrevistas en profundidad semiestructuradas a informantes calificados que fueron definidos por su participación en el Proceso de Reforma Agraria en el Valle de Longotoma, por cada uno de los tres fun-dos estudiados, intentando una inclusión equitativa por géneros (pero no muy lograda por motivos a exponer)5. Además utilizamos diversas fuentes secundarias como bibliografía especializada, prensa de la época, transcripciones de discusiones en la cámara del Senado, entre otras.

Ahondando en otro tema que surgió durante la práctica de investigación, si bien es cierto que no era parte de nuestro obje-tivo considerar de manera prioritaria el rol de las mujeres en el Proceso de Reforma Agraria, a medida que avanzábamos en la investigación y su análisis, se evidenciaba la invisibilización de

5 Entrevistamos a 17 personas, casi seis personas por fundo.

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la mujer en tanto actor legítimo del proceso. Esta constatación hacía que, para poder considerarla, se requiriera una investiga-ción paralela, con nueva metodología y énfasis a lo ya definido, pues se trata de reconstruir un discurso, que, por lo menos en este Valle, no se mostró como perteneciente a las mujeres. Y esto, principalmente, porque las mismas mujeres se invalidaban como actores del proceso prefiriendo delegar en cuanto “voz autorizada” a los hombres. No logramos resolver este dilema, pero creemos importante dejarlo planteado.

Lo anterior sucede porque las voces y actores oficiales desde lo local y desde lo institucional-nacional, consideraron al hom-bre como el gestor y ejecutor de dicho proceso. Siguiendo a Tinsman (2009), la Reforma Agraria –tanto de marxistas como de democratacristianos– reafirmó la masculinidad y supremacía del hombre en el sistema que quería reconstruirse. Ellos recibían las tierras, ellos los gestores y actores principales. Ellas un apoyo al proceso y receptoras de lo que el hombre le quisiera dar. Plantea la autora que de todas formas se habría abierto la posibilidad de que existiesen mujeres “activas políticamente”, aunque no fue la generalidad. Finalmente, las mujeres habrían participado desde el ámbito de lo privado en el apoyo a maridos, padres o hijos que luchaban por su tierra, entendiendo el beneficio de “sus hombres” como el suyo propio6.

De esta manera, tratamos de incluir las voces de mujeres no activas políticamente desde el análisis que permitió la metodolo-gía planteada en la investigación, pero sabemos que es una tarea pendiente analizar desde la dimensión de género otras diversas dinámicas sociales acaecidas durante el Proceso de Reforma Agraria, relativos al rol de la mujer en la hacienda, la función del trabajo no remunerado en los hogares, la reproducción de la figura del patrón en la familia, entre otros temas que son deuda y desafío para futuras investigaciones.

El libro que han comenzado a leer presenta la siguiente es-tructura. En el primer capítulo encontrarán una contextualización general del Proceso de Reforma Agraria en Chile, necesaria para

6 Solamente en las RA de Cuba y Nicaragua se habría incluido como objetivo específico la entrega de tierras a mujeres, además de provisión de servicios como jardines infantiles para su integración al trabajo remunerado, pero de todas formas habría sido un rol anexo al del hombre en el proceso.

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comprender las condicionantes macro del proceso que ahondaremos a nivel local. El segundo capítulo corresponde a la reconstrucción del Valle de Longotoma en los tiempos de hacienda y fundos. El tercero refiere al Proceso de RA en cada uno de los fundos estu-diados, desde la gestación hasta su término con la parcelación y entrega de tierras. Y finalmente, un capítulo que expone ciertos comentarios y reflexiones finales a la luz de lo visto.

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i. PersPectivAs generales del Proceso de Reforma Agraria en chile

Al finalizar la década de 1950, la economía capitalista había configurado un panorama rural en Chile y en gran parte de América Latina (AL), predominado por lo que ha sido llamado el complejo latifundio-minifundio. Una combinación de enormes propiedades agrícolas-ganaderas (plantaciones, haciendas y estancias), enca-denadas con explotaciones agropecuarias de tamaño medio y pequeño, siendo las primeras las imperantes en la escena. Estas últimas podían estar tanto dentro como fuera de los latifundios. Se encontraban articuladas en los territorios, existían flujos, tensiones y conflictos al desplegarse diversos procesos de compra/venta de producción, renta de la tierra (salario y especies), venta/compra/control de fuerza de trabajo, vínculos sociales de dominación y dependencia, entre otras múltiples formas de realizarse la vida social en el sector rural (Chonchol, 1996)7.

Su conformación, en cuanto a sus características principales, puede remontarse al período de instalación del capitalismo en AL, la Colonia. La estructura de tenencia de la tierra y dominación política hacendal se sostenía respaldada legal y militarmente por el Estado, ideológicamente por la iglesia y en último sentido, por el “conformismo” del mismo campesinado con esta condición (Salazar y Pinto, 2010). Las políticas de reformas sociales y de organización de los trabajadores para el sector urbano, impulsa-das por Alessandri en los años ‘20, como también por el Frente Popular8, no habían logrado imponerse hacia el sector agrario y la ruralidad en general (Saavedra, 1975).

7 El autor reconoce para ciertos sectores de América Latina, principalmente Centroamérica y el Caribe, la existencia de lo que llama economías de plantación. Estas, a diferencia del carácter capitalista no moderno del complejo latifundio-minifundio (se verá a continuación), estaban orientadas al mercado internacional, se expresaban en un monocultivo, uso importante de fuerza de trabajo asalariada y organizada, estaban controladas por multinacionales, evidenciando inversión de capital y desarrollo tecnológico.8 Coalición política entre los partidos Radical, Socialista y Comunista que gobierna el país entre 1938 y 1952 (Pdtes. Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla. Con este último se disuelve la

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El desarrollo de la actividad económica agraria, en este contexto, era propio del capitalismo periférico no modernizado de aquellos años: cultivos extensivos, bajo desarrollo tecnológico, uso de una fuerza de trabajo altamente remunerada en especies o derechos de uso de la tierra, prácticamente nula inversión de capital, en-tre otras características. En síntesis, subempleo generalizado de los recursos y métodos de trabajo (Chonchol, 1996). El sistema hacendal se constituía, por tanto, en un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas agrarias latinoamericanas. Chocaba directamente con el modelo industrializador y de sustitución de importaciones impulsado en los sectores urbanos.

En el campo, se configuraba un complejo panorama social, el cual estaba marcado por relaciones desiguales y jerárquicas donde solo unos pocos disfrutaban de los beneficios de la producción existiendo una gran masa de trabajadores y campesinos en con-dición precaria (Gómez y Echeñique, 1988). La explotación9 y la dominación10 entre clases y grupos era abierta e incuestionable. Según Chonchol (1996), la estructura de clases rural del subcon-tinente –vista de forma macroscópica– estaba constituida por un 5% de latifundistas y/o capitalistas (quienes controlaban, práctica-mente, la totalidad de la tierra), un grupo medio –independiente o en cargos altos dentro de la jerarquía del latifundio– de un 10 a 25%, y un 90% de campesinado empobrecido y agricultores semi-proletarios.

El campesinado que habitaba dentro de los grandes fundos, el conocido inquilino chileno, era autorizado a vivir en las tierras debiendo pagar el arriendo en fuerza de trabajo y/o en parte de

coalición). Lo que interesa destacar es que con el Frente Popular se inicia el período de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), el llamado “desarrollismo” o “desarrollo hacia adentro”, modelo económico que domina la escena chilena, con sus matices y diferencias, hasta el Golpe de Estado de 1973. Para mayores detalles de estos procesos económico-políticos, ver Pinto (1970).9 Entendiendo al plusproducto o plusvalor como producción/valor que excede las necesidades de reproducción social de quienes las generan, la explotación es la apropiación sin retribución de este plusvalor por parte de otro grupo o clase social. Las formas de explotación podrán variar en función de la sociedad de clases a la cual hagamos referencia (Kaplan, 2000).10 La dominación se entiende como la relación social de superioridad de un individuo, grupo o institución sobre otro (s). Suele implicar privilegios económicos, políticos y simbólicos. Las “fuentes” que sostienen la dominación variarán según el contexto social (Giner, 2006).

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la producción que realizara en las tierras rentadas al dueño de la hacienda. Los lazos sociales establecidos entre el patrón y los trabajadores (y sus familias) se basaban en la tradición del vínculo social: de tipo servil, paternalista y autoritario. Esto inhibía, en gran medida, la organización del campesinado para defender sus derechos ante los patrones y la sociedad en general. Por conse-cuencia, la posibilidad de alianza con otros sectores sociales. Es así como era habitual que el campesinado se vinculara hacia el exterior del “mundo hacendal” a través del patrón o de los actores y mecanismos que él establecía. La relación paternalista permitía a los latifundistas incidir en el voto campesino (Chonchol, 1996). De acuerdo a Salazar y Pinto (2010) la condición de explotación y dominación no solo se explicaba por el paternalismo o auto-ritarismo, existía también una subordinación aceptada por el campesinado. Este punto se debía a que los inquilinos veían en la estructura hacendal un resguardo ante la precariedad que les afectaría fuera de este sistema. La idea es que no hubo una subor-dinación pasiva del campesino, la no-rebelión fue una “opción” ante un contexto desfavorable.

En esos años (tiempos del modelo ISI), por diversos sectores políticos, el sector agrario fue visto como un foco de pobreza y desigualdad social. Era un ámbito que entorpecía la moderniza-ción de los países latinoamericanos al no encontrarse preparado para la demanda de alimentos que se le exigía en el marco de los procesos de industrialización y crecimiento urbano existen-tes dentro del modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (Salazar y Pinto, 2010; Chonchol, 1996; Gómez y Echenique, 1988; Gómez, 1982). La realización de procesos de Reforma Agraria se levantaba como una demanda y objetivo de amplios sectores en distintos países de América Latina enmarcados en el “desarrollismo”.

Chile era parte de esta realidad. Alaluf (1972) ha señalado que “el nivel de inversiones y la creación de fuentes de empleo en el campo eran bajísimos. Esto producía el aumento de la brecha entre el sector rural y los otros sectores de la economía” (Alaluf, 1972: 21). Se diagnosticaron graves problemas en la estructura agraria existente en nuestro país.

La estructura de tenencia de la tierra existente era la causa fundamental de la crisis agraria que estaba vivien-do el país. Ella determinaba el uso parcial del recurso

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tierra y de la mano de obra, presentaba obstáculos a la introducción de los avances tecnológicos [y] permitía una distribución de los beneficios [en] condiciones miserables […]. La propiedad de la tierra daba a la “elite” terrateniente una alta cuota de poderes sociales, políticos e institucionales que les permitía mantener una estructura social rígida y sin oportunidades para las mayorías campesinas (Alaluf, 1972: 22).

Incluso EE.UU., luego de ver el papel activo del campesinado en la Revolución Cubana (1959), fomentaba, mediante ayuda fi-nanciera y económica a través del pacto Alianza para el Progreso, las Reformas Agrarias a lo largo de América Latina. Es así como en Chile la primera de Ley de Reforma Agraria se promulga en 1962 bajo el gobierno del derechista Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964). Su alcance fue acotado y moderado, fue denomi-nada –por los amplios sectores que la criticaban– como “La Ley del Macetero”. Se repartieron 66 mil hectáreas, de ellas 43 mil eran fiscales y 23 mil privadas, tan solo 15 mil de riego y 51 mil de secano (Chonchol, 1996).

Como se ha enunciado en el párrafo anterior, las políticas “reformistas” en general y la RA como una de ellas, no son fruto exclusivo de las movilizaciones de los grupos y clases subordinadas. Saavedra (1975) ha planteado que estas políticas se configuran como una estrategia de los grupos dominantes para neutralizar, inhibir o adelantarse a procesos crecientes de agitación social, movilización y conflictos de grupos y clases, y/o bien, ante la posibilidad de impulsar reconfiguraciones en los mecanismos de explotación y dominación que sean beneficiosos para sus intereses. Es así como los intentos de Reforma Agraria son alentados por fracciones mayores o menores de los propios grupos dominan-tes, pero provenientes –no todos, aunque sí una gran parte– de ramas de la producción diferentes a los que son o serán objeto de Reforma. Y también, aunque en menor medida, a latifundistas proclives a la RA que han virado en sus fuentes principales de ganancia hacia otros sectores de la economía. Por lo tanto, las políticas de RA, en cierto sentido, implicaron –de forma más abierta o solapada– contradicciones entre los propietarios latifundistas y el empresariado que alentaba, en el marco del “desarrollismo”, las transformaciones sobre la tenencia de la tierra rural.

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Ahora bien, las presiones de Reforma Agraria estaban lejos de ser exclusivamente externas y desde arriba. Los actores directos, el campesinado, los trabajadores semi-proletarios y sus incipien-tes organizaciones cumplieron un rol relevante en su impulso. A lo largo de la década del ‘50 hay un progresivo aumento en la actividad organizacional campesina, a pesar de la actitud adversa y represiva del Estado de Chile. Desde 1958 ocurre un conjunto de acontecimientos que llevan a la activación creciente de las organizaciones campesinas11, configurando su constitución en sujeto político con posibilidades de incidir en el poder público, ubicando a la Reforma Agraria como uno de los objetivos con-cretos de estas organizaciones, algunos partidos políticos y otras agrupaciones (Gómez, 1982). Es así como Eduardo Frei Montalva, democratacristiano, obtiene de la masa de marginados rurales, el campesinado pobre y semi-proletario, un contingente importante de votos que le permitieron ascender a la presidencia (1964-1970) (Pinto, 1970).

Con la llegada al gobierno de Frei Montalva y con la pérdida de escaños parlamentarios por parte de la derecha, cambian las condiciones en la balanza de poder sobre el control del Estado a favor de quienes apostaban por la realización real de una Reforma Agraria, a la vez que debían su ascenso al poder del Estado gracias a las promesas de RA hechas a las masas campesinas que por él habían votado. Sea como una estrategia política de “defensa de privilegios” o por aspiraciones de “mejorar su situación” (Saave-dra, 1975: 57), en 1966 se aprueba la legislación que prohíbe la subdivisión y venta privada de predios mayores de 80 hectáreas sin autorización del Estado, un importante freno a una estrategia utilizada por los hacendados para frenar posibles expropiaciones futuras. En 1967 se aprueba Ley de Sindicalización Campesina y la Ley de Reforma Agraria (Chonchol, 1996). Ambas se entienden correlacionadas en el desarrollo de la RA y en la configuración de determinadas características del proceso.

Entre algunas cosas12, la Ley de RA promulgada en el marco del gobierno de Frei Montalva limitaba la acumulación de hectáreas

11 Entre otras medidas, se deroga la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (prohibía la organización campesina) y se reforma la Ley Electoral (inhibe el voto coaccionado del campesinado por parte de los patrones).12 Consultar Chonchol (1996: 292-293).

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en una mayor extensión de 80 ha de riego básico (o su equiva-lente según calidad de la tierra), constituyéndose en expropiable. También toda explotación (sin importar límite de 80 ha.) mal o insuficientemente explotada por más de tres años, y tierras de propiedad de sociedades anónimas que fueron beneficiadas con obras de regadío financiadas por el Estado. En términos de la tenencia de las tierras que se iban reformando, la Ley establecía la conformación de Asentamientos Campesinos. Un sistema tran-sitorio de duración de 3 a 5 años donde se efectuaba una gestión conjunta campesinos-Estado a modo de capacitar y capitalizar al campesinado para la futura gestión particular de sus explotaciones (Chonchol, 1996).

Diagnósticos posteriores sobre los asentamientos durante el período de Frei (aplicables también para el gobierno de la Unidad Popular) indicaban diversas dificultades en su funcionamiento una vez que se encontraban operando:

A veces el antiguo paternalismo patronal era sustituido por un nuevo paternalismo burocrático la contabilidad de cada asentamiento mostraba frecuentes retrasos, lo que no permitía saber con exactitud el resultado económico del año agrícola, los salarios al ser demasiado igualita-rios impedían remunerar mejor a los campesinos más esforzados o con mayores responsabilidades (Chonchol, 1996: 295).

Como se verá cuando abordemos el proceso de RA en el Valle de Longotoma, la conformación y desarrollo de los asentamientos marcaron fases importantes del proceso. De la misma forma, es importante recordar las principales dificultades que se detectaron en general para el funcionamiento de los asentamientos ya que luego observaremos parte de sus expresiones en el territorio donde se ha realizado esta investigación.

Una revisión cuantitativa nos muestra una expropiación de 1.300 predios beneficiando a 28.000 familias campesinas (entre el 5% y 10% de los beneficiarios potenciales). El total de hectáreas expropiadas fue de 3,4 millones, lo que representó el 13% de las tierras cultivadas (Chonchol, 1996).

En cuanto a los aspectos políticos, la Ley de Sindicalización Campesina aspiraba a otorgar amplias facilidades a la organización del campesinado en sus distintos niveles: sindicatos prediales,

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sindicatos comunales, federaciones y confederaciones. A lo largo de este gobierno se formaron alrededor de 400 sindicatos que agrupaban cerca de 100 mil personas, a su vez 80 mil campesinos independientes se organizaron en cooperativas y comités. Según Chonchol (1996) estos dos grupos más los asentados (beneficiarios de la RA) constituían más de un tercio del total del campesinado chileno.

Ahora bien, según plantea Bahamondes (citado en Salazar y Pinto, 2010), es desde este momento que el movimiento cam-pesino adquiere un carácter institucional, lo que implicó una delimitación de las estrategias de acción política a la legalidad impuesta desde afuera del movimiento, al mismo tiempo que al privilegiarse la organización sindical se excluyó a un número importante de campesinos no organizados. Durante el gobierno de la Democracia Cristiana, la Reforma Agraria fue estimulada no a través de la movilización social, sino mediante “la acción gubernamental y los acuerdos políticos por arriba” (Saavedra, 1975: 58). Por ende, el movimiento campesino y la RA (su prin-cipal reivindicación), en palabras de Salazar y Pinto (2010), tuvo, al menos en sus primeras fases, una “alta dependencia respecto al Estado y a movimientos urbanos, de inspiración política y reli-giosa” (Salazar y Pinto: 106). Cuando examinemos el proceso de la RA en el Valle de Longotoma observaremos manifestaciones concretas de las características generales que aquí se han señalado.

Aunque en el Valle de Longotoma el grueso del proceso de Reforma Agraria ocurrió en el marco del gobierno de Frei Mon-talva, en este acercamiento general no podemos obviar la fase de la RA que existió durante el gobierno de la Unidad Popular (UP) con Salvador Allende (1970 a 1973).

En términos electorales, se atrajo para sí a gran parte de quienes no vieron satisfechas sus aspiraciones en el marco del gobierno democratacristiano. Siendo así, se proponía acelerar el proceso de RA aspirando a transformar de forma radical y de manera más rápida el sistema de tenencia de la tierra en la ruralidad del país. Sin olvidar, por supuesto, la aspiración programático-ideológica de que este proceso contribuyera a la pavimentación de una “vía chilena al socialismo”.

Un acercamiento a través de las cifras nos muestra que durante la Unidad Popular existió un crecimiento abismal en la liquidación del latifundio. En los 34 meses que duró el gobierno de Allende

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se expropiaron 4. 490 predios equivalentes a 6,6 millones de hectareas lo cual, innegablemente, fue un notorio avance del programa que se propuso (Chonchol, 1996). De todas formas, para 1972, se constataba un número importante, incluso en ascenso, de unidades de producción de tipo capitalista que se ubicaban en el rango de las 40 a 80 hectáreas de riego básico (HRB). Siendo alguna de sus causas la retención de la reserva por parte de los propietarios expropiados, a su vez, debido a subdivisiones que lograron latifundios mayores a 80 HRB a modo de burlar la RA (Barraclough y Fernández, 1974) y para Saavedra (1975), por la actitud ambigua del Gobierno de la UP y sus partidos respecto las acciones radicales y posturas revolucionarias que se presentaban en el campo, con lo cual se fortalecían las tendencias capitalistas en el agro.

Un elemento a destacar respecto la política agrícola de la UP versus sus antecesores (aunque sus resultados no alcanzaron a evidenciarse por lo acotado de su ejecución), tiene relación con nuevas formas de tenencia de la tierra y organización de la pro-ducción una vez que se ejecutaban las expropiaciones. Hemos dicho que en la RA de la DC la forma de tenencia y producción post-expropiaciones era la de los Asentamientos Campesinos. Ba-sándonos en la descripción de Saavedra (1975), la Unidad Popular planifica la creación de los Centros de Reforma Agraria (CERAS) y los Centros de Producción (CEPROS). Los primeros, a diferencia de los Asentamientos, que luego de su duración transitoria debían traducirse en una parcelación individual de los predios, los CERAS, luego de 5 años (según ley), serían asignados a una Cooperativa Campesina en mano de los trabajadores, o, en caso de que estos quisieran, se mantendrían como Centros de Producción de pro-piedad estatal. Los Centros de Producción, siempre de propiedad estatal, se constituirían de la forma recientemente señalada, o bien, en sectores estratégicos para el agro; solo si el campesinado aceptaba, operarían desde un inicio como empresas del Estado. En cualquier caso, se aseguraba el otorgamiento a cada familia de un huerto y vivienda particular. Por otro lado, los Asentamiento ya existentes se homologarían vía reglamentación a los CERAS.

Al margen de los importantes cambios en cuanto a la tenencia de la tierra –uno de los aspectos centrales de la RA– se mantuvie-ron las dificultades antes señaladas, principalmente en relación al funcionamiento eficiente y autónomo por parte de los predios expropiados (fueran Asentamientos, CERAS o CEPROS). Se lo-

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graba expropiar la tierra, pero luego, una vez había que articular las nuevas formas de tenencia, gestión y producción, esto no se obtenía en la medida de lo que se pretendía. Fuera por condicio-nantes internas, por la implementación de la política pública o por la coyuntura económica y política de conflicto que presentaba el país, lo efectivo es que permanecieron las complejidades ya detalladas (Chonchol 1996).

En términos de fomento a la organización política campesina, la UP pretendía acrecentarla y profundizarla13; a la vez, se quería articular su participación en la elaboración y ejecución de las políticas públicas mediante la creación de un Consejo Nacional Campesino y una serie de consejos provinciales y comunales en las diversas regiones. Sin desconocer sus aportes en diversos territorios del país, fruto de su instrumentalización política por parte de los propios partidos de la coalición de gobierno, por las ineficiencias del aparato burocrático, y también, por una baja conciencia de organización en el propio campesinado, sus resultados no habrían alcanzado lo esperado (Chonchol, 1996).

A pesar de lo planteado, Salazar y Pinto (2010) han señala-do que durante la UP existió una importante concientización y acción política directa del campesinado. Esta se expresó en un “desborde campesino” respecto las características institucionales y dependientes que en gran medida presentó históricamente el movimiento campesino y el proceso de RA:

La Reforma agraria abrió los cauces para expresar anhelos, rebeldías que llevaban largo tiempo incubándose y que se hicieron explícitas cuando los campesinos se sintieron respaldados por personas e instituciones que venían de afuera, asegurándoles la irreversibilidad del proceso […] El orden hacendal fue desafiado. Los trabajadores rurales se atrevieron a exigir sus derechos políticos y sociales, incluso el acceso a la tierra. Entre 1970 y 1973 el mo-vimiento campesino ejerció acciones directas con el fin de acelerar la expropiación de los fundos. Este fue el período en que se rompieron las barreras legales (Salazar y Pinto, 2010: 106).

13 Ver el siguiente Cuadro que grafica el crecimiento de la sindicalización campesina.

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El crecimiento del movimiento campesino, y su giro extra-institucional serán evidenciados en el siguiente cuadro:

Cuadro 1. crecimiento del movimiento campesino: sindicalización, huelgas y tomas

(1968-1971)

Años N° Afiliados a sindicatos

N° de huelgas

N° de tomas

1968 71.721 648 27

1969 103.643 1.127 148

1970 140.293 1.580 192

1971 253.531 1.758 1.278

Fuente: Saavedra (1975).

Es así como una masa importante de los marginados rurales: campesinos pobres, semi-proletarios, afuerinos y desocupados, y también ciertos sectores de asalariados y campesinos “integra-dos”, hacen de la toma de fundos su estrategia de acción política en pos de impulsar la RA. La huelga, mecanismo de presión que se enmarca dentro de las relaciones legales patrón-trabajador (generalmente orientado a mejorar condiciones de vida y no expropiación de la tierra), varía escasamente entre 1970 y 1971. Por el contrario, el crecimiento abismante de las tomas dentro del mismo período nos viene a confirmar el “desborde campesino” señalado anteriormente. El sector marginado, históricamente ais-lado, reprimido y fragmentado por los patrones, ignorado por las políticas reformistas y por parte del movimiento popular urbano y campesino institucionalizado, hace de la acción radical su forma de lucha. Cabe agregar, solo como dato histórico, que la posición de la UP y de sus partidos respecto la radicalidad de la RA a tra-vés de las tomas se presentó confusa y vacilante, conducida por algunos sectores minoritarios, sancionada y reprimida por otra gran parte (Saavedra, 1975).

Fruto de esto último, como también, por la permanencia –e incluso crecimiento– de unidades productivas capitalistas, además de complejas alianzas y empatías de clase entre empresarios agra-rios y campesinos (incluyendo a nuevos asignatarios), y a su vez, por influencia de los partidos políticos de la oposición (Partido Nacional y Democracia Cristiana), en algunas organizaciones

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campesinas14, el poder en el espacio rural seguía estando en manos de las viejas clases dominantes, que se oponían mediante diversas estrategias15 a la política agraria de la UP (Barraclough y Fernández, 1974; Saavedra, 1975).

En fin, las vicisitudes e implicancias de la radicalización del proceso de Reforma Agraria y del movimiento popular rural son amplias y complejas, incapaces de abordar con algo de profun-didad en este acercamiento general al proceso de RA en Chile. Tan solo es factible indicar que vienen a sumar un componente más a las causas de la reacción violenta del capital a través del Golpe de Estado y posterior Dictadura Militar.

El Golpe de Estado, en el agro, al igual que en el general del país, vino a transformar los procesos políticos y de desarrollo económico que se evidenciaban desde hace años. Tanto por restituciones a antiguos dueños (2.650.000 ha, 30% de las tierras expropiadas), predios vendidos o rematados a privados no campesinos (15% de lo expropiado) y venta de campesinos asignatarios a propietarios viejos o nuevos (40% de lo asignado a 1980) lo impulsado en el agro por la dictadura “constituyó una verdadera contrarrevolu-ción” (Chonchol, 1996: 300). Se suprimieron las leyes de RA y de organización política campesina, además del debilitamiento y cierre de organismos estatales vinculados al proceso.

Hoy en día se pueden evidenciar consolidadas las tendencias generadas por el neoliberalismo en el sector agrario, y más en general, en la ruralidad. A raíz de una serie de actividades eco-nómicas primario-exportadoras se transforman notablemente los espacios rurales. La irrupción de la fruticultura y la silvicul-tura16 de propiedad de grandes capitales nacionales y externos,

14 Triunfo Campesino y Provincias Agrarias Unidas, las cuales concentraban al 22% de los sindicalizados (entre las dos, 46.120 integrantes). Por su parte, eran afines al gobierno las organizaciones Ranquil (PS-PC) y Unidad Obrero Campesino (MAPU), abarcando al 66% de los afiliados (133.143 sindicalizados entre las dos). Ahora, bien nos recalcan los autores, esto es a nivel de dirigencias o principios organizacionales, a nivel de bases, la simpatía o rechazo al gobierno estaba dado por las expectativas y/o beneficios de corto-mediano plazo que los afiliados veían en las políticas propuestas o aplicadas por los diversos sectores (Barraclough y Fernández, 1974).15 Los autores citados al final del párrafo destacan varias. Acá mencionamos el mercado negro, obstrucciones burocráticas, amenaza de golpe de Estado, cierta capacidad de movilización de masas, entre otras.16 También impacta la minería y la acuicultura, por destacar otras.

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rearticula los territorios con profundidad permitiendo identificar procesos generales de concentración de la tierra, monocultivos, descampesinización y asalarización de la fuerza de trabajo rural, privatización del agua, entre otras características (ver Gómez y Echeñique, 1988; Chonchol, 1996; Portilla, 2000; entre diversos estudios existentes). El desarrollo de la dimensión actual de la es-tructura de tenencia de la tierra, dinámica de clases, sus prácticas políticas y aspectos socioculturales, siendo relevantes de abordar, no son materia de este libro. Invitamos al lector a interiorizarse por su cuenta en estas temáticas.

Portada de La Nación del 16 de Julio de 1967, día de la promulgación de la Segunda Ley de Reforma Agraria bajo el gobierno de Frei Montalva. Realizada en acto multitudinario en la Plaza de la Constitución.

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Portada La Nación del 17 de Julio de 1967, día posterior a la promulgación de la Segunda Ley de Reforma Agraria bajo el gobierno de Frei Montalva.

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ii. eL comPLeJo minifundio-LAtifundio en eL VALLe de LongotomA

La Reforma Agraria es un proceso histórico en su amplio sentido: un conjunto de dinámicas de tipo económico, político y sociocultural que se encuentran articuladas en tensión. Pretender entenderla sin referencias a su contexto mayor de surgimiento no es posible, por eso hemos desarrollado el capítulo anterior, de acercamiento general a la Reforma Agraria a nivel chileno (y un poco más). Creemos, por ende, que la dimensión territorial de la RA en el Valle de Longotoma debe comprenderse como una expresión concreta de esa dinámica mayor. A su vez, no podemos entender las características generales de la Reforma Agraria en Chile si no tenemos conciencia del hecho de que ese proceso histórico, con una serie de características comunes para América Latina y Chile, se lleva a la práctica a través de una serie de matices y expresiones en su existencia. Es en esta última dimensión donde las estructuras y prácticas sociales de un nivel local-territorial juegan un rol fundamental en dar especificidad a las dinámicas sociales macro. Ambas, mirada macro y micro, son ángulos de observación y existencia de un mismo fenómeno. Es así como ahora nos enfocaremos en abordar el proceso de RA en el Valle de Longotoma.

En referencia al territorio donde hemos focalizado este estu-dio, si lo que queremos es comprender e interpretar la RA en sus características y causas locales de existencia, es importante esta-blecer que no podemos pretender hacer referencia a este proceso histórico tan solo describiendo su momento puntual de ebullición. Eso sería un ejercicio válido pero meramente descriptivo de sus características inmediatas. Nuestro interés está en describir la RA avanzando también en una interpretación del porqué de los eventos que se dieron en el Valle. Para esto debemos extender la mirada histórica, conocer cómo era Longotoma previo la Reforma Agraria, en los tiempos del complejo latifundio-minifundio. Solo así comprenderemos los elementos locales que permitieron, pri-mero, la existencia de la RA en la zona, y segundo, su realización de determinada manera. Qué se producía, quiénes participaban, cómo lo hacían, en qué condiciones vivían, cómo se relaciona-

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ban entre ellos y con los patrones, son algunos aspectos que es necesario abordar para luego internarse en la Reforma Agraria propiamente tal.

Comenzaremos este capítulo haciendo referencias a un período antiguo del Valle, solo presente en la memoria de los mayores, “Los tiempos de la gran Hacienda Longotoma”, para luego abordar “La época de los fundos”, etapa previa al surgimiento de la RA en la zona, de suma relevancia para comprender la forma que tomaron los acontecimientos posteriores.

Los tiempos de la gran Hacienda Longotoma

Al momento en que empieza a gestarse la Reforma Agraria en el territorio comprendido por el Valle de Longotoma, como se dijo en la Introducción, encontramos en él la existencia de cuatro fundos: San Manuel, El Guindo, El Trapiche y Santa Marta. Tenían propietarios distintos, aunque como se verá luego, muchas veces emparentados o relacionados por diversos lazos sociales. Pero al conversar en terreno con los habitantes mayores, aquellos que estuvieron presentes durante el proceso de RA, nos damos cuenta de que es necesario remontarse más atrás en el tiempo, antes de la constitución de los mencionados fundos.

En la memoria de ellos y ellas, no por haberlo vivido, sino debido a que lo escucharon de sus padres y madres, antes de que existieran los cuatros fundos, el Valle de Longotoma –en conjunto– era una sola gran hacienda, la Hacienda Longotoma. Su extensión era inmensa, desde el borde costero –la playa de Guallarauco– hasta la actual localidad de Artificio, bien arriba, en el extremo alto del valle. Este tiempo era la época de Los Rui-ces, la familia Ruiz y su patriarca Manuel Ruiz Valledor eran los propietarios de la Hacienda.

Longotoma era una sola hacienda, después, cuando fallecieron los papás de los caballeros la dividieron de acuerdo a los hijos, por sectores, desde la punta arriba que se llama Pichilemu, así lo repartieron (GO, entrevistado ex fundo San Manuel).

La Hacienda era de Los Ruices (les decían), mi padre me conversaba de Los Ruices, yo no los conocí, dicen

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que era del mar hasta Pedegua, todo uno solo… mucho tiempo de eso, yo ni me acuerdo… después se dividieron los fundos (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Anteriormente, dicen que este fundo era de unos señores Ruices, de apellido Ruiz, los Ruices, entonces era de la carretera hasta Artificio, eso es antiguo-antiguo, eran dueños de todo este río (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

En general, las personas con quienes conversamos, refieren a esta época como los tiempos de La Hacienda o de Los Ruices, se presenta como un “antecedente opuesto” a la época de los cuatro fundos. Opera como una imagen de un tiempo pasado que si bien nadie conoció a través de la experiencia, todos han escuchado de él. La historia oral se ha encargado de significarlo como un tiempo bueno que vivieron los antiguos, un pasado de bonanza y buen trato con los patrones que –en mayor o menor medida– dejó de existir una vez que la Hacienda fue dividida.

De acuerdo a algunos relatos, los cuatro fundos existentes pre-vios a la RA eran hijuelas de La Hacienda Longotoma. San Manuel y El Guindo fueron heredados por parte de la descendencia de Manuel Ruiz Valledor, estando en propiedad de la familia Ruiz hasta el momento de la RA. El Trapiche, se dice, pasa a manos de la familia Ariztía, siendo recordado el patrón que estaba cuando llegó la RA: Carlos Ariztía (nieto de Manuel Ruiz Valledor, hijo de su hija Amelia). Mientras que Santa Marta fue vendido a la deno-minada Caja de Colonización Agrícola17, para luego transferirse a un tal Cesar León (esposo de Marta Puelma –de ahí el nombre del fundo–, propietaria de Santa Marta una vez que llega la RA).

En algunos fundos más que en otros, en la época que vino luego de la división, se dice, las condiciones de vida y relación con los patrones tendieron a empeorar (a excepción de los habitantes del fundo San Manuel, que recuerdan como bondadosos a los dueños de ese predio), circunstancias que finalmente generaron

17 De acuerdo con información de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras de Chile, era un organismo estatal creado en 1928 con misión de “formar, dirigir y administrar colonias destinadas a organizar e intensificar la producción, propender a la subdivisión de la propiedad agrícola y fomentar la colonización con campesinos nacionales y extranjeros” (www.sbif.cl). Fue reemplazado por la CORA con la Ley de RA de Alessandri.

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y, para los actores, dan sentido al proceso de Reforma Agraria. Visto de esta forma, funciona como un mito de origen respecto a la conformación actual del Valle de Longotoma y del conjunto de procesos económico-políticos que llevaron a la Reforma Agraria.

Más allá del mito y su rol de orientador de sentidos respecto al proceso de lucha por la tierra, y por supuesto, sin importar realmente si la bonanza y bondad era tal como se recuerda (probablemente no lo sea), efectivamente sí existió un período en que el Valle de Longotoma era una sola hacienda, teniendo como propietaria a la familia Ruiz. Otro antecedente que da cuenta de ello, obtenido mediante una indagación rápida por la web, lo encontramos en el sitio del Congreso Nacional en una breve reseña de Manuel Ruiz Valledor:

Hijo de José María Ruiz Buzeta y Amalia Valledor Pinto, fue parte de una familia con grandes intereses en el agro18. Impor-tante terrateniente de la cuenca del río Petorca, el documento lo sindica como propietario de “la famosa y extensa estancia de Longotoma, que compró a la Orden Agustiniana en la época de la persecución religiosa del gobierno de Santa María (1884)” (ver link a pie de página19). Fue bastante conocido en la zona, con extendidas vinculaciones sociales; gracias a ello, Diputado del Partido Conservador por Petorca y La Ligua entre 1900-1903. Se hace mención a la nutrida descendencia que tuvo con su espo-sa Ana Correa Cifuentes, algunos de ellos, ya sabemos, futuros propietarios de ciertos fundos que se constituyen en el Valle de Longotoma luego de la división de la Hacienda. Según información disponible en el sitio www.genealog.cl20, tuvieron 6 hijos, 3 hom-bres y 3 mujeres21, algunos de los cuales se volverán a mencionar.

Revisando un documento editado por ICIRA22 en 1965, co-rrespondiente al III Curso de capacitación para profesionales en Reforma Agraria, en específico, el “Proyecto de reforma agraria del fundo San Manuel de Longotoma”, también encontramos refe-

18 Así se refleja en la reseña biográfica de su hermano Eduardo Ruiz Valledor, también diputado y propietario agrícola (http://historiapolitica.bcn.cl/resenas_parlamentarias/wiki/Eduardo_Ruiz_Valledor).19 http://historiapolitica.bcn.cl/resenas_parlamentarias/wiki/Manuel_Ruiz_Valledor.20 http://www.genealog.cl/Chile/R.html#RuizBuzeta,JoseMaria.21 Manuel, Amelia, José, Victoria, Inés y Mariano. 22 Instituto de Capacitación en Investigación en Reforma Agraria.

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rencias que nos confirman la época de Los Ruices. En este escrito se reiteran algunos aspectos y profundizan otros, enriqueciendo nuestras impresiones respecto las características de la Hacienda. Incluiremos una cita que da cuenta de esto.

La hacienda Longotoma perteneció a la orden de los Agustinos y abarcaba todo el valle, desde el mar hasta los Altos de Pedehua. Dicha hacienda tenía una superficie aproximada de 57.000 ha y siempre estuvo en manos de arrendatarios que no residían en ella. Alrededor de 1920, fue adquirida por el administrador de la Hacienda, don Manuel Ruíz, quien hizo construir un canal de 40 kms. Con el objeto de regar 7.000 ha de cerros ondulados, aptos para cereales. Esta obra permitió la explotación de cultivos tales como; papas, porotos, garbanzos, lentejas, sandías, melones y cultivos generales de chacarería. Se-gún informaciones de agricultores antiguos de la zona, que conocieron y usaron este canal, los rindes de estos cultivos eran superiores a los logrados en el suelo del plano. Este canal se encuentra en desuso desde hace más de 40 años, con la consiguiente inhabilitación de las tierras que regaba […]. Posteriormente, la Hacienda fue repartida entre los herederos de don Manuel Ruiz (ICIRA, 1965: 4).

En el texto “Historia de La Ligua” (Quezada et.al. 2007), li-bro extenso que contiene un pequeño apartado sobre la RA en Longotoma, puntualmente sobre el fundo Santa Marta, existen menciones a la época de Los Ruices, habiéndose recopilado también ahí algunas informaciones sobre este período. Al margen de que ciertos antecedentes ahí señalados no concuerdan con lo indagado por nosotros, queremos destacar que hay menciones sobre “la bella época” que existía en la Hacienda.

Como se ha señalado más arriba, la época de Los Ruices y de la gran Hacienda que abarcaba todo el Valle duró hasta el fallecimiento del patriarca y la división de las tierras entre su descendencia. Desde ahí en adelante, hasta la Reforma Agraria, a lo largo del Valle, existieron los cuatro fundos que hemos men-cionado. Es a esta época a la cual nos referiremos ahora, siendo sus características las que configuraron e impulsaron la RA y sus distintas manifestaciones a lo largo de Longotoma.

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La época de los fundos en el valle de Longotoma

El período previo a la Reforma Agraria en el Valle de Longotoma, el tiempo de los fundos, se caracterizó por presentar caracterís-ticas comunes a lo que era la vida social en el campo chileno en general, descritas en el capítulo anterior, como también por poseer elementos propios de este territorio. De la misma forma, entre los distintos fundos que abordaremos en este apartado –San Manuel, El Trapiche y Santa Marta (e indirectamente El Guindo)– existieron elementos comunes a todos ellos, a su vez, otros de carácter específico de cada uno.

De acuerdo a lo que hemos indagado, es factible reconocer características transversales y relativamente homogéneas en lo que respecta a las prácticas económicas en cada uno de ellos: las actividades productivas; las formas de acceso a la tierra, agua y medios de trabajo en general; el tipo de relaciones sociales desplegadas en el trabajo y su organización; los mecanismos y criterios para distribuir el producto; los dispositivos y prácticas de circulación e intercambio; y finalmente, las principales caracte-rísticas del consumo, no variaban en lo sustancial entre un fundo y otro. Esto, lógicamente, no implica que no existan matices, y estas se harán explícitas en caso de presentarse, pero lo que nos interesa destacar acá es que en lo esencial la dimensión econó-mica de la vida social en el Valle de Longotoma previo inicio del proceso de RA presentaba notable aspectos comunes. Es así como procederemos a realizar una descripción sobre lo económico du-rante este período que haremos extensible al conjunto del Valle.

Luego, cuando debamos avanzar sobre los aspectos políticos existentes en cada fundo, nos percataremos que las diferencias entre estos tienden a acentuarse, presentándose en las formas en que los distintos patrones ejercen el poder23 y resguardan sus

23 Seguimos la conocida concepción weberiana del poder, a grandes rasgos, la posibilidad de un actor, en el marco de una relación social, de hacer prevalecer su voluntad al margen de la intención del otro, incluso su resistencia. Es un elemento presente, de distintas formas, en todas las sociedades e interacciones sociales (Giner y Lamo de Espinosa, 2006). Para acercarnos a las variables formas de ejercicio del poder utilizamos la distinción que realiza Clastres (1978, 2001) entre el poder coercitivo, característico de la sociedad con Estado, y del poder por prestigio (y convencimiento) propio de las sociedades que no se han dividido en clases y Estado/sociedad. En la práctica de las sociedades divididas, se

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intereses sobre los recursos básicos del territorio (tanto en sus prácticas como discursos). Por lo tanto, siendo las características económicas en gran medida compartidas, y con ello, el conjunto de tensiones ahí existentes, adjudicamos a las distintas manifesta-ciones de lo político las diferencias que se presentaron en uno u otro fundo respecto a la forma en que se gestó y realizó la lucha por la tierra. Finalizamos la reconstrucción de este período con un necesario acercamiento a la esfera privada (o doméstica) de la vida social de los fundos.

economía y política del valle de Longotoma en el período de los fundos

Antes de comenzar con la reconstrucción de las dinámicas económicas de los fundos del Valle en los tiempos previos a la Reforma Agraria, creemos pertinente iniciar este punto haciendo algunas breves referencias a la extensión de cada uno de ellos y sus propietarios24. Es importante clarificar esto ya que al margen de que gran parte de las dinámicas económicas y sus prácticas sociales son transversales, el tamaño de los distintos latifundios marcará distinciones cuantitativas (en volúmenes e integrantes) que no son irrelevantes. Por su parte, el propietario específico, que si bien acá no será nada más que un nombre, tomará un papel central una vez que nos adentremos en la dimensión política de la fase previa a la RA en Longotoma y la ejecución de la misma.

Según las fuentes consultadas para este punto (SAG e ICIRA en última nota al pie), los fundos San Manuel, El Guindo, El Trapiche y Santa Marta comprendían una extensión de 42.294,05 hectáreas del valle Longotoma, siendo de estas tierras en tiempos previos a la RA un 5,7% de riego (2.337, 53 ha) y un 94,3% de secano (38.798, 32)25.

pueden visualizar ambas operando simultáneamente, siendo en última instancia (de conflicto), la coercitiva la que tendería a imponerse. 24 Los datos para extensiones de fundos y propietarios provienen de ICIRA (1965) para San Manuel, del “Proyecto de Parcelación N° 1300 Santa Marta de Longotoma” (SAG), “Proyecto de Parcelación N° 1369 El Guindo” (SAG) y “Proyecto de Parcelación N° 1372 Los Tigres” (SAG).25 Se excluyen de este cálculo de porcentajes las 1158,2 ha de El Guindo, ya que no tenemos información separada para el tipo de tierra.

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El más pequeño de los fundos era El Guindo. Abarcaba un total de 1.158,2 ha (2,8% del total), para las cuales, lamentable-mente, no contamos con información precisa para distinguir el tipo de tierra. Respecto a la propiedad, en los documentos que se han revisado, figura como dueño de estas tierras el Seminario Pontificio de Santiago. Ahora bien, en terreno, los entrevistados de este fundo, recuerdan como patrona a la señora Amelia Ruiz (hija del patriarca del tiempo de Los Ruices), quien arrendaba el fundo a distintas personas, recordándose como uno de los últimos a Carlos Ariztía.

El fundo San Manuel, fruto de donaciones de la propietaria, vio reducida su extensión original años antes de la Reforma. En 1962, la dueña –Marta Ruiz según documento de ICIRA (1965), Victoria Ruiz para los habitantes de Longotoma– da a un religioso de apellido Larraín 325 hectáreas de tierra26 para el estableci-miento del Instituto de Educación Rural (aún en funcionamiento). Es importante constatar que según datos proporcionados en el propio Instituto, esta donación y posterior desarrollo de esta institución educacional, fue en el marco del pacto Alianza Para el Progreso27. Ese mismo año habría otorgado a los inquilinos más antiguos y de más confianza del fundo (36 familias), 297 ha (240 de secano y 57 de riego) para la conformación de una cooperativa campesina. Esta fue bautizada como Cooperativa Campesina Santa Victoria de Longotoma (aún existente). Los detalles de cómo se dio este proceso, cómo lo recuerdan quienes ahí estuvieron y otras de sus centrales características serán por-menorizadas más adelante, por ahora nos interesa constatar que el fundo San Manuel, antes del desprendimiento de las señaladas tierras, abarcaba un total de 6.314,5 hectáreas, equivalente a un 14,9% del valle. De estas, 333 eran para riego y 5.981,5 de secano. La patrona no estaba presente permanentemente en el fundo, venía de visita ciertas veces en el año; para su explota-ción, era arrendado. En el momento en que llega la RA a San Manuel el arrendatario era Mariano Ruiz, hijo de Manuel Ruiz Valledor y hermano de la dueña. Los más antiguos recuerdan que antes estaba Carlos Ariztía pero “la señora le quitó el fundo

26 Según la información de terreno, la mayoría era de secano. Para la exposición de las hectáreas totales del valle han sido integradas a este ítem.27 Ver capítulo de este libro “Perspectivas generales del Proceso de Reforma Agraria en Chile”.

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porque no era bueno”. Esta impresión que enunciamos sobre este arrendatario y propietario de la zona, veremos cómo es compartida por otros agricultores que trabajaron para él.

El fundo El Trapiche abarcaba el 20,3% del valle, esto co-rrespondía a 8.566,4 hectáreas, siendo de ellas 276 bajo riego y 8.290,4 de secano. Internamente estaba dividido, según el Proyecto de Parcelación correspondiente, en tres hijuelas o secciones: Casas Viejas, Trapiche y El Ajial. Según nuestros entrevistados había tres secciones, pero no aparece el nombre Ajial entre los mencionados, sino que el de Maitén Largo. Los habitantes de Longotoma que vivieron la época de fundos y el proceso de RA recuerdan como propietario de estas tierras a Carlos Ariztía. Esto se confirma en el Proyecto de Parcelación N° 1372 (SAG) que hemos revisado, aunque hay un detalle a precisar. Se indica en el documento que en 1965 una parte del fundo fue vendida; en la sección Casas Viejas figura como propietaria legal la señora Olga Irarrázabal Larraín. En las otras dos secciones el dueño es Carlos Ariztía. De todas formas, en la hijuela Casas Viejas el “patrón de hecho” siguió siendo el último mencionado; en ningún momento, entre todos los entrevistados (sean de este fundo o de otros), hay recuerdos de este acto de venta de una parte del fundo. Hasta la expropiación, los viejos inquilinos se siguieron vinculando con “don Carlos” como patrón. Creemos, por lo tanto, que esta operación comercial sobre la tierra fue una “venta simulada”, estrategia que intentaba aplacar la RA en este lugar. Recordemos que hemos señalado en nuestro capítulo de la RA a nivel país que esta fue una artimaña seguida por muchos latifundistas que intentaban detener el proceso que se aproximaba.

De los cuatro fundos que estaban en el Valle, era Santa Marta el que abarcaba, por muy superior, una extensión mayor de tierra: 26.254,95 ha, esto equivale al 62,1% del total de la tierra del Valle. De este total de hectáreas, 1.728,53 eran de riego y 24.526,42 de rulo. También se encontraba dividida en distintas hijuelas o sec-ciones: La Engorda, La Canela, Pichilemu, Sandón (los lugareños lo llaman también Ossandón o Sandón) y Puyancón. En los relatos de nuestros entrevistados se mencionan las siguientes secciones: Pichilemu, La Canela, Santa Marta y Puyancón.

Hemos indicado más arriba que luego de la división de la gran Hacienda Longotoma estas tierras fueron propiedad de la Caja de Colonización Agrícola y luego vendidas a Cesar León.

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Para los años previos a la RA en el territorio, este dueño había fallecido, figurando como propietaria su viuda, Marta Puelma. Al igual que en El Trapiche, en este latifundio también se intentó evitar su reforma mediante la artimaña de la división y “ventas simuladas”. Entre 1965 y 1967 (año que CORA tomó posesión luego de un proceso intenso de lucha que describiremos más adelante) las secciones de Santa Marta se dividieron pasando a distintos dueños28. Como también pasó en El Trapiche, en la vida social, estas maromas sobre la propiedad pasaron inadvertidas: el fundo siguió operando como si Marta Puelma fuese la dueña. Pero a diferencia de El Trapiche y en cierta coincidencia con San Manuel y El Guindo, la dueña era de carácter ausente. No estaba en el fundo, aparecía ciertas veces al año, pero no arren-daba la tierra sino que contrataba un administrador (los últimos años transitaron distintos administradores) para que gestionara el trabajo; los inquilinos y trabajadores se vinculaban con él.

Si recapitulamos el tamaño de los fundos, evidenciaremos más claramente la importancia de Santa Marta en el Valle Longotoma, relevancia que adquiere su primera dimensión desde la perspectiva cuantitativa que exponemos, pero luego, cuando avancemos en el proceso de RA a lo largo del Valle, veremos cómo el peso de este fundo en términos de tamaño se traduce en características cualitativas ya adelantadas y prontamente detallas en profundidad, es aquí donde se da un conflicto abierto por la tierra con impacto mediático de nivel nacional.

Cuadro 2. Tierra por fundo en el valle Longotoma (en porcentajes)

Santa Marta 62,1%

El Trapiche 20,3%San Manuel 14,9%El Guindo 2,7%

TOTAL 100%Fuente: Elaboración propia con datos SAG (s/f) e ICIRA (1965).

28 La Engorda, propietaria Marta Puelma; La Canela, propietaria su hija Marta León Puelma; Puyancón a Marta Puelma y luego a René Leigh Reyes; Pichilemu y Ossandón figuran como propiedad común de Marta Puelma y Marta León Puelma (2/3 y 1/3 respectivamente).

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Al revisar la distribución de la tierra de riego para cada fundo del Valle vemos cómo el rol estratégico de Santa Marta se acrecienta.

Cuadro 3. Tierra de riego por fundo en el Valle de Longotoma (en porcentajes)29

Santa Marta 73,9%

El Trapiche 11,8%

San Manuel 14,3%

TOTAL 100%

Fuente: Elaboración propia con datos SAG (s/f) e ICIRA (1965).

El examinar estos cuadros nos permite dimensionar el impacto que debió haber tenido en los tiempos de la Reforma la lucha por la tierra y la expropiación del mayor fundo del Valle. Obviamente las vicisitudes de la lucha, como se adelantó, tienen bastante que ver con las singularidades de las relaciones de poder en cada la-tifundio, pero el solo acercarnos desde la dimensión tamaño a la realidad de los fundos del Valle de Longotoma nos hace imaginar el significado que adquirió la lucha por la tierra y la resistencia patronal en relación a Santa Marta. Estaba en disputa más de la mitad de la tierra de todo un valle y sobre el 70% de la tierra de riego. Los actores en conflicto estaban conscientes de esto y desplegarían diversas estrategias, acciones y alianzas para lograr su cometido.

Realizado este primer acercamiento a los fundos, estamos en condiciones de profundizar hacia las características económicas que se presentaban en ellos.

En los distintos fundos del Valle se combinaban actividades agrícolas y pecuarias de tipo “tradicional”. Los principales cultivos que se tenían eran papa, trigo, maíz, lentejas, porotos, hortalizas, cebada, entre otros de carácter anual. Muy pocos frutales se plan-taban de forma extensa con orientación mercantil30, solo a modo de consumo por algunos campesinos. La agricultura era efectuada

29 Se Excluye a El Guindo al no poseerse información que distinga las tierras de riego y secano.30 En los relatos solo se recuerda con claridad un limonar extenso que había en el fundo de El Trapiche, desarrollado por Carlos Ariztía.

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tanto en las tierras que se encontraban bajo riego como también en el secano. Estos usos del suelo eran realizados por campesinos en tierras controladas por ellos (goces particulares o medierías, ya explicaremos esto), como también, en las que gestionaban directamente los patrones.

Me acuerdo que mi papá sembraba verduras, acelgas, todas esas cositas, porotos, maíz y al medio sandías (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

Siembras de papas, porotos, trigo, lentejas, se iban a los cerros a sembrar el trigo en seco (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

La hacienda decía en tal parte se van a sembrar porotos, en otro potrero arvejas y en otro potrero cebada, así… a tal cerro tiene que ir a sembrar trigo, allá teníamos que ir (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Los animales existentes eran vacunos, caprinos, caballares y animales menores como cerdos y aves de corral. Se extraía carne, leche, huevos, se hacía queso y mantequilla. Los animales grandes se tenían gran parte del año en los cerros de los fundos, siendo bajados a los corrales en épocas específicas del año, para mar-caje, venta, por falta de alimento en los cerros, entre otras cosas.

Por ejemplo, en dos o tres potreros ponían alfalfa, y como tenían ganado, aprovechaban harto pasto para la ganadería (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Tenía ganadería don Carlos, yo le digo porque yo alcancé a esquilar con él, yo esquilaba ovejas, siempre para las temporadas me buscaba… debe haber tenido 5 mil cabe-zas de ganado, contando ovejas no más (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Animales se criaban, eso era a campo abierto, animales criaba la gente, y el fundo hacía todos los años un rodeo (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Los lugares de realización de estas actividades, los rubros y tipos de animales, los volúmenes, los derechos de apropiación de los productos y otras características de la misma índole variarán a partir del actor al que hagamos referencia y su posición/papel en la dinámica socioeconómica. Para adentrarnos en esto debemos

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indicar las características de la vida social y económica que se presentaban en el Valle de Longotoma por estos años.

Existía una organización jerarquizada en relación a las tareas que realizaba cada uno de los actores y grupos presentes en los territorios. Esbozaremos una descripción simplificada de ella: la cabeza estaba dada por el propietario y/o arrendatario, muchas veces ausente. Debajo de él encontrábamos al administrador general, que rendía cuentas directamente al patrón (dueño o arrendatario) y estaba encargado de planificar el conjunto de las actividades productivas, tareas y trabajos generales que debían de realizarse. Debajo de este se ubicaban los administradores o jefes de sección (cuando los predios estaban divididos en hijuelas) y/o administradores por actividad económica (ganadería o agricultu-ra). Luego estaban quienes tenían por misión el trato directo con los trabajadores; les daban instrucciones, fiscalizaban el trabajo, horarios y otros: los “sota de peón”. Eran varios por fundos y es-taban repartidos en las diversas secciones o espacios productivos en que este se encontraba ordenado. Posteriormente, el mayor contingente, los productores directos, los “peones” del fundo, eran tanto inquilinos que “pagaban obligaciones” como temporeros contratados para ciertas tareas en períodos específicos. Tenemos también, aunque inquilinos, con una condición particular, a los medieros, agricultores relativamente independientes que sembra-ban en tierras de los fundos y debían dar parte de su producción a éste; se vinculaban directamente con la administración.

Tenían mayordomos que iban a ver cómo se estaba haciendo el trabajo en los potreros, recorrían las cua-drillas… había un administrador (GB, entrevistado ex fundo San Manuel).

Sota de peón se llamaba… revisaban los trabajos y revisaban que los peones no estuvieran sentados, que estuvieran trabajando. Aquí había un tal Benigno, estuvo muchos años, siempre en su caballo blanco. El sota de peón existía por secciones; en Trapiche había uno, Casas Viejas otro, así; administrador había uno para todo el fundo (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Había administrador, capataz, empleados, bodegueros, de todo. Capataz para los animales, una persona para repartir la siembra, una para cada sección y un ministro

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[administrador] en el centro en Santa Marta (MO, entre-vistado ex fundo Santa Marta).

Los propietarios explotaban los fundos y accedían a la fuerza de trabajo necesaria para desarrollar las actividades productivas mediante, a) el sistema de inquilinaje (“obligaciones”), b) contrata de temporeros para las tierras que controlaban directamente, y c) a través de un “arriendo de tierras en porcentajes de producción” a ciertos inquilinos; esto es lo que se conoce como mediería.

Es así como los inquilinos pueden categorizarse, a partir de su vinculación a los medios de producción, en específico la tierra, entre inquilinos-peones/jornaleros e inquilinos-medieros (detallaremos las características de cada uno posteriormente). Esta nomenclatura no es exacta a la registrada en terreno, ahí se solía denominar como “inquilino” (a secas) o “jornalero” al que no era mediero y al inquilino-mediero, como simplemente “mediero”.

Nosotros distinguimos a ambos tipos como inquilinos (consi-derando algunas excepciones que revisaremos para los medieros), sean inquilinos-peones/jornaleros o inquilinos-medieros, ya que vemos que ambos compartían los rasgos centrales del inquilinaje, los cuales referiremos a continuación.

La mayoría de los trabajadores eran a su vez, junto a sus fami-lias, quienes habitaban las tierras del Valle (toda de propiedad de los patrones) y sus familias lo habían hecho por generaciones. Los inquilinos, sin importar el tipo, debían pagar al fundo por derecho de habitación, lo que hacían en trabajo; esta era la denominada “obligación”. Cabe destacar que se nos dijo que esto solía ser así, para la mayoría, pero también nos topamos con versiones que nos señalaron que no todos los medieros pagaban obligación. Y a su vez, solía ser que las familias de medieros que pagaban obligación lo hacían en menor cantidad (en días mensuales) a las que debía realizar una familia de inquilinos-peones/jornaleros.

Cada familia debía pagar una o más obligaciones (personas de la familia que tenían que trabajar para el fundo). La “obligación” se constituía así en una renta en trabajo por parte del inquilino por su suelo de vivienda y en una remuneración en derechos de habitación por parte de los dueños de los fundos. No sabemos desde qué época, pero llegó un momento en que este sistema de trabajo fue complementado con un pequeño salario. Según la totalidad de nuestros entrevistados, de distintos lugares, esta

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remuneración en dinero era escasa, alcanzando solo para comprar algunos víveres para un brevísimo lapsus de tiempo.

Yo empecé a trabajar muy re’ joven, si yo no estudié por eso. En ese tiempo mi padre pagaba una obligación y yo estuve pagando la obligación por él unos años… Se pagaba a distintos trabajos; me acuerdo de haber pagado la obligación de un canal, meses trabajando allá, no ve que no había máquinas, a chuzo y pala, picota, trabajo forzado; terminaba este mes, pagábamos los cuatro días y si quedaba trabajo íbamos de nuevo… Como peón de área me pagaban como 18 pesos, no alcanzaba para nada eso, claro que la plata hacía un poco más pero era muy poco… el sota de peón ordenaba en las mañanas, en seguida pasaba lista y fulano de tal a tal cosa (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Teníamos que pagar obligaciones que llamaban ellos. Nos obligaban para desrabanar, sacar trigo, a cegarlo y después cortarlo, por obligación, porque vivía uno acá, por tener la casa y animalitos en el cerro (OG, entrevis-tado ex fundo Santa Marta).

Tanto para los inquilinos-peones/jornaleros como para los inquilinos-medieros, la relación con los fundos a través de la “obligación”, a excepción de la jerarquía existente a partir de las tareas que se cumplían (básicamente entre los trabajos de administración-supervisión respecto los de trabajo manual) no variaba en lo sustancial.

El trabajo realizado por los inquilinos en el marco de las “obli-gaciones” era arduo. Como era la tónica en el campo chileno por esos años, prácticamente no existían derechos laborales hacia los trabajadores de los fundos. Los horarios de trabajo eran “de sol a sol” y los salarios bajos. Quien “pagaba obligación” dedicaba gran parte de su tiempo a estas tareas (principalmente los peones/jornaleros), pero la retribución recibida cumplía un papel secun-dario para satisfacer los requerimientos familiares. Es así como las actividades gravitantes para la subsistencia de las familias no eran las que se desarrollaban en esta esfera, sino las que se realizaban en el marco de la unidad doméstica. La agricultura, ganadería y el conjunto de actividades de tipo doméstico (desde la alimentación al cuidado de los niños y ancianos), realizadas

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por las familias, por y para ellos, en los sitios de vivienda, goce y tierras en mediería, cumplían un papel central.

El “trabajador obligado” era ordenado y supervisado por los sotas de peón, quienes todos los días, a las 6 a.m. en la admi-nistración de cada fundo o sección, daban las órdenes de lo que se debía realizar. A partir de las necesidades del fundo, como también, de las mayores competencias laborales de los “obliga-dos” en determinadas tareas (por ej. quien se especializaba en cuidado de ganado, sacar leche31, agricultura) estos eran mandados diariamente (o semanalmente para tareas de mayor tiempo como por ejemplo limpia de canales en ciertos sectores alejados, arrear ganado, etc.), a realizar lo indicado.

Los horarios eran de 7:00 [a.m.] a 7:00 [p.m.], y nosotros los que sembrábamos nos íbamos a las 4:00 de la mañana, todos los días. Y llegábamos entrando el sol a la casa, y al otro día lo mismo, desde que teníamos 10 años… usted vivía en el cerro, entre el cerro y el potrero. A la casa llegaba a alimentar animales y dormir no más (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Aquí hubo gente que trabajó años en la obligación dia-ria, en ese tiempo no se trabajaban las 8 horas. Yo me acuerdo de haber ido a trabajar a Trapiche, llegábamos oscuros a tomar tecito, tomábamos tecito rayando el sol, en el tiempo de las heladas ¡oiga! Recuerdo de recoger piedras en los potreros apilando piedras para sacarlas del camión o en rampas…y en ese tiempo no usábamos guantes, se nos quebraban las manos, si sufrimos harto (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Mi papá fue siempre agricultor. En la mañana temprano, a las 5 de la mañana ya estaba tomando desayuno para irse a trabajar y hasta que se entrara el sol, eso era una obligación que había que cumplir cuando era fundo … a rodear animales, raspar un canal a “pata pelada” no más, a arrancar maleza o sembrar a los potreros; mi mamá sacaba leche… (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

31 A diferencia de gran parte de las actividades productivas del mismo fundo, el sacado de leche era realizado principalmente por mujeres.

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El día comenzaba antes del amanecer, a las 5 a.m. la gente se levantaba para luego salir de los hogares para dirigirse a las administraciones. El camino por lo general implicaba tiempo; los traslados no eran breves y la movilización solía ser caminando. Muchos llegaban a tomar un bebestible caliente a la misma ad-ministración, si es que les quedaba margen de tiempo libre antes del llamado, otros lo hacían en las casas antes de salir. Las horas de entrada y salida eran indicadas mediante el fuerte sonido de una sirena. En tiempos más antiguos en las administraciones se hacía sonar un gran platillo que cumplía la misma función. El ruido emitido marcaba la hora de entrada por las mañanas, el inicio y término del horario de almuerzo (entre 12:00 y 13:00) y al fina-lizar el día, la hora de salida. El regreso a casa, lento y cansado, era realizado también a pie. No han sido pocas las personas con que conversamos en terreno que nos han señalado que todavía, al oír algún tipo de sirena o ruido similar, se les vienen recuerdos y sensaciones de los tiempos de la “obligación”.

Mi marido decía que de aquí tenía que caminar a Trapi-che; allá estaba la administración, tenían que ir todos los días a la orden, a ver dónde los iban a mandar a trabajar. A las 6:00 a.m. tenía que estar allá, se iba temprano y tomaba desayuno allá…y tocaban, yo todavía maldigo esa cosa que tocaban; era una sirena; tocaban primero a las 5:00 a.m. la primera, otra a las 6:00 a.m.; era como un regimiento; era tan estricto que yo no sé cómo soportó la gente (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Detallando los tipos de inquilinaje, los inquilinos-peones/jornaleros tenían todos la facultad de realizar pequeñas huertas y tener algunos animales menores en las tierras de goce o regalía (tierras cedidas por el fundo sin costo adicional al inquilino-peón/jornalero) e inmediaciones de sus viviendas. También la regalía podía contemplar el derecho de dejar unos cuántos animales de propiedad del inquilino en los cerros del fundo. Todos lo inten-taban y practicaban con resultados variados; generalmente los sitios no contaban con cursos estables de agua y/o las tierras eran de mala calidad. Debían realizar ese trabajo con los integrantes de la familia que no pagaban “obligación” ni que trabajaran de temporeros, es decir, mujeres, niños, ancianos y con el trabajo de los otros en sus tiempos libres.

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A su vez, el tamaño de los sitios y goces era pequeño, permitía realizar una pequeña agricultura de subsistencia que según se nos ha dicho tampoco alcanzaba a cubrir satisfactoriamente la totalidad de las necesidades de la familia por un tiempo prolongado. Y se añade a esto que no contaban por lo habitual con los medios de trabajo de mayor optimización (por ej. no todos tenían eficientes animales de arado o sus herramientas eran simples).

El inquilino era distinto porque tenía otras regalías, el inquilino tiene que echar un trabajador al fundo… Ahí le hacían el sueldo al trabajador. Pero el inquilino era estable, trabajaba todo el año… la garantía que tenía no me acuerdo bien, pero le daban por decir una cuadra de tierra y esa la sembraba para él [¿por su cuenta?] claro, esa es la diferencia entre inquilino y mediero… El inquilino tenía opción también, porque mientras más grande era la familia, tenía para que trabajaran los hijos, entonces trabajaba toda la familia, ahí podían sembrar harto secano y no solo trigo, sembraban también arvejas, garbanzos, lentejas… (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Mi papá trabajaba en el fundo, para donde lo mandara el patrón a trabajar, a hacer cercos, a hacer cosas para el fundo… y ahí les dejaban un pedacito de tierra, eran inquilinos… (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

La gente que no estaba en mediería vivía trabajándole a la hacienda, eso era otra cosa. Esos iban a pararse allá, les tocaban una campana y se presentaban, los destinaban a los trabajos que tenía que hacer la hacienda. Les paga-ban le daban regalía –que era tierra– y les daban ración, por ejemplo un kilo de porotos mensual para la casa. La regalía la administraba él mismo (BG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Había familias que lograban acceder a una porción mayor y mejor de tierra para cultivar, la cual era proporcionada por el patrón gracias a una retribución en productos: ellos eran los inquilinos-medieros. Siendo igualmente inquilinos (algún integrante de la familia debía pagar la “obligación”), tenían un estatus mayor que quienes no eran medieros, implicaba un reconocimiento por parte de los patrones hacia su capacidad de trabajo (familia numerosa en varones con facultad de laborar por ejemplo), a su control en medios de producción (ej. animales para arado), y en

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cierto sentido, a su cercanía y confianza. El ser mediero implicaba necesariamente la capacidad objetiva de poder trabajar la tierra, pero a su vez, no todos quienes podían por sus condiciones ma-teriales ser medieros lo eran, había un grado de reconocimiento social del patrón cuando se permitía serlo.

El tipo de tierras que se destinaban a producción en medias y su ubicación, los cultivos, como también las personas que podían acceder de esta forma al suelo agrícola, eran determinadas por el administrador y/o patrón. El encargado de la toma de decisiones productivas de cada fundo, una vez establecidos quiénes serían medieros y los cultivos a desarrollarse en el fundo, indicaba la(s) tierra(s) que le corresponderían a cada uno de ellos. Se nos ha mencionado que estas solían ubicarse tanto en secano como en sectores de tierras de riego (los entrevistados enfatizan más en uno u otro). Entre el mediero que era destinado al riego y el que era ubicado en las tierras de lluvias también se generaba una distinción económica (mejor cosecha) y social (prestigio); como la señalada más arriba para los medieros y no medieros.

La Hacienda decía en tal parte se va a sembrar porotos en otro arvejas y en otro cebada, así. No decidía uno, todo lo decidían ellos, mandaban ellos. Si decían a tal cerro a sembrar trigo, allá teníamos que ir, a las tremendas alturas (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Los fundos ponían para el desarrollo del proceso productivo, además de la tierra y el agua32, en ciertos casos, las semillas de lo que se debía cultivar. En función del rendimiento ya conocido de la tierra y su potencialidad, pero además de lo que los latifundios pensaban obtener en cada período, se entregaban semillas de maíz, trigo, arvejas, porotos, lentejas u otros cultivos de carácter anual. Las semillas debían devolverse luego de la cosecha.

La fuerza de trabajo, como los medios con que era realizada la producción agrícola (herramientas manuales, bueyes de arado, etc.), eran proporcionados por el mediero y su familia. Es impor-

32 En caso de ser tierras en mediería en la zona de riego, no se cobraba adicionalmente por su uso, se concebía ambos recursos como integrados (a diferencia de la actualidad, donde fruto de las políticas neoliberales el agua ha sido mercantilizada y tranzadas como un recurso independiente de la tierra). En caso de ser tierras de secano, el agua se obtenía de las lluvias.

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tante agregar acá que la energía del proceso de trabajo era animal y humana, solo el fundo poseía maquinarias (como tractores por ejemplo) de mayor consumo energético.

El mediero le daba la mitad de la cosecha (más o menos de-pendiendo del trato) al patrón.

Al mediero le pasaban una cuadra, por decirle, y esa cuadra todo por la mitad. El patrón le pasaba las semillas y un poco de plata para sembrar algo, después, al fin de cosecha le descontaba todo lo que le había pasado en plata y semillas… y después usted se iba con la pura palita y la horqueta para la casa. Pagaba lo que te pasa-ban para mantenerse y las semillas así que después con mucha suerte quedaba con un par de sacos de trigo (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Según lo detectado en terreno, la inmensa mayoría de los medieros se las arreglaba para pagar la obligación (si debían hacerlo) y trabajar la tierra en mediería con los integrantes del núcleo doméstico. Pero había algunos medieros que cancelaban un jornal a personas de afuera de su familia para que “pagaran la obligación” del mediero hacia el fundo y/o trabajaran con ellos en las tierras que se tenían en mediería. Claramente tenían mejor situación socioeconómica que los otros inquilinos (medieros y obviamente inquilinos-peones).

Por diversos motivos, sea por su posición en la escala de trabajo del fundo (por ej. un cargo de administración o supervisión), el acceso a mayores y/o mejores tierras en mediería y la posibilidad de explotarlas más ventajosamente, le permitía acceder a un in-greso superior que destinaba en contratar temporeros (no más de uno) facilitando una explotación más intensa de las tierras bajo su control. Esta situación expresa cómo unos pocos inquilinos-medieros, por los diversos motivos indicados, habían logrado un pequeño brinco en la estructura de clases campesina presentando un incipiente germen de capitalización de la unidad familiar.

Yo le trabajaba a otros inquilinos, ellos me echaban a cumplir la obligación que ellos tenían, ellos me pagaban a mí, no el fundo [¿y eso se usaba mucho?] Sí, se usaba… no había tanto trabajo, así que la gente tenía que salir a otras partes, la juventud. En Santa Marta se sembraban muchas cosas, arvejas, porotos granados, lentejas, todo

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eso y nos íbamos a trabajar allá, porque aquí no daba. A la gente de allá, a los inquilinos, les daban tierras para sembrar a medias con el fundo; entonces, ellos tenían que buscar a la gente y nosotros les íbamos a trabajar (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

El mediero –en general– de la producción obtenida del trabajo agrícola debía entregar al menos el 50% a los dueños del fundo (este porcentaje podía aumentar si también le habían dado las semillas a los medieros). El restante, de la mayoría de los medieros, tenía como destino el consumo de las mismas familias. Solo los medieros que tenían temporeros a su mando y que gracias a esto producían más, estaban en condiciones, aunque no siempre, de comercializar parte de lo obtenido.

Tanto inquilinos-peones/jornaleros como inquilinos-medieros pagando la “obligación” eran el contingente estable de trabajadores de los fundos. Pero habían épocas del ciclo agrícola donde no bastaba con quienes “pagaban obligación”, era necesario contratar fuerza de trabajo adicional a esta: ellos eran los temporeros. No todos los integrantes de una familia “pagaban obligación”; habi-tualmente era uno (el jefe de familia o algún hijo varón en edad de trabajar33), por ende, el resto –si no emigraba del campo– se ocupaba en las tareas propias de la familia en las tierras que esta controlaba y, vendiendo su fuerza de trabajo a los fundos en cier-tos períodos específicos del año, como temporeros. O también, vendiendo su trabajo a los medieros que contrataban trabajadores. Se nos habló también de la existencia de temporeros que llegaban de afuera del Valle a trabajar en los fundos para los períodos de alta demanda de trabajo, ellos solían alojarse en la intemperie, “…alojaban entremedio de los árboles no más…”.

El temporero ingresaba a la estructura de trabajo de los fundos en el estrato más bajo. Aunque cumplía trabajo manual al igual que quienes pagaban “obligación”, la mayoría de las veces las tareas no eran distintas entre unos y otros: sus jefes directos eran los sotas de peón igual que los “obligados”; en términos de esta-tus estaba por debajo de quienes trabajaban de manera estable.

33 La idea de “edad de trabajar” está formulada de esa manera, ya que no se relacionaba a la adultez. La vida de trabajo en el campo, fuera en fundo o dentro de las tierras que controlaban los inquilinos, podía ser desde la niñez misma o un poco más.

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Los habitantes del Valle que eran temporeros no trabajaban necesariamente en el fundo donde habitaban. Podía darse que ese predio en específico no requiriera de un número mayor de trabajadores; por ende, se iban a otros latifundios de Longotoma que sí estaban requiriendo de temporeros. Respecto a esta diná-mica, se nos dijo que Santa Marta solía ser el espacio que más demandaba trabajo extra-“obligación”.

Los jornaleros trabajaban al fundo por un sueldo. Era gente de aquí [del fundo] y los que venían de afuera en el tiempo de la saca de papas, era harta gente, alojaban entremedio de los árboles no más… se les pagaba al puro día (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Los fundos orientaban el conjunto del producto apropiado hacia el mercado. El silo era un medio clave de almacenamiento de la producción de granos en general, tanto de los que se ven-dían como de los que se guardaban para forraje animal, pero a su vez, era un significante de desarrollo económico de cada fundo. Es así como a mayores volúmenes de producción más necesidad de almacenarla y por ende mayor número de silos para ello. El silo representaba capital económico y prestigio social entre los propietarios/arrendatarios, puesto que era una imagen de la mayor o menor opulencia de determinado latifundio. Es así como se nos ha señalado que todos los fundos del Valle tenían silos, pero el que concentraba mayor número de estos era Santa Marta con tres o cuatro. La cosecha comercializable era trasladada en camiones que eran de propiedad de los patrones hacia los centros urbanos de la región y a las estaciones de trenes mientras estuvieron en el Valle (altura fundo San Manuel y Pedegua).

En esos años yo creo que hacían negocio directo, porque mandaban toda la carga, porotos, trigo, etc. Aquí a la estación, se venían a dejar a las bodegas de la estación, almacenaban y los trenes pasaban, los que venían del norte y se la llevaban. Yo ahí no sé bien, pero debe haber sido directo para Santiago (JO, entrevistado ex fundo Santa Marta).

La organización económica de los fundos descrita más arriba, el conjunto de sus papeles, relaciones y jerarquías, era a su vez el eje del sistema con el cual los patrones ejercían el control

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social34 en el territorio. El patrón (propietario, arrendatario o ad-ministrador –este último en caso de ausencia de los anteriores–) era quien concentraba gran parte del poder. Sus competencias en cuanto autoridad no estaban solo orientadas a la ejecución del trabajo productivo, sino que su decisión directa o influencia se extendían hacia toda la vida social de los fundos: quiénes podían habitar en él, dónde, si se podían casar o no, sobre los deberes religiosos de los inquilinos, sobre algunas de sus prác-ticas privadas-comunitarias (consumo de alcohol por ejemplo o realización de festividades) el discurso público, y por supuesto, él era quien decidía las formas de acceso, control y reparto de los distintos recursos del territorio por parte de los actores, siendo él y su familia los principales beneficiados.

A través de una dispersión de ciertas cuotas de poder entre quienes cumplían labores de supervisión-administración (dispersión depositada en forma variable en función de la tarea cumplida), lograba dar continuidad a la economía-política hacendal. Ellos eran los que se encargaban de avisar al patrón ante alguna falta o desvío de lo establecido como las prácticas correctas, sancio-nando (por ordenes del patrón) a quienes no seguían los dictados del deber-ser del inquilino. Eran denominados por el resto de los inquilinos como los “orejeros”, jugando acá con el lenguaje refiriendo a que eran los oídos de los patrones.

Las formas en que se desarrollaba esto variaban en cada fundo específico a partir de las características del patrón, su relación con los inquilinos, si era ausente o presente, las formas en que históricamente había funcionado determinado sistema hacendal, si eran hijos de antiguos dueños o no, entre otros elementos que iremos dilucidando. Pero al margen de las especificidades que revisaremos, siempre, incluso en aquellos casos donde el poder coercitivo estaba más presente, la relación patrón-inquilinos tenía un fuerte componente de paternalismo en el lazo social, esto es que finalmente, el patrón intentaba cumplir un papel de autoridad económico-moral que podía y debía dictar lo mejor para todos y cada uno de ellos, vinculándose con los inquilinos y ellos con él

34 El concepto se vincula al mantenimiento de (o intento de mantener) una forma de organización social determinada, esto a través de una serie de prácticas y normas que una comunidad, sociedad o grupo dominante dentro de ella impone al conjunto de los actores para el sostenimiento y reproducción de esa organización social en los términos buscados (Engle, 2000).

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a partir de una supuesta condición de cercanía social, confianza y gratitud en una especie de autoridad-obediencia “consentida” y fuertemente arraigada por prácticas similares durante generaciones.

En el fundo San Manuel, la patrona, la señora Victoria Ruiz, se dice que era una “buena dueña”, recordada como cercana a la gente y benévola. No estaba de manera permanente en el fundo, ni siquiera lo explotaba directamente a través de un administrador, sino que lo arrendaba a otros patrones para que lo trabajaran. Los habitantes mayores recuerdan que primero arrendó uno de sus sobrinos, Carlos Ariztía (dueño de El Trapiche), pero luego, debido a los supuestos malos tratos de él a los inquilinos, a los cuales “la señora Victoria quería mucho”, arrendó a su hermano Mariano Alfonso Ruiz. Esto último unos diez años antes de la RA.

Uno de los entrevistados recordando los tiempos de San Manuel con Carlos Ariztía como patrón (y según lo escuchado) señala lo siguiente:

Carlos Ariztía estuvo entre los más millonarios de Chile, los viejitos con sombrerito lo saludaban con reverencia, nadie se paraba en la calle a conversar con él, con los puros administradores y capataces, con el resto de la gente no. Nos miraba como lo peor (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

A partir de una anécdota sobre Ariztía y sus formas de ejercer el poder, se comienzan a reconstruir prácticas que se nos hablaron para otros fundos del Valle e incluso más allá, la cual refiere a la expulsión de las tierras, sea por faltas cometidas o simplemente por ser “improductivos”. Los relatos que mencionan que “ponían el camión y había que echar las cosas no más” son recurrentes para otros sectores. Aquí uno para San Manuel en tiempos de este arrendatario.

Yo tengo el caso de un tío mío, –viejito nacido en el fundo, cuando estaba arrendando don Carlos–, el tío Edilio, más encima hermano de los administradores. Cuando llegó a viejo le dijo “oye, tú ya estay viejo, ándate al pueblo no más, vas a estar cerca del hospital”, y nada más, después llega el camión y le echan las cositas arriba y lo fueron a dejar a Placilla. Ese caso lo vi, pero en los fundos veci-nos donde los patrones eran distintos, a la gente corrían mucho (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

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Otros relacionan y justifican el carácter estricto de Ariztía en cuanto era necesario para que el fundo estuviera en “orden”, sancionaba “malos comportamientos” o excesos que pudiesen cometer los inquilinos. Esto no refería tanto a temas políticos o demandas económicas (a excepción de robo), sino por no regirse ante los “comportamientos correctos”.

Era complicado el caballero; en el fondo valía porque había respeto; por ejemplo no le gustaba la gente buena para el trago o que hacía desorden, lo llamaba a la oficina y ponía el camión y lo mandaba para afuera; en ese sen-tido andaba bien porque había orden (GO, entrevistado exfundo San Manuel).

Como dijimos, en el contexto hacendal, por duro que fuese el patrón, no basaba toda su legitimidad en la coerción o “pura autoridad por propiedad”. Siempre se establecía una relación de autoridad-moral en cercanía social. Así una entrevistada recuerda que Carlos Ariztía regaló a algunas mujeres máquinas de coser para que hicieran ropa a las familias. El patrón podía tener más o menos habilidad y/o voluntad de establecer un trato más cercano con los inquilinos; a veces era el eje de su poder (caso de Victoria y Mariano Ruiz), otras (como la recién nombrada), un pilar de apoyo para ejercer un poder más coercitivo. Finalmente, los pa-trones también reproducían maneras aprendidas de ejercicio del poder, el trato paternalista se transmitía entre generaciones, entre clases e internamente a cada una de ellas respecto las formas de relacionarse con las otras.

La máquina me la regaló el señor Ariztía, nuevecita, me la vino a dejar él mismo: para que les cosiera a los niños me dijo… y don Carlos era muy serio, pero con mi marido fue muy bueno… y él mismo me la dejó arriba de la mesa, ¡y cuándo iba a andar don Carlos con una caja! (FH, entrevistada ex fundo San Manuel).

De este arrendatario no existe entre los habitantes actuales del ex fundo San Manuel un buen recuerdo extendido; lo contrario ocurre con quien arrendó después. El hermano de doña Victoria los conocía desde pequeños y según sus palabras, “no abusaba”. Se los considera –tanto a la señora Victoria como a don Mariano– como una cierta continuidad de Los Ruices (de hecho lo eran, eran hijos de Manuel Ruiz Valledor, pero nos referimos a una continuidad en las formas de relación social patrón-inquilino),

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por lo tanto, habían crecido con ellos y el trato era notoriamente más amable a partir de una historia común de cercanía y empatía, aunque fuera desde posiciones sumamente distintas en la vida social del fundo.

En esos tiempos llegaron los otros patrones, el hermano de la señora; él administraba esta tierra. Entonces él administraba, y las hijas de don Mariano nos venían a buscar porque hacían veladas, fiestas de fin de año a las familias. Venían a caballo, pero ella era bien sencilla, ahí en la casa almorzaba a veces, mi mamá le servía lo que había no más y no había problema. Nos venían a buscar para que fuéramos y ellas mismas nos peinaban, traían todas las cosas. Hacían una comida, un asado, tenían la casa arriba y abajo había una bodega, ahí nos juntábamos, toda la gente, todas las familias con sus hijos, ahí comíamos todos juntos (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

[Respecto a Mariano Ruiz] Como patrón y en su compor-tamiento como dueño de fundo, con la gente, no creo que en otra parte hubiera un patrón así; era muy buena persona el hombre, y todo el tiempo respetando (GB entrevistado ex fundo San Manuel).

Los patrones “ayudaban”, “orientaban” a los inquilinos, al menos así lo percibía gran parte de estos, a su vez, era costumbre darles regalos y obsequios, en fechas especiales, cuando volvían de la ciudad, etc. Esto fortalecía su imagen positiva, el sentido de lealtad y fomentaba una visión de pertenecer a un mismo grupo.

A una niña que quedó solita, que murió la mamá, la llevó a Santiago y la echó a la escuela […También] Era buena para llevar señoras enfermas a los hospitales para Santiago. A mí me llevó porque estaba enferma de la garganta y me atendió el mismo doctor que la atendía a ella (FH, entrevistada ex fundo San Manuel).

La señora Victoria venía, y ella a las dueñas de casa las iba a ver, les llevaba una gallina, un pollo, cosas así. Y eran hartas cosas las que traían desde Santiago, traía géneros, sobrecamas… traía regalos siempre cuando venía, regalitos para la gente y en la Pascua igual (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

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Las relaciones establecidas entre patrones e inquilinos eran de carácter recíproco, implicaban un dar y restituir. Así nos comentan que no solo se les restituía con lealtad y “cumplimiento”, sino también con dones materiales. De esta forma, cuando la patrona llegaba los veranos, no solo ella daba regalos a los habitantes de los fundos, también ellos a ella; “en verano, toda la gente iba a verla, le llevaban gallinas, de todo”.

El tipo de interacción social que se daba era, como vemos, una forma no coercitiva de ejercer el poder y la autoridad, y no solo no coercitiva, sino inspirada en relaciones sociales que bor-deaban un vínculo de pseudo-parentesco que se expresaba en una obediencia relativamente voluntaria y en la capacidad de los patrones de influenciar la acción social en distintas esferas. Así, en relación a las prácticas religiosas, se nos ha señalado que “había” que asistir a ciertos rituales, como la misa y otras reuniones. Los patrones ponían énfasis en la práctica religiosa de los inquilinos. Era este un requerimiento que se les hacía pero que no tenía una contraparte de sanción explícita en algún tipo de acción, sino que una sanción moral, pública, por parte de los patrones, quienes se mostraban sorprendidos (incluso dolidos y preocupados) de que los inquilinos y sus familias no asistieran a misa. “Era muy buena la señora” nos indicó una entrevistada, “eso sí había que ir a misa todos los domingos”. El efecto era que la mayoría asistía, ya que sentía el deber moral de hacerlo siendo “patrones tan buenos” quienes lo pedían. Y al ser el patrón una autoridad moral, por algo, en beneficio propio (del mismo inquilino), debía ser.

Había que ir obligada a misa no más. Había que estar el día domingo allá. Traían misioneros en los veranos, uno iba a las misiones, a los catecismos. Ahí le enseñaban a uno a rezar, todas esas cosas (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

En San Manuel había una capilla muy bonita y la patrona era muy católica, ella venía en el verano con misiones, sus cuatro o cinco curitas y todos los días novenas, misas, eso en verano, llegaban y traían misiones y nosotros íbamos (JO, entrevistado ex-fundo San Manuel).

Claramente que esta dinámica social tendiente a invisibilidad, mejor dicho, a atenuar, simbólicamente las diferencias de clase existentes dentro de la estructura hacendal, sea como fuere, no podían (y no era el fin tampoco) omitirlas (imaginariamente) a cabalidad. Por un lado, en las dinámicas de trabajo propiamente

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tales donde los roles y jerarquías no tenían forma de confundir-se, pero no solo ahí, sino también en ciertos contextos un tanto más difusos, vinculados a prácticas de ocio o fiestas. Así vemos como a veces se invitaba a algunos inquilinos o inquilinas a la casa grande para compartir con los patrones (o sus hijos) y ahí les “enseñaban a servir”.

A veces nos buscaban a nosotras, y a mí me enseñaban a servir, cómo servir, a veces tenían reuniones en la casa grande e íbamos a servir… pero éramos como familia (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

Las formas no coercitivas de ejercicio del poder llevan a que en la actualidad exista la dualidad discursiva de que, por un lado, se reconozca que el trabajo era duro en términos de horarios y esfuerzo, había pobreza y muchas veces no se vivía bien, y por otro lado, estas condiciones de trabajo y vida no se vinculen con el patrón “bueno”. Lo duro del trabajo pareciera ser una condi-ción dada que está fuera de las competencias del propietario que, finalmente, manda. Lo que importa, para evaluar a un patrón, es su forma de ejercer el poder, de vincularse con los inquilinos.

Los patrones de aquí, don Mariano, eran muy buenos, nada que decir, para mí eran buenas personas, aunque el trabajo haya sido duro, era bueno (GO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Posteriormente, veremos que en otros fundos del Valle (funda-mentalmente Santa Marta), lo anterior también tiene sus formas de expresión, aunque diferente a partir de sus características propias. También ahí la figura del patrón se representa como independiente de las condiciones de trabajo y vida en general, no se sindica como interviniente en ellas.

Si vamos ascendiendo por el Valle Longotoma, el fundo que venía posterior a San Manuel (saltándonos El Guindo) era El Tra-piche. El dueño de este era, como ya se dijo, Carlos Ariztía. La particularidad de este propietario, a diferencia de los de San Manuel y Santa Marta, era que él sí era un patrón de fundo presente en el territorio (lo que no implica que viviera en la hacienda pero que sí se hacía presente en forma habitual). No arrendaba sus tierras a otros y tampoco optaba por una explotación indirecta vía admi-nistrador (lo que no quita que tuviese alguno, pero no destaca en los relatos). Era él mismo quien se encargaba de gestionar el fundo

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a través de una presencia estable en el mismo. Esto implicó que sea recordado como un patrón que “trabajaba bien el fundo”. Se dice que el predio “estaba bien explotado”, es decir, se generaba una importante producción, pero al igual que cuando arrendó San Manuel, en términos de su relación con los inquilinos, seguía privilegiando la coerción que el trato de cercanía. De esta forma, un entrevistado recuerda que “trabajaba bien el rico, bien-bien, pero era harto estricto sí” (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

En el caso de este fundo la interacción patrón-inquilino se inspiraba de manera importante en la facultad de mandar y or-denar, no en persuadir, convencer y/u obligar moralmente. A su vez, al no existir un intermediario protagónico entre el patrón y los habitantes del fundo –administrador de presencia fuerte–, no había un “distractor simbólico” del vínculo propietario de la tierra-responsable de dureza del trabajo y condiciones de vida. Debido a este escenario, el patrón es percibido directamente como el responsable de las condiciones de trabajo, no se pre-senta la separación malas condiciones de vida-buenos patrones que describiéramos para San Manuel. En este sentido, se nos dijo que “era muy grande el descontento que había de la gente con el patrón por ese tiempo” (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche). De todas formas, para algunos informantes, muchas veces eran más estrictos los funcionarios encargados de supervisar de forma inmediata a los inquilinos y el funcionamiento del fundo que el patrón mismo.

Según nuestras impresiones, a diferencia de los patrones de San Manuel y Santa Marta, que con su ausentismo, baja capitalización y escaso interés por optimizar la producción del latifundio, pare-cieran reproducir una lógica de tipo terrateniente (simplemente apropiador de renta), el caso de El Trapiche con Carlos Ariztía apuntaba a una gestión más “empresarial” del fundo. Estaba preocupado de capitalizar e innovar (por ejemplo la primera plantación extensa de frutales –limones– fue introducida por él), y a su vez, de reducir los costos pagados a la fuerza de trabajo. Es así como vemos el poco interés de cultivar relaciones sociales paternalistas dentro de esta lógica. Lo relevante para él era que el fundo operara de forma eficiente y creciera, cada vez más, en sus facultades de generar capital. Para ello las formas de relación social patrón-inquilino propias de la hacienda tradicional se constituían en un freno, de ahí su ruptura hacia ellas, y con esto, con mecanismos de interacción social que habían operado de

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esa forma por generaciones. Para los inquilinos esto se presentaba como una quebradura en relación a sus formas internalizadas de concebir la relación patrón-inquilinos, de ahí el predominio de memorias que enfatizan en lo estricto que era Ariztía.

Un entrevistado recuerda que en una ocasión “don Carlos” quería hacer unas barreras para contención del río, esto lo hizo –sin previo aviso– en tierras que el padre del entrevistado tenía cultivadas (en los alrededores de su sitio de vivienda), destrozando todo lo que había, sin importar la otra parte –el inquilino perju-dicado–, acción que no realizaría, al menos de esta forma, un patrón que anclara su autoridad en el vínculo de cercanía social.

Siempre me acuerdo que aquí mi padre tenía un huerto, y acá había una barranca, y como él [Carlos Ariztía] tenía máquinas, se le ocurrió emparejar con la oruga. Y le dice mi papá “el perjuicio grande que está haciendo don Carlos, los arbolitos me los va a hacer tira todos” –y le contesta– “¡Mira!, no sabía yo que estabas plantando en lo ajeno”… y tenía una buena arboleda –duraznos, ciruelos, manzanos–, los cortó todos y los puso de de-fensa del río…era el dueño, ¿qué se le iba a hacer? (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

En este fundo también se recuerda la capacidad de incidir en amplias esferas de la vida social: “Ellos se metían en todo, en todo… los patrones eran como los dioses, había que avisarles todo” (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche). Por ejemplo, para casarse se debía invitar al patrón y pedir permiso, no para contraer matrimonio propiamente tal, pero sí para instalarse en una casa independiente como inquilino, y en este caso era difícil obtener la aprobación del patrón para ello, se debía vivir de allegados en casa de algún pariente.

Si yo estaba con mi padre y me casaba, no podía levan-tar una chocita para vivir con mi señora, no lo permitía, tenía que vivir de allegado no más. (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Hasta que no se era independiente no se era inquilino “oficial”, el patrón se desligaba de los escasos deberes laborales que tenía con él y debía buscar trabajo de manera independiente como jornalero o en alguna tarea similar. Una reconstrucción similar aunque un tanto más dura hace otra de nuestras entrevistadas,

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Los corrían inmediatamente [a los recién casados sin permiso de independizarse], llamaban al inquilino y le decían “tiene que irse, tú no puedes tener esa persona de allegada”…si había trabajo que le diera el patrón ahí sí podía estar (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

En ambos casos, considerando que pueden ser memorias matizadas de situación similares, tienen mucho sentido conside-rando los esfuerzos de Ariztía por rebajar los gastos en fuerza de trabajo en que incurría el fundo y sus estrategias más autoritarias de llevarlo a cabo. Se construye una percepción de que en su trato duro con los inquilinos, no le importaba un hecho tan valorado como la formación de una nueva familia.

También surgieron referencias para El Trapiche sobre la obliga-ción de los inquilinos respecto, cumplir con los deberes religiosos que se les exigían, similares a lo señalado para el anterior fundo, ir a misa, catequismo, etc.

Ellos mandaban hasta la misa, traían misiones todos los años y lo obligaba a ir. Los que estábamos en la escuela todos los días a la novena, de la escuela la llevaban a uno. El día domingo, todavía me acuerdo, mi papá nos llevaba a misa, y él [patrón] con su señora se ponían en la puerta y todos a sacarse el sombrero y hacerle la venia, Santa Ana se llamaba esa iglesia, ahora está destruida…habían dos corridas de asientos, como siempre hay en las iglesias, en esa corrida de bancas los inquilinos y en la otra la familia del patrón (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Resaltan de igual modo memorias de cómo incidían en las decisiones de los padres respecto el quehacer de los hijos: no era solo con los hombres a quienes exigían en el trabajo del campo a determinada edad, algo similar sucedía con las hijas.

Cuando las hijas iban creciendo les decía [el patrón a los inquilinos], “tu hija ya está en edad de trabajar, la voy a llevar a Santiago”, y se la llevaban ellos. Buscaban trabajo para allá y las traían cuando querían. Las llevaban a trabajar en las casas de los parientes ricos, si ellos tenían varias criadas… llegaba al extremo de que le decían al papá “ya, vamos a traer a una niña para que todas aprendan

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a coser y a tejer y tengan algo que hacer en la casa” (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

De todas formas, se relevan aspectos no coercitivos de las relaciones (los regalos que daban los patrones, la ayuda médica o a veces la interacción relativamente a la par entre hijos de pa-trones e inquilinos), que como dijimos –más o menos– están en todas las haciendas del Valle. Pero a diferencia de San Manuel, nuestra entrevistada carga estos aspectos con una connotación, al menos, no positiva. Como también no surgieron en terreno referencias a la “devolución de regalos” desde los inquilinos que sí se manifestaba en San Manuel (¿podemos desprender que no existía?, por supuesto que no, probablemente, en menor medida –o tal vez igual– sí se daba; lo interesante está en que no es un aspecto que los actores entrevistados consideraron resaltar).

En la pascua, yo me acuerdo, les hacían regalos, podía ser un juego de loza a todos iguales, al otro año una cama, a todos una cama, ahí le tiraban un poco de golosinas en una bolsa a los que tenían niños chicos, así. Y la gente “re’ bueno el patrón” [con tono irónico la entrevistada] ¿cómo no les iba a dar si los mandoneaba todo el año? (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Está bien que me llevaran [al doctor a Santiago] si a mi papá lo explotaban ellos aquí por el hecho de tenerme allá… después me llevaron a su casa, estuve una pila de meses con ellos, sería eso que vi yo que me quedó, al escuchar cosas a una le queda, las tremendas casas de cinco pisos con hartas empleadas… habían niños y sí les enseñaban a tener contacto con los hijos de los inquilinos, podía uno jugar con ellos, ¿pero quién iba a jugar? Si el hijo del rico es otra cosa (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

No deja ser interesante que muchas de las acciones descritas no varían en demasía en su fondo respecto a lo que indicamos para San Manuel, ahora bien, la forma de ejecutar determinadas prácticas (convencimiento versus mando), como también lo habi-tual del tipo de relación patrón-inquilino, hace que el recuerdo se connote de forma más negativa o positiva, como una especie de ayuda a la familia del inquilino o como una acción en búsqueda solo del beneficio propio y muestra de dureza.

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Finalmente, el elemento que se constituye en uno de los sím-bolos principales del trato coercitivo de los patrones: el camión encargado de llevar las cosas e inquilinos una vez que los patrones, por el motivo que fuere, los expulsaran del fundo. Es recurrente oír mencionar a la gente que sacaron en camión, cómo les subían sus cosas y los dejaban “tirados” en Placilla o La Ligua.

El que no hacía caso se iba no más, se tenía que ir; le ponían el camión y le echaban sus monitos y partía. Si usted no tenía cómo ni a dónde irse, tenía que aguantar todo lo que decía el patrón (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Habiendo dado cuenta de los principales aspectos políticos de El Trapiche durante la época de los fundos, seguiremos subiendo por el Valle; luego se encontraba el fundo, que como vimos, era el de mayor extensión, el emblemático –en tiempos de RA– fundo Santa Marta de Longotoma.

En este fundo la presencia de los patrones era de tipo ausente. Se sabía quiénes eran y a veces iban a la hacienda, pero en la memoria de los actores que hemos entrevistado son los adminis-tradores quienes juegan un rol central, tanto cuando se refiere a tiempos en que la hacienda “estaba bien” como cuando esta “fue para abajo y se hizo necesaria la expropiación”. A excepción del momento de enfrentamiento directo con los patrones por la tierra, estos permanecen “al margen” y “exentos de responsabilidad” en relación a las condiciones de vida de los inquilinos. Gran parte de los entrevistados indica a los administradores como responsables de estos tópicos.

Durante gran parte de la vida de fundo que se recuerda, el patrón era César León, su esposa Marta Puelma y el administrador del fundo Raúl Balazarte, administrador estricto que hacía trabajar duramente a los inquilinos, pero según se dice,

…estaba bien la hacienda. Era un hombre muy capacitado en estas cosas y el fundo lo manejaba muy bien; el fundo era una maravilla. Había de todo, lechería, ganadería, ovejas, etc., era una hacienda rica (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Serán éstas, las condiciones hasta un poco antes de la RA, cuando muere Cesar León se cambia de patrón y todo el pano-

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rama empieza a cambiar. Hasta antes de que ocurrieran estos sucesos el fundo Santa Marta de Longotoma se caracterizaba por un sostenimiento del sistema hacendal a través de un ejercicio del poder que combinaba características de los dos fundos anteriores. Un importante componente de vínculo patrón/administrador a través de relaciones de cercanía social, pero a su vez, las prácticas coercitivas del poder estaban lejos de ser una excepción, eran tan relevantes como las otras.

Estas últimas estaban vinculadas con el sistema de jerarquías y vigilancia propias de todo fundo; en este caso se dijo que...

Los patrones tenían como jefes para que anduvieran vigi-lando a la gente, donde trabajaba, el que saca una cosa del potrero, el que sacaba un saco de papas, choclos, iban y los ponían mal y lo llamaban a la oficina los patrones (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

El cumplimiento de esta labor por quienes ocupaban un rol de estas características estaba asegurado por las recompensas materiales que se podían obtener de seguir con estos mandatos ya que…

Tenían mejor situación los que estaban a cargo, no ve que el patrón los ayudaba más a ellos; los jefes tenían más garantías, sembraban más, tenían más tierras; los jefes tenían gente trabajando (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Entrevistados nos recalcan el carácter duro del trabajo del inqui-lino vinculado a una forma de mando coercitiva. Nos señala que...

Era muy esclavizado cuando era fundo esto, eran tiempos más malos pa’ nosotros. En los puros cerros cosechando, a veces se daba mala siembra y quedábamos con la pura paja para los animales. Había que estar todo el año criando y nos quitaban la mitad, más encima las obligaciones, no se podía hacer nada. Vivíamos en los puros cerros, vivían por aquí los que eran más del patrón, los capataces, los cajeros… (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Eran muy ordenados los patrones y malos a la vez con la gente. Porque ellos hacían y deshacían; no tenía mucha

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voz el campesino, tenía que hacer lo que se decía no más (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Dando cuenta de la combinación de formas de ejercicio del poder señaladas, al menos hasta la muerte de César León, ya di-jimos que posteriormente esto cambia; otro entrevistado resalta los aspectos positivos de la vida de inquilinos, asumiendo como regalos, bondad de los patrones, el conjunto de elementos que incluía el vivir en el fundo y no como una retribución por el tra-bajo: para él la relación es inversa, regalos de los patrones a los que había que agradecerles con el trabajo.

El patrón nos daba casa, tierra, el agua –ahora pagamos pa’ tomar y pa’ regar–, la leña y talaje en el cerro. Nosotros les sembrábamos a media, si a la larga en esta parte los patrones nunca fueron tan abusivos; en otras haciendas habían patrones que eran malos (MO, entrevistado ex fundo Santa Marta).

En una línea similar, otro entrevistado recalca lo cercano que era el administrador Balazarte con él, no así con otros, de lo cual vuelve a argumentar sobre “lo bien que estaban”, de lo “gene-rosos” de los patrones. Al igual que el anterior informante, en la evaluación del pasado, cobra un papel central en la construcción de la percepción las características de la vida hoy donde se paga en dinero por una serie de elementos que en tiempos de fundos se conciben como regalados por los patrones.

Él [Balazarte] venía aquí en mi cumpleaños; para mí fue bueno porque nunca tuve problemas con él, otros no le tenían buena… un ministro nunca tiene buena con todos. Siempre pasaba a verme a mí, me saludaba… En ninguna parte a uno lo ayudaban así. Le ponían agua, tierra, da-ban pasto, nunca nos cobraron por las viviendas… (BG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Forma parte de las dinámicas coercitivas el ya mencionado, para otros fundos, “camión” donde subían a los inquilinos con sus pertenencias y su familia para llevarlo a Placilla o La Ligua en caso de una falta considerada por los patrones como grave. Respecto a otras prácticas no coercitivas, se destacó en diversas conversaciones el dar regalos cada vez que venían al fundo y la persistencia en la religiosidad de los inquilinos como sostén ideológico de la estructura hacendal.

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Estas características de Santa Marta existen hasta la muerte de Cesar León, la toma de la propiedad de su esposa Marta Puelma, y con ello, el cambio de administrador. Según diversos recuerdos, las condiciones cambian notoriamente, se hacen mucho más duras, exacerbándose los mecanismos coercitivos de poder, y a la par, empeorando la gestión administrativa de la hacienda, su productividad y condiciones de vida de los inquilinos. Todo eso junto, según nuestros entrevistados, explica y justifica la expro-piación del fundo Santa Marta de Longotoma. El desarrollo de esto corresponde a nuestro próximo capítulo.

Vida doméstica y familia en el período de los fundos

La vida doméstica de los campesinos(as) del Valle de Longoto-ma se configuró desde, en y para la vida en la hacienda, pues el sistema paternalista característico del mismo funcionaba intervi-niendo de diferentes maneras y en múltiples ámbitos a la familia. La intervención que observamos, por parte de los patrones(as) o administradores en los tres fundos estudiados, tenía una misma lógica no obstante diferían en la intensidad de la acción, de la violencia simbólica y de lo estricto en el cumplimiento de las normas, pero subyace –como dijimos– la lógica paternalista que en su sentido amplio es entendida como una extrapolación del modelo paterno-filial a otro tipo de relaciones sociales, en este caso a la relación entre patrón– campesinos, que era transmitido a los campesinos –e internalizado por muchos de ellos(as)– mediante la figura simbólica del patrón como el padre, la patrona como la madre y los campesinos(as) como los hijos –entiéndase– que deben ser aleccionados, castigados y asistidos si lo “merecen”.

De esta manera la pauta de organización de la familia, en tanto horarios, actividades y roles de cada integrante del hogar era regido por las exigencias que hacía el patrón a dicha unidad doméstica a cambio de tener un lugar donde vivir y trabajar. Entonces, existe una pauta externa de organización que exigía una no menos rígida y estricta organización al interior de la fa-milia, la que estaba encabezada por el hombre inquilino –jefe de familia–, quien era el responsable ante el patrón por el “buen o mal” comportamiento, es decir, si algún miembro de la familia se rebelaba ante alguna situación, era el padre castigado, o bien si el padre no cumplía alguna norma, era amenazado con quitar algún beneficio dado a algún familiar; por ejemplo, si había sido

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designado algunos de sus hijos para estudiar en Santiago, o sim-plemente ante cualquier alegato la respuesta era “si no le gusta se va”. En tanto la mujer era quien ejecutaba en el diario vivir todos los quehaceres “internos” para que esta organización, la familia, y por ende el fundo, funcionase.

A modo de caracterizar la vida doméstica en los tiempos de fundo, a continuación relataremos actividades diarias, relaciones intrafamiliares, entre otras situaciones, que tenían como base la familia y el hogar.

Como ya dijimos, la jornada en la familia partía temprano: a las 4:00 o 5:00 de la mañana se levantaba la esposa del inquilino para encender el fuego y preparar el desayuno; según el caso puede haber sido ayudada por sus hijas mujeres o niños peque-ños. El desayuno consistía generalmente en té, leche, tortillas o una preparación llamada cocho aliñado, que consistía en una preparación en base a de harina tostada:

Con cebolla, se le echa cebollita primero, se fríe. Llega y le echa ají de color, y le echa agüita o caldo y le va echando la harina tostada. Queda espesito, como una tortilla, algunos si quieren hacerlo más claro le echan más caldito. Las viejitas hacían de eso para el desayuno y claro pue, si se comían también porotos al desayuno, poroto añejo35 (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

Luego de desayunar el hombre partía a la administración a recibir las indicaciones del trabajo diario. La mujer en tanto, en el hogar, comienza con labores dedicadas al mantenimiento y cuidado de la casa:

Entonces teníamos que hacer fuego en la mañana, dar desayuno a los otros hermanos más grandes que salían a trabajar a los terrenos, ahí donde el patrón les daba un pedacito de tierra para que trabajaran y mi papá se iba a trabajar al fundo y él llegaba a almorzar; justo a la 13:00 tenía que estar almorzado, porque ya a la 13:30 tenía que estar de a caballo o de a pie, como fuera, a donde

35 La comida añeja era cualquiera que fuese recalentada; ésta no se guardaba y si se comía era por necesidad. La preparación debía ser al momento, lo que significaba la constante atención por parte de las mujeres a esta labor.

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le tocaba trabajar. Y después de allí no llegaba hasta la noche. Nosotros cuando chicos a veces no lo veíamos, lo veíamos el puro día domingo. El día sábado igual se trabajaba, todo el día, era un día normal. Y el día domingo de repente el papá lo dejaba para ir al cerro a ver a los animalitos… tampoco lo veíamos (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Según el lugar en que se encontrara trabajando el hombre, éste o iba a almorzar a la casa –como es relatado en la cita anterior– o bien las mujeres o los niños debían llevar el almuerzo al lugar donde se encontrase trabajando.

Había que ir a dejar el almuerzo al potrero, con una tetera colgando, una olla, para allá y después de vuelta con todo el sol (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

El hombre volvía a la casa al anochecer. Muchas veces pasaba largas temporadas fuera del hogar, pues siembras más distantes –que a veces eran trabajos asignados por el patrón como “cas-tigo”– significaba que el trabajador estuviera hasta tres meses alejado del hogar. La ausencia no era extraña y en ese sentido se fortalecía la diferenciación por género en las actividades a desarrollar y a la vez se reforzaba a “la familia” como una célula de organización basada en el trabajo para la hacienda, por parte del hombre, quien recibía las regalías y por parte de la mujer, quien, a través de su trabajo no remunerado era la encargada de mantener al hombre en buenas condiciones para el duro trabajo, cuidar a los hijos y velar por las condiciones necesarias para la existencia en el diario vivir.

Entonces, a modo de recapitulación, existía en la vida familiar una rígida separación de roles en el interior del hogar (lo que es extensivo para la época en lo urbano también) basado en el rol de la mujer en lo doméstico/privado, el del hombre en el trabajo en la hacienda/público y los hijos, según su género, se iban ajustan-do a estos roles desde temprana edad. Las niñas ayudaban a sus madres desde pequeñas y los hijos hombres a sus padres, quienes comenzaban a trabajar en el fundo tempranamente, en prome-dio –según múltiples relatos– desde los 10 años. De esta manera quienes accedieron a educación, tanto hombres como mujeres, no superaron cuarto básico, que por lo demás era el año tope de las escuelas rurales en esos tiempos. Lo recuerda Francisco:

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Podíamos haber sido buenos para estudiar, yo me con-sidero que era bueno porque siempre pasé con buenos resultados de 1° a 2° y así hasta 4°. Ahí mi papá me sacó a trabajar no más, a arar y todo, a la pega del campesino (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Y otros, simplemente, no pudieron estudiar, muchas veces, porque los mismos padres no consideraban importante que los niños fuesen a la escuela, prefiriendo que trabajaran en la casa o en el fundo.

Al no contar con acceso a educación, el camino era ancho para continuar con la reproducción del sistema familiar y hacendal. A la vez de replicar los tradicionales roles de género asignados al interior las familias.

La labores de las mujeres en el ámbito de lo doméstico reque-rían mucho tiempo y trabajo, pues, todo lo que se necesitaba para comer y vestir se hacía en casa, siendo la mayoría de estas tareas asignada a la mujer (esposa e hijas). A continuación nombramos algunas como,

Ordeñar vacas, hacer mantequilla y quesos:

Entonces sacábamos la leche y después soltábamos el ternero y después a amamantar; entonces, llegaba y tomaba, y le bajaba la otra leche a la vaca, y esa leche es para “el apoyo” –que le llaman–. Y sacábamos para la mantequilla, sabe que en unos tazones la echaban, y lo ponía al fuego, ahí en brasas. Empezaba a cocer y había que batirlo, con unos palitos de palqui bien peladitos, así [hace el gesto de batir], bien batida la leche, la última es la más gruesa. Y ahí la dejaba reposar toda la noche, y al otro día amanecía así tanta mantequilla de nata –una capa gruesa– y la echaba en una fuente y la batía, entonces sale la mantequilla purita (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

Ellas confeccionaban el vestuario con géneros de sacos, ma-nualmente, y posteriormente (1960 aproximadamente) con má-quinas de coser que fueron introducidas por las patronas siendo común en esa época asistir a talleres de costura en los colegios. Las máquinas de coser fueron regaladas a algunas campesinas y a otras vendidas y descontadas por planilla a final del mes. Se

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relata que, dado el bien que hacía la patrona al regalar-vender y ocuparse de la capacitación en costura, era deber de las campe-sinas coser delantales para los niños en el colegio.

La ropita se la hacía la mamá a los hijos como podía. Los talleres de costura, como le digo, fueron iniciativa de los patrones, de la patrona más que todo (GB, entrevistado ex fundo San Manuel).

En esos tiempos no se conocían los zapatos casi. Yo a los 12 años me vine a poner zapatos. En esos años, a la escuela, los 4 años que fui a la escuela, a pura chalala, en invierno y verano. Con neumático, las ojotas con correa de cuero de animal. El día domingo el papá nos arreglaba las chalalas, como jugábamos a la pelota y las hacíamos tira, así que a los 12 años yo conocí los zapatos de plástico. Eran completos de plástico negro, muy bo-nitos, como si fueran de cuero pero eran completamente de goma. Iban los papás a comprarlos a La Ligua (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Ellas hacían pan diariamente, aparte de la comida y matar animales menores, como gallinas. Eran las encargadas de lavar la ropa, procedimiento que consistía en un arduo trabajo:

Entonces la mamá nos decía: ustedes van a lavar tal día y van a hacer esto, ¡y mire el trabajo que hacíamos! Pri-mero había que calentar agua en un fondo, después en unas bateas de madera echábamos a remojar la ropa. La escobillábamos y la desmugrábamos. (¿Y ustedes mismas prendían el fuego?). Sí, como le digo, nosotras mismas hacíamos fuego, hacíamos todo. Entonces la desmugrábamos y ya después se cambiaba esa agua, le echábamos agua tibia y jabonando. En esos tiempos de perlina, radiolina se llamaba, era como un jabón en polvo, y la perlina era una cosa como helada así, que era cristalina, unas cajas (FG, entrevistada ex fundo San Manuel).

Ya hemos hecho referencias a este punto: una vez que los hijos eran mayores y se casaban, era voluntad del patrón dejarlos en el fundo o no, como allegados o si les permitía formar un nuevo hogar con las “obligaciones” correspondientes. De esta manera se controlaba la población dentro de la hacienda a la vez de ejercer control sobre la unidad doméstica.

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Por su parte, reiterando un aspecto señalado en la parte política de El Trapiche, las hijas mujeres, a cierta edad y si eran numero-sas dentro del hogar muchas veces eran llevadas a trabajar a las casas patronales en el fundo o bien enviadas a trabajar en casas en Santiago, de parientes o de ellos mismos.

Por otro lado, al ser el padre el responsable de la familia hacia el fundo, muchas veces se endurecía la postura del padre al inte-rior de la familia. Campesinos y campesinas de la zona definían al padre como el “patrón de la familia”.

…mi papá era bien estricto en la casa, antes no era como ahora: a la sola voz del papá se hacía. Papá y mamá mandaban, los hijos escuchaban, no era llegar y con-versar con ellos como se hace ahora; no era sí la cosa, ahí se hacía no más lo que se decía, si había permiso para salir a alguna parte le daban y si no, no. Si iba a La Ligua, iba el papá o la mamá con uno, no iba una sola (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Una vida social como la descrita, en lo económico, político, público y privado, a partir de las relaciones sociales que le daban vida, presentaba rígidas condiciones que permitían solo pequeños episodios de movilidad entre las distintas clases y sus estratos. Por bien que le fuera e hiciera las cosas un inquilino (de cual-quier tipo) jamás podría aspirar a convertirse en patrón. Dentro de los inquilinos, las posibilidades de ascenso estaban dadas en convertirse de inquilino-peón en inquilino-mediero, y dentro de los inquilinos medieros, en pasar a convertirse en ese pequeño porcentaje que contrataba jornaleros para realizar algunas de sus actividades de subsistencia. Esto estaba acompañado de un ascenso en la estructura ocupacional del fundo, donde el pasar a ejecutar labores de administración-vigilancia contenía la posibilidad de mejorar sus condiciones de existencia. Obviamente que el pensar en una “carrera” en tal sentido también es iluso, las posiciones más altas de la administración estaban destinadas a familiares, o persona de confianza tal (y también de ciertas competencias), que difícilmente un inquilino cualquiera podía llegar a ocupar. Muchas veces, si no había personas adecuadas para estos pues-tos, se traía gente de afuera del Valle para desarrollar tales tareas. Como en la mayoría de las sociedades jerarquizadas y desiguales en las recompensas materiales y simbólicas a sus actores socia-les, quien nacía en determinado lugar de la estructura de clases

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y ocupacional, es probable que muriera en la misma o similar condición. El sostenimiento de tal sistema de clases solo era factible gracias al conjunto de dinámicas de poder, organización política y de legitimación que permitían su reproducción. Por diversos motivos, tanto internos como externos a la vida social de los fundos, este orden es cuestionado por sus propios actores y/o actores afuerinos –a veces más unos que otros–, generando las condiciones subjetivas que harían posible la existencia de un (unos) proceso de Reforma Agraria en el Valle de Longotoma, es ahí donde iremos a continuación.

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iii. eL Proceso de RefoRmA AgRARiA en eL VALLe de LongotomA

La influencia de los procesos generales de la RA son claves para entender la emergencia de la transferencia/lucha por la tierra (dependiendo del fundo) en Longotoma. Las posibilidades legales de sindicalización, el apoyo de gran parte de la sociedad chilena y la elite política a la Reforma, una legislación que establecía (de verdad) las posibilidades de destrucción del complejo latifundio-minifundio, y la llegada al Poder Ejecutivo de actores políticos comprometidos con la RA (más allá de la dirección que se le quisiese dar al proceso36), son de suma relevancia para compren-der la existencia de Reforma en Longotoma. Sin embargo, si no hubiesen existido las condiciones en el territorio para desarrollar la RA (recientemente expuestas), es probable que esta no se hu-biese presentado de la manera en que se dio y que revisaremos.

En este sentido, la RA no se entiende en Longotoma si no consideramos el papel local de ciertos partidos políticos, espe-cialmente la Democracia Cristiana y el Partido Comunista; a su vez, no podremos comprender las características del proceso si no consideramos las condiciones económico-político-culturales que presentaban los actores locales y el (los) sistemas hacendales ahí presentes. Como veremos, la DC impulsa una transferencia gradual y consensuada de la tierra en San Manuel (sin mayor organización y reivindicación campesina, solo agradecimiento por la bondad de los patrones al regalar la tierra), fundo donde –a través los patrones– la DC tenía influencia directa, siendo el primer fundo en pasar a manos campesinas. En los fundos de Santa Marta y El Trapiche, donde los patrones no estaban comprometidos con la Reforma (e incluso se hizo resistencia física a la expropiación de Santa Marta), la dinámica fue distinta: el rol del PC fue clave en la agitación, concientización de la población, formación de sindicatos y en las acciones mismas.

36 Nos referimos a las diferencias entre la Democracia Cristiana y la Unidad Popular en el pretendido devenir del proceso.

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Reconstruiremos los procesos de Reforma Agraria desde una exposición que será en orden cronológico y por fundos según el comienzo de la RA en cada uno de ellos. Iniciaremos con San Manuel, luego proseguiremos con Santa Marta y El Trapiche. Si-guiendo nuestra interpretación de los relatos, es importante aclarar que la exposición se organizará abordando a San Manuel como una unidad a lo largo del conjunto del proceso, Santa Marta y El Trapiche serán tratados por fundo en ciertos momentos (lucha por la tierra) y como una unidad (con particularidades) en otros (asentamiento y contrarreforma). Esto lo hemos definido así ya que de acuerdo a ciertas características que vienen desde la época de los fundos (principalmente la política de cada uno de ellos), San Manuel tenía condiciones que gestaron una dinámica de RA que se diferencia de los otros dos; por su parte, Santa Marta y El Trapiche se distinguieron en algunos elementos, compartiendo otros. La extensión del tratamiento a cada fundo-asentamiento será variable según la duración del proceso, como también, por su “riqueza” en cuanto a hechos, episodios y vicisitudes varias que aparecieron en los relatos.

La reforma Agraria en san manuel

En el fundo San Manuel, el proceso de Reforma Agraria co-menzó a darse tempranamente, incluso, y profundizaremos más adelante en ello, fue de los primeros asentamientos de la Región y de los primeros a nivel nacional (según informantes).

Para entender el proceso de Reforma Agraria en San Manuel debemos entender cuatro sub procesos o movimientos dentro del mismo: 1) Donación de tierras en el sector Las Parcelas y confor-mación de cooperativa “Santa Victoria”, 2) donación de tierras para la construcción del Instituto de Educación Rural –tierras en que se formará más adelante un asentamiento llamado La Fortuna–, 3) Constitución del asentamiento San Manuel y 4) Parcelación.

Todos los movimientos nombrados anteriormente tienen como punto en común la no sindicalización del proceso, esto debido a los esfuerzos exitosos realizados por Mariano Ruiz (militante DC) para que no tuviera influencia el PC en San Manuel, partido clave en la sindicalización campesina en el Valle de Longotoma.

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Ah no pues, ¿quién iba a formar sindicato? Era buscar que lo corrieran. En tiempo de elecciones, gente se rebelaba, ¿pero a quién le iba a decir? Iban a sufragar escondidos a Quilimarí… tenían “sapos” por todos lados, asi que al otro día ya sabían que la persona había ido a sufragar a otro lado y lo corrían. Y nada de dar explicaciones, nada, tenía que irse (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

No, nada de sindicatos. Incluso don Mariano, el patrón, me encargaba que ppusiera cuidado por la parte política. Así que bueno, ahí yo conversaba con la gente en la reu-nión, ¿cuál era la aspiración de ellos de meterse al Partido Comunista?, que eran los que andaban más rondando, y les dije: “Si ahora ustedes están viviendo en una taza de leche, no creo que vayan a vivir mejor si empiezan a meterse a la política. Yo les conversaba a la gente porque realmente como patrón y como comportamiento, como dueño de fundo, con la gente, no creo que en otra parte hubiera habido un patrón así (GB, entrevistado ex fundo San Manuel).

Con respecto a la sindicalización, no obstante, tampoco había una bullente necesidad o aspiración de organizarse. Según una encuesta realizada por ICIRA (1965) a campesinos (jefes de ho-gar, básicamente hombres) de todo el fundo San Manuel, y otros antecedentes allí expuestos, los campesinos no rechazaban la sindicalización, siendo mayoría quienes consideraban un sindi-cato importante y necesario en el caso de tener un “mal patrón”, percepción que sabemos que no tenían los campesinos de San Manuel sobre su patrón. Reproducimos algunos resultados de la encuesta:

-Ignoran lo que es un sindicato: 15,03%-No son necesarios los sindicatos: 7,8%-Es necesario en los fundos de “malos patrones”: 25,8%-Sirve para defender a los campesinos: 25,8%-Sirve para conseguir mejores condiciones de vida: 7,6%-Se mostraron indiferentes: 15,03%

Como vimos en el capítulo anterior, en la economía-política de los fundos, la dueña del fundo San Manuel, Victoria Ruiz, y su hermano, quien arrendaba las tierras en este período, Mariano

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Ruiz, eran reconocidos (y lo son según los actuales relatos de los campesinos), como “gente de bien”, no ambiciosa y predispuesta a ayudar a los trabajadores. Estos reconocimientos se desprenden en gran medida por el comportamiento que tuvieron a partir del anuncio de la primera Ley de Reforma Agraria (1962), bajo el gobierno de derecha de Jorge Alessandri Rodríguez.

Siendo favorables a la RA fruto, en gran medida, de su militancia democratacristiana, los patrones de San Manuel decidieron “adelantarse a los hechos”, donando en el año 1962, a los inquilinos más antiguos y cercanos del fundo (36 familias), 297 ha (57 ha de riego y 240 ha de secano) para su parcelación. Este sector es actualmente conocido como Las Parcelas de Longotoma37.

El mismo año en que fueron donadas las tierras de Las Parcelas, Victoria Ruiz donó 325 ha del fundo San Manuel al Instituto de Educación Rural, con el objetivo de establecer una Central de Capacitación Campesina, hoy, el Liceo Agrícola de Longotoma (aún en funcionamiento).

En los relatos que corresponden al evento de la donación de tierras en Las Parcelas es recurrente la mención –principalmente en los mayores– sobre la desconfianza de quienes serían beneficiados por las tierras; no lo creían, no concebían un regalo de tierras donde ellos serían propietarios, pensaban que era un artilugio para echarlos del fundo.

En el 62 ya ellos ya habían repartido las partes de allá abajo, de Las Parcelas. Se dio a los más antiguos. La señora Victoria, que era la dueña del fundo y tenían su gente de inquilinos desde jovencitos, ahí fueron dando ellos, viendo a los inquilinos más antiguos. De esos más antiguos hubo 4 que no quisieron recibir tierras allá abajo, decían “después de que les hemos servido tanto a los patrones ahora nos quieren botar para que el mar nos lleve”. Y no aceptaron, no quisieron y los demás aceptaron, pero se les dio regalado, no tuvieron que pagar como las pagamos nosotros acá (GB, entrevistado ex fundo San Manuel).

37 Sus deslindes son el río Petorca al norte, lo que fue la hacienda Puyally hacia el sur, al oriente la Carretera Panamericana y al poniente la playa Guallarauco.

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Esta situación también es ratificada según documento de ICIRA (1965):

De los trabajadores a quienes se ofrecieron estas tierras, 29 aceptaron la donación. Los 7 restantes la rechaza-ron por motivos de desconfianza, creyendo que esto significaría su posterior salida del fundo. Las vacantes fueron entonces tomadas por trabajadores más jóvenes (ICIRA, 1965:5).

Según los relatos recopilados, también hubo problemas con el propietario del fundo El Trapiche, el muy nombrado Carlos Ariztía, quien se opuso a la donación que deseaba realizar su tía, declarándola loca y cuantas cosas pudo hacer, para dejar sin efecto dicha donación y poder apropiársela argumentando parentesco directo. En todo caso, no tuvo resultado:

…cuando él supo que la señora Victoria iba a darle tierra aquí, la declaro que estaba loca, se interpuso, porque el sobrino es legítimo, legítimamente fuera de él, como la Sra. Victoria Ruiz Correa no tuvo descendencia. Cuando él supo, fue y puso abogado y todo. Y vino don Alfonso, el esposo de la Sra. Victoria que era abogado, entonces él buscó que se hiciera como venta, si a nosotros no aparece como que regaló a los papás de nosotros, aparece como vendida. Legalmente es una venta (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Complementando el relato de J.O. con antecedentes de ICIRA (1965), antes de la venta ficticia, se presentaron otros diversos problemas relativos a la legalización de la donación, lo que final-mente se solucionará con la creación de la Cooperativa Campesina Santa Victoria de Longotoma. Sucedió que para donar estas tierras habría una elevación de impuestos para la propietaria, la cual no estaba dispuesta a asumir, entonces fueron los campesinos quienes propusieron comprar a bajo precio las tierras y así regu-larizar la propiedad de las tierras. No obstante se presentaba un nuevo problema, la Ley 15.020, que dificultada la compra-venta de terrenos inferiores a 15 ha. En este momento es cuando Ma-riano Ruiz sugiere la conformación de una Cooperativa Agrícola para realizar la operación de compra y venta por la totalidad del territorio. Es así que la Cooperativa se conformó en el año 1963, disponiendo de personalidad jurídica y conformándose por 36

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sitios de 1,5 ha de riego de explotación individual e independiente y las restantes 240 ha de secano.

Una vez realizada esta operación, los beneficiados con la tierra de Las Parcelas, tuvieron dos años para juntar dinero y construir sus casas en los terrenos, a la vez que ya trabajaban sus cultivos en las mismas. Ya a fines del año 1964 los campesinos se trasla-daron a este sector, en casas que fueron construidas por un nieto arquitecto de la Señora Victoria. Estas casas fueron abandonadas con el correr del tiempo, pues se inundaban con la crecida del río.

… el ’62 [donaron las tierras] y nos dio dos años para que, viviendo allá [en San Manuel] viniéramos a sembrar nosotros aquí, para que juntáramos platita para hacer la casa. Si ellos mismos tenían un nieto arquitecto, que estaba recién empezando y él hizo las casas de los 35 medieros e inquilinos antiguos. Así que fueron gente muy buena. A fines del ‘64 nos vinimos para acá y el ‘65 nos pilló el terremoto aquí, recién llegados (JO, entrevistado ex fundo San Manuel).

Quienes vivían en Las Parcelas y pertenecían a La Cooperativa, siguieron trabajando en el fundo San Manuel. Produciéndose así para este sector una coexistencia de unidades agrícolas en la figura de cooperativa-fundo para el año 1965-1966.

Llegó la Reforma Agraria a San Manuel y se formó el Asentamiento

En el año 1966, cuentan los entrevistados que “llegó la R.A” a San Manuel, el dato es absolutamente factible a pesar de saber que en 1967 fue promulgada la segunda Ley de Reforma Agraria y de legalización de la sindicalización. Esto, porque en la misma línea de las donaciones de tierras en Las Parcelas, los dueños del Fundo San Manuel lo entregaron a CORA sin necesidad de mediar expropiación. Los campesinos “la esperaban” y cuentan que Mariano Ruiz los llevaba a capacitaciones para comprender lo que era la RA.

En eso llega la novedad de que la Reforma Agraria llegaba a principios del ‘66, empezaba la CORA todo eso, y yo sabía más o menos de qué se trataba porque estaba esperándose no más. Porque el mismo don Mariano, el hermano de la

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Sra. Victoria, nos contaba, era Intendente en San Felipe, entonces él nos llevaba a unas jornadas a Santiago. Fuimos tres o cuatro veces, un grupo de San Manuel, que éramos de las JAC, Juventud de Acción Católica, ahí mandaban como profesores a trabajar con los jóvenes campesinos. Ellos estuvieron de acuerdo con la Reforma Agraria. Nos empezaron a dar a entender a los más jóvenes lo que venía, porque los viejitos no tenían idea ni creían. Porque nadie sabía que era. Nosotros les decíamos que es un proceso que ya en otros países ha habido. Ya nos habían advertido que en otros países había habido este proceso de Reforma (JO, entrevistado ex fundo San Manuel)

Es así que se conformó el Asentamiento San Manuel, al que se integraron también 25 familias que vivían en Las Parcelas –y pertenecían a la Cooperativa Santa Victoria–, lo que posteriormente causará algunos conflictos. En tanto, el Asentamiento comenza-ba a ser trabajado por los asentados disponiendo de animales, maquinaria y plantaciones que ya tenía el fundo y donaciones (o ventas) de CORA. Se continuaron las actividades productivas ya existentes, trabajadas ahora de manera comunitaria por los asentados y los hijos mayores que se integraban al asentamiento como “fuerzas de trabajo”. Se innovaba en alguna tecnología, proporcionaba CORA aportes importantes, y a la vez colaboraba a la directiva en la gestión del Asentamiento. Cabe indicar que a diferencia de los Asentamientos que revisaremos luego, la ex-periencia del Asentamiento San Manuel es breve, por lo que su descripción no será muy extensa.

Era un asentamiento que le llamaban, por intermedio de CORA, le dieron el nombre de Asentamiento San Manuel. Teníamos que salir a trabajar todos cumpliendo sus obligaciones, usted va a tener que ir a regar, a lim-piar acequias, el otro con el tractor, así. Lo organizaba la directiva. Todos trabajábamos para el bien del Asen-tamiento, se tenía un sueldo mensual, cada 15 día un “suplex” y al fin de mes lo que le correspondía. Aquí se trabajaba de forma de comunidad y se producía, se ven-día y se repartía en general. Hicimos una bodega grande cuando estábamos en asentamiento. Esta para guardar lo automotriz que teníamos: la segadora, tractores y cosas por el estilo (GB, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

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La memoria de los entrevistados destacan algunos incon-venientes. El primero era la poca pericia del encargado de CORA para dirigir las faenas, acusando una poca consideración respecto a la opinión y saberes de los actores locales para la gestión del Asentamiento. Funcionó mediante una administra-ción principalmente “desde arriba”, y en este caso, la falta de organización y participación de los campesinos en la lucha o transferencia de la tierra jugó en contra al inhibir demandas concretas de participación.

El primer año empezamos a vivir el Asentamiento, el ‘66 empezó, y el hombre –que era de afuera, lo mandaba la CORA– empezó a hacer trabajos que uno de chico sabe; por ejemplo, un trabajo que se podía hacer con diez personas, mandaba 20 ó 30. Y adonde empezamos ya a chocar con él, empezamos a tomarle distancia, (JO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

Otra situación problemática que se recuerda de la experiencia (breve) del Asentamiento era la percepción de una remuneración injustamente igualitaria ya que no consideraba el tiempo real que dedicaba un trabajador. Los más comprometidos trabajaban lo que correspondía de buena manera; otros, no rendían como debían, perjudicando al colectivo: “Nos dimos cuenta que había gente muy aprovechadora, muy floja” (GB, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

Una tercera situación de tensión en el período de Asenta-miento era la participación de 25 jefes de hogar de Las Parcelas en el Asentamiento San Manuel. Los asentados que no eran de Las Parcelas alegaban que los otros ya tenían tierras; entonces, no debían pedir más. Por otra parte la gente de Las Parcelas no quería pagar comunitariamente las casas del Asentamiento de San Manuel, ya que ellos estaban pagando las propias en Las Parcelas. Es así que la gente de Las Parcelas, a la luz de los problemas que tenían en el Asentamiento, pero también luchando por un pedazo más de tierra, se comunicaron con autoridades de Quillota, con-tándoles su caso y pidiendo a CORA que les entregase una tierra comunitaria a ellos para trabajar, saliéndose del Asentamiento. Es así que les entregan el sector llamado Mariano Alfonso, tierra de riego y secano, con la que organizan otra cooperativa que sigue vigente hasta el día de hoy. Esto sucedió, aproximadamente, en

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1968, figurando el Asentamiento para San Manuel (menos las tierras de Mariano Alfonso) y dos territorios cooperativas para las personas de Las Parcelas.

Parcelación del Asentamiento San Manuel

En 1968 fueron asignadas por CORA las tierras de Mariano Alfonso en cooperativa a los 25 parceleros de Las Parcelas, y solo un año después se parcelaron las tierras del Asentamiento San Manuel.

Nosotros [Las Parcelas] nos separamos el ‘68 y un año después en San Manuel parcelaron. Nosotros seguimos con cooperativa, y ellos parcelados. A ellos le daban mínimo tres ha, entonces a ellos les alcanzaba justo a tres ha por socio. Fue más o menos al mismo tiempo cuando nosotros nos asignamos como cooperativa a los 25 de Las Parcelas y ellos parcelaron (JO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

Para poder asignar las tierras que corresponderían a cada so-cio del Asentamiento, la directiva del mismo aplicaba una ficha para cada postulante que debían llenar según diferentes ítems, número de hijos, función en el asentamiento, etc. Según eso, se le asignaba una parcela o sitio en relación al puntaje obtenido.

Tuvimos que ver nosotros cómo repartíamos las tierras porque, como le dije, había gente muy conflictiva. Se sentían dueños ellos de la parte de San Manuel. Ya no eran inquilinos, eran dueños, como estaban en RA. Entonces después, cuando se iba a hacer la división de las parcelas tuvimos que ver [cómo se asignaban las parcelas]… dio tan buen resultado [el sistema de puntajes38] que dentro de los 37, 7 quedaron con el mínimo puntaje y esos 7 no tocaron parcelas. Como había 2 cuotas pagadas por

38 Criterios de puntajes según mismo entrevistado: Primer punto, hijo por familia; segundo, comportamiento dentro de la comunidad; capacidad de trabajo dentro de la comunidad. El 4°, respeto por lo demás, respetar por lo menos a la directiva que estaba al frente de la organización para el bien de todos. 5°, días trabajados mensuales: si eran 20 días en el mes y uno salía con 15, entonces no se le podía poner un puntaje de que trabajó 20 si trabajó 15.

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medio de la cooperativa, tenían derecho a la repartija por igual, así que no tocaron parcela, pero sí los 5 mil metros y la casa39 (GB, entrevistado ex fundo San Manuel y Asentamiento San Manuel).

El asentamiento San Manuel, a pesar de haber sido trabajado en un principio por socios de Las Parcelas, no los consideró para asignar tierras, pues éstos ya habían adquirido terrenos, como lo relata quien fue parte de las decisiones:

Después empezamos con la subdivisión de las tierras. Yo fui el hombre amargo para ellos, para los de Las Parcelas, porque ellos eran asentados igual que nosotros, socios del Asentamiento, querían tocar igual que nosotros acá. Ahí yo me opuse frente al Director General de CORA –don Gonzalo Puga– y los patrones –don Mariano–. Me preguntaron y les dije: porque no corresponde; si ellos quieren tener derecho a tierra hagamos valer lo que ya les dieron también, porque todo eso era de San Manuel (GB, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

Asentamiento La Fortuna

Algunos años después de estos movimientos, bajo el gobier-no de Salvador Allende, había campesinos de San Manuel que no habían participado del Asentamiento; muchos eran hijos de asentados, por lo que no recibieron tierra; otros argumentaban que lo que querían era su tierra para su familia y no trabajar en comunidad. Fueron familias que quedaron sin tierras y según los relatos, se tomaron tierras del Liceo Agrícola y fundaron el Asen-tamiento La Fortuna. Fue la única experiencia de toma de fundos que sabemos que existió en el Valle, todos los otros cambios en la propiedad de la tierra se encuadraron en los canales legales.

39 Se diferencia entre sitios y parcelas. Los sitios corresponden a un terreno de 5.000m2 y una casa. Las parcelas son extensiones más grandes de terreno, que dependen del asentamiento parcelado. En San Manuel, todos tocaron sitios; la diferencia es haber recibido o no parcela.

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Yo no quise participar [en el asentamiento San Manuel] porque cuando venía a las reuniones, vivía abajo en Las Parcelas, no me gustó porque no entregaban la tierra individual; había que trabajar por comunidad y ahí aprender el sistema que tenían ellos; entonces tampoco entregaron la tierra para las personas. Yo trabajaba así la tierra [individual] a las horas que quería y así y hacía lo que quería yo encontraba mejor individual que trabajar así [en comunidad] (GO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento La Fortuna).

Después entré a un Asentamiento, La Fortuna, ahí en el Instituto, por los años ´70 fue. No había trabajo y había-mos varios cesantes, ya no trabajábamos, no teníamos dónde, con hijos y dueños de casa, entonces nos juntamos y conversamos por intermedio del Partido Comunista. Y empezamos a luchar por ello, pero no hubo presión; todavía tengo la carta; se hizo un convenio con el presi-dente del Instituto de Educación Rural. La carta dice que se entrega de manera voluntaria y amistosa y así entra-mos. Ahí estuvimos como tres o cuatro años trabajando y estábamos bien. Éramos 18 familias. Como, La Fortuna trabajábamos en grupo; pero nos daban tierra individual también trabajábamos un poco al Asentamiento y cada uno tenía su media cuadra individual (GO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento La Fortuna).

Un entrevistado, miembro del Asentamiento San Manuel, que se opuso y se opone a la toma de tierras como mecanismo de la RA, ha señalado lo siguiente respecto a La Fortuna.

Hubo jóvenes adiestrados por la política y por el Partido Comunista que empezaron a moverse y le quitaron unas tierras al Instituto (GB, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento San Manuel).

El Asentamiento La Fortuna operó trabajando terrenos comu-nitarios e individuales a la vez. Según informantes, habría durado tres o cuatro años hasta el Golpe Militar de 1973. En dictadura estos terrenos fueron quitados al asentamiento sin ser parcelados.

Para el Golpe de Estado nos quitaron la tierra. Nos llamaron y no se podía hacer nada si estaba el Golpe de Estado, ¿que íbamos a hacer? y nos dieron un documento donde

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nosotros podíamos retirar las casas que CORA hizo; los que teníamos casas, podíamos retirar las casas hasta un plazo. Cuando fue el Golpe de Estado, el Instituto tomó interés en la tierra: primero nos dio a media la tierra y ya después nos hizo firmar un documento que decía que teníamos que salir de ahí en tal fecha (GO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento La Fortuna).

Los dirigentes del Asentamiento La Fortuna fueron perseguidos después del Golpe.

No se podía hacer nada; fuimos golpeados también; yo fui golpeado, me llevaron detenido, pero eso fue una persecución mala; me tuvieron una noche detenido, aquí mismo había una comisaría al lado de la carretera. Pero no yo no era de esos que andaban gritando, si cada uno tiene su manera de pensar pero no para poner mal a otro así de esa forma (GO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento La Fortuna).

Los otros territorios, que ya habían sido parcelados y subdivi-didos con la venia de los antiguos patrones, siguieron igualmente distribuidos. En general y hasta el día de hoy tampoco fueron ven-didos –salvo pequeñas porciones de las parcelas–, quedando los campesinos y sus descendientes con esas tierras. Muchos cuentan lo difícil que fue trabajar para ellos mismos y resistirse a la venta; mencionan a algunos que tuvieron que o quisieron vender.

No se encontraron capaces de seguir solos. Es que cuesta para depender solo; no todos están acostumbrados a eso, siempre trabajaron con patrón. Por ejemplo en CORA trabajaban y tenían un sueldo; después trabajar la tierra [de uno] es otra cosa, hay que esperar desde momento que se empieza a trabajar la tierra varios meses (GO, entrevistado ex fundo San Manuel y ex Asentamiento La Fortuna).

Pero todos y cada uno de ellos –al margen de las dificultades y aciertos vividos– agradecen ser hoy dueños de sus tierras, vivir en lo propio, y realzar su dignidad sin esconderla del patrón.

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La reforma Agraria en santa marta y el trapiche

La lucha por la tierra en los fundos Santa Marta y El Trapiche

Siendo conformado el Asentamiento luego que en San Manuel, el proceso de lucha por la tierra en Santa Marta adquirió un carácter emblemático, no solo en el Valle o la Región, sino que también tuvo connotación a nivel nacional. En terreno, no era extraño escuchar de parte de los actores locales sobre la importancia de la lucha dada: tanto partidarios y detractores relevaban la conno-tación de la misma. Generó expectativas entre quienes querían y rechazaban la RA, tanto en el mismo territorio como a nivel país. Esto se confirma al constatar que el proceso de expropiación tuvo foro en diarios de circulación nacional40, como también, en el Parlamento41, llegando la disputa a la Corte Suprema.

En el territorio, la polarización de los actores locales (con apoyo afuerino) se tradujo en la conformación de bandos a favor y en contra: mientras unos luchaban por la expropiación y traspaso de la propiedad para el campesinado, otros lo hacían por conservar el sistema latifundista.

Hemos dicho en el capítulo anterior que hasta fines de la década de 1950, aproximadamente, el patrón de Santa Marta era César León, recordándose a su administrador Balazarte. De quien se dice, al margen de quejas sobre el trato o dureza del trabajo, que era un buen administrador en lo que respecta al ámbito productivo del fundo.

Había un señor, cuando estaba bien la hacienda, que se llamaba Raúl Balazarte Prieto. Era un hombre muy capacitado en estas cosas y el fundo lo manejaba muy bien, el fundo era una maravilla. Había de todo, leche-ría, ganadería, ovejas, etc., era una hacienda rica (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

40 Algunas ediciones donde sabemos que se refiere al conflicto en Santa Marta son La Nación del 3, 4 y 5 de julio de 1968; El Siglo del 17 y 18 de Junio de 1968 y La Unión de Valparaíso del 15 ó 22 de Junio de 1968.41 Ver Diario de Sesiones del Senado en Bibliografía.

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Muerto León, el fundo pasa a manos de su señora, Marta Puel-ma, quien sigue trabajando un tiempo con Balazarte. Por motivos que se desconocen, cambia de administrador. Luego viene una seguidilla de administradores (hijo incluido), empeorando el trato hacia los inquilinos y la gestión de la hacienda misma. El carácter “opulento” de Santa Marta disminuye, la calidad de vida baja y la relación patrón-inquilinos empeora; el malestar aumenta. Esto, finalmente, gatilla un descontento que posibilita que crezca la influencia de partidos pro-Reforma; en este caso, principalmente el PC, y que se organicen los campesinos y se inicie el proceso de Reforma Agraria propiamente tal.

Esta gente nueva [por una seguidilla de administradores que llegaron luego de Balazarte] tomó el fundo y empe-zaron a “farreárselo”, lo trabajaron muy mal y empeza-ron a maltratar a la gente. Entonces se fue armando un descontento, el fundo se fue hundiendo (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Como le digo, de ahí [cambio de patrón y administrador] ya se puso malo para trabajar con el patrón y empezó la gente a organizarse, entonces escondidos, porque era muy delicado; los patrones eran muy delicados: al que pillaban que estaba haciendo reuniones, lo echaban a la calle “al tiro”. Le ponían el camión en la casa no más y tenía que salir a la carretera, los botaban con las cosas (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Nuestros informantes de Santa Marta destacan la llegada, años cercanos a la expropiación del fundo (1967), de un administrador que hace estallar el descontento mediante una serie de acciones que rebasaron el límite de los campesinos, es quien –como nos indicó acertadamente un entrevistado– “encendió la mecha”.

…hasta llegar a un tal Raúl Errázuriz Rosas, ese fue el que terminó de echar el fundo a las “pailas”. ¿Por qué motivo? Porque ese señor, cuando llegó ya no había recursos, no habían semillas, créditos, no quedaba nada; entró a maltratar a la gente. El hombre en el fondo tenía mal espíritu, era malo (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

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Parte de los inquilinos, junto a la orientación y colaboración de políticos de izquierda42, empezaron a organizarse, primero en forma clandestina y escondidos, arriba de los cerros o en el lecho del río, de noche, con el riesgo de ser sancionados incluso con la expulsión por parte de los patrones, quienes se valían de su red de confianza y lealtad para que fuesen sus ojos y oídos acusan-do a los que participaban en la conformación de los sindicatos. Desde este momento ya se empiezan a perfilar y expresar más abiertamente los bandos, a favor de la RA, los “colorados” y en contra, “los amarillos” (denominativos de los propios actores).

Entrevistados destacan algunos episodios de conflicto entre parte de los inquilinos con el administrador Errázuriz Rosas, que fueron los que hicieron estallar definitivamente el conflicto y solicitar la expropiación del predio43.

Ellos trajeron un administrador nuevo que se puso muy malo. Aquí hay una parte que se llama Ossandón; vivía mucha gente ahí, trabajaba gente, inquilinos. Habían sembrado trigo y a ese administrador nuevo se le ocurrió rastrearles el trigo y echarles pasto para los animales. Entonces de ahí comenzó la pelea con esto… empeza-ron a formarse los comités (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Cuando empezó la pelea, el fundo marcó los animales [de los inquilinos] con la marca del fundo; ese administrador Raúl Errázuriz Rosas. Esto fue como lo último, lo que encendió la chispa aquí en el Valle –como se dice– para entrar a pelear de frente con los patrones (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Después de eso, algunos nos dijeron que despidieron a ese administrador, llegando otro de apellido Areco (aunque ya el

42 Sin ser el único, en los testimonios destaca con notoriedad, y mucha gratitud, Raúl Sánchez Bañados. Se recuerda que recorría el valle reuniendo a la gente, conversando, iba donde los patrones, etc. (no solo en Santa Marta, sino también en El Trapiche). También se mencionó a Ulises Araya, Eduardo Osorio Pardo y Jaime Barros, entre otros.43 Según información revisada en el documento “Proyecto de Parcelación N° 1300 Santa Marta de Longotoma” (SAG, sin publicar), la expropiación se decreta en 1965, mientras que la notificación legal fue en 1967 y la expropiación, luego de una larga disputa, en 1968.

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fundo “no funcionaba”), otros indicaron que siguió Errázuriz. Lo relevante para nosotros es que la actividad sindical aumentó, solicitando la expropiación del fundo. Como suele darse en la dinámica política, una acción coercitiva como la de Errázuriz, que colma lo que el grupo organizado que reivindica ciertos fines está dispuesto a aceptar, radicaliza posiciones aumentando el estado de agitación, junto a la organización de los grupos y las acciones que se realizan.

Se levantaron petitorios exigiendo mejoras en la calidad de vida para luego solicitar la expropiación del fundo. Esto último fue al amparo de la causal de improductividad del predio. Los patrones, además de contar con un contingente de campesinos que estaban a su favor, también iniciaron el camino legal-administrativo para frenar la expropiación, primero dividiendo el fundo44, luego en los juzgados y el Congreso.

Empezaron a agruparse ciertas personas y a reclamar por los derechos que les correspondían. Y ese señor [el administrador] se fue en contra. Entonces empezaron una pelea (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Informantes de lado y lado nos han dicho que el número de integrantes de colorados y amarillos era similar, y aunque –obvia-mente– en los amarillos estaban los patrones y los funcionarios más altos de la hacienda, no eran solo ellos, campesinos inquilinos de todo tipo y nivel de ingresos eran parte de uno y otro bando. Muchos sentían que la patrona no era mala, le tenían cariño por lo que sentían el deber moral de apoyarla frente a gente de afuera (políticos), que miraban con desconfianza, y también querían re-cibir las recompensas que les habían prometido. Los otros habían tomado conciencia de las situaciones de abuso e injusticias que se daban en los fundos: querían ser dueño de la tierra donde vivían y trabajaban, y tenían confianza que con la RA podían lograrlo y mejorar sus condiciones de vida. Esto es importante de destacar, porque si bien unos y otros se vincularon con partidos políticos distintos, no adscribían mayormente (obviando excepciones) al “proyecto de sociedad” que tenían estos, sino que lo hacían en

44 Se constata en el “Proyecto de Parcelación N° 1300 Santa Marta de Longotoma” (SAG, sin publicar).

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función de donde vieran (y creyeran) que sus condiciones de vida mejorarían en el menor plazo posible.

Se formaron dos bandos, el bando de nosotros, los cam-pesinos que queríamos CORA, y un bando de los que no querían, del lado del patrón, defendiendo al patrón, no querían la Reforma Agraria. Eran de aquí, de aquí mismo, pero ellos estarían bien seguramente con los patrones; los hicimos llamar los amarillos y nosotros éramos los colorados (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Durante el tiempo que transcurrió hasta 1967/1968 (momento de la notificación legal de la expropiación y toma de posesión por CORA, respectivamente) la actividad política sigue y crece, se busca internamente sumar integrantes o simpatizantes, pero también establecer aliados hacia afuera. Los colorados adquieren mayor fuerza en el escenario público del fundo desde 1967, cuando se aprueba la ley de sindicalización campesina. De todas formas, amarillos siguen a la par gracias a las lealtades arraiga-das y promesas de recompensas por el apoyo. Hacia afuera del fundo, los bandos estrechan vínculos con políticos de partidos favorables y contrarios a la Reforma, agentes de instituciones del Ejecutivo que la apoyaban, patrones de otros fundos y sus clientelas, campesinos de otros sindicatos o asentamientos, prensa, etc. Sin desconocer la actividad política señalada para el período 1965-1967/1968, en el general de los testimonios de uno y otro lado se menciona su acrecentamiento en 1967-1968, reconocida como la fase más álgida del conflicto, principalmente desde 1968, con la toma de posesión del fundo por parte de CORA. La radicalización y el aumento de la actividad se da tanto dentro del fundo como hacia afuera. Esto seguirá in crescendo hasta la constitución final del asentamiento.

Una de las acciones que recordaba un entrevistado colorado para este período tiene que ver con las concentraciones que se hacían. Ya estando autorizadas, eran grandes y públicas, había oradores, se vendían alimentos y bebestibles, se discutían avances y retrocesos, acciones a seguir, etc.

Se hacían concentraciones en una ramada, eran muy bonitas las concentraciones, hacían cosas allá, iban a vender empanadas y frutas a los campesinos… duraban como una tarde. Se conversaba, tomaban la palabra arriba de una carretela me acuerdo; ahí venía el com-

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pañero Raúl Sánchez a aclarar: en esto va la cosa, va marchando… (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Las memorias recuerdan que en Febrero de 1968 llegan los funcionarios de CORA al fundo Santa Marta de Longotoma para hacer efectiva la expropiación. Diversos actores estaban atentos y esperando, tanto colorados para sumarse al trabajo en el futuro asentamiento, como amarillos para hacer resistencia a la expropiación.

La CORA se establece en el fundo, pero ni colorados ni funcio-narios gubernamentales pueden tomar posesión de las adminis-traciones que tenía la hacienda; los amarillos se habían agrupado en ellas. Esos lugares eran, finalmente, donde se instalaba quien tenía el poder en la vieja hacienda. Para que la expropiación fuera real y se reconociera como tal, debían instalarse en las administra-ciones, fundamentalmente en la administración central en Santa Marta45. Tanto por un simbolismo del poder como por un aspecto práctico, ahí estaban las bodegas, galpones, libros contables, etc.

Los amarillos habían puesto personas en las administraciones (o administración central según versiones), resguardándolas para que CORA no pudiera entrar. Discursos de viejos colorados di-cen que “se encontraban armados y estaban dispuestos a todo”. Del otro lado se matiza lo señalado pero no se rebate el que se contara con armas de fuego propias de la vida del campo, pero se dice que eran para asustar y no utilizar.

El año ’68 llegó la expropiación del fundo, lo expropia-ron por mal explotado. Pero había mucha gente contra la Reforma Agraria también. El fundo, los patrones, los llevaron para el lado de ellos; les pagaban y les empezaron a repartir tierras. Se atrincheraron arriba donde estaba la administración; estuvieron atrincherados casi un año (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Los colorados y la gente de CORA se establecieron en ciertos puntos estratégicos para resguardar los insumos, maquinarias y otras cosas con que llegó CORA para hacer funcionar el asenta-miento. Los lugares donde se establecieron amarillos y colorados

45 Recordemos que había una administración central en la actual localidad de Santa Marta, pero otras menores en las otras secciones del fundo.

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son conocidos hasta el día de hoy como “las trincheras” (amarillas o coloradas dependiendo del caso). A continuación lo que nos contaba un colorado:

Tuvimos ayuda de muchos lados, del Melón, de San Esteban, venían a apoyarnos en ese tiempo. Venía gente, no ve que ellos ya estaban asentados; nos amanecíamos con fuego para que los otros no bajaran a hacernos tira lo que teníamos nosotros… después se normalizó todo (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

A pesar del ambiente enrarecido que se vivía en el “fundo-asentamiento”46, no se habían podido ocupar las administraciones, había trincheras de los dos bandos en distintos puntos del fundo, un clima hostil entre unos y otros (incluso familiares quedaban repartidos y se contrariaban entre ellos), etc. CORA llama a reunión a los dirigentes del sindicato y a partidarios de la RA, señala que la expropiación está realizada, que se creará un asentamiento y que desde el próximo día ya no se les trabaja a los patrones, sino al asentamiento. Según lo que escuchamos, los partidarios de la Reforma lograron instalarse en parte importante de los potreros, mientras que los amarillos controlaban las administraciones. Los primeros estaban en condiciones de trabajar la tierra pero con dificultades para administrar el territorio y legitimar su poder desde el uso de tales lugares, mientras que los segundos tenían dificultades para trabajar la tierra pero resistían la expropiación manteniendo el control de los lugares simbólicos de poder.

Las autoridades, al enterarse del nivel de conflicto e inminente choque entre los grupos, para prevenir enfrentamientos, enviaron a carabineros para que hicieran guardia en el “fundo-asentamiento”. La oralidad habla de números diversos de policías para mantener el orden. Las versiones más moderadas nos señalan un par de buses y camionetas con unos 50 a 100 integrantes de la fuerza pública. Y según lo señalado, su presencia no fue en vano, ya que en ciertos episodios fueron importantes para aplacar eventuales combates entre amarillos y colorados, jugando a su vez un papel relevante en liquidar las trincheras amarillas una vez la Reforma fue definitiva e irreversible.

46 En la práctica era lo que se vivía, gestación de un futuro asentamiento y resistencia a la liquidación del latifundio.

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Como toda situación de conflicto, este no se expresa exclusi-vamente a través de la fuerza o prácticas de movilización, resis-tencias efectivas o acciones similares. Todo aspecto político tiene en la lucha de ideas, en sus aspectos simbólicos que finalmente darán sentido o no a determinada situación, un elemento central. De esta forma un informante, don Pancho Godoy, recordaba una serie de versos que elaboraban campesinos colorados, los cuales se recitaban y cantaban en contra de quienes se oponían a la Reforma. Uno de los recitados hacía referencia explícita a Santa Marta durante el conflicto con el administrador Errázuriz Rosas –lo presentaremos a continuación–, y el otro tematizaba sobre el conflicto por la tierra en El Trapiche, el cual se revisará más adelante47.

A la hacienda Santa Marta ha llegado un salvajismoNo tiene agua ni bautismo ni merece tierra santaLo tienen por supla y falta, digo con seguridadPeleó con el capataz tratándolo de mañosoY así llegó este rotoso con toda capacidad.

Y dándotela de patrón llegaste aquí de repenteCorriendo a esa pobre gente, la que vive en OssandónTe fue la dirección en contra de aquellos niñosLes rastreaste los trigos que estaban fuera de la tierra Y así empezó esta guerra contra este toro argentino.

Fue muy grande el desatino que te mandaron a hacerPor causa de una mujer te echaron por mal caminoYo conozco al campesino y sé que no es gente mañosaNormaliza bien tus cosas y si sigues luchandoTendrás que salir piteando Raúl Errázuriz Rosas.

[no recordaba la estrofa que aquí venía, la n° 4].

Por fin aquí me despido de toda esta noble genteQue ha peleado frente a frente con un hombre muy atrevidoEste llegó enfurecido haciendo un solo envoltorioGracias a Sánchez y Osorio que nos supo defenderY vos estuviste de ser ánimas del purgatorio.

47 Sin descartar nada, no obtuvimos información de que entre los amarillos emergieran expresiones similares.

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En otro ámbito de conflicto, en la esfera del poder judicial, se recuerda un breve triunfo de los patrones. En un momento llega una orden judicial donde se indica que el fundo debe volver a manos de la dueña anterior por errores administrativos en el proceso de expropiación. En la práctica esto duró 48 horas, pero durante esas 48 horas los amarillos bajaron de las trincheras y empezaron, arduamente, a sembrar todo para tratar de revertir la causal de mal explotado. Esto generó desconcierto y malestar entre colorados; la indignación no era poca y este fue uno de los momentos de mayor tensión entre ambos bandos, donde solo la intervención de carabineros logró detener el enfrentamiento.

Cuando tomó posesión CORA hubo un problema, estuvo expropiado y después se la entregaron por 48 horas a la patrona; tuvo CORA que entregar el fundo porque había quedado mal no sé qué cosa. Le entregaron el fundo por 48 horas, tomaron posesión y sembraron así no más, pero a las 48 horas le volvieron a re-expropiar y se volvieron a atrincherar pero ya fue de más porque ya CORA tomó posesión y nosotros empezamos a trabajar en el asenta-miento (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Entonces, cuando vino este ultimátum, mucha gente no entendió y se enojaron mucho, fueron a encontrar-se los campesinos unos con otros. Los que estaban a favor con los que estaban en contra, a pelear de frente. Los amarillos con un grupo grande de gente fueron a sembrar con tractores, con camiones, tirando semillas y todo, como ya había pasado el fundo a la dueña. Van los carabineros y nos atajan a nosotros, como los otros estaban en los potreros sembrando íbamos a correrlos para que no siguieran haciéndonos tira la siembra que teníamos. Entonces llegan los carabineros y nos dicen “no vayan a pelear, a nosotros nos informaron que esto era por dos días y va a volver el fundo a ustedes, déjenlos no más, si van a tener que irse, pero no armen pelea entre ustedes, pueden pasar cosas graves aquí”. A los días nos dicen que se expropia nuevamente el fundo. Ahí los otros tuvieron que arrancar otra vez para las trincheras y nosotros fuimos a sembrar de nuevo, de ahí nunca más hasta ahora (FV, entrevistado ex fundo Santa Marta).

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El fundo fue expropiado definitivamente, colorados ya sentían que la tierra era suya y comenzaban a sembrar en diversos lugares e intentaban que el asentamiento operara con cierta normalidad; esto no era posible en su totalidad ya que la presencia de los patrones y amarillos –en general– no desapareció, siguiendo atrincherados en la administración de Santa Marta. Se nos dijo que existen dos episodios que marcan el fin de los amarillos y la expropiación efectiva de todo el fundo (incluidas administracio-nes). Sucede que los dirigentes y la mayoría de las personas que estaban integrados al asentamiento fueron citados a una reunión o acto político (dependiendo de la versión) a San Felipe. Al volver se percataron de que estaban los amarillos en uno de los potreros haciendo destrozos a lo que ahí había. Muchos fueron al lugar y se armó una trifulca. Llegó un contingente importante de carabineros, bien preparados; se decía que los amarillos que estaban en el lugar se encontraban armados. Algunos escapan mientras que otros se enfrentan con carabineros, a golpes; se escuchan balazos, carabineros lanza bombas lacrimógenas; un episodio confuso tanto como los relatos sobre el mismo. Se llevan detenido a un grupo a la cárcel de San Felipe por un par de días. Al ocurrir esto se les dio un ultimátum a los amarillos, debían abandonar las trincheras, entregar las administraciones para que CORA tomara posesión en ellas y el asentamiento empezara a funcionar de forma correcta. Se les dio una fecha y se les dijo que ese era el plazo para deponer el movimiento, si no serían arrestados por carabineros. No entregaron, por lo que carabineros, un día determinado, rodea la administración y desaloja a quienes ahí estaban…según colorados, ya eran muy pocos “porque el patrón los había dejado botados”.

Cuando sacaron a los amarillos, fuimos a ver cómo iba a ser; una pila de gente fue a mirar. Los carabineros empezaron a rodear, los dejaron en medio, quedaban muy pocos, ya se habían cabreado muchos… salieron cantando la canción nacional y ahí entregaron esa parte. Ahí se puso la administración en el asentamiento (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta).

Luego de esto, el asentamiento se consolida como tal. Fruto de la historia de lucha por la tierra que implicó su constitución, es bautizado como Asentamiento La Batalla. Los colorados re-cuerdan una gran fiesta que se hizo en el Club de Santa Marta para su inauguración, “una ramada grande, vinieron grupos, se

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hizo comida para toda la gente, harto trago, vinieron autoridades, una fiesta grande”.

Costó para tener la tierra aquí, por algo le pusieron Asentamiento La Batalla… había contrariedad. Al final todos tenían opción de entrar a trabajar; de a poquito empezaron a entrar al Asentamiento. Muchos se fueron de aquí sí, muchos campesinos nacidos y criados y por hacerle juicio al patrón, porque después el patrón se fue y los dejó botados, ellos no quisieron dar el brazo a torcer (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

Muchos amarillos se van de la zona, otros se quedan de manera independiente un tiempo, luego no son pocos los que se integran a trabajar al Asentamiento La Batalla, campesinos de uno y otro lado liman diferencias y son parte del mismo Asentamiento Campesino.

Los relatos sobre cómo fue la experiencia del Asentamiento La Batalla, que duró alrededor de diez años, se presentarán más adelante;, veamos ahora las memorias sobre la lucha por la tierra en lo que era el fundo El Trapiche. Pero antes de entrar en este punto, presentaremos algunas notas de prensa de la época que dan cuenta de la connotación que adquirió la lucha por la tierra en Santa Marta.

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Noticia de La Unión de Valparaíso con fecha entre el 2 y 5 de marzo de 1968 referente al conflicto en Santa Marta de Longotoma.

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Noticia de El Siglo del 17 de junio de 1968 re-ferente al triunfo de la Reforma Agraria en Santa Marta y la conformación del Asentamiento La Batalla.

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De los tres fundos del Valle de Longotoma revisados en este estudio, fue en El Trapiche donde la tierra pasó a manos campe-sinas más tarde. Según información de los actores locales y la encontrada en el “Proyecto de Parcelación N° 1372, Los Tigres” (SAG, no publicado), la expropiación de este fundo fue en el año

Crónica de La Nación del 5 de Julio de 1968 que refiere al conflicto en Santa Marta de Longotoma.

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196948. La influencia de lo ocurrido en el ex fundo Santa Marta y el resultado del largo proceso de lucha por la tierra que vivió es clave para entender las características que tomó en El Trapiche. De esta forma, la disputa por las tierras de Ariztía se concentró en la fase previa al decreto de expropiación, todo lo que corres-pondió a la organización del campesinado y la formación de los sindicatos, levantamiento de petitorios y solicitud de expropia-ción. La resistencia del patrón estuvo dada tratando de inhibir, y reprimiendo, la organización campesina. Una vez se logra la expropiación, no existe una resistencia física de los patrones como la vista en Santa Marta.

A diferencia de Santa Marta, donde el descontento general estalla a partir de los choques de los campesinos con un adminis-trador particular, en El Trapiche, donde la figura del administrador no era un freno simbólico para el descontento campesino, no se requiere de la existencia de episodios particulares que impulsen la ebullición del conflicto. Parte no menor de los inquilinos estaban desconformes con el trato recibido por el propietario del fundo. En cierto sentido, podríamos decir que fue un acrecentamiento progresivo del malestar ya existente con el patrón, el cual fue fraguando en organización campesina, movilización y expro-piación. En el crecimiento de la organización y movilización, y en la focalización contra patronal del malestar, resalta el rol del PC, destacando nuevamente Raúl Sánchez Bañados, y por supuesto, tanto o más importante, la experiencia de la lucha en Santa Marta, donde los partidarios de la RA en Trapiche no eran meros simpatizantes o testigos cercanos, sino también actores cada vez que iban para allá a respaldar a los sindicatos y luego a los colorados en la lucha por la tierra.

Nuestros informantes han indicado distintos elementos como los que gatillaron la expropiación del fundo. No se considera relevante la causal de mal explotado, como en Santa Marta; por el contrario, se señala que el fundo operaba bien en términos productivos; destacan como “causal inmediata”, las malas con-diciones en que vivían los inquilinos. Unos más otros menos, también resaltan factores como la existencia de un contexto na-

48 Comparando con el primer fundo en ser reformado, San Manuel, constatamos que mientras en San Manuel ya se estaba parcelando, aquí recién se luchaba la tierra y se expropiaba.

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cional donde vislumbraba la Reforma Agraria, influencia/apoyo de partidos políticos a nivel local, y el desarrollo del proceso en la zona de Santa Marta.

Era muy grande el descontento que había de la gente con el patrón en ese tiempo. Pero nosotros con la Reforma Agraria empezamos primero en Santa Marta. Fue una gran lucha en ese sector y nosotros ya estábamos sindicaliza-dos, el papá de nosotros, y apoyábamos a la gente que estaba luchando allá: íbamos a acompañarlos, incluso en la noche a resguardar, amanecíamos con el fuego […] Aquí ayudó mucho don Raúl Sánchez, muy bueno ese hombre, muy luchador, se venía por la cuesta de la Quebrada El Pobre a organizar a la gente (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Desde nuestra lectura, obviamente, todas las causas o motivacio-nes del proceso de RA que señalaron nuestros entrevistados juegan un rol de suma importancia, pero nos parece necesario destacar el papel que el proceso en Santa Marta tuvo en su promoción e impulso. Permitía vislumbrar un futuro exitoso que daba cuenta de que aunque siendo parejas las correlaciones de fuerza de los actores a favor o en contra a nivel del territorio, el hecho de que la legalidad y el Estado (el Ejecutivo en estricto rigor) estuviesen de su lado cargaba la balanza para ellos. También la experiencia de la lucha en Santa Marta era un aprendizaje para los movilizados, en cuanto a posibles caminos, estrategias y acciones, y a su vez, la convivencia que establecían campesinos, unos con otros a la par, bajo el fuego, conversando, solidarizando, escuchando a políticos u oradores que llegaban, conversar sobre lo que decían y ver cómo se podía usar, finalmente, la socialización de la mo-vilización social era un elemento central para generar conciencia y convicción en lo que se buscaba y como se haría.

La gestación de la organización campesina y la conformación de los sindicatos pareciera comenzar posteriormente que en Santa Marta. De acuerdo a la impresión que dan los relatos, la cons-titución de los sindicatos en El Trapiche pareciera coincidir con los momentos álgidos de lucha por la tierra en el fundo de Santa Marta. Tal vez fue un poco antes, a lo mejor no; lo relevante a destacar es que sí influyó Santa Marta en su desarrollo, ya que ahí el estado de la movilización campesina era más avanzado y –como se vio– existían estrechos vínculos entre movilizados de uno y

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otro predio. De todas formas, esta primera fase de gestación de la organización en El Trapiche sigue los patrones de clandestinidad y represión por parte de los patrones que se observó en la lucha por la conformación de La Batalla.

Reuniones escondidos en los cerros o en el lecho del río, por las noches, con temor de ser descubiertos por los patrones o acusados a ellos y ser sancionados e incluso expulsados. La tónica de lo vivido en Santa Marta no parecía variar en demasía, e incluso los patrones, a la luz de lo que había ocurrido en donde se conformó La Batalla, parecían estar más atentos y agudos en la vigilancia. Incluso hay menciones de un “descabezamiento” del primer sindicato, pero la fuerza del proceso social, tanto por convicción de quienes se empezaban a movilizar, como también por la enorme presión que se vivía desde afuera en cuanto a lo que era la Reforma Agraria, harían que fuese inevitable.

…escondidos, recuerdo que llegaba un dirigente, decían que teníamos que organizarnos para poder pedir la Ley de Reforma Agraria, escondidos de don Carlos. A algunos les costaba llegar, los atajaba don Carlos cuando iban a una organización, lo mismo que la señora, la señora Olga. Unos viejitos que ahora no están los atajó porque tenían una reunión cerca del estero de Ossandón y les dice “para dónde van hombre”, “voy a una reunión, patrón” le dijo, “¿y pa’ qué vay? ¡no vay!” y partió no más, fue de a caballo (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

Formado el sindicato, comienzan las acciones del campesinado movilizado con petitorios por mejoras de trabajo y condiciones de vida, luego, ya instalado el movimiento y con existencia de apoyo externo, de políticos como de otros sindicatos/asentamientos49 se sigue avanzando en la solicitud de expropiación del fundo. Por el otro lado, los intentos de frenar y sancionar a quienes ya comienzan a movilizarse organizadamente se mantienen, esto, junto a un contingente no menor de campesinos que rechazan la Reforma por lealtad al patrón “miedo a lo nuevo”. Se configura un panorama con existencia de inquilinos partidarios y detractores, pero esta división de opinión, que se mantiene una vez que se

49 En este caso, la lucha por la tierra, al no adquirir el carácter emblemático que tuvo en Santa Marta, el apoyo de sindicatos/asentamientos provenía del mismo Valle.

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conforma el asentamiento, está lejos de expresarse como en La Batalla. En función de ello, un entrevistado rescata el carácter tranquilo de la RA en El Trapiche.

Otra acción del patrón fue el intento de controlar el sindicato a su favor instalando dirigentes favorables a él luego del primer “descabezamiento”. Según lo indicado, esto durará poco, ya que prontamente los movilizados volverán a dirigir el sindicato. Es im-portante añadir que siendo legal la sindicalización campesina, las sanciones del patrón no pueden ser apuntando a la disolución del sindicato (de ahí la búsqueda de su control) o castigo por el hecho de sindicalizarse, sino que teniendo el control del territorio no les daban trabajo, tierras para goce o mediería y quitaban ayudas a las familias, como por ejemplo colaborar en su educación. Por supuesto que este tipo de sanciones, para quienes podrían haber estado vaci-lantes o no tan comprometidos con el movimiento, surtían los efectos esperados; para los agentes más concientizados y esperanzados en el futuro de la lucha, eran parte de lo que podía venir, sobre todo considerando lo aprendido en el proceso de Santa Marta, donde también fueron actores.

Le presentaron un pliego de peticiones: que querían trabajar 8 horas, que les dieran para más de cuatro ani-males o que le cambiaran la encierra de los animales; primero eran unas cositas así, no más para pedir, no se hablaba de la tierra, y los echaron a esos de la directiva de los primeros: unos se fueron quedando y no les dieron más trabajo o los mandaban a las partes más lejanas, o no tenían más trabajo y empezaron a ir a Santa Marta, a Ossandón… a mi papá le dijo que tenía que buscar trabajo en otro lado porque aquí no iba a haber más, pero le siguió dando trabajo, pero le dijo que tenía que buscar arriendo adonde irse porque gente que estuviera contra de él no quería, pero nunca le puso el camión [...] Y la patrona lo llamó a la oficina y le dijo “no te voy a llevar a la niña a estudiar”, igual lo sentí porque quería estudiar […Y] algunos se arrepentían de haberse meti-do al sindicato y otros no, querían seguir, más después volvieron con el tiempo. Y el patrón hizo un sindicato, ahí puso a los dirigentes que él quiso, a los que estaban a favor de él: qué podía pelear esa gente si los arreglaba él! Entonces durante un tiempo estuvieron así y después llegó el tiempo de cambiar a los dirigentes y se pusieron

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otros dirigentes y ahí le hicieron la guerra al patrón (JB, entrevistada ex fundo El Trapiche).

Se organizó el sindicato y llegaron a acuerdo y se le expropió el fundo a Ariztía, y le dejaron la reserva […] y cuando lo organizaron fueron a Santa Marta, los llamaron a una reu-nión allá y ahí se organizaron. Y Ariztía corrió a todos los dirigentes, los descabezó inmediatamente… y así siguieron organizándose, los corrieron, entonces fue dura la historia también pero alguien tiene que encarar (¿No hubo mayor “boche”?) no, problemas con algunas personas pero no grandes cosas: se entregó “al tiro” y tomamos posesión muy luego (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche).

El apoyo de los campesinos de La Batalla se expresaba, además de ir a concentraciones, en facilitar dependencias de su Asentamiento para reuniones y compartir en experiencias, en la “disputa ideológica”. Esta, como ya vimos, se manifiesta en el territorio en la elaboración de versos orientados a hacer sentido, entre el campesinado, respecto a la lucha por la tierra, fuera para concientizar o atraer a indecisos y contrarios, como reafirmando el fin y la legitimidad de la lucha entre los movili-zados. A continuación, el verso que hemos registrado en terreno que hace mención a la colaboración de La Batalla en la lucha por la tierra en El Trapiche.

Mirando a la burguesía en todo lo que hay andadoSi no hay fundo más atrasado que el don Carlos AriztíaTiene una gran cesantía este rico pulmoneroA los pobres medieros en la última miseria Y en este verso quisiera unir a mis compañeros.

Se me alegró el corazón el 23 de febreroCuando vi a mis compañeros en una gran reuniónPero el famoso patrón se puso a atajar genteComo que eran delincuentes sin tener razónQue no hicieran comités quería el terrateniente.

También les quiero contar nombrando a los ovejerosSi se les pierde un cordero se lo tienen que pagarEs un descuento brutal que les quita este salvaje También les cobra el talaje de las bestias montonerasY así con esta carrera trabaja este personaje.

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El sordo que es el cajero pongámoslo en la despedidaY el viejo José María que son los dos orejerosEsos son los primeros hombres de espíritu maloRamón Verdejo y El Guarro que viven en Casas ViejasPasan pegados en la oreja y convidan a Cheque Malo.

Transcurre el tiempo bajo esta dinámica de tensión, según lo escuchado; el panorama político no cambia en demasía a lo que hemos descrito hasta 1969 con la expropiación definitiva del fundo y la conformación del Asentamiento Los Tigres. Aquí, nuevamente, el nombre del Asentamiento nos habla sobre ciertos aspectos de la lucha por la tierra y la percepción que tenían los movilizados sobre sí mismos y lo realizado.

Al conformarse Los Tigres, no todos los campesinos del ex fundo El Trapiche ingresan a él; hay una parte importante de ex inquilinos que prefieren quedar al margen del Asentamiento y seguir trabajando con Ariztía en las tierras de la reserva que le han dejado. También se habla de otros que se fueron del Valle a instalarse a otros lugares. El otro grupo, los partidarios de la RA (sindicato, simplemente movilizados y simpatizantes) ingresan al Asentamiento y trabajan en su conformación y desarrollo. El número de familias que ingresan al Asentamiento y las que quedan fuera (al menos en un primer momento) se dice que eran similares.

Hubo muchos que no quisieron [ingresar] porque a ellos le dejaron una reserva, aquí donde está la casa del fundo, un buen pedazo de tierra, pero lo mayor era del Asentamiento (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

Hemos reconstruido el proceso de lucha por la tierra y con-formación del Asentamiento Los Tigres; las principales caracte-rísticas de este, en conjunto con La Batalla, serán revisadas en el siguiente apartado.

Asentamientos Campesinos La Batalla y Los Tigres

A diferencia de San Manuel, donde el Asentamiento tuvo una escasa duración para luego proceder a la asignación de tierras, La Batalla y Los Tigres tuvieron una existencia más extensa; la experiencia de tales Asentamientos presenta mayores vicisitudes en su puesta en práctica, desarrollo y liquidación (en el marco

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de la Dictadura Militar), por ende, el detalle de su descripción, será más minuciosa que la que hemos realizado para San Manuel.

Como es esperable, tanto La Batalla como Los Tigres tienen sus propias características e hitos que los van marcando, pero de acuerdo al conjunto de testimonios revisados, nos damos cuenta de que abundan diversos aspectos comunes entre ellos. Por lo tanto, haciendo un ejercicio de simplificación de muchos aconte-cimientos específicos, hemos decidido tratar a estos Asentamientos como una “unidad”, en cuanto a la descripción de sus principales características y procesos económico-políticos que los caracte-rizaron. Haremos énfasis en todas aquellas particularidades que consideremos necesarias de resaltar, pero la dinámica general de La Batalla y Los Tigres será desarrollada como un todo.

Los Asentamientos La Batalla y Los Tigres, en forma similar a lo que sabemos que fue el sistema de Asentamientos Campesinos a lo largo del país, funcionaban con administración campesina a través de una directiva y asambleas, asesoradas por CORA en los ámbitos técnicos y de manejo de finanzas. La gestión productiva era mediante una organización que emulaba en su estructura la dirección territorial de los tiempos del fundo, pero ahora contro-ladas por el campesinado y con participación directa de todos los trabajadores en la gestión del Asentamiento y sus tomas de decisiones a través de las asambleas. Si bien existía una jerarquía en cuanto a cargos y responsabilidades, el sentido era que todos cumplían roles de importancias equivalentes.

Quienes formaban parte de los Asentamientos eran los jefes de familia, ellos eran los asentados (según lo escuchado, todos hombres, no se supo de asentadas), los hijos mayores que tra-bajaban para el Asentamiento al alero de un asentado eran los fuerzas de trabajo (una especie de jornaleros/peones según los criterios del fundo), el resto de la familia del asentado no tenía una categoría particular dentro del Asentamiento aparte de ser la familia del asentado.

Los asentados eran los dueños de casa; los otros, fuerzas de trabajo. Todos teníamos trabajo por igual, se sembra-ba igual que como antes, en las mismas tierras, pero se trabajaba para el Asentamiento, que tenía dirigentes, su presidente, secretario y esos ordenaban la cosa (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

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Solo los asentados eran quienes tenían voz y voto dentro de la orgánica del Asentamiento, escogían una directiva que tenía una duración, según lo que entendemos, de un año. La elección de esta era realizada en la asamblea del Asentamiento mediante votación un hombre, un voto. Las asambleas eran realizadas con regularidad, al menos una vez al mes. Ahí se definían los princi-pales lineamientos del Asentamiento para la temporada agrícola (actividades productivas, lugares de realización, formas de rea-lización, entre otros elementos que revisaremos posteriormente) y se informaba a los asentados de los pormenores periódicos del Asentamiento.

…era una organización netamente democrática, nada de cuentos. Me acuerdo que nos ponía una figura a los candidatos, a mí me tocó un racimo de uvas, a otro la guitarra, en fin, así se hacía, con figuras. ¿Sabe por qué era así? Porque la mayoría de las personas adultas no sabían leer, entonces era más fácil para identificar al candidato que a ellos les gustaba (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

En lo referente a la administración productiva del territorio, tanto el Asentamiento La Batalla como Los Tigres replicaron los cultivos y la organización que se utilizaba en los fundos. Cada Asentamiento se mantuvo dividido en secciones con su respectivo jefe de sección –ahora un campesino designado por la asamblea a través de la directiva–, quien organizaba, coordinaba y supervi-saba las actividades productivas que se habían escogido para su desarrollo en tales secciones. De esta manera es que La Batalla estaba dividida -en términos administrativos– en Pichilemu, La Canela, Santa Marta y Puyancón. Los Tigres, en Casas Viejas, El Trapiche y Maitén Largo. La diversidad de funcionarios existente no varió sustancialmente, llaveros, bodegueros, encargado de ganado, lecheras, etc. Se vinculaban en lo cotidiano con los jefes de sección, pero la instancia donde se visualizaba el colectivo de los Asentamientos era las asambleas periódicas.

…se siguió igual no más, había jefes de huertos para mandar a los peones, atender, desinfectar, todo eso, pero ahora del Asentamiento (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

Se pusieron jefes de sección para ordenar a la gente en el trabajo y así se trabajaba. Ellos tenían que ver con

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las secciones y el Asentamiento era uno solo. Todas las secciones trabajaban para un solo Asentamiento (PG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

Se imitaba el sistema territorial de administración económi-ca de los fundos, pero con profundos cambios en la dinámica política del mismo, la toma de decisiones estaba ahora en el campesinado (asesorado por el Estado vía CORA), orgánica ya descrita más arriba. Esto se sustentaba en una condición que ya sabemos pero que nunca está de más reiterar explícitamente, ahora eran los campesinos (asentados) los propietarios de los medios de producción. Esto a través de la propiedad colectiva de los Asentamientos.

Las actividades productivas que definieron los asentados para realizar fueron una continuidad de lo que existía en los fundos. En ciertos casos fue necesario revitalizar ciertas áreas productivas y se innovó en algunas cosas (se habló de intentos de desarrollar la fruticultura en los años finales de los Asentamientos, pero el “boom” frutícola con la palta fue posterior, ya parcelados, lo mismo que el desarrollo de la floricultura), pero por lo general, se man-tuvo un sistema que combinó los cultivos anuales denominados tradicionales, de riego y secano (siembras de maíz, trigo, porotos, arvejas, talaje, entre otros) con ganadería de vacunos, bovinos y caprinos. De estos últimos se producía leche, queso, mantequilla, lana, entre otros. Para esto los Asentamientos siguieron utilizando la infraestructura que ya poseía el territorio como también nuevos elementos con que CORA había dotado a La Batalla y Los Tigres. Si bien ambos Asentamientos recuerdan haber tenido ganadería y producción de sus derivados, es en Los Tigres donde nuestros informantes resaltan el haber tenido una ganadería importante, donde se pone un acento particular con connotaciones de orgullo. No queremos dar a entender que en La Batalla se omite o se le da menos importancia a la ganadería y las actividades encade-nadas; por el contrario, pero lo que deseamos rescatar es que en la interacción cara-cara uno percibe de quienes fueron asentados de Los Tigres una exaltación mayor de esta dimensión de la vida del Asentamiento.

Lo anterior en cuanto a lo que refiere a los cultivos y ganadería de los Asentamientos (propiamente tales), los asentados en sus sitios de vivienda y goces individuales mantuvieron sus chacras,

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pequeños animales, un bajo número de frutales y también culti-vos anuales, entre otras características ya dichas para la fase de los fundos.

Se incorporaban, con acceso colectivo, tractores, trilladora y vehículos a motor (camionetas y camiones), usados estos últimos en gran medida para el traslado de la producción. Lo anterior no implica que dejaron de usarse bueyes y caballos para arado, traslado y otras actividades, hasta el día de hoy se observan (principalmente caballares), pero interesa destacar que los entrevistados asocian el ingreso de CORA con un desarrollo tecnológico de la explotación.

Se nos ha indicado que por bastante tiempo los sistemas de regadío seguían siendo los mismos que en los fundos, riego tendi-do a través de canales y melgas, los sistemas tecnificados que se observan actualmente en la zona son de introducción posterior, luego de la parcelación, en el contexto de una producción de paltas y flores. Y cabe acotar que según no pocos informantes la entrada de esta forma de riego no se debió a una “innovación voluntaria”, sino que forzada por la creciente escasez de agua fruto del consumo indiscriminado y acopio del agronegocio de los frutales.

Las formas de trabajo, es decir, la organización del trabajo productivo pasó distintos momentos, algunos de ellos similares a lo conocido desde los tiempos de fundo, en otros, nuevas prácticas se intentaban desarrollar “desde abajo” y “desde arriba” en la gestión de los Asentamientos. Todas ellas notablemente condicionadas por los resultados concretos que determinada organización del trabajo proporcionaba.

Si bien las formas de trabajo fueron variando, lo sustancial de las relaciones sociales de producción en cuanto propiedad y distribución de la producción respetaron la propiedad directa de los campesinos asentados. Los cambios estuvieron orientados a motivar un trabajo que se viera justificado en el acceso al pro-ducto, esto a partir de un compromiso real en la creación de este producto. En un inicio se aseguró retribución igualitaria sin mayor control del trabajo realizado, luego se comprobó que esta forma se prestaba para aprovechamiento de los menos comprometidos con la producción colectiva; se fueron probando distintas formas de asegurar un funcionamiento eficiente de los Asentamientos combinado con una retribución que reflejara el trabajo realizado por cada campesino.

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La secuencia que describiremos a continuación para dar cuenta de las formas de organización del trabajo que nuestros informantes recuerdan es la misma para La Batalla y Los Tigres. Esto claramente no implica una simultaneidad de las mismas, pero sí una relativa concordancia. Los Asentamientos compartían sus experiencias, positivas y negativas; en muchos aspectos surgieron prácticas similares en momentos coincidentes; a lo mejor un Asentamiento ejecutó antes una forma de trabajo, luego el otro y viceversa, pero la sucesión de estas, en cuanto fases, era la misma. Incide, de igual manera, la asesoría de CORA a los Asentamientos, CORA proponía y sugería formas de gestión, trabajo y similares, tanto fruto de las experiencias de cada Asentamiento como a partir de lo analizado en el proceso de RA en general; de allí se desprendían políticas comunes que se expresaban en prácticas productivas semejantes.

En un comienzo, las tierras comunes de cada Asentamiento (es decir que no eran parte de goces particulares) se trabajaban en forma comunitaria, esto en las diversas tareas que la asamblea y la directiva habían decidido desarrollar. La producción era realizada por el Asentamiento como conjunto; la idea era que los Asentamientos tuviesen la capacidad de operar como una unidad productiva a partir del trabajo colectivo, donde todos –en teoría– trabajaban por igual y para todos, recibiendo una retribu-ción similar. Por este trabajo los asentados y los fuerzas de trabajo recibían una remuneración mensual en dinero (denominado como “anticipo” por los actores), que era fija, sin mayor supervisión de los aportes en trabajo que realizara cada trabajador en realidad. En épocas de cosechas, algunos han indicado que los asentados recibían algún pago en productos, principalmente trigo.

Los asentados, ya hemos dicho, tenían derecho a goce o regalías. Aquí el trabajo seguía siendo principalmente familiar, accediendo a brazos adicionales en momentos de cosecha (principalmente, aunque no en forma exclusiva) mediante pago de jornales –quienes podían– o “cambio de día”. Aquí, el uso que se le daba a la tierra no era decidido por el Asentamiento, en estas tierras el asentado –de manera particular– tomaba todas las decisiones.

El destino de los productos de los Asentamientos de la pro-ducción colectiva, como también lo que obtenían los asentados en sus goces o sitios particulares, tanto agrícolas como pecuarios, mantuvo los patrones que se expusieron para los fundos. La mayoría de la producción de propiedad del asentamiento era destinada a

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la venta, algo necesario para pagar los costos de operación del asentamiento, a excepción del talaje, que era para alimentar a los animales del lugar. Por su lado, los asentados dejaban lo de ellos para el consumo familiar, y en casos excepcionales, se vendía.

Los Asentamientos funcionaron de la manera señalada por un tiempo. Diversos entrevistados han indicado que aunque había asentados y fuerzas de trabajos comprometidos con el Asentamiento como “proyecto colectivo” y trabajaban tal como se suponía que lo hicieran, no todos actuaban de esa manera: algunos, al verse con un ingreso monetario asegurado, holgazaneaban durante las faenas. En esta primera fase no había fiscalización sobre el trabajo realizado por cada uno en cuanto a su desempeño, así los Asentamientos tenían problemas para operar, no se producía lo necesario, había más gastos que ingresos. Esto no era por problemas de gestión administrativa, malas cosechas o bajas de precios de mercado, sino que existía una sub producción en relación a las potencialidades que tenían. Este elemento no era solo un problema del Asentamiento, siendo una constante en otros asentamientos, habría un foco de crítica al proceso de Reforma Agraria en cuanto este proponía modernizar la producción agrícola. Por lo tanto, desde CORA y desde los propios Asentamientos, se consideró necesario probar otras maneras de organizar la producción.

Las tierras seguían siendo de propiedad de los Asentamientos, pero el acceso a ellas era diferente. Ya no había trabajo comunitario de todo el Asentamiento. Se mantenían los cultivos particulares de asentados en sus goces familiares, pero el acceso y trabajo en las tierras de La Batalla y Los Tigres fue diferente.

Se nos mencionó de modo recurrente la existencia de producción en grupos, la cual con ciertas variaciones menores fue la que se mantuvo por mayor tiempo debido a que daba mejores resultados en comparación al trabajo plenamente “colectivo”. Los asentados se empezaron a agrupar por afinidades, de cinco a doce personas. El asentamiento asignaba tierras en determinado (s) potrero (s) a un grupo. El grupo tenía mayor independencia para definir ciertos criterios de la siembra, pero no era independiente de lo que había decidido la asamblea para el conjunto de la explotación. Ponían la fuerza de trabajo, animales, herramientas y otros medios de trabajo disponibles. Los Asentamientos aportaban con semillas, tractor y el resto de los medios necesarios con que no contaran los asentados. La producción de este trabajo era repartido entre el asentamiento

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y el grupo. Aquí el agricultor veía traducido su esfuerzo en una retribución acorde al trabajo realizado. No se puede omitir que bajo esta forma de trabajo volvió a hacerse importante el control de medios de producción que tenían los integrantes de los grupos (animales, vehículos, herramientas, etc.), aunque en mucha menor medida que en tiempos de fundo, ya que la tierra seguía siendo de todos los asentados.

Se fue buscando el sistema de trabajo porque la gente se empezó a poner floja, no querían trabajar, muchos trabajaban unas horas y se iban para la casa, como que empezaron a perder orden; los citaban a una hora e iban no más a sentarse, no se hacía empeño, por eso se fueron buscando distintos sistemas, el último fue el de grupos. Ahí ya se ponía un jefe de grupo, nos ordenaba y nosotros teníamos que hacerle empeño. Nosotros mismos escogíamos al jefe de grupo, había que demostrar que hacíamos la pega, ahí ya no era para flojos el trabajo (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta y Asentamiento La Batalla).

Un entrevistado de Los Tigres recuerda que existía por parte de los viejos patrones y de los campesinos contrarios al Asenta-miento una contra propaganda contra este que impactaba en el funcionamiento deficitario de la producción colectiva.

La contra propaganda que se hacía de la gente que traba-jaba en CORA era que le estaban trabajando al Estado… pero mandábamos nosotros, teníamos dirigentes que nos ordenaban para ir a trabajar, era la responsabilidad de poder dirigir una empresa, esa es la política nuestra, de que el hombre que trabaja la tierra es el que la tiene que conducir (AP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

Los asentados consumían o vendían la parte que les corres-pondía según necesidades de dinero, excedentes y otros criterios. La Batalla y Los Tigres vendían para tener dinero y hacer operar los Asentamientos, pagando préstamos (los proporcionaban el Banco del Estado y organismos de gobierno), comprar semillas, herramientas, reparar maquinarias, pagar salarios, etc.

Aunque con variaciones en aspectos de forma, grupos que se armaban o deshacían, cambios en algunas actividades productivas,

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relocalizaciones de grupos en uno u otro potrero, los Asentamien-tos de Los Tigres y La Batalla, con problemas y logros, cambios en sus directivas, mejor o peor gestión, entre muchos elementos del día a día, operaron de la manera descrita hasta el momento de la parcelación y asignación individual de la tierra dentro de último quinquenio de la década de 1970, en el contexto de la Dictadura Militar.

Impactos del Golpe de Estado en los Asentamientos La Batalla y Los Tigres

Los efectos y transformaciones a raíz del Golpe de Estado de 1973 en la dinámica de estos Asentamientos corresponden a lo que a nivel país, dentro del proceso de Reforma Agraria, ha sido denominado como la Contra-Reforma.

Entre el período del Golpe y la parcelación (segundo lustro de década de 1970), la cáscara de los Asentamientos no varió sustancialmente. Existía la asamblea de asentados, había una directiva compuesta por campesinos del asentamiento, las acti-vidades productivas no recibieron mayores cambios, e incluso, las relaciones del trabajo continuaron siendo las prácticas de formación grupos.

Pero ahora, aunque con distinciones en la radicalidad del cambio entre un Asentamiento y otro, el poder en el territorio ya no estaba efectivamente en los campesinos asentados.

En Los Tigres se suprimieron los procesos eleccionarios dentro de los Asentamientos, les designaron directivas “a dedo”, la cual se componía por actores del territorio, pero en cuanto no era elegida por ellos como colectivo, no representaba a los campesinos, sino a quienes la designaban. Algunos entrevistados plantean que el único fin de estas directivas era trabajar para la liquidación de los asentamientos.

En marzo del ’74 entregué [la presidencia del Asentamien-to] y ellos [los militares] eligieron al nuevo presidente, entonces a él lo nombraron presidente e hicieron la directiva, pero la gobernaban ellos, no se gobernaban solos… Y falta lo principal, nos pusieron un administra-dor de Santa Marta; era un administrador de los milicos, ellos lo colocaron con toda facultad. ¿Sabe por qué le

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digo con toda facultad?, de todo lo que vendía el Asen-tamiento se llevaba el 5%, así que nos dejó así [gesto de brazos cruzados]. Lo que oye, de brazos cruzados. Vendió maquinaria, vendió ganado, no ve que a él le interesaba porque le llegaba plata... la directiva que había era un puro “palo blanco” (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

En general, los entrevistados de La Batalla perciben una inter-vención menor de los militares que los informantes pertenecientes a Los Tigres. Tanto en la intervención administrativa como en los aspectos represivos. Es así que entrevistados de La Batalla seña-lan que ahora se paseaban militares por la zona e impulsaban la liquidación del Asentamiento, pero no se nos hizo mención de una intervención directa en la gestión diaria como sí hubo en Los Tigres. En La Batalla la pérdida de poder se hizo patente cuando llegó la liquidación efectiva del Asentamiento.

Siguió funcionando, no se metieron, siguió como esta-ba, con los mismos dirigentes, se cambiaban, se hacían votaciones... (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

[En la liquidación] no se podía alegar nada, aquí nos qui-taron todos los animales y no pescamos ni una chaucha nosotros, ni las máquinas, si las máquinas las remataron, se liquidó el asentamiento. Del ’73 empezaron a joder, vinieron liquidadores para acá, los liquidadores andaban con así unos bolsos de plata a algunos les dieron, a los que ellos quisieron. Si no se podía alegar ni una cosa en las reuniones que hacíamos, si estaba el milico con la metralleta arriba de la mesa (OG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

También existió represión a algunos dirigentes, asentados y campesinos en general que fuesen militantes de partidos afines al gobierno de la Unidad Popular (arrestos arbitrarios, golpizas, amedrentamientos, etc.). Según algunos relatos, presentándose en los dos Asentamientos, también la Contra-Reforma desde el ámbito represivo fue más fuerte en Los Tigres que en La Batalla. Es importante aclarar que no se mencionan asesinados ni desapa-recidos, básicamente detenciones y golpizas.

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Mi esposo fue torturado y mi padre fue torturado. A mi papá se lo llevaron el día 14 de Octubre del ’73 a las seis de la tarde. Mi esposo estuvo detenido del día 15 de Oc-tubre del ’73, lo fui a dejar yo a las siete de la mañana tal como dijeron los carabineros, que no le iba a pasar nada y todo. Y no llegó a las cinco de la tarde como dijeron, aclaró y no llegó. Los habían soltado a las cuatro de la mañana y venían caminando por el río (CA, entrevistada ex fundo Santa Marta y Asentamiento La Batalla).

Y luego, en la fase de la asignación de tierras, algunos campe-sinos fueron víctimas del artículo n° 208 que permitía el bloqueo en la entrega de tierras a determinadas personas –aunque contaran con los méritos– por motivaciones políticas.

De acuerdo a antecedentes provenientes de los Proyectos de Parcelación N° 1300 –La Batalla– y N° 1372 –Los Tigres– (SAG, sin publicar) la parcelación de la tierra fue aprobada en 1976 en La Batalla50 y ejecutada en 1977 en Los Tigres.

En el Proyecto correspondiente a Los Tigres figuran 31 parce-las, 70 sitios, 4 bienes comunes generales, 1 bien común general (caminos), 4 bienes comunes especiales y 4 reservas CORA. La superficie total de riego de la parcelación se considera un total de 189 hectáreas físicas de riego.

En el Proyecto de La Batalla se indica que la parcelación implicó 158 sitios, 18 bienes comunes y 10 reservas CORA. En nuestras notas no tenemos registrado el número de parcelas, creemos que fue un error nuestro al registrar la información. La superficie total del Proyecto de Parcelación 1300 fueron 25.588, 10 ha de las cuales 734,80 eran de riego.

La parcelación consideraba un reparto de la tierra en dos “for-mas” de propiedad. Primero, acceso de todos los asentados a sitios de vivienda de 5.000 metros. Y segundo, la asignación dirigida de parcelas a parte considerable de los campesinos, pero no a todos.

La entrega de parcelas no fue para todas las familias del te-rritorio, ni siquiera para todos los asentados. Desde el Estado se estableció un número determinado de parcelas y su tamaño, por

50 Ejecutada en 1977 en La Batalla– según informantes.

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Asentamiento, las cuales serían repartidas a partir de un sistema de puntajes entre quienes postularan, similar a lo visto en San Manuel. Aunque hubo acceso de asentados partidarios de la UP a parcelas, sin restricción general, unos pocos fueron excluidos de parcelas a través del artículo 208. De los que recibieron par-cela, algunos han vendido, según opinión de entrevistados, esto fue porque dieron parcela a personas “sabiendo que iban a ven-der”, que no tenían los medios necesarios para hacerla producir eficientemente (animales, herramientas, maquinarias, “brazos” suficientes o conocimiento), con lo que hoy, aunque lejos de lo que había en tiempos de fundo, existe –en ciertas zonas– una reconcentración de la propiedad.

La parcelación fue harto –¿cómo le digo?– injusta. ¿Sabe por qué? Fíjese que aquí sobraba gente para que le tocara tierra, en cambio vino gente de Huaquén, de Catapilco. No sé quién los indicó a ellos porque sobraban los asen-tados que quedaban sin tierra… Yo recibía puntaje por haber sido dirigente tres años, yo sagradamente tocaba parcela, pero como le explicaba, con el artículo 208 me echaron para afuera. Tres fuimos con ese artículo aquí (EP, entrevistado ex fundo El Trapiche y ex Asentamiento Los Tigres).

Después se disolvió [el Asentamiento], se parceló, repar-tieron las parcelas, se repartieron de acuerdo al grupo familiar que tenía el agricultor. Quedó gente sin parcela, gente que debería haber tocado… Muchos no quedaron muy conformes porque no tocaron parcela y debían ha-ber tocado, gente que siempre estuvo en la pelea (FG, entrevistado ex fundo Santa Marta y ex Asentamiento La Batalla).

Al igual que en San Manuel, unos y otros, contrarios y par-tidarios a la RA en su época, de uno y otro fundo, asignatarios de parcelas y de sitios, al día de hoy, sin restar importancia a los aspectos difíciles o negativos del proceso de Reforma Agraria, resaltan la importancia que tuvo en cuanto ahora viven en lo propio y son dueños de la tierra.

Desde estos últimos acontecimientos, los que estarían dando por finalizado el proceso de Reforma Agraria en el Valle Longo-toma, hasta hoy, se ha tejido otra historia. En Chile, la ruralidad en general y las actividades agropecuarias en concreto expresan

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la instalación y desarrollo del llamado neoliberalismo. Como todo macro-proceso, tiene formas específicas de expresarse en los territorios. No es materia de este libro (pero sí de nuestro interés) abordar este período, lamentablemente por razones de espacio, tiempo y recursos esto deberá quedar pendiente para algún trabajo posterior; solo quisiéramos mencionar algunas observaciones. Todavía hay presencia mayoritaria de actores locales que recibieron sitios y/o parcelas que las conservan en su totalidad o parte importante, pero también no son pocos los asignatarios –por motivos diversos– que han vendido sus tierras a grandes agricultores capitalistas (de la zona y de afuera). En todo tipo de agricultor (existiendo excepciones), predominan los culti-vos comerciales de frutales (principalmente paltas) y de flores, ya prácticamente no existen actividades ganaderas y de agricultura de cereales, granos y hortalizas. Las transformaciones en el clima durante las últimas décadas y la presión excesiva sobre el agua por los grandes agricultores capitalistas configuran, desde hace años, una situación de escasez hídrica que incluso ha tomado connotación en los medios nacionales. A la fecha del terreno, no había una Junta de Vigilancia estable, solo en formación, y una organización incipiente de los campesinos, principales afectados con esta situación. Panorama de difícil mejoría sin organización y movilización. Esperemos que el recordar y reconstruir la noble experiencia de lucha por la tierra que implicó la Reforma Agraria –con sus aciertos y fracasos–, aporte en la toma de conciencia de la importancia que es volver a organizarse para defender, ahora, el derecho al agua.

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iv. comentArios finALes

Los discursos elaborados en el marco de nuestro estudio so-bre la Reforma Agraria no han sido construidos en el aire, están realizados a partir de “experiencias objetivas” del proceso social; de esta forma, los discursos sobre el pasado, las memorias, no son (solo) sistemas de ideas abstractas, sino que tienen una fuente concreta de experiencia que hace que se conciban de tal o cual forma. De la misma manera, es una ingenuidad creer que desde el discurso-memoria nos acercamos a los hechos sociales “tal cual fueron”. Son también discursos a partir de una “experiencia subjetiva”, sobre un proceso social que es percibido por los ac-tores desde su posición en el momento mismo de la RA, como también por los episodios posteriores que les ha tocado vivir. Así, los discursos sobre los hechos son “objetivos” en cierto sentido, pero simultáneamente es una percepción del actor en el tiempo actual sobre un tiempo pasado que ya había sido percibido en ese tiempo. Ambas dimensiones imbricadas del discurso operan como un todo en la dinámica social, siendo su separación un ejercicio analítico.

En la actualidad, todos los actores del proceso de RA en el Valle de Longotoma (o la mayoría para no ser totalizantes) la valoran, en última instancia, como beneficiosa, necesaria y fundamental, ya que permitió el acceso a la tierra de gran parte del campesinado que antes vivía y trabajaba en lo ajeno. Sin importar la posición ocupada en los tiempos de la Reforma en cuanto partidario o contrario, o su opinión de la forma en que se estaba dando el proceso (más o menos radicalizado o consensuado), hoy en día, a la luz del devenir de los hechos y sus frutos, existe un consenso sobre su importancia en la medida que les entregó la propiedad de la tierra, entendiendo por esto libertad y dignidad.

Algunos dirán que la vida de fundo era terrible; para otros, los patrones eran buenos. Unos testimonios enfatizan el mal fun-cionamiento de los Asentamientos, otros, a pesar de reconocer dificultades, rescatan los aspectos positivos de estos. Hay discursos que acentúan la importancia de que la transferencia de la pro-piedad de la tierra se hubiese realizado en forma consensuada,

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otros, por el contrario, relevan la organización y la movilización como medio para lograr sus objetivos.

Diversos autores han indicado que el discurso sobre el pasado, la memoria, implica un procedimiento de selección y olvido, ambos de igual importancia, mediante el cual se reconstruyen los hechos pasados y la percepción de los mismos en el presente (Le Goff, 1991; Augé, 1998; Candau, 2001). Nuestra investigación nos lleva a plantear que los elementos que fuerzan la selección/olvido tienen que ver con posiciones de clases, roles en procesos sociales, fluctuaciones en las relaciones de poder, finalmente, las experiencias concretas de los actores. Tinsman (2009) ha señalado que “las memorias no son recolecciones estáticas, sino interpre-taciones filtradas a través del presente y del pasado reciente” (Tinsman, 2009:27), compartimos tal aseveración. Por lo tanto, siendo la memoria una construcción fruto de la experiencia social presente y pasada, y estando toda dinámica social cruzada por dinámicas de clases sociales y relaciones de poder, es la memoria –la construcción de ella– un lugar en disputa.

La importancia de una reconstrucción de los procesos sociales desde los actores a modo de que se pueda “re-aprehender” la historia de estos colectivos, sus logros y fracasos, a la luz de los hechos pasados, sirve para pensar en transformar las condiciones de vida del presente para el futuro. Le Goff (1991) ha señalado que “apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas. Los olvidos, los saberes de la historia son reveladores de estos mecanismos de manipulación de la historia colectiva” (Le Goff, 1991:134), una reconstrucción de la memoria desde abajo es una práctica política que se enfrenta a la construcción hegemónica de la memoria.

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Inquilinos en procesión Fiesta de la Virgen del Carmen (Gentileza de Francisco y Josefina)

Concentración de campesinos partidarios de la Reforma Agraria en el ex Fundo Santa Marta (Gentileza de Francisco y Josefina)

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Misa de domingo en los tiempos de fundo. Iglesia Santa Marta (Gentileza de Francisco y Josefina)

Inauguración del Instituto Educación Rural en 1962 (Gentileza de Juan y Felisa)

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“Sesión del martes 16 de julio de 1968, discurso del Senador Pedro Ibáñez O. sobre Desconocimiento de fallo de la Corte Suprema respecto del fundo Santa Marta de Longotoma”.

“Sesión especial del miércoles 24 de julio de 1968 para ocuparse de la situación creada en el fundo Santa Marta de Longotoma, Intervención del diputado Luis Tejeda Oliva, La Corte Suprema y el complot de los latifundistas. Los campesinos no permitirán que se frene el proceso de la Reforma Agraria”.

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